el clientelismo como arquetipo de la dominación política en colombia

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El clientelismo como arquetipo de la dominación política en Colombia: Una mirada desde la Historia y la Teoría Política. El clientelismo como mentalidad perversa de la política, nacido en el mundo mágico-religioso del hogar, inherente a la esclavitud en la antigüedad, llega a América con la cultura Judea cristiana, anida en la Encomienda colombiana desde donde evoluciona hacia la Hacienda del siglo XIX, adaptándose al modelo liberal que lo asimila y lo integra a la dinámica del Estado republicano, la política y la sociedad. 06/12/2010 Escuela de ciencias Sociales Universidad Tecnológica de Pereira Gustavo Guarín Medina

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Page 1: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

El clientelismo como arquetipo de la dominación política en Colombia: Una

mirada desde la Historia y la Teoría Política.

El clientelismo como mentalidad perversa de la política, nacido en el mundo mágico-religioso del hogar, inherente a la esclavitud en la antigüedad, llega a América con la cultura Judea cristiana, anida en la Encomienda colombiana desde donde evoluciona hacia la Hacienda del siglo XIX, adaptándose al modelo liberal que lo asimila y lo integra a la dinámica del Estado republicano, la política y la sociedad. 06/12/2010 Escuela de ciencias Sociales Universidad Tecnológica de Pereira Gustavo Guarín Medina

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“Este país mediocre, de endebles mitos, donde la injusticia

enseña el hambre de los dientes,

se ha vuelto tenso, de nudos ciegos,

que asustan incluso el sueño de los niños.”

Los poemas mienten. Juan Gustavo Cobo Borda

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El clientelismo como arquetipo de la

dominación política en Colombia: una

mirada desde la Historia y la Política

GUSTAVO GUARÍN MEDINA

Profesor Escuela de Ciencias Sociales

Universidad Tecnológica de Pereira.

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4

Contenido

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................ 6

CAPÍTULO I .................................................................................................................. 12

El Clientelismo político, orígenes de un concepto ......................................................... 12

1.1El mundo mágico-religioso, principio del esclavismo. ............................................. 13

1.2 La racionalidad antigua esclavista. ........................................................................... 18

1.3 Los clientes ............................................................................................................... 21

1.4 Legitimidad del clientelismo. ................................................................................... 23

1.5 La lealtad .................................................................................................................. 25

1.6 El patronato. ............................................................................................................. 28

CAPÍTULO II ................................................................................................................. 31

Conquista y poder político ............................................................................................. 31

2.1 Aspectos legales de la colonización. ........................................................................ 32

2.2 Elementos políticos de la colonización. ................................................................... 35

2.3 Argumentos jurídicos. .............................................................................................. 37

2.4 La esclavitud de los indios ....................................................................................... 41

CAPÍTULO III ............................................................................................................... 45

Las Haciendas ................................................................................................................ 45

3.1 La sujeción en la hacienda ........................................................................................ 48

3.2 La sujeción esclava. .................................................................................................. 51

3.3 Auge de la economía periférica ................................................................................ 56

3.4 La frontera agrícola colombiana, siglo XIX. ............................................................ 59

3.5 Colonización y baldíos ............................................................................................. 60

CAPÍTULO IV ............................................................................................................... 67

Hacendados y partidos políticos .................................................................................... 67

4.1. El conservadurismo ................................................................................................. 74

4.2. El liberalismo ........................................................................................................... 77

4.3. La ideología liberal .................................................................................................. 78

CAPÍTULO V ................................................................................................................ 83

El régimen liberal ........................................................................................................... 83

5.1 La quimera de la democracia. ................................................................................... 86

5.2 La economía exportadora y la consolidación del parlamento censatario. ................ 88

5.3 La disparidad de los Estados liberales. ..................................................................... 91

5.4 El régimen representativo latinoamericano. ............................................................. 94

CAPÍTULO VI ............................................................................................................... 98

El Frente Nacional ......................................................................................................... 98

6.1. El populismo en Colombia .................................................................................... 101

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5

6.2 La crisis del clientelismo ........................................................................................ 103

6.3 La intermediación militar del clientelismo. ............................................................ 107

6.4 El acuerdo nacional de los grandes líderes clientelistas. ........................................ 108

6.5 Logros del Frente Nacional. ................................................................................... 110

CAPÍTULO VII ............................................................................................................ 112

El clientelismo: caso de Camilo Mejía Duque ............................................................. 112

Camilo .......................................................................................................................... 116

CONCLUSIONES ......................................................................................................... 123

Bibliografía ................................................................................................................... 126

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6

INTRODUCCIÓN

El término clientelismo, asimilado por la ciencia política como una perversión del

sistema democrático, es muy usado en la vida partidista y burocrática de países con

democracias en construcción, como la colombiana. De allí, su obligado análisis debido a

su inmersión en la vida pública de la nación, ya que involucra las estructuras mentales

formativas de la cultura política que históricamente, nutren su funcionamiento a partir

de arquetipos míticos religiosos, manifiestos en la actitud del ciudadano frente al

Estado, los partidos políticos y la sociedad en general. Su existencia ha desarrollado

prácticas corruptas y violentas que han consolidado un espíritu de intolerancia y de

exclusión como parte integrante de la cotidianidad en las relaciones sociales y políticas.

Surge la necesidad de identificar la correspondencia entre clientelismo, cultura política

y el funcionamiento de las instituciones colombianas desde la perspectiva de la Historia

en particular y de las Ciencias Sociales en general, conducentes a clarificar los enfoques

que se requieren para superar el estado de crisis permanente que posibiliten la

construcción de la democracia real.

En la larga duración histórica, el concepto se ha enriquecido según las condiciones

socio-económicas que lo han posibilitado, mediante formas personalizadas e ideológicas

de sujeción y control. Desde las sociedades mediterráneas de la antigüedad clásica,

lugar más seguro de origen del fenómeno, recorre el Medioevo y después su traslado a

las sociedades latinoamericanas durante el período conquistador que con los

caciquismos nativos, gracias al sincretismo cultural y político, posibilitaron su

afianzamiento y adecuación en los contextos territoriales durante la Colonia, hasta

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alcanzar la contemporaneidad como elemento inherente a la vida partidista colombiana,

en constante crisis de legitimidad y violencia dinamizada por la dirigencia tradicional.

La historia política colombiana, desde el período republicano, se caracteriza por el

liderazgo de adalides carismáticos,1 que le han impreso la particularidad de la adhesión

personal como una idiosincrasia de sujeción y control, a clientelas electorales,

polarizadas entre los partidos liberal y conservador, bajo prácticas autoritarias y

dadivosas como una desviación política que impiden la formación de una sociedad

democrática. En efecto, el liderazgo caudillista ha generado un sistema político ya

patológico, estructurado bajo las condiciones de una permanente crisis de legitimidad,

nacido en la tradición histórica de la sujeción y la lealtad. El régimen se institucionaliza,

a través de constituciones elaboradas por las elites, afirmadas por el parlamento

oligárquico, garante de expresión de estructuras agrarias y de poderes locales que son

avalados por las clientelas electorales polarizadas en los dos partidos tradicionales.

En este sentido, es importante resaltar la ubicación temporal y espacial del

fenómeno, en el funcionamiento agrario de las fronteras colombiana, surgidas en la

dinámica capitalista centro-periferia. La condición de escenario natural de la localidad

en interacción con la hacienda, la lleva a consolidarse como centro de poder durante el

siglo XIX, gracias a las relaciones de parentesco y padrinazgo, afirmadas por la figura

del patrón, principal protagonista político y social en el territorio que controla: la región

y la localidad. Al mismo tiempo, se mantiene los nexos entre elites locales y nacionales,

en un cuadro hegemónico, respetando la autonomía regional de los partidos políticos, en

cabeza de los directorios municipales y departamentales, y que de hecho, son el sostén

del régimen parlamentario excluyente de los intereses populares.

1 Para Max Weber, el carisma es una de las características de la dominación, y la define como: “Debe entenderse por “carisma” la cualidad, que pasa por extraordinaria (condicionada mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas que de hechiceros, árbitros, jefes de cacería o caudillos militares), de una personalidad, por cuya virtud se le considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas –o por lo menos específicamente extraordinarias y no asequibles a cualquier otro–, o como enviados de dios, o como ejemplar y en consecuencia, como jefe, caudillo, guía o líder. El modo como habría de valorarse “objetivamente” la cualidad en cuestión, sea desde un punto de vista ético, estético u otro cualquiera, es cosa del todo indiferente en lo que atañe a nuestro concepto, pues lo que importa es cómo se valora por los “dominados” carismáticos, por los adeptos.” Weber Max, Economía y sociedad, Bogotá 1997 FCE, pág., 193

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Se pretende lograr claridad del fenómeno, haciendo un seguimiento histórico al

régimen operativo del clientelismo en la dinámica del sistema político en Colombia y

las consecuencias de su legado. Surge entonces la hipótesis sobre el clientelismo

político, artífice de culturas y prácticas de control y sujeción, como el gestor de la crisis

por la que atraviesa la sociedad, los partidos tradicionales y la inexistencia de otras

alternativas políticas; la ineficacia administrativa, el exclusivismo político y la

pauperización de la población que engendran la desconfianza general, gracias a los

alianzas de las elites remozadas mediante la “política de pactos” que tienen su máxima

expresión con el Frente Nacional, y como tal, al cierre de verdaderos proyectos

democráticos, que aplazan indefinidamente la modernización política que apunten a la

salida de la profunda crisis de legitimidad del sistema político colombiano.

La vigencia del clientelismo en las estructuras mentales, integrado a la cultura

política, afecta la formación de una sociedad y un sistema político democrático por las

implicaciones ideológicas que ello conlleva, pues nuestra sociedad es tradicionalmente

portadora de la cultura autoritaria del poder, ejercido verticalmente, que por su misma

naturaleza excluye al otro, fomenta la intolerancia y lo aleja de la mentalidad de la

equidad como la aproximación a la noción de justicia, porque “le falta la concepción

igualdad de todos los ciudadanos, pues esta concepción igualitaria es inherente a la de

una sociedad democrática de ciudadanos libres e iguales”.2

El clientelismo, gracias a su existencia sacralizada por una cultura que lo afirma

como la vía mesiánica de la política, en la cabeza carismática del adalid, consagrado por

herencia de la sangre y la propiedad de la tierra, que lo convierte en el jefe natural de los

caudales electorales, se constituye en el eje de la política colombiana. El fenómeno se

ha mantenido y remozado, a pesar del impacto de la modernización y la globalización,

adecuado a las condiciones socioeconómicas de progreso en unos pequeños sectores y

de atraso en la gran mayoría del pueblo colombiano que conserva la mentalidad de la

lealtad política: “En el clientelismo de hoy subsiste una dosis grande de atavismo. Es

decir, se reproduce en buena medida el viejo tipo, en parte porque las antiguas

condiciones aún permanecen, aunque ya no de manera generalizada.”3

2 John Rawls, Liberalismo político, Fondo de Cultura Económica, México, 1996. pág. 52 3 Francisco Leal y Andrés Dávila, El clientelismo. El sistema político y su expresión regional, TME y UN, Instituto político y relaciones Internacionales, Bogotá, 1991, pág. 43

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Desde esta perspectiva, el clientelismo por su arraigo cultural sigue haciendo del

líder carismático, heroico y corajudo; el adalid a quien se le entrega la representación

política a los cuerpos colegiado y el control del ejecutivo, a través del voto como

elemento institucionalizado de un sistema, que por su misma naturaleza, ha estimulado

históricamente las violencias y la corrupción, gracias al reparto del botín estatal.

El sistema político imperante es el de una sociedad monista, excluyente, a pesar de

los esfuerzos de los demócratas por formar y consolidar los espacios de tolerancia y

convivencia ciudadana que faciliten la construcción de una sociedad democrática, pues

la permanencia de las oligarquías de nuevo cuño en el control político y económico, han

impedido el ejercicio pleno de la soberanía que apunte a la formación de un verdadero

proyecto político que consolide el Estado social de derecho con plena participación

ciudadana, capaz de derrotar democráticamente a la oligarquía. “Si la democracia no ha

logrado derrotar totalmente al poder oligárquico, mucho menos ha conseguido ocupar

todos los espacios en los que se ejerce un poder que toma decisiones obligatorias para

un completo grupo social.”4

Los estudios recientes de las ciencias sociales y la historia política, llaman la

atención sobre la permanencia de prácticas de sujeción personal, aún en sociedades

industrializadas, como las formas políticas de relaciones entre los ciudadanos, los

líderes políticos y el Estado. El sistema democrático moderno, funciona con el libre

juego de los partidos políticos, en la búsqueda de la dirección del Estado, a través del

cual se impone el proyecto político al resto de la sociedad, teniendo en cuenta la

oposición política como forma inherente a la democracia. Sin embargo, en Colombia, su

espíritu se ha desvirtuado por la obsolescencia organizativa e ideológica de los partidos,

guiados por cuadros que a la postre resultan ser los gamonales o caudillos políticos, sus

líderes y representantes ante los cuerpos colegiados. Además, escenifican una fiesta

caracterizada por la feria de la compra-venta de votos, acaecida de acuerdo a los

calendarios electorales, en la que los mercaderes electorales, estimulados por la

existencia de un Estado benefactor, animan el funcionamiento del sistema de clientelas

electorales como inherente a la democracia. “Mientras entre partidos tiene lugar el gran

mercado, entre partidos y ciudadanos electores se da el pequeño mercado, aquello que

4 Norberto Bobbio, El futuro de la democracia, Fondo de Cultura Económica, Bogotá 1992, pág. 21

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hoy se llamaría “mercado político” por excelencia, mediante el cual los ciudadanos

electores investidos –en cuanto electores- de una función pública, se vuelven clientes.”5

La corrupción y el mercantilismo electoral, como expresión clásica del

clientelismo, hace parte de las preocupaciones de los académicos sociales, quienes lo

vinculan a sus investigaciones, preocupados por la vigencia del fenómeno en sociedades

de tradición agraria, en vía de modernización y de mentalidad campesina, que dificulta

la modernización y la democracia en los países periféricos. El clientelismo fue visto

como una anomalía política inherente a este tipo de sociedades, tendiente a desaparecer

con la industrialización y la construcción del Estado de Derecho. Creencia que resultó

errática, al encontrar las formas de adecuación y afianzamiento, en el proceso de

consolidación del capitalismo. La arraigada mentalidad campesina, el apego a las

lealtades y el sistema dadivoso del clientelismo, se remozan y constituyen en un

verdadero obstáculo para la formación plena de la democracia.

La dinámica capitalista en países periféricos o emergentes como el nuestro,

mantiene las estructuras mentales de una sociedad de raigambre campesina, escenario

propicio para la conservación del clientelismo. Así mismo, el marxismo considera al

campesinado como una clase que constituye una forma productiva no capitalista,

partícipe de un intercambio desigual y por ende destinada a la pauperización por su

subordinación al Modo de Producción Capitalista. “La hipoteca que tiene el campesino

sobre los bienes celestiales garantiza la hipoteca que tiene la burguesía sobre los bienes

del campesino”6. En estas condiciones, el arquetipo ideológico de la mentalidad

campesina hacen de la subordinación y la lealtad, la herramienta fundamental para el

control político por de la clase dominante, mediante la sujeción a partidos polarizados

que el liberalismo utiliza para la implantación del Estado.

El impacto del capitalismo en Colombia dislocó una sociedad tradicional con el

auge de las exportaciones cafeteras y la industrialización del campo y la ciudad, desde

los inicios del siglo XX. A ésta sociedad se le impuso un tipo de Estado liberal,

adecuado a las elites y a sus condiciones socioeconómicas para la transición hacia la

5 Ibidem, pág. 110. 6 C. Marx, F Engels. Las luchas de clases en Francia de 1844 a1850.Obras escogidas en dos tomos. Tomo I. Ediciones Extranjeras, Moscú, sin fecha.

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modernidad, conservando la cultura de sujeción política. En tal dirección, nuestro

trabajo propone la hipótesis del clientelismo como un arquetipo ideológico de la

dominación política, surgido en la antigüedad esclavista que impactó sociedad colonial

Neogranadina mediante la sujeción física e ideológica; y se constituyó en el soporte

electoral de caudillos polarizados en el bipartidismo liberal-conservador, desde la

fundación de la República en la afirmación del Estado y la política, vigente hoy como

cultura atávica fomentada por las dádivas. Obstáculo para la construcción de una

democracia plena y el predominio del Estado Social de Derecho. En tal dirección, se

inicia en capítulo 1 con la indagación sobre los orígenes del concepto y su sacralización

hasta convertirse en un fenómeno recurrente en las estructuras mentales de los

trabajadores en general. En el capítulo 2, se describe el traslado del fenómeno al

continente americano y su afincamiento en las Encomiendas, hasta que ésta se

constituyó en la Hacienda colombiana del siglo XIX. En el capítulo 3, se indaga por el

papel político de la Hacienda en la afirmación de fenómeno con la recién inaugurada

vida republicana. En el 4 capítulo, con el papel de los hacendados en la formación y

desarrollo de los partidos políticos colombianos. De allí, se continua en el capítulo 5

con una corta exposición del régimen liberal, asumido por las elites, en el que se

muestra como en la dinámica del capitalismo, el Estado y los partidos políticos,

liderados por terratenientes, se adecuan y sustentan sobre la sujeción ideológica para

asegura la clientela electoral. En el capítulo 6 se examina el Frente Nacional como la

institucionalización del fenómeno a partir del régimen censatario, expresión de la crisis

permanente por la que atraviesa la sociedad colombiana, y en el capítulo 7 se presenta

un corto estudio de caso local que ilustra la permanencia del fenómeno de la sujeción

arquetípica de la cultura política del pueblo colombiano que siempre espera la llegada

de un mesías político.

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CAPÍTULO I

El Clientelismo político, orígenes de un concepto

Padre nuestro…

Danos hoy nuestro pan cotidiano

y perdónanos nuestras deudas,…

Mateo7

¿Se encuentra en tan magna oración el espíritu de la sacralización del clientelismo?

¿Lo acepta con un carácter divino para afirmarlo como elemento inherente a la política?

De todas maneras, nos ubica en la antigüedad, en la época del mundo mágico-religioso,

en el apogeo del esclavismo como el surgimiento del fenómeno ideológico, su

relevancia y permanencia histórica, ligado a la estructura política y social. Su

surgimiento debió ocurrir en el seno de la familia antigua que legitima la esclavitud,

hace de los clientes sus serviles y leales al patrón. El concepto se caracteriza por la

coerción, la negación del otro y la lealtad al amo. Fundamento de las relaciones sociales

en el mundo romano, instalado en la mentalidad, impulsa la cultura política de pueblo

7 Mateo 6, 11-12

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en general, inspira la dominación y el bipartidismo. El clientelismo ha mantenido su

perennidad, adecuado a las diversas sociedades que le han albergado, hasta alcanzar la

modernidad. En la sociedad antigua el amo impone su autoridad al esclavo; en la

sociedad feudal, el siervo acata la voluntad de su señor y en los señoríos suramericanos,

los peones obedecen a la figura del patrón. El clientelismo, remozado en las sociedades

agrarias durante los dos últimos siglos en la Europa meridional y América Latina, se

constituye en el problema obligado en la política contemporánea.

1.1El mundo mágico-religioso, principio del esclavismo.

La familia antigua como el lugar natural de “la religión del hogar y de los

antepasados”8 fundada sobre los principios míticos-religiosos, ordena y regula las

relaciones sociales, al establecer todo un sistema normativo fundado sobre el mito y la

tradición de los antepasados: “Vivir de conformidad con los arquetipos equivalía a

respetar la “ley”, pues la ley no era sino una hierofanía* primordial, la revelación in illo

tempore** de las normas de la existencia, hecha por la divinidad o un ser mítico”9. La

familia funciona como una unidad de la vida material y espiritual; facilita el

establecimiento de instituciones como el matrimonio, el derecho de propiedad y como

extensión de la familia; la esclavitud y la clientela. En su seno, se construyen las

delicadas y complicadas relaciones de dominio y sujeción ideológica, en el proceso de

formación del Estado y la primera división del trabajo que impone la esclavitud como la

forma de asegurarse la mano de obra indispensable para el enriquecimiento de las

familias poderosas. Surge la separación entre lo público como el espacio de la política y

lo particular, el lugar de la vida privada, escenario natural de la familia, la economía y la

religión, en cuyo interior, la casa, albergó al esclavo como un miembro más de la

misma. Los argumentos que le animan, se narran en los mitos.

Un acervo de relatos, convertidos en las representaciones de las personas y los

animales, converge en las grandes directrices que desde las edades míticas, la

humanidad recuerda como las épocas de felicidad pero que por su desobediencia, los

*Acto de manifestar lo sagrado. **En otros tiempos o hace mucho tiempo. 8 Fustel de Colanges. La ciudad antigua, Editorial Porrúa, México, 1996, página 26. 9 Mircea Eliade, El mito del eterno retorno, editorial Atalaya, Barcelona 1995, pág., 90

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dioses han castigado al hombre, condenándolo al trabajo, al sufrimiento y a una vida

fugaz, preparatoria para la eternidad del alma. Así lo recogen los dos grandes mitos en

que se soporta la cultura judeocristiana: en la Teogonía10, los trabajos y los días de

Hesíodo, quien a partir de las razas de oro, plata, bronce, hierro y héroes, establece los

diferentes niveles de funciones, acciones y jerarquías de los dioses que se reflejan en la

organización de la sociedad. Las razas aparecen en estricto orden jerárquico,

encabezado por el oro, la de las virtudes y las divinidades, y termina con los de hierro,

los hombres del trabajo, del sufrimiento, de la sumisión completa a ese orden divino que

obliga a los gobernantes: “es que se fijen sobre todo en la combinación de metales de

que están compuestas las almas de los niños. Y si uno de éstos, aunque sea su hijo, tiene

en la suya parte de bronce o hierro, el gobernante debe estimar su naturaleza en lo que

realmente vale y relegarle, sin la más mínima consideración, a la clase de artesanos y

labradores”11. Así miso, en el mito judeocristiano del paraíso terrenal12, se impone el

dolor y el trabajo como castigo a la mentira y a la desobediencia. En efecto, se resalta la

importancia que tiene el conocimiento de los mitos en la formación del la ideología de

la dominación, a partir del tiempo como imaginario: “La descripción y la doctrina de

estas edades míticas se encuentran ante todo en los mitos, luego en los textos religiosos

y filosóficos a menudos vecinos de los mismos mitos, finalmente en los textos literarios

que, a través de antigüedad, nos han transmitido los mitos que de otro modo hubieran

sido mal conocidos o desconocidos”13. En estas narraciones está presente la

remembranza de un tiempo pasado, sin dolor ni penurias, que contrasta con un presente

movido por el trabajo y la ardua cotidianidad de una vida hambrienta y miserable, que

obliga al trabajador al acatamiento de la voluntad de los poderosos, pues ese es el

destino impuesto por los dioses.

10 . En la Teogonía, el mito es el tema dominante, mejor dicho, exclusivo; pero también en los Trabajos ocupa un lugar importante cuando se trata de explicar la situación actual del hombre. En efecto, para Hesíodo tal situación (trabajo, sufrimiento, injusticia) no es originaria. Es el resultado de un castigo, castigo aplicado a una falta. ¿Cuál es esa falta? El mito da la respuesta: Prometeo robó el fuego divino para darlo a los hombres. Zeus, entonces, creó a Pandora, la mujer de cuya caja salieron todos los males que aquejan al hombre. (Puede señalarse, como analogía en el intento de explicar la situación del hombre, el relato bíblico sobre el Paraíso, el pecado, la intervención de Eva). 11 Platón, La republica o el estado, editorial Iberia, Barcelona, 1961, pág., 114. 12 En Hesíodo, el trabajo aparece como una obligación.”Trabaja, ¡oh insensato Perses! en la tarea que los Dioses destinaron para los hombres, no vaya a ser que, gimiendo tu corazón, con tu mujer y tus hijos, tengas que buscar el sustento en casa de tus vecinos, que te rechazarán. Hesíodo, Teogonía, los trabajos y los días, Editorial Porrúa, México 1982, pág., 37. En el Génesis 3-19, el trabajo es un castigo divino que lo obliga: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan”. 13 Le Goff, Jacques. El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Editorial Paidos. Barcelona, 1991, pág., 12.

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En el concepto de esclavitud subyace el hombre como un ser sin autonomía, ni

voluntad, enajenado a su amo. De aquí que la esclavitud, tenga su aceptación sin

ninguna consideración. En la biblia se utiliza la palabra con cierta naturalidad. Primero

como castigo: “Maldito sea Canaán, grita Noé, esclavo de esclavos será para sus

hermanos”14. Se señala que los negros son descendientes de los cananeos, como una

justificación de la trata negreara, desde el siglo XVI hacia América. Algunas

interpretaciones bíblicas han sido asociadas con la humildad, atribuida a los patriarcas

Abraham, Moisés, Lot y David que se decía eran esclavos del Señor. Pero el término

Señor, probablemente viene del sumerio “ēn” cuyo significado es “hombre de falda con

red” que contendría el rango de sumo sacerdote o sacerdotisa, referido a los reyes15. En

realidad, su uso por parte de los israelitas estaba referido a su condición de súbditos

frente a los reyes babilonios y los faraones, pues el pueblo seminómada de Israel,

deambula entre estos dos imperios.

Moisés líder de la liberación de Israel, siempre les recuerda la condición de

esclavos y de servidumbre que vivieron como pueblo en Egipto16. Pero también les

hacía énfasis en las obligaciones y responsabilidades adquiridas tras su liberación:

“Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahvéh, tu dios te sacó de allí

con mano fuerte y brazo tenso”17. Se sacraliza la lealtad?. De todos modos, la promesa

se revela a la humanidad con el pueblo de Israel, quien voluntariamente acepta servir

con lealtad, “empero, de mayor significación para el futuro fue la asociación de la

misión religiosa con liberación de la servidumbre a hombres y con una nueva

servidumbre a una autoridad más alta”18.

A la condición de esclavo se llegaba, no por su condición étnica, sino por la

proporción de los pueblos vecinos como botín de guerra; mediante la trata que

resultaban insignificantes frente a la gran mayoría que provenían primordialmente de la

reproducción de la gente servil, de niños abandonados y de los hombres libres que se

14 Génesis, 9:25. 15 E. Cassin/J. Bottero/J. Vercouter. Los imperios del antiguo oriente. I del paleolítico a la mitad del segundo milenio. Editorial siglo XXi, México, 2006, pág., 37. 16 Exodo 2:23, 2:6,9; 13: 3,4. 17 Deuteronomio 5: 15. 18 David Brion Davis, ob., cit., pág., 63.

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vendían como esclavos para pagar sus deudas19, esta última, la más común y eficaz para

forzar la aprehensión de la mano de obra y la pérdida de la autonomía individual. Los

hijos de una esclava, independiente de la clase social que ocupara el padre, eran

propiedad del amo, quien decidía que hacer con el crio: regalarlo, darlo en adopción o

dejarlo abandonado. El amo era el dueño y podía hacer lo que quisiera con cualquier

humano que le perteneciera, por lo tanto ser esclavo significaba que “su persona es

propiedad de otro hombre, su voluntad está sujeta a la autoridad del amo, y su trabajo o

servicios se obtienen merced a la coerción”20.

La aceptación general del esclavismo parte de la necesidad productiva que por la

división del trabajo y la consolidación del clan dominante, obliga a la sujeción y al

control de la mano de obra como generadora fundamental de riqueza, mediante la

acción dominadora tanto física como espiritual. Así mismo, los elementos psicológicos

impulsados por los mitos y la religiosidad, conforman el complejo tejido de

representaciones que constituyen los paradigmas ideológicos de la dominación, como

“la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos

específicos”21. La sumisión, obligada por la pobreza y el bajo nivel social, contribuyen a

alimentar los mecanismos políticos de control, además de fomentar las lealtades y los

“afectos” hacia la figura del patrón y a su familia divinizada, reconocida como noble.

El esclavo se presenta agradecido, pues el patrón se muestra como un “generoso”

que entrega a cambio de su asistencia y trabajo, alimentación y vivienda; y lo acoge en

el calor del hogar, haciéndolo un “miembro” más de la familia, mediante un ritual

mágico-religioso, incrustado en la tradición; da fe del hecho espiritual imposible de

borrar. En efecto, al esclavo, “se le hacía acercarse al hogar, se le ponía en presencia de

la divinidad doméstica, se le vertía en la cabeza el agua lustral y compartía con la

familia algunas tortas y frutos.”22 El ceremonial incluía la genuflexión reverencial al

19 M. I. Finley hace el siguiente relato sobre el carácter mítico de la esclavitud: “Heracles se vio afectado por una enfermedad persistente hasta que fue Delfos a consultar a Apolo sobre ella. Allí el oráculo le informó que su achaque era un castigo porque había dado muerte a Ifito a traición, y que su única posibilidad de curación era que fuera vendido como esclavo durante un número limitado de años y que entregara el precio de su compra a los parientes de su víctima.”. FINLEY, M. I. La Grecia antigua, Editorial Crítica, Barcelona, 2000, página 128 20 David Brion Davis. El problema de la esclavitud en la cultura occidental, El Áncora editores/Ediciones Uniandes, Bogotá, 1996, pág., 30. 21 Weber Max, Ob. Cit., pág., 170 22 Fustel de Colanges. Ob., Cit., página 80.

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patrón, en un acto de reconocimiento y acatamiento que obligaba al pundonor,

afirmando por el mito de la obediencia y la sumisión, con un carácter forzoso y perenne

en la vida social, ya que el rito involucra múltiples formas de cultos dirigidos a afianzar

el poder político y crear una cultura de la obediencia y la sumisión. Y como tal, el ritual

es portador de una energía emocional que le otorga una perennidad ideológica, al

alcanzar en la cultura su expresión mítica-política: “el rito es el elemento más

perdurable que el mito en la vida religiosa del hombre”23. La consecuencia inmediata,

hacerse miembro de la familia y partícipe de su religiosidad, con cuyo bautismo

quedaba atado de por vida al servicio de la familia, aún en el período que alcanzara su

independencia en su condición de liberto.

A pesar del establecimiento del parentesco religioso, la relación entre el amo y el

esclavo siempre fue conflictiva y riesgosa. De todas maneras se consideraba al esclavo

como “objeto”, un bien material en el que había una inversión, sin embargo “la relación

se torna ambivalente y por ende, peligrosa que puede el amor transmutarse súbitamente

en odio.”24 El castigo y por ende, el resentimiento, alimentan el espíritu vengativo y de

rencores que obliga a tratos “afectuosos” de las familias propietarias de esclavos. A éste

lo vinculan en el regazo familiar como un “pariente” más. “Era un familiar al que se

“quería” y se castigaba paternalmente y por quien uno se hacía obedecer y “querer”.25

Esta ambigua relación, atravesada por el derecho de propiedad y los ficticios

sentimientos de afecto hacia la figura del patrón, hacen de “la esclavitud antigua una

extraña relación jurídica que daba lugar a sentimientos banales de dependencia y

autoridad personal, así como a relaciones afectivas y no precisamente anónimas.”26

El esclavo es llevado a la condición de sub-hombre, la cual conserva como una

impronta, impuesta por la sociedad esclavista. Afirmada su condición por la ideología

del destino, hacen del vejado un hombre sin libertad con su personalidad enajenada,

obligado a acatar la autoridad y a mantener la obediencia a la familia esclavista. Se le

manda a honrar al páter y a la máter familias, como parte de la obligación de sus

súbditos. Lo que implica respetarlos y amarlos sobre todas las cosas, como sus

23 Cassirer, El mito del Estado, Fondo de Cultura Económica, pág., 33 Bogotá, 1996. 24 Paul Veyne. El Imperio Romano, en Historia de la vida privada, editorial Tauros, Madrid, 1990, página 61. 25 Ibídem, página 61. 26 Ibídem, página 62.

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“padres”, en un acto de agradecimiento por el “alimento” y la “protección” que le

brindan. También por la acogida a pesar de su condición natural e inferior que envolvía

la esclavitud.

Las familias consideraban a los esclavos como niños grandes. Dependían de la

autoridad doméstica, les infligían castigos físicos y mentales de los que se hallaban

exentos los hombres libres. Los esclavos (y más tarde en el Medioevo, siervos y peones

en los señoríos sudamericanos) carecían de esposa e hijos porque sus amores y

descendencia eran fortuitos; el amo o el señor, dispone a su albedrío de los nuevos

individuos que vende o regala, según su conveniencia. “El padre ejerce la prerrogativa,

inmediatamente después de nacido su hijo, de levantarlo del suelo, donde lo ha

depositado la comadrona, para tomarlo en los brazos y manifestar así que lo reconoce y

rehúsa exponerlo”.27Con éste ritual, se manifiesta públicamente el interés por aceptarlo

como un miembro más de la familia o rechazarlo, sin importar la condición de hijo

biológico o de la servidumbre.

La institución patriarcal, ejerce el poder de manera vertical al interior de la sociedad

esclavista. Sin embargo, a pesar de la aceptación general de la esclavitud, el estadista

ateniense Solón, en el siglo VI a. de c., atiende los ruegos y las suplicas para abolirla:

sólo el padre puede oír los rezos lastimeros y conceder el perdón de las deudas; y

otorgar la libertad a aquel que le servía y le pertenecía, declarándolo liberto. Pero la

institucionalización de la familia, racionalizada con Aristóteles, como el fundamento

productivo y reproductivo de la sociedad, conservó la esclavitud en su seno.

1.2 La racionalidad antigua esclavista.

Platón en sus Leyes, argumenta el incremento de la autoridad de los amos y la

diferenciación entre los hombres libres y los esclavos, aunque deseaba el cese de la

misma entre los griegos, pero aceptaba la servidumbre de los extranjeros, pues su

condición de inferiores permanecía con la herencia. A estos, inclusive le negaba el buen

trato.

27 Paul Veyne, ob.cit., pág., 23

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Según el mismo principio cósmico autoridad y subordinación expuesto por Platón,

se gobierna la nación, la casa y los esclavos. Así mismo, en Aristóteles la economía

doméstica o la autoridad real o política se constituye la ciencia del amo: “otros sostienen

que el poder del amo sobre el esclavo es contrario a la naturaleza. Estos últimos

afirman que la diferencia entre el hombre libre y el esclavo solamente la estableció la

ley, que no la ha establecido la naturaleza. Diferencia legal, pero injusta, como hija de la

violencia”28 ve en el oikos, la casa primitiva, la manera natural para manejar una

relación exclusivamente doméstica bajo la autoridad paterna, En este punto, contrasta

los tipos de mando para diferenciar el mando de los esclavos del gobierno ejercido por

los amos. Se plantea una base racional que justifica la esclavitud. Argumenta la

separación entre libertad política y servidumbre doméstica, ahondando en la idea de la

inferioridad natural de los hombres destinados a obedecer por carecer de razón.

La concepción del hombre en general y del trabajador en particular, como un

animal doméstico, desprovisto de voluntad, entregó a los amos poder necesario para la

dirección política, desde el Estado, motivo suficiente para tratar a los esclavos con

cierto cuidado y consideración. Esta noción parte del dualismo de la naturaleza y la

sociedad que surge del principio de autoridad, obligatorio en el orden que hacía

necesaria la institución de la esclavitud.

Para Marcuse este dualismo expuesto en la doctrina aristotélica, postula la

racionalidad que sienta la base de la sociedad y del Estado en la familia, sustentada a su

vez sobre la dualidad que separa lo bello de la praxis; y que se constituyó en el soporte

central de la sociedad antigua, con tal fuerza que su proyección ha alcanzado la

modernidad como cultura burguesa29. En efecto, Aristóteles pensaba que la unidad

28 Aristóteles, La política, editorial Iberia, Barcelona, 1967, pág., 8 29 Herbert Marcuse ve el fenómeno como principio que la burguesía ha encontrado adecuado a su espíritu: “Bajo cultura afirmativa se entiende aquella cultura que pertenece a la época burguesa y que a lo largo de su propio desarrollo ha conducido a la separación del mundo anímico-espiritual, en tanto reino independiente de los valores, de la civilización, colocando a aquél por encima de ésta. Su característica fundamental es la afirmación de un mundo valioso, obligatorio para todos, que ha de ser afirmado incondicionalmente y que es eternamente superior, esencialmente diferente del mundo real de la lucha cotidiana por la existencia, pero que todo individuo “desde su interioridad”, sin modificar aquella situación fáctica, puede realizar por sí mismo. Sólo en esta cultura las actividades y objetos culturales obtienen aquella dignidad que los eleva por encima de lo cotidiano: su recepción se convierte en un acto de sublime solemnidad. Aunque sólo recientemente la distinción entre civilización y cultura se ha convertido en herramienta terminológica de las ciencias del espíritu, la situación que ella expresa es, desde hace tiempo, característica de la praxis vital y de la concepción del mundo de la época burguesa.

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productiva fundamental era la familia, compuesta por dos ejes que convergen en un solo

fin: “La doble reunión del hombre y la mujer, del amo y el esclavo, constituyó la

familia”30, base de la sociedad, liderada por el padre dotado de sabiduría, propietario de

los medios productivos, y como tal, dirige y manda al esclavo ignorante, quien trabaja

elaborando los bienes materiales. El mando es cuestión del destino que lo entrega al

amo para que haga obedecer al esclavo, pues hace parte de la naturaleza, y como tal; “el

que sólo posee la fuerza corporal para la ejecución, debe naturalmente obedecer y

servir, porque el interés del amo es el mismo que el del esclavo”31.

En consecuencia, la familia surge como una institución política que regula las

relaciones de potestad, con un carácter patriarcal, desde donde se ejerce el poder de

manera vertical, mediante diferentes formas de sujeción y control de esclavos y clientes,

sin los cuales no se puede afirmar el grupo dominante.

La figura del padre es el pilar fundamental de la familia, un líder natural con un

carácter divino al que se obliga a amar y a honrar, poseedor de todo: “El padre de

familia es un esposo, es también un propietario con su patrimonio, un amo de esclavos,

un patrón de libertos y de clientes”32; dotado de una “ciencia del amo que no es otra

cosa que la economía domestica”33, con la que administra sus bienes y su familia. En

torno a él se construye tanto la esfera de lo público como lo privado. Condiciones que lo

hacen ciudadano libre, revestido de dignidad y autoridad familiar, con la potestad de

legar algo a todos sus clientes, hijos y esposa, en un acto enaltecedor a los ojos de los

supervivientes.

La efigie del amo, patrón o rey, convoca a la lealtad por ser el portador de una

aureola divina que le permite ejercer su autoritarismo con cierta “justicia”. Su presencia

“Civilización y cultura” no es simplemente una traducción de la antigua relación entre lo útil y lo gratuito, entre lo necesario y lo bello. Al internalizar lo gratuito y lo bello y al transformarlos, mediante la cualidad de la obligatoriedad general y de la belleza sublime, en valores culturales de la burguesía, se crea en el campo de la cultura un reino de unidad y de libertad aparentes en el que han de quedar dominadas y apaciguadas la relaciones antagónicas de la existencia. La cultura afirma y oculta las nuevas condiciones sociales de vida.”. Cultura y sociedad, página 50, editorial Sur, Buenos Aires, 1986. 30 Aristóteles, La política. Ob., Cit., pág., 5 31 Ibídem, pág., 4 32 Paul Veyne, ob., cit., pág. 81. 33 Ibídem, pág., 8.

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como la imagen del padre que castiga y perdona, puesto que la figura paterna es

amorosa y clemente; su apariencia severa y cruel se sustituye por la de un padre

benévolo y misericordioso. En tal sentido, la imagen doble hace de la convivencia, el

edificio ambiguo del concepto de “familia”. Así mismo, la familia constituida como una

institución fundada sobre el patrimonio, soporte del sistema político, convierte al amo o

patrono en su directo responsable: “obligado a conservarlo y acrecentarlo porque

dilapidarlo sería aniquilar la dinastía a que se pertenece y caer en la inhumanidad”34. En

igual forma, el patrimonio le daba al padre y a la madre, un amplio poder sobre su

numerosa clientela, esclavos e hijos; quienes estaban obligados a guardar lealtad y a

obedecer por su condición de inferiores, mediante la intimidación y el castigo pero que

el patrono, gracias al estoicismo, se conduce personalmente en término de valores como

un buen amo.

El patriarca irradia sus miradas dadivosas y mesiánicas que lo hacen ver como la

figura de padre omnipotente, dador del bien y defensor ante el mal; como un jefe

político y carismático, capaz de aglutinar a toda su clientela, movida por el interés que

vislumbra la posible participación en el reparto de la herencia. Todos los miembros de

la familia, próximos o lejanos, han de recibir, alguna cosa, igual que los restantes de la

casa: “el testamento manumite a los esclavos con mérito, y no olvida a los libertos que

han permanecido fieles ni a los clientes35.

1.3 Los clientes

El antiguo esclavo, ahora manumiso, continúa piadosamente ligado a su viejo amo,

a quién visita como un deber filial de gratitud y de respeto, en un acto simbólico de

reconocimiento36. Como acto de fe, extendido a todas las familias poderosas que

conforman la clase dominante, revestida de autoridad moral para ejercer poder y control

sobre conglomerados dependientes o inferiores a su condición social. Asimismo, la

34 Ibídem, pág., 4 35 Ibídem, pág., 43 36 Hegel, proporciona el argumento del fenómeno histórico como la lucha por el reconocimiento y Fukuyama lo reorienta como el fin de la historia. De esta, manera patrones y clientes se confunden en un fin único: El problema de la historia humana puede verse, en cierto sentido, como la búsqueda de la manera de satisfacer el deseo de reconocimiento mutuo e igual de señores y de esclavos. Fukuyama, Francis. El fin de la Historia y el último hombre, ed., Planeta, Bogotá 1992, pág., 218.

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familia constituía el escenario social de la reputación y del honor, del prestigio social y

de la legitimidad del poder político; aceptado y reconocido por una ávida clientela

pueril, que la hace actuar como “lagartos” detrás de sus amos: “Todo aquel que se halle

en posesión de un nombre ilustre ha de estar presente en cuanto sea de interés para

todos, a fin de jugar un papel honorífico. Es uno de los aspectos más anodinos, del

fenómeno polimorfo que constituía la clientela”37.

La condición de cliente es el único medio posible para conseguir un mendrugo de

pan y paliar su mísera existencia. En consecuencia, la búsqueda de su antiguo patrón

para pedirle la dádiva con la cual sobrevive y de la que vive “agradecido”, se le hace

indispensable para su supervivencia, si se tiene en cuenta que el amo es misericordioso,

socorre a aquellos que están convencidos de su generosidad. En efecto, las

circunstancias lo obligan a establecer una relación desigual, en la que la sujeción opera

con el consentimiento del ex-esclavo, condenado a la pobreza. La ausencia de un

principal, lo conduce por el camino de la mendicidad, implorando la caridad pública,

acrecentando la vagancia.

La abundancia de libertos que recorría sus calles de la Roma Imperial, en la

búsqueda de los antiguos amos, quienes les proporcionaban alimento y protección, e

hicieron de ésta práctica una constante que se convirtió en una realidad social y política:

“Con el nombre de liberto o el de cliente, seguía reconociendo la autoridad del jefe o

patrono y no cesaba de tener deberes con relación a él”.38 Por el contrario, el cliente no

renuncia al vínculo religioso afectivo, el hecho de haberle concedido el amo su libertad

y la entrega de algunos elementos para su nueva vida, hacen que el ex-esclavo, le

guarde un agradecimiento especial y acuda a su llamado para servirle en lo que él

requiera. No obstante, aún sin su llamado, lo visitan en un acto de reconocimiento a su

condición jefe natural y protector. El auge de la creciente población flotante liberta,

conduce en la antigua Roma, al fortalecimiento de la clientela.

Un cliente es un hombre libre que acude a hacerle la corte al padre de familia y que

se proclama públicamente su cliente; “puede ser rico o pobre, poderoso o miserable, a

veces más rico que el patrono al que viene a saludar”39. En un ritual cotidiano, los

37 Paul Veyne, ob., cit., Pág. 100. 38 Fustel de Colanges, ob. Cit. Pág. 80 39 Paul Veyne, ob.cit., pág., 98.

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hombres libres, los fieles o “clientes”, acuden cada mañana a desfilar por la antecámara

de su protector o “patrono” a fin de rendirle una rápida visita de homenaje.40La clientela

participa de la fiesta y la liturgia del reconocimiento y por ende, obliga a la protección

del patrono quien debe hacerlo por todos los medios posibles; protección que alcanza el

nivel institucional y que hace a la clientela cómplice de la vida política, hasta alcanzar el

reconocimiento jurídico.

1.4 Legitimidad del clientelismo.

El fenómeno hunde sus raíces en el espacio privado de la antigüedad con el aval

jurídico de la familia. “La clientela como tal, es una institución de derecho doméstico y

existió en las familias antes que hubiese ciudades”.41 Su fortaleza ideológica, radica en

el campo de las representaciones por el elemento divino y mesiánico que salva y

prodiga el anhelado bienestar. Los argumentos religiosos y políticos, constituye todo un

acervo cultural de los que se derivan nexos indisolubles del trabajador hacia el amo. “La

clientela es un lazo sagrado que la religión ha formado y que nada puede romper”.42

La distinción hecha desde la Antigüedad romana entre la vida privada como el

escenario de la familia y la religión, y la vida pública como el espacio de la política y

del Estado, han conducido a la división del derecho en público, como la normatividad

del Estado y en privado como lo referido al espacio privado, a la familia. Considerada la

base de la sociedad y del poder, la familia se constituye en la fuente de toda autoridad,

puesto que “el poder político de mando no difiere entonces esencialmente del que ejerce

el señor en la casa-dominius-, el señor territorial o corporal. En todos estos poderes

descubrimos un rasgo común: el patrimonialismo.”43 De hecho, el patrón está obligado

a conservar la riqueza de la familia, su cohesión, su poder político y económico, además

de defenderla. Su condición de clan dominante, lo obliga desde el Estado, a defender lo

público, en la aplicación de la ley ya que el espacio privado le estaba vedado: “la

justicia antigua romana solía detenerse en el mural del hogar”44,

40 Coulanges. Ob. Cit. Pág. 81 41 Ibídem, ob., cit., pág., 81. 42 Ibídem, pág., 81. 43 Max. Weber, pág., 500 44 Ibídem, pág. 501

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El espacio de la vida privada es el escenario natural del esclavismo y del

clientelismo, fundado sobre relaciones desiguales que obligan a la búsqueda de

normatividad que las regule y cree un ámbito funcional de las mismas. En consecuencia,

se consolida con el transcurrir del tiempo, un autoritarismo licito manifiesto bajo

diferentes formas de autoridad que según Max Weber, la componen tres tipos puros: la

dominación legal, tradicional y carismática45.

La formación del espíritu jurídico se encuentra en su mismo origen despótico e

irracional, a partir de “la vieja administración de la justicia del imperium (poder de

proscripción, poder del cargo) de los príncipes, magistrados y funcionarios”46, que

elimina la discusión de los derechos especiales para todos los servidores. Los

prohombres divinizados detentadores del poder, podía desterrar, excluir y prohibir la

estadía y permanencia de todos aquellos que no pertenecían a su familia o consideraban

peligrosos. Se manifiesta una tradición autoritaria que culminaría con el fortalecimiento

del derecho privado en asocio con el público, para administrar a los clientes útiles e

indispensables al sistema político. En consecuencia, “el Derecho de los clientes creado

jurídicamente en la antigüedad, bajo normas sacramentales y convencionales”,47 induce

al esclavo perteneciente a una familia notable, una vez liberto a convertirse en cliente;

escapa del escenario de la vida privada pero no logra suficiente capacidad económica

para llegar al ejercicio pleno de la libertad. Su condición de pobreza, le obliga a salir en

la búsqueda de opciones laborales, las cuales posee su antiguo amo u otro grande que lo

ocupa por una recomendación. No alcanza los plenos derechos civiles pero tampoco

adquiere el ascenso social. Como cliente, debe mantener la lealtad al funcionario que le

permite seguir jugando su rol parroquiano. 45 Para Weber, La dominación legal en virtud del estatuto. Su tipo más puro es la dominación burocrática. Su idea básica es: que cualquier derecho puede crearse y modificarse por medio del estatuto sancionado correctamente en cuanto a la forma. La asociación dominante es elegida o nombrada, y ella misma y todas sus partes son servicios. Un servicio (parcial) heterónomo y heterocéfalo suele designarse como autoridad. El quipo administrativo consta de funcionarios nombrados por el señor, y los subordinados son miembros de la asociación (“ciudadanos”, “camaradas”). La dominación tradicional en virtud de la creencia de la santidad de los ordenamientos y poderes señoriales existentes desde siempre. Su tipo más puro es la dominación patriarcal. La asociación de dominio es comunicación; el tipo del que ordena es el “Señor”, y los que obedecen son los “súbditos” en tanto que el cuerpo administrativo lo forman los “servidores”. Se obedece a la persona en virtud de su dignidad propia, santificada por la tradición: por fidelidad. La dominación carismática, en virtud de la devoción afectiva a la persona del señor y a sus dotes sobrenaturales (carisma) y, en particular: facultades mágicas, revelaciones o heroísmo, poder intelectual u oratorio. Lo siempre nuevo, lo extraordinario, lo nunca visto y la entrega emotiva que provocan constituyen aquí la fuente de la devoción personal. Ibídem, págs., 706 y ss. 46 Ibídem, pág. 621. 47 Ibidem, pág. 622

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El clientelismo se institucionaliza, gracias a la burocratización del Estado y a la

disposición de la tradición que otorga la imposición del orden y el mandato del superior

quien tiene la potestad de hacerse obedecer, bien por fuerza o por elementos ideológicos

o afectivos. Al respecto, los fuertes nexos hacia el patrón, lo confinan a la condición de

cliente de la cual, difícilmente puede salir.

El patrón utiliza la fuerza de trabajo ajena, por los derechos otorgados mediante el

derecho subjetivo que le permite “exigir cualquier forma obediencia a ciertas

personas”48. Y que se consolida mediante la práctica del autoritarismo. En igual forma,

la irracionalidad constituyente de los derechos especiales, particularizados como

derecho de gentes y derecho de servicios. El Medioevo constituiría el derecho feudal

sobre el siervo. “De acuerdo con el carácter general del derecho esas particularidades se

hallaban sujetas bien a una mezcla de normas sacramentales y de reglas convencionales,

como la clientela en la Antigüedad, u ostentaban como derechos feudales y de servicio

en la edad media, un carácter estamental”49 En efecto, los preceptos mítico-religiosos

alimentan un derecho que para ejercerlo plenamente, requiere de la lealtad con la cual se

garantiza la confianza entre el patrón y el trabajador para asegurar unas relaciones

“armónicas” al interior de la familia que le alberga.

1.5 La lealtad

Para la sociedad medioeval, la sujeción se enriquece con la casa y el linaje, soporte

de la hidalguía, la tradición de la sangre y el liderazgo del adalid con el carisma

patriarcal, de honor y de hombría de bien, fortalecidos a través del derecho

consuetudinario mediante leyes de fidelidad y la sacralización del compadrazgo.

Involucra lo valeroso y lo incondicional como las cualidades que el cliente debe

expresar constantemente a su protector, vistas por éste como cierta nobleza, manifiesta

mediante hechos de confianza para con el patrón siempre dispuesto a compensar con su

generosidad.

48 Max. Weber. Economía y sociedad. Pág. 500 49 Ibídem, pág., 622

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El honor, entendido como la cualidad moral que conduce al cumplimiento de los

deberes tanto propios como para con el prójimo, encarna los meritos sociales del bien y

del mal; y por lo tanto honra la lealtad, y sanciona y excluye la deslealtad, pagada a un

alto precio. El decoro, por lo tanto es parte integrante de la fidelidad, que hace de la

hombría; el macho que empeña la palabra, valiente y peleador, exitoso con todas

mujeres a quienes seduce y engaña. Es un verdadero hombre, dispuesto a todo, no le

teme al dolor y a la muerte. Este macho, trabajador y leal, fiel a los principios morales

del honor, se constituye en el avalista de un sistema ideológico de sujeción que hace del

cliente un ser indispensable para el sistema político. “La lealtad se constituye en norma

ideológica, que atraviesa la historia política de occidente. Y, como principio, también

depende de él el sistema de la clientela política”50.

La caballerosidad enaltece a la Casa y el Linaje de la familia a que se pertenece.

Éstos ocupan un amplio espacio en la representación de las solidaridades religiosas o

políticas de las amplias parentelas, quienes a través del ritual referenciado a su

pertenencia, construyen la ideología de la lealtad. El linaje completa el complicado

tejido social en el que los lazos de sangre proporcionan la coherencia del poder,

centralizado en la pirámide social, de grupos rígidamente constituidos, relacionados a la

nobleza por linaje o por parentesco. “Lo mismo que en la Antigüedad, en la Edad

Media, se decide la pertenencia a los linajes por el modo de vida distinguido,

caballeresco, y no la ascendencia únicamente”51. Los linajes se basan en la estructura

económica de los rentistas, tanto durante el período clásico esclavista como en la época

medioeval.

La amistad alcanza los espacios de la parentela, la que obliga a mantener la lealtad

y el honor, pues constituyen un compromiso de servicio mutuo que hace del derecho de

mando, la disposición de una doble fidelidad: un protector y unos protegidos, quienes

aceptan el modelo ideológico de control y servidumbre. La obligada actitud vasalla,

consolida prácticas de sumisión e instala el imaginario de la lealtad, como el soporte del

poder y del status nobiliario que afirma el abolengo carismático y de sangre, de señores

adalides, líderes de un ejército de siervos y jefes de peones. El carisma y el mesianismo

50 Peristiany, El concepto del honor en la sociedades mediterránea, biblioteca Labor, Barcelona, 1988, pág., 36 51 Weber, Max, ob,.cit., pág., 994

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son dones gratuitos concedidos a los prohombres por Dios, fundamentos del

autoritarismo ideológico que impone la obediencia, mediante el miedo y el terror,

auspiciado por el mito del paraíso y el lenguaje cristiano de la salvación, apoyado por el

reconocimiento que el sometido hace al patrón como un deber y que le entrega la

legitimidad política, quien la ejerce a nombre de la soberanía de la nación. Un notable

ejerce la “autoridad de la gracia (carisma) personal y extraordinaria, la entrega

puramente personal y la confianza igualmente personal, en la capacidad para las

revelaciones, el heroísmo u otras cualidades del caudillo que un individuo posee”52,

fortalecida por sentimientos afectivos, creencias en valores, creencias religiosas y

compromisos forzosos que ponen en juego intereses personales o públicos.

El discurso religioso vigoriza el imaginario de las lealtades, y las sacraliza mediante

el rito. En efecto, el cristianismo mediante la figura del padrinazgo, obligaba a los

“ahijados” y sus padres a guardar lealtad al patrón. El cliente se asegura, a través de las

ceremonias que contienen las formulas del culto, en las que se obliga la obediencia y el

acatamiento a las normas morales de respeto y amor a una divinidad y por ende a la

figura mesiánica del amo.

El compadrazgo asegura la lealtad mediante la figura religiosa del padrino, quienes

generalmente son los patrones; un parentesco fuerte, cohesionado desde el ámbito

arquetípico religioso que ha sido muy fructífero en el manejo económico, político y

social. Para redondear: los nobles, burgueses, terratenientes y comerciantes, aparecen

idolatrados por un amplio espectro de clientes que se constituyen con el compadrazgo y

el peonaje, en la base de los éxitos políticos de gamonales y caciques. La clientela es

pues, un linaje artificial constituido alrededor de los poderosos por las gentes de

familias pobres.

El Cristianismo feudal instala en la mente del cliente, los espacios divinos que

contienen una muy diferenciada pirámide espiritual, como reflejo de las relaciones de

poder frente al Estado. En efecto, en el cielo se encuentran El Padre, omnipotente, justo,

principio y fin de todas las cosas. María suplicante, rogará con los santos como

intermediarios, ante el Padre para que otorgue favores a sus devotos feligreses. El beato

significa ese aliento esperanzador, de ese algo que se pide y que posiblemente llegará,

52 Max Weber. El político y el científico. Alianza editorial, Madrid 1998, Pág. 85

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por el compromiso supuestamente adquirido con él: “el cristiano se halla por tanto

convencido de haber contraído una obligación de sumisión y de fidelidad con los

santos”53. El purgatorio inventado como el espacio ocupado por aquellos que tienen la

esperanza de salir de allí, y el infierno lugar de suplicio eterno para los que tendrán que

esperar el juicio final.

El mismo esquema espiritual funciona en la vida pública: el Estado, poseedor de

todos los cargos y recursos para repartir; el cacique político cerca al poder del Estado,

consigue de éste, el cargo burocrático o los recursos para arreglos comunales y por

último el cliente, siempre presto a ofrecer su voto a cambio de las dádivas milagrosas

que consigue su patrón político a quien le mantiene su lealtad. Si está por fuera de la

protección del político, la existencia del cliente se aboca a la pobreza extrema.

La lealtad exige el cumplimiento de la palabra comprometida a nombre del amo. Es

la regla de oro que mueve el mecanismo de control de los súbditos, quienes están

obligados a expresar en cada uno de sus actos, la fidelidad a su amo, sacerdote o rey. La

veracidad del hecho, afirmado en la palabra es de una importancia extrema, tanto que el

ponerla en duda a través de la mentira, lleva ésta a ser considerada como el pecado

original en la cultura judaico cristiana que le da derecho al patrón a ejercer el castigo.

1.6 El patronato.

El término tiene su aplicación en la antigüedad esclavista54 y con él se designaba

aquel individuo liberto, leal al patrón55. El patronato político56 como una perversión,

53 Duby, ob. Ci., pág.80, 1990 54 Weber en su argumento de la sociología de la dominación, lo asocia al primer Régimen patrimonial, como el mecanismo de control de la burocracia en sus apetitos de apropiación. “El primer régimen burocrático-patrimonial conocido por nosotros que ha sido llevado a la práctica con toda consecuencia fue el del antiguo Egipto. Es evidente que se desarrolló originariamente a base de la clientela real, decir, de un personal que el faraón tomó de su servidumbre palaciega, mientras posteriormente el reclutamiento de funcionarios se hizo forzosamente de un modo extrapatrimonial por ascenso de la clase de los escribas, única técnica mente utilizable por ellos, aun cuando significó siempre la incorporación a un sistema de dependencia patrimonial del señor. La gran importancia de la regulación fluvial sistemáticamente dispuesta desde arriba y de grandes construcciones junto con el largo periodo de tiempo libre de trabajo agrícola, que permitió la sumisión de la población a prestaciones personales en una proporción que antes no había sido posible, condujeron ya durante el Imperio Antiguo a una situación en que toda la población quedó organizada en un, jerarquía de clientes dentro de la cual el hombre sin dueño fue considerado como una buena presa y, en caso necesario, quedó incorporado simplemente a las cuadrillas de esclavos del faraón”. Economía y sociedad. Pág. 787 y ss.

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ambiguo moralmente y sacralizado, es el fundamento de las relacione sociales en el

mundo romano.

Con el triunfo del cristianismo, las bases sociales del mundo romano se transforman

en las relaciones sociales del feudalismo, período en el que el siervo es atado al señor,

propietario de la tierra mediante vínculos míticos afectivos, obligado a pagar feudo. El

vasallaje, impuesto a los jóvenes quienes eran puestos al servicio del señor, mediante la

encomendación, un ritual consistente en juntar las manos con las del jefe que las

apretaba con las de él. Éste vasallo quedaba así bajo el poder y control paternalista que

es ambivalente, pues contienen un carácter religioso y afectivo que lo pone entre el

inferior y el superior. La concesión de tierras para que el peón la trabaje por un mínimo

recurso para él y permitirle “coger” mujer, consolidó la dependencia personal de un

señor, mediante mecanismos jurídicos que afirmó el Medioevo. La atomización en

reinos autárquicos y el levantamiento de fortalezas para la defensa del señor y sus

pertenencias, no son más que al decir de Georges Duby “el feudalismo es el

fraccionamiento de la autoridad en múltiples células autónomas. En cada una de éstas,

hay un caudillo que detenta a título privado el poder de mandar y castigar; y explota este

poder como una parte de su patrimonio hereditario”.57 La protección paternal, ofrecida

por los prohombres, le imprime al clientelismo un carácter cuasi divino. La díada

sacralizada de la relación patrón-peón, se encuentra en San Agustín: “Vosotros sabéis 55 El derecho consuetudinario de la aristocracia romana, le entrega al patrón el poder de proteger y defender a su cliente. “El sistema jurídico descansaba, en buena parte, sobre la institución del patronazgo. El patrono debía a sus clientes ayuda y protección y les representaba jurídicamente”. Pierre Grimal en El helenismo y el auge en Roma. El mundo mediterráneo en la edad antigua II. Pág. 296. El concepto se enriquece en el Medioevo, la ley Sálica, tosca en su concepción, sufre el impacto del derecho romano. El código de Justiniano contiene la compilación jurídica, adaptando la antigua legislación romana. Desde allí emerge el patronato regio, sacralizado en virtud del cual, “correspondió a la corona española la presentación de todas las dignidades eclesiásticas de la Indias, cualquiera que fuera su jerarquía, y la percepción de los diezmos, con la obligación, por parte de los monarcas, de atender cumplidamente los gastos de la erección de iglesias y a los de su sostenimiento.”J: M. Ots Capdequí, El Estado español en las Indias., pág. 67. El patronato, genera la costumbre de encomendar el pueblo, la vereda, el país al Santo Patrón. La fiesta y los días de guarda, lo confirman. 56 Weber asume la política como la “aspiración a la participación en el poder, o a la influencia sobre la distribución del poder, ya sea entre Estados o, en el interior de un mismo Estado, entre los grupos humanos que comprende, lo cual corresponde también esencialmente al uso lingüístico”. Economía y sociedad, pág. 1056. En Colombia, tradicionalmente los bardos han ejercido su liderazgo con el manejo de la retórica, sobre todo en los siglos XIX y XX, para animar a sus copartidarios en la lucha política partidista. Véase El poder y la gramática y el trabajo bibliográfico de Vargas Vila de Malcolm Deas, publicado por la biblioteca del banco popular en 1984 # 120. El periodismo escrito ha jugado un papel relevante, tanto a nivel local como nacional, orientando desde la orilla partidista de cada bando, a las clientelas electorales. Ver Vernon Lee Fluharty, La danza de los millones, El áncora editores, Bogotá 1981. 57 Michel Ropche, en La Vida privada. Tomo 2, ob. Cit. Pág. 24

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que cada quien se apoya en su patrón. Si un hombre os amenaza, y si sois clientes de un

grande decís a vuestro adversario: “mientras mi Señor viva, tú no me harás nada”58

Al patrono se le define como un “Proveedor de trabajo y medios de subsistencia, es

también el protector de los “súbditos”, frente a las amenazas exteriores. Su garantía ante

los temibles agentes del Estado, cuando se manifiestan; es el dispensador de ayuda en

los intervalos de las cosechas, el benefactor cuya gracia permite a veces la modesta

promoción al rango de asalariados permanentes. La relación patrón-cliente reviste por lo

menos una dirección sagrada que sublima su legitimidad funcional.”59. La relación

funciona bilateralmente entre el patrono, revestido de autoridad y los recursos del

Estado para proteger al cliente puesto a su servicio. Afirmada por el padrinazgo, venido

del pater familias, mediante la imposición del sacramento del bautismo, matrimonio,

confirmación, o de cualquier otro ritual, “constituye el símbolo de virtud del cual el

patrón se convierte en la aceptación cristiana y supersticiosa del término, el tutor

honorífico de los niños de aquellos clientes con los cuales se procura vincularse

particularmente”.60

Desde sus orígenes el clientelismo, se consolida como un sistema social de

protección y amparo que los poderosos entregan a quienes les prestan sus servicios y le

mantienen su lealtad y sumisión. Medios sacros y legales se combinan para hacer del

fenómeno, una ideología falsa de la política que alcanza la modernidad. En su

evolución, el clientelismo, a través del mundo medieval se proyecta remozado a la

época de los descubrimientos geográficos; a la formación de los Grandes Imperios. Su

ubicación espacial mediterránea, le resulta estratégica para su expansión a los mundos

conquistados, a los cuales, a través de la cultura románica-española, viaja para

consolidarse como una cultura que afirma la dominación, gracias al matrimonio de

Isabel I y Fernando II el año de 1649, que unió los reinos de Castilla y Aragón, y una

vez fortalecidos política y militarmente, impulsarían una agresiva campaña de

conquistas exteriores y de persecución religiosa a los no católicos. Granada fue

reconquistada y el descubrimiento de América abrió el espacio para el adentrarse en el

continente y el sometimiento a los nativos.

58 San Agustín. Sermones, pág. 274. 59 Guy Hermet. En las fronteras de la Democracia. Pág. 87 60 Ídem, pág. 87

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CAPÍTULO II

Conquista y poder político

“Del descubrimiento que don Cristóbal Colón hizo del Nuevo

Mundo se originó el conocimiento de la India occidental, en cuyos

descubrimientos y conquistas varones ilustres gastaron su valor, vida y

haciendas,…”

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Juan Rodríguez Freyle en “El carnero”61

¿Fueron hombres de respeto, autoridad y adinerados los que trasladaron a América,

las prácticas de sujeción y control? Así parece reconocerlo Juan Rodríguez Freyle, al

magnificar en su condición de Barones, la inversión que hicieron para la empresa de

apoderamiento del continente, acompañada de prácticas autoritarias y coercitivas que

gracias a los mecanismos similares a los que usaban los caciques nativos para con sus

connaturales, conforman el sincretismo con las instituciones y representaciones

aborígenes, para fortalecer el despotismo en nuestro continente. Los jefes indígenas

ejercían tal nivel de dominación “que ningún indio pudiese matar venado ni comerlo sin

licencia del señor; y era esto con tanto rigor, que aunque los venados que había en

aquellos tiempos, que andaban en manadas como si fueran ovejas, y les comían sus

labranzas y sustentos, no tenían ellos licencia de matarlos y comellos si no se la daban

sus caciques”62.

La Conquista y colonización de América tienen el profundo significado en la

continuación y desarrollo del clientelismo, pues su estructura ideológica y material se

traslada con la esclavitud de negros e indios, seguida de la institución de la encomienda.

En efecto, el desembarco de los españoles significó la instauración de formas de

sujeción que para la Europa de la época entraban en franca decadencia. Sin embargo, el

encuentro de una exuberante riqueza, representada en la abundancia de oro, estimuló la

avaricia del hombre renacentista quién vivía el conflicto entre el decadente feudalismo y

la ascendente modernidad que lo conduciría a la práctica colonialista de un tipo Estado

absolutista y la instauración y el fortalecimiento de los señoríos en América.

2.1 Aspectos legales de la colonización.

El auge de la navegación española y portuguesa, planteó el problema de la posesión

de las tierras encontradas. A partir del derecho canónico y romano, se deriva el derecho 61 Juan Rodríguez Freyle, El carnero, pág., 15 62 Ibídem, pág., 22.

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consuetudinario de la Edad Media tardía. Con estos argumentos de fundamentación

jurídica, el hombre cristiano impulsa el mito de la grandeza de sus reinos cristianos que

deben ser restituidos mediante la Reconquista como la idea de imponer el poder

cristiano sobre todo lo que se encontrara. Desde la expansión de los reinos cristianos a

África del Norte, con la expulsión de los moros, los territorios se constituyen en una

posesión “natural” de los monarcas castellanos, pues decían los reyes estos habían

pertenecido a los reyes visigodos. En estas condiciones, el primer título jurídico para la

apropiación de los territorios ultramarinos, surgen del movimiento medioeval

irrendentista, dinámica unificadora de la monarquía española.

El auge de los descubrimientos geográficos dificulta la idea de restauración del

señorío como proximidad geográfica sobre el argumento jurídico de toma de posesión.

Se recurre a la idea de recuperar el derecho hereditario de la Corona de Castilla sobre el

continente recién descubierto. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo se empecinó en

sostener la llegada de Colón a la Hespérides, nombre del décimo segundo rey de la vieja

España quien en un viaje de cuarenta días hacia el occidente había alcanzado la Indias

Hespérides. Este acontecimiento, según Fernández de Oviedo, ocurrió en el año tres mil

ciento noventa y tres. El descubrimiento de las nuevas tierras, significaba que Dios

devolvía a España después de tanto tiempo los antiguos reinos. La inexistencia histórica

de documentos que validaran la suposición de Oviedo, las demás monarquía europeas

que participaban de la conquista de los nuevos territorios buscaba el reconocimiento de

sus territorios desocupados. Para ello se valen del derecho de bienes sin dueño, res

nullius. Esta condición se convirtió en el mejor título jurídico.

Los viajes de conquista están respaldados por la juicio jurídico que valida la

apropiación de los territorios recién descubiertos de pobladores no cristianos. Se deduce

de ésta mirada, el comportamiento de los conquistadores y encomenderos para con los

nativos y los negros. Su condición de infieles, al margen de la civilización europea, les

hace presa fácil de la esclavitud, dominación y sometimiento. Ultraje que va a despertar

los más enconados debates jurídicos y religiosos sobre el derecho de gentes, en contra

de intereses económicos y políticos. Lo que no impidió el ejercicio de la autoridad del

más fuerte y la posesión sobre las tierras y los recursos naturales de los suelos recién

descubiertos. De hecho, el papado como la institución legitimadora del poder, legaliza a

los portugueses los descubrimientos del África occidental con la bula de Nicolás V en

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1455. En 1493 el Papa Alejandro VI expide la bula que otorga a los Reyes Católicos

“plena y libre y omnímoda potestad, autoridad y jurisdicción”63. El cuadro jurídico se

completa con el tratado de Tordesillas (1494) que divide el Océano Atlántico por un

meridiano que recorre a 370 millas náuticas al oeste de las islas Cabo Verde, en zonas

de exploración portuguesa y española que le deja a Portugal la explotación del Brasil.

El sistema de dominación es confrontado por los teólogos españoles que partían de

las tesis escolásticas medioevales, a partir de Tomás de Aquino que afirmaba que la

formación de los estados surgen de la razón natural y por tanto la legitimidad de los

príncipes paganos. Además el derecho de propiedad se funda el orden natural. Así se

concluye como el derecho natural es válido para todos los pueblos. Razón suficiente

para conservar la autoridad autóctona de los nativos americanos y sus posesiones. El

primero en cuestionar el derecho de propiedad a partir del descubrimiento, fue

Francisco de Vitoria, seguido de otros teólogos que consideraban invalido los títulos de

jurídicos de propiedad. El más aguerrido combatiente contra esa teoría fue el dominico

Bartolomé de las Casas.

Otro punto impugnado por la escolástica española tardía, fue la de las bulas papales

que daba a los príncipes el derecho posesión sobre los nuevos territorios, idea fundada

en la autoridad mundial del Papa, potestad que le permitía regular también los aspectos

laicos e imponer su soberanía a los pueblos no cristianos. Así los teólogos españoles

ponen en duda la validez jurídica de las bulas papales que legitimaba la dominación

española en América. Partían de Tomás de Aquino quien argumentaba que Cristo no

quiso ser un príncipe terrestre, es más separó el poder divino del humano, de manera

que se concluía que el Papa no tenía poderes seculares y soberanos sobre los habitantes

y territorios conquistados. Los legítimos dueños y las verdaderas autoridades eran los

jefes naturales de las comunidades indígenas. A pesar de la postura de los escolásticos,

la Corona siempre acató las decisiones pontificias, pues consideraba valido los

elementos jurídicos del papado.

Otro rol en la dominación y control de los indios y los negros, lo constituye la

figura de la redención, con la cual enseñan el evangelio. Obra considerada a todas luces,

63 Richard Konetzke. América latina II. La época colonial, editorial siglo XXI, México, 1998, pág., 24.

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válida por ser grata a los ojos de Dios, pues era la realización del plan divino, de

encuentro con el Paraíso y la salvación de todos los infieles. Misión que legitimó el

control y conquista del príncipe pagano por príncipe cristiano. Se hace imperiosa la

necesidad de cristianizar al príncipe pagano para cumplir la misión, conservando la

autoridad como cacique. Pero los teólogos, como Vitoria ven la prédica del evangelio

como un derecho natural y divino, lo que facilita la guerra contra aquellos que impidan

la enseñanza de la doctrina cristiana. Se impone el derecho de defensa de inocentes,

movido por el amor al prójimo, forma que legitima la dominación de las elites españolas

en América.

La experiencia de la Reconquista española, se aplicó en la conquista de América

que entrega los territorios a la Corona, y el rey se considera dueño y señor de los

hombres y de los bienes, quien procede a repartir entre la nobleza y la soldadesca como

botín de guerra. Así, el derecho de Conquista convierte los suelos americanos en tierras

realengas. De este derecho se desprende que la propiedad se adquiere gracias a la

concesión real.

2.2 Elementos políticos de la colonización.

Importantes ejes de desarrollo en la sociedad europea durante los siglos XIV y XV,

lentamente empezaron a surgir en el mundo feudal: la transformación agrícola, el

crecimiento demográfico, el papado, el Cisma de Lutero, el Humanismo y el

Renacimiento, el avance de la ciencia, los descubrimientos geográficos y la conquista

del Nuevo Mundo, son algunos de los eventos históricos que exigirán nuevas formas

políticas de organización que facilite el control y dominio sobre los nuevos actores

sociales y los vastos territorios. En efecto, la construcción de la mentalidad burguesa y

el espíritu capitalista encontraban el camino que lo conduciría al triunfo del mito del

progreso, afirmado sobre el conocimiento de las ciencias naturales y la mirada que

desde allí se hacía al mismo hombre como ser evolucionado, según las teorías

antropológicas que culminarían dos siglos después con los trabajos de Darwin. Las

nuevas condiciones, apuntan hacia un Estado, garante de los procesos impulsados por la

dinámica económica que convirtiera a las artesanías en la industria inglesa, y con ella la

dinámica del espíritu capitalista. De hecho, este papel les correspondió a las monarquías

centralizadas de Francia, Inglaterra y España y por lo tanto un golpe a los estamentos

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feudales, consolidado con la introducción de los ejércitos, la permanencia de la

burocracia, un sistema nacional de impuestos y un mercado unificado. Sin embargo, no

desapareció la servidumbre del campesino. Al contrario, éste se afirmó en las colonias,

agudizado más tarde por el reparto del mundo, legando a la periferia, el proporcionar

materias primas mediante la extracción de los recursos naturales, con trabajo privado

coercitivo y dependencia personal. La tierra fue convertida en propiedad agraria

aristocrática que eliminó el mercado y la movilidad real de la mano de obra quedó

sujeta mediante “la institución de la servidumbre como mecanismo de extracción del

excedente fundía, en el nivel molecular de la aldea, la explotación económica y la

coerción político-legal”64

La España de los Habsburgo es la encargada de la construcción de un tipo de

Estado absolutista que impacta a las demás monarquías europeas, gracias a la

descomunal riqueza venida de América, gracias a su descubrimiento, que le aseguró un

poder inconmensurable. Su éxito se enmarcó en la hábil política de los pactos

matrimoniales al interior de la dinastía con los cuales anexionó importantes territorios

en los que se aseguró su control e influencia política y la instauración del Estado

Colonial, lo que le representó una permanente abundancia de metales preciosos con los

cuales se potencializó por encima de las demás monarquías. Sin embargo, los

antecedentes históricos españoles como la expulsión de los moros y los judíos, hicieron

que la sociedad permaneciera alejada y enemiga del desarrollo burgués. Su economía, al

contrario, giro en torno a la dinámica mercantil de Europa; a la vez que impulsaba los

conflictos bélicos con las aristocracias terratenientes. España frenó la dinámica urbana

de sus ciudades de forma que sepulta sus opciones de aburguesamiento. Con todo este

panorama, la monarquía aglutinaba una buena cantidad de reinos que mantenían en su

interior la autonomía de sus noblezas, lo que de hecho imposibilitó la construcción

vertical del poder de un Estado centralizado. “Este complejo de “libertades” medievales

ofrecía un panorama singularmente difícil para la construcción de un absolutismo

centralizado”65. En América se consolidan una férreas oligarquías locales, gracia a la

autonomía que en la Colonia le entregó a los encomenderos, a pesar del sin número de

conflictos entre ellos y la corona. Y, que a la postre, direccionarían los poderes locales y

regionales.

64 Perry Anderson, El estado absolutista, editorial Siglo XXI, México 1983, pág., 22 65 Ibídem, pág., 60

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37

Hacia finales del siglo XVIII, el Estado absolutista de los Habsburgo finiquita su

rol con la muerte de Carlos II el Hechizado. Las guerras de sucesión terminarían por

oxigenar el absolutismo español con la inauguración de la dinastía Borbón de origen

francés, mediante el fortalecimiento de un Estado unitario y centralizado. El ejército fue

organizado y profesionalizado con mando aristocrático y la administración sufrió

colonial se modernizó con funcionarios de origen europeo. Sin embargo, a pesar de los

esfuerzos de los borbones por adecuar a España y las colonias americanas, a los nuevos

vientos políticos y sociales, las raíces echadas impidieron que la Ilustración y el

progreso, se consolidaran. La dinastía colapsaría en 1808, cuyo evento inició la gesta

independentista en América Latina con la que se sepulta el Estado Absolutista colonial.

Sin embargo, la autoridad del Estado, durante toda le época de los Habsburgo, estuvo en

la localidad, bajo la jurisdicción señorial o eclesiástica. Los hacendados depositarios del

espíritu señorial controlaban la política y la sociedad, y sobre estas condiciones, se

inicia la construcción de la República. Respecto a la economía, el mercantilismo y la

fisiocracia conducen al incremento de la producción agrícola, mediante la tecnificación

y la sobre explotación del trabajo servil. La tierra, dador universal de alimento y de

vida, fue apropiada mediante la titulación que conduciría a una peonización al servicio

de señoríos, acompañados de un orden jurídico y de una cultura religiosa que

consolidaron el control ideológico sobre el trabajador puesto a su servicio. El campesino

es reducido a la condición de peón a favor de señores encomenderos, durante el período

colonial y de los hacendados del siglo XIX.

2.3 Argumentos jurídicos.

Las instituciones castellanas y la cultura judío-cristiana, en la versión española,

traídas al continente americano desde 1492, contienen como eje fundamental de control

y dominio, prácticas de sujeción que confluye con las todas las formas de sumisión

indígena. En realidad, el clientelismo es enriquecido en un sincretismo cultural que pasa

a ser dominante, venido del Viejo Mundo que por su amplio recorrido histórico,

desarrolló estructuras mentales suficientemente fuertes como para imponerse y

desarrollar una ideología compleja de dominación. El Absolutismo español mantiene

firme a la legitimidad de la autoridad en su origen divino. Sus Majestades los Reyes

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Católicos, gobiernan desde una jurisprudencia medieval fortalecida por el Derecho

Romano, adecuado a las exigencias de la reorganización de centralización política. Hay

que recordar que el sistema legal romano comprendía dos sectores distintos y

aparentemente contradictorios: el derecho civil, que regulaba las transacciones

económicas entre los ciudadanos y el derecho público, que regía las relaciones políticas

entre el estado y sus súbditos. El primero era el jus, y el segundo la fex66. Además, el

Derecho Canónico venido de la jurisdicción eclesiástica, elaborado sobre los preceptos

romanos en los siglos XII y XIII, que establece la plenitudo potestatis del Papa, sobre el

cual los abogados canonistas elaboraron el Derecho Administrativo Eclesiástico del que

se nutrieron los burócratas del absolutismo.

La monarquía impulsa la empresa del apoderamiento a través de las Capitulaciones,

figura con la cual el Estado monárquico entregaba a los conquistadores facultades

políticas y jurisdiccionales en los territorios sometidos. El sistema recompensaba el

esfuerzo y la inversión hecha por el conquistador quien recibía las tierras, además de las

minas, aguas e indígenas residentes allí. Con este procedimiento, los remozados

barones, ahora Adelantados, Capitanes Generales y Jefes de huestes, con mando militar,

y dotados de derechos de nombrar Regidores de los Cabildos, del reparto de la tierra y

de la mano de obra nativa, imponen por la fuerza el dominio y control de todos aquellos

que se encontraban en sus dominios. De hecho, son los desprotegidos de la riqueza,

carentes de poder, a quienes se sometía a los rigores de la obediencia y el acatamiento a

los nuevos amos.

El primer paso dado en América fue la instalación de un sin número de señoríos,

dedicados en el breve lapso de tiempo de conquista, al saqueo del oro; recogido por los

indígenas en el transcurso de su construcción social, de enorme importancia para su

ritualidad y el quehacer de su cultura. Superada ésta etapa, que incluye vejámenes como

el saqueo de templos y sepulturas, el robo de joyas y el “rescate”67, se pasa al proceso

66 Anderson, ob., cit., pág., 22. 67 Las Casas: citado por Indalecio Liévano Aguirre, en Los grandes conflictos económicos y sociales de nuestra historia. Pág. 13 “Llegaron (los conquistadores) a otra grande provincia y reino de Santa Marta; hallaron. Los indios en sus casas, en sus pueblos y haciendas, pacíficos y ocupados; estuvieron mucho tiempo con ellos, comiéndoles sus haciendas y los indios sirviéndoles... Diéronles en este tiempo mucha suma de oro de su propia voluntad, con otras innumerables obras que les hicieron. Al cabo que ya se quisieron ir los tiranos, mandaron de pagarles las posadas de esta manera: mandó el tirano gobernador que prendiese a todos los indios con sus mujeres e hijos y métenlos en un corral grande o cerca de Dalos que para ello se fabricó, e hísoles saber que el que quisiese salir y ser libre se había de rescatar dando oro tanto por sí, como por su mujer y cada hijo, y por mía urgirlos mandó que no les metiesen comida hasta que le trajesen el oro que les pedía por su rescate. Enviaron muchos a sus casas por oro y rescatabanse

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de institucionalización europea con la Encomienda, no sin antes haberlos esclavizado.

En efecto, los nativos fueron sometidos bajo el argumento de la “guerra justa”; política

de sometimiento surgida en España durante el período de la Reconquista contra los

moros y judíos, y que hizo lícito despojar a los infieles de sus pertenencias. Aquellos no

católicos, fueron presas de la rapiña voraz de unos “piadosos” cristianos ávidos de

riqueza. La institución católica, venida a América legitimó el despojo de la cultura

nativa, de sus bienes y de su gobierno; el paganismo fue elevado a la categoría de delito

y la persecución a los ritos y mitos indígenas, plenamente justificado y aceptado por la

sociedad española. Sin embargo, las solitarias voces de ingenuos clérigos contra la

ignominia y los vejámenes a los nativos, como Fray Antonio de Montesinos y el Padre

de Las Casas, influyeron en la legislación de la Junta de Burgos y en la elaboración de

los Requerimientos, de obligatoria leída a los nativos antes de combatir contra ellos, y

de la Cédula del 9 de noviembre de 1528 que prohibía la esclavitud de los aborígenes,

logro impedir que estos fueron sometidos y esclavizados a la fuerza. Los encomenderos

encontraron en los abultados informes, sobre rebeliones de los indígenas, los

mecanismos de defensa de sus intereses y la justificación a los ataques y el

sometimiento físico y cultural. Desde 1530, la monarquía aplica una decidida política de

lucha contra la esclavitud de los indios, apoyada por la Bula “Sublimis Deus”, del Papa

Pablo III del 2 de junio de 1537 que consideraba como verdaderos hombres, capaces de

la fe de Cristo. Puesto de ésta manera el escenario político, para los encomenderos no

existía otro camino que formas de cohesión ideológicas religiosa por un lado y por el

otro el espectro de las dadivas y del pago en especie.

Los nuevos amos se lanzan a la conquista de nuevas formas de explotación de la

mano de obra y la encuentran en la esclavización del negro africano y en la servidumbre

europea, vigente en la mentalidad del español. Sin embargo, existía en el europeo un

sincretismo ideológico entre la esclavitud y la servidumbre, razón suficiente para optar

por esta última. La servidumbre, mejor adaptada al espíritu hidalgo en cuya mentalidad

se imponía el desprecio por el trabajo. Al mismo tiempo, la Corona institucionaliza el

repartimiento de los nativos quienes no recibían pago alguno por su trabajo, pues este

era considerado como un “servicio personal” que se prestaba al encomendero a cargo de según podían; soltábanlos e íbanse a sus labranzas y casas a hacer su comida; enviaba el tirano a ciertos salteadores españoles que tornasen aprender los tristes indios rescatados una vez; traíanlos al corral, dándoles el tormento del hambre y sed, hasta que otra se rescatase”.

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la Encomienda, comprometido con la educación en la fe cristiana, y en cuyo interior, se

impuso la cultura castellana.

La Encomienda se estableció en América en momentos en que el requerimiento de

la mano de obra indígena era la aspiración principal de los conquistadores. Dicha

institución no otorgó título alguno sobre las tierras de los indígenas encomendados. La

importancia de la Encomienda se derivó del derecho que por ella adquirieron sus

titulares a que los indios repartidos se trasladaran, desde sus propias tierras, a las

haciendas de los Encomenderos, las cultivaran por determinado número de días en la

semana, sin remuneración, y atendieran a los servicios domésticos de sus casas. El

trabajo de los indios y no la tierra fue el objeto propio de la Encomienda68. Como este

sistema implicaba privar a los encomenderos españoles de la posibilidad de beneficiarse

directamente con la explotación del trabajo de los indígenas, se planteó en España y en

América, a partir de este momento, un conflicto que duraría casi dos siglos. La simple

cesión de tributos mal podía satisfacer a quienes habían soñado con transformar las

Encomiendas en verdaderos señoríos feudales. Así se explica la conducta de la Corona

de entregar la propiedad de las encomiendas a perpetuidad y mantener a los indios en

sus resguardos. Con esta política, la Corona evitó que el régimen de trabajo se

organizara sobre la esclavitud de los nativos. Además, de una prueba palpable de la

ingratitud de los Reyes para con sus más leales servidores.

68 Para dar idea de la forma y ceremonias que tipificaban el acto solemne de “encomendar” indios, vamos a transcribir loe apartes esenciales del documento por el cual so otorgó, en esta época, la Encomienda de los indios del Valle de Apia a Jorge Robledo En la primera parte de dicho documento el Gobernador Andagoya alude a las causas justificativas de la merced que confiere y dice: « Porque la Real intención de Su Majestad es que las personas que así han servido y sirven en algo sean remuneradas y gratificadas de sus servicios, por ende, en nombre de Su Majestad y por virtud del poder que para ello tengo, encomiendo a vos, el dicho Jorge Robledo mi Teniente General, el Valle de Apia con todos los indios y principales y con todos los indios a ellos sujetos...». A continuación el documento define, en los siguientes términos, las facultades de don Jorge Robledo sobre los indios a él encomendados: « De ellos vos podéis servir y aprovechar en vuestra casas minas e haciendas, labranza y granjerías... con tanto que seáis obligado a enseñarles e industriarles en las cosos de nuestra santa Fe Católica, con lo cual descargo la Real conciencia de Su Majestad e la mío». Al final del documento se incorporó la diligencia por medio de la cual Robledo tomó posesión de la Encomienda ante el alcalde del lugar, cuyas formalidades se describen así: «El dicho señor Teniente General (Robledo) trajo ante el dicho señor Alcalde un cacique principal del Valle de Apía y otro cacique llamado Irraca del dicho valle y otro cacique llamado Pisa Paca y otro cacique llamado Geramí y otro cacique llamado Tacori del dicho valle, y el señor Alcalde les tomó por la mano e les dio e entregó al dicho señor Teniente General el cual los tomó e les puso las manos encima a cada uno de ellos en señal de posesión e dijo que tomaba e tomó en los dichos caciques y en cada uno de ellos la dicha posesión natural e corporal e que tomándola en ellos la tomaba e tomó en todos los dichos pueblos e indios a ellos sujetos, la cual dicha posesión tomó quieta e pacíficamente, sin contradicción alguna...». Ibídem, pág. 35.

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41

2.4 La esclavitud de los indios

El ingreso de España a América significó el sometimiento de los nativos a los

designios de los conquistadores por la vía violenta. Las mínimas condiciones humanas,

fueron desconocidas por los españoles. El trato inmisericorde dado a los naturales del

recién descubierto continente, acompaña todo el período de conquista, prolongado en la

Colonia.

Algunos investigadores piensan que este comportamiento viene del mismo trato

proporcionado a los moros por los cristianos victoriosos durante la reconquista. La

costumbre fue desalojar de su lugar de residencia, llevar prisioneros y tratar como

esclavos a los moros que hubiesen prestado resistencia hasta el final69. Si bien es cierto

que formas de trabajo esclavo se aplicaron a los sarracenos, la verdad es que la codicia

producida por la abundancia del oro y las exuberantes tierras americanas, son más que

suficiente argumento para someter a aquellos que se muestran ingenuos frente a la

picardía del europeo. En efecto, la mentalidad renacentista conquistaba para sí el

espíritu de la frugalidad, el afán por el lucro a costa del trabajo de los propios

congéneres. Así ocurrió en la última guerra librada contra los musulmanes en la

Península, la campaña de Granada (1482-1492). Los Reyes Católicos hicieron vender

como esclavos a los habitantes de las ciudades tomadas por asalto y recompensar con el

producto de ese tráfico servicios militares y cubrir los costos de guerra70.

La ampliación de los territorios de caza de esclavos se cuenta precisamente entre

las fuerzas motrices de la expansión ultramarina. La trata de esclavos financiaba las

expediciones de los descubridores. No era de temer que el embarque de algunos cientos

de esclavos motivara una carencia de fuerzas de trabajo en las islas antillanas, que según

los informadores de Colón estaban tan densamente pobladas. Resultaron decisivos, los

principios éticos contra la esclavización general de los aborígenes en las islas y tierra

firme recién descubiertas. Teólogos y letrados sostuvieron la tesis de que sólo se podía

esclavizar a los infieles hechos prisioneros en una guerra justa y que los habitantes

pacíficos del Nuevo Mundo debían ser súbditos libres de los reyes españoles. Esta

69 Richard, Koneski. Historia de América latina II. La época colonial., pág., 152. 70 Ibídem, pág.,152

Page 42: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

42

cortapisa doctrinal a la esclavitud de los indios parecía también ser necesaria para el

cumplimiento del cometido misional de las bulas papales71.

El proceso de sujeción política llevó a la consolidación de las instituciones

coloniales, cuyo vértice recaería en la Encomienda como la encargada asumir todo el

ejercicio de la política, y por lo tanto en centro de los conflictos entre las recién

inauguradas elites americanas por asumir su control. Dicha institución se estableció en

América en momentos en que el dominio de la mano de obra indígena era la aspiración

principal de los conquistadores.

Como organización política, la Encomienda está concebida sobre la sujeción

ideológica que brinda los argumentos mesiánicos del Paraíso; del mito de las razas

expuesto por Hesíodo en Los trabajos y los días. En ellos se hace remembranza de la

edad de oro, donde se vivía sin dolor, sin hambre, sin sed, y por haber pecado debe

salvar su alma para recuperar de la felicidad primitiva. En igual forma, las comunidades

protocomunistas cristianas a cargo de las órdenes mendicantes de dominicos y

franciscanos, agustinos, mercedarios y jesuitas, pretendían para los indios un modo de

organización social, religiosa y política de tipo mesiánica. En lo tocante, a la estructura

de la encomienda convergen, además de los amos españoles, los religiosos impregnados

de la ideología de la salvación que encontraron en los nativos, a los individuos

adecuados para su redención, al predominar la propiedad comunal y la ausencia de una

ética ambiciosa que los condujera al ahorro y al trabajo racional del capitalismo. El

encuentro de comunidades en estadios diferentes de desarrollo al europeo, le confiere al

mito posibilidades de su implantación y por ende de ejercer control y domino, sobre

aquellas sociedades carentes de una visión descompuesta por los intereses del

individualismo. Con esa mirada, le parecen al español niños que hay que educar y salvar

de su ignorancia y su idolatría. Su “infancia”, reside en la simpleza de su vida ociosa y

en la ausencia de una construcción individual que lo condujera a la negación de la

comunidad. Su consideración como seres sin “razón”, les obliga a adaptarlos y a

moldearlos, según las costumbres castellana y la cultura cristiana. Para ello, se recurre a

la imposición de prácticas coercitivas que atentan contra la estabilidad de la familia

nativa por un lado, y por el otro, se recurre al estamento religioso. Para asegurar los

71 Ibídem, pág., 153.

Page 43: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

43

elementos esenciales del pacto de encomenderos (protección y cristianización de los

encomendados, pago de los tributos a los encomenderos) fue necesario mantener al

indio fijado hereditariamente a su propia etnia, reconociendo y utilizando sus formas

ancestrales de asociación y haciendo todos los esfuerzos posibles para impedir la

ruptura y desorganización de los vínculos de lealtad que ligaban a los indios con sus

caciques y jefes secundarios72.

En los métodos misionales se destaca la adaptación del propio evangelio y los

rituales cristianos a estas culturas: las imágenes se parecen a las de las religiones preco-

lombinas y los ritos y los cultos difieren muy poco, para que el indio pueda asimilar

mejor las nuevas enseñanzas. Desde el punto de vista indígena, la cristianización no

implicaba la sustitución de un panteón o esquema religioso por otro, sino la

incorporación y el redespliegue selectivos del cristianismo dentro del esquema de las

creencias indígenas. Más aún, en ningún modo el catolicismo indio implicó una

reflexión irreflexiva, una ausencia de continuo repensar e innovar justificada por una fe

obediente73. El espectro religioso, por otra parte, se inundan de hechos fantásticos y

milagrosos que sobrecogen al indígena, convenciéndolo para que acepte la nueva fe.

Importante papel jugaron las cofradías, el Santísimo Sacramento, la Virgen y la fiesta de

los difuntos. También estaban presentes los aspectos festivos como las procesiones,

teatros edificantes, cantos74. Los jesuitas habrían de acordarse, entre los guaraníes del

Paraguay, de ese papel de la música, así como el Fausto de las ceremonias y el decorado

de las iglesias en la cristianización de los indios75. Las religiones precolombinas

colapsan ante el embate del credo monoteísta, pero las órdenes mendicantes supieron

conservar las características indígenas mediante un paternalismo cristiano. En primera

instancia, trabajaron por la conservación de lenguas nativas, primordialmente en

México, el alto Perú y Paraguay, con las cuales le transmitían el mensaje religioso, y la

utilización de muchos ritos y fiestas tradicionales nativas, de manera sincrética con los

eventos cristianos.

72 Guillen, pág., 70 73 Stern, pág., 42 en Los Conquistados. 1492 y la población indígena de las Américas. BONILLA, Heraclio, compilador. Santa fe de Bogotá. Editorial Tercer mundo, 1992. 74 Milhou, pág., 270, en ibídem. 75 Ibídem.

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44

El rey Felipe II y el Consejo de Indias, reconocen la mita como una institución más.

De origen incaico, comprendía los trabajos obligatorios no remunerados prestados a

caciques, identificados como reyes nativos. Esta institución, comprometía a partes de la

comunidad, con una dádiva tasada por las autoridades indígenas y españolas. El

concierto agrario y el repartimiento, otras formas de sujeción concebida como servicio

personal, facilitó el desplazamiento de la mano de obra hacia las recién creadas

haciendas para un trabajo por varios días a la semana, sin retribución, que incluía a la

mujer en los oficios domésticos. Completándose así, el ciclo de elaboración de las

principales instituciones sociales en las que, además de la explotación física, se

materializa la intención de la colonización, en sus dos aspectos de cristianizar y de

“civilizar” al indio, manteniéndolo en un estado de “vasallaje libre” de la Corona. Es

una forma que apunta a su ideologización como siervos al servicio del patrón. Por

supuesto, es una vía segura para la reproducción del clientelismo. La esclavitud del

indio y del negro son el punto de partida de un proceso de sometimiento y control

político que involucra la diversidad étnica y cultural de una amplia población mestiza,

formada a través de los siglos. A pesar de la intención de la monarquía y de los misio-

neros, la modernidad obliga a cambios de mentalidad, por la invención de un hombre

nuevo, más justo y la expansión de la cultura. Sin embargo, la propiedad de la tierra era

el objetivo primordial para encomenderos y sus descendientes que se convertirían en los

hacendados del siglo XIX, enfrentados entre sí a los cambios que después de la

Independencia se sucederán en el proceso de de las grandes revoluciones. La Hacienda

se constituye en la unidad política y económica, en cuyo seno nacería la República,

guerras civiles y el autoritarismo de Estado.

Page 45: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

45

CAPÍTULO III

Las Haciendas

“En mi ausencia, mi padre había mejorado sus propiedades

notablemente: una costosa y bella fábrica de azúcar, muchas fanegadas

Page 46: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

46

de caña para abastecerla, extensas dehesas con ganado vacuno y

caballar, buenos cebaderos y una lujosa casa de habitación constituían

lo más notable de sus haciendas de tierra caliente. Los esclavos, bien

vestidos y contentos hasta donde es posible estarlo en la servidumbre,

eran sumisos y afectuosos para con su amo.”

Jorge Isaacs, en María.

Constituida en el centro económico y político, la Hacienda colombiana es la

encargada de la recepción de los cambios internacionales, y de ejercer el liderazgo en la

vinculación del país a la economía periférica. Sin embargo, la transición al capitalismo

se torna difícil y conflictiva por la confrontación entre la mentalidad castellana, hidalga

y nobiliaria con la concepción liberal, impulsora de la frugalidad por el ahorro, el ethos

del trabajo y el interés por la ciencia. Estas dos tendencias, irreconciliables en sus

inicios, se zanjan en el trascurso del siglo XIX con de la nobleza y la burguesía. En

efecto, Montesquieu en su obra El espíritu de las Leyes perfila la ideología y la práctica

conciliadora, de un proyecto político sustentado en las leyes que deriven en un gobierno

monárquico, en el que un individuo gobierna (fundamento del régimen presidencial)

sujeto a las leyes fijas y preestablecidas, controlado por la aristocracia desde el

Parlamento. “Se puede decir que el Senado es la aristocracia, que el cuerpo de nobles es

la democracia y que el pueblo no es nada”76. De allí que la participación política del

común de la gente, se constituya en un peligro para el sistema democrático: “Abolid en

una monarquía los privilegios de los señores, del clero, de la nobleza y de las ciudades,

y tendréis muy pronto un Estado popular o un Estado despótico”77. Sin embargo, no

escatima esfuerzos por tratar de conciliar a la aristocracia con el pueblo. De hecho, lo ve

como una necesidad política del sistema democrático para garantizar la sujeción a las

familias políticas: “las familias aristocráticas deben ser la ideología liberal

76 Montesquieu, Charles Louis de Secondat. El espíritu de las leyes. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, pág., 53 77 Ibídem, pág., 56

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47

aristocratizante inaugurarada por Montesquieu, leído por Bolívar a quien “más allá de la

filosofía, lo que le interesaba era la ilustración aplicada y el liberalismo práctico”.78 La

influencia de este autor en las elites desde la época de la Independencia es notoria, pues

es Montesquieu quien encuentra la forma moderadora con la ideología liberal entre los

intereses populares, en cuanto sea posible. Una aristocracia es tanto más perfecta cuanto

más se asemeje a una democracia, tanto más imperfecta cuanto más se parezca a una

monarquía”79. Sin duda, por su condición de noble Montesquieu sostiene la causa de la

representación de la nobleza en el parlamento, impulsando el liberalismo nutrido por la

tradición aristocrática francesa, diferente del liberalismo y la política inglesa. Es el autor

que argumenta el determinismo geográfico en la tercera parte de su obra, de notoria

influencia en las elites más tradicionales. Tal es el caso de Laureano Gómez quien en su

obra Interrogantes sobre el progreso de Colombia (1928) exclamaba, refiriéndose al

impacto que el clima produce en los hombres. “Dondequiera que la naturaleza tropical

obtiene pleno dominio por sus condiciones de humedad y de temperatura, impone su

grandeza con tales caracteres de fuerza descomunal arrebatadora que el espíritu humano

se desconcierta y se deprime”80.

La Hacienda es la institución socio-política señorial. El hacendado heredero de la

mentalidad hidalga se aparta de los terratenientes interesados en la vinculación a la

periferia capitalista. El profundo arraigo de la mentalidad colonial y el predominio de

una economía semi-autárquica, constituyen las condiciones predominantes para la

ausencia de un proyecto político, capaz de aglutinar las diferentes concepciones de las

elites agro-exportadoras: “Indudablemente, la hacienda colombiana del siglo XIX tenía

algunos rasgos que rememoraban el régimen feudal”81. De allí, la dificultad por

conciliar las dos tendencias: la tradicional con la modernidad, de donde se derivan el

sinnúmero de conflictos políticos y bélicos que acompañaron todo el siglo. En estas

condiciones, las elites no encuentran las vías expeditas para asumirse como una clase

social homogénea. Su afianzamiento como clase dominante, obedecería más a la

dinámica económica externa, que al final resultaría imponiendo la vinculación de

Colombia al centro industrializado, como proveedor de materias primas extraídas por la

78 John Lynch. Simón Bolívar. Editorial Crítica. Barcelona 2008, pág., 38. 79 Ibídem, pág., 55 80 Laureano Gómez, citado por Roberto Herrera Soto, en Antología del pensamiento conservador en Colombia, Biblioteca básica colombiana, Tomo I pág., 495. 1982, Bogotá. 81 José Antonio, Ocampo, Historia económica de Colombia, Fedesarrollo-Siglo veintiuno, 1997, pág., 41

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mano de obra sujeta al patrón. En efecto, la polarización de las elites colombianas entre

el radicalismo tradicional y el radicalismo liberal, se resuelve definitivamente con la

ideología liberal aristocratizante de la constitución centralista de 1886, garante de los

privilegios de los señoríos, el clero y los comerciantes, en el ámbito de la economía

periférica, impulsado por el auge de la producción y exportación cafetera.

3.1 La sujeción en la hacienda

La Hacienda es el resultado de una constante histórica de sujeción, iniciada con la

institución de la Encomienda, a partir del siglo XVI gracias a la mano de obra indígena

mitaya y esclava, además de los indígenas de los resguardos, en proceso de

campesinización, completado con un sinnúmero de mestizos. En efecto, los pueblos de

la altiplanicie cundiboyacense y la Costa atlántica sufren el efecto de la mestización que

para el siglo XVII representa abundante mano de obra como peones. Los mestizos

pobres encuentran la tierra para subsistir en los resguardos puesto que ésta estaba exenta

del pago de las grades cantidades de renta, lo que genera una convivencia de los colonos

con los indígenas, lo que genera un crecimiento inusitado del mestizaje, por el avance

de “las riquezas y las diferenciaciones patrimoniales, y se diera una notable división del

trabajo entre mineros, labradores, terratenientes, artesanos, burócratas y una división

entre hombres de campo y de ciudad para que la sociedad presentara una estratificación

considerable”82. Así mismo, esta amplia población analfabeta es objeto del

sometimiento ideológico y económico, pues su condición de inferiores les hace adeptos

y leales a las instituciones como la Encomienda y la Hacienda, escenario de refugio y de

trabajo, a cuya cabeza se encuentra la figura del patrón.

Las estructuras mentales arquetípicas de la sujeción conservan los elementos

ideológicos que cohesionan las coordenadas sociales al interior de la hacienda entre la

autoridad vertical del patrón y la extensa servidumbre. Los terratenientes dueños del

escenario político local, toman las decisiones de la administración pública, puesta al

servicio de sus intereses en los concejos controlados por los hacendados o sus

familiares. La hacienda se constituye en la base de las elites que consolida la pirámide

82 Uribe Jaime, Jaramillo. Travesías por la historia, Biblioteca familiar presidencia de la República, Bogotá, 1997, pág., 176.

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del poder nacional, gracias a un complicado pacto de familias al interior de la nobleza

criolla. En efecto, simbólicamente, el asiento de los poderes de la “República” se

repartía entre las familias que habían figurado desde los siglos XVI y XVII en el cabildo

como dignatarios municipales83.

La política de pactos se efectuaba mediante los nexos familiares, matrimonios

acordados según los diferentes intereses de grupo o conflicto entre las elites, como un

modo de asegurar a la existencia de núcleos de poder y de proporcionar el anhelado

ascenso social a los nuevos prohombres, constituido por exitosos comerciantes,

burócratas recién enriquecidos y funcionarios reales del nivel medio que habían

contraído matrimonio con alguna mujer noble, constituyen un subgrupo dotado de

peculiaridades sociales que los separan de los intereses y de las normas de los

hacendados84, tal como lo vivió la clase dirigente de Santa Fe con la apertura paulatina

de espacios políticos y sociales a nuevos actores de elites que fracturarían el poder

hegemónico de los españoles criollos neogranadinos. El fenómeno se aplica, en

términos generales, a todo el reino, en el que la burocracia colonial buscaría

afanosamente consolidar sus posiciones de control y de poder para conformar elites de

comerciantes y terratenientes. En realidad, son los adalides protomodernos que verterían

todas sus ansias de poder y de enriquecimiento en los amplios recursos naturales y los

extenso baldíos dispuestos por los Estados Soberanos en el siglo XIX, para vincularlos a

la dinámica económica de ampliación de la frontera agrícola, impulsada por el

mercantilismo.

El desarrollo de la hacienda a partir del siglo XIX con el auge de la economía

exportadora, parte de la explotación de la mano de obra encontrada en las diferentes

etnias convertidos en campesinos y mestizos pobres que asumían las labores bien como

arrendatarios o como peones, administrados por mayordomos. Gracias a la condición de

mestizo que jurídicamente no era tributario, ni atado al fisco o a particulares, esta

población fue ganando movilidad, lo que generó formas de sujeción forzada a través de

redes ideológicas, avalada por la figura carismática del patrón, y por las necesidades

económicas mediante los préstamos y la compra de las cosechas. Un peón que llegaba a 83 Germán Colmenares. Cali: terratenientes, mineros y comerciantes. Siglo XVIII. Biblioteca Banco Popular. Bogotá, 1983. pág., 120 84 Fernando Guillén, Martínez. El poder político en Colombia. Santa fe de Bogotá. Editorial Planeta, 2003. pág., 246

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50

la hacienda tenía muchas dificultades para abandonarla… se podía impedir que se fuera

alegando las deudas debidas al patrón… estas deudas cualquiera que fuera su origen,

eran pagadas en trabajo si no se pagaban en dinero y eran heredadas por los hijos85. El

auge del mestizaje pobre acarrea problemas de orden social en la época colonial que

motiva la recogida de “vagos” destinados a labores comunes. En el plano ideológico, el

cura influyó notablemente con las visitas efectuadas a la hacienda y la catequización

obligatoria, acompañada por la prédica desde el pulpito del mito esperanzador de la

salvación del alma. Los misioneros, revestidos de un poder sobre humano, lanzaban sus

prédicas de lealtad y sumisión que beneficiaban al terrateniente, como resultado del

miedo a los castigos del más allá y a la expectativa de una vida sin sufrimiento ni dolor.

La sociedad de la hacienda, se encontraba totalmente jerarquizada pero el ejercicio de su

poder residía en aquellos de su entera confianza. En efecto, los mestizos emparentados a

través del compadrazgo, ofrecían las mejores condiciones de obediencia y acatamiento a

las estrategias administrativas del patrón, pues su condición de compadre lo acercaba a

un “familiar” a quien se le debía un profundo respeto, lleno de deberes, obligado a

prodigar los favores que el terrateniente “compadre” y su familia requerían. En la escala

de autoridad, el capataz, como hombre de confianza, ejercía el mando a nombre del amo

sobre siervos y esclavos que fue evolucionando hacia el gamonal, el intermediario

político que controlaba la clientela electoral, cuando el sistema político requirió del

elector para legitimarlo.

Hacia el siglo XVII se empezó a usar el alquiler de indígenas que el terrateniente

pagaba semestralmente al cacique, pero este arrendamiento evolucionó hacia un

contrato verbal que incluía el usufructo de una parcela a cambio de trabajo en la

hacienda. De esta forma, se desencadena una serie de deudas que comprometía a la

mano de obra, ahora convertida en peón. Al mismo tiempo que se le facilita la tierra,

bajo diferentes formas de contratación como agrado o peonaje, se le entregan mercados,

herramientas y algún dinero que atan al trabajador y su familia casi de por vida a la

voluntad del patrón, en la medida que las deudas consolidadas resultan a la larga

impagables. En zonas como Cauca y Nariño, los peones eran obligados a trabajar gratis

o por algunas dádivas. Se argumentó la estrategia del endeudamiento, como una práctica

85 Orlando Fals Borda. Campesinos de los andes. Editorial Iqueima, Bogotá 1961, pág., 84

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moral tendiente a obligarlos a trabajar para evitar su caída en la vagancia, la pereza, la

embriaguez y el abandono. Para ello, se practicó un paternalismo mesiánico que según

los terratenientes y los curas camanduleros, era la única forma para rescatar a estos

pobres hombres de las garras del pecado. Tratarlos como a hijos descarriados por parte

del patrón, pues requerían del perdón, como lo enseñaba el mito del hijo prodigo, a

quien se quería pero también se les castigaba. Su condición de dependientes e

ignorantes, les convertía en seres menores de edad que requerían la protección del

patrón, quien se ganaba la lealtad mediante la dadiva y el derecho a aplicar castigos; lo

hacía de manera extremosa, entre el cepo y la persuasión espiritual. La violencia que se

ejercida, producía temor en los peones y las migajas de pan, iluminaban la esperanza del

buen corazón del amo que al fin y al cabo era noble y con esos gestos hacía menos dura

la atadura a la hacienda. Así mismo, la hacienda esclavista del sur y la minería

involucran en el trabajo al negro africano, atado por el esclavista como inversión de

capital.

3.2 La sujeción esclava.

La servidumbre asociada a la etnia negra, como la institución básica de la

economía, de la riqueza familiar e individual y el fundamento del Estado, según las

consideraciones generales que se hacían para su justificación, hizo de Cartagena el sitio

de distribución de esclavos para el trabajo en las minas y en las haciendas azucareras.

En efecto la trata negrera hace parte de una tradición comercial de los árabes que se

remonta a la antigüedad. Los andaluces tenían esclavos importados de Guinea por los

castellanos, muy apetecidos por lo dóciles y serviciales, muy aptos para el trabajo. Con

el descubrimiento de América, resultó muy útil para la extracción del oro, seguida de las

plantaciones de azúcar y algodón y el auge de economía atlántica, lo que incremento la

demanda y el valor de los esclavos y la posterior intensificación de la trata de la cual se

lucran las compañías de portugueses, españoles e ingleses. La gran mayoría de esclavos

se obtenían por la fuerza motivada por los altos precios:

“Los portugueses y los españoles ofrecían precios tan altos por los esclavos que

los negros se cazaban unos a otros como siervos, hacían incursiones en aldeas y

secuestraban a personas sin protección, aún cuando carecieran de la excusa de la

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guerra. Incitados por la codicia, príncipes y jueces condenaban a sus rivales y

sentenciaban como culpables a infinidad de otros sobre la base de acusaciones

fraguadas. Los padres vendían a sus hijos por despecho o por la más leve

desobediencia”86.

El español una vez establecido en el occidente colombiano, se dedicó a la obtención

de oro mediante la explotación indígena, gracias a la abundancia del metal precioso en

el subsuelo. Entre los conquistadores circuló una inmensa riqueza que los hizo más

codicioso y violentos. Sin embargo, el trabajo minero sufre un rápido desmedro a causa

de la disminución de la población indígena, lo que implicó la importación de recursos

técnicos y el aumento de la trata negrera. De ésta manera surge un próspero mercado, en

Antioquia desde el siglo XVI, escenario en el que confluían las mercancías españoles

llegados a través de Cartagena y Mompox y los productos agrícolas de Santafé de

Bogotá, Tunja y Popayán. La minería se convierte en un frente de inversión y el

comercio en un agente de vinculación con el exterior y de desarrollo. Aunque éste

modelo socio-económico produce exuberantes riquezas; la bonanza aurífera al terminar,

deja una baja rentabilidad de las inversiones lo que obliga a diversificar en el frente

agrario.

El afán por explotar al máximo la mano de obra, lleva a la catástrofe demográfica

indígena del siglo XVI que encuentra solución en la importación africana de estos

trabajadores, capturados en guerras tribales, convertidos en mercancía por el lucrativo

negocio de la trata negrera. De hecho, “La esclavitud en América, como institución

transplantada, (sic) adquirió tal aceptación y desarrollo, que en ciertas regiones como el

Perú, indígenas nobles adquirieron esclavos africanos para su servicio y en otras como

la Nueva Granada, algunos negros libertos fueron propietarios de esclavos africanos”87.

Su ubicación en las plantaciones antillanas y en las haciendas ganaderas colombianas,

en la minería y en los diferentes oficios artesanales, obedece a la enorme importancia

económica de la producción esclavista y servil durante el período colonial y parte del

republicano. La sociedad neogranadina habría recibido, hasta 1808, año en que España

86 David Brion Davis, ob., ct., pág., 183 87 , Jorge Palacio Preciado, La esclavitud de los africanos y la trata de negros. Entre la teoría y la práctica. UPTC, sin fecha, pág., 9

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termina la trata, unos 360.000 esclavos.88 Además del prestigio social en las localidades

que los terratenientes y funcionarios ostentaban, gracias al trabajo domestico de los

esclavos. Para acentuar el protagonismo social “muchos funcionarios y familias ricas

invirtieron grandes sumas de dinero en la adquisición de negros para atender los oficios

domésticos, obtener renta mediante el alquiler, préstamo o trueque de los esclavos o

simplemente exhibirlos en ocasiones solemnes, fiestas y eventos sociales como símbolo

de status del propietario”89. Sobre este sector étnico que gracias al mestizaje se amplia,

generando un extenso espectro de trabajadores, recae una agresiva campaña de

ideologización, terminada en un importante sincretismo cultural que hoy forma el

pueblo colombiano. En efecto, junto con las comunidades indígenas, los grupos de

negros y mulatos fueron receptores del agresivo impacto de las comunidades misioneras

encargadas de la concientización ideológica cristiana del mundo. Sobre ellos, como base

social, se construye el poder político y económico que consolida una clase dirigente que

impone su proyecto político en el proceso de la Independencia y en la formación de la

República. En efecto, los caudillos Mosquera, Obando, Arboleda, Valencia y Arroyo,

etc.; cabezas de las familias esclavistas por excelencia, lideran la política colombiana

durante el siglo XIX. Así mismo, el Cauca encabezado por la provincia de Popayán,

simboliza la hidalguía y la tradición nobiliaria de la clase dirigente colombiana.

Influencia que se mantiene hasta la primera mitad del siglo XX. Su proyección como

ciudad esclavista, hizo de Popayán el epicentro de la política nacional, gracias a la

riqueza minera del Chocó y Barbacoas, complementada con la explotación agrícola y

ganadera de los terratenientes.

En la provincia de Antioquia, desde el siglo XVI, elementos económicos de baja

productividad minera incidieron en la no instauración de un sistema esclavista

consolidado como tal. Más bien se apuntó a un abandono por la baja productividad lo

que generó levantamientos y huidas a sitios recónditos; aumentando con ello la

población cimarrona, generándose una artesanía aurífera, pequeños agricultores y

mineros independientes. A este espacio se le agregaron los mestizos pobres y colonos

blancos que impulsaron en menor escala la actividad económica minera, la cual se

repone hacia el siglo XIX. Así mismo, la mano de obra al interior de la hacienda se hace

crítica, además de expandirse a otras regiones como la costa atlántica y las zonas de

88 Ibídem, pag., 17 89 Ibídem, pág., 19

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tierra caliente. En igual forma, la producción agrícola y minera es golpeada por lo de

costosas las inversiones y por la creciente escasez de la mano de obra esclava, agravada

por la ausencia de capitales y la ausencia de una mentalidad burguesa que los condujera

a la formación de un tipo de empresario con racionalidad capitalista.

El florecimiento de la minería hacia finales del siglo XVII, involucra a la región

pacífica norte. En realidad, la minería se inicia desde la conquista en la zona de Nóvita y

Toro pero el rechazo indígena, desplaza a los conquistadores. Solo hasta la expulsión de

indígenas, los propietarios de minas de Popayán y de Antioquia, reinician la explotación

intensiva de los aluviones. En Nóvita se establece el real de minas, y se crean los

nuevos campos mineros de los afluentes de los ríos San Juan y Atrato. A finales del

siglo XVII, las familias blancas propietarias de la minería, habían alcanzado suficientes

fortunas las cuales combinaban con grandes extensiones de tierra en los valles del cauca

y la zona de Popayán. Como empresarios mineros que eran, se lucraban del comercio

constituido por una red mercantil que unía Cali con Quito. El cuadro minero se

completa con las minas de Raposo, Iscuandé y Barbacoas en el sur de la costa pacífica.

El aumento de la capacidad de compra de las familias mineras, propició la compra

de mano de obra esclava, lo que impactó la producción del metal durante la primera

mitad del siglo XVIII. La población, de hecho creció. Las estadísticas no son claras en

el número exacto. Sin embargo, los cálculos más cautelosos se aproximan 4.000

esclavos para 1759 y unos 7.000 en 178290 para el Chocó. Otro tanto ocurrió para las

minas del sur del Cauca. Es decir, la ampliación y funcionamiento de la frontera minera

se hizo con el trabajo de los esclavos.

El otro espacio geográfico que constituye la frontera minera se ubica entre la

cordillera central y en la cuenca del rio Cauca, identificado como la provincia de

Antioquia. Su dinámica ofrece notables diferencias, pues allí el trabajo es más

independiente por varias razones históricas. En efecto, una vez encontrada a finales del

siglo XVI por los españoles, las vetas auríferas del cerro de Buriticá y en los aluviones

de los ríos, se despierta en la provincia de Antioquia la fiebre por el oro. La mano de

obra utilizada, fue la indígena que para el siglo siguiente disminuyó lo cual con la

90 Antohony Mcfarlane. Colombia antes de la Independencia. Economía, sociedad y política bajo el dominio Borbón. Banco de la república/el áncora editores, Bogotá, 1997. Pág. 125

Page 55: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

55

escasez de crédito, produjo un bajón en la producción minera. En estas condiciones, sin

crédito para comprar esclavos y el agotamiento de las vetas, la población antioqueña se

aleja palatinamente de la minería, vinculándose poca a poco a la agricultura de pan

coger.

La crisis obligó a una pausa que se empieza a superar a finales del siglo XVII,

gracias a la recuperación demográfica que aumentó la oferta de mano de obra mestiza, y

con ella, la dinámica migratoria y de colonización a áreas mineras de trabajadores

independientes que mediante el mazamorreo recorrían los ríos. En Antioquia, la

sujeción y el control directo del trabajador, ceden frente al mestizaje que combina la

agricultura con la explotación minera, gracias a la abundancia de los aluviones que

impactaron la sociedad, de tal manera que impulsa la extracción de oro. “El renovado

desarrollo de la minería se debió, a una combinación de la agricultura y la búsqueda de

oro entre los campesinos libres que trataban de escapar de la economía de

subsistencia.”91

La difícil topografía, el impacto del clima y la ausencia de un Estado capaz de

emprender obras publicas de envergadura, hicieron que las comunicaciones con los

territorios colindantes se dificultaran, lo que significó una débil articulación a redes

mercantiles locales y la producción agrícola se consumía en la localidad. En estas

condiciones, la búsqueda de oro era la mejor oportunidad para obtener dinero y bienes

importados.92 A estos factores, se agrega el monopolio de la propiedad de la tierra, en

áreas cultivables y ubicadas en los escasos circuitos productivos. La anterior explicación

se hace necesaria porque el país cuenta con abundante tierra que se veían en ese período

como inexplotadas por parte de una creciente población. Antioquia entonces, ofrece un

escenario propicio para la formación de un trabajador más independiente que

posiblemente se convertiría en el aventurero del siglo XIX, impulsor de la colonización

antioqueña en el auge de la economía periférica.

91 Ibídem, pág. 127 92 Ibídem, pág. 127

Page 56: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

56

3.3 Auge de la economía periférica

Hacia la segunda mitad del siglo XVIII son notorios los cambios en el continente

americano, impulsados por un crecimiento en la producción industrial y el auge del

comercio en general que dinamizaron las exportaciones de materias primas, hacia la

creciente industria de los países como Inglaterra y Holanda. En lo tocante al trabajador

latinoamricano, se presenta el incremento demográfico y los movimientos migratorios

que facilitaron la ampliación de la frontera agrícola.

La economía antillana se convierte en el epicentro de la agitación mercantil gracias

a la Revolución Industrial de Inglaterra, que motiva el auge del comercio y la carrera

independista de América, iniciada en las trece colonias inglesas en 1776. Al mismo

tiempo, se agudizada el conflicto bélico europeo (1792-1815) entre las potencias, uno de

cuyos actores principales sería Napoleón Bonaparte. Estos eventos históricos, iluminan

el espectro de cambios sociales que los hacendados y comerciantes latinoamericanos

percibieron y asumieron mediante el control político y social, con la gesta de la

emancipación, liderazgo mantenido hasta nuestros días. En efecto, la Revolución

Francesa irradia la ideología política que impulsa a las elites por el camino de la

autonomía y la formación del Estado Nacional. En efecto, la Independencia de los

Estados Unidos, allana el camino hacia la búsqueda del objetivo político, impulsado por

el desarrollo, a partir del auge de la industria y del despegue del espíritu capitalista.

Éstos acontecimientos jugaron un papel protagónico a nivel mundial, porque generaron

una serie de cambios e influyeron decisivamente en la elaboración de proyectos

políticos e ideológicos que impactaron la sociedad latinoamericana, e hicieron de la

generación prócer la adalid de la libertad y la fundadora de las nuevas repúblicas.

El impulso de la economía exportadora periférica capitalista en la América Latina,

se caracteriza por la apertura al libre comercio con la economía inglesa. En igual forma,

después de la Independencia, se inicia el proceso de integración latinoamericana al

mercado mundial, mediante la exportación de materias primas, con escasa inversión

para su proceso extractivo. Dinámica económica que obliga a abolir la esclavitud y a

implementar las llamadas reformas liberales como el mecanismo que facilitó la

vinculación y ulterior desarrollo del capitalismo.

Page 57: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

57

Mediante las reformas liberales, las elites encuentran el camino para la formación

de los Estados Nacionales. Los acelerados cambios económicos, les obliga a asumir las

directrices ideológicas de la modernidad tendientes a consolidar el capitalismo

periférico. La existencia abundante de tierras adecuadas para cultivos de exportación,

inmovilizados jurídicamente desde la colonia, exigía la formación de un creciente

mercado de tierras, el que condujo a la desamortización de los bienes de manos muertas,

la liberación de los ejidos, la consolidación de la propiedad privada y a la utilización de

la tierra como aval hipotecario para la obtención de crédito con el fin de financiar las

obras públicas como la construcción del ferrocarril y el impulso al sector agrícola.

La expansión capitalista hacia la periferia en la búsqueda de materias primas,

articula lentamente a los nuevos países al sistema de libre mercado e impone la

búsqueda de vías para su desarrollo. En estas condiciones, los nuevos comerciantes y

terratenientes proveedores de materias primas ven como una necesidad la vinculación a

la dinámica económica, en contra de aquellos sectores tradicionales para quienes esos

vientos son el fin de lo hispano-católico. El escenario se torna conflictivo y el proceso

se adelanta bajo agrias luchas políticas, intransigentes y hegemónicas que harían difícil

la implantación de las reformas en la economía, el Estado y la política.

Un elemento impulsador de la dinámica económica en la periferia lo constituye la

ocupación y ampliación de las fronteras agrícolas, escenarios de conflictos y violencias.

Aquellas tierras baldías, abundantes y receptoras de ávidos inmigrantes, dispuestos al

trabajo agrícola en pos de una riqueza esquiva y una cultura que le dará identidad y

sentido de pertenencia, son el escenario de lucha por libertades individuales contra la

sujeción del terrateniente. El espacio geográfico que se convertiría en el teatro de

conflictos económicos, políticos y sociales, sobre los que recaería el impulso capitalista

y la construcción de los proyectos políticos que apuntaran hacia la construcción de la

nación. Los baldíos, los ejidos y las tierras comunales entran en el mercado de tierras y

los movimientos migratorios. En efecto, el continente es objeto del proceso de

expansión de la frontera agrícola, según las condiciones particulares de cada región. La

pampa argentina ve el surgimiento de una extensiva ganadería acompañada del cultivo

de cereales y artesanías, lo que le implicó un crecimiento en la estructura vial y el

incremento de la industria de los cueros y los lácteos. Uruguay sufre el impacto

Page 58: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

58

colonizador en su franja oriental, en la que se instala una ganadería fundamentalmente

ovina. El Brasil, impulsa el impacto en dos regiones: la paulista y la amazonia. En la

región de são Paulo la producción de café y su exportación se convertirían en la

vanguardia del desarrollo y la vinculación con el mercado internacional que por la

cantidad y la calidad, aseguraron los amplios mercados europeos y norteamericano; la

amazonia brasilera, gracias al látex y a su industrialización que le permite hacer

presencia en los mercados internacionales con su mercancía extractiva. En esa dinámica

internacional, Colombia escenifica la ampliación de la frontera agrícola, mediante la

política de entrega de baldíos por parte del Estado Soberano del Cauca que impulsaría la

colonización antioqueña en la ladera occidental de la cordillera central.

La vinculación de Colombia a la economía periférica mediante las exportaciones

fue larga y difícil; la inexistencia de redes mercantiles requería de espacios que

posibilitaran el intercambio y el crecimiento demográfico. La ampliación de la frontera

agrícola a través de un formidable movimiento social, empresa de caminos, que

colonizó las dos vertientes de la cordillera central, fundando pueblos; acelerando de ésta

manera la relación de las ciudades con el campo, como ciudades agrarias93, es decir,

lugares que como redes de un tráfico de mercado y de típicas industrias urbanas, se

alejan mucho del tipo medio de aldea, pero en ellas, una ancha capa de sus habitantes

cubre sus necesidades con economía propia y hasta producen para el mercado. Los

núcleos urbanos son el punto de encuentro de extensas familias, entrecruzadas mediante

complejos pactos a través de matrimonios, parentelas y compadrazgos como formas que

facilitan el control social y político.

La existencia de extensos baldíos, ofrece a un crecido número de gentes ávidas por

tener tierra para producir por un lado y por el otro, a un puñado de avivatos dispuestos a

reclamar con supuestos títulos de propiedad, derechos sobre el espacio objeto de

colonización. Sin embargo, el movimiento social de mayor envergadura del siglo XIX

en Colombia, jugaría el papel de construir la infraestructura productiva que consolidaría

el capitalismo dependiente. En una frontera con características climáticas aptas para el

cultivo del café, a pesar de lo agreste y quebrajoso de la topografía, se fundaron

93 Weber, ob., cit., pág., 942,

Page 59: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

59

ciudades, y a recua de mulas se estimuló un prospero mercado local que sentaba las

bases a niveles organizativos mayores con la penetración del capital extranjero.

3.4 La frontera agrícola colombiana, siglo XIX.

El territorio colombiano profundamente afectado por la agreste topografía,

conformada esencialmente por las tres cordilleras de los Andes y los extensos llanos

Orientales que imponen aislamientos e incomunicación, generan espacios con

características particulares que le imprimen identidades a sus habitantes y los conmina a

constituir las diferentes regiones. En igual forma, el aislamiento mantuvo alejado los

espacios geográficos apartados del contexto internacional, lo que facilita mantener al

trabajador como peón, alejado del asalariado y de la racionalidad capitalista. En efecto,

en estas regiones predominó la hacienda como unida productiva. Allí prevaleció la

sujeción laboral e ideológica. La altiplanicie cundi-boyacense, dedicada

fundamentalmente a la ganadería y la agricultura de la papa, el trigo y hortalizas.

Asociadas al cultivo de la caña y la producción panelera, las encontramos en el Valle

del Cauca y el Sumapaz. En Santander y Ambalema tiene su apogeo la producción

tabacalera. En las haciendas del Cauca la actividad minera acompañada de ganadería y

agricultura de pan coger, y en las haciendas de la Costa Atlántica, básicamente la

ganadería.

A pesar de este aislamiento y la difícil topografía que imposibilitaban su

vinculación al auge del comercio europeo, en el país se empezaron a presentar lentos

cambios en las relaciones sociales y económicas. Los nuevos desarrollos comenzaron a

impactar los diferentes sectores de elites y los grupos sociales que se mostraron

receptores a los ímpetus del auge capitalista.

El mercantilismo le impone a las elites, insertarse en la economía mundial,

mediante la exportación de materias primas. Al mismo tiempo, se producen en país

importantes cambios que afectarían las relaciones sociales y políticas. El espíritu

capitalista impulsa la liberación de la mano de obra y la generalización del trabajo

asalariado, lo que induce a los terratenientes a recortar las libertades individuales y a

aumentar las cargas impositivas, a pesar de promulgar constituciones de 1863 en la que

se proclaman todas las libertades y derechos de los cuales se excluyen a los sectores

Page 60: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

60

populares. La preocupación para los terratenientes del siglo XIX está en la búsqueda de

un proyecto político hegemónico que derrote al contendor y lo elimine de la contienda

por el poder. En efecto, la guerra es la constante sin que se pueda dirimir el conflicto a

favor de unos sobre los otros. Por el contrario, los débiles proyectos políticos azuzan la

creciente intolerancia al calor del liderazgo eclesiástico que polariza los contendores

partidista en una intransigencia que culmina con la violencia bipartidista a mediados del

siglo XX.

La expansión exportadora de productos agrícolas como tabaco, quina, café, cueros,

algodón, añil, caucho, tagua, cacao, palos de tinte, banano y sombreros, significaron un

período de bonanzas económicas en las que progresa la naciente burguesía colombiana.

La vinculación a la economía mundial, resulta débil por la inexistencia de capitales que

impidieron el crecimiento y desarrollo del mercado interno. Estas condiciones propician

el surgimiento de especuladores, empresarios emergentes que mediante diversas in-

versiones, seguras y rentables mueven el comercio y la agricultura. La abundante oferta

de tierras baldías origina la ampliación de la frontera agrícola en el siglo XIX, con la

penetración de capital extranjero, las obras públicas, el comercio y el acelere de los

movimientos migratorios de caucanos y antioqueños hacia la zona de ladera de la

cordillera Central.

Lentamente surgen a los movimientos migratorios que expanden la frontera

agrícola hacia las laderas de cordillera central, iniciándose el proceso de ruptura con la

hacienda colonial poseedora de la mano de obra servil. En Antioquia, las diferencias

arrancan de la utilidad que le dan los mineros a la explotación de la tierra, cerca de la

mina, intercalada con productos de pan coger. El Estado soberano del Cauca impulsa

una política de colonización de baldíos que se conjuga con la migración del sudeste

antiqueño para generar la mayor dinámica socio-económica colombina del siglo XIX.

Es un escenario dominado por la tradición hispano-católica que el impacto capitalista

violenta y trasforma, gracias a la dinámica colonizadora hacia los baldíos.

3.5 Colonización y baldíos

Page 61: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

61

La colonización se impulsa por la dinámica capitalista que requiere materias primas

para su creciente industria y el afán de los hacendados por vincularse al proceso. Las

abundantes tierras baldías del Estado y de los resguardos indígenas son el objeto de la

política de ampliación de la frontera agrícola. A la escasa mano de obra libre, se le

ofrece la propiedad de la tierra para que colonice y cultive. Sin embargo, los

terratenientes antiguos y nuevos comerciantes, irradian sobre ella sus ambiciones que

materializan bajo formas de reclamos jurídicos sobre la propiedad o mediante la

intimidación o el engaño. Pero ese potencial trabajador libre asalariado, nace del

proceso de producción minera articulado a unas relaciones esclavistas, acompañadas por

el comercio y un rol de comerciantes que gracias a la crisis minera del siglo XVII,

desembocó en la dinámica de la expansión agrícola y en la formación de nuevos tejidos

sociales ubicados en los nuevos núcleos urbanos.

Las condiciones anteriores plantean la ampliación de la frontera y la formación de

una estructura agraria más estable; la hacienda cañera y ganadera ocupa ese espacio con

menos rigideces sociales94. La sujeción de la mano de obra se suaviza posibilitando el

surgimiento de villorrios desde los que se abrían nuevos frentes de trabajo de

independientes, como mazamorreros, guaqueros o colonos que cultivaban tabaco, caña

plátano, maíz y la cría de cerdos; vendían los pequeños excedentes que los vinculaban a

comerciantes, quienes los proveían de insumos. De ésta manera se inicia el proceso de

formación de una sociedad constituida por antiguos libertos, peones y pequeños

propietarios, en la cual los mestizos representaban el 75% de la población.

Las características de la economía de frontera posibilitaron la construcción de la

región cafetera colonizada y el posterior urbanismo de la zona, gracias a la dinámica

mercantil. La política de baldíos posibilitó la demanda del suelo por compañías y

colonos enfrentados en conflictos con los terratenientes, y estimuló la producción

cafetera, producto esencial para la construcción de una amplia red mercantil que los

vincula el comercio exterior, a la vez que propicia los beneficios de la modernidad. El

proceso fue enriquecido con la ideología del progreso, del hombre virtuoso trabajador y

responsable, cívico y ciudadano ejemplar, papel en el que se involucran el común y el

líder, en el afán por hacer de lo urbano, el espacio grato a todos y el que pareciesen

94 Colmenares, ob., cit., pág., 57.

Page 62: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

62

borrar las diferencias sociales. Pero estos fines fueron canalizados por los hacendados, a

través de los partidos políticos que ellos fundaron e impulsaron como los artífices de la

política y del Estado en el proceso de ampliación de la frontera agrícola y la dinámica

comercial de la colonización antioqueña.

Desde los inicios del siglo XIX se ocupan las tierras del sur del río Arma, se funda

Aguadas 1814 y Salamina 1825. A partir de 1840 adquiere la colonización una

sobresaliente dinámica, gracias a la iniciativa privada de individuos que ocupaban

extensiones territoriales en la búsqueda de la supervivencia como agregados o trabaja-

dores. Las tierras baldías son su objetivo. Por el otro lado los grandes propietarios

solicitaban la adjudicación legal de las mismas

Los grandes propietarios constituyen empresas de tierras, destinadas a obtener la ti-

tularidad de extensos territorios concedidos por el Estado. Territorios que luego se par-

celan y venden a colonos, quienes tumban montes y construyen caminos. Como

compañías, en éste proceso sobresalen 1. Juan de Dios Aranzazu para Salamina, Pácora,

Neira y Manizales; 2. González Salazar para el mismo territorio a mediados del siglo

XIX; 3. José Francisco Pereira en la colonización del área en que fundaría la ciudad con

su apellido y 4. Burila para la hoya del Quindío y norte del Valle; 5. Eduardo Walkeren,

el Fresno y 6. De la Roche en la Dorada.

Este proceso facilita la vinculación de medianos propietarios en la conformación de

las juntas de pobladores y fundadores quienes ocuparon los cargos desde los cuales

fortalecieron su poder; enriquecidos a través de la amplia gama de recursos económicos,

en un desarrollo desigual. Asumen el liderazgo la elite regional agroexportadora sobre

el grupo de colonos, como jueces pobladores, como miembros de las juntas o como

concejales y en algunos casos como alcaldes.

La economía de frontera propició nuevas relaciones sociales y económicas. La

pequeña propiedad, la producción cafetera y un auge del comercio en las noveles

cabeceras municipales introdujeron la dinámica del urbanismo a cuya cabeza se sitúan

las ciudades cafeteras, gracias al café, producto que vincula al país y las elites locales y

nacionales con el mercado exterior.

Page 63: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

63

El nacimiento de los villorrios cafeteros obedece a esa nueva dinámica económica

en la periférica, nutridas básicamente de las exportaciones de café. Producto que a la

larga convoca a una sociedad a desarrollar una cultura y una mentalidad, pues la

colonización tuvo un espíritu solidario y comunitario, a pesar del fuerte individualismo

de estas gentes, expresado en la ambición sin límites, era el núcleo necesario para

constituir una familia compacta y unida95. Lo urbano incluye lo público a donde llegan

desde las diversas veredas, los campesinos a hacer sus intercambios de productos, a

construir relaciones sociales y políticas. La comunicación fluye a través del arriero para

configurar un imaginario de ideales, de ensoñaciones, prácticas y costumbres. Se crea

una nueva sociedad. Unas nuevas burguesías agro-exportadoras desafiaron a castas

hidalgas pro-españolas, en un proyecto urbano que en alianza con campesinos ricos

reorientaron la sociedad decimonónica.

La colonización antioqueña del siglo XIX fue el movimiento migratorio interno de

mayor importancia en el país, asociado a la consolidación de una economía exportadora

con un producto, aunque sujeto a bonanzas. Se le considera estable en cuanto a que

acompaña más de una coyuntura histórica en el desarrollo y por lo tanto, al

fortalecimiento de la nación colombiana. Este movimiento social estuvo acompañado de

un crecimiento demográfico y de una mayor mestización, además de la fundación de un

sinnúmero de pueblos, los que crecerían al calor de las exportaciones de café y con

ellos, la industria en su primera fase de sustitución de importaciones del siglo XX.

Durante este período, las elites del departamento de Caldas, se constituyen en las más

influyentes e importante en el contexto de la historia política de la primera mitad del

siglo XX, mucho más competitiva que otros departamentos de Colombia96, gracias al

comercio cafetero que establece una importante fuente de ingresos que fortalece las

familias más prestantes de la región, en quienes reside el ejercicio del poder político y

económico.

La ciudad agraria colombiana asume el liderazgo socio-político, pues ésta hizo

posible la expansión periférica de la economía, en el siglo XIX por su ubicación

estratégica en la formación de redes mercantiles y consolidación de un tejido de 95 Eduardo Santa. La colonización antioqueña. Una empresa de caminos. Pág., 222 96 Christie Keith. Oligarcas, campesinos y gamonales en Colombia. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1986. pág. 133

Page 64: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

64

pueblos, que amplió y consolidó la frontera agrícola de colonización antioqueña y que

convierte a las dos laderas de la cordillera central en el centro más próspero de

producción cafetera a principios del siglo XX.

En la segunda mitad del siglo XIX se inicia la fundación de los pueblos del eje

cafetero. La explosión demográfica y e1 movimiento colonizador propició la mano de

obra que permitió multiplicar los frentes de trabajo y el surgimiento de una nueva

mentalidad en la que prevaleciera la creatividad y las virtudes modernas, el ethos del

trabajo y el mito del progreso invaden el ámbito ideológico proveniente de la salvación

en los relatos seculares de la historia sagrada. Surgido en el mesianismo, el progreso

culmina en una mirada escatológica de la sociedad. La noción de un progreso religioso

o espiritual ligado estrechamente a los progresos de la ciencia, de la técnica y del

bienestar material, adopta la forma moderna de la salvación, donde los libros proféticos

del Antiguo Testamento sirven de metodología a un proceso evolutivo en todas las

direcciones97.

El nacimiento de estos centros urbanos y su ulterior transformación, se hizo

vertiginoso hasta alcanzar niveles de ciudades. En este proceso de urbanización, el mito

del pueblo con el del progreso juega un papel preponderante, partiendo de la necesidad

para la época de disponer de abundante mano de obra. El concepto de pueblo nace del

desarraigo y descomposición social en el campo y en la ciudad. El lumpen proletario en

la ciudad y el bandolero en el campo. Sin embargo, el mito del pueblo involucra a los

demás sectores pobres de la sociedad, asimilado a un grupo heterogéneo o de creati-

vidad ilimitada que lo conduce a construir las grandes obras urbanas, gracias al civismo

que responde a la convocatoria de los líderes,

La fundación de Manizales en 1848 se inicia el proceso de formación una elite

cafetera capaz de ejercer un vigoro control sobre los demás núcleos urbanos que

conforman la región gracias a la comercialización del café; actividad que generó el

capital con el cual desarrolló su industria, hasta convertirla en una fuerte plaza

comercial, con una vigorosa burguesía agro-exportadora. Sin embargo, la abundante

producción cafetera de las demás ciudades y el afán de progresar condujo a una

97 André Reszler, Mitos políticos modernos, pág., 73.

Page 65: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

65

rivalidad muy marcada entre las tres ciudades más representativas, expresadas en

manifestaciones violentas. Confrontación expresada, además, en el chiste callejero, en el

afán por cortar cualquier vínculo político-administrativo y comercial, o en el anhelo de

jalonar impositivamente empresas para sus respectivas ciudades; impulsadas hoy por el

concepto de ciudad-región.

Las ciudades del eje cafetero son hijas de la dinámica exportadora cafetera que hace

de las elites innovadoras y abiertas a los cambios, obligadas por la creciente explosión

demográfica y la expansión del comercio y la industria y el éxodo campesino. Los

espacios ocupados tranquilamente por la elite y el pueblo son presionados a cambios y

transformaciones por las presiones de nuevos aspirantes: pequeños comerciantes,

empleados, obreros, industriales, profesionales etc. Todos en una emulación por el

ascenso social que terminaría dislocando el delicado equilibrio social. Se conformó un

conglomerado heterogéneo de difícil control que conduciría necesariamente a prácticas

más libres del manejo individual, reflejada en un mayor afianzamiento de una doble

moral: por un lado la rectitud y franqueza del hombre cabal y por el otro la picardía, el

bellaco y la locuacidad.

El proceso de modernización genera en la nueva clase dirigente una ética del

trabajo y la mentalidad del progreso y al interior de ella, un sector emergente, acucioso

en la búsqueda de ascenso social y económico, capaz de ingeniarse las oportunidades.

Este grupo busca afanosamente en los negocios coyunturales hasta alcanzar la

estabilidad comercial o financiera. Emergen los negociantes ambiciosos que se

enriquecían repentinamente a través de la compra de conciencias; ganarse la lotería,

especular con la tierra, acaparar contratos con el Estado, comisiones, etc.

Las recién remozadas elites acceden al control de la política y de los negocios.

Desde las Asociaciones y Clubes Sociales se establecía la unidad de acción en una más

o menos homogenización de acuerdos plasmado, a través de sus agentes políticos de los

directorios, en las leyes ordenanzas o acuerdos según el nivel del accionar político. Los

caciques y gamonales manejan clientelas electorales. Se reparten la ciudad y la región

según los caudales electorales ubicados en barrios o veredas. El proceso se inició

indicándole pertenecía a un partido por el color de su bandera e identificado con un líder

natural que poseedor de un carisma cuasi mesiánico entrega a sus electores dádivas,

Page 66: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

66

puestos en la burocracia o becas. Los sectores marginados, trabajadores y campesinos

proveen los votos necesarios para el mantenimiento de los caciques en la dirección del

Estado. La ciudad es organizada en espacios políticos para la distribución de

presupuestos y plan de obras acorde con los líderes caciquiles. Se maneja una cultura

política arquetípica, caracterizada por una mentalidad religiosa que ve en el gamonal, el

intermediario ante el Estado que todo lo puede y lo tiene, y el habitante desprotegido

que facilita el manejo personalizado de la cosa pública. El manejo clientelista llevó a la

división del Viejo Caldas, hacia la segunda década del siglo XX en tres departamentos,

por la ubicación en esos espacios de ciudades que acentuaban caudales electorales,

garantías de poder político a gamonales que en un solo departamento no habrían

sobrevivido. Los hacendados y comerciantes cafeteros impulsaron los directorios de los

partidos liberal y conservador que suplantarían la sujeción personalizada por formas de

dominio partidista, según la pertenencia política de su patrón que el campesino

identificaba con su nombre y la bandera como el símbolo de sus “afectos”.

Page 67: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

67

CAPÍTULO IV

Hacendados y partidos políticos

“Nadie deliberaba sobre asuntos de gobierno: todo el mundo

obedecía ciegamente, y el prestigio de la autoridad era inmenso. No

pudiendo hacer la guerra al rey, posibilidad que ni siquiera

sospechaban, se la hacían las familias entre sí por las preeminencias de

nobleza.”

Eustaquio Palacios, en Cali en 178998

En Colombia el quehacer político de los españoles, fijo los parámetros de sujeción

y dominio a partir de la Encomienda y de las recompensas, entregadas por La Corona a

sus huestes, quienes se repartían todo el botín del que sus jefes se llevaba la mayor parte

de “los recurso permanentes, que eran los que permitían el asentamiento duradero de los

españoles. Por eso el recurso más codiciado era el dominio de los hombres.99 En efecto,

la esclavitud de los indios inicialmente, y sujeción después, marcaron el inicio del

control directo de la mano de obra, ampliada con la llegada del africano y del blanco

pobre. Mano de obra que su evolución histórica conduciría a la consolidación del

trabajador mestizo de la hacienda del siglo XIX. Hacienda que se constituye en la forma

básica de producción, control social y poder local; y esencia de las redes regionales en

la polarización en dos grandes colectividades políticas que actúan en la vida republicana 98 Eustaquio Palacios. Cali en 1789, en Las maravillas de Colombia, pág., 53 tomo IV. 99 Germán Colmenares. “La economía colonial Neogranadina 1500-1774” pág. 24. En: OCAMPO, José Antonio, ed., Historia económica de Colombia, Bogotá, Fedesarrollo-Siglo veintiuno, 1997.

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68

de la nación. Del seno de las familias de los hacendados, surgen los prohombres y

adalides, dotados con personalidades carismáticas que por herencia de sangre y el

respaldo de la tierra, están destinados a la dirección de los partidos políticos y del

Estado. Partidos que recogen el ideario liberal, puesto que las elites están de acuerdo

con el libre cambio y en la necesidad de un Estado que garantice el funcionamiento

político de la sociedad que facilite el control de masas de campesinos analfabetos. Para

ello, se utiliza un lenguaje excluyente, polarizado entre liberales y conservadores que

los presentan, ante sus peones y después ante las masas como oponentes en una

emulación retórica y bélica por el usufructo del poder. Se impone el bipartidismo y los

pactos hegemónicos, excluyentes de la participación popular y por ende de la

construcción de democracia. Con esa falsa contradicción, recorren por el sendero la

violencia partidista del siglo XIX con sus numerosas guerras y la intransigencia liberal-

conservadora, manifiesta en la Violencia del XX.

La primera institución política del orden local fue la Encomienda, instaurada desde

los inicios de la Colonia que evolucionó hacia la hacienda del siglo XIX, constituida en

el centro de poder, “en tanto que estructura asociativa dominante y como organización

representativa del poder social acumulado, alcanza el triunfo político no solamente

sobre españoles coloniales, sino sobre otros grupos y formas de asociación criollos, a

los cuales ataca y obliga a subordinarse a su modelo y a su interés excluyente”100.

Establecimiento político, escenario de los conflictos económicos, sociales y políticos

que obligaban a la formación de facciones entre las elites, identificables como grupos de

poder para los enfrentamientos por la defensa de sus intereses y la exclusión del

contrario. Siempre estuvieron en pugna con sus adversarios, contra quienes armaban

facciones a través de las alianzas, bien fueran militares, económicas o de parentesco

consanguíneo o político. El celo y la desconfianza, acompaña todo el período colonial

las relaciones entre las elites que se lega, gracias a la tradición española, al período

republicano manifiesto en las casi constantes confrontaciones bélicas. Los frentes

políticos de unidad de las elites, estuvieron acompañados por la coyuntura y se hacían

de acuerdo a las circunstancias locales para enfrentar a rivales de su entorno o a

políticas de La Corona que atentaran contra sus intereses. El encomendero, constituido

en jefe político natural de la región, se convierte en el adalid de la provincia, puesto que

100 Fernando Guillén Martínez. El poder político en Colombia, Pág. 245.

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69

“la primacía social del encomendero colocó fácilmente en sus manos los cabildos de las

nuevas ciudades y los oficios concejiles de ellos dependientes”101. Una vez puesto el

control político local en sus manos, éste siempre ha sido ejercido de manera

hegemónica. Las disputas entre encomenderos por el control del poder y el

enriquecimiento, formados a partir de la encomienda durante el período colonial, serían

los encargados de marcar el derrotero político a las generaciones que les siguieron en la

consolidada hacienda del siglo XIX. Pero el espíritu de grupo partidista, surgido al

interior de las facciones políticas, tiene su apogeo desde la Rebelión Comunera de 1781,

acentuado durante la Independencia entre centralistas y federalistas y posterior a ella,

entre santanderistas y bolivarianos. A medida que en Europa, las ideologías políticas

alcanzaban su nivel de desarrollo, los ideólogos de las elites colombianas las

incorporaban a su respectivo ideario político con el cual fortalecían su oratoria

incendiaria, dirigida a masas de campesinos y de peones analfabetos.

E1 proceso político, iniciado con la rebelión comunera de marzo de 1781, gracias a

su carácter social, logra por última vez en la historia colombiana movilizar

comunitariamente, a sectores étnicos con el resto de la población mestiza, en el

propósito de oponerse al régimen tributario del que se lucraban la Corona y la elites, en

un movimiento de masas que culminaría con la firma de las Capitulaciones; un texto

político que contenía peticiones económicas, reformas eclesiásticas, políticas y

administrativas. Con éste evento histórico, las elites afirman su cultura de la dominación

política, se consolidan en el poder control y dominio y se fortalecen en su unidad de

acción y maniobra política para enfrentar los riesgos que los movimientos sociales le

acarrean; se consolida, lo que podríamos llamar el primer Frente Nacional para aplastar

social y políticamente, cualquier movimiento de origen social. El proyecto político que

condujera a las elites por el camino de la modernidad, se iniciaba con las

transformaciones económicas y políticas de Europa, trasplantadas al país, empezaban a

asimilarse por las elites neogranadinas. En efecto, La Independencia de la Nueva

Granada, introduce el concepto de unidad política para la acción en las elites, puesto se

acrecienta el sentido de identidad y cohesión al propio territorio; y a tener conciencia de

los potenciales económicos, articulados a sus propios intereses que se desarrollarían, en

su percepción de la dinámica mercantilista en auge, encabezada por las potencias. En

101 Ibídem, pág. 105

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70

consecuencia, las reformas borbónicas con su férreo centralismo para el control

burocrático y la explotación de la riquezas con el ánimo de fortalecer la corona

española, hicieron más evidente el trato como colonias a las elites españoles americanas.

Ésta discriminación social y política, impulsa a estas elites hacia unos niveles de

identidad con el territorio y consigo mismo como americanos, y los conduce a la

búsqueda de ideologías que les ilumine el camino a la formulación de un nuevo orden

político con Estado propio.

El evento histórico-político, fortalecido al calor de la guerra contra la monarquía

española, constituye el pacto de elites como un segundo momento del Frente Nacional,

convocado por los adalides para efectos de asumir directamente el control político del

Estado que de paso requería de los ajustes necesarios, conducentes a adecuarse a la

dinámica capitalista, en expansión y en consolidación como sistema, liderado por el

sector mercantilista que encuentra en la opción burguesa la vía política de su

afianzamiento y consolidación en el poder.

Una vez realizada la Independencia, se inicia la búsqueda de los elementos políticos

que facilitan por un lado la institucionalización del país y por el otro, las vías

económicas que le vinculan con los mercados internacionales. En efecto, las elites que

lideraron la gesta independentista, ven en el centralismo la mejor opción política en la

que los partidos en proceso de formación, son los principales animadores, y recogen una

tradición heredada del absolutismo español, del que toman la figura de un presidente

cuasi monárquico como líder un sistema omnipotente. Los antecedentes históricos del

fenómeno se encuentran en los fracasados intentos por instaurar en la Nueva granada, la

monarquía por los tiempos de Fernando VII, idea que siguió siendo alimentada con un

principado en cabeza de un de los príncipes europeos. Bolívar participa con su dictadura

y propuesta de constitución boliviana, en la instauración de dicho sistema que

enfrentado con la derrotada idea federalista del siglo XIX, consolidó las raíces de un

sistema político caracterizado por la hegemonía y el manejo de clientelas, fenómeno

perenne en nuestra historia política.

El enorme vacío ideológico de los sectores populares, fue llenado por la

dependencia personal y un sistema dadivoso que hicieron de peones y campesinos, los

inermes caudales electorales leales a las nobles familias. “En la sociedad colombiana

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71

tradicional la afiliación política se recibe por herencia, lo mismo que el apellido y la

religión”102. Dependencia que aún con la Independencia, acrecentó para los estratos

bajos a través de múltiples formas: el trabajo que efectuaba (el indio) para el

encomendero en retribución por una supuesta protección y adoctrinamiento, en acción

de gracias, hizo que se estrecharan los vínculos entre el indio y el encomendero, mas

tarde entre el campesino y el hacendado. La iglesia y los curas doctrineros introdujeron

la idea de sumisión y respeto al soberano, que se traducía en el acato al poder del

español y del criollo poseedor de la riqueza. Los partidos se convirtieron en el

mecanismo aglutinante de los campesinos y aparceros, que directa o indirectamente

dependían del hacendado, quienes ejercían el poder local. El poder lleva a que muchos

terratenientes y gamonales siembren los campos de conflictos bélicos, “la guerra

mostrará su verdadera faz de dominación de los terratenientes sobre sus dependientes y

éstos tendrán que marchar por la fuerza a combatir, haciendo más patente el carácter

violento que podía asumir la relación”103.

En la recién fundada república, los enfrentamientos por los derroteros políticos en

la dirección del Estado, no se hicieron esperar. Simón Bolívar en la presidencia y

Francisco de Paula Santander en la vicepresidencia, según sus concepciones ideológicas

y la dinámica social, trazan los rumbos a los diferentes grupos parcializados

políticamente. En efecto, los enfrentamientos presentan hechos históricos como la noche

septembrina y el exilio de Bolívar. Los santanderistas lideran el proceso desde 1831

hasta 1837, cuando se dividen entre José Ignacio de Márquez, quien era presidente y los

seguidores de Santander. Después de la muerte de éste en 1840, sus seguidores

denominados los Supremos atacan el gobierno de Márquez por destinar algunos

conventos para la educación pública. Alcanzan la dirección del Estado con Pedro

Alcántara Herrán, quien propone una constitución menos liberal que la redactada por

Mariano Ospina Rodríguez, la cual entra a regir en 1848, bajo la presidencia del

Supremo Tomás Cipriano de Mosquera, caracterizado impulsador del libre cambio, lo

que motivó a los artesanos a la creación de las Sociedades Democráticas que de alguna

manera son la génesis de la organización política de sectores populares, por fuera de la

dirección y control de las elites. Las diferentes posturas frente a la economía y el

102 Humberto Uribe Toro Ob., cit., pág. 59. 103 Salmón Kalmanovitz.. Economía y Nación, pág. 136

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Estado, obligaba a la elaboración ideológica de los derroteros que encausen y aglutinen

las clientelas y las involucren en la vida política partidista.

Se veía la urgencia de ideologizar sistemáticamente los rumbos que se debían tomar

en la dirección del Estado y de la sociedad en general, lo que obliga al surgimiento de

teóricos que tracen los lineamientos generales. De hecho, el primero en hacerlo fue José

Ezequiel Rojas en 1848 quién publicó su artículo “La razón de mi voto” en el que

invitaba al reconocimiento de las libertades civiles y al debilitamiento del ejecutivo,

argumentos que a la postre se convirtieron en principios del radicalismo liberal. Por su

parte, José Eusebio Caro y Mariano Ospina Rodríguez, publican el ensayo sobre “Los

partidos políticos en la Nueva Granada” como una crítica al ideario liberal y una

invitación al respeto a la ley y acatamiento del orden y la tradición. Estos dos

documentos, han sido aceptados por la historiografía como los puntos de origen

ideológicos de los llamados partidos políticos colombianos. Al carecer de ideologías

consolidadas, se impone el manejo psicoafectivo de clientelas y peones, leales a un

nombre o a una bandera, suplantan todo análisis crítico y organizativo de la vida

política, que ha conducido a la negación absoluta de procesos que construyan sólidos

partidos políticos, democráticos y pluralistas.

Los proyectos políticos se conciben desde los principios utilitarios del liberalismo y

la tradición hispano cristiana, y aunque sus intereses de clase convergen, no se era muy

consecuente en las posiciones por su grado de inconsciencia como clase social, pues se

estaba en el estadio de elites agrarias, no encuentran claro el camino hacia el

capitalismo periférico ya que el capitalismo apenas iniciaba su proceso enrolamiento de

éstas, desde el centro en vía de industrialización. En la periferia, en cuya dinámica las

fronteras agrícolas jugarían un importante papel en la exportación de materias primas a

los mercados en vía de industrialización, se buscaba afanosamente consolidar un tipo de

Estado que facilitara dicho proceso. Se hizo imprescindible la ruptura con España.

Una vez constituidos, a mediados del siglo XIX, los partidos políticos liberal y

conservador, las elites siguen en la lucha entre concepciones del Estado centralista o

federalista. Enfrentamiento venido desde la época de La Independencia pero que ahora

se enmarcaba en la confrontación partidista hegemónica. La búsqueda y consolidación

de una constitución que como un pacto social estable, aglutinara a todas las elites, en un

solo propósito político; fracasó por la intransigencia, por el bajo nivel de desarrollo

Page 73: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

73

económico y por la mentalidad “nobiliaria contra el mundo que empezaba a configurar

el hombre burgués”104. Habría que esperar hasta la consolidación de las exportaciones

cafeteras a finales del siglo XIX para que la elite agro-exportadora cafetera, impusiera la

constitución de la 1886 como el proyecto aglutinador de las elites, en la dinámica de la

economía periférica, como la única vía conducente a la unificación en un tipo de nación

centralizada.

Antes de lograr alguna estabilidad política, durante el siglo XIX, el país enfrentó

numerosas guerras civiles locales y nacionales, lideradas por prohombres que

condujeron a hordas de campesinos y peones, leales a sus líderes naturales quienes los

ataban a la hacienda, a su familia y al apellido del cacique que se asociaba al partido

político, defendido con profunda emoción patriótica a costa de su propia sangre. “Y no

menos importante, el estado de guerra tendió a debilitar la economía campesina y

robusteció la capacidad de las haciendas para reclutar arrendatarios bajo las muchas

veces fallida garantía de que los latifundistas impedirían el reclutamiento forzoso de sus

dependientes”105. A las guerras partidistas, les cabe el papel protagónico de involucrar

en los conflictos de las elites, a los campesinos, negros, indios y mestizos como los

soldados defensores del terrateniente, gracias a la lealtad garantizada por la dependencia

personal, constituida en el alma de los partidos, y los caciques y gamonales como los

cuadros de los partidos tradicionales, liberal y conservador, poseedores de las clientelas

electorales que controlan y cuidan como su feudo político, mediante mecanismos

dadivosos de becas, puestos, en fin todo tipo de favores que contribuyan a la

construcción de la telaraña del poder, que lo afiance y resuelva el conflicto entre las

elites, en la disputa por acceder o mantener las riendas del Estado en cualquiera de los

tres niveles en que se haya repartido: local, departamental o nacional.

Entendido por cacique el terrateniente que utiliza su riqueza para acrecentar su

poder y ejercer excesiva influencia en beneficio propio, de su elite y su clase social.

Para ello recurre a todo tipo de nexos: desde los laborales hasta políticos y afectivos que

le garanticen jugar a profundidad su rol. El gamonal es el individuo que trabaja

políticamente, a favor del cacique, cultivando y dirigiendo la clientela. “El gamonal

104 Jaime Jaramillo Uribe. El pensamiento colombiano en el siglo XIX, pag., 15 105 Malcon Deas. “Una hacienda cafetera de Cundinamarca: Santa Bárbara (1870-1912)” Anuario colombiano de historio social y de la cultura No. 8. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 1976

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típico era el pequeño productor, blanco mestizo y a veces indios que con frecuencia

favorecía a los de su propio grupo”106 es el mismo fondero propietario de una tienda o

almacén de víveres a la vera del camino, que compraba el café verde en el palo, prestaba

dinero para que el campesino comprara insumos agrícolas, organizaba la vida social,

matrimonios, bautismos, etc. y por supuesto el debate electoral.

Los partidos de las elites no presentaban divergencias de fondo, ya que los unen sus

intereses de clase y se diferencias en elementos de mecánica política en cuanto la forma

de impartir los electos formativos de los estamentos sociales educativo y religioso. “Los

políticos locales tenían a su disposición un partido ya hecho de antemano y una mística

religiosa (o irreligiosa) para explotar, con los cuales ellos mismos estaban con

frecuencia muy íntimamente identificados: para ello se adornaban con los colores del

partido (azul y rojo) y usaban términos despectivos para señalar al adversario (godos o

rojos respectivamente”107. El lenguaje usado es guerrerista, cargado de epítetos, llenos

de odio hacia el contrario y abundante en señalizaciones que ponían en riesgo la

integridad física y moral del rival político: cachiporros, descoloridos, ateos, masones,

azulejos, etc., son algunos de los más empleados en la contienda partidista por los

sectores populares como elementos “para trasgredir, consolidar o desviar un orden

político determinado o bien para optar por la decisión última, de ofrendar la vida en un

lance bélico pues parafraseando a Mark Johnson las palabras también pueden matar”108.

El sectarismo es la constante que cobija la historia nacional desde mediados del XIX en

el enfrentamiento entre liberales y conservadores quienes recogen una tradición

hispano-católica, y que tuvo su máxima expresión en el periodo de la violencia de los

años cincuenta.

4.1. El conservadurismo

El ideario conservador, nace de los críticos de la Revolución Francesa entre los que

sobresalen Edmund Burke, Joseph de Maistre y Louis de Bonalnald, entre otros. La

defensa de la tradición católica fundamentalmente y su acervo cultural judío-cristiano,

son el punto de partida hacia la defensa del capital y la propiedad privada, con los que 106 Christie Keith. Ob. Cit., pág. 157 107 Ibídem pág., 132 108 María Teresa Uribe de Hincapié y Liliana María López Lopera. Las palabras de la guerra. Un estudio sobre las memorias de las guerras civiles en Colombia. Ed. Lealón. La carreta histórica, Medellín 2006. Pág. vii

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consolida el espíritu capitalista. Para el caso colombiano, la arraigada tradición

monárquica es el la más influyente en el proceso de consolidación como partido político

en el siglo XIX. En efecto, el noble Don Simón de Bolívar109, quien asume el liderazgo

político en la dirección del Estado, imprimiéndole su orientación hacia un refuerzo del

tradicionalismo hispánico. Sus principios partían de la libertad republicana con la

cooperación con las autoridades, las leyes y un ejecutivo enérgico110. Sus continuadores

asumen la defensa del trinomio Dios-autoridad-familia y la comprensión y acercamiento

a la Madre Patria, y el Estado cristiano en libertad de justicia, garantías individuales y

sociales donde prime el bien común, régimen presidencialista y centralista. Se combate

el utilitarismo, el sensualismo, el positivismo y el evolucionismo darwiniano. “La

propagación de las ideas irreligiosas, además de la desmoralización que les es

consiguiente, produjo un efecto pernicioso y de suma trascendencia”111 decía Mariano

Ospina Rodríguez en defensa de la religión católica, complementado por José Eusebio

Caro como fundamento del orden. “¡He aquí, pues, cómo de la noción innata de lo justo

y del libre albedrío del hombre, nacen el orden moral, el orden religioso, el orden

político!”112. Los principios de la doctrina conservadora quedaban claramente expuestos

por labios de sus fundadores. Las encíclicas son la fuente de inspiración doctrinaria y

política, y como tal sobresalen: Inescrutabili (1878) sobre los males de la sociedad,

Aeterne Patris (1881) sobre el origen del poder civil, Quod Apostolici (1878) acerca de

los errores modernos e Inmortale Dei (1885) sobre la existencia de la sociedad civil y el

origen divino del poder.

La constitución de 1886 es el triunfo ideológico y político del partido conservador y

en ella plasma su espíritu doctrinario. Se expide en nombre de Dios, fuente suprema de

toda autoridad para consolidar un Estado teocrático, pues se declara a la religión

católica como la Religión oficial: “La religión Católica Apostólica y Romana es la de la

nación: los poderes públicos protegen y harán que sea respetada, como esencial

elemento de orden”113. Constitución que posibilita desde 1887 instaurar un régimen

109 “Corresponde el primer lugar al linaje de Bolívar, no por ser el masculino, sino porque es una de las líneas ancestrales de mayor relieve en la familia del Libertador, así como uno de los linajes más ilustres en la historia de su país” Salvador de Madariaga. Bolívar, pág. 72 110 Roberto Herrera Soto. Antología del pensamiento conservador en Colombia. Instituto Colombiano de cultura. Bogotá 1982. pág. 138 111. Ibídem, pág., xv. 112 Ibídem, pág. 172 113 Artículo 1º del Concordato de 1887, suscrito por la Santa sede bajo el pontificado de León XIII y la administración de Rafael Núñez.

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concordatario, mediante el cual el estado colombiano le entregó al control de la Iglesia

Católica, los efectos civiles del matrimonio, la educación, los cementerios y la

exoneración de pagos de impuestos. Se impone el pensamiento y control religioso que

desprecia el mundo moderno y el avance tecnológico y científico, concepción del

mundo que hacía exclamar a Miguel Antonio Caro: “yo creo, como aquel gran poeta,

que vale más el Evangelio que cuatro libros antes y después de él se han escrito; y que

el Decálogo que sólo consta de diez renglones, ha hecho más bien a la humanidad que

todos los ferrocarriles y telégrafos y velas y vapores, y máquinas”114. Con estos

argumentos se le pone freno a la modernidad, incluyendo la política partidista que se

refleja en una cultura política caracterizada por la intolerancia y las violencias que van

desde las palabras hasta las acciones bélicas. El mesianismo y el paternalismo se

constituyen en los impulsores fervorosos del clientelismo, pues la sacralización del

patronato político de doble moral, echa raíces en el sistema agrario latifundista

colombiano que presenta las mejores condiciones para mantener la vigencia de un

antiguo sistema político que consolida la cultura clientelista.

Soporte fundamental de su propósito político es la educación religiosa que además

usa prácticas de catequesis y misionales como formas directas de impartir doctrina y

autoridad a una feligresía que corre el peligro de romper los lazos de lealtad, obediencia

y sumisión a las instituciones religiosas y el Estado, y con ello, a los terratenientes y

patrones. Si se pierden estos controles directos se corre el peligro de caer en el caos

social y laboral por un lado y por el otro la inestabilidad de su sistema de explotación.

El impacto del capitalismo y el auge de burguesía industria, desde los años cincuenta

del siglo XX, hacen exclamar a la Iglesia Católica, baluarte del conservadurismo en

cabeza de Monseñor Miguel Ángel Builes quien se lamenta por los cambios espirituales

que produce el progreso:

“nuestra amada Diócesis se cruza de carretera que con el ferrocarril troncal

de occidente le abren un risueño porvenir; pero esas mismas obras de progreso le

están haciendo sufrir un espantoso retroceso espiritual que nos tiene alarmados

gravemente, porque os amamos mucho, amados hijos nuestros, y no queremos

que al progreso material corresponda el inmenso mal de la decadencia

espiritual.(…) ¿Habéis visto esa multitud de hombres que trabajan en las

114 En Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento Colombiano en el siglo XIX, Editorial Temis. Bogotá 1.982 pág. 92.

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carreteras? La mayor parte de ellos son víctimas del ambiente que en esos

lugares se respira. Olvido de Dios, desprecio de los días Santos, bailes, juegos,

licores, gestos abominables, sonrisas que denuncian liviandad, molicie pavorosa,

fornicación, adulterios, pensamientos lúbricos, deseos pecaminosos, es la

carroza de Asmodeo, el demonio de la impureza, que arrastra una inmensidad de

pueblos. De allí vienen los hombres casados sin amor al hogar, y los jóvenes

marchitos en flor. Pobre esposa, pobres hijos: no pensaron que su esposo padre

iba a sucumbir en la banca o en la vía férrea al impulso del ambiente: pobre

sociedad futura si los jóvenes pierden en la carretera con la inocencia conservada

en la montaña, la fuerza vital que asegura el porvenir de la raza y de la

humanidad”115

El temor al cambio social y político que las elites tienen a las dinámicas sociales,

hace que “la educación (es) organizada y dirigida en concordancia con la religión

Católica”116 desde la cual se elabora los planes educativos constituidos por ejes

teológicos, impartidos a través del catecismo y la retórica. La educación se hace

memorística y anecdótica, alejada de cualquier mirada crítica y analítica. Al tener el

control educativo, la ideología transmitida a través de ella, es la elaborada sobre los

principios conservadores que controlan toda la vida, tanto pública como privada. Lo

corrobora el régimen concordatario, al entregarle el control de los cementerios, los

efectos civiles del matrimonio y tierras a las misiones. La oposición a esta ideología la

lidera el liberalismo que desde sus principios propende por el impulso a la acción más

libre de los ciudadanos.

4.2. El liberalismo

La historia económica del liberalismo está ligada a una serie de cambios que se

presentan en la agricultura, los cuales permiten una mayor alimentación de la población

y por ende un crecimiento demográfico; y en la revolución industrial que incrementa la

actividad manufacturera, produciéndose un estímulo al intercambio, además de la

infraestructura de puertos carreteras y ferrocarriles, y el crecimiento las ciudades 115 Miguel Ángel Builes en Rodolfo R de Roux. Una iglesia en estado de alerta. Funciones sociales y funcionamiento del catolicismo colombiano: 1930-1980. Editorial Guadalupe, Bogotá 1983, pág., 53 116 Miguel Antonio Pombo. Las constituciones de Colombia. Pág. 216

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constituidas en centros de las dinámica económica. Un complicado tejido económico se

desarrolla, impulsado por una clase de comerciantes quienes proclaman el progreso a

través de las exportaciones como factor de riqueza; la riqueza como factor de libertad; la

libertad que beneficia el comercio y el comercio, favorece la grandeza y consolida el

Estado. Voltaire establece en sus cartas filosóficas el panegírico de la burguesía

revolucionaria del siglo XVIII: “El comercio ha enriquecido a los ciudadanos de

Inglaterra y ha contribuido a desarrollar su libertad, y esta libertad a su vez, ha

extendido el comercio, que ha sido el origen de la grandeza del Estado” Es una clase

heterogénea compuesta por financieros, negociantes, fabricantes, burócratas y técnicos.

El ideario político del mito del progreso, es asimilado como pensamiento mesiánico

secularizado, articulado a la dinámica del libre cambio decimonónico, que trae cambios

en el comercio y en las relaciones internacionales. Prosperidad que beneficia y

consolida las elites locales vinculadas a la dinámica mundial y que le asignó a América

Latina el papel de consumidora de mercancías y productora de materias primas.

4.3. La ideología liberal

La ideología liberal tiene sus orígenes en el principio del libre examen de

conciencia, el cuestionamiento de la autoridad del papa salido de la reforma protestante;

y a la crítica del conocimiento a que debe estar sometido todo, según el método de

Descartes. Locke elabora una doctrina de la propiedad privada al considerar su

existencia en el estado de la naturaleza, que es anterior a la sociedad civil, y la

revolución Francesa, con sus filósofos le consolidan los principios liberales resumidos

en el Artículo 1o. La Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano de 1789:

“Los hombres nacen y permanecen libres, iguales en derechos”. Igualdad, libertad y

fraternidad expresan la esencia de una ideología-individualista que concibe en la

realización del interés personal el medio para realizar el interés común.

En el proceso de formación de la nación, el liberalismo se constituyó en el eje

central, ya que la teoría del Estado y de la sociedad está construida sobre el principio de

la libertad del homo económicus que le permite disponer de la propiedad privada, con la

garantía jurídica por parte del Estado. Condición sine qua non para el desarrollo y

consolidación de la racionalidad capitalista. Concepción política que lleva en su seno el

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Estado total-autoritario que cumple el papel de consolidar el poder de la burguesía. La

evolución ideológica del liberalismo lo lleva a ofrecer, para el siglo XIX, la imagen del

hombre heroico, ligado a las fuerzas de la sangre y de la tierra; dispuesto a todo, que se

sacrifica obedeciendo humildemente a las fuerzas oscuras de las que emana su vida.

Imagen que culmina materializándose en un líder carismático que como cacique que es,

dirige su clientela la cual le “pertenece” por nexos religiosos-afectivos. Se construye un

sincretismo político con el discurso religioso de un santo-caudillo que tiene la misión,

por el don gratuito concedido por Dios, de interceder por sus devotos y de premiar motu

propio sus lealtades concediendo bienestar material por acción de los milagros.

El principio económico del liberalismo es la libre competencia, la oferta y la

demanda y el principio de verdad, sustentado sobre la libertad de palabra, libertad de

imprenta y demás libertades integrantes de su ideario. Proclama los derechos del

hombre a partir de la seguridad y régimen policiaco, indispensable para el control y

dominio de la propiedad y de las peligrosas masas populares. Régimen que se avala en

el sistema jurídico con un máximum de seguridad en los contratos y cálculo exacto en

las ganancias. La armonía entre los intereses privados y comunes resulta dicotómica, ya

que no pertenece a un verdadero proyecto nacional democrático.

La teoría liberal proclamó a los cuatro vientos el advenimiento del Estado moderno

democrático. La misma que ilumina el papel que los individuos como adalides cumplen

en el desarrollo del Estado total-autoritario y la forma de dominio de éste Estado que ya

no se basa en el pluralismo de los intereses sociales y en los partidos políticos

democráticos, sino en toda legalidad y legitimidad jurídico-formal, que facilite el

funcionamiento del caudillismo autoritario y su “sequito” de clientes.

La ideología liberal se constituye en el faro que guía, gracias al librecambio, a los

sectores de clase dominante que lideraban el proceso de la dinámica capitalista para lo

cual buscaban un tipo de Estado que facilita su vinculación al centro-periferia

económica del siglo XIX de acuerdo a las condiciones regionales y nacionales. En ese

proceso, el país heredero de señoríos constituidos durante el período colonial, es el

baluarte de poderes locales que con el auge de las exportaciones de materias primas, es

dislocada en su estructura y por ende motor de los conflictos que copan el escenario

para que surjan y se desarrollen los caudillos como adalides de la democracia, la

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igualdad y la libertad. Y, para tal propósito se requiere generar un nuevo tipo de

lealtades como sistema político que consolidar la nacionalidad y la capacidad de

reconocer privilegios y dotes “naturales” en un caudillo carismático y autoritario.

El liberalismo da visos entre la moderación y el radicalismo. En efecto, en 1863 se

expide la constitución de los Estados Unidos de Colombia, bajo un régimen político que

facilita el desarrollo acumulativo de los capitales regionales y fortalecimiento de

mercados locales, sin que llegaran a constituirse un mercado nacional. La imposición

federada, confirma el predominio caudillista en las regiones. Las elites regionales,

gracias a la agroexportación y al predominio de los latifundios, los que garantizaron la

consolidada base social que apoyó las políticas autónomas de las elites, favorecidas por

la dinámica internacional de centro-periferia. De hecho, las elites introducen las

reformas de medio siglo como un intento de liberalizar la economía y la sociedad. Para

este propósito, la orientación partidista se polariza en dos fracciones del liberalismo: los

Gólgotas y Draconianos, un sector agroexportador conservador; pero el otro sector

conservador y los esclavistas del sur y de Antioquia se opusieron a la abolición de la

esclavitud y la expropiación de las tierras de la Iglesia Católica. Los artesanos habían

cerrado filas con el partido draconiano, los cuales son derrotados, lo que da origen a la

guerra civil de 1853 con la que se impone el Laissez-Faire. Seguidamente la guerra de

1859 termina la alianza Gólgota-Conservadores, además del sometimientos de los

radicales con lo que se afianza el Estado Federal, y con él los principios del liberalismo

económico y político.

El Estado Federal entrega la soberanía a cada uno de los Estados, es decir la

facultad de tener un régimen constitucional, legislación civil de acuerdo a los intereses

de las elites de cada región, y la Corte Suprema de Justicia. Los poderes locales de

acentuaron, pues el Estado Central era neutral en las diferentes confrontaciones

militares entre elites y sus habitantes o entre los Estados. Los Estados encuentran su

punto de convergencia en los derechos individuales, consagrados en la constitución del

63: la inviolabilidad de la vida humana, la abolición de la pena de muerte, la

prescripción de penas corporales por más de diez años, la libertad individual, la

seguridad personal, la propiedad, la libertad absoluta de imprenta, la libertad de

expresar su pensamiento por escrito libertad de viajar por el territorio, libertad de ejercer

toda industria, libertad de dar instrucción que a bien tengan, la inviolabilidad del

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domicilio, libertad de asociarse sin armas y la profesión libre y pública o privada de

cualquier religión. Sin embargo, esta constitución no introduce la noción de ciudadano,

ni democracia que eliminara la sujeción directa de peones, pues el derecho al voto se

amarró a condiciones que muy pocos colombianos, en la sociedad agraria del siglo XIX,

podían cumplir como la de ser hombre casado, tener renta y saber escribir. Esta

concepción liberal conduce fundamentalmente a las elites agro exportadoras, a creer

desde su perspectiva, en las ciencias positivas como la dinámica del progreso. De allí, el

afán por expropiación de los conventos para convertirlos en centros educativos laicos;

se trae la misión alemana y se impulsa la enseñanza de la agricultura, la botánica, la

geología, la minería, la veterinaria y la zoología, entre otras, en un nivel apenas si

incipiente. “No se trataba ciertamente de elaborar aquí los géneros de elevada calidad

que sólo la industria europea podía producir, sino de formar buenos herreros,

fundidores, etc. para las empresas de limitado radio que estábamos en condiciones de

acometer”117.

La constitución del 86 establece el Estado de derecho y el régimen parlamentario

pero mantiene la figura de una personalidad fuerte, carismática, como presidente, que

llega al poder mediante un complicado sistema electoral de fácil control por parte de las

activistas electorales. ¿Es el cacique, jefe principal que se alterna cada cuatro años con

otros de su mismo rango? De todos modos, su ejercicio del poder, contiene espíritu

autoritario consagrado en el artículo 121 que dotaba al Ejecutivo de las herramientas de

el estado de sitio para reprimir básicamente los movimientos sociales, utilizado para

gobernar durante casi todo el siglo XX. Los Art.172, 173 y 174 otorgan al ciudadano la

facultad de elegir directamente los consejeros municipales y diputados, pero restringe el

derecho al voto a aquellos ciudadanos alfabetos con una renta anual de quinientos pesos,

quienes elegían directamente los representantes y los electores que constituían el cuerpo

encargado de elegir al Presidente. La imposición de las hegemonías políticas, consolida

un tipo de régimen autoritario basado principalmente en la capacidad de liderazgo de los

gobernantes, caciques y gamonales que controlan las clientelas gracias a un eficaz

manejo de las lealtades comprometidas por compadrazgo, peonaje, burocracia, etc.

117 Gerardo Molina. Las ideas liberales en Colombia. Tomo I. Editorial Tercer Mundo, Bogotá. 1979. Pág. 109.

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82

El régimen caudillista y autoritario, presenta sus fortalezas en sociedades

campesinas atrasadas o periféricas como es el caso de la colombiana, se mantuvieron las

formas personales de control y sujeción, a pesar de la dinámica modernizadora que

generó formas de violencia, al dislocar la sociedad tradicional con el ingreso de

capitales en el auge de la ampliación de la frontera agrícola, verbi gracia, la

colonización antioqueña. La emulación con otros caudillos, como lo expresa la sucesión

de guerras civiles durante el siglo XIX y las violencias del siglo XX por el control de

territorios políticos y la hegemonía del poder, se constituyen en una constante histórica

de exclusión y de desconocimiento del otro por la imposición del régimen liberal.

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83

CAPÍTULO V

El régimen liberal

“El régimen representativo del siglo XIX se imaginó para una

sociedad dividida entre aristocracia y burguesía, lo que, en nuestra

región, se entendió como un simple reparto del poder entre los miembros

de la clase letrada y los caciques rurales, sin verdadera y clara

participación popular. La ideación de una democracia para el siglo XX

es un proceso lento de maduración de nuevas tendencias con viejos

elementos de la sociedad tradicional. La falta de elasticidad en los

regímenes que rechaza la crítica de sus propios fundamentos, ha hecho

posible las formas de protesta social en América Latina de los sectores

marginados de la población.”

Alfredo Vásquez Carrizosa, en La crisis del orden tradicional de

América Latina y el problema de los movimientos populares

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84

El régimen político surgido en el seno de una estructura socioeconómica campesina

tradicional, busca afanosamente su sincronía con el proceso capitalista de

industrialización, que impone la relación centro-periferia, mediante las exportaciones de

materias primas. Para ello, el sistema político cuenta con diversas posibilidades en

cuanto a sus substratos cultural, ideológico, demográfico y los orígenes sociales. En las

sociedades industrializadas, el tejido del clientelismo se hace más complejo por el juego

de los patrones al reducir el Estado su tamaño y su incrustación en la modernidad.

El tipo de Estado, la naturaleza clientelista y su penetración en la sociedad, nos

conducen desde la cuestión del sistema político, a la problemática del Estado, a una

concepción histórica de las diferentes coordenadas sociopolíticas trazadas por las elites

a largo plazo, en direcciones diferentes y varios niveles que involucran el grado de

integración nacional, la movilización política de los grupos sociales y la

democratización de los partidos políticos y de la sociedad.

El clientelismo constituido en una perversidad de la democracia moderna, en

sociedades periféricas, se alimenta de una mentalidad política arquetípica, mítica, y por

ende con un carácter alienante, pues enajena la personalidad política del elector al

caudillo. Al mismo tiempo, reconoce el fenómeno al punto de constituirse en una

obligada “categoría política” para explicar el funcionamiento del Estado moderno y sus

relaciones de poder en el proceso de consolidación de régimen liberal en sociedades en

desarrollo. La condición agraria de la sociedad, y la tradición judaico-cristiana,

sincrética con la herencia greco-romana, perfilan la ideología de la dominación cuyo fin

primordial es el ejercicio del poder y su funcionamiento político, gracias a la sujeción y

a las lealtades de las clientelas en los partidos políticos colombianos.

La representación política delegada por los votantes a prohombres que la ejercen

como legítima, en una sociedad de mentalidad campesina, dominada por un sistema

agrario latifundista, a través de un régimen presidencial, avalado por un sistema

parlamentario, compuesto por caciques que operan como adalides de “sus” clientelas

regionales o nacionales, han perfilado un sistema en permanente crisis política de la

sociedad colombiana. El estudio del poder fue reinterpretado en su comprensión a partir

de la diversidad de relaciones sociales y el papel protagónico de los grupos desiguales,

Page 85: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

85

como coordenadas encontradas de intereses, a medida que la economía exportadora del

siglo XIX direccionaba los diferentes frentes productivos. Las relaciones interpersonales

y las estructuras mentales, inmersas en la cultura, se fueron modificando y adecuando al

funcionamiento político que afanosamente buscaba el proyecto. Sin embargo, el bajo

perfil de las elites decimonónicas, condujo a las continuas guerras que marcaron todo el

siglo.

La clientela electoral se constituye en caudal legitimante del poder. Los adalides,

buscan las distinciones políticas, inventadas por la organización estatal como

manifestación de condiciones sociales que convierten, el reconocimiento, en un anhelo

y vía de ascenso social. Fenómeno histórico, como un deseo generado por el Estado,

tendiente a resaltar las “virtudes” del patrón y del individuo dotado de privilegios para

mandar, creador de la conciencia de sí mismo, como una “función del deseo de

“reconocimiento”, movido por la fuerza de la ambición”118.

El funcionamiento del sistema político colombiano parte de las regiones, cuyo

epicentro son las localidades, soporte del centralismo administrativo que las elites

nacionales, a través de caciques, controlan desde el vértice de la pirámide del poder,

ejecutada autoritariamente por un Jefe de Estado que tiene el parlamento bajo su

liderazgo, gracias a la oferta de puestos y de recursos provenientes del mismo Estado.

Las elites locales operan como intermediarias, ocupan los altos regionales, repartidos

como botín burocrático y entregan en las localidades los puestos que proporcionalmente

le corresponde, según el caudal electoral. El modelo es sostenido en el tiempo, por las

lealtades a caudillos dadivosos y mesiánicos que con su “carisma” consolidaron un tipo

de liberalismo aristocrático, debatido entre la modernidad y los arquetipos tradicionales.

La suplantación del Estado y el arreglo de la ley, según las particularidades

hegemónicas del adalid o de su grupo de poder, caracterizan el sistema político

colombiano. Las elites por su tradición agraria, se remiten a ellas mismas para la

construcción del sistema político que les propicie su “modernización” capitalista, pero

que les garantice la permanencia y el sistema político, garante de su poder.

118 Kojève, A. La dialéctica de lo real y la idea de la muerte en Hegel, 33 pág.

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86

El clientelismo existe en la cotidianidad política del pueblo colombiano, como una

cultura que le instala en la mente de la clientela electoral, la figura del patrón

benefactor. Funciona en la relación con la ideología mesiánica de los mitos del

heroísmo, del salvador y del jefe carismático. La dependencia se fortalece mediante el

intercambio de la prebenda por el voto, codiciado trofeo que solo el “soberano

ciudadano” puede entregar. El elegido se obliga a otorgar, a través de los recursos del

Estado, obras a la comunidad y a “sus” electores, puestos en la administración pública,

becas, contratos, etc. Se mezclan extraños afectos, movidos por el interés particular del

patrón y del cliente, que compromete formas de control para garantizar la lealtad y la

solidaridad.

En estas condiciones se torna difícil la aprehensión del fenómeno que no puede

constituirse en una verdadera teoría. Particularmente la ciencia política ha buscado

segmentos explicativos a los fenómenos que escapan a su objeto de estudio,

precisamente por carecer de institucionalidad y su permanencia en el interregno de

simple relación interpersonal. La sistematización del término viene de la antropología y

la sociología, en sus concepciones teóricas culturalista y funcionalista estructural. El

concepto clientelismo, es usado en el siglo XX, por la antropología que lo utiliza en la

interpretación de la relaciones de poder entre patrones y campesinos, como un

fenómeno típico de sociedades agrarias con un bajo nivel de desarrollo industrial

El sistema político incluye a aquellos que aspiran a una carrera burocrática, los

negociantes, los pobres y los que acuden a la protección de un grande. Sin embargo, la

estructura orgánica del poder, pone el cliente a su servicio en un propósito político de

legalizar un tipo de Estado de derecho controlado y dirigido por los adalides. En

fenómeno en Colombia, se inicia con el período de conquista y se proyecta hasta

nuestros días, consolidado con el Frente Nacional.

5.1 La quimera de la democracia.

Los regímenes liberales surgidos durante el siglo XVIII en Inglaterra, en los

Estados Unidos y en Francia, son los iniciadores de la democracia pluralista, según uno

de los pioneros de la ciencia política moderna, Alexis Tocqueville con su obra La

democracia en América. Sin embargo, a pesar en los principios de Voltaire y Diderot, la

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87

burguesía instaura un régimen que aleja de la libertad a los sectores populares. Se

discrimina la participación política, pues aunque el sistema se soporta en el parlamento

y en la práctica electoral, el sufragio universal se establece en medio de obstáculos

desde sus inicios con la fundación de vida republicana, mediante formas censatarias que

encubren el cesarismo o bonapartismo con las cuales los liberales manejan las diferentes

formas dictatoriales. Una vez liberada la mano de obra de la esclavitud, inicia su tránsito

hacia trabajadores u obreros, agrícolas y urbanos, que con la industrialización

constituyen un amplio espectro social de pobres, contra quienes se instauran prácticas

represivas que impiden la movilización de un amplio sector popular, cada día más

numerosos. Los gobiernos liberales, utilizan las potencialidades ideológicas del

liberalismo para formular programas políticos que facilitaran el control y sujeción

ideológica de las masas electorales.

Desde sus inicios la concepción liberal, asume como suya la ideología libertaria que

revolucionariamente ha proclamado. Sin embargo, la racionalidad capitalista excluye al

pueblo del espacio político, mediante el reemplazo jurídico de la dependencia personal

por las leyes del mercado, incluida la política, como las nuevas formas rectoras de las

relaciones entre los individuos e individuos y el Estado. En efecto, parece disgregarse la

relación económica y política, pues predomina el intercambio y el compromiso como

los agentes jurídicos que regulan a los individuos en reemplazo del Estado.

Los liberales asumen el liderazgo de la clase dominante, cuyo papel no comparten

con los sectores populares, entre otras cosas por la incapacidad del pueblo, según su

concepción para decidir políticamente como soberano. La soberanía exclusiva del

pueblo; vox populi, vox Dei, no es más que el argumento político para hacerse delegar la

representación, en la voz de los adalides que protegen los intereses de los sectores de

clase dominante. La dirección del Estado y de la sociedad la ejercen los liberales,

gracias a la representación delegada por el soberano, polarizado en partidos políticos,

que canalizan y organizan las clientelas electorales.

Indudablemente, el liberalismo como ideología, excluye a los sectores populares

pues los considera ajenos a sus intereses por un lado, y por el otro carentes de razón,

según la vieja premisa aristotélica. De hecho, los primeros ideólogos del liberalismo

como el norteamericano Godwin recomendó dejar el ejercicio del poder en manos de la

Page 88: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

88

elite por su condición de propietarios y educados según las directrices de la clase

dominante.

Desde la república romana se negaba la participación en la vida cívica y política a

los sectores populares, a quienes se miraba con desdén y desprecio, según lo recuerda

Tito Livio por la alegría insolente de los patricios sobre la plebe. De la misma manera,

recuérdese los emperadores romanos en su represión al movimiento de Espartaco,

derrotado por Licinio Craso en la batalla de Silaro (71 a. C). Más adelante, sin duda

siguiendo el mismo principio de exclusión, los movimientos sociales son atacados de

manera violenta o mediante el engaño. Son conocidos los movimientos sociales del

Medioevo que irritaban a burgueses y nobles. Para el caso colombiano el manejo

represivo que se le hizo al movimiento comunero de 1781. En realidad, es una constante

histórica la exclusión de los sectores carentes de recursos económicos, pues siempre

están en la búsqueda de una familia tradicional que les dé un apellido y su protección.

Su condición social, aleja a los sectores populares del escenario político como participes

en la toma de decisiones. El parlamento oligárquico y su ejecutivo, constituyen la

expresión política de la exclusión del pueblo, mediante el subterfugio del sufragio

universal, soporte de la democracia representativa.

5.2 La economía exportadora y la consolidación del parlamento censatario.

El liberalismo para afianzarse, impone el sistema parlamentario censatario,

configurado en el siglo XVIII en Inglaterra y Estados Unidos, gracias a la dinámica

capitalista de la explotación agrícola. Modelo que rápidamente se impone a otros países

que recién entraban en la etapa independentista, y que responden a la creciente

demandad de materias primas para la industria inglesa. En efecto, el centro

industrializado ejerce un liderazgo sobre la periferia que la relega a la condición de

productora de materias primas, y por ende en receptora de los parámetros directrices de

la política, el Estado y la sociedad.

Los fundamentos del mundo moderno a partir del siglo XV, trazan los derroteros

del desarrollo del capitalismo, proceso al que los banqueros, los armadores y los

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89

negociantes acompañan con la crítica y los cuestionamientos a la nobleza, involucraban

las reivindicaciones que a la postre culminarían con la formación de la ideología liberal

y a la imposición del Estado burgués. El Antiguo Régimen es deslegitimado en el

proceso de afianzamiento de la economía agro-comercial por el parlamentarismo

censatario en el mundo anglosajón, cuna del capitalismo. En esencia, opera una reforma

agraria a favor de una elite consolidada en el ejercicio del poder, legitimada mediante el

Nuevo Régimen. El surgimiento de los regímenes parlamentarios contiene los

elementos legales para controlar las relaciones reciprocas y entre éstos y el Estado, y la

defensa de sus intereses materiales y políticos.

La separación de la iglesia Católica, realizada por los Tudor en Inglaterra, dejan

libres los dominios eclesiásticos, lo que posibilita la apropiación de sus tierras y

refuerzo de la propiedad nobiliaria. Los campesinos son excluidos rápidamente de

cualquier pretensión sobre la tierra. La aristocracia inglesa encuentra el escenario

propicio para las actividades mercantiles o financieras con las cuales se consolida en su

liderazgo frente a las monarquías continentales, pues allí la nobleza se enfrenta a

dificultades económicas que la hacen más dependiente de los monarcas. Así, para la

Inglaterra del siglo XVIII el legado de la revolución de Cronwell de 1649 a 1658, se

manifiesta en la alta tensión que las elites republicanas y las realistas mantienen, ya que

su composición es casi la misma, puesto que cada una tiene propietarios de tierras,

mercaderes y abogados quienes se reúnen gracias a sus intereses particulares. La

búsqueda principal se centraba en el reconocimiento de los títulos de propiedad de la

tierra.

En realidad, el Bill of Rights de 1689, declaración de derechos, no es más que la

institucionalización de los derechos de los terratenientes con el aval del parlamento para

controlar la población. En efecto, el parlamentarismo triunfa y como tal garantiza la

continuidad del principio medioeval de la representación del pueblo en los gobiernos

locales y en la Cámara de los Comunes. Sin embargo, los principios igualitarios

difundidos por el calvinismo, llevan el síndrome de la rebeldía y la reacción a las

jerarquías porque el principio del libre albedrío motiva las ideas libertarias de las masas.

El triunfo del parlamentarismo parece conservar el principio medioeval de la

representación popular en el gobierno de las ciudades y en la Cámara de los Comunes,

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90

pero con una notable diferencia, pues allí se legisla a favor de una clase que poco a poco

va afianzándose en el poder. De hecho, la ideología calvinista ha exaltado el ejército de

Cromweell con el discurso del mesianismo igualitario que contiene el aliento de la

indisciplina popular y el estimulo a los movimientos sociales. La doctrina del libre

albedrío como principio libertario de cada uno, conduce al desconocimiento de la

autoridad jerárquica de la iglesia preestablecida. Las dinámicas sociales rechazan las

ortodoxias y la obediencia política, ataca las autoridades civiles y afirma el mandato

electivo de la comunidad como la ratio de la igualdad. Ya los presbiterianos habían

involucrado en su práctica, la designación de los sus presbíteros mediante la elección de

la comunidad.

El principio de elección es aceptado por la elite burguesa y aristocrática; pero la

idea de participación electoral extendida a toda la comunidad de ciudadanos, no se

acepta. Los propietarios reclaman el derecho a gobernar a través del parlamento como el

mecanismo para consolidar el peligroso pueblo gobernante por medio del parlamento.

La oligarquía enfrenta los debates para suprimir la franquicia del Antiguo Régimen ya

que impone la exclusión al pueblo; y la legitimación ideológica de la desigualdad social

que fortalece el parlamento censatario.

Los regímenes liberales manejan el espacio censatario y parlamentario de manera

encubierta para impedir el triunfo del sufragio universal como el fundamento del

sistema político democrático moderno. El funcionamiento censatario se constituye en la

característica fundamental del régimen oligárquico, mediante el parlamentarismo como

un instrumento de poder liberal.

La representación política como principio solo se aplica a las elites masculinas y la

formación del aparato burocrático mediante la proporción de los cuadros dirigentes que

son captados de los diferentes sectores de las elites. El parlamento inglés de los siglos

XVIII y XIX, se constituye en el modelo del liberalismo, pues mantiene el dialogo entre

la burguesía y la nobleza, y le garantiza la estabilidad política como clase dominante. El

régimen parlamentario se soporta sobre la ideología liberal que convoca a la población,

mediante el discurso igualitario y de liderazgo en las conquistas sociales, concedidas

mediante el arbitraje del Estado en los diferentes conflictos.

Page 91: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

91

El siglo XIX tiene como característica, la simultaneidad de la revolución agro-

comercial-textil y la aparición del liberalismo institucional de Inglaterra y los Estados

Unidos. La dinámica capitalista así como la expresión del liberalismo burgués, se

adelanta al impulso transformador del agro comercial, proceso con el cual se

dinamizaría la economía antillana y las exportaciones de Sur América que queda como

periférica. Otros países, tardan en la industrialización como Francia y Alemania. Sin

embargo, el parlamentarismo se copia en los países recién independizados, en los que el

liberalismo emplea prácticas autoritarias. Allí, se impone la magnitud censataria del

liberalismo que mezcla la exclusión y el tutelaje a los desprovistos de propiedad. La

legitimidad censataria es aceptada por las minorías, a las que les garantiza el control y

dominio pacífico y exclusivo.

Se institucionaliza y se legitima, la discriminación política y social. Se impide la

sensibilidad liberal, surgida del principio libertario y del derecho de gozar plenamente

de esa libertad proclamada a los cuatro vientos por los teóricos del liberalismo. El

régimen censatario guarda coherencia con una ética de competencias, en la que se

resuelve la igualdad, concedida según el merito. Las elites liberales imponen el esquema

censatario como el más eficaz mecanismo para controlar a la clase social trabajadora

conformada por obreros y campesinos que como pueblo, ve alejados los principios de

igualdad del juego democrático. La clase dominante utiliza todo tipo de artificios

políticos, de manera que la legitimidad censataria le facilita desde el Estado el ejercicio

del poder. Publicita la justicia social y la meritocracia como oportunidades que le llegan

igualmente a sus ciudadanos. Claro está a aquellos que responden a los llamados

electoreros de los líderes políticos. El derecho de las minorías se garantiza

recíprocamente con el ejercicio del poder.

5.3 La disparidad de los Estados liberales.

El funcionamiento del paradigma liberal-parlamentario, opera diferenciadamente en

cada uno de los países en que se ha instaurado, según las condiciones de cultura política

por un lado, y el nivel de vinculación y desarrollo del capitalismo, por el otro. De allí,

surgen las dificultades para implementar el modelo porque los diferentes escenarios que

constituyen los países y las regiones, generalmente son poseedores de una tradición

absolutista y autoritaria. En los países europeos y coloniales que constituyen la

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92

periferia, se ubican los trabajadores y pueblo en general, herederos de una cultura

política de obediencia y dominación que dificulta la construcción del ciudadano y de la

democracia real. En igual forma, el Estado moderno se construye sobre los principios

del liberalismo económico del siglo XIX. Mientras en Inglaterra, líder en la

industrialización, se proclama el libre cambio, en el resto de Europa se levantan barreras

contra la competencia foránea como mecanismo de protección de los incipientes

empresarios ante la superioridad financiera y comercial de la expansión capitalista. A la

sombra del Estado, en la mayor parte del continente europeo, el centralismo se impone

como la manera de defenderse de los embates del capitalismo, pues se espera todo del

Estado. En cambio, Inglaterra se proclama anti estatal como una forma de liberalismo

garante de la ausencia de fronteras, como parte de la lucha frente al liberalismo

continental que se refugia en el estado protector.

El modelo liberal sufre variaciones en la legitimidad del poder ejecutivo por las

rivalidades católicas y luteranas que lo conciben desde sus doctrinas como más

comunitarias o más individualistas, según el caso de predominio de una de las

tendencias religiosas y las condiciones económicas y sociales del país al que se le

impone como pauta. Asociado a estos principios, el liberalismo es proclamado

autosuficiente para resolver los problemas de la sociedad, gracias a la forma ideada para

enfrentar al Estado. En efecto, la quimera de una sociedad liberal no se materializa sino

en los sectores dominantes. El Estado cumple la función de asegurar la represión a los

sectores populares que buscan participar en el espacio político, motivados por la

entelequia igualitaria; el proteccionismo económico que cierra los mercados nacionales

a los países más industrializados y por último, el fuerte poder centralizado dirigido a

reemplazar las debilidades de las elites locales, encausándolas hacia el mismo proyecto

liberal.

Las elites liberales se enfrentan a la dificultad de conciliar su postura anti Estado

con el mismo Estado, al que mantienen a través del sistema político partidista alterado

como mercado político, acompañado de la soberanía parlamentario-censataria, que a la

larga se constituye en el mejor modelo para las sociedades periféricas. La división del

Estado entre ejecutivo, legislativo y judicial, nominalmente independientes entre si,

administrado autoritariamente por un régimen presidencial, confina la sociedad a una

autoridad exterior.

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93

El poder legislativo del Estado liberal, se convierte en el escenario fundamental de

las elites agro-exportadoras y terratenientes. Por otro lado, el sector judicial a cargo de

los juristas, trabaja en la construcción liberal del Estado de Derecho, para poner en

sincronía las incongruencias del aparato legislativo. El régimen presidencial, se

constituye en el dominio de habilidosos políticos que se reparten el presupuesto, entre

una clase burocrática que intercala la representación política con todos los sectores

sociales. Así mismo, por su naturaleza autoritaria, el modelo presidencial, es el

legitimador de una elite militar que protege a la clase dominante de cualquier amenaza

popular. Como aparato represivo por excelencia, desconoce las leyes y los fallos

judiciales, cuando las elites estén en peligro de perder el poder. En consecuencia, la

exaltación del poder político y económico en sociedades de tradición judeocristiana, se

hace indispensable a las elites, porque la herencia clientelista se mantiene como esencia

de la ideología de la dominación, con la cual controlan las masas despolitizadas y

desprovistas de la riqueza.

El poder ejecutivo se constituye en la riqueza de los cuadros políticos, al servicio de

las elites dominantes que gracias al hegemónico juego del bipartidismo político,

involucran en el escenario burocrático, a los diferentes sectores sociales que buscan

afanosamente su ascenso y su participación en puestos y contratos que ofrecen jugosos

rendimientos económicos. De manera que la separación de los tres poderes públicos,

operan sincronizadamente, para garantizar la eficacia de los controles liberales que la

clase dominante impone a de todos recursos. La línea censataria, invento de la burguesía

francesa, se ha puesto muy en práctica en América Latina, pero también Francia ha

ilustrado al liberalismo, sobre el manejo del régimen autoritario y dictatorial, mediante

el uso de la figura plebiscitaria.

La legitimidad del Estado se concibe como la resultante de “la soberanía nacional”,

hija de la construcción de la Nación, en la que se encarna el proyecto político liberal por

la convocatoria al pueblo, único soberano capaz de legitimar mediante el voto, a sus

gobernantes que ejercen en su nombre la autoridad. Sin embargo, las elites

terratenientes, comerciantes y financieras, asumen sin intermediarios el control político,

mediante el funcionamiento partidista. Su mayor preocupación está en que burócratas

sin suficiente legitimidad, es decir del resorte de las mismas elites, asuman funciones de

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94

estado. El mayor celo surge con los militares que se presentan como los neutrales para

arbitrar en los conflictos entre las elites y los sectores populares. El bonapartismo ofrece

la seguridad necesaria, sobre todo a en las sociedades latinoamericanas, en las que los

militares están prestos a arreglar los desafueros para arreglar la crisis, según los

intereses de la elite patrocinadora. Para ello, atropella a todos los opositores y de ser

necesario, al mismo estado de derecho, como sucedió en Colombia con Rojas pinilla y

en Chile con Pinochet. El gobierno civil constituido por un parlamentarismo legitimado,

subsana los desmanes de los grupos hegemónicos en el poder. Un gobierno constituido

mediante el aparato electoral, con un más o menos fraude, se presenta como

democrático, garante de las libertades individuales y colectivas. En su naturaleza, se

construye sobre la ideología clientelista que responde doctrinariamente a los llamados

electorales de los caciques politiqueros, dueños del patrimonio electoral, nutrido por la

miseria del pueblo.

El liberalismo en su etapa crítica se ubica entre el control censatario o clientelista y

la vulgarización del sufragio universal, en el proceso político de satisfacer las crecientes

demandas de la clase media, en las sociedades de tradición agrícola que la

industrialización no se consolidado. La democracia aparece deslegitimada, lo que

genera el caos que alimenta los regímenes fascistas, autoritarios o para militarizados

como en el caso colombiano.

5.4 El régimen representativo latinoamericano.

En la América Latina, desde sus inicios, el ejercicio del poder ha estado en manos

de oligarquías que una vez conseguida La Independencia, han hecho de la

representación, la esencia de la política hasta el realismo mágico, gracias a las

condiciones que han favorecido la existencia del parlamentarismo oligárquico como

rector de los destinos de los pueblos latinoamericanos.

La diversidad de los países latinoamericanos y las particularidades del proceso de la

Independencia, hacen que de diferente manera se vinculen a la economía periférica, y

por lo tanto la construcción del Estado nacional transcurra de manera desigual. Las

circunstancias de liberación y la construcción de los estados nacionales, recae sobre las

ruinas del Estado colonial y del ejército monárquico, herederos de los elementos

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95

disciplinarios y autoritarios, asociados a la extracción de clase terrateniente. Sin

embargo, el vació político dejado por Estado centralizado monárquico, rápidamente es

llenado en todos los países por las oligarquías teniendo en cuentas las particularidades

de cada cual. Fuertes movimientos migratorios de origen europeo fortalecen las elites

que se asientan en Argentina, Uruguay y Costa Rica. Las oligarquías criollas en países

mestizos asumen la dirección del Estado como Colombia, Chile, Perú, México y

Venezuela, y en los países de mayoría indígena, como Ecuador, Bolivia y Paraguay. En

efecto, la diversidad étnica y económica, acompañada de desarrollos diferentes, hacen

que la construcción de los Estados Nacionales por la vía del capitalismo periférico

exportador, sea desigual y en escenarios de fronteras.

La aplicación del proyecto liberal, en la heterogeneidad a partir del control político

pleno asumido por las elites, en proceso de aburguesamiento, resulta disímil y complejo.

Si bien existen semejanzas en el contexto latinoamericano, sus sistemas políticos y su

trasegar histórico marcan diferencias, pero la herencia colonial hace que la dinámica

política se construya sobre el patrimonio tradicional y por el ejercicio del poder local de

los terratenientes, quienes someten al peonaje y a la servidumbre a campesinos

mestizos, indígenas y negros. En este escenario, durante el siglo XIX, el capitalismo

afianzado sobre la penetración de capitales y la propiedad privada, propicia la lenta pero

firme formación de la clase burguesa latinoamericana, en medio de conflictos entre las

elites de antiguo cuño y las modernizantes, y los sectores populares cada vez más

conscientes de su papel gremial y político, en la medida que el capitalismo se consolida.

El problema de la tenencia de la tierra, ha quedado sin resolver salvo algunas dinámicas

particulares como México, Cuba o Perú y Ecuador.

Las elites criollas asumieron el control del poder con el apoyo político del pueblo.

La vinculación de los sectores populares a la gesta independentista estuvo enmarcada en

el cuadro de obediencia a los generales-terratenientes que conducían a sus peones al

combate contra la monarquía. El espacio para un régimen censatario está asegurado, sin

importar las constituciones y el modelo federalista o centralista, pues en última, las

recién inauguradas instituciones estaban dirigidas a asegurar la consolidación como

clase dominante en el ejercicio del poder, sin una verdadera practica representativa que

posibilitara el funcionamiento democrático, pues la elites criolla conservaba su

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96

mentalidad aristocrática y su potencialidad terrateniente. El liberalismo no era más que

un embeleco politiquero para legitimar su dominación.

El modelo parlamentario en boga en la Europa del siglo XIX, seguido en el

continente latinoamericano, afirma el Estado liberal a finales del siglo XIX en países

como México, Brasil, Argentina y Chile, los más avanzados en el proceso de

vinculación a la economía periférica. Aquellos de un desarrollo más lento, solo lo harían

en el siglo XX. La práctica del clientelismo se efectúa en un ambiente patrimonialista

como la mejor expresión de la perennidad del poder monárquico y de los hacendados

locales, que controlan y administran a los pueblos de manera personal y directa,

mediante el miedo, la coerción y el autoritarismo, bien con los gamonales politiqueros o

con los militares puestos a su servicio. En efecto, el frágil Estado es expectante y solo

sirve para aclarar los conflictos entre los coroneles y generales. El proceso de ruptura

con la herencia colonial es lento y difícil, pues la autoridad y el acatamiento al nuevo

orden jurídico, es tergiversados y burlado, y de alguna manera se remplaza mediante un

sistema represivo personalizado.

Son las reformas liberales impulsadas a partir de 1850, las encargadas de facilitar

los primeros gobiernos civiles con algún grado de estabilidad que le permite a la elite

exportadora superar el bolivarismo monárquico e iniciar su consolidación e impulsora

de la modernidad, en países como Argentina, Chile, Brasil y Cuba y México. A estos

países les siguen el resto paulatinamente. El sistema político de partidos se construye

sobre el bipartidismo hegemónico, mediante partidos que conducen las fuerzas políticas

de las oligarquías y aseguran las clientelas electorales, sin participación en las

directrices de los partidos y del Estado del pueblo elector. Los partidos que encaminan

en el protagonismo político de las elites son el liberal y el conservador, transados en

guerras por el control del débil estado que a al final, son la confrontación entre las

familias que controlan local y nacionalmente el poder. Del seno de las oligarquías

nacionales y locales, salen los adalides del protagonismo político, convertidos en

caciques que se benefician de la confrontación bélica y partidista, para distribuir las

localidades y las regiones como feudos electorales. En realidad, las condiciones

sociopolíticas del siglo XIX latinoamericano, hicieron distante la práctica de

representación por la naturaleza aristocrática de la elite criolla, no muy convencida de la

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97

ideología liberal y la ausencia de una clase media urbana necesitada y capaz de impulsar

como conquista, la participación política.

Las oligarquías latinoamericanas consolidan sus partidos hegemónicos, gracias a

una tradición militar consolidada con la gesta de la independencia. De allí que el camino

a las dictaduras, sea una consecuencia de la lógica del poder terrateniente y de la cultura

autoritaria. Estas prácticas de gobierno, acompañan la historia latinoamericana de casi

todo el siglo XX. En realidad, los cambios hacia formas democráticas y el pleno Estado

de Derecho, ocurren por las conquistas políticas y gremiales de las masas trabajadoras y

por la presión que los países industrializados mediante su intervencionismo, obligaron a

cambios políticos que las oligarquías nacionales impusieron como regímenes

autoritarios, con características bonapartistas. Sus inicios se remontan a la década de

1860, en México, cuando el sistema oligárquico sucumbió ante la dictadura militar de

Porfirio Díaz. El modelo alcanza el siglo XX en Brasil, Nicaragua, El salvador, Chile,

Argentina, Colombia, Perú, Ecuador, fin es larga la historia de las dictaduras

latinoamericanas. Una vez los regímenes militares cumplieron su papel político, la tenue

luz de la democracia, iluminó el camino de la esperanza del pueblo latinoamericano que

aún cree en ella. Pero sin duda el parlamentarismo ha alcanzado su arraigo de tal manera

que construir un sistema democrático pleno, resulta difícil.

Con el crecimiento económico y el auge de las clases medias, los regímenes

parlamentarios de origen oligárquico, enfrentan continuas crisis por las crecientes

demandas que los nuevos sectores sociales hacen en la búsqueda de una política más

tolerante. Al mismo tiempo, el proteccionismo del Estado amplió el funcionamiento de

las instituciones fortaleciendo el aparato burocrático, fundamentalmente con el auge de

profesionales que reclamaban un puesto en dirección política y en reparto de los

contratos y demás prebendas provenientes del erario público. Las luchas por la

hegemonía y control del Estado, se manifiesta a través de las guerras decimonónicas que

finalizaron en un pacto de elites como regulador de los conflictos de la clase dominante

de tipo oligárquico, gracias al protagonismo de los partidos políticos constituidos en

obras teatrales que cautivaron a la clase media y a la pequeña burguesía, que se

alinearon con una u otra fracción de la elite. Los regímenes dictatoriales y las dictaduras

militares, desde los inicios de las repúblicas latinoamericanas, han mantenido una

inestabilidad política acentuada en diferentes etapas de la historia, acompañadas del tipo

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98

de nación que la elite se propuso construir. Sin embargo, en este panorama, Colombia

presenta una condición sui generis, si se tiene en cuenta que no sufrido el impacto de las

dictaduras militares, salvo la de Rojas Pinilla. Al contrario, los partidos políticos aunque

hegemónicos, han acordado pactos bipartidistas, explícitos o implícitos, según el

momento histórico, con los cuales se ha asegurado la gobernalidad y el control, gracias

a las clientelas electorales. La experiencia política de la sociedad colombiana, en

general, ofrece un escenario complejo, en el que las relaciones entre las orientaciones

ideológicas y partidistas excluyentes y el funcionamiento del régimen democrático

bipartidista, se ha caracterizado por las diversas violencias y el sinnúmero de guerras,

después de fundada la República. Para subsanar los conflictos partidistas ha recurrido a

acuerdos como el Frente Nacional, con el que se dio fin a la violencia de los años

cincuenta, y se consolida el manejo de clientelas electorales hasta hoy.

CAPÍTULO VI

El Frente Nacional

“La paridad entrañaba una doble reducción de la democracia, pues

no solo se ponía en paréntesis por un largo lapso el postulado de las

mayorías, sino que se desconocía el derecho de otras agrupaciones,

distintas de la liberal y la conservadora, de actuar en la vida política y

administrativa”

GERARDO MOLINA, en Las ideas liberales en Colombia.

Page 99: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

99

La historia política colombiana tiene como característica principal, la constante

crisis y la inestabilidad del régimen civil, que se esfuerza en permanecer vigente,

gracias a los continuos ensayos de acomodación electoral, mediante mecanismos

fraudulentos, adaptados a los comicios de cada elección que le aseguran la continuidad

del sistema en permanente dificultad de legitimidad. El éxito y la estabilidad de las

elites, radica en la capacidad que tiene la oligarquía para adaptarse a un régimen de

tradición oligárquica. En efecto, desde 1853 se inaugura una serie de gobiernos civiles

legalizados mediante la acción del voto, acompañados de una sucesión de guerras

civiles partidistas entre liberales y conservadores, cuyas elites buscaban consolidar la

autoridad y la imposición de un proyecto político que por su debilidad y la misma

incoherencia con el contexto periférico, y la inmadurez de las mismas, hicieron de dicho

período inestable y conflictivo.

A pesar de las condiciones particulares, Colombia es uno de los países más estables

políticamente del continente. La permanencia de los partidos liberal y conservador

como producto de una realidad clientelista, han propiciado la vigencia y la estabilidad

de las instituciones, aunque en permanente crisis. De hecho su soporte ha sido el voto

censatario hasta 1936, período de la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo,

que fue remplazado por el voto gregario o comprado, acompañado de la práctica

fraudulenta, complementada con una creciente abstención, muy manifiesta después de

plebiscito de 1957, vigente hasta hoy. El engañoso sistema democrático, obedece a las

condiciones históricas particulares del país, que ha construido unas particularidades

políticas y sociales, desde la tradición heredada de prácticas de sujeción, sincréticas con

el liberalismo, y que favorecen la permanencia de oligarquías de viejo cuño en

convivencia con las nuevas modernizantes, mediante pactos que las equilibran, así como

el manejo de los partidos políticos que facilita el reparto del poder, aún con cambios de

nombres de los grupos pero que en el fondo mantienen la vigencia de los partidos

tradicionales, hasta la actualidad en la que la derecha bipartidista converge en la

seguridad democrática con otra denominación partidista liderada por Álvaro Uribe

Vélez.

La base social de los partidos tradicionales, se construye con la economía cafetera

de pequeños propietarios, sujetos a los partidos tradicionales mediante los gamonales,

Page 100: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

100

cuadros de los caciques y motor del clientelismo. De allí, ha evolucionado hacia los

sectores medios, en aumento con la industrialización, a partir de 1930 y el ulterior

urbanismo, de donde el clientelismo adaptado a los nuevos escenarios, ha fortalecido su

protagonismo social y político. Sin embargo, la abstención permanente supera el 60%,

lo que constituye la clara elocuencia de la crisis durable del régimen y la falsificación

que las condiciones políticas y sociales le propician al sistema para la permanencia del

modelo oligárquico, acompañado de la estrategia partidista tradicional que desde la

fundación de la República, reparten y comparten el poder, alternado en el Frente

Nacional pero continuado bajo diferentes practicas electoreras hasta hoy.

Indudablemente la oligarquía colombiana ha logrado, a partir de factores tácticos y

estratégicos, asegurar la permanencia del régimen civil, gracias a que los sectores más

tradicionales a través del partido conservador, ocuparon el poder desde finales del siglo

XIX hasta 1930 cuando el auge de la pequeña burguesía radical y una incipiente clase

trabajadora proletarizada, impulsaron con los recién inaugurados gobiernos liberales

reformas sociales y políticas. Ante el nuevo escenario socio-político, las elites

modernizantes lideradas por Alfonso López Pumarejo y el partido liberal, hace que sus

líderes usen un lenguaje popular, lo que abrió el espacio a dirigentes obreros y a la

clientela urbana, de manera que el liberalismo se constituyó en alternativa de gobierno,

consolidando el bipartidismo. De ésta manera, se fortalece un sistema hegemónico que

nunca ha permitido a sectores de izquierda superar el 5% de los votos, ni siquiera en la

década de los setenta, época de mayor auge del partido comunista colombiano. Así

mismo, son cohibidos y presionados los electores por al clientelismo que usufructúa los

recursos de Estado, entregados como las dádivas que fortalecen las redes clientelistas de

los dos partidos tradicionales, y con las que se aseguran el caudal electoral que les

mantenga vigentes en el escenario político. Respecto a los marginados políticos que no

alcanzan a usufructuar del botín, o no responden al asedio publicitario y a la compra

electorera, simplemente dejan en duda la legitimidad del régimen, gracias al abultado

abstencionismo.

La habilidad oligárquica ha conseguido poner a su servicio el ejército, mediante la

fórmula de la neutralidad política y convertirlo en garante del autoritarismo, mediante la

figura del estado de sitio consagrado en el artículo 121 de la constitución de 1886 con el

cual se gobernó prácticamente todo el siglo XX hasta su reemplazo con la constitución

Page 101: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

101

de 1991 por un complicado sistema jurídico, represivo a los clamores populares y los

demócratas, mediante leyes que supuestamente regulan los derechos civiles. Es un

ejército de elites, pues la oficialidad es escogida minuciosamente y su asenso a los

grados superiores es recomendado por los mismos políticos en Congreso de la

República. En lo tocante, al fortalecimiento oligárquico en el ejercicio del poder,

indudablemente el papel protagónico de la Iglesia Católica, evangelizadora y salvadora,

cultiva el espíritu clientelista, al aliarse con el partido conservador y con la derecha

liberal, por un lado y por el otro con la prédica de su discurso de sumisión que los

regímenes políticos han utilizado para sus políticas populistas.

6.1. El populismo en Colombia

El populismo colombiano alimenta prácticas autoritarias, escondidas en aparentes

políticas sociales, de estirpe paternalista, sin caer en los totalitarismos, como un

ejercicio cristiano misericordioso que hace del patrón un buen hombre. Su antigüedad se

remonta al periodo mismo de la Conquista. El populismo surge del poder que la Corona

legó en los encomenderos, mediante el cual se constituyeron en amos de indígenas

primero y después de mestizos y mulatos. Una vez consolidada La Independencia

asumen el liderazgo como caudillos guerreros y políticos, con el propósito de construir

un tipo de Estado nacional que asegurara su permanencia en el poder como elite

tradicional. En efecto, la Encomienda evolucionó hacia la consolidada hacienda del

siglo XIX, y por lo tanto son éstos adalides los que encarnan las alternativas políticas,

frente a los regímenes parlamentarios de estirpe oligárquica y clientelista y el soporte

del régimen liberal. Los caciques buscan establecer un orden particular que resulta

anárquico por su condición personalista, ya que como caudillos buscan imponerse

mediante el fraude, el engaño, y la dadiva. Así mismo, a pesar de la prédica de las elites

del orden impuesto desde la Regeneración, la política de exclusión genera una crisis

permanente de legitimidad que resulta en un caos político del que salen victoriosos los

caciques y la clase dominante, sin que se pueda construir el Estado de derecho

plenamente democrático.

El espíritu autoritario vigente en la cultura, gracias al carácter afirmativo de la

misma, propicia la tiranía que hace del caudillo el prohombre dotado de poderes. En

Page 102: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

102

igual forma, el elemento racial de la elite blanca y noble, se fortalece gracias al carisma,

al poder del caudillo que consolida unas relaciones de lealtad patriarcal en convivencia

con las formas clientelistas. Además de mantener subordinados económicamente e

ideológicamente a toda esa amplia masa de campesinos, el caudillo los convoca en los

períodos electorales. Su condición de patriarca, hace que se le conciba como el que

puede arreglar los diversos conflictos entre campesinos y parroquianos, y como el

benefactor al que se acude en caso de necesidad.

Las viejas relaciones de sujeción y control, se remozan y adecuan a las nuevas

formas de organización política, necesarias al nivel de desarrollo de las instituciones

económicas, sociales e institucionales que en el mundo industrializado alcanzan; y que

en nuestro país, por su condición de periferia, requería para su inclusión definitiva en la

órbita internacional del capitalismo, enfrentado a la sazón contra el comunismo en el

escenario de la Guerra Fría.

La característica esencial del sistema político colombiano, es su adaptabilidad y

capacidad de control en los momentos críticos y agudos de los conflictos sociales que

han sido tratados, en la mayoría de los casos, mediante el autoritarismo y la violencia.

Habilidad manifiesta durante los períodos de relativa paz y convivencia entre las elites,

gracias a las “conversaciones entre caballeros”, al decir de Fernán E. González: “el

Frente Nacional después de la Violencia de los años cincuenta representa el ejemplo

más institucionalizado de estos arreglos de tipo consocional, que no han sido tan

excepcional en nuestra historia como algunos creen.”119

El proceso de institucionalización política, obliga a la búsqueda de la organización

partidista, y para ello, se deben cambiar las formas directas de control y sujeción directa

como el peonaje y la esclavitud, por aquellos medios “ideológicos” polarizados entre

liberales y conservadores; surgidos a mediados del siglo XIX, y que paulatinamente

fueron ocupando el escenario político con sus luchas hegemónicas y violentas, como la

forma garante de su consolidación en las respectivas regiones. Desde allí de consolida el

tipo de Estado liberal que las elites necesitaban para impulsar la construcción de la

nación. Pero la vía escogida, fue tortuosa y conflictiva, como lo ilustran el sin número

119 Fernán E. González, Partidos, guerras e iglesia en la construcción del Estado Nación en Colombia, Medellín, La carreta histórica, 2006, pág., 8.

Page 103: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

103

de guerras durante la primera etapa y su prolongación e intolerancia en las violencias

del siglo XX. En efecto, el protagonismo bélico, juega un papel relevante “en la

consolidación de redes locales y regionales de poder y la construcción de imaginarios

políticos como vehículos de identidad nacional, regional y local.”120

Superadas las guerras, se imponen las hegemonías políticas como la forma por

hacerse al control y domino del Estado. De hecho, los ex-esclavos y los ex-peones,

ahora asalariados, expectantes frente a los puestos públicos y ávidos por el botín

burocrático que los caciques y gamonales se reparten; se alinderan en uno u otro de los

partidos tradicionales, avalados por las elites, dispuestos a seguirlos como los jefes

naturales de las colectividades. Las clientelas mediante el sufragio universal, legitiman

el poder de las clases dirigentes del país. Pero la supremacía partidista, por su

intolerancia y exclusión de los nuevos actores sociales en asenso, hizo metástasis social,

y el control de las elites se deterioró al punto fracasar, aún con la puesta en

funcionamiento del aparato militar. Para reasumir ese control, se hacen necesarias variar

las formas de sujeción partidista: solo el Frente Nacional apaciguaría los ánimos de una

subcultura política, mantenida a través del remozado clientelismo.

De hecho, con la constitución de 1886, se logra instaurar un sistema político que da

vigencia a la institucionalidad, y con ella, la relativa estabilidad social y económica,

gracias a las crecientes exportaciones de café. Sin embargo, la creciente lucha entre el

conservatismo y el liberalismo, paulatinamente se fue agudizando hasta romper el débil

marco democrático impuesto por la clase dominante, con la caída de la hegemonía

conservadora y el ascenso de la hegemonía liberal, gracias al triunfo electoral de

Enrique Olaya Herrera en 1930 que por la división interna del liberalismo pierde el

control del Estado en 1946, período en que se evidencia el autoritarismo impuesto por el

estado de sitio como respuesta a la creciente violencia bipartidista, agudizada el 9 de

abril de 1948 con el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán.

6.2 La crisis del clientelismo

Los avances modernizadores impulsados por la Revolución en Marcha del 36,

preocupan a la clase dominante, por la creciente pérdida de sus feudos electorales;

120 Ibídem, pág., 7

Page 104: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

104

puesto que, a pesar de la industrialización, las elites conservan los arquetipos mentales

de la dominación tradicional que les impide permitir el libre juego de los partidos

políticos, incluyendo los de izquierda.

El proceso histórico se manifiesta, a partir del triunfo electoral del partido

conservador, de 1946 con Mariano Ospina Pérez, quien nombró a liberales como

ministros, gobernadores y alcaldes, con el propósito de instaurar un pacto tácito entre

los partidos tradicionales para conservar sus respectivas clientelas electorales, además

de frenar el avance del gaitanismo como movimiento populista; fuerte enemigo de las

clientela electorales liberales y conservadoras, a las que les preguntaba: “Qué diferencia

hay entre el paludismo de un liberal y el paludismo de un conservador?”121. Con la

muerte el 9 de abril de 1948 de éste líder popular, político liberal, se agudiza la

violencia fratricida que de paso, se constituye en la mejor expresión histórica de la

catástrofe política del clientelismo, ya que en ese momento pierde los controles de las

clientelas bipartidistas. Los espacios sociales, abiertos por la modernidad: los obreros,

campesinos sin tierra y trabajadores en general, quedarían a la deriva política de

movimientos de izquierda, populismos y grupos religiosos que escapaban a los

controles directos de los caudillos históricos.

Líderes de extracción popular surgen a medida que la dinámica modernizadora

gana espacios en la industria, tanto urbana como rural. Uno de ellos, surge al interior del

tradicional partido liberal, gracias a los cambios sociales que muestran la rigidez

ideológica partidista que no se puede adecuar, y por lo tanto abrir los escenarios

políticos a los nuevos actores y movimientos socio-políticos. Jorge Eliécer Gaitán, hijo

de la emergente clase media, era un exitoso abogado penalista, hábil orador; alumno de

los maestros criminólogos italianos Ferri y Lombroso. Se popularizó a partir de las

denuncias hechas en el Congreso de la República de la masacre de las bananeras,

cometida por el ejército, en un acto represivo contra los obreros que se encontraba en

huelga, enfrente a la compañía extranjera United Fruit Company.

El gaitanismo como movimiento populista, surge por los espacios políticos que el

clientelismo no podía controlar; los movimientos urbanos, dinamizados por la creciente

121 Jorge E., Gaitán, discursos.

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105

industria y el crecimiento demográfico; y la actividad rural que se debatía entre la

industrialización del campo y la tradición, expresado en el problema entre terratenientes

y aparceros, entre latifundio y minifundio, y entre el compadrazgo y el trabajador libre

asalariado. De allí, el propósito de Gaitán de crear un movimiento que recogiera los

sectores campesino y obrero, lo que de hecho acontece con la fundación de la Unión

Nacional de Izquierda Revolucionaria (UNIR) en 1933. En su programa, consigna una

crítica al liberalismo clásico, y se enfrenta a la dirección del partido liberal, al que

regresa para las elecciones de congreso del 35. El movimiento gaitanista, a raíz del

triunfo electoral en las elecciones de marzo de 1947 para Cámara y Asambleas, con el

44%, le permitió a su líder convertirse en el jefe único del partido liberal. El miedo de

las oligarquías tradicionales, se ahonda y la crisis del clientelismo requiere

urgentemente una estrategia política de elite que imponga nuevamente los patrones de

dirección de los partidos tradicionales.

El primer paso parte del mismo partido liberal al dividirse, con lo cual facilita el

triunfo del conservatismo en cabeza de Mariano Ospina Pérez, quien para gobernar

propone un pacto político de elites, denominado “Unión Nacional”, pero los sectores de

más rancia tradición, tanto liberales, liderados por el santismo, como conservadores,

exigían posturas radicales para eliminar los avances modernizadores de la “Revolución

en Marcha” de Alfonso López Pumarejo, de 1936 y frenar los movimientos sociales

acaudillados por el gaitanismo, peligrosos desde su óptica, para lo cual obstaculizan la

propuesta de Ospina. Paulatina y firmemente, las posturas de extrema derecha fueron

ganando posiciones, la violencia partidista se acentuaba en campos y ciudades. El

asesinato de Gaitán lleva a la pérdida total de los controles clientelistas, pues sus hordas

enfurecidas clamaban venganza y esperaban las directrices, que nunca llegaron de los

dirigentes liberales, para operar como un movimiento político que los condujera a la

sociedad propuesta por el líder eliminado. Por el lado conservador, la clientela responde

a un liderazgo mesiánico y religioso encabezado por la Iglesia y Laureano Gómez, pues

las acusaciones la catástrofe que vivía la República se debían al comunismo

internacional, a la masonería, y al liberalismo.

El presidente Ospina ante el caos político, sigue firme en su convicción de Unidad

Nacional entre los dos partidos, y nombra como ministro de gobierno al liberal Darío

Echandía; a los militares les ofreció el ministerio de Guerra, rechazado por ellos con el

Page 106: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

106

argumento del desvío de su frente militar. De todas maneras, conforma un gabinete

paritario que logra controlar los desmanes de los grupos sociales desbordados por la

efervescencia y el apasionamiento político. Indudablemente se constituye en el líder que

logra convocar a las elites para que pacten como clase social homogénea. Sin embargo,

la intransigencia de Gómez y de los sectores liderados por él, obligó al retiro de los

liberales, y se fue imponiendo hasta obligar a Ospina a cerrar los cuerpos legislativos y

gobernar con el ejército, como dictadura civil. La opción de un pacto entre elites,

fracasa por la postura hegemónica de los sectores más recalcitrantes contra la

modernidad política.

Las condiciones para la imposición de prácticas despóticas y autoritarias, ejercidas

por una derecha extremista, están dadas. En efecto, el partido conservador en la

convención de 1950, se declara defensor de la tradición y de la fe católica. El espíritu de

las clientelas sujetas y controladas por el patrón, se remoza con el mito del redentor. De

hecho, la búsqueda de un prohombre capaz de salvar al país del caos en que lo habían

puesto los reformadores liberales, no se dificultó mucho. Laureano Gómez es elegido

presidente en 1950, quien impulsa su constitución corporativista, inspirada en los

regimenes fascistas de Oliveira Salazar y Francisco Franco. La violencia sectaria

partidista, se agudizó con el protagonismo directo del Estado que obligó al exilio de la

dirigencia liberal, condujo al alzamiento en armas de campesinos liberales; la paulatina

intervención de los “pájaros”, matones conservadores y el creciente papel del ejército

profesionalizante que sencillamente, esperaba el aval de las elites para asumir la

dirección del Estado.

El hecho ocurre el 13 de junio de 1953, cuando el General Gustavo Rojas Pinilla a

nombre las Fuerzas Armadas de Colombia, toma el mando de la dirección del Estado

con el propósito de pacificar el país e impulsar el desarrollo del capitalismo, pues se

requerían transformaciones económicas y el desarrollo de la infraestructura productiva

que la intransigencia política y la violencia frenaban. Las elites más modernizante para

salir de la encrucijada, acuden al aparato militar como el único capaz de lograr ese

objetivo perentorio para el desarrollo del país.

La rebelión urbana y rural del 48, mostró a las elites la debilidad de los partidos

políticos y lo agotado del modelo de directorio y control directo. Solo tenían dos

caminos: democracia o dictadura, y se optó por la última. Represiva y violenta pero

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107

segura en el dominio del poder. Las veleidades democráticas, pondrían riesgo el statu

quo y no había porque correrlo. El aparato militar debía funcionar como el defensor de

los intereses de clase y como garante, una vez instaurada, de la democracia formal.

6.3 La intermediación militar del clientelismo.

La unificación del mando militar: Marina, Fuerza Aérea, Ejército y Policía, en

cabeza del General Rojas Pinilla, conduce a las elites a explorar un camino por fuera de

los partidos políticos. El desgaste de los mismos como consecuencia de un sistema

arcaico de sujeción, y la intransigencia ortodoxa de los más connotados líderes de la

derecha, condujeron a la necesaria intervención de la única institución que parecía

neutral, además del porte constitucional de la fuerza de las armas. De hecho, el soporte

institucional, por llamarlo de alguna manera, fue la Asamblea Nacional Constituyente,

convocada por Laureano Gómez para la reforma constitucional propuesta por él, pero

que el gobierno militar no alteró, con el fin de mantener un frente civil que le diera los

visos necesarios de legalidad. En efecto, la ANAC de corte bipartidista, mediante Acto

Legislativo número 1 de 1953, confirmó al General Rojas Pinilla como presidente hasta

el 7 de agosto de de 1954 con la posibilidad de prologa en el periodo, si no se lograba

conseguir un clima favorable a la pureza del voto, y como vicepresidente se escogió al

ministro de gobierno de Gómez, Rafael Azuero. El gobierno de Rojas es un pacto de

elites, un Frente Nacional por la vía militar. Las elites liberal-conservadora, lo ponen en

la dirección del Estado para allanar el camino electoral que legitimara mediante el

clientelismo, la clase dominante y Estado burgués. Así mismo la base social del

clientelismo, son desempleados y los pobres que con su voto sustentan el régimen

autoritario.

El escenario del conflicto, modernidad versus tradicionalismo, ahora estaba

liderado por los actores militares. El clientelismo de viejo cuño se resistía a fenecer y en

sus inicios el sector más conservador, se sintió complacido con la nueva administración,

pero disposiciones, indispensables para la modernización, prenden las alarmas de éstos

sectores, encabezados por los industriales que tocan las puertas de los partidos

tradicionales para que retomen el ejercicio del gobierno. El contexto tributario, baluarte

de la modernización del país y del Estado, se convierte en problema neurálgico que

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108

enfrentarían las castas reacias al cambio y las elites que con el patrocinio a Rojas, lo

impulsaban. Su reelección por la ANAC, sucede en abril de 1954 con la aceptación del

partido conservador y la desaprobación del partido liberal de sus representantes en la

Asamblea Constituyente, electora del presidente militar. La reforma tributaria va

dirigida a grabar los ingresos de las acciones, las sociedades y las personas naturales,

seguida de la obligación a los patronos de pagar el preaviso y la ampliación de las

prestaciones sociales a los contratos de prueba.

Las elites aburguesadas reaccionan en cabeza del gremio económico que agrupa a

los industriales, ANDI quienes son acompañados por los comerciantes agrupados en

FENALCO, la Asociación Bancaria y las compañías de seguros. El sector de clase

liderado por Mariano Ospina Pérez, le mantuvo al gobierno de Rojas el apoyo hasta el

final. Las orientaciones políticas de Ospina se mantuvieron durante todo período, pues

este se preparaba para la reelección. Sin embargo, Rojas al carecer de un proyecto

político propio, impulsa prácticas populistas y veleidades administrativas que a la larga

lo dejarían si el apoyo político de la casa Ospina y de los sectores populares de

trabajadores que no le ofrecieron respaldo. Las elites reasumirían el control directo, a

través de los partidos tradicionales con unas prácticas clientelistas remozadas, mediante

la política de pactos.

6.4 El acuerdo nacional de los grandes líderes clientelistas.

El diez de mayo 1957, una Junta Militar asumió la dirección del Estado, con un

carácter transitorio y el compromiso de convocar a elecciones en un plazo de un año.

Los ministros nombrados por la Junta, escogidos de los dos partidos tradicionales

quienes de paso en cabeza de connotados líderes trabajaban en la búsqueda de un

acuerdo que les permitiera consolidar el bipartidismo, en su nueva dinámica. Alberto

Lleras, jefe del partido liberal, firmó con Laureano Gómez el pacto de Benidorm en el

que se comprometían a buscar un nuevo orden constitucional para lograr la convivencia

pacífica entre los ciudadanos. Acuerdo que refrendan Lleras y Gómez en Sitges el 20 de

julio de 1957 y que contenía la propuesta de una reforma constitucional por la vía

plebiscitaria para institucionalizar la alternación partidista en la Presidencia de la

República por 16 años y la paridad política en todos los cargos burocráticos del Estado.

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109

Inaugura el Frente Nacional el liberal Alberto Lleras, con el cual el bipartidismo

colombiano afianza su política de manejo de clientelas con el reparto del fortín

burocrático en los órdenes local, regional y nacional. Cierra ese largo capítulo de pactos

inestables para inaugurar uno estable e institucionalizado que le permite el manejo de

los clientes electorales mediante la dádiva y la corrupción.

El clientelismo arraigado en la cultura política del pueblo colombiano, se constituye

en el principio que rige las actitudes de los electores enmarcadas en un conservadurismo

que facilita el ejercicio y control del poder por parte de las elites. El proceso histórico

para llegar a la figura del Frente Nacional, es una secuencia lógica de prácticas

periódicas de las elites y familias tradicionales durante el período colonial y los partidos

políticos en la vida republicana. Mírese la unidad de los encomenderos, liderados en la

defensa de sus intereses por Gonzalo Jiménez de Quesada ante la Corona. Obsérvese la

confluencia de intereses, defendidos con las Capitulaciones para rechazar el

Movimiento Comunero de 1781. Una vez fundada la República, ya como partidos

políticos, liberales y conservadores pactan para derrotar a los artesanos fortalecidos con

el gobierno de Melo, mediante el derrocamiento.

La convergencia de las elites en un partido, ha sido una preocupación constante. La

búsqueda de un modelo jurídico político, estable y seguro para los intereses de clase. Un

primer intento sólido, ocurre con el partido Nacional de Rafael Núñez que con el lema:

“Regeneración administrativa fundamental o catástrofe”, aglutinó a todos los adalides y

le dio al clientelismo las mejores herramientas políticas para fortalecimiento, con una

constitución redactada por Miguel Antonio Caro, blindada contra cualquier

interpretación que abriera la puerta a movimientos sociales, pues contenía la figura del

estado de sitio, herramienta clave para la imposición del autoritarismo, por la vía legal.

La Unión Republicana de Rafael Reyes, busca involucrar a los dos partidos para

facilitar el desarrollo económico, mediante construcción de una infraestructura que

vinculara las diversas regiones colombianas, al progreso de los demás países

americanos. La elite modernizante, encabezada por Reyes, es derrotada por las elites

tradicionales que reasumen el control del poder con la imposición de la hegemonía

conservadora.

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110

La hegemonía liberal, se inaugura con Olaya Herrera y se constituye en el período

en que las elites se debaten violentamente entre la tradición y la modernización política

y social. El santismo frenó los impulsos de la Revolución en Marcha de López

Pumarejo que en largo proceso resultarían indispensables, pero su aceptación ocurriría

cuando las elites se consolidaran como clase social consciente.

López Pumarejo, como banquero, tiene una mirada de la dinámica capitalista, desde

la que quiere dotar a la sociedad colombiana del siglo XX, de una lógica política en la

que Estado y la economía actúen como partes integrantes de una dinámica

modernizadora, que requiere de la interacción para su desarrollo. Al mismo tiempo,

como punto esencial en sus reformas, se pretende consolidar la clase obrera mediante

mecanismos legales que den vida a los sindicatos y las reivindicaciones sociales. Sin

embargo, esta política laboral del gobierno, impactó en los sectores más tradicionales y

conservadores quienes alzaron sus voces de rechazo contra el espacio ganado por los

sectores trabajadores.

La Unión Nacional de Ospina se convierte en la antesala del Frente Nacional,

proyecto político que conduciría a las elites a la unión de acción contra los movimientos

sociales y de izquierda, y de paso a actuar políticamente como la clase social dominante.

Sin embargo, este propósito requiere del manejo de la clientela electoral, en riesgo por

los avatares de la izquierda y el avance de la modernidad; solución posible, el reparto

burocrático de los puestos a la clientela electoral de los dos partidos tradicionales. Con

la hegemonía bipartidista, se termina la violencia fratricida entre liberales y

conservadores pero se continúa con la violencia de orden clasista, pues se persiguen los

líderes de origen popular, se aplasta la protesta y los movimientos cívicos.

6.5 Logros del Frente Nacional.

El Frente Nacional tuvo como fundamental consecuencia, la constitución plena de

la burguesía como clase dominante, apropiada de su papel y consciente de su condición

de clase, unificada políticamente con unos partidos regidos por ella y con intereses

comunes. Su pacto de alternancia en la Presidencia de la República y la igualdad de

funcionarios de cada partido tradicional, frenaron radicalmente la acción libre de la

Page 111: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

111

diversidad de ideas política en una sociedad heterogénea y la formación de verdaderos

partidos que posibilitaran la construcción de una democracia real.

Con el pacto político de clase social, el clientelismo es institucionalizado, mediante

el bonapartismo plebiscitario que lo legaliza. El reparto de los cargos públicos se hace

paritariamente entre los caciques locales y nacionales de los dos partidos, liberales y

conservadores, sin importar los resultados electorales. Se instauró un eficaz sistema del

manejo de las clientelas que partía del reconocimiento de los jefes naturales, quienes

confeccionaban las listas electorales para cada una de las corporaciones públicas. A

cada caudillo político: senador, representante, diputado o concejal, se le entregaban el

número puestos a que tenía derecho, según el respaldo obtenido en las urnas. Las

clientelas acudían ante el caudillo o gamonal, un día después de las elecciones a

reclamar su puesto y los ofrecimientos hechos en la campaña electoral.

Como complemento institucional durante el Frente Nacional, se creó la Acción

Comunal. Institución cuyo escenario político y social es la vereda, el barrio; aquellas

localidades en que vive la población, y por tanto facilita el contacto directo con los

electores. A ellas llegan las obras que requieren la comunidad y los mercados como

ejercicio del sacramento de la caridad, la dadiva estatal que calma la ansiedad del

cliente político.

Los auxilios parlamentarios son el alma del clientelismo, pues éstos mantienen la

clientela activa y leal al barón electoral, quien constantemente controla y vigila las

dádivas que transformadas en votos, representan el crecimiento de su capital privado,

gracias al sistema de contratos de los que él saca un buen porcentaje, primero por

concederlo y segundo por obligar a su burocracia que lo tramite, que también cobra la

prontitud de la gestión administrativa. Y, a sus funcionarios les cobra la cuota de su

salario mensual. La corrupción es hija del clientelismo con el agravante que el sistema

contractual colombiano, es bastante permeable con el pago de “servicios prestados al

cacique de turno”.

Con la consolidación del capitalismo, la burguesía colombiana se torna más

conservadora y su institución política se torna más férrea y militarista. De hecho, la

industrialización periférica no alcanza a ocupar la creciente mano de obra. El desempleo

Page 112: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

112

aumenta y los cinturones de miseria atraviesan las ciudades y los campos. Surgen los

grupos guerrilleros de izquierda. En la década de los ochenta surge el narcotráfico que

con los sectores ultra conservadores originan el paramilitarismo. La violencia se ha

diversificado y hoy azota todo el país. El Frente Nacional es el bonapartismo, aplicado

por la burguesía al pueblo colombiano, mediante el complejo manejo de clientelas que

ha resultado ser el más exitoso de América.

CAPÍTULO VII

El clientelismo: caso de Camilo Mejía Duque

“Era un hombre que siempre escuchaba las quejas y los reclamos, incluso

confidencias de carácter doméstico o sentimental. Por esto, esas gentes curtidas

en la dura faena de extraerle a un pedazo de tierra o a una herramienta

Page 113: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

113

elemental la diaria subsistencia, le cobraron gran afecto y cariño al “jefe” a

quien en más de tres mil ocasiones lo hicieron padrino de sus hijos. En otra

ocasiones lo obligaron a visitar sus aldeas, sus casas, sus covachas”122

Camilo Mejía Junior, Mi tío Camilo Mejía D

La herencia de la mentalidad colonial española, deja en la república un ambiente de

sujeción y control que gradualmente fue consolidando la figura del cacique político,

como el depositario de esa estructura mental de patrón-cliente, en la cual el elector ve en

los varones electorales a los patrones naturales, adalides fortalecidos por el carisma, la

tradición y el heroísmo. Razón que los eleva a la categoría de defensores a ultranza del

sistema político. A partir de la década de los treinta, en el siglo XX, Colombia vive la

primera fase de la industrialización, y con ella inicia su vinculación definitiva a la

economía capitalista. Los mercados locales se dinamizan, la industria y el comercio

entran por el sendero del progreso, y con él el urbanismo aflora como por encanto. En

efecto, el café significó el fortalecimiento de una burguesía ávida de poder, la cual

impulsa a través del Estado el desarrollo de las obras de infraestructura, necesarias para

la exportación cafetera como cables aéreos, ferrocarriles y carreteras. La zona cafetera

se convierte en el escenario más dinámico de la sociedad colombiana, gracias a las

exportaciones de café, y a la industrialización, impulsada por el capital cafetero. En

efecto, la pobreza y el desplazamiento de campesinos a los míticos centros urbanos de

“progreso”, como los lugares seguros para escapar de la miseria y la violencia partidista

que se vivía en el campo, alimentaron la esperanza laboral que no pudo ser satisfecha

plenamente por la incipiente empresa privada, recurriéndose al Estado proteccionista

como el primer empleador, en ese momento histórico. En igual forma, la burguesía por

lo demás, incapaz de impulsar un proyecto político fundado en la democracia plena,

recurre al autoritarismo plasmado en la constitución del 86, del cual es famoso el

artículo 121 que facultaba al ejecutivo a declarar el estado de sitio, figura jurídica que

suprimía los derechos a la protesta social. Así mismo en las regiones y subregiones, los

122 Mi tío Camilo. Camilo Mejía Junior, Pereira, 1988. Pág. 14

Page 114: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

114

notables y unos partidos políticos personalizados, construyen el destino de una nación

por la vía política del clientelismo.

¿Quiénes son los líderes de las clientelas electorales? En la historia colombiana,

desde el surgimiento de los pueblos de blancos, en la colonia, los prohombres

terratenientes luchan por el control del poder público, mediante la participación en la

política nacional y local. Procesos políticos conflictivos, por las mismas características

de la “sociedad urbana tan inestable y fluida en el fondo y tan rígida y jerarquizada en la

forma no podía sino tener una vida compleja y agitada, en que coincidencia alrededor de

graves problemas no ocultaba el juego subterráneo de los grupos y los individuos.”123

Con la fundación de la República, estos adalides, impulsan el papel de la localidad en la

participación política, como fundamento del poder y de la representación en las

corporaciones a nivel local, regional y nacional. Al mismo tiempo que acaudillan las

más de sesenta guerras civiles entre liberales y conservadores en el siglo XIX. Con el

triunfo de “La Regeneración” de Núñez y el fin de la Guerra de los Mil Díaz, el país

entra en una etapa de relativa paz caracterizada por el hegemonismo partidista, pero que

con el auge de las exportaciones cafeteras permite la ampliación de los mercados, y la

transformación de los villorrios en centros urbanos, posibilita la industrialización,

gracias al auge de las obras de infraestructura que se impulsan desde el Estado.

Para mediados de siglo XX, Medellín es un centro de desarrollo industrial que

impulsa el comercio y los puertos del Caribe y del Magdalena, además Manizales es la

sede regional cafetera por excelencia, pues jalona las ciudades del Departamento de

Caldas como su capital que es, principal exportador de café. Y, son estos adalides

locales los que se constituyen en los jefes naturales, que dirigen y controlan los

directorios, liberal y conservador, tanto municipal como departamental, pues la división

política colombiana desde los tiempos de Reyes, se hace por feudos electorales. Pero el

aliento electoral, surge del aparato burocrático. Con la urbanización, gracias al comercio

y la industria, los municipios y los departamentos aumentan sus ingresos y, con ellos la

capacidad burocrática que los convierte en fortines para mantener a unas clientelas

hambrientas por los puestos y las dádivas que los varones electorales entrega a sus

copartidarios. El bipartidismo los enfrenta y excluye, además de violentar el país. El

123 José Luis Romero. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Medellín, editorial universidad de Antioquia, 1999. Pág., 80-

Page 115: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

115

Frente Nacional, integra el sistema nacional de clientelas, mediante el reparto igualitario

de puestos y prebendas. En igual forma, sepulta la democracia y la participación

ciudadana, sin las presiones de los caciques.

Los terratenientes por la tradición de patrones, contaban con la oportunidad de

influir en las elecciones, pero el auge de los partidos hace importante el trabajo político

entre los habitantes locales. De allí que el municipio colombiano se convierte en el

soporte institucional del poder local, regional y nacional. La fundación de los partidos

políticos, liberal y conservador, contiene como característica su espíritu hegemónico e

intolerante, razón que impedía el libre juego democrático. El período radical,

inaugurado con la constitución del 63, conduce a la exclusión de los conservadores.

Proceso que se revierte con el triunfo de los conservadores plasmado en la constitución

del 86. En efecto, los liberales no alcanzan el Congreso de la República en la década de

1890 porque los jueces escrutadores nombrados por los conservadores favorecieron a

éstos. En 1904 Rafael Reyes vence con apoyo de los funcionarios de Riohacha. Durante

éste período se divide el país en nuevos departamentos político-administrativo que

responden a los intereses partidistas de las clientelas electorales. En efecto, con la

constitución del 86, los Estados Soberanos fueron convertidos en departamentos,

dependientes del poder central. Del Cauca fueron segregados el Valle del Cauca,

Nariño, Cauca. Caldas se forma a partir de los territorios de Cauca y Antioquia. Del

Tolima se separa el Huila. De Santander Norte de Santander y de Bolívar el Atlántico.

Cada uno de éstos departamentos, se constituyeron en los escenarios de los caciques de

los partidos liberal-conservador con sus respectivas clientelas electorales que alentados

con diatribas hegemónicas, excluyentes y sectarias, garantizaban a las elites regionales

el control de la cosa pública, la cual extraen el botín electoral que reparten entre las

ávidas clientelas electorales.

Las clases dominantes acomodadas a nivel nacional, regional o local que guardan

lealtades entre si, según su nivel de poder económico, social y político, condicionan las

directrices políticas de acuerdo a sus intereses. Las elites delegan el poder real en los

caciques, quienes según el caudal electoral alcanzado, se reparten el fortín burocrático, a

través del cual implantan las políticas que las elites le han encomendado. El

funcionamiento electoral de los partidos políticos, recae sobre caudillos o líderes que

operan generalmente como cuadros políticos, dotados con cierto carisma y nexos

Page 116: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

116

familiares, religiosos o de amistad. Depositario de la mentalidad cristiana opera sobre

una clientela que todo lo pide y espera como pordiosero, la dadiva que viene por su

intermedio, desde los recursos del Estado.

En la historia de la vida política, los partidos políticos, como tal, son recientes en

Colombia. Con los manifiestos de Ezequiel Moreno en 1848 y Mariano Ospina

Rodríguez en 1849, se fundan los partidos liberal y conservador respectivamente. El

sufragio universal fue introducido por la constitución de 1853, más tarde en 1863 la

constitución radical, trasfiere a los Estados el derecho a señalar los mecanismos y

procedimientos que el ciudadano debía cumplir para participar en las elecciones. De

hecho, con el afinamiento de las clases dominantes, los derechos electorales se fueron

restringiendo por requisitos como el alfabetismo y la propiedad. Peones, negros e

indígenas estaban al margen de la participación electoral. A pesar de estas limitaciones,

las campañas electorales se calentaban lo suficiente para generar zozobra por el carácter

hegemónico partidista.

La dinámica política colombiana circula como una mentalidad que recoge el

espíritu autoritario de los caciques y la de unas clientelas electorales que para escapar de

la pobreza, recurren al gamonal como el personaje que puede entregar un puesto en la

burocracia, a cambio de los votos que formalicen un sistema perverso de corrupción y

de control. El propósito de este capítulo es proveer una mayor comprensión del

clientelismo colombiano, por intermedio de uno de los barones electorales liberales

surgido en la república liberal hasta el Frente Nacional 1840-1970. En este aspecto, se

demostrará como un cacique político sustenta su poder sobre unas lealtades cuasi

religiosas que lo asocian a la figura del patrón. Esta mentalidad, evoluciona y se

acomoda a las circunstancias, y al desarrollo de nuevas estrategias de control y dominio.

Camilo

En el departamento de Caldas, se efectúa la segunda oleada de creación de feudos

electorales que el clientelismo. En efecto, en la década de los 60s del siglo pasado, se

reacomoda el país, mediante la organización político-administrativa, como parte de la

política pacificadora del bipartidismo en la última etapa de la Violencia. Éste

Page 117: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

117

departamento es divido en tres: Quindío, Risaralda y Caldas. En la Costa Caribe, se

crean los departamentos de Sucre y Cesar; y la intendencias de la Guajira y el Meta

alcanzan el nivel de departamento. Estos nuevos escenarios electorales, tienen la

característica de bipartidismo paritario en el aparato burocrático del Frente Nacional

como la herramienta que le pondría fin a Violencia y al hegemonismo partidista.

Desde la fundación de la República el 20 de julio de 1810, el hegemonismo político

como constante, genera profusas formas de violencias y de corrupción, mediante

prácticas clientelistas. Los gamonales se enfrentan por el control y dominio del aparato

del Estado que pretenden controlar mediante proyectos políticos, débiles e inestables, a

través de clientelas que los siguen en las batallas como el nuevo mesías, por los cuales

pelean al color de una bandera y un nombre, con el que se identifica al adalid. En el

siglo XX, las luchas hegemónicas partidistas, generan un clima de inestabilidad y

violencia política que tiene su punto alto con el asesinato del caudillo liberal Jorge

Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948, crimen con el que se agudiza la Violencia, la cual

obliga a la clase dominante a pactar el Frente Nacional, como el mecanismo de paridad

política en la burocracia del Estado. De hecho, los caciques políticos ocuparon su lugar

en el escenario electoral colombiano. Un clásico ejemplo, indudablemente es la figura

del “negro”124, gamonal de Pereira, Camilo Mejía Duque desde la década de los 30s

hasta los 70s, lideró el ambiente político de Caldas y Risaralda. En efecto, Camilo nació

en Salamina125 Caldas el 23 de agosto de 1905. Allí, entre los oficios agrícolas y la

escuela, alcanzó su ingreso al colegio Instituto Salamina, bachillerato comercial, en el

que estuvo solo cuatro años por escasez de recursos.

124 Por efectos del blanqueamiento antioqueño y por ende los descendientes de Caldas, “negro” es aquel individuo que está por fuera de las familias tradicionales. “El proceso de blanqueamiento con su negación de lo negro se entrelazó con el desarrollo de una mitología de lo étnico y racial característico, resultado de una negación de la contribución negra a “raza antioqueña”. Peter Wade. Gente negra, nación mestiza. Dinámicas e identidades raciales en Colombia. Pág. 113 125 Salamina fue fundada en 1825 por Fermín López, Juan de Dios Aránzazu, Francisco Marulanda, entre otros, conocidos por las empresas de tierras en la dinámica de la colonización antiqueña. De allí, salieron o transitaron los fundadores y primeros pobladores de Neira, Aránzazu, Manizales, Santa Rosa de Cabal, Armenia, entre otros. En el año de 1824 Juan de Dios Aránzazu, reclama la posesión de estas tierras, en quien que había establecido el poblado de Encimadas y solicitó al gobierno la legalización como municipio, lo que ocurrió en 1825 con la firma el 8 de junio, por el general Santander, del decreto de fundación de Salamina.

Page 118: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

118

La persecución conservadora a los liberales, a comienzos del siglo XX, hizo que

sus padres, José María y Susana, lo enviaran hacia el Quindío126 a sus hijos: Camilo,

Leónidas, Juan, Campo Elías, Cristóbal y Cesar. Camilo llega a Pereira terminando el

año de 1926, ciudad en la que se ubica como contador en la empresa privada. Inicia su

actividad proselitista en 1929, gracias al ascenso del partido liberal, con Enrique Olaya

a la cabeza, de donde se abría el espacio para los activistas políticos. En efecto, Camilo

ya era un agitador de masas, pues con banderas rojas se movilizó por los campos

incitando a los humildes a salir en contra de la hegemonía conservadora. En 1935, es

elegido edil pereirano, y en 1939 alcanzaría la diputación de Caldas. En 1941 ingresa a

la Cámara de Representantes. Su incorporación al Senado se produjo en remplazo de

Alejandro Uribe, como su suplente, quien se ve obligado a no asistir por la violencia

que lo obliga a huir hacia el Valle del Cauca.

Gracias al auge liberal, Camilo ha ganado una aguerrida reputación entre sus

oponentes y una prestancia política entre sus copartidarios. Es el jefe del partido liberal

en Caldas por encima del notablato manizaleño, lo que le permitió trasladar el directorio

a Pereira. En efecto, era la resultante de la dinámica liberal que para la década de los

cuarenta ya era mayoría en el sur de Caldas. Siempre estuvo en la representación

política, en varios concejos municipales de Caldas, la Asamblea departamental, la

Cámara y Senado durante casi cincuenta años. Solo ocupó dos cargos de importancia en

la burocracia: jefe de policía seccional Pereira y la gobernación del Risaralda.

Constantemente ocupó cargos de dirección en las juntas administradoras municipales, al

interior de las cuales repartía los puestos a sus numerosos seguidores, emparentados por

afinidad política por compadrazgo religioso. Ejercía el control de los concejos

municipales, muchos para los cuales si hacía elegir concejal, con el propósito de

manejarlos y contar con el presupuesto para alimentar su política de dádivas

representadas en becas, cargos y auxilios parlamentarios. Los beneficiarios, era su

extensa clientela alimentada a través del compadrazgo que superaban los tres mil

ahijados, lo que le permitía convocar a los compadres por su emisora “Onda Libre” para

126 El Quindío comprende toda la hoya geográfica del río Quindío al oriente del rio La Vieja. El creciente urbanismo de los pueblos, lleva la las elites locales pereiranas a impulsar la creación del departamento del Quindío en 1931, cuya capital sería Pereira, con la constitución de la junta pro departamento del Quindío, según acuerdo del Concejo Municipal de 1931, encabezada por los doctores José Valencia Caballero, Julio Restrepo Toro, Juan de Dios Mejía B y Ernesto Botero Isaza. Idea que se materializaría el 23 de noviembre de 1966 con la aprobación de la ley, y el 11 de enero de 1967 se expide el decreto que crea el departamento de Risaralda, y se nombra su primer gobernador Castro Jaramillo Arrubla.

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119

las elecciones o para el aguinaldo liberal. Los compadres siempre lo asediaban, según la

entrevista del Tiempo, el 10 de noviembre de 1962:

“el dialogo fue interrumpido varias veces por “Compadres” y Comadres”

que se acercaron a la mesa del Senador caldense a solicitarle algún favor. El

pedía a sus fieles electores que lo esperaran “un momentico”.

Aprovechamos la oportunidad para preguntarle:

Es cierto que usted tiene muchísimos ahijados, hijos de sus electores en el

Departamento de Caldas?

Si señor, eso es cierto.

Como cuántos?

Cuando pasé de tres mil se me perdió la cuenta.

Quiere definirme políticamente la palabra “Manzanillo”?.

Rindo culto a los que usted llama “Manzanillos”. El manzanillo sirve al

pueblo, lo guía, se interesa por sus problemas.

Y el “lagarto”?

“El lagarto” es un hombre detestable. Yo establezco así la diferencia:

Manzanillo: político con electorado.

Lagarto: político sin electorado.

Sonriente y posiblemente pensando (que mal pensado es don Camilo) que la

palabra “manzanillo” quisimos dirigírsela a él, nuestro entrevistado se retiro para

atender a sus leales “compadres” y “comadres”.127

El liberalismo de Camilo era simple. Sus discursos estaban dirigidos a los más

necesitados, a los más pobres, con elementos mesiánicos, lo que le valió el epíteto de

comunista. Era un pragmático de la política. No poseía una ideología académica liberal.

Percibía el liberalismo como un partido de luchas, por lo tanto actuaba y dirigía a la

colectividad, mediante prácticas populistas. Así mismo, su comportamiento para con las

gentes humildes lo revestía de un paternalismo que alentaba el espíritu de las lealtades

partidistas.

127 El Tiempo, sábado 10 de noviembre de 1962.

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120

La relación del cacique con el jefe nacional del gamonalismo Julio Cesar Turbay

Ayala fue de amplia acogida, siempre lo acompaño en las campañas electorales.

Además, tenía la facilidad para aliarse con el gobernante de turno, como muestra de su

debilidad ideológica o mejor, su sentido de lealtad para con los jefes naturales de las

elites regionales y nacionales. Era poseedor de una sin igual capacidad para adecuarse a

las muy cambiantes situaciones de la política nacional y regional. En efecto, con la

llegada del Frente Nacional, su lenguaje abandona la jerga hegemónica partidista

liberal. Tal hecho se evidenció en el recibimiento que hizo al candidato conservador del

Frente Nacional Guillermo León Valencia en 1962, en Pereira:

“Es con singular placer como me presento a esta tribuna para daros un

cálido y emocionado saludo a nombre de mi comarca, de estas gentes que

siempre han militado con innegable patriotismo y sentido cívico al servicio de

las gestas democráticas que le han dado a la patria los más relevantes contornos

de sinceridad humana. Y sale este pueblo a las plazas públicas a recibiros,

porque en su inteligencia, así sea con sabiduría rústica, comprende con toda

claridad que está asistiendo a un acto que servirá a la República en sus

lineamientos necesarios pasa la consolidación del Frente Nacional. Los

caldenses han sido perspicaces en sus razonamientos y decididos en sus

determinaciones, porque es un pueblo seguro de sí mismo; comprensivo y

humano que no entiende las cosas con alardes postizos, sino con la emoción que

le da su propio valor.” “Estamos ahora, señores liberales y señores

conservadores brindando con emoción y sin medidas calculadas un sincero

homenaje a quien llegará muy pronto al Solio de los Presidentes de Colombia. Y

llegará en hombros de los patriotas todos a excepción de los empedernidos e

intransigentes trogloditas que anhelan una Colombia despedazada y doliente;

jadeante y sufrida que aún no ha salido del callejón a donde la llevara el odio y

el oscurantismo de una mala política y de unos insensibles políticos. Porque

Guillermo León Valencia no es un candidato de grupo; ni será gobernante de

partido alguno. El, es el símbolo de la Patria que naciera de los pactos patrióticos

originados en Medellín en la histórica asamblea o Convención Liberal de

Medellín en aquella mañana inolvidable del 3 de marzo de 1956.”128

128 Mi tío Camilo, pág. 60

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121

En su discurso, ve la Violencia partidista en el odio y los equívocos de unos

insensibles políticos que no le resolvieron al pueblo sus necesidades. Nada tiene que ver

sistema político que él agenciaba a través de un partido hegemónico y caudillista como

lo retrata el periodista Darío Silva Silva, célebre por dirigir durante la administración

Turbay, el noticiero “Noticolor”, dedicado a exaltar la figura del presidente jefe del

manzanillismo, quien escribió el libro las “Antinoticias” en el que hace la siguiente

semblanza de Camilo:

“EL PEQUÑO MUNDO DE DON CAMILO

Si se nos pidiera señalar al prototipo de cacique, no vacilaríamos en

mencionar el nombre de Camilo Mejía Duque. El titulo de la popular novela de

Giovanni Guareschi “El pequeño mundo de don Camilo” serviría para definir a

Risaralda, hacienda política que le pertenece por escritura pública. Fortificado en

su vejez como las ceibas, el archiduque desconoce el trágico significado de la

palabra derrota. Medio siglo de luchas electorales lo han visto siempre

triunfante, de donde le nace un agresivo optimismo. Político por intuición, ha

logrado, a golpes de audacia y servicio, convertirse en un ser omnipotente, de

prestigio demoledor. Se diría que tiene pacto con el diablo cuando de le ve alzar

la mano y conceder una gracia, o levantar un auricular y producir la caída de un

burócrata.

Y, sin embargo, no es soberbio. Su gran secreto radica en cubrirse con la

caparazón de la modestia.

En vez de señor feudal, prefirió ser compadre de sus súbditos. Los niños,

sus ahijados, crecen y se hacen hombres, y conservan la costumbre de implorar

su bendición. De lo contrario no serian concejales, alcaldes, personeros

diputados…Su figura gruesa y morena de arriero ejerce sobre su pueblo en raro

hechizo, casi religioso como si perteneciera a la ardida mitología de Bernardo

Arias Trujillo.”129

Tuvo un matrimonio afortunado, pues doña Josefina Trujillo, pertenecía a una

familia de finqueros ricos, lo que le permitió llevar una vida con holgura, aunque en

realidad Camilo, a pesar de haber concentrado tanto poder político, nunca llegó a

129 Darío Silva Silva. Antinoticias.

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122

acumular una fortuna personal venida de su oficio como político. Se ufanaba al decir

“que era el único político que no tenía casa propia”. A pesar de los odios y los

enemigos, se le reconoce como un parlamentario honesto, que no utilizó los recursos del

erario público en beneficio propio. En el trascurso de su vida pública, sufrió varios

atentados pero el más sonado fue el narrado por él mismo:

“Eran las doce y diez minutos del día cuando me tocó pasar a manteles. En

un momento dado de levantarme para el baño. En ese lapso de tiempo, dos

individuos que se encontraban a continuación de mi mesa, lograron mi ausencia

para proceder a derramar un líquido dentro del plato de sopa que me acababan

de servir. Luego de haberlo hecho, se retiraron, según informes de uno de los

meseros que era la persona que se había dado cuenta de todas las “andanzas” de

estos sujetos, y se perdieron dentro de la multitud que transitaba a esas horas por

este céntrico sector pereirano. Entonces, continúa diciendo Camilo Mejía Duque,

cuando a mi mesa vi con extrañeza que uno de los meseros retiraba

apresuradamente mi plato de la mesa, a lo que llamé y le pregunté acerca de

actitud, por lo que me respondió: Don Camilo: a este plato unos sujetos le

echaron un liquido y por eso vamos a cambiárselo. Camilo, que no era un

hombre que pasaba por alto estos casos le respondió al mesero: “Vea joven, no

se lleve este plato, dejémoslo aquí y traiga un plato nuevamente de sopa”130.

El líquido derramado sobre la sopa, una vez realizado el examen, era cianuro.

La obra de Camilo Mejía Duque, está perfilada en el mito del progreso que coincide

con las décadas de auge de obras públicas y desarrollo urbanístico de Pereira, capital del

nuevo departamento de Risaralda. Indudablemente, en este aspecto, por sus manos

pasaron los más renombrados proyectos para la ciudad y la región. A través suyo, los

auxilios parlamentarios llegaron a muchos proyectos, impulsados por sus grupos en las

diversas corporaciones públicas en las que contaba con sus adeptos, lo que sucedía en

varios concejos municipales de los municipios de Caldas, la Asamblea de Caldas y

después Risaralda, así como el Congreso de la República, además de las Juntas Acción

Comunal en las ejercía una mayor presencia, bien como compadre o bien como leales a

la forma paternal que Camilo les prodigaba. Su capacidad caudillista estaba a toda

130 Mi tío. Ob. Cit. Pg. 15

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123

prueba, de ello dan cuenta su innumerable clientela que lo mantuvo durante casi

cincuenta años en los diferentes cargos de representación política. Como a ningún

caudillo, durante todo el período de su vida política, le funcionaron las clientelas

electorales. Hábil en el manejo de los pasillos, como le llaman hoy al lobby, impulso

todo tipo de leyes, desde la que va de la creación del departamento del Risaralda, la

Universidad Tecnológica de Pereira, la que ordena la reforestación del río Otún, la

Normal Nacional de Varones, hasta la construcción del aeropuerto de Salamina, entre

tantas que apuntaban a hacer de la región, un centro de desarrollo. Su estilo personal y

directo chocó con muchos, pero fue capaz de convocar a rivales políticos en empresas

que mezclaban la política con el civismo. A pesar de ello, hoy este cacique tiene poco

renombre de las nuevas elites caudillistas del Risaralda que reproducen el estilo

clientelista desarrollado por él. Camilo fallece en Medellín el 8 de agosto de 1977.

CONCLUSIONES

El clientelismo nacido en la antigüedad, sacralizado por la religión, constituido en

una arquetipo ideológico de dominación que con la tradición como norma

Page 124: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

124

consuetudinaria de la sujeción y control de las clientelas, permanece históricamente,

evoluciona y se adecua a las cambiantes realidades del régimen liberal que le nutren y le

fortalecen, sobre todos en sociedades con profunda mentalidad campesina como la

nuestra, hasta convertirse en obligada a los estudios de la política y de la historia.

La sujeción se ha constituido en una constante histórica para el pueblo colombiano

que ha sido presa de arquetipos ideológicos con los que trasiega políticamente y

socialmente en el proceso de construcción social. El ejercicio del control político por

parte de las elites ha impedido la construcción de escenarios democráticos que

conduzcan a un ejercicio pleno de los derechos de los ciudadanos. Al contrario, la

sociedad colombiana es profundamente intolerante y antidemocrática. La mentalidad

autoritaria se ha apropiado de la cultura, la cual impide establecer diálogos. No se

escucha al contrario. Quien detenta el poder o expone sus “verdades”, no acepta las del

otro.

Estas estructuras metales de dominación, han impedido al Estado colombiano

adecuar sus instituciones a la modernización socioeconómica que la dinámica periférica

fue imponiendo a las ex colonias. Al contrario, el país se mantuvo en el aislamiento

sistemático y la industrialización iniciada a partir de la década de los veinte del siglo

pasado, se ha efectuado por etapas sustitutivas de industria de consumo. De hecho, las

elites tradicionales a través de los dos partidos tradicionales, mantuvieron el conflicto

con la modernización de la economía y la política.

El clientelismo es el más importante instrumento de funcionamiento político. El

régimen se sustenta en la base de los partidos tradicionales liberal y conservadora,

liderados por gamonales que reclutan la clientela electoral para los líderes partidistas

que operan según sus intereses o, a los que representan. Tradicionalmente, el

clientelismo se caracteriza por la sujeción como el mecanismo garante de la lealtad y

por ende en el periodo de la República se adscribe a la figura del patrón, adalid

identificado con el color rojo o azul del partido que recibe de él y mantiene aún a costa

de su vida como parte integrante de su identidad. El caciquismo de viejo cuño, mantiene

unas relaciones patronales propias de la hacienda decimonónica, atrasada y

precapitalista, que dominaba el escenario político ante la debilidad del naciente Estado.

Page 125: El Clientelismo Como Arquetipo de La Dominación Política en Colombia

125

Con la vinculación definitiva del país a la modernización, el clientelismo opera

mediante grupos de poder que aglutinan a los electores mediante prácticas fraudulentas,

como la compra de votos y la oferta de contratos, empleos o mejoras para sus barrios. El

fenómeno se ha constituido en una verdadera maquinaria política, alimentada por los

recursos del Estado y los medios de comunicación.

Las consecuencias de éste sistema perverso de la política colombiana, arrancan con

la debilidad permanente del Estado que recurre a prácticas autoritarias, bien desde la ley

o desde el aparato militar. Es importante recordar el artículo 121 de la constitución del

86 que declaraba el estado de sitio con el cual se gobernó prácticamente todo el siglo

XX y el Estatuto de Seguridad de los ochentas. El clientelismo ha impedido la

formación de la democracia a partir de una representación y los partidos políticos,

consolidados y formados por la amplia participación popular. Al contrario, la población

permanece al margen de las grandes decisiones políticas. Las aspiraciones democráticas

del pueblo son ahogadas con la represión o la exclusión y por ende el continuo

escenario de violencias que vive el país, característica permanente en la vida pública

colombiana. Son incontables los asesinatos de los líderes populares: José Antonio

Galán, Rafael Uribe, Jorge Eliecer Gaitán, Bernardo Jaramillo, Pardo Leal, José

Antequera, en fin toda una extensa lista de luchadores populares por la democracia que

el régimen clientelista se niega a aceptar.

Si bien se parte de la debilidad del Estado como el causante de la crisis por la que

hoy atraviesa la sociedad colombiana, en realidad es el clientelismo el mayor obstáculo

para alcanzar la presencia de las instituciones en todo el territorio. La corrupción se roba

los recursos destinados a las diferentes obras y a los servicios sociales como educación,

salud y vivienda. Dineros que van a parar a las arcas de los nuevos adalides de la

democracia. El problema sigue porque la cultura política del pueblo colombiano, está

cimentada sobre unos arquetipos de sujeción que premian la lealtad mediante la dadiva.

Al interior del clientelismo existe una estructura cultural, venida de las

representaciones míticas y religiosas, constituidas en arquetipos ideológicos, vigentes a

través de la larga duración histórica en las sociedades contemporáneas. Su adecuación a

las condiciones sociales y culturales, le nutren y consolidan como mecanismo de

sujeción eficaz en el manejo las relaciones patronales, gracias a la legitimidad otorgada

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126

mediante la dominación. Con ellas, alcanza una práctica cotidiana la cultura política de

clientelas que operan como el soporte electoral, en países en proceso de formación del

sistema democrático.

El patronato político se constituye en un sistema de seguridad y de protección a los

peones que por su misma condición, se ven obligados a asistir al llamado de sus

protectores. Su ambigüedad moral y su perennidad histórica en las sociedades

subdesarrolladas, lo convierten en el actor fundamental de la política, gracias a un

peonaje cultural que le alienta como clientela electoral. El clientelismo se fortalece en

los siglos XIX y XX, principalmente en América Latina, impactada por la modernidad

sobre estructuras sociopolíticas y culturales con profunda herencia colonial. La

condición de países periféricos, obliga a la permanencia de sistemas agrarios con

predominio latifundista, acompañado del retraso industrial que conserva la cultura

política de lealtades, como el soporte del régimen liberal en el que la representación y la

dirección del Estado se consigue mediante el fraude electoral, la dádiva y la compra de

votos.

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