capitulo ii ii. marco teÓrico 2.1 definición de...

Evaluación de la colección de la biblioteca de la facultad de cienciascontables de la UNMSM de acuerdo a normas y directricesinternacionales para bibliotecas universitarias. Marcelo Huamán,Bernandino Alejandro.

Elaboración y diseño en formato PDF, por la Oficina General del Sistema de Bibliotecas y BibliotecaCentral UNMSM

CAPITULO II

II. MARCO TEÓRICO

2.1 Definición de Colección

Según Tardón (1998), “la colección o fondo bibliográfico es el conjunto de materiales

bibliotecarios que la biblioteca pone a disposición de los usuarios. La formación y desarrollo

de la colección es imprescindible para ofrecer servicios”. La colección es una prioridad de la

biblioteca y tiene la mayor importancia sobre otros rubros del presupuesto en la biblioteca, es

el soporte básico para el desarrollo de los estudios e investigación académica.

2.2 Desarrollo de Colecciones

En desarrollo de colecciones según el Glosario de la ALA, citado por Moreno García

(1994), “es un término que abarca varias actividades relacionadas con el desarrollo de la

colección bibliotecaria, incluyendo la determinación y coordinación de los criterios de

selección y evaluación de las necesidades de los usuarios potenciales y reales, estudios sobre

la utilización de la colección, selección de material, planificación para compartir recursos,

conservación de la colección y expurgo de documentos”. El desarrollo de colecciones es el

punto vital para la elaboración de políticas que permitan el crecimiento de la colección de

acuerdo a los objetivos de las instituciones académicas y especialmente a las necesidades de

los usuarios.



Las categorías de las colecciones a considerar, según REBIUN (1999) son:

• Fondos básicos para el aprendizaje y formación de base (manuales, bibliografía

básica, revistas, obras de divulgación, etc.)

• Material de referencia y consulta de carácter general y especializada (directorios,

enciclopedias, diccionarios, bibliografías, catálogos, etc.)

• Fondos básicos para el profesorado, específicos para la enseñanza

• Fondos para la investigación (tesis, revistas, informes...)

• Fondos de apoyo a la gestión universitaria

• Otras colecciones de interés (audiovisuales, cd-roms, etc.)

Podemos decir que uno de los instrumentos válidos para la toma de decisiones en el

desarrollo de colecciones es la evaluación y parte esencial para la gestión de la colección.

La gestión de la colección es el término utilizado para referirse específicamente a la

aplicación de técnicas cuantitativas (tales como análisis estadísticos, estudios de costo –

beneficio, etc.) en el desarrollo de colecciones.

2.2 Evaluación de colecciones

Uno de los aspectos del trabajo bibliotecario sobre el que más se está incidiendo en los

últimos años en las bibliotecas universitarias y de investigación, es el referido a la gestión y

desarrollo de colecciones y a la evaluación de las mismas (Moreno García, 1994).



La American Library Association ha definido la evaluación de la colección según

ALA “como el conjunto de estudios y operaciones que la biblioteca lleva a cabo para

comprobar hasta qué punto la colección que ofrece responde a las necesidades de sus

principales grupos de usuarios” (Massisimo, 2002). Esta definición pone el acento, más que

en el valor de las colecciones en sí mismas, en su funcionalidad, entendida como el mayor o

menor grado de adecuación a las necesidades de unos usuarios cuyos requerimientos de

información tenemos previamente estudiados ( Massísimo, 2002).

Para Rovalo de Flores (1998) evaluar la colección de una biblioteca equivale a dar

respuesta a las siguientes preguntas. ¿Qué tan buena es la colección?¿Qué tanto responde a las

necesidades de información de sus usuarios? ¿En qué proporción y suficiencia?; preguntas

que consideramos fundamentales para entender la evaluación. Mosher tiene una definición

que creemos es más clara, el autor dice que es la “valoración de la utilidad y pertinencia de

las colecciones de una biblioteca” (Moreno García, 1994). Según Almanza (1998) “la

evaluación de la colección es el proceso por medio del cual podemos determinar si el acervo

de la biblioteca está acorde con sus propósitos, ya que cualquier colección se establece con

un fin determinado”

.

Los datos obtenidos por una evaluación, según Massísimo (2002) “servirán a la

biblioteca para dibujar, con máxima precisión, un cuadro de las características generales

tanto de los usuarios potenciales en su conjunto como del colectivo, más pequeño, de

usuarios reales que habitualmente se procuran nuestros servicios”. Existen diferentes formas



de evaluación (que detallaremos más adelante) que nos permiten conocer las necesidades de

información de los usuarios y ajustar los objetivos trazados, metas y misión de la biblioteca

universitaria.

En líneas generales, la evaluación nos permitirá conocer las características de las

colecciones y posibilitará una gestión más óptima de los recursos y nos brindará una base para

la elaboración de planes y políticas para el desarrollo de colecciones.

La evaluación nos puede brindar una medida acerca de la excelencia de la colección,

que debe tener amplitud, profundidad, variedad, actualidad, relevancia y crecimiento

(Cagnoli, 1998).

La evaluación tiene como fines (Moreno García, 1994):

• Ayudar a la biblioteca a enfocar los gastos de adquisiciones en aquellos materiales

más necesarios para los usuarios

• Conocer y gestionar las colecciones de la biblioteca de la manera más efectiva

• Proporcionar una base para los planes y políticas de desarrollo de colecciones a

nivel local y cooperativo.



2.4 Criterios de evaluación.-

En el libro la “Evaluación y medición de los servicios bibliotecarios” de Lancaster

(1978), se señala que los servicios pueden evaluarse en tres niveles.

1. Evaluación de efectividad

La efectividad expresa en que medida un servicio satisface las necesidades

de los usuarios, puede hacerse de manera subjetiva, empleando cuestionarios o

entrevistas o puede hacerse de forma objetiva, determinando el éxito mediante

resultados cuantitativos (Pagaza, 1989). Lancaster (1978) menciona a King y

Bryant, quien establece la macroevaluación (grado de eficacia y productividad) y

microevaluación (análisis y diagnóstico) de la eficiencia. En términos prácticos, un

ejemplo

de macroevaluación podría ser que una biblioteca puede obtener el 72% de los

documentos solicitados y la microevaluación identificaría las fallas en la obtención

de documentos.

2. Evaluación costo - efectividad

La evaluación costo - efectividad relaciona las medidas de efectividad en el

funcionamiento interno con las medidas de costo. Siguiendo con el ejemplo, podría

obtenerse un 80% de los documentos solicitados, la evaluación costo efectividad

determina cual de los métodos es menos costoso.



3. Evaluación costo-beneficio

La evaluación costo - beneficio relaciona los costos que incluye un servicio y

se justifica por los beneficios que de él se derivan. Al respecto Lancaster (1978)

comenta que los estudios de esta clase son muy difíciles de llevar a cabo debido a

la dificultad inherente a la medición de los beneficios de los servicios de

información y, más particularmente, a la asignación de valores monetarios a estos

servicios.

Los principales pasos a seguir, según el mismo Lancaster (1978) para llevar a cabo un

programa de evaluación son los siguientes:

a) Definición del alcance de la evaluación.

La definición del alcance consiste en preparar un conjunto de preguntas que deben

ser respondidas.

b) Diseño del programa de evaluación.

El diseño del programa implica la elaboración de un plan de acción que permita

reunir los datos necesarios que respondan a las preguntas formuladas en el paso

anterior.

c) Ejecución de la evaluación.

La ejecución de evaluación involucra la recopilación de datos de tal manera que

faciliten su posterior análisis.

d) Análisis e interpretación de los resultados.

La etapa de análisis e interpretación consiste en la manipulación de datos con el fin

de responder las preguntas planteadas en la primera etapa.



e) Modificación del servicio con base en los resultados de la evaluación.

En el último paso, es decir, la modificación del servicio con base a los resultados de

la evaluación, se implementa algunas o todas las recomendaciones para mejorar el

servicio.

Debe tomarse en cuenta que un servicio puede ser evaluado en las distintas etapas de

su desarrollo.

Sin embargo no debe olvidarse que los procedimientos de evaluación pueden ser

aplicados a nivel experimental o de “laboratorio” (Lancaster, 1978). En nuestro país existen

dos trabajos pioneros. En primer lugar, “Evaluación de la colección de la Biblioteca de

Química de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos”, presentado por Morales de

Celestino y Montes Acuña (1982) al Segundo Congreso Nacional de Bibliotecología. Aunque

se puede observar una aplicación de métodos cuantitativos, no sabemos cual fue su utilidad

dentro de la Facultad de Química de la UNMSM, aunque las autoras recomiendan realizar

este tipo de ensayos evaluativos. Este trabajo demuestra el grado de desactualización,

envejecimiento e inadecuación de la colección, con respecto a los requerimientos de lectura,

préstamo, consulta e investigación de los programas académicos a atender: Química,

Ingeniería Química e Ingeniería Metalúrgica.

También hay un informe descriptivo elaborado por Pajuelo (1999) titulado

“Evaluación de la colección de referencia de la Sala Olivia Ojela de Pardón” que utiliza

métodos novedosos para la evaluación, pero tampoco se puede saber si el trabajo de



investigación ha producido algún cambio en esta colección de referencia de la Biblioteca

Nacional, aunque la metodología es correcta según nuestro parecer. Este estudio también

revela una desactualización en el material de referencia utilizado; mostrando que hay áreas

temáticas muy poco usadas, como la de Ciencias Naturales, que a pesar de tener 25 títulos,

sólo son consultados 5 de éstos. Pajuelo establece que muchos títulos no son usados porque el

referencista tiene preferencia sobre algunos autores. Señala que hay que adquirir títulos según

las listas básicas en las áreas con alta demanda. Finalmente para mejorar la metodología

sugiere que se haga una recopilación de estadísticas según áreas temáticas.

En resumen, la evaluación de la colección tiene que ver con todos los elementos que

integran el conjunto de los servicios de la información (materias, soportes, lengua, etc.), ellos

influyen en la capacidad de responder o no a una determinada necesidad de información.

Asimismo con las características de cada documento concreto (por tiempo, antigüedad,

presentación, formato), cada uno de esos elementos introduce aspectos que matizan su

utilidad y conveniencia reales para los usuarios.

El proceso de evaluación de la colección se encuentra enmarcado en la evaluación de

biblioteca como servicio. Por esa razón las universidades se interesan en gran manera por

analizar y valorar el rendimiento de sus servicios de biblioteca e información. La colección

constituye un factor esencial para poder establecer el rendimiento deseado, sin conocer estos

datos la biblioteca no podrá mejorar sus servicios.



Según la American Library Association, para llevar a cabo esa tarea con éxito será esencial

realizar dedicar con rigor cada uno de los pasos siguientes:(Massísimo, 2002)

1. Definir los objetivos de la evaluación: debemos tener claro si nuestra finalidad es

detectar puntos fuertes y débiles, aplicar mejoras en la colección, realizar campañas

promociónales o redactar un informe político. De acuerdo con los objetivos perseguidos,

será más adecuado uno u otro método de evaluación, pero también la presentación de los

datos e incluso la redacción del documento final pueden cambiar.

2. Formular las hipótesis de trabajo si las hay: en ocasiones nos decidimos a iniciar un

proceso de evaluación porque ya tenemos alguna percepción, más o menos intuitiva, de su

funcionamiento, e incluso nos parece intuir las causas que pudieran influir en él: entonces

queremos comprobar hasta qué punto esa percepción es correcta antes de actuar. Si

existen, siempre es mejor hacer aflorar y formular con palabras -nuestra hipótesis, ya

que, si no lo hacemos así, éstas corren el riesgo de convertirse en prejuicios y, como

tales, influenciarán nuestro trabajo impidiendo la objetividad.

3. Establecer claramente los destinatarios del documento: nos interesa, sobre todo, conocer

si los destinatarios del informe final de resultados son o no profesionales de la

documentación, o bien se trata de otros cargos políticos, o de técnicos de formación

distinta y por lo tanto, con un lenguaje diferente y, probablemente, diferente valores y

prioridades. El enfoque del informe, el tipo de datos y su redacción y presentación pueden



cambiar considerablemente en función, no sólo de los objetivos de la evaluación, sino

también de la audiencia del documento que la recoge.

4. Determinar los datos a obtener: en función de objetivos e hipótesis, hemos de seleccionar

cuál o cuáles van a ser los métodos de evaluación aplicados y, consecuentemente, cuáles

son los datos relevantes que deberemos manejar. Una vez aclarado este punto, debemos

ser muy rigurosos en limitarnos a recoger esos y tan sólo esos datos, con objetos de no

crear “ruido” en nuestra investigación pues hemos de ser conscientes de que toda recogida

de datos no relevantes para el estudio actual consume tiempo y recursos sin ofrecer

ninguna utilidad en este momento y, probablemente, cuando tuviéramos ocasión de

emplearlos, estarían ya obsoletos.

5. Seleccionar la metodología de recogida: de la decisión sobre el método a aplicar y sobre

el tipo y cantidad de datos requeridos, se deducirá la metodología más adecuada para su

recogida, en función, también , del nivel de precisión que se considere necesario.

6. Seleccionar la metodología de análisis: asimismo, en función de los objetivos que se

plantea la evaluación y del tipo de datos que se recogerán, podemos escoger el método de

análisis, el software más adecuado y la presentación gráfica más útil para nuestro

propósito.

7. Definir la muestra de estudiar: excepto en casos de colecciones pequeñas, tendremos que

trabajar siempre con muestras de los documentos, ya sea para evaluar la colección



completa ya una sección o parte de la misma. En función de nuestros objetivos y de la

metodología de recogida de datos que queremos aplicar, deberemos escoger entre las

distintas técnicas de muestreo, aquella que ofrezca mayor utilidad y fiabilidad para

garantizar que los resultados de la investigación sean extrapolables al conjunto.

Asimismo, el tamaño de la muestra debe ser calculado para reducir al máximo el margen

de error.

8. Prever la comparabilidad de los resultados: escogiendo una metodología que pueda

seguirse con las distintas partes de la colección a evaluar, así como seleccionando datos

que puedan investigarse en años sucesivos, se asegurará la comparabilidad de los

resultados en evaluaciones sucesivas para el mismo centro. Ello es particularmente

importante en el caso de que nos interese un estudio a largo plazo, ya que es imposible

definir y evaluar tendencias si no tenemos datos periódicos. Otra opción es utilizar la

metodología y los datos aplicados en la evaluación de colecciones de otras bibliotecas

similares a la nuestra o adaptarlos con los mínimos cambios, de manera que podamos

utilizar los resultados no sólo para evaluar nuestra situación actual, sino también para

iniciar un proceso de benchmarking, o para tomar en cuenta iniciativas de cooperación a

la vista de los resultados de comparación.

9. Decidir la presentación de los resultados: Ésta es una cuestión especialmente delicada, si

se tiene en cuenta todo lo que se comentó en relación con los destinatarios del informe de

evaluación. Si queremos que nuestro informe obtenga alguna atención, es importante que

lo presentemos en el lenguaje más próximo a las audiencias distintas, o bien



ampliaciones, anexos o resúmenes ejecutivos a la intención de algún grupo destinatario

específico.

Documentar todo el proceso: es importante, para los destinatarios del informe y para la

subsiguiente toma de decisiones, que todo el proceso de evaluación tenga el apoyo

documental necesario para poder volver sobre él y comprobar las conclusiones, las

recomendaciones formuladas, etc. Sin embargo, los anexos y documentos de referencia

deben estar claramente separados del documento principal, sin alargarlo innecesariamente.

10. Estimar los costes, duración y requisitos de personal con que llevará el proceso: puesto

que el trabajo de evaluación de la colección es largo y complejo, es necesario calcular los

costes que llevará consigo por todos conceptos. Ello implica prever el tiempo a destinar

en la preparación y en la ejecución del estudio; el personal propio o contratado ad-doc

que se implicará y sus costes brutos, o bien las partes proporcionales brutas de su jornada

laboral: el material necesario, hay que ser especialmente escrupuloso en el cálculo de

esos extremos, y especialmente importante. Sé acabará el informe de evaluación, con su

recomendación en la fecha estimada.

2.5 Métodos usuales para la evaluación de colecciones

Debemos tener en cuenta la existencia de dos grandes grupos de métodos: las que se

basan en las colecciones en sí misma y los que se basan más bien en el uso de éstas ALA

(1984).



Los métodos más usuales que basan la evaluación en la colección en sí misma son:

• comparación con listas

• examen directo de la colección

• uso de estadísticas

• aplicación de normativas.

Cada uno de estos métodos y tomando como referencia las condiciones de su

aplicabilidad, así como las ventajas e inconvenientes que cada uno puede presentar en una

biblioteca universitaria, en algunos casos puede ser una ventaja y en distinta condición puede

no serlo.

2.5.1 Comparación con listas

Si queremos aplicar este método seleccionaremos listas de obras que consideramos

adecuadas para las características de nuestra biblioteca y de nuestros usuarios y,

posteriormente, la confrontaremos con nuestro catálogo para determinar en qué tanto por

ciento las obras presentes en dichas listas se encuentran en nuestra colección, por ejemplo el

citado por Pajuelo (1999), dónde efectúa una comparación de listado de referencia de una

institución de Venezuela con la de la Biblioteca Nacional en obras de referencias.

Por sus características, es un método aplicable con la mayoría de soportes y en todo

tipo de biblioteca y presenta un tipo de ventajas considerables, siempre que se hallen

disponibles las listas necesarias para la comparación. Generalmente, estas listas son, o bien

bibliografías selectivas y actualizadas de obras adecuadas a nuestro perfil o bien catálogos



de otras bibliotecas semejantes a la nuestra y consideradas como modelo por el alto grado de

adecuación y excelencia de sus colecciones.

Es de fácil aplicación, se puede realizar con el mismo personal auxiliar, siempre que se

les proporcionen unas pautas adecuadas y un mínimo entrenamiento; a los profesionales más

calificados les estarían reservados los trabajos previos y posteriores: la búsqueda y selección

de las listas más adecuadas al caso, la formación inicial para los encargados de realizar el

proceso y la elaboración de criterios de trabajo, así como la elaboración de los resultados

obtenidos.

2.5.2 Examen directo de la colección.

Repasamos in situ el contenido de los estantes con objeto de estudiar directamente

dimensiones, alcance, profundidad y relevancia de la colección. Es un buen método, pero sólo

aplicable a colecciones muy pequeñas y muy especializadas, en las cuales dispongamos de

expertos temáticos.

Es un buen método por su aplicabilidad por los expertos, que como resultado arrojan

los productos, evaluación, revisión, retirada. Como posible inconveniente estaría el coste, por

el concurso del especialista temático y en una biblioteca no siempre lo tengamos, el uso de

parámetros otros adicional que podría complicar el proceso de evaluación.



2.5.3 Uso de estadísticas

Este método de evaluación consiste en comparar sistemáticamente los datos

estadísticos de nuestra colección con los recogidos por otras bibliotecas sobre los aspectos

concretos que nos interesa evaluar. Su aplicabilidad se extiende a todo tipo de bibliotecas.

Siempre que éstas recojan habitualmente el tipo de datos estadísticos que nosotros

necesitamos y que se haya establecido previamente, que de manera que se asegure la

comparabilidad de los resultados, de igual manera este método puede ser de utilidad para

aplicarlo a una sola biblioteca, recogiendo periódicamente los mismos datos a fin de estudiar

su evolución a lo largo del tiempo.

Respecto a los tipos de datos estadísticos que podrían resultar relevantes para una

evaluación de la colección, tendríamos un abanico que iría desde las dimensiones de ésta y su

tasa de crecimiento global o por materias, soportes, hasta aspectos económicos, como puede

ser la evolución y reparto de los gastos para la adquisición de fondos, pasando por el

porcentaje de solapamientos entre colecciones, particularmente interesante este último aspecto

cuando nos planteemos establecer y defender acuerdos de cooperación para una mejor

rentabilización de los recursos.

Entre las ventajas del uso de las estadísticas para evaluación de colecciones, no es la

menor el nivel de disponibilidad de los datos: las bibliotecas recogen estadísticas desde

siempre, con mayor o menor puntualidad, lo cual supone encontrarnos con un potencial de



información nada desdeñable, siempre que como ya se dijo esta información haya sido

recogida siguiendo un modelo acordado para todas las bibliotecas de un sistema, país.

Comentando sobre el uso de este método en la evaluación de la colección, que los

datos que se utilizan tengan un formato único para todas las bibliotecas del sistema, un

sistema uniforme es la única garantía fiable que puedan derivar decisiones de colección, como

siempre se necesita datos nuevos, no previsto en el modelo, desaconsejaría la utilización del

método, por otra parte, las dificultades para la aplicación de los datos estadísticos como

método de evaluación de colecciones pueden surgir en el momento de la interpretación de

dichos datos.

2.5.4 Uso de Normativas

Uno de los métodos más usados para evaluar colecciones es la comparación de sus

dimensiones y características con los estándares pertinentes. Este método (que no es

exclusivo de la evaluación de colecciones) parte con la ventaja de ser aplicable a todo tipo de

bibliotecas, siempre que para ellas contemos con alguna normativa de referencia. Además de

constituir en sí misma una ayuda estimable como resultado que son del trabajo altamente

fiable de muchos expertos, las normativas poseen un plus de autoridad moral por el hecho de

emanar de organismos reconocidos, sea del campo bibliotecario, sea del de la normalización.

Tal autoridad moral suele redundar en un cierto consenso de aceptación general, que genera

un poder de persuasión diferente al de otros sistemas de evaluación. Así, aún sin ser de

obligado cumplimiento, las normativas se revelan de gran utilidad a la hora de evaluar y

mejorar nuestras colecciones; sin embargo, para ello hay que tener la precaución de



seleccionar normativas cuya relevancia sea también clara para los destinatarios del informe

final de evaluación. Esas normativas son, bajo nuestro punto de vista, de dos tipos:

• En primer lugar ,las normativas internacionales, generadas por la IFLA, la ISO o la

propia Unión Europea para la evaluación de bibliotecas; estas normas nos

proporcionan un estándar considerado internacionalmente como adecuado cuyo

cumplimiento nos garantiza, en consecuencia, un nivel de “homogeneidad” ,

altamente deseable, tanto por las bibliotecas como por las instituciones que lo

patrocinan.

• En segundo lugar, las normativas elaboradas dentro de las fronteras de cada estado

por las entidades o administraciones competentes en la materia, ministerios de

educación o de bibliotecas y asociaciones profesionales.

Lancaster (1978) nos confirma que “la evaluación de una colección de documentos es

posible a través de diferentes enfoques. Ante todo, parece apropiado mencionar que para

ciertas clases de colecciones es posible establecer un tamaño mínimo por debajo del cual no

podría operar un servicio satisfactorio”, el tamaño o las dimensiones de la colección lo

pueden determinar las normas, que es el método elegido y a las que nos referiremos a

continuación.



2.6 Normas y directrices

Existe mucha confusión entre los conceptos de normas y directrices, los diccionarios cuando

definen a un término hacen envío hacia el otro.

Las normas según el glosario ALA de bibliotecología son “Criterios por los cuales

pueden medirse o evaluarse los servicios y programas bibliotecarios. Establecidos por

organizaciones profesionales, corporaciones acreditadas u organismos estatales, los criterios

pueden reflejar de diversos modos un mínimo o ideal, un procedimiento modélico, una

medida cuantitativa o una evaluación cualitativa” (Young, 1988)

Las directrices o directivas según el glosario ALA de bibliotecología es una

“instrucción o directriz” es una “comunicación oficial dentro de una organización,

disponiendo que el personal subordinado lleve a cabo una determinada acción o adopte una

práctica” (Young, 1988).

En inglés las normas o normativas son conocidas con “Standard”, su acepción en

español conocida cono “estándar”, aunque no ha debilitado el termino “normas”.

Concluimos que las normas son un procedimiento a seguir mientras que las directrices sólo

estipulan una pauta a seguir. Por ejemplo la directriz puede sugerir incluir materiales digitales

en una colección mientras que la norma especifica el tipo de materiales y estipula los mínimos

requeridos.



“Una herramienta de indudable valor en la planificación son las normas y directrices

que establecen la manera de actuar ante un determinado problema o la organización de un

determinado servicio” (Merlo Vega, 1998). Estas normas sólo son recomendaciones que

ayudan a unificar el funcionamiento de las bibliotecas universitarias, este tipo de normas y

directrices son dadas por instituciones profesionales (asociaciones de bibliotecarios, grupos de

trabajo, etc.). La normalización surge como una necesidad de sustituir los modelos

heterogéneos.

Aterthon (1978) dice que “la normalización, definida de una manera muy general y

no específicamente en relación con la información, es el establecimiento, por vía de una

autoridad o de consentimiento mutuo de cantidades, cualidades, modelos, métodos, o

unidades de medida que deben ser adoptados con un mínimo común o como ejemplo a

seguir”. Se pueden asociar a con la normalización a las directrices, como por ejemplo, la

presentación de artículos científicos.

La misma Aterthon (1978) precisa que “las normas son especificaciones técnicas u

otros documentos que contienen un conjunto de condiciones a ser cumplidas”, pueden ser

producidas por empresas, asociaciones, grupos o ministerios. A nivel internacional son muy

reconocidas las normas ISO (International Standard Organization).



Las normas pueden ser de diversas clases:

• Normas de dimensiones, que aseguran una intercambiabilidad exacta.

• Normas de rendimiento o calidad

• Métodos normalizados de ensayo que permiten que los materiales o productos

destinados a un mismo empleo sean comparado uniformemente.

• Términos técnicos y símbolos normalizados.

• Códigos de práctica normalizados (métodos de instalación, utilización y manejo

de equipos)

2.7 Normas internacionales para bibliotecas universitarias

Nosotros hemos elegido la “Aplicación de Normativas” como uno métodos más

usuales que se basan la evaluación en la colección en sí misma. Según el mismo autor

(Massísimo, 2002), uno de los métodos más usados para evaluar colecciones es la

comparación de sus dimensiones y características con estándares pertinentes, de organismos

reconocidos que emanen una autoridad moral. El uso de normativas para finalidades de

evaluación, tiene como ventaja de disponer de material inicial de referencia ya elaborado.

Gómez Hernández (1998) dice que “las normas es como una medida de valoración,

como un estímulo para el desarrollo y la mejora, o como un instrumento para ayudar a la

decisión y la acción”. Las normas para bibliotecas universitarias deben responder a un



entorno y a objetivos determinados por la comunidad universitaria (investigadores, docentes y

alumnos).

La IFLA publicó en 1986 unas “Normas para bibliotecas universitarias” destinadas a

países en desarrollo, estas normas básicamente recogen recomendaciones para gestión de la

colección que aseguren una suficiencia y diversidad.

Para realizar la evaluación de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Contables

utilizaremos algunas normas internacionales como las de ACRL (American College &

Research Libraries, 1994) auspiciadas por la ALA (American Library Association) que nos

brinda pautas sobre las bibliotecas universitarias, pero cuyas recomendaciones (para

bibliotecas universitarias norteamericanas) aún son inalcanzables para sus contrapartes

peruanas.

Hemos elegido también las “Normas y Directrices para Bibliotecas Universitarias y

Científicas” de REBIUN (1999) y las “Estándares para Bibliotecas Universitarias

Chilenas” elaboradas por la Comisión Asesora de Bibliotecas y documentación - CABID

(Consejo de Rectores de Universidades Chilenas, 2001), ambas normas se acercan más a la

realidad de las bibliotecas universitarias peruanas; Además queremos resaltar que en el Perú

hay normas para bibliotecas universitarias, pero no son integrales, tal como veremos más

adelante (capítulo IV).



En la elaboración de las normas españolas se congregaron a diversos especialistas

(bibliotecarios y documentalistas) de las universidades, ellos desarrollaron estas directrices,

pero dejaron claro “que no constituye un documento definitivo ni cerrado”, las normas y

directrices se consideran en permanente discusión y actualización.

capitulo ii ii. marco teÓrico 2.1 definición de...

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