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El mundo bárbaro en Plinio el Viejo:Los pueblos limítrofes y periféricos del Imperio en el siglo ITRANSCRIPT
UNIVERSIDAD DEL DESARROLLO
FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES
El mundo bárbaro en Plinio el Viejo:
Los pueblos limítrofes y periféricos del Imperio en el siglo I
Autor : Ricardo Pérez Haristoy
Carrera : Licenciatura en Historia
Profesor Guía : José Miguel de Toro Vial
Septiembre
2005
Índice
Introducción 3
Capítulo I
Plinio el Viejo: El Mundo y El Imperio Romano 6
Capítulo II
El Oriente cercano: El Imperio Parto y la Arabia 14
Capítulo III
Los pueblos del Norte: bárbaros occidentales 21
Capítulo IV
El Mundo de la Periferia: Escitia, África y la India 24
Capítulo V
Civilización y Barbarie: Roma y el Mundo 35
Conclusión 40
Bibliografía 42
2
Introducción
Esta breve investigación desea entre sus primeras intenciones, presentarse como
un intento por la revaloración del estudio de la Historia Antigua, sin desestimar cualquier
otra área de la Historia, ya que sin duda, el Tiempo con todas sus dimensiones guardan
bellamente sorpresas que mueven el corazón del hombre al entregarse al estudio de
ellas. Pero al pensar un motivo serio para el estudio del pasado en particular, como es la
época Imperial romana, éste surge de un afán de encuentro con lo perdido, como si de
rescatar la memoria se tratase, en nuestro caso especial, cual tesoro que deslumbra
como huellas de la acción humana.
De allí la elección del motivo temático a estudiar. Consideramos necesario llamar y
traer de nuevo el mundo de los clásicos al Presente; que nos cuenten aquello que pudo
entregar brillo, ponerlo sobre la mesa y contemplar de nuevo lo alcanzado en otros
tiempos. Estos personajes relucen como héroes de la Historia, y los escuchamos hasta
hoy como el eco de la virtud en el tiempo, como si fueran “…una roca inconmovible
porque vemos que en ellos están presentes los grandes problemas del hombre del
pasado, y que son, en el fondo, nuestros mismos problemas, es decir los de tratar de ser
cada vez más hombres, convencidos de las limitaciones y de las grandezas de nuestra
humanidad.”1
Teniendo presente estás consideraciones, podemos acercarnos a nuestro tema de
estudio: la historia de las mentalidades en la antigüedad romana. Específicamente sobre
la concepción de barbarie de los romanos en los pueblos de fuera del Imperio durante el
siglo I d.C.
1 Herrera Cajas, Héctor. Dimensiones de la responsabilidad educacional. (Santiago: 1988), p. 64.
3
De esta forma, nuestra intención básicamente es ver si hay una distinción por
parte de los romanos, entre los pueblos guerreros del norte, los de oriente herederos de
grandes civilizaciones, y los pueblos de la periferia del mundo. Pero esta distinción debe
analizarse en relación a los conceptos barbarie y civilización, ver hasta donde se
extienden y qué es lo que los delimita. Así se espera poder verificar si es que existe o no
algún tratamiento semejante o especial hacia esos pueblos por sus diferencias
geográficas-culturales en relación con Roma.
La utilización de fuentes en primer lugar empieza con la lectura y análisis de
autores clásicos, entre ellos, Tácito que fue un profundo conocedor de los pueblos
bárbaros que habitaban en las fronteras del Imperio y de los asuntos internos de la vida
cortesana; Estrabón, un aficionado a los viajes que recorrió la mayor parte de las regiones
orientales del Imperio; pero de forma principal a Plinio el Viejo quien desarrolló todos los
conocimientos científicos de la antigüedad, utilizándolo bajo un pormenorizado análisis
que ilumine los conceptos centrales de Mundo, barbarie y civilización. De esta manera, las
nociones de ellos sobre la barbarie entre los distintos pueblos nos dirán que, tanto como
el bárbaro fue menoscabado por su posición periférica, también fue exaltado por algunas
de sus virtudes, por ejemplos las guerreras, y su mundo también fue defendido para dar
alarma de la política imperial desenfrenada.
Luego viene la utilización de la bibliografía moderna específica sobre la época, que
pretende aportar al estudio con un marco general, estableciendo en la investigación un
contexto que afirme las exposiciones anteriores. Los dos textos principales son el de
Pierre Grimal, La formación del Imperio Romano, y de Fergus Millar El Imperio Romano y
sus pueblos limítrofes, ambos de la colección sobre el mundo mediterráneo en la edad
antigua. La línea de estos textos es resaltar el valor de la cultura y la economía como
fuerzas que condicionan la historia. Además otros estudios o ensayos más específicos
complemetan ciertas áreas: Por ejemplo el libro de Jean-Nöel Robert De Roma a China,
4
que profundiza con el Lejano Oriente, adentrándonos en todo el viaje que significaba
llegar a la lejana China, y además conocer la imagen que se tuvo de ella. También se
pueden ver problemas de otra índole, como las relaciones entre barbarie y civilización en
Estudio de la Historia de Arnold J. Toynbee.
Nuestro primer capítulo, concentraría la concepción general del mundo romano,
explicando la visión que presenta nuestro autor principal, Plinio el Viejo, desarrollando el
tema de la centralidad frente a la periferia para entender el contraste que existe entre lo
bárbaro y lo civilizado. Luego tanto en el segundo capítulo como en el tercero, veremos el
Mundo al este y al norte de Roma, describiendo a los pueblos del oriente cercano, y luego
a los pueblos germanos, analizando cuales son sus principales características y su forma
de relación con el Imperio. En el cuarto capítulo, se trata sobre el Mundo de la Periferia.
Este capítulo pretende hablar sobre los pueblos que se encuentran más allá del límite del
mundo conocido, y buscar descubrir relaciones o factores comunes que den un sentido
parecido dada su ubicación geográfica. Finalizando, el último capítulo, trata sobre el
concepto de barbarie viendo que lo diferencia del civilizado, descifrando a través de Plinio
el Viejo, de qué depende la categorización de bárbaro para cada pueblo. Siguiendo una
contraposición entre el sentido de barbarie de los pueblos del norte y los del este, viendo
de qué manera afectan o se relacionan con el Imperio.
5
Capítulo I
Plinio el Viejo: El Mundo y El Imperio Romano
La Tierra, el cielo y todo lo que abarca la Naturaleza, han sido para el hombre
fuente infinita de inspiración. Las distintas consideraciones sobre las maneras de observar
y entender el Mundo, han variado según la época y el lugar. Pero una idea que se
mantuvo invariable, fue la de la Tierra como madre del hombre. Y aunque los pueblos se
desarrollaron de modo muy distinto, dependiendo de la naturaleza que marcando su
entorno les facilitó o impidió su progresión cultural, lo fundamental fue su propia
sobrevivencia.
Cuando el hombre es capaz de sobrepasar a la naturaleza, en el sentido de que
alcanza un grado cultural más elevado que denominaremos civilización2, el mundo
empieza a volverse pequeño. La fuerza de una civilización se va imponiendo sobre otras,
que viéndose alcanzadas por el empuje superior de aquélla, ceden su extensión territorial
y su primacía cultural.
La idea surge siempre en la mente del hombre, en esa avidez innata que lleva a
desear el gobierno de todo el orbe. Esta aspiración universal no es nueva, y los imperios
se lanzan en carrera para dominar a través de sus manos hasta donde les sea posible,
siendo esto mismo muchas veces la causa de su propio entierro.
El Imperio romano no escapa a este proceso. Tratar de descubrir como conoció un
romano el mundo durante el siglo I d.C. es el propósito de esta investigación. Pero más
específicamente, a los pueblos que se encontraban fuera del limes. La Tierra entera sólo
estaba conocida a medias, y sus lugares más lejanos, entretejidos de osadas
excursiones, inexacta erudición y leyendas.
2 Toynbee, Arnold. Estudio de la Historia. Véase el cap. II.
6
En el momento en que el principado de Augusto imponía la paz en el Imperio, se
pudo entrar en contacto con lejanos países al romperse las fronteras. La paz aseguraba el
comercio, y éste las relaciones con otras naciones. Durante este proceso, hubo hombres
que quisieron hacerse cargo de lo que implicaba conocer el mundo en todas sus
dimensiones. Este deseo tampoco es nuevo plasmándose en los variados autores de la
época que dedican su vida al conocimiento. Entre ellos llama la atención la figura de Plinio
el Viejo con su Naturalis Historia, quien será el guía en las aproximaciones sobre el
mundo que no perteneció a la centralidad romana. Él fue considerado en su tiempo como
uno de los más sabios y, más que eso, un hombre con responsabilidades dentro de la
administración del Imperio, llegando a tener el cargo de procurador de la Tarraconense y
luego el almirantazgo de la flota del mar Tirreno. Es la visión del mundo de este hombre la
que pretendemos traer del pasado, tomarla en las manos y disfrutarla. Y nos parece
propicio él por la riqueza de su obra, parecida a una enciclopedia de la Antigüedad que
abarca todos los campos del conocimiento en sus 37 libros: el cosmos, la geografía, la
antropología, el reino animal, el reino vegetal, la farmacopea vegetal, la farmacopea
animal, y el reino mineral. Plinio dirá: “Realmente mi propósito, traspasando ya la
interpretación de la naturaleza, es proceder a llevar, como de la mano, el pensamiento de
los lectores por el universo entero.”3
En el libro II de su obra Plinio el Viejo se refiere a la Tierra y a sus características,
acercándose con la mayor exactitud para explicar su forma, sus movimientos y la
interacción de los elementos que producen los fenómenos naturales. A su vez desarrolla
la parte celeste del mundo con sus leyes y su naturaleza. Ambas dimensiones, la Tierra y
el cielo son entendidos como parte de una misma realidad, las cuales se autodeterminan
identificándose con la divinidad: “El mundo y todo aquello que con otra denominación se
convino en llamar cielo, en cuyo seno transcurren todas las cosas, hay que creer que es
3 Plinio el Viejo. Historia Natural. II, 241.
7
igual a la divinidad, eterno, inconmensurable y que no ha sido engendrado ni jamás va a
perecer.”4 El mundo para él es perfecto y su naturaleza da o esconde las explicaciones
sobre el orden de las cosas, y en relación al hombre, lo jerarquiza bajo una intención
oculta que proviene de la sabiduría natural. En su descripción física, presenta al mundo
dividido en tres grandes continentes envueltos por las aguas del Océano: Europa, Asia y
África. La distribución de los continentes es desigual, tanto por el desconocimiento exacto
de las medidas, como por los criterios para dividirlos. Así, Europa aparece como el mayor
de los tres, seguido por Asia y luego África. El río Don (Tanais) separa Europa de Asia, y
el Nilo, Asia de África.5
Esta Tierra, que siempre guarda secretos a sus delirantes admiradores, es
presentada en íntima relación con los otros elementos de la naturaleza, los cuales no se
entienden para Plinio sin esta consonancia. Las fuerzas que reúnen y mezclan a la
naturaleza, hacen que el hombre tome las formas de ser, las costumbres y hasta su
apariencia física de esta relación con el medio. De aquí que las diferencias entre los
distintos pueblos de la Tierra tengan como causa principal su ubicación geográfica. Plinio
se refiere de esta forma al explicar la idea central que abarca la obra:
“Deben relacionarse con estas cuestiones las relativas a factores
celestes. En efecto, no cabe duda de que los etíopes están quemados
por el calor de la proximidad del sol y nacen como tostados, con la
barba y el pelo rizado. En la zona opuesta del mundo las razas son de
una tez blanca como la nieve, y de pelo largo y rubio. Éstas son
salvajes por la dureza del aire, aquéllas prudentes por el carácter ligero
de éste, siendo, además, prueba de ello sus piernas: en estas [sic.] el
elemento aire caliente impulsa los humores hacia las partes superiores;
4 Ibid., II, 1.5 La división del mundo en tres continentes, aparece presente en la llamada corografía de Augusto, que no es otra cosa que el mapa de Marco Vipsanio Agripa, uno de los primeros antecedentes de la cartografía romana. Véase en Fragmentos relativos a la corografía de M. Vipsasio Agripa, 1.
8
en otras los hace descender hacia las inferiores, al tender el líquido a
bajar. Aquí hay grandes fieras, allí crecen distinto tipos de animales y
sobre todo muchas clases de pájaros veloces por la acción del calor. La
estatura elevada es común a las dos zonas, allí por el estímulo del
calor, aquí por el alimento del agua.
En el centro, en cambio, por la sana combinación de los dos
extremos, hay tierras feraces para cualquier producto, las proporciones
físicas son de un marcado término medio, inclusive en el color, las
costumbres moderadas, los sentidos finos, el talento fecundo y apto
para abarcar la naturaleza entera; éstos poseen imperios que nunca
tuvieron las naciones remotas, como tampoco éstas les han obedecido,
al estar marginadas y aisladas por imperativo de una naturaleza que las
abruma.”6
Es esta visión la que da una preponderancia a la centralidad como fuente de
Imperio, como aptitud para dominar a la naturaleza. Roma se identifica con el centro, y su
supremacía geo-física es la que desarrolla el Imperio frente al mundo de afuera.
Entendiendo esta relación hombre-naturaleza, ubicación-aptitud, podemos cruzar el
umbral del Imperio romano, y entrar a la capital del Mundo: Roma.
Depositada en la cuna del Lacio, frente al río Tiber, Roma se alza como el ombligo
del mundo. Ubicada en el centro del Mediterráneo, conquistando centrífugamente primero
Italia y luego las otras penínsulas, se impone finalmente en todo el Mare Nostrum.
Con las tierras del este, se pone a prueba su adicta fascinación de conquista, y el
Imperio romano termina cerrando sus límites frente a accidentes geográficos o a
potencias militares y culturales. Y de esta forma, Roma logra convencer a los demás
pueblos vecinos, creando una gran unidad cultural, de sólida resistencia en el tiempo. Es
6 Plinio el Viejo. Historia Natural. II, 190.
9
el corazón en Europa y la espada en Oriente, y sus siglos de vida dejaran grabado lo que
se acuñó bajo este inmenso ideal de civilización: “El ideal común es el de la ciudad, y en
Occidente tanto como en Oriente, el Imperio va a unificarse alrededor de ella.”7 Pero
Roma sólo logró imponerse en una pequeña parte de él. Frenado por el Imperio parto,
sólo conoce una parte de todo lo que se esconde tras su enorme frontera. El Lejano
Oriente se conoce sin exactitudes ni certezas. Pero fascina enormemente por su misterio,
el cual lo desdibuja al irse adentrándose en sus tierras, perdiendo al romano entre la
imaginación y el mito.8
Roma encuentra sus límites en el siglo I d.C., bajo la égida de Augusto, y más las
posteriores conquistas del siglo. Esta expansión frena su curso por el este al encontrarse
con el Imperio parto, en la parte superior del Éufrates frente a Siria, y de la llamada Arabia
Feliz en su parte inferior; en el norte de esta región se ubica el reino de Armenia, que
luego de disputas con los partos finalmente queda bajo jurisdicción romana. Por el sur
quedan las costas de África y el ansiado Egipto con Alejandría, el sueño más bello de
Alejandro Magno. En el límite septentrional del Imperio vive la Germania, escudada por
sus selvas tras el Danubio y el Rhin. Y por el oeste descansa el infinito Océano. Estos son
los límites de la civilización y, fuera de ella vive el mundo bárbaro. Si bien, existía la
convivencia con bárbaros dentro del Imperio, son los pueblos del exterior los que nos
interesan. Las diferencias que existen entre el mundo del norte, entendido como los
pueblos germanos, el mundo oriental como este cercano oriente, y además el mundo de
la periferia que escapa por su lejanía, serán las directrices centrales de la investigación.
El Imperio tenía un sentido. Augusto tenía una misión que se acercaba a un deber
divino. Era designio de los dioses el que Roma se alzara sobre otras naciones, no pura
voluntad humana. No fue tampoco un descarnado espíritu conquistador, ni dominador. Su
7 Grimal, Pierre. El mundo Mediterráneo en la Edad Antigua. (Madrid: 1996), p., 222.8 Serbat, Guy. Introducción General a Plinio el Viejo. Historia Natural. Libros I-II. p.79: “La pertenencia de la geografía a las «bellas letras», y no a la ciencia como nosotros la entendemos hoy, autorizaba esta profusión pintoresca, hecha para distraer al lector.”
10
afán expansivo tiene un sentido defensivo. En su frente occidental, la política fue de
contención del mundo bárbaro septentrional. Esta frontera “…si fuese forzada, dejaría a
Italia a merced de los bárbaros. La preocupación dominante de Augusto parece haber
sido la de asegurar la integridad de la península…”9 Por otro lado, en Oriente, según
Jean-Nöel Robert, las medidas de Roma serán tomadas por el terror que les dejó impreso
Aníbal, “En principio porque el miedo que han conocido los romanos les lleva a tomar
conciencia de que no pueden contentarse con llevar una política exterior defensiva y que
es necesario tomar las medidas necesarias para evitar una posible nueva invasión.”10
Es más, fue en la llamada etapa republicana donde figuraron la mayor parte de la
conquistas, siendo más certeros entre el año 202 a. C. y el 129 a. C. Durante el período
tradicionalmente llamado Imperio, desde Augusto hasta la caída de Roma, los
emperadores trataron de sostener con todas sus fuerzas los limina, haciendo muy pocas
conquistas. El ideal civilizador, la realidad de la pax romana hizo posible un gran
intercambio cultural, una apertura que dinamizó la historia con infinitos movimientos de
encuentro. Para unos fue signo de grandeza, de desarrollo y progreso, de allí que al
referirse a Italia Plinio diga:
“Sé bien que se me puede considerar de ánimo desagradecido y
débil por nombrar, como por azar y de paso, una tierra que es criatura y
a la vez madre del mundo, elegida por la voluntad de los dioses para
hacer el cielo mismo más luminoso, congregar imperios antes
esparcidos, educar los hábitos sociales y, con la comunidad de lengua,
llevar a entendimiento a gentes de hablas tan diferentes y salvajes y
aportar la civilización al género humano: en una palabra, a que fuera
una sola en todo el orbe la patria del conjunto de las naciones.”11
9 Grimal. P. El mundo Mediterráneo en la Edad Antigua. p.298-299.10 Robert, Jean-Noël. De Roma a China. (Barcelona: 1996), p.5111 Plinio el Viejo. Historia Natural. III, 39.
11
Plinio deja así en claro el papel de Roma. Su centralidad implica su labor
educadora del mundo, que la distingue de su parte salvaje y bárbara por ser portadora de
civilización. Sin embargo, pese a esta devoción por la cultural romana, otros autores
presentan la otra cara de esta visión, donde ser romano significó todo lo contrario. Es el
caso de Tácito, que los llama: “Saqueadores del mundo, cuando les faltan tierras para su
sistemático pillaje, dirigen sus ojos escrutadores al mar. Si el enemigo es rico, se
muestran codiciosos; si es pobre, despóticos; ni el Oriente ni el Occidente han conseguido
saciarlos; son los únicos que codician con igual ansia las riquezas y la pobreza. A robar,
asesinar y asaltar llaman con falso nombre imperio, y paz al sembrar la desolación.”12
Pese a esta diferencia en la forma de ver el comportamiento del Imperio, ambos
concuerdan en que es la misma expansión de éste la que trae el lujo y la corrupción a
Roma. El problema de cómo el proceso de expansión del Imperio perdió su sentido más
noble corresponde a otra investigación. Nosotros nos limitaremos a seguir a Plinio en
cuanto que él marca distinciones entre el mundo civilizado y el bárbaro según su
ubicación geográfica, lo que determina por una parte la diferencia del lenguaje, que es lo
que guarda el poderío cultural. Así Roma no sólo vence a través de sus ejércitos. Es la
lengua la que guarda una fuerza sin igual, ella es la verdadera portadora de civilización y
hace posible la “comunidad de lengua”. Roma somete al mundo con su poder y con el de
su lengua, y Plinio no se cansa de repetirlo. Así, el dominar para asegurar, el educar y el
civilizar se mezclan para hacer frente al mundo exterior.
12 Tácito. Agrícola. 30, 4.
12
(Mapa del Mundo según Pompinio Mela, contemporáneo de Plinio el Viejo.
Reconstrucción teórica sacada de Plinio el Viejo. Historia Natural. Libros III-VI)
Capítulo II
El Oriente cercano: El Imperio Parto y la Arabia
13
En términos geográficos, el Oriente es entendido por un romano como el
continente asiático y su profunda extensión. En Plinio encontramos que el límite
nororiental exacto se ubica en el Ponto Euxino (mar Negro), específicamente en “La
laguna Meótide por su parte, en la que desemboca el río Tanais que desciende de los
montes Rifeos, último confín entre Europa y Asia…”13. El mundo oriental es
completamente distinto de su hermano occidental. Posee distintos matices y rasgos
peculiares, siguiendo la mentalidad de Plinio, en dependencia a su ubicación geográfica.
No será lo mismo para Plinio, el Oriente próximo junto a la vecindad del Imperio parto, que
los pueblos nómadas de las estepas asiáticas, que los exóticos indios o los pueblos
fabulosos que habitan islas sobre el océano. El único rasgo que compartirán todos esos
pueblos será su condición de bárbaros. Aunque es posible encontrar excepciones a la
vista de Plinio: allí donde algunos manantiales de civilización muestren costumbres ajenas
a la barbarie, saliendo a la luz como pueblos dignos de elogio.14
En Oriente está en primer lugar la península de Anatolia, luego toda la región
conocida como Mesopotamia, antiguo rincón de civilizaciones, frente a la costa siria, y
desde el Cáucaso hasta el golfo Pérsico. Aquí dominan los reconocidos partos, los cuales
se extienden a través de la meseta del Iran.
El Imperio parto aparece como el contrincante de Roma en la competencia por el
poder en las tierras de Oriente. Y es que desde las expediciones de conquista de
Alejandro hasta el despertar del mundo árabe, el Cercano Oriente ha sido un escenario
dividido, a pesar de que tanto romanos como partos hayan ofrecido ideales de unidad,
pues los emperadores querían hacer suyo el sueño de Alejandro y los reyes arsácidas
restablecer la herencia de los persas aqueménidas, alimentando ambos sus ambiciones
con los gloriosos y antiguos pasados.15
13 Plinio el Viejo. Historia Natural. IV, 78.14 infra. Véase el pueblo de los esenios en nota 66; y en Plinio el Viejo. Historia Natural. V, 73; VI, 133. Los esenios se encontraban dentro de los límites del Imperio, pero en su extremo oriental.15 Grimal, P. El mundo Mediterráneo en la Edad Antigua. p.295
14
Llama entonces la atención las pocas referencias de Plinio sobre los partos. En el
ámbito geográfico se extiende así: “La propia Pérside, situada frente al ocaso, ocupa en el
litoral una extensión de quinientos cincuenta mil pasos; próspera incluso hasta el lujo, ya
hace tiempo que ha cambiado su nombre por el de los partos. Acerca de su imperio
diremos a continuación unas pocas palabras.”16 En realidad más que pocas palabras,
reduce el Imperio parto a la mera geografía. Plinio deja en un casi total misterio a este
pueblo, en comparación con otros de mayor lejanía, y con los cuales se cuenta con
menos información fidedigna como veremos más adelante. Volviendo a las descripciones
geográficas, Plinio prosigue dando cuenta de la existencia de un Estado, pero haciendo
ver su regionalismo, “Los reinos de los partos son en total dieciocho; así, en efecto,
dividen sus provincias, situadas, como ya dijimos, en torno a dos mares: el Rojo por el
mediodía y el Hircano por el septentrión. Once de estas provincias, que ellos denominan
«superiores», comienzan en los confines de Armenia y en las costas del Caspio, y llegan
hasta los escitas, con los que viven en igualdad de condiciones. Los otros siete reinos
reciben el apelativo de «inferiores».”17 También dice que: “La Partia tiene por el naciente a
los arios, por el mediodía a Carmania y a los arianos, por el ocaso a los medos pratitas y
por el septentrión a los hircanos; y por todas partes está rodeada de desiertos. A los
partos que viven más lejos los llaman nómadas.”18
Son muy pocas las referencias que se encuentran con respecto a la relación de
antagonismo entre los dos Imperios, oposición necesaria para marcar la distancia entre la
civilización y la barbarie. La primera la enuncia al narrar las maravillas de la ciudad de
Palmira, la cual: “…se encuentra por una suerte particular en medio de los dos imperios
más poderosos, el de los romanos y el de los partos, siendo siempre la principal
16 Plinio el Viejo. Historia Natural. VI, 111.17 Ibid., VI, 112. El mar Hircano corresponde al actual mar Caspio, que en la antigüedad tomó este mismo nombre o bien se le llamó así con mayor exactitud a la zona sudoriental que tocaba su región homónima.18 Ibid., VI, 113. El término arios, se debe al pueblo que habitaba la región llamada Aria, y no al errado concepto moderno que etnólogos del siglo XIX propusieron, donde todos los pueblos europeos de raza blanca eran descendientes del antiguo pueblo de los arios, y que más tarde sirvieron a movimientos europeos de carácter colonialista y nacionalista para dar justificación a sus postulados racistas y militaristas.
15
preocupación para ambos en tiempos de conflictos.”19 Y la segunda, de menor
importancia, refiriéndose a los árabes.20
Los partos durante el siglo I d.C., habían preferido mantener una posición más
defensiva que ofensiva con respecto a Roma, debido a su pérdida de poder como
autoridad central y a las fracciones internas, a lo que se sumaban también las continuas
presiones que recibía por el este desde el nuevo y poderoso estado Kushan.21
Pese a su debilidad política, el Imperio parto logró mantenerse en pie un tiempo
más, ya que poseía una privilegiada posición económica, controlando las muchas rutas
comerciales que provenían del Lejano Oriente, asegurando y enriqueciendo a sus
ciudades caravaneras. La demanda de bienes suntuarios por parte del Imperio romano
iba en ayuda del debilitado Imperio parto. Pero también los partos eran beneficiados por la
política romana en Oriente: “La centralización de la autoridad del Imperio romano se
enfrentaba a la tendencia contraria a los partos, pero éstos podían a menudo confiar en
los sentimientos antirromanos e, incluso, en la ayuda material de los estados vasallos de
Mesopotamia, los judíos, los árabes u otros pueblos de Oriente.”22
Quizá el silencio de Plinio con respecto al pueblo parto se deba a que fueron ellos
quienes infringieron a los romanos más de una derrota, manteniéndose como efigie de
esta debilidad la batalla de Carres en el 53 a.C., donde Craso es muerto y miles de
soldados tomados prisioneros. “Las fuentes latinas nos enseñan que los romanos temían
tanto a la caballería pesada de los partos (cataphracti) como a su caballería ligera,
armada de arcos y flechas; les llamaba particularmente la atención la forma que tenían los
jinetes partos de volverse en la silla y disparar flechas a sus perseguidores.”23 Así,
también en las obras de otros geógrafos como Estrabón y Tácito, aparece de forma
19 Ibid., V, 88.20 infra. Véase nota 31.21 Millar, Fergus. El Imperio romano y sus pueblos limítrofes. (Madrid: 1979), p. 232,233; Robert, J. De Roma a China. p.45-47.22 Millar, F. El Imperio romano y sus pueblos limítrofes. p.23623 Ibid., p.236
16
evidente que el Estado parto tuvo un reconocimiento por parte de los romanos,
especialmente por su forma de organización estatal y por su poder bélico.24 Vemos que
Tácito, si bien nunca los deja de llamar bárbaros, a los partos los considera semejantes
en fuerza y enemigos dignos en el combate.25
Pero más parece que el silencio de Plinio se debe a que ya no era necesario
reconocer ningún valor al Imperio parto, porque bajo el siglo I d. C. éste perdió de a poco
su autoridad. El trono era inestable, las sublevaciones corrientes y las presiones externas
cada vez mayores. Para Plinio, era el peso de su barbarie lo que finalmente hacía olvidar
cualquier victoria obtenida sobre Roma en el pasado. Ya el mismo Augusto se había
referido en torno a ellos diciendo: “A los partos les he obligado a devolver el botín y los
estandartes de tres ejércitos romanos y a pedir humildemente la amistad del pueblo
romano. Estos estandartes los he depositado en el más sagrado de los templos, en el
santuario de Marte vengador.”26 Y también “El rey de los partos, Fraates, hijo de Orotes,
me envió a Italia a todos sus hijos y nietos, y no después de una guerra desgraciada, sino
para obtener nuestra amistad, dejándonos a sus hijos en rehenes.”27
Pero más allá de esto, el Imperio parto siguió siendo el límite tanto geográfico
como cultural del Imperio romano, conservando la herencia del antiguo Oriente, y
traspasándosela a los sasánidas que más tarde vendrían a ocupar su lugar.
La próxima región que limita con el Imperio romano es la famosa Arabia, región
que al adentrarse en sus partes interiores nos envuelve en sus fantásticas redes de
leyendas, entregada a las tribus nómadas y al calor del desierto. Plinio comienza su
descripción geográfica, marcando las características productoras de la región “Más allá de 24 Estrabón. Geografía. Refiriéndose a los partos: ellos “…dominan un territorio tan grande y tal cantidad de tribus que de alguna forma se han convertido en rivales de los romanos por la magnitud de su poder. Causa de ello es su forma de vida y sus costumbres, que tienen por un lado mucho de bárbaro y de escita, pero sobre todo el componente necesario para conseguir la hegemonía y el éxito en los asuntos bélicos.” XI, 9, 2.25 Tácito. Anales, XII, 10, 2-11, 2.26 Res Gestae Divi Augusti. 2927 Idib., 32.
17
la boca Pelusíaca está Arabia, que se extiende hasta el mar Rojo y hasta aquella tierra,
productora de perfumes y rica, conocida por el sobrenombre de Feliz.”28 Es tanta la
riqueza que presenta Arabia que Plinio no duda en compararla con la fértil Italia: “La
propia península de Arabia, que discurre entre dos mares, el Rojo y el Pérsico, por un
cierto capricho de la naturaleza, está rodeada de mar, con forma y extensión semejantes
a las de Italia; además mira a la misma parte del cielo sin ninguna diferencia, resultando
favorecida también ella por esa situación geográfica.” 29
Plinio con respecto a Arabia presenta una mayor cantidad de datos en
comparación con los partos. Se detiene en caracterizar las formas de vida de los pueblos
que la habitan, siendo éstos en su mayoría nómadas; se acerca más al hombre y a sus
costumbres, refiriendo que:
“(…)se alimentan de leche y de la carne de las fieras, y los demás
pueblos, como hacen los indios, extraen vino de las palmas y aceite de
sésamo. Que los homeritas son los más numerosos, pero los mineos
tienen fértiles campos plantados de palmeras y abundancia de ganado.
Que sobresalen en armas los cerbanos y los agreos, y muy
especialmente los catramotitas. Y además, que los carreos poseen
campos extensísimos y muy fértiles; los sabeos son riquísimos por la
fertilidad de sus bosques olorosos, además por sus minas de oro, por el
regadío de sus campos y por su producción de miel y cera.”30
Y refiriéndose a los árabes en general dice que:
“…van con un turbante o el pelo largo; la barba se la afeitan excepto en
el labio superior, otros se la dejan también sin rasurar.
28 Plinio el Viejo. Historia Natural. V, 65.29 Ibid., VI, 143.30 Ibid., VI, 161.
18
Resulta asombroso decir que entre estos innumerables pueblos,
una mitad vive del comercio y la otra del bandidaje.
Por regla general, son pueblos muy ricos, en tanto que a ellos van
a parar riquezas enormes de los romanos y de los partos, pues venden
los productos que obtienen del mar o de los bosques, y, en cambio, no
compran nada.”31
Con Arabia se acaba el Oriente Próximo. Es interesante recalcar que, si bien estos
pueblos muestran costumbres bárbaras, Plinio conjetura que la riqueza productora de la
región se debe a un “capricho de la naturaleza” que la asemeja a Italia. Se viene a marcar
de nuevo una relación geográfica de connotación positiva, para explicar la fortuna de la
Feliz Arabia. El italocentrismo es, por tanto, una constante en la obra de Plinio.
Es importante decir, con respecto a estas afirmaciones, que el tópico que se repite,
y con el cual se trabajará el problema de la barbarie en Plinio, es que para él, Oriente es
de por sí, un lugar con naturaleza bárbara. Esto es por su ubicación geográfica, y de allí
que se lo relacione con el lujo, el exceso, la corrupción del dinero, el nomadismo, pero
principalmente con la falta de libertad. Éstas son las características que lo diferencian de
los pueblos del norte. “…la barbarie y la regresión científica que a ella va ligada tienen,
pues, un hogar principal, el Oriente, desde donde se han extendido por el mundo griego, y
luego por el romano.”32 Como ya se dijo, Plinio considera la superioridad de los pueblos en
relación a su ubicación, y Oriente y lo que provenga de él no puede ser el modelo a
seguir, ya que el centro del mundo es Roma.
31 Ibid., VI, 162. 32 Serbat, G. Introducción General a Plinio el Viejo. Historia Natural. Libros I-II. p. 195.
19
Capítulo III
Los pueblos del Norte: bárbaros occidentales
Los pueblos del norte son presentados ante el mundo romano como el baluarte de
la barbarie, y su tierra como la constante línea fronteriza. Plinio trata a esta región como
un paréntesis cultural, sin profundizar propiamente en sus pueblos.
Empezando por la solitaria Britania, Plinio da de ella sólo informaciones
geográficas como su posición frente a Germania, desconociendo a casi todos sus
pueblos, dando únicamente a conocer rasgos generales: “Hace ya casi treinta años que el
20
ejército romano dio noticia de ella, aunque no más allá de las proximidades de la selva de
Caledonia. Agripa cree que su longitud es de ochocientos mil pasos y su anchura de
trescientos mil, la misma que tiene Hibernia, pero la longitud de ésta es de doscientos mil
pasos menos.”33 Profundiza un poco más en las islas del norte, ubicadas en el actual mar
del Norte y alrededor de Britania e Hibernia. Lo importante es que se muestra el fin de la
Tierra por el Occidente.
Luego viene la Germania, la que Plinio presenta en primer lugar como una región
de desconocida proporción. Se sabe de ella sólo en parte y de manera vaga. Sólo en su
descripción etnográfica se vuelve más preciso con respecto a los nombres de los pueblos
que la habitan: “Las estirpes de los germanos son cinco: los vándalos, de los que forman
parte los burgodiones, los varinnas, los carinos y los gutones; la segunda estirpe es la de
los inguéones, de la que forman parte los cimbros, teutones y caucos.
Los más cercanos al Rin son los istueones, de los que los hermíones se encuentran en el
interior y de ellos forman parte los suevos, hermúnduros, catos y queruscos. La quinta
estirpe la componen los peucinos y los basternos, limítrofes con los dacios…”34 Pese a
esta sucinta exposición, nada nos dice sobre ellos. Su silencio aparece de nuevo de forma
extraña, dando total importancia a la geografía más que a los pueblos. Germania se
muestra cerrada, se sabe más o menos con exactitud donde empieza a aparecer, pero la
discusión central para Plinio es su medida y lo que piensan otros geógrafos: “En todo este
mar hasta el río Escalda viven pueblos germanos de extensión indeterminada: tan enorme
es la discrepancia de los que hablan sobre ellos.”35Y también: “…Germania realmente aún
después de muchos años no se conoce por entero. Si se me permite conjeturar, la
33 Plinio el Viejo. Historia Natural. IV, 102.34 Ibid., IV, 99, 100. Al parecer los istueones corresponderían a la tercera estirpe y los hermíones a la cuarta. Cf. Tácito. Germania. 2, 30, 35, 36, 40, 41, 46.35 Ibid., IV, 98
21
extensión de la costa no será mucho mayor de lo que opinan los griegos y de la longitud
indicada por Agripa.”36
Llama la atención que se empieza a hablar de ella de vuelta del recorrido
geográfico que Plinio hace de los pueblos del Ponto y de los del norte más lejano, los
cuales lucen con descripciones del todo fantásticas para caer en un serio y frío silencio
germánico. La razón del rápido recorrido por Germania, parece deberse a que, para Plinio
las descripciones de estos pueblos no traen ninguna importancia que puedan hacer
resaltar a Roma. La explicación a su silencio debe encontrarse en el fuerte contraste entre
la cultura romana y la germana. En cambio podemos ver en Tácito, otro autor de la época
aunque un poco posterior, que con respecto a esta región, señala con especificidad sus
formas de vida: su manera de organizarse, sus costumbres bélicas y sus prácticas
religiosas, aunque vea a la Germania como una tierra sin sentido alguno. Para dar un
ejemplo:
“Estoy casi convencido de que los germanos son indígenas y que
de ningún modo están mezclados con otros pueblos, bien como
resultado de emigraciones, bien por pactos de hospitalidad, pues
quienes en otros tiempos querían cambiar de lugar, no lo hacían por
tierra, sino por mar, y desde nuestro mundo son escasas las naves que
se adentran en un Océano inmenso y, por decirlo así, hostil. Además,
aparte del peligro de un mar terrible y desconocido, ¿quién va a dejar
Asia, África o Italia para marchar a Germania, con un terreno difícil, un
clima duro, triste de habitar y contemplar si no es su patria?”37
Es importante señalar que Plinio el Viejo sirvió al Imperio en la frontera noroeste
entre los años 47 y 58 d.C., en la llamada Germania inferior y luego en la superior. Es
más, durante este tiempo lleva a cabo la redacción de veinte libros hoy perdidos, las 36 Ibid., IV, 98-99.37 Tácito. Germania. 2, 2.
22
«Bella Germaniae», que narraban el conjunto de guerras que se hacían contra los
germanos en la orilla del Rin. Esta obra perdida quizás podría ser la explicación más
fuerte de su silencio, conjeturándose que simplemente se trató a esta región en otra obra.
Sin embargo, esta visión parece corresponder a la labor realizada por Plinio a manera de
cronista, y no la que corresponde a la Naturalis Historia, su única obra que se conserva
completa. Pero también no hay que olvidar que la Germania dio más de un espanto al
mundo romano. Las tres legiones que fueron pasadas a cuchillo y que abrumaron el
espíritu de Augusto exigiéndole a su fallecido general: “Quintilio Varo, devuélmeve mis
legiones”38, nos muestran el peligro que significaba esta áspera región llamada Germania.
Tácito nos dice: “Ni el Samnio, ni los cartaginense, ni Hispania o las Galias, ni siquiera los
partos, nos han suministrado tantas lecciones.”39 Poniendo a la Germania como la región
de poder bélico más importante y que ha causado más derrotas a Roma.
Por tanto, se puede decir que la Germania, frente a estos reveses hechos a los
ejércitos romanos, se alza mostrando su supremacía y su vigencia frente a la imposición
romana. Pero para Plinio, estas derrotas parecen haber sido uno de los motivos de su
silencio, no constituyendo para él la Germania un foco de importancia digno de elogio,
sino un reducto bárbaro que se explica ajustándose a la breve descripción geográfica, y
donde su supremacía bélica se podría encontrar en su esencia bárbara.
De esta forma, la Germania para Plinio, sólo aparece como el lado oscuro de una
moneda, sin brillo ni luz. Una cultura apagada, que por su cercanía, contrasta como el
lado bárbaro y mudo de occidente frente a la locuaz Roma, y por otro lado, se asemeja al
silencioso parto que escruta el solitario y desértico limes del cercano Oriente.
38 Suetonio. Vida de los doce Césares. XXIII.39 Tácito. Germania. 37, 3.
23
Capítulo IV
El Mundo de la Periferia: Escitia, África y la India
Al hablar de la periferia nos referiremos a los pueblos y a las regiones que no
colindan con el Imperio romano, a la periferia propiamente dicha del mundo total, la cual a
veces sólo se alcanza a tocar de la mano de la imaginación.
Los extremos de la Tierra, tienen un gran desarrollo en el imaginario del hombre
romano. Las regiones más alejadas de Roma dan a la imaginación la libertad de construir
una imagen de mundo donde la leyenda se confunde con la realidad. Llama la atención
que Plinio tenga un mayor encuentro descriptivo con estos pueblos, muchas veces de
24
dudosa existencia, que con pueblos que son más próximos al Imperio y de los cuales no
cabe ninguna duda.
Existen tres grandes áreas periféricas que presentan en conjunto las mismas
características: pueden ser escenarios de fantasías o de lugares míticos, tierra de seres
asombrosos o refugio de utopías sociales y, siguiendo el sentido de Plinio, de desorden
extremo o barbarie pura. Plinio presenta, además de la distancia respectiva para llegar a
cada una de ellas, la presencia de fieras y pseudo criaturas, y un clima donde al hombre
se le vuelve imposible habitar.
La primera gran región periférica es la parte septentrional del mundo, que recorre
desde Europa hasta Asia con el nombre de Escitia. Esta región termina en su límite norte
bañada por el llamado mar Escítico, pero antes se encuentran “…los montes Rifeos y la
zona denominada Pteróforo, por las continuas precipitaciones de nieve que se asemeja a
las plumas; es una parte del mundo maldita por la naturaleza, sumergida en una densa
bruma, expuesta sólo al frío intenso y ocupada por los gélidos lugares donde nace el
aquilón.”40 Acá Plinio comienza a desarrollar el tema del desorden que significa un
extremo, que se logra ver en primer lugar en la descripción de la naturaleza, imposible
para la vida humana. En estas regiones ni la vida civilizada ni la bárbara parece poder
tener existencia.
Otra referencia o aclaración que nos hace Plinio en relación a Escitia y sus
pueblos es que: “El nombre de escitas se ha extendido por todas partes hasta los
sármatas y los germanos. Pero esta antigua denominación no se ha mantenido sino para
aquellos que, situados los últimos de estos pueblos, viven casi ignorados por los demás
mortales.”41
40 Plinio el Viejo. Historia Natural. IV, 88. Aquilon: es el viento del Norte, en griego bóreas. Véanse las clases, características y observaciones sobre los vientos en Plinio el Viejo. Historia Natural. II, 19.41 Ibid., IV, 81.
25
Luego aparece un tema recurrente en estas lejanas regiones: más allá de las
tierras malditas, viven pueblos en una sociedad donde la justicia predomina, y reinan
siempre en felicidad y con una larga vida tal como el pueblo de los hiberbóreos: “Tienen
por moradas selvas y bosques, y el culto a los dioses se celebra tanto en privado como en
grupo; toda discordia y sufrimiento son desconocidos para ellos. La muerte no les
sobreviene sino por estar hartos de vivir: después de darse un festín y tras haber vivido
una opulenta vejez, saltan al mar desde lo alto de una roca. Éste es el tipo de sepultura
considerado más feliz.”42
Otra de las características de los pueblos de las regiones periféricas del mundo, es
que aparecen con formas sobrenaturales. Muchas veces los encontraremos en islas más
allá aún de los límites de la Tierra, como el siguiente caso:
“Jenofonte de Lámpsaco cuenta que a tres días de navegación de la
costa de los escitas se halla la isla de Balcia, de una enorme extensión.
Píteas la llama Basilia. También se habla de las islas Eonas, en las que
sus habitantes se alimentan de huevos de aves y de cereales, asimismo
de otras en las que sus habitantes nacen con cascos de caballos, por lo
que reciben el nombre de hipopótades, y aún de otras, las de los fanesios,
en las que los cuerpos de sus habitantes, que van desnudos, no se cubren
más que con sus desmesuradas orejas.”43
Vemos que geográficamente desde el norte de la región euroasiática, Plinio vuelve
hacia el oeste para chocar de nuevo con Escandinavia, una región que aparece como un
mundo nuevo frente a Germania. De ella dice: “…es Escandinavia, de extensión
desconocida; la única parte conocida de ésta la ocupa el pueblo de los hileviones, con
quinientas aldeas: por ello es conocida como «el otro mundo».”44
42 Ibid., IV, 89.43 Ibid., IV, 95. Balcia, era el nombre que en la Antigüedad se le daba a Escandinavia.44 Ibid., IV, 96.
26
Así este mundo del extremo septentrión, convive con la paradoja de la periferia.
Esto es, la de conocer sin ninguna exactitud su geografía, pero a su vez extenderse en
relatos sobre sus pueblos, de ascendencia tanto mítica como fantástica. Estas
características deben entenderse siguiendo a Plinio, como efecto del desorden. La
existencia de seres ajenos a una naturaleza conocida, la mezcla de elementos animales
con los del hombre, donde se pierde la armonía, es debido a su posición geográfica. Lo
mismo que la presentación de pueblos que poseen una larga vida y disfrutando de la
felicidad. Una vida en consonancia con los demás reinos de la naturaleza, más cercano al
mundo animal, llegando a desprenderse de su vida como siguiendo un ciclo. Esto que
parece un desorden contrasta con Roma como la presentación de los estados de barbarie
pura y los más cercanos a lo salvaje. Además, es recurrente que en la antigüedad se
considerara proverbial a los pueblos de los confines del mundo, y se les atribuyesen
características virtuosas.45
La segunda región considerada periférica es el interior de África, entregada a las
tribus nómadas y al calor del desierto. Plinio destaca los primeros rasgos de barbarie al
hacer notar la diferencia del dialecto y la presencia de un ambiente de inseguridad: “Los
nombres de sus pueblos y ciudades son absolutamente impronunciables si no es en sus
propias lenguas, y, por otra parte, viven casi siempre en fortalezas.”46 África, como todas
las regiones periféricas, comparte también una tradición legendaria; hay que destacar que
es casi siempre una región donde predomina un paisaje inhóspito, y donde su fauna es
aliciente para la curiosidad del romano: “(…)próxima ya a los desiertos y peligrosa por las
manadas de elefantes, pero mucho más por el pueblo de los autóloles, que está en el
camino hacia la montaña de África más plagada de leyendas, el Atlas.”47 Pero no por esto
45 Schrader, Carlos. en Heródoto. Libro III-IV. p. 57. Nota 120.46 Plinio el Viejo. Historia Natural. V, 1.47 Ibid., V, 5.
27
África pasa de ser sólo un reducto de fieras y algunos bienes suntuarios como marfil,
mármol, o alguna madera exótica. Al ir adentrándose cada vez más en su corazón, se
deja lo desolado y en las partes más lejanas surgen pueblos con ricas descripciones de
sus costumbres, como otros paradigmas de la barbarie:
“Algunos han situado en medio del territorio deshabitado a los
atlantes, y junto a él a los egipanes, medio fieras, a los blemias,
ganfasantes, sátiros e himantópodas. Los atlantes, si creemos lo que
cuentan, son una degeneración de las costumbres humanas. En efecto,
entre ellos no existe el empleo de nombres propios y contemplan
reunidos, con terribles imprecaciones, la salida y la puesta del sol, como
algo pernicioso para ellos mismos y para sus campos, y durante el
sueño no tienen las mismas visiones que los demás mortales. Los
trogloditas excavan cuevas, éstas son sus casas; comen carne de
serpiente y usan un silbido, no la voz: hasta este punto carecen de la
posibilidad de comunicarse con palabras. Los garamantes, carentes de
matrimonio, viven sin reglas fijas con las mujeres. Los águilas adoran
sólo a los espíritus infernales. Los ganfasantes, desnudos y
desconocedores de la guerra, no tienen trato con ningún extraño. Se
dice que a los blemias les falta la cabeza, y tienen la boca y los ojos
puestos en el pecho. Los sátiros no tienen ninguna costumbre humana,
aparte de su figura de hombre. El aspecto de los egipanes es como se
pinta generalmente; los himantópodas son una especie de cojos cuya
forma de andar es reptando. Los farusios, antes persas, se dice que
fueron los compañeros de Hércules cuando se dirigía a las Hespérides.
28
Y respecto a África no se me ocurren más cosas dignas de
contar.”48
Aquí vemos aparecer ciertas características constantes en las zonas periféricas, al
igual que en la parte septentrional, que nos muestran y explican los estados de barbarie.
En primer lugar se ve que no construyen, no habitan como hombres ni poseen ciudades;
no poseen lengua ni comercio; sus costumbres sociales están degeneradas; no hay ni
orden social ni piedad hacia los dioses; las formas están asimiladas a naturalezas
animales. Todo esto es lo contrario al mundo civilizado, apareciendo muy claramente
como se funde el concepto cultural de bárbaro con los imperantes geográficos. De esta
forma, se puede decir que la naturaleza de la periferia, genera por sí misma su condición
bárbara.
La última de las grandes regiones de la periferia y con mayor fama, es la India. Se
ubica entre el llamado mar Eoo, que es el mismo que el Sérico por el oriente, y el río Indo
por el occidente. Al mediodía se cierra en el mar Índico, y por el norte con los Himalayas,
que en la antigüedad se reconoce como la prolongación del Taurus.
La India para Plinio se presenta de forma muy distinta a las otras zonas periféricas,
y además en casi todos sus aspectos al mundo romano. Se ven muy marcadas las
diferencias de los efectos celestes en su relación con la Tierra: “Es diferente el aspecto de
su cielo y diferentes los nacimientos de las estrellas; hay dos veranos en el año, y dos
cosechas…”.49 Pero también, la India es el lugar del cual se habla con mayor exactitud,
dado que se tiene conocimiento de diversas fuentes antiguas que hablan sobre la región,
desde los viajes de Alejandro en adelante: “…en efecto, la India no sólo ha sido dada a
conocer por los ejércitos de Alejandro y de los reyes que lo sucedieron –dado que
48 Ibid., V, 44-46.49 Ibid., VI, 58.
29
Seleuco, Antíoco y el prefecto de su flota, Pátrocles, hicieron incluso un periplo por los
mares Hircano y Caspio-, sino también por otros autores griegos que permanecieron junto
a los reyes de la India, como Megástenes y Dionisio –éste enviado por Filadelfo-, en razón
de lo cual informaron también acerca de las fuerzas militares de estos pueblos.”50 Vemos
así, que, de inmediato, Plinio hace resaltar el sentido bélico del pueblo indio.
Las dos principales características que figuran entre los pueblos indios, son por un
lado sus inmensas fuentes de riquezas y por otro la fuerza de sus ejércitos, siendo el
pueblo más importante el de los prasios, con su capital en Palibotra, donde “En todo
momento están a sueldo de su rey seiscientos mil infantes, treinta mil jinetes y nueve mil
elefantes, de donde se desprende la viva sospecha de que son ricos.”51 La cantidad de
infantes, jinetes y elefantes, indican el poder de cada reino en la India, por el respectivo
gasto que conllevan y son el sello distintivo de cada pueblo. Se tiene, por tanto, la idea de
que existe un perpetuo estado de guerra en la India, estado que se contrapone con el
ideal romano de paz.
Junto con esto, es notable el hecho de que en la India Plinio muestre la existencia
de un grado de civilización, que es representada por un tipo de orden social:
“En cuanto al modo de vida de las tribus más civilizadas de la
India, transcurre de diversas maneras: unas cultivan la tierra, otras
abrazan la milicia, otras exportan sus mercancías e importan las
extranjeras, las mejores y más ricas gobiernan el estado, administran la
justicia y asisten a los reyes. Los de una quinta clase se consagran a la
sabiduría, entre ellos enaltecidas y casi convertida en una religión;
terminan siempre su vida con una muerte voluntaria en una pira que
previamente han encendido ellos mismos. Además de éstas, existe una
50 Idem., VI, 58.51 Ibid., VI, 68.
30
clase semisalvaje y ocupada en la ardua tarea – de la que se abstienen
los anteriormente nombrados- de cazar y domar elefantes. Con estos
animales aran, en ellos van montados; éste es el tipo de ganado que
mejor conocen, con ellos luchan y defienden sus fronteras. Determinan
su elección para la guerra las fuerzas, la edad y las dimensiones del
animal.”52
Esta organización que conocemos hoy como sistema de castas, demuestra
claramente que existe una gran importancia de la guerra junto a un desarrollo del aparato
bélico que traspasa todas las sociedades en los reinos de la India. Pero el factor
fundamental para entender la visión que tiene Plinio sobre la India es la riqueza. Ya que la
riqueza es la que asegura el ejército y la que mantiene en pie de guerra la región.
Por tanto estamos frente a la barbarie pura en la mente de Plinio, puesto que él
defiende el ideal de paz romana como la mayor virtud del Imperio. Y tanto el perpetuo
estado de guerra en que vive la India, como su rol de generadora de riqueza afecta
directamente al Imperio económicamente y socialmente. Según Guy de Serbat “…el propio
engrandecimiento del Imperio –que él [Plinio], sin embargo, aplaude- es a sus ojos la
causa esencial de la decadencia moral de Roma; porque provoca el enriquecimiento y el
lujo...”53; y en palabras del mismo Plinio “...la India se hizo más próxima por el ánimo de
lucro…”54. Así la decadencia que empieza a experimentar la sociedad romana, en relación
al antiguo espíritu romano, a las mores maiorum, se ve afectado con el contacto de las
regiones orientales, con la asimilación de sus costumbres, sus dioses y sus lujos. El
Imperio se expande de forma descontrolada en búsqueda de las riquezas, y de paso,
estas riquezas corrompen a la sociedad y a su vez desvirtúan el sentido del Imperio.
52 Ibid., VI, 66.53 Serbat, G. Introducción General a Plinio el Viejo. Historia Natural. Libros I-II. p.42.54 Plinio el Viejo. Historia Natural. VI, 101.
31
Luego de esto, siguiendo con las características comunes a las otras regiones,
vemos que también en la India se dan ejemplos de pueblos singulares, tanto por su origen
mítico como por su presentación de paradigma de sociedad. Primero: “…el pueblo de los
pandas, el único entre los indios gobernado por mujeres. Dicen que Hércules tuvo un solo
vástago de este sexo, y ella, favorecida por esta razón, fue dotada con el reino más
importante. Sus descendientes tienen bajo su autoridad trescientas poblaciones, ciento
cincuenta mil infantes y quinientos elefantes.” 55
También hay pueblos de la India que escapan a las formas sociales de la
civilización, habitando en medio de la naturaleza y compartiendo la vida con las fieras,
entre bosques y montañas, lugares que están cercados por arenales desérticos“...igual
que las islas por el mar.”56
Tampoco podemos dejar de nombrar a Tapróbane, la actual isla de Ceilán, lugar
donde de nuevo se alzan formas civilizadas más elevadas, pero que a su vez se muestran
como el paraíso de las riquezas. De esta manera:
“…ni siquiera Tapróbane, aunque relegada por la naturaleza fuera
de nuestro mundo, escapa a nuestro vicios. El oro y la plata también allí
alcanzan un elevado precio; tienen en gran estima el mármol semejante
a las conchas de las tortugas, las perlas y las piedras preciosas; pero,
en conjunto, el cúmulo de nuestros placeres es con mucho superior al
suyo: los embajadores de Tapróbane decían que sus recursos eran
superiores, pero que en nosotros había un disfrute mayor de las
riquezas. Nadie tiene un esclavo, ni duerme hasta el amanecer ni
durante el día; los edificios se elevan moderadamente sobre el suelo;
nunca se aumenta el precio de la cosecha, ni existe actividad judicial ni
litigios; veneran a Hércules. El pueblo elige como rey, atendiendo a su 55 Ibid., VI, 7656 Ibid., VI, 74.
32
avanzada edad y benevolencia, a un hombre que no tenga hijos, y, si
después llega a tenerlos, es destituido para que la monarquía no se
haga hereditaria.”57
De esta forma convive paradójicamente la idea del pueblo justo y sabio, con el de
rico y abundante en recursos. Al hablar Plinio de Tapróbane, y específicamente
refiriéndose al disfrute de la riqueza, muestra como esta isla es origen de un sin número
de objetos que atraen la atención del hombre romano, y que despierta precisamente el
deseo, que finalmente es lo que lo corrompe como una enfermedad de placeres, y arrastra
al Imperio a la expansión sin freno.58
Por último, yendo hacia el norte, inmediatamente sobre la India, nos encontramos
con el último pueblo del Lejano Oriente. Estos son los denominados seres, llamados así
por su relación con la producción de la seda, y que la tradición los ha identificado con el
pueblo chino59. Este pueblo se ubica entre la India y Escitia, y se acaba al este con el
océano Sérico:
“Los primeros hombres que se conocen son los seres, famosos
por el vellón de sus bosques; ellos cardan la parte blanca del follaje
después de empaparla en agua, y de esta operación se origina una
doble tarea para nuestras mujeres, devanar los hilos y tejerlos de
nuevo: con un trabajo tan complicado y en un país tan remoto, se busca
que las matronas aparezcan en público con vestidos transparentes.”60
El pueblo de los seres, además de su importancia por la producción de seda,
llamaba la atención a los antiguos por sus extrañas costumbres, mezcla de animalidad y
humanidad, un estadio intermedio: “Los seres son apacibles, ciertamente, pero también
ellos, a semejanza de las fieras, rehúyen la compañía de los demás mortales, y aguardan 57 Ibid., VI, 89.58 Ibid., VI, 81-91. Véase Tapróbane.59 Nota 121 en Plinio el Viejo. Historia Natural. Libros III-VI. p. 299.60 Plinio el Viejo. Historia Natural. VI; 54.
33
expectantes las mercaderías.”61 Pero principalmente se les conoce por el comercio y su
forma particular de realizarlo: “…las mercancías, que han sido dispuestas a la otra orilla
del río junto a lo que ellos ponen en venta, se las llevan si les complace el trueque; y no
hay cosa que nos haga experimentar un odio más merecido hacia el lujo que cuando se
traslada la mente hacia aquel lugar y se medita qué es lo que buscan, a cambio de qué y
por qué.”62
De esta forma tanto en Escitia, y en África como en el extremo oriental del mundo,
se pueden encontrar muchas similitudes que son indicadores de barbarie para Plinio.
Todos los pueblos ubicados en las zonas periféricas del mundo revelan en primer lugar la
presencia de climas desfavorables a la vida humana, lugares donde predomina el
exceso, tanto del ambiente más gélido como el del calor más asfixiante, donde la
Naturaleza se muestra implacable. Parajes ignorados por los demás hombres, ya que
están totalmente fuera de la civilización. La presencia de fieras y la asimilación de los
hombres a ellas es el síntoma más claro de barbarie, donde la mayoría no tiene un
idioma y si lo posee éste es ininteligible. Por eso los pueblos que habitan estas regiones
son sobrenaturales, y de allí que conviva la fantasía entre ellos, pero entendiendo ésta de
una forma negativa producto del desorden que reciben debido a su posición geográfica.
Pero lo que más importa a Plinio son las costumbres de estos pueblos, cómo viven, lo
que producen, y cómo se relacionan con Roma. Siendo de especial importancia, la
presencia de costumbres relacionadas con el lujo y la importación de ellas hacia Roma.
Sólo la región de Escitia se salva de esta condición que no comparte con las otras
regiones asiáticas. Teniendo en cuenta esto, Plinio pretende poner en cautela la cercanía
de este mundo, y dar cuenta del peligro que significa para el hombre que valora las
costumbres romanas tradicionales.
61 Idem., VI, 54.62 Ibid., VI, 88.
34
Capítulo V
Civilización y Barbarie: Roma y el Mundo
El bárbaro y su mundo se muestran al hombre romano, como el paradigma de su
oposición natural. La barbarie representa todo lo contrario de la civilización. Es
particularista, en el sentido de que busca defender su identidad la cual se ve casi siempre
forzada a perderla, mientras que la civilización busca ser general, quiere imponer su
identidad al mundo. Ambos estados también tienen encuentros, un diálogo que hace
posible que tanto el uno como el otro entren en una sintonía, pudiendo lograr tanto la
destrucción de uno, como una fusión que dé a luz una nueva cultura o civilización.
El término bárbaro (del gr. b§rbaroj), servía primeramente para designar a
quienes no compartían ni la lengua griega ni sus costumbres. Bárbaro provendría del
sánscrito barbarah, que significa tartamudo.63 También se le atribuye un origen formado
63 De Reynold, Gonzague. La Formación de Europa. Tomo V. “El Mundo bárbaro y su fusión con el romano.” (Madrid:
1952), p. 13.
35
por la onomatopeya. Pero todas sus acepciones, señalan a quienes hablan una lengua
ininteligible, en resumen al extranjero. Más tarde “Esta concepción fue adoptada también
por el Estado bilingüe que era el Imperio romano: allí era bárbaro todo aquel que no se
adhería ni a la cultura griega ni a la latina. Por tanto, los bárbaros son simplemente los
extranjeros no asimilados.”64
La civilización se mueve con un orden, una fuerza que tiene un sentido, un ideal.
La barbarie se mueve por la fuerza de su propio carácter indómito, por su naturaleza
salvaje. Pero ambos buscan defender su exclusividad.
De esta forma podemos decir que el antagonismo existente, genera una oposición
donde el hombre civilizado siente un desprecio instintivo sobre el bárbaro, y a su vez el
bárbaro instintivamente un odio hacia el civilizado. Por esto, el bárbaro se ve empujado en
primer lugar a arrojarse sobre el civilizado para hacerle reconocer su superioridad, que la
encuentra en su fuerza física, y lograr apoderarse de la civilización levantado su espíritu
sobre aquella o sobre sus mismas ruinas.65
Sin duda estos complejos aparecen como consecuencia de las desigualdades, que
tienen su origen, como se ha visto en el pensamiento de Plinio, en causas naturales, de
carácter geográfico o climático. Para él, el mundo bárbaro es representado por las tierras
que están más allá del limes, que tienen un carácter periférico, y la barbarie es la
condición de los que habitan tales lugares.66
En occidente tenemos que sólo la extensa región de la Germania, es el lugar
donde la barbarie domina. En Oriente, ésta se presenta de forma general. Pero haciendo
hincapié en las características particulares que guarda la barbarie, en sentido concluyente
se puede definir que son bárbaros para los romanos, en primer lugar, los hombres que
64 Musset, Lusien. Las Invasiones. Las Oleadas Germánicas. (Barcelona: 1967), p. 153.65 De Reynold, G. La Formación de Europa. p.7.66 Toynbee, Arnold. Estudio de la Historia. Este parecer ya era común en el mundo griego: “Era natural, pues, que los griegos encontrarán algún otro factor que la herencia biológica de las características físicas, es decir, la raza, para explicar las diferencias de cultura que observaban en torno de ellos. Encontraron su explicación en diferencias de habitat geográfico, suelo y clima.” p. 72.
36
hablan una lengua ininteligible, que no se comprende. Casi siempre la comparación es
con el mundo animal, recalcando las actitudes ajenas al hombre. Luego este concepto
abarca a la persona extranjera que no comparte las costumbres de la tradición romana,
tanto para la sociedad como para los dioses. Pero existe una diferencia importante entre
el mundo bárbaro de occidente y el mundo bárbaro de oriente, el cual tiene que ver con su
grado de asimilación o fusión con el mundo romano.
La relación que Roma tiene con Oriente, muestra que hay al parecer un carácter
irreconciliable con los pueblos del este y que, es más, hace posible un diálogo con más
sentido entre los pueblos de Europa frente a una amenaza común. Para la antigua Grecia
esta amenaza la representó el mundo Persa, para los romanos los Partos. Siguiendo a
Reynold, al referirse a Oriente, no centra su análisis en los pueblos del Oriente Próximo,
sino en el mundo nómada del Asia. Según él “La diferencia fundamental entre los
bárbaros de la Europa nórdica y los del Asia septentrional, es que aquéllos son
asimilables, mientras que éstos no lo son. Los primeros pueden mostrarse al principio
rapaces, destructores, criminales; pero no es natural en ellos el continuar siéndolo;
reciben su educación entre las poblaciones civilizadas, en cuyos territorios se han
establecidos; y, cuando gobiernan a éstas, respetan su idioma, su cultura, sus tradiciones,
sus leyes, sus creencias; en una palabra, su personalidad….”67 En cambio los asiáticos,
“…aniquilan – cuando les es posible- las poblaciones vencidas; las reducen a la esclavitud
o las expulsan; entreponen entre sí mismos y la civilización un telón de acero. Así no hay
fusión posible, ni siquiera acercamiento.”68 Creemos, sin embargo, que Oriente entero, y
no sólo sus pueblos nómadas septentrionales, se anteponen totalmente para Plinio y de
forma irreconciliable al mundo romano, primero por su ubicación geográfica, y segundo
por la invasión cultural que significa la derrota del espíritu occidental apegado a la
tradición. Pero sin duda, el factor principal por el cual el Oriente es signo patente de 67 Ibid., p. 33.68 Idem., p. 33.
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barbarie, es su inmensa capacidad de producir riquezas. Y teniendo en cuenta, las
consideraciones que posee Plinio con respecto al dinero, lo hace ser el motivo principal de
la corrupción de las moderadas costumbres romanas. Todas las regiones vistas: la
Arabia, el África, la India, la Sérica, y el Imperio Parto, sacan provecho del dinero romano
y comparten la calidad de exportadoras de bienes hacia Roma69. Sólo la Escitia y la
Germania escapan de esta realidad, la primera apareciendo como muy lejana y la
segunda como un región en pie de guerra.
El mundo Oriental, no tendrá facultades dignas de reconocimiento. Las
consideraciones hacia los pueblos serán de carácter generalmente anecdótico, de
curiosidad por su mera oposición, sin ningún valor en cuanto pueblos. Por otro lado el
comercio tendrá un itinerario en las descripciones plinianas de las zonas estudiadas, tanto
por la rareza de sus bienes como por su demanda en Roma. Es más importante para él
pasar en catalogaciones de ciudades o centrarse en admirar la geografía de las distintas
regiones. De hecho a lo que solamente le da gran valor, exceptuando a la Naturaleza, son
a los comportamientos excepcionales en Oriente, por ejemplo al hablar de los esenios
“Son un pueblo único y admirable entero sobre los demás, viven sin ninguna mujer,
renunciando a toda relación amorosa, sin dinero, en compañía de las palmeras. Cada día
se renueva en igual número la multitud de los que van a vivir allí, pues acuden muchos a
los que, cansados de la vida, la suerte, con sus oscilaciones, los lleva a adoptar las
costumbres de aquellos. Así –cosa increíble de decir– durante miles de siglos es eterno
un pueblo en el que nadie nace. ¡Tan fecundo es para ellos el descontento de la vida de
los demás!”70
De esta forma vemos que la no pertenencia al Imperio, marca la distancia infinita
que encuentra Plinio entre un romano y un oriental, y que tiene que ver de forma
indefectible con la posición dentro de la Naturaleza, que determina así, el carácter bárbaro 69 Ver con respecto a la India. Plinio el Viejo. Historia Natural. VI, 101. 70 Plinio el Viejo. Historia Natural. V, 73.
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o civilizado de un pueblo. De la misma forma “…el carácter bárbaro tiene que ver con
cuan[sic] dentro o fuera del orden (la ciudad y el mundo) se encuentra una persona o un
pueblo. Pero también diría que dice relación con la fidelidad, esto es con lo que se cree y
como[sic] ello ocupa un lugar en el mundo, como[sic] las creencias dan sentido y orden al
mundo.”71 Es esta fidelidad a la que Plinio pone en primer lugar, cediendo todo lo demás
en importancia. Y es que para él todo tiene que ver con un orden establecido en la
Naturaleza, en el cual las cosas y los hombres tienen importancia según su posición en
ella. La fidelidad al Imperio, implicaba seguir el orden del curso entregado por la
naturaleza, de la cual Plinio dice que “…no se puede juzgar si ha sido para el hombre la
mejor madre o la más funesta madrastra.72” Pero en el caso de Roma, este es el sitio
donde reposa el orden, que es el centro de lo civilizado, y el eje del Mundo. El resto de los
pueblos de la Tierra serán bárbaros hasta allí donde la fuerza del Imperio sea capaz de
llegar, tocarlos y civilizarlos.
La fuerza del mundo romano radica, en como fue capaz de extender sus límites, y
como hizo triunfar un ideal de vida sobre otros pueblos, sobrevivir por largos siglos y dejar
una impronta en ellos que hizo irreversible los cambios realizados. Para Fergus Millar “La
unificación cultural y social del imperio fue producto de la extensión de un tipo de vida
ciudadana similar por todo él. Decirlo supone recalcar que una característica esencial de
la civilización grecorromana es su naturaleza colonial, lo cual significa que, fuera de Roma
e Italia, la sociedad y la cultura de todas las zonas del Imperio procedía de la importación
(por conquista, emigración o asimilación) de una cultura extranjera dominante, y de su
imposición sobre la cultura nativa anterior o su fusión con ella.”73 Así la civilización se fue
imponiendo sobre el mundo que se volvía más conocido y pequeño en su avance, y las
culturas bárbaras fueron cayendo en la expansión del Imperio romano, hasta que
71 Salamó A., S. Lo bárbaro. Una categoría histórica relativa. p.2 72 Plinio el Viejo. Historia Natural. VII. 1, 2.73 Millar, F. El Imperio romano y sus pueblos limítrofes. p.9.
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finalmente sus limina se extendieron demasiado, y la sangre romana ya no alcanzó las
cansadas extremidades que había desarrollado en su curso. Pero este proceso
corresponde ya a otra investigación
Conclusión
Luego de este breve y largo recorrido por el mundo entero, llevado de la mano de
Plinio el Viejo y otros autores de la época, que nos fueron descubriendo lo que ellos
conocían de los pueblos que tocaban los limina, y también aquellos que estaban más
distantes por su lejanía, podemos entender mejor lo que pensaba y hablaba un hombre
romano que vivió durante el siglo I en relación a la barbarie y a su mundo.
La ciudad de Roma aparece como el eje del mundo ubicada justo en su centro.
Ella es la capital de todas las naciones y posee un sentido de trascendencia impulsado
por hálitos divinos. Y que posee por esta razón una misión, que es enviar al mundo entero
su mensaje de paz y civilización haciendo frente al mundo bárbaro.
El lugar que ocupa Roma es un privilegio, ya que está ubicada en el centro, y éste
“…por la sana combinación de los dos extremos”, reboza de virtudes abarcando en todas
las dimensiones a la Naturaleza. Es la presencia de este orden la que guía a Roma a ser
la mejor y más alta civilización, llevando a conquistar casi todo el mundo conocido en su
época. Todo tiene un sentido porque sigue un orden natural, de cierta forma impuesto
tanto por un afán terreno como por un favor divino.
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Así, la lejanía de este centro que es Roma, dará las pautas para entender el
sentido de los pueblos bárbaros, tanto de los limítrofes con Roma como de los periféricos
de la Tierra. De esta forma, la posición geográfica determina el estado de barbarie, de tal
o cual pueblo.
Si hicimos una distinción entre los pueblos del norte, los pueblos cercanos de
Oriente y los pueblos de la periferia del mundo, fue porque podían existir rasgos comunes
que nos aportaran al estudio del mundo bárbaro en general. Pero también porque se
creyó necesario marcar ciertas diferencias que enfocándonos en términos geográficos nos
llevan a pensar que, pese a que todos estos pueblos comparten una cualidad común que
es la barbarie, existe una oposición entre los de Occidente y los de Oriente. En otras
palabras, los pueblos europeos son distintos que los asiáticos surgiendo un fuerte
contraste, y que en relación con el Imperio romano tiene que ver con el grado de
asimilación y fusión que lograron tener con él. Por otra parte, la historia de África y sus
pueblos, a excepción de la extinta Cártago y del eterno Egipto, tienden a permanecer en
una eterna pasividad. Y las legiones imperiales frente a las regiones occidentales, pese a
su cercanía, no fueron capaces de conquistarlas.
Así, podemos decir que los limites occidentales del Imperio, fueron sostenidos por
la fuerza de los ejércitos germanos frente a las legiones, pero recordando que Plinio
mantiene en silencio a la Germania.
En cambio en Oriente, el factor determinante de barbarie, son los productos
lujosos que poseen características demoledoras en la sociedad romana. El lujo tendrá un
desarrollo que cambiara de manera negativa, según Plinio las costumbres antiguas. El
comercio que se desarrolla ante la demanda de estos objetos suntuarios, solo logra
fomentar la corrupción, el deseo desenfrenado y el arrojo ante la vileza de la materia. Así
lo exótico, se siembra y crece como una maleza que va minando, las formas de ser de
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este mundo que pasa por una etapa de apogeo como civilización. He allí el peligro para
Roma.
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