el campo en la ciudad: reflexiones en torno a las ruralidades emergentes**el campo en la ciudad:...

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Los viejos modelos de uso del sueloy de localización de las actividadesagropecuarias que remitían a unmodelo organizado en círculosconcéntricos, jerarquizados en funciónde la distancia hacia un poloúnico, ya no tienen validez

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  • Los viejos modelos de uso del suelo

    y de localizacin de las actividades

    agropecuarias que remitan a un

    modelo organizado en crculos

    concntricos, jerarquizados en fun-

    cin de la distancia hacia un polo

    nico, ya no tienen validez. Resultan

    sumamente engaosos para enten-

    der el desenvolvimiento de las

    actividades agropecuarias y el senti-

    El campo en la ciudad:

    reflexiones en torno a

    las ruralidades

    emergentes**

    Thierry Linck*

    Globalizacin y cambios en lasinteracciones rural-urbano

    **Este texto se present en un seminariosobre polticas alternativas hacia las reasrurales del D.F. para discutir las grandes orien-taciones seguidas en Europa. No dud en

    *Profesor-investigador de la Universidad deToulouse le Mirail, Francia.

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    do que estn cobrando hoy en da las relaciones entre campo y

    ciudad en Europa. Han cobrado sentido rupturas inesperadas

    y dinmicas inditas que marcan la emergencia de modelos con-

    trastados. La difusin de nuevos patrones de consumo y hbitos

    de vida, la megapolizacin de los sistemas urbanos, los progresos

    espectaculares de las comunicaciones y la creciente movilidad

    de la poblacin han modificado radicalmente el patrn de organi-

    zacin del territorio desplazando o borrando casi por completo

    las fronteras entre lo rural y lo urbano. Hasta puede afirmarse,

    sin mucha exageracin, que cualquier pas de Europa occidental

    conforma en s una extensa rea conurbana. Bajo el empuje

    de nuevas expectativas hacia el campo y el desenvolvimiento de

    nuevas funciones de las reas rurales, la vieja docotoma entre

    campo y ciudad ha dejado de tener sentido. Como consecuencia,

    muchos investigadores sociales han dejado de prestarle atencin

    al asunto, esforzndose los dems en encontrarle sentido a lo

    que se reconoce ya como nuevas ruralidades o interacciones

    rural-urbano.

    Sigue teniendo an un enorme peso el modelo productivista que

    finc su auge en una fuerte dependencia de la agricultura hacia

    introducir un fuerte sesgo en la argumentacin para centrarme en las contradiccio-nes propias del Valle de Mxico. Tal vez resulte exagerado reducir la campia fran-cesa a un espacio peri-urbano; mas no resulta as en el D.F. El nfasis puesto en lasnuevas ruralidades, o sea la emergencia de nuevas expectativas en la poblacin engeneral y de nuevas funciones en los territorios rurales, tambin tiene mayor sentidoen las serranas del sur del D.F.: en el corazn de esas reas se encuentran lasllaves que dan acceso a la memoria colectiva de ms de 18 millones de habitantes.Aqu cobra sentido la construccin de nuevas alternativas de competitividadmediante la incorporacin de valores smbolicos o ambientales en los procesos pro-ductivos o como sustento del fomento de nuevas actividades. Por ltimo, quedaclaro que el manejo de los recursos patrimoniales incorporados remite a una con-cepcin territorial del desarrollo, especialmente en las dinmicas organizativas quelo sustentan. En este sentido, la construccin de la calidad (la certificacin quepermite y garantiza la incorporacin de esos recursos) reviste un carcter eminente-mente poltico y plantea exigencias de debate que resultan sin duda mucho msapremiantes en Mxico que en Europa.

    El modelo productivista: una predominancia contestada

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    ANLISIS

    sus proveedores de insumos y equipos y ante las industrias ali-

    menticias. Siguiendo los cauces de este modelo, la agricultura

    europea ha entrado hace tiempo en una lgica marcadamente in-

    dustrial que la revolucin de las comunicaciones, la unificacin de

    los mercados y la configuracin multipolar de los sistemas urbanos

    han madurado. La localizacin y la prosperidad de las actividades

    productivas y la organizacin del espacio agropecuario dependen

    hoy en da de la proximidad (determinada no por la distancia sino

    por la densidad y la calidad de los sistemas de comunicaciones)

    de los complejos agro-industriales y, probablemente en menor me-

    dida, de mercados finales mltiples.

    Se ha impuesto una organizacin espacial de la produccin

    agrcola en cuencas intensivas en las cuales los agricultores

    mantienen relaciones mucho ms intensas con mercados y pro-

    veedores lejanos que con su propio territorio. Europa proporciona

    una clara evidencia de un proceso que se ha venido caracterizan-

    do aludiendo a agriculturas desterritorializadas o que han muda-

    do: las regiones agrcolas ms dinmicas y prsperas se localizan

    a lo largo del arco Atlntico que se extiende desde Portugal hacia

    Dinamarca y en las llanuras y valles anchos que destacan por su

    posicin privilegiada en la organizacin de las comunicaciones. En

    contraste, las regiones menos comunicadas o que no permitan la

    concentracin de grandes reas compactas parecan, unos aos

    atrs, condenadas a un ineludible deterioro y abandono.

    El xito de polticas pblicas orientadas fundamentalmente ha-

    cia el fomento de una agricultura altamente productivista en gran

    parte explica esta situacin. En el transcurso de una generacin,

    Europa y en especial Francia ha pasado de una situacin

    de importadora neta de productos agrcolas y alimentarios a la de

    proveedor de primer rango en el escenario planetario. El xito ha

    tenido su costo. Considerando indicadores bsicos, se advierte,

    en el caso de Francia, que el nmero de unidades productivas ha

    sido dividido por cuatro o cinco, a tal punto que los agricultores

    distan mucho de conformar el grupo mayoritario de la poblacin

    activa en las reas rurales mismas. De imponerse totalmente este

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    patrn, se estima que el nmero de unidades de produccin podra

    dividirse an por tres o cuatro sin mayores efectos en los volme-

    nes de produccin agropecuaria.

    La disminucin del nmero de unidades de produccin se acom-

    pa de profundos cambios en el perfil sociolgico de los

    productores: las granjas campesinas pasaron de un modelo fami-

    liar (digamos, chayanoviano) a un modelo de agricultura de pareja

    (la pareja cuida la finca, los hijos estudian o migran a la ciudad),

    para culminar hoy en da en un modelo de agricultura individual

    fuertemente capitalizada (la unidad de produccin queda a cargo

    de una sola persona mientras su pareja ejerce una actividad

    profesional no agrcola). El perfil sociolgico de las familias de agri-

    cultores resulta as, en definitiva, muy cercano al que caracteriza a

    las clases medias urbanas. La creciente movilidad de la poblacin

    rural (ya no hablando slo de los agricultores) y los progresos rea-

    lizados en materia de comunicaciones han borrado por completo,

    o casi, la oposicin entre la poblacin rural y la urbana. En las

    reas rurales, los jvenes realizan estudios tan largos como sus

    compaeros de la ciudad; los ingresos de las familias rurales

    resultan en promedio bastante cercanos a los de las familias urba-

    nas; sus patrones de consumo son muy similares, y unas y otras

    tienden a realizar la mayor parte de sus compras en tiendas

    de autoservicio...

    Uno con otro, pese a las mudanzas de las actividades

    agropecuarias, los viejos temores de una desertificacin de los

    espacios rurales no se han cumplido. La transformacin del perfil

    sociolgico de la poblacin rural y la consolidacin de nuevas

    demandas sociales hacia el campo han impulsado el auge de nue-

    vas funciones de los espacios rurales. Como consecuencia del

    xodo rural y de la fuerte movilidad de la poblacin residente, han

    perdido importancia los servicios y el comercio de proximidad

    tradicionales. Ello no significa sin embargo que la vieja asimilacin

    entre campo y produccin agrcola tenga an plena vigencia. La

    agricultura perdi presencia y, en forma aparentemente anrquica

    (en el sentido de que el movimiento difcilmente puede reducirse

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    ANLISIS

    a un factor distancia de los polos urbanos), han cobrado cuerpo

    nuevas actividades productivas: servicios diversos (de atencin

    a las personas principalmente, como reflejo del mayor envejeci-

    miento de la poblacin rural), pequeas y medianas empresas del

    sector manufacturero y, claro est, producciones agrcolas y

    alimentarias especificadas o certificadas (agricultura orgnica, de

    apelacin, etctera).

    El cambio no es uniforme. Se advierte que su magnitud y sus

    efectos en trminos de generacin de empleos dependen de la

    capacidad de renovacin y movilizacin de recursos propios

    para responder a las nuevas expectativas que se manifiestan en

    torno a las reas rurales. De esta capacidad depende el

    desenvolvimiento de las nuevas funciones de los espacios rurales:

    funciones residenciales, muy estrechamente relacionadas con el

    uso de medios de transporte individual, funciones recreativas,

    funciones de preservacin y valoracin de los patrimonios

    paisajsticos, ambientales y culturales.

    El auge de las nuevas funciones de los espacios rurales, el debili-

    tamiento de las fronteras entre lo rural y lo urbano invitan a

    plantear el anlisis de las interacciones ruralurbano desde la pers-

    pectiva de un modelo de organizacin territorial multipolar. No se

    trata en el caso de seguir contemplando las reas rurales como si

    fueran el ltimo eslabn de un continuum folkurbano, sino desde

    el punto de vista de las exigencias y del reto que plantea la integra-

    cin de vastas y heterogneas reas conurbadas. Por su propia

    naturaleza, el rea conurbada define un territorio discontinuado y

    compuesto, marcado a la vez por una imbricacin no siempre

    congruente de centros de decisin1 y una notable diversificacin

    Lo rural en los espacios conurbados

    1 El patrn francs de administracin territorial (commune, canton, prfecture, rgion,sin olvidar varias opciones de cooperacin intercomunal) resulta hoy en da bastante

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    de los usos del espacio. El uso del modelo de la conurbacin,

    en tanto que referente de la nueva ruralidad, puede tener una do-

    ble justificacin:

    Por una parte, el reconocimiento de los lmites entre espa-

    cios y reas rurales stricto sensu procede de un ejercicio

    meramente formal: deriva de la aplicacin de un criterio cuan-

    titativo arbitrario2 en el sentido de que se relaciona menos

    con caractersticas de estructura que con un problema de

    escala y de intensidad de flujos marcados por fuertes

    discontinuidades espaciales.

    Por otra parte, el desenvolvimiento de las reas rurales puede

    plantearse como un desafo de integracin y recomposicin

    territoriales para los actores sociales y las polticas pblicas.

    Esta dimensin territorial es muy importante para entender el

    sentido de las polticas pblicas implementadas en los espa-

    cios conurbados. El rea, tanto en su conjunto como en sus

    componentes (en escalas menores), debe conformar a la vez

    unidades espaciales coherentes de ordenacin del espacio y

    de administracin de servicios pblicos (transporte, agua,

    educacin, salud, uso del espacio...), de interaccin social

    y de desenvolvimiento econmico.

    Desde luego, las reas rurales conurbadas ya no cumplen funcio-

    nes de abasto relevantes. Claro est, la produccin agrcola no

    desapareci del todo, ni mucho menos,3 pero, en lo esencial, el

    suministro de vveres depende de cuencas productivas lejanas.

    El proceso de expansin de la mancha urbana y el decaimiento

    controvertido por su ineficiencia e incoherencia con las orientaciones de la UninEuropea.2 Basado, en el caso, en la intensidad de las migraciones pendulares.3 Las reas periurbanas francesas son muy extensas. Agrupan 10% de la superficieagrcola nacional (3 millones de hectreas), 12% de las unidades de produccin(127 000) y 12% de las familias de agricultores. La agricultura periurbana ocupa52% de la superficie de las reas periurbana y aporta cerca de 60% de la produccinhortcola y 70% de la produccin de flores (datos del ministerio de la agricultura,pesca y alimentacin).

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    ANLISIS

    de las funciones de abasto ponen en relieve a las funciones resi-

    denciales: las reas rurales prximas a las ciudades han desem-

    peado primero un papel de reservas territoriales par la expansin

    de reas residenciales, de la industria y el comercio de masa. De

    hecho, la amplia difusin de los medios individuales (y en menor

    caso, colectivos) de transporte, las expectativas de un precio del

    suelo y de la vivienda ms bajo, de un entorno social ms ameno,

    condujeron, bsicamente desde fines de los aos sesenta, a una

    fuerte extensin de las reas periurbanas: en un radio de 30, 40 o

    ms kilmetros del centro de las ciudades ms importantes de Fran-

    cia se advierte una nebulosa de localidades cuya poblacin, en su

    mayora, ejerce su actividad profesional en alguna otra parte del

    territorio conurbado.

    Sin embargo, una simple referencia a la nocin de reserva terri-

    torial no resulta suficiente para entender y plantear en todas

    sus dimensiones el desenvolvimiento de las funciones residencia-

    les y productivas de las reas rurales. La falta de orden y de

    coordinacin caracterstica de los aos sesenta y setenta ha deja-

    do profundas huellas en la configuracin de los paisajes

    periurbanos: bodegas y tiendas de autoservicio poco estticas

    dispuestas a lo largo de las carreteras y viaductos, fbricas aban-

    donadas, campos cultivados, tierras ociosas y fraccionamientos

    carentes de comercios, de servicios y de vida... La necesidad

    de darle coherencia a los procesos de expansin urbana

    cobra ahora sentido en el nfasis que se est poniendo en la valo-

    rizacin de los atributos patrimoniales de los espacios rurales

    conurbados: valores estticos, de esparcimiento, ambientales y de

    integracin social.

    En los dispositivos de ordenacin territorial, la agricultura cobra un

    nuevo sentido mediante el papel que desempea en la estructu-

    racin de los paisajes: la preservacin de un tejido relativamente

    Construir alternativas de competitividad

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    denso de unidades productivas se reconoce como una importan-

    te meta intermedia para encuadrar los procesos de urbanizacin,

    preservar reas verdes y darle estructura y coherencia al territorio

    conurbado. As es, al menos en teora: las presiones especulati-

    vas, el desquiciamiento del mercado de las tierras agrcolas y la

    competencia de las cuencas agrcolas lejanas que aseguran lo fuer-

    te del abasto de la ciudad constituyen amenazas directas sobre la

    viabilidad de la agricultura periurbana. Cobra sentido un nuevo

    desafo: construir alternativas de competitividad sacando prove-

    cho del desenvolvimiento de nuevas interacciones entre la ciudad

    y sus reas rurales cercanas, as como de los vnculos de solidari-

    dad y de simbiosis entre los residentes agricultores y otros

    activos del espacio conurbado.

    La preservacin de un tejido relativamente denso de unidades

    de produccin agropecuarias no puede fincarse exclusivamente

    en medidas reglamentarias tales como los planes de ocupacin

    de los suelos tendentes a prohibir la lotificacin del espacio agra-

    rio: en nada garantizan la viabilidad de las actividades agrcolas ni

    permiten, a la larga, oponer un freno eficiente a las presiones

    especulativas. Se ocupan incentivos (bajo el entendido de que el

    papel que desempea la agricultura en la estructuracin de los

    paisajes periurbanos produce beneficios para la comunidad) y hace

    falta fomentar un ambiente propicio para que la agricultura llegue

    a asumir nuevas funciones productivas y sociales. Se trata en el

    caso de propiciar la construccin de alternativas de competitividad

    fincadas menos en la bsqueda de elevados ndices de productivi-

    dad y de bajos precios que en la produccin de valores especficos

    y en una articulacin fina a la evolucin de la demanda social,4

    sacando provecho del creciente inters que manifiesta la pobla-

    cin hacia el beneficio y la preservacin de sus patrimonios

    4 El concepto no deja de ser bastante ambiguo. Remite a las expectativas de lasociedad y a su expresin virtual en la emergencia de nuevas necesidades de con-sumo y exigencias de polticas pblicas.

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    ANLISIS

    colectivos ambientales, culturales y estticos y de las ameni-

    dades propias de las sociedades rurales.

    En ello radica sin lugar a duda el sentido que tienden a cobrar

    hoy en da las interacciones entre campo y ciudad, tanto en reas

    prximas a las urbes como en las dems. Esas relaciones tienden

    a depender mucho menos de la distancia y de los costos o tiempo

    de transporte que en el hecho de que las reas rurales disponen

    de recursos propios cuya renovacin y movilizacin permite gene-

    rar valor (riqueza) y asentar su integracin en la sociedad global.

    El afn por construir alternativas de competitividad no resulta

    ser una opcin tan descabellada como podra parecer a priori:

    encuentra su sustento en las nuevas expectativas que se vienen

    definiendo en torno a la alimentacin y a los patrimonios territoria-

    les del campo. Los excesos de la revolucin productivista en las

    agriculturas europeas y francesas han fomentado una doble ruptu-

    ra entre, por una parte, los consumidores y sus regmenes de

    alimentacin y, por otra, entre los ciudadanos y el campo.

    As, las funciones residenciales, de esparcimiento y, en parte,

    las funciones productivas, traducen una necesidad ampliamente

    compartida de reconstruccin del enlace social con el campo, en la

    medida en que ste es constitutivo de la identidad social de los

    actores. Bajo esta perspectiva, podra decirse que el campo

    o mejor dicho, el acceso a los patrimonios territoriales y a los

    valores propios de las reas rurales ocupa un lugar creciente en

    las expectativas de la poblacin.

    Esta argumentacin est cobrando mucha validez en torno a la

    alimentacin, partiendo del principio que se espera que los alimen-

    tos resulten algo ms que simples nutrientes. En otros trminos,

    alimentarse no es slo una exigencia biolgica sino tambin un

    acto social en el pleno sentido del trmino. Ahora bien, el cumpli-

    miento de las funciones no biolgicas de la alimentacin se ha

    venido quebrando por el mismo empuje de la agricultura

    productivista (producir grandes volmenes de alimentos estndares

    al mnimo costo), como lo evidencian las inquietudes remanentes

    de la poblacin y los escndalos recientes: crisis de la vaca loca,

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    aguas saturadas de nitratos y otros contaminantes, presencia de

    dioxina en los alimentos balanceados para los pollos y las gallinas,

    los puercos y los peces, debate sobre los OGM y el uso de hormo-

    nas en la cra de animales, etctera. La demanda de una mayor

    seguridad alimenticia5 y el reforzamiento consecuente de las

    reglamentaciones comunitarias y nacionales no son sino revelado-

    res de una crisis mucho ms honda que afecta directamente a los

    modelos de alimentacin y los hbitos de vida. Bajo este concepto,

    un alimento no puede reducirse a un simple compuesto de mol-

    culas orgnicas procesadas industrialmente: tambin incorpora una

    importante carga simblica movilizada a su vez en los procesos de

    construccin identitaria. El simple hecho de poder reconocer

    el origen de los alimentos, tener la seguridad de que su produccin

    y procesamiento ha movilizado, o respetado, valores patrimonia-

    les, significa, para el consumidor, el acceso a un servicio adicional

    que merece pagarse.

    En gran parte puede afirmarse que la construccin de alternati-

    vas de competitividad se asienta en las expectativas que han

    derivado de los mismos excesos de la agricultura productivista:

    la produccin de alimentos chatarra, los daos a la ecologa y a los

    patrimonios culturales rurales han impulsado nuevas demandas

    sociales. En parte tambin se asienta en el incremento de los

    ingresos de la poblacin6 o de sus sectores ms acomodados que

    derivan en una segmentacin creciente del mercado. Se verifica

    as, tanto en la produccin de nuevas lneas de alimentos como en

    las expectativas que despierta el acceso a los patrimonios rurales

    en la poblacin, que la globalizacin tambin genera diversidad.7

    5 No se trata del caso de seguridad en cuanto al volumen del abasto, sino de garan-tas sobre la calidad, el procesamiento industrial y el origen de los alimentos.6 Se estima, para Francia, que el gasto promedio en la compra de alimentos norebasa 17% del ingreso familiar. Ello deja un margen importante para la compra dealimentos certificados, si no en forma permanente, al menos de manera ocasional.7 Giddens, A. The consequence of modernity, Stanford, Stanford Univ. Press, 1990.

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    ANLISIS

    El marco en el cual cobra cuerpo la construccin de opciones alter-

    nativas de competitividad lo define la segmentacin creciente del

    mercado de los productos alimenticios. Es el caso del auge de la

    agricultura orgnica, de lnea verde8 o de origen y del respaldo

    que brinda la reglamentacin y las nuevas orientaciones de las

    polticas agrcolas.9 Por ende, las formas emergentes de

    competitividad remiten fundamentalmente a una lgica de diversi-

    ficacin de actividades y de renovacin y movilizacin de recursos

    colectivos en la especificacin de los productos.

    Desde un punto de vista econmico, la construccin y la valori-

    zacin de nichos de mercado pueden entenderse como un proce-

    so de diferenciacin de los productos gracias a la incorporacin

    de recursos especficos. Puede tratarse en forma clsica, de la

    adopcin de nuevos procesos tcnicos que le permite a una em-

    presa lograr una mayor eficiencia productiva y gozar de una

    posicin de monopolio relativo en el mercado. Pero se trata, en

    el caso que nos interesa, de recursos de una naturaleza muy

    diferente, en el sentido de que proceden de los patrimonios territo-

    riales ambientales, estticos, culturales propios de las reas

    rurales. En la medida en que responde a expectativas de los

    consumidores, su incorporacin en los procesos productivos,

    permite dar a los productos un valor agregado adicional que re-

    dunda en mayores oportunidades de ganancia o de viabilidad y

    diversificacin de las actividades productivas.

    No se trata, de toda evidencia, de recursos econmicos comu-

    nes. Me refiero a recursos que no se encuentran en el mercado, no

    Renovar y movilizar recursos colectivos

    8 Corresponde en el caso a una iniciativa de tiendas de autoservicio basada en elconcepto de uso razonado de insumos de origen industrial, intermedia entre lalnea orgnica (muy exigente) y la agricultura intensiva.9 La Agenda 2000 de la Unin Europea plantea, como opcin para un futuro cercano,condicionar los subsidios a la realizacin de acciones de preservacin del medioambiente o de los patrimonios territoriales; las recientes leyes de orientacin agrco-la introduce el principio de los contratos territoriales de finca como dispositivo deimplementacin de esas nuevas orientaciones.

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    tienen precio y suelen reconocerse como especficos, en el

    sentido de que siendo propios de un territorio o de un grupo social

    dado, no son libremente reproducibles. Por lo tanto, su produc-

    cin, su renovacin y su movilizacin para la construccin y

    el acceso a nichos de mercado remiten al establecimiento de coor-

    dinaciones no mercantiles implementa-das en la escala de una

    red o de un territorio. Los valores ambientales (movilizados y valo-

    rados en la agricultura orgnica o en las lneas de productos

    verdes), los recursos culturales (los productos de terroir

    o de granja propios de la certificacin de origen), los recursos

    organizativos (los dispositivos cognitivos, pero tambin los valo-

    res, las representaciones y los cdigos sociales compartidos en la

    escala de una red o de un territorio) cuya movilizacin permite

    generar confianza y facilitar la implementacin de relaciones de

    cooperacin, tienen un carcter de recurso (y a menudo de patri-

    monio) colectivo. Su incorporacin en las actividades productivas

    no se finca en una estricta lgica de competencia sino ms bien en

    reglas y acuerdos negociados.

    Es ms, la disponibilidad de recursos colectivos no responde

    por lo general a criterios estrictamente econmicos. As, la notorie-

    dad de alguna rea rural (sus paisajes estticos, la riqueza de su

    gastronoma, de sus tradiciones, de su patrimonio arquitectnico,

    etc.) es un producto de la historia, aunque tambin pueda conside-

    rarse como un recurso especfico susceptible de movilizarse para

    asentar el xito de alternativas productivas: tal sera el caso, por

    ejemplo, del desenvolvimiento del agroturismo en regiones que dis-

    ponen de atractivos reconocidos. Ello no impide que un patrimonio

    tenga que reconocerse como un activo vivo: entra en un proceso

    de degeneracin si no se usa. Puede afirmarse por lo tanto que la

    movilizacin de los recursos colectivos de un territorio en el fomen-

    to de alternativas productivas no deja de tener impacto en la pre-

    servacin y renovacin de sus patrimonios ambientales, estticos

    y culturales. Puede tratarse de impactos positivos: retomando el

    mismo ejemplo, el auge del agroturismo puede inducir

    reglamentaciones, inversiones y cambios en los comportamientos

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    ANLISIS

    individuales tendentes al reforzamiento de los atractivos tursticos

    del lugar. Con mucha razn, puede temerse una relacin opuesta:

    en ausencia de coordinacin y de criterio, el xito de las alternati-

    vas productivas puede asentar una dinmica de acaparamiento de

    los recursos colectivos poco acorde con las exigencias de preser-

    vacin y renovacin del patrimonio territorial. Siguiendo el mismo

    ejemplo, el xito del agroturismo puede culminar en una prolifera-

    cin de puestos de comida, cabaas, carros y basura que merma

    por completo lo atractivo del lugar.

    En esta disyuntiva se resume la problemtica de los recursos

    colectivos. En primer lugar, tal como sucede con cualquier recurso

    econmico, tienen que administrarse: conforman un patrimonio

    colectivo que, al igual que cualquier patrimonio puede prosperar

    o, al contrario, dilapidarse. En segundo lugar, los recursos colecti-

    vos tienen que administrarse ya que su aprovechamiento no

    puede asentarse exclusivamente en la mecnica del mercado:

    su manejo plantea por lo tanto una exigencia de control social y de

    eleccin colectiva acerca de los usos alternativos que puedan

    tener. En esta perspectiva, la problemtica que abre la administra-

    cin de los recursos colectivos tiene que inscribirse en la

    dimensin poltica de la construccin de un proyecto de sociedad.

    La orientacin de las polticas pblicas (incentivos y reglamenta-

    cin) y la construccin de alternativas de competitividad tienen que

    enmarcarse por lo tanto en una estrategia de fomento patrimo-

    nial. La idea es sencilla: slo se trata de enlazar dos argumentos.

    Por una parte, la preservacin y la renovacin de los patri-

    monios territoriales se reconocen como exigencias sociales

    cada da ms claras y firmes.

    Por otra, la renovacin de los patrimonios territoriales propi-

    cia la generacin de recursos especficos que pueden

    movilizarse para el fomento econmico de las reas rurales.

    Hacia una gestin social de los patrimonios territoriales

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    Bajo esta doble perspectiva, tanto la diversificacin de activida-

    des como la especificacin de los productos remiten a un

    aprovechamiento global de los recursos y plantean una exigen-

    cia de coordinacin de las prcticas y decisiones individuales.

    El fomento patrimonial presupone por lo tanto la definicin de

    reglas, la construccin de dispositivos de coordinacin y de

    rganos colectivos de toma de decisiones. En parte porque

    la administracin de recursos colectivos no puede enmarcarse

    totalmente en una lgica de mercado (estamos hablando de

    recursos que no pueden, como tales, intercambiarse en el mer-

    cado). Tambin porque las instituciones pblicas no pueden

    hacerse cargo del asunto con la eficiencia y la flexibilidad de-

    seadas (principio de subsidiaridad): el manejo de los recursos

    colectivos depende en un elevado grado de las interacciones

    entre los actores, se sustenta en las demandas y expectativas,

    en las iniciativas y en los proyectos procedentes de la socie-

    dad civil.

    El concepto de gobernancia se utiliza para caracterizar a los

    procesos de toma de decisiones en la escala de grupos socia-

    les, en el marco de redes o territorios. Remite a la construccin

    de la accin colectiva en tanto que dispositivo de coordina-

    cin que llega a enlazarse simultneamente con el Estado y con

    el mercado sin depender nunca totalmente ni del uno ni del otro.

    El entendimiento de las funciones que desempean las re-

    glas en el manejo de los recursos colectivos permite resaltar la

    importancia que reviste la construccin de rganos formales de

    toma de decisiones. Bajo esta perspectiva, la administracin

    de los recursos colectivos plantea, por definicin, una doble exi-

    gencia de eficiencia y de exclusin.

    En un primer acercamiento, la eficiencia puede apreciarse

    en relacin con la produccin de riqueza o, si se prefiere, puede

    medirse considerando la productividad que se logra en el ma-

    nejo del recurso. En un acercamiento ms fino, se advierte

    tambin que tiene que medirse en relacin con las exigencias

    de preservacin del recurso. Puede plantearse, por definicin,

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    ANLISIS

    que los recursos colectivos son escasos.10 As, una presin ex-

    cesiva sobre los recursos ambientales propicia su desgaste. En el

    mismo sentido, la movilizacin de valores patrimoniales en nichos

    de mercado no puede excederse sin generar riesgos de sobreoferta

    que anulara las rentas que genera... No deja de advertirse, en un

    tercer acercamiento, que llega a cobrar sentido otro criterio: el de

    eficiencia organizativa. Se trata en el caso de la de la preserva-

    cin y de la validacin de la organizacin como tal, o sea, entendi-

    da como el conjunto de reglas en las cuales se asienta la adminis-

    tracin de los recursos colectivos. Veremos en adelante que la efi-

    ciencia organizativa tambin plantea una exigencia de adhesin y

    movilizacin de los actores y, concretamente, su responsabilizacin

    en cuanto al uso y al mantenimiento de los recursos colectivos, en

    situaciones que no excluyen ni las rivalidades ni los conflictos.

    Desde luego, no se pueden disociar totalmente eficiencia y ex-

    clusin. La escasez de los recursos colectivos, el costo social que

    implica su preservacin y renovacin imponen, se quiera o no,

    restricciones de uso. Pero, en el caso, a diferencia de lo que se

    supone ocurre en el mercado, la exclusin no es garanta de efi-

    ciencia en el manejo de los recursos: muy bien puede sustentar un

    acceso desigual al recurso. Este es un aspecto de la problemtica

    de los recursos colectivos que ha despertado poco inters entre

    los economistas; resulta sin embargo de suma importancia.

    En pocas palabras, podra decirse que lo que no fijan las reglas

    viene regido por relaciones de competencia. En el caso, la ausen-

    cia o las deficiencias de las reglas redunda lgicamente en una

    carrera derrochadora y desigual por el control de los recursos.

    Predominan entonces los comportamientos individualistas y opor-

    tunistas que conllevan los actores a tratar los recursos colectivos

    como bienes libres, a utilizarlos sin preocuparse de su manteni-

    10 A contracorriente de la definicin generalmente adoptada en teora econmica quetiende a asimilar los bienes colectivos a bienes libres (Samuelson, A. Marshall, porejemplo).

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    miento. Se ha demostrado que en tales casos,11 los actores

    tienden a rechazar cualquier inversin de inters colectivo y a incre-

    mentar su capacidad de aprovechamiento individual con tal de sacar

    de la jugada a sus competidores menos potentes. En ese sentido, la

    exclusin se convierte en un principio de discriminacin que fomenta

    una sobreexplotacin y un empobrecimiento del recurso colectivo.

    Bajo esta perspectiva, el principio de exclusin plantea una

    exigencia de control social de los recursos colectivos y enfatiza la

    importancia que reviste la construccin de los rganos de coordi-

    nacin. No se trata de responder simplemente a un principio de

    equidad en el acceso a los recursos colectivos, sino en una pers-

    pectiva ms amplia, de lograr una mayor eficiencia en relacin con

    la definicin de objetivos fijados previa y colectivamente. En este

    sentido, el desarrollo y la integracin territorial tienen que ser ex-

    presiones de un proyecto colectivo y, por ello, se inscriben sin duda

    mucho ms en el campo de lo poltico que en el mbito estricto de

    lo econmico.

    La fijacin de los objetivos colectivos y por ende de las reglas que

    han de regir la gestin social de los recursos colectivos, no resulta

    nada simple. La eficiencia organizativa y, por extensin, la cohe-

    rencia y la estabilidad de las coordinaciones implementadas en

    torno al manejo de los recursos colectivos tambin ponen en juego

    reglas tcitas. Se trata de las representaciones compartidas, de

    los valores y cdigos sociales que le dan fuerza y cohesin a la

    comunidad territorial. Estamos hablando aqu de recursos

    organizativos12 que pueden identificarse como objetivos interme-

    dios de la accin de los rganos de coordinacin: la consolidacin

    11 En la abundante literatura que ha suscitado el ensayo de G. Hardin, The tragedyof the commons, Science 162, diciembre de 1968.12 En el entendido de que operan como dispositivos de sancin y en la medida enque su movilizacin reduce la incertidumbre y abate los costos de organizacin.

    La construccin de las reglas

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    ANLISIS

    y la movilizacin de esos recursos desempean un papel impor-

    tante en la implementacin del control social sobre el manejo de

    los recursos colectivos.

    En esta perspectiva se ubican los planteamientos del desarro-

    llo local. Parte del presupuesto segn el cual la identidad social es

    expresin de la identificacin de los actores con los recursos

    colectivos del grupo social al cual pertenecen. Identifica los proce-

    sos de construccin identitaria como recursos de desarrollo

    territorial: el reforzamiento de los vnculos entre los actores y los

    recursos colectivos garantiza el compromiso de los actores hacia

    la preservacin del patrimonio comn y su participacin activa en

    la gestin social de los recursos. Las acciones enfocadas hacia la

    consolidacin de la identidad tienden a fomentar las interacciones

    entre los actores, generar un ambiente propicio a la formulacin y

    validacin de proyectos en las cuales cobra cuerpo el control

    social de los recursos colectivos. El planteamiento se descompo-

    ne en tres fases articuladas:

    de concientizacin,

    de movilizacin de los actores y

    de organizacin.

    El carcter patrimonial de los recursos territoriales cobra sentido

    en el hecho de que se trata de recursos que forman un sistema.

    As, la organizacin de los actores para la renovacin de recursos

    colectivos y su movilizacin en el desenvolvimiento de nuevas

    actividades productivas exige la construccin de dispositivos de

    coordinacin reglas formales y tcitas que integran y enrique-

    cen el patrimonio territorial. En el mismo sentido resultara

    incongruente disociar los recursos ambientales de los recursos

    culturales propios de un territorio. Despus de todo, el inventario

    de los recursos ambientales no puede desligarse de los conoci-

    mientos, de las tcnicas y herramientas utilizados para su

    valorizacin. De ah deriva el hecho de que las opciones tcnicas

    tengan que reconocerse tambin como reglas de dispositivos de

    coordinacin y como variables de accin al alcance de los rganos

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    de coordinacin. En efecto, si el acceso diferenciado a las tcnicas

    modernas puede reconocerse como un potente factor de discrimi-

    nacin, resulta lgico pensar, a contrario, que la definicin de

    una normatividad tcnica por parte del rgano de coordinacin

    constituya un medio eficiente para incidir en las modalidades de

    acceso individual a los recursos colectivos. El planteamiento tiene

    dos ventajas:

    Por una parte, es congruente con el objetivo de preserva-

    cin y de renovacin de los patrimonios territoriales en sus

    dimensiones no materiales: conocimientos, habilidades y

    tradiciones propios de un territorio.

    Por otra, permite generar valores simblicos cuya moviliza-

    cin para el acceso a un nicho de mercado puede traducirse

    en un incremento del valor agregado, en rentas adicionales o

    en la posibilidad de fomentar alternativas productivas viables.

    La construccin de alternativas de competitividad se asienta simul-

    tneamente en el aprovechamiento de las expectativas que brinda

    la emergencia de una nueva demanda social hacia las reas

    rurales y en una renovacin y movilizacin de los patrimonios terri-

    toriales. Plantea una doble exigencia:

    De reapropiacin colectiva de los patrimonios territoriales

    y de construccin de una gestin social de los recursos

    colectivos.

    De apertura del territorio, en el sentido de que los valores

    simblicos, ambientales, estticos, culturales... presentes en

    los territorios rurales han de ponerse, mediante el desenvol-

    vimiento de nuevas actividades, al alcance de los urbanos.

    Se trata a fin de cuentas de introducir distorsiones de mercado, de

    generar situaciones de monopolio compartido mediante acciones

    tendentes a diferenciar los productos y servicios que pueden ofre-

    La certificacin

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    ANLISIS

    cer las reas rurales. La movilizacin de valores territoriales

    permite construir un sello: el hecho de dar a los productos el carc-

    ter de bienes no libremente reproducibles abre as la posibilidad

    de eludir, al menos en parte, las restricciones que impondra una

    competencia abierta.

    Ahora bien, poner un sello y dar a los productos una marca, una

    identidad propia plantea una exigencia de estabilidad y de cons-

    tancia de los productos, tanto en el tiempo como en la escala de la

    oferta procedente del territorio. Bajo esta perspectiva, la certifica-

    cin plantea exigencias de organizacin estrictas: corresponde

    definir una normatividad precisa y procurar que todos los producto-

    res la respeten. Se trata de combinar reglas formales y tcitas

    tendentes a asentar sentimientos de solidaridad y responsabilidad

    entre los productores. En forma ms significativa an, se trata tam-

    bin de implementar una dinmica de dominio territorializado del

    cambio tcnico. La especificacin de los productos mediante la

    movilizacin de recursos territoriales no puede lograrse mediante

    la aplicacin de recetas tcnicas estndares: ocupa tcnicas acor-

    des con las especificidades del territorio. En este planteamiento, la

    implementacin de crculos o redes locales de intercambio tecno-

    lgico se ha reconocido como una opcin pertinente; propician

    una oportuna apropiacin del modelo tcnico por parte de los

    productores, valora sus iniciativas y experiencias y genera condi-

    ciones favorables para una mejor aceptacin de la normatividad.

    En realidad, la opcin resulta tanto ms oportuna en cuanto

    que la construccin de la normatividad tcnica no puede limitarse

    a un simple rescate de tcnicas tradicionales. Ms all de su

    especificidad, el producto tiene tambin que responder a exigen-

    cias de calidad, tanto biolgica como organolptica y simblica. La

    construccin de la competitividad slo cobra sentido en la medida

    en que la nueva oferta encuentra ecos entre los consumidores.

    Bajo esa perspectiva la nocin misma de interacciones

    rural-urbano plantea un principio de adecuacin de la oferta rural a

    las expectativas de los consumidores. Por lo tanto, la normatividad

    no puede asentarse exclusivamente en la experiencia propia de

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    ESTUDIOS AGRARIOS

    los productores y en antiguas tradiciones productivas, tiene tam-

    bin que incorporar elementos de las tcnicas modernas. Bajo esta

    perspectiva, la construccin de las normas tcnicas procede de

    una hibridacin controlada (el patrimonio territorial no debe desvir-

    tuarse) entre tcnicas tradicionales y modernas. Desde esta

    perspectiva, se llega a entender el nfasis creciente que se le

    est poniendo al anlisis de los dispositivos cognitivos en la cons-

    truccin de las nuevas ruralidades. La informacin (en un sentido

    amplio que incluye la construccin de conocimientos tcnicos y de

    las reglas sociales), su tratamiento e integracin en grillas

    interpretativas, su socializacin (incluyendo los procesos de apren-

    dizaje) y su validacin en el mbito del grupo social de referencia

    forma un paquete, un sistema, que tiene todos los atributos de un

    recurso colectivo. De su renovacin y de su movilizacin en el

    cambio social dependen, en ltima instancia, la construccin de

    las interacciones rural-urbanas y el desarrollo de las reas rurales.

    Cabe aclarar, por ltimo, que de nada sirve ponerle un sello

    territorial a los productos o a las actividades si no se tiene cuidado

    al mismo tiempo de su validacin en el mercado. En este aspec-

    to se fundan tambin las exigencias de apertura del territorio:

    la construccin de alternativas de competitividad se finca, en lti-

    ma instancia, en el establecimiento de nuevos enlaces entre

    campo y ciudad: implementacin de canales de comercializacin,

    promocin de la imagen del territorio en la ciudad, etctera.

    Por su propia naturaleza, la construccin de la certificacin

    (o sea la validacin en el mercado) procede de una misma lgica

    que la implementacin de coordinaciones territoriales para la ges-

    tin social de los recursos colectivos. Pone en juego valores no

    mercantiles cuya realizacin en el mercado depende del estableci-

    miento de reglas formales, tcitas y tcnicas. Depende por lo tanto

    de coordinaciones no mercantiles que, tambin, tienen que obede-

    cer a un doble principio de eficiencia y de exclusin. Con ello,

    cobra un carcter poltico netamente marcado. Por lo tanto, el

    decidir si la definicin de la normatividad y las funciones de certifi-

    cacin tienen que delegarse o no a rganos independientes,

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    ANLISIS

    pblicos, privados o procedentes de las organizaciones de

    productores conforma seguramente uno de los cuestionamientos

    fundamentales del debate sobre las ruralidades emergentes.