conocer los cuentos clásicos; escuchar y entender una ... · en juntar las cinco cartas de su...

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En las próximas páginas proponemos diferentes sugerencias y consejos para organizar juegos y actividades, además de los textos de los cuentos*. Acompañamos la narración del cuento enseñándoles a los niños las cartas en secuencia. A los niños más mayores podemos pedirles que nos cuenten los cuentos que han escuchado ayudándose con las cartas. COMPETENCIAS Conocer los cuentos clásicos; Escuchar y entender una historia; Inventar historias; Desarrollar la imaginación y la creatividad *El texto de Blancanieves es una reducción de la versión e los Hermanos Grimm, el de Pulgarcito es una reducción de la versión de Charles Perrault. El texto de la Sirenita es una reducción del cuento original del Han Christian Andersen. Le reducción de Pinocho hace referencia al texto original de Carlo Collodi.

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En las próximas páginas proponemos diferentes sugerencias y consejos para organizar juegos y actividades, además de los textos de los cuentos*.Acompañamos la narración del cuento enseñándoles a los niños las cartas en secuencia. A los niños más mayores podemos pedirles que nos cuenten los cuentos que han escuchado ayudándose con las cartas.

COMPETENCIAS

Conocer los cuentos clásicos;Escuchar y entender una historia;Inventar historias;Desarrollar la imaginación y la creatividad

*El texto de Blancanieves es una reducción de la versión e los Hermanos Grimm, el de Pulgarcito es una reducción de la versión de Charles Perrault. El texto de la Sirenita es una reducción del cuento original del Han Christian Andersen. Le reducción de Pinocho hace referencia al texto original de Carlo Collodi.

A continuación, proponemos actividades y juegos para hacer con las cartas.

AGRUPAMOS LAS CARTAS DE LOS CUENTOS

Los niños agrupan las cartas de los cuentos, observando los dibujos y los contextos de las cartas. El juego también puede hacerse con dos o más jugadores.BINGO DE LOS CUENTOS

Se le entrega una carta de un cuento diferente a cada jugador. Entonces se roban las demás cartas de la baraja, de una en una. El jugador que tenga el cuento correspondiente a la carta que ha salido se la queda. Gana el primero en juntar las cinco cartas de su cuento.MEMO DE LOS CUENTOS

Se colocan las cartas sobre la mesa, de manera ordenada y con los dibujos hacia arriba. Los jugadores observan su posición y después les dan la vuelta. Por turnos, cada jugador intenta encontrar una pareja de cartas del mismo cuento. Si encuentra una pareja se la queda, si no, vuelve a colocarla en su sitio y pasa el turno. Gana quien forme más parejas.ENSALADA DE CUENTOS

Inspirándonos en la famosa técnica descrita por Gianni Rodari, animamos a los niños a inventar nuevas historias entrelazando los cuentos. Podemos coger las cartas de Pulgarcito, de la Bruja de Blancanieves, del Zorro y el Gato y de la Sirenita y construir la siguiente historia: Pulgarcito, después de perderse en el bosque, llega a una casa donde vive la Madrastra de Blancanieves. La Madrastra, que era una mujer malvada, llama al Zorro y al Gato que convencen a Pulgarcito para ir hasta la roca delante del mar. Después le piden a Pulgarcito que se tire y nade hasta el fondo del mar, donde dicen que está enterrado un tesoro. Pulgarcito se deja convencer y se tira, pero, como no sabe nadar, poco a poco se hunde entre las olas. Por suerte, pasa por allí la Sirenita que lo agarra y vuelve a llevarlo a la orilla…

BLANCANIEVESHabía una vez un rey y una reina que tuvieron una niña con la piel tan blanca como la nieve, los labios tan rojos como la sangre y el cabello tan negro como el ébano. Por esto, la llamaron Blancanieves.Poco después, la reina enfermó de gravedad y murió. Durante unos años, su marido el rey no encontró consuelo, hasta que un día conoció a una preciosa dama, rica y noble, y decidió casarse con ella para darle una mamá a Blancanieves. Pero el rey no sabía que esta era en realidad una bruja, experta en pociones mágicas, con un espejo mágico al que cada día le preguntaba: «Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa de este reino?», por el placer de oírlo contestar: «La más hermosa, mi reina, ¡eres tú!».No pasó mucho hasta que la reina tomó el reino para sí, apresando a su marido y obligando a Blancanieves a realizar los trabajos más humildes. Pero la princesita crecía y se volvía cada día más guapa. Un día, la reina volvió a preguntarle al espejo quién era la más hermosa del reino y este le contesto: «Tú, mi reina, sigues siendo hermosísima, pero ¡Blancanieves lo es más aún!».La reina no podía soportar tener una rival, así que llamó a un cazador y le dijo: «Llevarás a la princesa al bosque y la matarás. Después me traerás un pulmón y el hígado como prueba del delito».El cazador llevó a Blancanieves al bosque, pero, en el momento de la verdad, no tuvo valor para matarla. Le dijo que huyera por el bosque y, en el camino de vuelta, mató a un cervatillo para llevarle el hígado y el pulmón a la reina.Blancanieves corrió por el bosque hasta quedarse sin aliento, y al final llegó a un claro en el que se levantaba una diminuta y preciosa casita: entró y se dio cuenta de que allí vivía alguien, y pensó que se trataba de siete niños sin mamá. Esto porque encontró siete platitos, y probó un poco de cada uno; después encontró siete camitas y se durmió en la última.Los habitantes de la casa eran siete enanitos que trabajaban en una mina cercana. Al volver, se encontraron a Blancanieves y decidieron acogerla, recomendándole que no le abriese la puerta a nadie mientras ellos estaban trabajando en la mina.Pero, un día, la reina malvada le preguntó de nuevo a su espejo quién era la más hermosa del reino. Y el espejo mágico le contestó: «Más allá de las siete colinas, más allá de los siete valles, está la casa de los siete enanitos, donde vive Blancanieves, ¡que sigue siendo más hermosa que tú!».La reina entonces decidió matar a Blancanieves: se disfrazó de campesina y fue a llamar a la puerta de los siete enanitos. Blancanieves miró por la mirilla de la puerta y dijo: «No puedo dejar pasar a nadie, ¡los enanitos me lo han prohibido!». «Está bien -dijo la campesina-, no puedo obligaros a comprar mis manzanas, pero, como quiero deshacerme de ellas, os daré media para que la probéis». Así que Blancanieves se dejó convencer y le dio un mordisco a la manzana.Enseguida cayó al suelo, muerta. La bruja huyó contenta: pensaba que, creyéndola muerta, los enanitos la enterrarían. Pero lo enanitos, desesperados, no quisieron separarse de Blancanieves y la colocaron dentro de una caja de cristal en el bosque, donde podrían velarla siempre.Un día, un joven príncipe, siempre solo y triste, pasó por allí. Blancanieves era tan hermosa que pidió llevársela a su castillo para poder admirarla todos los días de su vida. Tras muchas súplicas, los enanitos se compadecieron y le entregaron la caja.De repente, uno de los criados del príncipe, al ir a coger la caja para llevarla al castillo, se tropezó con una raíz que sobresalía y dejó caer la caja por la ladera de la colina. Durante la caída, de la boca de Blancanieves salió el bocado de manzana envenenado y la chica despertó.Blancanieves en seguida se enamoró del príncipe, así que organizaron la boda, a la que también invitaron a la madrastra que, al reconocer a la chica, fue presa de la envidia y la rabia.Pero le habían preparado unos zapatos de hierro incandescentes y la obligaron a bailar, bailar y bailar hasta que cayó al suelo muerta.

PULGARCITOHabía una vez un leñador que tenía siete hijos. Su mujer y él los querían muchísimo, pero, como eran muy pobres, ya no podían darles de comer. Por esto, una noche decidieron llevarlos al bosque y abandonarlos.El más pequeño de los siete era tan pequeño que se llamaba Pulgarcito, pero, para compensar, era muy inteligente. Oyó a su padre y a su madre que hablaban de su plan y se le ocurrió una idea: «Mientras nos llevan al bosque, dejaré caer unas piedrecitas blancas. Siguiéndolas, encontraré el camino de vuelta a casa».Pulgarcito así lo hizo y, aquella vez, puedo salvarse a sí mismo y a sus seis hermanos. Sin embargo, cuando la siguiente semana los padres volvieron a llevarlos al bosque, Pulgarcito ya no llevaba consigo las piedrecitas y dejó caer unas miguitas de pan. Solo que, esta vez, los pajarillos se las comieron y el niño ya no pudo encontrar el camino a casa.Los siete hermanos estaban tristes y asustados. De repente, vieron una luz que brillaba en la oscuridad de la noche: ¡era una casa! Pulgarcito llamó a la puerta para pedir hospitalidad y le abrió una mujer que tenía cara de buena. «¡Oh, pobre niños! -dijo la mujer-. ¿No lo sabéis? ¡Esta es la casa del Ogro que se come a los niños!».«¡Pero si nos quedamos en el bosque nos comerán los lobos!», dijo Pulgarcito y suplicó a la mujer para que los dejase entrar. Entonces ella los dejó pasar y les dio de comer. Poco después alguien llamó a la puerta: ¡el Ogro había vuelto! Así que la mujer escondió a los siete hermanitos debajo de la cama.Nada más entrar en casa, el Ogro empezó a olfatear diciendo: «¡Mmm! Qué delicioso olor a niño...», y se puso a rebuscar por toda la casa hasta encontrar a los pobres hermanitos que temblaban por el miedo.«¡Qué cena tan estupenda!», exclamó relamiéndose, pero su esposa lo detuvo.«Para esta noche ya he preparado una cena deliciosa -le dijo-. Te comerás a los niños mañana».El Ogro comió como un auténtico ogro y después se durmió.Cuando por fin empezó a roncar, Pulgarcito y sus hermanos huyeron al bosque.Al despertarse, el Ogro corrió a buscarlos con sus mágicas botas de siete leguas, que permitían recorrer siete leguas de cada paso. Pero, como las botas mágicas cansaban mucho a su portador, de repente el Ogro cayó rendido y Pulgarcito logró robarle las botas, que por arte de magia se adaptaron a sus pies. Gracias a esas botas, Pulgarcito de pocos pasos regresó a casa del Ogro y le contó a la mujer que su marido había sido secuestrado por unos bandidos que pedían inmediatamente un rescate, porque si no lo matarían. Asustada, la mujer le entregó a Pulgarcito todo el oro que poseía.Pulgarcito lo cogió y, junto a sus hermanos, volvió a casa, con su familia. Pero, sobre todo, gracias a las botas mágicas, Pulgarcito pudo conseguir muchos encargos del rey, por los que recibió grandes recompensas. Y así, por fin, Pulgarcito y su familia pudieron permitirse vivir felices y contentos.

LA SIRENITAEn las profundidades de los océanos vivía el rey del mar, que era el padre de seis preciosas princesas. Eran

todas muy hermosas, pero la más joven era la más guapa de todas. La pequeña sirena, que pasaba sus días en

el jardín secreto, deseaba conocer la vida terrestre. Sin embargo, tenía que esperar a cumplir quince años para

poder ver las tierras emergidas. Por fin llegó el día tan esperado: la pequeña sirena cumplió quince años. En

cuanto tuvo permiso para irse, nadó hacia el cielo que podía entrever sobre su cabeza. Cuando salió a la

superficie, contempló el sol al horizonte. Antes del atardecer, la pequeña sirena vio un gran velero. Había una

fiesta a bordo y, en el puente, estaba un príncipe joven y hermoso… Pero, de repente, el viento empezó a

soplar y las olas se hicieron más violentas y empezaron a azotar el navío, que al final se hundió, tragado por el

mar.

La pequeña sirena se lanzó al rescate del príncipe, un momento antes de que este se ahogase. Le sostuvo la

cabeza fuera del agua y después, luchando con todas sus fuerzas, lo llevó hasta la orilla. Por la mañana la

tormenta se había agotado, el mar estaba en calma y todos los restos del velero habían desaparecido. Solo la

presencia del príncipe recordaba los trágicos acontecimientos de la noche. La sirenita pensó que la vida era

mucho más tranquila en las profundidades del reino del mar. Pero la vista del joven la devolvió a la realidad.

¿Y si hubiese muerto? Desesperada, no sabía qué hacer para salvar a aquel al que ya amaba con todo su

corazón. Se sintió inútil, su cola de pez le impedía todos los movimientos sobre la tierra.

Armada de valor, empezó a tirar del cuerpo inerte hacia un lugar bien visible, donde alguien pudiese

encontrarlo. Después, fue a esconderse detrás de una roca, pues no podía hacer nada más por el príncipe.

Poco después, una joven que paseaba por la playa lo vio. Pidió ayuda y el joven por fin fue rescatado. Al ser

calentado y reconfortado, el príncipe despertó y el primer rostro que vio fue el de la muchacha. Tranquila

sobre el destino de aquel que había tocado su corazón para siempre, la pequeña sirena se sumergió en el mar

y volvió a su reino. No contó nada de su estancia en la superficie y su silencio preocupó al rey y a sus

hermanas. A partir de aquel momento pasó sus días en el pequeño jardín. Muchas veces subía a la playa

donde había dejado al príncipe, esperando volver a verlo, pero en vano… Su abuela se apiadó de ella y,

después de mucho pensarlo, tomó la decisión de revelarle a la muchacha la existencia y los grandes poderes

de la bruja que vivía en el fondo del mar: «Si solo eres feliz cuando estás en la tierra, vete a verla. Ella te

ayudará, pero…».

Sin dejar pasar ni un solo momento, la pequeña sirena reunió todas sus fuerzas y nadó hacia el antro de la

bruja. Un olor pestilente salía de un gran caldero cuyo contenido hervía.

«¡Conozco tus deseos! -le dijo riéndose aquella mujer aterradora-. ¡Eres muy valiente! Quiero ayudarte, pero,

en cambio, tendrás que hacer un gran sacrificio: a cambio de las piernas, quiero tu voz. Serás muda para

siempre… Además, nunca más volverás a ser una sirena y, si no eres capaz de conquistar el amor del hombre

que te ha hechizado, si él se enamora de a otra mujer, ¡tú morirás!». Después añadió, con aire terrible: «A cada

paso sentirás dolor, tus pies sangrarán, pero tú tendrás que sonreír siempre, esconder tu tormento… ¿Estás

decidida a ello?».

«Mi decisión es firme. ¡Quiero llevarla a cabo cueste lo que cueste!».

Asqueada, se tragó la bebida de fétido olor que la bruja le dio y, entre sufrimientos indecibles, la cola de pez

se convirtió en dos esbeltas piernas. Sus nuevas piernas eran más un estorbo que una ayuda y, agotada, de

desmayó sobre la arena. Al despertar, su mirada se cruzó… ¡con la del príncipe! Admirado por su belleza, se la

presentó a sus padres y a la corte, y ella se convirtió en la reina de los bailes y de las recepciones organizadas

en su honor. Pero una gran tristeza atormentaba a la pequeña sirena día y noche: el príncipe la amaba, pero

como una hermana o una amiga… y al ser muda, se abría mucho con ella, seguro de que le guardaría los

secretos. El príncipe creía que las lágrimas que brillaban en los ojos de la muchacha eran lágrimas de

compasión y le estaba agradecido. Si hubiese podido imaginar…

Un día, el príncipe recibió una invitación del rey de un país cercano. ¡Fue con gran sorpresa y alegría que

reconoció en la hija del rey a su salvadora! La joven princesa también se había enamorado del desconocido de

la playa y enseguida se organizó la boda, que se celebró unos días después con gran fasto.

La pequeña sirena se esforzó mucho por alegrarse y ser amable. Sus piernas la sostenían a duras penas, pero

ella bailó toda la noche, su última noche… el príncipe se había casado con otra y la pequeña sirena tenía que

volver al mar, donde se ahogaría, ya que se había convertido en una chica terrena. Pero a ella no le importaba,

¿cómo iba a poder vivir sin su amor? Entonces los escalofríos empezaron a recorrerla… y sintió sus brazos y

sus piernas deshacerse en una espuma ligera. Después su cuerpo se volvió ligero, aéreo, y la sirenita se

encontró en el reino del aire, donde las hijas del viento, por compasión, se la habían llevado.

PINOCCHIOHabía una vez un pobre carpintero llamado Gepeto. Un día, su amigo el maestro Cereza le regaló un trozo de madera especial y el pobre Gepeto decidió usarlo para fabrica una marioneta. «Lo llamaré Pinocho», se dijo a sí mismo. Así que enseguida se puso manos a la obra, pero, cuando se trató de tallar la nariz, esta empezó a crecer, crecer… ¡la nariz crecía sin parar! El pobre Gepeto abrió los ojos como platos y se quedó sin palabras cuando vio que la marioneta se reía y pataleaba. Incrédulo, se puso a pensar qué haría con una marioneta así. Entonces decidió mandarlo a la escuela para que aprendiese adquiriese una cultura.Vendió su única chaqueta y le compró a Pinocho ropa, un abecedario y también le dio algo de dinero para tener en el bolsillo.A la mañana siguiente, Pinocho salió para ir a la escuela. Nada más llegar a una plaza, sin embargo, vio un teatro de marionetas y, en lugar de ir a la escuela, fue a ver el espectáculo. Cuando Pinocho entró en el teatro, todas las marionetas lo reconocieron y se alegraron mucho de verlo. Pero enseguida llegó el titiritero Comefuego, que era alto y grande y daba miedo solo de verlo. «¿Qué haces aquí? -le preguntó Comefuego a Pinocho-. Voy a tirarte al fuego». Pinocho se asustó muchísimo y empezó a llorar, hasta que le titiritero se apiadó de él y, en vez de quemarlo, le regaló cinco monedas de oro.«¡Gracias, Comefuego! Se las llevaré a mi papá», le dijo Pinocho que, tan contento, se encaminó hacia casa.Por el camino, sin embargo, se encontró con un zorro y un gato. El primero estaba cojo y el segundo era ciego. Pinocho se paró a hablar con ellos y, con gran ingenuidad, les enseño su dinero.El Zorro y el Gato, que en realidad eran dos trúhanes, le dijeron a Pinocho que si hubiese enterrado las monedas en el Campo de los Milagros, la día siguiente tendría mucho más dinero…Pinocho se fue con ellos y enterró las monedas, pero pronto se dio cuenta de que el Zorro y el Gato solo querían robarle. Entonces se metió las monedas en la boca y empezó a correr para huir de los dos ladrones, pero los dos canallas, que para nada eran ciegos ni cojos, lograron atraparlo, lo ataron y lo colgaron de un árbol, aunque no fueron capaces de quietarle las monedas.Pero entonces un hada, el Hada Azul, al ver a la marioneta colgada de aquella manera, agotada por el hambre y el frío, se apiadó y le ordenó a un halcón que lo soltase.Cuando Pinocho se recuperó del susto, la buena hada le preguntó dónde estaban las monedas y él le contestó que las había perdido. Pero era una mentira, puesto que las llevaba en el bolsillo, y de repente su nariz empezó a crecer y crecer por la mentira que acababa de decir. Pinocho empezó a llorar y el hada, que era muy buena, le ordenó a un pájaro carpintero que se la cortase.Pinocho entonces le prometió a al Hada Azul que sería un niño bueno y que iría a la escuela.El hada lo dejó ir, pero, en el camino de vuelta a casa, Pinocho se encontró con unos niños traviesos que estaban yendo al País de los Juguetes y se dejó convencer para ir con ellos, por lo que se subió a una carroza tirada por cuatro burritos.Tras viajar toda la noche, llegaron al País de los Juguetes. Pinocho se pasó cinco meses divirtiéndose, sin pensar en nada, hasta que un día se dio cuenta de que sus compañeros y él estaban todos cubiertos de pelo gris y tenían unas orejas muy largas y rabo. ¡Se habían convertido en burros!Pinocho, mejor dicho, el burrito, fue vendido a un circo, pero durante una actuación se quedó cojo, por lo que le ataron una cuerda alrededor del cuello con enganchada una gran piedra y lo tiraron al mar.Una bandada de peces, enviados por la buena Hada, lo liberó de la cuerda y de la piel de burro y Pinocho, llorando, le prometió una vez más al Hada Azul que se portaría bien y obedecería y que volvería con Gepeto, que sin duda lo estaría buscando.Pero entonces se acercó un gran tiburón con la boca abierta y Pinocho acabó en su estómago y allí fue donde encontró a Gepeto envejecido, solo y triste, sentado a una mesa con un pedazo de vela encendido. Él también había acabado en la boca del enorme tiburón mientras iba en busca de Pinocho a bordo de una barquita.Los dos se abrazaron y decidieron salir de la boca del tiburón, ayudados por un gran atún enviado por el Hada.Cuando volvieron a casa, Pinocho prometió ser bueno y obediente, pero no solo eso…volvió a la escuela y se puso a estudiar muy en serio. Entonces el Hada Azul decidió darle un premio y una mañana Pinocho se despertó convertido en un niño de verdad, de carne y hueso.