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* Resultados parciales de la investigación adjunta al proyecto Conicyt de inserción 7909004. ** Doctora en Historia. Académica Universidad de Santiago de Chile. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. TIEMPO HISTÓRICO. N°2. /27-42/. Santiago-Chile. 2011. 27 EL PARTIDO COMUNISTA Y LAS REPRESENTACIONES DE LA CRISIS DEL CARBÓN: LA SEGUNDA RENOVACIÓN*. Cristina Moyano B.** Investigación que propone analizar las for- mas que construye el Partido Comunista, particularmente a través del periódico El Siglo, para representar la crisis asociada al cierre de la explotación minera carbonífe- ra en la cuenca de Arauco, en el marco de un proceso de renovación ideológica que ha sido poco estudiado y que está marcado por el abandono explícito del marxismo le- ninismo como matriz de análisis teórica. En esa perspectiva esta investigación se inserta tanto en el campo de la historia conceptual, como en la historia sociopolítica del tiempo más reciente, abordando la disputa política que contienen los debates que circulan en el espacio público a través de la prensa, como contenedores de experiencia y configurado- res de horizontes de expectativas. Investigation that proposes to analyze the forms that the Communist Party constructs, particularly through newspaper “El Siglo”, to represent the associated crisis the closing of the carboniferous mining operation in Arauco region, within the framework of a process of ideological renovation that litt- le has been studied and that is marked by the abandonment specify of the marxism leninism like matrix of theoretical analysis. In that perspective this investigation is in- serted into the field of conceptual history, like in the social-politics history of the most recent time, approaching the political dis- pute that contains the debates that circulate in the public space through the press, like containers of experience and building the horizons of expectations. PALABRAS CLAVES KEYWORDS: RESUMEN ABSTRACT Crisis del carbón, Transición, Partido Co- munista. Crisis of the coal, Transition, Communist Party.

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  • * Resultados parciales de la investigacin adjunta al proyecto Conicyt de insercin 7909004. ** Doctora en Historia. Acadmica Universidad de Santiago de Chile.

    Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Tiempo HisTrico. N2. /27-42/. Santiago-Chile. 2011.

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    El Partido Comunista y las rEPrEsEntaCionEs dE la Crisis dEl Carbn: la sEgunda

    rEnovaCin*.

    Cristina moyano b.**

    Investigacin que propone analizar las for-mas que construye el Partido Comunista, particularmente a travs del peridico El Siglo, para representar la crisis asociada al cierre de la explotacin minera carbonfe-ra en la cuenca de Arauco, en el marco de un proceso de renovacin ideolgica que ha sido poco estudiado y que est marcado por el abandono explcito del marxismo le-ninismo como matriz de anlisis terica. En esa perspectiva esta investigacin se inserta tanto en el campo de la historia conceptual, como en la historia sociopoltica del tiempo ms reciente, abordando la disputa poltica que contienen los debates que circulan en el espacio pblico a travs de la prensa, como contenedores de experiencia y configurado-res de horizontes de expectativas.

    Investigation that proposes to analyze the forms that the Communist Party constructs, particularly through newspaper El Siglo, to represent the associated crisis the closing of the carboniferous mining operation in Arauco region, within the framework of a process of ideological renovation that litt-le has been studied and that is marked by the abandonment specify of the marxism leninism like matrix of theoretical analysis. In that perspective this investigation is in-serted into the field of conceptual history, like in the social-politics history of the most recent time, approaching the political dis-pute that contains the debates that circulate in the public space through the press, like containers of experience and building the horizons of expectations.

    Palabras claves Keywords:

    resumen abstract

    Crisis del carbn, Transicin, Partido Co-munista.

    Crisis of the coal, Transition, Communist Party.

  • 1 Cristina Moyano, El MAPU durante la dictadura: saberes y prcticas polticas para una microhistoria de la reno- vacin socialista en Chile, 1973-1989 (Santiago: Ed. Universidad Alberto Hurtado, 2010); Pensar la transicin a la democracia: temas y anlisis de los intelectuales MAPU en SUR y FLACSO, 1976-1989, en, Intelectuales y usos polticos del conocimiento durante la transicin a la Democracia (Santiago: RIL editores, 2011). 2 Rolando lvarez, La tarea de las tareas: luchar, unir, vencer. Tradicin y Renovacin en el Partido Co-

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    El partido comunista y las representaciones...

    transicin e izquierdas: dos tesis interPretativas.

    La transicin a la democracia en Chile gener un conjunto de nue-vas expectativas en distintos acto-res sociales. Tras 17 aos de dictadura, se esperaba un proceso de democratizacin creciente, sin embargo, el nuevo gobier-no asumi restringido por un conjunto de normas heredadas de la dictadura, as como tambin con un conjunto de nuevas imgenes y conceptos que se haban construido durante la experien-cia dictatorial, en el que se redefinieron componentes claves de la cultura polti-ca y que caracterizarn al menos los tres primeros gobiernos concertacionistas en forma consecutiva. En ese proceso de re-definicin, se juegan la significacin de los actores sociales, su vinculacin con la poltica y la nominacin de las trans-formaciones que haba generado la dic-tadura en Chile.

    En ese contexto, dentro de las fuerzas de izquierda se estructuraron dos posiciones claramente definidas. Por un lado nos encontramos con aquellas fuerzas polticas de izquierda que parti-ciparon de la Concertacin de Partidos por la Democracia y que haban vivido durante gran parte de los aos 80 un profundo proceso de renovacin ideo-lgica, poltica e incluso cultural, que gener una aguda crtica tanto a los tra-dicionales conceptos estructuradores del pensamiento marxista, as como a las

    prcticas con las que la izquierda haba construido su proceso de insercin en la poltica nacional. Este proceso construi-do en el cruce de experiencias afectivas, cognitivas y espaciales que se vivieron tanto en el exilio como en el interior, fue constituyndose en el nuevo soporte representacional que permitir a dicho sector de izquierda realizar una alian-za con el centro poltico, luchar contra la dictadura y asumir como parte de la nueva coalicin gubernamental. En ese contexto, parte importante de los com-ponentes con los que este sector de la izquierda ley el conjunto de conflictos que cruzaron la transicin, entre ellos los que configuran el campo laboral, es-tuvo configurado por la experiencia de la renovacin socialista, de all que sus soportes tengan que buscarse en toda la produccin discursiva que se gener al alero de centros de estudios, revistas po-lticas, entre otros, durante los aos 801.

    De otra parte, la transicin y sus bases institucionales excluyeron a otro sector de la izquierda, muy relevante por su desarrollo histrico, pero que fue duramente golpeada tanto por los efec-tos represivos del Golpe de Estado y la instalacin dictatorial, as como por la propia crisis que experiment de mane-ra evidente el socialismo real en los aos 80. Esta izquierda, constituida funda-mentalmente por el Partido Comunista, merm considerablemente sus bases de apoyo electoral y aunque vivi un pro-ceso de renovacin ideolgica2, bastante

  • munista de Chile (Tesis para optar al grado de doctor en historia de Chile, Universidad de Chile, 2007). 3 Ibdem. 4 Carolina Espinoza, Conflictos laborales en Chile. 1985-2006, Documento del Consejo Asesor presidencial. Santiago, Diciembre del 2007. 5 Pablo Morris, Sindicatos en receso. La otra cara de la estabilidad sindical, Aportes al Debate Laboral N 4. Direccin del Trabajo. Departamento de Estudios, Santiago, 1998. P.3. Disponible en (http://www.dt.gob.cl/ 1601/articles-59890_recurso_4_Aporte_al_debate_4.pdf )

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    desconocido y poco estudiado, no logr estructurarse como un actor clave en los inicios de la transicin, fluctuando inc-modamente entre posiciones de crtica blanda al nuevo gobierno concertacio-nista, a posiciones de crtica frontal que les ayudar a mantenerse en el de-bate, pero que gener cada vez mayores bajas en los resultados electorales.

    En ese sentido creemos que el Partido Comunista, experiment entre 1973 y 1987 un primer proceso de re-novacin que le permiti mantener un ideario afectivo y cognitivo que posibili-t la mantencin de la colectividad y de una identidad resignificada en el nuevo contexto3, como forma de sobrevivencia en un escenario adverso, pero que no alcanz a sobrepasar las fronteras de la propia militancia y un segundo proce-so de renovacin ideolgica hacia fue-ra, entre 1990 y 1998, que dot de un nuevo sentido a los viejos conceptos y resignific sus prcticas, al alero de la re-lectura de los nuevos conflictos sociales emergidos en esos aos y que puede ser observado a travs de la forma en que se semantizaron dichos procesos, parti-cularmente los vinculados al mundo del trabajo.

    transicin y conflictividad laboral: los datos duros y el caso del carbn.

    La inauguracin de la democracia en Chile en 1990, gener un conjunto de nuevas expectativas en ciertos secto-res sociales y especialmente en algunos sindicatos, que se orientaron no slo a la exigencia de mejoras en las condiciones laborales y econmicas, sino que tam-bin a aspiraciones de mayor democrati-zacin en la posibilidad de expresin de sus demandas.

    Segn distintos estudios4 sobre el mundo laboral, se reconoce que los ndices de sindicalizacin (formacin de nuevos sindicatos) tuvieron un au-mento importante en los primeros aos de la transicin, comparados con los n-dices de la dictadura, aun cuando resal-tan como importante la consideracin de que el nmero de sindicalizados ha disminuido. Para Pablo Morris esto se puede resumir en ms sindicatos, pero menos sindicalizados, lo que indicara la existencia de un sindicalismo dbil para el perodo transicional5. Pese a ello, el periodo que se abre entre 1990 y 1997 se caracteriza por un aumento en la con-flictividad laboral, medida tanto en el nmero de huelgas como en la cantidad de horas/hombre perdidas en las labo-res productivas, fenmeno que se opone a lo ocurrido durante el perodo que se extiende desde 1998 hasta el 2006, ca-

  • 6 Morris, Sindicatos en receso. La otra..., 4.

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    racterizado por una disminucin de la conflictividad laboral, disminuyendo considerablemente la movilizacin de los trabajadores. Dentro de ese marco general est inserta la crisis carbonfera asociada al cierre definitivo de las faenas productivas de las minas de Schwager y Lota en la zona de Arauco, que concit una gran atencin poltica y que se ex-tendi durante el perodo caracterizado por una alta conflictividad laboral.

    Durante ese perodo la mayora de las huelgas legales que se realizaron en el pas, tenan como principales motivos los econmicos (75%) referidos a mejo-ras salariales y beneficios para los traba-jadores. Por su parte, la rama de la mi-nera concentr del total de huelgas producidas entre esos aos, cuyo primer lugar lo ocup el sector industrial con un 47%.

    Junto a lo anterior es necesario considerar que las huelgas denomina-das legales y que sirven como indica-dor de la conflictividad laboral, ocurren como medida final de un proceso de negociacin colectiva normado por ley. Las huelgas ilegales en cambio, es decir, aquellas promovidas especialmente por trabajadores sin derecho a huelga, como trabajadores del sector pblico y muni-cipal, no siempre son bien tipificadas en los estudios laborales, por lo que su consideracin total reviste discrepancias en la mayora de los estudios sobre con-flictividad laboral. Sin embargo, tanto las huelgas ilegales como las legales aumentaron en el periodo en el que se desarroll todo el conflicto carbonfero

    y permiti que la izquierda extraparla-mentaria planteara la premisa de que los trabajadores de Chile haban despertado del largo sueo forzado de la dictadu-ra militar, cifrando claras esperanzas en que esa movilizacin social se tradujera en un proceso de democratizacin ms profundo y en el que se superaran r-pidamente los enclaves autoritarios. Sin embargo, esas esperanzas fueron enar-boladas con un nuevo lenguaje, cuyos contenidos estaban dando cuenta del proceso de renovacin ideolgica que estaba viviendo ese sector de izquierda que comnmente es calificado como no renovado.

    Sin embargo, esta disputa por la construccin de la realidad social, no consider un fenmeno importante que se vena desarrollando en el mundo sin-dical desde la dictadura y que no ha ma-nifestado cambios positivos en los aos transicionales, agudizndose incluso en este perodo democrtico. Me refiero al fenmeno denominado de receso sin-dical. Segn Pablo Morris, el receso sindical se inserta dentro del contexto de un debilitamiento general del sindi-calismo chileno en los ltimos aos, el cual es especialmente claro a partir de 1992. En diferentes indicadores quedan claras las seales de estancamiento y de-clinacin en los modos de organizacin sindical y en el movimiento sindical del pas, que contrastan con el repunte que se haba producido junto con la vuelta de la democracia6.

    El receso sindical, correspondien-te a sindicatos inactivos, viene a indicar

  • 7 Ibdem.

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    una desdinamizacin de la actividad sin-dical, cuestin que podra explicarse, a juicio de Pablo Morris por una infor-malizacin creciente del mercado de tra-bajo, incorporacin creciente de las mu-jeres a la fuerza de trabajo, disminucin del empleo pblico, menor concentra-cin de empleo fabril, fortalecimiento del trabajo a domicilio, disminucin de salarios mnimos reales (lo cual dismi-nuye el peso del factor trabajo sobre el producto nacional) y crisis del control sindical sobre los mercados de trabajo internos de la fbrica. A los que suma los cambios en la identidad y en el sen-tido de pertenencia de los trabajadores en la empresa (Abarza, 1993; Fras, 1993c; PET, 1994), que se manifiestan a travs de nuevas representaciones colec-tivas, nuevos valores, nuevos discursos, y nuevos cdigos. As, tienden a coexistir una creciente Identidad de empresa (con un fuerte sentido de responsabilidad or-ganizacional) junto con Identidades de oficio (que buscan calificacin profesio-nal), Identidades inciertas (que se orien-tan hacia la movilidad va la adquisicin de saberes tcnicos), e Identidades de excluido (que son las que buscan fines instrumentales-salariales)7.

    De esta manera, cuando el con-flicto por el cierre del carbn se inicia, los indicadores de conflictividad laboral viven su mejor momento, pero con un sindicalismo debilitado y con una elite gobernante que haba renovado sus cdigos interpretativos. En ese marco, creemos se debe comprender la actua-

    cin de los trabajadores carbonferos. La sociedad chilena haba cambiado pro-fundamente, la elite gobernante tam-bin, los sindicatos eran ms dbiles y el libre mercado reinaba con una hege-mona importante tanto en la derecha como en un sector amplio de la Con-certacin. Un sector de la izquierda sin embargo, cifr en ese conflicto la espe-ranza del renacer del pueblo combativo, pero con una significacin distinta del clsico concepto de clase y con un con-junto de nuevas experiencias histricas contenidas en el mismo. El fin de las faenas productivas, el cierre de las minas y la pobreza aguda que se instal defini-tivamente en la ex cuenca carbonfera, dieron cuenta del fracaso de esa mira-da y de la instalacin profunda de los cambios generados por la dictadura. As para comprender el conflicto carbonfe-ro, creemos que debemos considerar: las transformaciones en el mundo del tra-bajo, tanto como las transformaciones en la produccin de los conceptos que nominan la experiencia y construyen la expectativa. En ese cruce, los estudios sobre el mundo del trabajo, pueden ga-nar en carcter comprensivo.

    En este trabajo abordaremos la resignificacin conceptual que realiz la izquierda extraparlamentaria, parti-cularmente el Partido Comunista, de viejos lenguajes que permitieron una re-novacin hacia fuera de la colectividad y que dotaron de sentido a la revolucin y la clase, comunicados particularmente a travs del peridico El Siglo.

  • 8 Moyano, Cristina. Patrimonio, memoria e identidad. Espacio carbonfero, crisis y resignificacin: el caso de Lota, Chile (1990-2009), en Las dimensiones de la memoria histrica en un mundo globalizado. Una aproximacin interdisciplinaria (Uruguay: Ed. Cruz del Sur, 2011).

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    la resemantizacin comunista: de la clase trabajadora al Pueblo excluido. de la revolucin socialista a la revo-lucin democrtica: el ejemPlo de la crisis del carbn.

    Los conflictos sociales emergidos en el perodo transicional, en el que consideraremos los conflictos laborales, fueron representados de distintas formas a lo largo del mismo. Ya esbozamos pre-viamente los indicadores cuantitativos de la conflictividad laboral en el perio-do que se extiende entre 1990 y 1998, perodo que cubre precisamente el pro-ceso de crisis terminal de la minera del carbn, as como tambin hicimos men-cin a las transformaciones ideolgicas que estructuraron los marcos cognitivos de la elite concertacionista y de manera ms particular, del sector de izquierda de la misma.

    Lo que nos interesa ahora, es mostrar cmo esa conflictividad laboral se represent polticamente por la otra izquierda, la que no vivi el proceso de renovacin asociada a la socialdemocra-tizacin de las posturas ideolgicas y el abandono radical del marxismo como teora analtica de comprensin de la realidad social y que resignific a la luz de los nuevos conflictos sociales en con-texto transicional, un conjunto de con-ceptos que dan cuenta de un proceso de renovacin que tiene como principal eje la idea de que la izquierda debe represen-tar a los excluidos del sistema neoliberal. En ese marco el PC no slo se mantuvo como fuerza electoral y poltica (aunque

    bastante mermada), sino que sobrevivi airosamente a la estocada mortal viven-ciada por muchos comunistas cuando se derrumb definitivamente el socialismo real.

    El conflicto del carbn, generado por la crisis terminal de la industria ex-tractiva en la zona de Arauco, fue uno de los conflictos ms relevantes que con-centr la atencin del Partido Comu-nista, ya que con el fin de la actividad econmica tambin se pona en jaque la sobrevivencia de una cultura obrera, considerada como smbolo de la lucha y resistencia de la tradicin trabajadora industrial chilena, dndole a la zona una identidad marcadamente roja, como planteaban sus propios habitantes8. Para el PC los mineros del carbn, su historia y sus luchas representaban esa clase en sentido clsico, pero los nuevos aconte-cimientos generaron una relectura que posibilit al PC resignificar el propio concepto y dotarlo de una nueva carga experencial que configuraba una nueva expectativa.

    A travs del peridico El Siglo, es posible distinguir al menos tres grandes ejes en los que se representar la nueva experiencia transicional y la resignifica-cin conceptual del PC. El primero de ellos responde a la forma en que el PC leer, durante los primeros aos de la transicin, la mayora de los conflictos sociales sectoriales. El segundo de ellos dice relacin con la resemantizacin del concepto de clase y la configuracin del

  • 9 El Siglo N 80, 16 al 22 de junio de 1991, 18-19. 10 Ibid. N 80. op cit. 11 Ibid. N 80. op. cit. 12 Ibid. N 534. 28 de mayo al 03 de junio de 1994, 3.

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    trabajador como excluido y por ltimo, la historizacin que hace el Partido de los conflictos, lo que permite resignificar su posicin en la relacin con el pasado y el futuro.

    a) De conflicto sectorial a conflic-to poltico nacional.

    En primer lugar es significativo indicar que el conflicto del carbn fue semantizado como un conflicto poltico, de manera que surgido desde el mbito laboral/sectorial, fue situado a lo largo del perodo como un problema poltico nacional. Esto es significativo, porque permite medir el impacto de este proce-so econmico, que trascendi con creces los lmites regionales, configurando sus asociaciones semnticas tanto al tema energtico, como al sistema o modelo econmico, as como a las relaciones la-borales en un sistema democrtico y las expectativas de democratizacin. No to-dos los conflictos laborales se politizan de la manera que se politiz el conflicto carbonfero, de all su importancia para analizar el conjunto de representaciones que se fueron construyendo a su alero.

    Por ejemplo en 1991 se planteaba que los mineros del carbn no slo esta-ban luchando por un tema local vincu-lado al cierre de las minas, sino que su batalla es contra quienes se oponen a los intereses democrticos y son dema-siados poderosos9, y por ende, su pro-puesta era que el conflicto deba leerse a la luz de una Poltica Nacional de Ener-

    ga, que considere a la zona del carbn en su totalidad10 Ante ello enfatizaban que el asunto sobrepas el mero aspec-to econmico, y que se trata de una situacin social, poltica, humana11.

    La posibilidad de situar el conflic-to fuera del espacio local, reconociendo su especificidad espacial, pero vinculn-dola con otras experiencias de exclusin, es lo que va a permitir la politizacin del fenmeno. Por ejemplo, es muy comn ver en el peridico del Partido Comunis-ta el relato de la zona del carbn, como una zona de pobreza marginal, que sera extensiva a otros espacios que no han logrado insertarse de manera exitosa en el famoso modelo neoliberal chileno. Se destacan en sus pginas a lo largo de todo el conflicto, indicadores como los porcentajes de cesanta, la desnutricin, el alcoholismo, la prostitucin y la de-sercin escolar, que daran cuenta de las consecuencias sociales de la implemen-tacin de un modelo que se estructura como el principal objeto de la lucha:

    Ante la embestida de las fuerzas del sistema para avanzar a una nueva fase de aplicacin del modelo neoliberal, di-ferentes sectores y movimientos sociales comienzan una nueva etapa de resisten-cia a tal empeo impulsado por la Con-certacin y el Pinochetismo12.

    En esa misma lnea se planteaba que

    los mineros sienten que su lucha llega mucho ms lejos y podra convertirse en un smbolo nacional y no tienen poca

  • 13 Ibid. N 743, 7 al 13 de octubre de 1995, 10-11. 14 Ibid. N 97, 13 al 19 de octubre de 1991, 21. 15 Ibid. N 104, 1 al 7 de diciembre de 1991, 18.

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    El partido comunista y las representaciones...

    razn, porque su experiencia es observa-da con atencin desde todos los rincones y adquiere connotaciones de alta sensi-bilidad poltica nacional. Adems del ca-rcter explosivo que el conflicto adquie-re para toda la zona y la solidaridad que podra despertar en el medio laboral, no ser fcil para la Concertacin explicar lo que ocurre, porque la mayora de los sindicatos en huelga militan en los mis-mos partidos de los ejecutivos con los que se encuentran en conflictos13.

    De esta forma, es posible consig-nar que la constitucin del carbn como conflicto nacional permitir distinguir al menos dos perspectivas crticas, que marcan la posicionalidad de la izquierda extraparlamentaria respecto de la demo-cracia y la democratizacin. La primera perspectiva crtica es el juicio a la dic-tadura, cuestin que prima entre 1991 y 1992, perodo de emergencia pblica del conflicto del carbn.

    Durante este periodo inicial el conflicto del carbn es enunciado y re-presentado como efecto perverso de las polticas econmicas implementadas por la dictadura militar, cuestin incor-porada a lo que se denominar como crtica al modelo, refirindose con ello al modelo neoliberal.

    Para el Partido Comunista, a tra-vs de su diario El Siglo, la explicacin de la crisis carbonfera obedece princi-palmente a que

    El rgimen de Pinochet no slo inici la preparacin para la privatizacin del carbn mediante la reduccin de cos-tos de la mano de obra. Tambin dej

    leyes de amarre que impide que ENA-CAR se asocie con capitales privados y que incluso pida prstamos al Banco del Estado. La empresa est obligada a acu-dir a la banca privada, pagando mayores intereses y soportando condiciones que dificultan su ejercicio financiero14.

    Lo anterior generara una situacin de ineficiencia productiva, intolerable a los indicadores con los que se meda el xi-to de las actividades econmicas y que pondra en jaque, segn el peridico, uno de los dogmas del modelo econ-mico imperante: la eficiencia, equidad y socialmente justa iniciativa privada15.

    Esta forma de representacin del conflicto se mantiene casi inmutable hasta el ao 1992, en el que se produ-ce una coyuntura poltica importante. Ese ao se cierra el mineral de carbn ubicado en Coronel, Schwager, cuya de-pendencia era estrictamente privada. La resistencia del gobierno a intervenir en el cierre de la mina, argumentando que ese era un conflicto entre privados, gener un cambio radical en las formas de representacin, abandonndose la re-ferencia a la dictadura y posicionando como actor central al nuevo gobierno democrtico. Las responsabilidades por lo tanto, van permitiendo al PC tomar distancia genuina del nuevo gobierno y definir una posicionalidad de oposicin a la izquierda que mantendr durante todo el tiempo que dure el conflicto. As en 1993 El Siglo consignaba: As como Aylwin, personalmente, se empea en lograr el consenso con los altos mandos

  • 16 Ibid. N 278, 28 de julio de 1993, 4. 17 Ibid. N 528, 21 al 27 de mayo de 1994, 14. (el destacado es nuestro). 18 Ibid. N 128, 16 al 22 de mayo de 1992, 23. 19 Ibid. N 90, 25 de julio al 31 de agosto de 1991, 8.

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    de las Fuerzas Armadas para solucionar las violaciones a los derechos humanos, los delfines del rea econmica han lan-zado una feroz ofensiva sobre el cobre y el carbn16.

    Un ao despus, en 1994 la cr-tica era mucho ms frontal, consignn-dose que

    Schwager cerr. Luego vendr el tema de Lota, Curanilahue y otros. Como sealaba Neruda, hace mucho tiempo que la zona del carbn entr en la muerte lenta de los rboles, y la gente lo sabe. Se nota en sus caras, aunque no lo comenten

    es que al carbn le faltan dirigentes y autoridades con mayor independencia y decisin de lucha. Ellos saben que como tales tienen que aparecer haciendo algo, pero la gente sabe que al primer apre-tn le echarn para las moras. Tienen temor de expresarse con decisin e ir al fondo del asunto: el modelo econmi-co, defendido como ley divina por el gobierno, cuya aplicacin tendrn que seguir padeciendo los mineros del carbn17.

    De lo anterior, deriva la segunda perspectiva crtica, respecto del proce-so de democratizacin, consistente en las distancias que tiene el PC sobre lo que debera ser el proceso de reconstruc-cin democrtica en nuestro pas. En ese marco el PC aprovecha el conflicto del carbn, para dibujar dos imgenes ideolgicas claves de su propuesta po-ltica. La primera de ellas, el bosquejo de un Estado interventor, capaz de ser actor clave en la mediacin del conflicto

    entre capital y trabajo. Ese Estado, muy similar a las perspectivas keynesianas de antao, constituye una propuesta de agente activo en la regulacin de la vida econmica, bsicamente a travs de una perspectiva desarrollista.

    Para solucionar el conflicto de la cuenca carbonfera el PC propone:

    una poltica arancelaria que impida la importacin indiscriminada de carbn y proteger el carbn como fuente de traba-jo de toda la regin. Desplegar un plan serio y responsable, a mediano plazo e industrializacin real de la zona, y dise-ar una poltica energtica nacional en la que el carbn sea un energtico viable en proporciones y condiciones razona-bles18.

    En todos los planos el agente central de-ba ser el Estado. Sin embargo, ese Esta-do dibujado en las expectativas del PC distaba aos luz del Estado que haba heredado la Concertacin de la Dicta-dura militar. Por lo tanto, su propuesta crtica estaba ms cargada de un anhelo que de una experiencia efectiva.

    El PC expresaba que

    Nos preocupa que frente a las demandas laborales, la nica respuesta del gobierno sea aferrarse al modelo econmico neo-liberal. Con esta opcin no es posible corregir las enormes desigualdades so-ciales ni promover la justicia social. Nos preocupa que personeros de gobierno re-curran a prcticas autoritarias y tcnicas de desinformacin, propios de la poca dictatorial19.

  • 20 Ibid. N 80, 16 al 22 de junio de 1991, 18-19. 21 Ibid. N 85, 21 al 27 de julio de 1991, 3.

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    La segunda de las imgenes ideo-lgicas que dibuja la izquierda extrapar-lamentaria, corresponde a los actores sociales y las herramientas que deban contener su accionar en la democracia. Para el PC era clave la movilizacin so-cial, nica forma de presionar organi-zadamente a los distintos agentes que estaban presentes en el conflicto. Ello lo lleva a una revalorizacin de la movili-zacin y al levantamiento de un catas-tro de repertorios de lucha social que se despliegan a lo largo de todo el perodo y que nos permite fundamentar la se-gunda tesis de este artculo, a saber, la representacin del trabajador y la rese-mantizacin de la clase como categora analtica.

    b) La construccin del trabajador: la resemantizacin de la clase como cate-gora. Del trabajador al excluido.

    En segundo lugar, el conflicto del carbn permite analizar cmo se va re-significando el concepto de clase social, a la luz de las profundas transformacio-nes que haba generado la dictadura y de las crticas a las categoras instrumenta-les con que la izquierda haba represen-tado la realidad social. En ese sentido es posible identificar que esta resigni-ficacin introduce al concepto de clase social, en particular de clase obrera, dos estratos semnticos que coexisten du-rante todo el perodo. En primer lugar, el concepto de trabajador y demcrata como primera vinculacin binaria que dota de legitimidad al minero del car-bn y que recoge la experiencia dictato-

    rial como principal eje estructurador de sentidos. En segundo lugar, el trabaja-dor del carbn como excluido del siste-ma, muy asociado a la imagen de pobre. Esta segunda aproximacin semntica prima mayoritariamente a partir del ao 94, cuando el sentido transicional del primer gobierno se va desdibujando en el debate y el PC estructura una nueva posicionalidad frente a los gobiernos de la Concertacin.

    i) trabajador y demcrata. Esta confi-guracin binaria contiene la experiencia dictatorial como eje clave de la signifi-cacin de la experiencia de los trabaja-dores, sin hacer distincin alguna. Esto permite dotar de legitimidad referencial al actor y situarlo desde una posicin simblica donde prima la tica demo-crtica como sustento de sus peticiones. El demcrata espera, el demcrata recla-ma su justa participacin el sistema, el demcrata pretende ajustar sus deman-das esgrimiendo como fundamento la consecuencia democrtica.

    El Siglo enuncia hacia el inicio de la crisis que los mineros del carbn:

    saben de la cesanta, de la extrema mise-ria, la muerte en los pirquenes, y por eso no entienden que el gobierno democr-tico, por el cual luchamos y seguiremos luchando, no los escuche y los atienda en su angustia20.

    Rescatan adems la idea de que la mo-vilizacin, la actitud activa de la gente, fue el baluarte principal para la derrota de Pinochet21 y en virtud de ello esta-blecen el espacio de enunciacin sobre

  • 22 Que coexiste con las otras representaciones, pero su aparicin es bastante espordica. 23 Ibid. N 104, 1 al 7 de diciembre de 1991, 18. 24 Ibid. N 105, 8 al 14 de diciembre de 1991, 16. 25 Ibid. N 546, 11 al 17 de junio de 1994, 6.

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    el que construyen su primera validacin poltico-social.

    La consecuencia democrtica es-grimida como fundamento de peticin, va perdiendo fuerza hacia mediados del periodo, probablemente mostrando la disminucin de carga experencial que implicaba el binomio democracia-dicta-dura. En ese sentido van predominando mayoritariamente las imgenes cons-tituidas por el trabajador-excluido y trabajador-combativo.

    ii) trabajador-excluido. La consti-tucin del trabajador como excluido del sistema, reviste un cambio fundamental en la semantizacin de la experiencia laboral por parte de la izquierda en su conjunto y que recoge las transforma-ciones generadas por la implantacin del sistema neoliberal y las nuevas prcticas laborales. En ese sentido, esa dualidad da cuenta de que el trabajo ha comenza-do a perder importancia como fuente de identidad, proceso que est ocurriendo en distintos otros espacios geogrficos simultneamente y que ha sido profun-damente trabajado por socilogos de la talla de R. Castel o Z. Bauman.

    El trabajador se vincula semnti-camente ya no slo al explotado, como en la antigua categora de clase22, sino que al pobre, al marginado del siste-ma, al que no puede consumir, al que no logra insertarse en las dinmicas del

    capitalismo tardo. As por ejemplo, es comn ver en el peridico comunista, el bosquejo de la sociedad minera como una sociedad donde Han aumentado los problemas sociales, la desintegracin familiar, el alcoholismo, la vagancia y la drogadiccin infantil, la desnutricin, entre otros males23. Todo ello genera una vinculacin extensiva del PC y la izquierda extraparlamentaria en general, con el fenmeno de representacin de la exclusin en la transicin. Para El Siglo, La pobreza imperante en el lugar, supe-ra la imaginacin de cualquier persona que no viva en la zona24.

    Dado lo anterior El Siglo y a tra-vs de l, el PC, declar su rechazo al proceso de reconversin productiva que plante el gobierno como alternativa a la crisis carbonfera. Se enfatizaba que

    Para los mineros el problema no es slo de unos pesos ms o menos, es una cues-tin que define su futuro, su calida de vida, su manera de ver el mundo, que amenaza con ser duramente trastorna-da a travs del plan de reconversin que tendr consecuencias irreversibles para los mineros y sus familias. En primer lugar, el plan de reconversin implica el aumento explosivo de la cesanta en la regin donde la labor extractiva es la principal actividad de la poblacin. Sig-nifica adems un profundo desarraigo social y cultural pues el plan de capacita-cin se orientar a la creacin de mano de obra barata destinada fundamental-mente a la explotacin maderera y el tra-bajo en el puerto de Coronel. (Se teme que se repitan las dinmicas de enganche estacional en la zona25.

  • 26 Ibid. N 540, 4 al 10 de junio de 1994, 21. 27 Ibid. N 546, 11 al 17 de junio de 1994, P.6.

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    As, desde la experiencia de margi-nalidad, de cesanta y de explotacin, se construye la tercera imagen del minero y a travs de l, del trabajador: el com-batiente.

    iii) trabajador-combativo. La ex-periencia de lucha se semantiz en la idea de combate y en la identidad com-bativa del trabajador. En esta construc-cin se rescatan ciertos ideales esencia-les de los trabajadores en su conjunto, que apelan en primer lugar a la capaci-dad de resiliencia, es decir, a la capa-cidad de levantarse y reponerse a situa-ciones adversas; y en segundo lugar, a la capacidad de resistencia a travs de la rebelda y la movilizacin. Sin embargo, a la imagen del combatiente se le escin-de el componente revolucionario, por lo que el combate se sita en la esfera de lo cotidiano, en la resistencia al mode-lo, sin que eso trascienda al espacio de disputa del espacio poltico y se exprese por tanto en conductas polticas revo-lucionarias, que excedan el marco de la coyuntura laboral propiamente tal.

    Se dibuja adems un trabajador que toma en sus manos una historia de resistencias, hacindose depositario de la experiencia pasada del movimiento obrero y resignificado a la luz de la lucha contra la dictadura en el pasado recien-te. Este do trabajador-combativo, resignifica la experiencia de clase social, amplindola a la resistencia cotidiana de la explotacin ms general y extensiva que generara el modelo neoliberal. As por ejemplo, en un pie de foto, aparece

    la siguiente leyenda: la lucha de los mi-neros del carbn se est convirtiendo en un smbolo de la resistencia social ante la aplicacin del modelo econmico26.

    En la misma lnea de la enuncia-cin anterior, el PC expresaba que

    Desde la cuenca minera de la octava regin llegan vientos de resistencia que exceden con creces las previsiones hechas por los analistas del gobierno. Sin duda la conviccin y la necesidad imperiosa de supervivencia han transformado a los trabajadores del carbn en los peones que estn a punto de dar el jaque al rey. Y este caso puede transformarse adems en un valioso precedente para los dems trabajadores del pas que, en mayor o menor medida, tambin deben sufrir la injusticia de la aplicacin del modelo econmico vigente en Chile27.

    Lo anterior lleva a que el peridi-co comunista vaya enfatizando mayori-tariamente noticias que dan cuenta de la movilizacin social, sus repertorios y las redes que construyeron los mineros para expandir y politizar su conflicto a nivel nacional. Priman las noticias de huelgas, paros, marchas, movilizaciones en solidaridad con los mineros, que van configurando la imagen de un trabaja-dor activo, resistente y combativo, que no se dejar amilanar por el gobierno, ni la derecha empresarial, pero cuyo mbi-to de resistencia es el microespacio del trabajo. Esta imagen se ve fuertemente agudizada en la coyuntura generada por la explosin de gas gris en las minas carbonferas de Lota, que dej un saldo de ms de 20 mineros muertos en el ao 1994 y que fue aunando a la imagen del

  • 28 Ibid. N 641, 03 de octubre de 1994, 5. 29 Ibid. N 645, 07 de octubre de 1994, 7. 30 Ibid. N 650, 14 de octubre de 1994, 2. 31 Ibid. s/n 22 al 28 de octubre de 1994, 5 y 6. 32 Ibid. op. cit., 5 y 6.

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    sujeto combativo la de sujeto mrtir/h-roe.

    As expresaba el peridico cuando se afirmaba que

    No, no fue el gas gris el que mat a veinte mineros en Lota. Basta ya de eva-dir las responsabilidades que son direc-tas, concretas y perfectamente identifica-bles. Los trabajadores chilenos no deben aceptar este tipo de explicaciones, que nos remontan a esta perversa leyenda, sino trgico de que siempre hubo, hay y habr tragedias en el carbn, como si esto fuera asunto de la naturaleza o del capricho de una mina, que de vez en cuando y de tiempo en tiempo, lanzan su vociferante explosin de muerte y de-solacin28.

    En un tono ms directo sealaba que

    los 20 compaeros fallecidos en Lota son nuevas victimas de la explotacin y el abuso, de la falta de oportunidades, de la imposicin de un modelo que para mantenerse necesita de leyes como la de nuestro cdigo del trabajo. Ellos, aque-llos que se llev la explosin del Gris son una razn ms para no decaer en la denuncia y la exigencia de cambios pro-fundos, para no claudicar en este com-bate contra la explotacin de los dueos del capital29.

    En suma, para los comunistas y en pala-bras de G. Marn, esto haba sido literal-mente un asesinato del sistema30, y el trabajador minero: una vctima inocen-te. Con ello se van resignificando vie-jas etiquetas como capital, trabajador y sistema, que estructuran una triada que

    vista inicialmente como preexistente, cobra nueva luz frente al anlisis de la realidad social neoliberal.

    El minero sufre, es una metfo-ra usada en mltiples ocasiones, dando cuenta de ese carcter de vctima antes sealado.

    Aqul que ha sido palero, sabr que la pala pesa cuando va moviendo un cerro. Que cada zanja que cava los va acercan-do ms pa su infierno, dice una copla que trovara hace un tiempo el do Que-lentaro. Esta verdad interna y cotidiana, que han de haber vivido y estar viviendo muchos trabajadores en nuestro pas, describe casi literalmente la realidad que sufre a travs de su historia el minero de Lota, Coronel y Lebu, y que viviera el salitre an en su apogeo31.

    Por ello, esa experiencia histrica de su-frimiento sera el soporte directo de la identidad combativa y de resistencia, porque

    Tras ese oscuro horizonte, en el que muchas veces la nica luz la constituye la oportunidad de acceder a un trabajo duro, con poca pega y el miedo siem-pre presente de perder la vida, como lo constituye la mina, aparecen los perre-ros. Son los hijos de los mineros y de las viudas de ellos, que salen en furio-sas hordas a recuperar con ese carbn sustrado a la fuerza, las esperanzas que le rob la mina. No es raro observar a esos muchachos vagando por el pueblo con algn miembro roto o con el cuerpo desgarrado al dejarse caer del camin o del tren andando, para huir luego con el botn preciado32.

  • 33 Ibid. N 663, 20 de octubre al 04 de noviembre de 1994, 9. 34 Ibid. N 743, 07 al 13 de octubre de 1995, 3.

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    Para los comunistas, por lo tan-to, el ao 94 habra marcado una poca de mayor conflictividad social que de-bera expresarse en un despertar de los movimientos sociales, sin embargo, en varios de sus nmeros cunde la decep-cin porque el movimiento no ha lo-grado mantener su capacidad de accin en el espacio pblico y por ende, habra disminuido su capacidad de influencia. Por eso aplauden las acciones desinstitu-cionalizadoras del movimiento sindical, validando actividades que soportan la accin directa fuera de la organizacin de trabajadores, esgrimiendo que

    en esta oportunidad las cosas han sido diferentes, porque los mineros tomaron la iniciativa y se saltaron las estructuras sindicales existentes para hacer lo que ellas dejaron pendientes: retomar la lu-cha decidida por sus derechos, golpear la mesa con independencia, buscar apoyo en la movilizacin y mantener una posi-cin de fuerza.

    Los mineros repusieron de sopetn el tema del carcter de clase de su lucha, desdeada por el discurso oficial a favor de los consensos. Enfrentaron al sindica-lismo a la disyuntiva de ponerse al frente del cuestionamiento global del modelo econmico o desdibujarse y quedar sin ningn protagonismo.

    Sobrepasaron las barreras de conten-cin tendidas por la burocracia sindical, las oficinas ministeriales y los compro-misos polticos y por primera vez des-pus de varios aos lograron poner ellos los trminos del acuerdo33.

    De esta forma los comunistas co-mienzan a ampliar su visin del conflic-to del carbn, para situar el problema

    local en perspectiva nacional vinculn-dolo con otros procesos de movilizacin social, que daran cuenta de una mayor conflictividad general que estara dan-docuenta del fracaso del modelo neoli-beral chileno y del despertar del pueblo. En 1995, el Siglo comentaba que en el sptimo aniversario de la recuperacin democrtica:

    En la otra cara de la realidad, all donde se debate el otro Chile del que siete aos atrs los actuales personeros oficialistas prometieron ser voceros, en esos mismos das una gigantesca concentracin contra la impunidad y por la plena justicia ante las violaciones de los derechos humanos, se realizaba en el Parque Ohiggins, la Cut daba inicio a su plan de moviliza-cin contra las leyes laborales y volva a cortar el trnsito de la Alameda en seal de protesta por el grado de olvido a que las autoridades han sometidos sus an-teriores promesas a los trabajadores, los mineros del carbn impulsaban la huel-ga contra las polticas gubernamentales aplicadas por la Enacar, se multiplicaban los conflictos sindicales en todo el pas y se multiplicaba el rechazo al paquete de acuerdos polticos y econmicos entre el gobierno, el militarismo y los grupos econmicos34.

    Todo lo anterior generara, a jui-cio de los comunistas, una escalada de protesta social que llevara a tambalear a las nuevas autoridades. Basaron sus jui-cios en esa resemantizacin de la conflic-tividad laboral, y culminaban vaticinan-do que los trabajadores vencern. Sin embargo, pese a sus mejores clculos el mineral de Lota se cerr y el movimien-to social no se expres con la fuerza que ellos previeron. Pero se fueron estructu-

  • 35 Ibid. N 278, 28 de julio de 1994, 4. 36 Ibid. N 109, 5 al 11 de enero de 1992, 2. 37 Ibid. N 109. op. cit.

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    rando nuevos ejes discursivos donde el componente de la exclusin ser asumi-do clave en la constitucin de un len-guaje poltico resignificado a la luz del sistema neoliberal.

    c) La simbolizacin del conflicto laboral en el largo plazo.

    Por ltimo y en tercer lugar, el conflicto del carbn permite analizar la historizacin simblica de los conflic-tos laborales para la izquierda extrapar-lamentaria, bsicamente a travs de las distintas imgenes y smbolos con los que se sita la coyuntura en una estruc-tura histrica de largo plazo, en el que recobran los sentidos polticos de la lu-cha de los trabajadores. As se pasa de una referencia inicial en la que predo-minan los smbolos de la recuperacin democrtica frente a la dictadura, a una de ms largo plazo en la que predomi-na la imagen de la crisis salitrera como ejemplo simblico en el que se lee la crisis carbonfera, homologacin que le permite a esta izquierda resituarse tam-bin en perspectiva histrica dentro del presente.

    Rpidamente instalada la crisis del carbn, las imgenes que se usan para situarla en perspectiva histrica, provie-nen de la crisis del salitre. As versaba El Siglo en 1994, Si la poltica de la Con-certacin se impone, en el corto plazo, las comunas y ciudades sern como las salitreras del norte. Fantasmas sin vida y sin destino35. Dos aos antes circulaba la misma imagen:

    Se repite en el sur carbonfero, la tra-gedia del norte salitrero. All en plena pampa donde Recabarren plant sus banderas, los despojos que aun quedan del saqueo constituyen el testimonio dramtico de la existencia de los pueblos salitreros, hoy convertidos en chatarra. Alguno luce como triste condecoracin, el ttulo de monumento histrico36.

    En esa recuperacin simblica la izquierda extraparlamentaria y en parti-cular el PC, se sita como el gran refe-rente poltico de los trabajadores. Junto con homologar la crisis salitrera con la crisis del carbn, se est posicionando como actor en la larga duracin de la historia obrera, pero resignificando su propio discurso en el marco de la confi-guracin de una nueva experiencia y una nueva expectativa.

    As en 1992 se resaltaba que esta lucha de los trabajadores es una lucha de larga duracin:

    El sol despuntaba y las sirenas tronaron anunciando la esperanza. Parta en esos momentos la gran marcha de los mine-ros del carbn, para exigir, con dignidad y altivez, solucin y justicia. Es que los mineros del carbn, como hace ciento cincuenta aos, estn dispuestos a luchar por sus derechos, a ser protagonistas de su destino y a impedir que los pueblos del carbn mueran por esta falsa moder-nidad del capitalismo salvaje37.

    En ese proceso los comunistas, una vez ms acompaaran al pueblo trabajador, porque

    La gente ha visto que los comunistas no estamos slo en algn momento. Estamos siempre y eso la gente lo sabe

  • 38 Ibid. N 673, 12 al 18 de noviembre de 1994, 13.

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    El partido comunista y las representaciones...

    reconocer. Es una gran enseanza que todos los comunistas debemos asumir y entender. Esa es la manera en que vamos a sumar fuerzas para la Revolucin De-mocrtica38.

    Esta ltima afirmacin, vincula expresamente la construccin comu-nista con una resignificacin de su pro-puesta ideolgica: la de la Revolucin Democrtica, con la que se situar du-rante los 3 gobiernos concertacionistas y que comenzar a abandonar lentamente despus de la muerte de su Secretaria General, la profesora Gladys Marn. La Revolucin Democrtica como concep-to permite aunar al concepto de revolu-cin el componente de proceso y no de ruptura, y a la democracia el componen-te de democratizacin que estructurar la lucha por la integracin de los exclui-dos. Este nuevo marco de resignificacin da cuenta del proceso de renovacin co-munista y el abandono progresivo de las viejas categoras histricas con las que pretenda aprehender la realidad social.