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CONFLICTO,HEGEMONA YPOPULISMO Textos de Ernesto Laclau
FORMACIN POLTICACURSO NACIONAL 2010
MATE
RIAL
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Sujeto de la poltica, poltica delsujeto
Ernesto Laclau
La cuestin de la relacin (complementariedad?, tensin?, exclusin mutua?) entre universalismo y
particularismo ocupa un lugar central en los
debates politicn y tericos actuales. Los valores universales son vistos como muertos o, al menos, amenazados. Lo que es ms importante, ya no se da por sentado el
carcter positivo de esos valores. Por un lado, bajo la bandera del multiculturalismo, los valores clsicos del
Iluminismo han sido atacados y se los considera como poco ms que el coto cultural privado del
imperialismo occidental. Por el otro lado, todo el debate relativo al fin de la modernidad, el asalto al
fundacionalismo en sus varias expresiones, ha tendido a establecer un vnculo esencial entre la nocin
obsoleta de un fundamento de la historia y de la sociedad y los contenidos factuales que, a partir del
Iluminismo, han jugado ese papel de fundamento. Es importante advertir, sin embargo, que estos dos
debates no han avanzado siguiendo lneas simtricas, que las estrategias argumentativas se han cruzado
entre s de maneras inesperadas, y que muchas combinaciones aparentemente paradjicas han resultado
posibles. As, los enfoques llamados posmodernos pueden ser vistos como un debilitamiento del
fundacionalismo imperialista del Iluminismo occidental y como la apertura hacia un pluralismo cultural ms
democrtico; pero pueden ser vistos tambin como apuntalando una nocin "dbil" de identidad que es
incompatible con la fuerte identificacin cultural que una "poltica de la autenticidad" requiere. Y los valores
universales pueden ser vistos como una irrestricta afirmacin de la "etnia de Occidente" (como en el ltimo
Husserl), pero tambin como un modo de promover -al menos tendencialmente- una actitud de respeto y
tolerancia frente a la diversidad cultural.
Sera un error, ciertamente, pensar que conceptos tales como "universal" y "particular" han sido empleados
en el mismo sentido en ambos debates; pero tambin sera incorrecto suponer que la interaccin continua
entre los dos no ha tenido ningn efecto en las dimensiones centrales de ambos. Esta interaccin ha dado
lugar a ambigedades y desplazamientos de sentido que son la fuente de una cierta productividad poltica.Es a estos desplazamientos e interacciones a los que quiero referirme en este ensayo. Mi cuestin, puesta
en sus trminos mas simples, es la siguiente: qu ocurre con las categoras de "universal" y._ "particular"
cuando ellas se tornan instrumentos en los juegos de lenguaje que moldean la poltica contempornea?
Qu operacin se verifica a travs de ellas? Cules son los juegos de lenguaje que estn a la raz de su
presente productividad poltica?
Multiculturalismo
Tomemos a ambos debates separadamente y veamos los puntos en que se cruzan las categoras centrales
de ambos. Multiculturalismo, en primer lugar. La cuestin puede ser formulada en estos trminos: es
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posible una pura cultura de la diferencia, un puro particularismo que abandona enteramente todo tipo deprincipio universal? Hay varias razones para dudar de que esto sea posible. En primer lugar, postular una
identidad separada y diferencial pura es lo mismo que afirmar que esta identidad se constituye a travs del
pluralismo y de la diferencia. La referencia al otro esta claramente presente como constitutiva de la propia
identidad. No hay modo de que un grupo particular que habita en el seno de una comunidad que lo rebasa
pueda vivir una existencia mondica -al contrario, parte de la definicin de su propia identidad es la
construccin de un sistema complejo y elaborado de relaciones con otros grupos. Y estas relaciones
tendrn que ser reguladas por normas y principios que trascienden el particularismo de todo grupo. Afirmar,
por ejemplo, el derecho de todos los grupos tnicos a la autonoma cultural, es adoptar una posicin
argumentativa que slo puede justificarse sobre bases universales. La afirmacin de la propia particularidad
requiere apelar a algo que la trasciende. Cuanto ms particular es un grupo, menos le ser posible controlar
el terreno comunitario en el que l opera, y ms universal tendr que ser la justificacin de sus reclamos.
Pero hay otro motivo por el cual una poltica de la pura diferencia se niega a s misma. Afirmar la propia
identidad diferencialsignifica, como hemos visto, incluir en esa identidad al otro como aquel del cual uno se
delimita. Pero es fcil ver que una identidad diferencial plenamente lograda implicara sancionar el presente
statu quo en la relacin entre grupos. Porque una identidad que es puramente diferencial en relacin a otros
grupos tiene que afirmar la identidad del otro al mismo tiempo que la propia y, como resultado, no puede
tener reclamos identitarios respecto a esos grupos. Supongamos que un grupo tiene esos reclamos -por
ejemplo, el reclamo de iguales oportunidades en el empleo y en la educacin, o incluso el derecho de
establecer escuelas confesionales. En la medida en que estas reivindicaciones son presentadas como
derechos que, como miembro de la comunidad, comparto con todos los otros grupos, tengo que presuponerque no soy simplemente diferente de los otros sino, en ciertos aspectos fundamentales, igual a ellos. Sise
afirma que todos los grupos particulares tienen el derecho al respeto de su propia particularidad, esto
significa que, en ciertos respectos, son iguales entre s. Slo en una situacin en la que todos los grupos
difirieran entre s y en la que ninguno de ellos quisiera ser algo distinto de lo que es al presente, la pura
lgica de la diferencia gobernara de modo exclusivo la relacin entre grupos. En toda otra situacin la
lgica de la diferencia ser interrumpida por una lgica de la equivalencia y de la igualdad. No es por nada
que la pura lgica de la diferencia -la nocin de desarrollos separados- est en la base del apartheid.
Este es el motivo por el cual la lucha de todo grupo que intenta afirmar su identidad en un contexto hostil
est siempre confrontada por dos peligros, opuestos pero simtricos, respecto a los cuales no hay ningunasolucin lgica, ninguna cuadratura del crculo, sino intentos precarios y contingentes de mediacin. Si el
grupo intenta afirmar su identidad tal como ella es al presente, dado que su localizacin en el seno de la
comunidad en su conjunto se define por el sistema de exclusiones dictado por los grupos dominantes, se
condena a s mismo a la perpetua existencia marginal de un gueto. Sus valores culturales pueden ser
fcilmente recuperados como "folklore" por el orden establecido. Si, por el otro lado, lucha por cambiar esta
localizacin y por romper con su situacin de marginalidad, tiene en tal caso que abrirse a una pluralidad de
iniciativas polticas que lo llevan ms all de los lmites que definen su identidad presente -por ejemplo,
luchas en el seno de las instituciones. Como estas instituciones estn, sin embargo, moldeadas ideolgica y
culturalmente por los grupos dominantes, el peligro es que se pierda la identidad diferencial del grupo que
est en lucha. El que los nuevos grupos logren transformar las instituciones, o que la lgica de las
instituciones consiga diluir -a travs de la cooptacin- la identidad de los grupos es algo que, desde luego,no est decidido de antemano y depende de una lucha hegemnica. Pero lo que es cierto es que no hay
ningn cambio histrico importante en el que la identidad de todas las fuerzas intervinientes no sea
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transformada. No hay posibilidad de victoria en trminos de una autenticidad cultural ya adquirida. Lacomprensin creciente de este hecho explica la centralidad del concepto de "hibridizacin" en los debates
contemporneos.
Si buscamos un ejemplo de la emergencia temprana de esta alternativa en la historia europea, podemos
referirnos a la oposicin entre socialdemcratas y sindicalistas revolucionarios en las dcadas que
precedieron a la Primera Guerra Mundial. La solucin marxista clsica al problema del desajuste entre el
particularismo de la clase obrera y la universalidad de la tarea de transformacin socialista, haba estado
dominada por el supuesto de una creciente simplificacin de la estructura social bajo el capitalismo: como
resultado de esta simplificacin, la clase obrera como sujeto homogneo abarcara a la vasta mayora de la
poblacin y se hara cargo de la tarea de transformacin universal. Una vez que este tipo de pronstico
result desacreditado a fines del siglo, dos soluciones posibles quedaron abiertas: o bien referir la
transformacin histrica a una dispersin de luchas democrticas tan slo unificadas muy ligeramente por
una clase obrera semicorporativa, o bien promover una poltica de la pura identidad llevada a cabo por una
clase obrera unificada a travs de la violencia revolucionaria. El primer camino condujo a lo que ha sido
descrito como integracin socialdemcrata: la clase obrera fue cooptada por un Estado en el que ella
participaba pero cuyos mecanismos no poda controlar. El segundo camino condujo al segregacionismo de
la clase obrera y al rechazo de toda participacin en las instituciones democrticas. Es importante subrayar
que el mito de la huelga general en Sorel no era un instrumento para mantener una pura identidad obrera
como condicin de la victoria revolucionaria. En la medida en que la huelga revolucionaria era una idea
regulativa ms que un evento factualmente posible, no constitua una estrategia real para la toma del poder:
su funcin se agotaba en ser un mecanismo que recreaba sin fin la identidad aislada de los obreros. En laopcin entre una poltica de la identidad y la transformacin de las relaciones de fuerza entre los grupos, el
sorelismo puede ser visto como una forma extrema de unilateralizacin de la primera alternativa.
Si renunciamos, sin embargo, a esta solucin unilateral, la tensin entre estos dos extremos contradictorios
no puede ser erradicada: ella est destinada a permanecer, y el clculo estratgico slo puede consistir en
la negociacin pragmtica entre sus dos polos. La hibridizacin no es un fenmeno marginal sino el terreno
mismo en el que las identidades polticas contemporneas son construidas. Consideremos una frmula tal
como "esencialismo estratgico", que ha sido recientemente muy usada. Por una serie de razones esta
frmula no me satisface enteramente, pero tiene la ventaja de poner de relieve las alternativas antinmicas
a las que nos hemos referido y la necesidad de un equilibrio poltico negociado entre ellas. "Esencialismo"alude a una poltica fuerte de la identidad, sin la cual no existen las bases para la accin y el clculo poltico.
Pero el esencialismo es slo estratgico -es decir, que apunta, en el momento mismo de su constitucin, a
su propia contingencia y a sus propios lmites.
Esta contingencia es central para entender lo que es quizs el rasgo ms prominente de la poltica
contempornea: el reconocimiento pleno del carcter limitado y fragmentario de los agentes histricos. La
modernidad comenz con la aspiracin a un actor histrico ilimitado, que sera capaz de asegurar la
plenitud de un orden social perfectamente instituido. Cualquiera fuera la ruta que condujera a esta plenitud
-una "mano invisible" que unificara una multiplicidad de voluntades individuales dispersas, o una clase
universal que asegurara un sistema transparente y racional de relaciones sociales- siempre implic que los
agentes de esa transformacin histrica seran capaces de vencer todo particularismo y toda limitacin einstituir una sociedad reconciliada consigo misma. Esto es lo que un verdadero universalismo signific para
la modernidad. El punto de partida de las luchas sociales y polticas contemporneas es, por el contrario, el
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Pero la funcin misma de constituir identidades diferenciales a travs de lmites antagnicos es lo que, almismo tiempo, desestabiliza y subvierte esas diferencias. Porque si el lmite plantea la misma amenaza a
todas las diferencias, hace a todas ellas equivalentes entre s, intercambiables unas por las otras en lo que
concierne al lmite. Esto ya anuncia la posibilidad de una universalizacin relativa a travs de lgicas
equivalenciales, universalizacin que no es incompatible con un particularismo diferencial, sino que es
requerido por la lgica misma de este ltimo.
2) El sistema es lo que es requerido para constituir las identidades diferenciales, pero lo nico que puede
constituir al sistema -la exclusin- y hacer as posibles esas identidades, es tambin aquello que las
subvierte. (En trminos deconstruccionistas: las condiciones de posibilidad de un sistema son tambin sus
condiciones de imposibilidad.) A los efectos de ser posible, los contextos tienen que ser internamente
subvertidos. El sistema (como el objet petit aen Lacan) es algo que la misma lgica del contexto requiere,
pero que es, sin embargo, imposible. Est presente, si se quiere, a travs de, su ausencia. Pero esto
significa dos cosas. La primera, que toda identidad diferencial estar constitutivamente dividida; ser el
punto de cruce entre la lgica de la diferencia y la lgica de la equivalencia. Esto introduce en ella una
radical indecidibilidad. La segunda, que aunque la plenitud y la universalidad de la sociedad son
inalcanzables, no desaparecen: se mostrarn siempre a travs de la presencia de su ausencia.
Nuevamente, vemos aqu anunciarse una ntima conexin entre lo universal y lo particular que no consiste,
sin embargo, en subsumir al segundo en el primero.
3) Finalmente, si ese objeto imposible -el sistema- no puede ser representado pero necesita, sin embargo,
mostrarse en el campo de la representacin, los medios de esa representacin sern constitutivamenteinadecuados. Slo los particulares constituyen tales medios. Como resultado, la sistematicidad del sistema,
el momento de su imposible totalizacin, ser simbolizado por particulares que asumen contingentemente
esa funcin representativa. Esto significa, en primer lugar, que la particularidad de lo particular es subvertida
por esta funcin de representacin de lo universal; pero, en segundo lugar, que un cierto particular, al
hacer de su propia particularidad el cuerpo significante de una representacin de lo universal, pasa a ocupar
-dentro del conjunto del sistema de diferencias- un papel hegemnico. Esto anticipa nuestra conclusin
principal: en una sociedad (y este es, finalmente, el caso en todasociedad) en l que la plenitud -el momento
de su universalidad- es inalcanzable, la relacin entre lo universal y lo particular es una relacin
hegemnica.
Veamos ms en detalle la lgica de esta relacin. Tomar como ejemplo la "universalizacin" de los
smbolos populares del peronismo en la Argentina de los aos sesenta y setenta. Despus del golpe de
1955 que derroc al rgimen peronista, la Argentina entr en un largo proceso de inestabilidad institucional
que dur ms de veinte aos. El peronismo y otras organizaciones populares fueron proscriptas, y los
gobiernos militares y regmenes civiles fraudulentos que se siguieron fueron claramente incapaces de
responder a las reivindicaciones populares de las masas a travs de los canales institucionales existentes.
Es decir, hubo una sucesin de regmenes cada vez menos representativos y una acumulacin de
demandas democrticas no realizadas. Estas ltimas eran, ciertamente, demandas particulares y
procedan de grupos muy diferentes. El hecho de que todas ellas fueran rechazadas por los regmenes
dominantes estableci una creciente relacin de equivalencia entre ellas. Esta equivalencia, es importante
advertir, no expresaba ninguna unidad esencial a priori. Por el contrario, su nico fundamento era elrechazo de todas estas reivindicaciones por parte de los regmenes sucesivos. En nuestra terminologa
anterior, su unificacin dentro de un contexto o sistema de diferencias resultaba, simplemente, de que toda
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ellas eran antagonizadas por los sectores dominantes.
Pues bien, como hemos visto, esta unificacin contextual de un sistema de diferencias slo puede tener
lugar al precio de debilitar las identidades diferenciales como resultado de la operacin de una lgica de la
equivalencia, que introduce una dimensin de relativa universalidad. En nuestro ejemplo, la gente senta que
a travs de la particularidad diferencial de sus reivindicaciones -vivienda, derechos sindicales, nivel de
salarios, proteccin a la industria nacional, etc.- se expresaba algo igualmente presente en todas ellas, que
era la oposicin al rgimen. Es importante advertir que esta dimensin de universalidad no se opona al
particularismo de las reivindicaciones -ni tampoco al de los grupos que entraban en la relacin equivalencial-
sino que surga a partir de estas ltimas. El resultado de la expansin de la lgica de la equivalencia fue una
cierta perspectiva ms universal, que inscriba las demandas particulares en un lenguaje de resistencia ms
amplio. Un puro particularismo de las demandas de los varios grupos, que habra evitado enteramente la
lgica equivalencial, slo habra sido posible si el rgimen hubiera tenido xito en negociar separadamente
las demandas particulares y absorberlas de modo "transformista". Pero en todo proceso de declinacin
hegemnica esta absorcin transformista resulta imposible y las lgicas equivalenciales interrumpen el
puro particularismo de las demandas democrticas individuales.
Como vemos, esta dimensin de universalidad alcanzada a travs de la equivalencia es muy diferente de la
universalidad que resulta de una esencia subyacente o de un principio incondicionado a priori. No es
tampoco una idea regulativa -empricamente inalcanzable pero con un contenido teleolgico inequvoco-,
porque no puede existir aparte del sistema de equivalencias de la que procede. Pero esto tiene
consecuencias importantes tanto para el contenido como para la funcin de esa universalidad. Hemos vistoantes que el momento de totalizacin o universaliza~ cin de la comunidad -el momento de su plenitud- es
un momento imposible que slo puede adquirir una presencia discursiva a travs de un contenido particular
que se despoja de su propia particularidad a los efectos de representar esa plenitud. Para volver a nuestro
ejemplo argentino, ste fue precisamente el papel que, en los aos sesenta y setenta, jugaron los smbolos
populares del peronismo. Como hemos visto antes, el pas haba entrado en un rpido proceso de
desinstitucionalizacin, de modo que las lgicas equivalenciales pudieron operar libremente. El propio
movimiento peronista careca de una real organizacin y se reduca, por el contrario, a una serie de smbolos
y a un lenguaje difuso que unificaba una multiplicidad de iniciativas polticas. Finalmente, el propio Pern
estaba en exilio en Madrid, e intervena slo de modo distante en las actividades de su movimiento, teniendo
buen cuidado de no tomar parte en las luchas fraccionales internas del peronismo. En tales circunstancias,l estaba en las condiciones ideales para pasar a ser un "significante vaco" que encarnara el momento de
universalidad en la cadena de equivalencias que unificaba al campo popular. Y el destino ulterior del
peronismo en los setenta ilustra claramente la ambigedad esencial inherente a todo proceso hegemnico:
por un lado, el hecho de que los smbolos de un grupo particular asuman en un cierto momento una funcin
de representacin universal da, ciertamente, un poder hegemnico a ese grupo; pero, por otro lado, el hecho
de que esa funcin de representacin universal haya sido adquirida al precio de debilitar el particularismo
de la identidad originaria, conduce necesariamente a la conclusin de que esta hegemona va a ser precaria
y amenazada. La lgica salvaje de los significantes de la universalidad, a travs de la expansin de las
cadenas equivalenciales, implica que ninguna fijacin y limitacin particular del flujo del significado bajo el
significante va a estar permanentemente asegurada. Esto es lo que ocurri al peronismo despus de la
victoria electoral de 1973 y del retorno de Pern a la Argentina. Pern ya no era un significante vaco sino elpresidente del pas, y tena que llevar a cabo polticas concretas. Pero las cadenas de equivalencias
construidas por las distintas facciones de su movimiento haban ido ms all de toda posibilidad de control
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-incluso por parte de Pern. El resultado fue el sangriento proceso que condujo a la dictadura militar de1976.
La dialctica de la universalidad
Los desarrollos anteriores nos conducen a la siguiente conclusin: la dimensin de universalidad -resultante
del carcter incompleto de las identidades diferenciales- no puede ser eliminada, en la medida en que la
comunidad no es enteramente homognea (si fuera homognea, lo que desaparecera sera no slo la
universalidad sino tambin la misma distincin universalidad / particularidad). Esta dimensin es, sinembargo, tan slo un lugar vaco que unifica al conjunto de las demandas equivalenciales. Tenemos que
determinar la naturaleza de este lugar tanto en trminos de su contenido como de su funcin. En lo que
concierne al, contenido, no tiene uno que le sea propio, sino tan slo el que le es dado por una articulacin
transitoria de demandas equivalentes. Hay una paradoja implcita en la formulacin de principios
universales, que es que todos ellos tienen que presentarse a s mismos como siendo vlidos sin excepcin
en tanto que, incluso en sus propios trminos, esta universalidad puede ser fcilmente cuestionada y nunca
puede ser mantenida en los hechos. Tomemos un principio universal tal como el derecho de las naciones a
su autodeterminacin. Como derecho universal l se reclama como vlido en toda circunstancia.
Supongamos ahora que dentro de un pas est teniendo lugar un genocidio: tiene, en tal caso, la
comunidad internacional el derecho de intervenir, o el principio de autodeterminacin es vlidoincondicionalmente? La paradoja es que el principio tiene que ser formulado como universalmente vlido y,
sin embargo, habr siempre excepciones a esa validez universal. Pero quizs la paradoja surge de creer
que esta universalidad tiene un contenido propio, cuyas implicaciones lgicas pueden ser deducidas
analticamente, sin advertir que su sola funcin -dentro de un juego de lenguaje particular- consiste en hacer
discursivamente posible una cadena de efectos equivalenciales, pero sin pretender que esta universalidad
pueda operar ms all del contexto de su emergencia. Hay innumerables contextos dentro de los cuales el
principio de la autodeterminacin nacional es un modo totalmente vlido de totalizar y universalizar una
experiencia histrica.
Pero en tal caso, si siempre sabemos de antemano que ninguna universalidad estar a la altura de su
tarea, que siempre fracasar en lo que intenta, por qu el conjunto equivalencial tiene que expresarse atravs de lo universal? La respuesta reside en lo que dijramos antes acerca de la estructura formal de la
que ese conjunto depende. El "algo idntico" compartido por todos los trminos de la cadena equivalencial
-lo que hace posible a la equivalencia- no puede ser algo positivo, es decir, una diferencia ms que podra
ser definida en su particularidad, sino que resulta de los efectos unificantes que la amenaza externa plantea
a lo que de otro modo hubiera sido un conjunto perfectamente heterogneo de diferencias (particularidades).
El "algo idntico" slo puede ser la pura, abstracta, ausente plenitud de la comunidad, que carece, como
hemos visto, de toda forma directa de representacin y se expresa a s misma a travs de la equivalencia de
los trminos diferenciales. Pero entonces es esencial que la cadena de equivalencias permanezca abierta:
de otro modo, su cierre slo podra ser el resultado de una diferencia ms especificable en su
particularidad, y en tal caso no nos veramos confrontados con la plenitud de la comunidad como ausencia.El carcter abierto de la cadena significa que lo que se expresa a travs de ella tiene que ser universal y no
particular. Ahora bien, esta universalidad requiere -para su expresin- ser encarnada en algo esencialmente
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inconmensurable con ella: una particularidad (como en nuestro ejemplo del derecho a la autodeterminacinnacional). Esta es la fuente de la tensin y ambigedades que circundan a todos los as llamados principios
"universales": todos ellos tienen que ser formulados como principios ilimitados en su validez, que expresen
una universalidad que los trascienda; pero todos ellos, por razones esenciales, se enredan ms temprano o
ms tarde en su propio particularismo contextual y son incapaces de realizar su funcin universal.
En lo que se refiere a la funcin (en tanto diferente del contenido) de lo universal, hemos dicho lo suficiente
como para que est claro en qu consiste: ella se agota en introducir cadenas de equivalencia en lo que
hubiera sido de otro modo un mundo puramente diferencial. Este es el momento de la sumatoria
hegemnica y de la articulacin, y puede operar de dos modos distintos. El primero es inscribir las
identidades y demandas particulares como eslabones de una cadena ms extensa de equivalencias,
dotando de este modo a cada eslabn de una "relativa" universalizacin. Si, por ejemplo, las demandas
feministas entran en cadenas de equivalencia con las de los grupos negros, las minoras tnicas, los
activistas de los derechos civiles, etc., adquieren una perspectiva ms global que en el caso en que
hubieran permanecido restringidas a su propio particularismo. El segundo es dar a una demanda particular
una funcin de representacin universal -es decir, atribuirle el valor de un horizonte que da coherencia a la
cadena de equivalencias y que, al mismo tiempo, la mantiene indefinidamente abierta. Para dar unos pocos
ejemplos: la socializacin de los medios de produccin no fue considerada como una demanda limitada a la
esfera de la economa sino como el "nombre" de una amplia variedad de efectos equivalenciales que
irradiaban al conjunto de la sociedad. La introduccin de la economa de mercado jug un papel similar en
Europa Oriental despus de 1989. El retorno de Pern, en nuestro ejemplo argentino, fue tambin
concebido a comienzos de los setenta como el preludio a una transformacin histrica mucho ms amplia.Qu demanda particular, o serie de demandas, va a ejercer esta funcin de representacin universal es
algo que no puede ser determinado por razones a priori (si esto ltimo fuera posible, significara que hay
algo en la particularidad de la demanda que la predeterminara a jugar case papel, y esto estara en
contradiccin con todo nuestro argumento).
Podemos ahora volver a los dos debates que fueron el punto de partida de nuestra reflexin. Como podemos
ver hay varios puntos en los que ellos interactan y en los que un cierto paralelismo puede ser detectado.
liemos dicho lo suficiente acerca del multiculturalismo como para que resulte claro nuestro argumento
relativo a los lmites del particularismo. Una posicin puramenteparticularista se autorrefuta porque tiene
que proveer un terreno para la constitucin de las diferencias en tantodiferencias, y ese terreno slo puedeconsistir en una nueva versin del esencialismo universalista. (Si tenemos un sistema de diferencias A/B/C,
etc., tenemos que dar cuenta de esta dimensin sistemtica, lo que nos conduce directamente al discurso
del fundamento. Si lo que tenemos es, por el contrario, una pluralidad de elementos separadosA, B, C, etc.,
que no constituyen un sistema, tenemos sin embargo que dar cuenta de esta separacin -estar separados
es tambin una forma de relacin entre objetos- y, como Leibnitz lo saba muy bien, estamos nuevamente
obligados a postular un terreno en el que la separacin tiene lugar. La armona preestablecida de las
mnadas es un fundamento tan esencial como la totalidad spinoziana.) De tal modo, la nica solucin a
nuestro dilema es mantener la dimensin de universalidad pero articularla de un modo distinto con lo
particular. Esto es lo que hemos intentado proveer en las pginas precedentes a travs de la nocin de lo
universal _ como lugar vaco pero inerradicable.
Es importante advertir, sin embargo, que este tipo de articulacin sera tericamente impensable si no
introdujramos en el cuadro algunos de los presupuestos centrales de la crtica contempornea del
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fundacionalismo (sera impensable, por ejemplo, en una perspectiva habermasiana). Si el sentido es fijadode antemano, o bien, en su versin extrema, por un fundamento radical (una posicin sostenida hoy da por
cada vez menos gente) o bien, en una versin ms diluida, a travs del principio regulador de una
comunicacin no distorsionada, desaparece la posibilidad misma del fundamento como lugar vaco que es
colmado de modo poltico y contingente por una variedad de fuerzas sociales. Las diferencias no seran
constitutivas porque algo previo a su interaccin fija ya el lmite de su variacin posible y establece un
tribunal externo para juzgarlas. Slo la crtica de una universalidad que est determinada en todas sus
dimensiones esenciales por la metafsica de la presencia, hace posible la aprehensin tericade la nocin
de "articulacin" que estamos intentando elaborar -y que es distinta de una aprehensin puramente
impresionstica, que se estructura en torno a un discurso cuyos conceptos son perfectamente
incompatibles con ella. (Debemos siempre recordar la crtica de Pascal a aquellos que piensan que ya estn
convertidos porque han comenzado a pensar en convertirse.)
Pero si el debate relativo al multiculturalismo puede derivar claros beneficios de la crtica contempornea al
fundacionalismo (concebida, en su sentido amplio, como el conjunto de los desarrollos intelectuales
abarcados por denominaciones tales como "posmodernismo" y "postestructuralismo"), estos beneficios
tambin trabajan en la direccin opuesta. Esto se debe a que los requerimientos de una poltica basada en
una universalidad compatible con una creciente expansin de las diferencias culturales, son claramente
incompatibles con algunas de las versiones del posmodernismo -en especial, aquellas que concluyen de la
crtica del fundacionalismo que hay una implosin de todo sentido y la entrada en un mundo de "simulacin"
(Baudrillard). Yo no creo que esta conclusin se siga en absoluto. Como hemos sostenido, la imposibilidad
de un fundamento universal no elimina su necesidad: tan slo transforma a este fundamento en un lugarvaco que puede ser colmado por una variedad de formas discursivas (las estrategias que implica esta
operacin de colmar es lo que constituye la poltica).
Volvamos por un momento a la cuestin de la contextualizacin. Si pudiramos tener un contexto
"saturado", estaramos, en verdad, confrontados con una pluralidad de espacios inconmensurables, sin
ningn tribunal posible que decidiera entre ellos. Pero, como hemos visto, un tal contexto saturado es
imposible. Sin embargo, la conclusin que se sigue de esta verificacin no es que haya una dispersin sin
forma del sentido, sin ni siquiera la posibilidad de una articulacin relativa, sino, ms bien, que este papel
articulador no est predeterminado por la forma de la dispersin como tal. Esto significa, primero, que toda
articulacin es contingente y, segundo, que el momento articulatorio como tal va a ser siempre un lugarvaco -los varios intentos de llenarlo sern siempre transitorios y sometidos a un permanente
cuestionamiento. En consecuencia, en cada momento histrico, cualquiera sea la dispersin de diferencias
que exista en la sociedad, ella estar sometida a procesos contradictorios de contextualizacin y
decontextualizacin. Por ejemplo, aquellos discursos que intentan cerrar un contexto en torno a ciertos
principios o valores, sern enfrentados y limitados por discursos de los derechos, que intentan limitar el
cierre de todo contexto. Esto es lo que hace tan poco convincentes los intentos de los neoaristotlicos
contemporneos, tales como Mclntyre, de aceptar tan slo la dimensin contextualizante e intentar
clausurar la sociedad en torno a una visin sustantiva del bien comn. Pienso que las luchas polticas y
sociales contemporneas se abren, por el contrario, a las varias estrategias que intentan colmar el lugar
vaco del bien comn. Las implicaciones ontolgicas del pensamiento que acompaa a estas estrategias
del "colmar" esclarece, a su vez, el horizonte de posibilidades abierto por la crtica antifundacionalista. Es aestas lgicas estratgicas que quiero dedicar el resto de este ensayo.
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Gobernabilidad y universalidad: cuatro momentos
Comencemos con algunas conclusiones que pueden derivarse fcilmente de nuestro anlisis anterior
concerniente al status de lo universal. La primera es que si lo universal es un lugar vaco y no hay ninguna
razn a prioripara que l sea llenado por ningncontenido concreto, si las fuerzas que ocupan ese lugar
estn constitutivamente divididas entre la poltica concreta que ellas advocan y la capacidad de esas
polticas de colmar el lugar vaco, el lenguaje poltico de toda sociedad cuyo nivel e institucionalizacin ha
sido, en alguna medida, conmovido o subvertido, estar tambin dividido. Consideremos un trmino tal
como "orden" (el orden social). Cules son las condiciones de su universalizacin? Simplemente, que la
experiencia de un desorden radical haga preferible cualquier orden a la continuidad del desorden. Laexperiencia de una falta, de una ausencia de plenitud en las relaciones sociales, transforma al "orden" en el
significante de una plenitud ausente. Esto explica la divisin a la que nos refiriramos: toda poltica
concreta, si es capaz de generar el orden social, ser juzgada no slo de acuerdo a sus mritos abstractos,
independientes de toda circunstancia, sino tambin en trminos de esta capacidad suya de generar el
"orden" -que es uno de los nombres de la plenitud ausente de la sociedad. Como hemos sealado que, por
razones esenciales, la plenitud de la sociedad es inalcanzable, esta divisin en la identidad de los agentes
polticos es una "diferencia ontolgica" -en un sentido no enteramente distinto del de Heidegger
absolutamente constitutiva. Lo universal es ciertamente vaco y slo puede ser llenado, en distintos
contextos, por particulares concretos. Pero este universal es, al mismo tiempo, absolutamente esencial en
cualquier tipo de interaccin poltica, dado que si esta ltima tuviera lugar sin referencia universal, ella nosera en absoluto una interaccin poltica: lo que tendramos sera, o bien una complementariedad de las
diferencias que sera totalmente no antagnica, o bien una relacin totalmente antagnica en que las
diferencias carecen de todo tipo de conmensurabilidad y cuyo nico resultado posible es la destruccin
mutua de los adversarios.
Pues bien, lo que sostenemos es que la reflexin poltico-filosfica a partir de la Antigedad ha sido
consciente, en buena medida, de esta divisin constitutiva, y ha propuesto varias formas de encararla.
Estas formas siguen una u otra de las posibilidades lgicas sealadas en nuestro anlisis anterior. Para
sugerir cmo esto tuvo lugar nos referiremos brevemente a cuatro momentos en la tradicin
poltico-filosfica occidental en que han surgido imgenes del gobernante que combinan, de maneras
diferentes, universalidad y particularidad. Nos referiremos sucesivamente al filsofo-rey de Platn, alsoberano de Hobbes, al monarca hereditario de Hegel y a la clase hegemnica de Gramsci.
En Platn la situacin no presenta ninguna ambigedad. No hay ninguna tensin o antagonismo posibles
entre lo universal y lo particular. Lejos de ser un lugar vaco, lo universal es el sitio de todo sentido posible, y
absorbe en s mismo a lo particular. Para l hay slo unaarticulacin de las particularidades que realiza la
forma esencial de la comunidad. Lo universal no es "colmado" desde afuera sino que es la plenitud de su
propio origen y se expresa en todos los aspectos de la organizacin social. No puede haber aqu ninguna
"diferencia ontolgica" entre la plenitud de la comunidad y los arreglos sociales y polticos factuales. Slo un
tipo de organizacin, que se extiende a los aspectos ms menudos de la vida social, es compatible con lo
que la comunidad, en su ltima instancia, es. Otras formas de organizacin social pueden, desde luego,existir (actualmente, pero ellas no tienen el status de formas alternativas entre las que uno tiene que elegir
de acuerdo a la circunstancias. Ellas son tan slo formas degeneradas, pura corrupcin del ser, derivadas de
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la ofuscacin de la mente. En lo que se refiere al saber verdadero, hay slo una forma particular deorganizacin social que realiza lo universal. Y si gobernar es una cuestin de conocimiento y no de
prudencia, tan slo quien posee ese conocimiento, el filsofo, tiene el derecho a gobernar. Ergo: el
filsofo-rey.
Con Hobbes estamos, aparentemente, en las antpodas de Platn. Lejos de estar el soberano en posesin
del conocimiento de lo que la comunidad es, con anterioridad a toda decisin poltica, sus decisiones son la
fuente nica del orden social. Hobbes est perfectamente consciente de lo que hemos denominado
"diferencia ontolgica". En la medida en que la anarqua del estado de naturaleza plantea a la sociedad la
amenaza de un desorden radical, la unificacin de la voluntad de la comunidad en la voluntad del
gobernante (o, ms bien, la voluntad del gobernante como la nica voluntad unificada que la sociedad
puede tener) contar en la medida en que logra imponer un orden, independientemente de los contenidos
que este ltimo posea. Cualquier orden ser mejor que el desorden radical. Hay aqu algo muy cercano a
una completa indiferencia respecto al contenidodel orden social impuesto por el gobernante y una exclusiva
concentracin en la funcinde este ltimo: asegurar el orden como tal. "Orden" pasa a ser, ciertamente, un
lugar vaco, pero no hay en Hobbes ninguna teora hegemnica acerca de las formas de colmarlo: el
soberano, el "mortal God", llena el lugar vaco de una vez para siempre.
De tal modo, Platn y Hobbes estn, aparentemente, en las antpodas del espectro terico. Para Platn, lo
universal es el nico lugar pleno, para Hobbes es un lugar absolutamente vaco que debe ser colmado por la
voluntad del soberano. Pero si miramos la cuestin con ms detenimiento, veremos que la diferencia entre
ellos es menor que lo que ambos comparten, que es no permitir a lo particular ninguna dinmica propiarespecto al lugar pleno / vaco de lo universal. En el primer caso lo particular tiene que realizar en su propio
cuerpo una universalidad que lo trasciende; en el segundo caso, del mismo modo, si bien por medios
artificiales, un particular se ha separado del reino de las particularidades y ha pasado a constituir la Ley
incontrovertida de la comunidad.
Para Hegel el problema se plantea en trminos diferentes. Como para l el particularismo de cada estadio
de la organizacin social es augehobena un nivel ms alto, el problema de la inconmensurabilidad entre
contenido particular y funcin universal no puede surgir. Pero el problema del lugar vaco emerge en
relacin al momento en el que la comunidad tiene que significarsea s misma como totalidad -es decir, el
momento de su individualidad. Esta significacin se obtiene, como sabemos, a travs del monarcaconstitucional, cuyo cuerpo fsico representa una totalidad racional absolutamente dismil de ese cuerpo.
(Esta representacin por parte de Hegel de algo que no tiene contenido propio a travs de algo distinto que
es su exacto reverso, ha sido con frecuencia subrayada por Slavoj Zizek, que ha dado otros varios ejemplos,
como la afirmacin, en la Fenomenologa del espritu, de que "el Espritu es un hueso".) Pero esta relacin
por la que un cuerpo fsico, en su pura alienacin respecto a todo contenido espiritual, puede representar a
este ltimo contenido, depende enteramente de que la comunidad haya alcanzado, a travs de la sucesiva
superacin/ conservacin de sus contenidos particulares, la forma ms alta de racionalidad que es
realizable en su esfera propia. A una tal comunidad racional plena ningn contenido puede ser adicionado, y
slo resta, como requerimiento para su realizacin plena, la significacin del logro de esa racionalidad
funcional. Como consecuencia, el monarca racional no puede ser electivo: tiene que ser hereditario. Si fuera
elegido, habra que dar razones de la eleccin y este proceso de argumentacin implicara que laracionalidad social no podra lograrse independientemente del monarca, y que este ltimo tendra que jugar
un papel mayor que el de una pura representacin ceremonial.
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Finalmente, Gramsci. Una clase slo pasa a ser hegemnica a travs de ligar un contenido particular a unauniversalidad que lo trasciende. Si afirmamos con Gramsci que la tarea de la clase obrera italiana es
cumplir los objetivos de unificacin nacional que el pueblo italiano se haba planteado desde el tiempo de
Maquiavelo y, de este modo, completar el proyecto histrico del Risorgimento, tenemos un doble orden de
referencia. Por un lado, un programa poltico concreto -el de los trabajadores- que es diferente del de otras
fuerzas polticas; pero por otro lado este programa -es decir, este conjunto de reivindicaciones y propuestas
polticas- es presentado como vehculo histrico de una tarea que lo trasciende: la unidad nacional italiana.
Pues bien, si esta "unidad nacional italiana" tuviera un contenido concreto, especificable en un contexto
particular, no podra ser algo que se extiende por centurias y que fuerzas histricas enteramente dismiles
intentan llevar a cabo. Si esto ltimo puede, sin embargo ocurrir, es porque "unidad nacional italiana" es tan
slo el nombre o el smbolo de una falta. Precisamente porque es una falta constitutiva, no hay ningn
contenido que est destinado a priori a llenarla, y est abierta a las ms diversas articulaciones. Pero esto
significa que la "buena" articulacin, la que suturara finalmente la distancia entre tarea universal y fuerzas
histricas concretas, nunca ser encontrada, y que toda victoria parcial tendr siempre lugar contra el
trasfondo de una imposibilidad que es, en ltima instancia, insuperable.
Visto desde esta perspectiva, el proyecto gramsciano puede ser considerado como un doble
desplazamiento, respecto a Hegel y respecto a Hobbes. En un sentido l es ms hobbesiano que hegeliano,
dado que, como la sociedad y el Estado estn menos autoestructurados que en Hegel, ellos requieren una
dimensin de constitucin poltica en la que la representacin de la unidad de la comunidad no est
separada de su construccin. Hay un residuo de particularidad que no puede ser eliminado en la
representacin de esa unidad (unidad = individualidad, en el sentido hegeliano). La presencia de esteresiduo es lo que es especfico de la relacin hegemnica. La clase hegemnica est en algn punto
intermedio entre el monarca hegeliano y el Leviatn. Pero puede igualmente afirmarse que Gramsci es ms
hegeliano que hobbesiano, en el sentido de que el momento poltico de su anlisis presupone una imagen
de las crisis sociales mucho menos radical que en Hobbes. Las "crisis orgnicas" de Gramsci no alcanzan
nunca, en trminos de sus grados de desestructuracin social, el nivel del estado de naturaleza hobbesiano.
En algunos respectos la sucesin de regmenes hegemnicos puede ser vista como una serie de covenants
parciales -parciales porque, dado que la sociedad es ms estructurada que en Hobbes, sus miembros
plantean ms condiciones para entrar en el covenantpoltico; pero parciales tambin puesto que, a resultas
de esto, ellos pueden tener tambin ms razones para substituir al soberano.
Estos ltimos puntos nos permiten volver a nuestra discusin anterior acerca de las luchas particularistas
contemporneas, a los efectos de reinscribirlas en la tradicin poltico-filosfica. Del mismo modo que hemos
presentado a la problemtica gramsciana a travs de los desplazamientos que ella introduce respecto a los
dos enfoques que hemos simbolizado en Hobbes y Hegel, podramos presentar a las alternativas polticas
que se abren a las luchas multiculturales a travs de desplazamientos similares respecto al enfoque
gramsciano. El desplazamiento primero y ms obvio es concebir una sociedad ms particularista y
fragmentada y menos preparada que la gramsciana para entrar en articulaciones hegemnicas unificatorias.
El segundo, es que los lugares desde los que la articulacin se verifica -que para Gramsci son entidades
tales como el Partido o el Estado (en un sentido ampliado)- van a ser tambin ms plurales y menos
predispuestos a generar una cadena de efectos totalizantes. Lo que hemos llamado el residuo de
particularismo inherente a toda centralidad hegemnica aumenta en importancia pero es tambin msplural. Ahora bien, esto tiene efectos ambiguos desde el punto de vista de una poltica democrtica.
Imaginemos un escenario jacobino. La esfera pblica es una, el lugar del poder es uno pero vaco, y una
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pluralidad de fuerzas polticas pueden ocupar este ltimo. En un sentido podemos decir que sta es unasituacin ideal para la democracia, puesto que en la medida en que el lugar del poder est vaco podemos
concebir al proceso democrtico como una articulacin parcial de la universalidad vaca de la comunidad
con el particularismo de las fuerzas polticas transitorias que lo encarnan. Esto es verdad, pero precisamente
porque lo universal es un lugar vaco, puede ser ocupado por cualquier fuerza, no necesariamente
democrtica. Como es bien sabido, esta es una de las races del totalitarismo contemporneo (Lefort).
Si, por el contrario, el lugar del poder no es nico, el residuo, segn dijramos, crecer en importancia, y
disminuir la posibilidad de crear una esfera pblica unificada a travs de una serie de efectos
equivalenciales que se expandan a travs de varias comunidades. Esto tambin tiene resultados ambiguos.
Por un lado, las comunidades estn ciertamente ms protegidas en el sentido de que un totalitarismo
jacobino ser menos probable. Pero por otro lado, por razones que hemos sealado anteriormente, esto
favorece tambin el mantenimiento del statu quo. Podemos imaginar perfectamente bien un escenario
hobbesiano modificado en el que la Ley respeta a las comunidades -ya no a los individuos- en su esfera
privada, en tanto que las decisiones principales relativas al futuro de la comunidad en su conjunto estn
reservadas a un neo-Leviatn -por ejemplo, a una tecnocracia semiomnipotente. Para advertir que ste no
es de ningn modo un escenario irrealista tenemos tan slo que pensar en Samuel Huntington y, ms en
general, en los enfoques corporatistas contemporneos.
La otra alternativa es ms compleja pero es la nica, en mi opinin, compatible con una verdadera poltica
democrtica. Ella acepta plenamente la naturaleza plural y fragmentada de las sociedades contemporneas
pero, en lugar de permanecer en este momento particularista, intenta inscribir esta pluralidad en lgicasequivalenciales que hacen posible la construccin de nuevas esferas pblicas. La diferencia y los
particularismos son el punto de partida necesario, pero a partir de l es posible abrir la ruta hacia tuna
relativa universalizacin de valores que pueda ser la base para una hegemona popular. Esta
universalizacin y su carcter abierto condenan por cierto a toda identidad a una hibridizacin inevitable,
pero hibridizacin no significa necesariamente declinacin a travs de una prdida de identidad: puede
tambin significar robustecer las identidades existentes mediante la apertura de nuevas posibilidades. Slo
una identidad conservadora, cerrada en s misma, puede experimentar a la hibridizacin como una prdida.
Pero esta posibilidad democrtico-hegemnica tiene que reconocer el terreno contextualizado /
descontextualizado de su constitucin y extraer plenamente las ventajas de las posibilidades polticas que
esta indecidibilidad abre. Lo que todo esto finalmente afirma es que lo particular slo puede realizarseplenamente si mantiene constantemente abierta, y redefine tambin constantemente, su relacin con lo
universal.
Notas
[1] Vase Ernesto Laclau, "Por qu los significantes vacos son importantes para la poltica?", en este
mismo volumen.
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ProdavinciIdeas para el progreso
Ernesto Laclau: Todo populismo es un momento de
rupturaProdavinci Thursday, July 30th, 2009
No hay ninguna ley histrica que implique que todo
populismo tiene que degenerar en burocratismo
No he encontrado ningn caso histrico en que la reconstitucin de la identidad
nacional ocurra sin la figura de un lder
Por Boris Muoz
Quizs el nombre de Ernesto Laclau no tenga una recordacin instantnea, como el de
Noam Chomsky, pero sus credenciales lo presentan como uno de los ms importantes
tericos polticos del presente. De hecho, su firma aparece con frecuencia vinculada a
pensadores radicales -en el mejor sentido de la palabra- como la estadounidense
Judith Butler y el esloveno Salvoj Zizek, quienes, desde una perspectiva de izquierda
llevan adelante una aguda crtica de la cultura contempornea. Aunque , cuando
estuvo en Caracas Laclau prefiri no opinar sobre Venezuela, es innegable que forma
parte de un pequeo pero influyente crculo de intelectuales internacionales que
promueven la revolucin bolivariana ms all de sus evidentes contradicciones.
Usted afirma que nadie asocia hoy el socialismo con la colectivizacin de los medios
de produccin, como plante el marxismo clsico. Qu es el socialismo hoy?
Actualmente para definir el socialismo hay que entender que necesariamente que la
economa va a ser mixta en su carcter, pero que va a tener una regulacin estatal
mucho ms alta que la que se dio en las experiencias neoliberales. Todo el mundo se
da cuenta que ni el mercado, como mecanismo regulador, ni una burocracia estatal
completa, como la de los regmenes de Europa del este, son formas viables de
organizar la economa. Lo que distingue el socialismo actual del socialismo del pasadoes que en el pasado se crea que la socializacin de los medios de produccin y la
regulacin estatal iban a superar a los mecanismos de mercado. Hoy estamos ms all
de eso.
Prodavinci - 1 / 9 - 30.05.2010
http://prodavinci.com/http://prodavinci.com/2009/07/30/ernesto-laclau-%e2%80%9ctodo-populismo-es-un-momento-de-ruptura%e2%80%9d/http://prodavinci.com/2009/07/30/ernesto-laclau-%e2%80%9ctodo-populismo-es-un-momento-de-ruptura%e2%80%9d/http://prodavinci.com/2009/07/30/ernesto-laclau-%e2%80%9ctodo-populismo-es-un-momento-de-ruptura%e2%80%9d/http://prodavinci.com/2009/07/30/ernesto-laclau-%e2%80%9ctodo-populismo-es-un-momento-de-ruptura%e2%80%9d/http://prodavinci.com/ -
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Sin embargo, esta idea deja planteado el debate socialismo versus capitalismo. Es
posible convivencia de los dos sistemas?
No creo que esa sea la forma de plantear el problema. El mercado internacional va a
tener que avanzar hacia formas ms amplias de globalizacin. Es necesario reformar
las instituciones econmicas internacionales y, tambin en la esfera internacional, la
regulacin de instancias estatales tendr que incidir sobre las normas de acuerdoscomerciales. Eso a cambio de no dejar sueltas a las fuerzas salvajes del mercado para
que produzcan efectos dislocatorios, pues el capitalismo globalizado crea todo tipo de
desajustes: ecolgicos, econmicos, sobre el empelo. Todo esto debe entrar en un
proceso de regulaciones De modo que no se trata de que el mercado mundial vaya a
ser capitalista y la economa interna vaya a ser planificada. Un elemento de mercado y
otro de planificacin tendrn que en los dos niveles.
Aunque suene muy tentadora esta compaginacin es realmente posible dentro de una
dinmica econmica guiada por actores hegemnicos a los que les interesa el juego
salvaje? No slo Estados Unidos, tambin China, India, Unin Europea.
Lo que es posible es que ciertos elementos de regulacin se establezcan a escala
global, pero estoy de acuerdo en que es un proceso largo. Ms bien se trata de un
horizonte al que debe apuntar antes que esperar efectos inmediatos. En el caso
latinoamericano, la redefinicin de los acuerdos con el fondo monetario internacional
que han hecho Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela. Hoy los lazos con los
organismos son ms flojos y la capacidad de intervencin del FMI se encuentra
limitada.
Habra que aadir la recuperacin de la soberana nacional de estos pases. Cul es elpapel de la soberana en las nuevas dinmicas?
Hay que hacer distinciones. No se trata ya de las soberanas del estado nacin, sino de
soberanas regionales. Iniciativas como el MERCOSUR expresan un punto de vista
regional que el estado-nacin no puede abarcar.
Cules son los nuevos trminos? En Amrica Latina vemos que adems de la
demanda de cambio e inclusin hay una desorganizacin social tremenda producto de
la informalizacin econmica y la marginacin social.
Lo que se da en la escena latinoamericana es una sociedad civil con muy poca
capacidad de autorregulacin. O sea que el momento de articulacin poltica pasa a
ser mucho ms importante. En los ltimos aos ha habido en Argentina una
organizacin social muy grande y de carcter horizontal como consecuencia de la
crisis econmica del menemismo. Sin embargo, esta movilizacin de tipo horizontal no
ha producido efectos directos en el sistema poltico porque no era una movilizacin
poltica. El lema de ellos era Que se vayan todos.
Bueno, esa es una declaracin poltica contra el statu quo.
Eliminar totalmente a la clase poltica es un arma de doble filo, porque siempre se va
a quedar uno y sin la participacin popular para determinar quin va a ser ese uno
puede terminar dndole poder a alguien indeseable. En cambio, cuando se votaron las
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elecciones del 2003, el dilema se resolvi dentro de la partidocracia ms tradicional.
La cosa sali bien porque quien termin elegido fue Nstor Kirchner que tiene como
uno de los ejes de su proyecto poltico tratar de crear una integracin entre la
movilizacin horizontal y los canales verticales del sistema poltico. Si eso se produce
el resultado ser una transformacin democrtica en la Argentina. Hay toda una
generacin poltica que est desapareciendo y hay actores nuevos y cuadros nuevos.
Un futuro democrtico, desde esta perspectiva, depende de esa ampliacin de laesfera pblica. Hay democracia siempre que actores que haban sido excluidos de la
esfera pblica comienzan a ser actores reales.
Cmo se produce esa articulacin entre la participacin horizontal y las instituciones
polticas constituidas que son verticales?
Siempre va a existir una tensin, pero lo importante es que sta no cristalice en
ninguno de los dos polos. Una protesta social que no produce efectos en el sistema
poltico se condena a la esterilidad y un sistema poltico que absorbe totalmente la
protesta social sin darle autonoma genera burocratizacin. Ninguno de estos dosextremos son buenos.
Ley histrica
Podra haber otro problema derivado: que el proceso de inclusin genere segregacin,
como ocurre en Venezuela.
No s mucho de la situacin de Venezuela de modo que no puedo contestar.
Pero como problema terico est planteado.
Sin duda, pero la poltica equivale a caminar entre precipicios, puede ladearse a un
costado o al otro. Qu pasa en otras reas del mundo? Si piensas en un rgimen
como el de Zimbabwe, vers que Robert Mugabe, quien fue un lder populista y
demcrata al comienzo, degener hacia un burocratismo que ya no refleja para nada
las demandas iniciales de esa sociedad. Pero tambin puede encontrar un lder como
Julius Nyerere, en Tanzania, que siempre pudo mantener un equilibrio entre el
momento populista y la participacin democrtica. Insisto en que no hay ninguna ley
histrica que implique que todo populismo tiene que degenerar en burocratismo.
Cul es la posibilidad ms estimulante?
Que entre el momento populista y el momento institucionalista se logre cierto
equilibrio. Yo he hablado de una lgica de la equivalencia y una lgica de la diferencia.
En la primera las demandas sociales son absorbidas individualmente por un sistema
poltico de partidos. El populismo divide a la sociedad en dos campos: el pueblo y la
oligarqua o el Estado, al que siempre hay que construir como enemigo. Un populismo
puro que destruye el momento institucional tiene todas las posibilidades de terminar
en burocratismo. Pero un institucionalismo que elimina la participacin poltica
tambin lleva a la esclerosis del sistema. Muchos de los sistemas polticoslatinoamericanos han sido destruidos no por el populismo, sino por procesos mucho
ms terribles como las grandes dictaduras militares, por un lado, y por el
neoliberalismo, por el otro. Como resultado, la reconstruccin de los sistemas polticos
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va requerir en Amrica Latina de una fuerte dimensin populista, por el hecho mismo
que el antiguo institucionalismo est en crisis.
Hemos convertido al neoliberalismo en un Gran Otro -o un gran ogro- para justificar la
instauracin de una nueva hegemona poltica, social y econmica que no funciona
tampoco.
Hay que preguntarse si ese gran ogro es apenas una ficcin o un chivo emisario. O si,
en realidad, es una amenaza al desenvolvimiento de la soberana, un real Gran Otro.
Es inquietante y terrible que se deposite en el neoliberalismo toda la culpa de los
fracasos latinoamericanos.
Bueno, hay una serie de fenmenos concomitantes con eso estoy de acuerdo.
Usted ha dicho que el momento del populismo en nuestras sociedades
latinoamericanas no puede prescindir de la figura del lder y que el avance de las
reformas est atado al lder. As que sin la articulacin caudillo-pueblo el cambio
social se frustra.
Una vez que se dan una serie de demandas insatisfechas, stas deben cristalizar
simblicamente alrededor de un dirigente. Por qu el lder? Mientras ms
institucionalizada se encuentre una sociedad ms la gente vive inmanentemente
dentro de un aparato impersonal. Pero mientras ms la gente se encuentre con las
races sociales a la intemperie, ms necesitar de una forma de identificacin exterior
a su experiencia cotidiana a travs de la cual reconstituir un sentido de la propia
identidad. Y en ese punto la figura del lder es central. Tenemos el caso de la crisis de
la IV Repblica en Francia. All hubo un proceso rpido de desinstitucionalizacin: el
sistema parlamentario de partidos no funcionaba, la guerra de Argelia estaba en un
punto lgido y otros factores que demandaban un cambio radical. Sin la figura de De
Gaulle ese cambio no se hubiese dado. No he encontrado ningn caso histrico en que
esta reconstitucin de la identidad nacional ocurra sin la personalidad ni la figura de
un lder.
Es decir que sin esta personalidad que arrastre y cree la cohesin entre la masa o el
pueblo y un proyecto poltico encarnado en esta figura la sociedad no avanza.
Si nos remontamos a los orgenes del peronismo, al principio aparece la figura del
descamisado, que tiene su equivalente en la revolucin francesa. Es el desarraigado y
excluido por el sistema. Esto era central en la identificacin popular con su
contrapartida que era la figura de Pern. A medida que avanzaba la construccin de
un nuevo Estado, el descamisado prcticamente desaparece del lenguaje poltico
peronista y se pasa a una nueva imagen -la comunidad organizada-, es decir la
institucionalizacin pasa a ser ms importante. Cualquier proceso de cambio lleva esa
a centralidad del lder en el primer momento y si el proceso es exitoso a una
institucionalizacin creciente de un nuevo Estado.
En qu momento deja el lder de ser relevante? Es algo que debera darse
lgicamente a partir del xito de la comunidad organizada.
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Lo fundamental es que el populismo no es una ideologa sino una forma de
constitucin de la poltica y eso puede darse en los discursos ideolgicos ms diversos.
Ahora si se da un caso de institucionalizacin, pensemos en el caso de Turqua y
Mustafa Kemal Ataturk. Es un caso de institucionalizacin relativamente exitoso. Al
principio la figura material de Ataturk era central, pero despus se fue desplazando
hasta convertirse en un smbolo, una especie de dios que est ausente. Por otro lado
sus sucesores han creado una sociedad que es completamente distinta. Su figura noha desaparecido pero no tiene poder material porque no hay herederos, aunque
Attatuk permanece como smbolo de la nacin.
Hasta que punto el lder puede transformarse en un obstculo para la
institucionalizacin de la comunidad organizada?
Es una posibilidad que el lder de un proceso se convierta en un factor
contraproducente, pero no es una fatalidad.
Histricamente hay muchos ejemplos de lo primero y pocos de lo segundo. Mugabe,por mencionar solo uno.
Tambin hay muchos otros en que el resultado ha sido diferente. Pern tena una clara
conciencia de la situacin a mediados de los aos sesenta, pero todos los factores
polticos organizados, fueran de izquierda o de derecha pedan su regreso. Recuerdo
que escribi una carta a una organizacin de izquierda a la que yo perteneca en la
cual deca, adaptndose al lenguaje que esta organizacin poda absorber, que las
revoluciones pasaban por tres etapas. La primera es la preparacin ideolgica, es
decir, Lenin. La segunda etapa es la toma del poder, es decir Trotsky. Y la tercera es
la institucionalizacin de la revolucin, es decir Stalin. Y aada que la revolucinperonista, para ser exitosa, tena que pasar de la segunda a la tercera etapa. En otras
palabras, Pern adverta en el horizonte los peligros de una pura movilizacin salvaje,
pero no se daba cuenta que para institucionalizar algo l tena que estar en el poder.
Como usted seala, al no ser una ideologa el populismo puede convocar todas estas
facciones diferentes, sin que esto provoque una cohesin ms all del lder.
Cada faccin tena una imagen del lder que era contradictoria con las otras. No era
un personalismo de poder el que soportaba las dificultades, sino que era un Pern
imaginario que cada faccin crea posible. Cuando el Pern real llega al poderencuentra que no puede controlar esas imgenes contradictorias.
**********
El desafo del chavismo
Desde el Caracazo y a lo largo de todos los aos 90, Venezuela entr en un proceso
de desinstitucionalizacin. Las instituciones no representaban mecanismos viables de
las demandas. Todo el mundo perciba que algn cambio radical en la forma de Estado
tena que ocurrir. Cuando esta situacin se da, segn la lgica de equivalencia de laconstruccin de un pueblo como agente poltico y la emergencia de un lder, son
elementos casi inevitables. Por eso es difcil que los sectores antiguamente
institucionalizados pueden volver. Simplemente porque esa institucionalidad ya estaba
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quebrada. Por lo tanto, la oposicin venezolana no puede ser una oposicin nostlgica
del antiguo institucionalismo. No creo que pueda haber un populismo sin una
ideologizacin del espacio poltico, porque el populismo siempre crea nuevas formas
de legitimidad que van en contra de las que existan anteriormente. Todo populismo es
un momento de ruptura. El desafo se encuentra en aceptar el cambio histrico que se
ha producido en la sociedad venezolana y bregar por objetivos nuevos. El desafo al
chavismo es crear un rgimen nacional popular que sea compatible con lasinstituciones democrticas. Yo no tengo ninguna prueba de que el chavismo vaya a
resolver mal este desafo. Puede haber un estado populista en el cual exista libertad
de prensa y opinin, y una oposicin constituida.
**********
Socialismo Vs consumismo
Usted dice que por suerte el neoliberalismo no est hoy tan cerca de Amrica Latina.
Cules son entonces los desafos que debe afrontar la izquierda en la regin?
Son varios los desafos al modelo econmico. En primer lugar ningn Estado, librado a
s mismo, puede producir un modelo econmico alternativo. Lo que puede suceder es
que se den espacios econmicos regionales ms integrales, como el MERCOSUR en
contraposicin con el ALCA. Hay que tener una poltica solidaria en la cual el punto de
vista de las pequeas naciones sea respetado.
Usted afirma que la democracia siempre es populista. Podra explicarlo?
Por democracia podemos entender dos cosas. O bien el funcionamiento de las
instituciones liberales. O bien podemos pensar en un tipo de actor democrtico y
colectivo que est inspirado en el concepto de la igualdad.
El socialismo?
El socialismo es un momento. La condicin democrtica empez hace doscientos aos
con la revolucin francesa cuando por primera vez el imaginario igualitario estuvo en
el centro del espacio pblico. Pero estuvo restringido al principio de la ciudadana.
Con el discurso socialista se expande a la esfera econmica. Despus otra serie de
discursos comienzan a expandir el discurso de la igualdad a la sociedad civil. Y ese es
el proceso en que estamos comprometidos hoy.
Puede expandirse el socialismo como un ideario de la igualdad en un mundo
dominado por la sociedad de consumo?
Si el mundo solo fuera una sociedad de consumo yo creo que el imaginario socialista
estara amenazado, aunque evidentemente el consumismo es una de las amenazas a
las reformas democrticas. Pero es ah donde la movilizacin de masas sirve para
crear ciertas formas de idealismo colectivo que pueden ir contra esa tendencia.
Dnde ocurre eso?
En Venezuela.
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No me diga! Aqu lo ms democrtico es el consumismo.
Uno de los desafos de los cambios que hoy suceden en Amrica Latina es mantener
abierta la pluralidad y reivindicar a los excluidos sin excluir a quienes antes estaban
incluidos. No es un trabalenguas.
Por pluralismo se pueden entender dos cosas distintas. Una implica participacin y
ampliacin de la esfera pblica. La otra niega el momento, necesario en mi opinin, de
la integracin populista. Cuando se habla de regmenes liberal democrticos, lo que se
olvida con frecuencia es que democracia y liberalismo tal como se ofreci a principios
del siglo XIX en Europa, no eran la misma cosa. El liberalismo era una ideologa
completamente respetable, una forma de organizacin poltica prestigiosa. La
democracia, en cambio, era un trmino peyorativo, algo vinculado al jacobinismo,
gobierno de la turba y ese tipo de cosas. Se necesito el proceso torturado de
revoluciones y reacciones de todo el siglo XIX para poner juntos liberalismo y
democracia. Esta fusin nunca se dio completamente en los pases latinoamericanos.
Los Estados latinoamericanos eran oligrquicos-liberales y caudillistas, pero no eranen absoluto democrticos. Haba un clientelismo total con las bases de sustento. El
resultado fue que, como consecuencia del desarrollo econmico, empiezan a surgir
sectores de clase media profesional, sectores populares de distinto tipo que tienen
demandas que los regmenes oligrquico-liberales son incapaces de resolver las
demandas de las masas. Es ah donde se produce un cortocircuito. En un momento las
demandas van ms all de la capacidad de absorcin de los sistemas liberales y
entonces empiezan cristalizar dictaduras militares nacionalistas que son
profundamente democrticas.
Perdn, dijo dictaduras democrticas?
S, es la idea de la dictadura del pueblo. Hacia 1910 hubo grandes esfuerzos
reformadores del clase media que trataban de ampliar las bases sociales del sistema.
Fue el caso de Irigoyen en Argentina, Surez Ordoez en Uruguay, Alexandri en Chile,
Madero en Mxico, Rui Barbosa en Brasil. Pero como resultado de la crisis econmica
de los aos treinta estos esfuerzos reformistas fracasan y el resultado es que estas
demandas insatisfecha se empiezan a expresar a travs de regmenes que ponen en
cuestin las bases de la organizacin liberal. En Argentina fue el peronismo, en Brasil
el varguismo, el MNR en Bolivia y as por el estilo. Es decir, reformas populares
democrticas pero que se desarrollan en un cuadro institucional no liberal. Latradicin popular-nacional-democrtica y la liberal-democrtica siguieron separadas. Y
yo pienso que solo en los ltimos 30 aos, como resultado de las dictaduras ms
brutales que el continente haya experimentado y que golpearon a las dos tradiciones,
es que stas tienden a convergir, pues ya no son incompatibles con el funcionamiento
democrtico-liberal de las instituciones. El imaginario global sigue siendo
popular-nacionalistas, pero las formas institucionales son perfectamente compatibles
con la idea las instituciones liberal democrticas.
En el caso venezolano, el proceso de reconocimiento de los sectores populares se ha
desarrollado en medio de resistencias que no son solo del establishment anterior, sino
que atraviesan la sociedad de manera transversal. Esto tiene que ver con un
acentuado temor a profundizar el personalismo y el conflicto que existe entre una
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tradicin civilista, que ha tenido pocas oportunidades de actuar, y una tradicin
militarista y autoritaria presente tambin en la poltica venezolana. Qu piensa usted
del apoyo y rechazo que convoca la expansin populista?
Desde el Caracazo y a lo largo de todos los aos 90, Venezuela entr en un proceso de
desinstitucionalizacin. Las instituciones no representaban mecanismos viables de las
demandas. Todo el mundo perciba que algn cambio radical en la forma de Estadotena que ocurrir. Cuando esta situacin se da, segn la lgica de equivalencia de la
construccin de un pueblo como agente poltico y la emergencia de un lder, son
elementos casi inevitables.
De hecho, Chvez fue apoyado por la mayora de la poblacin.
Por eso es difcil que los sectores antiguamente institucionalizados pueden volver.
Simplemente porque esa institucionalidad ya estaba quebrada. Por lo tanto, la
oposicin venezolana no puede ser una oposicin nostlgica del antiguo
institucionalismo. El desafo se encuentra en aceptar el cambio histrico que se haproducido en la sociedad venezolana y bregar por objetivos nuevos. El desafo al
chavismo es crear un regmen nacional popular que sea compatible con las
instituciones democrticas. Yo no tengo ninguna prueba de que el chavismo vaya a
resolver mal este desafo. Puede haber un estado populista en el cual exista libertad
de prensa y opinin, y una oposicin constituida.
Eso s, bajo constante amenaza e intimidacin.
En eso no quisiera entrar, pues estamos hablando del proceso.
Mi deber como periodista e intelectual es poner las cosas sobre la mesa. Aqu no todo
es color de rosa.
No veo este proceso color de rosa. Simplemente trato de entender lo que est
ocurriendo. Y como visitante no me corresponde opinar.
Como periodista debo decirlo y aadir que tambin hay segregacin poltica e
ideolgica.
Bueno, yo no creo que pueda haber un populismo sin una ideologizacin del espacio
poltico, porque el populismo siempre crea nuevas formas de legitimidad que van en
contra de las que existan anteriormente. Todo populismo es un momento de ruptura.
Lo importante es determinar cuando la tensin producida por el populismo es
productiva y cuando se vuelve destructiva.
El populismo puede terminar muy mal. Pero no es forzoso que eso suceda.
Volvamos a una pregunta anterior. Cundo puede el caudillo sofocar el proceso de
cambio.
El caso es el que representa Mugabe.
Dnde queda Castro?
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No creo que se equiparen. Castro es el lder de una nacin que ha estado sometida a
un bloqueo de 50 aos. El problema poltico de mantenerse en guardia contra el
bloqueo y la agresin es una constante de la poltica cubana. Adems el grado de
apoyo interno que tiene el rgimen de Castro es formidable. Creo que si Castro
muriera en este momento la revolucin cubana no desaparecera.
Pero est tambin el problema de la pluralidad democrtica que no existe en Cuba.
Mi opinin es que la relacin con Venezuela ha sido providencial para Cuba. Lo que
puede pasar es que a travs de una serie de reformas el proceso cubano se integre al
proceso latinoamericano. Eso sera muy importante para Amrica Latina porque la
otra alternativa es que la mafia cubana de Miami entre a controlar la isla y la siembre
de nuevo de casinos y burdeles.
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on Thursday, July 30th, 2009 at 12:32 am and is filed under Acadmicos, Desarrollo,
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