el ciclo de la puerta de la muerte 1 parte 1

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    EN EL LABERINTO vol.1 Margaret Weis Tracy Hickman

    roby2001@ hotmail.com1

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    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en unsistema informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquiermedio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otrosmtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

    Diseo de cubierta: SingularTtulo original: Dragn Wing (Volunme 1 The Death Gate Cycle)Traduccin: Hernn Sabat 1990 by Margaret Weis and Tracy Hickman

    Published by arrangement with Bantam Books, a divisin ofBantam Doubleday Dell Publishing Group, Inc., New York. Grupo Editorial Ceac, S A 1991

    Para la presente versin y edicin en lengua castellana.Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S A.

    ISBN: 84-413-0275-8 (Obra completa)84-413-0641-9 (volumen 50) Depsito legal: B. 14146-1997

    Impreso en:Litografa Roses, S.A. (30-7-1997)Gav (Barcelona)

    Encuadernado en:Printer. Industria Grfica, S. A.

    Sant Vicenc dels Horts (Barcelona)Printed in Spain

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    EN EL LABERINTO vol.1 Margaret Weis Tracy Hickman

    Esta obra est dedicada ala memoria de mi madre,FRANCS IRENE WEIS

    Margaret Weis

    A Dezra y Terry PhillipsPOR TODO LO QUE HEMOS COMPARTIDO

    Tracy Hickman

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    La nica prisinque puede encerrar al alma

    es uno mismo.

    Henry Van Dyke

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    PRLOGO

    Tranquilzate, Haplo. Entra y acomdate. Toma asiento. Entre nosotros noson precisas las formalidades.

    Permite que te llene la copa. Bebamos lo que en otro tiempo llambamos lacopa del estribo, un brindis por el largo viaje que vas a emprender.

    Te gusta el vino? Ah!, mis poderes son muchos y diversos, como sabes,pero empiezo a pensar que slo el paso del tiempo, y no la magia, puedeproducir un buen vino. Al menos, eso es lo que ensean los libros antiguos. Nodudo que nuestros antepasados acertaban en esto, por muy equivocados queestuvieran en otras cosas. A esta bebida le echo en falta algo: una calidez, unsabor aejo que slo proporciona el tiempo. Es demasiado spera, demasiadoagresiva; dos cualidades que cuadran al hombre, Haplo, pero no al vino.

    As pues, ests preparado para el viaje? Tienes alguna necesidad o deseoque pueda satisfacer? Dilo y lo tendrs. No hay nada?

    Ah!, de veras te envidio. Mis pensamientos estarn contigo en todoinstante, despierto o dormido. Otro brindis. Por ti, Haplo, mi emisario a unmundo confiado!

    Y as debe seguir: confiado y sin recelos. S que ya hemos hablado de ello,pero voy a insistir una vez ms. El peligro es grande. Si nuestros antiguos

    enemigos tienen el ms leve indicio de que hemos escapado de su prisin,removern tierra, mar, sol y cielo como ya hicieron en una ocasin parafrustrar nuestros planes. Olfatea su presencia como ese perro tuyo husmea a lasratas, pero no permitas nunca que huelan el menor rastro de tu existencia.

    Deja que vuelva a llenarte la copa para un brindis mas. ste, por los sartn.Dudas en beber? Vamos, insisto. Tu rabia es tu fuerza. sala: te dar energa.As pues...

    Por los sartn. Ellos nos han hecho lo que somos.Qu edad tienes, Haplo? No tienes idea?Ya s: el tiempo no tiene sentido en el Laberinto. Deja que piense... La

    primera vez que te vi, parecas rondar los veinticinco aos. Una larga vida para

    los del Laberinto; una larga vida, que casi haba llegado a su final.

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    Qu bien recuerdo ese momento, hace cinco aos. Me dispona a entrar denuevo en el Laberinto cuando t emergiste de l. Sangrando, casi incapaz decaminar, agonizante. Pero me miraste con una expresin que nunca olvidar:una expresin de triunfo. Habas escapado, los habas vencido. Apreci aquelaire triunfal en tus ojos, en tu sonrisa exultante. Luego, te derrumbaste a mis

    pies.Fue esa expresin lo que me atrajo de ti, querido muchacho. Yo sent lo

    mismo cuando escap de ese infierno hace tanto tiempo... Yo fui el primero quesali de l con vida.

    Hace siglos, los sartn quisieron poner freno a nuestra ambicin dividiendoel mundo que nos perteneca por derecho y arrojndonos a su prisin. Comobien sabes, el camino para salir del Laberinto es largo y tortuoso. Llev siglosresolver el zigzagueante rompecabezas de nuestra tierra. Los libros antiguosdicen que los sartn idearon ese castigo con la esperanza de que el tiempo y elsufrimiento moderaran nuestra desmedida ambicin y nuestra naturaleza cruely egosta.

    Debes recordar siempre su plan, Haplo. Eso te dar la fuerza necesaria paracumplir lo que te he pedido. Los sartn llegaron a convencerse de que, cuandoemergiramos del Laberinto a este mundo, estaramos dispuestos a ocuparnuestro lugar en cualquiera de los cuatro reinos que escogiramos.

    Pero algo sali mal. Quiz descubras qu sucedi cuando penetres en laPuerta de la Muerte. Por lo que he podido descifrar de los libros antiguos, pareceque los sartn tendran que haber controlado el Laberinto y mantenido en ordensu magia pero, bien con alguna intencin malvola o por alguna otra causa, ol-vidaron su responsabilidad como celadores de nuestra prisin. Entonces, laprisin cobr vida propia; una vida que slo conoca una cosa, la supervivencia.

    As, el Laberinto lleg a considerarnos a nosotros, sus prisioneros, como unaamenaza. Despus de que los sartn nos abandonaron a nuestra suerte, elLaberinto, movido por el miedo y el odio que nos tena, se volvi letal.

    Cuando al fin consegu escapar, descubr el Nexo, esa hermosa tierra quelos sartn haban destinado para que nos instalramos. Y encontr los libros.Incapaz de interpretarlos al principio, me esforc en estudiarlos y prontodescubr sus secretos. Le sobre las esperanzas de los sartn respecto anosotros y me ech a rer. Es la primera y nica vez en la vida que me he redo.T me comprendes, Haplo. Sabes que en el Laberinto no hay alegra.

    Pero volver a rerme cuando se cumplan mis planes, cuando los cuatromundos separados los mundos del Fuego, del Agua, de la Piedra y del Aire

    vuelvan a ser uno. S, ese da me reir largo y tendido.Es hora de que te vayas. Has tenido mucha paciencia con las divagaciones

    de tu amo. Otro brindis.Por ti, Haplo.As como yo fui el primero en salir del Laberinto y penetrar en el Nexo, que

    t seas el primero en cruzar la Puerta de la Muerte y recorrer los mundos msall.

    El Reino del Aire. Estdialo a fondo, Haplo. Observa a sus gentes. Investigasus puntos fuertes y sus debilidades. Haz cuanto puedas por sembrar el caos enel reino, pero guarda siempre discrecin. Mantn ocultos tus poderes. Por

    encima de todo, no hagas nada que atraiga la atencin de los sartn porque, sinos descubren antes de que tenga ultimado mi plan, estamos perdidos.

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    Antes la muerte que traicionarnos. S que tienes la disciplina y el valorprecisos para tomar esa decisin, Haplo, pero lo ms importante es que poseeslos recursos y la astucia suficientes como para hacer innecesaria tal decisin.Por eso te he escogido para esta misin.

    Te encomiendo, adems, otra tarea. Treme de ese mundo a alguien que

    me sirva como discpulo. Alguien que despus regrese para ensear la palabra,mi palabra, al pueblo. No me importa su raza, si es un elfo, un humano o unenano, pero asegrate de que sea inteligente, ambicioso..., y dcil.

    En un texto antiguo encontr una analoga muy adecuada. T, Haplo, sersla voz del que grita en el desierto.

    Y, ahora, un postrer brindis. Pongmonos de pie para beber.Por la Puerta de la Muerte. Preparad el camino.

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    CAPITULO 1

    PRISIN DE YRENI,DANDRAK, REINO MEDIO

    Por el desparejo terreno de coralita avanzaba bambolendose y saltando uncarromato de tosca construccin cuyas ruedas de llantas de hierro tropezabancon todos los baches y salientes de lo que pasaba por ser una calzada. Tirabadel carro un tiero cuyo aliento formaba nubecillas de vapor en el aire helado. Erapreciso un hombre para guiar a la terca e impredecible ave mientras otros

    cuatro, colocados a ambos lados del vehculo, empujaban y tiraban de ste. Unapequea multitud, procedente de las casas de campo dispersas, se habacongregado ante la prisin de Yreni con la intencin de escoltar el carromatocon su vergonzosa carga hasta las murallas de la ciudad de Ke'lith, dondeaguardaba su llegada una muchedumbre mucho ms numerosa.

    El da tocaba a su fin. La luminosidad del firmamento empezaba adifuminarse y los Seores de la Noche iban extendiendo lentamente la sombrade sus capas sobre las estrellas vespertinas. La penumbra del anochecer eraadecuada para aquella procesin.

    Los campesinos, en su mayor parte, se mantenan a distancia del carro. Yno lo hacan por temor al tiero, aunque se conocan casos en que aquellas avesenormes se haban vuelto repentinamente y haban lanzado un malintencionadopicotazo a cualquiera que tratara de acercarse a ellas por su lado ciego, sino pormiedo al ocupante del carromato.

    El prisionero tena las muecas atadas con unas tensas correas de cuerosujetas a los costados del carromato, y los tobillos cargados de pesadosgrilletes. Varios arqueros de ojos penetrantes marchaban junto al carro, con lasflechas emplumadas a punto para ser disparadas al corazn del criminal si stehaca el menor movimiento sospechoso. Sin embargo, tales precauciones noparecan causar demasiado alivio entre quienes seguan la marcha del carro. Elgento, con aire sombro y vigilante, tena la mirada fija en el hombre y

    caminaba tras el carro mantenindose a una respetuosa distancia, queaumentaba marcadamente cuando el hombre volva la cabeza. Aquellos

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    campesinos de la zona no habran mostrado ms miedo, ms temor reverencial,si hubieran visto en el carro, encadenado, a un demonio de Hereka.

    El mero aspecto del preso era lo bastante imponente como para llamar laatencin y provocar escalofros. Tena una edad indefinida, pues era uno de esoshombres a los que la vida ha envejecido ms all de los ciclos. Sus cabellos eran

    negros, sin una sola cana, y los llevaba alisados hacia atrs desde la frente,ancha y huidiza, y recogidos en una trenza desde la nuca. Una nariz aguileacomo el pico de un halcn sobresala entre sus cejas oscuras y prominentes. Labarba, tambin negra, formaba dos retorcidas trenzas, cortas y finas, bajo surecio mentn. Sus ojos azabache, hundidos tras unos pmulos altos, casidesaparecan bajo la sombra de las cejas. Casi, pero no del todo, pues nopareca haber en aquel mundo oscuridad capaz de apagar la llama que arda enel fondo de aquellos pozos.

    El prisionero era de estatura mediana; su torso, desnudo hasta la cintura,estaba lleno de cortes y contusiones pues se haba resistido a la captura comoun verdadero diablo. Tres de los hombres ms osados del alguacil yacan en ellecho en aquel momento, y all seguiran durante una semana, por lo menos,recuperndose de sus heridas. Enjuto y nervudo, el preso mostraba unosmovimientos grciles, rpidos y silenciosos. Uno dira, por su aspecto, que eraun hombre nacido y criado para deambular en compaa de la Noche.

    Desde lo alto del carro, el prisionero se diverta al comprobar cmo seretiraban los campesinos cada vez que diriga la mirada hacia ellos. Empez avolver la cabeza a cada momento para desconcierto de los arqueros, que nodejaban de apuntarle con sus flechas, con los dedos crispados y nerviosos entorno al arco, y dirigan rpidas miradas a su jefe, un joven alguacil de expresinsolemne, a la espera de sus instrucciones. A pesar del fro de aquel atardecer

    otoal, el alguacil sudaba profusamente y su rostro se ilumin cuando lasmurallas de coralita de Ke'lith, por fin, aparecieron a la vista.Ke'lith era pequea en comparacin con las otras dos ciudades de la isla de

    Dandrak. Sus casas y tiendas, poco cuidadas, cubran apenas un menkacuadrado. En el centro mismo de la poblacin se alzaba una vieja fortaleza,construida con preciados y pocos comunes bloques de granito, cuyas torres msaltas reflejaban an los ltimos rayos de sol. Nadie en Ke'lith recordaba cundoni quin haba fundado y edificado aquel bastin, cuya historia pasada habaquedado oscurecida por el presente, por las guerras que se haban librado porsu posesin.

    Los centinelas abrieron las puertas de la ciudad y dieron paso al carromato.

    Por desgracia, el tiero se asust al escuchar los grandes vtores que acogieron laentrada del carromato en Ke'lith y se detuvo en seco. El conductor de la tercaave amenaz y azuz alternativamente al animal hasta que ste se puso enmarcha de nuevo y el carro avanz por la abertura de la muralla para tomar unacalle de coralita pulimentada que llevaba el grandioso nombre de Avenida de losReyes, a pesar de que nadie guardaba recuerdo de que ningn rey hubierapuesto el pie en ella.

    Una gran multitud se haba congregado para ver al prisionero. El alguacilgrit una orden con voz enrgica y los arqueros cerraron filas en torno alcarromato, pese a que los hombres que protegan la parte delantera quedaron

    en grave riesgo de recibir un picotazo del nervioso tiero.

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    Envalentonados por su nmero, los congregados empezaron a lanzarmaldiciones y levantar los puos. El prisionero los contempl con descaro, comosi los encontrara ms divertidos que amenazadores, hasta que una piedra decantos afilados vol sobre los laterales del carromato e impact en su frente.

    La sonrisa burlona desapareci entonces de su rostro, que se contrajo en

    una mueca de rabia. Cerr los puos y salt impulsivamente hacia un grupo derufianes que haban encontrado coraje en el fondo de una jarra de vino. Lascorreas de cuero que mantenan al hombre sujeto al carro se tensaron, loscostados del vehculo temblaron y se estremecieron, los grilletes de sus piesemitieron un discordante tintineo. El alguacil chill una orden, alzando el tonode voz una octava debido al miedo, y los arqueros se apresuraron a levantar lasarmas, aunque se produjo cierta confusin respecto a su objetivo: unos apunta-ron al criminal y otros a quienes lo haban atacado.

    El carromato, aunque tosco, era slido, y el hombre que lo ocupaba, pese aaplicar todas sus fuerzas, no consigui romper sus ataduras ni la madera que lassujetaba. Abandon sus esfuerzos y, bajo un velo de sangre, observ a uno delos tambaleantes rufianes.

    No te atreveras a hacer eso si no estuviera atado le dijo. De veras? replic el joven con aire burln y las mejillas encendidas

    por efecto de la bebida.Desde luego que no insisti con frialdad el prisionero. Sus ojos negros

    se clavaron en el joven y haba tal animadversin, tal aire amenazador en suspupilas, como ascuas al rojo, que el joven palideci y se le entrecort el resuello.Sus acompaantes, que lo animaban con sus voces aunque haban retrocedido auna distancia prudencial, tomaron a mal los comentarios del criminal y suactitud se hizo an ms amenazadora.

    El prisionero volvi la cabeza para observar un lado de la calle, primero, yluego el otro. De nuevo, una piedra lo golpe en el brazo y a ella sigui unalluvia de tomates podridos y un huevo hediondo que no acert al criminal, sinoque fue a estrellarse en pleno rostro del alguacil.

    Los arqueros, hasta entonces dispuestos a matar al prisionero a la primeraocasin, se convirtieron de pronto en sus protectores y volvieron sus armashacia la muchedumbre. Sin embargo, eran slo seis arqueros contra un centenarde encolerizados seguidores y las cosas parecan bastante peliagudas, tantopara el criminal como para los guardianes, cuando un batir de alas y unos gritosestentreos procedentes de las alturas hicieron que la mayor parte de lamultitud pusiera pies en polvorosa.

    Dos dragones, conducidos por jinetes armados y protegidos con armaduras,dieron una pasada a baja altura sobre la cabeza de los reunidos, haciendo quese refugiasen bajo los dinteles de las puertas o echaran a correr por las callejas.Una llamada de su jefe, que segua volando en crculos en el firmamento, hizovolver a la formacin a los dos caballeros de los dragones. El jefe descendientonces, seguido de sus jinetes, y las puntas de las alas de los dragonessalvaron por apenas un palmo los edificios a ambos lados de la calle. Por fin, conlas alas perfectamente recogidas a los flancos y agitando sus largas colas congesto feroz, los dragones se posaron cerca del carromato.

    El capitn de los jinetes, un hombre barrigudo de edad madura que luca

    una gnea barba pelirroja, llev su montura junto al carro.

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    El tiero, aterrorizado ante la visin y el olor de los dragones, se agitaba, yaullaba y no dejaba de dar brincos de todo tipo, poniendo en infinitasdificultades a su conductor.

    Haz que se calme ese maldito animal! gru el capitn.El conductor del tiero consigui sujetar a ste por la cabeza y fij su mirada

    en los ojos del animal. Mientras mantuviera la mirada de aquella manera, elestpido tiero1 para el cual no exista lo que no tena ante sus ojos seolvidara de la presencia de los dragones y se tranquilizara.

    Sin hacer caso del alguacil que, tartamudeando, se haba agarrado al arnsde la silla como lo hara un nio perdido al encontrar de nuevo a su madre, elcapitn de la escuadra de dragones contempl con aire severo al prisioneroensangrentado y cubierto de verduras.

    Parece que he llegado justo a tiempo de salvar tu miserable vida, Hugh laMano.

    No me has hecho ningn favor, Gareth contest el preso con vozlgubre. Alz sus manos esposadas y aadi: Sultame las manos y meenfrentar a todos vosotros, y a ellos tambin! Con un gesto, seal a losmirones que an asomaban la nariz entre las sombras para presenciar laescena.

    El capitn de los dragones emiti un gruido.Seguro que te gustara. Una muerte as sera mucho ms agradable que

    la que te espera, con el cuello en el tajo. Mucho ms agradable..., demasiadopara alguien como t, Hugh la Mano. Si por m fuera, acabara contigo de unacuchillada por la espalda, a traicin y en la oscuridad!

    La mueca burlona del labio superior de Hugh qued realzada por el ligerobigote negro y se hizo claramente visible pese a la luz mortecina del atardecer.

    Conoces bien la tcnica de mi oficio, Gareth.Slo s que eres un asesino a sueldo y que tu mano ha dado muerte a miseor replic el caballero. Si te acabo de salvar la cabeza, slo ha sido paratener la satisfaccin de ponerla con mis propias manos al pie del fretro de miseor. Por cierto, al verdugo lo apodan Nick el Tres Golpes, porque an no haconseguido nunca separar la cabeza del cuello al primer intento.

    Hugh contempl al capitn y murmur en voz baja: Repito una vez msque yo no he matado a tu seor. Bah! El mejor seor al que he servido,asesinado por un puado de barls.2 Cunto te ha pagado el elfo, Hugh?Cuntos barls te costar ahora devolverme la vida de mi seor?

    El jinete parpade para contener las lgrimas y, tirando de las riendas, hizo

    que el dragn volviera la cabeza. Azuz a su montura en los flancos, justo pordetrs de las alas, y la oblig a elevarse del suelo y sobrevolar en crculos elcarromato. Los ojos de serpiente de la criatura observaron a quienes acechabanen las sombras, retndolos a ponerse en su camino. El conductor del tiero

    1. En estado salvaje, estas enormes aves son una de las presas favoritas de losdragones. Los tieros poseen unas alas grandes y cubiertas de suave plumaje que noles son de casi ninguna utilidad. En cambio, pueden desplazarse a extraordinariavelocidad sobre sus poderosas patas. Constituyen unos excelentes animales de carga

    y son muy utilizados como tales en las tierras de los humanos. En cambio, los elfosconsideran al tiero un ser repulsivo y sucio. (N. del a.)2. El barl es la principal medida de cambio, tanto en las tierras de los humanoscomo en las de los elfos. Su patrn es el tradicional barril de agua. Un truequeequivalente a un barril de agua vale un barl. (N. del a.)

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    parpade a su vez, con los ojos llenos de lgrimas. El tiero reemprendi denuevo su perezosa marcha y el carro continu traqueteando por la calzada.

    Era ya de noche cuando el carromato y su escolta de dragones alcanz laciudadela de la fortaleza y la residencia del seor de Ke'lith. El dueo del lugaryaca con gran pompa en el centro del patio. Puados de cristales de carbn

    empapados de aceites aromticos rodeaban el cuerpo. Sobre el pecho reposabasu escudo. Una de sus manos, fra y rgida, asa la empuadura de la espada; laotra sostena una rosa que haba depositado en ella su doliente esposa. Esta nose encontraba junto al cuerpo sino que estaba en la ciudadela, bajo los potentesefectos de un jarabe de adormidera, pues se tema que tratara de arrojarse so-bre el fretro en llamas y, aunque tal inmolacin era habitual en la isla deDandrak, en este caso no poda permitirse ya que la esposa de Rogar de Ke'lithacababa de dar a luz a su primognito y heredero. Cerca del difunto estaba sudragn favorito, sacudiendo con orgullo su crin espinosa. Al lado del animal, conel rostro lleno de lgrimas, se hallaba el palafrenero mayor con un enormecuchillo de carnicero en la mano. No era por el difunto seor por quien lloraba.Mientras las llamas consuman el cuerpo de ste, aquel dragn que el jefe decuadras haba criado desde que era un huevo sera sacrificado para que suespritu sirviera a su amo despus de la muerte.

    Todo estaba preparado. En cada mano arda una antorcha. Loscongregados en el patio slo aguardaban una cosa antes de prender fuego altmulo funerario: que fuera puesta a sus pies la cabeza del asesino.

    Aunque las defensas de la ciudadela no estaban reforzadas, se habaestablecido un cordn de caballeros para mantener alejados del castillo a loscuriosos. Los caballeros se hicieron a un lado para permitir la entrada delcarromato y volvieron a cerrar filas cuando lo hubo hecho. Entre los

    congregados en el patio estall un clamor cuando el carro apareci a la vista,dando tumbos y traqueteando bajo el arco de la entrada. Los jinetes de laescolta desmontaron y sus escuderos se apresuraron a conducir a los dragoneshacia las cuadras. El dragn del difunto lanz un alarido de bienvenida o quizde despedida a sus congneres.

    El tiero fue desenganchado y conducido a otra parte. El conductor delanimal y los cuatro hombres que haban acompaado la marcha del carro fueroninvitados a la cocina, donde les dieron de comer y les ofrecieron una buenacantidad de la mejor cerveza del amo. Maese Gareth, con la espada preparada yla mirada pendiente del menor movimiento del prisionero, subi al carro, sac ladaga que llevaba al costado y cort las correas atadas a los tablones del

    vehculo.Capturamos al elfo, Hugh murmur Gareth por lo bajo mientras segaba

    las ataduras. Lo cogimos vivo. Iba en su nave dragn, de vuelta a Tribus,cuando lo apresaron nuestros dragones. Lo sometimos a interrogatorio y, antesde morir, confes que te haba entregado el dinero a ti.

    Ya he comprobado cmo interrogas a la gente replic Hugh. Cuandotuvo libre una mano, dobl varias veces el brazo para relajar la rigidez de losmsculos. Mientras le soltaba la otra mano, Gareth lo contempl con cautela.Ese desgraciado te habra jurado que era humano, si se lo hubieras pre-guntado!

    La daga maldita que sacamos de la espalda de mi seor era la tuya, esade mango de hueso con extraas inscripciones! Yo la reconoc!

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    Es cierto, la encontraste! Ambas correas quedaron sueltas. Con unmovimiento rpido e inesperado, las fuertes manos de Hugh se cerraron sobrela armadura de cota de malla que cubra los hombros del caballero. Los dedosdel asesino se clavaron con fuerza, hundiendo dolorosamente los aros de la cotade malla en la carne de su contrincante. Y los dos sabemos muy bien por qu

    la encontraste! mascull.Gareth aspir profundamente y lanz la daga hacia adelante. La hoja haba

    recorrido tres cuartas partes de su camino hasta la caja torcica de Hughcuando, con un esfuerzo de voluntad, el caballero detuvo su acto reflejo dedefensa.

    Atrs! Rugi a varios de sus hombres que, viendo en dificultades a sucapitn, haban desenvainado la espada y se disponan a acudir en su auxilio.Sultame, Hugh murmur con los dientes apretados, su piel tena un tonoplomizo y el sudor perlaba su labio superior. Te ha fallado el truco. Noencontrars una muerte fcil en mis manos.

    Hugh se encogi de hombros y, con una sonrisa irnica, solt al caballero.Gareth asi la mano derecha del asesino, se la puso a la espalda con gestoenrgico y, haciendo lo mismo con la izquierda, las at fuertemente con losrestos de las correas de cuero.

    Te pagu bien susurr el caballero. No te debo nada! Y qu hay de ella, de tu hija, cuya muerte vengu...?De un empujn, Gareth oblig a Hugh a volverse y le lanz un golpe al

    rostro con el puo envuelto en la cota de malla. El impacto alcanz al asesino enla mandbula y lo hizo salir despedido del carro, tras romper los tablones deste. La Mano se encontr entre la mugre del patio, tendido de espaldas en elsuelo. Gareth salt del carro y, a horcajadas sobre el prisionero, lo mir

    framente.Morirs con la cabeza en el tajo, maldito asesino. Llevoslo! orden ados de sus hombres, al tiempo que golpeaba a Hugh en los riones con la puntade su bota. Contempl con complacencia cmo se retorca de dolor y aadi congesto torvo: Y amordazadlo.

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    CAPITULO 2

    CIUDADELA DE KE'LITH,REINO MEDIO

    Aqu est el asesino, Magicka anunci Gareth, sealando al prisioneroatado y amordazado.

    Te ha dado algn problema? pregunt un hombre bien formado, deunos cuarenta ciclos de edad, que miraba a Hugh con aire pesaroso, como si le

    resultara imposible de aceptar que un ser humano pudiera albergar tantamaldad.

    Ninguno que no haya podido resolver, Magicka respondi el caballero,amilanado ante la presencia del mago de la casa.

    El mago asinti y, consciente de hallarse ante un vasto auditorio, se irguicuanto pudo y cruz ceremoniosamente las manos sobre su casaca deterciopelo marrn; por su condicin de mago de tierra, ste era el coloresotrico que le corresponda. En cambio, no luca el manto de mago real, ttuloque ambicionaba desde antiguo, segn los rumores, pero que el difunto Rogarse haba negado a concederle por alguna ignorada razn.

    Los presentes en el embarrado patio de la fortaleza vieron cmo elprisionero era conducido ante la persona que, en ausencia del amo, era ahora lamxima autoridad del castillo feudal, y se apretaron en torno a l paraescucharlo. La luz de las antorchas parpadeaba y oscilaba bajo la fresca brisanocturna. El dragn del difunto seor feudal capt la tensin y confusin delambiente y, tomndolos errneamente por los preparativos para una batalla,emiti un sonoro trompeteo exigiendo que lo dejaran lanzarse sobre el enemigo.El jefe de cuadras le dio unas palmaditas para tranquilizarlo. Muy pronto, lacriatura sera enviada a combatir a un enemigo que ni el hombre ni el dragn delarga vida podan evitar al fin.

    Qutale la mordaza orden el mago.

    Gareth carraspe, solt una tos y dirigi una mirada de soslayo a la Mano.Despus, inclinndose hacia el hechicero, murmur en voz baja:

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    No oirs ms que una sarta de mentiras. Este asesino dir cualquier cosapara...

    He dicho que se la quites lo interrumpi Magicka en un tono imperiosoque no dejaba lugar a dudas entre los presentes respecto a quin era ahora eldueo de la ciudadela de Ke'lith.

    Gareth obedeci a regaadientes y arranc la mordaza de la boca de Hughcon tal energa que forz al prisionero a volver el rostro a un lado y le dej unafea marca en una de las mejillas.

    Todo hombre, por horrible que haya sido su delito, tiene derecho aconfesar su culpabilidad y limpiar as su alma. Cmo te llamas? pregunt elmago con voz enrgica.

    El asesino, con la mirada fija por encima de la cabeza del hechicero, seabstuvo de responder. Gareth contempl al prisionero con aire de reprobacin.

    Se lo conoce por Hugh la Mano, Magicka. Cul es tu apellido?Hugh escupi sangre. Vamos, vamos! Insisti el hechicero, frunciendo el entrecejo. Hugh

    la Mano no puede ser tu verdadero nombre. Tu voz, tus modales... Sin duda,eres un noble! Algn descendiente ilegtimo, seguramente. Sin embargo,tenemos que conocer el nombre de tus antepasados para encomendarles tudespreciable espritu. No piensas hablar? El hechicero alarg la mano y,tomando a Hugh por la barbilla, le volvi el rostro hacia la luz de las antorchas. Tienes una estructura sea poderosa, una nariz aristocrtica y unos ojosextraordinariamente bellos, aunque me parece apreciar un matiz campesino enlas profundas arrugas del rostro y en la sensualidad de los labios. En resumen,es indudable que por tus venas corre sangre noble. Lstima que corra tan negra.

    Vamos, hombre, revela tu verdadera identidad y confiesa el asesinato de Rogar.Tal confesin limpiar tu alma.En la boca hinchada del prisionero apareci una sonrisa y en sus ojos

    negros y hundidos brill una dbil llama.Donde est mi padre, pronto lo seguir su hijo replic. Y t sabes

    mejor que ninguno de los presentes que yo no he matado a vuestro seor.Gareth alz el puo con intencin de castigar a la Mano por sus osadas

    palabras, pero una rpida mirada al rostro del hechicero lo hizo titubear.Magicka abandon por un instante su expresin ceuda y su rostro qued lisocomo un plato de natillas. No obstante, los perspicaces ojos del capitn dedragones no pasaron por alto la leve agitacin que cruz las facciones del

    hechicero ante la acusacin de Hugh. Insolente! respondi el mago framente. Eres muy osado para ser un

    hombre que se enfrenta a una muerte terrible, pero no tardaremos en ortepedir clemencia a gritos.

    Ser mejor que me hagas callar, y que lo hagas pronto dijo Hugh,pasando la lengua por sus labios cuarteados y sangrantes. De lo contrario, elpueblo podra recordar que ahora eres el guardin del nuevo amo, no es cierto,Magicka? Y eso significa que ejercers el gobierno del feudo hasta que elmuchacho cumpla..., cuntos ciclos? Dieciocho? Puede que incluso gobiernesms tiempo, si consigues tejer una buena red en torno a l. Tampoco dudo que

    sers un gran consuelo para la doliente viuda. Qu manto te pondrs esta

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    noche? La prpura del mago real? Por cierto..., no te parece extrao que midaga desapareciera as, como por arte de magia...?

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    EN EL LABERINTO vol.1 Margaret Weis Tracy Hickman

    El hechicero levant los brazos y grit: Que el suelo tiemble de furia ante la blasfemia de este hombre! Y el patio empez a agitarse y a temblar. Las torres de granito se

    balancearon. Los presentes lanzaron gritos de pnico, apretujndose unos

    contra otros. Algunos cayeron de rodillas entre gemidos y, con las manoshundidas en la capa de barro y basura, suplicaron al mago que contuviera suclera.

    Magicka volvi su pronunciada nariz hacia el capitn de la escuadra dedragones. Un puetazo de Gareth en la rabadilla de Hugh, descargado casi aregaadientes al parecer, hizo que el asesino lanzara un gemido de dolor,acompaado de un jadeo. En cambio, la mirada de la Mano no vacil ni diomuestras de debilidad, sino que permaneci clavada en el mago, cuyosemblante estaba plido de furia.

    He sido paciente contigo dijo Magicka, respirando profundamente,pero no pienso soportar esta vergenza. Te pido disculpas, capitn Gareth aadi a gritos para hacerse or por encima del retumbar de la tierra enmovimiento y del vocero de la gente. Tenas razn. Este hombre dir cual-quier cosa, con tal de salvar su vida miserable.

    Gareth asinti con un gruido, pero no dijo nada. Magicka alz las manosen gesto apaciguador y, poco a poco, el suelo dej de estremecerse. Lospresentes en el patio exhalaron profundos suspiros de alivio y volvieron aponerse en pie. El capitn dirigi un rpido vistazo a Hugh y top con la miradaintensa y penetrante de la Mano. Gareth frunci el entrecejo y, con aire lgubrey pensativo, desvi los ojos hacia el hechicero.

    Magicka, que estaba dirigindose a la multitud, no advirti su mirada.

    Lamento mucho, muchsimo, que este hombre deba abandonar esta vidacon tales manchas negras en su alma deca el hechicero en un tono de vozapenado y piadoso. Sin embargo, as lo ha escogido. Todos los aqu presentessomos testigos de que ha tenido suficientes oportunidades para confesar.

    Se escucharon unos respetuosos murmullos de asentimiento.Traed el tajo.Los murmullos cambiaron de tono, hacindose ms sonoros y expectantes.

    Los espectadores se movieron en busca de una buena panormica. Doscorpulentos centinelas, los ms fuertes que haban podido encontrar,aparecieron por una pequea puerta que conduca a las mazmorras de laciudadela. Entre los dos traan un bloque enorme de una piedra que no era la

    coralita,3delicada como una labor de encaje y empleada en la construccin detoda la ciudad salvo de la propia fortaleza. Magicka, a quien le corresponda

    3. Todas las islas flotantes del Reino del Cielo estn compuestas de coralita. Estematerial, formado por las excreciones de una pequea criatura inofensiva parecidaa una serpiente y denominada gusano de coral, tiene un aspecto esponjoso. Cuandose endurece, es slido como el granito, aunque no puede ser cortado ni pulimentado.La coralita se forma muy deprisa y los edificios realizados con este material, msque ser construidos, crecen. Los gusanos de coral despiden tambin un gas msligero que el aire. Este gas mantiene las islas suspendidas en el cielo, pero puederesultar una molestia cuando se pretende construir un edificio, por lo que es

    necesario recurrir a las artes de los magos de tierra de la primera casa paraeliminarlo. En ocasiones se ha descubierto algn depsito de hierro y de otros mine-rales incrustado en la coralita. Se desconoce cmo han aparecido, pero se suponeque son debidos a un fenmeno acaecido durante la Separacin de los Mundos. (N.del a.)

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    conocer el tipo, la naturaleza y los poderes de todas las rocas, apreci que elbloque era de mrmol. La piedra no proceda de la isla ni del continente vecinode Ulyandia, pues en esos lugares no haba yacimientos de tal roca. Por lo tanto,aquel mrmol tena que proceder del cercano y ms extenso continente deAristagn, lo cual significaba que haba sido extrado de tierras enemigas.

    O se trataba de una pieza de mrmol muy antigua, importadalegtimamente durante uno de los escasos perodos de paz entre los humanos ylos elfos del Imperio de Tribus (posibilidad que el hechicero descartaba), o bienNick el Tres Golpes, el verdugo, la haba pasado de contrabando (lo msprobable, en opinin de Magicka).

    En el fondo, no tena mucha importancia. Entre los amigos, familiares yseguidores del difunto Rogar haba numerosos nacionalistas radicales, pero elmago no crea que ninguno de ellos pusiera objeciones a que un pedazo deescoria como Hugh la Mano fuera decapitado sobre una roca enemiga. Con todo,se trataba de un clan muy obcecado y el hechicero dio gracias de que el mrmolestuviera tan cubierto de sangre seca que difcilmente podra nadie reconocer lapiedra. Ninguno de los deudos pondra en cuestin su origen.

    La roca de mrmol meda seis palmos por lado y en uno de ellos tenatallado un surco casi del tamao de un cuello humano normal. Los centinelastrasladaron el tajo por el patio, trastabillando debido al peso, y lo colocarondelante de Magicka. El verdugo, Nick el Tres Golpes, apareci por la puerta delas mazmorras y una oleada de expectacin agit a la multitud.

    Nick era un verdadero gigante y nadie en Dandrak conoca su verdaderaidentidad, ni su rostro. Cuando llevaba a cabo una ejecucin, vesta una tnicanegra y llevaba la cabeza cubierta con una capucha para que, en su vida normalentre la gente, sta no pudiera reconocerlo y rehuirlo. Por desgracia, la

    consecuencia de su astuto disfraz era que la gente tenda a sospechar decualquier hombre que midiera ms de dos metros y a evitar su compaa sinhacer discriminaciones.

    Sin embargo, cuando se trataba de ajusticiar a alguien, Nick era el verdugoms popular y solicitado de Dandrak. Fuera un chapucero increble o el hombrecon dotes escnicas ms brillantes de su poca, lo cierto era que el Tres Golpesposea una gran habilidad para entretener al pblico. Ninguna de sus vctimasmora enseguida, sino que soportaba entre gritos una terrible agona mientras elverdugo descargaba un golpe tras otro con una espada tan obtusa como susentendederas.

    Todas las miradas fueron del encapuchado Nick a su maniatado prisionero,

    el cual es preciso reconocerlo haba impresionado a la mayora de lospresentes con su frialdad. No obstante, todos los congregados en el patioaquella noche haban admirado y respetado a su difunto seor feudal e iba aconstituir un gran placer para ellos ver sufrir una muerte horrible a su asesino.Por ello, la gente advirti con satisfaccin que, a la vista del verdugo y del armaensangrentada que blanda en la mano, el rostro de Hugh adquira unaexpresin tranquila como la de una mscara y que, pese a contenerse y reprimirun escalofro, se le aceleraba la respiracin.

    Gareth asi por los brazos a la Mano y, apartndolo del hechicero, condujoal prisionero los contados pasos que lo separaban del tajo.

    Eso que has dicho de Magicka...

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    Gareth murmur estas palabras en un susurro pero, notando tal vez lamirada del mago fija en su nuca, dej la frase inacabada y se content coninterrogar al asesino con la mirada.

    Hugh le devolvi sta con unos ojos como dos pozos negros en la nocheiluminada por las antorchas.

    Viglalo respondi.Gareth asinti. Tena los ojos ojerosos e inyectados en sangre, y la barba

    sin afeitar. No haba dormido desde la muerte de su seor, haca dos noches. Sepas los dedos por los labios orlados de sudor y, a continuacin, llev la mano alcinto. Hugh percibi un destello de fuego reflejndose en una hoja de filopuntiagudo.

    No puedo salvarte murmur Gareth, pues nos haran trizas a ambos,pero puedo poner fin a tu vida con rapidez. Seguramente me costar el cargo decapitn volvi la cabeza y lanz una sombra mirada al hechicero pero, ajuzgar por lo que he odo, es probable que ya lo haya perdido. Tienes razn,Hugh. Se lo debo a ella.

    Con un nuevo empujn, coloc a la Mano frente al bloque de mrmol. Congesto solemne, el verdugo se despoj de su capa negra (no le gustaba verlasalpicada de sangre) y la entreg a un chiquillo que rondaba por all.Entusiasmado, el nio sac la lengua a un compaero con menos suerte quetambin se haba acercado con la esperanza de tener tal honor.

    Empuando la espada, Nick lanz dos o tres golpes de prctica paracalentar los msculos y luego, con un gesto de la cabeza, indic que ya estaba apunto.

    Gareth oblig a Hugh a arrodillarse ante el tajo. Despus se retir, pero nomucho, apenas un par de pasos. Sus dedos se cerraron con nerviosismo en

    torno a la daga oculta en los pliegues de la capa. En su cabeza iba tomandoforma la excusa que dara: Cuando la espada henda su cuello, Hugh ha gritadoque fuiste t, Magicka, quien mat a mi seor. Lo he odo claramente y, segndicen, las palabras de un moribundo revelan siempre la verdad. Por supuesto, yos que ese asesino menta, pero he tenido miedo de que los campesinos,siempre tan supersticiosos, le prestaran odos. He credo ms convenienteacabar de inmediato con su miserable existencia. Magicka no se lo tragara; sedara cuenta de la verdad. Ah!, de todos modos, a Gareth no le quedaba yagran cosa por la que vivir.

    El verdugo agarr a Hugh por el cabello con la intencin de colocar lacabeza del prisionero sobre el bloque de mrmol. Sin embargo, percibiendo tal

    vez en la multitud cierta inquietud que ni el espectculo de una inminenteejecucin lograba difuminar, Magicka alz una mano para detener la ceremonia.

    Alto! exclam.Con la tnica ondeando en torno a l bajo el impulso del viento fresco que

    se haba levantado, el hechicero dio unos pasos hacia el bloque de mrmol. Hugh la Mano! proclam entonces con voz potente y severa, te

    ofrezco una ltima oportunidad. Ahora que ests al borde del reino de la Muerte,dinos: tienes algo que confesar?

    Hugh levant la cabeza. Tal vez el miedo al inminente instante supremohaba acabado por doblegarlo.

    S, tengo una cosa que confesar.

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    Me alegro de ver que nos entendemos dijo Magicka con voz satisfecha.La sonrisa de triunfo de su rostro fino y atractivo no pas inadvertida alobservador Gareth. Qu es lo que lamentas en el momento de abandonaresta vida, hijo mo?

    En los hinchados labios de la Mano se form una mueca. Enderezando los

    hombros, mir a Magicka y proclam framente:Lamento no haber matado nunca a uno de tu ralea, hechicero.Una exclamacin de horrorizada complacencia se alz entre la multitud.

    Nick el Tres Golpes lanz una risilla bajo la capucha. Cuanto ms se prolongarala ejecucin, mejor lo recompensara el hechicero.

    Magicka ensay una sonrisa de fra piedad.Que tu alma se pudra junto a tu cuerpo declar.Tras dirigir a Nick una mirada que era una clara invitacin al verdugo para

    que empezara a divertirse, el mago se retir de la escena para que la sangre nole manchara la vestimenta.

    El verdugo mostr en alto un pauelo negro y empez a vendarle los ojos asu vctima.

    No! Rugi la Mano. Quiero llevarme esa cara conmigo! Termina de una vez! grit el hechicero, echando espumarajos por la

    boca.Nick agarr de nuevo el cabello de Hugh, pero ste se desasi con una

    sacudida. El prisionero coloc voluntariamente la cabeza sobre el mrmol teidode sangre; sus ojos, muy abiertos y acusadores, miraban a Magicka sinparpadear. El verdugo baj la mano, tom la corta melena de su vctima y laapart a un lado. A el Tres Golpes le gustaba tener una buena porcin de cuelloen la que trabajar.

    Nick levant la espada. Hugh exhal un suspiro, apret los dientes ymantuvo los ojos fijos en el mago. Gareth, pendiente de la escena, vio queMagicka vacilaba, tragaba saliva y diriga rpidas miradas a un lado y a otro,como si buscara una escapatoria.

    El horror ante la maldad de este hombre es excesivo! Exclam elhechicero. Date prisa! No puedo soportarlo!

    Gareth empu la daga. Los msculos del brazo de Nick se hincharon,preparndose para descargar el golpe. Las mujeres se taparon los ojos ymiraron a hurtadillas entre los dedos, los hombres estiraron el cuello para verentre las cabezas de los dems y los nios fueron alzados rpidamente para quepudieran contemplar el espectculo.

    Y, en ese instante, procedente de las puertas de la ciudadela, se escuch elfragor de unas armas.

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    CAPITULO 3

    CIUDADELA DE KE'LITH, DANDRAK,REINO MEDIO

    Una silueta gigantesca, ms negra que los Seores de la Noche, aparecisobre las torres de la fortaleza. La penumbra impeda ver con claridad, peroresultaba audible el batir de unas alas enormes. Los centinelas de la puertacontinuaron batiendo las espadas contra los escudos, dando la alarma, lo cualprovoc que todos los congregados en el patio se olvidaran de la inminente

    ejecucin y volvieran la atencin a la amenaza que llegaba de lo alto. Loscaballeros desenvainaron sus espadas y reclamaron a gritos las monturas. EnDandrak eran habituales las incursiones de los corsarios de Tribus y, de hecho,se esperaba una de ellas como represalia por el apresamiento y posteriormuerte del noble elfo que, presuntamente, haba contratado a Hugh la Mano.

    Qu sucede? grit Gareth, tratando en vano de ver de qu se trataba,indeciso entre continuar en su puesto al lado del prisionero o correr a defenderlas puertas que estaban bajo su responsabilidad.

    No hagis caso! Proseguid la ejecucin! rugi Magicka.Pero Nick el Tres Golpes necesitaba la atencin del pblico y la acababa de

    perder. La mitad de los espectadores haba vuelto la cabeza hacia la puerta y laotra mitad corra ya hacia ella. El verdugo baj la espada con gesto de orgulloherido y aguard, en un silencio dolido y digno, a ver cul era la causa de aquelalboroto.

    Es un dragn real, estpidos! Uno de los nuestros, no una nave lfica!Grit Gareth. Vosotros dos, vigilad al prisionero! orden el capitn,corriendo a las puertas de la ciudadela para acallar el creciente pnico.

    El dragn de combate sobrevol el castillo a baja altura. Un puado degruesos cabos, refulgentes a la luz de las antorchas, se agitaba en el aire. Dellomo del dragn saltaron varios hombres que se deslizaron por las cuerdashasta descender en medio del patio. Todos advirtieron la insignia de plata de la

    Guardia Real que reluca en sus panoplias y entre la multitud se alzaron unosmurmullos agoreros.

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    Los soldados se desplegaron rpidamente, despejaron una amplia zona enel centro del patio y se colocaron en formacin en torno a ella. Con el escudo enla zurda y la lanza en la diestra, permanecieron firmes en posicin de relajadaatencin, vueltos hacia el exterior de la zona despejada, evitando las miradas delos presentes y haciendo caso omiso de sus preguntas.

    Apareci entonces un solitario jinete montado en un dragn. Trassobrevolar la puerta de la fortaleza, el pequeo dragn de rpido vuelopermaneci suspendido sobre el crculo despejado para l, planeando con lasalas muy abiertas mientras estudiaba la zona en que se dispona a posarse. Paraentonces ya resultaba fcilmente reconocible el elegante uniforme de su jinete,que despeda destellos rojos y dorados a la luz de las antorchas. Losespectadores contuvieron el aliento y se miraron unos a otros con aire dedesconcierto.

    Cuando el dragn se pos en el patio, le trepidaban las alas y jadeabavisiblemente, expandiendo y contrayendo los flancos. De su boca armada decolmillos caan regueros de saliva. Su jinete salt de la silla y ech una rpidamirada en torno a s. El hombre vesta la capa corta entretejida de hilo de oro yel abrigo rojo encendido de los correos del rey, y los congregados aguardaroncon suma expectacin a or las noticias que vena a proclamar.

    Casi todos esperaban que sera una declaracin de guerra contra los elfosde Tribus; algunos caballeros buscaban ya a sus escuderos para estardispuestos a tomar las armas de inmediato. Por eso result una considerablesorpresa para quienes estaban en el patio ver que el correo alzaba una mano,enfundada en un guante del cuero ms suave y flexible, y sealaba el bloque demrmol.

    Es Hugh la Mano ese que os disponis a ejecutar? pregunt en una

    voz tan suave y flexible como sus guantes.El mago cruz el patio a grandes zancadas y los soldados de la GuardiaReal le permitieron acceder al crculo despejado.

    Yqu si lo es? replic Magicka, cauteloso.Si es Hugh la Mano, te ordeno en nombre del rey que me lo entregues...,

    vivo dijo el correo.Magicka le dirigi una sombra mirada cargada de odio. Los caballeros de

    Ke'lith se volvieron hacia el hechicero, pendientes de sus rdenes.Hasta tiempos muy recientes, los volkaranos no haban conocido ningn

    rey. En los primeros das del mundo, los Volkaran haban constituido una coloniapenitenciaria establecida por los habitantes del continente de Ulyandia. La

    famosa prisin de Yreni custodiaba a ladrones y asesinos; exiliados, prostitutas ydems elementos perniciosos de la sociedad eran desterrados en las islasprximas de Providencia, Exilio de Pitrin y las tres Djern. La vida en estas islasexteriores era dura y, con el paso de los siglos, produjo una gente de igualdureza. Cada isla era regida por varios clanes, cuyos seores pasaban el tiemporepeliendo asaltos a sus propias tierras o atacando las de sus vecinos deUlyandia.

    As divididos, los humanos fueron presa fcil de las naciones lfcas deTribus, ms ricas y fuertes. Los elfos vencieron rpidamente a los fragmentadosfeudos humanos y, durante casi cuarenta ciclos, gobernaron Ulyandia y las islas

    Volkaran. Su frreo dominio sobre los humanos haba terminado haca veinteciclos, cuando un caudillo del clan ms poderoso de Volkaran contrajo

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    matrimonio con la matriarca del clan ms fuerte de Ulyandia. Uniendo suspueblos, Stephen de Exilio de Pitrin y Ana de Winsher formaron un ejrcito quevenci a los elfos y los arroj literalmente, a algunos de ellos fuera de lasislas.

    Cuando Ulyandia y las Volkaran quedaron libres de ocupantes, Stephen y

    Ana se proclamaron monarcas, dieron muerte a sus rivales ms peligrosos y,aunque ltimamente se rumoreaba que estaban intrigando el uno contra el otro,seguan constituyendo la fuerza ms poderosa y temida del reino. En otrapoca, Magicka se habra limitado a hacer odos sordos a la orden, llevar a cabola ejecucin y acabar tambin con el correo real, si se mostraba demasiadoinsistente. Ahora, en cambio, de pie bajo la sombra de las alas del dragn decombate, negras como la brea, el hechicero no poda hacer otra cosa queprotestar.

    Hugh la Mano ha asesinado a nuestro seor, Rogar de Ke'lith, y laspropias leyes del rey ordenan que le quitemos la vida como castigo.

    Su Majestad aprueba y aplaude tu excelente y rpida administracin dejusticia en esta parte de su reino replic el correo con una airosa reverencia,y lamenta tener que interferir en ella, pero existe una requisitoria real para ladetencin del hombre conocido como Hugh la Mano. Se lo busca para in-terrogarlo respecto a una conspiracin contra el Estado, asunto que tieneprioridad ante cualquier otra cuestin local. Todo el mundo sabe aadi elcorreo, mirando fijamente a los ojos a Magicka que el asesino ha tenido tratoscon los elfos de Tribus.

    Por supuesto, el hechicero saba que Hugh no haba tenido ningn trato conlos elfos de Tribus y, en aquel mismo instante, se dio cuenta de que el correoreal tambin lo saba. Y pens que, si el emisario real estaba al corriente de ello,

    tambin conocera otras cosas..., entre ellas cmo se haba producido realmentela muerte de Rogar de Ke'lith. Preso en su propia red, Magicka se revolvi ybalbuci unas palabras:

    Mustrame el documento real.Nada, al parecer, produjo mayor placer al correo del rey que presentar el

    edicto real a la consideracin del mago. Llev la mano a una alforja de cueroque colgaba de la silla del dragn y extrajo un estuche que contena un rollo depergamino. Sac el documento y se lo entreg al hechicero, quien fingiestudiarlo. El edicto deba de estar en orden, pues lo contrario hubiera sidoimpropio de Stephen. All estaba el nombre, Hugh la Mano, y el sello del OjoAlado que constitua la divisa del monarca. Magicka se mordi el labio hasta

    sangrar, pero no pudo hacer otra cosa que dirigir a los reunidos una mueca dedesaliento. Lo haba intentado, se lea en su gesto, pero en aquel asuntointervenan poderes superiores. Llevndose la mano al corazn, inclin lacabeza en un gesto mudo y spero de asentimiento.

    Su Majestad te da las gracias dijo el correo con una sonrisa. T,capitn! Seal con un gesto a Gareth. ste se acerc con un rostrocuidadosamente inexpresivo, pese a que haba seguido con suma atencin tantolo que se deca como lo que se callaba, y se coloc detrs del hechicero.Treme al prisionero. Ah!, tambin necesitar un dragn descansado para elviaje de vuelta. Asuntos del rey aadi.

    Ante estas palabras asuntos del rey deba ponerse a disposicin delemisario real cualquier cosa que ste pidiera, desde un castillo a una botella de

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    vino, desde un asado de jabal hasta un regimiento. Quien desobedeciera lohaca a costa de un extremo peligro. Gareth observ a Magicka. El hechicerotemblaba de clera, pero permaneci mudo y se limit a asentir brevementecon la cabeza. El capitn se alej para cumplir la orden.

    El correo recuper hbilmente el pergamino, lo enroll y volvi a guardarlo

    en el estuche. Despus, mientras su mirada recorra el patio a la espera delregreso de Gareth con el prisionero, advirti por primera vez el fretro. Alinstante, su rostro adquiri una expresin de profundo pesar.

    Sus Majestades quieren hacer extensiva su condolencia a la viuda deRogar. Si pueden serle de alguna ayuda, la dama puede estar segura de queslo tiene que recurrir a ellos.

    Mi seora les queda muy agradecida repuso Magicka con acritud.El correo, tras una nueva sonrisa, se dio unos golpecitos con los guantes

    sobre los muslos en gesto de impaciencia. Gareth vena ya con el prisioneroentre la Guardia Real, pero an no haba rastro de la montura de refresco.

    Y ese dragn que he pedido...?Ten, mi seor, llvate ste se apresur a responder el palafrenero

    mayor, ofrecindole las riendas del dragn de Rogar. Ests seguro? inquiri el mensajero real, mirando el fretro y

    volvindose luego hacia el hechicero pues, por supuesto, conoca la costumbrede sacrificar al dragn, por valioso que fuera, en honor del difunto.

    Magicka, gesticulante, replic con un bufido: Por qu no? Llvate al asesino de mi seor en su dragn ms preciado!

    Al fin y al cabo, son asuntos del rey!S, exacto dijo el correo. Asuntos del rey!De pronto, la Guardia Real cambi de postura, volviendo hacia el exterior

    las puntas de las lanzas y juntando los escudos para formar un crculo de aceroen torno al correo y a quienes estaban con l.Tal vez prefieras tratar con Su Majestad algunos aspectos de los asuntos

    reales. Nuestro amable monarca no tendr inconveniente en disponer medidaspara el gobierno de la provincia en tu ausencia, Magicka.

    La sombra de las alas del dragn de combate que sobrevolaba la escenacruz el patio.

    No, no! Se apresur a protestar el mago. El rey Stephen no tienesbdito ms fiel que yo, de eso puede estar seguro!

    El correo hizo una reverencia y respondi a Magicka con una sonrisaseductora. Los soldados que lo rodeaban continuaron atentos y alerta.

    Gareth penetr en el crculo de acero, sudoroso bajo el yelmo de cuero.Saba lo cerca que haba estado de que le ordenaran enfrentarse a la GuardiaReal y an tena un nudo en el estmago.

    Aqu tienes al hombre dijo con rudeza, empujando a Hugh hacia elcorreo.

    El emisario real dirigi una rpida mirada al prisionero y advirti las sealesde los azotes en la espalda, las contusiones y cortes del rostro, los labioshinchados. Hugh, cuyos ojos oscuros y hundidos parecan haberse desvanecidopor completo bajo las sombras de las cejas, contempl al correo con una curiosi-dad cargada de indiferencia. En su mirada no haba ninguna esperanza, sino una

    mera chispa irnica ante la perspectiva de nuevos tormentos.Sultale los brazos y qutale esos grilletes.

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    Pero, mi seor, este hombre es peligroso...!Atado no puede montar y no tengo tiempo que perder. No te preocupes

    aadi el correo, moviendo la mano con gesto despreocupado. Salvo que lecrezcan alas, no creo que trate de escapar saltando del lomo de un dragnvolador.

    Gareth sac la daga y seg las cuerdas que maniataban a Hugh. Elpalafrenero mayor llam a gritos a sus ayudantes, penetr resueltamente en elcrculo de acero, desat la silla de la agotada montura del correo y la coloc enel lomo del dragn de Rogar. Tras dar unas palmadas en el cuello al animal,entreg las riendas al emisario real, con gesto satisfecho. El anciano no volveraa ver al dragn, pues nada de cuanto caa en las manos del rey Stephen volva asalir de ellas, pero era mucho mejor perderlo que verse obligado a hundir uncuchillo en la garganta de una criatura que lo amaba y confiaba en l, y luegocontemplar cmo se le iba la vida, desperdiciada en honor de un hombre yamuerto.

    El correo mont a la silla y, desde ella, extendi la mano para ayudar aHugh a subir. El asesino pareci comprender por primera vez que lo acababande liberar, que no tena la cabeza en el tajo y que aquella espada terrible no ibaa segarle la vida. Con movimientos tensos y dolorosos, alz la mano, asi la delcorreo y dej que el hombre lo alzara a lomos del dragn.

    Traedle una capa o se helar orden el mensajero. De las muchascapas que le ofrecieron, escogi una de gruesa piel y la arroj a Hugh. Elprisionero se ech el abrigo en torno a los hombros y se agarr con fuerza alborde de la silla de montar. El correo dio una breve orden y el dragn, con unatronador anuncio, extendi las alas y remont el vuelo.

    El comandante de la Guardia Real lanz un silbido que taladraba los

    tmpanos. El dragn de combate descendi hasta que las cuerdas que colgabande su lomo quedaron al alcance de los soldados, que se apresuraron a subir porellas y ocupar sus posiciones en el enorme lomo liso del animal. El dragn batilas alas y, en pocos instantes, la sombra desapareci del cielo y ste quedvaco, recuperando la gris penumbra de la noche.

    Abajo, en el patio de la ciudadela, los hombres se contemplaron en silencio,con rostros torvos. Las mujeres, viendo a sus maridos y percibiendo laatmsfera de tensin, se apresuraron a recoger a los nios, regaando e inclusodando cachetes a los que gimoteaban.

    Magicka, muy plido, penetr en las estancias de la ciudadela.Gareth aguard a que el hechicero desapareciera y luego orden a sus

    soldados que prendieran fuego al fretro. Hombres y mujeres, reunidos en tornoal crepitar de las llamas, empezaron a cantar encomendando el alma del difuntoa sus antepasados. El capitn de los caballeros enton una cancin por el seorfeudal a quien haba amado y servido con fidelidad durante treinta aos. Cuandotermin, continu observando cmo las llamas, agitadas y rugientes, consumanel cuerpo.

    De modo que nunca has matado a un hechicero? Hugh, amigo mo, talvez tengas ocasin de ello. Si vuelvo a verte... Asuntos del rey! Gru Gareth. Y si no logro dar contigo... Bien, ya soy un viejo sin ninguna razn por la quevivir.

    Su mirada se dirigi hacia los aposentos del hechicero, asomada a cuyaventana poda verse una silueta envuelta en una tnica. Recordando que tena

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    deberes que atender, el capitn se dirigi a la puerta para cerciorarse de quequedaba convenientemente guardada durante la noche.

    Olvidado de todos, como un artista privado de su representacin, Nick elTres Golpes permaneci sentado sobre el bloque de mrmol, desconsolado.

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    CAPTULO 4

    ALGN LUGAR DE LAS ISLAS VOLKARAN,REINO MEDIO

    El emisario real mantuvo tirantes las bridas de su montura. De haberledado rienda suelta, el pequeo dragn habra dejado atrs muy pronto al dragnde combate, de mucho mayor tamao. Sin embargo, el correo no se atreva avolar sin escolta pues los corsarios elfos solan acechar entre las nubes, aguar-dando el paso de algn solitario jinete humano. As pues, la marcha era lentapero, al fin, las antorchas de Ke'lith se desvanecieron a su espalda. Pronto, losabruptos picachos de Witheril ocultaron el humo que se alzaba de la pirafuneraria del malogrado seor de la provincia.

    As pues, el correo oblig a su montura a volar junto a la cola de la quimera,o dragn de combate, cuya silueta era como una esbelta cua negra quesurcaba la gris penumbra de la noche. La Guardia Real, atada a sus arneses, erauna serie de bultos negros en el lomo de la quimera.

    Los dragones sobrevolaron la pequea poblacin de Hynox, visible sloporque sus viviendas, bajas y cuadradas, estaban edificadas en terrenodescubierto. Despus, dejaron atrs la orilla de Dandrak y se adentraron en elaire profundo. El correo mir arriba y abajo, a un lado y a otro, como si no

    hubiera volado con frecuencia, cosa extraa en un supuesto mensajero del rey.Crey reconocer dos de las tres islas Caprichosas. Hanastai y Bindistai eranclaramente visibles pues, incluso en el aire profundo, la oscuridad no eracompleta... La noche no era tan cerrada como deca la leyenda que haba sidoen el viejo mundo, antes de la Separacin.

    Los astrnomos elfos haban escrito que existan tres Seores de la Nochey, aunque los supersticiosos crean que eran gigantes que extendanoportunamente sus capas ondeantes sobre Ariano para dar descanso a susgentes, los eruditos saban que los Seores de la Noche eran, en realidad, unaslejanas islas de coralita que flotaban sobre el reino, desplazndose en una rbitaque las llevaba, cada doce horas, a interponerse entre Ariano y el sol.

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    Ms all de estas islas se hallaba el Reino Superior, donde se supona quevivan los misteriarcas, poderosos brujos humanos que se haban retirado all enun exilio voluntario. Debajo del Reino Superior estaba el Firmamento, la zona delas estrellas diurnas. Nadie saba con exactitud qu era este Firmamento.Muchos y no slo los supersticiosos crean que se trataba de una franja de

    diamantes y otras piedras preciosas que flotaban en el aire. Esta creencia era elorigen de las leyendas sobre la fabulosa riqueza de los misteriarcas, pues sesupona que stos la haban atravesado para llegar al Reino Superior. Tanto loselfos como los humanos haban llevado a cabo numerosos intentos de volarhasta el Firmamento y descubrir sus secretos, pero quienes se haban atrevido aemprender el viaje no haban regresado jams. Se deca que el fro era tanintenso all arriba que la sangre se congelaba en las venas.

    Durante el vuelo, el correo del rey volvi la cabeza atrs en variasocasiones para observar a su compaero de montura, ya que senta curiosidadpor estudiar las reacciones de un hombre que acababa de ser arrebatado delcadalso. Sin embargo, si esperaba ver alguna expresin de alivio, alegra otriunfo en su rostro, se llev una considerable decepcin. Torvo, impasible, elasesino no dejaba traslucir un pice sus sentimientos bajo la mscara de susfacciones. Era el rostro de quien poda presenciar la muerte de un hombre con lamisma frialdad que otro contemplara a alguien comiendo o bebiendo. En elmomento de observarlo, Hugh tena la cabeza vuelta en otra direccin yestudiaba con atencin la ruta que seguan en su vuelo, segn advirti el correocon cierta inquietud. La Mano, captando tal vez sus pensamientos, alz lacabeza y clav su mirada en la del jinete.

    Este no sac nada en claro de su inspeccin. Hugh, en cambio, parecideducir muchas cosas de su estudio del emisario real. Sus ojos entrecerrados

    daban la impresin de taladrar la piel y traspasar los huesos y ser capaces, encualquier momento, de dejar al desnudo todos los secretos que el correoguardara en su cerebro; sin duda, as habra sucedido si el joven emisario nohubiera apartado la vista para concentrarla en la crin espinosa del dragn. Eljinete no volvi a mirar a Hugh en todo el viaje.

    Debi de ser una coincidencia pero, cuando el correo advirti el inters deHugh por su ruta de vuelo, un manto de niebla empez de inmediato aextenderse y oscurecer la tierra. La comitiva volaba velozmente y a gran altura,y a sus pies no haba mucho que ver bajo las sombras que extendan losSeores de la Noche. Sin embargo, la coralita despide una leve luminosidadazulada que hace que las arboledas destaquen en negro sobre el ligero

    resplandor casi plateado que presenta el suelo. Los puntos sobresalientes delterreno eran fciles de localizar. Los castillos y fortalezas de coralita que nohaban sido cubiertos con una argamasa de granito triturado resplandecanlevemente. Desde el aire, era fcil identificar los pueblos, con sus calles decoralita como cintas relucientes.

    Durante la guerra, cuando las naves voladoras de los elfos merodeaban porlos cielos, la gente cubra las calles con paja y juncos. Ahora, sin embargo, lasislas Volkaran no sufran conflictos armados. La mayora de los humanos que laspoblaban tena el ferviente convencimiento de que se deba a su bravura en elcombate, al miedo que haban provocado entre los seores de los elfos.

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    Al pensar en ello, el correo sacudi la cabeza de disgusto ante suignorancia. Slo algunos humanos del reino, entre ellos el rey Stephen y la reinaAna, conocan la verdad.

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    EN EL LABERINTO vol.1 Margaret Weis Tracy Hickman

    Los elfos de Aristagn haban dejado de prestar atencin a Ulyandia y lasVolkaran porque estaban ocupados en otro problema ms importante: unarebelin entre su propio pueblo.

    Cuando la rebelin fuera aplastada con mano firme y despiadada, los elfosvolveran a concentrarse en el reino de los humanos, aquellas fieras brbaras

    que haban atizado el fuego inicial de la revuelta. Stephen saba que, la prximavez, los elfos no se contentaran con la conquista y la ocupacin. La prxima vezse libraran de una vez por todas de la contaminacin humana de su mundo. Porello, con rapidez y en silencio, el rey estaba disponiendo sus piezas en el grantablero, preparndose para el encarnizado enfrentamiento final.

    El hombre que viajaba detrs del emisario real lo ignoraba, pero iba a seruna de esas piezas.

    Cuando apareci la niebla, el asesino se encogi de hombros interiormentey renunci de inmediato a seguir intentando determinar hacia dnde se dirigan.Tambin l haba sido capitn de una nave y conoca la mayora de las rutasareas entre las islas y ms all. Segn sus clculos, haban recorrido un rydainegativo4 en direccin a Kurinandistai, aproximadamente. Despus, al haceracto de presencia la niebla, ya no haba podido ver nada ms.

    Hugh saba que la niebla no haba surgido por casualidad, lo cual no hacasino confirmar algo que ya haba empezado a sospechar: que aquel jovencorreo no era ningn vulgar lacayo del rey. La Mano se relaj y dej que laniebla invadiera su mente. De nada serva hacer conjeturas sobre el futuro. Noera probable que fuese mejor que el presente, aunque difcilmente podra serpeor. Hugh haba hecho todo lo posible para prepararse para lo que pudierasurgir; incluso llevaba al cinto su daga de mango de hueso con inscripcionesmgicas, que Gareth le haba deslizado en la mano en el ltimo momento. En-

    cogiendo sus hombros desnudos y lacerados bajo la gruesa capa de piel, Hughse concentr nicamente en lo ms urgente: protegerse del fro.Con todo, sinti cierto sombro placer al advertir que el correo se mostraba

    incmodo ante la presencia de la bruma, pues lo obligaba a disminuir lavelocidad de la marcha y a descender continuamente hacia las zonasdespejadas que se abran y cerraban debajo del dragn, para comprobar dndese hallaban. En un momento dado, dio la impresin de haberse perdido y tir delas riendas de la montura. En respuesta a la orden de su jinete, la criatura batilas alas para mantenerse suspendida en el aire. Hugh not la tensin delemisario real y advirti las miradas rpidas y furtivas que diriga a diversospuntos del suelo. Por las palabras que le oy murmurar entre dientes, el prisio-

    nero crey entender que se haban alejado demasiado en una direccin.Cambiando de rumbo, el correo hizo volver la cabeza al dragn y stereemprendi el vuelo entre la niebla. El mensajero real lanz luego una miradaceuda a Hugh, como si quisiera decirle que el error era culpa suya.

    Hugh haba aprendido a edad muy temprana, por pura cuestin desupervivencia, a estar alerta a todo cuanto suceda a su alrededor. Ahora,cumplidos ya los cuarenta ciclos, tal cautela era involuntaria, como un sextosentido. Era capaz de advertir al instante un cambio en la direccin e intensidad

    4. Trmino de navegacin empleado como patrn en Tribus. El centro de todas las

    referencias es el Palacio Imperial de Tribus, respecto del cual se miden todas lasdistancias y posiciones para la navegacin en el Reino Medio desde los primerostiempos, cuando las razas convivan en paz. Un rydai negativo expresa unmovimiento de aproximacin hacia la situacin presente de Tribus, mientras que unrydai positivo indica un movimiento en la direccin contraria. (N. del a.)

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    del viento, una subida o bajada de temperatura. Aunque no dispona deaparatos para medir el tiempo, poda calcular con un par de minutos de margenel que haba transcurrido desde determinado momento hasta otro. Tena un odomuy agudo y una vista an ms penetrante, y posea un sentido de la orien-tacin infalible. Eran pocos los lugares de las islas Volitaran y del continente de

    Ulyandia que no haba recorrido. Sus aventuras de juventud le haban llevado aremotos (y desagradables) rincones del gran mundo de Ariano. Nada dado aalardes, que consideraba una prdida de tiempo slo quien es incapaz decorregir sus defectos siente la necesidad de convencer al mundo de que notiene ninguno, Hugh siempre haba tenido la ntima conviccin de que, dondefuera que lo llevasen, adivinara en un abrir y cerrar de ojos en qu lugar deAriano se encontraba.

    Pero cuando el dragn, bajo las suaves rdenes de su jinete, descendi delos aires y se pos en suelo firme, Hugh ech un vistazo a su alrededor y tuvoque reconocer que, por primera vez en su vida, estaba desorientado. Jamshasta entonces haba visto el lugar donde se hallaban.

    El mensajero del rey descabalg del dragn, sac una piedra luminosa delas alforjas y la sostuvo en la palma de la mano. Una vez expuesta al aire, lagema mgica empez a despedir una luz radiante. Las piedras luminosastambin despiden calor y es preciso colocarlas en algn recipiente. El correo sedirigi sin vacilar hacia una esquina del ruinoso muro de coralita que rodeaba elpunto de aterrizaje. All se agach y deposit la gema en una tosca lmpara dehierro.

    Hugh no vio otros objetos en aquel patio desierto. La lmpara deba dehaber sido colocada all en previsin de la llegada del mensajero, o bien la habadejado l mismo antes de acudir a Ke'lith. La Mano sospech que se trataba de

    esto ltimo, sobre todo porque no haba rastro de nadie ms en las in-mediaciones. Incluso la quimera haba quedado atrs. Era lgico suponer, portanto, que el correo haba iniciado su viaje desde all con la evidente intencinde regresar. Hugh se desliz al suelo desde el lomo del dragn, pensando que elhecho poda tener mucha, poca o ninguna importancia.

    El correo levant la lmpara de hierro. Regres hasta el dragn, acarici sucuello orgullosamente arqueado y murmur unas palabras apaciguadoras yreconfortantes que hicieron que la bestia se echara en el suelo recogiendo lasalas bajo el cuerpo y enroscando la cola en torno a las patas. El dragn recostla cabeza sobre el pecho, cerr los ojos y emiti un suspiro de satisfaccin. Unave2 dormido, despertar a un dragn es una tarea terriblemente difcil e incluso

    peligrosa pues a veces, durante el sueo, los hechizos de sumisin y obedienciaa los que estn sometidos se rompen por accidente y uno puede encontrarseante una criatura confusa, airada y vociferante. Un jinete de dragonesexperimentado no permite nunca que su animal se duerma, excepto cuandosabe que hay algn mago competente en las inmediaciones. Un nuevo dato queHugh apreci con inters.

    Acercndose a l, el correo real alz la lmpara y mir a la Mano con aireirnico, invitndolo a hacer alguna pregunta o comentario. Hugh no vio lanecesidad de malgastar saliva haciendo preguntas para las que saba que nohabra respuesta y, en consecuencia, le devolvi la mirada en silencio.

    El correo, desconcertado, empez a decir algo, cambi de idea y exhalsuavemente el aire que haba aspirado para hablar. Luego dio media vuelta con

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    brusquedad sobre sus talones al tiempo que haca un gesto a Hugh para que losiguiera, y la Mano emprendi la marcha tras su gua. El emisario real lo condujoa un lugar que Hugh no tard en reconocer, gracias a sus remotos y oscurosrecuerdos de la infancia, como un monasterio kir.

    Era un edificio antiguo, abandonado haca mucho tiempo. Las losas del

    patio estaban resquebrajadas y, en muchos casos, haban desaparecido. Lacoralita haba crecido sobre gran parte de los elementos arquitectnicosexteriores que seguan en pie, erigidos con la poco abundante piedra granticaque los kir preferan a la coralita, ms comn. Un viento helado ululaba a travsde las estancias abandonadas, en las que ninguna luz arda ni haba ardido,probablemente, desde haca siglos. Bajo las botas de Hugh crujan las ramas deunos rboles cados y crepitaban las hojas secas.

    Hugh la Mano, que haba sido educado por la orden severa e inflexible delos monjes kir, conoca la ubicacin de todos los monasterios en las islasVolkaran y no recordaba haber odo hablar nunca de ninguno que hubiera sidoabandonado, de modo que el misterio de dnde estaba y por qu haba sidoconducido all se hizo an ms oscuro.

    El correo lleg ante una puerta de barro cocido al pie de un elevado torrene introdujo una llave en la cerradura. La Mano mir hacia arriba pero no advirtininguna luz en las ventanas. La puerta se abri en silencio, seal de que alguiensola acudir a aquel lugar, ya que las oxidadas bisagras estaban perfectamenteaceitadas. Su gua se desliz en el interior del torren indicando con la mano aHugh que lo siguiera. Cuando ambos hubieron cruzado el umbral del fro yventoso edificio, el correo cerr la puerta y se guard la llave en el bolsillo de latnica.

    Por aqu dijo, aunque no eran necesarias demasiadas indicaciones

    puesto que slo haba un camino posible, y era hacia arriba. Una escalera decaracol ascenda por el interior del torren. Hugh cont tres niveles, sealadospor otras tantas puertas de adobe. La Mano empuj cada una de ellas a hurta-dillas mientras suba, comprobando que todas estaban cerradas.

    Al llegar al cuarto nivel, la llave de hierro reapareci en las manos delemisario frente a una nueva puerta de adobe. Delante de ellos se abri unpasillo largo y estrecho, ms oscuro que los Seores de la Noche. Las pisadas delas botas del gua resonaron en las losas del suelo. Hugh, acostumbrado a cami-nar en silencio con sus flexibles botas de cuero de suela blanda, no hizo msruido que si fuera la sombra de su acompaante.

    Hugh cont hasta seis puertas tres a la izquierda y tres a la derecha

    antes de que el correo alzara la mano y se detuviera ante la sptima. Una vezms, sac la llave de entre sus ropas. La cerradura chirri y la puerta se abrisin esfuerzo.

    Entra dijo el gua, hacindose a un lado.Hugh obedeci. No le extra or que la puerta se cerraba tras l. Sin

    embargo, no se escuch el ruido de la llave dando vuelta al pestillo. La nica luzde la estancia proceda del leve resplandor que despeda la coralita del exterior,pero la dbil iluminacin era suficiente para sus penetrantes ojos. Permaneciinmvil un instante, inspeccionando el lugar con detenimiento y advirti que noestaba solo.

    La Mano no tena miedo. Bajo la capa de piel, sus dedos sujetaban confuerza el mango de la daga, pero sta era una precaucin de sentido comn en

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    tal situacin. Hugh era un hombre de negocios y supo reconocer al instante elescenario para una conversacin comercial.

    La otra persona presente en la sala era amante de ocultarse. Permanecaen silencio y se esconda en las sombras. Hugh no consegua verla ni orla, perotodos los reflejos que lo haban ayudado a sobrevivir a lo largo de cuarenta

    speros y amargos ciclos le decan que haba alguien ms en la estancia. LaMano olfate el aire.

    Eres un animal, acaso, para olisquearme as? inquiri una vozmasculina, grave y resonante. Ha sido as como has sabido que estabaesperndote?

    S, soy un animal replic Hugh, lacnico. Y si te hubiera atacado?La figura se desplaz hasta colocarse ante la ventana y Hugh vio recortarse

    su silueta contra el dbil fulgor de la coralita. La Mano observ que suinterlocutor era un hombre alto envuelto en una capa cuyo borde oyarrastrarse por el suelo. La cabeza y el rostro de la figura estaban cubiertos poruna cota de malla que slo dejaba al descubierto sus ojos. Sin embargo, la Manosupo que sus sospechas haban sido acertadas. Ahora estaba seguro de conquin estaba hablando. Mostr la daga y respondi:

    Os habra hundido cuatro dedos de acero en el corazn, Majestad.Llevo la cota de malla replic Stephen, rey de las islas Volkaran y de las

    tierras de Ulyandia. Al parecer, no le sorprenda que Hugh lo hubiesereconocido.

    En la comisura de los finos labios del asesino se form una ligera sonrisa.La cota de malla no protege vuestra axila, Majestad. Levantad el codo.

    Avanzando un paso, Hugh llev sus dedos largos y finos a la abertura entre la

    coraza y la pieza que protega el brazo. Una estocada con la daga, aqu...Stephen no parpade siquiera al notar el contacto.Tengo que comentar esto con el armero.Haced lo que queris, Majestad dijo entonces Hugh, sacudiendo la

    cabeza, pero si un hombre est dispuesto a mataros, consideraos muerto. Y sista es la razn de que me hayis trado aqu, slo puedo ofreceros un consejo:decidid si queris que vuestro cuerpo sea enterrado o incinerado.

    Habla el experto murmur Stephen, y Hugh capt el tono de ironaaunque no pudiera ver la sonrisa en el rostro cubierto de su interlocutor.

    Supongo que Su Majestad quera un experto, ya que se ha tomado tantasmolestias.

    El rey volvi el rostro hacia la ventana. Rondaba los cincuenta ciclos peroera fuerte, de constitucin robusta y capaz de soportar increbles penalidades.Se rumoreaba que dorma con la armadura para endurecer an ms su cuerpo.Desde luego, teniendo en cuenta la fama de que gozaba su esposa, talproteccin no pareca superflua.

    S, eres un autntico experto. El mejor del reino, segn me han dicho. Tras esto, Stephen guard silencio. La Mano tambin era experto en

    interpretar lo que decan los hombres con los gestos, no con palabras, y aunqueel rey tal vez crea enmascarar bastante bien sus agitadas emociones, Hughobserv que los dedos de su mano izquierda se cerraban sobre s mismos y

    escuch el tintineo metlico de la cota de malla que traicionaba el temblor queatenazaba al monarca.

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    As solan reaccionar los hombres mientras tomaban la decisin de asesinara alguien.

    Tambin s que tienes un extrao sentido del orgullo, Hugh la Mano aadi el rey, rompiendo de improviso su prolongado silencio. Te anunciascomo una mano justiciera, como un instrumento de impartir castigos merecidos.

    Das muerte a aquellos que presuntamente han ofendido a otros, a aquellos queestn por encima de la ley, a aquellos que mi ley, supuestamente, no puedetocar.

    Su voz tena un tono irritado, desafiante. Era evidente que Stephen estabamolesto, pero Hugh saba que los clanes guerreros de las Volkaran y de Ulyandiaslo se mantenan unidos gracias a una argamasa de miedo y codicia, y no lepareci que mereciera la pena discutir el asunto con un rey que, sin duda, loconoca a la perfeccin.

    Por qu lo haces? Insisti Stephen. Es alguna especie de cdigo dehonor?

    Honor? Su Majestad habla como un seor de los elfos! En Therpes, elhonor no os servira para pagar una comida barata en una taberna de malamuerte.

    Ah! Es el dinero, entonces? El dinero...! Por un plato de asado, se puede tener a un asesino que

    apuale a su vctima por la espalda. Esto les basta a los que slo quieren vermuerto a su enemigo. En cambio, los que han sufrido algn agravio, los que hanpadecido a manos de otro... stos quieren que el causante de sus males sufratambin. Quieren que su enemigo sepa, antes de morir, quin ha provocado sudestruccin. Quieren que experimente el dolor y el terror que caus antes a suvctima. Y estn dispuestos a pagar un alto precio por obtener esta satisfaccin.

    Me han contado que t llegas a correr unos riesgos extraordinarios, queincluso desafas a tus vctimas a un combate limpio.Si el cliente lo pide......Y si est dispuesto a pagar, no?Hugh se encogi de hombros. La respuesta era tan obvia que no necesitaba

    comentarios. Aquella conversacin no tena sentido, no llevaba a ninguna parte.La Mano conoca su propia fama y su cotizacin. No necesitaba orla recitar aotros, pero estaba acostumbrado a ella. Era parte del negocio. Como cualquierotro cliente, Stephen estaba buscando las palabras adecuadas para proponerleun trabajo y la Mano observ con sorpresa que, en tal situacin, un rey noreaccionaba de manera distinta de la del ms humilde de sus sbditos.

    Stephen se haba vuelto de espaldas y contemplaba el paisaje por laventana, apoyando en el alfizar un puo crispado, enfundado en un guante.Hugh aguard pacientemente, en silencio.

    No lo entiendo. Qu razn puede tener quien te contrata para ofrecer asu enemigo la posibilidad de luchar por su vida?

    Quiz sea porque as obtiene una doble venganza, pues en tal caso no esmi mano la que abate a ese enemigo, Majestad, sino la de los antepasados demi vctima, que ya no le brindan su proteccin.

    Y t? Crees eso tambin?Stephen se volvi a mirarlo y Hugh capt el reflejo de la luz de la luna sobre

    la cota de malla que cubra la cabeza y los hombros del monarca.

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    Hugh frunci el entrecejo. Se llev la mano a los mechones sedosos de labarba, que le caa del mentn peinada en dos trenzas. Nadie le haba hechojams aquella pregunta, lo cual demostraba al menos, as le pareci que losreyes seran diferentes de sus sbditos. Por lo menos, aqul lo era. La Manoavanz hasta la ventana y se detuvo junto a Stephen. Un pequeo patio a sus

    pies atrajo la mirada del asesino. Cubierto de coralita, el suelo del patiodespeda un brillo mortecino y espectral en la oscuridad y Hugh observ, bajo latenue luz azulada, la figura de un hombre inmvil en su centro. La figura llevabauna capucha negra y empuaba una espada de aguzado filo. Ante sus pies tenaun bloque de piedra. Hugh sonri, al tiempo que retorca los extremos de subarba.

    Yo slo creo en una cosa, Majestad: en mi astucia y en mi habilidad. Veoque no tengo eleccin. O acepto el trabajo que me propondris, o de locontrario... No es as?

    No. Podrs escoger. Cuando te haya expuesto eso que llamas trabajo,podrs optar entre aceptarlo o negarte a hacerlo.

    ... En cuyo caso, mi cabeza ya puede ir despidindose de la compaa delos hombros.

    Ese hombre que ves ah abajo es el verdugo real. Es muy ducho en sutrabajo. Ser una muerte limpia y rpida, mucho mejor que la que te esperaba.Es lo mnimo que te debo por tu tiempo. Stephen se volvi para mirar cara acara a Hugh. Sus ojos, bajo la sombra del casco y de la cota de malla, eranoscuros y vacos; no brillaba en ellos ninguna luz interior, ni reflejaban la delexterior. Tengo que tomar precauciones. No puedo esperar que aceptes miencargo sin conocer de qu se trata, pero revelrtelo significa ponerme a tumerced. No puedo permitirme que sigas con vida, sabiendo lo que pronto voy a

    confiarte.Si me niego, os libraris de m por la noche, aprovechando las sombras,sin testigos. Si acepto, me ver prendido en la misma red en la que Su Majestadse debate ahora.

    Qu esperabas? Al fin y al cabo, no eres ms que un asesino replicStephen con frialdad.

    Y vos, Majestad, no sois ms que un hombre que quiere contratar a unasesino.

    Con una pomposa reverencia cargada de irona, Hugh dio media vueltasobre sus talones.

    Adonde vas? pregunt Stephen.

    Si Su Majestad me excusa, llego tarde a una cita. Hace una hora quedebera estar en el infierno.

    La Mano se dirigi a la puerta. Maldicin! Acabo de ofrecerte salvar la vida! exclam el rey.Al replicar, Hugh no se molest siquiera en volverse:Un precio demasiado bajo. Mi vida nada vale, y no le pongo precio. Y

    pretendis que, a cambio de ella, acepte un trabajo tan peligroso que habistenido que poner a un hombre entre la espada y la pared para obligarlo aaceptarlo? Prefiero afrontar la muerte que me estaba reservada, antes queaceptar las condiciones de Su Majestad.

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  • 8/3/2019 el ciclo de la puerta de la muerte 1 parte 1

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    ALA DE DRAGON vol.1 Margaret Weis Tracy Hickman

    Hugh abri la puerta de la estancia. Delante de l, cerrndole el paso,estaba el correo del rey. A sus pies tena la lmpara de hierro cuya piedradifunda su luz hacia arriba, baando un rostro de belleza delicada y etrea.

    Hugh pens: ste, un correo? Tanto como yo un sartn!.Diez mil barls dijo el joven.

    Hugh se llev la mano a las trenzas de la barba y las retorci, pensativo.Lanz una mirada de soslayo a Stephen, que se le haba acercado por detrs.

    Apaga esa luz, Triano orden el rey. De veras consideras estonecesario?

    Majestad Triano habl con voz respetuosa y paciente, pero en el tonode un amigo que da consejos a otro, no en el de un siervo que responde a suamo, este hombre es el mejor. No podemos confiar este asunto a nadie ms.Hemos efectuado considerables esfuerzos para hacernos con l y no podemospermitirnos perderlo. Si Su Majestad recuerda, desde el primer momento leadvert que...

    S, lo recuerdo lo cono Stephen. Despus, guard silencio, furioso. Sinduda, nada le habra gustado tanto como ordenar al correo que condujera alcadalso a aquel asesino. Era probable que, al llegar el momento, el propio reyquisiera blandir la espada del verdugo. El correo cubri la luz con una pantallad