cartas desde la carcel - magón

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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos. Leavenworth, Kansas. Enero 26 de 1922. Señorita Alicia Stone Blackwell. Boston, Mass. Mi querida camarada: El interés que has tomado por mi causa, que también es la de Rivera, lleva unida mi gratitud; mientras que la posibilidad de buenos resultados, llenan mi corazón con frescas esperanzas de ser libertado a tiempo para que mis cansados ojos festejen por última vez la grandeza de mis montañas nativas. Tu ayuda y la del señor Roewer han venido casi inesperadamente. Mi nombre es tan obscuro, que nunca soñé en tener amigos tan valiosos. En verdad, estaba casi resignado a mi destino; tenía muy poca esperanza de libertad y descanso ... Ahora mi esperanza comienza otra vez a florecer, y las palabras tal vez suenan de nuevo en mis labios, que ayer solamente estaban dispuestos a un gesto de amarga resignación. ¡Tal vez! ¡Qué gran valor tienen estas seis letras! ¡Tal vez! Las palabras mágicas ¿no sugieren consuelo al triste, libertad al cautivo, salud al enfermo? Has tenido el mérito de despertar en mí, de su letargo, esa dulce emoción que pone en los labios temblorosos de uno las palabras vigorizadoras tal vez. ¡Qué hice para merecer esta agonía lenta, bajo ojos indiferentes, dentro de estas paredes formidables, frías y desafectas? Nada absolutamente, mi querida amiga; nada absolutamente; a lo menos, nada de lo

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Cartas escritas en la cárcel. De Ricardo Flores Magón.

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Page 1: Cartas Desde La Carcel - Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Enero 26 de 1922.

Señorita Alicia Stone Blackwell.

Boston, Mass.

Mi querida camarada:

El interés que has tomado por mi causa, que también es la de Rivera, lleva unida mi gratitud; mientras que la posibilidad de buenos resultados, llenan mi corazón con frescas esperanzas de ser libertado a tiempo para que mis cansados ojos festejen por última vez la grandeza de mis montañas nativas.

Tu ayuda y la del señor Roewer han venido casi inesperadamente. Mi nombre es tan obscuro, que nunca soñé en tener amigos tan valiosos. En verdad, estaba casi resignado a mi destino; tenía muy poca esperanza de libertad y descanso ... Ahora mi esperanza comienza otra vez a florecer, y las palabras tal vez suenan de nuevo en mis labios, que ayer solamente estaban dispuestos a un gesto de amarga resignación.

¡Tal vez! ¡Qué gran valor tienen estas seis letras! ¡Tal vez! Las palabras mágicas ¿no sugieren consuelo al triste, libertad al cautivo, salud al enfermo? Has tenido el mérito de despertar en mí, de su letargo, esa dulce emoción que pone en los labios temblorosos de uno las palabras vigorizadoras tal vez.

¡Qué hice para merecer esta agonía lenta, bajo ojos indiferentes, dentro de estas paredes formidables, frías y desafectas? Nada absolutamente, mi querida amiga; nada absolutamente; a lo menos, nada de lo que mi conciencia pudiera avergonzarse. Mi único crimen es ser un soñador. He soñado para la humanidad un nuevo modo de ser en su comunicación social, libre de injusticia, crimen y prostitución. Mi sociedad ideal es un conglomerado de hermanos y hermanas que cooperen libremente en su sostenimiento y adelanto; y acostumbraba dar expresión a estas aspiraciones de mi alma en mi periódico Regeneración, que se publicaba en español en Los Ángeles, California. Naturalmente mis sueños de paz y fraternidad universal eran una barrera a los sentimientos de odio que personas interesadas pudieron

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despertar con astucia entre las masas del mundo; y caí víctima del cargo infame de la Ley de Espionaje, y fuí enviado a morir dentro de los muros de la prisión, porque ya estoy viejo, mi salud está quebrantada y no es probable que pueda sobrevivir a la sentencia de veintiún años que me impusieron en el verano de 1918.

Ese fue mi crimen. Durante mi encarcelamiento, que ha durado ya cuatro años desde que comenzó mi proceso, he visto salir libres muchos hombres convictos de crímenes antisociales por la clemencia del Ejecutivo. Han sido objeto de clemencia, traficantes en mujeres, ladrones, falsificadores, traficantes en drogas, degenerados sexuales, estafadores, asesinos, espías ...; pero no lo he sido yo ni Rivera. Rivera fue sentenciado a quince años de prisión. ¿Es que mi crimen es peor que el tipo común del crimen? Desearía saber la opinión de la intelectualidad de América y del mundo sobre este asunto, pero no tengo medios de presentar el asunto ante ellos, lo cual siento, pues ellos son los únicos que con aptitud pueden juzgarlo, porque en el campo de la ciencia, el arte y la literatura, ellos se esfuerzan por hacer la vida dulce, libre y justa; en una palabra: hermosa. Ellos son los altos sacerdotes de la belleza, en la cual soy un creyente humilde y desconocido, y solamente ellos pueden decir si mis sueños son hermosos o no; si mi concepción de una humanidad sin fronteras, sin banderas y sin guerras contrasta con las emociones más finas y nobles de la humanidad; si mis ideales de fraternidad y amor universal no están en harmonía con la belleza que ellos en sus alturas y yo en las bajas llanuras, servimos y adoramos conjuntamente; si mis aspiraciones no guardan relación con la ley de la belleza, evidente en dondequiera, en la delicadeza de la flor, en el murmullo de las olas, en el fulgor de la estrella, en la hermosura de la curva femenina. Todo contribuye a la glorificación de la eterna belleza, y yo quiero que la humanidad también contribuya. Quiero librar a nuestra Tierra de la humillación de llevar nuestras miserias, nuestras rivalidades y nuestros crímenes bajo la mirada despectiva de las estrellas, que se mofan de su carga mercenaria. Quiero que tenga orgullo de nosotros; quiero que la humanidad esté en harmonía con la grandeza y poesía de la creación. Y este es mi crimen, estar provisto con nervios capaces de resentir la transgresión más pequeña contra la belleza. Y por este crimen, estas paredes deben separarme desdeñosamente de los míos y de la vida hasta que llegue la muerte. ¡Si tan sólo llegara pronto para ahorrarme esta agonía de cada minuto! ¡Si tan sólo llegara pronto antes que mis ojos enfermos me suman en la lúgubre noche que no tiene

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estrellas ni luna, la noche de la ceguera! Pero ahora, a la vista de tus cartas, se alzan a mis labios con un suspiro de consuelo las dulces palabras tal vez

Gracias, gracias, gracias.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 7 de 1922.

Señorita Alice Stone Blackwell.

Boston, Mass.

Mi querida camarada:

Mi condición física en octubre fue mala y ahora me siento peor .. Por la copia que haces del Informe del señor Daugherty ( el Procurador General ) veo que él está determinado a conservarme en prisión durante mi vida; pues creo que para cuando llegue 1925 ya habré sido sepultado, y esto porque él piensa que soy peligroso. La humanidad nada tiene qué temer de mí. No aconsejo a los pueblos de las diferentes naciones que se hagan la guerra unos a los otros. Mi evangelio es de amor y paz y buena voluntad. No hay para mi hombres blancos, negros, amarillos o bronceados, ni cristianos mahometanos, budistas, etc., sino hermanos. ¿Cómo podría mi hermano tenerme miedo? ¡Peligroso! Nadie puede decirme en mi cara: este es el yugo que me has puesto en el cuello ¿Peligroso a la sociedad?; pero, ¿no he sido de los primeros que he levantado acusación contra los males que corroen el cuerpo social como un tumor canceroso? Bien; ¿no he cavado tan profundamente en los males sociales hasta descubrir su causa, para que todos pudieran conocerla? Y ¿no he dado la voz de alarma para que todos pudieran ver la mano formidable que arroja a nuestros jóvenes a la perdición y al crimen? Y después de haber gastado mi vida en esta lucha contra el mal, y cuando tengo ya un pie sobre la tumba, hay un pretexto para que no respire un poco de aire puro y fresco que necesitan mis pulmones desfallecidos ... ¡porque se me considera peligroso!

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Te suplico escribas al señor Weinberger manifestándole que no debe insistir en obtener la opinión del médico de la prisión, sino una copia fiel, completa y literal del informe del laboratorio. No puedo escribir al señor Weinberger, pues ya he escrito mis cartas correspondientes a esta semana.

Perdona mi imprudencia, querida amiga.

Ricardo Flores Magón

P. D. Gracias al señor Roewer por su generosa ayuda.

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 9 de 1922.

Señorita Alicia Stone Blackwell.

Boston, Mass.

Mi querida camarada:

Por tu tarjeta postal he quedado enterado que fue expléndida la Conferencia Panamericana de Mujeres que se verifico en Baltimore, y que hablaste acerca de mí con las delegadas mexicanas ... Tal vez esta conferencia haga que se llegue a un mejor entendimiento entre los diferentes pueblos de nuestro Continente, entendimiento que tanto se necesita. En verdad, este entendimiento se necesita urgentemente en todo el mundo. Ninguna persona sensible puede dejar de pensar que la cooperación entre los diferentes pueblos y razas del mundo debe substituir a la competencia, que hasta ahora ha producido enemistades, ruinas y dolores. Soy internacionalista; amo a todas las naciones y las razas, y sueño con un futuro de paz y buena voluntad entre los hombres. ¡Qué orgullosa de sus hijos estará entonces nuestra Tierra! Amo tanto a nuestra madre común, que me siento ofendido cuando alguno de mis hermanos le hace mal. Comprendo y me imagino su humillación al tener que llevar, bajo la mirada de sus hermanas, a los más privilegiados de sus hijos efectuando un duelo a muerte. Las mujeres podrían hacer mucho en la tarea de obtener un mejor entendimiento entre los pueblos del mundo. La mujer es adorable; su influencia sobre el hombre está fuera de toda duda, y también están fuera de toda duda sus características: gentileza, dulzura, compasión, estas tres fuerzas

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formidables que pueden poner a la humanidad en el verdadero camino del progreso, de un progreso verdaderamente humano. Estas adorables características pueden, sin embargo, hacer muy poco en la actualidad. Cierto, se ve aquí y allí la suave y amorosa mano de la mujer, siempre lista a aliviar las penas amargas de la humanidad; pero las penas son tan grandes y extensas, y sus raices venenosas han extendido durante tanto tiempo sus fibras a través de la torturada carne de la especie, que mientras los amorosos dedos están aliviando activamente una herida vieja, nuevas brotan en donde quiera, haciendo la tarea, aunque altamente recomendable, sin embargo, insuficiente para acabar con los dolores con los cuales una humanidad atormentada ha gemido por edades ... Puedo ver clara y directamente en dónde están las raíces del mal; las veo envenenando la vitalidad de nuestros hermanos, y puedo atribuir todos sus dolores y caídas, todos sus defectos y errores a estas raíces negras, que ellos, en su inocencia, han permitido que existan creyéndolas inofensivas, ¡ay! y aun útiles y necesarias ... ¿Estoy equivocado? Tal vez, pero esta es mi creencia honrada; mientras existe la injusticia social, las grandes fuerzas femeninas, a saber: gentileza, dulzura y compasión, serán impotentes para aliviar las heridas de la humanidad. Soy optimista, y creo que un día la mujer determinadamente tratará de extirpar las raíces maléficas de donde brotan todos los males sociales, y entonces, en el nuevo ambiente, así purificado por sus acciones generosas, sus adorables características serán la maravillosa fuerza dinámica que obligará al hombre a estrechar la mano del hombre ... ¿Es esto un sueño? Tal vez, pero estos sueños no son ociosas concepciones del cerebro, este uno despierto o dormido; son los símbolos de los deseos y los anhelos que viven una vida robusta en las recámaras claras del conocimiento, o acechan o dormitan en la penumbra de lo inconsciente, y los sueños de la fraternidad universal basada en la justicia social son ahora más frecuentes que nunca, lo que indica que los deseos que simbolizan son generalmente más apreciados.

Perdóname por haberte hecho perder tu valioso tiempo.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 6 de 1920.

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Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada :

Aunque esperada, porque estaba seguro que me escribirías, tu carta del 2 de septiembre último fue una sorpresa - y muy agradable - para mí: ¡es tan hermosa! ¡Y está escrita con tan extraordinaria sinceridad!

Tu admirable carta ha tenido el poder de conmover todo mi ser, a medida que sentía vibrar los latidos de tu corazón en cada una de sus páginas. Me siento tan deprimido que necesito esa clase de apoyo moral; porque debes saber, mi bondadosa Elena, que no puedo acostumbrarme a esta existencia que me han obligado a llevar; mi mente y mi cuerpo protestan contra este género de vida. iOh , si pudiera no pensar... ! Pero no puedo detener mi pensamiento. ¡No puedo! Y por consiguíente cada detalle de la vida en la prisión lastima mis sentimientos; los muros se elevan para impedir que me comunique con mis hermanos en ideales, con mis semejantes, con la Naturaleza; las rejas. ...que me hacen pensar en el miedo y el odio de aquellos que temen verme libre; el reglamento, que me manda obedecer, obedecer, obedecer... ; los garrotes, cuya sola vista hieren mi dignidad, como si materialmente fuese golpeado con ellos; todo, en fin, en mi triste ambiente me hace pensar que no soy hombre, sino una cosa. ¡Y ésto, cuando todavía me siento hombre!

¿Podrás comprender ahora porqué tu carta me hizo tanto bien'? Aunque un severo análisis de mí mismo, al cual me sujeto una y otra vez, me pone en desacuerdo con el poético retrato que haces de mí, sin embargo, lo estimo como estimaría cualquier cosa delicada, noble, cariñosa, bella; el perfume de una flor, una sonrisa bondadosa, un sentimiento simpático, el cintilar de una estrella; y tu carta es todo ésto. Derramaste en sus páginas todo el perfume, toda la luz y todo el calor de tu alma exquisita.

No temas escribirme mucho. Te suplico que lo hagas. Una cosa buena nunca me fastidia. Amo la belleza, y la belleza Ia encuentro en tus cartas. Es cierto que hubiera deseado que tus cartas viniesen más pronto; pero temprano o tarde son tan bien recibidas como un rayo de sol. No tengo por que quejarme. Durante los Iargos meses de invierno no culpamos al sol porque no calienta nuestros cuerpos ni anima nuestros espíritus; nos

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alegramos únicamente al verle venir hacia nosotros otra vez. ¿Podría yo culparte por no haberme escrito?

Escríbeme, escríbeme, mi buena camarada Elena.

Tengo que terminar esta carta. No puedo trabajar como tú, pero sueño y espero. . . Aguila sin alas, ¡ay! y sin garras, ya no me queda más que soñar, y ésto es lo que hago.

Da a nuestra querida Erma mis mejores recuerdos y fratemal cariño. En cuanto a ti, las tiernas emociones que tu inesperada carta despertó en mi corazón.

Tuyo fraternalmente.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 26 de 1920

Señorita Elena White.

Nueva York, N.Y.

Mi querida camarada:

Por fin puedo contestar tu muy querida carta del 15 de este mes, que, como la primera, fuiste tan bondadosa de enviarme, ha sido muy bien recibida.

Leí tu carta con mucho gusto, y, a decir verdad, con envidia; porque tu puedes escribir cuantas páginas quieras, mientras que yo tengo que contentarme con la concesión que se me hace para verter mi alma en sólo dos.

Tu carta nunca puede ser demasiado larga, mi querida amiga. Lo que tienes que decir es tan querido, tan ingenioso y tan inspirado, y la manera como lo haces es tan grata, que no pueden cansarme tus palabras. Así, pues, deja correr la hermosa corriente de tus sentimientos y pensamientos; déjala correr y que me llegue para empaparme en sus encantos y su belleza, porque necesito abluciones de esta clase para encontrar inspiración. No temas, pues, y deja correr tu Castalia ...

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Tus esperanzas son grandes y también lo son las mías; no hay esperanzas ociosas, ¡oh, no! El aire está cargado de posibilidades ... La historia está escribiendo las últimas líneas del periodo que tuvo como cuna las ruinas de la Bastilla, y está a punto de abrir un nuevo periodo, cuyo primer capítulo será conocido por las generaciones venideras, como las tentativas de la raza humana hacia el camino de la libertad.

Un reajuste de valores sociales se está haciendo en todo el mundo, y es evidente que lo que hace cinco o diez años era despreciable o sin valor, ahora tiene influjo, o al menos lo está adquiriendo. Se aproxima la hora en que el billete de banco y las monedas de plata y oro ya no tendrán el poder mercantil que tengan las callosidades de las manos humanas. Ya los herederos de ciertos tronos no han podido vender sus derechos de primogenitura por el clásico plato de lentejas ... Dentro del duro cráneo del esclavo, un fulgor ha comenzado a brillar, un fulgor del divino fuego de Prometeo, que los dioses del cielo y de la Tierra se inclinaban para extinguir, pero que en muchas cabezas proletarias es ya una conflagración inextingible ... Respiramos una atmósfera de conflicto y de inquietud; algo sopla en la sombra; rumores nunca oidos flotan en el aire y de los cuatro rincones del mundo ascienden vapores lívidos y se acumulan en las alturas en masas de negras nubes que presagian tempestades; está a punto de sonar la hora de las liquidaciones sociales; se siente la solemnidad del momento; más bien que comprenderla, nuestros mismos instintos están advirtiendo a nuestra razón del inminente nacimiento de una nueva edad histórica. Y yo sueño, y mis sueños me dan, querida Elena, lo que tú me aconsejas; es decir, mucho consuelo ... ¡Cuánto amo estos sueños dulces, buenos y fieles! Ellos nunca me abandonan. Confío, sueño y espero con el oído atento en la dirección del viento, para sorprender los rumores más sutiles que el mundo exterior pueda hacer venir, y escucho ya la fatiga de los que se esfuerzan por aproximar el nacimiento de la edad tan largo tiempo esperada, ya los gemidos de los que tratan de perpetuar las condiciones de las cuales obtienen su felicidad y su poder. La lucha debe ser aguda, a juzgar por el viento ardiente que sopla en la cara, como si saliese de un furioso volcán ...; y sueño, y veo a nuestra Tierra meciéndose en su órbita, ahora orgullosa de ser el vehículo de una raza altiva en su marcha alrededor del sol, bajo la mirada simpática de millones de otros soles y de otras tierras ... Y descanso mi mano sobre el pecho de nuestra madre común para sentir las pulsaciones de su corazón, y saber cuán felíz es ella ante la vista de sus hijos redimidos, habiendo muerto el último

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Caín, y, bajo la presión de una emoción casi religiosa, la beso, la beso ...

Con la esperanza de saber de ti pronto y deseando sentir una vez más ese dulce aliento del jardín de tus sentimientos - para usar de tus mismas palabras - quedo en mi jaula de hierro como una águila cautiva, soñando, soñando, soñando ...

Tu camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Noviembre 17 de 1920.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Te escribo con un sentimiento cercano al remordimiento. me has escrito tres cartas: una el 26 de octubre último y dos más el 6 y 7 de este mes, respectivamente. Y es con mi carta de dos páginas con la que me veré obligado a contestar la abundancia de dulces sentimientos y bondadosos pensamientos que has desencadenado para mi satisfacción y delicia ...

Entiendo perfectamente, querida camarada, tu impaciencia por la lentitud con que transcurren los acontecimientos. ¡Estamos tan sedientos y tan hambrientos de lo que el futuro nos reserva! Pero, ¿cuántos somos los que sentimos verdadera sed y hambre aguda de ello? Sólo unos cuantos; sólo los que saben que el presente estado de cosas no es permanente, sino una simple escena de la miriada de actos de la tragedia de la vida, y que hay más escenas y más actos que representar. Y somos tan pocos, que nos vemos forzados a sufrir las impacientes miradas, miradas y miradas a la misma cosa, hasta que nuestra impaciencia - porque la impaciencia es contagiosa - infecte a otras gentes y despierte en ellas la misma sed y la misma hambre que nos aflige a nosotros. Entonces, y sólo entonces cambiará la escena; la rapidez del cambio dependerá de la suma de las

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migajas de pan disponibles para llenar los estómagos; mientras más pequeña sea la cantidad, más rápido será el cambio.

Es triste referir esto, pero es la verdad. La dignidad humana y el orgullo humano ... palabras, palabras, palabras, como decía el genio de Shakespeare. Es el estómago el que gobierna hoy, tan poderosamente como cuando nuestros antepasados vagaban en la selva. Todavía no somos el tipo de hombre; somos el eslabón entre el mono y el hombre. Porque, ¿en dónde está la dignidad de que blasonamos tanto? Un hombre, o un grupo de hombres, puede tener bajo su dominio millones y millones de los llamados seres humanos; él puede someterlos a todas las indignidades imaginables e inconcebibles; puede dictarles lo que han de hacer y lo que no; puede inmiscuirse en los asuntos privados y más íntimos del individuo; puede hasta prescribir lo que se ha de decir y lo que se ha de pensar ... y todos deben someterse, todos deben deponer gustosamente su dignidad, su honor, su orgullo, su libertad, con sólo que se les permita obtener la porción de migajas que les tiene designadas ... ¿No es esto ser simplemente un animal? Pero el tirano debe tener cuidado que no disminuya la cantidad de migajas. Unas cuantas migajas y vistas cinematográficas conservan en nuestros días la sumisión de las masas, tan efectivamente como el pan y el circo aplacaban la furia esporádica de la plebe romana. Así, pues, debemos ser pacientes, querida Elena, y esperar que la escena cambie. No tenemos qué esperar mucho, como que las migajas están mermando, y mermando y mermando, y en razón inversa, el número de los afligidos con nuestra sed y atormentados con nuestra hambre y nuestro anhelo, está creciendo, creciendo, creciendo; en presencia de este hecho, desde las profundidades de mi ser, brota un suspiro de alivio: ¿es la esperanza!

Veo con terror, querida camarada, que sólo me quedan unas cuantas líneas y son muchos los puntos de tus amables cartas a los cuales quisiera referirme. Tengo tantas cosas que decirte referentes a mí mismo, a mis pensamientos, mis sueños y mis sentimientos, y cómo se estremece todo mi ser bajo su influencia, y cómo mi sangre se precipita en mis arterias estimulada por su calor; pero no puedo decir todo en estas dos páginas y, por lo tanto, sufro la doble tortura de maltratar mi cuerpo si me muevo libremente dentro de mi estrecha jaula, y lastimar las alas de mi mente si trato de extenderlas más allá de los límites de una carta de dos páginas.

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Escríbeme cartas largas, muy largas, mi querida Elena, y tan seguido como puedas. Tus cartas me deleitan.

Si los editores me envían directamente Freedom, de Londres, me llegará seguramente.

Mi cariño a Erma, a todos los camaradas y a ti, mi buena amiga.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Noviembre 30 de 1920

Señorita Elena White

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tengo en mi poder dos cartas tuyas, una fechada el 10 y la otra el 24 de este mes, y como de costumbre, fueron portadoras de esa alegría y esa fortaleza que me parece forman la esencia de tu alma. En verdad, una escencia muy exquisita y muy rara. Tu puedes estar alegre, mi querida camarada, hasta bajo la influencia de un dolor de cabeza, o cuando tu cuerpo esté privado del descanso necesario.

Estoy completamente de acuerdo con tu concepción del arte. Eso del arte por el arte mismo es un absurdo, y sus defensores han crispado siempre mis nervios. Siento por el arte tan reverente admiración y amor, que me lastima verlo prostituído por personas que no teniendo el poder de hacer sentir a otras lo que ellas sienten, ni hacerlas pensar lo que ellas piensan, ocultan su impotencia bajo el mote de el arte por el arte mismo; pero afortunadamente el número de los defensores de el arte por el arte mismo es despreciable, y no hay peligro de que el arte jamás zozobre en sus aguas turbias. La vida, con su miriada de manifestaciones, está en contra de esa escuela absurda, y mientras el hombre continúe siendo un ser construído con sangre y nervios, con corazón y cerebro, el arte tendrá que existir, el arte genuino que tú concibes, mi querida camarada, con significación y fondo, verdaderamente bello.

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Con cariño para Erma, los demás camaradas y para ti.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Diciembre 14 de 1920

Señorita Elena White

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tengo en mis manos tus hermosas y queridas cartas del 1° y 5 de este mes; ambas me comunican tus grandes esperanzas y tus sueños, y deliciosamente entretejido con todo esto - como flores asomándose entre el césped - esa nota de buen humor, de luz, amabilidad o cariño para los que sufren, lo cual hace de tus cartas una verdadera medicina para el corazón de este viejo rebelde.

Tus noticias respecto a una cercana libertad de los presos políticos son espléndidas, y cualquiera que sea el resultado, te lo agradezco; te lo agradezco, ya sea que dejen o no libres mis alas, porque lo que aprecio es esa emoción nacida en un delicado rincón de tu corazón, que te impulsa a enviar tan buenas noticias a tu camarada. Te sentiste felíz al recibir las noticias y deseabas que yo también me sintiera felíz; abres tu corazón, y dejas fluir su delicado perfume para mi satisfacción y bienestar. Gracias, muchas gracias, mi querida Elena.

Pensando en el asunto, no veo razón para que nosotros, prisioneros de guerra, quedemos en el cautiverio más tiempo. Creo que es una crueldad innecesaria e infructuosa conservarnos encerrados. Estamos separados del resto de los mortales, con la esperanza de que nuestro descontento no infecte a otros; pero, ¿somos nosotros realmente una fuente de descontento? Por mi parte puedo decir que no lo soy. Yo no he subido el precio del pan; no he privado a ningún niño de su leche; no he arrojado a ninguna familia al arroyo por falta de pago de la renta, porque no tengo casa habitación ni siquiera para mi; no he privado a ninguno del derecho de pensar con su propia cabeza y de obrar de acuerdo con ese derecho; no he obligado a ninguno a sudar y

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trabajar y aun a dar la vida por mí; ninguno puede señalarme como causante de su miseria, de sus lágrimas y de su desesperación. ¿Cómo, pues, puedo causar el descontento? Y si no soy una fuente de descontento, ¿por qué es que no me desatan mis alas ni me dejan volar hacia ese rincón de la Tierra en donde tiernos corazones lamentan mi ausencia?

Todo esto me hace sospechar que no se me conserva cautivo porque sea yo una fuente de descontento, sino porque quiero suprimirlo, porque me empeño en extirpar de nuestra Tierra todos los dolores, toda degradación y toda miseria que nace de toda situación en la que uno manda y otro obedece. Creo que esta es mi falta, este es mi crimen y, si es así, lo bendigo y lo acaricio, y estoy listo para volverlo a cometer con todo mi corazón, con todo mi cerebro y con todo mi cuerpo, porque ello responde al llamamiento de un instinto misterioso de armonía y belleza que se estremece en los más íntimos rincones de mi ser. Quiero que todo sea bello, en armonía con la naturaleza. Todo en la naturaleza es hermoso, todo respira belleza, menos el hombre, la más privilegiada de sus criaturas. ¿No es ésto una vergüenza para el hombre y una afrenta para la misma naturaleza? Odio, crimen, dolor, tal es la condición del hombre en medio de la grandeza y esplendor de la naturaleza; ¿y por qué? Porque hay uno que manda y otro que obedece; uno que explota y otro que es explotado, y de este modo somos una mancha en la superficie de la naturaleza; somos una deshonra para todas las cosas y para todos los seres, porque violamos toda armonía y toda belleza. Cuando todos los seres vivientes se regocijan bajo el aliento de la vida, el hombre se marchita, se enmohece y solloza y, teniendo cerebro, no se detiene a pensar que las estrellas se ofenden al ser miradas a través del velo de sus lágrimas, y que las rosas, los oros y las púrpuras de las auroras y de las puestas de sol se sienten ofendidas a la vista de sus andrajos y de su roña. Lo que el hombre necesita para apreciar la belleza y evitar el contraste de él con la armonía universal, es ser libre. Entonces, sólo entonces introducirá su nota en el concierto poderoso de la vida, y encontrará para sus ojos una función más noble que la de derramar lágrimas, y para su corazón algo mejor que ser el abrigo del odio y del dolor.

Como el espacio está para acabarse, pongo punto final a mis divagaciones. He estado enfermo, muy enfermo, la semana pasada; los catarros siempre me atacan en forma muy severa, acompañados con fiebres, dolor de cabeza, dolor de dientes, dolores reumáticos, y el invierno pasado hasta con pulmonía. ya

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vez, mi querida Elena que esta pobre planta tropical se marchita bajo el cielo gris, ceñudo y frío. Todavía estoy enfermo, pero ya no tanto, y creo que en dos o tres días más estaré bien ... para esperar otro ataque, y así sucesivamente.

Ahora debo terminar esta carta, mi buena Elena, deseando para ti horas felices en las próximas fiestas en que el mundo cristiano celebrará la venida a la vida del soñador que consiguió ser asesinado por los mismos que han hecho de él un dios y se arrastran a sus pies. ¡Que seas felíz, y olvida por unos cuantos días esa lúgubre prisión en la cual gastas tu juventud y tu salud, dos tesoros que nuestros amos compran por un pedazo de pan!

Da mi cariño a Erma y a todos los camaradas, y tú, mi querida amiga, creeme que vives en mi corazón con todos aquellos a quienes amo y que desempeñan una dulce y cariñosa parte en la fábrica de mis sueños.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Diciembre 28 de 1920.

Señorita Elena White.

New York, N. Y.

Mi querida camarada:

Hace un año, dos de mis más queridos amigos, Emma Goldman y Alejandro Berkman, fueron lanzados al mar porque a los mandatarios de este país, en un tiempo la tierra de la libertad y el hogar de los valientes, los consideraron incapacitados para compartir las alegrías y los dolores del pueblo norteamericano, y sobre todo demasiado libres y valientes para permitirles plantar sus tiendas sobre el suelo que la tradición confería a todos los rebeldes del mundo ... Fue aquel un momento de angustia cuando Emma y Alejandro pusieron sus pies en la cubierta del Bufford. La justicia dejó caer su brazo con la mayor desesperación. La libertad misma creyó estar bajo las garras de una pesadilla. El domicilio del nacido en país extranjero dejó de ser sagrado, y en el peso de la noche fue arrancado de los brazos de su familia y encadenado. Un aliento de tragedia y de horror envenenaba el

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ambiente; Torquemada rió burlonamente, y los restos mortales en Plymouth Rock enrojecieron de vergüenza ... Y ahora que recuerdo el ultraje, amontonado en un rincón de mi calabozo, medito, y medito, y medito, y me pregunto: ¿Qué objeto se persigue con estas deportaciones y encarcelamientos, y hasta linchamientos, de los que acarician un ideal diferente del que sostienen los que están en el poder? Y después de tanto pensar hasta conseguir un dolor de cabeza, no puedo encontrar más que una contestación: ¡matar el ideal! ¡Cuán lejos estamos del hombre que habitó la caverna, y, al mismo tiempo, cuán cerca también! Podemos navegar en el aire; somos capaces de platicar a través del espacio; sabemos enrolar la luz a través de un carrete y obligarla a trabajar para nosotros; hasta hemos perseguido y arrojado de los cielos a los dioses, y hemos suspendido de las estrellas la argentina hamaca de nuestros sueños, para mecernos voluptuosamente en el azul ... Sin embargo, nuestra jurisprudencia no difiere esencialmente de la fundada por un ladrón en la noche de los tiempos, al grito de: ¡Esto es mío! Toda nuestra vida social y política y nuestras relaciones internacionales gravitan alrededor del crímen consagrado como principio por la mano armada del primer ladrón que respiró sobre la Tierra ... Y así, cuando por medio de la alquimia del sufrimiento y del dolor humanos brota la flor blanca del blanco ideal de justicia, todas las fuerzas sociales, políticas e internacionales rivalizan unas con otras para arrancarla, creyendo, ¡oh, insensatos! que al hacerlo apaciguan todo el peligro que pudiera poner en riesgo la santidad del crimen, mientras dejan vivir la horrenda planta portadora de la flor divina. Por eso fue que Emma y Alejandro fueron entregados al océano hace un año; sin embargo, el sufrimiento y el dolor humanos, no han dejado de producir sus flores blancas ...

Efectivamente, si llego a dejar este infierno, escribiré un drama en inglés y te lo dedicaré, querida amiga.

¿Mi catarro? Me deja descansar dos o tres semanas y después vuelve a la carga con mayor furia, haciendo miserable mi vida.

1921 está ya a nuestros umbrales, levantando la mano para llamar a nuestras puertas. Llega cargado de dichas y de tristezas, y le pido deje a tus puertas un paquete enorme de felicidades, que dure los trescientes sesenta y cinco días seguientes, y te evite las penas que puede colocar sobre mis espaldas, porque ya estoy acostumbrado a ellas.

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Con cariño para Erma y para todos los compañeros y más cariño y admiración para ti, Elena, quedo tu camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Enero 25 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Esta vez he tenido que esperar dos semanas para recibir el rayo de sol. Al fin vino, trayendo la fecha de 17 del mes en curso. Sin duda alguna que el padre sol juega con nosotros los mortales esta clase de travesuras. ¿Podrá uno maravillarse de que su hija se entregue también a ellas? Pero como nadie guarda rencor contra el sol por no calentar nuestros cuerpos, así yo no abrigo ningún resentimiento contra su bella hija por haber olvidado que existe un negro agujero en esta Tierra hermosa, en donde una alma marchita suspira por la belleza.

¿Una deuda a mí? ¿Tú mi deudora? ¡Oh, querida Elena, tu nada me debes, pero tu te debes toda a nuestra humanidad entera! Naciste para brillar, y brillarás a pesar de los dolores que te ocasione tu brillo, porque brillar es incendiar ... Tu tienes que incendiar, e incendiar, incendiar otra vez y siempre, porque ese es tu deber; la humanidad necesita tu luz ... Tu no obtuviste tu magnífico cerebro para conservarlo ocioso; tu tienes que fatigarlo, molestarlo; tienes que torturarlo, porque crear significa dolor. Así, pues, yo no reclamo ninguna deuda, pero anhelo verte resplandecer, iluminando al mundo. Que tu serás esta antorcha humana, este faro viviente, estoy seguro. Y esto, mucho antes de que te encuentres lejos, en el camino de la vida. Esta opinión mía no es una profecía ni un mero entreetenimiento literario, es la convicción sacada de los hechos: tu cerebro lúcido y la grandeza de tu corazón, elementos propios para hacer un faro viviente ... Todo lo que necesitas hacer es no permitir que ese fuego divino muera. Vuélvelo a encender, mi joven y amada amiga; reenciéndelo con tu sangre, con tu carne y aún con tus lágrimas

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si es necesario, y marcha adelante, adelante, adelante, llevando tu fuego que al fin encienda al mundo. Tus pies, hechos para el contacto de terciopelos y flores, te sangrarán por lo escabroso del camino ... No te fijes en eso; de las piedras benditas con tu sangre, flores de fraternidad universal brotarán luego a tu llamado. Y si encuentras espinas, no las apartes, antes bien, premeditadamente pasa sobre ellas para que sangren todavía más tus pies ... Quizá tus labios estén secos y te den hiel a beber ... Bébela y sigue adelante, adelante, adelante: y si el fuego se estuviese extinguiendo y no tuvieres más carne, ni más sangre, ni más lágrimas para encenderlo de nuevo, pon a arder tus huesos, pero no lo dejes morir, no permitas que el ideal se extinga, nuestro ideal de belleza.

Todo esto lograrás; estoy seguro; te conozco bastante bien. ¿Un junquillo? No; no eres un junquillo, aunque algo más frágil que un junquillo; eres una rama de hinojo. Prometeo nos trajo el fuego del cielo. Eres una águila joven, una hermosa águila joven, enamorada del azul, y que se remonta, se remonta, se remonta para ocupar su lugar entre sus hermanas las estrellas. Sólo deseo que esta amada águila no pierda la fe en la fuerza de sus alas, para que alguna noche que ella cintile en alguna u otra constelación, y cuando alguien me pregunte quién es al nueva estrella, contestaré orgulloso: Es mi amiga Elena Quizá ella me lo premiará con una sonrisa ...

Sí, recibí el calendario, y actualmente está adornando mi calabozo; pero como no traía ninguna seña indicando quien lo envió, no mencioné que lo tenía en mi poder, aunque tuve la idea de las criaturas solicitas que pudieron haberlo mandado. Es el mismo que me describes: tierra, agua, pasto, árboles, nubes y la luna, todo duerme. Su título es: Rayo lunar. Yo lo llamaría Paz No hay allí ni un soplo de aire que agite esta agua; los árboles silenciosos se inclinan sobre la linfa, como si en un sueño hubieran perdido su equilibrio; la luna, bellamente embriagada de melancolía, ha permitido a sus vaporosas cubiertas se deslicen parcialmente de sus lecho, y, como una doncella embriagada, muestra al infinito ofuscado el encanto de su carne ... Y bajo ese símbolo de paz está el calendario, exacto, una sucesión de doce pequeños cuadritos de papel, los cuales, para un cautivo, significan una eternidad ... Cada uno de estos pedacitos de papel está subdividido en treinta o treinta y una partes, como otras tantas paredes que separan a uno de la vida ... Es imperioso escalar esas paredes, una por una, día por día, y parece como que crecen más altas a medida que el tiempo se desliza ...

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He recibido noticias de la opinión del doctor que ustedes, camaradas, hicieron que me examinara. Dice que la catarata no está todavía madura para hacer la operación, y que tengo que cegar completamente antes de que se me pueda hacer la operacion. De modo que tendré que subir mis paredes en la obscuridad ...

En cuanto a mi resfriado, ése no me abandona con su equipo de dolores de cabeza, de muelas, y un centenar de miserias más.

No teniendo más papel para mis fantasías, termino mi carta enviando mi cariño a nuestra Erma y a los demás camaradas, y a ti, mi buena camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Febrero 8 de 1921

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi muy querida camarada:

Tres joyas tengo ante mi vista: cada una de ellas es portadora de un mensaje de ánima, un aliento de gran entusiasmo y una solemne promesa de devoción al ideal ...

Me refiero a tus hermosas cartas del 26, 27 y 30 de enero último, en las que vertiste lo que sientes y lo que piensas respecto de nuestra causa, lo cual yo llamo la causa de la belleza porque la libertad es belleza. Hay solamente una palabra que podía expresar mis emociones a la vista de estas tres espléndidas joyas: ¡admiración! Me complace denominar tus tres últimas cartas: El canto del Amazonas, pues ellas son un poema en tres cantos. Eres una poetiza y el canto es hermoso. Me pone en presencia de la lucha más desigual, la lucha de una alma libre y audaz contra las deidades del cielo y los dioses de la Tierra. Esta alma, tu alma que, tomándoles por el cuello, arrastra ante el tribunal de la razón a las criaturas que el hombre crió en su terror y para quienes construyó tronos en los espacios estrellados; tu alma arrojando a los pies de la dignidad humana a los dioses

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terrestres, impuestos al hombre por medio del fraude, de la violencia y del crimen ... Es tu alma acorralada, pero todavía rechazando con valentía los implacables ataques hechos en su contra por las fuerzas de la obscuridad, las hordas de todos los prejuicios, de todos los fetichismos, de todas las costumbres, de todas las preocupaciones, de todas las tradiciones. ¿Te sorprenderá, pues, mi admiración? ¿Producirá esta admiración otra sonrisa indefinible? Sin embargo, mi admiración es sincera. ¿Cómo pudo resistir tu alma, y vencer actualmente el gran número de solicitaciones e influencias del medio? Una flor blanca y pura, nacida en la boca de un infierno, y sin embargo floreciendo pura y fresca ...

Cuán diligente eres, mi buena amiga. Tengo Freedom, de Londres, en mi poder; todos los números de 1920, y el número de enero de este año. Gracias a ti, a Keel y a Owen; necesitaba ese buen periódico; tenía hambre de esta lectura saludable. Estoy de acuerdo con estos camaradas; una dictadura es tiranía, y no puede conducir más que a la tiranía; y yo estoy en contra del despotismo, ya sea ejercido por los trabajadores o por la burguesía ... Esta cuestión rusa me preocupa mucho; temo que las masas rusas, después de haber esperado en vano la libertad y el bienestar que les habían sido prometidos por la dictadura de Lenin y Trotsky, retrocedan hacia el capitalismo otra vez. La actual miseria de las masas rusas, después de dos años de administración de las industrias por el Estado, puede conducir a esas masas a la conclusión de que el antiguo sistema de producción es bueno, y por lo tanto, en vez de poner las industrias bajo la administración directa de los trabajadores, pueden entregarlas de nuevo a los propietarios particulares. El efecto de esta acción sería desastroso para el movimiento revolucionario de los trabajadores del mundo, que cifra tantas esperanzas en el gobierno del soviet. Estos recelos míos me hacen ver con profunda simpatía la tarea de ilustración que Freedom está llevando a cabo. La caída de la dictadura de Lenin y Trotsky es cuestión solamente de tiempo, y los trabajadores del mundo deben estar preparados para mirar con serenidad tal fracaso, mientras que por medio de nuestra propaganda se conocerán las causas del fracaso, y se tendrá abierto ante ellos el camino que conduce a una sociedad sin amos.

Sírvete, mi querida Elena, enviar mis fraternales saludos a Owen y Keel y a todos los camaradas ingleses. Como mi querido amigo Owen desea saber cómo me encuentro, puedes tu informarle.

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Sabes que los días de mi vista están contados ... La obscuridad se aproxima, se aproxima ...

Tengo una carta del señor Weinberger en la cual también me informa de lo que tu me escribes: Que el Departamento de Justicia dará la consideración debida a mi causa. El señor Weinberger es muy bondadoso en ponerme al corriente sobre todo lo concerniente a mi causa. Sírvete saludarlo.

Recibí la rosa. Sí, ese objeto querido me dice de la sangre roja de la joven que vive para el ideal, y, naturalmente, amo esta rosa, porque me trae un mensaje de esperanza. Cuando contemplo almas jóvenes como la tuya, consagradas a la causa, miro con confianza el futuro de la humanidad. En tanto que la humanidad continúe dando nacimiento a Elenas Whites, habrá esperanza ...

Mi catarro me mortifica como siempre; siento mi cabeza muy pesada. Sí, he tomado medicinas aquí, pero sin ningún alivio. Lo que necesito es un cambio de clima; necesito mis trópicos ... Estas nieves son hermosas, me inspiran y las amo, pero ellas no me aman a mí; por lo tanto, necesito mis selvas, al menos por algún tiempo puesto que mi lucha me llama a las grandes ciudades ... Pero, ¿qué digo? Esos son sueños. La realidad son estos horribles muros que me separan de la vida. Sin embargo, no me pesa porque estoy en paz con mi conciencia. ¿Qué no darían los que me guardan aquí, por gozar de esa paz?

Ahora debo terminar esta carta, agradeciéndote, mi querida camarada, por haberme permitido participar del dulce calor que tu generoso corazón irradia, y con cariño para tí, Erma y todos los buenos camaradas, quedo esperando ansiosamente tu próxima joya.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Febrero 22 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva Yory, N. Y.

Mi querida camarada:

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Aunque me aconsejas que no conteste tus cartas, pensando que eso puede lastimar mis ojos, no puedo abstenerme de hacerlo. Para mi es un placer escribir a los que amo, y tu, Elena, eres uno de ellos. Además, puedo calmar tus temores, mis ojos no me duelen. En ciertas ocasiones me da una punzada en ellos y eso es todo. En cuanto al doctor, ya no ha vuelto, y hace bien, no lo necesito ahora, y su venida sería un gasto absolutamente innecesario; un despilfarro de dinero. Las cataratas tienen que madurar por sí mismas, y entretanto no hay más remedio que esperar.

Sí, supe que Mollie y los demás camaradas consiguieron que sus sentencias fueran reducidas. En cuanto a mí, no espero nada favorable, después de que se falló en contra del caso de Rivera. Seguramente que a él se le considera menos culpable que a mí, puesto que se le impusieron solamente 15 años. Quizá la nueva Administración nos ponga en libertad, tal vez ... Si eso sucede, daremos crédito al milagro de la conveniencia, no de la justicia.

Comprendo perfectamente tu desagrado al ver cuantos camaradas sostienen al gobierno de Lenin y Trotsky. No estoy naturalmente en favor de la intervención de los aliados en Rusia; debemos oponernos a ella, pero también debemos abstenernos de mostrar a la tiranía marxiana como un medio de obtener la libertad. La tiranía no puede engendrar más que tiranía. Lo mejor es intensificar la propaganda de nuestro ideal hasta lo último. Esto es lo que más se necesita, porque somos muy pocos, y si cierto número de nosotros gasta sus energías en la propagación del maximalismo, nuestra causa sufrirá un retroceso terrible. Sí, comprendo tu contrariedad, mi buena Elena; eres pura, sincera y muy inteligente. Pero no te apenes. Si algunos o muchos de nuestros hermanos desertan, otros vendrán a nuestro lado, y si ninguno viene, no hay que desesperar, porque tarde o temprano la intoxicación marxiana decaerá y las mentes desapasionadas adoptaran el ideal que en su borrachera habían menospreciado. Nuestro ideal no puede perecer porque es la expresión del anhelo del alma humana por la libertad, por la libertad ilimitada. Las masas, que tan fácilmente se extravían porque sienten pero no piensan, pueden adoptar cualquier otro sistema social y político para calmar por algún tiempo ese penoso anhelo por la libertad; pero no conseguirán verse aliviadas de su tormento, y finalmente comprenderán que nuestro ideal es el único que puede garantizar la inviolabilidad de la dignidad humana. No desespero, y menos lo haría al ver almas jóvenes tan bellas como la tuya, conservando valientemente la pureza del ideal. Tengo confianza

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en ti. Pueden dejarte sola; todos podrán abandonarte, porque la cobardía humana siempre sigue la dirección que opone menor resistencia; pero tu, estoy seguro, permanecerás firme.

Una águila impulsando a los gorriones que se convierten en águilas. Remóntate, remóntate, mi hermosa y joven águila; sé tu misma. Remóntate, remóntate, que, para verte, el rebaño tendrá que levantar la cabeza. Remóntate, remóntate; que la bestia humana se vea obligada a mantenerse sobre sus piernas traseras, y bien erguida y con su frente hacia el sol para mirar tu belleza. Sé tu misma; si almas engañadas te huyen como ridícula o extravagante, porque el pobre rebaño no puede comprender a las almas independientes, a los corazones sin miedo, no temas verte sola. Ve a los campos y conversa con tus hermanas las flores, ellas son buenas, ellas no huirán de ti, y para tus palabras de amor tendrán siempre belleza y fragancia. ¿Sola? No; ninguno está solo en el corazón de la naturaleza, con tal de que sienta y piense; con tal de que uno se de cuenta de su cercano esco con el ave y la bestia, la planta y el árbol; con tal de que uno comprenda que la Tierra es también un cuerpo celestial, y el cometa su hermano, y la estrella su hermana. Sola, cuando hasta la humilde hoja de la yerba, brotando de la hendidura de la roca o del cuarteado muro, envía a nuestro corazón una viva emoción ...

Sola, cuando el desnudo risco a nuestros pies nos dice la historia de nuestro origen común, y uno no puede menos que sentir por ello confraternidad y amor ...

Sola, cuando el océano llena el pecho de uno con la majestad de su poderoso latido ... No, nadie está solo si solamente comprende la vida. Así pues, sé tu misma, mi querida joven águila, que un día estos gorriones, conscientes de tu serenidad y grandeza, aspirarán a ser águilas también ...

Con cariño para Erma, el resto de los camaradas y tu, quedo como siempre tu camarada, que admira tu devoción a nuestro ideal.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 8 de 1921.

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Srita. Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Por fin llego a mis manos tu querida carta del 3 de este mes. No sé si debo culpar por la demora a la melancolía de que me hablas, o a otra causa.

El poema que copiaste para mí, es bueno; pero, mi inspirada poetiza, tu escribes mejor. ¿Por qué? Porque sientes la poesía. No dejo de comprender que lo que dice el escritor del poema es cierto; pero carece de ese algo alusivo que hace que una palabra o un grupo de palabras estremesca nuestro ser y se graben en nosotros para siempre. ¿O será que mi gusto estético está ya cansado? Esta duda me asalta al ver tus alabanzas al poema. Tu talento es claro; tu gusto, puro y fresco; y finalmente, sientes ... sientes ... ¡Oh, estoy perdiendo el buen gusto! No puedes estar engañada. Ese poema se ha apoderado de la carne y del cerebro de una sensitiva, y, sin embargo, no altera mi pulso en lo más mínimo. ¡Qué tristeza! ¡Qué triste es no sentir contigo ... ! Mi gusto va degenerando ... Pero entonces, ¿cómo es que amo tu poesía, que siento tu poesía, tu poesía tan pura como puro es tu corazón? ¡Cómo recuerdo esa nube rosada que pasa ... que tu viste cuando estabas abrumada por la melancolía ... ¡Esa es poesía!; ella conmovió mi corazón, y actualmente palpita bajo la excitación de la misma emoción siempre que recuerdo la felíz imagen que tu delicado temperamento hizo brillar en tu cerebro. ¡Oh, mi querida Elena!, estoy tan apesadumbrado porque no puedo sentir contigo en esta ocasión la belleza que encontraste en el poema del señor Southworth, Aspiración; y tanto que te molestaste en transcribírmelo. Pero no te disgustes conmigo; si no siento la poesía en Aspiración, tu generosidad en enviármela llena mi corazón de una emoción poética ... porque poético fue tu impulso, y éste, el impulso, es lo que me satisface y alientas lo que hace a uno bueno, la bondad es infecciosa ... la bondad es contagiosa ... Tu pensaste: Aspiración le proporcionará una emoción estética; Aspiración no me la produjo, pero tu intención sí ... Gracias mil veces, gracias, gracias.

Sí, marzo ha llegado, y con él una esperanza de días calientes. Es un mes memorable ciertamente, lleno de gloriosos recuerdos, ¿ay! y de funestos también. ¿No fue marzo de 1918 el mes que presenció la rotura de mis alas, para que yo no pudiera volver

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más y tuviera qué arrastrarme bajo los pies de los hombres y de las bestias? ¿Tengo que denunciar este infausto hecho al de otro modo egregio mes? ¿Te ríes de mi megalomanía? Riete, mi buena camarada; preferiría verte reir aun a costa mía, que bajo las garras de esa malvada melancolía. Sí, marzo presenció la humillación de mi alma. Después de tres años, aún permanece sobre mis espaldas la mancha que imprimió en ella la mano del jefe de policía que me arrestó, como para indicar que ya no era un hombre, sino una cosa perteneciente al Estado; aún me quema. Soy un hombre de la selva, un hijo de la naturaleza; de esta suerte, resiento cualquier ataque que se haga a mi libertad. Mi alma se anima aún con el soplo de las montañas que presenciaron mi advenimiento a la vida, un soplo saludable, un soplo puro. Por esto es que amo la justicia y la belleza. Y cuando en aquel memorable marzo me arrastraron a una jaula de hierro, se trató de ahogar en mí el hálito de las montañas, el soplo de la fiera independencia. Ellos no comprenden que él existe en lo más profundo de mi ser, que es mi misma existencia. Quizá el que por primera vez gritó: ¡dadme la libertad o dadme la muerte!, era también un hijo de las montañas, porque puedo reconocer en ese grito extraordinario el rugido de sus poderosas tempestades. Marzo es en verdad memorable, auinque en diferentes sentidos: algunas veces, por un gesto de rebelión que llenó de terror tanto a los corazones de los opresores como de los oprimidos; y otras veces por el lanzamiento de un alma amante de la libertad a un agujero obscuro, para que se pudra y se muera.

Pero debo detenerme, tengo que detenerme. Si siquiera mi catarro se detuviera también en sus visitas no interrumpidas y esa melancolía diese una tregua a tu hermosa alma ... Esperemos lo mejor, y ahora, ¡adios!, mi querida Elena. Da mis recuerdos a todos los camaradas, incluyendo naturalmente a mi querida Erma, por quien siento tanto afecto; es tan candorosa y tan sincera. En cuanto a tí, Elena, te envío el gran cariño de camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 22 de 1921.

Señorita Elena White.

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Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Sí, lo comprendo; si no es imposible, si es muy dificil para ti escribirme más a menudo. No eres dueña de tu tiempo. perdóname si alguna vez te sugerí que me escribieras con frecuencia. Soy olvidadizo, egoísta y cruel como un niño. El infante pide lo que desea, sin ponerse a considerar si la satisfacción de su deseo puede ocasionar penas o molestias a los demás. pero en ese caso el infante sólo es un infante, mientras que yo ... Aquí fue cuando tuve necesidad de una de esas carcajadas tuyas para despertarme a la realidad.

Dices que puede ser que haya aún alguna esperanza para mí, de ser puesto en libertad. No lo veo, mi buena Elena; todo indica que ya no hay esperanza. Acabo de recibir del señor Weinberger copia de una respuesta que le dió el Procurador General respecto a mi causa, considerada desde el punto de vista de mi enfermedad. la lectura de la respuesta me hizo sonreir; la esencia de la respuesta está contenida en esto: Ciertamente, Magón está enfermo; pero todavía puede vivir unos cuantos años más y, por tanto, necesita pagar a la justicia siquiera esos cuantos años.

El señor Weinberger dice que está tratando de obtener una cita para ver al Procurador General. Aprecio los esfuerzos del señor Weinberger para obtener mi libertad; pero no veo cómo podría tener éxito cuando existe la determinación de conservarme aquí. El Procurador General no menciona para nada el informe rendido por el médico de la prisión de la Isla de McNeil al Departamento de Justicia en 1918, respecto a que estoy enfermo de diabetes y de reumatismo; es cierto que mi orina fue examinada aquí, en septiembre de 1920, y en el informe dado el 13 del mismo mes, la orina aparece normal; pero, ¿puede esto tomarse como una prueba de que mi enfermedad ha sido curada? Cualquier médico puede decir que la diabetes es una enfermedad incurable. Las emisiones de azucar en la orina pueden desaparecer temporalmente en esta extraña enfermedad; pero la enfermedad permanece exactamente la misma. Esta baja presión de mi sangre, esta condición anémica de la mía, de la cual informa mi médico actual el 13 de septiembre de 1920, ¿no pueden ser causadas por la diabetes? ¿Y qué decir del reumatismo que aún me atormenta y este eterno catarro, del que nunca puedo aliviarme? Te ruego informes al señor Weinberger de todo esto, mi buena Elena, no para que él pueda argumentar con el

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Procurador General a mi favor, porque todo argumento es inútil cuando hay una determinación sorda a la razón, sino con el fin de que mis amigos sepan la verdad. Como ves, no solamente estoy perdiendo la vista, sino que estoy atacado de otras enfermedades. Mi espíritu, sin embargo, está altivo; no estoy deprimido en lo más mínimo, aunque sé que tengo que morir aquí, dentro de los muros de la prisión. Soy un águila caída en el pantano; mis alas están rotas para siempre para no poder dejar esta antesala de la muerte. Pero tengo otras alas que nadie podrá romper y me remonto, me remonto, me remonto, y desde mi elevado sitio veo el fracaso de los que quisieron destruir mis opiniones... Pero pasemos a otro asunto más agradable.

Estoy disgustado con esta horrible carta que te estoy escribiendo sobre enfermedades y otras miserias humanas, tan poco a propósito para ser mencionadas en lo que debería ser una contestación a las hermosas y poéticas concepciones expresadas en tu querida carta del 13 de este mes.

Conseguiste, querida camarada, apoderarte del esplendor de ese día de primavera para enviármelo. Toda la carta es el encanto sublime de una primavera a través de tu temperamento exquisito ... Sin embargo, te quejas de no ser una artista. ¡Ingrata criatura! Quisiera la madre naturaleza ser indulgente con esta hija suya, tan descontentadiza, hasta negarle lo que ella tan generosamente le concedió: temperamento artístico. Eres una artista, Elena; de otra manera no habrías podido coger e incluir en una carta el encanto de una hora. ¿No están en estas apretadas líneas que tengo al frente, los rayos de oro que te rodeaban a la vez que me escribías? Si no, ¿qué es lo que brilla en ellas y alegra el corazón como una amistosa sonrisa? Y esas palabras, ¿pretendes hacerme creer que no son dulces por sí mismas, sino porque empapaste tu pluma en el azul para trazarlas? ¡Y dices que no eres artista!; quizá no lo sabes. ¿Tiene la flor conciencia de su perfume y de su belleza? Pero, ¡he aqui!, el espacio que me queda se está haciendo corto. ¡Cuánto remordimiento siento haberlo gastado con la prosa de mis enfermedades ...! Te prometo no volverlo hacer otra vez para no deshonrar más estas dos páginas con asunto tan horrible. Tu claridad de sol debe ser correspondida con otra claridad de sol. Y ahora, ¡adios! ya es tiempo para mi de ir a la cama para ser libre. Mientras duermo, soy libre. ¡Oh noche bendita!

¿Que tu carta es larga? ¡No, no, no!; pero ahora que me has dicho lo dificil que te es escribir porque no eres dueña de tu tiempo, no

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quiero ser exigente. Escribe siempre que puedas, y corto, sin ningún sacrificio, no obstante que tus cartas largas me hacen tanto bien ... Envío mi cariño a nuestra Erma, a todos los buenos camaradas y a tí.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 5 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tu querida carta del 29 de marzo es hermosa, conmovedora e interesante. Sin embargo, no participo del todo de ese olímpico desprecio que tienes para las palabras ... ¡Criatura ingrata! ¿No fueron las palabras con una significación sagrada las que penetraron furtivamente en tu cerebro privilegiado, y encendieron en él el ideal que ahora te impulsa a obrar? ¿Piensas que la bastilla fue convertida en un montón de escombros por la falta de arrojo de las chusmas de París? No; ella fue aplastada bajo de una montaña de palabras acumuladas pacientemente en cien años de incesante predicación. Comprendo tu impaciencia, mi buena Elena, impaciencia que te conduce a empequeñecer el poder de las palabras. ¿Acaso tuvieron alguna vez los jóvenes de América algún deseo de participar en la última vergüenza europea? No, pero un díluvio de palabras los arrojaron al otro lado del mar, y encendieron en sus gargantas una sed de sangre, de la sangre de hombres a quienes jamás habían visto antes ... Las palabras son poderosas. El primer paso de toda tiranía se dirige en contra de la libertad de hablar, porque la tiranía sabe que las palabras son la acción en la potencialidad. El primer deber del vasallo es callar: No murmures, dice el maestro. ¡Silencio!, grita el déspota

La educación es una de nuestras grandes tareas, y necesitamos palabras, palabras y más palabras. No es necesario creerse uno artista para intentar la tarea; lo que se necesita es expresar con sinceridad lo que se siente y se piensa, de modo de infectar a los

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demás con el mismo sentimiento y pensamiento. El que lleva a cabo esto, es un artista, por imperfecta que sea la ejecución de las palabras.

Dices que no eres una artista. Entonces, ¿cómo es que me contagias con tus diferentes modos de ser? Y si me contagias a mí, ¿cómo no podrías contagiar a otras muchas gentes con esa pasión formidable por la libertad que rabia en tu pecho generoso? Me siento realmente desalentado cuando jóvenes dotados con poderes excepcionales dejan caer sus brazos declarándose impotentes. Dices que quisieras hacer algo; sin embargo, cuando te enfrentas con la cosa misma que hay que hacer para que nuestros acariciados sueños cristalicen, doblas los brazos con cierto fatalismo oriental, e inclinas la cabeza suspirando: No lo puedo hacer, no soy artista ¿Qué clase de vocablo necesitas poseer para que te creas una artista? Por las cartas que me has escrito durante estos últimos siete u ocho meses, he venido a convencerme de que estoy en correspondencia con una artista, y una de las exquisitas. Por supuesto que eres sumamente modesta, y respeto tus sentimientos, mi querida camarada; pero te suplico que no mimes esa modestia hasta el punto de dejarla que te domine y que te encadene tan efectivamente como lo hace la verdadera impotencia. Necesitas tener confianza en ti misma, Elena. ¡Confía en tí! Y ahora, a otro asunto.

Por cartas que he recibido de varios camaradas, veo que existe la creencia de que estoy recibiendo dinero de México. Esta creencia viene del hecho de que hace unos cuatro o cinco meses, la Cámara de Diputados de la ciudad de México votó una pensión de dos pesos diarios en mi favor por el tiempo que tenga que permanecer en la prisión. Cuando se me notificó tal acción, rehusé aceptar la pensión; de modo que no he recibido ni un solo centavo. Cuando rehusé el dinero manifesté con toda claridad que no podía aceptarlo porque era sacado de la bolsa del pueblo por medio de impuestos, y por consiguiente no me sentí con derecho de disponer de un dinero que no es donado voluntariamente por las masas. Te digo esto porque tal vez tu también pudieses saber de tal pensión.

Tampoco tengo fe en una pronta libertad, mi buena Elena; pero el tiempo pasa y no pasa en vano. Hay algo en el aire que me hace sentir la inminencia de grandes acontecimientos, y por esto, mientras no tenga fe en que alguna vez me pongan en libertad, estoy casi seguro de un gran futuro para el ser humano. Lo que

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ayer era desaliento, se cambia hoy en resolución. Hasta en las razas orientales, cuyo amor por la libertad permanece enterrado bajo el polvo acumulado por miles de años de resignación, sopla un aliento del espíritu de protesta que ahora invade al mundo. El dios Capital muere desangrado después de su última loca aventura - es un claro caso de suicidio - y escucho el rumor de la azada que cava la fosa donde una humanidad descontenta le arrojará a puntapiés. El momento es solemne. El melodrama está a punto de terminar en tragedia. Puedo ver el harapo ya enarbolado como una insignia de la justicia, y envolviendo a todos los desgraciados de la Tierra. Por haber previsto este cataclismo hace tres años, fuí condenado a pasar en la prisión los días que me quedan de vida, aunque ello viene como un resultado de la estupidez de los de arriba.

Por no tener más espacio suspendo mis reflexiones, y cierro esta carta con mi cariño y buenos deseos para Erma, a todos los buenos camaradas y para ti, mi buena Elena.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 20 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

¡Qué injusto fui! Pero todo fue por mi estupidés, mi buena Elena. Sin duda que estás hace y hace y hace cosas, pues es de suponerse que no tienes tiempo de hacer más. ¡Cuán injusto y cruel fui con hacerle cargos a tan expléndida, inteligente, animosa y activa camarada como eres tu, porque no sabes cosa mejor que dejar caer tus brazos con verdadera desesperación ... ¡Por favor, rompe mi última carta!

Tengo tus dos hermosas cartas fechadas el 7 y el 14 de este mes, y algunas flores ... algunas flores que me enviabas, a la vez que viajaban con gran velocidad mis temerarias y desconsideradas palabras, ¡la ironía del destino! Las flores, rosas y violetas llegaron muertas; pero aún muertas estaban hermosas, con el

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suave encanto de ilusiones muertas y esperanzas enfermas. Eres cuidadosa y amable, Elena.

Tu carta del 7 es tan conmovedora ... ¡cuán claramente puedo percibir tu delicada personalidad a través de sus rápidos escritos, líneas irregulares ... ! Es hora de comer. El lugar está desierto, excepto por la que sueña. Los hombres y Natura parecen dormir. En la quietud del momento, la soñadora sueña sueños puros, dulces sueños, hermosos sueños. Su alma vuela en el azul, donde sus sueños flotan haciéndosele difícil discernir en el grupo maravilloso de joyas que pueblan el espacio, el alma del sueño. Y como el alma que deliberadamente se maravilla entre sus creaciones, viene de alguna parte una singular melodía, una melodía extraña, una exótica melodía que suena como besos de blancos azahares y de rojos claveles, como la sangre. La melodía flota, flota, flota. Es una melodía melancólica, el quejido, tal vez, de una alma que lamenta la ausencia de su compañera, o ¿por qué no? el suspiro de un corazón adolorido por falta de libertad. La melodía flota, flota, flota, inhundando el espacio, alcanzando las playas de otros mundos en su gigantesca marea y volcándose acá y allá sobre esferas celestes, como cascada de perlas y sobre copas de cristal. ¡Ay! Las lágrimas, quizá, de un corazón que cae sobre el cadáver de una ilusión muerta, o las gotas de sangre que gotean de la vieja e incurable herida inflingida al hombre por la tiranía en la noche de los tiempos. Y la soñadora sueña bajo el encanto de la mágica melodía. ¿Qué sueña la encantadora criatura al ser cortejada bajo cielos azules en paraisos sombreados por palmares? Por su edad, cualquiera pudiera suponerse que sueña castillos encantados donde las piedras son príncipes que esperan una palabra de amor para volver a la vida, hermosos y resplandecientes como jóvenes dioses. Pero no: las fantasías de esta soñadora no son las vulgares imaginaciones con las cuales la gente sencilla arrulla a los niños. Es la verdadera concepción de la vida, disfrutada sin cadenas, que se refugia en su cerebro privilegiado y estimulada por la exótica melodía; ella piensa bondadosamente en su viejo amigo que se pudre vivo en un obscuro agujero, lo cual no es ni la vida ni la muerte. ¡Gracias, gracias mi generosa camarada!

Recibí dos cartas del señor Weinberger, en las que me habla de sus renovados esfuerzos para llevar a cabo la libertad de todos los presos políticos, inclusive yo. Él cree que el caso particular mio será reconsiderado. ¿Serías tan bondadosa de hacerle saber de parte mia el recibo de sus cartas, así como mi estimación por su inagotable bondad?

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En cuanto a Freedom de nuestra Erma, tal vez a esta fecha ya sepas que al fin recibí la edición de marzo, pero no la de febrero.

Ahora voy a terminar, mi buena camarada. Esta carta me deja con gran ánimo. La vida se afirma de nuevo. De arriba a abajo del cuerpo social, o de abajo a arriba como uno lo prefiera, existe una agitación acusadora de la tragedia interna que se desarrolla en las almas. La plácida quietud en cuyas nieblas duermen las almas por tanto tiempo, se ha roto, y la inquietud y la desconfianza han ocupado su lugar. Algo va a acontecer, algo cuya incertidumbre escalofría los corazones de los que acá han sido tan viles que no han sentido en sus almas las marcas del azote impresas en su carne, y de los que creyeron tener derecho, ¡ay! hasta un deber esclavizar a las masas degradadas. Es ese barbarismo que llega a las fronteras donde la civilización empieza y los dos poderes se enfrentan. ¡El conflicto es inminente! ¡Hurra! ¡Hurra!

Mi cariño a nuestra amada Erma y a todos los buenos camaradas, y para tí, mi buena amiga.

Ricardo Flores Magón

P. D. ¿No podrías conseguir para mi el Judgement of peace (El criterio de la paz) de Andreas Latzks? Ya leí Men in war (Los hombres en la guerra).

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 3 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tu hermosa y querida carta del 21 de abril último fue recibida con el gusto de siempre y leída con deleite e interés. ¡Es tan franca y tan sincera ... ! No ocultas las emociones que mis palabras hicieron nacer en tu ser sensible; en lugar de eso abres tu alma para dejarme ver su maravillosa profundidad, y por tal privilegio, que sólo unos cuantos mortales pueden disfrutar, te estoy agradecido, mi querida camarada. ¡Qué barato compré este privilegio: unas cuantas palabras! Unas cuantas palabras mías y

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las sólidas puertas con las cuales el hombre oculta su mundo interno de las miradas curiosas e impertinentes, fueron abiertas por ti para ver yo ... Al borde de ese infinito, mi corazón detiene sus palpitaciones sobrecogido de espanto y asombro. No hay nada tan infinito e inmenso como una alma, y nada tan facinador como la mirada de una alma grande. Como admirador, o mejor dicho, como un adorador de la belleza, permanezco estupefacto ante la magnífica vista. Penetrar ahí o retroceder, sería un sacrilegio. Para el inexperto, es caos de color y de forma; pero el que lo comprende ve en ello la vida en sus mil manifestaciones; quien ha buscado el refugio de una alma pura y valiente para escapar de la profanación por los que tratan de aprisionarla en las páginas secas de los Códigos. Por lo tanto, ante este almacén de la vida, convertido en templo sagrado por su mera presencia en él permanezco extasiado, bañado en su gloria, mientras que de las profundidades más íntimas de mi ser, se eleva una melodía, un himno a la belleza, a la belleza inmortal y pura; pues mientras haya almas como la tuya, en donde la vida se pueda refugiar, mi ideal de belleza vivirá.

Tengo otra carta de nuestro amigo Harry Weinberger. Incluye copia de una carta de fecha 18 de abril último que el señor Daugherty, el nuevo Procurador General, le envía referente a mi caso. ¡Cuán diametralmente opuestos me juzgan tu y el señor Daugherty! Tu generosidad te hace pensar que mis palabras son encantadoras ... Sin embargo, soy incapaz de infundir encanto al señor Daugherty. Él me cree peligroso ... y es de opinión que el calabozo de una prisión es el lugar más apropiado para mí. Los criminales más degradados y degenerados salen diariamente de la prisión para continuar su interrumpida tarea de envenenar al pueblo con toda clase de drogas, o inducir a las jóvenes a la prostitución o malversar el dinero de los pobres ganado con tanto sacrificio. El violador de mujeres sale en completa libertad para continuar llevando la miseria, la vergüenza y la deshonra a los hogares que sin él serían felices. La justicia abre las puertas de la prisión al banquero para que vaya nuevamente a continuar su obra de arrojar, a la pobreza y a la desesperación, a cientos y miles de inocentes criaturas. Para el asesino también hay justicia, como si diariamente no se derramara en todo el mundo bastante sangre, que se hiciera imperiosa la necesidad de libertar a los carácteres más sedientos de sangre. En fin, los crímenes antisociales, son vistos benévolamente por la justicia; pero el que sostiene un ideal de fraternidad, de paz y de amor es considerado peligroso y apartado de los demás para que se pudra y muera como una bestia feroz. Todo mi ser se estremece ante esta

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espantosa corrupción de los instintos más elementales que marcaron la separación del hombre y de la bestia. ¿Cuándo los humanos detendremos esta carrera insensata hacia la obscuridad primitiva? De animales sociables nos hemos convertido en monstruos individualistas. Y en vez de ensanchar nuestras fronteras para sostener una bandera común de fraternidad y amor, todos levantan más alto y más alto el negro estandarte del egoísmo: ¡Cada uno para sí! Bajo estas circunstancias soy considerado como peligroso y mis doctrinas, monstruosas; el lobo detesta saber que sus dientes deben ser extirpados ... Así pues, por razón de ferocidad, debo continuar en la prisión. No me quejo: es natural en la hiena creer que es un privilegio suyo el festejarse con carne descompuesta; los que se esfuerzan en ser lobos, tienen también ese derecho, pero por respeto a la decencia no cubramos tan horroroso retroceso a la barbarie - si es que hemos surgido de ella, lo cual dudo mucho - con la capa de la justicia.

Respecto al libro Judgement of peace (El juicio de la paz) no llegó. En su lugar me fue entregado el catálogo viejo que te devuelvo; estoy avergonzado de que después de haberte molestado tanto para mandarme el libro que te pedí, se haya extraviado. Quizá tu orden fue traspapelada por algún dependiente. Estoy muy apenado por haberte ocasionado esta pérdida de dinero.

Es tiempo de despedirme, y no he dicho lo que tenía que decir; pero el espacio de papel permitido se está acabando y es necesario detenerse.

Da mi cariño a Erma y a todos los buenos camaradas, y tu acéptalo, como que es lo que mi corazón siente por aquellos que son generosos y buenos como tu, mi querida camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 17 de 1921.

Señorita Elena White.

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Nueva York, N. Y.

He recibido todo: el libro, los dulces, la carta, los pensamientos, los versos. ¿Cómo podría yo recompensar tal torrente de valiosos obsequios? El libro, los dulces, la carta, los pensamientos y los versos son la expresión de sentimientos que ningún otro puede comprar, porque no son efectos que se pueden obtener en el mercado; aún no se establece una planta manufacturadora de sentimientos, a pesar de la era completamente comercial en que respiramos. La codicia ha sido impotente para poner su horrible dedo amarillo en esta esencia del alma. Cierto es que hay falsos sentimientos que se hacen pasar como legítimos; pero nunca para el experto que es apto para distinguir el diamante del vidrio, no obstante lo hermoso que pudiera aparecer el último. Por lo mismo, los sentimientos continuarán siendo el fluído exclusivo que una alquimia maravillosa producirá en los más finos y delicados departamentos de nuestro ser, y cuyas ondas misteriosas, abarcando espacio y tiempo en un mensaje generoso de fraternidad y amor, tocan las correspondientes cuerdas más sensibles de corazones simpáticos, a las cuales hacen estremecer. La respuesta simpática de mi corazón a tus buenos sentimientos es el único pago que puedo hacer, y lo hago con la única palabra que el pobre vocabulario humano tiene para ello: ¡gracias!

Los versos te hontan, ¡oh gentil poetiza! ¿Cómo pudiste aprisionar en unas cuantas líneas este anhelo universal por la paz y la libertad? En unas cuantas palabras pusiste ante mis ojos asombrados el título saludable que hará desaparecer los naufragios y las ruinas, elevándose, elevándose, elevándose. Es la tristeza universal que el pecho humano ya no pudo llevar más, y que es ahora un océano de olas amargas en que cada uno pide el privilegio de ahogar al amo que por tanto tiempo conservó alejado a la humanidad de la vida.

Te preguntas si sabrán ellos lo que hacen.¡Oh, ellos saben lo que hacen! Tanto los opresores como los oprimidos son conscientes de su corrupción. El fuerte instinto de sociabilidad está latente en cada uno de ellos; pero lo conservan dentro de fronteras cuando encuentran la imposibilidad de matarlo, pues este instinto es un freno a la opresión para el opresor, y una restricción a la ambición para el oprimido. Este instinto conduce al amor y a la ayuda mutua, y su muerte es imperativa si uno no quiere ser pisoteado por el opresor, y ¡ay! por el ambicioso oprimido

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también. Ellos saben lo que hacen, mi querida Elena, ellos lo saben. Saben que hacen mal, pero no tienen valor para hacer el bien; las relaciones sociales entre los hombres están ya tan dañadas que es más fácil y más seguro hacer mal que obrar bien. Bajo estas condiciones, la verdad es aborrecida, y de hecho lleva la ruina en sí misma; el comerciante no podría vender sus artículos si fuera adorador de la verdad; el político no podría tener éxito si obrase con honradez. No hay nadie que sea lo bastante cándido para creer que el fraude es bueno; todos saben que es una desgracia para la dignidad del hombre, pero calman su conciencia con la conclusión que ello es necesario, que es un mal indispensable. De consiguiente, la sinceridad está fuera de lugar en las relaciones humanas, y si alguien siente dentro de sí mismo urgencia indomable para obrar como los hombres y lo hace, está condenado a desaparecer; los lobos de toda clase social, opresores y oprimidos, brincan vengativamente sobre él ... en bien del engaño, para asegurar la astucia y el ardid, para hacer prevalecer el fraude. ¡Oh, ellos saben lo que hacen, mi querida Elena! Pero nadie puede traicionar a la naturaleza sin atraerse un severo castigo; han tratado de ahogar el instinto social de fraternidad y amor, y como consecuencia, el sufrimiento va en aumento y la marea que tu penetrante visión interna vió y puso ante mis ojos, está elevándose, elevándose, elevándose. El número de los descontentos con este artificial e insalubre comercio social está aumentando como nunca se vió en ningún periodo histórico. ¿Cuánto tardará la marea para llegar a las playas de la vergüenza y del crimen? Nadie lo sabe, pero basta ver que viene para sentirse felíz.

No te preocupes, mi buena Elena, por haberme enviado dulces. Los como. No estoy sujeto a ninguna dieta especial.

Tu carta del 8 del corriente me ha hecho mucho bien. Con mi cariño a Erma, a todos nuestros buenos camaradas y a ti. Por ahora, me despido.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaria Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Junio 11 de 1921.

Señorita Elena White.

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Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tu bienvenida carta del 8 del corriente me llegó con un pequeño retardo.

La Escuela de Walt Whitman fue fundada por William Thurston Brown en 1919. Creo que él fue el fundador de la Escuela Stelton de que me hablas. Es una Escuela Moderna del tipo de la fundada por Ferrer en España.

Eres muy sutil, mi querida Elena, cuando dices que no te es desagradable saber lo referente a mis enfermedades y me animas a hablar de ellas ... Pero entonces tu no sabes cuán presuntuoso sujeto es este tu viejo amigo. Oculto mis enfermedades tan celosamente como el leproso oculta sus úlceras. Es ua modestia impropia de mi parte, lo confieso; pero si una mujer tiene derecho a ocultar sus encantos físicos, ¿por qué no me sería permitido ocultar mis fealdades? Si pudiera yo ocultar mis enfermedades dándoles gracia y poesía ...; pero como no puedo conciliar la estética con la patología, deliberada y cuidadosamente esquivo el asunto, conservando así fuera de la vista las miserias de la carne, como cuando en el trance de la agonía el guerrero heleno acostumbra poner el escudo sobre su cara, como para poner una pantalla entre las contorsiones de su rostro y la grandeza de la naturaleza. Es por el bien de la belleza que pongo el escudo del silencio entre mis dolencias y tu.

No he recibido otro ejemplar de Freedom, como Erma debe haberte dicho. Por lo que me dices, las condiciones en Rusia son las mismas que las de cualquier otro país. No pueden ser peores, mas no las tomemos a pecho. Detesto, en lo que dices, de la tristeza, con la que está lleno tu noble corazón. ¡Ánimo mi querida camarada! Si nuestras esperanzas y nuestras ilusiones, muertas sin piedad por la tosquedad de la realidad, yacen sin vida, de entre los apacibles cadáveres se levanta algo más valioso que los muertos queridos: la experiencia.

Los que no quisieron creer nuestras aserciones, pensarán ahora cuán cierto es que la tiranía no puede transformarse en libertad. La tiranía engendra la tiranía. La llamada transición necesaria entre la tiranía y la libertad ha probado realmente ser una transición entre un aborto revolucionario y la normalidad, esto es, el zarismo, aunque con un nuevo vestido para satisfacer la

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frivolidad de las masas. Los otros gobiernos son muy estúpidos, porque si ellos están inclinados al colapso de lo que se llama la dictadura del proletariado, que en realidad es la dictadura de Lenin y Trotzky sobre el proletariado, es por medio de su amistad y no por medio de su caracter agresivo, con lo que precipitarían lo que ellos tanto ansían: la restauración del Estado capitalista en Rusia. He estado observando día a día la transacción y asesinato de los principios revolucionarios en Rusia. Es doloroso, por supuesto, presenciar el desenfrenado asesinato de las vagas esperanzas de un pueblo, pero al fin y al cabo nada se pierde. Si ellos creen hoy que la libertad puede obtenerse por medio de la dictadura, serán más cuerdos mañana, y conquistaran la libertad rompiendo todas las cadenas. Regocijémonos.

Fue mucha la fineza al enviarme la flor. Es roja como mi corazón y, mirando sus pétalos carmesies, pienso si dentro de su ae inocencia no se agitará y arderá una formidable pasión por otra flor, o por la luz o por la libertad. Ahora es mi prisionera, pero nunca ha sido un cautivo tan bien querido y mimado como esta flor; unas cuantas líneas la acompañaban: el auto de prisión. Nada se dice en cuanto a su origen, lugar de nacimiento u otras particularidades; la bella remitente estaba bien segura de que la flor hablaría por sí misma, se recomendaría sola, se presentaría ella misma, sin ceremonia, a la manera sencilla de los niños. Y mi flor habla ... habla de ti, la soñadora, la poetisa, la dulce mensajera de un felíz mañana para la humanidad. Habla del amistoso resplandor de tus ojos y de la amable sonrisa que jugueteaba en tus labios cuando tus dedos ligeros la colocaban en la misiva doblada, y por su narración presumo las emociones que esa sonrisa y ese resplandor revelan. Por esas exquisitas emociones te doy las gracias y te pido que las aceptes, olvidando por un instante ese individualismo tuyo de que me hablaste hace algunas semanas. Siento placer en cambiar la sonrisa con la sonrisa; la palabra amistosa con la palabra amistosa, y el sentimiento con el sentimiento.

Ahora debo ya terminar. ¡Adios por esta vez!

¡Qué hermoso sería pasar estos días hermosos en los bosques o a la orilla del río o en alguna playa con aquellos que uno ama! ¡Adios otra vez! Mi cariño para Erma, para los demás camaradas y para ti, mi buena Elena.

Ricardo Flores Magón

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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Junio 28 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

He recibido dos cartas tuyas: una, maravillosa, sin fecha, y otra, muy hermosa, de fecha 19 del corriente. Lo que hace maravillosa la carta sin fecha es el derroche de joyas, que llevaste a cabo con la rapidez que un jugador despreocupado dilapida el dinero fácilmente ganado. Parece que tenías prisa para derrochar, en el más corto espacio de tiempo, el tesoro de que está lleno tu ser exquisito; y el maravilloso derroche comenzó a caer sobre mí, a quien tu fantasía genial escogió para su felíz recipiente, y ¡oh generosa y modesta poetisa!, después de haber gastado en mí tus riquezas, me pides perdón ... Sonreí por la amable ingenuidad, con los sentimientos que uno experimentaría si la violeta dijera: dispense usted mi aroma, o la rosa: sírvase no preocuparse por mi gracia.

Tu visión fue espléndida. Con voluntad incansable la seguí a través de la noche obscura de tristezas, y a través de la aurora sonriente, poética y bella como la de un amante, hasta el espléndido día de la libertad y la justicia. Y mi visión interna miró también a la soñadora, joven y bella, derrochando pródigamente sobre su viejo amigo las riquezas de su alma; y con un suspiro de alivio murmuré: ¡Mientras respire un soñador, hay esperanza!

El soñador es el diseñador del mañana. El hombre práctico, el sensato, las cabezas frías, podrán reir del soñador; no saben que él, el soñador, es la verdadera fuerza dinámica que empuja al mundo hacia adelante. Suprímase al soñador, y la Tierra presenciará el más espantoso retroceso hacia el barbarismo. Despreciado, empobrecido, el soñador se abre paso entre la raza, sembrando, sembrando, sembrando la semilla que él no cosechará, sino que será cosechada por los hombres prácticos, los sensatos y los cabezas frías del mañana, quienes reirán a la vista de otro infatigable soñador entretenido en sembrar, sembrar, sembrar. Porque el destino del soñador es la injusticia,

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y sus hermanos, desde la noche de los tiempos, siempre le han deparado la cicuta, el escollo, la cruz, el calabozo y el patíbulo. Me estremezco a la idea de ver al último soñador caído en la red de las bestias de la codicia y la lujuria, y me alegro cuando una soñadora como tu, bella, gentil y pura, surge de un ambiente corrompido para arrojar en los ingratos surcos su semilla de luz y de amor, y con su mirada hacia el futuro y con cara sonriente, camina sembrando, sembrando, sembrando ...

Es un día de junio de oro y azul. la bella soñadora está en su prisión: su lugar de trabajo. Sus exquisitos nervios, capaces de registrar la impresión más sutil, se entregan a esta fiesta de luz, y calor y poesía. Es mediodía, el lugar está quieto. Desde alguna parte el aire tibio transporta una melodía, el canto, tal vez, de otro soñador muerto mucho tiempo ha, que tenía la costumbre de lanzar su canción a los vientos mientras caminaba en los surcos obscuros, sembrando, sembrando, sembrando ... Fascinada por la música, la bella soñadora sueña y, generosa como ella es, el pensamiento de su amigo, la vieja águila nostálgica, se refleja en su mente ... Y así aconteció que yo fuera el afortunado partícipe del sueño. ¡Gracias, mi buena Elena!

Recibí una carta del señor Harry Weinberger, así como un ejemplar del New York Call de que me hablas. Te ruego le digas, querida camarada, que estimo sinceramente sus esfuerzos de verme libre. No recuerdo si te dije que la Embajada Mexicana en Washington, D.C., me envió una carta en que me anunciaba que había recibido órdenes para interceder en mi favor ante las autoridades norteamericanas. Esta acción es el resultado de las insistentes demandas que ha hecho el proletariado mexicano al gobierno de Obregón, a fin de pedir por conductos diplomáticos mi liberación y la de Rivera. Veremos cuál es el resultado de esto. El señor Weinberger ya sabe del asunto, pues le escribí hace dos semanas sobre lo mismo.

Da mi cariño a nuestra Erma y a todos los buenos camaradas. Mi espíritu está bien. El futuro es nuestro.

También mi cariño para ti, mi generosa amiga, así como mis buenos deseos.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

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Leavenworth, Kansas.

Julio 12 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Esta vez no sé en dónde la bella soñadora se puso a escribir a su amigo cautivo, pues aunque la misiva tiene fecha 4 de este mes, está, sin embargo, escrita a máquina, lo cual me hace sospechar que el lugar, ahora clásico para mí, fue la cuna felíz de los exquisitos sentimientos expresados en la carta a que me vengo refiriendo, y que ella tiene que trabajar aún en días de fiesta oficiales. Pero cualquiera que haya sido el sitio agraciado con tu presencia, tu cuarto, el lugar o la biblioteca, una cosa resulta cierta: que fue el 4 de julio, bajo la luz brillante de un sol de verano cuando me escribiste.

El 4 de julio. ¡La fecha histórica! Apenas los dedos rosados de la aurora habían asomado del obscuro manto de la noche, cuando las gentes felices o desgraciadas, no importa el caso, pero quienes pudieron proporcionarlo, empezaron a salir de sus habitaciones de la ciudad y, por todos los medios de locomoción disponibles, trataron de llegar a los lugares más frescos en donde pasar el día y, pocas horas más tarde, los campos, los parques, las playas se llenaron con la gente de la ciudad, ansiosa de celebrar, con algunas cuantas horas de descanso físico y mental, el gesto rebelde de los gigantes de 1776.

La soñadora no dejó la ciudad; ella permaneció allí porque quería, entre otras cosas, comunicarse con su amigo, el viejo rebelde, cuya alma también comprende a la suya. Sentada junto a su máquina de escribir, ella medita. El aire caliente lleno de rumores, y en la calle, miles de banderas se agitan en un frenético derroche de matices bajo los ardientes rayos del sol. Una confusión de pensamientos y de imágenes, falaces e inaccesibles como son todas las cosas bellas, pueblan el cerebro de la soñadora; ella se esfuerza por coger uno de ellos para entregarlo prontamente a las teclas, pero se escapan rápidamente sin dejar otra huella que el fulgor efímero de alas doradas que se deslizan al pasar. Desesperado de su impotencia de no poder aprisionar en las páginas de su carta a una de las brillantes mariposas, dice:

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Tu carta es tan hermosa, querido camarada, que me detengo y no encuentro qué decir. ¡Ella tiene tanto que decir! ¡La fecha memorable contribuye a intensificar la tumultuosa afluencia de ideas, agradables y desagradables, por las puertas de su privilegiado sensorio, mientras que el calor, ensanchando sus arterias, da a su sangre más amplios conductos para deslizarse por ellos suavemente, sin prisa ni precipitación y, de este modo, entregando su ser a una dulce somnolencia como un puente suave que ligara las márgenes del desvelo y el sueño. ¡Ella tiene tanto que decir! Y tiene éxito. Aunque lo hermoso es tan falaz, no puede escapar a su red y, una por una, las creaciones de su imaginación empiezan a lucir en apretada formación sobre la hoja de papel para beneficio de su amigo.

Gracias, muchas gracias mi generosa Elena; tus palabras me hacen bien; he gozado mucho con tu bella carta, la cual muestra el fondo que hay en ti, hermosa soñadora del futuro, cuya proximidad puede sentirse, aunque no por todos. Los que la sienten mejor no son los que sufren, sino aquellos que gozan de la vida ... El que sufre piensa que su miseria es transitoria; él no tiene la más ligera idea de estar en presencia de un caso simple y sencillo de suicidio. Los negocios - piensa - se normalizarán de un día a otro y habrá otra vez mucho que hacer, cuando la cuenta del Banco, tan espantosamente contraída hoy por medio de esta crisis, aumentará otra vez ... Este es el sueño del esclavo; el que no piensa romper sus cadenas y hacer pedazos el yugo, ¡oh no! Pero el que goza de la vida es receloso; sabe lo que va a suceder porque tiene en sus manos las riendas de ese monstruo que chupa el fluído vital de los pueblos de la Tierra, y el monstruo se ha inflado tan ávidamente que está a punto de reventar, que reventará necesariamente, y entonces ... El futuro de nuestros sueños es cierto; se llegará a él, no tanto por el lisiado sentido del honor de parte de los oprimidos, sino por la ultraestupidez y codicia ilimitada de los opresores ... ¡Pero he aquí que he gastado mis dos páginas sin decir nada de lo que tenía que decir!

Con mi cariño para Erma y a todos los buenos camaradas, e inmensa cantidad para tí, termino mi carta lamentando no haber dado salida a los sentimientos y pensamientos que se agitan en mí. ¡El espacio es tan corto!

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

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Leavenworth, Kansas.

Agosto 16 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Dudo la suerte que haya corrido mi carta de fecha 26 de julio. Esa carta fue escrita en contestación a la hermosa tuya de fecha 19 del mismo mes. Dices en la cariñosa carta que me escribiste el día 7 de este mes, que no la recibiste. He aquí que la pobre carta se extravió, y lo siento; ¿a dónde podrá ir la pobre huérfana que encuentre abrigo? Esta es la primera vez que una de mis cartas para ti no llega a su destino y espero que esto no volverá a suceder.

Quieres que yo sea un crítico, mi buena camarada, y siento mucho rehusar tal oficio. No puedo juzgar tus producciones por una simple razón, a saber: que he olvidado todas las reglas de retórica. Esta Isla de los sueños que me enviaste es muy hermosa. Tus sueños son mis sueños y ellos deben ser los sueños de las almas de todos los que sufren en todas las latitudes y bajo todos los climas, con la única diferencia que no muchos pueden dar expresión a sus sueños con la belleza que lo haces, y me gusta la composición; pero si quieres tener una erudita opinión de ella, me temo que hayas escogido un mal partido, mi querida Elena. Para mi, el mérito de una composición no consiste en el arreglo más o menos hábil de las palabras y frases, sino en la intensidad y calidad de las emociones estéticas que la composición excite en mi. Por esto puedes imaginar qué pobre crítico es tu amigo, porque estoy hecho de sangre y de nervios, mientras que un crítico debe ser frío, sereno e insensible; al menos, la crítica me parece conformada así.

De la Isla de los sueños puedo decir solamente que es muy hermosa, y esto es así, porque es tu alma joven la que veo a través del espléndido despliegue de imágenes y pensamientos. Y su música ... ¡qué dulce es y qué vivificante! Te estoy muy agradecido por haberme enviado esa fracción de tu propia belleza. La llamo un fragmento de ti misma, porque a la autora no la puedo separar de la palabra. La maravillosa creación no ha nacido de ninguna cosa: es la quintaesencia de un alma sensible,

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tu alma grande y generosa. Grande y generosa, estas son las palabras que mejor califican tu alma. La Isla no ha sido creada para ti; tu la creaste para todos, para todos los hombres, las mujeres y los niños. ¿No es esto generosidad? Otros poetas crean Islas, pero para ellos solamente, o cuando mucho, para la flor y nata, para los selectos, quedando el resto de la humanidad privada de entrar en ellas. Te agradezco, repito, por haberme procurado emociones tan exquisitas y estéticas con la lectura de laIsla de los sueños. Cuanto más la leo, más gozo de su delicada belleza, mientras que su encantadora música se graba en mis oídos largo tiempo después.

Es una lástima no poder conseguir Freedom de Londres. En cuanto a tu pregunta para hacerte saber si deseo otro periódico, preferiría tener una buena novela, una novela muy bien escrita; si sabes de alguna que posea esa cualidad, sírvete darme el título para saber si la he leído o no. Prefiero autores modernos de estilo brillante; recuerda que soy un hombre primitivo, persona que ama cosas brillantes.

Había ya escrito todo esto, cuando tu muy querida y hermosa carta del 13, me fue entregada; suspendí mis garabatos para leerla; la huérfana fue encontrada y halló el abrigo esperado; ¡eres tan buena! Sí, fue el eterno catarro; lo tengo otra vez ... Mi cabeza está a punto de estallar. Sin embargo tu carta me ha traído alivio. De modo que ya tienes 22 años de edad; antes de que llegues a los 25 las Musas te habrán coronado, ¡oh poetisa!

Decídete, mi querida Elena, decídete a tener éxito; nunca pienses que no tendrás éxito, no lo pienses ni por un momento. Como un amigo que tanto te quiere, te aseguro que hay en ti la chispa del genio; pero lo que esta chispa necesita para convertirse en un gran incendio, es la confianza en ti misma. Ten fe en tus facultades, en tus facultades creadoras: este es el secreto.

No tengo más papel; es odioso tener que terminar una carta cuando nada se ha dicho todavía.

Recibí el panfleto, de seguro que lo leeré. Muy contento de saber que nuestra querida Mollie* es tan luchadora. ¡Hurra por ella! En mi entusiasmo, estuve a punto de enviarle un beso, ¡ella es sublime!

Mi cariño para ti, Erma y los demás camaradas, de

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Ricardo Flores Magón.

(*) Se refiere a Mollie Steimer, bien conocida anarquista por cuyas actividades durante la guerra europea fue arrestada y sentenciada a sufrir quince años de prisión en una Bastilla norteamericana. Fue deportada, al fin, a Rusia después de Emma Goldman y Alejandro Berkman; y a pesar de su nacionalidad rusa, los tres fueron más tarde desterrados por el Gobierno del Soviet.

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Septiembre 8 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Estaba principiando a pensar que tal vez mi carta última había sido traspapelada otra vez por esa pobre mujer de quien me hablaste el otro día, y que esta fue la causa de tu silencio; pero tu apreciable carta del 27 de agosto explica cómo estabas embargada de melancolías, haciendo dos víctimas a ti y a mi, a ti, que ya te tenía en sus garras, y a mí, porque me veía privado de recibir más pronto tu carta.

Deseas mi opinión sobre la actitud que debemos adoptar los libertarios ante el movimiento sindicalista. Hay una cosa que creo firmemente que no debemos hacer: estar en contra de ese movimiento. De todas las formas de organización del trabajo, el sindicalismo se encuentra en el terreno más avanzado, y es nuestro deber ayudarlo, y si no podemos llevar todo el movimiento al plano más elevado de nuestros ideales y aspiraciones, a lo menos debemos esforzarnos por impedir que retroceda a tácticas y fines más conservadores. Sin embargo, no creo que jamás el sindicalismo, por si solo, llegue a romper las cadenas del sistema capitalista; eso se conseguirá por la labor de una conglomeración caótica de tendencias; eso será la labor ciega de las masas llevadas a la acción por la desesperación y el sufrimiento; pero entonces el sindicalismo puede ser el núcleo del nuevo sistema de producción y distribución, y en esta parte el

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sindicalismo será de gran importancia, porque su acción no sólo evitará la prolongación de una condición caótica favorable a la entronización de un nuevo despotismo, sino que liberará a las masas de la necesidad y las privaciones, haciendo más dificil, si no imposible, su retroceso al estado de cosas ya desaparecido. ¡He sido bastante claro, mi querida Elena? Pero tu sabes todo esto tan bien como yo, y temo que estos garabatos mios sobre cuestión tan obvia te envíen a dormir. Sin embargo, me pediste mi opinión y no puedo evadir la respuesta. Como ves, considero que el sindicalismo servirá mucho para evitar la prolongación del caos inevitable, porque existirá una tendencia organizada ya firmemente establecida, al mismo tiempo que muchas otras tendencias andarán tentaleando aquí y allá en la obscuridad del momento, sin poder encontrar una dirección definida. Ahora, en vista del papel lógico a que está destinado el sindicalismo en la gran crisis que se nos enfrenta a los seres humanos, nosotros, los libertarios, no debemos permanecer inactivos: debemos sistemática y persistentemente empapar el movimiento sindicalista con nuestras doctrinas hasta el punto de saturación, para que cuando llegue el momento, la producción y la distribución se lleven a cabo bajo bases libertarias. Ya muchos sindicalistas han aceptado nuestros ideales; influenciemos al resto por medio de una intensa propaganda. Es tiempo ya de tener una asamblea nuestra en cualquier parte del mundo para estudiar los medios de hacer frente al porvenir. Por supuesto que la asamblea debe ser de carácter internacional. Creo que esta reunión daría gran impulso a nuestra labor. Ahora cambiemos de tema.

Lei Gadfly (El Tábano), Back to Methuselah (Vuelta a Matusalén) y las obras de Stepniak y Tolstoi. No he leído Woman (La mujer) y Hunger (Hambre); pero no lo deseo hasta después de tu sana crítica de las obras. Soy un lector muy descontentadizo, Elena. ¿Hay alguna nueva obra de Romain Rolland o de Andreas Latzks? He leído Jean Cristophe, Men in War y el Judgement of Peace; men in War es una obra maestra, el trabajo de un genio. Deseo leer algo como esto, brillante, vibrante, soberbio. Las vulgaridades del término medio de las buenas novelas me enferman. Tal vez más tarde llegarás a encontrar una novela maravillosamente escrita.

¡La tarjeta postal? Es hermosa. Nuestra Erma me mandó una igual el año pasado cuando fue a ver las cataratas. Yo no he visto la maravillosa cascada y creo que nunca la veré. He estado muy cerca de Niágara Falls, pero con la policía sobre mis talones, y

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bajo tales circunstancias, uno no quiere ver, menos ser visto. La tarjeta postal es hermosa, pero no me gusta el título. No es un sueño, sino un hecho: la atracción del abismo ... El peligro es una cosa horrorosa, pero debe de haber en su fondo una ninfa que atrae a uno. No puedo inclinar mi cuerpo a la orilla de un precipicio sin sentir un loco deseo de arrojarme a él. A veces a la vista de un cable eléctrico que conduce un enorme voltaje, dificilmente puedo abstenerme de tocarlo. Una pistola cargada me tienta a poner su fría boca en mi sien ... ¿Es ello curiosidad, una curiosidad tan extremada que asume un carácter mórbido? No sé, pero para mí hay algo seductor en el peligro: una ninfa haciendo señas o algo amoroso en su fondo. Creo que el hombre o la mujer que dibujó esa ninfa en la tarjeta postal debe sentir lo mismo que yo.

Recibí carta de nuestra Erma, pero le contestaré hasta la semana entrante. Mientras tanto, le envío mi cariño, así como a los otros buenos camaradas. Tu, mi buena y querida Elena, recibe mi cariño y admiración.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Septiembre 19 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Ya había perdido la esperanza de recibir a tiempo tus queridas letras cuando me entregaron tu carta hermosa, dulce y animadora, de 13 del corriente. Apresuradamente abrí el sobre, cuyo voluminoso aspecto me llenó de promesas, y encontré en él los pétalos dispersos de lo que en vida fue una rosa; un poema magnífico de un poeta magnífico y una serie de fotografías del Niágara y sus cercanías, de las cuales la más hermosa es la que representa a la montaña nevada, a la cual subiste una vez ... y esto porque te veo en su cima blanca y fría.

No me cansas en lo más mínimo con tus preguntas, mi buena Elena; pero lo que te diré sobre el tema que tocas es tan

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elemental, que temo cansarte, mi habilidosa camarada. Cuando hablé del sindicalismo, quise decir el sindicalismo revolucionario, es decir, la unión de los trabajadores que en la actualidad tienen por objeto la derrocación del sistema capitalista por la acción directa. Este sindicalismo es el que debemos ayudar para hacerlo fuerte. Respecto a las uniones de la Federación Americana del Trabajo, debemos persistentemente demostrar a sus miembros la necesidad de adoptar los nuevos ideales y las nuevas tácticas que demandan las condiciones presentes. No debemos dejarlos solos: debemos propagar entre ellos nuestros ideales, si no queremos correr el riesgo de verlos unidos al enemigo en un momento de crisis. Esto es lo más que podemos hacer con las uniones obreras del tipo de la Federación Americana del Trabajo: propagar nuestros ideales entre sus miembros para que al menos no estén en contra de su propia clase cuando las circunstancias orillen a cada uno a tomar partido. Es cierto y muy cierto que el sindicalismo que tenemos aquí, en este país, ha degenerado; pero es el único que tenemos y con el cual estamos obligados a tratar con realidades, con lo que es y no con lo que pudiese ser. Si pudieramos transformar de la noche a la mañana las uniones obreras en uniones de conciencia revolucionaria, pondríamos todas nuestras energías en esa obra, pero no lo podemos hacer; necesitariamos años, y años y años para llevar a cabo la tremenda obra, y los acontecimientos y los fenómenos de la vida social no detendrán su vertiginosa lucha para darnos tiempo a perfeccionar y aceitar la maquinaria que intentamos usar en un futuro que tal vez está de nosotros más cerca de lo que soñamos. Por lo tanto, bajo estas circunstancias no debemos poner obstáculos a la minoría sindicalista; no debemos dejar sola a esa minoría para dedicar todo nuestro tiempo a catequizar a las uniones obreras, a fin de que la crisis que se aproxima no nos sorprenda enseñando el A, B, C de los derechos sociales a la aristocracia del trabajo. Por supuesto debemos enseñarles el A, B, C; pero sin descuidar la tarea principal: la de hacer del sindicalismo la organización obrera más revolucionaria. Tuviéramos veinte, treinta, cuarenta años ante nosotros para trabajar en la asombrosa transformación de las uniones obreras en sindicalistas revolucionarios conscientes de clase, podíamos intentarlo y saldríamos triunfantes; pero cuando no hay tiempo qué perder, cuando la crisis puede comenzar en cualquier momento, el mes entrante, o el año próximo, o a lo sumo dentro de los próximos cinco años, debemos trabajar con el mejor instrumento o el menos dañado que tengamos a la mano, para hacer frente a los acontecimientos que vengan, y en nuestro caso, el instrumento menos dañado es la sombra del

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sindicalismo que vegeta en el olvido a nuestro rededor. Vigoricemos esa sombra; no tenemos tiempo para construir nuevas armas.

No sé si habré podido contestar a tus preguntas, querida Elena, y en caso negativo, dímelo, que no me fatiga complacerte, aunque temo cansarte con esta pobre deliberación mía.

Escribiré a nuestra Erma esta semana, y ahora termino la presente enviándote mi cariño de camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 3 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tu apreciable carta del 24 de septiembre último fue recibida. Es una carta muy interesante, y debes de estar tranquila porque no me molestó, no podía molestarme. Es un documento, y de los más queridos, que habla del trabajo en que pusiste a tu cerebro para distinguir el camino que tienes que andar en tus generosos esfuerzos. No me cansa ver a una joven en busca de luz, y lo único que siento es que a quien acudes para ver la claridad, es a mí. Sin embargo, tomo mi lápiz para contestar tus preguntas, y si la respuesta dista de ser luminosa, créeme, mi querida Elena, que es sincera y hecha de muy buena voluntad.

Es cierto que la unión sindicalista que tenemos en este país ha perdido el espíritu que la animó durante su juventud. Sé bien que ha repudiado sus mejores tácticas; pero ¿es irrevocable esta repudiación? No: podemos obligar a este rebaño a adoptar otra vez tácticas revolucionarias y echar al mar a su Comité Ejecutivo con sólo desplegar toda nuestra energía entre sus miembros. Si abrigo la opinión que los libertarios se unan a la unión sindicalista con preferencia a otras, es porque sus miembros son, al menos, conscientes de su clase, lo cual ya es una gran ventaja sobre las uniones obreras a cuyos miembros tendríamos que

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enseñarles los principios más rudimentarios de la guerra de clases para hacerles asumir una actitud revolucionaria. Esta sería la tarea de muchísimos años, con el resultado que la inevitable catástrofe nos sorprendería en nuestra enseñanza en la escuela de párvulos, enseñando el A, B, C, a bebes barbudos, y cuando levantáramos la frente sería para ver a los marxistas ya en el poder. Debemos tener presente que no estamos bajo condiciones normales para poder trabajar cómodamente en la preparación de un futuro distante. El momento es anormal; si no nos damos cuenta de la rapidez de la corriente, es porque estamos en ella, corriendo con ella, y la anormalidad requiere medidas de urgente necesidad. Esta es la razón porque estoy en favor de tomar como nuestra arma la mellada y enmohecida unión sindicalista. En el tiempo que se necesitaría para ponerla en buen orden de trabajo no podríamos hacer una nueva. Por supuesto que no debemos descuidar la escuela de párvulos si nos queda tiempo, y debemos ver que nos quede tiempo para la enseñanza de los bebes de las uniones obreras. En efecto, debe estimularse ese movimiento de que hablas, el de los Comités pro - talleres y, en general, cada quien, donde quiera que se encuentre, debe trabajar por el ideal; pero si es posible llevar a cabo una acción concertada, creo que lo mejor que hay que hacer es concentrar nuestra atención en las uniones sindicalistas para que muera la aborrecida centralización y se restauren las buenas tácticas, hoy muertas.

Sí, estamos en desacuerdo en la cuestión del folleto. Lo considero excelente cuando arroja luz sobre lo que ha sucedido en Rusia; pero no puedo ver su imparcialidad cuando recomienda una guerra abierta a los marxistas en países donde hay preparativos para intentar romper las cadenas. Una guerra semejante en esos países solamente prolongaría la vida del enemigo, y, por lo tanto, su poder, pues mientras combatiéramos entre nosotros mismos, lo dejaríamos en paz. Por supuesto que esto no significa que debemos abandonar la propaganda de nuestros ideales, lo que no debemos de hacer. Debemos propagar sin cesar nuestros ideales; pero debemos ayudar en la tarea común de romper el yugo. Si es necesario arrojar al arroyo un palo para llegar a la orilla opuesta, y el palo es pesado y requiere la fuerza de dos hombres, uno de ellos no va a pelear con el otro que tiene el mismo propósito: el uno debe aceptar la ayuda del otro y trabajar por llegar al otro lado del arroyo. Una vez del otro lado, la lucha no hace mal, se ha pasado el arroyo y el peligro que hacía imperioso su paso, quedó en la otra orilla. El folleto en cuestión aconseja una lucha ruda antes de colocar el palo en el arroyo. No puedo convenir con esto. Si tenemos temor

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que una vez del otro lado el que nos ayudó pueda tratar de ponernos bajo las mismas condiciones, o aún peores que los que nos hacen abandonar la orilla actual, tendremos tiempo de estar preparados para la emergencia. Trabajemos; propaguemos nuestros ideales con intensa energía. Este punto es muy importante, y quisiera yo saber otras razones en favor de una guerra a muerte entre los que tratamos de romper el yugo capitalista; pero deseo hacer notar con toda claridad que los marxistas, contra quienes no deseo luchar antes de que se ponga el palo para pasar el arroyo, son los marxistas revolucionarios, aquellos que no recomiendan más la boleta electoral.

He aquí que no me queda más espacio, y por fuerza tengo que terminar mi carta con el presentimiento que no convendrás conmigo, lo cual me apena, porque siento gran placer cuando estamos de acuerdo tu y yo. Tal vez después de todo lo que se diga, tu tengas razón (*). Estás en posición de juzgar las cosas mejor que yo en este horrible infierno. Estás en contacto con las masas: sientes su pulsación, mientras que yo sólo lo supongo. ¡Ojalá que esta confesión sirva de paliativo a cualquiera contrariedad que pudieses sentir en la manera de ver las cosas tu viejo pero sincero amigo, que tanto cariño siente por ti!

Da mi cariño a Erma, así como a todos los buenos camaradas, y tú, mi querida Elena, recibe el afecto de tu camarada.

Ricardo Flores Magón

(*) Los hechos demostraron que es ingenua una unión con los marxistas para hacer un frente común al capitalismo.

Max Nettlau hace notar, en Errico Malatesta, pag. 212, edición de La Protesta, Buenos Aires, Argentina, lo que el mismo Malatesta escribió en Umanita Nova sobre este respecto:

Cuando volví a Italia ... la revolución estaba a la orden del día.

Nosotros éramos demasiado poco numerosos para poder tomar solos la iniciativa de la acción con algunas probabilidades de éxito. Por eso fuí uno de los más calurosos factores del frente único, un esfuerzo para arrastrar a la acción a aquellos que habiendo prometido la revolución, los unos por fines groceramente electorales, los otros por un entusiasmo transitorio provocado por los hechos de Rusia, no podían confesar

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decentemente que no querían la revolución porque, para no hablar más que de razones honestas, no la creían posible.

Los hechos me han desengañado.

Clamamos palabras duras, gritamos contra la traición.

Pero si miramos el fondo de las cosas, si consideramos el tipo de organización adoptado por los socialistas y el personal que constituye su clase dirigente, y principalmente el modo y el devenir revolucionario, entonces deberemos convenir en que ellos no fueron traidores, sino que nosotros fuimos ingenuos .

Y continúa: Hacer anarquistas, ponernos en grado de dar a la preparación revolucionaria y al hecho revolucionario nuestra impresión, he ahí nuestra tarea actual ...(Nota del Grupo Editor).

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 18 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

No, no estamos de todo en desacuerdo; no, de ningún modo; pero estoy seguro que el desacuerdo, si se ve en sus menores detalles, es más ae que real. Esto es consolador, y tu hermosa carta del 8 de este mes añade más consuelo aún.

Veo que has leído algunas de las cartas que he escrito a la camarada Irene Benton y que han sido de tu agrado ... ¡Cuánto me satisface eso! Ni siquiera sospechaba que llegaría a tí alguna vez esos pequeños fragmentos de mi alma.

¿Te acuerdas, Elena? Hace un año, en este mes, que comenzamos a escribirnos. ¡Un año! Una simple gota en el océano del tiempo; pero al triste lo aniega ... Soy, sin embargo, muy afortunado; hay pocos corazones que me aman y, durante estos últimos doce meses, he recibido periódicamente una palabra amistosa de una, una dulce sonrisa del otro, la simpática palpitación del que comprende mi apuro, y así por el estilo, y de

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todos ellos he recogido fuerza, y de todos ellos he recogido cariño que necesito para endulzar mi amarga existencia. Tú has sido una de las más asiduas corresponsales. De hecho no faltaría a la verdad si dijese que tu, mi buena Elena, has sido quien me ha escrito con más constancia, y aprecio esto ... ¡tus cartas abren tan espléndido paréntesis en mi vida gris y monótona! Sólo dos veces en el furtivo y lento paso de los últimos trescientos sesenta y cinco días dejaron tus queridas misivas de llegar hasta mi, en los periodos acostumbrados. Por todo esto, ¿no es la ocasión digna de ser ccelebrada? Lo es, ¡seguramente que lo es! y como tengo guardada una bodega repleta de cierto añejo vino que hace correr frenéticamente la sangre perezosa a través de las avenidas vitales de la carne, permíteme verter un poco en tu copa ... Ahora, bebe de él ... ¿Te gusta? Es un vino que en mi inocente infancia prometí a los dioses; pero no habiéndome encontrado en el cielo ni en la tierra, ahora se lo ofrezco a la humanidad. ¿Es demasiado fuerte? Bébelo, sin embargo, mi querida Elena, y así en una embriaguez divina cantemos, cantemos a la vida, tu, como la concibes bajo tus acariciados y más dignos cielos; yo, como la contemplo con mi visión interna, moviéndose lentamente bajo la extensión azul ... ¿Otro trago? Con mucho gusto, mi buena amiga, y continuemos nuestro canto, ¡nuestro canto a la vida inmortal! ¡Mira, allí está la vida! Los vapores de este vino la han conjurado. No, no te arrodilles: veámosla de frente y disfrutémosla, porque ella es nuestra. ¡Qué hermosa es ahora, como no lo era hace un momento, antes que bebiésemos del vino que yo había almacenado para los dioses!, ¡qué fea era cuando la contemplábamos maniatada entre los artículos de la ley; enmudecida con la mordaza del convencionalismo y de la intolerancia; lastimosamente doblegada bajo la carga pesada de las supersticiones, de las costumbres, de las tradiciones ...!

La vida que este vino pone delante de nosotros es libre; es dueña de su cuerpo y de su alma; conoce también las cadenas, pero ellas son los dulces lazos de brazos amorosos que oprimen cuellos felices; conoce igualmente las mordazas, pero son las mordazas de labios temblorosos puestos ansiosamente en contacto en un glorioso esfuerzo para beberse mutuamente sus almas. La vida en cautiverio no es vida; es esclavitud, servidumbre, obligación servil; pero no es vida. La vida es libre, es la libertad por autonomasia. ¡Oh, bebamos una vez más! No, no temas: el vino durará. ¿No he dicho que tengo almacenado un gran acopio de él? Durará para embriagarnos, y para embriagar a otros además de nosotros. ¡Mira, estamos rodeados de estrellas! Son las de nuestros hermanos que se embriagaron y de esta

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manera se han convertido en estrellas. Ya no veo al ladrón, al vagabundo, a la prostituta, al esclavo; solamente veo estrellas, estrellas, estrellas. ¿Dónde está el que hace sólo unos cuantos minutos tendía su mano trémula al transeúnte, poniendo por el suelo todo el orgullo humano? ¡Y la hermosa joven que hace poco depositaba en sus ojos encantadores toda clase de promesas mercenarias, dónde está? No puedo descubrir entre esta magnífica formación de soles aquella mano negra que nerviosamente intentó ocultarse de la vista antes que pudiese ser advertida la sangre en ella ... Y el hombre - buey, ¿dónde está y qué ha sucedido con su yugo? No veo más que estrellas, estrellas, estrellas, entregándose a una francachela que estremece al infinito, y, en vez de gobernantes, reina la vida. la vida ha sido conquistada merced a este vino; bebamos más todavía y dejemos a los demás, mi querida Elena, que participen también de él, ya sean cientos o miles, ya sean miles o millones, derrochemos toda la bodega; porque ten presente, la conservo para la humanidad, para que su alma, entonada con el vino, sea capaz de vibrar cuando mi alma lo haga y responda a los estremecimientos de la tuya en una especie de eólica simpatía ... Pero he aquí, no puedo ir más allá en mi loca estampida a través de las regiones de mi fantasía. No tengo espacio para moverme. He llegado ya a una barrera que no puedo traspasar, y estoy obligado a dejarte por un momento. ¡Adios, pues, mi querida amiga!

Con cariño para Erma y el resto de los buenos camaradas, cierro esta con mi cariño para ti.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Diciembre 27 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

¿Cuánto tiempo hace que no te escribo? Hace mucho, mucho tiempo; pero esto no quiere decir que no haya pensado en tí, mi

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generosa amiga. ¡He estado tan enfermo! Ahora me siento mejor, aunque no enteramente bien, y me apresuro a aprovechar esta calma espasmódica para comunicarme contigo.

¡Cuán hermosa y agradable es tu carta del 12 de este mes! Como las flores y los helechos, ¡cuánto han refrescado mi alma!, agradezco tus atenciones, mi buena amiga.

Como ya debes saber, solamente veinticuatro presos políticos fueron puestos en libertad el día de Navidad. A esto se redujeron las hermosas promesas que hizo la Administración, de tenernos presentes a todos. De los veinticuatro puestos en libertad, algunos estaban ya en libertad preparatoria, mientras que a otros solamente les faltaban unos cuantos meses para cumplir sus condenas. Debs y algunos otros estaban cumpliendo una condena excesivamente larga de diez años de prisión; pero a ninguno de los que sufrían condenas de quince a veinte años se nos tomó en consideración. Por lo tanto, tendrán que esperar, y tu amigo entre ellos.

Sí, tendré que esperar con el resto de mis camaradas, mirando cómo llega un año, transcurre lentamente y pasa. Y miraremos la llegada de otro año, y otro, y otro y otros más, hasta que un hermoso día, que será para mí tan obscuro como la noche, y cuando vean que ya no soy un peligro para la opresión, porque mis ojos ya no serán capaces de guiar mi pluma para escribir esas palabras que aman los humildes y detastan los soberbios, quizá seré arrojado a la luz, la luz que será sólo una palabra para mí ...

Las flores pueden desplegar sus corolas y sus atercipelados pétalos para agradar a los vivientes; pero yo no sentiré la gloria de su belleza; me imagino a mi mismo como un león sin garras, como una águila arrastrando sus destrozadas alas en la obscuridad ... Mi arma - mi pluma -, la única arma que he empuñado siempre; el arma que me trajo a este lugar; el arma que me acompañó a través del infierno de una lucha de treinta años por lo que es bello, será tan inútil entonces como una espada rota en las manos de un guerrero rodeado por sus enemigos, y la arrojaré a la faz de las tinieblas que me rodean ... Porque una pluma en mis manos seria entonces un estorbo para mí, para seguir mi camino ... Sí, porque entonces mi pluma sería enteramente inútil. Una ave puede cruzar nuevamente el camino recorrido; pero mi pluma sería impotente para describir su gracioso vuelo. Las estrellas continuarán atravesando la

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obscuridad de la noche con su frío resplandor; pero mi pluma, ociosa, insensible a la belleza, ya no reflejará, en su enmohecida superficie, un sólo rayo de su luz celestial. ¿Entiendes, mi querida camarada, cómo mi pobre pluma se convertirá en un estorbo para mí, en una incomodidad, en la más inútil de las cosas? Una rosa contribuye al encanto de un paisaje; el viejo tronco muerto rinde un servicio incalculable a la belleza, permitiendo a la yedra desplegar sobre él sus exquisitas guías; pero ¿para qué es buena una pluma ociosa? ¿Puede ella, quizás, interpretar en palabras irisadas la luz que juega en una curva femenina? ¿O podrá alguna vez reunir en la virginal blancura de una hoja de papel, haciendo precisos, claros y vividos los anhelos indefinidos, vagos y sin color, aunque demasiado reales, por ser demasiado punzantes, de todos los infortunados que respiran sobre la Tierra?

Culpas a los trabajadores, mi buena y generosa camarada, por su indiferencia para interponer sus brazos vigorosos entre mí y mis verdugos ...; pero, ¿realmente son ellos los culpables de mi suerte? No; son inocentes. Ellos no me nombraron su campeón para librar batallas por su cuenta; me nombré yo mismo. Los ví tan feos y tan ignorantes y tan débiles bajo el peso de sus cadenas, que mi corazón, amante de la belleza, se conmovió, y entonces fue cuando me convertí en rebelde. Todo es culpa mía; el pecado es de mis nervios por agitarse a la vista de la injusticia; el crimen es de mi corazón, siempre insaciable por la belleza. Quería que las masas fueran bellas por el único medio que pueden serlo: la libertad, y siendo demasiado pequeño para tan gigantezca empresa, fracasé, ¡ay! pero mi sueño de belleza es digno de cualquier sacrificio.

Mi cariño para nuestros buenos camaradas, deseando para tí un felíz año nuevo.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Enero 24 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

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Mi querida camarada:

Tengo en mi poder tu querida carta del 18 del corriente, así como las hermosas flores que me remitiste, y el recorte y carta de la señorita Alicia Stone Blackwell.

Sí, mi querida Elena, tan pronto como muera una esperanza, nace otra ... y es un deleite que sea así, pues ¿qué sería la vida sin esperanzas? No habría vida en primer lugar, puesto que la esperanza, en último análisis, no es más ni menos que un deseo; la misteriosa fuerza que impulsa a la planta a dirigir sus raíces hacia las entrañas de la tierra, con la esperanza de encontrar alimento; la fuerza creadora que hizo alargar el cuello de la jirafa, para deleitar y complacer su paladar con hojas más tiernas; el maravilloso estímulo que incita al hombre para construir alas, con la esperanza de arrebatar la soberanía del aire al cóndor y el águila; las divinas vibraciones de los nervios que se transforman en el cerebro en sueños de gloria ... La esperanza fomenta el progreso, y sus hijas legítimas son la protesta, la ciencia y el arte; mientras que la desesperación es la madre diminuta del estancamiento y la sumisión. ¡Esperanza! ¿No fue de ella la misteriosa mano que hizo a Colón navegar hacia al oeste? ¡Esperanza! ¿No es ella la hada que ha revelado al alma asombrada el universo comprendido en un simple átomo?

¡Esperanza!, la impresión de tu dedo está clara en los escombros de la Bastilla. ¡Esperanza!, tu aliento saludable arroja a los vientos altares y tronos, cetros y coronas ... El corazón humano necesita esperanza y por esto es que tan pronto como una esperanza muere, nace la siguiente. Yo he tenido tantas esperanzas Muchas de ellas están ahora muertas, y mi corazón está cargado con el peso de sus cadáveres; pero otras nuevas las han reemplazado, bellas y rosadas; las esperanzas son siempre bellas, son siempre color de rosa, y yo continúo esperando, esperando, esperando.

Ricardo Flores Magón

P. D. En vez de esa literatura que se propone enviarme la Srita. Alicia Blackwell, yo desearía libros muy bien escritos, traducidos al inglés, de los mejores y más modernos escritores franceses, alemanes, escandinavos, rusos, italianos y húngaros. Puedo leer francés e italiano y, por lo tanto, no son absolutamente necesarias las traducciones de esos idiomas.

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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Febrero 14 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tu muy querida carta del 6 de este mes está llena de noticias perfectamente calculadas para dar a mi alma la alegría y el calor que tanto necesito; sin embargo, con esa encantadora ingenuidad que tanto me agrada de ti, porque me refresca y rejuvenece, dices:

Pensé escribirte una carta excelente y no he escrito nada nada que se parezca a eso ...

¿Puedo pedir algo más encantador?

Tu querida carta me hizo mucho bien. Las palabras de nuestro Owen me hicieron igualmente mucho bien, pues aunque no me considero como un escritor de primera clase, sino solamente como un humilde y sincero servidor y adorador de la belleza, veo en sus queridas palabras su cariño para mi, y esto lo aprecio, esto me llena de dulce emoción. Y la magnanimidad de J ... ¡Cómo quiero a este querido muchacho! Dile, sin embargo, que estoy muy enfermo y no puedo gozar de tan frecuentes obsequios y tan hermosas cosas. Mejor desearía, si él pudiera proporcionármelo, un buen libro, de vez en cuando; pero entonces, como soy un lector muy fastidioso - porque mi gusto ya está cansado - leería solamente con placer libros muy bien escritos, maravillosos, soberbios. Rivera recibió sus chocolates y está muy agradecido.

Escribí una carta a la señorita Blackwell y me contestó; es una señorita excelente ... Me dice que ellos harán todo lo que puedan por mí ... La esperanza es tan dulce que no puedo rechazar esta nueva noticia color de rosa; aunque estoy ya tan enfermo que creo que no podré disfrutar de mi libertad si al fin llega.

¿Que todos ustedes están trabajando para hacer hermosa la vida humana? No necesitan decírmelo, Elena querida. Lo sé, lo sé ...

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Sé que ustedes son soñadores, y los soñadores siempre trabajan para hacer hermoso el mundo. Si no estuviese yo encadenado a esta roca, estaría yo con ustedes, mis queridos hermanos y hermanas; estaría yo con ustedes en esas alturas, lejos, más allá del azul ... Y cuando estuviera cansado de vagar en los caminos del infinito, descendería a la Tierra para sacudir entre mis semejantes mi crin salpicada de estrellas. Y con un signo sugestivo de las maravillas que hubiere atravesado y con una mirada denunciadora de mi familiaridad con millones de estrellas, y con una voz que participase de la armonía de las esferas, les hablaría ... Les hablaría de lo que hubiese visto en mis viajes ultraterrestres. Les diría que la individualidad es la única cosa que vale y entra a formar parte de la grandeza y esplendor del universo. Diría a la aterrorizada multitud: Hermanos, no hay amo en el espacio infinito, y la única ley que rige ahí, es el amor mutuo y la ayuda mutua; pues con el objeto de que cada uno goce ampliamente de su vida individual, es necesario que ayude a los otros para que ellos gocen de la suya; y esa ley es la gravitación, o, en otras palabras, la atracción mutua, el amor ... El amor reina supremo entre las estrellas, y las tierras, cometas y lunas; cada uno ayudando según sus fuerzas, pero sin recibir ninguna menos ayuda de la que necesita para mecerse alegremente en su órbita. No hay allí ningún cuerpo celeste llamado rey o presidente, zar o sultán: todos ellos son hermanos y todos ellos se aman los unos a los otros. Soy un testigo de este amor maravilloso ... Escuchad: de las playas inmediatas viene el rumor formidable de un suspiro poderoso, es nuestra Tierra, que contesta por medio de sus océanos, las amorosas atracciones de la luna ... Así, pues, por medio del amor y solamente por este medio, sin la ayuda de un amo, sin las extravagantes reuniones de las asambleas legislativas, sin la existencia de jueces, policías, soldados, verdugos y sus infernales instrumentos; las estrellas, las tierras, los cometas y las lunas, viven armoniosamente disfrutando cada una su vida individual, libremente, sanamente, felizmente ... Hermanos: ruego a ustedes que se conviertan en estrellas, tierras, cometas y lunas.

Así sería mi discurso, y cuando entre la multitud se mirasen unos a otros con miradas interrogativas, acerca del significado de las palabras extrañas para ellos, me embarcaría en la primera nube opalina que pasara vagando, para ir a juntar una provisión de frescas impresiones en el azul, sobre los caminos del infinito, y volvería de nuevo entre los mortales mis semejantes para mostrarles que la belleza es la libertad ...

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El señor Weinberger ha sido tan bondadoso que me ha enviado una copia de la carta que acaba de remitir a los de Washington, pidiendo mi libertad a causa de mis enfermedades crecientes y ya alarmantes. ¿Serías tan buena que fueras a darle las gracias en mi nombre? ¿Puedo esperar esto?

Erma me escribió una bella carta esta vez ¡cuán buena es nuestra Erma! Le envío mi cariño y a todos nuestros camaradas. En cuanto a tí, buena y querida Elena, que con tanto éxito te esfuerzas a conservarme con buen ánimo, te envío mi cariño y el agradecimiento de todo mi corazón.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Febrero 28 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Sirve la presente para contestar tu querida carta fecha 22 del presente mes.

Comprendo tus sentimientos a la vista de los esquiroles. ESTAS REPUGNANTES CRIATURAS NO SON SERES HUMANOS. ¿Lo son? Pueden tener exteriormente apariencias humanas; pero no tienen los sentimientos humanitarios que llamamos solidaridad, y los han perdido cuando más los necesitaban, cuando las bestias que deben combatirse y conquistarse no viven ya en la selva, acechando detrás de los árboles, o tendiendo emboscadas en la maleza, u ocultándose en los rincones más obscuros de las cavernas; las bestias se pueden encontrar ahora en suntuosas oficinas, en el corazón de las ciudades populosas, vestidas como hombres, sonriendo como hombres, conduciéndose exteriormente como hombres. No tienen garras; no se lanzan sobre su presa; no embrollan la vida humana al contraer sus formidables anillos; las bestias han modernizado astutamente sus métodos. La bestia es profesor, y enseña a sus discípulos que la cooperación es una tontera, y que la competencia es la única fuerza progresiva; la bestia es legisladora, y hace leyes

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destinadas a proteger sus propios intereses bestiales, aunque se hacen aemente para la protección del débil; la bestia es el gobernante que hace cumplir las leyes; la bestia es el ministro de un Dios o de cualquiera otra cosa, y aconseja obediencia, y paciencia y resignación ... El resultado es el esquirol, un ser humano que, a través de millares de años del gobierno de la bestia, ha perdido ese instinto que en la aurora de las especies lo apresuró a estar con los de su especie para sacudir el yugo de la tiranía de la selva. Ya no son humanos sus instintos, sino bestiales. No siente amor por sus semejantes, sino odio, porque en cada uno ve un competidor, un rival, un terrible enemigo que se interpone entre él y su pan; la civilización ha atrofiado los instintos de solidaridad que hacen de él un hombre ... El esquirol no es un hombre, o a lo sumo es un hombre degenerado. No contribuye al desarrollo de las especies; él obstruye, pues en el camino del progreso humano es la piedra con la cual se tropieza, siendo de hecho el sostenedor más firme y tenaz del gobierno de las bestias. Sin el esquirol, caerían las bestias, pues es rompehuelgas, es soldado, es policía, es carcelero, es verdugo, las garras, los cuernos, los colmillos, los dobleces, las sortijas de las bestias modernizadas ... Nuestra tarea es humanizar al esquirol y ¡qué tarea es ésta! Pero tenemos que hacerla, tenemos que desempeñarla, pues del éxito de nuestros esfuerzos depende la caída del régimen de las bestias. Es inútil hacer planes para un futuro de libertad y de justicia si el esquirol sigue como esquirol.

Con frecuencia sufro el mismo desengaño abrumador que tu experimentas cuando no llega uno a expresar lo que piensa o siente, y creo que les pasará lo mismo a todos aquellos que tratan tenazmente de dominar el arte de traducir en palabras las emociones y los pensamientos humanos. Sin embargo no te acobardes, mi querida Elena, pues no es culpa tuya ni mía; el lenguaje humano es en extremo pobre. No tenemos suficientes palabras para expesar cada sombra o color del sentimiento y del pensamiento. Tenemos palabras para el rojo, el azul y el amarillo, y otras pocas palabras más para unas cuantas sombras de estos colores, como tenemos para el dolor y la alegría, y unos cuantos tintes de estas emociones, y esto, cuando sus tintes son infinitos. Tal vez en el futuro, cuando haya desaparecido el esquirol de la faz de la Tierra, una humanidad que disfrute de la comodidad indispensable para aprisionar en la red de una palabra las emociones más fugaces y el más tenue brillo del pensamiento, podría obtener lo que es ahora imposible para nosotros. Contentémonos con las palabras a nuestra disposición, y

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tratemos sinceramente de hacer el mejor uso de ellas en nuestros ofrecimientos a la diosa: la belleza.

Con mi cariño a Erma y los demás buenos camaradas, y especialmente a tí, mi bondadosa y querida camarada, me despido. Tuyo fraternalmente.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 14 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N.Y.

Mi querida camarada:

Recibí tu querida carta del 28 de febrero último, así como las copias de las cartas al señor Weinberger y algunas flores.

El señor Weinberger está trabajando muy bien. Me remitió copia de una carta que escribió, en la que dice todo lo que está haciendo. Sin embargo, temo que no haya obtenido el Informe del laboratorio; este es el documento más convincente respecto a la seriedad de mis enfermedades; pues no es la opinión de un médico basada en suposiciones, y la cual pudiese estar influenciada de acuerdo con las simpatías o antipatías. El Informe del laboratorio está basado en hechos irrefutables: el análisis efectuado por los químicos sobre los esputos. Los químicos dicen la verdad; no incurren en error; no tienen tendencia a inclinarse en determinado sentido y por esta razón he insistido tanto sobre la importancia de que el señor Weinberger obtenga el Informe completo del laboratorio; porque entiendo que los peritos hacen en él algunas recomendaciones sobre lo que se necesita para prevenir la tuberculosis. Te suplico digas al señor Weinberger que sería de desearse una copia fiel del documento completo, como que después de eso ninguno se atrevería a insistir en que mi salud es buena. La señorita Blackwell me escribe y dice que el señor Daugherty escribió al señor Roewer diciendo que estoy atacado de una catarata ... cuando tengo cataratas en los dos ojos. De aquí a un año podrá decir que ya no tengo la catarata; pero dejemos a un lado este triste asunto para

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ocuparnos de otro más agradable. ¿Y qué cosa más agradable que las flores que me enviaste? Están muertas, es cierto; pero yo no sé por qué las flores son poéticas aunque estén muertas ... al menos para mí. Puede ser, quizás, porque no puedo verlas sin pensar en los sueños irrealizados y en las esperanzas marchitas que también son flores muertas, ¡ay! y yo tengo muchas de ellas ... Pero ¿quién es aquel que no lleva en su alma un cementerio repleto de esperanzas marchitas y sueños muertos? El rico y el pobre, el sano y el enfermo, el instruído y el ignorante, todos tienen sus esperanzas y sus sueños, y todos ellos aman sus esperanzas y sus sueños. Muchísimas de estas esperanzas y de estos sueños no pueden volar: pueden arrastrarse, pueden trepar como gusanos en busca de suciedad ... Pero, sin embargo, son acariciadas por sus poseedores. Los sueños más nobles y más hermosos son, sin embargo, los sueños de los oprimidos. Estos sueños y estas esperanzas tienen alas; ellos vuelan porque son inspiraciones de lo que no tienen: ¡Paz, Justicia, libertad! el deseo universal de los que llevan un yugo; la aspiración común de los que arrastran una cadena en todas las latitudes, bajo cualquier cielo y en todos los ángulos y rincones de esta Tierra; la esperanza del esclavo asiático y del labriego egipcio, el sueño del mujik ruso y del peón mexicano ... Estas flores muertas me hablan de sueños y esperanzas, y yo suspiro, y una dulce melancolía se apodera de mí. Las flores no deberían morir; los sueños y las esperanzas no deberían morir: ¿son tan bellos! Por fortuna cuando una muere, otra toma su lugar, igualmente encantadora y amorosa, y así, uno toma fuerza para seguir adelante. Hay sombras alrededor y uno tiene que sentarse y morir; él busca a tientas, busca a su alrededor, ¿y por qué? Por la esperanza ... Y creo que aun el hombre a punto de ir a la horca, cuando su cuello siente el frío contacto de la cuerda, debe percibir un breve brillo en su cerebro, como un gusano resplandeciente en la obscuridad: la chispa de la esperanza, la del repentino chasquido de la cuerda, cuyo contacto hace estremecer su carne ... Toda bendición para la esperanza, la fuerza dinámica que le da a uno fortaleza para seguir en penosa marcha. Mátese la esperanza, y la vida misma desaparecerá, porque la esperanza es la condición de la vida.

Mucho agradezco tus palabras de simpatía con motivo de mis sufrimientos, así como el camarada de quien me hablas, por lo mismo. Tu cariño y el de ellos me conforta: ¡es el cariño una bendición tan rara para el rebelde! El odio es la recompensa habitual para el que honradamente dice lo que piensa. Sé que hay tempestades pendientes sobre mi cabeza; sé que hay puntos que

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se agitan amenazadores sobre mí; no hay sitio en mi cara para la saliva de los que rehusan ser mis amigos y me ahogo en una atmósfera envenenada con el aliento del coraje, del despecho y del desprecio; pero este aliento de amor de mis buenos camaradas me calma con su dulcura y su frescura. Gracias; comprendo que esta palabra es muy pobre en cambio del cariño, el mayor de los obsequios; pero en este caso es la expresión de una emoción delicada que despierta en mi corazón cuando tu simpatía llama a la puerta, y por lo tanto, siento deleite en repetir la palabra gracias ...

Ya no hay espacio para mi y debo terminar mi carta. Me siento igual que durante los últimos cinco o seis meses: mal, y mis carnes se consumen lentamente. Pertenezco a una raza notablemente fuerte, y esto me ha ayudado, pero comprendo que ahora estoy herido mortalmente ...

Con cariño para Erma y todos los camaradas, y para tí muy particularmente, me despido.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 18 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Antes de referirme a tu querida carta del 7 de este mes, que como todas las tuyas es encantadora y alentadora, tengo que molestarte con otro mensaje para el señor Weinberger, de quien he recibido varias comunicaciones, habiéndome llegado ayer la última. Veo que se ha dicho la última palabra sobre mi salud en el Departamento de Justicia, cuando se asienta que: no hay ninguna evidencia de mala salud en mi persona. Sin pretender que estoy atacado de tuberculosis, insisto todavía en manifestar que mi salud no es buena, y los síntomas en que baso mi convicción son demasiado evidentes: la tos constante y algunas veces hasta con esputos de sangre, lo que no sucedía en febrero último; dolor contínuo en el interior, hacia el costado izquierdo, a la altura del

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corazón; desde hace una semana la dolencia continúa en los riñones, lo cual me hace creer que es consecuencia de la diabetes que padezco. ¿Son éstos síntomas indicadores de buena salud? Se expuso que ningún vacilo de tuberculosis fue encontrado en los esputos, y espero que esto sea cierto; pero debe existir otro bacilo que produce el esputo y aun me hace arrojar sangre, como lo refiero antes, y este bacilo, cuya naturaleza no ha sido todavía mencionada, puede conducir a la tuberculosis; ¿un simple resfriado no puede transformarse en tuberculosis cuando se descuida? Pero a pesar de todo lo que pueda decirse respecto a mi buena salud, en el Archivo del Departamento de Justicia debe existir el Informe dado por el médico de la Penitenciaría de la isla de McNeil a fines de 1918, respecto a que padezco diabetes y reumatismo, y la diabetes es considerada como una enfermedad incurable. ¿Cómo puede asentarse que disfruto de buena salud? En cuanto a las cataratas, ¿no constituyen una enferemedad? Agradezco mucho al señor Weinberger todo cuanto ha hecho por mi.

Ahora me refiero a tu carta, querida camarada. ¡Qué interesante está! Sí, puedo leer, ¿no te he dicho que tengo un lente poderoso para leer? Con ayuda de mi lente escribo también. La única molestia que experimento es no tener los libros que me gustan más: tú sabes a qué clase aludo. No teniendo a mano los libros que mi corazón anhela y con el propósito de domar este brusco frenesí por la belleza que me domina, me engolfo en estudios filosóficos, pero sin resultado; porque tan pronto como cierro el libro, viene la sed que el negruzco océano de la filosofía no podría apaciguar. Esta sed de la palabra que se estremece con la vida; esta angustia por el color y la línea y la proporción trasmitidas al verbo, en la maravillosa alquimia del cerebro; esta ansia por el vocablo palpitante de entusiasmo, trepidando con cólera, destilando envidia, celos o rencor, o brillando gloriosamente con el fuego del amor ... Privado de la vida, trato ansiosamente de encontrarla bajo la única forma accesible para mí: la palabra; pero no puedo reconocerla en la mayor parte de las miriadas de volúmenes con que las masas alimentan su cerebro, y me estremezco a la vista de la gente que busca febrilmente esta especie de literatura, como me estremecería a la vista de un hombre que llevase a sus labios ansiosos una copa de veneno ... Porque no es la vida la que alienta en ella, sino la muerte, y por lo tanto, mi querida amiga, mi sed no se apaga.

¡Cuán trágica fue la suerte de la querida joven camarada de quien me hablas, y tu conclusión ante el espantoso acontecimiento es

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de lo más pertinente! Se necesita obrar, se necesita trabajar continuamente, pues no sabemos cuándo tendremos que acabar ...; estas palabras, tan naturalmente expresadas, te retratan, mi querida Elena; no temes morir, sino no hacer lo que quieres hacer ... Y pensar que la joven camarada difunta debe haber tenido los mismos pensamientos ... ¡Qué desgracia! ¿Quién sabe lo que ella no podría haber hecho? Tenía ante ella toda una vida, y no pudo saborearla; tenía sus sueños, y no pudo realizarlos. El ideal ha perdido una buena obrera, y lo siento por ella y por el ideal. Y también me entristezco por el rebaño ignorante, que no comprende lo que esta pérdida significa para la humanidad.

Veo con horror que solamente dispongo de unas cuantas líneas más. Tengo una carta de nuestra querida Erma, la cual contestaré hasta la semana próxima, pues tengo varias cartas sin contestar. Es exasperante no poder escribir todas las cartas que uno necesita contestar pronto. Tres cartas a la semana es lo más que se permite a uno escribir, y cada una debe escribirse en una sola hoja de papel. ¡Cuánto ambiciono ser libre para poder escribir tanto tiempo como tenga ganas de hacerlo! Escribir es un placer para mí y estoy privado de este placer. Tengo que cerrar esta carta, mi buena amiga, entristecido por este presente dominio de restricciones, de coerciones; pero lleno de esperanza para un futuro de libertad, en el que el hombre sea capaz de comunicar sus pensamientos y sus sentimientos como lo piense mejor. Tu perteneces a ese futuro y yo te felicito de la manera más cordial, mi buena y generosa Elena.

Con mis mejores deseos y cariño para Erma, para los demás camaradas y para tí particularmente.

Tu camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 23 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

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Mi querida camarada:

Recibí tu muy querida carta del 4 de este mes, así como la muy bien escrita por la querida camarada Gladys Greiner. Cuánto siento no poder escribir a ella; espero, mi querida camarada, que tú le explicarás mi situación. Ella me escribió compañero rebelde ... ¡Qué fina es! pues considero el tratamiento como una galantería. Envío a ella las gracias por la carta y el libro.

No he leído Pan debe ser un libro hermoso, y puedes envíarmelo. Tengo hambre de buena literatura; mejor dicho, de hermosa literatura. ¿Es algo de provecho escrito por Mauricio Maeterlinck, Anatole France, Henri Barbusse, Romain Rolland o Andrés Latzk? Si es así, te suplico me digas los títulos de las obras. Estoy leyendo Tres soldados por Juan Dos Pasos. Me agrada este libro. No sé quién es Dos Pasos; pero por el nombre, yo presumo que es descendiente de portugués. Es maravilloso.

Sí, el señor Weinberger tuvo la bondad de informarme la acción tomada por el Encargado de Negocios de México; pero hasta hoy no se ha hecho sentir su influencia. Y yo observo y espero tan pacientemente como puedo, teniendo como mi único consuelo que mientras yo espero otros obran, y que las circunstancias obran igualmente. Mientras estoy inactivo en mi calabozo, el tiempo trabaja, cambiando las cosas y los seres en polvo, creando nuevos, transformando los ya creados. Él trabaja ... ¿no es en esta nueva arruga agregada a mi cara el testimonio de sus dedos ocupados? Y estos nuevos hilos plateados que brillan tristamente en mi crín, ¿no están proclamando la creación, modelación, desarrollo incesante, transformando las cosas, y los seres y las instituciones?; y en la sombra crepuscular de mi calabozo yo sonrío lleno de confianza en un futuro mejor, lleno de fe en la liberación final del animal humano de esta carga pesada de supersticiones y tradiciones y prejuicios que obstruyen su entrada franca y resuelta en el reino de la vida, la cual para mí significa placer, que para todos los seres sensibles, por inferiores que se consideren en la escala zoológica, significa placer, placer, placer ... Y como conjurados por la fuerza de mi convicción, o como para ilustrar mejor la mustia meditación a la cual confío esta hoja de papel, ahí viene a través de la ventana una agitación de alas, y el alegre gorgojeo de una parvada de gorriones, y pienso: el fin de la sensibilidad es el placer ...

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En este momento me llegaron las alegorías enviadas por Gladys y las golosinas enviadas por tí. Gracias, mis buenas amigas, gracias.

Sí, aqui también hace calor, y me siento con la esperanza de ganar unas cuantas libras del peso que he perdido; no las ganaré por cierto. Está lloviendo como cuando me escribiste, y el ruido acompasado de las gotas de agua al caer sobre las numerosas vidrieras de las ventanas, apacigua mis nervios y llena de paz mi corazón. Mis recelos desaparecen y mi impaciencia se disipa, y veo que continúa la lucha amarga entre la razón y el error, lleno de confianza en el triunfo de la primera. No me siento bien; me duele la cabeza y tengo fiebre; pero tengo esperanza que el tiempo caliente sea benéfico para mi salud.

Deseaba escribirte una carta excelente pero el dolor de cabeza no me permite satisfacer mi deseo. Así es que cierro aquí mi misiva insípida. ¡Oh, muchas gracias por la flor!

Con mi cariño para todos los camaradas y con la esperanza de que pasará inadvertido lo feo de esta carta, termino con mi cariño de camarada para tí.

Ricardo Flores Magón

P. S. Leí Risa roja por Leonides Andreiev, y veo que Brentano se vende. El que obtiene un bofetón por el mismo maravilloso escritor. Yo desearía conseguir esta comedia.

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos. Leavenworth, Kansas.

Junio 19 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Al fin me llegaron noticias tuyas. Tu carta es tan bella, que es una vergüenza que yo tenga que contestarla en estas cuantas líneas; pero nuevas circunstancias se han presentado que me aconsejan hacerlo así (*). ¿Se ha comunicado la señorita Blackwell con el señor Weinberger? Tu puedes saber algo interesante por conducto de ella.

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Sí, Pan y El que obtiene un bofetón no han de enviarse directamente de los editores, los libros deben llegar aquí antes del 1° de julio, porque de esa fecha en adelante prescribe la regla que todos los libros, magazines y periódicos que vengan directamente de los editores será reforzada con toda rigidez, mientras que no se recibirán ningunas cosas de comer y otros artículos que se especificarán debidamente.

De modo que no tienes esperanzas de ver alguna vez que se abran estas puertas para mí ... Tal vez tengas razón, mi querida Elena. Tal vez todas esas esperanzas mías no son más que sueños ociosos. Me conformo ... pero hay algo en las profundidades de mi ser, y que mi razón no puede ahogar, agitada débilmente: es la esperanza, resuelta a morir; es la esperanza que se pega a la vida tenazmente, obstinadamente y desesperadamente, y yo sé que mientras haya un destello de la última en mi deteriorado organismo, la anterior tendrá que respirar, aunque débilmente ...

Y ahora, a terminar. Recibí copias de cartas enviadas por el señor Weinberger al Encargado de Negocios en México, y al señor Daugherty. Gracias al señor Weinberger.

Con el cariño de camarada.

Ricardo Flores Magón

(*) Aquí se refiere Ricardo a las amenazas del Jefe de la Penitenciaría, Biddle, de vigilar muy estrictamente la correspondencia de Magón para ver si enviaba informes referentes a su salud; amenaza motivada por una carta que su compañero de prisión y de lucha, Librado Rivera, dirigió a Gus Teltsch, denunciando el crimen que se estaba cometiendo con Ricardo Flores Magón, negándole medicinas y toda atención médica para atender el grave estado de salud. Esta denuncia ocasionó a Rivera la suspensión indefinida de su correspondencia. Por esta razón se verá que las cartas de Flores Magón, a partir de este mes, ya no tienen gran importancia, pues sólo se concretaba a escribir lo absolutamente indispensable con el fin de que el verdugo carcelero no le detuviera su correspondencia, ni llevara a efecto la otra amenaza de quitarle todo su buen tiempo (siete años para Ricardo), rebaja a que tiene derecho todo prisionero cuando su conducta ha sido buena.

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

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Leavenworth, Kansas.

Julio 17 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Recibí tu querida carta del 5 de este mes. Sí, el señor Weinberger me notifica de su actividad en nuestro caso; te suplico le des las gracias a mi nombre. En realidad él trabaja maravillosamente. Creo que con el tiempo algo bueno resultará, como él así lo espera.

Recibí los libros, como Erma te debe haber dicho ya. Las líneas que escribiste en una de ellas son conmovedoras. Dices que no las podías pensar en el momento de escribirlas, y me congratulo de ello porque escribiste lo que sentías, y lo que tú sientes es siempre muy bueno.

Dudo que esta carta te llegue, pues veo que vas a salir o estás para salir de esa ciudad. Quizá el nuevo ambiente te sea agradable.

Espero que continuarás escribiéndome siempre que puedas, aunque temo que estas mis cartas insípidas, especialmente las que te he estado escribiendo durante los dos últimos meses poco más o menos (*), puedan matar en tí cualquier interés que pudieses tener en comunicarte con tu viejo amigo. Las circunstancias, sin embargo, pueden cambiar y quizá mis alas, abatidas ahora, sean capaces de extenderse un poco más ...

Sírvete dar mi cariño a Erma y a todos los demás buenos camaradas, y tú, mi buena Elena, debes estar segura del cariño de tu camarada y amigo.

Ricardo Flores Magón

(*) Como se verá por la nota escrita al pié de la carta dirigida a la misma camarada con fecha 19 de junio, se ha cuidado Ricardo de no mencionar absolutamente nada que tenga relación con su salud, a pesar de que él sentía que las enfermedades devoraban su cuerpo rápidamente. Véase cuán conmovedoras son las pocas líneas que escribe en su carta del 15 de agosto,y lo que con más

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claridad explica en la del 3 de septiembre dirigida a la misma camarada.

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Agosto 15 de 1922.

Señorita Elena White.

Reading, Pa.

Mi querida camarada:

Una tarjeta postal es todo lo que he recibido de tí con unas cuantas líneas en ella. Lo aprecio, sin embargo, porque ello representa tu atención.

No es mucho lo que tengo que decir ahora, o mejor dicho lo que puedo decir; pero tú sabes cuánto siento profundamente. Algún día, sin embargo, estaré libre para expresar lo que siento y lo que pienso. Necesito tener paciencia y esperar.

¡Qué fatigada debes sentirte con tu nueva ocupación! Creo que esa fue la causa de haberme enviado sólo unas cuantas líneas.

El tiempo pasa tan lentamente ... A lo menos yo no siento su movimiento, aunque cuando miro más allá de este hoyo de tristezas, no puedo reprimir mi asombro a las evidentes marcas del progreso que hay que ver. Y mis esperanzas adquieren nuevo vigor, y mis esperanzas rehusan morir.

Con un cariño de camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Agosto 25 de 1922.

Señorita Elena White.

Nueve York, N. Y.

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Mi querida camarada:

De modo que mi carta no se perdió. Me alegro, mucho me alegro que haya llegado con seguridad a su apreciable destino, como puedo ver por el contenido de tu afectuosa misiva, fecha 5 del presente, la cual recibí, aunque no así las flores ... ¿Pobres flores! Pero tu carta es más hermosa que mil flores. ¡Qué bien escribes cuando quieres hacerlo!

No me siento inclinado a escribir esta vez; ¡siento tanta melancolía! He estado muy enfermo durante estos últimos tres o cuatro meses; parece como que los grandes fríos, que tanto me atormentan, están degenerando en una enfermedad terrible, espantosa. Durante los últimos diez días, poco más o menos, he estado esputando sangre. He sido examinado, pero no conozco el resultado; pues el análisis del esputo fue hecho en Topeka, Kansas, y el Informe aún no llega aquí. No puedo menos que sentirme triste. Comprendo que de una manera u otra tiene uno que morir; pero, a pesar de eso, no puedo dejar de estar triste. Sin embargo, tu carta es tan agradable; encuentro tanta fragancia en ella, que me siento inspirado. ¡Cuán grande es el poder de la expresión sincera de los sentimientos! Y bajo el encanto de tus sentimientos, sueño. He aquí que han desaparecido los muros, y las rejas y los puños velludos armados con garrotes, signos todos de mi existencia crepuscular. ¡Qué bien y con que claridad veo, y con qué fuerza y que vigoroso me siento: es un milagro! Mientras que vibre en mis oídos una suave melodía que pocos mortales oyen, miro, a través del aire traslúcido, las calles, y las plazas, y los edificios y los monumentos de una ciudad, de la Ciudad de la Paz, como lo comprendo por una señal desplegada en la parte más alta de los más elevados edificios y monumentos de esta maravillosa comunidad. Un suspiro de alivio brota de mi atormentado pecho, y como si este suspiro, que parece compendiar la tristeza colectiva que ha vivido en los corazones de los humildes de todos los países, desde que en la noche de los tiempos fue oído por primera vez el silbido de un látigo manejado por un amo, fuese la señal para las felices multitudes de entrar en la vida, las calles, las plazas, los edificios y los monumentos se llenan repentinamente de gente, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, los dichosos moradores de la Ciudad de la Paz. Con respeto y admiración dirijo una mirada a toda la extensión abarcando toda la pompa de las calles, las plazas, los edificios y monumentos, que parecen sonreír bajo el sol; no se ve una sola torre de iglesia apuntando hacia las alturas como en un esfuerzo para hacer al hombre ver con desprecio las cosas de la

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vida, ni está el claro azul del cielo afrentado con las feas siluetas de muros almenados; ni una prisión, ni una casa de tribunal, ni el edificio del Capital ofenden la suave y tranquila belleza de la Ciudad de la Paz. Es la Ciudad sin pecado ni virtud. En su admirable lenguaje vernacular, lleno de palabras capaces de expresar los más sutiles y más ligeras emociones, no hay significado para las palabras amo y esclavo, caridad y piedad, autoridad y obediencia. Como no existe el pecado, la vegüenza es desconocida allí. Las nociones del bien y el mal no tienen raíces en los corazones de esta gente inocente y pura; ellos son naturales, y naturalmente y sin ostentación, hombres, y mujeres y niños exhiben sus encantos y su belleza como lo hacen las flores. No son ni buenos ni malos: son sencillamente hermosos como los árboles, como las plantas, como las aves, como las estrellas, porque, como los árboles y las plantas, y las aves y las estrellas siguen el ritmo de la vida, ese ritmo que los pueblos atrasados tratan de confinar en las páginas amarillas del código, como una persona cruel arroja a una jaula a los cantores de las selvas. Y contemplo y contemplo las multitudes felices de la Ciudad de la Paz. No hay prisa, no hay precipitación entre ellos, no hay una cara ansiosa leyendo el tiempo en los relojes públicos. Tanto cuanto mi vista alcanza, no hay señales de chimineas que envenenen el aire, ni manchen el azul del cielo con el sucio humo negro; estas benditas gentes han encontrado la manera de hacer agradable el trabajo, suprimiendo a los parásitos y convirtiéndose ellos mismos en propietarios y trabajadores al mismo tiempo. Algunos de ellos van al trabajo, otros se divierten; pero todos ellos llevan el mismo aspecto radiante, porque trabajo y placer son ahora sinónimos. Allí no hay pobres. Los jóvenes y las doncellas, cogidos de la mano y meciéndose rítmicamente alrededor del Monumento de la Belleza, están desnudos. Sí, pero no son pobres, están honrando la belleza y se han quitado sus hermosos vestidos para mostrar su gloriosa desnudez; porque, ¿hay algo más bello que la desnudez del hombre y de la mujer? El ideal es más bello, dice una voz gentil; el ideal es la belleza misma.

Tengo que suspender mis extravagancias, mi querida camarada; el espacio no es bastante grande para la completa extensión de mis alas.

Dale mi cariño a todos nuestros buenos camaradas.

Ricardo Flores Magón

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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Septiembre 3 de 1922.

Señorita Elena White.

Reading, Pa.

Mi querida camarada:

Recibí tus queridas cartas del 18 y 23 de agosto último.

Espero que a esta fecha sabrás ya por qué no escribo cartas tan largas como tenía costumbre hacerlo. ¿Has recibido carta de nuestra querida Erma? Si es así, espero, mi buena amiga, que ya no pensarás por más tiempo que estoy cansado de escribirte. ¡Cansado de escribirte! Puedes decirlo porque no conoces cuán bella es tu alma; pero yo lo sé ... Y por eso gravito alrededor de la belleza y revoloteo como una abeja golosa alrededor de aquello que proporciona dulzura a mi alma. ¡Cansado de escribirte! ¿Cómo pudo tan extraña idea haber entrado en tu mente? ¿No sabes que es un privilegio para mí llamar a las puertas de las almas bellas?

Mis cartas para tí son ahora cartas, es cierto; pero ellas, en su pequeñez o insubstancialidad, han sido escritas desde este dulce receso de mi ser que ha conservado en perfume y su calor a través de las mejores experiencias de mi vida tempestuosa.

Recibí los recortes; gracias.

Aquí me detengo; no pienses que hay cansancio de mi parte, porque aún estoy vivo, y por consiguiente amo la belleza, y tu alma es bella.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Señorita Erma Barsky.

Nueva York, N. Y.

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Mi querida camarada:

El Año Nuevo ha llegado ya, acabado de surgir de las profundidades del tiempo; y todos los corazones, el mío entre ellos, se vuelven hacia él ansiosamente, tratando de adivinar qué trae para nosotros los mortales, porque cada uno de nosotros desea algo, cada uno de nosotros fija sus esperanzas en el Año Nuevo. Pero el semblante del viajero no revela la naturaleza de los acontecimientos que guarda para nosotros. La libertad es lo que más necesito y, por consiguiente, le pregunto así: ¿Qué me traes? ¿Te dió el destino la llave de estas formidables puertas? Y fijando mis fatigados ojos en un empolvado rostro sideral, atreviéndome apenas a respirar y temiendo oir su contestación, espero ... No contesta, no contesta preguntas necias; pero en su mirada inexplicable, de amor u odio, piedad o crueldad, veo la indiferencia de la naturaleza, nuestra madre sin corazón, sin cerebro, sin sangre. Sin embargo, es raro que haya alguno que no espere nada del Año Nuevo, de cada año nuevo, desde que la nebulosa emoción que llamamos esperanza comenzó a agitar el corazón humano. Yo, naturalmente, pertenezco a la tribu de la esperanza.

Un año viene y se va, llega otro y también se aleja, encontrándome tan lleno de esperanzas como siempre; e indudablemente esta perspectiva de buenos resultados ha entrado en un pequeño grado en el número de las circunstancias que han determinado mi actividad revolucionaria. He esperado siempre que el milagro se realizará al fin, el advenimiento de la justicia sobre la Tierra, y lo más natural es que el año de 1922 me encuentre en la misma disposición. El Año Nuevo, sin embargo, está callado; no anima mi optimismo, más bien parece inclinado a helar las rosadas esperanzas que brillan en mi corazón. Yo lo examino atentamente con la esperanza de ser bastante hábil para descifrar el enigma del futuro por algún signo al parecer inocente, pero sin ningún resultado; no hay en él algo que indique que ha visto a la justicia que se dirija hacia nosotros.

No desespero, sin embargo, porque sé que la justicia viene. Si el Año Nuevo no me da la más pequeña indicación de la realización del milagro, leo sus síntomas en la miriada de acontecimientos de la vida humana. Pongo la mano sobre los nervios de la humanidad, y siento su tensión; pongo mi oído a los más débiles rumores, y sorprendo un rechinido de dientes que vienen de todas partes. El disgusto es excesivo, los opresores están disgustados, todo el mundo está disgustado. Una civilización

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fundada sobre la barbarie está bamboleándose; una civilización basada sobre la desigualdad está a punto de derrumbarse. Prevalece la inquietud; los ricos ocultan su dinero, y los trabajadores sonríen confiados en que los músculos de sus brazos y el cerebro de sus cabezas serán los billetes de banco de mañana. 1922 permanece silencioso; pero yo sé que la justicia viene; mis mismas cadenas proclaman su proximidad porque ellas fueron remachadas sobre mis viejos miembros por manos temblorosas que temían que mi presencia en las calles pudiese precipitar su advenimiento.

Con cariño de camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 16 de 1922.

Señorita Erma Barsky.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Recibí tu tarjeta postal y la carta del señor Weinberger, quien bondadosamente me informa que mi caso, por falta de recomendaciones apropiadas, no puede llevarse ante la consideración del Presidente, según aviso que recibió del Departamento de Justicia. Esas recomendaciones, tan extraño parecerá al común de los mortales, no se refieren a los progresos de mi enfermedad, ni a la flagrante violación de la más rudimentaria justicia cometida por el juez de mi causa, ni a los seres vivientes que dependen de mí, nada, en fin, que pudiera hacer un llamamiento al corazón y a la conciencia del ser humano.

Las recomendaciones que los oficiales del gobierno estiman de gran importancia, son aquellas que el juez y el Procurador de Distrito pudieran hacer, las que en mi caso, me fueron adversas. El juez no podía confesar que había obrado con prevención en mi caso, y el Procurador de Distrito encontró penoso referir que su celo en obtener para mí el máximo de la pena, fue impulsado por el inmoderado deseo de conseguir un ascenso.

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Te suplico, mi buena camarada, que digas al señor Weinberger que recibí su carta y que aprecio sus esfuerzos para obtener mi libertad, y su bondad en tenerme bien informado de sus actividades en mi favor. Ahora va a Washington; creo, sin embargo, que mi caso es desesperado. Los intereses humanos no tienen nada que ver con los oficiales del gobierno; los oficiales del gobierno son parte de una enorme máquina que no tiene corazón, ni nervios, ni conciencia. La máquina gubernamental nunca dará oído a mis sufrimientos. ¿Que estoy cegando? La máquina dirá con un encogimiento de hombros: Tanto peor para él ¿Que moriré aquí? Bien, dirá la máquina, habrá espacio suficiente en el cementerio de la prisión para acomodar su cuerpo. ¿Que mis seres amados morirán de hambre? No serán ellos los únicos que mueran de hambre bajo el sol, será su respuesta. Lo esencial para que esta máquina tome un caso en consideración, no son motivos éticos. La conveniencia y no la justicia, es la llave que abre las puertas de la prisión. Sin embargo, es en nombre de la justicia que ella obra ... Su arrogancia causaría risa si no hubiese tragedia en ella. Porque nada fructuoso, noble o grande resultará nunca de la conveniencia cubierta con el manto de la justicia. Es el lobo bajo la piel del cordero. Es el crimen paseando con paso majestuoso, inevitable por no ser reconocible, y mucho más peligroso por presentar un aspecto de dignidad y decencia. Por eso es que en nombre de la justicia se perpetran los crímenes más salvajes y que más sublevan. ¿No fue en nombre de la justicia que los representantes oficiales de las más avanzadas naciones del mundo empujaron a sus pueblos a degollarse mutuamente? Y sabiendo esto, ¿cómo podía yo abrigar algunas esperanzas de que los oficiales del gobierno se conmoviesen alguna vez de mis tormentos? He sido cogido por el formidable mecanismo de una máquina monstruosa, y mis carnes pueden desgarrarse en tiras, mis huesos ser aplastados y mis lamentos llenar el espacio y hacer estremecer al mismo innfinito; pero la máquina no se detendrá, y seguirá triturando, triturando, triturando ... Si yo tuviese un amigo con influencia política, es decir, una pieza de esa aterradora máquina, sería puesto en libertad, aún cuando hubiese pisoteado uno o todos los Diez Mandamientos, pero no tengo ninguno, y por razón de la conveniencia debo podrirme y morir encerrado, como bestia salvaje, en una jaula de fierro.

Mi crimen es de aquellos que no tienen expiación. ¿Asesinato? No, no fue asesinato; la vida humana vale poco ante los ojos de la máquina, y, por lo mismo, un asesino consigue su libertad fácilmente; o si él ha matado al por mayor, nunca habitará una

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celda con rejas de fierro, sino que será cargado con cruces de honor y medallas. ¿Estafa? No; si este fuese el caso, habría sido nombrado presidente de alguna gran corporación. No he matado, no he robado, no he explotado a las mujeres, no he hecho derramar lágrimas a mis semejantes, ni una gota de sudor, ni una de sangre. Soy un soñador: ¡este es mi crimen! He soñado con la belleza y encuentro placer en compartir mis sueños con mis semejantes. Este es mi crimen; por esto he sido tildado como un felón y arrojado a este infierno, en donde la obscuridad comienza a envolverme antes de morir.

Con todo, mi sueño de belleza y mis queridas visiones de una humanidad viviendo en paz, amor y libertad, sueños y visiones que la máquina detesta, no morirán conmigo. Mientras haya sobre nuestra Tierra un corazón adolorido o un ojo lleno de lágrimas, ¡mis sueños y mis visiones tendrán que vivir!

Y ahora, ¡adiós, mi querida Erma! Recibí los dulces anteanoche: estaban delicados, exquisitos. Gracias, muchas gracias.

Esta noche recibí una hermosísima carta de nuestra querida Elena. Le escribiré la semana entrante. Mientras tanto dale mi cariño, así como a todos los demás camaradas, y que espero lo aceptarán como la única cosa que puede dar un cautivo.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 25 de 1922.

Señorita Erma Barsky.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Con tu querida carta del 14 de este mes recibí $5.00. Los dulces no llegaron; pero, ¡tu carta es tan dulce! Te agradezco mucho tu atención, mi querida amiga.

Veo que estás leyendo una descripción de la vida de la prisión, escrita por una mano maestra, y que su triste pintura hace mal a tu noble corazón. Sí, la vida de la prisión está muy lejor de ser

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deseable; más aún, es insoportable. He leído muchas descripciones de la vida de la prisión, algunas de las cuales se aproximan a la verdad; pero no he leído la que tu refieres. Sin embargo, la simple lectura de lo que es la vida de la prisión no trasmite al cerebro su verdadero horror. La experiencia personal es necesaria para apreciar en toda su plenitud, la miseria de esta clase de existencia, que con repugnancia llamo vida, porque, de hecho, no es vida ni es muerte.

Te ruego no te sientas tan aprensiva al grado de dejar de escribirme lo que tienes en la mente cuando me escribas. No te alarmes; mi corazón puede contener todas las amarguras del mundo. Escribe según tu manera de sentir, y eso te proporcionará alivio, porque si ocultas tus penas y solamente por no darme más amarguras reprimes tus emociones, tarde o temprano se te desarrollará una enfermedad nerviosa. Comprendo, naturalmente, cuál es la causa de tus tristezas; no encuentras las relaciones sociales entre los humanos tal y como debieran ser ... lo comprendo; las mismas cadenas que arrastro me dicen que tienes razón. Pero no permitamos que nos agobie el dolor; debemos pensar. Con todas nuestras penas, con todos nuestros tormentos, nosotros, los humanos de la época actual, estamos más cerca de la vida de lo que nuestros infortunados antepasados lo estaban; con todo, llenos de fe en el futuro de la humanidad, llevaron la cicuta a sus labios, y ardiendo con un amor puro hacia ella, se echaron la cruz a la espalda, y creyendo que la verdad es el único camino de la redención, desafiaron la rueda del tormento y el fuego y a los verdugos ... ¡Si solamente hubiesen estado tan cerca de la vida como lo estamos nosotros, ahora que todo pronostica la aproximación de la Nueva Era! Ella está a punto de llamar a nuestras puertas, porque la presente está muerta. ¿No percibes el hedor de su cadáver? ¿No observas cuán diligentemente hombre y mujeres inteligentes están cavando una tumba para sus restos descompuestos? Oigo la respiración agitada de los cavadores que apresuran su tarea de purificación, y oigo, también, los pasos de la Nueva Era, que se aproxima con la dulce ansiedad, con la cual el amante escucha en la obscuridad los pasos de la amada que acude a la primera cita ... ¿Que el oído me engaña? Tal vez; pero ¿entonces estas cadenas mías no tienen ninguna significación? Si se pueden aprovechar las enseñanzas de los fenómenos históricos, estamos obligados a admitir que las cadenas, grillos y calabozos, cuando se aplican en grande escala para ahogar el pensamiento, han sido y son los anunciadores de que una nueva vía se presenta a la vista de la humanidad para continuar su penoso viaje hacia la

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vida. Los interesados en detenerse, como para prolongar las ventajas que obtienen de mantener a la humanidad en la antigua senda, se apresuran a forjar cadenas para atar, con ellas, las alas de los que quieren volar, aunque sin resultado; los fenómenos sociales, como los naturales, se verifican sin tomar en cuenta los caprichos individuales ... ¿Que mis conclusiones son algo arbitrarias? Puede ser así. Pero ¿cómo puede uno explicar esa inquietud abajo y ese temor arriba de las capas sociales? Ten ánimo, mi querida camarada. ¿Tal vez la primavera traiga a tu corazón su rejuvenecedora influencia!

¡Qué hermoso debe estar el campo ahora! Esta es la estación que más amo, quizá porque ella significa juventud, y aunque viejo, mi corazón es joven todavía. El hecho es que la mayor parte de la gente ama la primavera; hasta nuestros hermanos los animales la aman.

¡Oh, mi orgullo de ser un animal humano me ha hecho escribir la última frase, cuando, para ser justo, mejor debiera de haber dicho: Los animales aman la primavera y aun la mayor parte de sus hermanos los humanos también.

Los animales aprecian la naturaleza mejor que nosotros, porque ellos viven de acuerdo con ella, mientras que nosotros tratamos de hacer todo lo posible por violarla y profanarla. ¿No hemos llegado al extremo de llenar voluminosos libros con reglas que intentan regir la vida? Este pecado nuestro, sin duda alguna, explica por qué somos tan desgraciados. Conseguimos encarcelar la vida con las páginas horribles de nuestros códigos; pero ¡cuán caro pagamos semejante error!, y lo peor es que, cuando nos sentimos cansados de tanto sufrimiento, lo mejor que nuestras pobres inteligencias pueden encontrar, para aliviar nuestros males o suprimirlos, es suplantar las antiguas reglas con otras nuevas; pero reglas, siempre reglas, y la vida permanece encadenada, y nuestros sufrimientos no tienen fin. Esta manía de las reglas (pido perdón por el barbarismo) es positivamente una enfermedad perniciosa que afecta hasta a los mismos revolucionarios. ¿No son demasiado conspicuas para pasar inadvertidas a ciertos soñadores de un futuro, en el cual la vida sería una cautiva como lo es ahora? Ellos no pueden concebir la vida sin reglas; y si tienen éxito, harían nuestras vidas tan miserables como ahora. La vida debe ser libre.

Tengo que cerrar mi carta. Sírvete decir al señor Weinberger que recibí una copia de la última carta que el Superintendente de las

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Prisiones le envió, relativa a mis condiciones físicas. Afirmo, sin embargo, lo que he dicho en cartas anteriores. Si tienes oportunidad de ver a nuestra Elena, sírvete darle mi cariño y lo mismo al resto de mis buenos camaradas, y tú acéptalo igualmente de tu antiguo y viejo camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Julio 8 de 1922.

Mi querida camarada:

Al fin se presenta la oportunidad de poder contestar tus palabras de estímulo y amistad.

Han llegado a mi poder una tarjeta postal y una carta tuyas de fechas 8 y 9 de mayo último, respectivamente, no habiéndome llegado el madroño, como informé a nuestra querida amiga y camarada Irene Benton. Pero si no recibí el madroño, estoy satisfecho con los sentimientos que te impulsaron a enviarme el poético obsequio. Una flor es siempre bella; pero más bella y más poética es esa disposición del alma que, cuando está en presencia de esta alma de las plantas, recuerda aquellas otras almas para las que la naturaleza no tiene aves ni flores: las almas de los cautivos.

Tu carta me demuestra que no sabes la razón de por qué estoy enjaulado como bestia salvaje, ni el tiempo que debe durar esta tortura de la carne y del alma. Estoy aqui, mi querida amiga, porque soy un amante de la belleza; sólo por esto y nada más. No sé si para el bien o para el mal aconteció que yo apareciera en este mundo, dotado con un sistema nervioso capaz de registrar y gozar las manifestaciones más pequeñas de lo bello; ¡ay! y por registrar y resentir las manifestaciones más grotescas de lo que es feo.

Hijo de las montañas tropicales, mis primeras impresiones de la vida me fueron proporcionadas por la grandeza y majestad de lo que me rodeaba, y ningún príncipe vió nunca mecer su cuna en medio de tal esplendor como yo, bajo los rayos dorados y purpurinos de mi sol nativo. Creo que estas primeras

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impresiones determinaron mi futuro, porque hasta donde puedo recordar, la naturaleza ha sido para mí una fuente inagotable en donde mi alma ha tratado de saciar su formidable sed por la belleza. Así es que cuando llegué a la edad en que la razón arroja cruelmente su resplandor sobre el ambiente de uno, y cada cosa, y cada ser y cada emoción y el pensamiento es hecho para soportar su luz, pude contrastar lo amoroso de la naturaleza con la horrible artificialidad de la vida del hombre, y mi alma se rebeló. La creación es hermosa; todavia más, es sublime. Cuando se contempla el amor universal, el alma no puede comprender por qué el hombre, aunque tan inteligente y tan privilegiado por la naturaleza, que lo hace a uno hasta pensar que fue su elevado propósito hacer de él la flor de la vida, el mismo espíritu de la vida, desciende, sin embargo, a figura tan triste que lo convierte en una desgracia y una decepción. La realización de este hecho quema de vergüenza mi cara. ¿Van los soles a extinguir sus fuegos y convertirse en planetas, para que una raza degenerada pueda ostentar sus andrajos, sus andrajos morales y materiales, bajo la gloria de lo infinito, como si fueran las insignias más propias para recibir la brillante falange de estrellas y lunas, planetas y cometas? La magnificencia de la perspectiva hace a uno esperar la presencia de una criatura deiforme, moviéndose majestuosamente y obrando correctamente como parte armoniosa de la grandeza universal; y el desengaño es tan brusco, que el sentido más rudimentario de estética lo obliga a uno a protestar y rebelarse. ¿Qué es lo que el hombre tiene que ofrecer a la gracia y amor universal? Fue formado de tal manera que puede colocar firmemente su pie sobre la Tierra y levantar su cabeza al azul, de modo de circundar su frente con coronas de estrellas y de soles. Se le dieron las alas más poderosas con que pudiera explorar los rincones más remotos del infinito: las del pensamiento. Sin embargo, él se arrastra encadenado y azotado, llenando el espacio con sus lamentos, cuando debería hacerlo estremecer con himnos de triunfo y de alegría.

Me esforcé, mi querida camarada, por volver a encender en el corazón del hombre el fuego sagrado que el padre Prometeo robó para nosotros. Soñé viendo al hombre formando parte, al menos, de la hermosura universal, ya que no fue posible hacerle el rey de la creación; y siendo la libertad el único vehículo para llegar a la belleza, traté de romper sus cadenas con mis manos diminutas; pero el resultado de mis esfuerzos fueron mi quebrantada salud, una ceguera próxima y mi confinamiento, durante mi vida, en esta antesala de la muerte. Una sentencia de 21 años es una sentencia de muerte para un hombre de mi edad. Pero cualesquieran que

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puedan ser mis sufrimientos, me complazco en haber tratado de hacer del hombre una parte de lo hermoso.

Si deseas conocer los detalles de las razones porque estoy aquí, puedes obtener la información necesaria en el magazine Call de Nueva York del 12 de junio último, en donde se dió publicidad a mi caso. Concluyo aquí porque sólo se me permiten dos páginas para mi carta. Siento no poder contestar en toda su extensión tu hermosa carta. Gracias por tu bondad.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Diciembre 4 de 1919.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido camarada:

Esta carta tiene por objeto notificarte, así como a todos los camaradas, mi nueva residencia. Fuí trasladado de McNeil a este lugar en los últimos días de octubre.

Mi dirección es como sigue: Ricardo Flores Magón, P, O. Box 7, Leavenworth, Kansas; y será para mí un verdadero placer saber de ti y del resto de mis amigos. Mi salud ha mejorado notablemente durante los meses últimos.

¿Cómo se encuentran todos ustedes?

¿Has visto a Librado últimamente? Cuando tengas oportunidad, dale mis mejores recuerdos. Ahora puedo escribirte directamente, pues el reglamento de esta institución me permite escribir tres cartas semanarias.

Esta carta me deja con magnífico ánimo soñando, como siempre, en un futuro de amor, fraternidad y paz. ¡ Un futuro que se acerca más cada día! Puedo ver la aurora de un nuevo día, o precisando mejor, de una nueva era. Solamente los ciegos no pueden verlo. Es cierto que hay mucha inquietud, disgustos y sufrimientos, pero eso es muy natural: el nacimiento de un niño siempre va

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acompañado de dolores e incomodidades. Así es que no perdamos la cabeza ni nos sumerjamos en la desesperación. Al fin todo se arreglará para satisfacer a la justicia y la civilización, anhelos naturales de la raza humana.

Esperando recibir tus noticias y con mis mejores deseos para ti y todos los camaradas, quedo tuyo por una humanidad mejor.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Enero 12 de 1920.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Estimado camarada:

Me refiero a tus dos cartas del 24 y 31 de diciembre último. Con la primera recibí seis dólares, querido camarada.

Leí con emoción las tristes noticias que te trasmiten de Europa. La ruina, la miseria, el hambre, la muerte de millones y millones de personas inocentes, esa es la consecuencia de la carnicería colosal de cuatro años. Y al pensar en estos errores, no puedo llegar a comprender en dónde está nuestra llamada civilización. Te acompaño en tu legítima pena, querido amigo. Comprendo cuánto debe sufrir tu corazón cuando aquellos que más tiernamente amas sobre la tierra, son las víctimas de tan terrible situación, y deseo que tengas la fuerza moral necesaria para afrontar tan crueles males.

Respecto a nuestro infortunado doctor Creaghe, siento mucho saber que esté otra vez en Steilacoom. Como describes que su mente está en buena condición, alerta y activa, esto hace que su suerte sea más deplorable. Te ruego que le des mis mejores recuerdos cuando tengas oportunidad de visitarlo.

Tienes razón al quejarte contra el espíritu de intolerancia que reina entre los hombres. Pero es natural que exista la intolerancia, y seguirá existiendo mientras la raza humana quede dividida en clases. No hay un interés común por cuya causa los

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seres humanos crean indispensable permanecer unidos. El individualismo es la contraseña; y el individualismo ha madurado aún en sus formas más crudas. ¿Cómo podría florecer la tolerancia bajo tales circunstancias? ¿Cómo podría prosperar la indulgencia en este mundo, amplio infierno en donde la única bandera que se mira es el de cada uno para si?

¡Pero no dejes que tu ánimo decaiga! Una flor blanca, cultivada por tiernas manos, está en botón: la de Ia fraternidad universal; y cuando esta hermosa flor despliegue sus pétalos al sol y su fragancia a los vientos, la solidaridad substituirá al individualismo y Ia tolerancia será el resultado de la fraternidad.

Termino con fraternales abrazos y saludos. Por la fraternidad universal.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Febrero 5 de 1920.

Gus Teltsch

Lake Bay, Wash.

Estimado camarada:

Me refiero a tus dos cartas del 25 y 28 de enero último.

La decisión tomada por la Liga Internacional de Defensa de los Trabajadores está muy justificada. Ciertamente nuestro caso está perdido, no porque la justicia no esté de nuestro lado, sino porque la conveniencia está en nuestra contra. Por esto es que desde un principio sabía yo cuál tendría que ser la resolución de la Corte de Apelaciones; pero si yo quería que se apelara de la sentencia, era, por una parte, con el objeto de gozar de mi libertad mientras que la causa pasaba por los diversos peldaños de los procedimientos legales, y, por otra, para demostrar, con la decisión final de la Suprema Corte de Justicia que yo nunca dudé que sería adversa, puesto que el gobierno viola la ley que los funcionarios del mismo gobierno juran sostener. Mis afirmaciones de que el gobierno no es una institución creada

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para impartir protección a los débiles estarían ampliamente justificadas.

Asi es que ten ánimo y no pierdas las esperanzas. El futuro es nuestro y en mis sueños gozo de antemano. Es verdad, viene lento, lento; pero viene, y recuérdalo: él es nuestro; y cuando al fin el futuro rosado se presente, ¡cuán grande será nuestra satisfacción! La misma satisfacción con la que el jardinero corta el fruto del árbol que ha cultivado.

No hay nada que haga que estemos desanimados. La vida desenvuelve nuevas formas cada vez más hermosas. La vida nunca cesa de trabajar. La vida, nunca pierde un solo movimiento del reloj. Mientras que tú duermes, ella trabaja industriosamente, infatigablemente, en el fondo del mar, en el aire azul, en la tierra fecunda, en los billones de cuerpos celestes que cintilan por dondequiera en el espacio infinito, y como la sociedad humana es parte de la vida eterna, ella obedece la misma ley, y trabaja y se desenvuelve, adaptándose a nuevas formas, cada vez más hermosas, más de acuerdo con la justicia, esto es, con la libertad, porque la justicia es la piedra angular de la libertad.

Recibe un abrazo y mis saludos fraternales. Tuyo por la Justicia.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas

Marzo 1° de 1920.

Gus Teltsch.

Lake Bay. Wash.

Mi querido camarada:

Recibí tus amables cartas del 7 y 15 de febrero último, así como tres dólares que venían en tu anterior. Gracias. Como todavía no he recibido The Liberator (El Libertador), te ruego que escribas al editor pidiéndole me lo remita, y para que pueda yo hacer la investigación necesaria, sugiérele que me escriba una carta en que diga los números del magazine que me ha enviado.

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Sí, leí en La Vie Ouvriere (La Vida Obrera) que se publica en París, la muerte del camarada Domela Niewvenhuis. Su muerte es una gran pérdida, y es mucho mayor ahora que se necesitan hombres de su carácter.

Cuando recibí tu carta del 15, estaba yo en el hospital de esta institución sufriendo de un ataque de influenza y pulmonía. Sin embargo, fuí atendido bien y prontamente.

Por supuesto que me siento muy débil; pero la primavera entrante me ayudará a la completa restauración de mi salud. Ciertamente, mi querido camarada, el Progreso camina lentamente, pero camina; se mueve hacia adelante. No puede volar, porque tiene que llevar sobre sus espaldas la carga de las preocupaciones, tradiciones y prejuicios que siglos de ignorancia han acumulado sobre ellas. Pero es un consuelo verlo mover, verlo vivir a pesar de los obstáculos casi inaccesibles arrojados a su paso. Estando vivo, alimenta y fortalece la esperanza de que al fin llegará a poder desembarazarse de la carga, y después de haberla arrojado al mar, acelerará su marcha hacia aquella Tierra Prometida que ahora sólo es un sueño de nuestro cerebro y un anhelo de nuestro corazón.

Tengo una gran fe en el progreso, porque el progreso es una ley natural, y siendo así, él mismo tiene que afirmarse. No hay poder capaz de estrangularlo. Cuando se considera por un momento que el hombre - esa maravilla de la naturaleza - es el descendiente directo del humilde ameba, uno no puede dejar de tener fe en el progreso. Lo más natural es que uno se impaciente al ver eI progreso con pasos de tortuga; pero puedes estar seguro, mi querido camarada, que está cerca el momento en que eI progreso sacudirá sus espaldas para libertarlas de la pesada carga que lo hace bambolear. El Progreso ha llegado a uno de los períodos históricos en que es imperativo efectuar una descarga de los males acumulados por siglos de ignorancia, y la descarga ya ha principiado: ¡el lastre ha comenzado a ser arrojado al mar!

Así es que hay que tener fe en el Progreso. A la tortuga pronto le saldrán alas para caminar con la velocidad que caminan los sueños de nuestro cerebro y los anhelos de nuestro corazón.

Sírvete dar mis recuerdos a Librado, y de consiguiente a nuestra querida Jeanette, y a los camaradas que se acuerden de mí. Recibe un abrazo de Enrique y otro de tu camarada y hermano por un mundo mejor.

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Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 25 de 1920<>

Lake Bay, Wash.

Mi querido camarada :

Me refiero a tu amable carta del 13 del corriente, con la que recibí tres dólares. Gracias, querido amigo.

Por tu carta me he enterado de que nuestro viejo amigo Creaghe falleció el 19 de febrero último (El camarada doctor Juan Creaghe fue editor y

uno de los fundadores del diario anarquista La Protesta de Buenos Aires, Argentina). Ahora está libre y descansando. Los últimos afios de este gran luchador por la libertad fueron de tal naturaleza que hacen a uno estremecerse. Él, que amó a la humanidad, fue blanco de todos los tratamientos inhumanos. Él, que soñó la libertad. fue privado de todos los privilegios humanos. El, que luchó para que cada criatura humana pudiera tener un hogar, no tenía un albergue propio. iEl pobre viejo veterano de la lucha de clases!

Ahora está libre y descansa. La Muerte es la gran libertadora. Es un absurdo representar a Ia Muerte como una cosa terrible que inspira horror. Estoy cansado de ver a la Muerte pintada como un esqueleto humano, llevando en una mano una guadaña y en la otra un reloj de arena. Si yo fuera artista, representaría a la Muerte completamente diferente, como una bella doncella. por ejemplo, en el acto de tirar una cortina que oculta una magnífica recámara, y con una dulce sonrisa en su faz amorosa ofreciendo la entrada a cada mortal. Nuestro querido Juan Creaghe es felíz ahora, como lo es el que goza de un sueño profundo.

Da mis mejores recuerdos al camarada Ballard. Jeanette no me ha escrito todavía. Dale mis recuerdos también cuando tengas oportunidad, así como a Zogg y a Rivera.

Ahora, querido amigo: debo terminar esta carta con mayores esperanzas que antes de un futuro mejor para la raza humana. Ese futuro ya viene. ¿No oyes sus pasos más cerca cada vez? Yo los oigo. ¡Animémonos, entonces! Va a levantarse el telón para que se represente el acto más solemne del drama humano.

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Recibe un abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 4 de 1920.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido amigo :

Estoy avergonzado de no haber contestado más pronto tu amable carta del 9 de abril último; pero esto ha sido a causa de mi mala salud. Estuve muy enfermo durante todo el mes de abril y la última parte de marzo, y para coronar mi desgracia me estoy quedando ciego.

Me siento mejor ahora, con excepción de la vista, que se me está poniendo más débil cada día. Estoy condenado a cegar, querido camarada; estoy sentenciado a ser un objeto cualquiera. El oculista de esta institución se ha tomado muchas molestias para tratar de encontrarme anteojos apropiados; pero sus esfuerzos han sido en vano. Mis ojos ya están demasiado dañados. Por lo tanto, estoy en espera de la eterna obscuridad que va a envolverme mientras viva...

Para. mí, el no ver es una positiva desgracia. ¡No ver más la luz. ...! ¿Has pensado tú alguna vez en ésto, querido camarada ? La sola idea hace que a uno se le revuelva la cabeza. La gente compara la ceguera con la noche. Sí, es la noche; pero sin el encanto de las estrellas. Es la noche; pero sin la poesía de la naturaleza vista a través de la obscuridad.

Pero pasemos a asuntos más placenteros. Tengo que darte buenas noticias. La semana pasada notificaron a Enrique que la orden de deportación que se había dado en su contra estaba revocada. Por lo mismo estoy agradecido por tu actividad en su favor, así como también a Anise y Ault por su generosidad en tomar la defensa de mi hermano. Esta muestra de solidaridad de clase, de parte de Anise y Ault, merecen mi elogio.

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iEs tan rara virtud la solidaridad! El rebaño humano ha olvidado que debe a la solidaridad el haber salido victorioso sobre las otras criaturas de la selva. Para mí la solidaridad es la virtud de las virtudes. La materia existe por la solidaridad de los átomos. Sin esta virtud, todo el edificio del universo se desplomaría y desaparecería en la obscuridad, como polvo esparcido por los vientos. La solidaridad es esencial a la existencia, es condición de la vida. Las especies que sobreviven en la lucha por la existencia no son, de ningún modo, las que están compuestas de los individuos más fuertes, sino aquellas cuyos componentes adoran más reverentemente la mayor de las virtudes: la solidaridad.

La solidaridad es fuerza. Se puede limpiar del dedo una gota de agua; pero se requiere la fuerza del arrecife para resistir el empuje del océano. La solidaridad es progreso, pues la vida significa evolución, y la solidaridad es condición de la vida. La solidaridad es harmonía, cooperación entre los seres humanos, gravitación para los cuerpos ceIestes. ¿Qué es la luz solar? La solidaridad de los siete colores del arco-iris.

Ves, querido camarada, que tengo razón para amar la solidaridad, porque es fuente de vida. Amante de lo beIlo, adoro la solidaridad porque ella hace posible la existencia de lo bello. Gracias a la solidaridad existe Ia naturaleza y puede complacer mis sentidos con sus formas y colores, con su fragancia y su poesía, mientras que en mi cerebro se agitan sueños rosados de libertad, justicia y arte.

Ahora debo terminar esta carta, esperando que estés bueno cuando la recibas, querido camarada, y que pronto tenga noticias tuyas. Ten fe en el progreso. La madre Tierra se enorgullecerá dentro de poco al ser pisada por hombres en vez de rebaños. El sol comienza a besar sus frentes en lugar de quemar sus espaldas.

¡Ánimo, hermano!

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

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Diciembre 15 de 1920

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido camarada:

Recibí tu amable carta del 17 de noviembre último, así como tres dólares, tres onzas de plata, y pensé: esta es la sangre de Gus; pues este dinero, ganado tan penosamente, es tu sangre, querido hermano; la sangre que te extraen los amos de nuestra libertad y de nuestras vidas. No te asombres de que estas tres piezas de metal blanco sean preciosas para mí, porque representan tu sacrificio. ¡Si estas onzas de plata pudieran decir cómo llegaron a tus manos! Fue un verano, cuando la naturaleza ofrece sus rebosantes pechos a sus hijos, y cuando todos los seres vivientes, plantas y árboles, bestias y pájaros, gozan de su generosidad y un himno de gozo a la vida se levanta de toda la creación hacia lo azul, excepto de los labios del hombre ... El hombre es la única nota discordante en este festín de los hijos de la naturaleza, porque el hombre es el único esclavo que respira sobre la Tierra, y por tanto, mientras todas las criaturas nutren su vida libremente del hermoso y robusto pecho de nuestra madre común, el hombre tiene la repugnante tarea de ordeñar de las tetas de la naturaleza para labios que no son suyos. Fue en verano, en medio de la fiesta universal en la cual toman parte todas las criaturas de la naturaleza, que tú, mi querido amigo, sudabas y te afanabas por obtener para tu amo el fluido vital de la naturaleza. A tu alrededor continuaba la orgía de los vivos bajo los besos del padre sol, y el arrullo sensual del mar, cuyo poderoso seno se hinchaba como si fuera impulsado por los latidos de su amoroso corazón. A tu alrededor, las criaturas estaban ebrias de amor, y belleza y libertad. Billones de galanteos y billones de matrimonios tenían lugar, ya en las ramas de los árboles, ya en los arbustos floridos o en algún discreto rincón. En algún lugar de la Tierra, los pájaros cantan o se arrullan, los insectos se cazan unos a otros a través del aire límpido en sus esfuerzos eróticos, resplandeciendo al sol como joyas voladoras escapadas de no sé qué misterioso tesoro ... Y tú, mi buen amigo, trabajando, trabajando, trabajando por una rebanada de pan, y de este pan consagrado por tu angustia y tus sufrimientos, tu generoso corazón toma una parte para participármela ... ¡Esto hace valioso el obsequio! Por eso aprecio tu regalo con todo mi corazón. Gracias, mil veces gracias.

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Algunas organizaciones y otras personas amigas en diversas partes del país han hecho trabajos para obtener mi libertad a causa de mi inminente ceguera, y solicitaron de las autoridades se me pusiera libre. Hace dos semanas un amigo mío me informó con profundo disgusto, después de un viaje que hizo a Washington para saber del resultado, que los hombres en el poder manifestaron que nada se podía hacer en mi favor, salvo que yo personalmente pidiera perdón. Por lo tanto, los argumentos humanitarios no tienen valor alguno para que se me ponga libre; lo que se necesita es mi degradación moral, pues es inmoral para la víctima el apelar a la merced de quien lo tiene injustamente en cautiverio. El pedir perdón significa arrepentimiento, y yo no estoy arrepentido de lo que he hecho. ¿Qué fue lo que hice? Cuando todo el mundo fijó la vista, horrorizado, en la carnicería europea, y el dolor se intensificaba en las cabañas de los humildes, y el duelo por la ausencia o la muerte de un hijo, o un padre, o un esposo, o un hermano, y escaseaba o faltaba el pan, y vacío el lugar favorito que acostumbraba ocupar en la choza el ausente, únicamente acentuaba esa soledad que se siente en un hogar del que ha desaparecido para siempre un ser amado; cuando todo era tristeza y la vida parecía imposible para los caídos, para quienes el cielo no tenía estrellas, porque no podía verlas a través de la niebla de sus lágrimas, y el arroyuelo no tenía música, porque el rugido de sus tormentos le impedía oirla; muriéndome de hambre como estaba, no podía darles pan, pero les doné amorosamente mi entusiasmo, y mis esperanzas, y mis sueños, y percibieron una sonrisa en cada estrella, y encanto en cada flor, y melodías dulces en cada fuente, y prestaron oído atento al voluptuoso susurro de la brisa. Comprendieron que la vida es hermosa, y cuando antes ellos querían morir para poner fin a sus sufrimientos, ahora deseaban vivir para conquistar la vida para sí y ansiosamente esperaban que sonara la hora de la libertad. Esto fue interpretado como contrario a la ley a al orden, y fuí enviado para pudrirme y morir en una prisión, pues una sentencia de 21 años es una sentencia por vida para un hombre, viejo y aniquilado como yo. Tal fue mi crimen y no estoy arrepentido de ello.

Con cariño para ti y todos los camaradas.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

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Leavenworth, Kansas.

Enero 10 de 1921.

Gus Telsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido Gus:

Dos días antes de recibir tu querida carta del 27 de diciembre último, me llegó una caja conteniendo los comestibles que me remitiste. Gracias, muchas gracias.

Tu carta es especialmente querida para mí; me da fortaleza, porque está de acuerdo con la actitud que he tomado para obtener mi libertad, la libertad racional que no tiene más que una ley, la que contienen estas simples palabras: No hagas a otro lo que no quieras para ti.

El tiempo pasa, querido camarada, pero no pasa en vano. Cierto que tengo de edad tres años más que cuando las garras de los enemigos de la civilización se clavaron sobre mi cuello; pero también el sistema del cual ellos obtienen su poder tiene tres años más, y tres años es tiempo muy largo para algo que está decayendo y muriendo rápidamente, como es el sistema capitalista. De hecho, el sistema está ya muerto en la conciencia de las masas, nadie funda en él sus esperanzas, y si no se ha desplomado, es a causa del impulso que recibió en centenares y millares de años de ignorancia y sumisión. Se sostiene por la simple inercia; su vida ae es galvánica. Todos los esfuerzos hechos para revivir su cadáver son inútiles, desatinados, idiotas; nadie puede volver a la vida un árbol muerto, apuntalándolo.

El sistema está muerto y bien muerto, porque fracasó en asegurar al ser humano su desarrollo en harmonía con la ciencia y la naturaleza. Nadie cree en este sistema, ni aún aquellos que se empeñan en sostenerlo y parcharlo. El ambiente está cargado con su peste y dentro de poco será necesario enterrarlo o conducir al fuego su deteriorado esqueleto. Por lo tanto, el anciano Tiempo no pasa en vano. Si coloca más hilos de plata en mi cabeza y añade una o dos arrugas a mi cara, él, al mismo tiempo, aproxima el momento de la caída de la iniquidad y la justicia. El conocimiento de este hecho es halagador. Mis sueños, nuestros sueños, los sueños de los desheredados de todo el

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mundo, están a punto de realizarse, o cuando menos el principio de su realización está a la mano.

La vanguardia del gran ejército del Progreso ha llegado a las puertas de la Libertad, y está a punto de dar vuelta al pasador para abrirla y dejarnos entrar. ¿No es una gran fortuna haber vivido para ver el principio del fin de una larga pesadilla que duró toda una época? Porque estoy cierto que nosotros, los seres humanos, hemos entrado ya en un franco periodo revolucionario. La revolución no comienza con el cambio forzoso o pacífico de un modo colectivo de vida social, económica o política en otra. Mucho antes que se intente el cambio, se ha efectuado la revolución en la conciencia colectiva. Mucho antes que la Bastilla fuera reducida a un montón de humeantes ruinas, el derecho divino de los reyes se había desmoronado adentro de los densos cráneos de las chusmas parisienses. No fue el huracán de 1910 el que arrojó a Díaz desde su mansión en Chapultepec a la cubierta del Ipiranga, sino la conciencia popular que despertó en 1906 y 1908 por los clarines de Jiménez y Acayucan, Viesca y Valladolid. Las coronas de los Romanoff rodaron a los pies del pueblo mucho antes que el tirano hubiera dejado de ser el querido padrecito para los mujiks. Ahora solamente es simple cuestión de tiempo para la realización del prodigio, y el tiempo pasa ... El aire está lleno de rumores; el ambiente está repleto de posibilidades, y mi corazón se regocija con la inminencia del milagro. ¿No viene es rumor de la azada de aquellos que se ocupan de cavar una tumba profunda para arrojar adentro su cadáver? Y el creciente calor de la atmósfera, ¿no es el resultado de la ardiente respiración de millones sobre la Tierra, de cuyos pechos surgen las llamas del descontento? A la proximidad del portento, corre por todo mi ser ese sentimiento de ansiedad y regocijo que embarga al joven cuando vuela al lugar de su primera cita de amor ...

Ahora, mi querido amigo, debo concluir. Las dos páginas que me permiten escribir, están casi llenas. ¿Estás en comunicación con el camarada Nicolás T. Bernal, 1279 79th. Ave., E. Oakland, Cal.? Si así fuese, debes de estar bien informado de lo que están haciendo en mi favor y en favor de los prisioneros políticos de los Estados Unidos, los trabajadores de México, y también debes saber que mi último drama va a representarse en Tampico y en la ciudad de México. ¿Lo sabías? También van a publicar el mismo drama en forma de libro y con bellas ilustraciones.

Recibe, mi querido y buen Gus. mi cariño fraternal.

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Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Febrero 24 de 1921.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido camarada:

Recibí oportunamente tu querida carta del 31 de enero último. Las noticias de Austria son sencillamente desconsoladoras. Realmente es asombroso que el hombre pueda soportar sufrimientos extremos sin ser arrojado a la protesta y a la revuelta. El milagro debe honrar a la obediencia, vicio practicado continuamente y predicado persistentemente durante miles de años. Obediencia, esta es nuestra maldición. Presumo que la población austriaca no tiene ya fe en el sistema capitalista; sin embargo, todavía se cuelga a él ... por causa de la obediencia. Este sistema los condujo al matadero, los sangró, los hizo morir de hambre; lleno sus hogares de luto, y sus gargantas de sollozos y sus ojos de lágrimas ... y sin embargo no desobedecen: la tradición los ata a sus amos más efectivamente que las presentes cadenas.

Simpatizo enteramente contigo, mi querido Gus: están sufriendo tus seres queridos, y eres impotente para prestarles la ayuda requerida. Comprendo tu dolor. Entre tu y los que amas se encuentra algo más inaccesible que el océano y el espacio: la pobreza ... Tu querida madre ha perdido ya su poder de razonar ... ¡No hay que asombrarse! ¿No ha vivido ella durante los últimos siete años en un remolino de locos acontecimientos? Ella vió una zarpa horrible, negra y cruel, levantarse desde las regiones oficiales en busca de carne, de carne saludable, de carne humana joven; acabándose de declarar la guerra, el Estado, el moderno Moloch, estaba necesitado de carne tierna para su sostenimiento, prestigiuo y grandeza ... y ella vió esa zarpa arrancar de sus brazos, una tras otra, aquella partículas amadas de su corazón; ella sufrió cien agonías para que nacieran los seres cuyas cunas ella meció al compás de arrullos en los cuales fundió toda su ternura maternal, mientras en su cerebro aleteaban débilmente

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las alas rosadas de sus sueños ... ¿No es esto bastante para volver loca a una persona? ¿Fue para eso, para una posible destrucción de la carne de su carne y la sangre de su sangre que ella tocó las puertas de la muerte para darles nacimiento? Y después de meses, tal vez de años de expectación ansiosa, de ese diario escudriñamiento en las páginas de los periódicos en busca de la lista de los accidentes de la guerra, destrozado el corazón con los presentimientos y un nudo en la garganta, el hallazgo de los nombres queridos en la lista fatal ... uno, muerto ... otro, herido ... otro ... pero ¿quién puede comprender las agonías de un corazón maternal? ¿El Estado? ¡El Estado no tiene corazón! ¿Tal vez los bandidos que hicieron posible la carnicería? Pero entonces, para estos distiguidos bribones cada gota de sangre humana, de sangre joven, roja y saludable, derramada en los campos de batalla, es tanto más cuanto dinero acuñado o billetes de banco para repletar hasta reventar sus ya congestionados cofres ... ¿El pueblo? El pobre rebaño está intoxicado con la bandera ... ¡No! No hay uno que pueda comprender el dolor maternal en la embriaguez general de una orgía patriótica ... ¿No es esto suficiente para trastornar la razón de uno, este carnaval absurdo, esta ostentación de júbilo, de rostros triunfantes que parecen recrearse en los dolores de uno? Y actualmente sucede así con las masas intoxicadas por las grandes utilidades que sacan los pillos de sombrero de seda. Y como si estas pruebas - ¿qué digo? - estas monstruosidades no fueran suficientes pára poner a prueba el más robusto de los cerebros, ahí viene el epílogo de la infame carnicería: ¡la miseria! Tu amada madre tiene que atestiguarlo y sufrirlo ella misma aunque es la acreedora a todas las riquezas del mundo, que no son suficientes para cubrirle su inmensa pérdida ... Ella sufre con el hambre, y todos los que la rodean; los que dependen del amado muerto sufren también hambre. Y la horrible pesadilla no tiene la duración efímera del verdadero dañoso sueño; dura semanas enteras, y meses y años, se prolonga por siglos ... Y el pobre cerebro ambulante sucumbe ... Comprendo tu dolor, mi querido y noble Gus. Comprendo la tragedia de tu corazón. Y a pesar de todo, eres tan abnegado que me has enviado dinero. Te ruego no me mandes ya más, remítelo a Austria a tus amados. Yo, cuando menos, tengo asegurado mi pan. Las cosas que puedo obtener con dinero son meros lujos - fruta, tabaco, dulces, periódico, magazines, etc. - Se puede vivir sin ellos, pero no sin pan, vestidos y casa.

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Ahora debo terminar, pues ya sabes que sólo se me permite escribir dos páginas. Envío mi cariño a Kate, todos los buenos camaradas y a tí, mi querido hermano.

Ricardo Flores Magón

P. D. Con respecto a mis ojos, siguen más débiles. Para leer y escribir tengo que hacer uso de una lente de mucho aumento

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 29 de 1921.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi estimado Gus:

Ahora me refiero a tu querida carta del 12 de este mes, con la que recibí dos dólares. Gracias, querido amigo.

Ya sabía de la muerte del camarada Kropotkin y ahora me informo que también tu querida madre murió. Tus reflexiones son correctas; ellos podrían haber vivido más tiempo bajo circunstancias mejores. Su muerte no ha sido natural; ellos han sido asesinados por los que tienen en sus manos ineptas el destino de la raza humana. Comprendo tu dolor, mi buen Gus. ¡Una madre es tan querida ...! Su amor es el único del que puede uno depender en este huracán de intereses opuestos que llamamos vida social. No hay otro amor tan puro y tan abnegado. Uno puede olvidar a su madre, pero ella nunca lo olvida a uno; y cuando se encuentra uno afligido; cuando todos le huyen; cuando se encuentra solo en medio de gente indiferente; cuando todo el mundo lo deserta, ella es la única fiel, la única leal y verdadera.

Te acompaño en tu dolor, querido hermano. Tu pérdida no puede medirse; pero si tu corazón sufre con el peso de tu dolor, deja que tu cerebro trabaje libremente, y éste te dirá que seas razonable. ¡La muerte emancipa! ¡La muerte cura todos nuestros males! La muerte nos da el descanso de que no podemos gozar en vida. Tu querida madre no sufre ahora.

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Sí, es cierto que la Cámara de Diputados de México votó una pensión para mí. Sin embargo, no la acepté, no porque no esté necesitado de dinero - él me hace falta -, sino porque provenía del gobierno. Por esta pension yo podría tener un dólar al día durante el tiempo que estuviese encarcelado. Rehusé el dinero por razón de ser yo anarquista y, de consiguiente, no creo en el Estado, el cual tiene que subsistir con el dinero extraído de las masas por medio de las contribuciones. Hubiera venido este dinero directamente de los trabajadores, lo habría aceptado hasta con orgullo, como una prueba de cariño de mis hermanos. Pero aceptar un dinero que ha sido extraído de las masas pobres y sufridas, es lo que no puedo hacer. El dinero quemaría mis manos y pesaría sobre mi conciencia hasta mi último día. No obstante, aprecio la buena voluntad de quienes obtuvieron que fuera decretada esa pensión. Son socialistas y creen en el Estado y, para ellos, el dinero que entra al Tesoro nacional no es mal habido. Tuvieron razón y fueron generosos al procurarme ayuda monetaria; pero también tengo razón al rechazar el dinero. me alegro que seas de mi misma opinión.

Están llegando noticias muy halagadoras de Europa. La justicia viene a nuestro planeta. ¿Cuánto tiempo retardará su aparición entre nosotros los mortales? Es una pregunta difícil de contestar; pero estoy satisfecho con saber que ha decidido hacer su viaje a la Tierra. De cualquier modo, ella pondrá sus pies en esta miserable Tierra tan pronto como la densa neblina de la superstición, los prejuicios, las tradiciones y las costumbres hayan desaparecido de las mentes de las masas, y las mentes, lenta pero seguramente, están disipando esa niebla. Los golpes asoladores del despotismo, los huracanes de la miseria y el sufrimiento son excelentes limpiadores de cerebros nublados. El hombre es un animal muy estúpido; la razón no lo convence. Mientras tenga un mendrugo de pan para llevarse a la boca, cree que habita lo mejor del mundo, y que todo marcha bien, y es tan conservador o más que el que tiene millones; pero cuando llega el día en que no puede obtener ni aun ese mendrugo, y se encuentra en la alternativa de comer piedras o morirse de hambre, entonces él piensa. Tal vez tengo una opinión muy pobre de la dignidad que muestra el hombre, pero no por esto es menos cierta. Desgraciadamente el hombre recuerda que hay algo que se llama dignidad y vergüenza, no cuando su alma está herida, sino cuando gruñe su máquina digestiva. ¡Qué horrible, que repugnante y degradante!

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Ahora, mi querido Gus, debo de terminar esta carta porque ya no me queda mucho espacio. ¡Ah, se me olvidaba decirte que nuestro querido amigo y camarada Nicolás T. Bernal está muy enfermo! Sufrió un ataque de parálisis en todo el cuerpo. Las contadas noticias que me han llegado respecto a su condición muestran que está grave, pues no puede ni comer. ¡Lo siento mucho! Nicolás ha sido un buen amigo mío, un hermano, y es una de las almas más puras que han abrazado nuestra doctrina de verdadera justicia y verdadera libertad. Tu tienes su dirección, la que te dí en una de mis cartas.

Da mis recuerdos a Kate y a todos los demás camaradas. Esperando tus gratas, quedo fraternalmente tuyo.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 28 de 1921.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido Gus:

Llegó a mis manos tu espléndida carta del 9 del corriente, habiéndola leído con interés y delícia.

Tu aprobación, así como la de Nicolás y los otros camaradas de Atlanta, de la actitud que tomé al rechazar la pensión que acordó en mi favor la Cámara de Diputados de México, me honra y satisface. Gracias, muchas gracias, mis buenos amigos.

Tu carta es espléndida como dije antes. Trata de la vida, pero de la vida que se ve a través de un temperamento sano y bueno. Cuando hablas del ideal como una luz que se debe mantener alta, y muy alta para hacer que las vacilantes masas no se aparten del camino que conduce a la libertad, das en la verdad del asunto. Sí, se debe tener cuidado en no bajar esta luz. Se debe de ayudar a las masas en sus esfuerzos para aligerar su carga; pero sin que, al hacerlo, se suprima la luz del ideal, sin comprometerlo, porque el ideal no va a aligerar la carga, sino a abolirla, a suprimir todas

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las cargas: las políticas, las morales, y las cargas sociales para libertar al hombre.

Me conmueven profundamente tus deseos de que pueda yo tener la habilidad necesaria para soportar esta tormenta que me ataca por todas partes. Tengo la seguridad que no hay tormenta suficientemente fuerte para hacer debilitar mi fe en los grandes destinos de la raza humana, y mi voluntad de sostenerme por esta fe. Por tanto, dejemos rugir a la tormenta; dejemos al odio, la estupidez y los prejuicios arrojar sus olas turbias contra mi voluntad. He resistido muchas tormentas. ¿Te he dicho alguna vez que el 16 de mayo de 1892 un populacho indignado me salvó, así como a cerca de sesenta estudiantes, de ser fusilados, amenazando el populacho atacar el Palacio Municipal de la ciudad de México en donde estábamos prisioneros, como resultado de una demostración contra la dictadura de Díaz? Esta fue mi primera experiencia en la lucha. Desde entonces mi vida ha sido un barco audaz, desafiador de toda clase de temporales y de mares borrascosos, encallando aquí, allá y acullá, bajo cielos sombríos, golpeado por los puños de los dioses del firmamento, aporreado por el garrote de los dioses de la Tierra, para volver nuevamente a flote cuando parecía condenado a desaparecer para siempre a los ataques malvados y furiosos del odio, del celo y de la traición, y darse a la vela otra vez con su carga intacta de esperanzas, en busca de ese puerto que ha sido el sueño eterno de los humildes y los tristes: la libertad; hasta que finalmente quedó encallado en esta grieta en donde serenamente espera su liberación: ¡la muerte!

El viaje ha sido largo, y el buque está ya deteriorado; pero en su fondo las queridas esperanzas viven una vida robusta porque son el espíritu del descontento, que acompañará al hombre si desea marchar adelante. La satisfacción no es un factor del progreso: es el descontento el que crea y fertiliza. La satisfacción engendra cerdos; el descontento hace hombres.

Ahora, mi querido Gus, debo terminar esta carta. ¡Qué magnífica agitación del espíritu del descontento sacude a todo el mundo! Puedo descubrir su poderosa vibración, que hace que las tradiciones, las preocupaciones, las costumbres y los prejuicios vayan tambaleando a sus tumbas como ebrios perdidos. Ya es tiempo de que desaparezcan: el nuevo día está a punto de romper, y sería una desgracia para su gloria tener que desparrramar su oro y su púrpura sobre estas horribles criaturas de la noche.

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Recibe mil abrazos de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

P. D. Hace unos cuantos minutos recibí carta del señor Harry Weinberger, con una copia de una carta del nuevo Procurador General en la cual dice que mi caso no merece ninguna consideración a causa de que no muestro arrepentimiento.

Pide una copia al señor Weinberger: 32, Union Square, New York.

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Junio 16 de 1921.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido Gus:

Ahora soy yo quien debo disculparme por haber retardado mi contestación a tu querida y espléndida carta del 25 de mayo último. Tenía la intención de escribirte la semana pasada, pero recibí una comunicación inesperada de la Embajada Americana en Washington, D. C., que requería pronta respuesta. La comunicación es como sigue:

Embajada de México en los Estados Unidos de América. Washington, D. C., junio 4 de 1921.

Sr. Ricardo Flores Magón, P. O. Box, Nº 7, Leavenworth, Kansas.

Estimado señor:

Se ha recomendado a esta Embajada interceder en su favor ante las autoridades federales de los Estados Unidos, con el objeto de obtener su indulto y libertad.

A fin de facilitar los esfuerzos de la Embajada, ruego a usted, si lo juzga conveniente, se sirva informarme sobre la causa de su encarcelamiento y término de su sentencia, como también las circunstancias atenuantes que oportunamente pudieran aducirse en su favor, o las que ahora puedan aducirse. Esperando que tan

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pronto como le sea posible, me remita usted la información pedida, le anticipo las gracias y quedo su atento servidor.

Manuel C. Téllez, Encargado de negocios, ad-interim.

Rivera recibió una nota igual. El proletariado mexicano constantemente ha estado urgiendo a la administración de Obregón mi libertad y la de Rivera por conductos diplomáticos, y esta acción de la Embajada Mexicana es el resultado de las actividades de mis hermanos mexicanos. ¿Tendrán éxito? No lo sé; pero se me ha dicho que han determinado poner en acción todo su poder económico si se desatiende su demanda, y por lo tanto paralizar por completo los negocios entre los dos países, negándose a manejar la carga destinada a cualquiera de las dos naciones y suspender sus operaciones en las negociaciones de propiedad norteamericana. Tu carta, mi querido Gus, es alentadora en lo que se refiere al futuro, al espléndido futuro de nuestros sueños; pero ¿no es espléndido también el presente? Concibo la majestad y belleza del edificio en construcción y me imagino lo felíz que ha de ser la raza humana en este edificio bajo cuyos benditos techos no habitará la tristeza. ¿Veré su terminación? No lo creo, y esto no porque sea cosa de un lejano futuro, que no lo es, sino porque ya estoy viejo. Sin embargo, estoy bien satisfecho de haber tenido la oportunidad de asistir a la colocación de sus piedras fundamentales y de haber sido testigo de este magnífico periodo de gestación. La hora es solemne. Esta llena de incertidumbre y temor. En los surcos, en donde el corazón de los humildes ha arrojado generosamente durante edades de tristeza y de angustia su semilla de esperanzas y de ilusiones, ha principiado ya el trabajo de germinación. Se puede descubrir en el silencio ae la palpitación de la nueva vida en la creación, lo mismo que con dulce emoción la joven madre percibe los débiles latidos de la vida joven que se agita en su vientre. Presintiendo el prodigio, el alma perspicaz revive, el corazón adolorido se regocija, y el cerebro luctuoso, que solamente había tenido lugar para pensamientos sombríos y ensueños funestos, está ahora encendido con el calor de los sueños generosos de libertad y justicia. ¿No es el presente también espléndido, mi querido Gus? ¿No es el momento de participar de la sublimidad que acompaña a toda la creación, ya sea un gusano, un verso o una estrella? La hora es trascendental, llena de interés para el que piensa o sueña, y la historia ha abierto ya un capítulo bajo este título sugestivo: Gestación. Es la gestación del nuevo orden bajo el cual no habrá sino una ley: No hagas a otro lo que no quieras para ti. Es el desmoronamiento de

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lo viejo y gastado para dar lugar a lo nuevo. El aire está cargado de promesas y ansiosamente las inhalo, antes que la muerte me sorprenda sin haber hecho una copiosa provisión de ilusiones y esperanzas rosadas, cuya bella compañía necesito hasta los umbrales de lo desconocido ...

¿Has visto el magazine del New York Call del 12 de este mes? Publica mi proceso.

No teniendo más espacio, termino esta carta enviando mi cariño a todos los buenos camaradas y un fuerte abrazo a ti, mi querido hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Agosto 17 de 1921.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi estimado Gus:

Me refiero a tu querida carta del 20 de julio último, que, como de costumbre, me trajo fortaleza y alegría, por lo cual te estoy muy agradecido.

Por tu carta me he enterado de tu nuevo domicilio temporal. ¡Qué hermoso ha de ser donde estás!, pero ¡qué triste y depresivo debe ser para tu alma independiente fatigarte y sudar para tu amo ocioso! Sin embargo, no hay otra alternativa para el trabajador que sudar o morirse de hambre, y ¡ay! muy a menudo se muere de hambre con todo su sudor y fatiga ...

Te agradezco hayas tenido tiempo para escribirme, pues comprendo que para hacerlo tuviste que privarte del descanso que exigía tu cuerpo fatigado. Indudablemente que fue de noche cuando escribiste la querida carta que tengo a la vista, la hora que sigue a la fatiga del último día, y el cansancio que precede al siguiente, las pocas horas transitorias que enlazan unas a otras las agonías del trabajo, del forzoso, degradante trabajo. Estoy seguro que estabas cansado: el sueño oprimía tus atormentados

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párpados con su dedo de plomo, mientras que la cama tentaba a tu cuerpo con promesas de descanso ... Sin embargo, no te rendiste a la dulce tentación. Mirándote fíjamente, en espera tuya al fin del puente de la noche que ata las lúgubres márgenes del día de fatiga, allí estaba el trabajo para recordarte tu deber de dar un pequeño descanso a tu cuerpo para esforzarlo a dar su máximum al día siguiente; sin embargo, tu no le prestaste atención: tenías voluntad de escribir, sentías que tu amigo y camarada necesitaba una palabra de amistad que le llegara como un soplo de fresco en el infierno en donde se encuentra encadenado y maldecido, y bajo la urgencia de tu generosa naturaleza escribiste la espléndida carta. Te escribo para darte las gracias otra vez, mi querido Gus. Tu carta produjo el efecto deseado; llegó alegrándome y refrescándome. ¡Es sublime sentir la presión de una mano fraternal en la obscuridad! No me he sentido bien durante los últimos meses. Por supuesto mi vista está más débil y, además de esta enfermedad, otros males viejos han venido a añadir miseria a la miseria. Aunque no niego lo saludable del aire libre, me es, sin embargo, muy dañoso; soy muy susceptible a las corrientes de aire; me resfrío muy facilmente, y como las ventanas permanecen abiertas toda la noche para dar ventilación apropiada a los calabozos, tengo un resfriado perpetuo acompañado de bronquitis y un gran dolor en el pecho, que me hace permanecer despierto la mayor parte de la noche. Mi corazón también me molesta, pues siento un dolor constante. No te había dicho esto más antes porque siempre siento repugnancia por hacerlo. La enfermedad es cosa tan fea que yo creo es mejor ocultarla; pero como tu, mi bondadoso Gus, me aseguras que sobreviviré a mi condena, y como no sabes mi verdadera condición física, creo de mi deber, como tu amigo, camarada y hermano, decirte la verdad.

Sin embargo, mis enfermedades no tienen ninguna influencia sobre mi espíritu, pues no les permito que la tengan. Por lo tanto, estoy tranquilo, y siempre conservo mi fe muy alta en el advenimiento de la justicia para la especie humana. Tu no vas a fatigarte siempre, estoy seguro de ello, mi querido Gus. El curso de los acontecimientos en todo el mundo me hace ver muy claramente el futuro de la humanidad. El viejo sistema del intercurso político y social todavía está en pie, pero mortalmente herido. Su caída es solo cuestión de tiempo. Las cadenas, los calabozos y el cadalso no pueden sostenerlo, sino que, al contrario, tendrán que precipitar su caída. Esta visión del futuro me conserva en buen espíritu. No habrá más niños sin leche, ni mujeres hermosas que vendan sus encantos por una rebanada de

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pan, ni nadie que chupe la sangre del trabajador. ¿No es esto sublime? Asi es que alegrémonos.

Recuerdos para todos nuestros buenos amigos y recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Septiembre 27 de 1921.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido Gus:

Recibí tu amable carta del 28 de agosto último. Como siempre, encuentro en la querida misiva ese espíritu de confraternidad, de lo cual, como de costumbre, están animadas tus gratas. Con la carta recibí dos dólares, que aprecio debidamente, pues comprendo que esta suma significa sacrificio, aunque sacrificio alegremente hecho, como siempre es el caso, con la generosa disposición de tu parte.

Cuando leí tu querida carta, me disgusté conmigo mismo, pues ví lo apenado que estuviste por la exposición que hice de mi condición física y sentí vergüenza. No tengo razón de apenar así a mis amigos. Es un abuso mío el hacerles saber lo único que estos muros horribles me dejan ver: la podredumbre gradual y decayente de la carne, y oir el llanto de las almas torturadas. Tal vez en el momento de escribirte mi carta última había una recrudescencia de mis enfermedades que ocasionaron que abandonara su control, y así fue como me dominaron por algún tiempo, y las tristes noticias te fueron enviadas una por una. Por lo tanto, te suplico no te fijes en las indiscreciones. Tu consejo valioso para evitar el catarro y obtener alivio de los males del corazón y el pulmón es tan bien aceptado como el otro para el tratamiento de los ojos; pero mi querido Gus, bajo las circunstancias, es imposible seguir lo más importante de las instrucciones.

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No hay otra cosa que hacer sino dejar al destino que haga lo que guste, y si al fin de todo, mientras esté en la prisión, tengo que dejar a la naturaleza lo que a ella se le debe, yo sólo deseo que eso sea pronto, lo más pronto mejor.

Sin embargo, no te imaginas, mi querido Gus, que haya perdido mi fe en el futuro de la humanidad. He leído cartas que camaradas de afuera han escrito a varios camaradas presos. Son cartas desconsoladoras. Dicen que los hambrientos todavía no están satisfechos, y como siempre, sueñan ellos mismos que algún día han de llegar a ser Rockefellers y Morgans. No dudo de esto; en verdad lo creo.

La historia muestra cómo los reyes fueron aclamados por el populacho en las meras vísperas de su caída. Lo sé por experiencia personal, pues una vez asistí al destronamiento de uno de ellos, tan poderoso, que la mera idea de verle alguna vez revolcándose en el polvo, era vista con desdén ... Sin embargo, se le vió al fin revolcarse en el fango, y los que menos creían en su humillación final, y los que la noche anterior todavía regaban de flores la senda del tirano, fueron de los primeros que arrojaron su saliva al ídolo caído. Así obran las masas. Son pacientes; pero para ellas no hay periodo de transición entre su paciencia externa y su desaparición; llegan de un salto a los extremos. ¡La emoción! Esta es su fuerza motríz. El déspota no lo sabe. Ebrio de poder, siempre incurre en el error de que el pueblo lo ama, y cuando una voz sincera y valiente se levanta para decir la verdad, así como para evitar una catástrofe social, contesta con el calabozo y la horca. No escucha la voz que le aconseja moderación; conserva en muy alto su propia estimación, y comunmente nunca sede, cuando le sería fácil calmar el peligro para evitar sufrimientos innecesarios, prestando oido a la voz de la verdad.

Siempre tengo confianza en el futuro. La humanidad no puede retroceder; el progreso es una de las leyes de la vida. Por supuesto, el progreso marcha lentamente, pero su marcha, ha pesar de su lentitud, llena de gusto mi corazón porque constituye una garantía de que al fin se llegará al punto en que impere la justicia. Esto es lo que me conserva en buen ánimo, y cuando miro estas barras y estos muros me alegro de que existan, porque son reliquias del barbarismo que tarde que temprano tendrán que motivar una reacción saludable en todos los amantes de la libertad. El hecho de que me pudra a su sombra no disminuye mi alegría. El cerebro humano progresa y cualquier

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bello día encontrará que es una vergüenza conservar estos horrible monumentos de un pasado negro y cruel.

Ahora debo concluir. Celebro que te hayas encontrado con buenas camaradas en ese lugar. Dales mis recuerdos. Ten buen ánimo, querido Gus. Se llega al progreso con sufrimientos, o mejor dicho, el sufrimiento es la torva madre del progreso.

Recibe un apretado abrazo de tu hermano,

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Noviembre 7 de 1921.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido Gus:

Recibí tu apreciable carta del 2 de este mes. Como todas tus cartas es bella y fraternal.

¡Qué cuidadoso eres, mi querido Gus! Sí, el invierno se aproxima y los artículos de lana que te propones obtener para mí, los podré necesitar mucho; pero tengo la esperanza, aunque débil, de obtener mi libertad dentro de poco. Mis amigos de Nueva York están trabajando para que sea conmutada mi sentencia con la condición de que convenga yo en ser deportado, y parece que se va a tener éxito, como podrás ver por una carta recibida últimamente del señor Harry Weinberger. La carta dice así:

Me ocupé ayer, octubre 30, de su causa en Washington y se opusieron dejar a usted en libertad en los Estados Unidos, insistiendo en que debemos dar una fianza por los dos meses. Creo que no habría dificultad en reunir los cinco mil dólares de fianza para que goce usted unos cuantos meses de libertad, y mientras tanto sería conveniente que escribiera usted a sus amigos para tener lista la fianza, pues yo creo que hay gran posibilidad de que muy pronto se resolverá sobre su causa.

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Necesito esos dos o tres meses de libertad en este país antes de ser deportado, para atender a mi salud y preparar mi viaje a la ciudad de México.

Ya ves, mi querido Gus, que lo que se necesita es una fianza de cinco mil dólares y te ruego comuniques esto a nuestros amigos de Seattle y Tacoma, pues tal vez alguno de ellos podría encontrar una buena alma que quisiera proporcionar la fianza requerida.

He vivido en este país desde enero de 1904 - dieciocho años - pero no tengo dinero, pues la mayor parte de este enorme lapso de tiempo lo he pasado tras de las rejas de la prisión o esquivando el ojo aguzado del policía. Bajo tales condiciones no se puede ganar dinero, y como los breves momentos entre una persecución y la siguiente se cubrían con trabajos de propaganda, ningún dinero podía obtenerse para guardarlo, pues tu sabes que la propaganda de un soñador puede atraerse el odio de los hombres felices; mas no utilidades. Por consiguiente, necesito dinero y te ruego que lo expliques así a los amigos. Si obtienes algún dinero, lo puedes enviar al camarada Nicolás T. Bernal, 1279 - 79th Ave., Oakland, Calif.

Tengo el propósito de comenzar de nuevo la publicación de Regeneración en la ciudad de México, y necesito una imprenta. tengo que publicar mis dramas y otras obras literarias, y un taller de imprenta es esencial.

En caso de que haya allí una persona que quiera proporcionar la fianza para mi, sírvete decirle que se comunique con el señor Harry Weinberger, 32 Union Square, Nueva York, N. Y.

Me molesta mucho tener que solicitar ayuda monetaria, pero no puedo encontrar otra manera de salvar los problemas que tengo enfrente. Bajo las condiciones en que nosotros los humanos vivimos ahora, se necesita el dinero para todo; tanto para el bien como para el mal. Detesto el dinero. No puedo ver un dólar sin pensar en la cantidad de sufrimientos y degradación humana que representa. ¿No es la sangre de nuestro hermano lo que contiene? ¿Puede cualquiera calcular cuántas lágrimas o cuántos suspiros han entrado en la hechura de una moneda? Me estremezco al pensar del esclavo asalariado que aventura su salud, su futuro, su vida, su todo, para la adquisisicón de este dólar, de esta ingrata pieza de metal que no le dará, en cambio, la suma de felicidad equivalente a su sacrificio. Y ¿quién podrá

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decir que este dólar no es la vil moneda deslizada furtivamente en la mano trémula del delator por una información que ocasionó la condena de un alma buena? ¿O no podrá ser que este dólar fue el precio de una caricia que bajo saludables condiciones sociales sólo el amor puede obtener? ¡Oh, la historia de una moneda es aterradora! Nadie sabe si el dólar que ahora tiene en sus manos ha ocasionado la vergüenza o derramado la sangre o las lágrimas de un compañero, hombre o mujer. Se puede comprar todo: la virtud, el honor, la fatiga, la vida ... Sin embargo, en las actuales condiciones no podemos estar sin la odiosa pieza de metal; pero así como es instrumento de opresión, también puede usarse como factor de liberación, haciendo posible por su medio llevar a los cerebros de nuestros infortunados hermanos y hermanas, el fuego que arde en nosotros; este sagrado fuego que hace a los hombres y a las mujeres tener sed de justicia y de libertad.

No quedándome sino unas cuantas líneas, pongo punto a mi carta. Te ruego envíes mis mejores recuerdos a Zogg, y da mi cariño a todos nuestros camaradas. Recibe, mi buen hermano Gus, un fuerte abrazo de tu camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Enero 2 de 1922.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi estimado Gus:

Recibí tu querida carta del 29 de noviembre último, así como la ropa interior que generosamente me enviaste. Gracias a ti y a los demás amigos queridos que contribuyeron para ese propósito.

Debes saber que todo lo que se habló acerca de la amnistía, cristalizó en la libertad de unos cuantos prisioneros políticos. Con excepción del viejo guerrero - Debs - y algunos cuatro más que estaban cumpliendo sentencias de diez años, el grueso de prisioneros libertados se compuso de hombres que ya estaban en libertad preparatoria, o que solamente tenían unos cuantos meses que cumplir para terminar sus sentencias. De los que

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están cumpliendo sentencias de veinte años, entre quienes estoy, nadie recibió ninguna consideración y dificilmente se puede esperar alguna, pues una declaración hecha por el señor Daugherty, el Procurador General, y que se ha publicado con profusión, tiene por objeto hacer saber muy claro que el resto de nosotros, que todavía queda detrás de las rejas de la prisión, deben cumplir las sentencias completas a que fueron condenados.

Tenía yo, mi querido Gus,la débil esperanza de ser liberado a tiempo para ver por última vez a mis amigos. Esa esperanza ha muerto ahora, pues en poco tiempo mis ojos, cansados, serán insensibles a la luz. Entonces, quizá, se me abrirán estas puertas para enfrentarme a la obscuridad ... Entonces no seré un peligro, como el señor Daugherty ha preferido llamarme. Entonces estaré incapacitado para escribir. Porque no siendo un arrojador de bombas, un experto en el manejo de armas mortales, sino sólo un escritor, no puedo negar que es mi pluma - la única arma que he esgrimido -la que me hace peligroso ante los ojos del señor Daugherty. ¿Pero es realmente peligrosa mi pluma? ¿Y a quién? ¡Dificilmente puedo creer que vivo en el siglo XX, cuando los Derechos del Hombre tienen de vida casi ciento cincuenta años! ¡Llamar peligrosa a mi pluma! Una pluma puede ser peligrosa ante los ojos de la Santa Inquisición, pero nunca hoy, ante el juicio de la razón. En nuestros días una pluma puede defender los crímenes más antisociales sin perjudicar a nadie, sino a ella misma. Una pluma puede dedicarse a predicar el asesinato, el incendiarismo y la destrucción, sin realizar otra cosa que su propia destrucción.

Si el gobierno siempre comete desatinos cuando trata de reglamentar la vida social, su error sólo se hace muy notorio cuando emprende a reglamentar el pensamiento, el cual, por su misma naturaleza, debe ser libre. El pensamiento no es una enfermedad contagiosa que sea necesario aislar y poner en cuarentena antes que la salud de uno se ponga en peligro. Contra el pensamiento, si este es de mal carácter, la opresión del gobierno no sólo es inútil, sino perjudicial, porque la persecución y la tiranía triunfan, solamente, al rodear lo que se tiraniza en una aureola de martirio; mientras si se deja libre, pronto perece en la frialdad de la muerte por las armas mortales de la indiferencia y el desprecio social. Siempre que un político produce un gran escándalo contra el mal pensamiento, uno debe estar seguro de estas dos cosas, a saber: o trata de crearse una popularidad vana por el medio más fácil, o es un rematado ignorante, incapaz de

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comprender que hay un sentido social de rectitud en el cual se levanta indignado cuando se le enfrenta el mal pensamiento, sin que para eso necesite leyes, juzgados y policía. Y en mi caso, ¿fue malo mi pensamiento? ¿Fue tan malo que debía morir como un criminal, lejos de aquellos que ama mi corazón? No estimulé la explotación del hombre por el hombre. No aconsejé que se cambiaran, por oro, el sudor, la fatiga, la sangre y las lágrimas de los humildes. No aconsejé la opresión, la coerción y la injusticia. Más bien me opuse contra todo eso; he luchado contra todos esos males con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con toda la sinceridad de mi alma. ¿Peligroso? ¿Para quién? Los mejores y más altos intereses de la humanidad estaban delante de mí, y ellos eran mi inspiración y mi impulso. ¿No fue mi sueño la fundación de una sociedad sin el tirano, el expoliador, el criminal y la prostituta? ¿Una sociedad de iguales y hermanos? De consiguiente tengo que morir aquí, pues soy demasiado viejo para esperar cumplir mi sentencia y mi salud no es buena, o tal vez cuando llegue a quedar completamente ciego, se decidan a echarme fuera, pues en este caso mi pluma será incapaz de traducir en palabras los sueños de la belleza que pueblan mi entendimiento. La expresión de esos sueños, creo que es lo más odiado, mi querido Gus; pero dentro de poco cesaré de ser peligroso, la vida puede desplegar su esplendor a mi alrededor sin arrancar la menor contestación de mi conocimiento. Una graciosa sonrisa, el brillo de una estrella, el terciopelo de una flor, no bendecirán no confortarán mi corazón con su belleza y poesía. Entonces no seré peligroso. Podría oir los sollozos de corazones adoloridos, pero mi pluma será impotente para hacer saber que bajo la majestad del sol y en medio de la grandeza de la naturaleza, el hombre sufre porque no es libre. Entonces, mi peligro habrá dejado de existir.

Con mis mejores deseos para ti y todos los buenos camaradas, deseándoles un felíz año nuevo, me despido con un fuerte abrazo.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 4 de 1922.

Gus Teltsch y T. Brothers.

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Lake Bay, Wash.

Estimados camaradas:

Dirijo a ustedes esta carta para no retardar más tiempo la contestación que debo a sus queridas cartas del 30 de enero y 20 de febrero últimos; así es que les ruego, queridos amigos, se sirvan perdonarme por no enviarles ahora cartas individuales. He tenido mucha correspondencia durante los meses pasados, y algunas de las cartas demandaban pronta respuesta.

Todavía me siento mal, pues no es posible esperar que mi salud mejore bajo las presentes circunstancias. Mis amigos de Nueva York y Boston han hecho representaciones al Departamento de Justicia respecto a mi condición crítica; pero se les ha contestado que estoy en buena salud; que el ambiente de la prisión no puede tener influencia perjudicial sobre mi condición física, y que puedo cumplir toda mi sentencia sin sufrir ningún daño ... Así es que, oficialmente, estoy lleno de salud, aunque los hechos contradicen esta declaración, como es el hecho de que en mayo de 1916, mientras estaba confinado en la carcel del Condado de Los Ángeles esperando ser juzgado, estuve tan enfermo que el juez Trippet ordenó que fuera yo conducido al Hospital del Condado para que se me curara de diabetes. A mi llegada a la Penitenciaría de la isla de Mcneil se analizó mi orina, y, al probarse que sufría de diabetes, el médico de la prisión lo informó al Departamento de Justicia, así como también que estaba enfermo de reumatismo. El documento debe de existir en los archivos del Departamento de Justicia, pues yo lo ví transcrito en una carta que mi hija Lucía recibió de dicha oficina. También es un hecho que mi larga prisión ha afectado mi vista, y que se han desarrollado cataratas en mis dos ojos, conforme a las declaraciones hechas por el oculista de la prisión y por un experto que vino expresamente a examinar mis ojos, y que la pérdida total de mi vista es sólo cuestión de corto tiempo. Es un hecho, igualmente, que estoy sufriendo de una peligrosa enfermedad en los órganos respiratorios, la cual me hace tocer continuamente, y aun escupir sangre, y que me tiene constantemente en un estado de fiebre y nerviosidad, con jaquecas y perpetuos dolores, ya en el corazón o en el pulmón izquierdo. Sin embargo, el Departamento de Justicia declara que estoy en buena salud, y esto, cuando estoy constantemente perdiendo de peso. Me aconsejas, mi querido hermano Gus, que tenga mejor cuidado de mí mismo; soy un prisionero; no puedo hacer lo que deseo, sino lo que es preciso hacer; no estoy libre

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para arreglar mi vida con el fin de mejorar mi vitalidad decayente. Me lamento, y es natural lamentarse; pues, ¿cómo puedo dejar de lamentarme cuando se niegan mis males, aunque sienta yo sus dolores? Si estuviera en buena salud, no me lamentaría, aunque supiera que este era mi último día; no me lamentaría, ¡ay!; tal vez me sentiría felíz: ¡la muerte es tan dulce para el que sufre! Pero cuando la ceguera, lenta pero inflexiblemente, me está invadiendo - no puedo escribir sino con la ayuda de un lente poderoso - y la diabetes destruye mi débil organismo; cuando la tuberculosis me acecha - si es que no la tengo ya - y no hay delante de mí más que la obscuridad y un catre de hospital en donde amontonar por meses, tal vez por años, mi cuerpo adolorido, el lamentarse es sólo humano mi querido Gus. Esa cierto que puedo ser libertado en una noche, y de esta manera terminarían mis lamentos. Lo único que el señor Daugherty quiere, para que se me abran estas puertas, es un arrepentimiento, que convenga yo en haber cometido una felonía y estar triste por ello... Pero no me entristezco por haber hecho lo que hice; hice lo que he hecho toda mi vida, y por lo cual los grillos se han enterrado profundamente en mi carne desde mi temprana juventud, arrojar mi brazo entre el débil y el fuerte en un esfuerzo para detener la injusticia. No estoy triste por haber hecho esto, pues creo que es deber de todo hombre y mujer luchar contra lo que puede ser perjudicial al bienestar de las especies, y la injusticia es perjudicial, la injusticia degenera la raza, la injusticia nos rebaja al nivel del bruto ... Si no hubiera injusticia en la Tierra, no sería yo un rebelde; pero mientras haya lágrimas y tristeza y angustia causados por la injusticia, mi alma no puede estar en paz. Sé demasiado bien lo que es el sufrimiento para no sufrir con el que sufre; a la vista del sufrimiento no puedo sentarme y con un encogimiento de hombros exclamar: ¡oh, qué terrible! pero demos gracias de que no está peor... No puedo hacer esto; tengo que investigar de dónde proviene; necesito ir a la raíz del mal para ver quién es el responsable de que los niños lloran pidiendo leche; a quien hay que culpar por la presencia de las mujeres que compran una pieza de pan amargo a costa de su vergüenza; de quién es la mano que arranca del pecho maternal a la juventud de la nación para ser asesinada en defensa de intereses que no son los suyos; por qué los actuales productores de la riqueza social viven llenos de necesidades, mientras que un puñado de amos, que no hace nada útil, gozan de comodidad y felicidad, y por qué hay una cosa que se llama crimen. Y encuentro que las fuerzas de la injusticia cometen todos estos males y no puedo estar en paz; tengo que

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protestar. Por haber lanzado mi protesta estoy aquí esperando una muerte lenta y penosa.

¡Adios mis queridos Gus y Thomas! Sírvanse perdonarme por haber tardado tanto en contestar sus cartas. Den mis mejores recuerdos a todos los camaradas y reciban un fuerte abrazo de su hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 11 de 1922.

Gus Teltsch y Thos. Brothers.

Lake Bay, Wash.

Mis queridos camaradas:

Recibí sus queridas cartas del 12 y 13 de abril último. Con una de ellas, mi buen Gus, me llegaron dos dólares. Gracias por tu bondad. Sé bien lo que significan dos dólares para el trabajador, y este conocimiento me hace apreciar debidamente tu generosidad.

El tiempo está calentando y tengo muchas esperanzas de experimentar alguna mejoría durante los meses próximos, en los que hará aún más calor. El frío me mata; soy del sur de México, en dónde el invierno es desconocido en los valles y planicies. El día es tan hermoso, que no puedo menos que lamentar mis cadenas, que no me permiten ir a gozar de su luz y su gloria. La vida palpita fuera de mi calabozo, y los gorriones, ebrios de luz como si fuera vino generoso, vienen tumultuosa y ruidosamente a las rejas de mi ventana a decirme de la algazara que hay allá afuera.

Y creo a estas criaturas ebrias, creo a estas ruidosas mensajeras de la gran fiesta, pues es el día, ya no es un día invernal en que la vida dormita, y aún el sol envía de mala gana - y esto sólo de vez en cuando - algunos rayos oblicuos y tibios a estas somnolientas regiones septentrionales. ¡Afuera hay una gran fiesta! La siento aún a través de mis arterias viejas, en que mi sangre delgada corre llena de gozo ... Y suspiro, porque deseo bañarme en la

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gloria de este día, todo de oro y azul ... El estruendo de un tren rápido en movimiento viene de lejos. ¿A dónde va? Tal vez al occidente, y esta suposición hace que mi corazón se agite. Si yo pudiera tomar ese tren, si únicamente pudiera ... pero estas rejas, crueles y frías, se levantan horriblemente entre mí y la vida .... Y viene a mi mente el sésamo que puede abrirlas, y tiemblo como si estuviera al borde de un precipicio, como si estuviera frente a un abismo abierto a mis pies: el sésamo es la degradación moral ... y suspirando sueño en un futuro en que el hombre pueda tener libertad para expresar sus opiniones. ¿No es el cerebro el tesoro más precioso que haya adquirido el hombre? ¿Por qué, entonces, han de existir restricciones para el ejercicio de su expresión? En el crepúsculo de mi cerebro, agravado aún más por la obscuridad de mi tristeza, busco la respuesta y no puedo encontrarla ... Como una ola de vida sonriente, empujada hacia las meras playas del otro mundo, una bandada de gorriones ruidosamente llega a las rejas de mi ventana, enviando a mi corazón frescura y bienestar; pero la ola retrocede, retrocede, retrocede; y me encuentro otra vez solo en la penumbra de mi calabozo, engolfado en mi tristeza, suspirando por el día en que una humanidad más justa y más inteligente, estimule en vez de acobardar al libre pensamiento, solicite en lugar de prohibir el libre pensamiento, mientras que se levanta de todos los rincones de mi cerebro, como polvo desordenado por una racha de viento, una multitud de hechos medio olvidados, en que los hombres toman posesión por un momento del campo del conocimiento ... Veo los escritos de los que bebieron la cicuta; oigo el jadeo de los que dieron el último suspiro clavados en la cruz; veo la agonía de los que fueron quemados en la hoguera; escucho el clamor del alma que hiende el aire a través de la noche de la historia por el derecho de la libertad de hablar, y considero como en medio de la larga noche obscura, este formidable clamor llega a ser tan abrumador, que repentinamente se bambolean los tronos, las coronas y los cetros se hunden en el polvo, la Tierra arde con el fuego de una nueva fe, y los Derechos del Hombre se proclaman la piedra angular de un nuevo sistema de intercurso social y relaciones políticas, y mi corazón se regocija. ¡Ha nacido la libertad! ¡Ha nacido la libertad! ... ¡Suenan las llaves; crujen las puertas de hierro; alguien blasfema en un calabozo; pulmones arruinados tocen, tocen, tocen y siento sobre mi vieja espalda las manos de plomo de la realidad y me encuentro otra vez en la penumbra de mi calabozo, y como los demás tociendo, tociendo, tociendo ...

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La vida, sin embargo, sonríe afuera, y un fuerte deseo de ver el mundo por última vez, cuando puedo todavía distinguir la forma de una flor, cuando todavía puedo descubrir el temblor de las hojas, cuando la brisa pasa juguetona, se desliza en mi ser y se lanza mi sangre delgada por medio de mis viejas arterias hasta que mi corazón golpea y mis sienes laten; pero pronto mi entusiasmo se enfría cuando el sésamo requerido brilla con un color vivo de azufre a través de mi cerebro: es una palabra que mis labios no pueden pronunciar ... Y suspiro por un futuro en que el pensamiento sea bien recibido, en que la opinión únicamente sea desafiada por la opinión, en que la mente desencadenada redima a la humanidad.

Esperando recibir otra vez noticias de ustedes y con mis recuerdos para todos nuestros amigos y camaradas, termino mi carta con mis mejores deseos y un fuerte abrazo..

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 29 de 1922.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido Gus:

Recibí tu carta de fecha 1| de este mes, acompañada de dos dólares. Mucho te lo agradezco, mi buen amigo

Como de costumbre, me trajo tu carta frescura y consuelo. Una palabra bondadosa es siempre bien recibida en un lugar en donde el alma se marchita y el cuerpo se pudre. El mundo del proscripto, el universo del cautivo se reduce a un puñado de horribles estructuras encerradas dentro de una pared ... Y estoy agradecido de ti, y agradecido de todos los que de tiempo en tiempo me hacen saber, con sus cartas, que más allá de este escabroso escollo hay asoleadas y risueñas playas donde la vida continúa su perpetuo curso.

Sí, tu carta es más bien corta; pero ¿no es suficiente para alegrar el corazón el rayo casual del sol a través de un cielo torvo? ¿No

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es suficiente para reunir valor cuando en un círculo de apretados puños se obtiene el gesto de una mirada amistosa?

Veo que uno de los camaradas te escribió con respecto a la suerte de mis alas ... Mis pobres alas no podrán elevarse más, ellas eran tan amantes de los más audaces vuelos. Débiles y entumecidas están ahora, esperando, esperando, esperando ... ¿Por qué ponen a las águilas en jaulas? ¿Por qué ponen a las águilas en jaulas? ¡Por qué? ¿No saben que para lo que gusano es una inmensidad, es prisión para el águila? ¿No saben que las alas necesitan el espacio? ¿Que las alas son sagradas?

Con un suspiro por la libertad, por la vida, termino esta carta, antes que mis alas se lastimen en su estrecho encierro.

Me despido. Mis saludos a todos los que se acuerden de mí.

Tu hermano

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth. Kansas.

Marzo 28 de 1921.

Srita. Irene Benton.

Granada, Minn.

Mi querida camarada:

Con sentimiento de vergüenza contesto la hermosa carta que fuiste tan bondadosa en dirigirme el 29 de febrero último, pues me he demorado mucho; pero creo que no ignoras que no puedo escribir el número de cartas que quiera, sino solamente tres por semana. Tu carta, mi querida camarada, fue recibida con mucho gusto; ¡es tan sincera, tan franca, tan amistosamente conmovedora en sencillez, que inmediatamente ganó mi simpatía y afecto hacia tí!

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¿Quisieras saber lo que más podría interesarme para escribirme sobre ese tema? Pues bien, escríbeme sobre cualquier asunto, todo me interesa; escríbeme lo que gustes.

Cuando veo que vives en un hermoso lugar, al través del cual corre un arroyo y hay bosques y praderas; un bello sitio, en fin, pero que la gente que lo rodea es tan indiferente en general a los intereses vitales de la humanidad ... Los describes como seres insensibles que viven contentos con su situación, que no comparten nuestros sueños y que ni siquiera los entienden. ¡Compadezco sinceramente a esas infelices gentes que están tan ciegas que no ven lo que está pasando bajo sus narices! El golpe será insoportable para ellas cuando la fuerza de las circunstancias las obligue a abrir los ojos. ¡Qué diferente sería para ellas si tuviesen abiertos todos sus sentidos a los maravillosos acontecimientos que actualmente tienen en convulsión al mundo!.

Por la descripción que haces del lugar, comprendo que amas la naturaleza. Ella esta muy lejos de los centros densamente poblados, aun a considerable distancia de la estación de ferrocarril ... Me gusta un lugar como ese. ¡Se siente uno tan libre! Y además, ese arroyo ... No sé por qué los arroyos y los ríos despiertan en mí tan fuertes emociones. ¿Será por sus guijarros? Tal vez, porque cada uno de esos guijarros tiene su historia. Si pudieras hablar ... Ellos dirían cómo en la noche del tiempo la acción de los elementos los arrancó de la madre roca y los arrastró de aquí para allá por siglos, por edades. Ellos son más antiguos que el hombre, y han sido mudos testigos de sus triunfos, ¡ay! y de sus tragedias también. No sé realmente por qué los arroyos y los ríos me llenan de ciertas emociones; quizá es por la música de sus aguas, que ora suspiran, ora murmuran palabras de cariño y de amor como lo hace mi alma, y otras rabian y rugen como todo mi ser ruge y rabia bajo el azote de la toranía. Cualquiera que sea la razón, amo los arroyos y los ríos, como amo los bosques, las praderas, las montañas, el mar y el azul. Todo lo hermoso encuentra simpatías en mi corazón. Quizá por esto soy un rebelde. Amo la belleza, y quiero la belleza para el hombre. Libertad es belleza, y, por esto, me rebelo contra la tiranía, la cual es fealdad.

Deseo que el hombre no sea una nota discordante, sino una parte armoniosa en la belleza que le rodea. ¿No se resienten las estrellas de brillar sobre las cabezas de los esclavos? ¿O piensa el hombre que el oro y el púrpura del sol poniente forman el

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escenario apropiado para mostrar sus andrajos y sus cadenas? Me siento avergonzado del hombre, me siento deshonrado, y quizá esta es la razón porque lucho. Pero ahora no puedo luchar; mis alas están rotas; y dentro de poco tendré que caminar en una eterna obscuridad, y ésto antes que muera. Entonces viviré en mis sueños, en mis sueños de belleza que sé llegarán a convertirse en realidad. El aire está cargado de posibilidades maravillosas; en el silencio de la noche me parece oir el rumor de los que cavan la tierra. ¿No es que se prepara la tumba para recibir los restos del viejo edificio que ya se desmorona? A cada momento viene a mi frente un hálito ardiente, como de la boca de un horno, y me pregunto si será el aliento de protesta que brota con rabia de todos los pechos honrados que se encuentran en la superficie de la Tierra, y mi corazón se regocija con estos pronósticos de un gran futuro para la humanidad, un futuro de fraternidad, paz y amor: el triunfo de la belleza.

Ya tengo que concluir esta carta, porque solamente me dan permiso para escribir dos páginas.

Te agradezco de todo corazón tus frases animadoras y de amistad, y las correspondo con todo mi afecto.

Tuyo en la fraternidad universal.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Julio 21 de 1921.

Señorita Irene Benton.

Granada, Minn.

Mi querida camarada:

Ha pasado todo un mes desde que tuve el gusto de recibir tu carta del 15 de junio. Quise escribir más pronto; pero tu sabes, querida amiga, que un prisionero no pude hacer lo que desea. Dudo si podrás concebir lo que significa una carta venida de afuera para una alma que se marchita y languidece en las penumbras del calabozo de una prisión. Tus cartas manifiestan ampliamente que estás dotada de un temperamento sensible,

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capaz de reaccionar al más ligero estímulo que puedas recibir del ambiente, y esta circunstancia me conduce a pensar que tu te imaginas el mundo de emociones y sentimientos que una carta es capaz de evocar en un cautivo, cuyo universo está limitado por tres muros y una verja de hierro. Pero entonces, ¿no es necesaria una experiencia actual para el mejor entendimiento de las cosas? Y esta experiencia de la vida de la prisión es lo que no tienes, mi querida camarada. No sabes lo que se siente estar enjaulado ... Por fortuna ignoras esta angustia del corazón que viene de la realización de que afuera de estos altos y formidables muros que separan a uno del resto de los vivientes, se levanta otro muro formidable y más elevado: el desprecio de los que se arrastran, sin saber que se atraen las cadenas y el odio de aquellos cuya posición privilegiada peligraba con la luz de la verdad. No hay nada que se enfrente al prisionero más que el odio, la aversión, el desprecio; y hasta la naturaleza, como se ve al través de las rejas de fierro, parece enfurruñarse con displicencia y mal humor, de mala gana y con murria.

En estas circunstancias, una carta de afuera es un verdadero aliento, un soplo de vida, que hace a la sangre correr un poco más de prisa en las arterias, como bajo la influencia de un vino generoso.

Tu carta está llena de vida. Al leerla puede uno imaginarse los campos empapados por la lluvia, las rosas y el arroyo; y para sentir la impresión más vivida, venían, incluídos, un fragmento de la naturaleza - la rama de madroño - y un trozo de poesía: El grito del desierto. Gracias. Aprecio cordialmente este esfuerzo tuyo para romper la monotonía de esta existencia vegetativa, para la cual el ayer, el hoy y el mañana han perdido su verdadero significado, para confundirse en la acción de un presente gris, sin principio ni fin, como el infinito ilimitado.

El entusiasmo con que hablas por haber recibido una carta de mi querida camarada Sra. M. P., en que trata de las maneras cariñosas de la dulce Lyla y de la pequeña Clytie, me muestra cuán rica es tu alma en exquisitos sentimientos, los cuales explican tu actitud de protesta frente a la injusticia social.

Sí; como lo indicas, esas queridas jovencitas serán las ciudadanas del mañana, cuando una humanidad más sabia y más sana habite esta Tierra. Estos amables retoños son las esperanzas de los que, como yo, están a punto de despedirse de la vida.

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Espero que me escribirás otra vez; tus cartas me hacen bien; estoy tan sediento de amabilidad ...

Tuyo freternalmente

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Septiembre 7 de 1921.

Señorita Irene Benton.

Granada, Minn.

Mi querida camarada:

Tal vez, después de tantas semanas de silencio de mi parte, habrás pensado que te he olvidado, porque tu última carta tenía fecha 26 de julio y hoy estamos a 7 de septiembre; pero no, no te he olvidado, no puedo olvidar a la tierna amiga que sabe consolar mi corazón dolorido.

Tu carta no vino sola; además de la poesía que encontré en tus palabras, había en ella un hermoso poema, una observación muy profunda del hombre libre; la amorosa unión de dos árboles que una indiscreta cámara fijó en lo más oculto de sus fríos ojos, para ostentarla después ante ojos humanos quizá indiferentes; porque me imagino gentes que, cuando mucho, dirán ante la vista de la escena lírica: ¡qué chistoso!; o bien que, fastidiadas por la falta de ideas que no pueden despertar en ellas un sentimiento estético pervertido o muerto, voltean rápidamente la página que las contiene para mirar ávidamente el anodino aspecto de un famoso tirador de pelota, del brutal semblante de un pugilista u otra cosa cualquiera.

Gracias por los recortes y especialmente por las fotografías de los árboles, que encuentro tan interesantes; porque mi fantasía me dice que no es capricho de la suerte lo que tengo a la vista, sino un romance ... No es necesario que estos amantes cuenten su historia en alguna de las lenguas que se hablan en el mundo; su silenciosa actitud es bastante elocuente. Se tuvo la suerte que estos dos árboles hubiesen crecido uno enfrente del otro, separados por una corriente de agua, y sucedió que los árboles

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se enlazaron inclinándose uno al otro, estremeciéndose al soplo de la brisa o cuando las mutuas sombras de sus hojas caían sobre ellos en otoño, o, si en el invierno, la trágica desnudez de sus ramas, piadosamente dirigidas hacia arriba, como en un esfuerzo para escapar de la blanca mortaja que ya cubría sus pies ... Así, los dos árboles crecieron, crecieron, crecieron uno enfrente del otro, cuidándose inocentemente uno al otro, hasta que un día de primavera, cuando sus retoños ricamente ataviados con brillantes hojas nuevas, se mecían suavemente de un lado para el otro bajo el glorioso sol, y en sus troncos, una savia joven, vigorosa, se lanzo locamente hacia su follaje y entonces sintieron que había entre ellos algo más que el simple hecho de su vecindad; algo que por primera vez les hizo saber que una corriente los separaba, que frustraba el frenético deseo de ponerse en contacto el uno con el otro, y allá, entonces, comenzó el romance, el romance de los dos árboles separados por la corriente y ahora unidos en un largo abrazo de toda la vida, lo que para el observador superficial es sólo un capricho de la suerte ...

La selva aún recuerda los suspiros del corazón lacerado de los dos amantes esforzándose en juntarse, y cuenta cómo cada año presenció una marcada inclinación de los dos árboles respecto de la posición vertical, hasta que llegaron al hecho, que para los que no saben leer el maravilloso libro de la naturaleza, es sólo un capricho de la suerte ...

Como el espacio se está acortando, debo terminar esta carta, llena de fe en el triunfo final de la justicia. Alégrate, mi querida camarada: el monstruo que se alimenta con la carne, y las lágrimas y la sangre de los de abajo, está en agonía. Es un caso de suicidio, en verdad, los que están en sus garras reciben del monstruo los últimos golpes mortales. No importa, alguno tiene que perecer; pero después de que concluya la tragedia, surgirá una humanidad más sabia y más libre. ¡Ánimo!

Con mi cariño fraternal para ti, se despide:

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 6 de 1922.

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Señorita Irene Benton.

Granada, Minn.

Mi querida camarada:

Eres muy bondadosa conmigo, por lo que te estoy muy agradecido. Tu carta del 3 de marzo último es un valioso tesoro, que conservo con cariño y orgullo. ¿Cómo pudiste, querida camarada, encerrar en tan pocas líneas tanta riqueza de sentimientos y emociones poéticas? La tarjeta postal de la señorita E. H. es simpática y sus pocas palabras han sido suficientes para ganar mi cariño. Cuando le escribas, sírvete decirle cuán agradecido estoy.

Recibí una carta de la compañera O´Hare y otra de la señora Mc. K. Son cartas hermosas. La señora O´Hare recibió tu carta con mi recado y me aseguran que ellas haran conocer mi situación especial a las personas que puedan ayudarme. Te suplico les hagas saber que recibí esas cartas, explicándoles por qué razón no les escribo personalmente. la señora Mc K. leyó en el Union Record, de Seattle, una carta que escribí al querido camarada Gus Teltsch, en la que le hablaba de mis sufrimientos y ella se afligió por esto; y mi corazón, siempre pronto para responder a la belleza de la naturaleza o del alma con cariño, admiración y gratitud, se conforta, gracias a ella. Sírvete decir a mis amigos que el gobierno no quiere que yo les haga saber que estoy enfermo.

Las aves cantaban cuando me escribías las últimas líneas ... ¡Cuán placentero! Por esto es que encontré tanta poesía en tu última carta; el sol brillaba y tu alma también.

La primavera es lozana, como lo son todas las cosas y los seres jóvenes ... Te felicito, mi buena camarada, por las bellezas que te rodean. ¡Tu arroyo ahora es un río! ¿Y qué es lo que dice? Porque las aguas tienen su historia, ellas tienen un pasado rico en acontecimientos. ¿Cuentan su historia las aguas de ese arroyo? No puedo contemplar las aguas de un arroyo, de un río o del mar, sin un sentimiento de pavor. Cada molécula de esa agua que corre suavemente entre las márgenes de tu arroyo, tiene un pasado cuya inmensidad asombra y confunde nuestro cerebro; porque su origen no es la montaña de donde procede, ni la nieve, ni la lluvia, sino los vapores que forman las nubes, las lluvias y las nieves a través del espacio azul, cuando parten de nuestra

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Tierra. Esa agua, que alegremente se desliza en tu arroyo susurrando y que si durante el día refresca tu alma con su inocente murmullo y durante la noche te adormece con su suave arrullo, es la condensación de los vapores de todos los rincones del mundo, en lluvia, nieve o rocío. Esa agua es realmente agua internacional, porque viene de la exudación de las selvas tropicales, de la evaporación de todos los mares, lagos y ríos, ¡ay! y de las lágrimas y suspiros y sudores ... Cuando mis ojos sorprenden una nube a través de las rejas de mi ventana, flotando lentamente por el aire, me pregunto cuántas lágrimas entrarían en su composición; y en este momento pienso que tú, en presencia de tu querido arroyo, y a la vista de los rizos que juguetean en la luz, pensarías algunas veces de las lágrimas y los suspiros que corrían a tus pies. Cuando hablamos, y cuando respiramos y reimos, y cuando gritamos, cierta cantidad de vapor se desprende por nuestros pulmones y va al espacio a formar gotas de lluvia y copos de nieve, y a tu mirada va, quizá deslizándose el suspiro que un corazón agobiado por el dolor, exhalado en el lado opuesto del mundo, y, ¿quién sabe si el mismo rizo que brillaba a la luz del sol como la escama irisdiscente de un ser fabuloso, no contenía las lágrimas que por unos cuantos segundos tembló en los ojos de una joven, al probar las amarguras del pan comprado al precio de la verguenza? En tu arroyo, mi querida amiga, fluye la corriente verdadera de las variadas emociones de millones y millones de seres humanos, pasados y presentes. Allí está el vapor que acompañó el cuchicheo de tiernas expresiones de cariño suavemente lanzadas al oído del ser amado, y allí va también en el caos de emociones materializadas, algo de la sangre evaporada que se derramó en los altares de la codicia durante la última guerra. Toda la gama de las emociones humanas tiene su representante en ese hermoso arroyo: el amor, el odio, la envidia, el orgullo, los celos, la piedad, la lealtad, la codicia, la generocidad; en suma, lo bueno y lo malo, elevados al azul en forma de vapor, para precipitarse sobre la Tierra en forma de lluvia, nieve y rocío, desde la maravillosa alquimia del cosmos ... Tal vez mientras contemplas pensativa la corriente que huye, pasa por allí rebosante y alegre, convertido en agua, el triunfante grito lanzado por Colón cuando, desde el desierto del océano, se alzaba en su original belleza el joven continente ... O - ¿quién puede decirlo? - quizá la onda que se ha estrellado contra la roca a tus pies, fue producida por los suspiros de los divinos soñadores, cuando sus esperanzas chocaron contra las asperezas de la realidad ... Un arroyo es un universo en el cual pueden ir, lado a lado, el sudor del esclavo,

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las lágrimas del afligido, la carcajada del explotador y el suspiro del cautivo.

La falta de espacio me obliga a truncar aquí mis divagaciones sobre tu arroyo.

Dí a Librado Rivera tu recado; está agradecido y te envía sus recuerdos. Desgraciadamente todavía estoy enfermo, pero espero que cuando el tiempo caliente más, me aliviaré un poco.

Desde el último febrero que me he sentido peor, esputo sangre.

Sí, quiero a mi Carlitos muy tiernamente.

Con mi afecto de camarada.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 2 de 1922.

Señorita Irene Benton.

Granada, Minn.

Mi querida camarada:

Tu carta, tan perfectamente calculada para difundir algún calor en mi corazón adolorido, tuvo éxito en su generosa misión, y especialmente la última parte de ella, en donde dices lo que tu querida madre piensa acerca de mí, tocó las más delicadas fibras de mi corazón. Me conmovió casi al punto de derramar lágrimas, porque pensé en mi propia madre, muerta hace tanto tiempo. ¡Hace 21 años! Estaba yo en la prisión en ese tiempo, castigado por haber denunciado la tiranía sangrienta de Porfirio Díaz, y, por lo tanto, no pude estar al lado de su lecho, no pude darle mi último beso, ni pude oír sus últimas palabras. Esto pasó en la ciudad de México el 14 de junio de 1900, un poco menos de tres años antes de mi venida a este país, como un refugiado político en busca de libertad.

Muchas gracias a tí y a tu querida madre por sus simpatías hacia mí, expresadas en tu hermosa carta.

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Tu información de la obra realizada ya en los campos y de la que está en preparación, es de lo más interesante, pues no puedes imaginarte cuánto amo al campo, las selvas, las montañas. Los hombres - dices - han estado ocupados en los campos preparando el terreno para recibir la semilla. ¡Qué mundo de emociones y pensamientos fomentan esas pocas palabras en mi ser, porque yo también he sido sembrador, aunque sembrador de ideales ... y he sentido lo que el sembrador de semillas siente, y la semejanza de emociones me impulsa a llamarle mi hermano y colaborador. Él deposita sus semillas en las generosas entrañas de la tierra, y yo deposito las mías en los cerebros de mis semejantes, y ambos esperamos, esperamos, esperamos ... y las agonías que él sufre en su espera, son mis agonías. La más pequeña muestra de mala suerte oprime nuestro corazón, y conteniendo su aliento espera que la roturación de la costra de la tierra le anuncie que la semilla ha brotado, y yo, con mi corazón comprimido, espero la palabra, la acción, el gesto que indique la germinación de la semilla en un cerebro fértil ... La única diferencia entre el sembrador de semillas y el sembrador de ideales reside en el tiempo y la manera de trabajar, pues mientras que el primero tiene la noche para solaz y descanso de su cuerpo, y, además, espera hasta que la estación sea favorable para su siembra, y solamente planta en donde el suelo es generoso, el último no tiene noches ni estaciones del año; todas las tierras merecen sus atenciones y trabajos. Siembra en la primavera así como en el invierno, en el día y en la noche, en la noche y en el día; en todos los climas, bajo todos los cielos y cualquiera que pueda ser la calidad del cerebro, sin tener en cuenta el tiempo ... Aunque el rayo truene a las alturas en donde residen los arbitrios de los destinos humanos.

El sembrador de ideales no detiene su obra: camina hacia un futuro que mira con los ojos de su mente, sembrando, sembrando, sembrando. Puños muy agitados pueden agitarse amenazadoramente, y toda la atmósfera que lo envuelve puede temblar y llegar a arder con el odio difundido por aquellos cuyo interés es dejar sin cultivo el cerebro de las masas ... El sembrador de ideales no retrocede; el sembrador de ideales continúa sembrando, sembrando, sembrando ... Lejos y cerca, aquí y allá, bajo cielos lívidos iluminados por un sol amarillo que, proyectando sus lúgubres siluetas contra ceñudos horizontes que presagian cadalsos, extiende sus siniestros brazos como antenas de monstruosas criaturas engendradas por la fiebre o producidas por la locura, mientras enormes puertas negras de fierro anhelan por su carne y su alma ... El sembrador no

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retrocede, el sembrador continúa sembrando, sembrando, sembrando ... y ésta ha sido su tarea desde tiempo inmemorial, y éste ha sido su destino aun desde antes de que la humanidad surgiera dignificada y erecta, de la selva, en donde transcurrió su infancia a gatas con los demás cuadrúpedos, la fauna; porque el sembrador de ideales ha tenido siempre una misión de combate; pero sereno y majestuosamente, con un amplio movimiento de su brazo, tan amplio que parece trazar en el aire hostil la órbita de un sol. Él siembra, siembra, siembra la semilla que hace avanzar a la humanidad, aunque con grandes tropiezos, hacia ese futuro que él ve con los ojos de su mente ...

¡Tu carta es tan tierna! ¡Oh mi querida camarada!; eres tan amable como tu querida madre. Sí, tu simpatía me calma, me hace mucho bien; gracias un millón de veces. Los recortes son muy interesantes y las pinturas muy simpáticas. Ahora me despido.

Dí a Rivera tu recado; está muy agradecido. Tuyo fraternalmente.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 31 de 1922.

Señorita Irene Benton.

Granada, Minn.

Mi querida camarada:

Es una vergüenza que estas pocas líneas sea todo lo que yo pueda hacer para corresponder tu muy afectuosa carta de fecha 5 del presente mes; pero no me siento bien y mi cerebro está adolorido.

He estado enfermo de fiebre y dolor de cabeza durante las últimas semanas. Escribir a mis amigos es un gran placer para mí; pero no he podido hacerlo durante este mes a causa de este dolor de cabeza, y las bellas cartas que mis amigos me han enviado, han sido contestadas con unas cuantas líneas.

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Recibí los ramos de flores, las poesías y los dulces. ¡Gracias querida amiga! Librado Rivera leyó tu carta y quedó encantado; él te envía sus cariñosos recuerdos.

El más pequeño esfuerzo mental agrava el dolor de mi cerebro; no puedo explicarme cómo me vino todo esto; quizá es porque estoy muy nervioso. Espero, sin embargo, que estos meses de calor mejorarán un poco mi salud.

Sírvete perdonarme por no escribirte una carta más larga. Da mis cordiales saludos a tu querida madre. Siempre recordaré tu bondad.

Tuyo fraternalmente.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 30 de 1920.

Nicolás T. bernal

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

San Francisco debe estar ahora hermoso. Viví allí en 1907, cuando gran parte de la ciudad estaba en ruinas, y uno de mis intentos revolucionarios en México también estaba en ruinas. Me oculté con mi pena entre las ruinas, cuando sobre mi cabeza pendía un premio de 20 000 dólares que se había ofrecido por mi arresto; el servicio secreto de las dos naciones me perseguía de un lugar a otro, de ciudad en ciudad. Era cuestión de vida o muerte para mí, porque mi arresto significaba mi paso inmediato a México y asesinado allí sin ninguna apariencia de juicio. Ya ves, mi querido hermano, cómo tengo muy buenas razones para recordar San Francisco. ¡Cuántos días pasé sin llevarme un pedazo de pan a la boca! Algunas veces me pasaba tres o cuatro días sin comer, y durante esos ayunos forzados pensaba en los miserables que matan por una pieza de pan, porque yo mismo me sentía asaltado por instintos asesinos, y habría matado si mis ideales no me hubieran apartado de esos pensamientos.

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¡Cuán pronto pasa el tiempo y cómo cambia la suerte de los hombres, excepto la mía! Mis camaradas de aquella época son ahora Generales, gobernadores, secretarios de Estado, y algunos de ellos han sido hasta presidentes de México. Ellos están ricos, son famosos y poderosos, mientras yo estoy pobre, obscuro, enfermo, casi ciego, con un número por nombre, marcado como un felón, pudiéndome entre este rebaño humano cuyo crimen fue el de haber sido tan ignorante y tan estúpido de haber robado una pieza de pan, cuando es una virtud robar millones. Pero mis antiguos camaradas son hombres prácticos, mientras que yo sólo soy un soñador, y, por lo tanto, es mi propia culpa.

Ellos han sido la hormiga y yo la cigarra; mientras ellos han contado dólares, yo he gastado el tiempo contando las estrellas. Yo quería hacer un hombre de cada animal humano; ellos, más prácticos, han hecho un animal de cada hombre, y se han hecho ellos mismos pastores del rebaño. Sin embargo, prefiero ser un soñador que un hombre práctico.

Con mis mejores deseos de fraternidad universal, quedo tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Noviembre 24 de 1920.

Nicolás T. Bernal

Oakland, Calif.

Querido Nicolás:

Son espléndidas tus noticias sobre la buena expectativa que hay de obtener ayuda de nuestros compañeros de México. Si abrigo alguna esperanza de salir de la prisión, ésto se efectuará solamente por medio de la fuerza económica del trabajador mexicano, rehusándose a trabajar para empresas norteamericanas, y paralizando la carga que vaya y venga de los Estados Unidos. No creo haya otro medio, y la solución está en las manos del trabajador mexicano.

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Cada vez veo menos, la niebla a través de la cual veo, va poniéndose más densa a medida que el tiempo transcurre.

Ha habido a causa de mi enfermedad algún movimiento en favor de mi excarcelamiento; pero nada se ha conseguido aún. ¡Tengo tan pocos amigos! La actitud que he asumido en la lucha de clases me ha atraído enemigos, pero no amigos.¿Por qué? No lo sé. He sacrificado todo: riquezas, poder, fama, honores, por seguir un camino que lo creo, sinceramente, es el único que se puede conquistar para las sufridas masas víctimas de la justicia social, de la que tienen hambre y sed; he perjudicado mi salud y expuesto mi libertad para elevar al infelíz esclavo a la dignidad de hombre, y, sin embargo, solamente tengo unos cuantos amigos. pero no lo lamento. Tal vez no tengo amigos porque las masas no comprenden la finalidad de mi esfuerzo, aunque siempre me he afanado en escribir sencilla y claramente para que me entiendan. Sin embargo, espero que algún día comprenderán, y que después de haber experimentado este sistema u otro, finalmente seguirán el camino que conduce a la libertad.

Entretanto, espero y observo. Aunque lentamente, el mundo marcha; y ésto llena mi corazón con esperanzas y mi mente con sueños.

Hay cierta agitación entre la masa obscura del oprimido, que presagia un amenazante despertamiento; el aire está cargado con posibilidades; el momento es de expectativa e incertidumbre, como el que precede al nacimiento de un nuevo ser, o la muerte de un organismo decrépito del cual la vida se despide. Tal vez sean ambos fenómenos un nacimiento y una muerte: el nacimiento de una forma nueva de organización social y la muerte de la vieja. Que la vieja se está muriendo, es demasiado evidente; hasta mi calabozo puedo percibir el rechinido de su muerte, y puedo ver la tristeza reflejada en la cara de aquellos que se beneficiaron de su existencia, mientras en el semblante de aquellos que han sufrido por miles de años, brilla un rayo de esperanza ... Mi corazón se regocija a la proximidad del prodigio y un suspiro de consuelo sale de lo hondo de mi ser, como si fuera la condensación de la amargura, la tristeza y las lágrimas del infortunado de todas las edades y de todos los pueblos.

Recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Diciembre 6 de 1920

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

Me refiero a tu querida carta del 30 de noviembre último. Con ella recibí cinco dólares, enviados bondadosamente por el camarada Rubio; por tu mismo conducto le hago manifiesta mi profunda estimación por su ayuda, ya que el dinero es siempre una necesidad para un prisionero.

La camarada Erma Barsky, de Nueva York, me escribió la semana pasada. Me dice que el Lic. Harry Weinberger fue a Washington la semana antepasada a urgir una decisión en mi asunto, pues sabes que muchos amigos y eminentes influencias han pedido al gobierno mi libertad por razón de ir quedándome ciego rápidamente. En el Departamento de Justicia se dijo al Sr. Weinberger que nada puede hacerse en mi favor si no hago una solicitud de perdón ... Esto sella mi destino; cegaré, me pudriré y moriré dentro de estas horrendas paredes que me separan del resto del mundo, porque no voy a pedir perdón. ¡No lo haré! En mis veintinueve años de luchar por la libertad lo he perdido todo, y toda oportunidad para hacerme rico y famoso; he consumido muchos años de mi vida en las prisiones; He experimentado el sendero del vagabundo y del paria; me he visto desfalleciendo de hambre; mi vida ha estado en peligro muchas veces; he perdido mi salud; en fin, he perdido todo, menos una cosa, una sola cosa que fomento, mimo y conservo casi con celo fanático, y esa cosa es mi honra como luchador. Pedir perdón significa que estoy arrepentido de haberme atrevido a derrocar al Capitalismo para poner en su lugar un sistema basado en la libre asociación de los trabajadores para producir y consumir, y no estoy arrepentido de ello; más bien me siento orgulloso de ello. Pedir perdón significaría que abdico de mis ideales anarquistas; y no me retracto, afirmo, afirmo que si la especie humana llega alguna vez a gozar de verdadera fraternidad y libertad, y justicia social, deberá ser por medio del anarquismo. Así pues, mi querido Nicolás, estoy condenado a cegar y a morir en la prisión; más

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prefiero esto que volver la espalda a los trabajadores, y tener las puertas de la prisión abiertas a precio de mi vergüenza. No sobreviviré a mi cautiverio, pues ya estoy viejo; pero cuando muera, mis amigos quizá inscriban en mi tumba: Aqui yace un soñador, y mis enemigos:Aquí yace un loco. pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas.

Con fraternal cariño para nuestros compañeros, se despide tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Diciembre 20 de 1920

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

Es inútil decir cuán bien recibidas son tus cartas, porque ellas siempre traen en una u otra forma la expresión de tus sentimientos, o las noticias referentes al trabajo llevado a cabo para promover el advenimiento de la por tanto tiempo suspirada justicia social; o detalles del trabajo especial que mis amigos han emprendido para conseguir mi libertad, o el aliento fraternal de los trabajadores mexicanos, aliento que llena el corazón de uno con alegría, vigor y esperanza. Así, pues, tu querida carta del 13 del actual ha sido bien recibida, muy bien recibida.

El mensaje del Sindicato de Obreros Panaderos de San Luis Potosí es conmovedor y animador. Te suplico hagas saber a estos generosos compañeros cuánto aprecio sus alentadoras palabras, en las cuales respira la sinceridad de los hombres honrados del trabajo. El saludo de estos hermanos ha llenado mi corazón de esperanzas, de esperanzas en ese futuro en que sueño, cuando cada uno sea su propio amo y cuando el único código de leyes que gobierne las relaciones entre los seres humanos esté contenido en esta simples palabras: No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a tí. Estaba yo muy enfermo, cuando aquel cariñoso saludo llegó a mis manos. Enfermo del

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cuerpo y enfermo del alma; pero hay cierto encanto en la fraseología que lo anima, que tuvo el mérito de mitigar un poco mi adolorido corazón, así como mi cuerpo envejecido y estrujado por las inclemencias del tiempo, haciendo que ello duplicase mi reconocimiento a estos generosos y queridos compañeros.

¡Oh, si ellos supieran que mi libertad está en sus manos!

Después de escrito lo anterior llegó a mis manos una carta del 16 del actual, en la que transcribiste la carta que ... te escribió refiriéndose a la pensión que la Cámara de Diputados, generosamente acordó para Librado y para mí.

No puedo escribir directamente a México por razones que te expliqué en mi última carta. Así, pues, dile a ... que yo no sé lo que Librado piense acerca de esta pensión, y hablo solamente en mi nombre. Soy anarquista, y no podría sin remordimiento y vergüenza, recibir el dinero arrebatado al pueblo por el gobierno.

Agradezco los sentimientos generosos que impulsaron a la Cámara de Diputados a acordar dicha pensión. Ellos tienen razón porque creen en el Estado, y consideran honesto imponer contribuciones al pueblo para el sostenimiento del Estado; pero mi punto de vista es diferente. Yo no creo en el Estado; sostengo la abolición de las fronteras internacionales; lucho por la fraternidad universal del hombre; considero al Estado como una institución creada por el capitalismo para garantizar la explotación y subyugación de las masas. Por consiguiente todo dinero obtenido por el Estado representa el sudor, la angustia y el sacrificio de los trabajadores. Si el dinero viniera directamente de los trabajadores, gustosamente, y hasta con orgullo, lo aceptaría, porque son mis hermanos. Pero viniendo por intervención del Estado, después de haber sido exigido - según mi convicción - del pueblo, es un dinero que quemaría mis manos, y llenaría mi corazón de remordimiento. Mis agradecimientos a Antonio Díaz Soto y Gama en particular, y a los generosos diputados en general. Ellos pueden estar seguros que con todo mi corazón aprecio sus buenos deseos; pero yo no puedo aceptar el dinero.

Recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

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Leavenworth, Kansas.

Enero 12 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

Tu interesante y querida carta del 6 del actual fue recibida. ¡Qué infatigable eres, mi querido camarada!

Los saludos del Sindicato de Obreros Panaderos de San Luis Potosí, el mensaje de simpatía de Salvador Medrano con motivo de mi actitud en contra de la proposición de mi libertad al precio de mi honor como luchador, y los fraternales sentimientos expresados por ... cuya labor por el bien del proletariado, yo he visto siempre con simpatía y aprecio, junto con la espléndida campaña iniciada por él en Vida Nueva para hacer efectiva la liberación de aquellos cuyo amor por la libertad universal los ha conducido a la pérdida de los suyos, me llena de satisfacción y me da vigor.

¿Y qué decir de tu labor, mi buen Nicolás? Eso sencillamente conquista mi admiración, por lo modesto, lo sincero, generoso y laborioso que eres.

El Año Nuevo se ha establecido entre nosotros para ser nuestro compañero durante trescientos sesenta y cinco días. Está cargado de promesas de las regiones etéreas, promesas color de rosa, bellas promesas, y es nuestro deber observarlo, y no darle descanso hasta que todas las promesas hayan sido cumplidas. Nosotros los desafortunados, nosotros los desheredados y los pisoteados, debemos tener los ojos fijos en él. No debemos dejarlo ir como se fue 1920, sin levantar de nuestras nucas el yugo que hemos llevado por miles y miles de años. Tengo esperanzas que durante este año veremos muchos sucesos importantes. Hay una tendencia general en todo el mundo que fortalece mis esperanzas. me parece que estamos en la víspera de una transformación social que establecerá para siempre la justicia en los asuntos entre los hombres. La atmósfera está cargada de posibilidades. Mientras te escribo sentado en un rincón de mi calabozo, mi oido percibe los rumores que flotan en el aire. Son rumores extraños; ya no son los dolorosos suspiros

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del rebaño resignado; son rugidos, rugidos que hacen estremecer mi corazón de emoción y de entusiasmo; rugidos que presagian el advenimiento de la justicia. Hay también un calor extraño que caldea el aire; un calor que se alza de los cuatro rincones de la Tierra; un calor desacostumbrado que reemplaza la fría indiferencia de las masas hacia su propio bienestar, y mi corazón se regocija al comprender de dónde viene ese calor. Es el calor que irradia del pecho del esclavo ardiente de protesta ... Y aguzando el oído, puedo percibir las vibraciones de los yunques sobre los cuales se forjan los martillos destinados a romper las cadenas. En el silencio de la noche puedo ver, a través de las formidables paredes que me separan de los vivientes, a mis hermanos - los parias - de todo el mundo palmeando las manos como para sellar un pacto sagrado en contra de la opresión común. Algo flota en el aire sobre las cabezas de esos hermanos míos. ¿Es un andrajo? ¿Es una bandera? Tal vez es un andrajo; pero entonces, ¿no es el andrajo nuestra bandera común? ¿No es el andrajo la justificación de nuestra cólera y de nuestra protesta? ¿No son nuestros andrajos los que vamos a izar como un símbolo de nuestros sufrimientos, y como una insignia de vindicación y justicia? Y cuando veo todo ésto, y oigo los rumores y siento el aire ardiente, una luz, hasta hoy desconocida, comienza a desparramarse del oriente, anunciando que un nuevo sol está próximo a aparecer en el lívido horizonte. Mis ojos, ya decayentes, pueden ver esta luz que llega a mi corazón despertando mis adormecidas esperanzas. El nuevo sol es la libertad. Libertad para todos.

Recibe el fraternal cariño de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Enero 27 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

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Recibí tu interesante carta del 22 del corriente. La lectura de la comunicación enviada por nuestros camaradas de San Luis Potosí, me hace sentir tan fuerte y orgulloso, que bendigo estas cadenas que atormentan mi carne; que amo esta tortura diaria de mi cuerpo y de mi mente; que acaricio este dolor interminable de mi corazón, porque ello me gana la estimación de las verdaderas criaturas de la civilización: los trabajadores. Esta comunicación de mis hermanos de las uniones de trabajadores y sindicatos de San Luis Potosí vivirá en mi mente por el resto de mi vida, como un faro que me enseña el camino del honor y de la rectitud. Te ruego, querido Nicolás, digas a estos camaradas lo mucho que aprecio su actitud en mi favor, y expresarles mi firme convicción respecto a que solamente por la acción de los trabajadores reinarán la libertad y la fraternidad sobre la Tierra.

Alégrate, hermano, el nuevo día está cerca; el nuevo día soñado desde hace miles de años por los oprimidos y explotados de todas las tierras. Recibamos ese día con corazones alegres, pues con su venida los parias no tenemos nada que perder, sino un mundo que ganar. Límpiense sus lágrimas, ¡oh esclavos!, porque el momento no es una pesadumbre estéril, sino una acción fecunda y clara visión: ¡Tenemos que reconstruir un mundo! Tenemos que crear un mundo de bellezas, en donde sean desconocidas las lágrimas y las cadenas, salvo que ellas sean las floridas cadenas de la solidaridad, atando duramente a todas las criaturas humanas de la Tierra en lazos de fraternidad universal, o las lágrimas que el gozo hace brotar de corazones felices ... Despierten todos los que duermen todavía y tomen sus puestos en uno u otro lado, con los que oprimen o con los que desean ser libres; pero tomen su puesto para que esta sea la última batalla, la disputa decisiva entre las fuerzas de la libertad y las de la tiranía. Una de ellas tiene que ser eliminada de la Tierra, porque no puede coexistir más tiempo, al menos en este planeta. Los que amamos la belleza queremos libertad o muerte. Escojan sus filas los que han malgastado el tiempo durmiendo, pues consideramos como enemigo nuestro al que no está con nosotros; no reconocemos neutrales en este formidable conflicto. O se redime la raza humana con nuestro triunfo, o perecemos con nuestra derrota, pues la derrota significa la supervivencia de los dos tipos animales: el amo y el esclavo, pero no del hombre ...

Sírvete dar mis saludos fraternales a todos los buenos camaradas, y tu, querido Nicolás, acepta un fuerte abrazo de tu hermano.

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Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Febrero 14 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

Con verdadero placer me refiero a tu querida carta del 3 del mes en curso.

El camarada Juan Ruíz, de la Federación del Trabajo de San Pedro, Coah., escribió una excelente y espléndida carta a Manuel Rey; pero como en ella se refiere a mí también, te ruego le hagas saber que la leí. Estoy muy contento de saber en dónde está, y que está trabajando con entusiasmo por el despertar de los esclavos dormidos. Dile que miro con simpatía los esfuerzos de los rusos para derribar el capitalismo; pero pienso que no es por medio de una dictadura como deberá alcanzarse esta aspiración. La dictadura de la burguesía o del proletariado, es siempre tiranía, y la libertad no puede alcanzarse por medio de la tiranía. Lo que se necesita no es una dictadura, sino la libertad, y la libertad solamente puede alcanzarse por la libre cooperación de los trabajadores para producir, sin amos de ninguna especie. Es necesario que nosotros los proletarios estudiemos cuidadosamente los métodos rusos con el objeto de evitar sus errores. Ha habido en Rusia por más de dos años, una llamada dictadura del proletariado, esto es, un gobierno, y el resultado es que la población rusa se está muriendo de hambre. ¿Por qué? Porque la producción no puede ser administrada por otros que no sean los trabajadores mismos, y ésto sobre una base de cooperación libre. Los trabajadores de todas las industrias, incluyendo la agricultura, deben arreglar la producción por sí mismos, de común acuerdo, produciendo cada uno conforme a su habilidad, y consumiendo de acuerdo con sus necesidades. Este es el fundamento de la verdadera libertad, porque es la justicia. Un gobierno, de cualquier especie que sea, es tiranía. la producción debe ser el resultado de los libres esfuerzos del hombre y de la mujer; no lo olvidéis ...

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El camarada Luis G. Salas, de Delia, Texas, me dice acerca de la muerte de nuestro camarada J. Victoriano López. El camarada López fue leal a la causa de los trabajadores, y su muerte es deplorable por todos conceptos.

Sírvete dar mis recuerdos fraternales a todos los compañeros. Tú, mi querido Nicolás, recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 6 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

Es con un sentimiento de alivio que contesto tu querida carta del 26 de marzo último, en la que me informo que la crisis de tu enfermedad ha pasado ya, no obstante haberte dejado fatigado y consumido. Me alegro mucho que lo más duro de tus sentimientos físicos se te haya pasado, y confío que tu juventud ayudara al rápido mejoramiento de tu salud. Ahora paso a otro asunto. Creo que no estás enterado de que mis amigos de New York pidieron otra vez mi libertad a los funcionarios del gobierno, basándose en que mi enfermedad está aumentando. El nuevo Procurador General, el 15 de marzo último, en substancia contestó lo siguiente: que aunque es verdad que estoy quedando ciego no estoy ciego todavía; que aunque mi salud en general no está buena, no estoy todavía en una condición agonizante, y que como el juez y el fiscal de mi jurado se oponen a que se me ponga en libertad, tengo que permanecer tras las rejas de la prisión. Así es que no hay para mi esperanza de salir, a menos que pida perdón, que es lo que ellos pretenden; y esto nunca lo haré. Tu sabes por qué. No es porque sea valiente, no lo soy. Me horroriza la vida en la prisión, me siento miserable. Amante de lo bello, estoy enfrentado a la fealdad. Dentro de las paredes de la prisión me siento envilecido y humillado; pero toda la humillación que sufro no es comparable a la que sentiría si estas puertas me fuesen abiertas al precio de mi honor de luchador. El terror de

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este sufrimiento es lo que me da la apariencia de un luchador audaz.

¡Alegrémonos! El tiempo pasa; y no pasa en vano. Hay algo que se agita en el corazón de las masas. ¿Qué es? ¿Es una ansia fecunda por la libertad? No: ellas nunca han sabido lo que es libertad, lo que es sentir sed por ella. Es un sentimiento de inquietud lo que se ha apoderado de ellas. Ellas no saben lo que es, aunque presumen que algo marcha mal. Eso es ya alentador, que al final se sentirán descontentas, porque nada hay tan desanimador como la vista de un esclavo satisfecho. El descontento es fructífero, y veo con júbilo esta fecunda dolencia que infecta hasta la más pacientes y resignadas razas del mundo. ¡Hay esperanza! ¡Alegrémonos!

Me despido con saludos para nuestras buenas compañeras y con un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Junio 2 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

Me ví obligado a detener mi contestación a tu estimada carta del 31 de mayo último, porque tenía algunas cartas que por su naturaleza demandaban respuesta pronta y personal.

Mi viejo amigo Felipe Jáuregui - Consulado de México, Vigo, España -, me escribe otra vez y sobre un tema que no quiero dejar de contestar. Este buen amigo mio, aunque reonoce que el ideal anarquista es grande y puro, no obstante me aconseja no contender por él, sino más bien acomodarme a las circunstancias, llevado por lo tanto, deliberadamente, al capricho de las olas; porque, después de todo lo que se diga, sólo por grados podrá la humanidad llegar a un sistema de intercurso social que esté basado en el amor y la justicia. Esto es, en substancia, lo que dice Jáuregui. Estimo su consejo, pues me lo

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da en un espíritu de amistad, y con el objeto de inducirme a tomar un descanso, descanso que ciertamente mucho necesita mi cuerpo adolorido. Pero, ¿tengo derecho a un descanso? Si detengo mi lucha por el ideal, ¿puede alguno garantizarse un descanso? No; nadie puede aseguràrmelo, pues la fuerza que me obliga a interponer mi cuerpo adolorido entre el amo y el esclavo, no está afuera, sino dentro de mí: es mi conciencia. Si detuviera mis esfuerzos por la libertad y la justicia para que mi cuerpo pudiera disfrutar de las comodidades de que se ha privado voluntariamente, una conciencia ultrajada y encolerizada se levantaría dentro de mí para amargar la mezquina satisfacción que hubiera comprado al precio de mi honor.

Respecto a que la humanidad solamente por grados podría llegar a un sistema de intercurso social basado en el amor y la justicia, no puedo realmente entender la conclusión. No fue por grados como la humanidad pasó de la autocracia a la democracia, y el salto de la anterior a la última implica una revolución mental mucho más profunda que la que es necesaria para capacitar a las masas a que abracen mi ideal. ¿Se ha olvidado que fue el mismo Dios que gobernó por medio del Rey? Sin embargo, sabemos que las masas tomaron en sus manos la institución divina, la destruyeron y trataron de gobernarse a sí mismas para suprimir el privilegio y obtener la libertad, la justicia y el bienestar para todos. La humanidad no pasó de la autocracia a la democracia por grados, sino en el acto; y si no tuvo éxito en su generoso intento para hacer a todos libres y felices, el fracaso no se debió al salto que dió, sino al hecho de que se dejó intacta la fuente de donde provenían el privilegio y la desigualdad; esto es, la propiedad privada. Siempre que se habla del anarquismo, todos se encantan con sus sublimes principios, y muchos, con un profundo suspiro, exclaman: ¡Qué hermoso; pero la humanidad es tan ignorante todavía, que pasará mucho tiempo antes de que se pueda vivir en anarquía! ¡Qué error! El estudio de los pueblos primitivos, los esquimales por ejemplo, y muchos otros entre los cuales no ha hecho su aparición la llamada civilización, demuestra que viven prácticamente en anarquía y, por lo tanto, son libres y felices, no habiendo sido pervertido su sentido de justicia por los móviles mìo y tuyo ¡Lo único que se necesita es ser tan cuerdo como el esquimal!

Recibí uno de los folletos de que me hablaste. Gracias a nuestro querido Owen.

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Con recuerdos a los buenos camaradas y un fuerte abrazo para ti, quedo tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

3 de agosto de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Mi querido Nicolás:

Tu carta del 18 de julio último la recibí.

Me llenan de regocijo los esfuerzos de los compañeros mexicanos. Sin embargo, no puedo abrigar la esperanza de ser puesto en libertad; anteriormente se han hecho esfuerzos para ello, pero sin provecho. Soy considerado peligroso por los que están en el Poder, como puede verse por la carta del señor Daugherty al señor Harry Weinberger. Peligroso para el capitalismo, por supuesto; peligroso para la tiranía, y mientras el capitalismo esté en la silla en los Estados Unidos, seguiré siendo un forzado huésped de sus calabozos. El señor Daugherty, como vocero del gobierno, quiere que demuestre yo arrepentimiento, y en esto el sarcasmo toca los límites de la tragedia. ¿Arrepentimiento? No he explotado el sudor, el dolor, la fatiga, ni el trabajo de otros; no he oprimido ni una sola alma; no tengo de qué arrepentirme. Mi vida ha sido consumida sin haber adquirido riqueza, poder o gloria, cuando pude haber obtenido estas tres cosas muy fácilmente; pero no lo lamento. Riqueza, poder o gloria solamente se conquistan atropellando los derechos de otro. Mi conciencia está tranquila, porque sabe que bajo mi vestidura de convicto late un corazón honrado. Yo pudiera ser puesto en libertad tan sólo con firmar una petición de perdón, arrepintiéndome de lo que he hecho, como sugiere el Ministerio de Justicia que haga. Entonces podría reunirme a mi pobre y abandonada familia; podría atender la decadencia de mi vista, cuya debilidad, que está siempre aumentando, arroja sombras a mi alrededor y amargura en mi corazón; pero pienso que la alegría de estar afuera de este infierno, que parece haberme

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tragado para siempre, sería cruelmente ahogada por la protesta de una indignada conciencia que me gritaría: ¡Vergüenza! ¡Vergüenza! ¡Vergüenza! Porque es mi honor como luchador por la libertad, mi honor como defensor del pobre y del desheredado, vigorizado en treinta años de lucha por la justicia para todos, el que está en peligro. Siendo así, no renunciaré al ideal, venga lo que venga.

Con la esperanza de saber pronto de ti y algo respecto de la impresión de mi último drama, me despido con saludos para todos nuestros buenos camaradas, y un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Septiembre 26 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Estimado Nicolás:

Esta vez es tu grata del once de este mes a la que me refiero. Es una agradable, interesante carta. La actividad del compañero Andrés A. Sánchez y el grupo de campesinos para obtener nuestra libertad, ha llenado mi corazón con gratitud hacia estos sinceros y leales compañeros.

El Comité Ejecutivo de la Unión de Obreros de Artes Gráficas de los Talleres Oficiales, Belisario Dominguez N° 64, México, D.F.; en una comunicación firmada por sus tres secretarios, y fechada el 13 de este mes, envía sus saludos a Librado y a mi con palabras que profundamente me han conmovido, pues son palabras de compañeros, palabras fraternales, palabras amistosas, palabras que mitigan mi alma adolorida y me hacen creer que todavía hay amor sobre la Tierra y que el espíritu de solidaridad eventualmente romperá estas cadenas que el odio, la intolerancia y el fanatismo ataron a mi viejo y fatigado cuerpo con el propósito de ahogar el irreducible fuego rebelde que arde dentro de mi corazón contra la injusticia. Se nos dice en la comunicación que te fueron enviados cien pesos para nosotros, cincuenta

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pesos para cada uno. Este obsequio es debidamente apreciado. Este dinero me honra, y me siento orgulloso de él porque viene directamente de mis hermanos, y fue dado espontáneamente, sin coerción, en un impulso generoso de amor y compañerismo.

Te suplico comuniques mis sentimientos a esta Unión, y digas a todos los compañeros en general que el gobierno mexicano dió instrucciones a su embajador en Washington para procurar la libertad de Librado y mia; pero aunque han transcurrido varios meses desde que las instrucciones fueron dadas, nada efectivo se ha hecho todavía. La acción desarrollada entonces por el gobierno mexicano fue el resultado de la presión ejercida sobre él por el proletariado mexicano. Me parece muy extraño que un gobierno no haga caso a la petición hecha por otro gobierno, y esto me hace sospechar que, o no se ha hecho representación en nuestro favor en Washington, o si la hubo, fue hecha en términos tan débiles que la Casa Blanca no se sintió obligada a complacer a un gobierno amigo. Espero que mis hermanos y compañeros mexicanos investigarán lo que haya en el fondo de estos extraños procedimientos. Además, allí está la carta que escribí al señor Weinberger en los primeros días de mayo último, como una contestación indirecta a a la carta que el Procurador General Daugherty le escribió sobre mi caso; y en esa carta se exponen hechos que bien merecen ser investigados, porque arrojan una formidable sospecha de que ha habido y todavía hay manos que se mueven en la sombra para hacer de mi y mis compañeros las víctimas de un odio implacable, poniendo en actividad la maquinaria oficial para aniquilarme con ellos.

Creo debo terminar esta carta. Ánimo, compañero; ánimo, compañeros; ánimo todo el mundo, que se acerca el día en que el hombre sea dueño de su propio destino y entonces será felíz. Este día no está muy lejos. En todas partes se ha sembrado la semilla, y en todas partes está ya germinando. La cosecha será libertad, pero libertad para todos. Adivino el estremecimiento de la negra, fertil tierra que siente que se infla la semilla a punto de germinación. La tierra está rica. Ha sido fertilizada con las lágrimas y la sangre de nuestros antecesores, ¡ay!, y la nuestra también. Pero alegrémonos con la confianza de que no necesitará la de nuestros hijos.

Con recuerdos de Librado, recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 10 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Querido Nicolás:

Tengo tu querida carta del 28 de septiembre último. Esta carta, como todas las que vienen de ti, es muy interesante y animadora.

He recibido varias cartas de México durante los últimos días. Todas ellas son cartas agradables, escritas por compañeros pertenecientes a sindicatos campesinos y obreros.

Estas cartas me llenan de esperanza, es más, añaden combustible a mi inextinguible entusiasmo por la redención de la raza humana los esfuerzos de los únicos elementos útiles en la sociedad: los trabajadores. Es admirable ver estos hermanos y compañeros agrupándose, cuando antes no sabían que es indispensable para los trabajadores unirse, consolidar sus energías para obtener fuerza. La agrupación de los trabajadores, sin embargo, no es todo; es necesaria la unidad de propósito, de un gran propósito. Deben tener la misma aspiración, y esta aspiración debe ser grande, debe ser redentora. Unirse con el sólo propósito de mejorar las condiciones de trabajo, obtener mejores salarios y menos horas de labor, es bueno porque en ello se encuentra un alivio; pero el alivio es pasajero, porque los amos casi inmediatamente aumentan los precios de los artículos de primera necesidad, las rentas de casas y así sucesivamente, y al término de pocos meses los trabajadores se encuentran en las mismas condiciones que antes. Así pues, la aspiración de los trabajadores organizados debe ser más grande que el mero mejoramiento de condiciones; debe ser una, cuya realización evite que los amos sigan engañando a los trabajadores, y esta aspiración es la abolición de la propiedad privada.

El trabajador no puede ser libre y felíz mientras que la tierra, las fábricas, las casas, los talleres, las minas y los medios de transportación continúen siendo la propiedad privada de unos cuantos, en lugar de la propiedad común de los que realmente

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trabajan. Por consiguiente, la mira debe ser la expropiación de la tierra, las industrias y las casas por los trabajadores, para los trabajadores en común. Para lograr esta grande y sublime aspiración, es necesario que los trabajadores organizados modifiquen sus constituciones sociales, estatutos o reglamentos, haciendo el fin de su agrupación, la expropiación y administración de la tierra y las industrias por ellos mismos. Una vez adoptada esta aspiración - la expropiación - los trabajadores organizados deben dar una nueva forma a su organización de manera de hacerla verdaderamente eficiente para esta gran tarea en perspectiva. En lugar de gremios de oficio, debe ser fomentada una agrupación por industrias. De este modo todos los hombres y todas las mujeres que trabajen en una industria quedaran agrupados, sin importar cuál sea su oficio particular, mientras que, agrupados por gremios de oficio, cada gremio es independiente de otro gremio en la misma industria, y este es un obstáculo para la acción colectiva.

Si tenemos que aprender alguna cosa de la burguesía, es su solidaridad. La burguesía está sólidamente unida y obra como un grupo en la defensa de sus intereses. Los trabajadores deben hacer lo mismo, y el único medio de lograrlo es su agrupación por industrias, en vez de por oficios. Solamente por este medio los trabajadores obtendrán la fuerza necesaria para plantar su bandera victoriosa sobre el capitalismo. Es bueno que los trabajadores procuren por mejorar su condición; pero que no hagan de esto un fin, que tan fácilmente puede ser frustrado por los amos. El fin debe ser la expropiación por ellos, de la tierra y las industrias. Siento mucho que no se me permita escribir más que dos páginas cada vez, pues tengo más que decir sobre este importantísimo asunto.

Habiéndose acabado el espacio que se me asigna, cierro mi carta con fraternales saludos para todos los compañeros y para tí, Nicolás, envío un fuerte y fraternal abrazo.

Ricardo Flores Magón

P. D. Recibí los veinticuatro dólares cincuenta centavos, equivalente de cincuenta pesos, enviados por tu conducto por la Unión de Obreros de Artes Gráficas de los Talleres Oficiales de la ciudad de México.

Penitenciaría de los Estados Unidos.

Page 145: Cartas Desde La Carcel - Magón

Leavenworth, Kansas.

Octubre 24 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Estimado Nicolás:

Esta carta es para acusarte recibo de la tuya del día 18.

He recibido también tres cartas de algunos compañeros. Estas tres cartas son hermosas, espléndidas pruebas de cariño de camaradería y de solidaridad; eso aligera el peso de las cadenas cuando uno recibe palabras de consuelo de sus hermanos.

Acabo de recibir carta del señor Harry Weinberger, fechada el 21 del mes en curso, la cual dice en parte:

Llevé su causa a Washington, ayer, y no están dispuestos a permitir su libertad en los Estados Unidos, e insisten que tendremos que dar fianza por los dos meses. Yo creo que no habría dificultad en obtener la fianza de cinco mil dólares para dar a usted unos cuantos meses de libertad; entretanto yo creo que usted tendrá que escribir a sus amigos para que tengan la fianza lista, pues juzgo que hay una fuerte posibilidad que ellos tomarán actividad en su causa muy pronto, yo lo espero sinceramente. Esto significa que el gobierno me dejará libre a condición de que salga del país; pero no me permiten que permanezca dos o tres meses en los Estados Unidos, a menos que dé cinco mil dólares de fianza. ¿Pudiera la camarada Fritz proporcionar la fianza necesaria? ; y si ella no puede, ¿pudieran los compañeros de la Asociación de la Escuela Moderna encontrar una persona dispuesta a darla? Si pueden, favor de notificarle al señor Harry Weinberger, 32, Unión Square, Nueva York, N. Y., para que pueda arreglar los detalles.

Mi ánimo es bueno, querido Nicolás, aunque mi futuro es incierto; pero tal ha sido siempre así. El timón de mi barco está firmemente apuntando al fin: una humanidad sin amos. ¿Saldré bien? No sé; pero la inseguridad no me acobarda. ¿No ha navegado mi barco durante mi borrascosa vida a través de pesados y traidores mares? Mis pies no saben de caminos floridos; pero saben de espinas, y lo que me espera son espinas,

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espinas, espinas. Sin embargo, tengo fe en una cosa, y esa es que ningún esfuerzo es perdido. Lo que está sembrado ahora, tarde o temprano dará su fruto. Yo no lo cosecharé, pero el mero hecho de sembrar es un placer, el placer que acompaña a toda la creación. Este placer es mi recompensa, y para recibirla estoy dispuesto a dar el precio; no evado los mares, no rehuyo las espinas. Asi es que no me siento desanimado por mi venidero destierro. Cualquier tierra es buena para mi semilla; en verdad, toda la tierra la necesita, pues solamente siendo sembrada, resuelta e intensiva, pueden ser realizados nuestros sueños de una raza humana sabia, justa y libre. No se cómo me recibirán mis hermanos mexicanos; tal vez me vuelvan sus espaldas. Pero, ¿no he dicho que mis pies no saben de caminos floridos? Aun así, sembraré mi semilla, y con esta obra mi alma encontrará el placer necesario.

Da mi cariño a todos nuestros buenos compañeros. Recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Febrero 1 de 1922.

Nicolás T. Bernal.

México, D. F.

Mi querido Nicolás:

Tengo tu carta del 28 del pasado, que encuentro tan interesante como todas las que me escribes. Ya ves que por algo estoy siempre ansioso de recibir cartas tuyas.

Yo, sigo enfermo. Mi única esperanza es el cambio de estación, pues comprendo que el frío me mata. En estos últimos meses he perdido más de veinticinco libras de peso y la reducción de mi pobre carne vieja sigue en proceso.

Recibí la circular que los amables camaradas del Consejo Ejecutivo de la Confederación General de Trabajadores han enviado a las agrupaciones confederadas, recomendando mi dramita Verdugos y víctimas. Esta muestra de solidaridad me

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llena de dulce emoción. Sírvete dar las gracias en mi nombre a dichos hermanos nuestros.

En estos momentos me llega Juventud Mundial, de enero de este año. Esta pequeña revista ha sido bien querida por mi desde que ví un ejemplar que tú me enviaste de Oakland el año pasado. No la había vuelto a ver hasta hoy que me llega este ejemplar marcado con el número 2. Al ver el título, recibí mucho gusto; el mismo placer que se siente al tropezar con un amigo a quien no se ha visto por algún tiempo; pero mi gozo no fue duradero ... pues ocupando la mitad inferior de la primera plana hay un ataque a los anarquistas. El ataque es duro, pues se hace aparecer a los anarquistas como traidores a la causa del proletariado, y yo, como anarquista, me siento honda y cruelmente lastimado. Nada me importaría que me llamasen traidor aquellos que tienen interés en que la esclavitud del proletariado perdure hasta que se extinga la raza humana; pero que sean mis hermanos, los componentes de mi clase humillada y explotada los que lancen tal acusación, es lo que me hace sufrir. Es cierto que el ataque no está lanzado contra mí personalmente; pero está lanzado contra los que creen como yo, y, naturalmente, me considero aludido.

Los anarquistas no podemos ser traidores a la causa del proletariado cuando obramos de acuerdo con nuestras doctrinas de emancipación. ¿No queremos y luchamos y sufrimos por la abolición de la desigualdad social? ¿No queremos justicia para todos, pan para todos, libertad para todos? ¿No hemos sido siempre los primeros en protestar contra la tiranía, y los primeros también en rebelarnos contra la opresión? Que se registre la historia de todos los movimientos de carácter social en el mundo, y se verá que los anarquistas han sido siempre los promotores de esos movimientos iniciados con el noble fin de hacer vales los intereses del proletariado. En Rusia misma, quienes, si no los anarquistas fueron la levadura del formidable fermento revolucionario?

Si los anarquistas fuéramos traidores a la causa del proletariado, no estaríamos en los presidios condenados a morir como bestias feroces en cualquier negro rincón de un calabozo.

No, no hay que ser injustos con los anarquistas, y quisiera yo ver que los estimables jóvenes compañeros de Juventud Mundial modificasen sus tácticas en el sentido de no abrir abismos en el mismo campo proletario por medio de esta clase de ataques a los

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que llevamos en nuestro corazón el ideal sublime de la redención humana por el cual vivimos, por el cual sufrimos y por el cual estamos listos a sacrificarnos.

Sírvete llamar la atención de esos jóvenes compañeros que, gracias a la actuación de los anarquistas, es posible ahora la publicación en México de periódicos obreros como Juventud Mundial. Para que se llegara a obtener esto, fue necesario que los anarquistas prendieran en el corazón del pueblo mexicano el deseo, el ansia de ser libre. Si no hubiera sido por los anarquistas, ¿quién pudiera dudar que Porfirio Díaz o algún sucesor de él se encontrase todavía encaramado sobre los débiles hombros del proletariado mexicano?

Me simpatizan mucho los jóvenes comunistas y por ello deseo ardientemente que cambien de táctica, que procuren la unión del proletariado, y que no siembren la discordia en el campo obrero. Obra de unificación es lo que se necesita. Todos estamos en el mismo campo: en el de los desheredados; y nuestro interés es el mismo: que todos y cada uno de los habitantes del mundo sean dueños de la riqueza social en el mundo entero.

Salúdame a todos los compañeros. Un abrazo para Mijares y todos los que nos manden saludos, así como para los abnegados compañeros que te ayudan en tus labores.

Recibe saludos de Librado y un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Marzo 28 de 1922.

Nicolás T. Bernal.

México, D. F.

Mi querido Nicolás:

Recibí tu grata del 19 de este mes.

Tengo que darte malas noticias respecto de mi caso. Mis amigos residentes en Nueva York hicieron saber al Sr. Lic. Weinberger el

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estado crítico de mi salud, pues que ya no solamente espero quedar ciego dentro de poco tiempo, sino que estoy ya a punto de contraer la terrible tuberculosos. El señor Weinberger fue a Washington y expuso, ante el Departamento de Justicia, la realidad de mi situación. El Departamento de Justicia giró órdenes al médico de esta institución para que rindiera un Informe sobre el estado de mi salud. El Informe fue enviado el 20 de este mes, y en él dice el médico que mi salud es buena; que no tengo ninguna enfermedad; que las condiciones de la prisión son buenas para mí, y que puedo cumplir toda mi condena sin contratiempo alguno ... y esto, cuando en su poder obra el Informe rendido por los peritos del laboratorio de Topeks, Kansas, al cual él mismo envió mi esputo para ser analizado, y en el cual se dice terminantemente que padezco de una enferemdad en estado muy avanzado de los órganos respiratorios, y que tendrá como resultado el desarrollo de la tuberculosis si no se me atiende debidamente y no cambio de clima. Esto, querido Nicolás, te dará una idea del odio que pesa sobre mí, únicamente porque no rindo mis ideales de justicia, de amor y de verdad, ni pongo a los pies de los poderosos mi orgullo y mi honor proletarios. Ellos, mis verdugos, saben bien cuán grande es mi angustia al verme amenazado por tan crueles calamidades, como son la ceguera y la tuberculosis, y esperan que esta angustia, este atroz sufrimiento moral, mil veces más horrendo que mis sufrimientos físicos, acaben por debilitar la energía que ellos odian en mi, acaben por quebrantar esta voluntad férrea, que me ha acompañado durante mi larga vida de rebelde, y que, arrepentido y sumiso, acabe por renunciar a los ensueños de humana fraternidad que todavía viven, lozanos y bellos, en mi atormentado cerebro. Ellos saben bien que estoy enfermo, pero lo niegan; ellos saben bien que mi doctrina, la doctrina anarquista, es humana, es buena, es noble, es generosa; pero al mmismo tiempo saben que las pobres masas de este país se estremecen de horror con sólo oir la palabra anarquista, pues la prensa norteamericana, cuya prostitución no tiene paralelo en el mundo ha sabido infiltrar mañosamente un miedo cerval a todo lo que con el anarquismo se refiera, y por lo mismo cada vez que personas interesadas en verme libre se acercan al Departamento de Justicia, lo primero que oyen como respuesta a sus demandas de libertad, es la acusación que se me lanza de ser anarquista. Esto se hace calculadamente para desanimar a las personas que se interesan por mí. Agregándose, además, que mi salud es excelente. Una señorita aristócrata de Boston, Mass., Alice Stowe Blackwell, que no es una anarquista, pero que sabe que el ideal anarquista es la concepción más sublime que el cerebro humano

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ha podido producir, se interesa por mi libertad, y, por conducto del abogado G. E. Rower, la solicitó del Departamento de Justicia. la petición fue negada, entre otras razones por la siguiente que traduzco:

Él, (Magón) es considerado como un anarquista peligroso, cuya vida ha sido una lucha continua contra la ley, el orden y el gobierno, y no ha mostrado la menor intención de respetar las leyes de su pais (México) si fuese puesto en libertad. Estoy enfermo, y, naturalmente, en un estado de ánimo melancólico, pero estas palabras me hacen reir. Ellos, los financieros de este pais que son el gobierno, están temerosos de que no obedezca yo las leyes mexicanas en caso de ser libertado ... Ellos, los violadores de Nicaragua, los estupradores de Haití, los vándalos desmembradores de Colombia, los verdugos de Puerto Rico, los acuchilladores de España, los zares de Filipinas y de Cuba, los estranguladores de los derechos de los pueblos débiles, se muestran hoy celosos del respeto que se debe a las leyes de México ... cuando han removido mar y tierra por demoler la Constitución queretana. Si ellos respetasen las leyes de México, ya habrían reconocido al gobierno del General Obregón. Su renuencia a reconocerle no es otra cosa que una rebeldía contra las leyes mexicanas, que prohiben la propiedad particular del subsuelo. Y esos piratas son los que se muestran temerosos de que yo no respete las leyes mexicanas ... Ellos, los que asesinaron a nuestros hermanos en Veracruz y empujaron sus mercenarios hasta el corazón de Chihuahua, violando todas las leyes y todos los derechos.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 26 de 1922.

Nicolás T. Bernal.

México D.F.

Mi querido Nicolás:

Recibí tu grata carta del 18 de este mes. Los folletos no me han sido entregados.

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Mis males no ceden y cada vez me siento más debilitado, corporalmente, por supuesto; pues por lo que respecta a mi voluntad, es la misma de siempre. Yo me doy ánimo, para ver si mi pobre carne reacciona y puede resistir victoriosamente la terrible tuberculosis que está amenazándome, y detener por algún tiempo la pérdida total de mi vista. Mi única esperanza de poder recobrar mi salud es la libertad, el cambio de clima y régimen de vida; pero esta esperanza es tan débil ... No hay el menor indicio de una pronta liberación. Sin embargo no me quejo, pues yo soy el único responsable de la míserable condición en que me encuentro. El esclavo no tiene la culpa de encontrarme cargado de cadenas, pues nunca me encomendó la tarea de libertarlo de su yugo. Yo mismo me impuse esa tarea; yo mismo me elegí su defensor. La culpa es mía, no de él. Pero no me arrepiento de mi pecado, porque mi conciencia me dice que hice bien, que cumplí con mi deber de hombre, y la voz de mi conciencia me satisface, su sanción me conforta. Si mi presencia aquí se debiera al hecho de haber pretendido subir sobre los hombros del débil ... pero no, lo que en realidad intenté fue subir al débil sobre mis espaldas para hacerle ver lo que él no alcanza a columbrar: la belleza de una nueva vida para la raza humana, basada en la justicia y el amor. Mi intención fue generosa, pero mis espaldas flacas, y caí ... y caí entre las risotadas y las salivas de los fuertes, ¡ay! y de los débiles también. Pero no me arrepiento de haber obrado como obre; no lamento la pérdida de las riquezas y del poder con que se me ha tentado en mi borrascosa existencia; lo único que deploro es no haber tenido más sólidos hombros para haber llevado al débil hacia esa Tierra Prometida que los ojos de mi mente ven y en la que no hay fuertes ni débiles, sino hermanos y amigos. Esta es mi aflicción; pero confío en que hombros más robustos que los míos llevarán a cabo la generosa empresa. después de todo, ya estoy viejo, y casi ciego, y es sangre nueva la que necesita el ideal. Mi vida es ya sólo una vela mezquina próxima a extinguirse, cuando soles son los que se necesitan para alumbrar el camino que conduce a la felicidad humana. Después de todo, este es el sitio que me corresponde: la penumbra de mi calabozo, esta antesala de las eternas tinieblas que aguardan impacientes mi llegada. Un gran consuelo tengo, y es que la Tierra Prometida está ya a muy corta distancia de los pueblos, y si hubiera unión, y si hubiera concordia entre los que sufren, se arribaría a ella en un abrir y cerrar de ojos. ¿Por qué no llevar a cabo esta unión? ¿Por qué no procurar la concordia entre los esclavos? ¿No es el ideal del que sufre dar fin a sus tormentos? Y si este es el ideal común, ¿por qué dividirse en capillas? ¿por qué ese mostrar de puños

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coléricos, cuando el interés común aconseja el darse las manos? Esta riña entre hermanos me entristece porque ella retarda esta marcha dolorosa de la especie humana hacia la felicidad.

Aquí corto mi carta, porque el espacio se me está acabando. Escríbeme pronto y mucho, mucho, pues tengo hambre de saber qué hacen mis hermanos de cadenas. Librado lee las cartas que me escribes y te saluda cariñosamente. Da mis saludos fraternales a todos los buenos camaradas con quienes estés en contacto, y recibe un fuerte abrazo de tu hermano, que te desea buena salud.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 31 de 1922.

Nicolás T. Bernal.

México D. F.

Mi querido Nicolás:

Sólo unas cuantas líneas te escribiré esta vez, querido hermano, porque me siento muy malo. Un constante dolor de cabeza me ha atormentado durante todo este mes.

Recibí tu carta del 21 de este mes que hoy termina, y hace unos cuantos minutos que me entregaron el retrato de nuestro Práxedis. Gracias, gracias.

Ya te escribiré una carta relativa a nuestro Práxedis. Lo haré con mucho gusto, pues él fue uno de mis más amados compañeros. Hoy no lo hago por estar tan malo.

Recibí carta de mi inolvidable hermana Modesta Abascal. Desgraciadamente no me es dado contestarles directamente por ser limitado a tres por semana el número de cartas que se me permite escribir. Sírvete saludármelos fraternalmente. La dirección de Modesta es: 3a de Mesones, 62, altos 30, México, D. F. Cuánto gusto me dió saber de ella, pues Modesta desempeñó un papel importantísimo durante la penosa, larga y difícil preparación del movimiento que derribó a Porfirio Díaz. ¡Ojalá

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que alguna vez esté yo libre para escribir la obra de esta admirable y querida compañera, para que los jóvenes vean cómo sí hay ambiciones que en las tormentas populares sólo buscan su provecho personal, hay también luchadores modestísimos que con todo desinterés luchan por una causa!

Y aquí cierro esta carta, porque me está apretando el dolor de cabeza. Saluda a todos los compañeros. Recibí los periódicos obreros que me enviaste. Recibe un fuerte abrazo de Librado y otro de mi parte.

Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Septiembre 10 de 1922.

Nicolás T. Bernal.

México, D. F.

Mi querido Nicolás:

Tu grata del pasado agosto me trajo valiosa información de lo que ocurre fuera de estas paredes dentro de las cuales vegeto.

Los últimos folletos llegaron. No me mandes de los primeros; pero sí te ruego que me envíes de los que tienes en preparación.

Mucho me ha dado en qué pensar la proposición que el compañero De la Rosa me hace de simular arrepentimiento con la mira de obtener mi libertad. La cuestión parece ser sencillísima, y sin embargo, cuán dificil es. Si no amase yo mi ideal de amor y libertad, no tendría yo el menor inconveniente en declarar mi arrepentimiento por haber osado interponerme entre el fuerte y el débil. Mi arrepentimiento, aunque fuera simulado, significaría que es una virtud el aprovecharse de la ignorancia y de la miseria para explotar y oprimir al ser humano. Que los trabajadores no muevan un dedo para forzar mi liberación, eso no me faculta para firmar mi arrepentimiento. Si los trabajadores no mueven un dedo en mi favor, esto sólo significa que no merezco su ayuda; pero prefiero que me den la espalda por mi insignificancia y mi inutilidad, a que me escupan el rostro como un cobarde y traidor a sus intereses, lo que tendrían el derecho de hacer si por

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escapar de una muerte cierta dentro de mi calabozo mis labios se manchasen con estas palabras: ¡Me arrepiento! Me arrepiento de haber socavado el trono de Porfirio Díaz; me arrepiento de haber dado la mano a los esclavos de Valle Nacional y Quintana Roo; me arrepiento de haber tratado de romper las cadenas que atormentan a los peones de las haciendas; me arrepiento de haber dicho al trabajador de la mina y de la fábrica, del muelle y del taller, del ferrocarril y del barco: únete y serás fuerte; me arrepiento de haber hecho entrever al humilde una vida más racional, más justa y más sana para el cuerpo y para la mente; me arrepiento de haber aconsejado la rebeldía contra el despotismo y la explotación. Agradezco al querido compañero De la Rosa su deseo de verme libre; pero no puedo aceptar su sugestión. La indiferencia con que los trabajadores ven mis sufrimientos no me autoriza a envilecerme. Ellos tienen en su poder la llave que puede abrir estas puertas, y si no la usan, es porque no me consideran digno de tanto sacrificio de su parte. Ellos tienen el derecho de dejarme en las garras de sus enemigos; pero eso no me da a mí el derecho de enlodar mis ideales, que no otra cosa sería balbucir mi arrepentimiento, cuando mi corazón y mi conciencia me gritan que he obrado bien; que he cumplido con mi deber como miembro de la familia humana

Querido Nicolás: con la proximidad del invierno, mis males comienzan a recrudecerse. Cambio de clima y de régimen de vida es lo que me convendría; pero estas buenas cosas tienen un precio que yo no puedo pagar: la desvergüenza. De ello soy un indigente, y es la única moneda que pudiera salvarme. Sin embargo, estoy contento con mi miseria, porque ella me evita el hacer traición a mis ideales, que es lo único que tengo, que es lo que me da fuerza y ánimo: mis queridos ideales que un día no lejano reinarán sobre la Tierra. Yo no gozaré de su triunfo; pero considero como un gran don el sentirlos en mi mente, y mi corazón se llena de satisfacción al ver que el esclavo los acoge con cariño y los hace su bandera. Esta actividad del esclavo es garantía de triunfo, y mi conturbado espíritu se regocija con la visión de un porvenir en que no habrá un sólo hombre que diga: Tengo hambre, en que haya quien diga: No sé leer, en que en la Tierra no se oiga más el chirrido de cadenas y cerrojos.

Te ruego que me saludes cordialmente a los buenos compañeros, y tú recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

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Carta Póstuma de Ricardo Flores Magón

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Noviembre 19 de 1922.

Nicolás T. Bernal.

Mi querido Nicolás:

Acabo de recibir tu querida carta del 12 de este mes. Tu carta es interesantísima; y como hacía tanto tiempo que me tenías sin noticias, la leí con avidez. la actitud fraternal de los obreros de Yucatán y Veracruz, mostrada el 8 de este mes en nuestro favor, me ha conmovido hondamente. ¡Cuánto lamento estar tan lejos de ellos que no puedo estrecharlos en mis brazos! pero mí corazón está con estos bravos hermanos míos; mi viejo corazón ha palpitado para ellos, palpita para ellos y palpitará para ellos y para todos los oprimidos del mundo mientras que haya alguien que ose llevarse a la boca un pan que no haya amasado con su propio sudor. Si en los últimos días de julio, cuando la prensa habló del boycot, me sentí avergonzado por no poder informar sobre su realización a los numerosos compañeros y agrupaciones que me felicitaban por lo que ellos creían ser un hecho, hoy me siento orgulloso de tener hermanos como los bravos proletarios de Veracruz y Yucatán, y así lo hago constar a todos aquellos que me felicitan por su viril actitud. Si además de estas demostraciones de solidaridad se declarase el boycot, nuestra salida sería segura.

Por tu carta veo que la C. de S. FF. CC., la C. G. de T., Sindicatos y Uniones independientes de la C. R. O. M., Grupos Culturales y editores, miembros del partido y de la juventud comunista, y demás, se están interesando por nuestro caso.

Esto me llena de regocijo, no sólo porque de su acción conjunta depende nuestra libertad, sino por algo más grande, como lo es el acercamiento de hermanos hasta hoy distanciados por diferencias que debieran ser olvidadas. Si mis sufrimientos y mis cadenas llegan a efectuar este acercamiento de las organizaciones proletarias, este abrazo de hermanos que, a pesar de tener el mismo interés como productores de la riqueza social, han vivido mostrándose los dientes, yo bendigo mis sufrimientos,

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yo amo estas cadenas que han tenido el privilegio de lograr que manos honradas, que hasta aquí sólo habían sabido crisparse en puños amenazadores, se estrechen al fin, pues este gesto de amistad, este acto de camaradería, acerca ese día de justicia, de paz y de amor con que sueña el esclavo, y por el que en vano ha suspirado el oprimido a través de la historia, porque no es con suspiros como se le acerca, sino con solidaridad. Esa es la fuerza, ese es el sésamo que dará acceso al trabajador a la libertad y a la dignificación social a que tiene derecho.

El compañero Albino Polendo - Zaragoza, 108, Saltillo, Coahuila, - me escribió una hermosa carta. Bien me acuerdo de este querido compañero. Él fue de los que empuñaron el rifle en los movimientos revolucionarios que prepararon el terreno para el gran sacudimiento de 1910, movimientos que, parece, han sido ya olvidados; pero que sin los cuales el de 1910 hubiera sido imposible. me refiero a aquellos movimientos insurreccionales de 1906 y 1908, llevado a cabo por miembros del Partido Liberal Mexicano, de acuerdo con la Junta Organizadora residente en St. Louis, Missouri. ¿Quién se acuerda ya de las jornadas de Jiménez y Acayucan, Las Vacas y Valladolid, Viesca y Palomas? Y sin embargo, para el pensador y el estudioso estos gestos revolucionarios conservan toda su frescura porque ellos son como los primeros pestañeos de un gigante que despierta. 1910 no es más que la consecuencia de 1906 y 1908. A Polendo le toca el honor de haber sido uno de los despertadores del gigante y por eso lo quiero. Por tu conducto le envío un fuerte abrazo.

El compañero Luis G. Salas, Mr. Eloy Coleman, R. núm. 4, Thornton, Tex., me envió $2.50 en una amable carta. El querido compañero desea que le conteste yo personalmente, y como no me es posible hacerlo, te ruego le des las gracias por mí y que le reiteres cuán limitado es el número de cartas que se me permiten escribir, esto es, tres por semana.

Te ruego que no mandes certificados los libros. No se te olvide esto, querido hermano. Sírvete saludar a los numerosos compañeros que me envían, por tu medio, sus fraternales recuerdos. Es un gran alivio para el entristecido corazón saber que más allá de estas horribles paredes, a cuya sola vista todo lo que hay de humano en uno se siente ofendido, hay hombres y hay mujeres que sienten con el cautivo, que con él piensan y como él sueñan en un porvenir en que las instituciones económicas, políticas, jurídicas y sociales que hoy aplastan al hombre porque necesitan para su existencia el apoyo del soldado

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y del polizonte, del juez y del carcelero, hayan cedido el puesto a instituciones más humanas sin más ley que estas simples palabras que son, a la vez, gobierno para pensar y guía para obrar: Haz a otro lo que quieres que se haga a tí mismo.

Con un fuerte abrazo se despide por esta vez tu hermano.

Ricardo Flores Magón

P. D. Los libros no han llegado todavía.

La siguiente carta, sin fecha ni dirección, fue publicada en un folleto que salió en los Estados Unidos con motivo del asesinato de Ricardo Flores Magón la noche del 20 al 21 de noviembre de 1922.

Tu entusiasmo con respecto a la posible libertad de los prisioneros políticos es conmovedor ... Es tan puro, y el modo como lo expresas tan sincero y vivido, que es, con un sentimiento extraño, semejante al remordimiento, y tengo que confesarte que no veo ninguna indicación en cuanto a la probabilidad de una pronta libertad para nosotros. Odio calmar los entusiasmos, detesto matar las esperanzas, ¡las esperanzas!, el único alimento que los infortunados somos capaces de dar a nuestros corazones, pero al mismo tiempo yo no puedo simular esperanzas y entusiasmos que no puedo sentir. Una vez abrigué algunas esperanzas de una amnistía general para los prisioneros políticos; pero los hechos han venido a demostrar que no habrá ninguna. La contestación dada por el Presidente Hárding al comité que lo vió el 13 de este mes es muy clara: El gobierno no estudiará ninguna acción en apoyo de los ofensores políticos hasta que se cimente la paz, dijo Hárding, y pasaran muchos años antes que la humanidad pueda tener paz. Así es que no tengo ningunas esperanzas de una pronta libertad, pero tengo esperanza, fuertes esperanzas, robustas esperanzas del triunfo final de la justicia, y ésta sólo se podrá conseguir por medio del dolor. Un hombre no puede entender que hay desgraciados sobre la Tierra sino hasta que él mismo viene a ser uno de ellos, y el número de desgraciados aumenta constantemente en todo el mundo, y el desgraciado piensa ... ¡Tal es el poder del dolor! El dolor engendra la acción, y si hay muchos que lo sufren, nace la acción colectiva.

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La hora del despertamiento universal ha sonado, y aquellos que durante el insomnio soñaron ser libres, están realizando ahora la vergüenza de su condición. Hay esperanza en esta realización.

Ricardo Flores Magón

Oficina del Procurador General.

Wáshington, D.C.

Abril 18 de 1921.

Sr. Harry Weinberger.

32 Union Square, Nueva York, N. Y.

Querido señor:

En contestación a su carta de abril 15 de 1921, en la que se refiere nuevamente al caso de Ricardo Flores Magón, tengo que hacer constar que la información del Ministerio (de Justicia) es que la condición física de Magón es de tal naturaleza, que actualmente permite tan ser bien atendida en la penitenciaría como fuera de ella. No veo, por lo mismo, que haya en su condición física algo que justifique por ahora su libertad.

Tomo nota de la aseveración de Ud. acerca de que no hay tipo más idealista en América que Magón, y que su carácter está hermosamente ilustrado por su carta escrita a la señora Winnie E. Branstetter, de cuya carta me incluye usted copia. Según mi modo de pensar, esa carta a la señora Brastetter indica más bien que él considera su prosecución por parte del gobierno como una persecución, haciéndole ésto aparecer como un mártir. De ninguna manera da él señales de arrepentimiento, sino que, por el contrario, más bien se enorgullece de su desprecio a la ley.

Los informes que tengo son que el delito por el cual Magón está ahora cumpliendo sentencia, no es el único que él ha cometido. Fue anteriormente encontrado culpable ante el Juez de Distrito de los Estados Unidos, del Distrito sur de California, en Los Ángeles, de conspirar para contratar y retener personas en los Estados Unidos, para que prestasen servicio de soldado en país extranjero, y que fue sentenciado a sufrir un año y once meses de prisión en la penitenciaría federal de la isla de McNeil, cuya sentencia cumplió, expirando la misma en enero 19 de 1914.

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Con respecto al delito por el cual está ahora preso, todas las recomendaciones hechas acerca de él son adversas, como ya lo he indicado a usted en carta anterior. Él es considerado como un hombre peligroso a causa de sus doctrinas sediciosas y revolucionarias, las cuales sostiene y practica, y por su determinación de no obedecer las leyes de este país.

Por consiguiente, mi opinión es que hasta que él muestre un espíritu diferente al expresado en su carta a la señora Branstetter, debe, al menos, estar preso hasta que cumpla el tiempo requerido para obtener su libertad preparatoria, que no será sino hasta el 15 de agosto de 1925.

Respetuosamente.

Firmado, H. M. Daugherty ( Procurador General ).

Nueva York, N. Y.

Abril 26 de 1921.

Honorable Harry M. Daugherty.

Unites States Attorney General.

Washington, D. C.

Muy señor mio:

En contestación a la carta de usted del 19 de abril, referente al asunto Ricardo Flores Magón, me permito llamar nuevamente la atención de usted sobre el hecho de que cuando el señor Magón, de 47 años de edad, quede completamente ciego, no hay una garantía absoluta de que la operación, ya se lleve a cabo dentro de la prisión o fuera de ella, tenga un buen éxito y su vista quede restablecida, y mi solicitud, basada en su condición física y dada la posibilidad de que Magón quede y permanezca totalmente ciego, se limita a que el Departamento de Justicia debe ponerlo en libertad, ya que ha sido confinado a prisión desde el 15 de agosto de 1918, por meras palabras impresas. Usted sostiene que sus palabras fueron sediciosas y revolucionarias; pero no se ha hecho imputación alguna de progermanismo en este caso.

Usted me cita un antiguo delito de Magón, por su conspiración para asoldar y contratar personas en los Estados Unidos para alistarlas como soldados al servicio de un pueblo extranjero, lo

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que se efectuó para ayudar a sus compatriotas en México, y por lo cuál pago su sentencia completa. En los primeros tiempos históricos de nuestro pais, después de 1776, obtuvimos la ayuda de soldados extranjeros como Lafayette, Pulasky y otros, lo que probablemente constituye también una violación a las leyes de neutralidad de sus paises en aquella época, y a pesar de ello, ahora hemos levantado estatuas a su memoria, siendo esto uno de los lazos de amistad entre nuestro pais y los suyos. Magón, un mexicano, trató de ayudar a México, y habiendo cumplido todo el término de su prisión por la violación de nuestras leyes de neutralidad, lo cual no debía imputársele ahora, o no somos nosotros fieles a la historia de nuestra patria. De no poderse hacer otra cosa, Magón debía de ser puesto en libertad, permitírsele arreglar sus asuntos, obtener atención médica y abandonar el país.

Si la amnistía para los prisioneros políticos debe concederse por la actual administración tan sólo a base de arrepentimiento, me temo entonces que la mayor parte de los prisioneros permanecerán en la cárcel, porque recta o equivocadamente, la mayor parte de ellos, encarcelados por la expresión de sus opiniones honradas, todavía conservan esas opiniones. Hay algunos casos, por supuesto, en que no hay ni el menor asomo de prueba sobre la cual se haya basado la convicción, y entonces el arrepentimiento sería innecesario de parte de los individuos encarcelados. Cuando, como quiera que sea, los hombres han expresado opiniones que han sido consideradas como una violación de la Ley de Espionaje y lo han expresado públicamente y han ido a la cárcel antes que modificar sus creencias, conscientemente honradas, la mayor parte de ellos, después de cumplir una parte de su condena, no ocurrirá al acto infantil del arrepentimiento.

Nos enorgullecemos de que nuestra historia catalogue hombres que expresaron opiniones impopulares en épocas impopulares también, y los americanos habíamos estado siempre en la creencia de que la primera reforma de la Constitución garantiza la libertad de palabra y la libertad de prensa, y fue una protección contra cualquiera ley de sedición o espionaje, especialmente después de que las primitivas leyes sobre extranjeros y sedición fueron completamente derrotadas por la elección a la presidencia de Tomás Jefferson. Muchas personas sostienen aún la opinión de que la Ley de Espionaje, en vista de su primera reforma, fue y es anticonstitucional, y para la derrota del Partido Demócrata en

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la elección última ayudo muchísimo el haber puesto en vigor ese Partido la Ley de Espías, que no atrapó a ningún espía.

Después de dos años de concluída la guerra, cualquiera justificación que se busque para negar la libertad de palabra y la libertad de prensa, o para que continúen encarcelados los que fueron convictos conforme a la Ley de Espionaje por la expresión de sus opiniones honradas durante esa guerra, constituye un error y una confesión de debilidad inusitada para la historia de América. Todos los otros países del mundo han concedido amnistía general. ¿Desde cuándo América queda rezagada en materia de libertad e independencia?

Harry Weinberger

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth. Kansas.

Marzo 24 de 1921.

Mrs. Winnie E. Branstetter.

Chicago, Illinois.

Mi querida camarada:

Aunque tarde, esta es para corresponder tus saludos querida camarada. ¿Cuánto tiempo hace que te ví la última vez? Fue el último diciembre; sin embargo, parece que hace mucho tiempo que tu delicada y encantadora personalidad pasó ante mí como un rayo de luz. Has estado enferma ... ¡Qué malo es esto! Malo para tí y tus seres queridos, y malo para mí y los oprimidos en general.¿Te sientes mejor ahora, querida camarada? Espero que así sea; deseo que así sea.

Enferma como has estado, no nos has olvidado, diligente camarada. Tuve oportunidad de ver un artículo escrito por ti y publicado en el Labor Advocate. Estoy muy agradecido de ti, querida camarada, por tu generosidad. La luz que vertiste sobre mi caso, ayuda a uno. Muy pocas personas saben que yo existo, y todavía menos están informadas que me encuentro aquí, y por qué.

Tal vez estás en comunicación con el Sr. Harry Weinberger. Si es así, a esta fecha deberás estar enterada que el nuevo Procurador

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General decidió contra mi caso hace como dos semanas, basándose en que el juez y el fiscal de mi juicio se oponen a mi libertad. El Sr. Weinberger replicó llamando la atención del Procurador General sobre mi condición física, a lo que el último contestó en muchas palabras que en substancia es ésto: que no estoy todavía ciego, ni en una condición agonizante. ¿Qué te parece esto, mi querida amiga?

Así es que mi suerte ha sido confirmada. Tengo que morir dentro de las paredes de la prisión, pues no tengo cuarenta y dos años de edad, sino cuarenta y siete, mi buena camarada, y una sentencia de veintiún años de prisión es una sentencia de vida para mí. A pesar de todo, no me quejo de mi suerte; estoy recibiendo lo que siempre he obtenido en mis treinta años de lucha por la justicia: persecución. Sabía desde un principio que mis apelaciones a la confraternidad, al amor y a la paz serían contestadas con golpes por los interesados en la preservación de las condiciones favorables a la esclavitud del hombre por el hombre. Nunca espere salir bien en mi intento; pero sentí ser de mi deber persistir, consciente de que tarde o temprano la humanidad adoptará un camino de comunicación social con amor, como fundamento. Ahora tengo que morir prisionero, y bajo el bamboleo de mi enfermedad creciente. Antes de morir, la obscuridad me habrá envuelto en una noche sin lunas ni estrellas; pero no lo lamento; es mi contribución a la gran empresa de precipitar el advenimiento de la justicia, mi ofrenda a la diosa desconocida. Mi presente y mi futuro son obscuros; pero estoy seguro del brillante porvenir que se abre a la raza humana, y esto me consuela, esta seguridad me conforta. Entonces no habrá niños que lloren por leche, no habrá ahí mujeres que vendan sus encantos por un mendrugo de pan; la oposición y la enemistad cederán el camino a la cooperación y al amor entre los seres humanos. ¿No será esto sublime? Como un amante de lo bello, me regocijo ante esta expectativa. Hasta ahora el hombre ha ofendido la belleza. Siendo el animal más inteligente, el más favorecido por la naturaleza, el hombre ha vivido en la inmundicia moral y material. El engaño y la perfidia han sido la llave del éxito, y la perfidia y el engaño se practican por los que están en la cima del edificio social, ¡ay! y también por los que están abajo, haciendo así de la vida social un infierno en que la astucia y el artificio triunfan sobre la honradez y la decencia. ¿Quién es aquel que sintiéndose un ser humano no siente su dignidad ultrajada a la vista de una regresión semejante a la ferocidad y astucia animal? ¿No son sus hermanos los que se revuelcan en el pantano? ¿No es la degradación de ellos también su propia

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degradación? Entre los esplendores de la naturaleza, el hombre se destaca como una figura afligida. El hombre es una deshonra de su hermosura. Cuando todas las cosas y los seres sobre la Tierra honran al sol desplegando su hermosura enfrente de su luz, el hombre nada tiene que exhibir sino sus andrajos y su roña. Y me siento avergonzado de esto. Como amante de lo bello, me ofende esta disensión del hombre en la armonía de la creación.

Esta carta es ya demasiado larga, y siento quitarte tu valioso tiempo, mi querida camarada; pero tengo algo más que decir. Por una carta que un compañero escribió a Rivera, estoy informado que sabes de una pensión que la Cámara de Diputados de la ciudad de México votó en mi favor. Es verdad, mi querida camarada; pero no acepto la pensión. ¡Oh, por supuesto que acepto los motivos generosos que impulsaron a los diputados a decretarla! Estoy muy agradecido; pero no puedo aceptar un dinero que no ha sido dado voluntariamente por el pueblo. Este dinero fue arrebatado de las masas por medio de las contribuciones. Si el pueblo lo hubiera enviado directamente, con orgullo lo recibiría.

Ahora, debo terminar. Dispensa lo largo de esta carta. La próxima vez te escribiré menos. Da mis saludos fraternales a los buenos camaradas, y tú acepta mi cariño de camarada.

Ricardo Flores Magón

P. O. Box 7.

Mayo 9 de 1921.

Señor Licenciado Harry Weinberger.

Nueva York, N. Y.

Mi querido señor Weinberger:

Su carta del 25 del pasado abril, y una copia de la que el señor Daugherty escribió a usted, fueron recibidas.

Desea usted que le suministre los datos relativos a mi sentencia que terminó en enero 19 de 1914; pero para que usted pueda juzgar si he sido, o no, víctima de una conspiración encaminada a retener en la esclavitud al pueblo mexicano, voy a dar a usted un extracto de la persecución que he sufrido desde que me refugié en este país. Más, antes de seguir adelante, debo rogarle que me

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perdone al substraer su atención de otros negocios que, indidablemente, serán de mayor importancia que el mío.

Después de pasar años, muchos años, en una lucha desigual por medio de la prensa y los clubs políticos en la ciudad de México, en contra del cruel despotismo de Porfirio Díaz; después de haber sufrido repetidos encarcelamientos por mis creencias políticas, desde que tenía yo diecisiete años de edad, y de que en varias ocasiones hube escapado casi milagrosamente de la muerte a manos de asesinos alquilados, en aquel negro periodo de la historia mexicana, cuando la costumbre del gobierno era la de asilenciar la voz de la verdad con el fusilamiento, el puñal o el veneno; después de que el Poder Judicial, por decreto de 30 de julio de 1903, me prohibió no solamente escribir para mis propios periódicos, sino aún colaborar en otros; habiendo sido mis plantas de imprenta secuestradas sucesivamente por el gobierno y estando mi vida en peligro, decidí venir a este país, que yo sabía era la tierra de los libres y la patria de los bravos, para continuar mi trabajo de educar a las masas mexicanas.

El 4 de enero de 1904 me vió poner pie en esta tierra, casi sin dinero, pues todo lo que llegué a poseer había sido secuestrado por el gobierno mexicano; pero rico de ilusiones y esperanzas de justicia social y política.

Regeneración hizo su reaparición en suelo norteamericano en noviembre de 1904. Al siguiente diciembre, un asesino enviado por Díaz entró a mi domicilio, y me hubiese apuñalado por la espalda a no ser por la pronta intervención de mi hermano Enrique, que casualmente estaba cerca. Enrique arrojó fuera al rufián. Las circunstancias que mediaron en este asalto brutal prueban que fue preparado por ciertas autoridades y que hasta fue previsto un posible fracaso en la empresa del rufián, porque cuando éste cayó en la banqueta, una nube de agentes del orden público invadió la casa. Enrique fue arrestado, encarcelado y finalmente multado por perturbar el orden público ... Envalentonado por la protección que gozaba, el rufián forzó nuevamente la entrada a mi casa. En esta ocasión telefonee a la policía; el hombre fue arrestado y yo fuí instruído para aparecer ante el juez al dia siguiente temprano. Cuando llegué al juzgado de policía, el hombre había sido ya puesto en libertad.

Viendo que mi vida era considerada con tal ligereza por aquellos que claman estar investidos de autoridad para velar por los intereses y vidas humanas, decidí peregrinar al norte; y en

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febrero de 1905, Regeneración reanudó su publicación en Saint Louis, Missouri.

En octubre de ese mismo año, nuevas calamidades cayeron sobre mí. Un funcionario del gobierno mexicano llamado Manuel Esperón y de la Flor - quien sostenía la peor clase de esclavitud en el distrito de su domicilio, a causa de que él mataba a los hombres, mujeres y niños, al igual que acostumbraban hacerlo los señores feudales -, fue escogido por Díaz para venir a presentar demanda por lo que él consideraba ser un artículo difamatorio, que fue impreso en Regeneración y que trataba sobre el despotismo por él desplegado entre los infortunados habitantes del distrito por él controlado. Se presentó acusación de libelo, y junto con mi hermano Enrique y Juan Sarabia fuí arrojado a la cárcel. Todo fue secuestrado en la oficina del periódico: imprenta, máquinas de escribir, libros, muebles. etc., y vendido, aun antes de se nos hiciera jurado.

Un detalle que ilustra la connivencia habida entre las autoridades mexicanas y norteamericanas para perseguirme puede ser visto en el hecho de que el Administrador de Correos de Saint Louis me llamó a sus oficinas con el ae propósito de obtener de mí algunos informes acerca de las cuentas administrativas del periódico; pero en realidad para dar oportunidad a un espía de la Agencia Pinkerton a que me viese para que, más tarde, pudiera identificarme. El espía estaba ya en la oficina del Administrador de Correos cuando llegué atendiendo a la cita. Este mismo espía dirigía a la policía que nos arrestó.

Después de varios meses de languidecer en una celda fuimos puestos en libertad bajo fianza, hallando, al salir, que el privilegio de la Segunda Clase para Regeneración había sido cancelado por el Administrador General de Correos, basándose en el deleznable pretexto de que más de la mitad de los ejemplares de cada tiraje del periódico circulaban en México y de que en México se estaba tramitando nuestra extración, para pedir que fuésemos entragados a las autoridades mexicanas. Pagamos a nuestros fiadores el monto de la fianza, y en marzo de 1905 tomamos refugio en Canadá por estar seguros de que la muerte nos esperaba en México. En aquella época bastaba con que Díaz pidiese que se le mandase cualquier persona para que ésta fuese conducida secretamente a través de la frontera y fusilarla.

Estando en Toronto, Ontario, Regeneración se publicaba en Saint Louis. Pero los agentes de Díaz encontraron al fin dónde

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estábamos, e informados de sus intenciones evadimos ser arrestados marchando a Montreal, Québec. Pocas horas después de haber salido de Toronto, la policía llegó al domicilio abandonado. Hasta la fecha ignoro cómo pudo Díaz usar en nuestra contra a las autoridades canadienses.

Mientras que estábamos en Montreal, los compañeros mexicanos planeaban en México un levantamiento armado para derrocar el salvaje despotismo de Porfirio Díaz. Secretamente marché a la frontera mexicana en septiembre de 1906 para participar en el generoso movimiento. Mas mi presencia en El Paso, Texas, aunque tenida estrictamente en secreto, fue descubierta por los esbirros norteamericanos y mexicanos, quienes, en octubre del mismo año, asaltaron el cuarto donde tenía yo que conferenciar con algunos de mis compañeros. Antonio I. Villarreal, que ahora es Ministro de Agricultura en el gabinete de Obregón, y Juan Sarabia, fueron arrestados. Yo escapé, poniéndose precio sobre mi cabeza. Un precio de veinticinco mil dólares fue ofrecido por mi captura, y cientos de miles de hojas sueltas con mi retrato y descripción personal se hicieron circular por todo el suroeste y pegadas en las Oficinas de Correos y otros lugares prominentes con el premio tentador. Sin embargo, tuve éxito en evadir el arresto, hasta agosto 23 de 1907, cuando con Librado Rivera y Antonio I. Villarreal fuí hecho prisionero en Los Ángeles, California, sin las formalidades de orden de arresto.

La intención de los perseguidores era la de enviarnos a través de la frontera, como lo habían hecho ya con Manuel Sarabia en junio del mismo año, y por esta razón ellos obraron sin llevar orden de arresto. Manuel Sarabia era uno de mis asociados. Sin orden de aprehensión fue arrestado en Douglas, Arizona, por las autoridades norteamericanas, y en el peso de la noche fue entregado a los rurales mexicanos, quienes lo llevaron al lado mexicano. Toda la población de Douglas se agitó en contra de dicho crimen, y la intranquilidad que produjo fue tan intensa, que Sarabia fue devuelto a los Estados Unidos tres o cuatro días después, y en donde fue puesto inmediatamente en libertad.

Nosotros evitamos ser plagiados a México gritando por las calles las intenciones de nuestros aprehensores. Una gran multitud se reunió; y fue necesario a nuestros plagiadores llevarnos a la estación de policía y manufacturar rápidamente alguna acusación en nuestra contra. Nuestro abogado, Job Harriman, obtuvo una declaración, certificada por Notario Público, que creo fue enviada al Ministerio de Justicia, en la cual un tal Furlong, jefe de una

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agencia de policía secreta de Saint Louis, confesó que estaba empleado y pagado por el gobierno mexicano y que su propósito era el de pasarnos secretamente a través de la frontera mexicana.

Acusación tras acusación fue presentada en nuestra contra, variando en importancia desde la de haber hecho resistencia a un policía hasta la de robo y asesinato. Todas estas acusaciones fueron refutadas con éxito por Harriman; pero, mientras tanto, nuestros perseguidores estaban falsificando documentos, aleccionando trestigos, etc., hasta que, por último, fuimos acusados de haber violado las leyes de neutralidad prestando ayuda material a los patriotas para que se levantasen en armas en contra de Porfirio Díaz. Estos documentos falsificados y testigos aleccionados fueron aleccionados por el Comisionado federal, en Los Ángeles, y como consecuencia de ello, después de estar más de veinte meses presos en la cárcel del Condado, fuimos enviados a Tombstone, Arizona, para ser juzgados ahí.

Basta con leer las declaraciones hechas por los testigos del gobierno ante el Comisionado federal de Los Ángeles y después ante el juez, durante nuestro jurado en Tombstone, para que se vea que ellos testificaron falsamente, ya sea en uno o en ambos lugares.

Peritos presentados por la defensa probaron que los documentos aportados por la acusación eran groseras falsificaciones. Fuimos, sin embargo, sentenciados a dieciocho meses de prisión, cuya sentencia cumplimos en Yuma y en Florence, Arizona, siendo puestos en libertad en agosto 1 de 1910, después de haber pasado tres años tras de las rejas de la prisión.

Regeneración apareció otra vez en septiembre de ese mismo año; esta ocasión en Los Ángeles, California.

En junio de 1911 fuí arrestado junto con mi hermano Enrique, Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa, acusados de haber violado las leyes de neutralidad, por enviar hombres, armas y municiones a los que combatían en México en contra de esa forma de esclavitud vergonzosa conocida bajo el nombre de peonaje, que ha sido la maldición de cuatro quintas partes de la población mexicana, según lo sabe todo el mundo.

Jack Mosby, uno de los testigos en perspectiva de la acusación, dijo en la silla de los testigos que el Fiscal General le había prometido toda clase de beneficios si declaraba falsamente en

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contra de nosotros. Fueron presentados por la parte acusadora testimonios falsos, como fue probado por medio de declaraciones certificadas ante Notario Público y dadas por los mismos testigos de la acusación después de que el Jurado hubo pasado, documentos que deben estar archivados en el Ministerio de Justicia, a donde fueron enviados en 1912. En junio de 1912, después de un año de pelear el caso, fuimos enviados a la Penitenciaría de la isla de McNeil a cumplir veintitrés meses de prisión, a que se nos condenó, habiendo sido puestos en libertad en enero 19 de 1914. Figueroa murió poco después, como resultado de su encarcelamiento.

En febrero 18 de 1916 fuí arrestado, junto con mi hermano Enrique, por haber publicado en Regeneración artículos atacando la traición cometida en contra de los trabajadores por Carranza, que entonces era el presidente de México, y por haber escrito que los mexicanos, que en esos días estaban siendo asesinados por la policía rural texana, merecían justicia en vez de balas. A mí se me dió una sentencia de un año y un día, porque se esperaba que no viviría arriba de unos cuantos meses, pues se me levantó de la cama de un hospital para llevárseme a Jurado. A Enrique le tocaron tres años. Apelamos la sentencia y, finalmente, logramos ser puestos en libertad bajo fianza mientras se decidía sobre la apelación que, por último, nos fue negada.

El 21 de marzo de 1918 fuí arrestado con Rivera por haber publicado en Regeneración el Manifiesto por el cual fuí condenado a veinte años de prisión y Rivera a quince. Las frases y significado del Manifiesto fueron declarados sediciosos por la parte acusadora, es decir, encaminados a provocar la insubordinación y amotinamiento de las fuerzas militares y navales de los Estados Unidos.

Cualquier persona de sentido común que lea el Manifiesto no puede llegar a tal conclusión, porque en realidad el Manifiesto es solamente una exposición de hechos y una advertencia oportuna a la humanidad entera acerca de los males que esos hechos pueden ocasionar. En uno de sus párrafos está claramente expresado que nadie puede hacer una revolución, porque ésta es un fenómeno social. El Manifiesto estaba encaminado a prevenir los males que una revolución lleva en sí misma, considerando la revolución desde un punto de vista científico, como un resultado mundial inevitable de las desarregladas condiciones del mundo. El Manifiesto no se refiere en lo más mínimo a la política del gobierno norteamericano durante la última guerra, ni da ayuda ni

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aliento a sus enemigos. No es germanófilo, ni aleadófilo, ni tampoco señala especialmente a los Estados Unidos en su breve revista de las condiciones mundiales. Sin embargo, fue suficiente para que asegurase para mí una sentencia de vida trás de las rejas del presidio. La persecución fue excesivamente severa en esta ocasión. Mi pobre esposa, María, fue encarcelada por cinco meses y ahora se halla libre bajo fianza esperando que se le haga Jurado, por haber notificado a mis amigos acerca de mí arresto, para que ellos pudiesen prestarme su ayuda en mi defensa legal.

Después de leer esta exposición de hechos, extremadamente larga y espantosamente tediosa, ¿cómo puede cualquier persona creer que yo he sido legalmente encausado y de ninguna manera perseguido? En cada caso, y en flagrante contravención a la ley, mis fianzas han sido fijadas en sumas exhorbitantes para así impedirme hacer uso de ese privilegio.

En cuanto a la veracidad de mis aserciones hechas en estas líneas, está mi honor de viejo luchador por la justicia.

El señor Daugherty dice que soy un hombre peligroso a causa de las doctrinas que sostengo y practico. Ahora bien: las doctrinas que sostengo y practico son las doctrinas anarquistas, y desafío a todos los hombres y mujeres honrados de todo el mundo a que me prueben que las doctrinas anarquistas son perjudiciales a la raza humana.

El anarquismo tiende al establecimiento de un orden social basado en la fraternidad y el amor, al contrario de la presente forma de sociedad, fundada en la violencia, el odio y la rivalidad de una clase contra otra y entre los miembros de una misma clase. El anarquismo aspira a establecer la paz para siempre entre todas las razas de la Tierra, por medio de la supresión de esta fuente de todo mal: el derecho de propiedad privada. Si este no es un ideal hermoso, ¿qué cosa es?

Nadie cree que los pueblos del mundo civilizado están viviendo en condiciones ideales. Toda persona de conciencia se siente horrorizada a la vista de esta continua lucha de hombres contra hombres, de este interminable engaño de unos a otros. El objetivo que atrae a hombres y mujeres en el mundo es el éxito material; y para alcanzarlo ninguna vileza es bastante vil, ni bajeza lo bastante baja para desanimar a sus adoradores de codiciarla.

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Los resultados de esta locura universal son espantosos: la virtud es pisoteada por el crimen, y la astucia toma el lugar de la honradez; la sinceridad no es más que una palabra, o a lo sumo una máscara tras de la cual sonríe el fraude. No hay valor para sostener las propias convicciones. La franqueza ha desaparecido y el engaño forma la pendiente resbaladiza sobre la cual el hombre encuentra al hombre en sus tratos sociales y políticos.

Todo por el éxito es el lema, y la noble faz de la Tierra es profanada con la sangre de las bestias contendientes ...

Tales son las condiciones bajo las cuales vivimos nosotros, los hombres civilizados; condiciones que engendran toda clase de torturas morales y materiales, ¡ay!, y todas las formas de degradación moral y material.

Las doctrinas anarquistas tienden a corregir todas esas influencias malsanas; y un hombre que profesa estas doctrinas de fraternidad y amor, nunca puede ser llamado peligroso por persona alguna razonable y honesta.

El señor Daugherty reconoce que estoy enfermo; pero cree que mi enfermedad puede ser atendida en la prisión de la misma manera que serlo allá fuera.

Todas las circunstancias y cosas que rodean y que afectan a un enfermo, son de suma importancia para el tratamiento de las enfermedades, y nadie puede imaginarse que una prisión sea el lugar ideal para una persona enferma, y mucho menos cuando la estancia de esa persona en la prisión se debe a que haya sido fiel a la verdad y a la justicia.

Los dignatarios del gobierno han dicho siempre que no hay en los Estados Unidos personas que sean retenidas en cautiverio a causa de sus creencias; pero el señor Daugherty dice en la carta que escribe a usted: de ninguna manera da él señales de arrepentimiento, sino que, por el contrario, más bien se enorgullece de su desprecio a la ley ... Por consiguiente, mi opinión es que hasta que él muestre una actitud diferente a la expresada en su carta a la señora Branstetter, debe él, al menos, estar preso ... hasta agosto 15 de 1925.

Los párrafos citados y la parte de la carta del señor Daugherty, en la que dice que se me considera peligroso a causa de mis

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doctrinas, son la mejor evidencia de que hay personas que están retenidas en prisión a causa de sus creencias sociales y políticas.

Si yo creyese que no es persecución, sino proceso legal el que ha sido ejercido en contra mía; si yo creyese que la ley bajo la cual se me ha dado un término de prisión por vida es una buena ley, sería yo puesto en libertad, según el criterio del señor Daugherty.

Esa ley fue indudablemente una buena ley, pero para unas cuantas personas, para aquellas que tenían algo que ganar por medio de su promulgación. Mas, para las masas, tal ley fue mala, porque debido a ella miles de jóvenes norteamericanos perdieron sus vidas en Europa, muchos miles más fueron mutilados para ganarse la vida, y debido a ella la colosal carnicería europea, en la que decenas de millones de hombres resultaron muertos o mutilados por vida, recibió un enorme impulso y engendró la tremenda crisis financiera que está amenazando sepultar al mundo en el caos. Sin embargo, como lo he hecho constar anteriormente, yo no violé tal ley con la publicación del Manifiesto de marzo 16 de 1918.

En lo que respecta a lo del arrepentimiento, al cual el señor Daugherty da tanta importancia, sinceramente declaro que mi conciencia no me reprocha de haber hecho algo malo; y por lo tanto, arrepentirme de lo que estoy convencido ser justo, sería un crímen de mi parte; un crímen que mi conciencia jamás me perdonaría.

El que comete un acto antisocial puede arrepentirse, y es deseable que se arrepienta; pero no es honrado exigir promesa de arrepentimiento a quien no desea otra cosa que procurar libertad, justicia y bienestar para todos sus semejantes, sin ditinción de razas o credos.

Si algún día alguien me convenciese de que es justo que los niños mueran de hambre y de que las jóvenes mujeres tengan que escoger alguno de estos dos infiernos: prostituirse o morir de hambre; si hay alguna persona que pudiese arrancar de mi cerebro la idea de que no es honrado matar en nosotros mismos ese instinto elemental de simpatía que empuja a cada animal sociable a auxiliar a los demás individuos de su propia especie, y la de que es monstruoso que el hombre, el más inteligente de las bestias, tenga que recurrir a las viles armas del fraude y del engaño si quiere alcanzar éxito; si la idea de que el hombre debe ser el lobo del hombre entra en mi cerebro, entonces me

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arrepentiré. Pero como esto nunca sucederá, mi suerte está decretada: tengo que morir en presidio, marcado como un criminal.

La obscuridad va envolviéndome ya, como si estuviese ansiosa de anticipar para mí las sombras eternas dentro de las cuales se hunden los muertos. Acepto mi suerte con resignación viril, convencido de que tal vez algún día, cuando el señor Daugherty y yo hayamos lanzado el último suspiro, y de lo que hemos sido quede solamente su nombre grabado exquisitamente sobre una lápida de mármol en un cementerio elegante, y del mío solamente un número, 14596, toscamente cincelado en alguna piedra plebeya en el cementerio de la prisión, entonces se me hará justicia.

Dando a usted muchas gracias por la actividad que ha desplegado en mi favor, quedo sinceramente suyo.

Ricardo Flores Magón

Este asunto fue llevado a la consideración del presidente Harding, por medio de mi carta de fecha 25 de abril de 1921, en la que decía:

Reconozco que las súplicas son numerosas, y que nuestro poder de visualización de individuos que únicamente conocemos a través de una causa es débil. Por lo cual yo estoy defendiendo en este asunto una causa de humanidad y no una causa jurídica, puesto que no era yo el abogado del señor Magón, que fue juzgado en el oeste.

Espero usted pedirá las copias auténticas de los documentos relativos a este asunto y que las examinará personalmente, porque, en último análisis, todas las decisiones finales, responsabilidad y reputación serán vuestras.

No he recibido contestación, ni acción alguna ha sido tomada por el presidente.

Harry Weinberger