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    AARGUMENTORGUMENTO

    En 1095 el fervor de una Cruzada recorre Europa.Jerusaln ha cado en manos de los infieles, y el PapaUrbano II convoca a los guerreros de la Cristiandad paraque emprendan una campaa que la libere del yugomusulmn y reclamen Tierra Santa en nombre delCristianismo.

    Cientos de caballeros acuden a esta llamada, comoHugo de Payens y su amigo Godofredo de Saint-Omer

    que se convertirn en los fundadores de la orden delos Templarios, o la hermana menor de Hugo,Eleanor, y abandonan la seguridad de sus hogares paraunirse al ejrcito del conde Raimundo de Tolosa, en unviaje pico a travs de Europa, el Imperio Bizantino ySiria hasta la ciudad de Jerusaln.

    Las intrigas y los intereses polticos van de la manoen una historia de sangre y mentiras que dara lugar ala orden sagrada de los Templarios.

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    Angela Francescotti dedicaeste libro a su querida nieta

    Lucia Maria Francescotti.

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    PPERSONAJESERSONAJESHISTRICOSHISTRICOSPRINCIPALESPRINCIPALES

    PAPAS

    Urbano II (1098-99): Emprendi la primera Cruzada en Clermont, en1095.

    PRINCIPALES FRANCOS

    Ademar de Le Puy: Obispo de Le Puy, en el sur de Francia y legadopapal en la Cruzada.

    Raimundo de Toulouse: Conde de Toulouse y seor de San Gil. Lderde los cruzados franceses del sur (provenzales).

    Bohemundo de Tarente: Lder de los cruzados normandos del sur deItalia.

    Godofredo de Bouillon: Lder de un contingente de cruzados deLotaringia y Alemania.

    Roberto de Normanda: Hijo de Guillermo el Conquistador y duque deNormanda; figura principal entre los cruzados del norte de Francia.

    Roberto de Flandes: Conde de Flandes; figura principal entre loscruzados del norte de Francia.

    Esteban de Blois: Conde de Blois; figura principal entre los cruzadosdel norte de Francia.

    Hugo de Vermandois: (Hugo de Pars) Conde de Vermandois, en el

    norte de Francia, y hermano del rey Felipe I de Francia.Tancredo de Hauteville: Sobrino de Bohemundo de Tarente.

    Balduino de Bolonia: Conde de Bolonia; ambicioso hermano deGodofredo de Bouillon.

    Pedro el Eremita: Predicador carismtico y cabecilla de la CruzadaPopular.

    Pedro Bartolom: Visionario provenzal que descubri la LanzaSagrada de Antioqua.

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    Hugo de Payens y Geofredo de San Omer: Caballeros franceses,

    amigos de la Primera Cruzada, que ms tarde fundaron la Orden de losTemplarios.

    Raimundo Pilet: Capitn provenzal del ejrcito de Raimundo deToulouse.

    Gualterio de Sans-Avoir: Seor de Boissy.

    Guillermo el Carpintero: Capitn francs, famoso por su crueldad.

    BIZANTINOS Y ARMENIOS

    Alejo I Comneno: Emperador de Constantinopla (1081-1118); fundadorde la gran dinasta Comneni.

    Manuel Boutoumites: Enviado griego que acab con el Sitio de Nicea.

    Tacticio: General griego que acompa a los francos a Antioqua.

    Thoros: Gobernante armenio de la ciudad de Edessa; padre adoptivode Balduino de Bolonia, quien le dio muerte.

    Firuz: Oficial armenio de Antioqua, que traicion a la ciudad.

    MUSULMANES

    Kilij Arslan: (La Espada del espritu) Turco Seljuk. Sultn de Rum deAsia Menor.

    Yaghi Siyan: Gobernador de la ciudad de Antioqua.

    Ridwan de Alepo: Gobernador Siljuk de la ciudad siria de Alepo;condujo el ejrcito de refuerzo musulmn hasta Antioqua.

    Atabeg Kerboga: Emir de Mosul y general reconocido; lder de unaenorme fuerza musulmana, enviada a liberar Antioqua.

    Iftikar: Gobernador fatim de Jerusaln.

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    NNOTAOTADELDELAUTORAUTOR

    El templario est basado no solo en documentos originales, sino en losnumerosos testimonios de la gente que viaj desde Europa para tomarJerusaln, en julio de 1099. En todo momento, he procurado mantener eltono de esos relatos, as como el lenguaje que emplearon susprotagonistas. Se incluye tambin una nota al final, en la que se comentandiversos aspectos de esta extraordinaria aventura que marc la historiadel mundo y ocasion efectos a tan largo plazo. Los numerosos ejrcitoscruzados partieron desde Francia, Italia y Alemania hacia Constantinopla;despus, cruzaron el territorio que ocupa actualmente Turqua y sedirigieron al sur, hacia Siria y Palestina. La ruta del ejrcito principal,comandado por Raimundo de Toulouse, fue bastante simple: cruz el

    norte de Italia, sigui la Va Egnatia, a lo largo del Adritico y se introdujoen suelo Griego. Me he permitido incluir dos mapas para facilitar laexplicacin de los puntos fundamentales de la primera Cruzada: el sitio deAntioqua de 1098 y el de Jerusaln, en 1099. Aparece tambin un listadode los principales personajes histricos, y sus acciones se basan en losrelatos de los testigos. He decidido mantener la divisin simple que existaentre las dos culturas rivales en la Edad Media. En el mundo del islam, eltrmino franco se utilizaba para describir a cualquier occidental. Delmismo modo, la mayora de los europeos eran completamente ignorantesde las diferentes sectas del islam, y solan usar los trminos turco, osarraceno para describir a sus oponentes.

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    PPRLOGORLOGO

    Abada de Melrose, Escocia:

    Fiesta de San Jaime, 25 de julio de 1314

    Regs Regum rectissimi prope est dies domini.

    (El da del Seor, del ms poderoso Rey, est cerca).

    Dies Irae de San Columba

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    El monje alz la cabeza, escondida tras la capucha y mir, a travs de laventana, hacia los vastos pramos salvajes de Melrose. Se aproximaba lapoca de la cosecha, pero su tarea acababa de empezar aqu, en la torreescalonada de esta antigua casa solariega fortificada. Su mirada paseabapor la sala y se tropezaba con libros de contabilidad, contratos, crnicas,

    cartas y escrituras, minuciosamente clasificados: todo este material sehaba recopilado de las bibliotecas de la Orden de los Templarios, paratrasladarlo hasta aqu en el verano del ao de Nuestro Seor de 1314.

    Todo lo que pudimos robar o comprar murmur la anciana mientrasdescansaba sobre su bastn, sin dejar de observar a travs del pequeomirador. Ni siquiera se molest en darse la vuelta.

    Consummatum est, se acab. Hermano Anselmo, has odo lasnoticias?

    El joven monje cisterciense tosi y asinti con la cabeza. Saba por questaba all. Haba hecho un juramento de secreto sobre el gran Libro delEvangelio que, encadenado a su atril en el centro de la habitacin,revelaba su encuadernado en piel con relieves de oro.

    El pasado diecinueve de marzo susurr la anciana Jacques deMolay, Gran Maestre del Templo; y Geofredo de Charney, preceptor deNormanda, quemados vivos por la noche, atados a una estaca en la le-de-France. Inocentes como eran... se acerc renqueando al hermanoAnselmo, y le dedic una sonrisa burlona.

    El padre Abbot dijo, inclinndose sobre el monje y acaricindole lassuaves mejillas con gesto infantil te ha librado de todas tus obligaciones

    segua agitando las manos, para que recompongas todo esto en unaobra sin fisuras. Una crnica de la Orden del Templo, desde sus orgeneshasta su final la anciana asi la mueca de Anselmo con sorprendentefuerza, a pesar de su aparente debilidad, clavando sus grises pupilas enlas del monje.

    Eres mi pariente Benedicto; llevas la sangre sagrada de los Payens,los fundadores de esa Orden.

    Domina, cmo debera escribirlo?

    Como una crnica replic la anciana. Se dio la vuelta y camin hacialos manuscritos. Como si hubieras estado all, hermano. Acta como elprofeta Ezequiel en el valle de la muerte: insufla vida, sangre y carne aesos huesos secos.

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    PPRIMERARIMERAPARTEPARTE

    Iglesia parroquial de San Nectario, en la Auvernia.Vspera de la festividad de san Ignacio de Antioqua,

    16 de octubre de 1096

    Dies trae et vindicatae tenebrarum et nebulae.

    (Un da de ira y de venganza, de oscuridad y densos nubarrones).

    Dies Irae de San Columba

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    Unas guilas se batan en duelo sobre la negra cortina de la arboledamientras, en el cielo de la noche, las lanzas desfilaban bajo espadascruzadas. Las brillantes antorchas nupciales se haban tornado en teasfunerarias. Los vientos expulsaban relmpagos de las nubes, aterrorizandoa las gentes que luchaban por mantener vivo el fuego. Los cometas

    rayaban el cielo. Los veranos se hicieron abrasadores. El invierno llegabacubierto de un manto de hielo. Satn se apareca por doquier. En aquelremoto y desconocido lugar del gran ocano, conocido como el Mar de laOscuridad, rebosante de monstruos, los demonios surgan de entre lasaguas, la feroz manada oscura del Prncipe de los Demonios, unasobrecogedora advertencia de lo que iba a suceder. El tiempo de laconfrontacin haba llegado.

    Las palabras del padre santo, el papa Urbano II, haban salido de suboca como dardos certeros, el pasado mes de noviembre. Jerusaln debaser liberada de los turcos. Era esa la voluntad de Dios. Los hombres, las

    mujeres y los nios comenzaron a armarse para la guerra. Se hicieron conescudos despintados y ajados, jabalinas con la punta doblada hacia atrs,espadas, dagas y lanzas, todo visiblemente ennegrecido u oxidado. Seencendieron las fraguas en pueblos y aldeas. El sonido insistente delmartillo no cesaba hasta bien entrada la noche. Las llamas crepitabancontra las paredes chamuscadas, mientras las armas se templaban yafilaban para recolectar una sangrienta cosecha. Se reunieron todos loscaballos y se comprobaron herrajes y dentaduras. Los ponis de Sumpter secondujeron al trote por helados prados y se inspeccionaronescrupulosamente. El mundo de los francos estaba a punto de movilizarsepara desplazarse hasta Jerusaln y liberar los Sagrados Lugares de

    Nuestro Seor de las manos turcas. La gente del oeste se apresuraba acumplir las profecas y presagios, mientras los cielos se cubran de plomodurante el da y se hendan de noche, entre el choque de mticas armas.Se alentaban las masas, se encendan cirios y velas ante estatuasfantasmagricas de una mirada de santos protectores. Se recitaban conavidez Avemarias, Padrenuestros y Glorias. Los pecados se confesaban,las penitencias se aceptaban. Hombres, mujeres y nios se aferraban a lacruz, postrados cabeza abajo, en miles de naves heladas; con la niebla delinvierno abrindose paso sobre las losas enmohecidas bajo sus piesmientras la cara esculpida de su salvador torturado les contemplabadesde la mampara ornamentada.

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    Los grandes seores hipotecaron sus posesiones, brindaron sus

    ganancias a la cruz, pidieron perdn por sus pecados y tomaron el dineroofrecido por los buenos hermanos de San Benedicto para cambiar aradospor espadas y hoces por lanzas. Los maridos juraban fidelidad a susesposas y lealtad a su parentela mientras redactaban su ltima voluntad ysus testamentos. Jerusaln les llamaba! El feudo de Cristo les enviabauna seal! Los guerreros de Dios iban a liberarla de las manos de losturcos. Deus vult! Es la voluntad de Dios! El grito resonaba como elsonido de trompetas a travs de las tierras de los francos. La voluntad deDios ser cumplida! Sin embargo, los portadores de la cruz tambinsoaban con mares de jade, con extensos patios como campos estivales,

    con caballos de crines blancas como el ms puro trigo, con prticos demrmol, preciosas telas de camelote, damasco y brocados de joyas tangrandes como carbnculos, con das dorados y clidos, tan alejados de lossombros bosques nublados del oeste. El fuego de la expectacinresplandeca a lo largo de las tierras de los francos; las llamas de la fe, laesperanza y la caridad relucan al lado de las de la ambicin, la codicia y lalujuria. La voluntad de Dios deba cumplirse en estos das finales. Loshombres afirmaban la inminencia del Apocalipsis, la repentina llegada delDa del Juicio Final, que se cernira sobre cada hombre como una trampa.Nadie deba estar desprevenido!

    Nada haba sido igual desde el ltimo otoo, en el que un halo de nieblase extendi sobre los campos negros y yermos tras la cosecha. Lasparedes grises de Clermont se haban convertido en un sepulcro paraclrigos envueltos en capas y portadores de brillantes cruces; y para losseores, con sus estandartes y blasones de tonos rojo, oro y blanco nveo,ondeando en la brisa. Sobre un estrado prpura, un clrigo de barbarevuelta y hombros vencidos por el peso de un palio bordado en oroblanco puro, revelaba el mensaje de Dios. El papa Urbano II aada suspropias llamadas. Hablo a todos los presentes, comenz con vozrotunda. Anuncio a todos los ausentes que Cristo lo ordena. Desde loslmites de Jerusaln hasta la ciudad de Constantinopla se extienden

    terribles nuevas. Una cierta raza ha emergido del reino de los persas, unashordas brbaras que han invadido las tierras de los cristianos del este ylos han expulsado de all a fuerza de fuego, acero y saa. Tales invasores,turcos y rabes, han avanzado a travs del imperio de Constantinoplahasta el mar Medio y hasta el estrecho conocido como Brazo de San Jorge.Ahora, el imperio de Constantinopla est mutilado. Hasta el presente ao,el imperio haba sido nuestra defensa; ahora se encuentra en unasituacin desesperada. Esos turcos han liberado y conducido a sus propiastierras a muchos cautivos de los cristianos. Han derribado iglesias de Dios,o las han utilizado para sus propios ritos. Qu ms os puedo decir?Escuchad ahora, esos saqueadores contaminan los altares con la

    inmundicia de sus cuerpos. Circuncidan a los cristianos y derraman lasangre de la circuncisin sobre nuestros altares, o en baos y fuentes.

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    Usan nuestras iglesias, ahora retiradas del servicio de Dios, como establos

    para sus caballos. S, estas iglesias ya no se administran por hombresconsagrados; solo los turcos pueden utilizarlas. En estos momentos, losturcos estn torturando a cristianos, atndolos y acribillndolos conflechas, hacindoles doblar la cabeza para que sus espadachines puedansegarles el cuello con un nico golpe de una espada desnuda. Qu puedodecir de la violacin de mujeres? Hablar de ello es peor que permaneceren silencio. Desde Francia habis odo el murmullo de la agona queproviene de ms all de las fronteras de Iberia! Puede llegar el tiempo enque veis a vuestras propias mujeres violadas, o a vuestros hijos raptadospara trabajar como esclavos en lejanas tierras.

    Reflexionad tambin acerca de esos compaeros cristianos que hancruzado los mares como peregrinos. Si llevan dinero, se les fuerza a pagartasas y tributos cada da en las puertas de las ciudades y en las entradasde las iglesias. Si se les acusa de algo, se les obliga de nuevo a comprarsu libertad; y en cuanto a aquellos que no llevan dinero y se encomiendana doa Pobreza, qu es de ellos? Se les persigue. Incluso se les extirpanlas callosidades de sus talones descalzos para comprobar que no se hancosido dinero ah. Se les obliga a beber veneno hasta que vomitan yrevientan sus entraas, para mostrar si se han tragado alguna moneda. Amenudo les abren el estmago para inspeccionarlo; les sacan losintestinos y los abren con un cuchillo para ver qu esconden. Quin escapaz de relatar esto sin sentir congoja? Son vuestros hermanos desangre, criaturas de Cristo e hijos de la Iglesia. En quin recaer la tareade la venganza y la justicia sino en vosotros, que habis ganado tal gloriaen las armas? Contis con coraje y la disciplina para doblegar la mano quese ha alzado contra vosotros.

    Urbano, cuya voz resonaba con pasin, derram ahora su ira sobre suaudiencia. Sois rectos caballeros, aunque el orgullo os hace arrogantes!Atacis a vuestros hermanos con furia, sembrando la muerte entre ellos.Es este el servicio de Cristo? Cimonos a la verdad! Para nuestravergenza: esta no es nuestra forma de vida! Ejecutores de padres,saqueadores de esposas, asesinos de hombres! Hedis a sacrilegio! Soisasesinos que aguardan el pago del precio de la sangre. Acuds en tropel ala batalla como los buitres que distinguen un cadver desde la lejana. Esespantoso! Si queris salvar vuestra alma, purgad la culpa por esasprcticas de caballera y acudid a la defensa de Cristo. Aquellos devosotros que mantienen contiendas, marchad a la guerra contra losturcos! Los que os habis transformado en ladrones, volved a sersoldados, luchad en una guerra justa, trabajad por la recompensa eterna!No dejis que ningn obstculo os detenga; arreglad vuestros asuntos,haced acopio de vveres, incorporaos a esta misin al acabar el invierno.

    Dios os guiar....

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    Urbano hizo una pausa y se inclin sobre la tarima. Observ a la

    muchedumbre all congregada. Los hombres rompan a llorar, con la caraescondida entre las manos, las mujeres se apartaban y, de pronto,emergi el grito vehemente de la multitud. Deus vult! El clamor aumentde intensidad mientras los hombres desenvainaban espadas y dagas, quechocaban entre s en el aire, elevando el grito de guerra a los cielos.Urbano alz las manos y pidi silencio.

    Siempre que dos o tres se renan en mi nombre, all me encontrarentre ellos, recit. A menos que Dios, Nuestro Seor, haya estado envuestras mentes, no habrais gritado "Deus vult!". As que os lo digo, elmismo Dios ha hecho emerger este clamor de vosotros. Que ese sea

    vuestro grito de batalla cuando marchis contra el enemigo. Que seextienda esta consigna de guerra: es la voluntad de Dios! Por otra parte,aquellos que se aventuren a participar en esta misin deben hacer votos yllevar la seal de la cruz en la cabeza, o en su pecho. Abstnganse viejos yenfermos, y aquellos incapaces de blandir armas. Las mujeres no deberanaprestarse a esta peregrinacin sin la proteccin de maridos, hermanos oguardianes, pues seran un estorbo, en vez de una ayuda. Que los ricosapoyen a los pobres. No permitis que vuestras posesiones os detengan,ni el amor que profesis por nios, parientes o casas. Recordad lo que diceel Evangelio: Debis renunciar a todo para seguir a Cristo. Poneos encamino hacia el Santo Sepulcro, arrebatad esa tierra a los invasores ymantenedla en vuestro poder, una tierra de donde mana leche y miel!Jerusaln, ms frtil que ninguna otra tierra, donde el Seor vivi y muripor nosotros. Postraos ante su Santo Sepulcro y dad gracias por vuestrafe. Id y no temis nada. Vuestras posesiones estarn a salvo mientrasdesposeis a vuestros enemigos de tesoros mucho mayores. Por qutemer a la muerte en una tierra donde Cristo entreg su vida porvosotros? Si alguien perdiese la vida, incluso durante su viaje por tierra ymar hacia esta batalla contra los turcos, sus pecados sern perdonados.Os garantizo esto a todos los que partis, por el poder que me otorga Dios.No temis a la tortura ni al dolor, pues son la corona del martirio. El

    camino ser corto, la recompensa eterna. S, os hablo con la voz delprofeta. Alzad vuestros brazos; es mejor sucumbir en la batalla que ver ladesesperacin de vuestra gente y la profanacin de los lugaressagrados....

    Y as, partieron los citados. Ademar, obispo del cercano Le Puy, enviadode Urbano, recibi el encargo de llevar la palabra de Dios y transformarlaen la voz de las gentes. Urbano era de Cluny y sus hermanos benedictinos,con sus negras tnicas, llevaron tambin el mensaje a campos, pueblos yciudades. Presentaron un cuadro de infinita delicia celestial queaguardaba a todo aquel que tomase la cruz: Jerusaln, la ciudad eterna,

    guardada por majestuosas torres engalanadas en su base por piedraspreciosas, protegidas por puertas ms brillantes que las estrellas; incluso

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    sus almenas brillaban como el cristal puro. En el interior, las calles

    estaban pavimentadas con oro y plata, sus palacios eran de mrmolbrillante, lapislzuli y gemas preciosas. El agua lmpida brotaba de fuentesde oro y caos de plata para irrigar frondosos rboles, flores aromticas yhierbas medicinales. Durante el cruel invierno, entre carne rancia, frutas yverduras ennegrecidas y pan duro como la piedra, y con la percepcin deque lo peor estaba por llegar, la visin de una ciudad celestial de estamagnitud era ms poderosa que cualquier salmo o himno. Los jvenesabandonaban el caballo y el arado para postrarse ante el retablo de suiglesia. All se les cosan en la ropa dos tiras de tela roja sobre loshombros. Algunos das ms tarde, se les citaba en las mismas naves de

    piedra para recibir una bolsa y un bastn, smbolos que les identificabancomo peregrinos y como portadores de la cruz.

    El invierno pas, duro y deprimente. Las moras y las races seconvirtieron en la base de la vida, mientras los suaves panes, las carnesfrescas y las frutas de verano se perdan en una memoria distante.Muchos empezaron a envidiar a los crucesignati, o portadores de la cruz.La perspectiva de baarse en las clidas aguas del Jordn, de caminarentre un paraso de rboles frutales y de degustar carnes suaves y frescasy el ms exquisito man, era casi tan tentadora como la vida eterna. Talessueos aportaban calidez al fro helado del invierno que, mezclndose conel humo serpenteante de la turba que saturaba las habitaciones, ayudabaa curar trozos de carne aeja colgados de las vigas del techo. Es lavoluntad de Dios. El mensaje segua extendindose por aldeasempapadas de lluvia y poblados aislados por el hielo, con sus maltrechosarados, apestosos establos y lgubres casas. La cruz, dos tiras de telaroja, lo transformara todo.

    Es la voluntad de Dios. El lema se acept en salones y solares dondese agitaban tapices ennegrecidos por el humo y golpeaban las paredescalizas en un vano intento de frenar el avance del escurridizo hielo. Deusvult. Se haba abierto un camino glorioso hacia la salvacin en este mundoy la redencin en el siguiente. Por qu esperar a que la primavera rompael duro suelo, mirando a las nubes y rezando desesperadas plegarias paraque llegue el buen tiempo?, se preguntaban los hombres. Por qu nodirigirse al este, hacia las maravillas de Jerusaln, destrozar a losenemigos de Dios, recuperar los sagrados lugares y ganarse la amistad delSeor para toda la eternidad? No ms penurias, no ms guerras entrevecinos, no ms quebrarse la espalda labrando la tierra, ni msdesplazamientos peligrosos de un sitio a otro, entre la envolventeoscuridad y la densa niebla. Otras glorias aguardaban: el oro, la plata y laspiedras preciosas que adornaban las fabulosas ciudades de los bizantinos.La conversin ante la llamada fue rpida. Incluso los guerreros

    profesionales se apresuraron a tomar el juramento. Tambin se postraronante los altares de miles de iglesias. Entregaron en prenda sus posesiones

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    donde pudieron, compensaron deudas, hicieron la paz con sus enemigos,

    unieron voluntades y se emplearon en los deberes ms perentorios.Cuntas lanzas, cuntas flechas se necesitaban? Qu tipo de armadura?Cuntos caballos de carga? Trabajaron junto a antiguos oponentes,invocando la Tregua de Dios, lo que significaba que un guerrero dedicadoa la cruz era sagrado, y eso inclua a sus propiedades y a su familia.

    Los grandes seores tambin acudieron al reclamo. Entre ellos,Raimundo, el sexagenario conde de Toulouse, seor de San Gil, o de SanEgidio, a quien profesaba una devocin especial. Raimundo se convirti enun ferviente portador de la cruz. Enjuto y nervudo, su cabeza se mostrabacasi tan rasurada como su griscea barba. Tena el rostro de un guerrero.

    Algunos decan que haba perdido un ojo guerreando contra los infieles enIberia. Otros aseguraban que haba estado de peregrinacin en Jerusaln yque le haban sacado el ojo por negarse a pagar el tributo que los turcosexigan a todo aquel que pretendiera rezar en el Santo Sepulcro. Esasmismas personas susurraban que llevaba el ojo en una bolsa especial yque haba jurado venganza por l. Raimundo de Toulouse hipotec suspertenencias, satisfizo sus deudas, tom el juramento y envi a susmensajeros. Los provenzales, los sbditos del conde, escuchabanmaravillados los portentos que acompaaban sus proclamas. Una noche,la luna se torn roja como la sangre. Un pastor distingui una poderosaciudad en el cielo. Una estrella apareci en el espacio, avanzando a pasosagigantados hacia el este. Las antorchas barran el cielo. Una espadadescomunal apareci suspendida en el firmamento, mientras multitud deestrellas caan, representando las muertes de los infieles. Los manantialescesaron de dar agua y la sangre comenz a brotar, indicando que lasangre de sus enemigos iba a ser derramada. Los gemelos nacan unidosentre s; significara eso que el este y el oeste iban a unirse? La cruzapareca por todos lados. Las mismas estrellas se congregaban formandouna cruz majestuosa. Un sacerdote afirm que los cielos se abrieron antel y que apareci de la nada una cruz enorme. Otro sacerdote mantenaque haba tenido una visin de un caballero y un turco combatiendo en el

    cielo. Despus de una desesperada batalla, el infiel fue descabalgado yrecibi la muerte de manos del caballero, que asest el golpe fatal conuna cruz. Una seal inequvoca de que el cielo estaba con ellos. Es lavoluntad de Dios!

    Mejor an, aseguraban en tabernas y bodegas que la vida iba a mejorar.Se veran librados de la eterna y agotadora monotona de labrar las durastierras. El viaje a Jerusaln era una escapada no solo de los ftidos yoscuros callejones y de las hmedas casuchas, sino de las restricciones dela vida. Mujeres vestidas con prendas de hombre, blandiendo lanzas yprofiriendo amenazas de guerra. Los sacerdotes, atrapados en la vorgine,

    tomaban la cruz sin consultar a sus obispos. Los monjes emergan de losmonasterios; algunos no haban visto la vida exterior desde su infancia y

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    sus abades no podan contenerlos. Todos los que se embarcaban en la

    sagrada causa estaban, por decreto papal, exentos de cualquier cargafiscal y relevados de sus obligaciones, si su seor no tomaba la cruz. Losdeudores no podan pedir cuentas a los morosos, si estos eran portadoresde la cruz. Ninguna causa legal poda elevarse contra alguien que llevarael signo sagrado, pues la cruz daba proteccin contra casi cualquier accincriminal. Los prisioneros encontraban la libertad si juraban enrolarse en lalucha contra los turcos. Los ladrones que haban aterrorizado a sus vecinosdurante aos, eran recibidos con los brazos abiertos. No haba ningnpecador que no pudiese redimir sus culpas solo con abrazar la cruz yhacer su voto. Las mujeres insistan vehementemente a sus maridos,

    amantes e hijos para que se alistaran en la causa sagrada. El hombre quese echaba atrs era acusado de traicin a Cristo y de cobarda hacia sucomunidad. Se le vesta con ropas de mujer. Los hombres y las mujeres semarcaban a fuego el signo de la cruz en sus cuerpos, e incluso en el desus hijos, incluyendo a los nios de pecho. Apareci un sacerdote con unacruz quemada en la frente y confirm que ese gesto haba sido undesignio del cielo. En ninguna otra parte cal tan profundamente lapalabra de Dios como en el pueblo de San Nectario, cercano a Clermont,donde haba predicado Urbano. Era una tierra salvaje, plagada de volcanesextintos, cubiertos ahora por crteres repletos de flores y denso matorral,y cuyos acantilados surcaban turbulentos arroyos. Un paisaje de colores

    que contrastaban entre s como los diferentes tonos oscuros en el ala deuna paloma. El himno de la Cruzada resonaba aqu fuerte y claro. Lastensiones cotidianas se relajaran, disueltas en el glorioso viaje a Jerusalnque, segn algunos, estaba solo a quinientos kilmetros de all, o eranquiz cinco mil?

    En la vspera de la festividad de San Ignacio de Antioqua, en el ao deNuestro Seor de 1096, las gentes del feudo de San Nectario secongregaron entre los glidos muros de su iglesia parroquial. Todosreunidos. La memoria popular, junto con las crnicas de la poca, dan fede ello, tal como hacen las crnicas de Leonor de Payens. Todos tomaron

    el juramento. Se postraron en el fro suelo de esa sombra nave, cuyosantuario haba sido recientemente violado y manchado de sangre cuandosacaron de all a rastras a la bruja Anstritha, entre gritos, para abrasarlaviva. Aquellos que presenciaron aquello, y que incluso participaron en unacto de tal violencia, intentaban olvidarlo ahora mientras se concentrabanen sus propios pecados secretos que apestaban a maldad; sus almassentan un hambre insaciable de absolucin. Los habitantes de SanNectario tomaron la cruz, el bastn y la bolsa. Jerusaln les convocaba. Seregocijaran cuando sus pies caminasen sobre las calles sagradas, tras susparedes benditas y sus puertas celestiales. Satn se ira para siempre. ElSeor de los Ejrcitos pernoctara con ellos. Coreaban los renglones del

    salmo:

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    Una cosa he pedido al Seor,

    Pues es ese mi anhelo.

    Vivir en la casa del Seor todos los das de mi vida.

    Para saborear la dulzura del Seor.

    Y contemplar su Templo Sagrado...

    Tras acabar con un atronador Amn, el padre Alberico pidi a los

    congregados ante el altar que contemplasen el rostro demacrado de suCristo crucificado, que reflexionaran sobres sus pecados y buscaran laabsolucin. Uno a uno fueron desfilando ante el confesionario, donde elpadre Alberico, vestido con su tnica negra, permaneca sentado en susilla de la misericordia para escuchar, exhortar y otorgar la absolucin.

    El lugar de la penitencia se encontraba en un sombro crucero deltemplo, ocultado tras un pilar achaparrado en forma de tambor. Una velade cera pura de abeja, ofrenda de Hugo de Payens, brillaba de maneraincitante; su llama irregular iluminaba los frescos de una pared cercana:una escena del Apocalipsis, la persecucin de Satn sobre los elegidos, untorrente de tormento que el seor del infierno vomitaba contra la iglesia.La viuda Leonor de Payens fue la primera en cruzar por este sombro lugarde arrepentimiento y absolucin. Haba seguido a su hermano desde losverdes prados de Compigne, en la bancada izquierda del Sena, en lasafueras de Pars. Al igual que l, haba abrazado la cruz y debaconfesarse. El recio y bello rostro de Leonor se ocultaba bajo un velo, sinmaquillaje, sus brillantes ojos grises inquietos, sus labios ligeramenteentreabiertos, la mandbula firme. Le resultaba difcil confesarse; siemprele haba sucedido. Se arrodill ante el confesionario, susurr su lista depequeos pecados y se detuvo, cabizbaja.

    Y? susurr el padre Alberico. Siempre haba un y.

    Padre, soy viuda. Mi marido Odo... Leonor hizo una pausa, se cayuna noche y se mat.

    He odo hablar de eso.

    Pero no es la completa verdad, padre. Haba bebido mucho. Yo leanim a hacerlo.

    Por qu?

    Para apartarlo de m, pero vino en mi busca. Hasta Compigne Leonor continu apresuradamente, en nuestro castillo, una torre hecha

    en piedra junto a una amplia habitacin de madera, mis aposentos seencuentran en lo alto de la torre suspir profundamente. Subi a por

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    m, padre. Yo estaba sola. Su boca se llenaba de sucios juramentos, su

    corazn herva de malicia, su estmago estaba repleto de vino barato. Melo encontr en la escalera. Forcejeamos. Le empuj, padre, se cay,golpendose la cabeza contra las paredes, contra los salientes de losescalones de piedra...

    Te defendas de l?

    Padre, me alegr de verle caer Leonor no pudo decir nada ms. Nopudo confesar sus ltimos pecados, como su placer secreto por la muertede Odo, las largas horas que permaneci en sus aposentos, ajena a lo quepudiera haberle sucedido.

    Sin embargo, el padre Alberico asenta con gesto de comprensin, conla mano ya elevndose y sus labios pronunciando el Absolvo te.

    Leonor abandon el confesionario. Haba estado tan tensa durante laconfesin que le dolan las manos y las muecas. Alberico le haba dichoque su penitencia sera su peregrinacin. Cruz la nave y se arrodill antela capilla de la Seora, mirando fijamente la cara de la Virgen. Leonorcerr los ojos y, una vez ms, susurr el Yo confieso.

    Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante vosotros hermanos, quehe pecado mucho...

    Conseguira, se preguntaba Leonor, la paz y la absolucin en Ultramar?Se arrodillara ante el Santo Sepulcro para suplicar perdn? O aparecerael rostro airado de Odo, lleno de odio y de furia ante su propia impotencia,como una sombra en la noche, para perseguirla? Nadie saba toda laverdad, ni siquiera su querido hermano Hugo, o su compaero de armas,Geofredo de San Omer, por quien se senta tan atrada. Era eso tambinpecado, sus secretos pensamientos y deseos? No resultaba extrao pues,que quisiera viajar a Jerusaln. Haba conseguido disipar las objeciones desu hermano, mientras que la idea de encontrarse con Geofredo de SanOmer no haca sino acentuar su deseo de tomar la cruz. Adems,permanecer en esa mansin de Compigne, baada por la lluvia, sola y

    vulnerable, esperando a que retornaran los fantasmas... Leonor se rehizo ysuspir. Su peregrinacin no responda a razones egostas. Se mordi ellabio y se pregunt por las de su hermano...

    En el confesionario, Hugo de Payens tambin buscaba la absolucin, porla borrachera que sigui a la muerte de su esposa en el parto, su consuelocon la prostituta ocasional, y sobre todo, su constante obsesin por lostorneos y combates. Su necesidad, casi avidez, de una vida de lucha. Sipudiera borrar todo eso, depurarlo y poner su espada a los pies del Seory de la Santa Madre Iglesia...

    El padre Alberico le escuch tambin. El sacerdote estaba contento de

    que Hugo fuese su lder. Era un experto caballero, hbil en la guerra y enel manejo de la espada, que se haba purificado durante el servicio en

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    Iberia contra los infieles. Un fantico? Se preguntaba Alberico. El rostro

    de Hugo era enjuto; sus ojos oscuros, delgados labios y nariz aguilea ledaban un aspecto de cruel rapaz predadora. Era alto y delgado, con loslargos y poderosos brazos de un espadachn y con el alma en busca deuna cancin, concluy Alberico cuando alz su brazo para dar laabsolucin. En efecto, el sacerdote estaba satisfecho de que Hugo dePayens fuera el cabecilla de su compaa, adems de un aliado en la luchasecreta de Alberico por la verdad.

    Lo mismo poda aplicarse a Geofredo de San Omer, que fue el siguiente.Al contrario que Hugo, Geofredo era un hombre no muy alto y bastanterobusto, con una cara suave y sonriente bajo una maraa de cabellos

    rubios. Sus ojos azul claro miraban al mundo como los de un chiquilloconfundido. Geofredo de San Omer, el amado hijo nico de sus padres,daba la impresin de que nada en la vida era demasiado serio. Cuandoempez a enumerar sus pecados, Alberico se percat de que Geofredo, elseor feudal con derecho de advocacin sobre su iglesia, era como unestanque en la selva: una superficie plcida que esconda el peligro en suinterior. A pesar de su aspecto y su trato afable, Geofredo haba tomadoparte tambin en las chevauches en Iberia. Enardecido por la Chansonde Roland y las hazaas picas de Carlomagno y sus paladines, habacombatido a los infieles en las gargantas rocosas de los pasos demontaa. Sin embargo, se haba convertido en un hombre profundamenteatribulado, en un caballero que ahora comprenda que la guerra no era lagloria. Hablaba de das lgubres y desesperanzados, entre el fro cortantede las montaas. De la lluvia y el granizo golpeando con fuerza,destrozando tiendas, extendiendo infecciones entre los caballos ypudriendo la carne de cerdo, ya mohosa, y de las galletas plagadas degorgojos. De cmo la lluvia haba transformado sus cotas de malla enherrajes oxidados. Tambin describa masacres sobre llanuraspolvorientas, pozos y riberas atestadas de cadveres. Geofredo habavuelto de tales guerras preguntndose qu tenan que ver con el amor deCristo. Formulaba ahora de nuevo la misma pregunta y reciba la

    respuesta de siempre: es la voluntad de Dios! Urbano lo haba pregonadoy la iglesia lo mantena. Despus de todo, no haba levantado Dios aDavid el guerrero, en el Antiguo Testamento, para defender a su gente?Adems, en el Nuevo Testamento, Cristo le haba dicho a Pedro que alzarasu espada y que no la tirase. El padre Alberico se congratulaba en secretopor su ingeniosa casustica, aprendida de un experto en derecho cannicode Avranches. Se dispona a administrar la absolucin cuando Geofredoalz la cabeza y mir a los ojos al sacerdote.

    Y est tambin Anstritha, padre. Participaba en nuestra bsquedasecreta. Su muerte nos atormenta.

    Nuestra bsqueda contina. Dicen que era una bruja.

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    Que busc refugio en nuestra iglesia.

    No poda ayudarla susurr Alberico, ni ninguno de vosotros. LadyLeonor y Lord Hugo visitaban Clermont. Vos estabais con ellos. Ocurri tandeprisa que su sangre no mancha nuestras manos.

    Geofredo asinti con la cabeza, se levant y se march. Alberico hundila cara en sus manos, como si estuviera orando, sealando as al siguientepenitente de la fila que aguardase unos instantes.

    Y a quin puedo yo confesar? Se preguntaba el sacerdote. Lasmemorias giraban en espiral como profecas de la fatalidad. Viejosenemigos que soportaban viejos pecados. El frente de batalla en Senlac.

    Los jinetes, embutidos en cotas de malla, se agrupaban, con sus carasescondidas bajo cascos cnicos y amplios protectores nasales. El guerrero,el estandarte de batalla de Wessex, caa como un ave herida en el aire.Los gritos de los hombres manchados de sangre, su propio corazn quecomienza a ceder. El anillo de fe alrededor de Harold Godwinson,resquebrajndose y hacindose aicos, como un rbol golpeado por unrayo; su propio coraje derramndose como el vino de una copa rota.

    Cobarde!.

    La palabra todava laceraba el alma de Alberico, como lo haca cuandorecorra los caminos junto al hermano Norberto. Anstritha era simplemente

    un corte reciente en una antigua herida. Una mujer inteligente, habilidosaen algunas menudencias y con el manejo de las hierbas del bosque, erauna mujer de secretos que haba seguido el mismo camino que Alberico,Norberto, Hugo y Geofredo, en busca de la verdad. Quiz poda haberestado mejor protegida? Sin embargo, se la haba marcado con la seal dela muerte. Los aldeanos, encapuchados y ocultos, aprovechndose de laausencia de su seor feudal, la haban atacado en su precaria casa en lasafueras del pueblo. Dios sabe por qu razn! Haba muerto un nio. Lacomida era escasa. Haban aparecido las seales. Se necesitaba unavctima, y Anstritha se convirti en el chivo expiatorio. Escap hacia su

    iglesia, suplicando la ayuda de Alberico. Iba a prestrsela, Dios sabe queiba a hacerlo! Estaba aterrorizado. Anstritha podra nombrarle comocmplice de sus tramas secretas. Haba retrocedido hasta la sacrista, peroforzaron la puerta y la multitud se abri paso al interior. Alberico seescondi entre el denso humo del incienso, mientras la muchedumbresac a rastras a Anstritha y la colg de una improvisada horca sobre lahoguera. Al poco tiempo dej de gritar. El seor Geofredo regres a lasemana siguiente pero, a pesar de su enfado y del de Hugo, los culpablesescaparon indemnes.

    Un sonoro carraspeo hizo al padre Alberico separar sus manos. Robertoel Alguacil, la encarnacin de la ira, esperaba su turno, con el gestotorcido por la impaciencia. El sacerdote se preguntaba en secreto siRoberto haba tomado parte en la muerte de la pobre Anstritha, aunque

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    dudaba que jams llegara a confesarlo. Despus de todo, a los ojos de

    muchos aldeanos, Anstritha era una bruja, mereca la muerte, era un actojusto que agradaba a Dios. Tras Roberto aguardaba el resto: Imogenia, labella viuda de cabellos negros, a la que Leonor haba elegido como suasistenta y compaera durante la peregrinacin; Fulcher, el herrero; PedroBartolom, el joven jorobado que vea visiones en los oscuros y hmedosbosques; y tras l muchos ms, incluyendo a Norberto, el monjebenedictino, buen amigo de Alberico. Norberto no se arrodill ante elconfesionario. Se agach el pie de un pilar mientras se movan los dems.Estaban impacientes por que acabara el sacerdote para que pudieran darcuenta del pan, el vino y las jugosas carnes que se haban preparado

    sobre mesas de caballete, cuidadosamente adornadas con guirnaldas deflores, ceidas alrededor de las jarras y vasos. Esta noche lo celebraran, yen una semana se uniran a Raimundo de Toulouse, conde de San Gil, ensu marcha hacia Jerusaln. De momento, continuaban las confesiones,aunque los speros susurros se ahogaban en el emergente murmullo de laconversacin. Multitud de ojos hambrientos recorran los manjares, y lagente se preguntaba si sus caballos y sus ponis de carga, amarrados en elcementerio exterior, se encontraban a salvo. Finalmente concluy el padreAlberico. Se subi a un austero plpito de madera y todos se congregarona su alrededor.

    El Seor es un guerrero comenz a parafrasear del Libro del xodo, y as debis...

    La lengua del padre Alberico alternaba palabras y frases del langued'oc, el habla del sur, con las de la langue d'ol del norte, mientrasdescriba las proezas de los grandes guerreros de Dios del Antiguo Testamento. Leonor, apoyada contra el pilar, se sobresalt cuando eldiscurso del sacerdote se vio bruscamente interrumpido por un portazo dela puerta de la iglesia. Se gir y contempl a un hombre que vesta unjubn negro que colgaba sobre unas medias del mismo color, rematadascon unas recias botas con espuelas. Llevaba una tnica blanca debajo dela negra, que asomaba entre los pliegues de su vestido. El cinto de laespada, que rodeaba su espalda, llevaba una vaina, un cuchillo y unaespada corta. La primera impresin de Leonor fue que el extrao era eldemonio, que haba venido a reir con ellos: su gesto taciturno bajo elpelo corto y esos ojos penetrantes que, a pesar de la pobre luz, reflejabanla burla socarrona en su alma.

    Soy Beltrn dijo, en langue d'oc, con la entonacin de un trovador.Mir a Leonor con picarda. Soy poeta y soldado, pero, por encima detodo, el emisario de su excelencia Raimundo, conde de Toulouse, fidelismiles Christi et Papae, fiel guerrero de Cristo, Nuestro Seor, y del Papa blanda en su mano un pequeo pergamino, atado con un lazo rojo.

    Estoy aqu a instancias del conde Raimundo para guiaros.

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    Ya tenemos un gua dijo Leonor, sealando a su hermano.

    Entonces, ser su consejero Beltrn esboz una sonrisa. Adems,os traigo una copia del estandarte personal del conde.

    Hemos hecho un juramento a Dios declar fervientemente Geofredo. No juraremos vasallaje ni servicios de caballero de ningn seor.

    No, no replic alegremente Beltrn. El conde os ofrece proteccinbajo su estandarte se desabroch su jubn y extrajo el penacho azul ydorado de los seores de San Gil. Debo tambin supervisar vuestrossuministros y provisiones. Entonces... dijo alzando su mano por qunombre debo llamaros?

    La Pobre Hermandad del Templo replic Hugo, avanzando unospasos. Sacamos la idea de un salmo que habla de vivir en la casa delSeor durante todos los das de nuestras vidas.

    S, lo conozco Beltrn le cedi el estandarte a Hugo, que lo tom ylo desenroll. La nave se inund de gritos de alegra. Se elevaron al aireespadas, dagas, lanzas y hachas, al grito de Deus vult, Jerusaln! yToulouse, Toulouse. El padre Alberico se encogi de hombros y baj desu plpito, y Hugo orden que comenzara el festn.

    A la maana siguiente, la Pobre Hermandad del Templo parti algo ms

    tarde de lo que se haba decidido, con el sol bastante alto sobre las colinasinundadas de hierba y las negras rocas volcnicas. La causa del retrasofue la repentina muerte de Roberto el Alguacil que, aparentemente, habacado al agua al intentar vadear un arroyo y, empapado en alcohol, nohaba conseguido salir de l, ahogndose en pocos segundos. Undesgraciado contratiempo. Sabe Dios, haba un pequeo puente muycerca, y nadie poda explicarse qu poda haber llevado a Roberto hasta elcementerio, en la oscuridad. Curiosamente, le encontraron flotando bocaabajo, muerto como un tronco. El padre Alberico murmur unas palabrasde absolucin, mientras enterraban apresuradamente a Roberto bajo losantiguos tejos. Imogenia la viuda resalt que el alguacil se encontraba ya

    en la nueva Jerusaln. El padre Alberico escuch estas palabras y siguiorando en silencio, pues, si algn hombre en la tierra necesitaba lamisericordia de Dios, este era sin duda Roberto el Alguacil.

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    SSEGUNDAEGUNDAPARTEPARTE

    Esclavonia: festividad de santa Luca, 13 de diciembre de 1096

    Diesque mirabilium tonitruorum fortium.

    (Un da de milagros, de poderosos truenos).

    Dies Irae de San Columba

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    Lavar mis manos entre los inocentes y rodear tu altar, oh Dios. Heamado, oh Dios, la belleza de tu casa y el lugar donde reside tu gloria.

    Leonor de Payens murmuraba el verso del salmo a la entrada de sutienda de piel de cabra. Contempl el banco de niebla que les rodeaba,amortiguando los sonidos y emborronando la visin de candiles y farolas y

    del fuego del campamento. En algn lugar del campamento lloraba unnio. Leonor se estremeci; sonaba como el eco del primer y nico llantode su nio, cuando lo sacaron de su vientre, cubierto de sangre. An podasentir su calidez, su pequea carita arrugada como una ciruela, los ojosque parpadeaban tenazmente, la punta de esa lengua que buscabahambrienta su pecho.

    El Seor lo da y el Seor se lo lleva murmur Leonor. Se persign; ladura madera del crucifijo de su rosario le golpe en la punta de la nariz,que se encontraba ya dolorida por el fro. Y lo mismo vale para lasnarices sonri para s misma, siempre contraria a la autocompasin, y

    volvi a sentarse sobre el pequeo arcn que haca las veces de banco.Extendi las manos enfundadas en guantes sobre el hornillo, una mezclade carbn vegetal y ramitas secas, y mir a Imogenia, que descansabasentada sobre una alforja de cuero. La viuda vesta como una monja, conun velo negro y una tnica, ocultando su piel aceitunada y su cabellonegro como el azabache bajo un mugriento grin. Permaneca con lasmanos elevadas sobre la fuente de calor, revelando unas uas mordidashasta las cutculas. Mantena los ojos cerrados y, de sus labios, sedesprenda un murmullo casi imperceptible. Junto a ella, como siempre, seencontraba la caja de madera tallada, con su tapa sellada y con elgrabado en relieve de tres cruces con el monograma IHS, querepresentaba la pasin de Jess, sobre las palabras Deus vult. Imogenia,que comparta la tienda de Leonor, le haba asegurado que aquella cajaportaba el corazn de su marido, que esperaba poder enterrar en algnlugar sagrado de Jerusaln. Leonor no estaba demasiado convencida.Imogenia tena muchas cosas que ocultar, aunque Leonor reconoca que lomismo ocurra con muchos de sus compaeros de peregrinacin,incluyendo a su propio hermano.

    Cunto tiempo, hermana? Imogenia la miraba fijamente, con ojosvigilantes. Se haba percatado, reflexionaba Leonor, de que comparta latienda con una persona de sueo ligero? Como deca el poeta: La verdad

    siempre acude en los sueos.

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    Cunto tiempo qu? sonri Leonor.

    Imogenia se estremeci. Leonor se levant, cruz la tienda y asegur laportezuela de la tienda.

    Hemos estado en camino durante semanas Imogenia se recolocabael rado mantn sobre los hombros. Esas montaas.... su voz brotabatemblorosa.

    Leonor asinti con gesto comprensivo. Tal como haba registrado en sudiario, haban dejado atrs los abiertos prados de la Auvernia y se habandirigido al norte antes de torcer hacia el este. Por delante de ellos seagitaba el estandarte azul y dorado de San Gil, sobre la cabeza de

    Raimundo de Toulouse. Tras l, vestido con una tnica de monje,cabalgaba Ademar, obispo de Le Puy, el legado del Papa en todos losasuntos relacionados con la misin de la cruz. Al principio, cualquierahabra pensado que haban alcanzado Jerusaln, pues marchabanalegremente a travs de los valles baados por el sol. Los rboles anproclamaban las glorias del verano, aunque la plata y el oro del otoocomenzaban a vislumbrarse. El conde montaba su rpido corcelornamentado con arreos dorados de Crdoba, decorados con un ricobordado y pequeos discos de oro y plata. La multitud se congregaba a supaso para aclamar tal magnificencia, dispersando a su paso hojas verdes yptalos perfumados sobre el polvoriento camino. Coronaban conguirnaldas de flores las armas y arreos de los guerreros de Cristo,obsequindoles con frutas frescas y con jarras llenas de los ricos vinos delsur, o con miel que se funda dulcemente en la boca. Las torres de lasiglesias temblaban con el taer de campanas. La gente se ofreca a unirsea la partida, incluyendo a los nervudos montaeros, que queran servir deguas a travs de los pasos alpinos. Granjeros, vasallos, gitanos ycomerciantes, hombres procaces y farsantes, formaban una multitud quecontaba entre quince y veinte mil almas. El conde Raimundo los acept atodos y form nuevas compaas. Leonor pronto observ que el conderecordaba la participacin de Hugo y Geofredo en las chevauches en

    Iberia: su compaa, ahora conocida pblicamente como la PobreHermandad del Templo, se distingua de manera especial, mientras quesus capitanes se sentaban en lugares predominantes en los consejos deRaimundo.

    Dicen que deberamos haber marchado hacia el sur, a travs de Italiamurmur Imogenia.

    Leonor despert de su letargo. Los ecos del campamento se hacan msevidentes: el sonido de cuernos, los gritos de los cazadores que volvancon carne fresca.

    Mi hermano dice que no. El conde Raimundo piensa que los pasosmontaosos que conducen hacia las llanuras lombardas no estarn

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    accesibles; adems, un viaje por mar desde el sur de Italia hasta Grecia

    siempre entraa peligro.Imogenia asinti vehementemente, aunque Leonor sospechaba que

    tena un pobre conocimiento de los mapas. A decir verdad, la mismaLeonor se haba dado cuenta enseguida de lo poco que conoca del mundoms all de Compigne, o de la Auvernia. Todo y todos le parecanextraos y hostiles hasta que se probara lo contrario. El viaje no habahecho sino reforzar esta conviccin. Los francos se haban llevado consigosu peculiar forma de ser; eran muy suspicaces y desconfiaban ante todo lonuevo. Si un extrao los bendeca, o entonaba el Avemara, aquello erams efectivo que cualquier carta o salvoconducto. Si no lo hacan, sus

    dedos se aferraban a la empuadura de sus espadas y dagas. Lasdistancias y los nuevos reinos eran solo millas que viajar en su camino aJerusaln, que se situaba en el centro del mundo, independientemente delo que indicaban los mapas. Hugo y Geofredo tenan copias de dichosmapas. Mostraron a Leonor cmo haba dispuesto el conde su marchahacia el este, cruzando Italia; bordearan la lnea costera del norte delAdritico, procediendo seguidamente hacia el sur, a travs de Esclavonia,hasta Dirraquio, en el reino de los griegos. El viaje evidenciaba ser yasuficientemente duro, as que Leonor decidi romper el fro hielo que ladistanciaba de Imogenia.

    Anoche hablaste en sueos de Roberto el Alguacil.Yqu ms? se apresur a aadir.

    Se escuch el sonido de un cuerno. Leonor escuch a Beltrnconvocando a la Pobre Hermandad del Templo a un colloquium ante suestandarte. Se alegr de poder evadir la pregunta de Imogenia, y tom sucapa encapuchada. Imogenia la imit y ambas salieron de la tienda.Leonor llam a un chico, uno de los montaeros asignados a su compaa,y le encarg que vigilase sus posesiones. Seguidamente, se internaronvelozmente en la niebla densa, a travs del suelo helado, intentandoesquivar los charcos de orina de los caballos y los desechos de hombres,

    caballos y perros. A la entrada de una tienda, un enorme halcn seestremeca y gritaba apoyado en su percha, moviendo nerviosamente lasgarras y haciendo sonar los cascabeles atados a sus patas. Leonor sepreguntaba cunto tiempo aguantara este glido fro una criatura comoesa. La escarcha se formaba en sus ojos, nariz y boca. La neblina lasenvolva con su manto blanco vaporoso, robndoles la luz yoscurecindolo todo a su alrededor.

    Finalmente, alcanzaron el lugar de reunin, un claro de hierba heladasituado entre las tiendas y los caballos, calentado e iluminado ahora porpoderosas hogueras, cuyas llamas crepitaban entre zarzas y helechos. En

    el centro de este anillo de fuego haban dispuesto un carro con un mstilsobre el que ondeaba el estandarte de la Pobre Hermandad. Tras este se

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    encontraban Beltrn, Hugo y Geofredo, que hacan seas a los all

    reunidos para que se acercasen. As lo hicieron, aunque Leonor, al igualque los dems, procur situarse cerca del calor del fuego. Beltrn soplfuertemente su cuerno de caza, acallando el murmullo. Tena unapoderosa voz y pronto asumi el papel de heraldo y portador de noticias.Permaneci en silencio unos instantes y, seguidamente, revel su mensajecomo un actor en una obra de teatro, o un trovador recitando un poema.Hugo y Geofredo tenan el gesto grave; Leonor mir a los ojos a suhermano, pero este simplemente sacudi la cabeza y desvi la mirada. Alprincipio, las noticias eran buenas.

    Otros ejrcitos de portadores de la cruz declar Beltrn se estn

    desplazando hacia el este. De hecho, algunos estn ya aproximndose aConstantinopla. Los francos del oeste siguen movindose, acompaadosde maravillosas seales aadi. Misteriosas bandadas de pjaros sehan avistado en el cielo, sealando hacia el este, mientras algunos hablande un ganso sagrado que los guiar hasta Jerusaln.

    Beltrn se detuvo mientras la multitud rea, sacudiendo la cabeza.Entonces, decidi continuar con las otras noticias. Describi el entusiasmocon que los hombres del norte de Francia y Alemania tomaban losestandartes y se unan a la marcha. Algunos de los grandes prncipeseuropeos se haban presentado para conducirlos. Uno de ellos era

    Godofredo de Bouillon, un autntico guerrero. l, junto con sus doshermanos, Balduino y Eustaquio de Bolonia, que posean franjas de tierrasa lo largo del norte de Francia y Renania, se uniran a ellos enConstantinopla. Felipe I de Francia se haba mostrado dispuesto a ir, perofinalmente no pudo unirse a la partida al haber sido excomulgado por suobstinacin con la esposa de otro hombre. Felipe envi en su lugar a suhermano, Hugo de Pars, con otros dos guerreros, Balduino de Hainault yEsteban de Blois. A estos se les uni un pelirrojo de ojos verdes, Robertode Normanda, apodado bombachos cortos, hermano de Rufus, el Reyrojo de Inglaterra, ambos hijos del Gran Conquistador. Estos seoreshaban reunido cuantos hombres pudieron y los haban puesto en camino,escoltados por sus familias, sus galgos, perros de caza y halcones,formando una gloriosa cabalgata rumbo a Jerusaln. Pero seguanfluyendo las noticias. Bohemundo de Taranto, el aventurero normando delsur de Italia, tambin pretenda marchar con su belicoso sobrino Tancredo.Dios estaba con ellos, sin duda!

    Y no solo los seores explic Beltrn tras una breve pausa. ElEjrcito del Pueblo, bajo el mando de Pedio el Eremita y su lugartenienteGualterio, seor de Boissy Sans-Avoir, apodado Gualterio Sans-Avoir.Gualterio, en solitario, ha tenido ya encuentros con los turcos, aunque condesastrosos resultados. El mensaje de Pedro es simple explic

    apresuradamente Beltrn. Debemos tomar el camino hacia el SantoSepulcro, recuperar el feudo de Cristo y tomar el mando. Esa tierra,

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    rebosante de leche y miel, fue entregada por Dios a los hijos de Israel.

    Ahora la hemos heredado nosotros, debemos rescatarla de nuestrosenemigos. Debemos tomar posesin de sus tesoros y volver a casavictoriosos, o conseguir la gloria eterna, bendecidos y baados en nuestrapropia sangre... Beltrn hizo una pausa. La gente comenz a gritarpreguntas acerca de Pedro. Beltrn replic que era muy poco lo que sesaba de Pedro el Eremita. Posiblemente, haba nacido cerca de Amiens.Era muy pobre, se vesta tan solo con una tnica y una capucha que lecubra la cabeza. Cabalgaba a lomos de una mula, con los pies colgando alos lados, mientras incitaba a la multitud a tomar la cruz. El ermitao tenala tez aceitunada, quemada por el intenso sol; no coma ni beba nada,

    excepto un poco de pescado, pan y algo de vino. Segn las palabras deBeltrn, era un orador apasionado, cuya lengua haba sido tocada por elEspritu Santo. Un predicador brillante que, a pesar de su aparienciadesaliada, poda persuadir a las damas ms nobles y bellas a quepusieran sus tesoros a sus pies. Incluso cortaban mechones de las crinesde su burro para conservarlos como reliquias sagradas, y tomaban el aguadel bao de Pedro por un elixir sagrado. Beltrn se detuvo un instantepara sorber ruidosamente un trago de vino de una copa. Leonor sepreguntaba si su heraldo se estaba mofando en silencio de ese predicadorque haba persuadido a tantos a tomar la cruz. Mir a Hugo, quepermaneca inmvil, cruzado de brazos, con la mirada perdida en las

    tablas de madera del carro.Beltrn continu hablando. Segn refera una historia, Pedro haba

    visitado el Santo Sepulcro para ser testigo de primera mano de la violenciade sus enemigos. Mientras permaneca en Jerusaln, cay en trance yexperiment una visin de Jess, que le dijo: Recibirs una carta de loscielos con tu misin, sellada con la seal de la cruz. Pedro deca portaresa carta celestial, que fue como consigui barrer a todos los reinosfrancos hacia la causa de la cruz; no solo a los seores, sino tambin a losolvidados y a los desposedos. Segn Beltrn, prostitutas de pelucasnaranjas, proxenetas enjoyados, catamitas, falsificadores, tullidos,

    vagabundos, adlteros, asesinos, fornicadores, perjuros y bandidos,surgan de los hmedos tugurios de las ciudades para fundirse con suejrcito de artesanos, jornaleros, caballeros de Picardy, leadores deSuabia y espadachines de Colonia. Beltrn hizo de nuevo una pausa parabeber, relamindose los labios de gusto. El estmago de Leonor seencogi. Beltrn era un espritu cnico. Se estaba burlando abiertamentede esos pobres portadores de la cruz, y sospechaba que la historia querelataba no terminara triunfalmente, sino en desastre. De cualquierforma, Beltrn haba conseguido embelesarlos a todos, que se aglutinabana su alrededor. El heraldo describi que el gran Ejrcito del Pueblo, de casidiecisis mil almas, haba entrado a tropel en Alemania, amenazando a los

    judos, extorsionando a esos infelices antes de reunirse a escuchar misaen latn y cantar sus himnos populares. Las hordas de Pedro haban

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    abandonado Alemania, siguiendo el Danubio a travs del reino de Hungra,

    vigilados de lejos por los exploradores de los reyes hngaros, envueltos enpellizas de piel de oveja y cabalgando sobre sus pequeos y rpidos ponis.Los hngaros, segn declaraba Beltrn, desconfiaban de esta largacolumna de carros y caballos y de la multitud que cruzabadescontroladamente su territorio, siguiendo a una hueste de cruces y deestandartes brillantes y harapientos.

    El Ejrcito del Pueblo haba esperado hacer un viaje tranquilo y seguro,pero al cruzar el Danubio, recibieron los ataques de pastores patzinak,mercenarios turcos, arqueros a caballo de las estepas, contratados porAlejo Comneno, Emperador de Constantinopla, para guardar las fronteras

    de sus dominios. Se entabl una cruel batalla durante la cual, unoscaballeros germanos en una flota de balsas atacaron una flotilla depatzinaks y los derrotaron. Capturaron a algunos mercenarios y losllevaron ante Pedro, que inmediatamente orden que los decapitasen a lolargo de las bancadas del Danubio y que colgaran sus cabezas de lasramas de los rboles, para que sirvieran de aviso al resto.

    Segn continu explicando Beltrn, Pedro y su ejrcito sigui cruzandoel Danubio, internndose en los dominios de Alejo hasta alcanzar la ciudadde Nish. Una vez all, el gobernador imperial les prometi vveres y valibre hasta Constantinopla. Sin embargo, cuando algunos de los

    lugartenientes ms feroces de Pedro descubrieron que su avanzadilla, almando de Gualterio Sans-Avoir, haba sido diezmada en una escaramuzaen el bosque, volvieron para saquear y quemar los suburbios de Nish. Lapolica imperial que vigilaba al Ejrcito del Pueblo perdi la paciencia,comenzando una sanguinaria batalla en los bosques. Durante esta mlesalvaje, miles de seguidores de Pedro simplemente desaparecieron. Pocodespus, los portadores de la cruz siguieron su marcha escoltados poraguerridos arqueros a caballo, que los controlaban al igual que perros asus rebaos. Pero si alguno de los caminantes se aventuraba fuera dellmite permitido, estos perros se convertan en lobos, cortando cabezas ycolgando sus macabros trofeos de las sillas de sus monturas.

    Finalmente, Beltrn declar triunfalmente que el Ejrcito del Pueblohaba alcanzado Constantinopla. El astuto emperador Alejo les ofreci ellado este de la ciudad, cerca de la Puerta Dorada, para que instalasen sucampamento, y envi carros repletos de vveres para agasajarlos. Lashuestes de Pedro, aliviadas y refrescadas, desviaron inmediatamente suatencin hacia las riquezas de la ciudad de Alejo. La ingente cantidad deladrones y vagabundos entre sus filas no poda resistirse a la tentacin delsaqueo; incluso subieron a los tejados de las iglesias para arrancar lasplanchas de plomo y vendrselas a los mercaderes de la ciudad. ElEmperador decidi desplazarlos a lo largo del estrecho conocido como El

    brazo de san Jorge hacia Anatolia, el reino del sultn de Rum, Kilij Arslan,que se llamaba a s mismo La espada del espritu. En este lugar, la

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    avanzadilla del Ejrcito del Pueblo se reunific bajo el mando de Gualterio

    Sans-Avoir, que haba fijado su residencia en una fortaleza desierta, juntoa Civetot.

    El verano culminaba con un fulgor dorado, prosigui Beltrn como unautntico trovador; las cosechas maduraban, el rollizo ganado pastaba enlos prados. El Ejrcito del Pueblo, despojado de Pedro, que se habaquedado en Constantinopla, comenz a estar ligero de pies y mucho msligero de dedos. Las incursiones se tornaron saqueos y las cosechasrapia, mientras exploraban los caminos que cruzaban los frtiles valles ylos bien provistos prados. Aunque no lo saban Beltrn levant una mano estaban siendo vigilados de cerca por las patrullas de Seljuk, que

    enseguida comprobaron lo desorganizado y mal capitaneado que se habavuelto el Ejrcito del Pueblo. Los Seljuks aguardaban. Los portadores de lacruz, sedientos de pillaje, planearon una chevauche de hostigamiento,una incursin hasta las murallas de Nicea. Eligieron como capitn a unmercenario, Rainaldo de Bruges, y se internaron en las llanuras, sinadvertir que estaban siendo vigilados por los Seljuks, a lomos de susgiles ponis. Eran estos unos fieros guerreros de larga cabellera trenzada,que lucan collares y zarcillos, y armaduras cromadas que le cruzaban elpecho; de sus monturas colgaban aljabas repletas de flechas y reciosarcos de cuerno. Siguieron acechando en silencio a los portadores de lacruz, esperando el momento apropiado. Rainaldo los condujo hastaXerigardon, una fortaleza desierta. Una vez instalados all, aquella chusmacomenz el pillaje despiadado de las poblaciones circundantes, ignorantesdel crculo que haban cerrado los Seljuks en torno a ellos.

    En una oleada de feroces ataques, los Seljuks forzaron el retroceso delEjrcito del Pueblo hasta el fuerte, para seguidamente, cortar el suministrode agua; un pozo junto a la puerta y una fuente cercana. Segn el relatode Beltrn, el Ejrcito del Pueblo sufri tremendas prdidas. Se encontrabaahora sitiado, perseguido, hostigado y herido, sin agua ni vveres, yexpuesto al calor del final del otoo. Estaban tan atormentados por la sedque llegaron incluso a sacar sangre de las venas de sus caballos y burrospara beber. Algunos orinaban en las manos de otros, y despus sorban ellquido. Muchos cavaban sobre el suelo hmedo y se tumbaban en elhueco, echndose la tierra encima para combatir el intenso calor. Estaagona continu durante ocho das. Finalmente, Rainaldo entabl unacomunicacin traicionera con los turcos y, a cambio de su vida, ofreci lade los dems. Los turcos dispusieron a buena parte de sus prisioneros enuna larga fila, e hicieron con ellos prcticas de tiro con arco. Los pocos quesalvaron la vida terminaron en el mercado de esclavos.

    Beltrn retena ahora la atencin de los presentes. Mientras tanto,continu, en Civetot, Gualterio Sans-Avoir y los otros capitanes haban

    recibido noticias de este desastre, y se apresuraron a ayudar. La multitudatestaba sin orden los caminos rumbo a la fortificacin desierta, aunque

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    Gualterio y un puado de caballeros haban conseguido mantener una

    fuerza de quinientos jinetes. Los turcos los observaron atnitos, paraseguidamente acorralar al ejrcito entero en el valle. Gualterio fue abatidoen la primera escaramuza, abatido por siete flechas. Los turcos habanconseguido una gran victoria. Los restos del Ejrcito del Pueblo sedispersaron por el camino. Los turcos los persiguieron y capturaron sucampamento, asesinando a los cristianos enfermos y esclavizando a lasmujeres. Los ecos del desastre alcanzaron Constantinopla, pero todo loque poda hacer el Emperador era enviar tropas para ayudar a los quehaban huido, que permanecan ocultos en barrancos rocosos o cuevas...

    La Pobre Hermandad recibi estas noticias entre gemidos, gritos y

    lamentos. Leonor, que se calentaba las manos al fuego, escuchabasonidos similares en otras partes del campamento, y comprendi que losheraldos estaban tambin transmitiendo las descorazonadoras noticias.Beltrn no haba terminado an; su letana de males continuaba. Habanemergido otros ejrcitos cruzados bajo el mando de los partidarios deGottschalk, un sacerdote alemn tan cruel y depredador que el reyhngaro haba ordenado su destruccin y la de su ejrcito al completo...

    Leonor escuchaba atentamente. Haba ledo vagos rumores de talesespantos en las cartas, memorias y otras misivas despachadas en eltribunal de Raimundo de Toulouse. Hugo y ella haban sido bien educados

    por su madre viuda, una mujer de tirnicas maneras que haba llorado asu marido en todo momento; recordaba constantemente a Hugo y aLeonor que Dios se haba llevado a su santo varn en la flor de su juventud. Estaba tambin decidida a que sus dos hijos abrazaranvigorosamente los libros. Se graduaron en sintaxis y gramtica del latn,adems de francs culto y conocimientos de griego. Una implacabledisciplina! Leonor lo reflejaba a menudo en sus amoratados nudillos. Ansaba recitar el alfabeto griego, adems de las declinaciones mscomplejas del latn. Esta educacin tan rigurosa haba conseguidomantener unidos a los hermanos, hasta hacerse inseparables. Aquello nolograron alterarlo ni siquiera un hermano alcohlico, el nacimiento de unnio, que muri poco despus, las complicaciones de su mundo, o lossermones de Urbano.

    Al concluir Beltrn, Leonor atosig a Hugo para que le confirmase siesas terribles noticias eran ciertas.

    Son peores confes, y se la llev al pabelln de audiencias deRaimundo, donde Leonor, como ms tarde confesara en sus crnicas,pronto comprendi que Dios no siempre estaba con los portadores de lacruz. Los oficiales de Raimundo de Toulouse haban recibido tambinhorribles noticias de Emicho, conde de Leiningen, que haba utilizado la

    llamada de Jerusaln para desatar una tormenta de odio contra los judosde Renania. Emicho estaba en realidad convencido de que su trabajo sera

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    recompensado con una diadema en Constantinopla. Primero intent

    acometer su maldad en Speyer, pero despus se centr en Mainz y en losjudos que se escondan en las sombras de la gran ciudad, encerrados ensu propio mundo, vestidos con sus tnicas grises y rojas, atesorando sustradiciones, estudiando la Tor y celebrando las festividades de sucalendario. Una vez en Mainz, Emicho, que crea que le haba aparecidomilagrosamente una cruz roja en la carne probablemente la picadura deuna pulga, junto con Guillermo el Carpintero, vizconde de Melun,iniciaron all un ataque salvaje contra los judos. El vizconde, un completoasesino, haba adquirido su siniestro sobrenombre en Iberia por su pasinpor clavar remaches y tornillos en la frente de sus enemigos. Estos dos

    asesinos y sus cohortes cogieron el cadver aplastado de un miembro desu compaa, enterrado treinta das antes, y lo pasearon por la ciudadgritando: Contemplad lo que los judos han hecho a nuestro camarada.Han apresado a un gentil y lo han hervido vivo. Despus, han vertido elagua en vuestros pozos para envenenaros. La violencia se desat.Muchos judos corrieron para salvarse hacia el palacio del obispo, perofueron traicionados ms tarde. Emicho y Guillermo apresaron a un judoinfluyente, de nombre Isaac. Le pusieron una soga al cuello y lo llevaron arastras por las calles embarradas hasta el lugar de ejecucin, donde legritaron que se convirtiera para salvar su vida. Isaac hizo seas con eldedo de que no poda pronunciar palabra, pues la cuerda le aprisionaba el

    cuello. Cuando le liberaron el cuello dijo simplemente: Cortadme lacabeza. Eso hicieron, y animaron a sus seguidores a que participaran enuna orga de sangre. Mataron a unos setecientos judos, que no pudieronhacer nada frente al ataque de tantos miles. Otras cartas repetanhorrores similares, una letana de actos espantosos. Lleg un momento enque Leonor se senta incapaz de seguir leyendo. Volvi a dejar losdocumentos sobre el escritorio y abandon el pabelln de audiencias,seguida de cerca por Hugo y Geofredo.

    Ms tarde, Leonor, Hugo, Geofredo, Alberico e Imogenia se reunieroncon gesto sombro para el almuerzo de la tarde, que consista en carne de

    conejo asada y hogazas de pan. Se encontraron en el gran pabellndesaliado que compartan Hugo y Geofredo; apestaba a xidochamuscado, piel, sudor y carbn. El padre Alberico dio las graciasmientras Beltrn haca su entrada y se una al crculo, justo en la entradadel pabelln. Tras l resonaba el eco de los ruidos del campamento por lanoche. Todos se quedaron inmviles por el aullido de un lobo ante la lunallena.

    Un da duro dijo Geofredo, y dio una dentellada al pan mediococinado, hizo un gesto de desagrado y se apresur a acercar la copa devino a sus labios.

    Unas noticias terribles murmur Alberico. Tantos portadores de lacruz masacrados. Pedro el Eremita cado en desgracia.

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    Una chusma aadi Hugo. Ellos junto a muchos otros asesinaron

    a los judos, masacrando a mujeres y nios! Qu tiene eso que ver con eltrabajo de Dios?

    Pagaremos por ello dijo Alberico. La sangre de los inocentes nuncase derrama en vano.

    Es culpa de nuestros cabecillas declar Hugo. Obispos, condes ynobles. Deberan imponer el orden; debe reinar una disciplina ms estrictaen el Ejrcito de Dios.

    Pero son enemigos de Dios replic Imogenia.

    Quines?

    Los judos. Ellos crucificaron al Seor. Dijeron que su sangre sederramara sobre ellos y sobre sus hijos.

    Pero la sangre de Cristo debe limpiar y santificar declar Hugo.

    O castigar aadi Alberico con una voz que denotaba escasaconviccin. En realidad dijo con un suspiro tan diferentes son denosotros?

    Los judos? pregunt Leonor, o los turcos?

    Ambos! susurr Alberico. Los judos? Qu son sino hijos de

    Dios? Qu somos nosotros? Hijos de Dios. Qu son los turcos? Hijos deDios. Aun as, nos matamos entre nosotros por las mejores razonesposibles mir alrededor y sigui hablando. Pero somos en verdadhijos de Dios? O no hay Dios y somos lo que somos, unos simplesasesinos desalmados?

    Sus compaeros le miraron perplejos.

    Padre pregunt Geofredo. Se arrepiente de haber venido?

    No respondi Alberico, encogindose de hombros. No mearrepiento; simplemente me cuestiono cosas.

    Pero los turcos han robado el feudo de Cristo, su ciudad sagrada dijoBeltrn con el cuerpo inclinado hacia delante, reflejando la luz del fuegoen su rostro fro y sin rasurar. Su Santidad el Papa dice que es nuestrodeber sagrado recuperar ese feudo, los dominios de Dios, ahora en manosenemigas, y devolvrselo a sus legtimos propietarios. Tenga por seguro,padre, que si alguien viniese a arrebatarme mi casa, o su iglesia, seranuestro deber rescatar esas posesiones.

    El demonio cabalga en un corcel negro recit Pedro Bartolom,mientras penetraba en la tienda y tomaba asiento sin ser invitado.Mantuvo la mirada ante los ojos temerosos de la concurrencia. He odo

    las noticias continu. Los ltimos das se nos echan encima. Pronto

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    presenciaremos seales an ms maravillosas y escucharemos noticias

    que harn temblar los cielos.Pero cmo nos afectarn a nosotros, hermano? pregunt

    gentilmente Leonor.

    El seor Satn siembra la disensin donde no debera existir declarPedro. Hemos jurado hacer el trabajo de Dios. No es cierto, hermanos yhermanas? nadie respondi.

    Leonor observaba detenidamente a Hugo. l haba insistido en queentre la Pobre Hermandad solo deberan usarse los ttulos hermano yhermana, y que cada miembro debera recitar cada da siete

    Padrenuestros, tres Avemarias, dos Glorias, un salmo y el Salve Regina.Haba tambin obligado a la Pobre Hermandad del Templo a aceptar queel dinero, el pillaje y los botines de guerra deban ser repartidos por igual.La disciplina deba reforzarse, y cualquier acto de violencia contra losinocentes, castigado sin piedad. Leonor se preguntaba por los judos; losque haba conocido eran bastante pacficos, agradables, tmidos yasustados. Es cierto, no le haban trado nada bueno; aunque,definitivamente, tampoco nada malo.

    Ya conoces nuestras normas dijo Hugo, dando un sorbo a su copade vino. Nosotros les apoyamos. Una cosa ms! Despus de haber

    escuchado lo que le ocurri a Rainaldo. Si nos capturan elev su copaque no nos inunde la cobarda y que nos dirijamos hacia Dios con elcorazn puro, de acuerdo?

    Sus palabras se recibieron con un murmullo de aprobacin. Hugo hizouna pausa mientras Norberto se una al crculo y se sentaba en cuclillas.

    Os he odo dijo el monje mientras dejaba caer la capucha. Estabaafuera tosi y se acarici el estmago, esperando a que se measentara el estmago. Os he escuchado mencionar a los judos, a losturcos. Sabis lo que pienso? dijo, gesticulando. Todos somosasesinos. No... levant una mano ante las protestas. Decidme, cada

    uno de vosotros, no habis perdido nunca la paciencia con un hermano ohermana hasta el punto de pensar que podrais quitarle la vida? Ningunode vosotros? una sonrisa emergi del rostro arrugado del benedictino,dejando entrever sus dientes ennegrecidos. Recordad susurr, elpensamiento es el padre de la palabra, que, a su vez, es la madre de laaccin.

    Pero su respuesta pregunt Hugo es simplemente esa? Quetodos somos unos asesinos?

    No es una respuesta dijo Norberto. Es solo algo que he aprendido.El asesinato tiene que ver con la voluntad, eso es lo que dijo el gran

    Agustn. Me explico... los legaosos ojos de Norberto se posaron sobreLeonor, y sus largos dedos se extendieron como si quisieran atrapar sus

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    rizos de pelo negro. Si planease perpetrar un ataque sobre tu hermana,

    violarla... inclin la cabeza juguetonamente hacia ella; en respuesta, elrostro de Leonor se contrajo con un gesto de miedo fingido y despusmatarla, no tendras todo el derecho, Hugo, de defenderla?

    Os matara!

    No el monje solt una carcajada. He dicho defenderla. Las doscosas son bastante distintas. Matar tiene que ver con la voluntad, con loque quieres hacer.

    Eres un estudioso de Agustn dijo Alberico en tono de broma, teaferras a la tesis de la guerra justa.

    Tonteras! ri socarronamente Norberto. He escuchado losargumentos de Bonizo de Sutri acerca de eso, y de cmo el Papa otorgattulos a guerreros, como a nuestro glorioso conde Raimundo, parajustificar sus guerras.

    Leonor percibi el sarcasmo en las palabras de Norberto.

    Ttulos como el de Fidelis filius sancti Petri, Fiel hijo de san Pedro.Tonteras! La expresin guerra justa es una contradiccin en s misma!Cmo puede pensarse que una guerra sea justa?

    Entonces pregunt Geofredo. Cul es vuestra respuesta? Por

    qu est aqu?Y por qu no? replic Norberto. Hermanos, no pretendo burlarme

    de vosotros. Ninguno de nosotros conoce en realidad la razn de nuestroshechos. Que por qu soy monje? Es porque tengo la vocacin de seguirlos preceptos de san Benedicto? Para servir a Cristo? Para prosperar enposicin y conocimiento? O quiz porque me cans de escuchar a mimadre jadear con todos sus amantes y deseaba seguir una vida mscasta? Por qu hemos venido hasta aqu? Os dir una cosa la voz deNorberto se suaviz hasta convertirse en un tenue susurro. Hay tantasrazones para nuestra peregrinacin como peregrinos en los caminos.

    Debemos ser crucesignati, sealados por la cruz, pero todos somosdiferentes. Preguntoslo, pero no os juzguis. Recordad, nuestras vidasno se entregan por lo que deseamos hacer, sino por lo que debemoshacer!

    Leonor cavilaba sobre las palabras de Norberto mientras cruzaba elcampamento junto a Hugo y Geofredo, envueltos en un silencio rotoocasionalmente por el relinchar de caballos, el ladrido de perros y losllantos de los nios. Las antorchas llameaban ante las puertas de lastiendas de los grandes seores. Las hogueras crepitaban y crujan cuandose apagaban para pasar la noche. Una nube de olores los recibi: aceite

    requemado, comida cocinada, paja fresca y sudor, todo mezclado con elhedor insoportable que provena de las letrinas.

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    Por qu ests aqu, Leonor? pregunt bruscamente Geofredo

    cuando se detuvieron ante su tienda.Por ti dijo, bromeando yt por m?

    Geofredo ri con timidez y arrastr sus botas repletas de barro.

    Nuestra vida, como coment el hermano Norberto irrumpibruscamente Hugo, dispuesto a salvar cualquier situacin embarazosa,se centra en lo que debemos o no hacer se puso en pie, con las manosen las caderas, y elev la mirada al cielo. Yo s para lo que no estoyaqu continu tranquilamente. No estoy aqu para matar a hombres,mujeres y nios inocentes. No estoy aqu para asaltar, desvalijar, saquear

    y violar dijo con un profundo suspiro. Estoy aqu por lo que estoy aqu.Cierto, quiero contemplar las maravillas de la otra parte del mundo.Quiero caminar por las calles de Jerusaln, como hizo nuestro amadoSeor, aunque hay algo ms... se encogi de hombros, sujet a Leonorpor los brazos y la bes suavemente en las mejillas. Geofredo le imit,aunque ms torpemente, y despus se separaron, intercambindosedespedidas en la oscuridad.

    Leonor solt la portezuela de su tienda. El muchacho que guardaba latienda estaba profundamente dormido ante el brasero improvisado.Leonor lo despert y le dio varias porciones de queso envueltas en un

    pao de hilo. Cuando se march, reorganiz el brasero, limpi la tienda yaguard a que llegara Imogenia. Haba visto a la viuda en profundaconversacin con Norberto, tras la reunin. Leonor record las palabras deImogenia sobre los judos. Se sent sobre un cofre y, mientras observabauna voluta de humo que serpenteaba hacia el techo, se puso a pensar enla pregunta de Geofredo. Para qu estaba all? Para suplicar el perdnpor la muerte de su marido borracho? Para sacudirse la culpa de sumuerte y de la de su hijo, esa gloriosa chispa de vida, esa llama que arditan intensa, aunque tan fugaz, en su alma? Por Hugo, el hermanoadorado, padre y madre a la vez? Era por alguna de estas razones, o portodas a la vez? Ira a formar parte de algo de lo que iba a arrepentirse?

    Las historias del conde Emicho, Guillermo el Carpintero y otros, revelabanun tremendo salvajismo. Se estremeca ante la fatalidad de esos pobresjudos, pero era ella distinta de los asesinos que los haban masacrado?Desde luego que s! Sin embargo, Hugo y Geofredo le haban aseguradoque una vez que llegasen a los valles de Esclavonia, la lucha serainevitable, y ellos tambin tendran que matar.

    Leonor miraba fijamente la portezuela de la tienda. Se sentatremendamente preocupada por las razones que haban llevado a Hugo ya Geofredo a tomar la cruz. Cierto, haban sido crucesignati en Iberia. Sedeleitaban con las leyendas de Rolando. Buscaban la absolucin por sus

    pecados del pasado, y estaban cansados de las justas y los torneos entrevecinos, pero haba algo ms? El viaje a Jerusaln poda llegar a

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    entenderse pero, desde que abandonaron la Auvernia, haban aumentado

    sus sospechas de que ambos caballeros albergaban secretos. A qufecha estaban? Mediados de diciembre del ao de Nuestro Seor de 1096.Urbano haba pronunciado su sermn en Clermont un ao atrs. S, asera! Hugo y ella haban estado en Compigne cuando los polvorientosmensajeros trajeron las noticias. Recordaba a uno en particular, con lacapucha recogida sobre la espalda, de pie en su habitacin llena de humoy hablando de un malvado prncipe turco, Al-Hakin, que haba arrasado laiglesia del Santo Sepulcro, infligiendo indignidades sobre su propia gente,adems de sobre los cristianos. Hugo haba acudido a la llamadafervientemente, pero tras la aparicin de Norberto el monje comenz a

    cambiar, volvindose ms sombro y reflexivo.Leonor se mordi el labio y poco a poco se reprendi a s misma. Debi

    haber pensado antes en esto. La semilla de su sospecha se habasembrado diez meses atrs, pero la haba ignorado, dejndose llevar porla excitacin, los preparativos frenticos y el viaje al sur hacia Auvernia.La clida amistad de Geofredo haba sido muy bien recibida; pero, denuevo, los eventos se haban visto eclipsados por una mle depreparaciones. S, y algo ms. Alberico haba sido una visita constante,reunindose a menudo con Hugo y Geofredo. Leonor hizo examen mentalde lo que saba del prroco. Era, sin duda, un hombre misterioso, muchomejor educado que los sacerdotes que solan servir en las iglesias de lospueblos. Norberto y l parecan ser viejos amigos. El benedictino parecahaber viajado mucho. Se tratara de un monje excomulgado? Alguienexpulsado de su monasterio por causar problemas? Jerusaln los una atodos, pero qu una tan ntimamente a Hugo, Geofredo, Norberto yAlberico? Se haba quedado absorta en los preparativos, aunque siemprehaba percibido que algo no iba bien. Hugo se haba tornado ms austero,ms dedicado a la oracin y menos receptivo a las miradas sonrientes delas damas y las aldeanas. Adems, desde que haban abandonado laAuvernia, haba estrechado la disciplina de la Pobre Hermandad,publicando un oficio divino en el que decretaba normas que regulaban las

    reuniones, la vestimenta y hasta la dieta. Pero, por qu?La marcha hacia los lmites de Esclavonia se haba convertido en una

    penosa caminata a lo largo de caminos embarrados, a pesar de laimpresionante belleza de las montaas. Leonor haba tenido muchotiempo para reflexionar, para tomar consciencia del creciente secretismoque envolva a su hermano. En cierta forma, Hugo le recordaba a aquelloscaballeros de los grandes romances, que perseguan alguna gloriosa visinmstica. Una cosa que le haba llamado poderosamente la atencin era lapasin que haba despertado en Hugo y Geofredo el poema de caballeras:La chanson de voyage de Charlemagne Jerusalem. Hugo lo lea a

    todas horas. En algunas ocasiones, Leonor se lo haba pedido prestado, yHugo prometa que se lo dejara, pero siempre encontraba alguna excusa

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    para no hacerlo. Este poema, junto a una lista de reliquias, parecan

    absorberle cuando no estaba ocupado con la Pobre Hermandad, oconferenciando con el conde Raimundo. Leonor haba descubierto la listade reliquias accidentalmente. Un informe escrito de puo y letra deRaimundo se entreg por accidente en su tienda, en vez de en la de Hugo.Le pregunt a su hermano por la importancia del documento, pero l laneg, aduciendo que se trataba simplemente de una lista de artculossagrados que le gustara contemplar. Demasiado misterio!

    Leonor temblaba de fro y apretaba el mantn sobre sus hombros.Estaba cansada, impaciente por ocupar su estrecho catre, en el extremoopuesto de la tienda, aunque estaba decidida a esperar a que llegase la

    viuda para despejar al menos un misterio. Recogi algunas pertenenciaspara la partida de la maana siguiente. Se arrepenta ahora de los pocoslujos que haba trado consigo. Vesta los mismos ropajes cada da: unaenagua de hilo bajo una sarga marrn, con una cinta de cuero alrededorde la cintura; una profunda capucha que le protega la cabeza del fro, ymantena clidas las piernas y los pies con unas medias de lana y unasbotas de piel de buey. Tambin llevaba una pequea espada envainada,resultado de la tenaz insistencia de Hugo. Casi haba terminado con lospreparativos cuando Imogenia lleg a la entrada de la tienda, escoltadapor Beltrn. Se susurraron las despedidas e Imogenia hizo su aparicin atravs de la portezuela. Como siempre, llevaba su gastada bolsa de cuerocon su preciosa caja. Leonor sonri; Imogenia hizo un gesto con la cabezay se arque sobre el brasero. Leonor se sacudi el cansancio.

    Has sido muy dura con los judos.

    Imogenia simplemente se encogi de hombros.

    Teniendo en cuenta continu Leonor que profesas, o profesaste, lafe juda.

    Imogenia elev la cabeza bruscamente; su boca se abri y volvi acerrarse.

    No te preocupes sonri Leonor, no pretendo amenazarte;simplemente, hablas en sueos! La mayora de las veces solo farfullaspalabras, pero te he escuchado rezar el Shema. Mencionas el nombre deRaquel, y a veces hablas en un dialecto que no reconozco se acerc y searrodill junto a Imogenia. Por favor suplic, no finjas ms, ahora no.Ya no ests con los dems; no hay necesidad de que entones el himnocomn. No estoy aqu para amenazarte. Lo sabe Norberto?

    Imogenia asinti con la cabeza, sin dejar de fijar sus ojos oscuros en lacara de Leonor.

    Sabe tantas cosas, nuestro monje errante.

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  • 8/4/2019 El.Templario

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    Paul DohertyEl Templario

    Ha estado en Constantinopla replic Imogenia. Alberico y l son

    ms de lo que parecen; estn buscando algo.S, ya me he dado cuenta de eso, pero t...

    Imogenia se sent de cuclillas sobre el suelo y se ech la capucha sobrela espalda, quitndose el spero velo que llevaba debajo.

    Mi nombre de nacimiento es Raquel. Soy de Iberia, de las fronteras deAl-ndalus. La historia habitual continu en tono cansino. Portentos yseales, una mala cosecha, prstamos que no podan devolverse. Desdeluego, los judos tenan la culpa, los chivos expiatorios de siempre. Mipadre era mercader. Mi madre y l se quedaron atrapados en su propia

    casa. Los quemaron vivos, junto a mis hermanos y mis dos hermanas. Yotena seis aos dijo, con sonrisa nerviosa, era muy pequea para miedad y consegu escabullirme por una ventana. Haba cado la noche. Mecol en la casa de un vecino; eran buena gente. Mi padre me haba dichosiempre que confiase en ellos. Me acogieron y me dieron cobijo. Mstarde, descubr que eran judos conversos. Me hice uno de ellos y tom unnuevo nombre y una nueva vida. La pareja segua siendo juda y amboscontinuaban practicando nues