ejercicios espirituales con don bosco

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TERESIO BOSCO EJERCICIOS ESPIRITUALES CON DON BOSCO 1

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TERESIO BOSCO

EJERCICIOS

ESPIRITUALES

CON DON BOSCO

CENTRAL CATEQUSTICA SALESIANA

Alcal, 164 MADRID - 28

DIA PRIMERO

INFANCIA Y JUVENTUD DE DON BOSCO: EPOCA EN LA QUE NACEN LOS ELEMENTOS ORIGINALES DE SU PERSONALIDAD

PRIMERA CHARLA

LA FAMILIA DE I BECCHI,MANANTIAL DE LA PERSONALIDAD DE DON BOSCO

Os invito a trasladaros con la fantasa a la casita de I Becchi.

All vivi Juan Bosco sus primeros aos, junto a mam Margarita, la abuelita y los dos hermanos.

La familia qued impresa en la mente, en el corazn, en la personalidad de Juan Bosco. Los elementos que esta familia le proporcion o que de algn modo nacieron en su alma durante aquel primer tiempo mtico de su vida, lo marcaron para siempre.

Podemos decir que durante toda su vida l se esforzar para hacer vivir a sus muchachos (muchos de ellos hurfanos y sin hogar) la dulzura, la paz, la seguridad que, a pesar de las dificultades, encontr l en la familia de I Becchi.

Trabaj con todas sus fuerzas para reproducir, primero en el Oratorio de Valdocco y despus en la Congregacin Salesiana, el clima de la familia en la que se haba encontrado tan a gusto en I Becchi.

Creo que la Congregacin Salesiana, si quiere ser genuina, tiene que sentirse marcada, aun hoy, por el clima de aquella familia. Por eso pienso que ser muy til reflexionar sobre ella, sobre los elementos que nacieron en el alma de Juan Bosco durante aquel tiempo importantsimo.

El amor de la madre: dulzura y firmeza

El primer elemento que marc a fondo la vida de Juan Bosco fue (como sucede a la mayor parte de las personas) el amor de su madre.

Cuando muri Francisco, su padre, Juan no haba cumplido sus dos aos. Margarita tena veintinueve. Era demasiado joven para el peso que haba de soportar (tres hijos, la suegra semiparaltica en un silln, casita y campos apenas suficientes para vivir). Pero no emple muchos das para compadecerse de s misma. Arremang sus brazos y comenz a trabajar. Las tareas ms pesadas (arar, segar, cavar) destrozaban sus manos. Pero aquellas manos encallecidas saban tambin acariciar con dulzura a sus hijitos. Porque era trabajadora, pero sobre todo era siempre la madre de sus hijos.

Los sac adelante con dulzura y firmeza. Cien aos despus los psiclogos dirn que el nio necesita, para desarrollarse bien en la vida, el amor exigente y firme del padre, y el amor dulce, gratuito y gozoso de la madre (E. FROMM, El arte de amar).

El amor paterno, exigente y firme, estimula al empeo en la consecucin de las metas, exhorta continuamente a ser dignos del padre.

El amor materno, dulce, gratuito, sereno y gozoso, da la alegra de vivir por encima de los resultados, consuela en los das de abatimiento, recuerda al hijo que alguien le quiere bien no por lo que hace, sino por lo que es, slo por el hecho de ser hijo.

Los psiclogos dirn que la orfandad lleva consigo el riesgo del desequilibrio afectivo hacia una sola vertiente: para los hijos de mam el de una molicie sin nervio y sin estmulo para alcanzar grandes resultados; para los hijos de pap, el de una aridez ansiosa de quien siempre se ve estimulado y se encuentra solo y rechazado en los das de abatimiento.

Mam Margarita encontr en s misma un instintivo equilibrio que le hizo unir y alternar la serena firmeza y la dulzura reconfortante. Era una madre dulcsima, pero enrgica y fuerte. Los hijos saban que su no, era no. Y no haba caprichos que le hicieran cambiar de parecer.

En un rincn de la cocina recordaba Don Bosco haba una vara: un mimbre flexible. No la us jams, pero nunca la retir de all.

Cuando un da hizo Juan una gorda (a saber cuntas veces se repetir cada da este episodio), Margarita seal el rincn: Juan, treme la vara. El nio se retir hacia la puerta: Qu quiere hacer? Tremela y vers. El tono era decidido. Juan se la llev y le dijo ofrecindosela desde lejos: Quiere medirme las espaldas?... Y por qu no, si me las haces tan gordas? Mam, ya no lo har ms. Y entonces la mam sonre. No mantiene el ceo, no sigue con los nervios en tensin. Sonre ella, y sonre tambin su hijo. Todo vuelve a estar tranquilo y sereno en la casita.

Este amor exigente y al mismo tiempo confortante es el primer valor que marca la personalidad de Don Bosco y que permanecer como plataforma fija en la base de su personalidad. El no supo jams por experiencia directa qu quiere decir tener un padre y una madre. Tuvo una sola fuente de amor, materno y paterno a un mismo tiempo. Y l mismo lleg a ser una idntica fuente de amor para sus muchachos: un amor que se manifiesta, al mismo tiempo y alternativamente, con firmeza serena y gozo confortante, un amor paterno y materno. Y quiso que sus Salesianos fueran lo mismo.

Para nuestra reflexin

Encuentran en nosotros los jvenes este amor exigente y reconfortante?, firme y dulce? Sabemos comprender los momentos de exigencia sin ansiedad y los momentos de dulzura sin viciarlos? Saben que nuestros noes son un no, y no un s que se puede arrancar con caprichos? Sienten en la base de nuestros ses y de nuestros noes que se les ama de verdad? Los nervios, el humor, la luna, tienen tal vez un papel importante en nuestro comportamiento, o sabemos dominarlos?

El trabajo y el sacrificio

El segundo elemento que Juan Bosco absorbi de su madre hasta convertirlo en su norma, fue el trabajo.

Ve a su madre trabajar. Los hijos le echan una mano segn sus posibilidades. La vida de la familia Bosco es una vida de pobreza. Entre las pocas casas de I Becchi, la de los Bosco es la ms pobre de todas: una construccin de una planta, que es habitacin, pajar y establo. En la cocina hay unos sacos de maz, y al otro lado de una endeble pared, rumian dos vacas. Pobreza verdadera, pero no miseria, porque todos trabajan, y el trabajo del campesino rinde poco, pero rinde.

Los muros estn desnudos, al blanco de la cal. Los sacos de trigo son pocos, pero se van vaciando lentamente y acaban por ser suficientes. Por esto los chicos de la casa Bosco no estn amargados por la tristeza y menos an por la agresividad. No hay nada superfluo, pero s lo necesario, porque todos echan una mano para seguir adelante. Y este sentirse todos para conseguir lo necesario y alcanzarlo da a da, da un sentido de satisfaccin, un cachito de profunda felicidad.

Tena Juan cuatro aos cuando su madre le entreg las primeras tres o cuatro varas de camo macerado para deshilachar. Un trabajo pequeo, pero un trabajo. Entre los ocho y nueve aos empez a participar ms activamente en las faenas familiares, trabajando de sol a sol como un pequeo labrador.

Por la tarde, cuando se va a dormir sobre el jergn, lleno de hojas de maz, Juan siente la satisfaccin profunda de formar parte activa de la familia que va adelante, que vence las dificultades porque tambin l echa una mano. Sentido de pertenencia, sentido de valorizacin y de dignidad, llamarn los psiclogos a esta satisfaccin. Es un conjunto de elementos que producen el gusto de vivir, y que Don Bosco transmitir ininterrumpidamente a sus muchachos y a sus Salesianos. Una de las palabras ms duras que se podr dirigir a un joven en Valdocco ser la de holgazn. Porque ser sinnimo de extrao a la familia, de joven sin dignidad.

Indico solamente que, para Don Bosco, el trabajo va mezclado y casi fundido con aquel otro gran valor cristiano que llamamos el sacrificio. Su mentalidad campesina, prctica, jams comprendi el sacrificio como fin en s mismo, el sufrimiento gratuito. Vio siempre el sufrimiento, el sacrificio, como un precio necesario que hay que pagar para hacer algn bien. Dir ms de una vez a sus Salesianos: Nosotros no llevamos cilicio, pero asistimos a los jvenes despus de la comida, cuando tenemos sueo.

Para nuestra reflexin

En la obra salesiana, aprenden los muchachos el sentido del trabajo, del sacrificio? Aprenden de nosotros que para hacer algn bien es necesario molestarse, sacrificarse? Les acostumbramos a trabajar por su casa, por su clase, por su oratorio? O por una falsa popularidad, hacemos que lo encuentren todo fcil, demasiado fcil? Recordamos a los padres de nuestros alumnos que las satisfacciones profundas, el gusto de vivir, el sentido de la dignidad, lo encuentran los jvenes en colaborar para ganarse lo que reciben? Vida fcil, dinero fcil, amistades fciles son el camino fcil para los fracasos humanos.

El sentido de Dios

El tercer elemento que, en orden cronolgico, regala la familia de I. Becchi a Juan Bosco es el sentido de Dios.

Dios te ve es, una de las palabras ms frecuentes de mam Margarita. Deja que sus hijos vayan a corretear por los prados vecinos, y mientras marchan les dice: Recordad que Dios os ve' Si cree que estn a punto de dejarse dominar por pequeos rencores, o de soltar una mentira para salir del apuro, les dice: Recordad que Dios ve tambin vuestros pensamientos.

Pero no es un Dios-guardia civil el que ella esculpe en la mente de sus pequeos Si la noche es bella y el cielo est estrellado, mientras salen a tomar el fresco a la puerta de casa, dice: Es Dios el que ha creado tantas estrellas y las ha colocado all arriba. Cuando los prados estn cubiertos de flores, murmura: Cuntas cosas bellas ha hecho el Seor para nosotros! Despus de la siega, despus de la vendimia, mientras beben un trago, tras la fatiga de la recoleccin, dice: Demos gracias al Seor. Ha sido bueno con nosotros. Nos ha dado el pan de cada da.

Tambin despus del temporal y del granizo, que lo ha destruido todo, la madre invita a reflexionar: El Seor nos lo dio, el Seor nos lo quit. l sabe por qu. Pero si somos malos, acordmonos de que con Dios no se juega.

Junto a la mam, a los hermanos, a los vecinos, Juan aprende de este modo a ver a otra persona, Dios. Una persona grande. Invisible, pero presente por doquiera: en el cielo, en los campos, en el rostro de los pobres, en la voz de la conciencia que dice: Has obrado bien. Has obrado mal. Una persona en la que su madre tiene una confianza ilimitada, indiscutible. Es Padre bueno y providente, da el pan cotidiano, a veces permite ciertas cosas (la muerte de pap, el granizo sobre la via) difciles de comprender: pero El sabe el porqu, y esto basta.

Es ste el valor de la religiosidad normal que Juan absorbe de su madre y de su ambiente, y con naturalidad transmitir a sus alumnos.

Con el correr de los aos, Juan se va transformando en adolescente, en joven. Y Margarita lo ayuda a crecer tambin en la religiosidad, en el sentido de Dios. Es iletrada, pero sabe de memoria muchos pasajes de la Historia Sagrada y del Evangelio. Y cree en la necesidad de rezar, es decir, de hablar con Dios, donde encontrar fuerzas para vivir y hacer el bien Mientras era pequeo escribe Don Bosco me ense ella misma las oraciones. Me haca arrodillar con mis hermanos por la maana y por la tarde, y todos juntos rezbamos las oraciones.

El sacerdote estaba lejos, la iglesia ms prxima era la de Morialdo. Ella no esper a que un sacerdote encontrase tiempo para ir a ensear el catecismo a sus pequeuelos. He aqu algunas de las preguntas y respuestas del Compendio de la doctrina cristiana que Margarita haba aprendido de pequea y que transmiti a Juan, Jos y Antonio. Impresiona pensar que stas fueron las primeras palabras que Juan Bosco aprendi de memoria y que permanecieron siempre en su mente.

D. Qu es lo que debe hacer por la maana un buen cristiano al despertarse?

R. La seal de la Santa Cruz.

D. Una vez que se ha lavado y vestido, qu es lo que debe hacer un buen cristiano?

R. Ponerse si puede de rodillas delante de cualquier devota imagen y, renovando con el corazn el acto de fe en la presencia de Dios, decir con devocin: Os adoro, Dios mo...

D. Qu es lo que se debe hacer antes del trabajo?

R. Ofrecer el trabajo a Dios.

Pero el sentido de Dios para Margarita y, por lo tanto, para Juan no se paraba aqu Mi haba un enfermo grave en las casas vecinas, acudan a despertar a Margarita. Saban que no rehusaba echar una mano: Y despertaba a uno de sus hijos para que la acompaase. Deca: Hay que hacer una obra de caridad. Hacer una obra de caridad: con estas sencillas palabras se expresaban, en aquellos tiempos, muchos valores juntos que hoy llamamos generosidad, atencin a los dems, altruismo, servicio.

La caridad, en I Becchi, no se haca por filantropa o por sentimiento, sino por amor de Dios. El Seor era uno de casa en la familia Bosco. Entraba bajo las apariencias del mendigo que peda una sopa caliente, del evadido a las levas que hua de los guardias, del viejecito que, por vergenza a pedir limosna, iba a retirar el pucherito cuando todo estaba oscuro.

Para nuestra reflexin

Aprenden los muchachos de nosotros, los Salesianos, el sentido de Dios? Aprenden con nuestro ejemplo, antes que de nuestra palabra, a ver, a juzgar, a obrar como hijos de Dios? Recordamos a los padres de los jvenes su obligacin de ser padres en la fe, de ensear a rezar en familia? Ven en el Evangelio el libro ms apreciado y utilizado por nosotros? Aprenden de nosotros a ver a Dios en los dems? En los otros ms incmodos, como son los enfermos, los ancianos, amargados por la soledad?

La razn

Cuando dos personas desean aclararse mutuamente un asunto, tratar sobre un tema, se invitan ordinariamente diciendo: Hablemos, discutamos, dialoguemos. En el dialecto piamonts todas estas expresiones se pueden manifestar con la sola palabra rasunma, razonemos. Razonar para los monferratinos no significa tanto profundizar con calma, cuanto discutir con cierta vivacidad. Es lo que corresponde a la palabra moderna confrontacin.

Con este significado aparece la palabra razn, razonar en la niez de Juan Bosco. Margarita no es una madre que impone su parecer: Es as y basta. Es as porque lo digo yo. Acepta, por el contrario, siempre que es posible, la discusin, la confrontacin con sus nios. Pretende que reconozcan sus razones, lo mismo que reconoce tambin las de sus pequeos.

Discute con Juan, nio de pocos aos, cuando ste llega a casa chorreando sangre despus de una partida a la taba, y acepta que vuelva a jugar con los compaeros que se portan mejor cuando est Juan entre ellos. Discute con l cuando se le presenta con un mimbre adornado dicindole que lo tiene merecido porque ha roto el vaso del aceite. Y se rinde a los argumentos de su hijo, que tena unos diez aos, cuando, en casa de la abuela, quiere subir al granero para ver qu diablo hace aquel ruido. Juan le dice: Y usted, mam, no tiene tambin un poco de miedo? Y Margarita reconoce que no puede, que no debe tener miedo porque es ella quien le ha enseado a no tenerlo... Y lo acompaa arriba, por la escalera, para descubrir al diablo que era una pobre gallina asustada.

La palabra razn, en el sucederse de la obra educativa de Don Bosco, se cargar de significados ms vaporosos y profundos, pero en sus comienzos tiene este significado especfico: dilogo entre educador y educando, confrontacin abierta, tambin vivaz, de las respectivas posiciones; rechazo, por parte del educador, de imponer a priori su postura, actitud de bsqueda del mejor modo de actuar, en el que el educador est dispuesto a reconocer los argumentos del educando: porque entre los dos no existe espritu de rivalidad o de revancha, sino amistad, estima. Por eso el dilogo no acaba con caras largas. Se reconoce la razn y el error y se vuelve a la alegra.

Don Bosco tendr esta actitud profunda en toda su obra educativa. El muchacho jams ser para l un sujeto pasivo, un ejecutor de rdenes. Tambin con los primeros Salesianos utilizar el ejemplo del pauelo que se deja restregar entre las manos; no comprender jams la obediencia ciega, sino la obediencia sacrificada siempre, pero razonable. Don Bosco somete a discusin el cmo debemos hacer, solicita el dilogo, y no simula escuchar, sino que verdaderamente escucha el parecer de sus jvenes, dispuesto a cambiar si sus argumentos son vlidos.

Estn llenos de vida sus distintos dilogos con Domingo Savio que, con la intransigencia del adolescente, quisiera ms asistencia y disciplina en el Oratorio; con Jos Buzzetti que le invita a dar una buena leccin al maestro de obras que ha provocado el derrumbamiento de un edificio apenas construido. Ms vivas y abiertas son an las discusiones entre Don Bosco y los jovencsimos miembros del primer Captulo de la Congregacin, que l ha formado desde nios, pero que no ha educado a la aceptacin callada, sino al dilogo respetuoso y al mismo tiempo abierto y vivo.

Don ngel Amadei, refiriendo un dilogo entre Don Bosco y Don Domingo Belmonte en Sampierdarena, escriba este inciso: Don D. Belmonte, con aquella franqueza que usaban

Los primeros Salesianos, dijo a Don Bosco... Creo que son unas palabras muy significativas.

Don Bosco, sobre las huellas de su madre, estar dispuesto no slo a educar, sino a dejarse educar por los suyos: es el marchamo del grande y genuino educador, porque es un cmulo de amor, estima por cada joven, confianza, lealtad, uniformidad de carcter, carencia absoluta de voluntad de afirmacin sobre el educando, respeto pleno de su personalidad.

Para nuestra reflexin

Sabemos escuchar a los muchachos? Reconocer sus razones? En nuestros dilogos con ellos buscamos solamente el camino mejor y su bien o un poquito de autoridad herida que busca la revancha? Les educamos a discutir con respeto, a estimarse sin sofocar el dilogo? Y despus de los intercambios de opiniones abiertas y francas, sabemos volver a la alegre convivencia?

Una alusin solamente a otros tres elementos que Juan absorbi de su familia.

El valor

Margarita no es una madre aprensiva, insegura. Juan no se cra, por lo tanto, entre miedos ni arrimado a las faldas. El valor crece en l ms de prisa que la estatura. Le gustan la aventura y el riesgo, y Margarita acepta todo lo que hay de razonable en estos gustos: desde trepar por los rboles en busca de nidos hasta los juegos acrobticos sobre la cuerda con las inevitables cadas. Este gusto por la aventura y falta de aprensin la tuvo Don Bosco con sus muchachos. Algunos bigrafos lo atenuaron, lo hicieron casi desaparecer porque escriban en el perodo del mximo desarrollo escolar salesiano, y en los colegios la disciplina uniforme era ms estimada que el valor arriesgado. Pero basta leer unas pginas de la Vida de Domingo Savio y algn relato sobre los paseos otoales por el Monferrato para apreciar cmo impulsaba Don Bosco las iniciativas valerosas y cunto margen de iniciativa dejaba a la fantasa de sus muchachos.

El gusto de actuar conjuntamente

Las biografas de Don Bosco narran muchos episodios de la niez de Juanito tenindolo como nico protagonista. Pero por varios detalles aparece claro que todas las aventuras de su niez, transcurrida entre las colinas de I Becchi, tuvieron dos protagonistas: Juan y Jos, los dos hermanos unidos por una profunda amistad. Jos tiene dos aos ms que Juan, es menos aventurero, pero lo sigue a todas partes, un poco para protegerlo por su mayor edad y un poco como admirador de sus fantsticas invenciones. En torno a ellos giran algunos amigos de las alqueras vecinas. Surge de este modo en Juan el gusto del actuar conjuntamente, del proyectar y realizar con los dems.

En su labor educativa exhortar siempre a sus jvenes a. probar el gozo de proyectar y realizar conjuntamente: desde la primera sociedad de la alegra a las asociaciones juveniles del Oratorio y a la misma Sociedad Salesiana.

El gusto de estar reunidos

El que ha vivido la vida campesina sabe que para el muchacho, el encontrarse reunidos en torno a la mesa, o en torno al fogn, o durante las largas veladas invernales, es uno de los elementos que ms hacen gustar la dulzura del vivir, que ms paz y seguridad comunican. Juan disfrut a fondo de esta realidad y aprendi a estimarla conscientemente antes que otros valores porque la vivi en su preadolescencia. La necesidad de abandonar su casa slo con once aos y medio (en febrero de 1827) para ir a la granja de los Moglia, le hizo sentir cun grande era el bien de vivir juntos en familia. El vivir entre Salesianos y jvenes, formando una gran familia, es uno de los valores fundamentales para Don Bosco. Para establecer una atmsfera familiar de sintona y simpata quiso que sus Salesianos estn fsicamente presentes entre los jvenes. Una presencia que no siente el educador como un sacrificio, como un deber enojoso, sino como un encuentro continuo y gozoso por ambas partes.

Don Bosco se encontrar entre sus jvenes siempre que le sea posible. En los primeros tiempos subir a los andamios de los albailes para buscarlos durante la semana. Y, una vez estabilizado el Oratorio, slo un grave motivo podr impedirle estar con ellos. Dir: Aqu, entre vosotros, yo me encuentro a gusto: mi vida es precisamente estar con vosotros (MB IV, 654). Al terminar la cena (y esto hasta el ao 1870) una turba de muchachos irrumpa en el comedor donde estaba acabando de cenar. Rivalizaban por estar a su lado para verle, para preguntarle, escucharle, rer sus bromas. Los muchachos se colocaban a su alrededor, unos sentados sobre la mesa de frente, otros de pie, algunos incluso de rodillas. Deca Don Bosco que este encuentro familiar con sus muchachos era el mejor plato de la cena.

Luis Orione recuerda que tambin en los ltimos aos, consumido por los viajes y las deudas, con las piernas hinchadas y los ojos casi ciegos, Don Bosco no se separ jams de sus jvenes. Verlos, sentirlos, dar unos pasos con ellos, le alegraba la vida despus de jornadas agotadoras, y los jvenes, por decenas, por centenares se arracimaban en torno a l, felices de escuchar aunque slo fuera una palabra.

Es tal vez el caso de recordar para nuestra reflexin que nuestras Constituciones, en el artculo tercero, afirman que nosotros somos eclesisticos y laicos que llevamos una vida comn, y no slo un trabajo comn. Trabajar unidos sin vivir unidos, transforma la sociedad de familia en empresa. Y los sufrimientos ms amargos (si se lee la famosa carta del ao 1884) los experiment Don Bosco cuando vea que su Comunidad se deslizaba lentamente de la familia a la empresa.

Aado todava, para encauzar vuestra reflexin, que hoy la familia puede degenerar, no solamente en empresa, sino tambin en cuartel y copropiedad. Dicho ms claro: la empresa tiene por finalidad los balances activos. Trabajar, preocuparse todos de que ningn balance acabe con nmeros rojos y de que haya buenos dividendos. Acabado el trabajo, cada uno se va a donde quiere, hace lo que quiere, tiene los amigos que quiere. Y dichoso el que tiene la cartera bien repleta.

El cuartel, la vida militar, tiene como meta suprema sus objetivos. Estos deben lograrse a cualquier precio. En guerra no se cuentan los cadveres, se cuentan los objetivos alcanzados. Al final se dan medallas a los cados, pensiones a los mutilados y a las viudas, pero lo nico importante es haber logrado los objetivos. No importa que alguien haya enloquecido por esta causa, que haya perdido la salud, que haya muerto. Es el precio normal que hay que pagar.

La copropiedad, la ocupacin de un apartamento en un edificio comn, tiene como palabra de orden no estorbar. Cada uno puede hacer lo que crea conveniente, incluso las cosas ms estrambticas, con tal de que no estorbe a los dems, a los vecinos, que deben de poder hacer, tambin ellos, lo que quieran.

Familia, por el contrario, es quererse como hermanos, soportarse, ayudarse, compadecerse. Trabajar por un fin coparticipado por todos, con la satisfaccin de estar juntos y de vivir juntos, con atencin a las personas ms que a los objetivos (por muy importantes que ellos sean). Tenemos que preguntarnos con seriedad: Cmo es la Obra Salesiana, de la que formamos parte? Alcanzan los jvenes a ver en ella a una familia? Sienten que somos para ellos padres, hermanos o solamente superiores y profesores?

He mencionado hasta aqu siete valores fundamentales que Juan Bosco asumi: amor exigente y reconfortante, trabajo, sentido de Dios, razn, valor, gusto por trabajar conjuntamente, gusto por estar unidos. Estos valores, absorbidos de la familia en la que le toc vivir, Don Bosco los transmiti naturalmente a la gran Familia Salesiana que se convierte en la prolongacin de la familia de I Becchi.

En la segunda charla tratar de examinar otros elementos que, en la preadolescencia y en la adolescencia, saturan la personalidad de Don Bosco: elementos que ya no recibe de la familia, sino que fueron creciendo en l de modo muy original.

Ahora tratar de concluir esta conferencia.

Estoy firmemente persuadido de que la Sociedad Salesiana es una Congregacin inspirada por la Virgen y edificada por Don Bosco con seriedad y ejemplaridad. Tambin estoy profundamente persuadido de que, antes que una Congregacin, la Sociedad Salesiana es una familia. Don Bosco habla siempre a sus queridos hijos de cosas de familia, como padre antes que como superior. Dice y repite a sus Salesianos que deben sentirse padres, hermanos, hijos, unidos estrechamente por el amor fraterno antes que por el vnculo de los votos simples. En el lecho de muerte, dijo muy despacio a Don Miguel Ra y a Mons. Cagliero, despus de haberles tomado de la mano: Quereos bien como hermanos. Amaos, ayudaos y so-portaos mutuamente como hermanos... Prometedme que os amaris como hermanos.

En este clima la Congregacin recibe un carcter familiar en todas sus manifestaciones: los votos, las estructuras, las orientaciones de fondo, las decisiones ms importantes, la forma de construir las casas y de estructurar los horarios, etc.

El Salesiano mismo adquiere una fisonoma caracterstica, original.

Si es exacta, al menos en parte, la reflexin que he hecho sobre la familia de I Becchi, podemos hacer un primer balance sobre la figura del Salesiano.

Es, ante todo, padre y hermano.

Tiene como base, como resorte profundo de su actuacin, un amor al mismo tiempo exigente y reconfortante, paternal y maternal a la vez.

Es un trabajador que exhorta al trabajo, a encontrar en el trabajo, programado en comn, el sentido de pertenencia, de realizacin, de dignidad, que hacen satisfactoria la vida. Tiene y transmite el sentido de Dios.

Como mtodo de relacin usa el razonamiento franco, no la poltica sinuosa. Sabe hablar y escuchar.

No es aprensivo, sino animoso en suscitar iniciativas.

No es un solitario: siente y transmite el gusto de trabajar en unin y de estar unidos los Salesianos entre s y los Salesianos con los jvenes.

Presta ms atencin a las personas que a los objetivos y a los balances (aunque sean importantes).

Termino dirigiendo a Don Bosco una breve oracin: Don Bosco, t nos has querido una familia. Nos has querido padres y madres. Has querido que en la base de nuestra vida hubiera serenidad laboriosa, gusto de estar unidos bajo los ojos de Dios, que se repitiese en nuestras casas el clima familiar de la casita de I Becchi, aquel clima de familia que te dio la seguridad y el gozo de vivir. T sabes que hoy esto no es fcil. Pero t no nos has llamado solamente a cosas fciles. Da inspiracin a nuestra fantasa, entusiasmo y constancia a nuestra voluntad para que en todas nuestras casas desaparezca el fro de la soledad que nos amenaza, y retorne plenamente aquel clima familiar que nos ha fascinado desde jvenes y que debe absolutamente caracterizar a nuestras casas por nuestro esfuerzo y con el auxilio que t nos obtendrs de Mara Auxiliadora.

SEGUNDA CHARLA

VALORES CARACTERISTICOS Y ORIGINALESQUE DESTACAN EN LOS PRIMEROS AOSDE JUAN BOSCO

En la primera charla enumer los siete elementos fundamentales que asimil Juan Bosco: amor exigente y reconfortante, trabajo, sentido de Dios, razn, valor, gusto de trabajar en equipo, gusto de vivir unidos. Deca que estos valores Juan Bosco los absorbi prcticamente de un modo inconsciente del ambiente en que le toc vivir. Le fueron regalados, si podemos expresarlo as, por su madre, por su familia, por el contexto humano en el que se desenvolvi su vida.

Amor personalizado y grande

Hay en los aos de la niez un episodio, casi insignificante, que nos revela cmo est naciendo en l algo que es original. Es el primer elemento que no le fue regalado por su madre y por el ambiente. Es un valor profundamente suyo, que marcar de forma caracterstica su personalidad y su estilo educativo. Podemos llamarlo amor personalizado y grande.

El episodio, casi insignificante, es el del mirlo (MB I, 118). Los pjaros eran una pasin de Juan. Haba sacado del nido un mirlo y lo haba criado. En la jaula, entretejida con ramas de sauce, lo ense a silbar. El pjaro aprendi. Cuando vea a Juan, lo saludaba con un silbo modulado, saltaba alegre entre las barras, lo miraba con los ojillos negro-brillantes.

Un mirlo simptico.

Pero una maana el mirlo no lo salud con sus silbidos. Un gato haba destrozado la jaula y se lo haba comido. Slo quedaba un mechn de plumas ensangrentadas. Juan empez a llorar. Su madre trat de calmarlo, dicindole que podra encontrar mirlos y nidos por los alrededores. Pero Juan no comprendi estas palabras de su madre: a l no le importaban nada los otros mirlos. Era aqul que estaba all, su pequeo amigo, el que haba muerto, y al que no volvera a ver.

El pensamiento de que podra encontrar en las colinas muchos otros pjaros, no poda atenuar su sufrimiento: porque no cambiaba el hecho de que haban matado a su pequeo amigo y que ya no volvera a verle saltar alegremente.

Es sta la primera manifestacin del amor personalizado de Juan Bosco. Afecta a un pajarillo, pero no es por ello banal o poco significativo. Juan Bosco no se aficion jams a ninguno de una manera general. Todos los muchachos del Oratorio se sentan amados personalmente por l, no como componentes de un grupo o de una comunidad, sino como personas. Y el sufrimiento de cada uno se convertir en un sufrimiento suyo personal.

Entre los jvenes de Don Bosco no existirn las pequeas envidias que rodean a ciertos educadores, que surgen en torno a los preferidos. Don Bosco quiere a todos sus jvenes: no quiere a uno ms que a otro porque quiere para todos todo el bien que tiene. Lo dir con una comparacin muy simple: A qu dedo de mi mano quiero ms? A todos. Cualquiera que fuese el dedo que me arrancaran, sentira un profundo dolor.

Don Bosco quiere a todos sus muchachos, y los quiere tal y como son: un Ra reflexivo, un Cagliero impulsivo, un Savio diligentsimo, un Jos Buzetti tranquilo y sereno, un Pablo Albera delicado y tmido.

En el episodio casi insignificante del mirlo, se advierte segn mi opinin otra particularidad que descubre las caractersticas originales del amor de Juan Bosco, de este valor que es fundamento de su personalidad. Dice el bigrafo que estuvo triste durante varios das y que nadie lograba alegrarlo. Finalmente son palabras de Lemoyne se par a reflexionar sobre la vanidad de las cosas mundanas, y tom una resolucin superior a su edad: propuso no apegar jams el corazn a nada de esta tierra.

Leyendo las vicisitudes de la vida de Don Bosco, nos damos cuenta de que la misma resolucin la formul algunos aos despus, a la muerte de un amigo muy querido, y muchas otras veces. Y todos comprendemos que una resolucin se repite muchas veces cuando slo se ha conseguido practicarla muy pocas.

A m me agrada mucho constatar que ste fue el propsito que Juan Bosco no logr nunca cumplir. Tambin era l como nosotros, con un corazn que tiene necesidad de amar las cosas pequeas y las grandes. Llorar, con el corazn hecho pedazos, a la muerte de Don Jos Calosso, de Luis Comollo, a la vista de los primeros muchachos encerrados entre las barras de una prisin. Sus jvenes darn testimonio de l con una insistencia impresionante: Me quera bien. Muchsimos repetirn una afirmacin que llevaban consigo en la vida como un tesoro: Don Bosco me dijo: soy un pobre sacerdote, pero te quiero tanto que, si un da tuviera solamente un pedazo de pan, lo partira contigo. El primero que escuch estas palabras fue Carlos Gastini, el barberillo a quien se le muri su madre y arroj el patrn de su casa. Despus se las oyeron repetir Buzzetti, Enra, Ra... Yo mismo, siendo muchacho, en el pas de Santa Mara, cerca de Penango, he conocido a un viejo sacerdote que haba sido algunos aos alumno de Don Bosco. Recordaba pocas cosas de Valdocco, el presbtero Corte, pero aquella frase la recordaba muy bien y nos la repeta frecuentemente a nosotros, que ramos aspirantes: Don Bosco me dijo: te quiero tanto que, si un da tuviese solamente un pedazo de pan, lo partira contigo.

Y los muchachos sentan que no eran slo palabras: era la sencilla verdad. Uno de ellos, Luis Orione, llegar a ser padre de una Congregacin con Oratorios y casas para chicos pauprrimos, y pensando en Don Bosco, dir: Caminara sobre carbones ardiendo para verlo todava una vez ms y darle las gracias.

La asctica de aquellos tiempos enseaba que apegar el corazn a la criaturas era un mal. Era mejor no arriesgarse, era mejor amar poco.

La asctica ms evanglica del Vaticano II nos dir que no hay que transformar las criaturas en dolos, que es necesario purificar nuestro corazn, pero que Dios nos ha dado el corazn para que amemos sin miedo. El Dios de los filsofos es impasible, pero el Dios de la Biblia, nuestro padre y nuestro modelo, no: El ama y se enoja, sufre y llora, se estremece de gozo y sonre de ternura.

La tierra en que naci Don Bosco le ha dado las caractersticas de su raza: la resistencia, el espritu prctico, la solidez, el buen sentido, la paciencia y hasta la testarudez. Pero Dios le dio tambin un corazn grande que ama a lo grande. Un corazn que no se resignar ante los jvenes humillados por la ignorancia, ante la gente tarada por la miseria, ante las personas resecas por la falta de Dios. Yo creo que el carisma, el don especial que se le asign a Don Bosco fue un corazn total, que no conoce las medias tintas.

Para nuestra reflexin

Se puede decir de nosotros que deseamos a todos todo el bien posible? O estamos resecndonos como personas que prcticamente no aman a nadie? O cultivamos a nuestros preferidos? Amamos a los jvenes, tal y como son, con su temperamento, con sus cualidades, ayudndoles a realizarse, pero respetando su originalidad? No nos resignamos a su fracaso?

Un valor caracterstico, sugerido desde lo alto

A los nueve aos, Juan Bosco tiene el gran sueo. La turba de muchachos que juegan, blasfeman, ren; el Hombre venerable que le amonesta: No con golpes...; la Seora de majestuoso aspecto que le dice: Mira, lo que ves lo hars con mis hijos; la multitud de animales feroces que se transforman en mansos corderos que se cambian en pastores, y las palabras que tranquilizan sus lgrimas de turbacin: A su tiempo lo comprenders todo.

En torno a este sueo se enciende la discusin de la pequea familia. Cuarenta y nueve aos ms tarde, en los dos gruesos cuadernos de las Memorias del Oratorio, Don Bosco escribir: La abuela, que no saba mucho de teologa, que era totalmente analfabeta, dio su sentencia definitiva diciendo: "No hay que hacer caso de los sueos." Yo era del parecer de mi abuelita; sin embargo, no me fue posible quitarme de la mente aquel sueo. Las cosas que expondr a continuacin darn algn significado a esto (Memorias del Oratorio, Ceria, p. 25).

Es la primera irrupcin de lo extraordinario en la vida de Juan Bosco. A los valores que le regal su madre, a los originales que crecen en l, se aade en este momento la voz de Diosque hace surgir en l un valor nuevo: la predileccin por los jvenes pobres. El sueo de los nueve aos escribe Pedro Stella condicion todo el modo de vivir y de pensar de Don Bosco (Don Bosco en la historia de la religiosidad catlica, I, 31).

El campo educativo de Don Bosco est iluminado con resolucin:

1. Se le indica el estilo: No con golpes, sino con mansedumbre y con caridad debers ganarte a stos tus amigos. Ponte inmediatamente a hablarles sobre la fealdad del pecado y sobre la hermosura de la virtud.

2. Se le indica de forma clara el carcter cristiano, casi sagrado, de su accin educativa: Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te ense a saludar tres veces al da... Yo te dar una Maestra, bajo cuya gua llegars a hacerte sabio.

3. Se le asignan los sujetos de su accin educativa, y casi se le trazan los lmites dentro de los que debe actuar: Una muchedumbre de jvenes que jugaban entre alborotos y risas; algunos blasfeman. E inmediatamente despus, con imagen simblica: Una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales..., animales feroces. Y la Seora de majestuoso aspecto le dice: He aqu tu campo, es ah donde tienes que trabajar. Lo que ves que sucede en este momento con estos animales, t lo hars con mis hijos. La predileccin por los jvenes pobres, desheredados, abandonados, le es ordenada y consagrada de este modo. Don Bosco fue rgidamente fiel a esta orientacin venida de lo alto. Causa asombro aadir a este sueo el testimonio de Esteban Castagno, un joven que particip en la vida del Oratorio de Valdocco hacia el ao 1848. Sus palabras parecen la traduccin del sueo a la realidad: Don Bosco era siempre el primero en los juegos, el alma de los recreos... No s cmo haca, pero se le encontraba siempre en cualquier rincn del patio, en medio de todo grupo de muchachos. Con la persona y con los ojos los segua a todos. Nosotros bamos desgreados, a veces sucios, ramos importunos, caprichosos. Y l senta gusto en estar entre los ms miserables. Tena afecto de madre con los ms pequeos. Con frecuencia reamos, nos pegbamos. Y l nos separaba. Levantaba la mano como para pegarnos, pero no lo haca jams, nos separaba a la fuerza, agarrndonos por los brazos (cf. MB III, 126 ss.). 26

Para nuestra reflexin

Nuestro estilo de educadores es el delineado por la Virgen: no con golpes, sino con mansedumbre..., hablar de la fealdad del pecado, de la belleza de la virtud? Creemos prcticamente en el carcter cristiano, casi sagrado de nuestra accin educativa? Nos sentimos enviados a los jvenes ms por la Maestra que por el encargado de estudios? Nuestra predileccin verdadera, de hecho es para los jvenes pobres, desharrapados, abandonados? O con uno de los argumentos infinitos que tenemos a nuestra disposicin, nos atrevemos a razonar una situacin de predileccin prctica con los acomodados, con los muchachos cmodos?

La alegra

En Chieri Juan Bosco hizo su primera experiencia educativa: funda y dirige la Sociedad de la Alegra. Se gana la amistad de los compaeros ayudndoles en sus deberes. Exagera, incluso, pasando por debajo del banco traducciones enteras. (En un examen ser descubierto durante una de estas maniobras, y slo podr salir bien parado gracias a la amistad de un profesor que le har repetir la traduccin del latn.)

Con este medio escribe me gan la benevolencia y el afecto de mis compaeros. Empezaron a venir y a buscarme durante los recreos por los deberes, despus para escuchar mis cuentos, y al final sin ningn motivo.

Reunidos se est bien. Formamos una especie de pandilla y Juan la bautiza con el nombre de Sociedad de la Alegra. El reglamento es sencillsimo: no hacer ni decir nada que pueda avergonzar a un cristiano; cumplir los deberes religiosos y escolares; estar alegres.

El nombre de Sociedad de la Alegra y el tercer punto del reglamento: estar alegres, nos hace fijar la atencin sobre un valor que emerge en la vida de Don Bosco: la alegra.

La alegra ser siempre una de sus ideas fijas. Domingo Savio, uno de sus mejores alumnos, llegar a decir: Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres. Tratamos solamente de evitar el pecado que nos roba la gracia de Dios y la paz del corazn (Domingo Savio, Ceria, p. 126). Para Don Bosco, campesino, la alegra es la medicina de los pobres. Para Don Bosco, cristiano y sacerdote, es la profunda satisfaccin que nace de saberse en manos de Dios, y por lo mismo en buenas manos. Es la palabra pobre con la que se indica un valor muy grande, la esperanza cristiana.

En los primeros aos en los que Don Bosco da comienzo a su Oratorio, muchos sacerdotes, cerca y lejos de l, tienen el mismo empeo: hacer el bien a los muchachos pobres. Su actitud tiene una caracterstica comn, que podemos llamar afabilidad seria. Basta leer los reglamentos de San Luis Pavoni, fundador de los Oratorios de Brescia, los Manuales de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el Reglamento que Monseor Gastaldi dio al Seminario de Turn. Hay que ser amables con los jvenes pero no permitir que alcen demasiado la voz, que tengan una alegra rumorosa. Hay que imponerles silencio, recogimiento; de lo contrario, se desencadena en los muchachos la fierecilla.

La amabilidad de Don Bosco tiene una caracterstica diversa: es alegre. El, que ha correteado de nio por las colinas de I Becchi, que, de joven, ha hecho excursiones por las colinas de Turn, conoce el valor de la alegra rumorosa, del desencadenamiento alegre de las energas encerradas en aquel cartucho explosivo al que llamamos juventud. El mismo invita a los jvenes con las palabras de Felipe Neri: Jugad, saltad, armad jaleo. A m, slo me interesa que no cometis pecados.

El aire libre, el patio donde se puede correr a porfa, son el ambiente ideal para Don Bosco. Asiste a sus jvenes, ciertamente, para que no hagan ni se hagan dao. Pero es una asistencia no mortificante, sino estimulante. Intuye que el educador no debe permanecer ajeno a la alegra de los jvenes. Debe participar, debe organizarla cuando no nace espontnea e impedir todo lo que pueda destruirla.

Para nuestra reflexin

Hay alegra en los jvenes a nuestro alrededor? Participamos en la alegra de los jvenes o permanecemos ajenos? Nuestra asistencia se dirige nicamente a impedir el mal o especialmente a organizar la alegra, el gozo?

Educacin como don gratuito y total de afecto y de persona

En los albores del verano del ao 1836, una epidemia de clera se abate sobre Turn. Los Jesuitas anticipan la salida de sus pensionistas del Colegio del Carmen hacia el Castillo de Montaldo, imponente residencia de verano. Buscan un asistente de confianza para el dormitorio que sea, al mismo tiempo, repetidor de griego. Don Jos Cafasso manda al seminarista Bosco que ha terminado su primer ao de seminario. Podrs ganar algunas liras, le dice.

Desde el primero de julio hasta el diecisiete de octubre (durante tres meses y medio) Juan vive, por primera vez, entre jvenes de familias distinguidas, en contacto con los vicios y virtudes de los hijos de pap. Juan Lemoyne, en el primer volumen de las Memorias biogrficas, junto a una confidencia que le haba hecho Don Bosco muchos aos ms tarde, escribe: En Montaldo... pudo conocer la dificultad de conseguir sobre aquellos jvenes el pleno ascendiente que se necesita para hacerles el bien. Se persuadi, por ello, de no haber sido llamado para ocuparse de los jvenes de familias acomodadas.

Ser una de sus convicciones absolutas: del mismo modo que no haba sido llamado para educar a las muchachas, tampoco lo haba sido para educar a los hijos de los ricos.

Reflexionemos. Por qu? Existen pobres morales tambin entre los hijos de las familias acomodadas, entre los ricos. Por lo tanto, tambin ellos tienen necesidad de un sacerdote. Pero Don Bosco afirma que ni l, ni ningn Salesiano que trabaje entre ellos como l, conseguir adquirir aquel pleno ascendiente que se necesita para hacerles el bien. En otras palabras: su manera de educar no funciona bien, con plenitud, entre ellos. Por qu?

Creo muy til la respuesta a esta pregunta para descubrir una actitud fundamental de Don Bosco, es decir, para comprender cmo Don Bosco pensaba su sistema educativo.

Me atrevo a responder, buscando los elementos de la respuesta en la vida de Don Bosco.

Los jvenes de familias acomodadas, ricas, tienen dinero (o lo tiene pap, que es lo mismo). La relacin entre educador y educando se convierte normalmente en relacin de cosas, ms que en relacin entre personas. Yo te doy buenos cuartos y t, a cambio, me das una buena clase, una buena instruccin, una sala de juegos bien equipada para mi recreo. Y todo acaba aqu. Puede surgir una relacin de amistad, pero no es posible el reconocimiento. Lo que domina es una relacin de justicia: yo te doy dinero y tengo, por ello, derecho a recibir esto de ti.El sistema familiar de Don Bosco es algo completamente distinto. Se basa en el intercambio de afecto y de servicio, prestado gratuitamente y gratuitamente recibido, en una relacin de familia.

En la familia, los hijos no dan dinero a la mam para pagar sus servicios, ni pagan mensualmente al pap la educacin que reciben. La relacin es de amor y de reconocimiento, no de dinero. Lo mismo sucede en una Obra Salesiana. Yo, Salesiano, slo tengo una sala de juegos desconchada, pero la pongo a tu disposicin con amor; slo tengo una salita pobre, pero me siento contento de que vengas y te encuentres en tu casa; no tengo un ttulo universitario, pero te ayudo a aprender quebrados y a hacer una redaccin, exactamente como un padre ayuda a su hijo, aunque slo sea un mecnico. En el fondo no te doy una sala de juegos, una salita, unos repasos: te doy mi vida, mi persona. Todo tiende inevitablemente a convertirse en una relacin de cosas:- yo te doy dinero y, por consiguiente, tengo derecho a recibir de ti servicios cualificados. Cuanta mayor relacin se establezca con el dinero, en una obra salesiana, tanto ms decaer salesianamente y no alcanzar el clima de familia. El profesor slo es profesor. El director es la cabeza de una empresa que funciona. El encargado del Oratorio es el gestor de un campo de ftbol con sus sealizaciones a punto y el bar bien abastecido.

En el sistema salesiano, por el contrario, el profesor es el hermano y amigo, el director es el padre de una familia, el encargado del Oratorio, el organizador de la alegra de una banda de muchachos. Tiene que haber dinero, como en toda familia, pero, como en toda familia, tiene un papel secundario con respecto al amor. El pap, el hermano, trabajan por amor, gastan su vida por amor. El dinero necesario se buscar de cualquier forma, pero la relacin es de personas y no de cosas.

En el ao 1872 vio Don Bosco a un muchacho excelente, Eusebio Calvi, de Palestro, preocupado y triste. Le pregunt el motivo y el joven le respondi: Los mos no pueden pagar la pensin y me veo obligado a interrumpir los estudios. Don Bosco le dijo: Cul es hasta hoy tu pensin? Respondi Eusebio: Doce liras mensuales. Y concluy Don Bosco: Escribe a tu pap dicindole que la fijamos en cinco. Y que pagar si puede. Ven a mi despacho que te voy a dar un papel para el ecnomo.

En 1873 otro excelente joven, Francisco Piccollo, se encontr en la misma situacin. Escribe l mismo: Estaba en la clase segunda y me avisan que ha llegado mi madre. Voy al locutorio y la encuentro llorando: "Mira, Paquito me dice, nosotros somos pobres y el ecnomo me ha dicho que, si seguimos sin pagar la pensin, tendr que mandarte a casa." Teniendo que regresar a clase, la dej llorando. Pero, al volver la encontr alegre y sonriente. Me dijo: "Escucha, Paquito: he estado con Don Bosco y me ha dicho: Buena mujer, diga a su hijo que, si el ecnomo lo manda a la calle por la puerta, que entre por la iglesia y venga a verme. Don Bosco jams lo mandar a casa." Aquella tarde me llam el ecnomo, y yo, asustado, fui a ver a Don Bosco. "Ven", me dijo. Tom un papel: "Cuntos meses debe tu madre de pensin?" Le dije el nmero, y Don Bosco, con delicadeza, escribi el recibo de la pensin por todo el ao. Don Angel Amadei, el bigrafo, se apresura a aadir: Cuntos miles de muchachos recibieron estos testimonios de afecto de parte de Don Bosco!

Quisiera que reflexionsemos sobre estos dos episodios, sin dejarnos llevar por la primera impresin superficial.

Eusebio Calvi, Francisco Piccollo y tantos otros muchachos no vieron en el comportamiento de Don Bosco un bello gesto, el gesto para entendernos de un prncipe que puede disponer de mucho dinero y con grandeza de alma condona las tasas.

Eusebio Calvi saba que las doce liras mensuales eran la mitad del mnimo necesario para su mantenimiento. La pensin de los colegios de la clase popular era de veinticuatro liras al mes. Las siete liras que se le quitaban de la pensin y las doce que le faltaban, Don Bosco tendra que ir a mendigarlas, regresando con las piernas hinchadas a fuerza de subir escaleras, llamando a muchas puertas, tragndose respuestas mortificantes. Y esto no lo sabe solamente Eusebio Calvi, sino muchos otros jvenes a quienes Don Bosco enva a rezar a la iglesia en los momentos difciles, mientras l sale a pedir limosna a los ricos.

Francisco Picollo sabe que el papelito de pagado que Don Bosco le entrega para el ecnomo, no es slo la frase de una carta: es el sudor, las fatigas, las humillaciones que su Don Bosco volver a soportar de buen grado por l, porque le quiere bien.

Este es el motivo por el que estos gestos calan hasta lo ms hondo del corazn de los jvenes, despertando su amor hacia Don Bosco y el deseo de corresponderle.

Francisco Piccollo contina escribiendo su testimonio con estas palabras: Pasaron otros tres aos. Ya estaba en el quinto curso. Un da, llamando aparte a Don Bosco, le susurr al odo: "Quiero hacerle un regalo. Creo que le gustar." Don Bosco le dijo: "Qu regalo quieres hacerme?" Francisco respondi: " Tmeme! Don Bosco sonri: "Qu quieres que haga con una buena pieza como t?" Pero inmediatamente se puso serio y me dijo: "Gracias, Francisco. No podas hacerme ningn regalo mejor. Yo lo acepto, no para m, sino para ofrecerte y consagrarte al Seor y a Mara Auxiliadora".

Francisco Piccollo se hizo Salesiano, Eusebio Calvi se hizo Salesiano, muchos otros jvenes, ayudados por el sacrificio y el amor de Don Bosco, se hicieron Salesianos: porque haba nacido en ellos el reconocimiento y queran corresponder. Haban recibido como regalo la vida de Don Bosco, y le daban su propia vida: Tmeme! Haba saltado la relacin entre cosas; la relacin familiar de Don Bosco, por el contrario, haba llegado a su cumplimiento. A m me parece ste el valor ms original que brota de Don Bosco: educacin como donacin recproca, gratuita, total de afecto y de persona.

Para nuestra reflexin

En la Obra Salesiana en que vivimos, existe relacin entre las personas o tendemos a la relacin entre cosas?

Hoy se dice: ya no hay muchachos pobres. Pero es esto verdad? Son completamente pobres los que no son capaces de llegar a tiempo para solicitar la inscripcin en nuestras escuelas, quiz porque no saben siquiera que existe nuestra escuela. Tenemos que ir a buscarlos porque los primeros puestos en nuestras obras tienen que ser para ellos.

Se dice hoy: con los gastos que tenemos que hacer para sostener nuestras escuelas, no podemos aceptar a muchachos pobres. Pero es esto verdad? Si recibimos en nuestras escuelas a los pobres, hay mucha gente pronta a ayudarnos con sus limosnas, si se las pedimos explicando nuestra necesidad. Lo sabe bien quien lo ha experimentado: la Providencia existe hoy como en tiempo de Don Bosco. Llega con el acostumbrado cuarto de hora de retraso que nos pone a prueba, pero llega con abundancia. No falta la Providencia. Faltamos nosotros. Cuntos Salesianos tenemos las piernas hinchadas como Don Bosco por caminar en busca de limosnas?

Hoy nos lamentamos justamente de que son escasas las vocaciones, que son muy pocos los que dicen a su director Salesiano: Tmeme! Pero preguntmonos piadosamente: cuntos son, en nuestras obras, los muchachos tan pobres que tengan que decir a su director: Mi padre no puede pagar la pensin, y viendo reducida o anulada una cantidad, se ven forzados a pensar: Pobre director, tendr que ponerse a dar vueltas para mendigar este dinero? Cuntos, vindonos manejar los registros de contabilidad, sienten surgir su reconocimiento hacia nosotros hasta el punto de decirnos: Me lo habis dado todo, y yo, en cambio, quiero darme por entero a los Salesianos, a Don Bosco?

Binomio amistad-confianza

Da 3 de noviembre de 1837. A los veintids aos cumplidos, Juan Bosco comienza los estudios de Teologa en el Seminario de Chieri. Ha vivido hasta el presente una juventud difcil pero alegre. Ha tenido a su lado esplndidos amigos a quienes el cristianismo vivido en profundidad no les ha impedido una vida sana, alegre, divertida. Los desafos a los saltibanquis y los entretenimientos de magia blanca, con los que se re a espaldas de los tmidos bobalicones, nos revelan un Juan Bosco que mira la vida con alegre optimismo.

Su relacin con los jvenes est slidamente edificada sobre el binomio amistad-confianza.

Los dos primeros aos del Seminario no han enturbiado esta manera de ver la vida y a los jvenes. Los estudios teolgicos, desarrollados sobre los manuales de la poca, significan un duro ataque a su visin de la vida. Cito a Pedro Stella:

La teologa dogmtica de entonces situaba todas las cosas bajo la luz de la cuenta que hay que dar al juez divino, en espera de la vida o de la muerte eterna...

La teologa moral lo centraba todo en la relacin de la ley divina con la libertad, educaba a considerar las obras propias como responsable adecuacin con la ley divina...

Incluso la oratoria sagrada para los seminaristas contribua a alimentar el estado de angustia que poda germinar en almas religiosas muy sensibles. Argumentaba... sobre la rigurosa cuenta que el divino soberano habra de exigir... (op. cit., p. 61).

Dogma, moral, oratoria sagrada contribuan, por lo tanto, a abandonar todo optimismo en lo que respecta a la vida y a alimentar, por el contrario, el miedo por la cuenta rigurosa que habr de rendirse a Dios. El hombre se encuentra casi aplastado por esta visin continua y amenazadora del juicio divino, y su estado de pecador es una de las realidades que ms reclaman su atencin.

Tambin el joven sale con una fisonoma alterada en esta visin antropolgica: se siente un hombre inclinado al mal, que hay que erradicar con severidad, ms que un hijo de Dios que debiera crecer en la confianza del Padre. Haba que educar, por lo tanto, con rigor, vigilar con desconfianza porque era constante la posibilidad de perderse.

El instinto optimista de Juan Bosco, su visin de los jvenes con amistad-confianza, fueron sometidos a dura prueba. Su buen sentido campesino jug un papel importante para atenuar ciertas posiciones rigoristas, pero ciertamente Don Bosco fue un hombre normal, y los estudios teolgicos incidieron y, de algn modo, debieron condicionarlo.

Don Jos Cafasso, en los primeros aos de su sacerdocio, le tendi una mano vlida para remover todo esquema rigorista en su accin sacerdotal, pero en ciertas plticas de Don Bosco sobre la confesin, en ciertas narraciones de sueos es difcil no apreciar (adems de las preocupaciones de un educador que ha reunido en breve espacio centenares de jvenes) un eco de aquellos estudios que intentaron formarle en el rigor.

Pero toda la vida de Don Bosco est all, ante nosotros, para decirnos cun rpidamente los acontecimientos, el contacto vivo con sus muchachos, la reflexin continua sobre sus experiencias lo ayudaron a vencer las sugestiones rigoristas que los estudios teolgicos le haban insinuado, y a volver al binomio amistad-confianza.

La confesin que el joven Luis Orione hace con l en octubre de 1886 (apenas diecisis meses antes de su muerte) es la manifestacin ms clara de cmo haba prevalecido este binomio en la personalidad educativa de Don Bosco. Ante aquel muchacho serio, turbado, angustiado, que ha consultado formularios y ha llenado tres cuadernos de pecados, Don Bosco sonre, toma los cuadernos, los rompe y dice a Luis: Ya est hecha la confesin. No vuelvas a pensar ms en cuanto has escrito. Y mirndolo con dulzura le susurra: Recuerda que nosotros dos seremos siempre amigos.

La vida vivida junto a sus muchachos, las largas horas pasadas en el confesonario, le ensearon que es un error el rigor en la confesin-tribunal, que ciertos esquemas que presentan los libros de moral no sirven de hecho en la vida de sus muchachos porque los conducen por el camino peligroso del complejo de culpabilidad.

El Don Bosco que confiesa a Luis Orione es el educador que ha llegado a la plena madurez, en la que la amistad y la confianza lo llenan todo, tambin porque se ha dejado educar por la vida concreta de sus jvenes.

Conclusin

Cinco de junio de 1841. Juan Bosco se ha ordenado sacerdote. La imposicin de las manos del Obispo fijan definitivamente su paternidad: no de sangre, sino de espritu y de corazn, no encerrada en el radio de una pequea familia, sino abierta a todos los jvenes que encontrar en su vida.

Las intuiciones educativas fundamentales se dan prcticamente todas en l: religin liberadora; amor personalizado que es confianza, respeto, clima de familia; razn que es dilogo y mutua relacin educativa; laboriosidad que es sentido de dignidad; alegra que es esperanza cristiana; pobreza que anula las relaciones de dependencia y exalta las relaciones personales.

Ahora comienza para Don Bosco el choque con una ciudad desconocida que le presenta problemas completamente nuevos, la lucha contra los obstculos de la vida concreta y cotidiana, el constante tirar de la cuerda, con un ambiente que quisiera verle sumergido en una tranquila mediocridad. Esto ser objeto de las reflexiones de maana.

Ahora trato de concluir. Al final de mi primera charla deca que si era exacta, al menos en parte, mi reflexin sobre la familia de I Bechi podamos hacer un primer balance sobre la figura del Salesiano, del que Don Bosco sigue siendo el modelo fundamental.

Ahora podemos enriquecer este balance sobre la figura del Salesiano.

Es un hombre que juega su vida sobre el amor de los jvenes: amor purificado, pero amor verdadero, profundo, que alcanza a todos los jvenes, los respeta y no se resigna jams a su fracaso.

Es un educador que no utiliza los castigos, sino la mansedumbre, que cree en el carcter cristiano y sagrado de su misin educativa, que tiene predileccin por los jvenes pobres, desaliados, abandonados.

Es alegre y educa para una vida llena de alegra. Una alegra no vaca, sino nacida del saber que se est en las manos de Dios, y por lo tanto, en buenas manos.

Elimina lo ms posible, entre la obra salesiana y los jvenes, la relacin dependiente del dinero, y establece una relacin gratuita y total de afecto y de personas, seguro de que entre los muchachos pobres, a los que alcanza esta relacin, surgirn las vocaciones que continuarn la obra de Don Bosco.

Para l, el muchacho no es ante todo un inclinado al mal que hay que enderezar con severidad, sino un hijo de Dios que debe crecer en la confianza del Padre. Su asistencia defiende del mal, pero no es mortificante: es un estmulo de alegra y un tiempo de relaciones familiares.

Si queremos que Don Bosco nos repita todas las cosas sobre las que hemos reflexionado esta maana, releamos su carta-sueo del ao 1884. La encontraremos en el apndice de nuestras reglas. Sentiremos no solamente su voz, sino tambin su llanto que nos exhorta a caminar por esta senda como nica senda autntica del Salesiano.

SEGUNDO DIA

DON BOSCO, JOVEN SACERDOTE,SE CONVIERTE EN EDUCADORCRISTIANO Y MODELODEL EDUCADOR SALESIANO

PRIMERA CHARLA

LA OPCION DE DON BOSCO

El 5 de junio de 1841, en la capilla arzobispal de Turn, las manos de Monseor Fransoni se extendieron sobre la cabeza de Juan Bosco. El Obispo invoc al Espritu Santo para que viniese a consagrar sacerdote a aquel hombre joven de veintisis aos, procedente de las colinas de Castelnuovo. Se cantaron las letanas de los Santos. Se invoc, segn el largo formulario de la poca, a San Silvestre, a San Gregorio, a San Ambrosio, a San Agustn, a San Benito, a Santo Domingo, junto con otros treinta y ocho santos para que el candidato volviera a pensar, una vez ms, en los grandes modelos que desde aquel da debera imitar en su vida.

Cuando se levant, aquel hombre joven se haba convertido en Don Bosco. No un santo, no un mito, sino un joven sacerdote de buena voluntad que buscaba su camino.

No es un modo de hablar. Segn las estadsticas, estudiadas por Pedro Stella, en Turn haba en aquellos tiempos un sacerdote por cada cien habitantes. (Segn la estadstica publicada en el peridico Armona en el ao 1853, nms. 5 y 9, transcrita por Toms Chiuso en el vol. IV, pg. 183 de su obra La Iglesia en el Piamonte, haba, sin rodeos, un sacerdote por cada veintids habitantes! ) Muchos, demasiados. El Arzobispo Monseor Chiaverotti (predecesor de Monseor Fransoni) estaba seriamente preocupado. Porque hacerse sacerdote quera decir correr el riesgo de la desocupacin; pero sobre todo porque la preocupacin principal de tantos jvenes sacerdotes era la de buscar un puesto, de comenzar una carrera, no la de empezar un ministerio pastoral. Muchos de estos sacerdotes (cito las plticas de Don Jos Cafasso), ni siquiera rendan examen de confesin, ni tampoco pedan licencia para predicar. Se convertan en sacerdotes de familia (una especie de ornato de las familias cristianas acomodadas), en profesores o en empleados municipales. Muchos se aficionaban a la poltica, a la vida de caf, vivan entre vasos de vino y chismorreos. Don Bosco, ordenado sacerdote, qu har?

Las cualidades de Don Bosco, joven sacerdote

Lleva consigo estas buenas cualidades: es inteligente, desea trabajar, es pobre. Ha demostrado su inteligencia arrancando a las noches y al oficio de mozo lugareo' el tiempo para estudiar. La voluntad de trabajar lo ha forzado a caminar varios kilmetros cada da para poder entrar en una escuela, lo ha llevado a aprender una media docena de oficios para poder hacer menos gravoso a su madre el peso de la pensin escolar. La pobreza le ha acompaado hasta la vspera de la ordenacin cuando su hermano Jos tuvo que empear sus pocos enseres para constituir la congrua, exigida entonces a los candidatos al sacerdocio como garanta de una vida digna y decorosa.

Pero lo mejor que Don Bosco lleva consigo es que es un cristiano de verdad (lo que no se puede decir ciertamente de todos los sacerdotes ordenados en aquella poca). Juan Bosco, ayudado por su madre, y por el Seor, ha injertado en su vida los grandes valores cristianos: el sentido de Dios, el amor a los dems, la capacidad de rezar, la capacidad de sufrir, la confianza en el Seor, la esperanza.

Adems de estas caractersticas, de estas cualidades, en Don Bosco existe un elemento superior, un don gratuito de Dios. El misterioso sueo de los nueve aos ha marcado, ha iluminado su vida como un rayo de luz ilumina un cristal. As como la luz, al pasar a travs de las estras de un cristal, se polariza en formas diversas, as los aos sucesivos se orientaron, iluminados por aquel sueo que se repiti en otras dos circunstancias. Madre e hijo vieron la indicacin de un camino y ambos soportaron fatigas y humillaciones profundas para que Juan pudiera llegar a ser sacerdote. Estos muchachos pauprrimos, vistos en el sueo, atrajeron como un imn a Juan hasta el sacerdocio.

Las posibles opciones

Todas estas cualidades de Juan Bosco cuentan para las posibles opciones de vida de Don Bosco.

Como suceda con toda ordenacin de un sacerdote bueno y pobre, en aquellos tiempos, los amigos se preocupan para que no corra el riesgo (al menos durante los primeros aos) de encontrarse sin ocupacin. Una familia de nobles genoveses (interesada con toda probabilidad por los amigos) lo solicita para profesor de sus hijos, ofrecindole un sueldo bueno (aunque no excesivo) de mil liras anuales (cerca de tres millones y medio en 1982; trescientas mil liras al mes). Sus paisanos, en la barriada de Morialdo, que se encuentran en ese momento sin capelln, le ofrecen la capellana subrayando que por l harn el esfuerzo de duplicar el estipendio ordinario. El prroco de Castelnuovo, Don Antonio Cinzano, que ha experimentado ya su capacidad pastoral entre los jvenes, le ofrece convertirlo en su vicario, garantizndole buenas entradas.

Todas estas intervenciones son hijas de la amistad, pero hemos de observar que tambin lo son de una preocupacin comn: hacer que Juan Bosco disfrute de un buen puesto, en el sentido de garantizarle un estipendio digno y principio de una carrera acomodada. Era normal, y no causaba ningn escndalo; llegar a ser sacerdote se consideraba un puesto socialmente elevado que deba traducirse econmicamente en un dinero que compensase los trabajos afrontados por el joven sacerdote y por su familia.

Slo mam Margarita, la mujer que siempre ha tenido que dividir el cntimo en dos para hacer cuadrar sus cuentas, le recuerda con duras palabras: Si llegases a ser rico, no pondra jams los pies en tu casa.

La toma de posicin de esta mujer analfabeta de cincuenta y tres aos es de una sabidura y de una profundidad que asombran. Cavando la tierra y acudiendo a la iglesia una vez a la semana, esta madre de familia ha comprendido la crisis de la Iglesia del Piamonte, de los sacerdotes piamonteses; era la mayor crisis de la era moderna que estaba comenzando. Lo ha comprendido de un modo tal vez no muy cientfico, pero total.

La Iglesia que se proyecta en este momento sobre la figura del sacerdote est entrando en una crisis que llevar en los prximos decenios a centenares de sacerdotes y de religiosos a abandonar clamorosamente su vocacin y su misin. Si en el ao 1841 hay un sacerdote por cada cien habitantes en Turn, en 1870 (veintinueve aos despus) habr tan slo un sacerdote por cada trescientos noventa habitantes. Una prdida brusca del setenta por ciento. Un vaco clamoroso en las filas sacerdotales, debido precisamente al hecho de que el dinero, la carrera, el puesto honorable eran los primeros peldaos de los motivos que impulsaban al sacerdocio. En cuanto (despus del ao 1848) el ser sacerdote no proporcione estas ventajas econmicas y sociales (sino que, por el contrario, ocasione persecuciones e incomodidades por la conocida ley de confiscacin de los bienes eclesisticos), las filas del clero quedarn desiertas.

He dicho que la analfabeta mam Margarita intuy tambin la crisis ms vasta de nuestra poca, que estaba comenzando en aquel momento, y en la que todava estamos inmersos hasta el cuello. Erich Fromm, con una simplificacin clarsima, afirma que la crisis del mundo occidental se puede resumir en un trgico cambio de verbos: hemos dado importancia absoluta al tener, creyendo que la felicidad humana consiste en producir cosas, poseer cosas, consumir cosas. La felicidad del hombre, por el contrario, consiste, dice Fromm, en ser. Ser ms responsables, ms amigos, ms padres, madres y educadores de los propios hijos. En una palabra: ser ms personas humanas. Charles Chaplin, en su Autobiografa, tiene una frase simple y trgica. Escribe a su hermano Sidney despus de los primeros xitos cinematogrficos: Hoy soy un hombre que vale cien dlares por semana. Pero, si esto sigue as, pronto ser uno que vale mil dlares por semana. Es una expresin lingstica corriente, me dicen, en el lenguaje americano: un hombre vale el dinero de su sueldo, el dinero de que puede disponer. Creo que existen pocas expresiones humanas menos antievanglicas que sta... Si fuese verdad, todos los enfermos del Cottolengo no valdran nada, todas las personas que trabajan por una misin y no por un estipendio, no valdran nada. La vida de Jesucristo, por lo pronto, no valdra nada. Y esta forma de valorar las cosas, dice Erich Fromm, que nos est llevando a la ruina, nos crea ejrcitos de frustrados, de infelices.

Mucho antes que Fromm, Jess haba dicho: Hay ms gozo en dar que en recibir. Partiendo de esta afirmacin de

Jess, nosotros, los cristianos, podemos corregir y completar a Fromm. El verbo ms importante para la felicidad humana no es ciertamente tener. Pero tampoco ser (que, sin embargo, es importantsimo y es un verbo muy cristiano: ser ms hombres, ms hijos de Dios). El verbo ms importante es dar. T vales, eres feliz, te sientes realizado (si queremos utilizar esta expresin moderna y ambigua) no cuando tienes, ni tampoco cuando eres, sino cuando das: te das a ti mismo, tu tiempo, tus cualidades, tu vida. Fromm mismo lo admite en otra obra suya famosa, El arte de amar: El acto de dar... me colma de gozo. Me siento rebosante de vida y de felicidad. Dar proporciona ms alegra que recibir, no porque es privacin, sino porque en aquella accin me siento vivo... No es rico el que tiene mucho, sino aqul que da mucho (op. cit., p. 38).

No me parece forzar demasiado las palabras afirmando que mam Margarita en su sabidura campesina, no refinada, pero profunda, haba intuido muchas de estas cosas y las haba expresado con aquella dura frase: Si llegaras a hacerte rico, no pondra jams los pies en tu casa. Tal vez no saba explicarlo, pero comprenda que si llegaba a ser rico, su Juan hubiera sido un sacerdote fracasado, y si hubiera explotado su sacerdocio para hacerse rico, hubiera sido un fracasado incluso como cristiano.

Algunas preguntas sencillas para nuestra reflexin

Como educadores, sobre qu ideales insistimos? Qu gnero de vida ideal presentamos? El que se basa sobre el tener: Si estudias, si recibes el diploma, tendrs; o el cristiano fundamentado sobre el ser, y ms an sobre el dar: Si estudias, si recibes el diploma, sers ms responsable, podrs dar ms, servir mejor a tus hermanos? Al vernos ir frecuentemente a las casas de nuestros exalumnos, las palabras de mam Margarita no corren el peligro de convertirse en una farsa?

Juan Bosco no prest odos a la familia genovesa, ni a sus paisanos, ni al prroco de Castelnuovo. Prest odos a su madre. Debemos dar gracias a esta madre, por haber alejado bruscamente a Don Bosco de posibles opciones de vida distantes de aquellas a las que Dios le llamaba.

Don Bosco va a aprender a ser sacerdote

Para truncar toda vacilacin, Don Bosco va a Turn, a ver a Don Jos Cafasso, y le pregunta: Qu debo hacer? Y Don Jos Cafasso, aquel sacerdote menudo, medio jorobado, que apenas tiene cuatro aos ms que l, le dice: Djelo todo. Venga aqu a la Residencia sacerdotal para aprender a ser sacerdote. No era un modo de hablar. El que sala del seminario, en aquellos tiempos, difcilmente saba obrar como sacerdote, y menos an saba actuar como tal en aquellos tiempos nuevos y difciles que estaban comenzando.

Turn es una ciudad que est creciendo: barrios nuevos, tiempos nuevos, problemas nuevos. El aspecto ms clamoroso es la llegada a la ciudad de nuevos y continuos personajes liberales que llegan desde todos los puntos de Italia, que en el espacio de pocos aos darn comienzo al Risorgimento, un acontecimiento que plantear problemas nuevos y urgentes a la Iglesia. El aspecto menos clamoroso, pero que incide ms en profundidad, es el comienzo de la revolucin industrial.

Llegan los primeros capitales extranjeros y nacen las primeras fbricas (notables las de armas en las riberas del Po). El desarrollo es rapidsimo. En diez aos, de 1838 a 1848, la poblacin pasa de ciento diecisiete mil a ciento treinta y siete mil habitantes, con un aumento del diecisiete por ciento. En las barriadas perifricas que se ensanchan a ojos vistas, se instalan siete mil nuevas familias. Jvenes solos y familias pobres acuden de los valles piamonteses, de la baja Lombarda. La periferia (especialmente la periferia norte, con Borgo Dora y Borgo Valdocco) comienzan a convertirse en cinturones negros donde estalla regularmente el clera cada dos o tres aos. El cuarenta por ciento de la poblacin es analfabeta. Y esto no quiere decir que no sea capaz de leer Los novios, sino que no es capaz de leer un contrato de trabajo, de controlar las cuentas del patrn y del panadero, de conocer los propios derechos y de defenderse de las condiciones infrahumanas, que acaba aceptando como una fatalidad. Len XIII, en la Rerum Novarum, condensar el pavoroso costo humano de la primera revolucin industrial en dos lneas: Una exigua minora de grandes ricos impuso una verdadera esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios.

La Residencia sacerdotal para jvenes sacerdotes haba sido fundada, junto a la iglesia de San Francisco de Ass, en el ao 1817, por el telogo Luis Guala: un sacerdote de profunda piedad, de carcter inflexible y de una inteligencia verdaderamente rara (tomo estas notas de la primera biografa de Don Jos Cafasso, escrita por Ribolant). Desde el ao 1836, Don Luis Guala tuvo como ayudante en la Residencia sacerdotal a Don Jos Cafasso, y junto con l dio vida a un verdadero plan a largo alcance para preparar sacerdotes dignos y adiestrados para los nuevos tiempos en la dicesis de Turn. No preparados para las novedades polticas, sino para las necesidades pastorales de los nuevos tiempos.

Ya desde los seminarios, los mejores clrigos eran seguidos y ayudados por Don Luis Guala y Don Jos Cafasso. Dos Luis pag algunas anualidades de Don Bosco en el Seminario de Chieri. Inmediatamente despus de la ordenacin, unos treinta seminaristas haban aceptado (a veces solicitado) participar en el bienio de la Residencia sacerdotal.

La fuerza de Don Luis Guala y la dulzura de Don Jos Cafasso incidan profundamente en la mentalidad de estos jvenes sacerdotes. No se trataba de adoctrinamiento ni de lavado de cerebro, sino de una cuidadosa preparacin espiritual y pastoral, fundada sobre algunos postulados. Enumero tres:

gran comprensin de la gente, del pueblo (desmantelando toda rigidez moral que poda descorazonar y alejar del cristianismo);

fidelidad absoluta al Papa (contra la tendencia de la Universidad de Turn a una cierta independencia de Roma);

apertura a nuevas formas de apostolado. La oleada del crecimiento popular exiga que la vida pastoral no cristalizase en las diecisis parroquias de la ciudad, sino que se inventasen esquemas nuevos, caminos distintos, apostolados volantes por almacenes, oficinas y mercados. Los cuarenta y cinco sacerdotes de la Residencia sacerdotal estudiaban moral durante varias horas al da, pero eran conducidos lentamente por Don Jos Cafasso al trabajo pastoral en las crceles, hospitales, centros de beneficencia, palacios, casas particulares, buhardillas. Predicaban en las iglesias, iban a trabajar entre los enfermos del Cottolengo, asistan y daban catecismo a los jvenes trabajadores, atendan a los enfermos y ancianos. De este modo es como aprendan a trabajar como sacerdotes.

La historia del grupo de sacerdotes que salieron en aquellos aos de la Residencia sacerdotal, y que, junto con el Cottolengo, el cannigo Anglesio y el reverendo Cocchi, hicieron cambiar la vida pastoral de Turn, est todava por escribir. Pero estoy convencido de que signific uno de los momentos ms vlidos en la historia de la Iglesia italiana.

Don Bosco quiere mucho a los jvenes, por eso va a conocerlos en su situacin concreta, dedicndose a los pobres

En medio de los jvenes sacerdotes de la Residencia sacerdotal, que se abren a nuevas formas de apostolado, Don Bosco se polariza hacia los jvenes. Don Jos Cafasso conoce desde tiempo atrs esta predileccin suya, este verdadero amor por los jvenes, y lo anima con pocas palabras: Id por la ciudad, mirad a vuestro alrededor.

Si Don Bosco hubiera sido un educador de poca monta, no hubiera dado mucha importancia a la invitacin de Don Jos Cafasso. Se hubiera sentado a la mesa, tal vez con la ayuda de algn libro sobre educacin, y hubiera trazado un plan de pastoral juvenil. Pero como tena madera de educador autntico, acept la invitacin y se fue a ver, a tocar con la mano la situacin concreta de los jvenes. Conocer a los jvenes en su concreta situacin no es ciertamente el nico elemento para trazar un plan educativo, pero es un elemento indispensable. No son los jvenes los que deben adaptarse a los planes del educador, sino que es el educador quien debe adaptarse y plasmar sus planes segn la situacin concreta de los jvenes.

El primer dato con el que Don Bosco debe echar sus cuentas es que hasta aquel momento solamente conoce la pobreza de los campos. No sabe lo que es la miseria de la periferia de una ciudad, ni se ha imaginado jams cmo son los jvenes que crecen en esta miseria. Desde los primeros domingos testimoniar Don Miguel Ra, uno de sus primeros muchachos y ms tarde su sucesor a la cabeza de los Salesianos fue por la ciudad para hacerse una idea de las condiciones morales de los jvenes. Qued desconcertado. Los suburbios eran zonas de fermento y de rebelin, cinturones de desolacin. Adolescentes inmigrados vagaban por las calles, desocupados, tristes, prontos a lo peor. Los vea jugndose el dinero por las esquinas de las calles con el rostro duro y decidido de quien est dispuesto a intentar cualquier medio para abrirse paso en la vida.

Cerca del mercado general de la ciudad, en Puerta Palacio, descubri un verdadero mercado de brazos juveniles. Escribi aos despus: La parte prxima a Puerta Palacio bulla de buhoneros ambulantes, de vendedores de fsforos, limpiabotas, mozos de cuerda, expendedores de folletos, mozos de negociantes del mercado, todos ellos pobres muchachos que vivan al da, llegados en su mayor parte de pueblos lejanos.

Si intentaba acercarse a ellos, casi todos huan desconfiados y esquivos. No eran los pobres muchachos de I Becchi, no buscaban que se les contaran cuentos, ni ejercicios de prestidigitacin. Eran los lobos, los jvenes salvajes de sus sueos, aunque en el fondo de sus ojos viera ms el miedo que la ferocidad. No hubiera bastado caminar sobre la cuerda para atraerlos en grupo, haba que ganrselos uno a uno, caminando sobre la difcil cuerda de una infinita bondad y paciencia.

Los muchachos que trabajan, y que Don Bosco descubre en los talleres y en las oficinas, no se encuentran en mejores condiciones que los que vagan por las plazas. Tomo los datos de Castellani (el gran bigrafo de Don Leonardo Murialdo): la jornada laboral dura entre quince y diecisiete horas; la edad media de la vida de los obreros de Turn es de diecinueve-veinte aos; los jvenes comienzan a trabajar en los talleres de la ciudad a los ocho-nueve aos, llevando cal y ladrillos por las escaleras de mano.

Para nuestra reflexin

Don Bosco asimil tres cualidades fundamentales en la Residencia sacerdotal: comprensin de la gente, fidelidad al Papa, apertura a las nuevas formas de apostolado. Son tambin nuestras cualidades? Tengo comprensin, bondad verdadera con todos, con el pueblo, con las categoras menos instruidas? Siento el deber de conocer los documentos pontificios y de hacerlos penetrar en mi mente? Soy abierto a los nuevos tiempos, a las nuevas exigencias pastorales que se imponen? S intentar, con ayuda de la oracin y de la obediencia, esquemas nuevos de apostolado? O al menos, s mirar con simpata a quien lo intenta? O soy de aquellos que pasan el tiempo lamentando los buenos tiempos pasados? Don Bosco, para trazar un plan de autntica pastoral juvenil, fue primero a ver, a tocar con la mano, las condiciones de los jvenes. S obrar tambin yo as? Conozco las condiciones concretas en las que tienen que vivir mis muchachos? Conozco sus condiciones familiares, ambientales, caractersticas? S adaptar metas, ideales, objetivos a la situacin de cada uno?

Don Bosco traza un proyecto concreto, realista, para salvar a los jvenes

Despus de haber visto esta realidad, Don Bosco ech sus cuentas. Hoy nosotros decimos: traz su proyecto educativo. Un buen proyecto educativo nos ensean los expertos tiene que tener en cuenta las exigencias sociolgicas, psicolgicas y cristianas del joven. Don Bosco no conoca estas condiciones, pero concluy que aquellos jvenes:

tenan necesidad de una escuela y de un trabajo protegido que garantizase su porvenir ms seguro (exigencias sociolgicas);

tenan necesidad de ser jvenes, es decir, tenan necesidad de un clima de familia donde sentirse protegidos y amados, y de tiempo de juego donde desfogar su deseo de correr y de saltar sin aburrirse en las aceras y sin agotar toda energa con el trabajo productivo (exigencias psicolgicas);

tenan necesidad de encontrarse con Dios para descubrir y realizar su dignidad de hijos de Dios, para darse cuenta de que su vida tena sentido (exigencias cristianas).

En teora, su proyecto educativo, o mejor dicho, de salvacin de los jvenes, estaba trazado. Pero se trataba ahora de ponerlo en prctica. Como Don Jos B. Cottolengo catorce aos antes, como los jvenes sacerdotes de la Residencia sacerdotal, sus amigos, Don Bosco advirti que ahora llegaba verdaderamente lo difcil. Haba que lanzarse, ms an quemarse, dejarse girones de vida para salvar a estos jvenes. Catorce aos antes Don Jos B. Cottolengo se haba metido entre los viejos abandonados en la mayor miseria. Haba arrojado la esclavina de seda y las hebillas de plata de cannigo (que llevaba desde haca nueve aos) y se haba ido a recoger a los piojosos por las buhardillas, a recibir los garrotazos de los protectores a los que dejaba sin muchachas humilladas por el trabajo y a respirar el tifus de los moribundos. Haba adquirido incluso la fama de medio desequilibrado entre los otros cannigos que defendan la dignidad del sacerdote, el cual decanno puede descender a ciertos niveles. Por parte de muchos sacerdotes tena que verificarse un largo trabajo de conversin, de cambio de mentalidad para ver en el Santo Cottolengo, no un sacerdote que ha renunciado a la dignidad sacerdotal, sino un verdadero santo que ha comprendido dnde se encuentra la verdadera dignidad sacerdotal.

Lanzarse entre los jvenes, como se haba arrojado Cottolengo entre los enfermos y los viejos, quera decir probablemente quemarse, ser considerado como un desequilibrado o medio loco, alcanzar fama de haber olvidado su dignidad sacerdotal. Este es el obstculo grande, concreto, con el que Don Bosco (y otros sacerdotes menos conocidos que l, como Cocchi, Ponti, Borel) tuvo que tener en cuenta.

En la ciudad hay diecisis parroquias. Su trabajo es de gran valor, esencial. El entramado pastoral de la ciudad exige estas instituciones que, dentro de la comunidad catlica, presiden el culto, proclaman la palabra de Dios, piensan en estructurar los grupos y las organizaciones de apostolado y de caridad. Por parte de los prrocos y vicarios, abandonar la vida parroquial para dedicarse a un apostolado volante, sera arriesgado. Cuando en 1980 entrevist a Don Luis Ciotti, el fundador del Grupo Abel que dedica su vida a los alejados, a los marginados, a los drogadictos, o que me deca: Diga a los Salesianos que hagan funcionar las parroquias, los oratorios, las organizaciones catlicas. Cada vez que deja de funcionar una parroquia, un oratorio, se multiplican por las calles los jvenes desarraigados.

Pero ms all de los sacerdotes, empeados en las parroquias, la masa de sacerdotes y de religiosos, que se contaban por millares en Turn, no vean lo que estaba sucediendo, el aluvin que haba que afrontar con toda urgencia. En las disertaciones, ms o menos acadmicas, se deploraban los bellos tiempos en los que los jvenes emigrados llegaban con la carta del prroco de origen, que tenan que presentar en la parroquia a la que iban a trabajar. No se daban cuenta de que ante la oleada del crecimiento popular, aquellos esquemas de comportamiento se haban roto. No haba que lamentar los tiempos, sino marchar con los tiempos, superando el esquema fijo y cmodo de Misa-Sacramentos-Catecismo cuaresmal obligatorio. Este esquema slo llegaba a una parte de la gente y con eficacia bastante discutible.

Muchos jvenes sacerdotes de la Residencia sacerdotal que, exhortados por Don Jos Cafasso, hacan esfuerzos de fantasa y de buena voluntad, eran tenidos por ingenuos fervorosos y extravagantes. Don Bosco ser pronto considerado como el ms ingenuo y el ms extravagante de todos.

Las tentaciones que vence Don Bosco para realizar su proyecto de salvacin

Don Bosco sentir que le repiten muchas veces, las personas mejor intencionadas de este mundo, los motivos por los que debera quedarse quieto, ir despacio, no exagerar. Motivos de buen sentido, de prudencia adoptada por la mayor parte de los sacerdotes. Estos argumentos, que trataban de modificar la opcin de fondo de Don Bosco, podemos dividirlos tranquilamente en dos grupos muy distintos: Impulsos a una opcin ms prudente y decorosa y tentaciones de mediocridad. Voy a enumerar siete. Las expongo con palabras de hoy, pero quien conoce la vida de Don Bosco sabe que no son forzadas. Helas aqu:

En Turn hay un Arzobispo y muchos sacerdotes prudentes. Si ellos no hacen ciertas cosas, qu quieres probar t, pobre chorlito?

Tienes que hacer t todo el bien del mundo? En fin de cuentas no eres ms que un pobre hombre, con poca salud, con posibilidades limitadas.

Mejor poco y bien que intentar una aventura que no se sabe dnde acabar.

Se necesita prudencia y moderacin tambin para hacer el bien. No debemos exagerar.

Por qu arruinar una carrera segura para lanzarse a una empresa insegura?

Un sacerdote en aquel alboroto continuo? A dnde va a parar la dignidad del sacerdocio? Se acaba o en la prisin o en el manicomio.

Pobrecitos. Estos jvenes me causan verdadera pena. Pero yo qu puedo hacer?

Don Bosco era un hombre joven, fervoroso, tenaz, pero siempre un hombre. Precisamente por esto creo que tambin habr dudado, tambin l, alguna vez, ante estos argumentos. Elegir el camino ancho, recorrido por todos, respetado por todos, el camino de una tranquila y prudente mediocridad. Rezar el breviario, dar limosna, predicar la caridad desde los plpitos, decir con compasin pobrecitos. Y despus retirarse a una casa confortable a descansar. Durante nueve aos Don Jos B. Cottolengo, que era el Cottolengo, no haba podido vencer esta tentacin. Tambin en Don Bosco parece entreverse esta tentacin sutil, que quiz retorn varias veces, en la amargura de ciertas lneas de sus Memorias: Todos se mantenan alejados de m. Mis colaboradores me dejaron solo. Estaba solo, extenuado de fuerzas, con la salud quebrantada.

La pregunta que ms acucia mi mente en este momento (y que quisiera fuese tambin vuestra pregunta) no es cmo hizo Don Bosco para no abandonar su opcin de dejarse arruinar la vida para salvar a los jvenes abandonados, sino cmo tantos, verdaderamente tantos hombres de Dios no han hecho, tambin ellos, una opcin igual a la de Don Bosco, que es adems la de Jesucristo: lanzarse, quemarse, arruinar la vida para salvar a la gente que andaba a la deriva.

En el captulo veinticinco de San Mateo, Cristo-juez dice a los de su izquierda: Tuve hambre y no me disteis de comer, era forastero y no me alojasteis en vuestra casa. Y aqullos caen de las nubes: Pero cundo, Seor, te hemos visto y no te hemos ayudado? Tomada en sentido positivo, aquella frase afirma: Pero, Seor, nosotros no te hemos visto jams, jams te hemos encontrado!

Monseor Carlos M. Martini, en su segunda meditacin sobre San Mateo, tiene una pgina esplndida y dura, comentando estas palabras. Tratar de condensarla:

Seor, yo no te he sentido, yo no te he visto cerca de m pobre, cansado, enfermo, encarcelado. Soy como el sacerdote de la parbola, que pasa junto al herido, pero es tal su costumbre, que no lo ve. Cada vez que medito esta pgina, digo: "Est bien, ahora he comprendido." Pero despus, cuando torno a la vida cotidiana, no veo, no siento, no comprendo. Mis relaciones con el prjimo son de defensa, tratan de establecer distancias, que son mis privilegios. Siento la situacin como un riesgo excesivo, como una necesidad de hacer valer mis derechos. Toda nuestra vida no es un reconocimiento del Seor, sino una relacin de dar y recibir para recorrer mi camino, tal vez sin oprimir a los otros, pero ponindome siempre a m mismo por delante. Seor, no ser por esta meditacin por lo que en adelante abrir los ojos. Instintivamente, en las situaciones agresivas todava me retirar. Toda mi vida est hecha de pequeas agresiones frente a las que tomamos posicin, nos distanciamos, nos armamos sabiamente. Seor, tengo ojos y no te veo, tengo odos y no te oigo. No te veo donde verdaderamente ests, sino donde me es cmodo verte, donde la costumbre, la tradicin, el hbito me ensean a verte, y basta. Todava no he convertido mi corazn al Evangelio.

Es una meditacin dura, despiadada. Pero creo que debemos hacerla todos. Caminamos detrs de Don Bosco o detrs de aquellos que le aconsejaban que no exagerase?

En la realizacin de su proyecto destacan tres caractersticas en Don Bosco

No obstante los motivos de prudencia o las tentaciones de mediocridad (segn con qu ojos se miren) con los que muchos trataban de sugerirle otras opciones, Don Bosco se puso a realizar su proyecto cristiano que, partiendo de las crceles, ha condensado en una sola frase: Quiero salvar a esta juventud.

No debemos hacer un mito de Don Bosco. En los primeros aos de su obra experimenta todas las incertidumbres y todas las perplejidades de quien comienza una cosa nueva. Pero tambin todas las decisiones y todo el entusiasmo necesarios al que comienza con seriedad un plan de salvacin. En los primeros tiempos, que estudiaremos en la segunda charla con ms detalle, surgieron en l algunas caractersticas fundamentales.

Subrayo tres, que creo igualmente fundamentales para todo Salesiano que quiera ser autntico hijo de Don Bosco:

1. Don Bosco arroja por la ventana el egosmo. De forma total, radical. Una particularidad que salta inmediatamente a la vista es que Don Bosco de ahora en adelante, incluso en los momentos ms negros, no se preguntar jams: Qu ser de m?, sino qu ser de