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EL COLERA MORBO ASIATICO EN CUBA. APUNTES HISTORICOS Y BIBLIOGRAFICOS* INTRODUCCION Desde hace treinta años nuestro planeta se ha visto azotado por la más prolongada de las pandemias conocidas hasta el momento y asombra verdaderamente que esto ocurra en el siglo XX, caracterizado por el desarrollo cientificotécníco acelerado. En ello influye decisivamente el gran desnivel socioeconómico y cultural entre los pueblos de los llamados países desarrollados y en vías de desarrollo y que en estos últimos, las clases más bajas de lá sociedad se encuentren en un total desamparo por parte de sus gobiernos. En nuestro país, en el que no existen diferencias de clases marcadas, donde se lucha por borrar las todavía existentes entre la población urbana y rural y donde el sistema nacional de salud pública llega hasta los lugares más apartados del país, a pesar de las dificultades del período especial económico que vivimos, el cofrera no ha podido hacer presa de nuestra población, aun cuando nos encontramos rodeados de países infectados desde el presente año. En nuestro estudio nos hemos propuesto esclarecer históricamente las tres oportunidades en que en el siglo pasado la enfermedad penetró en la isla, basándonos para ello fundamentalmente en la bibliografía cubana de la época y en sus estadísticas, para dar una idea lo más exacta posible de la magnitud de dichas epidemias, de lugar de donde procedieron y de la experiencia que nuestros compatriotas adquirieron, en el pasado, para controlar y evitar las mismas. Hemos creído oportuno relacionar la bibliografía (libros y folletos) sobre la enfermedad, publicada en el país durante esos años, así como dar a conocer las revistas médicas de la época en que aparece el resto de 'la bibliografía sobre el tema. Epígrafe aparte dedicamos a los estudios del doctor Carlos J. Finlay Barrés sobre Trabajo escrito por encargo del Viceministro para la Higiene y la Epidemiología doctor Héctor Terry Molinert. Octubre, 1991.

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EL COLERA MORBO ASIATICO EN CUBA. APUNTES HISTORICOS Y BIBLIOGRAFICOS*

INTRODUCCION

Desde hace treinta años nuestro planeta se ha visto azotado por la más prolongada de las pandemias conocidas hasta el momento y asombra verdaderamente que esto ocurra en el siglo XX, caracterizado por el desarrollo cientificotécníco acelerado.

En ello influye decisivamente el gran desnivel socioeconómico y cultural entre los pueblos de los llamados países desarrollados y en vías de desarrollo y que en estos últimos, las clases más bajas de lá sociedad se encuentren en un total desamparo por parte de sus gobiernos.

En nuestro país, en el que no existen diferencias de clases marcadas, donde se lucha por borrar las todavía existentes entre la población urbana y rural y donde el sistema nacional de salud pública llega hasta los lugares más apartados del país, a pesar de las dificultades del período especial económico que vivimos, el cofrera no ha podido hacer presa de nuestra población, aun cuando nos encontramos rodeados de países infectados desde el presente año.

En nuestro estudio nos hemos propuesto esclarecer históricamente las tres oportunidades en que en el siglo pasado la enfermedad penetró en la isla, basándonos para ello fundamentalmente en la bibliografía cubana de la época y en sus estadísticas, para dar una idea lo más exacta posible de la magnitud de dichas epidemias, de lugar de donde procedieron y de la experiencia que nuestros compatriotas adquirieron, en el pasado, para controlar y evitar las mismas.

Hemos creído oportuno relacionar la bibliografía (libros y folletos) sobre la enfermedad, publicada en el país durante esos años, así como dar a conocer las revistas médicas de la época en que aparece el resto de 'la bibliografía sobre el tema. Epígrafe aparte dedicamos a los estudios del doctor Carlos J. Finlay Barrés sobre

Trabajo escrito por encargo del Viceministro para la Higiene y la Epidemiología doctor Héctor Terry Molinert. Octubre, 1991.

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cólera, que por su importancia, deben ser conocidos por todos nuestros médicos.

En los dos primeros epígrafes desarrollamos brevemente aspectos relacionados con las siete pandemias conocidas y la organización de la salud pública colonial durante el período en que el cólera penetró y fue endémico en Cuba.

LAS PANDEMIAS DE COLERA

El cólera, enfermedad infecciosa aguda, extraordinariamente peligrosa y muy epidémica, ha sido conocida desde la más remota antigüedad como endémica en el delta de los ríos Ganges y Brahamaputra, este de la India y Bangladesh, de ahí que cuando Alejandro Magno llegó con sus ejércitos a la frontera de la India y se enteró de que una grave enfermedad asolaba a todo el país (sin lugar a duda para los historiadores médicos el cólera), volvió sobre sus pasos y se retiró sin invadirla.

Su nombre de etimología dudosa procede de dos voces griegas, cholé, bilis y rhea, yo fluyo, que unidas forman la palabra cholera, cuyo significado, canal, alude a - la expulsión incesante de materias fecales o de la palabra hebrea cholira, que quiere decir enfermedad mala.

Su sinonimia es muy numerosa: cólera asiático, cólera morbo, cólera morbo asiático, cólera morbo indiano, cólera morbo pestilencial, cólera índico, cólera gangético, peste del Ganges, peste de Jessora, viajero del Ganges, cólera exótico, cólera epidémico, cólera morbo asiático, cólera morbo indiano, cólera morbo pes* azul, enfermedad negra, fiebre álgida grave y otras denominaciones.

De esta enfermedad se ha dicho con sobra de razones que va donde la llevan las aguas, el hombre o el comercio. Desde finales del pasado siglo el académico y profesor español Luis del Río y de Lara1 afirmaba que no existía país alguno que pudiera ser considerado como indemne, sin embargo el tratadista inglés de las enfermedades tropicales, doctor Phillip Manson-Bahr2 aseguraba que, hasta la segunda década del presente siglo existían países aislados o ausentes del comercio frecuente y activo con el mundo exterior, que no habían padecido nunca de epidemias de cólera y citaba a las islas Andamán o Andamanes en el golfo de Bengala, muy cercanas al país originario de la enfermedad; Australia; Nueva Zelandia; las islas del Pacífico; el cabo de Buena Esperanza; la costa occidental de Africa; las islas Orkney (Oreadas) y Shetland, archipiélagos británicos al norte de Escocia; Islandia;

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las islas Feroe, archipiélago danés al noroeste de (as Shetland y muchas otras islas del Atlántico.

Los módicos europeos observaron el cólera en los siglos XVI, XVII y XVIII, pero no lea llamó poderosamente la- atención hasta la gran pandemia de 1817, la primera calificada como tal. Sobre el número de pandemias, fecha de comienzo y duración existen discrepancias.

Nuestro inolvidable Maestro, el profesor Arturo Curbelo Hernández,3 la más notable figura de la bacteriología cubana, consideraba cuatro pandemias en el siglo XIX, las de 1817-1823, 1826 1837, 1846-1363 y 1865-1875. Manson-Rahr4 cita siete, como tales, en el propio siglo: 1817-1825, 1830-1839, 1848-1851, 1851-1855, 1865-1874, 188-1 -1886 y 1892-1895. El epidemiólogo español doctor G. Piedrola Angulo5 menciona ocho, hasta la actual del presente siglo: 1817-1825, 1828 1838, 1841-1846, 1865-1875, 1881-1886, 1892-1894, 1902-1923 y la de 1961 extendiéndose hasta el momento, los profesores de la Universidad Central de Venezuela Alvaro Llopis y Juan Albrohr,6 que siguen el criterio de la Organización Mundial de la Salud (OM5), consideran siete: 1817-1825, 1829-1850, 1852-1860, 1862-1*875, 1881-1896, 1899-1923 y 1961 al presente. En nuestro estudio seguiremos esta última numeración.

Para Manson Bahr7 el .cólera ,siempre ha entrado en Europa por una de estas tres vías: 1° Afganistán, Irán, Mar Caspio y valle del Volga; 2° Golfo Pérsico, Siria, Asia Menor, Turquía Europea y el Mediterráneo y 3o Mar Rojo,, Egipto y Mediterráneo. De Europa per el comercio marítimo ha llegado a América.

En la primera pandemia (1817-1825) el cólera comenzó a entenderse por Asia, hasta llegar por el este a Pekín y Japón, al sur hasta la isla Mauricio, frente a la costa oriental de África y al oeste hasta Siria y orilla oriental del mar Caspio. Detenido en 'Astrakán en 1825, no invadió en aquella ocasión a Europa ni América.

En la segunda pandemia (1829-1850) el cólera entró a Europa por primera vez en 1830 a través de Afganistán, Irán y Rusia. En Egipto en 133.1 causó 150 000 defunciones. En 1832 se extendió por casi todo el continente europeo. España fue invadida de 1833 a 1834, Inglaterra en 1832 y 1848 e Italia también en dos ocasiones. Durante el verano de 1832 llegó a Canadá y Estados Unidos. En Canadá hizo su entrada por Quebec, se extendió por el país y simultáneamente llegó a Estados Unidos por New York. Irrumpe en Filadelfia, New Orleans y alcanza la costa del Pacífico. En 1833 invade México; entre 1833 y 1837 las Guayanas (Guayana, Suriname y Cayena), Guatemala y Nicaragua; en 1848 Panamá v. ese mismo año son reinvadidas Canadá y Estados Unidos. A Cuba, aunque Llopis y Albrohr6 dan como año de entrada 1832, procedente de

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España, como veremos después, fue en 1833 y proveniente de Estados Unidos, de donde también le llegó en 1850 por segunda vez.

Durante la tercera pandemia (1852-1860) el cólera atacó nuevamente a América: Estados Unidos, México, Trinidad-Tobago, Saint Thomas (Islas Vírgenes Norteamericanas), Islas Vírgenes Británicas, Puerto Rico, Uruguay, Colombia, Brasil, El Salvador, Costa Rica, Honduras y Guayanas. En Europa, España fue invadida de 1853 a 1856 y de 1859 a 1860 e Inglaterra de 1854 a 1855. En Francia produjo en 1854 nada menos que 140 000 defunciones. Ese año, en el estudio de la pandemia en la barriada londinense de Golden Square,. Sobo, el genial médico inglés John Snow con su aporte del método epidemiológico descubre la transmisión hídrica del cólera.

La cuarta pandemia (1863-1875), a diferencia de las anteriores, debió su origen a las peregrinaciones musulmanas a la Meca, matando 30 000 peregrinos de los 90 000 que caminaban a dicha ciudad. A Europa llegó por vía marítima. Prusia (Alemania) perdió 120 000 vidas y Hurfgría 30 000. En España penetró en 1865, alcanzó 31 provincias y causó 83 960 muertes. Al siguiente año invadió Inglaterra. A América llegó procedente de Marsella, Francia, a la isla de Guadalupe y se extendió a Haití, República Dominicana, Puerto Rico y Saint Thomas en el Caribe. En América Central a Guatemala, Honduras, Belice y Nicaragua.

En América del Sur a Guayanas, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Argentina, Chile y Perú. En Estados Unidos alcanza en 1865 a New York por barcos procedentes de Europa y se extiende a los Estados de Arkansas, Nuevo México, Texas, Louisiana y otros del sur. A Cuba llegó en 1867 por tercera y última vez.

En la quinta pandemia (1881-1896) el cólera fue importado de Tonking a Tolón por el navio de guerra La Sarthe. De Francia pasó al resto de Europa donde produjo de 1892 a 1894 nada menos que 800 000 defunciones. Durante esta pandemia, estudiándola en Egipto, descubrió el genial médico alemán Robert Koch el Vibrio cholerae, agente etiológico del cólera. España fue invadida en dos ocasiones, 1892 a 1885 en que produjo 119 931 fallecidos y en 1893. Procedente de Ñapóles y Marsella llegó a América en 1882 por New York. Además de Estados Unidos alcanzó en esta ocasión a México, Brasil, Uruguay, Argentina y Chile.

Durante la sexta pandemia (1899-1923) el cólera vuelve a Europa, , penetra por vía terrestre, Rusia y por vía marítima en relación con las peregrinaciones a la Meca. Para tener una idea de lo que fue esta pandemia, baste decir que durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) el ejército austro-húngaro, en el frente de los Balcanes, de julio a septiembre de 1915, registró 26 000 casos

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Figura 1. Dr. TomásK Romay Chacón (1764-1849). La más alta personalidad médica cubana al producirse la primera entrada del cólera en el país. Su hija Aseención murió de la enfermedad.

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de cólera con 15 000 defunciones. No alcanzó a América en esta oportunidad y el punto más occidental azotado lo fue las islas Madeiras.

La última pandemia, la séptima, apareció en 1961 a partir de un foco situado en Célebes, Indonesia, que se extendió en 1963 por el norte hasta Corea, Taiwán y Filipinas. Su difusión hacia el oeste comenzó cuando a fines de 1963 llegó a Bangladesh, a la India en 1964 y a Pakistán, Afganistán, Irán, sur de la Unión Soviética e Irak en 1965 y 1966. En 1970 invadió el Africa Occidental y se dispersó rápidamente a lo largo de las costas y vías fluviales hasta penetrar tierra adentro. El cólera es ahora endémico en ese continente, especialmente en las zonas costeras, donde la temperatura, pluviosidad y densidad de la población contribuyen a su persistencia. En los Estados Unidos se han reportado enfermos en diferentes años: 1973 (1 caso en Texas). 1978 (11 casos en Louisiana, tres de ellos asintomáticos), 1986 (18 casos), 1987 (6 casos), 1989 (7 casos) y 1990 (2 casos en Louisiana).

Desde el 23 de enero de 1991 alcanza el cólera al Perú donde hasta el 3 de abril se habían hospitalizado 52 752 pacientes con 1 027 defunciones. En marzo se extiende a Ecuador y Colombia y en los meses siguientes se reportan casos en Brasil, Chile Bolivia, Panamá, Guatemala, El Salvador, México y Estados Unidos. En la conferencia de ministros de salud pública del continente americano celebrada en Washington a finales de septiembre pa-sado, se informaron las siguientes estadísticas oficiales de la pandemia en América hasta el mes de agosto el presente año:

Países Casos reportados Defunciones

Perú ............. __ 266 192 ................. . 2 558

" Ecuador 36 859 ............ 581 Colombia . . . ... 7 538 ........... 122

México 806 ............. 9 Guatemala . . 591 ............. 3

Panamá 178 ............. 3 Brasil 142 ........... 1 El Salvador . 106 ........... 3

Chile . . 41 ........... 2 Bolivia 25 . . . . ' . 2 Estados Unidos ...........

21 ........... 0

312 499 3 284

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LA ORGANIZACION DE LA SALUD PUBLICA COLONIAL DURANTE LA ETAPA DEL COLERA EN CUBA

En el año en que el cólera penetra por primera vez en Cuba, 1833, la organización de la salud pública colonial estaba integrada de la forma en que a continuación se expone. Su escalón superior lo constituía el Real Tribunal del Protomedicato de La Habana, el cual aunque fondado en 1634 (duró solamente en esta primera época hasta 1637), se había restablecido de manera permanente en 1711 v contaba con fiscales en todas Mas poblaciones importantes de la Isla.

A esta institución se había unido desde 1804, auspiciada por la Real Sociedad- Patriótica de Amigos del País de La Habana, la Junta Central de Vacunación con vacunadores en casi todas las poblaciones de la colonia, impulsada por 'el doctor Tomás Romay Chacón, su secretario ejecutivo.

Tres años más tarde, 1807, Se establecen las Juntas de Sanidad con una Junta Superior en La Habana y subalternas en Remedios, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba. Esta institución en 1833 contaba con tres niveles de organización: superior, provinciales y locales. Tanto la Junta Central de Vacunación como la de sanidad le servían de ayuda al Real Tribunal del Protomedicato que ya resultaba en el siglo XIX, como institución, completamente insuficiente y obsoleto.

1.a atención hospitalaria estaba regida desde la fundación de los primeros hospitales a principio del siglo XVI por la Iglesia Católica y la atención primaria por el modelo del Facultativo de Semana, puerto en vigor desde el año 1825 y consistía en hacer rotar, semanalmente, entre los facultativos de la ciudad, un médico y un cirujano para la atención gratuita de los enfermos sin recursos económicos, además de otras funciones medico legales y preventivas.

La marcha del cólera en Cuba hizo evidente la ineficiencia del Real Tribunal del Protomedicato, &l cual en diciembre del propio año 1833 delegó parte de sus funciones sanitarias en las Juntas de Sanidad v fue sustituido oficialmente por las fetales Juntas Gubernativas de Medicina y Cirugía y de Farmacia, presidida de la Medicina y Cirugía por si doctor Romay, las que solamente estuvieron en vigor hasta 1842 en que desaparecieron. '

La epidemia de cólera además puso de manifiesto la necesidad da que el gobierno colonial participara directamente en la organización do la atención hospitalaria por lo que fueron creadas, también en 1833, la Junta Central de Caridad y Beneficencia, con juntas subalternas en los hospitales y en muchos de los municipios de la Isla.

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La atención módica primaria fue reforzada n la llegada del cólera. Para no afectar asistencia de los enfermos pobres se mantuvo igual el modelo del Facultativo de Semana y se nombró, por cada uno de los quince barrios extramuros de la ciudad, un médico encargado de la asistencia domiciliaria a los enfermos de dicha epidemia y en los barrios extramuros se nombraron: tres en el de Guadalupe y dos en cada uno de los de San Lázaro, Horcón y Jesús María. Aunque no tenemos constancia documental suponemos que algo semejante debió hacerse durante las otras dos epidemias en La Habana.

Cuando el cólera se. Extinguió en Cuba en 1882 la Organización ' de la salud pública colonial estaba dada por: la Junta Superior de Sanidad con juntas subalternas provinciales y municipales y la Junta Central de Caridad y Beneficencia con juntas en los hospitales y municipios. La Junta Central de Vacunación había desaparecido en 1849, al morir el doctor Romay y sus funciones pasaron a las Juntas de Sanidad. El Facultativo de Semana fue sustituido desde 1871 por las Casas de Socorro, las que se mantuvieron como modelo de atención médica primaria estatal hasta el triunfo revolucionario en 1959.

Otras instituciones módicas vigentes durante la etapa del cólera en Cuba lo fueron: la Facultad Mayor de Medicina de la Universidad de La Habana, fundada en 1728; la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana; inaugurada en 1861, que actuaba como asesora -científica de la organización de la salud pública colonial y la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, primera sociedad puramente médica de Cuba, fundada en 1879.

Las revistas médicas existentes en el país durante dicho período fueron las siguientes: Repertorio Médico Habanero (1840-1842), primera editada en Cuba, debida al entusiasmo sin quiebras del doctor Nicolás J. Gutiérrez Hernández; El Boletín Científico (1842); notas primeras dos revistas refundidas se editaron hasta 1845; Observador Habanero (1846-1848); Repertorio Económico de Medicina, Farmacia v Ciencias Auxiliares (1848-18511; El Criterio (1852); de 1854 a 1856 aparecieron La Gaceta Médica de la Habana, Revista Médica de Li Habana y El Repertorio Económico de Medicina y Cirupia y Ciencias Naturales; La Bandera de la Homeopatía (1856-1858); Revista Médica de la Isla de Cuba (1858); Eco de la Medicina (1859); La Emulación (1863-1867); Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, que existió de 1864 a 1958; La Hoja Clínica (1865-1866); Gaceta de Ciencias Médicas (1868); La Fe Científica (1873-1874); Genio Científico (1873-1876); Gaceta Médica de La Habana (1878-1881); El Hannemiano (1878) y La Crónica Médico Quirúrgica de La Habana, fundada por el doctor Juan Santos Fernández y Hernández

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en 1875, que duró hasta 1944. En estas publicaciones está encerrada la bibliografía cubana de la época sobre cólera, no aparecida en folletos ni libros.

PRIMERA ENTRADA DEL COLERA EN CUBA

Como ya dejamos escrito anteriormente, en la segunda pandemia el cólera llegó por primera vez a Europa y América. Durante el verano de 1832 alcanzó a Canadá y Estados Unidos y al siguiente año hizo su aparición en Cuba. ' '

Por pensarse en 1832 que la entrada del cólera a nuestro país podía ser inminente, se publicaron ese mismo año numerosos folletos que circularon entre los médicos y población en general: “Aviso sobre el cólera morbo y modo de preservarse de su Invasión", Irnp. de D. Juan Roque. La Habana, 32 páginas, con observaciones del doctor Tomás Romay, escrito por el doctor Juan Fran-cisco Calcagno y Monti, médico italiano radicado en Cuba y padre del célebre biógrafo cubano Francisco Calcagno Monzón; el doctor Calcagno publicó al siguiente año el primer libro cubano sobre cólera: Tratndn completo de Cólera morbo pestilencial, Imprenta del Gobierno. La Habana, 1833, 142 páginas; Lecciones del Dr. Broussais sobre cólera morbus. Explicadas por el célebre profesor en el hospital militar de Val-de-Grace en París, Imprenta Mercantil, La Habana, 32 páginas; Dos memorias á cerca de la .epidemia impropiamente llr'mndn: Cólera. Morbo, Imprenta Mercantil. La Habana, 42 páginas, traducidas del alemán y publicadas de orden superior por acuerdo de la Junta de Sanidad en sesión de 11 de ^ marzo de 1832 por el insigne educador y filósofo cubano don José de la Luz y Caballero y dos ediciones una en La Habana, Imp. de Palme1- y otra en Matanzas, Imp. de Calpe, del folleto Higiene. Conseos y avisos dirigidos a lo$ hacendados y labradores de Francia, para precaverse de la epidemia reinante y nota sobre el cólera morbo, 20 páginas, de los científicos franceses M. Chevalier, químico y M. Varasseur, doctor en medicina.

Un año antes se había publicado el primer estudio cubano sobre dicha enfermedad, Disertación sobre el cólera morbus, Imp. de Palmer. La Habana, 1831, 27 páginas, escrito por el doctor Manuel Blanco Solano, licenciado en cirugía latina por el Pro- tomedicato y doctor en medicina por la Universidad de La Habana.

Sobre esta epidemia escribiría el talentoso poeta y narrador cubano Ramón de Palma y Romay, sobrino del doctor Tomás Romay. la novela corta “El cólera en La Habana", El Albúm, La Habana, 1838, de la que diría el crítico cubano Manuel de la

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Cru2: "Es un cuadro ll&nO, interesante. Sombrío, con una escena final que vale toda la lucubración”8 y el poema "El cólera morbo en 1833".9

De cómo entró el cólera en Cuba lo ha dejado claramente expuesto el sabio polígrafo cubano José Antonio Saco López Cis- neros:

Desde que el Norte-América fue atacado nuestros temores crecieron sobremanera: más algunas medidas sanitarias que se tomaron, fueron suficientes para impedir que en medio de nuestras continuas comunicaciones con aquellos países infectados, el mal arribase a nuestras costas. Desaparece en unos puntos, afloja sus fuerzas en otros, dormita en muchos durante el invierno; pero tomándose estas alternativas engañosas como señales inequívocas de su absoluta extinción, nosotros abrimos de par en par nuestras puertas, cuando aún vivía en el corazón de aquella república el monstruo que nos habia de tragar. Cuba levanta sus cuarentenas el infausto 2 de febrero de 1833, y mi patria tiene que llorar a pocos días sobre millares de víctimas.10

Las cuarentenas de los puertos de la Isla fueron levantadas por gestiones de don Claudio Martínez de PiniIlos, conde de Villanueva, Intendente del Ejército, con el fin de favorecer los intereses del comercio.

José Antonio Saco recalcaría sobre esta responsabilidad:

Fueme preciso invocar el nombre y la autoridad del monarca para que el censor de imprenta me permitiese hablar sobre cuarentenas, pues estas habían sido suspendidas por el influjo del conde de Villanueva, Intendente de La Habana, personaje entonces muy poderoso, no solo en Cuba, sino en España. Cuarentenas, mi buen amigo, cuarentenas; de ellas depende la salvación de ese pueblo. Nosotros estamos aquí llorando con lágrimas de sangre los tremendos efectos de su suspensión. ¿Pero se remediarán los estragos con nuestro tardío arre-pentimiento?. No se deje usted alucinar con las varias declamaciones de que las cuarentenas destruyen el comercio entre nosotros: por el contra

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Figura 2. Lic. José A. Saco López Cisneros (1797-1879). Sabio polígrafo cubano. Escribió páginas inolvidables sobre el cólera en Cuba.

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rio, ellas lo favorecen, porque impiden el trastorno de sus bases: lo aseguran, porque alejan la peste; y alejándola, se conservan ilesos los esclavos y.

. capitales que constituyen nuestra riqueza. ¿Que hubiera perdido La Habana con la continuación de las cuarentenas?. Una cantidad muy insignificante, nacida solamente de la corta demora en el giro de las operaciones mercantiles. ¿Pero qué ha perdido ahora con la introducción del cólera?. Al sacar la cuenta, la pluma se cae de esta trémula mano.11

Sobre el primer enfermo de coleta de la epidemia nos dice -el propio Saco:

El primer caso de cólera de que se tuvo pública noticia, y que alarmó a los- habitantes de esta capital, ocurrió el 25 de aquel mes febrero en un catalán llamado don José Soler, que vivía en el barrio de San Lázaro en la alameda de extramuros, o sea calle del Prado. A poca distancia de la habitación de Soler, fue atacada una mulata en el mismo día 25; y ya en el anterior había perecido una negra de la misma enfermedad, sin que hubiese trascendido al público la causa de su muerte.12

De cómo se realizó el diagnóstico ciínico dejaron escrito los doctores Agustín Encinoso de Abreu y Nicolás José Gutiérrez:

En efecto, el profesor Dr. D. Manuel José de . Piedra participó el 25 del mismo Febrero al Real Tribunal del Protomedicato, que en la barriada de San Lázaro había visitado a D. José Soler, y cuyo enfermo presentaba todos los síntomas y caracteres del cólera morbo.asiático. Este profesor, aunque satisfecho de la exactitud del juicio que había formado, invitó a algunos de sus compañeros para que pasasen a observar el caso raro y extraordinario, que estaba a su cuidado. El Real Protomedicato no quiso confiar un examen de esta naturaleza a una comisión particular de facultativos, sino que guiado por el celo más puro y desinteresado, y poseído de aquella prudencia con que era necesario conducirse en tan críticas

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y angustiadas circunstancias pasó inmediata* mente a la casa del enfermo para observar por sí mismo, si la enfermedad era en realidad la que acababa de participársele... Después de examinar los hechos que esta especie de observación les sugería, después de reunirlos y combinarlos bajo sus distintos aspectos y de notar en fin la semejanza o diferencia que ofrecían los fenómenos morbífidos comparados con los que acompañan a la enfermedad conocida con el nombre de cólera morbo, y guyos síntomas se hallan retratados con exactitud en los fastos más antiguos de la ciencia, se vieron precisados a concluir auxiliados de este procedimiento analítico, que la enfermedad era en efecto la misma que se habia participado. Con este motivo dijo un es- tor imparcial y amante de la verdad, que a nuestros médicos les cupo el honor de conocer la enfermedad desde los primeros casos a que se presentaron y que más felices en sus pronósticos que Ibs facultativos de otros países, dieron una alarma oportuna para que los habitantes se preparasen.13

Los miembros del Real Tribunal del Protomedicato de La Habana lo eran ep

aquellos momentos los doctores José A. Bernal Muñoz, Protomèdico Primero, Simón Vicente de Hevia, Protomèdico Segundo y José A. Viera e infante, Fiscal, los tres importantes figuras de la medicina cubana de la época.

A pesar de la efectiva labor de los médicos de la Isla y su conocimiento probado de la enfermedad, el historiador español don Jacobo de la Pezuela en su Ensayo histórico de la Isla de Cuba, New York, 1842, expresó que: “Ni la enfermedad, ni los medios de combatirla eran conocidos de los médicos del país”. Años más tarde fue demostrado ampliamente su error ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, primero por el doctor Domingo Rosaín Lubian y después por el doctor Jorge Le Roy y Cassá.

La epidemia se dice duró cincuenticuatro días en La Habana, pues comenzó el 25 de febrero y el 20 de abril se cantó en la Catedral el solemne Te Deum, como era de costumbre en la época, para dar gracias a Dios por su terminación. Se produjo en la capital y sus barrios extramuros en ese período la enorme cifra de 8 315 fallecidos y llegó a ser tal su violencia que hubo un día

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(28 de marzo) en que murieron 435 personas. Saco nos cfa por meses las siguientes cifras de fallecidos:

No obstante darse por terminada la epidemia, Saco agrega que del 20 de abril en que se cantó el Te Deum hasta el 30 de junio continuaron las defunciones por cólera en La Habana:

Si sumamos todos estos totales encontramos que del 25 de febrero al 30 de junio de 1833 ocurrieron en La Habana 9 342 defunciones por cólera.

Estos datos fueron obtenidos por Saco de tres fuentes que comparó cuidadosamente: 1o de los estados de los comisarios de barrios intramuros y de los capitanes de partido extramuros; 2° de los asientos y cartas de oficio de las parroquias y 3° de los cementerios, dando como las más seguras y reales las de los cementerios.16

Si además tomamos en cuenta que la población de La Habana en 1833 era de 159 680 habitantes, según cálculos del doctor Jorge Le Roy y Cassá, eminente historiador médico cubano y la más importante figura de las estadísticas sanitarias en nuestro país, nos podemos dar cuenta de la alta tasa de mortalidad, 58,5 por 1 000 habitantes, que sufrió la capital de la isla en los cinco meses iniciales de esta primera epidemia de cólera. Para obtener la cifra de población aproximada el doctor Le Roy se basó en el censo de 1827, tomó en cuenta la mortalidad general de los años sucesivos y utilizó la razón aritmética para los cálculos.

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Figura 3. Dr. Ramón de la %Sagra y Péris (1798-1871). Notable naturalista y polígrafo español, que vivía en Cuba al producirse la primera épídemia de cólera. Publicó en 1833 Tablas necrológicas del cólera morbus en la ciudad de La Habana y sus arrabales.

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La epidemia se extendió rápidamente por toda la isla, para causar

numerosísimas víctimas, imposibles de calcular, pero que el doctor José A. Martínez-Fortún,1' erudito historiador médico cubano, supone el triple que en la capital, sobre todo entre las Gotaciones de esclavos africanos de los ingenios y cafetales y según el doctor Ramón Pina y Peñuela no se vió libre de ella nuestro pueblo hasta los años 1837 o 1838 y agregaba el propio autor: “sin que por eso haya dejado de observarse de tarde en tarde algún que otro caso de cólera en los años posteriores, más bien esporádicos que epidémicos’’.18

Entre los fallecidos en La Habana se encontraron Angel Labor de, jefe del Apostadero de La Habana; el Obispo de la Diócesis don Pedro Valera Jiménez; el famoso pintor francés Juan Bautista Vemay de Beaumé, autor de los cuadros históricos del Templete y la hija primogénita del doctor Tomás Romay, sobre cuya muerte escribiera don José de la Luz y Caballero un emocionante artículo titulado “Una lágrima”, dedicado “Al Dr. Tomás Romay. En la muerte de su hija Ascensión, acaecida el día de ayer”, escrito el 20 de abril de 1833 y publicado en el Diario de La Habana, No. 112, abril 22 de ese mismo año.

Para probar que el cólera entró a Cuba proveniente de los Estados Unidos dedica Saco un largo epígrafe, titulado "Historia de la invasión del cólera en la isla de Cuba en 1833”, pp. 249-257 de su clásico estudio, tantas veces citado en el presente trabajo, “Carta sobre el cólera morbo asiático”, publicado en la Revista Bimestre Cubana, No. 8, correspondiente a julio de 1833.

Este ensayo reproducido en el tomo Jl de su Colección de Papeles Cientificos, Históricos y Políticos y de otros ramos sobre la Isla de Cuba, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1962, pp. 166-295, constituye una monografía de un valor inestimable para la historia de la medicina cubana a pesar de que su autor no era médico, ni se dedicó a la historia de la medicina en particular.

De igual valor lo es “Memoria histórica. Del cólera morbo en La Habana”, Repertorio Médico Habanero 4:1-100, La Habana, 1842, una de las mejores monografías médicas cubanas publicadas en el siglo XIX, de los doctores Agustín Encinoso de Abreu Reyes Gavilán y Nicolás José Gutiérrez Hernández. En ella se describe la topografía de la región afectada por la epidemia, el lugar de su aparición, cómo fueron diagnosticados los primeros casos, las causas que pudieron influir en su comienzo, de dónde fue impor-tado, sé incluye el estudio clínfco de los enfermos y el anatomo patológico de las lesiones en los fallecidos, se comparan sus estadísticas de mortalidad con las de epidemias de la India, norte de Europa y América Septentrional, se expone la terapéutica empleada y se enumeran unas valiosas recomendaciones finales

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muy actuales en la medicina de entonces. De esta monografía dejó escrito el culto doctor Eduardo F. Plá Hernández: Cuando se emprenda la recopilación de los trabajos escritos con anterioridad a la fundación de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, éste será el más importante y el de más interés científico".19

Otro trabajo de importancia para el estudio de esta epidemia lo es Tablas necrológicas del cólera morbus en la ciudad de La Habana y sus arrabales, Imp. del Gobierno, La Habana, 1833, 45 tablas, precedidas de tres páginas introductorias, del naturalista y polígrafo español don Ramón de la Sagra y Peris, fuertemente criticado por Saco en su estudio "Examen de las tablas necrológicas del cólera morbus en la ciudad de La Habana y sus arrabales formadas a excitación del Excmo. Señor Intendente del Ejército conde Villanueva, por don Ramón de la Sagra".20

En 1833 se publicaron también: Informe dado al filustre Ayuntamiento sobre el cólera morbo existente en La Habana, Impreso en la Oficina del Gobierno, Matanzas, 16 páginas, redactado por los comisionados doctores Ramón de Coloma y Honorato Bernard; Método para administrar el bejuco nombrado Guaco, contra el cólera-morbo, Imprenta de J. M. Palmer, La Habana, 16 páginas, por D. Andrés Díaz; Exposición histórica de algunas observaciones sobre el cólera, morbo espasmódico que ha reinado en el barrio de Jesús María, desde fines de Febrero hasta principios de Abril de 1833, Impreso en Oficina del Gobierno y Capitanía General, La Habana, 47 páginas, recogidas por el doctor Diego Manuel Govantes, de ellas dijera el bibliógrafo doctor Eusebio Valdés Domínguez: "Estas observaciones fueron recogidas con gran maestría por el doctor Govantes para servir a la historia de la epidemia en La Habana, que por orden del Real Tribunal del Protomedicato, había de publicarse. Son varios los casos que estudia, se extiende en consideraciones topográficas y sintomatológicas, método curativo, etc. Es esta una obra muy rara”;21 Ftecopilación de todas las medidas precautorias del cólera, tomadas por el Sr. Brigadier D. Francisco Narváez de Bórdese, Impresa en Oficina xdel gobierno, La Habana, un folleto y por último a solicitud del Tribunal del Protomedicato José de la Luz y Caballero, el presbítero Francisco Ruiz, el doctor en Medicina Antonio Noval y José Antonio Saco realizaron investigaciones sobre los fenómenos meteorológicos ocurridos durante la epidemia, sobre los que rindió Luz y Caballero dictamen titulado "Contestación al oficio del Excmo. Sr. Gober-nador y Capitán General, pidiendo le acompañase las observaciones meteorológicas practicadas durante la epidemia, con las reflexiones que juzgase convenientes sobre el estado de la atmósfera para la ilustración de la cuestión del Cólera Morbo”, publicado en la

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Revista Bimestre 3:321-372, La Habana, 1833. Esta memoria fue según Saco, uno de los mejores y más profundos trabajos llevados a cabo en este tiempo y que más honor hacen a su autor.22

El doctor Manuel J. Piedra dejó escrito cómo realizó el primer diagnóstico de cólera en su “Manifiesto que presentó al Real Tribunal del Protomedicato el día 20 de abril, día que se reunieron todos los profesores médicos y cirujanos ante dicho Tribunal para declarar la no existencia del cólera en esta Capital y sus barrios extramuros, y que ahora hace a este ilustrado público“, Diario de La Habana No. 133, 13 de mayo de 1833. En el Diario de La Habana aparecieron en este año numerosas alocuciones de la Junta Supe-rior de Sanidad y otras noticias sobre la epidemia y en el año anterior firmada por los doctores Andrés Jáuregui, Tomás Romay y Simón V. de Hevia se publicó un3 “Alocución tranquilizando al público por la epidemia de Cólera Morbo que azota a Europa”, Diario de La Habana No. 31, enero 31 de 1832.

SEGUNDA ENTRADA DEL COLERA EN CUBA

Por segunda vez penetró el cólera en Cuba en 1850, dejemos que sea la palabra autorizada del doctor Jorge Le Roy y Cassá, quien nos relate esta epidemia:

De la misma manera que en el año 1833 el cólera nos fue importado de los Estados Unidos del Norte América, en el año 1850 también vino la epidemia de la república vecina. Una feliz casualidad ha hecho llegar a mis manos el Libro 3o, de Actas de la Excma. Junta Superior de Sanidad de la Isla de Cuba. En dicho libro he podido comprobar que desde la sesión celebrada el 27 de enero de 1849 se trataba de suspender la cuarentena impuesta a los buques procedentes de los Estados Unidos dado el buen estado de salud pública en New York, y que la mencionada Junta de Sanidad no accedió a esas pretensiones por existir todavía casos de cólera en New Orleans. Con alternativas diversas de rigor cuarentenario y de simple observación, llegóse al fin suspender la cuarentena impuesta a las procedencias del último 'puerto citado el 17 de septiembre de 1849, y en 14 de noviembre siguiente se suspendió también la observación de ocho días impuesta a las procedencias de Philadélphia. Poco tiempo después,

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en la sesión celebrada el 6 de abril de 1850, se da ci/enta de los primeros casos de cólera ocurridos en el Hospital Militar, situado en la antigua Factoría de tabacos, y que desde el 31 de marzo hasta ese día resültaban ser 118 individuos atacados de los que 66 fallecieron. También se participó a la Junta que en ese mismo día (el 6 de abril) había sido admitido en el Hospital de San Juan de Dios, un negro atacado del mal y que era cocinero de un buque americano surto en bahía. En la sesión del 10 de abril se acuerda dedicar, a los coléricos el Hospital Militar, trasladando los enfermos de ofra naturaleza al Castillo No. 4, al edificio conocido por el nombre de El Gallinero, en la ensenada de Marimelena y al navio Pontón, anclado en la de Guasabacoa. El Ayuntamiento dispuso la formación de siete hospitales provisionales distribuidos en diferentes barrios de intra y extramuros y la creación 'de Juntas de Caridad en cada uno de ellos, a cuyo oficio la Intendencia de Hacienda lo auxiliaría con la cantidad de diez mil pesos, en cantidad devolutiva. Igualmente se acordó hacer la limpieza de la ciudad por la noche v la creación de un cementerio provisional en la falda este de la loma sobre la cual se asienta el castillo de Atares. Cinco días más tarde,, en la sesión que celebró la Junta el , , 15 de abril se llama la atención hacia el hecho de haber salido tan solo del Cuartel de Ifi Fuerza, los únicos individuos de la guarnición de la Plaza, que hasta esa fecha habían sido atacados del cólera. Si se recuerda la situación topográfica de este cuartel y del Hospital Militar, ambos a la orilla de! mar en nuestra infecta bahía, se comprenderá fácilmente .cómo se contagiaron los individuos que habitaban esos edificios. Fl 17 de abril se habilita el antiguo hospital de San Ambrosio para los individuos procedentes del Morro y de los otros cuarteles, no afectados del cólera; se destina a los atacados de ese mal en el Morro y la Cabaña; el Castillo No. 4, y se trasladan Jos coléricos del Hospital Militar a la casa del señor Larrazábal, situada en el barrio de San Lázaro, cerca de la Casa de Beneficencia.

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Figura 4. Dr. Jorge Le Roy y Cassá (1867-1934). Eminente historiador médico cubano.

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Asimismo se acuerda en esa sesión una medida que no necesita comentarios en la época actual: el NO PUBLICAR los datos estadísticos de las personas atacadas y fallecidas a consecuencia del mal epidémico. En la sesión del 28 de septiembre de 1850 se discute si se' declaraba o no terminada la epidemia y “teniendo la Junta en consideración que el corto número de casos vistos en esta ciudad y sus barrios extramuros durante este mes, y con especialidad en los últimos días, despojaba a la susodicha enfermedad del carácter epidémico, de que se revistió a poco de su invasión, y que en los dos años próximos anteriores se notaron muchos casos sueltos del propio mal, y aún con terminaciones funestas, los que no llamaban la atención a causa de no haber precedido una epidemia, acordó declarar por terminada la que recientemente se ha sufrido: manifestándose así al Excmo. Sr. Gobernador y Capitán Gftneral para la determinación que S. E. creyese oportuna”. Efectivamente, el viernes 4 de octubre siguiente se cantó en lia Catedral de La Habana el Te Deum correspondiente, por haber cesado una eoidemia que todavía había de producir millares de vícti-mas, como lo comprueban las siguientes cifras que copio de h obra del Dr. Piña y Peñuela, a que antes he aludido:

Al cuadro que antecede se acompaña la siguiente Nota. Las cifras aquí estampadas, si no muy distante de la realidad; no ofrecen seguramente

En solo La Habana En toda la Isla Años Casos Muertes Casos Muerte

s 1850 4 623 2 858 11 423 6 033

1851 1 408 1 098 3 451 2 473 1852 2 246 1 401 7 030 3 341 1853 1 046 810 8 834 4 420 1854 25 13 1 346 877 9 348 6 180 32 084 17 144

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una rigurosa exactitud, sin que de esta franca manifestación pueda deducirse un cargo, pues sabido es a lo que puede aspirarse en esta clase de trabajos; ellos sin embargo pueden dar una idea muy aproximada á lo cierto en orden á la marcha, extensión, intensidad, etc. de la enfermedad a que se refieren. Estándose en la rectificación de ciertas noticias quizás esta dé por resultado algún pequeño aumento en los guarismos del presente". En el año 1851 cae la mortalidad [general a 27,50 representativa de 5 898 defunciones por todas causas, para elevarse en el siguiente a una cifra casi tan alta como la del año 1850. En efecto el número total de muertos asciende a 7 974 de los que, según los datos anteriores 1 401 pertenecen al cólera morbo asiático que, sin haber desaparecido por completo anuncia su reaparición bajo forma epidémica el 7 de julio de 1852, y ahora también en los enfermos del Hospital Militar de Factoría. Solamente en los días de ese mes se registraron 172 invasiones con 98 muertes según los partes facilitados a la Junta Superior de Sanidad.23

Sobre esta mismo epidemia nos dice el doctor Jósé A. Martínez Fortún y Foyo:

1350. Nueva irrupción del cólera morbo en La Habana y causa 3 225 muertes [367 más que las dadas por Piña y Peñuelal. Afectó también a Matanzas desapareciendo a fines de junio para atacar a los ingenios de Sagua, donde murieron cerca de 1 000 negros esclavos, en Júcaro, Santana, Pesand, etc. En agosto cesó en Sagua y apareció en Santa Clara muriendo 144 atacados en septiembre y 68 en octubre. En diciembre llegó a Sancti Spíritus y campos de Yaguajay. La epidemia cesó en Cien- fuegos a final de año. 1851. El cólera continúa afectando a las poblaciones del interior. Hasta el 31 de enero habían muerto 259 coléricos en Sancti Spíritus y hasta fines de marzo murieron como 500. El 11 de

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febrero celebraron una Te Deum en Santa Clara por la terminación de la epidemia.

, 135Í Continúa causando víctimas el cólera (de septiembre a diciembre murieron 2 700 coléricos en Santa Clara).24

Durante esta epidemia se publicaron en Cuba los siguientes folletos sobre

cólera: Consejos, reglas de higiene, preceptos y remedios arreglados ,4/ clima de la zona tórrida, tanto pera preservarse del cólera morbus, como para atacarlo desde los pimeros momentos en que se sienten acometidos de él y mientras llega el médico, a quien llamarán, Matanzas, 1850. por el doctor José María Carbonell y Padilla, habanero, graduado de médico én 1815; El cólera, la homeopatía, la alopatía; o sea reglas higiénicas, profilácticas y curativas que podrá ser útil consultar ".antes y después, imprenta Real Socied.id Fconómica, Santiago de Cuba, 1850, 72 páginas, del médico español doctor C. Cruxent; Instrucción popular preservativa del cólera morbo, Imprenta Diario de la Marina, La Habana, 1850, 16 páginas por el doctor Charché traducida del francés, tomado el artículo de la Revista Médico-Homeopática del Mediodía por el doctor Miguel Bellido de Luna, médico homeópata, con un artículo del traductor titulado “Comprobantes adicionados por el autor”; Extracto de una instrucción popular sobre el cólera, sus síntomas, asistencia y modo de preservarse, Imprenta del Faro, La Habana, 1850, 12 páginas, del profesor de la Facultad de Medicina de París, doctor Grand-Boulogne; A^nálisis del Cólera. Nuevas observaciones sobre el Cólera-morbo-asiático, Establecimiento Tipográfico de Barcina, La habana, 1850, 25 páginas, del médico español doctor José Francisco de Asís Molas; Memoria sobre el cólera morbus asiático, Imprenta Oficina del Correo, Trinidad, 1850, 17 páginas, del médico cubano, graduado en 1836, doctor Nicolás Pinelo de Rojas; Cura homeopática del cólera, Imprenta Diario de la Marina, La Habana, 1850, 64 páginas, por el doctor F. F. Quien, médico ordinario del rey Leopoldo de Bélgica, tradue do del francés por el doctor Santiago Savage,, graduado en la Universidad de Harvard; Método curativo del cólera morbo, Imprenta de A. M. Dávila, La Habana, 1850, 72 páginas, por el médico español licenciado Pedro Vázquez, esta obra que fue publicada originalmente en Sevilla en \1834 se imprimió también en Santiago de Cuba, Imprenta de M. A. Martínez, 1852; Opúsculo que tiene por objeto dar a conocer a los señores facultativos y al público los medios más oportunos de cuantos se ha hecho para la curación -del cólera morbo en sus diversos períodos, Imprenta de A. M. Dávila, La Habana, 1852, 37 páginas, por el doctor Marcial Dupierris, médico español del Apostadero de La Habana;

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Clínica homeopática del Cólera Morbo, Imprenta del Gobierno, La Habana (sin fecha), 11 páginas y Recopilación de varios casos de la Clínica HomeopátiQa, Imprenta del Gobierno, La Habana, 1852, 37 páginas, ambas obras del doctor Juan José Hevia, médico del Cuerpo de Sanidad Militar en Cuba; Memoria sobre el cólera, Imprenta de Soler, La Habana, 1853, 42 páginas, del doctor Carlos Zannone, de la Academia de Ciencias de Padua y Cuatro palabras sobre el cólera morbo, para instrucción y utilidad de la clase pobre, Imprenta de M. A. Martínez, Santiago de Cuba, 1855, del médico santiaguero licenciado Wenceslao Calleja y Asencio.

La obra de medicina más importante publicada en Cuba en esos años lo fue Topóqrafía médica de la Isla de Cuba, Imprenta y Encuadernación del Tiempo, La Habana, 1855, 321 páginas, del médico español doctor Ramón Piña y Peñuela, subinspector de 2a. clase honorario, médico mayor, secretario de la jefatura y viceconsultor del cuerpo de Sanidad Militar en la Isla de Cuba. En dicha obra se estudia en general l,a relación entre las enfer-medades y la geografía, geología, clima y costumbres de la población en Cuba y en particular en cada una de las veintinueve jurisdicciones en que se dividía entonces la Isla. Al estudio deJ cólera, principalmente de la epidemia de 1850, con su antecedente f de 1833, dedica uno de sus mejores epígrafes.

TERCERA Y ULTIMA ENTRADA DEL COLERA EN CUBA

Cuando se produce la tercera y -última entrada del cólera en Cuba en 1867 ya los hombres de ciencia del país habían fundado la primera gran institución científica no docente de la Isla, la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, la que no solo va a actuar como asesora de la organización de la salud pública colonial sino que desempeñaría un papel determinante en la calidad de los estudios de investigación que se llevaron a cabo hasta su desaparición.

Sobre esta tercera epidemia ha dejado escrito el propio doctor Le Roy y Cassá:

Justamente esta Academia tomó una parte im-portantísima en la declaración oficial de la epidemia, pues consultada el 20 de octubre de 1867 i por el señor Gutiérrez de la Vega, Gobernador Político de La Habana, se nombra ese mismo día una comisión de su seno, constituida por los doctores Joaquín de Zayas, Ramón Luis Miranda y Torres y Luis M. Covvley Valdés-Machado, para

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que, de acuerdo con la Junta Local de Sanidad, estudiase las causas de defunciones ocurridas en Casa Blanca. De los informes emitidos por la Comisión se deduce que en el primer carenero de los señores Sobrinos de Samá, Carreras y compañía en el barrio de Casa Blanca, sobre la orilla de la bahía opuesta a la que se asienta la ciudad, habían fallecido súbitamente el día 19 de octubre, cinco negros de los siete atacados. El doctor Rafael Cowley Valdés-Machado, médico del estableci-miento, facilitó los antecedentes necesarios, y en las repetidas investigaciones practicadas por los facultativos de la comisión pudo comprobarse que "los primeros negros invadidos estuvieron cargando carbón abordo del vapor francés Gu- yane procedente de Nueva Orleans, donde se dijo habían comido carne salada, atribuyéndose a a esta causa la enfermedad que repentinamente les atacó"... (Anal. Acad. Cieñe. Med. Fis. Nat. Hab. 4:293). Se trataba de negros jóvenes, casi todos, robustos, que gozaban de buena salud y consumían alimentos de buena calidad ... "Uno de ellos se sintió invadido bruscamente del mal y muere á las pocas horas, sin habérsele hecho ningún tratamiento; caen enseguida otros cinco y sucumben cuatro de ellos con la misma rapidez. Al día siguiente nuevas invasiones con síntomas análogos, los que se han repetido hasta esta fecha (23 de octubre) completando el número de quince, de los que han muerto siete, quedando otros en el hospital de Belot, donde han sido trasladados por orden de V. E., uno muy grave, dos en estado de alarmante y cinco en vías de curación” (Anal. Acad. Cieñe. Med. Fis. Nat. Hab. 4:205). Del estudio sintomatológico realizado por los señores de la comisión y de las investigaciones experimentales y microscópicas realizadas por los doctores Manuel Vargas-Machuca y González del Valle; Sebastian Alfredo Morales y Joaquín Barnet y Ruiz, excluyendo las posibilidades de intoxicaciones alimentarias, se llegó a convenir en "que la enfermedad que ha invadido a los negros del Carenero de Gasa Blanca es el cólera

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Año

morbo. Tal fue el origen de esta epidemia, feliz mente la última que ha padecido Cuba”. El 27 de ese mismo mes de octubre se corrió el cólera al resto de la ciudad de La Habana y causa tales estragos que en el siguiente año (1868) elévase el número total de muertes por todas las causas de la enorme cifra de 10 487, con una mortalidad de 51,75 por cada mil habitantes. En los meses finales del año 1867 hubo 1 772 casos de cólera, de los que fallecieron 859 (el día en que hubo más invadidos fue el 25 de noviembre con 106 casos). El barrio más contagiado lo fue el de San Lázaro, que según el doctor Sigarroa, de 2 200 habitantes tuvo 330 atacados, de los que murieron 151; y el barrio mejor librado lo fue el de Santa Clara, que de 5 309 habitantes solo tuvo cinco atacados, de los que fallecieron dos.25

El doctor Juan Babé Valdés, médico cubano, profesor supernumerario de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, publicó como resumen de la mortalidad de esta epidemia en La Habana del 19 de octubre de 1867 a enero 31 de 1868 lo siguiente:

El doctor Ambrosio González del Valle y Cañizo, padre de 1as estadísticas sanitarias en Cuba, informa como mortalidad por la enfermedad en La Habana desde el 19 de octubre de 1867 hasta el 31 de diciembre de 1870 las siguientes cifras:

Defunciones27

5 940

Defunciones26 ..

2 384

Población Atacados ,

. 3 721 189 520

1867 1868 1869 1870

1 443 2 770

72 1 655

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Sobre esta epidemia dejó escrito el doctor José A. Martínez - Fortún y Foyo:

1067. Tercera y última irrupción del cólera morbo asiático en Cuba, entró por Casa Blanca, La Habana, causó menos víctimas que la primera invasión. 1868. El cólera hace estragos en el interior [de la isla] especialmente en las dotaciones de esclavos de los ingenios. 1869. Arde la guerra, aumentan todas las

enfermedades. 1870. Terrible año por la guerra y las enfermedades. Mueren en Remedios 2 091 personas de

Figura 5. Dr. Ambrosio González del Valle y Cañizo (1822-1913). Padre de las estadísticas sanitarias en Cuba.

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cólera, fiebre amarilla, viruela y disentería. 1868. Siguen causando muertes las afecciones infectocontagiosas: mqeren en La Habana 9 174 personas, de ellas 991 de fiebre amarilla, 1 126 de cólera y 186 de viruela.28

A partir de 1872 las defunciones por cólera en La Habana bajan a cifras que corresponden con su endemicidau en la ciudad, t! doctor González del Valle, de ese año a 1882, (nos da las siguientes cifras de defunciones:

Años Defunciones

1872 7 29 1873 54 29 1874 729 1875 "I 29 1876 4 30 , 1877 531 1878 O32 1879 O33 1880 234 1881 535 1882 1 36

86

El último fallecido por cólera en La Habana, informado por el doctor González del Valle es de 3 de agosto de 1882 y corresponde a una persona de sexo masculino y raza negra, se nombraba Manuel Jiménez Fuerte, natural de La Habana, de 48 años de edad, casado, residente en calle de la Fundición número 17 y fue atendido por el doctor Enrique M. Porto del Castillo.37 Los profesores venezolanos Llopis y Albrohr dan a 1885, como año de ocurrencia del último caso de cólera en Cuba,38 sin consignar la fuente bibliográfica o documental de donde tomaron el dato. Nosotros no hemos encontrado tal caso en la bibliografía cubana de la época, ni posterior, que hemos revisado y el doctor Le Roy Cassá en su numerosísima bibliografía sobre estadística sanitaria en Cuba no menciona ningún otro caso con posterioridad al informado por el doctor González del Valle.

Durante la etapa de la tercera entrada del cólera en Cuba se publicaron los siguientes folletos: Teoría y tratamiento del cólera, Imprenta La Antilla, La Habana, 1867, 23 páginas, del

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doctor Juan Gualberto Havá Vaídés; El cólera morbo. Instrucciones para su preservación y cura de los primeros síntomas, dadas por la Real Academia de Medicina de Madrid y precedidas por la relación de los casos ocurridos en Casa Blanca el 20 de octubre de 1867, Imprenta Militar, La Habana, 1867, 61 páginas, editado por el ingeniero de minas Manuel Fernández de Castro, Instrucción popular sobre los principales medios que se han de emplear para preservarse del Cólera morbo y el método que ha de obser-varse cuando se haya declarado la enfermedad, Imprenta del Gobierno, La Habaná, 1867, 4 páginas y Del cólera morbo asiático y de su verdadero tratamiento curativo, Imprenta El Iris, La Habana, 1868, 50 páginas, del médico catalán doctor José Fábregas.

En los dos años anteriores a Ja entrada del cólera en 1867 se publicaron dos folletos en Santiago de Cuba y La Habana: El cólera epidémico tratado por la homeopatía, instrucción popular para servir de guía en la ausencia del médico, Imprenta de Espinal y Díaz, Santiago de Cuba, 1865, 28 páginas, por D. Mariano Omedes de Viela y Memoria sobre el cólera-morbo asiático ó sea método higiénico preservativo y curativo al alcance de todos, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, La Habana, 1866, 30 páginas, por D. Manuel González de Jonte.

Estudios inéditos de gran importancia lo son; "Cuadro gráfico sobre la epidemia del cólera morbo en La Habana de 1867 a 1868”, de este trabajo del médico habanero licenciado Pablo de Sala y de la Cruz nos dice el bibliógrafo Carlos M. Trelles y Govín39 que fue remitido a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana en 1881, después de fallecido el autor, "pero no fue publicado nunca en los Anales de la institución y "Apuntes sobre la historia del cólera en la Habana" (1872), del notable médico habanero doctor Domingo Rosaín Lubián, sobre el que nos dice el propio Trelles que comprende de 1833 a 1868 y que fue remitido a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana en 1871/40 aunque no fue publicado, en cambio sí lo fue el dictamen favorable sobre el mismo redactado por el doctor Ramón L. Miranda y Torres.41 De este estudio ha escrito el historiador médico doctor José López Sánchez:

Hemos podido ver y consultar el manuscrito, es un cuadernillo cosido, de 16 páginas y está dedicado a la memoria de los Dres. D. Tomás Romay y Chacón y D. Manuel de J. Piedra. En la primera página dice: ‘‘Sacar del olvido los nombres de los Dres. Romay y Piedra, dar a conocer lo que sobre el cólera se ha escrito en el país y medidas dictadas en las veces que nos ha visitado, he aquí

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el objeto de estos Apuntes que dedicamos a la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Habana, 10 de marzo de 1868. Domingo Rosaín”.42

Uno de los mejores trabajos que posteriormente se escribió en Cuba y que incluye el estudio de las tres epidemias de cólera lo es indudablemente el del doctor Jorge Le Roy y Cassá “Estudio sobre la mortalidad de la Habana durante el siglo XIX y los comienzos del actual”, publicado en Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana 49:852-877, La Habana, 1912-1913 y de gran importancia para el conocimiento de la bibliografía sobre cólera lo son los libros del académico Carlos M. Trelles y Govín: Biblioteca Científica Cubana, Tomo I. Imprenta de Juan F. Oliver, Matanzas, 1918, 503 páginas; Contribución de los médicos cubanos a los progresos de la medicina, Imprenta A. Dorrbeker, La Habana, 1926, 276 páginas y Bibliografía de la Universidad de La Habana, Imprenta de Rambla, Bouza y Cía, La Habana, 1938, 337 páginas.

LOS ESTUDIOS DEL DOCTOR CARLOS J. FINLAY Y BARRES SOBRE COLERA

John Snow,46 gloria de la epidemiología mundial, en 1854, anticipándose en treinta años a la Era Bacteriológica, aportó la primera y una de las más evidentes pruebas de la teoría de la difusión del cólera por el agua.

En agosto de ese año la enfermedad fue epidémica en algunas partes de Londres, especialmente en la vecindad de Golden Square, Soho. Un niño después de un ataque de cólera de tres o cuatro días, murió en la calle Broad, número 40, de dicho distrito, el 2 de septiembre. Las heces fecales del niño habían sido depositadas en una letrina rota, que como se descubrió después, comunicaba con una fuente distante solamente tres pies que abastecía de agua potable a la vecindad. En la noche del 31 de agosto el cólera hizo su aparición entre los que usaban aquella fuente, por lo que se libraron pocos de la enfermedad.

El 2 de septiembre una señora murió de cólera en Hampstead. Se demostró que este caso era el primero en el distrito, y en la investigación del mismo se encontró que bebía habitualmente del agua de la mencionada calle Broad, pues en otro tiempo había residido en esta calle y conservaba su inclinación para el agua de aquella fuente. Bebió cierta cantidad que se había procurado el 31 de agosto, el mismo día y el 1 de septiembre, fecha ésta

Elizabeth Ramirez
Texto escrito a máquina
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en que fue atacada de cólera. Dos personas relacionadas con la paciente y que bebieron de la misma agua contrajeron la enfermedad. Por todo lo que pudo averiguarse por la investigación más detallada, citas personas no habían tenido otra relación con el distrito del cólera sino por el agua de aquella fuente.

El propio John Snow44 reconoció la baja frecuencia de la diseminación del cólera por contacto de persona a persona, en su clásico trabajo sobre la enfermedad en casas suministradas por dos distintas fuentes de abastecimiento de agua.

Las tuberías de dos compañías abastecedoras de agua potable —refiere Snow— atravesaban todas las calles y penetraban en casi todas las manzanas de varios distritos de Londres. Unas casas se abastecían de una compañía y otras de la otra. En muchos lugares una sola casa tenía un abasto diferente del de las otras de la vecindad. Las dos compañías dieron el servicio a ricos y pobres, casas grandes o pequeñas, no había diferencia en cuanto a condición u ocupación entre las personas que recibían el agua de cualquiera de las dos entidades. Por todo ello es obvio que ninguna experiencia dirigida pudo haber dado una prueba más fehaciente de la participación del agua en el proceso de la epidemia de cólera, que esta situación, que se puso por circunstancias fortuitas, ante los ojos del observador. Las que recibían agua de la compañía SouthWalk y Vauxhall presentaron un coeficiente de ; 71 por 10 000; las que la recibían de la compañía Lambeth, 5 por 10 000. Osea, que el cólera fue 14 veces más mortal en este período en aquellos que consumían el agua impura de la primera, que en los que se servían de la pura de la segunda.

Estos trabajos de Snow constituyen el primer ejemplo en la historia de la medicina de como se debe realizar el método epidemiológico. Mediante el sistema deductivo, a partir de hechos claros y conocidos, llegó a la demostración de los mecanismos de transmisión y al descubrimiento del foco de infección en la enfermedad.4j Pero no fue hasta 1870 que todas estas observaciones quedaron brillantemente confirmadas en una gran población de una zona endémica de cólera con la inauguración del abastecimiento de agua de la ciudad india de Calcuta. La incidencia de la enfermedad en la parte de la ciudad que recibía el nuevo servicio disminuyó en dos tercios, mientras que no se alteró en los suburbios.46

El doctor Carlos J. Finlay Barrés, durante la epidemia de 1867 a 1868 en La Flabana, estudió en la barriada del Cerro, donde vivía, 130 pacientes de cólera en relación con las aguas de la llamada Zanja Real, para lo cual utilizó una metodología muy semejante a la de John Snow en 1854.

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El 27 de junio de 1868 envió una carta al’ Diario de la Marina en la cual exponía el resultado de sus investigaciones y aconsejaba a los vecinos del Cerro de no hacer uso ( . . . )

( . . . ) de las aguas de la Zanja ni para beber ni para preparar las comidas, ni tampoco en baños generales, mientras existan casos de epidemias en el curso de esas aguas. En caso de necesidad se tendrá la precaución de filtrar el agua antes dé hacer uso de ella y mejor sería hervirla antes de filtrarla. Pero lo más acertado es proveerse de agua de pozo. A los que asistan enfermos del Cólera, interesa lavarse las manos cuantas veces sea preciso para que en ella^ no queden partículas de las deyecciones coléricas; los objetos donde hayan caído esos líquidos, a pesar de no quedar manchados, serán desinfectados con cloruro de cal o de sosa y cuando se pueda serán quemados; las deyecciones mismas, después de saturadas con el cloruro serán enterradas y así como cualquier otro objeto contaminado. Se buscará para colocarse un lugar donde no puedan ponerse en contacto con las aguas corrientes.47

Esta carta no fue publicada por el Diario de la Marina, pues el censor oficial estimó que el texto era una crítica al Gobernador General y a las autoridades españolas, que no habían sabido combatir la epidemia de cólera. La misma se mantuvo inédita hasta el año 1912, en que por su gran valor científico se incluyó en el tomo Trabajos Selectos del Dr. Carlos J. Finlay, La Habana, 1912, 657 páginas, con prólogo del entonces Secretario de Sanidad y Beneficencia, doctor Manuel Varona Suárez.

Años más tarde el doctor Finlay presentó los resultados de sus investigaciones ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en sesión científica del 28 de septiembre de 1873, en un trabajo titulado “Transmisión del cólera por medio de las aguas corrientes cargadas de principios específicos”, publicado en Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana 10:150-170, La Habana, 1873.

El doctor Finlay, que era un convencido de la transmisión hídrica del cólera, analiza prolijamente en su trabajo todas las investigaciones experimentales realizadas, hasta el momento,

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Figura 6. Dr. Enrique M. Porto del Castillo (1846-1931). Notable médico cubano. Diagnosticó el último tallecido de cólera en Cuba.

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sobre las posibles vías de propagación de la enfermedad. Así evalúa las experiencias de Lindsay (1854) en animales, en las que concluye que el germen colérico (todavía sin identificar) residía en la sangre y que su eliminación se efectuaba especialmente por medio de las excreciones gastrointestinales, siendo éstas, si no su único receptáculo, por lo menos el principal; las de Thiersch (1859) que mezcló con substancias alimenticias pedacitoS de papel de filtro impregnados de líquido intestinal colérico y los dió a comer a 36 ratones, para demostrar que la acción tóxica de dicho líquido intestinal era mayor cuando se conseryaba de 3 a 9 días a una temperatura de 10 grados; las de Robín que inyectó evacuaciones líquidas de coléricos en las venas y en la tráquea de perros ocasionándoles vómitos, evacuaciones líquidas y otros síntomas de la Enfermedad; las de Legros y Goujon que practicaron con deyecciones y suero de la sangre de colérico y los dió a comer a 36 ratones, para demostrar que la tráquea de perros y obtuvieron los mismos resultados; las de Guttmann y Baginsky que lograron similares respuestas que Robin, Legros y Goujon; las opiniones de Marchan sobre autoingestiones de deyecciones coléricas por varios investigadores temerarios y el porqué no habían logrado resultados concluyentes; las de Sandersón, que perfeccionó los -estudios de Thiersch en ratones y logró demostrar que el cólera es transmisible por medio de las evacuaciones coléricas introducidas en las vías digestivas y que las mismas son virulentas el primer día de su excreción (11 %), mucho más el segundo (36 %), alcanza su máxima virulencia al tércer día (100 %) y van decreciendo a partir de entonces, al cuarto día (71 %), al quinto (40 %) y al sexto y siguiente« llegan a ser avlrulentas (0 %); el informe leído por Briquet en 1S65 como ponente de una comisión nombrada por la Academia de Medicina de París y los trabajos de Burral y de Wise en los qué llegan todos a la conclusión de que en caso de poderse transmitir 'el cólera a través de la atmósfera se le debe conceder una influencia muy secündaria;. las experiencias de Grimaud con las ‘que demostró la transmisión por contacto de objetos contaminados y por último con las, de Delbruk, Pettenkoffer, Budd, Snow y Gríessinger quienes afirmaron que las deyecciones del colérico contenían la substancia infectante.48

A partir de estos conocimientos el doctor Finlay concluyó:

1°. Que el cólera es transmisible por medio de una substancia específica contenida en las evacuaciones intestinales, en los vómitos y en el suero de la sangre de los enfermos atacados del cólera, cuando esa substancia es introducida

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debajo de la piel, ó en las venas, o en la tráquea de animales. 2°. Que también es transmisible cuando la substancia específica se introduce en el estómago, con tal que, ya por razón de su cantidad, ya por deficiencia de las facultades secretorias de las visceras, el jugo gástrico no sea bastante para transformar la totalidad de la materia virulenta ingerida. 3°. Que la piel no se deja penetrar por la substancia específica del cólera, ni aún en el caso de ser inoculada debajo de la epidermis., 4°. Que al cabo de un tiempo variable, las propiedades específicas de la substancia mencionada quedan destruidas por la continuación de las mismas causas que ocasionan su desarrollo.49

Refiriéndose el doctor Finlay al informe acerca de las aguas de las compañías Southwalk y Vauxhall y de Lambeth expone que:

Parecido experimento... hemos hecho ya en el barrio del Cerro durante la epidemia de 1867 a 1868: procuremos, pues alcanzar la segunda parte, la del, contraste, demostrando las ventajas que habrán de proporcionar el uso de aguas más puras, aunque no fueran potables, ya cubriendo la Zanja y sus ramales para que no se viertan en ella las impurezas que en la actualidad arrastra, ya poniendo en juego otros recursos cuya apreciación no son de mi competencia.50

Para iniciar su investigación el doctor Finlay tuvo que trazar un plano de la barriada del Cerro con la-distribución de los ramales de la Zanja Real, pues ninguna institución oficial pudo facilitárselo. Recopiló y estudió entonces los datos epidemiológicos de los 130 pacientes de cólera diagnosticados en dicho lugar del 11 de noviembre de 1867 al 29 de enero de 1868, de los que fallecieron 91, fueron curados 29 y no se supo el resultado de los otros 10; los agrupó por sexos y razas: 35 hombres y 26 mujeres de raza blanca, 35 hombres y 27 mujeres de raza negra y 7 hombres de raza amarilla: los reunió según la distancia a que con respecto a la Zanja Real estaban situadas sus casas y las veces que habían sido invadidas por el cólera, para concluir finalmente que ' proporción de personas enfermas era nueve veces mayor entre

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las que se abastecían del agua de dicha Zanja, que de las que n0 lo hacían y dar por sentado que la principal vía de transmisión de la enfermedad era la hídríca.51

Al siguiente año el investigador cubano dió a conocer el resto de su estudio al publicar en Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de l.a Habana 10: 70-75, La Habana, 1874, su trabajo "Explicación del cuadro de casos de cólera observados en el Cerro desde noviembre 11 de 1867 hasta enero 29 de 1868”. Por estos estudios el doctor Finlay es posi-blemente el primer científico que en América aplicó el método epidemiológico y uno de los primeros en el mundo.

Aunque fue Paccini, de Italia, el primero que observó el Vibrio cholene, en heces de enfermos coléricos, haciendo una descripción minuciosa de! germen (1854). la gloria del descubrimiento se debe al genial Robert Koch rirt Alemania, el más grande bacteriólogo producido por la humanidad en lo que a actividad pura se refiere, quien en el año 1883 en la expedición que realizó a Enipto junto con Fisher, Gaffky y Treskow, aisló del intestino delgado de los coléricos dicho vibrión y al año siguiente confirmó ene hallazgo en el intestino y heces de los fallecidos en Calcuta.52 Descubrió, además, la presencia del Vibrio cholerae en agua de beber (18841. aclarando el papel de ella como transmisora de la enfermedad. En esa ocasión el agua procedía de un depósito en el que se habían lavado las ropas de lina víctima riel cólera. De 200 a 300 personas que usaban esta misma agua para beber y en otros menesteres en sus hogares murieron 17.53

Estos descubrimientos de Koch fueron puestos en duda y combatidos por numerosos investigadores en Eurooa, por lo que se estableció una sonada discusión científica. El doctor Finlay recogió esta polémica desde sus mismos inicios y la comentó ampliamente en su trabajo "Observaciones hechas al bacilo coleríqeno de Koch”, leído en la sesión riel 26 de octubre de 1884 en la Real Academia de Ciencias Médicas. Físicas v Naturales de La Habana. Tan interesante ensayo, que asombra por lo actualizado de los conocimientos del investigador cubano, lo concluye con las siguientes palabras:

( . . . ) a pesar de que ninguno de los argumentos que se citan excluye^ definitivamente el que la teoría del doctor Koch pueda ser una verdad, es positivo que en conjunto han minado su base de sustentación hasta el extremo de que el distinguido profesor de Berlín se verá sin duda, obligado a instituir nuevos experimentos, para demostrar prácticamente la participación directa

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del bacillus-comma en la producción de la enfermedad, con arreglo al método instituido en casos análogos, por Pasteur, si no quiere renunciar a la defensa de una teoría en cuya edificación tanto talento, tanto valor y tanta constancia se han invertido.54

Sobre esta polémica insiste en su trabajo “Peripecias del microbio del cólera”, presentólo en la sesión del 12 de abril de 1885 de la misma institución55 y en su discurso de contestación al trabajo de ingreso como académico de número de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana de su entrañable amigo y colaborador doctor Claudio Delgado y Amestoy "Investigaciones del Dr. Ferrán sobre- el Cólera”, leído en la sesión del 28 de junio de 1885.56

Otros estudios del doctor Finlay se refieren a la terapéutica de la enfermedad: ‘‘El cólera y su tratamiento" (1865)57 y “Tratamiento del cólera” (1892).58

CONSIDERACIONES FINALES

El cólera morbo asiático, como lo denominaban los médicos que en Cuba lo combatieron, penetró en nuestro país en tres oportunidades, todas en el pasado siglo.

La primera epidemia fue Darte de la segunda de las pandemias conocidas, la cual había alcanzado a Europa, también por vez inicial en 1830 y extendido a América dos años más tarde para Ileqar a Cuba, procedente de los Estados Unidos, en febrero de 1833.

El inoportuno levantamiento de la cuarentena impuesta al intenso comercio marítimo, que ya desde entonces mantenía lá colonia española de Cuba con el mercado norteamericano, determinó tal tragedia epidemiológica, solo comparable con la entrada de la fiebre amarilla, procedente de Yucatán, México, en 1649.

Desde el 25 de febrero de 1833, en que se diagnosticó clínicamente el primer caso, hasta el 31 de junio de ese mismo año el cólera produjo en La Habana 9 342 defunciones, para una tasa de mortalidad de 58,5 por 1 000 habitantes y se extendió por toda la isla donde se calculó que hubo el triple de enfermos y fallecidos, para mantenerse según el doctor Piña y Peñuela en período epidémico hasta 1837 o 1838 y continuar en años posteriores endémi-camente con defunciones esporádicas.

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Esta epidemia determinó cambios estructurales en la organización de la sanidad de la colonia, así como en la atención médica hospitalaria y la atención médica ambulatoria.

Como parte de la propia pandemia volvió a penetrar el cólera en Cuba por el puerto de La Habana, procedente de los Estados Unidos, al cometerse la misma imprudencia de levantar la cuarentena para favorecer intereses comerciales. El 31 de marzo de 1850 se realizaba el diagnóstico clínico del primer caso y hasta el 31 de diciembre de 1854 se produjeron en La Habana 9 348 casos con 6 180 defunciones y en el resto de la isla 32 084 con 17 144 fallecidos.

Para los autores de la época esta segunda entrada del cólera ocasionó menos muertos que la primer i, aunque pudieron ser registradas mayores cifras de casos y do defunciones.

El sistema de salud pública colonial funcionó con superior efectividad en el ingreso y aislamiento de los casos diagnosticados desde los primeros momentos, en los hospitales existentes y en otros creados provisionalmente en los barrios entra y extramuros de la ciudad, lo que no impidió que la epidemia se mantuviera en la capital hasta 1854.

La tercera y última entrada ocurrió durante la cuarta pandemia, la que llegó a Estados Unidos en 1865 y procedente de New Orleans penetró por el puerto de La Habana el 19 de octubre de 1867. El cólera se mantuvo en La Habana en período epidémico hasta 1871, donde produjo, durante esos algo más de cuatro años, 7 066 defunciones.

En el resto de la isla, sobre todo en las regiones central y oriental la epidemia debió ser mucho más intensa, incrementada por ni:3Stra primen guerra independentista contra el colonialismo español (1868-1878).

En esta ocasión la organización de salud pública cubana contó con la extraordinaria labor asesora e investigativa de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, fundad en 1061, v con el acucioso trabajo individual del doctor Ambrosio González del Valle y Cañizo, quien con paciencia y constancia verdaderamente benedictinas recopiló las estadísticas de mortalidad en La Habana y algunas otras ciudades del país en sus famosas “Tablas Obituarias", publicadas en folletos costeados por él mismo y además en las revistas Anales de li Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y Crónica Médico Quirúrgica de La Habana, así como otros trabajos estadísticos, que abarcan desde 1868 a 1882.

Después de terminada la guerra, el cólera en período endémico, se mantuvo por varios años en la isla, hasta su extinción defini

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tiva en fecha que es imposible poder determinar con exactitud, pero sí no se registraron nuevos brotes ni aún durante la última de nuestras guerras independentistas contra España (1895-1898).

El doctor González del Valle siguió la endemia colérica en La Habana desde 1872 y reportó el último caso el 3 de agosto de 1882, que a su vez fue el último registrado en Cuba. Por tanto, el cólera no penetró en nuestro país ni en la quinta pandemia, a pesar de haber llegado a los Estados Unidos; ni en la sexta, que abarcó casi todo el primer cuarto del actual siglo, pero no alcanzó a América; ni en la presente, la más prolongada de todas, que flagela a la humanidad desde hace tres décadas, incrementada por las cada vez más frecuentes comunicaciones e intenso comercio terrestre, marítimo y aéreo entre todos los países del mundo, muy difíciles de controlar epidemiológicamente y sobre todo por las condiciones socioeconómicas y sanitarias deplorables en que vive en la actualidad gran parte de la humanidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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1966. 6. Uopis, A. y Juan Albrohr: Antecedentes históricos del cólera en las Amé- riras. Rol Epid Orq

Pan Salud 12(1): 10-12, 1991. 7. Obra citada en (2), p. 303. 8 Cruz. M. de b: Literatura Cubana Obras de Manuel de la Cruz. Tomo III. Biblioteca Calleja,

Madrid. 1924. 9. Palma Romay, R.: El Cólera Morbo en 1833. Obras de D. Ramón de Palma. Poesías líricas.

S/F, pp. 137-142. 10. Saco López, .1. A.: Carta sobre el cólera morbo asiático. Papeles sobre Cuba. Tomo II.

Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1962, p. 180. 11. Obra citada en (10), p. 293. 12. Obra citada en (10), p. 250. 13. Abreu Reyes Gavilán, A. E. y N. J Gutiérrez Hernández: Memoria histórica. Del cólera-morbo

en La Habana. Repertorio Médico Habanero 4: 1-100, La Habana, 1842. „ \ 14. Obra citada en (10), pp. 262-263. 15. Obra citada en (10), p. 271. 16. Obra citada en (10), p. 257. 17. Martínez-Fortún Foyo, J. A.: Epidemiología (Síntesis Cronológica). Cuad, Hist. San, No. 5, La

Habana, 1952, p. 31.

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18 Piña Peñuela, fí.: Topografía Médica de la Isla de Cuba. Imp. y Encuadernación del Tiempo, La Habana, 1855, p. 40.

19 Plá Hernández, E. F.: Biografía del Dr. Nicolás J. Gutiérrez. Cron Med Oulr ' Hab 1(1): 21-23, 1875. '

20 Saco López, J. <A.- Papeles sobre Cuba. Tomo II. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1962, pp. 336-355..

2i, Valdés Domínguez, Algunos apuntes para una bibliografía médica cubana. Cron Med Oulr Hab 4:38-43 y 86-92, La Habana, 1878.

22 Saco López, J. A.: Noticia sobre algunos trabajos científicos que se hicieron en La Habana, durante la primera aparición del cólera en ella, en 1833. Papeles sobre Cuba. Tomo II. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1962, p. 303. v ^

23. Lé Roy Cassá, J.: Estudio sobre la mortalidad de La Habana durante el siglo XIX y los comienzos del actual. Anal Acad Cien Med Fis Nat Hab 49:866-869, La Habana, 1912-1913.

24. Obra citada en (17), p. 32. 25. Obra citada en (23), pp. 869-871. 26. Babé Valdés, J. M.: Resumen de la epidemia de cólera en La Habana en 1867 y 1868. Anal

Acad Cieñe Med FIs Nat Hab 10: 259, La Habana, 1873-1874. 27. González del Valle Cañizo, A.: Resumen necrológico de las tres epidemias de cólera y fechas

de su importación por el puerto de La Habana. Anal Acad Cieñe Med Fis Nat Hab 7:516 La Habana, 1870

28. Obra citada en (17), p. 33. 29. González del Valle Cañizo, A.: Mortalidad de las enfermedades del clima de La Habana, y del

cólera, distribuida por Estacionas en los cinco últimos años. Cron Med Oulr Hab 2:402. La Habana, 1876.

30. : Estadísticas médicas mortuorias de la población de la Habana en 1876. Cron Med Ouir Hab 3:72, La Habana, 1877.

31. : Mortalidad mensual y estacional por enfermedades. 1877. Cron Med Quir Hab 4:32, La Habana, 1878.

32. : Resumen anual y estacional de la mortalidad de La Habana por enfermedades Cron Med Ouir Hab 5:92. La Habana. 1879.

33. : Mortalidad en La Habana en 1879. Cron Med Quir Hab 6:54, La Habana, 1880.

34. : Mortalidad de la Habana. Resumen general del año 1880. Cron Med Quir Hab 7:75, La Habana, 1881.

35. : Resumen de la mortalidad de La Habana, en el año de 1881. Cron Med Quir Hab 8:369, La Habana, 1882.

36. : Mortalidad en La Habana. Cuadro nosológico de la mortalidad civil por meses. Año 1882. Cron Med Quir Hab 11:208, La Habana, 1885.

37. Anal Acad Cieñe Med Fis Nat Hab 19:186, La Habana, 1882-1883. 38. Obra citada en (6). 39. Trelles Govín, Carlos M.: Biblioteca Científica Cubana. Tomo I. Imp. de Juan F. Oliver,

Matanzas, 1918, p. 219. 40. Obra citada en (39), p. 10. 41. Miranda y Torres, fí. L.: Epidemias de cólera en La Habana. (Informe relativo a la memoria del

Dr. Domingo Rosaín). Anal Acad Cieñe Med Fis Nat Hab 8:130-133, La Habana, 1871. 42. López Sánchez, J.: Vida y obra del sabio médico habanero Dr. Tomás fíomay Chacón. Ed.

Librería Selecta, La Habana, 1950, p. 223. 43. Obra citada en (2), pp. 302-303.

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44. Snow, J.: Snow on cholera. Edited for B. N. Richardson, Hoffner Publishing Company, New York, 1965.

45. Obra citada en (5). 46. OMS: Labor internacional en cólera. Crónica de la OMS 15(4):152-159, Ginebra, 1961. 47. Finlay Barrés, C. J.: Carta remitida al Diario de la Marina sobre el cólera en el Cerro. Obras

Completas de Carlos J. Finlay. Tomo III. Acad Cieñe de Cuba, La Habana, 1967, pp. 395-397. 48. Finlay Barrés, C. J.: Transmisión del cólera por medio de las aguas corrientes cargadas de

principios específicos. Obras Completas de Carlos J. Finlay. Tomo III. Acad Cieñe de Cuba. La Habana, 1967, pp. 399-401.

49. Obra citada en (48), pp. 400-401. 50. Obra citada en (48), p. 405. 51. Obra citada en (48), pp. 403-405. 52. Díaz Melchor, F.: Bacteriología del vibrión colérico. La Medicina Tropical. 42(5):311-326,

Madrid, 1966. 53. Obra citada en (46). 54. Finlay Barrés, C. J.: Objeciones hechas al bacilo colerígeno de Koch. Obras Completas de

Carlos J. Finlay. Tomo IV. Acad Cieñe de Cuba, Habana, 1970, p. 46. 55. Finlay Barrés, C. J.: Peripecias del microbio del cólera. Obras Completas de Carlos J. Finlay.

Tomo IV. Acad Cieñe de Cuba, La Habana, 1970, pp 57-60. 56. Finlay Barrés, C. J.: Contestación al discurso del Dr. Claudio Delgado. Obras Completas do

Carlos J. Flnaly. Tomo IV. Acad Clenc de Cuba, La Habana, pp. 61-65.

57. Finlay Barrés, C. J.: El cólera y su tratamiento. Obras Completas da Carlos J. Finlay. Tomo III. Acad Cieñe de Cuba, La Habana, 1967, pp, 379-385.

58 Finlay Barrés, C. J.: Tratamiento del cólera Obras Completas de Carlos J. Finlay. Tomo IV. Acad Cieñe de Cuba, La Habana, 1970, pp. 135-148.