cuentos de locura para psicólogos cuerdos

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  • Cuentos de locura para

    psiclogos cuerdos

    Pedro F. Vzquez

    Coleccin

    Psicologa, Psiquiatra y Psicoanlisis

    www.librosenred.com

    Direccin General: Marcelo Perazolo

    Direccin de Contenidos: Ivana Basset

    Diseo de cubierta: Daniela Ferrn

    Diagramacin de interiores:Julieta L. Mariatti

    Est prohibida la reproduccin total o parcial de este libro, su tratamiento

    informtico, la transmisin de cualquier forma o de cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, registro u otros mtodos, sin el permiso

    previo escrito de los titulares del Copyright.

    Primera edicin en espaol en versin digital

    LibrosEnRed, 2011

    Una marca registrada de Amertown International S.A.

    Para encargar ms copias de este libro o conocer otros libros de esta coleccin visite www.librosenred.com

  • INTRODUCCIN

    Slo el mdico herido es capaz de curar.

    Carl G. Jung

    De las diversas carreras universitarias que uno podra elegir, la de Psicologa

    podra ser una de las ms controvertidas, no por su dificultad y no es que se trate tampoco de una ciencia practicable con facilidad, sino, ms bien, por el perfil que se requiere para el ejercicio de esta honorable profesin. De los

    psiclogos, la sociedad demanda personas normales, lo cual sera imposible si consideramos que, para algunos, la normalidad es una cuestin de grados, y que, para otros, simplemente no existe. Lo cierto es que, detrs de cada psiclogo,

    subyace una historia personal, la que incluye, entre otras cosas, una serie de traumas, complejos, problemas intrafamiliares, hbitos, ideologas, y un muy

    largo etctera. Unas de tales historias son ms desconcertantes que otras, y a

    razn de ello, por un algn ser estrafalario la psicologa habr de ser criticada con dureza y, por algn otro virtuoso, loada con generosidad, siendo la primera

    opcin, desafortunadamente, la ms recurrente.

    Los protagonistas de estas historias son psiclogos, pacientes y estudiantes de psicologa, y sus escenarios, en su mayora, no tienen tiempo ni lugar: mujeres y

    hombres ingenuos, irascibles, fbicos, depresivos, perspicaces, arrogantes,

    instruidos y, no obstante, enfermos, aun en su propia condicin de especialistas.

    El libro finaliza con El declogo del psiclogo cuerdo, una parodia hilarante de las reglas que implican el ejercicio de la psicologa.

    Cuentos de locura para psiclogos cuerdos es una obra que pretende mostrar el

    lado humano del experto en salud mental, de una manera un tanto exagerada y humorstica. No, acaso, se dice que todos los psiclogos estn locos? O que

    estudian esta carrera para resolver sus propios problemas?

    Al lector le corresponder dar respuesta a esas preguntas, pero antes de despertar controversia en torno a tan delicadas cuestiones, los invito a sumergirse en la

    mente de personajes extraordinarios e historias paradjicas sobre el

    comportamiento de los propios doctores de la mente y, sobre todo, a deleitarse en las situaciones que cada uno construir con sus oscuras motivaciones. Como el

    ttulo bien lo advierte, estos cuentos son para psiclogos cuerdos, si es que existen.

    El autor

  • EL PSICLOGO Y EL CHOFER

    El primer paso de la ignorancia es presumir de saber.

    Baltasar Gracin

    El psiclogo Ricardo Aragn manejaba cerca de treinta minutos todos los das, de su casa al trabajo, procurando siempre tomar un camino diferente, pues odiaba

    la rutina, mas no tanto como las comodidades que la vida le ofreca. De entre

    todas sus posesiones, apreciaba en particular su coche. El psiclogo Aragn era dueo de un Porsche negro metlico, con un sistema de sonido y navegacin no

    menos impresionantes que su cmodo diseo interior. Cuando el automvil sufri una avera, la necesidad y la prisa por llegar al trabajo lo condujeron una

    maana, como en sus aos escolares, a la vieja parada del transporte pblico, tan

    poco confortable, impregnada de olores distintos y desagradables; y tambin repleta de gente extraa, como aquellos hombres sudorosos ataviados con saco y

    corbata, el mendigo que dominaba con fluidez ms de dos idiomas, la seora con

    sus pavos camino a la gran ciudad y uno que otro comediante frustrado.

    Tras haberse preparado mentalmente para su arribo, ansiando la milagrosa

    aparicin de un taxi, el reloj le indicaba que si no parta en ese momento, no

    llegara a tiempo al trabajo. Dio entonces el primer paso en el microbs que lo conducira hacia su destino. Qu dramtico soy!, mi carro estar listo en unos das, y todo volver a la normalidad, no es posible que yo me angustie por algo tan tonto, se deca a s mismo para componer el semblante.

    El transporte era en verdad malo, en el sentido esttico: por fuera estaba viejo y

    sucio; por dentro, angosto, asfixiante, adems de estar adornado al frente con

    innumerables calcomanas y osos de peluche. Su segundo paso, debido a tanta distraccin, fue fatal. No haba logrado alcanzar el tercer escaln cuando tropez

    y cay justo a los pies del conductor, un hombre obeso, de barba hirsuta y con la camisa mal abotonada, quien al verlo resbalar no pudo evitar carcajearse. El

    psiclogo, molesto, recogi sus documentos, que se haban esparcido por el

    polvoriento piso, luego sac de su bolsillo la cuota de su pasaje, pag y le dijo al chofer:

    Por qu se ri de m, en lugar de ayudarme? Usted no lo sabe, pero yo soy psiclogo y ayudo a las personas a sanar sus emociones, trabajo con gente difcil, he salvado la vida de personas al borde del suicidio y matrimonios que se crean

    destruidos. Cada da me enfrento a la locura cara a cara, y usted, es solo un

    chofer de microbs, quin de los dos tiene la vida ms pattica?

  • Y el conductor, sin muestra del ms mnimo asombro ante tal argumento

    respondi:

    Usted.

  • UN NOVIO PARA ALEJANDRA

    Hombres necios que acusis a la mujer sin razn, sin ver que sois la ocasin de lo mismo que culpis

    Sor Juana Ins de la Cruz

    Al cumplir los treinta aos, Alejandra era la nica soltera de la familia. Siendo la menor de ocho hermanos, tanto ellos como su madre nunca perdan la

    oportunidad de preguntarle si frecuentaba a algn pretendiente o si tena por ah

    escondido al amor de su vida. Esa era la eterna pregunta que atormentaba a Alejandra, quien desde temprana edad se la pasaba anunciando a los cuatro

    vientos que nunca compartira su vida con un desconocido, pero que, sin embargo, deseaba ser madre algn da. Su inamovible idiosincrasia era resultado

    de sus recurrentes e intrusivos recuerdos infantiles en los que vea a su padre

    maltratar cruelmente a su madre da tras da. Slo la muerte de ese hombre infame le trajo la paz a su hogar, y desde entonces, jur jams dejar a su

    abnegada madre desamparada.

    Alejandra era, en apariencia, una persona inexorable de carcter, con un rostro hostil, mesomrfico y de prominentes pmulos; solo el color miel de sus ojos

    conservaba la inocencia y ternura de la nia que habitaba en su corazn. No era

    ni alta ni baja y ostentaba una esbelta figura que no era, en absoluto, el reflejo de su verdadera edad. Entre las caractersticas ms peculiares de su personalidad

    destacaba su criterio para seleccionar a sus amistades: no le importaba que fueran hombres o mujeres, jvenes o adultos, blancos o negros, ricos o pobres, pero

    deban tener como nico requisito, el ser homosexuales, de modo que, siendo ella

    de preferencia heterosexual, no corra el riesgo de enamorarse de ninguno de ellos. Su color favorito, el negro; lo que ms adoraba en el mundo, su madre; lo

    que ms detestaba, a los hombres. De stos ltimos, evitaba cualquier situacin

    que involucrara contacto fsico, lo que inclua besos, aunque fueran en la mejilla, abrazos de felicitacin e, incluso, darles la mano tan solo para saludar. An ms

    radical era su afn de buscar ayuda mdica, de una mujer, claro est, para romper su himen, algo que, desde la adolescencia, haba intentado lograr, realizando toda

    clase de actividades que, de acuerdo a los libros de biologa, la libraran de ese

    estorbo. De all que el apasionado fanatismo por la equitacin y el ciclismo de montaa significaban para la joven algo ms que simples pasatiempos.

    Ver a la madre de Alejandra sentada en su rstica mecedora de madera,

    preocupndose por su bondadosa hija, era cosa de todos los das. En su cabeza solo haba lugar para pensar en el porvenir de Alejandra, lo que sera de ella

    cuando su madre ya no estuviera.Tan sola, tan joven, demasiado apegada a m,

  • pobre, si tan solo se dejara enamorar y encontrara un buen muchacho, uno que la

    respetara y protegiera, me hara tan feliz se deca continuamente aquella mujer de cabellos blancos, quien llevaba cinco aos insistiendo a su hija para que

    asistiera a terapia psicolgica. A su parecer, algo haba mal en Alejandra, pero

    cuando se discuta el tema, pasaban semanas sin dirigirse la palabra, salvo para los buenos das y las buenas noches.

    Para qu un psiclogo? Para que me diga que estoy loca, y eso ya lo s y as soy feliz; si quisiera escucharlo de nuevo, te tengo a ti y a mis hermanos replicaba enfadada la recia Alejandra. Hasta que una tarde de agosto, las

    insistentes lgrimas de su adorada madre, que eran lo nico que causaba

    conmocin a su existir, lograron convencerla.

    Est bien mam, acepto tu propuesta de muy mala gana, pero, por el amor de Dios, deja de llorar dijo Alejandra con su irritable voz cuando se trataba de sentimentalismos. Esto no ofendi a su madre, sino, ms bien, la llen de alegra, pues conociendo tan bien a su hija, no esperaba respuesta ms dulce; adems,

    tena la firme conviccin de que pronto se lo agradecera.

    La misma Alejandra llam para confirmar su cita, la cual qued concretada para

    las cuatro treinta de la tarde del viernes. El psiclogo que la atendera era un hombre de edad avanzada, muy conocido en el gremio de la salud mental por su

    sentido del humor en lo social y por su inquebrantable seriedad en lo profesional. Para Alejandra, vejez era igual a experiencia, y si es que en verdad algo haba

    mal en su cabeza, solo una persona as podra ayudarla; de suerte tal que, por esta

    ocasin, hizo a un lado su prejuicio hacia el gnero masculino.

    El da de su cita, estando ya en la sala de espera del consultorio, la joven estuvo a

    punto de renunciar a su empresa. Sera tan fcil decirle a la secretaria que voy a comprar algo de tomar y no volver, mas antes de que el pensamiento la llevara al acto, se abri la puerta de aquel recinto.

    Pase, por favor dijo la voz grave del psiclogo.

    Por instinto, Alejandra comenz a mirar todo lo que haba en el lugar, y percibi

    a su costado izquierdo un tapete alfombrado, encima del cual se hallaban varios cojines grandes; detrs del escritorio se encontraba una pequea pecera habitada

    por un pequeo pez dorado.

    Bienvenida, Alejandra, dime, a qu debo el motivo de tu visita? expres el psiclogo con una sonrisa que pareci lo suficientemente genuina para motivar a

    la defensiva paciente a dialogar.

    Despus de varios minutos de hablar con cuidadosa libertad, Alejandra dijo:

    Y, bsicamente, esos son mis problemas, por eso estoy aqu, ya puede decirme que estoy loca.

  • El psiclogo la contempl seriamente y agreg:

    Dime, escuchas voces dentro de tu cabeza que te dicen cosas extraas?, has visto alguna vez cosas extraas o inusuales que nadie ms puede observar?

    No, jams respondi Alejandra.

    Entonces no ests loca; sin embargo, puedo notar que ese odio y evitacin hacia los hombres tiene origen en tu niez. En otras palabras, es posible que veas

    reflejada la imagen de tu padre en todos los hombres heterosexuales que conoces, por eso los repeles de tu vida dijo el psiclogo.

    Alejandra qued atnita al escuchar tal interpretacin, pues nunca haba pensado

    en semejante idea, al menos a nivel consciente. Despus de una pausa, respondi con escepticismo:

    Eso cree usted?, que veo a mi padre en todos los hombres? Y qu se supone que haga al respecto? As soy feliz; lo nico que necesito es a mi madre, con eso

    me basta y me sobra para sentirme completa.

    El psiclogo, combatiendo la hostilidad de su paciente con la serenidad de un

    monje tibetano, respondi:

    Tal vez podras darte la oportunidad de conocer a un hombre heterosexual, compaero de estudio o trabajo, vecino u otra clase de persona que encaje en esta categora, solo para comprobar si en verdad hay razones reales que justifiquen tu

    rechazo hacia ellos. Eso no significa que te enamores, ni te cases o te comprometas, solo date la oportunidad de conocerlos.

    La paciente, desconcertada por tales sugerencias, expres:

    A los hombres solo les importa el sexo. Quiz yo est loca, pero usted lo est an ms por decirme esas cosas. Fue un gran error haber venido, por lo que ni siquiera agradecer su tiempo dijo encolerizada, abandonando de inmediato el consultorio, solo detenindose, apenas, para dejarle a la secretaria los honorarios

    de la consulta; y, al salir del edificio, se propuso jams volver.

    Al llegar a su casa, su madre, quien no caba de dicha por ver a su hija volver de

    su primera terapia, no fue informada de lo desagradable que esto haba sido para

    Alejandra. Contrariamente, sta le dijo que todo iba bien, y que se esforzara por no faltar a ninguna de sus citas.

    Esa noche Alejandra tuvo una espantosa pesadilla, posiblemente por el

    remordimiento de haber mentido a su madre, o sera tal vez que alguna reminiscencia de lo platicado con el psiclogo haba logrado filtrarse en las

    profundidades de su mente. Se soaba siendo espectadora de su propia boda,

    vestida de blanco, en una majestuosa ceremonia donde se encontraban familia y amigos, todos disfrutando de aquella celebracin; mientras que ella se encontraba

  • atada de pies y manos a una silla situada en primera fila, contemplando como

    transcurra el rito nupcial, sin poder hacer nada al respecto para detenerlo, pues ella era invisible para todos.

    Con un violento sobresalto despert la aterrada Alejandra y se pregunt si lo que

    necesitaba realmente era conocer personas del gnero masculino, temiendo

    enamorarse sin querer. En estas cavilaciones se le fue el resto de la noche:

    Lo intentar, qu ms da concluy, cuando ya eran casi las siete de la maana.

    De entre todos los hombres que conoca, eligi al que, por intenciones

    aparentemente desinteresadas, la haba pretendido desde la secundaria; Carlos, un vecino que adems de ser corts y tener un empleo bien remunerado en una

    compaa petrolera, le agradaba a su madre. La invitacin para salir se la dio ella en persona, y le aclar que ni por un instante pensara siquiera en tocarle un

    cabello. l, que despus de tantos aos haba esperado al menos una palabra de

    desdeo por parte de Alejandra, acept con gusto la condicin.

    Transcurrieron dos largos aos de aquella amistad que, poco a poco, fueron suavizando el rebelde corazn de Alejandra. Haba das en que, incluso, era

    discretamente romntica, pero hasta entonces, nunca haba permitido que Carlos la tocase, aun si fuera para darle una bienvenida o un adis. A pesar de eso, el

    joven pretendiente pareca comprender, y su generoso trato hacia Alejandra no

    aminoraba en absoluto.

    Una tarde de aquellas en que, como dos desconocidos, se paseaban por la plaza,

    Carlos tom un clavel rojo del estante de una florera al paso, se la dio sutilmente

    a su amada y dijo algo que su corazn ya no poda demorar: Alejandra, te amo, quieres ser mi novia?

    Ella se sonroj, y despus de meditarlo unos segundos, respondi: S, s quiero.

    Al instante, l trat de besarla, sentir por primera vez sus labios, pero ella,

    cortsmente, lo rechaz.

    Lo siento, Carlos, an no creo estar lista para esto, disclpame dijo Alejandra con tristeza.

    No te preocupes, s que me amas tanto como yo a ti, y eso ser suficiente para que, un da no muy lejano, superes todos tus miedos; me enamor de tu persona, no de tu cuerpo respondi, confiado, el galante Carlos, mientras dibujaba al aire, con sus manos, un corazn.

    En su primer aniversario de novios, ambos haban prometido hacer algo especial para celebrar, y con un volado iban a decidir quin elegira el lugar y preparara

    una sorpresa para el otro; la suerte decidi que ese sera Carlos.

  • La noche tan esperada, Alejandra hizo todo a su alcance para lucir como una

    princesa sacada de un cuento de hadas. Su madre, que en la distancia y desde la sala, la observaba con deleite, estaba orgullosa de tener una hija tan hermosa, que

    por fin haba encontrado la felicidad al lado de un buen hombre: Ya ves cmo s te sirvi ir con el psiclogo!, deca.

    Alejandra, que nunca le haba dicho a su madre que slo haba asistido en una ocasin, se limit a responder: Definitivamente, s que haban sido tiles esas terapias.

    Se oy el bullicio de un automvil, era Carlos, quien, como todo un caballero, portaba ropa formal con elegancia y un perfume con exquisito aroma. Ambos se

    despidieron de la complacida madre y partieron hacia la sorpresa que el novio

    tena preparada.

    Se dirigieron hacia las afueras de la ciudad, ya que el destino era una lujosa

    cabaa que Carlos haba reservado para cenar y bailar con su amada. Justo frente

    a la puerta, ste le vend los ojos a Alejandra; luego, tomndola del brazo, la hizo pasar, cuidando de que no tropezara; finalmente adentro, Alejandra oy con

    claridad cmo pona llave a la cerradura.

    Para qu cierras con llave la puerta, mi amor? dijo la, hasta entonces, invidente novia.

    Eso es parte de la sorpresa, Alejandra y trat de besarla en los labios con ternura, pero ella lo rechaz de una forma involuntaria.

    Perdn, Carlos, en serio, es que yo dijo con afliccin Alejandra, an con la venda en los ojos.

    Sabes, desde que te conoc, me enamor de ti, de tu forma de ser, de la seriedad de tu mirada, de toda la bondad en tus actos. Pero con el tiempo, he descubierto que no cambiars, estoy harto de tus tontos miedos, as que, si no me

    complaces por las buenas, te tomar a la fuerza. Dicho esto, comenz a besarla con lascivia, rasg su vestido y abus de ella sin piedad.

    La desdichada Alejandra se desgarraba la garganta gritando, pero era intil; como en aquella terrible pesadilla, nadie poda escucharla.

    Carlos, por favor, djame ir, si me amas deca, ahogada en llanto.

    Cuando el agresor hubo terminado su fechora, la llev a un tramo inhabitado de

    la carretera y ah la abandon.

    En la tarde del da siguiente, Alejandra fue encontrada por un grupo de policas

    que circundaban aquel territorio. Se hallaba casi sin vida y an con la venda

    sobre los ojos; aquello era, quiz, una seal de la vergenza que le causaba su cruel infortunio.

  • Diez das despus, Carlos fue hallado por las autoridades judiciales en el stano

    de su casa, donde sus padres lo haban ocultado desde el da del incidente. Ahora cumple una condena de dieciocho aos en prisin, por el delito de violacin.

    La vida de Alejandra no volvi a ser la misma; por varios meses permaneci en

    estado catatnico, y desarroll, a la postre, esquizofrenia paranoide, motivo por

    el cual fue ingresada a un hospital psiquitrico, donde, hasta nuestros das, reside en el pabelln femenino de pacientes agudos.

    Cuando su madre la visit por primera vez en aquel encierro, la desteida

    vestimenta a rayas y la mirada perdida de sus ojos color miel le destrozaron el corazn. Fue entonces cuando expres algo que, en sus cinco sentidos, Alejandra

    siempre dese escuchar.

    Tenas razn, hija, todos los hombres son iguales.

  • UNA BUENA REPUTACIN

    Una onza de reputacin vale ms que mil libras de oro.

    Proverbio italiano

    A sus veintiocho aos, el psiclogo Leonardo Solano ostentaba los ttulos de psicoterapeuta humanista, psiclogo clnico, psicodramatista, sexlogo, terapeuta

    cognitivo conductual, hipnoterapeuta y terapeuta grupal, entre muchos otros

    reconocimientos acadmicos, que, con orgullo, exhiba en los muros de su consultorio. Ese enorme bagaje de conocimientos haba favorecido en demasa a

    su imagen como profesional de la salud mental y, en consecuencia, era bastante respetado en el hospital donde, desde haca dos meses, haba comenzado a

    laborar. Como no contaba con mucha experiencia desde su egreso de la

    licenciatura, especialidades y maestras encauzadas al rea clnica, todas cursadas en forma consecutiva, se haba propuesto estudiar hasta que, por s mismo,

    decidiera cundo se encontraba listo para buscar un empleo.

    La mayor parte de sus coetneos universitarios haban decido trabajar e, incluso, casarse a la par de su egreso, pero Leonardo diverga de esos caminos; para l,

    era insostenible la simple idea de ejercer una profesin sin estar suficientemente

    preparado en la teora, antes que en la prctica.

    Con toda mi trayectoria acadmica, me encuentro tan instruido que no puedo sino esperar una sobresaliente reputacin en este hospital se dijo, en su primer da de trabajo.

    En cierta ocasin, mientras regresaba de la visita mdica matutina hacia su consultorio, un hombre lo abord en el pasillo; se trataba de un individuo de

    mediana estatura, robusto, de facciones toscas, cuya piel morena pareca haber sido castigada por el sol en ms de una ocasin. Vesta con humildad y, en su

    rostro, as como en sus manos, eran visibles unas enormes cicatrices.

    Es usted el doctor Solano, verdad? dijo, consternado, el hombre.

    S, as es, puedo ayudarle en algo? dijo el psiclogo, intentando no sentirse tan sorprendido por tan sbito abordaje.

    Doctor dijo el desconocido, mientras trataba de contener unas lgrimas que empezaban a florecer en sus ojos, mi hermana trabaja aqu y me dijo que le buscara pa pedirle ayuda, porque, ver, yo creo que estoy loco. Dicho esto, rompi en llanto. Por favor, aydeme, yo me quiero morir, no me quedan ganas de seguir viviendo.

  • Est bien, tratar de apoyarle; primero, tranquilcese, que todo tiene solucin. Si me acompaa a mi consultorio, podremos platicar de por qu piensa de esa manera.

    Ambos se dirigieron hacia el consultorio y, en el camino, el psiclogo se

    preguntaba qu tan grave podra hallarse esta persona, mientras que el individuo,

    por su parte, sin dejar de sollozar, continuaba su lastimoso discurso.

    Yo me llamo Angulo dijo el afligido, en ms de una ocasin. Esto result hilarante para el psiclogo, quien, para calmarse, comenz a indagar sobre el

    desconocido.

    Y cuntos aos tiene, Angulo? pregunt.

    Treinta aos dijo el desventurado personaje.

    Y desde cundo sientes esas ganas de querer morir? cuestion el psiclogo, pensando en la idea risible de que sus deseos de morir pudieran deberse a su

    nombre.

    Desde siempre, porque mi ap nos abandon, y crec sin oportunid de s alguien en la vida, no se le ni escrib, crec al trancazo, de un rancho a otro, y cuando pienso en todo esto me pongo triste, me da por tomar y cuando llego a mi casa borracho me desquito con mi mujer y mi hijo, me enojo y quisiera

    contramatarlos a los dos, luego me pongo a llorar de arrepentimiento y deseo la muerte, porque nunca les dar nada bueno con el sueldo que gano.

    A qu se dedica? pregunt el psiclogo, que empezaba a entender que podra tratarse de un paciente de riesgo.

    Soy pin de albail dijo el afligido hombre, sin cesar su llanto.

    Y alguna vez ha intentado suicidarse? pregunt el psiclogo.

    Qu es suicidarse? expres el hombre, sollozando.

    Me refiero a que si antes ha tratado de hacerse dao o quitarse la vida respondi el psiclogo.

    S, hace tres meses guind una soga pa ahorcarme en una mata de ciruelas, pero mi mujer y mi suegro me detuvieron cuando me intentaba subir dijo el infeliz, ahogado en sus propias lgrimas.

    Por fin llegaron al consultorio, ambos tomaron asiento, y, a puerta cerrada,

    comenz esa consulta improvisada.

    Y qu cree usted que le provoca ese malestar emocional que usted manifiesta como deseos de morir, ira y tristeza? continu el experto.

    Mi pasado, doctor, mi infancia. Por las cosas que sufr creo que no valgo nada respondi el paciente, sin suprimir el llanto.

  • Ver, seor Angulo, que, a veces, el pasado, aunque sea tortuoso, tambin nos proporciona experiencias positivas; tal vez usted est haciendo omisin de ellas dijo el psiclogo, en tono flexible, y continu: Todo depende de la forma en que percibamos la vida.

    De modo inesperado, el paciente, el paciente, quien desde el principio haba

    evadido el contacto visual, lo mir fijamente con semblante de duda y, al mismo tiempo, dej de llorar, como quien cierra una llave de agua que no para de gotear.

    Doctor, qu es tortuoso?, qu es omisin?, qu es percibir?, ust no me entiende grit el hombre con quebranto y se march al instante arrastrando la misma crisis con la que el psiclogo lo haba encontrado.

    Al da siguiente, el psiclogo Solano encontr sobre su escritorio un peridico

    con el encabezado que expona: Estaba harto de la vida, sobre el lado izquierdo, se mostraba la foto de un hombre que penda de una rstica soga atada

    al cuello, el rostro era apenas reconocible por la lejana de la toma. El contenido

    enunciaba individuo de treinta aos, quien, en vida, responda al nombre de Angulo Gmez Priego, fue hallado sin vida, colgado de un ciruelo en su

    domicilio en... El suceso ocurri el da de ayer, alrededor de las 2:30 a.m. Anexada al peridico, yaca una nota escrita a mano: Me encargar de que su reputacin se desmorone cada da un poco ms. Por su ineptitud, es usted un

    peligro para sus pacientes, sealaba el escrito sin remitente.

    Quien dijera que lo ms sabio habra sido esperar hasta las ltimas consecuencias de este funesto incidente, no conoca a Leonardo, pues sin demora, el miedo hizo

    presa a sus pensamientos, convirtindolo en su propio juez y verdugo.

    Tantos aos invertidos en mi carrera! Y perderlo todo por algo que se sali de mis manos, cuando mi intencin solo era ayudar a ese pobre hombre! No

    quiero averiguar si esto ser cierto pens en voz alta, tomando a la par un sorbo de un buen caf que ya empezaba a volverse parte de su rutina matinal, y se dispuso en ese instante a presentar su renuncia. Tomando en cuenta sus

    erudiciones, tena la seguridad de que en cualquier otro hospital habran de contratarlo.

    De todas las personas que lo conocan en el hospital, ninguna lo volvi a ver por

    sus alrededores y, tras su retiro, todos en la institucin llegaron a saber lo

    sucedido con aquel paciente. Resulta ser que la autora de la nota era la hermana del extinto, una enfermera del segundo piso que tom la renuncia del psiclogo

    como un logro digno de ser divulgado a los cuatro vientos, sin importar dnde ni a quin.

    El psiclogo, por su parte, como consecuencia de aquella mala referencia, jams

    volvi a ser contratado en ningn otro hospital ni centro clnico del pas, lo que nos ensea, como dice el viejo adagio, que el chisme, es una moneda que

  • empobrece al que la recibe. Hoy se le puede encontrar en el centro de la ciudad,

    conduciendo un taxi amarillo con el nmero setenta y siete; por quince pesos, puede llevarle a cualquier parte y, si tiene suerte, hasta puede darle un buen

    consejo.

  • FOBIA

    Muy a menudo, el miedo a un mal nos lleva a realizar uno peor.

    Nicholas Boileau-Despresaux

    La seora Leticia Hernndez ngel era, en sus aos mozos, lo que cualquiera podra llamar una mujer normal de clase media. Viva con sus padres y dos hermanos en una cmoda casa ubicada en una colonia cercana a la gran ciudad;

    tena un novio amoroso y, con un ttulo de tcnica en administracin, haba conseguido un empleo como secretaria en un despacho contable cercano a su

    hogar, que, ms adelante, hubiera deseado jams haber aceptado.

    La labor de Leticia consista en encargarse del papeleo rutinario de la oficina, y en ocasiones, del manejo de las finanzas. Respecto de esto ltimo, su jefe le

    haba dado rdenes claras y precisas de ser muy cuidadosa, pues l tena dos hijas

    adolescentes que podan presentarse a pedir dinero, de un momento a otro, en su nombre, y estrictamente le estaba negado concederles tal favor, de otro modo

    habra de reponer el dinero con su propio salario.

    Tal como su jefe le haba advertido, las chicas se presentaron una maana pidiendo dinero de modo urgente, con el argumento de haber sido autorizadas por

    su padre. Mas, al no obtener ni un centavo de aquella leal secretaria, se

    marcharon muy molestas. Esta escena se repiti durante dos semanas consecutivas sin ningn resultado favorable para las obstinadas hermanas, lo que

    las llev a planear algo que, si bien no les dara el dinero que deseaban, al menos las hara pasar un buen rato vengndose de aquella inconmovible mujer.

    Sucedi entonces que un lunes, mientras Leticia tomaba un breve descanso en la

    oficina, se presentaron las hermanas, como de costumbre; a diferencia de que, en esta ocasin, la mayor sostena en sus manos una misteriosa bolsa grande de

    plstico color negro.

    Si vienen por dinero, saben de sobra que no les dar nada, as que les sugiero que no pierdan su tiempo dijo Leticia con seriedad, remojando una galleta en su taza de caf con leche.

    No, hoy no venimos a pedirte dinero, sino a darte una sorpresa respondi con sarcasmo la hermana menor.

    S, espero que te gusten las sorpresas, porque esta ser inolvidable, tmala como un agradecimiento por ensearnos que es mejor ganar el dinero trabajando

    que solo pedirlo agreg con malicia la mayor.

  • Entonces, sac de la bolsa una enorme serpiente albina de casi tres metros de

    longitud y sesenta centmetros de grosor, cuyo ftido olor a pantano fue apercibido por los presentes al ser liberada; y la coloc sobre el escritorio de

    Leticia.

    La imagen del gigantesco reptil arrastrndose apenas le permiti retroceder unos

    cuantos centmetros de su silla y derramar el caf y las galletas sobre los papeles apilados sobre su escritorio. Segundos despus del shock, comenz a gritar tan

    fuerte que todo el vecindario poda orla, aunque nadie apareci en su auxilio.

    Por lo visto, te gust, acaso no te gustara cargarla?, anda, vers lo cariosa que es dijo, carcajendose, la hermana menor.

    Buena idea, la cargars continu la mayor, levant la serpiente del escritorio y la coloc frente a Leticia. Te dar tres segundos para que corras lo ms lejos que puedas, antes de que te alcance y la serpiente te devore, entendido! prosigui la prfida hermana mayor.

    No pasaron siquiera ni dos cuando Leticia emprendi la huda ms veloz de su

    vida. Desesperada y hecha un mar de llanto recorri ms de dos kilmetros por varias colonias de la ciudad, hasta perder de vista a su victimaria.

    Cuando, por fin, se detuvo, completamente fatigada y a punto de desmayarse, se

    percat de que haba llegado a las afueras de la ciudad, muy lejos de su hogar. Entonces, frente a aquel paisaje, se arrodill a desahogarse con ms desconsuelo;

    al cabo de unos minutos, recobr el aliento y se dispuso a volver caminando a su lugar de trabajo, avergonzada de cuantos pudieron haberla visto correr por las

    calles como una loca y un poco paranoica respecto de todo lo que vea a su paso.

    Al llegar a su destino, solo encontr un jefe furioso que la despidi de inmediato por haber abandonado sus deberes y haber destruido importantes documentos del

    despacho; y no le dio tiempo para que explicara sus razones.

    Veinte aos despus, a la seora Leticia solo le quedaba un matrimonio casi destruido por las limitaciones que padeca debido a su inmenso miedo a las

    serpientes y ese terrorfico episodio que poda contar una y otra vez, detalle a

    detalle, sin dejar de sentir lo mismo que aquella ocasin.

    La fobia de Leticia haba llegado al extremo de no permitirle siquiera ver una serpiente dibujada, ni en fotos, mucho menos contemplarla en la televisin;

    tampoco poda salir de su casa a comprar, ni realizar tareas simples dentro de ella. Para eso, haban contratado a una seora que realizaba todos los quehaceres,

    y cuando Leticia quera ir al bao en la mitad de la noche, prefera aguantarse las

    ganas, pues senta que, en cualquier parte, se encontraba asechada por serpientes. Cuando cumpli los cuarenta, empez a involucrar a sus hijas en sus temores les

    deca todo el tiempo que no caminaran por donde hubiera csped, que no practicaran deportes y que, despus de las seis de la tarde, tenan prohibido salir.

  • Estas, al observar el sufrimiento de su madre, le sugirieron ir al psiclogo; no

    obstante, para asombro de ellas, Leticia no saba ni lo que eran ni lo que hacan los psiclogos, as que comenzaron por explicrselo y, al final, accedi.

    El da de la cita, Leticia estaba hecha un manojo de nervios: Ser posible que alguien pueda ayudarme a superar este malestar que me ha durado tantos aos?

    Si no pudieron ni los curanderos, ni sacerdotes, ni tantos remedios que me han purgado hasta el alma, se deca Leticia, interiormente.

    Cuando la seora entr, por fin, al consultorio, le pareci un lugar seguro; el

    orden y la limpieza del lugar le brindaron, por un momento, una sensacin de paz, aunque haba un detalle que le llam la atencin: en una de las esquinas, se

    hallaba un trapeador hmedo, lo cual le pareci extrao, pero trat de excluirlo

    de sus pensamientos.

    Despus de or el motivo de la consulta y la historia de la seora Leticia, el

    psiclogo determin de inmediato que todos los sntomas apuntaban hacia un

    trastorno de estrs postraumtico: recuerdo intrusivo del evento traumtico, pesadillas, falta de respuesta al entorno, anhedonia y evitacin de las actividades

    evocadoras del trauma. Todo manifestado a travs de una fobia a las serpientes.

    Haremos lo siguiente, seora: para que usted empiece a perder este miedo, ir desensibilizndose poco a poco mediante el acercamiento al estmulo que le

    afecta. Por supuesto, no va a tocar una serpiente, empezaremos con que pueda verlas sin que le genere temor, le parece?, dijo, afable, el psiclogo.

    Muy bien, usted es el experto, yo estoy a sus rdenes respondi la seora, con una sonrisa.

    Bien, le pedir que cierre sus ojos, que respire profundamente y se relaje ah donde se encuentra sentada dijo el psiclogo.

    Al observar que la seora sigui de modo correcto la instruccin, prosigui

    Ahora imagine una serpiente muy pequea, colorida, est retirada de usted, no puede daarla, visualcela en su mente.

    No puedo, es decir, no puedo siquiera cerrar los ojos, psiclogo, quiz crea que estoy loca, pero desde que entr no he dejado de pensar que en ese trapeador que

    est a su costado hay una serpiente escondida dijo la seora, temblando.

    Ese trapeador debi haberlo olvidado la conserje de la tarde, no se preocupe, estamos en un hospital, es imposible que entren serpientes aqu, lo que usted

    tiene es un miedo irracional que la hace ver cosas donde no las hay dijo, con sosiego, el psiclogo.

    Bueno, es posible, pero, para tranquilizarme, podra sacudirlo?

    Claro, pero lo haremos juntos, y ver cmo no hay nada. Usted tomar un extremo y yo el otro manifest el psiclogo.

  • As lo hicieron. Para su sorpresa, no haba una serpiente, sino un pequeo nido de

    corales rojos, entrelazados, reptando uno sobre otro acompasadamente, y, al sentir invadido su espacio tras remover el trapeador, las pequeas serpientes se

    dispersaron por todo el consultorio.

    Pronto, aquel miedo irracional de la seora se torn real, y el terror se apoder de su ser, pues desde aquel evento traumtico, jams haba vuelto a tener contacto con otra serpiente en ningn otro lugar ms que en sus fantasas.

    El psiclogo, estupefacto por el suceso, no pudo ms que salir de inmediato con

    su horrorizada paciente a un lugar seguro.

    En cuestin de treinta minutos, el rea de psicologa y los consultorios cercanos haban sido completamente evacuados.

    Ni las autoridades del hospital ni el personal de limpieza pudieron determinar

    cmo haban llegado esas serpientes a anidarse en aquel lugar.

    El psiclogo continu con su prctica profesional, tratando de olvidar aquel desastroso acontecimiento, aunque en forma permanente deba disimular que an

    se senta perturbado sobre los recovecos de su consultorio.

    Aquella fue la ltima vez que la seora Leticia trat de buscar ayuda para superar sus miedos. Ahora no solo tema a las serpientes, sino que haba desarrollado una

    nueva fobia: a los psiclogos.

  • EL SANADOR INSANO

    Qu locura o qu desatino me lleva a contar las ajenas faltas, teniendo tanto

    que decir de las mas?

    Miguel De Cervantes Saavedra

    Para la Psicologa, los rituales y pensamientos obsesivos frecuentemente se producen con un propsito y un enfoque basados en la edad. A travs de ellos,

    solemos aprender nuestras primeras nociones del orden, limpieza y socializacin;

    claro est, si es que una de estas no se vuelve tan significativa que no nos podemos desprender de ella, al grado de llegar a coartar nuestra propia libertad.

    Alfonso Hernndez Cruz, Poncho, como lo llamaban de cario en su familia, haba aprendido esto y ms sobre el trastorno obsesivo compulsivo, una etiqueta impuesta por varios especialistas en salud mental, con la que empez a vivir a

    partir de los veinte aos, cuando not que en su conducta haba algo diferente a la

    de un chico promedio de su edad. Todas las maanas, Poncho llevaba a cabo un ritual que marcara su da, si es que todo sala bien, aunque, si algo desviaba el

    ritual, seguro que habra problemas. Al despertar, tomaba un bao y, al terminar, se miraba en el espejo frente al lavabo, en el que solo poda reflejarse su cara y su

    torso; luego palpaba y nombraba cada parte de su rostro: Este es mi cabello, estos son mis ojos, esta es mi boca y as sucesivamente, hasta terminar mencionando hasta el ms pequeo lunar que vislumbraban sus ojos. El ritual

    finalizaba cuando, al vestirse, se cercioraba de que toda su ropa estuviera correctamente colocada. Para ello, haba establecido que la colocacin de cada

    prenda tena su propio nmero de pasos: para su camisa, contaba en voz alta

    hasta el siete, equivalente a los siete botones de este atavo, los que nunca deba poner de forma incorrecta; para el pantaln, eran dos pasos, para el cinturn tres

    y, para los zapatos, cuatro movimientos en cada nudo. Cualquier interrupcin era

    motivo para empezar de nuevo todo el ritual, y, como una manera de evitarlo, una vez que pona un pie fuera de la cama, sala de inmediato a su puerta y

    colocaba un cartel fosforescente escrito en letras maysculas que indicaba: NO ESTOY, NI INTENTE TOCAR. VOLVER EN DOS HORAS. Luego se dispona a desconectar cualquier artefacto de su casa que pudiera ocasionar ruido,

    comenzando por los telfonos y un reloj digital que tena en la sala. Entonces, y solo entonces, despus de haber realizado al detalle el ritual antes mencionado,

    poda salir de su casa.

    Alfonso haba consultado a diversos especialistas en busca de un cambio y de entendimiento de su extraa conducta, y en ninguno encontr tanto apoyo como

    en Jos Luis Miller, un psicoanalista de edad madura, de quien reciba terapia

  • desde haca ms de cinco aos, sin ningn cambio significativo. A pesar de esto,

    el paciente asuma una persistencia y puntualidad solo atribuible al establecimiento de una buena transferencia.

    Cierto da, estando en la consulta, Alfonso cont a su analista un sueo que lo

    haba dejado totalmente perplejo, y el cual no lograba entender: Anoche so que era un nio, y la sombra de un hombre alto y robusto me jalaba del brazo con fuerza, luego me colocaba frente a un enorme espejo y me gritaba: T no eres nada ni nadie. Entonces, desapareca la sombra y me quedaba solo frente al espejo, ms no poda reflejarme en l.

    El psicoanalista hizo un ademn pensativo: Podra usted hablarme de cmo fue la relacin con su padre en la infancia?, cuestion, con su soporfero tono de voz.

    Alfonso respondi al instante con una mueca y trat de recordar: Ya le he dicho antes que esa pregunta me incomoda, en realidad no tengo muchos recuerdos

    sobre mi padre, yo era muy pequeo cuando nos abandon a mi madre, a mis hermanos y a m, no hay nada de l que venga a mi mente, supongo que no

    tuvimos tiempo suficiente para convivir, respondi con apata el paciente.

    Y por qu se fue?, te ha dicho tu madre? replic el analista.

    No lo s; antes de su fallecimiento, mam siempre trat de ocultarme la razn que tuvo para marcharse dijo Alfonso, mientras pretenda rascarse la cabeza, tratando de evadir la contumacia del experto.

    Vamos Alfonso, es importante que recuerdes algn evento bueno o malo al lado de tu padre, esto podra ayudarte, despus de tantos aos de buscar una

    respuesta a tu conducta; hazlo por ti, se trata de tu terapia, tu camino personal

    hacia el cambio expres el psicoanalista, alzando la voz en un tono enrgico.

    Alfonso cerr los ojos, los oprimi un instante, luego los destens lentamente y

    as se mantuvo por varios minutos, hasta que decidi romper el silencio, an con

    los ojos cerrados.

    Estoy en mi cuarto, visto una pequea playera estampada, juego con mi pelota. Ahora escucho un ruido en la recmara de junto, me asomo, sosteniendo mi

    pelota, la puerta est abierta y ah se encuentran mis padres discutiendo. Mi madre llora y me pide que me retire, mi pap la golpea tanto que la deja

    inconsciente sobre la cama...! Detente!, digo, pero no escucha. Despus se dirige hacia m, me toma del brazo y me conduce hacia un enorme espejo, frente al cual mam sola arreglarse todas las maanas. Me dice, en tono amenazador,

    Mrate bien, acaso te pareces a m?, siempre lo sospech, mrate bien, no eres nadie, no eres nada. Acaso luces como yo? No, porque no eres mi hijo, no eres

  • nadie. Dicho esto, Alfonso ces de hablar, se llev las manos a la cabeza y comenz a llorar: No puedo ms, no, no, no soy nadie.

    El psicoanalista se restringi realizar acto cualquiera, hasta que vio disminuida su afliccin.

    Dgame, Alfonso, a quin buscas, entonces, todas las maanas, cuando te miras al espejo? expres el analista.

    El paciente torn su semblante de congoja al de asombro: Eso es!, dijo, con efusividad.

    Acaso dudas de tu propia existencia? Cmo te demuestras a ti mismo que existes realmente? Cmo sabes que eres t? enfatiz el psicoanalista.

    Esas preguntas fueron para el paciente lo anlogo a la iluminacin budista, un insight, hacer click qu ms daba nombrarlo de modo alguno, si haba generado un cambio. Ni cinco aos de terapia, ni tres de medicarse con

    Paroxetina le haban revelado a Alfonso lo que una noche descubri a travs de un sueo.

    La sesin se dio por terminada, Alfonso se despidi de Jos Luis de la forma

    habitual, pero ambos intuan que sera la ltima vez que se veran, al menos, como terapeuta y paciente.

    Al anochecer, cuando el psicoanalista hubo terminado todas sus consultas, se

    retir a casa, y al llegar, dio lugar a una peculiar rutina que haca aos vena efectuando: estacion su coche frente a la acera de su domicilio, aplaudi dos

    veces al bajar, dio dos pasos a la derecha, dos a la izquierda, camin con cautela

    slo sobre los mosaicos rojos de su terraza, hasta quedar justo frente a la puerta, donde, con sus dos manos coloc la llave, gir la perilla y finalmente entr a su

    solitario hogar.

  • UNA TARDE CON LA TERAPEUTA FAMILIAR

    En las grandes crisis, el corazn se rompe o se curte.

    Honor de Balzac

    Desde nia, Johana siempre se haba interesado por las dinmicas familiares y la forma en que las personas convivan sanamente en un hogar. De los seis a los

    doce aos, jug el papel de intermediaria en las discordias de su propia casa y, en

    ms de una ocasin, logr reconciliar a sus padres y hermanos entre s, cuando la estabilidad familiar amenazaba con romperse por lo que, para ella, no eran ms

    que insignificancias de la vida cotidiana. De los trece a los dieciocho era la que daba mejores consejos de amor a sus amigos, y pronto se gan la fama de

    consultora en asuntos afectivos, cual mujer adulta, aunque en aspecto era una

    chica joven, regordeta y charlatana.

    Su vocacin estaba definida, as que se inclin hacia la Psicologa y, como aadidura a su ciencia, estudi un postgrado en psicoterapia familiar y de pareja

    con enfoque sistmico.

    Johi, como le decan sus amigos, era ahora la psicloga Johana, y haba establecido, incluso, su propio hogar. A los treinta aos se consideraba toda una

    mujer autorrealizada.

    Pero no todo fue color de rosa en su vida; sbita, la tragedia toc a su puerta, y de aquella desgracia jur nunca hablar a nadie. A pesar de todos los altibajos de su

    vida, la psicloga contino ejerciendo su profesin sin alteraciones emocionales

    aparentes.

    Cierta tarde, acudi a su consultorio particular una mujer madura, graciosamente

    vestida y maquillada, en cuyo rostro se poda leer la insatisfaccin y la desdicha.

    Acuda a consulta por recomendacin de unos amigos del trabajo, al parecer, era de la mejor terapeuta del estado, y los cuantiosos y variados diplomas colocados

    en la pared de su estudio parecan confirmarlo.

    Inmediatamente despus de llenar su ficha de identificacin, la psicloga procedi amablemente a hacer la pregunta de inicio:

    Y qu le trae a consulta?

    La paciente coloc su bolso dorado sobre el escritorio y tom una posicin ms

    relajada para hablar: Ver, psicloga, yo soy casada desde hace tres aos, vivo con mi esposo y una nia de un dos aos. En apariencia, todo est en orden en

    nuestro matrimonio, excepto una cosa, mi pareja pasa ms tiempo con su madre

    que conmigo. Desde que nos casamos, mi hija y yo hemos vivido prcticamente

  • en el abandono por parte de l, privadas de atencin, cario y apoyo econmico.

    Incluso me he visto en la necesidad de trabajar horas extras para solventar mis propios gastos y los de mi hija, porque de l no percibimos ni un centavo durante

    varias quincenas; y, sin embargo, no me atrevo a dejarlo porque tengo la

    esperanza de que recapacite y nuestro matrimonio se salve. Yo entiendo que quiera a su madre, pero no estoy de acuerdo con que, por estar tanto tiempo con

    ella, se olvide de nosotras. Es por eso que estoy aqu, psicloga, tal vez usted

    pueda orientarme.

    La psicloga se puso de pie, como meditabunda, y su semblante cambi

    improvisadamente, como si las palabras de la paciente hubiesen hecho mella en

    sus propias emociones. Entonces expres con arrebato: El problema es claro, seora. Y su gesto se torn colrico en forma brusca, luego golpe su escritorio con las dos palmas y continu su acalorado sermn: El problema es usted, no l. El problema, seora, es que usted es una egosta. Acaso no puede entender lo que es el amor de madre? No sabe usted lo importante que es para una madre

    pasar tiempo con su hijo? Hace aos, yo perd al mo en un terrible accidente, y no sabe lo que yo dara por tenerlo de nuevo a mi lado y recuperar todo ese

    tiempo que no compart con l. Transfigurada ya en una energmena, la psicloga seal a la paciente con el dedo ndice de su mano derecha y agreg las siguientes palabras: Insisto, es usted una egosta, egosta!, la peor de todas. Dicho esto, estall en copioso llanto sin poderse controlar, y se postr sobre su escritorio, lanzando cuanto haba sobre l. En instantes, todo se hallaba

    desordenado dentro del lugar, papeles, libros y lpices volaban hacia todas partes

    en lo que, minutos antes, haba sido un recinto de paz.

    La paciente, aterrada, no tuvo ms opcin que armarse de valor para huir de aquel desquiciado panorama. Mientras la psicloga continuaba en su crisis

    nerviosa, la audaz mujer tom su bolso, que yaca sobre el suelo y, lentamente, procurando no hacer ni el ms mnimo ruido, se puso de pie, camin hacia la

    puerta y, con la misma precaucin, gir la perilla; hall de ese modo la justa

    libertad del espeluznante caos. Al verse a salvo, se dirigi de prisa hacia la acera, recordando lo que acababa de presenciar y, con el escaso aliento que se aferraba a

    su pecho, murmur con alivio: Loca!.

  • LOS PSICOANALISTAS Y EL AMOR

    El amor es dar lo que no se tiene.

    Jacques Lacan

    En un departamento situado en las entraas de la urbe, se hallaban dos amantes no enamorados, psicoanalistas de profesin, un hombre y una mujer. Ambos

    charlaban sobre diversas cuestiones triviales acontecidas en su quehacer

    cotidiano.

    El nexo entre ellos haba surgido en sus aos escolares. La primera vez que se

    haban visto en el patio de la escuela, ambos experimentaron algo que no

    supieron si definir como dj vu o la inconfundible sensacin de reflejarse en un espejo. En su apariencia fsica, no tenan nada en comn, l era un ao mayor y

    tambin ms alto; ella, por su lado, era de rasgos femeninos muy suaves y

    delicados, de constitucin pequea y delgada. Pero haba algo en sus personalidades que, sin saberlo, compartan mucho antes de conocerse. Desde su

    ingreso a la escuela primaria, l pareca parte del mobiliario, se sentaba en su pupitre y dejaba ah su larga figura hasta que sonaba el timbre del recreo, y, en el

    patio, se paraba siempre en el mismo lugar. Ella, a su vez, sola contestar con

    monoslabos a casi todo, era experta en la economa de frases, no era agradable ni desagradable, oscilaba entre la hipersensibilidad y la anestesia afectiva. Cuando

    nios, siempre defendieron la idea de que la felicidad consista en cosas tan bsicas como comer, dormir y tener un techo donde vivir. Solan bromear sobre

    lo que seran de adultos; l aspiraba al quehacer annimo de un velador en alguna

    parte, mientras que ella poda visualizarse sin problemas como guardia de seguridad en una panadera. Al final eligieron el psicoanlisis para descubrir las

    enigmticas motivaciones que llevan al ser humano a desear y sufrir por

    necesidades inventadas.

    El paso del tiempo los haba transfigurado de acuerdo a los estereotipos propios

    de la profesin. En esa ocasin, ella llevaba un largo vestido blanco de algodn,

    acompaado de una chalina negra, ancha, y enseaba los hombros de manera que, hacia el doblez, quedaba un poco descubierto y anudado adelante; como

    complemento a su grcil figura, adornaba su cuello con accesorios de plata,

    maquillaje moderado y el cabello suelto, pero peinado. La indumentaria de l emulaba la misma formalidad, pero con ms simpleza. Vesta una camisa de

    mangas largas color azul tenue y un pantaln negro, ambos impecablemente planchados, y, a su costado, yaca su inseparable maletn negro de piel, el cual

    portaba siempre, sin excepcin, sobre su hombro derecho. Como elemento

    adicional a su apariencia, luca una barba abundante y bien afeitada.

  • Media hora discurri entre asuntos laborales, el trfico, los gastos, la poltica,

    esos asuntos estresantes de la existencia de los que nunca pudieron huir con xito. Hubo un momento en que sus miradas simulaban no tener nada ms que

    decir, por lo que, en la escena decorada por cuatro tazas de caf vacas y dos

    humeantes colillas de cigarro, rein el silencio. Fue entonces cuando la dama se atrevi a hablar de algo que, hasta entonces, haban procurado jams mencionar

    en sus intelectuales coloquios: el amor.

    Alguna vez te has preguntado lo que es el amor, ms all del psicoanlisis? El mundo parece vivir y morir de amor, todos hablan de l, y, como tantas cosas

    aplicadas a la vida, cada quien lo interpreta a su manera. Ms all de lo que

    hemos aprendido a travs de los incontables seminarios y libros de psicoanlisis, no he encontrado una definicin que me convenza del todo. Mi concepto ms

    reciente es palabra que genera cuantiosas ganancias econmicas a la industria musical, televisiva y de tarjetas postales, qu te parece? dijo la analista con una sonrisa dibujada en sus labios. Luego se retir de sus hombros la chalina que

    pareca empezar a provocarle calor, dejando al descubierto el sensual escote de su largo vestido.

    l la mir con suma seriedad y sbitamente le respondi con una mueca que

    pretenda ser sonrisa: De hecho, el amor le genera ganancias econmicas a casi todo lo que sea vendible. Pero en verdad es un ingenioso concepto, adems

    de que, por un instante, has estado a punto de hacerme rer. Y sobre tu pregunta,

    te dir que yo prefiero quedarme con lo que dicen los libros. Defiendo la idea de que aquello que solemos llamar amor no es ms que una conducta narcisista; es

    decir, que las personas solo aman lo que han sido, lo que son y lo que ambicionan

    ser. No olvides lo que el sabio Freud expresaba al respecto, pasin solo hay una: yo mismo, respondi el caballero con un aire de arrogancia y se quit sus mocasines negros con discrecin por debajo de la mesa.

    Lo cual implica que lo primero que se le ocurre al pequeo humano al sentirse desamparado es la relacin con el otro, ya que, por s sola, la libido no podra

    satisfacerse y elige como primeros objetos a aquellas figuras que en ella

    intervienen. Eso tambin lo s, y, sin levantar sospechas frente a su anfitrin, lentamente se zaf las zapatillas, y disfrut con sus pies la finura de la alfombra.

    Y, desde entonces, la demanda amorosa ser una tendencia a pedirle al otro que sea ms de lo que es, por lo que siempre habr discordancia entre el objeto amado y el encontrado objet el analista.

    Pero ms all de la razn, te has preguntado cmo se sentir enamorarse? Ya sabes, planear el primer encuentro pasional, con chocolates y ptalos de rosa sobre sbanas blancas, a veces deseara deshacerme de todos estos pensamientos y entregarme a esas sensaciones romnticas, aparentemente

    perfectas y efmeras expres deseosa, su compaera.

  • El analista cogi una de las tazas de la mesa y la llen del caf, que ya estaba fro

    tras haberlo olvidado entre sus dilogos; entonces, continu: Enamorarme, yo?, no lo creo. Si alguna vez sent algo as, fue el da en que te vi por primera vez,

    espero no lo malinterpretes, dijo el psicoanalista; luego, desaboton su camisa, la retir y la coloc detrs de su silla.

    Ella respondi al cumplido con un rubor en sus mejillas que le fue imposible disimular.

    El analista prosigui: Aunque no entiendo, en verdad, tu afn por sentir algo as; sin embargo, reconozco que describir el enamoramiento como algo perfecto y efmero es acertado. El enamorado elige a su objeto amoroso, como tambin

    sabemos, de manera narcisista. Los defectos no pueden verse, no hay una sola

    posibilidad, en ese estado mgico, de ver la castracin: el otro es completo. Y lo peor de todo es que, en cualquier momento, llegar el desencanto. Deberas

    sentirte contenta de no abrigar algo as.

    Y, en tono notablemente sarcstico, la dama replic: Por supuesto, qu tonta soy, por Dios, olvidaba que en la ceguera amorosa se sobreestima al objeto y se

    teme, como consecuencia, el empobrecimiento del yo. Luego viene la decepcin,

    la separacin, dicho esto, sin cambiar el semblante inconforme de su rostro, se puso de pie para quitarse el vestido y puso a la vista las torneadas formas de su

    cuerpo, an protegido por dos prendas de encaje. Despus se dirigi hacia su escptico amante, le acarici el rostro y agreg: Quiz tengas razn, tal vez el psicoanlisis tenga razn. Pero el amor est tambin relacionado con la prdida,

    si las cosas no se perdieran, si todo estuviera seguro, si no furamos entes fugaces y mutables, el amor no existira, o no tendra sentido.

    El psicoanalista, semidesnudo, se puso de pie, dio un beso en la frente de su

    hermosa compaera y aadi: No s porqu aqu ni por qu ahora, pero concluyo que, si he de perder, prefiero no tener.

    Ella, a punto de abandonar aquel infructuoso debate, decidi hacer una ltima

    pregunta a su fro amante: Y no has pensado quin nos cuidar cuando lleguen a nuestros aposentos la vejez y la enfermedad?.

    Con indiferencia, su interlocutor respondi: La vida es demasiado complicada para pensar en esas nimiedades. Si morimos o enfermamos, donde sea, habr

    alguien que se encargue de nosotros. Yo me conformara con que echaran mi cuerpo a una poza y que la naturaleza hiciera el resto.

    Aquellas palabras impetuosamente exacerbaron el fuego que arda en la bella

    psicoanalista, quien, con prisa, desprendi de su tersa figura las prendas faltantes y luego, as, las de su compaero. ste la tom con fuerza entre sus brazos y,

    mientras la cubra de besos, le oy decir al comps de su jadeante respirar: De tus espinas siempre tomar la rosa.

  • Y se entregaron a la pasin de sus cuerpos

  • OJOS QUE NO VEN, MANOS QUE NO SIENTEN?

    No todos los que ven, han abierto los ojos.No todos los que miran, ven.

    Baltasar Gracin

    Las reuniones dominicales en casa del abuelo eran el evento favorito de la familia Estrada; semana a semana, hijos y nietos se congregaban en torno a la

    mesa colocada con elegancia en el patio y, luego de degustar alguna exquisita

    vianda, escuchaban atentamente las asombrosas, pero casi siempre verosmiles historias del viejo sabio. Bartimeo, que era el nombre de este provecto personaje,

    frisaba ya en los ochenta aos y, sin embargo, conservaba inclumes todas sus capacidades fsicas e intelectuales; slo unas cuantas canas podan delatar su

    madurez, pero quien lo vea caminar, podra incluso dudar al emitir un juicio

    objetivo. Nunca faltaba quien le preguntara si Bartimeo era su nombre verdadero, pues al igual que un famoso personaje bblico, l tampoco posea el don de la

    vista; era as desde los seis aos, cuando haba sufrido un accidente que lo haba

    privado, desde entonces, de la luz de sus ojos, por lo que el nombre de Bartimeo no era ms que una irnica coincidencia y, a la vez, un legado de su propio

    abuelo. Sin conmocin alguna ante dicho impedimento, y obedeciendo a la ley natural de la compensacin, Bartimeo llevaba una vida sin restricciones, como si

    la naturaleza se hubiese complacido en adornarlo con sus ms admirables dones.

    Dominaba el lenguaje braille en todos sus niveles, de su guitarra haca surgir bellas melodas y hasta esgrima algunos complejos conceptos de mecnica.

    Hablar de sus otros sentidos estara de ms, estaban tan desarrollados e hipersensibles que era virtualmente imposible engaarlos; la jugarreta de

    apagar la televisin, bajndole todo el volumen, que le tendan sus hijos, cuando pequeos, jams funcion con el astuto Bartimeo. S que sigue encendida, es hora de ir a la cama, maana deben levantarse temprano, deca a los pequeos, que irremediablemente deban marcharse a dormir.

    Invertido su tiempo en tantas aventuras y situaciones peculiares, Bartimeo tena mucho que contar, ese era el motivo que los convocaba a todos aquella tarde

    veraniega. Terminado el almuerzo, se levantaron los platos, y cada quien tom su

    lugar junto a los suyos; hijos, nietos, yernos y nueras se hallaban ordenadamente distribuidos alrededor de la mesa, el abuelo ocupaba el centro. De este modo,

    comenz el relato:

    Ser posible que un grupo de ciegos ignorantes puedan ser ms ingeniosos que una sola persona de ciencia que atesora el pleno uso de sus facultades

    visuales? Con esta incgnita comienzo mi historia, que, debo aclarar, es tan real

    como cada uno de los reunidos en este sitio. Sucedi que, durante el penltimo

  • ao de mi estancia en el Centro de Atencin para Ciegos y Dbiles Visuales del

    Estado, lleg a nuestro grupo la invitacin para asistir a terapia psicolgica, que era una de las innovaciones que promova la institucin, por considerar que la

    ceguera podra constituir un factor para el desarrollo de algn trastorno

    emocional, sobre todo en aquellas personas que no estaban completamente adaptadas a vivir con esta discapacidad. Haban asignado la labor a una

    psicloga, recin egresada, llamada Elvira, que, segn se rumoraba, era la misma

    reencarnacin de Helena de Troya, semejante en belleza; y que ostentaba una voz tan afable como la brisa ms sutil del esto. Si alguna vez lament no poder ver,

    fue, quiz, en aquel momento. Este comentario arranc una carcajada de toda la familia. Aunque luego habra de arrepentirme continu el anciano, moderando su euforia. Por lo tanto, un grupo de cuatro amigos y yo manifestamos nuestro deseo de ir a conocerla el mismo da. Se hallaba al final del pasillo, a cuatro salones del nuestro, y vaya desencanto!, si era tan hermosa

    como se divulgaba entre los docentes, su forma de ser le despojaba de todo

    mrito.

    Vienen a consulta? En este momento no puedo atenderles, tendrn que esperar, que no ven que estoy comiendo? Perdn, pens que eran unos pacientes

    externos que esperaba, no haba notado que ustedes eran

    Ciegos agregu, fingiendo ignorar su despectivo descuido. S, lo somos, y venimos a conocerle, y tambin a darle la bienvenida a nuestra escuela; mi

    nombre es Bartimeo, y mis compaeros son Alexis, Daniel, Oscar y Gerardo dije, mientras cada uno haca la seal que hacemos los invidentes para

    presentarnos.

    Bueno, mucho gusto, chicos, yo soy la psicloga Elvira, y disculpen no haberles reconocido, pero como les deca, ahora no puedo atenderles, estoy

    comiendo. As que les pedir que se retiren, gracias dijo la descorts consejera.

    Fue un placer conocerla, psicloga exclam Oscar, y, de la misma guisa, nos despedimos los dems. Pero antes de cerrar la puerta de su consultorio, me sobrevino preguntar por cortesa: Se le ofrece algo que podamos hacer por usted?, a lo que ella respondi: A decir verdad, s, en el escritorio frente a ti hay tres vasos con jugo de naranja, podras pasarme el color rojo?

    Acaso intenta usted burlarse de nosotros? dijo Gerardo con deje de molestia y confusin. Sabe que mi compaero podra pasarle cualquiera de los vasos, pero no sabra cul de ellos es el rojo.

    Ser posible que ninguno de ustedes posea la habilidad para sentir los colores a travs del tacto? replic la psicloga.

    Se supone que deberamos? dijo, absorto, Alexis.

  • Por supuesto que s, muchachos, los colores se perciben a travs de las manos, y ustedes que son invidentes deberan tener conocimiento de ello. Sigan su camino, era solo un experimento dijo la sardnica especialista; si lo desean, maana puedo explicarles ms sobre el tema seal.

    El abuelo hizo un gesto de intermisin para acomodarse en su silln, tom una

    bocanada de aire y suspir, como queriendo evocar con ms fidelidad sus recuerdos; luego continu con su relato.

    Como vern, la psicloga Elvira era uno de esos seres petulantes que, por su posicin y ttulos acadmicos, andan por el mundo pregonando un supuesto saber, del que, en el fondo, ni siquiera se encuentran ellos mismos convencidos,

    no hemos, acaso, conocido doctores, abogados, licenciados y otros tantos

    profesionistas de esta misma laya? Pero resulta que los que ms saben, no siempre son los ms listos.

    Como la curiosidad por conocer aquel magnfico poder para sentir los colores a

    travs del tacto era tan grande, mis compaeros y yo acudimos al tiempo y lugar indicados. La psicloga ya aguardaba por nosotros, sabra Dios qu examen

    tendra en mente esta vez para este grupo de ciegos.

    As que les interes el asunto de los colores? Menos mal que llegaron a tiempo; con un minuto de retraso, se hubieran quedado con la duda por el resto

    de sus vidas, porque, cranme, este conocimiento no lo posee cualquiera, y yo

    soy tan bondadosa que deseo compartirlo con ustedes dijo, con aspereza, la psicloga.

    Seguro estoy que, con tales palabras y modos, todos tenamos algo ominoso que

    pensar sobre ella; en segundos, logr imaginarme que la haca caminar en la plancha de un barco pirata, a punta de espada hacia aguas infestadas de tiburones,

    eso me relajaba. En fin, que, finalizados sus encomios a s misma, nos coloc de

    pie frente a una mesa llena de objetos de plstico, eran juguetes y algunas figuras geomtricas, segn pudimos palpar. Yo me encontraba en la esquina de la mesa

    y, a mi lado, estaba Gerardo, Oscar y Alexis, en ese orden. Su indicacin inicial fue tocar todos los objetos y tratar de percibir ms que su forma, la sensacin que

    produjera cada uno de ellos en nuestras manos, y precis que lo hiciramos sin

    prisa.

    Transcurrieron alrededor de quince minutos, y todos habamos logrado identificar la forma de los objetos, pero su color? Sensaciones?, nada de eso.

    Disculpe, psicloga dijo Oscar, pero yo no siento nada inusual, son formas diversas, al parecer de plstico . Todos coincidimos en lo mismo.

    Alguien s pudo sentir el color del objeto que toc?, nadie?

    No Fue la respuesta coral del grupo.

  • Est bien, les explicar: los colores, mis queridos educandos, emiten sensaciones que son perceptibles al contacto con ellos, por ejemplo y asi un objeto de la mesa, este cubo que tengo en mi mano es color azul, y, al sostenerlo, puedo percibir su frialdad. Despus cogi otro. Y esta esfera roja, produce calor. Tambin es posible sentir alegra con algunos otros, como el amarillo, y relajarnos en el caso del verde. Dicho esto, pos los objetos en nuestras manos alternadamente y nos pidi que intentramos de nuevo.

    Ahora s pueden percibirlos? pregunt la psicloga, con ansias.

    Alexis, Daniel y Oscar respondieron que no, y Gerardo, despus de mucho sostenerlos, tambin termin por renunciar a la empresa. Slo quedaba yo, y

    justo cuando me dispona a seguir a mis compaeros, se me ocurri una brillante

    idea.

    S grit, sobreexcitado, por supuesto, cmo he podido prescindir de esta grandiosa capacidad?; claro, este pequeo cubo emite una especie de frialdad, y

    esta esfera una ligera, pero perceptible, sensacin de calor. Entonces solt los objetos y dije a mis acompaantes: Vayamos a clase, estoy ansioso por contar a todos sobre esta nueva habilidad, apresrense. y salimos del lugar tan rpido como no lo permitieron nuestros pies y bastones, hasta hallarnos los ms distante posible del consultorio. Finalmente, estando reunidos y lejos de la supuesta

    experta, mis compaeros rompieron el silencio por lo que me haban odo decir.

    En verdad pudiste sentir los colores? dijo Alexis.

    Cmo lo lograste? le sigui Daniel.

    Crees que podras ensearnos? dijo Oscar.

    Qu tan fro es el azul? cuestion Gerardo.

    Solo el respeto a la condicin que todos compartamos hizo contener mi risa, ya

    que, despus de semejante despliegue de fantasa, seguan anonadados y atnitos.

    Clmense todos, que yo s tanto como ustedes, es decir, absolutamente nada. Fing porque me pareci gracioso hacerle creer a la psicloga que esa ridcula

    explicacin podra ser cierta, pero quin nos garantiza que no es todo un invento suyo? O que puede percibir esas representaciones con los ojos cerrados? Si yo

    responda que tampoco senta nada, ella habra dado por terminada la charla,

    habra perdido inters en nosotros y jams habramos comprobado si dice la verdad sobre su supuesto poder sinestsico; en cambio, el compartir esta habilidad con ella, me otorga el derecho de pedirle otras demostraciones, y, para

    entonces, habr alguien que s pueda ver. Solo as sabremos si se trata de un engao dije, con aires de liderazgo.

    Me parece una idea muy ingeniosa, pero cmo piensas lograr lo que te propones sin que sospeche que deseas probarla? espet Daniel.

  • Algn ardid se me ocurrir fue lo nico que pude decir en ese momento.

    Pasaron dos semanas sin que estratagema alguna rondara mi mente, hasta que, un

    da de tantos, se present ante m el camino para esclarecer la verdad. Mientras realizaba una de mis habituales visitas a la biblioteca, o decir a la encargada algo

    que llam, por dems, mi atencin: Este es el color ms horrible que haya visto en mi vida; comprendo que no tengan recursos para comprar pintura de calidad, pero al menos deberan hacer un esfuerzo por elegir un tono menos ofensivo a la

    vista, gracias a Dios que esto es un centro para ciegos! deca la dulce mujer a un profesor, mientras ambos escudriaban algn texto entre las estanteras; este,

    a su vez, respaldaba su opinin argumentando que jams haba observado un

    verde tan repulsivo.

    Tan pronto reconoc que el profesor se haba marchado, me aproxim a la bibliotecaria y, disculpndome de antemano por or su conversacin, le pregunt

    cundo haban pintado la biblioteca, y si todo el edificio se hallaba en el mismo estado, a lo que respondi que, para fortuna de todos, menos de s misma, solo la

    biblioteca se encontraba en tales condiciones, y que la haban decorado as

    durante el fin de semana. Y ha venido por aqu hoy la psicloga?, agregu. No, y que todos los santos eviten su presencia en este santuario del conocimiento! Una sola vez hemos cruzado palabra, y, por todos los cielos, que jams conoc a mujer tan inculta, repuso con firmeza.

    No les aburrir con el resto de lo que propugn la bibliotecaria, slo dir que, de

    ah, surgi un plan que pondra a prueba las fanfarrias de la psicloga en

    cuestin.

    Tal como lo haba trazado en mi imaginacin, a las 8:30 a. m. del siguiente da,

    que era la hora de entrada de la protagonista de mi proyecto, me situ sin falta en

    la entrada de la escuela, acompaado de mis cuatro leales cmplices, cuyos nombres he mencionado con antelacin. Ped amablemente al portero que me

    informara tan pronto lograra divisar la llegada de la psicloga, le solicit, de

    igual modo, que guardara un pauelo en su bolsillo, sin explicarle cul sera su funcin ulterior. Qu estars tramando, Bartimeo?, deca el gentil hombre, como si vislumbrara mis intenciones. A mis compaeros les di claras instrucciones de que, en cuanto oyeran venir a la psicloga, se dividieran y

    convocaran a todo el personal docente de la institucin en la biblioteca, para ser

    testigos de un espectculo sin precedentes que sera llevado a cabo por nuestra experta en conducta, con la nica peticin de que, una vez all, guardaran

    absoluto silencio, pues se trataba de una demostracin sobre percibir los colores a

    travs del tacto, lo cual requera de mucha concentracin. Veinte minutos se haban esfumado del reloj, cuando el portero logr distinguir a la psicloga

    Elvira: Ah viene, exclam. No hizo falta indicar a los muchachos lo que

  • deban hacer, y, al instante, o sus pasos desvanecerse ruidosamente, al igual que

    sus bastones.

    Buenos das dijo la psicloga, con diligencia.

    Buenos das, psicloga fue tambin nuestra respuesta, mas apresur mi voz y le pregunt si podra regalarme unos minutos de su tiempo.

    Creo que s, tengo diez minutos con exactitud, en qu puedo ayudarte, Bartimeo? contest.

    He estado pensando en lo grandiosa que es esa habilidad suya de conocer los colores a travs de sus manos y, como yo he estado practicando un poco, quisiera

    que me acompaara a la biblioteca, escuch que est recin pintada, mas desconozco el color, por lo que me pareci una buena idea el ir juntos y

    descubrirlo con nuestras propias manos. Adems, hoy se encuentra vaca, pues la

    pobre bibliotecaria est enferma musit en el tono ms crdulo.

    Siendo as, no perdamos un segundo ms expres, confiada.

    Pero antes de partir, tendra algn inconveniente en colocarse un pauelo sobre sus ojos? Sera un honor ensearle este arte que conocemos los ciegos de

    caminar en tinieblas sin tropezar, sea de da o de noche. Confiando en su enorme capacidad de aprendizaje, unos pasos bastarn para que lo sepa todo enunci, como todo un taimado.

    No tengo inconveniente, pero apresrate, que de los diez minutos que dispona, quedan ocho replic.

    El portero comprendi su papel en el asunto, mostr el extenso pauelo de

    franela y cubri la vista de nuestra especialista; entonces, marchamos sin ms dilacin hacia la biblioteca. Del corto recorrido solo dir que mi acompaante

    tropez tantas veces que, a la mitad, ya se mostraba arrepentida: Ya llegamos?, pregunt, en ms de una ocasin.

    Ya llegamos dije, para su alivio. El murmullo de todos los curiosos ya se haca presente en el lugar, aunque era casi imperceptible, yo poda sentir las

    miradas de todos los ah reunidos, expectantes, ansiosos, confundidos, algo difcil de explicar.

    Bien Bartimeo, ya estamos aqu, ahora djate de ambages y dirige mis manos hacia el color que deseas que descubra dijo jactanciosa, como si augurara que la soledad no era la nica en medio de ellos dos. De modo que dirig sus manos, que eran realmente suaves y refinadas, hacia la pared situada cerca de los

    cubculos de estudio, la cual, a mi tacto, resultaba fra y lisa. Qu color es? pregunt, sin ms.

  • An no puedo percibirlo con claridad, pero se produce una sensacin de positiva melancola, aquella que acta sobre el corazn, disminuye la angustia y promueve la creatividad. Dicho esto, hizo una pausa. Lo tengo!, es un delicado prpura, sin duda, prpura como las vestiduras de un rey dijo, sobrecogindose de emocin. Al instante, una masiva carcajada se oy estrepitosamente en toda la sala. La psicloga desprendi con urgencia el velo de

    sus ojos para descubrir que el saln se encontraba repleto de personas haciendo

    burla de su fallida actuacin.

    De qu se trata todo esto, Bartimeo? expres frentica. Y ustedes, de qu se ren? dijo a la multitud, mientras contemplaba la horrible tonalidad que acababa de confundir con el color de la realeza. Inmediatamente, sali corriendo como una exhalacin, profiriendo imprecaciones a diestra y siniestra, y sigui el

    mismo camino por donde haba llegado. Das despus, nos enteramos de que

    haba solicitado su cambio a otra institucin y jams volvimos a saber de ella.

    Hoy s que la habilidad que la psicloga deca esgrimir lleva el nombre de sinestesia de color-grafema, y que dichas sensaciones slo se producen en una de cada dos mil personas en el mundo. No hace falta recalcar que lo de ella era slo producto de una gran imaginacin.

    Y as termina esta historia, que entre otras cosas, nos ensea que da igual ser

    engaado y ciego, que ser engaado y poder ver dijo el abuelo, a lo que sucedi la ovacin de todos los oyentes.

    La tarde culmin tranquila y sin novedad en la casa de los Estrada; una vez ms,

    todos esperan con anhelo la llegada del prximo fin de semana.

  • LA TRAMPA

    No siento el menor deseo de jugar en un mundo, en el que todos hacen trampa.

    Franois Mauriac

    Slo la gente conflictiva busca la paz, eran las palabras plasmadas en el techo de la habitacin del seor Surez, quien haba hecho de ellas un mantra matinal

    que le recordaba que, si en alguien moraban las soluciones a todos sus

    problemas, era en s mismo; no obstante, despus de tres matrimonios arruinados, la continua renuncia a todas sus empresas, y el subsecuente desarrollo de una

    cardiopata, an no lograba comprenderlo. Pese a estos menoscabos, haba conseguido hacerse de algunos bienes materiales, entre ellos, una hermosa casa

    de campo y un par de ostentosos automviles de los que nunca haca uso por

    temor a su deterioro; de la vida ideal que, cuando joven, haba soado solo permanecan aquellas suntuosas frusleras.

    Despus de su ltima crisis de ansiedad por los evidentes desrdenes en su

    abrumada existencia, decidi buscar ayuda profesional; visit mdicos, comenz a leer libros de autoayuda, se apunt a yoga, y otras modalidades alternativas a

    los deportes convencionales, sin resultado. Como ltima opcin, pas por el

    consultorio de un psiclogo donde crey haber encontrado el ansiado sosiego.

    En la primera entrevista, el psiclogo, que responda al nombre de Dylan Harris, dio a su paciente las indicaciones iniciales referentes a los costos, duracin y

    frecuencia de las sesiones. Estableci, de igual modo, que las inasistencias sin previo aviso seran cobradas, y quedaron, de esta guisa, cubiertos los aspectos

    ms importantes del encuadre teraputico. Para cerrar, el paciente habl

    superficialmente de sus expectativas.

    La segunda sesin gir en torno a su extrema preocupacin por la vida y su temor

    a la muerte.

    Y qu ms le preocupa, seor Surez? inquiri el especialista, empleando su perspicaz lenguaje corporal.

    Me preocupa mi futuro, quedar desempleado y que nadie vuelva a contratarme por mis oscuros antecedentes. Me preocupa y me estresan las noticias, el

    narcotrfico, la idea de que algn da algn maleante entre a mi casa, me acribille, y se lleve lo poco que poseo. Es posible que le parezca una tremenda

    bobera, pero ste pensamiento no me permite dormitar por las noches. Pero es

    que, dgame, cmo es posible ser feliz en un pas en el que todos hemos crecido oyendo malas noticias? dijo, angustiado, el doliente. Y con el mismo nivel de intranquilidad, sigui enunciando temores y preocupaciones que, en perspectiva,

  • parecan irracionales e improbables. Cada uno formulado en risibles extremos,

    como la idea de tener tan mala suerte que, de un momento otro, podra morir partido por un arcoris. Cuando su mente advirti fatiga, cesaron sus quejas. El

    psiclogo mir su reloj, notando que haban transcurrido ms de cuarenta

    minutos sin que hubiese tenido la oportunidad de intervenir, o mejor dicho, lo hubiese deseado.

    Estamos a punto de finalizar la sesin de hoy, por lo que solo le pedir que reflexione sobre las siguientes preguntas, que me surgen tras haberlo escuchado: conoce a alguien que se haya librado de la muerte?, qu probabilidades

    realistas existen de que todo lo que le preocupa, en verdad, suceda?, y, por

    ltimo, habr alguna diferencia entre el deterioro de sus cosas por el uso y el deterioro por el tiempo?, piense en la que usted ha elegido para con sus

    pertenencias. Posteriormente, pidi a su paciente firmar un documento en el que,

    segn explic, ambas partes se comprometan a llevar de modo formal la terapia, que taxativamente llam contrato teraputico. El seor Surez, sin molestarse en leer ni una letra de su contenido lo sign, y, pactado el acuerdo, ambos se despidieron.

    El paciente sali del consultorio muy reconfortado, manifestando, a favor de los

    psiclogos, que las palabras, al igual que las preguntas asertivas, pueden construir o destruir la vida de las personas. Quin iba a pensar que una consulta

    bastara para apaciguar todas las aprensiones de esta alma atormentada?

    Despus de tantos aos sin recostar su cuerpo plcidamente sobre su cama, el

    seor Surez logr concebir el sueo: Ciertamente, todo es producto de mi mente, es imposible que esas cosas me sucedan, de cuntos valiosos

    acontecimientos me he perdido a causa de estas preocupaciones sin sentido, cavilaba, recostado en su lecho, y pronto se qued profundamente dormido.

    Dos horas transcurrieron, hasta que algo perturb de repente el apacible descanso

    del seor Surez, quien se incorpor con estrpito, turbado y sudoroso.

    Y si no soy capaz de continuar con la terapia?, yo me conozco y s que mi fuerza de voluntad es por dems dbil, no podr asistir a la siguiente cita. Y si

    me despidieran nuevamente?, seguro que necesitar ms terapia, y de dnde

    sacar el dinero? Tampoco s si tendr para cubrir el resto de las sesiones y ya he firmado ese documento de compromiso. Para ser honesto ya no deseo asistir,

    todo fue una trampa de ese artero psiclogo para robarme lo poco que me queda.

    Otra vez est sucediendo, esos pensamientos torturndome de nuevo!, no estar exagerando?, quiz ese hombre solo desee mi bienestar, aunque, pensndolo

    bien, pagar por ser escuchado una hora me parece un negocio tan truculento e ilusorio como pagar a una prostituta por una hora de sexo, es decir, quin da

    dinero a cambio de algo que debera obtener sin ningn costo? Pronunciadas estas palabras, sinti que un enorme dolor emanaba de su pecho, como si mil

  • agujas le atravesaran su daado corazn; empero, dicho malestar no interrumpi

    su perorata. Estoy enloqueciendo, s, enloqueciendo, porque solo los locos hablan solos agreg, con tremendo esfuerzo. Al instante, dej caer abruptamente su cuerpo sobre la cama y contempl aquella frase que segua

    pincelada sobre el techo, solo la gente conflictiva busca la paz. Y medit por unos instantes; luego, con dificultad, se puso de pie. Sus facciones se haban

    tornado colricas y simultneamente retradas, cual desalmado ejecutor. A

    continuacin, se condujo hacia el cajn del bur contiguo a su camastro, de all tom un revolver que mantena siempre cargado, el mismo que, en aos

    anteriores, le haba costado su primer matrimonio, tras herir a su esposa al confundirla con un ladrn, ms al momento no repar en ello. Finalmente sali

    de su casa, conduciendo a toda prisa directo al hogar del psiclogo Harris. Siendo

    la desconfianza su gran taln de Aquiles, el referido domicilio haba sido averiguado por el seor Surez tras una sigilosa persecucin a su terapeuta en la

    segunda sesin sostenida.

    Pisando furiosamente el acelerador, el seor Surez pronto se hall frente a su destino. Al salir de su auto contempl brevemente la residencia de quien sera su

    vctima; sta ostentaba una fastuosa fachada blanca, dos amplios pisos, y un

    pequeo, pero elegante, jardn, repleto de rosas blancas y rojas colocadas en orden vertical a lo largo del pasillo que conduca hacia la puerta principal.

    Debe ser muy feliz, profesarle amor a su bella esposa e hijos perfectos, es una verdadera lstima que esta noche deba cortar el hilo de sus das. Un buen psiclogo hubiera podido advertir que yo era una persona de carcter voltil y

    hasta podra resultar peligroso, incluso, para m mismo expres entre dientes, el frentico visitante.

    Concluido el soliloquio, asi su revlver y se dirigi hacia la puerta del inocente

    psiclogo, toc con violencia, mas nadie respondi de inmediato. Despert

    primero la esposa del anfitrin, quien, al contemplar desde la ventana de su habitacin al hombre armado, dio sigiloso aviso a su cnyuge; ste le pidi que

    se calmara y se limitara a encerrarse en el cuarto de huspedes con sus dos hijos.

    Argument que conoca a aquel sujeto y podra controlarlo, tambin le suplic que, por ningn motivo, diera aviso a la polica. La obediente consorte sigui sin

    refutar las instrucciones de su protector.

    Lentamente, el psiclogo baj las escaleras, mientras oa sin cesar los golpes del desquiciado seor Jurez que aguardaba con impaciencia; hasta que descendi a

    abrir la puerta sin titubear y qued, frente a frente, con su exasperado paciente.

    Seor Surez, saba que vendra a visitarme uno de estos das!, qu se le ofrece?, qu tal si se relaja, pasa y tomamos una taza de buen caf?, pero claro,

    antes tendra que dejar de apuntarme con eso. Si hay algo en que pueda ayudarle

  • estoy a su disposicin dijo el sagaz experto, efusivo y sin temor notorio en su fisonoma.

    La visible ausencia de miedo del asaltado irrit an ms al irascible seor Surez, quien para aumentar la intensidad de la amenaza, coloc el revlver en la sien del

    inmutable psiclogo. An no siente miedo?, grit, enloquecido.

    No respondi la inalterable vctima.

    El seor Jurez dej entonces salir un disparo al aire para demostrar la seriedad de su advertencia. Le dar cinco segundos para que corra por su vida. Uno dos tres.

    El psiclogo comprendi entonces que escapar vivo de esa situacin empezaba a convertirse en una posibilidad nula y su instinto de supervivencia, que segundos

    antes se hallaba adormecido, lo impuls a correr tan rpido como pudo hacia la

    calle sin direccin alguna. Segundos despus de haber emprendido su dramtica huida, logr divisar la aproximacin de su victimario que disparaba a sus

    espaldas, sin acertar un solo tiro. De pronto, como si el destino estuviera decidido

    a apagar la luz de su existencia, tropez con una piedra en medio de la oscuridad y cay de frente sobre el glido pavimento, su fin haba llegado.

    Cuando el desequilibrado paciente lo tuvo cara a cara, vencido e inerme sobre el

    asfalto, apunt certeramente a la frente de su presa, mas justo al instante en que precisaba jalar del gatillo, el seor Surez cay desplomado como un ovillo; un

    brusco ataque al corazn le arrebat la vida al instante y dio fin a la cacera humana.

    Siendo un hombre tan poco apreciado por sus deudos, el cadver del seor Jurez

    fue reclamado dos das despus de su deceso, sin exigir razones ni motivos del

    fallecimiento.

    El psiclogo Dylan Harris determin mudarse a otra localidad, donde

    actualmente sigue ejerciendo profesionalmente la psicoterapia; aunque cada mes

    se le ve volver a la ciudad que lo vio nacer, a administrar la pequea fortuna que su extinto paciente le haba endosado. Despus de todo, siempre supo que se

    trataba de un maniaco depresivo crnico, quien, por sus antecedentes mdicos,

    tena sus das contados, y qu mejor artificio que disfrazar un contrato teraputico para apoderarse de forma legal de sus pertenencias antes de una

    muerte sbita?

    Para los que dudasen de lo fantasioso de esta historia, bastara mencionar que, la noche del incidente, estando junto al cadver del seor Jurez, un joven

    paramdico oy decir al psiclogo con desahogo: Siempre supe que este sujeto era una bomba de tiempo, aunque estaba casi seguro que optara por el suicidio.

  • En los odos de Freud esto hubiese significado algo incriminatorio, pero en los de

    aquel inexperto muchacho, fue tan solo un mero chiste de loqueros. Fue as como el asunto qued en el olvido y no tard mucho en considerarse caso cerrado.

    La vida est llena de tantas verdades ignoradas, y una de ellas es que, sin

    importar profesin o condicin social, estamos atados a dos extremos, el bien y el

    mal, que siempre estarn conviviendo con nosotros en una sola persona.

  • POR QU LLORA CLARA?

    El que cree que, en el mundo, los diablos nunca andan sin cuernos, y los locos,

    sin cascabeles, ser siempre vctima o juguete de ellos.

    Arthur Schopenhauer

    Numerosos expertos en psicologa cognitiva conductual coinciden en que la tristeza es una emocin que surge del distanciamiento, la separacin o la prdida

    de algn vnculo. Existen diversas situaciones que evocan este estado de nimo

    que, en ocasiones, puede producir llanto, que acta como una seal que suele incitar a uno mismo y a otros a templar la circunstancia que causa la afliccin, a

    travs del consuelo. Pero cmo serenar la tristeza de la que no se conoce motivos? Esa duda se planteaban los alumnos del noveno semestre, grupo B de la Facultad de Psicologa aquella maana, cuando encontraron a Clara llorando

    amargamente en un rincn. Ella sola tomar asiento frente al pizarrn, pero, dadas las circunstancias en que se hallaba, haba elegido aquel retiro para no

    interrumpir las siguientes dos horas de clases, correspondientes a la asignatura de

    Motivacin y Emocin.

    El empeo de Clara por encubrir su congoja fracas en cuanto el saln comenz

    a llenarse; pues, si bien era imposible no mirar su bella sonrisa en mejores

    momentos, lo era an ms contemplarla llorando. Clara no perteneca al gremio de los estudiantes destacados, era ms bien una estudiante promedio, pero con

    una belleza sin par, tan linda y honesta, que sin querer, uno no poda menos que enamorarse de ella. Por eso perturbaba tanto verla sufrir.

    Conforme todos tomaban sus respectivos lugares dentro del saln, cada quien

    empezaba a formu