el bumeran de los deseos en la epoca de la satisfacción inmediata

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Acta Bioethica 2001; año VII, nº 2 249 Resumen : Para combatir el riesgo de una globalización de la nocividad alimentaria es indispensable reflexionar sobre las dimensiones socio-culturales y psíquicas del consumismo, cuyas premisas son el imperativo de la satisfacción inmediata de los deseos. Partiendo de la tesis de que la multiplicación de los deseos y del anuncio de su cabal realización provoca inevitablemente la inflación de los mismos, el artículo analiza el síndrome de las vacas locas como punta de un iceberg y banco de prueba de nuestra relación con el consumo alimenticio. En este sentido la cuestión de la seguridad como ansia de impunidad colectiva no implica solamente la búsqueda de remedios eficaces contra los posibles contagios alimenticios, sino que impone, en primer lugar, esclarecer las consecuencias destructivas de una forma de vida humana en la que todo se reduce al consumo. Palabras clave: consumo, deseo, identidad, sociedad, política. THE BOOMERANG OF DESIRES IN THE EPOCH OF IMMEDIATE SATISFACTION Abstract: In fighting against the risk of the globalization of hazardous food production it is essential to think about psico-socio- cultural dimensions of consumerism, whose premises rest on the imperative of immediate satisfaction of desires. Departing from the thesis that multiplication of desires along with their complete and immediate fulfillment unavoidably provoke the overestimating of them, the paper analyzes the «mad cow syndrome» as the tip of the iceberg in the context of our relation with food consumption. In this sense, the matter of collective safety does not imply solely the searching for effective solutions against probable food contagion, but eminently to shed light over the dangerous consequences of a way of living in which everything is reduced to consumption. Keywords: consumption, desire, identity, society, politics. O BUMERANGUE DOS DESEJOS NA ÉPOCA DA SATISFAÇAO IMEDIATA Resumo: Para combater o risco de uma globalização perniciosa da produção de alimentos é indispensável refletir sobre as dimensões socioculturais e psíquicas do consumismo, cujas premissas repousam sobre o imperativo da satisfação imediata de desejos. Partindo da tese que a multiplicação dos desejos e suas realizações imediatas provoca superestimação dos mesmos, o artigo analisa a síndrome da vaca louca como ponta de um iceberg e prova cabal de nossa relação com o consumo alimentar. Nesse sentido a questão da segurança como premissa coletiva não implica simplesmente na busca de soluções eficazes contra possíveis contágios alimentares, mas sobretudo esclarecer as conseqüências deletéreas de uma forma de vida em que tudo se reduz ao consumo. Palavras chaves: consumo, desejo, identidade, sociedade, política EL BUMERÁN DE LOS DESEOS EN LA ÉPOCA DE LA SATISFACCIÓN INMEDIATA * Fabio Ciaramelli ** * Traducido del Italiano por Adelio Misseroni Raddatz ** Doctor en Filosofía. Académico Universidad de Nápoles, Italia. Correspondencia: [email protected]

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Page 1: el bumeran de los deseos en la epoca de la satisfacción inmediata

Acta Bioethica 2001; año VII, nº 2

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Resumen : Para combatir el riesgo de una globalización de la nocividad alimentaria es indispensable reflexionar sobre las dimensionessocio-culturales y psíquicas del consumismo, cuyas premisas son el imperativo de la satisfacción inmediata de los deseos. Partiendode la tesis de que la multiplicación de los deseos y del anuncio de su cabal realización provoca inevitablemente la inflación de losmismos, el artículo analiza el síndrome de las vacas locas como punta de un iceberg y banco de prueba de nuestra relación con elconsumo alimenticio. En este sentido la cuestión de la seguridad como ansia de impunidad colectiva no implica solamente la búsquedade remedios eficaces contra los posibles contagios alimenticios, sino que impone, en primer lugar, esclarecer las consecuenciasdestructivas de una forma de vida humana en la que todo se reduce al consumo.Palabras clave: consumo, deseo, identidad, sociedad, política.

THE BOOMERANG OF DESIRES IN THE EPOCH OF IMMEDIATE SATISFACTION

Abstract: In fighting against the risk of the globalization of hazardous food production it is essential to think about psico-socio-cultural dimensions of consumerism, whose premises rest on the imperative of immediate satisfaction of desires. Departing from thethesis that multiplication of desires along with their complete and immediate fulfillment unavoidably provoke the overestimating ofthem, the paper analyzes the «mad cow syndrome» as the tip of the iceberg in the context of our relation with food consumption. Inthis sense, the matter of collective safety does not imply solely the searching for effective solutions against probable food contagion,but eminently to shed light over the dangerous consequences of a way of living in which everything is reduced to consumption.Keywords: consumption, desire, identity, society, politics.

O BUMERANGUE DOS DESEJOS NA ÉPOCA DA SATISFAÇAO IMEDIATA

Resumo: Para combater o risco de uma globalização perniciosa da produção de alimentos é indispensável refletir sobre as dimensõessocioculturais e psíquicas do consumismo, cujas premissas repousam sobre o imperativo da satisfação imediata de desejos. Partindoda tese que a multiplicação dos desejos e suas realizações imediatas provoca superestimação dos mesmos, o artigo analisa a síndromeda vaca louca como ponta de um iceberg e prova cabal de nossa relação com o consumo alimentar. Nesse sentido a questão dasegurança como premissa coletiva não implica simplesmente na busca de soluções eficazes contra possíveis contágios alimentares,mas sobretudo esclarecer as conseqüências deletéreas de uma forma de vida em que tudo se reduz ao consumo.

Palavras chaves: consumo, desejo, identidade, sociedade, política

EL BUMERÁN DE LOS DESEOSEN LA ÉPOCA DE LA SATISFACCIÓN INMEDIATA*

Fabio Ciaramelli* *

* Traducido del Italiano por Adelio Misseroni Raddatz** Doctor en Filosofía. Académico Universidad de Nápoles, Italia.

Correspondencia: [email protected]

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Bienestar, felicidad y seguridad

“El hombre civilizado ha trocado unaparte de posible felicidad por una parte deseguridad”, así escribía Freud en 1929 (1,2).Estas palabras, por lo menos hasta hace nomucho tiempo, parecían sobrepasadas ysuperadas por lo hechos. En efecto, si todavíaen la época de Freud las conquistas de lacivilización exigían el precio de una limitaciónde las libertades de los individuos, si, en fin, lamodernidad, para mantener sus estándares,estaba orgullosa de imponer reglas públicas a lasatisfacción de impulsos y deseos subjetivos, lafase contemporánea de la globalización ha vividocada vez con mayor fastidio el exceso de ordenimpuesto por aquellas reglas, esencialmentetendientes a desplazar y diferir la satisfacción.El triunfo del bienestar y de la desregulación delos últimos años ha generado una verdaderaeuforia por consumir y este fenómeno no se halimitado al ámbito propiamente económico y asus implicaciones técnicas. Como señaló uno delos más grandes periodistas italianos, EugenioScalfari, “más importante es el aspectopsicológico: hemos entrado en una fasehedonística muy pronunciada, en la cualpredomina un deseo de felicidad que esnecesario obtener inmediatamente y sindemasiados problemas” (3).

Si analizamos con mayor precisión loque hay detrás, veremos que este deseo defelicidad se presenta como una obligación a lacual no es posible sustraerse. En vez dereprimirlo o regularlo, la sociedad le da totallibertad y lo deja a rienda suelta, pues se pre-sume que su liberación y realización inmediata,confiada a la iniciativa de cada individuo, es elúnico vector auténtico de progreso y dedesarrollo.

Contrariamente a lo que decía Freud, aalgunos sociólogos les ha parecido que elproceso de modernización, y la tendencia a lareducción del mundo a un único mercadocompetitivo, debía aceptar y promover ladifusión de la inseguridad, que constituye lainevitable consecuencia del riesgo, sobre todo

del riesgo empresarial, entendido como factorde civilización y único resorte del desarrollo yde la libertad (4,5). En relación con los modelossociales e institucionales estatales inspirados enel socialismo autoritario y en concomitancia conla crisis del Estado de Bienestar, el riesgo deinseguridad aparece como un fermento positivoque contribuye a remecer y a rejuvenecer lasociedad y, por lo tanto, a hacerla más dinámicay moderna.

En este sentido, los términos delintercambio descrito por Freud, se invierten. Esprecisamente la renuncia a la seguridad lo queparece hacer posible un surplus de felicidad.Muy lejos de ser negado o inhibido, el deseode felicidad es estimulado y autorizado. Lapostmodernidad restituye a los individuos unamayor capacidad de gozar, y es precisamenteel goce, es decir, la satisfacción inmediata deldeseo de felicidad, el que se transforma en elgran protagonista de la desregulación. Comoha señalado un brillante filósofo esloveno deinspiración lacaniana, Slavoj Zizek, el goce setransforma, de este modo, en un verdadero fac-tor político (6). Y esto comporta comoconsecuencia inmediata la restricción y la vir-tual abolición de la esfera pública. Si el aumentode la capacidad de goce de los individuosaislados tiene directamente un significadopolítico, entonces es evidente que la mediaciónpública se torna superflua e inútil.

En realidad, se trata solamente de unailusión. Del último aspecto asumido por unautopía incoherente: aquélla según la cual elobjetivo o la meta de la sociedad sería suacabada naturalización, su pura y simplereducción al automatismo funcional de latécnica y de la economía, orientadasexclusivamente a acelerar la satisfacción de losindividuos. La difusión creciente de nuevasformas de malestar, de fastidios, temores yobsesiones viene a desmentir esta utopía de lasatisfacción acabada, y a confirmar suimpracticabilidad. Como ha demostradoZygmunt Bauman, es verdad que la épocacontemporánea invierte los términos delintercambio freudiano, es verdad que en la

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época de la globalización se prefiere la felicidada la seguridad: pero esto no significa, enabsoluto, que se reduzca la dimensión delmalestar, del fastidio y hasta de la infelicidad.En la actual sociedad de la incertidumbre, lamayor parte de los malestares y fastidiosderivan precisamente de las frustraciones y delansia de eficiencia que impone el nuevoimperativo inderogable, el único imperativoverdaderamente categórico, es decir, aquél queprescribe la satisfacción inmediata de losdeseos. Se difunde otro tipo de intercambio:con tal de poder acceder al máximo de felicidad,para poder gozarla en completa libertad y en elmenor tiempo posible, debemos renunciar a laseguridad, a sus reglas, a sus garantías. Si en laépoca de Freud los malestares y loscomportamientos desviantes más comunes queescapaban de sus cauces naturales, nacían delsacrificio de una cierta dosis de libertad indi-vidual, cedida a cambio de cualquier cosa quepudiese garantizar confianza y estabilidad, hoyel escenario se ha invertido. Zygmunt Baumanrecuerda que en alemán el término sicherheit(seguridad) tiene una acepción mucho másamplia que el equivalente inglés security.Designa no sólo la seguridad existencial (lapercepción de la estabilidad y confianza delmundo), sino que también la certeza (certainty)–entendida como conocimiento inmediato dela diferencia entre útil e inútil, ventajoso ydañino– y, en fin, la incolumidad (safety) oseguridad personal, es decir, la idea de que sinos comportamos de manera correcta, ningúnpeligro fatal –ningún peligro que no pueda serneutralizado– podría amenazarnos seriamente(7,8).

En el transcurso del año 2001, doseventos desestabilizadores –la crisis de la vacaloca que explotó en los primeros meses del añoy los ataques terroristas del 11 de septiembre—han vuelto a colocar en primer plano la obsesiónde la inseguridad y, por ende, el ansia deseguridad en los tres sentidos indicados porBauman. En estas notas nos limitaremos aalgunas implicaciones sociales y psíquicas delsíndrome de la vaca loca.

La inseguridad alimenticia

Llamada técnicamente encefalopatíaespongiforme bovina, esta patología fuedescubierta en 1986, en ganados de GranBretaña. Desde entonces, con indefectibleprogresión geométrica, se ha difundido porEuropa continental entre el escepticismo y eldesinterés general, sin que se tomaran medidaseficaces antes del final de los años noventa,cuando se produjeron las primeras víctimashumanas. A este punto, los acontecimientos seprecipitaron y se ha rozado el estado de pánico.En los primeros meses del año 2001 se produjoel punto pick de la alarma. Por decenas secontaban los casos de muertes entre individuosque habían comido carne de animalescontaminados, contrayendo así la versiónhumana de la enfermedad (síndrome deCreutzfeldt-Jacob).

En estos meses, con ocasión de laversión italiana de un libro precedente dedicadoa la ascensión y caída de la cultura de la carne,Jeremy Rifkin escribió un texto sobre Vaca locay nuevos inicios (publicado como Introduccióna la edición italiana), en el cual entre otras cosas,se afirma que, si por ahora el síndrome seencuentra limitado a Europa, es previsible supropagación a las Américas y a Asia; en fin,concluye Rifklin, “podremos estar en lasprimeras fases de una pandemia conconsecuencias imprevisibles para la industriaganadera, el consumo de carne bovina y lasalud del hombre” (9).

Pero, en realidad, el fenómeno es tangrave y sintomático de una globalización de lanocividad, que sus implicaciones van muchomás allá de las opciones alimenticias ycomprenden, en general, el significado de losconsumos de masa y la forma social de vidaque hemos construido en torno a la primacíade los consumos. Para combatir los riesgos decontaminación alimenticia es, por tanto, indis-pensable reflexionar sobre las dimensionessocioculturales y psíquicas del consumismo. Esdecir, debemos preguntarnos cuál es el tipo dedeseo que la sociedad de los consumos de masa

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realiza y satisface, y cuáles son las patologíasintrínsecas.

Pero vamos por orden. Señala Rifkin:“la responsabilidad de todo esto correspondea los valores sociales que nos han permitidoignorar sistemáticamente la naturalezaintrínseca de estos animales (transformandoirresponsablemente a los vegetarianos encarnívoros) para tratarlos como simplesutensilios en un degradado y degradantesistema agro-pastoral” (9).

Con esta observación, que va muchomás allá de las implicaciones vegetarianasdesarrolladas por él a lo largo de este libro,Rifkin pone realmente el dedo en la llaga. Elsíndrome de la vaca loca –caso extremo ytrágico de inseguridad en la alimentación– esal mismo tiempo la punta de un iceberg y unbanco de prueba. El efecto inmediato de la cri-sis y del pánico que ha causado en Europa hasido la gran preocupación por la dimensiónnociva y dañina de alimentos destinados a unconsumo masivo. Ha vuelto a estar en el tapetela cuestión relativa a la seguridad como ansiade incolumidad colectiva, es decir, de unaseguridad que puede ser garantizadaúnicamente como bien público, de unaseguridad, por lo tanto, que exige la refundacióny la defensa de un espacio público sustraído alas tendencias brutales de la competencia.Como podemos ver, en los últimos años eldiscurso social dominante ha extendido unmanto de descrédito sobre estos temas,observándose el legado de una época que haquedado en el pasado, en la cual regían elinmovilismo social y garantías que liberabande la responsabilidad. Pero es precisamentesobre estos temas que, si queremos reflexionaren forma crítica y con conocimiento de causa,no se puede limitar el discurso a los aspectostécnicos de la lucha contra los contagios y lainseguridad.

Inseguridad y crisis de la mediaciónsociocultural

En un artículo publicado en un importanteperiódico francés, el filósofo Robert Redekerempezó una reflexión de este tipo,individualizando en el síndrome de la vaca locala crisis de aquella confianza individual en lacivilización, de la cual el fenómeno de lanutrición es la prueba. En realidad, señalaRedeker, “así como la paz de la noche,producto de la civilización, la confianza en laalimentación tampoco es natural. Las dos,dormir y comer humanamente suponen laconfianza en la seguridad que produce lacivilización. La desconfianza respecto de laalimentación introducida por las vacas locasagrieta el pedestal antropológico de lacivilización, rompe el fundamento de la política,alterando la distinción entre el hombre y losotros animales, acercándonos peligrosamentede la frontera que separa la cultura de labarbarie. La confianza en lo que se comeestructura (junto a otras confianzas) elfundamento de la vida colectiva – y sólo existevida humana de manera colectiva!” (10).

El episodio de la vaca loca adquieretodo su sentido sobre el trasfondo de esta crisisde la mediación cultural. No se trata sólo deponer remedio activamente al riesgo de unapandemia generalizada, sino que se trata, antetodo, de reflexionar sobre las consecuencias deuna forma de vida humana en la cual se restringepeligrosamente el espacio público de lamediación sociocultural. En este tipo deemergencia se ve cómo el individuo,abandonado a una terrible soledad, vive ladimensión colectiva exclusivamente comoamenaza y como pesada carga. Pero en suindividualidad aislada no cuenta con losrecursos para elaborar una estrategia defensiva.La enseñanza que hay que extraer es que laesfera privada de la singularidad y del deseono tiene inmediata relevancia política, sino quedebe pasar inevitablemente a través de lamediación colectiva que la socializa. He ahí larazón por qué la exclusiva naturalización del

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deseo y su pretensión de satisfacción inmediataconstituyen una utopía ilusoria y peligrosa. Sinembargo, es precisamente esto lo que producela globalización, reduciendo el deseo a unapremisa, a un multiplicador de deseos, con elsubentendido de que todo deseo es la antesalade su satisfacción.

En efecto, la ilusión actual esprecisamente la pretensión que la acrecentadainmediatez del gozar, en cuanto característicadel individuo y punto culminante de una suertede evolución natural, pueda adquirirdirectamente implicaciones públicas, esto es,socio-políticas. Esta pretensión se funda en laimplícita ecuación entre lo individual y lo uni-versal, en la que debemos reconocer, a mi juicio,la nueva figura de la inmediatez de los deseosque se impone en nuestra época. Desvinculadode todo obstáculo, el individuo aislado estaríafinalmente en condiciones de gozar plenamentede su libertad. Y es a esta realización de masade una acrecentada “capacidad de gozar” a laque hemos atribuido ilusoriamente un valorpolíticamente liberatorio. La utopía de nuestraépoca ha sido la transformación del goce indi-vidual en factor de emancipación política.

La actual ansia de inseguridad y lanueva necesidad de impunidad están mostrandoamargamente su inconsistencia.

Consumos y deseos

La crisis de la mediación social, en vezde abrir camino a la liberación de los deseos,corre el riesgo de trastocarlos. La inmediatezno constituye su terreno de cultivo, sino que,por el contrario, representa una amenaza mor-tal para su propia supervivencia.

Si una vez existió la prohibición dedesear, hoy, por el contrario, se impone cadavez más radicalmente el imperativo del deseo.Se trata de un imperativo permanente,generalizado, constante, que produce comoefecto el incentivo y la multiplicación de losdeseos y, en cierto modo, provoca su inflación.Todo conspira y debe conspirar para suscitarlos,provocarlos, renovarlos. Sin embargo, este

enorme derroche de energías produce solamentela inflación de los deseos y su crisis.

En la sociedad del bienestar–constituida por cierto por una fracciónminoritaria de la humanidad contemporánea,que resulta, sin embargo, decisiva en ladeterminación del imaginario dominante– lasnecesidades primarias se encuentransustancialmente satisfechas y, sin embargo, losconsumos deben aumentar incesantemente. Sino proliferan, algo esencial se atora. Y la únicamanera posible de aumentar la necesidad debienes de consumo –y así maximizar lasganancias– es exactamente el estímulo deldeseo, el único motor que puede actuar comomultiplicador constante de ulterioresnecesidades inducidas. El dominio social y elcontrol hoy no se ejercitan tanto sobre la vidacomo sobre los consumos. Pero para controlarel consumo, es necesario intervenir sobre losdeseos. La principal vía de acceso a los deseosde masa es la manipulación y la propagandaefectuadas por la publicidad, la única forma depaideia eficaz que subsiste, cuyo objetivo es lapromoción del consumo, su difusióndiseminada y transversal.

El enorme poder de la publicidad es lafigura ganadora de la técnica en nuestra época.En mi opinión, es necesario dar un paso másrespecto a aquello que suele decirsehabitualmente sobre la técnica y sobre nuestraépoca como dominada y caracterizada por latécnica. Ésta resuelve muchos problemas ysatisface muchas necesidades. Perofundamentalmente satisface las necesidades queella misma crea. Y las crea suscitando el deseo.Es decir, pasando a través del ámbito delimaginario.

Existe un nexo central entre técnica ydeseos. La penetración y el éxito de la técnicatienen una influencia central sobre nuestroimaginario. A través de sus conquistasinesperadas, a través de sus mismos resultadosmás inquietantes, la época de la técnica sepresenta como la época de la realización, hoyconsumada, de infinitas posibilidades. Elenorme poder de la publicidad es la figura

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ganadora de la técnica en nuestra época. Yo creoque, junto con el predominio generalizado dela publicidad, esta forma de vida, que es hoypor hoy la nuestra, en la cual todo parece posibley en la que todo lo posible parece a punto derealizarse de manera plena, tiene repercusióndirecta sobre el deseo y en su configuración.En otras palabras, me parece que la modalidadespecífica con que se muestra el rostro ganadorde la técnica es, precisamente, la seducción irre-sistible representada por la posibilidad de gozaren la actualidad de una realización inmediatade necesidades y deseos. Estas necesidades yestos deseos, que antes era tan difícil desatisfacer, justamente están ahora satisfechos yconsumados, hoy se encuentran ante laposibilidad de realización inmediata, casiinstantánea. La técnica es un atajo formidable.El intervalo temporal –plagado de expectativasy temores, esperanzas y fatigas– entre el deseoy su siempre incierta realización parece abolidocomo por encanto. La satisfacción de los deseosse ofrece con su propia proliferación. La nuestraes la época de la inmediatez y de su triunfo.Pero la ausencia de mediaciones mata a losdeseos.

En fin, la edad de la técnica tiene elpoder fascinante y terrible de embrujarnos,presentándonos su irrupción como larealización de un antiguo sueño: quemando lasetapas, alcanzar inmediatamente la meta.Necesidades y deseos satisfechos, aspiracionesrealizadas. Sin la fatiga de la mediaciónextenuante e incierta, sin la espera plagada deincertidumbre, riesgo y ansia. La tecnologíaparece poder satisfacer la aspiración más pro-funda en la base de todo deseo y de todanecesidad: y tal aspiración hasta ahorairrealizable y casi inconfesable consiste en lacoincidencia inmediata entre el brote del deseoy su satisfacción.Ciertamente, esta realización del auspicio fun-damental de todas las necesidades y de todoslos deseos es sólo mítica o irreal. Peroconstituye la razón profunda de la granseducción de la técnica. Ella parece llevarconsigo la realización inmediata y la

satisfacción completa de todo lo que los deseoshumanos prometen y anuncian. Si,efectivamente, en la base del deseo está lapostergación, el aplazamiento, la distancia en-tre el presente y el futuro, entre el vacío de lacarencia y la plenitud ambicionada y esperadade su realización finalmente alcanzada, latécnica suprime la distancia e inaugura el reinode un presente pleno, acabado, satisfecho.

Como consecuencia de ello, toda éticade la gratificación diferida, toda moral delautocontrol y de la autolimitación, resultamarginada. El mensaje de la publicidad,transformada en propaganda, empuja hacia unacarrera desenfrenada por una realización, poruna satisfacción que hay que usufructuar ygozar ahora mismo de manera espectacular, encorrespondencia con la prisa de una expectativaimprorrogable y, de lo contrario, insaciable. Elcontenido de este imperativo esautorreferencial, motivo por el que el deseo,finalmente, gira en torno a sí mismo. En efecto,el deseo –que es promovido, acariciado,estimulado, y muchas veces también degradadoy apagado– , tiene por contenido la proliferaciónde nuevas necesidades que tendrán que sersatisfechas por el consumo de nuevos objetos.En fin, el deseo “cubre” la multiplicación deinfinitas necesidades, inducidas y reproducidasen serie. Sin embargo, la tensión por lasatisfacción inmediata desnaturaliza el deseo ytermina por poner en crisis su mismasupervivencia. En efecto, si el esquema que rigeel deseo es el del consumo del objeto tal comose realiza en la satisfacción de la necesidad, eldeseo se ve privado del espacio simbólico delcual vive y sin el cual no logra salvaguardar sucreatividad y su autonomía.

Freud habla de una “vía indirecta” através de la cual el deseo, liberado de lacoacción a la inmediatez propia delinconsciente, perdida la ilusión del propiocarácter solitario y omnipotente, busca en elmundo común la propia satisfacción real(11,12). La vía indirecta de la satisfacción deldeseo es el pasaje a través de mediaciones queno son mediaciones solitarias, sino que

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simbólicas, es decir, instituidas.El auspicio imposible, el sueño

absolutamente fantasmal de la satisfaccióndirecta de los deseos se materializa en latransmisión de la publicidad, en el traspasar elumbral del propio deseo de un mensaje del cualsomos todos destinatarios y de hecho tambiénactivos difusores. En el discurso socialdominante este resorte prepotente de lasocialización que es el deseo, parece a puntode perder su especificidad y su ambigüedad,parece susceptible de satisfacción inmediata. Esdecir, parece reducirse a una necesidad que sepuede satisfacer a través de la presentación delobjeto connatural a él. Aunque el deseo no tieneun objeto que le es propio, natural, el mundopor el cual el deseo hoy transita –y en el cual seenvuelve en sí mismo– es su confusión con lanecesidad.

La pretensión de procurar satisfaccióninmediata a los deseos ilimitados de individuosaislados, es la manera como el mundo de losconsumos de masa produce subjetividad. Eldeseo ilimitado de los individuos es uncontenedor que cubre infinitas necesidadesperennemente inducidas y reproducidas enserie. El resultado es la disolución del deseo yde sus inquietudes en la expectativa delconsumo y de la posesión de objetos.

El deseo global y su bumerán

Esta centralidad del consumo, supropagación de masa, su expansión ypenetración en la vida cotidiana de todos, es elverdadero gran protagonista de la globalización,su “buena nueva”, cuyo destinatario único esel deseo global de nuevos objetos. Si existe unapromesa de la globalización, es sólo ésta: lapretensión (la ilusión) de que es posiblegratificar inmediatamente nuestros deseos, sinnecesidad de recurrir a las extenuantesmediaciones de la política, sino queentregándose exclusivamente a la fuerza deatracción del consumo.

En realidad, más que producirsubjetividad y difundir deseo, la sociedad del

consumo de masa propaga satisfacción. Eldeseo, se dice, no quiere esperar, es impaciente.Y, sin embargo, en su tendencia a la ansiadasatisfacción, el deseo recorre afanoso yanhelante un intervalo temporal, pero una veztransformado en metástasis de ilimitadasnecesidades consumistas, ignora la espera, laesperanza, el aplazamiento. Conoce solamentela satisfacción de su propio estadio, casipavloviano, de exaltada autocomplacencia. Eldeseo –ha señalado Bauman– es “unconsumidor ideal” (13), en cuanto no quieresatisfacción, sino nuevos deseos. Sin embargo,contrariamente a lo que nos da a entender estaafirmación, el sujeto del consumo no es el deseo–el cual , por el contrario, corre el riesgo dedesaparecer suplantado por el ansia deposesión– sino que la necesidad inducida debienes siempre nuevos y siempre distintos.

El consumo de masas mata al deseo,sustituyéndolo por una fase de satisfechasaciedad determinado por la siempre posible ysiempre inminente satisfacción de lasnecesidades. Medir los deseos es una empresaimposible. Procurar una lectura funcional yautomática es una utopía. Ver una réplica cul-tural de las necesidades rutinarias esconsolatario. No hay vía de escape posible: elindefinido aplazamiento –rumbo inseguro– delorden precario y frágil del deseo es el horizontede la psiquis humana. Aun cuando seadebilitante y poco tranquilizador reconocer laimposibilidad de procurar a los deseos un éxitoseguro y una infalible gratificación, ésta es laverdad de la condición humana. El carácteruniversal y permanente de un deseo deestabilidad y seguridad, su pretensión deobtener directamente un objeto capaz desatisfacerlo plenamente, no garantiza nada.

Mucho antes que Freud, ya Platónhabía reconocido que “una especie de deseoterrible, salvaje y desenfrenada está en cada unode nosotros, incluso en aquéllos que parecendel todo moderados” (República IX, 572 b). Yes exactamente esta especie de deseos que la“paideia” tiene la tarea de limitar y educar.Precisamente esta función sociocultural –esta

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mediación entre bios, psyque y polis– es la quese está debilitando, suplantada por losimperativos del mercado y del sistema, y por laideología del deseo ilimitado prometido a lasatisfacción inmediata. Abandonada toda formade responsabilidad colectiva, pública, se dejala gestión del deseo y de su terrible exceso alindividuo. Con la ilusión de que puedaarreglárselas por sí solo.

Detrás de la crisis de la mediaciónasoma el riesgo de destrucción del deseo (14).Christopher Lasch alude indirectamente a ellocuando descubre en el narcisismo individualistaque impregna nuestra época “el deseo de serlibres del deseo” (15). La pretensión del deseode ser inmediatamente satisfecho esexactamente un modo para librarse del deseo,esto es, para librarse del aplazamiento necesariopara su gratificación. De este modo, el deseonarcisista se complace de su imaginariaplenitud, experimenta placer en su presuntaomnipotencia. Girando en torno a sí mismo,persigue una satisfacción absolutamentegarantizada, evitando el riesgo de un rechazodel otro, pero esta misma ilusión deindependencia lo vuelve todavía másprofundamente solo.

Lo que desmiente más radicalmente laaspiración de la subjetividad a la propiaautosuficiencia solitaria es precisamente laestructura del deseo, incapaz de autogenerarse,pero igualmente incapaz, si es abandonado asu propia suerte, de mantenerse con vida.Siempre permanece como irreductible, aquelloque lo suscita y lo alimenta. El carácter externode lo deseado no se deja absorber en el deseo yconstituye su intrínseco límite. Pero esprecisamente esta inaccesibilidad, sin la cualse extinguiría, la que el deseo tiendeactivamente a negar y suprimir, con ello girandoen torno a sí mismo, buscando afanosamentesu realización plena y definitiva que lo tornaría,en cuanto deseo, superfluo e inútil.

Hay, en el corazón mismo del deseo,una tendencia tácita y tenaz que lo desdobla ylo pone contra sí mismo, induciéndolo a noquerer desear más, a no tener más nada que

desear, a agotarse en una fusión inmediata conel dato en el cual se consumaría el ansiado re-torno a los orígenes. Según la psicoanalistaPiera Aulagnier, es éste el sentido último de lapulsión de muerte, que tiende a restablecer laoriginaria quietud de lo inorgánico, buscando“aniquilar toda razón de búsqueda y de esperagracias al retorno a un silencio primario, a unantes del deseo en el cual se ignoraba que seestaba ‘condenado a desear’. Esta tendenciaregresiva hacia un imposible antes es aquelloque llamamos thanatos” (16).

He aquí la razón de por qué lasconsecuencias del deseo abandonado a supropia suerte son destructivas y devastadoras.

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Referencias

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14. Ciaramelli F. La distruzione del desiderio. Il narcisismo nell’epoca dei consumi di massa. Bari: Dedalo; 2000.

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16. Aulagnier P. La violence de l’interprétation. Paris: Puf; 1975.