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Crónica

No. 71 Octubre de 2014

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PersonajesLuis Ángel Bustamante: hombre de 75 años, fuerte para su edad, los años no han logrado doblegarlo. Curandero del que lo necesite; don otorgado “por la mismísima Virgen del Carmen”. Protector de su pueblo y familia. Amable y cariñoso. El amigo de todos, incluso de paramilitares y guerrilleros, aunque fuera sólo por salvar su vida.

Polo Bustamante: trigueño, de unos 50 años, de voz suave, estatura promedio, pero con manos fuertes de tanto revolver las mezclas para la panela. Sin nombre, sólo es uno más de los Polos, de Encenillos, la familia panelera. Ojos rojos de cansancio, después de tres días sin dormir por estar moliendo en el trapiche.

Doralba: la mujer de la tienda, es trigueña y robusta, de unos 45 años. Extrovertida y amable con los extraños hasta que le preguntan por sus muertos.

Ligia de Hoyos: los ojos azules resaltan en su rostro que, a pesar de las arrugas a sus 72 años, reflejan lo hermosa que fue, una joven que seguro cautivó a alguien más que a don Horacio, su marido. Activa, sonriente y encantadora. Mamá de nueve hijos, uno murió y como buena habitante de Encenillos no hablará nunca sobre él. Si algún día intentara hacerlo, su hija la detendría.

Lorena Hoyos: soltera y a la orden. A sus 40 años vive con su madre Ligia y su padre Horacio. Es celosa y reservada.

Yurladys Henao: piel tersa y morena, ojos grandes y tímidos, 17 años. Cursa el grado undécimo en la Institución Educativa Nuestra Señora del Carmen. Sus compañeros la llaman “La Chula”. Aunque habla poco, sus palabras brotan cuando tocan el papel.

Muchacho y Muchacha: estudiantes del grado undécimo en la Institución Educativa Nuestra Señora del Carmen, de la vereda Encenillos. Sin ningún miedo, escriben sus memorias durante un

La realidad muchas veces tiene tintes de tragedia griega. La historia de Encenillos, una vereda del municipio de Girardota, podría ser muestra de ello.

Estefanía Carvajal Restrepo [email protected] Yéssica Petro Escobar [email protected]

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taller realizado en la Institución en 2013.

ACTO ÚNICO(Colombia. Antioquia. Valle de Aburrá. Al Norte, en el municipio de Girardota, hay una vereda, a media hora del pueblo, que se niega a recordar. Se llama Encenillos, como los árboles nativos de los Andes colombianos, pero de esos no queda ni uno; caña y café es lo que hay. Los personajes, que tantas veces se han encontrado por los caminos de herradura, son todos vecinos de la vereda. Luis Ángel en su casa, Ligia y Lorena junto al café que se seca al sol, el Polo en el trapiche, Doralba en la tienda, Yurladys y los niños en la escuela; cada loco con su cuento. Las cronistas decidieron contar la historia como si fuera una obra de teatro, en la que los personajes dialogan y al fondo resuenan las voces de un coro, que bien podría llamarse el sentido común de la gente de Encenillos. Ante el silencio de los pobladores, se enciende la dramaturgia).

Luis Ángel: (Sentado en una banca azul, grande y vieja. Sostiene un cigarrillo en su mano derecha). Si sigue con dolor de cabeza, yo le puedo hacer un rezo. A los enfermos los rezo aquí en mi cama, donde tengo un altar con todos los santicos. Perdone, yo no me afamo, pero aquí viene gente de todas partes a que yo la rece. Mi mujer y yo dividimos la cama en dos porque ella decía que estaba profanando el lecho, entonces la mitad de ella es pa’ dormir y mi mitad pa’ atender a mis enfermos. ¡A treintaiún paracos les hice recitos en el altar! Y perdone, no es que me afame, pero vivir por aquí era duro. Vivir en Encenillos era una cosa horrible.

Coro:¿Aquí? ¿En Encenillos? Aquí no pasó nada sino el viento soplando las flores de la caña.

Luis Ángel: Cuando se fueron los paramilitares, en el 2004, eran casi 400. Tenían casas por todas partes. Pero años atrás estuvo la guerrilla. Las Farc, el Frente 34. Al principio llegaron tres o cuatro milicianos diciendo que iban a cuidar a los campesinos. Entraron por la parte de arriba: por Guarne y por San Vicente que limitan con la vereda El Palmar, de Girardota. De eso hace como 28 años.

Coro: ¡De eso ya ni nos acordamos!

Polo Bustamante: (Con una pala de madera revuelve la mezcla pegajosa de la panela, que aún no está lista para moldear). Uno tiene que aprender a vivir con el

vecino que le toque. Luis Ángel: La guerrilla nos pedía comida y extorsionaba a los ricos, pero con los campesinos no se metía.

Polo Bustamante: Cualquier mano armada es una mala mano.

Luis Ángel: Y es que la guerrilla hizo cosas muy malas. A don León Londoño, dueño del trapiche del Venado, le pidieron 20 millones de pesos. En 1995 eso era mucha plata, ¡y él de dónde! Entonces los delató con las autoridades y armaron un operativo militar. La guerrilla había quedado de ir al trapiche por la plata un 23 de octubre a las 10 de la mañana, cuando se encendieron a bala. En ese entonces los mayordomos eran don Horacio y doña Ligia.

Doralba: (Recostada frente al mostrador de su tienda, organiza los dulces una y otra vez). A ellos les mataron al hijo; eso dicen las malas lenguas.

Coro: (Susurrando). Las malas lenguas. Las malas lenguas. Las malas. Lenguas. Leeenguaaaas.

Aquí nadiedice nada

Según el Centro de Memoria Histórica, un calvario es “una estación emplazada sobre el camino o en un terreno que por lo general es marcado con una cruz”.

¿Aquí? ¿En Encenillos? Aquí no pasó nada sino el viento soplando las

flores de la caña. )(

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

Lorena: (Vestida toda como una rosa. Con la mirada hacia el suelo). Y eso dolió muy hondo. Yo quedé como paralizada por varios meses. ¡Que le maten a uno el hermanito chiquito! Pero yo a un extraño no le digo nada.

Coro: Ni a un extraño ni a un conocido. Aquí nadie dice nada.

Ligia: (Parada, recostada en la puerta que da entrada a su casa). Luvín tenía 20 años y era el niño de la casa.

Luis Ángel: Y en el combate también cayeron cuatro guerrilleros: dos mujeres y dos hombres. Al otro día, por la noche, la guerrilla vengó la muerte de los milicianos y dinamitó el trapiche del Venado. También volaron una molienda por Platanito. Volaron las dos máquinas y eso quedó vuelto nada.

Ligia: Un mes después de que Horacio y yo nos casáramos fue la primera molienda en el Venado. Tenemos 54 años de casados, 8 hijos vivos y 5 nietos, pero el trapiche nunca lo volvieron a construir.

Polo Bustamante: Yo soy uno de los Polos y a nuestro trapiche nunca le pasó nada. Aprendimos a mantener la boca cerrada.

Luis Ángel: Es que son muy tapados. No hablan porque tienen miedo y porque son egoístas. No saben que ya no hay nada que temer y prefi eren ocultar lo que pasó.

Coro: Pero si aquí no pasó nada; no pasa nunca nada. Medimos los días porque cada hora pasa el carro que baja al pueblo con niños montados en el capacete. Medimos el tiempo por las noches de molienda, dos o tres a la semana, en las que los maridos se van de la casa al trapiche y hay que ir a llevarles la comida en una coca de plástico. Medimos los meses por el tiempo que demora la caña en crecer y los años por el café maduro que brota de los chamizos.

Doralba: Yo nací y crecí en Encenillos, pero de violencia no, yo no sé nada. Brotaron por ahí hace unos años unas cruces blancas, unos calvarios. ¿Quién los puso? ¿Para qué?

Coro: ¿Calvarios? Hay calvarios, pero no sé dónde ni de quién. Mataron a mi vecino de una forma macabra, pero no recuerdo nada. Quemaron el trapiche, pero no sé dónde. Hicimos un pacto de silencio para que no se nos escape la cordura, para que de nuestros muertos no sepa nadie, para que los fantasmas sigan siendo historias que les contamos a nuestros niños antes de dormir, para que los fantasmas no tengan nombre ni culpable.

Luis Ángel: Por aquí hay muchos fantasmas. Yo rezo mi casa y la de mi hija Ángela y les digo: “Váyanse de aquí, aquí no hay nada que hacer”. Perdone, yo no me afamo, pero yo les tengo más miedo a los vivos que a los muertos. Mi hermano José Dolores, que era muy político, también está muerto. Lo mató la guerrilla el día de las elecciones donde quedó Pastrana porque trajo un carro para que la gente bajara a votar. Lo mataron a él e incendiaron el carro. La policía no vino a hacer el levantamiento; lo tuvimos que bajar en una camilla hasta Cabildo. Aquí no venía nadie. Nadie. Y perdone, no es que me afame, pero vivir por aquí era duro. Vivir en Encenillos era una cosa dura.

Coro: De eso ya no nos acordamos.

Luis Ángel: Pero si la guerrilla fue mala, los paramilitares fueron peores.

Muchacho: (Escribe con su lápiz desgatado apoyando su cuaderno en el piso). Hace 11 años, en mi vereda existía un grupo armado al que la gente temía y no salía a trabajar porque tenían miedo de pisar una mina. Yo tenía seis años, casi todas las noches escuchaba tiros. Yo les preguntaba a mi papá y a mi mamá ¿qué es eso?, ellos me decían, para tranquilizarme, que estaba lloviendo. Cuando iba al colegio subía el Ejército en jaulas y hacían campamentos, se alistaban para la batalla. Aparecían muertos en diferentes veredas, los tiraban a los caños y por los ríos donde la sangre chorreaba con el agua.

Luis Ángel: Llegaron diciendo que eran las Autodefensas Unidas de Colombia y que estaban aquí para proteger a los campesinos. Y que al que

Coro:Pobre Luzmila, pobre ingenua. Como si no supiera que la policía y los paracos andan como novios cogidos de la mano.

Yurladys: El señor Alcalá cogió el radioteléfono, llamó y dijo: “Aquí hay una señora que vive más abajo de El Yarumo y se llama Luzmila Carmona”, e hizo otras preguntas que no escuché bien. El señor llamó nuevamente por radioteléfono y dijo: “Esta señora sabe mucho. ¿Qué hacemos con ella?”. Volvió donde nosotros y sacó una hoja de papel con el logotipo de la Sijín. Le dijo: “Firme aquí que ya hablé con mi jefe y le van a dar protección. Nosotros vamos para la casa”. El día 23 de octubre de 2002, a eso de las 3:20 de la tarde, llegaron dos hombres que no conocíamos a la casa mía. Se sentaron en el patio de mi casa y preguntaron: “¿Cómo se llama la señora de la casa?”. Y mi papito contestó: “Se llama Luzmila Carmona”. Luego sacaron un papel con el logotipo de la Sijín. Mi papito vio la fi rma de mi mamita en ese papel y era el mismo papel que había fi rmado en Medellín. Y dijo uno de ellos: “Ya vinimos, dígale que salga”. Mi mamita salió al patio. “¿Cómo se llama?”. Y mi mamita contestó: “Me llamo Luzmila”. A mi papito le dijeron: “No se mueva. No coja ese machete que tiene ahí”. Uno de ellos sacó un revólver y le pegó el primer tiro en la cara y otro en la boca. Mi mamita se volteó y le dieron tres tiros más en la espalda. Cuando mi papito vio que sacaban el revólver se tiró por el cafetal y se reventó la dentadura. A los 10 minutos, mi papito volvió al patio cuando mi mamita se estaba muriendo. Al otro día, le dijeron que la habían mandado a matar porque ella sabía mucho de los paracos del Bloque Cacique Nutibara.

Coro:Madre e hijo ahora son una cruz. Una cruz en medio

de los cañaduzales, con un nombre y una fecha y piedras redondas en la base para que al muerto le pese más la muerte y no intente siquiera escapar.

Muchacha: Ellos hacen parte de los muertos que protege Encenillos con su silencio.

Muchacho: Ellos son un calvario.

Coro: Un calvario como el monte donde mataron a Cristo.

Luis Ángel: Calvarios no volvieron a poner desde hace como 15 años.

Coro: ¡Si no estaría la vereda llena de cruces! Solo unos cuantos calvarios nos quedan de nuestros muertos porque su memoria la molimos junto a la caña y la hicimos panela dulce e innombrable.

Luis Ángel: Ahora vivimos en la gloria.

CAE EL TELÓN

se pusiera de sapo y de bocón se las vería con ellos.

Muchacha: (Escribe encima del pupitre de espaldas al tablero). Ellos se tomaron varias veredas y lograron sembrar el miedo. Bombas, balas y tristeza en los rostros de la gente. Por ese tiempo solo se pensaba en huir de la violencia. Aquellos hombres, que algún día llegaron prometiendo una mejor vereda, se habían convertido en los culpables de que mucha gente no deseara volver jamás.

Coro: A Sergio Ospina lo llamaron, le dijeron que necesitaban hablar con él. Subió en el mismo carro en el que le hacía favores a la guerrilla, lo encadenaron al volco y lo arrastraron vivo por toda la vereda. Sus gritos aún se escuchan. Los lamentos de Sergio hacen más bulla que los de La Llorona.

Luis Ángel: No solo mataban a la gente de por acá. También traían a gente de otras partes para matarlos. Por aquí, entre tanta caña y tanto café, deben estar enterrados muchos cadáveres.

Coro: Aquella casa, esa que se ve allá. La grande de paredes amarillas. La bonita en la que todos quieren vivir, ya tiene habitantes. Aquellos que no eran de acá. Esos que todavía ocupan un lugar en esa casa, que no quieren salir. Te harían pasar por sus mismas penumbras. Escucharías sus súplicas, sus gritos de dolor, sus gritos de venganza. Nada extraño que de tanto muerto esa casa esté embrujada.

Luis Ángel: Los paras se tomaron la casa de las palmas y ahí llevaban a mucha gente para ajusticiarla. Donde mi hija, la viuda, se mantenían siempre diez, quince paras. Yo estoy seguro de que allá hay dos cadáveres, pero no he podido encontrarlos. Y también aquí a la casa venían los paracos y yo era cagado del susto, pero me tocaba atenderlos y tomar aguardiente con ellos.

Coro:El deber del buen vecino. El deber del buen cristiano. Calle y agache la cabeza y rece cien avemarías para que no lo maten.

Luis Ángel: Si yo estoy vivo es porque me quedé callado y los santos están conmigo. En cambio Rafael Ospina mandó a su mujer Luzmila Carmona a la Fiscalía a denunciar la muerte de su hijo Sergio, el que arrastraron los paras por toda la vereda. Debió haber ido él mismo y no mandar a su mujer.

Coro:Su marido no estuvo con ella, huyó y se partió los dientes mientras ella recibía cinco tiros en la cara. ¡Pobre mujer! Denunció y pagó. Con ellos no se juega. Con ellos uno no se mete. Yurladys: (Su abuelo la mira disgustado mientras ella escribe en el comedor de la casa). El día 20 de octubre de 2002 nosotras dos nos fuimos para Medellín a pedir protección a la Fiscalía en el piso cuatro del edifi cio José Félix de Bedout. Una persona de la Fiscalía nos dijo “Aquí no es. Esperen un momento yo llamo a la Sijín”. Al momento llegó y nos dijo: “Váyanse para allá, el señor Alcalá los espera”. Llegamos a la portería de la Sijín y lo llamaron. Un señor moreno, alto, cojo de un pie, nos dijo: “Vámonos para la ofi cina mía”. Llegamos a la ofi cina y nos preguntó: “¿Ustedes son de Girardota?”. Contestamos “Sí, señor”. Y le preguntó a mi mamita: “¿Qué les pasó a ustedes?”. Y le contestó Luzmila, mi mamita: “Es que mataron a mi hijo y están diciendo que van a acabar con nosotros”. El señor le preguntó a Luzmila: “¿Qué sabe usted de ellos?”, o sea, de los paracos. “Lo que yo sé es que uno de ellos, que llaman ‘El Pájaro’, llega a El Yarumo a llevar cosas que no conozco”.

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FACULTAD DE COMUNICACIONESCiudad Universitaria-Calle 67 N° 53-108

Medellín - Colombia

No. 71 Octubre de 2014

Editorial4

Número 71Octubre de 2014

Comité editorial: Patricia Nieto Nieto, Jorge Alonso Sierra, Luis Carlos Hincapié, Raúl Osorio Vargas, Jaime Andrés Peralta Agudelo, Elvia Elena Acevedo Moreno,

Gonzalo Medina Pérez, Natalia Botero.

Dirección: Juan Camilo Jaramillo Acevedo.

Coordinación editorial: Daniela Jiménez González, Juan Diego Posada, Yonatan Rodríguez Álvarez, Diego

Zambrano Benavides.

Redacción: Estefanía Carvajal Restrepo, Yéssica Petro Escobar, Juan Diego Posada, Daniela Jiménez González, Juan Camilo Jaramillo Acevedo, Carlos Mario Correa Soto, Heiner Castañeda Bustamante, Carlos Agudelo, Nelson Ramírez, Maryluz Vallejo, Carlos Uribe de los Rios, Ramón Pineda, Rosita González, Valentina Arboleda, Juan Esteban Sánchez, Juan David Guerra, Andrea Carolina Vargas, Ana Sofía Buriticá, Andrea Uribe Yepes, Diego Zambrano Bena-vides, Lucy Fernández Mestizo, Natalia Botero, Yonatan

Rodríguez Álvarez.

Corrección de estilo: Alba Rocío Rojas.

Diseño: Cristina Montoya Ramírez.

Fotografía: Estefanía Carvajal Restrepo, Diego Zam-brano Benavides, Juan Felipe Osorio, José Fernando Serna Osorio, Ana María Bedoya, Jorge Caraballo Cordovez, Na-talia Botero, Julián Roldán, Isabel González, Adrián Franco, Sergio González, Juan David López, Lorena Acevedo Rodas, Lucy Fernández Mestizo, Andrés Ángel, Alexánder Otálora,

Vanexa Romero, Sandra Ramírez.

Cómic: Altais.

Caricatura: Moly. .

Portada: Felipe Peláez Gómez

Impresión: La Patria, Manizales.

Circulación: 10.000 ejemplares.

Director TV: Jorge Alonso Sierra. Director Radio: Luis Carlos Hincapié. Director Digital: Wálter Arias.

Director Especiales: David Santos Gómez.

Universidad de Antioquia. Rector:Alberto Uribe Correa.

Decano Facultad de Comunicaciones: David Hernández García.

Jefa Departamento de Comunicación Social: Deisy García Franco.

Las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia.

Universidad de Antioquia, Bloque 12, ofi cina 122.delaurbe.udea.edu.co, [email protected],

[email protected],www.facebook.com/sistemadelaurbe, www.twitter.com/de-

laurbeTeléfono: 219 59 12

Opinión

Cuentan que cuando De La Urbe llegaba a las ofi cinas de cierto periódico de circulación ma-siva en Medellín, el jefe de redacción se sen-

taba y lo leía de cabo a rabo. Al rato, llamaba a sus reporteros y les preguntaba:

- ¿Por qué no estamos haciendo algo como esto?Una anécdota que bien puede repetirse en mu-

chas ciudades donde circulan propuestas de perio-dismo universitario. La respuesta, tristemente, está en la práctica misma de los medios masivos de co-municación, que preocupados por competir con velo-cidad, por informar el qué-quién-cómo-cuándo-dónde en tiempo récord, han perdido esa costumbre tan antigua como sabia: contar historias. Es entonces cuando convierten en declaraciones lo que antes fue un diálogo, anteponen las cifras a los detalles, hacen del lenguaje un molde de estilo noticioso; convierten escritores en amanuenses.

A pesar de que se hable tanto del nuevo auge de la crónica —ese género periodístico hecho para contar historias reales con el encanto de la buena narrati-va— esta parece cada vez más distante de los perió-dicos y se ve obligada a refugiarse en libros, revistas o blogs donde la inmediatez de la noticia no es un mandamiento. Sin embargo, también están los medios alternativos, donde la crónica, el perfi l, la opinión, el informe y el reportaje hacen parte de su razón de ser. Dentro de estos podemos ubicar a muchos medios universitarios con publicaciones comprometidas con el trabajo investigativo y pedagógico, con el análisis de la universidad desde adentro y hacia afuera, con recorrer a pie las calles de la ciudad.

Quizás no haya un periodo de nuestras vidas donde tengamos tanta sed de todo como en aquel cuando somos estudiantes universitarios. Quizás

Narrar la urbenunca, como entonces, tengamos tanto interés por cambiar el mundo. Quizás después no leeremos tan-tos libros ni tendremos tantos amigos. Quizás no nos demos cuenta, pero en la universidad estaremos pa-sando por el momento más importante de nuestra formación intelectual, aquel que defi ne la persona que seremos. Luego, adormecidos por el vaivén del trabajo, cargados de deudas bancarias y frustracio-nes, la historia será otro cuento.

Por eso, si desde los medios universitarios no aprovechamos esa sed, ese grito, ese momento, esta-remos dejando de lado todo lo que nos diferencia: la curiosidad por buscar historias que otros no ven, por analizar a profundidad el entorno. Es una decisión política y un compromiso social.

Es posible que muchas veces pasemos por cándi-dos. Que caigamos en los lugares comunes propios de la juventud. Con los años, cuando volvamos a leer aquellos textos de universidad, nos dará risa o algo de pena. No importa. Es natural en la formación. Por lo menos habremos hecho parte de algo, y ese algo marcará nuestro camino.

De La Urbe prensa está para eso: dar espacio y voz. Analizar, opinar, investigar, contar historias. Es un labo-ratorio que permite la discusión de ideas. Que estos 15 años –que coinciden con los 15 años del pregrado en Pe-riodismo– sean la oportunidad para renovar la invitación a los estudiantes a participar de este periódico. Que con la suma de voces –esa universalidad que es la esencia misma de lo universitario– este medio se enriquezca y siga narran-do la urbe.

Así, cuando llegue a las ofi cinas de los medios masivos podrá seguir generando la pregunta:

- ¿Por qué no estamos haciendo algo como esto?

Una casa de tres letrasYonatan Rodríguez [email protected]

Siempre será una buena noticia. Un pedazo de un pasado remoto, que perdurará entre noso-tros, quedó a salvo de los apetitos del óxido y

el capital. La Casa Zea fue entregada a la ciudad el 18 de octubre de 2014 con una inversión de $1.182 millo-nes de pesos –una cifra un poco escandalosa para una estructura que originalmente fue levantada a punta de popó de vaca y tierra, con métodos y materiales de la época–. La que podría ser la casa más antigua de la ciudad y hogar del primer Vicepresidente de la Gran Colombia, hoy es considerada un monumento BIC (Bien de Interés Cultural) del ám-bito Nacional. Estas tres letras tienen el poder, se supone, de hacer que se preser-ven los baluartes de interés histórico y patrimonial de una región.

En más de una oportunidad se vio casi reducida a pa-trióticas ruinas la casa de Francisco Antonio Zea —periodista, científi co y político colombiano; prócer, que algunos llaman—. La Casa, ubicada en una esqui-na de la calle Boyacá con la carrera Tenerife, entre algunas mueblerías y una pescadería, se resiste a perder ese aire de pueblo que la rodeó desde fi nales del siglo XVIII.

Qué sería hoy de la Casa Zea si sus predios hu-

biesen despertado el interés para ser un futuro centro comercial, un edifi cio de ofi cinas o hasta unos locales comerciales. Seguramente, ese misterioso fuego que ha devorado tantas versiones anteriores de Medellín hu-biera sorprendido una noche los techos de la casita tal como sucedió con estructuras como las del Edifi cio Pas-teur y la Plaza Sucre. La noche, cómplice de tragedias, también abrigó la destrucción de edifi caciones como la del Teatro Junín, porque esta Medellín moderna fue levantada a punta de fuego y tiniebla.

Si bien la preser-vación patrimonial es una práctica que con-tribuye a la memoria y al desarrollo de la cultura, queda en la boca un sabor a vicio al preguntarse por el destino de todos aque-llos edifi cios y demás bienes que no alcan-zaron las bondades de esa tríada alfabética (BIC): una Plaza Cis-neros, un Hotel Euro-pa. ¿Será que el factor

de más peso para la preservación y restauración de la Casa Zea fue ese disfraz de miseria y olvido con el que se mantuvo inadvertida hasta tiempos más amables? Una discreción con la que no contaron muchas fastuosas estructuras que hoy solo quedan en la me-moria y en una que otra foto o pintura de una ciudad que no reconocemos.

¿Será que el factor de más peso para la pre-servación y restauración de la Casa Zea fue ese disfraz de miseria y olvido con el que se

mantuvo inadvertida hasta tiempos más amables?

)(

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Caricatura

Todos somos normalistasNosotros también somos normalistas. A nosotros

también nos duele y nos unimos a las voces de protesta por el secuestro y la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa a manos de los agentes de la Policía Municipal durante una marcha en Iguala, México, el 26 de septiembre. Lo ocurrido, además de ser un grave atentado contra los derechos humanos, debe convertirse en un motivo de reflexión frente a la complicidad de funcionarios con organizaciones ilegales y el abuso de la fuerza pública, allá, aquí o donde sea. Esperamos que las investigaciones de las autoridades permitan esclarecer esta tragedia humanitaria a la que el Gobierno de Enrique Peña Nieto no le ha hecho frente y que exige respuestas no solo para los padres de familia sino para todos aquellos ciudadanos que se han solidarizado con los desaparecidos.

A Juan Camilo, el futbolista y el guerreroY ahora ¿quién desborda por la izquierda? Nadie,

compadre, ya el fútbol no es lo mismo. Hace un año te fuiste y dejaste las canchas solas, ni siquiera el rojo está jugando bien. Por acá nada ha cambiado, seguimos igual. Las injusticias que tanto te dolían siguen sucediendo y nosotros impávidos ante el panorama, pero ahí vamos sobrellevando las situaciones. En el cielo estarás caminando, recorriendo los miles de caminos que en vida no pudiste. Acá abajo seguimos con tu recuerdo y te extrañamos, pues tu ausencia es fuerte. Que tu corazón salvaje conquiste el cielo, aquí mi viejo seguimos buscando a quién tirarle el balón por la banda izquierda.

Justos por pecadoresWilmar Vera, profesor y colega periodista, fue víctima

durante un año de la ineptitud y la negligencia de los entes estatales que insistían en culparlo por un crimen que no co-metió. En septiembre de este año, Vera recobró su libertad para alegría de los suyos y dejó de nuevo en evidencia que el Estado brilla más por su ausencia que por su verdadera labor. Triunfó la justicia sobre los “extraños” procesos de detención del Inpec, Fiscalía y compañía. Triunfó la inocencia de Wilmar Vera y es un llamado de atención sobre ese sub-estado que siempre ha permanecido inmerso en la subdivi-sión de poderes. ¡No más mafia judicial!

“Valorizando” los barriosLos de El Poblado protestaron y la policía los acompañó,

los de San Javier protestaron y llegó el Esmad. Los de El Poblado se enojaron y los escucharon, los de Manrique se enojaron y tuvieron que gritar al aire. Los de El Poblado hicieron plantón, los de Moravia lo mismo y los desalojaron. Las protestas contra la valorización en El Poblado son justas y el resto de la ciudad nos sumamos. Ojalá los de El Poblado se sumen a las protestas del resto de la ciudad cuando también sean justas.

¡Con los calzones abajo! Como diría el dicho popular, con los calzones abajo

están los diseñadores de los alumbrados navideños de Medellín, luego de que el alcalde Aníbal Gaviria anunciara que sí se pondrán las tradicionales luces en la Avenida del Río. En solidaridad con sus espíritus creativos y la premura del tiempo, De La Urbe propone que el tema para este año sea algo más conceptual (qué pereza las mismas casitas de siempre): ¿qué les parece si en lugar de mover a los indigentes de la Avenida del Río, como lo hacen siempre, los tienen en cuenta, les iluminan los cambuches y los hacen parte de la ciudad? A los mejor esta instalación, de tiempos de posmodernidad, sea un hit en el mundo artístico.

Migración bohemia Músicos, poetas, filósofos, escritores y, en general,

público bohemio de Medellín: el parque Carlos E. Restrepo representa ese sitio donde surgen las mejores charlas bajo la luz tenue y la noche fresca paisa, ya ustedes saben eso. El parque, bajo la mirada inquieta de los inquilinos de los distintos apartamentos que nos observan, se convirtió, en versión local, en lo que en Londres es el Soho o en Lima el Barranco. Muy a pesar de eso, los residentes han dicho basta. No soportan el olor a marihuana, las risas entre cervezas y el tufo intelectual que se ha impregnado allí. El consejo: trasladar esa esencia que se ha depositado en el parque hacia otros sitios de la ciudad, lejos de los ojos intranquilos e inconformes de los vecinos de Carlos E. Menudo rollo, como dirían en España.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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Opinión

Hay que saberse indignarJuan Diego Posada [email protected]

E l título, exagerado o no, puso el dedo en la llaga: “El burdel más grande del mun-do”. A comienzos de 2014, el periodis-

ta peruano Guillermo Galdós visitó a Medellín en una de las cumbres de Naciones Unidas para las ciudades más modernas del mundo. A menos de dos cuadras del evento, supo de la venta de niñas vírgenes en las esquinas, embarazos, sexo oral por un dólar, prostitución infantil. Hizo en-tonces lo que cualquier periodista serio: buscó, investigó, conversó, publicó el reportaje que cau-só tanta indignación y dijo lo que nadie quería escuchar: Medellín es el burdel más grande del mundo.

El reportaje, publicado por la cadena britá-nica Channel 4, señala los dos casos más preocu-pantes de prostitución en la ciudad: el turismo sexual y la trata de menores de edad. Durante las escenas, Galdós cuenta cómo el primer taxis-ta que abordó en Medellín le mostró las mujeres y las tarifas; también habla con “Daniela”, una jovencita de 16 años, quien le explica qué bus-can los extranjeros. Además le asegura que entre más jóvenes sean las niñas, 11 y 12 años, mejor.

En los oídos de la ciudad retumbó la pala-bra burdel, no importaron cifras ni testimonios. De las grandes cadenas nacionales llamaron al periodista peruano y, como en un juicio, le exi-gieron reconocer que ciudades como Bangkok o Filipinas eran más reconocidos burdeles —vaya paradoja en la tierra de la hipérbole—. Galdós se defendió una y otra vez reclamando respeto por su trabajo: “¿Por qué se fijan en el título? Fíjense en lo que hay dentro del reportaje”. Y lanzó la piedra más caliente: “¿Por qué la prensa no lo ha tocado antes? Ese es el punto”.

¿Cuál es el problema con el título, con el re-portaje? ¿Nos quedamos en el título solo para no adentrarnos en el crudo escenario? ¿Cree-mos que Medellín no es un burdel? Más allá del título, del que muchos lectores no pasaron, el reportaje muestra ese lado de la ciudad que es desconocido, básicamente, por dos razones: por-que no hemos accedido físicamente o porque lo

que es aberrante e inaceptable en otros lugares del mundo para nosotros se ha vuelto normal a pesar de que la prostitución infantil esté pe-nalizada.

A los paisas nos duele la verdad; nos due-le, sobre todo, que alguien más venga y grite a los cuatro vientos nuestros secretos. El alcalde Aníbal Gaviria, por supuesto, rechazó el artícu-lo y habló de una inversión de 32 mil millones de pesos en prevención. Pero olvidó mencionar los 555 niños que han sido explotados y comer-cializados sexualmente durante los últimos dos años. Solo por mencionar las cifras oficiales.

No creo que Medellín sea el burdel más grande del mundo, tiene sí un prostíbulo enor-me y un creciente y trágico problema de explo-tación sexual infantil. El título del reportaje es lo de menos, no habría ni que indignarse por eso. Reclamemos, sí, porque un periodista de afuera vino a decir lo que nosotros deberíamos estar investigando en las calles. Si a usted le duele el título por la imagen que genera hacia fuera, despreocúpese y empiece a mirar hacia adentro. A los antioqueños nos encantan los di-chos. Y ese que dice que hay que organizar pri-mero de puertas para adentro, antes de organi-zar la casa del otro, nos cae como anillo al dedo.

Los colombianos tenemos un extraño sen-tido de pertenencia. Nos indignamos cuando alguien nos dice que la ciudad es un prostíbulo, pero apenas llegan los grandes eventos quere-mos esconder toda la basura debajo del tape-te. Cuando el comentario viene de afuera, lo asumimos como ofensivo, pero cuando tenemos que construir ciudad volvemos a la miopía.

Galdós, además, denuncia la participación del crimen organizado en la venta de niñas vír-genes. Un asunto que está por investigar. El peruano —muchos que no leyeron el reportaje siguen creyendo que es gringo— está viendo la Medellín que nosotros desconocemos o no que-remos ver. La Medellín que también debemos contar.

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Daniela Jiménez González [email protected]

Visto desde afuera, Calle 9+1 no parece un bar. Su fachada blanca, sin señalizaciones pompo-sas, se camufla entre los demás establecimien-

tos de la carrera 40 #10 de El Poblado. La entrada está separada de la zona de bebidas por un corredor iluminado en el que la pintura de las paredes se satura de adhesivos de colores, figuras en esténcil y grafitis sin formas. Justo en donde la luz del pasillo comienza a ate-nuarse, aparece la barra de licores y dos meseros que, sin afanes ni uniformes, se turnan para servir copas de ron y retirar botellas de cerveza de un enfriador cuya parte superior exhibe la leyenda: “La realidad es una alucinación producida por la falta de alcohol”.

Las sillas, viejas butaquitas de madera, son ocupa-das por unas 15 personas que escuchan a Teo Graja-les —compositor y vocalista— improvisar unas rimas de rap, acompañado por un piano que toca con agilidad:

Aquí parcha’o, aquí en Calle 9Lo doy porque quiero,en la noche del jueves.

Rápidamente, Andrés Smith se sitúa en el centro de la sala y, sin necesidad del micrófono, saluda a los asistentes:

—Buenas noches a todos. Bienvenidos a Lo doy por-que quiero.

Calle 9+1 fue inaugurado en julio de 2011 en una casa cerca del parque de El Poblado. Además de bar, era restaurante y se realizaban conciertos. En agosto del mismo año, en medio de este ambiente fresco y fa-miliar, surgió la iniciativa de Andrés Smith, físico de la Universidad de Antioquia: Lo doy porque quiero.

Todos los martes y jueves, en un espacio dentro del bar, los asistentes comparten conocimientos y expe-riencias bajo una única condición: no habrá retribución económica a cambio. Es gratuito. Así, quien domine un tema o habilidad puede ofrecer una charla porque así

lo quiera y las personas que asisten lo hacen porque lo desean, en un intercambio de experiencias, tiempo y espacio. Smith comenta que cuando estudiaba Física daba clases para sostenerse económicamente; entonces, comprendió que los estudiantes mantenían una rela-ción tediosa y distante con el aprendizaje.

—El conocimiento se ha convertido en algo utilita-rista: ¿Eso para qué me sirve? ¿De dónde le voy a sacar plata?

Lo doy porque quiero es otra cosa: la oportunidad de aprender de otros sin la preocupación o el estrés de intermediarios. La primera charla de todas la ofreció el mismo Andrés y discutió con los asistentes sobre frac-tales. Con el paso de las semanas, el proyecto empezó a popularizarse y más personas se fueron contactando para ofrecer lo que sabían.

Por esos días llegaron otras noticias menos alen-tadoras. Debido a la construcción de una nueva vía, Calle 9+1 debía buscar otra sede. Lo doy porque quiero continuó itinerante, realizando sus encuentros en luga-res como Verdeo, Acción Impro o el Museo de Arte Mo-derno. Hasta que el bar encontró, en una antigua vidriería, esta nueva sede que aún conserva vi-trales y adornos de corte barroco. Lo doy porque quiero se quedó definitivamente y ahora, tres años después, ya suma casi 300 charlas.

Esta noche, Teo Grajales, a partir de reflexiones académicas de la rima y la métrica de los versos, pone los dedos en el teclado y con la música les muestra a todos lo que ha aprendido en sus años de formación. Como un juego y en una suerte de complicidad, levanta las manos e incita al público a aplaudir al ritmo de su interpretación.

—¡Una chimba! Muchas gracias, güevón —alcanza a comentarle Smith, cariñosamente.

Como Teo Grajales, otros artistas independientes han visitado Lo doy porque quiero. Luis Fernando Bui-trago, director del Festival Invazion, en compañía de Sergio Escobar se esfuerzan por la promoción musical de nuevos talentos, la difusión digital y la apropiación de diferentes espacios públicos de la ciudad. El año pa-sado además de dar a conocer su proyecto en Lo doy porque quiero, cerraron el Festival Invazion en Calle 9+1 con la presentación de Velandia y La Tigra y otros músicos.

Pero no solo se discuten temas relacionados con la música. Investigaciones sobre los gestos y la tempo-ralidad del grafiti, a cargo del ilustrador y muralista Malaletxe, o la proyección de documentales como Los Pescadores de Olas de Camilo Ortiz, María Paulina Barrera y Julián Escobar son ejemplo de algunos en-cuentros que contaron con la participación, el diálogo y debate de los asistentes.

Sin embargo, Andrés Smith reconoce que algunas de estas reuniones han tenido mayor asistencia que otras. La última charla del 2012 consistía en la expli-cación de los mapas del universo y fue conducida por Jorge Zuluaga, docente de Astronomía de la Univer-sidad de Antioquia. La asistencia fue masiva. Bajo el supuesto de que ese año se iba a acabar el mundo, las personas esperaban que les explicaran por qué el cos-mos se iba a terminar.

—A veces vienen pocas personas, suave. Aunque hemos tenido encuentros como el de Jorge Zuluaga que fue a reventar. 95 o más personas. A veces vienen 25, normalmente somos entre 10 y 15.

Cerca de Teo Grajales, un computador y una cáma-ra son utilizados por Maritza Sánchez, Andrés Duarte y Manuela Saldarriaga. Este grupo se encarga de las redes sociales y de trasmitir, vía streaming, la charla. El objetivo de estas trasmisiones es recopilar las memo-rias de todo lo que pasa y que el material no se pierda. Adicionalmente, que la gente que no pueda llegar o no esté en Medellín también puede ver y participar de las charlas.

Por supuesto, el nombre Lo doy porque quiero ha sido motivo de más de una confusión.

—Por el nombre, la gente se imagina cualquier cosa menos lo que realmente es el proyecto —cuenta entre risas Manuela—. En una ocasión, antes de establecer-nos en la nueva sede, estábamos dando las charlas en el Museo de Arte Moderno. El encuentro también tenía un título sugestivo: Lo doy porque quiero presenta “Se-cretos para contar”. Llegó un grupo de señoras y una de ellas era feminista y decía que no entendía por qué no estábamos hablando de violencia intrafamiliar, que esos son los secretos que tiene la gente para contar. En realidad, la charla era sobre un proyecto muy bonito de la ciudad en la que un grupo de jóvenes lleva libros educativos a toda Antioquia.

Los meseros realizan una segunda ronda por el bar y ofrecen bebidas a los asistentes, Teo entona otra de sus canciones antes de cerrar su intervención con las preguntas de los participantes:

Mi voz,aunque esté desnuda, sigue siendo feroz,detrás del pianose escuda,es fuerte.

Una cajita decorada con calcomanías rota entre las mesas. Se pueden realizar donaciones voluntarias para Lo doy porque quiero.

—¿Quiere un roncito? —le ofrece Smith a Teo. En la universidad, cuando Smith iba al bar del

frente a conversar con sus colegas o amigos después de clase, era cuando más cosas aprendía. El ambiente del bar rompe con los estigmas de la academia. No hay

tarimas, no hay egos. —Es como volver al pa-

sado, a los griegos, cuando se hacían alrededor del vino a tomarse un trago y a conversar.

Cuando ya no hay más preguntas de los asistentes, Smith invita a todos a continuar asistiendo a la programación de la próxima semana. Afortunadamente, todavía

hay Lo doy porque quiero para rato, pues la gente quiere hablar de sus gustos, de sus conocimientos e inquietudes. Los participantes aprovechan estas charlas para escuchar, aprender y preguntar.

Smith espera que espacios como este se repitan en cualquier parte del mundo.

—Yo siempre he dicho que esto no es una marca; este es un espacio para que la gente comparta. Mien-tras haya lugares donde compartir el conocimiento, va a ser mejor para todos.

Darlo por placerCompartir el conocimiento porque sí, sin egoísmos. Dialogar, discutir,

aprender sin pereza.Es la propuesta de Lo doy porque

quiero, una tertulia que, en un bar en El Poblado, recibe seguidores todos los martes y jueves. ¿Se atrevería a darlo?

Andrés Smith, físico de la Universidad de Antioquia, trabaja desde Lo doy porque quiero por la transmisión libre del conocimiento.

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Crónica

Lo doy porque quiero es otra cosa: la oportunidad de aprender de

otros sin la preocupación o el es-trés de intermediarios. )(

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9Perfil

Un dulce animalsalvaje

Un músico que no se encasilla. Que busca, que encuentra y que sigue buscando. Una de las propuestas más particulares de la

escena rock en Medellín. Un sonido que no se parece a otros.

Esteban Gira ha compartido escenario con músicos como Andrés Cepeda y Fito Páez.

Juan Camilo Jaramillo Acevedo [email protected]

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Jua

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Es como si él fuera una serpiente que necesita-ra cambiar de piel, un extraño animal de la música.

La primera vez que lo vi, Esteban Gira estaba can-tando Closer, de Nine Inch Nails, con una banda de rock en un bar de El Poblado. Era más de media noche y los que habitábamos aquel lugar ya estábamos ebrios. Supongo que Esteban también. En algún momento de la canción, cuando la letra hablaba de follar como un animal, dio un paso en falso, cayó sobre la batería, rodó por unas escaleras detrás del escenario y lo perdimos de vista. “¿Se mató?”, me preguntó mi acompañante. No lo sabíamos. La banda dejó de tocar. Todo se hizo muy confuso.

No murió, para fortuna de la música. Al rato aso-mó su cuerpo íntegro de roquero consumado y nos sa-ludó a todos sin un rasguño.

No me extrañó entonces que poco después en un concierto con su banda, Volcánica, en el momento más trepidante de la presentación se golpeara la cabeza con fuerza. Él lo recuerda así: “Pegué un salto y caí, y lo que vi fue un destello blanco del dolor. De pronto, cuando me levanto siento que hay algo muy fresco en mi cara que me está salpicando. Cuando mi vista se enfoca veo que es mi propia sangre saliendo a chorros de la parte superior de la frente, y la banda sigue tocando. Luego entendí que tanto ellos como el público creyeron que era parte del show. Me empiezo a sentir muy mareado pero yo continúo con la canción y con la mano me tapo la herida, solo que no hay forma de detener la sangre que empieza a bañar la mano, la cara, la camiseta. Me voy para un lado y lleno de sangre el teclado de Alejo y ahí es cuando se dan cuenta de que algo me pasa”.

Su lema, por aquellos días, era “Del escenario al hospital”.

Volcánica interpretaba un rock contundente, fuer-te sin ser rápido, con mucha carga emocional. Tránsfu-gas, una de las canciones de Esteban, rápidamente se convirtió en un himno a la complicidad, una especie de banda sonora para una película tipo Bonnie and Clyde: “Traicionaste a tu amor / y yo mis principios / con solo esa noche mirarnos. / Y luego mis manos posándose en tu falda / húmeda, delgada. / Ternura de asesinos y promesas de una vida salvaje. / No llores más y ponte bonita / que el tiempo se nos va agotando. / Presien-tes que estuviste esperando toda la vida por esto. / Te aprieto en mis brazos y acurrucas tu cuerpo contra el mío / esperando el momento. / Quisimos morírnosle a alguien / pero no encontramos a quién querer tanto. / No sobra decirte que yo / saltaré hoy contigo. / Y ahora rompimos los vidrios y nos lanzamos con furia al vacío. / Oh, el vértigo de caer, / de estar juntos y no arrepentirnos”.

La banda era una de las pocas que, en Medellín, planteaba sus álbumes como piezas conceptuales. Es decir, canciones unidas por un eje temático que redon-deaba el disco. En Cómo burlaremos al carcelero, su pri-mer álbum, lanzado en 2005, el tema central era el hombre y la posmodernidad. En Revoluciones, que se

quedaría inédito, las canciones viajaban por los acon-tecimientos humanos que se explotan como un volcán: sexo, dolor, euforia.

Esteban permaneció en Volcánica hasta 2009. Cuando lo volví a ver, hace un par de años en un con-cierto en el teatro de la Cámara de Comercio, había cambiado de piel. Ya no había guitarras distorsionadas ni baterías a reventar. Por el contrario, lo acompaña-ban cuatro chicas no mayores de dieciséis años, una en la guitarra acústica, otra en el acordeón, una más en la percusión y otra en el piano.

El escenario tenía algo de Alicia en el país de las maravillas, de sueño: Esteban, grandote y barbado, en el centro del lugar, y alrededor aquellas chicas menu-das, con máscaras de animales que les tapaban la cara. Algunas de las canciones eran las mismas que venían desde Volcánica, pero tocadas suavemente. No había amplificación electrónica del sonido, ni más luz que las de unas linternas. Era la resonancia natural del instru-mento, la voz real.

En algún momento, mientras Esteban cantaba Tarros de miel (“No quiero electrochoques ni docto-res zen / Ni hospitales, ni demandas, ni lo siento por usted / Dame el chance de querer solo unos tarros de miel”) algunas personas del público comenzaron a gol-pear objetos de acero, así que el sonido salía de atrás, de adelante, de todos lados. Una sorpresa planeada para los espectadores, desde luego, pero al mismo tiempo una sensación envolvente que no volví a vivir en concierto alguno.

“Fue un momento experimental dentro de los acús-tico –dice Esteban Gira, de 32 años, a pocos días de presentarse en el Festival Internacional Altavoz y de un recital en el café del Teatro Pablo Tobón Uribe–. Pero yo sentía que a la propuesta le faltaba algo, la otra mitad, y esa otra mitad fue la vinculación de lo electró-nico para que chocaran los trenes”.

A partir de aquel concierto comenzó un proceso de

exploración dentro de la música de Esteban, gobernado por el uso de los minimoogs y los subs: teclados que per-miten la alteración de las ondas, frecuencias más bajas de las que normalmente el oído escucha, mezclas de instrumentos que generan un sonido único como una huella digital. Ya no es la música solo para los oídos: es música para el pecho. Las ondas vibran entre las costillas, se sienten.

Esteban abandona la guitarra en vivo para con-centrarse en la voz. Las chicas dejan los instrumentos acústicos para manipular lo electrónico sin que el re-sultado se parezca, ni remotamente, a lo que entende-mos como música electrónica. “Me puse a rastrear de qué hablaban mis canciones y concluí que finalmente era de aquella parte del ser humano que se mantiene indomable y no cede a ningún tipo de educación, civi-lización, nada: un estado salvaje. Entonces los teclados minimoogs y subs me permitieron darle sonido a eso”.

Un cambio que parecería radical si no fuera por-que Esteban es uno de los organistas de la Catedral Metropolitana. Sí, el mismo tipo que se reventaba la cabeza en conciertos de rock deleita a creyentes con música sacra. Y ahí, delante de aquel monstruo de 3.478 flautas que es el órgano de la Catedral, traído de Alemania en 1932, Esteban descubrió la fuerza de las frecuencias bajas, el nivel de disociación que necesita un músico para tocar con pies y manos y al mismo tiempo cantar. Descubrió la música más excesiva de todas: las fugas de Bach.

Todo esto, sumado a cierta influencia de sonidos árabes, ha hecho al Esteban Gira de ahora. Desde el rock a lo acústico y a lo electrónico, sus canciones cam-bian cada cierto tiempo, como si necesitaran reinven-tarse. En el escenario, un lobo de yeso de tamaño natu-ral acompaña al cantante. El lobo termina pintado de muchos colores, con otra piel. El lobo de alguna forma representa a Esteban: es la soledad del compositor y, al mismo tiempo, el aullido.

Esteban Gira se presentará el lunes 3 de noviembre en el Festival Internacional Altavoz.

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No. 71 Octubre de 2014

10Carlos Mario Correa Soto [email protected]

La historia del periodismo estudiantil universi-tario en Colombia está escribiendo un nuevo capítulo en lo que va corrido del siglo XXI,

con la generación de contenidos informativos, narra-tivos, de opinión, fotográficos, audiovisuales y sonoros publicados en los periódicos y revistas —impresos y virtuales— que son elaborados en los entornos peda-gógicos de las carreras de Comunicación Social y de Periodismo.

Uno de los aportes actuales de este tipo de periodis-mo es la transformación de uno de sus lemas primige-nios “Periodismo de estudiantes para estudiantes” al de “Periodismo universitario para la ciudad”. Esta es una decisión de su política editorial que valora el escenario urbano también como laboratorio para la investigación, la apropiación de conocimientos, el deslumbramiento y la sensibilidad social del estudiante reportero.

Atendiendo a las ideas que expresó en público el es-critor Gabriel García Márquez (1927-2014) sobre la for-ma más apropiada para enseñar el periodismo —al que estimó como “el mejor oficio del mundo”—, se trata de considerar a estos laboratorios de práctica como un esce-nario construido a propósito, parecido “a los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres an-tes de que se los encuentren de verdad atravesados en el camino”.

Así mismo, este tipo de producción de contenidos pe-riodísticos a cargo de universitarios reporteros correspon-de a una puesta en práctica en nuestro medio de la idea fundacional del director y propietario de periódicos esta-dounidense Joseph Pulitzer (1847-1911), quien en 1903 anunció su decisión de establecer y apoyar un Colegio de Periodismo en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Una determinación altruista que recordamos y va-loramos como una de las principales acciones visionarias e históricas de la defensa del periodismo como profesión: “Antes de que se acabe el siglo, las escuelas de periodismo serán aceptadas generalmente como una característica de la educación superior especializada, como la escuela de leyes o de medicina”.

Para lograr la instrucción competente de los estu-diantes de periodismo, Pulitzer —quien se refirió también a una “preparación real”— vislumbró la importancia de poner a funcionar en el edificio universitario el periódico como laboratorio de prácticas, tras considerar que nadie en las oficinas de un periódico o en su sala de redacción, en su época —y opinamos que la misma situación sigue dándose en el agitado ambiente laboral de las actuales empresas periodísticas— “tiene el tiempo o la inclinación para enseñar a un reportero crudo las cosas que debe saber antes de que asuma incluso hasta el trabajo más humilde del periodista”.

Tal periódico —precisó Pulitzer— permitirá a los estudiantes: “Practicar en todas las ramas del trabajo periodístico —editar, reportar, criticar, edición de copia, corrección de texto, diagramación—, en resumen todo lo que un joven debe ser capaz de hacer antes de que se aventure a desempeñar el trabajo de periodista. Estará bajo la supervisión de un profesor que no solamente es-grimirá la pluma tan descarnadamente como lo hace un editor verdadero, sino que también hará lo que el verda-dero editor no tiene tiempo de hacer, decir por qué lo hizo. Ocasionalmente a todos los estudiantes se les po-dría pedir escribir editoriales sobre el mismo tema y el mejor de todos podría ser publicado, con una explicación sobre las razones para su selección”.

En esta perspectiva, una de las hipótesis fundamen-tales de mis investigaciones es que en el trabajo realizado en estos laboratorios, entre profesores y alumnos, es muy visible el ejercicio de un periodismo más planeado, más reporteado y mejor narrado. Esta labor ha sido posible gracias al diseño de un proyecto editorial y al apoyo insti-tucional brindado a una propuesta informativa sistemáti-ca y disciplinada que establece una diferencia notable con la propuesta más accidental, de marcado acento político y de estilo panfletario, que tuvo el periodismo estudiantil universitario en los siglos XIX y XX; buena parte de este realizado también por los estudiantes de las primeras carreras de Periodismo y de Comunicación Social en la segunda mitad de esta última centuria.

Aún es corta la historia de los periódicos universita-rios que son respaldados institucional y financieramente por los pregrados de Comunicación Social y/o Periodis-mo en Colombia. Podemos indicar que es en los últimos quince años cuando estas publicaciones han podido esta-blecerse y editarse con regularidad. La referencia prin-cipal que nos permite verificar esta situación es el pe-riódico De La Urbe —cuyo primer número se publicó en octubre de 1999— de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Aunque tenemos presente que desde la década del 60 existen: Actualidad 68, de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, surgió

en 1968 y se llama Contexto desde 1974; Aula 347, de la Universidad de Manizales, hoy se denomina Página; Tercer Milenio, de la Corporación Universitaria Minuto de Dios en Bogotá, comenzó a publicarse en 1995 y hoy se designa Nuevo Milenio; El Comunicador, de la Univer-sidad Autónoma del Caribe en Barranquilla, inició en 1998; y Paréntesis, de la Universidad Santiago de Cali, desde 1999.

En varias ciudades del país este tipo de periodismo estudiantil universitario es el que ahora con mayor no-toriedad ha tomado una posición clara con respecto a la manera de informar sobre su entorno. Una mirada noti-ciosa narrativa, histórica, analítica y crítica, que ofrece a sus lectores una alternativa de contenidos diferentes a los que usualmente se reciben por parte de los medios masi-vos de comunicación empresariales tradicionales.

El camino señalado por De La Urbe ha sido recorrido por entre 30 a 35 periódicos y revistas, por lo menos, en su mayoría con formatos impresos y versiones adaptadas a Internet, cuyos contenidos nos permiten asegurar que una parte importante del mejor periodismo colombiano actual lo están forjando los estudiantes de Comunicación Social y/o Periodismo, en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Manizales, Pereira, Armenia, Popayán, Neiva, Tunja, Barranquilla y Cartagena. A tra-vés de talleres de reportería y redacción, los profesores actúan como editores y los estudiantes como reporteros para la divulgación de hechos reales de interés humano, individual y social.

Estos periódicos se han ganado un espacio entre sus receptores sobre todo por manejar una agenda propia, la cual les permite presentar información y opinión en todos los géneros periodísticos, elaborados con patrones profesionales. Son trabajos frescos, dinámicos, de calidad literaria, con investigación y denuncias contundentes, casi siempre en un tono de voz más alto que el común de los medios tradicionales y con la vehemencia que es propia de las ganas y del entusiasmo de los jóvenes perio-distas en formación.

Por su carácter de laboratorio de prácticas, estos pe-riódicos y revistas —también atractivos por sus formatos y diseños— permiten observar una constante experimen-tación con las formas expresivas de los géneros periodís-ticos informativos y de opinión, y de manera especial con los géneros mayores como son la crónica y el reportaje —desplazados, incluso con cierta violencia e irracionali-dad, de nuestros periódicos diarios por el relato noticioso y comercial de las agencias de prensa, por las reseñas y por la publicidad—.

No es casualidad, entonces, que los estudiantes re-porteros se estén ganando en Colombia los principales premios nacionales y locales de periodismo. Y tampoco

que se hayan creado concursos para incentivar la produc-ción periodística estudiantil universitaria como el Premio Nacional de Periodismo Escrito Universitario Orlando Sie-rra Hernández, convocado por la Universidad de Mani-zales y el diario La Patria, y el Etecom Colombia, cuyo eslogan es “Comparte con el mundo tu forma de ver el periodismo”.

En las ciudades donde circulan los periódicos univer-sitarios —cuyas ediciones en papel oscilan entre los mil y los doce mil ejemplares— la gente los busca con mani-fiesta ansiedad cada quince días, cada mes o cada dos o tres meses —que son sus períodos de publicación más comunes—. A través de estos, los lectores se han enterado, de una forma privilegiada, de muchos acontecimientos y de la existencia de personas imprescindibles para el de-sarrollo local y nacional por sus actividades en múltiples campos, que suelen no ser tenidos en cuenta en las agen-das informativas de los medios masivos de comunicación.

En este orden de ideas, el periodismo estudiantil uni-versitario y sus medios (periódicos y revistas impresos y digitales) corresponde en buena medida con la filosofía del denominado periodismo alternativo, toda vez que al saltar los muros y las vallas del campus universitario, trascender la voz institucional y no estar regido por los patrones de la empresa comercial privada, le ofrece a los ciudadanos otra opción informativa, educativa e incluso entretenida, probada y útil.

En mayo de 2010, el científico español Jorge Wagens-berg visitó varios centros educativos de Medellín. Un re-portero universitario le preguntó: “¿Qué ha hecho como padre para incentivar el gozo intelectual en su hijo?” Y él respondió: “Proveer estímulos paseando con él por la realidad de este mundo y con tres cosas más: conversar, conversar y conversar”.

Ahora bien, algo muy similar es lo que para mí están haciendo los profesores que tienen a su cargo los cursos de géneros periodísticos, así como la coordinación edi-torial de los periódicos y revistas que funcionan en un entorno pedagógico constructivista, en la mayoría de los pregrados de Comunicación Social y/o Periodismo, para incentivar en sus estudiantes el gusto por el aprendiza-je del ejercicio informativo: proveer estímulos paseando con ellos por la compleja realidad de la ciudades y re-giones colombianas; y con tres cosas más: reportear, reportear y reportear… de tal manera que aprendan a conjugar los verbos preguntar, indagar, conocer, du-dar, confirmar e informar; que “son los verbos capita-les de la profesión más arriesgada y más apasionante del mundo”, tal como destacó el escritor Tomás Eloy Martínez. Y, además, para que aumenten su número de horas de vuelo periodístico antes de hacerle frente a las turbulencias de la vida laboral.

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La ciudad en los zapatos de los estudiantes reporteros

Del periodismo estudiantil universitario se desarrollan, de manera constante, numerosos medios impresos y digitales que brindan contenidos distintos en muchos aspectos y más provechosos que aquellos que se reciben de los medios

masivos. En este artículo, una mirada a este tipo de periodismo.

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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Heiner Castañeda Bustamante [email protected]

Hace ya 15 años que el Consejo Académico de la Universidad de Antioquia dio el aval para que se creara el primer programa uni-

versitario de Periodismo en el país. Fue exactamente el 19 de octubre de 1999, día en que además se publi-có el primer número del periódico De La Urbe, her-mano siamés que sería la semilla del laboratorio de prácticas en el proceso de enseñanza del periodismo en nuestra Facultad de Comunicaciones.

Por aquella época, no se concebía un profesional graduado como Periodista sin apellido. Los diplomas, como muchos de los que hoy se entregan, aludían a Licenciados en Ciencias de la Comunicación o al título de Comunicador Social-Periodista, los cuales otorgaban una especie de patente con la que se suponía que el recién egresado estaba facultado para ejercer la publici-dad, la fotografía, las relaciones públicas, la comunica-ción institucional, la comunicación para el desarrollo, la comunicación audiovisual y el periodismo, en-tre otros.

Por eso, cuando se die-ron las prime-ras discusiones acerca de la im-portancia que tenía crear un pregrado para aquellos intere-sados exclusivamente en el periodismo, fueron muchas las voces que se opusieron argumentando que con ese único perfil las posibilidades laborales quedaban res-tringidas porque los nuevos profesionales ya no serían “toderos” sino Periodistas. Y tenían razón, lo que se pretendía era precisamente eso, que a las aulas del nue-vo programa asistieran quienes veían en el ejercicio del periodismo una manera de ser y estar en el mundo.

Fue, entonces, en el primer semestre de 2001, un año después de que el Ministerio de Educación aproba-ra formalmente el programa de estudios, cuando ingre-saron los primeros 40 estudiantes para cumplir con un

pénsum soportado en cuatro ejes: Periodismo, Historia y actualidad, Humanidades e Investigación. Con este se bus-caba combinar las herramientas del periodismo con los con-ceptos de la comunicación, el contexto de la información, la fundamentación teórica, la investigación y la ética. Y con el entendido de que el salón de clase debía asumirse como una sala de redacción, el profesor como un editor-asesor de contenidos, las tareas de estudio como asignaciones perio-dísticas y los productos entregables como piezas informati-vas expuestas a la evaluación, no solo de los docentes, sino de los lectores, los oyentes y los televidentes.

Es en este escenario donde el periódico De La Urbe, creado gracias a la iniciativa de un grupo de estudiantes de los últimos semestres del pregrado de Comunicación So-cial–Periodismo, le abrió la puerta a lo que sería el Sistema Informativo De La Urbe: un laboratorio de prácticas único en su estilo en el país, conformado por De La Urbe Prensa, De La Urbe Radio, De La Urbe Televisión y De La Urbe Digi-tal, cuyo propósito es afinar los productos informativos e in-vestigativos en un marco de convergencia de medios, en el que los géneros y formatos le permiten al estudiante desple-gar sus capacidades con el acompañamiento de los profeso-

res-editores, apoyados no solo en la labor de reportería, sino en el aprovechamiento de la formación socio-humanística que le imprime rigor a las piezas periodísticas y al análisis crítico de la agenda noticiosa co-lombiana.

Esta manera de concebir el proceso de

enseñanza-aprendizaje ha significado para los estudiantes recorrer las calles de la ciudad, conversar con los habitantes de los barrios, contrastar la información con expertos de diferentes áreas del conocimiento, registrar sonidos e imá-genes de muchos lugares invisibles para los medios masivos y emprender investigaciones de mayor profundidad para cumplir con su Trabajo de Grado. Al tiempo, las prácticas profesionales los han acercado a los medios de comunica-ción, a entidades de investigación, a proyectos de extensión, a la creación de nuevas plataformas mediáticas basadas en tecnologías de la información y la comunicación, y a otras alternativas referidas al ejercicio profesional.

Como resultado de lo anterior, el 28 de febrero de 2013, el Ministerio de Educación le otorgó la acreditación de alta calidad al pregrado de Periodismo. En dicha acre-ditación se afirma que el pregrado “refleja sus principios en cuanto a la formación integral de sus estudiantes y se actualiza permanentemente, mostrando así su relevan-cia y pertinencia social”. El informe también evidencia aspectos que deben ser mejorados como la visibilidad de los productos investigativos, el relacionamiento con las comunidades académicas nacionales e internacionales y el uso de las nuevas tecnologías de información y comu-nicación, por eso se ha puesto en marcha un Plan de Mejoramiento que busca, además, repensar el pregrado a la luz de los nuevos retos que le imponen las dinámicas de la profesión en el país y el mundo.

Se hace necesario no desfallecer en la tarea de ha-cer del periodismo una profesión cualificada, rigurosa en su concepción, responsable socialmente, cuidado-sa de la ética y comprometida con sus principios. En tal sentido, esperamos que estos 15 años sean solo el preámbulo de un compromiso social que le permita a la Universidad de Antioquia y a su Facultad de Comu-nicaciones honrar las palabras de Riszard Kapuscinski: “Los cínicos no sirven para este oficio”, y la mejor ma-nera de hacerlo es velar por la formación y existencia de periodistas Periodistas como hasta ahora lo acredi-tan nuestros 272 egresados.

Nace un pregradoCarlos [email protected]

Con una sola excepción, los programas de Pe-riodismo desparecieron de la escena académica de América Latina en la década del 60, incluso el de la Universidad de Antioquia, a la sazón alojado en la Facultad de Educación. Una misión de académicos y expertos norteamericanos, patrocinados por la Unesco, en la que se encontraba Wilbur Schramm, el padre de la Teoría de la Comunicación Funciona-lista, determinó que lo que América Latina necesita-ba era programas polivalentes, en donde estuvieran incluidos todos los aspectos de la comunicación —organizacional, publicidad, relaciones públicas y pe-riodismo, entre otros— con el fin de responder a las necesidades de un continente que requería ponerse a tono con el esquema desarrollista impulsado desde Estados Unidos.

Con ello el periodismo desapareció como dis-ciplina académica y como profesión, afectando su cualificación para ejercer la función de fiscalizador de las instituciones públicas y privadas en nombre del público y de las audiencias, en una de las épocas más convulsionadas de un continente latinoamericano azotado por el despotismo y la corrupción. (El propio magistrado Carlos Gaviria Díaz, en la Sentencia que acabó con la Tarjeta Profesional, dijo que esta no pro-cedía porque el periodismo no era una profesión sino un oficio y, por lo tanto, no era regulable).

En esas condiciones, crear un programa de Pe-riodismo significaba prácticamente empezar de cero, porque había que sustentar su relevancia, per-tinencia y vigencia en el contexto nacional, en todas las instancias: desde el Comité de Carrera hasta el Mi-nisterio de Educación Nacional. Afortunadamente mi experiencia en el programa de Maestría en Periodis-mo de la Escuela Graduada de la Universidad de Co-lumbia en Nueva York, me dio las bases para articular una propuesta cuyo eje central era el punto débil de las áreas de periodismo de todos los programas de comunicación social: la investigación cualitativa de campo que, en terminología periodística, se llama reportería.

Afortunadamente, también estaba el preceden-te de la Especialización en Periodismo Investigativo, cuyo equipo docente en el que se encontraban en esos momentos Juan José Hoyos y Maryluz Vallejo, le apuntó decididamente al nuevo programa. A mí me correspondió, entonces, redactar todos los do-cumentos fundacionales en los que se sustentaba el programa, incluyendo el modelo pedagógico, la estructura curricular, la didáctica y la pedagogía, y la sustentación de las materias, entre otros aspectos; defender la propuesta y argumentarla en cada una de sus numerosos instancias. De allí, con los aportes que lo fueron enriqueciendo, nació el pregrado en Periodismo, cuya implementación y coordinación me correspondió liderar en su primera etapa.

En cualquier caso, el nacimiento del único pro-grama nuevo de periodismo creado en América Latina en 40 años, que representó el Estado de Arte de la profesión, fue un parto traumático para una Fa-cultad de Comunicaciones complaciente que, en ese momento, se encontraba firmemente anclada en un pasado impuesto desde una metrópoli empecinada en dictar el futuro de nuestra profesión.

Dos profesores titulares reflexionan sobre el nacimiento del pregrado en Periodismo de la Universidad de Antioquia. Una historia de luchas por

formar profesionales cada vez más íntegros.

Lo que se pretendía era precisamente eso, que a las aulas del nuevo pro-

grama asistieran quienes veían en el ejercicio del periodismo una manera

de ser y estar en el mundo. )(

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La otra miradaLa pupila dilatada, el ceño fruncido, el dedo trémulo sobre el obturador y una historia que atraviesa el lente. Una selección de las mejores historias capturadas en imágenes, narradas

por sus autores.

“Manaure tiene un mal sabor. Quedan algunos vestigios de lo que en otro-ra fuera un cúmulo de montañas blancas en la mina de sal más importante de Colombia. Apresurados corren los sueños de sus habitantes, tal vez an-helando dulces y mejores momentos que regresen la bonanza. Una tierra mágica, en la que la corrupción no ha detenido que del mar brote el llama-do “oro blanco”. Un recorrido por la alta Guajira en el que descubrí que Colombia va más allá de la región Andina…” José Fernando Serna Osorio.

“Él quería ser retratado. Lo supe cuando se detuvo y me miró a través de la rendija que deja-ba ver sus ojos oscuros. Yo ya había obturado una sola vez. Él siguió escribiendo en el muro; éramos los únicos en aquel corredor mal iluminado. Me quedé ahí parada, con la cámara en la mano, inconsciente de que acababa de registrar mi primer instante decisivo, guiada por un impulso veloz e instintivo que luego se volvió silencio y estupor. Lo vi alejarse. Solo quedó el libelo en la pared y el efluvio del aerosol. Respiré hondo”. Ana María Bedoya.

“Sobre el vértice que forma la antigua Carretera al Mar, por el Alto de Boquerón, descansa sobre el asfalto un perro de pelaje amarillo con la tranquilidad de quien jamás vio un cuadrúpedo atropellado. Corre algún mes del segundo semestre del 2010 y el animal allí tendido sería primera página de De La Urbe y parte importan-te de lo que, para entonces, era mi proyecto de Trabajo de Grado. Hoy, sobre aquel vértice, es más común ver dormir perros que ver pasar camiones”. Julián Roldán.

“En medio del calor de las 3:00 de la tarde y luego de la lluvia, en medio de la tensión de los ojos vigilantes de la guerrilla de las Farc, el padre de Juan Carlos descubre lo que por 8 años estuvo contemplando desde la montaña frente a su casa: su hijo fue asesinado y sepul-tado en el antiguo basurero de La Granja, Ituango. Desde allí todos los días contemplaba el lugar, en dos oportunidades lo visitó, pese a las amenazas de quedar como Juan, bajo tierra. El 10 de julio 2010, junto con el grupo de la Fiscalía, recuperó a su hijo de la tierra”. Natalia Botero.

“Durante varias semanas recorrí el centro registrando los cambios en el paisaje. Recuer-do que los habitantes del lugar no estaban satisfechos con la construcción de la “Ciudad Botero”. Mientras los medios hablaban de “la recuperación” del Centro de Medellín, para ellos era una especie de destierro. El protagonista de la imagen de portada es un relojero que tenía su puesto de trabajo en un local de los edificios que fueron demolidos para darle paso a la plaza de las esculturas”. Adrián Franco.

“Esta foto la tomé haciendo un reportaje gráfico sobre inquilinatos en Medellín en 2009. Me quedaban dos fotos en el rollo y estábamos buscan-do las escaleras para irnos cuando apareció esta escena. Recuerdo que cuadré la cámara en tres segundos y obturé dos veces. El baño solo tardó un minuto más, que aproveché para conversar con ellos sobre su vida en ese lugar y sobre su hijo recién nacido. Fue una foto importante para mí como estudiante porque me hizo ver que no importa el formato que se use para hacer periodismo; lo que importa es que haga ver lo humano”. Jorge Caraballo Cordovez.

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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“Sobre el vértice que forma la antigua Carretera al Mar, por el Alto de Boquerón, descansa sobre el asfalto un perro de pelaje amarillo con la tranquilidad de quien jamás vio un cuadrúpedo atropellado. Corre algún mes del segundo semestre del 2010 y el animal allí tendido sería primera página de De La Urbe y parte importan-te de lo que, para entonces, era mi proyecto de Trabajo de Grado. Hoy, sobre aquel vértice, es más común ver dormir perros que ver pasar camiones”. Julián Roldán.

“A través del lente de la cámara conocí a Servando Palacios, el hombre de las camisas coloridas y la sonrisa amplia. El artista llegado de Bojayá, el hombre negro que se mira a sí mismo y reconoce que, aunque la esclavitud ha sido abolida hace más de un siglo, todavía muchos hombres y mujeres afrocolombianas no la consideran un asunto del pasado. En su obra “Yo fui esclavo: realidad o ficción”, hizo una evocación poética a su doble condición de afrodescendiente y de artista”. Isabel González.

“Ese día, doña Lía no sabía que iba a hablar conmigo sobre los 50 años de la masacre en Santa Bárbara, Antioquia. No me conocía y no tenía por qué haber usado un vestido que combinara perfectamente con el verde de las paredes y con esa piel resquebrajada como la pintura del patio posterior de la casa grande y fría. Todo en esta fotografía fue fortui-to: los colores, la luz que entra por el solar y se pierde en las habitaciones internas, los brazos cruzados para resistir el viento frío, la expresión impávida y amable, los delgados mechones libres sobre las orejas”.Juan David López.

“Durante varias semanas recorrí el centro registrando los cambios en el paisaje. Recuer-do que los habitantes del lugar no estaban satisfechos con la construcción de la “Ciudad Botero”. Mientras los medios hablaban de “la recuperación” del Centro de Medellín, para ellos era una especie de destierro. El protagonista de la imagen de portada es un relojero que tenía su puesto de trabajo en un local de los edificios que fueron demolidos para darle paso a la plaza de las esculturas”. Adrián Franco.

“Estábamos en todo el apogeo de las marchas. Ese año fueron bastante fuertes las manifestaciones y los del Es-mad estaban golpeando a un pelao, de ahí salió la foto del escudo lleno de sangre: un profesor y yo nos metimos. Yo estaba tomando las fotos como un ejercicio para afinar el ojo y para un blog en el que colaboraba que se llama Qué pasa U de A”. Sergio González.

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Nelson Ramírez [email protected]

En esta memoria histórica del trasegar perio-dístico de De La Urbe fue trascendental el año de 1999. Tal fecha marcó un hito ya que se

planeó, escribió, editó, publicó y distribuyó la primera edición del periódico, en octubre, y fue, a su vez, la materialización de un sueño. El periódico nació de la necesidad de los estudiantes de tener un laboratorio que les permitiera aplicar en situaciones reales los co-nocimientos teóricos adquiridos en las aulas de clase.

Si bien los ejercicios de los cursos fortalecían las habilidades de investigación y escritura que acercaban a los alumnos a la realidad social, la convicción de que la profesión debía enfrentar de lleno los retos que im-ponía el acontecer diario hizo que se afianzara la pues-ta en marcha de una estrategia académica basada en el modelo constructivista para mejorar el proceso de aprendizaje en el entonces pregrado de Comunicación Social-Periodismo. La creación del periódico fue una iniciativa estudiantil que tuvo eco en la decanatura de la profesora María Helena Vivas López y que contó con el apoyo de varios profesores.

Alfonso Buitrago, uno de los estudiantes que par-ticipó en esta gesta, recuerda que el nombre surgió de un concurso. El jurado estuvo compuesto por un gru-po de profesores. Doce y Medio fue el nombre ganador. Sin embargo, esta denominación perdió fuerza y no le gustó a nadie: “Después de mucha discusión decidimos volver a hacer una selección de ese concurso. Yo había participado con ‘Urbe’. Ese nombre se escogió y fue la profesora Maryluz Vallejo la que sugirió que se llamara De La Urbe para hacer una especie de mezcla entre la U, de universidad, y urbe, de ciudad”, recuerda Buitrago.

La idea desde el comienzo fue que el trabajo dentro del periódico estuviera dirigido por los profesores y que los estudiantes se vincularan de manera voluntaria. En principio, el equipo de trabajo estuvo conformado por un director, encargado de coordinar las labores dentro del periódico, y un jefe o asistente de redacción, pues-to ocupado por un estudiante auxiliar administrativo. La preparación para cada edición comenzaba con un Consejo de Redacción al que asistían los estudiantes y profesores que querían participar. En este Consejo se

asignaban los temas. El contenido del periódico estaba regido por un Comité Editorial compuesto por un gru-po de profesores que se reunían regularmente, evalua-ba los artículos presentados por los estudiantes y daba su opinión acerca de la calidad periodística.

Algunos protagonistasDurante estos años del siglo XXI, han sido varios

los profesores que han asumido la dirección del periódi-co. El primero en ejercer esta labor fue Carlos Agudelo Castro, quien tuvo a su cargo las ediciones 1 a 5 y de la 11 a la 14. Durante el período primigenio, De La Urbe trazó la primera política editorial, hecho que el profesor Agudelo recuerda: “Lo primero que había que decidir era qué tipo de periódico queríamos hacer. Si queríamos hacer un periódico de la Universidad para la Universidad sobre la Universidad, o si queríamos hacer un periódico de la Universidad para la ciudad sobre la ciudad. En ese momento nos pareció más importante

que, como se trataba de crear para los estudiantes un medio de prácticas, o sea, un medio para el ejercicio periodístico real, era importante que nosotros nos dedi-cáramos a hacer un periodismo urbano”.

Tanto profesores y estudiantes estuvieron de acuerdo en crear un periódico fundamentado en la investigación y que propiciara la crónica, el periodismo literario y el reportaje. Se debía tener siempre presente la defensa de los intereses de la comunidad y el equilibrio de la infor-mación, pero, ante todo, que se hiciera un periodismo basado en temas del acontecer diario de la ciudad.

Maryluz Vallejo Mejía fue integrante del grupo de profesores que fundó a De La Urbe Prensa y Directora desde la edición 6 a la 10. Durante este tiempo, Vallejo se esforzó editorialmente tanto por conservar y desarrollar los lineamientos planteados desde el comienzo como por encontrar un equilibrio entre las diferentes temáticas y géneros periodísticos que componían el periódico. “La idea era que los estudiantes realizaran trabajos de largo

Un cartel en el que se leía: “La única Facultad de Comunicaciones del mundo que no tiene periódico”, pegado en una pared del bloque 12 de la Universidad de Antioquia, fue uno de los detonantes de la historia que hoy cumple 15 años. Historia llena de luchas, de vivencias dulces y amargas, de héroes, heroínas y antihéroes, que ha marcado la vida de

muchas personas dentro y fuera de la Universidad. Recuento histórico de un periódico quinceañero.

Una Urbe

Más que un laboratorio, De La Urbe es una escuela de periodismo de ciudad, que ha impreso su sello en decenas de periodistas a lo largo de 15 años de recorrido.

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Actualmente el Sistema informativo De La Urbe está integrado por cuatro componentes: prensa, radio, televisión y digital, cada uno con un coordinador encargado.

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aliento, hicieran inmersión en un tema y nos presentaran un producto atractivo de leer; que se asumieran como reporteros y escribieran para los lectores, no para los pro-fesores”, recuerda. En este período se comenzó a intro-ducir el color en la impresión de las páginas.

De la edición 15 a la 25 fue director el profesor Carlos Mario Correa, números que tuvieron un enfo-que narrativo sostenido por un estilo en muchos casos experimental pero consecuente con la esencia del perió-dico: ser un laboratorio de prácticas periodísticas para los estudiantes. Se continuó trabajando con la misma perspectiva urbana de sus antecesores: enfoque hacia la parte investigativa para narrar la vida en Medellín y el Valle de Aburrá mediante la crónica, el perfil, la en-trevista y el reportaje. Además, se practicó un periodis-mo de denuncia fundamentado en hechos sustentados y en un análisis riguroso y crítico del acontecer político de la ciudad. Correa hace memoria: “Siempre trabaja-mos con una agenda temática propia, con pocos temas

en común con los de la agenda de otros medios de comu-nicación de la Universidad de Antioquia y de la ciudad, la cual tenía como base tres formas de planeación de los asuntos que íbamos a tratar en cada edición: asignacio-nes del director y de su equipo de edición al grupo base de reporteros; propuestas de los profesores de las ma-terias de Periodismo que nos enviaban trabajos de sus alumnos o les decían a estos que nos los presentaran; y trabajos propuestos a título personal por los estudiantes del primero al último semestre de la carrera”.

Durante esta etapa se aumentó el paginaje de 16 a 24 y se pasó a imprimir de tres mil a 10 mil ejemplares.

Posteriormente asumió la dirección del periódico el profesor Carlos Uribe de los Ríos desde la edición 26 hasta la 36. Según él, en comparación con el perío-do anterior se realizó un cambio bastante notorio con relación a las temáticas, pues se enfatizó en tratar de hablar más del mundo contemporáneo, de la actuali-dad que los afectaba en ese momento, por escribir más

crónica y más informe periodístico. “Hay otro asunto que me propuse hacer por dentro. El tipo de relaciona-miento mío como director con los coordinadores y los colaboradores del periódico. Yo quería en eso marcar también una diferencia. Me parecía importante darles más juego a los coordinadores, de tal forma que ellos se encargaran de la parte periodística, que es donde hay que aprender porque los coordinadores de De La Urbe, por lo menos en mi caso, los que ganaron convocatoria, ya sabían escribir. Entonces quise más bien que ellos aprendieran a trabajar con los otros compañeros y que ellos fueran los que se sentaran a editar con los otros estudiantes, a discutir las ediciones y los cambios, a estar detrás de las fotografías, a pensar en la portada, a pensar en la distribución, a pensar en los temas del siguiente número”.

Las ediciones 37 y 38 fueron dirigidas por la profe-sora Patricia Nieto. Este fue un período de transición entre el retiro del profesor Carlos Uribe y la llegada de

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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Con el disquete hacia el aeropuertoMaryluz [email protected]

De La Urbe repitió el ritual de fundación de los periódicos decimonónicos que nacían en cualquier cuartu-cho, con mobiliario pobre y el entusiasmo rebosante de los jóvenes reporters; con la diferencia de que aquí sí había financiación –y generosa por parte de la Facultad de Comunicaciones–, y de que conseguimos que nos dieran una línea de teléfono para funcionar como un medio serio. Pero la flamante sala de redacción era una pequeña oficina de profesores, donde escasamente cabían tres computadores y una mesa redonda que era la base de operaciones. Recuerdo que las veces que dirigí la edición en esa primera época, y cuando estábamos de cierre, permanecíamos allí hasta tarde en la noche con los reporteros, comiendo empanadas de Tronquitos con café y, casi siempre, terminábamos los fines de semana. Era la oficina más movida del bloque 12.

A medida que corregíamos los textos, el profesor a cargo del diseño –de cuya paciencia abusábamos con tantos cambios y opiniones– armaba las páginas y grababa el material en una especie de disquete, que debía-mos llevar al aeropuerto Olaya Herrera, donde lo despachaban rumbo a Manizales. No perder el vuelo era la principal preocupación porque en los talleres de La Patria (donde se sigue imprimiendo) lo estaban esperan-do. Y cuando llegaban los periódicos, estaba la cuadrilla de chicos listos –comandada en distintos momentos por los acuciosos monitores, Jaime Quintero y Paulo Cepeda, entre otros que por desgracia olvido– para repartir gran parte de la edición en una camioneta contratada para tal fin. Para esa distribución, trazábamos una ruta que cubriera los puntos estratégicos de la ciudad; el resto de periódicos circulaba en el campus. En fin, en ese entonces nos apañábamos sin tanta tecnología y, aunque nos gastábamos más tiempo, salíamos decorosamente.

Mis recuerdos más entrañables están en esa salita de redacción donde las risas se alternaban con los re-gaños a los que ocupaban el teléfono hablando con la novia y las discusiones apasionadas sobre el material, los títulos, las fotografías. En una de esas, nació la columna “Zona de distensión” (como la rotulé en alusión al proceso de paz que avanzaba en San Vicente del Caguán), y me da gusto ver que esa columna de sueltos, un género apenas cultivado en Colombia, se mantiene 15 años después, cuando asistimos a otro proceso de negociación.

El periódico De La Urbe, al que se vinculan estudiantes, periodistas, caricaturistas, diseñadores e ilustradores, llega a diferentes puntos de la ciudad y subregiones del departamento. Actualmente se planean ediciones especiales para las seccionales de Urabá y Suroeste de la Universidad de Antioquia.

La carretilla roja De La Urbe es el vehículo destinado a la distri-bución dentro de Ciudad Universitaria y sedes cercanas al Alma Mater, tiene una capacidad para tres pacas de periódicos, aproxi-madamente 900 ejemplares.

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la profesora Ximena Forero. Una vez asumió su cargo esta última, dirigió la edición número 39 en abril de 2008. De su paso por el periódico, Forero evoca: “El es-tilo que yo pretendía que caracterizara el periódico en ese momento era participativo, con el fin de combatir la idea generalizada de que De La Urbe era un gueto solo para elegidos e iluminados. Creo que fue importante lograr involucrar a estudiantes de primer y segundo semestre, quienes alcanzaron a ir a reuniones, a propo-ner temas y a escribir textos”.

Para las ediciones 40 a 42, de nuevo asumió la di-rección la profesora Patricia Nieto. Durante este pe-ríodo, a diferencia de lo ocurrido en los números an-teriores, los lineamientos temáticos que regulaban la dinámica del periódico no eran decididos solo por la directora, sino por el Comité Editorial del Sistema In-formativo De La Urbe conformado por cada uno de los directores que integraban el Sistema, la Coordinadora del Pregrado, profesores invitados y los auxiliares ad-ministrativos.

“El rasgo fundamental de este período fue tratar de encontrar el equilibrio entre textos informativos que dieran cuenta de la actualidad de información con tex-tos narrativos que contaran una actualidad que no era coyuntura en la ciudad. Se buscaba un balance entre los textos narrativos que se hacían con tiempo, con me-ses de trabajo, con textos que se hacían durante menos tiempo y que apuntaban a contarle al ciudadano hechos de la coyuntura local”, recuerda la profesora Nieto.

Inicialmente, el periódico era diseñado por el pro-fesor Luis Fernando Arango, quien realizaba esta labor de manera gratuita. Las 16 páginas que lo integraban eran monocromáticas. Una vez estaban listos los ar-tículos y el diseño, se mandaban a imprimir tres mil ejemplares en la imprenta del diario La Patria, en Ma-nizales. Cuando llegaba el periódico impreso, el mismo equipo de trabajo se encargaba de distribuirlo. Como hasta hoy, se publicaba cada bimestre. Luego del retiro del profesor Arango de la Facultad de Comunicaciones, varios estudiantes en diferentes momentos asumieron

el diseño del periódico, pero sin estar especializados en ello, lo que implicó el retraso del proceso editorial en varias oportunidades.

Una historia entre milSon numerosas las anécdotas que podrían contar

estudiantes y profesores que han participado en el pe-riódico De La Urbe. Una muy recordada fue la acción de tutela instaurada por un ciudadano en contra del periódico. El 26 de enero del 2005 el Juzgado Quinto Penal del Circuito de Medellín inició el trámite de ac-ción de tutela instaurada por el doctor Carlos Humber-to Bravo Nieto contra el entonces decano de la Facultad de Comunicaciones, Edison Neira Palacio, los profeso-res Carlos Mario Correa y Carlos Uribe de los Ríos, y la estudiante Luz María Tobón Rivera.

Según la relación del caso, el periódico De La Urbe, con el reportaje titulado “Antes… y después…” publica-do en octubre de 2004, había vulnerado los derechos constitucionales fundamentales en lo relacionado con

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En busca del título precisoCarlos Mario Correa [email protected]

En mi etapa como director de De La Urbe (2002-2004), tuve un equipo de estudiantes reporteros convencido de que estábamos ha-ciendo un periódico de verdad… Es decir, que estábamos comprometidos con un trabajo pe-riodístico profesional que aportara información y conocimiento a la comunidad. Una actividad que superaba los ejercicios de simulacro o de prácticas periodísticas propios de las clases. Por esta misma razón, no reparábamos en horarios o jornadas de trabajo y, entonces, éramos perio-distas de tiempo completo: de día, de noche, de sábados y domingo, de Semana Santa y de vaca-ciones de mitad de año. Fuimos —y ellos y ellas saben quiénes son— una cofradía de fanáticos del periodismo y, especialmente, de un tipo de periodismo narrativo al que le sacamos prove-cho desde la experimentación atrevida, tanto en la reportería como en la escritura.

Uno de los momentos que se convirtió en un ritual para nosotros fue el de la titulación de los artículos de cada edición. Nos demorábamos a veces hasta la imprudencia tratando de encon-trar esa frase que nos “inmortalizara”, incluso de-jándonos llevar de la mano del sensacionalismo.

Recuerdo uno de esos títulos al que llega-mos después de varias horas —o tal vez de uno o dos días— de torcerle el cuello al cisne del pe-riodismo informativo. El artículo era sobre una inundación —una de tantas otras— producida por el desbordamiento de la quebrada La García en el municipio de Bello.

Era una de esas caóticas temporadas inver-nales en que las quebradas del Valle de Aburrá y, particularmente, las de Medellín, se salen de su cauce y nos enlodan la vida. Una de esas jodidas quebradas que se había alborotado era La Loca, en el sector oriental de la ciudad.

Entonces, tras comentar el suceso, a nues-tros cerebros de tituladores de prensa, meticulo-sos y caprichosos, nos llegó la idea para ponerle nombre al desastre de la quebrada la García. Este es el título que le ofrecimos a nuestros lectores: “La García: otra loca”.

De La Urbe es el TopCarlos Uribe de los Rí[email protected]

El periódico De La Urbe era, y sigue siendo, creo, una especie de hermandad semisecreta, para iniciados o amigos del director de turno, que gozaban de privilegios desconocidos o de acceso a acti-vidades innombrables.

En la carrera de Periodismo de la Universidad de Antioquia, muchos han creído que se trata de un grupillo de privilegiados que es necesario mirar por debajo de las gafas, de lambones o de incondicio-nales de turno, que de milagro publican un periódico que, por fortuna, más les vale, tiene aceptación en la ciudad y es una referencia para el periodismo universitario, si es que esta categoría existe.

Están equivocados del todo. Entre los comprometidos con el Sistema De La Urbe, y con su periódi-co, se ha mirado y se mira el asunto desde la otra esquina.

Lo cierto, lo que no deja resquicios para la sospecha o la duda, es que, en el caso del periódico De La Urbe, el asunto es de compromiso y de entrega, de interés decidido por la práctica del periodismo, por su ejercicio, por la comprensión de sus procesos y, sobre todo, por la formación en sus valores: ca-lidad, equilibrio, rigor, oportunidad, servicio a la comunidad. De La Urbe siempre ha funcionado como un laboratorio profesional y como un grupo cohesionado y divertido.

Más allá, el periódico forma, a pesar de que la palabra puede sonar ‘jarta’, en la solidaridad, en el trabajo en equipo, en el respeto al otro, en el compartir éxitos y en entender fallas. El equipo en De La Urbe se convierte, en cada gestión y en cada época, en un grupo sólido, centro de interés y motor de amistad hasta el fondo.

Me encantó siempre que quienes trabajaron en el periódico, cuando fui su director, todos sin excepción, aprendieron más que yendo a clases, se divirtieron más que en el Guanábano y se convir-tieron en amigos más que antes. Más que nunca.

Todos los estudiantes que han trabajado en De La Urbe son hoy profesionales reconocidos, brillan-tes, exitosos, así no ejerzan estrictamente como periodistas. Para los interesados en el periodismo, De La Urbe es el top. Pruébenlo.

El profesor Carlos Mario Correa, autor de Las llaves del periódico, planeando la distribución interna del número 23, titulado con “El glamour de la barriada”, en el año 2004.

Artículos guardados en disquetes, escritos en un primi-tivo Word 97.

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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el buen nombre, la honra, la imagen, la dignidad huma-na y el derecho al trabajo del accionante Bravo Nieto.

El reportaje trataba acerca del trágico desenlace que tuvo una operación estética que el doctor Bravo Nieto le realizó a Luz Amparo Tobón Giraldo. El doc-tor Bravo ya había presentado una acción de tutela el 2 de noviembre de 2004, pero fue denegada por improce-dente, pues el Juez Penal Segundo, que en ese momen-to atendió la demanda, advirtió que el doctor Bravo no había solicitado previamente la rectificación ante el periódico.

Posteriormente, el doctor Bravo, acompañado de sus abogados, se reunió con el decano, el director del periódico y los abogados de la Universidad de Antio-quia. En esa reunión se acordó que en la siguiente edi-ción de De La Urbe se publicaría un escrito elaborado por el doctor Bravo. Fue así como en diciembre del 2004 se publicó una carta textual enviada por el doctor Bravo en razón de su derecho a disentir y a responder aquellos puntos del reportaje con los que no estaba de

acuerdo. No obstante, el periódico no rectificó los con-tenidos y denuncias del reportaje ni le retiró su respal-do a la estudiante Luz María Tobón Rivera.

Finalmente, el 9 de febrero de 2005, Rodrigo Eche-verri Jiménez, juez del Juzgado Quinto, falló que la acción de tutela era improcedente. Según el juez, el doctor Bravo renunció a su derecho de rectificación cuando acordó con las directivas del periódico que le publicaran su versión acerca de los hechos. Además, tampoco cumplió con las exigencias necesarias para que se pudiera confrontar la información que publicó De La Urbe con el propósito de comprobar que el repor-taje era inexacto o erróneo.

De La Urbe hoyCon el nacimiento del periódico De La Urbe se dio

el impulso para que también otros medios vieran la luz dentro de la Facultad. Fue así como tiempo después se conformó el Sistema Informativo De La Urbe integra-do por De La Urbe Prensa, De La Urbe Radio, De La

Urbe Televisión y De La Urbe Web. El periódico es el eje que articula el sistema, pues aún hoy, dentro del joven pregrado de Periodismo se considera que el lenguaje básico de este oficio es la palabra escrita y que si los estudiantes dominan debidamente este proceso podrán vincularse de manera clara y efectiva a los otros medios de comunicación.

Es por esto que el periódico De La Urbe sigue fiel a los principios rectores que hace quince años le dieron vida con el lema “Periodismo universitario para la ciu-dad”. De La Urbe Prensa es un medio de comunicación donde los estudiantes de Periodismo realizan la prác-tica profesional en un ambiente real, un laboratorio que parte del convencimiento de que el periodismo se aprende haciendo.

El nacimiento del periodismo urbano universitario Carlos [email protected]

A partir de 1998 comenzaron a aparecer unos letreros en los pasillos de la Facultad de Comunicaciones. Uno de ellos decía «Bienvenidos al reino de la complacencia». La bulla la empezó a hacer un grupo de estu-diantes indignados, inconformes, a quienes, entre otras cosas, no les parecía bien que en un programa en el que se enseñaba periodismo no hubiera un periódico. La misión de concebirlo se le encargó a un profesor de la Facultad quien chocó con los inconformes y no terminó haciendo nada. Le correspondió entonces al resto del equipo docente de periodismo asumir la tarea y, en pocos meses, nació De La Urbe, un nombre que recogía el concepto sobre el cual se trabajó desde entonces: “Periodismo universitario para la ciudad”.

Las cuestiones a responder eran hacer periodismo de quiénes, para quiénes y sobre qué. Se definió enton-ces hacerlo predominantemente por estudiantes, para los lectores de Medellín, sobre temas eminentemente urbanos. Los indignados querían el control total y así lo hicieron saber a través de anónimos. Sin embargo, se formó un Comité Editorial de docentes, se escogió un director y se armó un buen equipo de estudiantes del programa de Comunicación Social-Periodismo, con quienes despegó el periódico que inauguró el periodismo urbano universitario. De este modo, se demostró que sí era posible hacer contenidos innovadores, relevantes, pertinentes y vigentes, que nada tenían que envidiarle a la prensa institucional, y que desarrollaran los géneros periodísticos como no se había hecho antes en el ámbito educativo del periodismo en Colombia.

De La Urbe fue posible gracias al apoyo irrestricto de la administración de la Facultad, especialmente del decano Luis Iván Bedoya y la decana María Helena Vivas, y a la colaboración desinteresada de personas como el profesor Luis Fernando Arango, quien hizo la plantilla de diseño, proveyó las ilustraciones y coordinó desde su empresa la producción y la impresión. Pero tal vez lo más importante fue el compromiso decidido de un equipo de trabajo conformado, en su mayoría, por estudiantes, que desafiando la sempiterna complacencia se atrevió, alimentado por las ganas de hacer una diferencia en la forma de concebir la profesión, a contar histo-rias de una manera diferente sobre nuestra entorno.

El periódico fue una de las piedras angulares del programa de Periodismo que recibiría su primera cohorte dos años después. De La Urbe derivó en el Sistema Informativo De La Urbe, un laboratorio docente que buscaba integrar, en un núcleo de medios, la investigación, la docencia y la extensión. En octubre de 2009, a raíz de los 10 años de su fundación, el periódico y el programa de Periodismo recibieron, a través de su director-fundador, numerosos reconocimientos que dan fe de su importancia en la ciudad de Medellín y en el concierto del pe-riodismo universitario en Colombia.

El Alma en la pielRamón [email protected]

Septiembre de 2010 fue una época decisiva en la historia del Alma Mater. Ese mes fue el úl-timo plazo para que todos tuviéramos la famosa TIP (Tarjeta Integrada Personal), único documen-to válido de identificación en la Universidad de Antioquia. Asambleas, ‘capuchos’, Esmad, inva-sión armada a la Ciudadela… Cualquier cosa po-día seguir pasando.

Y en De La Urbe decidimos hacer una portada radical, que fuera una especie de editorial sobre la situación. Así que optamos por desnudarnos. No lo hicimos ni el editor ni los monitores, pero sí René Urquijo, profesor de Arte, y Juan Diego Restrepo, egresado de Periodismo. Al primero lo buscamos en el bloque 24 donde el imaginario dice que están los que se empelotan sin proble-mas. No fue nada fácil, muchos dijeron que no. Al segundo no hubo que decirle nada, se enteró de lo que queríamos hacer y, simplemente, se ofreció.

Para ambos ‘modelos’ era un reto personal, casi íntimo, despojarse de las vestimentas y andar por ahí sin esconder nada. Fue un ejercicio muy bonito. Ellos salieron del bloque 12, caminaron por la Plaza Barrientos, por el 16, por la portería de la Avenida del Ferrocarril, por la fuente: asi-milaron diversidad de miradas, de posturas, de asombros, mientras el fotógrafo Jorge Caraballo registraba sus pasos.

El momento más simbólico del performance se vio en la portería de Barranquilla cuando los Adanes la cruzaron y se acercaron a los mucha-chos del Escuadrón Móvil Antidisturbios. Acora-zados, armados, dieron un paso atrás sin enten-der muy bien qué peligro podría representar para ellos dos hombres desnudos y sin ninguna piedra o papa explosiva en las manos. Su respuesta, lue-go del susto, fue querernos decomisar la cámara fotográfica.

Habría salido una portada muy informativa de ahí, pero, a la hora de escogerla, entendimos que reducía las preguntas sobre lo que estaba pa-sando a un enfrentamiento entre los estudiantes y la fuerza pública. Y era más que eso. En la ima-gen seleccionada, para la edición 48 se ve en esa portería a cuatro vigilantes en pose de edecanes, mientras Juan Diego sale y René entra sin tener que presentar una identificación distinta a la de su piel expuesta.

Tradicionalmente los consejos de redacción del periódico se realizan cada dos meses, presididos por el director del periódico y con la participación de estudiantes y profesores. En la foto, Maryluz Vallejo, directora entre las ediciones 6 a la 10, y algunos estudiantes.

La edición y corrección de los textos es un proceso de varias lectu-ras y una corrección del estilo por parte de los editores.

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No. 71 Octubre de 2014

18 Informe

Periodismo, entre la pasión y el miedo

Luis Carlos Cervantes era el periodista más amenazado de Colombia. Excorresponsal de Teleantioquia Noticias y director de Morena

Estéreo F.M., periodista empírico de 30 años, el martes 12 de agosto, al mediodía, cuando se transportaba en su moto por Tarazá fue interceptado por tres hombres cuya identidad y procedencia aún se desconocen.

Cervantes estaba amenazado desde 2010 por sus constantes denuncias sobre la relación de funcionarios públicos del Bajo Cauca con diferentes bandas crimina-les que ejercen extorsión y poder en la zona, sostenidas por el tráfico de estupefacientes. A partir de la primera amenaza, se desencadenaron sobre él más de 30 intimi-daciones que lo obligaron a abandonar el periodismo. Además fue víctima de dos intentos de homicidio que fracasaron debido al esquema de seguridad con el que contó durante algunos años.

Pero el caso de Cervantes no es el único en Antio-quia. Tan solo en la región del Bajo Cauca hay un grupo de ocho periodistas amenazados. Luis Guillermo Peña Restrepo, director del periódico Epicentro y represen-tante del Círculo de Periodistas de Antioquia (CIPA), afirma que los periodistas que son amenazados, perse-guidos, asesinados o desaparecidos en el departamento, por lo general no son de Medellín sino que ejercen en la provincia. Aunque el Estado en algunos casos les ofre-ce carros blindados y guardaespaldas para que puedan ejercer su labor, las medidas no son suficientes para la seguridad de los periodistas.

A continuación presentamos un recorrido por la si-tuación actual del ejercicio periodístico en cuatro de las nueve subregiones de Antioquia.

Urabá, verdades a mediasEl ejercicio del periodismo en la subregión del Ura-

bá antioqueño sigue siendo un tema preocupante: dece-nas de periodistas temerosos tienen que autocensurarse constantemente para evitar poner sus vidas en riesgo.

Jairo Banquet Páez, comunicador social y periodista de la Universidad de Antioquia, actualmente director del bisemanario La Chiva de Urabá y periodista de la emisora Antena Stereo, manifiesta que hay información que no puede ser tratada ni mucho menos difundida, pues de hacerlo compromete su vida: “Denunciamos parte de la corrupción administrativa; las cosas de alto vuelo no las tocamos. Es un temor que se vive a diario, por ello hay que ser prudente”.

Una de las razones principales de esta autocensura informativa es la presencia de las Autodefensas Gaita-nistas de Colombia (AGC). Según el Informe de Ries-go N. 012-14A.I., emitido el 10 de junio de 2014 por la Defensoría del Pueblo, las AGC cuentan con grupos de hombres uniformados y dotados con armas largas que se ubican estratégicamente en varios sectores de la zona. De allí que los periodistas se sienten intimidados todo el tiempo por estos actores ilegales: “No hay una organización que nos ampare. El Estado no nos garanti-za la vida”, afirma Banquet Páez.

Paradójicamente, la W Radio informó el 28 de julio que durante el juicio que se adelanta en contra de 13 líderes políticos y funcionarios públicos por presuntos vínculos con grupos paramilitares en el Urabá antioque-ño, la Fiscalía solicitó a un juez de la República que se condene a los procesados por el delito de concierto para delinquir. Dentro de los acusados, se encuentra el perio-dista Jairo Banquet Páez, quien espera el fallo judicial: “No hay garantías para el proceso. Estoy tranquilo, yo no tengo problema, no ando con escoltas”. Entre tanto, sigue cumpliendo con sus compromisos informativos.

Oriente antioqueño, otra cara de la monedaNo solo en Urabá se presentan episodios de

Tras el asesinato del periodista Luis Carlos Cervantes, el 12 de agosto de 2014, las alarmas frente a la situación de seguridad para ejercer el periodismo en Antioquia vuelven a encenderse.

censura, autocensura e intimidación. “Te vamos a cortar la lengua” fue una de las últimas amenazas que recibió Fausto Ríos Betancur, periodista y corresponsal de Teleantioquia Noticias en el Oriente antioqueño.

En 2011, Ríos estaba investigando casos de corrup-ción de funcionarios públicos en el municipio de Guar-ne, en particular de la alcaldía a cargo de Mauricio Montoya, por desvíos de dineros entre contratistas. Cuando dicha información salió al aire, empezaron a llegar las primeras amenazas.

Ríos Betancur inició su carrera periodística a los 18 años en la radio comunitaria y, desde el 2008, tra-baja como corresponsal de Teleantioquia Noticias. El miércoles 23 de febrero de 2011 recibió tres llama-das telefónicas en las que le exigían que se abstuviera de seguir publicando información relacionada con la administración municipal de Guarne: “Te fuiste de ‘sapo’ con los medios, pero no creás que esto se va a quedar así”, le dijeron en la última llamada. Ríos de-mandó la protección inmediata de la fuerza pública. Desde entonces, cuenta con un esquema de seguridad, protección nacional por parte del gobierno, dos escol-tas, un vehículo blindado y chaleco antibalas, todos los parámetros de seguridad.

Ríos Betancur tenía una amistad muy cercana con el también periodista Luis Carlos Cervantes. Cuando Ríos solicitó los esquemas de protección, Cervantes ya

los poseía. Luego, cuando a Cervantes le retiraron el servicio de protección, llamó a Fausto solicitando su ayuda: “Él me llamó llorando y me pidió que lo reci-biera en el Oriente. Le dije que sí. Nunca volvimos a hablar, nunca me volvió a contestar. Lo esperé y no llegó. Es muy doloroso lo que sucedió, nos pone a pensar que el próximo puede ser uno de nosotros”, concluye Ríos.

A pesar de las amenazas, Fausto no quiere reti-rarse del periodismo. Para él no hay muchos profesio-nales comprometidos que se atrevan a tratar ciertos temas, por miedo o, simplemente, por no querer me-terse de lleno con algo. La última amenaza que recibió fue en el municipio de El Carmen de Viboral, donde le prohibieron regresar al pueblo debido a las investi-gaciones que estaba efectuando allí.

Magdalena Medio: amenazas y atentados impunesLa situación en el Magdalena Medio es una de

las más complicadas y peligrosas. Como se sabe, esta región está conformada por varios departamentos del país, uno de ellos es Antioquia, con los municipios de Caracolí, Maceo, Puerto Berrío, Puerto Nare, Puerto Triunfo y Yondó. Pero no solo en los municipios antio-queños la violencia está explícita en el contexto diario, los departamentos de Bolívar, Cesar, Boyacá y Santan-der también son golpeados día a día por la fuerza del

Rosita González / [email protected] Valentina Arboleda / [email protected] Juan Esteban Sánchez / [email protected] Juan David Guerra / [email protected] Andrea Carolina Vargas / [email protected]

)(Una de las principales dificultades para

ejercer el periodismo en las subregiones

de Antioquia es la poca importancia que

la comunidad y los mismos funcionarios

públicos dan a estas amenazas.

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paramilitarismo. “Nosotros sabemos de primera mano que hay

cosas que no podemos hacer ni decir; sin embargo, las hacemos... Debido a eso es que a nosotros como periodistas nos va mal en las regiones”, dice Henry Morales, corresponsal de Noticias RCN, encargado de la zona del Magdalena Medio.

Henry es realizador de cine y televisión, egresado del Centro de Investigación Cinematográfica y comu-nicador social de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Con 15 años de experiencia, ha recibido amenazas en cuatro ocasiones, sin contar hasta ahora con ningún tipo de protección: “No, ni de la Policía; es más, los únicos que me prestaron seguridad fueron unos amigos que estuvieron al tanto de todo. Cuan-do planteé mis amenazas ante la Fiscalía, la Policía dijo que me tranquilizara que a mí no me iba a pasar nada. De igual forma, no doy papaya”, dice Henry.

Uno de las principales dificultades para ejercer el periodismo en las subregiones de Antioquia es la poca importancia que la comunidad y los mismos funciona-rios públicos dan a estas amenazas: “En una ocasión, miembros de la Policía me amenazaron al lado de un concejal, me manifestaron que si publicaba un fallo de la Procuraduría me iba a pasar lo mismo que a Jaime Garzón”, cuenta Henry. La razón de la amenaza era la difusión de información en el ámbito nacional de

dicho fallo de la Procuraduría sobre la destitución de ocho concejales.

El Norte no se salvaCuando Luis Carlos Cervantes fue amenazado

por primera vez, ejercía su labor periodística en el Norte antioqueño. Edilberto Agudelo Arenas y su esposa Dioselina Morales Correa son los directores y fundadores de la emisora comunitaria Briceño Es-téreo. Desde 2011, han recibido amenazas por par-te de “Los Gaitanistas” y “Los Urabeños”, según denuncia la Asociación de Redes de Comunicación Comunitaria del Departamento de Antioquia. Edil-berto nunca recibió sistema de protección, su espo-sa sí y durante algunos años ambos abandonaron el municipio y se escondieron con el auxilio de 570 mil pesos que le brindó el Estado a Dioselina.

Lo más preocupante de estas amenazas y aten-tados contra los periodistas del departamento es que provienen de distintos actores, además del des-amparo de los gobiernos locales. Lo más loable es que, a pesar de las dudas y el temor, muchos no de-sisten de su trabajo. Hay una pasión de por medio que intenta ser más fuerte que el miedo, ese que hace presencia constantemente e intenta silenciar sus voces.

Un plantón por la libre prensaEl 5 de septiembre, casi un mes después de la

muerte de Luis Carlos Cervantes, en horas de la no-che 40 periodistas viajaron desde Medellín a la su-bregión del Bajo Cauca para protestar por las cons-tantes amenazas a periodistas de la región y reflexio-nar en torno a una de las profesiones más riesgosas y, a la vez, denigradas en el país. Tres periodistas del Sistema De La Urbe estuvimos en el recorrido.

A raíz de la muerte de Cervantes, surgió en el periodismo antioqueño una gran inquietud: ¿qué sucedió con el esquema de seguridad de Cervantes? Según José Guarnizo, presidente de la Asociación de Periodistas de Antioquia, el 21 de julio Cervantes recibió la última amenaza, en la cual lo obligaban a salir de Tarazá en un plazo de dos horas. Para esa fecha Luis Carlos ya no contaba con un esquema de seguridad. Andrés Villamizar, director de Unidad Nacional de Protección (UNP), afirmó entonces que como Cervantes ya no se encontraba ejerciendo el periodismo, no estaba en riesgo. Villamizar agregó que la decisión de retirar el esquema de seguridad fue tomada en conjunto por la Fiscalía, la Defensoría, el Ministerio del Interior y la misma Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), y que de haberse mante-nido activo el esquema se habría incumplido la ley.

Debido a lo anterior, el gremio periodístico del departamento decidió adelantar una serie de mo-vilizaciones y plantones para rechazar la decisión tomada sobre el caso de Cervantes y su esquema de seguridad. Todo esto dio pie, además, a que se realizaran protestas demandando mayor seguridad y garantías para los periodistas en Colombia. Entre todas estas movilizaciones, la del 5 de septiembre fue la más especial.

La caravana salió de Medellín escoltada por agentes de la policía. El grupo de periodistas llegó en horas de la madrugada y fue recibido en la sede de la Universidad de Antioquia en Caucasia. Aún con el agotamiento del viaje, comenzó una larga pero im-portante jornada en la que se debatió sobre la situa-ción y la posición que deben asumir los periodistas en esa región y en el resto del país. Las actividades contaron con la presencia de representantes de las agremiaciones, de periodistas de diferentes medios antioqueños, del personal de la Unidad de Víctimas y, la presencia más valiosa, cuatro de los ocho perio-distas que están amenazados en el Bajo Cauca.

Las primeras conferencias estuvieron llenas de momentos de tensión. Para algunos periodistas el hecho de que la jornada estuviera acompañada por agentes de la policía era un insulto a la libre expre-sión y, de alguna forma, censura.

Todo el tiempo se recordó al fallecido Luis Car-los Cervantes quien, con la valentía de pocos, luchó y contribuyó con su oficio para mejorar las condicio-nes de vida de su comunidad. Para algunos, lo más reprochable de la muerte de Cervantes es que el Estado no le haya brindado garantías: “El Estado fue negligente en el caso de Cervantes”, concluyó Luis Guillermo Peña, miembro del CIPA.

Leiderman Ortiz, uno de los ocho periodistas amenazados del Bajo Cauca y el único que actual-mente cuenta con un esquema de seguridad, fue uno de los más conmovidos por el homenaje a quien fuera su colega y amigo, y expresó la impoten-cia que genera su crimen. Por su parte, Éder Narváez Sierra, periodista, director y fundador de Bajo Cauca Noticias, otro de los ocho periodistas amenazados, recordó que el periodismo debe ser ejercido por personas con carácter, determinación y sentido de pertenencia hacia la región. Además, hizo referencia a la necesidad de temer a cualquier grupo que ejerza presión sobre el periodismo. Muchos representantes de medios importantes compartieron su posición y ofrecieron su apoyo a los periodistas amenazados en la región, a la vez que compartieron experiencias personales y de otros colegas.

En las horas de la tarde, luego de las conferen-cias, partimos hacia Tarazá, a una hora de Caucasia. El propósito de la jornada era compartir con la co-munidad una reflexión sobre las condiciones actua-les en que se ejerce el periodismo y la importancia de rechazar cualquier acto de violencia contra los periodistas de la región. Y así llegamos, con los áni-mos y el calor en su punto más alto; nos bajamos de las busetas y, con las bocas cubiertas, marchamos alrededor de la plaza principal de Tarazá. Nada co-munica tanto como el silencio. Luego de un par de minutos, nos detuvimos justo al frente de la emisora Morena FM Estéreo, donde laboraba Cervantes.

Al terminar, tomamos de nuevo la carretera de regreso a Medellín, con decenas de enseñanzas y con la esperanza de que algún día, gracias a nuestra terquedad, lleguemos a ser escuchados.

En crisisRecientemente, la Flip presentó una acción de tutela contra la Unidad Nacional de Protección (UNP) y

los Ministerios de Hacienda y del Interior por las medidas que viene adoptando para reducir los costos en los esquemas de protección que actualmente tienen más de dos mil protegidos. “El criterio para desmontar los esquemas de protección –dice uno de los comunicados de la Fundación– debe responder estrictamente a la situación de riesgo y no a medidas económicas”.

El 10 de septiembre, Juan Fernando Cristo, ministro del Interior, había encendido las alarmas: la UNP atra-viesa una de sus peores crisis en presupuesto. De los dos mil protegidos que actualmente atiende la Unidad, 112 son periodistas. Según Pedro Vaca, director ejecutivo de la FLIP, protegerlos le cuesta a la Unidad 7 mi-llones de dólares en el año: el esquema de protección de un periodista puede costar 20 millones cada mes. Entretanto, la Unidad tiene un faltante de 70 mil millones de pesos para funcionar adecuadamente.

El otro tema preocupante para la Flip es la impunidad. De los 140 asesinatos a periodistas que tiene docu-mentados desde 1979, han prescrito más de 60 casos. El 8 de septiembre la UNP realizó un Comité de Evalua-ción de Riesgo y Recomendación de Medidas para evaluar el caso de los periodistas amenazados en el Bajo Cauca. En dicho Comité se comprometió a disponer dos esquemas de protección colectivos. Hasta la fecha, ninguna de las medidas ha sido implementada.

El 5 de septiembre, 40 periodistas realizaron protestas en el Bajo Cauca para demandar seguridad y garantías. En 2014 han sido amenazados 58 periodistas en el país.

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No. 71 Octubre de 2014

20 Entrevista

el cronopio retratistaMordzinski, Este argentino es conocido como el “fotógrafo de los escritores”.

Un hombre que aprendió a traducir en imágenes la mirada de otros que viven de las palabras. Tras su paso por Medellín, dejó

imágenes de quienes narran la ciudad.

Ana Sofía Buriticá [email protected]

Daniel Mordzinski retrata escritores porque le gusta leer. Sus fotografías son un juego de palabras, una “rayuela” sostenida en

imágenes que guardan la voz del escriba. Cuando tenía 18 años, retrató a Borges y, tiempo después, formó amistad con Cortázar. Durante 36 años, su lente ha capturado a escritores como Ernesto Sábato, Roberto Bolaño, Octavio Paz y Roberto Juarroz por fuera de los “lugares comunes de la literatura”.

Hace siete meses, Daniel conoció Medellín y regre-só para devolver a los escritores colombianos sus retra-tos en la exposición “34+2”, una cartografía que nos conecta con la memoria literaria y la sensibilidad de es-critores como Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Patricia Nieto, Juan Manuel Roca y Esther Fleisacher.

Después de haber escuchado a Daniel —un poco tímido— compartiendo con el público su experiencia como fotógrafo, no pude resistirme a la tentación de ir en busca de su palabra.

Daniel, ¿se deja llevar por la intuición? ¡Siempre! Creo que ese es el principal ingrediente

de mi trabajo. Si tengo que añadir otros, diría también que figuran el respeto (por los autores que retrato, con independencia de su fama, calidad, obra), la curiosidad (soy un lector empedernido, lo confieso. Y no se me pasa...) y un poquito de práctica. Bueno, y otro poquito de suerte, no voy a negarlo.

¿Qué significa para usted ser llamado “el fotógra-fo de los escritores”?

Es un honor inmerecido. Me suena bien en la me-dida en que se ajusta a la realidad: lo que más me gusta del mundo, además de venir a Medellín, es fotografiar escritores. Pero me parece injusto porque hay muchos otros, y muy buenos. También sucede que llevo 36 años dedicado a este proyecto y, claro, la gente se acostum-bra a usar etiquetas.

¿Ha escrito un texto a algunas de sus imágenes? Sí, muchos. Reconozco que no es lo mío. A mí me

gusta tipear con el botón único de la cámara, pero en diversas ocasiones he escrito textos para acompañar mis exposiciones o libros. Y lo hago sabiendo que no soy un gran escritor ni lo pretendo, pero sí con la tran-quilidad de que lo que digo sale de mi corazón y de mi experiencia. Son textos sencillos, pistas para situar mi trabajo.

¿Tiene Daniel algo de escritor? Por lo menos la complicidad de lector. Desde chico,

amo las ficciones que salen de los libros y de alguna manera me gusta imaginar que con mis imágenes voy tejiendo un relato yo también. Siempre me ha gustado decir que lo que hago con tantas fotos de escritores es dibujar un mapa de las letras, una suerte de cartografía literaria. Pero, es cierto que podría verse también como un relato, como una novela ilustrada sobre quiénes son los protagonistas de la literatura...

¿Cómo se hace una foto con los oídos? Poniendo mucha atención. Hay que tener las ore-

jas alzadas, como los gatos, o si lo preferís, hay que hacer como los perros, mantener siempre al menos una oreja alerta... Quiero decir que hay que escuchar al re-tratado, algo que no se hace solo con los ojos —como se le supone a un fotógrafo— ni solo con los oídos —como hacemos los periodistas—. En este caso, hay que estar con los cinco sentidos en la situación. Sobre todo porque a veces la foto surge en un instante y hay que aprovecharlo.

¿Cuáles son los compromisos que adquiere un fo-tógrafo con la persona a la que retrata?

En mi caso, como decía al principio, el del respeto me parece el más importante. Para mí es esencial que el retratado sepa que no lo voy a traicionar. Que no voy a usar un gesto malo, una situación inoportuna para “cazar” una foto llamativa con la que seguro puedo al-canzar una portada. Eso no me interesa ni me parece ético. Si me he ganado cierto aprecio (y muchos buenos amigos) entre los escritores es porque saben que esta-mos del mismo lado, en la misma trinchera.

¿Por qué “Retratar es volver a tratar”? Porque un escritor siempre tiene algo de figu-

ra pública, aunque no sea muy conocido, y lo que yo propongo con mis fotografías es un pequeño pacto de amigos, una concesión de la intimidad del autor a su público, a sus lectores. Incluso sin palabras —a menu-do me toca retratar escritores que apenas conozco— lo que debe quedar claro para que haya “fotinski” es que pactamos un momento, un clic apenas, que también es una historia, un guiño, una complicidad. Y eso es lo que —espero— se transmite al que mira, al que lee y al que sueña.

¿Qué instante de su vida quisiera guardar siem-pre en su memoria sensible?

El de la lectura de un libro que me estaba haciendo tan feliz que hubiera deseado eternizarlo.

¿Qué palabras podrían llevar sus fotografías? ¿Tienen voz?

Tengo la suerte de que ya vienen envueltas en pa-labras y, a menudo, también en canciones. Se inspiran en personas que escriben, cantan, traducen... Y, a la in-versa, me gusta pensar qué traducen, en forma de imá-genes, esas palabras, esas novelas o poemas. Además, siempre, o casi siempre, mis fotos van acompañadas

de textos de amigos que me hacen sentir un privilegia-do. Acabo de recibir un texto de Juan Villoro para la edición de mi próximo libro que publicará Alfaguara: Cronopios, que sale en noviembre, y siento que esas pa-labras del gran escritor mexicano son el mejor arropo y el mejor premio que puede recibir mi trabajo.

¿Qué es lo que más recuerda de Julio Cortázar?Su humanidad, sin lugar a dudas. Más allá de su

monumental talla como escritor (y física también), Cor-tázar era la nobleza y la generosidad personificadas. Desde el primer día me hizo sentir un igual y me cons-ta que así era con todo el mundo, la persona menos clasista del mundo. Su amistad fue un privilegio.

¿Qué piensa de Latinoamérica? ¿En cuántas palabras tengo que responder? ¡Ja, ja!

Si en 36 años de trabajo apenas esbocé un mapa de las letras latinoamericanas porque son infinitas, cambian-tes y en constante crecimiento, ¿qué podría decir de nuestra América? Creo que está casi todo dicho por ilustres pensadores, pero a lo mejor puedo contribuir, aunque no descubra nada, con la idea de que América Latina no se acaba nunca. Creo que esa es una de las claves que nos permite seguir adelante y sorprender al mundo, a pesar de tantas adversidades.

Daniel Mordzinski, el fotógrafo de los escritores, ha retratado a grandes plumas de la literatura como Gabriel García Márquez, Ro-berto Bolaño, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

21Reseñas

Andrea Uribe Yepes [email protected]

La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido

Gabriel García Márquez

Cuando Teresa murió, cuenta Daniela Gómez Saldarriaga, algunas de sus amigas, de sus

protegidas, sintieron que había poca gen-te en el velorio. Que faltaba volumen y pompa. Parecido es el sentimiento al leer este libro que, con un título convincente, deja la pregunta de cómo no sabía de ella si hizo tanto por Medellín.

Cómo te olvidan, la historia de Tere-sa Santamaría de González, es un libro preciso, corto, que en apenas 76 pági-nas resume la vida de Teresa de la única forma posible: a través de los proyectos que estuvieron a su mando y en los que siempre logró incluir a la mujer como un pilar necesario en la política, las artes, la educación y la cultura, en una época en la que eso era excepcional.

Colombia vive una lucha por el re-cuerdo: espacios y personas quieren res-guardar el pasado para evitar la pérdida de historias necesarias. Algunos de esos espacios son el Museo Casa de la Memo-ria, el Centro de Memoria Histórica o cualquier lugar que busque proteger ob-jetos con el fin de evitar el olvido.

Entre las personas, hay quienes se dedican, dentro y fuera de instituciones, a buscar historias de cosas próximas a olvidar y pelean todos los días para que esto no suceda: cuentan esas historias y recuerdan lugares, hechos y personas que, de alguna manera, hicieron mucho y

ahora no resuenan sus nombres.Entre esas personas está Daniela. En

su primer libro nos recuerda quién fue Teresa Santamaría de González, una mu-jer que se convirtió en faro de espacios como el Museo de Antioquia, el Colegio Mayor y la Revista Letras y Encajes, y de la que antes del libro de Daniela queda-ba tan solo el nombre de una biblioteca y mucho olvido.

Es por eso que Cómo te olvidan es, además de un buen libro, un ejercicio de rescate de memoria necesario que sirve como ejemplo para muchos. El persona-je, una mujer que fortaleció la partici-pación femenina en distintas instancias de la sociedad, que desde la Presidencia de la junta directiva fortaleció el Museo de Antioquia hasta convertirlo en el más importante centro cultural de la ciudad. Ella, desde su vida, sin hijos pero con proyectos, creó espacios para el recuerdo.

Como Daniela, son muchos los que están tratando de que los papeles que se curten de polvo, las fotografías que em-piezan a borrarse y las voces que van a extinguirse pronto queden plasmadas en objetos imperecederos, y que personajes de la historia de Medellín no mueran para futuras generaciones.

Ese ejercicio de recordar y dejar constancia, de rescatar un nombre que trae a cuestas un legado impor-tante es imprescindible. El llamado que hace Daniela, aparte de conocer la historia de esta matrona, es buscar historias dormidas y rescatarlas para dejarlas latiendo.

Daniela Gómez Saldarriaga, Cómo te olvidan, la historia de Teresa Santamaría de González, Medellín, Pulso y Letra Editores, 2014.

Diego Londoño, Medellín en canciones, el rock como cronista de la ciudad, Bogotá, Ediciones B, 2014.

La ciudad escrita en canciones Diego Zambrano Benavides [email protected]

En este valle han confluido una gran cantidad de géneros musicales den-tro de los cuales son populares la

salsa, la guasca y el reguetón. Pero Mede-llín también destila rock, y el rock ha cons-truido documentos históricos que nos cuen-tan la ciudad a través de sus canciones con un sonido furioso, eléctrico y rebelde. En el prólogo de Medellín en canciones, Santia-go Arango Naranjo dice que “las canciones tienen una información tan esencial como cada gota de sangre humana”. Y esto es, pre-cisamente, lo que pretende Diego Londoño: rescatar y reunir algunas de las canciones que han sido cronistas, que han narrado la ciudad.

El libro, producto de un proceso de in-vestigación, compila las reseñas de las prin-cipales bandas de rock de Medellín. A tra-vés de la selección de las canciones con más contexto urbano, el autor nos va contando la ciudad bajo la mirada de sus músicos. Des-de temas como la violencia, la prostitución, la discriminación, la contaminación hasta los simples parches de amigos y el amor, esas canciones insignias de las bandas plas-maron para siempre pequeñas crónicas de cómo se vive, cómo se siente, cómo se huele y cómo se respira en esta urbe. Canciones que, en algunos casos, no pierden su vigen-cia porque las problemáticas siguen siendo las mismas.

Más que un libro narrativo, Medellín en canciones se convierte en un pieza funda-

mental en el archivo del periodismo musical antioqueño. Si bien carece por momentos de la prosa necesaria para transmitir las sen-saciones que producen las canciones reseña-das, su fortaleza radica en destacar el papel que desempeñan los músicos en la sociedad.

Ni el rock and roll es tan corto ni las páginas de un libro son infinitas. A través del punk, el rock y el metal reconocemos una ciudad conservadora, llena de prejuicios, en la que creció una generación sedienta de libertad. Por estas páginas desfilan grupos como Estados Alterados, I.R.A, Parlantes, Bajotierra, Mojiganga, Kraken o Masacre. Cada uno, con su estilo, inmortalizó musi-calmente trozos de historia en la ciudad.

A Medellín nunca le ha faltado rock, de hecho el movimiento rockero siempre apun-ta en grande. El festival Ancón, realizado en 1971, pudo haberse convertido en el Woods-tock latino, más grande incluso que Rock al Parque. Se recuerda también la Batalla de las Bandas organizada en la Plaza de Toros La Macarena en 1985, año en el que se for-taleció el movimiento underground en la ciu-dad y en el que aparecieron un buen número de grupos y sellos independientes que cuen-tan, desde entonces, con su propio público.

En buen momento se publica este testi-monio escrito de la historia del rock local. Londoño consigue con Medellín en canciones que se logre entender la humanidad del mú-sico. Como dice el grupo Kraken en una de sus letras: “Todo hombre es una historia”. Es necesario comprender el momento histó-rico que hay detrás de una canción porque la música es una de las mejores maneras de narrar la historia de una ciudad.

Que no olviden nunca

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Crónica

No. 71 Octubre de 2014

22

Edinson Reina ha viajado por el mundo pintando y diseñando en diferentes proyectos.

contra la guerra

Lucy Fernández Mestizo [email protected]

En mayo de 2013, Edinson Reina llegó a Natala, una vereda del municipio de Toribío, Cauca; habían pasado casi 20 años desde su última

visita. “La naturaleza es sabia, ella sabe cuándo la gen-te necesita algo. Regresé como pintor. Cuando llegué a la Escuela de Natala, la acogida fue muy bonita”, dice mientras desliza su pincel en la pared.

Llegó para pintar un par de murales en la escuela, pero los niños al ver su trabajo le pidieron que los di-bujara. Edinson aceptó y, con papel y lápiz en mano, empezó a dibujarlos. En menos de una hora ya tenía dos filas, una a cada lado. Llegó la hora del almuerzo y las filas seguían copiosas: los niños seguían esperan-do su turno, en medio de juegos y risas, para ver sus

rostros plasmados en papel. En lo único que Edinson pensaba era que si las cosas sucedían era por algo; con armonía y tranquilidad se pasó toda la tarde con ellos.

Por los días de su visita a Natala, lo contactaron para que hiciera el mismo trabajo en el Centro de Educación, Capacitación e Investigación para el De-sarrollo Integral de la Comunidad indígena Nasa de Colombia (Cecidic), en el casco urbano de Toribío. Solo que esta vez le pidieron quedarse más tiempo. Edinson aceptó y empezó pintando la KWESX, una planta de transformación de café. Después de termi-nar el trabajo, se quedó para seguir pintado murales en todos los centros educativos del municipio.

***

La vía hacia Toribío asciende en zigzag por el bor-de de la montaña; es una vía muy concurrida: carros,

motos y chivas pasan cargadas de personas y de café. En la medida que la carretera se empi-na, aparecen en el horizonte aquellas montañas imponentes que han hecho de este territorio un lugar valioso paras los grupos armados.

En las fachadas de las viviendas que están al lado de la vía pavimentada, hay letreros que anuncian la presencia de los grupos armados. Uno, por ejemplo, tiene escrito “Sexto Frente Farc-Ep” acompañado por el rostro de Ma-nuel Marulanda Tirofijo.

A la plaza principal de Toribío se llega por la calle que pasa por el hospital, el colegio, la casa del Cabildo, un granero, una trinchera, una

droguería, un par de tiendas, una carnicería y una casa destruida por un cilindro bomba. Tori-

bío es el pueblo más atacado por la guerrilla en los últimos 30 años.

Es sábado, día de mercado. El sol está en su mayor esplendor y en el parque

hay carpas de distintos vendedores extendidas en la vía principal. El mercado se mueve en una aparen-te tranquilidad: desde hace tres meses no ha sonado un solo disparo. Son días de calma en Toribío, lo que significa que de vez en cuando suenan disparos de la guerrilla y los policías reaccionan. El pueblo se para-liza por un momento y, luego, si no hay más disparos, todo sigue “normal”.

“Uno se acostumbra a vivir en medio de los tiros. Uno se esconde en la casas y espera que pasen; a ve-ces salimos a un lugar de concentración, pero cuando los hostigamientos pasan volvemos a nuestras casas. De allí no nos vamos, es nuestro territorio y de allí no nos sacan”, dice José Emilio Canas, habitante del municipio.

En la esquina del parque, en medio de la trinche-ra, dos policías vigilan las calles. Si ven a alguien dan-do vueltas en el parque por mucho tiempo, lo abordan. Según un uniformado, es por cuestión de seguridad. Sus compañeros permanecen con los fusiles listos. No confían en nadie. Saben que en cualquier momento desde las montañas pueden hostigar al pueblo.

Para hacer frente a los episodios del conflicto, un grupo de artistas indígenas Nasas, organizados por el Colegio Cecidic, decidieron emprender el sueño de restaurar y darle color a las viviendas del casco ur-bano y las veredas vecinas. Es su manera de hacer resistencia al conflicto. La iniciativa se llamó Minga Muralista de los Pueblos, con el lema “Toribío no es como lo pintan”.

Edinson Reina, pintor caleño, acompaña todo este asunto. En 1993, llegó por primera vez a Toribío. Por esos días estudiaba Comunicación Social y ya pintaba murales. Era una época en la que pocas personas vi-sitaban el Cauca por la presencia del grupo armado M19. Solo se quedó 15 días y regresó a su ciudad. Luego, se retiró de la universidad y empezó a trabajar como diseñador de periódicos, revistas y libros en Bo-gotá, en la empresa Difundir Ltda. y en el periódico

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El arte es también resistencia. En Toribío, uno de los pueblos más afectados por los ataques guerrilleros en el país, los muros de las casas y de los establecimientos públicos dan cuenta de una historia y de un llamado de esperanza. Memorias de un pueblo indígena que no se

queda callado.

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia

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El 11 de julio de 2011, 460 viviendas sufrieron daños después de que las Farc activaran una chiva bomba al frente de la estación de Policía de Toribío. Hoy, la pintura y los murales se levantan como un modo de resistencia en la población de Toribío, Cauca.

Desde abajo. Allí estuvo 10 años. “Después, ya no qui-se trabajar más en diseño gráfico en un computador ni estar sentado detrás de un escritorio y ser un em-pleado; entonces, me fui”.

Con las relaciones que hizo mientras trabajaba en el periódico, viajó a Venezuela. Se dedicó al diseño, pero en la calle; con un grupo de jóvenes venezola-nos empezó a andar y a conocer pintando en muros. Después de dos años en dicho país, lo llamaron para seguir pintando en Alemania. “Con aerosoles, me de-diqué a la pintura y a andar la calle”. Luego, estuvo en Brasil, Perú y Bolivia trabajando con comunidades indígenas.

A Toribío, regresó en 2013. Edinson tiene 42 años, es delgado, de piel morena, cabello negro y on-dulado, ojos negros y barba que le cubre el mentón, refleja seriedad y habla sin tapujos: “A mí el dinero ya no me interesa, el que pude tener ya lo tuve; quiero ser libre, conocer mi país, andar por él y ponerle mi color”. Carga una maleta negra donde lleva los tarros de pinturas y a donde quiera que vaya deja un grafiti. Es su forma, su gesto, de dar las gracias. Mientras Edinson habla, desliza el pincel con delicadeza: está pintando la fachada de una tienda.

***

La primera toma guerrillera de Toribío fue en 1979. Desde entonces, la guerrilla ha entrado al pue-blo unas 100 veces. El 11 de julio de 2011 el pueblo se estremeció: el humo y el polvo cubrieron las calles. Era día de mercado. A eso de las 10:30 de la mañana se es-cuchó el estruendo: una chiva bomba estalló al lado de las trincheras de la Policía. Después de que el humo se difuminara, se encontraron más de 100 personas heri-das y daños en 400 viviendas; un sargento de la Policía quedó destrozado. Solo le encontraron la pierna.

A pesar de todos estos acontecimientos, del can-sancio del conflicto, de la población en zozobra y las viviendas averiadas por los impactos del fusil, surgió la idea de la Minga Muralista de los Pueblos. Motiva-dos por el trabajo de Edinson, pensaron en una forma de hacer resistencia a través del color y con los símbo-los que caracterizan al pueblo Nasa.

“El propósito es ejercer control territorial a través de la pintura, fijar una posición de identidad cultu-ral frente a los grupos armados”, dice Breiner Ortiz, organizador de la Minga. “En los murales queremos también mostrar a los líderes que han sido asesinados, como el padre Álvaro Ulcué y aquellos que han dado su vida por el proceso indígena”.

Así, en octubre de 2013, reunieron a 120 perso-nas entre artistas, estudiantes, líderes y habitantes del mismo municipio, acompañados por un grupo de artistas extranjeros, provenientes de Italia, Ca-nadá, Alemania, Brasil, México, Chile, Bolivia, Ecuador y Venezuela, que buscaban darle vida, co-lor y alegría a las calles del pueblo que ha resistido

en medio del conflicto.Durante dos semanas, se ‘armaron’ con pinceles,

brochas, baldes y pinturas de todos los colores. Los murales se realizaron en algunos espacios que fueron trastocados por el conflicto, como casas abandonadas y destruidas por los atentados terroristas, algunas trin-cheras de la policía y áreas donde cayeron muertos civi-les inocentes. También se pintaron murales en escuelas, en la Alcaldía Municipal, en la Casa de la Cultura, en la zona comercial, en sitios de interés comunitario y en viviendas de particulares. Son grafitis que recuerdan que la vida es más poderosa que la muerte, por eso sus mensajes son alusivos a la cultura Nasa y a la lucha de los indígenas por preservar ese legado. “Siempre pen-samos que los dibujos plasmados estén enfocados en la parte cultural, en los mitos, en las tradiciones del pueblo Nasa”, dice Édgar Pazú.

Édgar es indígena Nasa y también pintor. Él, con sus conocimientos en la cultura, guio a los participantes que des-conocían las simbologías y mitos de su pueblo. Ahora, en las paredes de Tori-bío es posible ver un mural con el pá-jaro chocolatero junto a una serpiente jueteadora. Según la leyenda, si alguien entra al bosque y el pájaro canta, es por-que le va ir bien es su trayecto; si por el contrario, el pájaro chilla le irá mal y es mejor que no continúe. Este grafiti es la nueva fachada de la Casa de Justicia del pueblo. Y por el mismo lugar se puede ver representados otros mitos, como el del mohano-tigre y los rostros de líderes históricos como Manuel Quintín Lame y el padre Álvaro Ulcué.

Al finalizar la Minga, algunos artis-

tas regresaron a sus países. Edinson se quedó: “En Toribío, me interesa la relación social, el trabajo con la comunidad, de minga, compartir, aprender su conoci-miento ancestral, su lengua, sus costumbres”.

Edinson prefiere pintar un mito de un pueblo que un escudo alusivo a algún equipo de fútbol. Esa es su vida. Quiere convivir con las personas de ese pueblo del que mucho se habla en las noticias, pero que pocos conocen “por el mismo miedo que se infunde desde los mismos medios de comunicación”.

Édgar, por su parte, sigue pintando en los dife-rentes centros educativos. Pintar murales es dejar un mensaje de paz, de esperanza y, sobre todo, es una forma de entender que así como en las paredes, el futuro puede pintarse una y otra vez, que las heridas, por más profundas que sean, pueden sanar. Y ante todo, que “Toribío no es como lo pintan”.

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No. 71 Octubre de 2014

Fotografía24

Un retratoDEL CENTRO

Natalia Botero [email protected]

La imagen del Cen-tro de Medellín se apoderó de los

fotógrafos. Diecisiete de ellos, provenientes de dis-tintos lugares de Suramé-rica, recorrieron esta parte de la ciudad para capturar —en tiempo récord y bajo la tutela del maestro Sthe-pen Ferry— un retrato de ciudad, “fotografía no fic-ción”. Venteros, prostitu-tas, oficinistas, cantantes y bailarines, la violencia y, por supuesto, la alegría fueron varios de los prota-gonistas en esta jornada de imágenes. Se tomaron aproximadamente 4.000 fotografías en donde la noche, la madrugada y el día se hicieron testigos de las diversas miradas. Como resultado, una exposición con 24 fotografías que pue-de encontrarse al caminar el pasaje Junín. Aquí, va-rias de ellas.

“Fotografía no ficción” fue uno de los talleres realizados en el marco del Premio de Periodismo Gabriel García Márquez, organizado por la Fundación Nuevo Periodismo.

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