con anibal a las puertas

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CON ANIBAL A LAS PUERTAS Ante Helmán, el dios terrible, las sacerdotisas cantan tocando adufes y crótalos, y tamboriles y flautas. Sobre sus túnicas negras, en ondulaciones largas, apretados en las sienes por una cinta escarlata, caen sus cabellos, más rubios que el sol cuando se levanta. Cíngulos bordados de oro lucen sus criaturas castas y en sus pies, que estar parecen hechos de espuma y de plata, sobre el carmesí encendido, brillante, de las sandalias, destellan piedras preciosas, verdes, pajizas, moradas… Perfumes embriagadores los pebeteros exhalan en ligeras nubes de humo entre azules y entre blancas. Ornan los muros del templo, formando bellas guirnaldas, flores hermosas y frescas de suavísimas fragancias. Y en riquísimos jarrones

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Poesia de Salamanca

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CON ANIBAL A LAS PUERTAS

Ante Helmán, el dios terrible,las sacerdotisas cantan

tocando adufes y crótalos,y tamboriles y flautas.

Sobre sus túnicas negras,en ondulaciones largas,apretados en las sienespor una cinta escarlata,

caen sus cabellos, más rubiosque el sol cuando se levanta.

Cíngulos bordados de orolucen sus criaturas castas

y en sus pies, que estar parecenhechos de espuma y de plata,sobre el carmesí encendido,brillante, de las sandalias,

destellan piedras preciosas,verdes, pajizas, moradas…Perfumes embriagadores

los pebeteros exhalanen ligeras nubes de humo

entre azules y entre blancas.Ornan los muros del templo,formando bellas guirnaldas,

flores hermosas y frescasde suavísimas fragancias.Y en riquísimos jarronesde forma elegante y rarase yerguen lirios gigantesde blancura inmaculada.

-“¡Dios Helmán –cantan las vírgenes-,dios terrible en las batallas,

dios de los brazos de hierro,dios de los ojos de llama,

apiádate de nosotros,coge tu escudo y tu lanza

y haz huir al enemigoque nos cerca y nos ataca!”Y el pueblo que las escucha

repite con voz ahogada:-“¡Apiádate de nosotros,

dios de los ojos de brasa!”-“¡Protege –siguen las vírgenes-

nuestras humildes moradas,nuestras lanudas ovejas,

nuestros caballos y vacas!¡Haz , oh dios de nuestros padres,dios que en los combates bramas,

que el cartaginés odiosoque nuestros campos arrasa,

cortada la mano diestra,venga a morir a tus plantas!”

Así las sacerdotisascon voz sollozante cantan,

y el pueblo todo las oyey responde a cada pausa:-“¡Apiádate de nosotros,

dios de los ojos de brasa!”Y, mientras así en el templo

los habitantes de Helmántica,con las frentes en el polvo,alzan al dios sus plegarias,

Aníbal con sus soldadosestá al pié de las murallas

y dardos y enormes piedrascaen sobre calles y plazas.

----o----

La noche es negra. El relámpago,sangriento, las nubes raya,

y rueda el gruñir del truenosobre la ciudad sitiada.En un callejón angosto,por una puerta de tablas

débiles y mal unidastenue claridad se escapa.

Dentro, ante el hogar que arde,hay una mujer sentada;el cuerpecillo desnudo

de un niño yace en su halda,¡linda y tierna florecilla

del jardín de sus entrañas,por la piedra de un hondero

abatida y destrozada!Su joven y fresca boca

besa aquellas carnes blancasnacidas de sus amores

¡y sobre su faz las lágrimasson como claro rocío

sobre una rosa rosada!-“¡Ay, mí pequeñino –gime-,pajarín que me alegraba!”

Y piensa en el hombre bueno,en el puntal de la casa,

en el padre, a quien el sitiosorprendió fuera de Helmántica,

cuando pescaba en el Tormessobre el cuerpo de su balsa.

-¡Ay, cuando vuelva, si vuelve!¡Morirá de pena! –exclama-.

Y llora y llora en silenciosobre el hijito doblada

besando la flor de sangreque hay en su frente de nácar.

Una lámpara de barro,que del techo está colgada,

esparce pálidas lucessobre la mísera estancia.

En un rincón se ven redes,

de un clavo pende una nasay hay sobre una tosca mesa

en la pared apoyada,un duro pan de bellotas

y una escudilla con agua.Va alejándose la noche,

va aproximándose el alba,cuando, de pronto, en la puerta

alguien con los nudos llama.-“¡Es él!” –la mujer murmura-.

Y al momento se levantay con el niño en los brazos

va a abrir la puerta de tablas.Un hombre robusto, hermoso,

contra su pecho se abraza.Una oscura veste apenas

cubre sus carnes tostadas;en su pecho y sus sobacosnegro vello se enmaraña,y en sus piernas vigorosasgruesas venas se destacan.Con voz ronca, toda mimos,

prorrumpe en estas palabras:-“¡Aquí estoy ya, hermosa mía!¡Aquí estoy! ¿No me esperabas?

Con gran peligro he logradodejar atrás las murallas

y aquí me tienes. ¿Y el niño?¿Por qué lloras? ¿Qué te pasa?”

-“¿El niño? –responde ella-¡Mírale!” Y extiende, pálida,los brazos y muestra al hijoque con sus besos crearan.Y el hombre ruge con furiacierra los puños con rabia

y, alzando al techo los ojos,duro y enérgico exclama:

-“¡Malditos cartagineses!¡Pagaran su muerte cara!”

Y, tras de cubrir al niñode besos con su bocaza,abandona la vivienda

y corre hacia las murallas,y pide flechas y un arcoy, a la débil luz del alba,contra el odiado enemigouna y mil veces dispara.

Y a uno roza, y a otro hierey al de más allá lo mata.

Y, después de largo tiempo,cuando de matar se cansa,aspira el aire con fuerza,

arroja a un lado las armas,cae sobre el suelo de brucesy llora y, al llorar brama.

----o----

Bajo un sol que es oro ardientey más que alumbrar abrasa

las tropas cartaginesasestán entrando en Helmántica.

Poderosos elefantesdesfilan con grave pausa,henderos, semidesnudos,arqueros de fina estampa,lanceros de brazo fuerte,

hombres de distintas razasmercenarios de la guerra

que no tienen miedo a nada.Dan relinchos los caballos,

brillan cascos y corazasllenando el aire sereno

de chispazos de oro y plata,y un sordo rumor de rio

rueda por calles y plazas.

Entre el tumulto, de pronto,una mujer se destaca,

se abre paso a puñetazosy con decisión avanza

y, creyendo que es Aníbal,porque viste ricas galas,sobre Banón el intérpretese arroja llena de rabia,

la lanza de entre las manosvaronilmente le arranca,y se la clava en el pecho,

a pesar de la coraza.Y, al verle rodar la sangre

en espesas oleadasgrita, riendo de júbilo,fijando en él la mirada:

-“¡Muere, pues por ti mataronal hijo de mis entrañas!”

¡Y en verdad que esta hermosísimacon la faz arrebolada,

al aire un pecho que tiemblacomo un gran globo de nácar,

alentando fuertemente,soberbia, desmelenada,

con los ojos hechos fuego,con los labios hecho llama,

y la oscura veste todade estrellas rojas sembrada!

Como esta habéis sido siempre,mujeres de Salamanca:

cuando amáis, mansas palomas,y, cuando odiáis, fieras bravas.

FIN