desfiladero del río cares

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RESUMEN El desfiladero del río Cares es uno de esos lugares que te dejen huella. Siempre hay algo que recor- darás en los próximos meses, y que te hará abstraerte de tu quehacer cotidiano. La profundidad de su cañón, la bravura de sus aguas, la espectacularidad del paisaje, es algo que no se borra con el paso del tiempo. Y sobre todo por los caminantes que vas encontrando por la angosta senda, mayores, jóvenes, pare- jas, perros, es un sinfín de ir y venir de personas ávidas de naturaleza y de tranquilidad. Es una experiencia inolvidable que vale la pena ser vivida al menos una vez , y quizás con suerte puede que hasta repitas.

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Ruta por el desfiladero del río Cares llena de anécdotas y de historias personales.

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Page 1: Desfiladero del río Cares

RESUMEN El desfiladero del río Cares es uno de esos lugares que te dejen huella. Siempre hay algo que recor-darás en los próximos meses, y que te hará abstraerte de tu quehacer cotidiano. La profundidad de su cañón, la bravura de sus aguas, la espectacularidad del paisaje, es algo que no se borra con el paso del tiempo. Y sobre todo por los caminantes que vas encontrando por la angosta senda, mayores, jóvenes, pare-jas, perros, es un sinfín de ir y venir de personas ávidas de naturaleza y de tranquilidad. Es una experiencia inolvidable que vale la pena ser vivida al menos una vez , y quizás con suerte puede que hasta repitas.

Page 2: Desfiladero del río Cares

Ir al principio de la ruta del río Cares es un poco complicado si no conoces "Los Picos de Europa". Tuve que preguntar varias veces antes de llegar al lugar. Hay que ir a Poncebos y luego seguir las indicaciones. Una vez en el aparcamiento, ya es cuestión de seguir la senda. El sendero empieza en ascenso durante un buen rato, lo que impide disfrutar plenamente de la naturaleza porque se anda más lento y se repara poco en el paisaje. Por el camino me en-contré con mucha gente, a pesar de estar en septiembre y en día laborable. Me llamo la atención un hombre que llevaba un saquito colgado de la cintura, y con cara triste. Seguí mi camino sin pensar más en el asunto. Para quien haya estado en este desfila-dero de caídas vertiginosas, seguro que habrá sentido lo mismo que yo, la tentación de aso-marse y ver allá abajo el río rodeado de tan altas montañas. El día no acompañaba mucho con nubes bajas y lloviznando la mayor parte del recorrido. Me crucé con una pareja que llevada dos perros atados, uno de ellos de la raza Labrador, era mayor y emitía de vez en cuando un sonido ronco, les pregunté que le pasaba y me contesto el chico que estaba resfriado y por eso tosía. Así que de hay viene la famosa frase, que he oído alguna vez en mi familia cuando alguno de nosotros coge un fuente catarro. Mi madre suelo decirnos si tosemos mucho y fuerte, tenemos tos de perro. A mitad del recorrido, las nubes se cerraron y empezó a llover al principio suave y poco a poco fue a más. Rápidamente saqué el chubasquero, y guardé la cámara para que no se moja-ra más de lo necesario. Como la senda atraviesa varios túneles aproveche para refugiarme en uno de ellos. Pero mi sorpresa fue que estaba lleno de gente, parecía el metro en hora punta, así que no tuve remedio que pasar al siguiente vagón digo túnel. Allí aguanté un rato mien-tras veía caer las gotas de lluvia. Fuera del túnel tenía una buena visión de la senda y de las personas que por allí pasaban, sentí curiosidad por un joven que iba vestido con camiseta, pantalón corto y gorra de visera, y a pesar de estar empapado no reparaba en la lluvia, se limitaba a sacar fotos de las monta-ñas y del río, sin preocuparse de nada más. Paso por el túnel abarrotado y siguió su camino. A los diez minutos paro de llover y continué la marcha, aunque no guarde el chubasquero, porque el cielo aun amenazaba lluvia. De lejos ví al joven que seguía haciendo fotos como si nada, al llegar a su altura -le dije-: ¡Eso es afición a la fotografía!. En alusión a la chopada que había cogido por hacer fotos lloviendo. -Me contestó-: ¡Pues sí hay que aprovechar que aquí no se viene todos los días! -¡Llevas razón -le manifesté- pero en el norte el tiempo es imprevisible y muy variable, y hay que estar preparado para los cambios bruscos!. ¡Si es verdad, -me contestó- pero yo soy del sur y no reparé en el tiempo!. De nuevo saco la cámara compacta de la funda, que la había guardado mientras hablábamos y vi que estaba toda mojada. Al verla -le dije-: ¡Sécala bien que si entra agua en el interior se puede estropear!. ¿Y con que la seco si estoy empapado? -me preguntó-

Page 3: Desfiladero del río Cares

Le deje un de pañuelo de papel para que la secara. Cuando la hubo secado, fue a encenderla y en la pantalla le marcaba "error" formateo de la tarjeta en 10 s. Su rostro estaba blanco, intentó apagarla pero nada no había manera. Se borró la información de la tarjeta y se apagó. ¡Y ahora que hago! -me dijo-. ¡No te apures, -le contesté- mira el lado positivo. Tendrás que volver en otra ocasión con ropa adecuada y chubasquero, y con una cámara que aguante bien el agua, este lugar bien merece una segunda visita!. Y con esas palabras me alejé, deján-dolo sumido en sus pensamientos. Esta ruta está llena de avisos "Caída por desprendimientos", así que hay tomar precauciones y prestar atención por si cae algún pedrusco. Me adelantó una pareja y a los diez metros, una piedra del tamaño de una bola de billar cayo rozando la cabeza del hombre, se giró de repen-te y se dirigió a su mujer: ¡Mari, Mari me ha pasado rozando una piedra cerca de la cabeza!. Y la mujer -le dijo-: ¡No te preocupes, la tienes muy dura, que ya no te acuerdas que en las fiestas del pueblo, rompías las vasijas con la cabeza!. Parece que esta afirmación dejo al hombre mas tranquilo. Pues si, es verdad, ¿De que me preocupo entonces?. -concluyó el hombre- Yo por si acaso ya que mi cabeza no es tan dura, miraba para arriba por si caía alguna piedra. Al llegar al final del camino en un lugar llamado Caín me dispuse a sentarme y comer algo para recuperar fuerzas. Entonces reparé en el hombre que llevaba un saquito en la cintura, lo coge lo abre y vacía el interior en el río. Eran cenizas de algún ser querido que esparció sobre el agua. Hecho esto se sentó en la orilla mirándolas mientras la corriente se las llevaba. Estuvo un rato allí sentado y derramando alguna que otra lágrima. Esta aventura por el desfiladero del Cares, no se me olvidará en años. Por lo espectacular del paisaje, por las historias que he vivido y sobre todo por la humanidad que respiraba todo el trayecto.

F I N

Me crucé con una pareja que llevaba dos perros atados, uno de ellos de la raza Labrador, era mayor y emitía de vez en cuando un sonido ronco.

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