deslindes lingüísticos en la costa norte peruana alfredo torero

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Chirapaq, Centro de Culturas Indígenas del Perú Centro de Documentación Serie: Biblioteca Virtual Especializada Qellcay * N° 12 http://www.chirapaq.org.pe/htm/cendocset.htm [email protected] * Qellcay = Registro Las qellcas, más conocidas como tablas pintadas, se han utilizado tradicionalmente en la comunidad de Sarhua (Ayacucho), como “alza techos” de las casas nuevas. En sus cuadros intermedios, escoltados por los dioses tutelares (arriba) y la Virgen de la Asunción (abajo), se registraba, cual crónicas, la genealogía familiar. Hoy en día los temas más tratados son los mitos, fiestas, labores agrícolas y ganaderas de la comunidad, incorporando también los sucesos más importantes de su relación con el país y el mundo, como consecuencia de la migración de sus pobladores.

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Page 1: Deslindes lingüísticos en la costa norte peruana ALFREDO TORERO

Chirapaq, Centro de Culturas Indígenas del Perú Centro de Documentación Serie: Biblioteca Virtual Especializada Qellcay * N° 12 http://www.chirapaq.org.pe/htm/cendocset.htm [email protected] * Qellcay = Registro Las qellcas, más conocidas como tablas pintadas, se han utilizado tradicionalmente en la comunidad de Sarhua (Ayacucho), como “alza techos” de las casas nuevas. En sus cuadros intermedios, escoltados por los dioses tutelares (arriba) y la Virgen de la Asunción (abajo), se registraba, cual crónicas, la genealogía familiar. Hoy en día los temas más tratados son los mitos, fiestas, labores agrícolas y ganaderas de la comunidad, incorporando también los sucesos más importantes de su relación con el país y el mundo, como consecuencia de la migración de sus pobladores.

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Deslindes lingüísticos en la costa norte peruana (*) Alfredo Torero Revista Andina. Año 4, N° 2, dic. 1986, pp. 523-548 Centro de Estudios Rurales andinos “Bartolomé de Las Casas”, Cusco Este documento ha sido digitalizado exclusivamente para fines de difusión. Al utilizar cualquier información del mismo, por favor, citar la fuente impresa o de origen completa.

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Deslindes lingüísticos en la costa norte peruana (*) Alfredo Torero I. La información lingüística en los siglos XVI- XVIII La política de la administración colonial hispana respecto de los idiomas nativos peruanos obedeció ante todo a los requerimientos prácticos de utilización de la fuerza de trabajo' indígena, principalmente en las explotaciones mineras de Potosí y Huancavelica. De allí la importancia que se concedió en el siglo XVI a las lenguas más extendidas del sureste andino, el área de mayor interés económico para la corona española: la variedad HC del "quechua general" y los idiomas aymara y puquina. En el resto del territorio andino, y para fines de encuadramiento de la población nativa y de catequización, las autoridades civiles y religiosas priorizaron el empleo de la "lengua general": el quechua chinchay (lIB-C) y variedades bastante afines, tal como lo habían hecho las huestes españolas desde los años iniciales de la conquista (1). Sin embargo, conforme transcurría el siglo XVI fueron percibiéndose los límites de estos expedientes lingüísticos en aquellas zonas en las que pervivían poderosos idiomas regionales diferentes, como el mochica o el culle, y en las que el quechua "general" nunca había pasado de ser lengua de relación comercial o administrativa en el período prehispánico. Con el asentamiento del poder español, las altas jerarquías nativas empezaron a utilizar el castellano en bilingüismo con su idioma regional, y el quechua general fue saliendo rápidamente del uso allí donde no había llegado a arraigarse de manera suficientemente amplia durante la preconquista. Acerca de los límites de la implantación de la lengua general o "del Inca", así como de la aymara, en las amplias regiones que habían sido ganadas por el imperio cusqueño, varios autores hacen constar la resistencia que pueblos como los de la costa norperuana ofrecieron en la defensa de sus propios idiomas y en el rechazo de la lengua imperial, actitud que demuestra la existencia en los Andes de nacionalidades históricamente bien definidas y fuertemente cohesionadas y evidencia un fenómeno que indudablemente se venía produciendo en el área, en diversas magnitudes, desde muchos siglos atrás. Así, el cronista Pedro Cieza de León refiere, en 1550, que los nativos de la costa peruana “... en partes nunca pudieron los más dellos aprender la lengua del Cuzco"(2). A fines del siglo XVI, Blas Valera comprueba estos hechos, percibiéndolos ya como un retroceso del quechua general:

" ... muchas provincias, que cuando los primeros españoles entraron en Cajamarca sabían esta lengua común como los demás indios, ahora la tienen olvidada del todo, porque, acabándose el mando y el imperio de los Incas, no hubo quien se acordase de cosa tan acomodada y necesaria para la predicación del Santo Evangelio ... Por lo cual, todo el término de la ciudad de Trujillo y otras muchas provincias de la jurisdicción de Quito ignoran del todo la lengua general que hablaban; y todos los Collas y los Puquinas, contentos con sus lenguajes particulares y propios, desprecian la del Cuzco"(3) .

En 1615, Alonso de Huerta, autor de una gramática de quechua cusqueño, advierte en la introducción de su obra que, al lado del quechua general, persistían, por sobre la gran diversidad idiomática andina, lenguas "generales para provincias":

"Este nuevo reino del Perú es tan extendido y grande, que contiene en sí muchas provincias y reinos distintos unos de otros, como son: el reino de Chile, la provincia de Tucumán, la de los Charcas y Potosí, el Cuzco, Lima, Llanos y Sierra, Trujillo, Huánuco, Jauja, Cajamarca, Chachapoyas y Quito. Tiene gran diversidad de lenguas, unas maternas, que se hablan en cada pueblo, tan distintas y diferentes, que hay pueblos que con no distar unos de otros más de media legua, y aún un cuarto de legua, los de uno no entienden lo que hablan en el otro. Otras hay generales para provincias, con que, fuera de las maternas, se hablan los de cada provincia o reino distinto, como es la de Chile, los chiriguanaes, la aymará, la puquina, la pescadora de los valles de Trujillo, que todas son muy diferentes unas de otras. Además de todas estas lenguas, hay una que se llama quechua o general, por ser la lengua que hablaba el Inca... "(4).

A un siglo de la conquista hispana, en 1631, Anello Oliva escribe que, pese al esfuerzo de los incas por extender el quechua, ello

"no fue bastante para que quedase introducida la uniformidad de lenguaje en sus reinos, ni menos en las provincias que no les estaban sujetas, porque en las que lo estaban se conservaron, como se conservan hasta el día de hoy las lenguas particulares, y en algunos pueblos tan tenazmente que

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no se habla otra sino la propia y nativa que tienen como en el pueblo de Lambaieque, en los llanos de Lima y en algunos pueblos de la provincia de Chucuito la lengua Puquina" (Oliva 1895:15).

Pese a tales comprobaciones, no se mostró mayor interés por el estudio y, menos aún, la publicación de materiales de las entidades idiomáticas así reconocidas, ni hubo intentos sistemáticos para esclarecer un panorama lingüístico tan complejo. De los idiomas norcosteños, sólo el mochica recibió los honores de la imprenta: en 1607, cuatro páginas de oraciones católicas y catecismo breve "En la lengua Mochica de los Yungas" de autor desconocido, fueron incluidas en la obra Rituale seu Manuale de Gerónimo de Oré (1607: 404-408), y en 1644 se imprimió el importante Arte de la Lengua Yunga del padre Fernando de la Carrera. El desinterés por esas lenguas "menos útiles" se modificó algo con la creación de los obispados regionales, cuando éstos se dieron por tarea la determinación de las que eran necesarias para la predicación en sus diócesis respectivas, a fin de cumplir las disposiciones de los concilios eclesiásticos que reclamaban el manejo de las hablas lugareñas para la provisión de curatos. Gracias a esta diligencia conocemos, por documentos exhumados en archivos, de la existencia de idiomas "no generales" o "menos generales". Las informaciones recuperadas, sin embargo, se reducen comúnmente a enunciados globales de las hablas diferentes, sin mucha precisión sobre sus áreas de empleo y sin el registro de algún material propiamente lingüístico. Dentro de esta penuria de material, cobra fundamental importancia, para nuestro objetivo de reconstruir en lo posible el panorama idiomático del área costeña septentrional, un listado de cuarenta y tres voces castellanas con sus equivalentes en ocho hablas nativas llenado en el último cuarto del siglo XVIII por el obispo de Trujillo Gregorio Martínez Compañón. Si bien recogido en fecha relativamente tardía -cuando, al parecer, habían desaparecido al menos dos idiomas aludidos por fuentes más antiguas: quingnam y olmos- ese listado, un verdadero rescate lingüístico, constituye la sola fuente de información concreta para varias de las lenguas norteñas y la única que permite un estudio comparativo entre ellas, por más limitado que fuere. Por otra parte, a fin de determinar la situación lingüística norcosteña en los siglos XVI y XVII y esclarecer, en particular, la identidad de las "lenguas" quingnam y olmos, no documentadas lingüísticamente, y los usos diversos e imprecisos de la expresión "(lengua) pescadora", recurriremos en prioridad al análisis de las noticias de idiomas por ser éste el procedimiento más provechosamente aplicable al efecto. Felizmente, a más de valiosos documentos de archivo ya ahora publicados, poseemos versiones fidedignas de varios cronistas que reunieron información "sobre el terreno", como Miguel Cabello Valboa, el dominico fray Reginaldo de Lizárraga -quien visitó en 1577 el convento de su Orden en el valle de Chicaza -y el agustino Antonio de la Calancha-quien, a su vez, residió por un tiempo en el convento de los agustinos en Guadalupe, junto al valle de Pacasmayo-. Finalmente, procederemos a la observación de ciertas particularidades lingüísticas de los idiomas documentados -en especial, el mochica-, lo cual facilitará la delimitación de sus territorios propios al par que el deslinde con los territorios ajenos. 2. Lenguas septentrionales en las listas de Martínez Compañón 2.1. El documento de idioma del obispo de Trujillo fue dado a conocer en el Perú en 1948 por el historiador Jorge Zevallos Quiñones (1948: 114-119). Consiste en una lámina introducida por la expresión: "Plan que contiene 43 vozes Castellanas traducidas á las 8 lenguas que hablan los Indios de la costa, Sierras y Montañas del Obispado de Truxillo del Perú", y consigna las ocho hablas nativas bajo la presentación respectiva de Lengua Quichua, Lengua Yunga de las Provincias de Trugillo y Saña, Lengua de Sechura en la Provincia de Piura, Lengua de Colán en la Provincia de Piura, Lengua de Catacaos en la Provincia de Piura, Lengua Culli de la Provincia de Guamachu. co, Lengua de los Hivitos de las Converciones de Huailillas y Lengua de los Cholones de las mismas Converciones (ver lámina adjunta). De los varios estudios efectuados sobre el documento de lenguas de Martínez Compañón, el más exhaustivo y cuidadoso ha sido el de Paul Rivet (1949: 6-7, 26-37), quien recurrió igualmente a otras fuentes con fines comparativos. Ahora utilizamos en nuestro estudio algunas informaciones sobre los idiomas de la costa norte que Rivet no alcanzó a conocer en su época y llegamos a conclusiones diferentes en varios puntos. El obispado de Trujillo se había instituido a fines del siglo XVI, pero sólo tuvo titular efectivo a partir de 1616. La diócesis se constituyó desprendiendo algunos territorios que habían estado hasta entonces bajo las jurisdicciones, respectivamente, del arzobispado de Lima y del obispado de Quito; en la época, comprendía,

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por la costa, de norte a sur, desde el valle de Oña (Zarumilla) hasta el curso medio y bajo del río Huallaga e incluía la entonces denominada "Provincia de Jaén ".

Aparte del quechua y de las lenguas norcosteñas, la tabla consigna idiomas empleados en áreas de la sierra y la selva alta del Perú septentrional que no son objeto de la presente exposición: el culle, cuyo territorio, según los documentos históricos y nuestros estudios de toponimia, correspondía bastante coincidentemente con el área que hoy comprende la provincia de Cajabamba, en el departamento de Cajamarca, las de Otusco, Huamachuco y Santiago de Chuco, en el departamento de La Libertad, y la de Pallasca, en el departamento de Ancash; y el hivito y el cholón, que se hablaban, con zonas en parte superpuestas, en la actual provincia de Mariscal Cáceres, departamento de San Martín, particularmente sobre los afluentes izquierdos del río Huallaga; el cholón se extendía al parecer más al sur todavía, siempre por la margen izquierda del Huallaga, hasta la provincia de Tingo María, departamento de Huánuco. Dos objetivos movieron evidentemente al obispo de Trujillo en la elección de las 43 voces castellanas:- 1) fijar términos requeridos para la evangelización y la prédica católicas, de donde la presencia de hispanismos como dios, alma, cuerpo, en casi todos los listados; 2) recoger los vocablos más comunes y "universales" relativos a la anatomía y la conducta humanas y al medio natural conocido por las gentes de su obispado. El llenado de las listas evidencia el choque cultural ocurrido en el mundo andino al implantarse el dominio español. En obligado ajuste a la cultura invasora, los pueblos nativos debieron a menudo reacondicionar términos propios o adoptar los de origen hispano para -agrupando o desagregando- segmentar conceptualmente la realidad de manera diversa a como lo hacían antes de la conquista. Así, el vocablo quechua llama y su equivalente mochica col, amplían su significado original para regularse con el castellano animal, en tanto que en las listas de las demás hablas se adopta la palabra hispana. Otros hispanismos: flor, fruto, rama, etc., se introducen en algunas de las hablas para marcar con lexemas simples distingos que, indudablemente, no habían tenido en ellas una exacta correspondencia léxica.

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De modo similar, ante los requerimientos generados por la lista castellana de entrada (que sólo contiene lexemas simples), el registro en idioma nativo responde en ciertos casos con formas derivadas o compuestas, establecidas, es cierto, a partir de elementos autóctonos, pero no necesariamente acordes con la conducta lingüística habitual de los usuarios ni, inclusive, con su real conocimiento del objeto que se trata de referir. Para este último caso, advertimos cómo la "traducción" de mar, que se expresa mediante un lexema simple en cinco de las listas, contiene, en cambio, formas complejas, con el lexema correspondiente a "agua" como núcleo, en los idiomas hivito y cholón, pueblos con hábitat lejano del mar. En la lista quechua, cuya fuente en este caso es no un dialecto costeño -como el costeño- central atestiguado en 1560 por fray Domingo de Santo Tomás, en el que "mar" se expresaba con el lexema simple cocha-, sino un dialecto del interior andino, que entendía a cocha o ccocha como "lago" y se refería al mar, entonces, como "lago grande" o "lago madre", esto es, hatun ccocha o mama ccocha, forma esta última registrada por Martínez Compañón.

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La fuente de información para el llenado de la lista quechua no fue, pues, un dialecto costeño, pero tampoco los empleados a la sazón en las tierras del interior del obispado de Trujillo, que habrían sido ciertamente de variedades de Q.IIA, como las que se perpetúan en las sierras de los departamentos de Cajamarca y Lambayeque, o de variedades de Q.IIB como las usadas aún hoy día cerca de Chachapoyas y Lamas; sus rasgos léxicos son del quechua IIC, en particular de la variedad cusqueña de fines del siglo XVI y principios del XVII; y si bien de los dos vocablos conocidos en cusqueño para "agua": unu, de área regional, y yaku, general al quechua, se consigna este último, la forma registrada para "árbol", hacha, con h y no s en inicial, es la que en Cusco recogen Diego Gonzáles Holguín en 1608 (aunque con la variante hachha) y el "Vocabulario Anónimo" de 1586 (el cual, por añadidura, denuncia la forma sacha como 'chinchaysuyo', no cusqueña). La lista mochica de Martínez Compañón muestra un estado de transición fonética entre las formas consignadas por Gerónimo de Oré y La Carrera y las atestiguadas a fines del siglo XIX y principios del presente siglo por E.W. Middendorf en su obra Chimu-Sprache, de 1892, y por Ramadés A. Altieri en su estudio introductorio a la reedición hecha por él en 1939 del Arte de la lengua yunga de Fernando de la Carrera. En el consonantismo del mochica del siglo XVI pueden advertirse varios rasgos que le otorgan fisonomía propia: a) una indudable oposición de palatalidad/no palatalidad que ordena en dos series correlativas a la mayor parte de sus fonemas consonánticos. Transcribimos los fonemas de cada serie, no palatalizada y palatalizada, subrayando el recurso gráfico de La Carrera y poniendo entre corchetes su probable realización fonética:

b) en los fonemas de articulación lateral, una oposición de sonora a sorda, que parece consistente en la serie palatalizada (ll / xll), pero no es clara en la serie no palatalizada, en la que pudo estarse produciendo una tendencia al ensordecimiento de I en todos los contextos o en algunos de ellos; en todo caso, La Carrera no hace aquí distinción gráfica, y sólo los testimonios posteriores, a partir del que poseemos gracias a Martínez Compañón, dan prueba del ensordecimiento de la lateral, a la que no se atina a transcribir de manera coherente (véase los vocablos mochicas correspondientes a "agua" y a "animal" en Martínez Compañón). Similar desconcierto se percibe en el obispo de Trujillo y en los ulteriores recolectores de lexemas mochicas cuando se trata de graficar la lateral sorda que se escribía xll en el siglo XVI (véase cómo anota Martínez Compañón los, términos que La Carrera transcribe xllang "sol" y xllac "pez". En este último caso, la lateral palatal sorda aparece descompuesta en "aspiración" h y palatalidad i. Tal vez más tarde la lateralidad acabó perdiéndose, por cuanto los registros de diversos encuestadores que Ramadés Altieri nos da a conocer suelen, finalmente, recoger la antigua xll como ji-: xllac "pez": jiac; xllaxll "plata, dinero": jiay; etc.). d) la labial p tiene su correlato en el fonema escrito f; la dental t, a su vez, parece correlacionable con el fonema escrito d, que Middendorf describe como equivalente al sonido "suave" de la d en alemán; se trataba de un sonido sordo, semifricativo y tal vez interdenta1. d) completaban el consonantismo: la nasal labial m; la "vibrante múltiple" rr; la y de función consonántica y en inicial de sílaba, pero de escasa frecuencia; y, quizá, un fonema de articulación uvular, que Middendorf describe como una fricativa "similar a la j del aymara". El sonido que La Carrera anota como ng era posiblemente mera variante contextual de n. El análisis del sistema vocálico, por su parte, se ve complicado por la escasa información suministrada acerca de longitud, intensidad, altura, acento, ritmo, etc. No consideradas estas variables, el sistema parece haber poseído -con variación alofónica- una vocal anterior alta (escrita por La Carrera i o e), una posterior alta (escrita u, o u oe), una baja (escrita a) y una central, de apoyo (escrita igualmente oe), cuya ocurrencia o caída estaba condicionada al parecer por el patrón silábico propio del idioma. Al respecto, puede darse por seguro que la composición silábica máxima del mochica era consonante-vocal-consonante (CVC) y que los casos que parecen contrariar este patrón se explican o por la palatalidad inherente a la consonante (como ciec "señor", donde el segmento inicial ci- es un sólo fonema) o por el "anticipo" de la palatalidad cuando la sílaba es cerrada por un fonema palatalizado (como en ñaiñ "ave", donde el segmento final -iñ es simplemente el fonema /ñ/).

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Por otra parte, tanto en la transcripción de los vocablos mochicas, así como de los de otras cuatro de las lenguas indígenas listadas -exceptuadas la quechua, la catacaos y la cholona-, Martínez Compañón (o quienes recogieron la información) recurre a variados diacríticos en el intento de retratar mejor la fonética de idiomas de pronunciación alejada de la castellana. Infelizmente, tales recursos no son de real utilidad dado que ni en la época se hallaba establecida una convención fonética universal ni en los textos hasta hoy conocidos del obispo de Trujillo se suministra explicaciones para la interpretación de los sonidos que con tales diacríticos se buscaba transcribir. 2.2. Para determinar la existencia o no de algún tipo de relación (de parentesco o contacto) entre los idiomas andinos consignados por Martínez Compañón, hemos procedido a su comparación por pares y teniendo en cuenta únicamente los vocablos nativos, esto es, eliminando los hispanismos tanto del conteo de cada lista cuanto del cotejo de cada una con las demás. Los resultados se dan en el cuadro siguiente, donde el sector derecho de la diagonal da la cifra de la eventual "comunidad léxica" sobre la base de los vocablos nativos cotejados en cada par de idiomas y el sector izquierdo, los porcentajes correspondientes:

Por otra parte, con el fin de obtener cierto rango de referencia, se ha llenado el listado casi "básico" de Martínez Compañón con material equivalente aymara tomado de los más antiguos léxicos de esta lengua y se ha realizado la comparación entre quechua y aymara, dos idiomas que hoy se estima no emparentados -al menos, no de manera evidenciable-, pero sí fuertemente interpenetrados por préstamos mutuos desde hace dos milenios o más. Se ha hallado de este modo 21.95% de lexemas compartidos por ambos. De paso, se observó sólo tres vocablos posiblemente comunes entre aymara y culle, los cuales son igualmente comunes entre culle y quechua. Resulta de estos procedimientos que: - Colán y Catacaos (86.66% de lexemas comunes) son lenguas obviamente emparentadas o dialectos bastante diferenciados de una misma lengua; denominaremos al conjunto con el nombre de Tallán, de acuerdo con la designación históricamente aplicada a las gentes que habitaban las áreas en que las listas se recogieron; - Sechura es una lengua independiente de todas las demás, aún cuando fuertemente interpenetrada con la Tallán, indudablemente en razón de la contigüidad de sus áreas (lexemas comunes: 29.41% con Colán y 32.25% con Catacaos); - Yunga (Mochica) es igualmente una lengua independiente dentro del Perú septentrional, con nula o muy poca comunidad léxica con los idiomas vecinos; su total desemejanza en la lista cotejada con la lengua quechua -originaria, sin embargo, de la costa central- hace sospechar que no estuvieron ambas en contacto directo, que entre ellas hubo uno o más idiomas interpuestos; - Culli (Culle), aunque también independiente, presenta un índice significativo de comunidad con la lengua quechua (18.42%, similar a la existente entre quechua y aymara), lo que sería prueba de un largo período de contacto; no hay evidencia, en cambio, de relación de ningún tipo entre culle y aymara, puesto que su muy débil comunidad léxica puede explicarse bien por intermediación de la quechua;

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- Hivito y Cholón son idiomas independientes entre sí y con los demás de la región; la comunidad léxica hivito-cholón (20.00%) responde, ciertamente, a una prolongada convivencia de ambas lenguas en la cuenca del Huayabamba ("converciones" de Huailillas). Nuestras conclusiones difieren de las sostenidas en 1949 por Paul Rivet en cuanto éste propone el emparentamiento de Sechura con Colán-Catacaos y de Hivito con Cholón. 3. Mochica y quingnam 3.1 Mochica y quingnam. La frontera lingüística en el valle de Chicama Examinaremos aquí, a la luz de los documentos, la debatida cuestión de la existencia en los siglos XVI y XVII en "los llanos de Trujillo", de un idioma diferente del mochica (o "yunga" de La Carrera), la lengua llamada Quingnam por el agustino Antonio de la Calancha. La dilucidación de este punto va ligada con la de las ºteño de su arquidiócesis, contiene referencias -infortunadamente las más de ellas imprecisas- acerca de las lenguas que se hablaban en pueblos comprendidos dentro de los actuales departamentos de Lima, Ancash, La Libertad, Lambayeque y Cajamarca(5). En el documento, las noticias de idiomas nor-costeños aparecen vinculadas a las informaciones acerca de si el cura de una determinada doctrina sabe o no la lengua de sus feligreses, aun cuando no se diga de qué lengua se trata o la designación sea equívoca: yunga, pescadora, mochica, yunga pescadora. Tales imprecisiones se originaron indudablemente en el hecho de que el arzobispo de Lima y/o sus asesores desconocían las realidades lingüísticas ante las que se encontraban. De allí que el dato más importante registrado en dicha Visita en relación con nuestro propósito de aclarar la situación lingüística en los llanos de Trujillo sea que el cura de Magdalena de Cao, en el bajo valle de Chicama, domine más de una lengua nativa: el cura del lugar "es buen lenguaraz de las lenguas pescadoras". Por lo demás, el documento testimonia la débil presencia de la "lengua general" (quechua) en la franja costeña que se extiende desde el actual departament9 de Ancash hacia el norte. Los pueblos para los que se indica idiomas no quechuas son: Huarmey (yunga); Magdalena de Cao (pescadoras); Santiago de Cao (pescadora); Chepén (yunga); Callanca y Monsefú (yunga); Chiclayo ("la lengua materna yunga de estos valles "); Lambayeque ("la lengua mochica que se habla en estos valles "). Acerca de la diversidad lingüística en el valle del Bajo Chicama, ya a principios del siglo XVII fray Reginaldo de Lizárraga, en su Descripción breve del Perú había indicado que los indios de este valle tienen dos lenguas que hablan: "los pescadores una, y dificultosísima, y la otra no tanto; pocos hablan la general del Inga ... " (Lizárraga 1919: XV). Añadía que un religioso dominico, el padre Benito de Jarandilla, "las sabía ambas, y la más dificultosa, mejor". Lizárraga no provee de precisiones que permitan identificar esos dos idiomas "no del Inga", pero sí subraya suficientemente su existencia y distingue netamente el uno del otro. Por otro lado, si bien el autor pone en relación con los pescadores del valle a sólo uno de tales idiomas, su información nos recuerda el uso del plural en la Visita de Mogrovejo cuando éste dice que el cura de la doctrina de Magdalena de Cao, pueblo litoral del mismo valle de Chicama, era "buen lenguaraz de las lenguas pescadoras". Se nos va haciendo evidente, en todo caso, que en la época la designación de "pescadora" era) en la costa nor-peruana, aplicable a distintas entidades lingüísticas, a la que tal vez confundía igualmente Alonso de Huerta cuando señalaba en 1615 a la "pescadora de los valles de Truxillo" como una de las lenguas "generales para provincias". Otro importante documento escrito en la primera mitad del siglo XVII, hacia 1638, es muy preciso en este deslinde lingüístico: se trata de la "Memoria de las doctrinas que ay en los valles del obispado de Truxillo desde el río de Sancta asta Colán lo último de los llanos". Publicado en el Perú por la investigadora Josefina Ramos (1950), este documento indica las lenguas que deben emplearse en los diferentes corregimientos existentes dentro de la jurisdicción del obispado de Trujillo, siguiendo un orden de sur a norte. Respecto del Corregimiento de Truxillo, el documento menciona que se habla "la lengua pescadora" en las doctrinas de Guañape y Virú (valle de Virú), Moche y Huamán, San Esteban, Manciche y Huanchaco (valle de Moche) y Santiago [de Cao] y [Magdalena de] Cao (valle de Chicama), en tanto que en Chocope y Paiján (también en el valle de Chicama) se habla "la lengua de los valles que es la que llaman quichua (sic) o mochica". Añade que hay otros tres pueblos en este corregimiento en los que se habla "la lengua general

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porque de ellos comienza la sierra". Nótese aquí la calificación de "lengua de los valles" por oposición a "lengua de la sierra" y el empleo del término quichua como equivalente de "lengua de los valles" o mochica. En el Corregimiento de Chiclayo consigna a los pueblos de San Pedro de Lloc, Jequetepeque, Guadalupe y Pueblo Nuevo (valles de Pacasmayo o Jequetepeque y Río Seco de Chamán) y Mocupe, Callanca, Reque, Monsefú, Chiclayo y San Miguel [de Farcapa] (valles de Saña y Lambayeque), en todos los cuales "se habla la lengua mochica que es la materna de los indios de ellos”. Seguidamente se refiere a pueblos del Corregimiento de Saña: Lambayeque, Ferreñafe, Mochumí, Illimo, Túcume, Motupe, J ayanca y Pacora (valles de Lambayeque y Jayanca-La Leche), donde "se habla la lengua mochica que es la materna de sus naturales", quienes "no entienden la general ni otra alguna". Entre los predicadores en esta lengua nombra aquí al padre Fernando de la Carrera. Del Corregimiento de Piura cita a los pueblos de Santo Domingo de Olmos, Catacaos, Sechura y Paita. En cuanto a idioma, se limita a decir, en singular: "Esta es una lengua particular y muy obscura que no se habla en otra parte ninguna del Perú". El documento finaliza describiendo la situación en las zonas serranas de los corregimientos nombrados, situación en la que destacan dos hechos: tanto la generalización del quechua cuanto la persistencia en "algunos pueblos" del cullecomo lengua particular:

“... estas son las doctrinas de los valles de Truxillo. Y las differencias de lenguas. Y aunque cada corregimiento se estiende por los principios de la sierra en toda ella se habla la lengua general del Inga, salvos algunos pueblos adonde tienen los naturales de ellos su lengua particular materna que llaman =culli= pero también usan de la general".

3.2. Mochica y quingnam. La frontera lingüística en el valle de Pacasmayo El cronista Antonio de la Calancha, en su Corónica Moralizada de la Provincia del Perú, publicada en 1653, hace asimismo múltiples referencias a los idiomas de la costa norte peruana, pero las hace de manera superficial, asistemática y enrevesada, por lo cual sus informaciones sólo pueden ser aprovechables con un cuidadoso examen crítico y poniéndolas en correlación con los datos recogidos de otras fuentes. Calancha también presenta para el valle de Pacasmayo un estado de diversidad lingüística semejante al que describe Lizárraga para el contiguo valle sureño de Chicama, y es el único autor que nos transmite el vocablo quingnam (o quingnan) como nombre de una de las lenguas de ese valle, lengua que afirma como originalmente natural del reino de Chimo, pero extendida ulteriormente desde el valle de Pacasmayo hasta Lima gracias a la expansión político-militar de ese reino, que culminó en la constitución de lo que se conoce como Imperio Chimú. El área geográfica que el cronista delimita como alcanzada por el quingnam no se corresponde, sin embargo, con el territorio que él mismo indica como el ganado en sus campañas por los reyes de Chimo: de sur a norte, desde Paramonga -río en el límite septentrional del departamento de Lima- hasta Paita y Tumbes. Para evaluar lo mejor posible las referencias que suministra Calancha respecto de los idiomas de la costa norte peruana, haremos una transcripción textual de ellas:

"Un casique de lo que oy se llama Trugillo, llamado el chimo, ... fue conquistando los indios yungas ... desde Parmunga hasta Payta y Tumbes ... Hízose opulento, creció en vasallos y fue introduciendo en magestad su lengua natural que es la que oy se habla en los valles de Trugillo, era la Quingnam propia de este reyezuelo ... "; " ... los vasallos de Pacasmayo dieron en ablar su lengua, y los demás hasta Lima ... "; " ... los demás valles de los llanos ablaban la lengua Muchic que oy conservan hasta Motupe, i otra que llaman Sec, i la de los Olmos mudan letras i finales, si bien cada pueblo, i aun cada familia tiene lengua propia, o vocablos diferentes ... "; " ... la que entre ellos se llama Pescadora más parece lenguage para el estómago, que para el entendimiento; es corta, escura, gutural i desabrida; con estas dos lenguas más comunes se tenía la correspondencia de los valles, i se manejava el mucho comercio i las contrataciones destos territorios ... " (Calancha 1653: I., 3-4, pp. 549-550)… San Pedro de Yoco, y Jequetepeque, entonces de gran gentío, i en tributarios de numerosa multitud, es la lengua que ablan la Muchic i la Quingnam, escura i de escabrosa pronunciación. La Pescadora es en 10 general la misma, pero usa mas de lo gutural; pocos la an sabido con perfeción... " (Calancha 1653: 1.3-4, p.506).

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Dejando para más adelante lo relativo a la lengua sec y a la de los Olmos, 10 escrito por Calancha respecto de la situación lingüística desde Motupe hacia los valles del sur "en los llanos de Trugillo", permite, a nuestro entender, las siguientes interpretaciones: a) que en la franja costeña así delimitada se hablaban dos lenguas efectivamente diferentes, distinguibles ambas de la "general del Inga" y con territorios parcialmente compartidos: las denominadas por él Muchic y Quingnam, respectivamente; b) que son la Muchic y la Quingnam las aludidas cuando dice que "con estas dos lenguas más comunes se tenía la correspondencia de los valles, y se manejava el mucho comercio i las contrataciones destos territorios". Por la expresión "más comunes" ha de entenderse, ciertamente, las más extendidas territorialmente; y éstas, según el cronista, eran la Quingnam, empleada desde Pacasmayo hasta Lima, y la Muchic, hablada desde Pacasmayo hasta Motupe. La Pescadora queda descartada, pese a lo confuso de la redacción del texto, por cuanto la característica de "corta" (esto es, de léxico y de amplitud comunicativa restringidos) que Calancha le asigna hace evidente que no la estimaba apta para ser usada como vehículo de las relaciones múltiples desplegadas en el mucho comercio y las contrataciones de la región; c) que la quingnam y la que Calancha llama Pescadora eran variedades de una misma lengua. De un lado, el texto citado establece una relación de contigüidad cuando, en línea seguida, después de consignar a la quingnam subraya que la Pescadora "es en lo general la misma"; de otro lado, califica a ambas de "oscuras", esto es, de muy difícil aprendizaje para los castellanos -en mayor grado, en todo caso, que la Muchic-. La variedad Pescadora es caracterizada, sin embargo, como "más gutural", expresión muy socorrida a la sazón por los autores de habla hispana, pero fonéticamente equívoca. A la Pescadora alcanzaba también, indudablemente. lo que indica para la Quingnam: "escabrosa pronunciación", pero a aquélla le atribuye además una serie de rasgos peyorativos que indudablemente no debieron tener más sustento que el desdén por quienes probablemente eran sus usuarios: los pescadores, grupo o grupos marginados a causa de su sobreespecialización y aislamiento geográfico de los sectores socio económicos más variados y activamente integrados que habitaban los valles y las ciudades: "la que entre ellos se llama la Pescadora -dice- más parece lenguage para el estómago que para el entendimiento", es "corta" y "desabrida". d) que la quingnam y la muchic habían perdido terreno como vehículos de comunicación y comercio en la costa norteña a raíz del deterioro de las economías indígenas y la consolidación del control económico-político de los españoles, con el consiguiente predominio del idioma castellano. El texto del cronista es revelador sobre este punto -revelador en cuanto a la desarticulación de los usos y modos de vida nativos- cuando emplea formas de pretérito para decir que con esas dos lenguas más comunes "se tenía" la correspondencia y "se manejaba" el comercio y las contrataciones en los llanos de Trujillo. Y si bien en tiempos de Calancha la lengua quingnam sobrevivía ("es la que oy se abla en los valles de Trugillo" dice el autor), probablemente el número de sus hablantes exclusivos se hallaba en franca reducción, más acentuada en todo caso que la muchic por tener su área lingüística propia en zonas inmediatas a la importante sede hispana de Trujillo. Todo lo cual no suscitaba mucho interés en la administración y el clero españoles por estudiarla o conservar su registro y reforzaba, por ende, su fama de "oscura y escabrosa". 3.3 Mochica y quingnam. El soslayamiento de la quingnam La pérdida de la importancia de la quingnam (denominación en la cual insumiremos en 10 sucesivo a las variedades quingnam y Pescadora de Calancha) se ve consagrada finalmente por la inexistencia de su mención en una carta del obispo de Trujillo del año 1651 -contemporánea por lo tanto con la publicación de la obra de Calancha- que enumera los idiomas de ese obispado cuyo conocimiento se juzgaba recomendable para religiosos o funcionarios. Esta carta, hallada en archivos y dada a la imprenta por la estudiosa peruana María Rostworowski, constituye, en cambio, el documento más antiguo hasta hoy conocido que establece deslindes valederos acerca de los idiomas costeños del actual departamento de Piura: la lengua de Sechura, de un lado, y la de Catacaos y Paita, de otro. El texto indica:

"Si en este obispado de Truxillo fuera necesario cathedrático, avia de ayer sinco por la diversidad de lenguas, uno para la general del Inga para la sierra, y otro para el pueblo de Olmos que tiene lengua particular, y otro para Sechura, que tiene otra lengua; y otro para Catacaos y Paita que hablan diferente lengua; y otro para los demás pueblos que llaman de los valles, donde se habla una lengua que llaman Mochica; y para los exámenes se llamen examinadores que sepan la lengua necesaria ... " (Rostworowski 1975).

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La ausencia de mención de la quingnam de Calancha (pescadora del Documento Ramos) no ha de entenderse necesariamente -hemos dicho- como señal de extinción de ella, sino como reflejo de una reducción del número de sus hablantes exclusivos por avance de la castellanización, lo que hacía 1651 tornaba prescindible que tuviese "catedrático". Al respecto, es significativo que la carta no mencione tampoco a la serrana lengua culle y sólo recomiende la "general del Inga" para la sierra, pese a que la supervivencia de la culle ha sido señalada hasta los primeros decenios del presente siglo. Unos años antes, en 1644, el padre Fernando de la Carrera Daza, por entonces "Cura y Vicario del pueblo de San Martín de Reque en la Jurisdicción de Chiclayo", había logrado hacer publicar su ya citado Arte de la Lengua Yunga, el más rico testimonio que se tiene del idioma Mochica. La Carrera, hablante "natural" de esta lengua "por haberla aprendido en la niñez en el pueblo de Lambayeque", se precia, en la introducción a su obra, de haber compuesto el arte "de la lengua más general y más elegante de los valles de este Obispado" [de Trujillo]. Señala que es "dificultosísima" y de "escabrosa pronunciación" y que, si bien hay variaciones de algunas localidades a otras "en pronunciar los verbos y vocablos", "en realidad de verdad la lengua toda es una". Dan las aprobaciones requeridas para la publicación el padre agustino Marcos García, "el más eminente en la lengua Yunga" y examinador general de ella en el Obispado, quien firma en Mocupe; el Licenciado Juan Niño de Velasco, cura de la Parroquia de Zaña y "muy gran lenguaraz de la lengua Mochica del Obispado de Trujillo", y el Bachiller Gonzalo Jacinto de Miranda, cura de Lambayeque y Comisario del Santo Oficio en la jurisdicción de Zaña. Todos alaban la tarea cumplida por la Carrera al "reducir a método" tan "intrincada" y "más que dificultosa lengua". El autor del Arte calcula que por entonces hablaban el idioma más de cuarenta mil personas y consigna, por corregimientos, las localidades o zonas que lo empleaban. Sus menciones se inician en la costa, de sur a norte, partiendo del valle de Chicama. Reordenamos sus datos en torno a los valles principales: Valle de Chicama: Santiago y Magdalena de Cao; Chocope "y todo el valle de Chicama"; Paiján. Valles de Pacasmayo (Jequetepeque) y Río Seco de Chamán: San Pedro de Lloc; Jequetepeque; Chepén; Guadalupe; Pueblo Nuevo. Valles de Zaña, Lambayeque, Reque y Jayanca-La Leche: Eten; Chiclayo; San Miguel (de Farcapa); Santa Lucía, parroquia de Zaña; Reque; Monsefú; Ferreñafe; Mochumí; Lambayeque; Túcume; IIlimo; Pacora; Mórrope; Jayanca; Motupe; Salas, anexo de Penachí; Copis, anexo de Olmos. El valle de Chicama formaba parte del Corregimiento de Trujillo. Desde el valle de Pacasmayo, todos los pueblos nombrados pertenecían al Corregimiento de Zaña, excluidos Motupe, Salas y Copis, que eran del Corregimiento de Piura. Respecto de las vertientes marítimas correspondientes a la franja costeña en cuestión -serranías que cabían al Corregimiento de Cajamarca- La Carrera no alude a ningún pueblo de la cuenca alta del río Chicama, nombra a dos en afluentes derechos del río Pacasmayo-Jequetepeque: San Miguel de la Sierra (Pallaques) y San Pablo; a uno en la cuenca alta del Zaña: Niepos; y a uno situado entre nacientes secundarias de los ríos La Leche y Lambayeque-Chancay: Cachén (hoy Miracosta). Suma a Cachén, pero sin citarlos nominalmente, "otros pueblos" de la entonces provincia de los Guambos, lindante con la costa del Corregimiento de Zaña. Más alejados aparecen, del Corregimiento de Piura, Frías y Huancabamba, y, del Corregimiento de Cajamarca, la doctrina de las Balsas del Marañón "y otros muchos que hay en la Sierra, como el valle de Condebamba". El autor se acoge a la versión del cronista Garcilaso de la Vega acerca de traslados por los incas de pobladores costeños al interior andino, para explicar la presencia en la sierra de grupos que asume como hablantes de "yunga", "teniendo los serranos la suya natural, que es la que llaman la general del Inca". Añade que los indios trasladados desde los valles "conservan su lengua materna. Y aunque saben la serrana, hablan la suya más de ordinario que la otra". La lectura de las informaciones provistas por el Arte suscita las observaciones siguientes: 1) El autor afirma que la lengua objeto de su estudio es "la más general" de los valles del obispado de Trujillo y señala los lugares en que, a su entender, se usaba, pero se abstiene de decir cuáles eran entonces y dónde se hablaban las "menos generales". Sin embargo, cuando él se encontraba componiendo su obra, en la costa norteña se conocían, como hemos visto, varios otros idiomas; la lengua pescadora en los valles de Virú y Moche y en los pueblos de Santiago y Magdalena de Cao del valle de Chicama, claramente distinguida en este mismo valle de la lengua mochica, hablada en los pueblos de Chocope y

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Paiján (Documento Ramos), y en los valles más norteños hasta Motupe; y tres lenguas diferentes al norte del área mochica: Olmos, Sechura y Catacaos¬Paita (Carta del obispo de Trujillo). El silencio de La Carrera al respecto pudo tener por objetivo relievar su trabajo sobre la que califica como "la lengua más elegante de los Llanos". Es de notar que los aprobadores del Arte suscriben su conformidad o ejercen sus curatos en el área "lambayecana": Mocupe, Zaña y Lambayeque. 2) La Carrera no provee -salvo en contados casos- ubicaciones precisas para los focos que supone hablantes de "yunga" en tierras del interior. Tal vaguedad induce a la sospecha de inseguridad de su parte acerca de la identidad de las hablas a las que alude, tanto más cuanto que no menciona la subsistencia de lenguas serranas oriundas de la región septentrional y se limita a presentar al "quechua general del Inca" como la lengua serrana por antonomasia. Inclusive el autor parece haber optado por la designación de "yunga" para la lengua que describe a fin de destacarla como "costeña" -y costeña por antonomasia- en oposición a la "serrana" lengua general del Inca. Ahora bien, al menos para parte de la sierra norteña, se tiene ampliamente documentada la fuerte presencia en la época de la lengua culle; esta lengua -y no la mochica, hasta donde se sabe- se hablaba todavía en el valle de Condebamba más de un siglo después de la publicación del Arte: el cura de Ichocán y valle de Condebamba afirma en 1774 en un escrito que:

“... a más de la lengua general que la sé perfectamente por haberla mamado entiendo también la culle por curiosidad e industria y por haber administrado los Santos Sacramentos entre los que la acostumbran ablar once años seis meses" (Zevallos 1948).

3) Significativamente, el autor no incluye lugares al sur del valle de Chicama cuando delimita el área lingüística del mochica (su "yunga"). De haber existido hablantes de mochica en los valles sureños vecinos, sin duda lo habría consignado, por más exiguo que hubiese sido su número, dado el interés que lo animaba en destacar lo muy "general" del uso de la lengua que describía. No podemos aducir que al sur había otro "dialecto mochica", ya que el propio vicario de Reque, preocupado por sostener la unidad básica del idioma, enfatiza que, si bien con variaciones locales, "en realidad de verdad la lengua toda es una"; dentro de estas intenciones, cualquier variedad dialectal habría quedado incorporada a esa declarada unidad. Tampoco podemos suponer que en los valles sureños inmediatos ya no se empleaba ningún idioma indígena, puesto que pocos años antes de publicarse el Arte, no más de diez en todo caso, el Documento Ramos señala la lengua pescadora- para los de Moche y Virú e, inclusive, para parte del de Chicama. Además, por tener al mochica como lengua materna y por haberse dedicado a su estudio, La Carrera se hallaba en la mejor condición para determinar, a la audición o la lectura, si estaba o no ante un habla más o menos cercana de la suya. Su silencio, pues, respecto de cualquier otro idioma en los valles inmediatos a la sede episcopal de Trujillo -zona tan bien conocida por él- sabe a omisión deliberada, tanto más si se contrasta con la libertad con que siembra hablas "yungas" en comarcas alejadas de su terruño lambayecano, como el valle de Condebamba. 3.4. Mochica y quingnam. Deslindes y áreas lingüísticas Del análisis de las anteriores noticias de idiomas concluimos que: a) entre el valle de Santa y el de Motupe, en los "llanos de Trujillo", se hablaban dos lenguas diferentes: la quingnam (con su variedad social pescadora) de Calancha, llamada pescadora en el Documento Ramos, y la mochica, denominada muchic por Calancha y yunga por La Carrera. Yendo de sur a norte, la quingnam se empleaba desde al menos el valle del Santa hasta parte del de Pacasmayo y la Mochica, desde parte del valle de Chicama hasta Motupe, con territorios compartidos en la franja que va del valle de Chicama al de Pacasmayo. b) nada permite afirmar que quingnam y mochica fueran lenguas emparentadas, contra lo sostenido por Paul Rivet (1949: 9-12). c) en el estado actual de los estudios, no es posible determinar qué idioma o idiomas no quechuas se hablaban en Huarmey ("yunga" de Mogrovejo) y, más ampliamente. en la franja costeña de Ancash, en la cual muy pocos empleaban la "lengua general del Inga"; es probable que por la costa ancashina se prolongase la quingnam, a la que Calancha hace llegar inclusive hasta Lima, en la costa central peruana, tal vez en este caso como una de las lenguas de relación suprarregional. d) no hay fundamento suficiente para afirmar que a lo largo del litoral nor-costeño los pescadores utilizasen un "lenguaje particular" que fuese diferente de cualquiera de los idiomas manejados en los valles, como han sostenido últimamente Joel Rabinowitz (1983) y María Rostworowski (1981:95¬100). Esto no niega en absoluto la posibilidad de que los pescadores norteños hablasen variedades geográfico-sociales de las lenguas de los valles inmediatos, como en el caso de la "pescadora" de Calancha, ni tampoco de que

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una de las lenguas norcosteñas hubiese desbordado desde tiempo prehispánico su territorio propio -de pleno uso en valles y caletas- y pasado a constituirse en idioma de relación entre los pescadores de una más amplia faja del litoral norteño; si esta última posibilidad se dio, es probable que tal papel lo hubiese cumplido la quingnam, de donde la designación hispana de "pescadora", que mereció por parte de Alonso de Huerta y del Documento Ramos. Por lo demás, el fonetismo del mochica posee rasgos que destacan suficientemente a este idioma de las lenguas vecinas y facilitan la delimitación de su área en el estudio toponímico: en particular, los sonidos transcritos como f (sólo común con la Sechura) y rr y, en cambio, la total ausencia de w, f y rr, abundantes en los topónimos de la zona "lambayecana", tienen como límite sur precisamente el valle de Chicama, donde halla igualmente su frontera meridional el segmento toponímico -nique, frecuente al norte de ese valle hasta el curso medio-alto del valle de Piura y que corresponde, al parecer, con el significado de "río", a nec en Calancha(6) y a nech en La Carrera y Martínez Compañón. f y rr son, asimismo, numerosos en los antropónimos "lambayecanos" y de ningún modo en los "trujillanos", como se echa de ver cuando se comparan los nombres de las antiguas dinastías de cada una de esas zonas (Rostworowski 1961: 11-24,45-53, 54-57); en el cotejo, las marcadamente distintas fisonomías fonéticas saltan de inmediato a la vista. En la zona "trujillana", y no en la de Lambayeque, los antropónimos acabados en el segmento -namo son frecuentes, desde el legendario Taycanamo, fundador de la dinastía chimú. Es probable que namo (o namu) sea vocablo quingnam con el significado de "padre" y/o "señor", a estar por la afirmación de Antonio de la Calancha según la cual el valle de Pacasmayo fue ganado para los reyes chimúes (y para la -lengua quingnam) por un capitán que, luego de su victoria, fue designado en ese valle con el nombre de Pacatnamu, "que en aquella lengua quiere decir padre común o padre de todos" (Calancha 1653: 1,3-4, p. 546). 4. Las lenguas de Piura y la cuestión de la Sec Cuando Antonio de la Calancha menciona, como vimos páginas antes, a la lengua Sec como uno de los idiomas de la costa norte, se refiere posiblemente a una entidad lingüística del actual departamento de Piura, pero sin efectuar -por confusión o desconocimiento- el deslinde entre dos diferentes realidades idiomáticas que sí distingue netamente en 1651 la carta del obispo de Trujillo: la lengua de Sechura, de un lado, y la de Paita y Catacaos, de otro. Estas dos realidades, a su vez, corresponden indudablemente a las que en los listados de Martínez Compañón aparecen señaladas, respectivamente, como lengua de Sechura, la primera, y como lenguas de Colán y de Cata caos (nuestro grupo Tallán), la segunda. Ahora bien, en 1863 Richard Spruce recogió de boca de una anciana indígena en Piura un vocabulario de 38 voces nativas que fue publicado por primera vez por Otto von Buchwald (1918) y que Paul Rivet comparó más tarde con los listados de las hablas de Sechura, Colán y Catacaos reunidos por Martínez Compañón. Si bien Rivet sostiene que las tres hablas piuranas consignadas por el obispo de Trujillo están emparentadas y sobre tal aserto, que estimamos errado, establece con los materiales de Martínez Compañón y Spruce un solo "vocabulario Sek" (Rivet 1949: 6-9), de la revisión de su estudio se evidencia fácilmente que la serie de Spruce no exhibe ninguna similitud consistente con las de Colán y Catacaos, en tanto que sí muestra notorias semejanzas formales con la de Sechura en la casi totalidad de los casos, lamentablemente pocos, en que ambas listas contienen voces de glosa semánticamente equivalente o afín. Así tenemos:

"agua": Sp. (Spruce) xoto, Sech. (Sechura) tutú; pero cf. Sech. "río": tujut. “Hijo-hija”: Sp. ños-ma, Sech. ños-ñi (donde -ma y -ñi, respectivamente, pueden aislarse por su

adjunción consistente a nombres de parentesco en cada una de las listas: Sp. namín-ma "suegra", ratich- ma "suegro"; Sech. bapue-ñi "hermana", sican-ñi "hermano").

“Luz”: Sp. yura; cf. Sech. "sol" : yoro. “Mar”: Sp. taholma, Sech. roro; pero cf. Sp. "playa": coyu roro. “Mujer”: Sp. cucatama, Sech. cuctum. “Pez”: Sp. xuma, Sech. jum.

Sólo un ítem de significado equivalente es de insegura cognación: "hombre": Sp. recla, Sech. succla.

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Esta diligencia comparativa establece una sólida vinculación -de parentesco o, al menos, de intensa contaminación- entre la lengua Sechura y el habla de la anciana informante de Spruce, pero no nos ayuda a despejar la incógnita acerca de la identidad de la lengua que Calancha denomina Sec. De allí que consideremos conveniente abandonar el empleo de este término y conservar el de Sechura en deslinde con el de Tallán para designar distintamente a los dos antiguos linajes lingüísticos de los valles piuranos. En lo tocante a sus respectivos territorios de uso, la Sechura, además del actual pueblo de su nombre, situado en la desembocadura del río Piura se habló posiblemente en diversos puntos de la amplia bahía de Sechura y del tablazo que la circunda, incluido el curso bajo del río Piura. Las hablas tallanas, por su parte, ocuparon seguramente, a más de los pueblos que los documentos citan -Paita y Colán, en la bahía de Paita, y Catacaos, sobre el curso medio del río Piura-, todo el territorio que va del valle medio y bajo del río La Chira al valle medio del Piura. Tanto las gentes de Sechura como las de Paita fueron famosas desde tiempos prehispánicos hasta principios del presente siglo por el empleo de grandes balsas veleras y sus conocimientos náuticos, que les permitieron consagrarse al comercio a grandes distancias. 5. La lengua de (los) Olmos El pueblo de Olmos se encuentra en el noreste del departamento de Lambayeque y en el borde sureste del inmenso desierto de Sechura, cercano a las estribaciones de la Cordillera de los Andes y a gran distancia del mar, pero situado en una especie de oasis a través del cual se conectan los sureños valles lambayecanos con los norteños valles piuranos. Sin embargo, según una tradición recogida por Enrique Brüning de labios de ancianos pobladores de Olmos, hace ya varios decenios, y según igualmente un documento colonial de 1683 que el mismo Brüning ha dado a conocer, los antecesores de los olmanos de hoy provinieron originalmente del pueblo de Sechura o de un lugar próximo a él, cerca del mar; de allí, en una suerte de peregrinaje a través del desierto, fueron trasladándose cada vez más tierra adentro, hasta que finalmente debieron, en 1573, fijar sus moradas en el emplazamiento actual del pueblo dentro del marco de las "reducciones de indios" dispuestas por el virrey Francisco de Toledo (Brüning 1922: 5-14 y 30-31 ). El cronista Antonio Vásquez de Espinoza afirma en 1632 que el pueblo de Olmos es rico porque todos sus indios son diestros arrieros y propietarios de mulas con las que fletan desde el puerto de Paita hasta Lima cuando arriban a Paita los navíos hispanos procedentes de Centroamérica y México (Vásquez 1948: 370-371). En la época, la mayor parte de los viajeros que venían por mar desde esas regiones a la capital del Virreinato peruano preferían desembarcar en Paita y continuar su ruta por tierra, dado que la navegación desde las costas piuranas hasta Lima se realizaba a la bolina y podía demorar meses debido a la acción opuesta de la corriente marina y de los vientos sures. Las noticias acerca de las características de la lengua de los Olmos provienen de los cronistas Miguel Cabello Valboa .y Antonio de la Calancha. Cabello Valboa dice que en Olmos "... se están sus naturales con la inclinación, y uso de buscar vocablos nuevos, y usar de ellos, para que los demás Pueblos no los entienda ... " (Cabello Valboa 1951: 219).Calancha, por su parte, señala, como vimos páginas antes, que los Olmos "mudan letras i finales". Sobre noticias tan escuetas y vagas muy poco es lo que puede conjeturarse. Por las observaciones de ambos cronistas, parece haberse tratado de una lengua "mixta", a la que cada uno de los autores miraba a partir de otras dos lenguas distintas entre sí, por cuanto las "infracciones" que le achacaban se refieren a diferentes niveles lingüísticos: Cabello Valboa al nivel léxico y Calancha a los niveles fonético-fonológico y morfológico. La situación que así se configura se asemeja a la del idioma de los herbolarios callahuayas, que habitan en territorio boliviano, a proximidad de las orillas orientales del lago Titicaca. Desarrollada y mantenida como lengua secreta de oficio, la callahuaya posee un léxico que proviene esencialmente de la hoy extinta lengua puquina, pero ha tomado casi enteramente la fonética y la morfología del quechua cusqueño. Si un hablante de quechua cusqueño y un hablante de puquina (si sobreviviese alguno) escuchasen hoy callahuaya, el cusqueño diría, como Cabello Valboa, que los callahuayas se están "con la inclinación y el uso de buscar vocablos nuevos para que los demás pueblos no los entiendan", y el puquina diría, a su vez, como Calancha, que los callahuayas "mudan letras y finales". Tanto Cabello Valboa como Calancha conocieron indudablemente la lengua quechua, pero no la mencionan como una de las vertientes lingüísticas de la Olmos. Se puede atribuir a Cabello Valboa cierto manejo de la

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mochica (fue alguna vez intérprete de este idioma), por lo cual juzgaría como innovaciones los lexemas no mochicas de la Olmos. En cambio, tendría mucho de especulativo el intento de determinar desde qué idioma conocido por Calancha -y seguramente vecino geográficamente de la Olmos- ve este cronista la mudanza de "letras (sonidos) y finales"; Calancha menciona entre otras lenguas de la costa norte a la quingnam y a la sec; la primera parece descartable como componente de la Olmos por su lejanía espacial y la segunda designaba, para el autor, como hemos visto, posiblemente a un idioma de Piura (¿Sechura o Tallán?) que el cronista no precisa. Enrique Bruning supone igualmente que el idioma de los olmanos resulta de "una clase de fusión, tomando un idioma del otro ciertos vocablos y flexiones", y transcribe una breve tabla de nombres antiguos que las tejedoras de Eten (Mochica), Olmos y Sechura dan (o daban) a partes de sus telares (Bruning 1922: 39). De la comparación de vocablos, resulta una mayor afinidad entre Olmos y Sechura:

Mochica (Eten)

Olmos

Sechura

Equivalente en castellano:

tésgam terlán tasila Telar en que se fija la urdimbre

uño silluque

sillique lacitos para cambiar la urdimbre

quide

llagal

llacala

golpeador con que se aprieta la trama

Si bien la tabla es insuficiente por lo breve y porque no recoge los vocablos correspondientes en tallán (Cata caos y Paita-Colán), su pequeño aporte puede sumarse a las tradiciones de los olmanos acerca de su procedencia del pueblo de Sechura o de sus cercanías, para mover a la sospecha de que la lengua de los Olmos había adquirido o conservado en el nivel léxico muchos vocablos comunes con la de Sechura, y que es a esta última a la que se refiere Calancha con el nombre de Seco Quizá si ya desde tiempos prehispánicos los antecesores de los olmanos se dedicaban al menester de transportistas a través del desierto entre el puerto de Sechura y los valles lambayecanos, por lo que terminaron elaborando como su idioma de oficio una suerte de "lingua franca" en base predominantemente a las lenguas mochica y sechura.

Alfredo Torero Vice-rectorado Administrativo

Universidad Nacional de San Marcos Av. República de Chile 295, of. 609 Lima 1, Perú

--------------------------- (*) Ponencia presentada en el I Seminario de Investigaciones Sociales en la Región Norte (Trujillo, setiembre de 1984), con auspicio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC). Es parte de un estudio más amplio sobre las lenguas del Perú Septentrional que el autor tiene en preparación. NOTAS (1) Alfredo Torero, "Los dialectos quechuas", en Anales Científicos de la Universidad Agraria, Vol. 11. Lima, 1964. El quechua se presenta hoy como un complejo dialectal plurilingüe, cuyas hablas se reúnen en dos grandes grupos: Quechua I (QI) o Wáywash y Quechua II (Q II) o Wampu. QI extiende su área dialectal en la sierra central peruana, de manera virtualmente continua. QII se subdivide en A, B y C, de acuerdo con su alejamiento lingüístico de menor a mayor respecto de QI; sus áreas dialectales se encuentran desde el sur de Colombia y el norte del Ecuador hasta el nordeste argentino. IIA tiene sus representantes norteños en la sierra de los departamentos de Lambayeque' y Cajamarca. IIB y IIC quedan englobados en un subconjunto que nombramos Chinchay, del cual IIB constituye la rama norteña (dialectos colombo-ecuatorianos y peruanos nor-orientales) y IIC la rama sureña (dialectos ayacuchano, cusqueño, bolivianos y de Santiago del Estero). (2) Pedro Cieza de León, La Crónica del Perú, Cap. LXI.

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(3) Citado por Garcilaso de la Vega en los Comentarios Reales de los Incas, Libro Séptimo, Cap. III. (4) Citado por Toribio Medina en La Imprenta en Lima. Amsterdam, 1965. Tomo 1, p. 141. (5) Toribio Alfonso de Mogrovejo, "Libro de Visitas: diario de la segunda visita pastoral...“ [1593-94]; en Revista del Archivo Nacional del Perú, tomo 1, pp. 51-81. Lima, 1920. (6) Antonio de la Calancha, Coronica Moralizada de la Provincia del Perú, tomo 1, Libros 3-4, p. 546: "... no tiene más nombre [el río de Pacasmayo] que Nec, con que generalmente estos Indios nombran a sus ríos..." BIBLIOGRAFIA BRUNING, Enrique 1922. Estudios monográficos del departamento de Lambayeque. Fascículo 11 - Olmos. Chiclayo. BUCHWALD, Otto von 1918. "Migraciones sudamericanas", Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, 1: 227-236.Quito. CABELLO V ALBOA, Miguel 1951. Miscelánea Antártica. Ed. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. CALANCHA, Antonio de la [1653] Coronica Moralizada de la Provincia del Perú. CARRERA, Fernando de la 1939 [1644] Arte de la lengua yunga. Reedición, con introducción y notas, por Ramadés A. Altieri. Instituto de Antropología. Tucumán. LIZARRAGA, Reginaldo de 1919 [1591] Descripción breve del Perú. Biblioteca de Autores Españoles. 216. Madrid. MIDDENDORF, E.W. 1892. Das Muchik oder die Chimu-Sprache. Leipzig. OLIVA, Anello 1895. Historia del Perú. Lima ORE, Gerónimo de 1607. Rituale sen Manuale Pernanum. Napoles RABINOWITZ, Joel 1983. "La lengua Pescadora: The Lost Dialect of Chimu Fishermen". En: Latín American Studies Program, editado por Daniel Sandweiss. Comel1 University. New York. RAMOS CABREDO, Josefina 1950. "Ensayo de un vocabulario de la lengua Tal1án o Tal1anca", Cuadernos de Estudio, Instituto de Investigaciones Históricas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, tomo IV, No. 3, anexo C, pp. 11-55. Lima. RIVET, Paul 1949. "Les langues de I'ancien diocese de Trujillo", Journal de la Societé des Américanistes, tomo 38. París. ROSTWOROWSKI, María 1961 Curacas y Sucesiones. Costa norte. Lima. 1975 "Pescadores, artesanos y mercaderes costeños en el Perú pre-hispánico", Revista del Museo Nacional, XLI: 320. Lima. 1981 Recursos naturales renovables y pesca, siglos XVI y XVII. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. VASQUEZ DE ESPINOSA, Antonio 1948 Compendio y descripción de las Indias Occidentales. Ed. Smithsonian Institu tion. Washington. ZEVALLOS QUIÑONES, Jorge 1948 "Primitivas lenguas de la costa", Revista del Museo Nacional, XVII: 114-119. Lima.