el teulense, nº 8, mayo de 2015

8
Nueva Época, Año I, N° 8 Mayo del 2015 Órgano de Comunicación del Comité Pueblo Mágico A las seis de la mañana ya estaba sentado en una silla de plástico, a un lado de don Darío Uribe, en los baños del mercado. Platicando y tomándose un café. Esa silla ahora está vacía. Será también inútil buscarlo en la banca donde acostumbraba sentarse en la Plaza de Arriba. Tampoco lo encontraremos en las calles del Teul, donde en los últimos meses caminaba con dificultad, deteniéndose a tomar aire. Tampoco volverá a las tertulias de historia donde era el principal animador. La casa familiar quedó cerrada, sola, vacía, muda; lo que antes no era, lo que antes nunca fue. El pasado 21 de mayo murió don Gabriel González Godoy, El Burrero . El reloj de su vida, cansado, dejó de marcar las horas, los minutos y los segundos de un hombre fuerte y generoso. Con él se apaga una multidud de voces que nos llegan desde el viejo Teul que sabían de cocinas de leña, corridas de toros en el mesón La Florida, mercado en la Plaza de Abajo, mechero de petróleo, arrieros, misas en latín, cartas de novios a lápiz y con letra cursiva, calles empedradas, rencillas agravadas a balazos. Con don Gabriel hemos perdido buena parte de la memoria del pueblo del Teul. Él conocía todo lo que había que saber desde la década de los años de 1930 para acá. Y sabía contarlo. Le encantaba platicar. Era un narrador prodigioso. Además tenía un sentido del humor que hacía agradable su plática y su personalidad. La suya, era una generosidad aprendida de la nobleza de sus mayores. Gente recia, de trabajo, de palabra, de responsabilidades. Pero también de cortesía, de don de gentes, de amistad. Su carácter estaba formado por la mezcla con que hemos sido hechos los teulenses: sentido religioso de la vida y aprecio profundo de las libertades fundamentales del ser humano. Católicos de Pedro El Ermitaño y jacobinos de la era terciaria conviven y se desgarran en el alma teulense. Gabriel González Godoy: cronista del terruño Continúa en pág. 4

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Gabriel González Godoy: cronista del terruño Sentido de la vejez Rafael Haro Llamas Encuentro con el pasado: tertulias para recuperar el testimonio del recuerdo Carmen Silvia Casanova Luna

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Nueva Época, Año I, N° 8 Mayo del 2015

Órgano de Comunicación del Comité Pueblo Mágico

A las seis de la mañana ya

estaba sentado en una silla

de plástico, a un lado de

don Darío Uribe, en los baños del

mercado. Platicando y tomándose

un café. Esa silla ahora está vacía.

Será también inútil buscarlo en la

banca donde acostumbraba

sentarse en la Plaza de Arriba.

Tampoco lo encontraremos en las

calles del Teul, donde en los últimos

meses caminaba con dificultad,

de ten iéndose a tomar a i re .

Tampoco volverá a las tertulias de

historia donde era el principal

animador. La casa familiar quedó

cerrada, sola, vacía, muda; lo que

antes no era, lo que antes nunca

fue. El pasado 21 de mayo murió

don Gabriel González Godoy, El

Burrero. El reloj de su vida,

cansado, dejó de marcar las horas,

los minutos y los segundos de un

hombre fuerte y generoso. Con él

se apaga una multidud de voces

que nos llegan desde el viejo Teul

que sabían de cocinas de leña,

corridas de toros en el mesón La

Florida, mercado en la Plaza de

Abajo, mechero de petróleo,

arrieros, misas en latín, cartas de

novios a lápiz y con letra cursiva,

cal les empedradas, renci l las

agravadas a balazos.

Con don Gabriel hemos

perdido buena parte

de la memoria del

pueblo del Teul. Él

conocía todo lo que

h a b í a q u e s a b e r

desde la década de

los años de 1930 para

acá. Y sabía contarlo.

Le encantaba platicar.

E r a u n n a r r a d o r

prodigioso. Además

tenía un sentido del

humor que hac ía

agradable su plática y

su personalidad. La

s u y a , e r a u n a

g e n e r o s i d a d

a p r e n d i d a d e l a

n o b l e z a d e s u s

mayores. Gente recia, de trabajo,

de palabra, de responsabilidades.

Pero también de cortesía, de don

de gentes, de amistad. Su carácter

estaba formado por la mezcla con

que hemos s ido hechos los

teulenses: sentido religioso de la

vida y aprecio profundo de las

libertades fundamentales del ser

humano. Católicos de Pedro El

Ermitaño y jacobinos de la era

terciaria conviven y se desgarran

en el alma teulense.

Gabriel González Godoy: cronista del terruño

Continúa en pág. 4

MAYO DEL 20152EDITORIAL

DIRECTORIO

Director Fundador: Javier

Chávez Rivas

Director: Hugo Ávila Gómez

Consejo Editorial: Luis

Humberto Cortés Rivas y Noé

Pinales Pinales

Diseño: José Antonio Huerta

Gutiérrez

Reporteros: Adrián Ibarra

González, Édgar Larios

Godoy

Ilustradoras: Karla Paola

Ávila Uribe, Marcela

Maldonado Chávez

Facebook:facebook/TeulPuebloMagico

Correo:[email protected]

Consulta la versión PDF en:issuu.com/elteulense

n t i e m p o s d e

Eeu femismos y

lenguaje ligero, a

m u c h o s l e s s u e n a

ofensivo llamar a alguien

viejo, anciano o mayor.

Prefieren llamar a esta

etapa “tercera edad” o

“adultos mayores”. Por

naturaleza es inevitable

l legar a viejo y t iene

a d e m á s s u s

inconvenientes de salud y

de movilidad, pero no es

n i n g ú n d e f e c t o , n i

t a m p o c o m o t i v o d e

vergüenza; al contrario, es

un orgullo y una dignidad.

Los ancianos son en un

pueblo, lo mismo que los

cimientos en una casa.

Los viejos son los que

s o s t i e n e n , l o s q u e

orientan, los que marcan

el rumbo. Ellos son una

enciclopedia que contiene

m e m o r i a , s a b i d u r í a ,

experiencia, esperanza,

prudencia, gusto por la

v i d a , p a l a b r a s q u e

encaminan la existencia.

A los ancianos se

les ha confiado una gran

tarea, ha dicho el Papa

Francisco, “la tarea de

transmitir la experiencia

de la vida, la historia de

u n a f a m i l i a , d e u n a

comunidad, de un pueblo;

compartir con sencillez

una sabiduría, y la misma

f e : ¡ e l l e g a d o m á s

precioso!”.

¿Quién sino los

mayores, por sus años de

vida y de reflexión, saben

la historia de la familia, del

barrio, de la comunidad?

¿ Q u i é n s i n o e l l o s

transmiten los saberes

que dan continuidad a los

oficios, al cultivo de la

tierra, al cuidado de la

salud y de la naturaleza?

¿Quiénes son los que más

gozan contando historias

de su propia vida, de lo

q u e v i e r o n , l o q u e

escucharon y lo que

guardan en su recuerdo

después de muchos años

de andar por los caminos

de la vida?

Los viejos son los

guardianes de la memoria,

de la sabiduría, de las

raíces que mantienen en

pie el árbol que es cada

persona, el árbol familiar y

el árbol de la comunidad.

Por eso es una

grande pérdida la muerte

de un anciano. Es como si

desapareciera completa

t o d a u n a i n m e n s a

b i b l i o t e c a . C o n e l

fa l lec imien to de una

persona mayor una parte

d e n o s o t r o s q u e d a

huérfana de memoria, de

palabras cargadas de

e x p e r i e n c i a y d e

conocimiento profundo.

Lo mismo, también es una

pérdida y una injusticia ver

a tantos viejitos solos,

abandonados, sufriendo

su tiempo en la soledad y

en la falta de compañía.

Lamentamos el

reciente fallecimiento de

don Gabriel González

Godoy. Nuestra memoria

como comunidad se ha

achicado. Pero nos queda

su ejemplo de ser humano

abierto, convivial, alegre,

g e n t i l , c o n v e r s a d o r,

amante de las historias de

más antes, apasionado

del terruño. Ese es un

camino de v ida, una

invitación permanente a

cuidar nuestras raíces, a

aprender del pasado, a

recuperar la memoria de

nuestra familia, de nuestra

comunidad, de nuestro

mundo.

P o n g a m o s

atención a nuestros viejos.

Pongamos e l o ído y

nuestro tiempo cerca de

sus ganas de contar y de

platicar. Ayudemos a dar

dignidad a sus días. Sólo

a s í p o d r á h a b e r

esperanza y un porvenir

fincado en lo mejor de la

tradición.

Sentido de la vejez En recuerdo de don Gabriel González Godoy

3MAYO DEL 2015

Rafael Haro Llamas, alumno de San Agustín Caloca

(Primera de cuatro partes)

La g e n t e d e S a n L u i s

Soyatlán (municipio de

Tuxcueca, Jalisco) cuenta

muchas historias del padre Rafael

Haro Llamas. De él se dice que

levitaba mientras consagraba la

hostia en el altar. Una señora que

iba todos los días a misa de cinco

de la tarde, contaba al padre de los

problemas en que andaba su yerno

y le confió que por esos problemas

cayó en la cárcel. Cuando el yerno

quedó libre, la señora le dijo que

fueran a misa. Al llegar al templo, el

muchacho dijo, señalando al padre

Rafael: “Pero si él, es el padre que

fue a sacarme de la cárcel”. Para

entonces, el padre Rafael estaba

casi ciego y casi no salía de su

casa. Doña Anastacia Cañada

r e fi e r e q u e p o r

i n t e r c e s i ó n d e l

padre Rafael fue

curada de un cáncer

e n e l p e c h o ;

simplemente, en los

estudios no volvió a

aparecer el mal que

traía. Otro caso es el

de una señora de

nombre Margarita,

un hijo suyo se fue a

Estados Unidos y se

le perdió el rastro.

Nada se sabía de él.

La señora pidió al

padre Rafael que le

ayudara a saber de

su hijo. Al tercer día

recibió una llamada

telefónica. Era su hijo diciéndole

que estaba bien, sólo que no había

tenido dinero para llamarle. Para

los católicos de la parroquia San

Luis Obispo, de San Luis Soyatlán,

el padre Rafael es un santo. Por

eso pidieron que su tumba quedara

a la entrada del templo.

Rafael Haro Llamas nació

en San Juan Bautista del Teul el 14

de mayo de 1909. Hijo de Esteban

Haro y de Matilde Llamas. Fue

acólito en el templo parroquial del

Teul. Estuvo presente en el

cantamisa del padre Agustín

Caloca, el 15 de agosto de 1923.

Ese día, el templo fue vestido de

alegría. Se usaron guirnaldas de

pino. Los festones salían de las

cúpulas del templo y daban un aire

de solemnidad y fiesta. Todo el

altar también fue recubierto con

estos adornos que hablaban del

júbilo de la gente por contar con un

nuevo sacerdote. Se vivía un

ambiente de regocijo. El curato fue

cubierto con lazos de papel de

china de muchos colores. Al acabar

la misa, el padre Agustín acarició la

cabeza de Rafael: “¿Te gustó la

misa?” Sí, contestó el muchacho.

“¿Te gustaría ser sacerdote?”. Fue

el primer encuentro con el padre

Agustín Caloca.

Cuando Rafael tenía 14

años, el señor cura del Teul,

Ignacio Iñiguez encargó a don

Esteban Haro que acompañara a

tres acólitos a Totatiche. Ellos eran:

Enrique González, Vicente Vera y

J. Jesús Sandoval. El párroco le

pidió que también se llevara a

Rafael, su hijo, para que conociera

otros lugares. En Totatiche dejaron

a los tres muchachos en el

Seminario, en manos del prefecto,

el padre Agustín Caloca, quien les

r e c o m e n d ó q u e f u e r a n a

desped i r se de l seño r cu ra

Cristóbal Magallanes, párroco del

Totatiche y rector del Seminario. El

señor cura Magallanes le pidió a

don Esteban que diera permiso

para que su hijo se quedara en el

seminario, que él sería su tutor en

sus estudios para el sacerdocio.

Así fue como, casi por

casualidad, ingresó al seminario el

joven teulense Rafael Haro.

MAYO DEL 20154Viene de pág. 1

Llegó a este mundo el día 16

de febrero de 1930. Hijo de J. Luz

González Cisneros y María Cruz

Godoy González. Sus abuelos

paternos fueron Prisciliano González

y Celsa Cisneros. Por parte de su

madre sus abuelos fueron J. Jesús

C i s n e r o s y M a r í a N a t i v i d a d

González. Se educó en la escuela

p r imar ia de l cura to , escue la

parroquial. Su tío Chema Godoy y su

madre cuidaron que jamás pisara la

escuela del gobierno. Aprendió a

hacer leña, a cuidar vacas, a domar

caballos, a manejar camiones. El

apodo de El Burrero se lo ganó

porque su padre, don Luz González,

entre las muchas tareas que le

encomendó, durante una buena

temporada lo puso a cuidar un atajo

de burros que tenía que atender en el

rancho de Las Águilas.

Gustaba de la vida bohemia,

su

sentido de amistad y d e

fraternidad lo metían d o n d e

había borlote: coleaderos,

charreadas, corridas de toros,

carreras de caballos, peleas de

ga l los , cant inas , p lá t icas

animadas en las t iendas,

esquinas y en cualquier lugar de

conversación. Las suertes

charras las aprendió de El

Coyote, un afamado charro, a

quien don Luz pagó para que

entrenara a su hijo Gabriel.

P a r t i c i p ó t a m b i é n e n l a

asociación de charros de

Tlaltenango. Se casó con la

profesora Laura Elena Varela.

Tuvieron una hija, que murió a muy

corta edad. Más tarde, en verano de

su vida, emigró a los Estados Unidos,

donde trabajó cerca de 40 años. Al

jubilarse, regresó al Teul a disfrutar

de la serenidad de su pueblo y del

cariño de la gente teulense.

Don Gabriel era un hombre

feliz. Gozaba de la felicidad natural

de quien vive sin ambiciones, en paz,

en franca cordialidad con sus

vecinos. Vacilón a más no poder. Su

respeto por los demás y su nobleza

de corazón hacían de él un hombre

amable, agradable, fácil de trato y

palabra contagiosa.

Luchó contra los zarpazos

de la muerte. No se resignó a irse así

como así. Amaba la vida. Consultaba

a los méd icos y segu ía sus

indicaciones casi en todo (“el muy

ingrato del doctor quiere que deje el

vinito”). Hasta en las últimas hacía

bromas: Ya mero masco el mecate,

solía decir en los últimos meses.

Cada viernes último de mes

era el primero en llegar a las tertulias

de historia Encuentro con el pasado.

Estaba ahí para gozar del encuentro

con gente de su edad. También

agradecía que hubiera jóvenes de

preparatoria escuchando. Su plática

era el eje de la conversación. Su voz

era un soplo a la llama vida de la

historia teulense.

Ese soplo se ha apagado.

Ya no está más para atizar el tizón de

la memoria de nuestros mayores. El

lugar que ocupó ahora se ha

conver t ido en una ausenc ia .

Ausencia quemante, dolorosa,

entrañable. El dolor es inevitable.

Pero nos queda su ejemplo de

guardián de las voces y los hechos

antiguos. Nos queda su espíritu, que

es inspiración y aliento para cuidar la

historia local. Desde la otra vida

seguirá soplando la llama de los

recuerdos y los acontecimientos

pasados, animándonos en esta tarea

que nos ha heredado.

Se fue un cronista del

terruño. Su presencia entre nosotros,

su amistad, su gentileza, es motivo

de agradecimiento. Un sentimiento

de grat i tud corresponde a la

personalidad de don Gabriel: vivaz,

bullanguero, amistoso y cuidador de

la memoria teulense.

Su vida es una llamada

c o n t i n u a a e s c a r b a r e n l o s

escombros del tiempo y recuperar de

ahí lo que el pasado tiene de raíces

para sostener la vida.

Gabriel González Godoy: cronista del terruño

PATRIMONIO CULTURAL

35PATRIMONIO CULTURAL MAYO DEL 2015

Te n e m o s u n d e b e r :

escuchar a los viejos. No

sólo es asunto de cortesía

o de hacerles compañía. Se trata

de aprender a vivir, de enfrentar las

dificultades del presente, de hacer

cos tumbre e l encuent ro de

pe rsonas de gene rac iones

distintas para que la palabra de

experiencia y sabiduría siga viva

en el correr de la vida de los

pueblos. Miguel León Portilla lo

dice de esta manera: “Para guiar a

los hombres que aquí habrían de

vivir, era necesario rescatar la raíz

de la antigua cultura, el testimonio

del recuerdo, la conciencia de la

historia”. Para orientar los pasos de

quienes habitan cada comunidad

hay que conservar las raíces que la

han mantenido en pie por muchos

años. Para saber quienes somos y

a donde vamos es necesario

mantener vivo el testimonio del

pasado y la conciencia de la

historia.

Un intento de este tipo lo

estamos realizando en el Teul

mediante pláticas informales,

promovidas por el Comité Pueblo

Mágico, en las cuales se reúnen

vecinos de nuestro pueblo, la

mayoría personas mayores, y

algunas personas de mediana

edad y unos cuantos jóvenes. Don

Gabriel González Godoy, recién

fallecido el pasado 21 de mayo, no

fallaba. Era el principal animador

de estas tertulias mensuales.

En recuerdo de don Gabriel

publicamos un relato de una

de esas reuniones.

¿ Q u é c o m o s e

cultivaba antes la tierra?

Varios de los presentes fueron

diciendo, paso por paso, el

trabajo que había qué hacer en

las labores del barbecho.

Saben a la perfección los

nombres de los aperos de

labranza. Su nombre, su

colocación y su uso. Arado,

yugo, timón, barzón, orejera,

puya, etc. De lo que ahí se dijo

rescatamos algunos aprendizajes.

El Teul antiguo, los pueblos

antiguos, eran autosuficientes,

producían casi todo lo que se

requería para vivir. De la tierra y del

trabajo salía casi todo lo que aquí

se consumía. No se usaban

abonos químicos. El daño a la

naturaleza era mínimo. ¿Qué nos

falta a nosotros, actualmente, para

pensar en métodos de cultivo, que

sin dejar de ser productivos, sean

menos dañinos a la tierra?

Continúa pág. 6

Encuentro con el pasado: tertulias para recuperar el testimonio del

recuerdo

En memoria de don Gabriel González Godoy (1930-2015)

6 PATRIMONIO CULTURAL MAYO DEL 2015

Viene de pág. 5

Salió a la plática la presa

de don Cesáreo Sánchez. El año

de 1935 fue de escasez, no hubo

cosechas y el coronel Ignacio

Caloca, gobernador del Estado y

también hijo del Teul, se inventó un

trabajo para que la gente tuviera

salario y comida. Casi todo el

pueblo se fue a trabajar en la

construcción de la presa. El dinero

que ahí se ganaba, se gastaba en

la compra de maíz, que el mismo

coronel Ignacio Caloca surtía al

pueblo del Teul.

Hubo preguntas sobre las

antiguas corridas de toros y las

fiestas charras que eran la

diversión de la gente en el mes de

e n e r o d e c a d a a ñ o . L o s

empresarios eran gente del Teul. Y

cada año se traía madera para

levantar el lienzo y plaza de toros.

Se pasó revista a los

primeros vehículos que hubo en el

Teul. Llegó uno, el camión de don

Luz González; luego otro, el

camión de don Telésforo Rivas;

luego el camión de don Aurelio

Rivas; el camión de don Tomás

Gómez. Hasta que fueron cinco.

Cuatro de ellos chocaron entre sí.

Se contó que fue Don Tomás

Gómez el primero que metió mano

para la compostura de estos

vehículos. Con los camiones

empezaron a desocupar a los

arrieros.

Hubo una casa de relojes,

en Guadalajara, que en la compra

de un reloj, regalaba un guajolote.

E l señor For t ino Cor tés de

Florencia, tenía el contrato de

l l eva r los desde acá , has ta

Guadalajara, a pie. Cada conche

tenía que ser protegido con

huaraches de cuero, para que el

camino no destrozara sus patas. El

antiguo camino a Guadalajara fue

e s c e n a r i o d e u n a c u r i o s a

aglomeración: ocasiones en que

hasta mil guajolotes marchaban

rumbo a Guadalajara, desde

Florencia. De ahí viene el mote de

concheros. Buenos para criar y

vender conches o guajolotes.

Se habló de los arrieros, de

lo pesado y lento que era llegar a

Guadalajara, en casi tres días de

camino. El riesgo de ser asaltados

por bandas de ladrones, que los

esperaban en El Pedregal, cerca

de un lugar que se llama Milpillas,

perteneciente a San Cristóbal de la

Barranca. Y lo que era el sistema

de comercio de aquellos tiempos.

Hubo arrieros que al volver a las

t i e n d a s d e G u a d a l a j a r a ,

encontraron los mismos rollos de

tela que les habían despojado los

l a d r o n e s . A s í c i r c u l a b a l a

mercancía.

La moral de los viejos

pueblos rurales tenían prohibido

que los novios se frecuentaran,

compartieran sus sentimientos y

cultivaran su cariño en el trato. Al

altar llegaban los novios como

extraños, sin haberse tratado.

Como era un tabú hacerse novios,

la desesperación y la barbarie

hacían que fuera frecuente que

algunos muchachos se robaran a

las jóvenes solteras. En esta

t e r t u l i a se con ta ron casos

dramáticos y casi increíbles de

robos de muchachas.

Como aquel caso del

muchacho que les echa la mula

encima a la mamá, a la hija y a un

h e r m a n o m e n o r q u e l a s

acompañaba. Con el miedo, los

t res se separan y e l j inete

aprovecha para lazar a la joven y

pica las espuelas de la remuda.

Amarra cabeza de silla y, como si

fuera un becerro, sin detener la

v e l o c i d a d d e l a n i m a l , v a

recortando la soga, hasta tener a la

joven al alcance de su mano. La

sujeta de los cabellos y así se la

lleva. Quien sabe a donde la llevó

esa noche. Al día siguiente, llegan

al rancho de unos parientes. El

hombre va a pie, cabresteando la

mula; y la muchacha montada en la

silla, con la cabeza cubierta, para

ocultar su rostro. Llegan al rancho

de unos parientes. Y la señora

comisiona al niño para que los lleve

a c ier tas cuevas, donde se

esconden por tres días de la ira de

la familia ultrajada. La misma

señora manda al mismo niño que

les lleve de comer al escondite

donde iniciaba su vida de pareja

este par de jóvenes, que ahora son

viejos. Se casaron, tuvieron hijos y

después de cincuenta y pico de

años siguen viviendo juntos.

Y más h i s to r i as que

resul taron en la ter tu l ia de

t e s t i m o n i o s d e l p a s a d o .

Esperamos el mes próximo, para

continuar el rito de dar la palabra a

los señores de aquel tiempo.

Encuentro con el pasado...

7PATRIMONIO CULTURAL MAYO DEL 2015

EL LIBRO DE LA VIDA

Tengo 83 años. Hoy, primero

de mayo, conocí la tierra de

mi padre, Pedro Casanova

Luna. Él nació aquí en el Teul. Aquí

nació y aquí vivió hasta que tenía

15 años. Siempre creyó que había

nacido en 1902, hasta que una vez

mandó pedir su acta de nacimiento

y se dio cuenta que nació en 1901.

¡Uy, qué caray, soy un año más

viejo! Mi abuelo, Telésforo, era

industr ial , según el acta de

nacimiento. ¿Industrial de qué? No

sé. Ahora me doy cuenta que aquí

hab ía decenas de t a l l e res

a r t e s a n a l e s , q u i z á s e r a

talabartero. No sé.

S u s p a d r e s f u e r o n

Telésforo Casanova y Severiana

Luna. Sus hermanos se llamaron

Eustaquio, Genovevo, Irineo,

Mercedes (que también fue

maestra), Matilde, Maura y María.

Irineo fue soldado, que anduvo al

lado de los revolucionarios que

pelearon en contra de Porfirio Díaz.

Murió en la lucha.

Pedro Casanova jamás

regresó al Teul, aunque seguido

platicaba de su pueblo. Nos

contaba que un día su papá lo llevó

a conocer la plaza. Había puestos

de distintas cosas, tiradas en el

piso, en petates. Mi padre era un

niño, chiquillo, de cuatro años

cuando mucho. Los vendedores

ponían el dinero en un rincón del

petate. Y como niño, que todo

agarra, tomó una moneda. Ya en la

casa, sacó su moneda de la bolsa y

se la mostró a su papá. ¿De dónde

tomaste ese dinero? “De la plaza,

en un puesto”. “Pues vas ahorita

mismo y la devuelves. Y le pides

disculpas al señor. Ese dinero no

es tuyo”. Cuando volvió el niño y ya

el papá lo estaba esperando con el

cinturón en la mano. Le puso unos

buenos fajazos. Y sirvió de lección.

Pedro Casanova fue un nombre

sumamente honrado, toda su vida.

También le gustaba mucho

la calabaza. Calabaza cocida con

azúcar o piloncillo. Cierto día, su

mamá repartió la calabaza entre

todos los hermanos y a mi papá le

tocó un pedazo que creyó no

merecía, se le hizo chico y

protestó: “Mamá, el mío es muy

poquito”. “Ah, ¿quieres más? Pues

cométela toda”. Y le dio toda la

calabaza que quedaba. Con las

dos manos y de buena gana, Pedro

tomó aquel buen trozo, y se fue a

un rincón. Estuvo raspando con

una cuchara, con paciencia, hasta

que se la acabó. Él solito. Sí,

siempre le gustó la calabaza. La

revolvía con leche y se la comía

con sumo deleite. Una costumbre

que aprendió aquí en el Teul.

A los cinco años perdió a

su padre. Entonces, Eustaquio, el

hermano mayor la tuvo que hacer

de jefe de familia. Eustaquio era

profesor en la escuela del pueblo.

De eso se mantenía y también con

ese oficio enseñó a leer a sus

hermanos menores. Creo que era

escuela pública, porque toda su

vida le guardó mucho respeto a

don Benito Juárez. Y también mi

padre era un hombre de ideas

liberales. A la mejor también

aprendidas, por primera vez, en la

pequeña escuela del pueblo del

Teul.

Continúa pág. 8

Carmen Silvia Casanova: Mi padre era teulense; aquí aprendió el gusto por la calabaza,

el tejuino, la libertad y la honradez (Primera de dos partes)

MAYO DEL 20158

a l i ó d e l Te u l

Sp o r q u e , u n

hermano suyo, mi

tío Genovevo, lo invitó a vivir en

Colima y se lo llevó a trabajar. Para

entonces, mi tío Genoveno había

prosperado en un negocio de venta

de semillas, cereales y chile, en el

mercado municipal de Colima.

También compró una hacienda, La

Magdalena. Como estaba bien

establecido en Colima, se llevó a

más de la mitad de sus hermanos: a

mi papá, a Carmen, a María, a

Maura y al profesor Eustaquio. Con

ellos se fue mi abuelita, ya viuda,

Severiana Luna, mamá Chana. Por

cierto, mi tío Estaquio, que era

soltero, tuvo algún problema con

Genovevo, y un día, que nadie

recuerda cuando ocurrió, se fue de

Colima y nunca más volvimos a

saber de él. Como si la tierra se lo

hubiera comido. Pienso que mi tío

Eustaquio, acostumbrado a ser el

jefe de familia, no se avino a vivir

bajo la sombra de su hermano

menor, que ahora ya era hombre de

buena posición económica. Y se

fue. Jamás volvió. Nunca nos

mandó siquiera una carta. Se

perdió aquel maestro de la pequeña

escuela pública que enseñó a leer a

sus hermanos menores.

Al llegar a Colima, mi padre

se puso a trabajar en la tienda de mi

tío Genoveno. Pero seguro no vio

mucho futuro en ese lugar y buscó

s u e r t e e n u n a t i e n d a

departamental, que todavía existe,

La Marina Mercante. Ahí aprendió

el oficio de sastre. Luego se fue a

Guadalajara, a trabajar en Fábricas

de Francia, también de sastre.

Después, con unos amigos, en

barco emigró a Estados Unidos, a

San Francisco, California. Allá

trabajó en un taller de sastrería de

unos griegos. Aprendió inglés, y por

poco se queda a allá. Tenía una

novia, una muchacha mayor que él

por cuatro años. Ya habían fijado

fecha de la boda. Un día, por

casual idad, escuchó que un

muchacho le preguntó: ¿Te vas a

casar? Y ella lo negó: “No, ¡qué

va!”. Y eso fue suficiente para

desbaratar los planes. A mi padre le

disgustó que lo ningunera. Pagó lo

q u e d e b í a e n l a c a s a s d e

huéspedes donde vivía, propiedad

de la mamá de su novia. Renunció

al trabajo y se vino a México. Luego

la muchacha lo buscó, pero de nada

sirvió.

Viene de pág. 7Carmen Silvia Casanova...