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Parte1
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Saltando por encima de pedruscos afilados, Lidia, unacazarrecompensasfuerteydepiernasmusculosas,corríadispuestaadejarselavidaporalcanzaralhombrequehabíanidoabuscar.Dracela,sudragónalado,pasóvolandoaescasosmetrosporencimadeella.
—¡Yoiréporladerecha!—gritóLidia—.Lecortaréelpasoallí.—Deacuerdo—asintióGaúl,sucompañero.Sinquitarleojo,Lidiaobservócómoaquelalqueperseguíansabía lo
que se hacía, pero al vislumbrar sangre en su costado supo que estabaherido.Eso la hizo sonreír.Aquella herida sangrante significabaque seríasuyo.
Conlaespadaenunamanoyladagaenlaotra,llegóaloaltodeunaroca al final del camino y se abalanzó sin miedo sobre su presa, unindividuollamadoBrunoPezzia.
Díasantes,LidiayGaúlhabíandesembarcadode lagoletaRizalpillaenelpuertodePerla,trassurcarelmardeBanksyconseguirrescataralahijadeun terratenientedeLondan.Larecompensaquedicho terratenienteles había prometido por recuperar a su hija sana y salva, que había sidoraptadaporuncomercianteegipcioenFeire, lesofrecía laoportunidaddecontinuarconsuparticularmisión:encontraraDimasDeceusyvengarlasmuertesdesusfamiliaresmásqueridos.
Peroelhermanodelterratenientelesencomendóunnuevoencargo,alque no pudieron negarse. Debían encontrar a un ladrón llamado BrunoPezzia,queseleshabíaescapadopocosdíasantes.Yéseeraprecisamenteel hombre que estaba ahora inconsciente en el suelo, con sangre en elcostado,yalqueLidiaamordazabayaconmaestría.
—Buentrabajo,jefa—sonrióGaúlalllegarasualtura.—Gracias—asintióella—.PerohasidoDracelaquienhaderribadoal
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ladrón,noyo.Gaúlmiróalhombrequeyacíainmóvilenelsueloy,alagacharse,vio
queerajovenyque,porlosgolpesensurostroylasangreensucostado,parecía haber sufrido una violenta tortura. Al ver cómo su compañeromirabaalindividuo,Lidialeespetó:
—Siquieres curar sucostado, ¡cúralo!,peronoquierooírniun solocomentario.Nomeinteresacómosehizoesosmoratones,nicómosepartióellabio.Cobraremoslarecompensayfindelasunto.
—Pareceuntipogallardo—murmuróDracelaconsuvozprofundayadragonada—. Creo que las mujeres de tu especie lo considerarían unhombreapuestoyagradabledemirar.
Gaúlyladragonasemiraronysonrieron.—Medaigualloquepiensenlasmujeres—bufóLidia—.Paramí,este
hombre es una simplemercancía.—Y,mirando a la dragona, añadió trasatarle al hombre las manos a la espalda—: Dracela, si tanto te gusta,disfrútaloantesdequeloentreguemosasudueño.
—Unresoplidomíoylocarbonizo—semofóladragona—.Mejorno.Diez minutos después, Gaúl cargó al individuo sobre uno de los
caballosytodossedirigieronhaciaelcaminodelSaucecansadosdelviaje.Haríannochecercadelarroyo.
Amanecía.Elbosquedespertabadelaquietuddelanoche.Lospájaroscomenzabanatrinarylosconejoscorríandeunladoparaotroenbuscadecomida para sus crías. El sol anaranjado iluminó sin piedad el rostro deLidia, que intentabadescansar enroscada en sumanta junto auna enormeroca.
—Maldita sea, ¿por qué no puedo dormir un poco más?—protestódándosemediavueltamientrassetapabalacaraconlamanta.
Sialgo llevabamal la jovenera la faltadesueño.La inquietudno ladejaba descansar. Años atrás, una mañana en que había salido a cazar alomosdesucaballoZorba,elmalvadoDimasDeceushabíaentradoensu
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casayhabíamatadodespiadadamenteasuspadresyasuhermanaCoraporelimpagodeunadeuda.
Lidianuncaolvidaríaloquehabíasentidoalregresaryencontrarseconlamacabraescena.Miedo,dolor…Esohabíasidoalprincipio.Peroconelpaso del tiempo esos sentimientos fueron reemplazados por la rabia y lafuria.
Apartirdeesedía,Gaúl,eltristenoviodesuhermanafallecida,yellamisma juraron encontrar a Dimas Deceus y matarlo sin compasión. Eltiempoloshabíaconvertidoendosreputadoscazadoresderecompensas,yaunque a la joven era la venganza la que la mantenía viva, esa mismavenganzalaestabaconsumiendo.Nopodíadescansar,yesolaibaminandodíatrasdía.
Hartadedarvueltaseincapazdeconciliarelsueño,Lidiadecidiódarsusupuestodescansoporfinalizado.
—Buenos días—la saludóGaúlmientras preparaba con un poco deharinaunaespeciedegachassobrelafogata.
—Loseránparati—replicóellaconsuhabitualmalhumor.Gaúl sonrió al oírla. Desde que habían emprendido aquella aventura
juntos, no había habido ni un solo día en que Lidia hubiera sonreído allevantarse.Apenassilohacíanunca,yesoloentristecíaenciertomodo.
Conocíaalajovendetodalavida.Aúnrecordabaalamuchachaalegrey dicharachera que había sido, a pesar de su innata brutalidad, cuandopeleabaconChenfu,unvecinochinoquelahabíaadiestradoenelartedelalucha.
Aquello, tan propio de hombres, era algo que sus padres, Tedor yMonia, siempre le habían recriminado en vida. Si continuabacomportándose así, como una muchacha excesivamente ruda, nuncaencontraría un hombre que quisiera desposarse con ella. Gaúl recordabacómoLidiasonreíaaloírlos…Poraquelentonces,siempresonreía.
—Ven a desayunar —insistió él—. Las gachas están preparadas, tevendránbien.
Con el ceño fruncido, la joven terminóde ajustarse su cota de cuerolivianaydecolocarsevariasdesuspreciadasarmasentornoalacintura.
—¿DóndeestáDracela?—preguntótrascolgarsesucarcajconflechasalaespalda.
Gaúllamiróconsusojosazules,ladeólacabezaysonrió.—QueríavisitaraunamigoenelPequeñoRío—explicó.
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Un movimiento a su derecha hizo entonces que Lidia se volviera ydesenvainaralaespada.Quiensemovíaerasuprisionero,BrunoPezzia,yporsuspintasnodebíadehaberpasadounabuenanoche.
—Porfavor,unpocodeagua—carraspeóconloslabioscasipegados.Gaúlse leacercóy, sinsoltarlo, lediounpocodeaguaqueélbebió
condesesperación.—Gracias—agradeciócondificultad.Preocupado por los vidriosos ojos del hombre, Gaúl le retiró de la
frentelamarañasuciadepeloclaroy,trastocárselaconunamano,dijo:—Estehombrenoestábien.Ardedefiebre.Lidiavolviólacabezayluegoseajustósuespadaalacintura.—Déjalo, no lo toques —murmuró—. Intentaremos que no muera
antes de llegar a su destino. Si lo llevamos muerto, sólo nos pagarán lamitadporél.
Aloíreso,yapesardeldolorquesentía,eltiposonrió:—Talvezlamuerteseaundulceregalo.Lidia lo oyó pero no lomiró. No quería implicarse emocionalmente
connadie.Gaúl,que siemprehabía sidounhombredebuencorazón, sacóunos
polvosde lapequeñabolsaque llevabasujetaa lacintura.Losechóenelaguay,trascocerlos,seacercódenuevoalindividuoconuncuenco.
—Bebeesto,Bruno.Tesanará.Aloírqueaquéllollamabaporsunombre,elprisionerolomiró,bebió
loqueleofrecíaysegundosdespuéscayóenunprofundosueño.Lidia,queyaestabarecogiendosusmantas,observóasuamigo.—Estásdesperdiciandolamedicina—gruñó.Su compañero no respondió. En ocasiones, la muchacha podía ser
excesivamenteinsensibleconlagente.Sinhablar,Gaúlsedirigióentonceshaciaunpequeñoriachueloparalavarelcazo.
Unavez a solas con suprisionero,Lidia se acercó a él. Se agachóycontemplósurostro.Sinlugaradudas,aaquelhombrelehabíandadounabuenapaliza.Conundedoleabrióunojoyvioqueteníaunosbonitosojosazules,muyacordesconsupelopajizo.
Lo observó durante unos minutos hasta que oyó que su amigoregresabay,enunsusurro,murmuróantesdealejarse:
—Sientotenerqueentregarte,peroesmitrabajo.CuandoGaúlvolvió,seencontróaLidiacomiendojuntoalfuego.Se
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sentóconellayambosseenfrascaronenunaanimadacharla,hastaqueunbuenratodespuésoyeronqueunavozpreguntabatrasellos:
—¿Quiénosmandóabuscarme?Alvolverse,vieronqueelprisionerohabíadespertado.—UnmercaderdeLondan—repusoGaúlmientrasLidialevantabala
vistaalcieloenbuscadeDraciela.—¿SebástianShol?—Elmismo—asintió él. Sentía curiosidad por saber su versión, así
quelepreguntó—:¿Quéfueloquelehicisteparaqueesehombrepaguetanbuenarecompensaporti.
Bruno,queseencontrababastantemejordespuésdetomarloquefueraqueaquéllehubiesedado,consiguiósentarse.
—Aún no le he hecho nada—repuso—, pero sabe que en cuanto lotengadelanteloharé.
—Dijoquelehabíasrobado—apostillóLidia.Sorprendido,Brunoaclarócongestosombríoaltiempoqueseretiraba
elpelodelrostro:—Enmi vida he robado nada, ymenos a unmiserable como él.Me
temeporquesabequelovoyamatar.Esegusano…—Gaúl,nome interesaescucharaestaescoria—locortó laguerrera
—.Vamos,debemoslevantarelcampamento.Aloíreso,Brunolamiró.Alta.Morena.Pelocortoyactitudchulesca,
nadapropiadelasjóvenesalasqueélestabaacostumbrado;sindudahabíaperdidolafeminidadporelcamino.
Sinembargo,sonrióymurmuróconhumor:—Quémujertandulceyagradable.¿Essiempreasí?Gaúllomiródivertidoyrespondiómientrassuamigasealejaba:—Puedeserpeor,teloaseguro.—Nomedigas…¡Quémaravilla!—Descansahastaquepartamos—apostillóGaúl.El comentario consiguió arrancarle una sonrisa al hombre, que, acto
seguido,cerrólosojosparadescansar.Lonecesitaba.UnavezGaúlllegójuntoaLidia,ellalomiróalosojos.—¿Déquehablabasconeseladrón?—inquirió.—Segúnél,nuncaharobadoy…—Nomecuentesmilongas,nomeinteresa.—Perosimehaspreguntadotú…—riosuamigo.
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Ellaasintiómolestaporqueéltuvieralarazón.—Lo sé.Pero acabode decidir que nome interesa saber nadade él.
Quieroseguirviéndolocomounamercancíayyaestá.Conocedordesusfrecuentescambiosdehumor,Gaúlguardósilencio.
Sihabíaalgoquehabíaaprendidotrasañosjuntoseraprecisamenteacallar.Unpardeminutosdespués,mientrashablabansobresuviaje,oyeron
losgritosdeunamujer.Ambosselevantarondeunsalto,asieronconfuerzalasempuñadurasdesusespadasy,consigilo,sedirigieronallugardelqueproveníanloslamentos.
Unavez junto al caudaloso arroyo, semiocultos entre los gigantescossauces llorones, observaron durante unos segundos a unamujer de largoscabellos rubios que, de rodillas en el suelo, lloraba con desesperaciónmientrascuatroenanosverdes,pelonesymalolientesreíanylamirabanconojoslascivos.
LidiayGaúlcruzaronunamiradayseentendieronsinhablar.Instantesdespués,élsaliódesarmadodeentrelosárbolesy,paraatraer
laatencióndelospequeñosseres,exclamóconvozchillona:—¡Oh,Diosmío,enanosverdes!Cuando lo oyeron, los enanos se volvierony se carcajearon al ver al
humanoquecaíatemblorosodebrucesalintentarhuir.Rápidamente,éstoscorrieronconsuscortaspiernashaciaél,olvidándoseasídelajoven.Enesemomento,Lidiaapareciójuntoalamujerylaempujóparaesconderlatraslosárboles.
—Quítaletodoloquetengadevalor—dijounodelosenanos.—Dameeseanilloquellevas—gruñóelmáspestilente.—¡¿Elanillo?!—preguntóGaúlviendocómoLidiaselasapañabacon
lamujer—.Oh,no…Esunrecuerdodemipadreyletengomuchocariño.—Arráncale el dedo o córtale la mano —dijo otro de los enanos
mientrassonreíaconsubocamellada.—¿Lamano?¡¿Mipreciosamano?!—replicóGaúltapándoselaboca.Los enanos, divertidos y envalentonados al ver cómo temblaba el
hombre,sedisponíanagolpearloconunadesuspequeñasespadascuandodeprontoGaúldiounavolteretaenelairey,despuésdecogersuespada,selevantóconunasonrisadesconcertanteydijoconvozprofunda:
—¿Quepreferís:huiromorir?Sorprendidos por la rapidez de sus movimientos, los enanos se
separarondispuestosaluchar.Peroentoncesoyeronotravozasusespaldas:
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—Cortémoslosenpedacitos,tardaremospoco.Segundos después, los cuatro enanos corrían con desesperación
escabulléndoseentrelosárbolesmientrasGaúlreíaamandíbulabatienteyLidiaobservabaalamujerdecabellosclarosquelosmirabaasustada.
Una vez la tranquilidad llegó de nuevo al bosque, Gaúl enfundó suespadayseacercóaaquélla.
—¿Estásbien?Latemblorosajovenasintióymurmurósecándoselaslágrimas:—Sí…,graciasporvuestraayuda,caballeros.Anteellateníaadosextraños,dosguerrerosdeaspectofieroarmados
hasta los dientes con espadas, dagas y arcos. Pero, cuando se fijómejor,descubrió sorprendida que el hombre de pelo negro y corto con unasacentuadasojeraseraenrealidad¡unamujer!
Alverelespantodelahermosajoven,Gaúlseacercóaella.Sihabíaalgoque nopodía soportar en estemundo era ver a unamujer llorar. Porello,ycondelicadeza,laayudóalevantarse,clavósusverdesojosenellaymurmuró:
—Tranquila. No tienes nada que temer. Nosotros nunca te haríamosdaños.EllaesLidiaÁlamoy…
Depronto,lamujerabriódescomunalmentelosojosy,alejándosedeély sin dejarlo terminar, preguntó a la alta mujer de pelo negro y actitudguerrera:
—¿EresLidia,lacazadoraderecompensas?Lamujerdeinterminablespiernasyojososcurosasintió.Gaúldiounpasoatrás.Yaestabaacostumbradoaesetipodereacción
porpartedelagentealsaberquesuamigaeralafamosacazarrecompensas.—Regresaréalcampamentopararecogerlascosas—declaró.Y,dichoesto,semarchódejandoasolasalasdosmujeres.Sinperderunsegundo,lamujerdecabellosclarosseacercóaLidia.—MinombreesPenelopeBarmey.Vivoalasafuerasdelaciudadde
Villa Silencio y estoy desesperada. Hace días llegó a mis oídos que miesposo Fenton, quemarchó hacia el norte, ha caído preso y…—Pero nopudo continuar. Las lágrimas inundaron su rostro y comenzó a llorar denuevo.
Lidia odiaba los llantos. Esa demostración de debilidad, que ella sehabía negado tras la muerte de su familia, la sacaba de sus casillas. Noobstante,alverladesesperacióndelamujer,suspiró, lelevantóelmentón
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conunamanoylepreguntódirectamente:—¿Aquéfuetumaridoalnorte?Secándose las lágrimas con su ajada túnica amarillenta, Penelope
murmuró:—Fentonfueenbuscade trabajo.Lasdeudasnosahogan,yélpensó
quepodríaganaralgodedinero.PerolosguerrerosdeDimasDeceus…—¿DimasDeceus?—lainterrumpióLidia.—Sí…Aloíresenombreselepusolacarnedegallina.Aquéleraelhombre
queellabuscabaporhabermatadoasufamilia.Llevabaañostrasélpero,siemprequeparecíatenerloatiro,seleescabullíaenelúltimomomento.
Alverquelamujerguerreralaobservabacondetenimiento,Penelopecontinuó:
—No tengo dinero, ni mucho que ofreceros, pero si me ayudáis aencontraramimaridoprometo…
Pero Lidia apenas si la escuchó. Tenía prisa. Quería entregar cuantoantesasuprisioneroalmercaderdeLondanparapodercontinuarconloqueno la dejaba descansar. Así pues, dio media vuelta y, olvidándose de ladesamparada mujer, comenzó a andar en dirección a su improvisadocampamento.
Comprendía laspenasde aquellamujer, pero ella teníaque solventarlassuyaspropias.Alverquesealejabasinescucharla,Penelopefuetrasellaylaagarródelbrazo.
—¿Meayudarás?—preguntó.Molestaporsuinsistencia,Lidiasesoltóygruñósecamente:—No.Clavando en ella su mirada triste y desamparada, Penelope declaró
entoncesentresusurros:—Hacedías,enmicaminomeencontréconunmonje.Meregalóuna
llaveélfica,y…Aloíreso,Lidialeprestóatenciónenelacto.Sabíaperfectamentealo
queserefería.—¿Tienesunallaveélfica?—inquirió.Penelopeasintió.—Sí…,ysimeayudasaencontraryliberaramimarido,prometoque
telaentregaré.Lidia sabía que el hecho de que le entregara la llave no servía para
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nada. Las llaves élficas sólo funcionaban en manos de sus dueños, perorápidamentereconsiderólaidea.
Desviarse de su camino con el prisioneroBruno Pezzia para atenderotroencargonoeraalgoqueleagradarapero,sinsaberporqué,lepreguntóalatristemujer:
—Y ¿dices que a tu marido se lo llevaron los guerreros de DimasDeceus?
—Sí…Conocedora del poder de aquella llave, la guerrera pensó en los
beneficiosqueéstapodríaproporcionarles.Y,sindartiempoareaccionaralamujer,estirólamanoylearrancódelcuellouncolgantedeorofino.
—De acuerdo—dijo a continuación—. Te ayudaré a encontrar a tumarido,perodemomentocojoacuentaestecolgantey…
—Pero…peroesecolganteme lo regalómiesposoeldíadenuestrabodaparaquenoloolvidara…—balbuceóPenelopeconmocionada.
—¡Perfecto!Asínoolvidaráslapromesaquemehicisteamí—asintióLidiaaltiempoqueechabaaandarhaciaelcampamento—.Tedevolveréelcolgante el día que libere a tumarido.Viajarás con nosotros pero nunca,recuerda,nuncahagaspreguntas,nimecuestiones,nitoquesabsolutamentenadadeloquellevoenlasalforjasdemicaballo,¿entendido?
Penelopeasintió.Lacazarrecompensaserasuúnicaayuda,yseagarróaellaconrotundidad.Trasdeciresto,Lidiasiguióandandoylajovenagarrósucaballopardoyfuetrasellaensilencio.Queríaencontrarasumarido.
Al llegar al campamento, Gaúl escuchó lo que Lidia le contaba. Lallave élfica de la mujer les vendría muy bien para ocultarse en el GranPantano,unlugaralquenadieaccedía,pueslasalmaserrantesdeloscaídoslosseducíanylosmataban.
Penelope, perdida entre aquellos dos desconocidos y al ver a otrohombretendidoenelsueloconsangreenelcostado,seacercórápidamenteaél.Pero,trascomprobarquesuheridayahabíasidocurada,sesentóasuladoaesperar.
DuranteunbuenratoGaúlyLidiahablarondelosprosyloscontrasdedesviarsedesuruta.Alfinal,ambosllegaronalamismaconclusión:poseerlaayudadeunallaveélficamerecíalapenaelretrasoenlaentregadeBrunoPezzia.
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Aquellatarde,trascaminardurantehoras,acamparonlejosdelenormebosquequesecerníaanteellos.
—Bordearemos el bosque de las Serpientes—dijo Lidia mirando elmapa.
—Nolodudes.Yonovuelvoaentrarallíniloco—convinoGaúl.Aúnrecordabalavezquesemetieronenélyestuvieronapuntodeser
aniquiladosporaquellosasquerososbichos.—Podemos llegaralvalleOscurodentrode tresdíassicogemoseste
camino—señalóLidia—.LiberaralmaridodePenelopenosllevarámenosdeunasemana.¿Quéteparece?
—¡Perfecto!—asintiósuamigo.Bruno Pezzia, que se había ido reponiendo en el transcurso de la
jornadagraciasalamedicinaqueGaúllehabíadadoyaloscuidadosdeladulce mujer que ahora los acompañaba, escuchaba a distancia laconversación.
Sin poder evitarlo, observó a Penelope y le recordó a su hermanafallecida. La fragilidad de aquélla lo hizo compadecerse de la joven,másaúncuandoviocómolaslágrimassurcabansurostrosincontenciónalguna.Sentándosemuyerguidocontraelárbolalqueestabaatado,dijoparaatraerlaatencióndesuscaptores:
—Conozcovariascuevasquecomienzanenelfaroyterminanen…—Cierraelpicootecortolalengua—gruñóLidiasinmirarlo.—Uuuhhh…,¡quémiedo!—murmuróél.AlverqueLidiaapretabalospuños,suamigolepidiótranquilidadcon
lamirada.—Vamosaver,fierecilla…—espetóBrunoacontinuación.—MinombreesLidia—locorrigióellafuriosa.Brunosuspiróentoncesconresignación.—Preciosonombre, fierecilla…—dijo en tono peleón.Al ver que la
jovenblasfemaba,continuó—:Estoyofreciéndomeaayudaros,¿esquenomeescuchas?
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Tras soltar ladagaque tenía en lamano,Lidia se levantó, diovariaszancadasparallegarjuntoaélylepropinóunpuntapiéenelbrazo.
—Hedichoquetecalles—siseó—.¿Meescuchastúamí?—¡Serásbruta!—gruñómolestoBruno.Sonriendoconmaldad,lamuchachaseagachóparaestarasualturay,
clavandosusimpresionantesojosnegrossobreél,declarómuycercadesurostro:
—Hasta el momento sólo te he acariciado, así que ¡cállate, si noquieresqueverdaderamentetearañe!
Bruno sonrió divertido y cruzó una mirada con Gaúl, que le pidiócalma.Sinembargo,élnopodíacallarsey,apesardesaberqueteníalasdeperder con aquella fiera, murmuró mientras recorría su cuerpo con unamiradalasciva:
—Simearañasmientras tehagoel amor, estaré encantadode recibirtuszarpazos,fierecilla.
El puñetazoqueLidia le soltóhizoque la caradeBruno sevolvieraviolentamentehacialaderecha.Ningúnhombrehabíaosadohablarlenuncaasí,ynoibaaseréseelprimero.
Gaúlmiróhaciaotroladointentandoocultarsusonrisa,yPenelope,alveraquello,intentómediar,peroLidiasevolvióhaciaellaylaapuntóconundedo.
—Serámejorquetecalles,¿entendido?—leespetó.La joven asintió temerosa.No quería problemas, y se sentómientras
observaba a la cazarrecompensas regresar junto a su compañero Gaúl ysentarse junto a él. Tras recobrarse del puñetazo que la morena le habíadado,Brunovolvióasonreírcondescaro.
—Sólo quería ayudaros —insistió—. Conozco el terreno y sé quevarias cuevas atajan al menos un día de camino entre el bosque de lasSerpientesyelvalleOscuro.Perocomoveoquenoos interesa,cerraréelpico.
GaúlyLidiasemiraron.AmbossabíandelaexistenciadelacuevadelaPenaydelacuevade
laDuda,peronuncalashabíanencontrado.Porello,Lidiasuspiróyluegosevolvióparaenfrentarsealosclarosojosdesuprisionero.
—¿Cómoséquenoestásintentandoengañarnos?—inquirió.Al ver que ella lo miraba por primera vez a los ojos en busca de
preguntas,Brunosonrióydijoparadesconciertodetodos:
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—Ahorasoyyoelquenoquierehablar.Lidiaselevantódenuevoenelactodispuestaasacarlelainformación
agolpes,peroGaúllasujetóylahizosentar.Debíandejarlascosascomoestabanydescansar.
Alamañanasiguiente,elhumordelaguerreranohabíamejorado.Sinmediarpalabra,BrunosubióalcaballopardodePenelopeayudado
porGaúl.Deprontoviounamanchaoscuraqueplaneabaenelcielosobresuscabezasysetiródelamonturajuntoalajoven.
—¡Acubierto!¡Dragones!—exclamó.Lidia miró entonces al cielo y reconoció en la panza del susodicho
dragónlamarcadeDracela.Sudragona.Asípues,continuómetiendosusenseresenlasalforjassininmutarse.
Alverqueaquella incautanoseponíaa resguardo,Brunose levantóconlasmanosatadas,corrióhaciaellayseleabalanzóparaprotegerla.Dossegundosdespués,ambosestabanrodandoporelsuelo.
—Maldita sea, ¿por qué me has empujado, idiota? —gritó Lidiamientrasintentabazafarsedeélapatadas.
Gaúl, que había presenciado la escena divertido, ayudó a Penelope alevantarsey lepidiósilencioalcomprobarqueelprisioneroseencogíaalverlasombradeladragonasobrevolardenuevosuscabezas.
—Teestoysalvandolavida,malditagruñona,¿esquenoloves?—sequejóBrunomientraslaaplastabaconsucuerpoyreptabahastallegarbajoelcaballodelajoven.
—¿Salvándome?¿Dequémeestássalvando,sipuedesaberse?Mirandoentrelaspatasdelanimalalcielo,élmurmuró:—Heavistadoundragónsobrenosotrose intentoquenotemate,¿te
parecepoco?Sorprendidaporsuacción,Lidiasonriósinpoderevitarlo.Ysutímida
sonrisanolepasóinadvertidaaGaúl.—Esedragónes…—empezóadecirella.
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PeroBruno,alverqueelenormebichovolvíaapasar sobreellos, letapólabocaconlasuyapropiaysusurrócontrasuslabios:
—Calla,nohables.Durante unos segundos, Lidia yBruno permanecieron con los labios
pegados.Esaintimidadsetornódulzonaycalientey,cuandoélcomenzóasonreír,Lidiaseliberódesuabrazodeunapataday,trasrodarporelsueloparaalejarsedeél,leespetómientrasselevantaba:
—Quesealaúltimavezquehacesalgoparecido,otejuroque…que…Poniéndoseasuvezenpie,Brunomiróalcieloy,alverlodespejado,
preguntó:—¿Oqué?Lidiadesenvainóentoncessuespada,selapusoenlagargantaysiseó:—Otejuroquetemato.¿Entendido?LabocadeBrunosesecóalinstantealpercatarsedequeeldragónque
segundos antes volaba sobre sus cabezas caminaba hacia ellos contranquilidadsinquelajovensedieracuenta.
Gaúl, que observaba la escena, cruzó unamirada con su amiga y lainformó de lo que ella ya imaginaba. Sin retirar su espada del cuello deBruno,lajovendeclaró:
—TepresentoaDracela,midragona.Ellameayudóacapturartey,sivuelves a propasarte conmigo, te aseguro que también me ayudará adeshacermedeti,¿verdad,Dracela?
La criatura alada, de color violeta y escamas afiladas, se detuvo aescasos metros de ellos y, enseñándole los enormes dientes, acercó sucabezahastaBrunoyafirmóconvozronca:
—Seráunhonorcarbonizarlooarrancarlelacabeza,jefa…Elapuestoguerrero,aloír lascarcajadasde todos, incluidas lasde la
dragona,sesintióridículoyhumillado.Lehabíantomadoelpelo.Brunohabía intentadoprotegeraLidiadeunpeligro,yellanohabía
sabidodarleaesedetallesuvalor.Poreso,cuandoellaretirólaespadadesugarganta,regresóhastaelcaballodePenelopesindecirnaday,agarrándosecomo pudo, montó encima. Segundos después, Gaúl ayudó a Penelope aacomodarsedelantedeélytodosprosiguieronviaje.
Durante horas, un sol de justicia los abrasó a pesar de queDracelaintentaba volar sobre ellos para proporcionarles algo de sombra. Pero ladragonatambiénnecesitabarefrescarse,yelsolparecíaestarensucontra.
Enunpardeocasiones,lasmiradasdeBrunoydeLidiaseencontraron
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y,aunquerápidamenteellaretirólasuya,élintuyóqueensufuerointernosehabíadespertadouna curiosidadque el día anterior no existía, y eso legustó.
Concautela,rodearonelbosquedelasSerpientes.Sabíanquecomoseacercaran a él la salvaje arboleda los atraparía y tendrían problemas.Agotado por el viaje, Bruno se fijó en que el desvío para el faro estabacercanoy,azuzandoelcaballopardodePenelopehastaponerloalaparqueeldelavalerosaguerrera,lainformó:
—LascuevasdelaDudaydelaPenaestáncerca.¿Queréismiayudaono?
Lidia miró entonces a Gaúl, que asintió, y se disponía a respondercuandodeprontounenanoazulaparecióanteellosagotadoysudoroso.
—¿Qué ocurre? —preguntó la guerrera al ver la piel deslucida delenano.
Éste se detuvo en seco y gritó horrorizado antes de que una flechapasarasilbandoporsulado.
—¡Trolestufosos!Sinperderunsegundo,todosdirigieronsuscaballoshaciaunpequeño
montículo que les serviría de escudo y, tras desmontar, Bruno dijoacercándosealamorena:
—Suéltamelasmanos.—No.—PorelamordeDios…,conellasatadasnopodréayudar.—¿Tecreesquesoytonta?—replicóLidia.Derepente,unadocenadetrolestufososaparecierondelanada,acuál
mássucio,pegajosoyfeo.—¿Crees que es momento para pensar si yo te creo tonta o no?—
replicóBruno.—VuelveconPenelopeydéjameenpaz—bufóella.Desesperado por verse atado y limitado en sus movimientos, el
prisioneroseabalanzóentoncessobrelajovenguerreraylesiseóenlacara:—Esos troles tufosos son carnívoros y muy peligrosos. La única
maneradematarlosesclavándolesalgoentrelosojos.Conuncerterotiro,Lidiaincrustóunaflechaentrelosojosdeunade
lascriaturas.—¿Tepareceunbuentiro?—Perfecto —asintió Bruno, pero al ver aparecer a más bichos de
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aquéllos se impacientó—. Desátame las manos de una vez, malditacabezota,yterminaremosconestosasquerososenunsantiamén.
Conrapidez,Lidiavolvióacargarsuarcoy,sincontestar,comenzóalanzar junto a Gaúl flechas contra las malolientes criaturas. Pero, trasaquellosprimeros,aparecieronotramediadocenay,trasésta,otra,ylacosacomenzóacomplicarse.
Bruno,queyalehabíapedidorepetidasvecesaLidiaquelosoltarasinqueellalehicieracaso,reparóenquePenelopellevabaunapequeñadagaalcinto.
—Suéltame si no quieres que todos muramos aquí y ahora —laapremió.Al ver que la joven lomiraba con ojos dudosos, insistió—: Porfavor,confíaenmí.
Tres segundos después, cuando los troles se abalanzaron sobre ellos,Lidia tiró el arco y, sacando su espada larga de la cintura, comenzó unaencarnizada lucha con varios de ellos, a los que fue clavando con la otramanosupequeñadagaentrelosojos.
Al ver a Bruno liberado correr hacia él, Gaúl no lo dudó ni por unsegundo,lelanzóunadesusespadasycomprobócómoelotrocomenzabaalucharconfierezay,enmenosdeloqueimaginaban,sevieronrodeadosdeuncentenardetrolesmuertos.
Cuando comprobó que no aparecía ninguno más, Lidia se miró elbrazo. La habían herido y debía curarse, pero al ver a Bruno preguntómolesta:
—¿Quiéntehadesatado?Élnorespondiósinoque,envezdeello,mirándolelaherida,preguntó:—¿Estásbien?Sin el menor gesto de dolor, Lidia asintió y aclaró con una sonrisa
helada:—Porsupuestoqueestoybien,¿acasolodudas?BrunocruzóentoncesunamiradaconGaúl.—No—murmuró—.Nolodudo.Perohayquecurarte.—Luego—gruñoella.PeroBruno,queeraaúnmáscabezotaquelaguerrera,yaunariesgo
derecibirunespadazo,lasujetóeinsistió:—Ahora.Susmiradasvolvieronaencontrarseeneseinstante.—Eres una muchacha muy hermosa para pretender ser tan dura —
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declaróélbajandolavoz.Boquiabierta porque la viera como una chica guapa y no como una
guerrera,LidiasedisponíaareplicarcuandoBrunoafirmó:—Si te hubiera conocido en otras circunstancias, ten por seguro que
habríaestadoencantadodecortejarte.Ella loobservósinhabla.Legustaraono reconocerlo,aquellosojos,
aquellos labiosyaquellasonrisadescaradayseductora laatraíancomounimány,conscientedecómosucorazónseacelerabaalescucharloteniéndolotancerca,murmuró:
—Aléjatedemí.Brunoasintióysonrióalvercómolomirabaella.—Cúrate y, en cuanto acabes, proseguiremos nuestro camino —
declaró.Sinmiramientos, laguerrera se curó la feaheriday, cuando terminó,
BrunodijomontándosealomosdelcaballoconPenelope:—Vayamoshacialacueva.Elhedordeestospestilentesbichosatraerá
rápidamenteaotrosdesuraza.Lahumedaddelacuevadesvaneceránuestrorastro.
Porextrañoquepudieraparecer,Lidianodijonadayobedeciósinmás.Al ver que su prisionero no había intentado escapar al estar libre de susataduras, montó a su vez sin mediar palabra y, tras una rauda y rápidagalopada,todos,incluidoselenanoazulyladragona,entraronenlacuevaoscura.
Unavez en el interior,Brunodesmontó ymiró aLidia ignorando suentrecejofruncido.
—Aquíhaydoscaminosquedesembocanenelmismolugar.—¿Adóndellevanesoscaminos?—preguntóGaúl.—A un templo abandonado situado al oeste del bosque de las
Serpientes.Cercadedichotemplopasaunasenday…—Sabemos a qué senda te refieres —lo interrumpió Lidia mientras
Penelopeleajustabacondelicadezaelapósitodelaheridadelbrazo.Brunolamiróconintensidad,ydeinmediatoellanotóquelasangrele
hervía en las venas. Entonces él reparó en que la sangre le chorreaba denuevoporelbrazo.
—Vuelvesasangrar—dijoacercándose.Ellasemiróysuspiró:—Noesnada.
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—Lidia,esmejorquetecambieslacura—murmuróladragonaalverlasangre.
—Nohacefalta,Dracela.Noseaspesada—protestóella.Pero Bruno, que no estaba dispuesto a que la sangre continuara
manandodesubrazo,seacercómásaellayconvozíntimasusurró:—Mepreocupascuandoteponestantestaruda.Esas simples palabras, su cercanía y la intensidad con que lamiraba
consiguieronqueelestómagode laduraguerrerasedeshicieray,antesdequepudieradecirnada,éllaagarródelamano.
—Siéntate—leordenó.GaúlyDracela semiraronsorprendidosysonrieron.Ningúnhombre
había conseguido pasar de la nada al todo con Lidia como lo estabahaciendoése.
Conscientedecómoaquelhombrepodíaconsuvoluntadguerrera,ellasedispusoaprotestar,peroélinsistióconmimo.
—Losé.Túsolasabescuidartemuybienynomenecesitas.Peronosóloamímepreocupaqueestésherida,¿noesasí?—Todosasintieron,yBrunoprosiguiófelizdesentirse respaldado—:Venga,sébuenaypermitequePenelopetecureencondiciones.
—¿Quiéntecreesqueeresparamandarme?—protestóella.Elhombredeojosclarossonrió.—Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con él —terció la
dragona.—Gracias,Dracela—murmuróBrunodebuenhumor—.Ademásde
lista,erespreciosa.LacriaturaaladapestañeóantelacaradeasombrodeLidia.—Paraserdetuespecie,¡eresmuygalante!—repuso.Lidia arrugó el entrecejo y puso los ojos en blanco al distinguir la
miradadivertidadeGaúlantesu tonteo.Nosoportabaquenadie la trataracomoaunaniñay,cuandofueaprotestar,aquelpresuntuosoalqueapenasconocíayqueparaellaeratansólomercancíaqueentregardijoponiéndoleundedosobreloslabios:
—Vamos,fierecilla…Danoselgusto.—Nomellamesasí—siseóella.Brunosonrió.—Dejadeprotestar,cúratey,cuandodejesdesangrar,proseguiremos
nuestrocamino.
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Pormucho que la jorobara sabía que debía de hacerlo. El olor de lasangre atraería no sólo a los troles, sino también a cientos de bestias y,resoplando,sepusomanosalaobra.
UnavezPenelopeacabódecurarla,Lidiasepusoenpie.—Una vez salgamos del templo Abandonado —indicó Bruno—,
tendremosantenosotrosunagranllanurahastallegaralvalleOscuro.Ahoraúnicamentequedaelegirquécaminoqueréis tomar,sielde lacuevade laPenaoeldelacuevadelaDuda.
—Oh…,complicadadecisión—replicóDracela.Desconcertadacomonuncaensuvida,ynosóloporestarenaquella
tesitura,LidiamiróaGaúl,que,encogiéndosedehombros,ledioaentenderque le daba igual. Ninguno de los dos había recorrido nunca aquellascuevas.
PenelopeyBruno losobservaronmientrasesperabansucontestación.FinalmentefueLidiaquienhabló.
—Tú,quehascruzadoambascuevas,¿cuálnosaconsejas?—Élsonrióy, al hacerlo de aquella manera que le quitó hasta el hipo, ella se pusonerviosa y añadió en un siseo—: Espera…, espera…, espera. ¿Por quédebemosconfiarenti?
—Porqueenesteinstantesoyvuestraúnicaopción—respondióél.—¿Opción?¿Túeresnuestraopción?—exclamóLidia.—Sí, fierecilla. Así es, aunque te retuerza un poco las tripas
reconocerlo.Suseguridad…Suarrogancia…Sucontención…TodoelloenojóaúnmásaLidiay, llevándose lasmanosa lacabeza,
gritó:—¿Qué hago dejando mi vida y la de mi gente en manos de mi
mercancía?—Mira, me habían llamado de todo excepto ¡mercancía!—se mofó
Brunoapoyándoseenlapared.Furiosaporelautocontroldeaquelhombre,laguerreraseacercóaéla
grandeszancadas.—Tecreesmuygracioso,¿verdad?—leespetó.Él lamiró y, tras pasear con lujuria sumirada por aquel cuerpo que
tantollamabasuatención,afirmóentonobajoparaquesóloellalooyera:
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—Acadasegundoquepasa,meparecesmásbonitaeinteresante.Lidianodabacréditoasusoídos.—¡Túerestonto!—lesoltó.Brunosonrióy,acercándoseunpocoaellaparahacerleverquenolo
intimidaba,respondió:—Si sigues comportándote de este modo, al final voy a tener que
besarte.—Atrévetey te arrancaré la lenguadeunmordisco—leescupió ella
boquiabiertaporsudescaro.—Hummm…,nometientesoyotearrancaréatiotracosa.Incrédula.Ésaeralapalabra,¡incrédula!Aqueltipoeraosado,atrevido,imprudenteydesvergonzado.Y,cuando
ibaalargarlecuatrofrescasparaponerloensulugar,élseapartódeellaycaminóendirecciónaPenelope.
—¿EstásseguradequetuesposoestáenelvalleOscuro?—Alverqueaquélla no contestaba, insistió—: Te lo pregunto porque ya pocosprisionerosquedanallí.
—Las últimas informaciones que oí fueron ésas—susurró Peneloperetorciéndoselasmanos—,peroyo…
Al ver la desesperación en el rostro de la joven, Bruno la consoló.Odiaba ver sufrir a una mujer. Y, tras pasarle la mano con delicadeza ycariñoporlamejilla,dijo,consiguiendoasíquealgoenelpechodeLidiasedesbocaraysintieraunextrañocalorensusentrañas:
—No te preocupes, seguro que lo encontraremos. Te lo prometo,Penelope,yyosiemprecumplomispromesas.
El enano azul, que hasta elmomento había permanecido en silencio,intervinoaloírloshablar:
—¿Quéyaquiénesbuscáis?Penelopevolvióarelatarentoncesloocurridoconsuesposo.—Mispadresestabanretenidosallí—declaróelenanoparasorpresade
todos—,quizáestéconellos.—¡Oh,Diosmío!—sollozólajoven.Alverquetemblaba,Lidiaseacercóaellamientraselenanodecía:—LoúltimoqueséesquetodoslosqueestabanenvalleOscurofueron
trasladadosalcastilloMerino.Allímedirigíayo.—Y¿túporquéestásaquísolo?—quisosaberGaúl.Elhombrecillomurmuróentoncesconpesar:
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—Unosogrosmeasustaron, salíhuyendoendirecciónopuestaamispadres y eso fue lo que me salvó de caer en manos de los guerreros deDimasDeceus.
—¿Cómotellamas?—preguntóDracela.—RiscoMancuerda.Conmovida por saber que la familia del enano azul había corrido la
mismasuertequesumarido,PenelopeseemocionóyBrunolaabrazó.Rápidamente,GaúldiounpasoadelanteymiróaLidia.—Jefa,túdirás.Con la boca seca por lo que aquel hombre llamado Bruno le hacía
sentir,ellacarraspeóy,acercándoseasudetenidoconunacuerdaparaatarlelasmanosdenuevo,leindicó:
—GuíanosporlacuevadelaPena.Sin embargo, él dio un paso hacia atrás para separarse de ella y de
Penelopeyafirmóaltoyclaro:—Noiréatado.Lidialomiródesafiante.—Irásatadoypunto.Mirándoladirectamentealosojos,Brunoseagachóentoncesparaestar
asualturaymurmuróenvozmuybaja:—Sólomedejaréatarpor tieldíaque te tengadesnudaenmicama.
Nadamás.—¡Uyyy!—semofóDracela.ElbofetónqueLidialesoltóretumbóportodalacueva.—Vuelveadeciralgoparecidoyteaseguroquenoteato,sinoquete
mato—juróy,furiosa,sealejódeélparahablarconGaúl.Ladragona,viendoqueBrunosonreía,murmuródivertida:—Noseastantruhanydescaradoconlajefa,yrecuerda:tengounoído
muyfino.Brunosonrióy,alverqueLidiayGaúlloobservaban,declaró:—Simeatáislasmanos,noosguiaré.LacuevadelaPenaespeligrosa
y,unavezentremosenella,unaextrañaangustiaosatenazaráel corazón.Sólo alguien que haya pasado antes por ella está inmunizado y podráarrancarosdelatristezaalaqueossumiráomoriréisenelinterior.
—Yjustóhasdesertú,¿verdad?—semofóLidia.—Por supuesto, fierecilla—respondió él, con lo que se ganó una de
susmiradas aniquiladoras.Luegoprosiguió con rotundidad—:Además, si
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apareciesealgúnatacante,noquieroestarendesventaja.Debéisentenderlo.GaúlyLidiacruzaronunamirada.Alcabo,ellaresopló.—Deacuerdo—dijodemalagana—,peroándateconojo.Sidescubro
quenosengañasohacesalgoincorrecto,juroquetemataré.—¿Enserio?¿Deverdadestaríasdispuestaacobrar tansólo lamitad
de la recompensa por tu mercancía?—bromeó él al recordar lo que ellahabíadichodíasantes—.Miraquesimueropierdovalor,fierecilla.
Tras dar un puntapié en el suelo y agarrar la daga de su cintura confuerza,LidiaresoplóycaminóendirecciónaDracela.Necesitabaalejarsedeaquel idiota engreídoo le arrancaría la lengua.Cuandopasó junto a ladragona,éstamurmuróconunatontasonrisa:
—Vaya,vaya,jefa…Porfinalguienquenoteteme.Aloíreso,laguerreraseparóensecoy,clavandosufuriosamiradaen
sufieldragona,siseó:—¿Quétalsicierrasesabocaza?Dracela asintió y no dijo más. Bastante tenía con reír para sus
adentros.Un rato después se sumergieron en la cueva de la Pena y, nadamás
ponerunpieensuinterior, todossintieronunaprofundatristeza.Milesderecuerdos,desentimientosysensacionescolapsaronsuscorazonesy,apesardequenadiedijonada,elabatimientolosasaltó.
Gaúl recordóasupreciosaydelicadanoviaCora,y lomuchoque lahabía querido. Lidia pensó en sus maravillosos padres y en su increíblehermana y se emocionó. Penelope evocó a su cariñoso marido Fenton.Dracelaasumadre,yelenanoasufamilia.
Todos, a excepción de Bruno, recordaron a sus seres perdidos, y laangustia en ciertosmomentos se tornó tan abrumadora que, si no hubierasidoporqueél, conocedorde loqueaquella cuevaprovocaba, los sacódesus recuerdos, habrían terminado muertos de melancolía en cualquierrincón.
Conmovido,BrunosefijóenLidia.Ensupadecimientoal recordarasuspadresyasuhermanayensusonrisacuandoellacreíaquehablabaconellos. El grito desgarrador por algo ocurrido en su pasado, que regresabapara atormentarla, hizo que la estrechara contra sí y ella lo abrazóangustiadaenbuscadecobijo.
Duranteunos instantes, sinpercatarsedequeestabaensusbrazos, laguerreraseapretócontraél.Brunopudoolersupiel,supelo,rozarconun
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dedosusuavemejilla,yellasetranquilizócuandoéstelabesóenlacabezaylaacunóconmimo.
Cuando por fin alcanzaron la salida de la cueva, Bruno se ocupó desentarlos a todos en el suelo y aguardó a que sus recuerdos tristes sedesvanecieran.Setranquilizócuandosusrostroscomenzaronanormalizarseylaslágrimasdesaparecieron.
—¿Dóndeestamos?—preguntóLidiacuandotomóconcienciadequehabíanconseguidoatravesarlacueva.
Alverquesumiradadesafianteregresabaaella,Brunosonrió.—EnunabodegasubterráneadeltemploAbandonado.Dracela,que,durantesupasoporlacuevadelaPena,habíaperdidosu
color,abriósusalasypreguntó:—¿Quéhapasado?Sinquerercontartodoloquehabíaoído,Brunopreguntóasuvez:—¿Estáistodosbien?Losdemásasintieron.Entonces,Gaúlloagarróporelhombro.—Gracias—declaró.Brunosonrióy,sinmiraraLidia,queestabaasulado,murmuró:—Nohayquedarlas.Despuésdetomarresuellosalierondeaquellugary,unavezvieronque
nadie transitaba por aquella senda,montaron de nuevo en sus caballos y,ocultos por la oscuridad de la noche, cabalgaron a través de una enormellanuramientrasDracelavolabasobreellos.
Sindescanso,prosiguieronsucaminohastaquevieronunaspequeñaslucesañilesresplandeceralolejos.Prontooyeronelsonidodelvientoentrelascopasde losárbolesysupieronqueestabancercadelvalleOscuro.Selespusolacarnedegallina.Peronadieparó.
Continuaron su camino y antes de que amaneciera llegaron a lasinmediacionesdelcastilloMerino.
Semiocultos,comprobaronqueunogroydoshumanosdeaspectofieroy vestidos de cuero oscuro vigilaban la puerta y los alrededores. Vistoaquello,seretiraronaunlugarmásseguro.
—Hecontadotresvigilantesenelexterioryvariosenlasalmenas—dijoDracela.
—¿Cómo podremos pasar? —preguntó Bruno mientras Lidiacomenzabaadibujarconunpaloenelsuelo.
—Sólohayunamanera—respondióella.Y,dirigiéndoseaPenelope,
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añadió—:Túyyoiremoshastalapuertacontoneandolascaderasparaqueseleshagalabocaagua.
—Oh,no…—susurróasustadalajoven.Lidia,quenosepercatódelgestodesorpresadeBruno,insistió:—Es la única solución, Penelope. En cuanto esos idiotas vean a dos
mujeressolas,bajaránlaguardia.¡Nofalla!Loshombressonasídesimples.Brunoibaadeciralgoendefensadelarazamasculina,peroGaúlsele
adelantó.—Necesitamos más monturas para poder huir. —Y, señalando las
cuadras,indicó—:Dadnosunosminutosantesdeirhaciaellos.Brunoyyonosharemosconvarioscaballos.Los llevaremos juntoa losnuestrosparaquelahuidaseamásligera.
—¡Buenaidea!—asintióLidia,quienhabíacogidounaampliafaldadelabolsadesucaballoyselaponíadejándosebajoellasuespada—.Cuandoestéisdondeloscaballos,hazmeunaseñalynosotrasentraremosenacción.
—Deacuerdo—convinosuamigo.—Cuando desaparezcamos tras aquel muro —prosiguió ella—,
avanzadymatadalogroquecustodiaelportón.ParaesemomentocreoquePenelope y yo ya habremos acabado con los dos hombres y habremosregresado.—Lidiasevolvióentoncesparamirarasudragonaycontinúo—:Dracela,quieroquevuelesycon tualientode fuegocarbonicesa losqueestánenlasalmenasparaquenosotrosentremosenelpatiodearmas.Risco,tú ayúdalos a entrar en las mazmorras. Una vez allí, liberaremos a losdetenidos y saldremos por el mismo lugar por donde hemos entrado.CogeremosloscaballosycabalgaremosendirecciónaVillaSilencio.
—Estoy impresionado por tu rapidez para urdir un plan —se mofóBrunoaloírla.
Sinmuchasganasdesonreír,Lidialomiró.—¿Se teocurrealgomejor, listillo?Porque, si es así, adelante, todos
deseamosescuchartumaravillosaidea.Bruno agarró entonces a Lidia del brazo y, con una media sonrisa,
inquirió:—¿Paratodoeresigualdelocayarriesgada?—Sí—contestóellacondescaro.—Mmmm…,megusta.Ytrastirardeella,labesóenloslabiosparasorpresadetodos.Porprimeravezenlavida,Lidiasesentíavencida.Notarloscarnosos
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ytibioslabiosdelhombreseleantojódeliciosoydelirantealmismotiempoy, sin poder rechazarlos, los tomó y los disfrutó durante unos segundos,hastaqueéllaapartóysonrióalversugestodesconcertado.
—Tencuidado,fierecilla—leadvirtió.Sindarle tiempoadecirohacernada,Brunose levantó juntoconun
sonrienteGaúl y ambos se alejaron hacia las caballerizas en busca de lasmonturas.Lasmujeressequedaronasolas.
—¿Estásbien?—preguntóPenelopealverlatodavíaboquiabierta.Confundidaporloqueaquelbesolehabíahechosentir,Lidiaasintió.—Sí…,sí…,essóloque…—Essóloqueeldetuespecieteagrada,¿verdad?—semofóDracela.Con una extraña sonrisa, Penelope miró a la desconcertada
cazarrecompensasydeclaró:—Debo decirte que hacéis una bonita pareja, Bruno y tú. Deberías
darleunaoportunidad.Seloveinteresadoporti.Eneseinstante,Lidiareaccionó.¿«Oportunidad»?¿«Interesado»?Y,tomandolasriendasdesucuerpo,miróatrásy,alencontrarseconla
miradadeaquelquelahabíabesado,sonrióydijo:—Sieseguaperassecreequenovoyacobrarlarecompensaporél,¡va
listo!—Pero,Lidia,él…—No,Dracela—cortólaguerrera—.Nodigasnadamás.Penelope le sonrió a ladragonay, cuando fue a añadir algo,Lidia le
ordenócallar.Debíanestaratentasalaseñaldelosdoshombres.Instantesdespués, mediante un sonido animal Gaúl le indicó que los caballos yaestabanensupoderyqueelplandebíacomenzar.
—¿Estáspreparada,Penelope?—Nooo…Lidia la miró y, consciente de que la necesitaba para que el plan
funcionara,preguntó:—¿Quieresonoquieresrescataratumarido?—Sí,pero…—Nohayperosquevalgan.Siquieresrecuperaratumarido,colócate
amiladoeintentaseduciraesosidiotascomolovoyahaceryo.Penelope suspiró. No quedaba más remedio y, tras ponerse en pie,
comenzóacaminarsiguiendoaLidia.Tal y como había pronosticado minutos antes la guerrera, los dos
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hombres que custodiaban la fortaleza junto al ogro, al ver aparecer a dosmujeresbellasysolasseolvidarondesusobligaciones.
—Alto ahí. ¿Quiénes sois?—preguntó elmás alto al verlasmientrasrecorríasucuerpoconmiradalasciva.
Aunque se sentía como paralizada, Penelope intentaba guardar lasapariencias.No estaba en absoluto acostumbrada a que lamirasen de esemodo. Lidia, en cambio, dio un paso al frente y, pasándoseprovocadoramentelamanoprimeroporlacurvaturadelcuelloyluegoporsuspechos,murmuróconvozsensual:
—NuestrosnombressonMelvayAeilin,y…—Bonitos nombres, los vuestros —asintió el guerrero más bajito
mientras observaba con actitud pecaminosa el fino talle de Penelope y sudulceboca.
Alver la carade sustode sucompañera,Lidia lepidiócalmacon lamiraday,contoneándosecomohabíavistohaceralasmujeresqueofrecíansusfavoresenlasmancebíasacambiodeunasmonedas,dijocondescaro:
—MihermanayyovamossolasdecaminohaciaBonow,yqueríamossabersipodríaisproporcionarnoscomidaydescanso.
Losguerreros semiraronconpicardía.Dosmujeresbellasy solasenmedio de aquel lugar sólo podía significar una cosa para ellos: diversión.Trasordenaralogroquesequedaraenlapuertavigilando,lostiposdejaronsuslanzasapoyadasenelmurodelafortaleza.Acontinuación,elmásaltose acercó a las muchachas en actitud fanfarrona y murmuró echando sualientopestilentealaesculturalmorenadepelocorto:
—Enlacabañaenlaquenosalojamostenemoscomidaparavosotras.—Oh,¡quéamables!Y¿dóndeestáesacabaña?—preguntóLidiacon
unasensualsonrisamientraspensaba«Habéispicado,idiotas».Elguerreroriomirandoasucompañero.—Tras la fortaleza —indicó—. Si nos acompañáis, os
proporcionaremoscomidaydescanso…,siosapetece.—¡Quémaravillosa idea!—murmuró Lidia pasándole cariñosamente
eldedoporlabarbillaalhombre,querápidamentelatomódelacintura.Penelope,quehastaelmomentohabíapermanecidoensilencio,quiso
correrendirecciónopuestaalveraquello. Irconesosdosasucabañaeraunalocura.PeroalverqueLidiacomenzabaacaminarhaciaellateraldelafortaleza,decidióseguirla.Nolaabandonaría.
Cuando doblaron la esquina, la luz de las antorchas desapareció y a
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Penelopeselepusolacarnedegallinaalnotarlacallosamanodelguerrerodeslizarseporsucintura.Noobstante,respiróhondoysiguióandandotrassucompañerayelotrohombre,quereíanacarcajadas.
—Eres muy bonita, ¿lo sabías?—carraspeó el guerrero cerca de sucuello.
Cuando la joven señora Barmey se disponía a contestar, una rápidamiradadeLidialeindicóqueestuvieraatenta.Penelopesellevóentonceslamanoalcintoytocósudaga.Condelicadeza,ladesenfundóy,cuandovioaLidiaempujaralguerreroconganascontralapareddelafortaleza,ellahizolomismo.
Comoerade esperar, loshombres reaccionaronconpremura, pero lacazarrecompensasfuemásrápidayhundiósinpiedadladagaquesacódesucintoenelestómagodesuacompañante.
El hombre que iba conPenelopedesenvainó entonces su espaday lablandiódelantedeél.
—Malditasmujerzuelas—espetósorprendido—,¿quéhacéis?Con rapidez, Lidia extrajo su daga del cuerpo inerte del primer
guerrero y, tras limpiarla con la camisa de aquél, siseó con gesto fieromientrasselevantabalafaldaparasacarlaespada.
—Yoquetúsoltaríaelarmasinoquieresmorir.Peroelguerreronoestabadispuestoaacataraquellaordenyembistió
rápidamente.Losaceroschocaronentresíysaltaronchispas.LaarremetidahizosonreíraLidia,aquienlaluchalegustabatantocomoaPenelopetejer.
Elhombre,furioso,volvióalataquey,sorprendidoporlajovendepelonegro,sedefendiódeunespadazohorizontalquelohizotambalearse.
—Bajatuespadaomorirás.Tefaltavelocidad.Esaspalabras tocaronen lomáshondoalsoldado.Éleraunhombre,
ellasólounamujer.Y,siseandoconfuria,murmuró:—¡Nunca!Ymenosanteunamujer.Lidiavolvióasonreíry,moviéndoseconseguridad,replicóal tiempo
queasestabaunespadazobajoendiagonal:—Nuncavuelvasaponerendudalafuerzanielpoderdeunamujer.Te
puedesorprender.Losaceroschocarondenuevo.Lidiamanejabalaespadaconprecisión.
Durante unos minutos, ambos pelearon con crudeza embistiendo yrechazando enérgicamente los golpes del contrincante. Se atacaban condeterminación,dispuestosanoaceptarladerrota.Eraviviromorir.
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Penelope, que observaba el combate con el corazón en un puño, seencogióalverasucompañeradeviajetropezarconlafaldaquellevabaycaerdeespaldasalsuelo.Elsoldadosonrióentoncesconmaldad.Sutriunfoestabacerca.
Al ver que el tipo se disponía a atacar a la mujer que la estabaayudandoaencontrarasumarido,Penelopesacósudagadelcintoy, trasabalanzarse sobre él, le rebanó el cuello sin piedad. El guerrero cayóparalizadoenelactoymuriódesangrado.
Lidia, sorprendida, se levantó del suelo y se quitó con celeridad laincómodafalda.
—Hashechobien—dijoalverelgestodehorrordePenelope—.Eraélonosotras.Hashechobien,nolodudesnunca.
Lajovenasintió,tragandocondificultad.Nuncahabíamatadoanadie,y la sensaciónno legustó.Pero la adrenalinadelmomentoy elhechodepensarenliberarasumaridolahabíanmovidoaactuar.
—Penelope,¿estásbien?—Sí…,sí…Convencidadequeaquellonohabíasidofácilparaella,Lidialaagarró
delamanoparainfundirleánimos.—Graciasporloquehashecho—declarómirándolaalosojos—.Telo
agradecerétodalavida,peroahoradebemosiraportumarido.LajovenseñoraBarmeyasintióysonrió.Fentonestabacercaydebía
liberarlo.De pronto, el estrépito que se oyó en el interior del castillo les hizo
saberqueDracela había entradoenacción.Mirandohacia eloscurocielodivisarona ladragonasobrevolarel lugar,mientrasconsupotentealientochamuscabaalosvigías.
Doblaron laesquinaa lacarrerayvieronalogromuertoenel suelo.EsosignificabaqueGaúl,BrunoyRiscoyahabíanentradoenlafortaleza.Sindescanso,nimiedo,entraronenbuscadesusamigos,a losquevieronluchandoconferocidadconloshombresqueallíestaban.
Lidia hizo a un lado a Penelope y, lanzando mandobles de rápidasucesión,acabóconlavidadedosogros.Eldesconciertohizoqueelcaosseapoderaradellugary,cuandoterminaronconlosescasosogrosyhumanosquelespresentaronbatalla,llegaronhastalasmazmorrasguiadosporRisco.Eraunlugarpestilente,dondelasratascorríanasusanchasylasuciedaderanegraycorrosiva.
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Lidiacomenzóabuscarlasllavesparaabrirlasceldasentreloscuerposmuertos que estaban tendidos en el suelo. Entonces notó que alguien laagarrabadelbrazoy,allevantarlavista,vioaBruno,quelepreguntaba:
—¿Estásbien?—Claro,¿nomeves?—replicó.Brunosonrióyleentregóunasllaves.—¿Buscasesto,fierecilla?—dijosacándoladequicio.Lidiaselasarrebatódelasmanosenelacto.—Malmomentoparajugar,amiguito—siseó.Sinperderunsegundo,abrieronlasceldasysacaronalospresosporla
mismapuertaporlaquehabíanentrado.Elcaoseratremendo,yasupasohuboque rematar a algunosguerrerosqueparecían reponerse.Unavez elnutrido grupo estuvo fuera, todos corrieron hacia los caballos. Brunodistribuyó los animales y rápidamente partieron al galope,mientrasRiscolloraba desconsolado tras saber por otro enano que sus padres habíanmuerto.
Penelope estaba histérica. Intentaba encontrar a su esposo entreaquellaspersonas,peroleeraimposible.Todosestabansucios,harapientos,yelgalopedeloscaballosnolefacilitabalatarea.
DespuésdevariashorasdecabalgadaporelcaminoLibby,lacomitivallegóalasinmediacionesdelcastillodeSt.Louisysedetuvo.Unoauno,Penelopelosmiró.¿Dóndeestabasumarido?
Poco a poco, los presos liberados partieron agradecidos para sushogaresy,cuandotodossehubieronido,Penelopelloródesesperada.Fentonnoestabaentreellos.
Bruno la abrazó al verla desconsolada, susurrándole al oído que setranquilizara,asegurándolequeencontraríanasumarido.PeroPenelopenolo escuchaba. Pensar que a Fenton le hubiera pasado algo le retorcía lasentrañasyapenassilepermitíarespirar.
Horas después, cuando lograron que la pobre mujer y Risco setumbaranadescansar,Lidialosobservó.Elhorrorylapenaqueveíaensusojos eran los mismos que ella había sentido cuando había perdido a suspadres y a su hermana. Entendía su lamento. Entendía su desesperación,perosabíaquedeberíanpasaresedueloparapodercontinuaradelante.
Después de hablar con Gaúl yDracela, Bruno vio a Lidia sentada,apoyada en una gran roca, y se acercó a ella. Ella lomiró y él pudo verreflejadoelcansancioensusojos.
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—¿Puedosentarmeatulado?Lidia suspiró. Sabía que, dijera lo que dijese, terminaría haciendo lo
queledieralagana.—Mientrasteestéscalladito,hazloquequieras—repusoconapatía.Bruno esbozó entonces una sonrisa socarrona y se sentó a su lado.
Apoyó la espalda en la enorme piedra y, después de unos segundos desilencio,preguntó:
—¿Porqué?Lidia resopló. Durante unos instantes calló, pero la curiosidad pudo
másqueella.—¿Porqué,qué?—replicó.Conseguido su propósito de que fuera ella la que preguntara, Bruno
respondió:—¿Porquéerestanduracontigomismayporquéerestanfríaconlos
demás?Ella cerró los ojos. No pensaba responder a su pregunta, pero él
insistió.—Amínomeengañas,fierecilla.Séquedentrodetihayunprecioso
corazoncitoquedeseaqueloamenylomimen.Además,creoque…—Tehedichoqueteestuvierascalladito—locortóLidia.Brunosonrióporladurezadesutono.—Mírame—musitósindarseporvencido.Ella se resistió. No pensabamirarlo. Pero sus ojos la traicionaron y,
cuandosinquererconectaronconlospreciososojosazulesdeél,éstedijo:—Eres una gran guerrera, de eso no me cabe la menor duda, pero
tambiénséqueeresunamujerdulceytiernaqueseescondetrasunaduracoraza para evitar que le haganmás daño del que ya le han hecho, ¿meequivoco?
Lidianocontestóy,cuandoélenredólosdedosdesumanoconlosdeella, al sentir la calidez de su piel y el cobijo que le ofrecía, dulcificó suexpresión. Consciente de ese gesto, Bruno sonrió, y entonces Lidia losorprendió.Acercósubocaaladeély,traspasarloslabiosporencimadelossuyos,sacólalenguaylosresiguióconella.
Excitadoconesesimplegesto,Brunojadeó.Niensusmejoressueñoshabría imaginado que ella hiciera eso, y menos que, con una agilidadincreíble,semovierahastaquedarsentadaahorcajadassobreél.
Condelicadeza,lajovenacaricióentonceselrostrodeélconlapunta
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de lanariz,mientrassusmanosvolabanasucuelloyasupelo.Cerró losojosparadisfrutardeaquellaintimidadtanmaravillosa,mientraslasmanosdeBrunoseposabanensucinturay,lentamente,subíanporsuespalda.
Cuando los abrió de nuevo a escasos milímetros de su rostro, Lidiasonrió y, tras darle unmorbosomordisquito en el labio inferior, volvió aacercarsuslabiosalosdeél,peroenestaocasiónabiertosydispuestos.
Sus respiraciones aún agitadas se acompasaron. Ambos se deseaban.Ambos se tentaban y, cuandoBruno no pudomás, dio el paso y la besó.Introdujosuhúmedalenguaenlabocadeellay,dispuestoadisfrutarla,laasoló,mientrasLidiaseapretabacontraélyabríalabocapararecibirloconpasión.
Unbeso…,dosbesos…,tres…Cada beso era más acalorado que el anterior. Más ardiente. Más
pasional.Y,cuandolajovensintióladuraexcitacióndeBrunoapretándosecontraella,jadeóyvolviódegolpealarealidad.
—Soy una guerrera, no una damisela en apuros —dijo poniéndosebruscamenteenpie—.Novuelvasabesarmeoteaseguroquelolamentarás.
Y,dichoesto,diomediavueltaysealejó,dejandoaBrunoconfundidoyexcitado,aunquegratamentesorprendidoconloocurrido.
Horas después, cuando todos hubierondescansado, continuaronhastallegaraVillaSilencio,unaciudaddedicadaespecialmentea laagricultura,el cultivo de cereal y árboles frutales donde la gente más variopintaintentabavivirenpaz.
Allíseencontraronconvariosdeloshombresliberadoseldíaanterior,yéstoslosinformarondequehabíanoídoalosguerrerosdeDimasDeceushablarsobrelospresosqueteníanenunlugarllamadoElPicual.
AloíresoyvereldesconciertoylatristezadenuevoinstaladosenlosojosdePenelope,Brunomaldijoensilencioy,acercándoseaella,dijoconvozgrave:
—Teprometíqueloencontraríayloencontraré.
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Lidia lo oyó y, emocionada, sintió un extraño aleteo en el corazón.Después de todo, quizá Bruno no fuera tan mala persona como habíaimaginado…
Cuando el nutrido grupo se dispersó y sólo quedaron Gaúl, Lidia,Penelope, Risco y Bruno, la dragona Dracela se alejó volando para noasustara lostranseúntesyelrestodecidieronira laposadamáscercanaacomer.Estabanexhaustos.
Al entrar, Lidia chocó con un tipo malhumorado de avanzada edad.Rápidamente Penelope la informó de que aquél era Thyran Deceus, elhermanodelasesinoquebuscabanyquehabíamatadoasufamilia.
Lidia se puso tensa de inmediato al oír ese nombre, y Bruno, al vercómolomiraba,laagarródelamanoconfuerza.
—Tranquila,fierecilla.Tranquila—murmuró.Acontinuaciónhizoquesesentaraalamesaylepidiótranquilidadcon
lamirada.Silehacíaalgoaaquelindividuoenlaposada,losguerrerosdeDeceusqueallíhubieraselesecharíanencima.
Mientrascomíancerdoasadoybebíancervezaentróen laposadaunhombre joven. Bruno sonrió al verlo: era su amigo Semual Pich. Trassaludarse con afecto y saber que estaba allí porque había ido a comprarvarioscaballos,loinvitóasentarseconellos.
Durante un buen rato, todo el grupo mantuvo una interesanteconversaciónconelreciénllegadoy,aprovechandouninstanteenqueGaúldistrajo aBruno,Lidia lepreguntó aSemualpor la situacióndeBruno,yéste se lo contó.Cuando supo la verdaddepor québuscaban aBruno, lajovenguerreraloentendiótodoysuspiró.
Por desgracia, el infesto mercader que los había contratado habíaraptadoymatado a la jovenhermanadeBruno,Aldena, simplemente pordiversión.Saberaquello,queélnuncahabíacontadoyqueocultabatrassuperpetuasonrisa,laemocionó.SindudaBrunoeramuchomásfuertedeloquehabíaimaginado,yencuantopudieraellamismaloayudaríaamataraaquelmalditomercader.
Pocodespués,SemualsemarchóyLidiaobservóqueThyranDeceusselevantabaysalíadelaposada.Sindudarlo,saliótrasél.
Brunoselevantóasuvezy,segundosdespués,todosestabanfueradellocal.
ConcautelasiguieronaThyranhastasucasay,alverqueaquélteníaunatiendadeventadeplantasmedicinales,encontraronlaexcusaperfecta
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paraabordarlo.Al entrar en la tienda, Thyran los miró. Pensó que sin duda eran
forasteros y los atendió con amabilidad. Mientras Bruno hablabaanimadamente con Thyran sobre bálsamos para el reumatismo, Lidiaobservabaalviejodepielcurtidayelegantesfaldonesdesedaverde.Suvozera amable, pero sus ojos de cobarde lo delataban. Y cuando la pocapaciencia que poseía la joven se quebró, saltó sobre el mostrador y,poniéndoleladagaenelcuello,leespetó:
—BuscoatuhermanoDimas.¿Dóndeestá?Sorprendido, el cobarde de Thyran confesó que su hermano, aquel
sucioyrastreroasesino,seencontrabaenelcastillodeEmergar,guarecidoporsugranejército.
Cuandohubieronterminadoconelinterrogatorio,Penelope,quehastael momento se había mantenido en un discreto segundo plano, con unasangre fría que dejó a todos atónitos, se acercó al viejo Thyran y, trassacarseladagaquellevabaalcinto,selaclavóenmediodelamano.
—MimaridoesFentonBarmey—siseó—.Por tubien,másvalequecuando llegue donde has dicho lo encuentre con vida; de lo contrario,regresaréyyomismatemataréconestadaga.
Elhombrebalbuceótembloroso.Apenasse loentendía,yfinalmente,paraquecallara,Brunodediounpuñetazoyestecayódesmayado.
Trasataralviejoaunasillayverquelaheridaprovocadaporladagade Penelope era más superficial que otra cosa, los cinco salieron con elmismosigiloconelquehabíanentradoyseencaminaronhaciaotratienda,dondecompraronlosvíveresnecesariosparasupróximoviaje.
Demadrugada, traspartirdeVillaSilenciomontadosensuscaballos,conDracelavolandosobresuscabezas,llegaronalmonteCoulis.Unavezallí,desmontaronyBrunomiróaLidia.
—¿DebopensarqueconfíasenmíyquedasporperdidalarecompensaqueofreceelmercaderdeLondan?—preguntó.
Ella lo miró entonces de hito en hito y, sin mediar palabra, lo besódelantedetodos.
Gaúl y Penelope sonrieron al tiempo que Dracela murmurabadivertida:
—Vuestraespecieesmuy…rara.Aturdido por aquel beso inesperado, Bruno ni siquiera se movió y,
cuandoLidiaterminó,sealejódeélensilencioyunatímidasonrisaenlos
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labios.—Vaya…—murmuróélobservándola.LoqueBrunonosabíaeraque lanocheanteriorsuamigoSemual le
había contado la verdad sobre su historia. Él no era un ladrón, sino unguerreroque,comoella,sólointentabavengarlamuerteinjustificadadesuhermana Aldena. El mercader de Londan les había mentido para que loencontrarany, trashablarloconGaúlasolas,habíandecididorechazareseencargo.Brunomerecíaserlibreyvivirparavengarasuhermana.
ElguerrerovioentoncescómoLidia,trasdejarunadesusalforjasenelsuelo,sevolvíaycaminabadenuevohaciaél.
—Yanoeresnuestroprisionero—declarólajovendejándolopasmado—, y quiero que sepas que tu lucha es nuestra lucha. Si quieres, puedescabalgar con nosotros haciaEl Picual en busca delmarido dePenelope ydespuésaporDimasDeceus.PerotambiénentenderéqueprefierasregresaraLondanparavengarlamuertedetuhermanaAldena.
Boquiabierto porque supiera el nombre de su hermana y por el besoquelehabíadadominutosantes,Brunosedisponíaaresponder,peroLidiadio entoncesmediavuelta y se encaminóhaciaPenelope, quemiraba conatenciónhaciaelmonteCoulis.
Alvereldesconciertodelguerrerotrasloocurrido,Gaúlseleacercó,lepropinóuncodazoparallamarsuatenciónysusurróentonodemofa:
—Estoesinaudito.Lajefa,rechazandounencargo,¡increíble!Dracela, que estaba tumbada en un lateral del camino y había
observadolaescena,murmurómientraselenanoRiscolelimpiabaunauña:—Tienessuerte,BrunoPezzia,muchasuerte…Él sonrió. Sin duda regresaría aLondanpara vengar lamuerte de su
hermana,peroesoseríadespuésdeencontraralmaridodePenelope.Loquealprincipiohabíasidoungolpedemalasuertehabíaresultadoser todolocontrarioy,mirandoaLidia,aquellamorenademodalesnomuyfemeninos,replicóconsocarronería:
—¿Sabéis?Creoquelegusto.—Tencuidadoconella—semofóGaúl—.Elqueavisanoestraidor.—Quizáellaestudestino—afirmóRiscomirándolo.—Enelfondo,esafierecillaestáloquitapormí—aseguróBruno.—Oh…,quévanidoso—seguaseóladragonamientrasGaúlyRisco
secarcajeaban.Brunoseestiróy,clavandolamiradaenlacazarrecompensasquecon
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surudezaleestabarobandoelcorazóndíatrasdía,murmuró:—Sindudaéstevaaserelviajemásinteresantedemivida.GaúlyDracelasonrieron.Eracierto,elviajeprometía.Nomuylejosdeaquellosquebromeaban,Penelopeobservabaelcielo
estrelladocuandonotóqueunamanoseposabaensuhombro.AlvolverseseencontróconLidia,yambassonrieron.
Despuésdeunsilenciomuysignificativo,LidiaextendióunamanoyPenelopeviosorprendidaquelaguerreraleofrecíaelcolgantequelehabíaarrancadodelcuelloeldíaqueseconocieron;aquellamaravilladefinoorograbadaconuna«F»quesuadoradoFentonlehabíaregaladoeldíadesuboda.
Las lágrimas afloraron a sus ojos y Penelope los cerró con fuerzamientrasLidiadecía:
—Estoestuyo,ysólotúdebesllevarlo.La joven abrió los ojos, cogió el colgante que tanto significaba para
ellayselollevóaloslabiosparabesarlo.Lidia, cuyas emociones parecían haber encontrado una puerta de
escapetrasconoceraBruno,modulólavozparanoemocionarseydeclaró:—BuscaremosatumaridoenElPicualodondeseayloliberaremos.Y
no porque desee que estés conmigo por la llave élfica, sino porque teaprecio,eresmiamigayquieroqueseasfeliz.
Al oír su escueta pero clarísima declaración de amistad, Penelope laabrazóyLidiasonriófeliz.Lacercaníadelaspersonasquehabíanllegadoúltimamente a su vida había conseguido que el hielo que rodeaba sucongeladocomenzaraaderretirse.
Además de su inseparable amigo Gaúl y de su maravillosa dragonaDracela, ahora en su vida estabaPenelope, una candorosamujer a la quequería como a una hermana, un enano azul que sonreía sin parar y unapuestoyvalerosoguerrero llamadoBrunoPezzia,que,consuscontinuosretos,supacienciaysumaneradebesarlahabíalogradoabrirsepasohastasucorazón.
Esa madrugada, cinco jinetes y un dragón volador viajaron por elcamino de la Piedra en dirección a El Picual. Debían encontrar a FentonBarmeyynopararíanhastalocalizarlo.
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Parte2
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Mesesdespués,amuchoskilómetrosdedistancia
Frío.Dolor.Soledad.Desasosiego.Todas esas sensaciones y alguna más sentía Fenton Barmey en ese
momento.Aúnrecordaba la fallidahuidaqueélyotrospresoshabían intentado
unasemanaantes.Enaquelladesorganizadalocura,lagranmayoríadeelloshabíanmuertodesangradosporlosbrutaleshombresdeDimasDeceus.Aéllo habían lastimado en el costado, ymuchos de los que habían resultadoheridosmoríanconelpasodelosdíasacausadelasedoladesnutrición.
HabíantranscurridocasinuevemesesdesdequelointerceptaronenelnorteylosepararondesupreciosaPenelope,yFentonsemoríadeangustiaalpensarenella.
¿Seríaciertoloquehabíaoído?¿Estaríabien?Adiferenciadeotrasmujeres,Penelopeeradulce,tiernaytranquila.Le
encantabacoser,cocinar,mimarlo,yeraincapazdelevantarlavozpornada.Nunca se enfadaba, siempre sonreía, y pensar en el sufrimiento que suausencia le estaría provocando, junto con el no saber de ella, lo estabavolviendolocodepreocupación.
LadestartaladacarretaquesedirigíahaciaTrastian,dondeFentonibaencadenado junto a otros prisioneros para ser vendidos posteriormente yenviados al mundo nuevo, traqueteaba todo el tiempo, y la herida de sucostadonoparabadesupurar.
Concuidado,ladestapóyfruncióelceñoalverlamanchaoscuraque
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seestaba formandoa sualrededor. Infección.Aquellosmalditosguerrerosque lo atormentaban todos los días no lograrían matarlo, pero aquellainfección,sinoladeteníaatiempo,loharíaypronto.
Sin fuerzas, se recostó en los tablones de la carreta y cerró los ojos.Como siempre, miles de recuerdos acudieron a su mente. Recuerdosbonitos,alegresyllenosdevida.Recuerdosdeotrostiemposquelehacíanrecordarelhombrequehabíasido.Pensóensuspadresyensubondad,ensushermanosysucomplicidad,peroinevitablementesumentesecentróenrecordarasupreciosaydulcePenelope.Ensusojoscuandoloobservaba,ensusonrisacuandolesonreía,ensubocacuandoledecía«Tequiero»,enel tactode susmanos cuando le acariciaba el rostroo en la entregade sucuerpocuando lehacíael amor.Todo.Absolutamente todo regresabaa sumente.
Perono.Nodebíahacerlo.Nodebíacastigarsemás.Teníaquealejaraquellospensamientosdeél,porqueaquelloeraelpasado.Élyanoera lapersonaquePenelopehabíaconocido;eraunmonstruodesfiguradoysucio,yseavergonzabasólodepensarquepudieraverloensuactualestado.
Élguerrerojoven,divertido,gallarloyllenodevitalidadquePenelopeconocióhabíadesaparecido.Sehabíaesfumadocomosusonrisa,yFentondudabaquealgúndíavolvieraaverlo.
Los nuevemeses que llevaba prisionero de un lado para otro habíanhechomellaenél,convirtiéndoloenunserhosco,desconfiadoyrepletodecicatrices. La más grande, la que envolvía su corazón. Aunque la másvisibleeralaquelehabíaninfligidoconunaespadaylehabíadesfiguradoelladoderechodelrostro.Sufortalezalepermitiócurarse,perosusojossellenarondeodioylarabiaseinstalóensumirada.
Durante aquellos tortuososmeses,había conocidoamuchaspersonasallá donde había estado cautivo. Tristes hombres y mujeres con historiasdesgarradorasque,pordesgracia,acababanaúnpeor.
Unmes antes, había oído hablar a uno de aquellos presos sobre unacazarrecompensas que buscaba a un tal Fenton Barmey. Eso llamó suatención,ymáscuandooyóqueaquéllaibaacompañadaporundragón,doshombres,unenanoazulyunabonitamujerllamadaPenelope.
¿Seríasuesposa?Y,encasodequelofuera,¿cómohabíallegadohastaellosyquéhacíabuscándolo?
La mujer con la que él se había casado era femenina e incapaz deempuñar un arma. ¿Tanto había podido cambiar en aquellosmeses? Pero
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Fenton se respondió rápidamente a sí mismo: sí. Al igual que él habíacambiadoporlascircunstancias,ellapodríahaberlohechotambién.
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MontañadelArapeo
Amanecía.La luzdelnuevodíacalóa travésde la telade la tiendadondeLidia
dormía y alcanzó sus párpados.Al sentir la luz, la guerrera se diomediavuelta deseosa de seguir durmiendo. Tenía sueño,mucho sueño, y queríadormir. En busca de calor, enroscó sus piernas en el cuerpo tibio queencontróasuladoy,alsentirquelaabrazaban,abriólosojosyoyó:
—Buenosdías,fierecilla.Hoyestásmáshermosaqueayery…Pero él no pudo terminar la frase. Como si tuviera unmuelle en las
piernas, Lidia lo empujó con tal fuerza que Bruno cambió su expresiónamorosaporunceñofruncidoysiseómientrasselevantaba:
—Atinohayquienteentienda,mujer.—Nopretendoquemeentiendas—gruñóella.BrunoPezzianosesorprendióporaquellarespuesta.Sialgoteníaclaro
eraelcarácterendiabladodelaguerrera,ynosólocuandoselevantabaporlasmañanas.
¡Mujeres!¿Quiénlasentendía?…Surelaciónenaquellosmeseshabíapasadodeestartodoeldíariñendo
a algomás intenso y apasionado. Lidia se lo había permitido, y él habíaaceptado encantado. Sin embargo, en ocasiones como aquélla, tras haberpasado una bonita noche juntos bajo las mantas, donde sus cuerpos sehabíanencontradoparadarseplacer,selehacíamásdifícilsureacción.
Brunoselevantódelsueloycogiósumantaparadoblarla.—Lidia,escucha,yo…—empezóadecir.—No.Noteescucho—lointerrumpióella—.Telohedichomilveces.
Loqueocurraentrenosotros¡ocurre!,peroluego¡olvídalo!
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Bruno frunció el ceño. ¿Cómo podía ser tan dulce en determinadosmomentosytanariscaenotros?Noobstante,sindarseporvencido,pidió:
—De acuerdo, ¡olvidado!Pero escúchame, sabes lo que siento por tiy…
—Noempieces,Bruno.Acercándoseaellapara tenerlamáscerca, le rodeó lacinturaconun
brazoeinsistió:—Intento ser paciente contigo pero, créeme, si olvidara lo que hay
entrenosotroscomo túmedices, lopasaríasmal.Afortunadamente, tengobastanteéxitoentrelasmujeresy…
Aloíreso,Lidiaresopló.—¡Seráscreído!Sinsoltarla,Brunoprosiguió:—Nopuedesbesarmecomomebesasnientregartecomoteentregasa
míbajolasestrellasyluego,alamanecer,alejartecomosituvieralapesteypedirmequemeolvidedeloocurrido.
Lidia parpadeó con suspicacia. Su romanticismo, aquel romanticismoalqueéllaestabaacostumbrando,lahizosonreír.Sinembargo,secontuvo.
—Vamos a ver, Bruno —dijo—. Simplemente lo pasamos bien enciertosmomentos.Yasabesquenobuscoamoreterno,ninadaporelestilo.Portanto,recogetumanta,cierralabocayasumequenoerestanespecialparamícomotúcrees.
Aquellaspalabrascadadíalomolestabanmás.¿Porquéseempeñabaen recordarle que él no era especial? ¿Por qué ella no sentía la locura desentimientos que lo asaltaban a él cuando la miraba, cuando la tocaba,cuandolabesaba?¿Porqué?
Finalmente, tras soltar un bufido de frustración, recogió sumanta, laarrojóaunladoy,sinmiraraLidia,saliódelatiendaysealejó.Cadadíaestabamáshartodeaqueltrato,yalgúndíaseloharíapagar.
Lajovensalióasuvezdelatiendaysonrió.Conelpasodelosmeses,Brunosehabíaconvertidoenunapersonatremendamenteespecialparaella.Lahacíasonreírcuandonoloesperaba,estabasiemprependientedehacerlela vida más fácil y, aunque eso le gustaba, no estaba dispuesta a dejarseembaucarporasuntosdelcorazón.Noqueríasufrir.
Sinquitarleelojodeencimaydivertidaporcómoelguapoguerrerocaminabaconpasofirme,comenzóaenrollarsumanta.
—Alfinalsecansaráde tusdesplantesyni temirará—oyóentonces
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quealguiendecía.Lidia se volvió con el ceño fruncido. Penelope estaba sentada sobre
unagranroca,limpiandosuespada.—Quizásealoquequiero—espetóLidia—.Odiocuandomemiracon
esacarade…de…detonto.—¿Estássegura?—murmurólajoven.—Sí.—¿Noteimportaríaquelesonrieraaotracomotesonríeati?—No.—¿Niquebesaraoregalarapalabrastiernasaotras?—No.—¿Tampoco te importaría que le hiciera apasionadamente el amor a
otramujerbajolasestrellas?Oír todo aquello no le estaba agradando, pero Lidia contestó sin
inmutarse:—Porsupuestoqueno.Penelopesuspiró.EnlosmesesquellevabaconLidia,habíapodidover
loterrenalqueeraellaparasuscosasy,sonriendo,semofó:—Permítemedudarlo.Molestaporlaridículasonrisaconlaquelamuchachalaescudriñaba,
laguerreradoblósumantaendosyentróenlatiendaparadejarla.Seretiróelpelodelacaraconfuria.PensarenloquePenelopehabíadicholaponíaenferma. Pero ella era Lidia, la cazadora de recompensas, y su fortalezadebíapodercontodo.
Segundosdespués,cuandovolvióasalir,miróaaquellaamigaalaquetantoqueríayleespetóantesdeirsealavaraunpequeñoriachuelo:
—Puesnolodudesniunsegundo.Con gesto divertido, Penelope la siguió con la mirada hasta que
desapareció tras unos arbustos. Todo lo que tenía de experta guerrera loteníatambiéndecabezota.
Conmovidaporlabonitayparticularrelacióndeaquellosdos,recordóel cortejo que había mantenido años atrás con su marido. Su festejo conFentonhabíasidomástradicional.Paseaban,hablabanyapenasserozaban;sólo había habido un par de besos apasionados antes del matrimonio,aunque,traslaboda,habíadisfrutadotodaslasnochesdelapasiónbajolassábanas.
BrunoyLidianohabíanpasadoporelaltar,comohabíahechoella,y
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dudabaquelohicieran.Susituacióneradiferente,peronolecabíalamenordudadeque,aunqueLidialonegara,estabatancegadaporBrunocomoélporella.
Hacía ya más de nueve meses desde que se había unido a aquelpintorescogrupo,ycadadíaquepasabaestabamásfelizdeperteneceraél.Los dos primeros meses había buscado desesperadamente a su amadoFentonjuntoasusnuevosamigos.Habíaintentadolocalizarlo,saberdeél,liberarlo…Perotodohabíasidoinútil.
Y, al tercermes, elmundo se levinoabajo cuando, tras el ataquedeLasCañadas,seencontróconunviejoamigodesumarido,SamuelLeFol,quelecomunicóantesdemorirdesangradoqueFentonhabíaperecidodíasantes a manos de uno de los hombres de Dimas Deceus y había sidoarrojadoaunafosacomún.
Saber aquella noticia la hizo caer en una desesperación sin fin.Penelope quiso morir. Quiso desaparecer de este horrible mundo. Quisodejarderespirar.Pero,graciasaLidia,Gaúl,Risco,BrunoyDracela,queseocuparondeelladíaynoche,conelpasodelosdíasconsiguióremontarsupenayaceptarquedebíavivir,aunsinsuesposo.
Apenas hablaba, ni comía, ni cooperaba en nada. Sólo se dedicaba aseguirlosalládondefuerancomounaalmaenpenayapermanecerocultamientrasellosluchaban,conlaesperanzadequeunaespadaenvenenadasecruzaraensucaminoparaalfinpoderreunirseconsuamadoFenton.Consuamor.
Pasóuntiempoyundía,sinsaberporqué,aloírlarespiracióncansadadeBrunoenplenocombateparaliberaraunosrehenes,unaextrañafuerzalevantóaPenelopededondeestaba,yactoseguidocogió laespadadeuncaídoyseunióalalucha.
Mientrascombatíacontorpeza,pensóconrabiaenlatristezaqueLidiadebíadehabersentidoaldescubrirasuspadresyasuhermanamuertos.Enla desesperación deGaúl, al ver a su amada asesinada, y en la rabia y eldesasosiegoquedebíadehabervividoBrunoalverlavidatruncadadesuhermana; en la furia de Risco al saber que sus padres nunca más lobesarían…
Ellanoeralaúnicaquehabíaperdidoaunserquerido.Ellanoeralaúnicaquehabíavividounatragedia.Por todo ello, aquel día, una nueva y dura Penelope resurgió de su
interior. Decidió continuar adelante con su vida, como Fenton habría
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deseado, e intentar recordar lo menos posible un pasado que nuncaregresaría.
Ayudaríaatodoaquelquelanecesitara,comolahabíanayudadoaella,ysobretododejaríadeserunlastreparaelgrupoyseuniríaalaluchadeencontraraDimasDeceus,aquelmalnacidoquetantodañohabíacausado.
Todoelgruposeunióparainstruirlaenelcombate.Lidialeenseñóaempuñarunaespada,Brunoaesquivargolpes,Gaúlacaeryalevantarsedelsueloconceleridad,yRiscoarastrear.Enaquellosmeses,habíapasadodeser una simple mujer de su casa a convertirse en una guerrera a la querespetar.
Los días pasaron y el agotamiento era cada vez más latente.Necesitaban recobrar fuerzas para continuar con su lucha y, gracias a lallaveélficaquePenelopeportaba,loscinco,juntoaladragona,traspasaronsin peligro las defensas druidas de Boslo, y aquel mundo mágico eimposible de visitar para el resto de los humanos los acogió sin hacerpreguntas.
Durante los días que estuvieron allí aprendieron la sabiduría yaolvidadademuchosde losmaestrosMelieros, yPenelope, lamás torpe einexpertadetodos,sellenódefuerza,corajeyvalor.
Muchos fueron los atardeces en que la nueva Penelope paseó con elmaestroThorKile, el hombrequeen sumundo lehabía regalado la llaveélfica tras ayudarlo desinteresadamente. No había nada más sabio queescuchar y aprender de un maestro como aquél, que poseía un granconocimientodelsaber.
El día que abandonaron las defensas druidas, Thor Kile, el granmaestroMeliero,entregóacadaunodeellos,exceptoaPenelope,queyalatenía, una llave élfica en señal de su confianza.Así podrían traspasar lasdefensasdruidasyusarlamagiaquelallavelesproporcionabaenelGranPantanosiemprequelonecesitaran.
ElmaestroThormiróaPenelopeysusurró:—Entucaminoencontrarás loquesueñas.Noserá fácilel recorrido,
perolafinalidaddelmismoserátugranrecompensa.Ella sonrió y asintió, comprendiendo que, tarde o temprano, la paz
llegaríaasupuebloy,enespecial,asumagulladocorazón.El agotado grupo, que un día había llegado a aquel lugar mágico,
regresó a su mundo con fuerza, serenidad y, sobre todo, con unión trasabandonarlaseguridaddelosdruidas.
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Díasdespués,gentesdelmundodeLaPiedraAlayaselesunieron,loquelosconvirtióenungrangrupodeataquecontraDimasDeceus.Todosteníanunmismofin:acabarconsuterribleinjusticiayrecuperarlapaz.
Regresando de sus pensamientos, Penelope miró a su derecha. Allí,Gaúl recogía sus mantas del suelo mientras, más allá, varias personaspreparabanenunenormecalderounasgachasparadesayunar.
EnesemomentounasombraprovenientedelcielolahizomirarhacialoaltoysonrióalverllegaraDracela, ladragonaaladatantemidaporelenemigoperotanqueridaporsugente.
Tras sobrevolar a sus amigos, que vitorearon al verla, la dragona seposó en el suelo y,mirando a la joven que limpiaba su espada sobre unapiedra,lasaludó.
—Buenosdías,Penelope.¿Hasdormidobien?Lajovenasintió.—Sí.Todolobienqueelfríomehadejado.Gaúlseacercóhastaelfuegoy,trasllenardoscazosdegachas,caminó
haciaellasyleentregóuncazoaPenelope.—Yohedesayunadodosjabalísyuntiernocordero—dijoladragona
alverloscomer.—Tecuidasquedagusto—sonrióGaúl.—Sí,amigo—rioDracela—.Reconozcoquehoyhetenidounabuena
caza.Porcierto,¿dóndeestálajefa?—Lavándoseenelriachuelo—informóPenelope.Los dos humanos y la dragona charlaron animadamente durante un
rato,hastaquedeprontolostressefijaronenqueBrunoPezziapasabaanteellosconelentrecejofruncido.
—¿Quéleocurreanuestrorompecorazones?—preguntóladragona.Gaúl, que se había percatado de lo ocurrido, sonrió, y Penelope
murmurósinquererahondareneltema:—Lodesiempre.Dracelaasintióconlacabeza.—Noheconocidoaotrohombrecontantapaciencia.—Porqueestáenamorado—declaróPenelope—.Sinoloestuviera,te
aseguroquelapacienciayaselehabríaagotado.Gaúlasintió.ElpobreBrunose ibaavolver lococonLidia.Hastaél
habíadejadodeentenderla.—Siyo fuera él—dijo—,yahabríaperdido lapacienciaymiraría a
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otramujer,aunquesólofueraparajorobarla.Ladragonasoltóunacarcajadaqueretumbóasualrededory,bajando
lavozparaquenadiemáslaoyera,murmuró:—Sería interesante que lo hiciera para comprobar la reacción de
nuestracabezotaguerrera.—Yalocreo—semofóGaúlriendoconganas.Bruno, que tenía un oído muy fino, se llenó un cazo con gachas y
caminóhastaellugardondeseencontrabansusamigos.—Osestoyoyendo,ymepreguntabasiosseríamuydifícilhablarde
vuestraspropiasvidasydejar enpaz lasde losdemás. ¿Quéosparece lasugerencia?
Gaúl,animado,sedisponíaacontestarcuandovioporelrabillodelojollegaralaenanaTharisa,elamorsecretodeRisco.Unarechonchayazuladamujercitaque, tras ser encontradamediomuertaporBrunoenunode susviajes por el riachuelo del Doncel y revivirla, bebía los vientos por susalvador.ElguapoPezzia,comoellalollamaba.
Comoeradeesperar,traslaazuladaenanacaminabaRisco.Elpobresedesvivía por ella, pero no conseguía atraer su atención.Tharisa sólo teníaojosparasuPezzia.
—Buenosdías,guapoPezzia—pestañeó la enana—.Ha sidoverteyparecequeelsolreluceconmásganas,felicidadyoptimismo.
—Buenosdías,Tharisa—lasaludóélaúnceñudomientrasclavabalamiradaensusamigosparaquenoserieran.
Risco suspiró al oír las dulces palabras de la enana. Pormás que seestirabaparaparecermásaltoyseatusaba,noconseguíaatraerlaatencióndesuamada.Semoríaporoírcómoledirigíaunapalabrabonita.
—¿Quétepasa,guapoPezzia?Tenotoalterado,furioso,irritableyconpocasganasdesonreír—insistiólapequeña,deseosadeconversación.
Dracela,queobservabalaescenajuntoasusamigos,apoyólacabezasobreunadesuspatasyrespondióreprimiendounasonrisa:
—Creoque,simplemente,hoyBrunotieneeldíanublado.Aloíreso,elaludidosevolvióhacialadragona.—El día nublado lo tiene una que yo me sé—siseó tajante—. Qué
mujermásincómodaydifícil…Aveceslacogeríaporelcuelloynoséquéleharía.
—Loquetienesquehaceresdarleaprobardesupropiamedicina—apuntó Penelope—. Un poco de indiferencia y sonrisitas a otras féminas
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seguroqueledaránquepensar.Todos la miraron sorprendidos. ¿Cómo podía sugerir eso la dulce
Penelope?Y,soltandounarisotada,lajovencuchicheó:—Siyofueratú,loharía,Bruno.El apuesto guerrero, sabedor de que Penelope nunca daba malos
consejos,repuso:—Quizáalgúndíalohaga.—Hazle saber que ya no crees que ella sea tu destino —susurró
Penelope.—Cadadíadudomásqueellaseamidestino—declaróBruno.—Ay,guapoPezzia—terciolaenana—,siabrieraslosojosymirarasa
tualrededor,teaseguroqueencontraríasamásdeunamujerquesemuereportushuesos.
—Nolodudo—semofóRisco.Brunosonrió.Tharisaeraunencantodechica,peronoera su tipoy,
trasagacharseparaquedarasualtura,susurró:—Elproblema,preciosa,esquemegustanlascosasdifícilesy…—Bruno…,Bruno…Todoslevantaronentonceslamiradayvieronadospreciosasjóvenes
debellosojoscastañosquecaminabanhaciaellos.EranNeireayaSandala,lashijasdelmercaderGosterderMoor,dosjóvenespreciosasquesiempreestabandispuestasaagradaraBruno.
Gaúl,quesehabíapercatadodelgestodeenfadodelapequeñaTharisaalverlas,cuchicheó:
—Estoseponeinteresante.—Yodiríaquepeligroso—semofóladragona.—Te secundo,Dracela…, te secundo—suspiró Risco al comprobar
cómolaenanaarrugabalanariz.Tharisa,alveraaquellasdosacercarsecontoneandolascaderashacia
elobjetodesudeseo,resoplóperonosemoviódelsitio.Brunocambiósugestorudoporotromásalegre,ylaenana,duranteuntiempoqueselehizoeterno,fuetestigodecómoaquellasdosatontadassemesabanloscabellospara hablar con su hombre. Cuando vio que una de ellas le acariciaba elbrazoconlayemadelosdedos,yanopudosoportarlomás.Condisimulo,semetiólasmanosenelminúsculobolsillodesufaldaplisaday,trassoplarunospolvosdecolorberenjenaendirecciónaBruno,éstedijoparahorror
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delasmuchachas:—¿Quéosocurrehoy,queestáistanfeas,espantosasyajadas?—¡¿Cómo?!—exclamaronellasmolestas.Lacarcajadade ladragonanosehizoesperarcuandoBrunoagarróa
Tharisaparasentarlasobresuspiernasydijo:—Chicas…, chicas…, chicas. Si almenos tuvierais la belleza demi
preciosa Tharisa,me resultaríamás fácilmiraros, pero siento deciros queningunadevosotrasposeesufrescahermosura.
Lasmuchachassemiraronincrédulas.Pero¿quédecíaaquelloco?Compararlasconaquellaenanaazul,bajita,culona,deojossaltonesy
pelo de rata era el peor insulto que unas bellezas como ellas podíanconsentir.Y,ofendidas,dieronmediavueltaysealejaronantelascarcajadasdetodosylasonrisamalvadadeTharisa.
Entonces, de pronto, Bruno estornudó y se encontró con la enanasentadasobresuspiernasyalasjóvenesquesealejabandeél.
—Tharisa,¿quéhashecho?—preguntóalintuirloocurrido.—Nada,guapoPezzia—suspiróellaoliendosuperfumevaronil.Él,sinembargo,nolacreyó.Noeralaprimeravezqueselajugaba,e
insistió.—Tharisa,estoyesperando.Laenanase retiróconundedo loscuatropelosque lecaíansobre la
frenteysusurróencantadaporsucercanía:—Esas grotescas, fachosas y antiestéticas deslenguadas se han
molestadoporquehasdichoquelamujermásbella,hermosa,linda,sublimeyagraciadadelcampamentosoyyo.
Brunolamiró.Laenanapestañeóyélsiseómientrasoíareíralresto:—¿Yohedichoeso?—Oh, sí…, mi guapo Pezzia, ¡lo has dicho! —aplaudió encantada
Tharisa.Molestoporloshechizosqueenocasioneslaenanalelanzaba,Bruno
suspiró.Deberíaenfadarseconella,perolociertoeraquenopodía.Tharisaeraunencantodemujer,fueradelaespeciequefuese.
Conscientedeloquepensaba,Riscosesentóasulado.—Amigo Bruno—le advirtió—, debes estar más alerta o una fea y
culona,ademásdeentrometidayazulada,enana…serátuperdición.—Oh,sí…,lopresiento—corroboróPenelope.—¿Meacabasdellamarfeayculona?—tercióTharisa.
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Risconegóconlacabeza.—Yo no he pronunciado tu nombre, Tharisa —replicó—, y en este
campamentohaymuchasenanasazulescomotú.La colleja que la pequeña Tharisa le dio aRisco resonó compacta y
contundente.Eneseinstante,GaúlviollegarcorriendoaLidiaysepusoenalerta.Sinnecesidaddequelajovenguerreradijeranada,todosintuyeronpor
sugestoquealgoocurría.Rápidamente se arremolinarona su alrededoryellacruzóunarápidamiradaconBruno.
—Acabo de ver acercarse por el bosque de las Brumas una grancaravanadegente—declaróLidia—.Peroestántodavíamuylejosynohepodido distinguir si es la que esperamos. Dracela, necesito que vuelesescondidaentrelasnubesymedigasdequiénessetrata.
—Atusórdenes,jefa.Sin tiempo que perder, la dragona echó a volar y desapareció de su
vista.Lidiasemesóelpeloy,trasordenaraalgunasmujeresqueapagaranlosfuegosrápidamente,miróaGaúlyaBruno.
NosesorprendiódeveraTharisaconellos.DesdequeBrunolahabíaencontradomalheridamesesantes,aquellaenanasehabíaconvertidoensusombra.AlverqueLidia lamiraba,Tharisa levantóelmentóne instantesdespuéssemarchóseguidaporRisco.
—¿Quéleocurre?—preguntóLidia.Gaúl,aúndivertidoporloocurrido,murmuró:—Eressumáximarival,¡entiéndelo!LidiasonrióyBrunosentenciómirándolacongestoserio:—Quizáyanolosea.Laguerrerasonrióconsornayélsealejóendirecciónaungrupoque
hablabajuntoalaarboleda.—Vaya…,vaya…ParecequeelguapoPezziaestáenfadado—semofó
Gaúl.Lidianocontestó.Eneseinstante,loúnicoqueleimportabaerasaber
siaquéllaeralacaravanadeprisionerosdeDimasDeceus,queviajabahaciaTrastianparasuventa.
Aunasí,molesta,cogióelcazodegachasquePenelopeletendíayseapoyóenunapiedraparacomer.PocodespuésvioalajovenIrida,queseacercabaalgrupodemásallá,ymásconcretamenteaBruno.Durantevariossegundos, Lidia los observó hablar, y se percató de cómo la joven
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pestañeaba.Sonrió.—Veoquetehacegracia—cuchicheóPenelope.Lidiaasintióysiguiócomiendo.—SonríoporquelasmujeresdespliegansusencantosanteBrunoyélni
seinmuta—repuso.Pero,nadamásdecireso,observócómoélestirabaelcuelloyfijabala
vista al frente. Con curiosidad, Lidia siguió su mirada y vio quedesembocabaenunaguapamujermorenaquecargabaconuncubodeaguaalaquenuncaanteshabíavisto.
—Es Aimil —explicó Penelope—. Se ha unido al grupo la pasadamadrugada.
Lidiaasintióy,alverqueBrunocaminabahaciaellay,actoseguido,ambos se abrazaban emocionados, se quedó sin respiración. ¿Quién eraaquellamujer?
Losobservódurantealgunosminutos.Ambosse tocabanel rostro,elcuello, los hombros, y se abrazabanuna y otra vez. Sin lugar a dudas, seconocían.Pero¿dequé?
Sin soltarla, Bruno cogió el cubo de agua que minutos antes ellallevaba y se alejó tras abrazarla con cariño y darle un tierno beso en lacoronilla.
Porprimeravezenmuchotiempo,Lidiasequedósinpalabras.Aquellaefusividadlahabíadejadosinsaberquépensar,yPenelope,tansorprendidacomo ella por lo que había visto, afirmó tras guiñarle un ojo a unestupefactoGaúl:
—MenosmalqueatiloquehagaBrunotedaigual,¿verdad?Singanasdecomermásgachas,Lidiadejóelcazosobrelapiedra.—Porsupuesto—replicómientrasperdíadevistaaBruno.Gaúl se disponía a decir algo en esemomento cuando la sombra de
Dracelaaparecióe instantesdespués, trasposarsecondelicadeza, informóconsuvozronca:
—Eslacaravanaqueesperábamos.—¿Seguro?—preguntóGaúlacomodándoseelcinto.—Sí —asintió la dragona—. Los guerreros de Dimas son
inconfundibles.—¿Haspodidovercuántosson?—Hecontadotrescarretasdepresosyunosdiezguerrerosaloslados
deambas.Tambiénhevistovariosenanosazulesportandomantasyenseres.
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Entotalseránunatreintenadeguerrerosyunosdiezenanos.—No son muchos —asintió Penelope tocándose el colgante que su
maridoleregaló.Sinperder tiempo,Lidiaordenóquetodossereunieranylos informó
dequiénesycuántoseranlosquellegaban.Luegodecidieronurdirunplanentretodos.
—Podremos con ellos —dijo Penelope, animada ante la inminentelucha.
—No lo dudes, preciosa —sonrió Bruno, que volvía a abrazar a lamorena.
SurespuestahizoquelaenanaTharisamiraraaPenelopeyalamorenacomoadosnuevasrivales.¡Aquelloeraunsinvivir!
Todoshablabanentresí,yLidiaesperóaqueBrunoseposicionaraasulado como siempre, pero en esta ocasiónno lohizo.Eso lamolestó, perocalló.Seloveíamuyconcentradoenlamorena.
—PorladistanciaquehaydesdeaquíhastaTrastian,sinlugaradudasharánnocheenelcamino—dijoDracela,quehablabaconGaúl.
—¡Perfecto!—asintió Lidia. Y, al ver que Bruno seguía alejado delgrupo, decidió llamar su atención gritando—: Bruno Pezzia, ¿podemoscontarcontigo?
Él la miró y, con una sonrisa más amplia que la de noches antes,afirmó:
—Porsupuesto.Contadconmigocomosiempre.Dichoesto,continuóhablandoconlamorena.CincominutosdespuésLidiacaminóhastaélmolesta.—Perdona—leespetó—.Noquieromolestar,pero¿seríastanamable
de acercarte hasta donde estamos todos para poder concretar el plan deacción?
Brunosonrió.Miróalamorenay,trasguiñarleunojo,ledijo:—Cuandotermineiréabuscarteparacharlar,¿vale?—Deacuerdo—sonrióella,ysemarchó.Unavezlajovenestuvolosuficientementelejos,Lidiamiróalhombre
quehastaelmomentosiemprelehabíasonreídotansóloaella.—¿Quétienestúquecharlarconésa?—inquirió.Sorprendido y atónito por su gesto, Bruno la miró, luego miró a
Penelope,quesonreía,yacercándoseaLidiasusurró:—Loquequiera.Noolvidesqueloqueocurreentrenosotros¡ocurre!
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Despuéshayqueolvidarlotodo,¿noesasí?Lidianotócomosi tuvierafuegoenlasentrañas.Jamáshabíasentido
celos de nadie, y no quería tenerlos ahora de aquella morena. Cuadró lamandíbula,alzóelmentónconsoberbiaydijo:
—Vamos,regresemosconlosdemás.Nosestánesperando.Cuandosediolavuelta,Brunolevantólavistaalcieloysonrió.Durante horas hablaron sobre cómo proceder y, una vez todo quedó
claro, Lidia, que era quien llevaba la voz de mando en el campamento,afirmó:
—Deacuerdo.Unavezacampen,visualizaremossusposicionesy losatacaremosalanochecer.
Todosasintieron.Eralomejor.Tharisa,queunavezcomenzadalareuniónsehabíaunidoaellajunto
asuPezzia,preguntómirandoalaguerrera:—¿Utilizaráselbrebajequepreparé?Lidialamiró.Porprimeravezhabíasentidoloquelaenanaazulsentía
alveraBrunoconella.—Porsupuesto—respondióconempatía—.Debemosechartubrebaje
ensucenayesperaraquehagaefecto.Después,atacaremos.Encantadadesentirsepartedelgrupodeacción,Tharisasaltó,yBruno
lalevantódelsueloparaabrazarla.—Bien…,bien…—exclamó—.BienpormipreciosaTharisa.Emocionada, alterada, estupefacta e impresionada, la enana asintió y,
cuandoBrunoladejódenuevoenelsuelo,declaró:—Os demostraré lo efectivo que es y lo buena que soy preparando
brebajes.Denuevoseabriódebate.Ahorasólofaltabadecidirquiénseinfiltraba
enelcampamentoenemigoparaecharelbrebajeenlacocina.Risco,quequeríaimpresionaraTharisaparaquesefijaraenélcomo
hacíaconelguapoPezzia,seofrecióvoluntario.—Yo me introduciré en su campamento para echar el brebaje de
Tharisa en la comida —dijo. Todos lo miraron, puesto que Risco nodestacabaporsubraveza—.Dracelahadichoquehavistoavariosdemiespecieentreellos—prosiguióél—,yestoysegurodequenadierepararáenunenanomás.
—Buenaidea,amigo—asintióBrunochocandolamanoconél.—Sí. Es una idea prodigiosa, extraordinaria, sensacional —afirmó
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Tharisadebuenhumor.—De acuerdo—asintió Lidia con seriedad—. Esperemos a que sea
nochecerrada.DespuésconseguiremosqueDimasDeceusrabie.Todos sonrieron y levantaron sus espadas satisfechos. Era un buen
plan.Cuandolareuniónhuboacabado,LidiaviocómoBrunosealejabade
ella.—Tútelohasbuscado,querida—murmuróDracela.La guerrera, furiosa, no contestó.En vez de ello, diomedia vuelta y
caminóensentidocontrario.
Durantehoras,Lidiaesperó la llegadadeBruno,peroélnoapareció.Sinlugaradudas,sehabíatomadoalpiedelaletraaquellode¡olvidar!
Despuésde la comida,mientras estaba sentadaconPenelopebajounárbol,viopasearalaparejaporelcampamento.Lamorenaparecíadivertidacon lo que él le contaba y, sólo con ver el gesto de Bruno, supo quedisfrutabadelacompañíadeaquélla.
Penelope, viendo hacia adóndemiraba su amiga, se disponía a deciralgocuandoLidiamurmuró:
—Niseteocurradecirlo;sémuybienloquepiensas.—Selevantódeunsaltoyañadió—:Voyadescansarunrato.Estanocheserálarga
Acto seguido, la cazarrecompensas se levantó y, tras dirigirle unasonrisaaPenelope,fuehastasutiendayextendiósumantaenelsuelo.Sedesnudó quedándose sólo vestida con una camisola, se tumbó y cerró losojos.
Necesitabadescansar,perolasimágenesdeBrunoydeaquellamorenasonriendolaestabanatormentado.Sediomediavueltaparaunlado,despuésparaelotroy,cuandoestabaapuntodeestallaracausadelnerviosismo,lapuertadelatiendaseabrióyaparecióBruno.
Ambossemiraronduranteunosinstantesperoningunodeelloshabló.Al cabo, él caminóconpasodecididohacia sumantay la cogió.Lidia lo
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miró,laagarróylepreguntósentándose:—¿Adóndellevastumanta?—Adondemedélagana—replicóélcongestoserio.Todavíamásdesconcertadaqueantes,ellainsistió:—¿Tevasconlamorena?…¿Cómosellamaba?—Aimil—respondióél.—Chico…,hasidoverlaysetehailuminadolacaraylasonrisa.¿A
quésedebentantosbesosyabrazos?ElsilencioseinstalódenuevoentreelloshastaqueBrunopreguntó:—¿Tesuponealgúnproblemaquemevayadetulado?—Absolutamente ninguno—aseguró ella—.En todo caso, ganomás
espacioparadormir.Brunoasintióalpercibirsufrialdad.Sin duda podía marcharse cuando quisiera. Entre ellos nunca había
habido normas, ni promesas, especialmente porque Lidia nunca las habíaquerido.
Ellasoltóentonceslamantaysiseó:—Situmantasaledemitienda,nitúniellavolveréisaentrar.Brunolamiróboquiabiertoporsudesafío.Finalmenteasintió.—Muybien,jefa—dijo—.Nohayningúnproblema.Peroantesdeque
mimantayyosalgamosdeestatienda,tevoyadecirtrescositas.Lidiasepusoentoncesenpie,levantóelmentónysiseó:—Túdirás.Enfadado con la situación, puesto que había ido allí para hacer las
pacesconella,élleespetó:—Laprimera.Novoyamendigarni tusbesos, ni tus abrazos.Si tú,
comomujer,nomenecesitas,asumidoestá,ybuscaréquienmenecesite.—Muybien—afirmóLidiaconchulería—.¿Cuáleslasegundacosa?A cada instantemás enfadado,Bruno clavó sus ojos azules en ella y
añadiósinpensar:—Unavezacabemosestacontienda,cogerémicaballoymisescasas
pertenenciasymeiré.Nocreasquetenecesitoparasubsistir.—¿Ylatercera?—preguntólaguerreraconelcorazónencogidoyun
hilodevoz.Dispuestoasersinceroconella,Brunoreplicó:—Latercera:AimileralamejoramigadeAldenay,portanto,escomo
unahermanaparamí.Reencontrarmeconellahasidocomovolveravera
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mihermana.Esolocambiabatodo,pensóLidia.¿Cómohabíasidotantonta?Pero,
cuandofueamoverseparaacercarseaél,elguerrerodiounpasoatrás.—No—dijo—.Ahorasoyyoelquenoquierenadadeti.Sinmás,Brunodiomediavueltaysaliódelatiendadejandoalajoven
sinsaberquéhaceroquédecir.Lasensacióndepérdidaquesintióeneseinstante fue terriblemente dolorosa pero, cuando las lágrimas estaban apunto de derramarse de sus ojos, la puerta de la tienda se abrió y Brunoentródenuevo.
Ambossemirarona losojosunossegundos,hastaqueélseacercóaella,lacogióentresusbrazosylabesó.Desesperada,Lidialoabrazó.Habíavuelto.Esoeraloúnicoqueimportaba.
Enloquecido,elguerrerometiólasmanospordebajodesucamisolayselaquitó.Lospechoslozanosdelajoven,queBrunoadoraba,semovieronanteélyjadeó.
Ardientededeseo,Lidiasearrodillóy luegose tumbó.Desnudaanteél, extendió sus manos a la espera de que su hombre se las cogiera.Poniéndosede rodillas,Bruno le cogió lasmanosy la abrazó fuertementeconcariño.
Alsentirloencimadeella,lajovengimió,mientraséllaenvolvíaentresus brazos con la ternura habitual. Durante variosminutos únicamente sebesaron,eldeseoporposeerseaumentandomásymásacadainstante.
Lidia era tentadora y deseaba lo mismo que él, por ello, Bruno sedesabrochóelpantalónconrapidez,sacósuduromiembroy,aceptandolainvitacióndeella,lapenetró.Lahizosuya,alprincipiolentamente,perosupropiogoceylosjadeosdelajovenguerreralohicieronacelerar.Sentireldesenfrenodeellalovolviólocodepasióny,mirándolaalosojos,laposeyódeformaanimalhastaqueambosalcanzaronelclímax.
Cuando el deseo desenfrenado hubo terminado,Bruno lamiró.Lidiatenía los labios hinchados por sus fogosos besos, y volvió a besarla. Leencantabasudulcesabor,ladeseabaylaqueríatantoqueleresultaríaduroalejarsedeella,peroloharía.Debíahacerlo.
Mimosaportenerlojuntoaél,lamuchachaserelajó.Lobesóhastaqueel aliento se le cortó y, cuando ese beso apasionado acabó, Bruno seincorporó,selimpióysepusoenpieparaabrocharselospantalones.
—Ahora,comosiempremepides,¡olvidaréloocurrido!—espetóconfrialdad.
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Dicho esto, giró sobre sus talones y se marchó dejando a Lidiatotalmentedesconcertada.
Lanochellegó.Elfríolosatenazóylalluvialosempapó.Tras acampar y levantar varias tiendas, los guerreros de Dimas
incitaronalcocineroaquepreparaseenunagranollaunaespeciedecaldoque les calentara el cuerpo. Lo necesitaban. Estaban muertos de frío yagotamiento,ynosepercatarondeladocenadeojosquelosobservabanenlaoscuridad.
Una vez Lidia y los demás acordaron lo que iban a hacer, sedesplegaronpor el bosque.Alver aBruno, la guerrera sedirigióhacia élcomosiemprehacíaantesdeunataque.Él,encambio,nolediosuhabitualbesodebuenasuerte,sinoquesimplementelamiróydijo:
—Tencuidado.Ella asintió y lo observó alejarse. Sin duda debería hacer algo para
resolveraquello,perodemomentodebíaseguirconelplan,ycorriójuntoaPenelopeasuposición.
LosguerrerosdeDimasreíanyhablaban,ynosepercatarondequeunenanoazulseinfiltrabaentreelloscaminandoconseguridad.
Riscoobservótodoasualrededor.Variosenanoscomoélcorríandeunlugar para otro portando lonas y enseres y, para no levantar sospechas, élsólotuvoquecogerunalonamás.Sufinoolfatolocondujohastael lugardondeelcocineropreparabalacenaparalosguerrerospero,cuandoapenasle quedaban unos pasos para llegar hasta él y cumplir su cometido, unasfuertesmanosloagarraronporelcuello.
—Tú, enano apestoso —dijo una voz de hombre—. Mueve esasridículaspatitasque tienesy tráeme rápidamenteunasmantas secas, sinoquieresquetearranquetuazuladapielatiras.
Riscolomiróydeseóasestarleunpuñetazoaaqueltipoquelotratabacon tantodesprecio, pero antes dequepudiera responder, el otro lo lanzócontraelsueloygritó:
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—¿Quiéntehadadopermisoparamirarme?Losiguientequenotófueunafuertepatadaenelestómago,yelpobre
Riscoseencogióendos.Quisorespirar,peroelgolpehabíasidotanbrutalqueinclusocogeraireleresultabaimposible.
—Enanodemierda.Quéascomedas—gritóelsalvajeguerrero.Y,cuandosepreparabaparapatearlelacabezayRiscofueconsciente
de que iba a morir bajo el pisotón de aquél, una voz profunda dijo a suizquierdaparallamarlaatencióndelagresor:
—Esvergonzosovercómounsupuestoguerreromaltrataaunenanosólo por creerse superior. Sácame a mí de aquí y pelea conmigo. Estoysegurodequeseríastúelquemorderíaelpolvo.
Desde suposiciónenel suelo,Riscomiróalhombrequeacababadesalvarlelavida.Laoscuridadnolepermitíaverconclaridadsurostro,perosupoquesetratabadeunprisionero.Elguerrerorápidamenteseolvidódelenano.¿Quiénosabaahablarleasí?Y,contodasufuria,seencaminóhacialacarretamientrasgritabadescompuestoempuñandosuespada:
—¡Cállate,monstruo!—¿Monstruo? —exclamó el prisionero—. ¿Quién es más monstruo
aquídelosdos?El guerrero, cada vez más enfadado, se detuvo frente a la carreta y
comenzóavociferar.—¡No te mato ahora mismo porque para mi señor Dimas eres
mercancíaquevender!¡Delocontrario,tesacabadelajaulaytecortabatuapestosacabeza!
El gruñido angustioso del prisionero fue lo suficientemente poderosocomoparaenvenenaraúnmásalguerrero,quemetiólasmanosrápidamenteentre lasmaderas, agarró al hombre y, dándole un golpe brutal contra losbarrotes de la carreta, lo hizo sangrar como a un cerdo ante el horror deRisco.
—Allá adonde vayas serás tratado como lo que eres, ¡un monstruodeforme!—gritóelguerrerosoltándolo.
Sintiempoqueperder,Riscoselevantódelsueloyhuyólomásrápidoque pudo. Le habría gustado auxiliar a aquel que lo había ayudado, mástarderegresaría,peroahoraeranecesarioseguirconelplan.
Sorteandoavariosenanosqueseafanabanenlevantarunostoldosparaquelosguerrerosnosemojaran,Riscollegóhastadondeelcocineroestabapreparandoelrancho.
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—Eh,tú…,enanoasqueroso—lollamóelcocinero.RápidamenteRiscoseacercóaél.Ésaerasuoportunidad.—Tráemedeesacajaelpanduroparaecharlealasopa.¡Peroya!Sin tiempoque perder, el enano localizó la caja.Trasmirar a ambos
ladosyverquenadieloobservaba,sacócondisimuloelbrebajequellevabaconsigoy lovertió sobreelpan.Después se lo llevóal cocinero,que, sinmirarlo,loechóenelcaldero.
Unavezcumplidasumisión,elenanoazulcaminócondisimuloporelcampamentohastadesaparecertrasunárbolqueloocultólosuficienteparaluegohuirrápidamentedeallí.Ahorasólohabíaqueesperar.
CuandolacalmaparecíareinarenelcampamentodeDimas,Lidiaysugentelosrodearon.ComoanteriormentehabíahechoRisco,elenanovolvióamoverseporelcampamentoparacomprobarqueelbrebajehabíahechoefecto.Vercómotodosaquellosguerrerossemovíancontorpezaylentitudlohizosonreír.
Diounsilbidoy,pocossegundosdespués,Lidiaylossuyosatacaronyse hicieron con el campamento en un santiamén. Los guerreros estabantorpes y resultó fácil acabar con la treintena. Sólo alguno que no habíatomado la sopa lespresentóbatalla,pero le fue inútil.La ferocidadde losotrospudoconél.
—Asídagusto—dijoBrunomientrasmetíalasespadasdeaquéllosenungransaco.
—Hasidoelenfrentamientomássencilloquehemosmantenidohastaahora—sonrió Penelopemientras recogía los arcos parameterlos en otrosaco.
Mástarde,lasarmasincautadasserepartiríanentresugente.—Creoquehemosencontradounbuenaliadoenelbrebajequepreparó
la bella Tharisa —rio Gaúl, y con picardía añadió—: Guapo Pezzia,deberíasregalarleunbesito…
—Calla y no la líesmás—semofóPenelope al ver cómo lomirabaBruno.
Unavezacabaronderecogerlasarmas,PenelopecomprendióquealgogravehabíapasadoentreLidiayél.Nosehabíanacercadoelunoalotrotrasacabar lacontiendayesoera raro.Muy raro.Enespecial,porBruno,quesiempresepreocupabaporqueellaestuvierabien.
—Yaosdijequeesapequeña,rechonchayfeaenanaazultienetodalapintadeserunabuenabruja—rioRisco.
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Depronto,unacollejaconlamanoabiertadelasusodichacayósobrelapequeñacabezadelenanoylohizomaldecir.
Gaúl,PenelopeyBrunosonrieronconhumoralpresenciarlaescena.—Has sido un valeroso y esforzado enano, ¡pero no vuelvas a
hablarmeentuvida!—espetóTharisa.—Vamos, no seas tan dura con él—terció Bruno—. Gracias a él y
tambiénati,hemosconseguidonuestropropósito.Losdosformáisunbuenequipo.
Riscoseestiróalsentirseimportante,ylaenanapestañeómirandoasuamadoPezzia.
—Elproblemaserávolveraencontrarlaesenciadulce—murmuróella—.Gastétodalaqueteníaparaestetrabajoyyanotengomás.
—No te preocupes. Encontraremos elmodo de conseguirla—señalóPenelopecargandoarcos.
—Tú sólo dinos dónde tenemos que ir a por ella e iremos, ¿verdad,Bruno?—sonrióGaúl.
Aloírlo,elguerrerosonrióperonocontestó,loqueextrañóasuamigo.Pestañeando,TharisaseacercóentonceshastaelgallardoPezziay,tras
ponersedepuntillasparaparecermásalta,murmuróconvozsensual,loquehizosonreíraPenelope:
—La esencia dulce sólo crece en las noches de luna llena bajo losrobles demás de trescientos años.—Bruno se agachó para oírlamejor y,trasretirarseloscuatropelosquelecaíansobrelafrenteconcoquetería,laenana prosiguió—: Para hacerse con ella hay que seguir tres cuidadosospasos,guapoPezzia.
—Quéinteresante—asintióBruno—.Y¿quépasossonésos?Conscientedequehabíaconseguidotodalaatencióndesuenamorado,
yenespecialsucercanía,Tharisadiounpasomáshaciaélysusurró:—El primero, localizar el roble. El segundo, esperar a que llegue la
nochedelunallena,yeltercero,alsentirlabrotararrancarlaantesdequelaflorsevuelvavioleta.
—Ningúnproblema,Tharisa.Asíloharemos—asintióGaúl.Depronto,unaextrañalluviadoradacayósobrelacaradeBruno.—Tharisa—señalóél—,¿tehandichoalgunavezquetienesunosojos
preciososyuncabellomuysedoso?Entonces,GaúlyPenelopelomiraronsorprendidos.¿Aquéveníaeso
deunosojospreciososyuncabellosedosocuando laenana tenía losojos
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saltonesycuatropelosmalpuestos?—Oh…, oh… Eso no ha estado bien—susurró Risco al ver lo que
aquéllaacababadehacer.—No…,nadabien—convinoGaúlmientrasmiraba a su amigo,que
sonreíacomounbobo.—Ysevaaponerpeor—murmuróPenelopealveracercarseaLidia.Laenana,aloíraquelpiropodelhombrequeocupabagranpartedesus
sueños,suspiróy,acercándosemásaél,murmuróconvozsensual:—GuapoPezzia,¿medaríasunbeso?…Sólounbeso.Durantevariossegundos,Tharisayelapuestoguerrerosemiraronalos
ojos. Gaúl arrugó la frente con gesto horrorizado. El beso era inminente,hastaquedeprontoBrunonotóungolpeenlaespaldaquelohizocaerdebruces.Esolodespertó.¿Quéhacíaenelsuelo?
Molesto por aquel empujón, se volvió dispuesto a luchar, pero seencontróconelgestoceñudodeLidia,queledijoentonoserio:
—¿Seríastanamable,guapoPezzia,deiraliberaralosprisionerosydejardehacereltonto?
Al intuir lo ocurrido, Bruno miró a la enana. Ésta, sin embargo, seencogiódehombros,levantósusmanitasazuladasenelaireymurmuró:
—Yonohehechonada.Brunoresopló.LasjugarretasdeTharisacadadíaeranmáscontinuasy,
singanasdeprotestar,nidesonreír,diomediavueltaysemarchódispuestoacumplirsucometido.
Todosmiraron entonces a la jefa. ¿Por qué había sido tan bruta conBruno?
PeroLidia,despechadaportodoloocurridoenlasúltimashoras,clavósumiradaen lapequeñaenana,que laobservabacongestoconfundido, eindicó:
—Los juegos sucios no me gustan. Ándate con ojo. —Luego,volviéndosehaciaPenelopeyGaúl,añadió—:Quierohablarconvosotros.
Sinsabersireíronoantelaescenaqueacababandepresenciar,ambosse miraron con ironía y la siguieron. Mejor no comentar nada. Cuandoestaban algo alejadosdel grupo,Lidia reparó en la expresióndeguasadesusamigos.
—Elprimeroquedigauna tontería respectoa loquehapasadoentreesaenanaazulyelidiotadelguapoPezziaselasveráconmigo,¿entendido?—lesespetó.
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GaúlyPenelopeasintieron.Pero,paradesesperacióndeLidia, la risadeDracelaresonóentoncesdesdearriba.Porello,Penelopeseapresuróaresponder:
—Niuncomentario.Loprometemos.TrasrecomponerseyvercaminaraBrunohacialosprisioneros,Lidia
informóasuscompañeros:—Brunoabandonaelgrupoestanoche.—¿Cómo?—preguntaronlosotrosdosalunísono.Conteniendolastropecientasmilemocionesquelaembargaban,Lidia
cogióaire.—Haocurridoalgoentrenosotrosysemarcha.Puntoyfinal.—Y¿cómo lopermites?—inquirióPenelopemirandoalhombreque
tantolahabíaayudadoyquetantocariñoledaba.—Deberíashablarconél—dijoasuvezGaúl.—No—replicóLidia.—Necesitamos aBruno—insistió su amigo—.No puedemarcharse.
Todosjuntossomos…—Éllohadecididoasí—locortóLidia—.Yno.Novoyasuplicarle
que se quede. Antes de conocerlo luchaba sin él, y seguiré haciéndolocuandoélyanoesté.
PenelopeyGaúlsemiraronsindarcrédito.—Hayprisionerosqueestánmuymal,yesoharáquenuestroregresoa
lacascadadelGranPantanoseamáslento—dijoLidia,resueltaacambiarde tema—. Por ello he pensado que uno de vosotros dos se adelante convarios hombres.Deberá pasar por el Túmulo, ver lo que nos hace falta yluegocabalgarhastaVillaSilencioparaaprovisionarnos.
—Iréyo—seofrecióGaúlmirandoaBruno.¿Cómoseibaamarchar?—.Penelopepuedeayudartemásconesagenteenfermaqueyo.
—Tienerazón—asintiólajoven—.Yoayudaréconlosheridos.—Me llevaré media docena de hombres y haré lo que dices —
prosiguióGaúl—.Cuando lleguealTúmulo,abriréunagrietacon la llaveélficayvendréabuscaroscuandoregresedeVillaSilencio.
—No—corrigióLidia—.Esmejorque,unavezdejéislasprovisionesenelTúmulo,osdirijáisalacascadadelGranPantanoynosesperéisallí.
Gaúllamiróyasintió.Sinperdertiempo,éstellamóavarioshombres.—Tencuidado,¿oído?—dijoLidiamirándoloalosojos.—Tranquila,jefa,lotendré—sonrióél—.¿Acasolodudas?
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Conunatímidasonrisa,suamigaasintiósinserconscientedequeunenanoazul,ajenoalosdelcampamento,loshabíaescuchadoyseescabullíasinservisto.Instantesdespués,LidiacaminójuntoaPenelopeendirecciónallugardondeseencontrabanunoshombresheridos.Habíaqueayudarlos.
Montadosobresucaballo,Gaúldioinstruccionesavarioshombres,yantesdemarcharbuscóaBruno.Loencontródándoledebeberaunodelosprisioneros.
—Quierohablarcontigo—ledijo.Bruno asintió. Terminó de darle agua al hombre y caminó hacia él.
Cuandollegóasualtura,Gaúlsebajódelcaballoypreguntó:—¿Quéesesodequetevas?Subuenamigolomiró.DespuésmiróhaciaellugardondeestabaLidia
yrespondió:—Creoquehallegadoelmomentodehacerlo,Gaúl.—¿Porqué?AmbossemiraronyBrunosusurró:—Sabesperfectamenteloquesientoporella,ynopuedocontinuarasí.Suamigoasintió.Loentendíaperfectamente,peroinsistió:—Ellaesasí:arisca,indomable,malhumorada,autoritaria…¿Acasono
tehasdadocuentatodavía?Brunonegóconlacabeza.—Sí—repuso—.Ellaestodoloquehasdicho,perotambiénesdulce,
suave, bondadosa y cariñosa. Le gusta sonreír, mirar la luna, contar lasestrellas.Micercaníaconellamehahechovermuchasmáscosasdeellaquenadiehavisto,yodiocuandoseempeñaensersimplementearisca.
—PeroBruno…—No,Gaúl.Seacabó.Unacosaesqueantelagentequieramostrarsu
lado duro y terco. Eso lo entiendo, y se lo respeto porque es parte delliderazgo.Perootramuydiferenteesqueconmigosea igual, inclusoen laintimidad.
—Ellaestudestino,amigo.Contristeza,Brunolomiróentoncesymusitó:—Peroyonosoyelsuyo.Conmovidoporloquesumiradaletransmitía,suamigoinsistió:—Piénsalo,Bruno.¡Piénsalo!—Estámásquepensado,amigo—suspiróél.—¿Qué sería lo que te haría cambiar de opinión? —preguntó Gaúl
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entonces,conscientedelaatracciónquesentíanelunoporelotro.Brunolomiró.Meneólacabezayrespondió:—Que ella admitiera lo que siente pormí de una santa vez.Queme
dijeraquemenecesitaymedejaraserpartedesuvida.Gaúl suspiró.BrunoestabadolidoyLidiaeraunamujercomplicada.
¿Seríacapazdedecirtodoaquello?Sinquerermetermáseldedoenlallaga,lepidióasuamigo:
—HedepartirymegustaríaquelasacompañarasenmiausenciahastalaGranCascada.Unavez llegues allí, si quieresmarcharte, ¡hazlo!, pero,porfavor,veconellashastaallí.Permitequepuedadespedirmedetiynolasdejessolascontodaestagente.
Traspensarloduranteunossegundos,Brunoasintió.Sinduda, loquesuamigodecíaeralomejorparaellas.
—Gracias,Bruno—dijo finalmenteGaúl sonriendoyextendiendosumanoparachocarlaconlasuya.
Dichoesto,montóensucaballoy,trasunmovimientodelacabeza,selanzó al galope con varios hombres y desapareció en la oscuridad de lanoche.
Risco yTharisa, que por su condición de enanos tenían el oídomuydesarrollado,semirarontrasescucharlaconversacióndelosdoshombresyverpartiraGaúl.Elgestode laenana lodecía todo.SuPezzia.SuguapoPezziaibaamarcharse.¿Quéibaaserdeella?Y,condeterminación,pensóenevitarlo.
PeroRiscoleyóloqueibaahacerensusojossaltones.—Si vuelvo a ver que utilizas tus polvos mágicos para encantar a
Bruno,lodiré—laamenazó.—Oh…,porfavor,Risco…,noseaspesado.—Loharé,Tharisa—aseguróél—.¿Acasono tehasdadocuentade
queélnotemiraconlosmismosojos?Laenanasonrióy,observandosusuñasoscuras,murmuró:—No…,nomehedadocuentadenaday…—Perovamosaverrrrrrrr—insistióRisco,molestoporlacabezonería
de aquélla—. Pero ¿es que aún no te has dado cuenta de que él es unguerreroytúunaenanaazul?Somosdosrazasdiferentes,¿noloves?
—Elamorlopuedetodo—replicóella.—Alfinalsufrirás,Tharisa.Élnuncasentiránadaporti.Sucorazónya
estáocupado,ysabesperfectamenteporquién.
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Molesta, Tharisamiró con recelo a Lidia, que ayudaba a un preso asalirdelacarreta,ysiseóconvozáspera:
—Mira,enanoentrometido—dijoseñalándoloconundedo—.Élmeencontró,me revivió,mesalvó,mecuidó,ymicorazónseenamoródeélsinyopedirlo.Nopuedoirencontradeeso.
—Losé—murmuróRisco,consciente.Sinsaberlo,cuandoBrunolehabíahechoelbocaabocaparasalvarla
eldíaque la encontró, había sellado también su corazón.Y sólohabíaunmododequeTharisaseliberara.
—Risco —insistió ella—, ya sabes que sólo hay algo que me harádesistir enmiempeño,yesqueélmeaclaredirectamente suamorpor lamujerqueama.Éldíaqueesoocurra,micorazónseliberarádesuembrujo,mientrastanto…seguirépersiguiendosuamor.
Y,dichoesto,Tharisa levantóelmentónysealejómuydigna.Alnopoder revelar el secreto del encantamiento, Risco resopló con el corazónencogido.
Sintiempoqueperder,Penelopedabaórdenesdirectasasugente.Lospresos recién liberados los necesitaban. Lidia se encargó junto a varioshombresdehacerdesapareceralosguerrerosmuertos,mientrasqueBrunoliberabaalrestodelosprisionerosayudadoporRisco.
Enunpardeocasiones,LidiayBrunosemiraron.Ensusojoshabíainfinidaddereproches,peroningunodijonada.Unavezhubieronterminadodeasistir a losheridosmásgraves, coincidieronal ir aquemarunade lasinfestascarretas.
—He hablado con Gaúl —dijo Bruno—. Me ha pedido que osacompañehastalaGranCascada.¿Teparecebien?
Lidianodijonada,peroasintió.Sinembargo,sucorazónpalpitómásdeprisaalsaberqueélnosemarcharíaesanochenitampocolassiguientes.
Bruno se alejó entonces. No quería permanecer mucho tiempo a suladoolabesaría.
Porsuparte,cuandoRiscollegóalacarretadelfondorecordóqueenaquéllaestabaelhombrequelohabíasalvadodelguerreroquehabíaestadoa punto de matarlo. Sin tiempo que perder, y ayudado por otros enanosazules,sesubiócarretalcarromatoyretirólamaderaqueatrancabalapuertaparaliberaralospresos.
Despacio, todos fueronsaliendodeella,yRiscose fijóenelhombreque bajó el último. Era él. Se lo veía desnutrido, sucio y enfermo. No
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obstante, su altura y la anchura de sus hombros le indicaban que en elpasadohabíasidounhombrerobustoyvigoroso.
Concuidadodenoasustarlo,seacercóaél,queseocultabaentre lassombras,ydijo:
—Queríadartelasgraciasporloquehashechoantespormí.Tedebouna,amigo.
Aloírsuvoz,elhombresevolviórápidamenteparamirarlo.Laluzdelalunasereflejóentoncesensurostro,yRiscoseencogió.AhoraentendíaporquéelguerrerodeDimaslohabíallamadomonstruo.Elenanosesintióconmovidoalversusojoscansadosyenfermizosy la terriblecicatrizquecruzabaelladoderechodelrostrodelhombre.
—Denada—susurróéste.—Sinohubierasidoporti,eseguerrerohabríaacabadoconmivida.Con una cansada sonrisa, el hombre suspiró y, aún encorvado,
respondió:—Ahoratúmehassalvadoamí.Estamosenpaz.Nomedebesnada,
amigo.Inquieto, Risco lo observó andar con pesar. El hombre se sentó
lentamente sobre una de las rocas. El dolor en su costado era terrible, yapenassipodíadisimularlo.Seladeabahacialaderechayrespirabaagitado.
—¿Estásbien?—lepreguntóelenano.Unavezcogióairepararesponder,elprisioneromurmuró:—Es sólo una herida. Pero ahora que estoy libre, estoy seguro de
que…—Risco,¿meechasunamano?—pidióentoncesPenelope.Al oír aquella dulce voz, el hombre se quedó sin aliento y no pudo
terminarlafrase.No.Nopodíaser.Ellanopodíaestarallí.Despacio,Fentonvolviólacabezaylasangreselehelóenlasvenasal
verla.Alreconocerla.A pocos metros de él, Penelope, su Penelope, su adorada esposa,
ayudabaaunhombremalheridoacaminarjuntoaRisco.Incapazdeapartarlavistadeella,laobservódarórdenesconunaespadaenlamano.Labocase le secó aún más. Estaba preciosa, cautivadora, poderosa, sensual ymágica. La mujercita que había dejado se había convertido en toda unamujer.Enunaguerrera.
Durante unos instantes pensó en llamarla, en decirle que él eraFenton… Lo deseó. Lo ansió, pero no debía. Él ya no era el gallardo y
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apuesto hombre que había conocido. Ahora era un animal deforme ydesfigurado.
Avergonzadoporsuaspectoyconscientedequedebíadesaparecerdeallí,seocultóbajosucostrosaysuciacapaysepusolacapucha.Instantesdespuésoyóunospiesquecorreteabanhaciaélysupoqueeradenuevoelenano.
—Teagradezcotuayuda—declaróFentonconelcorazóndolorido—,peroahorahedeirme.
—Perosiapenaspuedescaminar.¿Adóndevas?—protestóRisco.Ocultoentresusandrajos,Fentonmintió:—Hedeencontraramishombresyliberarlos,seguroquemuchosaún
estánbajoelmandodeDimasy…Noobstante,allevantarse,eldolorlodoblóendosytuvoquevolvera
sentarse. Rápidamente Risco, sin pedir permiso,metió susmanos bajo lacapaydestapólafeaheridadelcostado.
—Estonotienebuenapinta—musitó.—Losé—afirmóFentonconunhilodevoz.Conscientedelamanchanegraquerodeabalaherida,elenanoañadió:—Debencurartedeinmediato.Esperaunsegundo,llamaréa…—¡No!Nonecesitoquenadiemecure.Riscolomiró.¿Quéleocurría?Peroconprudenciainsistió:—Estaheridaestámuymal.Sinosehacenada,lainfeccióntematará.«Morir»,pensóelotroconamargura.Eso era lo que Fenton le había pedido a su dios durante aquellos
terriblesmeses.Morir.Peroaqueldiosalquetantasveceshabíaacudidoensusoracionesno sehabía apiadadode él.Por ello, tapándosedenuevo laherida,miróalenanodeojossaltonesyrepitió:
—Yomecuidaré.Séhacerlo.—Estásmalherido,¿noloves?—Hedichoqueyomecuidaré—replicóFentonalveraPenelopecada
vezmáscerca.Risco,queacabezónnologanabanadie,insistió:—Necesitas cuidados. Necesitas descansar unos días para coger
fuerzas.¿Acasonotedascuenta?PerodeloúnicodeloqueFentonsedabacuentaeradequePenelope
estaba cada vez más cerca, a tan sólo unos pasos de él, y eso lo teníaaterrorizado. Por ello, mirando al enano con gesto duro, siseó con
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desesperación:—Noquieroqueningunamujermepongalamanoencima.Nomefío
deellas,¿loentiendes?Riscosonrió.Porsupuestoquenoloentendía.Ymenosalpensarenla
buenadePenelope.Sinembargo,queríaayudaraaquelhombre.—Yotecuidaré,tranquilo.LepediréaPenelopequemedéalgoconlo
quepodersanartey…—Risco,¿necesitasayuda?—dijodepronto ladulcevozde la joven
juntoaellos.Oculto tras sus sucios ropajes, Fenton cerró los ojos. Sólo tenía que
levantar la cabeza para poder mirar de frente a la mujer que noche trasnochelohabíavisitadoensueños,peronopudo.Lavergüenzaquesentíaacausadesuaspecto,denoserelmismoqueellahabíaconocido,nose lopermitió.
Alverqueelhombreseencogía,Riscolamirórepuso:—Tranquila, Penelope, sólo necesito un poco de mejunje de
alboriquelecaparasanarunafeaheridaqueestehombretieneenelcostado.Simelodas,yomismoselopondré.
—Notepreocupes,Risco,puedohacerloyo—insistióellaacercándoseunpasomás.
Elhombresemovió,yelenano,conscientedesuangustia,señalóconpremura:
—Esamujernecesitaurgentementedetusatenciones,Penelope.Tieneunafeaheridaenlacabeza,ymequedaríamástranquilosiselacurarastú.
Lajovenmiróalamujery,conmovidaporsugesto,sacóalgodeunapequeñabolsaque llevabaatada a la cinturaydijo sinprestar atenciónalhombrequeseocultabadeella:
—Toma, Risco. Cuando acabes con el mejunje me lo traes—y, sinperderunsegundomás,sealejó.
Cuando quedaron de nuevo a solas, Fenton respiró aliviado.Miró alenanoymurmuróconunhilodevoz:
—Gracias.Riscoasintióconlacabezaeinstantesdespuésobservóconcuriosidad
comoaquelhombreseguíaconlamiradaaPenelope.¿Laconocería?—¿Cómotellamas?Elprisionerolomiróy,trasunossegundos,respondió:—Fe…Freman.FremanRuskmen.
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Elenanoasintió.Sindudamentía,perotendiéndolelamanoamododesaludodijo:
—YosoyRiscoMancuerda.Yestaréaquíparatodoloquenecesites.Elhombresonrióentoncesporprimeravez.Concuidado,Riscoledestapóelcostado.Laheridaerarealmentefea,
yfruncióelceño.Sintiempoqueperder,sacódelabolsadesucinturaunapequeñabotelladeaguaconlaquelimpiólaherida.Elhombreseencogiódoloridoy,trasecharlelaalboriquelecasobrelaherida,elenanolatapóconunpañosecoylimpio.
—Estodebededolertemucho,¿verdad?—preguntó.Fenton,quebajosucapuchaobservabaaPenelopesonreírycurarala
mujer,respondióconlavozcargadadeemoción:—Hayotrascosasqueduelenmás.En ese instante, Bruno Pezzia se acercó a ellos. Ver a un hombre
encapuchadoenplenanochelohizodesconfiar.—¿Todobienporaquí?—lepreguntóaRisco.—Sí. Todo perfecto—asintió el hombrecillo azul y, al ver cómo su
amigo lomirada, explicó—:Tieneuna feaherida en el costado.Penelopeme ha dejado un poco de alboriqueleca y lo estoy curando yo. Bruno, tepresentoaFreman.
El guerrero se agachó para estar a la altura del hombre que estabasentadoenlapiedray,ofreciéndolesumano,declaró:
—Encantado,Freman.—Lomismodigo,Bruno.Almoverseparasaludar,laluzdelalunatraicioneravolvióareflejarse
en el rostro de aquél, yBrunopudodistinguir su rostro.Nadamás ver lagrancicatrizensucaracomprendióporquéseocultaba.Esoloconmovióy,poniéndoleunamanoensuhuesudohombro,susurró:
—Notepreocupespornada,dentrodepocosdíastuheridasanaráy,silodeseas,podrásregresaratuhogar.
Hogar.Élyanoteníahogar.Sinembargo,Fentonnoestabadispuestoarevelarnadaacercadeély
sumísera vida, por lo que asintió, se levantó y se apartó de ellos.Queríaestarsolo.NecesitabaalejarsedePenelope.
RiscoyBrunolomiraronmientrassemarchaba.Por su porte, sin duda aquel hombre debía de haber sido un gran
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guerrero,perolatristezadesusojosylavergüenzapormostrarsurostrolosconmovió.Mientrasloseguíanconlamirada,Penelopeseacercóhastaellosypreguntó:
—¿Terminastetucura,Risco?Elenanoasintióyledevolvióelungüento.—Pobrehombre—señalóBruno—.Ensumiradayensucuerpolleva
lasmarcasdedurasbatallas.Debedehabersufridomuchísimo.Trasguardarseensubolsa loqueelenanoledaba,Penelopesuspiró.
Miróalhombrequeobservabanalejarseymurmuró:—Pobrecillo.Eran muchos los que sufrían a diario la maldad de Dimas, y sólo
esperabaqueundíatodoaquelloacabara.Instantesdespués,lostresdieronmedia vuelta y caminaron de regreso hacia el lugar donde estaba Lidiahablandoconalgunosdelosliberados.
Sinembargo,depronto,elhombrequesealejabatosió,yPenelopesedetuvoysevolvióparamirarlo.Aquellatosseca…Perono.Nopodíaser.Por ello, continuó andando con Risco y Bruno, pero el hombre volvió atoseryPenelopeseparódenuevoyloobservócondetenimiento.
—¿Quéocurre?—preguntóBrunoalvercómosuamigaobservabaalprisionero.
Era una tontería lo que pensaba. Una ilusión. Un sueño… Por eso,replicó
—Nada.Esatossecameharecordadoaalguien.—¿Aquién?—preguntóRiscoconcuriosidad.Con los ojos vidriosos por el recuerdo, Penelope apretó el paso para
alejarsedeaquelquetosíayrespondió:—AmimaridoFenton.Riscoasintióysiguióandandoconellos.Sinembargo,eneseinstante
supo que tendría que hablar con aquel hombre. ¿Sería Fenton, eldesaparecidoyamadomaridodePenelope?
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CastillodeEmergar,dosdíasdespués
—Maldita sea, ¿quién ha osado robarme amis prisioneros?—voceóDimasDeceustirandosucopadevinoalsuelo.
Acababan de informarle de lo ocurrido con sus guerreros y susprisioneros.Losprimerosledabanigual,peronoasílossegundos.Laventadelosmismoseraunagranfuentedeingresosparaél.
—Miseñor—dijoAsgerdon—.Unodenuestrosenanosazulesnoshadichoquefueronesoscazarre…
—¡Los mataré! Malditos, ¡los cortaré en pedazos! —gritó Dimaslevantándosefurioso—.Losmataréatodos.Losdespellejaré…
Conocíalaexistenciadeaquelgrupodesdehacíamásdeochomeses.Loquehabíaempezadosiendoungrupodecincohabíaaumentadoconlosmeses,yloquealprincipioeraunapequeñamolestiasehacíadíaadíamásdañina,másnumerosaydifícildeatajar.
Dimas había intentado darles caza pero, gracias a su valentía y a subuenasuerte,ellossiempresalíanairososdesustrampas.Eranfuertes,listosy rápidos, y nadie lo podía obviar, ni siquiera el propioDimas, que veíacómopocoapocosusguerrerosmermabanyelgrupocrecía.
Colérico,miró al descoloridoguerreroque le habíadado la noticia ysiseóensucara:
—Preparami caballo y un regimiento de guerreros. ¿Dónde está eseenanoazul?
De un empujón, el guerrero sacó al asustado enano de detrás de suspiernasparaponerloantesuseñor.
—Enano,¿sabeshaciaadóndesedirigen?Elenanoazul,tandescoloridoporelmiedoquecasiparecíarosa,tragó
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elnudoqueselehabíaformadoenlagargantaeindicóconvoztemblorosa.—Di…di…dijeronque…queibanhaciaelGranPan…Pantano.—¡¿ElGranPantano?!—vociferóDimas.Siemprelesperdíanlapistacercadeaquelextrañolugar.Eraunparaje
peligroso, en el que nadie, absolutamente nadie, solía adentrarse, exceptoellos.
—Sí,mi…mi…se…señor.Oía…a…a—¿Aquién oíste?—lo apremióDimas—.Vamos, enano, habla y no
medesesperesotecortarélalengua.Mipacienciasehaagotadoporhoy.Cadavezmásasustado,elpequeñosercogiócarrerillaparadecir:—OíunaconversaciónentrelasmujeresyuntalGaúl.Éldijoqueiría
a por provisiones a Villa Silencio y que después las dejaría en el GranPantano,en…enelinteriordelTúmuloy…
—¿EnelinteriordelTúmulo?—locortócondesconfianzaDimas.—OíaGaúldecirqueusaríalallaveparaabrirunagrieta.Esoloexplicabatodo,sedijoDimas.Lallaveélfica,aqueltesoroque
pocos poseían, los había ayudado a escapar siempre de él en el GranPantano.Y ahora acababa de descubrir que esa llave abría el interior delTúmulo.
Satisfechoporhaberdescubiertosusecreto,elvillanoachinólosojosysonrió.Si apresabaal talGaúl,podríahacersecon la llaveélficayacabarconelgruporápidamente.
—¿Cuándooísteesaconversación?—Justo antes de escapar de ellos la noche del asalto.Creo queGaúl
aúnnohabrállegadoaVillaSilencioy…—Asgerdon —gritó Dimas—, partimos hacia Villa Silencio de
inmediato. Apresaremos al tal Gaúl, nos haremos con la llave élfica ypodremospresentarlesbatalla.
Al amanecer, y siguiendo las instrucciones de Lidia, Gaúl y susguerreros llegaron al pueblo de Villa Silencio agotados tras pasar por el
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Túmulo.Necesitabanabastecersedemedicinasycomidaantesderegresar.Procurandono llamarmucho la atención, entraronen la tiendadeun
conocido.Allí comprarían todo cuanto necesitaban sin problemas.Pero alsalirdelpueblolossorprendióunaemboscada,yelvalerosoGaúl,juntoconsushombres,fueapresadoporDimasDeceus.
Conlospocoscuidadosquerecibióenesosdíasysufortaleza,Fentonmejorórápidamente.Eralaprimeravezdesdesucapturanuevemesesatrásqueingeríaalgocomestible,bebíaagualimpiaydormíasinpasarfríoysintemoraqueloapalearanmientraslohacía.
Laheridadesucostadosanabaaojosvistas,yesolohizosentirsebien.Enesosdíashubomomentosenlosque,cuandohablabaconRisco,volvíaasentirse como el hombre que había sido, pero en cuanto veía a sumujertemblaba,agachabalacabezayrecordabaqueyanuncamásseríaaquelquehabíasidoenelpasado.
Muchos de los presos liberados buscaban al hombre de la capuchaantes de regresar a sus hogares para despedirse de él. Fenton los habíaayudadoenmúltiplesocasiones,yLidiayelrestodelgruposepercatarondeque,enciertomodo,aquelhombreeraunlíder.
Los que continuaban en el grupo de Lidia se dirigían hacia el GranPantano, un lugar temido por todos. Al principio, los presos que losacompañaban se asustaron al saber hacia adónde iban. Sólo los locos seaventurabanaentrarenaquelparaje.Pero,trasexplicarlesqueconocíanelsecretodeaquellugarmágicoyquenoteníannadaquetemer,nolesquedóotramásqueconfiarenellos.
En aquellos días, Bruno no volvió a acercarse a Lidia, lo que seconvirtióenuna torturaparaambos.Duranteeldíasealejaba todo loquepodíadeella,aunqueporlasnochessiempreextendíasumantaenunlugardondepudieraverlatiendadondeelladormía.Necesitabasaberqueestababien.
Aimil, la amigade suhermana fallecida, lehizomuchacompañía en
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esosdías,mientrasrecordabancosasdelpasadoqueenocasionesdolíano,porelcontrario,leshacíansonreír.
Lidia, que los observaba desde la distancia, los oía reír, y eso lareconcomíapordentro.SabíaqueaquellamujernoeradelinterésdeBruno,élselohabíadejadoclaro.Peronotenerloasuladonisentirsucariñodeprontoseconvirtióenuncalvario.
Sindarsecuenta,duranteaquellosnuevemeseshabíadespertadoalgoensuinterior,yahoraañorabasusbromas,susbesos,eltactodesupielbajolasmantasy,enespecial,superpetuasonrisaysusmimos.
Aquella madrugada, Lidia se despertó con frío. No sólo su corazónechabaenfaltaaBruno.Congelada,saliódelatiendaysedirigióhacialadesierta fogata. Extendió las manos para calentarse y, cuando el calorcomenzóainundarla,suspiróaliviada.
Bruno, que la había visto salir de la tienda, lamiró desde sumanta.Observócómoellasesentabasobreuntroncodemaderaalladodelafogatay,levantandoelmentón,comenzabaamirarlasestrellas.Sinpoderevitarlo,sonrió.
ALidialegustabainventarmundosparalelosmientrascontemplabaelfirmamento y, atraído como un imán, se levantó. Sin embargo, mientrascaminabahaciaelladecidióqueelrománticoBrunodebíadesaparecerparamostrartansóloalsimpáticoyalocadoguerrero.
Una vez llegó a su lado, se sentó y ambos se miraron en silenciodurante un buen rato. Finalmente, él, al ver los labios azulados de Lidia,preguntó:
—¿Tienesfrío?Ella asintió.YBruno, tras quitarse lamanta que llevaba enrollada al
cuerpo,selaechóaellaporencima.Al ver su caballeroso gesto, el semblante serio de Lidia se relajó y,
cuandosusojosseencontraron,musitó:—Gracias.Brunoextendióentonceslasmanoshacialafogata.—Mipadremeenseñóatratarbienalasmujeres—explicó.Elsilenciotomódenuevoellugar,hastaqueLidiavolvióamirarlas
estrellas y comenzó a hablar de ellas. Él la escuchó encantado, e inclusobromeóalrespectodeciertascosasqueelladecía.
Así permanecieron un buen rato, hasta que, de pronto, ambos vieroncaer del cielo una estrella fugaz. Rápidamente semiraron y, como tantas
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otras ocasiones en las que habían visto caer una estrella, se besaron sindudarlo.Fueunmovimientomecánico,algoqueningunodelosdosplaneó.Cuandosesepararon,conelsabordeellaaúnenlaboca,Brunoseapresuróadisculparse:
—Perdón,perdón…Hasidolacostumbre.—Lo mismo digo —afirmó ella, pero deseosa de más murmuró—:
Bruno…Entonces,éllamiróyellaseapresuróadeshacersedelasmantasque
entorpecíansusmovimientosy se sentóahorcajadas sobreél.Luego, trasfrotar su nariz contra la suya, como había hecho cientos de veces en elpasado,lobesó.Brunonolarechazó.Eraloquemásdeseabay,pasándolelasmanosporlacintura,laacercótodocuantopudoaél.
Uno…, dos…, tres… Cientos de besos se regalaron a la luz de lafogata,sin importarlesen lomásmínimolosnumerososojoscuriososquelosobservabandesdesusmantas.Entreellos,losdelaenanaTharisa,que,mordiendo la manta que la tapaba, se tapó también la cabeza cuando nopudomás.Noqueríaveraquelloquesucorazónansiabaynoconseguía.
—¿Quéhaces?—preguntóBrunoextasiado.Lidia,quesemoríaporquelallamaradenuevofierecilla,murmuró:—Tedeseo.Encantado por su dulzura, Bruno se levantó con ella en brazos y
caminóendirecciónalatiendadeLidia.Unavezdentro,sudeseoaumentóenintensidady,cuandosusbocassesepararonparacogeraire,ellalomiróalosojosymurmuró:
—Notevayas.Quédateconnosotros.Tenecesitamos.Bruno se sorprendió al oírlo. Le gustaron sus palabras, pero quería
oírlasensingularenvezdeenplural.Necesitabaescucharqueellaysóloellalonecesitabay,nodispuestoadarsubrazoatorcer,añadió:
—Esonoescierto.Nuncamehabéisnecesitado.—Y,antesdequeellapudieradecirnadamás,labajóalsueloypreguntó—:¿Túmenecesitas?
—Bruno…—¿Menecesitas?ElcorazóndeLidiaqueríagritarquesí,perosuobstinaciónnose lo
permitía.Decirle aBruno loquedeseabaoír sería su finy, tras cerrar losojosdoloridaporqueelbonitomomentodepasiónhabíaacabado,declaró:
—TenecesitoparaquemeayudesallevaralgrupoalaGranCascada.LaexpresióndeéllehizosaberaLidialomuchoquelehabíadolido
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su respuesta. Sin embargo, Bruno sonrió de pronto y soltó una carcajadasarcástica.
—Deacuerdo—dijo—.Asumoque entrenosotrosnuncahabránadamásqueunabonitaamistad.Teayudaréallevaralgrupohastaallíyluegodesaparecerédetuvida.¿Teparecebien?
Lajovensequedóboquiabiertaanteesaactitudfríaytanpocopropiadeél.Entonces,Brunovolvióasonreírle,letendiólamanoy,guiñándoleunojo,dijo:
—Venga,bonita.Estréchala.«¿Bonita?¿Yanosoysufierecilla?»,pensóLidia.Comounaautómata,letendiólamanoy,sinunápicedecalidez,élse
laapretó.Acontinuación,girósobresus talonesysedispusoasalirde latienda.
—¿Adóndeirásunavezlleguemosanuestrodestino?—preguntóellapararetenerlo.
—ALatam.Tengounasuntopendienteconciertomercader.AlsaberqueBrunoregresaríaaporelhombrequehabíamatadoasu
hermana,Lidiaseapresuróareplicar:—Espeligroso.Sivassolo,te…—Sécuidarme—lacortóél.De pronto, un sentimiento de culpa por lomal que siempre lo había
tratado se enredó entonces en el corazón de la guerrera, que, mirándolo,declaró:
—Sientotodoloocurrido.Deverdad,yo…Sindejarlaterminar,Brunolepusoundedoenlabocaysonrió.—Todossomosreemplazables—repuso—.Y,¿sabes?,tienesrazón.Lo
nuestro no puede ser. Como amigos, somos buenos, pero tú y yo comoparejadejaríamosmuchoquedesear,¿nocrees?
Bloqueada,Lidiasólopudoasentir.—Creo que, después de Latam, regresaré a mi hogar —prosiguió
Brunoconsujovialidadhabitual—.Aimilmehadichoquelagranjademispadrescontinúa intacta.Porsuerte,nadie lahahechosuyay,unavezallí,espero poder comenzar una nueva vida e integrarme con mis antiguosvecinos,que,simalnorecuerdo,teníanalgunaqueotrapreciosahija.
Lidia parpadeó. ¿Adónde habían ido la pasión y el romanticismo dehacíaunrato?Pero,cuandosedisponíaahablar,Brunoseacercóaellay,trasbesarlaenlamejilla,añadió:
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—Jefa,pensarésiempreenticuandomirelasestrellas.Acontinuación, leguiñóunojo,diomediavueltaysaliódelatienda
dejándoladesconcertada.Conpasodecididoy sinmirar atrás, caminóhasta el fuego, cogió su
mantayregresóallugardedondenodeberíahaberselevantado.Mientras tantoLidia, enel interiorde su tienda,dondenadie laveía,
lloróporprimeravezenmuchos…muchosaños.A lamañanasiguiente, cuandodespertó,el campamentoyaestabaen
marcha.SaliódelatiendayvioqueBrunoatusabaasucaballo.Trashaberpasadolanochepensandoenél,decidióacercarseparahablaryaclararsussentimientos,peroentoncesunajovenllamadaMildaseaproximóaélylesonrió.
Ambosestuvieroncharlandodurantevariosminutosy,cuandoMildasegiróparamarcharse,Brunoledioundescaradoazoteeneltraseroquehizoreíralamuchachaacarcajadas.
Alverlo,Lidiacerrólospuñosconfuerzay,actoseguido,sevolvióycaminóhaciaelarroyohechaunafuria.Elagualadespejaría.
Consciente de lo sucedido, Bruno sonrió y siguió cepillando a sucaballo.
No muy lejos de él, Risco observaba con disimulo al hombreencapuchado tanto como éste observaba tras su capucha a la hermosaPenelope.
El enano estaba prácticamente convencido de que aquél era quien élimaginaba,peronosabíacómopreguntárselosinhacerquesalierahuyendoyloperdieranparasiempre.
Bruno,queestabacerca,alvercómoRiscoobservabaalencapuchado,siguiólamiradadeésteysepercatódequeelhombrenoperdíadetalledetodo cuanto hacía Penelope, que se movía de un lado otro por elcampamento.¿Quéestabaocurriendoallí?
Unavezterminóconsucaballo,seacercóaRiscoeintentósonsacarleinformacióndeaquél,peroelenanonosoltóprenda.Sinembargo,cuandoloviopalidecersupoquealgoocurría.
Esa tarde, Bruno decidió hablar con algunos de los presos liberadossobre el encapuchado solitario y, atando cabos finalmente, intuyó lo queRiscoocultaba.Ningunodelospresossabíasunombrepero,trashablarconRisco y ver su reacción, supo que el hombre se llamaba Fenton, y noFreman,comoéldecía.¡EranFentonBarmey,elmaridodePenelope!
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Durantehorasdudósicontarle laverdadaPenelope.Sinembargo, laangustiaconqueelhombresealejabacadavezqueellaseacercabalohizointuir lo avergonzado que se sentía por su aspecto, y eso lo hizo callar.Debíapensarcómoabordareltema,yloharíaconcautela.
Esa noche, tras llegar al camino de Vindela, Lidia ordenó parar. Lagenteestabacansadaynodebíancontinuar.Trasmirarasujefa,Dracelasealejóvolando.Debíaencontrarunlugarconfortabledondedormir.
Más tarde, mientras cenaba junto a Penelope, observó con disimulocómoBrunosedivertíarodeadodemujeres,entrelascualesestabaTharisa.
Penelope,alverhaciadóndemirabasuamiga,bebióunpocodecaldoydijo:
—¿Puedopreguntartealgo?—Claro—repusoLidia.Penelope sonrió y ella, al intuir el asunto del que quería hablar,
murmuró:—Eslibredehacerloquequiera.—Siemprelohasido—matizóPenelope.Lidialamiró.—Brunoesunhombrede ley—explicó suamiga—,como loerami
amadoFenton.Nohacían falta reglasni compromisos entrenosotrosparasaberque,siestábamosjuntos,eraporqueambosqueríamos.YenelcasodeBruno así ha sido, a pesar de los cientos de desplantes que le has hecho,inclusocuandoestuvimosenelpueblodeBarbileo.
Alpensarenaquello,Lidiasonrió.—LaverdadesquecuandoestuvimosallíBrunonolopasónadabien
—dijo.—No, no lo pasó bien. El tal Maruel, que tanto te agasajaba, no le
gustaba un pelo. Sólo había que ver lo enfadado que estaba aquellos díasparadarsecuentadequesufríaportuamor.
—¿Amor?—inquirióLidia.
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Suamigaasintióy,recordandoasumarido,añadió:—Cuandoamasaalguien, tucorazónsedetienecuandonoestáscon
él.Cuandoamasaalguiennosoportasqueelseramadolesregalesonrisasaotrasquesólodeberíanserparati.Cuandoamasaalguiensóloquieresestartodoelratoconesapersonay,sivesqueotraseacercaaéldeunaformainapropiada,loscelostecarcomenpordentroy…
—¿CreesqueBrunomeamaba?Penelopeasintiósindudarlo.—Sí,Lidia.ClaroqueBrunoteamabay,sinduda,aúnteama,perose
haalejadodeticansadodetusdesplantes.Túnuncaquisisteverenélalgomásqueaunhombrequetehacíasonreír,queteayudabaenlosataquesyalqueenocasionespermitíasdormirbajotumanta.PeroBrunoesmuchomásqueeso.Ademásdecaballerosoyapuesto,esunhombreatento,cariñosoyen absoluto egoísta. Te da lo que tiene sin esperar nada a cambio, y a ti,entre otras muchas cosas, te dio su tiempo a la espera de que supierasentenderloyaceptarloasulado.
Con recelo, Lidia observó entonces como él se levantaba y semarchabaconlajovenFanyendirecciónalarroyo.
—Muchonomeamaríacuandoyaestásonriéndoleaotra—siseó.Penelopesoltóunarisotaday,mirandoasuamiga,musitó:—Esunjovenmuyapuesto,yhadecididocomenzaravivirsinti.¿No
eraesoloquequerías?Tras perder de vista a aquellos por la arboleda, Lidia dejó el tazón
sobreunapiedra,selevantómalhumoradayreplicó:—Porsupuestoqueeraloquequería.Mevoyadormir.Buenasnoches.—Que descanses, Lidia—sonrió Penelope con tristeza al ver que su
amigasealejaba.Durante un buen rato, Penelope permaneció a solas sentada ante la
fogata.Estabasumidaensuspropiospensamientos,sinpercatarsedequeelencapuchado que parecía dormirmás allá no le quitaba ojo y sonreía condeleitecadavezquelaveíasonreíraella.
Al día siguiente, el grupo reemprendió la marcha. Sin embargo,tuvieronquepararamediamañana,puestoquecomenzóacaerunafuertetromba de agua que apenas si les dejaba ver el camino. Rápidamente, serefugiaron entre unas grandes piedras, y Bruno ordenó sujetar unas lonasque lesproporcionasencobijo entre éstas.Luegomandóprenderunagranfogata,puestoqueestabanheladosdefrío.
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Cuando Lidia bajó de su caballo y comprobó que todos estabancooperandosinqueellalohubieraordenado,miróaBrunoyasintió.Éllesonrióasuvez.
Durante horas no paró de llover, yBruno, como siempre rodeado demujeres y niños, se dedicó a contar historias para hacerles el rato másagradable.
Alanochecer,cuandolalluviacesó,Lidiadecidiósaliradarunpaseo.Nuncalehabíagustadopermanecertantotiemporecluidaenunmismositioy,trasinformaraPenelope,sealejó.Caminóduranteunbuenrato,hastaqueencontróungranárbolysesentóensuladoseco.InevitablementepensóenBruno.LassabiaspalabrasquePenelopelehabíadicholanocheanteriorlehabíanhechoverloestúpidayfríaquehabíasidoconél.Y,comosuamigahabíaasegurado,verqueahoralessonreíaaotraslepartíaelcorazón.
Traspermanecervariosminutosasolas,sinsaberqueBrunolahabíaseguido para ver adónde iba y que había estado observándola todo eltiempo,Lidiaselevantóydecidiótomarelcaminoderegreso,instantequeélaprovechóparaesfumarserápidamente.
Lajovenanduvounratocabizbajahastaquedeprontooyóquealguiensilbabaunacanción.Prestóatenciónyreconociólamelodía.Consigilo,seacercóal lugardelqueprovenía lamúsicaysequedómuysorprendidaaldivisar a Bruno apoyado en el tronco de un árbol, mirando las estrellasmientrassilbaba.
Elcorazónseledesbocóalverloy,ansiosaporestarasulado,caminóhaciaél.
—Hola.Cuandosevolvió,Brunolasaludóconunasonrisaforzada:—Hola,jefa.¿Quéhacesporaquí?Aunquedolidaporsufrialdad,Lidiarespondió:—Hesalidoadarunpaseo.¿Ytú?Élno respondió.Lamiró conpicardíay sonrió.Esohizoque ella se
pusieraenalertapero,alverqueBrunovolvíaaapoyarseenelárbolcomosiesperaraalgooaalguien,preguntó:
—¿Quétehaceestartanpensativo?Con una cautivadora sonrisa que a Lidia le encogió las entrañas, el
guerreromurmuró:—Asuntospersonales.Pero,tranquila,nadaquevercontigo.Lidiasonrió.Sialguieneracapazdehacerlasonreír,éseeraél.
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—Seguroquepensabasentusfuturasvecinasdesonrisasprovocadoras—semofó—,omejor,enesaenanaazulquetepersiguealládondeestésytellamaguapoPezzia.
Brunosonrióconsorna.—¿Estáscelosa?—inquirió.Dandounpasoatrás, ella levantóunacejay respondió levantandoel
mentón:—Nunca.Yalosabes.Nosoycomootros.Brunosoltóentoncesunacarcajadadefrustraciónalrecordaralgo.—Siconotrosterefieresamí,teaseguroqueesaguapasada.Paramí
nofueagradablevercomotúyel tontodeMarueldeBreneyMontorosoreíaisycuchicheabaisaquellanocheanteelfuego.
—Élprefiereque lo llamenMarueldeBrene.Aunqueamímegustamásllamarlosimplemente…Maruel—sonrióLidia.
ABrunoselecontrajeronlasentrañasacausadeloscelos,perocomounmaestrodeldisimuloafirmósonriendo:
—¿Sabes, bonita? Creo que tú y ese tal Maruel hacéis una buenapareja.Plantéaselolapróximavezqueloveas.Estoysegurodequeaélleencantaráteneralgocontigo.
«Odioquemellamesbonita»,pensóellay,desconcertadaporaquello,lomirócuandoseoyóunavozdeunamujerquedecía:
—Bruno…,BrunoPezzia,¿dóndeestás,gallardoguerrero?Lidiasepusotensaenelacto.¿Poresoestabaallí?SevolvióhaciaelladoderechoyentoncespudoveralajovenMilda,
dedulcemiradaycuerpotentador,queseacercabaaellos.Sorprendidoporverallíalamuchacha,BrunomiróaLidiaydecidió
darledesupropiamedicina.—Terogaríaque temarcharas—susurróparaque laotrano looyera
—.TengounacitaconlapreciosaMilda.Furiosa,Lidialesoltóentoncesunpuñetazoqueéldetuvoconmaestría
y,entonosevero,leespetó:—Esperoquelopasesmuybienconella.—Nolodudes,bonita—leaseguróBruno.Acontinuación,levantandounpiedelsuelo,Lidialopisóconfuerzay
loamenazóconmiradaretadora:—Sivuelves a acercarte amí, te juro que temataré, como tenía que
habertematadocuandometopécontigohacenuevemeses.
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Soportando con aplomo el dolor que ella le infligía, él le enseñó losdientesy,conunrápidomovimiento,lainmovilizó,lalevantódelsueloylaacorralócontraeltroncodelviejoárbol,justoenelmismoinstanteenqueMildadabamediavueltayechabaaandarenotradirección.
Cuando la otra joven se hubo alejado lo suficiente, Bruno soltó a laguerreraysiseómuertodedolor:
—¿Quénaricesquieresdemí?¿Nomequieresatuladoperoteencelaque esté con otras? —Y, sin dejar que contestara, prosiguió—: Hemosacabadoalgoquenuncaexistióentrenosotrosporquetúasílohasquerido.Asúmelo:noeres laúnicamujerenelmundo.Ydéjamedecirtequeanteserasespecialpero,ahora,simplementeeresunamásalaquenotengoquedarexplicacionesdemivida.
Lidiaestabadeseandogritaracausadelafuriaquesentíapero,envezdeeso,seabalanzósobreélylobesó.Incrédulo,Brunodisfrutódeaquellalocurapero,cuandovioqueibaaperderlospapeles,laalejódesucuerpoysiseó:
—No.—Bruno…Congestochulesco,élseretiróysemofó.—Demandasmisbesoscomolosdemandanelrestodelasmujeres.—Yonosoycomoellas—replicóLidiadeseosadeestrangularlo.—Desdeluegoqueno.Almenosellassonsiempredulcesycariñosas.Echandohumoporlasorejas,laguerreralomiró.—Noquierosabercómosonlasdemás—respondió—¿Ah,no?…—semofóél.—No.Duranteunossegundosqueparecieroneternos,ambossemiraronalos
ojosyfinalmenteBrunopreguntó:—Y ¿por qué siento que estás celosa cuando no hay nada entre
nosotros?Lidianorespondió.Larabiaylafrustraciónnoselopermitieron.—Teencelasporque,aunquenuncalovasreconocer,sientesalgopor
mí—continuódiciendoél—.Tejorobasaberqueyanoeresmifierecilla,nilaúnicamujeralaqueabrazaré.Teconsumenloscelosalimaginarquevoyabesar,atocaryadisfrutarotroscuerpos,y…
DenuevoLidiaseabalanzósobreél.Estavez,Brunorelajólatensiónde sus brazos y, cuando sintió que ella se apretaba contra su cuerpo en
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demanda de más intensidad, estalló la locura en cada poro de su piel.ConocíaaLidiaysabíaloqueleestabaexigiendosinpalabras.
—No…—murmurócontrasuboca.Ella paseó entonces su húmeda lengua por los tibios labios de él y
musitó:—Tedeseo…—No…—Te…tenecesito…Con el corazón desbocado por sus palabras, Bruno la miró. Era
conscientedequeestabanalraso,dequeMildaandabamerodeandoporallíy de que el campamento estaba cerca, por lo que, en silencio, la hizocaminar hasta una cueva que había visto al pasar. Al entrar, ambos semiraronyélpreguntó:
—¿Puedesrepetirloúltimoquehasdicho?Temblandocomounahoja,Lidialomiróyrepitiósindilación:—Tenecesito…Enloquecidoaloírlaspalabrasquenuncahabíaesperadooír,laempujó
suavementehastaqueellaapoyólaespaldacontraunaparedylabesóhastarobarleelaliento.Lasentía temblarbajosusmanos,ynoprecisamentedefrío.
Traselbeso,Brunoaflojólasujeciónyellacomenzóadesnudarsesindejardemirarlo.
Él la imitó y, una vez estuvieron totalmente desnudos, con larespiraciónagitada,lacogióentresusbrazosyposósutraseroenelsalientedeunapiedra.Acontinuaciónseparósusmuslosy,sindejardemirarlaalosojos, la penetró despacio y con suavidad mientras ella se arqueaba alrecibirloygemíadeplacer.
Arrebatadoyexcitado,sinhablar,Brunolehizoelamor,hastaque,trasunafuerteembestida,ellachillódeplaceryélmusitó:
—Esoes,bonita,disfruta…Al oír eso, Lidia entornó los ojos, lo sujetó para inmovilizarlo y
susurró:—Nomegustaquemellamesbonita…—¿Ah, no?—jadeó sintiendo la necesidad de hundirse de nuevo en
ella.Lidianegóconlacabeza.—Pues dime, listilla, ¿cómo quieres que te llame? —preguntó él
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acercandosubocaalasuya.La joven lo miró confusa. Pero al sentir el mágico roce de su piel
contraladeél,murmurócondecisión:—Fierecilla.—Y,conunsecomovimientodelapelvis,seclavóenél
yambosgritaronysearquearondeplacer.Encantadoconaquellamatización,Brunosonrióyvolvióa tomar las
riendasdelasituación.Acercódenuevosuslabiosalosdeellay,mientrassehundíaensuinterioracelerandoelritmo,preguntójadeante:
—¿Túeresmifierecilla?—Sí—repusoellaconlarespiraciónentrecortada—.Soytufierecillay
túeresmío.Sólomío.A cada segundomás encantado por cómo se estaba desarrollando la
situación,BrunosedisponíaadeciralgocuandoLidiaseapretómáscontraélparasentirlomásdentrodeellaymurmuró:
—Novoyapermitirquetealejesdemíporquetequieroytenecesito.Hesidounatonta,yyo…
Brunono ladejóseguirhablando.Nohacía falta.Tomósubocaparareclamar hasta su último suspiro y, tras penetrarla más profundamente,replicó:
—Sí,fierecilla.Asíescomodebeser.Sialguienlaconocíaeraély,aunqueLidiaeraunagranguerreraaojos
detodos,enlaintimidaderaposesiva,pasional,ardiente,ynopodíanegarque se derretía con su contacto. Su liderazgo, su ímpetu y su frialdad seaplacaban cuando Bruno la hacía suya, y entonces, sólo entonces, eracuandoLidiasesentíacompletamentemujer.
Doshorasdespués,trashaberdisfrutadodeunapasióndesmedidaentreellos,dondeelmundohabíadejadodeexistirparadisfrutartansólodesuscuerposysusbesos,ambossevistieron.
—No te irás de mi lado, ¿verdad? —preguntó Lidia mientras secolgabalaespadaalcinto.
Encantadoconelgirodelosacontecimientos,éllabesóymurmuró:—Nunca.Sonriendo, salieron entonces de la cueva y, cuando llegaron a los
alrededoresdelcampamento,Brunodecidióponerlaapruebaysesoltódesumanoconceleridad.Eralomismoqueellalehabíahechodurantetodosaquellos meses. Al ver su gesto, Lidia volvió a agarrarlo de la mano y,mirándoloalosojos,siseó:
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—Simesueltasotravez,¡temato!Divertidoyencantadoporverquelacosaibaenserio,Brunoinsistió:—Todosnosverán.Ellaasintióy,trasdarleunbesoenloslabiosqueaéllesupoagloria,
afirmó:—Esoquiero.Quetodosnosveanparaquesepanqueeresmíodeuna
vezportodas.Ah…,yquenoteveayotontearconalgunaotejuroquelopagaráscaro.
—Aplícateelcuento,fierecilla—repusoélaloírla.Conseguridad, llegaroncaminandode lamanohasta las rocasdonde
habíanalzadoelcampamento,ycientosdeojos losobservaron.Penelope,que en esemomento estaba con una niña en brazos, sonrió al verlos.Nocabíadudadequeentreaquellosdoshabíatriunfadoelamor.
—Ellaestudestino,BrunoPezzia—dijo.Alverlos,Tharisasehizochiquitita…chiquita,másaúndeloqueera,
ysuspiródedecepción.Sinembargo,Riscoseapresuróallevarleunbollitodemielqueellacomióconsumogusto.
Cuandoyatodoshabíanvistoalaparejadelamanoyhabíanasumidolo que aquello significaba, unos enanos azules corrieron hacia Lidia. Lanecesitabanparasolucionarunproblema.Sindudarlo,Brunolasoltóy,trasdarleunrápidobesoenloslabios,dijocaminandoenotradirección:
—Anda…, ve y continúa comportándote ante todos como laimplacableguerreraqueeres.
ElcomentariohizosonreíraLidia,queleguiñóunojoysealejó.Sindudahabíaencontradoalhombredesuvida.
Perolaquietudyelsosiegodelanocheduraronpoco.DracelaadvirtióaLidiadelapresenciadeguerrerosdeDimasenlas
inmediaciones del campamento y, tras recogerlo todo rápidamente,reemprendieron lamarcha para llegar cuanto antes a las vastas tierras delGranPantano.
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NomuylejosdePenelope,Fentonobservabacómoéstaayudabaatodoel que lo necesitaba y ordenaba a otros auxiliar a unas mujeres. Nuncahabría imaginadoqueen el interiorde aquellamujercitadulce a laque legustabacocinarytejerhubieraunaguerreracomolaqueahoraadmiraba.
Al amanecer llegaron a las lindes del Gran Pantano. Allí, todo eraoscuro, siniestro y silencioso. En aquella parte del pantano, la vida erainexistente, y las nuevas incorporaciones al grupomiraban a su alrededorconhorror,segurosdequenosaldríanconvidadeaquellugar.Tomandoelmandoparatranquilizaralasgentes,Brunolesmostrósullaveélfica.Todossabíanquequien se atrevía a adentrarse enaquellosparajesno salíavivo,pero el guerrero les aclaró que sólo los que hubieran sido tocados poraquellallaveteníanaccesoallugarsincorrerningúnpeligro.Porello,Lidia,Penelopeyél,unoauno,fueronpasandolallaveentreaquellasgentesparaquenadapudierasucederles.
Unavezacabaron,losanimaronaproseguirlamarchaylesindicarondóndedebíanpisarydóndeno,ylacomitivacontinuólentaypausadamentesucamino.Conunosojoscomoplatos, aquéllosvieronqueno lespasabanada. El Gran Pantano los dejaba seguir su camino y, al llegar ante unaenormepiedraoscura,Lidiamiróaladragonaydijo:
—ContinúahastalacascadadelGranPantanopordondetúbiensabes,Dracela,yaléjatedeaquí.Gaúlestaráallí.Dilequellegaremosalalba,unavezhayandescansadolosheridos.
Ladragonaasintióydesapareciórápidamenteenelcielo.Lidia, más tranquila al ver partir a Dracela, miró a Bruno, que le
sonrió, y aPenelope. Instantes después, esta última sacó su llave élfica y,trassusurrarunaspalabrasquesóloellosentendieron,seabrióunagrietaenlaenormepiedragrisllamadaTúmulo.
Asustados,muchossemiraronyBruno,alvereldesconciertoensusmiradas,seapresuróatranquilizarlos:
—Calmaos,amigos.ElTúmulonosprotegerá.Entraremostodosporlagrietay…
—Moriremos,¡esunalocura!—vociferóunhombre.Alarmada por saber que debían entrar por aquella grieta, la gente
comenzóaprotestar.—En este momento sólo hay dos opciones: vivir omorir—anunció
Lidia agritos—.Si entráis enelTúmulo, salvaréisvuestrasvidas.Pero siqueréismoriramanosdeDimas,quedaosaquí.
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Sindudarlo,Lidiacaminóentoncesendirecciónalagrietay,antesdedesaparecer,añadió:
—Yoentraréenprimer lugar;quienquieraquemesiga.Pasadosdosminutos,volveréacerrarlagrieta.Vosotrosdecidís.
Y,dichoesto,desapareciópordetrásdelapiedra.Penelopelasiguióy,trasella,Bruno,Tharisa,Riscoytodoslosqueyahabíanentradoallíalgunavez.
Alverdudaralagentequehabíaestadopresaconél,Fentondeclaró:—Yo también entraré. Ellos nos han traído hasta aquí, y no quiero
volveracaerenlasgarrasdeDimasDeceus.Sindudarlo,entróy,finalmente,elrestoentrarondetrásdeél.Por una seña de Bruno, Lidia supo que ya no quedaba nadie fuera.
Miró a Penelope y ésta, murmurando las mismas palabras que habíapronunciadomomentosantes,hizoquelagrietasecerrara.
Peroentonces,cuandonotaronqueelsuelotemblababajosuspiesysevieron sumidos en la oscuridad más absoluta, la gente comenzó a gritarasustada. Se los había tragado la tierra. Sin embargo, pocos segundosdespuésLidiaencendióunaantorcha,yBrunootra,ytambiénPenelope,ylacuevaquedóiluminadaytodoscomenzaronatranquilizarse.
Fenton,sorprendidoporloquehabíavistohacerasuesposa,sesentóen el suelo abstraído. ¿Qué había ocurrido allí? ¿Desde cuándo sumujerhacíaesascosas?
Y entonces fue cuando la vio sentada no muy lejos de donde él seencontraba,asuderecha.
¿QuéhacíaPenelopesentadatancerca?Lajoven,ajenaasumirada,sacóunabotellitadeunapequeñabolsay
bebiódeella.Comosiestuvierahechizado,Fentonobservóladulcelíneadesu cuello. Su piel era suave y su tacto increíble.Quiso recorrerla con lasyemasdesuscallososdedosybesaraquelloslabioshúmedosytentadores.Perono.Nodebíapensarlosiquiera.
—Nototurespiraciónalgoacelerada,Freman—dijoentoncesalguienasuizquierda.
Volviéndose para ver quién le hablaba, se encontró con el sonrienterostrodeBrunoPezzia.Sialgolehabíallamadolaatencióndelguerreroerasu constante buen humor y su buena predisposición para todo. Siempresonreía,algoqueélenescasasocasioneshacía.
Fentontratóderecomponersey,ocultoenlaoscuridaddesucapucha,
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respondióenunsusurro:—Elcaminohasidolargoyduroderecorrer.—¿Teocurrealgoenlavoz?—semofóBruno.Molestoporsupregunta,FentonmiróaPenelope,queestabahablando
conunamujernomuylejosdeél.—Medueleunpocolagarganta.Sóloeso.Brunosuspiró.Sindudaelhombreno loestabapasandonadabieny,
cadavezmásconvencidodelpadecimientoquecargabasobresushombros,preguntó:
—¿Tuheridaestámejor?—Sí—asintióFenton—.GraciasaRiscoyasumilagrosoungüento,la
heridasanapormomentos.—¿Sabes?EseungüentolopreparaPenelope.¿Sabesquiénes?Fentonseapresuróanegarconlacabeza.—Es ella —indicó Bruno, señalándola—. Una maravillosa y
encantadoramujerquehasufridoporamormásde loqueamímehabríagustado.
Fentonnodijonadayélañadió:—Ellay susmedicinasposeenunospoderescurativos increíbles. ¿Te
lohadichoRisco?—No—respondióelotroconunhilodevoz—.Perobuenoessaberlo.Enesemomento,lasusodichaselevantóysedirigióhaciaelfondode
lacueva.Lidiaparecíabuscaralgoyfueensuayuda.LosdoshombreslasiguieronconlamiradayBrunopreguntó:
—Penelopeesunamujermuyguapa,¿verdad?—Sí.Mucho—asintióFentonconpesar.Y,trasunbrevesilencioenelqueésteserecreóenlaincreíblebelleza
desumujer,Brunoañadió:—La conocí hace nuevemeses. Ella buscaba desesperadamente a su
marido Fenton Barmey y, aunque le prometí que lo encontraría, nuncahemossidocapacesdeencontrarlo.Porcierto,¿nohabrásoídohablardeélporcasualidad?
Incómodoconlaconversación,Fentonsemovióyrespondió:—No.Nuncaheoídoesenombre.—¿Seguro?—Sí.Seguro.—Esunapena—asintióBrunoviendocomoaquélapretaba tanto las
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manosquelosnudillosseleponíanblancos—.Ellaaúnloamacontodosucorazón, y estoy convencido de que daría lo poco que tiene con tal deencontrarloestécomoesté.—FentonnohablóyBrunocuchicheóbajandola voz—: Por desgracia, las últimas noticias que tuvimos de él fue quemurióamanosdeDimasDeceus.
—Pobrehombre—musitóentoncesFenton—.Descanseenpaz.Bruno asintió pero, dispuesto a hacerle ver que él sabía quién era en
realidad,añadió:—Mehepercatadodequemuchosdetuscompañerostetienencariño
y te miran a la espera de hacer lo que tú digas. ¿Llevas mucho tiempopreso?
—Podríadecirtequetodaunavida—suspiróelotroaliviadoalverquecambiabadetema.
—¿Dóndeteapresaron?RápidamenteFentonbuscóunlugarlomásalejadodelarealidad.—EnPiedramorelas—repuso.Tras aquella pregunta, Bruno no desistió y le hizomil más. Fenton,
rápidoencontestaciones,lassalvabatodas.Hastaqueelotronopudomásy,al ver que no había nadie a su alrededor, se acercómás para que sólo élpudieraoírloymurmuró:
—Sé que eres Fenton Barmey, el marido de Penelope. A mí no meengañas.
Al oír eso, el encapuchado se quedó sin respiración. Las manos letemblabany,conelcorazónenunpuño,serevolvióenelsitioysiseó:
—Teequivocas.MinombreesFreman.Brunosuspiró.—Tratodeentenderporquéteocultasasídeella—insistióBruno—.
Tarde o temprano, Penelope te descubrirá. Es una mujer muy lista yobservadora,ysedarácuentadequeelhombreesquivoqueseoculta trasesacapuchaerestú.Sumarido.
Ofuscado, Fenton se retiró un poco la oscura tela para dejar aldescubiertosurostroysiseóconrabia:
—¡Soyunmonstruo!¿Esquenoloves?Bruno, que por primera vez pudo ver con claridad la cicatriz que le
cruzabaelrostro,negóconlacabezayrepuso:—Estásequivocado,amigo.Noeresunmonstruo.—Pero¿túmehasvisto?
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Elguerreroasintióy,sinintimidarseporsufieramirada,afirmó:—Sí.YeresFentonBarmey.—Yanosoyél…,nolosoy—musitóelhombrehorrorizadoalhaber
sidodescubierto.Actoseguido,sedispusoalevantarse,peroBrunonolodejó.Losujetó
confuerzaymurmuró:—Penelopetequiereyseguiríaviéndotecomolapersonaquesiempre
hassidoparaella.¿Porquélodudas?¿Acasonoconocesatumujer?—Y,al ver como aquél volvía a taparse el rostro con premura, añadió—:Sólonecesitas un poco de seguridad en ti mismo para darte cuenta de ello y,sobretodo,queacepteselhechodequeellaestudestino.
PeroFentonnopudoresponder.Enesemomento,Tharisa,laenanaazulquehabíaestadoesquivandoa
BrunodesdequelohabíavistoaparecerdelamanodeLidia,seacercóhastaél,pestañeóconcoqueteríayleentregóunboldemaderadiciendo:
—Essopita.Estoyseguradequetevendrámuybien.Brunolamiróycogióelbolconunacandorosasonrisa.—Gracias,Tharisa.Eresunencanto.—Oh,guapoPezzia,¡nomedigaseso,quemepongotontorrona!Elaludidosonrióy,trasguiñarleunojo,dijo:—Sinoteimporta,Tharisa,ledarélasopaaFreman,seguroqueaélle
sientamejorqueamí.—¡No!¡Nihablar!—gritólaenanadepronto.—¡¿No?!—repitióBrunosorprendidoyalavezmolesto.Aldarsecuentadesucontestación,Tharisaseretiródosdesuscuatro
pelos de la frente y, de nuevo con voz melodiosa tras mirar al hombreencapuchado,aclaró:
—Estasopitaesparati,guapoPezzia.Ahoramismotraeréotraparaél.PeroFentonlevantóunamanoenelaireyreplicó:—Notemolestesentraerla.Notengoapetito.Tharisasonrióy,mirandoalobjetodesudeseo,loanimó:—Entonces,guapoPezzia,¡bebetusopita!Bruno, que deseaba seguir hablando conFenton, optó por beberse la
sopaparaquelaenanasemarcharaylosdejara.Olíamuybien.Seacercóelbolalabocayentonces,depronto,alguienloempujóylasopasederramósobreél.
—¡Noooooooooooo!—gruñóTharisaalveraquello.
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—¡PorDios,cómomehepuesto!—sequejóBrunoponiéndoseenpie.—Uyyy, lo siento —se disculpó Risco, que lo había empujado a
propósito.Debía evitarqueaquélbebiera el brebajede la enana.No le cabía la
menordudadequeellabuscabaalgomásqueunsimpleagradecimiento,yseguroqueenla«sopita»habíaalgúnextrañocondimento.
AlverloqueRiscoacababadehacer,Tharisaclavósusojossaltonesenél.
—¡Torpe! —le soltó—. Enano torpe, burro, pánfilo, borrico ymendrugo,¿hasvistoloquehashecho?
Sentándosedenuevo,BrunooyóaRiscoresponder:—Sí,enanafea.Yporesohepedidodisculpas.Abriendo los ojos desmesuradamente, Tharisa comenzó a dar saltos
paradarleuncapónenlacoronillay,cuandoporfinloconsiguió,leespetó:—¿Meacabasdellamarfea?Riscosuspiróyasintió.—Sí. Fea…, grotesca…, antiestética… Feota. Porque eso es lo que
eres,¡fea!Másfeaquemideformededopequeñodelpie,queyaesdecir.Al oír eso, Fenton y Bruno se miraron. La situación era de lo más
cómica.VeraaquellaenanaazulculonaybajitadarledecaponesaRiscomientraséstelallamabafeahabríahechoreíracualquiera,yfinalmentenopudieronevitarlo.
Sinembargo,lasonrisaselescortócuandoLidiacongestoserio,juntoaPenelope,seacercóhastaellosyenuntonoqueaBrunolecortóelalientodeclaró:
—Gaúlnohapasadoporaquí.Algohaocurrido.Losé…,lopresiento.—Tranquilízate,Lidia,porfavor—pidióPenelopealnotarlaperdersu
temple,mientrasFentonseocultabaaúnmásbajosucapucha.—¿Cómomevoyatranquilizar?Brunoselevantó,sepusoasuladoy,cogiéndolelasmanos,lepidió:—Mírame. —Como ella no obedecía, él insistió—: Fierecilla,
¡mírame!Cuandoporfinlohizo,elguerrerolamiróalosojosyseperdióensus
oscuraspupilas.—Tranquilízate—dijo—.Sinoregresa,saldremosensubusca.Inquieta,peroaúncogidadesumano,Lidiainsistió:—Quedamosenque traería losvíveres traspasarporVillaSilencioy
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luego nos esperaría en la Gran Cascada. Pero… pero aquí no hay nada.¿Cómopuedeser?Élpartióantesquenosotrosy,simiscálculosnofallan,yadeberíahaberpasadoporaquí.
BrunoeraconscientedelcariñoquelajovenleteníaaGaúl,porloquese dispuso a tranquilizarla de nuevo, pero ella, soltándose de sus manos,siguiódiciendo:
—Ha pasado algo. Lo sé. Lo intuyo.Y juro por lomás sagrado quemataré al desgraciado que se haya atrevido a ponerle unamano encima aGaúl.¡Lojuro!
Sin más, Lidia se alejó caminando furibunda mientras los demás laobservaban.
Gaúl era la única persona de su pasado que aún seguía con vida, yLidianodeseabapensarencontinuarsuluchasinél.Loqueríacomoaunhermano.Adorabaaaquelhombreporencimademuchascosas,ysólodepensarennovolveraverloselerompíaelcorazón.
Penelopelaobservóalejarse.Quisoirtrasella,peroBrunoladetuvoylacolocójuntoalhombreencapuchado.
—Deacuerdo,ve tú—dijo la jovenalverqueelguerrero iba trassuamiga—.Perocuidadoconlaspalabrasqueempleas.
—Tranquila, lo tendré—asintióBrunodirigiéndoseyahacia el lugardondeunafuriosaLidiasemesabasuoscurocabello.
Tharisa, que había observado lo ocurrido, al ver cómo su amorcitocaminabahaciaaquélla,seencelóy,dandosaltitos,seacercóhastaél.
—Quizá sería bueno que no la molestaras —dijo cogiéndolo de lamano—.Ella…
—Tharisa—siseóBrunocongestotosco—,ellaeslamujerqueamoypor laquedaríamivida.Elcorazónseme rompesi laveo sufrir, ¿es tandifícildeentender?
Esa revelación tan sinceraydirecta liberódeprontoel corazónde lajovenenana.Sucolorazulseaclaróy,aliviadaaloírlo,murmuró:
—Veentonces,Bruno.ConmovidoporcómoTharisaseaclaraba,Riscolacogióentoncespor
loshombros, lamiróa losojosy labesóparasellardenuevosucorazón.Era su oportunidad de mostrarse como el hombre que era, y nadie iba aquitársela.
CuandoBrunollegójuntoasuamada,laasióporlacintura,laacercóhastaélylaabrazó.Lehablócondulzuraaloídoparatranquilizarlaantela
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miradadetodos,yfinalmenteLidia,aquellaguerreraimplacable,lomiróyapoyándoseenélsetranquilizó.
Penelope, conmovida por lo que observaba desde el otro lado de lacueva, se sentó juntoalhombreencapuchadoquehastaelmomentohabíapermanecidoinmóvilyensilencioymurmuró:
—Ellaes sudestinoy,apesardelhorrorquevivimos todos losdías,meagradaverquedoscorazonesquesenecesitanseencuentranfinalmente.
Fentonnodijonada.Aquellaspalabrastanbonitasydurasalavezloremovíanpordentroyledolían.Alverquenohablaba,Penelopelomiróe,interesándoseporél,preguntó:
—¿Cómotellamas?—Freman—respondiómodulandolavoz.Trasuntensosilencio,ellainsistió:—¿Porquéteocultastrasesacapucha?Aquellapreguntalopillótandesorpresaqueélsólopudoresponder:—Motivospersonales.Sinsorprenderseporsurespuesta,ellaobservócondetenimientossus
suciasyajadasmanosydijo:—Enciertomodo,teentiendo.Todostenemosmotivospersonalespara
hacerloquehacemos.—¿Meentiendes?—Sí—asintióPenelopeconseguridadmirandoaLidia—.Lavidano
esfácil,perohayquesabersobrellevarla.Todoslosqueestamosaquíhemosperdido a seres queridos. Seres amados e irremplazables, pero hay queseguirviviendo.Locobardeenunmundocomoelnuestroesdejartellevarporlaindiferenciayelhastío.Lovalerosoeslucharparavencerlosmiedosylasinseguridades.
Fenton sonrió. Había sido él quien, en el pasado, cuando se sentíafuerteypoderoso,lehabíadichoaquellasmismaspalabras.
—¿Túhasluchadoporvencertusmiedos?—preguntó.Retirándoseconcuidadounmechónrubiodelrostro,Penelopeasintió.—He pasado de ser una muchacha inexperta a la que todo le daba
miedoaconvertirmeenunamujerfuerteyluchadora.Perderalhombrequeamarémientras viva ha sido lomás duro que he tenido que soportar.Nopoder encontrarlo y ayudarlo casi me consume en la desesperación. Yaunque,cuandomeenterédequehabíamuerto,partedemímurióconél,unaextrañafuerzamehizocontinuarconmivida.Creoquelafuerzamela
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mandaél,alládondeesté.—Lamentoloquedices—murmuróFentonsinmirarla.Penelopeasintió.Ellatambiénlolamentaba,ymusitó:—Estoyseguradeque,siexisteunmañanayélaúnsigueamándome
tantocomoyoloamoaél,volveremosaencontrarnos.Aloíreso,Fentonsesintióprofundamenteconmovido.Aquella que hablaba de él con tanto amor, sumujer, aún lo quería y
ansiabasuregreso.Pero,envezdeservalienteyenfrentarsealmiedodeserrechazado por su aspecto, simplemente se levantó y, tras una inaudibledisculpa,sealejó.
Penelope suspiró y lo siguió con la mirada. Luego se levantó paraacercarseaBrunoyaLidia.HabíaqueencontraraGaúl.
Nomuy lejosdelTúmulo,DimasDeceus,elmalvadohombrequesecreíaeldueñodelmundo,cabalgabaa lomosdesu impresionantecaballo.TenerensupoderaGaúl, lamanoderechadeLidia, lacazarrecompensas,era una de las mayores satisfacciones que su oscura vida le habíaproporcionadoenlosúltimostiempos.
DespuésdetorturarymataradosdeloshombresquehabíaapresadojuntoaGaúl,yconlallaveélficaensupoder,seencaminóhaciaelTúmulo.
Entrar en elGranPantano fueunaduradecisión.Sabíaque, unavezallí,muchosdesusguerreroscausaríanbaja,peroesonoleimportó.Queríaapresarymataraaquellosquedurante losúltimosmeseshabían frustradosusplanesconlosprisioneros.
Comobienhabíaprevisto,muchosdesusguerrerosperdieronlavidaalinternarse en aquelparaje, pero su ejército eranumerosoyno le importó.IncansablementesefueacercandohastaelTúmuloy,unavezllegóantelaenormepiedraoscura,hizollevaraGaúlhastaél.
Éste,alquehabíanapaleadosussalvajesguerreros,fuellevadoanteél.Sus hombres lo arrojaron a los pies de su tenebroso caballo y, trasdesmontar,Dimas se agachó, lo cogiódel pelo para que lomirara y gritó
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mientrassesacabaunpequeñopuñaldesucinto:—Elenanodijoquetusamigosvendríanhaciaaquí,¿dóndeestán?Agotadoyapenassinfuerzas,Gaúllomiróy,dispuestoamorirantes
dedelatarlos,repuso:—Nolosé.Sehabránmarchado.Nolosé.Lapuntadelpuñalseclavóentoncesenlapartebajadesuespalday
ascendiórasgandosucarne.Gaúlgritódedolor.Dimaserauntorturadorydisfrutabahaciéndolo.
Unavezretiróelpuñaldesuespaldaylasangrecorríaporella,siseó:—Sé que, gracias a la llave élfica, puedes abrir una grieta en el
Túmulo,¿noesasí?Aquello sorprendió a Gaúl. ¿Cómo lo sabía? Sin embargo, no
respondió.—¡Hazlo ahora mismo o mataré a otro de tus hombres! —vociferó
Dimasy, cogiendo al buenodeMauled, que sangraba como él, añadió—:Mataréaestehombreantetiytrasélmorirántodoslosdemás.
—Noooo—jadeóGaúlhorrorizado.Complacidoporsureacción,Dimasinsistió:—Y, si aun así no haces lo que te pido, juro por lamemoria demi
madrequetesacaréprimerounojo,despuéselotro,yposteriormenteteiréarrancando todas y cada una de las partes de tu cuerpo, infligiéndote elmayordolorquese lepuedecausaraundesgraciadocomotú.Morirás…,peroantestendrásquesoportarunaterribleagoníaqueyodisfrutaré.
Gaúl lomiró con inquina.Después observó aMauled, y éste le hizosaberconunamiradaqueestabapreparadoparamorir.ElcorazóndeGaúlsedesbocó.Loquelehicieranaélnoleimportaba.Moriríagallardamenteporsucausa.Peronosabíasipodríasoportarvercómomatabancruelmenteasushombresanteél.
—¡Escoria!—aullóconlaspocasfuerzasquelequedaban—.Eresunmalnacidoalqueesperoquetrasmimuertelehaganpagartodoelmalquehaocasionadocontantacrueldad.
PeroGaúlyanopudodecirmás,puestoqueDimaslecruzólacaradeunpuñetazo.Conlasangrechorreándoleporlaboca,escupióy,sinunápicedepiedad,elvillanolocogióporelpeloytiródesucabezahaciaatrás.
—Abrelagrietaoesehombremorirá—rugió.De nuevo, sumirada se encontró con la deMauled y éste asintió.A
pesardesuaturdimiento,Gaúlintentópensarconrapidez.
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Si comenzaba a decir las palabras mágicas, la tierra del Túmulo semovería y eso haría sospechar a Lidia y al resto de sus amigos. Si ellosentendíansumensaje,saldríanrápidamentedeallíyseinternaríandenuevoenelGranPantanohastallegaralaGranCascada.
Aquella cascada era un lugar seguro para ellos, pero no para loshombres de Dimas, que irían directamente al infierno. Era su únicaoportunidad.NecesitabahaceraquellosinoqueríavercómoabríanencanalaMauled.
Asípues, tomandoentresusensangrentadasmanosla llaveélficaqueDimasDeceusletendía,comenzóamurmurarmuylentamentelasmágicaspalabras,mientrasrezabaporquesusamigosentendieransumensaje.
EnelinteriordelTúmulo,Lidiayaestabamástranquila.Las palabras de Bruno, su cariño y su insistencia al asegurarle que
encontraríanaGaúllehicieronver,sentiryentenderqueasísería.Niella,nisusamigosloabandonarían.
Pero la tranquilidad le duró poco. De pronto, la tierra del Túmulocomenzó a temblar y la gente gritó asustada. Lidia, Penelope yBruno semiraron.Aquellosóloocurríautilizandolamagiadeunallaveélfica,yGaúleraelúnicoquepodíateneruna.Surostroseiluminó.Suamigoestabavivo.Estabaallí.
Durante varios segundos esperaron a que una grieta se abriera en lapiedra, pero tan pronto una pequeña rendija amenazaba con abrirse,comenzabaacerrarsedenuevo.
¿Quéocurría?Después de tres veces, mientras la gente gritaba asustada a su
alrededor, lostresintuyeronquealgoibamal.Gaúl,al igualqueellos,eracapazdeabrir lagrietaenelTúmulosinningúnproblema.¿Porquénolohacíaentonces?
—Estonomegusta—susurróBrunoalvercómolatierrasesacudíadenuevo.
Penelopeestuvodeacuerdoconél,yLidiatocósullaveydijo:—Yoabrirélagrieta.—No—replicóBruno sorprendiéndolas a ambas—.Espera.Quizá lo
estéhaciendoadrede.Lidialomirócongestoserio.—Algo leocurreaGaúl—afirmóPenelope—.Élsabeabrir lagrieta
tanbiencomonosotros.
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Angustiadaalintuirquealgoibamal,Lidiaseacercóhastalapequeñarendijaquellegabahastaelsuelo,aguzólavistay,alveralgoenunadécimadesegundo,selehelóelcorazón.
Alotroladodelagrieta,aescasosmetrosdeella,estabaDimasDeceusconsuejércitoy,antetodosellos,unensangrentadoGaúlconlallaveélficaenlamano.
—¡Nooooooo!—¿Quéocurre?—preguntóBrunoacercándose.—Nopuedeser—gimióLidiamirándolo.Alsiguientemovimientode tierra,Brunosecolocóenelmismositio
dondemomentos antes se había situado la guerrera y, al contactar con lamiradadeGaúlyentenderloqueaquélleestabaqueriendodecir,maldijoysevolvióhacialasdosmujeres.
—Nos está avisando y dando tiempo para huir —declaró Bruno—.SaquemosaestagentedeaquíyllevémoslaalrefugiodelaGranCascada.Despuésregresaremosaporél.
TemblorosaporverelrostroensangrentadodeGaúl,Lidiamurmuró—Idvosotros.YomequedaréaquíylucharéconDimas.—Nilosueñes,cielo—aclaróBrunomirándola.Laguerreraprotestóaloírlo.—Hayquesacaraestagentedeaquí.Bruno era consciente de que tenía razón, pero no era capaz de
marcharse,porloquereplicó:—Losé.Peroovienestúoyodeaquínomemuevo.Y,tegusteono,
lomejoressaliryllevarlosanuestroterreno.¡Piénsalo!Penelope,queacababadever loquesusamigoshabíanvistoanteun
nuevotemblordelatierra,sevolvióhaciaellos.—Lidia—terció—,lomásinteligenteeshacerloquediceBruno.En
elpantanopodremosmanejarnosbieny,alllegaralaGranCascada,todosestaremosasalvo.ConocemoselterrenoyGaúllosabe.LaúnicamaneradeayudarloaélyalrestodeloshombresessalirdeaquíymeteralejércitodeDimasenelpantanodenuevo.
—Peroellos…—Esloqueestánpidiendo—sentencióBruno—.Gaúlyelrestodelos
hombresestándandosuvidapornosotrosy,siloquequieresesayudarlos,debemossalirdeaquíparaintentarlo.
Nerviosa,Lidiacomenzóacaminardeun ladoaotrodel tembloroso
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Túmulo.Penelopelaagarróentoncesdelbrazo.—Haznoscaso,Lidia.Eslomejor.Hazloporellos,noporti.Finalmente,conelcorazónencogido,lajovenasintió.SabíaqueGaúl
queríaquehicieraaquelloyqueera lamejoropción.Peroverasuamigogolpeadoyensangrentadopodíaconsurazón.
Noobstante,comportándosecomolaguerreraqueera,respiróhondoygritóvolviéndosehacialasdocenasdeojosasustadosquelaobservaban:
—Escuchadmetodos.DimasDeceusestáalotroladodelapuertaconsuejércitoyGaúl,juntoaalgunosdenuestroshombres,también.LatierraestátemblandoporqueGaúlnosestáavisandodequedebemossalirdeaquíyregresaralGranPantanohastaencontrarlaGranCascada.
Losallípresentescomenzaronachillardenuevodesconcertados.Lidiaprosiguió:
—SéqueteméiselGranPantano.Sabéisqueesunlugarduro,plagadodeinseguridadesypeligros.Y,creedme,escierto.Perolasllavesélficasnosprotegerán.Seguidnuestrasinstruccionescomolohabéishechoantesynoocurriránada.Sinembargo,enestaocasiónospidomáscolaboración.Estapartedelpantanoeslapeor:debéistaparoslosojosconuntrozodetelaparaquelavisiónnoostraicioneyosconvirtáisenpiedra.Despuésoscogeréisdelasmanosynoossoltaréislosunosdelosotrosbajoningúnconcepto.
—¿Yvosotros?—preguntóTharisa,preocupadajuntoaRisco.—Las llaves élficas nos protegerán.No nos pasará nada—prosiguió
Bruno—. Debéis tranquilizaros y confiar en nosotros. Y, sobre todo,recordad que debéis seguid caminando pase lo que pase y oigáis lo queoigáis,ynuncaosdestapéislosojos.¿Lohabéisentendido?
El enano Risco, poseedor de una llave élfica, miró a la Tharisa y,estirándose,dijo:
—Tomarétumanoynotesoltaré.Confíaenmí,preciosa.Ellasonrió,conelcorazóndenuevoblindado,ahoraporél.—Deacuerdo,guapoMancuerda—susurrópestañeando.Aloíreso,Brunosonrióy,trascruzarunamiradaconRisco,ordenó:—Vamos.Cubríostodoslosojos.Atemorizados, todos comenzaron a arrancarse rápidamente trozos de
teladesusharapientasropasparavendarselosojos.—Ven,enanabonita—repitióRiscomirandoaTharisa,que,ahoracon
sucorazónliberadodelamorquehabíasentidoporelguapoPezzia,mirabaal enano con ojitos brillantes—. Yo taparé tus preciosos ojos. Y, no te
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asustes,teagarraréconfuerzaynunca,enningúnmomento,tesoltaré.Tharisa sonrió, aunque estaba tan asustada que apenas si podía
pronunciarpalabra.—Yo no necesito cubrirme los ojos —dijo de pronto el hombre
encapuchado.Brunolomiró.—Hasdehacerloomorirás—repuso.—Lodudo—murmuróelotro.Penelopeinsistió:—Noesmomentoparatonterías.¿Tetapaslosojostúotelostapoyo?FentonblasfemóyBrunoseencogiódehombros.—Túeliges,amigo—dijo.Alfinal,Fentondiosubrazoatorcery,trascogeruntrozodetelaque
Brunoleentregaba,sevendólosojos.NolequedabaotrasinoqueríaquePenelopelohiciera.
Mientrastodossecubríanlosojos,Lidiaobservabafijamentelagrietaque una y otra vez intentaba abrirse ante ellos. Su mirada y la de Gaúlconectarondenuevo,yellalehizosaberloqueibanahacer.
Por primera vez en aquel odioso día, Gaúl sonrió al entender elmensajedesuamiga.NoimportabanloslatigazosqueeltalDimasledieraenlaespalda.Habíaconseguidosupropósitoysesintiófelizporello.
UnavezPenelopecomprobóque todossehabían tapado losojosconlastelas,avisóaBrunoyaLidiay,conunafacilidadpasmosa,abrieronunagrietaenlapartedeatrásdelTúmulo.
Conceleridad,Brunoguioalasgentesatravésdeellay,justocuandosalía elúltimoy la rendija se cerrabadenuevo,Gaúl la abríapor su ladoparaDimasDeceus.
El silencio delGranPantano los envolvió entonces.Sólo se oían susrespiracionesaceleradas,perolosdantescossucesosdeaquelmágicolugarnosehicieronesperar.
De pronto, tentadores cantos de sirena llegaron a los oídos de loshombresintentandoatraerlosparahacerseconsusalmas,ypequeñasvocesdeniñospidiendoayudaconsumieronlasentrañasdelasmujeres.
Ruidos fieros, de lucha, angustia y agonía los asustaban, pero todoscontinuaronsucaminosinsoltarsedelasmanos.Podíanoírperonover,loque les facilitabaelcamino.Sienalgúnmomentoalgunosesoltabade lamanodeotro,lasalmasperdidasdelpantanoosusmiseriaslosagarraríany
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tiraríandeelloshastaacabarconsuvida.FentonibacogidodelamanodeTharisa.Depronto,laenanatropezó.
Sin poder evitarlo, las manos de ambos se soltaron y, justo cuando elhombre iba a quitarse la venda de los ojos, dispuesto a defenderse de loscientos de voces e insultos que oía a su alrededor, lamano suave de unamujerloagarró.
—Sigue tucamino—dijoésta—.Yosigoaquí—yvolvióa juntar lamanodelaenanaconladeél.
Fentonseparalizó.HabíatocadolasmanosdesuamadaPenelope.Sutacto,susuavidadhicieronquesucorazónpalpitaracomohacíamuchoqueno sentía y, al volver a tener lamano de la pequeña enana en la suya, laagarróconfuerzaycontinuósucamino.Debíaseguir.Porél.Porella.Portodaaquellagente.
LidiasilbóentoncesyalinstantevioapareceraDracela.—Estoyaquí,jefa—dijoladragona.—Dracela,cuántomealegrodeverte—sonrióellaemocionada.Ladragona,ajenaatodoloqueestabaocurriendo,murmuró:—Tengomalas noticias.NiGaúl ni los guerreros están en el refugio
del…—Losé—asintióLidiaconpesar.Y,sintiempoqueperder,agregó—.
Risco abre la comitiva. Entre los dos, guiad a esta gente hasta la GranCascada y esperadnos allí. Dimas y su ejército están en el interior delTúmuloytienenaGaúlyanuestroshombres.
—Oh,Diosmío—balbuceóDracelapreocupada.—Penelope, Bruno y yo nos quedaremos aquí —prosiguió Lidia—.
Gaúl abrirá una grieta para que salgan al Gran Pantano de nuevo, yentonces,sinduda,Dimasysushombresmorirán.
—Deacuerdo—asintióladragona.Enelacto,sevolvióygritóconsuvozrotunda—:Continuemos,amigos,yaquedapoco.
Fenton,quehabíaoídolaconversaciónentrelacazarrecompensasyladragona, se inquietó. ¿Cómo dejar a su mujer? Por ello, no lo dudó, eintentandosoltarsedelamanodelaenana,declaró:
—Yoosacompañaré.Séluchar,ymiayudaosserádeutilidad.Aloíralhombreencapuchadoqueapenassihabíaabierto labocaen
aquellosdías,Lidialotomórápidamentedelamanoyrepuso:—Me alegra saber que quieres ayudarnos, pero la crueldad delGran
Pantanopodrácontigo.Másqueunaayuda,serásunestorbo.Sigueconel
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resto…,serálomejor.Sin embargo, el hombre no estaba dispuesto a darse por vencido y,
apretándole lamano,murmurómientras se quitaba la vendade los ojos yveíaasualrededorcientosdealmasincandescentesflotarjuntoatodoslosquellevabanlosojostapados:
—Soyunguerreroynuncarehuirélalucha.Lidia lo miró y él afirmó juntando la mano de la enana con la del
hombrequeestabaasulado:—Nuncahesidouncobardeyahoranoloseré.Confíaenmí.AlverqueFentonsehabíasoltadodelamanodeTharisa,Brunocorrió
haciaélcuandolooyódecir:—DudomuchoqueelGranPantanopuedaencarnizarsemásconmigo.
DimasDeceusmehaarruinadolaexistencia.Meharobadotodoloquefui.Haconseguidoquedeseemorircadainstantedeldía,yahorayosólodeseoverlomoriraél,aunquesealoúltimoqueveaenmimiserablevida.
Lidiasedispusoareplicar:—Pero…—No—lacortóél—.No tengopor loquevivir.Déjameayudarosy
moriréfeliz.Conmovidaporlacrueldadylasinceridaddesuspalabras,laguerrera
apretólamanodelencapuchado.—Almenos—repuso—,yyaquenoveoturostro,sivasalucharami
ladomegustaríasabercuálestunombre.—Sunombrees…—comenzóadecirBruno,quelohabíaoídotodo.—Freman…—lointerrumpióél—.MinombreesFreman.Penelope llegó entonces hasta ellos y, al ver al encapuchado con sus
dosamigos,inquirió:—¿Quéhaceélaquí?Peroningunopudoresponder,yaquedeprontounaluzprovenientedel
TúmuloleshizosaberqueGaúlibaaabrirlagrietaparasalir.Sintiempoqueperder,losdoshombresylasdosmujeresseocultaron
tras unos enormes árboles del Gran Pantano. Enseguida vieron a DimasDeceusaparecerporlagrietajuntoasusguerreros.
TrasavisaraMauledyalossuyosdequecerraranlosojos,Gaúlsellóde nuevo la grieta. Entonces, al ver el Túmulo cerrado, Dimas miró alguerreroy,tirandodeél,siseó:
—Dameesallavesinoquieresquetearranquelacabeza.
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Segurodequeahoratodojugabaasufavor,Gaúlloretó:—Quítamelasipuedes.Deprontoseoyóungritodesgarrador.UnodelossoldadosdeDimas
erarodeadoporcientosdealmasincandescentesdecolorverdey,antesdequenadiepudiera reaccionar, el hombre se convirtió enpiedra e instantesdespuéssedeshizoanteellos.
Losguerreros, asustados, comenzaron a chillar cuandovieronquedelas aguas pantanosas salíanmiles de almas errantes que los rodeaban sinpiedad.
Penelope,BrunoyFenton,espadaenmano,fueronenfrentándosealosguerreros que corrían aterrados hacia ellos. Aunque se merecían morirlentamente, lacrueldadnoibaconellos,porloqueclavabansuespadaenellosencuantoéstossecruzabanensucamino.
DimasDeceusmiróentoncesconhorroraGaúl.—¿Quéhashecho,bastardo?—rugió—.¡¿Quéhashecho?!—¡Nimásnimenosquedartetumerecido!—gritóLidia.Aloírsuvoz,Gaúl labuscóconlamiradayrenqueóhaciaella.Una
vezsereencontraron,sefundieronenunsentidoabrazo.—¿Estásbien?—preguntóellapreocupada.Gaúl asintió sin apenas fuerzas. Se encontrabamal. Fatal, de hecho.
Perohabíasalvadosuvidayladesushombres.—Heestadomejor,jefa,notevoyaengañar—seapresuróaresponder
—.PeroahoradebemostaparconalgolosojosdeMauledydelosdemásantesdequelatentaciónhagaquelosabran.
Sinembargo,BrunoyPenelope,ayudadosporelhombreencapuchado,yaseestabanocupandodeello.Unaveztuvierontodoslosojosvendados,Penelopelosagarródelamanoylosllevóhastaunárbol.
—Mauled—dijo—,noosmováisde aquíhastaque regresemos, ¿deacuerdo?
—Aquíestaremos,Penelope.Confiamosenvosotros.LidiayBrunollevaronhastaelárbolaGaúl.Apenassipodíaandar,y
Penelope, alvolverse,viocómovarias almas incandescentes acechabanalhombre encapuchado y tiraban de él mientras éste se encogía conbrusquedad.Susmiedos,susfrustraciones,susvivenciasseenzarzabanconél,yesopodíamatarlo.Sintiempoqueperder,agarróalhombredelamanoyleespetó:
—Séquenoquieresque te toque,nique tecure,nique tevea,pero
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esta vez te lo digo en serio: o te tapas los ojos tú o te los tapo yo. Túdecides.
Tembloroso y agotado por las visiones rocambolescas que aquellosespírituslehabíanmostradodesupasadoysusmiserias,Fentonmurmuróconvozajada:
—Yo…yo…melostaparé.Ellaasintióy, trasentregarleun trozode tela, élmismosevendó los
ojos. A continuación, Penelope agarró su mano con fuerza y lo condujohastael lugardondeestabaelgrupo.Al llegar,observóhorrorizadael feogolpequeGaúlteníaenlacabezayqueBrunolecurabacomopodía.
A cada instantemás furiosa por todo elmal que aquel villano habíacausadoalaspersonasquequería,Lidiadeclaró:
—Dimasdebemorir.Penelope asintió con gesto fiero y, mirando a un agotado Gaúl, dijo
sacándoselaespadadelcinto:—Por fin podré vengar el sufrimiento demimarido y otrasmuchas
personasinocentes.Fentonsedisponíaareplicar,peroGaúlseleadelantó:—Hedevengaramiamor.Lidialomiróy,trascruzarunamiradaconBruno,dijo:—Nosotras nos ocuparemos de él.—Ymirando aGaúl sentenció—:
Tranquilo,vengaréamihermanaporti.Teloprometo.Lasdosmujeressemirarondecididasy,seguidasdecercaporBruno,
sedirigieronhaciaellugardondeestabaaquelmalvado.DimasDeceuseraatormentadopormilesdealmasmientrasseretorcía
ygritabacomounlococonlosojosfueradesusorbitas.Sumaldad,aquellamaldadqueduranteañoshabíahechosufrira tantagente,porfinsehabíavueltocontraél,ylavenganzaestabaasegurada.
Una venganza que lomataría sin necesidad de queLidia o Penelopemovieran un dedo. Pero no. Ansiaban acabar con su vida como él habíahechoconsusseresqueridos,yloharían.
Duranteunos instantes lovieronsufrir,hastaqueLidiagritóantesdeclavarsuespadaensucuerpocuatrovecesseguidas:
—¡Estoespormimadre,pormipadreypormihermana! ¡YéstaesporGaúl!Acabasteconlavidadesuamadayahoranosotrasponemosfinaalatuya.—DimasgritóyLidiasiseó—:Deseoquetepudrasenelinfierno,malditohijodeperra,yesperoquemividasellenedepazahoraqueséque
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túhasdesaparecidodeellaydeladetodoelmundo.ElcuerpodeDimascayóhaciaunlado.EntoncesPenelope,deseosade
quellegarasuturno,seacercóhastaély,traslevantarelmentónylaespada,gritóconvoztemblorosaapuntandodirectamenteasucorazón:
—¡Con esto vengo a mi amado marido Fenton Barmey! Me loarrebatastedemiladoy…
Depronto,unafuertemanosujetólasuyaconfuerza.Cuandosegiró,Penelopevioquelasujetabaelhombreencapuchadoy,antesdequepudierasiquieraprotestar,élseretirólacapuchay,antelaexpresióndesorpresadeella,dijo:
—Nolohagas,cariño;déjameamí.Penelopeparpadeó.¿EstabaviendovisionesacausadelGranPantano?
Peroalserconscientedequeno,dequeaquéleraelhombreque lehabíarobadoelsueñotodaslasnoches,sólopudosusurrar:
—Fenton…Sintiempoqueperder,elaludido,alquelafuerzadesuesposalehabía
hechorecordarqueéleraFentonBarmey,elgranguerrero,clavósuespadaenelpechodeDimasDeceusysiseó:
—Nada de lo que me hayas hecho a mí puede compararse con elsufrimientoquelehashechoviviramimujer.Muere,malditohijodeperra.Muereyviviremosenpaz.
El alarido atronador de las miles de almas a las que Dimas habíaquitadolavidaresonóentoncesenelGranPantanocuandoFentonlehincólaespadaenelcorazón.
Elcuerpodelvillanocomenzóaretorcerseconunsufrimientoterribledelantedeellospero, adiferenciade losotrosguerreros,no se consumió.Las almas de los miles de caídos se lo llevaban al mundo oscuro paraencargarsedequesufrieraeternamente.
Cuandolaquietudllegódenuevoalparajesóloseoyóelresuellodetodos ellos. Lo vivido no había sido agradable, pero había sido necesarioparaencontrar lapazquenecesitabanyasegurarunfuturoalmundoenelquevivían.
Aúnconmocionadapor loquehabíadescubierto,Penelope, sinpoderapartar la mirada del hombre al que amaba y al que había buscadoincansablemente,pestañeóymusitó:
—Fenton…Él asintió pero, horrorizado al ver cómo ella lo miraba, volvió a
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ocultarsetraslacapucha.LidiayBrunoobservabanensilencioasuamiga,quetemblaba.Penelopeloentendiótodoenelacto,comprendióporquésuesposose
había ocultado de ella todo aquel tiempo. Fenton se avergonzaba de surostro.
Durante varios segundos nadie semovió, hasta que Penelope dio unpasohaciaél,levantólasmanosyvolvióaretirarsucapuchaparamirarlo.
Ante ella tenía al hombreque amaba, al quedeseaba, y al quehabíabuscado incansablementedurantemeses.Y lomejor eraque ¡estabavivo!Porello,sonriendocomollevabatiemposinhacerlo,declaróconunhilodevozylosojosllenosdelágrimas:
—Cariño…,penséquenuncavolveríaaverte.Fenton,conmovido,noseapartó,yellaacercóentoncessuslabiosala
cicatrizdesurostro,queterminabaenlacomisuradesuboca,ylabesó.Alsentirsusdulceslabiossobresupiel,elhombreseechóatemblar.Niensusmejoressueñoshabríaimaginadoserrecibidoasí.
—Sabía que nuncame dejarías—añadióPenelope—, y has de saberquetampocoyoloharíanunca.
Éllamiró.Apenaspodíacreerqueaquellaloretuvieraentresusbrazosy, cuando instintivamente se puso una mano sobre su cicatriz, ella se laretiróydijoconlosojosllenosdeternurayamor:
—Tequiero,Fenton.Sólotúereselamordemivida.Durantevariosminutosambossemiraron,mientrasella lobesaba, lo
mimabay le susurraba cuánto lo amabay lo necesitaba. Sus palabras, lasdulcespalabrasdePenelope,eranelbálsamoqueélnecesitabaparavolveratener la seguridad que siempre había tenido en sí mismo. Ella seguíaviéndolocomoasumarido,comoelhombreapuestoyvalientequehabíaconocido.No le importaba suapariencia, sólo loquería a él, y finalmenteesoderribósusdefensasyFentonlaabrazó.
Brunosonrióy,posandounamanosobreelhuesudohombrodeaquelhombre,murmuró:
—Ellaestudestino,amigo.TedijequenadaharíamásfelizaPenelopequetenertedenuevojuntoaella.
Fenton,emocionado,asintió.Apenas teníafuerzasparahablar,pero tenerlaentresusbrazosenese
momentoeralomejorquelehabíaocurridoenlavida.Emocionadayliberadadelacargaquehabíallevadoduranteañospor
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lamuertedesufamilia,LidiasealejódePenelopeydesureciénrecuperadomaridoyagarróconfuerzadelamanoaBrunoparallevarlohaciaellugardondeestabanGaúlyelrestodeloshombres.
—¿SabíasqueeraFenton?—lepreguntó.—Sí.Asombrada,insistió:—¿Losabíasynomelohabíasdicho?BrunoPezzia, feliz porque todohubiera acabado finalmenteyDimas
hubierarecibidosumerecido,sonrióycuchicheóapretándolelamano:—Fierecilla…,aúntequedamuchoporaprendersobremí.Lidiario.SindudaBrunolahabíavueltoasorprender.Y,trasdarleun
rápidobesoenloslabiosqueaambosloshizosonreír,sevolviódenuevohaciaPenelopeyFenton,quesebesaban.
—Venga,tortolitos—losapremió—.SalgamosdelaquíyvayamosalaGranCascadaadarlabuenanuevaalosdemás.Creoqueporprimeravezenmuchosañostodostenemosmuchascosasquecelebrar.
PenelopeyFentonsemiraronyasintieron.Elmundoenelquevivíanseguíaplagadodevillanosa losqueseguramente tendríanqueenfrentarseen un futuro. Pero ellos se habían reencontrado, y lucharían porque nadievolvieraasepararlosjamás.
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MeganMaxwell es una reconocida y prolífica escritora del géneroromántico. De madre española y padre americano, ha publicado novelascomoTelodije(2009),Deseoconcedido(2010),Fueunbesotonto(2010),Teesperarétodamivida(2011),Niyomismalosé(2011),Lasranastambiénse enamoran (2011), ¿Y a ti qué te importa? (2012), Olvidé olvidarte(2012),LasguerrerasMaxwell.Desdedondesedominelallanura (2012),Los príncipes azules también destiñen (2012), Pídeme lo que quieras(2012),Casiunanovela (2013),Llámamebombón (2013),Pídeme lo quequieras,ahoray siempre (2013),Pídeme loquequierasodéjame (2013),
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¡Nilosueñes!(2013),Sorpréndeme(2013),Melocotónloco(2014),Adivinaquién soy (2014), Un sueño real (2014), Adivina quién soy esta noche(2014)yLasguerrerasMaxwell.Siempreteencontraré(2014),ademásdecuentosyrelatosenantologíascolectivas.En2010fueganadoradelPremioInternacionalSeseñadeNovelaRomántica,en2010,2011y2012recibióelPremioDamadeClubromantica.comyen2013recibióelAURA,galardónqueotorgaelEncuentroYoLeoRA(RománticaAdulta).
Pídemeloquequieras,sudebutenelgéneroerótico,fuepremiadaconlasTresplumasalamejornovelaeróticaqueotorgaelPremioPasiónporlanovelaromántica.
Megan Maxwell vive en un precioso pueblecito de Madrid, encompañía de su marido, sus hijos, su perroDrako y sus gatas Julieta yPeggy.
Encontrarásmásinformaciónsobrelaautoraysobresuobraen:<www.megan-maxwell.com>.
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EllaestudestinoMeganMaxwellNosepermitelareproduccióntotaloparcialdeestelibro,nisuincorporaciónaunsistemainformático,nisutransmisiónencualquierformaoporcualquiermedio,seaésteelectrónico,mecánico,porfotocopia,porgrabaciónuotrosmétodos,sinelpermisoprevioyporescritodeleditor.Lainfraccióndelosderechosmencionadospuedeserconstitutivadedelitocontralapropiedadintelectual(Art.270ysiguientesdelCódigoPenal)DiríjaseaCEDRO(CentroEspañoldeDerechosReprográficos)sinecesitareproduciralgúnfragmentodeestaobra.PuedecontactarconCEDROatravésdelawebwww.conlicencia.comoporteléfonoenel917021970/932720447©MeganMaxwell,2015©EditorialPlaneta,S.A.,2015Av.Diagonal,662-664,08034Barcelona(España)www.planetadelibros.comPrimeraediciónenlibroelectrónico(epub):enerode2015ISBN:978-84-08-13656-9(epub)Conversiónalibroelectrónico:Àtona-VíctorIgual,S.L.www.victorigual.com
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