El Proyecto Educativo de Centro en Clave Pastoral y Agustiniana

LA VEGA, REPÚBLICA DOMINICANAENERO 2014

ORGANIZACIÓN DE AGUSTINOS DE LATINOAMÉRICA OALA

Organización de Agustinos de Latinoamérica

OALA

Encuentro Continental de Educadores Agustinianos

Latinoamericanos

La Vega, República Dominicana

10-14 de Enero 2014

ORGANIZACIÓN DE AGUSTINOS DE LATINOAMÉRICAEncuentro continental de Educadores Agustinianos Latinoamericanos

Diseño de edición: RAMÓN FRÍAS

Diagramación, composición y diseño de portada: RAMÓN FRÍAS Cuidado de edición y corrección de pruebas: P. FR. JOSÉ ARIDIO TAVERAS, OSA. / RAMÓN FRÍAS

Impreso en Santo Domingo, República Dominicana, enero 2014

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Contenido

Pág.Presentación ---------------------------------------------- 7

Clave pastoral de los centros educativos -------------- 9 Autor: P. José María Felices, SM.

Identidad Pastoral y Agustiniana del Proyecto Educativo de Centro y sus instrumentos de ejecución-------------------------------------------------- 39 Autor: P. Fr. José Aridio Taveras de León, OSA

Dimensión Pastoral y Agustiniana de los Órganos Unipersonales y Colegiados de Nuestros Centros --61 Autor: P. Fr. Santiago Insunza Seco, OSA

Perfil y Funciones de los Padres o Representantes de Estudiantes, los Estudiantes y los Exalumnos ---- 107 Autor: P. Fr. Santiago Insunza Seco, OSA.

Perspectivas de un Modelo Pedagógico Pastoral Agustiniano ---------------------------------------------145 Autora: Hna. Asela María Martínez Peguero, MA

Evaluación integral para la Calidad de los Centros Educativos ----------------------------------------------185 Autor: P. Fr. José Aridio Taveras de León, OSA

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Presentación

La Organización de Agustinos de Latinoamérica (OALA) es la organización asociativa de los Agustinos Latinoamericanos. Posee una triple misión: crítica, animación y coordinación. Dentro de sus áreas se encuentra la de Educación.

Este libro recoge los textos de las ponencias del Encuentro Continental de Educadores Agustinianos Latinoamericanos realizado en La Vega, República Dominicana desde el 10 hasta el 14 de enero de 2014. Está titulado “El proyecto educativo de Centro en Clave Pastoral y Agustiniana”. Estas son parte del marco teórico del proyecto colaborando en la reflexionar sobre: la clave pastoral y agustiniana, el proyecto de centros, los órganos personales y colegiados del centro, el modelo pedagógico y la evaluación para la calidad desde una perspectiva católica y agustiniana.

En él se recogen los textos de José María Felices, SM; Hna. Asela María Martínez Peguero, AM; P. Santiago Insunza, OSA y quien suscribe. Esperamos que sea de mucha utilidad para la reflexión y trabajo de los Centros Educativos.

P. Fr. José Aridio Taveras de León, OSA, Coordinador Área de Educación de OALA

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Clave Pastoral de los Centros Educativos

P. José María Felices, SM.

1.-Presentación

Muy buenos días a todos. De manera especial al P. Fr. José Aridio Taveras que me ha tenido informado de la temática de este encuentro, de encuentros anteriores, así como de los documentos que me han iluminado para estar hoy aquí delante de todos ustedes.

Muchas gracias por haber pensado que SM, con su bagaje educativo, podía iluminarles en este fascinante itinerario que están realizando para conseguir: “Elaborar un Proyecto Educativo de Centro que sirva de Marco Común para la evaluación de la calidad educativa, pastoral y agustiniana de los Centros Educativos Agustinianos Latinoamericanos”, según afirman ustedes en su Objetivo General. Gracias por acudir a alguna de las personas de SM, en este caso a mi persona, para poder acompañarles en este proceso, deseo fervientemente poder realizar tal misión y en no defraudarles ni en la forma ni en el fondo. Reitero mi agradecimiento y la total disposición de SM para lo que ustedes quieran disponer.

Soy José María Felices, sacerdote marianista y en este momento ocupando la posición de Vicepresidente de SM con una responsabilidad directa en el área educativa y de productos educativos. Provengo del

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mundo de la educación, en los diferentes colegios que la Compañía de María tiene en España, desarrollando funciones de profesor, pastoral y gestión.

Muy a gusto de estar entre ustedes y entramos ya en materia.

2.- Temática.

La propuesta que se me hizo está presentada en tres puntos:

• Pastoral educativa: definición y aspectos que la integran.

• Diferencias entre Centros Educativos CON pastoral y Centros Educativos EN pastoral.

• La clave pastoral en el marco de la pedagogía de Jesús.

3.- Pastoral educativa: definición y aspectos que la integran

Dar una definición de pastoral es difícil, yo vengo del mundo científico donde las definiciones son unívocas; cuando nos encontramos con términos que abarcan amplios campos de la personas y de las acciones, me parece más conveniente realizar descripciones de dichos términos. Por ello podemos empezar diciendo que la “pastoral educativa es el conjunto de acciones que tienen como finalidad evangelizar la educación”. Como ven, de entrada, nos hemos colocado en un nivel conceptual superior, no estamos hablando de actuaciones concretas en un centro educativo, sino de muchas cosas que tengan una única finalidad: “la evangelización”.

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Por evangelizar entendemos la posibilidad de proponer, educar y acompañar en la experiencia religiosa cristiana a la persona de hoy, niño, adolescente, joven. Estamos en la escuela.

Me voy a permitir marcar algunos rasgos de la sociedad educativa de estos momentos. Perdón si en América Latina no se cumplen estas características, breves, que voy a marcar. Creo que son bastante universales. Caso de no ser así, ustedes conocen perfectamente la situación real de la región.En primer lugar vivimos un momento de “subjetivización del yo”. El yo, en su búsqueda de consistencia, toma el camino de la individuación, es decir, se desvincula de los modelos y de las seguridades tradicionales, de los controles ajenos, de las leyes morales generales y asume como tarea personal e intransferible su propia construcción tomando como punto de referencia y criterio último de decisión el mismo yo. Se busca el reconocimiento de los individuos como portadores en sí mismos de todos los derechos que deben ser reconocidos y respetados al margen de todo lo generado por las instituciones.

En segundo lugar, podemos afirmar que estamos viviendo el momento de la “identidad en la diversidad”. Hemos pasado de la identidad por imitación e identificación a la identidad por experimentación: la experiencia personal es el auténtico juez sumarísimo que establece la validez de las ofertas de sentido y decide su configuración final en el yo subjetivado. Este proceso de construcción de la identidad convive, además, con la intensa vivencia que tenemos de la diversidad, fruto de la globalización cultural basada en las nuevas posibilidades de la tecnología. La enorme variedad de posibilidades de sentido, unida a la identidad por experimentación¸ hacen que la

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transmisión en educación de la identidad cristiana como forma de construcción del yo personal y social resulte bastante dificultosa.

En tercer lugar, podemos afirmar que estamos viviendo la experiencia de la incertidumbre como vulnerabilidad. Hay un miedo al futuro debido a que las seguridades en las que se estaba anclado han entrado en el camino de la fragilidad. La humanidad siempre ha avanzado desde la incertidumbre, desde las preguntas sin respuesta, pero con una firme convicción personal. En este momento estas convicciones se están perdiendo y la incertidumbre, que sigue existiendo en todo proceso de desarrollo, se encuentra con un ser vulnerable, al que le falta la decisión del riesgo avalada por su autoridad personal.

A esta sociedad, a estas personas son a las que nos tenemos que dirigir. Reconociendo la cultura en la que se mueven, la situación social en la que viven, los retos que se les plantean delante, las necesidades que demandan en el silencio de su existencia, las posibilidades que la misma sociedad les ofrece, la multitud de opciones que tienen delante, la hiperconectividad en la que viven que conlleva una necesidad imperiosa de comunicación y atención, la urgente búsqueda de pertenencia a algo o a alguien, y también, aunque parezca paradójico, la necesidad de creer. Las encuestas constatan una necesidad de creer, es una creencia sin pertenencia, con mucho elemento irracional, un repunte de la religiosidad con meros recuerdos de su “experiencia pasada”, negativa en la mayoría de los casos. Y por eso planteamos la necesidad de acompañar, proponer y educar la experiencia religiosa cristiana. No olviden que si nosotros no aprovechamos este momento de necesidad experiencial, de oportunidad de generar

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experiencia otros lo harán por nosotros. De nuevo habremos perdido la ocasión. Es el momento, es el momento de la educación, es el momento de llegar a la raíz.

Con la experiencia recorremos siempre un camino:

Alguien vivió una experiencia que con el correr de los tiempos fue narrada. En un momento concreto se vio la necesidad de desarrollar un cuerpo dogmático que ordenase la forma del comportamiento. Así ha pasado con los Evangelios y el desarrollo de la historia de la Iglesia, así ocurre con la historia de una Orden Religiosa, con el devenir de una historia familiar, etc. ¿Qué suele ocurrir cuando alguien llega o se incorpora a un cuerpo ya existente, sea la Iglesia, sea una congregación, sea una vida familiar? Ocurre que se incorpora a la narración que alguien le hace o se incorpora al cuerpo dogmático escrito. Se incorpora sin”experiencia”. Y aquí surge la dificultad. Cuando lo incorporamos a una orden religiosa tenemos momentos de formación interna, de comunicación de porqué; cuando es a la familia la vida diaria hace reconocer la experiencia familiar. En la experiencia religiosa, ¿dónde está el acompañamiento, la propuesta, la educación?

Hace falta una experiencia religiosa cristiana de los niños, adolescentes y jóvenes, y esa experiencia cristiana se la va a proponer la pastoral educativa. Y no es otra cosa que la experiencia del encuentro con el Jesús resucitado.

¿Y cómo definimos dicha experiencia religiosa cristiana? En fiel sintonía con la sabiduría acumulada en dos mil años de cristianismo vivo, recogida en la Tradición y formulada por el Magisterio de la Iglesia

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(Deus est Charitas,1), afirmamos que experiencia religiosa cristiana no es otra cosa que vivir, en el ámbito de la comunidad cristiana y por la acción del Espíritu Santo, el encuentro con Cristo resucitado, que genera nueva identidad personal y un estilo de vida caracterizado por la salida de sí.

Vivir

Como tal vivencia, la experiencia religiosa abarca a todas las dimensiones de la persona. Si se desarrolla y madura adecuadamente, llega a captar el centro de la persona, su yo profundo, y desde allí impregna, ilumina, dinamiza y orienta la existencia personal.

En el ámbito de la comunidad cristiana

Brota en un contexto vital -la comunidad cristiana- que se hace presente en la vida de las personas por medio de las iglesias locales, que, a su vez, están formadas por comunidades cristianas inmediatas en las que los cristianos se sienten vitalmente integrados.

Y por la acción del Espíritu

El protagonismo principal en esta experiencia la tiene el Espíritu de Dios. Es él el que la hace posible, abriendo a la persona el encuentro libre y amoroso con Dios. En esta acción del Espíritu colabora María con amor de Madre y de educadora.

El encuentro con Cristo resucitado

El contenido fundamental de la experiencia es la relación personal con Cristo vivo hoy, que va más allá de una mera referencia externa a él como modelo de vida. Es una relación de amistad que conduce a una comunión profunda, en la que se llega a vivir por, con

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y en Él. Todo ello sin soslayar el misterio de la Pascua, que atraviesa toda vida.

Que genera una nueva identidad personal

La relación con Cristo transforma la manera en que la persona vive su relación consigo misma, con los demás y con el mundo. Ésta adquiere una nueva visión de la realidad y una nueva comprensión de las cosas, puesto que descubre en Cristo la respuesta a las grandes preguntas sobre el sentido de su existencia.Manifestada en un estilo de vida, caracterizado por la salida de sí mismo

La nueva identidad se expresa en un estilo de vida marcado por el Evangelio. Su rasgo fundamental es la capacidad de salir de sí mismo hacia Dios y hacia los demás, en una actitud básica de donación confiada y misericordiosa.

Para llegar a la experiencia religiosa que pretendemos con la Pastoral Escolar hay que recorrer un camino cuyo proceso está claramente marcado por el que Jesús vive con los discípulos de Emaús: una transformación

• experimentada desde dentro,

• que parte del encuentro,

• que pasa por la empatía,

• que solo en ese momento ofrece una palabra que es percibida como sentido

• y que culmina en el sacramento, auténtica y radical transformación del encuentro inicial.

Es en el sacramento donde la vida cobra peso y profundidad: se accede a otro nivel de experiencia.

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Para vivir este proceso, es necesario recorrer un itinerario, para el que proponemos una pastoral misionera en el ámbito de la escuela con unos ejes fundamentales:

(i) Una pastoral centrada en la experiencia religiosa cristiana

El gran reto de la evangelización y de la pastoral actual consiste en centrarse en la experiencia del Dios cristiano manifestado en Jesús.

Entendemos por experiencia religiosa cristiana el encuentro con Cristo resucitado en el ámbito de la comunidad cristiana y por la acción del Espíritu Santo.

• El elemento central de esta experiencia es el encuentro.

• El lugar de la persona donde este encuentro se produce es el mismo lugar donde se vive toda la dimensión relacional de la persona, es decir, en el corazón, en el yo profundo.

• A este encuentro no se accede solo ni principalmente por medio de una exposición sistemática de las verdades de la fe y la moral cristianas, sino a través de otro tipo de lenguajes: simbólico, narrativo, afectivo, testimonial...

Este encuentro conduce a una nueva identidad personal manifestada en un estilo de vida caracterizado por la salida de sí mismo y la entrega a los demás.

Esta experiencia religiosa cristiana tiene unas características:

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• Es progresiva

Es algo dinámico que sigue el ritmo de maduración de la persona. No se puede separar ni aislar del resto de las experiencias que van configurando la identidad personal. Nunca se llega a vivir de una manera plena en esta vida, pero cada etapa del desarrollo tiene su “plenitud parcial” que puede ser alcanzada. Es un proceso de crecimiento que no se puede acelerar artificialmente, pero que sí puede sufrir bloqueos y hasta retrocesos.

• Se vive en la realidad

El encuentro con Dios se da en la realidad de la vida de las personas. Dios y el hombre se encuentran por medio de mediaciones históricas. No solo no hay que salir de la realidad para encontrarse con Dios, sino que este encuentro solo es posible si se entra en ella con profundidad. La historia de la humanidad y la historia personal, es el “libro” al que hay que acudir para “leer” la presencia y la Palabra de Dios.

• Es paradójica

Es una experiencia que reúne en sí misma elementos que, aparentemente, son contradictorios: perder la vida para ganarla, entregarse para ser libre, morir para vivir. Es un desafío a la lógica y a los esquemas con los que el hombre tiende a dirigir su existencia. Pero permite acceder a una nueva sabiduría vital en la que la armonía de los contrarios ofrece claves fecundas para la vida.

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• Se educa

No es una experiencia innata. Se nace con la capacidad de encontrarse con Cristo, pero sin una mediación educadora esa capacidad permanece atrofiada. El protagonismo del Espíritu en la experiencia, no debe llevar al educador de la fe a desentenderse de ella o a actuar de cualquier forma. Son necesarios procesos educativos bien pensados y ejecutados con rigor y calidad.

(ii) Una pastoral centrada en la construcción de la identidad personal

Una pastoral que quiera desarrollar identidades personales cristianas deberá introducir la presencia del amor de Dios como elemento real de la interpretación del pasado, presente y futuro. Es necesario entrar en el corazón del alumno para que acoja la presencia del amor de Dios de modo que experimente una nueva identidad a partir de la lectura que hace de las propias vivencias.

Esta identidad irá surgiendo como acumulación de experiencias interiores (la identidad por experimentación), más que por imitación y reproducción de modelos exteriores (la identidad por reproducción).

(iii) Una pastoral eclesial, con la experiencia comunitaria como referencia

La educación de la experiencia cristiana brota en un contexto vital que es la comunidad cristiana, la Iglesia. Esta se hace presente en la vida de las personas por medio de las iglesias locales (diócesis), que a su vez

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están formadas por comunidades cristianas inmediatas donde sentirse vitalmente integrados.

Estas comunidades de referencia son los lugares en cuyo seno puede madurar el encuentro progresivo con Jesucristo. Por eso el Colegio deberá integrar su pastoral en una comunidad ya existente –normalmente una parroquia– o promover en el propio centro educativo una auténtica comunidad cristiana que establezca una red de relaciones humanas y que comparta la misma fe, la forme, la celebre y la anuncie, aunque se den dentro de ella diversos grados y modos de implicación.

Los educadores unidos entre sí se constituyen en comunidad eclesial que anuncia la presencia del Señor entre ellos. Esta comunidad posee un proyecto común y concreto de servicio, el proyecto educativo católico (ECE 49).

(iv) Una pastoral que celebra

La fe necesita ser expresada, celebrada; si es auténticamente cristiana no puede quedarse en la intimidad, de la misma forma que los acontecimientos gratificantes de la vida se suelen festejar con encuentros, con determinados ritos y signos. Cuando son significativos, se marcan de forma especial. Por ello, el cuidado y desarrollo de la dimensión simbólica de la persona es fundamental para iniciar en la celebración, en la vivencia de la fe como fiesta, como encuentro gozoso con Dios, compartido con la comunidad.

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(v) Una pastoral que desemboque en un compromiso cristiano en la sociedad

Una experiencia personal de encuentro con Jesucristo, alimentada por una formación sólida, debe preparar a los alumnos para insertarse en una comunidad cristiana de referencia y para que opten por vivir un compromiso de transformación de la sociedad, desde la vocación a la que cada uno se sienta llamado.El documento conclusivo de Aparecida habla de que la misión de la Iglesia es evangelizar (Aparecida nº 30). Los Centros Educativos Agustinianos, como integrantes de la Escuela Católica Latinoamericana son parte de la Iglesia y desde esta perspectiva, son también centros evangelizadores en el sentido en que habla Aparecida. “Por eso, nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el evangelio, que es Cristo mismo. (…) Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras” y la educación es una buena noticia para la sociedad.

Podríamos concluir esta primera parte recordando:

La pastoral educativa es el conjunto de acciones que tienen como finalidad la evangelización de la educación. Es decir proponer, acompañar y educar la experiencia religiosa cristiana de la persona en la sociedad actual. Una experiencia que consiste en vivir en el ámbito de la comunidad y por la acción del Espíritu Santo llegar al encuentro con Jesucristo resucitado, generando así una nueva identidad caracterizada por salir de sí mismo.

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2- Diferencias entre Centros Educativos CON pastoral y Centros Educativos EN pastoral

En ocasiones las palabras nos definen conceptos sin la debida concreción. Las usamos de manera rutinaria lo que hace que podamos generar interpretaciones diversas, dando lugar, por lo tanto, a concepciones que no son las que en el espíritu queríamos transmitir.

Esto nos puede pasar con los planteamientos de centros EN y CON pastoral. Acudiendo al Diccionario de la Real Academia Española, ruego me disculpen por esta intromisión de la españolidad, descubrimos lo siguiente. La partícula “con” tiene entre sus varios significados los de: reunión, cooperación, agregación. La partícula “en” tiene como significado: aquello en que se ocupa. Como observamos a primera vista el concepto “con pastoral” viene a equivaler aquel centro que como agregación tiene la pastoral, las actividades de pastoral. Estas acciones vienen a ampliar la oferta educativa del centro, de la misma manera que el resto de las buenas actividades y que, por supuesto, originan un valor añadido al Centro. Por otra parte el concepto “en pastoral” denota la ocupación del Centro, no estamos en clave de añadidos, sino que estamos en clave de ocupación. Ocupación que si queremos, y creo que queremos, le vamos a dar una dimensión de importancia prioritaria.

Podemos seguir con algún ejemplo más para darle completo significado. Cuando decimos que “voy con Pedro” estamos señalando claramente que nos acompañamos, como dos personas independientes y separadas. Que caminan juntas, que llevan la misma dirección, incluso pueden tener intereses comunes, pero que en un momento concreto se separan y siguen su camino independientemente. Posiblemente

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se volverán a encontrar o a tener la intención de seguir juntas un cierto trecho del camino, pero han estado “con”. Cuando hablamos de que he hecho un viaje “en avión”, resulta que en todo el tiempo hemos formado una unidad de la cual me ha sido imposible desentenderme, éramos una unidad, con una misma finalidad, el avión se ha convertido en esencial para alcanzar mi objetivo final, durante todo el trayecto éramos una unidad.

Un centro con pastoral es aquel que tiene actividades, válidas en su mayoría, para desarrollar su proyecto educativo: parte académica, parte pastoral, parte de formación humana, parte de desarrollo lúdico. De esta manera lo entendemos como el que tiene un cúmulo de actividades programadas para que los alumnos vivan planteamientos de fe y costumbres en el trascurso del curso escolar. Las personas del colegio, los educadores, realizan estas actividades, con dedicación y competencia, cumpliendo un encargo más de la dirección a través del encargado de pastoral o de la persona responsable de estas actividades. El profesor cumple, en el mejor significado de la palabra, pero cumple.

Cuando hablamos de un centro en pastoral entendemos aquel colegio que ha formado un todo con la pastoral, que la entiende como dimensión esencial de su proyecto educativo. Imprime en el centro esta característica y las personas están implicadas e involucradas. No se trata de profesionales a los que les toca realizar la actividad, estamos hablando de que el colegio ha sido capaz de generar un planteamiento donde todas las personas, su inmensa mayoría, están en sintonía con un proyecto pastoral que va más allá del mero cumplimiento, las personas se implican en la evangelización, se implican en que el encuentro con Cristo Resucitado les llegue a los alumnos y

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las familias desde todas las dimensiones colegiales: las académicas, las recreativas, las formativas, las extraescolares, es decir le llegue desde la vida colegial.

Por estas razones nos parece más adecuado hablar de una escuela evangelizadora. Una escuela que evangeliza. La palabra puede parecer excesivamente potente y comprometedora, pero con lo que llevamos dicho, pensamos que hay que hacer el esfuerzo de tomar el planteamiento de la escuela católica muy en serio y lanzarnos de una manera decidida y comprometida a hacer de nuestras escuelas, y en especial de la escuela agustiniana, auténticos centros de valor cristiano. Centro de verdadera calidad donde el valor añadido sea Jesucristo.

La escuela es un ámbito privilegiado para la evangelización. Partimos de la afirmación clara de que el Centro Católico es, por definición una institución evangelizadora, por cuanto que pretende educar con un proyecto de persona y de sociedad basado en el Evangelio con las respectivas características de cada institución que pondrá el acento de su propio carisma. Generando así una diversidad en la sociedad capaz de generar el concepto de Iglesia diversa en su unidad.

2.1. Orientaciones de la Iglesia

El Concilio Vaticano II en su declaración Gravissimum educationis (GE) establece los siguientes elementos como característicos de la Escuela Católica:

• Crear en la comunidad escolar un ambiente animado por el espíritu evangélico de libertad y amor.

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• Ayudar a los adolescentes para que en el desarrollo de la propia personalidad crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido convertidos por el bautismo.

• Ordenar toda la cultura humana según el mensaje de salvación, de suerte que el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y del hombre quede iluminado por la fe.

• En sintonía con Gaudium et Spes 53-62, interpretar y disponer la cultura humana a la luz de la fe (cf. GE 8).

Otros documentos de la Iglesia:

En el documento de la CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Dimensión religiosa de la educación en la Escuela Católica. Orientaciones para la reflexión y revisión (1988) nº 1 consideran también como fundamental para la Escuela católica:

Subrayar la dimensión religiosa, de modo que todo sea iluminado por la fe

• en el ambiente educativo;

• en el desarrollo de la personalidad juvenil;

• en la coordinación entre cultura y evangelio.

La Escuela Católica (cf. ECE.33-36, 49-50. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La Escuela Católica. Oferta de la Iglesia en España para la educación en el siglo XXI. LXXXIX Asamblea Plenaria (2007)) está llamada a:

• Ser referencia y testimonio hacia toda la comunidad educativa del diálogo fe-cultura.

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• Tener una actitud continua de apertura a la búsqueda de la verdad.

• Vivir la sensibilidad crítica hacia los valores y contravalores que conforman la cultura del entorno.

• Ser testimonio del sentido trascendente de la vida y dar razón de la propia fe y esperanza.

En esta misma línea el documento de Aparecida (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Aparecida, 2007, nº 328-330) manifiesta que la escuela católica está llamada a:

• Transformarse en lugar privilegiado de formación y promoción integral.

• Poner de relieve la dimensión ética y religiosa de la cultura.

• Poner en confrontación los valores absolutos de los cuales depende el sentido y el valor de la vida.

• Humanizar y personalizar al ser humano, de esta manera, este ser humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad y construye la historia.

La escuela es un lugar donde dar expresión a la fe vivida y participar en la misión de la Iglesia (PE prefacio). El diálogo entre la fe y la cultura adquiere aquí la posibilidad de establecer unas bases que podrán seguir desarrollándose en el futuro.

La Escuela Católica es lugar de experiencia eclesial, y como tal, lugar privilegiado en el que se realiza la educación cristiana, porque es lugar al mismo tiempo de evangelización, de educación integral, de

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inculturación y de aprendizaje de un diálogo vital entre jóvenes de religiones y de ambientes sociales diferentes (Juan Pablo II Ecclesia in Africa 102. 1995).

Todas estas características constituyen dentro de la Escuela Católica un proyecto evangelizador que ha de impregnar todas las acciones educativas de la escuela. Vamos a distinguir los distintos ámbitos de actuación, para delimitarlos y centrar lo específicamente pastoral.

2.2- Ámbitos de actuación de la Escuela Evangelizadora

El objetivo general de la Escuela Católica es la educación en un proyecto de persona y de sociedad basado en el Evangelio (ECE 14). Este proyecto impregna todas sus acciones educativas a través de sus diversas acciones específicas, que se pueden agrupar en tres grandes ámbitos:(i) Ámbito educativo académico

En el ámbito educativo académico entra todo lo que tiene que ver con el desarrollo de los currículos en toda su extensión. Su objetivo es desarrollar un auténtico trabajo de diálogo fe-cultura. Esto supone:

• Dar sentido a cada una de las áreas en las que la cultura se hace presente en la escuela, es decir, responder a la pregunta del para qué de cada una de ellas, o sea, qué lugar ocupan en el servicio de la persona y de la sociedad. Aquí cobra especial relevancia la Educación Religiosa en la Escuela (ERE), y la presentación orgánica de la vida cristiana, de forma sistemática y en diálogo con la ciencia y la cultura para alimentar

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la cosmovisión cristiana presente en el proyecto educativo (ECE 41-42).

• Ir construyendo la visión cristiana de la persona y del mundo (ECE 22) desde cada una de esas áreas, es decir, ofrecer una auténtica cosmovisión antropocéntrica cristiana, que también contribuya a la construcción de la propia identidad (ECE 23).

• Descubrir en cada una de esas áreas las diferentes dimensiones de la vida humana y cómo el mensaje de Jesús retoma, purifica y plenifica todas esas dimensiones: una formación integral que tiene a Dios como horizonte último de la educación.

• Ejercer una tarea de denuncia profética sobre las diferentes manipulaciones que desde otros intereses se ejercen de manera sistemática sobre todas esas dimensiones humanas reflejadas en la cultura.

• Dar una respuesta a las grandes preguntas sobre el sentido de la existencia o sobre el valor de la persona a través de la educación en los valores más genuinamente cristianos:

el respeto al otro en su dignidad;

el servicio y la ayuda desinteresada;

la sensibilidad ante los débiles;

la fraternidad universal;

El valor transcendente del amor (ECE 25-27), orientando el más profundo deseo de bien, verdad y belleza, fundamentando en Dios, su raíz y sentido último (ECE 23 y 37).

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(ii) Ámbito educativo extracurricular

El ámbito educativo extracurricular abarca el espacio de la escuela en el que se enmarca la convivencia, el ambiente de la comunidad educativa y el testimonio que implica, las propuestas educativas de amplia oferta que pretenden ampliar los horizontes de nuestros alumnos, la labor tutorial, las acciones de solidaridad, el cultivo de la interioridad, y todas aquellas propuestas de educación en valores que se ofrecen de manera habitual y en ocasiones puntuales.

Este ámbito también ha de quedar claramente contagiado de una manera explícita por los valores del Evangelio. Ello supone un esfuerzo por huir de las presiones que la sociedad ejerce sobre qué es lo mejor para este espacio educativo.

• Frente a propuestas competitivas o de ampliación de las destrezas tecnológicas y frente a planteamientos de convivencia rígidos y formales, los valores del Evangelio abren a posibles alternativas que desarrollen más las sensibilidades comunitarias, la propia interioridad, la solidaridad o incluso el arte.

• La escuela ofrece magníficas oportunidades para crear espacios de cercanía y participación muy distintos a los esquematismos de las estructuras políticas al uso en nuestra sociedad, de modo que queden impregnados de los valores evangélicos.

• La Escuela Católica es convocada a presentar nuevas experiencias educativas de inspiración cristiana que generen expectativas positivas, en medio del desencanto y la desmotivación por la rutina y lo que se experimenta como no válido para hoy (ECE 9).

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Estos dos, ámbitos curricular y extracurricular, son el contexto que prepara a los alumnos para el específicamente pastoral, que es en el que queremos centrar nuestra propuesta, pero necesita del ambiente de la escuela cristiana comprometida para que el anuncio de Jesucristo se siembre en un terreno propicio y pueda arraigar con fuerza.

(iii) Ámbito educativo de la acción pastoral

El ámbito educativo de la acción pastoral se refiere a los espacios de actividad de la escuela en los que se lleva a cabo un anuncio explícito de Jesucristo y está constituido por el conjunto de las acciones educativas que tienen como finalidad proponer y educar la experiencia religiosa cristiana. Estas acciones poseen su identidad propia y explícita en el conjunto de la actividad colegial.

En este ámbito la convicción fundamental es que educar de acuerdo con el Evangelio supone educar la experiencia de fe. Y esta experiencia requiere, en su singularidad, unas acciones educativas específicas que vayan encaminadas directamente a preparar a los alumnos para que puedan llegar a una adhesión personal, libre y explícita a la fe cristiana en la Iglesia. Estas acciones tienen identidad propia y explícita en el conjunto de toda la actividad colegial.

Y además requiere que los agentes de pastoral utilicen la pedagogía de Jesús, que es una pedagogía de la gratuidad, del don, del refuerzo positivo, de la adaptación al ritmo de las personas y de la historia, de la encarnación, de la capacidad de perdonar y esperar, de la confianza en las personas y en sus capacidades,

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de la propuesta, de la aceptación incondicional, de la libertad, de la acogida y del acompañamiento...

3.- La clave pastoral en el marco de la pedagogía de Jesús

Hemos marcado al final del apartado anterior las características de una pedagogía de Jesús. Pasar a definirlas y describirlas todas sería monótono, máxime cuando todas las palabras parece que tienen un significado claro y nosotros las manejamos con habilidad y destreza en nuestros planeamientos personales y pastorales.

Sin embargo me gustaría de una manera previa a estas características plantear algunas condiciones de la persona que se acerca a esta pedagogía y algunos ejemplos obtenidos de la Palabra de Dios para comprender, si cabe algo mejor, de lo que estamos hablando.La persona que trabaja en nuestros Centros educativos y que asume el papel de evangelizar la educación, tal y como lo hemos ido exponiendo más arriba, es conveniente que tenga la experiencia de ser “discípulo”. De la misma manera que se siente discípulo puede tener la posibilidad de transmitir esa misma experiencia a las personas con las que trabaja: sus alumnos.

Presento tres propuestas que tiene que vivir para sentirse discípulo:

• Sentirse “llamado y convocado”. La tarea de la pastoral en este sentido es una tarea, un mandato, en cristiano nos parece mejor llamarle una misión. Para esto hay que tener la experiencia de la llamada a realizar la

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misión, esto es la convocación. No se trata de una llamada extraordinaria, paranormal, no. Se trata de llegar a comprender que lo que se le está pidiendo no surge de sí mismo, no es lo mismo que la necesidad, voluntad y apetencia de dar la clase de matemática. Se trata de reconocer que aún en dicha clase hay que hacerlo en clave de misión, de diálogo fe cultura, de trabajo para el desarrollo integral de la persona, de algo más que la simple, y ciertamente muy importante, transmisión de los conocimientos. La primera experiencia de los discípulos es que fueron llamados por Jesús,

• Sentirse “querido y acogido”. La comunidad es el lugar en el cual la misión alcanza la plenitud de la realización. Por esto el discípulo se tiene que sentir acogido por la comunidad en la medida en que realiza la misión de la misma. No se trata de un trabajo de francotirador, de llevar adelante un trabajo propio surgido de la reflexión personal. Es la misión de la comunidad: hacer presente a Jesús resucitado con la fuerza del Espíritu que actúa a través de la comunidad. Es algo más que sentirse querido, como un recurso afectivo de relación personal. En sentirse uno con la misión de la comunidad y por parte de esta es saberse formada por personas con un fin común. Jesús forma una comunidad para poder hacer verdad y creíble su Palabra, los llama a ser en común. No siempre fue una comunidad perfecta, pero había un lazo que los unía por encima de sus particularidades: la presencia del Señor.

• Ser “acompañado y renovado”. En SM tenemos un lema editorial que dice “nadie sabe tanto como todos juntos”. El discípulo sabe que

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necesita ir acompañado, no solamente por su posible falta de capacidad, sino porque entre todos se da una visión completa de la misión a la que estamos llamados. Desde la diversidad personal, desde el acento particular se camina mejor hacia la comprensión de la totalidad del mensaje. Este acompañamiento, este conocer que no estamos solos en la misión, nos renueva. Entre todos nos sabemos renovados por las aportaciones personales, renovados y completados. Y no hay que olvidar que el ser completados nos mejora y por ende nos renueva. Jesús acompañó en todo momento a sus amigos, les enseñó palabras nuevas, les alimentó, les acompañó en los momentos de dificultad y el paso de Jesús por sus vidas los renovó hasta el punto de convertirlos en verdaderos artífices del nacimiento de la primitiva comunidad, de la Iglesia.

Lo que tenemos que reconocer y activar es que esta experiencia se encuentra en la vida diaria. No vamos a sufrir una transformación instantánea, va a ser un caminar por la labor educativa en la que poco a poco vamos a ir desarrollando, aprendiendo, conociendo, que las condiciones del discípulo van calando en nosotros y nos conforman como una persona destinada a una inmensa labor educativa: la pastoral educativa.

Nuestra experiencia nos conducirá a aportarla a nuestros educandos para que ellos se sientan de la misma manera llamados, queridos y acompañados por sus educadores. Hemos creado una inmensa rueda de desarrollo integral creando los cimientos para que nuestros centros sean lugares donde las personas, hechas discípulos, generen discípulos a su

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alrededor. La calidad de nuestros centros empieza por esta calidad del trato con las personas. En el mundo empresarial le llamamos “gestión de personas”. En expresiones coloquiales “escuelas construidas por personas felices que generan alumnos felices en ambientes felices”. Podemos sustituir la palabra “felices” por cualquier otra que queramos aportar desde nuestros Proyecto Educativo Agustiniano.

Ahora me gustaría poner como ejemplos de la pedagogía de Jesús, tres sacados de la Palabra de Dios. La pedagogía de Dios o el modelo de acercamiento; Jesús maestro o la experiencia del discípulo; el modelo de María o el saber estar y acompañar.

(i) La pedagogía de Dios: un modelo de acercamiento

Si leemos detenidamente el texto de la anunciación (Lc.1, 26-38), observamos las siguientes características: el ángel la llama por su nombre, le propone la alegría frente al miedo de algo desconocido que irrumpe en la tranquilidad de su vida. Cuando María comprende lo que está pasando surge en ella la visión de la vida y la fecundidad, que matizado con un sentido de utopía, es el gran anuncio de Dios: la capacidad está en la humanidad, partiendo, por supuesto, de la debilidad y el temor de una joven judía.

Este proceso se realiza en el educador, en la persona implicada con la pastoral educativa de su centro. Aparece una aceptación radical de la persona que tiene delante, para abrirla hacia un proyecto personal que tendrá como finalidad comprometerlo en el mundo para mejorarlo y hacer así, con su formación, una sociedad mejor. Esto es la capacitación del alumno. Se ha partido de su realidad, débil en todos los casos, y mediante la propuesta de buenas noticias, técnicas, científicas, espirituales, transcendentes, sociales

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lanzarlo al mundo a través de su confianza alcanzada mediante la acción de un educador.

(ii) Jesús maestro: experiencia de ser discípulo

Para este camino les propongo la experiencia de la confesión de Pedro (Mt.16,13-20). Ante la pregunta de Jesús sobre lo que se dice, sus discípulos responden todos a la vez indicando lo que se cuenta por las calles. Ante la pregunta más insidiosa del Señor es Pedro el que toma el protagonismo y habla. Lo hace, como en otras ocasiones, desde su seguridad y desde su orgullo, pero lo hace de una manera personal. Hasta entonces nadie había hablado de esa manera, nadie había formulado públicamente que Jesús era “el Mesías, el Hijo de Dios Vivo” (v.16). Esta declaración personal, “que no te la ha enseñado ni la carne ni la sangre” (v. 17) es la que hace que Jesús lo coloque al frente de la comunidad, que declare “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (v.18) y más adelante le dirá “apacienta mis ovejas” (Jn.21,17). Hemos pasado en este proceso del orgullo y el protagonismo con que responde Pedro, a la madurez de encontrarse al frente de la Comunidad como piedra angular de la construcción, y entre medio una confesión de fe.

En el educador se puede dar el mismo proceso. Hay un inicio que generalmente está caracterizado por la juventud, por el impulso juvenil, por una seguridad de poder cambiar la educación y ser el “profe ideal”. Con el paso del tiempo, con los procesos de formación, con la experiencia adquirida, con la comunicación entre iguales, aparece el educador maduro, que conoce la realidad de sus alumnos, su capacidad de desarrollo, su necesidad de empatía y desde ahí la seguridad de recorrer con ellos un camino que les lleve a su plenitud vital. ¿Qué ha ocurrido en el camino? Entre

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los muchos elementos que han influido, la persona ha hecho un acto de fe en el alumno, en la persona. Ha pasado de conocer que con sus instrumentos era capaz de llevar al alumno a su fin, a creer que con el alumno llegaría junto a su fin. Creencia en la persona.

El itinerario de Pedro nos ilumina el itinerario del educador.

(iv) El modelo de María.

Saber estar y acompañar: de Caná (Jn.2,1-11) al pie de la cruz (Jn.19,25-28).

Los gestos y las actitudes de María nos muestran un modelo de ser educador, de ser persona de la pastoral en nuestros centros educativos.

María contempla la realidad y percibe que no tienen vino, problema grave en un acontecimiento nupcial, algunos más se darían cuenta, pero ella lo dice. El educador es la persona que tiene que estar leyendo continuamente la realidad de sus alumnos para reconocer sus necesidades, no sus apetencias, sino lo que el alumno necesita para su desarrollo. Es distinto lo que él quiere a lo que él necesita. El educador es un descubridor.

Inmediatamente María se dirige a las personas que pueden hacer cosas y les dice “haced lo que Él os diga”. Tiene plena seguridad de que Jesús tomará una decisión correcta y confía plenamente en la resolución del problema, de la deficiencia. Se genera de esta amanera una relación de confianza. Con el educador ocurre lo mismo, tiene que ocurrir lo mismo, surge la confianza en el alumno, la seguridad de que a su nivel, con sus posibilidades y potencialidades, con sus capacidades, aptitudes y competencias, es decir desde

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la realidad, el alumno caminará hacia adelante. Hará su camino y en ese camino el educador le habrá dado la confianza y la seguridad de que lo puede recorrer.

Ante la llamada de María Jesús parece oponer una cierta resistencia “¿qué tengo contigo mujer?”. Como en otras ocasiones María acepta este “enfrentamiento” y pone toda la mirada en Jesús, en la seguridad de su actuación, en la confianza en su capacidad de hacer el bien a su alrededor, aunque sea para suplir un falta de vino. El educador de igual manera supera y trasciende los rechazos. No todo es un camino de rosas en el proceso del aprendizaje, de acompañar al educando hasta su meta. Falta de motivación, impedimentos sociales, mala consideración de la escuela, otros atractivos más inmediatos, sociedad del bienestar y dinero fácil en el mundo del trabajo, cultura de poco esfuerzo y un sinfín de desmotivaciones que ustedes conocen. Pero ahí está el maestro, en la seguridad y la confianza de su misión; en saber que los grandes valores transmitidos a través de todos los elementos de la escuela al final se transmiten, se provocan, se inculturizan, se colocan por encima de los logros inmediatos y sin valor. La educación ha alcanzado su objetivo de la mano del educador.

Y al final en las bodas de Caná aparece el buen vino y la gran cantidad. Todo lo que pasa por la acción de Jesús se convierte en “cantidad” y “calidad”. Se llenaron seis cántaros de más de cien litros cada uno (v.6) y se obtuvo el mejor vino, el que se saca al principio para impactar a los comensales (v.10). Como el educador que en el trascurso de la educación consigue sacar el buen vino del interior de sus alumnos, porque todos tiene SU vino excelente en su interior, tal vez no sea el nuestro, tal vez no sea el que nos gustaría elegir, pero

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es SU mejor vino, es el logro de la meta establecida en ese periodo. A partir de ahí seguir creciendo.

Por fin, quiero terminar, con la imagen de María al pie de la cruz (Jn.19,25-28). Parece que todo ha terminado, que ya no hay nada que hacer. Y María está ahí, en la presencia y en el silencio, conocedora de que el paso de Jesús por la vida, por su vida, por la tierra, no puede terminar en un madero en un montículo a las afueras de la ciudad. Algo va a acontecer, algo tiene que pasar. María ha comprendido el “tiempo de Dios” y ahí está. Está con la debilidad, con lo que ya nadie valora. Y, ¿el educador? Cuántas veces tiene que estar con lo débil, con el último, con el que nadie valora, con lo que parece que no se puede hacer nada, que nada se puede sacar de él. El educador y el pobre. María ofrece el modelo, presencia y silencio, acompañamiento callado. El educador aprende de ella, se queda en silencio con el que más lo necesita a la espera de que una voz surja de él y en ese momento el pobre se convierte en compañero de camino del profesor y juntos emprenden una senda que les llevará hasta su “mejor vino”.

Dice Aparecida nº 334: “Ante el hecho de que muchos se encuentran excluidos, la Iglesia deberá impulsar una educación de calidad para todos, formal y no-formal, especialmente para los más pobres (…) Para ello, necesitamos una pastoral de la educación dinámica y que acompañe los procesos educativos, que sea voz que legitime y salvaguarde la libertad de educación ante el Estado y el derecho a una educación de calidad de los más desposeídos.”

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Identidad Pastoral y Agustiniana del Proyecto Educativo de Centro y sus instrumentos de ejecución

P. Fr. José Aridio Taveras de León, OSA.

“La Escuela Católica está llamada a una profunda renovación”

Documento de Aparecida, 337.

1. Sociedad y Educación

Educar una persona implica desarrollarla integralmente en sus dimensiones física, psicológica, social, moral y religiosa dotándole de la cultura propia de la sociedad a la cual pertenece y en la que, una vez llegado a la adultez, ejercerá sus derechos y deberes ciudadanos.

Se comprende la sociedad como el conjunto de personas que conviven y se relacionan dentro de un mismo espacio y ámbito cultural; o sea, las personas que compartiendo la misma geografía tienen en común sus modos de vida y costumbres. En la familia, primera agencia socializadora, los nuevos miembros de la sociedad comienzan a asimilar estas costumbres; luego, en el Centro Educativo, agencia re-socializadora, se desarrollan integralmente como persona humana

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mientras recibe en forma de elaboración la cultura. Así la diferencia entre países, regiones y localidades se va a dar en un ámbito cultural como contenido educativo.

A través de la educación, la persona aprende lo que está bien, critica lo que está mal y se capacita para renovar e innovar lo que la sociedad necesita. El Estado es garante del derecho de toda persona a la educación. Como Estado administra la educación a través de sus Centros Educativos, a la vez que reconoce y legitima la existencia de otros privados, particulares o individuales.

Las sociedades recogen sus sistemas de organización en leyes y políticas institucionales que afectan la cultura, la política, la económica y, por tanto, su historia. La educación se introduce en el proceso de desarrollo de cada uno de estos ámbitos como reelaboración cultural. 2. El Centro Educativo

Un centro es “un instituto dedicado a cultivar o a fomentar determinados estudios e investigaciones”1, que desde su perspectiva educativa es “perteneciente o relativo a la educación”2 . Con el nombre de Centro Educativo se conoce “el lugar donde se recibe formación integral mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura”3 . Una Institución Educativa es idéntica a otra cuando son iguales, cuando hacen lo mismo o lo hacen igual. O sea, cuando “en sustancia y accidentes es lo mismo que el otro con la que se compara4” . En ese sentido todos los Centros Educativos son idénticos en cuando reproducen el 1 “Centro” en Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.2 “Educativo” en Ibid.3 Sagrada Congregación para la Educación Católica. La escuela católica, 26.4 “Idéntico” en Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

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sistema educativo nacional en el que se reconoce para cada Nivel Educativo: un currículo, unos valores, un ambiente y una comunidad educativa.

En él los estudiantes reelaboran la cultura insertándola en los problemas de su tiempo y contexto socio -cultural. Para lograr esto, los estudiantes son estimulados de acuerdo con su desarrollo, para5:

• Usar su inteligencia,

• Clarificar e investigar los temas propuestos,

• Explicitar el sentido de sus experiencias y certezas.

El Centro Educativo requiere una Visión de la Realidad o concepción de la vida hacia la cual orienta sus:

• Programa formativo,

• Contenidos,

• Métodos6.

Este proceso lo realiza basado en una concepción de la vida que a través del proceso educativo se le comunica. Dicha concepción de la vida se presenta como una escala de valores éticos compartida por los miembros de la comunidad educativa. Estos tienen el propósito de formar la personalidad de los estudiantes de forma que les libere de todo lo que les pueda incapacitar para vivir libre y justamente. Es responsabilidad del Centro Educativo poner de relieve la dimensión ética y religiosa de la cultura7.5 Cfr. Sagrada Congregación para la Educación Católica. La escuela católica, 26.6 Ibid., 29-30.7 Cfr. Ibid, 28.

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El estado reconoce la existencia de otros Centros Educativos que estando en su ámbito geográfico son constituidos por otras personas que con su trabajo realizan un aporte la sociedad. El Estado ejerce frente a estas instituciones privadas la función de coordinación, supervisión y evaluación en el cumplimiento de sus leyes y políticas públicas. El estado autoriza, legitima y reconoce el ejercicio de las funciones de parte de personas civiles y jurídicas considerándolas como privadas o particulares.

3. El Centro Educativo Latinoamericano

El Concepto latinoamericano para nosotros refiere a los países del Continente Americano que hablan lenguas derivadas del latín o lenguas romances. Se trata más que todo de una geografía en donde la Orden de San Agustín está presente. Este conjunto de países, al hablar de educación mantienen en común:

• Los Derechos Humanos y del Niño.

• Acuerdos Económicos Regionales que integran aspectos educativos.

• Los acuerdos de la Organización de Eestados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Tecnología – Metas 2021.

• La concepción democrático-participativa de Comunidad Educativa cuyos mínimos son:

a. Consejos de Estudiantes.

b. Asamblea de Maestros.

c. Asociación de Padres y Madres.

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d. Integración de la Sociedad Civil para el apoyo a la gestión.

e. Equipo de Gestión encargado del Centro.

4. El Proyecto Educativo de Centro

El Proyecto Educativo de Centro es el plan que da identidad al Centro Educativo y orienta todos sus esfuerzos en el desarrollo de su misión. Éste contribuye a dinamizar, organizar y mejorar la calidad de los centros. Su redacción responde a las preguntas:

• ¿Dónde estamos? o análisis socio–cultural contexto en el que se desarrolla el proceso educativo, diagnóstico.

• ¿Quiénes somos? o principios de identidad que le caracterizan.

• ¿Qué queremos? u objetivos generales a conseguir.

• ¿Cómo vamos a organizarnos para conseguir estos objetivos? o Instrumentos de Ejecución: Organigrama, Manual de Funciones y Reglamento de Régimen Interno.

De su elaboración participan la Entidad Titular de las instituciones educativas privadas, la cual le imprime las características propias del aporte social que ofrecen, y la Comunidad Educativa en sus órganos unipersonales y colectivos.

Conceptualización y redacción del Proyecto Educativo de Centro:

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• Identidad: señas que caracterizan y describen lo que la institución ha de ser.

• Misión: es la imagen actual del Centro Educativo enfocada en los esfuerzos que realiza para conseguir los objetivos institucionales. Responde a las preguntas:

o ¿Quiénes somos?

o ¿Qué hacemos?

o ¿Para qué lo hacemos?

o ¿Para quién lo hacemos?

o ¿A través de qué lo hacemos?

• Visión: es la imagen futura que el Centro Educativo desarrolla sobre sí mismo tomando en cuenta sus potencialidades y la realidad en la cual se encuentra presente. Esta realidad, y sólo por razones de incentivar el clima institucional, debe ser redactada en forma positiva, real y posible de alcanzar según el tiempo o plazo prefijado para su consecución. Su principal función es ser guía en el proceso de mejora constante, de forma que se disminuya la posibilidad de perder el rumbo y aporte objetivos institucionales.

Responde a la pregunta:

o ¿Hacia dónde se dirige el Centro Educativo?

o ¿Cómo seremos dentro de 5 años? o el período temporal que se asigne para conseguirla.

o ¿Qué tendrá el Centro Educativo si es exitoso?

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• Valores: son las actitudes que se espera encontrar en la interacción de los miembros de la Comunidad Educativa. Es la aportación que hacemos de manera peculiar a la sociedad a través del estilo propio de nuestra formación. Responde a la pregunta:

o ¿Cómo esperamos que interactúen los miembros de la comunidad educativa entre ellos y con los que les visitan?

• Objetivos: identifican los fines hacia los cuales se dirigen todos los recursos y esfuerzos de la institución. A través de ellos se concretan la Misión y la Visión de la Institución en el tiempo.

o Centro Educativo: pueden ser una adaptación de las políticas públicas del país a la institución. Incluyen la integración de la Comunidad Educativa y Evaluación Institucional.

o Centro Educativo Católico.

o Centro Educativo Agustiniano.

o Pedagógicos: son los objetivos curriculares propios de los Niveles Educativos según la legislación nacional adaptados al Centro Educativo, que luego se especificarán en los grados y áreas del conocimiento.

• Perfil del Egresado: es lo que nuestros estudiantes serán capaces de hacer una vez hayan salido de la institución.

• Concepto de Enseñanza-Aprendizaje: concepción y enfoque de enseñanza y aprendizaje de la institución. O sea, la forma como en este Centro Educativo se enseña

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y se aprende. Es la base sobre la cual se desarrolla el Modelo Pedagógico.

• Organigrama y Manual de Funciones: en el organigrama se presenta de forma gráfica el lugar que ocupa cada persona en la institución. En el Manual de Funciones se recogen las actividades que cada cargo del Organigrama realiza para ejecutar y conseguir la realización de los objetivos.

• Modelo de Gestión: arquetipo teórico que especifica cómo se administra el Proyecto de Centro Educativo, comprende:

o El Modelo Pedagógico: enfoque pedagógico, administración del currículo y del tiempo escolar.

o Sistema de Información, medios a través de los cuales llegarán las informaciones oficiales.

o Sistema de Formación Permanente del Profesorado, formación continua de los docentes según las necesidades de mejoras educativas que presentan los estudiantes en su aprendizaje.

o Modelo de Administración Institucional que integra los tiempos y formas como se hará la planificación, dirección, seguimiento y evaluación; así como los miembros de la Comunidad Educativa encargados de llevar este proceso.

o Proyecto Operativo Anual, es el desglose de los Objetivos del Centro por actividades, fechas de realización y encargados. Integra las estrategias de

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dirección, seguimiento y evaluación de objetivo o actividad.

Pasos para Elaborar, Ejecutar y Evaluar el Proyecto Educativo de Centros

1. Identificación de las Áreas que requieren ser trabajadas e investigación teórico-documental sobre las mismas.

2. Elaboración de un Diagnóstico descriptivo de cada área.

3. Redacción de la Identidad, Misión, Visión y Objetivos orientadas a suplir las áreas tomando en cuenta las políticas públicas, la identidad institucional y las áreas a ser trabajadas.

4. Establecimiento del Organigrama, Manual de Funciones y Reglamento de Régimen Interno.

5. Redacción de los instrumentos del Modelo de Gestión que se va a seguir.

6. Evaluación inicial, procesual y final del Proyecto por objetivos.

7. Revisión final de logros y elaboración del nuevo proyecto.

5. Referentes Teóricos para la Elaboración de un Proyecto de Centros Educativos en clave Pastoral y Agustiniana

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La Identidad Pastoral

El aporte que caracteriza a un sector de Centros Educativos identificándoles como Católicos en medio de la generalidad de centros es su referencia al proyecto de vida de Jesucristo tanto en la dimensión académica, como en la pastoral. En su dimensión académica encontramos la relación fe – vida, fe – cultura, la educación religiosa escolar y las características de una comunidad educativa eclesial8. En la dimensión pastoral la escuela reproduce el sistema creado por la Iglesia Católica al sistematizar el proceso que Jesús le enseñó e indicó al decirles “vayan y enséñenles bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, para procurar la salvación de la humanidad (Cfr. Mt 28, 19 – 20). Esto lo ha realizado a través de la misión, la catequesis, la vida de comunidad - liturgia y el apostolado9.

Así, un Centro Educativo Católico, además de reproducir la cultura para el aprendizaje de los nuevos ciudadanos de un país, educa según el proyecto de vida de Jesús recogido y sistematizado por la Iglesia Católica. Los Centros Educativos que se llaman a sí mismo católicos hacen esto en mayor o menor grado siendo reconocidos por la autoridad eclesial máxima competente; perder estas características significa perder su identidad y difuminarse en la generalidad. Su ser católico no puede ir nunca en detrimento de lo que caracteriza propiamente a cualquier otra escuela del país en el que se encuentra enclavado.

A su vez, dentro de los Centros Educativos Católicos, cada congregación religiosa imprime su propia espiritualidad en los proyectos pastorales que realiza. 8 Sagrada Congregación para la Educación Católica. La escuela católica, 38-63.9 Cfr. Documento de Aparecida, 335-338.

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La Identidad Educativa Agustiniana

Dentro de los Centros Educativos Católicos se encuentran los Agustinianos. La Orden de San Agustín, congregación religiosa, durante sus siglos de historia ha venido creando un estilo propio de educar. Las fuentes de su estilo la encontramos en San Agustín y sus escritos, la historia educativa de la Orden y la experiencia que en la actualidad se encuentran viviendo los hermanos en el mundo. Los espacios que especifican su manera de educar son:

• Referencia a San Agustín: a su vida como estudiante, profesor, obispo y maestro; así como a su magisterio recogido en los libros en los que se encuentran sus referencias educativas10.

• Historia Institucional: se ha de tener claro los procesos que ha vivido la institución a lo largo de su vida, su historia11: sus momentos dignos de memoria como las causas y consecuencias de sus fracasos12.

• Concepción Antropológica: orientada por la enseñanza y experiencia de San Agustín13.

• Valores: propiamente agustinianos que atraviesan la vida de la institución y las personas que la componen. Estos son:

10 Theodore E. Tack. “San Agustín, Estudiante y Profesor” en Elementos Básicos de Pedagogía Agustiniana. OALA, Iquitos 2008.11 Francisco Galende Fincias. “El Modelo Educativo Agustiniano” en Ibidem. p. 30 – 39. 12 Tomas F. Martin. “La Tradición Educativa de la Orden” en Ibidem. p. 209 – 223.13 Isaías Díez del Río. “Presupuestos Filosóficos y Antropológicos de la Pedagogía Agustiniana” en Ibidem. p. 40 – 60.

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Búsqueda Interioridad Trascendencia.

Amistad Comunidad Solidaridad14.

• Metodología de Enseñanza: que ha de ser humana, verdadera y evangelizadora15. Se trata más bien de un modelo pedagógico que indique la forma como se puede hacer realidad la educación agustiniana independientemente del grupo, grado o estudiantes a los que se destine.

• Clima Educativo: sistema de relaciones humanas situados en los cauces normales del proceso educativo, éste se nutre de los valores del Centro. Se anota que cuando la armonía en la relación interpersonal se fragmenta se procura repararla con el otro, no sólo o por individual16.

• Comunidad Educativa: se ha de tener bien claro el concepto de comunidad educativa, las personas que lo componen y su modelo de gestión ya que todos somos condiscípulos del único maestro que es Cristo17.

Basado en las características que le son propias, los Centros Educativos Agustinianos, se compromete con la calidad en la formación de sus estudiantes.

14 Santiago Insunza. Recrear la Escuela Agustiniana. OALA, Iquitos 2006. 89 - 155.15 Agustín Alcalde de Arriba. “Metodología Agustiniana” en Elementos Básicos de Pedagogía Agustiniana. OALA, Iquitos 2008. p. 86 – 109.16 Michael D. Morahan. “El Clima Educativo en los Colegios Agustinia-nos” en Ibidem. p. 168 – 179.17 Francisco Galende Fincias. “La Comunidad Educativa” en Ibidem. p. 182 – 208.

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Diagnóstico de la Realidad Latinoamericana

Un diagnóstico es el estado de situación de la institución. Con él se pretende conocer el estatus del Centro Educativo frente al estado, a su identidad católica y agustiniana y al ejercicio de su función social.

El Centro Educativo ha de ser capaz de analizar su situación a nivel macro, o sea su posicionamiento en el país o zona socio–cultural, y micro, sus fortalezas y debilidades internas. Analizando la situación de la sociedad en Latinoamérica a nivel macro y micro tenemos: Nivel Macro

Se trata de analizar la situación socio-cultural de la sociedad para la cual se trabaja. La cultura para la cual serán educados nuestros estudiantes, en la que se desarrollarán como adultos con plenos derechos y deberes. Los obispos reunidos en Aparecida nos hablan de un cambio de época surgido como efecto de la globalización que está afectando los países de Latinoamérica en sus proyectos de:

• Política: En América Latina se procura el sistema político democrático. Los procesos electorales son cada vez más transparentes, aunque crece el autoritarismo y neopopulismo, se hace necesaria la democracia participativa basada en la promoción y respeto a los derechos humanos18.

• Economía: El sistema económico que fundamentalmente la rige es el capitalista. El lado más mostrado de la globalización es que tiende a concentrar las riquezas en

18 Cfr. Documento de Aparecida, 74.

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manos de unos pocos, crear más pobres y marginar a los desposeídos19.

• Sociedad: La sociedad latinoamericana comprende una realidad pluriétnica y cultural. Así conserva rasgos provenientes de las culturas aborigen, africana y europea. Se concreta en el campo, la ciudad adoptando diversidad de manifestaciones. “Entre los aspectos positivos de este cambio cultural, aparece el valor fundamental de la persona, de su conciencia y experiencia, la búsqueda del sentido de la vida y la trascendencia”20.

“También se verifica una tendencia hacia la afirmación exasperada de derechos individuales y subjetivos. Esta búsqueda es pragmática e inmediatista, sin preocupación por criterios éticos. La afirmación de los derechos individuales y subjetivos, sin un esfuerzo semejante para garantizar los derechos sociales, culturales y solidarios, resulta e n prejuicio de la dignidad de todos, especialmente de quienes son más pobres y vulnerables.21”

“Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios.”22

“Se verifica, a nivel masivo, una especie de nueva colonización cultural por la imposición de culturas artificiales, despreciando las culturas locales y tendiendo a imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores. Esta cultura se caracteriza por la autoreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente

19 Cfr. Ibid., 62.20 Ibid., 52.21 Ibid., 47.22 Ibid., 44.

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responsable. Se prefiere vivir el día a día, sin programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios.23”

• Ciencia y la tecnología: “Un factor determinante de estos cambios es la ciencia y la tecnología, con su capacidad de manipular genéticamente la vida misma de los seres vivos, y, con su capacidad de crear una red de comunicaciones de alcance mundial, tanto pública como privada, para interactuar en tiempo real, es decir, con su simultaneidad...” 24

• Arte: “La publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por los productos que tienen una carácter eficaz, efímero y hasta mesiánico. Se legitima que los deseos se vuelvan felicidad. Como sólo se necesita lo inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con bienestar económico y satisfacción hedonista.” 25

• Medio ambiente: “La creciente agresión al medio ambiente puede servir de pretexto para propuestas de internacionalización de la Amazonía, que sólo sirve a los intereses económicos. . .”26

• Educación: “América Latina y el Caribe viven una particular y delicada emergencia educativa. En efecto, las nuevas reformas educacionales de nuestro continente, impulsadas para adaptarse a las nuevas exigencias que se van creando con el cambio global, aparecen centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos y habilidades, y denotan un claro reduccionismo antropológico, ya que conciben la educación preponderantemente en función de la producción, la competitividad y el mercado. Por otra parte, con frecuencia propician

23 Ibid., 36.24 Ibid., 34.25 Ibid., 50.26 Ibid., 86.

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la inclusión de factores contrarios a la vida, a la familia y a una sana sexualidad. De esta forma, no despliegan los mejores valores de los jóvenes ni su espíritu religioso; tampoco les enseñan los caminos para superar la violencia y acercarse a la felicidad, ni les ayudan a llevar una vida sobria y adquirir aquellas actitudes, virtudes y costumbres que harán estable el hogar que funden, y que los convertirán en constructores solidarios de la paz y del fruto de la

sociedad.” 27

Nivel Micro

A un nivel micro se trata de la visión que el Centro Educativo tiene de sí mismo: sus fortalezas y debilidades. De igual modo, visualizar las oportunidades y amenazas que le ofrece la sociedad en la se encuentra situado. Se trata de especificar su ESTÁNDAR o modelo en base al cual se verá a sí mismo. A continuación se especifican algunas de las áreas que este puede contener:

Centro Educativo

• Proyecto Educativo,

• Entre los objetivos del Proyecto ha de estar presentes adaptación de las Políticas Educativas Estatales,

• Sistema de Administración Curricular basado en el Modelo Pedagógico,

• Sistema de Información para la Gestión,

• Proyecto Operativo Anual (POA).

27 Ibid., 328.

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• Sistema de Formación Continua de los Docentes.

• Sistema de Seguimiento y Evaluación de la Institución.

A nivel continental debería observa su situación en torno a las Metas 2021 de la OEI, entre ellas están:

• Educación bilingüe para los estudiantes pertenecientes a minorías étnicas y pueblos originarios28.

• Educación Inicial para niños de 0 a 6 años, así como la integración de todos los niños de educación básica y media29.

• Mejorar los niveles de adquisición de las competencias básicas y conocimientos fundamentales.

• Educación inclusiva.

• Educación en Valores30.

• Un currículo que integre: la lectura, el uso de la computadora, Educación Física, Educación Artística, la ciencia, el arte y los deportes;31

• Dotación de Bibliotecas Escolares y computadoras en el Centro;32

• Tiempo completo en la escuela;33

28 Meta específica 4. OEI-Metas 2021.29 Meta específica 6. Ibid.30 Meta específica 11. Ibid.31 Meta específica 12. Ibid.32 Meta específica 13. Ibid.33 Meta específica 14. Ibid.

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• Evaluación Integral de los Centros Educativos34.

• Capacitación continua y desarrollo de la carrera profesional los Docentes35.

• Fortalecimiento los sistemas de evaluación de los países36.

Centro Educativo Católico

• Currículo basado en temas de la Fe y Agustinianos:

o Longitudinal.

o Transversal.

• Enseñanza teórica de los Valores y Espiritualidad Agustiniana,

• Ambiente Escolar:

o Relaciones Humanas basadas en los valores agustinianos,

o Oración Comunitaria,

o Mención de la Vida de los Santos y Beatos de la Orden,

o Celebraciones litúrgicas dominicales, tiempos fuertes y sacramentales,

o Ornamentación religiosa en la estructura física,

34 Meta específica 15. Ibid.35 Meta específica 21. Ibid.36 Meta específica 26. Ibid.

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o Capilla u oratorio.

• Ofertas Pastorales para la Comunidad Educativa:

o Misión,

o Catequesis de Iniciación Cristiana,

o Vida de Comunidad:

• Pastoral Pre – Juvenil y Juvenil,

• Grupos o Fraternidad Laical Agustiniana

o Pastoral Vocacional,

o Pastoral Social o Voluntariado.

Centro Educativo Agustiniano

• Referencia a San Agustín y su Magisterio; referencia la Orden de San Agustín.

• Antropología Agustiniana.

• Valores Agustinianos:

o Actividades anuales de aula y de Centro en los que se concreta la Búsqueda.

o Actividades anuales de aula y de Centro en los que se concreta la Interioridad.

o Actividades anuales de aula y de Centro en los que se concreta la Trascendencia.

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o Actividades anuales de aula y de Centro en los que se concreta la Amistad.

o Actividades anuales de aula y de Centro en los que se concreta la Comunidad.

o Actividades anuales de aula y de Centro en los que se concreta la Solidaridad.

• Objetivos Agustinianos37:

o Educar para el estudio, la reflexión y la interioridad con el fin de descubrir las verdades y, con la ayuda de la gracia, encontrar la Verdad que se revela en Cristo.

o Lograr que el alumno, con nuestra cercanía, se sienta acepado, satisfecho y feliz en su trabajo, en las relaciones con los profesores y compañeros y en todas las actividades de la vida del Colegio.

o Iniciar al alumno en la vivencia de la amistad como proceso de apertura a los demás y a la trascendencia.

o Conseguir un diálogo permanente entre fe y cultura para llegar al hombre que busca a Dios en la experiencia personal y en el progreso de la ciencia.

o Construir una comunidad educativa auténticamente cristiana, que se caracterice por una responsabilidad activa en la opción por un proyecto de

37 Proyecto Educativo Colegio Agustiniano – La Vega, República Domi-nicana.

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hombre según el Evangelio y nuestra identidad agustiniana.

o Cuidar esmeradamente las relaciones interpersonales entre la comunidad religiosa, profesores, personal no docente, alumnos y padres de familia, como medio fundamental para la eficacia de nuestra labor educativa.

• Perfil del Egresado.

o Orientación hacia la Calidad.

o Características de una persona católica.

o Características de una persona que vive la espiritualidad agustiniana.

• Modelo Pedagógico Agustiniano:

o Adaptación en el Nivel Inicial.

o Adaptación en el Nivel Básico.

o Adaptación en el Nivel Medio.

• Ambiente Escolar Agustiniano:

o En el Aula,

o En el Centro Educativo.

• Comunidad Educativa organizada según el Modelo de Gestión Agustiniana:

o Organigrama y Manual de Funciones.

o Reglamento de Régimen Interno.

o Consejo de Estudiantes38,

o Consejo de Personal Docente39,

o Consejo de Personal Administrativo40,

o Consejo de Padres y Madres41,

o Consejo de Ex - Alumnos42.

38 Espíritu Nuevo, p. 7139 Ibidem.40 Ibidem.41 Constituciones de la Orden.42 Constituciones de la Orden.

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Dimensión Pastoral y Agustiniana de los Órganos Unipersonales y Colegiados de Nuestros Centros

P. Santiago Insunza Seco, OSA.

I. Significado de La Comunidad Educativa en un Colegio Agustiniano

El término comunidad se ha generalizado hasta el punto de darle este nombre a cualquier colectividad social. Se olvida que una verdadera comunidad no solo exige unas personas encargadas de desarrollar unas funciones, sino que esas personas se sientan unidas por una conciencia de interrelación que configura un “nosotros”. Por eso –en el marco de la educación– la pregunta ¿qué vamos a hacer juntos? sería insuficiente porque exige necesariamente otra: ¿Qué convicciones vitales educativas tenemos en común?

Esta segunda pregunta marca una dirección, es un empeño que exige tiempo, dedicación y unos signos claros de identidad que desembocarán en la construcción de un “nosotros”. Lo que proporciona una conciencia de identidad son unos valores comunes. A mayor disonancia de valores e intereses, menor conciencia de identidad. Si la relación personal

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es superficial –aunque lleve a la convergencia en temas profesionales– y solo afecta a aspectos periféricos, es difícil que se pueda ir tejiendo la trama de la comunidad educativa. En ocasiones hablamos con grandilocuencia de “comunidad educativa” y, en realidad, no existe siquiera un grupo organizado para desarrollar con eficacia y coordinadamente unas funciones.

Lo que realmente determina la existencia de una “comunidad educativa”, es la voluntad de cada uno de sus miembros de pertenecer cordialmente a un grupo, tener lo que llama un sociólogo alemán (Ferdinand Tönnies) “voluntad esencial” de formar parte activa de un grupo que camina hacia metas comunes. La comunidad educativa alcanza su madurez cuando es capaz de asumir compromisos sobre aspectos importantes de su propio crecimiento. No se trata de un simple consenso en superficie, una conformidad de opiniones que no comprometen a nada. Es una opción más profunda que implica la posibilidad de diálogo donde se expresan con libertad diferentes pareceres y se estudian y valoran las iniciativas que surgen. De lo contrario, se puede frenar la creatividad y situar la dedicación al Colegio y a la educación en un nivel de mínimos.

Citar la comunidad educativa es hablar de que todos los comprendidos en un espacio que llamamos Colegio, se sienten afectados por la educación. Decir Colegio es marcar un territorio que engloba a unas personas que tienen en común una misión educadora. Podíamos pensar en unos círculos concéntricos. El punto central de atención serían los alumnos, el primer círculo y más próximo sus padres, el segundo los maestros o educadores y abriéndose cada vez más otros círculos donde entrarían en escena otras

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personas y otros órganos integrados en esa realidad institucional que llamamos Colegio. La palabra Colegio tiene raíz latina (collegium) com (con) y legere (elegir) = Personas que eligen trabajar juntas.

El grupo humano que llamamos comunidad educativa se mueve en el Colegio con una diversidad de funciones. Todas tan importantes como diversas. Nadie pondrá en duda que los maestros o educadores, ocupan un lugar de especial relevancia porque son motor de la comunidad educativa, creadores de un ambiente y agentes de esa obra de arte que llamamos educación. No es una élite de especialistas que han llegado a la cima del magisterio, sino un grupo de personas de distintas edades y culturas, interrelacionadas por un deseo común: crecer en el proceso inacabable de sumar experiencias humanizadoras, aprendizajes académicos, valores y convicciones morales. Algo tan apasionante como aprender a vivir que exige estudio y, paralelamente, una gran permeabilidad para estar abiertos a la comunicación que nos permita ensanchar la propia experiencia de humanidad.

Sin reciprocidad no es posible hablar de comunidad educativa en sentido agustiniano donde todos somos condiscípulos en el aula del único maestro (Tratados sobre el Evangelio de San Juan 119, 3; Comentario al Salmo 126, 3). La recogida de información y el influjo ambiental no terminan en la comunidad educativa, tanto positiva como negativamente. Hay que tener presente lo que dicen gráficamente en África: “Educa toda la tribu”. Detrás de esta afirmación hay toda una concepción pedagógica que no se limita a las aulas y otros espacios colegiales. Los educadores presenciales y de oficio no son los únicos y también hay que contar con los educadores anónimos y el marco ambiental –familiar, social, cultural– donde se mueven los alumnos.

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El significado agustiniano de la comunidad

Para los psicólogos la madurez consiste en el paso del yo al nosotros. El nosotros va unido a la apertura del propio yo y a la inclusión de otras personas en el radio de nuestra afectividad. La comunidad implica anteponer los intereses comunes a los propios (cf. Regla 5,2) porque la persona se enriquece al darse a los demás (cf. El trabajo de los monjes 15,17; Sermón 88,16; Carta 130,31). No educan únicamente las personas –como acabo de señalar–, educa también entorno, todas las actividades, el sistema organizativo, el tiempo libre… Solo se puede garantizar este clima desde el respaldo de una realidad comunitaria. “Manteniendo cada uno su característica vocacional propia, sacerdotes, religiosos y laicos deben integrarse plenamente en la comunidad educativa y tener en ella un trato de verdadera igualdad”.

En esta línea, no debiera interpretarse como arrogancia o presunción sino como compromiso, el atribuirnos los centros educativos agustinianos el título de expertos en crear comunidad. Los vínculos contractuales son el soporte básico para mantener viva la pertenencia, pero el formar parte de un claustro de profesores y de una comunidad educativa no es una mera adhesión formal, una estructura accesoria, sino una forma real de vinculación que hace referencia a un proyecto común compartido. La comunidad agustiniana supone un tejido de relaciones de confianza, de escucha y atención mutua, de pertenencia institucional.

Cuando hablamos de pertenencia hay que recordar el imperativo de asumir la institución –todas las instituciones–, con sus inevitables limitaciones. El colegio ideal, los padres ideales y los alumnos ideales, no existen. Tampoco los profesores intachables.

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Entre la idealización y el rechazo hay que colocar el realismo, la comunidad educativa posible, junto a la capacidad de autocrítica y la voluntad de superación constante. Sin estas actitudes de comprensión y de sensatez, el sentido de pertenencia puede pasar por momentos de debilitamiento siempre que tropezamos con los propios errores o los de los demás.

El recordatorio es importante y oportuno porque la pertenencia es un componente de la identidad. Pertenencia cordial a una comunidad educativa que integra a la Entidad titular los profesores, los alumnos, los padres, las madres y los tutores legales, el personal de administración y servicios, el personal colaborador, los exalumnos... Todos ellos actores de la comunidad educativa con un sentido coral y polifónico en el que no cabe utilizar diferentes partituras.

Para que esta comunidad exista y no sea una ficción, hay que cuidar las relaciones interpersonales, delimitar las funciones, clarificar objetivos, arbitrar cauces de información y participación, y, en todo momento, favorecer un ambiente de diálogo, colaboración, autocrítica y disposición positiva para la resolución de conflictos. Es una tarea que exige responsabilidad, voluntad de convergencia y deseo firme de caminar juntos en la misma dirección. Nos guía un único proyecto que no admite ni cesiones de responsabilidad ni contradicciones.

El término comunidad educativa tiene un carácter integrador y pretende servir de convocatoria para sumar la potencialidad de todas las personas que intervienen en el quehacer de la educación. Lo que puede minar el espíritu de comunidad es que los diferentes elementos integrantes mantengan un paralelismo o unas relaciones subterráneas de

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distanciamiento calculado que se aleje del terreno común de las “responsabilidades compartidas” . O también, que nos encontremos con la invasión de campos y la indefinición de funciones.

En la escuela agustiniana la comunidad educativa se plantea, además, con vocación de llegar a ser comunidad cristiana . ¿Es una aspiración utópica? Desde el momento en que promovemos el diálogo entre fe y cultura y tenemos a la vista un proyecto de hombre según el Evangelio , estamos preparando los cimientos para una comunidad cristiana que se sustentará sobre los pilares de la comunidad religiosa, el claustro de profesores y –en algunos casos– grupos de padres de alumnos. Con frecuencia pensamos en un proyecto pastoral que tiene como destinatarios a los alumnos y a sus padres o representantes, y olvidamos a los maestros o educadores. No hay que pensar únicamente en los profesores de religión o quienes trabajan en el departamento de pastoral del Colegio. El Colegio tiene que ayudar a crecer a todas las personas que forman el cuerpo de la comunidad educativa y no olvidar que los maestros o profesores –independientemente de las asignaturas que impartan– todos están llamados a vivir el programa del Evangelio y ser transmisores de la concepción cristiana del ser humano y de la vida. Para educar es necesario educarse, para evangelizar hay que empaparse de Evangelio. Lo que ofrecemos en las aulas es el don de nosotros mismos. Sin tener no es posible dar, sin ser no es posible educar. Cuando soy una persona crecida, llena, puedo dar y, al mismo tiempo, dando me lleno. Es impensable una educación que dé vida y no sirva de nutrición interior para los propios educadores. Como tampoco es posible prestar cuidado, amor y compasión, si no somos hombres y mujeres que conversan a diario con ese poeta, médico y maestro

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que convive dentro de nosotros. Cuidar un poco más de nosotros mismos nos enseña y capacita para cuidar más y mejor a nuestros hijos o nuestros alumnos.

La ecuación comunidad educativa=comunidad cristiana es un objetivo tendencia que pasa por un proceso permanente de autoevangelización y crecimiento interior. La Buena Noticia de Jesús no es una parcela que cuidan los profesores de religión y quienes colaboran en las actividades pastorales del Colegio, sino una de las persuasiones básicas que –en distintos grados y niveles– afecta a todos. Esta valoración acerca de Jesús y la Buena Noticia evangélica nunca alcanzará el consenso pleno de todos, pero será el faro que ilumine y guíe la travesía del quehacer diario en el centro. Desde los criterios preferenciales del Evangelio, la escuela agustiniana ofrece su acompañamiento a todos, con una mirada privilegiada hacia los alejados, los más débiles, las distintas formas de pobreza que hacen hoy acto de presencia en el entorno educativo, las “periferias existenciales”, por utilizar una expresión utilizada por el papa Francisco. No cabe instalarse en el lamento constante e inoperante sobre la realidad desquiciada de muchos alumnos y familias. Hay frases que me atrevería a calificar como blasfemias educativas: “Me ha tocado un grupo horrible”, “Este alumno ya no tiene remedio, hay que dejarlo por imposible”, “Estamos predicando en el desierto”…Quizá haya que introducir una corrección en las obras de misericordia y si antes se decía enseñar al que no sabe, ahora habrá que decir “enseñar al que no quiere”.

Habrá que multiplicar recursos, iniciativas y mediaciones para que un grupo de personas, persuadidas de su vocación educativa y cristiana, sirvan de fermento evangelizador. Será una tarea

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paciente, no exenta de trabas externas e internas, pero no podemos renunciar al proyecto de una escuela donde la presencia de testigos del Evangelio construya espacios de justicia, de ternura y de misericordia. Tampoco vamos a ignorar que los obispos latinoamericanos se han fijado como objetivo “promover en los centros educativos católicos, auténticos procesos de discipulado misionero a la luz de Aparecida” .

El anuncio de la fe encuentra hoy, en muchos casos, oídos cerrados o entreabiertos a lo religioso. La propuesta pedagógica agustiniana, con su equipaje de valores, no puede silenciar tres grandes convocatorias: la interioridad frente a la superficialidad, la comunidad frente al individualismo insolidario y la trascendencia como apertura al encuentro amoroso con Dios. Decir que educamos todos o que educa toda la tribu no diluye, por una parte, responsabilidades y funciones personales, y por otra conecta con una nueva realidad que hoy ha surgido en la Iglesia y es la llamada “misión compartida con los laicos” que tiene una particular aplicación en el mundo de la educación. Para explicitar el contenido de la misión compartida, la Congregación para la Educación Católica publicó en 2007 un importante documento titulado Educar juntos en la Escuela Católica. Misión compartida de personas consagradas y fieles laicos. El texto ocupa poco más de treinta páginas y está dirigido a los laicos y a las personas consagradas que comparten una idéntica misión en la escuela.

Sin la existencia de una comunidad cristiana que haga de fermento y donde sea posible el ejercicio de la misión compartida, podíamos poner en grave riesgo la identidad de la escuela agustiniana. Como sería ingenuo pensar que la continuidad de la escuela católica se puede garantizar sin la presencia de educadores

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católicos. La Iglesia está igualmente representada en la escuela por los educadores católicos que por los educadores religiosos y a esta presencia de la Iglesia no se debe renunciar. Un obispo de un país de América Latina decía que, en los momentos actuales, valoraría como la pérdida más grave en su diócesis el cierre de una escuela católica que el de una parroquia. También se podría evocar la afirmación rotunda que el P. Kolvenbach, General de la Compañía de Jesús entre 1983 y 2008, formuló hace algunos años: “Abandonar el ministerio de la educación equivaldría a abandonar la evangelización del mundo”

En consecuencia, la oferta educativa tiene que ser mucho más que una preparación instrumental encaminada a una titulación o al desarrollo de unas aptitudes. Esta perspectiva global de la educación –con un marcado sentido personal–, interpela a todas las instituciones escolares, particularmente a la escuela católica, empeñada en conseguir una síntesis entre fe, cultura y vida. “Educar –recordaba el papa Francisco a los estudiantes de las escuelas de los jesuitas de Italia y Albania – no es una profesión, sino una actitud, un modo de ser; para educar es necesario salir de uno mismo y estar en medio de los jóvenes, acompañarles en las etapas de su crecimiento poniéndose a su lado. Donadles esperanza, optimismo para su camino por el mundo. Enseñad a ver la belleza y la bondad de la creación y del hombre, que conserva siempre la impronta del Creador. Pero sobre todo sed testigos con vuestra vida de aquello que transmitís”.

Este proyecto de escuela católica y agustiniana sólo será realizable y convincente desde la existencia de unas personas profundamente motivadas por una fe religiosa. Personas testigos “de un encuentro vivo con Cristo, en el que «el misterio del hombre solo se esclarece» (GS, 22)”.

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El documento de Aparecida lo expresa así: “Estamos en condiciones de afirmar que en el proyecto educativo de la escuela católica, Cristo, el Hombre perfecto, es el fundamento, en quien todos los valores humanos encuentran su plena realización, y de ahí su unidad.(…) Precisamente por la referencia explícita, y compartida por todos los miembros de la comunidad escolar, a la visión cristiana –aunque sea en grado diverso, y respetando la libertad de conciencia y religiosa de los no cristianos presentes en ella– la educación es «católica», ya que los principios evangélicos se convierten para ella en normas educativas, motivaciones interiores y, al mismo tiempo, en metas finales. Éste es el carácter específicamente católico de la educación. Jesucristo, pues, eleva y ennoblece a la persona humana, da valor a su existencia y constituye el perfecto ejemplo de vida. Es la mejor noticia, propuesta a los jóvenes por los centros de formación católica” (Documento de Aparecida 335. A partir de ahora, DA).

Esta visión de la educación –compartida por un grupo de educadores–, suscita una serie de retos: la presencia de un grupo de creyentes, un cuadro de valores asumido y personalizado por el profesorado y la construcción de una verdadera comunidad educativa. Sin embargo, el núcleo central del documento Educar juntos en la escuela católica, insiste en “la opción de los fieles laicos de vivir el trabajo educativo «como una vocación personal en la Iglesia y no sólo como el ejercicio de una profesión », y la elección de las personas consagradas, en cuanto llamadas a «vivir los consejos evangélicos y a llevar el humanismo de las bienaventuranzas al campo de la educación y de la escuela»” (EJEC 6).

No olvidemos que los laicos son “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia” (Documento de Puebla, 786).

La educación solo es posible en un espacio relacional. Para educar en comunidad y para la comunidad, la

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escuela se sitúa junto a la familia como un espacio privilegiado. La escuela ofrece medios de socialización y la comunidad educativa –en razón de su identidad y su raíz eclesial– está llamada a transformarse en comunidad cristiana, o comunidad de fe (EJEC 14).

En todos los países se promueve cauces para la participación de la sociedad en la educación. Algunos de los pasos ya dados en esta dirección son la existencia de los Consejos escolares y la apertura de los centros a la comunidad local, con un gran potencial de cooperación mutua. Se trata de un una nueva concepción de la escuela que incide –a través de la comunidad educativa– en la sociedad. La educación no es monopolio de los padres y tampoco de los educadores. Estamos hablando de una multidisciplinariedad, de una participación diversificada de distintos agentes, de una tarea que es hechura de todos. La escuela católica ha asumido, de pleno, la dimensión comunitaria de la escuela.

Cuando hablamos de comunidad educativa estamos respondiendo a la convicción de que la educación no es monopolio de los padres y tampoco de los educadores. Estamos hablando de una multidisciplinariedad, de una participación diversificada de distintos agentes, de una tarea que es hechura de todos. La escuela católica ha asumido, de pleno, la dimensión comunitaria de la escuela.

La educación es un mundo de relaciones. En un libro de J. Canfield y M. V. Hansen titulado Sopa de pollo para el alma , se cuenta una anécdota entrañable que se puede resumir así. Un día de Acción de Gracias en EE. UU., el editorial de un periódico hablaba de una profesora de escuela que pidió a sus alumnos de primer grado que hicieran un dibujo en el que representaran

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algo de lo que estuvieran agradecidos. Eran niños que vivían en un barrio pobre y, por la proximidad de la fiesta de Acción de Gracias, pensó que muchos dibujarían un pavo o una mesa con mucha comida. La profesora se sorprendió al ver el dibujo de uno de aquellos pequeños, llamado Douglas, que era una mano.

Preguntó a los alumnos. ¿A quién pertenece esta mano? Uno dijo, es la mano de Dios que nos da los alimentos…otro dijo, es la mano de un granjero que cría los pavos…Las opiniones eran muy variadas. La profesora, finalmente, preguntó al pequeño Douglas de quién era aquella mano: Es la suya, profesora, respondió.

Entonces ella recordó que durante el recreo muchas veces había tomado la mano de Douglas, un muchacho desamparado. Lo hacía también con otros niños, pero para Douglas aquel gesto significaba mucho y era más que un regalo material.

Para crear comunidad hay que extender la mano y crear un mundo de relaciones con los alumnos, los maestros, el personal de servicios, los padres…Se me ocurre un paralelismo; hoy escuchamos con frecuencia que todo está en las redes; yo añadiría que –en educación– todo está en las relaciones. Por eso es tan importante utilizar con sabiduría la herramienta de la comunicación.

¿Es que debemos ser especialistas en relaciones públicas? No, somos puentes y como escribía también un niño, “Un puente es cuando el suelo se cae y viene un hombre fuerte y construye algo para que no te hundas”. Cuando algo falla en la vida de un alumno, cuando algo se resquebraja, ahí debemos estar nosotros para

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unir, para crear y creer. Crear relaciones y creer en ellos. Somos puentes, tejedores de lazos, vigías que desde nuestra condición de adultos contemplamos, descubrimos, valoramos la medida de cada situación y cada acontecimiento. En definitiva, el educador es aquel que es capaz de crear ámbitos de relaciones (multiplicar gestos y encuentros) y de creer en verdades que vayan más allá de la realidad bruta y de las visiones de corto alcance.

II.EDUCAR PARA LA INTERIORIDAD

1. ¿De qué hablamos cuando hablamos de Interioridad?

El discurso acerca de la interioridad no es fácil y podemos tropezar con dificultades de lenguaje. Es un concepto de una gran riqueza que abarca un amplio horizonte de conceptos antropológicos, psicológicos, teológicos, espirituales y educativos. Los jesuitas, por ejemplo, han puesto en marcha un proyecto llamada PIE (Pedagogía de la Interioridad en el mundo Educativo), los carmelitas han introducido la interioridad en los cursos y programas de la Universidad de la mística, en Ávila. En el IV Congreso de antropología, psicología y espiritualidad, sobre el tema “Espiritualidad y salud integral” (Ávila del 4 al 6 de octubre de 2013), la psiquiatra Maribel Rodríguez, directora del congreso, planteó su discurso desde una pregunta provocadora: “¿Es la espiritualidad una nueva medicina?”. Nosotros podemos preguntarnos hoy: “¿Es la interioridad una nueva medicina?”

Con el sustantivo interioridad algunos subrayan la importancia que la cultura ha dado a la subjetividad, mientras que en el lenguaje agustiniano se trata de una dimensión fundamental y constitutiva de la persona.

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Es el recinto personal de la verdad, del amor, del espíritu, de Dios.

En un contexto agustiniano, hablar de interioridad es hablar de una realidad espiritual sin la cual el ser humano no es humano. Podemos, sin embargo, encontrar literatura acerca de la interioridad fuera del ámbito religioso donde no hay un Tú explícito que invocar, con quien dialogar. La interioridad secular –por diferenciarla de la interioridad religiosa se asocia a ciertos ejercicios y posturas corporales que favorecen la concentración y conducen hacia el mundo de la reflexión, de la concentración y del espíritu.

Decir que la interioridad agustiniana es una realidad espiritual, sería insuficiente. En el itinerario de san Agustín hacia Dios hubo un tiempo en el que hizo de la trascendencia una cuestión filosófica. Hasta que la reflexión racional dio paso a una experiencia mística que le llevó a reconocer a Dios como amor (La Trinidad V, 3; VII, 5, 10). La conversión a lo esencial del Evangelio fue el abrazo con Jesucristo como rostro del Dios invisible. En el fondo sin fondo de la interioridad encontró san Agustín las preguntas y las respuestas acerca de Dios. Los interrogantes más apegados a las paredes de su corazón le llevaron más allá de sí mismo hasta ese infinito que nos trae la noticia de Misterio para acogerlo y disfrutarlo. También existe una interioridad secular que significa una alternativa al modo de vida actual, pero sería abrir otra reflexión que nos desviaría de nuestro camino.

El gran rival de la interioridad –aunque parezca una obviedad–, es la exterioridad, la vida en la superficie, sin pensamiento y sin autoconciencia. Si se devalúan las experiencias existenciales de finitud, de sufrimiento y de muerte, el resultado es suprimir la

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interpretación de los componentes básicos de la vida humana que se aceptan desde la impotencia pero sin que vayan acompañados de interpretación alguna. Las cosas suceden inexorablemente, nadie puede cambiar el argumento de la vida y sólo cabe vivir abrazados a la nada.

La imagen con la que se identifica hoy la cultura contemporánea o cultura postmoderna es la de la liquidez y la fragmentación. Según Bauman –filósofo polaco– en la modernidad líquida las identidades se diluyen y los vínculos humanos son muy débiles por el individualismo de la sociedad y el carácter transitorio de sus relaciones. El amor es flotante, sin responsabilidad hacia el otro. No hay certezas absolutas, ni pensamiento fuerte, ni convicciones duraderas, ni lazos afectivos sólidos. Se percibe crisis de convicciones y de valores que ofrezcan apoyo y sustento, razones por las que vivir.

En esta sociedad volcada hacia fuera, hacia la exterioridad, resulta difícil que el ser humano viaje hacia sí mismo, se atreva a pasear por su propio corazón (cf. El orden II, 11,30). Asistimos como espectadores al espectáculo de la vida y se nos escapa porque el ritmo de los acontecimientos es como la sucesión de imágenes que no acertamos a distinguir y, mucho menos, a valorar. ¿Cuántos minutos diarios destinan los hombres y mujeres de nuestro tiempo a la reflexión? ¿A qué edad se enfrentan hoy los jóvenes con las grandes cuestiones de la vida? Una pregunta para los educadores. En el intento de la escuela por acercarse a la realidad, se seleccionan trozos de vida que se desmenuzan y comentan en las aulas. ¿Qué educadores se atreven a introducir en la escuela la vida misma que equivale a hacer de la vida escuela?

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Interioridad es una palabra poco común en el lenguaje actual. No es biología y tampoco psicología, autoconciencia, personalidad, sensibilidad, sino espiritualidad, novedad permanente porque la vida, con su río de sentimientos, de pensamientos y emociones, pasa por la interioridad. Y también pasa Dios, siempre desconcertante e inconmensurable.

Si es importante cuidar y amueblar con mimo nuestra vivienda ¿no merece, también, atención nuestro mundo interior? José Ramón Urbieta se pregunta: “¿Es posible que haya personas que dediquen lo peor de sí mismas a construir su propia casa, su persona? ¿Es posible que su peor trabajo sea dar armadura y consistencia a su mundo interior donde vive toda su vida?” . Pensar que se puede dar sin tener y sin ser, equivale –como ya he indicado– a una idea fantástica de la educación y hasta de la generosidad.

En la literatura espiritual cristiana –particularmente en la literatura mística– hablar de interioridad, con algunos matices de terminología, es recurrente. Algunos clásicos –como san Juan de la Cruz en sus versos “Llama de amor viva”– definieron la interioridad como la dimensión humana más honda, “del alma su más profundo centro”, o siguiendo el título de un libro publicado en 2004, paradigma emergente . O Un viaje al centro de nuestro ser como acaba de titular Txemi Santamaría una obra publicada por Desclée De Brouwer .

La interioridad nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser. Es una experiencia de unidad en medio de un mundo –tanto personal como social– que aparece desvertebrado. La interioridad se presenta como itinerario de encuentro y de profundización

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que nos lleva a mayores niveles de humanización y, en consecuencia, de aproximación al misterio de nosotros mismos y al misterio de Dios.

A la exterioridad como antónimo de interioridad hay que sumar la dispersión, el vivir descentrado, en el límite del vértigo. Nuestra sociedad está gobernada por las prisas, y todos nos vemos un poco obligados a seguir el ritmo frenético que la vida moderna nos impone. Con frecuencia, a nuestro alrededor hay un cerco de circunstancias estresantes que son agresores potenciales de nuestro equilibrio y resquebrajan la paz interior.

Para controlar el estrés la clave es asumir el timón de nuestra vida, la valoración exacta de las reacciones inesperadas, el gestionar con sabiduría las decisiones que tenemos que tomar. Hay quien cree que un buen sofá es la solución para reajustar la armonía, pero cualquier conducta pasiva no proporciona un beneficio terapéutico. Los distintos acontecimientos estresantes del día, los fracasos, las decepciones y la herida de la derrota no se curan así. Hay que pensar en una respuesta que reajuste tanto la mente como el cuerpo y nos ayude a volver a centrar nuestra vida.

Cada día hay una mayor atención al desarrollo físico e intelectual de los niños y de los adultos, se busca tener un cuerpo sano, desarrollar nuestras habilidades y competencias. La competencia espiritual, sin embargo, parece que se ignore. Crecemos, aumenta nuestra talla física, pero no crecemos “por dentro”. ¿No merece, también, atención nuestro mundo interior? La consigna de san Agustín es clara: “No salgas fuera de ti, entra en ti mismo” (La verdadera religión 39, 72-73). “¿Dónde vas? Vuelve a tu corazón” (Tratado sobre la 1ª Carta de San Juan 18,10).

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Estamos ante el valor central de la pedagogía agustiniana. El ser humano que entra dentro de sí mismo (La verdadera religión 39, 72-73), se separa de la vida de los sentidos (El orden I, 1,3) y vuelve a su corazón (Tratados sobre el Evangelio de San Juan 18,10), es capaz de conocer y conocerse. La ventana de los sentidos sólo permite asomarnos hacia fuera. Podemos contemplar paisajes, conocer el mundo que nos rodea y no saber nada de nosotros mismos (Confesiones X, 8,15). Por eso el ser humano sin interioridad es un ser anónimo, vacío, sin identidad, sin misterio.

León Tolstói escribe en su obra Ana Karenina: “No puedo vivir sin saber lo que soy y por qué existo, y, sin embargo, no logro saberlo, lo que es lo mismo que no vivir” . El hombre necesita saber quién es, encontrarse, sentirse a sí mismo. La desilusión, la desesperanza y la inhibición son otras formas de evasión para disimular un vacío insoportable. No existe realidad más honda y más fascinante para el hombre que su propia realidad humana. “Víctima del descuido o de la improvisación, presume unas veces de sus carencias y desespera de sus posibilidades” (Comentario al Salmo 55,2). Y en las Confesiones, escribe: “Se desplaza la gente para admirar los picachos de las montañas, las gigantescas olas del mar, las anchurosas corrientes de los ríos, el perímetro del océano y las órbitas de los astros, mientras se olvidan de sí mismos...” (X, 8,15).

En el intento de buscar traducción pedagógica a la interioridad, podemos decir que conceptos como persona, autoconciencia, libertad, sentimientos... carecerían de significado si no los sustentara la interioridad. Hasta el punto de que la más importante de las intuiciones es la del conocimiento interior

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porque en él se revelan dos realidades básicas constitutivas de la persona: el yo y la libertad.

No es suficiente subrayar la importancia de la interioridad como concepto clave de la antropología agustiniana o como valor educativo. Tenemos que atrevernos a diseñar una pedagogía de la interioridad.

El siete de septiembre de 2001, el Papa Juan Pablo II recibió en audiencia privada a un grupo de agustinos y les confió la misión de ser pedagogos de la interioridad. Por extensión, podemos aplicar este original título a todos los educadores agustinianos y acompañar a los alumnos en el tránsito desde la cultura superficial y la noticia fugaz a la interioridad, el asombro y el misterio. Planteado de otro modo, enseñar a ser y crecer desde dentro.

También hoy tiene validez la recomendación de san Agustín: “Bucea en tu intimidad y trata de encontrar ese dulce rincón escondido del alma donde puedas verte libre de ruidos y argumentos” (Sermón 52,19, 21). En mayo de 2003, con ocasión de su quinta y última visita a España, el Papa Juan Pablo II decía a los jóvenes: “El drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación. Sin interioridad la cultura carece de entrañas, es como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma. ¿De qué es capaz la humanidad sin interioridad? Lamentablemente, conocemos muy bien la respuesta. ‘Cuando falta el espíritu contemplativo no se defiende la vida’ y se degenera todo lo humano. Sin interioridad, el hombre moderno pone en peligro su misma integridad” .

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III. En la Escuela Agustiniana nos Educamos Todos

En san Agustín se hace lema el conocido principio de “enseñar aprendiendo” (Carta 166,1; La dimensión del alma 33), hasta el punto de que “si ser maestro implica peligro, ser discípulo conlleva seguridad” (Sermón 23,1) y “el que me toque enseñar no significa que no pueda aprender” (Sermón 244,2). Es decir, el maestro humano conjuga las funciones de enseñar –como maestro– y de aprender como discípulo/condiscípulo.

Para poder enseñar con dignidad, el maestro tiene que estar al día en sus conocimientos. Esto le llevará a mantenerse en una búsqueda constante de la verdad, pues así como “la obligación de enseñar es consecuencia del amor a los demás, la obligación de seguir aprendiendo cada día es consecuencia del amor a la verdad” (La doctrina cristiana IV, 3,5). Por eso, su actitud intelectual debe estar regida por el principio, también agustiniano, de “buscar como buscan los que han de encontrar. Y encontrar como encuentran los que han de seguir buscando. Porque se ha dicho que el hombre que llega el final, no hace más que empezar” (La Trinidad IX, 1,1). En definitiva, debe vivir en estado de formación permanente. Necesitamos una nueva arquitectura escolar. Antes, la formación de los alumnos era la única función del Colegio, hoy hay que pensar en una formación, tanto personal como de equipo, del profesorado, de los educadores. Y tener presente que si los médicos aprenden más de las enfermedades que de la salud, los educadores tenemos en los problemas de nuestro tiempo una fuente de magisterio.

El camino para poder aprender, es partir del convencimiento de que no se conoce toda la verdad. De ahí el aviso y consejo de san Agustín de “que nadie

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presuma de haber hallado la verdad” (Réplica a la carta de Manes llamada “del Fundamento” 3,4).

Crecemos junto a los demás porque todos somos condiscípulos (Tratados sobre el Evangelio de San Juan 16, 3). Quien se cierra a ser eterno discípulo, pierde el tren de la educación y el tren de la vida. Para educarnos todos, necesitamos espacios compartidos, encuentros de persona a persona. Si educar es enseñar a vivir, este magisterio solo es posible desde el desvelamiento de la propia vida y la confesión de las certezas que nos sostienen. Es decir, dejarnos conocer, permitir que los demás se puedan asomar a nuestro mundo interior. Hay muchas instituciones que organizan una vez al año una jornada de “puertas abiertas” para que se conozca su identidad, su oferta…En educación esa jornada de puertas abiertas tiene que ser una actitud permanente que tiene la fuerza de una alianza con los compañeros maestros, los alumnos, los padres…Esta inclusión es verdaderamente indispensable para que haya confianza, reciprocidad, acompañamiento. En el Documento de Aparecida se habla del proceso de formación de los discípulos misioneros en América Latina y El Caribe (DA 276) y se señala el itinerario formativo. Como aspectos del proceso se señalan: El encuentro con Jesucristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión (DA 278). Cuando habla Aparecida de los lugares de formación para los discípulos misioneros, habla de la educación católica y de los centros educativos católicos. En el número 328 se afirma que “América Latina y El Caribe viven una particular y delicada emergencia educativa”. Ante este panorama –que tiene hoy alcance universal– “la escuela “está llamada a transformarse, ante todo, en lugar privilegiado de formación y promoción integral…” (DA 329).

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Surge así el imperativo de la formación o actualización permanentes que abraza no solo aspectos que se refieren a contenidos doctrinales, sino a aspectos metodológicos y didácticos. Es, fundamentalmente, una sintonía con las innovaciones tanto doctrinales como pedagógicas, un deseo de crecer personalmente, de tener abiertas las ventanas de la curiosidad y de la búsqueda. El trabajo intelectual y la actividad educadora exigen un reciclaje constante para no anclarnos en la rutina que ya ha cerrado las puertas a la novedad. Aquí encajan los programas de formación del profesorado, los cursos anuales, las jornadas de estudio…Se están haciendo en el mundo de la empresa y sería imperdonable no hacerlo cuando hay muchas razones para mantener el diálogo entre escuela y vida.

Los educadores católicos, además, necesitamos una nota que podemos calificar como típica de la educación agustiniana: la “formación del corazón” (EJEC 25) porque la transmisión del mensaje cristiano implica un conveniente conocimiento teológico y espiritual. En este espacio formativo los religiosos pueden aportar la experiencia de su itinerario vocacional y, particularmente, de la espiritualidad agustiniana, que no constituye ningún monopolio, sino que es patrimonio de la Iglesia y que está abierta a todo el Pueblo de Dios.

El documento habla también de la aportación de los laicos a la formación compartida. Es decir, la relación religiosos–laicos se establece en términos de reciprocidad. En el mismo documento encontramos una afirmación importante: “Si, en efecto, en otros tiempos han sido sobre todo los sacerdotes y los religiosos quienes han nutrido espiritualmente y dirigido a los laicos, hoy puede suceder que sean «los mismos fieles laicos quienes pueden y deben ayudar

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a los sacerdotes y religiosos en su camino espiritual y pastoral» (Juan Pablo II, Christifideles laici, 61)” (EJEC 32).

IV. Perfil y Funciones del Director del Centro, los Miembros del Consejo de Gestión del Centro, el Maestro o Educador y El Personal no Docente

El director

Hablar del director o del Educador directivo nos pone en contacto con el tema del liderazgo en la educación. Utilizar la palabra líder en el marco de la educación puede despertar reparos y suspicacias por la ambivalencia del término y porque –a los oídos de algunos– tiene unas claras connotaciones directivas poco en la onda de la pedagogía actual. El líder es el guía, y el educador, sin embargo es el acompañante que hace el camino a nuestro lado.

Jefe y líder –según algunos pedagogos– son dos funciones totalmente opuestas. El jefe se siente investido de autoridad recibida o conquistada y del privilegio del mando, y un líder en cambio, hace de la autoridad una oportunidad de servicio. El jefe ordena, el líder actúa y su mensaje más persuasivo es su vida; el jefe va detrás del grupo y el líder va al frente abriendo camino.

Distintos organismos han comenzado a dibujar el perfil del docente en el siglo XXI; casi todos coinciden en que el educador actúe como adulto, asuma un rol más activo y la interacción con el alumno sea mayor. Sin intervención, se dice, no hay educación.

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El informe Delors, comenta que la relación que se establece entre el docente y el alumno es la esencia del proceso pedagógico; señala además que el maestro sigue siendo insustituible y una imagen con quién identificarse. El docente –por la cantidad de tiempo que pasa los alumnos en la escuela– se convierte en una figura fundamental no sólo en la adquisición de conocimientos y desarrollo de habilidades; también en la formación de ideas y pensamientos. Es el resultado de entender la educación como confesión. Lo que transmitimos –por más que utilicemos, a veces, máscaras y disfraces– es nuestro propio mundo interior. En este sentido es de lamentar que muchos niños y jóvenes vivan en situación de orfandad moral. Tienen y conviven con unos padres biológicos, pero a su lado no hay unos adultos significativos.

Puede ser oportuno abrir un breve paréntesis. La falta de autoridad en la escuela ha llevado a que la administración francesa introdujera la policía en las aulas o que en España nos encontremos con noticias de agresiones al profesorado y a los padres. Javier Urra –médico y psicólogo que fue Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid (1996-2001)–, habla de hijos maltratadores o “hijos acosadores en el hogar”. Es autor de un libro titulado El pequeño dictador. Cuando los padres son las víctimas. Del niño consentido al adolescente agresivo .

Existen muchas definiciones de lo que es o debería ser un líder, pero la mayor parte de estas definiciones se enfocan al ámbito empresarial u organizativo, y no siempre tienen en cuenta el desarrollo humano como parte de la formación de un líder. El líder se considera, sobre todo, un experto en técnicas de motivación para lograr un mayor rendimiento en el trabajo, un estratega en el mundo laboral. Este concepto de liderazgo no

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se adecua al liderazgo educativo, aunque pueda tener algunos puntos concomitantes. “Por educador directivo entendemos –señala el documento Vayan y enseñen. Identidad y misión de la Escuela Católica en el cambio de época, a la luz de Aparecida, CELAM (2001). A partir de ahora VyE – a quienes ostentan la responsabilidad de dirigir y gestionar los destinos de la institución” (VyE 42) y advierte que se ajuste a un perfil que “contemple características integrales en el orden de la madurez humana, madurez espiritual y competencias administrativas y pedagógicas” (VyE45).

Los diagnósticos sobre nuestro tiempo acentúan la carencia de líderes en todas las instituciones. Desde la familia hasta la política, pasando por la Iglesia y por la escuela. En algunos casos hay dimisiones encubiertas, y en otros el deseo de medrar ha llevado a que ocupen los primeros puestos personas que apenas sobrepasan la mediocridad.

Vistas así las cosas, el liderazgo viene a ser una condición humana que unas personas logran desarrollar más que otras. Los gobiernos, las autoridades educativas y la sociedad exigen líderes y personas íntegras, pero eso no se logra desde el voluntarismo y al margen de un suelo ético que sirva de cimiento firme de la persona. Por eso se puede afirmar que en nuestros días tenemos más jefes que líderes, más personas que dirigen y ordenan desde el poder, que personas convincentes con autoridad moral. Los puestos están ocupados, pero –en la práctica– no significa que sea por personas con capacidad de seducción, de convencimiento, de persuasión.

La diferencia entre docente y líder pedagógico o educativo radica en el origen de la autoridad de cada uno. La autoridad del docente proviene del nivel de conocimientos, en relación con los alumnos. Cuenta

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con una riqueza doctrinal y de especialización que le ha proporcionado la Universidad. Es autoridad oficial, impuesta. La autoridad del líder pedagógico, sin embargo, es autoridad moral que se apoya en su estabilidad emocional, su equilibrio, su autocontrol, su capacidad para activar procesos de aprendizaje (VyE 45-52). Al hablar de procesos de aprendizaje no podemos pensar, exclusivamente, en contenidos académicos, sino en actitudes, criterios y valores. Es decir, contenidos axiológicos.

Si consideramos la educación fundamentalmente como profesión moral y tarea del espíritu, es fácil concluir que el educador también debe ser un líder espiritual con una vida coherente con los valores del Evangelio (VyE 50-51). Esta función es hoy apremiante por el riesgo de que la sociedad sea dominada por la manipulación, el reduccionismo o la superficialidad en el tratamiento de las cuestiones básicas de la vida humana.

Notas para dibujar el perfil del director

• Identificación con el Carácter propio del centro, hasta el punto de convertirlo en su hoja de ruta personal. Hombres o mujeres que a la inteligencia analítica suman la inteligencia cordial y son conscientes de moverse en una época histórica hecha de vértigo e incertidumbre que exige una nueva generación humana con una educación intelectual, afectiva y estética, abierta a todas las culturas, todas las etnias y todos los credos religiosos.

• Cualificación profesional. Las credenciales pueden ser distintas: Sus conocimientos en una disciplina concreta, su capacidad de liderazgo, de organización, de gestión

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y de trabajo en equipo, la seguridad que transmiten, la autoridad moral que deriva de sus convicciones y su comportamiento transparente… Preocupados por su formación permanente, comprometidos con la cultura y la educación porque es lo que justifica la existencia de la escuela.

• Hombres y mujeres de equipo. Porque la realidad estructural y organizativa de un centro puede ser absorbente, hay dos cosas que es necesario manejar con habilidad: las responsabilidades y el tiempo. Ni acumulación de responsabilidades en una misma persona, ni una sucesión casi ininterrumpida de reuniones.

• Capacidad de mantener en el centro una tensión positiva en su tarea diaria. La pasividad, la monotonía y la inercia generan un tipo de escuela de electro educativo plano. Christopher Day que ha escrito un libro titulado Pasión por enseñar –traducido al español y editado por Narcea– afirma que “la enseñanza y el aprendizaje eficaces se basan, en el fondo, en el ejercicio de la pasión (y de la compasión) de los maestros en el aula, como un elemento más de la comunidad de aprendizaje en general. Una influencia clave en la capacidad de los profesores para hacer esto es la parte que desempeña el contexto de la escuela” . Dicen que Francisco de Goya quería escribir en su epitafio: “Aún aprendo”.

• Capacidad de comunicación. La comunicación significa tener abiertos los canales de información, presentación de iniciativas, propuestas pedagógicas ante los responsables correspondientes. El enemigo más fuerte de la comunicación es el individualismo, el cerrarse en el despacho y olvidar los

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escenarios donde se mueven los profesores, los alumnos, los padres, el personal no docente.

• Capacidad de mediación y de resolución de conflictos. Para resolver los conflictos es necesaria la fusión de todas las habilidades. Sobre todo los conflictos interpersonales. El primer paso es intentar comprender y valorar el conflicto de acuerdo con sus dimensiones verdaderas. Para comprenderlo es necesario combinar acertadamente competencias cognitivas y emocionales. La comunicación sincera es siempre una puerta abierta para reconducir positivamente un conflicto. Como en casi todas las coyunturas humanas, el tiempo nunca es terapéutico. Si un conflicto se prolonga, paralelamente se irá consolidando la situación de desequilibrio y de estrés. No siempre los conflictos se cierran con el acuerdo conciliador y, en ocasiones, es necesaria la intervención de la dirección y aplicar el principio de jerarquía. Tampoco los conflictos se deben interpretar en todos los casos como acontecimientos negativos. Pueden ser puntos de inflexión que desembocan en actitudes positivas o en nuevos marcos de relación personal y profesional.

• Capacidad de motivar y sanear el clima educativo. El desgaste que produce la educación es innegable. Hasta el punto de que la Organización Internacional del trabajo ya consideró en 1981 a la profesión docente como “profesión de riesgo físico y mental”. La profesión que, en teoría, exige una mayor dosis de serenidad y sosiego, resulta que es particularmente estresante y se calcula que, aproximadamente, entre el 60 y el 70%

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de los profesores muestran síntomas de cansancio físico o psíquico. Es el síndrome del quemado, (burnot) descrito primera vez en 1974, que se produce específicamente en aquellas profesiones caracterizadas por una relación constante, directa e intensa con otras personas. ¿Cómo recuperar a esas personas que trabajan pero sin pulso, y se limitan al cumplimiento material de sus funciones?

• Hombres y mujeres de esperanza firme. El discurso pesimista es contaminante y antieducativo. Frecuentemente, se apoya en la generalización de hechos particulares, en anécdotas elevadas a la condición de categorías. La esperanza y el optimismo son herramientas necesarias en educación. Algo que no debiéramos olvidar nunca es que no está en nuestras manos manejar el calendario. Todas las expectativas se mueven de acuerdo con un calendario que ignoramos. Me refiero a las grandes expectativas, no las previsiones cotidianas. Las grandes expectativas en educación son la madurez de una persona, la asunción de responsabilidades, la formación de una personalidad…

Más importante que las llamadas leyes de calidad son los educadores de calidad. Adultos de vida elocuente, significativa, que emitan a su alrededor el mensaje de que existe una manera de relacionarse con la vida, con uno mismo y con los demás, por la que vale la alegría poner todo el empeño. Gonzalo Torrente Ballester (1910–1999), en una entrevista que le hicieron en el diario El País, afirmaba: “Ninguna novela me dio nunca tanta satisfacción como el ver crecer sano a cada uno de mis hijos”. Fue padre de once hijos, nacidos en sus dos matrimonios. El autor de Los gozos y

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las sombras escribió: “Así como las manzanas maduran al sol, así los hombres maduramos en presencia de otras personas, en colaboración con ellas”. Algo parecido es lo que recordaba José Ramón Urbieta: “Este mundo –y el mundo educativo en particular– necesita contar con personas, hombres y mujeres adultas, porque el educador es el libro donde el educando aprende a vivir”. Muchas veces, no tenemos una segunda oportunidad para causar una primera impresión.

“Hay gente que con solo decir una palabra enciende la ilusión y los rosales; que con solo sonreír entre los ojos nos invita a viajar por otras zonas, nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente que con solo dar la mano rompe la soledad, pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas, que con solo empuñar una guitarra hace una sinfonía de entrecasa.

Hay gente que con solo abrir la boca llega a todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida desterrando una muerte solitaria pues sabe que a la vuelta de la esquina hay gente que es así, tan necesaria.”

Breves palabras, de Hamlet Lima Quintana. Poeta argentino (5 de septiembre de 1923 – 21 de febrero de 2002)

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Miembros del Consejo de Gestión del Centro Educativo

Entre las funciones más importantes que debe ejercer un líder está la creación de un clima satisfactorio de trabajo, unas relaciones interpersonales de confianza y espontaneidad y ser capaz de generar un nivel de entusiasmo, de trabajo en equipo y de creatividad.

El Consejo o Comité de Gestión del Centro Educativo: es el organismo encargado de administrar el Centro Educativo en todas sus vertientes. De él forman parte del Director Pedagógico, el Administrador de asuntos financieros, los Sub–Directores, Encargado del Departamento de Psicología y Orientación. A través de éste se constituye el equipo que administra y marca el paso que sigue la vida del Centro Educativo.

El Maestro o Educador

Es, sin duda, la figura clave de la educación y la más importante del centro. Jesús permite que le llamen Maestro. Cada uno de nosotros llegamos a ser persona en la medida que entramos en contacto con otras personas. Es un aprendizaje que exige la visibilidad y la presencia de personas que con sus gestos y palabras, nos hacen ser nosotros mismos. No se trata de ningún mimetismo sino la invitación a desplegar las propias posibilidades. La historia, el pensamiento, el sentido y las creaciones de los demás, nos invitan a construir nuestra propia vida desde la libertad y la conciencia y –al mismo tiempo–, desde la memoria fiel al evangelio.

Karen Katafiasz –escritora que nació en Toledo (Ohio) y vive actualmente en Santa Claus (Indiana)– da un sabio consejo al maestro: “Sé consciente de que no solo estás enseñando una asignatura. Estás abriendo mentes

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y corazones, estás modelando vidas…Entusiásmate por tus alumnos, por aprender y por vivir, y transmíteles ese entusiasmo. Tanto ellos como tú os enriqueceréis enormemente”.

Estas afirmaciones apuntan a un tema particularmente importante y delicado: la selección y formación del profesorado de nuestros centros. Hay que huir de dos extremos igualmente erróneos: Valorar únicamente la competencia profesional o fijar sólo la atención en el convencimiento religioso de las personas. Sin olvidar que un centro educativo tiene unos aspectos empresariales y contractuales que no se pueden olvidar, hay que subrayar que es “hermosa y de suma trascendencia la vocación de todos los que, ayudando a los padres en el cumplimiento de su deber y en nombre de la comunidad humana, desempeñan la función de educar en las escuelas. Esta vocación requiere dotes especiales de alma y corazón, una preparación diligentísima y una continua prontitud para renovarse y adaptarse” .

Hay que evitar la ley del péndulo. En tiempos pasados, los criterios de selección del profesorado pasaban por la indiscutible afinidad al estilo fijado por la institución. Actualmente, parece que se valora más la profesionalidad y la competencia docente. En uno y otro caso, es peligrosa cualquier opción excluyente y se trata de pasar de la alternativa a la conjunción sin que ninguno de ambos requisitos prevalezca sobre el otro. Como punto de partida y exigencia mínima, una titulación y una especialización convenientes, pero sin olvidar la aceptación y la voluntad de identificación con las líneas maestras del Centro.

Tres áreas reclaman especial interés en nuestra vida y sobre ellas hay que mantener una actitud permanente de superación: El área personal, el área social y el área del trabajo o profesional. De la atención a estas

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tres áreas, dependerá que nuestra presencia pública sea elocuente. Una triple mirada que no se puede olvidar si no queremos comenzar a navegar a la deriva o pasar entre nuestros alumnos como personas grises e insignificantes en el sentido más literal del término (no significativas).

En el área personal necesitamos una vigilancia constante sobre nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Atención a nuestra salud física y nuestra salud espiritual. Tomarnos periódicamente el pulso para ver cómo andamos de ilusión, de libertad, cuál es el grado de aceptación de nosotros mismos, el nivel de nuestras aspiraciones y expectativas, qué ángulo de apertura tiene nuestra curiosidad intelectual, cómo nos amamos y nos perdonamos, con qué frecuencia viajamos hasta nuestra interioridad para conocernos, aceptarnos y superarnos…Son esas catas que, periódicamente, tenemos que hacer sobre nosotros mismos. Revisiones médicas y revisiones morales, relacionales, profesionales…

Un valor en alza actualmente es la salud corporal, unido a la rehabilitación del cuerpo como edificio maravilloso que es hogar de nuestra vida y fuente de placeres intensos. La OMS (Organización Mundial de la Salud) define la salud como completo bienestar físico, mental y social, y no simplemente la ausencia de enfermedad. La calidad de vida exige una actividad física y mental que nos permita luchar contra el implacable reloj biológico. Paralelamente, puede hablarse de unas medidas preventivas para atender la salud del espíritu que se traduce en un grado de armonía y ajuste interiores, de equilibrio, de madurez que permite valorar las situaciones y ponderar las reacciones tanto propias como de los demás.

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En el área social, cómo orientamos nuestra afectividad, qué significan los demás para mí, en qué medida me afectan los problemas de los demás, preguntarme por asignaturas como disponibilidad, deseo de colaboración…Hay personas que parecen van tropezando constantemente con los demás. Personas con dificultades serias para la comunicación, la amistad y la relación interpersonal.

Los límites entre el amor y el egoísmo son siempre tan sutiles que si no hacemos un esfuerzo de transparencia, podemos pasar de una a otra realidad casi sin darnos cuenta. La afectividad es más delicada que una pieza de cristal de Bohemia o la cerámica más fina. Borrar los límites lleva al desbordamiento y la invasión. El desbordamiento que significa la publicidad de los sentimientos más hondos y la relación superficial con múltiples personas, la invasión que lleva a una comunicación constante (teléfono, Internet) y al desvelamiento de la intimidad que es, frecuentemente, un desahogo compensatorio. Son los ladrones de la felicidad y de la fidelidad. De la felicidad porque es un bracear sin objeto, un juego infantil en manos de adultos, un entretenimiento agridulce porque le falta vinculación y plenitud. Saqueadores también de la fidelidad porque se trata de formas de autoengaño o de sustituciones inconfesables. En el área del trabajo, hay que preguntarse constantemente por la calidad de lo que hacemos, cuál es la respuesta ante la urgencia de una formación siempre actualizada, la responsabilidad y el respeto ante las personas que tenemos delante todos los días (los alumnos, los compañeros, los padres…), hasta dónde llega mi implicación en las distintas actividades que configuran la propuesta educativa del colegio, qué resistencia opongo a la rutina y el riesgo de la

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costumbre, de qué modo mantengo encendida la lámpara de la creatividad y la iniciativa, cómo me siento afectado por los problemas del grupo humano que me rodea y del que formo parte, si la fuerza del liderazgo ante los alumnos despierta la motivación en mis clases…

Estamos ante la necesidad de saber encajar las piezas que se refieren al área personal, social y profesional, y privilegiar unos valores que den unidad y coherencia a nuestra vida. La sabiduría de la vida, la honestidad personal y nuestra imagen pública son fruto de una conquista, de un trabajo permanente que exige voluntad, autocrítica, pensamiento, escucha…Las personas – cuando no hay pensamiento, reflexión, autocrítica crecen en años, pero sin raíces.

La primera exigencia de los maestros o educadores es el amor y la amistad. Hablar de amor y de amistad es acercarnos al principio pedagógico esencial que tiene en san Agustín una resonancia especial. En educación es imposible ser efectivo si no se es afectivo. La educación es alma y técnica. San Agustín dice que “no se entra en la verdad sino por el amor” (Réplica a Fausto, el maniqueo 32, 18).

Amor se escribe con A de apoyo, ayuda, acompañamiento, amistad. El patrimonio más valioso de un Colegio son las personas; ellas son nuestra riqueza, no la fuente de nuestros conflictos. Es verdad que hay personas –de todas las edades– que resultan problemáticas, pero los estereotipos –sobre los alumnos, sobre los padres o sobre cualquier otro grupo integrante de la comunidad educativa– se pueden convertir en los ladrones de nuestros sueños.

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También es necesario un plus de generosidad y de gratuidad como don añadido. Ese plus –que se expresa en la atención y en el tiempo compartidos más allá del horario– es lo que deja huella, lo que hace pensar, lo que abre los ojos del corazón, lo que más tarde se rumia en silencio. Esta exigencia no se puede aplicar únicamente en la relación profesor–alumno, sino igualmente entre los propios profesores. ¡Qué importante es que nos vean caminar despacio por el colegio, salir del aula sin prisas, que observen nuestras conversaciones informales y nuestras risas espontáneas…!

Sin un grado de consenso entre sus miembros no puede haber ejercicio colegial. No se trata de una uniformidad completa, sino de un acuerdo que abarca los principios básicos de la comunidad educativa. El consenso y el acuerdo práctico no anulan una cierta capacidad de crítica que haga posible una evaluación permanente.

Para una coincidencia en los fines educativos, así como en los valores fundamentales de la existencia, la coherencia de la comunidad escolar es indispensable. Coherencia que hay que entender como conexión entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. En expresión agustiniana, “La buena conducta de quien ejerce la autoridad es la mejor y más eficaz confirmación de las verdades que enseña” (El orden 2,27).

Hay que recordar, otra vez, al papa Francisco en sus palabras a los estudiantes de las escuelas de los jesuitas de Italia y Albania: “Un educador —jesuita, profesor, empleado, padre—, con sus palabras, transmite conocimientos, valores, pero será incisivo en los muchachos si acompaña las palabras con su testimonio, con su coherencia de

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vida. Sin coherencia no es posible educar. Todos sois educadores, en este campo no se delega. Entonces, es esencial, y se ha de favorecer y alimentar, la colaboración con espíritu de unidad y de comunidad entre los diversos componentes educativos. El colegio puede y debe ser catalizador, lugar de encuentro y de convergencia de toda la comunidad educativa con el único objetivo de formar, ayudar a crecer como personas maduras, sencillas, competentes y honestas, que sepan amar con fidelidad, que sepan vivir la vida como respuesta a la vocación de Dios y la futura profesión como servicio a la sociedad” .

Porque la escuela, como todo lo vivo, debe crecer y adaptarse, es necesaria la creatividad. En educación significa asumir nuevas maneras de mejor amar y servir. La creatividad supone audacia para vencer el miedo que nos produce todo lo nuevo y desconocido y despegar de la cómoda instalación en la rutina. También hace falta un componente de utopía. Un libro de Fernando Lucini se titula Sueño, luego existo . Cabe una traducción pedagógica: Sueño, luego educo. Se insiste mucho en que la educación no se puede desconectar de la vida y es una afirmación válida. La pregunta que hay que hacerse es ¿para qué vida? Con frecuencia la vida se presenta competitiva, violenta, manchada por la corrupción…Esta fotografía –aunque refleje la realidad– no puede servir de referencia en la educación, ni anticipar los peores rostros de la sociedad. Hay también simplificaciones que llevan al derrotismo y la pasividad:”No te tomes tan en serio la vida... ¡Al fin y al cabo no saldrás vivo de ella!”

Los humoristas son agudos observadores de la realidad social. Antonio Mingote ponía en labios de un niño: “Dime, papá, ¿es que el futuro es obligatorio?” En otra viñeta, el padre tiene abierto el periódico ante sus ojos y se puede leer: Asesinatos, injusticia, terrorismo, guerra, racismo, miseria, corrupción, narcotráfico…

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El hijo pregunta: “Y eso de pertenecer al género humano, ¿es obligatorio?”. O la viejecita que, arrodillada, reza: “Padre nuestro que estás en los cielos…baja un ratito”.

No está en nuestras manos la obra de ingeniería social que supondría cambiar un mundo globalizado cada vez más complejo, pero sí podemos optar por ser caminantes hacia la nueva tierra de que habla el Apocalipsis (21, 1), entender la vida como un viaje infinito que jamás termina, un camino no solo con los otros, sino gracias a los otros.

El equipaje para este itinerario tiene que incluir una buena dosis de esperanza y reponer constantemente nuestro depósito. Cuidar, sobre todo, que nada ahogue nuestra esperanza y nunca olvidemos que la educación comprende ternura y razón, cruz y éxito, siembra y cosecha.La figura del laico se ha agrandado a partir del Vaticano II y uno de los lugares donde hoy ocupa un lugar relevante es en la escuela. Lo recordaba Benedicto XVI el 23 de febrero de 2008 en la Plaza de San Pedro: “Por tanto, vuestra tarea no puede limitarse a comunicar nociones e informaciones, dejando a un lado el gran interrogante acerca de la verdad, sobre todo de la verdad que puede ser una guía en la vida. En efecto, sois auténticos educadores: a vosotros, en estrecha sintonía con los padres de familia, se ha encomendado el noble arte de la formación de la persona. En particular, cuantos enseñan en las escuelas católicas han de llevar dentro de sí y traducir cada día en actividad el proyecto educativo centrado en el Señor Jesús y en su Evangelio” .

Los padres se sienten desasistidos ante el poder de las influencias extraescolares que inculcan principios y actitudes contrarias a sus propias convicciones. Todo

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esto lleva a que no pocas familias se inhiban de las responsabilidades educativas con sus hijos.

Ante este fenómeno, la escuela ha desarrollado programas para la mayor implicación de los padres en el proceso educativo de sus hijos, e incluso planes de formación dirigidos directamente a ellos, como son las Escuelas de Padres. El desafío está en vincularles aún más y en aumentar el número de padres que se impliquen en estos procesos.

La presencia reducida de religiosos obliga a renovar las iniciativas de las Entidades titulares para asegurar la continuidad de las escuelas católicas como una plataforma fundamental de evangelización. Aquí es necesario volver a citar el documento Educar juntos en la escuela católica. Misión compartida de personas consagradas y fieles laicos . Leemos en este documento: “Uno de los frutos de la doctrina de la Iglesia como comunión, en estos últimos años, ha sido la toma de conciencia de que sus diversos miembros pueden y deben aunar esfuerzos, en actitud de colaboración e intercambio de dones, con el fin de participar más eficazmente en la misión eclesial. De este modo, se contribuye a presentar una imagen mejor articulada y completa de la Iglesia, a la vez que resulta más fácil dar respuesta a los grandes retos de nuestro tiempo con la aportación coral de los diferentes dones. En tal contexto eclesial, la misión de la escuela católica, vivida por una comunidad constituida por personas consagradas y de fieles laicos, asume un significado completamente particular y manifiesta una riqueza que es necesario saber reconocer y valorar” .

Estamos, sin duda, ante una nueva figura del educador cristiano y una nueva figura de escuela cristiana. “El profesor cristiano no sólo imparte los contenidos académicos obligatorios sino que su acción educativa pretende descubrir

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y comunicar a sus alumnos el sentido trascendente que los planteamientos de las ciencias humanas puedan entrañar, contemplados desde la perspectiva cristiana, de tal manera que el alumno pueda descifrar en cada uno de los saberes que recibe el sentido sobrenatural que contienen” .

Sin este perfil de educador cristiano es impensable una escuela cristiana, por más que hagamos profesión pública de escuela confesional. “En gran manera, la concreción del proyecto educativo católico está basculando y dependiendo de la calidad humana, educativa y cristiana del profesor de la escuela católica. Su apertura de miras en sus propuestas educativas, su actitud de servicio al colegio y a sus alumnos, su entrega personal por la cual no se predica a sí mismo sino que busca el crecimiento del alumno y la gloria de Dios, por su espíritu de fraterna solidaridad con todos, su misma integridad en su vida moral, hacen de este profesor una auténtica imagen del hombre evangélico que precisa la escuela católica”. El educador no sólo es maestro en su saber y saber enseñar, sino también testigo de un modo concreto de entender la vida que puede significarse por la presencia de la fe.

Educadores Cercanos, Cordiales, Amables, con Nuestros Alumnos

Según los especialistas se necesitan 72 músculos para arrugar la frente y solamente 14 para sonreír. Charles Chaplin es autor de unos versos titulados “La sonrisa”:

Una sonrisa cuesta poco y produce mucho.No empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe.Dura sólo un instante y perdura en el recuerdo eterna-mente.Es la señal externa de la amistad profunda.Nadie hay tan rico que pueda vivir sin ella.

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Nadie tan pobre que no la merezca.Una sonrisa alivia el cansancio, renueva las fuerzas.Y es consuelo en la tristeza.Una sonrisa tiene valor desde el comienzo que se da.Si crees que a ti la sonrisa no te importa nada,sé generoso y da la tuya, porque nadie tiene tanta necesidad de la sonrisa,como quien no sabe sonreír.

Un grupo de educadores líderes puede liberar a un centro educativo de la empobrecedora inercia educativa que es una tentación muy próxima a toda actividad. En momentos de cambio –necesariamente de perplejidad– son necesarios los líderes para empujar al grupo, para ofrecerle acogida, acompañamiento, señalar metas e imponer un ritmo, marcar el paso.

Cuando somos niños pensamos que hay unas personas dignas de imitación. Carmen Guaita –especialista en pedagogía terapéutica– es autora de varios libros. Uno de ellos se titula Contigo aprendí. Conversaciones sobre educación y valores con personalidades de nuestro tiempo . En las páginas introductorias, coloca una cita de Gianni Vattimo –filósofo y político nacido en Turín que ha reivindicado su propio pensamiento como ‘filosofía cristiana para la postmodernidad’– que dice: “Los sistemas de valores son todo lo que tenemos en el mundo, la única densidad, espesor y riqueza de nuestra experiencia, el único ser”.

Todos podríamos escribir el título Contigo aprendí y, debajo una lista de hombres y mujeres que nos ayudaron a asomarnos a la verdad, la belleza, la poesía, la esperanza…

No nos hemos fijados sólo en la estatura o en la fisonomía de las personas con quienes nos

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hemos cruzado, sino que intentamos bucear en su interior. Los psiquiatras insisten, cada vez más, en lo importante que es crecer entre personas sólidas, consistentes, que marcan direcciones claras en medio de la diversificación de caminos que encontramos al paso de la vida.

Perfil del Educador Agustiniano

Para poder comprender el pensamiento agustiniano sobre la educación nunca hay que perder de vista el hecho de que Agustín no quiso elaborar un sistema educativo para enseñar ciencia, sino para formar hombres cristianos. Con esto ya se indica que el pensamiento pedagógico agustiniano tiene por principio y meta la formación de la persona en cuanto a su ser, no la instrucción o información de la persona en cuanto a su posibilidades de conocer y de tener. Porque, lo que realmente le importa a san Agustín, es lo que el hombre es, no lo que el hombre tiene (Sermón 23, 3). Agustín, en realidad, centra y reduce su pedagogía a una pedagogía de la fe. Por eso, esta doctrina pedagógica es de plena y cabal aplicación para la educación y el educador en la fe. No obstante, en el pensamiento agustiniano se formulan pautas de acción y, sobre todo, se establecen actitudes educadoras, que son aplicables en toda clase de educación, pues son actitudes que debe mantener siempre el educador frente al educando, si realmente quiere que su labor educadora sea receptiva y eficaz.

Dicho esto, no se puede decir que san Agustín solo es un catequista y aporta intuiciones geniales al mundo de la pedagogía: Según la teoría educativa de Agustín, el maestro/educador humano es siempre un ministro (Sermón 292, 1,1), un servidor, del único y verdadero

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Maestro: Jesucristo. Sólo él es el Maestro, pues sólo Cristo es el “Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14,6).

El educador agustiniano parte de que el ser humano no nace vacío, sino que lleva en su interior un número casi ilimitado de potencialidades. Son los “gérmenes de inteligencia y sabiduría, que Dios sembró en toda alma” (Sermón 21, 2). La labor y función, por tanto, del educador agustiniano, como lo denota su misma semántica, es ayudar a sacar (e-ducere) de forma gradual (Soliloquios 1. 23), esas posibilidades ocultas a la luz del día. Decimos ayudar, porque, el sujeto y principal agente/constructor del aprendizaje significativo, quien realmente saca/extrae esas capacidades es el propio alumno auxiliado por la luz del propio maestro interior (cf. El maestro 11,38; Sermón 134, 1,1).

Un gran pensador y teólogo, Romano Guardini (Verona, 1885-Munich, 1968), de inspiración agustiniana, escribió: “El educador influye en el educando, en primer lugar a través de lo que es. Después, a través de lo que dice. Por último, a través de lo que hace”.

Personal No Docente

Lo que se acaba de decir aquí sobre el profesorado seglar, se puede aplicar –aunque en diferente grado– al personal no docente, también llamado de administración y servicios. Todos los miembros de la comunidad escolar participan de un mismo proyecto y deben emitir un único mensaje. La aportación de este sector a la vida del colegio es tan innegable

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como muchas veces poco valorada o silenciada. La coherencia de los valores enseñados y de los ideales proclamados por las programaciones e idearios, se contrasta en las secretarías y conserjerías, en los comedores y cocinas, en los equipos de limpieza y mantenimiento, en los autobuses del transporte escolar. La contribución al buen clima de convivencia y a la calidad por parte de todas estas personas imprescindibles en los centros, es decisiva a la hora de evaluar su excelencia. “Su trabajo debe ser acompañado con diversos tipos de capacitación y perfeccionamiento para volverlos agentes activos en las comunidades educativas. Es deber también de la Escuela Católica cuidar del crecimiento en la fe de cada uno de ellos, sabiendo, además, que su testimonio constituye una importante acción educativa” (VyE, 59).

Los monitores de actividades complementarias, asociacionismo y tiempo libre son muy importantes en la comunidad educativa. Muchos de ellos son miembros de la institución religiosa y del profesorado, así como padres y exalumnos. Una rica oferta de actividades complementarias supone un afán por parte de los colegios agustinianos de procurar una enseñanza de calidad, encaminada a la formación integral de los alumnos. Está claro que, tanto la selección de las actividades como la práctica de las mismas, debe ser coherente con los valores proclamados en el Ideario y los Proyectos Educativos. Una escueta relación del amplio cuadro de actividades que ofrecen los centros agustinianos, basta para hacerse una idea de la riqueza de su oferta educativa más allá de las materias curriculares. Así, la pastoral del colegio con las actividades religiosas consiguientes: catequesis

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de sacramentos de iniciación, postconfirmación, asociaciones agustinianas de compromiso cristiano, actividades de voluntariado, ONGs, etc. Las actividades culturales: musicales (rondallas, coros y escolanías), teatrales y escénicas (grupos de teatro escolar y de profesores y padres, escuelas de danza y baile...), literarias y de artes plásticas y manualidades (concursos, exposiciones, publicaciones...). Las actividades deportivas, con preferencia hacia los deportes de mayor incidencia educativa y social (fútbol, baloncesto, balonmano, balonvolea, hockey, atletismo, gimnasia rítmica...). Baste esta relación no exhaustiva como muestra.

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Perfil y Funciones de los Padres o Representantes de Estudiantes, los Estudiantes y los Exalumnos

P. Santiago Insunza Seco, OSA.

I. Los Padres, Madres, Tutores Legales o Representantes de los Alumnos

Ser padre o madre es mucho más que un hecho biológico y supone, fundamentalmente, acompañar el crecimiento de los hijos hasta su autonomía personal. Acompañar como el entrenador que va marcando unas pautas de crecimiento, de desarrollo y de superación. Todas estas tareas exigen dos criterios pedagógicos básicos: la ternura y la exigencia . Expresado de otro modo, los padres tienen que ser capaces de tejer contrarios: el esfuerzo con la alegría, el bienestar con la solidaridad, la libertad con la responsabilidad, la crítica con el respeto, el pensamiento propio con la diversidad de pareceres, la razón y la lógica con los sentimientos. Es el arte de manejar las paradojas que la vida nos exige.

De esta manera podríamos comenzar y concluir una reflexión acerca de los padres, tutores legales o representantes de los padres, pero nos quedaríamos en el plano de lo ideal y olvidaríamos la situación

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que vive hoy la familia en todo el mundo. Estamos ante la institución que ha sufrido los cambios más profundos y perturbadores durante los últimos años, hasta el punto de poder hablar de una metamorfosis o revolución de la familia. Si tuviéramos que hacer un diagnóstico sobre la familia actual, podríamos decir que se encuentra en un momento de cambio y –en muchos casos– de desconcierto.

Como consecuencia de estas transformaciones, la diversidad de modelos familiares se ha ampliado de tal modo, que las definiciones de familia aceptadas tradicionalmente, nos resultan inadecuadas e insuficientes. A pesar de estas mutaciones, los padres, madres, tutores legales o representantes de los alumnos tienen una importancia insustituible en el campo de la educación como entorno humanizador de la existencia.

Este mensaje sobre su importancia y su papel esencial en el proceso educativo de sus hijos, choca con un sentimiento cada vez más generalizado de impotencia. Se ven inseguros, envueltos en la incertidumbre de la propia sociedad y sin recursos para afrontar las situaciones planteadas por sus hijos. Como el proceso de maduración de los hijos se ve perturbado por influencias externas difícilmente controlables, la primera tentación es abandonar la función de primeros educadores. Todo se delega a la escuela porque el ejercicio de la autoridad en el marco familiar es difícil de articular con la convivencia. En el fondo, se puede olvidar que crecemos, pero crecemos de la mano de diferentes crisis. Crecen los hijos y crecen los padres. La propia condición humana es una fuente de crisis. Tomamos decisiones que nos hacen felices y otras que terminan en lágrimas. Las crisis nunca

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son túneles sin salida, sino que pueden convertirse en caminos de luz.

A pesar de todo –según los estudios sociológicos–, la familia es un valor cotizado en el mundo juvenil. Cuando fallan otras instituciones y ya se ha sufrido algún desengaño afectivo, la familia es puerto seguro de comprensión y de afecto. En los estudios sociológicos sucesivos que viene haciendo la Fundación Santa María sobre los jóvenes españoles –no dispongo de otros datos y por eso las conclusiones no son absolutas–, la familia es considerada como el aspecto prioritario de su vida, seguida por los amigos. El ambiente familiar es más influyente que el círculo de compañeros u otras instancias sociales. Así, por ejemplo, en el estudio Jóvenes españoles 2005 , la familia ocupa un lugar crucial para los adolescentes y jóvenes . Este lugar preferencial de la familia en el mundo juvenil no anula la presencia de conflictos. Por otra parte, la vinculación padres–hijos es, a veces, puramente funcional.La familia –aunque sometida a crítica en su propia configuración y carente de protección estatal en muchos países– continúa teniendo una cotización estimable. “Es uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y es patrimonio de la humanidad entera” (DA 432). Esta afirmación de Aparecida es constatable con la realidad y constituye un recordatorio esencial para los padres. Por distintas razones se ha tecnificado y problematizado la educación hasta el punto de no distinguir lo que forma parte de la educación escolar –que abarca mucho más que el ámbito académico– y la educación familiar. En este espacio doméstico se ha producido una dimisión encubierta por parte de muchos padres y se ha generalizado la sensación de que los hijos se nos han escapado de las manos. Otras veces,

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piensan que la diferencia cultural impide cualquier forma de diálogo. Las cosas importantes de la vida, sin embargo, se enseñan y aprenden en el aula de la propia familia. Asignaturas fundamentales son el amor, la fe, el respeto, la sinceridad, el sacrificio, el esfuerzo, el perdón, el dolor…De modo que continúa vigente aquel principio clásico de que “los padres son los primeros y principales educadores” (VyE 66). “El deber de la educación familiar, como primera escuela de virtudes sociales, es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Este principio es irrenunciable” (DA 339).

Otro pilar de comunión abierta lo constituye la relación de la escuela católica con los padres de los alumnos (EJEC 48). Es un espacio delicado y, cuando encontramos situaciones complejas, no siempre la escuela cuenta con medios eficaces de ayuda. Cada día hay una estadística más crecida de accidentes familiares que exigen la intervención del terapeuta de familia, el psicólogo…La escuela no puede colocarse de espaldas a los padres. Para que no estemos ante una afirmación retórica, hay que recordar la existencia de dos caminos: El primero es de participación de los padres en la vida colegial –a través de las Asociaciones de padres y representantes fundamentalmente–, mediante la colaboración en el programa de actividades extraacadémicas o la integración en la Escuela de padres, grupos de formación en la fe… El segundo va en otra dirección; son los padres que demandan la ayuda del Colegio por vivir situaciones delicadas que reclaman una atención especial.

No es un tema menor y sería injusto ignorar o no reconocer la dimensión misionera de los colegios ante tantas familias que viven próximos a la indiferencia religiosa.

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Junto con los padres, se contemplan las figuras del tutor legal porque es una figura jurídica reconocida que ya forma parte de las Asociaciones de padres y madres de nuestros centros o del representante. En el derecho de familia se llama “tutela” a la forma clásica de protección de los menores de edad, cuyos padres no pueden ejercer la patria potestad sobre ellos. Se llama “tutor” a una persona a quien el Juez designa para ocupar el lugar de asistente y representante legal de un menor de edad, cuando concurren circunstancias especiales que ocasionan la ausencia de los padres. La casuística pertenece al ámbito del derecho y va desde la orfandad por fallecimiento de ambos padres a la sanción judicial de privación de la patria potestad por hechos graves cometidos por los progenitores en contra de sus hijos. Cabe, igualmente, la suspensión provisoria del ejercicio de la patria potestad a los padres…etc.El salto del modelo autoritario al modelo permisivo ha sido un salto auténticamente mortal porque ha matado, en muchos casos, el necesario ejercicio de la autoridad, la función de los padres como indicadores de caminos y referentes claros de una forma de entender la vida humana. Decimos que una carretera está bien señalizada si están anunciados los riesgos que podemos encontrar, si se advierten los tramos en mal estado o los caminos cortados. En la familia y en la educación, sin embargo, pensamos que la ausencia de señalización ofrece más libertad y más seguridad. Algunos términos del vocabulario educativo han pasado a ocupar una zona prohibida. Se han retirado palabras como esfuerzo, dolor, muerte, límite, Dios, moral… Vaciada la educación de estos componentes, nos queda el capricho, el deseo, el afán por conseguir las cosas al momento, la huida de toda renuncia, el impulso instintivo, la emoción pasajera.

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En toda la historia de la humanidad educar siempre ha sido nadar contracorriente porque la educación es la antítesis de la superficialidad, la apariencia y el éxito rápido.

En esta línea de integración y participación de los padres y tutores legales en la vida escolar, cabe un amplio campo de iniciativas: Escuelas de padres, Clubes deportivo, Comunidades de vida cristiana…Siempre hay que estar atentos a una relación sincera y confiada entre padres y profesores, sin injerencias de los primeros en los aspectos estrictamente académicos y pedagógicos.

¿Por qué eligen los padres nuestros colegios para sus hijos?

La realidad social que configura hoy nuestros colegios es plural. Sería poco riguroso y excesivamente optimista decir que los padres que llaman a nuestras puertas lo hacen por la valoración y estima de la identidad católica de nuestros centros. En algunas ocasiones sí, en otras se estima la competencia del profesorado, la organización del centro, las instalaciones, los buenos resultados académicos ante el ingreso en la Universidad…No se entra, sin embargo, en el núcleo de nuestra educación. El espíritu que alienta la educación agustiniana resulta ajeno y desconocido. Por eso hablar de comunidad educativa –y mucho más de comunidad cristiana–, es un objetivo tendencia, no un presupuesto. Si no se tiene en cuenta esta realidad, es posible que la dirección del colegio y el profesorado vayan por un camino y la Junta Directiva de la APA y el grueso de los padres y madres por otro. Todos en la misma barca, pero remando en distinta dirección.Algunas veces se comete un error de perspectiva al identificar los intereses de los padres, madres y

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tutores legales con los que se refieren exclusivamente a los miembros de la Junta directiva de la Asociación. La comunicación entre los padres, madres y tutores legales no siempre es fluida y tampoco se puede hablar de una afinidad de pensamiento. Sin pensar en la uniformidad –sinónimo de pobreza o de silencio pasivo–, hay que fomentar hábitos de colaboración y favorecer su ejercicio. El cauce normal será la Asociación, el Consejo escolar, los Vocales de curso…Otro reto es la relación con el profesorado. No es positivo elevar a categoría las anécdotas de los desencuentros que puedan producirse.

El mayor reconocimiento que reciben los colegios religiosos no nace de razones ideológicas, sino prácticas. Se estima y busca el colegio religioso porque ofrece seguridad “ante una sociedad contemplada como difícil u hostil. El colegio religioso es, más que los públicos, sinónimo de disciplina, control, ausencia de conflictividad y de problemas” . Algo muy delicado es saber qué encubren –en la mentalidad de los padres– términos como disciplina, control o ausencia de conflictos y problemas. Para algunos padres puede existir un modelo de colegio invernadero o de colegio protector frente a la sociedad, que tiene muy poco que ver con nuestro modelo de colegio.

Hay que tener toda la cautela necesaria porque el modelo de Colegio que algunos padres sueñan responde a intereses muy particulares y es un centro con actividades –muchas veces con adornos superfluos– a pero sin proyecto y diseñado en función de las aficiones de su hijo o su hija. Legalmente, padres y profesores ya están incorporados a la tarea colegial. Ahí están los Consejos Escolares que se renuevan periódicamente. Hace falta, sin embargo, que no nos quedemos exclusivamente en los requisitos

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legales y que la participación –como derecho y deber–, sea una realidad en nuestros centros. Algo que no se improvisa y que rebasa los mínimos urgidos por la legislación. Se deben interpretar como una meta de salida para llegar a la meta de llegada del diálogo sincero, el conocimiento mutuo y la amistad. En una palabra, escuelas de participación y de escucha recíproca donde se den cita los hombres y mujeres que van a ir asumiendo funciones en el entramado de la educación y a encarnar los valores característicos de nuestra propuesta educativa.

En este contexto habría que recordar que los profesores y los padres tienen roles muy diferentes. El padre está unido al colegio a través del hijo o la hija. Unión temporal porque el paso del hijo o hija por el colegio también lo es. El profesor, sin embargo, permanece, ordinariamente, durante mucho más tiempo en el centro. Su función es más estable y duradera y, evidentemente, tiene un radio educativo más amplio. Por eso los profesores son piezas insustituibles en la comunidad educativa y ningún proyecto será viable sin su concurso. Si falla este presupuesto, la identidad de nuestros centros se puede diluir progresivamente.

Ofertas de participación para los padres

La colaboración de los padres y los tutores legales en la vida del colegio admite distintas fórmulas. Una de ellas, a través de las Asociaciones de padres y madres de alumnos que se rigen por estatutos propios donde se indican sus competencias. Aunque el asociacionismo sea hoy un exponente del espíritu democrático de nuestra sociedad, existe una cierta resistencia a la participación y, con frecuencia, las convocatorias de las asociaciones de padres y madres encuentran escaso eco. También puede darse la falta de sintonía

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entre algunas actividades organizadas por las APAS y las líneas maestras del colegio. Se trata, entonces, de tener muy presente que el Carácter propio es la columna vertebral del centro y referencia orientadora permanente. No se puede hablar de solidaridad o austeridad y, paralelamente, organizar actividades de marcado carácter elitista.

El asociacionismo de los padres de alumnos y de los tutores y representantes viene siendo, desde hace algún tiempo, un vehículo de integración de los padres en la estructura organizativa de los colegios agustinianos. En estos últimos tiempos se ha recorrido bastante trecho en orden a alcanzar una inserción más sistemática y mejor coordinada. Por eso se puede decir que, a estas alturas, el diálogo escuela–familia es hoy valorado y asumido como necesario. Las APAs se han consolidado como un elemento de integración y participación, y la actuación de los padres en los Consejos Escolares se ha concretado, por lo general, en gestos y decisiones de apoyo.

Un servicio formativo de la comunidad educativa, que cada vez se siente más necesario, es el de las Escuelas de Padres. Debería ser objetivo ineludible de todo colegio agustiniano, como de toda la escuela católica. Siempre se ha considerado la tarea de padre como algo natural, difícil, que se aprende por sí misma. Cada vez más, los padres van adquiriendo conciencia de la importancia y complejidad de la primera educación de un ser humano. Acuden algunos a las obras de divulgación que ofrece el mercado sobre la materia y corren el peligro de mayor confusión y perplejidad por el enfrentamiento de teorías, según las escuelas de procedencia. Se echa en falta una enseñanza estructurada de la tarea de padre y madre de familia, un foro de diálogo e intercambio de criterios. Y aquí podría situarse con todo su potencial benéfico una

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formación permanente programada para los padres, coordinada desde la dirección, el Departamento de Orientación o de Pastoral del colegio. Con una metodología activa y participativa y una dinámica grupal abierta que propicie un fluido intercambio de experiencias, así como un clima creciente de amistad.

Una de las posibilidades reales de acción educativa es la tutoría. Tanto en relación con el grupo como en las entrevistas personales con los alumnos y sus padres. Por su importancia, la acción tutorial no debe dejarse a las posibilidades y la espontaneidad de cada tutor o tutora y debe contemplarse en el Proyecto educativo –más concretamente, en el desarrollo del Plan de acción Tutorial– un formato mínimo sobre el contenido de los tiempos de atención grupal como de las entrevistas

Desde las APAs, y fuera de ellas, gracias a núcleos minoritarios y comprometidos de padres, de acuerdo con las direcciones de los colegios, han ido surgiendo iniciativas de convivencia y actividades religiosas, culturales, formativas, recreativas y festivas que tienen al colegio –sus locales, infraestructuras y recursos– como aglutinante.

El servicio de tutoría y orientación es un vínculo de relación de singular relieve para los padres con el colegio. Se van quedando atrás situaciones en las que la escuela y la familia se ignoraban e incluso se enfrentaban a causa de falta de información por parte de los padres y, también, de insuficiente disponibilidad por parte de los educadores. En la actualidad, la información que se da a los padres es completa y las programaciones reservan tiempo suficiente en el calendario escolar para facilitar el intercambio de opiniones y diálogo entre los padres

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y los tutores de sus hijos, aunque –en ocasiones– los horarios programados suelen pueden tropezar con los horarios laborales de los padres. Son cada vez más numerosos los que hacen buen uso de esos instrumentos de cooperación educativa.

En la relación con los padres, cada día aparecen –como ya he señalado anteriormente– situaciones familiares y conyugales más delicadas que tienen una incidencia clara en los hijos. El elevado número de estos casos y su complejidad, a veces, puede desbordar el alcance de los tutores y hasta del departamento de orientación. Puede ser que haya que ir pensando en la incorporación del terapeuta familiar allá donde sea necesario y posible.

Es evidente la importancia que tiene una profunda colaboración entre padres y maestros para alcanzar la calidad educativa de los alumnos, empezando sobre todo por los más pequeños. “Desde su primera edad el niño es muy receptivo ante los conflictos de los adultos de su entorno, que pueden dejarle huellas indelebles. Con mayor razón es sensible a estos conflictos cuando empieza a comprender y a preguntarse quién se equivoca, quién tiene razón, de qué lado está la verdad, él que aún no entiende de medias tintas y que es impermeable a ciertos compromisos de la vida adulta en sociedad... Pero en un momento dado, tiene que acomodarse a unos y a otros, para evitar sus iras... Corre entonces el riesgo de aprender a ser astuto, de caer en el oportunismo y en esa especie de flexibilidad en las relaciones personales que es una puerta abierta a la hipocresía” . Surgen, en este sentido, conflictos procedentes de una minoría de padres cómplices y superprotectores, sistemáticamente ocultadores de las deficiencias de sus hijos, cuando no opuestos a decisiones que podrían contribuir a corregirlas.

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Otro marco idóneo para convocar a los padres y ofrecerles medios de refuerzo para su acción educativa y evangelizadora son las Escuelas de padres y los grupos o Aulas de crecimiento en la fe. Un riesgo que tienen las primeras es que se conviertan exclusivamente en laboratorios de análisis y evaluación de la vida del centro. Algo que es competencia del Consejo escolar y puede desvirtuar la finalidad de las Escuelas de padres. Por eso es importante seleccionar un temario y tener muy claro que se trata de un instrumento al servicio de la formación sistemática y periódica de los padres.

Al comienzo del curso no debiera faltar la oferta de una catequesis de adultos a través de algún grupo –con el nombre que se juzgue más conveniente– para acompañar en la fe a los matrimonios que puedan buscar un espacio para profundizar en su fe cristiana. La pastoral actual es un triángulo de amplia base infantil, se adelgaza después de la primera comunión, más en la confirmación y, prácticamente, aquí se cierra el programa catequético que presenta el colegio desde el Departamento de pastoral. ¿Cubren esta necesidad la parroquia y la diversidad de movimientos que existen hoy en la Iglesia? En algunos casos sí, pero no olvidemos que hay muchos adultos la única tangente de contacto con la Iglesia es el colegio. La coordinación de la pastoral escolar con la pastoral diocesana y parroquial no es un tema menor y constituye, en muchos casos, una fuente de conflictos. La pastoral de conjunto es algo muy distinto al conjunto de actividades pastorales que se desarrollan en un territorio parroquial. Es la hora del diálogo para aunar criterios, de la creación de estructuras de cooperación, el ejercicio de la coordinación y el espíritu de comunión. Todo menos ignorarnos o desarrollar proyectos paralelos a la parroquia o

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la diócesis. “Dando testimonio de comunión, la comunidad educativa católica es capaz de formar a la comunión, la cual, como don que viene de lo alto, anima el proyecto de formación a la convivencia y a la acogida”.

II. Los Estudiantes o Alumnos

Hay que hablar menos de los alumnos y más con los alumnos. Son el centro del acto educativo. Hijos biológicos de sus padres y, al mismo tiempo, también hijos de una cultura que ha modelado unas generaciones que “Crecen en la lógica del individualismo pragmático y narcisista, que suscita en ellas mundos imaginarios especiales de libertad e igualdad. Afirman el presente porque el pasado perdió relevancia ante tantas exclusiones sociales, políticas y económicas. Para ellos, el futuro es incierto. Asimismo, participan de la lógica de la vida como espectáculo, considerando el cuerpo como punto de referencia de su realidad presente. Tienen una nueva adicción por las sensaciones y crecen, en una gran mayoría, sin referencia a los valores e instancias religiosas” (DA 51).

Así son los alumnos que se sientan delante de nosotros cada mañana y no hay otros. “Es mucho más fácil amar a los alumnos que no existen, que acompañar a los que existen. Como también es más fácil hablar de los muchos logros que se podrían alcanzar si los alumnos fueran otros” . La acción educadora gravita sobre el alumno y se ha de ajustar a su perfil y a sus necesidades concretas. Entran aquí las notas diferenciales que la cultura, el momento evolutivo, el ambiente familiar o social...etc. acompañan y singularizan a cada persona.

El concepto de formación permanente hace que el título de alumno acompañe al ser humano durante toda su vida. En este apartado nos referimos,

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naturalmente, a esos niños y jóvenes que, en el marco de la escuela, siguen un proceso educativo reglado. “La primera observación que hay que hacer es que las aulas albergan a unos niños y unos jóvenes que viven la etapa más frágil e inestable de su historia personal. Todo es incipiente e inacabado: el desarrollo físico, la autonomía económica, el deseo de independencia ideológica... Se llega, así, a la conclusión de estar ante un período determinado, necesariamente, por la dependencia”.

Su falta de identidad y su grado de contrariedad se deben, en parte, a la indefinición y variedad de propuestas que reciben. Cuando los etiquetamos como consumistas, interesados sólo por el presente y con escaso sentido del sacrificio y de la responsabilidad, estamos ante una radiografía más amplia que abarca también a los adultos. El escepticismo ético y la incoherencia que les caracteriza, se producen por inducción o contagio del aire que respiran.

En el documento de Aparecida se dice que la Escuela Católica “está llamada a transformarse, ante todo, en lugar privilegiado de formación y promoción integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura…” (DA 329).

Y en el texto Vayan y enseñen, leemos: “Los estudiantes esperan de la Escuela Católica obtener herramientas para desenvolverse adecuadamente en la sociedad cambiante que les ha tocado vivir. Buscan en sus educadores formación para un ejercicio responsable de la libertad en este mundo de tanto relativismo; esperan una educación para la ciudadanía que les permita su incorporación crítica y reflexiva en la sociedad; y quieren ser educados en la experiencia de la solidaridad y del diálogo intercultural para enfrentar adecuadamente el mundo poblado de individualismo y de ocultamiento del otro que es diferente. La juventud clama por encontrar testimonios de vida, modelos que iluminen su caminar y esperan que sus procesos

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formativos les ayuden a descubrir el sentido de la vida” (VyE 63).

Tienen derecho a que la actividad escolar les ofrezca ocasiones de crecer y madurar en todos los aspectos de su personalidad . A primera vista, parecería una advertencia innecesaria –por obvia–, pero merece un subrayado especial en un tiempo de saberes fragmentados y carencia de concepciones educativas globales. Hay personas que han desarrollado algunas dimensiones de su vida y otras son parcelas áridas donde no se ha cultivado nada. Por eso es conveniente hablar de crecer y madurar en todos los aspectos humanos. Un sistema educativo que no ofrezca esta posibilidad, creará hombres y mujeres incompletos.

Frente a los contenidos de ficción que ofrecen los medios de comunicación –especialmente la televisión–, la escuela tiene que marcar acentos tan esenciales como el sacrificio, el valor de lo cotidiano y ordinario, la fidelidad a unos principios morales, el afán de superación…Todo lo contrario a que nuestros niños y jóvenes se muevan en la desconfianza, el conformismo y el culto a ídolos como el poder o el dinero. En este contexto, la familia está llamada a irradiar un conjunto de valores que marquen pistas hacia la verdad, la sabiduría, la sensibilidad, el trabajo, el respeto, la apertura a la trascendencia. De lo contrario, nuestros alumnos se instalarán en una eterna adolescencia víctimas del síndrome de Peter Pan.

Los estudiantes o alumnos conforman el eje en que convergen las energías centrípetas de la comunidad educativa (objetivos, procedimientos, actividades, iniciativas, etc.) y el centro de las ocupaciones

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educativas del resto de los miembros de la comunidad.

La escuela se está erigiendo en uno de los primeros factores de socialización afectiva de nuestros niños y jóvenes. Junto a alumnos de familias normalmente constituidas, los colegios reciben a alumnos de familias desestructuradas, con carencias afectivas por defecto o por exceso. El colegio se abre para ellos como una prolongación o como posibilidad de apertura a nuevas y distintas relaciones afectivas: la relación pedagógica, el compañerismo, la amistad. Escuelas del tipo de la agustiniana están en condiciones de competir ventajosamente con la calle como espacios de socialización y adquisición de amigos. Por lo que se refiere a los saberes de vida, opiniones y creencias, la escuela tiene un competidor poderoso; se trata de los medios de comunicación de masas. Hablando en términos de confrontación, una coalición entre familia, escuela y amigos de procedencia escolar y familiar homogénea, puede contrarrestar el poder de los medios y conformar la mentalidad de los alumnos. Lo que no cabe duda a los expertos en sociología de la religión es que la escuela es el lugar adecuado para la educación en la fe de los niños y jóvenes. “Está demostrado que tanto la solidez en el vínculo de afiliación religiosa como la fidelidad en la práctica de la religión entre los jóvenes, guarda una estrecha relación con el tipo de instrucción religiosa recibida en el centro escolar”.

“Aquel que no pueda sonreír, no debe abrir tienda”, dice un proverbio chino. Traducido al contexto de la educación se podría decir: aquel que no ame a los niños y a los jóvenes, no debe presentarse en un aula. Los niños y jóvenes reales, de carne y hueso, vestidos y peinados a su manera. La educación, como la medicina y la sastrería, no se entiende sin unas personas delante

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que presentan unos síntomas concretos, tienen una talla, una personalidad y unos caracteres singulares. La contemplación y aceptación de la realidad infantil y juvenil, determinan el grado de identificación del educador con su misión. Evidentemente, es mucho más fácil amar a los alumnos que no existen, que acompañar a los que existen. Como también es más fácil hablar de los muchos logros que se podrían alcanzar si los alumnos fueran otros.

Lo mismo se puede decir de los padres y hasta de nosotros mismos. Aunque parezca una expresión muy cruda y simple, hay lo que hay y nosotros somos lo que somos. Estos son los niños y jóvenes, los padres concretos de alumnos reales, y de lo que se trata es de que, en todo momento, nuestra forma de vivir sea un elocuente discurso (cf. La doctrina cristiana 4, 29,61).

Existen los niños y los jóvenes que la sociedad produce y su falta de identidad y su grado de contrariedad se debe, en parte, a la indefinición y variedad de propuestas que reciben. Nada le sucede a la juventud que le sea extraño a los adultos.

A pesar de la necesidad apuntada por Fernando Mayor Zaragoza, Director General de la UNESCO en otro tiempo, de unos valores que, a modo de grandes pilares, estén presentes en todos los programas educativos y constituyan una base humanística común, la realidad es otra y sería difícil llegar a un consenso sobre unos valores de reconocimiento universal. Hasta la Declaración de derechos humanos de 1948 parece estar bajo sospecha. Si antes se podía hablar de los valores como esqueleto ético-moral de la conducta, la falta de acuerdo sobre unos valores comunes debilita el carácter ejemplar de cualquier propuesta. La ausencia de valores, por otra parte, deja a la vida humana sin brújula y a la deriva.

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¿Habrá que reforzar el discurso acerca de los valores? No se trata de aumentar la literatura sobre la transversalidad, ni de regresar a lo peor de la pedagogía directiva: su dimensión ideológica y manipuladora del pensamiento. La carencia mayor que acusa la educación es la de interlocutores válidos en el diálogo alumno-educador. Los valores se perciben cuando se ven encarnados en las personas y se devalúan si el mensaje aparece como pura abstracción, sin el respaldo de la vida. “Hay maestros que son como piedras miliares: muestran el camino a los demás, pero ellos se quedan parados” (Sermón 119,2). Cuando el educador pierde autoridad moral, se termina por rechazar sus enseñanzas (cf. La doctrina cristiana 4, 27,60).

Hablar de acto educativo es, o puede ser, referirse a un todo en el que se mueve un amplio cuadro de actores: la escuela, la familia, los amigos, la calle, los medios de educación, la Iglesia, el medio social y cultural... En ese mar bracea el alumno buscando mantenerse a flote y llegar a una orilla segura donde plantar la tienda. Hay que desembarcar y buscar habitación en la gran casa del mundo.

Vamos a fijar la atención sólo en dos actores: el protagonista y el educador o educadora. El protagonista, no hay que repetirlo, es el alumno. Nos sobran fotografías, radiografías y etiquetas para definir a nuestros alumnos. Los sociólogos hacen su estudio anual y dejan sobre nuestra mesa un informe. Datos y sondeos no nos faltan; ahora, ¿qué? Como ha dicho gráficamente García Roca, el barómetro juvenil marca siempre variable . No nos sirven las imágenes estáticas ni los instrumentos fijos. Son personajes, figuras en movimiento con diversidad de identidades que pasan ante nosotros velozmente.

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Tampoco hay que invertir mucho tiempo en hojear estudios sociológicos porque se nos puede pasar la vida en el intento de describir la fisonomía de los jóvenes. La juventud no existe, existen los jóvenes. Cada uno con un nombre, una estatura, una historia. Todo lo que no sea una educación personalizada corre el riesgo de ser un mensaje sin destinatario. Algo así como la carta depositada en el buzón y que hemos olvidado escribir en el sobre la dirección. La educación personalizada exige proximidad. Lo advierte san Agustín: “Nadie logra elevar al otro a su propio nivel a no ser que él mismo descienda al nivel del otro” (Carta 11,4).

Educar es Despertar Personas

Teóricamente, es fácil estar de acuerdo sobre casi todo. ¿Quién va a poner en duda que el alumno es importante? Otra cosa es que en mi vida se vislumbren actitudes y gestos de dedicación a los alumnos, que desde mi observatorio como educador contemple la singularidad de cada persona, “pues a pesar de que a todos se les deba la misma caridad, no a todos se les ha de dar la misma medicina. La caridad fortalece a unos, pero se hace débil con otros; a unos procura edificarlos, mientras que a otros tiembla para no ofenderlos; se humilla hacia unos, se ensalza hacia otros; con estos es suave, con aquellos es severa; de nadie es enemiga, pero de todos es madre” (La Catequesis a principiantes 15,23).

La apuesta por la juventud y por el futuro puede chocar con dos obstáculos: la experiencia idealizada que los adultos podemos tener de nuestros años jóvenes que lleva a rechazar el presente, o que todo el bagaje de nuestra experiencia sirva, solamente, para

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decir que estamos ante una época de declive. Ninguna de ambas actitudes es verdadera. Decir que no todo vale y no todo es perfecto en el mundo de nuestros alumnos, es una afirmación que se puede trasladar, igualmente, al mundo de los adultos. En definitiva, nuestra mirada sobre los alumnos forma parte de una mirada más panorámica sobre la humanidad y sobre el mundo. El excesivo realismo puede ir carcomiendo esa necesaria reserva de utopía necesaria para vivir. Hay que recordar que la utopía no es ejercicio de ingenuidad, sino de madurez. “La educación sólo puede existir como quehacer regido por la utopía. Lo mismo puede decirse de la ciencia, el arte, la medicina... ¿Qué haríamos los hombres sin sueños? ¿Qué nos movería a avanzar? Pero creer en la utopía es compatible con la máxima profesionalidad y rigor científico en los medios para alcanzarla. Es más, la prueba de la solidez de nuestras aspiraciones es el realismo y seriedad en el esfuerzo para hacerlas realidad”.

“Luchar por la alegría en la escuela es una forma de luchar por el cambio en el mundo” (Paulo Freire)

Una pedagoga brasileña. Branca Jurema Ponce, titulaba su ponencia en el II Congreso de Educadores agustinianos, celebrado en Belo Horizonte - MG (3-6 septiembre de 1999): ¿Cómo está el placer en la escuela? La pregunta puede sonar a extraña en algunos ambientes. En vez de emparejar escuela con placer, escuela se suele asociar a disciplina, trabajo, renuncia... Y eso que vamos logrando borrar esa imagen falsificada de la escuela del pasado que el cine y la novela quieren recordar obsesivamente.

Hay en la pedagogía agustiniana una nota de singular importancia: enseñar con alegría (cf. La catequesis

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a los principiantes 10,149. Un examen del grado de satisfacción de los alumnos es fundamental para la autoevaluación de los centros agustinianos. Sin duda, tiene mucho que ver con la medida en que el alumno se sienta amado y respetado. Los niveles de exigencia académica no se contradicen ni mucho menos con esta sensación. El alumno urgido y exigido en sus conocimientos y en sus conductas, acepta esas exigencias cuando vienen de un profesorado entregado, profesional y justo, que le acompaña en sus aprendizajes, que está abierto al diálogo y a la atención personalizada y que, en definitiva, ama al alumno y quiere su bien.

Hora es de que en las Facultades de pedagogía y de psicología se estudie una asignatura –o se dedique un curso monográfico– a las cualidades terapéuticas del buen humor. El buen humor es saludable y, más que una cierta facilidad para la carcajada, es un talante frente a uno mismo y frente a la vida. Charlot no ha pasado a la historia como un vagabundo fracasado. Detrás de esta creación genial de Charles Chaplin, se esconde el sabio, el poeta, el soñador de un mundo mejor, el hombre de bien siempre defensor de los más débiles e indefensos. Casi todos hemos descuidado el cultivo del humor y de la ternura. Por eso, frecuentemente, nuestros juicios son tremendistas y solemos pintar la realidad con colores oscuros. Alguien escribió que el humor es “una manera de sonreír entre lágrimas”. Trasladado al complejo mundo de la educación, el humor sería una manera de sonreír entre satisfacciones y desencantos. Dicho de otro, una forma de entrar y estar en el aula, un modo de entender la educación desde un ángulo positivo, desde una mirada cariñosa y profunda.

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Una de las novedades importantes de san Agustín en su obra La Catequesis a principiantes es que introduce la observación psicológica y la reflexión metodológica acerca de la enseñanza religiosa. Hay apuntes de una modernidad sorprendente. Habla del lenguaje, del ambiente como elemento que favorece o impide el aprendizaje, de las condiciones psicológicas del alumno, del aburrimiento –tanto del que enseña como del que aprende–, de la rutina, del amor en la enseñanza y de la alegría en la entrega a los alumnos.

Lo que san Agustín señala como actitudes necesarias para la catequesis se puede ampliar, sin forzar para nada los textos, a la enseñanza en general. “Lo que hay que conseguir en la catequesis –advierte Agustín– es que el catequista enseñe con alegría, porque cuanto mayor sea su alegría al enseñar, tanto mejor será la disposición de los oyentes al escuchar. Y, sin duda alguna, se nos escucha con mayor agrado cuando también nosotros nos recreamos en nuestro propio trabajo, porque el hilo de nuestro discurso vibra con nuestra propia alegría y fluye con más facilidad y persuasión” (La Catequesis a principiantes 2,4). Y, teniendo delante la segunda Carta de san Pablo a los Corintios (9,7), subraya: “Si Dios ama a los que comparten los bienes materiales con alegría, ¿cuánto más no amará a los que dan la riqueza espiritual?” (La Catequesis a principiantes 2,4).

San Pablo y san Agustín insisten en una misma idea: No se trata sólo de dar, sino de dar con alegría. Buen lema para educadores. A nadie se le escapa que la alegría verdadera es un clima interior, la temperatura del espíritu. Algo perfectamente compatible con el trabajo profesional más serio y sistemático. Hay posturas de seriedad artificial que dan risa por su teatralidad. Y la tristeza puede tener un doble filo hiriente porque nos endurece, nos atrinchera y es, a veces, una forma de atormentar y atormentarnos.

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Un papa que sólo vivió treinta días como papa –Juan Pablo I– tuvo muy poco tiempo para escribir encíclicas y documentos solemnes. Nos dejó como testamento una sonrisa inolvidable. Cuando era Albino Luciani había escrito: “Ayudar en lo que esté en nuestras manos, no llevarse mal, ser comprensivos, mantenerse serenos y sonrientes (¡todo lo que se pueda!); en estas ocasiones, eso es amar al prójimo sin retórica y con sentido práctico” .

Luchar por la alegría en la escuela –de acuerdo con la frase de Freire que encabeza este apartado– tiene mucho que ver con los profesores: “En muchas ocasiones (...), nos acercamos a nuestro trabajo entristecidos y molestos porque no se nos concede disfrutar del orden deseado para nuestras cosas y porque no podemos llegar a todo. Y así la exposición, que nace precisamente de esta tristeza, resulta menos agradable porque brota con menos lozanía de la aridez de nuestra tristeza” (La Catequesis a principiantes 10,14). Hacemos nuestras programaciones, nuestro calendario y resulta que el ritmo de la clase no responde a nuestras previsiones. Comenzamos, entonces, a repetir diariamente que vamos muy atrasados, el curso pasado ya habíamos terminado este tema, si continuamos así, probablemente, no vamos a poder concluir el programa... El resultado es que nos presentamos en el aula cariacontecidos y tensos.

La alegría es una cualidad del espíritu, no tanto un estado de ánimo –que siempre será inestable y en cordillera al igual que la gráfica de un electro– como un clima interior, una capacidad de activar lo mejor de nosotros mismos cuando el viento nos da de cara.

Hacer Camino con Ellos

Hay un ellos y un nosotros que es inevitable. Edades y papeles diferentes, distinta formación... Por intentar

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borrar todos los límites se ha caído en el ridículo de improvisar un lenguaje o vestir unas prendas que contrastan con los datos del carnet de identidad. También sucede que las diferencias objetivas se amplían, se establece una frontera y, en una parte, se colocan los que ya han llegado, los responsables y maduros, los hombres y mujeres de experiencia... y, de otra parte, los que están por llegar, los jóvenes inconsecuentes y contradictorios. Mal esquema para establecer la confianza y peor guión para cualquier diálogo educativo. Así las cosas, son los alumnos quienes tienen que hacer el viaje hacia el territorio de los adultos.

Sin renunciar cada uno a desempeñar el papel propio, hay que romper el esquema de caminos separados. La escuela es un ámbito de encuentro que hace posible situarse en un mismo camino. El proyecto de persona y de sociedad que la escuela propone no lo han agotado ya los educadores, sino que también es su proyecto. Se me ocurre una comparación que entenderán muy bien las que han sido madres. Durante un embarazo, no solo crece el niño. Hay también un crecimiento de la madre o, mejor dicho, de los padres. Un crecimiento espiritual, una transformación que se escapa a cualquier ecografía.

Hacer camino con ellos es una consigna que se abre en dos direcciones: reconocer a los alumnos como constructores del camino, o caminar con ellos. No todos los caminos están ya trazados. La vida ofrece una permanente novedad y desborda las previsiones. Y los caminos ya abiertos, son muchos, demasiado largos, y, con frecuencia, excesivamente empinados como para hacerlos en solitario. Hay, sin embargo, un ejercicio desigual de reciprocidad. Los alumnos son más permeables y el influjo de los educadores es

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mayor que en dirección inversa. Por eso es oportuna la advertencia de san Agustín: “De la misma manera que eliges con cuidado lo que has de comer, debes elegir con cuidado lo que has de enseñar. Lo que tú enseñas es el alimento de quien te escucha” (Comentarios a los Salmos 51,10).

Conocer sus Circunstancias

Lo dijo Ortega y los demás lo hemos repetido mil veces como una melodía pegadiza. Cada ser humano está rodeado y condicionado por sus circunstancias. No quiere decir que suframos de una absoluta indefensión ante las circunstancias, sino que hay que contar con ellas porque forman parte de nosotros mismos.

¿Qué circunstancias rodean a nuestros alumnos? Es una pregunta fundamental para que la educación no nos pille con el paso cambiado. La respuesta es difícil y sólo cabe un esbozo muy general de aproximación. Los jóvenes están inmersos en un mundo y una sociedad que participan de la convulsión de una crisis cuya amplitud llega a todos los repliegues de la vida. Todos respiramos una atmósfera común de perplejidad, de sospecha y de incertidumbre que genera inseguridad. En este mar bracean los jóvenes.

Un círculo más próximo es la familia. Tampoco goza de buena salud. Se habla de la necesaria revisión de las relaciones conyugales, de alternativas posibles, de profunda crisis institucional. Hay muchos niños y jóvenes que – aunque convivan con sus padres biológicos– padecen una orfandad moral por la falta de unos adultos que sean referentes claros para una vida de crecimiento integral. Niños y jóvenes que se mueven en un espacio donde la autoridad está ausente, donde los adultos no ejercen como tales. No

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hay que tener miedo a decirlo: Sin intervención no hay educación. El ejercicio de la autoridad nada tiene que ver con autoritarismo arbitrario; la autoridad nace del amor, mientras que la permisividad supone mirar hacia otro lado y permitir que el hijo o la hija viva esclavo de sus caprichos y alejado del autodominio. Advierte san Agustín: “Hay una misericordia que castiga y una dureza que perdona. Es cruel dejar a un niño que juegue con un nido de víboras. Es misericordioso el no dejarle, aunque para ello haya que recurrir al castigo” (Carta 153, 6, 16).

El cuadro de la familia actual es variopinto y todos hemos encontrado, en nuestra relación con los padres, una amplia variedad de situaciones. La cadena de bautismos y de primeras comuniones no se rompe por razones de imitación social o, simplemente, para evitar que el niño se sienta o sea tachado de distinto. Hay una sacramentalización social que no significa transmisión y cultivo de la fe en el marco familiar.

Otro rasgo que no podemos olvidar es el espíritu consumista. Ya se habla de una cultura del consumo que nos envuelve e incita a todos. Los grandes almacenes son, hoy, los templos del consumo que reúnen a miles y miles de persona. Por eso se abre paso con dificultad la exigencia ética de la austeridad. Hay una pregunta que debemos hacernos descaradamente: ¿nuestras estructuras organizativas presentan una alternativa a esta cultura?

Finalmente, la ausencia de pensamiento crítico por el gran poder de los medios de comunicación. Se impone el cultivo del pensamiento autónomo y libre para que no vaya avanzando posiciones la cultura del telespectador-oyente pasivo, indefenso ante la avalancha de publicidad, de mensajes cerrados, de

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noticias hábilmente maquilladas. Es necesaria la osadía de pensar por nosotros mismos.

Hasta aquí, algunas de las circunstancias que acompañan a nuestros alumnos y nos acompañan, también a nosotros. Ellos, sin embargo, tienen un sistema inmunológico menos defensivo que el de los adultos. Por lo menos, teóricamente. En la práctica no siempre sucede así y somos agentes de transmisión de todos los factores de riesgo que se han apuntado. Aunque sea insistir sobre una idea que aparece en otros temas, los niños y jóvenes sufren hoy de soledad. En algunos casos, viven su dolor y sus dudas en una cierta clandestinidad que, a juicio de psicólogos y psiquiatras, va incubando depresiones y trastornos a una edad demasiado temprana.

Ante la hostilidad de un ambiente agresivo o poco gratificante, pueden producirse reacciones que van de la marginación voluntaria a la evasión que compensa muchos fracasos. Son respuestas equivocadas a un problema verdadero.

En este marco, educar es hacer juntos un mismo camino. ¿Qué cómo se hace todo esto? No existe un manual porque cada persona tiene una historia singular. Una advertencia, no obstante, que no debemos olvidar: no se trata de preparar a los alumnos para la vida adulta, sino de sumergirnos todos responsablemente, apasionadamente, en la vida que ya estamos viviendo y de la que nos estamos ocupando. Quien entiende su propia vida con los otros y para los otros y quien lleva en el alma la cicatriz de muchas rectificaciones, puede ser experto en humanidad, puede acompañar y puede proponer con un exquisito respeto a la libertad: “No quisiera que nadie aceptase pasivamente lo que enseño para ser mi seguidor, a no ser en aquello que él mismo descubre que no estoy equivocado” (Sermón 23, 1,1).

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III. Los Exalumnos

El documento Vayan y enseñen presenta una definición de exalumno que me parece muy precisa porque no concede de forma automática este título a todos los egresados, sino a aquellos que “contienen las riquezas de la enseñanza y la vivencia de la comunidad escolar en la cual han estudiado” (69). Solo éstos están llamados a “ser parte activa de la comunidad educativa” y a aportar “su mirada crítica y sus propuestas de renovación” (69).

Sabemos que los vínculos de algunos exalumnos se rompen nada más que abandonan nuestros centros, e incluso quienes dejan como herencia una selección de recuerdos negativos y volverán el día que necesiten algo de nosotros. Otros, por el contrario, conservan el sello agustiniano como algo imborrable. Todos los antiguos alumnos pueden mantener relación con el Colegio a través de su propia asociación, si es que está constituida. Renuevan su pertenencia cuando vuelven al colegio como padres, como profesores y como monitores de actividades complementarias. La estadística numerosa de antiguos alumnos en la vida del colegio puede ser una garantía de transmisión de la propuesta pedagógica agustiniana en su pureza. Se abre aquí un campo que no se limita al profesorado, sino como colaboradores en la pastoral y otras muchas actividades culturales, deportivas, de voluntariado que enriquecen la propuesta que hace el centro.

Hay dos iniciativas que –por lo menos en los ambientes que conozco– todavía no se han traducido en realidad: Las Asociaciones de profesores agustinianos de un propio país o de diferentes países y la integración de los profesores en las llamadas Fraternidades de Agustinos Seculares que, como sabéis, es una forma

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de pertenencia jurídica a la Orden desde el mundo laical. Lejos de crear división, la existencia de estas asociaciones y fraternidades, se presentarían como una oferta expansiva y libre a todos los miembros de la comunidad educativa que, compartiendo ya una misma visión global de la vida, quieren ser partícipes de otros valores del patrimonio agustiniano.

Los exalumnos son brazos que amplían el radio de influencia del colegio, ríos de agua agustiniana llamados a fecundar familias y a hacerse presentes en la sociedad.

IV. Actitudes que Mantienen la Pasión por la Educación

Contemplar la educación desde una mirada de realismo positivo

Nadie es capaz de ver la realidad como es, sino que todos la interpretamos. Sucede lo mismo con los alumnos y alumnas. Según somos y según es nuestro estado de ánimo, tendemos a interpretar el mundo que nos rodea. Si el mundo está mal, los jóvenes también, naturalmente. Los jóvenes, los adultos... nadie se escapa de ese anatema que cubre el universo. La pasión fundamental del educador está estrechamente unida a su esperanza y consiste, fundamentalmente, en la gratuidad.

Nuestra visión puede quedar cautiva de una realidad que es la suma de las anécdotas negativas sumadas y repetidas durante los momentos en que tomamos juntos un café. Sólo una mirada sosegada y compasiva puede descubrir otros ángulos más soleados. De esta mirada panorámica dependerá nuestro juicio sobre los jóvenes, sobre los alumnos, sobre sus padres. En

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vez de multiplicar las condenas y los aspavientos, no hay más sendero que sentirnos carne de nuestro tiempo y entablar una relación de diálogo samaritano. Se impone un ejercicio de humanidad para no perder el tren de la educación y entablar una relación interpersonal que induce valores porque compartimos tiempos, espacios y búsquedas.

Dicen los psicólogos y psiquiatras que a partir de la aceptación de la realidad se puede reconstruir toda una vida. Acompañar a alguien en momentos de dificultad es un privilegio. Nadie tiene un hijo problema o un alumno problema, puede tener un hijo o un alumno necesitado. Hay algo que me hace pensar. Los avances en la curación del cáncer y de otras de esas enfermedades que produce un gran respeto solo pronunciar su nombre, son grandes. La educación, sin embargo, parece que tropieza con los problemas de siempre y que su función sea seleccionar a los más capaces. Una doctora que trabaja en oncología infantil decía que “cuando no podemos curar hay muchísimo que podemos cuidar”. También tendríamos que recordarnos los unos a los otros hoy que cuando no podemos despertar la motivación de un alumno por el estudio o por el valor del orden y de la disciplina, sí podemos cuidar que esa persona no inicie caminos equivocados, no se sienta marginado o perdedor, y descubra que él también es el custodio de un tesoro, unas habilidades por desarrollar y una vida por disfrutar.

Esto nada tiene que ver con el paternalismo protector que, a la larga, abandona al desamparo. La meta de la educación es la libertad del alumno y no crear dependencias ni sentirse imprescindibles. San Agustín reflexiona a partir de la observación de la alimentación infantil: “Como una madre da de comer a su hijo pequeño,

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no para que se quede pequeño, sino para que crezca, el buen maestro debe dar a sus pupilos el alimento apropiado para que llegue el día en que, habiendo crecido, ellos mismos sepan procurarse el alimento” (Sermón 23, 3,3).

Tampoco podemos negar que la educación es una caja de sorpresas, una permanente novedad que, a veces, nos desarma por el carácter inédito de algunas situaciones. No importa que se acumulen las dudas y las preguntas. Un día sin preguntas es un día sin respuestas y, cuando nos acercamos al núcleo de la educación –que es su fibra humana–, hay preguntas que duran toda la vida.

Necesitamos reconciliarnos con nuestro trabajo, con nuestros alumnos y con sus padres, soldar nuestra historia, repasar el zurcido de experiencias anteriores, cuidar nuestro mundo interior. No podemos dedicar lo peor de nosotros mismos a construir nuestra propia casa. Hay dietas de mantenimiento, de trabajo y de crecimiento. ¿Qué dieta aplicamos a la alimentación de nuestra interioridad? ¿Qué grado de ilusión nos mantiene vivos e ilusionados en nuestra misión como educadores? “La educación no puede ser meramente un modo de ganarse la vida, sino que tiene que ser un modo de ganar a la vida a los demás, de provocar las ganas de vivir con pasión, son sentido, con proyecto, de vivir dejando huella profunda en la historia y en el corazón de los demás” .

-Cuando los educadores personales han sido sustituidos por educadores anónimos, atreverse a educar en el aula y desde el testimonio de la propia vida

Un serio problema de la sociedad actual es que “Todos enseñamos y nadie se atreve a educar. Los educadores personales

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han sido sustituidos por los educadores anónimos. Hoy educa la sociedad anónima. Sus poderes sin nombre y sin rostro crean una atmósfera de evidencias, rechazos, convicciones y esperanzas que desplazan a los anteriores educadores (familia, escuela, grupos sociales, libro, iglesia…)” .

Enseñar y educar son dos tareas que, fácilmente, se confunden o se solapan y que, sin embargo, son distintas. La instrucción se refiere a la transmisión de contenidos intelectuales, mientras que la educación abarca a toda la persona. El educador no se limita a comunicar lo que conoce sino que manifiesta su propia subjetividad, hace referencia al yo, a lo vivido en primera persona. Lo que necesita el niño o el joven son modelos personales y no ideas de carácter indefinido. Cuando el educador oculta su yo y sólo expone “objetivamente” lo sabido, pero no se implica en el proceso de narración ni en la valoración de lo que explica, desaparece la subjetividad y no hay lugar para la educación que, fundamentalmente, es transmisión de valores y de sentimientos, formación de la conciencia.

San Agustín es explícito: “Para que al orador se le oiga obedientemente, tiene más peso su vida que toda la grandilocuencia de estilo que posea” (La doctrina cristiana IV, 27, 59). La vida de quien habla es, por tanto, el argumento que más convence (La doctrina cristiana IV, 27,59). “Los que hablan con elocuencia son oídos con gusto. Los que hablan sabiamente, con provecho” (La doctrina cristiana IV, 5,8). “Con las solas palabras ni las palabras se aprenden” (La doctrina cristiana XI, 36). Albert Einstein escribió: “Si tu intención es describir la verdad. Hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre”. No sobra nunca la elegancia, pero que el mensaje no se pierda en un bosque de palabras.

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La belleza de las palabras y la utilización de los medios de comunicación en el aula son elementos importantes, sin duda, pero no olvidemos la reflexión que hace san Agustín: “¿De qué sirve una llave de oro si no puede abrirnos la puerta que queremos traspasar? O, ¿qué hay de malo en una llave de madera si cumple su misión de abrir lo que estaba cerrado?” (La doctrina cristiana IV, 11, 26). Un aviso oportuno que no minusvalora las nuevas tecnologías, pero las subordina a la función insustituible del educador.

–Ser capaces de crear una escuela que despierte y promueva el ejercicio de la inteligencia y del corazón

Si la propuesta agustiniana tiene como símbolos el corazón y el libro – la razón y la afectividad de la mano – será necesario subrayar el compromiso con la inteligencia. San Agustín nunca la abandonó y llegó a afirmar que “la fe que no comienza por el pensar, no es fe” (La predestinación de los santos 2, 5). Intus–legere, significa leer dentro o desde dentro. Capacidad de comprenderse y leerse uno a sí mismo, comprender a los demás, comprender el mundo y dar respuestas apropiadas a las situaciones que se plantean. Capacidad, por tanto, crítica, innovadora, de resolución de problemas...Esta reivindicación de la pedagogía creativa es hoy singularmente importante ante el riesgo del pensamiento estándar y de la clonación generalizada. El aula es un pequeño laboratorio de cultura, lugar de búsqueda, foro de diálogo, de experimentación y de creación. También puede ser útil recordar la etimología de investigar (in vestigia ire), caminar tras los vestigios, las huellas que otros han dejado marcadas. Curiosidad que lleva a ir

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más allá de lo ya conocido, a desentrañar las preguntas y las dudas encontradas.

También es Posible la Educación en el Siglo XXI

Cunde, a veces, una sensación de derrotismo bastante generalizado sobre la efectividad de la educación hoy. Es como si se compartiera una duda que inquieta, frena y hasta humilla. Que el panorama de la educación es hoy diferente nadie lo puede dudar. No es que los niños y los jóvenes actuales sean distintos, sino que también estamos ante la novedad del perfil del educador. En definitiva, educa, aquella persona que muestra una vida interesante. El trasvase directo de conocimientos no existe, todo está mediatizado por esa misteriosa realidad que, para ser educadora, tiene que ser provocadora.

Separar, y mucho menos contraponer enseñanza y educación, es por lo menos una disculpa, si no una trampa, con la que se pretende la audacia de colocar una frontera entre el aprendizaje que es fruto del esfuerzo intelectual y ese otro que tiene su fuente en experiencias vivas. Ambos procesos se cruzan y entrelazan frecuentemente. Por eso sería más exacto hablar de que la escuela no tiene otra finalidad que enseñar a vivir, abrir el libro de la vida, aprender a leer e interpretar la realidad.

Lo más grave no es ignorar la solución de un problema matemático o que se desconozca la gramática de la propia lengua, sino que estas carencias sean el reflejo de una inhibición ante el esfuerzo, la ausencia de una clara voluntad de crecer, la despreocupación ante el futuro personal, la absoluta irresponsabilidad porque

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no se tiene que responder ante ningún valor ya personalizado. Es decir, la ignorancia más preocupante es la despreocupación ante ese proyecto de desarrollo humano integral que tiene que formar parte de la propia vida. “Con algún retraso –confiesa Bonhoeffer– nos hemos dado cuenta de que el origen de la acción no es el pensamiento, sino el sentido de la responsabilidad”. Estamos, sin duda, ante la hora de la responsabilidad educativa o, formulado de otro modo, ante la educación como imperativo ético ante un siglo nuevo. No es posible la distancia entre el saber científico y el actuar humano porque nadie es agente o actor, sino que todos somos autores de nuestros actos y el reverso de la mala educación que puede haber en nuestros países, es una invitación a romper el anonimato y la despersonalización y responsabilizar tanto la vida personal como la institucional.

La educación es clave siempre, particularmente en tiempos de crisis y es, sin duda, “la mejor política económica”. Una economía sin educación es una economía sin corazón.

El lema Atrévete a pensar de Kant debe acompañarnos siempre y aceptar que el riesgo forma parte de la vida. Vivimos muy temerosos y lo llamamos sensatez, pero, a veces, es simplemente miedo. El individualismo es la gran enfermedad de nuestro tiempo y existe una obsesión por salvarse individualmente. Aprender a aprender y enseñar a aprender son tareas cotidianas irrenunciables. Lo que no se evalúa se devalúa, hay que evaluar y hacer pruebas en el sistema educativo de forma constante. Lo señala el documento Vayan y enseñen cuando en el número 71, formula distintas líneas de acción que afectan a los educadores directivos y al personal técnico pedagógico, administrativo y de servicios que trabaja en la comunidad educativa.

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Hoy existe el convencimiento común de que si queremos una educación de calidad, necesitamos unos maestros de calidad. Educadores con el alma crecida que valoren el fracaso de sus alumnos como su propio fracaso. Hombres y mujeres felices de ser maestros que conciben su trabajo como un proyecto ético y se sienten orgullosos por recibir cada mañana en el aula a un grupo de alumnos maldespiertos. Educadores que buscan la formación continua no para acaparar títulos y diplomas, sino para crecer en todas las dimensiones de su existencia y ser expertos en humanidad. Desde la coherencia de la vida y de la palabra, y desde el reconocimiento de las propias carencias y contradicciones, sobreponerse a la desesperanza y estar dispuestos a sanar heridas, a aprender del ejercicio de enseñar y convertir así su trabajo en una fuente de servicio a los demás y de alimentación propia.

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Perspectivas de un Modelo Pedagógico Pastoral Agustiniano

Hna. Asela María Martínez Peguero, MA.

“De la cabeza al corazón y del corazón a las manos”

Un modelo pedagógico, no es más que un constructo explicativo que ha cumplido ciertas reglas de verificación y de formulación. No es encontrado directamente en la observación de los fenómenos educativos, sino que es una construcción isomórfica que crean los pedagogos, no de manera arbitraria, sino a partir de la teoría que previamente ha abierto y que le sirve de marco y de guía rigurosa para abordar el sector de la educación o de los fenómenos de la educación que ha delimitado como su objetivo observable, abordable con rigor y con precisión, no necesariamente estadística.

El objeto de la ciencia de la educación es el conocimiento pedagógico, como representación intelectual de la realidad y el quehacer educativo, representación explicativa construida por los educadores y pedagogos que fundamentan y elaboran

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lo existente en sus propios escenarios, según su medida y su propio guión, según su cultura y su historia.

El modelo pedagógico es la representación teórica de las estructuras producidas en el campo de la educación. El modelo representa cada una de las relaciones que caracterizan la estructura, la cual puede entenderse como el sistema de relaciones internas entre los elementos del objeto de la educación. El modelo intenta explicar teóricamente cada elemento identificado en la estructura y en la realidad de su quehacer.

Para el desarrollo de nuestro Modelo Pedagógico, entenderemos como tal: “ La herramienta conceptual que nace y se articula de la experiencia de educabilidad, que nos permite entender mejor los fenómenos de la enseñanza y el aprendizaje que ocurren al interior de nuestras prácticas pedagógicas, permeadas por un estilo propio expresado en su filosofía, antropología, pedagogía y metodología, que a su vez se apoyan en los teóricos que más se acercan y reflejan nuestra intención educativa ; contribuyendo a identificar el carácter propio de nuestros centros, expresado en la jerarquización y priorización de ciertos valores, que a su vez evidencian el carisma educativo de la Orden, confrontan y evalúa la calidad de nuestro ejercicio pedagógico”.

El modelo pedagógico no es un hecho a acabado, sino una construcción diaria en el contexto dinámico, buscador e inquieto, de nuestras instituciones educativas. Esta propuesta, no pretende ser la última palabra, pero si un derrotero conceptual, para todos/as los agentes educativos de las instituciones agustinianas, con el ánimo de orientar la reflexión, el quehacer, la investigación y la sistematización de las buenas prácticas de nuestras comunidades educativas.

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Esta herramienta como sistematización conceptual es abierta, flexible, moldeable y permeable a las nuevas tendencias, pretendiendo no perder su identidad y su coherencia.

I. El paradigma:

La prioridad o el punto de referencia, el aspecto básico e irrenunciable de nuestro carisma educativo, es educar el interior de la persona; es el punto de llegada, la referencia última de nuestra intención educativa; con este propósito desarrollamos esta misión. El proceso de acompañar, guiar y estar presentes en el desarrollo personal que cada individuo hace para penetrar en su interior, es la base de la pedagogía agustiniana, que es “indo deductiva”, desde dentro hacia fuera; educamos el corazón, para que el conocimiento sea una herramienta de transformación personal y social, comprendiendo que el primer conocimiento a desarrollar es el de sí mismo/a, como proceso inequívoco que llevará a la meta de este camino: el encuentro con la VERDAD, que al mismo tiempo obra la integración de la fe y la vida, expresado en unas formas de relación y de actuación que priorizan la persona, el conocimiento de su realidad y la transformación de la misma. De ahí que sea prioritario y urgente, afinar todos los sistemas de gestión al interior de nuestras escuelas y colegios, para lograr direccionarlos hacia la meta final. Afinar el corazón, en un proceso de condiscipulado, para educar seres humanos-humanizados, con sentido de trascendencia y por lo tanto comprometidos/as con las causas humanas, que hagan presentes el Reinado de Dios.

El paradigma agustiniano encuentra algunas similitudes, con el modelo COGNITIVO que está centrado en el estudiante y como consecuencia le

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sobre viene la educabilidad, es decir la posibilidad de auto realizarse plenamente, a través de la auto formación de su personalidad, a partir de sus propias potencialidades. La educabilidad es lo que el ser humano puede imaginarse a partir de la autonomía del aprendizaje y de la autogestión individual y colectiva; que para nosotros se traduce en la libertad responsable, que me libera de contraponerme al otro/a, recordando que somos “prójimos los unos de los otros”, generando un estilo de convivencia humana que empezará verdaderamente a humanizarse, en la medida en que todos/as concordemos en el empeño de hacernos señores de la vida, de los sistemas y de las cosas- mas que ser dominados por ellos- y renunciemos, decididamente, a subyugar las conciencias, ni siquiera en nombre de la razón, de la verdad o de Dios. El factor determinante, en el logro de la persona libre, no es para Agustín sino la interioridad. “Porque dentro del corazón soy lo que soy” (Conf.10, 3,4). Y la persona es buena en su interior, o no lo es en absoluto. Estamos llamados a ser libres para desarrollar lo mejor de nosotros mismos, para solidarizarnos, valorando la unidad en la diversidad, sujetos de derechos y deberes, e interdependientes. Esta libertad nos lleva a ser personas dialogantes, negociadoras, mediadoras y autogestionadas, ejercitándonos continuamente en estas habilidades.

La pedagogía agustiniana es un proceso que comienza en el corazón de la persona, en su interior, que se convierte en un modo de ser, en un talente genuino que le imprime una identidad generada por los valores que vivimos en la escuela agustiniana y definido por el modo en que lo priorizamos; provocando una manera peculiar de ser, a través de la formación de la conciencia de los estudiantes; es decir estamos afirmando que existe un estilo de vida, una identidad

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agustiniana de ser y de educar. Esta identidad es adquirida, de ahí la importancia de la formación en la escuela agustiniana, para configurar las identidades personales e institucionales.

El talante agustiniano se adquiere mediante un proceso de formación, que se expresa en una cristiana actitud hacia el otro, abierta, serena, cordial, amiga, dialogante. El punto de partida es el corazón, más que la razón; el peso es el amor y uno se convierte en lo que ama, porque allí ha echado anclas tu amor. La educación agustiniana se reduce en y para el amor ordenado, de ahí que su lema sea “A la ciencia por el amor, la caridad”, y este movimiento interior, se vuelve actitud generando un tipo de persona, que a su vez es el producto del modelo educativo, con unas características personales de inquietud, hambriento de felicidad, profundamente humano, fiel amigo/a y compañero/a de todos/as, libre, sincero/a, esforzado/a, desprendido/a y generoso/a, armonizado/a y trascendente.

La educación agustiniana no hace referencia a una técnica pedagógica, sino a un clima, un talante espiritual, que impregna toda la acción educativa. El Ser humano agustiniano, busca y ama y la verdadera educación consistirá en ayudarle a la persona a ser y a compartir. El ser va unido a una propuesta de valores.La pedagogía agustiniana del amor se orienta, en primer lugar hacia el logro de un mundo interior bien arraigado. Un amor maduro según la etapa vital, se convierte en garantía de un buen ejercicio de la libertad, de integración y armonización de todas las dimensiones de la existencia. “Cada hombre es lo que ama”; “Ama y haz lo que quieras”. Con las deformaciones que la vida postmoderna ha promovido y evidenciado, acerca del amor, tenemos que decir que se hace necesario ayudar a “ordenar el amor”, de forma que

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toda la comunidad educativa, pueda llegar a tener una experiencia autentica de “amar y ser amado”, surgiendo personalidades positivas, altruistas, capaz de empatía y de confianza.

La pedagogía del amor más que una metodología es una forma de vida que hace parte de cada una de las personas que intervienen en el acto educativo. Exige un entorno epistemológico que no puede ser sino trasdisciplinar. Uno de los terrenos que con mayor exigencia se requiere de un aprendizaje fino es el de la afectividad, ya que es entrar en el terreno de las relaciones más cargadas de historia personal, de vivencia y sensibilidad. Se suele decir que amar es un arte, que la amistad es un mundo en el que los símbolos cumplen funciones determinantes por más aparentemente pequeños que sean estos.

Se podría afirmar que la pedagogía del amor constituye una metáfora de la relación educativa deseable, además de ser necesaria para redefinir el conjunto de lo que llamamos la formación, la educación como un aprendizaje de la condición humana que en este sentido se considera que la pedagogía del amor como discurso y como practica está encaminada a poner en crisis discursos pedagógicos infraccionados de lo racional, de lo estrechamente cognitivo, de lo reductivamente tecnicista como lo señala Paul Riceour, se trata de un discurso que desorienta para orientar.

La Pedagogía de Amor tiene como principio instalar en la mente inocente del niño/a, la valoración de las experiencias que conforman la vida y la aceptación del entorno y de sí mismo, para facilitar la adaptación al mundo. La base para implementar la Pedagogía del Amor es el entrenamiento de los adultos en un

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lenguaje armónico y en el manejo de sus sentimientos y emociones para que el niño/a sea acompañado/a por alguien digno de imitar, que le permita desarrollar la confianza en los adultos y en el mundo. En el mundo se manifiesta situaciones fáciles y difíciles de manejar, y es allí donde es importante aprender la valoración y el disfrute de cada una de las experiencias. Esto se llama Sembrar Amor a la Vida y es el propósito de la Pedagogía de Amor.

Agustín se inclina por una educación para la libertad, la comprensión y la responsabilidad mutua, y la educación al estilo agustiniano es sobre todo concienciación, es decir, despertar la autoconciencia para que el educando descubra por sí mismo la verdad y despliegue todo lo que contiene en su interior. Para que la persona sea ella misma es necesario que viva conscientemente, y vivir conscientemente, entre otras cosas, será vivir conociéndose. “Vuelve, vuelve al corazón y deja tu cuerpo, tu cuerpo es tu casa. Tu corazón siente también por tu cuerpo; pero tu cuerpo no siente lo que tu corazón. Deja también tu cuerpo y vuelve a tu corazón” (Comentario al Evangelio de Juan 18,10).

La persona que queremos formar:

Todo modelo pedagógico acuña una intención del deber ser y del querer ser; de la idea de ser humano que quiere generar a través del acto educativo, de lo que desea llevarlo a ser, de su máxima pretensión pedagógica. Desde la antropología agustiniana y careciendo de una definición tácita del concepto de persona en San Agustín, se han recogido numerosas pistas de su concepción del ser humano, que hoy entran a iluminar nuestro horizonte de misión en el propósito de evangelizar a través de la educación y de aportar a la sociedad un estilo de ser humano, que haga posible la Ciudad de Dios.

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El concepto de hombre-ser humano en San Agustín:

Toda gran filosofía reposa sobre un primer supuesto más o menos tácito: la visión del hombre. Para Agustín hablar del hombre es hablar de sí mismo en el nivel de individuo (Confesiones) o a escala de humanidad (La Ciudad de Dios). Las dos cuestiones de su filosofía son el hombre y Dios. Pero todos sus problemas pasan por la encrucijada del hombre. Ya adquirió esta certeza mirando al hombre interior y por autorreconocimiento del yo. De ahí que se quiera ver en Agustín la primera antropología del pensamiento cristiano, mientras se trazan sus líneas maestras. Agustín, ciertamente, es presa del estupor, la admiración y sorpresa ante el enigma del hombre y su misterio: «magna quaestio» -dirá- (Sermón 126, 3,4), «magna natura est». Subraya -como Heráclito- la magnitud y profundidad interior del hombre: «no logro realmente comprender todo lo que soy»; se ha vuelto para sí mismo cuestión, «tierra de dificultad y excesivo sudor». La vastedad de su memoria le horroriza y espanta. El hombre es el mayor milagro. Volcado al exterior, olvida el hombre el maravilloso espectáculo de su interior, como reza el célebre texto que Petrarca leerá impresionado. Urge recobrar la mirada al hombre apartándose del sentido y retornando a la interioridad.

El “hombre interior”

La concepción agustiniana obedece a la dinámica profunda del trascender, al «deseo de infinitud», traducido en cierta orientación «personalista» o en un «humanismo abierto» regido por esta ley: «ab exterioribus ad interiora, ab inferioribus ad superiora» (de lo exterior a lo interior, de lo inferior a lo superior) (Ps.145, 5). En el centro está el hombre interior, cuya realidad y virtualidad filosófica

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descubrió Agustín, dice él mismo, en el platonismo ratificando expresiones paulinas (Eph3, 16; Rom.7, 22; II CorA, 16) y también la tendencia general interiorista del cristianismo. El hombre es un ser con «intus», nueva dimensión de realidad, modo inédito de ser que le permite obviar todo determinismo absoluto y todo «naturalismo» en general, se posee y vuelve sobre sí, retorna desde su exterior. Interioridad es distintivo de la filosofía de Agustín, «el más agustiniano de todos los conceptos» (Sciacca).

Cabe distinguir tres niveles:

1) nivel vivencial o psicológico, al que corresponde la actitud descriptiva de Agustín, el reconocimiento de la geografía interior, su descollante fenomenología del yo y cuyo mérito es universalmente reconocido como caso único en el pensamiento antiguo;

2) nivel gnoseológico en el que la interioridad se hace vía, modo, método de conocimiento como encuentro con la verdad o «locus veritatis» o sede del «maestro interior»,

3) nivel ontológico o realidad peculiar, modo originario de ser, propio del hombre. No cabe, pues, reducir la interioridad agustiniana a simple método. En todo caso, por su «sentido de reflexividad» y apelación al primado de la subjetividad, se insiste en que Agustín patrocina a Descartes y a la modernidad. Agustín contrapone -a veces con extrema tensión autobiográfica- hombre exterior e interior. Sin embargo, lo exterior ha de colaborar en el conocer, pues la verdad « foris admonet, intus docet».

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Hay, así, una secuencia ascensional del trascender: «admonitio», «reditio», «conversio» (a Dios, a la luz).(Monografía de Agustín Uña, titulada “San Agustín”).

Concepto de persona:

Es indispensable el análisis de los modelos antropológicos que están a la base de una filosofía y teología de la educación, y cuál es el modelo que corresponde realmente al Evangelio, en el caso de que quisiéramos que la academia fuera un instrumental precioso para la evangelización autentica y para la generación de hombres y mujeres que correspondan al plan antropológico de Dios. Las comunidades educativas debemos avanzar en la conciencia de que es necesario abrir espacios a una valoración ética responsable del tiempo de ser humano y sociedad que nuestra educación debe generar si se quiere ser fieles al diseño del evangelio y a la finalidad última del Reino de Dios.

El asunto del modelo de persona que se quiere generar es capital, ya que esos hombres y mujeres son quienes van a gestar una nueva sociedad. Por esta razón no puede continuarse en la dinámica de “bombardear” a los estudiantes con un mosaico de modelos antropológicos, que lo único que pueden producir es una gran indeterminación, frustración y una terrible despersonalización de quienes salen del bachillerato y de la universidad, sin haber solucionado su crisis de identidad, ya que no saben quiénes son. O sin resolver su crisis de intimidad ya que no han descubierto al otro y la manera de relacionarse de un modo intersubjetivo e interpersonal. No ha resuelto su crisis de participación puesto que no tienen claro cuál es su función propia para ayudar a transforma esta sociedad según el proyecto del Dios de la vida.

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O su crisis de trascendencia que les pueda responder a su finalidad en la vida, sentido de una existencia coherente con el plano presente y el trascendente.

Para las Agustinas Misioneras se entiende así:

“Un ser humano que surja como persona, consciente de su dignidad. Sano, critico, abierto a los valores trascendente y comprometido con el Reino en la creación de una sociedad más justa y más humana. Un hombre integral, capaz de vivir la síntesis armónica entre fe, vida y cultura. Un niño (a) solidario y fraterno, en igualdad y comunidad. Con disponibilidad de servicio a la sociedad y a la Iglesia. Capaz de admiración, oración, con sentido crítico y amante de la justicia y la paz.”

La formación de esta persona implica la promoción de cada ser humano para que tome conciencia de sus propias posibilidades, valores y asuma el protagonismo de su desarrollo de manera libre y responsable. Al respecto, los documentos de la Congregación de Agustinas Misioneras, plantean: “Mediante la Educación, especialmente de la Niñez y la Juventud, Promoción Humana, colaboramos con el hombre en su proceso de plena realización, para que surja como persona consciente de su dignidad, sana, crítica, abierta a los valores, trascendentales y comprometida con el Reino en la creación de una sociedad más justa y más humana”. Esta Educación Cristiana propicia el desarrollo de un hombre dueño de su propio desarrollo íntimo, fraterno, con deseo constante de superarse y entregar lo mejor de lo que tiene desde su niñez, comprometiéndose con la realidad y abierto a la trascendencia.

Cada una de las familias religiosas que formamos la Orden de San Agustín, mirando el evangelio, el Carisma de la congregación que a su vez está inspirado en el carisma agustiniano; la regla de vida

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debe definir el horizonte de manera holística, del tipo de persona que quiere formar, de este modo si somos files al don recibido, confluiremos en una casi idéntica ruta educativa y evangelizadora, que tendrá su riqueza en la diversidad de realidades, culturas, donde este situado cada centro educativo.

II. El papel de los agentes del modelo:

Son diversas las personas y procesos que juegan un rol importante dentro de una institución educativa, a continuación expondré los más relevantes en un centro educativo agustiniano.

1. Estudiante:

El estudiante de un centro educativo agustiniano se caracteriza por los valores inspirados en la vida de San Agustín, la inquietud por el saber, la reflexividad y el amor que integra su relación con Dios, los demás y el mundo que le rodea, manejando los elementos de juicio que posee situándose positivamente frente a la realidad que se presenta conflictiva. Es de nuestros educandos la disciplina y la responsabilidad, la humildad y la transparencia; la disponibilidad que le permite la vida fraterna en comunidad y el esfuerzo por transformar su realidad a través de la ciencia y la apropiación del conocimiento como:

• Sujeto critico

• Autonomía de aprendizaje

• Autocontrol del tiempo

• Autogestor del proceso

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2. Maestros/as:

El educador agustiniano es un acompañante, su tarea y su meta, no es la información conocimiento, sino la formación –sabiduría. Fundamentalmente es un compañero de búsqueda que, desde su propia vida presenta valores generadores de actitudes humanas y facilita compartimientos cristianos. Su misión es personal y personalizada, potenciando las diferencias en clave de unidad y comunión. No todos por igual sino a cada uno según su necesidad. Necesita ser una persona en proceso de integración de todas las dimensiones de su ser para llegar a ser un ser humano interiorizado, trascendido, en comunión y buscador de la Verdad.

• Es un mediador del conocimiento

• Promueve el aprendizaje

• Genera comunicación

• Ejerce liderazgo, pensador universal, abstracto y concreto.

La formación de los maestros en las competencias necesarias para enseñar a las nuevas generaciones, tal vez sea la dimensión más importante para la mejora de la calidad de la enseñanza y de los aprendizajes de los alumnos. Tres competencias cuyo dominio por los actuales profesores, y en especial por los nuevos docentes, va a ser una de las claves del cambio educativo, pueden destacarse como fundamentales (Marchesi, 2010):

• Preparación para enseñar en la diversidad de contextos, culturas y alumnos.

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• Capacidad para incorporar al alumnado en la sociedad del conocimiento.

• Disposición para educar en una ciudadanía multicultural, democrática y solidaria.

Ahora bien, en el análisis de los nuevos retos a los que debe enfrentarse el profesorado nuevas competencias y formas de enseñar, cambios en la formación y el acceso a la profesión, desarrollo profesional, incentivación y evaluación– no debe olvidarse la agenda pendiente del siglo XX: retribuciones, tiempo de enseñanza, dedicación y condiciones de trabajo. El olvido de estas últimas puede suponer que no se acierte en las estrategias y líneas de acción que se planteen para abordar los desafíos del futuro (Metas 2021.Pág.135).

“Es una persona que vive desde el interior que se siente profesional, responsable y mediador en el proceso educativo; que vive intensamente la tarea educativa y entiende la relación con el alumno como una relación fraterna, que actúa solidariamente y de modo corresponsable con aquellos con quienes comparte la misión. Y si la fe está por medio podemos decir, una persona que se siente en la presencia de Dios, que se siente instrumento en la obra de Dios y se ve a sí mismo como ministro de Jesucristo y de la y iglesia” (aula agustiniana 2004.Pág. 73)

3. Padres de familia o acudientes:

El padre de familia ha de ser un coautor del proceso de enseñanza de nuestros estudiantes, que se involucran en las actividades académicas y comunitarias de la escuela para apoyar el proyecto de formación de sus hijos e hijas. Son padres que desde la perspectiva de la fe y del Evangelio, saben que no son los mandamientos, sino las Bienaventuranzas, el código

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ético del cristiano. Hacen de su hogar un lugar de diálogo y de comprensión, un espacio propicio para una convivencia, sana y serena. Dispuesto/a siempre a aprender y acompañar. Son conscientes que la mejor disciplina es el ejercicio del amor, que no siempre es el conocimiento o aceptación de todo lo que son o hacen los hijos e hijas. Es el modelo y punto de referencia esencial para sus acudidos/as.

4. El conocimiento:

No es solo de las cosas, las artes y las ciencias, sino primordialmente de si mismo/o, de su ser interior, sin caer en intimismos, de su realidad familiar, social, comunitaria, coyuntural, estructural e histórica, para ser capaz de transformarla, manteniendo una dinámica de búsqueda permanente. Al mismo tiempo este conocimiento debe tener las siguientes características:

• Concertación del contenido

• En construcción

• Histórico

• Innovación/ humana y tecnológica.

5. La institución o comunidad educativa:

Es de tipo abierta, cuya función es principalmente social- Evangelizadora, por lo que centra su quehacer en el estudiante y el maestro/as como individuos que aprehenden el conocimiento para hallar soluciones a través de su proyección social, generalmente en la comunidad que más lo requiere, ofreciendo la experiencia y la vivencia de una espiritualidad encarnada.

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Dada las características del Carisma Agustiniano y su intención educativa, que tiene como fin no como medio la vida comunitaria, la práctica de unos valores fundamentales como la amistad, la fraternidad, el amor-caridad, la búsqueda común de la Verdad, la interioridad, entre otros. Nuestras escuelas son comunidades de aprendizaje, en donde todo el que interactúa en ella cumple la función de educador/ra, educando a través de la tarea que realiza y del testimonio que recibe. “La construcción de una verdadera comunidad educativa y la propuesta de un cuadro de valores, asumido y personalizado por esos mismos educadores, será el espacio relacional y comunitario de convergencia y encuentro desde donde se presentan de forma vital y convincente, los valores que dan identidad a nuestra escuela agustiniana” (Aula agustiniana 2004.pág.8)

“La institución escolar es fundamento y garante del proyecto educativo, educadora de los educadores que la componen, signo de fraternidad cristiana por las relaciones que se crean entre sus miembros” (Aula agustiniana 2004.pág.73)

6. El proceso académico:

Responde a los siguientes elementos:

¿Para qué enseñar?- referido al propósito: para que el discípulo/a encontrando su propia luz, se haga artífice de su proceso integral y encontrándose consigo mismo, se encuentre con la Verdad.

Para cumplir el conjunto de las misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales, que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender

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a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro vías del saber convergen en una sola, ya que hay en ellas múltiples puntos de contacto, coincidencias de intercambios. El logro de estos objetivos exige la existencia de un currículo relevante y significativo al que puedan acceder todos los alumnos sin ningún tipo de barreras o de exclusiones. Por ello se desarrolla este tema en primer lugar y a él se vincula, de manera inmediata, uno de los principales horizontes de la tarea escolar: la formación en valores y para una ciudadanía democrática e intercultural. (Metas 2021.Pág.105)

¿Qué enseñar? Referido a los contenidos: todas las ciencias y las artes propias de las necesidades, habilidades, capacidades y competencias del estudiante, así como contenidos universales que le sirvan para desempeñarse en cualquier realidad. Es determinante en la escuela agustiniana enseñar a conocerse así mismo y trascenderse, a amar y servir. A continuación me permito copiar textualmente de las Metas 2021, la relevancia que al respecto de qué enseñar encontramos en el texto.

La relevancia y pertinencia del currículo educativo se constituyen como dos piezas centrales en la definición de una educación de calidad. Ambas responden a interrogantes clave para hacer del currículo una pauta de conocimientos necesarios y apropiados para todos los estudiantes.La relevancia

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La relevancia, en ese sentido, responde a las preguntas para qué y qué, es decir, se centra en los fines y contenidos de la educación, respectivamente. De ese modo, un currículo que atienda a estas preguntas debe considerar los fines que le entrega la sociedad a la educación, y será relevante en la medida que promueva el aprendizaje de las competencias necesarias para participar plenamente en las diferentes esferas de la vida, afrontar las exigencias y desafíos de la sociedad, acceder a un empleo digno y desarrollar un proyecto de vida en relación con los otros (UNESCO/OREALC, 2008b). Como quedó enunciado en la cita del punto anterior, los cuatro pilares del aprendizaje desarrollados por Delors (1996) en el informe que lleva su nombre–aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser–, a su vez contribuyen a ilustrar de una manera acabada lo que se entiende por relevancia y promueven la puesta en práctica de un currículo acorde a las exigencias de la sociedad.

La pertinencia

La pertinencia, por su parte, se entiende como la respuesta a la diversidad cultural de los estudiantes, no solo reconociendo la diferencia sino también adecuando y adaptando las materias a sus contextos de vida. En ese sentido, se promueve una educación que posibilite resultados de aprendizajes equiparables, junto con una plena participación y la construcción de una identidad propia, por medio de programas de apoyo que aseguren una real adecuación de los contenidos y que velen porque las instituciones cuenten con los recursos necesarios para ello. La respuesta a la diversidad, por tanto, se resume como el «establecimiento de derechos básicos y principios que aseguren aprendizajes de calidad.

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El currículo significativo

Un currículo significativo es aquel que conecta con los intereses de los alumnos y con sus formas de vida, que se adapta a sus ritmos de aprendizaje, que establece de forma permanente la relación entre lo aprendido y las experiencias que los alumnos viven fuera de la escuela, que permite la participación del alumnado y el trabajo en grupo, que incorpora de forma habitual la utilización de las tecnologías de la información, que incluye de forma relevante y equilibrada el desarrollo de la educación artística y deportiva, y que cuida que todos sus alumnos se encuentren bien dentro de la institución educativa y que puedan aprender. Ahora bien, si es importante elaborar este tipo de currículo, aún más es llevarlo a la práctica en las escuelas y en las aulas porque, como afirma Elena Martín (2009), quienes diseñan y desarrollan en último término el currículo son los docentes. César Col (2009) ha señalado que el exceso de contenidos es un obstáculo casi insuperable para que los alumnos puedan atribuir sentido a los aprendizajes escolares. Sus dos recomendaciones son dar prioridad a los aprendizajes básicos y, dentro de estos, a los aprendizajes básicos imprescindibles, y destacar la comprensión sobre la amplitud en el aprendizaje de los contenidos escolares.

Pero los proyectos educativos no pueden formularse al margen de sus destinatarios. Por el contrario, han de plantearse a partir de la comprensión de cuáles son los intereses, los valores y las formas de relación que mantienen las nuevas generaciones. De otra manera, existe el grave riesgo de que los jóvenes, especialmente aquellos que tienen más dificultades para mantenerse en las escuelas, sientan que los contenidos de aprendizaje están totalmente alejados de su forma de vida y que apenas les van a servir para abrirse camino

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en el entorno en el que se desenvuelven. Por ello, el análisis de las culturas juveniles es indispensable para afrontar los desafíos de una educación que llegue a todos y en la que todos aprenden para integrase de forma activa en la sociedad.” (Metas 2021.Pág. 107-108)

Los estudios recientes sobre la juventud han destacado la importancia de comprender las culturas juveniles y los cambios profundos que se han producido en ellas, en gran medida por la hegemonía de las tecnologías de la información, por las novedosas alternativas de relación que ellas comportan, por el predominio de la imagen y por las nuevas formas de conformar la identidad de los jóvenes y su sentido de pertenencia al grupo.

La de la juventud no puede considerarse una cultura marginal cuyos miembros deben abandonar para incorporarse a la cultura adulta, sino que tiene una especificidad propia en la que sus miembros asumen su identidad personal en la medida en que se apropian de los objetos simbólicos colectivos: normas, valores, formas de consumo, relaciones, comunicación, rituales, diversiones y expresiones personales y colectivas conforman los ejes que diferencian a los que están dentro de los que están fuera, a los que están en el centro o en la periferia. Por otro lado, un currículo relevante y pertinente también debe incluir contenidos que promuevan la motivación de aprender entre los estudiantes, en donde la experiencia del aprendizaje se vuelve atractiva. Los contenidos de los programas deben buscar adecuarse a los intereses de los alumnos, que representen actividades significativas para sus vidas y de esa manera aumentar la motivación. Así, en la medida que se incorporen elementos básicos de la cultura juvenil –música, computadores, redes de

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información, deporte–, los intereses de los profesores estarán más alineados con los de los estudiantes y existirán estímulos que mejorarán la motivación y el aprendizaje dentro del aula (Boekaerts, 2006). Los contenidos, en ese sentido, revisten gran importancia. El diseño de un nuevo currículo en el que se integre la vida de los jóvenes y que dé también sentido a sus actividades y aspiraciones es importante para lograr que un mayor número de aquellos con alto riesgo de abandono se mantengan en las aulas durante más tiempo. Estos elementos son abordados desde distintos ángulos bajo la meta general quinta sobre calidad de la educación y currículo escolar.

Por lo tanto, el qué enseñar, es un compromiso de atención a la realidad, búsqueda común del cuerpo docente, estudiantes y padres de familia, de una lectura crítica y continua de la realidad, para que todos y todas puedan acceder a un conocimiento pertinente.

¿Cómo enseñar?

Referido a la metodología: encontrando de manera creativa cada centro educativo el modo peculiar según su cultura y su realidad local la manera de enseñar y aprender en actitud de apertura en las relaciones interpersonales dadas en la escuela y el sentido de trascendencia, que nos hace cada día más humanos. En cuanto al tema metodológico, el modelo pedagógico se ve favorecido por aquellas metodologías abiertas que favorecen el sentido colaborativo, solidario, colaborativo, que a su vez ayudan a concretar modos de explicitar la vivencia de los valores humano cristiano a los que ha comprometido como escuela católica, nuestra institución educativa.

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“A continuación se describen algunas de las estrategias que pueden contribuir de forma más directa al progreso en estos objetivos –la educación artística, la cultura escrita o las nuevas tecnologías–, así como las condiciones y los recursos necesarios para facilitar estos aprendizajes: el equipamiento disponible y la jornada escolar, los cuales se orientan a elevar las competencias educativas de todos los alumnos. Ya se han apuntado otros factores, como la gestión escolar o la importancia de elevar el nivel cultural, educativo y social de la población y de las familias, sobre el que se volverá al plantear la educación a lo largo de la vida. También tendrá un apartado específico el desarrollo profesional de los docentes, por su incidencia fundamental en la calidad de la enseñanza”. (Metas 2021.Pág.106)

¿Cuándo enseñar? Referido a la secuenciación:

Todo acto humano es de enseñanza aprendizaje; todo lugar u ámbito es educativo, la vida es el gran escenario para aprender y educarse, así que la tarea de enseñar no tiene un espacio limitado, ni un tiempo determinado si todos los agentes educativos nos consideramos condiscípulos/as, testigos los unos de los otros, que educamos mas con el ejemplo que con la palabra y recordamos que somos compañeros de ruta, en un estilo de escuela abierta, critica, participativa, liberadora, que educa en valores éticos.

¿Con qué enseñar? Referido a los recursos educativos:

Con todas las herramientas que nos dan las ciencias, las artes, la tecnología y los recursos que cada escuela sienta, constate que necesita para hacer con eficiencia su labor. Sin olvidar que el mayor recurso de la escuela agustiniana son las personas y tejido de relaciones que ella nos aporta, de ahí que es trascendental el clima institucional de cada una de nuestras escuelas y colegios.

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“Casi nada del currículo tradicional puede vehiculizarse como otrora. El desafío es doble: hay que aprender cosas nuevas, y tenemos que enseñar las cosas viejas de un modo nuevo, y siendo ambas tremendamente difíciles de lograr, quizás lo más desafiante es enseñar lo viejo con ojos nuevos.”

(Piscitelli, 2009) No cabe ninguna duda de que la introducción de las tecnologías de la información en el sistema educativo está teniendo un impacto extraordinario. El potencial de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la escuela no se reduce a la alfabetización digital de la población. También se espera que estas se puedan introducir transversalmente en el proceso de enseñanza-aprendizaje, facilitando la formación de competencias modernas y mejorando los logros educativos del estudiantado. El impacto que las TIC puedan tener sobre los aprendizajes no es claro y probablemente no puede medirse directamente a través de los sistemas estandarizados de evaluación. Sin embargo, hay evidencia creciente del impacto que las tecnologías pueden tener sobre habilidades y competencias esenciales para el mundo digital y globalizado de hoy, como la motivación por el aprendizaje, la comunicación, la capacidad de manejar información, el aprendizaje auto dirigido, las habilidades colaborativas, etc. («SITES 2006», Ministerio de Educación de Chile/Enlaces, 2008).

La tarea principal, por tanto, es lograr que los alumnos mejoren sus aprendizajes con la utilización de las tecnologías de la información. Pero ello supone configurar un nuevo escenario, tanto para las relaciones entre los profesores, los alumnos y los contenidos de la enseñanza, como para la evaluación de todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Si es difícil cambiar la forma de enseñar, aún lo es

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más modificar el sistema habitual utilizado para la evaluación. Por ello, la formación de los profesores para que dispongan de las competencias necesarias que les permitan incorporar de forma natural las TIC en su práctica pedagógica, constituye la variable fundamental para garantizar el éxito del esfuerzo emprendido (Metas 2021.Pag.117).

Es de vital importancia que cada escuela pueda y sepa utilizar los recursos propios del medio en el que se encuentra, rompiendo las fronteras de los muros de los claustros educativos y valorando la cuidad, el barrio, el sector en que nos encontramos, como verdaderos escenarios educativos, recordando que educamos para la vida y para que las personas que estamos ayudando a formar sepan adaptarse a su mundo con un estilo no de reproducción de los mecanismos que destruyen, sino como generadores de una alternativa nueva de relaciones y de formas de vida humanas y humanizadora, desde la perspectiva de Jesús.

¿Cómo se cumple? Referido a evaluación:

La evaluación es un proceso propio y natural del ser humano, podríamos decir que traemos internalizado un chick evaluador en nuestro cuerpo; siguiendo la lógica de este proceso natural, en los centros educativos agustinianos, este proceso debe ser continuo, sistemático, acorde a las características propias de los procesos, en correspondencia con los objetivos y propósitos del centro y a la intención educativa propia de nuestro estilo educativo.

“Finalmente, se expone la evaluación como factor primordial para valorar las dimensiones principales de la calidad de un sistema educativo: la eficiencia, entendida como los resultados obtenidos en relación con los recursos empleados en la educación

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junto con los procesos, la organización y el funcionamiento de las escuelas; la eficacia, que valora el logro de los objetivos del conjunto del sistema; la equidad, dimensión fundamental de la calidad de la educación que pone el énfasis en la consecución de buenos resultados para todos los alumnos, y el impacto de los resultados alcanzados a medio y largo plazo”. (Metas 2021.Pág.106)

“Con independencia de las peculiaridades propias de cada sistema educativo, evaluar su calidad implica atender a sus ámbitos: programas, escuelas, profesores, alumnos. Hacia todos ellos debe dirigirse la tarea de la evaluación, sabedores de que hay que ser capaces de combinar los enfoques cuantitativos y cualitativos en el proceso evaluador, de que la función de mejora de la educación debe primar ante cualquier otra alternativa. La mayor parte de los sistemas de medición que hoy día se aplican a nivel nacional e internacional se concentran en los resultados de aprendizaje cognitivo en materias específicas, principalmente lenguaje y matemáticas, que son consideradas curricularmente como los puentes esenciales para el aprendizaje de otras materias y habilidades para la integración social. Sin embargo, la evaluación de la calidad de la educación no puede centrarse únicamente en los resultados obtenidos en el rendimiento de los estudiantes, por importante que ello sea, sino que debe abarcar la mayor cantidad de elementos posibles.

En ese sentido, las pruebas estandarizadas no son el único medio para obtener información respecto de la calidad de la educación: evaluar el funcionamiento del sistema educativo, las instituciones escolares, su estructura y organización y el desempeño de los docentes (UNESCO/LLECE, 2008b), entre otros contribuye al mejoramiento de la evaluación de la calidad” (Metas 2021.Pág.123)

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“Elena Martín (2010) refuerza este planteamiento desde la perspectiva de los programas de mejora de la escuela. Apostar por la evaluación de las escuelas demuestra entender que el enfoque de la eficacia y la mejora escolar está precisamente basado en procesos de evaluación de la práctica escolar con el fin de guiar proyectos de mejora. Esta es la meta esencial e irrenunciable de la evaluación: entender mejor la práctica, desentrañarla, para mejorarla. La función acreditativa de la evaluación cumple sin duda un papel, pero no está exento de riesgos precisamente porque se basa en la comparación. Sin embargo, cuando la evaluación se utiliza para regular, es decir, para decidir cuál es el siguiente paso que debemos dar teniendo en cuenta lo que sabemos de nuestra situación, estamos colocando la evaluación precisamente en su papel de mejora. La importancia de la evaluación de escuelas no impide reconocer sus dificultades. El mejor o peor funcionamiento de una escuela no puede reducirse a los resultados académicos de sus alumnos. La correcta evaluación de la institución escolar exige conocer también su contexto sociocultural, los recursos iniciales disponibles, la situación de sus maestros, la gestión escolar, los procesos de enseñanza y de aprendizaje que se desarrollan en el aula, la adecuación de la enseñanza a la diversidad cultural, lingüística y personal del alumnado, la participación de la comunidad educativa y su valoración de la acción educadora desarrollada. Son, sin duda, muchas dimensiones, lo que supone dedicar un tiempo razonable a la evaluación y suficientes recursos económicos para conseguir una adecuada aproximación a la institución escolar. A pesar de estas dificultades, el diseño y aplicación de modelos integrales de evaluación” (Metas 2021.Pág. 126)

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Es de vital trascendencia recordar que la evaluación mas significativa que podemos hacer de los resultados que obtenemos del trabajo educativo, radica en la calidad del estilo de personas que vamos produciendo y de la forma como estos se sitúan en la sociedad, si ayuda o no a generar los cambios que el mundo de hoy requiere o si por el contrario se suman a la masa que trabaja en su propio beneficio.

6.1. Los elementos del proceso académico son:

1. Propósito.

Es la finalidad y el sentido de la educación, es comprometerse con una concepción de ser humano y sociedad, que se quiere construir, en sus aspectos filosóficos, psicológicos, antropológicos, espirituales y sociales.

“La educación tiene la misión de permitir a todos sin excepción hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que implica que cada uno puede responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto personal. Esta finalidad va más allá de todas las demás. Su realización larga y difícil, será la contribución a la realización de un mundo más vivible y más justo” (Informe Delors. Paág.12).

2. Contenidos:

Es la organización que se hace en un principio, a través de las áreas del conocimiento y los componentes. Los contenidos son un conjunto de conocimientos, disciplinas y áreas que pertenecen a un campo de formación, tienen características propias y contribuyen de manera interrelacionada a la formación académica.

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Los componentes son campos demarcados que reúnen conocimientos organizados dentro de un área y que cumplen unos propósitos formativos más específicos y puntuales. Lineamientos curriculares y los estándares básicos de competencias.

“Pero hace falta además empezar por comprenderse a sí mismo en esta suerte de viaje interior jalonado por el conocimiento, la meditación y el ejercicio de la autocrítica. Más aún, es deseable que la escuela le inculque más el gusto y el placer de aprender, la capacidad de aprender a aprender, la curiosidad del intelecto. Imaginémonos incluso una sociedad en que cada uno sería alternativamente educador y educando. Para ello, nada puede reemplazar al sistema formal de educación”. (Informe Delors. Pág.13.15).

3. Secuenciación:

Cumplir con las finalidades propuestas, se relaciona directamente con la distribución y la organización a lo largo de la formación disciplinar, partiendo de lo universal y abstracto hacia lo particular y lo concreto.

No hay que olvidar que la educación agustiniana tiende a ser personalizada, en su atención a cada estudiante y sus necesidades, para fortalecerlas y potencializarlas; y al mismo tiempo esta personalización de nuestro estilo educativo, también debe ir encaminada a la selección de contenidos personalizados, de modo que cada uno pueda aprender lo que quiera aprender y pueda aprender, en: el tiempo y con los recursos disponibles, según su estilo de aprendizaje y las características de su inteligencia practica.

Hay diversas formas de organizar la secuenciación:

• Por asignaturas: mínimas unidades organizativas de los contenidos, resultado de

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la selección y re contextualización a partir de los conocimientos especializados de las disciplinas.

• Los núcleos: es el agrupamiento de un conjunto de conocimientos y problemas de una o varias áreas que se seleccionan según el grado de relevancia. La formación debe entenderse como un proceso que interrelaciona un campo de conocimiento y de un campo de prácticas.

• Módulos: es la secuenciación de contenidos formativos que pueden tener un desarrollo segmentado en la estructura curricular de un programa de formación.

• Proyectos: establecen la secuenciación entre investigación y docencia. Investigación a profundidad de un tema o problema que por su pertinencia y relevancia amerita estudiarse a lo largo de la formación académica.

“La educación durante toda la vida se presenta como una de las llaves de acceso al siglo XXI. Esta noción va más allá de la distinción tradicional entre educación básica y educación permanente, y responde al reto de un mundo que cambia rápidamente…La educación durante toda la vida permite, sencillamente, ordenar las distintas etapas, preparar las transiciones, diversificar y valorizar las trayectorias. De esta forma saldríamos del terrible dilema que se plantea entre seleccionar, y con ello multiplicar el escolar y los riesgos de exclusión, o igualar, pero en detrimento de la promoción de personas con talento.” (Informe Delors. Pág.17).

4. Metodología:

Es la comunicación, construcción y constitución del conocimiento científico, disciplinar que se hace de

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manera interactiva entre el docente y le estudiante en el espacio académico.

5. Didáctica:

es la parte de la pedagogía referida a las metodologías de la enseñanza y el aprendizaje. Es el conjunto de métodos y técnicas, que permiten enseñar y aprender con eficiencia.

Cada modelo pedagógico tiene su propia didáctica de manera independiente. Talleres, seminarios, guías, ensayos…. El modelo agustiniano debía tender a un estilo didáctico de cooperativismo pedagógico, pares estudiantiles, padrinos madrinas que se acompañan entre si, en fin metodologías que potencien los valores propios de nuestro carisma y ayuden día a día a ir tras el objetivo final.

6. Recursos educativos:

son facilitadores del aprendizaje, medios del aprendizaje o fines en sí mismos del aprendizaje. Por ejemplo en el modelo pedagógico cognitivo, los recursos educativos son facilitadores del aprendizaje, por cuanto es el estudiante el propio actor de su aprehensión científica.7. Evaluación:

Es formular juicios de valor acerca de un fenómeno conocido, el cual se compara con unos criterios pre establecidos de acuerdo a unos fines que se han trazado. La evaluación requiere determinar los fines o propósitos que se busca delimitar los criterios que se usarán en las comparaciones y recoger la información que garantice un juicio, la valoración correspondiente con la realidad, las finalidades del diagnostico, la

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formación, la valoración y una estrategia metodológica, que permita realizar una toma de decisiones para elevar la calidad del proceso y del producto.

La evaluación debe ser coherente con el modelo pedagógico, transparente con su propósito, cálida en los instrumentos y consecuente en la toma de decisiones. De ahí que en nuestro modelo pedagógico la evaluación es un proceso crítico, participativo, abierto, comunitario de búsqueda común, que tiende al mejoramiento de las personas y sus procesos y al logro de la calidad y la eficacia educativa. Esta hace que sea interdisciplinario y trascendente.

III. Teorías sustentadoras del modelo pedagógico. Filosofía educativa:

Haciendo una revisión de los diferentes referentes teóricos que sustentan al modelo cognitivo, socio del modelo pedagógico agustiniano, por innegables similitudes en sus propósitos y metas; encontramos una serie de teóricos, que han ofrecido las bases científicas y las reflexiones pedagógicas, para la sustentación de este modelo. Así mismo, la familia agustiniana ha aportado a lo largo de sus innumerables escritos e investigaciones, fuertes cimientos para levantar una propuesta de modelo pedagógico, que sin duda hemos venido ejecutando por muchos años en nuestros centros educativos con mayor o menos conciencia del mismo.

A continuación me permito enunciar algunas de las corrientes pedagógicas que sostienen nuestro modelo.

1. Idealismo: establece que lo real son las ideas espirituales.

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2. Realismo: la realidad es el universo material que tiene existencia objetiva y concreta.

3. Pragmatismo: existe una sola realidad, espiritual y material, que es dinámica y continua.

4. Existencialismo: la realidad es la persona misma como existencia y todo aquello que tenga significado para él o ella.

5. Personalismo: Establece que la realidad fundamental la constituye la estructura de la persona, el mundo y lo trascendente.

6. Socialismo: la realidad la identifica con la historia y con la producción social.

7. Psicología Educativa: Define en forma clara lo que significa el ser humano, alcanzar la verdad, entender la realidad, comprender lo trascendental, para describir el ideal de ser humano que se desea forma. A continuación algunos referentes teóricos.

Teorías sustentadoras. Psicología educativa.

1. Psicofisiologia: corrientes: fisiología sensorial (exponente: J.Muller; M.V) neurofisiología (Fritsch Hitzigbell, Hall), fisiología cerebral.

2. Psicofísica (G.T. Fechner).

3. Psicobiología: (F. Galton; L.Morgan).

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4. Asociacionismo: corrientes: asociacionismo metal (D. Hastley; T.Brown), asociacionismo estructural (W.Wundt), estructuralismo. (E.B.Titchener).

5. Conexionismo: corrientes: asociacionismo metal (D. Hastley; T.Brown), asociacionismo estructural (W.Wundt), estructuralismo. (E.B.Titchener).

6. Psicología naturista: Reflexología (I.M Sechenov); psicología objetiva (V.M Bechetrev); tectología (K.Kornilov).

7. Teoría del reflejo condicionado: (I.P Pavlov).

8. Funcionalismo: (W.James Dewey).

9. Conductismo: tradicional (J.B Whatson), neoconductismo (Guthie, Tolman,Hull); Operante (B.F. Skiner); Social (A. Bandura); Personológico (Bleger, Pichón, Riviere).

10. Psicoanálisis: ortodoxo (S. Freud), Neosicoanálisis (K. Honey), Lacaniana (Lacan), Psicología profunda.

11. Gestar: Gestaqualidad (Ch.Von Ehrenfols); psicología del acto (Brentano); Clasica (Koffa; W.Kohler); Teoria del campo (K.Lewin).

12. Corriente: psicología materialista (Wallon, Piaget): psicogenética; histórico cultural (Vigotsky); conciencia del ser (escuela soviética);

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configuracionista (González Rey); Auto cosntruccion (E.Fromm)

13. COGNITIVISMO: Instruccional, procesamiento, aprendizaje significativo, dirección del aprendizaje. (J,Bruner, R. Estembert; D. Ausbel; Gagné; De subiría).

14. Psicología humanista: de sí mismo, personalidad autorealizable (C. Rogers) (A.Maslow): trascendalista (A.Allport); transaccional (E. Berner); Comunitaria (Rappaport); existencia (Rollo May).

Teorias a resaltar:

1. Piaget: demostró que la relación en el mundo está mediatizada por las representaciones mentales que de él se tienen y que están organizadas en forma de estructuras jerquizadas y que varían significativamente en el proceso evolutivo del individuo.

2. Vigotky: histórico cultural equiparó la herramienta en el proceso de hominización con el papel de mediador que cumple el lenguaje en la relación interpersonal.

3. Ausubel: el aprendizaje puede ser repetitivo o significativo según se relaciona sustancialmente con la estructura cognitiva.

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3.3. Teorias Sustentadoras de la Antropologia Educativa:

1. Idealista: El hombre es un alma que se sirve del cuerpo.

2. Aristotélica: el hombre es un ser racional.

3. Tomasina: el hombre es una persona humana.

4. Maquiavelo: es el hombre es malo por naturaleza.

5. Feuerbach: el hombre es el bien del hombre.

6. Marxismo: el hombre es el conjunto de las relaciones sociales.

7. Nietzsche: la voluntad del poder hace al super hombre.

8. Freud: lo inconsciente es lo humano.

9. Skinner: el hombre es un cuerpo que se comporta.

10. Morin: el hombre es lo que piensa.

Una mirada desde la epistemología al modelo pedagógico agustiniano:

Entiendo que a la Epistemología de la educación no le corresponde otra tarea importante que la de ratificar si las pedagogías son verdaderas o falsas y, desde luego, apuntando por qué son verdaderas o bien falsas. Teniendo en cuenta las diferentes

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implicaciones y repercusiones del modelo que estamos proponiendo, y el conocimiento práctico que la Orden que en sus diferentes instituciones ha venido acumulando, considero evidente la coherencia interna del mismo, por la validación que nuestras prácticas educativas recibido a lo largo de los siglos, en los diferentes países y en los diversos sistemas educativos de lo que hacemos parte.

Como espacio que propicia la posibilidad de cooperación, solución de problemas y trabajo cooperativo, La amistad, la fraternidad, la libertad, la búsqueda en común; para enfrentar procesos de conocimiento, que de otra forma no podrían abordarse. (Patiño, 2006, Ortega 2005 y Flórez 1999).En el planteamiento multifacético de las capacidades e intereses del estudiante, el desarrollo se ve influenciado por el componente social, por la colectividad donde el trabajo productivo y la educación, están íntimamente unido, para garantizar a los alumnos el desarrollo del espíritu colectivo sino el conocimiento científico técnico. La vida dentro de nuestro modelo pedagógico, se convierte en un escenario educativo.

Dentro del modelo, las estrategias didácticas se construyen a partir de las necesidades contextualizadas del estudiante y su proceso, así como de las necesidades del entorno sociocultural donde se encuentra y al que él tiene la responsabilidad de aportar a nuevas formas de vida y relación, desde su identidad agustiniana- cristiana, respondiendo a sus problemas específicos; por ello la pregunta, el dialogo, el debate, el foro, la tertulia y el planteamiento de problemas, van a ser herramientas pedagógicas para dinamizar el proceso de aprendizaje, muy coherentes con el perfil de los estudiantes agustiniano.

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Nuestro modelo es un organismo que desarrolla procesos cognitivos y afectivos, en un escenario de aprendizaje; con un currículo abierto con libertad de aprendizaje, programas y horarios, en donde los objetivos se plantean por capacidades, proceso cognitivos y por valores-procesos afectivos, para desarrollar personas y ciudadanos capaces individual, social y profesionalmente. En donde la evaluación es cualitativa (para el proceso), formativa y cuantitativa (para el producto); (sumativa), realizando una evaluación inicial de conceptos previos y experiencias básicas. En este proceso la escuela debe sumergirse en la problemática histórico social, económica, cultural, estética, ética, cognitiva, política y axiológica universal, para que salgan a flote todas las inquietudes e interrogantes que encierran los microcosmos de los estudiantes.

Las ventajas del modelo:

Considero que educar dentro de este modelo facilitamos el desarrollo planeado de la persona, la función social del conocimiento, facilitamos relaciones reciprocidad entre maestro/as alumno/as, integración teórica práctica y métodos adecuados a la convivencia- disciplina, la interdisciplinariedad y fomento del aprendizaje colaborativo y critico. Entre otras condiciones considero que a través de la ejecución del modelo en los centros educativos favorecemos:

• Aprender a pensar

• Aprender a ser

• Aprender a generar nuevas ideas

• Aprender para la vida cotidiana

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• Aprender a amar

• Aprender el cultivo de la vida en el silencio y la autoescucha

• Aprender a compartir y a trabajar en comunidad

• Aprender a disentir y negociar

• Aprender a gestionar las emociones

• Aprender a conocerse así mismo

• Aprender a cooperar

• Aprender a cuidar de si mismo/a y de los otros/as

• Aprender a ser inclusivo/a

• Aprender a planear la vida a tener un proyecto de vida

• Ayudar a comprender el mundo y a comprender al otro/a, para así comprenderse mejor así mismo/a

• Desarrolla la voluntad de querer vivir juntos

• Inicia a los educandos para una ciudadanía consciente y activa

• Contribuye al aprovechamiento de todos los medos que tiene la sociedad

Todo esto de un modo propio, fiel a la identidad del carisma de la Orden de San Agustín y a los nuevos tiempos y los cambios que diariamente nos

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vemos abocados, que nos obliga a mantenernos sintonizados/as con la realidad local, regional, nacional, internacional y planetaria, de la que hoy depende que lo que hacemos cada día “educar para la vida, con amor y excelencia”, tenga un profundo sentido y signifi catidad.

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Evaluación Integral del Centro Educativo para la Calidad

P. Fr. José Aridio Taveras, OSA.

El término evaluación es uno de los más utilizado por los profesionales de la educación. En buena parte de las ocasiones dicho uso está asociado a los exámenes y las calificaciones, es decir, a la valoración de los productos del aprendizaje. Esta utilización tiene que ver con la concepción de la evaluación que tiene la mayoría de la población. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española da dos definiciones de la voz evaluación: 1. Señalar el valor de una cosa. 2. Estimar, apreciar, calcular el valor de una cosa.

La concepción estática de la evaluación que se encierra en estas definiciones, en la que se resalta el hecho de valorar resultados responde a una concepción de la educación también estática y centrada en los productos y no en los procesos. Puede decirse que según ha ido entendiendo la educación como un proceso en el que intervienen distintos agentes y circunstancias que influyen en sus resultados, se ha ido modificando también la idea de evaluación. Esta

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modificación sitúa a ésta en el interior de un proceso de enseñanza aprendizaje, no al final del mismo como elemento verificador de sus resultados.

Así el Joint Comité 1988, entiende la evaluación como un “enjuiciamiento sistemático sobre el valor o mérito de un objeto, para tomar decisiones de mejora”. Tres cuestiones pueden resaltarse en esta definición. La primera es que la idea de enjuiciamiento sistemático nos lleva a una concepción educativa de la evaluación, definida aquí en su objetivo último: la toma de decisiones de mejora. La segunda, que se trata de un orden planeado tal como un sistema. La tercera que el enjuiciamiento no se refiere exclusivamente al producto (valor) sino que se extiende al mérito, es decir a los condicionantes de diversas índoles que han intervenido en el proceso.

Otra definición del concepto de evaluación que, además de incidir en su carácter procesual, de mejora de la situación actual y de tomar en consideración de todos los elementos intervinientes en el proceso, subraya su carácter técnico es la de Pérez Juste, 1995:

“Proceso sistemático, diseñado intencional y técnicamente, de recogida de información, que ha de ser valorada mediante la aplicación de criterios y referencias como base para la posterior toma de decisiones de mejora, tanto del personal como del propio programa.Cuando hablamos de Evaluación Integral estamos haciendo partícipe de la evaluación a toda la comunidad educativa y todas las áreas de la institución. Se debe salvaguardar la parte técnica de la evaluación de los estudiantes, aunque el Centro sí ha de verse a sí mismo en sus metodologías sobre los niveles alcanzados por estos y saber dialogar con los padres de ellos sobre el motivo de los resultados obtenidos.

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1.1. Principio Básicos de evaluación:

• Es un proceso, cuyas fases son las siguientes: planificación, obtención de la información, formulación de juicios de valor y toma de decisiones.

• Debe estar integrado en el centro educativo,

• Debe ser continua. Si la evaluación no fuera continua no sería posible tomar decisiones de mejora en el momento adecuado.

• Debe ser flexible, vinculándose tanto a los referentes y criterios de evaluación como a las circunstancias propias de cada proceso de enseñanza – aprendizaje.

• Debe ser sistemática, por lo que deberá atenerse a normas y procedimientos minuciosamente planificados y desarrollados.

• Debe ser recurrente, reincidiendo en el desarrollo del proceso de enseñanza – aprendizaje para tratar de perfeccionarlo.

• Debe ser decisoria, en cuanto que la obtención y el tratamiento de la información se ha hecho con este fin.

• Debe ser formativa, ya que el objetivo principal de la evaluación educativa es mejorar tanto el proceso de enseñanza – aprendizaje como sus resultados.

• Debe ser cooperativa, en cuanto afecta a un conjunto de personas (alumno y profesor) cuya participación activa en las distintas fases del proceso mejoraría el desarrollo e éste y sus resultados.

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• Debe ser técnica, pues los instrumentos y sistemas que se utilicen deben obedecer a criterios debidamente contrastados.

La Evaluación Como Base de la Calidad

La calidad demanda inevitablemente de la evaluación, sea cual sea el fenómeno que se quiere mejorar. Centrado en nuestro campo, el Centro Educativo como institución que se orienta hacia la calidad, requiere de la evaluación no sólo de los aprendizajes de los estudiantes sino de todos sus estamentos: la forma como administra sus recursos disponibles, los sistemas organizativos aplicados, etc. La sociedad democrática es cada vez más exigente respecto a sus derechos con todos los servicios que le corresponde. Ésta es una dimensión más de la democracia participativa.

La evaluación brinda información a los implicados en los procesos educativos sobre su estado – diagnóstico, lo cual es un requisito necesario para tomar decisiones para su mejora y luego permite verificar la pertinencia de las medidas adoptadas. Por ello, la necesidad de la evaluación en sentido general. Su clave está en la necesidad para mejorar la institución.

Epistemología y Deontología de la Evaluación

La evaluación, como actividad vinculada a la elaboración y tratamiento de información, se enfrenta a los interrogantes generales que tiene el quehacer científico en cuanto a la elaboración del conocimiento; de manera sintética podríamos decir que la evaluación

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también ha de demostrar su validez de información obtenida – objetividad – y su utilidad – valor – .

Al tratar la validez de la información se reproduce todas las dudas que el conocimiento científico, pretendidamente objetivo en el sentido de que no responde a criterios exclusivamente subjetivos, puede plantear, porque a la evaluación también se le exige partir de datos que puedan ser aceptados por más razones que la simple opinión de quien los recaba. Esto supone que los datos de la evaluación se han de fundamentar en esquemas de razonamiento, en la adecuación de la metodología empleada y en la pertinencia de los instrumentos aplicados. Desde K. Popper la objetividad se demuestra también a través de la falsación.

De ahí que haya que tomar en cuenta al aplicar los instrumentos de evaluación a la institución el contexto, el tiempo histórico y esquemas teóricos de los que parte el investigador en la investigación de los datos que han de fundar su conocimiento y servir de base para el nuevo proyecto o la próxima etapa de mejoras. El diálogo entre los evaluadores y evaluados sobre el resultado encontrado suma un factor más de validez a la información obtenida.

Una cosa es presentar la objetividad y validez con ánimo científico de defenderla y otra es situarse desde el escenario de la esceptisista que tiene la posibilidad de todo conocimiento de la realidad. El diálogo de unos y otros será lo más conveniente para el crecimiento de todos, sobre todo de la institución. De ahí que los criterios en base a los cuales se mida han de ser los mismos que se quiere mejorar en la institución.

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La persona que evalúa debe ser imparcial en la recogida de datos para lograr la objetividad. No se trata de eliminar las valoraciones, sino de

a. Incluir a todos los interesados relevantes del proceso.

b. Dialogar entre los grupos implicados, de modo que todas sus ideas, intereses y necesidades puedan ser recogidas;

c. Deliberar suficientemente para llegar a conclusiones pertinentes, que supongan la consideración ponderada de todos y no la imposición de los colectivos más poderosos.

Al evaluar la institución el Comité de Gestión no ha de buscar justificarse a sí mismo; sino, el bienestar institucional. Al evaluar se debe ver el bien de la educación de aquellos que la reciben en nuestra institución.

La Evaluación de las Instituciones Escolares Como Centros Educativos

La importancia y necesidad de evaluar el Centro Educativo radica en el búsqueda del conocimiento de lo que ocurre realmente en los establecimientos escolares, para así identificar variables que inciden positivamente sobre los logros escolares de los estudiantes, de esto modo se sitúa la institución en la línea de una Centro Educativo efectivo, o sea aquella institución que logra un desarrollo integral del estudiante.

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Se trata del estudio y la valoración de una lista de factores que caracterizan al Centro Educativo de tal calificativo y que coinciden en gran medida entre los autores, siendo la tendencia general a ampliarlos progresivamente. Entre ellos:

a. Clima y cultura institucional especialmente productivos.

b. Énfasis en la adquisición de las competencias básicas del aprendizaje.

c. Seguimiento adecuado del progreso de los estudiantes.

d. Desarrollo del personal docente de la escuela orientado a la práctica docente: evaluación del equipo docente y de cada uno en particular.

e. Liderazgo directivo.

f. Implicación comprometida de los Padres, Madres y Tutores Legales.

g. Acuerdo y puesta en práctica de estrategias instructivas eficaces.

h. Expectativas y exigencias claramente especificadas para los estudiantes.

i. Desarrollo personal del estudiante: físico, moral, etc.

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Evaluación Interna y Evaluación externa del Centro Educativo

Se diferencia la evaluación interna de la externa. La evaluación interna implica a toda la comunidad educativa y ha de servir para establecer los parámetros propios de comparación a lo largo del tiempo. En esta evaluación se cumple especialmente el deber social de dar cuenta a las familias y a los colectivos profesionales internos para después implicarlos a todos en el proceso de mejora.

Para esta evaluación los centros pueden elaborar sus propios descriptores de calidad y, como hemos dicho, establecer las correspondientes comparaciones a lo largo del tiempo. Pero también puede adherirse a descriptores y parámetros proporcionados por organismos foráneos, sean oficiales o privados, en ese caso confluye la evaluación interna con la externa.

La evaluación externa la realizan institución externa al Centro Educativo, el Ministerio de Educación u otros organismos superiores al Ministerio autorizados por la autoridad competente nacional. La evaluación externa se complementa con la interna en la medida que ayuda a ver al Centro su propio andar y gestionar.El propósito de la evaluación, interna o externa, no es dejar fuera del proceso estudiantes, maestros, familias o empleados sino contribuir en su mejora constante en función de las circunstancias en que se desenvuelve cada centro.

En el caso de obtener resultados superiores a los previstos el Centro puede recibir alguna gratificación. En el caso contrario se debe diseñar un programa de mejora que satisfaga aquello que requiere sin

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detrimento de las áreas que ya son fuertes en la institución. Es tarea del evaluador servir de estímulo para la mejora de la institución, a la vez que dé soporte para evitar la resistencia del personal a ser evaluado.

Hoy más que nunca debemos contemplar la educación como proceso lento y alentador, mirar siempre hacia el horizonte último sin olvidar la calzada sobre la que estamos transitando. El Centro Educativo no es una industria de productos, por lo tanto no encaja con los sistema de calidad de imput – output, tampoco busca la satisfacción de un cliente que en el caso de los estudiantes lo más probable es que deseen que no haya clases. Se juega el compromiso del futuro de la nación, no la voluntad de uno de sus ciudadanos.

El Papel de la Dirección en la Obtención de la Calidad

La Coordinación del Centro ha de desarrollar, según el modelo de gestión que les estamos proponiendo un liderazgo positivo entre los miembros de la Comunidad Educativa. Es el agente que garantiza la participación democrática de todos, analiza los consensos y busca lo mejor para la institución. A sabiendas de que las decisiones últimas, en el caso nuestro, descansa sobre la Entidad Titular. Ésta respeta los márgenes de funcionamiento asignado a cada organismo creado y en funcionamiento dentro de la institución.

El liderazgo se constituye en guía de acción e incluso en modelo ético de comportamiento. La dimensión socioemocional toma el relevo a lo estrictamente organizativo. Funciones de este terreno que explica:

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a. Impulsar la colaboración con las familias, con instituciones y con organismos que faciliten la relación del centro con el entorno, y fomentar un clima escolar que favorezca el estudio.

b. Favorecer la convivencia en el Centro, resolver los conflictos e imponer todas las medidas disciplinarias que correspondan a los estudiantes,

c. Promover planes de mejora de la Calidad del Centro, así como proyectos, de innovación e investigación educativa,

d. Impulsar procesos de evaluación interna del Centro y colaborar con las evaluaciones externas.

Para la calidad del Centro se requiere una dirección cualificada a nivel profesional, con sus títulos requeridos para el cargo según el país; humano, relaciones humanas en el marco de la madurez personal y el liderazgo positivo; cristiano, seguidor práctico de la fe en Jesucristo y la Iglesia, y agustiniano, testimonia y promotor de los valores de la institución.

Esta dirección de calidad formativa se sitúa en el marco de la gestión institucional también de calidad, aplicando sus conocimientos especializados a la obtención de resultados educativos desde la profesionalización y la posesión de cualidades de liderazgo. Su responsabilidad se manifiesta tanto en el interno del Centro Educativo, como en el contexto social en el cual se desenvuelve.

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Los Indicadores de la Calidad Institucional

Un indicador es un elemento informativo de carácter consultivo, sobre algún componente o atributo de una realidad, orientado a servir de fundamento para elaborar juicios sobre ella. Estos pueden ser medidos cuantitativa o cualitativamente.

Entre los indicadores más usados están:

a. Nivel logrado por los estudiantes en:

- Matemáticas,

- Lecto – Escritura,

- Ciencias Naturales y Sociales,

- Informática,

- Lenguas Extranjeras,

- Educación Cívica,

- Educación Religiosa,

b. Éxito y Transición interna o externa de los Estudiantes de acuerdo con el Nivel que ofrece la Institución:

- El número de estudiantes no graduados o al final del Nivel o Período que sale de la Institución y sus motivos,

- El número de estudiantes que finaliza la educación secundaria en la Institución,

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- El número de estudiantes que ingresan exitosamente a las Universidades, es conveniente tener una retroalimentación sobre la formación que reflejan nuestros egresados.

c. Seguimiento a la Educación:

- Evaluación y conducción de las mejoras,

- Participación de los padres en los procesos de sus hijos.

d. Recursos y Estructuras:

- Formación del profesorado: títulos académicos y formación continua.

- Número de computadoras por estudiantes,

- Estructura física y recursos pedagógicos adecuados,

- Gasto educativo por estudiante.

Al final de la ponencia anterior a mi cargo se presentó un listado de indicadores para una institución educativa según los siguientes criterios:

- Como Centro Educativo Católico.

- Como Centro Educativo Agustiniano.

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Indicadores del EFQM

EFQM (European Fundation of Quality Managment) es uno de los sistemas de evaluación para la calidad difundidos en la actualidad. Como sistema posee por objetivos:

- Estimular y ayudar a las organizaciones europeas a participar en actividades de mejora,

- Apoyar a los directivos en el proceso de convertir la gestión de la calidad en un objetivo decisivo en la organización.

El modelo se divide en dos partes: los medios o agentes que posibilitan la realización de un servicio o producto y los resultados o servicios presentados. Cada parte la integran varios elementos, a los que se asigna puntuaciones concretas en función de un nivel de importancia. Los elementos que integran el modelo son los siguientes:

- Liderazgo o dirección del centro y de todas las personas que tienen algún tipo de responsabilidad; estos forman el equipo que debe impulsar y animar el proceso de calidad,

- Las personas que integran el centro, su gestión, los mecanismos de participación y la optimización de todo ello,

- La política y estrategia, centrada en la visión, la misión, los valores y la dirección estratégica,

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- Los recursos materiales y financieros de que dispone el centro y cómo se gestionan,

- Los procesos que se realizan en el centro, así como su gestión, control y posible mejora,

- Los resultados en los clientes o beneficiarios del servicio,

- Los resultados en las personas que participan en la institución, concretados en la satisfacción sobre diversos aspectos de la organización, como el entorno y las condiciones laborales, la comunicación y relación con la dirección, la participación en la toma de decisiones, etc.

- El impacto en la sociedad, o la percepción que la sociedad tiene sobre el centro, y las actividades que éste realiza con repercusiones directas en la sociedad: mejora del entorno, formación de ciudadanos, implicación activa en la sociedad. . .

- Resultados de la organización, en el sentido de identificar qué se ha logrado tras satisfacer las necesidades y expectativas de las personas que interaccionan con la organización. En el caso de los centros educativos se valora la gestión y control del presupuesto y los logros de los procesos de enseñanza – aprendizaje.

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El modelo está basado en el autodiagnóstico y evaluación continua. Para ello su análisis de la institución en cada uno de los nueve elementos con participación de los miembros de la comunidad educativa. En esta se identifican las áreas óptimas y se proponen mejoras de acuerdo con el proyecto educativo: misión, visión y valores institucionales. Tras la planificación de las metas, estrategias y objetivos se procede a la dirección para la consecución de las mismas. Los resultados obtenidos en la evaluación se constituyen en el diagnóstico para el siguiente plan de mejoras según cada elemento.

Indicadores de ISO 9000

Para ISO la calidad “es el grado en el que un conjunto de características inherentes cumple con los requisitos” y describen una serie de criterios y condiciones que la organización deben seguir para asegurar que sus procesos, productos y servicios sean los más adecuados. La prioridad se otorga a la gestión de la calidad total que va ligado a un proceso continuo, en forma de círculo (círculo de Deming), que contempla las dimensiones básicas de: PLANIFICAR, ACTUAR, HACER y VERIFICAR.

La Norma ISO 9001 está estructura en nueve capítulos (0 al 8). Es a partir del número 5 cuando se concretan los requisitos que son garantía de calidad. Se trata de un total de 20 elementos cuya relación aparece en la siguiente tabla:

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APARTADO 5

RESPONSABI-LIDADES DE LA DIREC-

CIÓN

APARTADO 6

GESTIÓN DE LOS RECUR-

SOS

APARTADO 7

REALIZA-CIÓN DEL

PRODUCTO

APARTADO 8

MEDICIÓN, ANÁLISIS Y

MEJORA

- Compromiso de la dirección,- Enfoque al cliente,- Política de calidad,- Planificación,- Responsabili-dad, autoridad y comunica-ción,- Revisión.

- Provisión de recursos,- Recursos humanos,- Infraestruc-turas.

- Planificación de realización del producto,- Procesos rela-cionados con el cliente,- Diseño y desarrollo,- Compras,- Control de prestación de servicios,- Control de dispositivos de seguimiento y medición.

- Planificación,- Seguimiento y medición,- Control del producto dis-conforme,- Análisis de datos,- Mejora.

Para la implantación de este sistema se requiere de un autodiagnóstico y la creación de su base de datos. Se ha de tomar en cuenta que este sistema propone:

- La organización se centra en el cliente y debería comprender las necesidades tanto presentes como futuras de éste.

- El liderato. Los líderes responsables de marcar las pautas y las directrices y de conseguir la implicación de toda la organización.

- Participación del personal. Es imprescindible para el éxito de los objetivos.

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- Enfoque basado en procesos.

- Mejora continua como objetivo permanente.

- Enfoque de la toma de decisiones basadas en hechos,

- Las relaciones con los proveedores han de ser beneficiosas mutuamente.

El Criterio de Evaluación para la Calidad en el Aprendizaje de Pisa y Llerce

PISA y LLERCE (Laboratorio para la Calidad Educativa) son pruebas medidoras de la calidad educativa a nivel internacional. La primera tiene como ámbito de acción todos los países, mientras la segunda se circunscribe a Latinoamérica. La primera se orienta hacia estudiantes de 15 años de edad, la segunda a estudiantes de 3º. y 6º. Grados. Ambas tienen en común la preocupación por la lecto – escrituras y las matemáticas, PISA suma su interés por las ciencias.

El Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) es la red de sistemas de evaluación de la calidad de la educación en América Latina. Está coordinado por la Oficina Regional de la UNESCO para la Educación en América Latina y el Caribe, con sede en Santiago de Chile. Sus objetivos son:

- La producción de información sobre los logros de aprendizaje de los estudiantes y el análisis de asociados – factores que explican este progreso.

202

- Apoyo y asesoramiento a las unidades de medición y evaluación de los diferentes países,

- Servir de foro para la reflexión, el debate y el intercambio de nuevos enfoques centrados en la educación.

Los resultados de sus evaluaciones han conducido a que el debate sobre educación se enfoque principalmente en la calidad, para ello aporta datos que permiten comprender la magnitud de los desafíos que enfrenta la educación en América Latina y el Caribe.

Evaluación del Contexto en el que se Aplica la Evaluación:

Ambos exploran los antecedentes y circunstancias de los estudiantes que realizan la evaluación. Tanto los estudiantes examinados como los directores de centros reciben estos cuestionarios junto con la prueba. Los estudiantes tardan aproximadamente treinta minutos en responderlas.Los cuestionarios buscan recuperar información sobre las circunstancias familiares: económicas, sociales y culturales; aspectos de la vida del joven, actitud ante el aprendizaje, hábitos escolares y ambiente familiar; estilos y estrategias de estudios y autoaprendizajes.

Además, información sobre la calidad de los recursos humanos y materiales del centro, su carácter público o privado, el tamaño del grupo y la práctica de dirección escolar.

Estas son aún más amplias cuando hablamos del LLECE, así se presentan en los actores, instrumentos y objetivos que se plasmaron para América Latina:

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ACTOR INSTRUMENTO OBJETIVO

Estudiante Cuestionario del estudiante

Indagar sobre el entorno familiar y sociocultural, además de la dinámica e interacción en el aula y la satisfacción con la escuela, compañeros y docentes, entre otros temas.

Docentes Cuestionario del docente

Indicar sobre aspectos sociodemo-gráficos, formación profesional, condiciones laborales, experien-cia docente y satisfacción con la escuela, entre otros.

Cuestionario sobre la enseñanza

Profundizar sobre las prácticas pedagógicas en el grado y área correspondiente, tales como gesi-tón del tiempo, disponibilidad de recursos educativos, expectativas con sus estudiantes, tipo de activi-dades, implementación curricular, estrategias de evaluación, entre otros.

Directores Cuestionario de directores

Recoger información referida a sus características personales, for-mación y experiencia profesional, modelo de gestión utilizado en la dirección, expectativas, satisfac-ción con la escuela y sus miem-bros, además de otros aspectos de la vida escolar.

Ficha de empodera-miento

Recopilar información sobre loca-lización, equipamiento e infraes-tructura de la escuela.

Padres de familia

Cuestionario de familia

Indagar sobre las características sociodemográficas de la familia, además de la disponibilidad de servicios y recursos materiales en el hogar, participación y apoyo en el proceso de educación de los hijos y satisfacción con la escuela, entre otros aspectos.

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Criterios que utilizan

Dominios conceptuales y procesos a evaluar por LLECE

ÁREA DOMINIOS CONCEPTUALES

PROCESOS

MATEMÁTICAS - Numérico- Geométrico- De la medición- Tratamiento de la información- Variaciones

- Reconocimiento de objetos y elementos.- Solución de problemas simples.- Solución de problemas complejos

LECTURA - Extensión del texto leído- Clase y género del texto

- Procesos generales.- Procesos relativos a textos específicos.- Procesos metalingüísticos.

CIENCIAS DE LA NATURALEZA

- Seres vivos y salud- Tierra y ambiente- Materia y energía

- Reconocimiento de con-ceptos.- Interpretación y aplicación de conceptos.- Solución de problemas.

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PISA: niveles, puntuación y propósitos por Áreas

Lecto- escritura

NIVEL PUNTOS PROPÓSITOS: forma en que se presenta el material escrito: textos continuos y discontinuos; tipo de proce-sos que evalúa del alumno: recuperación de informa-ción, interpretación de tex-tos, reflexión y evaluación; contexto relacionado al tex-tos: uso privado, uso público, uso laboral y uso educativo.

Por debajo del nivel I

Menos de 335 puntos

Los estudiantes pueden leer, en el sentido técnico de la pa-labra, pero tienen dificultad para utilizar la lectura como herramienta que les permita ampliar sus conocimientos y destrezas en diferentes áreas. Por tanto, está en entredicho su capacidad de beneficiarse de la educación y aprovechar las oportunidades de apren-dizaje durante su vida.

Nivel I 335-407 Los estudiantes sólo pue-den ubicar un fragmento de información, identificar el tema principal de un texto y establecer una conexión sencilla con el conocimiento cotidiano.

Nivel II 408-480 Los estudiantes responden a reactivos básicos como los que piden ubicar informa-ción directa, realizar inferen-cias sencillas, identificar lo que significa una parte bien definida de un texto y utili-zar algunos conocimientos externos para comprenderla.

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NIVEL PUNTOS PROPÓSITOS: forma en que se presenta el material escrito: textos continuos y discontinuos; tipo de proce-sos que evalúa del alumno: recuperación de informa-ción, interpretación de tex-tos, reflexión y evaluación; contexto relacionado al tex-tos: uso privado, uso público, uso laboral y uso educativo.

Nivel III 481-552 Son capaces de trabajar con reactivos de complejidad moderada. Ubicar fragmen-tos múltiples de informa-ción, vinculan distintas par-tes de un texto y relacionan dicho texto con conocimien-tos familiares o cotidianos.

Nivel IV 553-625 Alumnos que pueden res-ponder a reactivos difíciles, como los que piden ubicar información escondida o in-terpretar significados a par-tir de sutilezas del lenguaje. Pueden evaluar críticamente un texto.

Nivel V 625 puntos o más En él los estudiantes que pueden manejar informa-ción difícil de encontrar en el texto con los que no están familiarizados. Son estu-diantes que muestran una comprensión detallada de dichos textos y pueden infe-rir qué información del texto es relevante para responder al reactivo. Pueden recurrir a conocimientos especiali-zados, evaluar críticamente y establecer hipótesis.

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Matemáticas

NIVEL PUNTOS PROPÓSITOS: cantidad, espacio y forma, cambio y relaciones probabilidades.

Por debajo del nivel I

Menos de 358 puntos

Se trata de estudiantes que no son capaces de realizar las tareas de matemáticas más elementales que pide PISA.

Nivel I 358-420 Los estudiantes son capa-ces de contestar preguntas que impliquen contextos familiares donde toda la información relevante esté presente y las preguntas es-tén claramente definidas. Son capaces de identificar información y desarrollar procedimientos rutinarios conforme a instrucciones directas en situaciones ex-plícitas. Pueden llevar a cabo acciones que sean obvias y seguirlas inmediatamente a partir de un estímulo.

Nivel II 421-482 En el segundo nivel los es-tudiantes pueden interpre-tar y reconocer situaciones en contextos que requieren únicamente de inferencias directas. Pueden extraer in-formación relevante de una sola fuente y hacer uso de un solo tipo de representación. Pueden emplear algoritmos, fórmulas, convenciones o procedimientos básicos. Son capaces de hacer interpreta-ciones literarias de los resul-tados.

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NIVEL PUNTOS PROPÓSITOS: cantidad, espacio y forma, cambio y relaciones probabilidades.

Nivel III 483-544 Quienes se sitúan en este nivel son capaces de ejecu-tar procedimientos descri-tos claramente, incluyendo aquellos que requieren deci-siones secuenciales. Pueden seleccionar y aplicar estrate-gias simples de solución de problemas. Pueden interpre-tar y usar representaciones basadas en diferentes fuentes de información, así como razonar directamente a par-tir de ellas. Pueden generar comunicaciones breves para reportar sus interpretacio-nes.

Nivel IV 545-606 Los estudiantes son capaces de trabajar efectivamente con modelos explícitos para situaciones complejas con-cretas. Pueden seleccionar e integrar diferentes s. re-presentaciones, incluyendo símbolos y asociándolos di-rectamente a situaciones del mundo real. Pueden usar ha-bilidades bien desarrolladas y razonar flexiblemente con cierta comprensión en estos contextos. Pueden construir y comunicar explicaciones y argumentos.

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NIVEL PUNTOS PROPÓSITOS: cantidad, espacio y forma, cambio y relaciones probabilidades.

Nivel V 607-668 En este nivel los estudiantes pueden desarrollar y traba-jar con modelos para situa-ciones complejas. Pueden seleccionar, comparar y eva-luar estrategias adecuadas de solución de problemas com-plejos relacionados con estos modelos. Pueden trabajar de manera estratégica al usar ampliamente habilidades de razonamiento bien desarro-lladas, representaciones de asociación y caracterización simbólica y formal.

Nivel VI más de 668 Los estudiantes que alcan-zan este nivel son capaces de conceptualizar, generalizar y utilizar información basa-da en sus investigaciones y en su elaboración de mode-los para resolver problemas complejos. Pueden relacio-nar fuentes de información. Demuestran pensamiento y razonamiento matemático avanzado. Pueden aplicar sus conocimientos y des-trezas en matemáticas para enfrentar situaciones nove-dosas. Pueden formular y comunicar con precisión sus acciones y reflexiones.

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Ciencias Naturales

NIVEL PUNTOS PROPÓSITOS: describir y explicar fenómenos científicos, interpretar evidencias y conclusiones científi-cas y manifestar su comprensión del proceso de investigación científica. Integra: Física, Química, Biología, Ciencias de la Tierra y el Espacio.

Nivel I 331.9 Conocimiento científico muy limita-do, pues sólo se puede aplicar a pocas situaciones lo que conoce. Da expli-cación científicas obvias y parte de evidencias explícitas.

Nivel II 409.5 Tienen conocimiento científico ade-cuado para ofrecer explicaciones posibles en contextos que conocen o sacar conclusiones basadas en inves-tigaciones sencillas. Son capaces de razonar directamente e interpretar literalmente los resultados de una in-vestigación científica o la resolución de un problema tecnológico.

Nivel III 484.7 Identificar claramente los problemas científicos descritos en diversos con-textos. Pueden seleccionar hechos y conocimientos para explicar fenó-menos y aplicar modelos sencillos o estrategias de investigación. Los estudiantes en este nivel interpretan y utilizan conceptos de distintas dis-ciplinas y los aplican directamente. Desarrollan breves comunicados re-firiendo hechos y toman decisiones basadas en el conocimiento científi-co.

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NIVEL PUNTOS PROPÓSITOS: describir y explicar fenómenos científicos, interpretar evidencias y conclusiones científi-cas y manifestar su comprensión del proceso de investigación científica. Integra: Física, Química, Biología, Ciencias de la Tierra y el Espacio.

Nivel IV 558.7 Los estudiantes trabajan con eficacia en situaciones y problemas que pue-den involucrar fenómenos explícitos requeridos para hacer deducciones sobre el papel de la ciencia o tecno-logía. Seleccionar e integrar expli-caicones de diferentes disciplinas de ciencia o tecnología y vincular estas explicaciones directamente con los aspectos de la vida cotidiana. Los estudiantes en este nivel reflexionan sobre sus acciones y comunican sus decisiones utilizando el conocimien-to y la evidencia científica.

Nivel V 633.3 Los estudiantes identifican los com-ponentes científicos de muchas situa-ciones complejas de la vida y aplican tanto los conceptos científicos como el conocimiento acerca de la ciencia a dichas situaciones, y pueden compa-rar, seleccionar y evaluar la evidencia científica adecuada para responder a circunstancias específicas de la vida. Los estudiantes en este nivel pueden utilizar capacidades de investigación bien desarrolladas, vinculan el cono-cimiento adecuadamente y aportan percepciones científicas. Construyen explicaciones basadas en la evidencia y argumentos basados en su análisis crítico.

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NIVEL PUNTOS PROPÓSITOS: describir y explicar fenómenos científicos, interpretar evidencias y conclusiones científi-cas y manifestar su comprensión del proceso de investigación científica. Integra: Física, Química, Biología, Ciencias de la Tierra y el Espacio.

Nivel VI 707.9 Los estudiantes identifican, explican y aplican, de manera consistente, el conocimiento científico y el co-nocimiento sobre la ciencia en una variedad de circunstancias com-plejas de la vida. Pueden relacionar diferentes fuentes de información y explicaciones, y utilizar la evidencia de estas fuentes para justiciar la toma de decisiones. Demuestran clara y consistentemente un pensamiento y razonamiento científico avanzados, y demuestran la voluntad de utilizar su entendimiento científico a favor de soluciones a problemas científicos y tecnológicos poco comunes para ellos. Los estudiantes en este nivel utilizan el conocimiento científico y desarrollan argumentos a favor de recomendaciones y decisiones para resolver situaciones personales, so-ciales o globales.

Este libro se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Soto

Impresora.enero 2014.

Santo Domingo, República Dominicana

El Proyecto Educativo de Centro en Clave Pastoral y Agustiniana

Encuentro Continental de Educadores Agustinianos Latinoamericanos

La Vega, República DominicanaDel 10 al 14 de enero 2014