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La Enciclopedia. Antecedentes. A mediados del siglo XVIII, el espíritu enciclopedista no constituye una novedad, y Diderot, en el artículo Enciclopédie, rinde homenaje a cuantos de un modo u otro han abierto camino a la obra. Bacon, en primer término, después Perrault, Fontenelle, Bayle, con su Diccionario histórico y crítico y muchos más. En efecto, en Francia existía el proyecto en la primera mitad del siglo XVIII de reunir todos los conocimientos humanos recogiéndolos en torno a la nueva fe en el hombre y en la naturaleza. Se pretendía elegir un monumento que recogiera los frutos del saber humano que en ese siglo (se creía) llegaba a la cima. Así, en 1726 se crea la Societé des Arts con este propósito, proyecto que fracasaría. Por otro lado, Ramsay en 1737 intenta convencer a sus compañeros masones de la necesidad de financiar un proyecto de semejantes características. En un nivel más práctico, habría que citar a la Academia de Ciencias francesa que desde 1666 venía publicando volúmenes bajo la dirección de Fontenelle, que trataban sobre todo cuestiones técnicas (descripciones técnicas, secretos de fabricación y planos de máquinas). El ministro de Luis XIV, deseaba fomentar en Francia una artesanía de lujo y exportar productos manufacturados de gran calidad a cambio de divisas, práctica económica que luego se calificaría de mercantilista. Es obvio que existiera un público ávido de tales descripciones. Así, aparecieron a lo largo de todo el siglo XVII una serie de trabajos técnicos de vulgarización

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Resumen sobre la Enciclopedia y algunos aspectos de la Ilustración y los lectores de la Enciclopedia

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Page 1: Enciclopedia

La Enciclopedia.

Antecedentes.

A mediados del siglo XVIII, el espíritu enciclopedista no constituye una novedad, y Diderot, en el artículo Enciclopédie, rinde homenaje a cuantos de un modo u otro han abierto camino a la obra. Bacon, en primer término, después Perrault, Fontenelle, Bayle, con su Diccionario histórico y crítico y muchos más.

En efecto, en Francia existía el proyecto en la primera mitad del siglo XVIII de reunir todos los conocimientos humanos recogiéndolos en torno a la nueva fe en el hombre y en la naturaleza. Se pretendía elegir un monumento que recogiera los frutos del saber humano que en ese siglo (se creía) llegaba a la cima. Así, en 1726 se crea la Societé des Arts con este propósito, proyecto que fracasaría. Por otro lado, Ramsay en 1737 intenta convencer a sus compañeros masones de la necesidad de financiar un proyecto de semejantes características.

En un nivel más práctico, habría que citar a la Academia de Ciencias francesa que desde 1666 venía publicando volúmenes bajo la dirección de Fontenelle, que trataban sobre todo cuestiones técnicas (descripciones técnicas, secretos de fabricación y planos de máquinas).

El ministro de Luis XIV, deseaba fomentar en Francia una artesanía de lujo y exportar productos manufacturados de gran calidad a cambio de divisas, práctica económica que luego se calificaría de mercantilista.

Es obvio que existiera un público ávido de tales descripciones. Así, aparecieron a lo largo de todo el siglo XVII una serie de trabajos técnicos de vulgarización científica llamados Teatros de máquinas, con láminas y explicaciones claras y rigurosas.

Realizaciones y vicisitudes.

La Enciclopedia o Diccionario razonado de las Ciencias y de los Oficios, nació de la modesta idea del parisino Le

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Breton, que quería traducir al francés el Diccionario universal de las Artes y de las Ciencias de Chambers, publicado en 1727. Diderot cambió el plan original haciéndolo mucho más ambicioso y, rodeado de numerosos colaboradores, permaneció hasta el final como director de la obra. El primer volumen apareció en junio de 1752, después del cual se paralizó la obra por la oposición que había suscitado en los medios religiosos, pero, merced al apoyo de Mme Pompadour, pudo ser reemprendida y en 1753 salió el tercer volumen.

Se publicaron con regularidad hasta siete volúmenes. En 1757, la Enciclopedia sufrió una crisis no sólo por la oposición externa, sino también por las disensiones internas de sus componentes, algunos de los cuales se retiraron. Tal fue el caso de D’Alembert. Desde 1758, Diderot dirigió la obra sin más ayuda, y en 1772 la terminó.

La Enciclopedia está, pues, dominada por la figura de Diderot, a cuyo alrededor se forma -sobre todo a partir de 1753- un grupo de escritores del que formaron parte Rousseau, Gremin, D’Holbach y Helvetius. La ambición totalizadora de los autores y la nueva dimensión dada a la obra representa un enorme esfuerzo de documentación y síntesis, y si todos los conocimientos se relacionan entre sí, resultaba evidente que no pudieran ser dominados por unos cuantos individuos aislados. Así, la Enciclopedia se convierte en una empresa colectiva.

La redacción de esta obra tiene una parte teórica basada en las lecturas de obras anteriores y aportaciones filosóficas de los propios colaboradores, pero también tiene una parte práctica, sobre todo en los temas que tratan de la técnica.

Como el propio Diderot manifiesta, nos hemos preocupado de ir a los talleres para hacerles preguntas, desarrollar sus pensamientos (se refiere a los obreros, artesanos y técnicos), obtener los términos propios de su profesión, etc. Como vemos, la filosofía práctica que postula la Ilustración, está aquí más que presente.

Como antes hemos apuntado, Diderot será quien vaya marcando las directrices a seguir en este proyecto; el ambiente que pretendió dar fue el de una democracia interna con la que se recogió la colaboración entre personalidades como Voltaire, Rousseau, Condorcet, Holbach o Turgot entre los más destacados.

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Diderot dirigió la obra basándose en tres premisas:- Descarta, como hemos apuntado, un trabajo unipersonal,

no sólo por la magnitud de la obra, sino por recoger distintos puntos de vista.

- Escogió colaboradores unidos por vínculos ideales y les dejó trabajar con libertad sin preocuparse por la regularidad aparente del resultado.

- Critica el espíritu del mecenazgo real de la Francia del siglo XVII y aboga por una independencia de todo poder.

Los colaboradores de la Enciclopedia.

Como ya hemos dicho, la confección de esta gran obra se dio a la aportación de múltiples colaboradores, no sólo famosos. El propio Diderot apunta en uno de sus artículos que en la Enciclopedia colabora toda una sociedad de literatos y artistas dispersos cada cual de su parte y unidos sólo por el interés general del género humano y por un sentimiento de recíproca benevolencia.

Hay que advertir que algunos de los más significativos representantes de la filosofía ilustrada no colaboran con ella y figuran con escasas e insignificantes aportaciones. Así, Montesquieu no escribió más que un artículo sobre El gusto, que difiere completamente de sus obras fundamentales. Son también escasas las aportaciones del naturalista Buffon. Voltaire escribió en los primeros volúmenes, pero luego dejó de hacerlo.

Lo mismo hizo D’Alembert. Pero el espíritu de estos hombres así como el de Locke, Newton y los filósofos ingleses de aquel tiempo domina igualmente la Enciclopedia, pues las doctrinas que ellos no exponían por su cuenta, inspiraban los artículos de la obra a través de la pluma de una multitud de colaboradores anónimos.

En los años de preparación (1747-1751) Diderot y D’Alembert reciben la ayuda de unos cincuenta colaboradores, muchos de ellos amigos suyos: Fornay, Dauberton, Molouin, La Chapelle, y algunos todavía desconocidos como Rousseau. Hay que destacar entre ellos la presencia de eclesiásticos inconformistas como los abates Pestré, Yron y De Prados, que se ocuparán principalmente de la historia de la filosofía. Al principio, muchos de los colaboradores son científicos, técnicos o sencillamente hombres de buena voluntad. Pronto

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irán apareciendo nombres como Buffon. Lacondamine, Marmontel, Lenglet, Bordeu o Turgot.

En definitiva, coinciden en la Enciclopedia las máximas figuras del siglo que en uno u otro momento enviaron escritos a Diderot para participar en la empresa.

Destacan por último las aportaciones de Diderot que, aparte de su labor como director, redacta numerosos artículos de compilación no tratados por los especialistas.

Su aportación incluirá trabajos de carácter científico, literario, artístico y filosófico, hasta un total aproximado de mil quinientos artículos. D’Alembert también aportó a la empresa su trabajo personal, plasmado en una cantidad superior a los cinco mil artículos localizados como producción estrictamente suya, a los que hay que añadir más de un centenar que publicó de forma anónima.

La extracción social de los colaboradores y sus ocupaciones fueron muy variadas, sin embargo, J. Proust, los intenta agrupar bajo el título de burguesía enciclopedista. Si bien es cierto que la mayoría procedía de la burguesía, no toda ella estuvo representada por igual. Sobre todo es una fracción acomodada y afortunada que vivía de rentas, en cierto modo integrados en el sistema feudal: propietarios, rentistas o con sueldos de la corte que aparte, gozaban del dinero que le proporcionaba su cualificación profesional. Es esta actividad profesional la que les permite cierta independencia del poder y entrar en contradicción con el mismo y con los principios inmutables que regían la vieja sociedad. Así, Voltaire representaba un claro ejemplo de esto.

En lo ideológico les unía un espíritu enciclopédico basado en la fe ciega en la razón como fuente de progreso en todos los órdenes.

Sobre los lectores de la Enciclopedia.

El hermetismo de las fuentes impide conocer con exactitud la condición social de los primeros suscriptores, pero el precio de la edición en folio lo vedaba a la mayoría. Ciertamente, el pueblo no lee la Enciclopedia, sino un

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público vario de clérigos, abogados, etc; el mundo de los que viven de las rentas y del estado. No son, por tanto, hombres del capitalismo.

La lectura de esta obra daba un cierto lustre de hombre de saber nuevo, capaz de admitir la crítica y el cambio. Según Roche, la pregunta clave es si los libros inducen a la acción: si millones de lectores sometieron a las jerarquías locales y políticas a discusión, la relación entre la revolución y los libros recobra todo su valor. Roche aboga, pues, por una relación de causa-efecto entre literatura y la acción política. La actitud de los autores provocaría una reacción en las fibras más sensibles de la audiencia, aunque estos mismos escritores seguían dependiendo de un cierto amparo en el poder establecido. Sirva esta cita como resumen de la idea: el poder ha comprendido la fuerza del saber, tal vez porque ha ponderado la unión de la baza política y económica.

Trascendencia de la Enciclopedia.

No podemos negar analizada la Enciclopedia desde todos los puntos de vista, que la obra supone un hito en la cultura europea. Si bien existen ciertos artículos endebles, es innegable asimismo la aportación de la Enciclopedia en el avance de las ciencias y el saber humano. D’Alembert colaboró con importantes trabajos dedicados a las ciencias exactas (Aritmética, Álgebra, Geometría, Cálculo diferencial ...) definiendo cada ciencia y presentando sus grandes principios. Las ciencias experimentales en cambio, llevan la huella de Diderot, que también expresaría sus ideas políticas en artículos sobre historia del derecho y de las instituciones.

Voltaire, Montesquieu, Rousseau, D’Holbach y en general todos los grandes hombres de la época, contribuirán a través de colaboraciones en la Enciclopedia a un cambio decisivo en muchas parcelas de su época.

Por otro lado, esta obra no consiste por completo en un toque de clarín contra la tradición, como comúnmente se cree, incluye numerosos artículos que deberían tranquilizar a las almas piadosas y constituyen una coartada para sus colaboradores. Tampoco faltan errores e incongruencias, incluso en relación con la cultura de su tiempo.

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La heterogeneidad de los colaboradores y el espíritu de diálogo que había entre ellos dio como resultado el compromiso entre las viejas y las nuevas formas del saber, del que resultó ese típico moderantismo de la Enciclopedia, que fue tanto una virtud como una limitación de la época.