documentos cochrane

6
Capítulo I En el año de 1817, D. José Álvarez, agente acreditado del Gobierno de Chile, no reconocido aún por las potencias europeas, me propuso encargarme de organizar en aquel país una fuerza naval capaz de hacer frente a los españoles, quienes a pesar de la feliz sublevación de los chilenos por parte de tierra, eran aún señores de las aguas del Pacífico. Hallándome a la sazón desposeído de mi empleo, por habérseme injustamente expulsado del servicio naval británico, a efecto de las maquinaciones del poderoso partido político que yo había agraviado, y viendo los grandes esfuerzos que hacía Chile para crearse una Marina, en ayuda de la cual se había comenzado a construir un vapor de guerra en los astilleros de Londres, acepté la propuesta, obligándome a cuidar de su construcción y equipo y conducirle a Valparaíso cuando estuviese concluido. Mientras tanto, Álvarez recibió órdenes de su Gobierno para que, en caso de que hubiesen sido aceptadas sus proposiciones, no perdiese yo tiempo en partir, pues era crítica la posición de Chile, estando los españoles amenazando por mar a Valparaíso, y en posesión del continente desde Concepción a Chiloé, en donde estaban organizando las hordas salvajes de indios para llevar la desolación a las provincias nuevamente emancipadas. También se habían recibido partes fidedignos de que la Corte de Madrid hacía grandes esfuerzos para recobrar sus posesiones perdidas, despachando un poderoso refuerzo a su escuadra del Pacífico, contra la que no estaban en condición de poder luchar los buques de guerra chilenos, en el estado en que se encontraban. Por lo tanto, Álvarez me rogó no aguardase al vapor, y que al punto me embarcase para Chile en el buque mercante Rosa, que estaba entonces en vísperas de partir. Sabiendo que todo el Perú se hallaba en poder de los españoles y que también poseían a Valdivia, el puerto más fortificado en la parte del Sur, de cuyos parajes sería muy difícil desalojarlos luego que hubiesen llegado los refuerzos anunciados, me embarqué sin dilación, y el 28 de noviembre de 1818 salté a tierra en Valparaíso, acompañado de mi esposa y nuestros dos hijos.

Upload: jrbergallo

Post on 04-Oct-2015

228 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Compilación de dichos de Mitre sobre Cochrane

TRANSCRIPT

Captulo IEn el ao de 1817, D. Jos lvarez, agente acreditado del Gobierno de Chile, no reconocido an por las potencias europeas, me propuso encargarme de organizar en aquel pas una fuerza naval capaz de hacer frente a los espaoles, quienes a pesar de la feliz sublevacin de los chilenos por parte de tierra, eran an seores de las aguas del Pacfico.Hallndome a la sazn desposedo de mi empleo, por habrseme injustamente expulsado del servicio naval britnico, a efecto de las maquinaciones del poderoso partido poltico que yo haba agraviado, y viendo los grandes esfuerzos que haca Chile para crearse una Marina, en ayuda de la cual se haba comenzado a construir un vapor de guerra en los astilleros de Londres, acept la propuesta, obligndome a cuidar de su construccin y equipo y conducirle a Valparaso cuando estuviese concluido.Mientras tanto, lvarez recibi rdenes de su Gobierno para que, en caso de que hubiesen sido aceptadas sus proposiciones, no perdiese yo tiempo en partir, pues era crtica la posicin de Chile, estando los espaoles amenazando por mar a Valparaso, y en posesin del continente desde Concepcin a Chilo, en donde estaban organizando las hordas salvajes de indios para llevar la desolacin a las provincias nuevamente emancipadas. Tambin se haban recibido partes fidedignos de que la Corte de Madrid haca grandes esfuerzos para recobrar sus posesiones perdidas, despachando un poderoso refuerzo a su escuadra del Pacfico, contra la que no estaban en condicin de poder luchar los buques de guerra chilenos, en el estado en que se encontraban.Por lo tanto, lvarez me rog no aguardase al vapor, y que al punto me embarcase para Chile en el buque mercante Rosa, que estaba entonces en vsperas de partir. Sabiendo que todo el Per se hallaba en poder de los espaoles y que tambin posean a Valdivia, el puerto ms fortificado en la parte del Sur, de cuyos parajes sera muy difcil desalojarlos luego que hubiesen llegado los refuerzos anunciados, me embarqu sin dilacin, y el 28 de noviembre de 1818 salt a tierra en Valparaso, acompaado de mi esposa y nuestros dos hijos.Mi llegada fue mirada por los capitanes de la escuadra con grande emulacin, tanto ms cuanto que haba llevado conmigo de Inglaterra oficiales en quienes poda poner ciega confianza. Referir lo que hicieron dos comandantes chilenos, los capitanes Guise y Spry, que acababan de llegar de Inglaterra con elHecate, que haban comprado de la Marina britnica para una especulacin. El Gobierno de Buenos Aires, habindose rehusado a comprrselo lo trajeron a Chile, cuyo Gobierno la tom, recibiendo en su servicio a sus anteriores dueos. Estos oficiales, en unin con un norteamericano, el capitn Worcester, prepararon una cbala, teniendo por objeto el establecer un mando dividido entre m y el almirante Blanco, o, como ellos le llamaban, "dos jefes de escuadra y no Cochrane. Viendo que aqul no se prestaba a esta maniobra, persuadieron a uno o dos de los ministros inferiores, cuya suspicacia no era difcil, despertar, que era peligroso y en descrdito de un gobierno republicano el permitir que un noble y extranjero mandara su Marina, y aun lo era ms el consentirle retuviera su ttulo. Su objeto era poner a la cabeza del mando al almirante Blanco y hacerme a m su segundo; por medio de esta combinacin, como aqul no estaba acostumbrado a manejar marinos ingleses, esperaban dominarlo a su placer. El almirante Blanco, sin embargo, insisti en cambiar nuestras posiciones respectivas, ofrecindose a servir como segundo, a cuyo arreglo asent gustoso. No merecera la pena el mencionar esta insignificante disputa si no fuese por lo que ha influido en sucesos ulteriores, as como tambin por ofrecerme la oportunidad de conferir un testimonio lisonjero al patritico desinters del almirante Blanco, que es an hoy da una de las ms ilustres glorias que adornan a la Repblica que tan eminentemente contribuy a establecer.El 13 llegamos a Paita, en donde haban establecido guarnicin los espaoles. Aqu tambin se envi a tierra una partida, a cuya vista abandonaron el fuerte los enemigos, cogindoseles cantidad de caones de bronce, aguardiente y pertrechos de guerra.Algunos marineros, en contravencin a las ms estrictas rdenes, robaron varios ornamentos costosos de Iglesia; pero tan luego como me dieron parte las autoridades, mand restituirlos, castigando a los delincuentes y dando al propio tiempo mil pesos a los sacerdotes para que repararan el dao causado en sus iglesias; este acto, aunque estaba lejos de atraernos al clero, que vea con zozobra el triunfo de los chilenos, aument nuestra popularidad entre los habitantes. El ver abstenemos as del pillaje era casi incomprensible para un pueblo que tena dura experiencia de la rapacidad espaola, en tanto que los indisciplinados chilenos, quienes formaban la mayor parte de la escuadra, podan apenas concebir se les coartasen sus propensiones al robo. (Habla de pillaje y mal de los chilenos)

Captulo III(Hazaa, la toma de Valdivia) A pesar de estas ventajas no se me dio a m ni a los oficiales y marineros un solo cuarto por va de recompensa por este o cualesquiera de los anteriores servicios, y, sin embargo, el Gobierno se haba apropiado el producto de la venta de la Dolores, de su cargamento, y aun menos se tom en cuenta el valor de los caones y de la cantidad enorme de municiones encontradas en los fuertes de Valdivia. Los hombres que haban consumado esta accin heroica andaban materialmente cubiertos de andrajos y escasos de todo, sin que el ramo de la Marina hiciese el ms ligero esfuerzo para disminuir sus padecimientos, pues hasta este extremo haba llegado la msera condicin a que se vean reducidos.En lugar de recompensa se estimulaba por mil modos a los oficiales a que desobedeciesen mis rdenes. A dos de stos los haba sentenciado a ser castigados por crimen de asesinato deliberado. El abanderado Vidal hizo prisioneros en el Fuerte Ingls a dos oficiales espaoles; stos, bajo la palabra que les haba dado aquel valiente joven de salvarles la vida, rindieron sus espadas; pero llegando en el acto el capitn Erzcano, los pas a cuchillo. Fue an peor este otro caso: el abanderado Latapiat, que haba quedado al mando del castillo del Corral, mand fusilar dos de sus prisioneros despus de mi partida para Chilo; igual suerte habra cabido a otros cuatro oficiales si mi secretario, el seor Bennet, no los hubiera recogido a bordo del OHiggins. Por eso mand poner arrestado a Latapiat y que se tomasen las competentes declaraciones para que fuese sometido ante un Consejo de Guerra, llevndole prisionero a Valparaso, en donde, en lugar de recibir su condigno castigo, le dieron, cmo a Erzcano, un ascenso y les colocaron en el ejrcito libertador del general San Martn. (Cochrane tiene problemas con todos)Los marineros se iban volviendo turbulentos con motivo de no recibir ni paga ni premio de presa, pues no se cumpla nunca con las promesas que tanto a ellos como a m se nos hacan.El hecho era que el Gobierno se haba apropiado el producto de las capturas, y para eludir el pago declar que la conquista de Valdivia no era ms que una restauracin, como si la plaza hubiese estado antes bajo el poder de Chile! No queriendo yo permitir se desembarcasen los efectos que haba trado de all, a menos que no fuese para compensar a los marineros, se me aleg en justificacin de aquel procedimiento que aun cuando Valdivia no haba pertenecido a la Repblica,

Viendo que yo estaba determinado a que no se burlaran de m, y avergonzados de que les ofreciera la hacienda para pagar a la gente, el general San Martn, que estaba nombrado para mandar la parte militar de la expedicin que se iba a enviar al Per, vino a Valparaso el mes de Junio, y el 13 de Julio se pag a la escuadra una parte solamente de sus salarios; pero como yo insistiese en que se les pagara el todo, as se hizo el 16, sin que se les haya dado la ms ligera parte de su dinero de presa. La parte sola que me corresponda del valor de las capturas hechas, tanto en Valdivia como anteriormente, ascenda a 67.000 pesos, prometindome el supremo director me seran pagados lo ms pronto posible; bajo esta promesa acept la hacienda

Adems de esta comunicacin del ministro de Marina recib cartas privadas del supremo director y del general San Martn, rogndome continuase en el mando de las fuerzas navales y asegurndome que no volvera a haber ms motivo de queja.

OHiggins no desarroll en el Gabinete aquel tacto con que tan brillantemente haba servido a su pas en el campo de batalla, en donde, por ms que el general San Martn, con su habilidad indisputable volver en provecho suyo las proezas de los otros, se esforzase en llevar la palma, la alabanza era en realidad debida al general O'Higgins. Su mismo buen natural, despus que fue elevado al Supremo Directorio, lo indujo a consentir el establecimiento de una corte senatoria de consulta, acordndole privilegios enteramente incompatibles con su propia supremaca; y de este cuerpo dimanaron todas las vejaciones dirigidas contra m, segn hablaron escritores acerca de Chile, a instigacin del general San Martn, pero como carezco de documentos para probarlo, no asumir sobre m la responsabilidad de asegurar el hecho, a pesar de que la subsiguiente conducta del general hizo ms que probable la opinin generalmente recibida.No quedaba duda, sin embargo, de que el general San Martn hubiese sido cmplice en muchas de las incomodidades que nos ocasionaron a la escuadra

Captulo VLord Thomas A. Cochrane: Memorias.Espaoles --les deca-- en vuestras manos estn vuestros destinos. No vengo a declarar guerra contra las vidas y haciendas de los individuos. El enemigo de la libertad e independencia de Amrica es slo el objeto de la vehemencia de las armas d la Patria. Os prometo de la manera ms formal que vuestras propiedades y personas sern inviolables, y que seris tratados corno respetables ciudadanos si queris cooperar a la gran causa, etc. (Esto habla bien de San Martn aunque Cochrane lo usa para criticarlo)

En vez de apoderarse de la capital, en donde el ejrcito hubiera sido a la sazn bien recibido, se determin enviar a Guayaquil la mitad del Ejrcito para anexarse a aquella provincia, siendo sta la primera demostracin, por parte del general San Martn, para fundar un imperio que le perteneciese, pues nada menos que a esto aspir ms tarde, bien que el objeto declarado de la expedicin fuese el poner a las provincias del Pacfico del Sur en estado de hacerse independientes de Espaa, dejndolas libres de escoger sus propios Gobiernos, segn se haba repetido y solemnemente declarado por el Gobierno chileno y por l mismo.

El mando de la fragata se dio al capitn Guise, y despus que se le cambi el nombre, sus oficiales le escribieron una carta alegando que, como ellos no haban tenido nada que ver con la conquista de Valdivia, deba mudarse ese nombre por otro que estuviese ms en armona con sus sentimientos. Esta carta iba acompaada de demostraciones de poco respeto hacia m por parte de los oficiales que la haban firmado, quienes no guardaron reserva para decir que el nombre deGuiseera el que deba ponrsele.Como las conversaciones que estos oficiales tenan con el resto de la escuadra eran siempre tendientes a menospreciar mi carcter y autoridad, con el objeto de causar una grave desorganizacin, acus ante un consejo de guerra a todos los oficiales que haban firmado la carta, dos de los cuales fueron expulsados del servicio y el resto separados del buque, con recomendacin para que San Martn los colocase en otra parte. (Indudablemente tena problemas de conduccin)