el harén político

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El harén político: introducción ¿Puede una mujer gobernar a los musulmanes? 21/12/2001 - Autor: Fátima Mernissi Introducción "¿Puede una mujer gobernar a los musulmanes?", le pregunté al tendero al que voy, que es, como la mayoría de los tenderos de Marruecos, un verdadero "termómetro" de la opinión pública. "¡Qué Dios nos ampare!", exclamó, ofuscado, a pesar de nuestra amistad. Sofocado por tan horrorosa idea, estuvo a punto de que se le cayera la media docena de huevos que acababa de coger. "Qué Dios nos proteja de las catástrofes de estos tiempos", refunfuñó un cliente que estaba comprando aceitunas, amagando el gesto de escupir. Mi tendero es un maniático de la limpieza, y según él, ni siquiera el anatema justifica que se ensucie el suelo. En ese momento otro cliente, un maestro al que conocía vagamente por haberme cruzado con él en donde venden el periódico, mientras acariciaba las hojas de su ramito de menta húmeda, antes de irse asestó un al-hadiz que él sabía letal: "¡No conocerá nunca la prosperidad el pueblo que confíe sus asuntos a una mujer!" (lam yaflah qaw-mun wallaw amrahum imra’a). A nuestro alrededor se hizo el silencio, acababa de perder la partida. En una teocracia musulmana, un al-hadiz no es ninguna tontería. Las recopilaciones de al-hadices son unos documentos en los que se consignan minuciosas descripciones de lo que el Profeta dijo o hizo. Esas recopilaciones constituyen, junto con el Corán, el Libro revelado, tanto una fuente de las leyes, como una referencia y un marco para poder distinguir lo verdadero de lo falso, lo permitido de lo prohibido, la ética y los valores. Me fui discretamente de la tienda sin añadir nada más. ¿Qué habría podido decir que sirviera de contrapeso a la fuerza de ese aforismo político tan implacable como popular? A la par que turbada, vencida y furiosa, sentí de pronto la imperiosa necesidad de documentarme sobre ese al-hadiz, de buscar los textos en los que se mencionaba y de comprender mejor su asombroso poder sobre los modestos ciudadanos de un Estado moderno. Una ojeada a las últimas estadísticas sobre las elecciones en Marruecos confirma las " profecías" del tendero. Si la Constitución otorga a las mujeres el derecho a elegir y ser elegidas, la real politik no les concede nada más que el primero. En las elecciones legislativas de 1977, seis millones y medio de electores, tres millones de los cuales eran mujeres, no dieron ninguna oportunidad a las ocho candidatas que se habían presentado. El

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El harén político.

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  • El harn poltico: introduccinPuede una mujer gobernar a los musulmanes?21/12/2001 - Autor: Ftima Mernissi

    Introduccin

    "Puede una mujer gobernar a los musulmanes?", le pregunt al tendero al que voy, que es, como la mayora de los tenderos de Marruecos, un verdadero "termmetro" de la opinin pblica.

    "Qu Dios nos ampare!", exclam, ofuscado, a pesar de nuestra amistad. Sofocado por tan horrorosa idea, estuvo a punto de que se le cayera la media docena de huevos que acababa de coger.

    "Qu Dios nos proteja de las catstrofes de estos tiempos", refunfu un cliente que estaba comprando aceitunas, amagando el gesto de escupir. Mi tendero es un manitico de la limpieza, y segn l, ni siquiera el anatema justifica que se ensucie el suelo.

    En ese momento otro cliente, un maestro al que conoca vagamente por haberme cruzado con l en donde venden el peridico, mientras acariciaba las hojas de su ramito de menta hmeda, antes de irse asest un al-hadiz que l saba letal: "No conocer nunca la prosperidad el pueblo que confe sus asuntos a una mujer!" (lam yaflah qaw-mun wallaw amrahum imraa).

    A nuestro alrededor se hizo el silencio, acababa de perder la partida. En una teocracia musulmana, un al-hadiz no es ninguna tontera. Las recopilaciones de al-hadices son unos documentos en los que se consignan minuciosas descripciones de lo que el Profeta dijo o hizo. Esas recopilaciones constituyen, junto con el Corn, el Libro revelado, tanto una fuente de las leyes, como una referencia y un marco para poder distinguir lo verdadero de lo falso, lo permitido de lo prohibido, la tica y los valores.

    Me fui discretamente de la tienda sin aadir nada ms. Qu habra podido decir que sirviera de contrapeso a la fuerza de ese aforismo poltico tan implacable como popular?

    A la par que turbada, vencida y furiosa, sent de pronto la imperiosa necesidad de documentarme sobre ese al-hadiz, de buscar los textos en los que se mencionaba y de comprender mejor su asombroso poder sobre los modestos ciudadanos de un Estado moderno.

    Una ojeada a las ltimas estadsticas sobre las elecciones en Marruecos confirma las "profecas" del tendero. Si la Constitucin otorga a las mujeres el derecho a elegir y ser elegidas, la real politik no les concede nada ms que el primero. En las elecciones legislativas de 1977, seis millones y medio de electores, tres millones de los cuales eran mujeres, no dieron ninguna oportunidad a las ocho candidatas que se haban presentado. El

  • da de la apertura del Parlamento, no haba ninguna mujer, all se volvieron a encontrar los hombres entre ellos, como en los cafs. Seis aos despus, en las elecciones municipales de 1983, 307 mujeres se atrevieron a presentarse candidatas, y cerca de tres millones y medio de electoras se movilizaron para dirigirse a las urnas. Slo consiguieron ser elegidas treinta y seis mujeres, frente a 65.602 hombres!

    Interpretar la relacin entre la participacin masiva de mujeres electoras y el restringido nmero de elegidas como un signo de estancamiento y retraso ira en la direccin de los estereotipos habituales que se reservan al mundo rabe. Sera ms agudo considerarlo como un reflejo de la intensidad de los conflictos, portadores de cambios, entre las aspiraciones de las mujeres que se toman en serio la Constitucin de su pas y las resistencias de los hombres, que suponen, a pesar de la legislacin vigente, que el poder es necesariamente masculino. De ah el inters de aclarar esas zonas oscuras de resistencias, esas mentalidades profundas, para apreciar el alcance simblico, es decir, explosivo, de ese gesto, trivial fuera de aqu, del voto de una mujer. En ese sentido, mi chasco en una tienda de barrio no era simplemente simblico; al poner en evidencia el comportamiento misgino de mis interlocutores, me indicaba la pista que deba seguir para comprenderlo mejor, la de los textos religiosos que todo el mundo conoce, pero que nadie profundiza realmente, si exceptuamos a los especialistas en la materia, los doctores en derecho cannico y los imames.

    Consultar la literatura religiosa no es asunto fcil, en principio quedas anonadado ante la cantidad de volmenes e, inmediatamente, comprendes por qu el musulmn medio no puede nunca saber tanto como un imam. El prestigioso compendio de al-hadices de Bujari, el Sahih (el Autntico), consta de cuatro tomos con un oscuro comentario de un tal as?Sindi, poco dispuesto a comunicar sus conocimientos. Ahora bien, sin un buen comentario, para un profano en la materia es muy difcil leer un texto religioso del siglo IX (Bujari muri en el ao 256 del calendario musulmn, que comienza en el ao 622), pues, para cada al-hadiz, es necesario descubrir la identidad del discpulo del Profeta que lo pronunci, en qu circunstancias y con qu intencin lo dijo, as como la cadena de transmisores a quienes se lo pas; y existen ms al-hadices falsos que autnticos. Para cada al-hadiz, Bujari presenta los resultados de su investigacin, si habla de X o de Y, es preciso descubrir de qu discpulo se trata, de qu batalla se habla, para poder dar un sentido al dilogo o a la escena que transcribe. Adems, Bujari no ha tenido un solo comentador, hay decenas de ellos que ocupan decenas de volmenes, as que no puede uno equivocarse: el ms mnimo error sobre el comentador puede costarte varios meses de lectura.

    Cmo descubrir al mejor? En primer lugar, es preciso ponerse en contacto con los mximos expertos en Fiqh (ciencia religiosa) que vivan en tu ciudad: segn la deontologa y las convenciones tradicionales, si quieres consultar a un alfaqu para informarte sobre las fuentes de un al-hadiz o de una azora cornica, l estar dispuesto a hacerlo. La ciencia es para compartirla, segn el deseo del Profeta. Varios me recomendaron Fath al?Bari, de Asqalani (muerto en el ao 852 de la Hgira, siglo XV): consta de diecisiete volmenes que pueden consultarse en horario de biblioteca, lo que, dada la amplitud de la tarea y el tiempo de lectura ms que limitada, slo consigue desanimarte.

  • El maestro de la tienda tena razn: el al-hadiz "No conocer nunca la prosperidad el pueblo que confe sus asuntos a una mujer" en el decimotercer volumen de los Sahih de Bujari, es decir, entre los que consider autnticos tras una verdadera operacin de seleccin rigurosa, de verificaciones y de contraverificaciones. Bujari es una de las referencias ms respetadas desde hace doce siglos. Este al-hadiz es el argumento definitivo de quienes quieren excluir a las mujeres de lo poltico. Lo encontrarnos tambin en autoridades conocidas por su rigor cientfico, como hmed Bnu Hanbal, autor del Musnad, el fundador del Madhab hanbal, una de las cuatro grandes escuelas en que se divide el mundo musulmn sunn.

    Este al-hadiz es de tal importancia que es prcticamente imposible abordar la cuestin de los derechos polticos de la mujer sin referirse a l, debatirlo y tomar posicin. Fuad Abd al?Munim, por ejemplo, que hizo su tesis sobre El Principio de igualdad en Islam, publicada en 1976, en su captulo dedicado a "El principio de igualdad en Islam y el problema de la mujer" repite todos los debates habidos en tomo a este al-hadiz desde el siglo IX, sin por ello elaborar a partir de ah una reflexin personal y contempornea de la cuestin. Cualquier tentativa de reflexin sobre el problema del estatuto poltico es devorada por el debate sobre este omnipresente y omnisciente al-hadiz.

    Un reciente libro sobre Los derechos de la mujer en Islam, de Mohmmed Arafa, sostiene que no slo la mujer no licite ningn derecho, sino que no existe en la historia poltica: "En los comienzos del Islam, la mujer musulmana no desempe ningn papel en los asuntos polticos, a pesar de todos los derechos que le dio el Islam, a menudo similares a los que conceda al hombre. En la reunin de la Saqifat Bani Saida, en donde tuvo lugar la consulta entre los discpulos del Profeta para nombrar a su sucesor, no se menciona ningUna participacin femenina. No tenemos constancia de su participacin en la designacin de los otros tres califas ortodoxos. La historia del Islam en su totalidad desconoce la participacin de las mujeres junto a los hombres en la direccin de los asuntos del Estado, tanto en las decisiones polticas como en la planificacin estratgica."

    Qu hace el autor con Aixa, la mujer del Profeta, que dirigi la oposicin armada contra el califa reinante entonces? No puede dejarla de lado sin perder su credibilidad, dado que se refiere a las primeras dcadas del Islam. El Profeta muri en Medina un lunes, el 8 de junio del ao 632. Su mujer Aixa, que entonces solo tena 18 aos, se dirigi al campo de batalla a los 42, al frente de un ejrcito que no aceptaba la legitimidad del cuarto califa ortodoxo, Ali. Esto suceda en Basora el 4 de diciembre del ao 656 (Yumada II del ao 36). Oponerse al califa e inducir a la poblacin a la sedicin y a la guerra civil no es participar en la vida poltica?

    De hecho, Aixa desempe un papel fundamental en la vida de dos califas. Contribuy a la desestabilizacin de Uzman, el tercer califa, al negarse a ayudarlo en el momento en que estaba sitiado en su propio domicilio por los rebeldes. Abandon Medina al borde de la guerra civil para hacer la peregrinacin a La Meca, a pesar de las protestas de muchos notables de su entorno. En cuanto a Ali, el cuarto califa, contribuy a su cada al dirigir la oposicin armada que no aceptaba su legitimidad. Los historiadores llamaron a ese enfrentamiento la batalla del Camello, aludiendo al camello que montaba Aixa, evitando de esa manera ligar en la memoria de los musulmanes de a pie un nombre de mujer con el de

  • una batalla. An as, no se puede borrar a Aixa de la historia del Islam, nuestro autor no puede omitirla: "Es cierto que Aixa combati a Ali b. Abu Talib en la batalla del Camello ... . Pero ese acto individual de una discpula ... no puede ser reivindicado para legitimar la participacin de las mujeres en poltica, pues la va de Al y su Profeta es clara en este asunto. Adems, no hay que olvidar que ese acto individual de Aixa fue considerado por los ms importantes discpulos un error y condenado por las dems esposas del Profeta. Y, de todas formas, la propia Aixa lament su accin. As pues, no est permitido reivindicar la experiencia, que fue considerada bida, de Aixa." La bida (innovacin en Islam) es un error, una escandalosa violacin de la tradicin sagrada.

    Otro historiador contemporneo, Sad al?Afgan, eligi a Aixa como tema de una investigacin que ha durado diez aos, a fin de, segn el autor, ilustrar al musulmn, a travs de esa biografa, sobre una cuestin que ha ido ganando peso desde la modernizacin, a saber: la relacin de la mujer con la poltica. Esta biografa de Aixa apareci por primera vez en 1946, con un ttulo bien claro sobre su objetivo: Aixa y la poltica. A Sad al Afgan debemos tambin la publicacin de otros dos importantes textos sobre Aixa, que hasta aqu slo existieron en forma de oscuros manuscritos. El primero es una antologa de refutaciones y correcciones que Aixa aport a diversos al-hadices que, segn ella, fueron mal transmitidos por los discpulos. El segundo es un volumen especial Siyar an?nubala, de ad?Dehbi, dedicado a una biografa de Aixa, Al?Afgan, al procurar la publicacin de ambos documentos, ha contribuido indiscutiblemente, como historiador, a poner en claro la personalidad de Aixa. No obstante, su conclusin es que hay que impedir que las mujeres accedan al poder. Mujeres y poltica forman una combinacin malfica. Para l, el ejemplo de Aixa aboga contra la participacin de las mujeres en el ejercicio del poder. Aixa prueba que la mujer no fue creada para meter las narices (li tadusa ahfaha) en la poltica. Segn l, "se derram la sangre de los musulmanes. Mataron a miles de discpulos del Profeta ... Sabios, hroes de las conquistas (futuhat) y destacados dirigentes perdieron la vid", todo ello por culpa de la intervencin de Aixa en poltica. sta no es culpable nicamente de la sangre derramada en la batalla del Camello, que inici la escisin del mundo musulmn en dos (sunnes y shies) y que ella misma dirigi, sino de todas las prdidas sufridas despus en las sucesivas batallas. "Aquel da el de la batalla de el Camello, murieron en unas horas 15.000 personas, segn las estimaciones menos exageradas. Y ms le vale lector ignorar lo que pas despus, en la batalla de Nahrain, en la de Siffin y en todas las dems batallas en las que volvimos nuestras armas contra nosotros mismos. ... Y pensar que, justo antes, Al haba unido las filas de los musulmanes y purificado de odio sus corazones."

    Afgan est persuadido de que, si Aixa no hubiera intervenido en los asuntos pblicos del Estado musulmn "la historia musulmana habra tomado la va de la paz, del progreso y de la prosperidad". En su opinin, Al quera dar una leccin a los musulmanes, a travs de la experiencia de Aixa: "Podra decirse que Al cre a las mujeres para reproducir la raza, educar a las generaciones y dirigir los hogares, quiso damos una leccin prctica que no pudiera olvidarse." "La batalla del Camello es un faro en la historia de los musulmanes, sigue ah, presente en los espritus, para poner en guardia a los musulmanes cada vez que la corriente que quiere imitar ciegamente a las otras naciones, reivindicando para las mujeres derechos polticos, se manifiesta en ellos. El recuerdo de Aixa nos debe servir de meditacin hoy ms que nunca, ste no ceja de repetir al musulmn: observad cmo aquella tentativa fracas en el seno de nuestra historia musulmana! No vamos a repetirla absurdamente. No vamos a volver a derramar la sangre y a destruir otros hogares ... Cmo podramos hacer

  • algo semejante con el ejemplo todava tan vivo de Aixa?" La obligacin que se arrog Afgan de consagrar una buena parte de su vida a redactar una biografa llena de lecciones para el porvenir se vio recompensada por un xito tal que fue reeditada en 1971 en Beirut.

    Pero, en qu fuentes de la historia musulmana ha podido leer que Aixa, aquella mujer que no tiene igual entre las mujeres y los hombres de su siglo, segn los testimonios de sus contemporneos, fue una asesina y una sediciosa? De qu autores ha extrado la informacin segn la cual Aixa es responsable de la sangre derramada en el mundo musulmn desde el 4 de diciembre del 656? Y, sobre todo, qu fuentes de la historia religiosa han proporcionado los argumentos que le permiten generalizar, pasar del caso Aixa al de todas las dems mujeres, despojando de este modo a millones de ciudadanas de sus derechos polticos? En qu pginas de nuestra historia musulmana, tan aburridamente documentada, ha encontrado, como historiador y experto, los elementos que le permiten excluir de la vida pblica a las mujeres, relegarlas al hogar y reducirlas al silencioso papel de espectadoras?

    Afgan se ha servido de los grandes nombres de la literatura religiosa musulmana, especialmente de Tabari, uno de los monumentos ms inatacables de dicha literatura: "Este autor, que goza entre los historiadores de una reputacin sin igual, es de una probidad y honestidad incontestables, es una referencia fundamental para todos aquellos que lo sucedieron en el oficio de historiador." Los trece volmenes del Tarij de Tabari son, efectivamente, una referencia y un deslumbrante fresco para todos los que quieren conocer los primeros pasos del Islam. Pero, en la pgina 5, se advierte al lector que Tabari no emprendi la escritura de su Tarij (historia) sino para completar su Tafsir (comentario, explicacin del Corn), que comprenda no menos de 30.000 pginas al inicio. Su obra sobre la historia es un resumen de su Tafsir, que termin reduciendo a treinta volmenes. i Inmensa tarea la de aquel o aquella que quiera volver a las fuentes! As pues, armada de una vehemente voluntad de conocimiento, le a Tabari , y dems autores, especialmente a b. Hisham, autor de la Sira, la biografa del Profeta, b. Saad, autor de los al?Tabaqat al?kubra (Las clases elevadas), b. Hayyar, autor del al-Isaba, el repertorio de biografas de los discpulos, las recopilaciones de al-hadices de Bujari y Nisai... y ello, para comprender y esclarecer el misterio de esa misoginia que se ven obligadas a afrontar las mujeres musulmanas en 1986.

    El Profeta del Islam es uno de los personajes histricos mejor conocidos de nuestra historia. Disponemos de una inmensa informacin sobre l, detalles sobre cmo diriga las expediciones, pero tambin miradas de descripciones sobre su vida privada, cmo se comportaba con sus mujeres, sus enredos cotidianos, sus preferencias en materia de comidas, lo que le haca rer, lo que lo irritaba, etc. Deformar su personalidad es imposible en un pas musulmn en donde la educacin religiosa comienza en prvulos. Un experto musulmn puede afirmar, no obstante, que el profeta Muhammad exclua a las mujeres de la vida pblica y las relegaba al hogar, pero es preciso que ejerza una inaudita violencia sobre Muhammad, pues es un personaje histrico sobre el que poseemos innumerables documentos. La pregunta, por tanto, es la siguiente: en qu medida podemos violentar los textos sagrados?

  • No slo el texto sagrado ha sido manipulado siempre, sino que su manipulacin es una de las caractersticas estructurales del ejercicio del poder en las sociedades musulmanas. Como todo poder, ya desde el siglo VII, slo se justificaba por lo religioso, las posturas polticas y los intereses econmicos fomentaron la invencin de al-hadices falsos. El falso al-hadiz es un testimonio que alega que el Profeta dijo esto o hizo aquello, lo que permite, a la vez, legitimar tal hecho o tal actitud. Segn las coyunturas, los problemas y las presiones polticas, los depositarios del discurso religioso enjambraban al-hadices que legitimaban ciertos privilegios que venan muy bien a sus detentadores; hasta tal punto que, desde las primeras generaciones, los expertos vieron la necesidad de crear una ciencia de deteccin de al-hadices inventados. El imam hanbal, Ibn Qayyim al-Jawziya, intent enumerar algunos para hacer la demostracin de una tcnica de deteccin de falsos al-hadices, que se basa en el anlisis de su contenido. Buen nmero de ellos tienen que ver con lo chusco y no slo con la estrategia poltica: el Profeta habra aconsejado a un hombre estril que comiera huevos y cebollas, habra dicho que el creyente debe comer golosinas, que mirar un rostro hermoso era una manera de orar, etc. Veremos, a travs del caso de Bujari, uno de los fundadores, en el siglo IX, de la ciencia del Isnad (la cadena de transmisin de al-hadices desde el Profeta), cmo los musulmanes desarrollaron esa ciencia de deteccin de al-hadices falsos, que se asemeja a la tcnica de la entrevista y al trabajo de campo (lo que hara empalidecer de envidia a los antroplogos de fines del siglo XIX). Todo lo cual nos permite constatar que el perodo contemporneo no constituye una excepcin cuando se trata de travestir los privilegios y los intereses en la tradicin del Profeta.

    Saba que el viaje en el tiempo al que me dispona no estaba exento de riesgos. No se viaja a las fuentes para beber, sino para otras celebraciones ms misteriosas, como todo lo que hace referencia a la memoria, y "toda celebracin de un misterio nos dice Genet es peligrosa, est prohibida, pero cuando tiene lugar es una fiesta."

    Recordar, deslizarse, sobre todo hacia el pasado, es en nuestros das una actividad altamente vigilada. Especialmente para las mujeres musulmanas. El pasaporte an no es un derecho. Recordar, como los actos de magia negra, slo acta sobre el presente. Y ello por una manipulacin estricta de su contrario: el tiempo de los muertos, de los ausentes, el tiempo del silencio, que puede decirlo todo. El pasado adormecido puede animar el presente, sa es la virtud del recuerdo. Los brujos lo saben, los imames tambin.

    Cabalgar por la memoria sin guardianes ni guas. Tomar los senderos, no los prohibidos, eso sera infantil, sino los amenos, los agradables, los poco frecuentados y an poco explorados, tal vez porque el poder no haya tenido inters en ellos. Demorarse, a merced de la lectura, en las praderas vastsimas de la memoria musulmana, que es la ma, es un pecado? El Corn no quiere decir, segn Lisn al?arab (La lengua de los rabes, prestigioso diccionario), "leer", sin ms? Pero, se puede leer sin ms un texto en el que la poltica y lo sagrado se unen, se funden y confunden hasta el extremo de no distinguirse? No es slo el presente lo que imames y polticos quieren gestionar para asegurar nuestra felicidad de musulmanes, sino sobre todo el pasado, que est estrechamente vigilado y totalmente gestionado para todos, para hombres y mujeres. De hecho, lo vigilado y gestionado es la memoria?historia. Nadie ha conseguido hasta el presente prohibir el acceso a la memoria?recuerdo. sta escapa, como escapan los besos de los adolescentes a los censores

  • que, adems, no conocen su sabor. La memoria?recuerdo es un amanecer gozoso, habla la lengua de las libertades y las alegras. Nos habla de un Profeta?amante, que predic en pleno desierto una lengua extraa a su madre?tribu y a su padre?sable. Nos habla de un Profeta que deca cosas insensatas: no violencia e igualdad. Hablaba a una aristocracia ferozmente orgullosa y ebria de tiro al arco.

    Este libro no es un libro de historia. La historia sigue siendo una lengua de grupo, un relato de parada que se prende con alfileres bajo cubiertas de oro y que se exhibe en los rituales de autocongratulacin. Este libro quiere ser un relato?recuerdo. Un deslizarse hacia los lugares en que la memoria flaquea, los datos se oscurecen y los acontecimientos se difuminan lentamente, como en los sueos que nos dan fuerza.

    Este libro?navo no remonta los siglos sino para extraer de ellos un extraordinario alimento que hace crecer las alas y permite que nos deslicemos hacia nuevos astros, hacia la poca a la vez lejana y prxima del principio de la Hgira, en la que el Profeta poda ser amante y dirigente hostil a las jerarquas, y las mujeres, compaeras indiscutidas de una revolucin que haca de la mezquita un lugar abierto, y del hogar un templo de contestacin, tenan su sitio.

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