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Créditos

Moderadores

Alexiacullen Omakehell

Traductores

AariS

Alexiacullen

Alyshiacheryl

Auroo_J

Elizzen

Isabella Night

Isane33

Katiliz94

krispipe

lauraaaaa

Lyricalgirl

Omakehell

PaulaMyfair

rihano

Vafitv

ValentinaW33

Correctores

Fher_n_n

Klarlissa

Mishy

Nony_Mo

Rose_vampire

yuya

Recopilación

Rose_vampire

Diseño

Lissarizz

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La traducción de este libro es un proyecto del Foro Purple Rose. No es ni

pretende ser o sustituir al original y no tiene ninguna relación con la editorial

oficial. Ningún colaborador —Traductor, Corrector, Recopilador— ha recibido

retribución material por su trabajo. Ningún miembro de este foro es remunerado

por estas producciones y se prohíbe estrictamente a todo usuario del foro el uso

de dichas producciones con fines lucrativos.

Purple Rose anima a los lectores que quieran disfrutar de esta traducción a

adquirir el libro original y confía, basándose en experiencias anteriores, en que

no se restarán ventas al autor, sino que aumentará el disfrute de los lectores que

hayan comprado el libro.

Purple Rose realiza estas traducciones porque determinados libros no salen en

español y quiere incentivar a los lectores a leer libros que las editoriales no han

publicado. Aun así, impulsa a dichos lectores a adquirir los libros una vez que

las editoriales los han publicado. En ningún momento se intenta entorpecer el

trabajo de la editorial, sino que el trabajo se realiza de fans a fans, pura y

exclusivamente por amor a la lectura.

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Índice

Créditos ______________________________________________________________ 1

Sinopsis ______________________________________________________________ 5

Capítulo 1 ____________________________________________________________ 6

Capítulo 2 ___________________________________________________________ 11

Capítulo 3 ___________________________________________________________ 15

Capítulo 4 ___________________________________________________________ 19

Capítulo 5 ___________________________________________________________ 26

Capítulo 6 ___________________________________________________________ 32

Capítulo 7 ___________________________________________________________ 45

Capítulo 8 ___________________________________________________________ 61

Capítulo 9 ___________________________________________________________ 66

Capítulo 10 __________________________________________________________ 85

Capítulo 11 __________________________________________________________ 94

Capítulo 12 __________________________________________________________ 99

Capítulo 13 _________________________________________________________ 104

Capítulo 14 _________________________________________________________ 111

Capítulo 15 _________________________________________________________ 120

Capítulo 16 _________________________________________________________ 126

Capítulo 17 _________________________________________________________ 136

Capítulo 18 _________________________________________________________ 144

Adelanto del libro Once Upon a Heist ____________________________________ 147

Sobre la Autora _____________________________________________________ 151

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Sinopsis

Cuando su padre trata de robar magia de la mansión embrujada fuera

del pueblo, Bee de diecisiete años es una de las convertidas en

prisionera de la "bestia", quien vive allí. Pero el llamado monstruo, Will,

no era nada de lo que ella esperaba.

Él tiene su misma edad, no tiene garras ni colmillos... y contrario a la

leyenda local, es muy, muy guapo. Bueno, quizás toda la cosa de la

"bestia" es una metáfora, porque es un imbécil total. La única meta de

Bee es escapar, pero hay algunas complicaciones mayores, como el

hecho de que tiene que romper el hechizo de Will primero.

La bruja quien hechizó a Will le dejó un enigma por resolver y un reloj

de arena para controlar el tiempo. Y aunque ella preferiría comer tierra

antes de ayudar a Will, Bee tiene que trabajar con él para resolver el

enigma, o será prisionera por siempre. Mientras el tiempo pasa, Bee

descubre que hay más de Will que lo que se ve a primera vista. Pero el

reloj de arena está casi vacío y se les acaba el tiempo. ¿Pueden resolver

el desconcertante enigma y romper el hechizo de la bruja antes de que

todo esté perdido?

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Capítulo 1

Traducido por Isabella Night

Corregido por Nony_Mo

Mi padre me condujo por el bosque en su camioneta, las ruedas

temblaban sobre el sucio camino de tierra mientras el aire zumbaba con

todas las palabras no dichas entre nosotros. Las lágrimas caían por sus

mejillas arrugadas perdiéndose en su barba. La marca en su muñeca

ardía en mi visión periférica, como si estuviera brillando.

Me senté en silencio, una estatua, una muñeca de papel, una cosa

congelada en piedra.

Cuando nos acercamos a la puerta, retuve un suspiro tembloroso y lo

dejé salir, mi padre colocó su mano en mi hombro. Sus dedos se

clavaron en mi piel.

—Él prometió que no te heriría, Bee. Él lo prometió.

Me moví. Su mano cayó sin fuerzas sobre el asiento entre nosotros. No

trató de tocarme otra vez.

Papá apagó el motor y nos sentamos envueltos en silencio. Lo escuché

tragar saliva. Deslicé mis dedos arriba y abajo por la correa de mi

mochila. Mi boca sabía a tierra. El auto olía a cuero viejo y terror fresco.

Nadie sabía si las leyendas eran mentiras, mito o verdad. Pero todas

hablaban de la Bestia que vivía en la casa. Algunos decían que comía

niños humanos, otros que se convirtió en una viciosa criatura de la

noche y el resto decían que lucía como un demonio, con llamas por

ojos.

Una gota de sudor se deslizó por mi espalda.

—Tú no… —mi padre comenzó a decir, pero vaciló. Tal vez esperaba que

lo detuviera, pero no lo hice. Solo me senté sosteniendo mi mochila,

sintiendo el choque de responsabilidad deslizarse sobre mis hombros y

enrollándose alrededor de mi cuello como una soga.

A través de la puerta podía ver la casa, mirándonos con ojos muertos.

Los árboles se apretaban contra las paredes de color blanco hueso como

arpías acurrucadas con largas cabelleras verdes y todo estaba cubierto

por una niebla de musgo grisáceo. Había oído historias toda mi vida —

todos las habíamos oído— pero nunca estuve lo suficientemente cerca

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para ver las grietas en las ventanas, las vides muertas que se aferraban

a la azotea.

La magia flotaba en el aire como huellas persistentes de una memoria.

Casi podía saborearla. Voces susurrando débilmente en el viento, ¿o

solo eran los árboles? El nudo en mi estómago se estiró en respuesta.

Mi padre intentó otra vez y esta vez pudo sacar la frase entera fuera.

—No tienes que hacer esto.

Por supuesto que tenía que hacerlo. Debía hacerlo. No haría esto por él.

Lo estaba haciendo porque no tenía opción. Con la marca en su

muñeca, él era un hombre muerto. Toda nuestra familia estaba

condenada. Él lo sabía y yo lo sabía y él estaba jugando un juego de

fingir una pobre excusa porque quería calmar su propia culpa. Porque

quería ser capaz de poder mirar atrás este momento cada vez que en el

futuro cruzara por su mente y sentir que me había ofrecido una salida.

Que había estado dispuesto a rescatarme, pero me negué.

En lugar de responder, abrí la puerta y salí. La grava crujía bajo mis

zapatos mientras pisaba el suelo. Cargué mi mochila y tomé una

profunda respiración.

La puerta crujió bajo mi mano, crucé el césped y subí los escalones de

la casa, sintiendo el estremecimiento de la piedra bajo mis zapatos

como si la casa viviera y respirara. La puerta no se abrió por sí sola, que

medio lo había esperado, pero cuando puse mi mano en el pomo pude

sentir el zumbido de energía dentro de ella como un latido.

Mi padre esperó en el auto. Miré sobre mi hombro y lo vi parado con

una mano sobre la puerta, sus hombros tensos hacia atrás como un

tirachinas1.

Todo lo que tenía que hacer era dar un paso adentro. Un paso dentro y

la marca desaparecería. Y podría correr a casa. Podía ser más astuta

que esta casa. ¿No podía? Respiré profundamente y enderecé mis

hombros.

Tal vez sí lo creía. Tal vez no. ¿Por qué más habría traído una mochila

llena de ropa y artículos de aseo?

—Bee —gritó mi padre, y su voz se rompió. Me detuve, esperando por

más. Tal vez él en verdad lo sentía. Tal vez en verdad no quería que yo

1 Tirachinas: Horquilla con mango que lleva dos gomas elásticas para lanzar piedras

pequeñas.

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hiciera esto…—. Bee, solo quería decirte cuan agradecido estamos tu

madrastra y yo…

Mi garganta se cerró. Él no me iba a detener, ¿verdad? Sacudí mi

cabeza y se pasó una mano por la cara y se calló.

Cuando vino a casa hace tres semanas atrás a las 3 a.m., con la manga

de su uniforme de trabajo rasgada, sus labios sangrando y sus ojos

llenos de miedo, mi madrastra lloró. En verdad lloró —sollozos

desgarradores que la hacían agarrarse sus costados. Casi parecía como

si estuviera riendo. Lo miré y pude oler la magia en él. Supe

exactamente dónde había estado.

Y una pequeña parte de mí que sabía que yo sería el precio a pagar por

su estupidez.

Todo lo que tenía que hacer ahora era cruzar el umbral. Luego la marca

en su muñeca se desvanecería y él sería libre. Todo estaría bien. Eso

era todo lo que habíamos prometido, ¿cierto?

Abrí la puerta y entré en la casa. Conteniendo mi respiración.

Al otro lado del césped, mi padre hizo un sonido como de sollozo.

¿Qué era eso? ¿La marca se había ido?

—¿Papi? —me ahogué, sin atreverme a moverme—. ¿Se ha…?

—¡Se ha ido, cariño!

Me comencé a voltear, pero no lo suficientemente rápido. La puerta se

cerró de golpe como las fauces de un animal hambriento. Agarré la

manilla y la retorcí, echando mi hombro contra la pesada madera.

Grité, tirando la manilla más fuerte.

Estaba cerrada.

Clavé mis uñas en la madera hasta que sangraron. Golpeé con mis

puños.

La puerta no se movió. Era pura como una piedra.

Por la hoja de vidrio, vi las luces del coche de mi padre y escuché el

acelerado del motor.

Él me estaba dejando.

Me deslicé al piso. Mis zapatillas chirriaron contra el mármol brillante,

mis dedos se deslizaron por la caoba pulida de la puerta. No quería

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mirar detrás de mí a la boca de la casa, dentro de la oscuridad que sería

mi hogar. O mi tumba. No quería pensar en cómo mi padre iría a casa y

mi ausencia sería como una onda dentro de la casa, sentida por un

momento y luego desaparecida de sus mentes. No quería pensar como

me extrañarían en la escuela. Violet. Livia. Drew.

Drew.

Dolor se pegó como cemento detrás de mis ojos. Quería llorar, pero no

tenía lágrimas. Nunca tenía lágrimas. Mis ojos quemaban y mi garganta

estaba apretada con un grito, haciendo difícil respirar. Me agaché en el

piso, puse mi mano sobre mi boca y pensé sobre el cabello de Drew, sus

ojos, su sonrisa.

Nunca vería alguna de estas cosas otra vez.

Terror —terror real— se cargó a través de mí como una tormenta. Pulsó

por mi cuerpo, empujando mi piel, queriendo salir. Como si mi propia

alma luchara por liberarse de mí, como si mi propio ser no pudiera

soportar estar atrapado aquí en este momento. Se incrementó con una

intensidad cegadora, como un rayo de luz. Entonces caí, jadeando, con

mis manos apoyadas en el suelo frío.

—Detente —me dije en voz alta—. Para esto.

No tenía que quedarme aquí. La marca se había ido, estábamos libres y

podía irme a casa —si solo pudiera hallar una salida. La idea se plantó

en mi mente, congelada por el miedo. Quebrantando mi terror como

una primavera cálida. Escapar.

Después de todo, no estaba muerta.

—Todavía —murmuré, y el eco de mi voz, suave y aterciopelado,

susurró detrás de mí en el silencio. Cerré mis ojos con fuerza, conté

hasta cinco y los abrí. Y miré al lugar que sería mi prisión.

El vestíbulo se extendía como un campanario. Un candelabro roto yacía

a un metro de distancia, gotas de cristal se extendían como lágrimas

congeladas a través del mármol. La luz suave de la sala venía a través

de ventanas arqueadas iluminando el resto de la habitación, en partes

de muebles rotos y libros rasgados. En el medio de la habitación,

papeles y plumas estaban esparcidos por el suelo. Era como si un gran

monstruo hubiera estallado en cólera y destruido la habitación, y cayó

en un sueño tranquilo luego de agotarse a sí mismo.

Detrás de mí se escondía un pasillo lúgubre, lleno de puertas.

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Estaba atrapada dentro de la casa. Mis amigos no podían ayudarme.

Drew no podría ayudarme. Mi padre no me ayudaría.

Un suspiro escapó de mis labios mientras me ponía en pie.

Estaba sola.

Sola en la casa de la Bestia.

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Capítulo 2

Traducido por ValentinaW33

Corregido por Nony_Mo

Necesitaba encontrar una forma de salir. ¿Una ventana tal vez? La

única luz en el vestíbulo venía del panel de vidrio en la puerta y de unos

pocos portales que estaban en lo alto del techo abovedado. Mi mirada se

dirigió hacia las puertas en el corredor.

Tenía que ir por alguna de ellas.

Por un segundo deseé poder quedarme aquí, aferrándome a la puerta

del frente, rezando porque mi padre viniese con un hacha a salvarme.

Pero sabía que eso era estúpido.

Él no iba a volver. Lo sabía desde lo más profundo de mis huesos.

Tomando una bocanada de aire, moví mis hombros y me levanté,

aflojando mis músculos en caso de que necesitara correr. Di un paso

hacia la primea puerta.

Una ráfaga de humedad en el aire recorrió mi cara mientras miraba

dentro de la oscuridad total de la puerta abierta. Un estremecimiento se

arrastró por mi columna vertebral, cerré la puerta y mi corazón seguía

latiendo desenfrenado.

Me moví hacia la segunda puerta, pero ésta guiaba hacia la oscuridad

de nuevo. Entonces, oscuridad sería. Encontré una vela en la repisa de

la pared, me paré en puntillas para tomarla. Iba a necesitar luz.

Tan pronto como envolví mis dedos alrededor de la barra de cera, la

mecha se encendió con fuego por sí misma. Grité y la solté, el fuego se

apagó. La vela rodó lejos y tropecé de vuelta, estremeciéndome.

Contrólate, Bee. Me incliné y la tomé de nuevo sombríamente. La flama

estalló de nuevo tan pronto mis dedos se cernieron a ella. Entré a la

primera puerta que había abierto.

La vela iluminó una mancha de habitación alrededor de mí. Una

corriente de aire se arremolinó en mis hombros, haciendo la flama

parpadear y bailar. Ahuequé mi mano alrededor de la pequeña flama y

caminé rápido, buscando en las paredes por ventanas o puertas que

pudieran guiarme afuera. Observé solo sillas polvorientas y telarañas.

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Los recuerdos se arremolinaban dentro de mí mientras caminaba.

Recuerdos de mi abuela, susurrándome historias en la oscuridad sobre

una vieja casa que tenía un hechizo. Sobre un monstruo cautivo por las

palabras de una bruja. Recordé que tenía seis años de edad y que

estaba sentada en la caja de arena en el patio trasero mientras Sarah

Albright, mi vecina de al lado, me decía con los ojos muy abiertos como

una bestia maldecida que vivía en la casa del bosque se comía a los

niños pequeños para el desayuno. Ella juró que su hermano casi había

sido comido y que escapó en el último momento. Dormí con una

lamparilla de noche por semanas después de eso.

Esta casa era el monstruo en el closet del cual la ciudad solo

susurraba, y ahora estaba siendo tragada dentro de ella. Me deslicé

como un explorador en una cueva. Pasé por otra puerta y las paredes se

expandieron. Mis pasos resonaban en la oscuridad y supe que estaba

en algún lugar muy grande. ¿Un salón de baile? Tal vez era el flujo de

aire, o el cambio de olor, o la forma en la que mis pasos hacían eco.

Entonces el aire rozó mi piel como si alguien hubiese pasado junto a mí,

giré mientras mi corazón palpitaba salvajemente y el pánico arañaba mi

garganta.

—¿Hola? —Mi voz revoloteó como un pájaro perdido en la oscuridad.

Una figura estaba detrás de mí, sosteniendo una luz, sus movimientos

imitando los míos. Mi corazón tartamudeó hasta que me di cuenta que

era mi propio reflejo en un espejo. Grietas en el espejo dispersaban la

luz de la vela, haciendo que cintas de luz bailaran sobre mi cara y

manos. Incliné mi cabeza hacia atrás y miré hacia arriba, pero no pude

ver que tan lejos llegaba.

Seguí caminando y llegué a otra puerta. Giré la perilla y entré. Mi vela

iluminó una mesa y una forma cilíndrica extremadamente grande

cubierta con una tela de seda. Extendí la mano para tocarlo, curiosa y

la tela cayó lejos debajo de la punta de mis dedos.

Quedé boquiabierta.

Había un enorme reloj de arena sobre la mesa, brillando a la luz del

fuego. Dentro del vidrio fluía constantemente un hilo de arena,

brillando débilmente como si los granos fueran fosforescentes. La

mayoría de la arena ya había pasado por el centro y se apilaba en el

fondo del reloj. Podía oír el raspar de la arena al caer. Estiré mis dedos

para tocarlo. Por alguna razón, me llenó de miedo.

Una voz habló detrás de mí.

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—¿Quién está ahí?

El terror me llenó como un rayo y giré rápidamente, casi tirando la vela.

¡Había alguien en la habitación conmigo!

—¿Hola? —exclamé casi sin aliento mientras tropezaba lejos de la mesa.

El viento pasó por mis brazos. La flama de mi vela tembló.

—¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí? —La voz era solo un susurro

pero estaba llena de enojo.

El miedo se deslizó por mi espalda. Di un paso hacia atrás.

—Mi nombre es Beauty2.

No sé por qué usé mi nombre completo en lugar de Bee. La palabra

saltó de mi lengua, casi involuntariamente.

Él se movió lentamente. No podía verlo. Escuché el raspar de sus pies

contra el suelo.

—¿Qué estás haciendo aquí? Deberías de estar esperando en tu

habitación hasta que seas llamada, Chica Maldita.

Chica Maldita.

—Lo… Lo siento.

—No deberías estar aquí, esta habitación está fuera de los límites.

No sabía que decir, mis hombros se sacudían. Mis manos se volvieron

pegajosas. Tomé la vela más fuerte para no soltarla y ser sumergida

dentro de la oscuridad.

—¿Quién eres tú? —Pero ya lo sabía. Sabía exactamente quien estaba

gruñéndome asfixiada por la negrura.

La Bestia por sí misma.

Él se movió tan rápido que no pude ver su rostro. Puso su mano sobre

la vela. La luz se fue en un soplo de humo. Tropecé hacia atrás contra el

espejo y él apoyó sus manos a cada lado de mi cabeza.

—Soy la Bestia —gruñó. Se estaba burlando de mí—. Estoy seguro que

has escuchado cosas terribles sobre mí. Y ahora tú estás en mi parte de

la casa. Fuera.

2 Beauty: en inglés Belleza o Bella.

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—Por favor —dije. Los pensamientos inundaron mi mente, mis

hermanastras, mi mejor amiga Violet, Drew. Estaba pensando, por

favor, por favor, por favor no me mates. Los amo. Necesito vivir.

Me di cuenta que había susurrado las palabras en voz alta.

Su aliento rozó mis labios.

—¿Qué te han dicho? ¿Qué te encerraré en un calabozo? ¿Qué te

comeré? ¿Estás asustada?

Sí, sí y sí. Pero negué con la cabeza, mi cabello rozando sus manos.

—Tú le prometiste a mi padre que no me harías daño. ¡Él sintió la

magia en tus palabras! Le diste una promesa sagrada. No puedes

lastimarme. —Mi voz se volvió un susurro al final y se sacudió a pesar

de lo que acababa de decir.

Aún estaba aterrada.

Él se apartó.

—No entiendes. No soy un monstruo. Ahora vete de vuelta a tu

habitación hasta que seas llamada.

Y él se había ido. Sus palabras aún resonaban en mi mente.

No soy un monstruo.

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Capítulo 3

Traducido por Isane33✰

Corregido por Fher_n_n

Me quedé temblando a solas en la oscuridad. El roce con la Bestia

había puesto mis piernas como gelatina y mis dedos como espaguetis.

Encontré la puerta y esta vez cuando la abrí la luz se irradió sobre mí.

Me encontré en un pasillo iluminado por candelabros resplandecientes.

No entendía, ¿no había sido esta habitación un oscuro salón de baile?

Lo había pasado solo momentos antes. Pero no tenía tiempo para

pensar.

Una mujer estaba de pie a mi izquierda, como si hubiera estado

esperándome todo este tiempo. Ella se estremeció al oír mi grito

sobresaltado. Pero no lo pude evitar.

Su vestido blanco colgaba en harapos y su cabello estaba recogido en

un moño grueso y anticuado. Pero fue su piel, lo que me hizo gritar.

Rosas y adornos sobre un fondo azul, cubrían su rostro, sus brazos y

sus manos. Ella coincidía con el papel pintado a su espalda, como si

hubiera pasado a través del yeso.

Mi cabeza daba vueltas de la manera que lo había hecho cuando monté

mi primera montaña rusa a los doce años, mientras la miraba

fijamente. Saqué mi mano para sujetarme de la puerta.

—Bienvenida —dijo ella, retorciendo sus manos y haciendo una breve

reverencia—. ¿Eres la Chica Maldita? ¡Eres muy bonita! Por favor, ven

conmigo. Voy a llevarte a tu cuarto.

—Soy Beauty Hendricks —logré decir, insegura sobre el término Chica

Maldita. Era la segunda vez que alguien me había llamado así. No sabía

que querían decir con eso.

—Sí, Beauty. Nosotros hemos estado esperándote —dijo ella y hubo algo

en la forma en que pronunció la palabra nosotros que hizo correr un

escalofrío por mi espalda—. Soy Housekeeper3.

No tuve tiempo de pensar en la extraña manera en que lo dijo, como si

su nombre fuera Housekeeper, porque ella comenzó a caminar y no

tuve más remedio que seguirla o quedarme sola en la sala. Y en este

3Housekeeper: La palabra significa ama de llaves pero en el contexto del libro, es el

nombre del personaje.

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momento, quería estar con cualquiera menos en la oscuridad con esa

bestia.

Tal vez ella me llevaría a una habitación con una ventana.

La seguí.

Housekeeper se dirigió a la primera puerta del largo pasillo detrás de

nosotras y giró el pomo dorado.

—Vamos —dijo ella, dándome una débil, pero cálida sonrisa—. No te

preocupes por la casa.

Entramos por la puerta hacia otro pasillo, éste alfombrado con un

tapete de color rojo sangre y lleno de estatuas. Ellas me hacían muecas

con sus expresiones retorcidas: ceños fruncidos y sonrisas ruinosas.

—Ah, el Salón del Arrepentimiento —dijo Housekeeper, arrugando la

frente. Parecía como si hubiera esperado algo más—. Bueno, entonces.

Por aquí, por favor.

Todavía estaba temblando. Todavía podía sentir su aliento rozando mis

labios, sus manos tan cerca a ambos lados de mi cara. ¿O habían sido

garras?

—Te ves tan asustada, querida. No te alarmes. Esta antigua casa tiene

algunos trucos, pero no es malintencionada. Y el Amo... —Housekeeper

calló cuando abrió la puerta al final del pasillo y miró dentro—. Este es

el invernadero —dijo, más para sí que para mí y su voz sonaba irritada.

Entramos. La desvaneciente luz del sol entraba por las paredes de

cristal y se reflejaba en los cristales rotos y en los muebles de jardín

oxidados. Las plantas muertas cubrían el suelo de baldosas rotas y

subían por las paredes. Un trozo de cristal crujió bajo mi zapato.

El corazón me dio un vuelco cuando vi la naturaleza, un poco más allá

de mi alcance. Rápidamente tomé nota de la habitación. Necesitaría ser

capaz de encontrarla de nuevo.

Seguimos caminando por las interminables habitaciones, las cuales

hice mi mejor esfuerzo para memorizar, así podría recordar cómo volver

al invernadero, que hasta ahora parecía mi mejor opción para escapar.

Housekeeper me llevó por casi media docena más habitaciones

interiores: estudios, salas de recepción, una biblioteca gigante con el

techo pintado, incluso un sótano subterráneo frío y húmedo al cual ella

llamó Laberinto. Mi cabeza empezó a doler. Todo parecía como un

sueño.

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Finalmente, llegamos a una habitación empapelada con papel pintado

de color violeta. Una enorme cama con cortina estaba en el centro,

como en un escenario. Una silla desvencijada y pequeña estaba

colocada en un rincón y las polvorientas cortinas de encaje colgaban en

una sola ventana. Housekeeper hizo un sonido feliz y me hizo pasar

adentro.

—Aquí estamos. Esta es tu habitación, y espero que te guste. La cena es

en el Salón Azul, y almorzarás en la cocina mañana. Butler4 vendrá a

buscarte dentro de una hora.

Mi corazón dio un vuelco ante la vista de la ventana. Aparte del

invernadero, era la primera que había visto una hasta ahora. La

adrenalina hizo que mi estómago se agitara y mis dedos hormiguearan.

Tal vez si golpeaba algo contra la ventana, con fuerza… ¿oirían el vidrio

romperse y vendrían corriendo?

Housekeeper estaba esperando una respuesta. Murmuré algo como una

respuesta, lo que pareció satisfacerla. Después de esponjar las

almohadas y quitar el polvo del borde de la mesa con un pañuelo, se

fue.

Tan pronto como la puerta se cerró fui directamente a la ventana, pero

era del tipo sólido que no abría. Sin embargo, realmente no esperaba

que se abriera fácilmente. Me pasé mi lengua por mis dientes,

pensando. Entonces, Plan B. Tenía que ser rápida en caso de que se

acercaran corriendo para detenerme.

Cogí la silla de la esquina, golpeé las patas contra el vidrio tan fuerte

como pude. La ventana ni siquiera hizo el menor ruido. El vidrio no se

rompió, agrietó o incluso se estremeció.

¿Qué?

Lo intenté de nuevo. El vidrio se mantuvo firme. Me eché hacia atrás,

jadeando, y la golpeé por tercera vez. La pata de la silla se astilló, dejé

caer el mueble en el suelo y golpeé mis manos contra el cristal. ¡Solo se

veía de unos pocos centímetros de grosor! ¡No podía ser tan fuerte!

Un sollozo quedó atrapado en mi garganta. Mis ojos dolían por las

lágrimas frescas y sin derramar.

¿Por qué no puedo salir? ¿Magia?

4Blutler: La palabra significa mayordomo pero en el contexto del libro, es el nombre

del personaje.

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A través de la ventana, la luz del sol se desvanecía al oeste. Las

sombras oscuras se extendían por el césped y se abrazaban a las ramas

de los árboles. El camión de mi padre se había ido y solo las huellas de

los neumáticos en el camino de tierra daban prueba de que él alguna

vez había estado allí. Lo imaginé llegando a casa, abriendo la puerta y

abrazando a mi madrastra y a mis hermanastras. Mostrándoles cómo la

marca en su muñeca había desaparecido, como todos eran libres ahora.

Volví a la puerta. El pomo giró debajo de mi mano y di un paso atrás,

sorprendida, cuando vi el Salón del Arrepentimiento, con sus estatuas

horribles en el otro lado. Eso no estaba bien. Ese pasillo estaba atrás

por la habitación con el reloj de arena.

Primero, el salón de baile se convirtió en un pasillo, y ahora esto. ¿Qué

estaba pasando?

Mi corazón comenzó a latir de nuevo y mi estómago se retorció por el

pánico. Cerré la puerta y me apoyé contra ella. Presionar mi frente

contra la madera fría me tranquilizó. Podía hacer esto.

Sé fuerte, Beauty. Sé valiente.

Conté mis respiraciones hasta que fui capaz de pensar más allá de mi

pánico. Luego me enderecé y abrí la puerta de nuevo.

Esta vez la habitación era negra como una pesadilla. Mi mano se deslizó

del pomo mientras vacilaba.

Tenía que salir de aquí. Tenía que encontrar una salida.

Pero no podía volver a esa oscuridad sola.

Derrotada, cerré la puerta y me apoyé contra ella.

Realmente quería llorar.

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Capítulo 4

Traducido por Alyshiacheryl y Omakehell

Corregido por Fher_n_n

Housekeeper había llamado a Butler para escoltarme a cenar. Me

levanté cuando él toco, mi corazón saltó.

Eso era todo. Hora de la cena.

Lo sentí como mi ejecución.

Abrí la puerta. El sirviente estaba completamente gris como una estatua

y su piel estaba coloreada con venas de color gris azulado. Esta vez, fui

capaz de ahogar mi grito de consternación ante la extrañeza.

Butler se inclinó rígidamente, deslizando una mano por delante de él

para indicar donde debía ir. Su mirada cayó rápidamente sobre mí, y

me pregunté si ellos habían esperado que llevara algo más que los

pantalones cortos y la camiseta con las que había llegado.

Mala suerte. No iba cambiarme.

Él estaba esperando. Limpié mis manos sudorosas en mi camisa, me

arrastré en una respiración profunda y salí al pasillo. Podía hacer esto.

Me enfrentaría a Bestia y le exigiría ser puesta en libertad. Exigir saber

que estaba pasando. Exigiría que me lo explicara él mismo.

Si pudiera conseguir algunas palabras, es decir, el miedo se extendía

como una serpiente enroscada en mi vientre.

Butler me condujo a través de una confusa serie de habitaciones. Una

biblioteca, tres salones y un salón. Todo era viejo, reliquias de otra

época. Los relojes de abuelo y las pinturas al óleo. Candelabros llenos

de telarañas. Empapelados descoloridos, doblándose en los bordes.

Nuestros pasos resonaban. Podía escuchar los latidos de mi corazón en

el silencio.

Finalmente Butler se detuvo e indicó que yo debía pasar primero.

Entré en un salón enorme. Una mesa bastante larga para asentar a

cincuenta personas llenaba el cuarto, pero cada asiento estaba vacío y

su sola presencia hizo que el salón se sintiera más solitario de alguna

manera. Las sombras se entrecruzaban en la mesa. Y el cuarto olía

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como flores marchitas y polvo. Mi corazón estaba golpeando con fuerza

en mi pecho y mis palmas sudando.

Estaba sola.

—Por favor, siéntate —dijo Butler y me sorprendió la cercanía de su

voz—. El Amo estará aquí muy pronto.

Solo sacudí mi cabeza. No podía sentarme. ¿Y si tenía que correr?

Butler apretó sus labios, disgustado, pero no discutió conmigo. Se

inclinó de nuevo y se fue.

El aire frío se deslizó sobre mis hombros y bajó a mi espalda. Deseando

un suéter, cogí mi servilleta. Mis dedos nerviosos la doblaron en una

flor de origami, una vieja costumbre de mi infancia.

Era tarde ahora, me preguntaba qué estaba haciendo Drew.

Probablemente la tarea. O jugando a los videos juegos con un amigo.

Me imaginé su cara, feroz y con interés mientras jugaba con su control

de juego, la luz de la pantalla parpadeante sobre sus rasgos. ¿Estaba él

pensando en mí? Él no sabía, por supuesto, dónde estaba. Ninguno de

ellos lo sabía. Todo esto había sucedido tan rápido.

Calculé que mi padre les diría que me fui a vivir con la familia de mi

madre a la ciudad. Eso era lo que siempre decía cuando sus seres

queridos desaparecían. Fueron a la ciudad.

La puerta al final de la habitación se abrió. Mis dedos aún estaban

contra la servilleta.

Se detuvo al entrar en la habitación y me miró. Se puso de pie con una

mano apoyada en el marco de la puerta. Tomé una respiración.

Él no era para nada como había esperado.

Por un lado, no era muy alto. Sin escamas o pelaje, como sea, o afilados

dientes para comerme con ellos. No era más que un hombre. Cabello

negro y espeso caía sobre sus ojos, que eran de un azul sorprendente.

Podría haber sido guapo alguna vez, pero una larga cicatriz blanca

dividía su ceja y corría a través de su mejilla izquierda, estropeando su

aspecto, pero por otra parte lucía original. Sus labios eran finos y

apretados con fuerza, como en disgusto. Inmediatamente me dio la

impresión de un rico malcriado, del tipo apenas—me—fijaría—en—ti.

Y era joven. No podía ser mucho mayor que yo, lo cual no tenía sentido.

La leyenda fue una época antes que la de mi abuela. No lo entendía.

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Nos miramos mutuamente. El silencio zumbaba en mis oídos y mi

lengua se sintió pesada. ¿Él iba a decir algo? ¿Reír como un villano

malvado, profundo y gutural? ¿Chasquear sus dedos y reírse

socarronamente? ¿Decirme lo que iba hacer conmigo mientras se reía

sugestivamente?

Al parecer, los villanos en mi imaginación se ríen un montón.

Posó su mirada sobre mí una vez más. Me sentí como un paquete que

había llegado en el correo, uno en el que el contenido había resultado

ser una ligera decepción.

—Así que eres la Chica Maldita —dijo finalmente, después de una

pausa larga—. Las palabras de la maldición hablaban sobre una chica

llamada Beauty, pero pensé que se referían a una chica hermosa.

Estaba tratando de formular una respuesta cuando se abrió la puerta y

una muchacha entró. Era pequeña, con un suave pelo rubio y

exquisitos ojos verdes.

—¡La Chica Maldita! —Ella contuvo el aliento—. Oh, es adorable.

Pensé que eso era una palabra muy extraña para describirme, dado que

ella lucía más joven que yo. Quizás era esta cosa de ser rica.

Ellos pensaban que poseían todo. Yo era como una muñeca, u otra

pieza del mobiliario. Una mascota.

—Mi nombre es Bee. —Eso fue algo estúpido para decir, e

inmediatamente me arrepentí de eso. Quería sonar fuerte, confiada y

totalmente desinteresada acerca de esta cosa de ser—atrapada—en—

su—casa—para—siempre. En su lugar, soné como una pequeña niña en

su primer día en el jardín de infantes.

Mi nombre es Bee, me gusta colorear y soy aficionada a los caballos.

El chico de cabello oscuro se cruzó de brazos y sonrió, como si pudiera

leer mis pensamientos. La chica rubia lo miró.

—No seas tan sinvergüenza, Will. Presentémonos.

Will no dijo nada. La chica se encogió de hombros y me miró con una

cálida aunque un poco vacilante sonrisa.

—Soy Rose y éste es mi hermano Will. Es realmente grato conocerte.

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Ninguna de las leyendas acerca de la casa había mencionado alguna vez

a una hermana. No sabía qué decir. ¿Encantada de conocerte también?

Eso era una mentira. ¿Una reverencia? Um, no.

Me conformé con un movimiento de cabeza, que parecía aceptable

dadas las circunstancias. Rose sonrió, complacida. Se rascó la barbilla

y miró a la puerta. Un silencio incómodo descendió.

—¿Vamos a sentarnos? —preguntó Rose por fin, señalando a la mesa

mientras su hermano le dio una mirada furiosa.

Will arrastró la silla para ella y luego se tumbó en la suya sin mover la

mía. Lo que estaba bien, por supuesto, yo era capaz de hacerlo. Era una

mujer del siglo XXI. Rose, sin embargo, parecía escandalizada.

Dado que nadie estaba realmente comunicativo con la información que

necesitaba, decidí adentrarme en eso.

—¿Qué vas a hacer? —Quería decir a mí, pero no pude. Sonaba

demasiado brutal.

Will levantó una ceja, su boca se deslizó hacia arriba en otra sonrisa.

—Voy a comer mi cena. Y no, no eres tú. No sé lo que has escuchado

por ahí en tu pequeño pueblo, pero no soy realmente un monstruo

come carne.

Bueno, punto en contra para los chismes del pueblo. Traté de lucir

como si nunca hubiera considerado esa opción. Lo más probable es

que fallé miserablemente. La ceja de Will se alzó aún con más

incredulidad.

—¿De verdad? ¿Ellos piensan que como personas?

—Will —dijo Rose, reprendiéndole.

Él suspiró y se echó hacia atrás, acomodándose. Rose se aclaró la

garganta y me miró con una expresión de falsa amabilidad.

—Así que… ¿Qué haces, Beauty? —dijo mi nombre como si estuviese

haciendo una broma—. La gente está muy ocupada ahora, en el mundo

moderno, ¿no?

—Soy una estudiante, ya sabes, ¿te suena la palabra preparatoria?

—He oído hablar de ella.

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Me di cuenta de que posiblemente sus palabras no fuesen del todo

sarcásticas y que puede que solo hubiese oído hablar de ella. No sabía

cuál era la opción real, pero sí sabía que él había estado aquí mucho

tiempo.

Bueno, probablemente él estaba siendo sarcástico.

—Nunca fui a la escuela —dijo Rose. Ella parecía determinada a tener

una conversación civilizada, todo lo contrario a lo que estaba haciendo

Will. No sabría decir si no le gustaba personalmente, o solo odiaba a

todo el mundo. Ambas opciones eran buenas, posiblemente.

—¿Qué hay de ti? ¿Cómo ocupas el tiempo? —Necesitaba hacer

preguntas, esbozarle. Necesitaba sacarle toda la información que

pudiese. Mi voz sonó fuerte y segura, pero mis manos estaban

temblando, así que las puse sobre mi regazo para que él no se diese

cuenta.

—Cazo a ciudadanos inocentes y aterrorizo a sus hijos —dijo, con una

sonrisa sarcástica—, y cuando me siento realmente maligno, leo libros y

dibujo.

—Will adora leer —dijo Rose. Esa frase le ganó una afilada mirada que

le lanzó de reojo y volvió a mirarme, desafiándome a confirmar otra

leyenda del pueblo.

—Ya entiendo que estás bromeando, pero tú cazaste a mi padre. —Me

estaba empezando a cansar de sus referencias sarcásticas a los mitos

del pueblo. Tenía buenas razones para temerle a este sitio y mi padre

era prueba de ello.

Un músculo en su cara tembló y sus ojos, azules eléctricos, recorrieron

mi cara. Rose hizo un sonido débil, como si estuviese pensando algo

triste. Ninguno de ellos dijo nada.

Justo cuando el silencio se hizo inaguantable, un sirviente irrumpió de

la puerta con unas tazas humeantes. Sus manos posaron una taza de

sopa en frente de mí, la sopa estaba hirviendo y olía bien, pero no

reconocía de qué estaba hecha. Metí la cuchara, aunque ya no tuviese

apetito. Tenía que comer algo. Tenía que estar fuerte para poder

escapar.

—Eso es puré de calabaza —dijo, desdeñoso.

Probé el puré y estaba buenísimo. Pero eso no lo pensaba decir.

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—Nunca respondiste a mi pregunta —dije—. Nunca me dijiste qué es

lo… lo que vas a hacerme.

Él alzo una ceja.

—¿Tengo que hacerte algo?

—¡Me llamaste Chica Maldita! Forzaste a mi padre para que me

entregue a ti. Debes de querer algo.

Me dio una mirada que me hizo sonrojar hasta la raíz del cabello.

—Eso no —dijo, deshaciéndose de la idea.

Idiota. Ni siquiera había querido decir nada de eso. Apreté mis dientes

para mantener las palabras de enojo dentro.

—¿Y ahora qué?

—Sí eres la Chica Maldita, vas a ayudarme a liberarme de la maldición

de la que estoy preso.

Volvió su atención a mi sopa.

Ni de bromas quise decir. Pero supuestamente, tenía que cooperar.

—Bueno, ¿y qué se supone que tengo que hacer? Dímelo, por favor,

porque a mí, desde luego que no me gusta estar aquí. De hecho, me

gustaría irme lo más rápido posible. ¿Si rompo esa maldición me

dejarías march…

Él me miro con cara aburrida, a los ojos.

—Por favor, come y calla. Estoy intentando comer.

—Will… —dijo Rose.

Él la miró con tanta intensidad que ella se enflaqueció bajo su mirada,

quedándose callada. Will volvió a concentrarse en su sopa y Rose

comenzó a comer como si la vida dependiese de ello.

Me vino la imagen de que él era un perro grande y viejo y ella era un

cachorro revoltoso y de vez en cuando, ella se pasaba de la raya y él la

ponía de nuevo en orden, para que lo dejase tranquilo.

Ahora que estaba más tranquila, pude hablar un poco más.

—Di mi vida por venir a vivir aquí…

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—He visto cómo es el pueblo —dijo Will, curvando los labios—. Tú no

has dado nada. Solo has cambiando una serie de monedas con otra

persona.

La ira corrió por mis venas, cuando el rostro de Drew destelló delante

de mis ojos. Nunca lo volvería a ver si no salía de aquí. Me rendiría para

salvar a mi familia, incluso si ellos me odiaban y pensaban que yo

también les odiaba a ellos. Y él escupía en mi sacrificio. Quería gritar.

—Tú no sabes nada sobre mí, ni sobre mi vida, ni sobre mi sacrificio —

respondí—. Eres un monstruo, tal y como narran los cuentos. De

verdad que eres una “Bestia”.

Ni se molestó en responder, solo se tomó la sopa.

Los ojos de Rose se posaron en mí. Sus labios temblaban, como si

quisiese decir algo, pero ella solo se llevó la cuchara a la boca.

Dejando la cuchara en el plato, retiré la silla y fui hacia la puerta.

Él era un monstruo. No en cuerpo, tal vez, pero definitivamente sí lo era

en alma.

Mejor que no pensase tanto en la maldición, cualquiera que fuese,

porque liberarlo iba a ser la última cosa que se me pasase por la

cabeza.

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Capítulo 5

Traducción SOS por Omakehell.

Corregido por Mishy

Encontré mi habitación a la primera, esta vez. Puede que hubiese un

patrón en las habitaciones cambiantes. O que fuese totalmente

aleatorio. No lo sé. Ni me importa. Me desplomé sobre la cama, boca

abajo, sobre las sábanas blancas. Quería echarme a llorar. Mi garganta

me picaba, como si una mano gigante la estuviese retorciendo. Lancé

las almohadas sobre mi cabeza y gemí.

Los muros comenzaron a susurrar mi nombre.

Cosas comenzaron a arrastrarse y a silbar en la oscuridad que había

encima de mí. Las cortinas de la cama revolotearon. Los muros

gimieron y crujieron como si estuviesen hechos de papel, y cosas

desconocidas estuvieran pasando entre ellos. Comenzaron a recorrerme

escalofríos arriba y abajo. Me tapé los oídos con las manos, enterré la

cabeza en la cama otra vez, me mordí los labios para no gritar. Arrastré

la sobrecama sobre mí cuando los ruidos se hicieron más altos. ¿Qué

era eso? ¿Fantasmas? ¿Espíritus? ¿La casa también estaba encantada?

Levemente, y a través de ese ruido infernal, oí algo más.

Gritos.

Sonaba como si un hombre estuviese gritando. Parecía estar en una

horrible y dolorosa tortura.

Volví a poner mi cabeza bajo las sábanas, y cerré los ojos. No intentaría

salir a buscar una ruta de escape esta noche.

***

El sol me despertó. Me había dormido acurrucada en posición fetal, con

una manta agarrada entre mis manos. Me dolía todo el cuerpo.

Desperezándome, salí de la cama y miré alrededor.

Las paredes, bañadas por la luz del sol, estaban en silencio ahora.

¿Alguien había pintado flores en la pared, o era una jugarreta de mi

mente? Mi cabeza palpitaba.

Alguien llamó a la puerta. Era Housekeeper. Se apresuró a entrar sin

invitación y empezó a poner la ropa en la cómoda.

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—Algunas cosas limpias para ti, querida. ¿Cómo dormiste? ¿Te sientes

bien? Te ves un poco pálida.

No parecía tan aterradora hoy. Tal vez había comenzado a

acostumbrarme. Me miró, sin hablar, mientras sostenía una masa de

color morado y negro de seda. Un vestido. Alisó el corpiño y jugó con la

falda, consiguiendo que el encaje de volantes se pusiese bien.

—¿No es hermoso? Seamstress lo trajo anoche para ti. Tiene poco más

que hacer además de hacer ropa para el Amo cuando su… —Ella se rió

incómodamente. Cuando yo dije más sobre el vestido, sus labios se

curvaron hacia abajo. Lo puso en una percha y lo colgó en el armario.

—¿Por qué te llaman Housekeeper? —le pregunté—. Me parece muy...

específico.

Las manos de la sirvienta revolotearon a su pelo, que estaba todavía en

la cabeza en un moño anticuado.

—No recordamos nuestros nombres —dijo tras una larga pausa—. Es

parte de la maldición... la parte olvidada. No recuerdo nada de antes,

excepto nuestros deberes y cómo realizarlos. ¿Todavía sabes cómo te

llamas?

—Por supuesto —le dije—. Yo soy Beauty. —Hice una pausa. Eso no

estaba bien. Eso era lo que me habían llamado. Eso era cómo me

nombraba la maldición. Cómo me llamaba mi padre. ¿Pero era

realmente mi nombre? ¿Mío?

Mi nombre era otro. Algo amoroso, algo que mis amigos utilizan... El

pensamiento enraizó en mi mente, como una moneda atrapada en una

grieta. Me mordí el labio.

—Beauty es un nombre agradable —dijo ella, pensativa—. Housekeeper

es un nombre feo. Tan sencillo y directo. Es como llamarse cuchara, o

toalla. No me gusta. —Se detuvo y se apoyó su hombro contra el

armario, reflexionando—. Creo que debí haber sido llamada algo bonito

una vez.

—Bee —la interrumpí, recordando con una oleada de alivio—. Me

llaman Bee. Mi madre me llamaba así desde pequeña. —Mi madre.

Pensar en ella hizo que mi garganta se estrechase.

—Bee —dijo Housekeeper, disfrutando de la palabra—. Es un nombre

bonito también, precioso. Igual que Bumblebee.

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No sabía lo mucho que le gustaría que le llamen Bumblebee, así que

esperaba que no resultara demasiado lindo. Intenté cambiar de tema.

—¿No podrías llamarte de otra manera si quisieses?

—Bueno, supongo, pero no sería yo. ¿Lo entiendes? Quiero mi nombre.

Asentí con la cabeza. Eso tenía sentido. Mi abuela siempre decía que

había magia en un nombre.

—Espera, ¿qué pasa con William y Rose? ¿Ellos saben sus nombres?

Housekeeper se encogió de hombros.

—El amo es muy tenaz. Él prometió que recordaría quién era aunque

eso lo matase. Pero la amante... la llamaban otra cosa, antes. Pero ella

ahora es Rose. Le queda.

Pensé en su frágil piel, las venas visibles bajo sus mejillas. Le quedaba

como un guante.

Housekeeper abrió la puerta para salir.

—Escuché a alguien gritando anoche —comencé.

Hizo una pausa, cogiendo un trozo de pelusa en su delantal.

—La casa hace ruidos. La maldición se convirtió en un gran

mecanismo, un instrumento, una caja de rompecabezas animado

cambiando en algo extraño y terrible solo para atormentarnos. A veces,

las paredes hablan, pero no responde, solo susurra poco sobre el

tiempo y las cosas, se hace eco de las palabras absorbidas por los

criados, ese tipo de cosas...

—Fue muy fuerte —le dije—. ¿Había alguien en problemas?

Los ojos de Housekeeper se precipitaron hacia la puerta abierta.

—Yo no…

—¿Fue... la casa? ¿Fue... tiene a alguien prisionero?

—No, no —dijo, ansiosa, como si la hubiera atrapado en un rincón—.

Ahora, si me disculpas. —Y con eso, huyó.

Un criado con llaves como dedos me trajo el desayuno y se presentó

como Locke. Mordisqueé una tostada mientras hacía mis planes. Hoy

iba a encontrar una salida. Si las ventanas no se podían romper,

entonces me gustaría encontrar una puerta. Un agujero. Una grieta.

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Lo que fuese.

No iba a permanecer en esa casa aullante otra noche más.

Después de comer, exploré. La luz diurna hizo todo una hermosa ruina

de nuevo. Vagaba por las habitaciones sin fin, intentándolo con cada

ventana. Nada se rompió. Nada se abrió. No encontré ninguna puerta

que diese al exterior. Las únicas puertas que había, conducían a un

mayor número de habitaciones llenas muebles rotos y velas a medio

fundir. Mi frustración fue creciendo, junto con mi sensación de pánico.

Llegué a una biblioteca, la de antes. La luz del sol entraba por una

ventana de cristal manchada formando un charco de color rojo y azul

en el suelo. Las motas de polvo flotaban en el aire. El profundo silencio

colgaba pesado. Me detuve en el centro de la habitación y me di una

vuelta completa. Libros estaban por todas partes en montones. Había

más libros en el suelo que en los estantes.

Cogí el tomo más pesado que pude encontrar y lo arrojé por la ventana.

El libro se estrelló contra el cristal y cayó al suelo con un golpe. La

ventana no emitió ningún sonido.

Me dejé caer al suelo, mis dedos buscaron algo más pesado que un

libro, un pisapapeles, cualquier cosa. Encontré otro libro, pero en lugar

de tirarlo lo sostuve, hojeando las páginas con los dedos.

Tal vez necesitaba algo más pesado que los libros y taburetes. Tal vez

fuesen necesarios explosivos. Dinamita.

Casi sin pensarlo, arranqué una página del libro y lo doblé formando

una rosa de origami. El acto metódico de plegado y replegado me

tranquilizó. Pensé en mi abuela. ¿Qué haría ella?

Ella me diría que me tranquilizase y observase el entorno. Puedes

aprender lo máximo del entorno si no estás en pánico. Sus ojos azules

me sonreían y ella tocaría mi mano con la suya. Ella diría: Bee, eres el

tipo de chica que no huye de las cosas. Algunas personas llaman a eso

terquedad, y otros, estupidez. Pero yo lo llamo tenacidad y creo que vas a

salir de esa casa.

Una puerta crujió detrás de mí. Probablemente Housekeeper, que venía

a llamarme para comer.

—¿Qué estás haciendo?

Me di la vuelta a la voz, la rosa de papel en la mano revoloteando al

suelo. Will. La indignación estaba escrita en cada línea de su cuerpo.

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—¿No puedo estar en la biblioteca? —solté, porque fue lo primero que

me vino a la mente. No podía decir que estaba buscando una manera de

huir.

—¡Estás rompiendo ese libro! —dijo, apuntado a la página que había

arrancado—. ¡Ese es un libro que no tenía ningún fallo!

Sosteniendo su mirada, me agaché y le arranqué otra página.

—Estoy haciendo rosas de origami.

—Bueno, es mi libro.

—Lo siento. —Arranqué otra más.

Él apretó los puños.

—Esta es mi casa, y te ordeno que te detengas. ¿No tienes ningún

respeto?

Se me cayó el libro y cayó con estrépito contra la alfombra. Doblé otra

rosa mientras hablaba y mis dedos volaban.

—No más que tú, por lo visto. ¿Qué se siente el ser tratado como

basura?

—No sé de qué estás hablando. —Su boca se hizo un tajo enojado

cuando frunció el ceño.

—Vamos a empezar con que eres un completo idiota —le dije—. Me

dijiste que era fea. Me dijiste que no te importaba el hecho de que me

quedase encerrada con ustedes. No te preocupas por los demás.

—Estoy maldito. ¿Crees que tengo tiempo para cuidar de ti también?

Terminé de doblar la rosa y la dejé caer también.

—Lo mismo va por ti, Bestia.

Se cruzó de brazos.

—Me gustaría mucho que no me llamaras así. Tengo un nombre.

—¿Ah, sí? Pensé que todo el mundo se llamaba según el rol que

ejecutaba en la casa.

—Si ese fuera el caso, entonces tú te llamarías perra —dijo. Sus

hombros subían y bajaban mientras me miraba. Sus ojos estaban muy

brillantes.

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Me negué a responder a eso. Salí de la habitación y él no me siguió.

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Capítulo 6

Traducido por Elizzen, Auroo_J y Vafitv

Corregido por Mishy

Me negué a cenar con ellos esa noche, aunque ambos tanto

Housekeeper como Rose se acercaron y me rogaron que fuera. Me senté

en mi habitación y traté de pensar en las maneras de las que podría

escapar de la casa además de simplemente volarla, lo que por supuesto

no iba a pasar.

Los sirvientes llamaron a la puerta, pero les dije a todos que se fueran.

Finalmente lo hicieron y yo estaba sola. El sol se hundió en el horizonte

y la oscuridad empezó a llenar la habitación, ahogándome en negro. Los

susurros comenzaron, una cacofonía de voces que zumbaban como

abejas en las paredes.

Y luego empezaron los gritos.

Me acerqué a la puerta y la abrí. Un pasillo largo y negro se extendía

ante mí. Los gritos sonaban apagados y lejanos. Cerré la puerta y la

abrí de nuevo. Los pasos se alejaron de mí, llevándome al laberinto

oscuro que había visto en mi primer día. Los gritos hicieron un extraño

eco distorsionado.

Eso venía del laberinto, entonces.

No fui escaleras abajo. No podría evitar las cosas desagradables, pero

no estaba loca.

Cerré la puerta, me apoyé contra ella y me mantuve así hasta por la

mañana.

***

—El amo tiene un mensaje para usted —informó Housekeeper.

Pasé un cepillo por mi pelo en el tocador. No me volví.

—No quiero verlo o hablar con él. Es un idiota.

Ella dejó una pila de sábanas limpias en la cama.

—Por favor, léalo, señorita Beauty. —Puso una carta sellada con cera en

la parte superior de las sábanas y se arrastró lejos.

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Tal vez la había asustado con mis preguntas. Cuando se fue cogí la

carta. Naturalmente, no haría lo que él quería, pero podría leerla y ver.

Querida Chica Maldita,

Sé que estás interesada en encontrar una salida. Sé que a mi hermana le

gusta preservar un sentido de la decencia y del decoro y eso significa

comer con los invitados, no importa cuan exasperantes que sean. Así que

para preservar la paz, si te unes a mi hermana y a mí a cenar, podemos

hablar de tus esperanzas de escapar.

Su sirviente más humilde y obediente

"Bestia"

Estrujé la carta y la arrojé contra la pared con un suspiro a medias.

***

—No vas a encontrar una salida —dijo Will en la cena, después de un

silencio frío en el que los sirvientes trajeron la comida, mientras que

Rose tomó su vestido y su hermano y yo participamos en un concurso

de los ceños fruncidos.

—¿Perdona?

—Una salida de esta casa —repitió él. Sus ojos azules brillaron cuando

habló. Era un crimen, lo bellos que eran esos ojos. También hacían más

fácil odiarle. El atractivo iba de la mano con los villanos en la vida real,

daba igual lo que decían los cuentos de hadas.

—Hmmmm —dije yo.

—Es imposible —dijo él fríamente.

—Lo creeré cuando lo vea, Bestia.

Su cara se retorció con una atrocidad exquisita, ya sea por lo que le

había llamado o por mi falta de fe en su afirmación, no lo sabía.

—¿No crees que haya intentado escapar? ¿No entra en tu cabeza tonta

de una vez que si hubiera un salida fácil, como romper una ventana o

abrir la puerta correcta, lo habría hecho hace años?

—Bueno perdóname si no confío en ti. Te lo has montado bien aquí,

sirvientes a los que puedes mandar, un pueblo entero aterrorizado por

ti…

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Se quedó muy quieto por un momento, sus hombros rígidos. El tenedor

tembló en su mano.

—Créeme, si pudiera dejar este lugar haría todo lo posible para

conseguirlo.

—Como demuestra tu inclinación a trabajar conmigo.

Él pinchó un espárrago con el tenedor.

—Eres exasperante.

—Eso me han dicho. Te llevarías bien con mi padre. Y todos mis

profesores del instituto. En realidad con la mayor parte de personas del

pueblo.

—Lo dudo. Me imagino que son tan patéticos como la última vez que

estuve ahí.

Quería abofetearle. Pero necesitaba información.

—¿Así? ¿Cuándo fue eso?

Él me miró.

—Mucho antes de que nacieras.

—¿Cómo es eso posible? ¿Cómo es que no tienes unos ochenta años?

No puedes tener más de veinte.

Él levantó una ceja.

—No soy tan viejo.

—¿Cómo es posible?

—Es la maldición. El tiempo aquí es diferente.

Eso me hizo congelarme.

—¿Diferente? ¿A qué te refieres con eso?

Will frunció el ceño.

—Me esclavizaron con la maldición hace cuatro años. Pero desde

entonces, más de una generación de aldeanos ha venido y se han ido.

Dejé caer mi cuchara y cayó al suelo.

—¿Solo cuatro años? Imposible. —Mi corazón seguía latiendo con

fuerza.

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—Ese es todo el tiempo que pasó para mí, en esta casa.

—Solo me estás mintiendo para asustarme.

—Es verdad —dijo Rose. Ella había estado callada hasta este momento,

viendo nuestra conversación con los ojos abiertos. La miré y me di

cuenta, unas venas ligeras como las plumas marcaban su cara, el

delicado colorete rojo en sus mejillas. Sus pestañas, eran… ¿pétalos de

rosa desplegándose?

—Créeme, Beauty, tengo otras manera para asustarte. —La voz de Will

llevó mi atención de vuelta a él. Mi piel picó por el sudor y miré lejos,

pensando en los gritos del laberinto que escuché anoche.

A decir la verdad, le creía. Esta casa era lo suficientemente loca como

para ser verdad. Y si lo era, entonces tenía que salir de aquí

rápidamente. De lo contrario rompería la maldición y me encontraría a

Drew en la universidad o ¡mayor! Casado, quizás. De mediana edad. El

sería viejo y yo todavía sería una adolescente.

Mi corazón empezó a latir con fuerza. Intenté calmarme respirando

profundamente. No podía pensar en esto ahora. Necesitaba centrarme.

Conseguir que me dijera más.

—¿Cómo exactamente es eso diferente?

—No lo sé —dijo él—. Cuando nosotros… cuando la maldición hizo

efecto, las estaciones pasaban rápidamente. Nieve, primavera, hojas

caídas… lo vimos pasar por las ventanas a un ritmo vertiginoso. Pero

ahora las estaciones van más despacio. Es casi como si la casa fuera

una peonza gigante, girando durante tres años y ahora ha empezado a

pararse.

Una sensación de mareo amenazó con abrumarme. Cerré mis ojos y

respiré profundamente. Averiguaría más sobre esta cosa del tiempo más

tarde. Tenía que priorizar.

—Vamos a hablar sobre la maldición —dije intentando sonar como si no

estuviera a punto de ponerme histérica.

Rose suspiró suavemente, como si hubiera mencionado la muerte de su

mascota favorita. Will miró hacia otro lado. El músculo en su

mandíbula tembló.

—Dime —dije y mi voz sonó fuerte. Rose se estremeció.

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Will volvió la cabeza y me pilló en su mirada. Quería encogerme debajo

de ella.

—Había una bruja y ella me maldijo. Maldijo toda la casa en extensión,

incluyendo a mi hermana. Ella dijo que había una manera de romperla,

si yo era lo suficientemente listo para encontrarla, y luego ella me dejó

con un enigma a resolver y un reloj de arena haciendo la cuenta atrás.

Recordé el reloj de arena de mi primer día en la casa. No había quedado

mucha arena dentro.

—¿Qué pasa si el tiempo se agota antes de que rompas la maldición?

Su voz era fría.

—Entonces yo… nosotros… permaneceremos malditos para siempre.

—¿Y qué hay de mí?

—No sé qué pasará contigo. Probablemente te quedes atrapada aquí

también. —No parecía que le importase tampoco. Lo cual no me

sorprendió. ¿Por qué habría de hacerlo?

Necesitaba que él siguiera hablando. No podía encontrar una manera de

resolver esto si no sabía todo lo que estaba pasando.

—Háblame de ese enigma —le dije.

—Romper el enigma, romper la maldición. Pero nunca he sido capaz de

entenderlo. Dudo que lo hagas mejor que yo.

—Hey, podrías intentar de contener tu optimismo. No hay razón para

poner sus esperanzas para arriba tan alto.

Él frunció el ceño.

—¿Siempre te acercas a situaciones graves con tal ligereza? No lo vas a

entender si yo no lo hice.

Me incliné hacia delante y lo miré.

—Pruébame, Chico Bestia.

Yo esperaba que se rehusara. En cambio, con el suspiro de un mártir

oprimido él puso los ojos en el techo y recitó las palabras, más parecido

a un niño obediente repitiendo un poema de la escuela para su abuela

que la temida bestia de la leyenda:

Dejé que el dueño de la casa esté Maldito

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La oscuridad y la luz de la luna Cambian la Cara

A menos que él tome la más brillante perla

Para siempre, Él tomara su lugar

Criatura de Pesar y Desdén

Siempre dejado a extinguirse y Llorar

Su destino inscrito en Cartas de Amor y Furia

A menos que, la ayuda de una belleza él reciba

Otorgando el don tan buscado y Después

Romper la maldición con palabras y hechos.

Mi piel se erizó al escucharlo. Se suponía que debía… ¿brindarle ayuda?

¿Se suponía que iba a encontrar una perla? ¿Algo sobre la luz de luna?

—¿Ese es el enigma entero?

—Hemos repasado cada línea de docenas de veces —dijo Rose—.

Cientos, tal vez.

Will se me quedó mirando, impasible.

—¿Y no tienes ninguna idea de lo que podría significar? Pienso que no.

—¿Cómo puede ser? Acabo de oírlo. Necesito tiempo para pensar —

dudé, repasando las líneas otra vez en mi cabeza—. ¿Realmente creen

que soy la persona que “llama” belleza?

Sus labios tiraron hacia abajo.

—Bueno, tu nombre es Beauty. Si a eso se refería.

—William —dijo Rose, advirtiéndole.

El comentario picó.

—Si quieres mi ayuda, necesitas aprender a ser más agradable.

—¿Quieres romper la maldición?, quiero romper la maldición. No

necesitamos ser amables. Necesitamos ser eficaces. Ayúdame a

entenderlo y te voy a hacer una mujer rica.

Todo lo que quería hacer era salir de esta casa. Podía quedarse con su

dinero.

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—Está bien —le dije—. Tenemos que ir a través de la maldición línea

por línea. Averiguar lo que significa. La primera parte te maldice,

obviamente. Pero esa segunda línea, “a menos que él tome la más

brillante perla”. ¿Se supone que encontrarás una pieza de joyería?

Él suspiró.

—Créeme, he puesto de cabeza esta casa en busca de algún tipo de

perla. Un collar de perlas, un arete de perla, un broche… cualquier

cosa.

—¿Y?

—Nunca he encontrado ni siquiera un poco de polvo de perla.

Mierda. Luché contra la sensación de decepción que brotó en mi

interior. Entonces se me ocurrió algo.

—¿Cómo estás seguro de que está en esta casa?

—Bueno, ¿cómo iba a romper la maldición de otra manera? La puerta

principal está cerrada para mí. Los siervos no pueden salir. Estamos

atrapados aquí como tú. Y otra cosa: la bruja que me maldijo solía vivir

aquí.

—¿Qué? —Eso era algo que nunca había escuchado antes en alguna de

las leyendas de la ciudad—. ¿Ella vivía aquí?

—Sí. —Él trazó un círculo sobre la mesa—. Ella era mi cuñada.

—¿Qué?

—Ella estaba casada con mi hermano.

—Entiendo lo que significa la palabra —gruñí—. Estoy sorprendida. Si

ella era tu cuñada, ¿por qué te maldijo?

—Es una larga historia —dijo—. Y realmente no importa.

—¡Podría!

—Mira. —Apoyó ambas manos sobre la mesa y se inclinó hacia delante.

Sus ojos azules se quebraron de emoción no hablada—. No me gusta

mucho tenerte aquí. Y yo realmente no quiero que te entrometas en las

partes privadas de mi vida. Así que ¿Por qué no comes la cena y luego

vuelves a tu habitación como una niña buena maldita y voy a llamar

por ti cuando necesite que me ayudes?, cualquier cosa que esto

implique. ¿Entiendes?

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—De ninguna manera —le dije, arrojando la servilleta y saltando—. No

soy ninguna marica que puedas encajar en tu presentación como Rose.

No me voy a acobardar, oh, la bestia de miedo, ¿qué voy a hacer? ¡Y

olvídate de mis responsabilidades aquí!

—¿Tus responsabilidades? —Movió las manos crispándose como si

estuviera deteniéndose a sí mismo de agarrar un plato y tirármelo.

—¡Se supone que debo ayudarte a romper la maldición, idiota!

—Escucha —dijo, levantando la voz un poco—. El hecho de que la

maldición podría hablar de ti, y nadie está seguro de que es incluso lo

que está haciendo cuando se habla de la belleza, eso sí, no significa que

tienes vía libre en esta casa, y eso no quiere decir que tengo que

escuchar todo lo que dices. ¿Entiendes?

—Bien. —Deslicé mi silla hacia atrás y me levanté—. Lo que sea.

—¿A dónde vas?

—A mi habitación. Estás siendo un completo idiota y yo no voy a pelear

por esto ahora mismo.

—¿Estoy siendo un qué?

No respondí. Solo me marché.

***

Esa noche, los gritos eran peor que antes. Se elevaron por encima de los

susurros en las paredes y el crujir debajo de mi cama. ¿Alguien más

podía oírlas? ¿Me estaba volviendo loca?

Me acosté en mi cama con una almohada apretada en mis oídos para

ahogarlos. Pero todavía me atormentaban. Incluso los susurros en las

paredes a mí alrededor no cubrían los sonidos. Escalofríos bailaban

arriba y abajo de mi piel mientras escuchaba. Las palabras de la

maldición bailaban en mi cabeza.

Deje que el dueño de la casa esté Maldito...

Pensé en Rose y Housekeeper.

La oscuridad y la luz de la luna cambian la cara...

Los gritos volvieron, arrastrándome de mis reflexiones morbosas. Me

retorcía bajo las sábanas, tratando de ponerme cómoda. Tratar de

dormir en vez de pensar en ello. Pero no podía. ¿Alguien estaba herido?

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¿Estaba esa horrible bestia torturando a alguien? Alguien como yo,

¿atrapado aquí por una maldición maliciosa?

Siempre dejado a extinguirse y Llorar…

Alguien estaba de luto en estos momentos.

Aparté la manta y busqué a tientas las pantuflas que Housekeeper me

había llevado antes. Tenía que averiguarlo.

Sintiendo a lo largo de la pared, encontré una de las velas y la saqué de

su soporte. La llama encendida una vez que la vela estaba en mi mano,

al igual que antes. Lentamente, abrí la puerta de mi dormitorio.

Los pasos para el laberinto se alejó de mí. Una corriente viscosa captó

la llama de la vela y la hizo bailar.

—Tal vez se supone que debo bajar estos escalones —murmuré en voz

alta. Famosas últimas palabras, tal vez. Me acerqué hacia adelante. Mi

dedo golpeando en el escalón inmediatamente inferior. Mi pecho se

apretó firmemente.

Un grito de agonía resonó desde abajo. Me quedé helada.

Mejor no ir con las manos vacías. ¿Quién sabe qué estaba allí? Di un

paso atrás en mi habitación y cogí el soporte de vela de la pared

también. Era de latón pesado. Lo suficientemente bueno para

descalabrar monstruos en una pelea, ¿no?

Tal vez no, pero me sentí mejor sujetándolo.

Volví a la escalera. Tomando una respiración profunda, comencé mi

descenso. Cuando llegué a la parte inferior puse una mano en la pared

de piedra y empecé a caminar. La luz de las velas iluminaba solo una

pequeña parte en frente de mí. Era como caminar en la nada.

El grito se repitió, muriendo en un susurro antes de desaparecer en la

oscuridad completa.

—¿Hay alguien ahí? —Mi voz se hundió en la oscuridad como piedras

en un gran lago—. ¿Hola? Por favor, quiero ayudarte.

Oí un sonido áspero, ¿un tintineo de cadenas?

—¿Hola? ¿Eres un prisionero? ¿Hola?

Oí a alguien aspirar una bocanada de aire. Luego se quejó, el tipo de

gemido cuando estás rechinando los dientes para contener un sonido

mucho más horrible, como un grito.

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Aprehensión ondulaba por mi espalda como una gota de sudor frío. Tal

vez esto había sido un error. Podría haber cualquier número de

aparatos de tortura terribles aquí, esperando a que me tropiece con

ellos. Tal vez esto era un truco del laberinto, como las paredes

susurrando en mi habitación. Tal vez…

—¿Estás herido? —susurré las palabras. Tenía miedo de la respuesta.

Esperé lo que pareció mil años. Y luego, oí una voz.

—¿Quién eres tú?

—Me llamo Bee —le dije, emocionada de escuchar una respuesta. Me

moví hacia adelante, buscando al que habló—. ¿Estás bien? ¿Eres su

prisionero también?

Él gritó otra vez, ahogando el resto de mis palabras. El grito se

extinguió en una tos. Casi con nauseas. Me acerqué con cuidado.

—¿Estás bien? —No era muy buena tratando con las personas

enfermas, como que “tiendo a desmayarme al ver sangre” o algo

parecido, pero no podía dejar que este pobre hombre sufra solo en la

oscuridad sin hacer algo.

—Por favor —dijo. Sin duda era una voz masculina áspera y

estrangulada—. Por favor no avance. La luz… no. Le hace daño a mis

ojos…

Me detuve obedientemente, protegiendo la llama con mi mano.

—¿Estás bien? —repetí. Traté de sonar calmada y suave, como una

enfermera. Pero mi voz en su lugar sonó temblorosa.

—Me duele todo.

—¿Estás encadenado? —Escuché cuando él se movió. Algo hizo ruido.

—Sí.

—¿Tú también eres un prisionero?

Hubo una larga pausa.

—Sí —dijo, como si tal vez él no lo hubiera tenido en mente y en este

momento lo admitía a él tanto como a mí.

—Yo también. —La emoción zumbaba en mis venas. Si había otros

prisioneros en esta casa, tal vez podríamos unirnos para buscar una

salida. Tal vez podríamos luchar y escapar de la bestia. Necesitaba

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conseguir información de él. Podría decirme mucho, probablemente,

como dónde el chico bestia mantenía su salida secreta, o si los

sirvientes podían ser sobornados.

Comencé diciendo las preguntas sencillas.

—¿Has estado aquí mucho tiempo? ¿Cuál es tu nombre?

El gimió de nuevo.

—Liam. —Fue una exclamación más que una palabra. Sonaba como si

estuviera muriendo.

—¿Estás muy mal herido? ¿Hay algo que pueda hacer?

En respuesta, él volvió a gritar. Sonaba como si alguien le hubiera

clavado un cuchillo o algo así.

—¿Quieres que me vaya? —Di un paso atrás.

—No es tan malo cuando… estoy distraído… —Él inhaló bruscamente,

como si hubiera sido presa de un dolor repentino de nuevo—. Nos

ayuda… hablar con alguien.

—Está bien. —Me agaché. No estaba segura de qué era lo correcto. Mi

trato con los pacientes no era tan grande—. ¿Tú… quieres sostener mi

mano? —Era algo que las mujeres embarazadas hacían cuando estaban

con dolor. Podían apretar cuando les dolía. Tan pronto como lo sugerí

me sonrojé de la estupidez de mis propias palabras. ¿Lo puedes apretar

cuando te duela? ¿Qué era yo, acaso tenia 5 años? Extendí mis dedos

de todos modos y un momento más tarde otra mano la agarró.

Me estremecí con su apretón, hice sonidos suaves. Quería hacerle

tantas preguntas, pero esto probablemente no era una buena idea en

estos momentos.

—¿Quieres que hable, entonces? —le pregunté en voz baja—. ¿O nos

oirán los demás?

—Por favor… —jadeó—. Y no, ellos no escucharán. Nadie puede

escuchar. Todos son objetos de noche, todos ellos. Solo somos tú y yo

hasta el amanecer…

Los sirvientes, Will, Rose, ¿todo el mundo? la noche sería mi mejor

opción para lograr hacer algo, entonces.

—Estoy pensando en una manera de salir de aquí —le susurré, la

emoción ahogando mi voz—. He estado buscando por todas partes una

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puerta exterior, el que está en el vestíbulo de la entrada está bloqueada,

pero tiene que haber alguna manera, en algún lugar…

—No la hay —dijo con voz áspera—. Toda la casa está sellada con

magia.

—Eso no puede ser verdad. —El miedo helado me inundó de todos

modos.

¿No hay salida? no le había creído a la bestia Will cuando lo había

dicho, pero si este prisionero también decía lo mismo…

No, no podía ser cierto. No podía renunciar a la esperanza.

—Tienen que romper la maldición para escapar —dijo, sonando como si

estuviera hablando con los dientes apretados. Probablemente sentía el

dolor de nuevo y trataba de contener el grito para que no me asuste. Su

apretón aplastó mis dedos.

La estúpida maldición otra vez. Casi dejé caer su mano, pero él se aferró

con más fuerza.

—¡No te vayas! siempre estoy solo por la noche. Completamente,

completamente solo.

—Yo… no lo haré. —La agonía en su voz rompió mi corazón. Al menos

podría hacer feliz a alguien en este miserable lugar, ¿cierto?—. Hablaré

de… algo agradable. ¿De acuerdo?

—Por favor.

Empecé a hablar. Al principio, mis palabras apenas tenían sentido.

Describí la manera en que los bosques se veían ahora, con la primavera

que desborda en todas las ramas y estallan en el suelo. Divagaba sobre

la puesta de sol y la manera en que el agua fría se sentía cuando te

zambulles directamente en una piscina. Hablé de mis libros favoritos y

de los menos… favoritos. Le hablé sobre como mis paredes susurran en

la noche, como si en ellas se almacenaran una comunidad entera de

fantasmas. Le dije lo mucho que me quería escapar.

Gradualmente su apretón se relajó, como si la cadencia de mi voz lo

pusiera a dormir. Hablé hasta que estuve ronca y luego me senté y dejé

que el silencio nos envolviera como un manto negro y caliente. Podía oír

su respiración, baja y estable. Finalmente le dio a mi mano un apretón

final y la dejo ir.

—Gracias…. el peor dolor se ha ido.

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Me puse de pie.

—Probablemente debería irme. Me meteré en problemas si ellos me

encuentran aquí.

—Sí, deberías irte —dijo. Su voz sonaba mejor, ahora, no tan áspera.

Pero todavía extraño, como si él hubiera tragado piedras.

Me arrastré lejos. Mi vela se había consumido hasta un nudo, y lo

acuné en mi palma. Encontré la escalera y subí a mi habitación.

Deslizándome en la cama, cerré mis ojos, puse mis manos sobre mis

oídos para silenciar los susurros y caí directamente dormida.

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Capítulo 7

Traducido por krispipe, lauraaaaa y Alexiacullen (SOS)

Corregido por yuya

Desesperadamente quería preguntarle a Housekeeper sobre el

prisionero del laberinto, pero no me atreví. Si alguien sabía que yo me

estaba escabullendo allí para colaborar con él, probablemente sería

encerrada por la noche también. Pero me preguntaba sobre Liam todo el

día. ¿Se había visto obligado a venir aquí, como yo? ¿Había un trato

pactado con su familia, se había sacrificado por el bien de ellos? ¿O como

mi padre, había tontamente tratado de tomar algo de la maldita casa?

Recibí mi habitual citación para unirme al Amo y Rose para la cena.

Tristemente me preparé para la prueba, poniéndome mi par favorito de

jeans y un suéter negro. Me sentía fuerte de negro. Incluso me puse

algo de maquillaje del que había traído en mi mochila. No estaba segura

por qué lo hacía, no era como si quisiera verme bonita para ese idiota,

¿no? Pero antes de que pudiera quitármelo, el servicio estaba llamando

a mi puerta para llevarme a cenar y ya era demasiado tarde.

Butler me escoltó de nuevo. Intenté colar preguntas sobre posibles

rutas de escape, pero él no las respondió. No decía mucho de nada,

excepto: —Tendrás que preguntarle al Amo sobre eso—, lo que ambos

sabíamos que no haría. Yo echaba chispas todo el camino hacia el

comedor, el cual era largo, porque la casa nos mantenía mandándonos

en círculos. Cuando llegué al comedor y Butler me hizo una reverencia

a través de la puerta, la Bestia ya estaba esperando junto a la silla.

Rose no estaba a la vista. Hizo una reverencia, lo que me tomé como un

gesto sarcástico.

—Beauty.

—Bestia —dije, falsamente dulce. Era una respuesta estúpida, pero

pareció molestarle, y eso me alegró.

Dirigió una mirada "menos que contento" hacia mí cuando lo llamé

Bestia. Pero no dijo nada. Tomamos nuestros asientos, en los extremos

opuestos de la mesa y miré a mis cubiertos mientras él jugaba con su

servilleta.

—Me alegra que te unieras a mí esta noche —dijo.

—Ahórratelo.

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—Estoy intentando ser amable contigo —espetó.

—No me importan tus falsos modales —murmuré.

Parecía molesto, pero realmente no me importaba. Él nunca había

tenido a nadie que le contestara en su vida, excepto a mí. Sería bueno

para él.

—¿Dónde está Rose?

—Ella se siente mal esta noche. Va a cenar en su habitación.

—Ah —Bien, entonces. Tendría que soportar su compañía sola.

Los sirvientes trajeron nuestra comida y comimos en silencio. Cuando

terminamos la cena, los sirvientes despejaron los platos y el Chico

Bestia se levantó.

—Si me disculpas…

Lo último que quería en el mundo era hablar con él, pero la idea del

pobre Liam en el laberinto apretó mi mente. Necesitaba encontrar una

salida, por su bien tanto como el mío. Tenía que hacer algo.

—Espera —protesté—. Deberíamos hablar más sobre la maldición.

Quizás yo pueda…

—¿Por qué molestarse? No vas a resolver nada. Te lo dije, he estado

buscando durante años sin suerte. Realmente dudo que seas capaz de

encontrar algo que yo no haya encontrado, sobre todo desde que he

vivido en esta casa toda mi vida y tú acabas de llegar aquí.

—Estás realmente malhumorado —le respondí—. Y eres un imbécil.

Siento que tengas una horrible maldición sobre ti, pero aparentemente

te lo merecías. Y no merecía estar encerrada aquí contigo porque no le

hice nada a nadie. Así que ¡por qué no tomas un Xanax y me ayudas a

averiguar cómo podemos romper esta cosa para que pueda salir antes

de que mi novio se muera de viejo sin mí!

Su expresión cambió ligeramente.

—¿Novio?

—Apuesto que es difícil de imaginar, ¿no? ¿Qué hay alguien por ahí por

quien me preocupo? ¿Qué vine aquí porque quería rescatar a mi familia

de una maldición que mi padre estúpidamente desató sobre nosotros?

¿Por qué quería rescatarlos de ti y la marca que infringiste sobre él?

Su irritación se desvaneció en asombro.

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—No puse la marca en tu padre. La maldición la puso ahí.

—¿De qué estás hablando?

—Cualquiera puede entrar en esta casa, pero no todo el mundo puede

salir. Tu padre hizo una promesa para que lo dejara ir. Dijo que yo te

necesitaba, dijo que se suponía que estabas aquí debido a tu nombre,

debido a la leyenda. Dijo que sabía que vendrías si él te lo pidiera…

—No —dije, interrumpiéndolo. No podía ser cierto. Me había ofrecido

tan pronto como oí las condiciones, tan pronto como supe lo que estaba

en juego. Mi padre no…

Pero mi padre sabía que lo haría. Por supuesto que lo hacía. ¿Lo había

hecho a propósito? No podía creerlo. Él nunca haría eso. Nunca lo

haría…

—Las historias del reloj de arena mágico son bastante conocidas en tu

ciudad —dijo Will—. ¿No? Dicen que la arena del reloj preserva la vida,

lo que por cierto es una fábula inútil. Muchos han tratado de llegar a él

antes. La mayoría ni siquiera llegó a través de la puerta frontal. Pero tu

padre… Por alguna razón, la casa le dejó entrar.

Un recuerdo se deslizó en mi mente. La cara de mi padre, torcida por la

culpa mientras me veía caminar hacia la casa. Sus ojos, evitando los

míos. Sus manos, temblando.

El shock me había inmovilizando. No me podía mover.

En el fondo, como el dolor de una herida de arma blanca, sabía que él

estaba diciendo la verdad.

—Él me suplicó. Me dijo que tenía una hija, Beauty, y que cambiaría su

vida por la de él. Que necesitaba un poco de la magia del reloj de arena

para su esposa… que se estaba muriendo y él sabía que yo necesitaba

una Beauty.

—¿Y tú le dejaste hacer eso? ¿Le dejaste simplemente regatear con mi

vida? ¿Como si yo fuera un saco de patatas? ¿Un libro que nadie quería

usar más? —yo luchaba por respirar. Apenas podía pronunciar las

palabras.

Will frunció el ceño.

—Pensé que era asqueroso y servil, pero estaba impotente. Me quedé

allí mientras él me contó, y entonces le dije que saliera. Pero la

maldición… puso la marca en él y entonces le conté la verdad. Que esa

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era una promesa, que tenía solo unos días para traerte o todos ellos

entrarían en una maldición ellos mismos. Pero fue un trato de la

maldición, no mío.

—¿Qué quieres decir, la maldición llegó a un trato? No es una persona.

—La maldición tomó vida propia cuando se manifestó en nosotros,

como todas las maldiciones hacen. ¿Crees que tengo algún control

sobre la magia en este lugar? Ella hace lo que quiere. Y ella te quería.

Tu padre sabía eso, también, de alguna manera.

Estaba completamente entumecida. Mi mente giraba con recuerdos…

los ojos de mi padre encontrando los míos, su voz quebrada explicando

que había perdido, que había entrado en la casa para refugiarse de una

tormenta, que ella le había pedido que me llevara de vuelta o los

mataría a todos. Recordé la marca en su muñeca, hinchada como un

moratón, pulsando con luz justo debajo de la piel como si un fósforo se

hubiera deslizado en sus venas.

—Lo hizo por ella —dije, mis labios entumecidos mientras las piezas

hacían clic en su lugar—. Mi madrastra. Ella tiene cáncer.

¿Era eso un rastro de simpatía en su rostro, o simplemente asco?

—¿Él cambiaría la vida de su hija para que ella se recupere? ¿Qué clase

de padre es?

Era difícil pensar. Difícil respirar. Difícil escuchar el sonido de mi

corazón en mis oídos. Había sido vendida como un saco de maíz.

—No creo que sea realmente su hija. Sé que él no cree que sea

realmente su hija. Mi madre… —No quería terminar. Solo quería llorar.

Pero no había lágrimas. Nunca había lágrimas.

Di media vuelta y salí de la habitación, él no me siguió. Volví a mi

dormitorio y me tumbé en la cama con una almohada apretada contra

mi boca. Cuando los gritos del laberinto comenzaron después de caer la

noche, subí a mi cama y cogí una vela fresca de la pared. Ahora era mi

turno de necesitar a alguien para hablar conmigo.

Él había estado esperándome, creo. Su voz resonó en la oscuridad.

Estaba jadeando en voz baja, como si estuviera tratando de sobrellevar

el dolor y fallando miserablemente.

—¿Bee?

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—Soy yo. —Me acerqué a su lado y entonces alcancé su mano en la

oscuridad—. ¿Estás muy dolorido esta noche?

—Sí —susurró.

—¿Qué te pasa?

—Estoy cambiando. Todas las noches me cambio en una criatura. Un

animal. ¡Igual que todos en este maldito lugar!

Sus manos estaban calientes en las mías. Un escalofrío recorrió mi

brazo.

—¿Una criatura? ¿Como…un monstruo? —De repente las cadenas

tuvieron sentido. Él vaciló. Probablemente sintió mi miedo.

—Sí. Por favor no tengas miedo.

—¿Me harás daño?

—No. Estoy encadenado como un perro. Así no puedo hacer daño a

nadie o romper cosas. Así no puedo hacerme daño.

Eso sonaba horrible.

—¿Bee?

—Estoy aquí. ¿Cómo te sientes?

—No es tan malo ahora —dijo—. Es bueno tener compañía.

—Sí… —Era bueno tener compañía. Alguien con quien hablar a quien

no iba a gritar y gruñir. Mi garganta se apretó firmemente con lágrimas

no derramadas y tomé un rápido aliento.

—¿Estás bien? —preguntó Liam.

—No.

—Cuéntame. —Su tono era suave, a pesar de estar mezclado con dolor.

Esto destapó la emoción en mí y derramé la historia para él. No dejé

nada fuera… mi padre, la Bestia y sus atrocidades, la loca casa y los

susurros en mi habitación. Drew. Mis amigos. Cómo estaba temerosa de

salir y encontrarlos a todos quince años mayores que yo.

El escuchó cuidadosamente. Podía escucharle respirando en la

oscuridad cerca de mí y me hizo sentir mejor.

—Mi padre no me quiso —concluí, dando un final trágico a mi cuento

trágico. Sólo diciendo estas palabras me hacían sentir como si hubiera

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tragado un montón de piedras. El dolor colgaba en mi pecho,

haciéndose pesado. Mi corazón era una masa de crudo y palpitante

dolor.

—Tu padre es claramente un idiota, porque eres una chica valiente y

sorprendente. Justo ahora estás sosteniendo la mano de un hombre

lobo en la oscuridad, solo porque está solitario y lleno de dolor.

Apreté su mano y él me devolvió el apretón.

—Quiero sacarte de aquí.

—Eso no va a ocurrir —dijo—. No a menos que rompas la maldición.

—¿Eres peligroso si eres dejado en libertad?

Él sólo apretó mi mano de nuevo. Me pregunté si era un criado,

condenado a esto por algún imperdonable pecado al oponerse a la bruja

cuando ésta había pronunciado la maldición sobre todos. Pensé en

Will… ¿a él le preocupaba si quiera si Liam estaba ahí abajo, sufriendo?

—Estoy intentando descubrir que hacer. El pedante e imbécil a cargo no

parecía que fuera a ayudar en algo. Le llamo la Bestia, lo que creo que

no le gusta mucho.

Liam sólo se rió un poco y sonó más duro.

Había tenido probablemente problemas similares con Will, supuse.

Especialmente si él estuviera aquí abajo encadenado en la oscuridad

así.

—¿Liam?

—¿Sí, Bee?

—¿Serás mi amigo? No tengo amigos aquí.

Apretó mi mano de nuevo. Tomé ese gesto como un sí.

***

—Buenos días, Beauty. —Housekeeper anduvo de puntillas en la

habitación con una sonrisa preocupada. Me pregunté si había

escuchado la conversación entre su Amo y yo la noche anterior… ¿era

algo privado en una casa que susurraba y murmuraba en la oscuridad,

poseída por una maldición que hacía tratos con padres crueles sobre

las vidas de sus hijas?

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Me di la vuelta y miré la pared mientras ella llenaba el lavabo de agua y

hacía una pelota con las ropas sucias al pie de mi cama. No quería

hablar. No quería respirar.

—No debes culpar al Amo —dijo después de un largo silencio que

probablemente interpretó como si me enfurruñara—. Él está muy

enfadado, por culpa de la maldición. Ha cambiado desde que aquello

ocurrió.

—Debería creerlo —murmuré. Era duro concentrarse en algo excepto

los sentimientos de traición que fermentaban en mi estómago—. Es

culpa suya.

—No recuerdo los detalles —murmuró—. La maldición, ya sabes,

interfiere con nuestros recuerdos… pero le recuerdo. No era mala

persona. Era un buen chico. Amable, honesto. Muy amigable. Pero

ahora está muy enfadado, muy dolido.

¿Amable… honesto? Casi me reí, pero tragué saliva y expulsé un

sollozo. La maldición debe haber dado bastantes vueltas con su cabeza.

Pensando que yo estaba llorando ó algo, Housekeeper se dirigió hacia la

cama y movió mi hombro torpemente.

—Ahí, ahí —dijo—. Funcionará. Ya verás. Eres la Chica de la Maldición.

Y ahora estás aquí para ayudarnos.

—¿Qué se supone que tengo que hacer? —estallé—. ¿Tengo que saber

para qué estoy aquí? La maldición no lo dice. Se supone que tengo que

dar ayuda. ¡No da ninguna… —Tiré las mantas para atrás y empujé mis

pies sobre el lateral de la cama—… dirección! Sólo alguna mierda sobre

perlas y luz de luna y cartas… —me quedé helada.

¿Cartas?

Una idea estalló a la vida en mi cabeza como una cerilla encendida.

Había asumido—como lo había hecho Chico Bestia, supongo—que las

cartas significan ABCs etc.

Cartas de amor e ira, decía. Pero ¿qué si se referían a cartas de papel?

¿Como correspondencia, como instrucciones, ó quizás incluso

explicaciones?

Me giré hacia Housekeeper.

—Bestia B… er, el Amo dijo que la bruja solía vivir en esta casa. ¿Dónde

estaba su habitación?

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Housekeeper puso una mano en su mejilla. Su delgada boca trabajaba

como si estuviera intentando decidir si decirme algo ó no.

—No sé si puedo…

—Por favor —dije—. Esto le ayudará. Esto te ayudará. ¿No quieres

recordar tu nombre?

—Está bien —dijo—. Ven conmigo mientras limpio el polvo. Te enseñaré

que aspecto tiene. Pero no sé cuándo lo encontraremos. La casa está

muy revuelta por la mañana.

***

Para la sorpresa de Housekeeper, encontramos la habitación enseguida.

—Quizás quería ser encontrada —dijo ella, sorprendida.

Di varios pasos al interior de la habitación. El polvo estaba por todas

partes. Una cama con dosel dominaba el espacio y arrinconaba un

escritorio de aspecto frágil en la esquina. Cortinas de terciopelo cubrían

las ventanas, bloqueando la luz del sol.

Todo parecía muerto.

Housekeeper pronunció lentamente.

—La habitación ha estado triste desde que ella se fue. Como si el alma

hubiera salido de allí. Supongo que puedes decir que el alma de una

habitación es su residente, ¿no?

—Supongo. —Necesitaba pensar. Si había cartas ocultas en esta

habitación, ¿dónde estarían?

Empecé con el escritorio. Todos los cajones estaban vacíos de todo

excepto polvo. Mis dedos dejaron pequeños rastros en él, como

lágrimas.

Algo resbaló por mis dedos en los espacios intermedios… ¿una

cucaracha? Retrocedí, sobresaltada y entonces apreté los dientes y

seguí mirando. No tenía tiempo de estar preocupada por bichos. Pasé

horas buscando en los estantes de libros y hurgando en los rincones

polvorientos. El sol trazaba una estela luminosa en el suelo. Finalmente

me senté sobre mis talones, exhausta y frustrada más allá de las

palabras. Había pasado casi todo el día buscando y no tenía nada que

mostrar a cambio.

Quizás Will tenía razón.

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Miré a la luz del sol que incidía directamente sobre la tarima del suelo.

Si solo el estúpido tiempo no corriera a velocidad cuádruple de lo normal

ó algo así, tendría mucha más libertad de acción con esto. Pero la luz del

sol brillaba sobre los listones de madera, ajenos a mi mirada...

Espera un segundo. ¿Brillaba?

Gateé por el lugar. Algo brillaba a la luz del sol. Un destello de metal.

Había algo brillante atrapado en la tarima del suelo.

Mi corazón empezó a latir el triple de rápido, llenando mis oídos con un

sonido crepitante. Metí mis uñas en la grieta, intentando cogerlo. Esto

podría ser algo importante, o podría ser un fracaso total, pero de

cualquier manera iba a sacarlo.

Una sombra cayó sobre mi mano. No miré hacia arriba. Estaba tan

cerca…la cosa brillante se deslizó un poco más lejos. Susurré llena de

frustración.

—¡Mierda!

—Housekeeper dijo que estabas aquí.

Aparté el pelo de mis ojos. Will era lo último que quería en ese

momento.

—¿Querías algo? Porque estoy ocupada rompiendo tu estúpida

maldición.

—¿En serio? —El desprecio en su tono me enfureció y metí más hondo

la uña por la grieta—. Porque parece como si estuvieras escarbando el

suelo con la pata.

—Si esperas un segundo, te enseñaré… —Mi uña enganchó el trozo de

metal una cadena la arrastré hacia arriba y la cogí con la otra mano.

¿Un colgante? Lo moví ante él—. Estaba oculto en la tarima. ¿Quizás

perteneció a la bruja?

Se agachó, ahuecando las manos alrededor del colgante. Sus ojos

parpadearon con reconocimiento, y el desprecio en su rostro se

convirtió en sorpresa.

—De hecho, sí. Esto era de ella.

Ninguna perla, sin embargo. Mi corazón se hundió un poco.

—Mira —dijo—. En la grieta.

Papel. Lo saqué con mis uñas y se lo tendí.

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—Una carta. —El triunfo se alzó en mi pecho—. ¿Ves? Yo era útil.

Aparentemente el Chico Bestia era demasiado bueno para "escarbar el

suelo con la pata" y encontrar cosas.

—Déjame ver. —La arrebató de mis dedos y desplegó la carta. Me

incliné sobre su hombro para ver y me dio una mirada que decía que no

le gustaba que estuviera tan cerca. No me importaba.

Mi querido amor, la carta comenzaba.

La Bestia murmuró algo entre dientes.

Tu última carta me molesta profundamente. No puedo decirte lo triste que

estoy por tu opinión en este asunto tan importante. Si nosotros no

podemos estar de acuerdo en esto, ¿lo podemos estar en algo más?

¿La última carta? ¿Cuántas cartas había? ¿A cuál se refería la

maldición? ¿Y en qué habían estado ellos en desacuerdo?

Deseo con todo mi corazón tu felicidad, mi amor, pero lo que más deseo

es que tengas bondad. Si ser feliz te impide ser bueno, entonces preferiría

que fueras miserable. La miseria engendra arrepentimiento, después de

todo.

—Eso es alentador —murmuré.

Arrugó la carta con ambas manos y la tiró al otro lado de la habitación.

—No quiero leer más. Esto es repugnante. Ella pensó que podía jugar a

ser Dios con las vidas de otras personas. Pensó que podría poner unos

cuantos hechizos y que arreglaría todo. Estaba equivocada.

Sus hechizos nos arruinaron y la convirtieron en un monstruo. La

magia así corrompe hasta que el usuario está muerto y podrido por

dentro.

Fui a recoger la carta.

—¿Es de eso de lo que trata la maldición? ¿Una lección?

—En cierto modo —dijo—. En cierto modo era venganza. Creo que le

gustaba fingir que sus motivos eran altruistas. Tranquilizaba su

consciencia si pensaba que estaba enseñando algo en vez de solo

castigar.

—¿Qué había en la última carta, aquella de la que ella hablaba? —

pregunté, recogiendo el papel que él había arrugado y alisándolo con

mis dedos.

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—¿Cómo debería saberlo? No la he leído.

—Pero tú la escribiste.

Me miró.

—No, no lo hice.

—¿No lo hiciste?

—No. Fue Robert, mi hermano. —Retrocedió un paso y se rió con

incredulidad—. Espera, ¿estás diciéndome que pensaste todo este

tiempo… que yo… que era quién… —Él se rió de nuevo, con frialdad. Se

pasó una mano por la cara y negó con la cabeza—. Eso explica mucho,

¿no?

—¿Qué? —exigí.

—Piensas que la maldición estaba puesta en mí.

—¿No lo estaba? —Pensé en la casa. Pensé en los gritos. ¿Estaba la

maldición puesta en la casa, en los sirvientes? Estaba en todos—.

Dijiste que fuiste maldecido, ¡no lo soñé!

—Bueno, quiero decir, lo estoy —comenzó pacientemente—. No se

suponía que estuviera en mí. Se suponía que tenía que estar en Robert.

—¿Su marido?

—Sí.

Me senté dejándome caer. Eso lo cambiaba todo.

—Espera —dije, agitando una mano—. Pero, ¿por qué estás maldito?

¿Por qué Rose está maldita?

—Ahí está la cosa de la magia —dijo Will— tiene una forma de irse de

las manos. Ella estaba realmente enfadada cuando creó la maldición.

La hizo demasiado grande y demasiado poderosa. Se tragó a toda la

casa y a toda la gente que había dentro. Una vez que la hubo hecho, no

podía deshacerla. Y, después de un tiempo, no quiso hacerlo. La magia

la arruinó también.

Mi cabeza estaba dando vueltas. Así que él no… nadie aquí tenía…

—Probablemente deberías contarme toda la historia —dije—, desde que

también formo parte de este encantador culebrón.

—¿Culebrón?

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—No te preocupes por eso.

—Bien –dijo—, te lo explicaré. Cuando te unas a mí en la cena.

—¿Por qué estás tan obsesionado con que yo coma contigo?

—A Rose le gusta eso.

Estaba harta de sus pequeñas trampas, pero al final acepté. Porque al

final iba a conseguir la historia.

***

—Marian estaba enamorada de Robert desde el día en que se

encontraron —explicaba mientras comíamos. La carta estaba sobre la

mesa entre nosotros. Ahora estaba sentada a su derecha, en lugar de en

el extremo opuesto de la mesa. Rose estaba sentada frente a mí. De esta

manera podíamos ver y escuchar mejor. Pero eso no significaba que

estuviéramos empezando a llevarnos bien ni nada. Por supuesto que no.

Will estaba en el modo narración de cuentos en toda regla. Su cara

estaba enrojecida y sus ojos brillaban con su vida interior. Casi parecía

una persona normal, en lugar de un recluso maldito desde hacía

cientos de años.

—Robert, por su parte, nunca ha estado enamorado de otra cosa que no

sea el sonido de su propia voz.

—¿Por qué estuvo de acuerdo en casarse con ella?

—Bueno, Marian era rica cuando hicieron el acuerdo. Más tarde perdió

su fortuna y Robert comenzó a perder interés. Había demasiadas chicas

para permanecer fiel a una durante mucho tiempo.

—Eso es triste —murmuré. Perversamente deprimente, la verdad.

—Nuestro hermano era un consumado canalla –añadió—. De cualquier

forma, Marian no lo sabía al principio. O no le importaba. Ella le

amaba, aunque su afecto se estaba desvaneciendo. Se casaron en la

ciudad y vivieron aquí con nosotros. Marian tenía su propia suite de

habitaciones después de que Robert comenzara a derivar en sus

afectos.

—¿Ella era, ya sabes, una bruja estereotípica? —No estaba segura de

cómo preguntar si era una persona horrible y terrible.

Negó con su cabeza, con aspecto perplejo.

—No sé lo que quieres decir.

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De acuerdo, así que quizás la bruja malvada no era un estereotipo en

su día.

—Ya sabes, ¿era malvada?

Su expresión se frunció.

—No, no en ese momento. Ella era encantadora.

Rose asintió con sus ojos abatidos. Me preguntaba si Marian había sido

como una hermana para ella una vez. ¡Que traición debía haber sido!

Por supuesto, lo podía entender.

—¿Entonces por qué puso una maldición en Robert?

Will suspiró. Lanzó una rápida mirada a Rose, quien estaba mirando

fijamente a su plato. Frotó sus manos y volvió a mirarme. —Érase una

vez, como dicen, mi hermano, mi hermana y yo vivíamos en esta casa.

Yo tenía catorce años y Rose casi doce. Mi hermano mayor, Robert,

administraba todo desde la muerte de mis padres. Era diez años mayor

que yo.

Abrí mi boca para hacer una pregunta y él levantó un dedo de

advertencia.

—Un día, una hermosa chica llegó a nuestra puerta. Su caballo había

perdido una herradura y ella estaba desamparada. Era Marian, por

supuesto —suspiró—. Era la chica más guapa que cualquiera de

nosotros había visto nunca… su cabello negro era como una franja de

tinta cayendo sobre su espalda, y sus ojos… tenía la habilidad de

mirarte y hacerte sentir como un príncipe o un completo idiota con una

sola mirada. Robert quedó prendado… le prestó su mejor carruaje y la

acompañó a su casa. Durante los siguientes meses la persiguió y

finalmente ella aceptó casarse con él e hicieron planes para la boda.

Me di cuenta de que sus dedos habían anudado la servilleta de su

regazo.

—Unas semanas después de su boda, Marian se enteró de que Robert

estaba viendo a otra mujer. Estaba furiosa… cuando escuchó los

hechos de los labios del detective que contrató, pensé que iba a

apuñalar al hombre. Pero sólo se quedó ahí, de pie, como si se hubiera

vuelto de piedra y, fuera, el cielo se volvió negro con nubes de tormenta.

Despidió al hombre, se giró y fue a su habitación. La encontré allí

escribiendo una carta…

—¿La carta que encontramos?

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—Sí, eso creo. Se puso de pie cuando entré, me miró con esos ojos

perforándome y me dijo que esperaba que yo no saliera como mi

hermano. —Se quedó en silencio en ese momento, con la barbilla

apoyada en su mano. Mirando fijamente a las velas en la mesa. Me

preguntaba qué estaría pensando. ¿Pensaba que se había vuelto como

su hermano?

Esperé a que continuara. El silencio se envolvió en mí, frágil como el

cristal… cualquier ruido que hiciera lo rompería. Me senté sin moverme

hasta que él se estremeció.

—¿Dónde me había quedado? Lo siento. Ella se fue esa noche. Escribió

las palabras de la maldición en una carta y la dejó en el vestíbulo. Me

desperté con un golpe de la puerta delantera… alguien de la ciudad vino

a decirme que mi hermano había muerto en una pelea de bar a las once

y media de la noche. Encontré la carta de Marian justo después de

recibir la noticia de la muerte de Robert. Y la maldición, como todo

hechizo hace, tomó efecto a medianoche.

—Pero tu hermano estaba muerto… —Estaba empezando a tener

sentido. Mi estómago se encogió cuando lo entendí.

Él se encontró con mis ojos.

—Sí. Mi hermano estaba muerto y la maldición cayó sobre mí en su

lugar. Y debido a la furia de Marian, la maldición fue demasiado

poderosa. Envolvió todas las cosas. Los sirvientes estaban obligados,

Rose también y la casa. Y así todos somos prisioneros. Esperando el día

en que se rompa. Esperando —hizo una mueca— a ti.

—Pensé que dijiste que no me necesitabas.

Se frotó la frente.

—Dije muchas cosas, estaba realmente enfadado el otro día y a veces

soy demasiado precipitado. Encontraste esta carta. Te has demostrado

sorprendentemente suspicaz. Tal vez te necesitamos.

Me moví en la silla. El más pequeño goteo de buenos sentimientos,

mezclado con el malestar porque yo todavía no le gustaba, se

encharcaba en mi estómago. Había encerrado al pobre Liam, por

ejemplo. Y era un completo idiota. Pero…

—¿Qué les sucederá si no lo rompen a tiempo?

Su voz fue plana pero constante.

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—Entonces llegaremos a estar malditos para siempre, atrapados en las

formas que tomamos por la noche hasta la muerte.

Rose se cubrió los ojos con las manos. Incluso sus dedos tenían el

rubor rosado de nuevos brotes. De repente me sentí fatal por ella. Era

sólo una niña pequeña, realmente. Ella no había pedido nada de esto

mucho más que yo. O, para ser justo, más que Will.

—Queremos las mismas cosas —dije lentamente.

—¿Estás intentando ofrecerme una tregua?

Me encogí de hombros.

—No te gusto. Esto no significa nada. Sólo quiere decir que quiero salir

de aquí tanto como tú. Y finalmente te has dado cuenta de que podía

ayudarte.

—¿Así que dejarás de asaltarme todas las noches?

—Solamente si dejas de insultarme en cada oportunidad. Y sólo si

empiezas a actuar mejor. Y sólo… —mi corazón latía con fuerza— si

liberas al chico del laberinto.

Rose bajó las manos de sus ojos. Junto a ella, Will se puso tenso.

—Lo siento, eso es imposible.

—¿Qué ha hecho? ¿Por qué tienes que mantenerlo encadenado de esa

manera?

—Eso no importa. No es de tu incumbencia —Puso una mano en el

brazo de Rose porque parecía como si estuviera temblando.

—¡Está mal! No deberías mantenerle prisionero. Está sufriendo ahí

abajo.

—No hables sobre cosas que no entiendes.

—Tienes razón. No lo entiendo. Deberías hacérmelo entender,

explicándolo.

Se puso de pie. Pude sentir la ira rodando fuera de él.

—No. No tengo que explicarte nada a ti.

—¿Qué hay sobre la tregua?

—Trabajaremos juntos para romper la maldición. Esto es todo. Lo

tomas o lo dejas.

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—¿Qué hay sobre Liam? —le encaré tercamente. No iba a dar marcha

atrás en eso—. Eres un monstruo por mantenerle ahí abajo.

Me miró fijamente, pero lentamente la furia se desvaneció de su rostro y

sus hombros se relajaron.

—No puede ser libre hasta que la maldición esté rota.

Suspiré. No sabía si podía creerle. Pero verdaderamente necesitábamos

trabajar juntos. Le tendí mi mano.

—Trabajaré contigo. Por el bien de Liam. Y por el mío propio. No por el

tuyo.

Tomó mi mano y la estrechó. Un escalofrío recorrió mi brazo y lo dejé

caer tan pronto como el apretón de manos fue hecho. Realmente no

quería tocarle.

Estaba haciendo esto por Liam. Por la pobre Rose y los sirvientes. Y por

mí misma.

No por la Bestia.

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Capítulo 8

Traducido por PaulaMyfair

Corregido por yuya

Después de hacer mi difícil tregua con Will, las cosas se acomodaron en

un patrón. Los días se enmascaraban entre sí empapados por una

lluvia de acuarelas. Will siguió siendo un idiota, seguí luchando

alternativamente con él e ignorándolo. Rose, por otro lado, era más

agradable cada día. Tenía una sonrisa tímida que me contagiaba y me

daban ganas de devolverla.

Comenzó a seguirme por todos lados, como un perrito faldero, mientras

recorría la casa buscando maneras de salir y tratando de pensar en lo

que podía significar el enigma de la maldición. Cuando Housekeeper me

traía el almuerzo durante mi búsqueda, empezó a comer sándwiches de

pepino y a beber té conmigo. Will, por otra parte, me evitaba como un

gato evita agua, excepto para las cenas, a las que él estrictamente

observaba.

Por mi parte, pasé una semana buscando en la habitación de Marian

cualquier cosa que pudiera ser mencionada en la maldición y visitaba a

Liam cada noche en el laberinto, contándole sobre mi progreso y

derramándole mi corazón.

—Odio a Will —dije una noche mientras estábamos sentados juntos en

la oscuridad.

Las cadenas de Liam resonaron mientras cambiaba de posición.

—El odio es una cosa fea, Bee. Es como un músculo. Cuanto más se

ejercita, más fuerte se vuelve. Corrompe a la persona que tiene en su

interior. Mira lo que le pasó a Marian. —Yo no sabía qué decir. Me

sentía culpable.

—¿Que le pasó a Marian después de que maldijera a todos?

Liam suspiró.

—Ella es una sombra de su antiguo ser. Una mujer retorcida y fea.

—¿Todavía está viva? —Recordaba vagamente a Will mencionarlo. ¿Por

qué no pensé en esto antes?

—Ella vive en las Tierras Mágicas.

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¿Las Tierras Mágicas?

—¿Qué es eso?

Liam vaciló.

—Vas a tener que preguntarle a Will sobre eso.

—Will me odia más de lo que lo odio. No me dice nada.

—Él está roto por dentro y está arremetiendo. Creo que quiere tu

amistad. Está solo, ya sabes. No sabe cómo pedirlo.

—¿Mi amistad? Lo dudo —murmuré.

Liam se quedó en silencio, que es lo que hacía cuando pensaba que

estaba siendo excesivamente terca.

—Está bien. Voy a tratar de ser amable con él. Y voy a preguntarle

acerca de las Tierras Mágicas.

—Gracias —dijo Liam—. Lo necesita. Te lo prometo. Todo el mundo

necesita amor.

Supuse que estaba pensando en sí mismo cuando dijo la última parte.

Yo había notado que sus gritos y gemidos habían disminuido desde que

había comenzado a visitarlo por la noche.

Tal vez su pedacito de la maldición estaba mejorando. Tal vez estaba

haciendo progresos de alguna manera.

***

Estábamos cenando. O más bien, Will y Rose estaban cenando. Yo

estaba sentada jugando con mi comida, tratando de reunir el valor

suficiente para hacerle mi pregunta. Él parecía sentir mi temor, porque

no dejaba de dispararme miradas que no podía descifrar. Como si

supiera que estaba nerviosa, y no estaba seguro de si quería fomentar

el sentimiento o calmarme.

Un nerviosismo se deslizó por mi espalda. Iba a sacarle el tema, a

quemarropa.

—Si Marian todavía está viva, ¿entonces por qué no podemos pedirle

que quite la maldición?

Will quedó helado.

—Esa es una idea realmente mala.

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—¿Por qué? —Exigí. Estaba harta de él haciendo declaraciones crípticas

y nunca siguiendo con las explicaciones.

—Porque sí. Marian está loca ahora. Ha estado completamente

corrompida por su magia. No va a hacer nada por nosotros.

—¿Qué hay de mí? ¿Y si yo le pregunto? Ella no me odia.

—Ella odia a todo el mundo — dijo.

Se hizo el silencio. Will miró fijamente su comida. Me mordí el labio. Yo

tenía otra pregunta que hacer.

—¿Que son las Tierras Mágicas? —No mencioné a Liam.

—¡Oh! —dijo Rose, como si hubiera dicho una palabrota.

Will levantó sus ojos a los míos, pero no dijo nada durante un largo

rato. Anudé mis dedos en mi regazo. ¿Había dicho algo muy malo?

—Las Tierras Mágicas —repitió, pareciendo triste.

Rose parecía aturdida, como si hubiera sacado un tema prohibido pero

secretamente soñado.

—Will no me deja ir allí —dijo.

—¿Qué es eso? —le pregunté directamente.

—Esta casa, una vez maldita, pasó a formar parte de otro mundo. La

maldición la une a las Tierras Mágicas, un punto de encuentro para

todas las cosas mágicas. Es por eso que no estamos sujetos al tiempo.

—¿Y podemos ir allí? Pensé que no podías salir de casa. —Realmente no

sabía si quería eso. Sólo quería intentar algo.

—Técnicamente, mi casa es ahora una parte de las Tierras Mágicas, así

que las reglas son diferentes. No podemos quedarnos en el gran Fey

mucho tiempo y no podemos escapar a través de él. Sólo podemos

volver aquí. Pero ir allí no es una buena idea. Es peligroso, y además,

Marian está allí.

—Perfecto. Tenemos que hablar con ella. Y no me asusta el peligro. —Yo

estaba totalmente asustada.

Él negó con la cabeza.

—No es lo que estás esperando. No es un lugar agradable.

—¿Cómo diablos sabes lo que estoy esperando?

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—Confía en mí. Tú no quieres ir. Eso sólo va a deprimirte. Y no va a

solucionar nada.

Primero que nada, él sólo había lanzado un desafío. Segundo, ¿desde

cuándo le importan mis sentimientos? Yo estaba sospechando. Crucé

mis brazos y fruncí el ceño.

—Yo quiero ir. Ahora.

—¿Ahora? —Arqueó una de sus cejas peligrosamente.

—Sí —susurré.

—Tendrás que cambiarte —dijo, dándome un vistazo que sugirió que

mis pantalones vaqueros y camiseta eran similares a la ropa de

mendigo ante sus ojos—. Algo más, eh, magnífico. Seamstress

probablemente tiene algo para ti.

Rose aplaudió.

—Voy a ayudar. Te vas a ver hermosa. Igual que una verdadera dama.

De alguna manera yo dudaba eso. Pero no quería arruinar la sonrisa en

su rostro. Así que dije que estaba bien. Cualquier cosa.

Después de cenar me fui a mi habitación y saqué uno de los vestidos de

mi armario. Lo miré con ojo crítico, suspiré y me lo puse. El tejido era

negro y de encaje. La falda con volantes se arrastraba por el suelo, y el

corpiño era tan apretado que casi podía sentir mis costillas

rompiéndose.

—Te ves deslumbrante —dijo Rose con una sonrisa soñadora—. Como

una princesa enojada.

Sombríamente, examiné mi propio reflejo en el espejo. Me parecía un

cruce entre Scarlett O'Hara y una chica rockera gótica. Pasé los dedos

por mi pelo unas cuantas veces—no era mucho lo que podía hacer allí—

y fui a buscar a Will. Rose me siguió, murmurando acerca de querer

demasiado poder ir y cuán injusto era todo.

Él estaba esperando en su estudio, la habitación con el reloj de arena

gigante. Entré sin hacer ruido y me paré en la puerta. Rose no entró.

Sabía dónde estaba y que no estaba permitido.

El reloj de arena estaba situado en la mesa en el centro de la habitación

justo como lo recordaba. La arena dentro brillaba débilmente,

burlándose de mí con su resplandor. Teníamos muy poco tiempo.

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Pero fue Will quien atrajo mi mirada. Se detuvo ante un adornado,

espejo de cuerpo entero, ajustando un botón de su camisa. Se había

peinado hacia atrás el pelo y puesto un abrigo largo y negro que le daba

un aspecto peligroso y duro.

Cuando él me vio en el espejo, se volvió con una media sonrisa. Parecía

sorprendentemente guapo y un escalofrío me recorrió. Hice una burlona

reverencia a medias para ocultar mi nerviosismo.

—Hmm —dijo, que fue el único comentario que hizo sobre mi

apariencia. Resistí la tentación de decir algo sarcástico. De acuerdo, en

ese momento no necesitaba tener una pelea con él.

—¿Vamos? —Tendió su brazo, me acerqué y lo tomé torpemente. Me

había perdido mi baile, pero tal vez esto era un sustituto lo

suficientemente parecido. Lo único que faltaba era el pesado volumen

de un ramillete en mi hombro derecho y mi madrastra tomando muchas

fotos mientras posábamos en el porche delantero, sonriendo

forzadamente.

—¿Qué pasa ahora? —Estábamos solos de pie en medio de la sala,

delante del espejo—. ¿No deberíamos pasar por una puerta o algo así?

¿Cómo podemos llegar a las Tierras Mágicas?

Will bajó la mirada hacia mí, y sus agudos ojos azules me hicieron

temblar.

—Vamos a través del espejo. Aguanta la respiración. Esto es

desagradable.

Dio un paso hacia adelante y no tuve tiempo de aspirar el aire antes de

que nos cayéramos.

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Capítulo 9

Traducido por AariS, Lyricalgirl, rihano y Lauraaaaa

Corregido por Klarlissa

Estábamos perdidos en la niebla. No podía ver nada. Al principio mi piel

se congeló y luego quemaba. Involuntariamente tomé una bocanada de

aire y quemó como si hubiera inhalado un trago de enjuague bucal.

Sensaciones frías y calientes escaldaron mi garganta y mi nariz.

¿Estaba ahogándome? Me golpeé y los brazos se envolvieron

apretadamente a mí alrededor.

—¡Deja de luchar!

Luz y sonido se precipitaron a nuestro alrededor sin previo aviso y el

suelo surgió como magia bajo nuestros pies. Will me tenía en un

incómodo abrazo y parecía molesto por ello. Me apoyé en él, la cual era

la última cosa en el mundo que quería hacer. Pero mis piernas no

podían soportar mi peso. Por encima de su hombro, pude ver un muro

de piedra y docenas de personas. Unos pocos estaban mirándonos con

curiosidad.

—Levántate —dijo Will en mi oído—. Estás llamando demasiado la

atención sobre nosotros.

Probé mis piernas y estaban funcionando de nuevo.

—Lo siento. O… olvidé aguantar la respiración.

Me soltó y dio un paso atrás.

—Vivirás. La barrera se siente como hielo y fuego, pero no te hará daño.

Quería replicarle acerca de cuánto no te hará daño había, en realidad,

verdaderamente dolido, pero me ofreció su brazo y lo tomé sin hablar,

porque teníamos otras cosas que hacer esta noche además de pelear.

Will se inclinó hacia mí.

—Sólo trata de parecer como que no me odias, ¿está bien? —murmuró

en mi oído.

Enderecé mi ceño en algo parecido a una sonrisa. Luego tuve mi primer

vistazo real alrededor y mi boca cayó abierta.

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La habitación en la que estábamos parados parecía más una catedral

que otra cosa. Los altos techos estaban compensados con brillantes

vitrales que dejaban pasar chorros de luz del sol. Una lujosa alfombra

roja se extendía hacia delante como una carretera bajo nuestros pies.

Espejos se alineaban en las paredes y, mientras observaba, varias

personas caminaron a través de uno, se sacudieron el polvo y

empezaron a alejarse. Nadie tenía el problema que yo había tenido.

—¿Por qué está brillando el sol? Es de noche.

—Estamos en las Tierras Mágicas —dijo Will—. Están en un horario

diferente.

—Oh.

—Por aquí. —Tiró de mi brazo, llevándome hacia delante. Estiré el

cuello para mirar hacia arriba al techo pintado mientras caminábamos.

Algo revoloteaba en lo alto, vi un destello de alas y escamas.

—Bebé dragón —dijo Will, siguiendo mi mirada—. Debe haber entrado

aquí de alguna manera. No te preocupes, no producen fuego hasta que

maduran.

—¿Qué es este lugar?

—Estas son las Tierras Mágicas. Pero no son en realidad una tierra

específica, que conste. Sólo una especie de centro neurálgico para los

pasajeros que pasan de una tierra a la siguiente. —Su frente se arrugó

mientras pensaba por un momento—. Dimensión podría ser una

palabra que tenga más sentido para ti.

Volvimos una esquina y entramos en otra habitación, ésta incluso más

grande que la primera. Carpas y chozas se esparcían por todas partes,

como un diminuto villorrio.

—El mercado de las hadas —dijo Will—. No cobran dinero aquí.

—¿No? —Me quedé mirando las hileras de botellas misteriosas para la

venta, las pilas de sedas brillantes.

Una anciana sin dientes me dio una amplia sonrisa.

—¿Quieres comprar una poción de amor, cariño?

Will me condujo pasándola.

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—Su precio podría ser tu alma —dijo, y su aliento me hizo cosquillas en

la oreja. Me estremecí, ya sea por el roce de su aliento o por la idea de

vender mi alma, no lo sabía.

Nos abrimos paso a través de la multitud y serpenteamos alrededor de

las tiendas de productos. Gente de todos los tamaños y especies

pululaban a nuestro alrededor, algunos escudriñando nuestras caras

mientras pasaban, algunos sin mirar a nadie a propósito. Vi hermosas

mujeres con piel de suave porcelana y ojos negros y opacos que

parecían más muertas que vivas, hombres bajitos con gruesas barbas

rojas metidas en sus cinturones, esbeltas chicas con hojas en su pelo

llevando vestidos de hiedra y flores. Hombres con orejas puntiagudas y

largo pelo plumoso avanzaban a través del mercado sin mirar a nadie.

—Elfos —me murmuró Will—. Son muy peligrosos. No hagas contacto

visual.

Apresuradamente desvié la mirada y reparé en un grupo de chicas

jóvenes con cabello enmarañado y piel oliva que se transformaba en

escamas en sus muñecas. Sus dedos eran garras.

—Arpías —me dijo Will en voz baja—. Te dije que este lugar podía ser

peligroso. No hay muchas leyes o encargados de la ley. No causes

ningún problema con nadie. No dejes que nadie te engañe.

—¿Cada criatura mágica posible pasa el rato aquí? —Me estremecí

cuando accidentalmente hice contacto visual con una criatura de ojos

verdes y piel gris que podría haber sido un trasgo. O un troll.

—Es un lugar de reunión para cualquier cosa y cualquier persona

conectada con la Fey, sí. Mucha gente desaparece aquí. Muchos llegan

a perderse, también. —Su mano apretó mi brazo cuando pasamos a un

hombre alto vestido con un abrigo azul marino y un sombrero de copa.

El hombre estaba besando el cuello de una mujer, al menos eso pensé

hasta que levantó la cabeza y vi el hilo de sangre que corría por su

barbilla. Los ojos de la mujer se entreabrieron y miró hacia nosotros sin

vernos. Will movió su brazo a mi cintura y tiró de mí pasando a un

ritmo más rápido.

Ni siquiera me importó el contacto extra, porque mi corazón estaba

golpeando duro en mi pecho y había brotado sudor a través de mis

palmas. Le permití empujarme lejos.

—Casi cada criatura de aquí es peligrosa para ti. Incluso los que se ven

bien. Las hadas son las peores. Parecen inofensivas, pero son

monstruos viciosos. Roban humanos para usarlos como esclavos, o te

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succionan la vida mediante chanchullos para verse más jóvenes. Nunca

dejes a un hada tocarte, a menos que hagas un negocio específico con

él, de otra manera robará de ti. Los negocios lo obligan, y mantendrá

una promesa, pero tienes que hacerlos prometer.

Asentí.

—Otra cosa —añadió Will, inclinándose más cerca y hablando

suavemente en mi oído—. No comas ni bebas nada aquí, nunca.

Olvidarás el tiempo completamente y permanecerás aquí cien años si no

eres cuidadosa. Los humanos como tú son particularmente vulnerables.

Asentí otra vez, intentando no mirar fijamente a una chica con pinta de

abandonada con un manto rojo que estaba discutiendo con un gigante

hombre lobo. Una espiral de miedo se retorció en mi estómago. Tal vez

esto había sido un error.

—William —una voz gritó detrás de nosotros—. ¡William!

Ambos nos detuvimos y el brazo de Will se tensó contra mí. Nos dimos

la vuelta, juntos para ver a un hombre alto de cabello oscuro con la piel

del color de la madera quemada y orejas puntiagudas serpenteando

hacia nosotros en la multitud. Will se relajó, pero sólo ligeramente.

Mantuvo su brazo alrededor de mi cintura.

—¿Quién es tu dama amiga? —preguntó el hombre, alcanzándonos. Sus

brillantes ojos verdes me barrieron de arriba a abajo. Su boca se quebró

en una sonrisa especulativa.

—Soy Beauty —dije. No estaba segura de por qué usé mi nombre

completo, excepto que sonaba mucho más formal que Bee. Estaba

demasiado asustada para ser habladora. Él exudaba la energía de una

tormenta.

—¿Su Chica Maldita? —Elevó ambas cejas y su sonrisa se extendió más

amplia. Will suspiró y no dijo nada.

—Storm —dijo el hombre, como si sólo pensara en la necesidad de

presentarse. Se inclinó—. A su servicio, por una tarifa.

—Es un elfo de la noche —susurró Will—. Un pícaro. No es tan

peligroso como algunos de los otros, pero no confíes en él.

Examiné la cara de Storm por alguna señal de sed de sangre o

caprichosa malicia. Pero él sólo parecía engreído, y tal vez un poco

vanidoso. Su largo pelo negro colgaba hacia abajo por su espalda en

una mezcla de rizos y trenzas. El sombrero en su cabeza posado en un

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ángulo torcido. Llevaba un collar de piedras oscuras, envueltas en una

cadena.

Storm hizo una pantomima agarrándose el corazón.

—William, me hieres. Me darás una mala reputación.

—Tú ya tienes una mala reputación.

—No con Beauty. Pizarra limpia. —Se volvió hacia mí, lamiendo sus

labios—. No creas nada de lo que te diga de mí. Soy muy agradable.

Especialmente con las damas.

—Hmmm —dije. No me gustaba realmente ser mencionada como una

dama, no cuando era dicho con una mirada lasciva como esa.

—Ve al punto —dijo Will.

Storm nos dirigió a ambos una reluciente sonrisa, imperturbable por la

beligerancia de Will.

—¿Supongo que estás buscando a Marian?

Estaba sorprendida, pero entonces tal vez no debería estarlo. Storm

parecía como el tipo de persona que sabía los asuntos de todo el

mundo. Esperó hasta que Will suspiró, extendió una mano y tocó las

puntas de los dedos del elfo. Luego nos deslumbró con otra sonrisa.

—Está en el salón de baile de la flor. —Con un toque en la punta de su

sombrero, se giró sobre sus talones y desapareció entre la multitud.

—Eso fue interesante —dije. ¿Qué había hecho Will? ¿Le había dado

algo?

—No deberías haberle dicho tu nombre —dijo Will. Dejó ir mi cintura y

me ofreció su brazo de nuevo—. Los nombres tienen poder.

—Pensé que era sólo en hadas y cosas —dije.

—Nunca sabes cuánto tiempo vas a permanecer humana en un sitio

como este.

Ese comentario hizo estremecer todo el camino hasta mi centro.

Will comenzó a caminar más rápido y me apresuré a seguirle. Mi

corazón estaba golpeando otra vez con el pensamiento de Marian.

Incluso Will era reconfortante comparado con ella.

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Pasamos a otro pasillo y giramos a la derecha, deteniéndonos ante la

tercera puerta. Sobre ella oscilaba un rótulo pintado, cubierto con flores

vivas que brotaban directamente de la madera por alguna clase de

encantamiento, probablemente. Sin palabras.

El salón de baile floral.

—No todos aquí pueden leer —dijo Will, asintiendo hacia el cartel—.

¿Deberíamos entrar?

Al principio su voz sonaba tan dura como siempre, pero entonces vio mi

cara y su expresión se suavizó solo un poco.

—Todo va a estar bien. Ella no va a, ya sabes, comerte.

Tal vez había visto mi expresión cuando nos encontramos con el

vampiro más temprano.

—Esta bien —dije, repentinamente no queriendo en lo absoluto y sin

gustarme la imagen mental que me acaba de dar. Mis piernas

temblaban un poco mientras lo seguía.

Estábamos a punto de conocer a la bruja misma. Mi estómago se

enredó en nudos. Tomé una respiración temblorosa.

Necesitaba ser fuerte, aun cuando quería correr. O desmayarme.

El salón de baile no estaba muy lleno de gente. Arañas colgaban desde

el alto techo, cubiertas de enredaderas. Por todos lados se abatían

mariposas y pájaros y el olor de las flores llenaba el aire. Hubiera sido

impresionantemente hermoso, si no fuera por la subyacente corriente

de peligro que inundaba el aire. Tal vez era solo mi imaginación, ¿o

cada ojo en la habitación se había volteado hacia nosotros?

La sentí antes de verla. Su presencia era como un fuerte perfume,

abrumador e hipnotizante. Me paré ahí, sintiendo su magia girar

entorno a mí como humo y entonces una mujer alta con una franja de

pelo negro tinta enlazado con plateado se volteó hacia nosotros,

clavando en nosotros su mirada.

—Marian —suspiró Will.

Su piel se veía demasiado delgada, como papel y podía ver todas sus

venas, como si alguien la hubiera abierto y hubiera reemplazado su

sangre con un extraño líquido negro. Sus ojos eran piscinas negras en

la blanca máscara que era su cara, y sus ropas colgaban débilmente de

su cuerpo, como una sábana enganchada en un árbol en el medio de

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una tormenta. El único color visible que venía de ella eran sus labios.

Ellos brillaban un rojo profundo como de una rosa.

—William —ronroneó—. Que bueno verte. ¿Y quién es ésta? Podría ser

que hayas encontrado a tu Chica Maldecida por fin, ¿tal vez? —Sus ojos

cayeron en mí, haciéndome temblar.

Todos aquí parecían saber lo que una Chica Maldecida era, como si

fuera una cosa normal de la que hablaban todo el tiempo. De nuevo,

dado que el hecho de que brujas malvadas andaban por ahí, tal vez era

algo normal. No sabía.

—Marian —dijo él, inclinando su cabeza. Sus ojos eran brillantes y

duros y localicé un ligero rubor rojo oscuro recorriendo su cuello.

—Que bueno es no verte. Esta es Beauty.

¿Se suponía que dijera hola? Ella me dio una sonrisa hambrienta y

simplemente me paré ahí.

—Oh, eso es adorable —dijo Marian. Su voz era grave y rica, como el

chocolate—. Su nombre es Beauty. Que... limpio. No era eso a lo que me

refería con la maldición, pero tal vez funcione. Estas cosas tienden a

sorprenderme hasta a mí, ¿sabes?

—Seguro —dijo Will, descuidada y furiosamente al mismo tiempo—.

Escucha, vinimos porque Beauty cree que eres un decente ser humano

y piensa que si te pregunta, nos dirás como romper el hechizo.

Los ojos de Marian se abrieron con sorpresa y luego rió como si

acabáramos de sugerir que le diéramos un millón de dólares.

Hubiera esperado que su risa sonara horrible, como el gorgoteo agónico

de una mula, pero en cambio burbujeó cálida y contagiosamente, ese

tipo de risa que hace que todos sonrían pese a no estar de acuerdo. Era

un eco de como era al principio, supuse. Y luego simplemente me sentí

triste.

Ella había sido arruinada por su magia. Estaba loca.

—¿Decirte? Primero que todo, eso no es muy justo querida. El halcón

no recibe quejas del cuervo al que come, ya sabes.

Me encrespé. —Hey, maldecir a la persona equivocada tampoco es muy

justo —dije. Mi voz salió temblorosa del nerviosismo.

Marian se detuvo, mirándome fijamente. Su cara se suavizó.

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—Tus ojos, cariño, se ven como la superficie de un lago cuando esta

cubierta de neblina. Tu boca es como un pequeño retazo de seda... —

Ella dejó caer su cara en sus manos y comenzó a llorar suavemente—.

Él era tan guapo, ya sabes, usando su arruinado honor como una

espada. Me pregunto por qué, ves. Su voz temblaba como una taza de té

en su platillo cuando dijo mi nombre...

Miré a Will. Estaba frunciendo el ceño. ¿Qué estaba parloteando ella?

Los hombros de Marian se quedaron quietos. Levantó su cabeza y

tembló como si hubiera emergido de un sueño.

—Querida —continuó, respondiendo a mi pregunta como si no acabara

de empezar un parloteo loco—. No hay justicia cuando se trata de

maldiciones. ¿Sabes lo que pasó luego de que maldije a mi difunto

esposo y en cambio atrape a su hermano menor?

—No —susurré.

—Ah. Bueno, Beauty, estaba embarazada. Y cuando nació se veía justo

como Robert, esa serpiente mentirosa y yo… —Primero su cara se

arrugó como un pañuelo viejo, pero luego su expresión se alisó y sus

ojos se volvieron fríos—. Y lo maté. No podía tener algo que se viera así

andando por ahí, ¿no es así?

Sus cambios de humor me estaban dando latigazo cervical, y ahora

esto. Quería vomitar. Mi brazo comenzó a temblar contra el de Will.

—¿Mataste a tu propio bebé?

—Se veía justo como él. —Sus ojos se entrecerraron—. ¿Entiendes?

Me sentía enferma. Ella claramente estaba psicótica, eso era lo que

entendía.

—No vas a decirme cómo romper el hechizo, ¿verdad?

—Cariño, eres brillante. —Me sopló un beso y salió como una nube de

humo que quedó suspendida en el aire entre nosotros—. Will no te

merece. Aunque nuevamente, él no merece nada que no sea un salón

oscuro y una fría cadena alrededor de su…

—Marian —espetó Will.

Le eché sigilosamente otro vistazo a Will y él estaba rechinando sus

dientes.

—Eres tan guapo cuando estas enojado, querido —arrulló la bruja.

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Así que ella abrigaba un odio irracional hacia cualquiera que estuviera

conectado a su difunto esposo. Cuan genial era eso. Y había caído justo

en medio de esta amorosa familia y ahora mi destino estaba envuelto en

el de ellos y el de ellos estaba bajo el taco de una vengativa y loca bruja.

Una vena palpitaba detrás de mi oreja izquierda y mi visión comenzó a

nublarse. Estaba tan enojada que quería darle un puñetazo en la cara.

—Beauty —dijo Will en mi oído—. Cálmate.

—Eres una persona horrible —le dije a ella. Mi voz se quebró.

Marian me estudió calmadamente, sus oscuros ojos eran imposibles de

leer.

—Las maldiciones no sólo lastiman a aquellos a los que son conferidas.

¿A qué se refería con eso? Miré fijamente su cara con intención,

tratando de entender su expresión, tratando de darle sentido a su

vertiginoso comportamiento.

—Beauty —repitió Will. Tiró de mi brazo y dejé que me trajera hacia

atrás.

—La maldición era para Robert —gritó Marian en el último segundo

antes de que saliéramos por la puerta. Sus ojos abiertos de par en par y

jadeando como si acabara de correr una vuelta alrededor de la

habitación. Era como si tuviera múltiples personalidades, cada una

resurgiendo por unos momentos y luego volviendo a enterrarse en los

oscuros descansos de su mente. Esta parecía casi amigable.

—Las líneas son referencias personales, entre nosotros dos. Solíamos

escribirnos cartas, sabes. Lo amaba, ya sabes. —Ella puso una de sus

manos sobre sus labios. ¿Acaba de darnos una pista?

—Voy a romper esta maldición —le dije.

Su expresión pasó de la intensidad al aburrimiento.

—Buena suerte. Ni siquiera estoy segura de saber cómo romperla. Ha

tomado vida propia, ¿sabes? —bostezó.

—Sí —dije—. Eso he notado. Espero que te cueste dormir por las

noches, sabiendo lo que le hiciste a una niña tan dulce como Rose.

Marian simplemente arqueó sus cejas y volteó nuevamente a su bebida.

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Will me llevó al primer espejo que vio. El camino de vuelta no fue tan

duro, al menos me había acordado de retener mi respiración la segunda

vez.

Mi cabeza estaba dando vueltas con lo que Marian me había dicho.

Cuando tropezamos en la alfombra del estudio de Will, me levanté y me

volteé hacia él en triunfo.

—¡Nos dio una pista!

Will, por otro lado, estaba pálido.

—Esa fue una idea bastante terrible, el llevarte allí. No debería haberlo

hecho. Marian es extremadamente inestable. Quién sabe lo que podría

haber hecho si realmente se hubiera enojado...

—¡Pero nos dio una pista!

—Tal vez. Ya viste como estaba. Está loca. Y ella misma dijo que no

estaba exactamente segura de cómo romper el hechizo.

—¿Es ésa la razón por la que nunca levantó la maldición luego de

enterarse de que eras tú y no Robert quién la tenía?

Will arrastró una mano por su cara.

—Primero que todo, cualquiera pueda maldecir a alguien, pero una vez

que ha sido dicho las reglas son obligatorias. No puedes simplemente

pronunciar a la ligera una maldición y luego correr alrededor revirtiendo

las cosas y lo que sea que ella haya querido decir en ese momento,

bueno, la magia a veces puede retorcer las cosas para satisfacer sus

propios propósitos. Ella no levantó la maldición porque no podía. Y

segundo, no lo haría porque su magia la ha enloquecido. Bueno, eso y

el hecho de que odia a toda nuestra familia ahora. Mató a su propio hijo

porque se veía como Robert y todavía desea que yo sufra, sólo porque

soy su hermano.

Comencé a pasear de un lado al otro de la habitación.

—Mencionó unas cartas. Lo que me dijo, ¿recuerdas? Ella habló de

cartas.

Asintió, todavía distraído por su frustración.

—Ellos se escribían mientras ella estaba lejos durante su compromiso.

—¿Crees que tal vez esas cartas mencionan algunas de las cosas en la

maldición? Como dónde están las perlas, por ejemplo.

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Will me observó durante treinta segundos completos antes de hablar.

—Esa es la mejor idea que he oído hasta ahora. Bien hecho, Beauty.

Su elogió me complació más de lo que debería, especialmente ya que

básicamente parecía una caricia en la cabeza. ¿Qué me importaba si él

pensaba que había hecho un buen trabajo? Aun así, sonreí.

Los ojos de Will cayeron a mi vestido, el cual no había comentado antes.

—Te ves muy atractiva esta noche —dijo él—. Una belleza y una Beauty.

Bueno. Yo no supe qué decir a eso.

Él no parecía saber, tampoco. Pareció sorprendido de su propia

declaración. Volteándose, buscó a tientas algo en su escritorio mientras

yo estaba allí luchando por una respuesta.

Un golpe en la puerta nos sobresaltó a ambos.

—¿Will? ¿Beauty? —La voz de Rose llegó, apagada—. ¿Están bien?

—Estamos bien —dijo Will. Me dio una mirada—. Probablemente

deberíamos hablar de esto por la mañana. Se está haciendo tarde.

Yo no entendía al principio qué se refería. ¿A quién le importaba si se

estaba haciendo tarde? Podríamos quedarnos arriba y tratar de resolver

la maldición. No teníamos un toque de queda.

Entonces me di cuenta. Ah, claro, la maldición... por la noche...

—Te veo mañana —le dije, sintiéndome tonta por no recordar. Su

comentario acerca de mi apariencia seguía flotando en el aire también,

y ninguno de los dos quería encontrar los ojos del otro—. Y ah, gracias

por llevarme a ver a Marian. Sé que debe haber sido difícil para ti. Con

tu historia con ella, y todo...

Él asintió con la cabeza.

Sintiéndome tonta, salí y me fui directo a mi habitación. Estaba tan

cansada que olvidé ir a ver a Liam esa noche. Caí en la cama y me

dormí como un tronco, por primera vez desde que había llegado a la

casa maldita.

***

Cuando me dormí, soñé con mis amigos, comiendo helado en el sol del

verano. En mi sueño estaba allí, observándolos mientras el verano

anterior a nuestro último año desapareció como agua entre los dedos.

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Ellos no me vieron y yo no podía hablar ni siquiera susurrar para

alertarlos de que estaba allí.

Me desperté con un sudor frío, temblando.

Los recuerdos de esas pesadillas me impulsaron a regresar a la

habitación de Marian a la mañana siguiente. Le di vuelta al colchón de

plumas y me asomé a cada grieta en el piso. Pero no había nada que

encontrar. La habitación estaba vacía como un cubo de agua durante

una sequía.

Finalmente, me di por vencida. Si había cartas, no estaban en su

habitación.

Will me encontró sentada en el medio de la habitación, con motas de

polvo flotando alrededor de mi cabeza y lágrimas corriendo por mis

mejillas. Giró la cabeza y miró por el pasillo en lugar de directamente a

mí y miré fijo a una mota de luz del sol que entraba por la ventana. El

silencio zumbó entre nosotros. Por alguna razón inexplicable, las cosas

eran extrañas a su alrededor ahora. Sin resolver.

Él habló primero.

—Yo... yo quiero mostrarte algo. Para compensar por lo de anoche. —Su

pelo oscuro estaba peinado lejos de los ojos hoy y lo hacía parecer

mayor. Más agradable, de alguna manera. Como el tipo de chico que

llevarías a casa para presentarle a tu madre. El tipo de chico con el que

tomarías un batido después de la escuela.

Me ayudó a ponerme de pie y me arrastró tras él a través de la puerta

abierta. Entramos en un largo pasillo forrado con ventanas.

—¿A dónde vamos?

—Sólo sigue —dijo Will, su viejo yo surgiendo por un momento a pesar

de sus buenas intenciones. Abrió una puerta y murmuró algo entre

dientes, haciendo una mueca—. Si la casa va a cooperar, estaremos ahí

en un minuto.

La magia parecía dispuesta. Sólo pasamos por el conservatorio y tres

dormitorios antes de que llegáramos a la habitación que él estaba

buscando. La biblioteca.

Yo había estado aquí solo una vez antes, en el primer momento. La luz

del sol se filtraba por las ventanas de vidrio de color y hacía dibujos en

la alfombra. Unas pocas rosas secas estaban esparcidas sobre la

alfombra en una esquina, y despedían un olor fragante, almizclado. El

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silencio del espacio de los libros apilados me envolvía como un abrazo.

Era encantador.

Me acordé de la última vez que había estado aquí. Habíamos tenido una

pelea, por supuesto. Esto era como, su escondite secreto y yo lo había

violado con mis gérmenes extraños o algo así. Este era su santuario

interior. Y ahora me había dejado venir aquí. Él me había traído aquí.

Casi no podía creerlo.

—Relajante, ¿no?

Él me estaba mirando como si estuviera tratando de averiguar algo. Me

hizo sentir vagamente incómoda, pero yo no podía poner un dedo en el

por qué. Tal vez simplemente no me gustaba ser analizada como un

pájaro exótico. Tal vez simplemente no me gustaba él, sin importar

cuan agradable trataba de ser. Para ocultar mi malestar, recorrí con mi

dedo a lo largo de los lomos de un estante de libros.

—Mucha gente piensa que las bibliotecas son calmantes —le dije.

Hablar era más fácil que detenerse en el repentinamente incómodo

silencio—. Los libros tienen una magia especial, creo.

—¿Eres una lectora?

Me encogí de hombros. —No realmente.

—Oh.

Él parecía decepcionado, así que me apresuré a explicar. ¿Por qué

quería explicar? No me importaba lo que pensaba. ¿O si?

—Me gustan los libros, pero siempre me metía en problemas porque

arrancaba las páginas y hacía origami con ellas. Mi abuela me enseñó.

Mi madre estaba tan enojada con ella también, porque arruiné cada

libro de la casa cuando yo era pequeña. Mi madre… —Una punzada

dolorosa en mi pecho me ahogó, cortando mis palabras. ¿Qué podía

decir de mi madre? Las palabras no podían capturar su esencia. Ella lo

había sido todo en mi vida y cuando se murió lo que tenía dentro se

marchitó. No podía expresar en voz alta lo que sentía por ella.

Hice un gesto de impotencia con una mano.

—Cuando mi madre murió, fue como si el sol dejara de brillar. ¿Sabes?

Él asintió con la cabeza una vez, sólo un movimiento de su cabeza,

como si encontrara la conversación un poco incómoda. Pero su

expresión se había suavizado. Él pareció entender.

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Nos quedamos en silencio otra vez.

Caminé hacia una de las ventanas, mirando las vidrieras. La escena

representaba una tormenta. La luz del sol brillaba a través de los azules

oscuros y el rayo amarillo y pintaba el arco iris sobre la alfombra. Era

hermoso. Muchas cosas en la casa eran hermosas, más hermosas que

cualquier cosa que jamás había visto en la ciudad...

—¿Cómo es él? —preguntó, rompiendo mi ensueño.

Volví la cabeza. —¿Quién?

—Este chico por el que estás tan desesperada por regresar. —Él se

había instalado en una de las sillas junto a la chimenea y entrelazó las

manos detrás de su cabeza, dándome una mirada desafiante. Casi

sonaba celoso, pero eso sería ridículo y él claramente no lo era.

Sintiéndome a la defensiva sin razón, tomé un libro de uno de los

estantes y empecé a moverme a través de este para ocultar mis

emociones azoradas.

—Se cuidadosa con ese libro —dijo—. Costó más que tu dote.

Mi dote. Hmmm. Decidí dejar esa pequeña joya aparte y concentrarme

en la conversación actual. Pero, íbamos a revisar eso completamente

eso algún día. ¿Una dote?

—Drew es increíble —le dije—. Por un lado, él es el caballero perfecto.

Los ojos de Will brillaron como si hubiera llamado a su madre algo

horrible, pero su boca se torció en una sonrisa.

—Que yo recuerde, mi hermano y yo éramos los únicos caballeros de la

región.

Jar, jar.

—No esa clase de caballero. Me refiero a una buena persona, no a

alguien de sangre noble.

Él se echó a reír. —¿Estás sugiriendo que no soy una buena persona?

—¿Estás bromeando? —Ahora era mi turno de reír.

Se puso serio cuando no continué el comentario con algo más.

—Me estás llamando sinvergüenza.

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—Realmente, Chico Bestia, tu actuación es excelente. Apenas puedo

decir que estás bromeando.

—No estoy bromeando. He sido un perfecto caballero para ti en todos

los sentidos de la palabra, Beauty.

—Escucha —le dije—. Fuiste un imbécil absoluto el primer día que

llegué. ¿Puedes negarlo?

—Yo… —Él hizo una pausa—. Tal vez no fue mi mejor día ese. Tu

presencia era inquietante. Y había sido una noche difícil para mí. No lo

entenderías.

—Pruébame.

Se irguió rígidamente. —Yo preferiría no hacerlo.

Lo odiaba cuando sacaba la mierda del estilo antiguo. Prefería que no lo

hiciera y ya. Él parecía casi digno diciéndolo, como si tuviera veinte

años de edad en lugar de la edad adecuada para estar en el grado once

conmigo. Parecía, bueno, como un caballero. No es que yo nunca, jamás

le diría eso.

—Tal vez si te explicaras más —le dije—, haríamos un mejor equipo.

—Tal vez si te metes menos en mis asuntos personales, me encontrarías

más un caballero —respondió él.

—No me estoy metiendo. Confía en mí, sólo estoy tratando de romper la

maldición y regresarnos a los dos de vuelta a la normalidad.

Los ojos de él se estrecharon.

—No. Tú no. Estás intentando molestarme e irritarme como has estado

haciendo durante días. He decidido tu nick “Bee” es completamente

apropiado. Eres como un insecto irritante.

Ese comentario sarcástico fue la gota que colmó el vaso. Cerré de un

golpe el libro que estaba sosteniendo y me dirigí rápido hasta la puerta.

Tanto por crear lazos afectivos en su guarida secreta. Tanto por trabajar

juntos.

—Beauty —dijo tras de mí—. Espera, yo...

Cerré la puerta de golpe en su cara y miré alrededor. Estaba en el

conservatorio.

Le llamé de todo, estúpido, monstruo, cretino, bastardo, puñetero.

Arranqué cada página de su preciado libro e hice 50 rosas de origami

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con ellas. Cuando me cansé de las rosas, hice un barco y una docena

de pájaros. Cuando las piezas dobladas de papel formaron una pila a mi

lado, me detuve finalmente.

Mis entrañas estaban latiendo, pero la ira estaba convirtiéndose en algo

más. La tristeza se hundió en mi alma. ¿Por qué estaba en esta horrible

casa con Will y su maldición mientras Drew y el resto de mis amigos

vivían sus vidas y disfrutaban de su primer año? Oh sí, porque me

martirizaba a mí misma por mi familia, quien resultó que lo hizo a

propósito de todos modos.

Ahora iba a perderme el baile de graduación. Iba a perderme los juegos

de baloncesto y la fiesta de pijamas. Debía empezar mi primer trabajo

en el cine con Violet los fines de semana. Debía ir al lago con Drew, y

que me besara bajo las estrellas, y...

Las lágrimas estaban cayendo sobre los pájaros de papel, haciendo que

el papel se arrugara y se ablandaran. Extendí un dedo y golpeé el más

cercano como si estuviera vivo. Pensé en mi abuela. ¿Qué me diría ella

ahora? Sé fuerte, probablemente. Estaba harta de ser fuerte. Justo

ahora quería ser débil. Débil y melodramática. Ojalá tuviera helado para

comer.

—¿Señorita Beauty?

Housekeeper permanecía en el umbral de la puerta, sus ojos amplios y

sus manos puestas detrás de su delantal. Froté las muñecas de mis

manos a través de mi cara para borrar las lágrimas y entonces me puse

de pie.

—Estoy aquí, Housekeeper.

—El amo quiere saber si vendrás a cenar.

No era capaz de enfrentarme a él en este momento. Lo lamentaba por

Rose, pero ella podía manejarlo. Yo no podría. No ahora.

—No gracias. Estaré en mi habitación.

Ella bajó la mirada.

—¿Señorita Beauty?

—¿Sí?

—Todos los criados, nosotros...creemos que vas a ayudarle a romper la

maldición. —Las palabras me golpearon en el estómago como un puño.

Había sido tan egoísta. Esto era más grande que Drew y yo, o incluso

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Will. Esto era por mucha gente cuyas vidas habían estado

desordenadas.

—Gracias —dije—. Y, eh, ¿Housekeeper?

Ella esperó.

—No importa lo que dije antes. Iré a cenar.

Ella sonrió. —Le diré al amo.

***

Cuando llegué al comedor, Will estaba esperando junto a mi silla. Rose

estaba de pie en la puerta, intentando disimular que no estaba

escuchando, mientras él me miraba con una nueva expresión en sus

ojos que no podía descifrar. Ambos intentamos hablar a la vez y reímos

nerviosamente. Él alzó una mano.

—Permíteme hablar primero, por favor.

Asentí, dejándole primero.

—Tenías razón. Pensé en lo que dijiste antes y he sido una verdadera,

eh, bestia. He sido un verdadero canalla y un horrible anfitrión y estoy

avergonzado de mí mismo. Te he tratado horriblemente y has sido de

hecho realmente útil para mí y Rose. Por favor perdóname.

Mi boca había caído abierta un poco. Le miré hasta que me di cuenta

que estaba esperando a que yo hablara.

—Eh, sí. Lo haré. Yo también. Quiero decir, he sido egoísta. Solo he

querido romper la maldición por mí misma. Olvidé a toda la gente

implicada en esto. Rose, Housekeeper, el Butler, todos ellos.

Su boca se movió.

—Has sido mucho menos egoísta que yo —admitió él.

Me encogí de hombros. No iba a entrar en una discusión sobre quien

era más egoísta. Solo quería que trabajáramos juntos para deshacernos

de este embrollo.

—¿Lo hacemos? —Gesticuló a la mesa. Fui a por mi silla, y él tropezó

intentando sacarla para mi primero. Estuve a punto de reírme

disimuladamente, pero me contuve. Supongo que realmente teníamos

una tregua ahora.

—Sé que te estás riendo de mí.

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—¡Lo siento! Es duro no hacerlo algunas veces. —Alcé la vista y vi que

él estuvo a punto de sonreír. Vaya, parecía mucho más agradable

cuando sonreía.

Las esquinas de sus ojos se arrugaron y su boca se abrió para mostrar

unos dientes rectos y blancos.

Él era realmente guapo.

Arrastré mi mente lejos de esa idea. De ninguna manera iba a ocurrir

algo.

Will sacó una silla para Rose, quién se había unido a nosotros ahora

que las disculpas habían terminado. Ella me sonrió como si le hubiera

tendido un millón de dólares. Me di cuenta que unos pocos capullos de

rosa salían de su cabello. ¿Eran esos nuevos? ¿No les había notado

recientemente?

Un enfermo sentimiento de aprensión llenó mi estómago ante el

pensamiento de que ella estaba llegando a ser más y más Rose,

mientras los días avanzaban. El tiempo estaba agotándose.

—Así que... —Gesticulé hacia ella, intentando no mirar las nuevas flores

creciendo fuera de su cabeza—. ¿Dijiste a Rose sobre lo que Marian

dijo?

—Si. Le conté también tu idea. —Él se sentó junto a mí, cogiendo la

campanilla para llamar a los criados y despedirles.

—Y estaba pensando en las cartas. Robert y Marian escribieron docenas

de ellas mientras ella estaba lejos acomodándose en la finca de su

padre. Cuando regresó para casarse con mi hermano, tenía estas cartas

atadas en un libro. No sé que le ocurrió. Podría estar en la biblioteca en

alguna parte.

Pensé en las interminables estanterías.

—¿No hay como cinco mil libros?

—Veinte mil —dijo él.

Mi boca cayó abierta.

—Podemos encontrarlo si trabajamos juntos.

No estaba tan segura.

—¿Vamos a discutir cada paso del camino? —Yo era todavía

ligeramente escéptica sobre toda la cosa de la disculpa y la tregua.

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Me dio otra encantadora sonrisa.

—Quizás. Pero prometo ser un caballero esta vez. Por tu definición.

—No es mi definición —gruñí—. Como si esto fuera todo parte de mis

caprichos o algo así. Lo es de la sociedad moderna.

—Lo que sea. Seré la personificación, no importa de donde proceda.

Alcé una ceja.

—¿No vas a actuar como el Chico Bestia que he conocido?

—Te doy mi palabra.

Suspiré. Esto era bueno. De verdad. Necesitábamos salir de aquí.

Trabajar juntos era nuestra única oportunidad, ¿o no? Y él había sido

más agradable últimamente. Menos las sonrisas de suficiencia y las

disputas. Él había sido casi decente. Casi. Suspiré. Bien, lo que fuera.

Le daría otra oportunidad, entonces.

—¿Estás seguro de que la biblioteca es el mejor uso de nuestro tiempo?

—En realidad no —dijo él—. Pero es la única cosa que tenemos justo

ahora.

Desafortunadamente, sabía que él tenía razón.

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Capítulo 10

Traducido por Omakehell y Alexiacullen

Corregido por Klarlissa

El sol comenzaba a iluminar el horizonte cuando me arrastré fuera de la

cama hacia la librería, para reunirme a Will.

—¿Un té? —Él sujetaba una taza y yo, encantada, acepté. El fresco

sabor de la menta inundó mi nariz.

Cuando lo probé, me di cuenta de que nunca había pensado de dónde

salía la comida, si estábamos todos encerrados en la mansión.

—¿De dónde viene toda la comida? Quiero decir, nadie puede

abandonar la casa, ¿no? ¿Viene del supermercado? ¿Tienen un

laboratorio de investigación para desarrollar comida en la buhardilla?

—Magia. Es parte del hechizo que nos mantiene vivos aquí dentro. La

comida siempre está en la cocina al amanecer, esperándonos.

Tomé otro sorbo de té y supo completamente normal.

—¿Comida mágica? ¿Crees que podrías pedir algo de helado de menta

con trocitos de galletas de chocolate para mí, entonces?

Él se rió.

—No funciona así. La magia es imparcial. Misteriosa. Es sólo una

fuerza, como los rayos del sol, el aire o el agua. No es una persona y no

puede pensar.

—Oh —dije, frunciendo el ceño—. Entonces… ¿cómo va a saber cuando

hemos roto la maldición?

Will resopló.

—La magia no es un sentimiento, ¿sabes? Pero eso no quiere decir que

no se pueda ajustar como una máquina.

No lo entendí, pero lo dejé pasar. La magia, posiblemente, iba a ser

como una de mi clase de gramática de griego. Apoyé las manos en mis

caderas y miré a mí alrededor, viendo las estanterías llenas de libros.

—¿Por dónde empezamos?

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—Por donde quieras —Will se acabó la taza de té y la dejó en la mesa—.

Busca cualquier cosa que mencione a Marian o a Robert. No solo en los

libros y cartas, sino también en periódicos, diarios, cualquier cosa

escrita a mano. Cualquier cosa podría ofrecer alguna pista sobre la

maldición.

—Está bien. —Saqué el primer libro que vi de la estantería y lo abrí.

Libro de historia. Nop. Lo puse en su sitio de nuevo. Will empezó a

buscar entre los libros de la estantería que estaba encima de mí, por el

lado contrario al que estaba yo. Intenté un segundo libro, pero era una

guía sobre remedios de medicina herbal. Suspiré.

Esto iba a ser eterno.

—Entonces, ¿Tienes otros hermanos y hermanas además de Robert y

Rose? —pregunté. Cualquier cosa para terminar con este silencio

mortal.

Will miró por encima del libro que estaba revisando. Lo cerró de un

golpe. —No, sólo nosotros tres, hasta que Robert murió. Nuestros

padres están muertos, también.

—Por supuesto —dije, aunque eso hubiese pasado más de ochenta años

atrás, para él solo habían pasado cuatro años—. Lo lamento, lo siento

mucho. —Mi estúpida boca, a veces debería ser más sensible.

Will sacudió su cabeza. No parecía ofendido.

—Ellos murieron cuando yo era muy pequeño, nunca conocí a ninguno

de los dos. Robert fue ambos, padre y hermano, él era mi guardián, lo

ves.

Me quedé quieta, pensando en eso. Él fue traicionado por su figura

paterna, yo por mi propio padre. Al menos teníamos algo en común.

—¿Qué hay sobre ti? ¿Tienes algún hermano o hermana? —En el

momento en que habló una mirada disgustada cruzó su rostro, como si

hubiera dicho algo equivocado sobre plantear a mi familia.

Probablemente pensaba sobre mi padre y su abandono en mí.

—No te preocupes —dije rápidamente—. Me gusta hablar sobre ellos. Y

sí, tengo dos hermanastras, Mindi y Jessica.

Durante un momento, el único sonido era nuestras manos rebuscando

a través de las páginas polvorientas. Pensé sobre toda la gente de ahí

fuera, en la ciudad. Podían parecer a un millón de distancia, pero

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estaban tan cerca. Sólo unas cuantas millas. ¿Pensaban en mí?

¿Estaban preocupados?

—Ellas son muy guapas, supongo —continué—, nos peleamos a veces,

por supuesto y no me hablan en el colegio. Pero las quiero. Me di

cuenta de que era de verdad una vez que vine aquí.

Él me estaba observando, tal vez buscando alguna señal de que el tema

iba a hacer entristecerme.

—Puedo contártelo —le dije finalmente.

—Tus ojos brillan cuando dices sus nombres. ¿Cuántos años tienen?

—Mindi es un par de meses mayor que yo y Jessica es dos años mayor.

—Sólo decir sus nombres hacía que mi garganta se sintiese estrecha.

En los recuerdos de mi mente, veía sus largos cabellos rubios platinos,

sus grandes ojos azules y sus sonrisas.

—Apuesto a que realmente las echas de menos —Su tono era

sorprendentemente amable.

—Sí, lo hago —Miles de emociones llenaron esa sencilla oración. Mi

pecho se apretó y me tragué un sollozo repentino.

Will estudió mi cara, digiriendo mi tristeza. Apretaba y separaba sus

manos, dudando.

—Así que tú eres la más joven —lo dijo como si estuviera confirmando

una sospecha.

Estaba cambiando de tema bastante claro para intentar animarme. Fue

dulce. Así que le dejé. Seguí el juego, frunciendo mi ceño en un

simulacro de indignación.

—¿Qué estás diciendo Chico Bestia?

—Bueno —dijo inocentemente—. Mi hermano siempre me dijo que era el

más joven, estaba condenado a muestras dramáticas de furia cuando

no me salía con la mía y un insaciable deseo de atención…

Se agachó y el libro que tiré voló por encima de su cabeza y golpeó la

pared.

—¡Estoy bromeando, estoy bromeando!

—Estarías mejor. —Pero yo me estaba riendo. La risa me calentaba

como un fuego alegre. ¿Cuánto tiempo había pasado realmente desde la

última vez que me reía? ¿Semanas? Se sentían como años.

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Todavía sonriendo con complicidad, Will agarró el libro que yo había

arrojado y comenzó a hojearlo. Lo puso en el estante con un suspiro. El

buen humor se desvaneció de nuevo a la seriedad como si alguien

hubiera tirado de un interruptor. Sólo había bastantes emociones

revolviéndose dentro de ambos, suponía yo. Estábamos de tan mal

humor hoy.

—Desearía haber tenido un hermano —dije, después de otro corto

silencio—. Siempre quise un hermano. O una hermana muy feroz y

protectora. Alguien para buscarme en el colegio cuando era

intimidada…

—¿Fuiste intimidada?

—Por supuesto. Quiero decir, mírame.

—Estoy mirándote. ¿Se supone que voy a ver algo que valide la

intimidación?

Hice un gesto inútil. —Tú mismo dijiste que el que yo fuera llamada

Beauty era un error.

—No dije eso como eso y ya hemos establecido que yo estaba siendo un,

¿Cómo se dice? Un gilipollas —me estudió, con una evaluación de

arriba abajo—. Y yo estaba terriblemente mal. Tú eres muy guapa,

sabes.

Enterré mi cara en el libro en mis manos. ¿Acaba de decir eso?

¡Embarazoso!

—Uh, gracias. Pero las animadoras de mi instituto no estarían

exactamente de acuerdo.

—¡Imbéciles! —Will desestimó su opinión con un resoplido.

—Yo también creo eso. Pero ellas eran populares y verdaderamente

preciosas y enérgicas. No soy muy enérgica. O popular. Soy más de un

tipo tranquilo y vergonzoso.

—¿No? Me parecía recordarlo de otra manera. Especialmente anoche.

Gritaste a una bruja demente. Has pasado la mayor parte de nuestros

portazos y asaltos fuera de las habitaciones. Me parecías bastante

enérgica.

—Bueno —Curvé un mechón de pelo alrededor de mi pelo,

avergonzada—. Pero normalmente no estoy tratando con una maldición

loca y un huevón Chico Bestia.

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Ablandé mis palabras con una sonrisa y levantó la mirada de la

estantería a tiempo para pillarlo. Nuestras miradas se contuvieron. Sus

ojos azules miraban fijamente los míos con su suave expresión. Algo se

encogió en mi estómago y me ocupé de la estantería. ¿Qué fue eso?

¿Estaba mi corazón bombeando más rápido? ¿Acababa de sentir un

revoloteo de excitación?

No, no. Estábamos simplemente sintiéndonos solidarios. Una conexión,

un mutuo entendimiento de dos prisioneros malditos. ¿Verdad? Sin

atracción. Hmm. Eso era un montón de chorradas y yo lo sabía. Estaba

atraída por él.

La comprensión hizo que mi piel provocara un sudor frío. Me gustaba

Drew. Prácticamente amaba a Drew. No podía pensar en el chico

increíblemente guapo y sorprendentemente simpático de pie cerca de

mí. No podía.

Como si él respondiera a mi pánico mental, Will se movió más cerca y

se inclinó sobre mi hombro.

—¿Qué pasa con tus otros amigos, cuales son sus nombres?

Mencionaste a uno llamado Drew —dijo.

—Uh —Tragué saliva—, juega al fútbol y corre en pista. Va a mi

instituto.

—¿Estas…? No estoy seguro de cómo funciona ahora. ¿Os veis el uno al

otro? ¿Cortejando?

—Er, ¿saliendo? —Agité mi cabeza—. No realmente. Algo así. Es

complicado. —Me preguntaba por qué estaba diciéndole esto. Las

palabras se derramaban fuera.

—Saliendo —Analizó la palabra y luego sonrió. —Suena raro.

—Hey, ahora. ¿Raro más que cortejar?

Will me ignoró.

—¿Qué hace la gente moderna cuando salen? En mi época, Robert solía

llevar a Marian en carruajes de caballo y caminar en el bosque. O se

sentaban en el salón o se escribían cartas el uno al otro. A veces iban a

jugar.

—Eso es un poco como algo que hacemos, solo que un montón de cosas

menos aburridas —dije—. Cosas como obras de teatro. Excepto que son

películas. ¿Sabes qué son las películas? ¿Imágenes en movimiento?

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Señaló a una estantería y vi una colección polvorienta de periódicos.

—Consiguieron entregarlos con la comida. No soy un completo idiota

cuando se trata de todo lo que ha ocurrido en varias de las últimas

décadas. Y sí, había cuadros que muestran cuando yo no estaba

maldito.

Los cuadros muestran. Era algo adorable. Me tragué una risita y solo

asentí en su lugar. Parecía la cosa más diplomática para hacer.

—Así que vas al cine cuando tienes una cita —Will dio un codazo.

—Sí, al cine. A veces restaurantes, si podemos permitírnoslo, o al

parque. O la pista de baile. Pero Drew no tiene mucho dinero. Así que

normalmente pasamos el rato en el lago o en la casa de alguien.

—¿No tiene mucho dinero?

¿Era eso una sonrisa en su cara? Definitivamente parecía como una

sonrisa. Así que me apresuré a calificar mi declaración defensiva acerca

de lo que hacer con Drew parecía malo delante de la Bestia Will

Ricachona, quien probablemente nunca había tenido que hacer un

trabajo para nada en su vida.

—Pero trabaja duro en un lugar de comida rápida en la ciudad, Burguer

Barn. Es nuevo. Durante mucho tiempo no teníamos nada, sabes, estar

fuera en el medio del bosque como estamos. No has tenido que conducir

media hora hacia Russville si querías comprar otra cosa que no sea el

producto del mercado del agricultor. Ahora tienen un supermercado y

dos hamburgueserías y una heladería.

Pensé sobre eso último trozo durante un momento.

—Mmmm, helado.

—¿Eso está bueno? —La frente de Will se arrugó cuando miró mi

expresión de felicidad.

—¿El helado? ¿Nunca has tenido helado? —Mi voz se disparó con

incredulidad—. No creo que fuera eso una noticia de un invento.

—No lo es. Pero dijiste tú mismo que solamente el pueblo tenía una

heladería recientemente.

Agité mi cabeza. Aparentemente el dinero no era todo.

—El helado es la mejor cosa que nunca probarás en tu vida. Es dulce y

cremoso y delicioso…

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Habíamos desarrollado constantemente caminos por las hileras de

extremos opuestos y ahora estábamos encontrándonos en el medio. Su

cadera chocó contra la mía cuando alcanzó a sacar otro libro de la

estantería. Me deslicé lejos. No podía decir si él se dio cuenta o no. Sus

pestañas parpadearon un poco, pero él estaba mirando el libro.

—¿Hay algo más que eches de menos? —preguntó Will.

—Mi madrastra.

—¿De verdad? Pensé…

—¿Qué la odiaba por la traición de mi padre?

Se encogió de hombros.

—No me malinterpretes, que lo que mi padre hizo fue terrible.

Horroroso. Incluso no quiero hablar sobre ello. Pero mi madrastra…

tenías que haberla conocido. Es una de las mejores personas que nunca

te has encontrado. Su sonrisa ilumina la habitación entera. —La

imaginé, con el pelo rojo esparcido a través de su almohada como algas

flotando en una ola, su piel fina como el papel y tan frágil al tacto. Los

moretones que se formaban tan fácilmente en ella esos días. Sus ojos de

color verde grisáceo, cerrados contra el dolor de su paliza—. Y de verdad

estaba enferma. Will. De verdad, realmente enferma.

—Eso no significa que él lo hiciera bien.

—Lo sé. —Agarré otro libro y lo hojeé. Mi garganta se apretó, haciendo

más difícil hablar—. Duele pensar en cómo… —No necesitaba terminar

esta declaración. Will no quería escuchar mis historias lagrimosas.

Esperaba que él cambiara de tema o dejara mis palabras colgando

torpemente, pero para mi sorpresa tocó mi hombro.

—Realmente siento eso que te sucedió.

—Gracias. —Miré desde su mano a su cara. Mis ojos trazaron la

cicatriz.

—¿Cómo conseguiste eso? —pregunté suavemente antes de perder mis

nervios. Desde que estábamos confesando hoy todo tipo de secretos…

Los ojos de Will se nublaron.

—Marian —dijo, los músculos de su mandíbula apretándose.

Lo conocía suficiente para dejarlo caer. Retomamos nuestro trabajo

evitando los ojos el uno del otro.

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—¿Algo de suerte? —preguntó después de un corto silencio.

—Nada. Sabes, esto sería mucho más fácil si estos libros estuvieran

ordenados en algún tipo de orden. Te culpo a ti, Will. Es tu biblioteca.

—Debidamente anotado. La señorita desea que yo fuera más organizado

en el pasado. ¿Alguna otra cosa quieres añadir? ¿Aversión por mi color

de pelo, mi altura, mi nariz?

—Ser organizado es mucho más controlado que un atributo físico, ¡Hey!

—chillé cuando deliberadamente me empujó fuera del camino para que

pudiera conseguir otro libro. Me caí de espaldas sobre la alfombra en

un ataque de risa. Will se dio la vuelta riendo.

Una contestación saltó dentro de mi cabeza, pero cuando nuestras

miradas se atraparon no pude hablar. La risa en sus ojos se desvaneció

en intensidad. Mi cerebro tropezó.

En serio, eso no era bueno. Yo. No. Tenía. Una. Cosa. Por. Will. ¿Lo

tenía?

Will se inclinó para ayudarme a levantarme, cuando nuestras manos se

tocaron un impacto eléctrico saltó entre nuestros dedos. No sabía que

hacer o decir. Liberé mi mano tan pronto como estaba de pie y tomé

unos cuantos pasos hacia atrás.

—¡Imbécil! —dije tratando de burlarme de él, pero sonando sin

respiración y demasiado entusiasmada en su lugar. Mi cuerpo entero se

ruborizó. Me moría de ganas de moverme hacia él en lugar de alejarme.

Puse una mano en mi mejilla. Will se quedó de pie junto a la biblioteca,

sus ojos azules desconcertados. Di otro paso hacia atrás.

—¿Va todo bien?

—Creo... eh… voy a irme —Me las arreglé.

—¿De verdad? No hemos estado trabajando tanto tiempo.

—Sí, pero estoy cansada.

Miró escéptico, pero por suerte no la forzó.

—De acuerdo. ¿Trabajaremos más en esto mañana?

—Mañana. —Añadí y prácticamente escapé de la habitación.

***

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—Creo que estoy atraída por él —confesé a Liam. Él se había vuelto

como mi sacerdote, escuchando pacientemente en la oscuridad todos

mis problemas y temores. Se había vuelto mi amigo, ofreciéndome

asesoramiento y apoyo.

Sus cadenas tintinearon cuando se movió. Sonó casi divertido.

—¿Y?

—¿No estás impresionado? ¿Horrorizado? Quiero decir, ¿no es su culpa

que seas un prisionero?

—No es su culpa el que yo esté aquí. Es culpa de la maldición. Y no, no

estoy impresionado u horrorizado. Eres una chica. Él es un chico. Esas

cosas suceden.

Esas cosas suceden. Um, de acuerdo.

—Bueno, yo estoy impresionada y horrorizada.

—¿Por qué?

—Bueno, estoy como saliendo con ese chico, Drew. Recuerda. Te hablé

de él.

—Tu amigo del instituto.

—Sí, bueno, él es más que un amigo. Pero no es un novio. Y de todos

modos… me gusta Drew. No Will.

—¿Así que él es Will ahora? ¿No el Chico Bestia?

Sonreí en la oscuridad hacia mí misma.

—Oh, definitivamente él todavía es el Chico Bestia. Pero es más que eso

también, espero.

—Es un progreso —dijo Liam.

A veces me preguntaba de qué lado estaba él.

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Capítulo 11

Traducido SOS por Alexiacullen

Corregido por Rose_vampire

Fui levantada la mañana siguiente con un golpe en la puerta de mi

dormitorio. Me di la vuelta, entrecerrando los ojos en la cercana luz del

sol de la mañana.

—¿Adivina quién? —mis palabras salieron haciendo gárgaras. ¿Qué

hora era?

—Beauty, ¡Levanta! ¡Tienes que venir a ver esto!

Rodé fuera de la cama y me tambaleé hacia la puerta. Puse mis labios

en la rendija. —¿Will?

Prácticamente me tiró al suelo cuando entró. Me di cuenta demasiado

tarde de que estaba solamente en una camiseta sin mangas y un

pantalón corto. Probablemente era demasiada piel para un caballero de

la vieja escuela como Will para manejar sin vergüenza. Quiero decir,

vamos, apenas mostraban sus tobillos en aquella época. Pero él ni

siquiera pareció darse cuenta, estaba tan excitado.

—¡Mira! —agitó un puñado de frescas rosas blancas en mi cara. El olor

me hizo cosquillas en la nariz y estornudé.

—Flores. Muy bonitas —me las arreglé. Estaba demasiado dormida para

cavilar el motivo por el que estaba ofreciéndome rosas. Yo solo quería

poner mi cabeza de vuelta en mi almohada…

—No, escucha —me agarró por mis hombros mientras yo intentaba

volver a la cama, achuchando las rosas contra mi hombro—. ¡Hay rosas

frescas!

—¿Así que…?

—¡No ha habido rosas frescas en esta casa en cuatro años!

—No es cierto —farfullé— había rosas en la biblioteca el otro día.

¿Puedo volver a dormir?

—No, huesos perezosos, tienes que ver esto primero —me condujo hacia

la puerta. Hice un gemido de protesta y señalé hacia la cama.

—Adormilada. Yo. Cama. Ahora.

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Will solo me empujó a través de la puerta y entré en un estudio

húmedo.

—Esto está, ah… ¿muy oscuro? —en realidad, eso era agradable.

Quizás podría dormir aquí.

—No esta habitación, vamos —cruzó la alfombra y abrió la puerta de

enfrente—. ¡Ajá! Aquí vamos —realizó un amplio movimiento con la

mano en una invitación elegante para que fuera primero. Le empujé al

pasar con un gruñido. Estaba adormilada.

El ruido murió en mi garganta cuando di un paso dentro del

conservatorio y vi lo que era todo el alboroto. Mi mandíbula cayó

impresionada.

—Es un barco.

Un barco de vela enorme llenaba la mitad del conservatorio, el mástil

extendiéndose hasta la parte superior del techo y el casco descansando

sobre las baldosas como si una ola gigante lo hubiera depositado allí.

Montones de rosas blancas rodeaban el barco y colgaban sobre los

lados. Escuché un rumor de alas y miré hacia arriba para ver a las

palomas revoloteando alto sobre nosotros en la luz del sol, intentando

pasar por las ventanas hacia el mundo exterior.

—¿Qué…? —una sensación de cosquilleo comenzó en mi cerebro. Se

suponía que debía recordar algo. Eso era todo de alguna manera muy

familiar—. ¿Qué está pasando?

—Es algún tipo de magia —dijo Will, con una silenciosa reverencia en

su voz. Corrió hacia el velero y golpeó con sus nudillos el casco—.

¿Quizás quiere decir que estamos a punto de romper la maldición?

La comprensión se precipitó sobre mí como un jarro de agua fría. —Es

mi origami —susurré, aturdida.

—¿Qué?

—La otra noche vine aquí después de nuestra pelea. Doblé un montón

de papeles en origami. Algunas rosas, un barco, algunos pájaros…

Me miró desde el velero. No se podía negar su existencia. —Esto es

increíble —dijo—, esto nunca había sucedido en cuatro años de

maldición. ¿Tú… hiciste aparecer esas cosas?

—No lo sé —dije honestamente—, no tengo ni idea. ¿Esto no había

sucedido antes?

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—¡Caray! No. Pero esto es algo así como mi primera experiencia con una

casa maldita también.

Una de las palomas se posó sobre su hombro. Will tocó las plumas con

un dedo. —¿Las hiciste dóciles también?

—No lo sé. No intenté hacer esto. No sé cómo habría dado instrucciones

a una pieza de origami.

La paloma volvió a despegar con un susurro de alas. Los ojos de Will se

encontraron con los míos. —¿Crees que puedes hacerlo otra vez?

***

En la biblioteca esa tarde, doble rosas y estrellas mientras Will buscaba

a través de los libros solos. Hice cajas y lirios. Intenté un piano.

—Tengo miedo de no saber cómo hacer toneladas de cosas —dije

después de no poder hacer muy bien un tulipán—. Conozco en su

mayoría flores. Y barcos.

—No hagas otro barco —dijo Will, mirando nervioso ante la idea—.

Haría falta otra habitación. Me gusta de verdad esta biblioteca, ya

sabes.

—¿Crees que el color del papel afecta al color del objeto? Usé papel en

blanco nuevo para las palomas y las rosas y la vela. Y todos ellos son

blancos —miré larga y fijamente al piano en mi mano, pensando.

—Pero normalmente estas cosas son blancas de todos modos — Will se

encogió de hombros.

Miré alrededor de la habitación. —Si encontramos algunos papeles

coloreados podemos experimentar.

—Hey, mira esto —hojeó a través de las páginas— Es de Marian.

Ninguna carta. Pero, ¿quién sabe? Podría contarnos donde están las

cartas. Deberíamos leerlo de todos modos.

Se lo cogí y hojeé la primera página. He encontrado al amor de mi vida

comenzaba la primera entrada.

—Eso es un poco trágico, considerando como terminó todo.

—En gran medida —añadió Will. Puso su barbilla en su mano y me

miró mientras pasaba la página. Mi piel picando por su atención, bajé

mis ojos a las palabras escritas. Palabras de Marian.

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Robert me llevó a montar hoy. Los campos estaban maravillosos con

margaritas y los niños del pueblo estaban jugando en el arroyo. Nunca

había experimentado tanta felicidad o amor. Me estremezco al pensar que

podría casarme con este hombre, que nuestros propios hijos podrían

jugar un día en ese arroyo.

Me deslicé a través de las entradas mientras Will continuaba buscando

en la biblioteca libros o cartas. La mayoría de las entradas eran sobre

las hierbas que había recolectado u olido que ella había aprendido. O

Robert. Un montón del diario enfocado en Robert, de verdad. Eran

ridículos límites de cómo de obsesionada estaba.

—Realmente se preocupaba por tu hermano —comenté, después de

terminar otro párrafo que describía su impecable rostro y sus profundos

ojos marrones—. Escribe sobre él constantemente. Y quiero decir,

constantemente. Si buscaras obsesionado en el diccionario, ibas a

encontrar un cuatro de Marian y Robert.

—Marian era como una tormenta eléctrica —dijo Will. Su voz sonó

apagada, estaba en cuclillas delante de la estantería inferior,

comprobando los libros enterrados detrás de una recopilación de

enciclopedias. —Cada emoción suya estaba amplificada debido a la

magia. Si rasgaba el borde de su vestido, lloraba por ello. Era muy

apasionada.

—O psicópata —refunfuñé.

—Me sentía mal por ella —continuó Will— ardió como la paja,

rápidamente encendida, pero sin resistencia. —Levantó la cabeza para

mirarme y me reí cuando vi una mancha de polvo en su nariz.

—Tienes una… —llevé mi mano para indicar mi nariz.

—¿Dónde? —Lo frotó con sus manos y solamente consiguió empeorar

las cosas. Me reí. A veces era como un niño.

—Aquí —dije—, permíteme. —Will se dejó caer a mi lado y limpié el

polvo con mi manga.

—Gracias. —En lugar de volverse hacia arriba, se tendió en el suelo y

dobló sus manos detrás de su cabeza. Su mirada se desvió por encima

de mi cara. —Marian no era nada como tú.

—¿No es una aguafiestas adicta al trabajo quieres decir? —Levanté una

ceja fingiendo estar ofendida.

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—No —insistió, serio— ella era hermosa y ardiente, pero era

insustancial. Y ahora está completamente loca. Pero mírate. Eres fuerte.

Hasta puedes sonreír después de las cosas que te han sucedido. Eso es

probablemente la cosa más admirable en el mundo. Haces cosas. No te

das por vencida. Eres valiente.

—Gracias —murmuré, desapareciendo mi sonrisa burlona. En el

momento sentí algo pero valiente. No era una heroína. No era

admirable. Simplemente era terca como para seguir adelante incluso

cuando todo parecía estar cayéndose a pedazos. Mi padre siempre había

odiado eso de mí. ¿A él le gustaba?

—Te admiro más que a nadie que haya conocido nunca —dijo Will. Alzó

la mano y metió un mechón de pelo detrás de mi oreja. Su mano se

quedó allí. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y aparté la mirada.

—Debería, ummm, seguir leyendo.

—Sí, por supuesto —dejó caer su mano. Volví a mi lugar y abrí la

página de nuevo por donde lo había dejado. El silencio llenó la

habitación como una inundación. Me estaba ahogando en ello. Intenté

pensar en Drew, a pesar de que mi mente seguía viendo a Will.

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Capítulo 12

Traducido por Isane33

Corregido por Rose_vampire

Cuando entré arrastrando los pies en la biblioteca la mañana siguiente,

Will estaba sentado en un reluciente piano blanco esperándome. No dijo

nada, simplemente extendió las manos para indicar que todas las cosas

que habían cambiado en la noche y sonrió como si él las hubiera hecho.

—Funcionó —murmuré, todavía asombrada al ver las piezas de origami

transformadas frente a mis ojos. Flores blancas estaban esparcidas

sobre la alfombra. Una caja blanca de aspecto resistente estaba

colocada a la izquierda del piano. Parecía lo suficientemente grande

como para llevar una cama dentro.

—No puedo entender la relación de tamaño —dijo Will. Tocó una serie

de acordes—. Las flores son pequeñas, pero la caja es grande. Por

cierto, este piano es magnífico. Bien hecho, Beauty.

No me había dado cuenta anteriormente de lo mucho que me gustaba

oírle decir mi nombre. Me sonrojé. Sonaba bien viniendo de él. Lo dijo

afectuosamente, como si fuera verdad. Como si no fuera una broma

cruel que mis padres me jugaron.

—¿Puedes tocar? —le pregunté, para distraerlo de mi rubor.

En respuesta, se lanzó a un concierto de Mozart. Me acurruqué en una

de las sillas junto a la chimenea vacía y cerré los ojos, dejando que la

música me empapara como lluvia. Casi me entraron ganas de llorar al

oír el sonido. Me había olvidado de cuan maravillosa era la música.

Cuando la canción se detuvo, abrí los ojos y encontré a Will mirándome.

—Fue maravilloso —susurré.

Él sólo sonrió, y su sonrisa fue como el sol que entraba por la ventana

que estaba encima de él.

***

Los días pasaron mucho más rápido de lo normal. La punta de mi nariz

empezó a sentirse fría cuando despertaba en las mañanas y empecé a

usar suéteres para cenar con Will y Rose mientras continuamos nuestra

búsqueda del libro con las cartas. Las hojas empezaron a caer de los

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árboles y a cubrir el césped de dorado y naranja y los días empezaron a

hacerse más cortos.

Me sentí enferma solamente de pensar en todo el tiempo que

probablemente había trascurrido en el exterior. Solamente había estado

aquí durante un mes, quizá dos… ¿Pero ya era otoño? Yo había llegado

a la casa en mayo. ¿Era Septiembre afuera? ¿Octubre?

Sola, me senté en la cubierta del velero y observé por las ventanas del

invernadero los cambios del otoño que iban apareciendo en el paisaje y

me dolía por dentro. ¿Alguna vez íbamos a encontrar la manera de

romper la maldición? Will y yo habíamos buscado en un poco más de la

mitad de la biblioteca sin suerte aparte del diario. Yo seguía leyéndolo,

tratando de encontrar pistas. Pero hasta ahora, no había encontrado

nada allí tampoco.

Las cosas que había doblado estaban por todas partes. Rosas como

siempre, en fragantes pilas. Cajas, bolsas, zapatos. Un espejo. Lo recogí

y me quedé mirando mi expresión. Presioné los dedos contra el frío del

cristal. Mi aliento empañó el espejo, haciendo un círculo. Dibujé un

círculo tembloroso en el centro de la parte empañada e hice dos puntos

para los ojos. Una carita sonriente. Pero le dibujé la boca fruncida.

A veces me sentía como si me hubiera quedado dormida y nunca

despertara. Como la Bella Durmiente, atrapada en su cama durante

tanto tiempo. Yo vivía en un mundo de sueños y, como una pesadilla,

me olvidaba de las personas que había dejado atrás. Había dejado de

ver la cara de Drew cada mañana cuando me despertaba, en ese

espacio de ensueño entre dormir y despertar antes de abrir los ojos.

Solía pensar en él antes, pero ahora...

¿Lo estaba olvidando? La idea hizo que me doliera el estómago. ¿Cómo

me atrevo a dejar que su recuerdo se desvanezca? ¿Cómo me atrevo a

traicionarlo por mi apatía? Era como si el aletargamiento de la casa,

detenida en el tiempo por tantos años, se filtrara en mis venas y

corrompiera mi corazón.

Golpeé el espejo con tanta fuerza que el cristal se rompió. Un pedazo

cayó en mi regazo.

—¿Qué estás haciendo?

Me volví y vi a Will en la puerta del invernadero. Mis entrañas dieron un

tirón. Él estaba de pie en la sombra, con el brazo apoyado en el marco

de la puerta y con sus ojos puestos en mí. Cerré los dedos sobre el

fragmento del espejo y lo metí en mi bolsillo. Empujé el espejo debajo de

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una pila de rosas. No había razón para parecer suicida o algo así. Él se

preocuparía.

—Hola —le dije, me alegró verlo, pero le temí al mismo tiempo. Esta

extraña mezcla de emociones había estado surgiendo mucho en torno a

él. Me asustaba… pero me gustaba.

—¿Estás bien? —Dio unos pasos hacia mí.

Miré por la ventana y luego de nuevo a él. Pensé en mentir y decir que

todo estaba simplemente perfecto, pero ¿cuál sería el punto? Él merecía

oír cómo me sentía. —No.

—¿Qué pasa?

Un suspiro se extendió por mis pulmones y salió por mis labios. Will

saltó sobre la borda del velero y balanceó sus piernas al lado de las mía.

Miré mis pies descalzos, junto a los suyos con calcetines. Era extraño lo

diferente que yo era con él ahora. Tan diferente del principio de nuestra

relación.

—¿Qué pasa? —volvió a preguntar Will, golpeando mi pierna con la

suya—. Estás poniendo tu cara pensativa.

Lo dijo para hacerme sonreír. Pero todo lo que consiguió fue un

pequeño tirón de mis labios.

—¿Crees que alguna vez vamos a romper la maldición? Quiero decir,

sinceramente.

Él se quedó callado por un largo tiempo, como si estuviera pensando

cuidadosamente en lo que iba a responder. Me senté esperando

mientras que el frío se apoderaba mi piel. Una parte de mí quería que él

realmente lo pensara, sin duda, pero una gran parte de mí solamente

quería que dijera inmediatamente Por supuesto que lo haremos, no seas

tonta.

Pero no estaba diciendo eso. Él estaba pensando.

Me miré las manos y me mordí el labio.

—¿Has terminado de leer el diario de Marian? —dijo en lugar de

responder, después de una larga pausa.

Lo dejé librarse de contestar. Porque no quería oír su respuesta más de

lo que él quería darla. Era más fácil pensar en las cosas por hacer en

vez de pensar en lo que no podemos cambiar.

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—Casi. Es una lectura muy lenta.

—¿Y no menciona el libro con las cartas, o la maldición, o algo así?

—No.

—Saltaste al final primero, ¿no? Porque ella podría haberlo

mencionado…

—No soy una completa tonta —le dije con una risa baja—. Por supuesto

que leí los últimos fragmentos de inmediato. Pero el diario termina

antes... antes de que esto comenzara. Termina con su boda. Tal vez ella

decidió que ahora que estaba aquí con él, no lo necesitaba. O tal vez

comenzó otro diario.

—Debemos estar pendientes de él de todos modos.

—Sí.

Ambos dejamos de hablar a continuación y el silencio se precipitó como

una manta caliente. Esta vez se sentía bien. Estar a su lado era como

estar sentado al lado de un cálido fuego. Reconfortante.

Y en este momento lo que de veras necesitaba era algún consuelo.

El cosquilleo comenzó en la parte trasera de mis ojos. El escozor de las

lágrimas no derramadas. Froté una mano sobre mis ojos y me aclaré la

garganta. Realmente deseaba poder llorar.

—Beauty… —comenzó Will.

Quería gritar, pero salió como un sollozo. Will envolvió su brazo

alrededor de mis hombros y me acercó a él. Apoyé la cabeza en su

hombro.

Era la primera vez que nos habíamos abrazado.

Estuvimos así durante mucho tiempo.

—Estoy asustada —murmuré, con mi boca aplastada contra su camisa.

—¿Por qué?

—Esta estúpida maldición. No vamos a resolverla. No estamos…

—Sí lo haremos.

Giré la cabeza para que mi voz fuera más clara.

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—Tenemos que ir a verla de nuevo… Es decir a Marian, por supuesto.

¿A quién más?

—¿Qué? ¿Estás loca? —Will se echó hacia atrás y me miró fijamente a

la cara. Se rió con incredulidad—. La última vez que fuimos, fue un

desastre. Nunca debí haberte llevado. No. De ninguna manera.

Un pensamiento me vino a la cabeza.

¿Quién dijo que él tenía que llevarme?

—Está bien —murmuré, tratando de lucir lo suficientemente

decepcionada para que él no sospechara nada.

Will suspiró y comenzó a estrecharme en su brazo, pero la culpa se

estaba filtrando en mí otra vez y me alejé. Él dejó caer su brazo, pero no

discutió. Sólo miró al suelo.

—Lo siento, Bee. Quiero decir, vamos a esforzarnos más para encontrar

el libro con las cartas. Eso es lo que tenemos que hacer, de todos

modos.

—Claro —le dije—. Tienes razón. Nos esforzaremos más.

Pero en mi cabeza hice otros planes. Y cuando la luna salió en el cielo y

descendió la oscuridad, me deslicé silenciosamente hacia el espejo en

su estudio esa noche mientras la casa dormía bajo su maldición. Y pasé

sola a las Tierras Mágicas.

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Capítulo 13

Traducido por PaulaMayfair y Elizzen

Corregido por Nony_mo

Todo era tan malo como lo recordaba. Los ojos oscuros de las hadas se

burlaban de mí detrás de una fila de columnas y un caballero delgado

con un traje rojo me preguntaba si quería que le diera mi sangre.

Empujé a través de la multitud, buscando la sala de baile. Quizás

Marian estaría allí de nuevo.

—¡Beauty!

Me volví. Era Storm, el elfo canalla. Me alcanzó y, al ver que estaba sola

en esta ocasión, me dirigió una sonrisa sugerente.

—¿Sin correa esta noche?

—No estoy bajo el pulgar de Will, si eso es lo que está insinuando —le

dije—. Y vete.

—Estás buscando a Marian, ¿cierto?

—No te puedo pagar. No tengo nada de dinero.

Storm se echó a reír.

—Mi querida chica, no acepto dinero. A mí me pagan en recuerdos.

¿Recuerdos? Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras recordaba

la forma en que Will había puesto sus dedos contra Storm, a cambio de

información. ¿Le había estado dando al duende un recuerdo?

—¿Qué clase de recuerdos?

Sus ojos brillaban.

—Unos llenos de emoción. Tienen un sabor mejor.

Pensé en la noche en que había llegado a la casa de la maldición. La

rabia y el dolor que sentía por haber sido abandonada, el miedo y la

tristeza de estar sola.

No me importaría olvidar ese momento.

—Está bien —dije. Sin embargo, no estaba completamente segura de lo

que acababa de acordar—. ¿Yo voy a, uh, cambiarte un recuerdo y

entonces me mostraras dónde está Marian?

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Storm echó la cabeza hacia un lado.

—De acuerdo. —Tomó mi mano—. Ahora piensa en el recuerdo.

Cerrando los ojos, saqué la escena en mi mente —la oscuridad llena de

murmullos, la cama y las almohadas de plumas suaves. Mi pecho

dolorido y mis ojos secos y arenosos. La mano de Storm quemando en

la mía y el recuerdo estaba repentinamente más brillante, más vivo.

Sentí el dolor estallar en mi interior, fresco como si hubiera sido

pegado. Di un grito ahogado y Strom apretó más fuerte. Mi mente se

quedó en blanco por un momento mientras el evento que había estado

imaginando desaparecía de mi mente para la de Strom. La vívida escena

desapareció, dejando una sensación persistente de tristeza en mi pecho.

Y luego... nada.

—Ahhh —suspiró y liberó mis dedos—. Muy bien.

Eso fue raro. Me froté la mano y aparté la mirada. Me sentía como una

prostituta de mente o algo así. Esperanzada de que ese recuerdo no

fuera importante, ya que se había ido.

—Bien, ahora ¿dónde está Marian?

Storm se veía en éxtasis ahora. Él me miró parpadeando adormilado y

se lamió los labios.

—La encontrarás en el Salón de las Rosas.

Asombroso.

—Bueno, ¿dónde está eso?

—Lo siento, sólo doy una respuesta por recuerdo. Si quiere

instrucciones, tendrás que compartir otro. —Me miró con hambre de

mí.

No estaba segura en este punto lo que le había dado, mi recuerdo se

desvaneció en una niebla gris borroso cuando traté de recordarlo—pero

sabía al menos que no había sido bueno. Traté de pensar en otra

situación desagradable, que no me importaría olvidar.

¿Mi llegada a la casa de la maldición?

No, tenía que aferrarme a eso. Como terrible que fuera, tenía que

recordar ese momento. Busqué algo más. ¿Qué pasa con el tiempo en

que Will me dijo el verdadero motivo de mi padre para traerme a él?

Mi estómago se retorció. No uno de esos. No uno de Will.

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El deseo de atesorar recuerdos de él me sorprendió. Pero allí estaba.

Miré a Storm y sacudí mi cabeza lentamente.

—No importa. Encontraré el Salón de las Rosas yo misma.

Storm frunció el ceño, pero la expresión cambió a algo lascivo una vez

más.

—Está bien. Haz lo que quieras, Chica Maldita.

Yo pasé junto a él para el mercado de hada. No me atrevía a preguntarle

a nadie por el camino. Storm había pedido un recuerdo. Alguien podría

pedir mi sangre.

Mientras caminaba, se me ocurrió que no sabía cuánto tiempo había

pasado. Estaba hambrienta, pero recordé la advertencia de Will. Ningún

alimento o bebida aquí.

Adelante, vi un pasillo de columnas cubiertas de hiedra. La luz del sol

amontonaba a través de tragaluces de vidrio y podía escuchar música.

La escena era hermosa pero irreal. Como estar en el medio de un

bosque en ruina.

Alguien tropezó conmigo y me giré, dispuesta a defenderme si se trataba

de un vampiro o un elfo sanguinario. Mi corazón tropezó en mi pecho.

Pero sólo era una chica joven que estaba sorprendida con las dos

manos apoyadas sobre su boca, viéndose igualmente aterrorizada. Nos

miramos la una a la otra, determinando que no era ninguna amenaza y

luego se echó a reír con voz temblorosa.

—Lo siento mucho —jadeó ella cuando pudo hablar de nuevo—. Estaba

mirando a los pájaros... soy tan torpe.

¿Torpe? Eso no suena como algo que un ser encantado diría. Eso

sonaba como una chica humana.

—No eres un hada, ¿verdad? —dijo ella, vacilante.

Sonreí, aliviada. Ella prácticamente había leído mi mente.

—Nop. ¿Eres humana?

La niña sonrió y juntó las manos.

—Puedes llamarme Anna. ¡Este lugar es tan aterrador! Estoy buscando

a un mago llamado Maleus. ¿Sabes quién es?

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—No, lo siento —le dije y lo estaba realmente. Deseé poder ayudarla—.

Estoy buscando a una bruja llamada Marian.

—No sé quién es —dijo—. Lo siento.

—¿Sabes dónde está el Salón de las Rosas, por casualidad? —Valía la

pena intentarlo, ¿cierto?

Una sonrisa brillante cruzó por su rostro.

—¡Sí, sé donde esta! ¡Ven conmigo!

Ella estiró la mano.

—Aquí, toma mi mano y te mostraré.

Llegué a ella y luego me detuve. ¿Qué me había dicho Will acerca de

tocar a la gente aquí? Era peligroso por alguna razón.

Anna echó la cabeza, confundida por mi vacilación.

—¿Qué te pasa?

Esperé un segundo. Un pensamiento se dejó caer en mi mente como

una piedra en un estanque, causando ondas de aprehensión. Ella

nunca había contestado mi pregunta de ser humana, ¿lo había hecho?

—Las hadas tienen que responder a preguntas directas honestamente,

¿cierto?

—Sí —dijo Anna. Su ojo derecho se crispó.

Sospecha zumbaba en mi pecho. Di un paso hacia atrás.

—¿Eres humana, Anna?

Sus brillantes ojos azules se descoloraron a negro mientras silbaba con

furia. Sólo entonces vi sus orejas, largas y puntiagudas y sus dedos,

con uñas como garras. ¿Habían sido ocultados con la magia antes?

—¡Humana estúpida! Estuve muy cerca de atraparte. Espero que te

pudras para siempre bajo la maldición de Marian.

Mi interés se despertó.

—¿Así que conoces a Marian?

El hada hizo un mohín.

—¿Por qué debería decirte nada?

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Probablemente necesitaba sobornarla, no quería regalarle otro recuerdo.

Eso era demasiado escalofriante. Me mordí el labio, tratando de pensar.

¿Qué es lo que tengo? Busqué en los bolsillos de mis vaqueros, pero lo

único que tenía era un pedazo de papel y el plateado trozo del espejo

roto que había puesto en el bolsillo delantero antes. Saqué el papel y lo

doble en una rosa. Tal vez le gustaría origami.

—¿Qué magia es esta? —susurró el hada. Miré a mi mano y me congelé.

La rosa de papel se había vuelto real.

—Es... origami. —Estaba en stock. Al parecer, el cambio no necesitaba

que pasara una noche de magia en las Tierras Mágicas—. Aquí, tómalo.

Puedes llevarlo en tu pelo. —El Hada deslizó tímidamente la rosa entre

sus rizos y saqué el trozo de espejo para enseñarle.

—Anna —se animó cuando ella lo vio—. ¡Un escudo!

—Es un espejo.

Ella inclinó la cabeza en un gesto rápido. Sus largos dedos ya estaban

llegando.

—Sí, sí, un espejo.

—¿Un escudo contra qué?

—Contra la magia, contra malicias... no es nada para ti. Todo para mí.

Ahora te llevaré al Salón de las Rosas —dijo el hada—. Dame el escudo

y te llevaré.

Intrigada, le entregué el trozo de espejo. No lo necesitaba. ¿Tal vez era

una cosa de hadas? Me lo arrebató y se lo guardó en su cinturón.

—Por aquí —dijo, señalando a las columnas cubiertas de hiedra—.

Entontarás a la bruja Marian allí.

***

Marian me estaba esperando. Alguien debe de haberle dicho que estaba

cerca, preguntando por ella. Tal vez las hadas tenían una red, tal vez

Storm a sus servicios también, tal vez era sólo un poco de la extraña

magia. Lo que sea. De cualquier manera, lo sabía. Sus ojos oscuros

pasaron por encima de mí, acogiéndome.

—Hoy te ves mucho menos bonita —dijo con sorna—. Menos que

Beauty sin su Bestia, ¿verdad?

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—Nunca me importó —le dije—. Estoy aquí para hablar contigo. Solo yo

esta vez.

—¿De qué quieres que hablemos?

—No te hagas la tonta conmigo —le dije—. El reloj de arena está casi

vacío. No tenemos mucho tiempo. Quiero que me des otra pista.

Ella me miró a los ojos durante un largo tiempo, tanto tiempo que casi

pensé que había olvidado que yo había hablado. Después se echó a reír.

—¿Por qué continúas pensando que voy a seguir tus afirmaciones

infantiles? No estoy atada a ti.

Me puse delante de ella cuando trató de salir. Mi corazón latía con tanta

fuerza en mi pecho que casi podía oírlo.

—Porque creo que en algún lugar, en el fondo, sientes lo que has hecho.

Ella se quedó muy quieta.

—Chica —dijo al fin, con voz extraña—, tú no entiendes la profundidad

de la culpa, ¿verdad? ¿La agonía de la traición?

—Tú no sabes nada de mí.

—Sal, fuera de mi camino antes de que te mate —dijo Marian y esta vez

su voz estalló como un látigo.

—Escucha… —gruñí.

—¡Beauty!

Una mano me agarró y tiro de mí hacia atrás a la vez que Marian

empezó a levantar su arma. Miré hacia atrás, frenética, pero la bruja ya

había desaparecido entre la multitud.

—¿Qué crees que estás haciendo? —Era la voz de Will en mi oído.

Sacudí sus manos fuera de mí.

—Estoy tratando de salvar nuestras vidas, Will.

Incredulidad y furia lucharon en su rostro y ganó la furia.

—¿Te has parado a pensar un segundo cuando te estabas dirigiendo de

cabeza a uno de los lugares más peligrosos a los que podrías ir?

—Estaba bien. —No iba a mencionarle al hada. O a Storm.

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—¡Al parecer, no! ¡Llegué justo a tiempo para arrastrarte lejos de una

bruja loca!

—William —espeté—. Para. Sólo detente. No eres mi padre. No puedes

regañarme así.

Él me ignoró.

—¿Qué habría hecho yo si hubieras sido asesinada?

—Oh, estoy segura de que todavía serías capaz de encontrar el libro de

letras sin mí. —Todo mi cuerpo se ruborizó. Estaba prácticamente

gritando.

—Bee —gritó él—. Olvídate de la maldición. No sé lo que haría si te

perdiera.

Oh.

Aturdida, miré al suelo, a su hombro, a cualquier lugar menos a su

rostro.

—Me preocupo por ti, Beauty. Ya no se trata de la maldición.

Levanté mi mano antes de que pudiera decir nada más, antes de que

pudiera llegar a algún lugar del que nos arrepintiéramos ambos.

—Por favor, Will. ¿Podemos ir a casa?

Exhaló ruidosamente y después restregó sus manos por su cara. Su

expresión, cuando sus dedos se deslizaron lejos, era resignada.

—Sí, está bien. Vámonos.

Pero sus ojos estaban heridos.

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Capítulo 14

Traducido por Auroo_J y Vafitv

Corregido por Fher_n_n

Las rosas que había recogido en los últimos días florecían en jarrones

por toda la biblioteca, llenando el aire con su aroma. Will trabajó en un

extremo de la habitación y yo trabajé en el otro. Me mordí el labio

mientras sacaba libros de la estantería y comprobaba su interior.

Housekeeper nos trajo té.

¿Era solo mi imaginación, o su piel pintada parecía desvanecida, como

si su piel real se viera a través?

La esperanza en mi pecho se hinchó como un globo, empujando un

poco de la tristeza.

¿Tal vez estábamos haciendo progresos?

El sol brillaba sobre el cabello oscuro de Will, haciéndolo lucir negro

azulado. La cicatriz en su frente brillaba de color blanco perla. Su piel

parecía menos pálida, sus ojos menos tristes, a pesar de que había

parecido tranquilo y triste desde que habíamos regresado de las Tierras

Mágicas. Viéndolo a escondidas, seguí la forma de sus hombros con mis

ojos y memoricé la forma en que se limpiaba el polvo de la frente con el

dorso de la mano.

¿Cómo no lo encontré guapo cuando lo conocí por primera vez?

Agaché mi cabeza cuando miró hacia mí. En esos momentos estaba tan

confundida. Había estado en la cúspide de una confesión cuando lo

había interrumpido. ¿Por qué no lo dejé terminar? ¿A qué le tenía

miedo?

Oh, sabía exactamente lo que temía.

Saqué el siguiente libro, tenía una encuadernación de cuero suave y no

tenía palabras en la portada. Lo abrí distraídamente, todavía pensando

en Will. Mi mirada se posó en la página.

Mi querido Robert, te escribo esta carta desde mi casa en la ciudad, y te

extraño tan terriblemente …

Me congelé. Un rugido llenó mis oídos y mi cuerpo se puso caliente y

luego frío. Casi se me cae el libro.

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Este era.

¡Este era!

Traté de gritarle a Will, pero mi voz salió en un chillido estrangulado.

Me temblaban las manos mientras hojeaba las páginas. Cartas escritas

a mano, unidas en forma de libro... sí, este era.

—¿Beauty?

—El libro… —tartamudeé—. Son las cartas…

Él llegó a mi lado inmediatamente. Tomó el libro de mis dedos

temblorosos.

—Tienes razón. ¡Tienes razón! ¡Este es!

Me agarró en un abrazo. Me reí, mareada y con una sensación de

hormigueo, lo extraño entre nosotros se olvidó. Lo habíamos hecho. ¡Lo

habíamos encontrado!

—Eres increíble —dijo Will, deteniéndose y mirándome. Le di una

sonrisa de felicidad pura. Y antes de que supiera lo que estaba

pasando, se inclinó y me besó.

Retrocedí tambaleándome, la mano volando hacia arriba para cubrir mi

boca.

Los ojos de Will se oscurecieron inmediatamente mientras tomaba nota

de mi reacción. Su sonrisa se desvaneció.

—Yo... lo siento —dijo. Estaba respirando con dificultad, no mirándome

a los ojos—. Eso no era lo que quería… no era mi intención… ¿te he

molestado?

Estaba tratando de encogerme de hombros.

—Uh, no, está bien.

Sólo que no estaba bien. Yo estaba bastante asustada por el momento.

Pero más que eso, quería hacerlo de nuevo totalmente.

Pero me obligué a alejar el pensamiento y traté de parecer normal. No

era gran cosa, ¿verdad? Se había dejado llevar. Solo estábamos

emocionados de encontrar el libro.

El libro. Me acordé de golpe. Esto era demasiado, todo a la vez.

—Beauty...

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Señalé el libro que estaba en sus manos.

—Probablemente deberíamos ver eso.

No podía hablar de nuestra complicada relación en estos momentos.

Necesitaba tiempo para pensar en ello.

Will suspiró profundamente y asintió.

—Sí —estuvo de acuerdo—. Vamos.

Los dos buscamos en las páginas, reímos con voz temblorosa y lo

intentamos de nuevo. Mi mirada cayó sobre las primeras entradas de

nuevo.

—Esto es de hace mucho tiempo atrás. ¿Qué hay en la época de la

maldición?

Will volteó hacia atrás.

—Terminan con su matrimonio. Vamos a tener que leer todo el asunto.

—Arrancó un manojo y me las entregó—. Aquí tienes. Me quedo con la

primera mitad, toma la última.

Parpadeé en estado de shock.

—No puedo creer que hayas mutilado un libro.

—Bueno, este libro puede ser la clave para romper la maldición.

Buen punto. Tomé las páginas y comencé a leer.

Se aclaró la garganta y empezó con la otra mitad. Lo miré a hurtadillas

a través de los papeles. Parecía que acababa de perder a su cachorro o

algo así.

No sabía qué pensar.

***

Cuando Butler me acompañó a cenar esa noche, no me llevó a la sala

del comedor. Pasamos a través de ella, pero la habitación estaba vacía y

sin encender la luz.

—¿Butler? ¿La cena?

—No, señorita —dijo el criado con un guiño misterioso. Me di cuenta de

su piel comenzaba a parecer más humana como la de Housekeeper—.

Vamos al Invernadero esta noche.

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Perpleja, no tuve más remedio que seguirlo.

Contuve el aliento cuando entramos en el Invernadero. Las velas

parpadeaban en la cubierta del barco de vela, echando un suave

resplandor a través de las ventanas y los montones de rosas blancas y

lirios. Una manta estaba esperando, extendida con bocadillos y fruta.

Música de violín flotaba en el aire y vi a un criado jugando en una

esquina. Me volví a Butler.

—¿Qué está pasando? ¿Qué es?

Will salió de detrás del barco de vela.

—Gracias, Butler. Eso es todo.

Hice un gesto hacia la comida y velas.

—¿Qué es esto?

Will dejó caer su mirada.

—Yo, eh, pensé que podíamos cenar.

Puse una mano sobre mi boca. ¿Era esta una disculpa o una cita?

—Por favor, siéntate —dijo, señalando.

Una parte de mí quería dar la vuelta y marcharse por la puerta, pero

Will se veía tan esperanzado de que no podía hacerlo. Me dejé caer

sobre la manta y miré a mí alrededor otra vez.

—¿Es todo... adecuado? —preguntó Will, dejándose caer a mi lado.

—Es muy bonito. Pero Will...

—Primero, cierra los ojos. Te tengo una sorpresa.

Por poco no lo hice, pero se veía tan serio sentado allí. Así que cerré los

ojos obedientemente. Escalofríos nerviosos bailaban en mi estómago.

¿Qué iba a hacer? Esto era un error, ¿verdad?

—Ahora abre la boca.

—Will, ¿qué…?

—Beauty —dijo con severidad—. Confía en mí.

Abrí la boca.

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Algo frío tocó mi lengua y luego probé una ráfaga de frescura frutal

azucarada. Helado de fresa. Mis ojos se abrieron con alegría.

—¡Helado! —prácticamente lo grité—. ¿De dónde lo sacaste?

Will estaba triunfante.

—Resulta, que el cocinero sabía cómo hacerlo. Sin embargo, tenemos

que comerlo primero, antes de que se derrita.

Y así que comimos helado en una manta en el estudio, rodeados de

velas. Will no mencionó el libro de cartas ni una vez. No era más que

encantador. Casi podía fingir que estábamos de vuelta en su tiempo, en

una fiesta de lujo. Él cubrió todos los temas aceptables de conversación

para una vieja fiesta estirada, el clima (frío), mi salud (impecable), la

habitación (marcado por un gran velero). Pero lo hizo con ingenio y

encanto.

Incliné la cabeza hacia atrás para estudiar la monstruosidad náutica

que había tomado más de la mitad del conservatorio.

—Sabes, me gusta el velero. Le añade un toque especial a esta

habitación. Me gusta pensar que hemos mejorado la disposición de los

muebles con él.

Will solo negó con la cabeza. La luz de las velas brillaba en su cicatriz.

Cuando sonreía, tenía un hoyuelo en el lado izquierdo de su boca.

—Me siento como si estuviera en un baile, casi —le dije—. Pequeñas

charlas ridículas, música en vivo, velas...

Una mirada diabólica apareció en su rostro, él se paró.

—¿Puedo tener este baile?

—Oh, no soy una buena bailarina —protesté. De pronto sentí mis

manos resbaladizas.

—Tonterías. —Se inclinó y me levantó en sus brazos—. No es difícil en

absoluto. Aquí, sostienes tu mano, así y eso…

—En serio no creo que… —Al estar tan cerca de él hizo que mi cara

comenzara a calentarse. Me aclaré la garganta—. Lo que quiero decir

es… no sé los pasos.

—Vas a hacerlo bien —dijo él—. ¿Lista?

—Realmente no estoy segura de eso. Probablemente soy terrible.

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Pero él ya me conducía al ritmo de la música, contando los pasos en mi

oído. Tropecé, luego encontré mi equilibrio. El brazo de Will se apretó a

mi alrededor. Mi estómago se estaba tambaleando, pero en un buen

sentido.

—¿Estoy matando los pasos?

—Lo estás haciendo muy bien —dijo él—. Tú no eres terrible en

absoluto. Bastante graciosa, en realidad.

—Tomé clases de Tap durante dos años —ofrecí—. Tal vez eso tocó

algún sentido de baile en mí.

—No estoy seguro de lo que es “Tap”. Pero eres una buena bailarina.

Una sonrisa asomó a mis labios. Will tocó mi barbilla con su dedo.

—Ahí está.

La música cambió a una canción más lenta. Yo no sabía qué hacer, así

que puse mis manos detrás de su cuello y presioné mi mejilla en su

hombro. ¿Era lo normal en un baile lento, no?

Will se puso ligeramente rígido.

—Esto es agradable —dijo, envolviendo sus brazos alrededor de mi

cintura y relajándose contra mí—. Pero ciertamente este no era el modo

que nosotros habríamos bailado en un baile de etiqueta. Esto habría

causado un escándalo.

Me eché hacia atrás y lo miré a la cara. Nunca me había dado cuenta de

cuan largas sus pestañas eran. O la forma que los bordes de su cabello

cepillaban las puntadas de ellas. Me gustaba.

—Si tú me hubieras conocido en tu tiempo, ¿qué habrías pensado de

mí?

—Que eras la chica más hermosa que jamás haya visto.

—No, de verdad. ¿Qué habrías pensado?

Sus ojos se arrugaron cuando sonrió.

—Te lo dije. La chica más hermosa.

—Mentiroso —susurré, pero mi tono era ligero.

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Hilos invisibles tiraban de mi cuerpo, me atraían más a él. Podía sentir

su mano sobre mi espalda, que quemaba a través de mi ropa. Nunca

había sentido esto por nadie.

Ni siquiera por Drew.

Él rozó mis labios con un beso y sentí un escalofrió todo el camino

hasta abajo a mis pies. Mi cabeza empezó a girar. ¿Estaba realmente

besando a la bestia en la casa de la maldición? ¿Y esto me gustó?

Extendí mi mano y pasé los dedos ligeramente sobre la cicatriz en su

frente. Nunca le había preguntado como la había conseguido. Will

sonrió ligeramente, girando su cabeza para rozar mi mano.

Seguimos bailando y busqué a tientas algo, cualquier cosa, que decir.

—Nunca he bailado con nadie así —le dije.

—¿Ni siquiera con tu antiguo prometido?

—¿Prometido? ¿Te refieres a Drew?

—Sí, me refería a tu novio. Prometido es una vieja palabra para eso.

Independientemente de lo que sea. El chico flaco y de pelo rubio.

Negué con la cabeza.

—No, Drew y yo nunca hemos bailado. Nosotros no tuvimos ninguna

ocasión, porque hoy en día la gente en general solo baila en la

graduación y en las bodas.

Espera un segundo. El chico flaco, de pelo rubio.

Dejé de bailar y él tropezó contra mí. Miré arriba a su cara.

—¿Cómo sabes que es rubio? Nunca te dije eso.

La expresión de Will cambió ¿Era aquello culpa en sus ojos?

—Acertada suposición.

No, de ninguna manera. Tenía un mal presentimiento sobre esto.

—Tú no adivinaste, estabas constatando un hecho. ¿Qué no me estás

diciendo?

—Este no es el mejor momento para esto, Bee.

Me distancié, rompiendo su agarre en mí.

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—¿El mejor momento para qué?

Un sentimiento de malestar corría a través de mi pecho.

Lo miré duramente, tratando de leer la verdad en sus ojos.

—¿Qué es eso?

Agachó la cabeza.

—No es nada. Es solo que…. es… es acerca de Drew. Él vino aquí hace

unas semanas. Quería verte.

—¿Qué? ¿Drew vino aquí? ¿Estuvo dentro? —Apenas podía pronunciar

las palabras. Todo el aire había salido de mis pulmones—. ¿Él estuvo

aquí y no me lo dijiste?

—Él no entró. Golpeó la ventana de la biblioteca y exigió verte.

Mi pecho dolía como si me hubieran dado un puñetazo. Envolví mis

brazos a mí alrededor.

—¿Qué le dijiste?

Will pasó las manos por su pelo, luego se cubrió el rostro con ellos.

—Estaba tan enojado esa vez… fue justo después de una de nuestras

peleas. Le dije que estabas aquí por tu propia voluntad y que yo no te

estaba haciendo daño. Él pidió verte. Le dije que no. Hizo algunas

insinuaciones. Entonces le grité y le dije que se fuera. Y así lo hizo.

La sensación de dolor se extendió por todo mi cuerpo. Mis siguientes

palabras salieron en un susurro.

—¿Y no me lo contaste? ¿Tú me has estado mintiendo todo este tiempo

al respecto?

El dolor palpitaba mientras hablaba. Quería que él lo negara.

Pero solo se limitó a sacudir la cabeza tristemente, confirmando mis

miedos.

—Yo no quería decirte. Tenía miedo de que solo te perturbara más.

Tenía miedo… —se interrumpió y se alejó de mí con la cabeza

agachada.

—¿Qué? —me quebré. La ira comenzó a hervir dentro de mí,

comiéndose por completo los sentimientos de dolor con llamas calientes

de furia.

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—Tenía miedo de que te olvidaras de mí si lo veías de nuevo.

Will levantó la cabeza. Sus ojos estaban llenos de dolor y esperanza.

—Cometiste un gran error Chico Bestia.

Will se estremeció como si yo lo hubiese cortado.

—Me has mentido y me has hecho daño, me has manipulado con el

baile y las velas y todo tipo de… —me interrumpí y cubrí mi rostro con

mis manos. Quise gritar. Había sido tan tonta.

—Beauty…

—No, ni siquiera me hables. No quiero escuchar tu voz mintiendo.

Él se acercó a la ventana y miró hacia a la oscuridad, con la manos

apretadas a los costados.

Expulsé un suspiro tembloroso.

—Ahora mismo, estoy bastante enojada contigo. Pero estoy segura que

por la mañana, después de haber pensado en esto durante mucho

tiempo, veré un rayo de luz en todo esto. Así que por ahora, buenas

noches. Gracias por mentirme. Actuaste como un verdadero amigo. Eso

fue sarcasmo, por cierto. Has sido una Bestia, justo como todas las

leyendas decían.

Will sabiamente no intentó hablar de nuevo. Fui a la puerta y la abrí de

golpe. Antes de salir lo miré por encima de mi hombro.

Su cabeza estaba agachada y su rostro estaba contorsionado por la

tristeza o la ira. Tal vez ambas.

Cerré de golpe la puerta al salir.

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Capítulo 15

Traducido por krispipe y Katiliz94

Corregido por Rose_vampire

Pasé la siguiente hora acurrucada en el suelo al lado de mi cama,

intentando respirar. La traición de Will me cortaba con un cuchillo. No

me había dado cuenta de lo mucho que había empezado a gustarme, lo

mucho que había pensado que era un buen tipo. ¿Y ahora esto? Me

había mentido. Había escondido a Drew de mí. Había sido un idiota de

primera clase.

Necesitaba tanto hablar con Liam.

El montón de papeles del libro de cartas yacía en una pila sobre mi

cama. Tomé una hoja y le eché una ojeada, intentando distraer mi

mente de todo. Las palabras se desdibujaron juntas y finalmente apreté

los dientes y empecé a doblarla. Mis dedos formaron una figura con el

papel mientras mi mente pasaba por encima de las palabras de Will una

y otra vez. Una clave. Nunca había hecho una clave antes. Me quedé

mirando desapasionadamente cuando hube terminado, entonces dejé

caer la creación de papel en la cómoda y comencé a doblar una rosa.

Tenía miedo de que me olvidaras si lo veías de nuevo.

—No es tu decisión, Will —murmuré. ¿Cómo se atreve a tratar de

manipular mis sentimientos de esa manera? ¿Qué le dio el derecho a

controlarme?

Hervía y me enfurecía mientras que las sombras se deslizaban a través

de las ventanas y la luz del sol se desvanecía en el crepúsculo. Cuando

la habitación estaba casi negra, cogí una vela y fui en busca del

laberinto.

***

—¿Liam?

Su respiración jadeaba ruidosamente en la oscuridad. No respondió a

mi llamada.

—Liam. ¿Estás bien? —Me agaché cerca de él en la oscuridad y apagué

la vela. Habría luz de nuevo cuando la recogiera.

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Él me había dicho más de una vez que la luz hería sus ojos, así que no

tomé la oportunidad de causarle dolor con la luz de la vela más.

Agarró mi mano y la apretó. Le devolví el apretón, tratando de darle

consuelo. —¿Estás muy dolorido esta noche?

—Estoy bien —dijo con voz áspera.

Me deslicé a su lado. Quería contarle mi propia historia, pero si le dolía

tenía que prestarle atención a él primero. —¿Qué está mal?

—Nada —dijo, pero su voz se trabó y no me lo creí. Su mano yacía fría y

húmeda en la mía esta noche—. No te preocupes por mí. Estás molesta,

puedo decirlo.

—Sí —dije. El dolor en mi propio pecho palpitaba—. Algo terrible

sucedió hoy.

—Cuéntame.

—Estás seguro de que te sientes bien.

—Por favor, Bee.

Cedí, o mejor dicho, la historia salió de mí antes de que pudiera dejar

de decírselo. Casi me ahogo explicando los acontecimientos del día—

buscar el libro, mi alegría, el beso y, luego, la revelación de Will de que

Drew había venido a verme.

Liam se quedó callado por un largo tiempo. —Fue una cosa terrible lo

que hizo —dijo finalmente—. Me imagino que está muy apenado por

ello.

—¡Fue una cosa terrible! ¡Tendría que habérmelo contado! No puedo

creer que no lo hiciera…

—¿Y qué estás pensando ahora? —La voz calmada de Liam disparó mis

agotados pensamientos. Suspiré.

—No lo sé. Estoy muy, muy enojada con Will. Pero al mismo tiempo, en

cierto modo lo entiendo. No éramos buenos amigos cuando esto pasó.

¿Y qué haría viendo lo que Drew ha hecho por mí? Probablemente solo

me habría asustado o algo así. —Tracé sus dedos distraídamente con

los míos en la oscuridad—. Quizás esto fue lo mejor. Pero no debería

haberme mentido.

—No —dijo Liam y la palabra salió estrangulada.

Me enderecé. —¿Estás con dolor otra vez?

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—Estoy bien. En serio. No te preocupes por mí.

Él suspiró.

Acaricié su mano y el gesto pareció calmarlo. —Voy a romper esta

maldición y entonces estarás mejor —dije—. Créeme, serás lo único que

echaré de menos cuando me haya ido. Tú has sido un verdadero amigo

para mí.

—Bee, hay algo que debo decirte.

Apenas lo oí, sin embargo, porque los pensamientos llenaron de pronto

mi cabeza. ¿Iba realmente a irme? Había estado aquí tanto tiempo que

casi esperaba que mi piel se fundiera con el papel tapiz como

Housekeeper. Me sentí un poco como una rama, injertada en un árbol

extranjero. Había empezado a florecer, pero ahora… ahora solo quería

ser cortada.

Solo quería salir.

—Beauty —dijo Liam con urgencia.

Tendí una mano para ver si sentía dolor y sin querer rocé su cara. Mis

dedos rozaron pelo, piel, una cicatriz.

¿Una cicatriz?

—¿Liam? —Mi voz salió extrañamente aguda—. ¿Qué es lo que quieres

decirme?

Un creciente sentimiento de enfermedad había comenzado a roer mi

estómago.

—Bueno… —dijo Liam—. Esto es…er…Bee, quiero que me escuches.

Cogí la vela. La mecha ardió a la vida en mis manos. Empujé la luz

hacia delante, iluminando su rostro.

Vi una cara de lobo, mitad humano y mitad monstruo. Vi dientes largos

y brillantes y ojos azul eléctrico. Ojos humanos.

Los ojos de Will.

Él se arrastró atrás, ocultando su rostro de la luz.

—¿Will? —dije jadeando. Pero al mismo tiempo, profundamente dentro

de mí, todo estaba chasqueando en el lugar. Había sospechado eso. En

cierta forma, lo había sabido.

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Pero eso no hacía la absoluta traición que sentí más fácil.

—Por favor —dijo Liam. Dijo Will. Era ambos. Su voz era diferente, toda

gruesa y raspante, pero sus ojos eran iguales.

La cicatriz era la misma. Definitivamente era él, aunque parecía un

monstruo en vez de su yo normal.

—¿Will? —Repetí. Su nombre era la única cosa que pude decir. Un

temblor fue a través de todo mi cuerpo, como un terremoto de

emociones. Sólo me senté ahí paralizada, sosteniendo la vela sobre él,

tambaleando mi brazo. Cera chorreó hacia mi brazo.

—Beauty, por favor… escúchame.

Salí corriendo hacia atrás, sacudiendo la cabeza. Esto era bastante.

Primero Drew, ahora esto ¿Sobre qué más había mentido él? —¡Escucha!

No pude contártelo al principio porque… ¡porque habías tenido que

escapar! ¡Mírame! ¡Soy un hombre lobo! Estoy encadenado aquí abajo

en la noche porque soy peligroso. ¿Quieres ver la bestia de la leyenda?

Esta es la bestia. Este soy yo, ¡maldito! —Contuvo el aliento. Sus ojos

eran brillantes, febriles. Las palabras seguían derramándose fuera de

él, una cascada de explicaciones desesperadas—. Estaba tan solo,

porque nadie más me temía cuando era como esto, y tú no eras… y

luego no te lo conté porque no sabía cómo. Quería que fueras mi mejor

amiga. Y después cuando eras mi mejor amiga, no quise perderte.

Odiabas a Will, pero no me odiabas a mí. —Su voz se rompió sobre el

último trozo.

El fresco dolor exploto dentro de mí. —Si querías ser mi amigo, deberías

haberme dicho la verdad en vez de mentir y manipularme. Eso es como,

¡Amistad 101 bártulos!

—Lo siento —dijo, su cara retorciéndose con dolor. Parecía un animal

herido.

Algo dentro de mí se endureció en una mísera, fría pelota.

—Es un poco tarde para eso. —Me puse de pie.

—Beauty —habló con voz áspera. Las cadenas sonaron discordantes

mientras el sacudía con fuerza contra ellas violentamente—. ¿Dónde

vas a ir?

—No lo sé. A algún lugar sin ti en él. —Gritó mi nombre otra vez, pero

no me detuve hasta que había conseguido volver a mi cuarto.

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A mitad de camino de ahí, fui consciente de que estaba llorando por

primera vez desde que mi madre me había dejado. Su traición había

destapado una poderosa emoción dentro de las más profundas esquinas

de mi interior. El dolor tan fuerte que me doblé en el suelo de mi

habitación, dejando caer la vela. Nadie más me había herido de esta

manera antes, ni siquiera mi padre cuando me había dejado aquí,

porque mi padre nunca me había querido o se había preocupado por

mí.

No como Will.

Me acurruqué en medio de la cama y lloré hasta quedarme dormida.

Desperté antes del amanecer. Me desenrosqué lentamente, estirando

mis tensos miembros. Mi garganta estaba raspante y seca, como si

hubiera tragado un puñado de hojas y mi cabeza palpitó. Al principio

no entendí lo que había ocurrido y, excepto por un dolor sordo en mi

pecho, me sentí casi normal.

Y después todo me golpeó como una salpicadura de agua helada. La

noche pasada. La pelea. La revelación. Will había mentido sobre Drew.

Will había mentido sobre ser Liam.

¿Había algo sobre lo que Will no hubiese mentido?

Me senté en la cama, buscando a tientas algo que plegar para poder

calmarme. Mis dedos se cerraron sobre el frío metal. ¿Una llave?

Vagamente recordé haciéndola la noche anterior, cuando había estado

tan preocupada. ¿De qué servía una estúpida llave? Necesitaba un bate

de béisbol, o una palanca. Algo que poder usar para romper cada cosa

frágil en esta casa.

Me deslicé fuera de la cama y arrastré un abrigo, la llave todavía

agarrada en mis dedos. Alguien tocó la puerta, probablemente

Housekeeper, pero le ignoré y finalmente la persona deslizó algo debajo

de la puerta y se fue.

Un sobre. Probablemente más explicaciones de Will. La miré, sin querer

recogerla.

En este momento no quería hablarle. Nunca, tal vez. Era difícil pensar a

través de la niebla en mi cabeza.

La llave era pesada en mi mano. Miré hacia abajo a ella y una idea

comenzó a formarse. Casi sollocé cuando pensé en ella. Imposible…

¿verdad?

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Cogiendo la mochila, apiñé todo lo que había llevado dentro a la casa de

la maldición. Mi ropa, productos de mi tocador, cepillo. Las cosas que

había llevado conmigo. Las cosas que fueron mías.

Dejé las cosas que él me había dado, las cosas que Seamstress me

había hecho, las cosas que me hice a mí misma desde el papel. Excepto

la llave. Eso entró en mi bolsillo. Me vestí rápidamente, mi respiración

rápida y pesada en el silencio. La esperanza comenzó a florecer en mi

pecho.

Esto podría funcionar.

Cuando había terminado, fui de puntillas a la puerta y me escapé.

La casa aún estaba en la oscuridad antes del amanecer. El centello de

la luz brillaba en la ventana, señalizando el amanecer. Me moví sin

hacer ruido a través del suelo de moqueta, deslizándome arriba y abajo

de las escaleras y a través de los estudios y las salas. Finalmente

encontré el recibidor. No había regresado desde el día que llegué. Todo

era lo mismo—los muebles derrumbados, los papeles dispersos. La

pesada puerta de roble con el pomo de bronce.

Todo lo demás desapareció en un borrón a mí alrededor. Lentamente

avancé a rastras hacia adelante. Mi corazón forcejeando en mi pecho.

La esperanza me mareaba. Saqué la llave de mi bolsillo y la deslicé con

un tintineo en el ojo de la cerradura.

Mi pulso chocó en mis orejas. Mis dedos se adormecieron.

Giré la llave.

Click.

La puerta se abrió.

Era libre.

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Capítulo 16

Traducido por Omakehell (SOS), Alexiacullen (SOS) y AariS

Corregido por Yuya

Salí sin mirar atrás. El rocío empapó mis calcetines y trozos de hierba

húmeda se aferraron a mis piernas. Seguí corriendo hacia el bosque

mientras las lágrimas corrían por mi cara. Mis pulmones me dolían y

me quemaba la nariz, pero no me detuve.

Corrí todo el camino a casa. Quería ver a Drew en primer lugar, y a mis

otros amigos, pero sufría por mis hermanastras y necesitaba ver a mi

padre.

No pensaba dirigirle la palabra, pero necesitaba verlo de todos modos.

Al llegar a nuestra calle un nuevo estallido de energía me llenaba y me

impulsaba hacia adelante. El sol había salido y los coches hacían ruido

al pasar. La gente estaba camino al trabajo o la escuela, o algo así. Me

di cuenta de que no sabía qué día era, ni qué mes era. El aire era frío y

crujiente y las ramas de los árboles estaban en su mayoría desnudas,

con unas cuantas hojas que se aferraban tercamente, aguantando. Mi

respiración se hizo una nube delante de mi boca. Tal vez fuera finales

de octubre, ¿o principios de noviembre? Me estremecí en mi ropa de

primavera.

Doblé la esquina de mi casa. Mis zapatillas marcaban el ritmo mientras

corría por la acera. Me detuve al subir la escalera.

Estaba en casa.

—¿Bee? —exclamó una voz detrás de mí, incrédula.

En cuanto me giré vi a mi vieja vecina, la señora Teasley. Ella estaba al

lado de su buzón de correo, con el correo de la mañana colgando en su

mano. Sus ojos se ensancharon cuando vio mi cara.

—Eres tú —jadeó ella, dejando caer el correo—. Querida hija, pensé,

todo el mundo pensaba, quiero decir, la gente supone que tú... bueno,

no importa. No importa. Estás aquí ahora. ¿Estás bien?

—Estoy bien —dije, consiguiendo tomar aliento—. He estado fuera, lo

sé, pero…

—Pensamos que te habías ido para siempre. —Ella recogió sus cartas y

se acercó a la valla que separaba el césped. Sus ojos se clavaron por

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encima de mí, como si estuviera comprobando marcas de mordiscos—.

Es bueno verte, cariño. Te ves bien.

—Siento no poder hablar más tiempo —dije—. Necesito hablar con mi

padre.

Alzó ambas cejas.

—Pero toda la familia se ha ido a la ciudad.

Sus palabras me hirieron como un puñetazo en el estómago. ¿La

ciudad?

—¿Qué? —Me las arreglé a decir. Mis palabras salieron en un chillido

de incredulidad.

La Señorita Teasley asintió con la cabeza.

—Oh, cariño. Se fueron hace meses. En el verano. Tu madrastra está

recibiendo tratamiento allí. Te has ido tanto tiempo y tu padre dijo…

Negué con la cabeza, interrumpiéndola.

—Gracias por contármelo. Yo… yo no lo sabía. —No quería saber qué

mentira le había contado mi padre a ella.

Su rostro se contrajo con compasión. Miré a mis pies. Necesitaba

encontrar a Drew y Violet y a todos los demás.

—¿Señorita Teasley?

—¿Sí, querida?

—Uh… ¿qué día es hoy? Y, umm, ¿qué mes?

Su rostro ceñudo no cambió de expresión ante mi extraña pregunta,

seguramente sonaba desquiciada, y la quise por eso.

—Sábado, querida. Y ahora es noviembre.

—Gracias. —Empecé a bajar las escaleras.

—Bee —gritó detrás de mí.

Me giré.

—Tu madre era una buena mujer. Incomprendida, tal vez, pero una

buena mujer. Te pareces a ella. Siempre quise decirte eso.

Sonreí en agradecimiento.

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Ella entró en su casa y yo salí a la carretera

***

Mi estómago comenzó a retorcerse en un millón de nudos mientras

conseguía acercarme a la casa de Drew. Vivía solo unas calles por

encima de mí y estaría allí en un minuto. Todo tipo de emociones

llenaban mi cabeza y mi corazón. ¿Se había olvidado de mí? ¿Cerraría la

puerta en mi cara, asustado de los rumores, o estaría feliz de verme?

Mis pies disminuyeron el paso cuando alcancé su jardín delantero.

Respirando hondo, comencé a subir la acera. Llegué a la puerta

principal y presioné el timbre.

Pasos sonaban en el pasillo. Escuché el deslizamiento de la cerradura.

Traté de componer mi cara. No sabía si debería sonreír o parecer seria.

Me sentía abochornada y enferma. La puerta se abrió de golpe y ahí

estaba él.

—Hola. —Intenté tímidamente.

—Hola. —Él estaba mirándome fijamente—. ¿Bee?

Di una patada al suelo con mi zapato.

—Sé que he estado ausente mucho tiempo, pero…

Salió de su trance y me agarró en un abrazo antes de que pudiera decir

nada más. Me quedé congelada en sus brazos y luego me relajé contra

él.

Una sonrisa enorme se extendió por mi rostro y le devolví el abrazo.

¡Estaba feliz de verme!

Drew quería saberlo todo. Corrió al interior y llamó a Violet y a los otros

para decirles que vinieran, luego me llevó al sofá de la sala de estar y

me hizo sentarme.

—¿Necesitas algo? ¿Una bebida, algo para comer?

—Quizás algo de agua —sugerí. Estaba muy sedienta por mi carrera a

través de los bosques.

Él asintió con la cabeza y desapareció en la cocina. Miré alrededor de su

sala de estar. Solo había estado una vez aquí antes. Las oscuras

cortinas no dejaban pasar la luz del sol y el tapiz de la pared pasado de

moda daba a la habitación un aire antiguo, victoriano. Como la casa de

la maldición.

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Mi estómago se tambaleó al recordarla.

Drew vino de vuelta con un vaso de agua. Se sentó cerca de mí y me

miró mientras yo vaciaba el vaso. Se mantuvo mirándome como si

tuviera miedo de que yo me desvaneciera en una nube de humo.

—¿Cómo has estado? —dije.

Sonrió con incredulidad, como si tal pregunta mundana fuera

impensable. Se pasó una mano sobre su pelo y luego cogió mi mano.

Sin embargo, se detuvo antes de tocarla y murmuró algo.

—¿Qué se siente? —preguntó después de una pausa larga.

Negué con la cabeza. ¿Cómo iba a hablar sobre eso? ¿Qué podría decir

para resumir todo en una forma que él pudiera entender?

—Extraño. Loco. Horripilante. Bueno, algunas partes fueron casi

agradables, en cierto modo, tan raro como suena.

—¿Bonito?

—Bueno, parte de ello —Pensé sobre Rose, Housekeeper y las rosas de

origami y la sopa de calabaza. Esas partes habían sido bonitas.

—¿Estás bien? —continuó— ¿No estás herida o algo…?

—Estoy bien. —Sonreí tan amplio como podía, esperando que eso le

convenciera.

—¿Qué hay en tu mano?

Bajé la mirada fijamente y vi que todavía estaba sujetando la llave.

Aunque se había convertido de nuevo en papel, probablemente cuando

abandoné la casa.

—Oh, es origami. —Lo desdoblé. Había utilizado una de las páginas del

libro de cartas. Los garabatos cubrían el papel en trazos oscuros. Mis

ojos cayeron a los párrafos mientras hablaba—. Hice una llave y la

utilicé para escapar…

Las palabras me llamaron la atención. Las palabras de Marian. Y mi

corazón se congeló.

En las vertientes de nuestra alma colgamos al más grande de las

virtudes humanas, brillantes gemas que brillan en nuestros corazones

mientras tratamos de pulirlas con el uso.

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Examiné el resto del párrafo, absorbiendo sus palabras. Mi corazón me

dio un vuelco y luego se tropezó, bombeando más rápido. El sudor

estalló a través de mis manos. ¿Esa era la respuesta? ¿Era eso de lo que

ella había hablado en la maldición? Lo habíamos tenido todo mal, ¿O

no? Entonces pensé algo más, algo que Marian había dicho de mí la

última vez que me había visto…

Drew estaba todavía hablando. Llevé mente de vuelta a él. Apenas podía

escucharle sobre el rugido en mis oídos. Su cara se tambaleó en mi

visión.

—… todavía en shock. Pensábamos que nuca ibas a… bueno,

estábamos preocupados. Tu padre dijo que estabas en la ciudad, pero

sabíamos que nunca nos habrías dejado sin decir adiós. Había rumores,

y yo estaba tan preocupado de que no estuvieras a salvo.

Las palabras de la maldición zumbaban en mi cerebro, haciendo más

difícil escucharle. Me pasé la lengua por mis labios.

—Drew…

—Fui a verte —estalló—. Quería saber si estabas segura, si estabas ahí.

Quería hablar contigo.

—Lo sé —dije—. Me lo contó después… ayer, realmente. No sabía que

habías venido. Lo siento. No conseguí verte…

Oí la voz de Marian, entrometiéndose en mi cabeza, ahogando mi propia

voz. No entiendes la profundidad de la culpa, ¿verdad? ¿La agonía de la

traición? Todavía no podía creer que la maldición hubiera sido tan

engañosa. Nada que ver con collares en absoluto.

—Está bien —dijo Drew, su voz atravesando mis pensamientos de

nuevo—. Estuvo bien saber a ciencia cierta dónde estabas, al menos.

Pero estaba bastante decepcionado de que no llegué a verte. Habría

conseguido una auténtica locura de calificaciones en mi informe de

periodismo si pudiera haber dejado abierta la historia de que estabas

realmente en la casa embrujada. Había habido muchos rumores, ya

sabes…

—Espera un segundo. —Parpadeé, intentando nadar a través del

torbellino de emociones y pensamientos a lo que él estaba diciendo—.

¿Viniste a verme por un proyecto de la escuela? ¿No para rescatarme?

Asintió, su sonrisa congelándose como si se hubiera acabado de dar

cuenta de que había dicho algo incorrecto.

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Luché para hablar normalmente. Estaba temblando.

—No sé lo que decían los rumores, pero estaba atrapada en la casa y

posiblemente en grave peligro, ¿y no hiciste nada al respecto? ¿No

pensaste que era un poco raro que simplemente desapareciera? ¿No

estabas ni siquiera, tú sabes, preocupado por mí?

Drew frunció el ceño.

—Por supuesto que lo estaba. Todos lo estábamos. Pero ese chico dijo

que estabas allí por tu propia y libre voluntad. Elegiste ir. No era como

si estuvieras obligada ni nada. Tenías que vivir en ese lugar ostentoso

mientras el resto de nosotros estábamos todos preocupados por ti. Fue

un poco egoísta, en realidad. Si hubieras querido huir de tu padre,

podías haber venido a mí o a Violet o cualquiera de tus otros amigos.

Me estaba resultando difícil respirar. Sentía como si acabara de correr

otro kilómetro más, pero al mismo tiempo mi mente estaba clara. Había

sido tan estúpida respecto a él.

—¡No estaba huyendo de casa! ¡Era una prisionera, Drew! Por supuesto

que fui obligada… es decir, fui por elección propia, para salvar a mi

familia por el error tonto de mi padre, pero entonces no tuve elección.

¿Ni siquiera intentaste encontrar a tu propia novia?

—No eres mi novia —dijo rápidamente—. Ya no.

—¡Lo era entonces!

Drew cambió.

—Me imaginé… pensé que querías romper, ya que simplemente huiste.

Estoy saliendo con alguien más ahora.

—¿Qué? —Pensé que iba a explotar.

Drew parecía igualmente aturdido.

—¿Entonces no huiste?

—¡No, genio! Y estuvimos trabajando muy duro para romper esa

estúpida maldición…

—¿Estuvimos?

—¡Will! La… la bestia de las leyendas. —Dos pensamientos me llegaron

de repente. En primer lugar lo estúpido que sonaba ese nombre. Will no

era una bestia.

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Era solo un chico, solitario e idealista y atrapado en un lugar horrible.

Sí, era un cabezota y malhumorado y realmente obstinado a veces, pero

también era dulce y divertido, generoso y romántico.

En segundo lugar, no me sentía tan triste acerca de las noticias de que

Drew había avanzado. Traicionada, sí. Enfurecida, sí. ¿Herida? Sí. ¿Pero

triste?

Curiosamente, estaba casi aliviada. Ahí estaba yo sintiéndome culpable

por mi atracción a Will, ¡y él ni siquiera había estado preocupado por

mí!

Sentí una punzada de inquietud y preocupación por Will. Era mi amigo,

y me preocupaba por él. Profundamente. Y lo había abandonado en

probablemente el momento más crucial de su vida.

Es mi amigo, y me preocupo por él. Esa comprensión reverberó a través

de mi mente, congelándome en el lugar y lanzando todos los demás

sentimientos y pensamientos a un caos total. ¿Qué estaba haciendo?

Había dejado solo a Will y no había forma de romper la maldición sin mí

y apenas quedaba tiempo. ¡Y ahora sabía la respuesta!

Claro, estaba enfadada, pero era su vida de la que estábamos hablando.

El enfado podía esperar.

De repente tenía una mala, muy mala sensación acerca de eso. ¿Cuánto

tiempo había quedado en el reloj de arena? ¿Unos pocos días?

¿Semanas? ¿Por qué de repente me sentía como si no tuviera tiempo en

absoluto?

—Mira, lo siento por la ruptura. —Drew puso su mano sobre la mía—.

¿Estás bien?

—No, Drew. No estoy bien. Oh Dios mío, eres un idiota. Pero no tengo

tiempo ni siquiera para entrar en eso ahora. Necesito irme. Porque he

sido una completa idiota también.

—¡Pero los demás van a venir a verte! ¿Qué está pasando?

—Los veré más tarde. Realmente no tengo tiempo para explicártelo. —

Me levanté de un salto. ¿Dónde estaban mis cosas? ¿Había traído

cosas? Agarré mi mochila del suelo—. ¿Tienes una bici que me puedas

prestar?

—Uh, claro. —Se levantó también, mirándome como si quisiera discutir.

Pero no lo hizo—. Está en el garaje.

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Corrí hacia la puerta.

—¡Espera, Bee! ¿A dónde vas? —Drew me siguió al garaje.

—¡De vuelta a la casa maldita! ¡Hay algo que necesito hacer!

—¿Estás loca? ¿Por qué vas a volver allí? ¡Pensé que acababas de decir

que habías sido una prisionera!

—Tal vez estoy loca. —Agarré su bici y elevé una pierna por encima—.

Dile a todos que los quiero y que espero verlos pronto, ¿está bien?

—¡Bee! ¡Espera!

No me detuve a escucharle.

Tenía que volver con Will antes de que algo terrible sucediera.

***

Llegué a la casa maldita mucho más rápido en la bici. Cuando la piedra

descolorida y las columnas desmoronadas se pusieron a la vista, dejé

salir un suspiro de alivio. Salté de la bici y la dejé caer. Corrí a través

del césped cubierto de hojas y subí los escalones hasta la puerta.

El pomo giró fácilmente bajo mi mano, justo como lo había hecho el

primer día que había entrado en la casa. Me precipité adentro, mis

pasos haciendo eco ruidosamente.

—¿Hola? ¿Will? ¿Rose?

La casa estaba silenciosa y grabada con sombras. Nada se movió en el

silencio cristalino que me confrontó. No me había dado cuenta de lo

mucho que las paredes respiraban, lo mucho que cada esquina y

sombra y grieta había estado llena de extraña y serpenteante magia

hasta que había desaparecido.

Ahora las paredes eran como huesos, las habitaciones como pulmones

vacíos sin aire.

Corrí a la primera puerta y la abrí de un tirón, rezando por la biblioteca,

o el estudio de Will, o cualquier otro lugar en el que pudiera estar. En

su lugar encontré una polvorienta sala de música. Cerré la puerta y la

abrí de nuevo, intentando otra cosa.

Pero era simplemente la misma habitación otra vez. Unas pocas de

motas de polvo fueron a la deriva en el aire, provocado por mi frenético

abrir y cerrar.

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¿Qué estaba ocurriendo? ¿Había sido levantada la maldición? Tomé

aire, tratando de pensar. ¿Por qué tenía una sensación tan horrible en

la boca del estómago? ¿Por qué la casa se sentía más como un cadáver

que cualquier otra cosa?

Y lo más importante, ¿dónde estaba Will?

Fui a la siguiente puerta y encontré un pasillo. Lo tomé. Era extraño

estar abriendo y cerrando puertas normalmente de nuevo, en lugar de

jugar a la ruleta rusa con ellas.

Llegué a la sala de baile, enorme y llena de asfixiantes sombras.

—¿Will? ¿Housekeeper? ¿Alguien?

La única respuesta fue el eco de mi propia voz. Seguí corriendo. La

siguiente habitación era un salón, con descolorido papel de pared azul

decorado con rosas y pergaminos. Como la piel de Housekeeper. Di un

buen vistazo alrededor, pero no vi a nadie allí tampoco. Empecé a seguir

adelante cuando algo en la pared me llamó la atención y me hizo

detenerme.

¿Era solo una sombra? Me acerqué y el latido de mi corazón trastabilló.

Una mancha de agua cubría la pared junto a la ventana. Casi parecía

una persona. Allí estaba la cabeza, los hombros, los brazos…

—¿Housekeeper? —susurré, afligida. ¿Simplemente se había fundido en

la pared?— ¡Housekeeper!

No escuché respuesta. Permanecí allí otro momento, mi boca secándose

y mi corazón martilleando, y luego empecé a correr.

—¿Will? ¿Rose?

Tenía que encontrar a Will. Tenía que encontrarlos a todos.

Su estudio estaba vacío también. El reloj de arena yacía en medio de la

habitación, destrozado, la arena diseminada a través de la alfombra en

un montón con forma de S. Ya no era brillante.

—¡Will! —chillé, cayendo de rodillas. Recogí un puñado de arena y traté

de echarla de vuelta en el reloj de arena. ¿Qué había hecho? ¿Qué había

ocurrido?

El espejo. Tal vez había pasado a través de él, tal vez todos habían ido a

través… me giré para mirarlo. Mi propia cara, drenada de todo color, me

devolvió la mirada como un animal asustado.

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No quería ir allí sola de nuevo, pero ¿qué más podía hacer?

En el suelo vi el libro de cartas. Había estado leyéndolo aquí

probablemente. ¿Había descubierto una respuesta a la maldición? ¿O

se había rendido porque me fui? Agarrando el libro, lo metí debajo de mi

brazo y respiré hondo.

Luego caminé a través del espejo y entré a las Tierras Mágicas.

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Capítulo 17

Traducido por Lyricalgirl y Alyshiacheryl

Corregido por Klarlissa

La fresca ráfaga de magia barrió sobre mi piel como una cortina de

agua. Contuve el aliento y los destellos de fuego e hielo se rizaban

contra mi piel sin dañarla. Mi cabeza se estremeció y el mundo se

materializó a mí alrededor en una explosión de sonido y color. Alguien

me empujó hacia atrás mientras pasaban.

Me tomó un segundo darme cuenta de dónde estaba. Estaba en el

mercado.

Aferrando a mi pecho el libro de cartas, salí disparada de la multitud de

peatones hacia un callejón improvisado entre dos carpas vendiendo

mercancía mágica. Una anciana elfo me miró maliciosamente.

—¿Quieres vender tu voz, Beauty? ¡Te daré un buen precio por ella!

Ahora Will probablemente me odiaba, si es que seguía vivo. No estaba

segura que era lo que Marian planeaba hacer con él si estaba aquí.

Debía encontrarlos rápido.

—Emm, no gracias —le dije—. Pero ¿De casualidad no sabrías dónde

esta Marian la Bruja ahora mismo?

Tenía este profundo sentimiento de que si encontraba a Marian,

encontraría a Will.

Ella sacudió su cabeza vigorosamente. Revolví mis ropas por algo que

pudiera utilizar como soborno. ¿Joyería? Nop. ¿Un recuerdo?

Definitivamente no.

¡El libro de cartas! Arranque de él una hoja de papel y plegué una rosa.

La anciana observó con incredulidad cómo se transformaba en la palma

de mi mano.

—Increíble —susurró ella. Estiró su mano, pero empujé la rosa lejos.

—¿Dónde está Marian?

—En el Salón de Rosas —dijo, sus ojos todavía en la rosa—. Pero no lo

escuchaste de mí.

—Lo tengo —decía, mientras estaba en movimiento.

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Mientras corría, traté de formular algún tipo de plan. ¿Qué si llegaba

allí y Will ya estaba maldecido permanentemente, o peor, muerto?

¿Y si Marian no podía ser cambiada de opinión? ¿Podía luchar contra

ella? ¿Qué implicaría eso?

Tenía esta escurridiza sospecha de que una lucha contra ella no

supondría tiradas de pelo ni cachetadas en la cara. Dime loca.

Arranqué un par de hojas más del libro y empujé el resto en mi

mochila. Necesitaba que mis manos estuvieran libres. Metí a empujones

las hojas sueltas en mi cinturón. Un difuso plan estaba comenzando a

tomar forma en mi cabeza. Probablemente era suicida.

Con ese alegre pensamiento resonando en mi mente. Me dirigí

directamente al salón de baile.

***

Una multitud se había reunido. Humanos, hadas, trolls y otras

criaturas mágicas merodeaban por allí o estaban de pie paralizadas por

lo que estaba sucediendo. Pero nadie estaba haciendo nada para

ayudar. Me hice espacio a empujones hasta llegar a la pelea, sin

importarme a quien empujaba. Podía escuchar. Podía escuchar la voz

de Marian.

—¿Estas listo para una vida de agonía interminable, William? ¿Estas

listo para ser una bestia para siempre?

Un alivio me atravesó. No había pasado todavía. Ella probablemente

estaba jugando a la gata y al ratón con él, lo que era horrendo, pero me

daba tiempo.

Llegué al borde de la multitud y paré repentinamente. Marian estaba

parada en el centro de la habitación, sus manos en sus caderas. Will

estaba en el suelo frente a ella, colapsado en posición fetal. Su cara

enterrada en su brazo y todo lo que podía ver era su rizo de pelo oscuro

y una de sus manos, estirada como si le hubiera estado suplicando a

ella.

—Tu Chica Maldecida te dejó —dijo Marian—. Has fallado la prueba. Tu

tiempo de ha acabado.

La voz de Will salió amortiguada.

—Por favor, solo deja a mi hermana fuera de esto. Y a los sirvientes...

ellos no te han hecho nada.

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—Silencio —siseó Marian—. Estas totalmente solo ahora. Ya es hora.

Terminé lo que estaba doblando. Hablé alto para que mi voz pudiera

llegar a través del murmullo de la multitud.

—Estás equivocada Marian. Él no está solo.

La bruja se volteó. Los ojos de Will se abrieron rápidamente y sus ojos

encontraron los míos. Una feliz corriente entró en mi cuando nuestros

ojos se encontraron.

Estaba tan feliz de verlo.

—Volviste —dijo él y sonaba como un niño pequeño. Perdido, solo, y

feliz, todo al mismo tiempo.

Di un paso hacia él.

—Fue estúpido abandonarte de esa forma. No debería haberlo hecho y

no lo haré de nuevo.

Will sacudió su cabeza débilmente. La sangre se deslizaba camino abajo

por su frente y su mejilla.

—No, Bee… deberías irte de aquí ahora, antes...

—No importa —interrumpió Marian. Me dio una sonrisa envenenada—.

Todavía no has roto la maldición. No sabes cómo.

—Ahí es donde te equivocas —dije.

La sonrisa de Marian se volvió más filosa.

Tragué aire y seguí hablando.

—Encontramos tu libro de cartas. Leí una de ellas esta mañana, de

hecho. Y me di cuenta de algo. —Di otro paso hacia Will— ¿Cuáles eran

las palabras de la maldición? Excepto Que Él La Perla Más Brillante

Sostenga. Naturalmente, pensamos que se refería a una perla de

verdad.

Marian entrecerró sus ojos.

—Como ves —continué—. Estábamos buscando estúpidos collares. No

descubrimos que estabas usando una metáfora al principio.

Deliberadamente confuso, debería añadir. Como sea, leí tu carta. La

transformé en una llave y cuando volví a salir la podía ver sin magia y vi

lo que habías escrito a Robert. Le dijiste que de todos los regalos de

amor, todas las virtudes humanas son como brillantes perlas en un

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collar, pero la perla más brillante de todas es el regalo del perdón

cuando el que amas te ha hecho daño. Al principio pensé que eso

significaba que debías perdonar a Robert por lo que te había hecho,

pero luego recordé algo que me habías dicho. Me preguntaste si ¿Sabía

la profundidad de la culpa o la agonía de la traición? No creo que haya

sido Robert quien te haya traicionado.

Ella se quedó absolutamente tiesa, esperando a que terminara. Sus

dedos se cerraron en un puño.

—Creo que fuiste tú quien traicionó a Robert.

Will aspiró ruidosamente. Marian estaba callada.

—El bebé —dije—. Que Robert te haya abandonado... todo señala a una

sola cosa, ¿no es verdad?

Marian se estremeció.

—Y supongo que pensaste que era muy inteligente de tu parte hacer

que él te perdonara de verdad, antes de que lanzaras la maldición de

hombre lobo sobre él. Por supuesto, Will no te ama, así que cuando lo

maldijiste por error, la solución estaba completamente fuera de tus

manos, tanto si querías liberarlo o no. Y a medida que la maldición le

consumía, te consumía a ti también. Te volvió loca.

Su boca se abrió y cerró, como si las palabras se hubieran quedado

atrapadas en su garganta. Ella no trató de negar nada de lo que yo

había dicho.

Me volví hacia Will. Él levantó una de sus manos, me miraba con una

mezcla de admiración, asombro y terror.

—Will, ¿me amas? —Era una pregunta muy abrupta y mis palabras

lograron tomarlo por sorpresa. Hice un gesto con mi mano—. No de esa

forma, ya sabes, romántica ni nada, pero…

—Sí —dijo, interrumpiéndome antes de que comenzara a divagar más—.

Realmente lo hago. Nunca he pensado tanto en alguien más en toda mi

vida como lo hago en ti.

—¿Me perdonas por salir corriendo y abandonarte?

—Por supuesto —dijo él.

Ahora era mi turno. Sentí como si estuviera proponiéndole matrimonio.

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—Will, creo que eres exasperante, frustrante y completamente engreído

a veces.

Su expresión decayó y él tragó saliva. Luego asintió con la cabeza.

—Pero —añadí, suavizando mi voz—, tú también eres uno de los

mejores chicos que he conocido y, por la razón que sea, me preocupo

por ti. Un montón. Me atrevo a decirte que podría llamarlo amor. Sí.

Amor.

Miré a la multitud, la cual había caído en un completo silencio.

—Él fue bastante malo conmigo al principio y, luego, después de que

empecé a enamorarme de él, me mintió sobre algunas cosas. Él

realmente me enfureció e hirió. Pero, ¿saben qué? Cuando amas a

alguien, le das otra oportunidad. Porque así es el amor. Toda una vida

de segundas oportunidades.

El rostro de Will se suavizó. Nuestras miradas se encontraron y juro

que sentí una onda de electricidad saltando a través de la sala de su

cuerpo al mío.

—Lo siento, te mentí —dijo él—. Fue un gran error de mi parte. ¿Me

perdonas?

—Sí —dije—. Te perdono, Will.

Un fuerte hormigueo eléctrico pasó por encima de mi piel como una

descarga de corriente proveniente de un enchufe de luz. La cabeza de

Will se partió, como si estuviera liberándose de la bestia, y él cayó al

suelo con un grito de dolor5. Una ráfaga de viento se deslizó a través de

la habitación, soplando mi cabello hacia atrás. Los ojos de Marian

parpadearon, y su piel se arrugó como una manzana dejada al sol.

Cuando el viento se tranquilizó, ella lució vieja y marchita. Vio sus

manos y se quedó sin aliento, horrorizada.

—¿Will? —llamé. Él no se movió. Fui hacia él, pero la bruja me bloqueó

el paso.

—No tan rápido —gruñó ella—. Es posible que hayas roto la maldición,

pero yo no voy a dejar que te vayas.

—¡Hemos roto la maldición! Tienes que dejarnos ir. ¿Las reglas no son

así o algo por el estilo?

5 En ingles habla sobre que su cabeza se partió, pero el contexto se refiere a una

transformación del protagonista, como una liberación de la bestia que lleva dentro.

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Sus labios se curvaron en una mueca de desprecio.

—No hay reglas, pequeña.

—Beauty, ¡cuidado!

Marian levantó ambas manos sobre su cabeza. Algo me golpeó con

fuerza, noqueándome. Caí al suelo. Cuando levanté la vista, Storm

estaba inclinado con una mano sobre su vientre, retorciéndose de dolor

en el centro de la habitación, fulminando con su mirada a la bruja.

—Se rompió la maldición. Estás siendo deshonrosa.

—Fuera de mi camino, duende —replicó Marian, ella lo arrojó a un lado

como un muñeco de trapo.

Me puse de pie. Marian avanzó hacia mí como un león acercándose a su

presa.

—Al parecer has hecho algunos amigos —dijo—. Pero ellos no podrán

ayudarte.

Will se puso de pie.

—Marian —gritó—. Déjala en paz.

Marian se detuvo. Ella inclinó su dedo hacia mí6 y yo caí de rodillas.

—¡No! —Él se abalanzó y Marian lo echó hacia atrás con su magia. Él se

golpeó contra la pared y cayó al suelo con un gemido. La sangre

burbujeó entre sus dientes.

Marian se volvió hacia mí.

—Así que ahora —ronroneó—, no hay nadie más que te proteja de tu

destino. Te convertiré en polvo. —Ella movió los dedos, y una luz azul

brillante apareció entre sus palmas.

Una idea se formó en mi cabeza. ¡Escudo! ¡Escudo!

—Beauty —gritó nuevamente Will, pero yo estaba muy por delante de él.

Sabía exactamente qué hacer ahora.

Tomé una hoja de papel de mi cinturón y la comencé a doblar.

Marian lanzó la magia en mí. Yo levanté las manos, y el origami entre

ellas se volvió los más real posible en el último momento. La magia

rebotó en el espejo y volvió hacia la cara de asombro de Marian. Ella se

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congeló en un segundo, un momento chisporroteante, con una

expresión horrorizada de completo shock en su rostro.

Y luego se disolvió en un montón de polvo.

Me desplomé en el suelo, sollozando de alivio.

Se había acabado.

La pesadilla había terminado por fin.

La bruja estaba muerta.

Will se arrastró a mi lado y me atrajo hacia él en un abrazo cuidadoso.

¿Fue mi imaginación, o vislumbre brevemente a la hada llamada Anna

dándome su aprobación con su pulgar hacia arriba en medio de la

multitud?

—¿Estás bien? —dije, inclinándome hacia atrás para estudiar su rostro.

El corte en su frente se había secado. Hizo una mueca de dolor cuando

toqué su costado.

—Costillas rotas, tal vez. De lo contrario, ella solo consiguió que el

viento me dejara inconsciente. ¿Y tú?

—Estoy bien. —Miré alrededor buscando a Storm. Había sido leal

después de todo. Él nos ayudó. Vi al elfo de la noche deslizándose a

través de la puerta. Se dio la vuelta y le hice una seña para que se

acercara, pero él se limitó a sacudir la cabeza y guiñarme un ojo.

Supuse que quería preservar su reputación.

—¿Dónde aprendiste a hacer eso con el espejo? —jadeó él, mirando el

lugar donde el polvo de Marian estaba en una pila.

—Un hada. —Limpié mis ojos con la palma de la mano y con la otra lo

abracé firmemente. No quería dejarlo ir. Había estado a punto de perder

a una de las mejores personas que jamás había conocido.

Sus ojos se abrieron ante la palabra hada, y él negó con la cabeza.

—Tú —dijo—, eres increíble. ¿Alguna vez te he dicho eso?

—No lo suficiente —dije. Toqué su cara suavemente—. ¿Seguro que

estás bien?

—Muy bien —dijo, haciendo una mueca mientras se ponía de pie. Me

levantó después de él—. ¿Me veo menos bestial...?

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El mágico azul de sus ojos había desaparecido, dejándolos ordinarios y

azules grisáceo, como los de una persona normal. Su cicatriz aún era

suave, un blanco perlado, pero el resplandor de otro mundo se había

desvanecido. Su cabello negro estaba despeinado.

Pero él era hermoso.

Me incliné hacia delante y lo besé.

—Nunca te has visto tan bien —dije. Y lo decía en serio.

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Capítulo 18

Traducido por rihano

Corregido por Rose_vampire

Cuando Will y yo salimos tambaleándonos de nuevo a través del espejo,

todo el mundo estaba esperando por nosotros. Rose saltó hacia delante,

agarrándome en un abrazo apretado.

—¡Lo hiciste! —gritó ella, apretando mis costillas. Por encima de su

cabeza, vi a los sirvientes, Housekeeper, Butler, y a los demás.

La cara de Housekeeper brillaba con un saludable resplandor color

melocotón. No más papel pintado color piel. Butler tenía una agradable

sonrisa y una cabeza calva. Él se inclinó ante mí con gravedad.

—Hannah —me dijo Housekeeper, su sonrisa dividiendo su cara—. ¡Mi

nombre es Hannah! ¡Me acuerdo!

—El mío es Winifred —dijo Rose, arrugando la nariz—. Creo que me

quedaré con mi nombre maldición, muchas gracias.

Ella me soltó y corrió hacia Will. Miré a nuestro alrededor a la casa. Con

la maldición mágica desaparecida, todo parecía viejo y desgastado.

Había agujeros en el techo, donde las tejas se habían arrancado. La luz

del sol se filtraba a través de ellos, haciendo un patrón cambiante en el

suelo. Era hermoso.

Will tomó mi mano y la besó. Juntos comenzamos a caminar por las

habitaciones en ruinas.

—¿Qué vamos a hacer ahora?

Deslicé mi brazo alrededor de su cintura. Mi sonrisa se extendía ancha

mientras me daba cuenta de la riqueza de las delicias que nos

esperaban. Nunca pensé que llegaría a mostrarle a alguien del pasado

la actualidad.

—Hay tantas cosas que vas a tener que hacer. Déjame pensar... Helado.

Definitivamente, necesitas tener un poco de helado con pedazos de

doble chocolate. Y una hamburguesa. Películas, vamos a tener que

presentarte eso. Y tendremos que encontrar un lugar para que ustedes

chicos vivan, ah, ¡y mi familia se fue a la ciudad! Tenemos que

encontrarlos. Tú y Rose pueden ir conmigo. Y los sirvientes, ellos

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necesitan a alguien para ayudarles a adaptarse a la sociedad moderna

también.

—¿Tu familia? —Tenía la frente arrugada por la preocupación—. ¿Cómo

lo sabes?

—Averigüe eso cuando me fui esta mañana. Me enteré de muchas

cosas, en realidad. Como el hecho de que Drew ya no es más mi novio.

Está saliendo con alguien más.

—¿Qué? —Will dejó de caminar. Se veía atónito—. ¿Está loco?

Hice un gesto con la mano. Yo estaba totalmente de acuerdo con toda la

cosa de ser—botada—sin—saberlo.

—Créeme, no estoy sorprendida. Por cierto, ¿te queda algo de dinero en

esta vieja mansión?

—La herencia de mi padre todavía debe estar esperando por mí —dijo

Will, aún con el ceño fruncido. Sus ojos buscaron los míos como si

estuviera decidiendo si decir o no algo más.

—Bien, porque probablemente necesites obtener tu GED7 y luego ir a la

universidad. Probablemente vas a tener que conseguir un trabajo, ya

sabes. Y Rose…

—Beauty —dijo.

—Y tendrás que conseguir tu licencia de conducir…

—Beauty —repitió él.

Hice una pausa.

—¿Sí, Will?

—Te lo dije antes, eres la chica más hermosa que he visto nunca.

También eres la más valiente, más inteligente y más amable. —Sus ojos

azules brillaban mientras me miraba—. Y antes de hacer cualquiera de

estas otras cosas que has planeado, hay algo más de lo que necesito

hacerme cargo primero.

Él se detuvo y tomó mi mano entre las suyas.

7 GED (General Educational Development): Desarrollo Educativo General son un

grupo de exámenes de cinco materias que, una vez aprobados, certifican que el

beneficiario tiene habilidades académicas al nivel de secundarias estadounidenses o

canadienses.

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—Bee, ¿me harías el increíble honor de ser mi novia?

Mi sonrisa casi partió mi cara.

—Por supuesto.

Y entonces él me besó.

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Adelanto del libro Once Upon a Heist

Traducido por Katiliz94

Corregido por Rose_vampire

Penelope escaneó sus órdenes oficiales otra vez antes de meter los

papeles en la mochila con un suspiro.

Su mejor amigo, Tom Thumb, estudió su cara desde el sitio al lado suyo

en el asiento.

—No te ves feliz. ¿Malas noticias?

Ya estaba de mal humor por tener que usar un carruaje para llegar al

palacio, aparentemente era una boda tradicional por lo que los

invitados llegaban en carruajes tirados por caballos. Esta noticia solo

hacía peor su humor.

—Trabajo, como de costumbre —dijo Penelope—. Al parecer nunca

puedo escapar, ni siquiera por la boda de mi mejor amiga. Acabamos de

recibir un dato de que los Hermanos Grimm estarán en la ciudad para

la boda de Rapunzel, así que voy a tener que seguir un mirador hasta la

recepción en lugar de disfrutar de mí misma.

El carruaje chocó contra un bache en la carretera, empujándola contra

la almohada y Tom agarró su rosado dedo para estabilizarse.

—¿Los Hermanos Grimm? ¿Esa banda de criminarles? —Dejó ir su

dedo y se hundió en la almohada al lado de ella, la cual era tan grande

como una cama para él—. ¿Aun estás buscando a esos chicos? Pensé

que estaban detenidos por sus crímenes de hace un mes.

—No, eso solo era una imitación del grupo esperando impresionar a sus

amigos. Según parece el autentico McCoy estará en la ciudad para la

boda de Rapunzel, probablemente con la esperanza de llenar sus

bolsillos con los caros regalos de boda. De todos modos el jefe piensa

que es increíblemente una suerte que vaya a estar presente, por lo que

puedo usar la oportunidad para intentar capturar a los malvados. —Se

pellizcó el lugar entre sus cejas y suspiró. El estrés estaba ya

comenzando a ponerse sobre sus hombros como una manta de hierro—.

Oh bueno, de todas formas no es que hubiera estado buscando a

alguien con el que bailar.

—Me gustaría bailar contigo, pero… —Tom se señaló con un pequeño

movimiento de su pequeña mano y Penelope sonrió. Una de las

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desventajas de ser el mejor amigo de alguien con el tamaño de su dedo

corazón, supuso ella.

El chivatazo de una famosa banda de ladrones no pudo haber llegado

en peor momento, porque había estado esperando esta boda durante

meses y ahora iba a tener que estar corriendo por los alrededores

asegurándose de que nada fuera robado. También, estos chicos

realmente eran profesionales. Habían levantado miles de dólares en

regalos de boda desde la última boda real a la que habían entrado sin

ser invitados, la única donde el príncipe y la princesa se habían casado

en la profunda—cintura de un estanque, para celebrar la manera en

que se habían conocido. (Al parecer el pobre chico había sido convertido

en una rana.)

—No sé cómo voy a explicar esto a Rapunzel. Soy su dama de honor.

Tengo responsabilidades. No sé porque el trabajo no pudo haber sido

entregado a alguien más que actualmente no está en la boda.

—Tal vez tu jefe imaginó que serías la persona indicada para mantener

un ojo sobre las cosas —dijo Tom.

—Tal vez.

De cualquier manera, no valía la pena preocuparse por eso ahora.

Tendría su trabajo y lo haría bien, por supuesto. Y a lo mejor eso era

apropiado, viendo cómo consiguió un trabajo policial en primer lugar

debido a la abducción de Rapunzel durante su infancia. Penelope había

querido estar segura de que no más chicas desaparecerían debido a los

celos de las brujas o los malvados hechizos, especialmente después de

que Rapunzel fuera rescatada y narrara su historia de horror a la

entrada del reino. Por supuesto, nadie había pensado que Penelope

sería capaz de mucho cuando primero hubo comenzado con la fuerza de

la policía (desde que era técnicamente una princesa y todo, y en las

mentes de algunas personas se igualaba a la princesa mimada) pero ha

demostrado que todos estaban equivocados. Era la mejor agente secreta

que había tenido ahora. Precisamente la semana pasada había disuelto

la organización criminal de una corrupta hada madrina que estuvo

estafando el acomodamiento de esperanzadas chicas que creyeron

dejarse enamorar del príncipe. Penelope se preguntaba ¿Cómo algunos

príncipes hacían pensar a las personas que estaban deambulando por

los alrededores del reino, buscando enamorarse de cada chica que perdía

un zapato en frente de ellos?

Tom se encaramó al alfeizar de la ventana del carruaje para ver como se

acercaban a los muros del castillo. Banderas con los colores del rey

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flotaban en la brisa para celebrar la boda, brillando como arcoíris

contra el cielo azul. Penelope miró fijamente el escudo de la familia

estampado a través de las telas ondeando y recordó a alguien más. Algo

bastante lamentable.

—Oh no.

—¿Qué? —preguntó Tom.

—Olvidé que el hermano menor del Príncipe Greg, Andrew va a ir ahí.

Greg era el principesco prometido de Rapunzel.

—¿Andrew? —Tom se rascó la cabeza y luego una sonrisa rompió a

través de su cara—. ¿Quieres decir aquel tipo que siempre solía

coquetear contigo al terminar el colegio?

—Sí y él no flirteaba conmigo —dijo Penelope, su voz saliendo un poco

más afilada de lo que había pretendido—. Me molestaba, me tiraba del

pelo, robaba mis libros del colegio y ponía mis vestidos de barro.

—Me parece recordar que el barro en tus vestidos era tu propia culpa —

dijo Tom con un arco en la ceja mientras se dejaba caer en el borde de

la ventana y dejó que sus piernas colgaran—. Viendo como siempre

estabas escalando árboles y corriendo alrededor de los prados.

—Sí, bueno… Andrew me metía en problemas constantemente y hacía

mi vida miserable, muchísimas gracias, y nunca flirteamos ni siquiera

una vez. Forcejeó con uñas y dientes es más como ello.

A pesar de sus impetuosas protestas, ella se sonrojó mientras él frenó—

si dios no lo quiere Tom no lo notaria. ¡Maldita sea, ese horrible

príncipe! Aun estaba causándole problemas. Bueno, con un poco de

suerte ahora estaría casado y aburrido, con una barriga y un

adelgazamiento de pelo.

El carruaje se tambaleó para una parada, enviando caer a Tom.

Penelope alisó su falda y pasó rozando los mechones de su pelo de sus

ojos.

Necesitaba parecer presentable, profesional, y… oh, lo colgó. No se

preocupó de si Andrew iba estar allí. Tenía un trabajo que hacer y un

amigo al que ver casado.

No tenía tiempo para tonterías.

Recogió su falda y su mochila, descendió del carruaje y se encontró cara

a cara con nada menos que la reina.

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—Su majestad —murmuró, bajando en una reverencia—. Mi nombre es

Penelope, y yo…

—¡Pen! —Rapunzel apareció desde detrás de la reina, abrazando a

Penelope tan fuerte que se tambaleó—. ¡Estoy tan contenta de verte!

Sobre los hombros de su amiga, Penelope vio la boca de la reina bajar,

probablemente la escandalosa ausencia de decoro que acababan de

mostrar. Oh, bueno. Nunca había sido buena al impresionar a las

reinas, especialmente no su propia madre, así que ¿por qué debería

preocuparse si a esta tampoco le gustaba ella?

Era, después de todo, la madre de Andrew.

—Su majestad —dijo Rapunzel después de que se hubo ido, dejando a

Penelope recobrar unos pocos jirones—. Esta es mi mejor amiga, Pen.

—He oído mucho sobre usted —dijo la reina con una inhalación.

Penelope sonrió. —Bueno, estoy segura de que Rapunzel ha exagerado

en gran medida de mis aventuras.

—No de Rapunzel —dijo la reina, con otro sorbo de nariz—. De mi hijo

Andrew.

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Sobre la Autora

Kate Avery Ellison.

Vive en Georgia con su marido y dos gatos mimados. Cuando no está

escribiendo se divierte viendo los programas de espectáculos de

comedias de la NBC, jugando a videojuegos y comiendo tartas heladas.

Actualmente está trabajando en una novela de zombis. Pero

decididamente es del Equipo Unicornio.

Sus libros escritos hasta ahora:

Once Upon a Beanstalk (29 de Agosto de 2011)

Thorns “The Frost Chronicles” (5 de Septiembre de 2012).

The Curse Girl (26 de Marzo de 2012)

Frost. Volumen 1 (18 de Abril de 2012)

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