cuento antiquísimo -...

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Cuento antiquísimo Esta historia, que tradicionalmente ha pasado de generación en generación, y nuestros abuelos nos traían a este paraje para contárnosla como se la habían contado a ellos. Será realidad o leyenda, pero lo que sí es cierto es que cualquier persona del lugar la conoce. Querido visitante, debemos hacer un ejercicio de imaginación: nos trasladamos a la época medieval, el castillo en lo alto de la montaña, el pueblo en el fondo del valle y este paraje a mitad de camino. Allá en el castillo, vivían una colonia de almogábares; la convivencia entre ellos y los cristianos de la población solamente consistía en temas relacionados con los negocios. Era del todo improbable que tuviesen relación dos personas de diferente cultura. En los pactos de convivencia firmados por los gobernadores de ambos poblados, bien claro que lo ponía: “Todo hombre o mujer que se relacionase por motivo de noviazgo o matrimonio de diferente etnia, será despojado de todos sus bienes y pertenencias y condenado al destierro.Fátima era una joven cristiana de buena posición, que vivía con su familia en la villa. A sus 16 años ya se apreciaba su belleza, por donde pasaba llamaba la atención, por sus largos cabellos rubios. Sus grandes ojos azules advertían que era una mujer bondadosa, educada en la más estricta fe cristiana y respetuosa con las costumbres de su familia. Fátima todas las tardes salía a pasear por los alrededores del pueblo, le encantaba coger flores silvestres y plantas aromáticas. Un día se alejó un poco más de su recorrido habitual, descubrió un paraje idílico, una pinada donde se respiraba paz y una tranquilidad fuera de lo normal. Cada día acudía allí, se sentaba en un risco y dejaba volar su imaginación; en su mente urdía una serie de sueños, las típicas fantasías de una adolescente. Sin preverlo, la vida iba a forjarle su destino. Una tarde, como tantas otras, se sentó en su piedra favorita, se quedó admirada de la belleza de la naturaleza: los romeros, los baladres, la yerbabuena, el piar de los pájaros…; todo era diferente, más hermoso. Todo comenzaba a florecer, la tierra se despertaba del largo letargo. La chica estaba con sus fantasías, en su mundo idílico, cuando de repente escuchó unos pasos de alguien que se acercaba. Asustada se dio la vuelta y allí estaba él: un joven de cabellos negros y piel morena, sus ojos negros como de azabache. Fátima se asustó al verle, lleva de desconfianza y asustada salió corriendo cayéndole las flores que momentos antes había recogido. Amir, que así se llamaba, comenzó a seguirla, llamándola sin obtener ninguna

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Cuento antiquísimo

Esta historia, que tradicionalmente ha pasado de generación en generación, y nuestros abuelos nos traían a este paraje para contárnosla como se la habían contado a ellos. Será realidad o leyenda, pero lo que sí es cierto es que cualquier persona del lugar la conoce.

Querido visitante, debemos hacer un ejercicio de imaginación: nos trasladamos a la época medieval, el castillo en lo alto de la montaña, el pueblo en el fondo del valle y este paraje a mitad de camino.

Allá en el castillo, vivían una colonia de almogábares; la convivencia entre ellos y los cristianos de la población solamente consistía en temas relacionados con los negocios. Era del todo improbable que tuviesen relación dos personas de diferente cultura. En los pactos de convivencia firmados por los gobernadores de ambos poblados, bien claro que lo ponía: “Todo hombre o mujer que se relacionase por motivo de noviazgo o matrimonio de diferente etnia, será despojado de todos sus bienes y pertenencias y condenado al destierro.” Fátima era una joven cristiana de buena posición, que vivía con su familia en la villa. A sus 16 años ya se apreciaba su belleza, por donde pasaba llamaba la atención, por sus largos cabellos rubios. Sus grandes ojos azules advertían que era una mujer bondadosa, educada en la más estricta fe cristiana y respetuosa con las costumbres de su familia. Fátima todas las tardes salía a pasear por los alrededores del pueblo, le encantaba coger flores silvestres y plantas aromáticas. Un día se alejó un poco más de su recorrido habitual, descubrió un paraje idílico, una pinada donde se respiraba paz y una tranquilidad fuera de lo normal. Cada día acudía allí, se sentaba en un risco y dejaba volar su imaginación; en su mente urdía una serie de sueños, las típicas fantasías de una adolescente. Sin preverlo, la vida iba a forjarle su destino. Una tarde, como tantas otras, se sentó en su piedra favorita, se quedó admirada de la belleza de la naturaleza: los romeros, los baladres, la yerbabuena, el piar de los pájaros…; todo era diferente, más hermoso. Todo comenzaba a florecer, la tierra se despertaba del largo letargo. La chica estaba con sus fantasías, en su mundo idílico, cuando de repente escuchó unos pasos de alguien que se acercaba. Asustada se dio la vuelta y allí estaba él: un joven de cabellos negros y piel morena, sus ojos negros como de azabache. Fátima se asustó al verle, lleva de desconfianza y asustada salió corriendo cayéndole las flores que momentos antes había recogido. Amir, que así se llamaba, comenzó a seguirla, llamándola sin obtener ninguna

respuesta. Amir recogió las flores haciendo un ramo y las dejó encima de la piedra donde encontró sentada a la chica, y se marchó por donde vino. Fátima no pudo dormir. Amir tampoco. Los dos pensaban en ese fugaz encuentro. La tarde siguiente, a la misma hora, Amir fue a aquella pinada observando que la chica no había ido, ya que las flores seguían en el mismo sitio que él las dejó. Cabizbajo y triste marchó a su casa. Fátima esa tarde tampoco fue, quizás por temor, pero no dejó de pensar todo el día en aquel atrayente chico.

* * * El segundo día, Fátima se armó de valentía y acudió a su pinada. Cuando llegó se llenó de alegría al ver que sus flores estaban recogidas sobre la roca. Temerosa cogió las flores y se marchó a casa. Amir llegó más tarde, observando que las flores ya no estaban; se puso muy contento, comenzó a recoger flores para hacer otro ramo, y lo dejó en el mismo lugar. La chica al día siguiente acudió a su cita; vio las flores y las recogió. Así pasaron muchos días. Hasta que una tarde fue, como de costumbre, pero en esta ocasión la sorpresa fue enorme, ya que Amir estaba esperándola con un gran ramo de flores y yerbas aromáticas que había recogido para ella. La chica al verlo se sorprendió gratamente; tímida y temerosa se acercó a él. El chico, entregándole el ramo, le habló dulce:

- No temáis, me llamo Amir y vivo en el castillo… siento mucho haberos asustado.

La chica comenzó a confiar en él y le contó que todas las tardes salía a pasear y cómo, por casualidad, descubrió este lugar y, desde aquel día, pasaba horas allí.

* * * Desde aquel día la pareja se reunía en la pinada, adecentaron una cueva que allí encontraron y, poco a poco, el amor fue brotando en sus corazones, aún sabiendo que aquel amor era imposible. Ellos conocían las normas de sus mayores y que aquella situación estaba penada por la ley. Decidieron seguir viéndose, pero tenían que ser discretos. Fátima, temerosa por las murmuraciones, decidió hacerse una capa roja con una gran capucha para pasar desapercibida; así, cuando acudía al encuentro de su amado, se envolvía con ella y nadie la reconocía. Una tarde coincidieron en el camino, y juntos caminaron hacia la cueva. Antes de entrar oyeron unos aullidos de lamento que procedían de dentro de la cueva. Amir sacó su daga y, cuidadosamente, entró en la cueva. A los pocos minutos, Amir llamó a Fátima; ella entró con sigilo y Amir le señaló el animal muerto y su cachorro tumbado al lado. Fátima pensó que era un gran perro; pero no, era una loba que quizá al dar a luz falleció. El lobezno no se separaba de su madre. Fátima lo cogió y le dio abrigo, mientras Amir enterraba a la loba. Amir dijo a Fátima:

- Creo que el cachorro tiene hambre - ¿Qué podemos darle?, preguntó Fátima - Subiré a casa y traeré un poco de leche; con eso se calmará.

Y así lo hicieron * * *

Durante mucho tiempo alimentaron al lobo y éste fue creciendo siendo fiel a sus amos y protegiéndoles; era un animal noble, obediente y dócil hasta el punto que salía a recibirles cuando les oía llegar. Cuando Fátima regresaba a su casa, el lobo la acompañaba hasta la entrada del pueblo. La chica temía por el animal, ya que era un lobo hecho y derecho, aparentemente con la agresividad de un animal salvaje. Estaba especialmente preocupada por si algún pastor lo veía y daba la voz de alarma, porque días atrás fueron atacados algunos rebaños por las alimañas que por allí rondaban.

* * * En la villa empezaban a murmurar, ya que veían a una chica con una capa y una gran capucha roja pasear por el campo, y las murmuraciones iban en aumento. Unos decían que la habían visto con una gran jauría de animales, otros que era el espíritu que vagaba sin rumbo; las supersticiones eran grandes y, aún así, iban en aumento. Cada día que pasaba el amor entre Fátima y Amir era más grande, eran confidentes y fieles el uno del otro, siendo el lobo el único testigo de este amor. En sus corazones presentían que este amor no podía ser: sabían que estaban quebrantando las leyes de sus mayores y presagiaban que algo malo podía pasar. Un día pasó lo inevitable, el padre de Fátima hizo un comunicado a toda su familia: su única hija estaba desposada con un joven de muy buena y adinerada familia. Los patriaras habían decidido que el enlace matrimonial sería para dentro de tres mese, tiempo suficiente para organizar todos los preparativos. La madre y los hermanos se llenaron de alegría ya que iban a emparentar con uno de los apellidos más nobles e ilustres de la comarca.

Fátima, sumisa, callaba y aceptaba la decisión de su padre. Todos la felicitaban ajenos a la desdicha que la chica estaba pasando. Su madre, mirándola a los ojos, percibió que no era feliz con aquella noticia: algo extraño la ocurría. El corazón de la joven estaba destrozado y era incapaz de manifestar sus sentimientos. Salió de su casa con la intención de buscar a su mejor amiga, que era su confidente conociendo toda la aventura amorosa entre ella y Amir. Llorosa, le contaba a su amiga la desafortunada noticia que su padre le había dado; al mismo tiempo le que pedía consejo.

Después de mucho rato hablando, salió de casa de su amiga y, como de costumbre, se puso la capa roja dirigiéndose hacia la cueva. Nada más llegar al camino, el fiel lobo salió a su encuentro dando saltos de alegría al ver a su ama; después de las caricias y los mimos, se dirigieron hacia la pinada donde Amir, su amado, les estaba esperando. Fátima, al ver a Amir, se lanzó llorando a sus brazos. Ya más tranquila, le contó todo lo acaecido en su casa. Tras mucho rato hablando, decidieron fugarse a otras tierras, e incluso a otro país: sabían que iba a ser una aventura difícil y complicada, pero el amor todo lo podía. Fátima se marchó hacia su casa y, como siempre, su fiel amigo la acompañaba hasta la fuente de La Mota. Pero, en esta ocasión, el animal barruntaba que algo raro pasaba y, queriendo proteger a su dueña, la siguió hasta cerda de las primeras casas del poblado. Ella se percató que el lobo la seguía y lo increpó e, incluso, le lanzaba piedras para que el animal no se acercara al pueblo, ya que era muy peligroso para él. Estando en tal situación que aparentemente era peligrosa para ella, pues parecía que estaba

evitando que un lobo feroz se le acercara, un vecino que observaba lo que estaba ocurriendo, en efecto, pesó que la muchacha estaba en peligro. Cogió su honda y le arrojó un piedra dándole al lobo en los cuartos traseros, a la vez que comenzara a gritar:

- ¡¡Al lobo…!! ¡¡Al lobo…!! Está atacando a una chica… El pastor observó que la chica se dirigía hacia la fuente La Mota y que el lobo la seguía. Preocupado se fue a dar la voz de alarma. Fátima se detuvo en la fuente para beber agua, pues estaba exhausta, y se observó que su fiel amigo sangraba abundantemente y, rasgándose unos trozos del vestido y unos cachos de la capa roja, comenzó a limpiarle las heridas y vendóselas, tirando los fragmentos sucios y ensangrentados para, a continuación, dirigirse a la pinada donde estaba la cueva para esconderse y esperar que el peligro pasase.

* * * Casualmente, un campesino vio al lobo que, ensangrentado y llevando trozos de ropa

enganchados en su cuerpo, estaba metiéndose en la cueva. De repente, el campesino distinguió a lo lejos un grupo de gente que iban hacia ese paraje, llevando palos, antorchas y un sin fin de herramientas de labranza que les servirían para atacar al lobo y acabar con su vida. El grupo de vecinos y el campesino coincidieron en la fuente y éste les comentó dónde se había escondido el lobo. Como observaran en la fuente el charco de sangre y la ropa rasgada de la chica, se temieron lo peor y el piquete se dirigió hacia la madriguera del lobo en la pinada. Al llegar los más intrépidos, armados con calos y antorchas, se introdujeron en la cueva y lo primero que observaron fueron las vendas ensangrentadas y, al fondo de la cueva, adivinaron un gran bulto que creyeron que era el lobo y el despojos de la joven. Introdujeron aliagas y ramas de pino que encontraron allí cerca en el monte para hacer una gran hoguera que asfixiara al lobo, paro lo que, además, taponaron la entrada con piedras a modo de una calzá. Por lo demás, las autoridades, grupos de gente y la familia de Fátima siguieron buscando a la chica por toda la zona sin ningún resultado positivo.

Fue entonces cuando la amiga de Fátima desveló la historia de amor entre Amir y Fátima. Pero todos continuaron murmurando sobre el final de la historia: Fátima habría sido devorada por los lobos; sobre Amir nada más se supo y sobre el lobo coincidían en que había sido consumido por el fuego. Lo cierto es que, de hecho y sin saber la causa, en la zona nunca se ha vuelto a ver lobos.

* * * Pero los vecinos de Enguera, cuando se reunían en sus tertulias, en verano a la fresca y en invierno a la luz de la lumbre de la chimenea, contaban cada quien a su manera esta historia a través de los tiempos y de las generaciones. Es más, no faltaron quienes aseguraban haber visto la chica de la capa roja, acompañada por lobos, vagando por la pinada. Aunque la historia, poco a poco, fue desvaneciéndose. Si bien, cuando los Hermanos Grimm escribieron el cuento de Caperucita Roja, no faltaron en el pueblo personas, las de más edad, que comenzaron a relacionar el cuento con la historia que sus antepasados les habían ido contando… y, desde entonces, aquella zona pasó a denominarse

La pinada de Caperucita Roja

Y, en efecto, en dicha pinada se halla el misterio de una historia entre un moro y una cristiana, así como que en la cueva, inexplicablemente derrumbada, quedó guardado y sellado el secreto del amor de Amir y Fátima.

* * * Cuando pises ese paraje idílico, vacía tu mente…, abandona tus preocupaciones…, sólo así podrás percibir el embrujo del lugar y, quizá,

¡¡¡algún día puedas llegar a ver la figura de la chica de la capa roja!!!

El paraje, tal como lo vieron en los años treinta del siglo pasado

Por la transcripción

Toni Gómez “Chorques” y Ricardo Martinez