EL TRILEMA DE JESUCRISTO

La Iglesia de Dios de la Fé de Jesús Tomo: VI, No. 299

¿Cristo Jesús dijo la verdad? ¿Fue un mentiroso? ¿No sabía lo que decía? ¿Estaba sinceramente equivocado? ¿Fue un demagogo? ¿Su doctrina fue solamente moral? ¡Fue un

iluminado? ¿Sus afirmaciones tenían algún respaldo? ¿Qué tan trascendente fue lo que dijo?

********************************************************************* Jesús hizo muchas declaraciones contundentes que para las gentes de sus días fueron tan fuertes, como lo son todavía para muchos actualmente. El divino Maestro se quejó de que no le creyesen especialmente los de la clase culta, aunque por otra parte el pueblo en lo general le oían de buena gana. (Juan 5:38, 46,47 y 7:48,49; Cap. 6:28 y 29 y 10:20).

DECLARACIÓN PELIGROSA Lo que Jesús sostenía era peligroso para él por el riesgo de muerte, y para los directores religiosos porque lo consideraban un grave peligro por la pérdida de credibilidad y la denuncia de su alejamiento del pueblo que contenía la predicación de Jesús, más la envidia de ver que Jesús atraía al pueblo en pos de él. Todo eso constituía un cambio en la relación con Dios, que el pueblo deseaba y que los religiosos no podían permitir. Pero ¿Qué era lo que Jesús decía que no podían resistirlo? Era la afirmación de que él era el Hijo de Dios, que para ellos era una blasfemia, (Juan 1:33). Pero que les serviría de motivo para eliminarlo. Imagínese usted que en nuestros días apareciese de pronto uno que

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por las calles o en las plazas se proclamara como Dios. ¿Cuál sería la reacción de usted? ¿Le creería? ¿Se reiría de él? ¿O lo juzgaría loco? Claro que sí, y tal vez su opinión más benévola sería. “Pobrecito está mal de la cabeza no sabe lo que dice,” pero otros no le tratarían tan suavemente y menos los fanáticos religiosos. Sólo que en el caso de Jesús él podía probar con poder y fundamento lo que aseveraba. Considere usted lo que Caifás concluyó al oír la respuesta de Jesús: (Mateo 26:63-66). Note que según los que también lo oyeron, consideraron que debía morir.

FALSARIO, LUNÁTICO, O DIOS

Jesús sostenía ser Hijo de Dios, enviado por su Padre para salvar al mundo. Al oír tal afirmación las gentes tenían que decidir entre tres cosas, o este era un engañador cínico, o estaba loco de remate, o era lo que decía ser. Esto último, sólo el ciego al que le dio la vista, tuvo el valor de confesarlo. (Juan 9:35-38). Analicemos entonces la cuestión: Si era un mentiroso, sería el más tonto de todos, porque eso era lo que los judíos querían demostrar para tener una justificación para matarle. Pero no lo podían demostrar porque este hombre conocía la ley mejor que ellos y cuantas veces debatían con él, él siempre salía airoso, y ellos terminaban crujiendo los dientes en su contra. Además, le temían al pueblo que lo tenía por profeta. (Lucas. 22:2) Decir que estaba loco por lo que decía, era la opción que menos les interesaba a los religiosos, porque por ello seguramente no le podían aplicar la pena de muerte, lo que querían era encontrar un motivo legal para matarle. (Marcos.14:1). A Jesús no le interesaba que lo aceptaran como profeta, porque como tal no les podía salvar ni darles vida eterna, debían aceptarle como Hijo de Dios, enviado y facultado por su Padre para perdonar sus pecados y rescatarlos del poder del maligno transformando sus

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vidas. No ha habido, ni habrá, alguien que, como él con todo el poder y solvencia, pudiera decir: “Vengan a mí, para que tengan vida y yo los haré descansar.” (Juan 5:40; Mateo 11:28; Juan 11:25-27).

LA ÚNICA ELECCIÓN

Martha, Natanael, Pedro, Nicodemo, el ciego de nacimiento, Tomás, Pablo, etc.; tuvieron que reconocerle para alcanzar el perdón, la salvación la eternidad y el cielo, que es lo que sólo él y nadie más puede ofrecer. Ver a Jesús, como profeta, como maestro, como moralista, como héroe, como mártir, como mensajero, aunque él es todo esto, no basta y a nadie salva. Si no se le reconoce y acepta como le llama Pablo: “El gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.” En nuestros pecados moriremos. (Tito 2:13) Hay solamente una opción: o se acepta como él dijo o se le rechaza y niega. Porque también sentenció; “El que no es conmigo, contra mí es” (Lucas 11:23). O como dijo Gamaliel: “No seáis tal vez hallados resistiendo a Dios.” (Hechos 5:39).

LAS PRUEBAS DE SU DEIDAD

“Por lo grande de tu fortaleza te mentirán tus enemigos.” (Salmo 66:3). En efecto Jesús es tan fuerte y tan grande que los adoradores de hombres lo ponen al nivel de sus más grandes guías, maestros y profetas, pero mienten, la verdad es que, sin Cristo, sus próceres que no llegan a más, serían los amos del mundo, y nosotros quizá seriamos, Budistas, Mahometanos Judíos o de Confucio. Y como usted sabe la madre de las religiones lo mezcla con sus santos patronos y vírgenes aparecidas. Seriamos muy religiosos, pero bajo el fardo de nuestros pecados, porque nadie habría muerto y resucitado todavía para librarnos de ellos. Jesús trasciende todo lo bueno, santo, digno espiritual y

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milagroso de cuantos son creídos y deidificados en el mundo, precisamente porque él es Dios, y no hay ninguno que lo haya sido o que lo sea. No ha existido alguien a quien el Altísimo le haya dicho: “Mi Hijo eres tú, pídeme y te daré por heredad las gentes, y por posesión tuya los términos de la tierra.” O “Tu trono, oh Dios, por el siglo de siglo; vara de justicia la vara de tu reino; Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo con oleo de gozo más que a tus compañeros”. Y otra vez cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: “Y adórenle todos los ángeles de Dios”. (Hebreos 1:8,9 y 6).

¿QUIÉN PUEDE DARNOS MÁS? Cristo no fue demagogo, si dijo, que era Dios y dejó que le adoraran como tal, también dijo que daría su vida por los suyos y lo cumplió. Que se levantaría de entre los muertos y lo cumplió. Que volvería con ellos y lo cumplió. Que pagaría a cada uno según fuere su obra; y hasta hoy lo cumple todavía. Pero si además dijo que perdona nuestros pecados, que nos da vida eterna, que nadie nos puede arrebatar de su mano, que está con nosotros todos los días hasta el fin, que nos prepara lugar en la casa de su Padre. ¿Podemos creerle? Si cumplió lo que afirmó; podrá cumplir lo que prometió. ¿Tiene solvencia, credibilidad y poder para hacerlo? ¿Tú puedes objetarlo?