el celador del cementerio - banrepcultural

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 94 POESIA das. que sería el caso de la nues tra . Cuando no hay comunidad humana , no hay ci udad, que es su habitación, o sea: la habitación ni ega a su habi- tante , vuelto ajeno a las cosas familiare s. No obstante, hay una segunda sec- ción que contrasta con és ta , en cuya glosa hemos querido ca racterizar el aliento s general del libro. No varían ente ramente en motivo los poemas, pero sí se hacen íntimos, más personales. Ha y uno , en espe- cial, que ca li ficaríamos co mo de· manda a la palabra poética. Es el que la inicia, titulado, justa mente, A la poea, cuya tran scripción debe ser íntegra: No me des las flo res del camp o. Regó/ame las de la vida. No me describas los colores de la auro ra . Despiértame cuando vaya a aman ecer. No me cant es las alabanzas de las muchachas. Dame de come r en el panal de su corazón. ¿Para qué la so mbra de los árboles si puede mitigar en su savia mi sed ? Llévame de la mano. Ll évame al fondo de las cosas. Préstame tu lámpara y desciende conmigo pero no al ritm o de tus co mpa- ses de fiesta sino al de tu sica interior. El giro es claro y profundo, y va en busca de esas "pocas palabras verda- deras" que pedía el clásico. Está, en el pórtico. la idea o el sentimiento de la poesía como compañe ra de la vi da, como su guía o su lazarill o, así, per- sonalizada y así amada y buscada. Se la llama en ayuda de Jos días y de su iluminación para esta r al lado de las cosas. También ella explica esas cosas, esto es, que hace el mundo co mpr en- sible, en un reclamo , aquí , pr ofun- dam ente human o, y en actitud de ve rdad lírica. La poesía estab lece el co loquio con las cosas, y los poem as que ve ndr án se ha cen meditativos, casi abstractos a veces, pero con las razones del corazón que quiere penetrar en el hecho de se r. Tam bién, p or e ll o, so n po e mas de una conciencia so litaria , y podr ía mos tomarlo s como los pen- sa mient os del h omb re inmerso en la multitud, y por lo tant o, en su sole- dad , en es ta pereg rinación ya no por la tie rr a sino por el tiempo , y no el de los relojes sino el interior. Se ría el dram a en tr e la intimidad y el mundo , entre aquellos que somos y lo qu e no es no sotr os , dr ama que se intensifica con la imagen del ho mbr e elemental, dibujada en los poemas iniciales. Y, en este doble juego, el mundo es contrario , estar en él es co mo es tar "fuera" , en lo que no nos pertenece ya, co menzand o por el pro- tagonista mismo de la acción, qu e tiene que olvidarse de sí para c umplir con e ll a. Entonces, la visión de la natural eza se hace idílica, c uando en el relato de la vi da campesina no estaba present e el mundo natural. Por enunciados co mo éstos se hace inmensamente seductor este libro que RES EÑAS traza el rumb o que , desde el exilio de la propia a lma , ll eva has ta la poe sía: Cuando cae la n oche voy a mis soledades. Recorriendo mis se nda s inte- riores, tom o aquí d el jardí n y del pai- saje. allí del cielo o de la brisa pura. JAIM E ÜARCÍA MA FFLA El celador del cementerio Poesía escogida Julio Flórez. Prólogo de Harold Al vara do Teno rio . Arango Editores/ El Ancora Editores, Bogotá, 1988 Para un espíritu tan libre como el del lec tor co ntemporáneo , cuesta creer que una literatura se sustentara sola- mente co n la insistente repetición de unos poco s temas. Es cierto que , y to dos los grande s escritores así lo co nfirman , la literatura gira alrede- d or de varias obsesiones, pero de alg ún m odo és tos se c uidan de darl e una forma distinta en cada uno de sus libro s. Es un merodeo ; en el moder- nis mo era un acoso. En Julio Flórez ( 1867-1923) se pueden observar estas ca racterísticas. En cierta medida, la poesía colom- biana ha tenido un papel reconcilia- dor en pe ríodo s de gran turbulencia. La publi cac ió n en 1886 de La lira nueva puede verse como el final de una época de guerras y como un principi o de ordenación literaria e histórica , ya que los poetas tenían co mo misión combatir un medio hos- til con el arma que consideraban la más alta del pensamiento: la litera- tura . Para referirno s al ámbito estric- tamente andino, Bogotá en 1886 era una ciudad que contaba con once periódicos, se podían conseguir libros ex tranjeros en las librerías y mos- Bolctln Cultural y Biblioarifico Vol. 26, núm. 20, 19 89

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Page 1: El celador del cementerio - Banrepcultural

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

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POESIA

das. que sería el caso de la nuestra . Cuando no hay comunidad humana, no hay ciudad, que es su habitación, o sea: la habitación niega a su habi­tante , vuelto ajeno a las cosas familiares.

No obstante, hay una segunda sec­ción que contrasta con ésta, en cuya glosa hemos querido caracterizar el aliento más general del libro. No varían enteramente en motivo los poemas, pero sí se hacen ínt imos, más personales. Hay uno, en espe­cial, que calificaríamos como de· manda a la palabra poética. Es el que la inicia, titulado, justamente, A la poesía, cuya transcripción debe ser íntegra:

No me des las flores del campo. Regó/ame las de la vida.

No me describas los colores de la aurora. Despiértame cuando vaya a amanecer.

No me cantes las alabanzas de las muchachas. Dame de comer en el panal de su corazón.

¿Para qué la sombra de los árboles si puede mitigar en su savia mi sed?

Llévame de la mano. Llévame al fondo de las cosas.

Préstame tu lámpara y desciende conmigo pero no al ritmo de tus compa­ses de fiesta sino al de tu música interior.

El gi ro es claro y profundo, y va en busca de esas "pocas palabras verda­deras" que pedía el clásico. Está, en el pórtico. la idea o el sentimiento de la poesía como compañera de la vid a, como su guía o su lazarillo, así , per­sonalizada y así amada y buscada. Se la llama en ayuda de Jos días y de su iluminación para estar al lado de las cosas. También ella explica esas cosas, esto es , que hace el mundo compren­sible, en un reclamo , aquí , profun­damente humano, y en actitud de verdad lírica.

La poesía establece el coloquio con las cosas, y los poemas que vendrán se hacen meditativos , casi abstractos a veces, pero con las razones del corazón que quiere penetrar en el hecho de ser. También, por ello, son poemas de una conciencia solitaria, y pod ríamos tomarlos como los pen­samientos del hombre inmerso en la mult itud , y por lo tanto, en su sole­dad, en esta peregrinación ya no por la tierra sino po r el tiempo, y no el de los relojes sino el interior.

Sería el drama entre la intimidad y el mundo, entre aquellos que somos y lo que no es nosotros, drama que se intensifica con la imagen del hombre elemental, dibujada en los poemas iniciales. Y, en este doble juego, el mundo es contrario, estar en él es como estar "fuera", en lo que no nos pertenece ya, comenzando por el pro­tagonista mismo de la acción, que tiene que olvidarse de sí para cumplir con ella. Entonces, la visión de la naturaleza se hace idílica, cuando en el relato de la vida campesina no estaba presente el mundo natural. Por enunciados como éstos se hace inmensamente seductor este libro que

RESEÑAS

traza el rumbo que, desde el exilio de la propia alma, lleva hasta la poesía:

Cuando cae la noche voy a mis soledades. Recorriendo mis sendas inte­riores, tomo aquí del jardín y del pai­saje. allí del cielo o de la brisa pura.

JAIM E ÜARCÍA MAFFLA

El celador del cementerio

Poesía escogida Julio Flórez. Prólogo de Harold Al varado Tenorio. Arango Editores/ El Ancora Editores, Bogotá, 1988

Para un espíritu tan libre como el del lector contemporáneo, cuesta creer que una literatura se sustentara sola­mente con la insistente repetición de unos pocos temas. Es cierto que, y todos los grandes escritores así lo confirman, la literatura gira alrede­dor de varias obsesiones, pero de algún modo éstos se cuidan de darle una forma distinta en cada uno de sus libros. Es un merodeo; en el moder­nismo era un acoso. En Julio Flórez ( 1867-1923) se pueden observar estas características.

En cierta medida, la poesía colom­biana ha tenido un papel reconcilia­dor en períodos de gran turbulencia. La publicación en 1886 de La lira nueva puede verse como el final de una época de guerras y como un principio de ordenación literaria e histórica, ya que los poetas tenían como misión combatir un medio hos­til con el arma que consideraban la más alta del pensamiento: la litera­tura. Para referirnos al ámbito estric­tamente andino, Bogotá en 1886 era una ciudad que contaba con once periódicos, se podían conseguir libros extranjeros en las librerías y mos-

Bolctln Cultural y Biblioarifico Vol. 26, núm. 20, 1989

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PLAZA DE BOLÍVAR 1 9 8 9 1

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RES

traba gran afición a la poesía, ya que su forma cortés y elegante era sinó­nimo de una manera de ser del bogo­tano. Esto, es indudable, los influyó a todos, pudiendo observarse este fenó­meno desde dos puntos de vista: la importancia concedida a la poesía y escribir poesía para ganar importan­cia. EnJulio Flórez se o bserva que no fue ajeno a estas circunstancias. Un deliberado afán de escribir para la galería surca in mise rico rdemente toda su obra. Esto nos lo confirma Max Henríquez Ureña: "Julio Flórez se inferiorizaba cuando quería ahuecar la voz; y si se comparan sus dos odas a Víctor Hugo, se puede advertir que la más larga, la que recitaba ante públicos hete rogéneos, no es más que un encadenamiento de sonoros efec­tismos, entretejidos en torno a una idea di\uida y hueca" 1•

De allí que los sentimientos se extremen, el dolor se aumente , el patetismo sea realmente patético.

Pero lo fundamental no es que­darse con lo bueno y desechar lo malo, sino comprenderlo en su tota­lidad; un poeta que arrastra un ro­manticismo desleído como una vieja capa, un poeta que fundó la Gruta Simbólica, un poeta que no sucum­bió a las tentaciones de la política, un poeta que tenía una muy alta concep­ción de su propia poesía, son aspec­tos que es necesario valorar, ya que intentar convertir sus versos medio­cres en buenos versos en un error.

Para su valoración tenemos este libro, donde se incluye desde el ripio más categórico, pasando por su acti­tud ante la política del gobierno - A la neutralidad, pág. 118- y los ver­sos heroicos -"aunque su estro carecía de vigor para la empresa",

Bolctln Cullural y Biblio¡r.C.c:o Vol. 26, núm. 20, 1989

como apunta Henríquez U reña a lo que pro piamente se ha conside­rado como su obra.

"Las novedades ext ra njeras est i­mularo n la comparación de d ist intas escuelas literarias, enriquecieron las charlas insustanciales de las ve ladas y contribuyero n a afianzar un gu1.to europeizado que giró en to rno a d os poetas: Núñez de Arce y Víctor H ugo, también conocido como e l poeta del siglo". A estos autores, que nos recuerda Santiago Londo ño 2 como pilares, habría que añadir otros d os: Campoamor y Bécquer. Estos eran sus planetas literarios , aunque tam­bién la influencía de Si lva se hace notar en composicion es como En el cemenrerio (pág. 39) y en todos los poemas de l Año Harmó nico.

Si se comparan las o bras de Fló rez con las de Silva, encontraremos que los dos parten de un mismo punto pe ro que llegan a resultados muy diversos ; la calid ad del segundo es infinitamente superior a la del pri­mero, por limpieza, por claridad , po r transmisión d e sentimientos. por e l manej o de un amplio lenguaje. " Flórez es un paso hacia atrás, S ilva lo es hacia ad elante" conc lu ye Armando Ro mero 3. Pero la admira­ción que sentía Flórez po r Si lva era enorme, tal como se puede observar en los tres hermosos sonetos que incluye este libro; el segundo de ellos es de una enorme sencillez y qu izá sea el más valioso, por p oseer cie rt.a inquietante tosquedad :

allí van los poetas de armas ruidosas y de frentes heladas y pensativas.

POESIA

El lector se pregunta: pe ro . ¿cuáles pueden se r esas "arm as ruidosas·~]

¡,Se rá el <mido q ue provoca una arma­dura . será el escudo y el morrió n? Hermo o tema para Alfonso Reyes. Ju li o Fló rez. tal como lo podemos rescatar en es te libro, e ra un ho mbre mortificad o. bohemio, anárquico . monotemático, incurable: sus co lo­res provienen de un prisma que sola­mente manej aba una gama de grises y d onde prima el negro; sus temas obligatorios y recurren tes serán la muerte. la noche , e l amor a la madre como refugio seguro ante el desplante de las mujeres. Darío J aramillo Agudelo lo llamó "celador del cemen­ter io universal de la poesía": esto, sin duda, le hubiera agradado.

R AMÓN COTE BARAIBAR

Max Hen ríquez Ureña, Breve h istoria del modernism o. México. Fo ndo de C ultura Eco nó mica. 1954, pág. 325.

1 Bo letín C ultural y Bibliográfico, núm . 9. 1986.

Arma nd o Ro mero . las palabras están en situació n. Bogotá. Procultura. 1985.

La estereotipia del calzón

Espacios y usos del cuerpo Rafael Díaz Borbón Ed icio nes P uesto de Combate. Bogotá, 1988

Un jurad o compues to por Bruno Mazo ld i. Orietta Lozano y M ilcíades Arévalo les concedió, en noviembre de 1987, a Rafael Díaz Barbó n y a Beatriz Zúñiga el premio nacional de poesía S an Juan de Pasto 450 años . Un mes más tarde, Rafael Díaz Bo r­bó n publicó en el Magazín D o mini­cal de El Espectad o r la co nsabida carta de protes ta pid iéndole al recto r de la Unive rsidad d e Nariño que

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