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COMUNIDADES PARA VIVIR. NUEVAS RURALIDADES, IMAGINARIOS GLOCALES Y ESPACIOS DE RESISTENCIA - 1 El estudio de las nuevas ruralidades es fun- damental a la hora de diseñar políticas socio- culturales emancipatorias, donde se puedan co-crear estrategias de convivencia a partir de la libertad electiva de las personas y la lu- cha por el bien común. El pensamiento crítico puede encontrar herramientas teórico-prác- ticas que permitan elaborar una ingeniería social liberadora, justa, inclusiva y sostenible, en el análisis de los espacios de resistencia (ecológica, política, sociocultural, educativa, productiva) de las personas y colectivos cu- yas maneras de cohabitar difuminan la cons- trucción dicotómica urbano-rural. Actores sociales que poseen hábitats de significado comunes, comparten imaginarios glocales y feministas, habitan espacios y relatos trans y practican la alternancia ecosistémica. ABSTRACT The study of new rural ways of living is fun- damental to the design of socio-cultural emancipatory policies, allowing coexistence strategies to be jointly created based on people’s elective freedom and the fight for the common good. Critical thinking can foster the creation of theoretical and practical tools that enable the development of a liberating, fair, inclusive and sustainable form of social engineering through the analysis of areas of resistance (ecological, political, socio- cultural, educational, productive) by people and collectives whose lives are carried out in an urban-rural dichotomy. Social actors in similar environments share glocal and femi- nist imaginaries, inhabit trans-spaces and narratives, and engage in ecosystem rotation. ¿Puede volver a convertirse el espacio público en un lugar de participación duradera más que de encuentros casuales y breves? Zygmunt Bauman UNA MIRADA INTERPRETATIVA: OBSERVACIÓN PARTICIPANTE DISCERNIENTE Este artículo es una invitación a la observación antropológica participante discerniente, “además de participante, la observación debe ser discerniente. Participación discerniente involucrante es lo que hace el abogado cuando pleitea. El antropólogo tendría que pleitear culturalmente de la misma forma. Hay que edificar en libertad, hay que modelar nuevos espacios libres, hay que perpetuar tradiciones sin que ello suponga arrasar la intimidad personal” (Nieto, 1993: 65). Esta mirada interpretativa nos permitirá, desde el conocimiento de una antropología procesual, “pleitear culturalmente” contra aquellas prácticas, discursos, representaciones e imaginarios relativos a un absolutismo de los poderes comunitarios autoritarios, propios del patriarca- lismo ideológico, de las relaciones de dominación entre sexos, de los modelos rígidos y del androcentrismo. A pleitear, en definitiva, contra los principios de las culturas hegemónicas, donde se fomenta la perpetuación del dominio, la explotación, la opresión y la alienación de los grupos subalternizados. Habría que extender el discernimiento crítico de ideas y percepciones a aquellos análisis de las culturas entendidas como totalidades orgánicas acotadas, estáticas, homogéneas y cerradas (en lugar de percibirlas como realidades fluidas y versátiles). Los retos para entender los viejos y nuevos cambios que están surgiendo en el medio rural, sus actores sociales, grupos e instituciones, han de tener en cuenta “una nueva concepción de la modernidad como proceso global, que no simbolice la antitradición y que en ningún momento debe confundirse con el modelo puramente capitalista de modernización, supone conjugar la presente razón instrumental con la libertad personal y la herencia cultural” (Montesino, 2004: 514). Acercarse a los legados tradicionales, con esta actitud crítica y una racionalidad comunicativa propia de un pensamiento discursivo y deliberativo, nos permitiría rescatar y reactualizar aquellas formas, valores y significados que puedan seguir siendo útiles y convenientes para las nuevas formas de ruralidad, así como a los imaginarios y prácticas sobre lo rural. No podría iniciar este viaje sin una perspectiva agropolitana que “se fundamenta en la relación complementaria, y no subordinada, de respeto y diálogo, y no de imposición, entre las distintas demandas, necesidades y ofertas cruzadas que se establecen entre la ciudad y la aldea” (Izquierdo, 2018: 210). Tampoco puedo obviar las microfísicas del poder con el objeto de “luchar contras las formas de poder allí donde éste es a la vez el objeto y el instrumento: en el orden del saber, de la verdad, de la conciencia, del discurso. Es en esto en lo que la teoría no expresa, no traduce, no aplica una práctica; es una práctica” (Foucault, 1980: 79). Procuro que teoría y práctica se fundan en mi actividad agroecológica y cultural, profunda- mente imbricadas, para poder hablar desde una perspectiva crítica que ha ido desarrollándose desde lo individual a lo colectivo, de forma interdisciplinar y colaborativa. Desde este punto de partida, intentaré aportar imaginarios a un mapa rural colectivo en continua construcción- deconstrucción, para contribuir a una necesaria transición hacia los modelos de comunidades para vivir que queremos desde el medio rural, donde la vida sea una prioridad, así como la necesidad de todo ser humano de dotar de sentido a su existencia. MARÍA MONTESINO Ruralidad, glocal, co-crear, feminismo, artes KEYWORDS Rurality, glocal, co-create, feminism, arts

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COMUNIDADES PARA VIVIR. NUEVAS RURALIDADES, IMAGINARIOS GLOCALES Y ESPACIOS DE RESISTENCIA

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El estudio de las nuevas ruralidades es fun-damental a la hora de diseñar políticas socio-culturales emancipatorias, donde se puedan co-crear estrategias de convivencia a partir de la libertad electiva de las personas y la lu-cha por el bien común. El pensamiento crítico puede encontrar herramientas teórico-prác-ticas que permitan elaborar una ingeniería social liberadora, justa, inclusiva y sostenible, en el análisis de los espacios de resistencia (ecológica, política, sociocultural, educativa, productiva) de las personas y colectivos cu-yas maneras de cohabitar difuminan la cons-trucción dicotómica urbano-rural. Actores sociales que poseen hábitats de significado comunes, comparten imaginarios glocales y feministas, habitan espacios y relatos trans y practican la alternancia ecosistémica.

ABSTRACTThe study of new rural ways of living is fun-damental to the design of socio-cultural emancipatory policies, allowing coexistence strategies to be jointly created based on people’s elective freedom and the fight for the common good. Critical thinking can foster the creation of theoretical and practical tools that enable the development of a liberating, fair, inclusive and sustainable form of social engineering through the analysis of areas of resistance (ecological, political, socio-cultural, educational, productive) by people and collectives whose lives are carried out in an urban-rural dichotomy. Social actors in similar environments share glocal and femi-nist imaginaries, inhabit trans-spaces and narratives, and engage in ecosystem rotation.

¿Puede volver a convertirse el espacio público en un lugar de participación duradera más que de encuentros casuales y breves? Zygmunt Bauman

UNA MIRADA INTERPRETATIVA: OBSERVACIÓN PARTICIPANTE DISCERNIENTEEste artículo es una invitación a la observación antropológica participante discerniente, “además de participante, la observación debe ser discerniente. Participación discerniente involucrante es lo que hace el abogado cuando pleitea. El antropólogo tendría que pleitear culturalmente de la misma forma. Hay que edificar en libertad, hay que modelar nuevos espacios libres, hay que perpetuar tradiciones sin que ello suponga arrasar la intimidad personal” (Nieto, 1993: 65).

Esta mirada interpretativa nos permitirá, desde el conocimiento de una antropología procesual, “pleitear culturalmente” contra aquellas prácticas, discursos, representaciones e imaginarios relativos a un absolutismo de los poderes comunitarios autoritarios, propios del patriarca-lismo ideológico, de las relaciones de dominación entre sexos, de los modelos rígidos y del androcentrismo. A pleitear, en definitiva, contra los principios de las culturas hegemónicas, donde se fomenta la perpetuación del dominio, la explotación, la opresión y la alienación de los grupos subalternizados. Habría que extender el discernimiento crítico de ideas y percepciones a aquellos análisis de las culturas entendidas como totalidades orgánicas acotadas, estáticas, homogéneas y cerradas (en lugar de percibirlas como realidades fluidas y versátiles). Los retos para entender los viejos y nuevos cambios que están surgiendo en el medio rural, sus actores sociales, grupos e instituciones, han de tener en cuenta “una nueva concepción de la modernidad como proceso global, que no simbolice la antitradición y que en ningún momento debe confundirse con el modelo puramente capitalista de modernización, supone conjugar la presente razón instrumental con la libertad personal y la herencia cultural” (Montesino, 2004: 514).

Acercarse a los legados tradicionales, con esta actitud crítica y una racionalidad comunicativa propia de un pensamiento discursivo y deliberativo, nos permitiría rescatar y reactualizar aquellas formas, valores y significados que puedan seguir siendo útiles y convenientes para las nuevas formas de ruralidad, así como a los imaginarios y prácticas sobre lo rural. No podría iniciar este viaje sin una perspectiva agropolitana que “se fundamenta en la relación complementaria, y no subordinada, de respeto y diálogo, y no de imposición, entre las distintas demandas, necesidades y ofertas cruzadas que se establecen entre la ciudad y la aldea” (Izquierdo, 2018: 210). Tampoco puedo obviar las microfísicas del poder con el objeto de “luchar contras las formas de poder allí donde éste es a la vez el objeto y el instrumento: en el orden del saber, de la verdad, de la conciencia, del discurso. Es en esto en lo que la teoría no expresa, no traduce, no aplica una práctica; es una práctica” (Foucault, 1980: 79).

Procuro que teoría y práctica se fundan en mi actividad agroecológica y cultural, profunda-mente imbricadas, para poder hablar desde una perspectiva crítica que ha ido desarrollándose desde lo individual a lo colectivo, de forma interdisciplinar y colaborativa. Desde este punto de partida, intentaré aportar imaginarios a un mapa rural colectivo en continua construcción-deconstrucción, para contribuir a una necesaria transición hacia los modelos de comunidades para vivir que queremos desde el medio rural, donde la vida sea una prioridad, así como la necesidad de todo ser humano de dotar de sentido a su existencia.

MARÍA MONTESINO

Ruralidad, glocal, co-crear, feminismo, artes

KEYWORDS Rurality, glocal, co-create, feminism, arts

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COMUNIDADES PARA VIVIR: NUEVAS RURALIDADES, IMAGINARIOS GLOCALES Y ESPACIOS DE RESISTENCIA / MARÍA MONTESINO

LA IMPORTANCIA DE TRADUCIR Sabemos que existen muchas cuestiones de peso a la hora de abordar los escenarios y de-bates actuales en el medio rural: la creciente despoblación, la brecha de género y digital, el envejecimiento poblacional, las consecuencias de la globalización, la pérdida de ecosistemas y biodiversidad, la falsa asociación rural-agrario, las dificultades del emprendimiento rural, entre otras. Desde mi punto de vista, el primer paso, para poder aprender sobre el terreno, sería estudiar y reflejar las características socio-antropológicas de estas poblaciones y sus realidades complejas, todas ellas enmarcadas en dinámicas globales, siendo lo urbano y lo rural dos caras de la misma moneda. La progresiva urbanización de los espacios rurales a través de la penetración de las formas productivas dominantes en las unidades familiares, comunales y cooperativas, ha sido el medio de garantizar la reproducción social del sistema. Procesos todos ellos que no han sido impulsados por los campesinos: “hunden sus raíces en la transformación histórica de la sociedad urbana de preindustrial en industrial y conllevan la consiguiente mo-dificación de valores, hábitos y pautas de comportamiento tradicionales” (Montesino, 2011: 13).

En este sentido, creo que hay que plantear las posibles soluciones a los problemas rurales desde la base, desde el territorio, a partir de las personas que se quedan y de aquellas que

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“Ortopedia androcéntrica” María Montesino

“La memoria ausente” María Montesino

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deciden llegar. No olvidando que las cuestiones fundamentales que afectan a lo rural son el otro lado de la balanza de las que afectan a lo urbano, dentro de un universo cultural que tiene más semejanzas que diferencias. Gestionar colectivamente las vías de entendimiento para proponer soluciones (social, cultural, ecológica y económicamente viables) es una responsa-bilidad compartida entre todos los actores sociales, por lo que los procesos de participación deberían de estar abiertos a toda la ciudadanía, a todas las nuevas formas de ruralidad. De igual modo, habría que “superar la tentación, proyectada desde la ciudad, de convertir el campo en un recreativo 'espacio espectáculo', en un nostálgico 'espacio memoria' o un caritativo "espacio subvencionado'” (Izquierdo, 2018: 210).

Si bien existen muchas líneas de trabajo para afrontar los nuevos retos a los que se enfrenta el medio rural, poner a las personas en el punto de partida del análisis y como parte esencial del proceso de búsqueda de soluciones o propuestas es imprescindible, porque son los que habitan y modelan los paisajes, los hábitos, las culturas, las relaciones, las políticas y, por lo tanto, los ecosistemas, los entornos, los contextos, los medios.

En muchas ocasiones, he asistido a jornadas, cursos, charlas y talleres orientados al em-poderamiento de las mujeres rurales, al emprendimiento rural o a la ganadería extensiva, entre otros. Me he encontrado con frecuencia problemas profundos de traducción entre dos dialécticas que se prejuzgan alejadas, donde los emisores resultan ajenos a los receptores y se continúan perpetuando modelos de discurso distanciados de las diversas realidades de la vida en los pueblos. He tenido las mismas impresiones cuando llegan los “paracaidistas” de los planes estratégicos subvencionados. Se produce entonces un proceso de cosificación de lo rural para exprimirlo y rentabilizarlo, en la mayoría de las ocasiones, sin trabajar con la población de la zona y sus problemáticas y sin un trabajo de campo previo adecuado. Con esta visión instrumental, el medio rural se convierte en un escenario idílico, donde poder aterrizar para justificar acciones que no calan en la población, no están orientadas a sus necesidades sino a abrir nuevas rentabilidades políticas y económicas. Todas ellas dirigidas para el medio rural, sin contar con las personas del medio rural.

Para poder proponer y generar espacios de trabajo que abran las puertas a opciones posibi-litadoras de cambio social real desde, en y para lo rural, es fundamental tener en cuenta el tándem comunicación-traducción. Entiendo aquí “traducir” como el acto de explicar, interpretar. En relación con lo anterior, hay tres puntos de partida que fueron surgiendo como denominador común, después de varios trabajos de campo realizados en y desde el medio rural, y en paralelo al trabajo proactivo que vengo realizando a través de talleres itinerantes desde el año 2005 con una perspectiva crítica, feminista y glocal:

- Entender la comunicación no solo como función, sino como disfrute: Si entendemos el len-guaje no solo como una mera representación del mundo, sino también como una intervención en el mundo, donde las palabras, socialmente pautadas, no meramente hacen cosas, sino que son igualmente cosas, podremos entender fácilmente el valor que poseen las palabras como actos performativos. En contextos con una gran herencia de relatos orales, las funciones de la sociabilidad y el comensalismo cobran una gran importancia analítica. Podremos observar también, en este orden del discurso, expresiones de poder con las que trabajar a partir de sus relatos y universo simbólico-ideacional: distinguen lo bueno de lo malo, nosotros de los otros, la actividad femenina de la masculina, muestran y ocultan, etc.

- Facilitar espacios y tiempos para el encuentro y la puesta en común. Entiendo un espacio como un lugar practicado (De Certeau, 1990: 45), con carácter dinámico, con movilidades, entrecruzamientos y carencia de sitios propios. Se trata de buscar los espacios y tiempos necesarios para facilitar la comunicación y la puesta en común, de forma presencial y tam-bién aprovechando las facilidades de las nuevas tecnologías para el coworking digital. En nuestros pueblos encontramos una gran diversidad de rituales enmarcados en un tiempo autorreferencial. Tradiciones en continuos procesos de reinvención y readaptación nece-sarios a las prácticas modernas de la cultura, donde los derechos de participación cultural de las personas no pueden quedar en un segundo plano o limitarse por el androcentrismo ni cualquier otra estructura de poder dominante. Es interesante recuperar estos espacios y tiempos compartidos para una puesta en común. Para tener una visión integral de las necesidades reales de los habitantes de un territorio se debería de pasar por procesos de

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escucha activa. La (nada habitual en la actualidad) capacidad de escuchar nos traslada al detenimiento, la observación, el silencio y la paciencia, prácticas todas ellas muy vinculadas a las sociedades campesinas. La relación del campesinado con su entorno sonoro ha sido muy estrecha y directamente relacionada con su capacidad de escuchar: conocen todo tipo de animales por los sonidos que emiten, distinguen unos campanos de otros en los puertos de montaña, han escuchado el silencio blanco de la nieve, los arroyos durante el deshielo y el crujir de las hojas secas, desarrollando la atención plena como en el mejor curso de mindfulness. En definitiva, es importante entender la necesidad de compartir espacios y tiem-pos de deliberación y calma, para comunicarnos más y mejor. Y plantearlos como espacios de resistencia a las voces únicas, homogéneas, androcéntricas y a los ritmos acelerados del sistema capitalista y las grandes concentraciones de población.

- Extrapolar y compartir nuestra experiencia con otros territorios y actores sociales: trabajar en red es una premisa fundamental para aportar espacios de trabajo colectivos, agilidad, transparencia, esperanza e ilusión compartida, imaginación, creatividad. Las redes de trabajo trabajan la interdisciplinaridad, la transversalidad, la democracia participativa, la fluidez de información y el feedback. ¿Por qué seguir trabajando en proyectos propios sin tener en cuenta los esfuerzos y voces de otras propuestas?, ¿por qué no tejer redes de trabajo comunes y abiertas al público?, ¿depende el futuro sostenible del medio rural de las propuestas colabora-tivas? La fuerza de las iniciativas colectivas es mucho mayor porque aúnan esfuerzos y tienen más posibilidades de practicar formas viables y efectivas de comunicación, de trabajo, de política y de cambio social. El movimiento feminista está demostrando ser la cabeza tractora de muchas experiencias comunes en distintos territorios que se suman para fortalecer una lucha liberadora, transversal e inclusiva.

HABITAR EL CAMPO COMO ESPACIO DE RESISTENCIA Como argumenta Edgar Morin refiriéndose a la política de la civilización, para hacer frente a las políticas economicistas de crecimiento, la burocracia, el hiperdesarrollo o las grandes concentraciones de población en las ciudades, la sociedad civil genera continuamente contra-tendencias a los propios golpes del capitalismo (anonimización, urbanización-suburbanización, comida industrial…). El problema surge cuando, en la mayoría de los casos, estas resistencias son frágiles frente al poder de las grandes economías de la evasión capitalista que no cesa de homogeneizar y masificar los mercados generando nuevas necesidades de consumo (Morin, 2002: 51-52). Por todo ello, los espacios que nacen a partir de iniciativas que buscan recuperar un tejido social emancipatorio han de sistemizarse, uniéndose para conseguir que estos mo-vimientos formen parte integral de un todo, de un gran espacio de resistencia política, social, cultural, ecológica y económica.

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“Ecoperspectiva”María Montesino

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Para hacer frente a un sistema económico que no sitúa a las personas ni a la vida en el centro, sino a la rentabilidad económica, podemos encontrar alternativas, construyendo espacios colectivos, transdisciplinares, transversales, desde donde comenzar la transición hacia un sis-tema político más justo, feminista, solidario y ecológico. Estaríamos ante una nueva resistencia civil que “ha nacido desde la convergencia de tres tomas de conciencia: la de la degradación ecológica, la de la crisis de empleo, y la del debilitamiento del campo” (Morin, 2002: 54). Así, el medio rural podría convertirse en el contenedor de múltiples espacios de resistencia ecológica, política, feminista, social, cultural y económica.

Desde un ámbito que conozco bien, el de la producción agroecológica, hay una gran diversidad de proyectos familiares, asociativos y cooperativos vinculados a la producción de alimentos que representan auténticos espacios de resistencia desde y en el medio rural. Pueden servir de ejemplo aquí como maneras de habitar un territorio con criterios sostenibles y sustentables. Sus redes de actuación y prácticas se basan en los fundamentos de la producción agroecológica y manejo del campo, de los animales y de la comercialización. Han recuperado redes de solidaridad vecinal, canales cortos de distribución, producciones vinculadas a la biodiversidad, capacidad de autogestión y transparencia en la comunicación entre productores y consumidores. Nos encontramos con una gran diversidad de propuestas culturales emergentes en los pueblos, colectivos formados por personas que entienden las nuevas ruralidades como procesos críticos, ágiles, versátiles, híbridos y en proceso de continua transformación. “Asistimos a un inédito cruce de intereses entre lo rural y lo urbano, entre la agricultura y la economía metropolitana, entre el campo y la ciudad, que requiere una nueva mirada para aprovechar las oportunidades emergentes en el mercado y redescubrir opciones interesantes en la búsqueda de la calidad de vida y de la calidad ambiental” (Izquierdo, 2008:77).

¿Sería posible habitar el campo desde el cooperativismo cultural? ¿por qué no recuperar en un sentido positivo las ayudas mutuas en nuestros pueblos? ¿podremos algún día trabajar en equipos de co-creación con los habitantes de nuestro medio rural? En este sentido, es interesante contemplar la teoría organizativa del estadio Teal-evolutivo, basado en organiza-ciones autogestionadas, donde las personas puedan desarrollar sus capacidades plenamente y evolucionar hacia relaciones de equipo fundamentadas en el entendimiento, la inteligencia colectiva y la participación de todos sus miembros en los propósitos y voluntades a través de la co-creación (Laloux, 2017: 423-440). En la práctica, la transición hacia equipos de trabajo Teal permite aportar algunas claves para diseñar propuestas culturales donde sea factible el trabajo conjunto entre personas que representan las nuevas y viejas ruralidades.

ARAR LA TIERRA, NUTRIR EL PENSAMIENTOHablaré de culturas, de territorios y de procesos de cambio social a través de la experiencia que me ha brindado mi participación activa en la Plataforma Cultural La Ortiga. Propuesta editorial de arte, literatura y pensamiento que cuenta con una producción cultural diversa a través de la revista La Ortiga, foros de debate, colecciones de libros de poesía, ensayo y pensamiento crítico, y talleres creando (entre otros) el primer taller estable de poesía visual en una universidad española. Es desde el año 2005 cuando la actividad de La Ortiga se descentraliza, saliendo del núcleo urbano de Santander y comenzando una nueva etapa desde un pequeño pueblo de alta montaña, Fresno del Río, en el Valle de Campoo, al sur de Cantabria. La propuesta cultural se amplía a nuevos espacios propositivos y otros ámbitos: un espacio gastronómico-cultural (La Casa de Fresno entre 2005-2015) y el proyecto agroecológico Dehesa La Lejuca desde el año 2015 hasta la actualidad.

En La Ortiga entendemos el patrimonio cultural como un derecho fundamental de todo ser humano y no como un elemento de poder y distinción o mera expresión de la cultura del es-pectáculo. Como bien explica Ariño: “el patrimonio cultural incluye: a) tanto las obras de la alta cultura como las de la cultura popular; b) tanto las de las minorías letradas y cultivadas como las de las mayorías inmersas en una cultura oral; c) tanto las expresiones muertas como las vivas; y d) tanto las formas rurales, de raíz antigua, como las urbanas, de origen más reciente” (Ariño, A. 2002: 341). Proponemos trabajar los hábitos culturales de forma crítica, para conse-guir la hibridación cultural necesaria y poder mirar desde perspectivas feministas, críticas y glocales que se replanteen las tradiciones y las culturas con criterios de igualdad, libertad y

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diversidad. Resumo a continuación algunas claves que considero esenciales para llevar a cabo el bricolaje social necesario que nos permita poner a la cultura en primer lugar y cohabitar en un territorio de nuevas ruralidades emergentes, en continuos (y necesarios) procesos de cambio y redefinición-readaptación.

Itinerancia. La importancia de realizar propuestas itinerantes cobra mucho sentido en núcleos pequeños de población (bastante aislados en muchas ocasiones); el poder trabajar con los habitantes en sus propios pueblos aporta matices muy interesantes al trabajo de campo previo a las mesas de debate. El propio movimiento es un factor esencial, el medio rural se ha movido siempre: para ver sus animales, sus fincas y pastizales, en la temporada de siega, abonado o recolecta; para ir a las romerías de los pueblos vecinos, participar en las fiestas de límites entre dos pueblos o ir a trabajar a otro pueblo. Sabemos que hoy en día el coche ha cambiado los ritmos y facilitado los accesos, pero el movimiento se sigue produciendo: se mueve el ganado a pastos de altura en puertos de montaña, a otras fincas en zonas más templadas y abundan-tes (trashumancia, trasterminancia, mudas), y seguimos viendo vendedores ambulantes de pan, pescado o frutas yendo de pueblo en pueblo. La cultura desde lo rural tendría que estar abierta al movimiento, al desplazamiento, al caminar, lo cual nos ofrece un contexto abierto a las itinerancias.

Imaginarios glocales. La diversidad y universalidad, al igual que lo local y lo global, no tienen por qué ser realidades excluyentes, sino dimensiones complementarias e interrelacionadas de una nueva realidad social llamada glocalización (Robertson, R. 1992: 173-174). Los imaginarios glocales cultivan las comunidades de afinidad y no de nacimiento, miran hacia lo planetario desde lo local, nos llevan a pensar en redes internacionales de prácticas culturales donde los actores sociales tienen funciones y objetivos muy similares. Pensar desde redes transfronterizas nos sitúa en “políticas para y de un lugar específico, pero con alcance global. Un tipo de trabajo político profundamente arraigado en las acciones y actividades de la gente” (Sassen, 2003:47). Esta mirada glocal puede contribuir a una transición internacional colectiva hacia prácticas culturales basadas en valores democráticos, planetarios, feministas, tolerantes, ecológicos y solidarios.

Pensamiento trans. Hacer el ejercicio de salirse de las categorizaciones y dicotomías para pensar más allá, de forma transversal, nos permitirá tener una visión más compleja, abierta e integral de los escenarios que se presenten. Las nuevas ruralidades han de manejar un conocimiento transversal y colaborativo que pueda ponerse en común y obtener lo mejor de los procesos cooperativos de creación y detección de problemas. Resulta de gran interés el planteamiento del colectivo Colaborabora1 sobre la necesidad de incluir diseños trans en nuestros proyectos. La

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1 Para ampliar el punto de vista de este colectivo respecto a lo trans y otras herramientas sobre el procomún visitar https://www.colaborabora.org/

“Arar el pensamiento” María Montesino

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alternancia ecosistémica, el ir y venir entre varios ecosistemas culturales también nos refuerza la capacidad crítica y de hibridación cultural de las personas.

Ecofeminismo. Es la vía necesaria para fomentar el empoderamiento de las mujeres rurales que, aunque siempre han trabajado en las labores propias del campo y de la casa, tradicional-mente han sido relegadas a la condición de actividades subalternas y con poca visibilidad en la vida pública y los lugares de toma de decisiones. En este sentido, un ecofeminismo crítico nos invitaría a “aprender de culturas sostenibles como oportuno correctivo a nuestra civilización suicida (…) se trata de construir en conjunto una cultura ecológica de la igualdad, no de venerar las costumbres propias o de otros solo por ser parte de la tradición cultural” (Puleo, A. 2018: 430). El ecofeminismo crítico nos invita a crear una red de ayuda mutua intercultural, donde las premisas mínimas sean la sostenibilidad, los derechos humanos, teniendo especialmente en cuenta los de las mujeres. “Si el poder ha sido tradicionalmente lo visto, lo manifestado, pero en mayor medida lo que permite iluminar, aquellos sobre los que se ejerce el poder han estado sometidos a la sombra” (Zafra, 2013: 113). Feminismo, ecología e interculturalidad, tres elementos imprescindibles para tejer la urdimbre de nuevas comunidades donde se pueda hablar de un nuevo paradigma de sostevitabilidad 2, donde la vida sea puesta en el centro de cualquier proyecto.

Cotidianidad. El trabajo desde un tiempo de lo cotidiano nos ha enseñado la importancia de los cambios a medio y largo plazo, planteados a través de las acciones cotidianas generadoras de nuevos hábitos de hibridación cultural. El tiempo necesario para profundizar en las necesi-dades reales de los habitantes, teniendo en cuenta sus biorritmos e historias de vida. Madurar las acciones con lentitud y aplicar una filosofía slow nos permite alejarnos de los modelos de trabajo que quieren resultados a corto plazo y no suelen generar ningún poso cultural en la población. Encontrar espacios posibilitadores de cambios sociales en las redes de sociabilidad, la gastronomía, la producción agroecología, la artesanía o la educación. Observar el tiempo cotidiano como elemento facilitador de espacios compartidos y trabajar lo colectivo desde los aspectos microsociológicos de la vida. “Contemplamos aquí la transformación potencial de un gran número de condiciones locales y de dominios institucionales (como el hogar, la cotidia-nidad, el barrio, la escuela y los centros de salud) en los que las mujeres 'confinadas' a roles domésticos devienen actores claves. De ser vividos o experimentados como ámbitos no-políticos, domésticos, estos espacios devienen 'micro-ambientes' de alcance global” (Sassen, 2003: 47).

La innovación social. Es una de las premisas que no podemos olvidar si tratamos de proponer ideas para un cambio de rumbo que favorezcan mejores oportunidades para vivir. La innovación retroprogresiva radical, como explica con gran acierto Jaime Izquierdo en su enumeración de las necesarias nuevas actitudes aldeanas para una civilización agropolitana (Izquierdo: 2018, 250-255), nos invita a buscar los principios agroecológicos, los valores sociales y culturales de

“Brecha de género” María Montesino

2 Más información sobre la sostevidabilidad https://www.economiasolidaria.org/biblioteca/es-el-tiempo-de-la-sostevidabilidad y la guía editada por el colectivo Colaborabora https://www.economiasolidaria.org/sites/default/files/reaslibrary/attachments/SosteVIDAbilidad_Gui%CC%81a-de-trucos-y-remedios-para-un-emprendimiento-que-ponga-la-vida-en-el-centro.pdf

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la organización campesina que puedan ser rehabilitados y, a su vez, buscar la incorporación de las nuevas tecnologías.

Las artes. Son un punto de encuentro esencial y muy atractivo dentro del proceso de trabajo colectivo, ya que vertebran uno de los ejes más claros de efervescencia cultural. La dialéctica paisaje y paisanaje, las dinámicas de expresión artística en los propios entornos, el juego libre o las artes experimentales. El arte se convierte en el engranaje necesario para decir lo que no puede ser nombrado de otra manera, para despertar, provocar y proponer.

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Licenciada en Sociología por la Universidad del País Vasco, Máster en Agente de Igualdad por la UNED. Directora de Plataforma Cultural La Ortiga. Presidenta de la primera cooperativa de ganaderos ecoló-gicos de Cantabria Siete Valles de Montaña. Sus focos de interés se centran en las ciencias sociales, la producción agroecológica y las artes experimentales como motores de cambio social y trabajo en red en el territorio.

MARÍA MONTESINO PLATAFORMA CULTURAL LA [email protected]