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En este ensayo Roberto Alfaro reflexiona ofreciendo un acabado recorrido por las múltiples perspectivas en la discusión histórica acerca de la supuesta “feudalidad” de la conquista y colonización española en Latinoamérica y expone certeramente argumentos críticos sobre el papel de Latinoamérica en la división mundial del trabajo en el contexto del capitalismo como fenómeno histórico. Sus conclusiones lo aproximan a la teoría de la dependencia al cuestionar las posturas de la historiografía convencional y burguesa. En su segundo ensayo “Los santos y la Cultura Barroca en Latinoamérica” propone y explica las dinámicas culturales que se colocaron en juego en una etapa de la historia del país, la colonización, que hasta ahora, aún levanta la fuerte contraposición de ideales entre el pueblo Mapuche y los Winkas.

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Page 1: Caracter de la Expansion Hispana en Latino América. Una mirada desde el Nuevo Mundo

Revista electrónica. Copiapó, Julio 2009Atacama’59

Carácter de la Expansión Hispana en América: una mirada desde el “Nuevo Mundo”

Roberto Alfaro Carvajal

Dentro del proceso de transición, en el cual Europa va experimentando una serie de transformaciones, tanto en el ámbito político - como es la formación de los Estados Nacionales - ; en lo religioso – La Reforma-; y social, en lo referente a la conformación de nuevas clases sociales; el propósito de este trabajo es analizar, a grosso modo, las transformaciones de las estructuras económicas entre los siglos XIII y XVII. Transformaciones que llevan a Europa desde la formación económica de carácter feudal a las relaciones de producción capitalistas; y, dentro de este análisis, se intentará esclarecer el rol de la expansión Hispana en América en el contexto de la acumulación originaria del capital.

Este tema ha sido soslayado por diversos historiadores, cuya visión europeizante de la historia les ha impedido enfocar la real importancia que tuvieron las explotaciones de las nuevas tierras conquistadas por España en el margen de la formación del mundo moderno. Es así como este estudio intentará establecer la relación existente entre la conquista y posterior colonización de América y el desarrollo del viejo continente, sobre la base de la transferencia de riquezas de un continente a otro. Para ello, se hace necesario analizar, en primer lugar, el carácter pre-capitalista de la expansión Hispana en América, enfrentándola al modelo feudal esgrimido por otros historiadores, enfatizando las relaciones de producción serviles al incipiente capitalismo europeo. En segundo lugar, analizar la transferencia de las riquezas extraídas y los mecanismos de distribución desde España al resto de Europa.

Por último. En el transcurso de este análisis, que intenta demostrar el carácter pre-capitalista de la expansión Hispana en América y su vinculación al desarrollo del capital europeo durante los siglos XVI y XVII, quedará manifestado el papel que entró a jugar Latinoamérica en el proceso de la división mundial del trabajo y su forzosa inserción al mercado mundial.

I.- Europa. De la crisis feudal a la época de los descubrimientos.

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Durante el siglo XIII, Europa vivió una época de aparente tranquilidad. No hubo demasiadas carestías y fueron muy pocas las epidemias. No obstante el desarrollo de las ciudades y de la cada vez más afianzada burguesía, la vida se centraba alrededor del feudo. Pero los años 1313-1317 iban a dar un duro golpe a aquella confianza generalizada: sobreviene una carestía general en toda Europa. Sobre este punto Tenenti nos dice que: “desde aquel momento, se intensifica el ciclo recurrente entre carestías y epidemias: una población debilitada por la subalimentación a la que la han sometido uno, dos, tres años de malas cosechas, ofrece menos resistencia a los ataques de la enfermedad; los perjuicios que ésta crea, al reducir el número de brazos disponibles para el trabajo – sin reducir, por otra parte, en la misma proporción el número de bocas que alimentar -, aumentan la posibilidad de sucesivas carestías.”1 Esta relación de causa y efecto comienza a ser una constante en este siglo, que se intensifica con la peste de 1348.

La peste (bubónica) - que en 1348 afecta a una gran parte de Europa (Italia, Francia y parte de Inglaterra), en 1349 se propaga al resto de Inglaterra y Alemania y en el 50 llega a los países escandinavos - , provoca una fuerte migración de las clases acomodadas. La carestía, por otra parte, fuerza una migración del campo hacia las ciudades, en donde la peste, dada la sobrepoblación, se vuelve catastrófica. Como se puede inferir, la población europea se vio fuertemente reducida por la acumulación de las carestías-epidemias desde 1315 a 1350. Así, en los primeros años del siglo XIV, se tiene la impresión de que se fue creando un desnivel entre recursos y población, por lo que se hizo necesario alcanzar un nuevo equilibrio.

En las ciudades - donde las medidas administrativas de las autoridades públicas permiten a los hambrientos encontrar remedio al hambre - , se comienza a concentrar la población que progresivamente va abandonando los feudos provocando el empobrecimiento de los señores feudales, los que debieron recurrir a diversas prácticas económicas y coercitivas para mantener en funcionamiento sus extensiones de tierras, situación que derivó en el debilitamiento del sistema feudal. Al respecto, nos dice Tenenti: “[...], una parte de los campesinos, que habían abandonado el campo a consecuencia de la carestía, nunca volvieron a él. No sólo porque una parte de ellos muere en las ciudades, sino porque los supervivientes tienen la posibilidad de ocupar los puestos – en todos los sentidos - de los ciudadanos muertos. Además, entre los ciudadanos supervivientes, se asiste, por el simple juego de las herencias, a fenómenos de concentración de fortunas que permiten la renovación de nuevas actividades a escala más amplia. Pero el campo se despuebla: la ciudad, con sus atractivos –tanto más estimables después de haber sobrevivido a un auténtico juicio de Dios, como lo es una peste a los ojos de los contemporáneos-, llama a los hombres, que se “urbanizan”. 2 El abandono de los pueblos agrícolas disminuye la mano de obra, con el consiguiente perjuicio del señor, al que no le quedan más que dos caminos: uno: arrendar sus tierras a precios cada vez más bajos a los campesinos que quieran aceptarlas; dos:

1TENENTI y ROMANO, Los fundamentos del mundo moderno, Vol. 12, ED. Siglo XXI, España 1992, Pág.3 2 TENENTI y ROMANO, Los fundamentos..., Pág. 8

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proceder a la explotación directa de sus propiedades, sometiéndose a las exigencias de salario cada vez más alta de los trabajadores.

La cantidad de terrenos sin cultivar dio paso al crecimiento de la actividad ganadera. Es en esta época cuando Dinamarca se convierte en exportadora de ganado; Noruega, en exportadora de mantequilla; los Países Bajos transforman una gran parte de las tierras laborables para el cultivo del forraje. En Polonia y Alemania Oriental no se perciben los síntomas del hundimiento agrícola, constituyéndose en una excepción, dado que en los pueblos de régimen jurídico germánico sobrevive la libertad personal de los campesinos. En España, al reducirse la mano de obra para las labores agrícolas, las propiedades se transformaron, girando hacia la ganadería. Con este desarrollo del pastoreo, que benefició a muy pocas personas, la agricultura de cereales fue la más afectada, hasta el punto de que, a finales del siglo XV, el abastecimiento de trigo se convirtió en un gran problema para los Reyes Católicos. La escasez de cereales, común en la Europa meridional, más otras carencias materiales, constituyeron un caldo de cultivo para las tensiones sociales. Los siglos XIV y XV, fueron testigos de sucesivas rebeliones campesinas. Los campesinos encontraron aliados en sus revueltas: las ciudades. Integración y simultaneidad de las revueltas (campos y ciudades), son inmediatas manifestaciones de todas las dificultades del momento económico.

De todo lo anterior se puede inferir un progresivo resquebrajamiento de las estructuras agrarias de Europa, ya a partir de los comienzos del siglo XIV. Las causas pueden variar dependiendo de los métodos de estudio que se empleen; Así podemos esgrimir, en complementación a las causas ya establecidas, un brusco empobrecimiento del suelo arable; un brusco cambio del clima, más frío a partir del siglo XIV, debido al avance progresivo de los glaciares alpinos que explicarían el retroceso de la frontera norte del trigo y el retroceso y desaparición de las viñas en Inglaterra. De todas maneras, en esta crisis de la agricultura, se va perfilando también el comienzo del derrumbamiento del feudalismo: se derrumban las relaciones feudales de producción. Al respecto Tenenti nos dice: “ la servidumbre disminuye, y el señor debe encargarse, eventualmente, de la explotación directa de sus propiedades, no ya valiéndose de mano de obra ligada a él feudalmente, sino comprando trabajo[...] Ante los aumentos de salarios, su reacción es brutalmente simple. Valiéndose de su poder político, hace promulgar ordenanzas que prescriben severas reducciones salariales [...] Pero todo es inútil, pues los mismos feudatarios que imponen tales textos son los primeros en violarlos, porque la mano de obra escasea. Es todo un mecanismo que se pone en movimiento".3

En el sistema feudal, cada parcela de tierra está destinada a producir sólo un determinado bien, ya sea en forma de producto agrícola, de producto artesanal o de prestación. En el seno de este sistema, que –al menos en sus comienzos- es relativamente perfecto, fue posible la gran expansión agraria de

3 TENENTI y ROMANO, Los fundamentos... Págs. 20-21.

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Europa hasta el siglo XIII. Por otra parte, en esta situación el señor no reinvierte dinero en sus tierras, porque no quiere reinvertir; el campesino-siervo no reinvierte, porque no puede, ya que la limitada superficie de tierra que cultiva no se lo permite: de aquí –y hasta finales del siglo XIII- deriva la reducción de la productividad. En este mecanismo se insertan –como agentes acumulantes- epidemias, carestías, abandonos de pueblos, retrocesos de cultivos y transformaciones de estructuras agrarias en estructuras de pastoreo. En este proceso, el señor está condenado a perder, pero su derrota no aparecerá claramente hasta finales del siglo XIV. Este siglo marcará el fin de su predominio político y económico. En síntesis, el siglo XIV fue entonces de “crisis” feudal, pero también de liberación campesina.

La libertad adquirida por una considerable cantidad de campesinos, no significa una mejoría en sus condiciones de vida, al contrario, se empeora económicamente. En consecuencia, tenemos, en el siglo XV, esparcidos por toda Europa, una multitud empobrecida que no tiene otro medio de sustentación que no sea la venta de su fuerza de trabajo. Por otra parte, ciertos sectores de la burguesía de las ciudades comenzaron a invertir en la agricultura, comprando a los alicaídos señores feudales parte de sus tierras. Ambos fenómenos dieron lugar al nacimiento de un proletariado agrícola, lo que derivó en la consolidación de la moneda como medio de cambio y del “salario”, como base de las relaciones de producción. La incursión de la burguesía en las actividades agrícolas implicó la introducción en el campo de formas más avanzadas, más modernas, de economía. Este nuevo propietario quiere deshacerse del orden medieval porque las estructuras que caracterizan a este sistema obstaculizaban la formación de la industria. Un sector del campesinado también tuvo acceso a la propiedad de la tierra. Según Tenenti: “A través de la crisis feudal del siglo XIV se lleva a cabo una vasta revolución: la empresa rural ya no estaba, en muchos casos, dirigida por los señores, sino por los campesinos, a pesar de la innegable permanencia de muchas formas de poder (y de prepotencia) feudal”.4

El paso de la agricultura a la industria se benefició con el régimen del salario. El proletariado agrícola, al contar con un cierto poder adquisitivo, comenzó a interesarse en el negocio de los bienes producidos, ya sea en calidad de productor, iniciándose en la actividad ó como consumidor. Este proceso origina un fuerte impulso a la expansión del mercado, preparando las bases para la estructuración de la primera fase del capital: El mercantilismo. Según Tenenti: “[...] ahora es el campesino el que compra el producto (algodón, lana o cualquier otro) directamente al comerciante y el que asegura su elaboración y su venta por cuenta propia. De este modo se rompen los vínculos corporativos”.5 Vemos, entonces, el paso de la producción agrícola feudal - de subsistencia y de pago de tributos al señor- , a la producción agrícola industrial, que trabaja tanto para su consumo como también para una comercialización igualmente propia, pasando del valor de uso de la producción, al valor de cambio. Este nuevo equilibrio contrasta con lo ocurrido en lugares donde, por una serie de razones, el trabajo y la iniciativa de grupos nuevos no pudo

4 TENENTI y ROMANO, Los fundamentos... Pág. 235 Ibíd.

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introducirse, como por ejemplo, los sectores de la actividad minera, en donde la crisis fue irremediable.

Con el progresivo aumento de la producción se hace inevitable la apertura del mercado internacional. Es aquí donde la burguesía y el campesinado industrial encuentran nuevos obstáculos. Por una parte, la nobleza, que al considerar la inminente y progresiva pérdida de sus privilegios (sobre todo del Ban), se lanza al bandidaje, cometiendo abusos sobre los comerciantes, asaltándolos en las rutas y secuestrando a campesinos libres para obligarlos a trabajar en sus tierras. Por otra parte, la atomización de los reinos, heredada del feudalismo en decadencia, no garantizaba el libre flujo de mercancías debido a las diferentes legislaciones impuestas por los príncipes y a la diversidad de monedas en circulación. Por último, la precariedad de las comunicaciones -adaptadas al comercio local derivado del feudalismo - , dificultaba el tránsito de productos. La solución a estas problemáticas hacía cada vez más necesaria una política de estructuración de un poder central único que regulara las actividades dentro de un territorio. Es así como el sector industrial y financiero buscó en el monarca este ideal unificador. De esta manera se estableció esta alianza de carácter recíproca, en la cual la burguesía financió las empresas militares del monarca en detrimento de los señores; y, por su parte, el monarca, a medida que extendía su radio de influencia, le daba al burgués, la seguridad y estabilidad necesaria para desarrollar sus actividades productivas y de comercio. De esta manera se establecen las bases del Estado Moderno. Los monarcas no tardan en percatarse de las utilidades que les suministra el sistema. Tenenti añade a este punto que: “en este siglo atormentado, bajo la sorprendente diversidad de las condiciones locales, rivalizan en toda Europa reinos, principados y ciudades en pos de la ampliación de sus territorios. Este movimiento de dilatar fronteras, que se perfila en toda Europa –incluso en Italia, aunque con menor intensidad-, no se presenta en Alemania: allí se instaura una “anarquía de forma monárquica” [...] En el fondo, el problema, para expresarlo rápidamente, es sencillo: una aristocracia que pierde su fuerza económica, y que trata de procurarse compensaciones en otras regiones y en otros sectores. Ciertamente, como su fuerza económica ha disminuido, ya no puede entregarse a grandes empresas [...] Y entonces no hay más que dos caminos: de una parte, las guerras privadas, el bandidismo; de otra –al menos, en una fase inicial-, seguir al soberano en empresas militares, a la espera de conquistas y beneficios [...] en efecto, con cada ampliación de fronteras, los intereses del soberano se apartan cada vez más de los de la nobleza. El soberano adquiere carácter nacional, o, al menos, ya no local; los nobles siguen ligados a su punto de partida. Surge, pues, un contraste, o, al menos, una diferenciación de intereses”.6 Poco a poco, en un proceso que duró siglos, dependiendo de la particularidad de cada reino, las victorias del soberano, apoyado en las fuerzas nacionales, van desmantelando el poder de los señores.

Con el correr de los siglos XV y XVI el poder de los monarcas se fue acrecentando en pos de la unificación, y perfilándose – dada las causas de su

6 TENENTI y ROMANO, Los fundamentos... Págs. 35-37.5

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origen-, como una monarquía nacional de carácter mercantilista. Para ello, el monarca debió crear una serie de instituciones que le permitieran ejercer su poder y, a la vez, controlar las actividades mercantiles, de las cuales recibía fuertes sumas de dinero que le daban vida a la naciente máquina estatal. Así, se crearon un ejército regular y una red burocrática que permitió el control y la ampliación de las comunicaciones. Cabe destacar que en los cargos burocráticos, los monarcas emplearon a los nobles que se asimilaban a la nueva estructura de gobierno. Tenenti sentencia que: “a partir del siglo XIV, el triunfo de las fuerzas urbanas y mercantiles estaba ya bien consolidado y el reconocimiento de sus funciones era un hecho inamovible”.7

Sigue Tenenti explicando que: “hasta el siglo XIV Inglaterra había sido una gran exportadora de lana, cuya calidad particularmente apreciada hacía que, en gran parte, la utilizaran las manufacturas flamencas. Debido al larguísimo conflicto con la corona francesa, y para incrementar sus ingresos, la monarquía inglesa trató de poner en práctica una política económica de tipo mercantilista, cuyos precedentes pueden rastrearse fácilmente en la de varias ciudades-estados. El criterio fundamental que fue aplicado consistió en hacer coincidir el espacio económico con el político, a fin de sacar el máximo provecho de la administración del propio territorio”.8

En síntesis. La crisis agrícola del siglo XIV configuró el quiebre del sistema feudal. Los cambios económicos, derivados de la crisis, ejercieron una fuerte presión sobre las estructuras políticas feudales que no pudieron resistir los cambios. La consolidación de la burguesía como clase social y motor de los cambios, y la formación de un proletariado agrícola, dieron al mercado un gran impulso que, bajo la protección de las monarquías, pudo desarrollarse y expandirse fortaleciendo las bases del mercantilismo.

Por último, y en directa relación con el análisis anterior; desde la mitad del siglo XIV, y durante un siglo aproximadamente, los viajes de exploración hacia el oriente se interrumpieron. El comercio medieval se repliega sobre sí mismo debido al fin de la pax mongólorum, que había permitido el libre paso hacia China. Por otra parte, el fin de las cruzadas frena el impulso mercantil, en la medida en que el Islam inicia su reconquista, mientras el turco se lanza sobre Brusa en 1326, Nicea en 1331, entrando en los Balcanes en 1356. Estas condiciones no permitían un incremento del gran comercio. Estos acontecimientos, además de acelerar la caída del régimen feudal, constituyeron, para la nueva formación económica, el aliciente necesario para la formación de nuevas empresas destinadas a la búsqueda de nuevas rutas. La búsqueda de nuevos mercados se trasformó en un problema nacional. , dado que la caída de la demanda de manufacturas y de la producción en general, amenazaba con desencadenar una crisis económica. De esta manera, España y Portugal se lanzan en la carrera por encontrar nuevas rutas hacia oriente, mientras los demás países se disputan el mercado Europeo, bastante saturado a fines del siglo XV. Esta época, de grandes descubrimientos, tecnológicos y científicos, impulsados, de cierta manera, por la problemática

7 TENENTI ALBERTO, La formación del mundo moderno, ED. Crítica, Barcelona 1985. Pág. 37.8 TENENTI, La formación... Págs. 45-46.

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mercantil, dará nueva vida al arte de la navegación y de la guerra, cuya consecuencia cambiará radicalmente y para siempre el destino de Europa y del mundo: el desembarco europeo en América”.

II.- Inserción de América al mercado mundial. Carácter de la expansión Hispana: ¿Feudal o Capitalista?

La España, de fines del siglo XV, si bien, ya había iniciado su proceso de unificación territorial en 1469, con el matrimonio de los Reyes Católicos, configurándose potencialmente, dentro de la realidad Europea, como un gran Imperio, tanto en lo político como en lo económico, capaz de realizar empresas, como la reconquista de granada; la realidad de su formación económica interna, dentro del desarrollo del capitalismo, distaba mucho del desarrollo alcanzado por otros Estados en formación, como Inglaterra y los Países bajos, e incluso, de países con predominio nobiliario, como Italia. Esta diferencia radica en el escaso desarrollo alcanzado por la industria española.

España no estuvo ajena a los sucesos acaecidos en Europa durante el siglo XIV. A considerar, según Tenenti: “la larga crisis del siglo XIV había: a) abatido la fuerza económica de los grupos feudales; b) permitido que se liberasen algunas nuevas energías, tanto en el sector agrícola como en el industrial y comercial; c) comprimido las condiciones de vida de las masas campesinas (y no sólo campesinas) [...] la debilitación de la fuerza económica de los grupos feudales supone también la debilitación del poder político de éstos, y este último puede también alcanzarse mediante el apoyo en las nuevas fuerzas que se manifiestan ahora y que, inevitablemente, encuentran su máximo interés en valerse del poder político del soberano”.9 En esta frase, Tenenti se refiere al nexo que existió entre monarca y burguesía. Pero, volviendo al ámbito netamente económico, se puede argüir que la principal fuente de sustentación económica de España hasta la época de los descubrimientos provenía, principalmente, de la producción agrícola de formación neofeudal10, del comercio de especias con oriente, del pago de tributos, tanto dentro de los reinos como de los territorios anexados y de la actividad ganadera. El desarrollo de la industria seguirá estancado por mucho tiempo; es más, el descubrimiento de América, en lugar de fomentar la industria española, la retrasa, debido a que las nuevas riquezas provenientes de América irán intensificando el carácter comercial del Estado en detrimento de la industria. De esta manera España se convierte en el puente de las manufacturas que pasan desde Europa a América, obteniendo de esta transacción sólo el producto de la reventa.

Como se vio en el capítulo anterior, el desarrollo progresivo de la producción durante los siglos XIV y XV, topaba con el cierre de los mercados

9 TENENTI y ROMANO, Los fundamentos... Pág. 69.10 Neologismo usado por Tenenti para explicar la diferencia entre la economía agrícola feudal de sustentación y la economía, de rasgos feudales, destinada al mercado.

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de oriente, lo que produjo un estancamiento en la demanda y producción de los productos europeos, hecho que amenazaba constantemente con una crisis de inestabilidad de los precios. Es en este contexto en que se produce la conquista y colonización de América, cuya inserción forzada al mercado mundial, además de aumentar la demanda y fomentar la producción, sentó desde ya, su destino monoproductor de materias primas y consumidor de manufacturas producidas en la ya desarrollada industria europea. Al respecto, Parker plantea que: “sería un error inferir [...]que hubo escaso o nulo incremento de la producción económica de principios de la Europa moderna. Aunque la respuesta fue lenta, el incremento de la demanda llevó, finalmente, a un incremento de la producción. La nueva demanda era consecuencia de dos acontecimientos. En primer lugar, había nuevos mercados en ultramar de considerable importancia. El descubrimiento, la colonización y la dominación económica de América por parte de España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra creó un nuevo gran mercado para los productos europeos”.11 Las colonias americanas habían sido descubiertas, conquistadas y colonizadas dentro del proceso de la expansión del capital comercial. Europa necesitaba oro y plata. Los medios de pago de circulación se multiplicaban sin cesar y era preciso alimentar los movimientos del capitalismo a la hora del parto: los burgueses se apoderaban de las ciudades y fundaban bancos, producían e intercambiaban mercancías, conquistaban mercados nuevos. Oro, plata, azúcar: la economía colonial, más abastecedora que consumidora, se estructuró en función de las necesidades del mercado europeo, y a su servicio. Dado lo anterior y considerando el retardado desarrollo de la industria española y la urgente necesidad de expansión del mercado europeo, cabe preguntarse: ¿fue feudal o capitalista la colonización Hispana en América?

Para J. H. Elliott: “tanto la reconquista como el descubrimiento, que parecían acontecimientos milagrosos a los ojos de los españoles contemporáneos, eran el resultado lógico de las aspiraciones y tradiciones de una época anterior que quedaban ahora firmemente selladas por el éxito. Este éxito contribuyó a perpetuar en el interior y a proyectar a ultramar los ideales, los valores y las instituciones de la castilla medieval”.12 Este carácter medieval, al que alude Elliott, es posible encontrarlo en la formación militar de las empresas de conquistas, pero se vuelve difuso a la hora de analizar el carácter económico y político de la conquista. Veamos.

Son diversos y variados los autores que fundamentan la tesis de la colonización feudal de América. Estos autores esgrimen como pruebas principales del carácter feudal de la colonización, la evolución de la propiedad territorial, la relación entre las clases y el papel jugado por las instituciones coloniales, como la encomienda. En la sociedad colonial existieron sin duda supervivencias feudales, que se expresaban especialmente en la terminología y el lenguaje jurídico medieval empleados por los conquistadores que se creían dueños de nuevos señoríos en las tierras recién descubiertas. Pero caracterizar sobre todo a una sociedad por esas manifestaciones en lugar de basarse en el modo de producción y en su estructura socio-económica, es confundir la

11 PARKER GEOFFREY, Europa en Crisis. 1598-1648, ED. Siglo XXI, España, 1981. Pág. 4412 J. H. ELLIOTT, La España Imperial. 1469-1716, ED. Vincens Vives, Barcelona, 1982. Pág. 42

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apariencia con la esencia. La gran extensión de la propiedad territorial es uno de los argumentos que se han dado para demostrar el carácter feudal de la colonización española. Álvaro Jara nos dice que: “la solución estatuida en materia de premios fue una solución de tipo más medieval que moderno y sus elementos, indios y tierras, eran proporcionado por el mismo medio conquistado. Las mercedes de tierras contribuyeron a crear en América el latifundio y, como institución jurídica distinta aunque complementaria, la encomienda de indígenas, que concebida como una institución civilizadora al par que lucrativa, fue aprovechada por los conquistadores en su personal beneficio, desvinculándola de su intención primitiva y haciendo de ella una fuente de tributos con exclusión de otras miras, cuando no una simple fuente de trabajo o de abastecimiento forzoso de mano de obra. La recepción de estas mercedes por los conquistadores llevaba anexas una serie de obligaciones de un estilo muy feudal”13 La postura de Jara respecto al carácter feudal de las primeras instituciones de conquista es similar a otra defendida por Chevalier, en la que sostiene que el carácter feudal de la conquista tiene su precedente más inmediato en el latifundio Bético-Romano derivado de la reconquista de granada.14 Para Luis Vitale, en cambio: “este error proviene de identificar el feudalismo con el latifundio, haciendo abstracción del contenido concreto de cada uno y poniendo más énfasis en el aspecto formal –la extensión- que en el contenido –el régimen de producción y de cambio-. [...] Lo básico del feudalismo no era sólo la extensión de las tierras del señorío, sino la pequeña y cerrada producción agraria y artesanal donde el trueque –y no la economía monetaria- constituía la base del escaso comercio. En cambio, el latifundio de la época colonial tuvo como objetivo principal la producción en gran escala de cereales, cueros, sebo, frutas, etc.”15 El latifundio colonial fue explotado para el mercado externo, no para la subsistencia.

La encomienda, si bien, es de origen feudal, la implantada en América distaba mucho de la encomienda hispana, pues, no tendía a la autarquía económica ni a la pequeña producción agraria, sino a la exportación de metales preciosos y materia prima. El encomendero no era un señor feudal, sino un empresario, un hombre de negocios (principal característica de los españoles, dado el precario desarrollo de la industria en la península. Tema ya analizado), integrado al incipiente capitalismo de la época. La encomienda no era para él un fin en sí mismo, como lo era el feudo para el señor del medioevo, sino un medio para producir mercancías. Por otra parte, la relación entre indio y encomendero reflejaba relaciones más esclavistas que feudales. El indio “no elegía” al señor, no establecía vínculos de vasallaje ni estaba apegado a la tierra, como el siervo del medioevo. Sobre este vínculo de vasallaje, Mario Góngora comenta: “[...] Pero este feudalismo carece de algunas notas esenciales. En primer lugar, de una real vinculación personal diferente y más potenciada que la condición general a todos los súbditos [...] Carece del profundo sentido de los feudalismos genuinos, en que se fundan relaciones

13 JARA ÁLVARO, Guerra y Sociedad en Chile, ED. Universitaria, Santiago, 1981. Págs. 18-19

14 Para más información, remitirse a. CHEVALIER FRANCISCO, La gran propiedad en México desde el siglo XIV hasta comienzos del siglo XIX, Buenos Aires, 196115 VITALE LUIS, Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Vol. 2, ED. Cela, Rucaray, Cronopios, Santiago, 1992. Págs. 15-16

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personales por pactos de fidelidad, superiores en intensidad a los vínculos estatales”.16 En rigor, la encomienda estableció una relación precapitalista entre las clases, no necesariamente feudal a pesar de su apariencia. Posteriormente, con el reemplazo de la encomienda de servicio por la encomienda de tributos, se introdujo una relación más pro-capitalista entre las clases, pues el indio debía pagar el tributo en dinero. Por otro lado, las encomiendas hispanoamericanas tampoco eran feudales porque su concesión no conllevaba la entrega definitiva de la tierra ni de siervos. El indio no pagaba tributos señoriales al encomendero sino al Rey. La monarquía podía quitarle los indios al encomendero. En síntesis, la relación entre encomendero y encomendado es una relación precapitalista entre las clases, al servicio de una empresa, la encomienda, que tiene fines capitalistas y produce valores de cambio destinados al mercado internacional.

Además de la encomienda, durante la colonia surgieron otras formas de trabajo que demuestran el proceso de explotación capitalista, aunque incipiente, de la colonización española: los peones y asalariados mestizos de los campos y las minas.

En América latina hubo, preponderantemente, una economía de exportación, una economía basada en la producción de metales preciosos y productos agropecuarios para el mercado internacional. Los productos exportados no eran meros excedentes de una economía de subsistencia, sino el objetivo básico de la economía colonial. Al respecto, Vitale nos amplía esta idea diciendo que: “se sabe que actividad comercial no es lo mismo que capitalismo, aunque contribuya en su desarrollo en la primera fase. El hecho de que exista comercio o intercambio de productos no significa necesariamente la existencia del régimen capitalista. Estos conceptos, válidos para ciertas sociedades, han sido utilizados por aquellos escritores que niegan el carácter capitalista de la colonización española, sin advertir que la actividad económica de las colonias hispanoamericanas no se limitaba exclusivamente al comercio. Ella se basaba en la producción relativamente amplia de materias primas y metales preciosos que se destinaban al mercado mundial capitalista en formación. Nuestro capitalismo incipiente no estaba determinado exclusivamente por el tráfico de los comerciantes, que eran solo una parte del sistema, sino por el establecimiento de un régimen de producción de materias primas”.17 De las palabras de Vitale se puede inferir claramente el carácter de la inserción de América latina al contexto mundial del desarrollo del capitalismo. Queda, además, contestada la pregunta que sirvió de base para el desarrollo de este capítulo. Los españoles, si bien, no introdujeron la industria a nuestro continente, dado el perfil comercial que los caracterizó durante toda la edad moderna; vincularon a América a la economía mundial en formación bajo un régimen de producción de materias primas, que obstaculizó el desarrollo de la industria tanto en España como en América. Aquí y allá, la industrialización era muy precaria, pero existía. En las colonias hispanoamericanas no sólo había un proceso de circulación sino básicamente un proceso de producción de mercancías. Los sectores fundamentales de la clase dominante eran los

16 GÓNGORA MARIO, Encomenderos y Estancieros, ED. Universitaria, Santiago, 1966. Pág. 11717 VITALE LUIS, Interpretación... Pág. 20

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terratenientes y mineros, que no cumplían el mero papel de intermediarios, sino que constituían una incipiente burguesía productora, interesada en la producción de bienes de exportación.

Durante la colonia se efectuaba una permanente inversión y reinversión de capitales. Los empresarios, especialmente los encomenderos, capitalizaban sus ganancias comprando tierras y minas, cuando no lograban apropiárselas por la fuerza. Los comerciantes criollos, a su vez, invertían en barcos y productos para la exportación e importación, características que constituyen una negación del sistema feudal. La importancia que adquirieron en la época colonial las aduanas y los puertos demuestra también la existencia de una economía de exportación.

El peso económico y político y el crecimiento mismo de las ciudades hispanoamericanas constituye otro índice de que la colonización no tuvo un carácter feudal. El crecimiento de las ciudades no es un rasgo distintivo del feudalismo. Es un hecho indiscutible que el desarrollo de las ciudades europeas es producto del afianzamiento de la naciente burguesía. Aunque la creación de las ciudades en América Latina tuvo un origen distinto a las europeas, ya que se fundaron y evolucionaron en función del mercado externo, puede observarse un fenómeno de crecimiento progresivo de las ciudades coloniales. En relación con la ciudad colonial, Vitale señala: “La ciudad –y no el campo- era el centro económico, político y cultural de la sociedad. Era el asiento de la administración colonial, de los empresarios, comerciantes, artesanos e inclusive de los encomenderos. En la ciudad, los colonizadores reivindicaron los derechos establecidos por el municipio español, aunque la aplicación de esta tradición pro-capitalista adquirió en América un carácter distinto, ya que aquí no se produjo la lucha de la burguesía comercial de las ciudades contra supuestos señores feudales, como había acaecido en Europa y España”.18

En el plano político, tampoco se produjo en América un proceso de feudalización. El régimen feudal europeo se había caracterizado por presentar un poder monárquico débil e incapaz para enfrentar la autonomía de los señores del Medioevo. En las colonias hispanoamericanas no nos encontramos con un poder feudal o con señores feudales que implanten un poder político que desconozca a la monarquía centralizada. Los reyes de España crearon poderosas instituciones coloniales con el objeto definido de contrarrestar el surgimiento de cualquier posible brote feudal. Los virreyes, gobernadores, corregidores, alguaciles, tesoreros, veedores, oidores, etc., nombrados directamente por el Rey, eran los encargados de hacer abortar todo proceso de autonomía política de los encomenderos. La legislación indiana puso énfasis en que el encomendero no era dueño de los indios ni estaba facultado para impartir justicia, porque el indio no era siervo encomendero sino súbdito del Rey.

En resumen., El modo de producción de las colonias hispanoamericanas no fue feudal. Tampoco tenía los signos distintivos de una nación capitalista

18 VITALE LUIS, Interpretación... Pág.2311

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moderna e industrial. Los orígenes del capitalismo en la colonia fueron diferentes a los de Europa. La historia no discurre en línea recta. América Latina no siguió el proceso clásico del capitalismo europeo, ya que pasó directamente de las comunidades primitivas a un capitalismo incipiente, básicamente productor de metales preciosos y materia prima.

América Latina fue abruptamente incorporada al mercado mundial en formación y contribuyó con sus metales preciosos al desarrollo del capitalismo europeo. El hecho de que careciera de una industria fabril adelantada no invalida la existencia de una explotación minera, agrícola y ganadera ponderables, que se regía por las leyes del sistema capitalista al cual estaba integrada la economía colonial.

Nuestro continente fue objetivamente colonizado con fines capitalistas; su economía fue estructurada en función del mercado externo; las explotaciones mineras y agropecuarias se desarrollaron y murieron al compás de las necesidades de ese mercado. No se logró superar la etapa del capitalismo incipiente porque la economía, cumplía el mero papel de abastecedora de materias primas e importadora de artículos elaborados por la industria europea.

La relación entre las clases, en particular el régimen de explotación de la mano de obra, tuvo caracteres precapitalistas, al servicio de empresas con objetivos capitalistas. Inclusive, las relaciones esclavistas y semifeudales que se han enfatizado en forma abstracta, fuera de su contexto, servían para reducir los costos de una producción destinada al mercado mundial capitalista.

III.- Mecanismos de distribución en Europa de las riquezas Americanas.

“España tenía la vaca, pero otros tomaban la leche”.19 Con esta frase, Eduardo Galeano, nos revela la principal característica que tuvo la distribución de las riquezas americanas en Europa. España, al carecer de un sector industrial, sumado al monopolio comercial que impuso a las colonias, se vio en la obligación de convertirse en un revendedor de productos manufacturados de otros estados de Europa, para así abastecer a sus colonias. Esta será una constante para los siglos XVI y XVII. Como se decía en el siglo XVII: “España es como la boca que recibe los alimentos, los mastica, los tritura, para enviarlos enseguida a los demás órganos, y no retiene de ellos por su parte, más que un gusto fugitivo o las partículas que por casualidad se agarran a sus dientes”.20

Por otra parte, las constantes guerras contraídas por la corona, mermaban los pocos ingresos que se lograban rescatar de las manos de los acreedores del reino. Los acreedores del reino, en su mayoría extranjeros, vaciaban sistemáticamente las arcas de la Casa de Contratación de Sevilla. La corona estaba hipotecada. Cedía por adelantado casi todos los cargamentos

19 GALEANO EDUARDO, Las venas abiertas de América Latina, ED. Catálogos, Bs. As., 1997. Pág. 33 20 Citado por Eduardo Galeano, Las venas... Pág. 34

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de plata a los banqueros alemanes, genoveses, flamencos y españoles. También los impuestos recaudados dentro de España corrían, en gran medida, esta suerte: en 1563, un 65% del total de las rentas reales se destinaba al pago de las anualidades de los títulos de deuda: aquel imperio rico tenía una metrópoli pobre.

La piratería, que se propagó por los dominios hispánicos saqueando y destruyendo puertos y galeones, se constituye también como un factor de distribución, sobre todo si consideramos que estos mercenarios trabajaban para otras coronas. Pero estas riquezas no fueron sólo de privilegio europeo. Parker comenta al respecto: “Las diversas compañías de las indias orientales exportaban también manufacturas occidentales a la india y el sudeste de Asia, mientras que las compañías de Levante y Rusia de los Estados occidentales suministraban textiles y artículos de metal a las tierras mediterráneas y bálticas. No obstante, la principal exportación del oeste a todos estos mercados, salvo América, era la plata en lingotes. Se ha estimado que alrededor de 80 000 Kilogramos de plata eran exportados anualmente al este desde Europa hacia 1600. Esta plata era utilizada para comprar las pieles, maderas y grano del Báltico y los artículos de lujo orientales que los consumidores occidentales deseaban (derrochando así casi la mitad del tesoro importado de América)”.21

Con el aumento de la demanda y de la acumulación del capital por ciertas naciones, consecuencias de la colonización de América, en Europa comienzan a darse un fenómeno anormal en la región: la polarización de la economía europea. En la edad media, según Geoffrey, Europa no estaba dividida en países desarrollados y subdesarrollados, dado que cada Estado era ambas cosas a la vez. Esta situación no cambió de un día para otro: todavía en 1650 existían zonas atrasadas en la república holandesa y zonas adelantadas en Polonia. Pero había una tendencia creciente a que ciertas partes del continente se concentraran en la producción de materias primas y manufacturas intensivas en trabajo, de baja calidad, mientras otras trataban de monopolizar los procesos industriales más avanzados, más intensivos en capital. Así, Inglaterra, Francia, Italia y los Países Bajos, se insertan en la categoría de privilegio. Se comienza a consolidar la división mundial del trabajo. Los países de mayor desarrollo comienzan a crear medidas proteccionistas en lo comercial y en lo militar. Es el apogeo del Mercantilismo.

En resumen, en la dinámica implicación de todos estos extraordinarios cambios, interviene un elemento: las llegadas del metal precioso de América. Oro y plata llegan a Sevilla, para redistribuirse después por todos los mercados europeos y más allá de Europa, hasta el extremo oriente. Desde 1503 a 1520, exclusivamente barras de oro; después, progresivamente, la plata va sustituyendo al metal amarillo, hasta que, entre 1540 y 1560, se realiza la transición de una abundancia de oro a una abundancia de plata. Son grandes las cantidades, en relación con el tiempo, y su cuantía va determinando un progresivo aumento del stock metálico a disposición de Europa. De Europa, porque España está obligada –por razones económicas, políticas y militares- a

21 PARKER GEOFFREY, Europa... Pág. 4413

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dejar discurrir hacia los demás países este combustible de la vida económica que son los metales preciosos.

A modo de epílogo. Europa, durante siglos guardó en su vientre al capital, procurando resguardarlo, protegiéndolo de las epidemias, de las carestías y de los señores feudales. Se ocultó en el seno del castillo como en las ciudades, otorgándole las alianzas necesarias para su sana incubación. Hasta que se aproximó el momento del parto, entonces Europa envió carabelas en todas direcciones, porque el niño venía con el hambre de la espera, y la casa se hacía pequeña. No obstante la espera, el parto no fue doloroso. El niño nació en los brazos del monarca, mientras una bulliciosa burguesía iniciaba el festejo. Pero el niño lloraba, lloraba de hambre; entonces apareció sobre el horizonte una carabela que traía un nuevo continente para alimentarlo.

Puede concluirse que el carácter capitalista comercial de la colonización española en América centró todas sus energías productivas en la explotación de metales preciosos y materias primas destinándolas al mercado externo. Convirtiéndose, América Latina, en el contexto de la división mundial del trabajo, en una región productora de materias primas y consumidora de artículos manufacturados. Además, dependiente del mercado mundial. Europa se convirtió en productor de manufacturas gracias a la acumulación de capitales, en parte, producida por la explotación Americana. En otras palabras. Los metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo económico europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible.

Por último. En el primer tomo de El Capital, Marx escribió lo siguiente: “El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las indias orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista.”

Bibliografía

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ELLIOTT, J. H. La España Imperial. 1469-1716, ED. Vincens Vives, Barcelona, 1982.

GALEANO EDUARDO, Las venas abiertas de América Latina, ED. Catálogos, Bs. As., 1997.

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PARKER, GEOFFREY, Europa en Crisis. 1598-1648, ED. Siglo XXI, España, 1981

TENENTI y ROMANO, Los fundamentos del mundo moderno, Vol. 12, ED. Siglo XXI, España 1992

TENENTI, ALBERTO, La formación del mundo moderno, ED. Crítica, Barcelona 1985.

VITALE LUIS, Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Vol. 2, ED. Cela, Rucaray, Cronopios, Santiago, 1992

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