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DIVULGACIÓN • ¿Quién fue el pintor indio “Marcos Cipac de Aquino”? INVESTIGACIÓN • Miguel Sánchez y el primer libro de la historia guadalupana (PARTE 2) ACTUALIDAD • Fragmento de la Homilía del Papa Francisco en la Basílica de Guadalupe (13 de febrero de 2016) PUBLICACIÓN DEL CENTRO DE ESTUDIOS GUADALUPANOS DE LA UNIVERSIDAD POPULAR AUTÓNOMA DEL ESTADO DE PUEBLA | NÚMERO 13 | JUNIO 2016

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DIVULGACIÓN

• ¿Quién fue el pintor indio “Marcos Cipac de Aquino”?

INVESTIGACIÓN

• Miguel Sánchez y el primer libro de la historia guadalupana (PARTE 2)

ACTUALIDAD

• Fragmento de la Homilía del Papa Francisco en la Basílica de Guadalupe (13 de febrero de 2016)

PUBLICACIÓN DEL CENTRO DE ESTUDIOS GUADALUPANOS DE LA UNIVERSIDAD POPULAR AUTÓNOMA DEL ESTADO DE PUEBLA | NÚMERO 13 | JUNIO 2016

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NÚMERO 13 | JUNIO 2016

Centro de Estudios Guadalupanos UPAEPJosé Antonio Efraín Bravo Méndez | José Luis Campos Benítez | Giovanni De Simone Maimone | María de los Ángeles Gómez Gavito | Jorge Guzmán Ramos | José de Jesús Hernandez Roldán | Eduardo Merlo Juárez | Alejandro Pedroza Meléndez | José Antonio Quintana Fernández | Carlos Salinas Saucedo | Eugenio Urrutia Albisua | Gerardo Valle Flores | María Asunción Gómez y Mendizábal | Johanna Olmos López | Carlos Ramos Rosetewww.cegupaep.org

Directorio UPAEPMtro. Emilio José Baños Ardavín, RectorMtro. Eugenio Urrutia Albisua, Vicerrector AcadémicoMtro. Herberto Rodríguez Regordosa, Vicerrector de Posgrados e InvestigaciónMtra. Johanna Olmos López, Directora de InvestigaciónMtro. Gerardo Valle Flores, Director del Centro de Estudios Guadalupanos UPAEP

Colaboradores en este númeroJosé de Jesús Hernández Roldán | Centro de Estudios Guadalupanos de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla

Portada: Francisco Sylverio. Mapa de la Villa Insigne y Real Colegiata del Santuario de Santa María de Guadalupe, dista una legua de México. 1757.

Diseño editorial: Miguel Ángel Carretero Domínguez

Guadalupe Hoy es una publicación del Centro de Estudios Guadalupanos UPAEP cuyo objetivo es la divulgación, investigación y difusión del fenómeno guadalupano. Derechos Reservados © por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio. Se autorizan breves citas en artículos y comentarios bibliográficos, periodísticos, radiofónicos y televisivos, dando al autor y a la editorial los créditos correspondientes.

Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla21 Sur 1103, Barrio de Santiago, C.P. 72410, Puebla, México www.upaep.mx

DIVULGACIÓN

¿Quién fue el pintor indio “Marcos Cipac de Aquino”?

Varios antiaparicionistas han dedicado sus esfuerzos para encontrar al pintor de la Guadalupana, éstos van encaminados a lograr otro fin más ambicioso: el de probar que no hay intervención divina en la “hechura” de la imagen, y por lo tanto que no hubo una aparición milagrosa de Nuestra Señora.

INVESTIGACIÓN

Miguel Sánchez y el primer libro de historia guadalupana (PARTE 2)

Según Torre Villar y Navarro de Anda, Miguel Sánchez nació en Puebla en 1606, perteneció al estado eclesiástico y obtuvo el grado de bachiller. Ha sido considerado el primer escritor en publicar la narración de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, en el año de 1648.

ACTUALIDAD

Fragmento de la Homilía del Papa Francisco en la Basílica de Guadalupe (13 de febrero de 2016)

En las palabras de Su Santidad, escuchamos cómo María fue al encuentro de su prima Isabel, sin demoras, sin dudas, sin lentitud va a acompañar a su pariente que estaba en los últimos meses de embarazo.

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CONTENIDO

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Varios antiaparicionistas han dedicado esfuerzos históricos, pictóricos y documentales para encontrar al pintor de la Guadalupana. Dichos esfuerzos van encaminados a lograr otro fin más ambicioso; el de probar que no hay intervención divina en la “hechura” de la imagen, y por lo tanto que no hubo una aparición milagrosa de Nuestra Señora. Entre 1531 y 1888 no se puede encontrar ningún intento de buscar al pintor humano de la Guadalupana, ni una hipótesis sobre el supuesto pintor. La producción de obras guadalupanas que comenzó con Miguel Sánchez en 16481 sostuvo firmemente la postura aparicionista que considera a la imagen fruto de un milagro, y ni siquiera los antiaparicionistas Juan Bautista Muñoz, cronista de Indias2 y el heterodoxo dominico Servando Teresa de Mier3 intentaron nunca poner nombre al presunto autor humano de la Guadalupana.

Según el texto de la Información de 1556 –aparecida a finales del siglo XIX-, el provincial franciscano Francisco de Bustamante criticó al culto guadalupano diciendo que la imagen la había pintado un indio, y el testigo de la Información

1 Miguel Sánchez, Imagen de la Virgen María madre de Dios de Guadalupe, milagrosamente aparecida en la Ciudad de Mexico. Celebrada en su Historia, con la Profecia del capitulo doze del Apocalipsis, México, Imprenta de la Viuda de Bernardo Calderón, 1648.

2 Juan Bautista Muñoz, “Memoria sobre las apariciones y el culto de Nuestra Señora de Guadalupe. Leída en la Real Academia de Historia”, en Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo V, pág. 205, Imprenta de Sancha, Madrid, 1817.

3 Cartas del Doctor Fray Servando Teresa de Mier al cronista de Indias Doctor D. Juan Bautista Muños, sobre la tradiccion de Nuestra Señora de Guadalupe de México, escritas desde Burgos, Ciudad de España, año de 1817, Edición del “Periódico Oficial”, Imprenta del Gobierno a cargo de Viviano Flores, Monterrey, 1887.

Alonso Sánchez de Cisneros menciona a “Marcos, indio pintor”. El nombre de “Marcos” aparece una vez en el documento, y es importante hacer constar que hasta que fue publicada la Información en 1888, absolutamente nadie en toda la historia de México mencionó jamás a ningún “Marcos” relacionado con la hechura de la imagen guadalupana.

Ahora la pregunta es: ¿Quién era ese “indio Marcos”, de ser ese su nombre? ¿Marcos qué? ¿Existen datos sobre tal persona?

¿Quién fue el pintor indio “Marcos Cipac

de Aquino”?

José de Jesús Hernández Roldán Investigador del Centro de Estudios

Guadalupanos UPAEP Virgen de la Letanía en el convento de Huejotzingo.

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La identificación de este indio Marcos fue una tarea a la que dedicaron esfuerzo inmediatamente varios antiaparicionistas. En su Carta antiaparicionista escrita en 1883, Joaquín García Icazbalceta mencionaba el episodio de Montúfar contra Bustamante concluyendo:

“33.– Dijo el P. Bustamante, que la imagen fué pintada por el indio Marcos, y con otro testimonio se confirma la existencia y habilidad de ese pintor, pues Bernal Díaz, en el capítulo 91, menciona con elogio al artista indio Marcos de Aquino.”4

Así lo menciona Bernal Díaz:

“Vamos adelante a los grandes oficiales de asentar de pluma y pintores y entalladores muy sublimados, que por lo que ahora hemos visto la obra que hacen, tenemos consideración en lo que hasta entonces labraban; que tres indios hay en la ciudad de México, tan primos en su oficio de entalladores y pintores, que se dicen Marcos de Aquino y Juan de la Cruz y el Crespillo, que si fueran en tiempo de aquel antiguo e afamado Apeles, y de Miguel ángel y Berruguete, que son de nuestros tiempos, les pusieran en el número dellos”5

Icazbalceta omite que en su misma obra Díaz del Castillo vuelve a hablar del pintor en el capítulo 209, pero esta vez le llama “Adrés de Aquino”:

4 Joaquín García Icazbalceta, Carta acerca del origen de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de Mexico. Seguida de la CARTA PASTORAL que el señor arzobispo de Tamaulipas Don Eduardo Sanchez Camacho dirigio al mismo eminente prelado, edición anónima, México, 1896.

5 Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Edición del Círculo de Lectores, Barcelona, 1971.

“... no harán con sus muy sútiles pinceles las obras de los esmeriles, ni relicarios que hacen tres indios grandes maestros de aquel oficio, mexicanos, que se dicen Adrés de Aquino y Juan de la Cruz y el Crespillo”.6

Suponiendo que el nombre del pintor indio fuera “Marcos de Aquino” y no Andrés, no basta que Bernal Díaz lo mencione para afirmar automáticamente que “entonces” eso significa que el “Marcos” mencionado en la Información de 1556 sea el mismo “Marcos de Aquino” mencionado por Bernal Díaz.

Otros antiaparicionistas hicieron notar que el indio Juan Bautista –cronista del siglo XVI– menciona a un pintor indio llamado Marcos Cipac.7

“Bernal Díaz expresa que nuestro pintor se llamaba Marcos de Aquino, con este nombre lo conocerían los españoles y con el de Marcos Cipac los indios… Las alabanzas que se hacían de Marcos por españoles e indios son indicio de que Aquino y Cipac eran la misma persona, como no se admita

6 Íbidem.

7 Existen en Internet numerosas menciones de este pintor como “Marcos Cipactli”, nombre inventado, que no es mencionado en ninguna fuente del siglo XVI. Aparentemente es un añadido al apellido “Cipac” para hacerlo parecer “más indígena”. No hay pruebas de que haya existido un “Marcos Cipactli” en la Nueva España del siglo XVI.

que había dos sujetos del mismo nombre con diversos apellidos y gozando de igual fama”8

Hay que aclarar que si bien Díaz del Castillo alaba el genio artístico de Marcos de Aquino, Juan Bautista no hace lo mismo con Marcos Cipac.

En tiempos más recientes Rodrigo Martínez Baracs ha dado un paso más audaz al afirmar que no solo se trató de una persona llamada “Marcos Cipac de Aquino” –unificando así los dos apellidos-, sino que pintó a la Virgen obedeciendo órdenes del arzobispo Montúfar:

8 Información que el arzobispo de México don Fray Alonso de Montufar mando practicar con motivo de un sermón que en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, predicó en la capilla de San José de Naturales del Convento de San Francisco de Méjico, el Provincial Fray Francisco de Bustamante acerca de la devoción y culto de Nuestra Señora de Guadalupe, Imprenta, Litografía y Encuadernación de Ireneo Paz, México, 1891.

Virgen de la Letanía en el convento de Huejotzingo.

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“…el arzobispo Montúfar eligió para pintar la imagen al artista nahua Marcos Cípac de Aquino, formado en el Colegio de San José de los Naturales, que dirigía fray Pedro de Gante…”9

No hay elementos para sustentar tan contundente afirmación y no los hay tampoco para unificar a los dos indios mencionados por los dos cronistas, en una sola persona a la que artificialmente llaman ahora “Marcos Cipac de Aquino”.

¿Cuáles son, en fin, las pruebas de que Marcos de Aquino y Marcos Cipac u otros Marcos, son una sola persona, y además, autor de la Imagen Guadalupana? No hay tales pruebas.

Otros se han intentado acercar no por la vía histórica, sino por la pictórica, a la “autoría de Marcos” de la Imagen Guadalupana. Tenemos un estudio poco conocido y difundido del pintor Jorge González Camarena, publicado en la revista marxista Futuro.10 Allí González Camarena habla de la restauración de unas pinturas en el ex convento franciscano de Huejotzingo, y describe una llamada

“Virgen de la Letanía”, cuyo análisis iconográfico lo lleva a afirmar:

“Resulta curioso que desde la primera vista ofrece la figura de la Virgen de la Letanía una gran semejanza, hasta parecer copia, con la Virgen de Guadalupe, y un estudio detenido nos da la

9 Rodrigo Martínez Baracs, “Tepeyacac en la conquista de México: problemas historiográficos” en Tepeyac. Estudios Históricos, Universidad del Tepeyac, México, 2000, pág. 79

10 Jorge González Camarena, Descubrimiento del Artista que pintó la Virgen de Guadalupe, que se dice aparecida en el Tepeyac de México, Futuro Revista Mensual, septiembre 1934.

certidumbre absoluta de que son hermanas, es decir, obra de un mismo autor”11

Vemos en esto un error de metodología. Camarena no sabe quién pintó a la Virgen de la Letanía, y como le parece similar a la de Guadalupe –al grado de reclamar “certidumbre absoluta” de que son hermanas- decide informarse de quién pintó a la Guadalupana para saber quién pintó a la de la Letanía. En lugar de investigar quién pintó a la de la Letanía para llegar a la Guadalupana, intentó hacer a la inversa ese sendero. Para ello su único asidero son los datos antiaparicionistas sobre Marcos de Aquino, aunque se muestra escéptico en cuando a que ambas obras sean de autoría únicamente indígena:

“No puede tomarse el cuadro guadalupano, que coincide huella con huella, trazo con trazo, en idea, en estructura y en factura con el mural de Huejotzingo, según he comprobado antes, como obra original de un pintor indio del mismo modo que no pueden ser de un azteca los frescos con escenas de la vida de San Francisco en la sala De Profundis en el Convento de Huejotzingo”12

Historiador tan riguroso como David Brading cayó también en la inconsistencia de unir a los dos Marcos en uno solo:

“El más importante entre los pintores enumerados en los Anales [de Juan Bautista] era Marcos Cipac de Aquino”13

11 Íbidem.

12 Íbidem.

13 David A. Brading, La Canonización de Juan Diego, Fondo de Cultura Económica, México, 2009, pág. 86

No mencionan los Anales a “Marcos Cipac de Aquino”, sino a “Marcos Cipac”, y en ningún momento dice Juan Bautista que Marcos Cipac sea

“el más importante” de los que está enumerando. Por la lectura simple de los Anales, no se ve que Marcos Cipac sea “más importante” que sus otros compañeros mencionados.

Desde la publicación de la Información de 1556, son muchos los que aceptan acríticamente que en efecto este indio Marcos pintó a la Guadalupana, fundándose en el único testimonio de Alonso Sánchez de Cisneros, mientras que al mismo tiempo desestiman no uno sino varios testimonios sobre las apariciones guadalupanas. No se puede aplicar un rigor extremo al caso de la versión aparicionista y ser en cambio permisivo y ligero en el caso del indio Marcos, ni viceversa. El historiador debe ser riguroso en ambos casos.

No hay pruebas históricas ni documentales de que un indio Marcos haya pintado a la Virgen de Guadalupe; todo lo que existen al respecto son hipótesis diversas, especulativas como toda hipótesis, carentes de sustento. En tanto que no se verifique alguna de ellas, los que creemos en las apariciones y en el carácter taumaturgo de la imagen podemos con fe y con honestidad intelectual seguir creyéndolo.

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6 INVESTIGACIÓN

En nuestra anterior entrega explicamos cómo el sacerdote criollo Miguel Sánchez escribió el primer libro de historia guadalupana, mismo que fue recibido con entusiasmo por los grupos intelectuales de la ciudad de México y aclamada por diversos escritores religiosos de Nueva España en los siglos XVII y XVIII.

Concluimos la primera parte diciendo que a finales del siglo XIX ha llegado la hora de la crítica fuerte a la obra de Miguel Sánchez, ha llegado la hora de que la espada guadalupana, forjada en magnífica fragua, con bruñidos tonos dorados y plateados, adornada con piedras preciosas que hicieron proferir gritos de admiración a quienes la vieron tan reluciente, y blandida con tanta gallardía, demuestre si como espada que es, puede resistir un intercambio de golpes de otra espada que ahora le sale al paso, la de la crítica histórica moderna, menos reluciente y quizá hasta opaca en su severidad, pero templada en las frías aguas del racionalismo cartesiano, endurecida por el mineral de la exigencia histórica rankeana1, y ya viene el

“espadachín” que descargará el primer golpe de la crítica moderna contra el esplendor de la creencia guadalupana.

Nuestro “espadachín” será don Joaquín García Icazbalceta (1825-1894), quien se ha convertido en un ícono y figura de culto para para el antiaparicionismo. Católico, historiador, y eminente conocedor de la historia eclesiástica del siglo XVI, sus credenciales abogaban por la calidad de su

“esgrima”, a la que los defensores no iban a poder

1 Término acuñado en honor al historiador alemán Leopold Von Ranke (1795-1886), fundador del historicismo, una forma de historiografía científica basada en el uso prioritario e ineludible de los documentos históricos.

acusar de estar deshonrada por la mácula del ateísmo o el protestantismo.

Por esto mismo, la polémica guadalupana de fines del siglo XIX resulta mucho más intensa que la que suscitó a principios del mismo siglo la crítica de Muñoz. A Muñoz le habían respondido esencialmente, que si no se hallaban documentos, se tenía la tradición, suficientemente útil. A Icazbalceta no se le podía responder lo mismo, y por eso encontraremos a los defensores buscando una

Miguel Sánchez y el primer libro de historia

guadalupana (PARTE 2)

José de Jesús Hernández Roldán Investigador del Centro de Estudios

Guadalupanos UPAEPCúpula barroca en el templo de Santa Rosa de Viterbo, Querétaro.

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7 INVESTIGACIÓN

técnica que les permita contrarrestar las estocadas de Icazbalceta: la exposición de documentos.

Cuando Icazbalceta tomó el florete de la crítica, al llegar al saludo de honor necesario para entablar el duelo, lo hizo rindiendo homenaje a su predecesor Muñoz, y buscando dar una estocada más certera, ve bajo de guardia a Miguel Sánchez, y despliega una crítica a la que ni Bartolache ni Muñoz habían llegado.

En el número 67 de su Carta antiaparicionista, Icazbalceta escribe:

“Pero si la historia de la Aparición no tiene fundamento histórico, ¿de dónde vino? ¿La inventó por completo Sánchez? No lo creo. Algo halló que le diera pie para su libro. Tal vez llegó a sus manos una relación mexicana, á que añadiría nuevas circunstancias como acostumbraban los escritores gerundianos, casi sin apercibirse de ello, sino llevados por aquel prurito de ponderar y exornar cuantos asuntos les caían en las manos. A ese gremio pertenecía Sánchez y de ello da buen testimonio su insufrible libro, que quizá por eso nunca se ha vuelto a imprimir, siendo la pieza capital del proceso, y habiendo sudado tanto las prensas con las historias de Ntra. Sra. de Guadalupe.”2

El “insigne sujeto” de Florencia, que se convirtió en “piadoso autor” en el escrito de Bartolache, es ahora un “escritor gerundiano de un insufrible libro”, o sea, que Sánchez ha bajado del pedestal de las virtudes con que Florencia lo describió, a un “gremio” de escritores claramente considerados como poco serios por nuestro “espadachín”.

El mandoble era duro; pero el propio Sánchez se preparó el camino para recibir dicho golpe, al afirmar en su obra, lo siguiente:

“Determinado, gustoso y diligente busqué papeles y escritos tocantes á la santa imagen y su milagro: no los hallé, aunque recorrí los archivos donde podían guardarse: supe que por accidentes del tiempo y ocasiones se habían perdido los que hubo. Apelé a la providencia de la curiosidad de los antiguos en

2 Icazbalceta, “Carta sobre el origen de la imagen de Guadalupe”, en Testimonios históricos guadalupanos

que hallé unos, bastantes a la verdad… y confieso, que aunque todo me hubiera faltado, no había de desistir de mi propósito, cuando tenía de mi parte el derecho común, grave y venerado, de la Tradición, en aqueste milagro Antigua, Uniforme y General”3

Imaginemos lo que significaba para un historiador como Icazbalceta leer semejantes líneas. ¡Él, que dedicó su vida a juntar documentos, estudiarlos, y publicarlos con la crítica historiográfica correspondiente! ¡Él, autor de nada menos que la Bibliografía mexicana del siglo XVI (1886), los Apuntes para un catálogo de escritores en lenguas indígenas de América (1866), y la Nueva colección de documentos para la historia de México (1886-1892)!

¿Por qué fue, pues, tan duro Icazbalceta al momento de dar la estocada a Sánchez? Pues porque su formación académica lo había enseñado a buscar documentos, a presentarlos antes de afirmar algo, a fundamentar con documentos y a no aceptar esa tradición “antigua, uniforme y general”, de la que hablaba Sánchez.

Para Icazbalceta resulta inaceptable que un autor escriba su libro sin tener documentos, pretendiendo darlo por histórico, y además, que tenga la desfachatez de confesar que no encontró documentos, que halló después “bastantes” (sin decir cuántos ni cuáles eran), y que todavía remate su atrevimiento declarando que aunque no hubiera tenido nada, igualmente hubiera escrito su obra basándose sólo en la tradición. Esto era un gravissimum peccatorum para autor de los quilates de Icazbalceta.

3 Sánchez, op. cit.

Leopold Von Ranke, fundador del historicismo.

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8 INVESTIGACIÓN

¿Y halló Sánchez defensa entre los esgrimidores que salieron a chocar floretes con Icazbalceta?

Quisiéramos poder decir que sí, pero no puede llamarse “defensa de Sánchez” el darle la razón a Icazbalceta en cuanto a la necesidad de documentos. Los defensores eligieron esta línea, intentando probar que sí había documentos anteriores a Sánchez, pero nombrándolos, lo que Sánchez no había hecho. La omisión de Sánchez era así, aceptada tácitamente como defecto, y para muestra citaremos a uno de los defensores, aclarando, de antemano, que ellos, al responder a Icazbalceta, se proponían defender la veracidad de la historia de la aparición guadalupana, no a Miguel Sánchez y su libro.

Agustín de la Rosa (1824-1907), por ejemplo, al citar documentos, y a otros novohispanos eruditos que habían ejercitado la pluma en el tema guadalupano, sistemáticamente despoja a Sánchez de la influencia que pudiera tener sobre otros autores:

“¿Necesitaría absolutamente del libro del P. Sánchez el erudito Sigüenza, eminente en el conocimiento de la lengua y de las antigüedades mexicanas y riquísimo en documentos de nuestra antigua historia, quien en su Primavera Indiana y en sus Glorias de Querétaro dio un ilustre testimonio de la aparición? ¿Acaso en el libro del P. Sánchez estudiaron la ciencia por la cual los médicos declararon milagrosa la conservación de la sagrada imagen? ¿En el mismo libro de Sánchez adquirieron sus conocimientos artísticos Cabrera y todos los demás insignes pintores que en distintas inspecciones declararon ser obra sobrenatural la misma sagrada imagen? ¿El sabio y laborioso Boturini acaso extrajo del libro del P. Sánchez los documentos antiguos

que acopió relativos a la aparición?

¿La respetable congre-gación guadalupana de Querétaro, la de Madrid en que el rey mismo esta-ba incorporado, no tuvie-ron en su seno sino hom-bres fascinados por el dicho de un solo autor? ¿Y fascinados por el mis-mo autor han sido todos los oradores, los poetas, los obispos, las univer-sidades, en una palabra, toda la nación mexicana y las demás naciones ci-vilizadas que han creído la aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe?

¿Y ha llegado la fascinación hasta el mismo Vaticano y han sido víctimas de ella los sapientísimos Benedicto XIV y León XIII?”4

En efecto, se trataba de decir que la historia no nacía con la publicación del libro de Sánchez, y por consiguiente, que él no tenía más mérito que el de haber impreso la historia por primera vez, eso era todo. Los demás defensores no añaden mucho más, y aunque disculpan a Sánchez por no citar sus “bastantes” documentos, proceden a buscar remediar el desaguisado,

4 De la Rosa, “Defensa de la aparición”, en Testimonios históricos.

citando documentos que presentan en distintos tonos a Icazbalceta y sus seguidores.

Elogiado por los autores anteriores a Bartolache, criticado suavemente por éste y por Muñoz, y muy duramente por Icazbalceta, Miguel Sánchez no tenía aun quien lo “estudiara”, quien analizara su escrito en su contexto histórico y religioso, y descubriera lo que encerraba el cúmulo de citas bíblicas y patrísticas que Bartolache consideró prescindibles. Había tenido sus admiradores, tuvo sus adversarios, pero Miguel Sánchez seguía sin tener analista. Y es que tal vez, antes del siglo XX, no había aun instrumentos de análisis propios para una obra como la suya.

El asunto se revelaba importante incluso para un antiaparicionista. Si era verdad que –como decía Icazbalceta- de Sánchez partía la historia de las apariciones tal y como se conocía, ni el autor ni su obra eran poca cosa. Aparicionistas o no, los escritores modernos debían aplicar los instrumentos de su siglo para explicar a Miguel Sánchez, pues

Cubierta de El guadalupanismo mexicano de Francisco de la Maza.

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9 INVESTIGACIÓN

era innegable que su escrito representaba un parteaguas en la producción guadalupana.

Ya no se trataba, pues, de reclamar a Sánchez su falta de documentación; eso ya había quedado claro. Ahora se tenía que tratar de entender por qué su libro había tenido los efectos que tuvo, y para eso no servía el florete de Icazbalceta. Se necesitaba cambiar el florete por una sonda, que se hundiera en el barroco mar de la religiosidad novohispana del siglo XVII, para revelar la profundidad del libro de Sánchez, y luego, de ser posible, “bucear” en dicho mar y rebuscar los pormenores de ese barroquismo, de ese criollismo, en medio de los “corales” que para nuestra metáfora son los rebuscados párrafos del libro de Sánchez.

Y así, al “espadachín” Icazbalceta le sucede el “buzo” Francisco de la Maza y de la Cuadra (1913-1972), quien publicó en 1953 su libro El guadalupanismo mexicano.

De la Maza escribe más de medio siglo después de Icazbalceta, y por lo tanto, escribe cuando las generaciones ya han cambiado en su apreciación de la Historia. Ya se vivieron las dos guerras mundiales, ya existe la Escuela francesa de los Annales, y México no solo vivió el fin del Porfiriato durante el que escribió Icazbalceta, ya pasó por la Revolución, por el fin de la misma, la Virgen ya no era solamente estandarte insurgente como lo conoció Icazbalceta; ya había sido estandarte cristero, víctima de un atentado con bomba en 1921, y su imagen no sólo seguía teniendo la misma devoción que en tiempos de Icazbalceta (quien no había vivido ni siquiera para ver la coronación pontificia de la Virgen, en 1895), sino que ya en esa etapa del siglo XX, cuando escribe De la Maza, se

empieza a proponer, entre los clérigos mexicanos, darse a la tarea de llevar a Juan Diego a los altares.

De la Maza escribe sobre la Virgen de Guadalupe, pero no como imagen o como problema histórico cuya documentación hay que verificar, sino sobre la Virgen como fenómeno, el guadalupanismo mexicano, cosa que, siendo no solo innegable, sino bien visible y patente, tieane que ser examinado con un ojo más amplio que el que habían tenido los anteriores críticos. Para De la Maza, exigir documentos está muy bien, pero sólo para el caso de la creencia en las apariciones, mientras que el fenómeno del guadalupanismo, que está más allá de los documentos, necesita abordarse poco a poco, y comenzando, de hecho, con el libro de Miguel Sánchez.

Miguel Sánchez es considerado, por De la Maza, como el primero de cuatro “evangelistas” guadalupanos, seguido por Luis Lasso de la Vega, Luis Becerra Tanco y Francisco de Florencia. Es un giro a la debacle con la que los antiaparicionistas habían medido a Sánchez, que de “escritor gerundiano” sube ahora a “evangelista”, es decir, trazó una curva descendiente y luego la remontó, y con él escaló posición entre los historiadores el fenómeno del guadalupanismo. Como resultado de ello, hoy es obligado, para cualquier estudioso del guadalupanismo, leer con mucha atención el libro de Francisco de la Maza.

Él no es el acucioso buscador de documentos que fue Icazbalceta, sino historiador del arte. Los títulos de sus obras nos dan una idea de por qué él fue distinto a Icazbalceta y pudo juzgar más profundamente la obra de Sánchez. Por ejemplo, Los retablos dorados de Nueva España (1950), Arquitectura de los coros de monjas en México

(1956), La ciudad de Cholula y sus iglesias (1959), Sor Juana Inés de la Cruz, la décima musa de México: su vida, su poesía, su psique (1963), El alabastro en el arte colonial de México (1966), etc., es decir, le interesa el aspecto cultural y artístico de la Virgen de Guadalupe, y no considera la falta de documentos como óbice para la existencia e importancia del guadalupanismo, que con documentos o sin ellos, merece ser estudiado, estudio al que consagra su libro.

Y por eso, llama a Sánchez “excelente teólogo”, con lo cual vemos a Sánchez medido con otra vara que le da una altura mayor, pero en escala distinta a la que usó Icazbalceta. ¿Qué importa si Sánchez es mediocre como historiador, mientras que posea una excelente teología, fuente de la veta que De la Maza quiere explorar? Es así que para De la Maza, a Sánchez no hay que mirarlo como historiador, pues sale muy malparado, como si hoy intentáramos evaluar a Leonardo Da Vinci en un examen profesional moderno de Ingeniería Mecánica5. A Sánchez, hay que mirarlo como teólogo, y visto de este modo, resulta “excelente” y hasta capaz de resucitar en De la Maza la admiración que despertó en Florencia, pero con otro matiz, no de seguidor sino de analista; no es el que admira al autor y lo honra continuando la obra de Sánchez, es el que lo admira y lo honra comprendiendo y explicando su obra.

5 Quiero argumentar, en favor de esta analogía, que muchos han hecho este ejercicio, y han encontrado serios errores técnicos en los planos y bosquejos de las máquinas Da Vinci, como era de esperar en alguien que no tenía motores de combustión interna, ni electricidad con la que equipar sus inventos. Si lo miramos sólo como artista, resulta excelente.

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10 ACTUALIDAD

Escuchamos cómo María fue al encuentro de su prima Isabel. Sin demoras, sin dudas, sin lentitud va a acompañar a su pariente que estaba en los últimos meses de embarazo.

El encuentro con el ángel a María no la detuvo, porque no se sintió privilegiada, ni que tenía que apartarse de la  vida de los suyos. Al contrario, reavivó y puso en movimiento una actitud por la que María es y será reconocida siempre como la mujer del «sí», un sí de entrega a Dios y, en el mismo momento, un sí de entrega a sus hermanos. Es el

sí que la puso en movimiento para dar lo mejor de ella yendo en camino al encuentro con los demás.

Escuchar este pasaje evangélico y en esta casa tiene un sabor especial. María, la mujer del sí, también quiso visitar a los habitantes de estas tierras de América en la persona del indio San Juan Diego. Y así como se movió por los caminos de Judea y Galilea, de la misma manera caminó al Tepeyac, con sus ropas, usando su lengua, para servir a esta gran Nación. Y así como acompañó la gestación de Isabel, ha acompañado y acompaña la gestación de esta bendita tierra mexicana. Así

Fragmento de la Homilía del Papa Francisco en la

Basílica de Guadalupe (13 de febrero de 2016)

Centro de Estudios Guadalupanos UPAEP

El Papa Francisco orando frente a Nuestra Señora de Guadalupe.

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11 ACTUALIDAD

como se hizo presente al pequeño Juanito, de esa misma manera se sigue haciendo presente a todos nosotros; especialmente a aquellos que como él sienten «que no valían nada» (cf. Nican Mopohua, 55). Esta elección particular, digamos preferencial, no fue en contra de nadie sino a favor de todos. El pequeño indio Juan, que se llamaba a sí mismo como «mecapal, cacaxtle, cola, ala, es decir sometido a cargo ajeno» (cf. ibíd, 55), se volvía «el embajador, muy digno de confianza».

En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de todo lo que este Santuario custodia. En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un Pueblo. En ese amanecer Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos.

En ese amanecer, Juancito experimenta en su propia vida lo que es la esperanza, lo que es la misericordia de Dios. Él es elegido para supervisar, cuidar, custodiar e impulsar la construcción de este Santuario. En repetidas ocasiones le dijo a la Virgen que él no era la persona adecuada, al contrario, si quería llevar adelante esa obra tenía que elegir a otros ya que él no era ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo. María, empecinada —con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre— le dice: no, que él sería su embajador.

Así logra despertar algo que él no sabía expresar, una verdadera bandera de amor y de justicia: en la construcción de ese otro santuario, el de la vida, el de nuestras comunidades, sociedades y culturas, nadie puede quedar afuera. Todos somos necesarios, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la «altura de las circunstancias» o por no «aportar el capital necesario» para la construcción de las mismas. El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones. El santuario de Dios son nuestras familias que necesitan de los mínimos necesarios para poder construirse y levantarse. El Santuario de Dios es el rostro de tantos que salen a nuestros caminos.

Al venir a este Santuario nos puede pasar lo mismo que le pasó a Juan Diego. Mirar a la Madre desde nuestros dolores, miedos, desesperaciones, tristezas y decirle: Madre, «¿Qué puedo aportar yo si no soy un letrado?». Miramos a la madre con ojos que dicen: son tantas las situaciones que nos quitan la fuerza, que hacen sentir que no hay espacio para la esperanza, para el cambio, para la transformación.

Por eso creo que hoy nos va a servir un poco de silencio. Mirarla a ella, mirarla mucho y calmadamente, y decirle como hizo aquel otro hijo que la quería mucho:

«Mirarte simplemente, Madre,dejar abierta sólo la mirada;mirarte toda sin decirte nada,decirte todo, mudo y reverente.

No perturbar el viento de tu frente;sólo acunar mi soledad violada,en tus ojos de Madre enamoraday en tu nido de tierra transparente.Las horas se desploman; sacudidos,muerden los hombres necios la basurade la vida y de la muerte, con sus ruidos.Mirarte, Madre; contemplarte apenas,el corazón callado en tu ternura,en tu casto silencio de azucenas».

(Himno litúrgico)

Y en silencio y, en este estar mirándola, escuchar una vez más que nos vuelve a decir: «¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿Qué entristece tu corazón?» (cf. Nican Mopohua, 107.118). «¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?» (ibíd., 119).

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PUEBLA, PUEBLA, MÉXICOJUNIO 2016