cosmao, vincent - transformar el mundo una tarea para la iglesia

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  • 7/31/2019 Cosmao, Vincent - Transformar El Mundo Una Tarea Para La Iglesia

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    VI NCENT COSMAO

    TRANSFORMAR EL MUNDOUNA TAREA PARA LA I GLESI A

    EDITORIAL SAL TERRAEGuevara, 20SANTANDER, ESPAA

    Ttulo del original francs:Changer le m onde. Une t ache pour lglise Les Editions du Cerf. Pars 1980.

    Traduccin de Juan Jos Garca Valenceja Portada de Jess Garca-Abr il editorial sal terrae - santander 1981.Con las debidas licencias

    Printed in Spain I.S.B.N.: 84-293-0598-XDepsito Legal: SA. 123-1981A. G. Resma -Prol. M. de la Hermida, s/n. - Santander, 1981

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    N D I C E

    PRLOGO: DESARROLLO, TAREA DE LA IGLESIA

    I . NUEVO ORDEN ECONMI CO I NTERNACI ONAL Y FUTURO DE LA HUMANI DAD1. Antes del final de este milenio, la humanidad deber comprometerse colectivamente en la

    construccin de una tierra habitable2. La construccin voluntaria de un nuevo sistema de relaciones entre los pueblos y grupos

    humanos es condicin para la existencia humana3. La reestructuracin de la vida internacional pasa por la transformacin de las estructuras

    mentales

    I I . ANLI SI S DEL SUBDESARROLLO Y PROBLEMTI CA DEL DESARROLLO

    1. El subdesarrollo no se explica por el retraso tcnico2. El subdesarrollo de unos es consecuencia del desarrollo de los otros3. El subdesarrollo se explica por la desestructuracin de las sociedades, consecuencia de su

    polarizacin por la sociedad dominante4. La concientizacin de las poblaciones es la primera condicin del desarrollo5. El desarrollo es un proceso de reestructuracin de las sociedades: supone la reapropiacin de

    una parte de poder6. La condicin de un desarrollo generalizado es la transformacin del sistema global, del que el

    subdesarrollo es efecto necesario7. La formacin de la opinin pblica de los pases industrializados es condicin para la

    transformacin del sistema global

    I I I . ESTRUCTURACI N Y SACRALI ZACI N DE LAS SOCI EDADES EN LA DESI GUALDAD1. Dejadas a su propia inercia, las sociedades se estructuran en la desigualdad

    2. Las sociedades fabrican dioses que se convierten en sus amosI V. FUNCI N DE LA I GLESI A EN LA TRANSFORMACI N DEL MUNDO1. La Iglesia tiene una funcin que desempear en la transformacin del mundo2. La Iglesia tiene una funcin que desempear en la liberacin de las gentes que ella misma

    condujo u oblig a la resignacin3. La Iglesia tiene una funcin que desempear en la concientizacin de las gentes forzadas a

    reinterpretar sus religiones tradicionales4. La Iglesia tiene una funcin que desempear en la concientizacin y formacin de la opinin

    pblica de los pases industrializados, de los que depende en gran parte la necesaria transformacindel sistema global

    5. La Iglesia tiene una funcin que desempear en la negociacin de las contradicciones de lasociedad mundial en construccin

    6. Las funciones que se proponen o se imponen a la Iglesia provienen de su misin, que es

    anunciar la Buena Noticia a los pobres

    V. PRCTI CAS TRADI CI ONALES CORRESPONDI ENTES A LAS FUNCI ONES DE LAS QUELA I GLESI A DEBE ENCARGARSE

    1. El Evangelio, Buena Noticia anunciada a los pobres, es una fuerza de Dios para latrasformacin del mundo

    2. La tradicin judeo-cristiana est atravesada de punta a cabo por una secuencia, discontinua,de tentativas de regular la "tendencia" de las sociedades a estructurarse en la desigualdad

    3. El combate por la justicia o contra la injusticia es una de las lneas de fuerza de la prctica yde la predicacin de los profetas, encargados de velar por la fidelidad del pueblo a su Dios

    4. La praxis y la predicacin de Jess dejan claro el derecho de los pobres a participar en la vidacolectiva y en sus frutos

    5. El trabajo de los Padres de la Iglesia sobre los derechos de los pobres abre perspectivas

    msticas, ticas y polticas para la construccin de una tierra habitable

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    VI . PERVERSI N Y RENACI MI ENTO DEL CRI STI ANI SMO

    1. Al convertirse en la "religin civil" de Occidente, el cristianismo perdi durante mucho tiempola capacidad de resistir eficazmente a la estructuracin de las sociedades en la desigualdad2. Al fracasar en su intento de convertirse en la "religin civil" de un mundo que se reorganizaba

    a partir de Europa, el cristianismo vuelve a encontrar la oportunidad de ser portador de la esperanzade los pobres

    3. Cuando a Dios se le transforma en guardin del orden, el atesmo se convierte en condicindel cambio social

    4. Una lectura crtica de la historia de la Iglesia es la condicin dolorosa del relanzamiento delcristianismo como movimiento histrico

    VI I . CONCEPTOS OPERATI VOS PARA EL ANLI SI S Y LA TRANSFORMACI N DELMUNDO

    1. Dado que el mundo se ha estructurado en el pecado, la participacin en su transformacin escondicin de la conversin a Dios en Jesucristo

    2. Cuando los hombres y los pueblos se liberan de la esclavitud, descubren que Dios es suLiberador y Creador, que les llama a existir a Su imagen y semejanza3. La tierra, cuyos bienes estn destinados a todos, ha sido confiada a la humanidad, nico

    sujeto colectivo de su historia

    VI I I . PRCTI CA POL TI CA Y TEOLOGAL DE LA FE1. Si la Iglesia tiene una funcin que desempear en la transformacin del mundo, ha de asumir

    los efectos polticos de la predicacin del Evangelio2. Slo Dios es Dios3. La funcin de la teologa es dar cuenta de la prctica de la fe

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    Prlogo

    Desarrollo: tarea de la Iglesia

    Transformar el mundo era una de las expresiones de que el P. Lebrel se serva gustoso para evocar la amplitud del combate en favor del desarrollo, que haba venido a ser el eje de su vida de militante, de prctico y terico de la planificacin, de hombre de Dios. Al igual que todos los profetas,anunciaba las catstrofes que vea inscritas en las contradicciones de la vida internacional, pero propona a la vez procedimientos para negociar esas contradicciones y para realizar los cambios necesarios en las relaciones entre los pueblos as como entre los grupos sociales. Estas transformaciones se le representaban cada vez ms con las dimensiones de una autntica revolucin mundial.

    Semanas antes de su muerte, en 1966, buscando para el libro que estaba escribiendo, dirigido a los militantes del desarrollo, un ttulo que fuera evocador de las tareas que haba que emprender,acab por elegir desarrollo = revolucin solidaria. De este m odo, orient aba la revolucin a la

    realizacin de la solidaridad, aun sugiriendo que no h abra solidaridad real sin r evolucin.Transformar el mundo... haba trabajado en ello toda la vida, con los pescadores, con los pioneros de la ordenacin del territorio, con hombres de Estado del tercer-mundo que queran poner en marcha polticas de desarrollo, con funcionarios internacionales... Durante toda su vida intent adems alertar a los cristianos sobre la miseria con que haba que cargar a cuestas: el herido del camino de Jeric se haba convertido para l en smbolo de la humanidad que espera un Samaritano, mientras sacerdotes y levitas seguan su camino. Era de tal modo consciente de las urgencias, que toda inv ersin de energas que no tu viera eso en cuenta, le pareca insensata,

    En las ltimas sesiones del Vaticano II, la movilizacin de la Iglesia en orden a la transformacin del mundo fue una de sus preocupaciones prioritarias: aunque, como contemplativo que era, saba abandonarse a Dios o perderse en Dios, no era menos consciente de que la marcha hacia Diospasa por la accin. Pensaba que la audiencia de que la Iglesia dispona deba ponerse al servicio del desarrollo, es decir, de la r eorganizacin del mu ndo.

    El aliento que le animaba se encuentra en la encclica de Pablo VI sobre el desarrollo de los

    pueblos (1967), de la que fue el principal inspirador. A pesar de su comprensible reticencia ante la insurreccin revolucionaria que evocaba, no obstante, como solucin extrema (n o 31), la encclica subrayaba la necesidad de transformaciones audaces, profundamente innovadoras (n o 32),conforme a una problemtica de reorganizacin de las relaciones internacionales. La encclica retaba as a los cristianos a vivir y pensar su -fe en la perspectiva de una tarea colectiva a escala de un mundo por reconstruir. Constitua un llamamiento a la accin segn una dinmica de participacin en la Resurreccin de Cristo y en la creacin del mun do.

    Aun surgiendo en una Iglesia ya sensibilizada con los problemas del desarrollo, animando y autentificando prcticas militantes que estaban ya en vas de evolucionar de una accin caritativa, a menudo paliativa, a una accin poltica ordenada a la transformacin del sistema internacional, la encclica no consigui, sin embarg o, los efectos m ovilizadores que habra cabido esperar.

    Punto culminante de una dinmica eclesial de presencia en el mundo en la lnea del catolicismo social y de la misin, la Populorum Progressio apareca en un momento en que la puesta en marcha de las estructuras eclesiales dejaba tambin en claro la crisis de la Iglesia y la

    necesidad de reconstruirla desde el interior, en aquel volver a las fuentes que haba sido la otra lnea de fuerza del Concilio. Aunque se segua animando a los laicos a que asumiesen sus responsabilidades en la sociedad o en la v ida int ernacional se iba poniendo cada vez, m s el acento en la misin propias de la Iglesia, que es anunciar el Evangelio, como si hubiera una contradiccin entre la transformacin del mundo y la manifestacin de Dios en la difusin de su Buena Noticia. El texto del snodo de 1971 sobre la justicia en el mundo, que presentaba el combate por la justicia y la participacin en la transformacin del mundo como dimensin constitutiva de la predicacin del Evangelio, que es la misin de la Iglesia, iba a ser objeto de un trabajo de clarificacin del que uno puede pregunt arse si no iba orient ado a pacificar a aquellos a quienes inquietaba la puesta en claro del poder subv ersivo del Evangelio.

    Con todo, la observacin y el anlisis llevan a descubrir en la vida eclesial una lnea de fuerza cuyos tiempos fuertes en la Iglesia Catlica, bajo el pontificado de Pablo VI, son la encclica de 1967 y el snodo de 1971. Orientada por lo que en estos dos momentos se dijo, se constituy una corriente de vida eclesial cuyos efectos son hoy da visibles en la part icipacin de la I glesia en la v ida int ernacional.

    Esta corriente podra haber sido tambin una corriente teolgica, en la medida en que las prcticas

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    polticas en que los cristianos se hallaban comprometidos hubieran sido interpretadas como praxis de la fe.

    Yo me arriesgu, en 1967, a sugerir que la encclica apelaba a una teologa del desarrollo, no en el sentido de un razonamiento teolgico sobre el desarrollo segn la lgica de la doctrina social de la Iglesia, sino en el de una interpretacin de la vida de fe a partir de su realizacin en una praxis de desarrollo. Esta sugerencia apenas fue puesta de r elieve.

    Pero al mismo tiempo, en Amrica latina surga una teologa de la liberacin que no naca de la encclica, sino de la generalizacin del anlisis del subdesarrollo debido a la dependencia, y del compromiso de los cristianos en el movimiento de liberacin.

    Al mismo tiempo tambin en Europa o en Amrica del Norte el compromiso de militantes cristianos en la accin para el desarrollo se reforzaba, se organizaba, se haca coherente con unas estrat egias que aspiraban a at acar el subdesarrollo en sus causas.

    Las iglesias se mov ilizaron de este m odo, t anto en los pases industrializados como en los pases en vas de desarrollo, en orden a participar efectivamente en el esfuerzo global por una reorganizacin de las sociedades y de sus relaciones entre s. Se formaron autnticas redes de relaciones a travs del mundo entre militantes creyentes o no, que se vean como compaeros de un mismo combate por

    cambiar el mundo. Pero el proceso que expresara el sentido de esta accin en funcin de la relacin a Dios en Jesucristo, apenas se produjo. Aqu y all, aquellos cristianos que invierten sus energas en este esfuerzo global se encuentran an sin un lenguaje para expresar este modo de vivir su fe.

    Conscientes de la pertinencia de su accin, capaces de dar cuenta de ella polticamente en base a los anlisis de los mecanismos del subdesarrollo, llegan difcilmente a dar razn de la misma en trminos teolgicos a otros cristianos o a la Iglesia, y esto aun cuando saben por experiencia que precisamente en esta accin es donde ellos construyen y conducen su fe ante Dios y hacia Dios.Recusados como idelogos, desde el momento en que intentan expresarse con verdad, llmense o no cristianos por el socialismo, revolucionarios o marxistas, se les ve como desviacionistas o como soadores. Considerados como subversivos y perseguidos a veces como tales, son frecuentemente desconocidos tambin por polticos o tericos para quienes la religin es incompatible con la revolucin; la reflexin sobre la revolucin se ha construido, efectivamente, segn su dinmica original, en la necesaria protesta contra toda sacralizacin de las organizaciones sociales. Y entonces resulta difcilmente pensable que semejante protesta se viva tambin en referencia a Dios, aun cuando

    la experiencia creyente d pr uebas evidentes de ello.Y aunque en los movimientos revolucionarios ocurra que, en medio de la camaradera, se reconozca la autenticidad del compromiso de algunos cristianos, es dentro de la Iglesia donde, por ese mismo hecho, se pone en duda su coherencia con la fe. Las torpezas o los inevitables excesos de las tentativas de formulacin de lo que se vive en tales compromisos, contribuyen a reforzar las resistencias de la Iglesia a la contestacin de una organizacin del mundo que se ha edificado en estrecha imp licacin con su propia expansin.

    Desde que Europa, organizada como cristiandad, sali a la conquista del mundo, sus transformaciones internas se han llevado a cabo, en efecto, en reaccin contra la tutela que la Iglesia mantuvo sobre ella durante siglos. Desde que, a su vez, Europa est en trance de perder su puesto central, la Iglesia, arrastrada en ese ocaso, sigue inconscientemente determinada por las evidencias que se haban construido en el espacio cultural que ella controlaba: la civilizacin se identificaba para ella con la civilizacin cristiana; y aunque la crtica de los efectos negativos de esta civilizacin es hoy evidente, se reconoce con ms dificultad que tales efectos dimanaban casi necesariamente de

    la dinmica de dominio con que se llevaba a cabo la expansin de esa civilizacin.Las contradicciones internas que han aparecido en la Iglesia desde hace dos siglos por el hecho de su enfrentamiento ideolgico con las revoluciones europeas con las democracias liberales, con los socialismos, as como con las exigencias del proceso cientfico, etc., continan determinando la conciencia eclesial. Tales contradicciones contribuyen no poco a la incomprensin de una praxis que tiende a transformar el mundo, as como a la negacin de aquel discurso tendente a interpretar tal praxis como praxis de la fe. Se ha dicho ya todo acerca del fracaso de todas estas tentativas: sus protagonistas han sido considerados, unos tras otros, como perdidos para la Iglesia o para la tr ansform acin efectiva de las relaciones sociales.

    Parece no haber sitio para una r evolucin vivida en r eferencia al Plan de Dios sobre el mu ndo.Y sin embargo la Iglesia constituye a escala mundial un espacio social y cultural en cuyo interior

    los representantes de los pases subdesarrollados que aspiran a reconquistar el seoro de sus dinmicas sociales y los de los pases industrializados que tardan en adquirir conciencia de este derecho de los pobres tendrn alguna posibilidad de escucharse, de comprenderse y entenderse

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    acerca de la transformacin necesaria e inevitable de sus relaciones: lo que tienen en comn les posibilita comunicarse entr e s a travs de sus contr adicciones.

    Modestamente, los portavoces del tercer-mundo y los militantes del desarrollo conquistan poco a poco su puesto en la Iglesia, no buscando imponerse sino dedicndose, con el rigor que se requiere, a sus tareas de concienciacin, de gest in y de organizacin del esfuerzo colectivo.

    La peticin de un acompaamiento teolgico a la reflexin sobre su praxis es lo que me ha movido a poner en marcha un proceso reflexivo que va desde un anlisis del subdesarrollo, a una interpretacin teolgica y teologal de la praxis a que estos cristianos se han visto llevados.Confeccionado progresivamente, al paso de las cuestiones que se planteaban en la prctica, este proceso teolgico, que se une al de los telogos de la liberacin aunque su punto de partida se hallaba en la reflexin sobre el desarrollo , parece pertinente y operativo para los cristianos que buscan darse razn del significado que dentro de la fe tiene su compromiso en la transformacin del mundo.

    A fuerza de someterla a test, en reflexin con grupos de todos los matices, me ha parecido que haba llegado el momento de intentar una presentacin global y una elaboracin un poco ms extensa.No se trata todava ms que de un ensayo provisional, cuyos elementos habrn de ser revisados en

    orden a una verificacin o a una argumentacin. Pero me ha parecido que un ensayo de este tipo poda resultar til a quienes deben hacer la teologa de su praxis; a ellos va dirigido preferentemente.Debido a esto, y habiendo contribuido sus problemas, as como determinadas lecturas, a la estructuracin de mi pensamiento, no hago referencia a los textos que a veces me han permitido verificar su congru encia.

    El ensayo se presenta como un proceso de reflexin. En ocho bloques se articulan entre s 33 proposiciones que constituyen los momentos del proceso. Cada proposicin se ha desarrollado en un corto captulo para cuya lectura aislada es posible que todo el conjunto constituya su necesario contexto.

    Escritas en horas matinales ganadas a las obligaciones de la vida cotidiana, estas pginas no tienen la continuidad o la unidad del escrito que quizs hubiera permitido un trabajo de despacho o aislamiento. Dado que la problemtica se renueva incesantemente, he preferido publicarlas como estn, antes de esperar a tener el tiempo disponible para volver a escribirlas una a una, con el riesgo adems de formalizarlas excesivamente.

    Las ltimas pginas se escribieron en las horas que precedieron a la inauguracin del ministerio de Pastor Supremo de Juan Pablo II. Lo sentido durante estas tres horas dramticas me ha hecho pensar que las proposiciones aqu presentadas corresponden a la problemtica de la nueva era que se abre para la I glesia.

    Pero este trabajo est sobre todo dedicado a la memoria de L.J. Lebrel (1897-1 966) que quera transformar el mundo, y de Pablo VI (1897-1978) que lo tom en serio: al remitirme el texto de la encclica Populorum Progressio, en abril de 1967, m e deca: Este documento es tambin un hom enaje a la mem oria del querido y v enerado y aorado Padre Lebrel.

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    INuevo o rden econmico in te rnac iona l y fu t u ro de la human idad

    Al trmino de un perodo de cinco aos (1973-1978) durante el cual se puso en claro la cuestinde la instauracin voluntaria de un nuevo orden econmico internacional, sin que se pusieran enmarcha los hitos de solucin , resulta evidente que la humanidad tendr que organizarse para dirigircolectivamente su historia. Necesitar habituarse a construir, artificialmente, los sistemas derelaciones de los que depende su vida colectiva. Para llegar a ello, tendr que des-construir lossistemas de evidencias que la determinan a considerar semejante tarea como intil o impensable;tendr que pensar su futuro para decidirse a realizarlo.

    1. Antes del final de este milenio , la humanidad deber comprometerse colectivamente en la

    construccin de una tierra habitable . 2. La construccin voluntaria de un nuevo sistema de relaciones entre los pueblos y grupos hum anos es condicin para la existencia humana .

    3. La reestructuracin de la vida internacional pasa por la trans f ormacin de las estructuras mentales .

    1 . An tes de l f ina l de es te mi len io , l a hum an idad debercompromete r se co lec t ivamen teen la cons t rucc in de un a t i e r r a h ab i tab le .

    Al anunciar que a fines de este milenio 600 millones de hombres, de mujeres y nios viviran anen la pobreza absoluta , el Banco mundial ha dado una vez ms, en agosto de 1978, la alarma, y conello ha proporcionado elementos para la toma de conciencia de la que depende el futuro de lahumanidad.

    Mientras una minora relativamente decreciente se beneficiar de los progresos inimaginables quehar posibles el desarrollo de la informtica redes de informaciones, de clculo, de gestin, de

    servicios, la creciente mayora de la humanidad se ver cada vez ms en lucha con los problemasinsolubles de la satisfaccin de sus necesidades elementales: alimentarse, vestirse, alojarse, etc. Latierra productiva se encoger, acaparada por la produccin de los bienes necesarios a los ricos,incluida la energa de origen vegetal, que stos necesitarn para desplazarse, para calentarse o parahacer funcionar sus esclavos mecnicos o electrnicos.

    Rodeada por todas partes por la masa de hambrientos y desheredados, la minora tendr queencerrarse en sus fortalezas para estar al abrigo de las tentativas terroristas de los desesperados. Laseguridad vendr a ser su obsesin, y la conciencia colectiva se acomodar a las medidas que seimpongan para asegurarla. Los derechos del hombre, con sus definiciones afinadas, continuarn siendopisoteados, tanto por los poderes encargados del mantenimiento del orden como por los denunciadoresdel desorden establecido.

    Juzgando humanamente, ese es el escenario que se impone al espritu a partir de la observacinde las tendencias inscritas ya en la realidad, donde las contradicciones Norte-Sur sustituyenprogresivamente a las contradiciones Este-Oeste. Mientras los pases que han llegado antes al proceso

    de industrializacin proseguirn su avance, redistribuyendo las unidades de produccin de susempresas multinacionales a travs del mundo, y mientras algunos otros pases dotados de recursosnaturales raros o preciosos entrarn a su vez en este proceso, los campesinos del resto del mundotendrn que arrancar a tierras ingratas lo necesario para sobrevivir y los parados, apiados enaglomeraciones, sern tributarios de los excedentes alimenticios de los pases in-industrializados.

    Algn da, como consecuencia de una mala cosecha, se plantear en trminos concretos lacuestin terica debatida bajo el smbolo del bote salvavidas: los que controlan los recursosalimenticios tendrn que hacer seleccin entre los que suban a bordo no hay sitio para todos y losque, abandonados en medio de la tempestad , queden condenados a morir de agotamiento.Pero antes de que la humanidad llegue a esta situacin o a estas soluciones extremas, se generalizarla concienciacin de estado de deriva, y primero entre quienes estn destinados a ser sus vctimas: lafuerza de la desesperacin provocar en ellos el sobresalto necesario para detener el proceso y darle lavuelta. Esta toma de conciencia de las urgencias del momento se dar tambin entre algunos de losque, estando del lado de los privilegiados, no estn dispuestos a gozar de una comodidad cuyo precio

    sera el aplastamiento de las masas.

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    Semejante bienestar es adems frgil porque el progreso tcnico mismo crea quiz msproblemas de los que resuelve. La crisis en que han entrado los pases industrializados no ser

    superada sino al precio de reorganizaciones que sern, a su vez, origen de nuevas desestructuracionesde las sociedades y los modos de vida. Las nuevas posibilidades que se hagan accesibles, no lo sernms que para algunos y la humanidad corre otra vez el riesgo de dividirse en una casta de hombreslibres que gocen de la alegra de vivir y una multitud de esclavos o de abandonados, intiles y sinempleo.

    Lejos de difundirse como consecuencia del impulso, el progreso tiene, de hecho, tendencia aconcentrarse en beneficio de quienes dispongan a la vez de las capacidades fsicas e intelectuales y delos signos monetarios indispensables para tener acceso a l: ni el viaje al espacio, ni el acceso a losbancos de datos, ni el servicio a domicilio de los bienes e informaciones disponibles estarn al alcancede la mayora; stos, adems, no sabran sacar partido de todo ello en orden a entrar en el nuevoestilo de vida que pasar a ser el modelo dominante : en una civilizacin del tiempo libre, donde lanorma ser la creatividad gratuita, los frustrados sern innumerables; las perspectivas que abre ya lapublicidad no conciernen sino a los ociosos lo suficientemente cultivados o refinados para hallaren ella su recreo.

    En esta deriva de los continentes, la ayuda o el traspaso de capitales, de tcnicas y de saber-hacer no sirven ya como alcance de los pases industrializados por parte de los pasessubdesarrollados, cosa que el mundo ha estado soando durante casi veinte aos; sirven sobre todopara ocultar los acentuados traspasos de fuerza laboral y de bienes desde la periferia al centro, amedida que el poder y las capacidades de bsqueda y de innovacin se concentran en l.

    En un mundo que vive a crdito , donde el endeudamiento del tercer mundo es del mismo ordenque los gastos anuales de armamento 300.000 millones de dlares , no sern satisfechas ms quelas necesidades solventes en correspondencia con las nuevas posibilidades y, por lo mismo, con lasnuevas necesidades de la tcnica: tras el automvil, el avin, los equipos electrodomsticos, sernlos medios de informacin y de control los que reemplacen a los medios de desplazamiento, ya viejos afuerza de atascos.

    En medio de la exaltacin de su poder creador, que evidencia la vocacin y la capacidad delhombre para crear las condiciones de su existencia dominando la naturaleza, el mundo modernoparece condenado a una fuga hacia adelante que tiene el peligro de ser una carrera hacia el abismo

    mientras los bienes y servicios producidos estn necesariamente reservados a unos pocos.Indudablemente, no es la primera vez en la historia de la humanidad que las multitudes se vencondenadas al espectculo del lujo de los grandes, manifestado en sus tumbas, sus palacios o sustemplos, de los que no quedan generalmente ms que ruinas o piezas de museos. Pero sin dudaalguna es la primera vez que la humanidad se encuentra en situacin de concienciarse de lasaberraciones de una historia dirigida por unos pocos para su mayor provecho y para desdicha de lamayora.

    Los medios de destruccin, que se acumulan hasta el punto de haber sido necesario crear untrmino para llevar hasta lo superlativo una posible masacre (over killing),estn ah para indicar quelo que se prepara a travs de la ingeniosidad humana podra ser una tierra cada vez ms inhabitable y,en ltimo trmino, un desierto. Las grandes civilizaciones cuyas ruinas, testimonio de la explotacin delos hombres, admiramos, han quedado tambin ellas sepultadas bajo las arenas del desierto o en lasselvas vrgenes.

    Pero, contra toda esperanza, se hace imposible dejar de esperar que antes de que sea

    demasiado tarde la humanidad no encuentre en s misma, en su aspiracin a la vida, el alientonecesario para concebir y emprender la tarea colectiva que se le impone para la construccin deuna tierra habitable para todos. Cuando se piensa en las civilizaciones desaparecidas, no puedeuno menos de preguntarse si la que ahora contina construyndose acentuando desigualdades,no est ya sacudida en sus fundamentos. Las dudas que se insinan en cuanto a su evidentecongruencia son tal vez las primeras fisuras por donde podra penetrar la arena del desierto. Talvez sealen tambin la hora de las revisiones, por donde podra empezar la accin colectiva dela que depende el porvenir. Cuando no se impone ya de entrada el camino que hay que seguir,se hace posible la exploracin de nuevos caminos.

    Cuando se piensa en las proezas de que han sido capaces los grupos humanos para sobreviviren tierras ingratas o bajo climas hostiles, cuando se piensa en los miles de aos que han sidonecesarios para poner en marcha los modos o los procedimientos elementales que constituyen la basede la agricultura, la cra del ganado o la cocina, no hay lugar para desesperar de la capacidad de lahumanidad en rehacerse y afrontar el colosal desafo que representa el paso necesario a la

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    organizacin colectiva de su vida a escala planetaria. El dominio de las dinmicas sociales no es msimpensable que el de la naturaleza. La construccin de una tierra habitable para todos ser el desafo

    de finales de este milenio.No hay por qu decir que el mundo en el que la humanidad afronta semejante tarea es el nicositio posible de la praxis y de la inteligencia de la fe en Jesucristo. Es en el seno de esa historia en vasde hacerse a tientas donde la Iglesia se construye. Y participando efectivamente en ella es como laIglesia se sita ante las verdaderas cuestiones que rigen su acceso a lo que se dice en la Palabra deDios.

    No habra, pues, que dejar por ms tiempo al margen de la vida eclesial esos asuntos de estemundo de los que depende el futuro de la humanidad. Es en el corazn mismo de la praxis eclesial dela fe donde tienen su puesto , y su concienciacin aparecer cada vez ms claramente como lacondicin de la seriedad y del significado de la fe.

    La Iglesia que est en vas de surgir en este mundo amenazado de muerte tiene una funcin quedesempear en su salvamento y reconstruccin. Al final del milenio en el que se construy lacristiandad la Iglesia se ve remitida a su verdad y a su dinmica originarias. Asumiendo su parte enlas tareas de organizacin de un sistema mundial en el que todos tengan alguna posibilidad de

    realizarse como humanidad, es como se ve invitada a trabajar en su propia reconstruccin y a poneren marcha su misin. El signo de los tiempos por excelencia consiste quizs en esta convergenciaentre las necesidades de la historia y las lneas de fuerza de la historia santa.

    2 . La cons t rucc in vo lun ta r ia de un nuevo s i s tema de r e lac iones en t r es lo s pueb los yg rupos hu man os es cond ic in para la ex is tencia hum ana .

    Las sociedades se construyen al hilo de las relaciones que se establecen entre los grupos humanoscon ocasin de los intercambios de bienes , materiales o simblicos, y de servicios que constituyen latrama de toda vida colectiva.

    A lo largo de los siglos y de los milenios, la regulacin y estructuracin de estas relaciones sehaca bien por la negociacin permanente en las sociedades tradicionales, bien por las leyes queimponan los grupos que detentaban el poder en las sociedades centralizadas. Lo que caracteriza a lostiempos modernos es la confrontacin de dos hiptesis de traba jo o de dos sistemas de regulacin delas relaciones sociales: mediante el mercado, es decir, por la negaciacin, o mediante la planificacin

    centralizada o del Estado. Sin duda, no resulta prematuro constatar que, erigidas en teoras estas dospraxis, han revelado al menos sus lmites: de una forma u otra, tendrn que completarse oequilibrarse mutuamente.

    Sea lo que fuere de lo que a nivel de Estados se produzca, la construccin de la sociedad mundial,que es la sociedad global de todos los grupos humanos, no podr realizarse ms que mediante lanegociacin de los recortes que todas las naciones acepten imponerse con vistas a un funcionamientoms eficaz y ms equitativo de sus intercambios. Dado que todava no existe una autoridad mundial, laregulacin de las relaciones entre los pueblos no podr verificarse ms que mediante la construccinconcertada de sistemas de obligaciones a los que unos y otros aceptarn someterse.

    A una negociacin de este gnero invitaban los pases del tercer mundo no alineados y 77 msa los pases industrializados, al proponer a la comunidad intermundial la instauracin de un nuevoorden econmico internacional (Declaracin de la 6. a asamblea general extraordinaria de la ONU, 1 demayo de 1974). Durante cerca de cuatro aos, la vida internacional estuvo polarizada por estanegociacin, sin llegar a obligarse a ella: el impasse en que as se ha desembocado no es, sin duda,

    ms que un tiempo muerto; de una u otra forma, habr que reemprender esta tarea imposible peronecesaria. La complejificacin misma de las relaciones de interdependencia entre pases exige suorganizacin y planificacin a base de la construccin progresiva de normas y estructuras queposibiliten su regulacin.

    La ley del dejar hacer, fundamentada en la complementariedad natural de los beneficioscomparativos, ha dado pruebas de su ineficacia para un progreso generalizado: terminainevitablemente en el dominio del fuerte sobre el dbil, haciendo verdadero a escala mundial elpensamiento de Lacordaire: entre el rico y el pobre, entre el fuerte y el dbil, la libertad oprime y laley libera. Pero para someter a ley las relaciones entre los pueblos, ser preciso elaborar la ley artculopor artculo. Contrariamente a lo que tendera uno a pensar, ese trabajo se ha emprendido yaampliamente:

    las declaraciones, pactos o convenciones concernientes a los derechos del hombre, a laslibertadas o derechos sociales, constituyen las bases frgiles pero ya definidas de un derechointernacional que estara en condiciones de estructurar el necesario consenso para la puesta en marcha

    de un proyecto colectivo;

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    las innumerables convenciones o acuerdos indispensables para el encauzamiento del correo,para la navegacin martima o area, para la lucha contra las grandes endemias, contra las langostas

    o la polucin, etc., son los primeros elementos de una organizacin internacional.Pero la tarea apenas ha comenzado: lo que se trata de organizar es el conjunto de las relacionesentre los grupos humanos, creando los sistemas de regulacin necesarios para su buen funcionamientoen inters general.

    Es lgico que quienes sufren las consecuencias de la anarqua sean los que proponen laconstruccin de un orden susceptible de garantizar sus legtimos derechos. Y es lgico tambin queaqullos a quienes beneficia la ley del dejar-hacer se sientan poco dispuestos a someterse a normasque menguaran sus privilegios.

    Pero a medida que se multipliquen y se hagan complejos los intercambios, se har evidente quelos intereses, aparentemente contradictorios a las inmediatas, son complementarios a largo plazo, todavez que la humanidad est en comunicacin consigo misma en el espacio cerrado del planeta: lacoordinacin que se impone en el momento en que aparece una epidemia lo demuestra claramente;las repercusiones mundiales de una mala cosecha en la U.R.S.S., de una sequa en el Sahel o de unahelada en los cafetales del Brasil hacen entrever tambin el inters que todos los hombres tienen en

    administrar colectivamente un patrimonio que no es inagotable y que todos tienen razn en reivindicaro cobrar su parte.La reticencia de los pases industrializados a comprometerse en la concertacin que se les

    propone es explicable sin duda por la tendencia de los privilegiados a defender lo que ellos consideranderechos adquiridos. No es menos una seal inquietante de falta de visin a largo plazo y deinteligencia de los intereses bien entendidos. El proteccionismo que lgicamente se desprende delrechazo a una concertacin prospectiva, lleva inevitablemente a la esclerosis: la crispacin de lospases industrializados en sus propios problemas internos es, desde este punto de vista, uno de lossntomas ms inquietantes de la crisis mundial; y ms preocupante an, aun siendo comprensible, esla tendencia a ese repliegue sobre s mismos de grupos que se consideran los pioneros del progresosocial: la defensa del empleo en los pases industrializados supone caer en la cuenta del dramticosubempleo del tercer mundo. Los problemas econmicos y sociales y, por lo tanto, los problemaspolticos son ya, irreversiblemente, problemas mundiales.

    Lo que los representantes del tercer mundo proponan no era un modelo prefabricado de orden

    internacional o un plan mundial; era la puesta en marcha de una negociacin permanente en la queparticiparan todos los Estados, cualquiera que sea su poder econmico o poltico, con miras a unaredistribucin de los recursos, de las actividades productivas y del poder. Al asumir solidariamente elcontrol de sus recursos naturales especialmente de aqullos que, dada la necesidad que de losmismos tienen los pases industrializados (petrleo, fosfatos, etc.) constituyen una base denegociacin, ellos se dotaban de un mnimo de poder necesario para pesar en esa relacin defuerzas. Esta prueba de fuerza fue suficiente para que se admitiera la oportunidad de la negociacinpropuesta, pero no para que se iniciara de hecho, aun cuando la discusin sigue en pie acerca dealgunas de sus cuestiones previas, como la estabilizacin de las cotizaciones de los productosprimarios o la renegociacin de las deudas del tercer mundo.

    Ms all del impasse al que llegaron las conferencias internacionales, ser preciso que algn dase restablezca la verdadera negociacin, la que tenga por obj etivo la puesta en marcha de una gestinresponsable del patrimonio comn de la humanidad: la tierra que sta habita.

    En la historia de la humanidad se franque un primer umbral con el paso de la recoleccin y de

    la caza a la agricultura y la cra de ganado. Se ve llegar el da en que se har necesario pasar de lapesca a la cra o acua-cultura, so pena de que desaparezca la fauna marina que proporciona una partede la alimentacin humana. Pero a medio plazo y en cuanto al conjunto de los recursos disponibles,ser necesario pasar de una economa de recoleccin o predacin a una economa de gestin: laeconoma industrial se organiz sobre la evidencia de que las materias primas o los productosprimarios no tenan valor o tenan poco valor; slo su transformacin les confera valor al hacerlostiles o necesarios. Y es exacto: el petrleo no vala nada en tanto dorma bajo la arena. Pero desde elmomento en que estos recursos se hacen necesarios y dejan de ser inagotables , resulta indispensableadministrarlos con prudencia previendo incluso las sustituciones que se impondrn algn da, contodos los trastornos que tal hecho acarrear.

    Al pasar de la caza a la cra de ganado, el hombre primitivo se haca cargo de la reproduccinde sus recursos alimenticios. Y pasando de la predacin a la gestin de los recursos primarios, elhombre moderno progresar un paso ms en el dominio de sus relaciones con la naturaleza. Pero hacefalta que lo quiera.

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    Ms all de la liquidacin de las secuelas del colonialismo o del imperialismo, estadio supremodel capitalismo, se trata de construir una economa, y con ello unas relaciones sociales, cuya finalidad

    sea efectivamente poner los recursos de la naturaleza, transformndolos, a disposicin de los hombresque los necesiten para asegurar y organizar su existencia. Por sorprendente que pueda parecer para elsimple sentido comn, es forzoso constatar que la cosa no es as: la explotacin de los recursos se haconvertido en uno de los medios del poder o la riqueza; apenas est ordenada a la satisfaccin de lasnecesidades. El consumo est determinado por la produccin, produccin que crea la necesidad de suproducto, y no una produccin para el consumo. Cuando lo absolutamente necesario falte a unamayora, se har preciso pensar y poner en prctica la redistribucin de los recursos con el fin desatisfacer las necesidades.

    El problema de un nuevo orden econmico, social y poltico internacional sigue, pues, planteadoen todo caso. El redoblado despliegue de las actividades de produccin por parte de las empresastransnacionales y el consecuente aumento a corto plazo del paro en los pases industrializadosllevarn, adems, a una agitacin de la opinin pblica que no se ha producido mientras eran slo lospases subdesarrollados los que sufran las consecuencias de una industrializacin incontrolada. Elreflujo del subdesarrollo, es decir, de la desintegracin de las sociedades, hacia el centro

    industrializado, acelerar la toma de conciencia de la dimensin mundial del fenmeno y de lanecesidad de una organizacin mundial para dominarlo.Los pueblos de los pases industrializados, de los que depende en buena parte la reorganizacin delmundo, descubrirn que son los primeros interesados en la poltica que los pases del tercer mundohan tomado la iniciativa de proponerles. Porque el estallido del mundo unificado por la colonizacin noanula las relaciones de interdependencia que se han edificado sobre la asimetra y que tendrn quereedificarse en la cooperacin a partes iguales. Las polticas voluntarias que seran necesarias paradesarrollos separados seran infinitamente ms onerosas que las que se orientan a la coordinacin delos esfuerzos para satisfacer las necesidades de todos.

    Pero esta evidencia est todava lejos de imponerse a los grupos humanos que, desde la eraneoltica, se han habituado a atrincherarse en el rincn de tierra roturado por ellos. Para franquear elumbral ante el que se encuentra la humanidad, ser necesario que se transformen radicalmente lasestructuras mentales moldeadas a lo largo de los milenios durante los cuales los grupos humanos hanprotegido sus territorios, a falta de poder organizarse para habitar pacficamente la tierra.

    3 . La r ees t ruc tu rac in de la v ida in te rnac iona l pasa po r l a t r ans fo rmac in de lases t ruc tu ras men ta les .

    Mientras un orden de cosas, cualquiera que sea, es coherente para la mayor parte de losmiembros de un grupo o para la mayora de los hombres, no hay posibilidad de transformarlo, comono sea por la fuerza o por la accin perseverante de una minora activa cuyas convicciones trastornanlas ideas recibidas. Las grandes mutaciones que jalonan la historia de la humanidad se han visto as llevadas a trmino por unas minoras lo suficientemente seguras de su verdad o de su fuerza paraimponer a la larga sus puntos de vista al conjunto.

    En el curso de los ltimos siglos, el desarrollo cientfico y tcnico ha hecho as pensable, enmuchos terrenos, lo que antes no lo era por el hecho de que la experiencia acumulada en la memoriacolectiva no dejaba sitio a lo que no hubiera sido nunca observado. El sol sala, el sol se pona, y estoera de tal manera evidente que, siglos despus de haberse demostrado la rotacin de la tierra alrededor del sol, las estructuras del lenguaje no se han modificado. Y aunque lo impensable se haga

    con frecuencia evidente, no es menos cierto que hay zonas de sombra de la conciencia colectiva sobrelas que la investigacin racional no tiene una ascendencia real.En las relaciones entre los grupos humanos, por ejemplo, la afirmacin generalmente admitida

    de la pertenencia de todos los hombres a una misma humanidad, solidaria para lo mejor y para lopeor, no cambia gran cosa la desconfianza instintiva hacia el otro, cuya diversidad siguepercibindose como una amenaza o una aberracin. El grupo no se constituye en su identidad y sucoherencia si no es delimitando sus fronteras, ms all de las cuales empieza la incertidumbre y laangustia de la diferencia o del caos.

    La multiplicacin de intercambios entre los pueblos todava no es de tal naturaleza que puedaconstituir el grupo-humanidad. Por todas partes, las certezas que sustentan las solidaridadesrestringidas son de una fuerza tal que las fronteras entre sexos, religiones, modos de vida o formas depensamiento permanecen tan infranqueables como en la noche primitiva: el otro no tiene razn paraser diferente, aun cuando la urbanidad o la cortesa obligan de hecho a aceptarle o tolerarle tal comoes; basta que se rompan las regulaciones impuestas por las necesidades de la vida colectiva para que

    la barbarie, de la que mutuamente sospechan los grupos, se desencadene de nuevo entre ellos. El

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    silencio que se hace en torno a tales manifestaciones, cuando se producen, es por su partesignificativo de la fragilidad de los progresos de la humanidad en la comunicacin consigo misma.

    En la infraestructura de la vida colectiva, en las zonas de sombra que analgicamente podrandenominarse inconsciente colectivo, la evidencia de la unidad de la humanidad no est inscrita msque en filigrana: las estructuras mentales no estn todava ordenadas a la creacin o a la promocindel hombre por el hombre a escala de especie.

    Sea lo que fuere de la determinacin de las estructuras mentales por las estructuras o las praxissociales, las evidencias colectivas constituyen por s mismas bloques intangibles o difciles de abordarsobre los que, sin embargo, habr que actuar directamente para que sea pensable una organizacin dela vida colectiva de toda la humanidad en orden a hacer la vida posible para iodos.

    Si la expresin no estuviera demasiado gastada , podra decirse que el cruce del umbral ante el quese encuentra la humanidad depende de una autntica revolucin cultural: la ampliacin de lasfronteras de todos los grupos a una dimensin de especie , en el espacio y en el tiempo es, en efecto,la condicin de supervivencia o de futuro. Su necesidad est afirmada en la Declaracin universal delos derechos humanos y en los pactos y convenios que tienden a darle fuerza de ley. Pero no es menoscierto que casi todo est todava por hacer para que lo dicho corresponda a la realidad y, antes de

    nada, para que se admita como algo que cae por su propio peso. En efecto, slo estructurando elinconsciente colectivo se hace operativo ese razonamiento aceptado.As, la seguridad social se ha impuesto, progresivamente, como una de las condiciones de

    funcionamiento de las sociedades industrializadas. Podrn impugnarse determinadas modalidades de lamisma, pero no se volver a discutir el principio. De esta manera, lo que durante mucho tiempo se viocomo una reivindicacin intempestiva, ha venido a ser una de las estructuras de la concienciacolectiva.

    La instauracin de un nuevo orden econmico internacional se considera todava una utopa. Ysin embargo, desde 1948 la Declaracin universal de los derechos del hombre estipula en su artculo28: Toda persona tiene derecho a que reine, en el plano social y en el plano internacional, un ordental que los derechos y libertades enunciados en la presente Declaracin puedan obtener en l un efectopleno.

    Queda al gusto de cada uno el lamentarse o sublevarse ante el abismo que separa a estadeclaracin de la realidad. Pero la elaboracin de tales textos no es menos representativa de un

    trabajo de la humanidad sobre s misma del que depende, a largo plazo, la modificacin enprofundidad de la conciencia colectiva.Por ms que la opinin pblica sea una realidad inaprehensible, aunque manipulable, todo el

    mundo empieza a estar de acuerdo en reconocer que puede convertirse en un poder o un contra-poder ms poderoso que las fuerzas armadas o que los intereses econmicos, cuando esa opinin toma unadecisin ante situaciones que le resultan intolerables. Y aunque los ms hbiles en manejarla son losque detentan el poder , econmico o poltico, no est excluido que la opinin pblica se constituyatambin segn las aspiraciones y las exigencias de quienes quieren un nuevo orden internacional,puesto que sufren las consecuencias del desorden reinante.

    Apostar por una hiptesis semejante no es ms ilusorio que creer en la democracia, por ms quesus retrocesos sean innegables, ya que la informacin generalizada, por controlada que est, permiteque poco a poco todos los hombres tomen conciencia de su derecho a participar en la direccin de suvida colectiva. En efecto, cuanto ms circula la informacin, ms en condiciones estn los pueblos deponer en duda la legitimidad o la evidencia de las normas o de las estructuras que se les imponen.

    Aunque no exista sociedad sin obligaciones impuestas, aceptadas o interiorizadas, cada vez leser ms viable a la mayora en todas las sociedades verificar la congruencia de tales obligacionespresentadas como necesarias. Dada la violencia que los hombres deben hacerse para vivir en sociedad,y por eso mismo para construirse como humanidad, sern ellos mismos quienes exijan cada vez msser sus autores o, en todo caso, sus negociadores.

    Sin excluir las regresiones que la historia demuestra como siempre posibles, no est fuera derazn el apostar por una creciente participacin de la mayora en la construccin de un orden al quetodos tienen derecho para vivir en l en paz.

    Pero esa escalada en la conciencia de la humanidad no se producir ms que si se constituye enobjetivo para cuantos son conscientes de la necesidad de transformar las estructuras econmicas,sociales y polticas que crean obstculos al desarrollo generalizado. Despus de haber reconocido elcarcter estructural del subdesarrollo, y por lo tanto de toda accin en favor del desarrollo, en losucesivo es necesario tener en cuenta las estructuras mentales y los sistemas de evidencias colectivasque los sostienen o los determinan. Aquello que pasa por evidente certezas de tal modo

    interiorizadas que se han vuelto inconscientes constituye, en efecto, el principal obstculo a las

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    transformaciones de las estructuras que rigen las relaciones entre los grupos humanos. Mientras lainstauracin de un nuevo orden econmico internacional parezca impensable o utpica, el trabajo

    sobre estructuras que se lleve a cabo en las negociaciones internacionales quedar paralizado: losgobiernos y las organizaciones internacionales no pueden, en efecto, adoptar o hacer ratificar textosque creen obligaciones sin la adhesin tcita o consciente de los pueblos a los que comprometen.Contrariamente a lo que uno tendera a pensar, ocurre que los representantes de los poderes pblicos,forzados a leer muchos expedientes, van por delante de la opinin pblica en la toma de conciencia delos problemas que hay que resolver y en la voluntad poltica de buscarles solucin.

    Por otra parte, asistimos quizs a la aparicin de una clase poltica internacional dispuesta aavanzar rpidamente, pero carente de toda capacidad negociadora, cerca de la opinin pblica, desoluciones cuya conveniencia nadie pone en duda.

    Para que funcione la dinmica internacional har falta que se forme, en concreto en los pasesindustrializados, una voluntad poltica que dimane de la toma de conciencia, por parte de la inmensamayora, de la necesidad de organizar la vida colectiva de la humanidad. Este paso de la escala denacin a la de especie supone la quiebra de los presupuestos nacionalistas que representan la formams rgida de particularismo que se impuso por la fuerza a etnias a las que el poder oblig a vivir

    juntas. La resistencia pasional a toda supranacionalidad es, desde este punto de vista, un sntomainquietante de la impotencia colectiva ante el cambio de fase a que llega la historia de la humanidad.No ser menos necesaria la transformacin de las representaciones usuales sobre el desarrollo y el

    subdesarrollo que la ampliacin de las fronteras a cuyo abrigo los grupos piensan y organizan su vidacolectiva. Por ms que sea de buen tono sonre r ante esta afirmacin, el mito del progreso siguedeterminando la representacin de la historia humana siguiendo la imagen de una caravana cuyavanguardia traza infaliblemente el camino. El subdesarrollo no es, entonces, sino el estadio anterior aldesarrollo, el estado de miseria del que los pueblos no saldrn ms que ponindose en vas dedesarrollo segn la va abierta por los que han conseguido su desarrollo.

    Las trampas e inercias del lenguaje son particularmente significativas del trabajo que queda porrealizar para hacer pensable una reorganizacin del mundo de la que depende el desarrollogeneralizado.

    I I

    Anl is is del subdesar ro l lo y prob lem tica del desar ro l lo

    Por ms que la negociacin para la instauracin de un nuevo orden econmico internacional seencuentra en un impasse, los aos durante los que se ha mantenido en el centro de la poltica mundialno han sido del todo perdidos. Han posibilitado, en efecto, un avance colectivo en el anlisis delsubdesarrollo y en la exploracin de las condiciones de un desarrollo generalizado.

    Se ha empezado a comprender que, lejos de reducirse a la situacin previa al desarrollo, elsubdesarrollo es siempre parte del proceso expansivo de un desarrollo anterior, proceso que, en lassociedades perifricas, es el efecto del desarrollo de las sociedades que estn en el centro del sistemaconstruido para su organizacin y su expansin.

    Por eso, la condicin del desarrollo no es la mera transferencia de los medios de desarrollo

    desde el centro a la periferia, sino la puesta en movimiento de esa periferia mediante laconcientizacin de las poblaciones en subdesarrollo, la reestructuracin de las sociedades, la voluntariatransformacin del sistema global y la concientizacin de las poblaciones, que slo una voluntadpoltica lograra que fuera posible.

    1. El subdesarrollo no se explica por el retr aso tcnico. 2. El subdesarrollo de unos es consecuencia del desarrollo de los otros. 3. El desarrollo se explica por la desestructuracin de las sociedades, consecuencia de su

    polarizacin por la sociedad dom inante. 4. La concientizacin de las poblaciones es la prim era condicin del desarrollo. 5. El desarrollo es un proceso de reestructuracin de las sociedades: supone la reapropiacin de

    una parte de poder. 6. La condicin de un desarrollo generalizado es la transformacin del sistema global, del que el

    subdesarrollo es efecto necesario.

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    7. La formacin de la opinin pblica de los pases industrializados es la condicin de la transformacin del sistema global.

    1 . El subdesar r o l lo no se expl ica por e l re tr aso tcn ico .Entre las evidencias difciles de desarraigar, la identificacin del subdesarrollo con el retraso

    tcnico es indudablemente una de las ms notables. El origen mismo de la palabra, de larepresentacin y del concepto se explica por la constatacin de la ausencia en los pasessubdesarrollados de las ms elementales tcnicas que un ciudadano de pases industrializados noimagina que pudieran faltarle: la rueda, la energa animal, hidrulica, elctrica o mecnica, los mediosde desplazamiento o de comunicacin a distancia, etc.

    El hombre moderno tiene tal experiencia de la utilidad de estas tcnicas, que tiende a olvidarque son, en su mayora, de invencin reciente, y difcilmente puede concebir que otros gruposhumanos puedan o hayan podido vivir humanamente sin tener acceso a ellas. Ms difcil le resulta animaginar que su falta pueda explicarse por el hecho de que no se haya hecho sentir su necesidad, yaque otras tcnicas se pusieron en marcha para resolver los problemas con que los hombres tenan quehabrselas. Las investigaciones paleontolgicas, arqueolgicas o etnogrficas han demostrado, en

    cambio, con qu perfeccin y a veces con qu facilidad los grupos ms diversos consiguen vivir ennumerosos casos en los ms hostiles entornos: en los hielos polares, los desiertos o las selvas vrgenessacando el mejor partido de los elementos a su disposicin para dar con las respuestas ms ingeniosasa los problemas concretos. En muchos terrenos, las civilizaciones llamadas primitivas siguen sin sersuperadas aun cuando, por rodeos a veces complicados, el hombre moderno llega aparentemente asoluciones ms satisfactorias.

    Desde este punto de vista, la civilizacin que se ha desarrollado en Europa a partir del siglo XII,heredera por otro lado de las civilizaciones greco-romana, islmica, china, etc., ha impuesto su modelode tal forma que ha borrado de la memoria colectiva todas las proezas y las audacias que permitierona los hombres acceder a la humanidad a lo largo de los milenios que precedieron a estos pocossiglos de progreso. La domesticacin del caballo, del perro, del halcn o la serpiente, la defensacontra el calor y la humedad en el trpico, el dominio del agua en el cultivo del arroz en terrazas, o delas plagas forestales, la organizacin de la vida colectiva segn estructuras de parentesco tan rigurosascomo las de la lengua, etc., representan, no obstante, conquistas de una importancia real: sera

    peligroso olvidar que a travs de ellas han conquistado los hombres su humanidad. Y sucede que losinvestigadores toman conciencia de ello y se preocupan por conservar una adquisicin que sus propiasmanipulaciones pueden poner en peligro. No es que se trate slo de acumular en los museos losvestigios del pasado, sino frecuentemente de prevenir el futuro: as, por ejemplo, en la seleccinanimal se conservan a veces las cepas a partir de las cuales se hacen los cruces, ante el temor deque, si degeneran los productos, pueda hacer falta algn da volver al punto de partida. Por elcontrario, las concentraciones geomtricas de las tierras, en determinadas regiones de boscaje, hantenido tales consecuencias, climticas o de otro tipo, que los especialistas se han visto obligados apreguntarse, ms modestamente, sobre la congruencia de la organizacin del espacio por parte de losantepasados.

    Pero el redescubrimiento de las realizaciones humanas olvidadas no slo es til en orden a unmejor conocimiento de la historia o de la prehistoria, o de cara a un avance ms prudente en el futuro.Es necesario para la comprensin de la realidad que estamos habituados a denominar subdesarrollo y,de rechazo, tambin para la orientacin de una accin en orden al desarrollo.

    Si las realizaciones de las sociedades llamadas desarrolladas fuesen, desde cualquier punto devista, no slo las mejores, sino las nicas pensables a partir del momento en que se produjeron, elproblema del desarrollo sera relativamente sencillo de resolver. Bastara transferir, inculcar, imponerincluso a los pueblos subdesarrollados los conocimientos, las tcnicas, las tcticas empleadas en lospases desarrollados. Y as es como se ha pensado y como, por lo general, todava se concibe la accinen favor del desarrollo: los que saben van a educar a los que no saben. Los resultados a menudo estnlejos de ser convincentes, pero la problemtica no por ello se ha revisado: los fracasos se achacan alos alumnos o aprendices, cuya ineptitud para el progreso explica entonces, mucho mejor, el retraso.

    Nos encontramos aqu ante un tpico caso de estructura mental, producto de una historiaparticular, que constituye un obstculo, aparentemente insuperable, para la aprehensin de la realidadhumana global. Cuanto ms sencilla es sta, si se la interpreta en funcin de una evolucin cuyadireccin indican los pases desarrollados, tanto ms compleja y rica aparece si intentamos seguir losdiferentes moldes segn los que se ha realizado la humanidad. Que todos queden condenados areabsorberse en el de la modernidad tal vez no es evidente y, si lo fuera, sera de desear que

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    confluyeran en ella enriquecindola, en lugar de perderse en su seno y relegar al olvido susadquisiciones que algn da podran ser preciosas.

    Es importante, pues, no por aficin al folklore, sino en orden a la definicin de las condicionesdel desarrrollo, intentar comprender la historia anterior a la entrada de los pueblos en el subdesarrollo.Si el subdesarrollo no es slo el estadio anterior al desarrollo, hay que concluir que algn da hubo enla historia de todo un pueblo un estadio anterior al subdesarrollo, ya que ninguna sociedad sereproducira durante milenios en el subdesarrollo. Las sociedades humanas no se reproducen degeneracin en generacin sino en la medida en que consiguen producir sus condiciones de existencia.Todas las sociedades humanas proceden del fondo de los tiempos. Las comunicaciones entre ellas erantales al menos hasta los ltimos milenios que todas han tenido que poner en marcha por s mismaslas tcnicas, las organizaciones, las representaciones que les eran necesarias para existir y parafuncionar transmitiendo su experiencia a los nios que en ellas nacan.

    Desde el momento en que se intenta comprender as la prehistoria y la historia de la humanidaden su globalidad por otra parte, sin conseguirlo: tan parcial o tan poco imparcial es a menudo suconocimiento resulta claro, en contra de lo que comnmente se cree, que el retraso de una sociedadcon respecto a otra es por lo menos relativo, al no ser ninguna, de forma indiscutible, el patrn oro

    para todas las dems. En el siglo XV, cuando estaba a punto de empezar la expansin europea, estarelatividad de las civilizaciones era indudablemente ms perceptible que hoy da. Los pueblos que ibana ser agentes del progreso, estaban menos seguros que sus descendientes de su superioridad o desu adelanto sobre los otros. Uno de los motores de su dinamismo sera, en efecto, el descubrimiento yla conquista de las maravillas de otros mundos. Para comprender el subdesarrollo es importantereencontrar esa curiosidad que lleva a maravillarse de las realizaciones diferentes, superiores ocomplementarias de los dems.

    La historia de toda sociedad humana es el producto de una combinacin entre memoria eimaginacin: acumulacin y prolongacin de la experiencia segn una trayectoria ms o menoscontinua en la que las rupturas pueden ser ocasiones de progreso. Toda sociedad se construye y sereproduce organizndose para articular entre s las experiencias y los descubrimientos que enriquecensu tradicin sin perturbarla, en un equilibrio o coherencia indispensable para que la vida contine: lareproduccin de las estructuras sociales o mentales de una generacin por otra no es necesariamentesigno de esclerosis; puede ser, por el contrario, la consecuencia de la perfecta adecuacin de una

    experiencia acumulada. Se dice que los pueblos felices no tienen historia, lo cual viene a decir que larepeticin de gestos, procedimientos, representaciones, etc., puede ser seal de su acierto ypertinencia. Si por este hecho los problemas de los que dependa la vida hallaban su solucin, enfuncin de qu criterio puede hablarse de retraso?

    Semejante evaluacin comparativa, por lo dems, carece de inters. El verdadero problema noest ah, sino en llegar a comprender que antes de entrar en el subdesarrollo los pueblos que se venamenazados de morir por l, vivieron durante siglos y milenios satisfaciendo sus necesidades dealimento, proteccin, organizacin e inteligencia del mundo y del destino de s mismos. La miseria queproyectan sobre su pasado y sobre el pasado de otros pueblos, los grupos humanos que piensanhaberse librado de ella gracias al proceso tcnico, sin ser ilusoria, quizs no fue tal como se laimaginan. La escasez de bienes o el desvalimiento de los hombres en la naturaleza, aunque fueranoriginarios, fueron tambin superados desde los orgenes, ya que la humanidad se ha conquistado a s misma a lo largo del tiempo.

    Sin pretender volver al mito del buen salvaje, de la edad de oro o del paraso terrestre, que es

    como una estructura del inconsciente colectivo, es importante darse cuenta de que desde su aparicinen la tierra la humanidad siempre ha logrado conquistar su existencia en medio de un entorno en elque tal existencia jams le estaba asegurada. Desde que ha habido hombres en la tierra, han estadoen desarrollo, es decir, en trabajo de dominio sobre la naturaleza y sobre sus condiciones deexistencia. Todas sus conquistas han contribuido a la consolidacin de sus logros de vida, aunquemuchos de stos hayan quedado olvidados porque de momento resultaban menos eficaces que otros.

    Anteriormente al subdesarrollo exista el desarrollo, un desarrollo diferente al que pareceimponerse desde que las sociedades tecnicistas, que han resultado mucho ms poderosas que lasotras, extienden su dominio eliminando las restantes modalidades de relacin de la humanidad.

    El retraso se reduce, pues, a una relacin de fuerzas. Las sociedades ms poderosas imponena las otras no slo sus modos de hacer y de pensar, sino su lectura de la historia y de la evolucin dela humanidad. Su adelanto no es sino la representacin que ellas se forjan, o que imponen a las otras,de su poder y de su dominacin: tienen razn, sirven de criterio porque son las ms fuertes; la ley delvencedor destruye hasta el recuerdo de las largas marchas que fueron precisas a todos los pueblos

    para construirse como humanidad. Las sociedades tradicionales podan apoyarse en su pasado porque

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    conocan el valor de las lecciones que reciban de l. Polarizndose sobre el futuro, sobre larecuperacin de su retraso, corren el peligro de perder su propia identidad y, por eso mismo, de

    entrar irreversiblemente en el subdesarrollo.2. El subdesar r o l lo de unos es consecuencia del desar ro l lo de los o tr os .Si los pases subdesarrollados se encontraban en desarrollo antes de entrar en el subdesarrollo,

    hay que preguntarse qu accidente perturb su evolucin, interrumpiendo los procesos que, degeneracin en generacin, haban permitido a sus sociedades reproducirse por repeticin de s mismasaunque renovndose en lo que hiciera falta para adaptarse a los cambios de su entorno. Ese accidentepuede ser de origen interno o externo; puede consistir en una degeneracin biolgica o cultural, opuede ser efecto de una intervencin externa.

    De un modo general, parece que se puede anticipar que la desorganizacin de las sociedades esefecto de la intervencin o del influjo externo, de la entrada en contacto con una sociedad enexpansin y, por eso mismo, en posicin de fuerza, por ms que haya que valorar en cada caso en qumedida esa intervencin exterior ha sido perturbadora, debilitadora o, por el contrario, estimulante. Enlas relaciones entre sociedades diferentes, el influjo de la sociedad dominante puede ser siempre de un

    doble efecto: factor de innovacin y por lo tanto de enriquecimiento cultural o tcnico, o factor deperturbacin y de anemia. Ciertamente, a lo largo de la historia humana se han producido fenmenosanlogos al actual subdesarrollo, aunque las nicas huellas que de ellos nos quedan son generalmentelas de la civilizacin de los dominados por parte de los dominadores: son, efectivamente, losvencedores los que escriben la historia.

    El actual subdesarrollo es globalmente el efecto, en el resto del mundo, del desarrollo y de laexpansin de las sociedades europeas a partir del siglo XV. Y es el subdesarrollo que se trata deentender, puesto que con l tiene que habrselas la humanidad para la construccin de su futuro.

    Pero aqu es donde las evidencias colectivas, tal como se imponen en los pases subdesarrolladosal igual que en los desarrollados, son difcilmente superables. Para la opinin comn, la accincivilizadora mundial de los pases que se industrializaban a la vez que reorganizaban el mundo, esinnegable. Prueba de ello es que todo el mundo, de grado o por fuerza, camina sobre sus huellas.Incluso cuando es contestado de la manera ms radical, su modelo tiene fuerza de ley. Surompimiento, en funcin de sus contradicciones internas, tanto en su realizacin liberal-capitalista

    como socialista, acenta an ms esa evidencia haciendo imposible el anlisis crtico al que, sinembargo, habr que llegar algn da de la irracionalidad que caracteriza su relacin con la naturalezay con el conjunto de la historia: explotacin irresponsable de recursos relativamente limitados ynegacin, de hecho, de la mayor parte de la experiencia humana acumulada a lo largo de milenios.

    Los progresos obtenidos en el dominio de la naturaleza, en la organizacin de la vida colectiva oen la produccin cultural son tan evidentes que, aunque su difusin no se consiga sin estragos, seinclina uno de buena gana a considerarlos como el precio que hay que pagar por toda transformacinde la realidad. La garanta de satisfacer las necesidades elementales, los progresos de la medicina, dela educacin o de la informacin, la puesta a disposicin del gran pblico de un bienestar reservado enotros tiempos a los grandes, etc., constituyen un progreso tal, que la simple evocacin del precioque los otros han tenido que pagar para que fuera posible, choca inevitablemente con una reaccinde rechazo anloga a la del fiel cuyo dios se profana; y esto tanto ms cuanto que el desinters y lagenerosidad de algunos de los propagadores de esta civilizacin se han exaltado y puesto de ejemplo,con toda justicia.

    Y sin embargo, aun a riesgo de hacer aparecer aqu o all sentimientos de culpabilidad queacentan ms an las resistencias al anlisis de la realidad, para la comprensin del subdesarrollo esindispensable conocer la cara oculta de la aventura, civilizadora o colonial, indisociable de laconstruccin de la sociedad industrial: su impacto sobre las otras sociedades ha sido, en efecto, tandestructor como motor; aunque las pona en marcha tras sus huellas, las perturbaba tambin en lasdinmicas segn las cuales esas sociedades se producan y se reproducan.

    Por de pronto, la sociedad industrial en expansin intervena en el resto del mundo con el fin desacar de l los recursos necesarios para sus actividades de transformacin y para un consumo quedesarrollaba por encima de la satisfaccin de las necesidades elementales. Es ya costumbre hablar delexpolio del tercer-mundo, aun cuando la expresin sigue siendo discutida. Es innegable que los pasesindustrializados iban a buscar los recursos que necesitaban all donde se encontraban. No menosinnegable es que la mayor parte de esos recursos eran bienes vacantes: en tanto no se supieratransformarlos para hacerlos tiles, no servan para nada y no tenan, por lo tanto, ningn valor. Perohay que recordar tambin que algunos de esos recursos se explotaban ya para el consumo o el

    prestigio: algunos de los productos agrcolas constituan la base (arroz, mandioca, algodn, lana, etc.)

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    o el adorno (especias, tintes) de la alimentacin o del vestir de los autctonos; otros (oro, piedraspreciosas) servan como garanta del futuro (atesoramiento) o para asegurar el prestigio o el status

    social (alhajas). Y hay que recordar asimismo que la explotacin de los recursos (minerales, caf, etc.)desviaba inevitablemente a una parte de la poblacin de la produccin de los bienes elementales, sinproporcionarle los medios de adquirirlos a buen precio. Sigue siendo verdad que la mayora de esosrecursos no servan para nada mientras la industria no los transformase en bienes.

    Esta constatacin basta para excluir la explicacin del subdesarrollo invocando nicamente elpillaje de recursos, si bien su desaparicin, cuando se agotan, constituye un handicap para los pasesque han sido desposedos de ellos. As, por poner un ejemplo fuera del tercer-mundo, la explotacindel estao o del plomo argentfero por parte de los Fenicios y los Romanos no explica el subdesarrollorelativo de la Bretaa, que se aclara mejor a partir de la desorganizacin debida al hecho delcentralismo o del proteccionismo de Colbert o de la industrializacin textil en Gran Bretaa de laarticulacin entre agricultura y artesanado textil, articulacin que supuso la prosperidad de sus zonasde cultivo y transformacin del camo y del lino, en las que admiramos los enclaves parroquiales.

    Pero si la explotacin de los recursos no basta para explicar el subdesarrollo, las condiciones enque aqulla se hizo, por el contrario, son dignas de tenerse en cuenta.

    Los pases que se industrializaba intervinieron con una posicin de fuerza o de dominio en lospases que iban a constituir la periferia de un mundo unificado en torno al centro donde seacumulaban los capitales, las actividades productivas y el poder. Aunque, en orden al anlisis, esnecesario separar el concepto de dominacin y su concepto correlativo de dependencia de lasconnotaciones sentimentales que a menudo crean obstculos para su funcionamiento, no es menosnecesario examinar rigurosamente el puesto que hay que dar al binomio dominacin-dependencia enla explicacin del subdesarrollo.

    Y antes de nada es importante subrayar que la relacin de dominio o de dependencia es siempreuna relacin recproca. Un grupo humano no domina realmente a otro ms que en la medida en queste lo consiente: mientras resiste a la dominacin extranjera, no es realmente dependiente. Desdeeste punto de vista, hay que distinguir la colonizacin de un pas, de su ocupacin por una potenciaextranjera. Si el paso de la ocupacin a la colonizacin puede realizarse sutilmente, con la complicidado la colaboracin de sectores del pueblo sometido a la dominacin exterior, la resistencia a laocupacin ha sido muchas veces histricamente el factor de una transformacin de la intervencin

    exterior, estimulada por la dinmica interna. Pero, en trminos generales, a pesar de las resistenciasduramente reprimidas, la dominacin del mundo por las sociedades industriales en expansin se haverificado de tal manera que los pueblos dominados se encontraban inmersos en una situacin dedependencia, aunque no fuera ms que porque su eventual resistencia estaba de antemano condenadaal fracaso.

    En la medida en que los pueblos dependientes consentan, de grado o por fuerza, en sudependencia, se encontraban ya desposedos del gobierno de sus propias dinmicas, satelizados y portanto extravertidos, polarizados por la expansin y la organizacin de la sociedad dominante. Dehecho, de sta procedan cuantas decisiones determinaban su vida colectiva. No teniendo ya parte enlas condiciones de su propia estructuracin, no podan sino adaptarse a las exigencias de laestructuracin econmica, social, poltica de la sociedad dominante. Marginados en la sociedad mundialcuya construccin se iniciaba as, se vean entregados a los efectos de arrastre propios del sistemaglobal que la estructuraba.

    Es en esta relacin o mecanismo de dominio-dependencia donde hay que buscar el punto de

    partida para una explicacin del subdesarrollo. Habr que examinar con ms precisin cmo elsubdesarrollo se produce por este hecho.Pero antes de pasar al anlisis de sus efectos, hay que considerar en s mismo el hecho de la

    dependencia.Las sociedades se construyen en la articulacin de las relaciones que las constituyen: relaciones

    de intercambio de bienes materiales o simblicos, de servicios, que se establecen por el hecho de ladivisin del trabajo entre los grupos o de una diversidad de actividades, de necesidades o de gustos.Mientras esta articulacin de relaciones se hace al hilo de los das, en funcin de la vida misma de losgrupos, la sociedad halla en s misma, mal que bien, los criterios de su regulacin. Cualesquiera quesean sus contradicciones o sus conflictos internos, cualesquiera que sean las relaciones internas dedominacin-dependencia que se instauren en su seno, la sociedad mantiene, globalmente, algncontrol sobre las condiciones de su negociacin o su transformacin.

    Cuando, al contrario, por el hecho de la relacin externa de dominio-dependencia, una sociedadse encuentra en situacin de ser cada vez ms determinada desde el exterior, los grupos que la

    constituyen son polarizados por la sociedad dominante. La disposicin que adoptan las limaduras de

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    hierro sobre una hoja de papel bajo la que se coloca un imn, es una buena imagen de estapolarizacin: se la puede volver a ver en un mapa o en la fotografa por satlite de algunos pases en

    los que toda la actividad se polariza en el puerto, que viene a ser la cabeza de puente de la sociedaddominante.Despojadas de sus recursos, determinadas desde el exterior, las sociedades de los pases

    subdesarrollados o de la periferia se ven de tal forma ex-centradas que en ltimo trmino su centro, ypor lo tanto el polo con relacin al que se estructuran, no es otro que el centro industrial que organizaal resto del mundo en funcin de sus intereses, de sus necesidades o de sus propias contradicciones.

    El desarrollo del centro, lejos de constituir el polo de desarrollo de la periferia, se convierte as en el factor de su subdesarrollo: al organizarse, desorganiza al resto del mundo. Aunque a largo plazono sea impensable que semejante gravitacin universal acabe en un desarrollo generalizado, ya no esposible continuar en este sueo o en esta prospectiva sin tener en cuenta los efectos de disgregacinque, a corto o medio plazo, son los nicos perceptibles para quienes los sufren y mueren por su causa.

    Para los ciudadanos de los pases industrializados, dispuestos a ayudar al tercer-mundo, loque a menudo equivale a indicarle el camino a seguir, el anlisis de esta cara oculta de su propiodesarrollo y la concienciacin del precio que otros han tenido que pagar para hacerlo posible, son

    absolutamente indispensables. Toda accin por el desarrollo correra el riesgo de prolongar estapolarizacin de los pases dependientes si no se viera apoyada por la elucidacin de los mecanismosque perpetan su dependencia.

    3. El subdesar r o l lo se expl ica por la deses tr uctu racin de las sociedades , consecuenciade su po la r izacin po r l a sociedad dominan t e .

    Cuando las sociedades dependientes son polarizadas por la sociedad dominante, sedesestructuran: las organizaciones que haban construido a lo largo de siglos para articular lasrelaciones entre los grupos que las constituyen, se disgregan en la medida de su polarizacin o de sudeterminacin por el exterior. El subdesarrollo no es otra cosa que ese proceso de desestructuracin.

    Sea cual fuere el orden en que se realice ese proceso no es absolutamente necesariopronunciarse sobre este punto, alcanza a la larga a todos los aspectos o a todas las dimensiones dela organizacin social. Ya comience por la dislocacin de la representacin de Dios o por la modificacinde las relaciones de produccin, el resultado es al fin el mismo. Para una primera aproximacin a este

    fenmeno, poco importa, pues, el orden con que se presenten los diferentes aspectos.La introduccin de tcnicas, culturales o mdicas por ejemplo, que han dado resultado en lospases industrializados, vuelve obsoletas las tcnicas heredadas de la tradicin. Sucede entonces quese redescubre demasiado tarde, cuando ya se ha perdido su control, que stas correspondanadecuadamente a las exigencias de la situacin. Podra evocarse aqu la rudimentaria segadorautilizada por los Galos que no conocan la esclavitud, o determinados cultivos en terrazas o en tierrassaladas. Es en medicina sobre todo donde ms se corre el riesgo de descubrir, demasiado tarde, unaexperiencia perdida: pinsese en la acupuntura conservada por los Chinos o en el tratamiento deciertas enfermedades mentales en las sociedades tradicionales, sin hablar de todas las tcnicas de lasque se ha perdido hasta el recuerdo. Pero ms grave que la inadecuacin de las tcnicas es la de loshombres cuya cualificacin queda anulada a sus propios ojos. A unos clrigos que hablaban de laignorancia de los campesinos, les respondi un agrnomo africano que el campesino es el primeragrnomo, estableciendo con ello claramente el problema planteado a todo grupo humano por ladiscontinuidad en la transmisin de las tcnicas.

    La transformacin, brutal a veces, de los modos de produccin y organizacin de la actividad econmica es ms directamente observable, as como sus efectos sobre la sociedad. De unaproduccin con miras a satisfacer las necesidades, las sociedades dependientes han de pasar asuministrar mano de obra a las empresas que trabajan para la demanda de los pases industrializadoso para el mayor provecho de sus empresarios. En las plantaciones, las minas o las industrias detransformacin, los campesinos o los artesanos son doblemente proletarios, al producir bienes cuyouso ni siquiera conocen, y al percibir unos salarios que no les permiten tener acceso a ellos ya setrate del vino que se hace producir a musulmanes, o del uranio que se hace extraer a nmadasmientras que a veces se importan tiles agrcolas inadaptados a las necesidades de los cultivos. Laintegracin en la economa mundial de mercado crea una distancia insalvable entre el trabajador y losbienes que contribuye a producir, en tanto que la sociedad global no se halla ya en condiciones deproporcionar los bienes elementales que aseguren su propia subsistencia. La dependencia alimentariapor parte del tercer-mundo, que se agrava de ao en ao, es una consecuencia de esta desarticulacinde la economa: la utilizacin de la mandioca en la alimentacin del ganado europeo, o el cultivo de la

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    caa de azcar en la produccin del alcohol destinado a los motores de coche dejan entrever nuevosprogresos en esta perversin de las actividades econmicas.

    Es evidente que esta extraversin de la actividad econmica desorganiza las relaciones sociales. El dualismo que introduce en la sociedad entre un sector tradicional y un sector moderno no es msque la cara visible de ese rompimiento de las estructuras que haban posibilitado que la sociedad seconstruyese. Todos los equilibrios de la regin, del pueblo, de la gran familia se desintegran a medidaque los buscadores de empleo son atrados por las ciudades donde a menudo se ven obligados aamontonarse en chabolas o a vivir como parsitos cerca de los hermanos mayores que han tenido lasuerte de ser pequeos blancos. Este parasitismo que sorprende a todos los observadores noes, por otro lado, ms que un residuo de la gran solidaridad tradicional que jams era unilateral: laestructuracin de las sociedades anteriormente al subdesarrollo conceda a cada uno su puesto,asegurando su socializacin y exigiendo su participacin en las tareas colectivas. Toda sociedad est,en efecto, fuertemente estructurada: el adecuado funcionamiento de los sistemas de relacionesconstruidos a lo largo de los siglos aseguraba su transmisin y su reproduccin de generacin engeneracin. Y en la desorganizacin de las relaciones sociales es donde se realiza, en su ms altogrado, la desestructuracin de las sociedades que constituye el subdesarrollo: la sociedad no est ya

    en condiciones de producirse ella misma.Si la poltica es la construccin de la sociedad mediante la imposicin a todos de las obligacionesnecesarias y aceptables por todos, la determinacin de una sociedad desde el exterior introduce eneste proceso una distorsin fundamental: lleva a la imposicin de normas y de estructuras que, al nosignificar nada para los interesados, no pueden provocar sino la sumisin forzada o resignada, y no laadhesin o el consenso necesario a toda vida cvica. Indudablemente, esta alienacin poltica no esexclusiva de los pases colonizados o subdesarrollados, sino que se encuentra idnticamente en todasociedad en que la democracia no es efectiva; pero en los pases que han entrado en el subdesarrolloen estos ltimos siglos, la exterioridad y la extranjeridad del poder acentuaban el efecto dedesestructuracin proveniente de su dominio. Arrastradas por la dinmica de la sociedad industrial enexpansin, las sociedades dependientes perdan todo seoro sobre su propia dinmica. Ladesintegracin de ciertas sociedades despus de su acceso a la independencia no es ms que un efectoa largo plazo de esa desestructuracin, y no el signo de su inmadurez para la autodeterminacin.

    La desorganizacin de las culturas y de las estructuras mentales, ya sea efecto o una de las

    causas de esta desestructuracin social, perturba a grupos e individuos hasta las profundidadesinconscientes, donde se determinan tambin las conductas colectivas. El poder ideolgico de lasociedad dominante, enraizado en el poder que fundamenta su dominio, anula y muchas vecesridiculiza, a los mismos ojos de los interesados, la sabidura y la experiencia transmitidas por latradicin. La herencia recibida no posee ya valor ni sentido: hasta tal punto se impone el modelodominante por la constatacin misma de su eficacia. Aparentemente condenado a identificarse con elotro, que es el ms fuerte y el amo, el hombre dependiente pierde su identidad: no sabe ya quin es;sus referencias o sus fuentes ya no le dicen nada por ms que, sin atreverse a confesarlo, siga fijo enellas. Desde este punto de vista, el movimiento universal de vuelta a las fuentes maternas no essubestimable ni despreciable. Aunque no carezca de ambigedad, ya que expresa tambin una huidaante la dureza de la vida en busca de refugio, representa la resistencia, a veces secular, de los gruposhumanos frente a la alienacin en la que tiene peligro de acabar todo desarraigo. Si no se produce condemasiado retraso, puede constituir un punto de partida del proceso de reestructuracin de lassociedades: la conciencia que un grupo posee de s mismo es, en efecto, una de las fuentes de su

    organizacin.En cuanto a las estructuras religiosas, ya sea que organicen las representaciones o loscomportamientos, son tal vez las ltimas que se derriban, aun cuando, en los procesos deevangelizacin o de islamizacin, por ejemplo, parezcan ser las primeras afectadas por la intervencinexterior. La transformacin de las relaciones del hombre o del grupo con sus dioses o con Dios,remueve el ltimo obstculo en el camino del subdesarrollo o del desarrollo. La sacralizacin de lasorganizaciones sociales es sin duda la operacin, todava mal conocida, que ms radicalmentecontribuye a la estructuracin de las sociedades. Las obligaciones necesarias para el funcionamiento dela vida colectiva no se imponen, en efecto, ms que cuando se convierten en evidentes, cuando caenpor su propio peso, cuando son percibidas como provenientes de la relacin con Dios o con los dioses.La divinizacin del Csar no es, desde este punto de vista, una simple aberracin, sino una cuasi-necesidad, una fatalidad de toda dinmica social: el poder, necesario, tiene algo de divino o dediablico; aunque construido siempre por manos de los hombres, no se impone a los hombres si no esescapando a su dominio. Si no hay nada ms peligroso para la promocin del hombre en la libertad,

    nada hay quizs ms inevitable en la construccin de las sociedades. Y aunque el cambio, cuando ste

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    es necesario, no puede producirse sin desacralizacin de las estructuras que se han inmovilizado, lasmodalidades segn las que tal desacralizacin se realiza no son indiferentes. La negacin o la

    profanacin de las relaciones con los dioses o con Dios, ya sea operada por el cristianismo, elmarxismo o el positivismo, no es necesariamente el mejor camino hacia el seoro de lo sagrado, delque depende la transformacin sin una crisis, susceptible siempre de ser fatal de las conductasreligiosas. A esta profundidad, difcilmente accesible aun para los implicados en ella, se vive en granparte, con toda probabilidad, el drama que constituye la desintegracin de las sociedades.

    A todos los niveles y bajo todos los aspectos de la dinmica social, el subdesarrollo es el procesode desestructuracin en el que las relaciones, construidas a lo largo de la historia y que hacan que lasociedad existiera, se desintegran; la totalidad de subconjuntos articulados entre s que es todasociedad en estado de funcionamiento, se transforma en una aglomeracin de grupos e individuos sinrelaciones entre s, polarizados todos por la sociedad dominante, en funcin de la cual podran, a largoplazo, reestructurarse, pero siendo cada vez ms dependientes y al mismo tiempo marginados.

    Es indudable que la vida en sociedad est constantemente en transformacin, al modificarse lasrelaciones entre grupos e individuos en funcin de la evolucin del entorno, de las tcnicas, de losmodelos de produccin, de las representaciones, etc. Lo que caracteriza al subdesarrollo es la

    desestructuracin de la sociedad, debido al hecho de su determinacin desde el exterior, sinposibilidad de que esa sociedad sea duea del proceso.Pero la desarticulacin de las relaciones que acabamos de examinar en una abstraccin casi

    matemtica, se traduce en la realidad en una degeneracin cuyo punto final puede ser lapauperizacin y el desarraigo. Cuando las sociedades se ven desposedas del control de las relacionesque las constituyen, ocurre que los individ