epistolas catolicas

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INTRODUCCIONES A LAS EPÍSTOLAS CATÓLICAS Introducción Las siete epístolas del NT no atribuidas a San Pablo fueron, por esta misma razón, reunidas muy pronto en una sola colección, a pesar de sus diferentes orígenes: una de Santiago, una de San Judas, dos de San Pedro, tres de San Juan. Su antiquísimo título de «católicas» procede sin duda de que la mayoría de ellas no van destinadas a comunidades o personas particulares, sino que se dirigen más bien a los cristianos en general. Epístola de Santiago. La epístola de Santiago sólo fue progresivamente aceptada en la Iglesia. Su canonicidad no parece haber planteado problemas en Egipto, donde Orígenes la cita como Escritura inspirada, pero Eusebio de Cesarea reconoce a comienzos del siglo IV que algunos la impugnan todavía.En las iglesias de lengua siríaca no llegó a ser introducida en el canon del NT más que a lo largo del siglo IV. En África la desconocen Tertuliano y Cipriano, y el catálogo de Mommsen (hacia el 360) no la contiene todavía. En Roma, no figura en el canon de Muratori, atribuido a San Hipólito (hacia el 200) y es muy dudoso que la hayan citado San Clemente de Roma y el autor del Pastor de Hermas (ver infra).De manera que sólo hacia finales del siglo IV se impone en el conjunto de las iglesias de Oriente y Occidente. Una vez que las iglesias aceptan la canonicidad de esta epístola, identifican por lo común a su autor con Santiago, el «hermano del Señor», Mc 6 3; Mt 13 55p; ver 12 46 +, que desempeñó un papel tan preeminente en la primera comunidad cristiana de Jerusalén, Hch 12 17 +; 15 13-21; 21 18-26; 1 Co 15 7; Ga 1 19; 2 9.12, y que recibió la corona del martirio a manos de los judíos hacia el año 62 (Josefo, Hegesipo). Este personaje es evidentemente distinto del apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, Mt 10 2p, a quien Herodes dio muerte en el 44, Hch 12 2, pero sería posible identificarle con el otro apóstol del mismo nombre, hijo de Alfeo, Mt 10 3p.Ya los antiguos vacilaban en este punto, y los modernos aún lo discuten, si bien inclinándose por la negativa. La expresión de Pablo en Ga 1 19 ha sido interpretada en los dos sentidos. Por lo demás, el verdadero problema se sitúa en otro plano, mucho más profundo, como es la atribución misma de la epístola a Santiago, «el hermano del Señor». Y en efecto, esta atribución plantea sus dificultades. Si realmente había sido compuesta por esta personalidad de primer orden, no sería fácil comprender las dificultades que tuvo para imponerse en la Iglesia como Escritura canónica. Además fue escrita directamente en griego, con una elegancia, una riqueza de vocabulario y un sentido de la retórica (diatriba) bastante sorprendentes en un galileo. Sin duda Santiago pudo recibir la ayuda de un discípulo de esmerada cultura helénica, pero esto es una conjetura que

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INTRODUCCIONES A LAS EPÍSTOLAS CATÓLICAS

Introducción

Las siete epístolas del NT no atribuidas a San Pablo fueron, por esta misma razón, reunidas muy pronto en una sola colección, a pesar de sus diferentes orígenes: una de Santiago, una de San Judas, dos de San Pedro, tres de San Juan. Su antiquísimo título de «católicas» procede sin duda de que la mayoría de ellas no van destinadas a comu-nidades o personas particulares, sino que se dirigen más bien a los cristianos en gene-ral.

Epístola de Santiago.

La epístola de Santiago sólo fue progresivamente aceptada en la Iglesia. Su canonici-dad no parece haber planteado problemas en Egipto, donde Orígenes la cita como Es-critura inspirada, pero Eusebio de Cesarea reconoce a comienzos del siglo IV que al-gunos la impugnan todavía.En las iglesias de lengua siríaca no llegó a ser introducida en el canon del NT más que a lo largo del siglo IV. En África la desconocen Tertuliano y Cipriano, y el catálogo de Mommsen (hacia el 360) no la contiene todavía. En Roma, no figura en el canon de Muratori, atribuido a San Hipólito (hacia el 200) y es muy dudoso que la hayan citado San Clemente de Roma y el autor del Pastor de Hermas (ver infra).De manera que sólo hacia finales del siglo IV se impone en el conjunto de las iglesias de Oriente y Occidente.Una vez que las iglesias aceptan la canonicidad de esta epístola, identifican por lo co-mún a su autor con Santiago, el «hermano del Señor», Mc 6 3; Mt 13 55p; ver 12 46 +, que desempeñó un papel tan preeminente en la primera comunidad cristiana de Je-rusalén, Hch 12 17 +; 15 13-21; 21 18-26; 1 Co 15 7; Ga 1 19; 2 9.12, y que recibió la corona del martirio a manos de los judíos hacia el año 62 (Josefo, Hegesipo). Este personaje es evidentemente distinto del apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, Mt 10 2p, a quien Herodes dio muerte en el 44, Hch 12 2, pero sería posible identificarle con el otro apóstol del mismo nombre, hijo de Alfeo, Mt 10 3p.Ya los antiguos vacilaban en este punto, y los modernos aún lo discuten, si bien inclinándose por la negativa. La ex-presión de Pablo en Ga 1 19 ha sido interpretada en los dos sentidos.Por lo demás, el verdadero problema se sitúa en otro plano, mucho más profundo, co-mo es la atribución misma de la epístola a Santiago, «el hermano del Señor». Y en efecto, esta atribución plantea sus dificultades. Si realmente había sido compuesta por esta personalidad de primer orden, no sería fácil comprender las dificultades que tuvo para imponerse en la Iglesia como Escritura canónica. Además fue escrita directa-mente en griego, con una elegancia, una riqueza de vocabulario y un sentido de la re-tórica (diatriba) bastante sorprendentes en un galileo. Sin duda Santiago pudo recibir la ayuda de un discípulo de esmerada cultura helénica, pero esto es una conjetura que no se puede probar. Finalmente, y sobre todo, la epístola presenta una afinidad muy notable con escritos cuya composición se sitúa a fines del siglo primero o a comienzos del segundo, especialmente con la primera carta de Clemente de Roma y el Pastor de Hermas. Se ha afirmado con frecuencia que estas dos obras habían utilizado amplia-mente la epístola de Santiago; pero hoy en día se reconoce cada vez más que esas afi-nidades se explican por el uso de fuentes comunes y por el hecho de que los autores de estas diversas obras se enfrentaban con dificultades análogas. En consecuencia, nu-merosos autores sitúan hoy la composición de la epístola de Santiago hacia el final del siglo primero o incluso a comienzos del segundo. El carácter arcaico de su cristología podría explicarse, más que por la antigüedad de su redacción, por su posible proce-

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dencia de los medios judeocristianos, herederos del pensamiento de Santiago, el her-mano del Señor, y cerrados al desarrollo de la teología cristiana primitiva.Si a pesar de todo se insiste en mantener la autenticidad de la epístola, su composición deberá situarse antes del 62, fecha de la muerte de Santiago. Y en este caso son posi-bles dos hipótesis, según la posición que se adopte en cuanto a las relaciones entre St Ga/Rm a propósito del problema de la justificación por la fe (ver infra). Para algunos autores, es Santiago el que inicia una polémica contra Pablo, o mejor, contra cristia-nos que deformaban la enseñanza de Pablo; en este caso, habría escrito su epístola poco antes de su muerte. Para otros, menos numerosos cada vez, sería Pablo quien ha-bría querido combatir las ideas de Santiago, cuya epístola en tal caso habría sido compuesta por los años 45-50, y ello explicaría el carácter arcaico de su cristología. Lo que dejamos dicho más arriba da a entender que fecha tan antigua resulta poco probable.Sea lo que fuere de su origen, este escrito quiere llegar a las «Doce tribus de la Dis-persión», 1 1, que son, sin duda, los cristianos de origen judío dispersos en el mundo grecorromano, sobre todo en las regiones limítrofes de Palestina, como Siria y Egipto. Que estos destinatarios sean convertidos del Judaísmo lo confirma el cuerpo de la car-ta. El uso constante que el autor hace de la Biblia supone que ésta les es familiar, so-bre todo porque procede preferentemente por reminiscencias espontáneas y alusiones implícitas que por doquier se traslucen, y no en forma de argumentación partiendo de citas explícitas (como Pablo, por ejemplo, o el autor de la epístola a los Hebreos). Se inspira particularmente en la literatura sapiencial para deducir de ella lecciones de moral práctica. Pero también depende profundamente de las enseñanzas del Evange-lio, y su escrito no es puramente judío como a veces se ha afirmado. Por el contrario, constantemente se encuentran en él el pensamiento y las expresiones preferidas de Je-sús, y esta vez también menos por el procedimiento de citas expresas tomadas de una tradición escrita que por la utilización de una tradición oral viva. En una palabra, se trata de un sabio judeocristiano que reconsidera de manera original las máximas de la sabiduría judía en función del pleno cumplimiento que habían hallado en labios del Maestro. Su perspectiva cristiana se aprecia sobre todo en el marco apocalíptico en que sitúa sus enseñanzas morales. Estas enseñanzas demuestran también su afinidad sobre todo con el evangelio judeocristiano de Mateo.Su escrito no se ajusta fácilmente a las características del estilo epistolar. Más bien parece una homilía, muestra de aquella catequesis que sin duda estuvo en uso en las asambleas judeocristianas de su tiempo. Hay en él una serie de exhortaciones morales que se suceden sin gran cohesión, agrupando sentencias sobre un mismo tema, o bien mediante asonancias verbales. Se trata de advertencias sobre la paciencia en las tribu-laciones, 1 1-12; 5 7-11, el origen de la prueba, 1 13-18, el dominio de la lengua, 1 26; 3 1-12, la importancia de la armonía mutua y de la misericordia, 2 8.13; 3 13 - 4 2; 4 11s, la eficacia de la oración, 1 5-8; 4 2s; 5 13-18, etc. El sacramento de la Un-ción de los enfermos tiene su lugar teológico en 5 14s (Concilio de Trento).Dos temas principales sobresalen en toda esta exhortación. Uno ensalza a los pobres y advierte severamente a los ricos, 1 9-11; 1 27 - 2 9; 4 13 - 5 6: esta preocupación por los humildes, los favoritos de Dios, enlaza con una antigua tradición bíblica y muy es-pecialmente con las Bienaventuranzas del Evangelio, Mt 5 3 +. El otro insiste en la práctica de las buenas obras y previene contra una fe estéril, 1 22-27; 2 10-26. Hay incluso sobre este último punto una sección polémica, 2 14-26, que muchos intérpretes consideran dirigida contra Pablo. Hay que reconocer, en efecto, conexiones bastante sorprendentes entre St Ga/Rm, sobre todo en la interpretación de los mismos textos bí-blicos sobre Abrahán, diferente en cada uno.La existencia de un conflicto como éste

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entre los libros del NT es un indicio de la riqueza de la enseñanza divina más bien que un motivo de escándalo. Podemos observar dos cosas: en primer lugar, que por enci-ma de cierta oposición motivada por preocupaciones pastorales diferentes, Pablo y Santiago están de acuerdo en lo fundamental, ver 2 6; 2 14+; (porque Pablo no estaba nunca contra la moral, ver por ej. Rm 12-13, sino contra la imposición de preceptos cultuales sobre sus fieles convertidos del paganismo, como la circuncisión, y Santiago no habla nunca de estos preceptos cultuales sino de la moral).En segundo lugar, que este tema de la fe y de las obras, espontáneamente sugerido por los antecedentes de la religión judía, bien pudo ser un tema tradicional de discusión que ambos habrían ex-puesto de manera independiente. Al fin la Iglesia naciente aceptó la epístola de Santia-go porque habría querido conservar el equilibrio dialéctico entre fe y obras, entre Pa-blo y Santiago.

Epístola de San Judas.

Judas, que se llama «hermano de Santiago», v. 1, parece presentarse también como uno de los «hermanos del Señor», Mt 13 55p. No hay nada que obligue a identificarle con el apóstol del mismo nombre, Lc 6 16; Hch 1 13; ver Jn 14 22; por lo demás, él mismo se distingue del grupo apostólico, v. 17. La mediocre importancia del personaje cuyo nombre se toma hace difícil la hipótesis de que se trate de un pseudónimo, pero la fecha tardía de la epístola la convierte en posible e incluso en probable. El autor manifiesta un notable conocimiento de las fuentes judías, indicio de que representa a una iglesia cultivada, bien surtida de libros.De hecho, esta epístola era ya admitida por la mayoría de las iglesias como Escritura canónica desde el año 200. Cierto que el uso que hace de fuentes apócrifas (Henoc en los vv. 7.14s; Asunción de Moisés en el v. 9) suscitó algunas dudas ya desde la anti-güedad; pero ello no crea un problema especial, porque este recurso legítimo a escri-tos judíos, en boga entonces, en modo alguno equivale a reconocerles carácter inspi-rado.Lo que a Judas le interesa es estigmatizar a los perversos doctores que ponen en peli-gro la fe cristiana. Les amenaza con un castigo divino, que ilustra con precedentes de la tradición judía, vv. 5-7, y la descripción que hace de sus desviaciones parece tam-bién influida por estos recuerdos del pasado, v. 11. Por lo demás, la descripción queda bastante vaga y ciertamente no autoriza a ver aquí el gnosticismo del siglo II. La im-piedad y el desenfreno moral que les censura, especialmente sus blasfemias contra el Señor Cristo y los ángeles, vv. 4.8-10, pudieron haberse dado en el seno del cristianis-mo ya en el siglo I, bajo la influencia de aquellas tendencias sincretistas que se com-baten en la epístola a los Colosenses, en las Pastorales y en el Apocalipsis.Con todo, algunos rasgos invitan a no remontarse muy alto en el siglo I. Las predic-ciones de los apóstoles se atribuyen al pasado, vv. 17s. La fe se concibe como un pre-supuesto objetivo «transmitido de una vez para siempre», v. 3. Parece que han sido utilizadas las epístolas de Pablo. Es verdad que, a su vez, la segunda epístola de Pedro utiliza la de Judas, pero, como diremos, aquélla quizá sea posterior a la muerte de San Pedro. En definitiva, se ha de pensar en los últimos tiempos de la edad apostólica.

Primera epístola de San Pedro.

Dos epístolas católicas reivindican la paternidad de San Pedro. La primera, que lleva en el saludo el nombre del príncipe de los apóstoles, 1 1, fue admitida sin oposición desde los comienzos de la Iglesia: utilizada probablemente por Clemente de Roma y ciertamente por Policarpo, es atribuida explícitamente a San Pedro a partir de Ireneo. El apóstol escribe desde Roma (Babilonia, 5 13), donde se encuentra con Marcos a

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quien llama «su hijo». Aunque sabemos muy poco acerca del fin de su vida, una tradi-ción bien atestiguada le hace venir efectivamente a la capital del imperio donde murió mártir bajo Nerón (¿64 ó 67?). Se dirige a los cristianos «de la Dispersión» precisan-do los nombres de cinco provincias, 1 1, que prácticamente representan el conjunto del Asia Menor.Por lo que dice de su pasado, 1 14.18; 2 9s; 4 3, da a entender que se trata de convertidos de la gentilidad, si bien no se excluye la presencia de judeocristia-nos entre ellos. Por eso les escribe en griego; y si este griego, sencillo, pero correcto y armonioso, parece demasiado bueno para el pescador galileo, conocemos el nombre del discípulo-secretario que le pudo ayudar en su redacción: Silvano, 5 12, a quien co-múnmente se identifica con el antiguo compañero de San Pablo, Hch 15 22 +.El propósito de esta epístola es sostener la fe de sus destinatarios en medio de las tri-bulaciones que les asaltan. Se ha querido ver en ellas persecuciones oficiales como las de Domiciano o aun las de Trajano, lo que supondría una época muy posterior a San Pedro. Pero nada parecido exigen las alusiones de la epístola. Más bien se trata de violencias privadas, de injurias y calumnias que la pureza de vida de los convertidos les concita de parte de aquellos cuya conducta desarreglada abandonaron, 2 12; 3 16; 4 4.12.Otra dificultad se ha suscitado contra la autenticidad de la epístola: el uso considera-ble que parece hacer de otros escritos del NT, especialmente de St, Rm Ef, y que sor-prende tanto más cuanto que, en cambio, parece utilizar poco el Evangelio.Sin embar-go, las reminiscencias evangélicas, aun siendo discretas, son numerosas; y si estuvie-ran más subrayadas, no faltaría quien dijera que un seudónimo trató así de hacerse pasar por Pedro. En cuanto a las relaciones con Santiago y Pablo, no deben exagerar-se. Ninguno de los temas específicamente paulinos (valor transitorio de la Ley judía, cuerpo de Cristo, etc.) aparece en la epístola. Y muchos de los temas que igualmente se consideran «paulinos», porque nos son conocidos sobre todo por las epístolas de Pablo, en realidad no son más que el fondo común de la primitiva teología cristiana (valor redentor de la muerte de Cristo, fe y bautismo, etc.). Los trabajos de la crítica reconocen cada vez más formularios de catequesis primitivos, florilegios de textos del AT, que pudieron ser utilizados paralelamente por los diversos escritos en cuestión, sin que entre ellos existiera dependencia directa. Y si, a pesar de ello, subsiste aún cierto número de casos concretos en que 1 P parece que, efectivamente, se inspira en Rm o en Ef, esto puede admitirse sin rechazar la autenticidad: San Pedro no poseía la envergadura teológica de San Pablo, y muy bien pudo recurrir a los escritos de este último, sobre todo cuando se dirigía, como aquí, a círculos de influencia paulina. Tampoco se debe olvidar que su secretario Silvano fue discípulo de ambos apóstoles. Finalmente, es de justicia señalar, junto a estas afinidades paulinas, las conexiones que algunos intérpretes han creído descubrir entre 1 P y otros escritos de ambiente pe-trino como el segundo Evangelio o los discursos de Pedro en los Hechos.La epístola normalmente es anterior a la muerte de Pedro, en 64 ó 67, aunque es posi -ble que Silvano no la concluyera hasta algunos años más tarde, según las directrices y bajo la autoridad de aquél. Hasta sería esto probable si estuviera comprobado que la epístola es un mosaico y combinación de fragmentos diversos, entre ellos una homilía de origen bautismal, 1 13 - 4 11. Pero estas elucubraciones no pueden pasar del nivel de la conjetura.Este escrito, de tendencia esencialmente práctica, no deja de contener una aceptable riqueza doctrinal. Hay en él un resumen admirable de la teología cristiana común a la época apostólica, de un calor emocionante en su sencillez. Una de las ideas maestras es la paciencia activa en las tribulaciones, con Cristo como modelo, 2 21-25; 3 18; 4 1: como él, los cristianos deben sufrir con paciencia activa, felices si sus tribulaciones

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provienen de su fe y de su santa conducta, 2 19s; 3 14; 4 12-19; 5 9, no oponiendo al mal sino el bien, la caridad, la obediencia a los poderes públicos, 2 13-17, y la dulzura con todos, 3 8-17; 4 7-11.19. Un pasaje difícil ha sido entendido diversamente por los intérpretes, 3 19s; ver 4 6, según que en la «predicación» de Cristo hayan visto un anuncio de salvación o de castigo, y en los «espíritus encarcelados» hayan reconocido o a los impíos muertos en tiempo del diluvio, o bien a los ángeles caídos de la tradi-ción bíblica y apocalíptica. De todos modos, este episodio de la vida del Señor está bien situado en el momento de su muerte, y es uno de los principales lugares teológi-cos del dogma del Descenso a los infiernos.

Segunda epístola de San Pedro.

Sin lugar a dudas la segunda epístola se presenta también como de San Pedro. El apóstol, en efecto, se nombra a sí mismo en el saludo, 1 1, después alude al anuncio de Jesús referente a su muerte, 1 14, dice haber sido testigo de la Transfiguración, 1 16-18, y, finalmente, alude a una primera carta, 3 1, que parece ser 1 P.Si escribe por segunda vez a los mismos lectores, lo hace con una doble finalidad: pre-venirles contra los falsos doctores, 2, y responder a la inquietud causada por el retra-so de la Parusía, 3. Esos falsos doctores y esa inquietud pueden, en rigor, concebirse hacia el fin de la vida de San Pedro. Pero existen otras consideraciones que ponen en duda la autenticidad y sugieren una fecha más tardía. El lenguaje presenta notables diferencias con el de 1 P.Todo el cap. 2 es una repetición, libre pero manifiesta, de la epístola de Judas. La colección de las epístolas de Pablo parece ya formada, 3 15s. Al grupo apostólico se le pone al nivel del grupo profético y el autor habla como si no formara parte de él, 3 2.Estas dificultades justifican dudas que aparecieron ya en la antigüedad. No sólo no se ha comprobado con certeza el uso de la epístola antes del siglo III, sino que incluso algunos la rechazaban, como lo atestiguan Orígenes, Euse-bio y Jerónimo.Por ello, no pocos críticos modernos rechazan también su atribución a San Pedro, y es difícil quitarles la razón. Pero si un discípulo posterior se respaldó en la autoridad de Pedro, quizá tuviera algún derecho a hacerlo, o por pertenecer a los círculos dependientes del apóstol, o bien incluso porque utilizaba un escrito proceden-te de él, aun adaptándolo y completándolo con la ayuda de Judas. Esto no era forzosa-mente cometer una falsificación, ya que los antiguos tenían ideas muy diferentes de las nuestras sobre la propiedad literaria y la legitimidad de servirse de seudónimos.Por lo demás, para nuestra fe basta con que la epístola haya sido recibida firmemente por la Iglesia como canónica y que, por tanto, represente una herencia auténtica de la época apostólica. Por este hecho queda garantizada su doctrina, en la cual podemos poner de relieve en particular: la vocación cristiana a «hacernos partícipes de la natu-raleza divina», 1 4, la definición del carácter inspirado de las Escrituras, 1 20s, la se-guridad de la Parusía que ha de venir, a pesar del retraso y de la incertidumbre de su día, y el anuncio, tras la destrucción del mundo por el fuego, de un nuevo mundo don-de habitará la justicia, 3 3-13.El problema central que la epístola aborda es la teodicea, es decir el juicio justo de Dios, contra aquellos que dicen que no hay providencia ni existe juicio en Dios, ni vi -da en el más allá, ni recompensa o castigo después de la muerte, ideas todas ellas di-vulgadas por epicúreos paganos y judíos, y refutadas también por apologistas filosófi-cos (por ej. Plutarco) y rabínicos. Es en este contexto en el que el autor inspirado con-templa el problema del retraso de la Parusía. La epístola se dirige a lectores de cultu-ra mixta, a la vez bíblica y grecorromana, y por tanto pertenecientes a una iglesia ur-bana. El conocimiento de su propia cadena de autoridad, el carácter sagrado de sus propias tradiciones, evangélicas, paulinas y apostólicas («Judas»), el afán por estable-

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cer una armonía coherente y una interpretación normativa de estas tradiciones recibi-das (1 12-15) son otros tantos indicios de que la epístola data de mediados del siglo II d. de J.C.Este escrito se nos ofrece, pues, como un ejemplo interesante de la fidelidad radical, en una situación transformada, al mensaje central de Jesús, la próxima venida del reino de Dios (Mc 1 15+).

Epístolas de San Juan.

Con este título se designan tres escritos atribuidos a San Juan al igual que el cuarto Evangelio y el Apocalipsis. Se les llama Cartas o Epístolas por su forma literaria, que es más clara en el segundo y tercer escrito, pero que también está presente en el pri-mero («os escribo», 1 Jn 2 14). La primera tiene cinco capítulos; las otras dos son es-critos muy breves de apenas media página cada una. A continuación indicamos unos breves rasgos de cada una de las epístolas.

Primera epístola de San Juan.

Por su relación estrecha con el cuarto Evangelio, de cuya teología vive nuestro escri-to, la primera epístola es uno de los documentos más importantes del Nuevo Testamen-to. Se presenta como un testimonio apostólico que invita a la comunión con el Padre y con el Hijo y a la comunión entre los creyentes.La estructura de este prodigioso escrito ha sido objeto de muchas aproximaciones. Una de las más aceptadas divide la epístola de la siguiente manera:-Prólogo, 1 1-4: Anuncio de la palabra de vida fuente de la comunión.-Primer desarrollo de los criterios y formas de vivir la comunión, 1 5-2 28.Bajo el prin-cipio «Dios es luz» se contemplan las exigencias de «Vivir en la luz» (no pecar, amar al hermano, mantenerse en la recta fe, preferir el amor del Padre al amor del mundo y guardarse de los anticristos).-Segundo desarrollo de los criterios y formas de vivir la comunión, 2 29 - 4 6.Bajo el principio «Dios es Padre justo que nos otorga el don de la filiación divina», se recuer-dan las implicaciones de «Vivir como hijos de Dios» (romper con el pecado, amar al hermano, confiar en Dios que está por encima de nuestra conciencia, y guardarse de los anticristos).-Tercer desarrollo de los criterios y formas de vivir la comunión, 4 7 - 5 13.Bajo el principio «Dios es amor», el autor se remonta a las fuentes de la fe y del amor, alter-nando las proclamaciones del misterio redentor (el amor de Dios en el envío del Hijo y el don del Espíritu Santo) y las exhortaciones a amar a Dios y a los hermanos. La fe se hace testimonio.Adiciones, 5 14-21: Oración por los pecadores, certezas de la fe y exhortación a guar-darse de los ídolos.El escrito no nos proporciona datos sobre su autor, que unas veces habla en plural, como representando al grupo apostólico o a la comunidad de creyentes, y otras veces habla en singular de una forma que pone de relieve su cualidad de padre espiritual de la comunidad.La atribución de este escrito al apóstol San Juan está motivada por su afinidad con el cuarto Evangelio (Palabra, Encarnación, Mandamiento Nuevo, etc.). Ciertamente la epístola ha nacido en el círculo de la comunidad joánica.La Teología se centra en el misterio redentor: Dios Padre que nos ha dado a su Hijo como Salvador del mundo, 4 9-10.14, y que nos ha dado de su Espíritu, 4 13; ver 3 24. Un énfasis especial se pone en la afirmación de que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, 5 13, y que ha venido en carne, 4 2. La fe y el amor aparecen como la síntesis del cristianismo, 3 23; 4 21. La comunidad cristiana está ungida por el Santo, 2 20.27.

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El autor habla de la promesa de la vida eterna, 2 25, y vive de la escatología futurista (segunda venida de Cristo: 2 28), pero considera ya presente el don de la Comunión, 1 3.El escrito hace referencia al hecho de que un grupo se ha separado de la comunidad, 2 19. El autor ve en los disidentes una influencia del espíritu del error, 4 6, y los califica de anticristos por sus errores cristológicos (negar que Cristo ha venido en carne: 4 2-3); asimismo los califica como seguidores de Caín (por odiar a los hermanos: 3 12-15).La fecha de composición del escrito está en función de la asignada al cuarto Evange-lio. Para algunos autores la epístola sería anterior y como una presentación del Evan-gelio. Para otros, la epístola supone ya la publicación del Evangelio. Una datación en torno a los últimos años de siglo I puede dar razón de los diversos datos.

Segunda epístola de San Juan.

Este breve escrito de 13 versículos tiene un estrecho parentesco con la 1.a epístola.Se da un gran relieve al término «verdad», vv. 1.2.3.4, y al mandamiento del amor, vv. 3.4.5.6. Se califica de seductores a los que no confiesan que Jesucrito ha venido en car-ne, v. 7, y se insiste en la unidad del Padre y del Hijo, vv. 3.9. La expresión: «Nuestro gozo sea completo», v. 12, coincide con la 1.a epístola, 1 4, y con el evangelio, Jn 15 11.La epístola tiene como mitente a un personaje que se llama a sí mismo «El Presbíte-ro». La opinión tradicional lo identifica con el apóstol San Juan. Otros piensan en un responsable de las comunidades joánicas que escribe con la autoridad que le da su re-lación con el Discípulo Amado. La destinataria de la epístola es la «Señora Elegida», sin duda una comunidad del círculo joánico. El título de «Elegida» se da también a la iglesia (¿Éfeso?) desde la que escribe el autor.Generalmente se cree que esta segunda epístola es anterior a la primera.

Tercera epístola de San Juan.

Estamos también ante un escrito muy breve (15 versículos). La epístola pertenece asi-mismo al grupo joánico como lo muestran las menciones de la verdad, vv.1.3.4.8.12, la afirmación «El que obra el mal no ha visto a Dios», v. 11; ver 1 Jn 3 6; 4 7.12, y la ex-presión «Nuestro testimonio es verdadero», v. 12; ver Jn 19 35; 21 24.El mitente de la epístola es «El Presbítero» como en la 2.a; y el destinatario, un cristia-no de nombre Gayo, que es un miembro destacado de la comunidad cristiana y que acoge a los enviados (predicadores ambulantes) que vienen de parte del Presbítero. Se reprocha la actitud del responsable de la iglesia, llamado Diótrefes, que no recibe a los enviados.Muchos autores consideran esta 3.a epístola como el primero de los tres escritos.

TEXTOS DE LAS EPÍSTOLAS CATÓLICAS

EPÍSTOLA DE SANTIAGO

Saludo.

11 Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Disper-sión.

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Provecho de las tribulaciones.2 Considerad como un gran gozo, hermanos míos, cuando estéis rodeados por toda cla-se de pruebas, 3 sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce paciencia; 4 pero la paciencia ha de culminar en una obra perfecta para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear.

Petición confiada.5 Si alguno de vosotros carece de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos genero-samente y sin echarlo en cara, y se la dará. 6 Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, agitado por el viento y zarandeado de una a otra parte.7 Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste, 8 un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos.

Destino del rico.9 Que el hermano de condición humilde se gloríe en su exaltación; 10 y el rico, en su hu-millación, porque pasará como flor de hierba: 11 sale el sol con fuerza y seca la hierba y su flor cae y se pierde su hermosa apariencia; así también el rico se marchitará en sus proyectos.

La prueba.12 ¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Porque, superada la prueba, recibirá la coro-na de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman.13 Ninguno, cuando sea probado, di- ga: «Es Dios quien me prueba»; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. 14 Sino que cada uno es probado, arrastrado y se-ducido por su propia concupiscencia. 15 Después la concupiscencia, cuando ha concebi-do, da a luz al pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra muerte.

Aceptar la palabra y ponerla por obra.16 No os engañéis, hermanos míos queridos: 17 toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni fase de sombra. 18 Nos engendró por su propia voluntad, con palabra de verdad, para que fué-semos como las primicias de sus criaturas.19 Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea diligente para escu-char y tardo para hablar, tardo para la ira. 20 Porque la ira del hombre no realiza la jus-ticia de Dios. 21 Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid con docilidad la palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras vidas.22 Poned por obra la palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno se contenta con oír la palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contemplaba sus rasgos fisionómicos en un espejo: 24 efectivamente, se contempló, se dio media vuelta y al punto se olvidó de cómo era. 25 En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz.26 Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su pro-pio corazón, su religión es vana.27 La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.

Respeto debido a los pobres.

21 Hermanos míos, no mezcléis con la acepción de personas la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado.2 Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre

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con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido andrajoso; 3 y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen sitio»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies». 4 ¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos?5 Escuchad, hermanos míos queridos: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que le aman? 6

¡En cambio vosotros habéis menospreciado al pobre! ¿No son acaso los ricos los que os oprimen y os arrastran a los tribunales? 7 ¿No son ellos los que blasfeman el hermo-so Nombre que ha sido invocado sobre vosotros? 8 Ciertamente si cumplís plenamente la Ley regia según la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, obráis bien; 9

pero si tenéis acepción de personas, cometéis pecado y quedáis condenados por la Ley como transgresores.10 Porque quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de to-dos. 11 Pues el que dijo: No adulteres, dijo también: No mates. Si no adulteras, pero matas, eres transgresor de la Ley. 12 Hablad y obrad tal como corresponde a los que han de ser juzgados por la ley de la libertad. 13 Porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; la misericordia se siente superior al juicio.

La fe y las obras.14 ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? 15 Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, 16 y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? 17 Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta.18 Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe? Pues yo tengo obras.Muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré por las obras mi fe». 19 ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios creen y tiemblan.20 ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? 21 Abrahán nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? 23 Y alcanzó pleno cumpli-miento la Escritura que dice: Creyó Abrahán en Dios y se le consideró como justicia y se le llamó amigo de Dios.24 Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. 25 Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras al dar hospedaje a los mensajeros y hacerles marchar por otro camino? 26 Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

Contra la intemperancia en el hablar.

31 No queráis ser maestros muchos de vosotros, hermanos míos, sabiendo que tendre-mos un juicio más severo, 2 pues todos caemos muchas veces.Si alguno no cae al hablar, ése es un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuer-po. 3 Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo. 4 Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere.5

Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mi-rad qué pequeño fuego y qué bosque tan grande incendia. 6 La lengua es también fue-go, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde

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sus comienzos. 7 Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser do-mados y de hecho han sido domados por el género humano; 8 en cambio ningún hom-bre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. 9

Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; 10 de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, her-manos míos, no debe ser así. 11 ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga? 12 ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce.

La verdadera y la falsa sabiduría.13 ¿Quién hay entre vosotros sabio o con experiencia? Que muestre por su buena con-ducta las obras hechas con la mansedumbre de la sabiduría. 14 Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y ambición, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. 15 Tal sa-biduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca. 16 Pues donde hay envidia y ambición, allí hay desconcierto y toda clase de maldad. 17 En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. 18 Fruto de justi-cia siembran en paz los que procuran la paz.

Contra las discordias.

41 ¿De dónde proceden guerras y contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestros deseos de placeres que luchan en vuestros miembros? 2 ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿En-vidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra.No tenéis porque no pedís. 3

Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestros deseos de placeres.4 ¡Adúlteros*!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cual-quiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios. 5 ¿Pen-sáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros? 6 Más aún, da una gracia mayor; por eso dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. 7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo y él huirá de vosotros. 8 Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Limpiad, pecadores, las manos; purificad los corazones, hombres irresolutos. 9 Lamentad vuestra miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza. 10 Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.11 No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la Ley y juzga a la Ley; y si juzgas a la Ley, ya no eres un cumplidor de la Ley, sino un juez. 12 Uno solo es legislador y juez, el que puede salvar o perder. En cambio tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?

Advertencias a los ricos.13 Ahora bien, vosotros los que decís: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasa-remos allí el año, negociaremos y ganaremos»; 14 vosotros que no sabéis qué será de vuestra vida el día de mañana... ¡Sois vapor de agua que aparece un momento y des-pués desaparece! 15 En lugar de decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello».16 Pero ahora os jactáis en vuestra fanfarronería. Toda jactancia de este tipo es mala. 17 Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.51 Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros. 2 Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolilla-

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dos; 3 vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será tes-timonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado ri-quezas en estos días que son los últimos. 4 Mirad; el salario de los obreros que segaron vuestros campos y que no habéis pagado está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. 5 Habéis vivido sobre la tierra lujosa-mente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones para el día de la matanza. 6 Condenasteis y matasteis al justo; no os resiste.

La Venida del Señor.7 Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espe-ra el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías.8 Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca.9 No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está ya a las puertas. 10 Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. 11 Mirad cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la paciencia de Job y sabéis el final que el Se-ñor le dio; porque el Señor es compasivo y misericordioso.

Exhortaciones finales.12 Ante todo, hermanos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni por ninguna otra co-sa. Que vuestro sí sea sí, y el no, no; para no incurrir en juicio.13 ¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos. 14

¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. 15 Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdo-nados.16 Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados.La oración ferviente del justo tiene mucho poder. 17 Elías era un hombre de igual con-dición que nosotros; oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. 18 Después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.19 Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro le convierte, 20

sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados.

PRIMERA EPÍSTOLA DE SAN PEDRO

Saludo.

11 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos que viven como extranjeros en la Disper-sión: en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, 2 según el previo conocimiento de Dios Padre, con la acción santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre. A vosotros gracia y paz abundantes.

La herencia concedida por el Padre.3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericor-dia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, 4 a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reser-

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vada en los cielos para vosotros, 5 a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, prote-ge para la salvación, dispuesta ya a ser revelada en el último momento.

Amor y fidelidad hacia Cristo.6 Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, 7 a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más pre-ciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de ala-banza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo. 8 A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento no le veáis, rebosando de alegría inefable y gloriosa; 9 y alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las almas.

La revelación profética del Espíritu.10 Sobre esta salvación investigaron e indagaron los profetas, que profetizaron sobre la gracia destinada a vosotros, 11 procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstan-cias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando les predecía los sufri-mientos destinados a Cristo y las glorias que les seguirían. 12 Les fue revelado que no administraban en beneficio propio sino en favor vuestro este mensaje que ahora os anuncian quienes os predican el Evangelio, en el Espíritu Santo enviado desde el cielo; mensaje que los ángeles ansían contemplar.

Exigencias de la nueva vida:

Ser santos.13 Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra es-peranza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de Jesucristo. 14 Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra igno-rancia, 15 más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, 16 como está escrito: Seréis santos, porque santo soy yo.17 Y si llamáis Padre a quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según su con-ducta, conducíos con temor durante el tiempo de vuestro destierro, 18 sabiendo que ha-béis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo ca-duco, oro o plata, 19 sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, 20 predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros; 21 los que por medio de él creéis en Dios, que le ha resucitado de entre los muertos y le ha dado la gloria, de modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén en Dios.

La regeneración por la palabra.22 Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, 23 pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorrupti-ble, por medio de la palabra de Dios viva y permanente. 24 Pues toda carne es como hierba y todo su esplendor como flor de hierba; se seca la hierba y cae la flor; 25 pero la palabra del Señor permanece eternamente. Y esta es la palabra: la Buena Nueva anunciada a vosotros.21 Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. 2 Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de

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que, por ella, crezcáis para la salvación, 3 si es que habéis gustado que el Señor es bue-no.

El sacerdocio del Pueblo de Dios.4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, 5 también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. 6 Pues está en la Escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y el que crea en ella no será confundido. 7 Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra que los cons-tructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, 8 en piedra de tropiezo y ro-ca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la palabra; para esto han sido destinados.9 Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz, 10 vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois Pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos.

Obligaciones de los cristianos:

Entre los gentiles.11 Queridos, os exhorto a que, como extranjeros y forasteros, os abstengáis de las ape-tencias carnales que combaten contra el alma. 12 Tened en medio de los gentiles una conducta ejemplar a fin de que, en lo mismo que os calumnian como malhechores, a la vista de vuestras bellas obras den gloria a Dios en el día de la Visita.

Con las autoridades.13 Sed sumisos, a causa del Señor, a toda institución humana: sea al rey, como sobe-rano, 14 sea a los gobernantes, como enviados por él para castigo de los que obran el mal y alabanza de los que obran el bien. 15 Pues esta es la voluntad de Dios: que obran-do el bien, cerréis la boca a los ignorantes insensatos. 16 Obrad como hombres libres, y no como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad, sino como siervos de Dios.17 Honrad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad al rey.

Con los amos.18 Criados, sed sumisos, con todo respeto, a vuestros dueños, no sólo a los buenos e in-dulgentes, sino también a los severos. 19 Porque es meritorio tolerar penas, por conside-ración a Dios, cuando se sufre injustamente. 20 ¿Pues qué gloria hay en soportar los golpes cuando habéis faltado? Pero si obrando el bien soportáis el sufrimiento, esto es meritorio ante Dios.21 Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, de-jándoos un modelo para que sigáis sus huellas. 22 El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; 23 el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al pade-cer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia; 24 el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. 25 Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.

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En el matrimonio.

31 Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que, si incluso al-gunos no creen en la palabra, sean ganados no por las palabras sino por la conducta de sus mujeres, 2 al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. 3 Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, 4 sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un espíritu dulce y sereno: esto es precioso ante Dios. 5 Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; 6 así obedeció Sara a Abrahán, llamándole Señor. De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor.7 De igual manera vosotros, maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, tributándoles honor como coherederas que son también de la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo.

Entre los hermanos.8 En conclusión, tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes. 9 No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición. 10 Pues quien quiera amar la vida y ver días felices, guarde su lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas, 11 apártese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella. 12 Pues los ojos del Señor miran a los justos y sus oídos escuchan su oración, pero el rostro del Señor contra los que obran el mal.

En la persecución.13 Y ¿quién os hará mal si os afanáis por el bien? 14 Mas, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos vosotros. No les tengáis ningún miedo ni os turbéis. 15 Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. 16 Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia, para que aquello mismo que os echen en cara, sirva de confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo. 17 Pues más vale pa-decer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal.

La Resurrección y el Descenso a los infiernos.18 Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu.19 En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, 20 en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del agua; 21 a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la Resurrección de Jesucristo, 22

que, habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios, y le están sometidos los ángeles, las dominaciones y las potestades.

Romper con el pecado.

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1 Ya que Cristo padeció en la carne, armaos también vosotros de este mismo pensa-miento: quien padece en la carne, ha roto con el pecado, 2 para vivir ya el tiempo que le quede en la carne, no según las pasiones humanas, sino según la voluntad de Dios. 3 Ya es bastante el tiempo que habéis pasado obrando conforme al querer de los gentiles, vi-viendo en desenfrenos, liviandades, crápulas, orgías, embriagueces y en cultos ilícitos a los ídolos. 4 A este propósito, se extrañan de que no corráis con ellos hacia ese liberti-naje desbordado, y prorrumpen en injurias. 5 Darán cuenta a quien está pronto para juz-gar a vivos y muertos.6 Por eso hasta a los muertos se ha anunciado la Buena Nueva, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en espíritu según Dios.

A la espera de los últimos tiempos.7 El fin de todas las cosas está cercano. Sed, pues, sensatos y sobrios para daros a la oración. 8 Ante todo, tened entre vosotros intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados. 9 Sed hospitalarios unos con otros sin murmurar.10 Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las di-versas gracias de Dios. 11 Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno presta un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los si-glos. Amén.

Dichosos los que sufren en Cristo.12 Queridos, no os extrañéis del fuego que ha prendido en medio de vosotros para pro-baros, como si os sucediera algo extraño, 13 sino alegraos en la medida en que partici-páis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la reve-lación de su gloria.14 Dichosos vosotros, si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. 15 Que nin-guno de vosotros tenga que sufrir ni por criminal ni por ladrón ni por malhechor ni por entrometido: 16 pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre. 17 Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que no creen en el Evangelio de Dios? 18 Si el justo se salva a duras penas ¿en qué pararán el impío y el pecador? 19

De modo que, aun los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al Crea-dor fiel, haciendo el bien.

Consejos: A los presbíteros.

51 A los ancianos que están entre vosotros les exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse. 2 Apacen-tad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntaria-mente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; 3 no tiranizan-do a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. 4 Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

A los fieles.5 De igual manera, jóvenes, sed sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los hu-mildes. 6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce; 7 confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. 8 Sed sobrios y velad.Vuestro adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. 9 Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están

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en el mundo soportan los mismos sufrimientos. 10 El Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, os restablecerá, afianzará, robustecerá y os consolidará.11 A él el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Saludos finales.12 Por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, exhortándoos y atestiguándoos que esta es la verdadera gracia de Dios; perseverad en ella.13 Os saluda la que está en Babilonia, elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos.14 Saludaos unos a otros con el beso de amor.Paz a todos los que estáis en Cristo.

SEGUNDA EPÍSTOLA DE SAN PEDRO

Saludo.

11 Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra. 2 A vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor.

La generosidad de Dios.3 Pues su divino poder nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, me-diante el conocimiento perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y virtud, 4

por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, pa-ra que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia.5 Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, 6 al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia ac-tiva, a la paciencia activa, la piedad, 7 a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. 8 Pues estas cosas, si las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni esté-riles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo. 9 Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha echado al olvido la purificación de sus pecados pasados.10 Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elec-ción. Obrando así nunca caeréis. 11 Pues así se os dará amplia entrada en el Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

El testimonio apostólico.12 Por esto, estaré siempre recordándoos estas cosas, aunque ya las sepáis y estéis fir-mes en la verdad que poseéis. 13 Me parece justo, mientras me encuentro en esta tienda, estimularos con la exhortación, 14 sabiendo que pronto tendré que dejar mi tienda, se-gún me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo.15 Pero pondré empeño en que, en todo momento, después de mi partida, podáis recordar estas cosas.16 Os hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo, no si-guiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad. 17 Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: «Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco.» 18 Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo.

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La palabra de los profetas.19 Y tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la cual hacéis bien en pres-tar atención, como a lámpara que luce en lugar oscuro, hasta que despunte el día y se levante en vuestros corazones el lucero de la mañana. 20 Pero, ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; 21 porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres, movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios.

Los falsos doctores.

21 Hubo también en el pueblo falsos profetas, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió, atrae-rán sobre sí una rápida destrucción. 2 Muchos seguirán su libertinaje y, por causa de ellos, el camino de la verdad será difamado. 3 Traficarán con vosotros por codicia, con palabras artificiosas; desde hace tiempo su condenación no está ociosa, ni su perdición dormida.

Las lecciones del pasado.4 Pues si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio; 5 si no perdonó al antiguo mundo, aunque preservó a Noé, heraldo de la justicia, y a otros sie-te, cuando hizo venir el diluvio sobre un mundo de impíos; 6 si condenó a la destruc-ción las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, poniéndolas como ejemplo para los que en el futuro vivirían impíamente; 7 y si libró a Lot, el justo, opri-mido por la conducta licenciosa de aquellos hombres disolutos 8 -pues este justo, que vivía en medio de ellos, torturaba día tras día su alma justa por las obras inicuas que veía y oía- 9 es porque el Señor sabe librar de la prueba a los piadosos y guardar a los impíos para castigarles en el día del Juicio, 10 sobre todo a los que andan tras la carne con apetencias impuras y desprecian al Señorío.

El castigo venidero.

Atrevidos y arrogantes, no temen insultar a las Glorias, 11 cuando los ángeles, que son superiores en fuerza y en poder, no pronuncian juicio injurioso contra ellas en presen-cia del Señor.12 Pero éstos, como animales irracionales, destinados por naturaleza a ser cazados y muertos, que injurian lo que ignoran, con muerte de animales morirán, 13 su-friendo daño en pago del daño que hicieron. Tienen por felicidad el placer de un día; hombres manchados e infames, que se entregan de lleno a los placeres mientras ban-quetean con vosotros.14 Tienen los ojos llenos de adulterio, que no se sacian de pecado, seducen a las almas débiles, tienen el corazón ejercitado en la codicia, ¡hijos de maldi-ción! 15 Abandonando el camino recto, se desviaron y siguieron el camino de Balaán, hijo de Bosor, que amó un salario de iniquidad, 16 pero fue reprendido por su mala ac-ción. Un mudo jumento, hablando con voz humana, impidió la insensatez del profeta.17 Estos son fuentes secas y nubes llevadas por el huracán, a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas.18 Hablando palabras altisonantes, pero vacías, seducen con las pasiones de la carne y el libertinaje a los que acaban de alejarse de los que viven en el error.19 Les prometen libertad, mientras que ellos son esclavos de la corrupción, pues uno queda esclavo de aquel que le vence.20 Porque si, después de haberse alejado de la impureza del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se enredan nuevamente en ella y son vencidos, su postrera situación resulta peor que la primera. 21 Pues más les hubiera valido no haber conocido el camino de la justicia que,

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una vez conocido, volverse atrás del santo precepto que les fue transmitido. 22 Les ha sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: «el perro vuelve a su vómito» y «la puerca lavada, a revolcarse en el cieno».

El día del Señor: Los Profetas y los Apóstoles.

31 Esta es ya, queridos, la segunda carta que os escribo; en ambas, con mi exhortación, quiero despertar en vosotros el recto criterio. 2 Acordaos de las predicciones de los san-tos profetas y del mandamiento de vuestros apóstoles que es el mismo del Señor y Sal-vador.

Los falsos profetas.3 Sabed ante todo que en los últimos días vendrán hombres llenos de sarcasmo, guiados por sus propias pasiones, 4 que dirán en son de burla: «¿Dónde queda la promesa de su Venida? Pues desde que murieron los Padres, todo sigue como al principio de la crea-ción.»5 Porque ignoran intencionadamente que hace tiempo existieron unos cielos y también una tierra surgida del agua y establecida entre las aguas por la palabra de Dios, 6 y que, por esto, el mundo de entonces pereció inundado por las aguas del diluvio, 7 y que los cielos y la tierra presentes, por esa misma palabra, están reservados para el fuego y guardados hasta el día del Juicio y de la destrucción de los impíos.8 Mas una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día. 9 No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que al-gunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión. 10 El Día del Señor llegará co-mo un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los ele-mentos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá.

Nueva llamada a la santidad.

Doxología.11 Puesto que todas estas cosas han de disolverse así, ¿cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta y en la piedad, 12 esperando y acelerando la venida del Día de Dios, en el que los cielos, en llamas, se disolverán, y los elementos, abrasados, se fun-dirán? 13 Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia.14 Por lo tanto, queridos, en espera de estos acontecimientos, esforzaos por ser hallados en paz ante él, sin mancilla y sin tacha. 15 La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación, como os lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabi-duría que le fue otorgada. 16 Lo escribe también en todas las cartas en las que habla de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente -como también las demás Escrituras- para su propia perdición.17 Vosotros, pues, queridos, estando ya advertidos, vivid alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos disolutos, os veáis derribados de vuestra firme postura.18 Creced, pues, en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.

PRIMERA EPÍSTOLA DE SAN JUAN

Introducción

La Palabra encarnada, medio de comunión con el Padre y el Hijo.

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11 Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído,lo que hemos visto con nuestros ojos,lo que contemplamosy palparon nuestras manosacerca de la Palabra de vida, 2 -pues la Vida se manifestó,y nosotros la hemos visto y damos testimonioy os anunciamos la Vida eterna,que estaba junto al Padre y que se nos manifestó- 3 lo que hemos visto y oído,os lo anunciamos,para que también vosotros estéis en comunión con nosotros.Y nosotros estamos en comunión con el Padrey con su Hijo Jesucristo. 4 Os escribimos estopara que nuestro gozo sea completo.

I.Caminar en la luz

5 Y este es el mensaje que hemos oído de ély que os anunciamos:Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna. 6 Si decimos que estamos en comunión con él,y caminamos en tinieblas,mentimos y no obramos la verdad. 7 Pero si caminamos en la luz,como él mismo está en la luz,estamos en comunión unos con otros,y la sangre de su Hijo Jesúsnos purifica de todo pecado.Primera condición: romper con el pecado. 8 Si decimos: «No tenemos pecado»,nos engañamosy la verdad no está en nosotros. 9 Si reconocemos nuestros pecados,fiel y justo es élpara perdonarnos los pecadosy purificarnos de toda injusticia.10 Si decimos: «No hemos pecado»,le hacemos mentirosoy su palabra no está en nosotros.21 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis.Pero si alguno peca,tenemos un abogado ante el Padre:a Jesucristo, el Justo. 2 Él es víctima de propiciación por nuestros pecados,no sólo por los nuestros,

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sino también por los del mundo entero.Segunda condición: guardar los mandamientos, sobre todo el de la caridad. 3 En esto sabemos que le conocemos:en que guardamos sus mandamientos. 4 Quien dice: «Yo le conozco»y no guarda sus mandamientoses un mentirosoy la verdad no está en él. 5 Pero quien guarda su palabra,ciertamente en él el amor de Diosha llegado a su plenitud.En esto conocemos que estamos en él. 6 Quien dice que permanece en él,debe vivir como vivió él. 7 Queridos,no os escribo un mandamiento nuevo,sino el mandamiento antiguo,que tenéis desde el principio.Este mandamiento antiguoes la palabra que habéis escuchado. 8 Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo-que es verdadero en él y en vosotros-pues las tinieblas pasany la luz verdadera brilla ya. 9 Quien dice que está en la luzy aborrece a su hermano,está aún en las tinieblas.10 Quien ama a su hermano permanece en la luzy no tropieza.11 Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas,camina en las tinieblas,no sabe a dónde va,porque las tinieblas han cegado sus ojos.Tercera condición: guardarse del mundo.12 Os escribo a vosotros, hijos míos,porque se os han perdonado los pecadospor su nombre.13 Os escribo a vosotros, padres,porque conocéis al que es desde el principio.Os escribo a vosotros, jóvenes,porque habéis vencido al Maligno.14 Os escribo, hijos,porque conocéis al Padre.Os escribo a vosotros, padres,porque ya conocéis al que es desde el principio.Os escribo, jóvenes,porque sois fuertesy la palabra de Dios permanece en vosotrosy habéis vencido al Maligno.15 No améis al mundo

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ni lo que hay en el mundo.Si alguien ama al mundo,el amor del Padre no está en él.16 Porque todo cuanto hay en el mundo-la concupiscencia de la carne,la concupiscencia de los ojosy la jactancia de las riquezas-no viene del Padre, sino del mundo.17 El mundo y sus concupiscencias pasan;pero quien cumple la voluntad de Diospermanece para siempre.Cuarta condición: guardarse de los anticristos.18 Hijos míos,es la última hora.Habéis oído que iba a venir un Anticristo;pues bien, muchos anticristos han aparecido,por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora.19 Salieron de entre nosotros;pero no eran de los nuestros.Pues si hubiesen sido de los nuestros,habrían permanecido con nosotros.Así se ha puesto de manifiestoque no todos son de los nuestros.20 Vosotros tenéis la unción del Santo,y todos vosotros lo sabéis.21 No os escribíporque desconozcáis la verdad,sino porque la conocéisy porque ningún mentirosoprocede de la verdad.22 ¿Quién es el mentirososino el que niega que Jesús es el Cristo?Ese es el Anticristo,el que niega al Padre y al Hijo.23 Todo el que niega al Hijono posee al Padre.Todo el que confiesa al Hijoposee también al Padre.24 En cuanto a vosotros,lo que oísteis desde el principiopermanezca en vosotros.Si permanece en vosotroslo que oísteis desde el principio,también vosotros permaneceréisen el Hijo y en el Padre,25 y esta es la promesa que él mismo os hizo:la vida eterna.26 Os he escrito estorespecto a los que tratan de engañaros.27 Y en cuanto a vosotros,

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la unción que de él habéis recibidopermanece en vosotrosy no necesitáis que nadie os enseñe.Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas-y es verdadera y no mentirosa-según os enseñó, permaneced en él.28 Y ahora, hijos míos, permaneced en élpara que, cuando se manifieste,tengamos plena confianzay no quedemos avergonzados lejos de élen su Venida.

II.Vivir como hijos de Dios29 Si sabéis que él es justo,reconoced que todo el que obra la justiciaha nacido de él.31 Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios,pues ¡lo somos!Por eso el mundo no nos conoceporque no le reconoció a él. 2 Queridos,ahora somos hijos de Diosy aún no se ha manifestado todavía lo que seremos.Sabemos que, cuando se manifieste,seremos semejantes a él,porque le veremos tal cual es.Primera condición: romper con el pecado. 3 Todo el que tiene esta esperanza en élse purifica, porque él es puro. 4 Todo el que comete pecadocomete también la iniquidad,pues el pecado es la iniquidad. 5 Y sabéis que él se manifestópara borrar los pecadospues en él no hay pecado. 6 Todo el que permanece en él, no peca.Todo el que peca,no le ha visto ni conocido. 7 Hijos míos, que nadie os engañe.El que obra la justicia es justo, porque él es justo. 8 Quien comete el pecado es del diablo,porque el diablo peca desde el principio.El Hijo de Dios se manifestópara deshacer las obras del diablo. 9 Todo el que ha nacido de Dios no pecaporque su germen mora en él;

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y no puede pecarporque ha nacido de Dios.10 En esto se reconocenlos hijos de Dios y los hijos del diablo:todo el que no obra la justiciano es de Dios,y quien no ama a su hermano, tampoco.Segunda condición: guardar los madamientos, sobre todo el de la caridad.11 Pues este es el mensajeque oísteis desde el principio:que nos amemos unos a otros.12 No como Caín,que, al ser del Maligno, mató a su hermano.Y ¿por qué le mató?Porque sus obras eran malas,mientras que las de su hermano eran justas.13 No os extrañéis, hermanos,si el mundo os aborrece.14 Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida,porque amamos a los hermanos.Quien no ama permanece en la muerte.15 Todo el que odia a su hermano es un asesino;y sabéis que ningún asesinoposee vida eterna en sí mismo.16 En esto hemos conocido lo que es amor:en que él dio su vida por nosotros.También nosotros debemos dar la vida por los hermanos.17 Si alguno que posee bienes del mundo,ve a su hermano que está necesitadoy le cierra sus entrañas,¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?18 Hijos míos,no amemos de palabra ni con la boca,sino con obras y según la verdad.19 En esto sabremos que somos de la verdad,y tendremos nuestra conciencia tranquila ante él,20 aunque nuestra conciencia nos condene,pues Dios, que lo sabe todo,está por encima de nuestra conciencia.21 Queridos,si la conciencia no nos condena,tenemos confianza total en Dios,22 y lo que le pidamoslo obtendremos de él,porque guardamos sus mandamientosy hacemos lo que le agrada.23 Y este es su mandamiento:que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo,y que nos amemos unos a otrossegún el mandamiento que nos dio.

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24 Quien guarda sus mandamientosmora en Dios y Dios en él;en esto conocemos que mora en nosotros:por el Espíritu que nos ha dado.Tercera condición: guardarse de los anticristos y del mundo.41 Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu,antes bien, examinad si los espíritus son de Dios,pues muchos falsos profetas han venido al mundo. 2 En esto reconoceréis al espíritu de Dios:todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne mortal,es de Dios; 3 y todo espíritu que no confiesa a Jesús,no es de Dios;ese tal es del Anticristo,de quien habéis oído que iba a venir;pues bien, ya está en el mundo. 4 Vosotros, hijos míos, sois de Diosy los habéis vencido.Pues el que está en vosotroses más que el que está en el mundo. 5 Ellos son del mundo;por eso hablan según el mundoy el mundo los escucha. 6 Nosotros somos de Dios.El que conoce a Dios nos escucha,el que no es de Dios no nos escucha.En esto reconocemosel espíritu de la verdad y el espíritu del error.

III.En las fuentes del amor y de la fe

En la fuente del amor. 7 Queridos,amémonos unos a otros,porque el amor es de Dios,y todo el que amaha nacido de Dios y conoce a Dios. 8 Quien no ama no ha conocido a Dios,porque Dios es Amor. 9 En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios;en que Dios envió al mundo a su Hijo únicopara que vivamos por medio de él.10 En esto consiste el amor:no en que nosotros hayamos amado a Dios,sino en que él nos amó y nos envió a su Hijocomo víctima de expiación por nuestros pecados.11 Queridos,si Dios nos ha amado de esta manera,también nosotros debemos amarnos unos a otros.

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12 A Dios nadie le ha visto nunca.Si nos amamos unos a otros,Dios mora en nosotrosy su amor ha llegado en nosotros a la perfección.13 En esto reconocemosque moramos en él y él en nosotros:en que nos ha dado de su Espíritu.14 Y nosotros hemos vistoy damos testimoniode que el Padre ha enviado a su Hijo,como Salvador del mundo.15 Si uno confiesa que Jesús es el Hijo de Dios,Dios mora en él y él en Dios.16 Y nosotros hemos conocidoy hemos creído en el amor que Dios nos tiene.Dios es Amor:y el que permanece en el amorpermanece en Dios y Dios en él.17 En esto ha alcanzado el amor la plenitud en nosotros:en que tengamos confianza en el día del Juicio, pues según es él, así seremos nosotros en este mundo.18 No cabe temor en el amor;antes bien, el amor pleno expulsa el temor,porque el temor entraña castigo;quien temeno ha alcanzado la plenitud en el amor.19 Nosotros amamos,porque él nos amó primero.20 Si alguno dice: «Yo amo a Dios»,y odia a su hermano,es un mentiroso;pues quien no ama a su hermano, a quien ve,no puede amar a Dios a quien no ve.21 Y nosotros hemos recibido de él este mandamiento:quien ama a Dios, ame también a su hermano.51 Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios;y todo el que ama a aquel que da el seramará también al que ha nacido de él. 2 En esto conocemosque amamos a los hijos de Dios:si amamos a Diosy cumplimos sus mandamientos. 3 Pues el amor a Dios consisteen guardar sus mandamientos.Y sus mandamientos no son pesados, 4 pues todo lo nacido de Diosvence al mundo.

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Y esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe.En la fuente de la fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundosino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6 Este es el que vinocon agua y con sangre: Jesucristo;no solamente con el agua,sino con el agua y con la sangre.Y es el Espíritu quien da testimonio,porque el Espíritu es la Verdad. 7 Pues tres son los que dan testimonio: 8 el Espíritu, el agua y la sangre,y los tres convergen en lo mismo. 9 Si aceptamos el testimonio de los hombres,mayor es el testimonio de Dios.Este es, pues, el testimonio de Dios,que ha testimoniado acerca de su Hijo.10 Quien cree en el Hijo de Diosposee el testimonio dentro de sí.Quien no cree a Diosle hace mentiroso,porque no ha creído en el testimonioque Dios ha dado acerca de su Hijo.11 Y este es el testimonio:que Dios nos ha dado vida eternay esta vida está en su Hijo.12 Quien tiene al Hijo, tiene la Vida;quien no tiene al Hijo de Dios, no tiene la Vida.13 Os he escrito estas cosasa los que creéis en el nombre del Hijo de Dios,para que os deis cuenta de que tenéis Vida eterna.Adiciones*La oración por los pecadores.14 Esta es la confianza plena que tenemos en él:que si le pedimos algosegún su voluntad,nos escucha.15 Y si sabemos que nos escuchacuanto le pedimos,sabemos que tenemos conseguidolo que hayamos pedido.16 Si alguno ve que su hermanocomete un pecadoque no es de muerte,pida y le dará vida-a los que cometan pecados que no son de muertepues hay un pecado que es de muerte,por ése no digo que pida-.17 Toda iniquidad es pecado,pero hay pecados que no llevan a la muerte.

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Resumen de la epístola.18 Sabemos que todo el que ha nacido de Diosno peca,sino que el Engendrado de Dios le guarday el Maligno no le toca.19 Sabemos que somos de Diosy que el mundo entero yace en poder del Maligno.20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venidoy nos ha dado inteligenciapara conocer al Verdadero.Nosotros estamos en el Verdadero,en su Hijo Jesucristo.Este es el Dios verdaderoy la Vida eterna.21 Hijos míos,guardaos de los ídolos...

SEGUNDA EPÍSTOLA DE SAN JUAN

Saludo.1 El Presbítero a la Señora Elegida y a sus hijos, a quienes amo en la verdad; y no solo yo, sino también todos los que han conocido la Verdad, 2 a causa de la verdad que per-manece en nosotros y que estará con nosotros para siempre. 3 La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estarán con nosotros según la verdad y el amor.

El mandamiento de amor.4 Me alegré mucho al encontrar entre tus hijos a quienes viven en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. 5 Y ahora te ruego, Señora, y no te escribo un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros. 6 Y en esto consiste el amor: en que vivamos según sus mandamientos. Este es el mandamiento que oísteis desde el principio: que caminéis en el amor.

Los anticristos.7 Han venido al mundo muchos seductores negando que Jesucristo haya venido en car-ne mortal. Ese es el Seductor y el Anticristo. 8 Cuidad de vosotros, para no perder el fruto de vuestro trabajo, sino para que recibáis una amplia recompensa. 9 Todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ese sí posee al Padre y al Hijo.10 Si alguno va a vosotros y no os lleva esta doctrina, no lo recibáis en casa ni lo saludéis, 11 pues el que lo saluda se hace soli-dario de sus malas obras.

Conclusión.12 Aunque me queda mucho por escribir, prefiero no hacerlo con papel y tinta, sino que espero ir a veros y hablar de viva voz, para que nuestro gozo sea completo.13 Te saludan los hijos de tu hermana Elegida.

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TERCERA EPÍSTOLA DE SAN JUAN

Saludo.1 El Presbítero al querido Gayo a quien amo según la verdad. 2 Querido, pido en mi oración que te vaya bien en todo y que tu salud física sea tan buena como la espiritual.

Elogio de Gayo.3 Me alegré mucho cuando vinieron unos hermanos que daban testimonio de tu verdad, y de cómo vives en la verdad.4 No siento alegría mayor que oír que mis hijos caminan en la verdad.5 Querido, obras como creyente en lo que haces por los hermanos, y eso que son foras-teros. 6 Ellos han dado testimonio de tu generosidad ante la iglesia.Harás bien en pro-veerlos para su viaje de manera digna de Dios. 7 Pues por el Nombre se pusieron en ca-mino sin recibir nada de los gentiles. 8 Por eso debemos acoger a tales personas, para hacernos colaboradores en la obra de la Verdad.

Conducta de Diótrefes.9 He escrito alguna cosa a la iglesia; pero ese que ambiciona el primer puesto entre ellos, Diótrefes, no nos recibe.10 Por eso, cuando vaya, le recordaré las cosas que está haciendo, criticándonos con palabras llenas de malicia; y, como si no fuera bastante, tampoco recibe a los hermanos, y, a los que desean hacerlo, se lo impide y los expulsa de la iglesia.11 Querido, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra el bien es de Dios; el que obra el mal no ha visto a Dios.

Testimonio en favor de Demetrio.12 Todos, y hasta la misma Verdad, dan testimonio de Demetrio. También nosotros da-mos testimonio y sabes que nuestro testimonio es verdadero.

Epílogo.13 Tengo mucho que escribirte, pero no quiero hacerlo con tinta y pluma. 14 Espero ver-te pronto y hablaremos de viva voz.15 La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Salu-da a los amigos, uno por uno.

EPÍSTOLA DE SAN JUDAS

Saludo1 Judas, siervo de Jesucristo, hermano de Santiago, a los que han sido llamados, ama-dos de Dios Padre y guardados para Jesucristo. 2 A vosotros, misericordia, paz y amor abundantes.

Motivo de la carta.3 Queridos, tenía yo mucho empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación y me he visto en la necesidad de hacerlo para exhortaros a combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre. 4 Porque se han introducido solapada-mente algunos que hace tiempo la Escritura señaló ya para esta sentencia. Son impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro Jesucristo.

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Los falsos doctores. Castigo que les amenaza.5 Quiero recordaros a vosotros, que ya habéis aprendido todo esto de una vez para siempre, que el Señor, habiendo librado al pueblo de la tierra de Egipto, destruyó des-pués a los que no creyeron; 6 y además que a los ángeles, que no mantuvieron su digni-dad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo tinieblas para el juicio del gran Día.7 Y lo mismo Sodoma y Gomorra y las ciuda-des vecinas, que como ellos fornicaron y se fueron tras una carne diferente, padeciendo la pena de un fuego eterno, sirven de ejemplo.

Sus blasfemias.8 Igualmente éstos, a pesar de todo, alucinados en sus delirios, manchan la carne, des-precian al Señorío e injurian a las Glorias. 9 En cambio el arcángel Miguel, cuando al-tercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: «Que te castigue el Señor». 10 Pero éstos inju-rian lo que ignoran y se corrompen en las cosas que, como animales irracionales, cono-cen por instinto.

Su perversidad.11 ¡Ay de ellos!, porque se han ido por el camino de Caín, y por un salario se han aban -donado al descarrío de Balaán, y han perecido en la rebelión de Coré.12 Éstos son una mancha cuando banquetean desvergonzadamente en vuestros ágapes y se apacientan a sí mismos; son nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; 13 son olas salvajes del mar, que echan la espu-ma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre.14 Henoc, el séptimo después de Adán, profetizó ya sobre ellos: «Mirad, el Se- ñor ha venido con sus santas miriadas 15 para realizar el juicio contra todos y dejar convictos a todos los impíos de todas las obras de impiedad que realizaron y de todas las palabras duras que hablaron contra él los pecadores impíos.» 16 Éstos son unos murmuradores, descontentos de su suerte, que viven según sus pasio-nes, cuya boca dice palabras altisonantes, que adulan por interés.

Exhortación a los fieles. La enseñanza de los apóstoles.17 En cambio vosotros, queridos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nues-tro Señor Jesucristo. 18 Ellos os decían: «Al fin de los tiempos aparecerán hombres sar-cásticos que vivirán según sus propias pasiones impías.» 19 Éstos son los que crean di-visiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu.

Deberes de la caridad.20 Pero vosotros, queridos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Es-píritu Santo, 21 manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. 22 A unos, a los que vacilan, tratad de convencerlos; 23 a otros, tratad de salvarlos arrancándolos del fuego; y a otros mostradles misericordia con cautela, odiando incluso la túnica manchada por su carne.

Doxología.24 Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, 25 al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los si-glos. Amén.