discurso y sociedad

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Sujetos de la lengua Introducción a la lingüística del uso Alejandro Raiter Julia Zullo

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Sociología del lenguaje

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Sujetos de la lenguaIntroducción a la lingüística del uso

Alejandro RaiterJulia Zullo

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Introducción

Quien haya consultado otros manuales o libros introductorios a los estudios de la relación que se establece entre el lenguaje y el uso del lenguaje dentro de una comunidad muy probablemente encontrará que este libro tiene una organización diferente.

La organización que presentamos responde a una motivación que entendemos metodológicamente mejor fundada y epistemológicamente correcta. No intentaremos hacer una historia de la disciplina. En efecto, consideramos que uno de los problemas a los que ha llegado la sociolingüística es la carencia de un proyecto de investigación coherente de cara al futuro. Los aportes específicos que han realizado diferentes investigadores y escuelas son innegables; lo que está puesto en duda es si estas contribuciones pueden conformar un corpus teórico consistente que sirva de base para una teoría general del papel del lenguaje en la comunicación, el pensamiento y en la conformación de creencias y concepciones del mundo, o si, por el contrario, solo constituyen valiosas observaciones sobre particularidades del funcionamiento lingüístico.Muchas veces el lector de alguno dé estos textos o de alguna colección de artículos al respecto e incluso quien ha pasado por un curso específico pueden tener la impresión de haber entrado en contacto con una caótica colección de trabajos o teorías que solo comparten la petición de principios de trabajar con emisiones concretas producidas por hablantes reales, en lugar de trabajar con conceptos abstractos aplicados a emisiones ideales, generalmente imaginadas por el autor. Es decir, sienten que no han encontrado una teoría sobre el uso del lenguaje sino distintas aproximaciones al objeto de estudio, algunas incompatibles entre sí. Ciertos libros o cursos agregan al final uno o dos capítulos o clases en los que intentan mostrar el modo como pueden integrarse todas las teorías que han presentado, o al menos muchas de ellas. Pero esto no es suficiente, falta un programa integrador.

Ese programa no puede surgir de modo espontáneo de las distintas escuelas en vigencia; por el contrario, debe ser planteado desde la necesidad de estudiar el uso del lenguaje para entender qué es, no simplemente cómo se lo usa. Por ese motivo —como veremos- incluiremos también en esta organización autores y escuelas que no se han reivindicado como sociolingüistas pero que han tenido y tienen, indudablemente, una gran influencia en la disciplina.

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Muchos autores han coincidido en que la sociolingüística —en-tendida como lo producido por el conjunto de investigadores que se comprometen con esta denominación— no tiene un paradigma único, y nosotros coincidimos con esa apreciación. Pero nuestra posición difiere en que opinamos que sí puede tenerlo y que debe tenerlo si trabajamos con el objetivo explícito de comprender qué es y cómo funciona el lenguaje: cómo somos y cómo podemos entender el mundo los seres humanos dotados de lenguaje. También afirmamos que, así como no estudiar el uso del lenguaje es renunciar a comprender qué es el lenguaje, si nos limitáramos a describir solamente usos o situaciones particulares —i.e. persuasión, lenguas en contacto, variación lingüística- sin atender el problema general, el de su naturaleza con toda su complejidad, eso implicaría un abandono de la tarea que proponemos. Las distinciones di-cotómicas lengua-habla o competencia-actuación no hacen más que reiterar el dualismo mente-cuerpo, que no encontramos productivo, al menos en este caso.Afirmemos con precisión nuestro punto de partida. Sostenemos que el diseño y estudio de una gramática ideal, formal, que supuestamente todos los hablantes comparten y que deba dejar de lado lo que caracteriza como ejecuciones o actuaciones de sujetos particulares (i.e. el uso concreto del lenguaje en situaciones reales) no solo es criticable porque debe dejar de lado algunas situaciones porque, precisamente, al hacerlo, no puede abarcar qué es y cómo funciona el lenguaje. Sostenemos también que estudiar el uso lingüístico como una particularidad o una aplicación de esa gramática formal no ayuda a completarla, ni a abarcar tocios los fenómenos lingüísticos. Priorizar los usos lingüísticos no implica despreciar la posibilidad de construcción de un sistema o corpus teórico general, pero estos deberán cumplir con la condición de tener sustento real, deben estar inspirados en emisiones concretas y contar con reglas que los hablantes efectivamente utilicen y no responder solo a necesidades del mismo modelo que ha sido propuesto. El objeto de estudio lenguaje debe abordarse en su totalidad; los subproductos (gramática, uso, adecuación, etc.) solo deberían ser estudiados como parcialidades o como atajos para encarar la totalidad.

Aclaremos este punto.En los generalmente reconocidos orígenes ya míticos de la lin-

güística moderna, Ferdinand de Saussure definió el objeto de estudio de la disciplina que fundaba: lo llamó lengua, y lo definió como un sistema (social) de signos. Para este autor el lenguaje, según lo entendemos o conocemos como usuarios, está compuesto por un conjunto heteróclito de fenómenos: físicos (las ondas sonoras), fisiológicos, articulatorios, individuales, sociales e históricos, que no pueden ser estudiados todos juntos por la misma disciplina porque tienen distinto carácter y funcionan con leyes diversas. Por este

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motivo la lingüística debía crear y definir su propio objeto de estudio. Saussure rechaza la posibilidad de estudiar el lenguaje tal como se da en la naturaleza, razón por la cual crea un objeto abstracto, del que define sus propiedades, a fin de poder abordarlo. Para decirlo de un modo sencillo, en su objeto de estudio no tienen lugar las ejecuciones individuales, las emisiones concretas de cualquier hablante (el habla), lo físico, lo fisiológico, lo histórico ni los sujetos hablantes.Esta propuesta parecería ser un atajo para abordar de modo sistemático el estudio de algo tan complejo como el lenguaje, ya que una vez que conociéramos lo suficiente del funcionamiento del sistema social de signos -programa de investigación posible y prometedor de un aspecto del fenómeno— conoceríamos mucho más acerca del lenguaje: otras disciplinas podrían abordar los fenómenos concomitantes que finalmente se integrarían en una disciplina mayor. En efecto, para Saussure, la lingüística, como ciencia, formaba parte de la semiología -el estudio del funcionamiento social de los signos en general- y esta a su vez formaba parte de la psicología social.

Con De Saussurre la lingüística se presenta como un método -adoptado luego por otras ciencias sociales, el estructuralismo-que dominó durante años la investigación. Las ejecuciones de los hablantes particulares solo debían ser utilizadas por el investigador para inferir regularidades y poder construir el sistema abstracto al que esas manifestaciones responderían.En la segunda mitad del siglo XX comienza a producirse la revolución chomskyana en lingüística. Esta nos presenta una nueva delimitación del objeto de estudio, que ya no es el sistema social de signos, sino la capacidad individual, mental, de producir oraciones que poseen todos los miembros de la especie humana. Los conceptos dicotómicos, resultantes de esta nueva delimitación, son competencia y actuación; la primera se refiere a esa capacidad, la segunda a las producciones concretas: qué hacen los seres humanos cuando emplean esa capacidad. Sin perjuicio de un análisis más extenso tenemos que decir que Chomsky expulsa del objeto de estudio no solo los aspectos sociales del uso del lenguaje -aun al mismo concepto de uso, que se inscribe dentro de la actuación-sino también a los sujetos concretos, ya que únicamente quedan dentro de la disciplina las actividades que realizan las mentes humanas. Por lo tanto, las dimensiones histórica e interactiva del lenguaje también son expulsadas del objeto de estudio. Si bien Chomsky asume una postura que denomina mentalista -la competencia lingüística es propia de cada ser humano-, estudia el lenguaje como propiedad de la especie, no de cada uno de los especímenes. Considera que lo que ha hecho la especie con esa capacidad y lo que cada ser humano hace con ella -individual y socialmente-no pueden formar parte del objeto de estudio de la lingüística ya que, como Saussure, necesitarían de una metodología

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diferente para ser estudiadas. El programa de estudio propuesto -Chomsky lo denomina construcción de un modelo- ya no es un atajo para entender el lenguaje sino, sencillamente, lo que la ciencia puede efectivamente plantearse en este momento de su desarrollo. El estudio del uso del lenguaje debería ser abordado dentro del análisis general de las conductas humanas pero, por el momento, constituye un enigma para la ciencia: carecemos de métodos para encararlo. Es más, quizás ese conocimiento sea imposible porque el realizarlo podría encontrarse fuera de la capacidad que tiene la especie.

Una vez que el objeto de estudio de la lingüística ha quedado definido de acuerdo con alguna de las dos teorías dominantes en el siglo XX que hemos esbozado, las disciplinas que abordaban el estudio del lenguaje y que incorporaban a los sujetos, o al cambio histórico, o la comunicación, o los significados, etc. quedaron fuera del campo definido como lingüística y fueron calificadas como disciplinas adyacentes o cosecantes de la disciplina principal, o, sencillamente, subdisciplinas. De este modo surgieron -o se consolidaron por separado- la etnolingüística, la sociolingüística, la psicolingüística, la dialectología, el análisis del discurso, la filología (sin perjuicio de su mayor antigüedad) y otras. Hubo una distinción aun más feroz, relacionada sobre todo con el paradigma chomskyano: se denominó lingüística dura a la que mantenía sus intereses y evidencias sin extender el objeto de estudio ya definido -por la posibilidad de una exhaustiva formalización- y lingüística blanda a la que intentaba añadir otros aspectos —no formalizables, al menos con los mismos métodos- a los ya establecidos.Si nuestra interpretación es válida —damos por sentado que lo es- los aportes de las llamadas subdisciplinas, sesgadas en cuanto a su metodología de acuerdo con el aspecto que agregaban al cor-pus teórico duro, aparecen corrro agregados caóticos a los que solo los une el rechazo del objeto de estudio predelimitado.

Para nosotros el problema no radica tanto en si los agregados son caóticos o si no lo son, si hay una línea, aunque débil, que los una, o si no la hay. Para nosotros el problema es cuánto sabemos acerca del lenguaje. No ponemos en duda que pueden conocerse -de hecho, se conocen- algunas de las características, propiedades y funcionamiento de los objetos de estudio lengua y competencia. Lo que ponemos en duda es si conocer esos objetos implica conocer más acerca del lenguaje, es decir, en definitiva, si puede estudiarse el lenguaje dejando afuera a los sujetos que lo usan, las distintas variedades que emplean en diferentes comunidades, etc. No discutimos la conveniencia científica de parcializar o tomar aspectos de un problema para poder estudiarlo, incluso no negamos la necesidad metodológica de tomar, algunas veces, atajos. Lo que discutimos es que no pueden confundirse esas parcialidades y atajos con el objeto de estudio,

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aunque este requiera más de un método para ser estudiado.

La historia podría haber sido diferente, una historia que no de-

limitara el objeto de estudio con otros fines que no fueran los de

aproximarnos al problema. Una historia que no comenzara por

asustarse de lo heteróclito del conjunto de aspectos que componen el

fenómeno lenguaje -o de la variedad de métodos necesarios para

abordarlos- sino que aceptara el desafío de abarcarlos; en definitiva la

conciencia y la actuación de los seres humanos no son cosas sencillas.No pretendemos hacer aquí una reivindicación histórica sino una -

parcial- reivindicación metodológica: necesitamos un programa de investigación sociolingüística. Trataremos de esbozarlo, de mostrar qué se ha hecho y qué falta hacer en el largo plazo de este trabajo que se niega a no encarar el conjunto heteróclito.

Este programa de investigación debe partir necesariamente de los sujetos hablantes, los usuarios del lenguaje. Digamos que nos deslumhran las pirámides mayas o egipcias no solo como objetos estéticos: nos deslumhran como obras humanas. Del mismo modo, las reglas gramaticales son interesantes y muy curiosas, pero más interesante y más curioso resulta lo que los humanos hemos realizado utilizando lenguaje. Hemos dominado la naturaleza -también adquirimos el poder de destruirla-; hemos conformado sociedades muy complejas, impensables sin lenguaje; hemos unificado y normalizado dialectos; nos hemos diferenciado por el uso de distintos dialectos y sociolectos; hemos producido conocimientos; hemos desarrollado ideas y pensamientos; hemos construido obras de arte. Todo esto lo hemos logrado desde la interacción lingüística. Lo notable del lenguaje es que es a la vez social e individual, es al mismo tiempo instrumento de comunicación y vehículo del pensamiento y la conciencia. Representa nuestra memoria histórica y nos permite crear cosas nuevas, decir algo que nunca antes fue dicho y crear, así, algo en el mundo.

Somos sujetos porque tenemos formas de expresarnos como tales a través de los pronombres que nos provee la lengua, somos competentes en saberes que debemos aprender de nuestros padres y de nuestros pares, y que no nos vienen dados por la especie, somos iguales a otros seres humanos y a la vez somos diferentes porque -si bien nos une la condición de ser hablantes— nos separa el hecho de hablar distintos dialectos que nos hacen ver el mundo con otras «lentes».

El lenguaje no solo nombra, crea de modo permanente. Una postura filosófica, un programa político, una pareja se conforman utilizando lenguaje. Pero también cambian las formas lingüísticas, nacen y mueren lenguas porque cambiamos los usuarios de esos dialectos: los individuos y las sociedades, las posturas filosóficas y las parejas.De este modo, para nosotros, existe la conversación porque mujeres y hombres intercambian formas lingüísticas. Esas formas las han adquirido dentro de una comunidad, pero pueden' usarlas porque

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forman parte de sus respectivas conciencias. Existe el cambio lingüístico porque cambia la valoración que los miembros de la sociedad tienen de determinadas formas, existen relaciones marcadas mediante la jerarquía porque mujeres y hombres utilizan lenguaje -y otras formas semióticas— para ejercer poder. Finalmente, existen las ideologías y las concepciones del mundo no solo porque existen clases sociales e intereses divergentes: existen porque hombres y mujeres tienen concepciones del mundo de las que el lenguaje es su soporte material.

Por eso este libro no toma solamente lo que bajo el rótulo de sociolingüística se ha escrito. Es un libro pequeño, hemos seleccionado algunos temas, pero la preocupación estuvo centrada en incorporar los estudios que mostraran qué hacemos los humanos por el lenguaje y gracias a él.

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Decir y poder decir

El lenguaje puede crear situaciones, realidades, contextos, y estos últi-mos pueden resultar restrictivos para la producción lingüística y —al mismo tiempo- facilitarla. La perspectiva para considerar estas posi-bilidades no puede ser otra que el estudio de las interacciones cotidia-nas y permanentes de una comunidad. Sin embargo, como los hablantes no son todos iguales porque desempeñan distintos roles, no todos pueden hacer lo mismo con palabras.

¿Cómo se llama la nena?

La sociolingüística —paradójicamente, con la excepción de Labov, aunque no de todos sus seguidores- reivindicó siempre la interdisciplina porque su campo de estudio, la relación lenguaje-usuarios-sociedad, lo exige. A esta altura tal afirmación resulta claramente repetitiva y obvia, pero debemos marcarla una vez más para justificar la inclusión de conceptos que tradicionalmente no pertenecían al campo de la lingüística. Ya hemos visto en el capítulo 3 los aportes de la Etnografía del Habla y de la antropología, ya hemos anticipado en el capítulo 2 otros aportes o apropiaciones: a medida que se avanzaba en el estudio del uso del lenguaje surgían problemas que no podían explicarse con las reglas inmanentes del lenguaje.Ahora vamos a considerar un ejemplo bastante complejo y curioso. Supongamos que, luego de un embarazo feliz, usted tiene una hija, llega a un acuerdo con su pareja y cuando el funcionario del registro civil —tal vez ya lo hizo antes en la maternidad ante una enfermera— le pregunta el nombre de la recién nacida usted contesta, sin dudar, María de los Angeles. No se preocupe por el apellido ya que no puede elegirlo: si el nacimiento se produjo en la Argentina será el del padre, acompañado de modo opcional por el de la madre.

A partir de ese momento y para toda su vida, la niña se llamará María de los Angeles y así será reconocida. Pensemos que si nació rubia se puede teñir de negro, se puede enrular el pelo o alisárselo, usar lentes de contacto de cualquier color y hasta cambiarse la forma de la nariz. Sin embargo, deberá identificarse siempre con ese nombre, tendrá documentos que así lo certifiquen. Lo que produjo ese hecho

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definitivo fue simplemente que usted o su pareja enunciaron, es decir, pronunciaron una serie de sonidos lingüísticos que tuvieron el poder de identificar a su hija de una vez y para siempre. No hay ninguna causa natural por la cual su hija deba llamarse así, ningún otro motivo suficiente, ni siquiera su deseo: debe enunciarlo. En otros términos usted ha creado el hecho de que su hija se llame así y para ello solo debió usar el lenguaje. Esto es importante, porque en algún momento reconocimos que había dos Alemanias y luego que hay una sola Alemania.

Volvamos a lo sencillo. En algún momento de su vida su hija se hace fanática de las series norteamericanas, o de las novelas francesas, o quiere reivindicar los nombres que utilizaban los pueblos originarios. Ella no puede cambiar su nombre por Yessica, Brigitte, ni Yukerí, aunque sea mayor de edad. El o los enunciados que ella pueda producir sobre este tema no tendrán el mismo valor que el que tuvo el suyo; podrá hacerse llamar de otro modo, pero no será legalmente otra. Es más, supongamos que usted eligió María de los Angeles en honor a su bienamada suegra; diez años después odia a esa persona o simplemente le gustan otros nombres. Callejón sin salida: los enunciados que pueda pronunciar en ese momento tampoco tendrán el valor que tuvo aquel enunciado original.

Este ejemplo debe servir para plantear varios aspectos el uso del lenguaje que no pueden ignorarse si realmente queremos entenderlo y explicarlo.

El lenguaje puede crear cosas, no se limita a nombrar o clasificar la realidad. Si un árbitro de fútbol ante una jugada dudosa dice que fue penal, un jugador pateará al arco desde los doce pasos del mismo sin otro obstáculo que el arquero. Antes de enunciar, no había ningún penal, solo existía una (hipotética) falta. Un ministro de Economía puede afirmar que usted no es más propietario del dinero que tenía guardado en un banco (para que no se lo robasen), o que ese dinero no vale la misma cantidad de harina que valía antes que él enunciara.

No todos los hablantes somos iguales. Como hablantes de-sempeñamos determinados roles. Ni la vecina de al lado ni el Pre-sidente (salvo, en este caso, que se tratara de su séptimo vástago) puede ponerle un nombre identificatorio a su hija. Ni siquiera 15.000 personas gritando (enunciando) juntas penal pueden decretar un penal.

Existen contextos convencionales en los que este fenómeno se cumple. Usted puede llamar de determinada manera a su hija durante todo el embarazo o comunicarles ese nombre a sus amigas, pero no tendrá efecto. Solo será constitutivo en el momento adecuado y pronunciado ante la persona adecuada en el lugar adecuado. El árbitro no puede expulsar de la cancha a su esposa o a sus hijos, ni puede declarar falta cuando le parten un plato por la cabeza; tampoco podrá decretar penal desde la tribuna o si la pelota no está en juego

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aproximadamente dentro de la zona llamada área penal.De modo que podemos resumir nuestros ejemplos afirmando que:• el lenguaje resulta en ciertas ocasiones constitutivo de los hechos,

• no todos los hablantes podemos desempeñar los mismos roles,• no todos los contextos habilitan los mismos roles.

Por lo tanto, tendremos que investigar estos tres fenómenos, para

comenzar.

Una libertad restringida

Como vimos en el capítulo 3, las comunidades lingüísticas se ca-racterizan por tener determinadas matrices comunicativas con diversos grados de ritualización, que Hymes (1964) llama eventos comunicativos. Uno de. los componentes que permiten caracterizar los eventos comunicativos son los participantes y la relación que se establece entre ellos, es decir, las personas, miembros de una comunidad lingüística al cumplir algún rol en particular: juez, sacerdote, padre, policía, docente, alumno, empleado de una boletería, madre, cajera y tantos otros. Sin embargo, no todos podemos ocupar los mismos roles en cualquier evento comunicativo. Probablemente usted no pueda ocupar el de sacerdote en una misa, el de ministro de Economía de la Nación, gerente de una multinacional y, muy probablemente también, no quiera o no pueda participar en la distribución de esquinas con un grupo de cartoneros.1 Esto implica, obviamente, que tampoco interactuamos con todos los otros hablantes de la comunidad, al menos en algunos roles (nunca declaré a una pareja marido y mujer, nunca le di órdenes a un soldado o policía). En otros términos, no elegimos los roles que desempeñamos; si bien no son absolutamente estáticos, no nos movemos con un libertad ilimitada.

Esto trae un problema muy serio para el análisis, ya que implica que los significados no están igualmente distribuidos -al menos en términos de frecuencia de aparición- en todos los miembros de la comunidad. Por ejemplo, un(a) gerente, un capataz o general debe estar muy acostumbrado/a a dar órdenes, en cambio, un alumno universitario, no.En 1982, Beatriz Lavandera demostró en su estudio de las cláusulas condicionales que las mujeres tienen -desde un punto de vis ta cuantitativo- menos disponibles los significados {asertivos} y más disponibles los significados {posibles} que los hombres; lo mismo pasa (en realidad pasaba en ese momento, no tenemos datos actualizados) con los más jóvenes con respecto a los mayores y con los que tienen menor grado de escoiarización frente a los más instruidos.

Veamos un ejemplo un poco simplificado de esta afirmación. Cuando la entrevistadora preguntaba, por ejemplo:

(1) —¿Te irías al glaciar Perito Moreno?

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Los hombres, los entrevistados más instruidos e instruidas y los/las hablantes de clases más altas tendían a responder (aparecen cuantitativamente más respuestas) con emisiones en presente del indicativo del tipo:

(2) —Si tengo la plata, voy.En cambio, a diferencia de los grupos anteriores, las mujeres,

las/los hablantes menos instruidas o instruidos y los pertenecientes a las clases más bajas, producían cuantitativamente más respuestas del tipo:

(3) —Si tengo la plata, iría. O del tipo:(4) —Si tendría la plata, iría.El uso del presente de indicativo en español indica significado

{+aserción}, mientras que el condicional -aun combinado con in-dicativo como en (3)- significa {- aserción}, es decir que ante el mismo estímulo, la misma pregunta (1), algunos hablantes afirman y otros solo indican posibilidad.

Sin embargo, como este fenómeno del uso no parece afectar la comprensión, debemos concluir que —al menos de modo cuantitativo-: algunos hablantes prefieren afirmar con seguridad, mientras que otros solo negocian posibilidades. El uso del lenguaje está relacionado con los roles sociales. Este estudio -que en sí mismo cuestiona el paradigma cuantitativo porque no se trata de decir lo mismo- demuestra que la variación es social y/o situacional.

Algunas explicaciones posibles

Para explicar estas diferencias, Pierre Bourdieu (1982) nos habla de un mercado lingüístico; afirma que los signos lingüísticos no existen por sí mismos sino que -como las mercancías- deben realizarse en un mercado. Tomemos un ejemplo muy sencillo. Un niño de tres años puede enunciar correctamente, dirigiéndose a su madre:

¡Mamá! ¡Te ordeno que me lleves a la pinza inmediatamente!Este es un enunciado absolutamente gramatical: es un acto de habla

de orden con un realizativo explícito y, sin embargo, no solo la madre considerará que no ha recibido una orden —tal vez lo tomará como una gracia o como una falta de respeto- sino que el niño no verá afectado su rol de hijo si no logra su objetivo de salir a pasear. En otros términos, no es suficiente con enunciar; alguien debe interpretar el mensaje y el mensaje debe obtener un valor como signo. El enunciado del niño, salvo que la madre lo lleve a la plaza, no se realizó como orden, no tuvo ese valor.

Si la orden hubiera sido dada por un jefe de contaduría a un empleado:

¿Me alcanzaría las facturas de El Rey de la Medialuna? aunque

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tenga la forma de una pregunta, constituye una orden porque se realiza de este modo. El empleado se ve obligado a alcanzar lo pedido, el jefe desempeña su rol en ese acto y no resulta indiferente si el empleado cumple o no. Así que hay una distribución social diferenciada de los signos; además, las posibilidades de realización de estos en el mercado de la interacción lingüística también están diferenciadas por los roles. Debemos vincular la propuesta original de Voloshinov (véase cap. 1) con esta afirmación de Bourdieu, pues evidentemente el acento valorativo también está vinculado con el rol social en el evento correspondiente. Aclaremos que, aun cuando uno no elige los roles, no hay una relación directa entre roles y significados usados: probablemente el empleado pueda darles órdenes a sus hijos o compañeros de truco.

Por su parte, la teoría de los actos de habla, enunciada original-mente por los filósofos del lenguaje Austin (1%2) y Searle (1969), permitió avanzar radicalmente en el tema de los usos del lenguaje. Ante todo, determinaron que enunciar es producir un acto. Es decir que el curso normal de los acontecimientos se ve modificado por el solo hecho de la aparición de un enunciado. En otras palabras, demostraron que el lenguaje no sólo servía para reflejar la realidad (por medio de proposiciones verdaderas o falsas) sino que muchas veces «hacía» realidad. Por ejemplo, si alguien afirma que:

Argentina limita al norte con Bolivia, Paraguay y Brasil. un observador puede determinar si la predicación que se produce de la Argentina es verdadera y lo será si y solo si la Argentina efectivamente limita con esos países. Ahora bien, como vimos al principio, si un juez especialmente nombrado, en un Registro civil, enuncia:

Los declaro marido y mujer. los destinatarios ya lo son: han dejado de ser solteros para toda la vida; pueden pasar a la situación de separados, divorciados o viudos, pero jamás solteros. En este sentido es que resulta ocioso afirmar que el enunciado del juez pueda ser verdadero o falso, porque el acto ya se produjo (por eso Austin los llamó, al principio, verbos realizativos). Pensemos, por ejemplo, en la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas, que -de modo contundente— cambió el orden de los acontecimientos.

En trabajos posteriores, por ejemplo Searle (1995, 2000), se avanzó mucho en este tipo de análisis que la sociolingüística tomó como propio: los hablantes, cuando enuncian, producen actos, como afirmar, preguntar, amenazar, ordenar. Muchos de estos actos son constitutivos de la realidad, por lo que no les cuadra la calificación de verdaderos ni falsos. Según Austin, los actos de habla son felices o infelices —de modo más claro, eficaces o intrascendentes- en cuanto que logran lo que el hablante se propone. Por ejemplo, usted entra en la oficina, se cruza con una compañera de trabajo y le dice:

¡Buen día!

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Usted ha saludado y esa persona se siente saludada. Tal vez re-cuerde o no que -en su origen— se saludaba al otro deseándole un buen día, pero esto no tiene importancia aquí. El día puede ser ho-rrible, lluvioso y ventoso; puede ocurrir que la echen del trabajo o que se entere de que su madre está enferma. No es importante, pues, que el día sea agradable para nadie: importa el acto de saludo ya producido.

Otra vez los contextos

Los contextos son —al menos en potencia- condiciones de posibilidad de producción y -a la vez- restrictivos. Restrictivos en el sentido de que no cualquier hablante puede enunciar cualquier enunciado aunque aplique correctamente las reglas de la gramática. Pero también debemos ver el contexto como condición de posibilidad en el sentido de que lo adecuado está altamente regulado. Veamos un ejemplo. Usted entra en un establecimiento de venta de electrodomésticos y un vendedor se le acerca solícito y le pregunta:

(5) ¿En qué puedo ayudarlo?Si nos dirigen una pregunta como la anterior —tomando en cuenta

exclusivamente la información lingüística— se nos podrían ocurrir numerosas respuestas:

(6) ¿Conoce algún remedio para la picazón en el cuello?(7) ¿ Tiene algún trabajo para ofrecerle a mi hijo?(8) ¿Conoce usted algún elemento que elimine suegras?(9) ¿Conoce algún truco para disimular la humedad de mi dormi-

torio?Sin embargo, lo más probable es que afirmemos que queremos conocer el precio de algún electrodoméstico en particular. Si no aceptásemos que el uso del lenguaje es estrictamente interactivo, la situación sería aun más confusa, porque tendríamos que elegir entre las aproximadamente 80.000 palabras que conocemos en una gran cantidad de combinaciones posibles, diferentes modalidades, etc. El contexto, al restringirnos, nos permite enunciar con esfuerzos cognitivos mucho menores que si nuestra producción fuese totalmente libre: tenemos un rango muy limitado de posibilidades adecuadas.

Está claro que no debemos pensar en contextos estáticos ni es-tancos: los hablantes pueden modificar los contextos. Debemos entender contexto como un concepto para pensar el uso lingüístico. Por ejemplo, usted puede entrar en el ya conocido establecimiento de venta y ante la pregunta (10) sacar un revólver y contestar:

(10) Esto es un asalto.Aunque el lugar físico siga siendo el mismo, usted no ha enunciado

algo inadecuado como en (6) o (7): usted ha transformado el contexto de compra-venta en uno de robo a mano armada, por lo que (10) sería adecuado. También puede acusarlos a los gritos de ser ladrones,

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agiotistas, aprovechados, imperialistas y asesinos: obviamente no se trata tampoco de un contexto de compra-venta. Por otro lado, conviene recordar que es más importante la imagen que tenemos del contexto que el contexto objetivo en sí mismo (véase cap. 2).

Todos los aspectos del contexto que hemos visto están altamente relacionados con el aspecto constitutivo del lenguaje. En efecto, supongamos un contexto de amable cena íntima de una pareja. Sin embargo, uno de los dos miembros enuncia:

Hace tiempo que siento que nos abogamos el uno al otro. Debemos separarnos, al menos por un tiempo, para aclarar nuestros senti-mientos.

Evidentemente el contexto cambia de inmediato: ya no es una cena

íntima, es una escena de separación. No importa que alguno de los dos

haya cocinado especialmente, puesto música romántica y velas en la

mesa. Las emisiones lingüísticas son parte del contexto y pueden

crearlo, de modo interactivo y dentro de ciertos límites.Si un docente afirma que la semana siguiente tomará algún tipo de

examen, ha creado la situación de examen: los alumnos deberán comenzar a estudiar, o a decidir no hacerlo, pero algo nuevo, que no estaba previsto en el curso normal de los acontecimientos, aparece en escena. Claro que un presidente de la nación que anuncia su renuncia creará una realidad social más amplia que un te quiero dicho por una persona a otra con la intención de formar pareja.

Una forma posible —muy productiva, por cierto- de tratar el tema del contexto es colocarse con precisión en el lugar que hemos definido como interacción. En efecto, las gramáticas y las teorías lingüísticas que tienen la cláusula como límite superior no pueden dar cuenta de esta situación; a lo sumo, si encuentran una emisión del tipo:

El domingo. que no cumple con la definición de proposición ni de cláusula pueden explicar que seguramente ha sido provocada por una pregunta del tipo:

¿Cuándo pensás ir a visitar a tu vieja?Se trata de un par pregunta-respuesta o, como lo llaman algunas

gramáticas, contexto lingüístico (inmediato). Esto no puede explicar, por supuesto, por qué se produjo la pregunta (18) y, si bien puede explicar por qué la respuesta fue adecuada, no puede ni siquiera intentar analizar por qué pudo o no ser adecuada la pregunta.

El concepto de redEn realidad para estudiar el uso de lenguaje necesitamos una posición más radical, ya que es imposible pensar en la posibilidad de un primer enunciado (Foucault, 1973). No resulta productivo tratar de indagar si quien preguntó por la posibilidad de la visita a la madre había recibido a su vez la promesa de esa visita, que por su parte ya había sido una

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respuesta anterior, que a su vez nos remita indefinidamente a un mítico origen. Al no existir la posibilidad de un primer enunciado que irrumpe en los silencios de la inactividad lingüística, debemos considerar que todos los enunciados constituyen, en realidad, respuestas, continuaciones, refutaciones, impugnaciones de enunciados anteriores, a la vez que prevé —son condiciones de posibilidad- otros enunciados en forma de respuesta, continuación, refutación, etcétera.

En definitiva, todo enunciado se da dentro de una red ininte-rrumpida de discursos, dentro de una red en la cual cada discurso es un nodo. La noción de interdiscurso ya había sido propuesta por Voloshinov pero reingresa con mucha fuerza con los aportes de Pécheux (1969), desde el análisis lingüístico del discurso, desde Ducrot (1984) con la teoría de la enunciación y con los de Fou-cault (1971), desde la filosofía. Quizás el aporte más importante de Pécheux y Foucault sea que incorporan a la lingüística del uso la noción de formación discursiva.

Este concepto refiere a mecanismos de exclusión y a condiciones de posibilidad para la enunciación y la creación de conceptos y temas; establece lo que puede y no puede ser dicho (comprendido, realizado) dentro de la red. No son simplemente mecanismos de censura -en el sentido de prohibición de enunciar- sino de legitimación y deslegitimación del poder de enunciar. No se advierte, por ejemplo, en esta concepción, lucha discursiva por el poder, sino lucha por el poder de enunciar, de decir.¿Alguien puede imaginar a un docente afirmando que no hacen falta más días de clase o que la enseñanza de computación en la EGB (o en la escuela primaria) es inútil? Claro que podría afirmarlo, pero lo enunciado no alcanzaría el estatuto de propuesta pedagógica, no sería más que la expresión de deseos de un docente que no quiere trabajar, un negador de las «nuevas tecnologías» o directamente, un loco. Las formaciones discursivas, pues, impo nen qué puede y qué no puede decirse y cómo deben decirse las cosas para tener significado."

Recurramos, egresados de Letras al fin, al sabio Miguel de Cer-vantes Saavedra (1605) cuando recoge los consejos de su gracioso amigo acerca de cómo presentar un escrito serio:

En lo ele citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáredes las sentencias y dichos que pusiéredes en vuestra his-toria, no hay más sino ..hacer de manera que venga a pelo al-gunas sentencias o latines que vos sepáis de memoria, o, a lo menos, que os cuesten poco trabajo el huscalle, como será po-ner, tratando de libertad y cautiverio:

Non bene pro toto libertas venditur auro

Y luego, en el margen citar a Horacio, o a quien lo dijo. Sitratáredes del poder de la muerte, acudir luego con:

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Pallida mors aequo pulsat pauperem tabernas, Regumque turres

Y con estos latinicos y otros tales os tendrán siquiera por gra

mático, que el serlo no es de poca honra y provecho hoy día.

Aquí, en el prólogo de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, puede verse en forma irónica cómo se debía presentar una obra seria en el siglo XVII. Hoy se diría que para escribir un artículo científico las reglas imponen un abstract (es lo mismo resumen, pero no queda tan claro ni serio), una traducción de ese abstract al inglés (si el artículo está escrito en español; no funciona en los casos inversos) para que hipotéticamente se difunda por Internet, presentar la metodología, los datos, el desarrollo con abundantes citas bibliográficas actualizadas, las conclusiones, y la bibliografía citada. Claro, tal vez también importa el contenido, pero no puede usted hablar de oración sin citar a Chomsky u otra autoridad.

Un viejo chiste académico cuenta que Dios no podn'a ser profesor titular de la Universidad: escribió un solo libro y no tiene ningún artículo publicado en una revista internacional con refera-to externo.

Un concepto asociado al de formación discursiva es el de orden del discurso, que se superpone con el de disciplina. Determina qué puede o no ser dicho, crea los conceptos alrededor de los cuales puede escribirse o hablarse; son mecanismos de control y de exclusión. Tomemos el ejemplo de la economía. Establece una serie de conceptos como productividad, inflación, deflación, costos, deci-les de población e incluso pobre, indigente, necesitado, canasta básica de alimentos -que es diferente de canasta familiar—, riesgo país, mercado, tasa de retorno, inversiones extranjeras y tantos otros.

¿Cuál es la importancia de estos conceptos en el uso del lenguaje? Estos conceptos no existen fuera de la disciplina que los creó y solo pueden validarse o negarse dentro de la disciplina misma, la economía en este caso.

Veamos otro ejemplo. A usted lo echan del trabajo porque no resulta productivo para la empresa o porque su productividad es baja. No importa si —cuando usted se entera- exclama:

(11) No me diga que no soy productivo. Yo me rompo el alma trabajando; le di veinte años a esta empresa y no falté un solodía.

Seguramente usted es sincero y dice la verdad al emitir (11), pero esto no tiene importancia para medir la productividad de un empleado, porque no se mide ni en esfuerzos personales, ni en antigüedad en el empleo. Se mide de un modo que solo los economistas conocen. Usted no puede decir que se siente pobre porque no le alcanza el dinero para jugar algunos plenos en el Casino; quien es pobre no se define por deseos ni necesidades personales. Durante años se habló de lo bueno

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que era no tener inflación, de la bonanza de las inversiones extranjeras. Usted ni siquiera se animaba a decir públicamente:

(12) Yo vivía mejor con la inflación.Es muy difícil que alguien lo hubiera entendido; un enunciado

como (12) sólo podía ser producto de su ignorancia o falta de memoria (o quizás usted es un nostálgico del Estado de bienestar, peronista por ejemplo).

La acción comunicativa

En cuanto al problema del uso del lenguaje esto está, obviamente, relacionado con la distribución social desigual de los significados. Quizás usted tenga algo que decir de la última reforma pedagógica, pero estará excluido de cualquier participación: no dispone de conceptos ni de reglas para expresarse porque una disciplina lo ex-cluye. Ni se le ocurra decir:

\No molesten a los pibes y a ¿as pibas de jardín con matemática!¿Por qué no los dejan jugar en paz?En su ignorancia no supo decir siquiera nivel inicial, integración ni

espacio milico.Jürgen Habermas (1962,1981) entiende como una patología de la comunicación la intervención de especialistas que impiden una ideal situación interactiva mediante la apropiación de temas para su exclusiva participación en la comunidad (Bourdieu lo llama apropiación de los escasos recursos simbólicos). En primer lugar producen una suerte de expropiación de signos, de enunciados, de temas de interés público pero que solo pueden ser tratados por quienes poseen determinados saberes. Para este autor, la acción comunicativa entre seres racionales mediante el uso del lenguaje constituye la única forma de encontrar consensos para solucionar los problemas o dificultades con los cuales los seres humanos se encuentran. Para lograrlo es imprescindible que la comunicación se establezca por la comunicación misma. Si alguno de los participantes tiene un interés teleológico, esto es, ya conoce las conclusiones, quiere convencer al otro o a los otros, sin importarle lo que estos tengan que decir, no hay modo de establecer esa comunica ción ideal; para este autor nos

encontramos ante acción estratégica y no acción comunicativa. De tal modo,

las mujeres y los hombres no haremos otra cosa que repetir errores sin

encontrar soluciones y — sobre todo - sin lograr un funcionamiento demo-

crático en la sociedad. Seguramente otro economista se encargará de pilotear

la crisis económica y, cuando este fracase, buscaremos más economistas que

nos expliquen, nos convenzan y nos lleven a la ruina, a la crisis ecológica, a la

hambruna de la humanidad.

Desde esta perspectiva llegamos a una crítica ideológica del uso del

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lenguaje tanto en su uso comunicativo como constitutivo; en términos de

Voloshinov, como reflejo y como retracción de la realidad. De esto trata el

próximo capítulo.

Nota

1. En la Argentina se llama cartoneros a los pobres que viven de recoger de la basura cartones, botellas y otros elementos reciclables, para venderlos.

Bibliografía

Austin, J. [1962] 1962. Cómo hacer cosas con palabras. Buenos Aires, Paidós. Bourdieu, P. [1982] 1985. ¿Que' significa hablar? Economía de los intercambios

lingüísticos. Madrid, Akal. Cervantes Saavedra, M. de. 1605 11969). El ingenioso hidalgo Don Quijote de la

Mancha. Buenos Aires, Eudeba. Ducrot, O. [1984] 1986. El decir y lo dicho. Polifonía de la enunciación. Barcelona, Paidós. Foucault, M. 1971 [1973]. El orden del discurso. Barcelona, Tusquets. Haber mas, J. 1981 [1987]. Teoría de la acción comunicativa. Madrid, Taurus. — [1962] 1994. Historia y crítica de la opinión pública. México, Ediciones G.

Gilí. Hymes, D. 1964 [1974]. Hacia etnografías de la coniunicación, en P. Garvin y Y. Lastra de Suárez, Antología de estudios de etnolingiiística y sociolingüística.

México DF, UNAM, Instituto de Investigaciones Antropológicas.