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cuadernos formativos noviembre 14 azaroa Pedro José Gómez Serrano, doctor en economía y pastoralista Bokaziozko Gazte-Pastoralgilearen profila El perfil del agente de Pastoral Juvenil Vocacional

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Pedro José Gómez Serrano, doctor en economía y pastoralista

BokaziozkoGazte-Pastoralgilearen profila

El perfil del agente de PastoralJuvenil Vocacional

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BokaziozkoGazte-Pastoralgilearen profila

El perfil del agente de PastoralJuvenil Vocacional

1. Parte hartzearen zentzua: ikus-puntu pertsonal batSentido de la intervención: unpunto de vista personal

Es que quiero sacar de ti tu mejor tú(Pedro Salinas)

Agradezco enormemente al departamen-to de Pastoral de Juventud Vocacional dela CONFER que me haya invitado a desa-rrollar una ponencia como ésta, porqueme ha hecho rejuvenecer más de 25 años.Efectivamente, en el año 1983 se celebróen Madrid la I Asamblea Diocesana deAgentes de Pastoral de Juventud con elmismo título que el que habéis propuestopara esta reflexión y en ella participéactiva e ilusionadamente. De hecho, enmi intervención de esta tarde, voy aintentar poner en diálogo lo que enton-ces intuíamos como rasgos constitutivosde la identidad del agente de pastoralcon los que ahora nos parecen más nece-sarios, tanto para confirmar aquello quesigue teniendo vigencia de aquel plante-amiento -que es mucho-, como paradetectar lo que los nuevos tiempos recla-man de renovación en este campo -queno es poco-.

Pedro José Gómez Serrano, laico, miembrodesde hace cerca de 35 años de una pequeñacomunidad cristiana ubicada en el barriomadrileño de Pan Bendito. Doctor en econo-mía, profesor del Departamento de EconomíaInternacional y Desarrollo de la UniversidadComplutense de Madrid y profesor pastoralis-ta en el Instituto Superior de Pastoral deMadrid dependiente de la UniversidadPontificia de Salamanca. Entre sus publica-ciones de temática pastoral destacan loslibros: Jóvenes e Iglesia: caminos para el reen-cuentro (con José Joaquín Cerezo, PPC, 2005),y Nos sobran los motivos. Una invitación alcristianismo (PPC, 2011).

El texto de este cuaderno formativo fue publi-cado por la CONFER, Folleto “Con Él”. nº 8.Julio 2013.

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Al señalar que mi intervención va a tenerun marcado carácter personal me refie-ro, no sólo al hecho de que voy a hacermención expresa de mi propia experien-cia pastoral, que es la que mejor conoz-co, sino al reconocimiento de que noexiste una sola forma de perfilar el retra-to-robot del agente de pastoral dejuventud que sea más acorde con estostiempos. Dicho de otro modo, cualquierotra persona definiría, sin duda, los ras-gos del Agente de Pastoral de Juventudy Vocacional (APJV) que necesitamos deotra manera. A la postre, todo depende-rá de los aspectos de la cultura actualque considere más dignos de ser teni-dos en cuenta para orientar una acerta-da labor evangelizadora entre los jóve-nes y de la concepción eclesiológica quesubyazca a su reflexión. En definitiva, nopretendo “sentar cátedra” con mi pro-puesta, sino estimular la creatividadpastoral y animar a sus protagonistas.

Eso sí, quisiera sortear el principal peli-gro que presenta el mismo enunciadode la conferencia y que consiste en defi-nir de un modo tan exigente o idealizadola figura del agente de pastoral que,convertido en una nueva suerte desuperhéroe, no pueda ser asumida porla mayoría de los jóvenes que, con inne-gable generosidad, intentan anunciar aJesús entre sus coetáneos. Demasiadodesaliento y culpabilidad se da entre losanimadores ante la dificultad de sutarea y los limitados frutos cosechados,como para añadir la frustración de no“dar la talla” frente a cualquier modelo

presentado de un modo teórico. Al con-trario, definir un perfil ministerial tieneque consistir, sobre todo, en un estímu-lo formativo. Al identificar las cualidadesy habilidades que hoy nos parecen másnecesarias para dinamizar la pastoral dejuventud, simplemente establecemoslas prioridades que deberían guiar lasacciones evangelizadoras y aquellascompetencias que convendría cultivarde un modo más intenso en sus dinami-zadores para que tales acciones puedandesarrollarse del mejor modo posible.

Quiero terminar estas palabras intro-ductorias señalando que, en el fondo,todo lo que tendría que aspirar a hacerun APJV es, como indica el poema dePedro Salinas que encabeza este escri-to, colaborar con los propios jóvenes ensacar de ellos lo mejor de sí mismos,ofreciéndoles como horizonte para surealización personal el evangelio deJesús, convencidos de que puede apor-tar a la existencia humana un sentido yuna plenitud insuperables1. Pienso quetoda pastoral con jóvenes, rigurosamen-te realizada, es de por sí pastoral voca-cional, ya que pretende que cada ado-lescente o joven acabe descubriendo su“lugar en el mundo” en diálogo con la

Ondo egindako gazte-pastoral oro,berez bokaziozkoa da, gazte eta nerabebakoitzak “munduan bere lekua” aur-kitzea baitu helburu, betiere Jesusekbakoitzari bere askatasunean egitendion eskaintzarekin elkarrizketan.

1 AAVV, Ser cristiano, Número monográfico de “Concilium” 340, abril 2011.

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oferta que Jesús hace a su libertad. Enrealidad, ayudar a los jóvenes a llegar aser la mejor versión posible de ellos mis-mos, respetándoles en su originalidad,es la misión fundamental de todos loseducadores, sean padres, profesores oagentes de pastoral. Sin olvidar, por otraparte, que como también señala elpoema citado, esa labor conlleve, aveces, la posibilidad de generar ciertodolor sin pretenderlo, ya que las exigen-cias y los límites -necesarios en todoproceso de crecimiento personal y per-fectamente compatibles con un verda-dero amor- pueden contrariarnos en unprimer momento2. Recordemos, una vezmás, el poema que nos inspira:

Perdóname por ir buscándote,tan torpemente, dentro de ti.Perdóname el dolor, alguna vez.Es que quiero sacar de ti tu mejor tú3.

2. Nondik gatoz? (teoria)¿De dónde venimos? (la teoría)

Entre quienes protagonizábamos duran-te los años ochenta y primeros noventadel siglo pasado la pastoral de juventudde Madrid existían una serie de convic-ciones básicas que permitían dibujar lafigura ideal del APJ. Estas conviccionesfueron asimiladas por muchos de noso-tros a través de un intenso proceso for-mativo y, además, fueron recogidas endistintos documentos oficiales de la

Iglesia española4. Lo que indica que,más allá de lo que ocurría en nuestrocontexto madrileño, estas ideas básicaseran compartidas por otras muchas dió-cesis de nuestro país. Paso a enumerar-las y a describirlas de un modo sintético.

En primer lugar, sosteníamos que losjóvenes creyentes eran los mejoresevangelizadores de los jóvenes porvarios motivos. Por una parte, por sumayor capacidad de sintonizar con laspreocupaciones, necesidades, interesesy deseos de los demás jóvenes por ser,básicamente, similares a los suyos.Junto a ello, se producía la innegableventaja de compartir los códigos lingüís-ticos y comunicativos de quienes teníansu misma edad. No olvidemos que elmundo juvenil está configurado porunas señas de identidad propias en lasque factores como la moda, la música, elmodo de vestir o el de hablar desempe-ñan un papel muy importante. En estesentido, los adultos muchas veces des-conocían esos códigos o los utilizabanartificialmente -en formas que podíanllegar al ridículo- lo que, en ocasiones,generaba un efecto contraproducenteen sus interlocutores. Por último, habíade reconocerse que el testimonio de fede un joven, cuando era auténtico, teníauna credibilidad ante el resto de suscompañeros muy superior al de un adul-to y ayudaba a superar la idea de que lascuestiones religiosas formaban parte

2 J. R. URBIETA, Exigencia y ternura, Madrid, PPC, 2009.3 P. SALINAS, La voz a ti debida, Madrid, Clásicos Costalia, 1989, 93.4 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones sobre pastoral de juventud, Madrid, Edice,

1991; CEAS (Comisión Episcopal de Apostolado Seglar), Jóvenes en la Iglesia, cristianos en elmundo, Madrid, Edice, 1992.

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del mundo de las generaciones anterio-res. La influencia del grupo de igualessiempre ha sido muy alta entre los jóve-nes. Parecía lógico pensar que un jovenestaba más capacitado que un adultopara formular y comunicar su experien-cia a quienes poseían una edad pareci-da y que, su testimonio, podía tener ungrado de significación también mayor ensu entorno generacional.

Una segunda afirmación, ampliamentecompartida, consistía en que el agentepastoral era enviado y alimentado por lacomunidad cristiana5. Con lo que sequería subrayar la importancia decisivade la comunidad en todo el procesoevangelizador. El APJ no era un “francoti-rador” o “llanero solitario” que actuabapor su cuenta, presentando sus opinio-nes o puntos de vista religiosos, sinoque actuaba en nombre de la Iglesia,apoyado y acompañado por ella de unmodo eficaz y constatable. En este plan-teamiento pastoral las comunidadescristianas concretas desempeñaban unpapel crucial, no sólo como acompañan-tes de los animadores sino, de modomás radical, porque debían constituiruna referencia “visible” o “verificable”de la verdad anunciada por el Evangelio-que no trata de teorías más o menos idí-licas, sino de realidades en cierta medi-da comprobables (“venid y veréis”)- y,además, porque la incorporación a la

comunidad adulta era percibida como lameta final de todo el proceso de inicia-ción cristiana. Esos nuevos jóvenes quese podían adherir activamente a lacomunidad serían, precisamente, losencargados de renovarla.

Junto a las dos convicciones básicasque he mencionado, en la asambleadiocesana a la que he hecho referenciase terminó de elaborar un retrato-robotdel APJ que constaba de cuatro rasgosfundamentales: pastor, animador, testi-go y educador 6. En cierta medida, cadauna de estas notas se correspondía conlas principales etapas del proceso de lapastoral de juventud tal y como enton-ces lo definíamos en el ProyectoDiocesano: convocatoria, propuesta einiciación cristiana7.

• “Pastor” era la imagen primera y másabarcadora de todas, cargada comoestaba de fuertes resonancias bíblicas.Del mismo modo que Jesús es presenta-do en los evangelios -especialmente enel de Juan- como el buen pastor quecuida a sus ovejas, sale a buscar a la

80. azkenetan, gazteak zirela esatengenuen, beste gazteen ebanjelizatzaileonenak, eta pastoralgilea kristau-elkar-teak sustatzen eta bultzatzen zuela.Ikuspuntu hau ez zen benetan osorikgauzatu.

5 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La catequesis de la comunidad, Madrid, Edice, 1983.6 Estos rasgos y planteamientos pastorales se mantuvieron sin modificaciones en el documento

Jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo en el tercer milenio en el que la CEAS actualizó eldocumento de 1992 y que fue publicado en el año 2007 (Madrid, Edice).

7 En los dos documentos Jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo, ya citados, se hablaba deetapas “misionera”, “catequética” y “pastoral” para referirse, básicamente, a lo mismo.

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que se ha perdido, las conoce a cadauna por su nombre y da la vida por ellas,así el APJ tenía que encarnar estas mis-mas actitudes en el mundo juvenil en elque se encontraba. Se subrayaba conesta imagen, especialmente, el amordesinteresado y personalizado del evan-gelizador hacia los jóvenes con los querealizaba su tarea pastoral; su capaci-dad de estar al lado de ellos en actitudde servicio, lejos de toda tentación ins-trumentalizadora.

• Por “animador” entendíamos, sobretodo, a alguien capaz de dinamizar lasactividades con los jóvenes que, enaquella época, fueron enormementevariadas y creativas: colonias, campa-mentos, convivencias, pascuas juveni-les, grupos de tiempo libre, campos detrabajo, visitas a monasterios, volunta-riados varios, acciones de cooperacióninternacional, etc. Aquel fue un momentoen el que se dio muchísima importancia ala capacidad de los grupos -y de la comu-nicación que en ellos se generaba- parainiciar a los jóvenes en la experiencia cre-yente. De ahí el esfuerzo por aprender“técnicas y dinámicas de grupo”, capa-ces de producir una ambiente en el quepoder compartir en profundidad la viday la fe.

• La función del “testigo” resultaba,como es lógico, fundamental en el pro-ceso de evangelización y aparecía,especialmente, cuando los adolescen-tes o jóvenes habían asumido una acti-tud de búsqueda y se abrían a quieneseran capaces de compartir con ellos supropio recorrido creyente. Siempre hasido así, la fe se ha “contagiado” a tra-

vés de personas que tenían el “virus” yse atrevían a comunicar su itinerario deconversión o seguimiento. Los testigosactúan como referencia para los jóve-nes que buscan buenas formas de viviry, al mismo tiempo, “verifican” quepodemos encontrarnos con Jesús en laactualidad; que éste realmente puedecambiarnos la vida para bien.

• Como “educador de la fe” el APJ teníaque desarrollar una tarea complementa-ria de las anteriores. La clave de sulabor consistía en saber el momentoadecuado para ofrecer alimento espiri-tual a cada joven de acuerdo a su evolu-ción personal, generando un ambienteen el que la experiencia creyente pudie-ra ir creciendo, sin quemar etapas y sinestancamientos. En este plano, la for-mación teológica jugaba un papel fun-damental, pero también la iniciación alas experiencias cristianas básicas: orar,compartir, discernir, servir y celebrar.

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Como ocurre en cualquier proceso educa-tivo, los jóvenes poco a poco irían asu-miendo libremente valores, personalizan-do convicciones, desarrollando actitudes yrealizando opciones que, en este caso,podían estar inspirados en el Evangelio.

Años más tarde, llegamos a identificar unanueva etapa en el itinerario pastoral queconvinimos en denominar “desembocadu-ra”8 y que reclamaba un nuevo rol del APJ:el de ser “acompañante”. Porque, efecti-vamente, cuando los jóvenes mayorescomenzaban a perfilar su vida adulta enclave vocacional lo que verdaderamentenecesitaban era a alguien que les acompa-ñara, sin sustituirlos, en una fase de lavida caracterizada por el discernimiento9.

3. Nondik gatoz? (praktika)¿De dónde venimos? (la práctica)

Sin embargo, la notable coherencia delplanteamiento que acabamos de describirsólo llegó a hacerse realidad parcialmente.Por eso, reconociendo sin reticencias elentusiasmo y la entrega con los quemuchos jóvenes intentaron asumir elmodelo que hemos presentado y los nume-rosos resultados positivos de aquella pas-toral -de la que somos fruto tantos de losque estamos aquí- hemos de intentar tam-bién detectar sus insuficiencias, con el finde aprender de ellas y de buscar caminospara superarlas.

En mi modesta opinión, pronto se per-cibieron las severas limitaciones delprimer principio: “los jóvenes son losmejores evangelizadores de los jóve-nes”. En concreto, comenzó a ser unapráctica muy frecuente en las parro-quias el hecho de encomendar lacatequesis o la iniciación religiosa delos niños, adolescentes o jóvenes aquienes eran poco mayores que ellos.Esos jóvenes apenas estaban dandosus primeros pasos en la fe, teníanuna formación teológica muy limita-da, no eran conscientes de los formi-dables desafíos que el cambio cultu-ral estaba representado para la fecristiana y poseían una madurez espi-ritual incipiente. Sin un acompaña-miento adecuado, sin seguir alimen-tando su propia fe personal y reali-zando en solitario su tarea, las más delas veces acababan abandonando enpocos años su labor, cuando se ago-taban las reservas de lo aprendido enlos “grupos de confirmación”, cuandola tarea dejaba de poseer el atractivode la novedad, cuando el paso de los

Beste gazte batzuen ebanjelizatzaile-aren ardura hartzen duten gazteek,laguntza egoki bat gabe, bere fedealantzen jarraitu gabe eta lana bakarkaeginez, gehienetan urte gutxirenburuan bere lana utzi egiten dute.

8 P. J. GÓMEZ SERRANO, La desembocadura de la pastoral de juventud, en Pastoral de niños y jóve-nes, CCS, Madrid 1995, 259-298.

9 J. SASTRE, El acompañamiento espiritual, Madrid, San Pablo, 1994. J. R. URBIETA, Bajo el impul-so del Espíritu. Acompañar a los jóvenes en su crecimiento personal de la fe, Madrid, SM, 1986;Acompañamiento de los jóvenes: construir la identidad personal, Madrid, PPC, 1998.

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años ponía en cuestión las conviccionesforjadas en la adolescencia o cuando susituación personal cambiaba laboral,afectiva o socialmente.

En una cultura aceleradamente cam-biante y progresivamente plural, la sín-tesis de fe y la personalización de laexperiencia creyente que habían realiza-do muchos jóvenes, se revelaron clara-mente insuficientes. Ni muchos APJstenían una vivencia profunda deencuentro creyente -no ideológico- conJesucristo, ni estaban capacitados paradar razón de su esperanza -primeramen-te a sí mismos- en un entorno caracteri-zado por un rápido proceso de seculari-zación y por el triunfo de la cultura de lasatisfacción. Conste que señalo estefenómeno sin querer culpar en modoalguno a los jóvenes de esta situación.Al contrario, creo que el hecho cierto esque la Iglesia no fue capaz de acompa-ñarles debidamente en muchos casos.Esos jóvenes -casi adolescentes- podíansin duda realizar una labor pastoral muypositiva, pero todavía tenían un largocamino personal que recorrer en elterreno de la maduración de la fe. Porotra parte, esa insuficiencia de “sustan-cia” creyente hacía difícil que los jóve-nes llevaran a cabo una verdadera evan-gelización. Lo más fácil era que “prepa-raran dinámicas”, “trataran temas”,“realizaran actividades” o “comunicarancultura religiosa”. Mucho más difícilresultaba que fueran capaces de iniciara la experiencia religiosa cristiana en el

contexto cultural del paso de la moder-nidad a la postmodernidad.

Por lo que se refiere al segundo criterio -la centralidad de la comunidad-, la reali-dad resultó también relativamente dis-tante de lo teóricamente planteado.Sobre todo en el sentido de que elnúmero total de comunidades y suextensión fue sensiblemente menor alde los lugares en los que se llevaba acabo la pastoral de juventud. Si bien escierto que durante los años ochenta ynoventa proliferaron extraordinariamen-te todo tipo de familias y experienciascomunitarias10, no es menos cierto quenumerosas parroquias carecían decomunidades vivas, algunas comunida-des poseían una dinámica escasamentemisionera y, otras, -las más críticas orenovadoras- pasarían a ser tratadascon recelo por los responsables demuchas diócesis. A este respecto, resul-ta necesario reconocer que, en laIglesia, se produjo un cambio de voca-bulario mucho mayor que el cambio aca-ecido en la realidad. Lógicamente, eramás fácil llamar a la parroquia de toda lavida “comunidad cristiana”, que conver-tir a esa institución milenaria -dotada deinercias muy firmes- en un espacio fra-ternal lleno de vida afectiva y creativi-dad misionera.

Además, junto a la eclosión comunitariade los años ochenta hemos de constatartambién la pérdida de dinamismo delmovimiento que se produjo posterior-mente, derivada tanto de la falta de

10 SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS DE MADRID, Comunidades plurales en la Iglesia,Madrid, San Pablo, 1981.

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apoyo institucional (la jerarquía decidiórespaldar sólo a los grupos que sentíamás afines e incondicionales), como delas dificultades internas de las propiascomunidades11 y del efecto erosivo deun ambiente social en el que lo religiosoera marginado progresivamente, altiempo que el ascenso del individualis-mo posesivo o el debilitamiento de lasrelaciones interpersonales y la pérdidade conciencia utópica, dificultaban laconsolidación de los proyectos que per-seguían impulsar fraternidades solida-rias y comprometidas. Las numerosasexperiencias comunitarias nacidas enaquella época revelaron, a un tiempo, lariqueza de su vida de fe y la fragilidadinstitucional que las caracterizaba. Elhecho cierto es que muchos APJV reali-zaron su trabajo sin formar parte de unaverdadera comunidad cristiana, aunqueparticiparan en grupos que deseabanser gérmenes de ellas o en parroquiasque fomentaban un estilo de Iglesia másfraternal y participativo. A la postre, lacomunidad cristiana pasó a ser más elideal hacia el que se debía tender, quela realidad que sostenía todo el procesopastoral.

Respecto a la realización efectiva de lasnotas de “pastor”, “testigo”, “anima-dor” y “educador de la fe”, creo que sellegaron a encarnar de un modo signifi-cativo, especialmente la de animador,gracias a la amplia oferta formativa pro-pia de aquella época. Puede que elmodelo resultara algo idealizado, pero

fue asumido como principio inspiradorde su tarea por muchos jóvenes evange-lizadores. Con enorme gratitud recuerdoel hecho de que, en nuestra diócesis, ladelegación de juventud puso en marchamás de una docena de escuelas de for-mación para APJs, en las que unos miljóvenes se preparaban simultáneamen-te, durante ciclos de tres años, para lle-var a cabo el proyecto diocesano de pas-toral de juventud, reuniéndose una vezal mes y utilizando unos materiales queeran reflexionados entre cada sesión,empleando un método educativo decorte semi-presencial. La dinámica deestas escuelas se orientaba tanto a laasimilación de contenidos teológicos,como al fortalecimiento de la experien-cia de fe y a la generación de un estadode ánimo positivo entre los jóvenes. Suentusiasmo se encontraba muy vincula-do al descubrimiento del carácter voca-cional del APJ, al que se reconocía -másallá de la dinamización de grupos con-cretos de jóvenes-la importante misiónde renovar la Iglesia desde las claves delconcilio Vaticano II12.

Como es lógico, el grado de compromisode los jóvenes con los procesos pastora-les y la intensidad con la que se implica-ron en esta propuesta varió mucho deunos lugares a otros, dependiendo nosólo de la personalidad de cada indivi-duo sino, sobre todo, de la mayor omenor convicción con la que el proyectoera asumido por cada unidad pastoral(parroquia, colegio, movimiento, congre-

11 AAVV, Revitalizar las comunidades cristianas hoy, XXII Semana de Teología pastoral, Estella,Verbo Divino, 2011.

12 AAVV, Por una iglesia, por fin, conciliar, Valencia, Tirant humanidades, 2011. Esta obra hace unbalance de la evolución postconcilar.

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gación, etc.) y la madurez en la fe alcanzadapor cada APJ concreto. Lo que sí cabe consta-tar varias décadas después es que, la mayorparte de las personas que protagonizaronaquella iniciativa, desarrollaron una grancapacidad para implicarse activa y solidaria-mente en los movimientos sociales, inclusocuando muchos de ellos, por muy variadosmotivos, dejaron de participar activamente enla Iglesia. Podemos decir, honestamente, quela experiencia “imprimió carácter”.

4. Bitartea: Aldaketa klimatikoaInterludio: el cambio climático

Reconocidas las luces y las sombras de la for-mulación del perfil del APJ de los años ochen-ta y noventa, nos vemos obligados a reflexio-nar sobre los cambios que se han producidoen el contexto religioso de nuestro país, conel fin de detectar los nuevos roles que losAPJVs han de desarrollar y, en consecuencia,los rasgos que deberían configurar su identi-dad actual. Sabiendo, con todo, que las intui-ciones que hemos descrito en los apartadosanteriores siguen teniendo vigencia y que,más bien, estamos obligados a complemen-tar y enriquecer ese perfil y no tanto a pres-cindir de él.

En los últimos años he repetido innumerablesveces una imagen para expresar el desajustecultural del mensaje cristiano, hecho queconstituye uno de los principales obstáculos ala evangelización de los ambientes juveniles.Ilustro el problema fundamental de la Iglesiaactual -que ya el papa Pablo VI formuló deforma magistral al señalar que “La rupturaentre Evangelio y cultura es, sin duda alguna,el drama de nuestro tiempo”13- constatando

Ebanjelioaren eta kulturaren arte-ko hausketa da, zalantzarik gabe,gure garaiko zorigaitza. Kultur-joera berriekin bat egiteko eta hitzegiteko gaitasuna bereskuratzenez badugu, ebanjelizatzeko auke-rak oso murritzak izango dira.

13 PABLO VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi acerca de la evangelización en el mundocontemporáneo, 8 diciembre 1975, n.20.

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que, mientras muchos de los agentes depastoral en activo vivimos en el mundode Cuéntame cómo pasó, la mayoría delos jóvenes respiran el clima de LosSerrano (o Física y Química o El interna-do) y algunos de nuestros responsableseclesiales parecen creer que España esaún como en Crónicas de un pueblo, porno hablar de Amar en tiempos revueltos.Coexisten -como en el Toledo medieval-tres culturas en nuestra sociedad -la tra-dicional, la moderna y la postmoderna-y la Iglesia se encuentra firmementeasentada en la primera -en trance dedesaparición-, a duras penas dialogócon la segunda a partir del ConcilioVaticano II -que es la que ha protagoni-zado la vida social de las últimas déca-das- y no llega a comprender y muchomenos a acoger a la tercera -que es elaire que respiran las nuevas generacio-nes-. Por eso, mientras no recuperemosla capacidad de sintonizar y dialogar conlas nuevas corrientes culturales, lasposibilidades de la evangelización seránmuy limitadas14.

Sin duda estamos asistiendo a un “cam-bio climático religioso” que deja pálidoel que se produce en el medio ambiente,tanto por su ritmo acelerado como porsu gran profundidad. Los sucesivosinformes sociológicos sobre la realidad

juvenil no dejan de mostrarlo de formapalmaria15 aunque, sin apelar a investi-gaciones científicas sofisticadas, cual-quiera puede percibirlo con claridad siparticipa habitualmente en cualquierade los espacios eclesiales. Los teólogosy pastoralistas han ofrecido muy distin-tas interpretaciones de este fenómenocomplejo, pero nadie duda de su extra-ordinario alcance16.

Hemos de reconocer que los plantea-mientos pastorales de hace un par dedécadas -y el modelo de APJV que sedibujaba a partir de ellos- estaban mar-cados por el contexto de la transicióncon su concepción ilusionada y utópicadel cambio político, la preocupación porel bien común en lo social, la apertura alos valores de la modernidad en el ámbi-to de la cultura y el intento de aggiorna-mento o actualización de la Iglesia en elterreno religioso. Hoy en día las cosashan cambiado mucho. La fuerza de laglobalización, el éxito de la cultura delbienestar y el desencanto político hanido conduciendo a una creciente privati-zación de la vida social, en el terrenocultural se ha producido la transición dela sensibilidad moderna a la postmoder-na y, en el campo religioso, el aumentode la indiferencia o el sincretismo hanido parejos con una relativa contrarre-forma eclesial de corte tradicionalista.

14 P. J. GÓMEZ SERRANO, Claves pastorales en el trabajo con jóvenes, ponencia presentada en lasXXXVI Jornadas de Vicarios de Pastoral celebradas los días 3, 4 y 5 de mayo de 2011 en Ávila yorganizadas por la Conferencia Episcopal Española.

15 J. GONZÁLEZ-ANLEO- P. GONZÁLEZ BLASCO (eds.), Jóvenes españoles 2010, Madrid, SM, 2011.16 J. MARTÍN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, Madrid, Paulinas, 1993. L.

GONZÁLEZ-CARVAJAL, Evangelizar en un mundo postcristiano, Santander, Sal Tarrae, 1993. J. I.GONZÁLEZ FAUS, Crisis de credibilidad en el cristianismo. España como síntoma, en “Concilium”311, junio 2005, 43-52.

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Desde el punto de la evangelización, loverdaderamente preocupante de lasituación que caracteriza a nuestro país-como al resto de Europa occidental,por otra parte- es que se están produ-ciendo dos desplazamientos contra-puestos: el de la Iglesia y el de los jóve-nes. Mientras la primera parece añorarel entorno sociocultural del pasado yexperimenta un retroceso en sus plan-teamientos pastorales, los jóvenes seabren a un mundo distinto marcado porel cambio, la relatividad, el consumo, elpluralismo, la autonomía moral, el sub-jetivismo, etc. En este contexto, la tareaprincipal del APJV en el futuro inmedia-to consistirá en tender puentes entre elmundo juvenil actual y la experienciaoriginaria del Evangelio, aunque estodifícilmente se podrá conseguir sin uncambio profundo en las mediacioneseclesiales, imprescindible para que losjóvenes puedan sentirse en la Iglesiacomo en su propia casa y no como visi-tantes de un venerable museo17.

Al final, un principio permanece cons-tante: renovarse o morir. El mayor peli-gro que puede acecharnos actualmentees el de no arriesgarnos a cambiar loque sea necesario para acompasar elpaso de la Iglesia al de la sociedad de laque forma parte. No para aceptar acríti-camente sus valores y creencias, sinopara dialogar con ellos a partir del teso-ro escondido que hemos descubierto. Y,este propósito, requiere unos APJV quesubrayen ciertos rasgos concretos en sutalante e identidad.

5. Nora goaz? (teoria)¿A dónde vamos? (la teoría)

Siguiendo una estructura similar a laque adoptamos al presentar el modelode APJ de las décadas finales del sigloXX, voy a retomar aquellos rasgos bási-cos para matizarlos de acuerdo a losnuevos contextos.

Mi primera convicción es que quienespueden evangelizar a los jóvenes sonlos creyentes al margen de su edad.Unas preciosas y precisas palabras deJulio Lois, amigo y maestro, que fallecióeste verano y cuyo funeral se está cele-brando precisamente en estos momen-tos en el Instituto Superior de Pastoral,expresan a la perfección lo que quierodecir: “La primera condición para anun-ciar el Evangelio de forma creíble y signi-ficativa ha de formularse así: la comuni-cación ha de brotar o estar enraizada enuna experiencia gozosa y liberadora de

17 J. J. CEREZO – P. J. GÓMEZ SERRANO, Jóvenes e Iglesia: caminos para el reencuentro, Madrid,PPC, 2006.

Gazteen pastoral egilearen eginkizunnagusia, epe laburrera, egungo gazte-munduaren eta Ebanjelioko iturrietakoesperientziaren arteko zubi-lana egiteaizango da, nahiz eta hau oso zail izanelizaren jokaeretan aldaketa sakon batez badago, beharrezkoa, gazteak elizanbere etxean bezala aurki daitezen eta ezmuseo bateko bisitari bezala.

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la fe, capaz de percibir su carácter atra-yente y hasta fascinante, su belleza yfecundidad. Es la experiencia que se daen el seguimiento de Jesús vivido en elseno de una comunidad creyente. Sóloofertan la fe con credibilidad los conver-tidos, es decir, aquellos a quienes Diosles ha salido al encuentro en Jesús, lesha llamado y han respondido con fideli-dad gozosa”18.

No pretendo negar que los jóvenes pue-dan ser los mejores evangelizadores delos jóvenes, sino que, para serlo, necesi-tan, sobre todo, ser creyentes. Lo cualno puede presuponerse por el hecho dehaber pasado algunos años en gruposde fe o haber participado en las activi-dades de cualquier institución eclesial.Y menos en el entorno que nos ha toca-do vivir. Lo que me lleva a hacer dossubrayados. El primero se refiere alhecho de que los jóvenes escuchan, enrealidad, “a quien tiene algo que decir”,más allá de su edad. Están hartos detanta palabrería y eslogan vacío o de lasconocidas ofertas del consumo y ladiversión. Resulta, a mi modo de ver,muy revelador el hecho de que muchos

jóvenes han escuchado con verdaderointerés a personas de muy avanzadaedad como Juan Pablo II, Benedicto XVIo el hermano Roger de Taizé -en el entor-no cristiano- y a otras como StéphaneHessel o -más cercano a nosotros- JoséLuis Sampedro, en el ambiente máslaico del movimiento del 15M, por ejem-plo. No es de extrañar que, en el marcode desconcierto, desorientación y bana-lidad que nos caracteriza, los jóvenesbusquen a quienes tienen autoridadmoral. Escuchan a quienes muestran yproponen valores exigentes que hansido puestos a prueba, primeramente,en sus propias vidas. Unas vidas largasy no precisamente fáciles, por cierto.

Otro matiz que me gustaría añadir a lapropuesta de que sean los jóvenes quie-nes evangelicen a quienes tienen suedad consiste en que necesitamos, tam-bién, que los jóvenes puedan ver en quéconsiste una vida cristiana adulta autén-tica. Igual que quienes enseñan una pro-fesión tienen que haberla ejercido, quie-nes invitan a vivir como adultos el segui-miento de Jesús tienen que poder mos-trar cómo eso se hace realidad, contodas sus limitaciones, de un modo pal-pable. Lo demás son idealizaciones ide-ológicas que pueden dar lugar a fervo-res adolescentes o juveniles, pero queno llegan a constituirse en referenciasvitales operativas a largo plazo. Losadultos estamos llamados a ser mode-los educativos reales, capaces de con-frontarnos con las ilusiones, necesida-

18 J. LOIS, Consideraciones para una teoría de la comunicación y transmisión de la fe, en La trans-misión de la fe en la sociedad actual. II Semana de Estudios de Teología Pastoral. InstitutoSuperior de Pastoral, Madrid, Verbo Divino, 1991, 249-250.

Nere lehen ustea da, gazteak ebanjeli-zatzeko gai izateko, fededun behardutela izan, bere adinari begiratu gabe.Ez dut esan nahi gazteak gazteen eban-jelizatzaile onenak izan ez daitezkeenik,baizik ebanjelizatzaile izateko, batez erefededun behar dutela izan lehenik.

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des, críticas y miedos de los jóvenes. Sinestos modelos, la propuesta del evange-lio se tornará una especie de “cuentonavideño” que fácilmente será abando-nado cuando las exigencias de la vidaadulta hagan acto de presencia19. Deahí que, en la pastoral juvenil y vocacio-nal, resulte hoy imprescindible la pre-sencia de los adultos, acompañando aotros jóvenes evangelizadores y com-plementando, con su experiencia, lo queéstos puedan tener de mayor capacidadde empatía y comunicación con las per-sonas de su edad. Otra cuestión a dis-cernir es si abundan o no, en nuestraIglesia, esas personas adultas capacesde interpelar a los jóvenes con su formade vivir.

El segundo presupuesto que analizába-mos anteriormente era la mediacióncomunitaria. Sigo absolutamente con-vencido de que el futuro de la Iglesiadepende de nuestra capacidad parapromover la fraternidad en su seno ypara multiplicar los núcleos comunita-rios. Sin embargo, la situación actual deprecariedad en este terreno me anima asubrayar en el APJV, sobre todo, quetenga capacidad para crear encuentroscon los jóvenes en sus propios contex-tos vitales y que, estos encuentros,estén mediados eclesialmente de algu-na manera. Dicho de un modo sencillo:el APJV tendrá que actuar como “orga-nizador de citas”, en nombre de laIglesia, entre los jóvenes y Jesús deNazaret. Esa capacidad para facilitar

19 P. J. GÓMEZ SERRANO, Nos sobran los motivos. Una invitación al cristianismo, Madrid, PPC,2011.

Helduak, benetako hezitzaile-eredu iza-tera deituak gaude gazteen ilusio, kritikaeta beldurrei aurre emateko gai izanik.Eredu hauek gabe ebanjelioaren propo-samena, berehala ahaztuko duten“Gabonetako ipuin” bailitz, helduaroanbizitzak dituen eskakizunak agertzendirenean.

Guztiz sinestuta jarraitzen dut, elizarenetorkizuna, bere barnean anaitasuna piz-tutzeko eta komunitate guneak ugaltze-ko dugun gaitasunaren arabera dagoela.Baina, arlo honetan egun dagoen urrita-sun egoera ikusita, pastoralgile gaztearibegiratzen diot, batez ere gazteekin berebizitza-inguruetan elkarguneak sortzekogaitasuna duen gazteari, betiere elizareneragina izango duten elkartzeak.

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encuentros que afecten a la profundidadde la vida es la principal competenciainstrumental que necesitamos en estosmomentos. Dos paradigmas evangélicosque podrían inspirarnos en esta tareason el diálogo de Jesús con la samarita-na junto al pozo de Jacob (Jn 4, 5-42) y laconversación de Jesús con los discípulosen el camino de Emaús (Lc 24, 13-35):

Más en concreto, la labor del APJV comogenerador de encuentros tiene dos par-tes. La primera consiste en suscitar elinterés por el Evangelio, la segunda, sercapaz de presentarlo adecuadamente.Respecto al primer paso, Pablo VI loexpresó de modo muy acertado: “LaBuena Nueva debe ser proclamada, enprimer lugar mediante el testimonio.Supongamos un cristiano o un grupo decristianos que, dentro de la comunidadhumana donde viven, manifiestan sucapacidad de comprensión y de acepta-ción, su comunión de vida y de destinocon los demás, su solidaridad en losesfuerzos de todos en cuanto existe denoble y bueno. Supongamos ademásque irradian de manera sencilla y espon-tánea su fe en los valores que van másallá de los valores corrientes, y su espe-ranza en algo que no se ve ni osaríansoñar. A través de este testimonio sinpalabras, estos cristianos hacen plante-arse, a quienes contemplan su vida,interrogantes irresistibles: ¿Por qué sonasí? ¿Por qué viven de esta manera?¿Qué es o quién es el que los inspira?¿Por qué están con nosotros? Pues bien,este testimonio constituye ya, de por sí,

una proclamación silenciosa pero tam-bién muy clara de la Buena Nueva”20.

El segundo paso consiste en acompañara los jóvenes del interés inicial por Jesúsal encuentro íntimo con él, lo querequiere emplear el estilo que él mismousaba y que los dos relatos evangélicosque he mencionado reflejan de modoextraordinario. Enumero algunas pince-ladas de una metodología que requeri-ría mucho más espacio para ser adecua-damente descrita:

• Salir a donde se encuentra la gente,sin esperar que acudan a nuestrosespacios y nuestros tiempos.

• Crear plataformas de acción y comu-nicación en las que podamos compar-tir en profundidad con quienes no fre-cuentan los ambientes eclesiales.

• Escuchar con toda seriedad y, afondo, sus inquietudes, antes de res-ponder a preguntas que no se hacen.

• Expresar nuestras propias necesida-des, búsquedas y carencias, sin ser niparecer autosuficientes.

• Preguntar y provocar sin presuponerque sabemos lo que el otro necesita yllevar a la profundidad la conversación.

• Acompañar por largo trecho y conpaciencia a los jóvenes, respetandosus ritmos y sus procesos.

• Decir algo que sea adaptado a las cir-cunstancias de quien nos escucha ysea personalmente auténtico.

• Buscar siempre la palabra oportuna yno la estereotipada o la que llevába-mos preparada para “esa reunión”.

20 PABLO VI, Evangelii nuntiandi, n.21.

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• Ayudarles a reinterpretar su vida a laluz del amor que Dios les tiene y de lamisión que desearía encomendarles.

• Confesar con valentía y sin comple-jos, de corazón a corazón, cómo influ-ye en nuestra vida haber encontradoa Jesús.

Por último, voy a proponer un nuevoperfil del APJV con cuatro notas quepodríamos denominar así: enamorad@,amig@, traductor-a y alternativ@

• Para precisar el sentido que otorgo a“enamorado” daré la palabra a JoséAntonio Pagola: “El canadienseBernard Lonergan ha sido el últimoteólogo que ha recordado de manerapenetrante que “creer es estar ena-morado de Dios” ¿Qué puede pensarhoy alguien de semejante afirmación?Por lo general, los teólogos no hablande estas cosas, ni los predicadores sedetienen en sentimentalismos de estegénero. Y, sin embargo, ¿qué otracosa puede ser confiarse a un Diosque es sólo Amor? Nada nos acercacon más verdad al núcleo de la fecristiana que la experiencia de ena-moramiento. La idea no es la “genia-lidad” de un teólogo piadoso, sino latradición constante de la teologíamística que arranca del cuarto evan-gelio: “Como el Padre me ha amado,así os he amado yo: permaneced enmi amor”.El enamoramiento es, pro-bablemente, la experiencia cumbrede la existencia humana. Nada haymás gozoso. Nada llena tanto el cora-zón. Nada libera con más fuerza de la

soledad y el egoísmo. Nada ilumina ypotencia con más plenitud la vida.Los místicos lo saben. Por eso cuan-do hablan de su fe y entrega a Dios,se expresan como los enamorados.Se sienten tan atraídos por él, queDios comienza a ser el centro de suvida. Lo mismo que el enamoradollega a vivir de alguna manera en lapersona amada, así les sucede aellos. No sabrían vivir sin Dios. Élllena su vida de alegría y de luz. Sin élles invadiría la tristeza y la pena.Nada ni nadie podría llenar el vacíode su corazón. Alguien podría pensarque todo esto es para personas espe-cialmente dotadas para vivir el miste-rio de Dios. En realidad, estos cre-yentes enamorados de Dios, nosestán diciendo hacia dónde apunta laverdadera fe. Ser creyente no es vivir“sometido” a Dios y a sus mandatos.Antes que nada, es vivir “enamora-do” de Dios. Para el enamorado no esningún peso recordar a la personaamada, sintonizar con ella, correspon-der a sus deseos. Para el creyenteenamorado de Dios no es ningunacarga estar en silencio ante él, acoger-lo en oración, escuchar su voluntad,vivir de su Espíritu. Aunque lo olvide-mos una y otra vez, la religión no esobligación, es enamoramiento”21.

• Lo segundo que necesitamos es ser“amigos y amigas” de los jóvenes. Loque no debe confundirse con ser suscolegas ni, menos aún, sus manipula-dores. La amistad implica cercanía

21 J. A. PAGOLA, Vivir enamorado, Diario Vasco, 25 mayo de 2003.

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afectiva, pero también respeto y eldeseo de querer lo mejor para el otro.San Juan Bosco lo decía de estemodo: “me basta que seáis jóvenespara amaros”. Y el psicólogo argenti-no Jorge Bucay escribe: “hace pocoempecé a definir el verdadero amorcomo la desinteresada tarea de crearespacio para que el otro sea quienes”22. Y esto es, precisamente, loque cualquier APJV pretende al ofre-cer a los jóvenes, como posible ingre-diente para configurar su vida de unmodo acertado, el acontecimiento deJesucristo. Al igual que ocurre con eltérmino “enamorado”, la palabra“amigo” recoge lo mejor de la sensi-bilidad postmoderna en lo que tienede afectivo y de relacional, de pasióny de ayuda.

• El término “traductor” remite a lanecesidad de superar el abismo cre-ciente que se produce entre las for-mas culturales en las que se expresael cristianismo y aquellas en las quelos jóvenes experimentan su vida.Esto supone, en realidad dos tareascomplementarias. La primera implica“capacitar para la fe”, desarrollandodimensiones de la vida personal quela sociedad actual no suele cultivar (elsilencio, la contemplación, la gratitud,la gratuidad, el servicio, el compartir,la búsqueda, el espíritu crítico, la acti-

tud utópica, etc.)23. La segunda con-siste en presentar la experiencia cris-tiana en claves que permitan com-prenderla sin necesidad de “traduc-ción simultánea”. Me ha llamadosiempre la atención la frescura queemanan los textos evangélicos frentea la aridez que desprenden tantosdocumentos eclesiales contemporá-neos, mucho más cercanos a nosotrosen el tiempo. Jesús hablaba del Reinoapelando a las experiencias vitales, alas imágenes simbólicas y al vocabu-lario más cercano a los destinatariosde sus palabras. Nosotros tenemosque recuperar esa capacidad.

• Por último, al referirnos a ser “alterna-tivos” queremos señalar que, másallá de las palabras, lo que los jóve-nes necesitan encontrar en sus APJVses personas que, como relata la Cartaa Diogneto24, vivan plenamenteinsertas en la sociedad y que, almismo tiempo, adopten un estilo devida inspirado en el Evangelio que lesayuda a ser mejores y que les anima acontribuir a la humanización delmundo llevados por el Espíritu deJesús. A mi modo de ver, los cristianostenemos que ser -desde el punto devista cultural- alternativos, pero noanacrónicos, y -desde el psicológico-diferentes, pero no raros. Esto es,tenemos que asumir sin ningún tipo

22 J. BUCAY, Cuentos para pensar, Buenos Aires, RBA, 2002, 17.23 P. J. GÓMEZ SERRANO, Capacitar para la fe: una tarea primera, en Encuentros de fe. Horizontes

de nueva evangelización, Madrid, Centro teológico San Agustín, 2011, 219-243.24 D. BUENO, (ed.), Padres Apostólicos, Madrid, BAC, 1950. Capítulo 1,1. Una versión completa del

texto en “Iglesia Viva” nº 237, enero-marzo, 2009, 123-130.

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de reticencia todos los valorescontemporáneos que percibamoscomo humanizadores y asumirotros, que serán contraculturales,cuando los dominantes se opon-gan a los de las Bienaventuranzasy al bien de los pobres. Rechazarel anacronismo significa oponersea los modos culturales desfasadosde vivir el cristianismo, cuando nose perciba su intrínseca vinculaciónal mensaje de Jesús. No tiene senti-do practicar el “arqueologismo” enla Iglesia, cuando Dios es el “siem-pre nuevo” y “siempre joven”25.

Efectivamente, por chocante quepueda parecer a primera vista, lo pri-mero que necesitamos en la pastoralde juventud y vocacional es personasenamoradas del Evangelio. Esto es,personas cuyo corazón haya quedadotocado definitiva y plenamente porJesús de Nazaret y su proyecto. Y noes lo mismo “conocer” el Evangelio,que estar “convertido” al Evangelio.O saber quien fue Jesús, y seguirle.Cuando esto último ocurre, la vidaqueda transformada de un modopositivo y, sin quererlo, se irradia unaalegría que sería imposible “fabri-car”. El cardenal Suhard, arzobispode Paris en la década de 1940, afir-maba: “ser un testigo no consiste endedicarse a la propaganda ni en agi-tar a la gente, sino en ser un misterioviviente. Significa vivir de tal modoque la propia vida no tendría sentidosi Dios no existiera”26. Desde esa

25 C. DUQUOC, Dios diferente, Salamanca, Sígueme, 1978.26 Citado en T. RADCLIFFE, ¿Qué marca diferencialmente al cristianismo?, en “Concilium” 340, abril

2011, 174.

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experiencia cabe entender la amistadcon los jóvenes, el intento de formular laexistencia cristiana en las nuevas clavesculturales y la necesidad de encarnar unestilo de vida alternativo que se asumecomo suerte y no como carga; comocamino de felicidad y no por masoquis-mo. Por eso, no puedo concebir una pas-toral vocacional que no incluya los cua-tro elementos que hemos señalado.

6. Nora goaz? (praktika)¿A dónde vamos? (la práctica)

De un modo muy breve querría identifi-car algunas dificultades a las que habráde enfrentarse en los próximos años unplanteamiento como el que hemos bos-quejado en el anterior apartado. Me refe-riré a tres niveles distintos de la realidad.

El primer desafío procede de la propiaplantilla de los agentes de pastoral y suproblemática. El agudo proceso deenvejecimiento que está sufriendo laIglesia española y que afecta, con mati-ces menores, al conjunto de sus acto-res: parroquias, congregaciones, movi-mientos, comunidades, etc., tiene, almenos cuatro consecuencias negativas.Por una parte, contamos con mayoresrestricciones para conseguir suficientesAPJV que puedan dedicarse a fondo aesta tarea (que reclama mucho tiempo yenergía), porque el número total de jóve-nes que participan en la Iglesia es cadavez menor, lo que dificulta extraordina-riamente el relevo generacional. A ello seañade el relativo desaliento que pade-cen muchos animadores, consecuencia

lógica de las dificultades ambientalesque presenta su tarea y de la falta deresultados en términos de incorpora-ción de los jóvenes a la vida eclesial.Por otra parte, el mismo proceso deenvejecimiento tiende a retroalimentar-se, más allá de la labor de los agentesde pastoral. No resulta atractivo paralos adolescentes y jóvenes formar partede un colectivo en el que ellos no repre-sentan más que una porción muy mino-ritaria y que tiene una imagen tan pocoatractiva entre sus compañeros. Losjóvenes buscan, de un modo natural, elcontacto con otros jóvenes. Por último,las urgencias pastorales afectan negati-vamente a la calidad de lo que hace-mos. El cuidado espiritual de los APJV,su formación teológica o su insercióncomunitaria se llevan a cabo “a salto demata” o “con alfileres”, lo que constitu-ye una estrategia de “pan de hoy y ham-bre para mañana”. Las actividades pier-den así su sentido profundo, la motiva-ción da paso a la rutina, los itinerariosdejan paso a la improvisación y lavivencia de fe puede a duras penascomunicarse.

El segundo desafío del momento tieneque ver con el gimnasio y sus “telara-ñas”. Me refiero aquí, como es natural, alas dificultades que proceden del ámbi-to institucional. Mi impresión es que, enmuchas diócesis, nos encontramos anteuna pastoral de juventud de talante tra-dicional, que prima los grandes encuen-tros o peregrinaciones sobre los proce-sos, el orden frente a la profecía, las for-mas clásicas de la acción pastoral frentea la creatividad, la piedad frente al com-

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promiso, la mentalidad conservadorafrente a la apertura al futuro, la acepta-ción del statu quo frente a la opción porlos pobres. Desde el punto de vistavocacional lo que aquí se plantea es siresulta necesario o conveniente crearuna subcultura religiosa tradicional parareproducir la Iglesia del pasado y el tipode vocaciones que lo hagan posible o sinos arriesgamos a recrear la Iglesia paraque las nuevas generaciones se encuen-tren a gusto entre nosotros de un modonatural. Conste que, en el enfoque pas-toral tradicional, veo grandes valores (larecuperación de la experiencia religiosaprofunda, el valor de la oración y la litur-gia, el sentido de pertenencia eclesial, lapersonalización de la fe, la capacidad deresistencia al ambiente, la huida delhipercriticismo, etc.) pero, al mismotiempo, la estrategia de la contrarrefor-ma me parece, a medio plazo, institucio-nalmente suicida, además de pocoevangélica. El asunto es muy serio.Muchos de nosotros conocemos porexperiencia cómo la mejor y más entu-siasta presentación del Evangelio a losjóvenes choca, finalmente, con el impac-to negativo de algunas posiciones ofi-ciales de la Iglesia en materia de género,sexualidad, organización interna o disci-plina teológica, que alejan a las nuevasgeneraciones de un modo casi inevita-ble. Sin una adecuada “limpieza y remo-delación de la casa” va a ser muy difícilque la tarea de los APJV de su fruto.

Por último, necesitamos ser cada día másconscientes de la cancha en la que juga-mos y las limitaciones que impone. Merefiero con esta metáfora al ambienteque nos rodea. Sin duda en poco más dedos décadas los cristianos hemos pasa-do en nuestro país de “jugar en casa” ajugar en “campo contrario”. Cuando yoera joven, ser cristiano era normal y eranlos “alejados” quienes se veían obliga-dos a argumentar su postura. Hoy en díala carga de a prueba corre a cargo de loscreyentes, lo que supone varias cosas.En primer lugar que tenemos que pre-sentar el Evangelio, no como un modode insertarse en la normalidad social,sino como una alternativa de vida a lapropuesta dominante de la cultura de lasatisfacción. El cristianismo ofrece uncamino -estrecho- de felicidad, peroimplica asumir el riesgo de la fe y elcoste de asumir una existencia a contra-corriente en algunos aspectos27. Ensegundo término, el APJV debe concen-trar sus esfuerzos en facilitar una expe-riencia religiosa profunda (algo que sealeja de las experiencias cotidianas dela mayoría de los jóvenes) y recuperarla credibilidad de esa experiencia comoprofundamente humana y positiva28.

27 J. M. CASTILLO, La alternativa cristiana, Salamanca, Sígueme, 1978.28 J. MARTÍN VELASCO, Ser cristiano en una cultura postmoderna, Madrid, PPC, 1996; La transmi-

sión de la fe en la sociedad contemporánea, Santander, Sal Terrae, 2002.

Ebanjelioa ez dugu gizartearen normal-tasunean txertatzeko era bat bezala aur-keztu behar, nagusiki eskaintzen digu-ten, atsegintasun kulturari aurre emate-ko baizik.

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Por último, resulta imprescindible quelas formulaciones de fe a las que acce-dan los jóvenes gracias a sus APJV seanplenamente compatibles con los mejo-res elementos de la mentalidad contem-poránea: ciencia, democracia, igualdad,libertad, espíritu crítico, valoración posi-tiva del placer, autonomía de la concien-cia moral, etc.29 En caso contrario, lascreencias religiosas tenderán a desva-necerse en contacto con el clima culturalpredominante o se alimentarán actitu-des sectarias, clandestinas o fundamen-talistas.

7. AmaitzekoPara acabar

Son, probablemente, demasiadas laspropuestas que he enumerado en estacharla y, por ello, resulta aconsejableterminarla intentando recuperar lo esen-cial. Voy a hacerlo empleando unapequeña narración, pues es sabido queel lenguaje simbólico tiene mucha máscapacidad de evocar y sugerir que elargumentativo.

Al final de una cena en un castilloinglés, un famoso actor de teatroentretenía a los huéspedes declaman-do textos de Shakespeare. Después seofreció a que le pidieran algún “bis”.Un tímido sacerdote preguntó al actorsi conocía el salmo 22. El actor res-pondió: “Sí, lo conozco, pero estoydispuesto a recitarlo sólo con una con-dición: que después lo recite usted”. Elsacerdote se sintió incómodo, peroaccedió. El actor hizo una bellísimainterpretación, con una dicción perfec-ta: “El Señor es mi pastor, nada mefalta...”. Al final, los huéspedes aplau-dieron vivamente. Llegó el turno alsacerdote, que se levantó y recitó lasmismas palabras del salmo. Esta vez,cuando terminó, no hubo aplausos,sólo un profundo silencio y el inicio delágrimas en algún rostro. El actor semantuvo en silencio unos instantes,después se levantó y dijo: “Señoras yseñores, espero que se hayan dadocuenta de lo que ha sucedido estanoche: yo conocía el salmo, pero estehombre conoce al Pastor”30.

A la postre, en la configuración de laidentidad del APJV y en su posible fecun-didad evangelizadora todo se reduce aesto: ¿conocemos el salmo o conoce-mos al Pastor? That is the question.

29 A. TORRES QUEIRUGA, Creer de otra manera, Santander, Sal Terrae, 1999, y Fin del cristianismopremoderno. Retos hacia un nuevo horizonte, Santander, Sal Terrae, 2000.

30 Anécdota citada en M. J. ARANA, Dios expone parábolas a los hombres, en “Sal Terrae”, nº 1087,Santander, 2005, 236.

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Delegación Diocesana dePastoral con Jóvenes

Elizbarrutiko GaztePastoraltzako Ordezkaritza

Plza. Desamparados 1, 3º. 01004 Vitoria-Gasteiz Tfnos. 945 123 483 / [email protected]

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