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Informe especial en memoria de Catalina F. Padilla (1932-2009) E� �� C

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Informe especial en memoria de

Catalina F. Padilla(1932-2009)

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El 21 de noviembre de 2009 Catalina Ruth Feser Padilla

(Caty, como la llamaban sus amigos) pasó a mejor vida, en paz y repentinamente, en su hogar en Buenos Aires. Esposa fiel y abnegada madre, ejerció una marcada influencia en generaciones de cristianos en la Argentina y mucho más allá por medio de su enseñanza bíblica y su vida de humilde discípula de Cristo. Dejó en duelo a sus deudos: su esposo (René Padilla), sus hijas (Ruth, Sara, Elisa y Margarita), su hijo (Daniel), sus yernos (James

Palabras de su hija mayor

Encontró el sen�do de la vida en el amor a Dios y al prójimo

por Ruth Padilla DeBorst

Ejerció una marcada influencia en generaciones de mujeres y hombres en Argentina y América Latina por medio de su enseñanza de la Biblia y su vida de humilde discípula de Cristo, no sólo en instituciones teológicas sino también en grupos en el hogar y en la iglesia, en barrios pobres y en conferencias y campamentos de estudiantes universitarios en varios países del continente.

Caty en brazos de sus padres, Emma McCardell y Walter Feser

Padilla DeBorst, Mauricio Chenlo, Esteban Shannon y Marcelo Pérez), su nuera (Laura Strier), sus veinte nietos (Cristina, Maya, Andrés, Anton, Keila, Jonathan, Ariana, Micah, Maria Isabel, Luana, Abel, Nicolás, Natalia, Alina, Maira, Iván, Carola, Lucia, Matías y Franco) y muchas personas que la amaban como madre y modelo de amor cristiano.

«Caty me enseñó dos cosas —afirmó Roberto en la celebración litúrgica de gratitud y despedida—. ¡Me enseñó a respetar a las mujeres y a comer brotes de soja!». Gracias a la sorprendente combinación de fe, amor entrañable, convicción y sentido común, la enseñanza y el impacto ejemplar de Caty abarcaron una gama muy amplia de campos: desde la hermenéutica bíblica a las comidas económicas y nutritivas, desde las prioridades para la familia hasta el griego del Nuevo Testamento y los métodos de estudio bíblico, desde la ejecución musical en piano hasta la predicación y las publicaciones.

¿Quién hubiera creído que Caty —que nació en Filadelfia, Estados Unidos, el 5 de noviembre de 1932, que perdió a su madre antes de cumplir seis años de edad y que creció en Coatesville, Pennsylvania, hasta ingresar a Wheaton College (institución de la cual se recibió con un B.A. en 1954 y un M.A. en 1962)— pasaría el resto de su vida en América

Latina y sería recordada con tanto cariño por mujeres y hombres en todo el continente y alrededor del mundo?

Su compromiso de servir en América Latina se formalizó cuando Caty aceptó casarse con Carlos René Padilla, en aquel entonces miembro del equipo de trabajo de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE), con quien había hecho amistad y había servido en la Facultad de Posgrado de Wheaton College. Su peregrinaje se inició en Colombia y continuó en Ecuador, Inglaterra y Perú, antes de llegar al capítulo más largo en Buenos Aires, Argentina, donde nacieron los dos últimos de los cinco vástagos que tuvo.

Su relación conyugal con su esposo por casi 49 años tomó varias formas: preparación de valijas y

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Caty (derecha) con Martha, su hermana menor

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provisión de transporte hacia el aeropuerto ante sus frecuentes viajes; lectura de borradores y comentarios sobre sus escritos; debates con él sobre la traducción de términos bíblicos en griego, la resistencia a una dictadura militar en tiempos de limitación económica, la participación conjunta en la crianza de las hijas y el hijo y en el ministerio en la iglesia (Iglesia Evangélica Bautista de La Lucila) y en la CIEE, en la Fraternidad Teológica Latinoamericana, en la Comunidad Kairós y en la Misión Latinoamericana.

Caty cumplió el rol de madre no sólo con sus hijas e hijo biológicos, y su humilde hospitalidad no se extendió exclusivamente al huésped ocasional. Abrió su co-razón y su hogar para ofrecer cama y comida, consejo y comodidad a personas necesitadas, jóvenes e incluso familias enteras, a veces por varios meses. Fuera del hogar, con energía admirable, se ocupó de llevar alimentos a centros maternales para niños pobres, como también de servir a mujeres ciegas y acompañar a habitantes de villas miseria y a drogadictos.

Como profunda conocedora del Nuevo Testamento y profesora de griego, Caty ejerció su influencia en generaciones de estudiantes del Instituto Bíblico Buenos Aires y del Seminario Evangélico Interdenominacional de Teología. Sin embargo, su enseñanza no

se limitó a lo formal: disfrutaba el estudio bíblico en grupos —especialmente para mujeres— en el hogar y en la iglesia, como también en barrios pobres y en conferencias y campamentos de estudiantes universitarios en varios países del continente. Su ministerio de enseñanza bíblica continúa a lo largo y ancho de América Latina por medio del manual de su autoría, La Palabra de Dios para el pueblo de Dios, publicado por Ediciones Kairós, cuya segunda edición está por aparecer próximamente. Lo mismo sucede con sus artículos, capítulos de libros y mensajes impresos, que con frecuencia enfocan el tema de la relación entre el mundo y la iglesia y el del papel de los hombres y las mujeres como portadores de la imagen de Dios en el mismo nivel en el reino de Dios, algo que ella vivía confiadamente e inspiraba en sus hijas, en su hijo y en generaciones de mujeres y hombres en América Latina. Sus comentarios sobre las cartas del apóstol Pablo a los Tesalonicenses formarán parte del Comentario Bíblico Contemporáneo, en preparación para publicarse en 2012.

Como cofundadora de la Fundación Kairós, no sólo fue miembro de la comisión directiva por más años que cualquier otro (1989-2009), sino que también contribuyó a varios de los ministerios de Kairós. Sirvió como

decana del Centro de Estudios Teológicos Interdisciplinarios (CETI), dedicando innumerables horas a la composición gráfica, la administración, la enseñanza y el monitoreo en relación con dicho Centro. Nada se le escapaba a su ojo de lince al editar muchos de los manuscritos publicados por Ediciones Kairós en castellano e inglés. En el Centro Kairós de Discipulado y Misión ayudó a organizar y enseñar en el Programa de Enriquecimiento Matrimonial (PEM), que con el tiempo dio como resultado el nacimiento de Eirene Argentina, un ministerio dedicado al fortalecimiento de las relaciones familiares. Detrás de bastidores, Caty ofrecía servicios de chofer, sus oídos atentos y su sabio consejo a los miembros del equipo

El ministerio de enseñanza de la Biblia de Catalina F. Padilla continúa a lo largo y ancho de América Latina por medio del manual de su autoría, La Palabra de Dios para el pueblo de Dios, publicado por Ediciones Kairós, cuya segunda edición está por aparecer próximamente.

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Poesía de un nieto

ChauLa sangre y el valor

no son paralelas como la humildad y el amor lo son.

Pero la abuela era humildemente valerosa y amaba con todo el corazón.

La amo,la extraño,

con toda la razón.

Y así lo hacentodos los demás en esta ocasión.

Digo chau,Mamá,Esposa, Abuela,Minny, Ama,

Granmummy. Digo, chau, con todo corazón.

Pero nos veremosalgún día de estos

contra toda contradicción,Donde el amor de todos nosotros

no se le compara con el del gran jefón.

Entonces todos te decimos chau, y con ternura, respeto y tristeza

te vas a dormir por un rato.

A descansar…

Con amor.Jonathan Eldrenkamp Padilla DeBorst

del Centro Kairós, tanto a las encargadas de la cocina como a los diseñadores gráficos, tanto a los coordinadores de los varios departamentos de la Fundación como a los miembros de la comisión directiva.

En síntesis, el legado de Caty es de una mujer que encontró el sentido de la vida en el amor a Dios y al prójimo, en tierras alejadas de la suya, en culturas diferentes de la que la formó en su niñez y adolescencia, y en un idioma que aprendió en edad adulta. Era tan consciente del amor de Dios y estaba tan agradecida por él que diariamente seguía a Jesús como fiel discípula suya y ponía sus excepcionales dones recibidos del Espíritu en un servicio humilde a los demás, especialmente a las personas más vulnerables que la rodeaban, ¡Que su memoria ayude a otros a encontrar ese sentido de la vida!

¡Gracias, Catalina, por alentarme!No tuve el privilegio de conocer personalmente a la señora Catalina de Padilla, pero pude apreciar algo de su dulzura y amabilidad. Hace como cinco años atrás decidí emprender el estudio de Licenciatura en Estudios Teológicos Interdisciplinarios en CETI. Cuando envié un e-mail expresando mis dudas acerca de mis posibilidades, puesto que soy madre y tengo cinco hijos que en ese momento eran más pequeños, ella me escribió unas alentadoras palabras diciendo que seguro podría, ya que ella había podido hacer mucho con sus cinco hijos. Me es�muló de tal manera que decidí comenzar y ahora veo coronados mis esfuerzos al concluir. ¡Gracias, Catalina, por alentarme! ¡Sus palabras hicieron la diferencia! Quiera Dios levantar muchas mujeres como ella.

Evangelina Sánchez de AlonsoMendoza, Argen�na

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Ruth Padilla DeBorst y su esposo Jaime, rodeados de sus hijos: Maya, Jonathan, Natalia, Maria Isabel, Luana y Anton.

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Palabras de su esposo en la celebración litúrgica del 22 de noviembre de 2009

Dios me la dio, Dios me la quitó. ¡Bendito sea el nombre de Dios!

por C. René Padilla

Todos ustedes saben que hay momentos en que no hay

palabras para expresar todo lo que uno está viviendo o sintiendo. Éste es para mí uno de esos momentos.

Cuando yo le propuse matrimo-nio a Caty, yo sabía que si ella me daba el sí, ése sería un don de Dios. Éramos compañeros de estudios en la Facultad de Posgrado de Wheaton College, y ya se acercaba el fin del año lectivo 1957-1958. Ella estaba por comenzar su tarea pastoral como obrera de InterVarsity Christian Fellowship (el movimiento estadounidense afiliado a la Comunidad In-ternacional de Estudiantes Evan-gélicos, CIEE) en los Estados de Nebraska y South Dakota, y yo ya había aceptado trabajar con la CIEE en América Latina a partir de julio de 1959. Éramos buenos amigos; jamás habíamos hablado de noviazgo.

Sin embargo, ante la inminencia de su partida de la universidad, decidí delante de Dios proponerle matrimonio a condición de que si aceptaba mi propuesta no sólo se casaría conmigo sino también con América Latina. Su respuesta en ese momento fue (¡puesto que ni siquiera conocía América Latina!) que no podía aceptar mi propuesta. Le prometí esperar el tiempo que fuera necesario para que su

respuesta no fuera improvisada sino meditada cuidadosamente, y ella aceptó pensar y orar sobre el tema. Tuve que esperar por dos años, hasta mediados de 1960, para recibir su asentimiento a mi propuesta. Cuando después de esa larga espera me dio el sí, yo lo recibí como un hermoso e inmerecido don de Dios. Ahora que ella ha pasado a la presencia de Dios, sólo me queda aceptar, en medio de mi profundo sufrimiento, que también en esto Dios está cumpliendo su propósito de amor.

Ayer, sábado 21 de noviembre, mientras yo estaba en casa de mi

hija Ruth y su familia en Costa Rica, recibí por teléfono la noticia del fallecimiento de Caty. Ustedes pueden imaginar lo difícil que fue para mí aceptar que mi esposa había fallecido hacía apenas un momento. En ese instante vinieron a mi mente las palabras que Job pronunció cuando perdió a todos sus hijos y a todas sus hijas: “El Señor ha dado, el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” (Job 1:21b). Eso es lo que quiero decir esta noche. Caty fue la compañera ideal que Dios, en su gracia, me concedió. Al perderla tan repentinamente, sólo me

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queda confiar que el mismo autor de la vida que me la dio ahora me la quita.

Esto no significa, de ningún modo, que yo entienda por qué la promoción de Caty a mejor vida tenía que suceder justamente ahora. Pocos días antes de mi viaje a Costa Rica la llevé a la médica gerontóloga que estaba atendiéndola. Le presentamos los

resultados de los últimos análisis de laboratorio, la examinó y nos dijo: «¡La veo muy bien! Todos los resultados son muy positivos». Caty y yo salimos contentos, animados por el diagnóstico de la doctora. Al emprender el viaje a Costa Rica el martes de la semana pasada la dejé en buen estado de salud. Anteayer por la noche hablamos brevemente por Skype, y me dijo que se sentía bien, sin

ningún problema. A pesar de todo esto, ayer falleció de un paro cardiorespiratorio. Desde el punto de vista médico, no entiendo el porqué. Menos aún lo entiendo desde el punto de vista del propósito de Dios. Sólo me queda confiar en que Dios sabe lo que está haciendo y pedirle que él me conceda su gracia para poder decir sinceramente: «El Señor ha dado, el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!».

Yo conviví con Caty por casi cincuenta años. Estábamos comenzando a hacer planes para celebrar las bodas de oro el 15 de enero de 2011, y a los dos nos entusiasmaba la idea de esa celebración. ¡No llegamos! Pero de esto estoy seguro: al permitir que ella pasara a su presencia, Dios tenía un propósito de amor

para ella, para sus deudos y para

todos los que la amamos y sentimos su ausencia. El Señor nos la dio, el Señor nos la quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!

Caty nos deja un rico legado. Se lo deja a sus hijas, a su hijo, a sus nietas y nietos, y a muchísima gente, especialmente en América Latina, su patria adoptiva. ¿Cuál es ese legado?

Aquí yo podría mencionar algo de lo mucho que ella hizo junto conmigo en relación con el ministerio estudiantil y profesional, su papel como esposa y madre, su práctica docente, sus escritos (incluyendo su manual sobre estudio bíblico —La palabra de Dios para el pueblo de Dios— y sus comentarios sobre 1 y 2 Tesalonicenses que formarán parte del Comentario Bíblico Contemporáneo), su efi-ciente trabajo como correctora y editora en el mundo de las publicaciones, su aporte como miembro de la comisión directiva de la Fundación Kairós desde su origen, su colaboración como diaconisa y predicadora en su iglesia local, su ministerio pastoral, especialmente con mujeres, su ayuda práctica a personas y familias de los sectores pobres de la población. Sin embargo, lo que quiero destacar sobre todo es su compromiso con Jesucristo y con

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Caty y René bailando una danza �pica la�noamericana en el Centro Kairós

Gestos de ternura y cariñoDurante los dos años que Caty y René me recibieron en su casa me di cuenta que eran dos hermosos, viejitos, jóvenes, enamorados...

Fueron dos años de trabajo intenso en la administración de Kairós. Viajaba todas las semanas desde Córdoba y cada jueves llegaba bastante cansado a Pacheco. Pero cuando entraba a ese hogar, allí estaba Caty, esperándome con un café calen�to y algo rico para comer. Sus primeras preguntas era, ¿cómo está Silvia y tus hijos Felipe y Luz?

Digo que eran y son dos hermosos porque reflejaban el gozo de ser hijos de Dios. Viejitos, por su edad biológica, pero jóvenes en Espíritu y en ganas de trabajar. Y enamorados, porque la música estaba siempre en ese hogar, porque los gestos de ternura y cariño que ellos se brindaban, inspiraban en mí un deseo ferviente de volver a Córdoba y estar nuevamente con mi esposa. Así, de manera muy simple, me predicaron con el ejemplo la misión integral.

Marcelo López Córdoba, Argen�na

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Caty nos deja un rico legado. Se lo deja a sus hijas, a su hijo, a sus yernos, a su nuera, a sus nietas

y nietos, y a muchísima gente, especialmente en América Latina, su patria adoptiva: nos mostró

con su estilo de vida lo que significa el amor a Dios que se traduce en servicio al prójimo.

¡Qué manera de darse a sí misma, generosamente!

aquello que constituye la esencia del discipulado cristiano: el amor a Dios que se traduce en servicio al prójimo.

Cuando a Jesús se le preguntó cuál es el mandamiento más importante de la ley, él dijo: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente» y «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Para mí el legado de Caty está en estrecha relación con ese doble mandamiento: ella nos mostró con su estilo de vida lo que significa amar a Dios de todo corazón y amar al prójimo como a uno mismo.

Los que conocieron bien a Caty saben que no exagero cuando digo que era difícil entender de dónde sacaba tanta energía para hacer todo lo que hacía. ¡Era incansable! Pero mucho de lo que hacía inspirada por su amor a Dios tenía que ver con eso de amar al prójimo como a uno mismo. ¡Qué manera de darse a sí misma, generosamente! Quienes estamos comprometidos con Jesucristo sabemos que eso es lo que da sentido a la vida. En un momento dado Jesucristo dijo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero si muere da mucho fruto. A mí se me ocurre que en la medida en que aprendemos que la vida no es para tratar de explotarla en beneficio propio, en la medida en que sabemos lo que significa

poner la vida a disposición de Dios y del prójimo, en esa medida disfrutamos de la vida plenamente y encontramos su sentido. Caty encontró el verdadero sentido de la vida. No hablaba mucho del amor: lo practicaba. Lo practicaba especialmente con gente en situaciones vulnerables.

Yo no quiero idealizar a Caty. La conocí bastante bien y sé que, como todos nosotros, estaba hecha de barro humano. Así como puedo ponderar sus virtudes podría también hablar de sus defectos. Por ejemplo, su perfeccionismo en todo. Recuerdo la primera vez que publicamos un libro con el sello de Ediciones Kairós. Como ella tenía un ojo de lince para encontrar los errores de redacción, ortografía o tipografía, lo primero que vio fue algunos errores, y me dijo:—¡Si vamos a publicar así, mejor no publiquemos!—Caty —le respondí—, ¿puedes mostrarme un libro que no tenga errores?

—Esa no es una buena excusa —me dijo—. Si vamos a publicar, tenemos que hacer un mejor trabajo.

Podría contarles muchas anéc-dotas que apuntan en la misma dirección. Se exigía mucho a sí misma y a veces esperaba que los demás se exigieran tanto como ella. ¿Virtud? Tal vez, pero también puede ser un problema. De lo que estoy seguro es de que, con todas sus virtudes y todos sus defectos, por la gracia y el poder de Dios Caty supo ilustrar con su vida lo que significa ser una verdadera discípula de Cristo.

Para mí Caty fue el mejor don que Dios podía darme. Dios me la dio, Dios me la quitó. ¡Bendito sea el nombre de Dios! Por supuesto, su ausencia requiere adaptaciones. Tenemos que elaborar el duelo y aprender a vivir sin ella, no sólo yo sino toda la familia y los amigos cercanos. Pero la mejor manera de honrar su memoria es tomar en serio el rico legado que nos dejó.

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Caty y René compartiendo el ministerio en una reunión de la

Fraternidad Teológica Latinoamericana

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Poesía de una nieta

En las puertas del Paraíso

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El día amaneció lluvioso,triste, gris y feo,

como si supiera que hoy era el díaen que ella se iba para siempre.

En paz su cuerpo murió, en paz Dios se la llevó,

dejando atrás una sombra,una flor y un amor.

«Se la llevan a nuestra abuela»susurra el viento.

«Se la llevan para siempre»lamentan las margaritas.

Y todos lloran con sus almaspor el alma de la abuela.

Todos fueron alguien en su vida:hijos, nietos, esposo, hermana,

amigo, suegro, cuñado, conocido, desconocido o muerto.

Y todos lamentan su pérdida mientras esperan su nueva vida.

Todos pierden algo en la vida,todo tiene algún fin indefinido.

Pero detrás de ese finnace un nuevo comienzo

de vida y esperanza,de alegría y buenos momentos,

un comienzo más lindoque todo lo que hemos vivido.

En ese comienzo veremos todo lo perdido,

en ese lugar veremos todo lo aprendido,

en ese lugar tan deseadoella estará de nuevo

sonriéndonos alegremente en las puertas del Paraíso.

Nietos: Alina Pérez Padilla en el centro con sus hermanas Carola y Lucia y su hermano Franco (hijos de Margarita Padilla y Marcelo Pérez)

Nietos: Keila, Micah, Abel y Maira (hijos de Elisa Padilla y Esteban Shannon) con sus primos Nicolás, Iván y Matías

(hijos de Daniel Padilla y Laura Strier)

Nietos: Cristina, Andrés y Ariana (hijos de Sara Padilla y Mauricio Chenlo)

Alina Pérez Padilla

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Palabras de su tercera hija

Ojalá pudiera darte otro abrazo y decirte cuánto, cuánto te quiero

por Elisa Padilla

Recuerdo cuando era chica estar de noche en mi cama

y sumergirme lo más profundo llorando desconsoladamente ante la idea de la muerte de mi mami. Ya de adolescente aprendí en mis clases de psicología evolutiva que hay una etapa en la vida de un niño en que toma conciencia de la finitud de sus seres queridos y vive ese período con mucha angustia. Hoy, mi dolor temido, mi dolor angustiado, se ha hecho realidad. Y lloro desconsoladamente, como de niña, porque mi mami se ha muerto de verdad.

Recuerdo con placer el calor de su cuerpo al meterme en su

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lado de la cama y dormir juntito a ella los sábados por la mañana, para bajar luego a desayunar sus panqueques calientes. Su incansable despertarnos a las seis de la mañana para ir al colegio, sus lecturas en voz alta de Las crónicas de Narnia, Madeleine L’Engle y El señor de los anillos, hasta que su garganta se irritaba. Sus piezas tocadas en el piano mientras marchábamos alrededor de la mesa o yo la acompañaba en el violín. Sus comidas simples, baratas y nutritivas (yo odiaba tanto el hígado que, apenas sentía su olor al llegar a casa, ponía cara de mufa). Las sesiones de planchado mientras

leíamos en voz alta en inglés. Sus corridas en la citroneta para llevar comida al jardín maternal, o hacer una compra comunitaria, o llevar y buscar incansablemente al viejo al aeropuerto por sus múltiples viajes al exterior, o a cualquier otra persona que necesitara un remise. Sus estudios bíblicos en casa con el grupo de mujeres de la iglesia. Sus visitas al hogar de ciegas de la calle Melo. La mesa extendida para 13 ó 15 los domingos al mediodía; los licuados de banana después del culto de la noche.

Ya de grande, su pregunta clave: «¿Es Esteban el hombre que deseás como padre de tus hijos?».

Típica casita mediterránea y cuadrada de los años treinta, tus nuevos dueños te compraron en 1967 cuando llegaron a Buenos Aires con sus tres hijitas para instalarse de por vida. Le añadieron una planta y muchas habitaciones para albergar a dos hijos más, a los amigos de los hijos, a jóvenes que necesitaban un lugar para vivir, a amigos del movimiento estudiantil de todo el continente y a familias en etapas de transición.

Y por ahí, en un rincón alejado, una oficina forrada en libros y gestando sueños de misión integral que algún

Residencia estudian�l femenina

«El Hogar de Caty»

día se plasmarían en la revista Certeza, en la Fraternidad Teológica Latinoamericana, en Lausana I, en la Fundación Kairós, en programas de estudio como el CETI, en la revista Iglesia y Misión y en libros que llegarían a los rincones más insólitos del continente latinoamericano.

Pero, aparte del Dios creador, ¿quién fue la base sólida de estos sueños? ¿Quién fue la practicante incansable de la utopía? ¿Quién preparaba la mesa para diez o quince? ¿Quién ponía atento su oído a los dramas de usuarios de drogas,

alcohólicos, extranjeros, estudiantes o matrimonios? ¿Quién esperaba al cansado con un pancito caliente o una porción de “torta pulmón”?

Caty fue la que hizo de la casa en Caseros 1275, Florida, un lugar de descanso y calidez, de familia abierta y de apoyo al necesitado.

Al cumplirse ocho meses de su fallecimiento, la Fundación Kairós vuelve a abrir la casa, esta vez en la forma de una residencia estudiantil femenina. Rogamos que el Espíritu de Cristo, y también el de Caty, inspiren este nuevo espacio de convivencia.

Las estudiantes interesadas en alojarse en El Hogar de Caty puden solicitar información a [email protected]

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No hablaba mucho, pero decía mucho con sus accionesCaty fue la mujer virtuosa que siempre vino a mi mente cuando leía los Proverbios. La conocí en las aulas como mi maestra, en el lugar de trabajo como compañera de labores, como esposa atendiendo y esperando a René de sus con�nuos viajes, como madre y abuela celebrando la llegada de sus hijos y nietos, pero sobre todo la conocí como ser humano, hospitalaria, dadivosa, preocupada por los demás, atenta con todos, sin hacer diferencias entre personalidades importantes que llegaban a visitar su casa y personas que no tenían ningún �tulo ni fama, haciéndolas sen�r a todas bienvenidas y apreciadas; ella siempre fue sencilla, trabajadora, prudente para expresar sus opiniones. No hablaba mucho, pero decía mucho con sus acciones. Somos muchos los que hemos quedado impactados por su inesperada par�da porque la queríamos y la admirábamos; sabemos que no alcanzan las palabras para dar consuelo a la familia por su pérdida �sica, pero con�o y oro para que el Señor, nuestro Consolador, restaure y repare el dolor que sienten y les devuelva la alegría cuando la recuerden por todo lo que significó para ellos y para todos nosotros. La voy a extrañar a nuestra Caty. Ahora estoy a muchas millas de distancia pero ella siempre ha estado muy cerca de mi corazón.

Gladys AmadorMiami, Estados Unidos

Su apoyo incondicional cuando con Esteban decidimos ir a vivir a Villa Hidalgo. Su colaboración constante y arriesgada al ir sábado tras sábado al barrio a cuidar de nuestros hijos para que pudiéramos compartir un estudio bíblico con el grupo del Bajo Boulogne. Sus intervenciones breves y precisas desde una perspectiva bíblica en las asambleas de la iglesia. Su Biblia en griego sobre su falda durante los sermones dominicales. Su oído atento ante mis catarsis sobre situaciones en la Fundación Kairós. Su ofrecimiento de un café y un asiento cada vez que llegaba a su casa. Su constante repetir: «Estás

tratando de hacer demasiado; ¡tenés que descansar más!».

El miércoles nos recibiste para tomar la merienda de pan integral con los tres visitantes alemanes. Me dijiste «llevá lo que sobra del pan para compartir con los seis chicos que se están quedando en tu casa». Al día siguiente, los chicos volvieron a casa (después de nadar en la pileta) con más pan integral para la merienda. Yo sabía que te quedabas sin harina y ya te la iba a comprar. Decidiste ir por tu cuenta y caminar esas largas cuadras hasta la ruta 197. Justo fui a visitarte y estabas acostada, con un dolor en el pecho. Para cuando llegó la ayuda,

ya era demasiado tarde. Te acaricié, te besé, pero ya no respiraste más. Sonia, que estaba a mi lado, tocándote la frente dijo: «Caty ya está con Diosito». Por un buen rato, mi lugar de mayor reposo fue estar acostada en tu cama, a tu lado, como cuando era niña.

¿Qué te puedo decir, mamita? Flaquita y encorvada, dulce y paciente, siempre sirviendo en silencio, arduamente trabajando en tu comentario bíblico y en la revisión de tu manual de estudio bíblico. Ojalá pudiera darte otro abrazo y decirte cuánto, cuánto te quiero. Madre de tantos, ¡te vamos a extrañar muchísimo!

El hijo y las hijas de Caty y René: Daniel, Margarita, Elisa, Sara y Ruth