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o. ntiivi' E L N E R V I O N EDICION ESPECIAL ILUSTRADA AÑO I. BILBAO 8 DE DICIEMBRE 1907 >§< número 15 . ( 2 .a Serie) meriüDencms eclaro y confieso que hay cosas artísticas muy dignas de estudio, como, por ejemplo, la cabeza de un peluquero; pero también decla ro que una de las cosas que más merecen estudiarse es la fiebre li teraria y poética que les ha entrado á todos ahora, en particular á los de pendientes del ramo de sederías y sus anexos. Después de la manía de los sellos, de meterse los dedos en las narices y de las postales ha venido á invadir nos la de poetizar. El otro día encontré á un cabo de serenos, que parecía que discutía con un árbol en Los Caños. Era que estaba recitando una oda que había compuesto al Montepío Municipal. Entre los dependientes de comercio, esta manía hace ver daderos estragos; llega á ser una epidemia. Van ustedes á un comercio y se encuentran á un joven que al ver una parroquiana, se arranca y dice: Florindo, baja la cinta J. C. para Jacinta. Y Florindo, que también está del queso literario, contesta: J. C. ninguna queda, como no quiera de seda. De estos jóvenes los hay modernistas, con inspiración que le hace caer á uno de espaldas. A uno de éstos, á pesar de peinarse con raya enmedio y rizarse el pelo con horquillas fantasía, de á dos pesetas do cena, le dió unas solemnes calabazas una simpática modista porque creyó que por carnaval no podría disfrazarse, pues le conocerían por los sabañones. La verdad que son clase extra y puestos en un escapara te, armarían una revolución. Y el pobre ¿qué hizo? pues escribió un soneto de diez y siete versos, medido con la vara de medir, y titulado: «¡El sabañón velero ó Traición famélica!» Y se quedó tan «consolativo». Hace unos días tuve que ir á un almacén á un asunto ur gente. Un joven se me presenta y me dice, enseñándome un papel: —Me alegro ver á usted. Esto no suena. —Pues póngale encima de un peine y sople,—dije yo. —No—replicó—es que no pega. Pues póngale usted trabacanto. —No—volvió á decir—es que no casa. —¡Que no casa! ¿Quién? ¿Pero está usted mochales por casualidad? —No, señor; estos son unos versitos que he discurrido para leerlos en una tertulia de varios amigos y digo que es to último no cae en copla. —Pero con tal que caiga en gracia es igual. —Ya ve usted—añadió,—en esta reunión nos divertimos la mar; se hacen juegos de manos y de prendas, se cantan romanzas, se juega á la perejila y se recitan versos, y la dueña de la casa, en los intermedios, nos obsequia con chu rros y agua de Amorebieta. Yo soy el encargado de leer los versos, pero como tengo que hacerlos doblando retales de cretona... ya ve usted, no me salen todas las veces. Por fin tuve que irme sin despachar mi asunto, dejando al joven en busca de un consonante á retal y deseándole que en el juego de prendas de la tertulia próxima le toque decir aquello de «Ese era yo, ó tres veces sí y tres veces no.» Cuando llegué á mi casa me salió al encuentro la portera diciéndome: ¿Ya ha venido usted por fin? Pues aquí tiene el llavín. ¡María Santísima! ¡hasta la portera! Decididamente, yo me compro un revólver. * * * Jordanowskapukowischarow. ¿Ustedes creen que esto es un jeroglífico? Pues no, se ñor; este es el nombre de una joven amazona macedonia que capitanea los revolucionarios de su país, según rezan los ilustrados de gran circulación. Si esta enigmática joven tiene muchos tocayos en su cua drilla, ó pandilla ó como se llame eso en Macedonia, no cabe duda que tarda un semestre en pasarlos lista. Jordanowskapukowisharow. Fíjense ustedes; no se puede negar que es una mujer va liente y sobre todo de letras. ¡Cualquiera la hace un ciento de tarjetas por una peseta! * * * La cuestión de los sombreros de las señoras en el teatro sigue dando juego; hay quien ha querido seguir mi ejemplo, llevando su lío correspondiente al teatro, para elevarse, y hay empresas que á Dios gracias han tomado la cuestión en serio. ¡Ya era hora! Hace pocos días presencié una escena cómica que pudo terminar en trajedia. Capilla del Asilo (Fot.3 de Tapia y Basterra). (Fot.° de Delclaux é Hijo) Una asilada, casi paralítica, que está en carra desde hace nueve años. (Fot.tt de Tapia y Basterra). (Fot.0 de Delclaux é Hijo). A la puerta del teatro de los Campos se acerca un joven á una señora que llevaba en la cabeza un «monolito» como el que dicen le van á hacer al carabinero Cordero en el parque de San Francisco. —¿Tiene usted la bondad—la pregunta—de decirme qué butaca tiene usted? —¿A usted qué le importa? dice un caballero con voz de sochantre acatarrado. —Es únicamente para no adquirir la que está detrás. Escuso decir á ustedes que la que se armó fué más grande que el gorro de la protagonista. Afortunadamente la empresa de la ópera de Arriaga ha puesto los medios para arreglar el conflicto. Yo deseo que en sus ruegos sean atendidos los jóvenes de la empresa, é insisto en mi proposición; si logran des terrar los sombreros del teatro, que les den la cruz de Be neficencia ó que les hagan algo. Una vez condecorados, si les va mal el negocio podrán decir: «No nos hemos puesto las botas; pero nos hemos calado el gorro». * Para final propongo á nuestro municipio, á quien felicito por haber hecho las paces con la mamá, que adquiera un globo dirigible de los que han adquirido éxito franco en los «últimos estrenos». Es necesario: primero, para atravesar el puente del Are nal los días de lluvia, pues con las obras del tranvía, ni con unos zancos de medio kilómetro se puede cruzar sin hun dirse uno en fango hasta las narices. Y después para arreglar de paso el reloj de la iglesia de San Nicolás, pues da vergüenza verle desde hace un año apuntar las mismas: las once y media. Ese reloj se ha empeñado en salirse con la suya, y no cambia de actitud. Es más testarudo que La Cierva. P. P. LAS HERMANITAS DE LOS POBRESn> La Institución de las Hermanitas de los Pobres fué fun dada en Saint Servan (Bretaña) durante el invierno de 1839. Dos fueron los primeros pobres recogidos: un hombre y una mujer. Desde entonces todos los Asilos esparcidos por el mundo han recogido á cerca de 300.000. La Institución pertenece á las que se llaman Ordenes Hospitalarias, distinguiéndose por su constitución particular. Los asilados no están como los enfermos en el Hospital, sino que forman parte de la familia hospitalaria, de la que se con vierten en verdaderos miembros. Las Hermauitas, además de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, comunes á todas las religiosas, hacen el dé hospitalidad, y de esta manera juntan la vida hospita laria á la vida religiosa, consagrándose al mismo tiempo al servicio de Dios y al de los pobres. Todos los años, el día 8 de Diciembre, fecha de la Inma culada Concepción, las Hermanas renuevan sus votos, lla mados Ordenes menores, pero hasta los nueve años no pro nuncian los perpetuos. Todo este tiempo de prueba necesi tan para acreditar su aptitud física y moral, indispensable para una vida tan ruda y difícil como la que les impone su profesión. Por esto se ha podido decir de ellas que así como los ri cos encuentran con dificultad buenas criadas, pagándolas muy caras, en sus casas los pobres más pobres están servi dos con esmero, con amor, como se sirve al mismo Dios. Y para que aumente lo raro en este fenómeno social, que sólo el sentimiento religioso puede producir, hay que recor dar que el mínimum de la edad para ser admitido en los es tablecimientos de las Hermanitas se ha fijado en los sesenta años. A lo cual hay que añadir la condición de pobre. ¡Viejo, pobre y con frecuencia achacoso, en la edad y con las con diciones en que el ser humano se hace poco menos que in aguantable para su misma familia, el asilado encuentra allí un amor sin límites, un cariño inalterable, una inagotable pa ciencia! Lo que más ha admirado siempre de las Hermanitas es la dulzura con que tratan á sus pobres, no teniendo ni una pa labra dura para ellos, ni cuando se muestran más exigentes é intratables. Comparando esto con lo que se ve todos los días en la vida social, hay que convenir en que—como decía el P. Papetart—existe en esas mujeres un sentimiento que las hace superiores al común de los mortales. Este senti miento las lleva á hacer por sus pobres viejos lo que mu chas veces no logran la voz de la sangre, ni los deberes de familia, ni los mismos mandamientos de la ley de Dios, cuan do se trata de cristianos menos perfectos. Porque hay que advertir que á los que se acogen al am paro de las Hermanitas no se acostumbra á preguntarles á qué culto pertenecen, ni si son ó no incrédulos. Así es que (1) Del último artículo que antes de su muerte—el año 1901 — escribió el ilustre periodista y literato catalán señor Mañéy Fla- quer.

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Page 1: E L N E R V I O N J»

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E D I C I O N E S P E C I A L I L U S T R A D AAÑO I. BILBAO 8 D E DICIEM BRE 1 9 0 7 >§< n ú m e r o 1 5 . ( 2.a Serie)

meriüDencms

eclaro y confieso que hay cosas artísticas muy dignas de estudio, como, por ejemplo, la cabeza de un peluquero; pero también decla­ro que una de las cosas que más merecen estudiarse es la fiebre li­

teraria y poética que les ha entrado á todos ahora, en particular á los de­pendientes del ramo de sederías y sus anexos.

Después de la manía de los sellos, de meterse los dedos en las narices y de las postales ha venido á invadir nos la de poetizar.

El otro día encontré á un cabo de serenos, que parecía que discutía con

un árbol en Los Caños. Era que estaba recitando una oda que había compuesto al Montepío Municipal.

Entre los dependientes de comercio, esta manía hace ver­daderos estragos; llega á ser una epidemia.

Van ustedes á un comercio y se encuentran á un joven que al ver una parroquiana, se arranca y dice:

Florindo, baja la cinta J. C. para Jacinta.

Y Florindo, que también está del queso literario, contesta:J. C. ninguna queda, como no quiera de seda.

De estos jóvenes los hay modernistas, con inspiración que le hace caer á uno de espaldas.

A uno de éstos, á pesar de peinarse con raya enmedio y rizarse el pelo con horquillas fantasía, de á dos pesetas do­cena, le dió unas solemnes calabazas una simpática modista porque creyó que por carnaval no podría disfrazarse, pues le conocerían por los sabañones.

La verdad que son clase extra y puestos en un escapara­te, armarían una revolución.

Y el pobre ¿qué hizo? pues escribió un soneto de diez y siete versos, medido con la vara de medir, y titulado: «¡El sabañón velero ó Traición famélica!»

Y se quedó tan «consolativo».Hace unos días tuve que ir á un almacén á un asunto ur­

gente. Un joven se me presenta y me dice, enseñándome un papel:

—Me alegro ver á usted. Esto no suena.—Pues póngale encima de un peine y sople,—dije yo.—No—replicó—es que no pega.

Pues póngale usted trabacanto.—No—volvió á decir—es que no casa.— ¡Que no casa! ¿Quién? ¿Pero está usted mochales por

casualidad?—No, señor; estos son unos versitos que he discurrido

para leerlos en una tertulia de varios amigos y digo que es­to último no cae en copla.

—Pero con tal que caiga en gracia es igual.—Ya ve usted—añadió,—en esta reunión nos divertimos

la mar; se hacen juegos de manos y de prendas, se cantan romanzas, se juega á la perejila y se recitan versos, y la dueña de la casa, en los intermedios, nos obsequia con chu­rros y agua de Amorebieta. Yo soy el encargado de leer los versos, pero como tengo que hacerlos doblando retales de cretona... ya ve usted, no me salen todas las veces.

Por fin tuve que irme sin despachar mi asunto, dejando al joven en busca de un consonante á retal y deseándole que en el juego de prendas de la tertulia próxima le toque decir aquello de «Ese era yo, ó tres veces sí y tres veces no.»

Cuando llegué á mi casa me salió al encuentro la portera diciéndome:

¿Ya ha venido usted por fin?Pues aquí tiene el llavín.

¡María Santísima! ¡hasta la portera!Decididamente, yo me compro un revólver.

** *Jordanowskapukowischarow.¿Ustedes creen que esto es un jeroglífico? Pues no, se­

ñor; este es el nombre de una joven amazona macedonia que capitanea los revolucionarios de su país, según rezan los ilustrados de gran circulación.

Si esta enigmática joven tiene muchos tocayos en su cua­drilla, ó pandilla ó como se llame eso en Macedonia, no cabe duda que tarda un semestre en pasarlos lista.

Jordanowskapukowisharow.Fíjense ustedes; no se puede negar que es una mujer va­

liente y sobre todo de letras.¡Cualquiera la hace un ciento de tarjetas por una peseta!

** *La cuestión de los sombreros de las señoras en el teatro

sigue dando juego; hay quien ha querido seguir mi ejemplo, llevando su lío correspondiente al teatro, para elevarse, y hay empresas que á Dios gracias han tomado la cuestión en serio. ¡Ya era hora!

Hace pocos días presencié una escena cómica que pudo terminar en trajedia.

Capilla del Asilo(Fot.3 de Tapia y Basterra). (Fot.° de Delclaux é Hijo)

Una asilada, casi paralítica, que está en carra desde hace nueve años. (Fot.tt de Tapia y Basterra). (Fot.0 de Delclaux é Hijo).

A la puerta del teatro de los Campos se acerca un joven á una señora que llevaba en la cabeza un «monolito» como el que dicen le van á hacer al carabinero Cordero en el parque de San Francisco.

—¿Tiene usted la bondad—la pregunta—de decirme qué butaca tiene usted?

—¿A usted qué le importa? dice un caballero con voz de sochantre acatarrado.

—Es únicamente para no adquirir la que está detrás.Escuso decir á ustedes que la que se armó fué más

grande que el gorro de la protagonista.Afortunadamente la empresa de la ópera de Arriaga ha

puesto los medios para arreglar el conflicto.Yo deseo que en sus ruegos sean atendidos los jóvenes

de la empresa, é insisto en mi proposición; si logran des­terrar los sombreros del teatro, que les den la cruz de Be­neficencia ó que les hagan algo.

Una vez condecorados, si les va mal el negocio podrán decir: «No nos hemos puesto las botas; pero nos hemos calado el gorro».

*

Para final propongo á nuestro municipio, á quien felicito por haber hecho las paces con la mamá, que adquiera un globo dirigible de los que han adquirido éxito franco en los «últimos estrenos».

Es necesario: primero, para atravesar el puente del Are­nal los días de lluvia, pues con las obras del tranvía, ni con unos zancos de medio kilómetro se puede cruzar sin hun­dirse uno en fango hasta las narices.

Y después para arreglar de paso el reloj de la iglesia de San Nicolás, pues da vergüenza verle desde hace un año apuntar las mismas: las once y media.

Ese reloj se ha empeñado en salirse con la suya, y no cambia de actitud.

Es más testarudo que La Cierva.P. P.

L A S HERM AN ITAS DE LO S P O B R E S n>

La Institución de las Hermanitas de los Pobres fué fun­dada en Saint Servan (Bretaña) durante el invierno de 1839.

Dos fueron los primeros pobres recogidos: un hombre y una mujer. Desde entonces todos los Asilos esparcidos por el mundo han recogido á cerca de 300.000.

La Institución pertenece á las que se llaman Ordenes Hospitalarias, distinguiéndose por su constitución particular. Los asilados no están como los enfermos en el Hospital, sino que forman parte de la familia hospitalaria, de la que se con­vierten en verdaderos miembros.

Las Hermauitas, además de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, comunes á todas las religiosas, hacen el dé hospitalidad, y de esta manera juntan la vida hospita­laria á la vida religiosa, consagrándose al mismo tiempo al servicio de Dios y al de los pobres.

Todos los años, el día 8 de Diciembre, fecha de la Inma­culada Concepción, las Hermanas renuevan sus votos, lla­mados Ordenes menores, pero hasta los nueve años no pro­nuncian los perpetuos. Todo este tiempo de prueba necesi­tan para acreditar su aptitud física y moral, indispensable para una vida tan ruda y difícil como la que les impone su profesión.

Por esto se ha podido decir de ellas que así como los ri­cos encuentran con dificultad buenas criadas, pagándolas muy caras, en sus casas los pobres más pobres están servi­dos con esmero, con amor, como se sirve al mismo Dios.

Y para que aumente lo raro en este fenómeno social, que sólo el sentimiento religioso puede producir, hay que recor­dar que el mínimum de la edad para ser admitido en los es­tablecimientos de las Hermanitas se ha fijado en los sesenta años. A lo cual hay que añadir la condición de pobre. ¡Viejo, pobre y con frecuencia achacoso, en la edad y con las con­diciones en que el ser humano se hace poco menos que in­aguantable para su misma familia, el asilado encuentra allí un amor sin límites, un cariño inalterable, una inagotable pa­ciencia!

Lo que más ha admirado siempre de las Hermanitas es la dulzura con que tratan á sus pobres, no teniendo ni una pa­labra dura para ellos, ni cuando se muestran más exigentes é intratables. Comparando esto con lo que se ve todos los días en la vida social, hay que convenir en que—como decía el P. Papetart—existe en esas mujeres un sentimiento que las hace superiores al común de los mortales. Este senti­miento las lleva á hacer por sus pobres viejos lo que mu­chas veces no logran la voz de la sangre, ni los deberes de familia, ni los mismos mandamientos de la ley de Dios, cuan­do se trata de cristianos menos perfectos.

Porque hay que advertir que á los que se acogen al am­paro de las Hermanitas no se acostumbra á preguntarles á qué culto pertenecen, ni si son ó no incrédulos. Así es que

(1) Del último artículo que antes de su muerte—el año 1901 — escribió el ilustre periodista y literato catalán señor Mañéy Fla- quer.

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La cocina del flslioFot.a de Tapia y Basterra.) (Fot.0 de Delclaux 6 Hijo.)

en algunos establecimientos del extranjero se ven mezclados católicos, protestantes, judíos é incrédulos.

Las Hermanitas proceden de todos los países y pertene­cen á todas las clases sociales. A las postulantes se les pide tan solo piedad, virtud, voluntad, bastante salud y buenos antecedentes de familia. No se les pide ni cuantiosa dote, ni instrucción particular, ni inteligencia excepcional: limítase la exigencia en lo que á lo material concierne, á un modesto ajuar y una corta suma para cubrir sencillamente los gastos de instalación.

Generalmente proceden de clases humildes, pero las hay de familias de la clase media y hasta de la nobleza. Una de las que la Congregación recuerda por su gran celo y pie­dad, fué Sor María, princesa polaca.

Al principio casi todas eran francesas, pero á'medida que se ha ido extendiendo la Orden, las hay italianas, suizas, españolas, portuguesas.

Antes de admitir á las postulantes en el noviciado se las sujeta á una prueba de vocación en alguno de los Asilos de ancianos más inmediatos á su pais. Durante unos meses se enteran personalmente de los deberes y de las ventajas de la vida hospitalaria, y pueden calcular si son aptas para este género de vida. Enteradas ya, entran en uno de los novicia­dos para prepararse, durante dos años, á la vida religiosa y á la de hospitalidad, y allí reciben la enseñanza profesional necesaria para el buen desempeño de los cargos y la inteli­gente asistencia de los ancianos y enfermos. Las que resis­ten el noviciado de nueve años son admitidas á prestar votos perpetuos y entran positivamente en la Congregación.

Cada casa está administrada por una Superiora, llamada Buena Madre, una Asistenta y una Hermana consejera. Grupos de casas constituyen provincias, y cada provincia está administrada por una Buena Madre provincial, auxilia­da por un Consejo. v

La tarea de las Hermanitas es sumamente fatigosa, pues en su Orden no hay legas ni sirvientas. Todas y cada una de ellas lo han de hacer todo. Cuando llegan del mercado y de las fondas, á donde van en busca de las limosnas en espe­cie, ó de subir y bajar escaleras para recoger, hasta en los quintos pisos, limosnas de diez céntimos, en vez de descan­sar les toca barrer, fregar, lavar, planchar, etc., sin desa­tender por eso el cuidado de los ancianos.

Estas son las santas mujeres que vemos por ahí en busca de un pedazo de pan ó de una prenda de ropa para los po­bres. ¿Y habrá quien no se enternezca ante tanta abnegación y tan sublime sacrificio?

J. Mané Flaquer.

Altar de la Purísima durante la solemne Docena que se le dedica en la iglesia Residencia de los Jesuítas.

(Fot.a de Santaló). (Fot.0 de Delclaux é Hijo;

NUESTRA INFORMACIÓN GRÁFICA

£1 Asilo de jíím anitas de los pobresDesde la primera puerta de entrada al Asilo de las Hermani­

tas de los Pobres hasta el edificio en que éstos se albergan, hay un paseíto regular en pendiente poco pronunciada y entre dos murallones: el de la izquierda sirve de muro de contención al te­rreno alto en que está enclavado el benéfico establecimiento; el de la derecha sirve de cierre á propiedades particulares.

Unas escalerillas construidas junto al muro de la izquierda, ( casi al final de la ancha senda encajonada, conducen al bonito > jardín, al cual dá frente el edificio de modesta construcción, con soportales en la planta baja y anchos corredores de galería abier­ta en los otros dos pisos... Esa es la humilde finca en que la Ca­ridad cristiana acoje á los viejecítos de uno y otro sexo que ha­biendo cumplido sesenta años de edad, y habiendo agotado las energías que exige el trabajo á los que de él obtienen los nece­sarios recursos para mantenerse, quedan declarados inútiles pa­ra la lucha por la existencia.

Un cielo cubierto por grandes masas de nubes plomizas que descargaban frecuentemente fuertes aguaceros, y un viento bas­tante frío, nos producían honda sensación de tristeza mientras nos acercábamos al refugio de esos pobres ancianos desvalidos que, seguramente, tuvieron muchos sueños de color de rosa en la época de su juventud y de su edad viril; y pensando en ellos, en el desdén y en el olvido de que eran objeto por parte de las ge­neraciones que ellos vieron nacer, iba en rápido aumento nues­tra tristeza... Nos figurábamos que íbamos á verlos entregados á la melancolía, agobiados por la pena de su presente situación, mostrando en sus palabras toda la amargura de los vencidos que no tienen ya esperanza alguna de revancha, de los desconsola­dos sin consuelo posible, de los condenados á no saborear ya más mientras vivan las dulcísimas ambrosías del cariño ajeno.

¡Y nada de eso que pensábamos era verdad! Apenas entramos en el Asilo, vimos rostros en los que no se reflejaba la más lige­ra nube de tristeza. Las viejecitas en el ala derecha del edificio y los viejecitos en el ala izquierda, mostraban en sus ademanes, en sus miradas, en las palabras que cambiaban, un estado de áni­mo tranquilo, placentero, exento de hondas preocupaciones.

A más de tres y á más de cuatro les vimos sonreír con íntima satisfacción... Al cabo de muy poco tiempo pudimos apreciar la normalidad de una vida en la que seguramente hay tanta tranqui­lidad, y tanto afecto en las relaciones con las Hermanitas que go­biernan la casa y cuidan á sus huéspedes, como en los hogares donde las familias, bien unidas, rinden fervoroso culto á la paz y al cariño.

Nuestra visita á diferentes locales del Asilo, fué confirmando y robusteciendo en nosotros la impresión de que la Caridad hace allí, como en otros benéficos establecimientos, algo más, mucho más que proporcionar buena cama, ropa y abundante alimenta­ción á los desgraciados que necesitan sus auxilios. También les proporciona constantes cuidados, cariñosas atenciones... Pen­sando en los achaques y en las impertinencias de la extrema ve­jez—y allí hay muchos asilados y muchas asiladas que pasan de los setenta años—se puede calcular toda la sublimidad de la mi­sión que realizan esas abnegadas Hermanas que á su cargo tie­nen un pequeño ejército de viejos.

Nosotros vimos en la cama algunas viejecitas, una de las cua­les no puede resistir ya, en pie, el peso de sus noventa y uno ó noventa y dos años. Vimos á otra de bastante menos edad, cuyo rostro coronado de blanquísimos cabellos ofrece constantemente una expresión de dulce alegría, y que, casi paralítica por el reuma, hace ya nueve años que no abandona el lecho. En este número publicamos una fotografía de la pobre inválida cuya ani­mada conversación y cuyos expresivos ojos, nos produjeron impresión muy duradera.

Y en los lechos ocupados durante el día. ó parte del día, re­salta la misma limpieza que en todos los demás que son utiliza­dos por la noche; la misma limpieza que reina en el resto de los locales y en los vestidos de los asilados. Seguramente que habrá muchos que chocheen y á no pocos se les caerá frecuentemente la baba, pero se couoceque se la limpian las Hermanas inmedia­tamente. La pulcritud y la abnegación están allí á la misma ad­mirable altura.

La caritativa Institución, respecto de la cual verán nuestros lectores interesantes datos de carácter general en otro artículo de este número, está en Bilbao representada desde el año 1879. Comenzó aquí su obra en reducidísima esfera de acción, utili­zando las habitaciones de una casa por la que se pagaba muy poco alquiler. El edificio conque hoy cuenta, modesto en su construcción y en su mobiliario, tiene bastante amplitud y en él, aparte de la espaciosa capilla de alto techo, hay un buen come­dor para hombres, otro para mujeres, sala de fumar y tres gran­des dormitorios para los primeros, sala de labores y otros tres dormitorios para las segundas, un amplio Ropero que separa los dormitorios de uno y otro sexo, espaciosa cocina, enfermerías bien acondicionadas y otros locales para las Hermanitas.

Existen actualmente 110 asilados y 120 asiladas, y para aten­der á unos y á otros venticuatro Hermanas bajo la dirección de la Buena Madre Sor Angela de Todos los Santos.

La dirección espiritual está á cargo del bondadoso capellán don Pedro Ocerin.

El Asilo se sostiene con las limosnas que en metálico y en especie recojen las postulantes, con los donativos extraordina­rios y con los de cantidad fija que tienen señalados algunas pia­dosas familias.

La Congregación de San Luis costea anualmente dos abun­dantes y sabrosas comidas, una el día de ese Santo y otra el de Inocentes. Los estudiantes de la Universidad de Deusto hacen también anualmente dos obsequios de esa clase á la vejez deshe­redada de la Fortuna, uno de ellos en época de Pascuas de Navidad.

Para esos ancianitos acogidos por la Caridad que les propor­ciona sustento y cariño, pedimos que aumente la bienhechora obra de protección.

O TR O S G R A B A D O S

Oportunamente dimos cuenta en nuestra edición diaria de un acto solemnísimo realizado muy recientemente con asistencia del señor obispo de la diócesis, en la villa de Elorrio, y en su igle­sia parroquial: la colocación provisional de la urna que contiene las cenizas del Venerable Beato Fray Valentín de Berrio-Ochoa, en la alta hornacina destinada, al efecto, en el magnífico altar-re­licario del cual da una muestra, aunque no completa—pues pare­ce que faltan aun algunos detalles—un grabado que publicamos en este número.

Un dormitorio del Asilo(Fot.a de Tapia y Basterra) (Fot.0 de Delclaux é Ilijo).

El altar es una hermosa y notabilísima obra de arte muy ade­cuada por su estilo á los recuerdos que simboliza. Ha sido cons­truido, con arreglo al proyecto y planos de los distinguidos ar­quitectos señores Smidt y Arrupe, en los talleres de los conoci­dos escultores bilbaínos señores Larrea y Basterra.

Con relación al altar y al Venerable Beato á quien está con­sagrado, se prepara nuevo y grandioso acto solemne para el ve­rano próximo y entonces podremos dar más detalles respecto de esa construcción artística.

La novena dedicada á la Inmaculada Virgen, en la iglesia de la Residencia de los PP. Jesuítas, reviste todos los años, por esta época, extraordinario esplendor.

Una fotografía del altar en que allí es venerada la Purísima, brillantísimamente iluminado, ha sido base del fotograbado que en esta plana pueden ver nuestros lectores.

L A S H ERM AN ITAS D E LO S POBRES

He visto por las calles rodar un cochecillo que arrastra un caballejo. Lo guía un viejecillo de rostro amable, lleno de paz y religión.El coche lleva siempre perfumes de oración.

Van dentro de él dos blancas y virtuosas Hermanas del Asilo de Ancianos, criaturas humanas que ofrendaron las rosas de su alma al Señor, y que á la tierra arrancan los cardos del Dolor.

¡Oh! exquisitas monjitas, corazones de lirio que aliviáis á los viejos del humano martirio del recuerdo punzante de las fechas pasadas...; yo quiero besar vuestras manos amarfiladas!

Yo he visto el suave Asilo, donde como en estufa, se conservan las flores humanas ya marchitas..'.Ellas fueron actrices en la comedia bufa de la vida, y quemaron sus esencias benditas.

Venerables ancianos, vuestras frentes añosas conocen las caricias de esas manos virtuosas que humildemente piden, por vosotros, el pan que unas manos les niegan y otras manos les dan.

Padre Dios que cobijas bajo tu manto real el Asilo tranquilo donde el cansancio sueña, derrama tu piedad y á los pobres enseña que el agradecimiento es un sol inmortal.

Amad á las Hermanas, ancianitos. La vida la sabéis de memoria, y á nada os convida; preparad vuestras almas al asombro y... orad: ¡...Cuando libres del cuerpo descubráis la verdad!...

A n g e l d e U g a r t e -R e v e n g a .Noviembre de 1907.

Altar relicario, inaugurado en la iglesia parroquial de Gorrio y al que ha sido trasladada la urna que contiene las cenizas

del Beato Fray Valentín de Berrio-Ochoa.'Fot.a de Santaló). (Fot.0 de Delclaux é Hijo)

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Grupo de asilados(Fot.a de Tapia y Basterra).

6b APAR ATO J1T1XT0 06 SAATO S DOm ORT

Como es sabido, el osado areouauta cuyo nombre va unido á todos los progresos modernos y á todos los estudios de la aereos- tación, construyó en su casa de Neuilly (Francia) un curioso apa­rato para resolver las condiciones de estabilidad de un aeroplano.

Dicho aparato es más pesado que el aire y va amarrado á un globo fusiforme, de unos cien metros de cubicación, destinado á elevar por su fuerza ascensional, algo más de la mitad del peso del aeroplano ó motor que Mr. Santos Dumont está experimen­tando desde hace algún tiempo.

Mas como el desplazamiento del aire provocado por el pro­pulsor fué causa de una falsa maniobra, determinando un movi­miento bascular, al chocar el cuadro contra tierra desgarróse la envoltura de seda que cubre el globo y la rotura de una paleta dió lugar á que los ensayos tuvieran que interrumpirse.

El grabado que antecede á estas líneas representa á Santos Dumont, reparando las averías á que antes nos hemos referido.

Diciembre es el mes de los niños... y el de los viejos.Es decir: es el mes de las almas puras y de las que se han

cansado ya de las impurezas de la vida.Todos los cuidados de una madre cristiana se los lleva en este

mes el niño, que en él celebra las dos grandes fiestas de Diciem­bre: la Concepción y la Navidad.

Toda nuestra atención la roba el anciano con sus relatos en las interminables veladas del mes de los fríos.

La niñez y la ancianidad, hé ahí los dos héroes de Diciembre; la una, por lo que ignora y por lo que hay que enseñarle; la otra, por lo qne sabe y por lo qne de ella debe aprenderse.

Las fiestas de la Concepción y de la Navidad son las fiestas de la inocencia y del candor; por eso son las fiestas de los niños.

Los rigores de la estación y la enfadosa duración de las no­ches nos congregan junto al encendido hogar, y allí levanta su cátedra el anciano. Desempeña un magisterio, cuyos títulos son las canas y las arrugas, los signos del desengaño y del sufri­miento.

Nada de esto causa extrañeza. Lo estrañoj’y singular es que á esos dos héroes no los encontraréis allí nunca separados, sino los dos juntos.

Siempre veréis el cuerpecito todavía débil del niño descan­sando sobre los ya débiles muslos del anciano.

¿Es que esas dos heroicidades opuestas se juntan en lo que tienen de común, la debilidad?

Los aficionados á hacer filosofía sobre las cosas de la vida, han comparado al niño con la hiedra de verdes hojas y de tier­nos tallos; al viejo, con el árbol de añoso tronco y de ramas se­cas.

Con esto han demostrado que son más poetas que filósofos.La filosofía no podrá explicar nunca, á no ser que lo pregun­

te al niño y al viejo, por qué cuando se encuentran ambos, ins­tintivamente se abrazan.

El viejo que no gusta de los niños, no es un viejo; es un muerto.

El niño que no gusta de los viejos, no es un niño; es un hom­bre.

—¿Por qué os gustan tanto los niños?—le preguntaba á un anciano.

—Porque ellos son la vida que empieza, y nosotros somos la vida que se acaba;

Y aunque es muy amargo, muy triste el vivir.¡Ay! gusta la vida, da miedo morir!

—¿Entonces—insistí yo—también á la vida le gustará la muerte; porque también los niños buscan á los viejos!

—No;—y tornando en risueño su rostro mustio—verás—me dijo, recitándome aquella bellísima estrofa de un poeta premiado en Juegos Florales:

Verás... ¡Yo soy lo mismo que aquel romero triste del alto de la sierra... que aquel romero triste de pálidos verdores

y de áspera corteza, que, desmedrado y seco

de flores, todavía, se viste en primavera, y todavía ofrece su néctar delicado,

que buscan las abejas.¿Habrá adivinado la poesía—me dije á mí mismo—lo que la

filosofía quizá no descubra nunca?La época de los fríos es la primavera del niño y del viejo.Al calor del sol, en la primera, los campos se cubren de flo­

res, y embalsaman el aire con sus múltiples aromas.Al calor de las fiestas de Diciembre, la niñez entreabre sus

flores, y embalsama el hogar con el aroma de su candor.Al calor del fuego atizado en la chimenea, la vejez se reani­

ma, y abre sus flores: las flores de los recuerdos, las flores de las ruinas; únicas que enriquecen el hogar con los frutos de la prudencia.

Las flores de la niñez nacen y crecen en el invernadero de la inocencia. Las flores de la ancianidad están abiertas á todos los frios y tempestades de la vida.

Unas y otras son flores de invierno.T a s s o .

4

El jardinero ̂ el conductor del cochecito que recoje las limosnas en especie para el tlsilo.

(Fot.a de Tapia y Basterra). (Fot.° de Delclaux é Hijo)-

Grupo de asiladas(Fot.0 de Delclaux é Hijo).

La infantería española

Capitán Arcabucero Soldado(Tercios de Flandcs) (Antiguos tercios) (en 1808)

La festividad de la Purísima Concepción, excelsa patrona del arma de Infantería, trae á la mente de cuantos pertenecieron á dicha arma, las glorias que la enaltecieron y el importante papel que desempeñó la española cuando bajo el mando del Gran Ca­pitán Gonzalo de Córdoba, daba á su rey envidiados territorios y fama inmortal á sus armas vencedoras.

La infantería fué siempre, y principalmente en Europa, el núcleo principal de los ejércitos. La historia nos demuestra que al esfuerzo y valor de los infantes debieron las naciones con­quistadoras su predominio.

La infantería española, siguiendo el modelo de las tropas suizas, se organizó en compañías de 200 á 300 hombres, en los primeros años del siglo XVI. Los soldados que las componíau no eran aventureros como en otras naciones; reclutábanse por ban­deras establecidas á cuenta de los capitanes ó por levas gene­rales.

En 1505, á la unión de 20 compañías se la llamó «coronelía» y en 1534 substituyó á tal nombre el de «tercio», formado éste por doce compañías armadas unas con picas y otras con arca­buces. Cada compañía se componía de un capitán, un alférez, un sargento, un furriel, un tambor, un pífano, un capellán, diez cabos y 240 soldados.

El tercio lo mandaba un Maestre de Campo, ayudado de un sargento mayor encargado de la parte económica y de la ins­trucción táctica. Había también un tambor general, un médico y un cirujano.

Las campañas de Flandes dieron á estos tercios universal renombre. No sólo demostraron los individuos alistados en ellas un valor y una resistencia que se han hecho legendarios, sino que en la Historia de la Infantería, como arma de combate, seña­lan una época gloriosa.

Desde entonces continuas innovaciones se efectuaron en este arma. Al arcabuz sucedió el mosquete, y las picas, que algunos infantes manejaban, fueron disminuyendo cada vez más. En 1670, cuando empezó á usarse la bayoneta, desaparecieron del todo los piqueros.

Con la revolución francesa se modificaron las condiciones de la Infantería en la mayoría de las naciones. La eficacia de este arma creció considerablemente cuando se introdujeron los fusi­les cargados por la recámara. Desde entonces, puede decirse, que la Infantería ocupa en los combates el primer puesto, siendo el arma principal de los ejércitos. Reúne, además, la circunstan­cia de que su instrución es rápida y sencilla, ecouómico y fácil su sostenimiento y se adapta á toda clase de formaciones y terre- nos.

La moderna organización de la Infantería tiene por unidad de combate la compañía y unidad táctica el batallón; componiéndo­se el arma de 61 regimientos ne linea de dos batallones; 22 ba­tallones de cazadores; 68 cuadros de reclutamiento; 68 regimien­tos de reserva; 58 terceros batallones y 70 batallañes de depósi­to de cazadores.

Page 4: E L N E R V I O N J»

EL N E R V I O N

MESA REVUELTAF lo res cam pestres

Un cariño sin constancia, es un árbol sin raíces: el menor viento le abate aunque parezca muy firme.

El pudor es una prenda tan preciada en las mujeres, que los hombres no aman nunca á las que no la poseen.

Aunque la vida detesto, la soporto resignado;¡sólo tú, madre querida, puedes hacer tal milagro!

A q u il e s N e r ó n .

C o ñ a c “ B a r b i e r „Enferm edades del estóm ago.— E. Saenz Alonso,

especialista.—Berástegui, 3, 2.°.—Consulta de 10 á 1.

Dos amigas que no se habían visto en mucho tiempo, se en­cuentran en la calle.

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lidad. Así, pues, voy á recetar inmediatamente un calmante.—¿Y cuándo habrá que dárselo?—¿A él? No, señora, si el calmante es para usted.

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El hombre es pájaro incauto, mucho pico y poco seso, y la mujer es el gato, siempre á desplumarle atento.Por eso yo en este]mundo por única ciencia tengo dejar que el gato se arrime y emprender la fuga luego.»Al buen Adán de la Parra esto escribía Quevedo; . pero, al mes, del matrimonio estaba en las redes preso.Lo cual, en mis cortas luces, decir quiere, á lo que entiendo, que, si el predicar es fácil, nunca lo fué dar ejemplo.

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En una tertulia.—El domingo vi que su primo de usted iba por la calle en za­

patillas. ¿Tiene malos los piés?—No, señor. Es una precaución que toma desde que es con­

cejal.—¿Para qué?—Para que se vea que no se ha puesto las botas.

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— ¡Pero hombre!... ¿Con que su hermano de usted ha en­viudado por cuarta vez, antes de los cuarenta y cinco años de edad?

— ¡Que quiere usted amigo mío! ¡Cuestión de suerte! ¡Yo ten­go dos años más que él y todavía vive mi primera esposa.

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Periquito es todo un personaje de tres años.Va á salir á la calle, y su mamá le pone guantes de cabritilla,

no sin gran trabajo.De pronto Periquito se echa á llorar y levanta los brazos al

cielo con trágica desesperación.

En uu salón:Dos de los concurrentes hablan de la señora de la casa, par­

lanchína incorregible, que ár nadie deja meter baza en la conver­sación.

—Es guapa?—Sí; la nariz es muy correcta.....pero los ojos no dicen nada.—Y la boca? .—Ah! La boca es una lástima que no haga lo mismo que los

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