educación democrática liberal

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Una lectura de la educación desde la perspectiva de la fraternidad

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  • 243Educacin democrtica liberal

    Educacin democrtica liberal: una lectura desde el principio

    de la fraternidad1Rodrigo Mardones Z.

    Instituto de Ciencia PolticaPontificia Universidad Catlica de Chile

    Este captulo realiza una revisin sobre la literatura reciente en la teora poltica de la educacin, particularmente la propuesta de la educacin democrtica liberal a la luz del principio de la fraterni-dad, tambin conceptualizado como amistad cvica o solidaridad poltica. Si bien el liberalismo clsico ha manifestado una aversin hacia la nocin de fraternidad y sus ideas afines, desde el libera-lismo igualitario o poltico originado en la obra de John Rawls se constata la necesidad de recurrir a ciertos anclajes morales para asegurar el buen funcionamiento de la democracia. El trabajo justifica la inclusin de la fraternidad para cumplir este rol en las formulaciones ms influyentes sobre formacin ciudadana adscri-tas a la mencionada versin de liberalismo. La nocin de fraterni-dad se confronta de esta forma sobre las temticas ms recurren-tes de la teora poltica de la educacin: el sentido de comunidad (local, nacional, global), la idea de patriotismo y multiculturalismo, los debates sobre los fines, contenidos y el control de la educa-cin, y las virtudes, conocimientos y destrezas que la educacin democrtica liberal debiera facilitar.

    1. Este trabajo cont con el financiamiento del Centro de Estudios de Polticas y Prcticas en Educacin (CEPPE), a travs del fondo CIE01-CONICYT. El trabajo se benefici de mis dilogos con Antonio M. Baggio, Toms Chuaqui, Cristin Cox, Alfonso Donoso, Andreas Feldmann, Alejandra Marinovic y Pablo Ramrez. A todos ellos mis sinceros agradecimientos. Por supuesto, todos los errores de este captulo son de mi exclusiva responsabilidad.

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    introduccin

    Frente al panorama de un relativo olvido de la educacin por parte de la teora poltica (Siegel 5) y a su reciente renovado inters, este captulo aborda la propuesta de educacin demo-crtica liberal. Se trata de una visin sobre la formacin ciuda-dana que ha alcanzado un desarrollo y sistematizacin impor-tantes en teora poltica y que en grados variables ha moldeado la definicin de los contenidos curriculares sobre este compo-nente, ha influido en la formacin inicial docente que ocurre en las universidades y comparte aunque no explcitamente un humus comn con las modernas concepciones sobre calidad de la democracia o democracia sustantiva. Bajo esta concepcin, la democracia constitucional contempornea requiere para su fun-cionamiento de profundas races morales de carcter secular o religioso que en cualquier caso no puede otorgarse a s misma, y cuya funcin principal es asegurar la cooperacin (Blacker 248). Este trabajo analiza la concepcin de educacin democr-tica a la luz de una de estas races morales: el principio de la fraternidad.

    Actualizando una definicin de trabajo inicial (Mardones 57), planteo ahora que la fraternidad es la amalgama de una comunidad poltica local, nacional o global que se observa o se mide en trminos de confianza generalizada; por lo tanto, puede ser concebida como un asunto de grados; de mayores o menores niveles, no dicotmica. La fraternidad es en primer lugar una actitud de empata, preocupacin o solidaridad entre ciudada-nos, la cual corresponde a una virtud moral. Esta virtud moral puede generar en el mbito poltico un consenso democrtico deliberativo de carcter vinculante. Es decir, un deber moral que incluye dos componentes esenciales: primero, el reconoci-miento constitucional de derechos polticos, civiles y sociales individuales que propenda efectiva y progresivamente a mayo-res grados de libertad e igualdad cvica. Segundo, polticas pblicas que favorezcan la sucesiva reduccin de la inequidad socioeconmica.

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    El trabajo prosigue a continuacin esbozando la relacin entre democracia, educacin y fraternidad, justificando la elec-cin de este ltimo concepto como un anclaje moral compre-hensivo. En lnea con esta concepcin liberal se plantea la pro-puesta de la fraternidad no como una verdad definitiva, sino sujeta al escrutinio democrtico permanente. Siendo la fraterni-dad en parte una virtud moral, no puede sino apelar a la deci-sin personal de actuar fraternalmente (Ramrez Rivas Amistad, polis y reconocimiento). Adicionalmente, si esta virtud moral es compartida por un sector significativo de ciudadanos, en parte como consecuencia de una mayora electoral, pero funda-mentalmente como resultado de un proceso deliberativo, enton-ces se transforma en un deber moral vinculante y vigente para la sociedad en la medida que est sujeta permanentemente al escrutinio pblico.

    La siguiente seccin de este captulo aborda la cuestin de la educacin en relacin con el mbito local, nacional o global en la cual la formacin ciudadana toma lugar. Dicha seccin explicita diversos desafos que la educacin democrtica ha enfrentado en estas esferas de accin y plantea a su vez el alcan-ce de la comunidad, nudo central en el concepto de fraternidad. La tercera seccin sustantiva de este captulo se refiere a la pol-tica educacional en torno a algunas controversias presentes en las cuestiones de los fines polticos de la educacin, los conteni-dos que sta debiera sustentar y promover entre los nios y los jvenes y, finalmente, la pregunta sobre en quin debiera des-cansar la autoridad educacional: Estado, padres o ambos. La ltima seccin resume los argumentos principales y ofrece algu-nas reflexiones finales.

    Tal como la decisin de abordar la propuesta de la educa-cin democrtica liberal se debe a su ubicuidad en la filosofa de la educacin, en la teora poltica y en las polticas pblicas educacionales en distintos pases, la razn de la eleccin de los temas especficos que este captulo aborda no es otra que la de ser los ms recurrentes en estos debates.

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    democracia, educacin y Fraternidad

    Para entender propiamente la propuesta de la educacin democrtica liberal y el eventual lugar que el principio de la fraternidad pudiese tener en dicho proyecto es necesario pri-mero comprender cul es la concepcin de democracia que est detrs. No se trata ciertamente de la democracia representativa como concepcin restringida a aspectos procedimentales que ha sustentado el liberalismo clsico; sino de la democracia deli-berativa, que no viene a reemplazar la democracia liberal repre-sentativa, sino a complementarla.

    Segn Dewey (49) existen dos elementos que caracterizan a una sociedad democrticamente constituida. Primero, no slo numerosos y ms variados puntos de inters comn, sino que tambin el reconocimiento que estos intereses tienen como un factor de control social. Segundo, no slo interacciones ms libres entre los grupos sociales, sino un cambio en los hbitos sociales: Una democracia es ms que una forma de gobierno; es principalmente un modo de vida asociada y una comunica-cin conjunta de experiencias (50). Una sociedad democrtica es aquella que no impone barreras al intercambio libre y comu-nicacin de experiencias y que permite la participacin (56).

    Macedo (Diversity and Distrust, 139-43) sostiene que Dewey se equivoca al sugerir que la moralidad pblica debe y puede alcanzar un concepcin comprehensiva sobre la verdad que a la vez sera definitiva; una sociedad unida en base a una religin democrtica progresista, la cual sustenta una verdad que reemplazara todos los dogmas y a la cual se arribara finalmente mediante la crtica permanente y el ajuste social. Para Macedo (147), en cambio, es ms apropiado adoptar una posicin poltica que es robustamente tica, que requiere construir y mantener un espacio cvico compartido, sin pretender formular concepciones comprehensivas definitivas sobre la verdad de la condicin humana. Se trata de un liberalismo menos comprehensivo que el propuesto por Dewey y que Macedo llama liberalismo cvico, el cual tendra su base en las formulaciones de John Rawls.

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    Para Rawls (The Idea of Public Reason Revisited, 770-71) el pluralismo permite que los ciudadanos puedan sostener doc-trinas comprehensivas de carcter religioso o no religioso, cuyas diferencias pueden ser irreconciliables, y que frente a este pro-blema el criterio de reciprocidad prescribe que estas doctrinas sean propuestas para eventual aceptacin como los trminos ms razonables de cooperacin entre ciudadanos libres e igua-les; es decir, bajo ninguna dominacin o manipulacin. El crite-rio de reciprocidad se viola cuando las libertades bsicas son denegadas. Rawls (772-73) argumenta que la democracia cons-titucional moderna debe ser una democracia deliberativa, lo cual implica tres elementos esenciales: 1) la idea de razn pbli-ca, 2) una constitucin que defina y especifique los cuerpos legislativos deliberativos y 3) el conocimiento y la disposicin de los ciudadanos para actuar de acuerdo con la razn pblica; esto implica una ciudadana informada sobre los aspectos bsi-cos del gobierno democrtico constitucional.

    Gutmann (16) profundiza la crtica a Dewey cuando seala que si la democracia incluye el derecho ciudadano a deliberar acerca de cmo educar a los futuros ciudadanos, entonces cual-quier prescripcin moral sobre educacin sostenida por el Estado sea liberal o conservadora que no tenga el consenti-miento de los ciudadanos es contraria a ellos. En el espritu de la democracia deliberativa no se concibe la idea de un rey fil-sofo que diga cmo debe ser el sistema educativo sin estar suje-to a la deliberacin pblica.

    Entonces, desde la perspectiva de la educacin democrti-ca, la deliberacin resulta de vital importancia y los principios a los que se llega mediante el proceso deliberativo pueden no ser definitivos. Lo anterior, porque requieren estar sujetos a perma-nente razonamiento y justificacin por las distintas personas y grupos que conforman la comunidad poltica y por las sucesivas generaciones.

    Entrando al tema de la fraternidad, Johnston (484) seala que existen muchas ideas que podran representar los principios de la democracia, pero aquellos de la triada francesa de libertad,

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  • 248 Fraternidad y educacin

    igualdad y fraternidad constituyen una alternativa superior, puesto que estn asociados con un hito crucial en la evolucin de la democracia. Por otro lado, tendran un estatus preeminen-te en los fines y prcticas educacionales en parte del mundo.

    Aunque la perspectiva liberal parece olvidar el principio de la fraternidad, la propuesta de la educacin democrtica liberal incorpora de manera implcita este principio, no obstante pre-fiera omitir su mencin o presentarlo a travs de otros concep-tos afines. De acuerdo con Griffin (300-01), por ejemplo, la fraternidad a veces se refiere a otorgarse respeto mutuo; un tipo de relacin de preocupacin que es al mismo tiempo libre, fcil y natural y que hace la vida mejor. En esta lnea, por ejemplo, Blacker (249) define amistad cvica como cierta preocupacin recproca que se refleja en una forma pblica de relacionarse uno a otro como ciudadanos. Tambin Johnston (492-93) con-cibe la fraternidad como un sentido de responsabilidad mutua o una obligacin moral que recae en los ciudadanos en lnea con la construccin de la comunidad. Por su parte, para Griffin la fraternidad corresponde a un valor prudencial; es decir, un valioso tipo de relacin personal (Griffin 388). En la misma lnea, aunque no adscrito al liberalismo poltico, para Ramrez (De la utopa a la eutopa, 88) la fraternidad es una cuidado-sa preocupacin recproca entre personas que comparten el mismo mundo.

    Desde la propia concepcin de John Rawls (105-106) en su Teora de la Justicia, en relacin con los principios de libertad e igualdad, l plantea que la idea de fraternidad ha tenido un lugar subordinado en la teora democrtica, a razn de ser con-siderado el concepto menos poltico, puesto que no define derechos democrticos sino que alude a ciertas actitudes men-tales y formas de conducta, tales como estima social y ausencia de servilismo, sentido de amistad y de solidaridad social, lo cual no implica una obligacin, adems de que supone sentimientos y actitudes que no podran ser aplicados a escala de la sociedad. Sin embargo, seala Rawls, el principio de la diferencia otorga una interpretacin al principio de la fraternidad, en el sentido

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    de que supone la idea de no querer mayores ventajas propias, a menos que beneficien a otros que estn en una situacin desme-jorada. Desde el punto de vista del principio de la diferencia, la fraternidad es un estndar perfectamente factible; esto es, para que las instituciones y las polticas puedan generar justicia social deben satisfacer esta demanda. Sin embargo, ello requiere que la fraternidad se transforme desde una virtud moral a un deber moral.

    No obstante, en esta concepcin surge un dilema que es expuesto con claridad por Michael Sandel, quien seala que Rawls supone la existencia de apegos a la comunidad poltica cuya posibilidad es negada por la forma en que l mismo conci-be al individuo. En la lectura de Sandel, en el principio de la diferencia de Rawls, el compromiso con la igualdad requiere de la existencia del valor de la fraternidad que se traduce en la capacidad de identificarse y de cuidar por otros ciudadanos todos miembros de la misma comunidad poltica. Sin embargo, de acuerdo con Sandel, la primaca lxica que Rawls otorga al compromiso con la libertad sobre la igualdad le impide acomo-dar adecuadamente el valor de la fraternidad, dado que tales principios usualmente entran en conflicto en la arena poltica. Sandel sugiere entonces un balance entre los principios (Mulhall y Swift 67-68). En otras palabras, si Rawls adjudica una prima-ca lxica a la libertad, entonces la fraternidad ser siempre un valor moral y nunca podr concebirse como un deber.

    El dilema de la fraternidad como virtud moral o como deber se resuelve, entonces, cuando los otros dos principios son incor-porados en el anlisis. En tanto la libertad y la igualdad definan obligaciones polticas, el principio de la fraternidad, al menos en su dimensin poltica, tambin define obligaciones entre los ciudadanos.

    Ms especficamente sobre la relacin entre educacin y fraternidad, Rawls no profundiza ms all de proponer dos puntos: primero, que la lgica del principio de la diferencia que Rawls homologa al principio de la fraternidad exige que se asignen recursos a la educacin, de manera de mejorar en el

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    largo plazo las expectativas de los menos favorecidos; segundo, que el rol de la educacin no se restringe a promover la eficien-cia econmica y el bienestar social; ms importante an sera ayudar a que las personas disfruten de la cultura de su sociedad y se involucren en sus asuntos, lo cual permite que cada indivi-duo se sienta seguro de su propia vala (Rawls A Theory of Justice, 101).

    Blacker (249-50) argumenta que el sistema de educacin pblica debiera aportar mucho ms a la amistad cvica de lo que ahora realiza y que existe un potencial para ello que redunda en el bienestar espiritual de las personas, en la moralidad nacional y en la prosperidad de la poltica y de la democracia. De hecho contina Blacker la amistad cvica es un imperativo educacio-nal que comprende dos metas. En primer lugar, asegurar ciertos niveles de profundidad espiritual, moral y esttica en los com-promisos polticos de los ciudadanos. En segundo lugar, cultivar la habilidad de los ciudadanos de ver y tolerar aquellos que sustentan otros ciudadanos. Dichos compromisos se refieren a lo que Blacker llama concepciones comprehensivas sobre el bien (CCB). Para Blacker, dado que al liberalismo poltico le interesa la democracia, entonces debe interesarle aquello que es requerido para preservarla y perpetuarla. Segn Blacker (256-57) la educacin democrtica debe acoger la amistad cvica, aunque ello signifique explorar un territorio tradicionalmente tab para la mayora de los liberales. La amistad cvica toma del liberalismo tradicional las garantas por los esenciales constitu-cionales, al mismo tiempo que toma a las CCB para anclar estas garantas en algo que las trascienda.

    Una reforma educacional afn con la amistad cvica debe incluir dos componentes. Primero, los educadores en las escue-las pblicas deben estar ms dispuestos a ensear acerca de religiones y de otras razonables CCB no religiosas. Segundo, un deber de amistad cvica para las autoridades locales y estatales les impone una actitud de neutralidad que se traduce en promo-ver la apertura de las comunidades a las CCB religiosas y no religiosas (Blacker 257).

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    En clave del liberalismo cvico de Macedo la CCB apropiada para la educacin democrtica contempornea es aquella que favorece las habilidades y disposicin para deliberar polticamen-te. Seala Macedo (Diversity and Distrust, 11) que: ninguna democracia liberal puede sobrevivir sin ciudadanos preparados para tolerar a otros, para actuar ms o menos responsablemente, para tomar parte en los asuntos pblicos, para mantenerse infor-mados y para actuar en pro del bien del conjunto, al menos en algunas ocasiones. Para que una democracia liberal prospere y no slo sobreviva, muchos de sus ciudadanos deben desarrollar la capacidad de pensar crticamente acerca de los asuntos pbli-cos, de participar activamente en el proceso democrtico y de afirmar la suprema autoridad poltica de los principios que se puedan pblica y razonablemente justificar. La escuela tiene un rol primordial en el desarrollo de estas habilidades.

    En lnea con la aversin denunciada por Blacker por parte de la mayora de los liberales hacia el concepto de amistad cvi-ca que por afinidad es equivalente al de fraternidad Macedo alude a algunas virtudes ciudadanas que podran ser incluidas en la idea de fraternidad, entre ellas: tolerancia, respeto mutuo y cooperacin. Por lo tanto, se podra concluir que desde la perspectiva de la educacin democrtica el principio de la fra-ternidad puede ser formulado como una particular concepcin comprehensiva sobre el bien que, sin embargo, antes de ser promovida en la escuela pblica debe ser sometida al escrutinio poltico.

    las esFeras de la educacin democrtica

    Uno de los nudos centrales de la discusin educativa, tanto desde el punto de vista de la teora poltica como de las ciencias sociales que ms se han ocupado de ella, se refiere a los mbitos

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    en que sta se desenvuelve. Para ser exacto, la provisin de la educacin es siempre local; sin embargo, sus contenidos y fines se han definido o condicionado de manera indefectible en lo nacional y lo global.

    Desde el punto de vista del principio de la fraternidad, las esferas local, nacional y global ponen de relieve el asunto sobre el alcance de dicho principio. Originalmente concebida como la amalgama que mantiene a una comunidad poltica unida, o en trminos de la amistad cvica de Aristteles, lo que une los miembros de la polis, el proyecto de la fraternidad fue luego rescatado en su rol unificador del Estado-nacin. Sin embargo, una serie de problemas globales comunes, as como una serie de respuestas coordinadas a travs de organizaciones, protocolos y acuerdos internacionales que han dado origen, por ejemplo, a la Declaracin Universal de Derechos Humanos o a intervencio-nes humanitarias u operaciones de paz, en una especie de uni-versalismo minimalista que vincula a los Estado-nacin entre s, al decir de Ferrara (189), y que en cualquier caso no es una categora vaca, han subrayado en las ltimas dcadas que la idea de la fraternidad universal, ms que un principio utpico es una idea pblica que a decir de este autor debe ser abordada con particular pragmatismo.

    La educacin en el mbito localLa democracia moderna valora favorablemente la esfera

    subnacional, lo que se sustenta en que es el Estado-nacin el que otorga el estatus de ciudadana a los individuos, pero es a nivel local donde segn Lowndes (161) muchos de los derechos y deberes que supone la ciudadana son ejercidos; es en ese terreno donde se da el contacto con polticos y burcratas, donde se proveen los bienes y servicios del Estado tales como la educacin y donde se organizan polticamente las comuni-dades.

    A nivel normativo existe una fuerte vinculacin virtuosa entre la ciudadana y el mbito local. En efecto, el espacio local

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    fue concebido por John Stuart Mill como una escuela de ciu-dadana, donde la prctica de la ciudadana prepara a las ciu-dadanos comunes y a los polticos para participar y eventual-mente involucrarse a nivel nacional. Segn J. S. Mill es median-te la prctica del gobierno popular en una escala limitada que los ciudadanos aprenden el ejercicio del gobierno en una escala mayor. Por su parte, para Alexis De Tocqueville las asambleas locales son para la libertad lo que las escuelas primarias son para la ciencia; esto es, la poltica local pone la libertad al alcance de las personas y les ensea a usarla y a disfrutarla, prosigue Lowndes. Pero no basta el mero hecho de actuar polticamente a nivel local; es necesario ser educado. Benjamin Barber una voz contempornea- sugiere, por ejemplo, que los ciudadanos no nacen, sino que se hacen como consecuencia de la educacin ciudadana y del compromiso en un sistema poltico libre (Lowndes 169-70).

    Sin perjuicio de que el gobierno local fuera promovido por gobiernos conservadores en Inglaterra y Prusia de acuerdo con el estudio de Palmowski (387) con el fin de asegurar el control del Estado sobre los territorios, durante el siglo XIX, a partir de la segunda mitad, el tema del gobierno local fue por sobre todo una preocupacin ideolgica liberal, concebida como un com-ponente integral del modelo de gobierno representativo; asenta-do sobre una serie de supuestos o ventajas del gobierno local, entre otros elementos en lo referido a su responsabilidad sobre la educacin poltica, donde el gobierno local tena como fun-cin primordial la promocin y el control de una educacin secular que contribuyera a la creacin de una comunidad local mediante la promocin de un sentimiento compartido de iden-tidad y orgullo cvico.

    Con el cambio de siglo los gobiernos europeos comenzaron un proceso de centralizacin gatillado por la crisis fiscal de los municipios y por las crecientes demandas ciudadanas por ms y mejores servicios pblicos. En torno a la Primera Guerra Mundial el gobierno central reclam su responsabilidad prima-ria en la poltica social, y desde entonces los gobiernos locales

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    habran dejado de lado la definicin de polticas para transfor-marse en meros ejecutores. Adems del tema financiero, el pro-blema fue la provisin de educacin que tal como otros servi-cios sociales mostraba enormes brechas de un municipio a otro (Palmowski 406). En Amrica Latina y en buena parte del mundo occidental el liberalismo estuvo en retirada a partir de la Depresin de 1930; sin embargo, el gobierno local no ha deja-do de ser parte del ideario y en muchos pases de la praxis demo-crtica en el siglo XX, siendo la escuela pblica y la promocin de la ciudadana y sentido de comunidad mbitos privilegiados de lo que se considera es el rol de los gobiernos locales.

    Como se ha mencionado, el principio de la fraternidad tiene una primera realizacin en el mbito local, pues ste es el mbi-to ms cercano a la comunidad, donde es ms factible el encuentro cara a cara entre los ciudadanos y realizable la pre-ocupacin mutua entre ellos sobre problemas reales. Dado que esta es la esfera donde el proceso educativo toma su forma ms concreta, es ah donde el principio de la fraternidad podra tomar su ms concreta realizacin.

    El dilema es que esta relacin benfica entre ciudadana y el gobierno local, as como otras virtudes del ejercicio de dicho gobierno, han sido tratados como supuestos tericos, cuando debieran ser considerados como variables empricas. De hecho, los estudios empricos sobre la realizacin de las virtudes del gobierno local han matizado nuestro optimismo sobre el alcan-ce de la democracia local, lo que debiera ponernos en alerta sobre las posibilidades del principio de la fraternidad y sobre las condiciones en que ste puede realizar sus promesas.

    La educacin en el Estado-nacin y la preeminencia del patriotismo

    Rousseau otorga a la educacin un rol central en la cons-truccin de un fuerte sentido de comunidad local y de fraterni-dad nacional. Tambin Durkheim prescribi un currculo orien-tado a inculcar una conciencia colectiva nacional (Johnston

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    492). Sin embargo, parece que dicho propsito en retrospectiva result riesgoso, porque en definitiva las identidades nacionales en muchos pases se construyeron en oposicin a otro; como identidad negativa.

    Siguiendo el recuento de Dewey, durante el siglo XIX y especficamente bajo la influencia del pensamiento alemn, la educacin se vislumbr como una funcin cvica identificada con la construccin del Estado-nacin, de manera que la educa-cin era el mejor modo de mantener su integridad (Dewey 53). Por su parte, el sistema escolar italiano desarrollado como institucin estrictamente secular tambin fue concebido como un dispositivo para promover la unidad nacional (Ribolzi 269). En Amrica Latina este objetivo result evidentemente funcio-nal a los proyectos de construccin de las nuevas repblicas.

    Para Fullinwider (203-05) la renovacin de la educacin cvica debiera realizarse sobre una slida instruccin en historia, y en particular en historia nacional, puesto que est estrecha-mente vinculada con la buena ciudadana. Para este autor la historia personal es un elemento que nos permite hacer sentido de nuestras vidas como individuos; mientras que la historia nacional o patritica es un vehculo que entrega a los nios una identidad poltica nacional, que no slo tiene como objetivo transmitir informacin, sino inculcar valores y en definitiva crear ciudadanos. Fullinwider (222) reconoce que esta historia patritica puede prestarse para reforzar la propia nacin en contraste con la supuestamente inferior, deficiente, atrasada, viciosa o perversa nacin de otros, derivando as este sentimien-to de orgullo nacional en un vicio; sin embargo, para l la histo-ria patritica no tiene que ver con un chauvinismo nacionalista, con la denigracin de otros, ni con el orgullo nacional, sino con el deber acerca de un proyecto de largo plazo sobre el cual los ciudadanos tienen la obligacin de contribuir; esto es, la cons-truccin de una identidad moral.

    Esta visin optimista sobre una educacin que promueve la enseanza de un valor patritico que consiste en desarrollar una identidad moral hace sentido de manera abstracta; sin embargo

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    no se puede pasar por alto el hecho de que usualmente la histo-ria patritica se ha fundado sobre la base de la historia militar de los Estado-nacin, y que en muchos casos el objetivo de estos valores no ha sido otro que el de facilitar la conscripcin. De acuerdo a la perspectiva belicista, los estados son ante todo luchadores de guerras y en Amrica Latina surgieron en el siglo XIX en el marco de un conflicto geopoltico entre pases (Centeno 15). Al interior de cada pas los esfuerzos militares se concentraban en el sometimiento de los enclaves indgenas y en la asimilacin de estas poblaciones a travs del sistema escolar.

    Desde el punto de vista terico, Gutmann (312-13) advierte que las naciones y los estados tienen poderes para matar, tortu-rar y destruir, los que de hecho son a menudo utilizados; de forma que el patriotismo es extraordinariamente daino. Para ella, una versin menos peligrosa sera el patriotismo republica-no, el que implica el amor a un principio atado al amor al pas; por ejemplo, a un pas que promueve la libertad y la justicia para todos o que se opone a la esclavitud, a la limpieza tnica, al antisemitismo, a la segregacin racial o a la discriminacin de gnero. Pero el problema concluye Gutmann es que este patriotismo republicano no respeta primero la libertad de las personas, sino que subordina el individuo a la colectividad.

    El liberalismo haba desarrollado una importante evolucin durante el siglo XX, dando paso o tolerando la preeminencia de ideas pblicas tales como las de solidaridad social (Thelen), propia del Estado de Bienestar, y de la cohesin social, a veces asociada al Estado neoliberal contemporneo. En efecto, a las versiones del liberalismo clsico de Adam Smith y la del libera-lismo contemporneo que parte con John Stuart Mill, John Dewey, John Meynard Keynes y John Rawls, quienes justifican diversos grados de intervencin del Estado, se agrega el libera-lismo de afiliacin, segn Feinberg and McDonough (3-6). Para estos ltimos, en respuesta a las crticas comunitaristas que apuntan a que las personas no eligen todas las asociaciones a las que pertenecen, sino que estn inmersas en ciertas relaciones que les plantean deberes u obligaciones ms all de su libertad

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    de eleccin, el liberalismo de afiliacin plantea que cuando el contexto cultural en el que prospera la vida individual es ame-nazado, entonces el Estado tiene la responsabilidad de proteger ciertas agrupaciones culturales, religiosas o nacionales de elec-ciones individuales que puedan debilitar la solidaridad.

    Por otro lado, un componente transversal de las definicio-nes contemporneas de cohesin social es el sentido de perte-nencia, el cual para la CEPAL (25-29) resulta favorecido por la titularidad de derechos sociales y la reduccin efectiva de bre-chas objetivas en el campo de los ingresos, el empleo, la educa-cin y la salud.

    El concepto de cohesin social no tiene un significado un-voco. Joshee (147-48), por ejemplo, seala que en el caso de Canad la idea pblica de cohesin social se concibe como una medida correctiva que puede incrementar la solidaridad social y fortalecer la confianza en las instituciones; sin embargo, tal idea no necesariamente cuestiona los fundamentos del proyecto neo-liberal; lo cual se constituye en su principal falencia. En efecto contina Joshee poner nfasis en la atencin caritativa de los ciudadanos diluye la responsabilidad del Estado sobre la justicia social.

    Para Macedo (Introduction, 2) a las crticas conservado-ras al liberalismo se unieron en los ochenta las crticas de comu-nitaristas y republicanistas, apuntando a que el liberalismo de los aos sesenta y setenta con su orientacin a judicializar dis-putas, su desdn por la poltica y foco en los derechos indivi-duales se haba convertido en una fuerza corrosiva de los ele-mentos esenciales de la buena sociedad. En efecto, el liberalis-mo para Macedo pretenda liberar a los individuos de roles heredados o vnculos no elegidos, mientras que desechaba la centralidad de la comunidad.

    Hay dos concepciones de ciudadana que se desprenden de la crtica comunitarista al liberalismo: la del ciudadano como consumidor y la del ciudadano como miembro de una comuni-dad (Lowndes 174). El ciudadano como consumidor ejerce una eleccin (choice) y el Estado debe facilitar o proveer esa elec-

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    cin. El problema es que no todas las relaciones con el gobierno se tratan de provisin de bienes y servicios individuales. Muchos de ellos son colectivos. El ciudadano no se puede reducir a usuario, puesto que esta imagen captura slo un aspecto de la ciudadana. Por su parte la existencia de los ciudadanos tiene sentido slo cuando se hace como miembros de una comunidad con lazos de lealtad y obligaciones recprocas (no como inter-cambio de mercado). La ciudadana se define bsicamente como participacin en propsitos colectivos ms que en la elec-cin individual (171).

    El problema del nfasis de la fraternidad ideada como patriotismo en el mbito del Estado-nacin es su carcter exclu-yente; es decir, definida en oposicin a un otro. Este problema, que no es exclusivo del Estado-nacin puesto que tambin se ha formulado una fraternidad de la clase trabajadora; es decir, opuesta a una clase social, pone en el tapete que no se trata de un tipo de fraternidad, sino en realidad de su negacin (Baggio, Introduccin al principio olvidado 36-37). Las concepciones ms recientes afines al principio de la fraternidad solidaridad y cohesin social (ver Tapia y Cox en este volumen) importan un cuestionamiento prctico sobre hasta qu punto el Estado-nacin extiende su preocupacin hacia aquellos que no son sus ciudadanos; por ejemplo, inmigrantes. Estas concepciones, sin embargo, no plantean un cuestionamiento de fondo sobre el alcance de la fraternidad. En la prctica, la incorporacin de la temtica de la solidaridad en los currculos escolares extiende su alcance a quienes estn prximos sean conciudadanos o inmi-grantes sin descartar tampoco que se pueda ejercer una solida-ridad hacia personas que viven en otras latitudes.

    La educacin en el Estado-nacin y el desafo del multicul-turalismo

    El panorama de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI ha estado marcado por el proceso de globalizacin en general y en particular por los fenmenos migratorios, lo cual ha

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    puesto de relieve que el multiculturalismo se ha intensificado en aquellos pases donde ya exista y que se ha extendido hacia otros pases no familiarizados con tal fenmeno. Segn Banks (3) el creciente multiculturalismo dentro del Estado-nacin est impulsando a los educadores a repensar la educacin ciudadana en la lnea de desafiar las concepciones asimilacionistas sobre grupos culturales minoritarios que tambin fueron parte sustan-cial del liberalismo decimonnico y, en cambio, propender a que diversas culturas se vean reflejadas en los currculos escola-res y universitarios.

    La diversidad multicultural es un activo importante en todo rgimen poltico, pero an un rgimen democrtico liberal plu-ralista tal como el de EE.UU. requiere para Macedo (Diversity and Distrust 4) de un considerable grado de convergencia en valores polticos bsicos; es el desafo de mantener la unidad del Estado-nacin en base a un conjunto de valores compartidos. En efecto, la sustentabilidad de un sistema poltico democrtico no descansa en la diversidad per se, sino en ciertos compromisos polticos compartidos que resulten suficientemente fuertes para superar las tendencias disgregadoras que surgen de la confron-tacin cotidiana de valores o ideas contrapuestas (134).

    Tambin Kymlicka (xiii) identifica esta tensin clave en el balance entre unidad y diversidad; es decir, en cmo se asegura que el reconocimiento de la diversidad no mine los esfuerzos por crear y sostener unos valores polticos comunes basados en la confianza, el entendimiento y la solidaridad mutua entre gru-pos culturales. Tal como se seal, existen pases con una larga historia de multiculturalismo y a menudo las polticas y prcti-cas de los grupos dominantes que han abordado esta situacin han dejado segn Kymlicka legados fuertemente enraizados de etnocentrismo, racismo y desprecio al valor de las minoras culturales en favor de ciertas ideologas modernizadoras que favorecen la uniformidad y homogeneidad por sobre la diversi-dad; lo que en definitiva redunda en exclusin cultural y econ-mica. Para Kymlicka (xiii-xvii) se trata de un problema sin solucin si se asume equivocadamente que las identidades son

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    un juego de suma cero; pero contrariamente la teora y la prc-tica del multiculturalismo demostrara que las identidades pue-den ser mltiples, anidadas y traslapadas; de hecho, no existe evidencia de que la ciudadana dual sea menos patritica o res-petuosa del estado de derecho que una ciudadana singular. Adicionalmente, concluye este autor, los miembros de grupos minoritarios pueden volverse ms apegados al Estado-nacin en que viven en la medida que ste afirme la legitimidad de su identidad tnica y el valor de su herencia cultural.

    Cul sera el rol de la educacin en el contexto de un Estado-nacin multicultural? Desde la propuesta liberal de Amy Gutmann, la educacin democrtica debiera lograr que los nios se transformen en ciudadanos iguales, sin considerar su gnero, raza, etnia o religin, siendo dos los mecanismos mediante los cuales la educacin democrtica puede promover la igualdad civil. En primer lugar, manifestando el valor de la tolerancia hacia expresiones culturales que son consistentes con la igualdad civil. Segundo, mediante el reconocimiento del aporte que las culturas especficas significan para la sociedad en su conjunto. Sin embargo, no cualquier cultura merece ser tole-rada y reconocida; slo aquellas que a su vez toleran y recono-cen a otras culturas (Gutmann 409-10). En efecto, las diversas culturas, creencias y prcticas deben ser sujeto de entendimien-to, pero no se puede suponer su valor como cosa dada, sino que cada cultura debe ser sujeta a escrutinio y regulacin del Estado en la medida en que comprometa la igualdad civil (418-19)

    Segn Gutmann (303-06) una educacin democrtica que es consistente con la democracia deliberativa y con el liberalis-mo poltico exige dos respuestas hacia el multiculturalismo. Primero, reconocer la experiencia de los grupos oprimidos. La educacin democrtica supone un apoyo a la poltica del reco-nocimiento basada en el respecto de los individuos y en la igual-dad de derechos en tanto ciudadanos. Segundo, tolerancia frente a creencias y prcticas diversas. Sin embargo, la toleran-cia no implica reconocer un derecho de un grupo cultural para realizar prcticas opresivas en nombre de la diversidad cultural.

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    Gutmann (417) plantea que la educacin democrtica favorece una poltica del reconocimiento en razn del respeto por los individuos y de la igualdad de derechos como ciudadanos, no en razn de la tradicin, de la representacin proporcional o de los derechos de sobrevivencia de las culturas.

    La tolerancia a la diversidad y la poltica del reconocimiento son aspectos constitutivos de la nocin de fraternidad. Esto ocurre desde el principio de la diferencia la idea de no querer mayores ventajas propias, a menos que beneficien a otros que estn en una situacin desmejorada que Rawls asimila a la nocin de la fraternidad. En efecto, no se puede aspirar a menos para uno mismo y para otros que el ser tolerado y el ser recono-cido. Se trata de un mnimo requerido para que el discurso poltico de la fraternidad tenga un nivel bsico de vialidad. Mediante un proceso deliberativo, una comunidad poltica podra definir simplemente estos dos elementos tolerancia y reconocimiento como constitutivos y obligatorios de su curr-culo escolar; por lo tanto, las actitudes positivas que puedan surgir a partir de este deber moral quedan en el mbito de la creatividad y virtud de cada ciudadano.

    educacin Para una ciudadana gloBal

    A menudo se considera a Jean Jacques Rousseau como el paladn del comunitarismo local. Sin descartar las ventajas del mbito local o del Estado-nacin en pequea escala, la mirada de Rousseau era en realidad mucho ms amplia. Segn John Dewey (52-53) el intento de Rousseau era rescatar la diversidad del talento individual; una concepcin filosfica aparentemente antisocial, pero que en definitiva pretenda ampliar y liberar la sociedad hacia el cosmopolitismo. Para Dewey el ideal positivo de Rousseau era la humanidad, no el Estado-nacin; puesto que la membresa en la humanidad y no en el Estado permita libe-

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    rar las capacidades del hombre. En el Estado suceda que el hombre quedaba sometido a los intereses egostas de quienes tenan el poder poltico. Con el pasar del tiempo concluye Dewey el ideal de humanidad fue sustituido por el Estado y el cosmopolitismo de Rousseau se habra rendido ante el naciona-lismo. No es que el sentido de comunidad nacional pudiese eventualmente dar cabida a una comunidad universal. El pro-blema fue que un fuerte nacionalismo irreflexivo obstaculiz por siglos los apegos necesarios para el desarrollo de una comu-nidad global (Banks 9).

    El tipo de cosmopolitismo entendido como sentimientos referidos a afectos e identificaciones individuales que tiene el potencial de extender a escala global la reciprocidad es espec-ficamente aquel que refleja un compromiso igualitario: un afecto hacia todos los seres humanos independiente de las iden-tidades particulares (Gutmann 311).

    Por lo tanto, Banks (8-9) subraya que el objetivo principal de la educacin ciudadana debiera ser ayudar a los estudiantes a desarrollar una comprensin de la interdependencia existente entre las naciones en el mundo moderno; esto es, actitudes de acogida hacia otras naciones y pueblos y una reflexin por parte de los estudiantes que motiva en ellos una identificacin y simpata hacia la comunidad mundial, un compromiso hacia la justicia y la igualdad en el mundo, una compresin de la necesidad de actuar como ciudadanos de una comunidad global ante los problemas ms apremiantes del mundo tales como la pobreza, el calenta-miento global, el SIDA, el racismo, los conflictos y la guerra.

    Segn Gutmann (309), la reciprocidad implcita en la pol-tica del reconocimiento y por ende la educacin democrtica se extiende a todos los individuos, no slo a los ciudadanos miembros de la misma sociedad. Para ella que los nios y jve-nes aprendan slo sobre su propia sociedad no es suficiente para satisfacer las demandas morales actuales de la educacin democrtica.

    Nussbaum (55), por su parte, sostiene que la educacin en ciudadana democrtica es de crucial importancia para la sobre-

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    vivencia del gobierno democrtico, puesto que promueve cier-tas habilidades claves identificadas por Tagore y Dewey; tales como, pensamiento crtico, conocimiento acerca de culturas y grupos que integran la nacin y el mundo que van ms all del entrenamiento cientfico y tcnico; de manera de trascender las lealtades locales y abordar los problemas como ciudadanos del mundo, adems una imaginacin narrativa que permita enten-der los deseos y emociones de otro y a desarrollar la empata, todo lo cual puede ser promovido a travs del cultivo de las artes y las humanidades.

    Una precisin importante que realiza Gutmann (314) es que la educacin democrtica afn con identidades cosmopolitas -que por ejemplo, rechazan la opresin- no exige a nadie que se identifique a s mismo como cosmopolita o como ciudadano del mundo. Pero el problema en verdad es que este fenmeno de la ciudadana transnacional puede desplazar la bsqueda de un Estado-nacin ms justo e inclusivo. Este es el caso de cier-tos ciudadanos transnacionales que adquieren habilidades cul-turales que son valoradas en los mercados globales. Constata lo anterior Kymlicka (xiv-xvii), quien seala que a menudo se escucha decir que el multiculturalismo es un buen negocio, pero no se debe olvidar que el multiculturalismo no consiste en expandir los horizontes personales, incrementando las habilida-des interculturales individuales, sino que es un proyecto ms amplio de justicia y equidad global.

    Dicho proyecto implica para Nussbaum (57) que los nios y jvenes debieran aprender al menos los elementos bsicos de la historia del mundo y tener una comprensin no estereotipada de las principales religiones, ser capaces de profundizar en al menos una tradicin con la que no estn familiarizados, adems de aprender sobre las tradiciones principales y minoritarias de su propia nacin, as como entender las diferencies en religin, raza, y gnero que afectan de modo distinto las oportunidades de vida. Sin embargo el panorama no es auspicioso para Nussbaum (60), puesto que tanto a nivel de la educacin primaria y secun-daria como a nivel de educacin superior el dilema es el mismo:

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    las habilidades cientficas y tcnicas son consideradas clave para afrontar las demandas de competitividad pas en el contexto de los mercados globales, mientras que las artes y humanidades que resultan esenciales para el proyecto de la ciudadana global son a menudo descalificadas como intiles.

    En el tratamiento de los autores citados se desprende que la idea de ciudadana global incluye el desarrollo de una identidad comn y de una actitud de simpata hacia un otro desconocido. El problema est en si es posible que esta identidad y simpata se extiendan a escala global. Segn Johnston (493) lo usual es que la primera lealtad que el proceso educativo logra desarrollar es hacia el Estado-nacin. Para l es al nivel nacional que el sentido de lealtad y fraternidad puede ser mejor inducido; sin descartar que la comunidad mundial pueda transformarse algn da en el objeto de la lealtad primaria de las personas. Para ello constata que los contenidos de la educacin liberal que pueden desarrollar la fraternidad entendida como un sentido de res-ponsabilidad mutual y de comunidad son aquellos que demuestran la existencia de una herencia cultural compartida. Se trata de una tradicin de largo plazo que establece y moldea nuestro carcter como individuos y como miembros de una colectividad. Por ejemplo, a travs de la enseanza de la historia de la civilizacin occidental, junto con el estudio comparado de culturas alternativas, de manera que el aprendizaje de los orge-nes comunes confrontado con la realidad de problemas a escala global puede ilustrar la percepcin de un destino comn (Johnston 497).

    La idea de Gutmann (310) de generar un afecto hacia todos los seres humanos independiente de las identidades par-ticulares se refleja bien en su cita a un prrafo del discurso de Martin Luther King en contra de la guerra de Vietnam:

    Este creo que es el privilegio y la obligacin de todos aquellos que nos creemos vinculados por alianzas y leal-tades ms amplias y profundas que el nacionalismo, y que van ms all de las metas y posiciones que nuestra nacin

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    se ha dado. Nosotros estamos llamados a hablar por los dbiles, por los sin voz, por las vctimas de nuestra nacin y por aquellos que nuestra nacin considera sus enemi-gos, puesto que no existe escrito de manos del hombre que pueda hacer que estos seres humanos sean algo menos que nuestros hermanos2.

    En definitiva el desafo de la educacin global consiste en rescatar el valor de las identidades particulares, superando las concepciones estrechas del nacionalismo y las obligaciones hacia supuestos enemigos externos. Esto implica extender a escala global los mnimos de la tolerancia y el reconocimiento simplemente en virtud de la constatacin de compartir con otros la condicin de seres humanos. Si existe un matiz que distingue la educacin democrtica en los mbitos nacional y global, es el nfasis de esta ltima en una educacin por la paz.

    Poltica educacional: Fines, contenidos y control

    El tema de la poltica educacional como poltica pblica es vasto, dada la centralidad que esta funcin ha tenido para el Estado moderno. En la actualidad, la educacin pensada de manera estrecha como acumulacin de capital humano es con-siderada una herramienta clave para el desarrollo econmico, y goza de una enorme preeminencia en las agendas de gobiernos sin importar su signo poltico. Menos importante pareciera ser el rol que la formacin ciudadana cumple en el desarrollo pol-tico. Sobre esta ltima dimensin, esta seccin aborda tres tpicos de particular relevancia en el debate contemporneo: las discusiones sobre los fines polticos de la educacin, aquella

    2. Traduccin propia en base al discurso original en ingls: Martin Luther King. Beyond Vietnam. New York City, April 4, 1967. Web 5 de septiembre de 2012. http://mlk-kpp01.stanford.edu/kingweb/publications/speeches/Beyond_Vietnam.pdf

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    sobre los contenidos especficos y destrezas que la educacin democrtica debiera promover y, finalmente, la disputa sobre el control de la educacin; esto es, si debiera quedar en manos de las autoridades polticas, la administracin pblica (directivos escolares y profesores), en manos de los padres, o recaer en alguna combinacin de estos tres estamentos.

    Los fines polticos de la educacinDesde una perspectiva radical, la escuela pblica es un ins-

    trumento para la emancipacin de los pueblos esclavizados en todo el mundo (Feinberg y McDonough 1). En una formulacin neomarxista, Paulo Freire denuncia la educacin capitalista como un ejercicio de dominacin que estimula la credulidad y conformidad entre los estudiantes con la intencin ideolgica de adoctrinarlos y de conformarlos a un orden injusto. De este modo, Freire propone que la educacin no debiera concentrar-se en la transferencia de informacin, sino en la liberacin de la conciencia de los estudiantes y en su humanizacin, lo cual se constituye en un acto revolucionario que no slo libera a los oprimidos, sino tambin a los opresores. Para Freire la libera-cin se produce mediante las rebeliones, las cuales son casi siempre violentas. Dicha violencia queda legitimada en el hecho de que es la opresin el acto violento que aparece primero, frente al cual la rebelin es slo una respuesta. Adicionalmente, para Freire la rebelin de los oprimidos se justifica porque sera un acto que restaura la humanidad tanto de los oprimidos como de los opresores.

    Sin embargo, desde el principio de la fraternidad la violen-cia es moralmente errnea. En el tratamiento del concepto de solidaridad poltica afn con el de fraternidad Sally Scholz (40) lo aborda como un proyecto por la liberacin de estructu-ras sociales injustas y opresivas, en donde la violencia debe quedar fuera del repertorio de movilizacin, de manera de ase-gurar un espacio para el dilogo, para la deliberacin y para la persuasin poltica; todo lo cual deja abierta la posibilidad para

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    que miembros de la minora que sostiene este orden se convier-tan y se unan a la causa justa de los oprimidos.

    La no violencia resulta en un componente crtico en la nocin de fraternidad, particularmente en aquellas sociedades donde existen condiciones severas de dominacin y de exclu-sin que podran eventualmente justificar una respuesta violen-ta. Este punto no deja de ser significativo en lo que se refiere a la experiencia escolar cotidiana de profesores, padres y estu-diantes, en donde sucede que la violencia fsica y psicolgica mediante el bullying, por ejemplo puede poner gravemente en entredicho cualquier programa escolar que exprese princi-pios que en la prctica son negados.

    Un fin poltico de la educacin que ha permanecido vigente por largo tiempo es la capacidad igualadora tanto de la expe-riencia educativa como de su impacto potencial en una sociedad en el largo pazo. Segn Brighouse (41-45) el sistema escolar debiera como primera alternativa igualar en el mbito socioeconmico y, en lnea con una sociedad meritocrtica, per-mitir que el talento haga el resto. Sin embargo, este autor plan-tea el dilema de por qu asegurarles a los naturalmente talento-sos el gozo de premios que generan inequidades distributivas ex post. La segunda alternativa caracterizada por Brighouse como igualdad educacional radical sera que las oportunidades edu-cativas no slo ignoren el origen socioeconmico de los estu-diantes, sino que tambin desconozcan el talento natural y que slo consideren el esfuerzo individual, en cuyo caso el sistema escolar estara beneficiando a los realmente desventajados. La tercera alternativa que Brighouse llama el principio de la ade-cuacin educacional sera que los estudiantes recibieran una educacin apropiada para que puedan alcanzar una determina-da meta; sea esta la capacidad para desempearse en el mercado laboral o la capacidad para participar como igual en el sistema poltico o social. Una cuarta alternativa, concluye Brighouse, es el principio de la maximizacin de la excelencia, donde los recursos son asignados hacia aquellos que pueden hacer un

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    mejor uso de ellos. En la prctica, en su complejidad y variedad los sistemas escolares adoptan alguna alternativa hbrida.

    Frente a estas alternativas es difcil discernir cul de ellas o qu combinacin resulta ms acorde con el principio de la fraternidad. Lo importante, sin embargo, en Brighouse y en buena parte de las concepciones modernas sobre educacin es que el principio de la igualdad no debiera constituirse por s solo en el fin de un proyecto educativo nacional. Acogiendo la crtica de Sandel a Rawls, no debiera existir una primaca lxica de ninguno de los tres principios libertad, igualdad, fraternidad por sobre los otros dos. Puestos en esta disyunti-va los principios entran en conflicto en la arena poltica, cuan-do la relacin virtuosa se da justamente en el equilibrio entre ellos.

    Los contenidos de la formacin ciudadanaDesde el radicalismo de izquierda al liberalismo clsico son

    variadas las formas en las que se conciben los fines polticos de la educacin. La mayora de los cientistas polticos, psiclogos y socilogos familiarizados con temas de educacin la relacionan principalmente con el fin de socializacin poltica que ella cum-ple; es decir, se trata ms de una cuestin de contenidos que de metas. Siguiendo a Gutmann, se entiende por socializacin pol-tica al proceso mediante el cual las familias, las escuelas, los medios de comunicacin, las comunidades y los sistemas polti-cos transmiten a los nuevos ciudadanos valores, actitudes y modos de comportamiento en la esfera poltica. La socializacin poltica sugiere en alguna medida una concepcin neutra o asptica sobre los valores, poniendo nfasis en los dispositivos y las modalidades mediante los cuales se transmiten conocimien-tos. Este es el vaco que Gutmann (15) por ejemplo, mediante la concepcin de educacin democrtica intenta llenar. En efecto, ella apuesta por un proyecto educativo que representa el esfuerzo consciente de una comunidad poltica dirigido a un conjunto de metas especficas, y donde no cualquier valor, acti-

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    tud o modo de comportamiento merece ser promovido. La educacin en general debe estar guiada por principios y la edu-cacin poltica en particular debe consistir en el cultivo de las virtudes, el conocimiento y las habilidades necesarias para la participacin poltica (287).

    Brighouse (36) enumera cinco metas de la educacin, a saber: autonoma personal, habilidad para contribuir en la vida econmica y social, prosperidad personal, aptitud democrtica y capacidad de cooperar con otros. Sobre estas ltimas dos metas, que parecen ms relevantes en la dimensin comunitaria, Brighouse (40-41) seala que la aptitud o competencia demo-crtica se desarrolla especialmente en las escuelas que son el lugar natural para promover el conocimiento y las habilidades mnimas que luego pueden ser desarrollados en otras institucio-nes. En relacin con la cooperacin, debe haber un esfuerzo deliberado por promoverla como un valor en s misma, puesto que las personas no aprenden a cooperar por el solo hecho de vivir en sociedad, dado que lo que all prima es la competencia y el conflicto.

    Por poner un ejemplo concreto, en el caso de Alemania existe la conviccin de que el sistema de educacin pblica tiene una responsabilidad no slo en transmitir conocimiento, sino tambin en normas, valores e ideas; aunque permanece la dificultad para ponerse de acuerdo sobre cul debiera ser la substancia de estos valores (Reuter 217). Sin embargo, para el proyecto de la educacin democrtica de Gutmann esta dificul-tad es precisamente el ncleo constitutivo de la construccin permanente de dicho proyecto y para la cual los jvenes ciuda-danos son formados.

    Para Gutmann (xiii) el principal contenido de la escuela pblica es cultivar las habilidades y virtudes de la deliberacin. Al hacerlo la sociedad democrtica promueve tanto las oportu-nidades bsicas de los individuos como su capacidad colectiva por reivindicar la justicia. Entre las habilidades de la delibera-cin que la escuela promueve Gutmann cuenta: la alfabetiza-cin (literacy), las habilidades aritmticas (numeracy), el pensa-

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    miento crtico, el conocimiento contextual, el entendimiento y la apreciacin de las visiones de otros pueblos.

    El dilema no est en los contenidos explcitamente enuncia-dos (aptitud democrtica, cooperacin, principios, virtudes y habilidades para la deliberacin), todos los cuales son altamente pertinentes y en lnea con el principio de la fraternidad. En cambio, se manifiesta en la existencia en el sistema escolar pblico de un humus valrico y secular que se contrapone con el que sustentan muchos padres y que va ms all del minima-lismo cvico. Sobre este secularismo escolar no ha habido un proceso de deliberacin, o bien no existe la posibilidad de sali-da o de la eleccin porque en caso de padres que no estn de acuerdo la supuesta alternativa sera una escuela privada a un costo para la mayora inalcanzable.

    La disputa sobre la autoridad educacionalSobre el punto anterior, segn McConnell (87) en los

    EE.UU. tanto liberales como progresistas abogan en favor de un sistema educacional bajo control democrtico; es decir, escuelas pblicas financiadas mediante ingresos tributarios, y controla-das por una junta escolar, con un currculo diseado para entre otras cosas promover los valores requeridos para el sosteni-miento de las instituciones democrticas, y con la libertad de los padres que lo deseen a su propio costo de enviar a sus hijos a escuelas privadas, debiendo adicionalmente como contribuyen-tes pagar el sostenimiento del sistema de educacin pblica. McConnell (88) plantea que esta postura es errnea, puesto que debiera permitrsele a las familias elegir entre diversas alternati-vas educacionales, debiendo el Estado financiar dicha eleccin. Adicionalmente, la existencia del sistema de educacin pblica no est en cuestionamiento, pero no debiera sostener privilegios monopolsticos.

    De acuerdo a McConnell (96) el control democrtico de las escuelas pblicas en EE.UU. que se realiza mediante una junta escolar elegida por la comunidad significa que los contenidos

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    bsicos e ideolgicos que se imparten en la escuela es determi-nado por la comunidad en su conjunto3. Hasta hace poco con-tina McConnell ello significaba que la educacin estaba basada en los valores del protestantismo, el capitalismo y el patriotismo; sin embargo, hoy los contenidos tienen como refe-rentes un vago secularismo de izquierda junto con valores igua-litarios; pero, cualquiera que sea la diferencia, quienes disienten de estas visiones se encuentran frente al dilema de enviar a sus hijos a una escuela pblica que promueve valores que no com-parten, o bien pagar por enviarlos a una escuela privada. Dado que la escuela pblica no puede en realidad ser neutral, se repli-ca 200 aos ms tarde el mismo problema que en los nacientes Estados Unidos de Amrica se trat de resolver mediante la clusula de no establecimiento. En efecto, el sistema de edu-cacin pblica se cre como alternativa a la educacin religiosa, con el fin de evitar que el Estado adoptara o promoviera una doctrina religiosa en preferencia sobre otras. En la actualidad el Estado no sera neutral, puesto que promovera el mencionado secularismo de izquierda. Concluye McConnell (134) sealando que es cierto que cada nacin debe entregar una educacin en valores democrticos; sin embargo, para l esto se logra con un conjunto pluralista de instituciones escolares en el que conviven la educacin pblica, la privada, la religiosa, etctera.

    Frente a esta argumentacin, Gutmann (8) reitera la insis-tencia de los grupos conservadores en que el Estado no se inmiscuya en la educacin sexual de los nios y jvenes, puesto que ello compete al mbito privado de la familia, de modo que son los padres quienes tienen la potestad de decidir qu tipo de educacin sexual reciben sus hijos. Sin embargo, matiza Gutmann si en una comunidad local la mayora de los padres favorecen un mayor rol del Estado sobre la educacin sexual, entonces el Estado debiera acoger esta demanda, pero al mismo

    3. Sobre el modelo de las escuelas gestionadas por la comunidad (community mana-ged schools) en Amrica Central ver el trabajo de Corrales.

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    tiempo debiera permitir a los padres decidir si desean que sus hijos asistan a estas clases.

    Para el liberalismo clsico los padres deber ser los principa-les responsables de la educacin de los nios y en consecuencia, el Estado debiera cumplir un rol de minimalismo cvico. Segn la definicin de Gutmann (xi) el minimalismo cvico propone que la autoridad parental en escuelas que reciben financiamien-to pblico debe ser limitada slo en aquello que constituye los elementos esenciales de la educacin ciudadana en una demo-cracia liberal. Sin embargo, cmo es que se determina este mnimo? A esta pregunta Gutmann (xii) responde que es mediante la democracia deliberativa, en donde la reciprocidad es un principio gua, y en donde los ciudadanos y sus represen-tantes deben ofrecerse unos a otros justificaciones por las leyes que los vinculan colectivamente. Agrega Gutmann que cuando la democracia no es deliberativa trata a las personas como obje-tos de legislacin o sujetos pasivos que requieren ser sometidos, en vez de ciudadanos que aceptan o rechazan las justificaciones que se les ofrecen.

    Para Gutmann la prctica educacional en cada pas est llena de falsas argumentaciones de las autoridades educaciona-les de turno frente a la supuesta superioridad moral de las visio-nes valricas que sustentan. Frente a este problema ella propone una teora del Estado democrtico de educacin. Gutmann (42) reconoce el valor de la educacin parental en la perpetua-cin de concepciones particulares de la buena vida, el valor de la autoridad profesional de los maestros y directivos escolares en permitir que los nios aprecien y evalen otras formas de vida distintas de las que sus padres adhieren, y el valor de la educacin poltica en predisponer a los nios a elegir aquellas formas de vida que son consistentes con los derechos y respon-sabilidades de la ciudadana en una sociedad democrtica. En consecuencia, la educacin democrtica es una confianza com-partida entre padres, ciudadanos, maestros, directivos y autori-dades polticas, cuyos trminos precisos debe ser decididos democrticamente y donde el lmite a los padres a su vez se

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    fija donde su rol no mine los principios de no discriminacin y no represin (288).

    Existen, entonces, buenos argumentos para aceptar la idea de un minimalismo cvico que, informado por el principio de la fraternidad, debiera incluir la tolerancia, el reconocimiento, la no violencia, los contenidos y destrezas para la deliberacin y la educacin por la paz. Este repertorio de contenidos debe estar sujeto al escrutinio pblico. Adicionalmente, el Estado debe no slo tolerar el rol de los padres en la definicin de los conteni-dos y valores que desean transmitir a sus hijos, sino que deber procurar mediante el financiamiento pblico que existan escue-las que sustenten dichas visiones y valores, en tanto no contra-digan la vida democrtica.

    conclusin

    Ante la necesidad de concepciones comprehensivas del bien que la democracia moderna requiere para su buen funciona-miento, este captulo propone el principio de la fraternidad. El trabajo ha relevado la relacin entre democracia, educacin y fraternidad. La democracia requiere ciertas virtudes morales por parte de los ciudadanos; la fraternidad representa un prin-cipio que apela a la virtud individual, pero que requiere ser promovida, primero a travs de vivencia cotidiana de los ciuda-danos y a travs del sistema escolar, para que de esta forma pueda tener un impacto en la comunidad poltica.

    Sobre esta ltima se precisa el alcance de aplicacin del principio de fraternidad en las esferas local, nacional y global. Se constata que si bien el mbito ms apropiado para la articu-lacin del principio es el local dado que la experiencia educa-tiva ocurre en dicho mbito se reformula el mbito de lo nacional como alejado del concepto de patriotismo y centrado en cambio en la tolerancia, el reconocimiento y la no violencia.

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  • 274 Fraternidad y educacin

    En el mbito global, se rescata la idea de fraternidad universal en su enfoque pragmtico.

    La fraternidad puede ser incluida y promovida en el mbito de una escuela privada, en tanto no incite conductas antidemo-crticas, represivas o discriminatorias sobre los futuros ciudada-nos. Se requiere, en cualquier caso, que quienes dirigen dicho proyecto educativo expliciten sus contenidos, ante el cual los padres puedan libremente adherir. Sin embargo, su inclusin como principio curricular en el sistema pblico plantea requisi-tos adicionales. En los mbitos poltico-deliberativos los promo-tores de la fraternidad debieran razonadamente justificar su superioridad como concepcin comprensiva del bien, lo cual permitira su inclusin en el currculo de formacin ciudadana del sistema de educacin pblica. Sancionado de esta forma dicho currculo, sera vinculante para todos los miembros de la comunidad poltica. Sin embargo, dado el carcter de virtud moral de la fraternidad, el currculo no puede ms que exponer a los estudiantes a una serie de contenidos y prcticas e interpe-larlos a su adhesin.

    As incorporada en el currculo escolar, la fraternidad no puede ir ms all de un cierto minimalismo cvico a travs de contenidos como tolerancia, reconocimiento, no violencia y educacin por la paz. Ello no porque tenga el potencial de con-traponerse con visiones sustentadas por los padres; sino ms bien, por su carcter de virtud moral. El Estado no puede decretar la fraternidad aunque los ciudadanos estn de acuerdo en esto. Slo puede aspirar a que de manera sistemtica los nios y jvenes sean instados o predispuestos hacia ella.

    Este captulo no intenta proponer la primaca lxica del principio de la fraternidad por sobre los de libertad e igualdad. Lo que busca en cambio es el rescate de la fraternidad en razn de haber sido un principio olvidado (Baggio, El principio olvidado). El sistema escolar ha promovido los principios de la libertad y la igualdad, pero en cierta forma ha tambin olvidado, distorsionado o limitado el alcance de la fraternidad universal al proyecto del Estado-nacin, lo que en muchos casos deriv en

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  • 275Educacin democrtica liberal

    versiones patolgicas de nacionalismo. En dilogo y en equili-brio con los principios de libertad e igualdad, la fraternidad tiene el potencial de constituirse en un anclaje moral que de sentido a los otros dos principios y que, al mismo tiempo, se deje dar sentido por ellos.

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    Liberal democratic education: A reading from the per-spective of the principle of fraternity

    This chapter reviews the recent literature on the political theory of education, particularly the proposals of liberal democratic educa-tion as seen through the principle of fraternity, also conceptualized as civic friendship or political solidarity. Whereas classical libera-lism has manifested an aversion towards the notion of fraternity and related ideas, the egalitarian or political liberalism originated in John Rawls works calls for the need to turn to certain moral anchors to assure the proper functioning of democracy. This article justifies the inclusion of fraternity among those anchors, to promo-te healthy democracy, in the most influential formulations of citizen education within political or egalitarian liberalism. The notion of fraternity is approached from the most recurrent themes of the political theory of education: the sense of community (local, natio-nal, global), the idea of patriotism and multiculturalism, the deba-tes on ends, means, and control over education, and the virtues, knowledge, and skills that liberal democratic education should foster.

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  • 279Educacin democrtica liberal

    Educao democrtica liberal: uma leitura desde o prin-cipio da fraternidade

    Este captulo realiza uma reviso sobre a literatura recente na teoria poltica da educao, particularmente a proposta da educa-o democrtica liberal, luz do principio da fraternidade, tam-bm conceitualizado como amizade cvica ou solidariedade pol-tica. Mesmo se o liberalismo clssico manifestou uma averso em relao noo de fraternidade e seus derivados, desde o libera-lismo igualitrio ou poltico originado na obra de John Rawls, se constata a necessidade de apelar a certos enganches morais para assegurar o bom funcionamento da democracia. O trabalho justifica a incluso da fraternidade para cumprir este papel nas formulaes mais influentes sobre formao cidad adstritas a este liberalismo igualitrio ou poltico. A noo de fraternidade se confronta desta forma sobre as temticas mais recorrentes da poltica da educao: o sentido de comunidade (local, nacional, global), a ideia de patriotismo e multiculturalismo, os debates sobre os fins, contedos e o controle da educao, e as virtudes, conhecimentos e destrezas que a educao democrtica liberal deveria facilitar.

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