capitulo 1: sonick. · 2015-05-16 · bedah, cree que es fuerte, invencible, su orgullo trabaja...
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CAPITULO 1: SONICK.
Érase una vez en otro mundo paralelo, que había un Reino llamado Mandrágora, un
hermoso estado que abarcaba con la unión de poderosos estados y fructíferos pueblos,
cuales convivían en armonía y respeto, bajo las órdenes del Rey Ludovico, cuál gran
personaje en la historia, pudo establecer un irrompible pacto de hermandad, en donde se
fijaba como regla principal, la existencia de un solo soberano, quién era acompañado de
sus fieles guías, estos que solo podían ser miembros de la ilustre Iglesia, era uno de
ellos, su mano derecha, un hombre llamado Germán.
Mandrágora, era el nombre bendito que se le atribuía a la fecundidad y maternidad, esto
fue en honor a la Reina, cuya muerte sucedido al dar a luz a su único hijo, al quién le
fue dado el nombre de su madre, Britain. Este muchacho, creció junto a las enseñanzas
pulcras de Germán, mismo que al pasar los años, antes de su muerte, le coronó. Britain,
fue también un gran Rey, quién enseñó a su gente la gracia de un matrimonio perfecto.
Sin embargo, donde hay suprema luz, también tiene que haber densas tinieblas y como
era ley, la mujer de Britain dio a luz a un castaño, un bebé de ojos chispeantes como el
trueno, aquel que fue llamado Bedah, debido a su exigente naturaleza.
Bedah, es nuestro actual Rey, único en su leyenda, su espíritu feroz y destructor ha
acabado con pueblos y con amistades, su ambicioso y preponte corazón ha roto los
protocolos de sus antepasados.
Bedah, cree que es fuerte, invencible, su orgullo trabaja silenciosamente dentro de él, es
un tipo sin escrúpulos, alguien que se cree Dios mismo y se levanta ante sus leyes. ¿Fue
siempre así? No lo sé, yo creo que sí. Empero, soy joven para reconocer en carne y
hueso, las cosas que pasaron… Dicen que el odio de Bedah creció cuando su hermosa
esposa se unió a las enseñanzas de la Iglesia, rumores declaran que esta le abandonaba
por mucho tiempo y que él era tan desconfiado, que cuando ella le dio a su único hijo,
William, este no le reconoció. Y tal acto tuvo su rumor, era debido a que se hablaba
sobre el ficticio amor que en la Reina creció hacia uno de los, en ese entonces, rectores
de la Iglesia, Germán, un joven Sacerdote, no la culpo, él es tan hermoso….
Pero, tal murmullo fue la raíz de una gran venganza; pues, Bedah se puso en contra de
todas las decisiones de la Iglesia, no les oía y trataba a todos como esclavos, sin contar,
que puso precio a la cabeza de Germán, aquel Sacerdote especial, a cuál, según
historias, tiene el don de la juventud; pues, nadie lo puede matar…. Esto es
comprensible y se los digo yo a ustedes, Germán, quién se convirtió en un preso de la
Iglesia también, es un Teúrgo de élite, fue mi maestro y este pequeño detalle lo supo
también Bedah, quién aparte de darle guerra a la Iglesia, se encadenó a una sangrienta
cadena de asesinatos a Aprendices, Alquimistas, Magos y Teúrgos… todos morían
ahorcados, quemados y torturados.
Esto se escribió con sangre, gritos y desesperación en la inolvidable historia de nuestro
Reino, cuál abarca con 4 estados y 20 ciudades - pueblos, cuya gente no echó de menos
a estos seres, ya que Bedah se encargó de transmitir aquel odio hacia los Magos. Así,
cuando un ciudadano veía a un brujo, este se encargaba de eliminarlo, todo, para que
supuestamente la paz de “Dios” nos de riquezas y armonía…
¿Quién podría ser tan inocente para creer en las palabras de este tipo?...
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………(Fin de las palabras)…..
La mañana resplandecía en su décima hora, con sus cantares cotidianos que no solo de
los pajarillos eran, sino de esos pueblerinos que vendían mil cosas para subsistir entre la
pobreza… Más, los rayos solares daban esperanza y por qué no a esa sala parroquial,
cuál acogía a esos mensajeros de la paz, a los llamados misioneros, esos jóvenes
selectos para calmar el furor de la guerra contra el Reinado de Bedah.
—¡Jah! Ese Bedah es caso perdido… cada vez salen peores cosas de él…
definitivamente no sé porque estamos de su lado… —La chica, tirada en el piso, leía el
diario. —A veces, me avergüenzo de la Iglesia… Sí Germán estuviese a la cabeza, como
en otros tiempos… de seguro que ya hubiese puesto cartas en el asunto.
Habitual, el día siempre afloraba con las críticas de Sonick, ante una política injusta y
antisocial, así como con los finísimos bostezos de la normalmente cansada, Leticia, una
mujer alta, cabellos rubios, de severos ojos cafés, y dogmático como fuerte carácter.
Esta era la compañera de misión de Sonick.
—¿Cansada?... pero nunca hace nada… Murmuró Sonick volviendo a leer su
periódico, todo mientras los delicados pies de Leticia caminan rápido hacia ella.
—¡Sonick! ¿!Por qué no me has despertado!?. Grita la rubia, como si fuese un
ciclo sin fin. —¡Teníamos una reunión muy importante!. Dijo ella, Sonick la ve. —Ya
fui yo. Respondió cortante, esto causó la rabia intolerable de quién volvía a lanzarle sus
acostumbradas cátedras. —Sonick… yo soy tu superior. A mí me mandaron aquí,
porque esto merece la presencia de una Misionera elite y con experiencia… ¡Cuando
entenderás! A ti te falta demasiado, eres una niña… ¡Nosotras no difundimos la paz, la
creamos!. Grita.
Sonick sentía la presión de su compañera, pero no era para menos, las gentes temían la
guerra y por ende a sus muertes esporádicas.
—Lo siento, pensé que podría hacer algo sola nuevamente. Clamó Sonick
suspirando hondamente, más sabia que los reclamos de la rubia no terminaban ahí.
—¡Y has vuelto a leer mis cartas!. Gritaba a la distancia.
Sonick continuaba leyendo, ciertamente a veces entre la desgracia, una sonrisa surcaba
su rostro, una al momento de recordar a Germán, de remembrar el Monasterio y a sus
amigas. —Solo he leído las que Germán te mandó… después de todo, siempre hablan
de mí. Mencionó la muchacha con molesto y consentido tono.
Leticia le veía con fastidio, esta era celosa y envidiosa, más tenía que comportarse como
“Misionera de elite” por eso, volteó y se encerró en el baño.
Era notable que dos personalidades tan distintas no gustaran de estar juntas.
—Llevamos casi dos años juntas… a veces me pregunto hasta cuándo vamos a
aguantarnos… pero sobre todo… cuando me vas a dejar de torturar, Germán… Dijo
Sonick para sí, a momento que entrecerraba sus ojos.
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Bueno, al decir Misionera, pareciese que yo fuese grande, alguien que pertenece a
alcurnia de la Iglesia, pero no es así.
Yo soy Sonick, una joven de apenas 17 años, no pertenezco ni a la nobleza, ni a la
belleza… les cuento mi historia.―Yo fui abandonada cuando era una simple bebe, a la
quién dejaron en las puertas del templo, esto ya era costumbre por parte de las madres
despreocupadas, solo espero que mi madre haya sido una excepción y sus motivos
hayan sido necesarios. No obstante, al ruido de mi llanto, fui recogida entre los brazos
de la monja Gracel, ella me crio junto a Germán, quién fue el segundo en verme, ella me
puso frente a sus enigmáticos negros ojos.
….Entonces, digamos que ellos son mis padres, me ilustraron en tantas cosas… Bueno,
Germán me mostró la magia y Gracel, me incluyó como una futura monja, algo que yo,
sinceramente, no quiero ni quisiese ser… mi sueño está más allá de eso.
Más, estimo mucho lo que ella hizo por mi… quisiese volver a verla… más tristemente
partió hacia el horizonte desde que yo tenía seis años, hasta ahora regresa... este es otro
de los motivos por los que acepte ser misionera y viajar de lugar a otro, para algún día…
encontrármela.
Pero… ¿Cómo es que yo llegué a ser Misionera?... eso es algo de mucha polémica, el
primer porque resultó con la llegada de mi adolescencia, ahí donde ya no te aguantas
estar callada, donde tu interior rebelde defiende lo que es justo… en fin, esto me causó
problemas con los integrantes de la corte eclesiástica…. Cuales estaban dispuestos a que
yo me marche de las barreras de la Iglesia, algo que Germán, aun siendo prisionero, no
estaba dispuesto a tolerar. Por ello, Germán rogó y rogó al actual Rector del Monasterio,
Oz, quién fue el único rector que se dio el atrevimiento de cambiar a todos los veteranos
líderes de la institución y los reemplazó por adultos jóvenes… (Me da igual, todos son
unos incapaces) Más, no detesto a Oz; pues, también fue el único que le dio libertad a
Germán para que este caminase libremente por las instituciones del Monasterio, tal vez
lo hizo, por respeto a que fue un gran Sacerdote. En fin, también, por tal motivo, aceptó
la propuesta de Germán… que yo sea misionera y por ende pase lejos de las cuatro
paredes del Monasterio.
Esa es la realidad…. No es porque sea excepcional, buena monja, buena estudiante,
nada de eso… solo era insoportable. ¿!Qué!? ¡Hay que ser sinceras! Algo que yo tengo
como ley, es no mentir, no llorar y no temer.
Empero, regresando al tema, tristemente el ser Misionera me ha alejado de todo lo que
siempre amé… no sé qué pensar de las decisiones de Germán, él es impredecible y
misterioso; como amable y alegre hombre… él fue quién me envió a la señorita
perfección, Leticia, quizás para que me cuide… más, ya hemos recorrido ocho de los
veinte pueblos que pertenecen al Reino Mandrágora… la paz no se logra… temo porque
la guerra nos abata, Bedah no dejará el Reino sin un río de sangre en medio. ….Y ya
saben, siempre mueren primero, los inocentes.
En fin… a veces creo que Bedah obligó a la Iglesia a hacer este frente de la paz, algo
intolerable… más, sé que sí no hacemos caso… la Iglesia sería destruida. Bedah vive en
la capital, en la ciudad de Mandrágora, donde también está el Monasterio, cuál acoge
con las cuatro Catedrales y las veinte Iglesias, cuales obedecen a Mayor, él que está por
encima de Oz. ….Bueno, ¿Habló mucho? Lo sé… pero sin mí, no sabrías la historia….
Más, para terminar, esta es nuestra misión, ayudar a que el amor reine sobre la guerra
―Es nuestro lema.
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Y Sonick dejaba la revista, esta era llamada por el brillo del cielo, mismo que empezaba
a pintar de un cálido naranja, la mitad del día empezaba a sonar con las campanas de la
Iglesia pueblerina. Todos salían a comer, a darse un espacio de sus atareadas jornadas,
así como Leticia, la cual se arreglaba para reunirse con el Sacerdote de la parroquia.
—Y dime, que hay en los diarios ¿Algo interesante?. Mencionó la rubia.
—No… lo mismo de siempre. Respondió Sonick perdiéndose en las nubes. —
Aunque… sí consideras interesante, que Bedah haya vuelto a abusar de otra chica… o
que Williams, su hijo, haya rechazado a otra mujer, humillándola en público… pues, sí
¡Que interesantísimo!..... Habló la castaña de ojos turquesas e indomable espíritu,
Sonick, el dolor de cabeza de Leticia, la cual por más que intentaba, nunca encontraba
palabra adecuada ni pensamiento afín. Leticia creía de Sonick una rebelde sin causa.
—Eso que dicen de Bedah no es cierto… son acusaciones de forajidos que están
a su contra. Dijo Leticia con despreocupación. Sonick levantaba su mirar. —¿Y el
sufrimiento de las familias? También… ¿Es falso?. Acusó la castaña sin verla. Leticia
chasqueaba sus labios, tomaba del diario botándola a la basura, expresaba que en vez de
envenenarse, debía dar atención a la misión y a la paz, como también, arreglarse y bajar
a comer.
—Todo lo que tu tengas en contra de Bedah, debes guardártelo para ti… ¡A
nadie le importa! Lo primordial es la paz. Aclamó Leticia abriendo la puerta, ella iría a
comer.
—¿La paz?... y porqué sí tanto admiran esa palabra, no se la dan a los Magos
que en las calles a escondidas, viven. Los ojos turquesas de Sonick se clavaban con
fiereza a medida que la insospechada Leticia, soltaba una carcajada. —Sonick, eres una
ingenua… —Leticia entre cierra sus ojos. —Sí es por esos Magos que nuestro Reino
sufre… que la armonía entre el Rey y la Iglesia se rompieron… ellos, con sus poderes,
dañaron la mente de los habitantes, con su ingenio maligno destruyen nuestras reglas,
todo lo malo, es por ellos… ¡No merecen la paz!. Y dicho esto, Leticia se marchó.
Sonick quedaba en la habitación, sus entristecidos ojos y su suspiro inmortal hacían de
ella una joven mártir preocupada.
—Sí esto sigue así… no habrán Magos que canten a la naturaleza, ni alegría
que hagan latir los corazones de los humanos… ¿Por qué? Antes no era así… todos
gustaban de la presencia de los Magos, ellos ayudaban en muchas cosas y hasta a
veces gratuitamente… De esa manera, Sonick se perdía entre sus ideas, la verdad, no
había día en que no piense en Germán y su bienestar.
Sin embargo, cortando con su concentración, una pequeña piedrecilla golpeó su frente,
este iba acompañado de un pequeño silbido que le invitaba a bajar su mirada.
—¡Sonick!. —Susurró un jovencito. —El líder dijo que sí. Concluyó aquel, este
que conquistaba la sonrisa de la misionera, cuál llena de emoción, no demoró en bajar
rápida y descuidadamente alado de Leticia, quién era obvio, se extrañaría de sus
sospechosas andanzas, aquellas que ya se habían hecho costumbre desde que llegaron a
ese pueblo.
Más entonces, Sonick abrió la puerta chocándose con su amigo, aquel llamado Love, un
joven bajito, aquel, la jalaba y la introducía en la algarabía del pueblo de Esperanza. Los
ojos de Sonick volvían a brillar, ella, con su túnica de misionera, esa de verde color
pasto, chal blanco y la cruz sobre su pecho, corría tal como una niña alegre junto a
Love, el chico pelinegro de azules ojos, mismo que la llevaba por los coloridos paisajes
que el lugar tenía a sus ocultas. Todo mientras Leticia comía del polvo; pues, ella sabía
muy bien que su compañera salía con un pueblerino… Pero… ¿Quién era este chico?.
—Sonick, el día de hoy… el líder del gremio ha aceptado tu asistencia a nuestra
fiesta… no tengo de mucho tiempo, porque debo ayudar a arreglar todo… pero todos
están gustosos con tu presencia. Dijo el chico con igual o más dicha que Sonick, esta
que le abrazaba con satisfacción.
—¡Increíble, Love! …pero, ¿No habréis dicho quién es mi padre, no?.
Interrumpió la chica.
—Claro que no, Sonick. Respondió el pelinegro, robando un beso a la mejilla de
esta.
—¿!No me estarás engañando, Love!?... en verdad voy a estar junto a todos
ustedes. Habló ella.
—¡Claro que no miento! Soy un Mago. Respondió ofendido, Sonick ríe, ambos
sabían que harían lo que sea por cada uno. Empero más, Love, el enamorado, cuál
convenciese a todo el gremio de que Sonick era alguien de confianza, después de todo,
esta era una aprendiz de Magia.
Y Sonick saltaba de la alegría. —¡Voy a ir! ¡Que felicidad!. Agarraba la mano de Love.
—Yo vendré por ti en la tarde… vamos a pasar una noche inolvidable… pero
debes ser precavida, nadie de la Iglesia puede saberlo. Y Love se despedía, tras sus
numerosos pasos, estaban cerca de la casa parroquial, este le dejaba con disimulo, como
un pequeño caballero que dejase a su doncella, Sonick.
—Mi querida Misionera, nos vemos… recuerda de nuestra cita. Habló Love
besando de su muñeca, Sonick sonreía. —Claro que no lo olvidaría. Guiña su ojo,
despidiéndose.
Empero, tras las paredes, Leticia, quién le llevaba esperando, le veía con suma
vigilancia, como detestaba que Sonick haga con su vida lo quiera.
—¡Muchachita malcriada! Pero vamos a ver en que te hayas, de seguro que no
te molestará que una compañerita te acompañe a tu fiestecilla. Murmuró a la vez que
regresaba a su habitación.
Sonick iba tras ella, esta miraba como Love se alejaba de la parroquia.
—Qué pensaría de esto… tu querido Germán. Pensaba Leticia.
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No voy a negar que he escuchado rumores que cuentan que nuestro Rey Bedah fue
hechizado a muerte muchas veces, también que dentro del Monasterio, brujos y brujas
hacían de las suyas para derrocar las leyes. Pero para mí, estas son opiniones de
personas, no negaré mi interés ante el más allá, mi sueño de ser una gran Teúrga… pero
yo creo que la energía depende de quién la maneje, yo por ejemplo, no haría nada malo
en contra de los demás…. Pero, me pregunto qué pasaría si Oz y su corte eclesiástica o
si Leticia y sus monjas se enteraran de ello, seguramente me condenen a muerte, como a
veces creo que lo hicieron con Gracel, mi maestra, mi madre... es seguro que eso pasó y
que Germán por no verme triste, no me lo confiesa… Es bueno saber que Germán es
muy fuerte y no se dejará lastimar ni lastimarme de nadie.
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Más, por otro lado, surcando de las montañas rocosas del estado de Anima, cuál era
madre del pueblito “Esperanza”, estaba el desierto que llevaba a la ciudad
“Mandrágora” en cuyo corazón era edificado el Monasterio. Ahí vivía Oz —Rector de
la Iglesia. —Este que subiendo de las largas escaleras, iba hacia una de las torres del
lugar, él visitaba la pequeña morada de Germán, el Teúrgo y Sacerdote que tanto era
buscado por malvados que le odiaban; pues, su cabeza tenía precio.
Así, Oz tocó la puerta y el amable Germán le hizo pasar.
—Ya extrañaba ver tu cara merodeando en lo que hago… puedo saber a qué
debe tu alejamiento ¿triste otra vez?. Exclamó Oz, el tipo de largas hebras negras y
mieles ojos, de una sonrisa retorcida y bipolar carácter. Germán solo sonreía. —Que
gusto me da que me visites, Oz. La verdad pienso constantemente en Sonick, solo es eso.
—Germán entrecierra sus ojos.
Oz le miraba con su indescifrable mirada, este se sentaba en el sofá, de donde veía los
raritos adornos, los sellos y libros de magia que el excéntrico personaje poseía en su
habitación. Poco a poco mostraba de su fingida sonrisa.
—Bueno brujito que te puedo decir… Tú quisiste alejarnos a Sonick y te lo
agradezco porque ya no soportaba sus travesuras, este lugar transmite paz, lejos de sus
pócimas raras y sus nauseabundos hechizos. Decretó Oz dando un bostezo cansado,
Germán se sentaba a su lado, siempre atento. —Te entiendo Oz… debe ser muy cansado
para ti, muchas gracias por lo que estás haciendo conmigo y con Sonick, a pesar de que
la Iglesia no nos acepta, tu nos ayudas. Mencionó Germán brindándole té, más Oz sin
recibírselo aún, le mira y todo se queda en quietud.
—¿Tiene magia?. Preguntó Oz algo odioso, Germán sonríe. —Claro que no…
¿Por qué te hechizaría?. Sí quisiese embrujarte, lo haría en tus ojos. Dijo el amable
Germán, así Oz desviaba su mirada y empezaba a servirse de la bebida.
—No te agradezcas conmigo, lo que hago por ti, es solo mi trabajo. Habló Oz
con seriedad.
—Lo sé, gracias por ello, pero Sonick es mi hija, un padre siempre amará a su
hija, aunque sea una Alquimista novata llena de errores, destrucciones y travesuras…
es así. Mencionó Germán, el castaño de ojos negros. Oz entrecerraba sus ojos, intentaba
ser tolerante.
Oz y Germán se conocían desde hace mucho tiempo atrás, no se podría decir que eran
buenos amigos; pues, Oz, debido a su naturaleza bipolar, era de esos camaradas que
nunca quisieses tener, esos que ríen junto a ti y después ríen de ti, como también esos
que te traicionan sin dolor alguno, aquellos que sus palabras son más crueles que los
comentarios incómodos, simplemente Oz era especial y Germán le apreciaba mucho,
este jamás se lastimaba de sus frases y confundidos sentimientos.
Ellos formaban una amistad muy rara.
—Sabes, Germán. —Habló Oz. —Otra vez regresaron los rumores de los
abusos de Bedah hacia otra jovencilla, esto ya es demasiado... no sé porque lo hace… a
veces pienso que busca a alguien… ¿No te das cuenta? Las agredidas tienen las
mismas características. Mencionó el Rector principal, el Vicario del Templo, Oz.
Germán, quedaba en silencio, desviaba su atención al retrato de Sonick, aquella que de
igual manera, ganaba el mirar de Oz. —Las violaciones van por todas partes… ¿Qué
raro? Todas son castañas… ¡Ah! y ojos verdosos… tal vez, parecidas a Sonick… ¿No
parece Germán?. Expresó Oz con sus sospechas. Germán regresaba sus sorprendidos
ojos hacia el rector. —¡Que coincidencia!. Exclamó Oz con retorcida sonrisa. —Se
parecen al monstruito.
—No sé qué hablas. Declaró Germán siendo enfrentado por el paranoico Oz,
mismo que agarrando sus brazos, aseguró su dicho. —Este es el verdadero motivo por
el cuál la alejaste… Bedah te odia y él no puede matarte, entonces busca venganza y la
desea con la persona que más quieres… Sonick. —Oz golpea la espalda del triste
Germán. —No debiste alejarla, amigo… mejor era que este a tu lado. Dijo Oz, más
Germán se levantaba, asomaba sus ojos en la ventana, desde ahí, se veía la fortaleza del
Castillo de Mandrágora, del maligno Bedah.
—Créeme amigo Oz… que lejos de mí, ella está segura… yo puedo verlo tras
mis visiones… sí ella se acerca a mí… su felicidad se borrará. Mencionó Germán sin
siquiera pensar en los pasos que su despistada hija diese de instante en instante.
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Y Sonick se alistaba para la fiesta, esta con sus sigilosas pisadas, se alejaba del lecho
adormitado de Leticia. Sonick estaba feliz y su alegría se reflejaba en las miles estrellas
que preparaban su velada. Así, la chica salió de la casa parroquial y se entremezcló con
la gente que en las calles paseaba; sin embargo, esta no sospechaba que cerca de ella,
los pasos de la molesta Leticia le seguían con atención, estaba decidida a arruinar los
planes de la menor.
Más entonces, Sonick llegó al lugar de encuentro, donde Love le saludó y le llevó, tras
un paseo en caballo, al escondido refugio donde los Magos se reunían. Sonick, veía con
admiración todo el color que había alrededor de la vieja casucha, la vida que destilaban
las flores y su dulce olor que le empujaba a entrar.
—¡Esto es increíble Love!. Exclamó Sonick.
—Pero sí siquiera has entrado, vamos. Love tomaba su mano y juntos se
adentraban a donde la música y el baile se contagiaban en lo ancho de la sala. Las mesas
eran llenas de bebidas frutales y dulces de lo más ricos sabores, las personas hablaban
sin parar, más otros leían de su suerte tanto en cartas o esferas de cristal.
Sonick se pasmaba de contemplar a los grandes hombres que podían cambiar su tamaño
a antojo, de los que aparecían y desaparecían, de los que de sus sombreros, sacaban
animales y estrellas, todos en una atracción y suma enseñanza. Sonick sonreía de lado a
lado, no demoró en unirse al festejo y danzar junto a Love. Más contrario a esta, Leticia
quedó desentablada, jamás pensó que Sonick estaría vinculada con la magia, esto era
algo que no podía consentir. Ver la dicha de Sonick, era similar a un golpe al estómago.
Por ello, Leticia contraía sus puños, era de suponerse; pues, Sonick siempre les defendía
y abogaba por ellos. Pero… ¿Qué debía hacer?.
—Espero que esta niñita no les aprenda nada… sí no yo mismo me encargaré
de ella. Pensó la mujer, sin imaginar, que Sonick, era una aprendiz de la magia y que
sus maestros fueron los tan nombrados, Germán y Gracel.
Entonces, Leticia tomó una negra capucha, ella aprovechaba a entrar con otros seres que
saludaban a los demás. Rápidamente, la mujer se cubría con la poca sombra del lugar,
esta caminaba lentamente hacia Sonick, quién se sentaba a tomar una bebida con Love.
—¡Esto es vida, bien vivida!. Gritaba Love abrazándola de lado, todo a medida
que Sonick le miraba. —Has cumplido uno de mis sueños, Love. Murmuró ella besando
su mejilla, el chico regresaba a verla, ambos eran cerca, pero… ¿Qué podía ser mejor
que su rato de diversión?.
Love, riendo, jaló de su mano y la echó nuevamente hacia la fiesta, justo antes de ser
agarrada por las manos de Leticia, cuál pobre desdichada, pasase por muchas peripecias,
ejemplo de ellas, caídas, invitaciones sin rechazo alguno a bailar, a tomar, a cantar,
etc… Leticia estaba harta, no soportaba una más por parte de los escandalosos Magos.
Por ello, esta avanzaba sin pudor alguno hacia Sonick, sus manos llenas de rabias
anhelaban agarrarla y así, arrastrarla hasta la casa.
Empero, Sonick llamaba la atención de Love, ella estaba decidida a mostrarle a su gran
amigo, su mayor truco de magia, este que ella solita lo crease.
—Mira… puedo crear un holograma en miniatura de cualquier persona en el
mundo… así veo lo que esta hace… es mi estrategia para no extrañar a mis amigas.
Confesó Sonick.
—Así también puedes ver a tu padre. Interrumpió Love sorprendido de su truco.
—No… —Baja la vista. —No funciona con los Magos, pero igual te lo
enseñaré… vamos a ver dónde está… mmm… ¡Leticia!. Mencionó Sonick emocionada e
insospechada.
Y todo ocurría como una confluencia involuntaria… Sonick entreabría sus manos, listas
para dar vida a su olvidada magia; y Leticia, estiraba las suyas con el afán de
reprenderla. ¿Qué pasaría sí Leticia se enterará de que su compañera era una Maga?.
Más, así son las cosas, el destino siempre está del lado de quién cree y confía en él;
pues, gracias a la misericordia de la vida, antes de siquiera mostrar su poder, Leticia jaló
a Sonick y en cuestión de segundos, la tenía afuera, en las calles.
Entonces, Sonick se veía frente a aquella encapuchada, esta que enseñando de sus
enfurecidos ojos, dejase a la menor en asombro.
—Tú y yo tendremos una muy fuerte conversación. Amenazó Leticia.
Y la castaña se alejaba un poco. —¡Me perseguiste! ¿Estás loca?. Gritaba ella.
—¡Los Magos son una escoria! Sí yo te veo nuevamente con uno de ellos… te
juró que diré a Oz y a toda la corte eclesiástica para que te den castigo. Y la rubia
apretaba el brazo de la obstinada Sonick, esta que se enfurecía ante sus palabras
despectivas.
Empero, el problema no fue hasta allí; pues, preocupado, Love salió tras de ellas, este
no esperaba chocarse con Leticia, cuál que al verlo, se abalanzó a lastimarlo. Love la
evadió.
—¡Tu! Muchachito del demonio… será mejor que te alejes antes de que llame a
las autoridades, da gracias que estoy de buenas y no destruyo toda tu pocilga y a tus
¡anormales amigos!. Gritó la rubia pasmando en gran manera al pequeño, quién bajando
su mirar, dejaba que aquella se aleje con su doncella.
—Adiós, Sonick… —Sollozaba él. —Fue bonito mientras duró. Pensó mientras
que de una manera algo lenta, se daría paso a su retirada, no obstante, nadie imaginaría
que Sonick, aquel intrépido dolor de cabeza, con astucia, lograse zafarse de Leticia. Ella
muy ágilmente, corrió hasta Love y jalando de sus manos, se echaron a la carrera contra
la colérica Leticia, quién por más que quiso, no los pudo alcanzar.
—No interesa… de todas maneras, tendrás que regresar, Sonick. Pensó Leticia
con la suma rabia que invadía su mirar. —Y Germán sabrá de tu gran traición y
malísimo comportamiento…
Y Sonick tras sus aceleradas pisadas, tomaba descanso, no podía dejar de reír por su
travesura, contrario a Love, quién estaba impregnado del valor de la chica; pues, él
temía mucho de la Iglesia y de lo que estos podían hacer con ellos.
—Discúlpame por no defenderte… Sonick, yo tengo muchos temores. Susurró
Love, Sonick se sentaba en el prado, contemplaba el cielo, ciertamente ella era la que se
sentía culpable.
—No digas eso, Love… la magia es parte de mí... yo aunque pertenezco a la
Iglesia, soy también de tu gremio, yo quiero ser una Teúrgo, como mis padres. Expresó
Sonick, viendo impotente ante los regaños y limitaciones, tanto de Leticia, su
“guardaespaldas” como de la Iglesia.
De tal manera, Love se acercó a ella, le abrazaba, mencionaba lo muy paciente que
debía ser con el destino, él era sabio y sabría en que momento podían ser libre. Empero,
aquella de impulsiva y arrasadora fortaleza, no se quería dejar vencer del tiempo…
—Debo irme… —Pierde su vista. —Tengo que ver a Germán… ¡Me quiero
alejar de Leticia!. Confesaba esta con decisiva voz. Era obvio que ante tales palabras,
Love se sorprenda y hasta le rechace tal posibilidad.
—¡No puedes!. —Pausa. —Diré… es peligroso, Sonick… ella es tu destino.
—El destino cambia, Love… y tengo ese poder. Lo he dicho, ¡Hoy me regreso a
Mandrágora!.
Sonick estaba enfrascada en su nueva idea, esta se levantaba con sus puños en alto, con
sus brillosos ojos, cuales eran la señal de que no habría frase que cambie su opinión…
pero qué podía hacer el joven enamorado, debía dejarla volar, aunque su corazón quede
entristecido.
—Al menos… déjame acompañarte. Love tomaba de las cálidas manos de la
chica, cuál con sonrisa valerosa, aceptaba su pedido. —Volveré Love… tú estás en mi
corazón. Dijo ella.
Entonces, sin perder tiempo, ambos regresaron al dormido pueblo, Love debía conseguir
un caballo, algo que no era muy difícil; pues con su intrépido carácter, logró adentrarse
en los establos y con su cariñoso rostro, ganó la confianza del animal. Este no demoró
en salir a los ojos de Sonick, en el lomo del potrillo.
—¡Eres increíble! Hoy le daré a Germán una gran sorpresa… él no esperaría
que su amada hija llegase repentinamente. Exclamó la emocionada mientras que
dándose espacio, tomó de las riendas de la caballería. Love le veía, más con coqueta
sonrisa, se agarró de la cintura de la misionera. Después de todo, este detalle sería un
pequeño capricho, cuál se daría por el momento. Love sonreía de oreja a oreja.
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Empero, por otro lado, dentro de la torre alta del Monasterio, estaba Oz viendo del cielo
y su anochecer, ciertamente no podía dormir, a veces este hombre, quién era el Vicario
de toda la Iglesia, sentía la presión ante tantas obligaciones, más la principal, no eran las
monjas ni los monjes, era Germán, su viejo amigo, por el cuál siempre se preocupaba….
—Germán sufre por su hija… pero sin embargo, debe tenerla lejos por su bien.
Y Oz recuerda las frases del Sacerdote. «Sí ella se acerca a mí, su felicidad… se
borrará…»
—¿Qué tan perverso puede ser Bedah? Y sobre todo hasta donde llega su
venganza por los Magos y en principal hacia Germán…
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CAPITULO 2: ENTRECRUCIJADA
Y los rayos del sol se apoderaban de Mandrágora, de sus sin número de cactus que
rodeaban la carretera, de los céspedes que cercaban las casas y las mansiones, más todos
salían hacer sus obligaciones, no había excusa alguna para quedarse en cama y aún más,
cuando sabían que los impuestos para el Rey, habían aumentado.
Así, las calles se llenaban de esos vendedores que con sus habituales gritos y tropiezos,
molestaban de en gran manera a Oz, el Sacerdote Vicario de poca paciencia, cuál entre
dientes, siempre les mandaba a callar.
—Señor Oz, sí me permite, pienso que le falta más humildad para cerrar sus
labios y voluntad para controlar su mente. Expresaba la seria Anabela, esa mediana
chica albina de cafés ojos.
Oz regresaba a verla con retorcida sonrisa. —Anabela… y a ti te faltan muchas cosas…
una de ellas es poder ver… ¡Lo hacen apropósito! …Además, ten en cuenta el respeto
hacia mí y tu comprensión, soy un hombre muy estresado. Dijo al rato que, con compras
en manos, regresaban hacia la casa, hacia ese Monasterio de donde salían las amables,
rectas y amorosas almas, prestas al servicio de la humanidad.
—Además… debes de agradecer que hoy, el corazón se me conmovió y me he
facilitado para acompañarte en tus obligaciones. Recriminó Oz con la vista en alto.
—Como me gustaría que ese sentir se le despierte a menudo. Susurró Anabela
ganándose la fría vista del superior, cuál incitó a las debidas disculpas de la nerviosa
joven.
En fin, ambos entraron a las instalaciones, donde tras dejar la comida en el comedor, se
dieron un espacio para descansar y tomar una bebida. Anabela, era la monja encargada
del cuidado de Oz, ella debía hacerlo, ya que esta pulcra tenía el sueño de convertirse en
Misionera y debía por ende, ganarse la aprobación del receloso Vicario.
—Tú quieres seguir los pasos de tu amiguita Sonick… y yo te recomiendo,
Anabela, no lo hagas. Hablaba Oz mientras se relajaba, estiraba sus piernas y dejaba su
mente en blanco. Era algo notable que Anabela no guste de los comentarios ni tampoco
del comportamiento de su amiga Sonick; pues, ella se consideraba distinta y doctrinal.
Pero no le diría nada a Oz, puesto que le daba alegría verle tan calmado.
—Le dejaré espacio, señor Oz… Dijo la chica a la vez que Oz le gratificaba. —
Sigue así, Anabela, y pronto serás una buena Misionera. ¿Quién entiende a Oz?
No obstante, Anabela sonreía gustosa, esta iría hacer sus acostumbradas plegarias, más
antes de siquiera dar un paso, la rubia se chocó con otra monja de su edad, ambas
aparentaban tener entre 15-17 años.
—¿A quién buscas?. Respondió la serena Anabela deteniendo el paso de la otra.
—Es obvio… ¿De quién es el estudio? Necesito a Oz. Respondió la morena de
negros ojos y de apresurado como preocupado carácter.
Era obvio que con esa actitud ganase la atención de la testaruda, quién por más que le
rogase, no dejaba pasar a la morena, no sin que le confiese su motivo de visita. Empero,
quién podía con la personalidad de cada chica; pues, no faltaba fuerzas a la morena para
arrebatarla del camino y entrar escandalosa hacia el asombrado Oz, cuál yacía estirado
en su sofá.
—¿¡Pero acaso aquí no hay descanso!?. Gritaba Oz reponiéndose.
La morena se abalanzó a su lado, esta levantaba su asustada vista, a la vez que, detrás de
ella, se excusaba Anabela.
—Bueno ya… y… ¿Quién eres tú?. Mencionó el Vicario rehaciendo de los
papeleos y sus deberes. La morena le mira con resentimiento. —Me llamo Esmeralda…
siempre me pregunta lo mismo… voy a pensar que ya está viejito. Mencionó haciendo
que el molesto Oz, le levante una ceja, una mueca que no era tan agradable.
—Y porque entraste similar a una forajida. Dijo retomando el humor.
—Es Germán… —Respondió Esmeralda y Anabela se acercó con curiosidad. —
Está teniendo pesadillas y no despierta, creo que la está pasando mal… lo he intentado
todo, pero continúa temblando. Explicaba la alarmada Esmeralda y no era para menos,
esto ya había pasado en veces anteriores.
Así, sin perder tiempo, Oz se levantó junto con las dos monjas, quienes veloces
subieron y se adentraron a la torre alta, ahí donde era el extraño aposento del que, una
vez, fue el más emblemático Sacerdote y Vicario del Monasterio.
Y así pasó que Oz vio a German, sus convulsiones no paraban por más que su voz lo
exigía, no había más que hacer, quedaba administrarle del ya conocido sedante, este que
mandó a ver en manos de Anabela.
Empero, Esmeralda quedaba con Oz, aquel se sentaba alado de su amigo, mismo que
tomando su mano, le pedía cosas incoherentes. Era de suponer que él era sumido bajo
algún trance debido a sus visiones, estas que eran a causa de la incontenible magia que
debía retener.
—No lo permitas. —Murmura Germán adolorido. —Oz… no obedezcas a Mist,
¡ordena y manda! Bedah… no… Balbuceaba entre fuertes movimientos. Oz le miraba
con cierto temor.
—Parece poseído… Pensaba aquel viendo de reojo a Esmeralda, tranquilizándole
con frases como «Él estará bien» «No le pasa nada, es solo una pesadilla» etc… Sin
embargo, Oz veía a Germán conocía que las cosas no eran así, esto era grave.
Más, no había cabida para entender los asuntos del joven Mago; pues, ya era hora de
que Anabela llegue y con ella el final de sus advertencias.
Entonces, Germán, con tal inyección, calló sus frases y se devolvió a caer en el silencio
y vacío de sus privados sueños. Oz daba un pesado suspiro.
—Esto es lo que hace la magia en los hombres. Pensaba Oz con recelo; empero,
para ocultárselo a ellas, giró su rostro y sonriéndoles, les dijo. —Esto es lo que hace el
estrés en los hombres, la verdad no se me carguen, porque no querrán verme así. Y Oz
sacaba a las monjas de la pacífica habitación, él era el último en salir, era determinante
que cada uno tenga su debida percepción ante lo sucedido, más Anabela no quitaba la
dramática idea de que a Sonick, algo malo le sucediese.
—Con tal ampolla, Germán no despertará hasta mañana. Habló Oz saliendo de
la sala.
En cierto modo, Germán, aparentemente, volvía a quedar solitario, más no era así; pues,
aquel Mago era vigilado por unos celestes y traicioneros ojos, los que acompañaban, a
la distancia de su ubicación, una sonrisa complaciente. —Vaya Germán, a pesar del
tiempo y la inercia… tus poderes no se han perdido… más ¿Qué puedo decir? El verte
en este estado me asegura a mí y a mi Rey Bedah, muy buenas noticias. Mencionaron
los labios de aquel joven, de aquel brujo enemigo, que feliz, intuía de la futura
desgracia.
—Bien dijiste, German… Sí la niña se acerca a ti, nosotros la raptaremos.
Mencionó aquel hombre, cual poseía el temible nombre de Mistora, o Mist como
muchos le conocían.
Era visible que nadie en el Monasterio captase la vibra del anormal, todos realizaban sus
cotidianas tareas y de igual manera, más tranquilo, el Vicario Oz.
—¡Ha! Anabela, voy a leer los reportes de los Misioneros… por favor, tráeme
un emparedado con miel, gracias… no demores, ¡Lo quiero ya!. Mencionó Oz
encerrándose en su despacho.
Anabela suspiraba, a veces carecía de tiempo para ella misma. Esta sentía que el mundo
le ponía obligaciones encima y además, sus amigas, quienes, por ser la mayor, veían en
ella, un ejemplo.
—Anabela… ¿Has visto a Envy?. Mencionó Esmeralda enganchándose de su
brazo.
—Es tu amiguita no la mía… tu debías saberlo, más de seguro que anda en la
calle, paseando, bailando y haciendo las travesuras que Sonick le dejó encargada.
Anabela se dirigía hacia la cocina general, ahí donde eran las monjas adultas junto con
los Sacerdotes, cocinando.
—Todas somos amigas, Envy te quiere como Sonick… más, tú…. Murmuraba
Esmeralda, apoyándose ahora del mesón, viendo como Anabela se metía de lleno en la
refrigeradora. Poco a poco, esta desesperaba, era incuestionable que no encontrase lo
que buscaba, de eso que era el manjar de Oz, de la miel.
—Se me ha olvidado comprar los frascos de miel. Aseguró Anabela después de
buscar también en las alacenas. —Seguro te manda a comprar… Dijo la otra.
Así, Anabela salió de la cocina, chocándose ahora con su nueva amiga, Envy, la
fastidiosa que, supuestamente, era el reemplazo de Sonick.
—Por la cara que llevas, te mandaron al mercado. —Sonríe maliciosa,—No te
preocupes… nosotras te acompañaremos… después de todo, intuyo algo muy bueno…
¡Hasta me he puesto mi mejor ropa!. Aseguró la delgada de cabellos negros mal
cortados, ojos verdes y labios pintados.
Una total rebelde para Anabela, ella cuál se preguntaba, que pasó con Oz para que
aquel, estricto, le aceptase dentro de las filas de la Iglesia.
—Sí, Anabela… nosotras te acompañamos. Expresó Esmeralda, esta que iba
detrás de ambas muchachas. —Qué alegría tan inmensa… Murmuró Anabela con
sarcasmo.
—Échale la culpa a los Sacerdotes, son unos vagos. Soltó Envy, abriendo la
puerta y adentrándose entre las transitadas calles.
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No obstante, en las afueras de la ciudad de Mandrágora, una vieja carroza se detenía de
improviso y con ello, los tristes y serios ojos de Love, despertaban de su doncella, cuál
no dudó en bajarse y contemplar su presente. Sonick había regresado a casa.
—Mira Love, aquí yo crecí… cuantos años han pasado desde que me fui… Dijo
ella y Love le miraba de lado, levemente agarraba su mano. —No me gusta que regreses
a Mandrágora, cosas he oído de esta ciudad y de Bedah… además sé que te trae malos
recuerdo. Dijo él.
—No es así, Love… —Respondió ella. —La verdad necesito ver a Germán, a
mis amigas… y hasta, aunque nunca creí decirlo, hasta Oz… Mencionó la emocionada
chica, que se perdía en los azules ojos del hechicero muchacho. —Love… yo te prometo
que regresaré… Expresó la delgada abrazándole fuerte, el chico, le correspondió.
—Y yo prometo esperarte… para tu regreso, yo me he de haber convertido en
un gran Mago.
Y guiñando su ojo, Love se alejaba de la chica, era hora de regresar, él tenía
obligaciones dentro de “Esperanza” hijo del estado de Anima.
—Cuídate, Love…. Expandió Sonick con dulce voz, esta que rozaba las mejillas
del menor, quién besando de su mano y sonriendo, se dio media vuelta, trepándose en el
caballo y cabalgando hacia el poniente.
Así, Sonick le veía marcharse, pero ella no podría perder de su tiempo, tenía tantos
lugares que visitar, gente que reconocer y muchos paisajes que la inspiren. No obstante,
con sus cien pasos y sus miles vueltas, aquella perdía sus ojos tanto en lo nuevo como
en lo antiguo. Muchas eran las veces que Sonick sonreía, muchas eran las veces que esta
entristecía; pues, a pesar de que había más niños y más comercio; también había menos
flores, la naturaleza estaba seca y muerta.
—No pensé que sería verdad lo que en los diarios decían… Bedah, ha matado
con todo lo verde que hacía tributo a nuestra tierra… ¿!Pero qué se cree!?. Pensaba
Sonick cruzando de sus brazos, sentándose en las bancas de la plaza. Desde ahí,
levemente suspiraba enajenada.
—Qué me dirá Germán… —Susurraba. —Mmm… seguro se molestará de verme
aquí, intuirá que me le escapé a Leticia. Y soltando una sonrisa, volvía su vista hacia
las calles, donde los mercaderes cruzaban ofreciéndole cosas novedosas, perfumes,
joyas o simples frutas.
La alegre Sonick levantaba, esta respiraba de aquel aire familiar… ciertamente, no
quería esperar para llegar al Monasterio, empero, algún regalo quería darle a su padre
para que le perdone su capricho. Entonces, Sonick caminaba hacia la concurrida feria,
donde era llevada de lugar en otro, de precios a precios, de calidades a caridades. Más,
era difícil quedarse en un solo lugar por cuenta propia; pues, el mismo movimiento de la
gente, le hacían estar de un opuesto a otro, esto era algo que Sonick no podía soportar.
Y fue así, que con el siguiente empujón, la castaña reaccionó, aquella giró bruscamente
y tomando del brazo a su agresor, le reclamó; sin embargo, cierto asombro le cayó, al
notar que era una joven y además, llevaba la sotana de la Iglesia, esa muchacha era una
monja.
—¡Ah! lo siento… soy algo impulsiva. Excusó la avergonzada Sonick, esta que
arreglaba de sus ropajes. Más, la otra chica también le examinaba, percatándose de que
Sonick era una superior, una misionera.
—Yo debería pedir disculpas… Interrumpió la monja de cariñosa voz, aquella
morena que con su familiar sonrisa, robaba la atención y recuerdo de Sonick.
—Oye… ¿Te conozco?. Preguntó Sonick parándose a su frente.
—Eh… tal vez… no lo sé. Dijo la otra graciosa.
Más, entre los transeúntes, los rápidos pasos de aquella astuta delgada, jalaban, casi
arrastrando, a Anabela, quién aun con sus advertencias, no lograba detener a Envy, esta
que con un gran saltó, cayese encima de Sonick.
—¡Sabía que mis predicciones eran ciertas!. —Envy ve a la misionera. —Has
vuelto mi querida ¡Sonick!. Exclama ganándose la atención de las otras dos.
Y Sonick veía a la rubia, cuál de inmediato reconoció, ella levantándose, abrazó de sus
tres amigas. Sonick estaba dichosa y que coincidencia que las encontrase en aquel lugar
donde ella paseaba.
—¿!Sonick!? ¡Imposible! Oz no le ha dado convocatoria. Habló Anabela.
—¡Sonick! Te extrañábamos. Interrumpió Esmeralda abrazándola.
—¿Extrañar?... Ni siquiera se reconocían. —Susurró Envy. —Amiga… he
cumplido de tus instrucciones al pie de letra… Yo molesto a Anabela las 24hrs al día,
acompañó a la pequeña Esmeralda a que su presencia no sea tan insoportable y saco
de quicio a Oz, aquel ingrato que nunca me recuerda… Informó Envy enojando a
Anabela. —A mí tampoco me reconoce. Opinaba Esmeralda.
Sonick las miraba, realmente había pasado mucho, todas eran en cierto punto distintas.
Y la castaña, saltaba en una pata, esta no esperaba para caminar junto a ellas y hacerles
olvidar del mandado de la miel.
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Esmeralda y Anabela, igual que Sonick, fueron en tiempo, abandonadas a puertas de la
Iglesia. Anabela, creció bajo la vigilancia estricta de Oz, cuál siquiera pensaba en que
“Mayor” le convirtiera en Vicario. Más, Esmeralda, fue educada por monjas, entre ellas,
Leticia, quienes al no tener tiempo, la dejaban con Naturaleza, cual creo, le dio ese
toque risueño e inocente. …Bueno, y yo, ya saben… La cosa es que fuimos y somos
buenas amigas, siempre estuvimos en las mismas habitaciones. Estas conocen de mí y
yo de ellas… estas son de las pocas personas que saben que yo, Germán y Gracel somos
brujos.
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Y Sonick hablaba con sus amigas, todas se ponían al día en las varias cosas importantes
que habían pasado durante los ausentes años, Sonick hablaba de sus aventuras, estas
asombraban en gran manera a las demás, así como también, Anabela confesaba de su
deseo por convertirse en Misionera. —¡Jah! Solo sí Oz le permite salir del
Monasterio… y ¡Es obvio que no! otra sirvienta como Anabela no encontrará. Opinó
Envy con su malicia.
Más, como era costumbre, tras las peleas de aquellas dos, siempre surgía la perdida
Esmeralda, quién siempre buscaba como cambiar los temas de conversación.
—Sonick… y ¿Sigues enamorada de Germán?. Pregunta la morena, ganándose
del pasmo de las peleonas. Sonick, se asombra y se echa a reír.
—¡Qué pregunta es esa!... ¡Germán es su padre!. Exclamaba Anabela casi que
perdiendo la paciencia, más Envy, riéndose no se quedaba atrás. —Él crio a una hija,
no a una esposa.
—No, Esmeralda, ahora tengo a Love. Expresó al tiempo que caminaban y
entraban a una cafetería. Era lógico que las diversas caras y juicios se abalancen frente a
la liberal misionera, todas callaban a Anabela, querían saber todo sobre Love, Sonick
habló sin censurar nada. —Le vi en Anima, hace espectáculos en la calle, le gusta el
arte y además es ¡Mago!. Gritó causando temor y admiración en las dos monjas que con
disimulo le callaban.
Era prohibido hablar siquiera de magia.
—Sonick… deberías de olvidarte de ello; pues, mira a Germán, él está pagando
con esclavitud, por ese maligno atributo. Expresó la fría Anabela, cuál veía a Envy, esta
imaginaba que ella también era bruja, de esas amiguitas mundanas de Sonick.
Y Sonick veía el área, no entendía como estas personas que tan amables parecían,
podían transformarse en asesinos al momento de tratarse de un Mago. Más, lentamente
ella terminaba de su helado, sus ojos eran atentos, miraba a las personas que transitaban
afuera del local, notaba la cantidad de guardias que parecían buscar de alguna cosa,
otros, buscaban problemas, golpeando a los vendedores, o llevándose su dinero.
—Tal vez no pagaron los impuestos… de todas maneras, no es tu problema,
Sonick… no te metas. Anunció Anabela, adelantándose a sus impulsos. Sonick se
aferraba a su silla, molesta, se hacía de ojos ciegos, más, Envy, sonreía de lado, no
dejaría que el ánimo decaiga.
—Oye… y ¿Leticia sigue enamora del Príncipe William?. Interrumpió Envy.
—¿Príncipe William? ¡Ah! Siempre me habla de él. —Se sorprende. —¡Jah!
Era por eso… bueno, pienso que sigue prendida de él. Pero hasta ahora sé cómo es ese
tipo, nunca hay fotos de él… debe ser bien feo. Ríe Sonick.
—Tampoco le he visto… nunca sale del castillo. ¿Pero Leticia no es monja y de
élite?. Responde Esmeralda a la vez que Anabela se sentía escuchada.
—Oí que William se había casado hace tiempo… más, de la mujer no se sabe
nada… —Anabela quedaba pensativa. —Unos dicen que ella se mató, no soportaba
estar cerca de ese hombre.
—Yo le he visto. —Se adelanta Envy a las especulaciones. —Pero… da algo de
temor… presiento que guarda cosas… más, bueno… yo aún no he encontrado a mi
alma gemela… Conversa Envy enajenada. —Nadie es suficientemente bueno para mí.
—¿Sí? ¿Y Germán u Oz? ¿No son tus tipos?—Interrumpe Esmeralda y con sus
palabras, las varias reacciones no se dieron a esperar, los celos de Sonick, la risa de
Envy y la ira de Anabela. Pero, que más daba, todas reían de sus ocurrencias.
Así pasaron unas largas horas en donde ninguna de las cuatro, siquiera sospechaban de
la gravedad que transcurría a las afueras, del porqué de la presencia de los guardias y
aún más peligroso, de la nombrada salida del Rey Bedah hacia las calles.
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Y el pueblo esperaba lo peor, los ciudadanos veían al majestuoso como alto hombre
musculoso y amargado, Bedah, este que caminaba junto a todo su pelotón de guerreros,
quizás iban a pelear con alguna ciudad, decían unos, otros, temían porque las tantas
amenazadas que la Iglesia tenía, sobre su destrucción, se cumplieran.
En fin, la gente, atemorizada, recogía sus cosas y se encerraban en sus casas.
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El hijo de Britain, Bedah, aquel que el destino marcase como maldito, ese que nunca
debió nacer, pero que por misericordia de su madre, le permitieron la vida.
Bedah, es quién empezó a crear las guerras y enemistades, el único, cuyos negros ojos
no tenían miedo a Dios ni a la justicia; pues, era dicho que en medio de sus plomas
hebras, yacían enredados todos los demonios existentes del universo.
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Y Bedah llevaba horas fuera de su Castillo, merodeaba por los límites de Mandrágora,
más por su brutal carácter, aquel no había encontrado lo que venía a buscar.
—Creo que se han dado cuenta… después de todo, las cosas no son como Mist
la pinta, Germán no es idiota… —El gigante detuvo sus pesados pasos, veía a su
comando. —¡Sigan buscando, inútiles!. Expresó con la cólera que le identificaba. Por
ello, nadie quedó alrededor del infeliz soberano, solo eran unos cuantos, los que le
seguiría hacia su nuevo destino.
—Pienso que es hora de darle visita a la Iglesia. Aclamó Bedah con
desgraciada sonrisa de corazón ausente. Este giraba sus pasos y los demás, sedientos de
crueldad, le seguían.
Más la historia cuenta que Bedah tiene un hijo, uno, cuál rumorea la gente es poseedor
de un espíritu temerario, audaz y peligroso, un alma de arrasadoras brasas… alguien a
quien pocos se le acercaban, peor conocían, una persona solitaria y seca, ese era
William. Y ese mismo, era el último en salir del Castillo, acto que nunca tenía
permitido, no sin la autorización de Bedah, cuál con cada paso sobre la calle, pisaba
valerosamente.
—Príncipe William ¡Usted debe regresar!. Y viéndole, uno de los guardias, se
acercó a intentarle convencer. William era sumamente orgulloso e irritable. —¡Nadie
me da órdenes soldado! y peormente alguien por debajo de mi rango. —El Príncipe
miraba a su alrededor. —Sí quieres vivir… dime ¿Qué es lo que busca mi padre?.
Mencionó William con áspero tono.
Era notable que el Príncipe sea tomado como un insensible, muchos actos de violencia
le enredaban al instante de una batalla, era capaz de todo. Y siempre hablaba en serio.
Así, el soldado vio desenvainar la espada del Príncipe, una advertencia muy clara, por lo
que el temeroso empezó a rogar. —Señor William… su padre nos ha ordenado no
decirle nada.
—¿Desde cuándo él me hace partícipe de sus problemas? Ni siquiera el Rey me
puede prohibir mi papel de Guerrero ¡Soy tu superior! ¡Y me obedeces!. Bramó
William sin paciencia alguna.
—El Rey Bedah mandó a buscar a otra joven… de iguales características que
las otras que han caído por su mano… —Y el soldado veía la adusta cara del pensativo
príncipe. —No sé más… sus motivos no logro comprenderlos… cumplo sus órdenes,
General William.
De tal manera y dicho esto, aquel impotente se arrodilló a los pies del poderoso noble y
así, como este, muchos de los guardias, le imitaron. Más, Williams no esperó, teniendo
tales especificaciones en su cabeza, se daría tarea a encontrar a tal muchacha antes que
los guardias y su padre, el nefasto Rey Bedah.
—No sé qué es lo que trama junto a ese imbécil de Mist… pero lo que sé es que
quiero ese maldito trono y no permitiré ser pisado por sus trucos, ni sus insultos… yo
he de reinar estas tierras y sobretodo de descubrir cuál es el centro de tanto misterio
que Bedah esconde. Pensaba William a la vez que con la capucha sobre su cabeza, se
obligaba a cruzar de las fronteras, a pasar entre los normales y a romper de sus temores.
Sin embargo, no muy lejos de él, estaba Bedah, aquel maligno que yacía en las puertas
del Monasterio, era notable que su presencia maliciosa haga temblar las vibras del valor
de Oz, este que junto a sus selectos Sacerdotes, le recibían con recelo.
—Parece una reverenda gracia el verte aquí… acaso quieres unirte a la Iglesia,
porque de ser así, regresa… no te aceptaré. Expresó Oz cubriendo la entrada, la que era
amenazada por los guardias del furioso Rey.
—Déjate de bromas, pacotilla… ¡Dame a la chica! O todos tus jardines e
incluyéndote, serán quemados con mi voraz fuego. Y Bedah veía a los suyos, ellos se
acercaban con antorchas que rozaban de los verdes céspedes. Oz tragaba saliva, más no
lograba entender los objetivos del Rey, simplemente que se iba a imaginar que se
trataba de Sonick.
—1Ya te dije que Germán no te puede atender! Sus peleas ya deben terminar.
—¡Terminan cuando yo lo decida!… él debe sufrir, que sus penas carcoman su
corazón… por ello ¡Dame a la chica!. Gritó Bedah perdiendo de sus estribos,
mandando a quemar los jardines y entrando a la fuerza a las áreas del Monasterio. Ahí,
cayeron algunos de los Sacerdotes que junto a Oz se rehusaban a darles paso. Y todo
mientras Bedah reía emocionado.
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No obstante y como opuesto dramático, sin siquiera sospechar, Sonick junto a sus tres
amigas, salían de la cafetería, riendo y diciendo una que otra incoherencia; pues, estas
alucinaban ver la cara de Oz con el pasmo de ver que su pesadilla habría regresado.
—Pero principalmente quiero ver la cara de German… después de lo que me
contaste Anabela… me he quedado preocupada, me gustaría cuidarle durante mi
estancia. Expresa Sonick viendo de la sonrisa de la rubia, esta que opinaba la gran
alegría que traería la castaña a la Ciudad.
—¡Sonick! Pero… ¡Qué aburrido! primero vamos a apostar… contigo a lado,
de seguro que gano buena pasta. Mencionaba la pelinegra acercando los rojos labios al
oído de la castaña.
—Hemos perdido mucho tiempo y Oz nos reprenderá, además… ¡La Miel!.
Interrumpe Anabela recordando, recién, de su mandado. Esta les pedía que le perdonen,
pero debía regresar al mercado. Y así, se marchó la rubia.
—Bueno se fue la censuradora… vamos a apostar, ¡El club espera por verte!.
Exclamó Envy tomando la mano de la risueña Esmeralda, quién no ponía objeción a sus
pasos. —Ella no le tiene miedo a los Magos… Aseguraba Envy, Esmeralda sonreía, ella
abrazaba a Sonick.
—El club es un gremio de Magos, cuales son aliados de German. Sonick guiña
su ojo, a la vez que se introducían entre callejones. —Para entrar debes aparecer la
puerta con magia. Dijo Sonick hacia la morena interesada. Envy reía. —Cuidado y Oz
la ve unirse a nosotras.
—Pero tú te uniste a nosotras, también. Intervino Esmeralda hacia Envy.
—Lo hice con motivos y Sonick los sabe… quiero obligar a que Germán me
instruya… él hace mucho ya no enseña magia, pienso convencerlo. Confesó la delgada
de labios pintados.
Así, el trio de chicas se alejaban de las vistas, ellas eran a punto de bajar al subterráneo,
más cómo era el caprichoso destino, entre los fuertes guardias, apareció dentro de unos
ojos austeros la imagen de Sonick, única, que vale la pena recalcar, quedaba en la
ciudad con tales rasgos. Así, aquel hombre se detenía a examinarla, vigilaba de Sonick,
era tal como los soldados la habían descrito, no había equivocación, Sonick era la que
Bedah buscaba con anhelo desde hace años… ¿Por qué? El joven Príncipe iría a
descubrirlo.
Entonces, él levantó, abalanzándose decidido y veloz, tal como la ráfaga o un huracán,
este veía de su objetivo, instantáneamente desenvainaba su espada, aquella que entre las
risas, atravesó con amargura el camino de la asombrada Sonick, misma que ni siquiera
tuvo tiempo a girar; pues, el hombre, la tomó brusco entre sus brazos, levantándole a los
ojos de sus amigas. Y Sonick se notaba en los aires, no podía bajar, ni tampoco zafarse
de la presión que sobre su pecho, obstruía su agitada respiración. Ni siquiera sus amigas
pudieron hacer algo, en aquel corto momento que supo a eternidad; pues, el Príncipe
encubierto las amenazaba con su filosa arma.
—Esta mujer es rehén del Rey Bedah… será mejor que por su vida, se larguen
de mi camino… ¡Ahora!. Exclamaba la impaciente voz del hombre, que con dificultad,
retrocedía junto a Sonick, quién obviamente, hacia malabares para soltarse, desde
morderlo hasta patearlo. Más, el miedo inundaba la escena, Esmeralda se refugia en la
arriesgada Envy, quién reuniendo fuerzas, no permitiría que su amiga sea raptada,
aquella utilizaría hasta de su magia contra el Príncipe, quién raramente no fue dañado ni
tocado.
—Así que eres bruja… —Y el hombre volteó a ella. —¡Deberías irte a ocultar
en tu propia basura! Pues; sabed que ustedes caerán en la mano de Bedah. Y el noble
sin deparo alguno, tiró impulsivamente de su espada, contra la bruja, quién cayese en el
piso, lastimada.
—Sí tu no quieres sufrir la misma suerte… recoge a tu amiga y ocúltenseme
entre las faldas de su Dios… ¡No me sigan si no quieren morir!. Y este gritó a la
congelada Esmeralda, quién veía la sangre de la adusta Envy, misma que desde el piso
lo supo reconocer. La pelinegra pudo ver por debajo de su capucha, aquel hombre era
William, el Príncipe guerrero más poderoso que tenía Mandrágora, era imposible
vencerle.
Y Sonick veía la miseria de sus compañeras, esta se llenaba de rabia e impotencia, pero
William no le permitía movimiento alguno.
—¡Cobarde! ¡Como yaces lastimar a una mujer!. Gritaba Sonick.
—En la guerra no hay sexos… hay soldados, fuertes y débiles. Respondió este
tapando rudamente los labios de Sonick, aferrándola a sí y escapando de los llorosos
ojos de sus amigas, estas que saboreaban del fracaso y de la soledad.
—Sonick regresa… Susurraba Envy con las lágrimas que ahogaban a sus
propios labios. Esmeralda le abrazaba. Ninguna, ni siquiera Sonick, imaginaba tal
desgracia.
Y William se movía con destreza entre las personas y las calles, este no se dejaba ver de
casi nadie, así en poco tiempo, llegaba a las solitarias calles aledañas al Castillo, a su
hogar, ahí donde se encontró con otros guerreros, cuál al verlo, cayeron al piso. Sonick
veía la escena, pero aún no entendía lo que sucedía.
—Príncipe William. —Dijo uno del pelotón. —Quiere que informemos a su
padre sobre su cometido. Y ante lo dicho, William aceptó y dijo. —Dile que yo el
próximo heredero al trono he capturado a su preciado tesoro… no hay duda de que su
búsqueda terminase… dile que yo he superado la inteligencia de todos ustedes,
inservibles, buenos para nada. Aclamó el gran hombre, mismo que dándose vuelta,
obviando la admiración de los demás, entró con Sonick entre sus brazos hacia el
inmenso lugar, hacia el Castillo, cuál más bien, parecía un cementerio.
Así, Sonick veía del tétrico lugar, más, su mente acaparaba de lleno su atención, esta
intentaba mirar la cara del agresor, no podía creer que se tratase del famoso William; no
podía creer que era buscada por el Rey Bedah y además como seguramente, su próxima
víctima.
—¿William?... ¿Por qué este hombre me raptó?... ¡Qué es lo que sucede aquí!
Pareciese como que esta gente haya esperado mi regreso… dime… —Hablaba para sí
sola. —Dime… que me has estado ocultando, Germán… dime… ¿Qué tengo que ver yo
con Bedah? Y sobre todo… ¿Qué quiere Bedah de mí?... Y Sonick gritaba, más sus
gritos quedaban en el vacío del frio lugar, ahí donde nadie le ayudaría, ahí donde todos
eran los cómplices del maligno Bedah.
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………………………
CAPITULO 3: WILLIAM; ATADURAS Y COMPROMISOS
Y la mañana nueva y triste, llegaba nuevamente a los cielos, cuales eran cubiertos por
las grises y pesadas nubes… el olor de las flores quemadas, llamaban la conciencia de
aquel adormitado. Poco a poco, este hedor se apoderaba del olfato de German, mismo
que rápidamente, se levantaba agitado y con su corazón en la mano, este veía de su
tétrico alrededor, ahí era el triste semblante de Oz, cuál llevaba tiempo custodiándole.
—Creo que ya lo intuiste… la verdad, es ahora que entiendo el suceso que nos
hiciste pasar, tus pesadillas eran la realidad a ocurrir… lo siento. Murmuró Oz,
resentido.
—No tienes culpa alguna, el destino está escrito de tal manera que a él no se le
puede engañar… la guerra entre ambos se dará. Aseveró con fortaleza, el Mago
poderoso, el padre de Sonick.
—¡Basta Germán! ¡No más peleas!. —Grita Oz. —Por aquellos roces, es que
muchas mujeres han sufrido lo indecible… y ahora, por tal abrasador odio es que ves a
Sonick en sus garras. Determina el serio hombre. Más Germán no se quedaba callado.
—Así no quiera, Oz… debo hacerlo para recuperar a mi hija. Habló el Mago, cuál sin
esperar palabra, fue hacia el baño.
Oz le miraba, levemente suspiraba, no había que hacer, cómo entender a los Magos y
peor como ponerse en tremenda posición; pues, era Sacerdote, jamás tendría hijos.
Y German asomaba su reflejo al espejo, este recordaba a Gracel, aquella mujer a la
única que su frio interior puedo acoger con mucho amor. La fémina que ayudó a criar a
Sonick.
—Por qué me has dejado Gracel… ¿Qué debo hacer?... Sonick, nuestra hija,
está en los perversos planes de Bedah… debería pelear, pero esto no es nuevo… porque
ya me lo habías declarado. Murmuró el cobrizo de negros ojos, este que se perdía en el
recuerdo de la ennoblecida chica que con sus castañas hebras y mieles ojos, supo robar
el aliento de este.
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En el mundo, existen nombres comunes, ese es el caso de Gracel, tal nombre podía
tenerlo desde una noble hasta una plebeya… más, esta Gracel, era una buena ciudadana
que daba su vida porque la pobreza y enfermedad se acabasen. Empero, es triste que
pocos la hayan conocido y las que sí, cuentan siempre sobre el encuentro que Gracel y
German tuvieron; pues dicen que un día habitual de trabajo, ella era ayudando a una
mujer a parir, a la vez, que en ese mismo instante, German paseaba con el antiguo
Rector. Muchos rumorean, que el llanto de esa niña fue lo que atrajo la vista de German,
otros dicen que fue la belleza de Gracel… en fin, él se acercó a saludar a la recién
nacida, este le daba la bienvenida al mundo, acto que cautivó en gran manera a Gracel,
ella quién no dudó en presentarse.
Y así empezó la admiración de Gracel, cuál ante tanto misterio, no dudó en aceptar las
propuestas del rector para que se una a la Iglesia… Es obvio determinar que ambos se
volvieron buenos amigos y como era de suponerse, persiguiéndole de lado a otro, ella
descubriese del secreto… Germán era un Teúrgo (Rango mayor al de Mago) cuál tenía
a su cuidado, cincuenta Magos y claramente, tras los ruegos, a cincuenta y uno; pues,
ella se abrió paso con increíbles habilidades, convirtiéndose en la mano derecha de
Germán. No obstante, lastima fue que llegase la guerra y con ello, aunque Germán no lo
confiese, Gracel pereciese entre las manos sangrientas. Germán quedó destrozado, le vi
suspirar ciento de veces… él me decía: Sé misionera, así encontrarás la figura de
Gracel, nuevamente… y tenía razón, al serlo me encontré con su verdad, con su estela,
cuál desde el mundo del más allá… me cuidaba.
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….………(Fin del Recuento)………………
No obstante, por el lado de la nombrada chica, todo era soñoliento y lleno de memorias
y es que esta joven no podía creer lo que le había pasado, como era que estaba en las
manos de Bedah, más era de imaginárselo, de razonarlo un poco.
—Todo pintaba para que nunca regrese a esta ciudad, era el motivo ¡De las
insistencias de Germán!. Sé misionera para que te escapes de Bedah… Bedah, quién
odia la magia y por ende a Germán, quién es el exponente uno de esto… aquel quién
fue vinculado en el romance de su esposa… ¡Yo soy su hija! ¡Maldita sea! Su gran
venganza. Se abstraía Sonick en su interior, no obstante, no de su exterior, cuál veía con
mucha cautela; pues, ella era dentro de una señorial habitación, cuyo dueño al parecer,
estaba ausente, más definitivamente no era alguien en quien confiar.
—Es claro que Bedah conociere que soy hija de Germán… y de seguro ahí no
terminan las cosas, él quiere guerra con los brujos… ¿Pero cómo le hará?. Y Sonick
era recogida en un rincón, recibiendo de la mañana que con dificultad, traspasaba de las
pesadas cortinas.
Era notable que con tales horas, las personas empezasen a levantar y de tal manera se
oigan de los pasos, voces y algarabías del Castillo. Algo que Sonick, gracias a sus
habilidades de bruja Alquimista (Transforma algo pesado en sublime o viceversa),
manejase y entendiese bien, algo de provecho para esta, ya que no le fue complicado,
agudizar sus sentidos para poder oír la voz de Bedah, este que no se escuchaba nada
feliz; pues, su voz rompía con los cielos y su enojo con lo poco que le quedaba de
corazón.
—¡Necesito que vengas ya! No te voy a esperar dos días ¡Yo soy tu Rey!... me
valen las reuniones y el pueblo. Gritaba Bedah muerto del desespero e indignación.
Sonick se concentraba en él, así pudo de igual manera, escuchar de la voz del otro, de
un pacífico varón, que rogaba de su serenidad. —Mi señor Bedah, debe entender que
como gobernador fiel a usted, estoy tranquilizando al pueblo de esa tan anhelada
guerra para desbocarlo. Dijo aquel.
Bedah, fastidiado, tumbaba las cosas de su recamara, aparentemente, un dolor carcomía
su corazón. —Más que mi gobernador… ¡Eres mi maldito brujo! Sí no vienes en dos
días, juro que te mandaré a matar… Amenazó despiadado. Más el otro, cuál robaba la
atención de Sonick, le calmó con tranquilidad. —Bedah… sé que estás enfermo, por ello
aun en la distancia, te estoy curando… pero, ya no importa; pues, puedo saber que a ti
ha llegado tu antídoto… la hija de Germán está en tus manos. Habló aquel, este que se
llamase Mist, el mismo muchacho que una vez, fuese el fiel discípulo de Germán. Y
dicho esto, el joven de sonora voz, se despido, así, al cortar su llamada, el dolor del Rey,
desapareció; sin embargo, las dudas y la curiosidad de la joven creció, esta no podía
dejar de pensar en ello y en su primera vez, dentro del Castillo, ahí cuando la
encerraron.
……………………………………………...………..(Recuerdo de
Sonick)………………………………………………………….
William botaba a la inquieta al piso, Sonick le clavaba sus adustos ojos y continuaba
con sus filudos insultos, más él no le respondía, solo quitó su capucha y enseñó a la
joven su real apariencia, la que no era igual a las descripciones ni chismes. Williams,
poseía un rostro de rasgos fuertes y temibles, unos hermosos ojos mieles pero una seca y
muerta mirada; su pelo castaño se entrelazaba entre sí, como una mezcla de belleza y
fealdad. Sonick quedaba impregnada de William, este que ante tanto silencio, no
demoró en regresarle su mirada.
—Yo soy William, futuro Rey… te aconsejo ¿Mujer? Que guardes más respeto
por los que tienen tu vida en su mano... Habló William, al tiempo que el bullicio de
Bedah tumbó las puertas.
Bedah, era hinchado del coraje, este no demoró en lanzar a su hijo contra la pared, a la
vez que con su espada le advertía que no haga más desobediencias; pues, todos
conocían que aquel joven no podía salir del Castillo.
—¡Tú no puedes salir sino es conmigo! Además mis asuntos nunca te incumben
a ti.
—¡Claro! ¡Porque estás en contra de mí!. Soltó el encrespado, este que recibió
otro de los fuertes golpes de su Padre, aquel que con insultos, le hacía hacerse más
pequeño.
Y Sonick se saturaba del despeado, más era notable que esta fuera una escena de donde
no podía huir. Más, tocaba dar cara y así, se paró, llamando la atención de Bedah, quién
vio en su voluntad, la gallardía de Germán.
—Imaginaba que la hija de Germán sea tan poca cosa como su padre.
—¿Qué puedes saber? Da gracias que es poca cosa, porque sí fuese mucho… te
hubiese partido… pues; siendo tan pequeño, te ha hecho parir. Gritó Sonick con su
habitual rebeldía.
—Muy fuertecita, escuincle… —Decretó Bedah dando un sonoro y asqueroso
beso sobre su mejilla. —Vive tu gloria, porque pronto serás mía. Y hecho esto, Bedah
ordenó encerrarla, más no era dentro de las mazmorras que esta estaría; pues, para
sorpresa de todos en el salón, el majestuoso, Bedah, obligó que está fuese una prisionera
de William y que su cárcel, sea la misma habitación de su guardián. Era notable que el
Príncipe se prendiera de rabia y que con muchos gritos e insultos, una gran pelea se
armase, ¿Más que podía hacer este? Bedah le calló con manotazos y a este no tuvo más
que aceptar.
Así William, casi que arrastró a Sonick hacia su recamara, ahí donde un frío tétrico
rodeaba del ambiente, donde su seriedad se cubría de odio y muerte.
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……(Fin del recuerdo)……………………
Sonick recogía sus piernas y disimuladamente, viendo todo el detalle de la seria
habitación, de su colección de armas, de sus rotos cuadros, y el vino; pero, sobre todo de
William, aquel que saliese de su tocador y se echase fuertemente sobre su cama,
refunfuñando de manera incomprensible, tomando su arco y lanzando flechas a la ya
dañada pared.
—Sonick… qué pasará contigo. —Ella se enajenaba del ambiente. —¿Qué
pasará sí Bedah te toma? ¿Qué hará cuando ya lo haya hecho?... te matará…así sin
que tus sueños se hagan realidad... Una guerra se encamina y por lo que veo, Bedah
también tiene Magos. Pensaba Sonick para sí, a medida que las muchas flechas de
William caían a su lado.
Y todo era envuelto en un silencio enternecedor, algo que encendía la ira de William,
quién estaba acostumbrado a escuchar llantos y ruegos.
—¡Oye! regresa a tu realidad. —Intervino él ganando su atención. —¡Deja de
elevarte! Pensar en fantasías no te liberará de tu angustia… mejor haz algo útil y
¡pásame las flechas!. Obligó el hombre a medida que la rebelde, con muecas,
entrecerraba sus ojos intentando ignorarle, algo que sacaba de casillas a William, cuál
no demoró en lanzarse a ella, estrujándole de su rostro, gritándole de las reglas, él era el
Príncipe, ella, la esclava.
Así, de tal forma, a Sonick no le daba más que hacerle caso y con algo de pesadez,
tirarle sus flechas sobre su pecho, muy molesta. William no se molestó, contrario, vio
una idea para sacarle información, así el príncipe empuñó su arco y con la flecha
apuntando el pecho de la joven, empezó a hacerle preguntas.
—Dime ¿Mujer? Por qué Bedah te quiere.
—No lo sé… Respondió, recibiendo con asombro la flecha que caía a las
cercanías de su pie, Sonick le regresaba su odio. —Sé inteligente, William… sí Bedah
me ha dejado a tu cargo, tan sencillo, es por qué sabe que no tengo en que delatarlo.
Mencionó Sonick con seriedad, más para William no dejaba de apuntarla, esto parecía
un pasatiempo.
—¿Quién eres tú?. Dijo él, casi que haciendo perder la paciencia de la otra.
—¡Es que eres ciego! Soy una monja… diré ¡Misionera!. Respondió dejando la
libertad de que William estudiase de su vestimenta y acción; pues, era la primera vez
que veía a una mujer de la tal Iglesia, esa que odiaba al igual que Bedah.
Más, William continuó.
—De todas maneras no importa quién hayas sido o seas… Pues; en unos días
Bedah te tomará… me pregunto porque Bedah debe esperar la presencia de Mistora…
es enfermizo, pero creo ya comprender de ello… Bedah trae chicas vírgenes, seguro les
roba su juventud… Él esta maldito… ¿Lo sabes? Está muriendo e intenta luchar contra
ello… —William veía la admiración de la joven. —Pero… sinceramente, él te busca a
ti, de seguro que tú eres diferente, más especial que las demás… me pregunto qué le
darás tu… ¿Quién eres tú, para él?. Murmuró William, clavando sus ojos en los
temblorosos de Sonick, esta que no tenía ni idea de lo que pasaría, ni de lo que estaba
envuelta.
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No obstante, por otro lado, dentro del Monasterio, estaba Oz junto con sus habituales
quejidos, este era lleno de resentimiento; pues, no podía olvidar el desastre que Bedah y
sus guardias causaron, esto comprendía desde los heridos Sacerdotes, el jardín muerto
hasta las antigüedades rotas, estas que eran una perdida monetaria muy grande, tal vez,
esto era lo que más dolía a Oz, quién comentaba de la supuesta subasta que harían con
tales objetos. —Y volvemos a quedarnos como pobres bonachones. Suspira Oz.
—¿Habla de estar chiros?. Interrumpe la delgada bruja, la amiga de Sonick,
Envy.
—¿Quién eres tú?. Pregunto incómodo, viendo de su desubicada figura, cuál
lucia con sus cabellos alborotados y sus labios como uñas pintadas. —Yo nunca te
acepté en mis filas… no de tal manera. Determinó Oz al rato que ella colocaba su brazo
herido en la pierna del alarmante, del cual esperaba le cure. —Mi nombre es Envy… y
claro que me aceptó; pues soy una fuerte monja que dio su brazo porque no se lleven a
Sonick… ahora, cúrelo. Contó Envy viendo de la mueca de Oz, aquel que se rehusaba a
limpiarla.
—Me voy a desangrar. Respondió dramática, molestándole y ventilándole su
herida.
Más, en medio del bullicio, Anabela y Esmeralda se acercaban a Oz, era notable que la
presencia de Germán no apareciese por ningún lado.
—De seguro que Germán fue por Sonick…—Pensó Anabela. —Espero que
regrese con ella
—¿Ha pasado algo, Anabela?. Mencionó Oz al denotar su preocupación.
Esta no demoró en informarle… aun buscando por todas partes, nadie, ni sacerdotes ni
monjas, habían logrado encontrar a Germán, inevitablemente este no era en la Iglesia.
—Ha ido por Bedah… Determinó Envy ganando de la atención de Oz, cuál
alejándose de ellas, se encaminase a la guardia de sus Sacerdotes especiales, con los
mismos con los que empezaba a ingeniar de su pronto plan, no había tiempo, todos
tenían que ir ya al Castillo de Bedah, aquel que de seguro esperaría a Germán con
alguna trampa.
—Germán, pero… ¿Qué te ha pasado?. —Pensó Oz. —Te has dejado llevar de
la ira… Y Oz tomaba de las negras capuchas y se lanzaba a las calles.
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Ahora bien, el Castillo de Mandrágora, cuál era el destino de muchos, en pocas horas, se
había llenado personas, ciudadanos que en sumo silencio esperaban, dentro de la sala
principal, el tal comunicado del Rey, aquel que maliciosamente astuto, esperaba en un
sillón, dentro de su habitación, al aparecimiento de Germán. Era obvio que este le haría
una mala pasada y sí los hombres veían a Germán, iban a pedir su muerte al instante.
—¡Vamos Germán!… no demores ¡Mago de pacotilla!, sé que vienes por tu
deliciosa hija, esa que ya hace mucho, ha probado mis carnosos labios. Gritaba Bedah
evocando de la especial energía del hechicero, quién lentamente aparecía entre las
blancas cortinas.
—Quiero que me des a Sonick. Exigió Germán con profunda y no muy alegre
mirada. Era extraño ver a Germán muy serio y aún más, irritado.
Así, este se puso cara a cara con Bedah.
—No es tan fácil, Germán… la chica se ha encantado de mi cuerpo, que la
verdad, dudo que quiera irse. Exclamaba Bedah con su sarcástica y odiosa voz, esta que
desencajaba en gran manera al otro, quién sin demorar, le abalanzó a la pared con un
fuerte puño.
Y Germán iba en serio, aquel, recogiendo de sus manos y de su extrema energía, invocó
la presencia de sus poderes, de esa habilidad raramente vista, quién nadie podía hacer,
manejar el fuego, pero uno de llamas blancas e incandescentes. Y Bedah, le veía y reía.
—Germán, es la segunda vez que lucharás conmigo… pero, esta vez te veo
decidido a matarme… al parecer la engendra es más importante que la zorra de Gracel
y tus idiotas discípulos ¡Esos que murieron bajo mi mano!. Gritó Bedah sacando su
filuda espada, cual se unía a la feroz batalla que no medía vida ni misericordia; pues,
ambos estaban encaprichados en darse definitivamente un final.
Sin embargo, tal esencia de Germán no podía pasar desapercibido en el Castillo y no por
los jóvenes que encerrados en la habitación estaban. Así, de tal manera, Sonick, de rato
a otro, abrió sus ojotes, esta precipitadamente se paró y sin pensar fue hasta la puerta,
ahí donde, el también confundido William, la detuvo.
—¡Déjame salir! Sí me liberas nadie te hará daño. Exclamó seria.
William la miraba mientras que la empujaba lejos, este intentaba comprender de quién
se trataba, quién era el ruidoso que atacaba a su padre, el fuerte que rompiese con toda
la seguridad del lugar, no había que dudar, solo había una persona capaz de ello, un
Mago y el único en contra, Germán. —Acaso puede tratarse de él… Murmuró William
con mucha intriga, este no prestaba atención a los ruegos de Sonick, quién quería la
salud de su padre.
—Germán es mi padre… él más poderoso Teúrgo. Déjame verle y seguro te
perdonará. Habló Sonick con valentía, cuál se apocaba ante la risa de William, este que
colocándola de espalda le arrimase a la pared. —¿Tu padre? ¿Es que acaso tú no nos
conoces? ¡Jah! Mírame bien, niñita… capta mi rostro, la cara de aquel que matará a tu
padre. Exclamó William, a la vez que sin darle tiempo, con cuchillas y flechas,
guindaba y clavaba a Sonick sobre su pared, esta quedaba imposibilitada de zafarse.
—¡Tu no podrás hacerle nada a Germán!. Gritaba Sonick enfurecida.
—Yo no estaría tan segura… te traeré su cabeza, cuando termine. Expresó
William, riendo y tumbando de su puerta.
No obstante, entre la pelea de los mayores, el colérico Bedah cortaba de las llamas de
Germán, aquel que de alguna manera, le hacía retroceder con agiles patadas, pero aun
en sus heridas y cansancio, Bedah continuaba, usaba de expedita maña con las armas,
este lo esquivaba y lograba herirle. Más, vale recalcar que esta lucha, aunque
invencible, las tenía de perder Germán, ya que era visto, que ante tanta tristeza, los
poderes de este, se apagaban en gran número, aun cuando él no lo deseaba.
—Ven, Germán… te tengo una gran sorpresa. Aclamó Bedah tomando de los
cobrizos cabellos de Germán, estos que le ayudaban a arrastrarlo fuera de la habitación.
Pues; el propósito de este era mostrar la buscada cara del mago delante del sediento
pueblo, quiénes con su miedo, no demorarían en dar tortura y golpes al hombre.
Empero, ante los cercanos pasos de Bedah a la esperada sala, llegaba Oz al Castillo,
estos sin problema, se mezclaron con los ciudadanos a la supuesta fiesta.
—Es seguro que Bedah enseñará a Germán… es claro, a este pobre hombre
no se le ocurren ideas mejores… ¡No tiene cerebro!. Aclamó Oz adelantándose a sus
amigos, yéndose por los extremos oscuro de la sala, escondiéndose entre adornos y
telas, todo a medida que los monjes llamaban la vista de la gente; pues, estos exhibían
sus ropajes y la gente les adoraba. Así fue también como los guardias se distrajeron. —
¿Ellos también están invitados?
—Vengan valerosos guardias, les vamos a bendecir. Decían mientras que
mojaban la cabeza de los confundidos, pero creyentes soldados. —Todos vamos a
festejar el oportuno llamado de Bedah… hoy es un día de gran importancia. Aclamaba
otro monje creando la armonía y animo de la gente, quién más aliviada, sonreían.
Y Oz cruzaba de las vigilancias, él subía las escaleras rápidamente, más antes de
siquiera ir al pasillo, se chocó con el ajetreo de ambos, Germán y Bedah, cuales se
debatían entre los pasos. Oz, no demoró en ocultarse, este, con sus exasperados ojos,
esperaba de la oportunidad perfecta para bajar a Bedah. Sin embargo, nada se daba
como lo esperado, poco faltaba a Bedah para pararse en el podio, los gritos y gruñidos
llamaban la atención de los presentes, mismos que veían la discusión, más nadie podía
definir a Germán.
Todo esto era un drama trágico, una entrecruzada desesperante, en la cual, se sumaría
otro personaje, el violento y temible William. Más, Bedah, quién empezaba a llamar al
pueblo, recibió un fuerte puño por parte del molesto Germán, esto, que el orgulloso Rey
no resistió, echándolo al piso del mismo modo. Así, tal acto y gracia, fue aprovechado
por Oz, quién de inmediato tomó la capucha del mago, jalándole hacia él, todo mientras
el pueblo aclamaba al Rey.
Entonces, Oz habló a Germán, quién con asombro le observó.
—Debes irte… yo tomaré tu lugar. ¡Esto hazlo por Sonick!. Mencionó el
serio Oz, quién tapó su identidad con misma capucha negra.
Y Oz salió del escondite, se levantaba para darle, supuestamente, cara a Bedah, mismo
que sin perder tiempo, tiró el cuerpo del hombre frente a todos los curiosos ojos de los
ciudadanos. —¡Este es el hombre por el cual todos ustedes han sufrido!. Gritó desde el
podio, el eufórico hombre que aprisionaba con los hombros de Oz.
Germán, seguía escondido, estaba impresionado de su compañero, cuál jamás había
hecho algo así por él. Por ello, no quitaba la vista ante lo sucedido y más aún, cuando
aquel notase la cercana y arrasadora figura de William, quién sin segundo alguno ni
remordimiento, jaló a Oz, según era Germán, y le lanzó al piso con un estrepito puño.
Era notable que ante el imprevisto, todos incluyendo al Rey, quedasen impactados.
—He venido a matarte… Germán. Murmuró William levantando al adolorido
frente a las masas; sin embargo, nunca nadie imaginó, que bajo esa capucha, apareciese
la figura plomada de Oz, quién clavaba sus ojos en William. —Me has golpeado niño
tonto… por este desenfreno ¡Te irás al infierno!. Exclamó Oz soltándose del pasmado
William, cuál jamás creyó a Germán de tal manera tan debilucha.
Y la gente contemplaba tal atrevido suceso, tanto por parte de Bedah como, peor por
parte de William. Así, era obvio intuir que el religioso gentío, en poco rato, armase fea
revuelta contra el gobierno. —¿Oz? ¡Donde esta Germán!. Reclamaba Bedah mientras
veía como todos intentaban abalanzársele y aún en cantidad ante el doloroso y barato
teatro de Oz.
—Yo ya le he dicho que no quiero más peleas… quiero que el pueblo sepa que
he venido por lo que es mío…. Murmuró Oz al ver como el pueblo le prestaba atención.
—Pues; Bedah ha raptado a una de ¡mis monjas! Y no se lo permitiré. Exclamó
teniendo el furor de la gente.
Y Oz veía a Bedah de manera vengativa. —Esta me la debías, Bedah. Así, Oz se
retiraba junto con sus sacerdotes y entre esos, Germán, quién regresando la vista, veía al
grande William, quién sin prestar atención a las demandas del Rey ni del pueblo,
decepcionado, regresaba hacia su habitación.
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Más, ¿Qué les puedo contar?… Bedah, estaba asustado, este no podía controlar la furia
de su propio pueblo con palabras, así que terminó por optar en lo que es bueno, así,
Bedah mandó a expulsar a la fuerza y con golpes a todo cuál se le resista…. Está de más
decir, que este problema encolerizó como nunca al Rey, quién como toro encendido
entró feroz a la habitación donde estaba, aquel no le dejaría pasar esto a William… y así
presencié como aquel, con sus duros golpes y latigueadas, sometiese a su hijo a dar sus
disculpas y humillarse… gracias a Dios, este ni me vio… ¡Jah! ¿Cómo puede haber un
padre así?... más por mi lado, y con suma tristeza, no pude ver al mío…
Germán solo yacía en mis pensamientos y en mi corazón…
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Y así, durante esa noche de impiedad, los ojos de Sonick se perdían entre las paredes del
oscuro cuarto ajeno, donde los quejidos inconscientes de William, llenaban del
ambiente, era notable que nadie curase las heridas de este pobre hombre, a quién a
menudo dejaban abandonado. Y esto se intensificaba, Sonick, era llamada por el dolor
de aquel, esta le hacía mala cara, más después de todo lo malo que le hizo, esta, no
podía soportarse dejarlo así, por ello, levantándose de su puesto y arrodillándose cerca
de su cama, le observó.
—Siento pena por ti, William… Murmuró al denotar sus heridas y también de su
espada, la cual con mucho tacto, la alejó de él, no vaya a ser que se despierte y la
lastime.
Entonces, Sonick mojó de su capa, rozando suave con la piel de aquel, así como
también, utilizaba de la magia para cerrar y detener el sangrado. Y todo iba bien, la
chica con su delicada voz, le susurraba que se calme, las cosas se solucionarían, todo
pasaba y que así mismo lo harían sus pesadillas. No obstante, quién creería, el roce de
ambas pieles hizo un corto, como una corriente que despertó instantáneamente a
William.
Y aquel vio la cercanía de la congelada Sonick, quién solo se echó alejándose sentada,
algo que William, no le permitió; pues, sin pensar, se tiró de la cama y atrapándola, la
arrimó a la pared, apretando fuertemente de su cuello.
—¡Suéltame William!. —Expresaba entrecortada. —Solo… quería ayudar…
¡suéltame idiota!. Las explicaciones de Sonick no cambian las acciones de William, este
que con penetrantes ojos, buscaba de su espada. Y Sonick, rasguñaba sus muñecas, esta
poco a poco se ahogaba.
—Has apartado mi espada… William veía el piso, notaba la capa de la chica,
esta que era manchada con su propia sangre, así como miraba que sus heridas estaban
bastante bien.
—¿Por qué me curaste?. Habló William juntando, aun amenazante, su frente
con la de la desesperada misionera. —Por qué aunque eres de lo peor… —Ella
entrecierra sus ojos. —Eres un ser humano y merece cuidados. Soltó Sonick sintiendo
luego de eso, el alivio de volver a respirar; pues, William le soltaba y regresaba a su
cama, no sin antes, ver sus brazos cuales parecían todavía estar electrizados por la
energía de esta.
—Nunca, me vuelvas a tocar… ¡Entendiste!. Gritó viéndola de perfil, Sonick
acariciaba de su cuello, sus resentidos ojos se clavaban en el amargo hombre.
—¡Así te estés pudriendo!. Respondió ella regresando a su rincón. No obstante,
esta veía la sonrisa retorcida de William, este que sentándose en el colchón, dirigía su
atención a Sonick y ella viceversa. Al parecer, tal vez, William estaba de buen humor,
lo suficiente como para poder entablar una conversación con él, según Sonick.
—Eh… William, yo… —Sonick tragaba saliva. —¿Qué fue ese fenómeno de
hace un momento? esa electricidad que chocó entre ambos. Preguntó la joven y
William, entrecerrando sus ojos con cierta molesta, chasqueó sus labios y sin darle
importancia a su pregunta, se dio vuelta y se tiró a dormir. Sonick quedaba intrigada,
esta estaba segura que se trataba de su magia, cuál quedó al descubierta por William,
más no había sorpresa, después de todo, Sonick era hija de Germán. —Quiero regresar
a casa… quiero verte, amado padre… Murmuró Sonick sintiendo el desamor que la
habitación de William transmitía.
Empero, no fuera del Castillo, los insomnios pasos aturdidos de Bedah, no dejaban de
recorrer de su habitación, aquel estaba enfurecido, tanto, que moría de ganas, por volver
a golpear a William. Y es que todos sus planes se dañaron por él, todo el pueblo lo
odiaba y creían, aunque era verdad, que aquel estaba en contra de Iglesia. Acto que se
demostró por sí solo, al maltratar a Oz, el Rector de la religión en Mandrágora.
En cierto modo, Bedah no aguantaba la presión, algo tenía que ocurrir para mañana, con
para que el pueblo se calme; pues, aun se podía oír uno que otro reclamo a las afueras.
Notablemente, el gran Rey, tenía temor y este era el ser expulsado de su atesorado
trono. Algo que ni que quería imaginar, por ello, sin dar vueltas al asunto, tomó del
teléfono de abajo, y adentrando sus dedos en los huecos, comenzó a girar o más bien, a
marcar.
—¡Contéstame Mist!. Exclamaba fastidiado del longevo timbre.
Empero, Mist veía la noche, dentro de su habitación, se arrimaba a la pared, ciertamente
no estaba solo; pues, sentado frente a la radio, era un alto y fuerte rubio de buen parecer,
uno cuyos azules ojos bailaban con galantería, él no dejaba de ver la intranquilidad de
Mistora.
—Ese William ha hecho una grande a su padre… ¿Cómo es que se hará cargo
de tal asunto?. Decía el rubio, ese que respondía al nombre de Barbee.
—Pues; pidiendo disculpas no lo creo. Respondía el castaño de ojos celestes, el
Mago Mist, mismo que cruzaba la habitación para responder la llamada. Barbee le veía,
este junto a su amigo recapitulaban las acciones de William. —Haber… este golpeó al
Rector de la Iglesia, cuál venía a ayudar a Germán, quién obviamente venía a salvar la
virginidad de su hija… quién está encerrada con William… —Barbee hace pausa y se
carcajea. —¡Que comprometedor!. Exclamó aquel a la vez que se daba espacio para
beber otra cerveza. Mist, sonreía nervioso, tomaba de la llamada, pero revisaba las
frases de Barbee.
—Que comprometedor… ¿No verdad?. Repetía Mistora enajenado.
Y Bedah encolerizaba, este empezaba a llenarle de quejas a su Mago, mismo que
quedaba en silencio, pensando en todas las respuestas que le pondría a dar a su amo.
—¡Bedah, lo tengo!. Exclamó Mist llamando la atención del Rey y de su amigo,
que en distintos lugares estaban. —William se hará cargo… ¿Cómo? pues armaremos
una buena historia… que te parece que William, en aquel instante, solo estaba
defendiendo su voto de amor… obviamente el príncipe y la monja se quieren casar, aun
en las estrictas políticas de la Iglesia, quienes no estaban de acuerdo… Dijo Mistora,
imaginándose con su magia lo que la gente diría. —Escúchame, es un perfecto plan. El
pueblo anhela que William se casé, ellos aún creen que este se convertirá en Rey… la
gente gusta de tal farándula. Mist convencía al brutal hombre con su serena voz
Bedah, con algo de dudas y confusiones, aceptó, obedecería a Mistora al pie de la letra,
más una advertencia estaba vigente, debía ver muy bien los movimientos de William, no
vaya a ser que él destruya todos los proyectos que tantos años les costó. Así, tras eso,
Bedah cortó y más animado fue a descansar. Pero esto fue contario a Mist, quién
dejando el teléfono, se acercó a Barbee, aquel amigo y compañero de trabajo, un
político. Barbee levantaba sus ojos hacia él, una sonrisa sarcástica cruzaba su rostro.
—Recién estoy empezando a comprender tus movimientos, Mist… no era para
la política que tú me necesitabas... ¿Verdad?. Mencionaron los vanidosos labios del
rubio, este que siempre cargaba medio pecho descubierto. Mist, sonríe. —Me gusta
trabajar con los míos… confío más en los brujos.
—¡Dale Mist! Quieres arrancarte de las uñas de Bedah… —Interrumpe el otro.
—Más, dándole sexo, Juventud y curando su rara enfermedad, no lo lograrás… Barbee
ve a Mist, quién desviando su mirada, tomaba de su embriagante esclavitud.
—No es tan fácil, Barbee… Bedah tiene una maldición, cuál le lanzó su mujer
antes de él mismo asesinarla… esta es qué, por todo acto malo, su corazón se apuñale
por sí solo… es un dolor que no tiene nombre… Murmuraba Mist perdido en él.
—Y ¿Eso que tiene que ver contigo? Déjalo que se pudra. Aclamó Barbee.
—Barbee, Bedah me salvó de la hoguera y no por simpatía… como tampoco, le
sirvo por gratitud… ambos hicimos un pacto de sangre… Mist bebía amargo, Barbee
entreabría sus ojos, este conocía bien lo que encerraban tales palabras. —Así que lo que
él sienta o atente contra su vida, tú también lo sentirás… es dueño de tu alma. Barbee
peina sus cabellos, suspirando lentamente. —No importa, Mist… algo hemos de hacer
para cortar con tal maldición, los Magos no son ¡siervos de nadie!. Dijo él.
—No importa. —Intervino Mistora. —Por ahora quiero ver que hace sin mí…
también, conocer y hacerle imposible la vida a la hija de Germán, así veré nuevamente
la furia de mi querido Maestro.
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Más con los cabizbajos, la noche acogía el cansancio de los ciudadanos, y este, cuál
magia natural, volvía a reponer su vitalidad, para que con energías, vuelvan a recibir de
la mañana, misma que no tardó en llegar, con pájaros y rayos del sol. Empero, el
despertar variaba según la persona; pues, en Monasterio, las personas eran en medio de
sus tareas, trabajando arduamente en los jardines, en las capillas y limpiando de los
pisos, para que así, el lugar brille con la presencia de las virtudes y lo hacendoso. Por el
contrario, dentro del Castillo, William, recién abría de sus ojos y ello, gracias al bullicio
de Bedah, quién tumbaba de su puerta a golpes. Sonick, también despertaba, ya que no
pudo dormir en toda la noche, esta contemplaba como William, bostezando, abría la
puerta con parsimonia, chocándose con la intolerable mirada de su padre.
—¿Quieres volverme a golpear?. Dijo William estirándose de a poco. Bedah le
insultaba, aquel jalaba sus cabellos, sacándole del cuarto. —¡Eres estúpido! No tienes
cerebro para denotar la ¡brutalidad! que has hecho ayer. Bedah quedaba con William
en el pasillo.
El Príncipe miraba a Bedah con sus mieles y serios ojos, definitivamente algo tenía que
tener planeado su padre y aquel no demoró en exigírselo.
—Tú debes arreglar esto y la única manera que he pensado es que finjas un
matrimonio… ¡Dirás al pueblo que te casarás con la muchachita!. Gritó Bedah al
tiempo que él se negaba rotundamente.
—Yo no tengo porque hacerlo… Golpeé a Oz porque pensé que era Germán y
eso lo puedo expresar al pueblo ¡y ya!. Bramó William desviando su mirar. Más, Bedah
frenético, no se dejaría burlar de su hijo, por ello, aquel lo tiró contra la pared y lo
apuntándolo con su espada y la de los guardias que lo acompañaban, todos amenazaban
a William.
—No te he preguntado, te he ordenado que lo harás. Exigió el Rey.
William bajaba su cabeza, su corazón se aceleraba de la rabia, más nada podía hacer,
aquel levantó su rostro y con sus fieros ojos, le habló.
—Qué debo hacer… esta parece ser una de las ideas que te suelta Mist.
—¡Eso no te importa!. —Bedah acerca la espada a su cuello. —Pero, así me
gusta, William… te quiero listo en la tarde, quiero que le digas a todos que te has
enamorado de otra mujer, que quieres darle vida a este reino y que esperas que te
comprendan y rueguen a la Iglesia por desistir de su oposición. Contó Bedah al
exaltado William, quién no esperaba para que su padre se calle, quién no esperaba a que
Sonick se largue del Castillo. —Pero algo te digo, William… esto es un drama, la chica
es mía… le tocas un pelo y no responderé de mis actos. Amenazó Bedah con
peligrosidad, William le veía.
—Qué pasará sí me rehusó, padre… ¿Matarás a tu hijo?. Volvió William con
su rebeldía, esta que conllevaba con la irritación de Bedah, mismo que sosegado de
odio, tomó la cara de William y la golpeó contra su pierna. —No me preguntes
estupideces ¡Sabes que lo haría! Así como lo hice con la ¡mujerzuela de tu madre!.
Gritó Bedah dándole la espalda, William bajaba su mirar, estaba avergonzado frente a
los guardias, quienes eran sus propios subordinados.
Por tanto, William con la tristeza y amargura a flor de piel, entró casi que destrozando
su puerta, este iría a darse un baño, más en su camino, se chocó con la figura de la
mártir Sonick, quién oyendo de los insultos de Bedah, le mirase con pena y melancolía.
William, tragaba de su propio aliento, inhalando fuertemente, se llenaba de la energía
para responder a Sonick, como, según él, debía.
—¿!Qué es lo que me ves, tonta!? ¿Acaso te ha gustado la idea de Mist?.
—¿Mist? ¿De qué idea hablas?… Sonick se arrimaba a las cortinas, William le
miraba con antipatía, sinceramente no quería ni dirigirle la palabra, pero tenía que
hacerlo.
—Vamos a fingir que nos casaremos… esto es para calmar al pueblo sobre las
cosas que de Bedah están diciendo; pues gracia a ti, Germán ha armado revueltas.
Mencionó William, Sonick se enojaba.
—¿!Qué hablas!? No son mentiras, ¡son verdades!... Bedah es un trastornado
de ¡Mente enferma! Y Germán es obvio que haga algo para desenmascararlo. Gritó la
justiciera, que con valerosa actitud, se acercase frente a frente con William, quién
bajaba su mirada, viéndole con cautela.
—No me importa tu opinión… esto no es algo que me agrade. Dijo él.
—Ni a mí tampoco… pero contrario a ti… yo sí me puedo negar, William... Y
Sonick, dejando frio al adulto, se dio la vuelta y se volvió a sentar en el piso. William
crujía de sus dientes, aquel apretaba sus puños y se entró al baño, debía refrescar su
siempre caliente cabeza.
Así, Sonick contemplaba del cerrado portón, escuchaba la ducha y expulsaba un
lamento, conocía que le causaría serios problemas al Príncipe con Bedah, pero esta, no
imaginaba, ni de drama, con tal malvado hombre a su lado, peormente, tener que fingir
ante el pueblo, quién no se dejaría llevar de palabras.
—Al menos que acepte y allá delante… diga otra cosa. —Y ella pensaba, más
algo, tal como presentimiento, negaba de sus ideas. —Ahí mismo me matan y eso
lastimaría a Germán… mejor es que quede fuera de esto. Murmuró.
No obstante, en la Iglesia, Oz se acercaba hacia Germán, ambos insospechados de los
ocultos planes de Mist, cuál con su magia, se sabía manejar muy bien.
—Oye, brujito… creo que me merezco agradecimientos… ¡Jah! Te salve el
gollete. —Oz chocaba su palma con el sonriente. —Y admite que me pasé con el
drama… ahora todo el pueblo sabe que Bedah se robó a una de nuestras monjas y ante
tanto escándalo… ¿Quién le creería?. Mencionaba Oz.
—La verdad que no me imaginé verte allí… Respondió Germán cortando de las
flores secas.
—¿Tus potencias no me presintieron? —Ríe Oz.—Yo debería ser nombrado el
mejor brujo, en vez de ti. Alardeó Oz tumbándole a Germán, quién admirado, le seguía.
¿Él hablando de magia?.
—Créeme que el monstruito regresará a ti este mismo día… ¡Pero que luego se
vaya hacer misión! ¡No la aguanto!. —Oz ve la seriedad de Germán. —No hay de qué
preocuparse… los Sacerdotes me informaron que afuera del Castillo, hay una gran
revuelta, Mandrágora exige a tu hija.
Y Germán apretaba la mano de su amigo, más con una sonrisa, negaba sus triunfos. —
Oz… sé que has hecho mucho… te lo agradezco, pero yo siento la soledad, un halito de
tristeza, cuál me susurra al oído que ella no vendrá… pasarán muchas cosas, para que
esté a mi lado. Determinó Germán subiendo las escaleras, abandonando a Oz y
encerrándose en su habitación, donde vigilaba el Castillo y los movimientos de Bedah.
—Sé bien, Mist… que alguna cosa has planeado… quiero desilusionarme de ti… yo
quiero ver en que se han convertido tus buenas ideas. Pensó viendo de la multitud, de la
violencia y de los reclamos.
Entonces, los poderosos ojos de German veían salir la presencia tan ofendida de Bedah,
aquel que con fingida sonrisa, se presentaba a su pueblo, él informaba de una noticia
que, debido a la presión, debían adelantar, debían delatar.
—Más, me temo decir que yo no lo declaré… lo hará mi hijo William, cuál
espero, tenga de la sagrada bendición de todos ustedes. Clamó Bedah simulando
alegría, dejando a todo el pueblo, ante sus frases, confundido.
Y William caminaba por los pasillos y subía las escaleras, cuales le llevaban hacia el
podio, donde Bedah le estrechaba un hipócrita abrazo. —No lo arruines, estás sobre
aviso. Advirtió él, más William continuó sus pasos, mostrándose ante el pueblo que
exigía sus palabras.
Así, arreglando de su sedosa capa verde y su corona, sacó su tonante voz, cuál se amplió
por todas la amplitud, no hubo ciudadano que no le oiga.
—Quiero que sepan, pueblo de Mandrágora, que yo, Príncipe William, me
pienso casar nuevamente, quiero renovar votos con el amor… —Él veía al sorprendido
gentío, cuales hablaban entre sí. —Y sí quieren saber… ya tengo a una elegida… a una
mujer que ha robado de mi aliento. Confesaba William de una manera cortante y casi
que poco creíble, algo que Bedah, no podía permitir. Por ello, uniéndose a la falsa dicha,
este ofreció una fiesta en nombre del ocaso.
William veía a Bedah con seriedad, a la vez que el viejo continuaba. —¿Puede haber
jubilo más grande para un padre?... ¡No lo creo! Mi hijo se ha vuelto a enamorar…
más siempre he pensado que el destino es irrazonable, ya que es mi deber consultar con
mi gente de tal problema. Comentaba Bedah ganando de la mirada de los presentes. —
La mujer de mi hijo… es una monja… pero ¡Qué se puede hacer! Sí Dios es amor…
usted deciden… pero negarlo… que triste. ¿Separar a estos tortolos?. Gritó Bedah con
su total seguridad y confianza.
Y la multitud mostraba interés, estos adoraban de la noticia; pues, mucho se había
hablado de la soledad del joven y codiciado Príncipe.
—Así es padre… —Interviene William. —Es por ello de la presencia de la
iglesia en aquel desliz de nuestro escape… ¡Cuánto lo siento! Que sea de tal forma tan
incorrecta. Mencionó el cordial, cuál compadecía a masas, aquellas que dando de su
veredicto, aceptaban entre gritos y triunfos, el romance ficticio de William, quién no
mencionaría el nombre de la muchacha, algo que los demás respetaban. Empero, ante la
atestiguada victoria, el gentío insistía testarudo, en que la mujer, ósea Sonick, se
presentase en los días próximos, para así confesar también de su amor. William,
aceptaba con leve sonrisa maliciosa… ¿Qué hará Sonick?.
En resumen, la noticia volaba como la brisa, y esta no demoró en adentrarse por todas
partes, por las mansiones y las casuchas, por los nobles y los mercaderes, por los
escépticos y los religiosos, todos asombrados de la bendición o maldición que había de
acarrear el destino sobre estos dos jóvenes. Entonces, las opiniones no se daban
tardanza, los llantos y las iras relucían a flor de piel. ¿Pero… es cierto o no?—Decían
muchos, entre ellos, Oz.
—Lo sabias, tú lo sabias Germán… ¡Estoy estresado! ¿¡Sí eres brujo, porque
no evitaste que Sonick venga a Mandrágora!?. Exclamó Oz alarmado.
—No sé Oz… sabes que… ayer he soñado con Gracel, sé que ella me habla
desde el mundo de los muertos, me ha dicho que las cosas están saliendo bien… que no
me preocupe, que deje a mi hija en manos del Rey Bedah ¿No te parece una locura?.
Mencionó Germán con una inusual seriedad, algo que Oz no pudo soportar, aquel saltó
del pasmo. —¡Estás mal! ¿!Como puedes decir eso!?... La presión ha agujerado tu
cavidad cerebral. Expresó disgustado, más Germán se arrimaba a la pared, este
respiraba hondo, pronto volvía asegurar su postura.
—Sabes Oz… dejaré que el destino obre y tú harás lo mismo… yo confió en que
Gracel sabe de algo… pues; ella conocía a Bedah y sobre todo a Mist, mi discípulo,
más que yo. Y Germán le regalaba una sonrisa que Oz no le correspondió, este
echándole a un lado, se fue tumbando la puerta.
—Yo creo en ti, Gracel…—Germán ve al cielo. —Más, eso no cambia el que
esté inundado en la tristeza, por favor, Cuida de mi Sonick.
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Más, entre las murallas del Castillo, Sonick miraba a William con resentimiento, este
que malicioso, entrecerraba sus ojos, cubriéndose del frío con sus calientes cobijas. Era
increíble como la noche había vuelto a caer rápidamente y este con su necrófago frío.
—De seguro que te dolió decir lo que dijiste afuera… —Mencionaba Sonick. —
Pero… William, no sé porque te pones de ese estado, sí lo que mejor sabes hacer es
fingir. La muchacha estaba harta de los insultos, de los padecimientos e injurias.
William, levantó su mirada, levemente sonreía de lado.
—No te preocupes, tal vez el drama no demore mucho… pues; mañana, llegará
tu peor pesadilla… mañana, será tu último día de pureza y tal vez, hasta de vida… por
eso, ruega monja-gata, que no llegue ese brujo, ese temible Mist... Confesó William y
tales dichos se clavaron en los oídos de la pensativa Sonick, esta que encerraba el
nombre del brujo en sus oídos, ella sabía que le había oído antes, no era coincidencia,
tal vez tales crímenes y venganzas estaban planeadas desde hace muchos años atrás.
—Mist… el famoso Mago, sucesor de Germán… su discípulo, él único que
aprendió sus grandes secretos de magia. ¿Cómo pudo traicionarlo?... y es más,
vengarse de tal manera tan despiadada… ¿Qué harán conmigo?. Y Sonick veía de la
luna, esta que tragaba de todos sus suspiros.
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CAPITULO 4: MIST, EL GALAN MISTERIOSO.
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Gracel, el conocido amor de Germán, su maestro y amante, aquel que la convirtió en
una de sus discípulas, llevándola a obtener un nivel como el de Mistora, el llamado
“Sucesor” con cuál compartió una estrecha amistad. Se dice que este la quería como
madre; pues aquel para la apariencia adulta de los dos, era jovencillo. Recuerdo, algo
borroso, cuando este vino al Monasterio, yo ya estaba junto a Gracel, debí haber tenido
tres años, bueno, junto a él, casi que conformábamos una familia.
No obstante, vale recalcar que Gracel, se hacía conocer por sus especiales habilidades,
como manejar el fuego, algo que pocos lograban, como también, ver el futuro, destreza,
que salvase la vida de Mist, muchas veces. Tal vez sea por esta razón, que Germán
confié ciegamente en Gracel, esta que entre sueños, le declarase de una vieja profecía.
«Todo principio tiene su final… toda guerra, por muy perversa y devastadora que sea,
cae por las manos del bien y la justicia… Así, dicho esta que solo el amor puede contra
la guerra y es aquel, cuál intenta nacer entre aquellos jóvenes… el único que detendrá
la batalla y la sangre… Tranquilo, Germán… William y Sonick deben estar juntos, el
destino obra por ello… aun cuando es tal acercamiento, lo que sea lo más peligroso
para ella...»
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Y la noche transcurría con una pesadez, con sus tinieblas y misterio, cuál rosando la piel
de William, le hacían adentrarse en sus cotidianas pesadillas, esas que rechazaba con
fiereza, entre insultos y patadas, con las cuales intentaba despertar, más, era imposible,
lo único que lograba William, era interrumpir el ligero sueño de Sonick, cuál soñolienta,
le miraba desde su rincón. Ella regresaría a su sueño, más los movimientos y saltos que
William daba en la cama, le preocupaban en una manera, por ello, con cautela, volvía a
acercarse, como en otras ocasiones, a despertarle.
Así fue entonces que Sonick escuchó de sus refunfuñados susurros: «Suéltame… —Él se
mueve. —No quiero de ti, aléjate, déjame en paz… No- ¡No te necesito!. —Apretaba
fuertemente sus dientes. —Yo no me… no- no me cansaré…. Yo ¡Odio la Magia!»
Exclamó William.
Y tales frases, llamaron la suma atención de Sonick, cuál sorprendida, posase su mano
sobre el pecho de este, contacto que nuevamente, provocó la leve electricidad, que hizo
despertar a William.
Entonces, el agitado Príncipe quedaba frente a la pasmada Sonick, esta que no entendía
lo que sucedía y el porqué de tales reacciones. Más, este respiraba hondo, sus cansados
ojos, viajaban alrededor de las arrugas de la sabana.
—Pensé que no levantaría. Murmuró enajenado.
—Pues; agradécemelo. Brotó la voz de Sonick, quién se erguía frente al
observador hombre que se mantenía callado, viendo de las delicadas manos de la chica,
estas que las movía a medida que le hablaba. —¿Así que odias la magia?… bueno, algo
que no te soportaré es que, en mi cara, discrimines mi pasión… a mí me gusta la magia.
Exclamaba Sonick, más William parecía no oírle, solo veía sus pequeños y carnosos
labios, cuales no quedaban quietos.
—Oye ¿!Te comió la lengua los ratones!?. Gritó Sonick chaqueando sus dedos
cerca de sus perdidos ojos, los cuales junto a su conciencia, regresaron al instante, al
rato, donde el impulsivo William no respondiese con palabras, contrario a lo pensado,
este levantó tomando prisioneras las manos de Sonick, quién admirada, se notaba
enredada entre los brazos del fuerte Príncipe. —¿¡Estas mal del cráneo!? ¡Suéltame
grandulón!. Exigió creyendo que William le volvería a abalanzar por la ventana.
Sin embargo, William cargaba de ella, esta que desesperadamente no tocaba del piso,
que con golpes y patadas, intentaba zafarse de cuál, con agilidad, le arrimaba a la pared.
Así, nuevamente, Sonick sentía la cálida respiración de William, aquel que le miraba sin
siquiera pestañar.
—Oye, idiota… ¡Aléjate de mí!. Murmuró Sonick atestiguando la poca atención
de este; pues opuesto a ello, William arrimaba de su pecho y abdomen hacia ella, tanto,
que parecía fusionarse en uno.
—Mmmm… —Y William ve del delgado cuerpo de Sonick, cuál al estar
estrujada, dejaba al descubierto de sus pronunciadas caderas. —No eres tan mala.
Sonríe William, de manera pecaminosa, así para luego, adentrar su pierna en medio de
las de ella, alzando con esta, del largo vestido de la Misionera, quién al sentirlo, no pudo
más que gritar.
Más, nadie salvaría a Sonick de los deseos de William, el Príncipe, quién podía hacer lo
que desease a escondidas de Bedah.
—Tranquila… —Y él frota sus labios con la sensible piel del cuello de Sonick.
—No te voy hacer nada… tu eres propiedad de Bedah. Exclamó el castaño que con ojos
chispeantes, devoraba del tan nombrado valor de Sonick, quién sentía de la nueva
sensación.
Y William era un galán, él levemente, sentaba a Sonick sobre su pierna, todo a medida,
que la comprimía con sus atrevidas caricias, ellas que tocaban de los muslos desnudos
de la inexperta Sonick, quién percibía que debajo de su hábito, los dedos de William no
quedaban quietos, estos estimulaban a que se ahogue entre sus pequeños suspiros. Más,
William sonreía insatisfecho, este subía sus tactos hacia su cintura, cuál poseía en sus
cercanías, el tensionado abdomen de Sonick, ese que con sus contracciones, la llevaban
a apenarse.
—Dime que esto no te gusta monja-gata. Expresó William avecinando sus
labios a los carnosos de ella, estos a cuales le robaban de su aliento.
Más, ahí no era todo; pues Sonick, aunque faltaba de atención, veía del momento para
arrebatarse del seductor William, cuál suspirando lento, llevaba de sus manipuladoras
yemas, hacia los cubiertos pechos de Sonick, quién al presentir de sus planes, olvidase
la calma y el orden. Así, aquella, instintivamente, obró por su naturaleza, así, tomando
los hombros de William, soltándose bruscamente de su mano, con su nombrada magia y
ese chispazo casi electricidad, casi fuego, abalanzarlo a William lejos de ella,
mandándolo a estrellarse con su cama. Sonick caía al piso, con sus ojos desconcertados
y su corazón muy agitado.
—¡No me vuelvas a tocar!. Bramó Sonick con dificultad.
Más, William no se levantaba del suelo, no expresaba nada, él solo le miraba concierta
admiración, este ya tenía sus sospechas, pero no imaginaba crearlas. No obstante, aquel
recogía sus puños, muchas preguntas invadían su cabeza. Pero Sonick, quedaba en
silencio, con temblorosas pisadas, regresaba al rincón, pensando en la horrenda decisión
que fue despertar a William.
—Tienes magia… Rompiendo del vacío, habló William clavándole sus ojos.
—Con la que me defenderé sí te atreves a volver hacer lo que hiciste. Exclamó
ella con su voz de ruda. Empero, Sonick no contaba con el trastorno de William, aquel
que no escondía su pavor y detesto hacia tales engendros con poderes, estos a los cuales
mandaba a matar y rogaba porque se exterminen. Así, aquel, con suma rabia, se acercó a
la chica, quién no logro atinar con su magia, misma que consistía en un eterno fuego de
llamas naranjas, como de las famosas llamas blancas, estas que fueron heredaras por
Germán.
No obstante, William, jaló de los cabellos de la chica, quién notaba el desequilibrio del
Príncipe, quién no sabía dónde colocar a la muchacha, este quería alejarla de todo lo
suyo, que no tocase absolutamente nada. Entonces, William abrió su armario, sacando
toda su ropa y sus cosas, ahí lanzó a Sonick, la misma a la que dejase encerrada en tal
pequeño y oscuro lugar.
—¿Qué fue eso?… Murmuró Sonick alarmada y entristecida, todo mientras
cubría sus avergonzados ojos sobre sus rodillas. Más, de William, no se oyó más, este
cerró la recamara y salió hasta que duró el desvelo de Sonick.
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Más, a pesar de todo, la mañana regresaba a formar su ciclo sin fin, las claras nubes
recibían a los comerciantes, cuales en medio de sus duras jornadas, comentaban sobre
los chismes de la Iglesia y la política, están que siempre eran de la mano, pero no con
una buena relación. —¡El Príncipe William se va a casar!. Mencionaba uno. —¿Será
que pronto tendremos un nuevo Rey? —Expresan otros. Sin embargo, era por en medio
de ellos, que dos hombres se abrían paso con sus escondidas presencias, aquellos
comprarían uno que otro dulce, para luego, encaminarse hacia el castillo.
Esos eran Mist, el castaño de ojos celestes; y Barbee, el rubio de verdes ojos.
—Eres antojado… siempre tienes hambre y eso que ya viniste desayunando…
—No es culpa, Barbee. Mencionaba el joven y amable Mago a la vez que
negociaba de un sin número de postres.
—La gula te lleva purito, Mist. Dijo el otro a medida que se sentaba a escuchar
de los chismes, ciertamente, una sonrisa pícara brotaba de sus labios. Y pensar que este
fue el creador del inconveniente entre William y Sonick. —Sabes… quiero conocer a la
futura esposa de William. Bromea Barbee, mientras que Mist se sentaba a comer, aquel
le levantaba una ceja, le recordaba que ya estaba casado y con una esposa muy celosa.
—Tiwa conoce lo que haces… no quiero que me culpe de tus escapadas…
Habló Mist mientras el otro le decía. —La que ama, ama con defectos. Vaya suspiros
los de ambos ocupados, más, Mist no ocultaba las ganas que tenia de también reconocer
a la hija de su maestro.
—Quiero que Germán venga por mi… quiero demostrarle que yo soy más que
él... Murmuró el castaño Teúrgo, cuál rival, había fundado una secta de magos, donde
acudían todos los traidores de Germán, entre ellos, Barbee.
—Bueno, trague de una vez… ya llegamos tarde, Bedah se va a enfurecer y más
cuando me vea llegar contigo… él de seguro que sueña con poseer a la chica apenas
llegues, no nota sí has tenido un largo viaje ni nada. Expresaba Barbee de vez en
cuando piñizcando de la comida de Mist, cuál enfurecía de ello.
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Más, ahora bien, luego de degustar, Mist y Barbee llegaban al portón del Castillo, donde
recibidos por el personal de Bedah, le llevaban hacia el comedor, donde inusualmente
encontraron a Bedah, junto a su hijo y, tal como Barbee predijese, también con Sonick,
a quién tenían clavada en la mesa, amenazada con las puntas de las lanzas de los
guardias.
—Sí parecen la familia unida. Murmuró Barbee entre risas, a la vez que se hacia
el de ojos ciegos, dejando pasar a Mistora primero.
—Rey Bedah, he llegado… Declaró Mist llamando la atención de los presentes,
más en principal la del Rey, quién jalando la mano de Sonick, la arrastrase con
impaciencia hasta el mago, quién con su serenidad y seriedad, mirase de la colérica
chica. —Bueno, empecemos el ritual Exclamó Bedah, más Mist, habló. —No tan
pronto, Bedah. Así, Mist veía hacia atrás, donde el “despistado” Barbee se acercaba con
una mortal sonrisa.
Era notable que Bedah al verlo, sintiese una rabia; pues, había esperado las 48 horas
para estar con la joven muchacha y ahora más, gracias a la presencia y estadía del
Gobernador de Virtus, una de las grandes ciudades del Reino de Mandrágora.
—Es un gusto verle, Rey Bedah. Y dando la reverencia, Barbee veía de la
molesta joven, que clavaba sus turquesas ojos en todos los nuevos.
—El placer es mío, Gobernador… ¡No le esperaba!, sino hubiese mandado
hacer un banquete en su nombre. Respondió Bedah entre dientes, intentando controlar
de su ira, a la vez que veía con odio a Mist, quién seguía con sus ojos a su “compañero
de trabajo” aquel que observaba de los cuadros dispuestos en todo el comedor.
—Cuando Barbee se valla, quiero la desgraciada vida de esta bruja. —Jala a
Sonick, quién le oye atenta. —Quiero su poder, su energía… ¡Quiero destruir a
Germán!. Abalanzó Bedah sin cuidado alguno hacia Mist, quién con leve sonrisa,
asentía los caprichosos de su Rey, algo que Sonick no podía soportar. Esta no imaginaba
su vida sin magia.
Y Sonick veía fijamente a Mist, cuál sin quererla notar, murmuraba con el Rey. —
Bedah, todo está listo… Germán no te la va quitar… tienes todo el tiempo para hacer
con ella lo que quieras… despreocúpate. Expresó sonriendo.
—Yo no quiero perder segundos… ¡No robes mi paciencia, Mist! sabes cuales
son mis propósitos. Bramó Bedah, controlando más a Barbee que a Sonick, cuál como
la espuma de una cerveza bruscamente destapada, engrandecía de indignación.
Y fue así, que en cortos e inesperados segundos, la impredecible chica, se lanzó con
furia hacia el místico Mist, quién intuyera de sus actos. Más, Sonick utilizaba de su
magia, esta concentraba la vida de su cuerpo y la llevaba hacia sus manos, las cuales
con su particularidad, despertaban de su natal fuego, ese de naranjas llamas, que
amenazaban con lastimar al astuto Mist, quién retrocediendo, la detuvo con una sola
mano.
—Eres una chica muy impulsiva. Mencionó Mist hundiéndose en sus ojos,
ambos en un momento de silencio y combate.
—No te atrevas hablar de Germán con tus labios viperinos y peor… anhelar
quitar mis poderes para ¡Dárselos a ese sucio tipejo!. Exclamó Sonick a medida que
Mist veía como Bedah, algo impactado por lo sucedido, distraía al “mortal y normal”,
Barbee.
—Baja tus energías para cuando sepas que tienes opción a ganar. Y Mistora
activaba sus poderes, este manejaba el aire, cuál se acortaba alrededor de Sonick, esta
intrépida, que no se dejaría vencer y que para asombro de Mist, delante de los ojos
admirados de William, diese a sus llamas una octava más alta y con ello, de naranjas, se
tornasen blancas, así como las leyendarias que solo poseía hacerlas Germán. Esas que
los magos, nombrasen como las llamas invencibles, superior a todos los elementos.
Y Mist quedaba impresionado, dejándose arrebatar un estrepito puñete por parte de la
chica, esta que cayó encima de él.
—Utilizó el poder de Germán… Pensó Mist al estar debajo de ella, viendo y
grabando en su memoria de su singular y valeroso rostro.
—¿Qué decías de ganar?. Expresó Sonick levantándose, con su vista adusta,
cuál solo fue detenida por William, aquel que jalándole de su hombro, le reprendiese en
nombre del Rey. —Eres idiota, acaso no te das cuenta que Barbee es un mortal y que la
magia merece la muerte… aquí la magia es un secreto… así que cálmate monja-gata. Y
él aprisionaba su mano, extrañamente, calmando a la eufórica Sonick, cuál entendía de
la posición de los demás y primordialmente, la de ella y la conservación de sus poderes.
—Tu pelea y la mía quedan para luego. Mencionó Sonick alejándose de Mistora
junto con William, quién se sentaba en la mesa. —Y ya come… porque tal vez mañana,
no lo hagas. Entabló William con su sonrisa retorcida.
—Cállate, William. Murmuró la chica, extrañada de su semblante, William
parecía estar feliz; pues, era presente que este no tenga ningún gusto por Mist. —Mira,
Sonick… hasta te ganaste mi porción de postre… —William le da su plato. —Le has
callado la boca a Mist. Susurra, siendo oído por el tolerante Mago castaño.
—No quiero, no soy ¡Glotona!. Criticó Sonick notando la pesada cara que
llevase el resentido de Mist, al parecer todo lo que estos decían era un indirecta directa
para él.
—Es chocolate… ¿No te gusta?. Mencionaba William llamando la atención de
Sonick, quién sin esperar, tomó del dulce, emocionada.
Y allí, en medio de la curiosa mirada de Mist, brotaron las palabras de Barbee, cuál
junto con Bedah, se acercaba a William, este no demoró en felicitarlo por su
compromiso con la agradable Sonick, quién estaría a punto de negarlo todo. No
obstante, el Príncipe, debido a la severidad de Bedah, tomó a Sonick por su cadera,
acercándole con una nueva y rara, sonrisa amigable.
—Bueno, Gracias… siempre es un placer tener a tu familia en Mandrágora,
aunque ahora este solo tu... mándale mis saludos a tu esposa, Tiwa y a tu sobrino, mi
amigo, Celeste. Dijo William.
—Claro, William. Oye, es linda tu futura esposa… —Barbee besa la mano de
ella. —Estoy honrado de conocerle antes que cualquier Gobernador, ¡Ah! En
excepción de Mistora, el Gobernador de Mandrágora. Barbee sonreía galante, tenía un
carácter que ganaba la candidez de Sonick.
—Usted viene de Virtus (Ciudad del oeste)… yo estuve allí haciendo Misión,
Tawa es el rector de la Iglesia de allí, él es muy amable y habla bien de usted, frente a
sus desempeños. Dijo Sonick congelando de los gestos del rubio, cuál con fría sonrisa,
regalaba un abrazo. —Con que Tawa, eh. —Barbee mira a Mist, quién sin descifrar sus
muecas, entrecerrase sus ojos.
—Me gustaría confirmar de su amor con un gran beso apasionado… ¿Será
posible?. Preguntó Barbee de la nada, haciendo que los jóvenes saltasen.
Así, William veía al adusto Bedah, cuál haría lo que sea, al obtener la gratitud de
Barbee, un inteligente político; como también, Sonick veía a William, rogando porque
aquel se negase salvajemente como siempre.
—Digamos que sería una bienvenida. Acotó Barbee alegre.
—No creo que sea molestia, ¿verdad?. Respondió Bedah sobresaltando por
encima de los presentes. ¿Qué más podía hacer William? Tuvo que aceptar, y así, giró
hacia su “Prometida” tomándola de la espalda e imponiendo su rostro sobre el de ella,
esta que ni siquiera había superado lo de la noche anterior. Empero, William no la
besaba, este con cierto rechazo, solo rosaba sus labios y su nariz empinada. Y este rato
fue como una eternidad, donde Sonick quería hundirse en la vergüenza.
Más luego de tal acto fingido, William “seco” los labios de ella y sonrió frente a Barbee,
quién “gustoso” de lo visto, aplaudió y se encaminó con Bedah a una pronta reunión;
pues, era dicho que barbee se quedaría por esta noche y mañana saldría a Virtus.
Entonces, Barbee continuaba al despacho de Bedah, no sin antes, clavar su misterioso
mirar en Mist, quién miraba de ambos jóvenes.
—Así que te llamas, Sonick. —Mist se acerca a la chica. —Con mi llegada,
William dejará de acosarte, yo me haré cargo de ti. Mencionó fríamente, besando
obligatoriamente la mano de la rebelde. William, se fastidiaba de las frases del Mago
poderoso. —¿Acosar? ¡Nunca le haría nada a esta cosa!. Y parándose, el Príncipe se
fue a su habitación, mejor para él, no tendría intrusos en su privacidad.
Más, Sonick suspiraba sarcástica, perdiendo sus ojos en lo poco que le quedaba del
chocolate de William, este dulce que siempre le regalaba su querido Germán.
—Yo sé que extrañas a Germán. Mencionó el sereno sentándose a su lado,
Sonick le ignoraba. —Quiero que sepas que yo también le extraño. Dijo Mist
ganándose la mirada de la pequeña. —¿Para qué? ¿!Para hacerle daño!?. Aseguró la
Misionera, Mist le sonría casi que de manera inocente. —El destino nos ha hecho
rivales, más no enemigos… una de las reglas que Germán me enseñó es nunca tener
odio ni enemistades. Compartió Mistora.
Y el joven hechicero lograba sacar una tímida sonrisa en Sonick, cuyas mejillas rojas, se
mostraban con libertad, Mist las acariciaba.
—Tienes su mismo corazón… bueno, eres su hija, por bendición y maldición.
—¿Por qué dejaste a Germán?... Preguntó Sonick alejando las manos del
afectuoso Mist, quién con un suspiro, perdía su voz y sus palabras. —No entenderás…
es algo que no hablo, pero la vida lo quiso y eso respeto. Y Mist se levantaba de la
mesa, expresaba de su confianza para con él; pues, igual no había a quién más
acercársele en este Castillo.
—Soy Mago, íntimo de tu padre… es mejor que nos caigamos bien… ya que de
este Castillo, créeme que no saldrás. Habló Mist y esta entreabrió sus ojotes con
admiración. —Germán, se ha rehusado a meterse en esto… y con la justa razón de que
está enfermo, la tristeza devora sus poderes y no se puede dar el lujo de morir, en
medio de tremenda guerra. Y diciendo esto, Mist desapareció de en frente de Sonick,
quién entristecida de las aseveraciones de aquel, se echó a suspirar sobre la mesa.
William les espiaba, este era cubierto desde las escaleras. —Malditos, brujos.
Mencionaba.
Sin embargo, un aire de amistad y risas, salían de adentro de la oficina de Bedah, cuál
mantenía buenos vínculos con sus Gobernantes, aquellos que de su lado, ocultaban los
crímenes del Rey.
—Y como está tu mujer… ¿Tiwa, no?. Mencionaba la ronca voz de Bedah.
—Sí… ella está bien hasta ahora, se ha unido a la Iglesia… es una buena mujer,
nos queremos. Responde el rubio Barbee, perdido como siempre en los ambientes de la
sala. Más, la voz seria de Bedah, llamó su atención. —Ten mucho cuidado con esa
Iglesia… pues; no te vaya a pasar lo que me pasó con mi mujer… yo sé que te sabes la
historia... Mencionó Bedah viendo del cambiante rostro que Barbee expresaba. —¿Me
estás hablando enserio?.
—Conozco de muchos jóvenes y escándalos dentro de la Iglesia… y tu mujer,
con su delicadeza, es un blanco perfecto para esos descarados. Criticó Bedah a la vez
que organizaba sus papeles. Barbee quedaba quieto, recordando del hermoso rostro de
su envidiable Tiwa, cuál no soportaría que nadie la viese, peor, compartirla.
—Le pondré cuidado a lo que dices… ahora que recuerdo, hay un hombre de
buen padecer, que se le acerca a veces… Aseguró Barbee botando su respiro sulfuroso,
más cambiando de tema, el rubio detuvo los movimientos del Rey, a cuál miraba con
una seriedad.
—Bedah, siento decirte el porqué de mi visita… pero hay problemas… y ese mal
está dentro de nosotros, es Robinson… ha puesto a toda la ciudad de Sophia en tu
contra… —Barbee ve la ira de Bedah. —Sinceramente, como Gobernador se ha ganado
el consentimiento de todos… no podemos matarlo, él ha asegurado que sí algo le pasa,
tú serás el culpable, conoces que Sophia es una de las ciudades más grandes, después
de Mandrágora y posee muchas riquezas minerales. Contó el rubio.
—¡Me importa! Mátenlo y ¡Esclavicen a su gente!. Gritó Bedah botando sus
documentos, jalando la camisa del rubio, quién le pedía de su calma, había que pensar
muy bien.
—Robinson tiene la amistad del Gobernador del estado de Anima, de Peo,
quién no es ningún humilde, aquel es manipulado por Robinson, créeme que sí
entramos en guerra, todo se va abajo.
—¿!Qué demonios sugieres que hagamos!? ¿Darle un abrazo?. Gritó el Rey
haciendo burla de los acuerdos de Barbee, cuál aguantaba su furia y desviaba su mirar.
—¿¡Qué diablos¡?... Escucha Bedah, debes ir a hablar con Robinson, sí lo vas a
amenazar, ¡Hazlo! Pero el pueblo no se debe enterar… ya nos hemos dado el lujo de
que la gente del Reino crea mucho de los pésimos rumores… uno de ellos, él que te
robaste a la monja… —Barbee clava sus verdes ojos en Bedah. —Lo cual, obvio, fue un
mal entendido, ella es la futura mujer de tu hijo.
Bedah suspiraba de mala gana, aquel era rojo de la rabia, este expresaba un sin número
de torturas y maldades, cuales administraría al infiel Gobernador del estado de Anima,
ahí de donde vino Sonick.
—Por favor, venga conmigo mañana… le haremos una “visita amigable.”
—Llevaré a mi tropa. Aseveró Bedah con la rabia de percibir que perdería otro
día, sin tocar a Sonick y así, recuperar longevidad.
Entonces, ante los buenos términos, Barbee salió en busca de Mist, a quién le propuso
visitar de la ciudad, la verdad, él no conocía mucho de Mandrágora. Mist, no se lo negó.
Y ambos salieron por los secos jardines del Castillo, introduciéndose en las copuladas
calles, donde a pesar de la venta y los alimentos, el orden estaba por primero, esto era
debido a las estrictas reglas de Mistora, quién al ser visto por la gente, era cordialmente
saludado.
—Has hecho un buen trabajo… de seguro les compras mucha comida… oye,
¿Cómo es que no engordas?. Preguntaba el incómodo Barbee, quién ganaba del
disgusto del castaño, cuál caminando por el mercado, se topase con los resaltantes trajes
de la Iglesia.
—Mira, son de la Iglesia. —Señala Mist, viendo a su frente a Oz, cuál
nuevamente acompañaba a Anabela en sus compras, aquel no dejaba de ver los enormes
frascos de miel, aquel exigía que se le compre. Barbee lo miraba con curiosidad a
medida que se avecinaban. —Así que este es el que cubre a Germán… Murmuró el
rubio.
—Anabela, no compres el arroz, pero compra la miel. Ordenó Oz, más la rubia
suspiraba, le explicaba que no podía hacer eso. —No sé, porque no utilizaste las
limosnas o los diezmos de los fieles… Mencionaba él, la otra le silenciaba. —¡Por
favor! Señor Oz, guarde su tono de voz… ¡Qué dirán de nosotros!. Dijo la pequeña
perdiendo de su paciencia, todo a medida que otra chica, tomó la espalda de Oz con una
palmada.
—Es decir, que no se den cuenta que usted es un aprovechador… Ríe la
maliciosa pelinegra, Envy, quién robaba del hastió del Rector del Monasterio.
Y Barbee veía de la rebelde de labios pintados, a la vez, que ambos les daban la espalda,
cuchicheando entre ellos.
—Germán vive en la torre del Monasterio… —Mist, disimula. —Te voy a
explicar ya que tú no sabes nada de religión… el Monasterio es la madre de todas las
Catedrales, cuales tienen sus Rectores Sacerdotes, estos que mandan a las iglesias de
los pueblos, en donde están los Sacerdotes. Es decir que Oz es el Vicario de todos.
—Eso lo conjetura hasta un idiota, Mist. Expresó Barbee con mohines.
—Bueno… y en ¿Qué estás pensando?. Mist veía como Oz se alejaba con
Anabela, cuales dejaban atrás a Envy, cuál que le hacía relajo a un comerciante. —
¡Crees que soy extranjera!
—En esa chica… —Menciona Barbee. —Ella es una bruja, lo noto.
Mist volteaba hacia la problemática, dándole una sonrisa. —Tiene cualidades de una
bruja callera… seguramente que sí.
Entonces, sin perder tiempo, los políticos tomaron del hombro de la insospechada, cuál
atestiguó como ambos pagaron por su caprichoso objeto, Envy, notaba su extrañeza, no
confiaba en ellos, mismos que con una ligera platica, llevaban sus pasos, alejándola de
los aldeanos ojos. Y era en un instante, que la sorprendida Envy se vio solitaria con los
dos que mostraron claramente sus rostros, la pelinegra reconoció a Mist.
—Es que todos conocen a Mist y a mí nadie me conoce. Mencionó el pesado
Barbee, quién no tardo en presentarse. —Soy Barbee, segundo Mago al orden de
Mistora… —Lo señala. —El rival de tu seguro maestro, Germán. Dijo Barbee.
Envy retrocedía, esta enseñaba de su feroz magia, cuál era similar a los rayos del cielo.
Ambos le miraban como una niñata.
—No temas… no te haremos nada, queremos pedirte un favor… dile a
Germán… —Hablaba Mist. —Que yo tengo a Sonick en mis manos… que no se moleste
en pensarla… yo haré que ella se olvide de él, después de todo, su destino es prestar de
su vida a Bedah… lastima. Terminó, a la vez que se alejaba, regresando a la
civilización, obviando los insultos de Envy, cual furiosa, saltaba eufórica. Barbee
sonreía, este desaparecía junto con Mist. —No nos tientes bruja… nosotros somos
Magos… no brujitos callejeros. Criticó Barbee dándose la libertad de carcajearse de
ella.
…………………………………………………………….
Y así, llegaba el atardecer, Mist y Barbee arribaban en la misma recamara, donde el
castaño, después de terminar su baño, se sentase en el muro de la ventana, secando su
cabello, sin ignorar al inmaduro de su amigo, cuál apareciendo una que otra cerveza, se
limitaba a hundirse en su vicio.
—Oye Mandrágora es grande… pero hay más desierto que pueblos… moría de
sed… ¡No me mires mal!. Murmuró Barbee acostándose en la cama. Mist, no podía
enojarse con su discípulo, este solo suspira y reía de sus ocurrencias, no obstante, antes
de decir palabra, un movimiento bajo sus ojos, entre los jardines, llamó su atención.
Así, Mist vio a una muchacha, cuál en secreto, se agachaba hacia la negra tierra que sin
casi vida, anhelaba de sus suaves manos, mismas que con cuidado, le devolvían del
halito. Así, Mist parecía reconocerle, por ello se asomó, notando con cierta admiración,
como la chica plantaba de unas hermosas rosas, de las cuales Mist, con su innato poder,
oyere de sus inspiradores cantos, cuales eran más preciosos que una caída de sol, estas
rosas estaban contentas de volver a vivir.
Mist, estaba mudo, sin palabra alguna, con una expresión melancólica pero cautivada;
pues, Mistora, adoraba la naturaleza, esa que en su Reino, se desaparecía como ráfaga.
—Esa chica… a la que tus ojos están viendo. —Interrumpe Barbee desde la
cama. —No es nada más ni menos que Sonick, la hija de Germán. Levemente Barbee
caminaba hacia Mist, colocándose tras su espalda, viendo con disimulo a la joven.
Barbee regalaba una pícara sonrisa al intimado amigo, cuál intuyendo de sus ideas,
negase cualquier conjetura.
—Soy Mago, Mist… no me niegues lo que veo en tu destino… yo sé que te gusta
esa chica y por ello, alejaré a Bedah por ciertos días, en los que puedes conversar con
ella… —Barbee volteaba el hombro del confundido Mist.
—Barbee, estas mal. Escudó Mist muy confundido.
—Mist, cada mago desconoce su destino, pero son los terceros los que ven la
ruta que la vida les teje… lo que te digo es cierto. —Barbee se enseria. —Además, alejo
a Bedah para que pienses con cabeza fría… piensa Mist, no puedes estar a su servicio,
debes eliminar a Bedah y curando su enfermedad con Sonick, quién es su antídoto, no
será buena idea… Determinó Barbee dejando pensativo a Mist, quién con algo de
temor, desviaba su mirar hacia Sonick.
—La hija de Germán y Gracel… la hija de los grandes Magos… la única que
con su energía, pueda eliminar la maldición que la esposa de Bedah pusiese sobre él.
—Mist… sí ella puede romper la amenaza de Bedah, puede romper tu enlace
maldito con aquel demonio, con el Rey… con ella, tú serás libre Mist. Exclamaba
Barbee con su habitual misterio, tomando los hombros de Mist y sacudiéndolos.
El joven castaño, jamás imaginó tal posibilidad y quedándose en suma quietud, sonrió
de lado, veía la osadía del inteligente rubio.
—¿Así que me gusta la chica?. Dijo Mist enajenado.
—Ella es el boleto para destruir a tus enemigos, incluyendo a Germán. Él,
quién es el invencible hombre inmortal… ¿Será verdad?... Compruébalo Mist, es tu
única oportunidad. Murmuró Barbee regresando a las sombras del cuarto, dejando al
pensante Mistora, entre sus ilusiones y sueños.
—Nunca lo pensé… pero, es una excelente idea… Barbee. Repetía Mist con su
indescifrable sonrisa de cuentos.
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………………………
CAPITULO 5: EL ROMANCE PROHIBIDO.
Y dentro de una oscura habitación, tal como la neblina, se expandía espesa y ciegamente
la voz de los cómplices, de aquellos de opuestos poderes, pero de similar liderazgo;
Mist y Bedah, el Mago y el Rey. De tal manera, Mist era sentado en uno de los sillones,
frente al fornido hombre, cuál preocupado no dejaba de dar vueltas.
—Esta maldición avanza demasiado rápido. ¡No me puedes pedir paciencia! Mi
cuerpo se está pudriendo. Exclamaba Bedah ante los serios ojos de Mist, quién veía el
pecho putrefacto y maloliente del Rey.
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Cuenta la historia… que la mujer de Bedah, antes de desfallecer en sus propias manos,
lanzó al Rey una terrible maldición, cuál dictaba de esta manera: 1) Serás tú maldito por
la naturaleza; quién aboga por justos y cobra a perversos… —Esta fue la primera frase
de su concubina, quién peleando con espada en mano, posase sus dedos sobre la frente
de Bedah, en la cual con su magia, dibujó una línea roja. 2) Serás tú maldito en doble
manera por la vida y los hombres, quienes ven tus obras y el significado de tu nombre.
—Y en la segunda frase, la mujer cayó al piso, derrotada por Bedah y su gran guardia
que la acorralaban con sus lanzas, más esta se las ingenió, para dibujarle otra línea. 3)—
Y serás triplemente maldito por mí, quién cercana, vio tu odio hacia William, tu
infidelidad y desprecio a lo que tiene bondad… —Y en su última oración, la mártir veía
a una esquina, ahí donde su hijo de apenas 14 años, presenció su muerte, esa que
sucedió cuando Bedah, con rabia atravesase su corazón, penetrando su espada en la
tierra cuál, dichosa, bebía de tal sangre ennoblecida. Empero, ella aún con vida, terminó
su decreto. —Te maldigo por bien de muchos… pues; será que cuando un mal hagas, tu
corazón, repudiándote, se suicidará lento, consumiendo de tu propia existencia. Así te
diré por último que, solo tú serás el culpable de tu muerte. Y tras ello, todos los barones
respiraron del último aliento de la famosa doncella.
Desde ahí, cantos y dramas, describen ante cualquier fiesta, sobre el vil crimen, por el
cuál muchos odian a Bedah y por el cual, muchos odian a Germán, su amante. Más,
entre los pocos, que dicen haberlo visto todo, murmullan que no solo Bedah fue maldito
esa noche; pues, la susodicha tomó audiencia primeramente con William, a cuál mimó y
rogó perdón. Gentes relatan que ella besó a su hijo y tal caricia hechizada y mágica,
convirtió al amable Príncipe, en una persona diferente, en un ermita de carácter
iracundo, temerario y casi que sin corazón.
Pero… ¿Serán verdad, todas estas paganas recitaciones?....
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—Esta maldición no solo la tienes tú. Recriminó Mist desabotonando de su
camisa, enseñando la herida que su corazón poseía. —Recuerda que hicimos un pacto,
lo que te pase, pasará a mi… por eso, protejo tu vida y me preocupo por tus
necesidades… tu muerte y todo lo malo es lo mío… Recordó el impotente Mago, quién
ocultando su fealdad, volvió a arrimarse al sofá.
—Debes proteger a la chica… ella es mi medicina, su energía, su vitalidad, su
poder, sensualidad y virginidad son lo único que me ayudará a liberarme y liberarte del
maldito destino… pues; yo sé que ella es parte de la profecía… yo la vi cuando ella
murió, ese rostro de niña que corría con Germán… en aquel día. Y Bedah perdía de su
cordura, este se dejaba caer en el piso, se veía miserable frente al otro estancado Mago.
—Nunca dejaría que se la lleven ni que nadie la toque… además, que me he
fijado de que esta predicción no la sepa nadie. Mencionó Mist sintiendo más allá de la
soledad, unos ojos mieles que se entrecerraban con fastidio. El Mago entendía que
ambos estaban siendo espiados, más en silencio, solo miró hacia la puerta, en donde
notó la energía de William. Tal vez había oído lo suficiente.
—Nunca pensé que esa mujerzuela, madre del bastardo, me haya hecho esto...
—Bedah, ella fue una gran Maga… además, recuerda que no eres el único que
tiene de una maldición… debes tener cuidado con tu alrededor… Susurró Mist. Bedah,
chasqueó sus labios.
—William me tiene sin cuidado, este no puede ni con su propia existencia, peor
como para debatirme… ¡Soy su mayor temor!… fue una ineptitud de su madre hacer
aquello con William, ¡Basura!. Bramó Bedah. Su gritó llegó a los atentos oídos de
William, cuál con ira y resentimiento, retrocedió, chocándose con la fría pared, este
miraba de las numerosas baldosas, él era el único en el pasillo, sinceramente se sentía
ofuscado pero a la vez solo, solitario en tal mundo que a sus ojos, era diferente,
peligroso. Más, William, debía demostrar fortaleza, este no hizo más que reprender a su
corazón, cuál estrujó con severidad, para luego, con su adusta cara, regresar, como sí
nada, a su habitación.
—Maldiciones… el mundo está lleno de ellas… más, sabré defenderme, yo seré
Rey. Murmuraba William dándose fuerzas.
Entonces, el Príncipe entró a su recamara, más antes de siquiera dar un paso, sus
trastornados oídos, se llenaron de una bella melodía, de un silbido agudo que se
levantaba con el aire, una música poseedora de una agradable letra. Y William caminó
en silencio, robando de aquella, un segundo de estabilidad. Más, al acercarse, aquel noto
que la dueña de tal voz, era Sonick, la que con su magia atraía mariposas y vida, detalle
que cambió en gran manera al hombre, quién empujándola, le calló.
—Mistora te dio la libertad de largarte donde sea… ¡Vete ahora de mi cuarto!
Ándate al patio, al comedor… ¡Donde sea! Pero lejos de mí. Gritó William quebrando
de su voz, jalando su mano y echándola con desprecio.
Sonick le veía, esta, cuál orgullosa, se detuvo y le dio frente al chico.
—¡Cálmate! No me trates así de la nada… sí alguien te ha sacado de casillas,
yo no tengo porque pagar sus deudas. Gritó Sonick al tiempo que vio la mano de
William, cuál se alzaba por los aires para callarla de un manotón.
—Vete al diablo, ¡Bruja sucia!. Bramó William con tanto odio, cuál pasmó a la
chica que solo se perdía en sus vacíos ojos.
Sin embargo, el destino, ayudando a la Misionera, presentó la cortante presencia de la
puerta y con ello, los guardias, quienes exclamaban que Bedah quería que todos bajen,
incluso Sonick. Era obvio que ante ello, William, baje su ataque e ignorando a esta, se
adelante refunfuñando.
Así, por esta razón, luego de minutos, todos estaban reunidos en la sala principal del
Castillo, donde se hallaba Bedah anunciando de su viaje repentino, cuál haría con la
mitad de sus buenos guerreros y junto con la compañía del Gobernador Barbee.
—Más no me preocupo por el bienestar de mi pueblo… queda el príncipe y
Guerrero William bajo mi trono, él sabrá consultar bien con mi sabio Mist, aquel
consejero, mi mano derecha. —Y Bedah actuaba frente a los ojos de Barbee, cuál
sonriendo, se unía al drama. —Y también no temo del cuidado de mi nuera, quién en
mano de dos valientes, estará segura a mi regreso.
Sonick, torcía sus ojos sin vergüenza alguna, más no podía hablar, no con la magia de
Mist encima de sus labios.
—Vaya en paz, mi Rey Bedah. Afirmó Mist dando reverencia, viendo del callado
William, quién penetraba su fría mirada en el viejo hombre.
—William ¿Acaso tu no dirás nada?. Intervino Bedah dándole un extrañísimo
abrazo, algo que William no pudo concebir ni continuar. Solo sus taciturnos ojos se
asomaban por el hombro del Rey y sus palabras por su oído. —Espero que te mueras.
Dijo William.
Y Bedah sin poder abusar de su feroz poder, sonrió fingido, dándole una palmada. —Ni
en tus mejores sueños, bastardo. Habló entre dientes.
Bedah exponía su orgullosa grandeza frente a todos, aquel con falsa etiqueta y cortesía,
dejaba el Castillo, no sin antes dirigirse a Sonick, a cuál también, diese un abrazo.
—Tú y yo tenemos cuentas pendientes… sí intentas algo estúpido, juró por mi
avaricia que destruiré tu paupérrima iglesia junto a tus idiotas amigas. Amenazó
Bedah, Sonick respiraba hondo, este era muy capaz y lo sabía. —Germán no te lo
permitiría. Dijo ella.
—Su tristeza lo hace un inservible… mírate, su tesorito, sigues en mis manos.
Habló Bedah sonriendo perverso, yendo en cortos pasos hacia el esbelto Barbee, quién
vigilaba de Mist, más este no demoró en dar su despedida, con esa naturalidad y
frescura.
—Bueno, yo aunque deseo ir con mi esposa… debo cumplir mis obligaciones,
así es el destino… más debes agradecer, William… tú tienes a tu mujer alado. —Barbee
se acercaba con amabilidad indomable. —Les echaré de menos aunque ni siquiera
hallamos hablado. Confesó abrazando a ambos jóvenes, uniéndoles el uno al otro, por
medio de sus fuertes brazos, así, en pocos segundos, Sonick quedaba frente al irritado
William, quién a la fuerza, besase de los labios de su “prometida”.
—Con esto estoy satisfecho, William, tal vez mi sobrino venga a visitarte
pronto… él te extraña y me imagino, tu también. Mencionó Barbee con muchos ánimos.
Más, este se iba, no sin antes, despedirse de Mist, cuál sin comprenderlo, desviaba su
mirar resignada. —De que vas, Barbee. Pensó Mistora ante tal desaire.
—Bueno Rey Bedah no se hable más… sé que Mist cuidará muy bien del amor
de su hijo y su nuera. Decretó Barbee dirigiéndose con Bedah a la puerta, siendo
escoltados por aquellos fuertes hombres de temibles rostros.
Entonces, de momento a otro, la sala quedó vacía, solo la presencia de los tres jóvenes
quedaba reunida, viéndose, por leves segundos, de sus distintos rostros y expresiones.
—Bueno… me he quedado a cargo del Castillo. Interrumpió Mist acercándose a
los demás, donde William mostró disgusto a sus palabras, aquel con un insulto, dio
vuelta y subió las escaleras, no sin antes, intimidar a Sonick, a cuál ordenaba no entrar a
su habitación.
—Idiota, está mal del cráneo. Murmuró Sonick contrariada, robando una sonrisa
a Mist, quién tomando de sus manos, asegurase lo erróneas que fueron las palabras de
Bedah para con ella; pues, Mist no le dejaría jamás lastimar a la Iglesia y sobre todo a
más mujeres.
—¡Qué! se cansaron de inmolar a muchas otras… vaya suerte que yo seré la
última ¿no?. Dijo la arisca chica que aún no confiaba en Mist.
—Es un peso que llevo en mi conciencia y que de seguro me jalará al infierno...
Más, prefiero de ello, antes que seguir con Bedah… —Mist entrecierra sus ojos. —Tu
entiendes la magia… sabes lo que es un pacto de sangre… ser esclavo de lo que te dice
un sencillo pero magnate humano. Confiesa Mist sorprendiendo a esta, la cual no dudó
en presentar de sus incógnitas.
—Pero cómo pudiste hacer algo tan delicado. Pregonó Sonick sin creer.
—Por creer que ganaría a la suerte… Sonick, ¿Germán no te ha contado esta
historia? En mi predestinación estaba morir muy joven, morir sin cumplir de mis
sueños, sin ser nadie… entonces, me propuse a pensar que podía negociar el ocaso, yo
hice muchas cosas… más nunca pensé que luego de tantos años, cuando ya fuese un
Mago… me encontraría con la guerra y en medio de mi inmolación… con la propuesta
de Bedah. —Mist se sienta en el sillón, juega descuidadamente con sus frías manos. —
Entiendes que Bedah era mi única salida de la muerte… Dijo él.
Por lo tanto, Sonick, casi que asintiendo, se sentó a su lado.
—Es decir que esa fue la vez que traicionaste a Germán. Habló la chica.
—Sí, fue por ello… ahora le sirvo a otro maestro, o mejor digamos, amo. Él no
tiene ni idea sobre la magia. Comentó Mist viendo de Sonick, esta que usaba de la
vestimenta del convento, Mist veía de su suciedad. —Seguro que has de querer estar
más cómoda… porque no te das un baño y yo me encargaré de una nueva vestimenta.
Y Mist levantaba a Sonick, este la llevaba hacia una habitación, la cual poseía de una
elegante bañera. —Yo saldré, más dejaré la ropa en la cama… Expresó Mist sin
siquiera dejar hablar a Sonick, cuál ya se veía encerrada en el baño.
—Qué tipo tan extraño…—Murmuró Sonick quedándose en quietud, viendo
luego de los segundos, sí en verdad aquel castaño se hubiese ido. Y sí era verdad, este
ya no estaba, pero un hermoso vestido, había dejado sobre las sabanas. Entonces, ante
esa manera, Sonick se metió en las burbujas, hundiendo de su cabeza y sus
preocupaciones, cuales diariamente le aturdían sin misericordia alguna. Ella dejaba que
se vayan, que se alejen. —Debo ser fuerte… estoy aquí y debo siempre ser el ejemplo de
mis amigas… ellas nunca me vieron débil. Pensó Sonick mientras que masajeaba su
cabello y enjabonaba de todo su cuerpo, cuál luego enjuagase y secase, listo para vestir
tan caro presente.
No obstante, Sonick al salir, buscaba de Mist, quería agradecerle por su cordialidad, sin
embargo no le encontró en ningún lugar, mejor, Sonick no depositaba seguridad en el
Mago. Aunque su cuento le sensibilizó.
Entonces, Sonick se dedicaría a lo suyo, iría a observar de su escondido jardín, de ese
pedazo de tierra en donde sembrase rosas, mismas que daban la valentía y la delicadeza
para su vida. Empero, antes de llevar el agua, esta se fijó de la presencia del buscado
Mist, aquel que era cuidando de sus flores.
Y Sonick caminó con cautela, más sus pasos fueron sentidos por Mist, él que al verla,
sonrió, abriéndose paso para que ella vea de tal milagro.
—Mira Sonick… estos rosales han crecido por sí solos… ¡Que increíble lo que
hace la Naturaleza por los mortales!. Mencionó a tono de poema. Sonick le veía seria.
—Increíble es tu falsedad. Respondió a la vez que regaba agua a sus plantas. Más, Mist
sonreía descubierto, este se sentaba en el piso, veía del roció.
—Así que me viste en la noche… eres inteligente, bueno… he de intentar algo
mejor… sabes, las rosas poseen de tu mismo canto… aquel que llegó hasta mis oídos,
es el canto de la vida… ¿Lo conoces?. Murmuró Mist enajenándose con las formas de
las rosas, Sonick lo observaba, al parecer notaba de su inspiración.
—No lo sé, yo no lo he escuchado. Respondió ella, sentándose a su lado.
Mist la ve y con cierta presura, tomó sus manos, cubriéndola con las de él, pidiendo del
silencio y la concentración, para así hacer de su truco. Sonick le hacía caso y este con su
poder, llevaba los sentidos de esta por encima de lo normal, así, en poco tiempo, Sonick
escuchaba de un cantico, con igual tonalidad que la de ella, esta era coreada por las
rosas y por la vida.
—¿Le escuchas?. —Murmuró Mist viéndole asentir. —Ellas pusieron de su
melodía en tu cabeza… más ahora puedes cantar con ellas. Y Sonick estaba extasiada
de la maravilla, ella se sentía bien y reía junto con el amable y sencillo Mago.
Sin embargo, por encima de ellos y de su amigable escena, estaban los severos ojos de
William, estos que los devoraban con rabieta y fastidio. No podía creer lo que estaría
pasando, pero era obvio que no era nada bueno, no para él, quién se veía en la mano de
ambos Magos.
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Más, por otro lado, en el cercano Monasterio, entre las altas torres, los murmullos de la
pelinegra se hacían, con el acercamiento del viento, más fuertes y preocupados. Envy,
era encima de la cama de Germán, aquel que recibía de la brisa, el Mago que tenía
asomado su rostro en la ventana, inhalando de la preciada vida.
—Germán… —Murmura Envy viendo la contemplación del Sacerdote. —
Escúchame por favor… debemos unirnos, todos los magos podemos con Mist y su
grupo, así derrotaremos a Bedah.
El hombre le oía atento, más con su resplandeciente sonrisa, dio la vuelta, clavándose en
los esmeraldas ojos de ella.
—Como apagarías un fuego… ¿Con más fuego aún?. Preguntó él.
—Pero, Germán no podemos darle paz mientras lastiman a Sonick… ¡A tu
hija!. —Envy, alarmada, sacudía del Maestro, quién posando su mano sobre su cabeza,
besase su frente, tal como una hija. —Envy… —Ambos se ven. —Ese beso es el vínculo
que demuestra que desde hoy, yo seré tu Maestro y tu mi discípula. Mencionó Germán
de la nada, Envy quedaba boquiabierta, sin poder llegar su mente a entenderle.
—¡Germán! Sé que soy ambiciosa, pero yo me ¡preocupo por mis amigos!...
Sonick es primero que mi capricho… por favor ¿!Qué te sucede!?. Y Envy seguía a
Germán por toda la habitación.
Más, este hasta con una despreocupada sonrisa, tomó un libro y se sentó encima de su
escritorio, Envy le miraba, aquel la llamaba y le mostraba de aquel, cuyas letras eran
escritas por la famosa Gracel. Germán decía que sería esta la primera clase de Envy.
—Germán, no voy a hacerlo. Se negaba la bruja exclamando que ella mismo iría
por su amiga. Germán tomó de su mano, jalándole leve hacia la silla, en donde le hizo
tomar asiento.
—Debes conocer muchas cosas… debes saber que busca Bedah de Sonick al
igual de quién Mist y porqué le sirve… Expresó Germán, Envy veía los textos, muy
atenta, más por moverse en medio del mágico mundo, conocía de lo suficiente, esta
sabia del pacto de Mist y Bedah.
—Pero no es solo un rumor… es real, además Mist cree que ella es mi hija… mi
hija de sangre, entiendes… Expresó Germán seriamente. —Él simplemente está
confundido; pues, cuando él llegó a mí y a Gracel… Sonick ya estaba con nosotros.
—Germán… pensé que secuestraban a Sonick solo por venganza… ¿Hay algo
más allá de eso? Será lo de la supuesta maldición del Rey… —Envy se cambiaba a su
lado, Germán le mostraba de la profecía de Gracel, a la vez que le decía. —Solo mi
primogénito es capaz de romper con la maldición de tal maga…
—¡Pero Sonick no lleva tu sangre!. Exclamó Envy asombrada.
—Ellos lo creen así, solo tres personas saben que Sonick era huérfana, esos son
Sonick, Gracel y yo… ahora tú. Confesó Germán enseñando la imagen de Gracel. —Yo
me encargue de que nadie dude de ello… y con mucho esfuerzo le enseñé a Sonick a
invocar mis llamas blancas, el signo para que todo Mago piense que es mi hija… Decía
él.
—Es decir que Sonick no hará nada a Bedah… ¡Este la matará!. Y Envy se
levantaba nuevamente, pero Germán volvía a detenerle, le enseñaba las afueras de la
desértica ciudad de Mandrágora, era en el horizonte, que Bedah se veía junto a su
ejército.
—No hay nada que temer… la advertencia de Mist no me preocupa como la
presencia de Bedah… y él ya no está… debemos saber aprender del destino, eso es lo
que nos convierte en Magos, no son los poderes… —Germán abrazaba a la triste Envy,
cuyas lagrimas caían sobre sus pechos. —Sonick, es una gran Maga… la vida la cuida
demasiado… ahora, es su camino, Envy… Lo que nosotros podemos hacer es ayudarle,
más no romper con el presente y peor con el cambiante futuro. Dijo él.
Y entendiendo Envy, secó sus lágrimas y tomó del diario de la difunta mujer, Gracel,
cuyos ojos podían ver el futuro, ella todo lo supo y lo escribió. Entonces, Envy
agradeció a Germán, más antes de irse, algo quería preguntarle.
—Germán… sí lo que dices es cierto… por lo tanto, sí existe una hija, sí existe
una primogénita ¡De tu sangre! Hija de Gracel… Murmuró Envy intrigada, Germán
sonría, mencionaba que debían ir de a poco. Más, este le abrazaba familiar, mirándole
con ojos amables.
—Tú me ayudarás, Envy... pero no debo decirte muchos detalles. —Germán ve a
Envy. —No confió en ti. Dijo aquel cortando de la inspiradora atmosfera, era obvio que
la pesada cara de la chica se dé a notar con algo de resentimiento.
—Pero, Maestro… Mencionó Envy estirando de su mano, Germán sonreía.
Sin embargo, entre sus risas, el sonido prolongado y retumbante de las trompetas,
llamaron a su quietud, ambos se miraban, tales sonidos eran propios de la Catedral, un
anuncio importante, alguien había llegado y no cualquiera.
—¿Qué sucede abajo?. Y Envy jalaba a Germán, ambos bajaban de las largas
escaleras, todo mientras las voces y las bienvenidas se oían en lo ancho y largo del
salón.
—Las trompetas solo son utilizadas cuando arriba un miembro del círculo
eclesiástico. Dijo Germán hacia Envy, quién deteniendo su paso, observaba desde los
pisos superiores a Oz, el alto vicario, quién con sus Sacerdotes especiales, se dedicaba a
dar una venia al hombre, que dejando sus capas, presentaba su uniforme de rector.
Germán le veía, este sabia de quién se trataba, aquel era llamado Mori.
—Es el Rector de la Catedral de Anima, además que controla todas las iglesias
parroquiales y pueblerinas. Mencionó Germán caminando con Envy.
Y Oz abrazaba a Mori, hombre increíblemente alto, más que el pelinegro. Mori, poseía
unos azules ojos y cabellera sedosa, de un color azulado grisáceo, algo que llamaba la
atención de muchos, más no tanto como sus educados gestos y distinguida etiqueta, cuál
cautivada de las gentes y mujeres, quiénes se resignaban de su responsable cargo.
—Un placer verte Oz. Expresó Mori viendo por debajo del hombro a los
presentes.
Así, tal perfección, escondía un pequeño detalle… Mori era vanidoso y de tal manera,
muy orgulloso.
—La verdad no te espera… nunca te espero, llegas siempre de nada… Critica
Oz.
—Si lo aviso, no sería una sorpresa. Expresó Mori pidiendo que todos los
hombres se retiren, que le dejasen solo con Oz, quién no demoró en cumplir su
capricho. Quedando ambos superiores solitarios.
—Bueno, a qué has venido… tu solo me traes quejas. Mencionó Oz a la vez que
caminando a su despacho, dejaba atrás al apresurado Mori.
—Mira ¡No son quejas! Son sugerencias…. —Mori se agitaba. —Y son también
reportes, r-e-p-o-r-t-e-s. Exclamaba el religioso de Ánima.
—¡Esos que nunca das! Solo cuando te convienen, Mori… Más, bueno, habla.
Dice Oz y Mori, detenía los rápidos pasos de Oz, ambos eran fuera del despacho.
—Tus misioneras… ¡Disque misioneras! Dejaron a mi pueblo de esperanza
botado, nunca me avisaron nada… es que desde que las vi, supe era mala idea. Habló
Mist botando de su suspiro, Oz golpeaba su cabeza, refunfuñaba para el mismo, al
parecer todo le recordaba a Sonick.
—Me dio jaqueca. Susurró Oz entrando a su oficina, Mori también. —Y te dará
más Jaqueca cuando te cuente lo que me hizo ese tal Tawa, T-a-w-a. Me volvió a visitar
en !Mi ciudad! y me suspendió que use todas las limosnas, me cortó el dinero que viene
del Monasterio para remodelación… y me dio una catedra de cultura ¡A mí, Oz!. Gritó
el joven y a veces insoportable Mori.
—Un día de estos te casarás con Tawa. Murmuró el descuidado Oz.
Mori quedó boquiabierta. —¡Es hombre, Oz! Soy homofóbico y además, soy un recto
Sacerdote. Aseveró volviendo en sí al pelinegro, quién nervioso, se riese de sus propias
palabras.
—¡Claro! No puedes. Acotó Oz abriendo de su agenda.
—Tampoco quisiese. Susurró Mori, a la vez que se ponía al día, este se enteraba
de lo sucedido con Sonick, del alejamiento de Leticia y la preocupación de Germán…
esto era como una guerra entre la Iglesia y el poderoso Bedah.
—No Oz. —Y Mori golpea la mesa. —Esto es una pelea entre los magos del
diablo y el malvado Bedah, no nos corresponde, la Iglesia no apoyará a aquellos
engendros y peor a Germán, por aquel muchos murieron. Dijo el peli-azul. Oz
suspiraba, conocía del gran resentimiento que Mori guardaba por el Mago Germán, este
no le podía ni ver.
—Mori, esa chica es una misionera de nuestra Iglesia… es miembro de esta
familia, además, sí es con nosotros, porqué Bedah nos tiene amenazados… me da
impotencia no hacer nada por ella. Explicó Oz con cierta molestia. Mori golpeaba su
espalda, no toleraba de ello. —Esas fatalidades son la que les espera a todos los
Magos, ellos van contra nosotros y tú, con ingenuo corazón, lo cubres… como lobos
vestidos de ovejas. Criticó Mori.
—¡Mori! No solo las Magas sufrieron las indolencias de tal infame… muchas
jóvenes creyentes, se bañaron con el marrano sudor de Bedah… no entiendes. —
Aclamó Oz. —Estamos incluidos en la Guerra, Bedah no hace separaciones con
nosotros y por ello, nosotros tampoco lo haremos, porqué sí no, será nuestro final.
Explicó el Vicario, Más Mori reafirma no necesitar de la ayuda de los famosos Magos,
este estaba muy decepcionado de su amigo.
—¡La paz vendrá cuando los magos ya no existan!. Y diciendo de esto, Mori
salió de la sala, este se chocaba con Anabela, le ordenaba que le diese un cuarto, pasaría
la noche en Mandrágora.
—No sé cómo actuar… pero, no puedo rechazar a Germán, es el único que
protegió, protege y protegerá esta Iglesia… él, junto con sus magos. Pensó Oz
ocultando su estresada cabeza en la mesa. —Mori solo es un infante…
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Si bien, todo era confuso, por qué no más dentro del Castillo, donde William intentaba
ignorar a Mist, cuál como un sol, era imposible tapar con un dedo. William, odiaba de
su voz, su amabilidad e ingenio, más sobretodo, su enredado pensar, cuál era como una
maquinita para crear planes e ideas, un tanto trastornadas para el agrado de William.
Más, William suspiraba, en la tranquilidad de su habitación, se dio un estirón y se
acostó en la cama, ciertamente las palabras de Bedah, le hicieron un hueco en su frio
pecho, cuanto quería olvidar de su madre y de la dicha maldición que poseía, más era
imposible, todos los días, estaba allí… No obstante, antes de siquiera moverse, la puerta
se abrió sin permiso, era Sonick, quién pensando que William dormía, pasaba con sumo
silencio hacia su acostumbrado rincón.
William, entrecerraba sus ojos, más veía de los actos de la pequeña, esta que sacó de
entre las cortinas, su mediana cruz dorada, esa que veía con algo de tristeza.
—Cuanto luchaba por ya no tenerla sobre mí… y es ahora que ya no la tengo,
que me duele y que mis actos, como pensares, no dejan colocármela. Y Sonick tomó la
cruz de madera y la aferró a su pecho. —Dios… perdóneme.
Y el Príncipe contemplaba la privacidad de la chica, más su tristeza era basta como para
ver la de otro, por ello, simulando despertar, se sentó. Su voz tomó de sorpresa a
Sonick, quién rápidamente guardó su preciado objeto, William se percató pero lo obvió
a ella.
—¿Desde cuándo entraste? Se pide permiso. Mencionó William de pie, viendo
como la chica se alejaba, encaminándose al portón, no se quedaría. —Oye, niñata… oí
lo que dices… —William toma su mano. —Acaso dijiste que tus pensares han
cambiado… ¡Qué tonta eres!.
—¿Qué quieres señor curioso?. Interrumpió Sonick soltándose de él.
—Mist es amable contigo porqué te utiliza… es manipulador, malvado, frío y tu
caes como abeja a la miel. William le ve detenerse, Sonick lo mira fijo, ella pestañaba
sin creérselo. ¿Qué era lo que pensaba William?. —Yo no tengo nada con nadie… ¡No
soy una boba! Conozco cuando alguien me miente y sé quién es Mist. Exclamó Sonick
acercándose con valentía a William, quién desviaba su mirar.
—No lo conoces… él es tu enemigo ¡Yo lo sé! He vivido junto a él, casi la mitad
de mi vida… ¡Es un maldito!. Confesó William ante la desconfiada chica, cuál no
entendía porque el Príncipe abría de su confianza para por fin, contar de su vida.
—A dónde quieres llegar, William… ¡A ti poco te ha importado mis enemigos o
amigos! Sí lo que quieres es hacerme la vida imposible, ¡No te lo permitiré más!.
Sonick golpeaba del pecho de William, este que le miraba asombrado de su
atrevimiento.
—No me vas a prohibir nada… sí te quiero hacer pedazos, ¡Lo hago cuando
quiera! No pienses que Mist te dará una vida de cuento de hadas, porque aquí tú eres la
prisionera y me encargaré de que vivas como ello. Y el hombre arrancaba de la libertad
de Sonick, quién relajándose un poco, se ponía a pensar.
—William. —Mencionaron sus serenos labios. —Dime la verdad… que quieres
de mí, que quieres de mí y Mist. Y Sonick hacía notar de su paz.
William tragaba saliva. —Que lo mates… Susurró determinante. Esto causó el asombro
de la chica, quién no estaba dispuesta a hacer de ello, no sería parte del odio de William.
—No te he dicho sí lo quieres hacer… ¡Lo harás! Porqué es una orden… eso, sí
es que quieres que deje ser cruel contigo y te dé una estadía placentera… créeme,
Sonick, que no me querrás como enemigo. Y este veía de la indefensa muchacha, quién
hundía sus ojos en su alrededor. —Yo sé que puedes acabar con él… eres la hija de
Germán. Mencionó este.
—¡Y él, su discípulo! Es descabellado… aparte, no te ayudaría, Mist no me ha
hecho nada aun, y sé que ambos quieren matar a Germán… ¡Seré estúpida!. Dijo
Sonick casi que tumbando al fuerte William, quién riéndose incrédulo de lo que veía,
detuvo la euforia de Sonick.
—Hasta aquí llegaste.
Y William tomaba de los brazos de la joven, cuál nuevamente se veía entre los aires,
este la lanzaba a la cama y él, encima de ella. Sonick, volvía a sentir el aprisionamiento
del cuerpo del adulto.
—Tienes razón, monja-gata… ambos queremos la cabeza de Germán, tal vez
con diferentes motivos ¡Quiero matar a Germán!. —William aplastaba a esta, a la que
acariciaba con frenesí sus desnudas piernas. —Pero… ahora, quiero matarte a ti. —
William sonreía. —Matarte de pasión. Entonces, él se aferraba de sus labios prohibidos,
de esos suspiros deleitosos y de su imagen, esa mezcla entre inocencia y rebeldía, entre
indefensa y atacante.
—No te puedes zafar… pero ya sabes mis límites. Mencionó rosando de su
cuello cuál lo llevaba a la desembocadura de su pecho agitado.
Sonick intentaba mover sus manos, pero era atraída por el deseo y por la repulsión de
estar con el que le hacía daño. —William… ¡Déjame en paz!. Hablaba Sonick con
dificultad; pues el seductor hombre le ahogaba con su saliva y su movimiento labial.
—No quiero… no hasta que me asegures que matarás a Mist. Decretó con
seriedad, Sonick lo negaba; pues, eso le traería problemas con Bedah.
—Mist oculta muchas cosas… William se dejaba embelesar de la sometida,
suspiraba hondo. Sonick le veía sentado encima de ella. —También ocultas muchas
cosas… Respondió ella viendo como las manos del hombre acogían con facilidad de
todo su busto, tal acto indiscreto, hizo que la muchacha se hunda en las fibras más
sensibles de la vergüenza. Aquella le rogaba que se detenga, no iba a aguantar sus
extremos ni un segundo más.
Empero, William reía, jugaba con las emociones de la irritada, cuál resignada, se ofreció
a rechazar a Mist, esto hizo que William se detenga y que agradado del hecho, con más
calma, se recueste sobre su pecho. Y todo queda en tranquilidad, no obstante, aun libre,
Sonick no se movía, sus músculos estaban paralizados.
—Eres una idiota monja-gata… yo no quiero que rechaces a Mist. —Y este
cerraba sus ojos, se dejaba serenar del corazón de Sonick. —Quiero que lo mates.
Susurró cada vez más lento y suave, esto pasaba a la vez que insospechablemente se
dormía.
Sonick lo veía, ella se movía y le gritaba que se levantase, más ninguna frase lo
regresaba a sí, William estaba atrapado entre sus sueños, estos que pronto darían de la
cotidiana señal. Entonces, al cabo de unos segundos, William comenzaba a moverse y a
cambiar su estado, él apretaba sus ojos y sus dientes, empezaba nuevamente a
desesperarse, a aruñar la sabana y maldecir.
—¡Estoy harto! ¡Déjame en paz! No quiero de ti… ¡Aléjala de mí!. Bramaba
William con todo su aliento y alarido que dejaba estupefacta a Sonick, cuál intentaba
despertarlo.
—¡Es un sueño, William! ¡Despierta ya!. Exclamaba preocupada.
—Maldita sea el día… —Entre lanzaba William. —¡No quiero tu maldición!. Y
el joven estaba en trance, en medio de esas visiones que le hacían caminar por la fina
línea de lo real y lo mítico. —William… mírame. Más, Sonick tomaba de su rostro y
este ligeramente entreabría sus ojos, la veía, pero no estaba allí.
—Sonick… —Murmuraba él. —Tú… tú eres maldita… ¡Aléjate de mí! No me
toques, no me hables. Gritaba alarmado, aprisionando del cuello de Sonick, quién sin
más, gritó por el auxilio de Mist.
Entonces, el Mago no demoró en aparecer, aquel tomó con fuerza el cuerpo de William
y lo echó al piso, colocando su mano frente a su cabeza y por ende, con energía, dándole
paz, tranquilizándole y hasta sedándolo. Sonick estaba encrespada de los nervios, jamás
había visto algo así, más Mist le reconfortaba, la hacía sentar y respirar.
—¿Qué ha pasado, Sonick?. Mencionó Mist atendiendo a William.
Sonick juntaba sus manos. —Se puso de repente así. Respondió cortante.
Sin embargo; Mist la veía de reojo, su estrujado vestido y sus mejillas avergonzadas,
este intuía lo sucedido, ligeramente apretaba sus labios, veía del otro atrevido. —Acaso
quería que me molestase… Pensó el castaño entrecerrando sus ojos, alimentando de su
paciencia y dirigiéndose a Sonick, a quién peinaba y aseguraba no tener culpa en ello.
—Algo debo decirte… y no con el afán de pasarme de listo. —Mist veía de
William junto con Sonick. —William odia la magia y no la soporta…
—Ya lo sabía. Interrumpió Sonick escapándose de las manos de Mist, mismo
que continuó. —La magia es energía sublimizada, la energía está en todo y esta se
renueva y necesita de una materia constantemente, ella busca crecer, mezclarse y
transformarse. —Él aprieta suavemente la mano de la confundida chica. —La magia
está en tu cuerpo, en cada átomo, en cada palabra que murmullas, en cada uno de tus
gestos y por qué no, tus emociones que destilan un sin número de aromas, ellos que
están cargados de magia.
Sonick se hundía en cada una de las frases de Mist, estas que parecían acariciar sus
oídos y obtener de sus sentidos.
—La magia envuelve a la persona… y cuando ella encuentra otra energía, la
funde consigo... es lo que pasó con William, ante el mínimo contacto, tu magia se
adentra en él, haciéndole experimentar de sus efectos. Él no soporta la magnificencia
de esto y te repudia de maldita. ¿Ahora entiendes?. Terminó Mist viendo de la
asombrada cara de Sonick.
—La energía es fabulosa, transforma estados, convierte pensamientos y es
capaz de crear hasta una criatura… pero la energía, cuál es magia, es peligrosa… ella
fue hecha para mutar a un humano en Mago, en señor de todo… como también, en
esclavo empedernido, ella es la cobradora de todo el destino, pasa karmas, pasa
bendiciones… Mist se perdía entre sus palabras, aquellas que venían con el familiar tono
de Germán en su cabeza. —Claro… esto no te enseñó papi… Sonick. Sonríe Mist
explicándole lo prestigioso que era ser Mago, pocos sabían de ello y aún menos, lo
aceptaban. Sonick, asentía su cabeza, demostrando entendimiento. Más, no quitaba de
vista la ahora serena imagen de William. ¿Por qué este hombre odiaba tanto la magia?.
Mist, se levantaba, acariciaba las mejillas de Sonick, ambos se daban una cálida sonrisa,
ya todo estaba bien. —Intenta no tener problemas con William… entiendo como es… —
Mist le observa con amabilidad. —Más… eso que te conté, sucede con los humanos…
más entre Magos es diferente… porque sabemos controlar la magia, cuál nos alimenta
y nos rehabilita. Y Mist retomaba las muñecas de Sonick y con un grato y amable tono,
le dio una venia, este le confesaría algo importante.
—Sonick… eres alguien especial, yo juro protegerte; pues, te has robado mi
corazón… —Sonick se impacta. —Y créeme que sí dejas robar el tuyo, tu vida,
cambiará para bien… Así con tal declaración, Mist besó la mejilla de esta, cuál
avergonzada, no hizo más que retroceder, que abrir la puerta y escapar de tal
comprometerá escena, donde Mist solo quedase sonriendo.
………………………………………….
Más, de entre el silencio, el corto drama de William finalizaba; pues, este luego de que
Mist lo acueste, despertó, más sereno se hallaba.
—¿Qué planeas, Mist?. Surgió la voz del Príncipe.
—¿Acaso no es normal que un hombre se enamoré de una mujer?. Respondió
Mistora.
—Sea cuál sea tu jugada… no te lo permitiré. Y William se ponía frente a el
Mago, quién le veía en silencio, adentrándose en sus ojos.
—Tú quieres traicionar a Bedah. Aseguró William.
—Igual que tú. Respondió Mist, a la vez que se retiraba, no sin antes, regresar
unas palabras, casi de advertencia al admirado Príncipe.
—Solo estás celoso, William, yo sé que Sonick es tu prometida, pero puertas
para adentro, no es nada para contigo, ni siquiera te quiere… Sonick no es de nadie…
ni de Bedah. Y Mist sonreía de lado, daba la vuelta y se perdía de los ojos delirantes de
ira de William, quién temía de ambos brujos, de su padre y sus endiablados planes.
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CAPITULO 6: CONFLICTOS Y RAZONES.
Y con las salidas y llegadas de la luz, los días iban transcurriendo y alrededor de tres
días ya se habían cumplido y con ellos, la ausencia del Rey Bedah en su castillo, y con
ello, la impaciencia de las personas frente a la desconocida prometida de William; así
como las horas de estudio de Envy y las vigilancias del atento Germán.
Tres días habían pasado y esto completaba los 6 días de ausencia que llevaba Sonick.
Sin embargo, no todo pintaba de soledad, no en la recamara del Rector Oz, quién
sonriendo alelado, se hundía en las sabanas, conservando de su agradable sueño. —Sí
Germán… ahora soy el del orden. Balbuceaba entre sus fantasías, donde aquel era el
mandamás. Empero, entre su susurro, una afilada cuchilla rosaba la cálida piel del
hombre, este que al sentir de su frialdad, con lentitud despertase, para así encontrar, con
sumo asombro, a tres personas paradas alrededor de su cama, estos con cara de seriedad
y el de en medio, amenazándole con una espada.
Oz, obviamente saltó ante tal violación a su privacidad.
—¿¡Qué demonios pasa aquí¡?. Gritó Oz apartando la espada de su rostro,
clavándose de los personajes, cual uno de ellos, era Mori, mismo que se abalanzó a
hablar. —Los he citado a todos a una suma reunión…
—Pero… hemos querido asustarte poniendo caras malas e intimidándote con la
espada de Tawa. Y de atrás, salió un hombre un poco más bajo que Oz, de corto cabello
rojizo y musculosa contextura, este era Tay, el Rector de la Catedral del estado de
Sophia. —Qué hubo, Oz… te extrañábamos. Dijo al darle un abrazo, que el amargo
pelinegro no correspondió.
—¡Tú no puedes citar a todos cuando se te dé la gana!. Gritó Oz hacia el
resentido Mori, quién le giraba la cara, quitando atención.
—Cálmate, Oz… hemos venido por cuenta propia; pues sabíamos que Mori es
un exagerado, pero aprovecharemos para entablar unos asuntos. Dijo el último de los
tres, uno rubio pequeño de ojos felinos y azules.
—Los políticos están buscando guerra… han callado a los misioneros que me
mandaste… la situación está difícil. Intervino Tay con preocupación.
Empero, Oz los miraba incomodo, aquel veía de los Rectores, estos que conformaban el
círculo eclesiástico.—Pero primero me podrían dar ¡libertad! Déjenme ¡cambiarme!.
Clamó Oz y con ello, todos los adultos, se retiraron en silencio.
Más, no fue mucho lo que esperaron afuera; pues, Oz salió y los llevó a la oficina, en
donde cada cuál tomó asiento en distintas partes, era de hecho que Oz veía la
personalidad de cada uno, en realidad eran de lo peor. Tawa en la mesa, Tay en la
esquina y Mori, en el sofá.
—Bueno, Oz… —Hablaba Tawa. —Mori llamó porqué dice que te fuiste del
lado de la magia, es decir… según él, que nos estás traicionando… ¿Es verdad?.
—¿!Qué cosa!?. Expresó Oz disgustado, Mori lo aseveraba.
—Ha de ser genial verte a ti como Mago. Se burla Tay, con su molesta
carcajada. Oz suspira y oye a Tawa. —Sería una deshonra para los magos, ni siquiera
es recto con su papel. Mencionó ella y Mori intervino. —¡Los magos son enemigos!.
Más, Mori fue callado por los otros, cuales detenían su discusión frente a la seria voz de
Oz.
—De eso tenemos que hablar… estos momentos son difíciles y sé que en ellos,
la palabra Dios o Religión, es obstáculo para los planes de los malos hombres… pero
quiero expresarles que he recibido muchas amenazas de Bedah, sí el destruye de este
Monasterio, todo se perderá… —Oz entrecruza sus dedos. —Pero… estamos siendo
ayudados y esos salvavidas, que nos guste o no, son los Magos de aquel que tenemos
como prisionero, de Germán. Mencionó Oz notando de la molestia de Mori, de la
inmunidad de Tawa y de la frescura de Tay.
—Tratas de decir que sí vemos a un Mago en nuestras filas, no lo echemos, al
contrario, ¿Nos aliemos?… Interrogó Tawa callando los labios de Mori.
—Qué pasaría si el pueblo se enterará… tal vez los fieles nos maldigan. Dijo
Tay ayudando a Tawa con Mori, quién se resignaba a callarse.
Oz respiraba hondo, ciertamente así debía de ser y nadie de las gentes debían saberlo;
pues la amenaza de Bedah estaba aún clavada en los habitantes, cuales temían de los
Magos.
—Debemos evocar la paz… cada cual tiene libre albedrío. Determinó Oz
levantando la sección, invitándoles amigablemente a desayunar, algo que ninguno negó.
Y así causando de la algarabía, monjas y sacerdotes clavaban su mirar en los
distinguidos rectores, cuales formalmente se reunían en la mesa.
Era notable que entre el gentío esté Envy y Anabela, quienes veían de estos y daban su
comentario de cada uno, idea que empezó Envy.
—Mori se ve guapo… lo fui a espiar en la noche mientras dormía, parece un
Ángel, más es demasiado chillón, engreído y detesta a los Magos. Mencionó Envy.
—El Rector Tay es alegre, siempre vive simplificando las cosas, nunca le he
visto molesto, siempre muestra una sonrisa... es deportista y come saludable. Habló
Anabela con una amable sonrisa, Envy le golpeaba con el codo, ambas disimulaban
comer elegantemente. Más, Oz les contemplaba sin estar convencido de tanta belleza.
—Tawa también es increíble, he escuchado mucho de él… justo y aficionado al
orden y la perfección, atrae a mucha gente a la Iglesia y dicen que sus sermones son
tan inspiradores y llenos de fuerza. Susurró nuevamente Anabela, de cierto modo, Envy
estaba asombrada de la soltura que a veces tenía la rubia.
—Y a mí ¿Quién más me toca?… —Envy mira, ya solo faltaba Oz. —Él es tan…
olvidadizo, no quiero hablar de nuestro Rector e imagino que tú tampoco… Y Envy
daba un bostezo, no sacaba ojo en Oz, cuál platicaba suavemente con los mayores. —
Los Magos son nuestros amigos. Susurraba él.
Y Envy que poseía de su oído mágico, le oyó, levemente una sonrisa cálida brotaba
entre sus mejillas. —O quizás… no sea tan malo, después de todo, Oz nos cuida bien.
Opinó la pelinegra, más Anabela asintió distraída, aquella se preocupaba, al no ver
nuevamente a Esmeralda en la mesa. Aquella estaba deprimida por el secuestro de
Sonick.
—Amiga… vuelve pronto. Pensó Anabela perdiendo su mirar.
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Sin embargo, por otro lado, a las afueras del Castillo, los pueblerinos se acumulaban,
todos pedían a William por la presencia de su mujer, esa la cual habían prometido
enseñar. Más, William ni se asomaba, este era tirado en el mueble, fumando una pipa, a
la vez que veía de los diarios, riéndose solitario. —Pero que cara de tonto tiene Celeste
en esta foto, se ve tan pequeño frente a su tío Barbee y su esposa. Decía burlón cortando
de la figura.
No obstante, ante su presente tranquilidad, la voz de Mist, rompía con el momento, este
preocupado de las exigencias del pueblo, pedía a William, se hiciese cargo.
—El pueblo de tu padre quiere verte, reclaman al Príncipe… no te parece que
deberías salir. Mencionó ganándose la mueca disgustada del otro, este que parándose se
alejase sin prestarle atención. Mist suspiraba, le perseguía, sin notar que Sonick era
sentada viendo desde hace tiempo, a los mayores. —Entiende que es importante. —
Habla Mist. —La gente hace mucho no oye sobre mujer alguna… ahora dices que
tienes prometida, debes actuar con la misma sensación que cuando tenías a tu difunta
mujer. Mencionó Mist logrando que William se detenga fastidiado, este que sin medir,
tumbó al Mago contra la pared. —¡Nunca hables de ella!. Amenazó William con tal
cara de impotencia y rabia.
Así, Mist solo pidió disculpas y se fue a las afueras, a calmar a la gente. Más, Sonick
veía a William, notaba que eran ciertos los rumores, este ya había estado casado y su
mujer fallecida. ¿Pero por qué?. Sonick, no se lo preguntaría, más antes de retirarse,
escuchó el fuerte golpe del hombre, aquel hacía temblar de las paredes, era a veces que
Sonick se sentía con piedad hacia él, más sabia que esto no gustaba al orgulloso
hombre, por ende, imprudentemente, haciéndose notar, caminó a las afueras, pero al
jardín. William la veía encendido, este no pensó, solo levantó tras ella, aquel le seguía
con cautela, tenía su plan bien puesto en la cabeza, a la vez que la imagen de su
exesposa se clavaba con llanto y miseria.
Y Sonick se detenía, se inclinaba cuidando de sus rosas, William le veía, ciertamente
dudaba de sus pasos; pues, hace mucho que no notaba color dentro del tétrico Castillo,
que no visualizaba la vida crecer y dar su olor. Empero, no podía dejarse debilitar, este
continuó, con su fuerte semblante cuál relámpago. Así, Sonick, percibiendo de la
sombra que este provocaba encima de ella, la hizo levantar, quedando frente con el
impío, quién gritándole, sin poder ser detenido, alzó su pie y aplastó con furia de las
flores que Sonick veía con pasmo, desfallecer.
—¡Como puedes ser tan cruel!. Gritó Sonick golpeándole el pecho.
—Por qué así soy yo… y así debe ser tu vida. Y William dio vuelta, más Sonick
le jaló de la camisa, le detenía con su mártir voz. —Tu no debes ser así… no puedes
seguir como Bedah… ¿Qué te hicieron, William, para que seas tan indolente a todo?
¿Tanto temor le tienes a lo hermoso?. Sonick quebraba su voz, William regresaba a
verla, nervioso sonreía, no se podía creer ver tan débil a la robusta chica, quién solo
cayó de rodillas.
—Yo te advertí… mata a Mist. Susurró William viendo el horizonte.
Sonick suspiraba entristecida. —No puedo William…¡Qué quieres oír! ¿!Qué soy
débil!? No puedo ante ti, ante Bedah y peor, Mist. A veces, sollozo y me digo porque la
vida es injusta... ¡Maldita sea! Will déjame en paz… —Y Sonick hundía su cabeza en
tierra, más como siempre, no concibió llorar, pobre desgracia. William tragaba de su
saliva.
—Monja-gata… sí te digo que lo mates, es porque puedes y sí puedes con él…
puedes con Bedah… Mist es quién le hace invencible… Dijo él.
—¿Por qué quieres de ello?... Sonick levantaba su cara hacia el cielo, William,
igual. —Por qué hasta los malos tienen metas… la mía es ser Rey.
Sonick le veía, comprendía aunque él no lo mencionaba, que este temía ante Bedah y
que era imposible para él.
—Bedah trama con Mist hacerse inmortal, nunca pensará morir...
—Toma la vida de las jóvenes. Murmura Sonick. —Y tomará también la mía. Y
levantándose débil, continuó su camino, William la empujó, este con suma rabia, le
insultaba. Sonick entreabría sus ojos, aquella no se dejaba, su valentía volvía a subir
como la espuma. —William… tal vez no te pueda ganar, pero no te tengo miedo.
Además, no quisiese un Rey como tú, alguien que odia a los Magos, alguien que nos
esclaviza y humilla… Gritó Sonick con ira.
Más, William sonreía retador, se dirigía nuevamente a Sonick. —Hasta que no
aprendas a decirme quién soy… tu crucecita seguirá escondida en mis manos. Dijo
William y dicho esto, se fue hacia la sala en donde se encontró con Mist, cuál iba
saliendo del podio, aquellos se miraban.
—¡Anda consuélala! mientras tanto, iré a descansar. Decretó William.
Y Mist, extrañado, fue hacia el jardín, más ya no encontró a Sonick, solo vio con
inmensa admiración de las moribundas rosas.
No obstante, los problemas no terminan; pues, cuando William entrase a su recamara,
Sonick se colgó de su brazo, este regresaba a ella con su rostro de amargura.
—¡Devuélveme mi cruz!. Gritó Sonick.
—¡No bruja cochina!. Respondió queriendo cerrar la puerta, más ella lograba
entrar, se imponía con coraje. —¿Por qué odias la Magia? Acaso por tu madre, crees
que no sé la historia, sé que tienen una maldición… ¡No soy tonta! Necesitan de
Germán para curase, pero él no lo hará… Date cuenta, William ¡Sin los Magos, no son
nadie!. Gritó la impulsiva ganando la cachetada de William, cuál irritado en manera,
jaló a la obstinada hacia afuera, más Sonick, continuaba. —¡Yo sé que tu madre se
enamoró de Germán! Pero créeme, William, que no fue correspondida… Pues; Germán
ya estaba enamorado de otra… Exclamó Sonick distraídamente.
Y William crujía sus dientes ante Sonick.
—Ella murió y tú la viste… Murmuró esta, a la vez que notaba de su frialdad,
poco a poco se dejaba arrastrar del Príncipe, ese a quién le pedía disculpas, pero ya era
tarde. William, la lanzaba al corredor y se encerraba cruelmente entre las cuatro paredes
de su habitación.
—Como pude ser tan idiota… Sonick se sentaba en el piso, con su rostro amargo
y decepcionado de ella misma.
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Más, por otro lado, por más allá de la ciudad de Mandrágora, cerca de las montañas
propias del estado de Sophia, estaba el gran Bedah, este que en sumo silencio, como
ladrón, acudía nuevamente a una audiencia con Robinson, más estaba con Peo,
Gobernante aliado del opositor, aquel que lideraba el gentío del estado de Anima.
Barbee abría de las puertas, todos ya esperaban al Rey, quién con su colérico semblante,
se postraba en el asiento.
—Sabes cuál es mi petición… no quiero que mi gente pague el incremento de
tus impuestos. —Resaltaba la voz de Robinson, el hombre de severa cara, de ojos y
cabellos negros. Este que en silencio, había impuesto en el pueblo, la guerra y la idea de
derrocar a Bedah, al fuerte Rey.
—Vamos, Robín. —Intervino Barbee. —Lo que quieres con el dinero es gastarlo
en ti mismo… ¡No piensas en tu pueblo! Debes ser comprensible, la plata va a manos
de Mist, quien lo administra según la necesidad de cada estado. Dijo este.
—¡Nadie ha pedido tu opinión!. Más interrumpiendo, el gobernador Peo se alzó,
pedía la misma demanda. Barbee suspiraba. —Sus estados son ricos en minerales…
esos vendidos en otros Reinos ¡Les da dineral!. Soltó el rubio, amigo de Mist, más
Robinson estaba terco, aquel mostraba de sus papeles, ahí donde estaban las firmas de
todas las cabeceras del estado, todos abogaban por que Bedah sea puesto fuera de sus
tareas.
—Esto no es una advertencia… es la realidad, sí no nos dejas independizar del
Reino de Mandrágora, nosotros empezaremos la Guerra. Avisó Robinson.
Y Peo, el adulto rubio fortachón, se levantó. —No somos idiotas, Bedah… el estado
sabe que estás aquí y sí no salimos vivos, todos los guardias, están a la orden de matar
a tus guardias y a ti mismo.
—Menudos idiotas… —Intervino Barbee a la vez, que detrás de su abrigo,
sacase una pistola, haciendo lo mismo, Bedah. —No nos interesan sus guardias y que
nos ataquen, ¡No sean niñatos! quién manda es Bedah y sin ustedes, esos infelices
debiluchos se rendirán… o simplemente, yo tomaré las riendas de este estado. Aseveró
Barbee y Bedah, sonriendo con suma malicia, no se quedó callado. —Por mí,
púdranseme… no le temo a la Guerra. Yo mismo mataré a todo su pueblo ahora
mismo… ¿Conocen de las bombas? ¿Conocen lo que es una explosión masiva?. Reía a
carcajadas el odioso Rey.
Así, el miedo de Peo veía hacia el firme Robinson, quién no esperaba de las mañas del
Rey, solo quedaba resignarse ante Bedah y Barbee, quién hundía su pistola en su
cabeza. —La verdad, teníamos planeado enfurecerlos, que provoquen a Bedah, cuál
buen soberano les regalaría de un pequeño espectáculo.
Y dicho esto, por detrás de su voz, una fuerte exposición inundó los oídos de aquellos
dos, estos que al asomarse vieron a unos kilómetros, un gran fuego, allí era sabido que
se encontraban la mayoría de sus guardias. —Nos vemos, Robinson y Peo, un placer.
Dijo Barbee saliendo hacia el pasillo, cerrando la puerta, no sin antes, decirles. —
Quédense calmados, porque sus familias serán las siguientes. Y así, Barbee se retiraba
con Bedah.
No obstante, la noche se opacaba con el olor a muerte y la sabana de cenizas, todo a la
vez que ambos hombres, junto con sus intocables guardias, se subían a la carroza que
les esperaba, serían dos días más de regreso. Barbee, se sentaba, miraba de reojo a
Bedah, aquel que se pintaba de mortecino y debilidad, era obvio que ya no soportase de
sus heridas y que por ende, el rubio, intuya que Mist estaba igual.
—Pero llegará también tu hora… Bedah; pues los magos, amigos o rivales, te
tenemos como enemigo… y créeme que un mago, es tu peor enemigo. Pensó el rubio
perdiendo su vista en el vidrio de la ventana, jugando con su relicario, cuál al abrirse,
mostrase aquel retrato donde era su esposa, su sobrino y él, Tiwa, Celeste y Barbee. —
Por qué Germán te ha robado… Tiwa, ahora yo lo presiento, cumpliendo de sus
órdenes, te has alejado nuevamente de la casa… ruego, porque Celeste nunca sepa de
nuestros secretos, no quiero que tal inocente siquiera le lastimen por confundirlo con
sangre de Magos… Barbee suspiraba, cerraba sus ojos y se echaba a dormir, su viaje
sería más largo que Bedah.
Empero, Bedah no se quedaba callado, él también pensaba bastante.
—Pronto llegará la hora de que todos vean levantarse a un Rey… a un nuevo
Bedah, fuerte y grande, sin maldiciones y siguiendo tus pasos querida difunta, siendo el
Mago más terrible… —Bedah veía las montañas. —La gente no responde a la
bondad… responden al miedo y humillación… Mist, tu harás de mí, con la vida de esa
niñita, un gran hechicero y así destruiremos a Germán… una nueva etapa acogerá a
Mandrágora. Mencionaba Bedah con una sonrisa temeraria, con un sueño no muy
lejano y ansias de llegar a la casa y tomar de su grata prisionera.
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No obstante, la noche caía sin excepción, las estrellas daban luz a los estados, como
también brillaba en los ojos de Tawa, quién asomado en el balcón del Monasterio,
brotaba de sus labios un ligero silbido que daba espacio a una pacífica melodía. Tawa,
se enajenaba del tiempo y el espacio, al parecer era habitual en él, más no para los
demás, como para Mori, quién veía con admiración, como aquel compañero, con
éxtasis, poco a poco, arqueaba su delgado cuerpo hacia atrás, ahí donde ambos ojos se
chocaban. Mori, quedaba prendido de la extraña personalidad y belleza de Tawa. —
Pausa larga.—
—¿Me estabas espiando, Mori?. Y con su gruesa voz, el rubio se puso al frente
de Mori, quién sentía algo de vergüenza y además, nervios ante el más pequeño pero
más serio de todos los Rectores.
—Lo siento, Tawa… —Reverencia. —Es que me dio curiosidad por lo que
estabas haciendo… ¿Te han dicho que eres raro?. Mori hacía sus mohines, este
continuaría su paso, más Tawa, jaló su mano, le sonreía con candidez.
—Vamos… te enseñaré algo en el jardín. Mencionó Tawa sin soltar sus dedos,
Mori casi que era obligado por el pequeño.
Y así, sin más quehaceres, ambos se adentraron al hermoso patio, este había quedado
aún más bonito que antes, Germán se había encargado de sembrar rosas y muchas
flores. Mori se sienta en el césped, Tawa de igual manera, ambos contemplando su
alrededor.
—Yo lo lamento, no es que quiera ser malo contigo, solo es que… tú eres el
ejemplo de nosotros, el mayor, después de Oz… Tawa veía con sus cristalinos ojos a
Mori, quién se perdía en su misteriosa vista, cuál solo titubeaba y aceptaba las
dispensas. —Pero… yo te vigilo por una razón… —Tawa respira hondo. —¿No te das
cuenta?... Y Mori, levemente quedaba en ascuas.
Empero, en su recóndita soledad, los mieles ojos de Oz se asomaban escondidos, veían
de ambos rectores, levemente tragaba saliva y volvía a hablar con Germán. —¿Qué
vamos a hacer?... los Rectores están aquí para tener una reunión con “Mayor”… nadie
quiere irse sin hablar contigo… además, Mori dice que quiere verte la cara y sí
descubre que “Mayor” es Germán!… se desahuciaría.
—Lo primero es mantener la calma… puedo oler sangre desde el horizonte
hermano… grandes catástrofes se avecinan por el odio de otros… no puedo presentar
mi rostro, yo aún necesito mucho de Mori… de todos. Y no me daré el lujo de que por
roces, nos alejemos… Mayor se presentará, más no mostrará rostro. Dijo Germán con
serenidad y seriedad. Oz le veía de reojo, levemente volvía hacia Tawa y Mori.
—Realmente… a veces no entiendo por qué nos escogiste a nosotros… siempre
dices que somos los peores…. —Oz sonríe retorcido. —Pienso que estabas, como dice
tu hija… “Muy mal del cráneo”. Mencionaba Oz, y Germán sonreía, este iba hacia a
Oz, asomándose a la ventana, viendo también de los jóvenes, cuales sonrientes,
continuaban hablando.
—Créeme que el destino no se equivoca… Tawa ha venido a nosotros por una
misión y una de ellas, es sacarle la bondad a Mori, esa virtud por la que lo escogí…
—Tawa no puede gustar de Mori y viceversa, tú lo sabes… ¿Qué intentas?.
Más, cortando las palabras del otro, Oz se ponía con contra. Germán no mencionó
comentario, solo continuó a la puerta, no sin antes, quedar a primera hora, con la grata
reunión.
El Rector del Monasterio suspiró, francamente, su mente no codificaba las decisiones de
su Mago amigo.
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Sí bien, por otra parte, el resentimiento de William se incrementaba dentro de sus
solitarias paredes. Sin embargo, los sonoros pasos entre saltados que daban las sandalias
negras, se acercaban a la morada, ya había pasado lo suficiente para olvidar el tema,
más no para Sonick.
Y William escuchaba de su puerta, más como era costumbre, quedó en silencio,
esperando que la persona se identificase. Esto no demoró.
—Soy Sonick… yo lo lamento, William… quiero disculparme. Dijo ella.
—¡No me importa! Vete. Respondió el hombre acostado sobre su cama, viendo
del portón. Sonick chasqueaba sus labios. —¡No me ignores! Yo cociné tu postre
favorito… además, el cocinero se enfermó… al igual que el otro y el otro… así que no
habrá comida. Comentó arrimándose a la madera, viendo del vacío pasillo, nada se
escuchaba de él, más no se rendía.
—Príncipe, le dedicaré una canción. Expresó, conociendo lo mucho que le
molestaba oírla cantar. Entonces, Sonick levantó su voz, ella se deleitaba cantando,
William le oía, su sonora letra se impregnaba en su cuerpo, acogiéndolo y dándole
calor, algo que el Príncipe no aceptaba.
Por ello y con suma rabia, se levantó y abrió la puerta, viendo frente a él, a la sonriente
Sonick.
—Ya estoy empezando a conocerte, Will. Mencionó llevando el dulce detrás de
su espalda. William se molestaba de su nuevo apodo.
—Dame lo que me vas a dar y vete. Acusó el hombre sin paciencia.
Sonick le veía con sus chispeantes ojos. —¿Sabes que tengo detrás de mí?.
—¿Mi postre preferido?. Señaló desviando su mirar de la impulsiva
personalidad de esta, que aprovechando la distracción, lanzase uno de los dulces a la
boca del adulto. —El cocinero me dijo que te derrites cada vez que comes bizcotelas...
sé que son extranjeras, pero en misión, yo aprendí a hacerlas.
Y William enojado, escupió, dándose vuelta y queriendo adentrarse a la habitación, más
Sonick tomó su brazo. —Recuerda que no hay comida hasta la tarde… te dará hambre.
Aseguró ella, viendo con asombro, la reacción de William, este que girando, arranchó el
plato y tumbó el portón en las narices de la muchacha.
—Al último se dice ¡Gracias!. Gritó Sonick pero con una sonrisa.
—¡Jah! Sí era el precio de tus insultos, infame. Mencionó William desde su
privacidad. Sonick, entrecerraba sus ojos. —Gracias, por perdonarme, William… Dijo
ella, William comía bizcotelas. —¡Cállate! dijiste la verdad… después de todo, disque
tu no mientes… Aclaró con mal humor.
Sonick sonreía, ahora un gran peso se iba de su interior, estaba feliz consigo misma y
esto lo quería expresar, que todo estaba bien y que no guardaba resentimiento con
William.
—Eres fuerte William… tu eres grande, yo sé que esas pequeñeces no te hacen
nada… Y la insospechada Sonick mencionó tales palabras de aliento, sin si quiera
imaginar o esperar, que la bizcotela de William cayese al piso, este le oía, sus frases
retumbaban su interior, aquellas que eran tan iguales a las de su madre.
Entonces, William se levanta de inmediato, abría la puerta y salía al corredor, más, ya
no había rastro de Sonick, no obstante, el confundido Príncipe se dio a la tarea de
buscarla, este caminó hacia la sala, cuarto, comedor, empero, aun no aparecía, solo
habría un lugar en donde esta mártir podría estar, su jardín. Y William salió al patio,
este caminaba por los senderos iluminados hasta el escondite de la muchacha, cuál para
sorpresa, no estaba sola, Mist estaba con ella.
Y William veía la escena, al parecer, Mist le daba un obsequio, este le había arreglado
todo su deplorable huerto, estaba aún más bonito que antes. Y aquello, alegró en gran
manera a Sonick, misma que se lanzó a los brazos de Mist. —¡Estoy tan feliz, Mist!.
Dijo Sonick clavándose en los celestes ojos del galán. —Yo estoy feliz, de verte alegre.
Contestó el Mago.
—Es bueno que te integres con la Naturaleza. Exclamó Sonick apenada.
Esto hacia brotar una tierna sonrisa en Mist, quién acariciaba la cara de la joven, este le
volvía a mencionar de su confianza y amistad, él no se alejaría de ella y de algún modo,
le defendería de Bedah. William, retrocedía. ¿Defenderla de su amo? Era obvio que el
Príncipe asegurara que Mist tenía otros planes de por medio.
Y Sonick quedaba avergonzada, sus piernas temblaban levemente, sus nuevas
emociones y sensaciones surcaban su pecho, esta tragaba saliva.
Sin embargo, antes de ello, William, cuál los espiaba, notaba la molestia en Mist, al
parecer, su grave herida, esa que en otro tiempo, William ya había visto, le transmitía de
su sumo dolor, limitándole a marcharse, así, Mist, sin decir palabra, desapareció de la
presencia de Sonick, esta que quedase confundida de su ausencia.
Con todo, casi que en la misma escena, dentro del Castillo, el intrépido William,
perseguía a Mist, este que gracias a su desesperación, ni le sintió, aquel se lanzaba sobre
su sofá, agitado, se rompía de los botones de su camisa, los cuales le dejaban su pecho
desnudo, este nuevamente atrajo en William un sin número de arcadas. ¿Cómo le
pesaba ver la podredumbre piel de Mist? Pues; su corazón se estaba muriendo.
—Es la maldición de mi padre… ahora es obvio que Mist la comparta, pobre
miserable. —William se arrimaba, su corazón agitado le recordaba la herida de Bedah.
—Lo que Bedah sienta de mal, lo sentirá el Mago… Y William veía de los esfuerzos de
Mist por cerrar sus heridas con su sobresaltada magia, más era imposible, una ley por
superior acogía a estos mártires.
—Mist está sufriendo… Bedah también. Este alardea necesitar de la monja-gata
para rehabilitarse, más, para eso estaban las otras mujeres… aunque estás solo le
reanimaban, más Sonick es su cura definitiva… empero, ¿Solo para eso la quiere?... le
he investigado mucho, siempre he estado atento, yo oí lo que le dijo a Mist… quiere
más de ello. El Príncipe se marchaba, este caminaba por el pasillo, hacia aquella lejana
ventana, esa que conectaba con el patio, ahí donde veía a Sonick, la feliz mujer, que
cantaba y hechizaba a sus rosas, dándole de un singular brillo. —La brujita y mi padre...
será tan notable que quiera de su magia... —Murmura despreocupadamente, pero al
mismo tiempo, se queda levemente admirado. —¿Su magia?. ¿Para qué? Acaso, Bedah
quiere a la Monja-gata para robarle su poder. Bedah quiere convertirse en Mago… no-
no puede ser… no debería. Y el Príncipe William salía corriendo, con sus temores, se
encerró en su habitación, rogando por lo que en su mente pasó, haya sido no más una
especulación.
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Más, la noche continuaba brillando, esta, llena de misterio, secretos y dolores, acogían
de las nuevas determinativas de Germán, el líder de los Magos, el Mayor de la Iglesia.
No habría más paz, todo se sumaría en la Guerra. Todos, misioneros y brujos,
mostrarían los crímenes de Bedah.
Y Germán se encontraba privadamente con los suyos, luego de hablar con Oz, se
encaminó a la recamara de Tawa, su mejor amigo, ese que confiaba ciegamente en él y
viceversa. El rubio llevaba tiempo oyéndole, no podía imaginar lo que causarían las
decisiones de su señor, pero cada cosa que le mencionaba, parecía impactarle más.
—Bedah tiene que morir por las llamas de su propio odio… la guerra es de una
manera necesaria para todo, Tawa… además, Gracel me ha dicho: “Pronto es,
Germán… el Mago más poderoso levantará sobre ustedes… una nueva generación
brillará… todos los Magos se unirán por su voz… no más paz, Germán.”. Contaba el
Sacerdote hacia el pasmado Tawa.
—Pero, Germán… tú eres el Mago más poderoso…. Si no eres tu… ¿Quién es?.
—Tal vez… los más jóvenes conquisten los cielos. Murmuró Germán con su
mística sonrisa, esta que daba por terminada su conversación, para así, desaparecer
frente al impactado Tawa, cuál mirando a su alrededor, se interrogaba a sí mismo.
—Podría tratarte… —Tawa se asombra. —Que Mistora… regrese con
nosotros… sea, él quién será el Mago más poderoso…. Susurra pasmado.
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CAPITULO 7: LA PROPUESTA MORTAL.
Y Dentro de un nuevo día resplandeciente y caluroso, en las instalaciones del Castillo,
se oían de los ya acostumbrados ruidos, más hoy era distinto, algo “digamos” más
alegre; pues un mar de risas inundaba los pasillos, ahí donde Sonick correteaba y
esquivaba de los obstáculos, todo con la finalidad de escaparse de las manos del enojado
William.
William estaba sin paciencia, era obvio que muchas veces estuviese a punto de cogerla,
más la vivaz Sonick, le amenazaba sea con sus llamas o con su velocidad. Maldita
magia, como la odiaba William.
—¡Vamos Will! Sí quieres que haga eso… debes atraparme. Gritaba la chica,
perdiéndose de la colérica mirada del otro. Ella se apresuraba, se ocultaba en un
pequeño escondite. Sonick, veía los pies de William, no podía aguantar su risa, cuál
ahogaba su respiración. Y poco a poco, empezó a notar la ausencia del grande. —Y todo
por bizcotelas… este hombre es más niño que yo. Pensó al intentar detener su risa. —
Bueno… mejor veo donde está. Susurró Sonick al momento que haría de uso de su tan
llamada magia, con esa que sacaba los más grandes enojos al vengativo William.
Y así, Sonick juntó sus manos, uniendo sus vórtices y concentrando su energía en ellas,
para así, pensando en William, abrirlas y mostrar una visión sobre que está haciendo y
donde. —Sí está cerca, me encierro en el cuarto… sí está lejos, lo voy a buscar. Y
Sonick clavaba sus turquesas ojos en su conocido truco, más solo líneas de interferencia
llenaban de sus manos, nada de William se veía. Esto causó una gran sorpresa a Sonick,
quién hizo del acto, una y otra vez, más el resultado era el mismo. La misionera estaba
pasmada.
Entonces, Sonick oyó nuevamente los pasos de William, aquel paraba en media sala,
más al mismo tiempo, la enajenada Sonick salía de su escondite, se mostraba a sus ojos.
—William. Murmuraron sus labios. Más, él no le prestó atención, la agarró en
sus brazos y levantándola, la jaló contra su voluntad, hacia la cocina, ahí obligó que
ponga sus manos en la masa. —Quiero que hagas mis bizcotelas… —Exclamó el
caprichoso William con cara de enojo. —No saldrás… hasta que no me las traigas…
No está Mist, así que no te defenderá. Gritó el orgulloso Príncipe. Más Sonick, se
hundía sus mieles ojos, aun con admiración, soltaba sus palabras.
—¿Qué eres, William?. Susurró ella. No obstante, William la ignoró y salió.
—Muévete Monja-gata… ¡Tengo hambre!. —William gruñía. —Y tampoco
creas en utilizar de tu horrenda magia… yo te estoy vigilando. Terminó aquel.
Y tales palabras hacían un eco en la mente de la misionera.
—¿Magia?... Ma-magia…¡Magia!. Pensaba varias veces, al tiempo que sus
tremendos ojos se abrían estupefacta. —Mi truco es perfecto… este puede ver a todo el
mundo, menos a los que son Ma… Magos. Susurraba inquieta, recordando de cada
momento vivido con William.
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Más, de modo similar, el tema de los Magos se ampliaba dentro de las reservadas áreas
del Monasterio, ahí donde se realizaba la tan llamada reunión eclesiástica, donde eran
presentes todos los Rectores de los principales estados de Mandrágora, el Vicario Oz y
Mayor, ese que estaba por encima de todos, enigmático personaje que desde la sombra,
movía las riendas de la Iglesia. Ese que estaba próximo a entrar, más no lo haría no sin
antes, expresar de sus indescifrables planes a su nueva discípula, Envy.
Y esta mujer hablaba con Germán, habían sido días muy difíciles desde que este aceptó
entrenarla, largas horas de estudio y entrenamientos forzosos, donde la bruja practicase
con sus rayos de magia, al blanco. Entonces, mientras terminaban de conversar, la fuerte
Envy lanzaba patadas y puños al aire.
—Envy… pronto es la hora de que te marches… buenas nuevas te traigo. Ayer
me reuní con todos los magos de mi gremio… hasta he hablado con Tiwa, mi querida
hermana… les he dicho y te diré a ti, aunque aún no eres una Maga… que motivaré la
guerra en todas partes. Lo que más espero, es que todos, tal como dice la profecía, nos
unifiquemos en contra de Bedah. Confesó Germán.
Envy sobresaltó ante sus frases, esto era algo casi que imposible, debido a la inmensa
rivalidad de los gremios mágicos, de la Iglesia y sin dejar de lado, a Bedah.
—¡Nos derribarán! Bedah tiene a Mist y él a todos los que te odian y se
rebelaron contra ti. Dijo la pelinegra, siempre en desacuerdo con el impredecible Mago.
—Sé lo que hago… tú, en cambio, prepárate. Y dicho esto, Germán salió de la
habitación, cubrió su rostro con una oscura tela y sobre ella, lanzó su capucha y toga, así
reservaba su identidad. Su figura de “Mayor”.
Y Germán bajaba las escaleras, con su mítica voz de anciano y sus pasos lentos, todo
tan diferente a como era en realidad. No obstante, este no demoró en unirse con los
demás Rectores, cuales dejando de comentar de las tragedias, se dieron paso a la
reverencia.
—Pueden sentarse… —Habló Mayor. —…He de deciros que su visita fue
pronosticada por el destino… se sabía que vendrían y así lo sintieron antes de que
siquiera les convoque. Y el hombre veía de ese recinto, en donde solo ellos podían
pisar. ¡Cuántos son recuerdos! Cuantas veces Germán había pisado ese lugar, cuantas
caras había conocido y cuantos amigos había perdido… pero, también ganado. Estos
eran muchos años de inmortalidad.
—Conocemos lo que somos… ustedes saben que están aquí no por ser los
mejores, al contrario, son los peores... Mencionó Mayor viendo de las diferentes
expresiones de los demás, esto siempre era una frase con la que empezaba la reunión. —
Pero, ustedes… ¿Entienden esa frase?. Preguntó Mayor causando un incómodo
silencio. —Yo sé que no. Respondió él.
Más, obviando la curiosidad de los presentes, aquel se dirigía al grano, a la preocupante
la situación de la Iglesia.
—Ustedes son Rectores, son los misioneros principales en su estado… sé que
han hecho pactos de hermandad increíbles, que los pueblos a pesar de estar decaídos,
no hablan del Rey y viven en armonía… ¿Pero es correcto?. Promovió Mayor. Sus
frases, eran un laberinto para los demás, que a pesar de que no le entendían, guardaban
atención y respeto ante este gran veterano.
—La tan llamada paz, fue una imponencia que se nos dio… la Iglesia está en
las garras de Bedah, a cuál ya hemos intentando cambiar de muchas maneras… pero
vemos que es imposible. Mencionó Oz mostrando papeles, donde estaban plasmados
todos los crímenes de Bedah, los insultos, maltratos, abusos, violaciones tanto a
pueblerinas como a monjas.
—Bedah ha incrementado el impuesto, a mi estado de Sophia a veces no le da
con la minería… el hambre abunda por demás y ni doblando la agricultura, podemos
pagar la deuda. Opinó el resentido y triste Tay. —Ahora, han mato a otros pobres
inocentes con una explosión.
Tawa daba un pesado suspiro, no podía dejar de pensar en los demás Magos, esos que
una vez estuvieron con Germán y que ahora, rebeldes, acompañaban al traicionero Mist.
—¿Pero no es lo que ustedes dicen, lo mismo que dice el pueblo?. —Asomó
Mori. —Esto nos recuerda que debemos ser fuertes… yo sé que Bedah busca destruir
todo lo que la gente hace de buena fe, pero la Iglesia, nosotros estamos ayudándolos…
Dios nos ayuda. Proclamó el peli-celeste.
Sin embargo, Mayor no estuvo de acuerdo con él, este paseaba por su frente, les
regalaba el sonido de su sonrisa. —Mori… la iglesia está decaída, sabes que Bedah no
nos pasa el porcentaje de los impuestos y que ni el diezmo ni las limosnas sirven para
poder sostenerla… Hay que ser claros, hermanos míos. Anunció Mayor, dejando al alto
Mori pensativo, era cierto todo lo que se decía. —¿Y qué es lo que propones? ¿Una
guerra?. Murmuró el peli-celeste algo distraído.
Entonces, Mayor se levantó sobre ellos, todos clavaban sus sentidos frente a cualquier
palabra. Y este sabio, no dudó en asentir las aseveraciones de Mori, mismo que al oírlo,
quedase impactado. —¡Hay que hacer la guerra!.
—¡Imposible! —Se queja Mori. —¡No somos fuertes! No vamos a ganar contra
la caballería del Rey… Además, ¿!Qué clase de monjes somos!?. Protestó asustado.
—Qué pena ¿no?... Y entre los gritos, la voz serena de Tawa se hizo oír. —Qué
pena que realmente como dijo Mori, la iglesia sea tan débil, que nosotros los monjes
seamos tan indefensos… ¡Que no podamos defendernos ante los soldados! Que nos
callemos de la injusticia por temor, que no hagamos una guerra que se necesita, por
dolor a nuestras vidas y a la de los que nos siguen… Y Tawa veía los diferentes rostros,
este con su valerosa voz se acercaba a Germán. —Mayor… por mi lado, yo le digo un sí
a la Guerra. Determinaba el rubio con fiereza.
Todos quedaban ligados a la expectativa.
—Pero creo su Santidad. —Intervino Tay. —Que sí usted sugiere la guerra es
porque algo de más tiene preparado… ¿Nos informa?. Tay calmaba del ambiente, no
obstante, Mayor prendía del fuego, este confesaba de sus planes.
—La Iglesia tiene fuertes aliados... Los Magos nos sirven, ellos tienen la
habilidad para vencer a Bedah, estos se unirán y nosotros a ellos. —Germán notaba del
pasmo de todos. —Debo deciros que hay una profecía y una liberación y debemos ir
hacia ella como sea… no por nosotros, sino por nuestro pueblo, que cargamos en
nuestras manos. Exclamó Mayor con su severo y serio tono de voz, cuál astenia de que
cualquiera opinase en el instante, más esto no detenía al feroz Tawa, mismo que dio su
veredicto sobre ello.
—Pensemos en la humanidad, pensemos en sus familias, en sus sonrisas… ¡Ya
no más!… eso de la maldición de los Magos es una farsa de Bedah, nosotros no nos
engañemos… nosotros nos conocemos la historia. Somos humanos, ambos tenemos
corazón, tenemos amor, tenemos sueños… Y créanme que uno de esos sueños, es el de
todos nosotros, seamos amigos… hijos de una sola madre… de Dios… de la vida.
Y Tawa cautivaba la conciencia de todos, en especial del rebelde Mori, quién cerraba
sus ojos con algo de melancolía.
—Eso es verdad, Tawa. Nuestra misión como Iglesia es convertirnos en
amigos… es servirles con amabilidad, así como lo hacemos con nuestro pueblo, porque
ellos son parte de este. Ya no estarán más escondidos, ni muertos de hambre y frio…
nosotros los acogeremos en nuestros recintos y así hecho esto, le diremos a todos los
misioneros que pregonen la verdad… no más ilusiones ni mentiras, él enemigo está con
nosotros, debemos hacérselo saber a todos, para que ellos mismos lo eliminen. Aclamó
Mayor viendo de la valentía, del recelo y del temor de los presentes.
—Y así… todos dirán ¡Hay que destronar a Bedah!. Aclamó Mayor con
fortaleza.
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Y Sonick, desde la silla de enfrente, contemplaba como William comía sus bizcotelas, a
pesar de que no mostraba una buena cara, se notaba profundamente que le gustaba. La
joven algo taciturna sonreía, empero, no podía quitar de su mente lo que había sucedido
hace unas horas, mismas que había tomado para pensar en el problema de William.
—Will, al menos para comer, como para que la comida te haga de provecho,
danos una sonrisa. Murmuró la chica acostando su barbilla en la mesa, William le hacia
una pesada mueca, exigía que no le moleste.
No obstante, Sonick suspiraba a menudo, sus labios temblaban por hablar, pero conocía
que estos temas, molestarían en gran manera a William. Más, ella se arriesgaría.
—William… —Llamó apagada. —Dime… ¿Cuál fue la maldición que cuentan
las gentes, que tienes?. Preguntó Sonick directamente.
William quedaba quieto, su mirada viajaba por la mesa, así hasta llegar con Sonick, a
cuál veía fijamente. —¿Será que puedo ayudarte?. Acotó Sonick. Empero, William
enfadado, dejó el plato, él se levantaría y escaparía de las dudas de la otra, misma que le
imitó. Sonick seguía a William, al parecer aquel iría a su habitación, sin oír las féminas
frases.
—William… en verdad estoy interesada, no quiero hacerte mal… Decía
logrando jalar la mano del hombre, este que mostró su peor cara. —Yo no estoy en
guerra contigo… date cuenta, ambos estamos en contra de Bedah. Exclamó Sonick,
casi que rogándole.
—¡Vete al diablo, Monja! No me estoy aliado con nadie. Gritó William girando
su rostro y arrastrando con su brazo a la obstinada Sonick, cuál no le soltaba, ella quería
saber la verdad a cualquier forma.
Entonces, sin siquiera pensarlo, Sonick decía todas las cosas que habían pasado durante
el corto tiempo que se conocían, las peleas, las alianzas, las asechanzas, todo. Sonick,
no podía ocultar que estaba completamente intrigada y cautivada por William, así, aun
sin pensarlo, respiró hondo y lanzándosele encima, se empinó, no sin antes, voltear el
rostro de William, mismo que por primera vez, recibió de un ardiente beso, este por
capricho de la misma mujer.
—¿Qué demonios?. Pensó William, viéndose enredado entre los suaves y
deleitosos labios de la menor, estos que le acariciaban y sofocaban gustosamente.
Así, William entreabría sus ojos al tiempo que la otra los cerraba, era visible que ambos
se correspondan el antojo, abstrayéndose del alrededor. Por ello, una lluvia de caricias
se precipitaba sobre ellos, sobre sus mejillas, cuellos y sus pechos, todo en un
angustiante deseo por aceptarse y negarse.
—Will… —Intentaba hablar Sonick, más él la callaba, juntándola a su cuerpo,
este que ahora era rechazado por ella, misma que ni siquiera entendía su proceder.
—¿Qué quieres?. Preguntó William entrecortado. Sonick le miraba, sus
sonrojadas mejillas estaban más calientes que el sol. Más, levemente, la necesidad de
aire, hizo que estos dos se detengan, más no sus manos, cuales viajaban por la espalda
de la joven, él intentaba abrir su vestido. Y Sonick se ponía tensa, no sabía cómo
contestar; pues ella mismo se lo había buscado. —William… yo… —Baja su mirada. —
Yo no quiero esto… puede que parezca lo contrario, pero mis… Murmuraba Sonick,
más aquel ni siquiera le oía, William metía sus manos en su desnuda piel bajando hasta
el comienzo de sus posaderas.
Y fue en aquel momento, que las emociones de Sonick se sobresaltaron, tanto físicas,
como al echar sus manos hacia atrás con un fino grito; como también internas, en donde
volvió a aparecer esa corriente, cuya fuerza y mística, los separó de inmediato.
Entonces, Sonick era lejos de William, ella agarraba de su agitado corazón, pero esta
vez no lo dejaría pasar, su mente estaba clavada en descubrir del porqué de esa rara
energía, que al parecer luchaba por unirlos, por consumirlos. Y Sonick, miraba al
Príncipe, quién estaba en la misma posición.
—Tú, William. —Señala asombrada. —Tienes magia, ¡William, eres un Mago!.
Exclamó Sonick viendo del pasmo del otro, quién al oírla, levantase y negase de lo
dicho, aquel le consideraba de loca, más ella no dudaba más, le acorralaba y a William
no le quedaba más que retroceder ante su voluntad.
Así, Sonick daba vueltas alrededor de William.
—¡Claro! Todo tiene sentido, esa energía y vibra extraña… ¡Por Dios, Sonick!
¿Cómo no te diste cuenta?. Ella se exaltaba, más William crujía sus dientes, intentaba
abrir la puerta de su habitación y echarla de su recinto. Pero, Sonick continuaba uniendo
puntos, así en poco tiempo, aquella quedó en pausa, miraba nuevamente a William.
—Ahora puedo entender lo tu esposa… —Sonick gana a William. —Tu esposa
no era Maga y enloqueció… porque la magia busca impregnarse con el amor y más
magia, lo sé porque Mist me lo dijo… con cada contacto, la magia hace de la otra
persona lo que es el poseedor y viceversa… Sonick murmuraba sin controlar su lengua,
sin escucharse ni a ella mismo, sin darse cuenta de la ira de William. —¡Claro! Por eso
¡Odias la magia! Tú te sientes culpable de tu esposa… es como tu maldición… ¡Por qué
es tu maldición!. Gritó Sonick asombrada de la lógica sacada.
No obstante, entre el silencio formado, se oyeron los pasos cercanos, esos se acercaban
a ambos y estos tenían como dueño a Mist, aquel que les vio frente a frente. Y el
Príncipe, lleno de incontrolable enojo, lanzó a Sonick al piso, tembloroso, intentaba
gritar, más su voz se callaba. William no hacía más que dar vuelta y salir con fuertes
pisadas hacia el pasillo, ahí donde empujó al impactado Mist, quién lo había visto por
primera vez, de tal manera. William se marchó hacia afuera, hacia el patio.
Mistora miraba con asombro a Sonick.
—¿Qué ha pasado, Soo?. Preguntó casi sin detenerse; pues él seguiría a
William.
Sonick, se levantaba adolorida, su triste mirada se marcaba en su rostro.
—Pero… ¿Por qué, Will?. Susurró viendo como Mist, también se desaparecía.
—Por qué odias la Magia… sí ella te puede hacer libre. Mencionó ella.
Entonces, todos los personajes tomaron diferentes rutas y una de ellas, la de Sonick,
quién aun en la habitación de William, se empecinada en encontrar su valiosa cruz, esa
que contenía sus recuerdos de misión, amigas, padre e Iglesia, cuál extrañaba con
ansias.
—La supuesta maldición es la magia… esa que su madre le entregó antes de
morir… la verdad nunca me había interesado en esa secreta mujer, nunca me llamó la
atención las historias sobre la realeza… pero ¿Quién iba a pensar? Yo aquí… y con el
protagonista de tantos cantos aldeanos. Pensaba Sonick abriendo cajones y estanterías,
haciendo a un lado su ropa y hasta debajo de la cama. —Pero, no es tan malo…
William. Susurraba recordando de su reacción. —Él me dijo… no toques nada con tu
maldita magia… no me quería cerca… sabe bien que ante cada contacto, su magia se
incrementaba… seguramente era ella, su madre, la que aprovechando mi magia, le
causaba horrendas pesadillas, seguro le daba visiones, sueños extraños y voces de lo
oculto. Y Sonick suspiraba, esta se levantaba y atreviéndose más, revisó de la privada
cómoda de William, esta estaba con la determinación de encontrar su anhelado objeto,
no obstante, entre sus movimientos, Sonick, vio una pequeña caja que llamó su
atención.
Sin embargo, cerca de ella, Mist llegaba a su destino, en las afueras del patio, se detenía,
alzaba su mirar, aquel notaba en una de las esquinas de la infértil y árida tierra, sentado,
al indefenso William. Mist no dudó en acercársele.
—William… —Llamó sereno. —No debiste comportarte así… para ambos esto
es distinto… para ella, la magia es su vida, es su canto y es su alegría… más para ti…
Murmuraba Mist, más el otro abría de sus serios ojos. —¡Para mi es una maldición!.
Gritó dándole atención al preocupado Mist, cuál poseía el valor de la solidaridad.
—¿!Qué demonios quieres!?. Reclamó el enojado Príncipe, este exigía
nuevamente de su privacidad, más el Mago, intentando tener paciencia, se sentó viendo
de las rosas de Sonick. William lo notó e hizo lo mismo.
—¿Te gusta Sonick, William?. Preguntó Mist algo distraído, William saltó, este
con su reprochado y negativo tono, lo regresó en sí. —¡A que van tus idioteces! Te
haces el santo, el bondadoso… todos sabemos lo que eres, estás del lado de los malos…
sirves a Bedah y este quiere a tu doncella… ¡Jah! ¿A mi preguntarme?... no seas iluso,
sabemos que eso te pasa a ti. Expresó la voz del adusto William, quién con sonrisa
retorcida se acercaba al ingenuo. —Mist, sé que quieres traicionar a Bedah, sé bien
quién es Sonick… aunque no me lo han dicho, sé de quién es hija… lleva la sangre de
esos traidores… y con ella, puede revertir y desaparecer la magia que tiene sometido a
Bedah.
Mist escuchaba a William, sonreía con amabilidad, levemente suspira, al parecer a este
no le llamaba la atención, después de todo, con sus mieles ojos encima, era obvio que el
Príncipe sepa todo esto.
—Pero, Mist… utiliza la lógica… —Interrumpe William secando a Mist. —Ella
es un instrumento que solo le sirve a Bedah. Mencionó el adusto, Mist tragaba saliva,
sus ojos se fijaban dudosos. —¿Cómo puedes estar tan seguro de lo que afirmas?... Su
magia es poderosa como la de Germán. Recriminó Mist, sin temor alguno.
—No te ayudará con tu pacto… sé que te estas pudriendo como Bedah y para
eso… soluciones hay pocas… y el final no es feliz. Dijo William con un maligno
semblante. Mist entrecerró sus ojos con seriedad, mencionaba que no demore más y se
explique con más claridad.
—La Monja romperá una maldición, pero solo puede ser la de Bedah… y es
Bedah, él único que puede romper del enlace, no es ni Germán ni nadie… ni así te des
revolcones con la Monja… ¡No hay solución para ti!. Gritó William rompiendo las
vibras serenas del Mago, mismo que pálido, reflexionaba una y otra vez las palabras de
William, ciertamente le veía mucha verdad.
—Pero… Barbee no se puede confundir... él me dijo… Pensó para sí.
—¿Eres un mago y no sabes lo complicado que son los pactos del cuerpo y de la
sangre?. —Interrogó William sarcásticamente. —O es que acaso, le diste tu cerebro a
Bedah y tú te quedaste con su brutalidad… Criticó el guerrero. Más, Mist estaba en
blanco, sus manos temblaban con el siquiera pensar que jamás se liberaría de tal tortura.
—Lo que hace el temor a la muerte… ¿Verdad, Mist?. Murmuró William.
—Algo tiene que haber… —Soltó distraído. —No moriré junto a Bedah…
Y William levantaba golpeando la espalda del frustrado, le tenía una propuesta. —Me
pregunto qué te dolerá más… ser esclavo de Bedah o el ver como este mismo devorará
al amor de tu vida… ¿Con cuál de las dos, no podrás vivir?. Dijo William con su tono
temerario.
Mist se levantaba alarmado, aquel se enfrentaba a William, le exigía que hablase de una
vez, cuál era su propósito. William sonrió.
—Seamos sinceros… así Bedah se cure, nunca ¡nunca! Te dejará libre Mist...
obviamente ambos estarán mejor, ya no se les pudrirá el corazón, pero este se te morirá
de a poco cada vez que recuerdes, en medio de tu esclavitud, el tremendo mal que le
causaste a la Monja, cuál será abusada por Bedah ¡hasta el final de sus días!. Gritó
William casi que derribando toda la moral del mago, cuál se secó en su propio silencio.
—No pienses que Germán la salvará… sabemos que él también tiene un pacto con
Bedah… recuerda… lo hizo para que así, sí él muriese, Bedah lo hiciese, es igual al
tuyo, excepto que la víctima aquí es Bedah no Germán… sin embargo, la tiniebla de
Bedah le enferma y peor, sí no tiene a su hija. Mist, estás acabado. Habló el Príncipe.
Mist respiraba hondo, guardaba la calma y volvía a mostrar su cándida sonrisa.
—¿Y cuál es tu plan?.................
—Aleja a la Monja de nosotros… Exclamó William con seriedad y quietud. —
Por el bien de todos… haz que esa mujer desaparezca… aún hay solución a esto… que
ella muera o regrese a su Iglesia. Dijo William, Mist quedaba confundido. —¿Con
Germán?.
—Vamos, Mist… después de todo, dices que él te podrá ayudar, junto a su hija,
recobrará la fuerza y destruirá a Bedah. Determinó el noble.
—¡Y con ello a mí!. —Intervino Mistora. —¿¡Qué piensas William!?… no estoy
seguro de que Germán pueda romper el hechizo… pero su gremio me odia, dicen que
enfermó por mi ausencia… —Mist caminaba en círculos. —Además… ¿Por qué gustas
de ello? ¡Quieres que Germán muera! Y le darás poder con su hija a lado. Determinó el
joven Mago, William sonreía, él repetía su propósito de convertirse en Rey, era lo que
más le importaba, luego de eso, podría pensar en pelear y hacerse grande, para vengarse
de Germán.
—Pero, Mist… que es lo que tanto cantan las personas «Que el amor lo cambia
todo» …Sí salvas a Sonick, ella te amará y tal vez… sí sea ella quién te salve, pero en
otras circunstancias y con diferentes habilidades. Pregonaba el Príncipe.
Y Mist quedaba en silencio, dudaba demasiado en sus respuestas; pues el inteligente
noble le acorraló de las maneras posibles. Mist se veía como impotente, temía mucho de
Bedah, pero de momento a otro, era cierto que un raro sentimiento, creció por Sonick.
—No sé William… debo de pensarlo. Soltaron los labios del Mago.
—Pues; hay que aprovechar que Bedah no está, sé que mañana en la noche
regresará… no hay tiempo que perder. Mencionó William con impaciencia.
Mist se sentía presionado, más estudiaba de las reacciones de William.
—Mucha amabilidad, William… —Ambos se vieron. —¿Por qué alejar a
Sonick? O… ¿De quién quieres alejarla? ¿De ti?. Señaló Mist dejando a William
boquiabierta. —Tú sabes que no es para ti. Acotó Mist, empero, el Príncipe molesto, le
tumbó con fastidio.
—Sé muy bien de ella… ¡Yo no quiero nada! Solo que detesto su magia y me
recuerda a ella, a mi madre… ¡¡Yo la quiero lejos!!. Gritó William con tal cólera en sus
ojos.
Más, el exasperado William no esperó respuesta, con tanta ira, se dio vuelta y entro a la
casa, donde con su figura y sonoros pasos subía de las escaleras, aquel regresaría a su
habitación. ¿Qué se iba a imaginar encontrar a Sonick? ¿Qué se iba a imaginar que esta
descubriese de una verdad insospechada?.
Y William cerraba la puerta, chocándose con la imagen de la congelada chica, cuál se
encontraba tirada en el piso, con sus manos temblorosas y alrededor de un montón de
fotos, recuerdos y tesoros de William.
—¡¡Qué demonios!! —Bramó William al descubrirla. —¿!Qué crees que haces,
estúpida!?. Aseveró. Más Sonick no decía nada, estaba quieta y con sus ojos
lagrimosos.
Más, William la tumbaba hacia un lado, guardaba sus cosas y con insuperable desdicha
sacudía con fiereza los hombros de la víctima, ella quién se aferraba a una fotografía. Y
el Príncipe lo notó, este la arrancó de sus manos y clavó sus ojos en ella, era la
fotografía de su madre. Y en ese instante, Sonick regresa en sí, estirando sus manos,
intentando volver a obtener el retrato, más este no se lo permitió, aquel estrelló a la
chica contra la pared, su mano le apretaba del cuello.
—¡Estas muerta!. Crujió insoportable.
—William… —Mencionó entrecortada, acariciando sus manos, rogando con que
le soltase. —William… ella… ella es mi ma-madre. Confesó Sonick y William
impotente, veía los sentimientos de la chica a flor de piel.
A ese no le quedó más que soltarla, por ello, se le alejó y guardó de sus cosas, no sin
antes exigirle que se marchase de su habitación, algo que esta no estaba dispuesta a
hacerlo. Y Sonick, tomó el brazo de William—Dime… ¿Por qué tienes esta foto? ¿Por
qué posas con ella?... Susurraba confundida, empero, William no hablaba, le rechazaba.
Empero, ella estaba entregada, esta sin orgullo alguno, se arrodilló y uniendo sus
manos, le imploraba con el furor que humillaba a William.
—Te lo ruego, William, dímelo. Exclamó solloza.
Y William veía a Sonick, era notable que este se quedara impregnado de la nueva faceta
de la doncella. Así, con cierta melancolía, entendió que realmente la joven desconocía
de esto y William con pesadez y algo de fastidio, respondió.
—Esa mujer es mi madre… se llamaba Gracel, ella es mi madre. Mencionó
William viendo como Sonick se desplomaba sobre sus rodillas, sus ojos se clavaban en
la nada y sus labios se secaban críticamente. —Ella ya está muerta… Murmuró William
guardando de la imagen de la hermosa mujer, esa que aun amaba ofuscadamente.
Levemente le miraba por última vez. —Bedah la mato, mato a nuestra madre.
Determinó él.
—Por la infidelidad que tuvo con Germán… —Intervino Sonick. —¡No puede
ser! Ellas son la misma persona… Murmuró impactada. William entrecerraba sus ojos,
se sentaba sobre la cama, viéndole con tristeza.
—Ahora entiendes… por eso Bedah te quiere… eres la hija de la mujer que le
maldijo, tú eres quién fue criada por ella, llevas su enseñanza y su magia. Dijo este
perdiendo su mirada en cuál Sonick notaba de un grave resentimiento. —A ti también te
crio William… también llevas su enseñanza y su magia… Dijo ella. Y ambos se
quedaron viendo por segundos, en donde la atmosfera se llenaba de aquel incomodo
silencio.
—Somos hermanos, Sonick… Determinó William y la chica abriendo sus
admirados ojos, quedó en blanco. El Príncipe daba un suspiro, este se levantaba,
comentaba que no lo sabía bien, pero que se disculpaba por los inconvenientes. Sonick
le miraba de reojo.
—¿Somos hermanos?. Repitió Sonick sin siquiera reflexionarlo.
—Pero eso no nos convierte en amigos… tenemos padres diferentes, tú eres hija
de Germán y yo mataré al infeliz que hizo que mi madre muriese. Mencionó el Príncipe
sin medir de sus filudas palabras, aquel dio vuelta y salió de la recamara, bajando hacia
la sala.
Sonick miraba el piso, jamás se imaginaba esta parte de la historia, el lado oscuro de sus
padres, el engaño y las tinieblas, cuales se le habían pintado como arcoíris… Era
notable que Sonick entristezca rápidamente, tan profundo, que sus quejidos hicieron
fluir, por primeras veces, de ciertas lágrimas amargas, estas que quemaban su mejilla.
—¡Cómo pudiste Germán!. Gritó Sonick con rabia y dolor.
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Más, por debajo, William se volvía a encontrar con Mistora, ambos en el corredor que
llevaba a la biblioteca, parados; pues, Mist bloqueaba seriamente su frente, el Príncipe
chasqueaba sus labios, no quería perder tiempo, ni ganas para oírle sobre cómo se
comportaba con Sonick. Empero, Mist fue al grano y sus palabras llamaron la atención
de William, quién asombrado, le escuchaba.
—Sonick regresará al convento… yo me encargaré de que Bedah me crea…
—Así que ya te decidiste. Mencionó William con una grata sonrisa.
Mist entrecerraba sus ojos. —No lo hago solo por mi… sé que te duele ver a la hija de
Gracel, cada uno de sus ademanes te recuerda a ella… no la odies, ni tampoco la
ames... ella no es para ti. Decretó Mist pero William lo ignoró, continuó su paso. —
¿Vas a escoltarla hasta Germán?.
—No haría eso… no quiero verlo. Declaró Mist con nervios; pues este sabía que
su plan era algo suicida.
Más, William expresaba que alguien debía dejarla en el lugar, para así evitar cualquier
murmullo, además que a alguien del convento debía de traer, alguien que reemplace a
Sonick y pueda presentar al pueblo.
—¿!Como puedo hacer esto!? Tú crees que Germán me permitirá hacer eso.
—Le estas devolviendo a su hija… una sacrificada más, bastará.
—Tiene que tener los atributos de Sonick, ser monja y poseer magia… Mist
hundía sus dedos en su frente. William suspiraba, decía que eso no era importante; pues,
hasta que Bedah llegase, Sonick ya ira lejos de todos, sí es que conocía lo que le
convenía.
—Vendes nuevamente tu vida por las circunstancias… Murmura William
caminando con Mist hacia la habitación, estos darían la nueva orden a la insospechada
Sonick.
—No, William… vendo mi vida por amor… Susurra y William le miró con
disimulo. —¡Jah! ¿Amor?... —Pensaba William. —Así dices ante toda mujer… ellas
son tu debilidad.
Siendo así, de tal manera, ambos hombres entraron a la sala, ambos encontrándose con
una desconsolada joven, cuál aun cuando no estese llorando, sus rojos ojos y manchada
cara, enseñaban a estos lo sucedido.
—¡Sonick!. Y con su exclamación, el delicado Mist no demoró en arrimarla a sus
hombros, en abrazarla fuerte y reconfortarla. Sonick no decía nada, su apagada mirada
se abstraía de todo. —No debes estar así… Sonick, eres una mujer fuerte y alegre,
dijiste que nunca llorabas, no des oposición a tus palabras… —Mist la apretaba. —Así
es el destino… hay que saberlo comprender. Y William miraba de la sombría figura de
Sonick, era cierto que jamás le había visto así, este parecía estar frente a otra chica, una
desconocida.
—Ya no importa el destino, Mist… no importa nada, porque al fin y al cabo… te
das cuenta que nada tiene sentido… que uno vive para morir y sufrir, a la vez que se
engaña con pequeñas luces, cuales ingenuos creemos que es el sol, con ciertas pasiones
que confundimos con felicidad. Confiesa Sonick con suma derrota, perdiendo su valor y
gracia, hundiendo sus ojos en la miseria de lo que le estaba ocurriendo. —Sí a las
nobles personas le han pasado cosas así… ¿Quién es uno para ser excluido de la
desgracia?. Dijo ella y Mist, miraba el rostro de Sonick con mucho dolor, este
acariciaba de sus mejillas, unía su frente con la de ella.
—No te expreses así… Rogó Mist melancólicamente.
Y William se clavaba del pesimismo de esta. ¿En verdad era Sonick? Él respiraba
hondo, levemente le enojaba todo esto.
—¡Basta Monja-gata!. —Exclama alto, llamando la atención de los dos. —
¿Dónde se fue toda tu sofocante intrepidez?... ¿Era una mentira? Yo creo que sí…
mírate, poca cosa… una donnadie. Murmuró William ante los inquisitivos ojos de
Sonick, estos que devoraban con ira las frías palabras del Príncipe. —¡Ya era hora de
que salga tu verdadera figura! ¡La de una pusilánime niñata!. Exclamó irritable y
Sonick zafándose de los brazos de Mist, se lanzó encima de William, viéndole con gran
arrebato y enojo.
—¡Te odio William!. Gritó alterada.
Y William apoyó con fuerza una mano en su cabeza. —Es igual el sentir, hermanita…
más, no os preocupéis porque ya no nos veremos más. Dijo aquel con una retorcida y
agradada sonrisa. Sonick le miraba con disgusto, más se controlaba, retrocedía,
chocándose con el cálido pecho de Mist, aquel que acariciaba de sus hombros,
ganándose su atención.
—Te llevaremos de vuelta al Monasterio. Determinó Mist, viendo la incrédula
cara de Sonick, ella que devolvía su semblante a William, mismo que la desvió.
—¡Como puede ser! ¿!Qué está pasando!?. Exclamó Sonick desconfiada.
William perdía la paciencia, tomó de sus hombros y la sacudió con fuerza, al tiempo
que le reclamaba por toda cosa, ya no había porque dudar, tenía que largarse y punto.
Además, de agradecer a quién sea su reemplazo y volver con su familia, lejos de allí.
—No es un favor que me hacen. Exclamó Sonick siendo apresurada por el
afanado.
—A ti no… —Interrumpe William, Sonick le ve. —No soportaría ver la estúpida
cara de Mist al denotar como que te hundes en tu debilidad con esa personalidad de
mártir… Yo odio a Mist… pero a ti, más. Exclamó William. Y Sonick arrugaba su nariz,
más a eso no respondió nada.
—No es así, Sonick. —Susurró Mist al oído de la chica. —Él sufre con tu
presencia… pero créeme que sufriremos más viendo de la injusticia que Bedah tiene
para contigo… por favor, acepta de la misericordia del destino. Convenció Mist.
Y de tal manera, Sonick salía hacia las calles, las inmensas puertas del Castillo eran de
par en par abiertas, la libertad acogía a la joven nuevamente, haciendo que vuelva a
brotar esa brillante sonrisa.
—Vamos, Sonick… —Mist tomó la mano de esta. —Vamos a tu hogar.
Entonces, ambos se adelantaron. No había más dicha para Sonick que ver de la bulla, la
algarabía y felicidad de los aldeanos, el color de los mercados y el cielo que cruzaba
todo lo ancho de su mirada. Ella era, simplemente, dichosa, parecía que su felicidad
volvía a renacer.
Mist, suspiraba, este se entristecía, pero a la vez, se reconfortaba. —Cuidaré de tus
plantas, mi querida, Sonick. Susurró regresándola al presente. Sonick no se opondría,
pero… ¿Era justo para ellos? ¿Estarían bien?... era obvio que no. Y sin pensar, esta
lentamente miraba hacia atrás, hacia donde el adusto William, quién sin cruzar la puerta,
se veía limitado tal como esclavo. Más, he aquí que para asombro de Sonick, el
amargado William le veía, este le regaló una pequeña sonrisa, tal vez no tan amigable ni
cálida como la de Mist, pero llena de valor y con un mensaje, cuál le recodaba lo que
ella era, una guerrera fuerte e invencible, una Maga llena de vida y sueños.
—William… Murmuró Sonick entrecerrando sus ojos con dolor, más sin detener
su alejamiento de aquel tétrico Castillo hacia la luz.
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CAPITULO 8: EL GRAN MAGO.
Los pasos pateaban las pequeñas piedrecillas que eran por encima de las calles, sus
manos golpeaban de sus piernas con cada andar, su pecho latía fuerte frente a sus
inhalaciones y sus ojos, chocaban con la tarde que reflejaba una leve melancolía. Sin
embargo, era la voz de ese joven amable cuál se unía a la de ella, aquel le reconfortaba,
le despreocupaba.
—Sé que estás pensando en muchas cosas… puedo escuchar tus angustias aun
cuando tranquila pareces. Mencionó Mist, este que acompañaba a Sonick, cuál
regresaba después de casi siete días, a su hogar.
—¿Por qué?. —Interrumpe Sonick enajenada, él la ve y pide que le confiese sus
dudas, ella habló. —Todo… el destino, las decisiones, la esclavitud, las maldiciones…
¿!Por qué estoy regresando!?... No es que no quiera, pero… estoy preocupada. Habló
Sonick entrecruzando sus dedos.
Mist respiraba del aroma parecido a playa, abrazaba a Sonick de lado, le regalaba una
cándida sonrisa.
—William lo decidió así. Comentó ante el asombro de esta.
—Tanto me odiaba que lejos me quería… Murmuró ella.
—Sonick… quiero que entiendas todo lo que está pasando… Germán es noble,
su corazón es su motor para ser fuerte como para ser débil… sé dulce con él… debes
poder ver detrás de la desgracia. Explicó Mist. —Cada decisión tiene trasfondo.
Sonick veía la majestuosidad del Monasterio, era cierto que muy cerca de este estaban,
cerca de sus amigas y de volver a ver su padre, darle un abrazo nuevamente. —Tus
esfuerzos dieron fruto, Nick. Habló Mist, a la vez que le agarraba la mano, dudaba en
entrar, temblaba de ver a Germán, cuya energía se veía acoger de toda la fortaleza.
—Gracel era una excelente mujer, pero amaba a Germán… Bedah nunca la
quiso, este entre todas las esclavas, debido a su belleza, la tomó… ella también fue
víctima de sus demandas… pero Germán la libero… tristemente la muerte le buscaba.
Y Mistora contaba lo que sabía de la historia romántica. —Era joven en ese entonces…
—Mist entrecierra sus ojos. —Sonick… nosotros queremos que seas feliz… oye lo que
diga Germán… seguro te manda a escapar. William, me dijo que más vale que vuelvas
hacer misionera… además, que piensa que gustas de hacerlo… y yo… —Suspira. —
Quiero tu libertad. Oró Mistora con melancolía.
Sonick sonreía, levemente volvía a dar un paso, al parecer poco era el personal que
caminaba por las afueras del Monasterio. Más, los ojos de esta veían alrededor, los
verdes céspedes y las hermosas flores de varios colores y tamaños, era un hecho que ahí
era la mano de Germán.
—Sonick. —Mist agarra su brazo. —Esta es nuestra despedida… nunca más
regreses donde Bedah, busca tu buen destino. Y dicho así, él besó su mano.
—Gracias, jamás olvidaré tu cariño ni tampoco al odioso de William. Esta
clavaba sus turquesas ojos en los celestes de Mist. Aquel que sin querer, se había
enamorado de ella, tanto le dolía dejarla, pero no sería egoísta, tomaría el consejo de
William. —Adiós… Sonick.— Tumbó su interior.
No obstante, entre sus palabras, Sonick desviaba su mirar, los gestos de ciertas personas
a la distancia, hacían que Sonick, les reconozca, ellos caminaban entre los árboles, eran
Oz y Leticia.
Y tanta dicha no pudo con la chica, cuál alejándose de Mist, se lanzase a saludar a los
religiosos. Así, con fuerte grito, llamó la atención de Oz, mismo que no podía creer lo
que veía, este le cargaba conmocionado.
—Oz… ¡Como te extrañé! Estoy feliz. Exclamaba la muchacha.
—Sonick ¡Gracias a Dios!… ¡Malcriada!. Soltó Leticia, mientras que le daba
un abrazo por encima de los brazos del otro.
Y Mist veía la escena, más guardaba de su distancia.
—Germán tiene que verte… ¡Ahora mismo!. Clamó Oz jalándola hacia los
adentros de la Iglesia, sin fijarse de Mist, contrario a la rubia, cuyos ojos acogían toda la
agradable figura del hombre.
Entonces, una vez Sonick dentro de la Iglesia, empezaron los pasos de Mist, aquel
regresaría hacia el Castillo, le tocaría inventarse una buena excusa a tal atroz acto de
compasión. Empero, antes de moverse, la voz seductora de la rubia, Leticia, le detuvo.
—Sabía que William no aguantaría la alegría de Sonick…—Sonríe. —Él es un
amargado… dígale eso. Y Leticia se acercaba al quieto Mistora.
—¿Perdón?. Mencionaba el hombre volteando hacia ella, viendo de su cortesía,
como su brillo de rudeza. Leticia era hermosa, pero en este día, sus café ojos se pintaban
de un verde oscurecido, su inusual sonrisa hechicera, atraía los pasos y la curiosidad de
Mist.
—Debo agradecer su valentía, joven guerrero. Dijo la rubia posando sus manos
sobre las del admirado, este sonrojado, solo pudo sonreír. —Hay que hacer lo correcto.
Agregó Mist, listo para retirarse, más algo le detenía entre sus pensamientos, la imagen
de Leticia que vagaba en sus ideas.
Y Mist entrecerró sus ojos, no quería hacerlo, pero era obvio que tras de Sonick, alguien
tenía que tomar de su lugar.
—Lo siento… pero puedo ver que quieres mucho a Sonick, qué harías muchas
cosas por ella… entonces, tendrás que tomar su lugar… tomar su mar de tormento…
¿Estás de acuerdo?. Y Mist hablaba con misterio, vigilaba de su área, nadie debía
notarlo, así rápidamente, procedió al hecho y lanzó de su magia encima de los ojos de
Leticia, haciéndole dormir.
Y ella caía sobre los brazos de Mist, quién la cargó encima del hombro y desapareció,
con la brisa, con el aire, cuál sabia manejar muy bien.
—Tú serás la Sonick que busca Bedah… Murmuró.
No obstante, tras lo insospechado, Sonick subía escaleras, apresurada y emocionada
junto a Oz, cuál llegando a la morada de Germán, no tardó en tumbar los portones, ahí
lo encontraron, más no precisamente solo.
—¡Padre!. Gritó justo al ver como unos cabellos rubios volaban con el viento,
estos cubrían los felinos ojos azules, que se clavaban en ella. Esta mujer, de grandes
atributos, estaba alado del quieto Germán, mismo que también miraba fijamente a
Sonick.
—Sonick… Murmuró Germán casi impactado, tanto tiempo había pasado desde
su último encuentro. Así, la inercia no duró mucho; pues, él corrió a los brazos de
Sonick y con desbordante alegría, le abrazó con el amor que era correspondido por su
hija.
Esta era una escena conmovedora, no obstante, Oz, fuera de ella, se acercó a la mujer,
quién miraba de Sonick.
—¿Y tú?… ¿Puedo saber quién te ha dado permiso para que aparezcas?.
—Nadie me da permiso de nada, peor tú. Respondió la mujer llamando de la
atención de Germán y Sonick, cuál algo celosa, se le acercaba.
—Ella es una de nuestras misioneras… se llama Tiwa, una vieja amiga, ella es
una gran Maga. Expresó Germán, adelantándose a alguna imprudencia de su hija.
Sonick le sonreía, parecía haberla visto antes, y claro, esta era la esposa de Barbee, el
Gobernador de Virtus.
—Hombre que la está esperando en su casa. Interrumpió el molesto Oz, Tiwa
respondía, con sus poderes, sabía dónde estaba su esposo.
Sonick recordaba del rubio, pícaro e inteligente, que un día llegase al Castillo y se fuese
con el Rey. —Es por ello que pude escapar. Murmuró.
Y la rubia daba reverencia a Sonick, anunciaba estar a órdenes enteras de Germán. —En
mi Iglesia serás bien protegida, no dejaré que nadie te ponga un dedo encima. Dijo la
felina, más Oz intervino. —Tú no tienes ninguna Iglesia, el encargado de tal rango es
Tawa, no seas tan arrogante. Chasqueó sus labios.
Más, Sonick no prestaba atención, esta estaba feliz de tener a su padre con ella, de sentir
su calidez.
—He escapado, porque Bedah no estaba… William, lo planeó, él es un Mago,
esto es parte de la maldición de su madre… más, quién me ha traído, fue Mist, tu fiel
discípulo, cuál aún te respeta profundamente. Comentó Sonick frente a todos, cuales le
oían con algo de sorpresa, Oz, por las acciones del Príncipe; y Tiwa, por el actuar de
Mistora.
—Así que Mist quiere dejar de ser un traidor… ¿Podrá hacerlo?. Dijo Tiwa.
Sonick le veía, era notable el aprecio que había ganado por Mist.
—Todos haríamos lo que sea por cambiar muchas cosas de nuestro destino…
Mist, fue uno de los pocos que pudo cambiarlo. Murmuró Sonick a la vez que cortaba
del momento. Esta, se alejaba a una esquina, donde frente a un espejo, arreglaba su
uniforme, ese cuál carecía de su cruz de madera, la cual se había quedado con William.
Y Sonick gritó entristecida, contaba lo ocurrido, esto era algo que no todos vieron
problema; pues, habían muchas cruces en el Monasterio, empero, Sonick se lamentaba,
ese cruz era importante para ella.
—Aquella cruz, se la talló Gracel… ¿Verdad, Sonick?. Intervino Germán.
—¡Necesito mi Cruz de madera! Yo prometí que jamás la perdería. Habló
asomándose a la ventana, entendiendo que no podría salir a verla, ella no destruiría los
esfuerzos de Mist y William.
Y Sonick entrecerraba sus ojos. —Cuídala mucho, William. Dijo ella.
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No obstante, volando por encima de las calles y la gente, avecinándose al Castillo y
entrando por los pisos superiores, estaba la habitación de William, el joven Príncipe de
Mandrágora, quién como era habitual, era acostado sobre su cama, tirando hacia arriba y
cada vez más alto, del collar de Sonick, ese que tenía la famosa cruz de madera.
—Ahora estamos bien… —Murmuraban sus secos labios. —Tú ya no estás
conmigo ni yo contigo… ya no serás mi escalera para bajar ni yo tu escalera para
subir… —William aplastaba con sus manos del collar. —Es mejor no tener a más
Magos cerca y para ellos es mejor no estar junto a Bedah.
Y William veía su alrededor, todo estaba solitario y en silencio, ya nadie era en aquella
esquina, ya no estaban los gritos ni las amenazadas, solo estaba el amargo Príncipe
alado de la foto de su madre.
—Nunca entendí tus acciones. Murmuró dejando caer la cadena sobre su rostro,
ahí donde levemente su nariz percibió del olor de Sonick, como a su lejanía, de la
esencia de Gracel. —Huele a brujas… —Criticó. —Después de todo, es tuyo…
hermanita. Susurró cerrando de sus pesados ojos.
Más, de pronto, entre la serenidad, la puerta se tocó, era Mist, quién sonrió al ver la cara
del Príncipe, cuál al no denotar a la rebelde con él, entendió que había cumplido a la
perfección lo mandado. No obstante, le decía que su motivo de visita era para mostrarle
a su “nueva esposa”.
—Ella es monja, es misionera y me contaba que conoce muy bien a Sonick.
—No me interesa sí conoce a esa pendenciera… —Interrumpió William con sus
iras arriba. —Y tampoco me importa verla, simplemente se la llamará que es mi esposa
pero en realidad será el jueguito de Bedah, ¿Correcto?. Terminó.
Y con ello, el rostro hermoso de Leticia asomó tras de Mist, ella miraba con cautela el
carácter del soberano, ese que también le vio. Y él notaba de sus delicados rasgos, sus
carnosos labios y pronunciados modales. William sonreía, un gesto de asentimiento.
—¿Cómo te llamas, chica?. Pregunta el noble.
—Me llamo Leticia. Se identificó la de verdosos ojos aun.
—Le dijiste que será el tesorito de Bedah. Dijo William hacia Mist, el cuál sin
más, asintió. Comentaba que inclusive le confesó de que Bedah se robaría su juventud,
más a la joven no parecía asustarse ni admirarse.
Esto extrañó en gran manera a William, quién entró a la señorita a su recamara pero
antes de seguirla, se acercó a Mist.
—¿Es bruja?. Preguntó William, tal vez debido a su raro proceder.
—No lo creo… no sentí magia en ella. Contó Mist calmando a William, quién
cambiando del tema, dio una retorcida sonrisa. —Bueno… ella es mi esposa ¿No?...
debemos tratar ciertos asuntos… nos vemos. Mencionó y dándose espacio, se encerró
en su habitación.
—Creo que ese era tu afán… William. Susurró Mist incómodamente.
Y William notaba que Leticia era una alta, delgada de pechos medianos, cuales se
cubrían con su larga cabellera castaña (Mist lo coloreó con su magia) y mirada valiente.
Ciertamente un poco le recordaba a Sonick. Más, William no se fiaba de ella, le parecía
muy raro su tranquilidad y proceder. ¿Dejarse atrapar de Mist?. William empezaba a
interrogarla, sin embargo; Leticia evitaba sus respuestas de una manera sencilla.
—No, no me molesta… he cumplido con mi propósito... que es estar junto a ti,
empero, aunque no quieras admitirlo, yo conozco de ti y tu no de mí.
William chasqueaba sus labios, tomando sus flechas y tirándolas de manera
amenazante. —¡No te creas inteligente, tonta!, no quiero conocerte, no eres más que la
esclava sexual de mi padre… de tu Rey Bedah. Afirmó el molesto William, aquel que
muy molesto de las serenas expresiones de Leticia, la echase de su recamara. No sin
antes, exigirle. —Ya no serás Leticia, te llamarás Sonick, la verdadera hija de Germán
y Gracel… la heredera de su fuerza y única salida de Bedah. —William sonríe
malicioso. —Así, cumplirás con los caprichos del Rey. Y dicho así, William dio espalda
y cerró su puerta.
Así, Leticia suspiraba, no le parecía molestar para nada lo sucedido, ella con sus ojos
llenos de seriedad, caminaba por el pasillo, seguro iría por Mist, el Mago que le trajo
allí.
Empero, Mistora era en su habitación, con el cierto nervio pero a la vez, con la
suficiente templanza para no romper el tono de su voz, aquel que se mezclaba con la
fuerte vociferación de Bedah, quién ya era por llegar a su hogar, cruzando de las
cordilleras.
—Señor… han pasado algunos inconvenientes a medida de su despedida… Y
Mist perdía su apagada vista en el cielo, en donde las estrellas le traían el recuerdo de la
seductora sonrisa inocente de Sonick.
—¿Qué ha pasado, Mistora?. Exclamó el molesto Rey.
—Solo llámame Mist… —Hace mueca. —Germán nos jugó una trampa… la
castaña que teníamos no era su hija… Expresaba Mist con tono serio.
Era obvio que ante tal noticia, Bedah explotase de la rabia.
—!Me hablas seriamente!. Gritó el Rey dentro de su carroza.
—Señor, yo no jugaría con algo tan grave. —Hace pausa. —Pero… usted sabe
que soluciono las cosas… hemos atrapado a la real, ya no hay ningún problema… pero
era mi deber informárselo. Comentaba Mist con convincente tono, más no lo suficiente
para convencer a Bedah, cuál le llenaba de una lluvia de preguntas, una más filosa que
otra, más, Mistora se las sabia jugar.
—Era claro… este había puesto un hechizo sobre nosotros, pero al romperse,
hemos ido hacia él… sorpresa fue que descubrimos una caravana, en donde ocultaban
a la joven… así le diré señor, que me he enfrentado a Germán, más he podido salir con
vida y junto a la muchacha. Inventaba Mistora, Bedah quedaba en silencio,
interpretando las hazañas de su Mago personal.
—Y ya estás seguro que ella es la muchacha… Interroga Bedah sulfuroso, Mist
aseveraba su razón. Más aquello, no lograba calmar la ira del Rey, aquel que prometió,
una vez en su casa, Mistora pagaría por esa grave falta, muchos latigazos debería
soportar.
—Más, ahora te ordeno que captures a una mujer… tal vez, otra monja, una con
la que pueda recuperar mi juventud y salud, antes del ritual con Sonick… ¿Así se llama
todavía?. Mencionó el sarcástico y amargo perverso, Mist asintió.
Así, la carreta se llenaba de la amargura de Bedah, esta que distraía los oídos de Barbee,
quien intentando concentrarse, mantenía una plática mágica con su esposa, Tiwa. Aun
en la distancia, las ondas mentales de cada cuál, llegaban telepáticamente.
Tiwa hablaba con su esposo, mencionaba lo bueno que sería acabar con Bedah, que los
Magos regresen a ser uno. Barbee, se molestaba, conocía que estas eran ideas de
Germán.
—Sé que tenemos como enemigo común a Bedah, pero yo no quiero nada con
Germán, nadie del gremio, Tiwa. Además, con Mistora podemos derrotarlo. Dijo la
fuerte voz de Barbee, Tiwa suspiraba. —¿Qué podrá hacer? Está esclavizado con el
pacto sanguíneo… hasta por ayudar a tu amigo, Barbee… nos necesitamos.
Y Barbee desviaba su mirar, crujía sus dientes, como detestaba ver que su matrimonio
cada vez estaba peor, como le fastidiaba la frialdad de su esposa, pero que podía pedir,
era resultado de su infidelidad constante.
—No quiero que te involucres… deja la guerra para los hombres, Tiwa… yo
quiero que estés con Celeste, deseo que lo cuides. Expresó Barbee, más su esposa
guardaba de un preocupante silencio, algo que Barbee entendió.
—¿Qué es lo que sucede, Tiwa?. Preguntó cortantemente.
Tiwa se sentaba en el mueble de su habitación, veía su área, Germán era ocupado
meditando, llamando a los suyos, informando de sus planes.
Levemente, un presentimiento tétrico atrapó el corazón de Tiwa.
—Ayer… he llamado a la casa varias veces… más, Celeste no ha contestado de
mis llamadas… Barbee, presiento que está en peligro. Mencionó la asustada.
Barbee entreabría sus ojos con pasmo, su corazón casi que se salía de su pecho. ¿Cuánto
sufrían estos dos por la vida de Celeste?.
—Y ¿Dónde estará? ¿Con quién andará? ¿Quién lo secuestro?.
—No sé Barbee, estoy cansada como para utilizar mis poderes, e imagino que
tú también. Aclamó Tiwa. —Pero he de hablar con Germán. Acotó.
Y Barbee con algo de molestia, asintió. —Y yo mandaré a mis discípulos para que le
busquen en cada estado.
Luego de la plática, la rubia felina, se levantaba, yendo hacia Germán, mismo que ahora
estaba en compañía de Sonick, la que se enredaba en sus brazos. Tiwa les veía, más no
dudó en interrumpir del momento.
—He hablado con mi esposo, los Magos de Mist están informados de nuestra
idea de alianza. Habló Tiwa, Germán le veía con seriedad, todo a medida que esta
contaba de la presente oposición de este gremio rival.
—No hay problema, puedo ver en las visiones que me da Gracel, que Barbee
será uno de los primeros que se unan a nosotros… tristemente, el destino obra como
mejor le parezca, no ve de los demás… aunque tal vez sí lo hace, pero nosotros solo
sabemos juzgar como queremos. Opinó Germán con su taciturna voz. Sonick y Tiwa le
miraban con misterio. Más, Tiwa temblaba, esperaba que no hablase sobre celeste, más
Germán era directo y así, se lo afirmó.
—No por favor, a Celeste alejémoslo… él por la magia ha sufrido demasiado, él
ha perdido a sus padres, solo nos tiene a nosotros y nosotros a él. —Tiwa rogaba a
Germán. —Busquemos de otra manera… debe haber otras soluciones para que nos
unifiquemos. Exclamaba la resignada Tiwa, quién se veía callada ante el sigilo de
Germán, quién luego de escucharla, se levantó con Sonick, esta que miraba con tristeza
a la Maga.
—Deja obrar al destino, Tiwa… tu sabes que yo cuidaré de los míos, y entre
ellos, estás tú, y entre tu figura, está Barbee y Celeste. Habló el sabio Sacerdote.
Tiwa quedaba en soledad, realmente encerrada en sus preocupaciones.
Y Germán caminaba junto con Sonick por los corredores, ahí donde se les unieron sus
amigas, Esmeralda y Anabela, cuales contaban de todas las experiencias que en el
Monasterio se dieron tras su ausencia, como Sonick, las del Castillo, las peripecias y
crueldades del siniestro Bedah.
Pero era notable que Sonick sintiese la ausencia de su amiga, Envy, por la cual
informaban, se marchó a realizar de sus cosas de brujería.
—Justo cuando yo me libero de Bedah, Envy se tiene que ir… Sonick hacía de
sus caprichosas muecas, que llenaban de alegría a sus amigas, estas que le abrazaban
con contento. —Nunca más te vuelvas a ir, Sonick. Habló Esmeralda, seguido de
Anabela. —Pobre de mi amiga, en el calabozo de Bedah y en las garras del infeliz de
William… cuanto debes haber sufrido con esos infames, con esos hombres sin corazón.
Yo sabía Sonick, eso del casamiento con el desdichado del Príncipe, no era más que
una trampa… tú nunca harías algo así. Soltó la rubia.
Sonick, veía a sus amigas, su sonrisa nerviosa se secaba poco a poco de su rostro.
¿Cómo podían hablar así de William? Bueno… él ganaba tal fama. Pero, Sonick había
podido ver esos pequeños detalles que el joven Príncipe guardaba afanadamente, sus
tristezas y sus debilidades.
No obstante, tras la melancólica Sonick, esta que no dejaba de pensar en sus dos
amigos, resaltó la voz de Germán, aquel que calló y llamó la atención de todos los
presentes.
—Escúchame Sonick… —Enseria su mirar. —Yo, el gran mago Germán, he
visto en mis visiones… que Bedah te volverá a tomar en sus brazos y que esta vez, será
en serio… pues; él no es tonto y una aliada tiene a su lado, alguien que sabrá ver las
carencias de Mistora. Declaró Germán. Y ante sus aseveraciones, todos, en especial
Sonick, quedaron en pasmo.
Y no hubo oído dentro del Monasterio que no se alertase de lo dicho, inclusive el sentir
de Oz y Mori se juntaron a el de estos, todos viendo con pena a la castaña, quién
entreabriendo sus ojos, se dio vuelta y se echó a correr, lejos de todo. Y así, Sonick
desapareció durante toda la tarde, hasta que las estrellas iluminasen el firmamento, cuál
lleno de lágrimas, oprimían el emocional corazón de Sonick.
No obstante, su soledad era temporal; pues, de entre los jardines, los calmados pasos de
Germán se avecinaban, su aire de amabilidad parecía entristecer a Sonick, cuál ya
imaginaba de sus palabras.
—No quiero alejarme de ti. —Interrumpe. —Quiero estar junto a ti ¿Por qué el
destino nos hace esto? Yo quiero ser suficientemente fuerte para ir y derribar a
Bedah… para que todo vuelva a ser como antes. Decía Sonick. Más, Germán sonreía,
tomaba a su hija entre sus brazos, regalándole un suave beso.
—Sonick, la vida es sabia… hay que saberla entender. —Aconseja. —No le des
vueltas, solo asiente y vive, porque bien o mal, lo más hermoso es vivir.
Sonick levantaba lentamente su quijada, cuál rozaba con la de él.
—Tú no quieres que me vaya. Menciona con su quebrada voz.
—No quiero, pero, no es lo que yo quiera. Responde Germán sin ningún sentir
alguno. Sonick desviaba su mirar hacia los árboles y sus hojas. Y Germán, algo
cautivado, se determinó a contarle algo a su hija.
—¿Sabes cómo fue que te conocí, Sonick?. Mencionó Germán, Sonick le miraba
con algo poca importancia. —En la puerta del Monasterio. Dijo ella, más Germán le
negaba su respuesta, no fue de tal manera y el Sacerdote se lo haría saber.
—Fue en una tarde especial, una en donde había arribado por tercera vez, la
ciudad de Mandrágora, yo caminaba junto al Rector de la iglesia, viendo de lo nuevo
que había… más, entre mis pasos, un llanto llamó mi atención, era de una niña que
recién nacía… ¿Te suena? Es la misma niña que acogieron los brazos de Gracel, justo
cuando también la conocí a ella… —Y Germán continuaba, Sonick quedaba impactada.
—Ambos sabíamos quién serías en el futuro, que vendrías a nosotros… la heroína de
nuestra historia. ¡Oh! Sonick… ¿Sabes lo que tú supuesto llanto decía?... me hablaba,
me llamaba: ¡Oh! Maestro, ¡Oh! Mi padre. Terminó Germán.
Y Sonick sollozaba ante la historia de su padre.
—Sí me voy, estaré sola… ¿Para qué vivir?. Lamentaba la joven.
—Para ser fuerte… para ser grande… para ser Sonick. Mencionó el Mago, este
volvía a enseriarse. —Escapar no servirá… Bedah te buscará de una u otra manera, no
hay escondite para él… solo queda la lucha. …Pero sí él te tiene a ti, todos
perderemos… sí él te gana a ti… todo se caerá. Afirmó Germán.
—Pero, tú me aseveraste que me capturarían… ¿Qué debo hacer? ¿Morir?.
—Tu muerte también traerá la destrucción. Interrumpía Germán.
Así, Sonick rosaba con sus dedos del césped donde era sentada, sus ojos viajaban hacia
el horizonte, ahí donde se podía ver la punta del Castillo.
—Tú no eres hija de Gracel ni mía, no de sangre… —Susurra él. —Pero sí hay
alguien que tiene tal gen… alguien que aun duerme y que sí sigue durmiendo, he aquí
que se levantará otro y lo destruirá, este alguien es el mago más poderoso… pero su
rival es Bedah. Así hablaba Germán, todo tras del asombro de Sonick, quién encontraba
en las visiones de su padre, que Bedah por fin lograría convertirse en Mago.
—Para qué crees que te quiere Bedah… él absorberá tus poderes y además los
de Mist y la de todos los brujos que andan con él… será una mole sin debilidad… pero
hay una solución a esto… Sonick, tú tienes en tus manos nuestra salvación.
—¿Qué puedo hacer yo?. Susurró Sonick en medio de la fría brisa.
—William. —Menciona Germán. —Él es quién esta cegado por miedo a
Bedah… El Príncipe sabe muy bien lo que es y por ello odia la magia, pero el destino lo
quiso así, William, está llamado a ser el Mago más poderoso, el único que puede
destruir a Bedah. Confesó Germán.
Entonces, Sonick entrabaría sus ojos sin poder creer, su respiración se acortaba de a
poco, todo mientras, atenta, oía las palabras de su Padre.
—Tú debes despertarlo, ámalo y déjate amar… tú sabes a que me refiero, tu
unión con él, les servirá a ambos, así Bedah no te tocará y él, junto a tu fuerza…
—¡Me estás diciendo que me acueste con el!. Interrumpe Sonick con la suma
rabia e indignación que su padre no podía soportar.
—Es la única manera, la salvación de todos y de ambos, de ustedes... así lo
quiere el destino. Murmuró Germán taciturno. Más, ella no lo asimilaba, era tan
enfurecida como llena de temores. Empero, Germán le abrazaba.
—Sonick… perdóname. Y Germán regresaba su mirar hacia Sonick, la
confundida que acogía con las lágrimas del Mago.
—William, el Príncipe de Mandrágora, es el mago más poderoso y sucesor de
mi nombre… ¿Sabes por qué?... Preguntó Germán.
Sonick retrocedía sin siquiera notarlo, sus heladas manos trasmitían de aquel frio en su
cuerpo, incluso su garganta formaba un completo nudo que interrumpía con su voz.
Sonick intuía lo que sucedería, pero no quería oírlo, no quería volver a saberlo.
—Sonick, tú lo sabes bien… y es porque William, ese que robó de tu carisma, es
mi hijo… el hijo que yo tuve con Gracel… William no solo lleva el poder de Gracel…
sino, también él mío. Confesó Germán. Sonick, quedaba congelada, ella no sabía cómo
calificar a su padre, como ver tan delicada situación, más no podía hacer nada, su mente
se hallaba en blanco, pensando en William, en sus ademanes, en su maldición, en su
tristeza y en una bella y ficticia sonrisa, esa que tanto la joven quería conquistar.
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CAPITULO 9: LA FURIA DEL DIABLO.
Y la velocidad de las filosas flechas, retumbaba, clavándose con la ronda blanca, que le
afirmaba al tirador, de su nuevamente, triunfo. Aplausos y risas llenaban del momento y
del jardín real. William parecía feliz, su sonrisa se iluminaba, como en los sueños de
Sonick, más no era así, esto era la realidad. Y es que William estaba dichoso de que a su
tétrica mansión, llegase la presencia de Celeste, su mejor amigo.
—Me has ganado, otra vez… William. Es que eres invencible. Mencionó el
huésped, el de cabellera larga y rubia, como ojos celeste, algo más bajito que el
Príncipe.
—Vale te puedes quedar todo el día intentándome ganar. Lanzó William, este
ante la figura de su amigo, se olvidaba de todo problema.
Así, luego del arduo entrenamiento, ambos se tomaban un descanso, dejaban el arco y
se sentaban en las cercanas bancas, ahí disfrutaban de unos aperitivos, como también,
compartían todo lo que habían perdido; pues Celeste, en años anteriores, vivía cerca de
William, más el trabajo de su tío Barbee, fue el que le hizo cambiar de localidad.
—¡Oye William! No creas que no escuché de lo de tu próximo matrimonio,
¿Pensabas no invitarme?... ¡Cuéntame de ella!. Exclamó Celeste con su siempre
carácter y seducción, todo contrario a William, mismo que mostró su desagrado ante el
tema, no obstante, debía contar.
—Es obligación de tu padre. Opinó Celeste, William quedaba en la nada,
pensando nuevamente en la joven Sonick. —No lo sé… es una historia complicada,
todo empezó por un grave problema. Dijo William, Celeste sonrió, todo lo que se
enredaba al Príncipe, era complicado.
—Pero ella… ya no está con nosotros. Confesó William con pesar, a la vez que
desviaba su mirada hacia Mistora, quién se veía solo, también en el jardín, pero al otro
lado.
Y Celeste se dejaba llevar de la brisa, este respiraba del hondo aroma de las rosas, esas
que ganaron la mirada del rubio, mismo que se enajenó y se sorprendió de la vida que
habría crecido en su ausencia.
—Es increíble ver la naturaleza dentro del Castillo… recuerdo que antes, no
había ni siquiera pasto… es un milagro, William. —Celeste toma la mano de su amigo.
—Sé que adoras las rosas… ¿Desde cuándo te decidiste hacer esto?. Habló y William
entreabrió sus ojos, él reconocía lo mucho que gustaba de las flores, como también, que
él no era el causante del hecho agradable.
—Lo hizo la joven que se fue… Sonick, con quién supuestamente, me iba a
casar… sabes, echo de menos su carácter molesto. Confesó William llamando la
curiosidad de su amigo, quién se abalanzaba a preguntar sobre ella, el Príncipe solo
suspira, después de todo, fue su culpa.
—Era una joven de unos diecisiete años… castaña, ojos verdes. Un carácter
fracasado e intolerable, era una latosa, gritona y criticona… nadie la aguantaría.
—Ni que haya muerto, William. Intervino Celeste sonriendo, el otro le mira, era
así; pues Sonick ya que no estaba con ellos. No obstante, el rubio, agachaba su mirada.
—Sí así es la descripción, significa que esa Sonick, te ha caído muy bien, ¿No verdad
William?. Intuyó el visitante, William solo hundía sus labios, quedaba en silencio.
—Así que ella fue la que realizó este prodigio, ¿Será que lo hizo por ti?.
—Claro que no, Sonick no sabe nada de mí, solo sabía cómo sacarme de mis
casillas... Expresó William, Celeste continuaba. —Y cómo te encanta que te quiten la
paz, eres un guerrero, te gusta la aventura, lo rudo… ¡Ay! ella era como que perfecta
para ti. El rubio reía y el castaño, hacía de sus molestas muecas.
—No sabes lo que dices… además. —Pensó para él. —Es mi hermana.
—De seguro que ambos se gustaban… ¿Por qué se fue?. Preguntó Celeste, este
desconocía muchos asuntos, todos los que encerraban la <Magia>. Por ello, Celeste no
sabía sobre el lado oscuro de Bedah, sus violaciones, de su brujo, de las maldiciones, de
nada. Y William tampoco se lo diría.
—Tal vez no nos soportamos… ahora tengo a otra esposa, se llama Leticia.
—No me gusta, ¡Quiero que estés con Sonick!. Exigió el niñato Celeste, este que
robaba de la sonrisa de William, del mismo que recordaba a Sonick, con una extraña e
inusual calidez. —Sí ella regresase, no más.
Y Mistora, regresaba su vista hacia el enajenado William y su alegre amigo, este que
desde ayer, rondaba por todo el Castillo. Mist sonreía, de todos modos, le gustaba ver
todo en paz, estos casi que olvidaban de la existencia del horrendo Bedah en sus vidas.
—Hola, Mistora. Sin embargo, cortando con su soledad, la imagen de Leticia se
clavaba en los celestes ojos del Mago, este que le permitió sentarse a su lado. —¿Cómo
estás, Leticia?. Saludó Mist.
—Muy bien, sabes… aunque el castillo es sombrío, con nuestras presencias
todo se alumbra y toma vida. —Sonríe la castaña Leticia. —Me siento honrada de
haberles conocido, en verdad, Mist. Declaró la chica, Mistora sonreía algo nervioso.
¿En verdad estaba diciendo eso? Ella era una esclava no una visitante, empero quién era
Mist para romper la positividad de esta.
—De todas maneras, yo prometo estar siempre a tu lado, haciendo que tu dolor
sea menos, que la tristeza nunca se adueñe de ti. Expresó el solidario Mist, Leticia
sonreía, tomaba de su hombro, acercándose a su oído en el cuál le decía sobre el nuevo
aviso que circulaba entre los guardias. —Mistora, el Rey Bedah, acaba de llegar.
Murmuró ella y el Mago, con sumo asombro, se levantó y dando del aviso a William,
entró a la sala para toparse con el feroz Rey Bedah.
William, por su lado, se aceleraba a entrar junto con Celeste, empero, estos tomaban
otro camino, ambos se dirigían hacia la habitación del Príncipe, ahí esperaría su visita.
Celeste no entendía de los actos de su amigo, más frente a la insistencia de aquel, al
rubio no le quedó más que aceptar. Así, William bajaba a recibir a su padre y Celeste,
quedaba encerrado en su recamara.
Entonces, la furia del Rey crecía entre las paredes del Castillo, este se acercaba a Mist, a
cual derribó al piso con un manotón, él estaba harto de verse como estúpido frente a
Germán. Y Mist pagaría del precio por su equivocación, entonces sin perder tiempo,
mandó a su guardia traer uno de sus látigos, para así, frente a todos, frente a William y
Leticia, azotar a Mistora.
Por ello, el hecho se dio rápidamente, todo al tiempo que Mist quitaba su camisa y
exhibía su espalda, la que empezaba a recibir los amargos sufrimientos y las graves
heridas. William miraba el ocaso, ciertamente sentía algo de abatimiento, después de
todo, Mist siempre había sido fiel y servicial para Bedah. ¿Acaso esto lo merecía? El
Príncipe se sentía culpable; pues gracias a su idea, el Mago estaba siendo humillado.
—Basta, William… ¡A ti que te importa!. —Pensaba el noble, sin poder dejar de
oír los gritos de Sonick en su cabeza, esta de seguro, se hubiese enfrentado a Bedah para
detener el atropello. —¿Por qué no haces nada, William?. —Oía aquel dentro de su
cabeza, Will negaba involucrarse.
—Eres débil, William… yo sé que le tienes miedo a tu padre. Decía Sonick.
—¡Tú no me conoces!. —Gruñía. —Yo puedo enfrentarme a él. Gritaba William
desde su interior, ahí donde la ficticia voz de Sonick, hablaba con veracidad. —Además,
te confundes, William… yo te conozco, porque conozco tu corazón. Terminó la joven y
asombrado, el Príncipe, quedaba dentro de la nada, con sus miedos afuera y su vista
frente a la injusticia.
—Anda, William… gran guerrero, dale frente al maligno Bedah. Exclamó
Sonick y con tal frase, William, sin quiera poder pensar, se abalanzó con un estrepito
grito, a contraponerse a su padre.
Y Bedah vio a William con un sumo odio, este llenándolo de insultos, le detenía con sus
manos y no solo él, sino todos los guardias, que daban de su vida por cuidar al Rey. Así,
el Príncipe se veía atrapado, pero no debilitado ni indefenso, aquel clavaba sus
incandescentes ojos y con grandes maniobras, lograba botar el látigo al piso.
—¡Es que no te cansas de maldecir nuestras vidas! Sí a alguien debes pegar es
a mí. —William une su frente con la del iracundo Bedah. —Yo soy quién ruega a todas
las entidades, a Dios y al Diablo porque algún día perezcas y tu Reino se destruya en
mil pedazos. Y la ronca y seca voz se adentraba en las vibras más íntimas de Bedah,
aquel que no dejaría que sus insultos opaquen de su grandeza, por ello, el Rey pidió
nuevamente su látigo, pero esta vez, la víctima, sería otra. —Vamos a ver si
aguantarás, niñita. Dijo Bedah.
Y de tal manera, tal acto cobarde o valiente, llamaba el pasmo de Mist y de Celeste,
quién al oír de los alaridos crueles, bajase con algo de temor, este había salido de la
habitación y quedándose en las escaleras, fue testigo de la terrible escena, ahí donde su
amigo era azotado con gran fiereza por su propio padre, Bedah, cuál ni siquiera había
esperado que este se despoje de sus ropas, salvajemente, lanzaba sus golpes por toda
partes de su cuerpo, sin ser medidos, ensangrentaban de su camisa.
Y Celeste abría sus ojos con horror, nadie hacía nada, Bedah continuaba y sí nadie lo
detenía, este finalizaría por matar a William.
Así, casi que impulsivamente, Celeste soltó un angustioso grito, él se echaba frente a
todos los guardias, cuales llenos de sorpresa, le seguían para capturarlo, no obstante,
Celeste, junto con un gran salto, echó sus manos sobre las de Bedah, deteniéndole con
fuerza y voluntad.
Entonces, Bedah quedaba frente a los ojos del joven Celeste, cuál aun con su
amabilidad, le robaba que cesase de su violencia. Bedah, estaba asombrado de la proeza
de aquel, más le regalaba una retorcida sonrisa.
—Por tu culpa, William recibirá el doble de lo que iba a recibir. Mencionó
Bedah viendo como su hijo se desplomaba en el piso, pero aun con sus adustos ojos.
Celeste le ayudaba a pararse. —¡Es su hijo! ¿Cómo puede hacer tal fechoría? Usted es
grande y Rey. Criticó el rubio, más el patán hombre, solo se burló de él. —Y tú…
¿Quién eres? Su noviecita, par de debiluchos.
Celeste, entrecerraba sus ojos con rabia, veía venir del látigo encima de ambos, William
no lo permitiría, no dejaría que su amigo sea lastimado, más ya era demasiado tarde, no
obstante, algo asombroso era de pasar.
Y Bedah lanzaba de su ataque, Celeste se levantaba de inmediato, este empuñaba su
mano y sujetando de las hebras de la correa, la hizo, en segundos, mil trozos, estos que
caían a los pies de Bedah y William.
—Y eso haré contigo, sí vuelves a molestar a William. Expresó Celeste.
Así, todos en la sala quedaron sorprendidos. ¿Podía ser que Celeste sea un brujo? ¿Eso
fue brujería? Nadie decía nada, inclusive Mist quedaba impregnado del momento.
Más Bedah, enfadado, optó por las malas y en poco tiempo, la cantidad tenia las de
ganar, entonces le atraparon, contra su consentimiento y el de William, quién tampoco
podía hacer de mucho.
—¿Es un brujo, Mist?. Preguntaba entre gritos, Bedah.
Mistora le veía con pesar, conocía que este era familiar de Barbee.
—Sí, Celeste es un Mago, Señor Bedah. Y entre las personas presentes, la suave
voz de Leticia se asomó, esta daba reverencia al Rey, quién con algo de curiosidad,
perdía sus ojos en todo de ella. Era obvio pensar que esta era la supuesta hija de
Germán.
—¿¡Y como creerte a ti muchachita!?. Criticó Bedah, más la joven con aires de
fortaleza y gallardía, se acercó sin temor alguno a Bedah. —Lo sé porque yo también
soy bruja… lo brujos reconocen a los brujos ¿No verdad, Mist?. Mencionó esta, más el
hombre quedó en silencio.
—¡Por qué no hablas Mistora!. Exigió el Rey casi que descontrolado.
Leticia, sonrió maliciosa. —Es que él está ocultando muchas cosas… es notable, mi
Rey… Celeste es Mago y es importante tanto para Mist y William… le sugiero que lo
encierre ya que le será de provecho al momento presionar o calmar a los dos. Dijo la
mujer, encolerizando al Príncipe y pasmando a Mistora, quién nunca habría imaginado
la personalidad de esta extraña.
Pero bien, era de suponer que el Rey Bedah no se dejase mandar, este con terribles
gritos, mandó a callarla. Este sabría hacer las cosas a su manera. Leticia, asintió con
respeto.
—Señor, cuanto espero que me dispense por mi atrevimiento… pero hay algo
más que debo decir sobre los asuntos ocultos de estos dos. Habló Leticia.
Y Mist le miraba con resentimiento, aquel no podía silenciarla, por más que intentaba,
su magia no surgía efecto, esto le daba a entender que sí era un bruja y no cualquiera.
—Habla maldita mujer, todo para que ya te calles. Mencionó Bedah y la otra no
se detuvo. —Mi nombre es Leticia, he vivido en el convento desde hace mucho tiempo,
conozco a la odiosa Sonick y al pesado de Germán… y aunque tal vez no me crea, le
aseguraré que yo no soy a quién busca, Sonick es la hija de Germán… y esta ha robado
la lastima de sus hombres, quienes armaron este cuento de críos, todo para regresar a
la muchachita junto a Germán. Aseveró Leticia, causando del asombro y terror de
Mistora, quién en su cara determinaba la verdad.
Bedah quedaba sin palabras, veía a su hijo, quién estaba con Celeste y a Mist, cuyas
manos, levemente temblaban.
—¡Acaso, soy tu maldito juego!. Y Bedah, tiró a Mist de una patada.
William estrujaba del brazo de Leticia con fuerza, esta reía como bruja.
—¿No es tierno? Hasta el bruto se dejó convencer de Sonick… vamos, Will
confiésale a tu padre que gustabas de ella… que te dolió saber que son hermanos, que
la besabas y acariciabas con locura. Gritaba Leticia y William lo negaba, él afirmaba
no estar enamorado de ella, sus propósitos eran distintos.
—Señor Bedah, usted reconoce que mis frases son ciertas; pues, usted mismo
vio como Germán se debilitaba por la falta de su querida hija, más ahora le veo por los
bosques de la cordillera, escapar. Ella obedece a su padre, más en su destino está que
usted se convierta en el Mago más poderoso. —Leticia daba reverencia. —Y yo estoy
para hacer cumplir el futuro. Dijo esta con convincente tono.
Bedah estaba completamente desembocado en su propio infierno, más creía ciegamente
en la mujer y no solo por ella, sino por las reacciones de sus siervos, la de Germán, la de
Sonick y la de las circunstancias. Así, el Rey estaba a su límite, este llamaba a sus
guardias más fuertes, este iría por Sonick, junto con la castaña Leticia.
—Pero antes de irme, quiero ordenar la muerte de William y Mist, como el
encierro de este crio estúpido (Celeste). Bramó Bedah con su furor rebozando de su
averno, Leticia se acercaba, parecía como si su magia se esparciese por todo el lugar,
amarrando y cautivando a todos.
—Señor, sería mejor que Mist nos acompañe… a un brujo es mejor tenerlo
cerca, además en algo de ayuda, puede servirnos. Expresó la mujer y Bedah, lo asintió,
estaba de acuerdo.
Entonces, Mistora era obligado a acompañarlos, todo a medida que los guardias
encerraban al escandaloso Celeste, este que descontrolaba a William, quién se volvía a
echar frente a su padre, mismo que ya harto de sus atrevimientos, lo dejase inconsciente
y moribundo encima del piso, tras muchos golpes.
—Vámonos ya. Ordenó el Rey con suma presura, no quería perder de vista a su
bendita medicina.
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En resumen, mientras me escapaba, o más bien, hacia el acto de irme, escuché de las
cabalgatas de los caballos y sus carrozas, era notable que Bedah llegase, este me
acorralaba con sus hombres. —Bueno, de todos modos lo sabía, Germán me lo había
dicho.— Y así, todos me sujetaban, Bedah sonreía triunfante, me tenía de vuelta y
echándome bruscamente al carro, me encontré con un triste Mistora. —¡Cuanto me
dolió verle en ese estado!.— No obstante, me quede callada, tendría que actuar, como sí
no me lo imaginase.
Con todo, la chaparra se echó andar, yo era sujeta por las manos de una mujer,
sorpresa, de Leticia, esta si me congeló. ¿Qué hacia ella ahí?. Pues miren de lo que uno
se entera mientras viaja “cómodamente”. Leticia era una Bruja y esta errante, no estaba
ni del lado de Germán, a quién supuestamente odiaba, ni del lado de Mist, a quién solo
le expresaba la pena que sentía. Leticia afirmaba estar de lado de Bedah. —¡Idiota!—.
Más, para que alargar mi argumento, mis ojos, en unas horas, volvieron a ver del tétrico
Castillo, mis pies, aunque obligados, volvieron a tocar de las instalaciones de esta
mazmorra elegante, sin contar que mi nariz volvía a percibir de la densidad. Otra vez,
era su prisionera….
¿Qué haré Germán? ¿Cómo me zafaré de este grandulón?. Simplemente me sentía
presionada, rogaba a Dios y a mi Gracel, que me cuidase, que este hombre no me toque
ni un cabello.
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n de las palabras de Sonick)……
En cierto modo, Sonick regresó al Castillo, sus pasos le dejaban en la sala, ahí donde
encontró a William y no en las mejores condiciones, él era encima de los muebles, muy
herido y delirante. Sonick, no demoró en correr a verlo, esta le sacudía, empujaba a
todos los que le atendían, ella solo gritaba su nombre y ante su voz, el Príncipe abrió los
ojos.
—Sonick… ¿Estás aquí?. —Sonríe melancólico. —Eres una tonta.
—Vas a estar bien, William. Habló preocupada, uniendo sus manos y dándole
con su magia, la vitalidad necesaria para que levante. Esto obviamente no gustó a
William, empero se sentía desfallecer, esto era su única cura por el instante.
Y William veía a Sonick, sabía que a pesar de que esta pasó una noche fuera del
Castillo, su ausencia era un fantasma; pues, más que nunca, la recordaba y extrañaba. —
Monja-gata. Susurró William acariciando de su rostro, Sonick entreabría sus ojos con
asombro, su corazón latía fuerte. ¿Podía ser este William? ¿Podía ser esta Sonick?
Quién sabe… pero era notable que ambos habían cambiado y que esta transformación
gustaba de ambos jóvenes.
—Te extrañaba, William... Soltó Sonick, escuchando tras su espalda, los insultos
de Bedah, este que se acercaba rápidamente a ella. Era visto que la jovencilla sintiese
algo de temor, este que se impregnaba en el alma de William, quién no veía como
romper los perversos planes.
Daba igual, Bedah, sin interesarle poco William, arrastró a Sonick hasta la escalera,
llamaba a su Mago, quién era discutiendo sobre la verdadera identidad de Leticia; pues,
Mist estaba convencido que la quién era una rubia, no tenía ni conocimiento de la
magia.
Sin embargo, las dudas de Mist se intensificaban con la enigmática risa de Leticia, quién
le sugería vaya por su Rey. Así, a Mist no le quedaba más que obedecer a su señor y
acercarse a la mártir de Sonick, quién bajaba su mirada, propensa a lo que vaya a
ocurrir.
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Por el contrario, dentro del Monasterio, todo el mundo daba vueltas y vueltas, la ronda
eclesiástica estaba envuelta en papeles y estrategias, en miedos y emociones, estos
conocían lo próximo a suceder, no había quién lo prohíba o no rechace, esto era para
todos.
—Sí muero en la guerra… quiero que me cremen y que mis cenizas la lancen al
mar de Anima, por favor. Expresaba Mori ante Oz y Tay, cuales dejaban de entrenar,
para verle con decepción.
Y es que Germán sabía lo que hacía como Mayor, este entre todos los excelentes
Sacerdotes de etiqueta, escogió a los más conocidos y no por buen ejemplo. Así se
relata la vida de Oz, quién antes de ser lo que es, era un bandido que se adueñaba de las
calles. Tay, por su lado, era el entrenador de pelea callejera, sin contar que Tawa tenía
un pequeñito secreto y Mori, era bueno con las espadas, le encantaba la esgrima.
Y esos personajes conformaban el círculo eclesiástico. ¿Raro no? Quién entiende a
Germán, pero a pesar de estos en sus ocupaciones dejaban mucho que desear, tal vez en
la guerra, se desenvuelvan mejor.
No obstante, Germán estaba con Tiwa, a esta a quién abrazaba de una manera familiar,
ella conocía bien lo que este le diría, no porque lo sabía con sus poderes
extrasensoriales, sino porque lo presentía con su magia natural, con su intuición de casi
madre.
—Tiwa… Celeste ha sido encerrado dentro de las mazmorras de Bedah, este ha
notado de la magia que el joven guarda… y es que yo te dije, la magia es la misma
energía del hombre, desde la mental y más aún, la sexual, esa que nos mantiene vivos
cada día… Así, él no podía evitar descubrirla y desarrollarla. Habló Germán y la
mujer, suspiró, conocía de la gran tristeza que le causaría a su esposo.
—Debes avisarle ahora mismo a Barbee, sé muy bien, por las visiones de
Gracel… que él vendrá a mí y no solo. Aseveró Germán y Tiwa, asintió.
Esta no demoró en levantarse y conectarse telepáticamente con Barbee, quién al recibir
de la trágica noticia, lloró amargamente, él no sabía qué hacer, sabría que su esposa no
le jugaría una broma, ella no era de esas, peor con algo tan serio.
Más, de todas maneras, Barbee lo confirmó con Mistora, quién le decía que se veía
indefenso ante todas las cosas que estaban sucediendo en el Castillo, Mistora se sentía
sin fuerzas, acabado moralmente.
—Qué haremos, Barbee… no me perdonaría que a Celeste le pasase algo…
además, Bedah ya sabe que es y tiene sangre de Brujo… no vaya a ser que se aproveche
de él, vamos por él… Barbee. Mencionó la angustiada Tiwa.
—Pero nosotros no podemos solos, Tiwa. Comentó Barbee, sus ojos se cerraban
con tristeza y resignación, todo en un sigilo decisivo. —Tiwa… debemos unificarnos,
tenemos un enemigo en común y este es Bedah, el maldito que ha capturado a Mist,
nuestro líder; el retorcido que se llevó a Sonick, hija de Germán y que ha encerrado a
Celeste, nuestro tesoro… así creo, que hay muchas razones para que, juntos, lo
derribemos. Y Barbee hablaba con seguridad y fortaleza, este estaba determinado a
cumplir de sus palabras, afirmaba encontrarse con todo su gremio y encaminarse para el
Monasterio, de ahí donde se vería el más grande batallón de guerreros Mágicos y
Mortales.
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Y Sonick abría sus ojos, se sentía elevada, su conciencia se iba y regresaba, ciertamente
esta era acogida por la magia de Mistora, quién con desconsuelo, encendía de las velas
moradas y de los signos mágicos que abrirían con el ritual, ese en donde Bedah robaría
de los poderes, de la vitalidad y la virginidad de Sonick.
—Ven ¡Oh! Señor, vengan a mí, sombras de lo oscuro, ustedes que han nacido
de Bedah, ustedes que son los demonios predigitadores de su maldad, vengan y sean
uno nuevamente… pues, os he traído de buen alimento para su lascivos paladares.
Vengan y hagan su trabajo, ustedes que consumen la energía de otros, les ofrezco de
esta energía pura y jamás tocada… —Y Mist descubría el cuerpo desnudo de la joven
Sonick. —Miren ¡Oh! Espíritus del inframundo de cada hombre, miren y deleitasen de
saber que, al quitar de esta mujer su sexualidad, quitarán también su poder y belleza…
Bedah, veía con seriedad a Sonick y a Mist, no permitiría que nada interrumpa su rato,
su instante de futura paz.
Así, viendo que todo estaba casi listo, Bedah se levantaba, se despojaba de sus ropas y
en su completa desnudes, se avecinaba a la atontada chica, aquella que delirando,
viajaba entre el pasado, presente y futuro. Mistora, cerraba sus ojos, podía sentir como
todos los demonios de Bedah, salían de su cuerpo, estas eran como siluetas negras que
se unían y se repelían, así hasta verse como un espectro, cuál tenía como obligación, una
vez que Bedah copulase con Sonick, robar de su libido, tragárselo y regresar a la
materia, el cuál con esa medicina, recuperase de su juventud y quebrantase la maldición.
No obstante, el espectro predigitador sabía que debía capturar la esencia de Sonick, lo
que tenía como vulgar nombre <Magia> esto se lo daría a su señor y él se prendería de
ello para derrotar a todos sus enemigos. Más, ¿Podía funcionar aquello? Bedah no tenía
ni idea que Sonick no era la hija legitima de Germán y Gracel, él no imaginaría que
William, era el elegido, más hombre era y por ende, no podría abusar de él, sería un
crimen que la naturaleza lo haría pagar con muerte.
Y Bedah tomaba a Sonick entre sus brazos, besaba de su cuello y acariciaba sus
cinturas, Mist no lo veía, no lo tenía permitido, ni tampoco quería hacerlo, más esta vez
sería de manera diferente, Bedah le obligaba a presenciar lo ocurrido, algo que
humillaba a Mist, algo que le mataba de a poco.
—No puedo hacerlo Señor. Determinó el Mago muy dolido de sus órdenes,
cuales no le daban preferencia. Bedah le gritaba y le exigía que se haga lo que diga, así,
a Mist no le quedó más que ver a su bella doncella en brazos de la bestia.
No obstante, ante cada caricia, la euforia de Mistora aumentaba, alejándole del respeto y
del temor, su alma reclamaba la sangre de Bedah, sus manos temblaban ante el anhelado
deseo de venganza, pero todo era contrario al Rey, cuál disfrutaba de tocar a la virginal
insospechada. —Esto no es correcto. —Murmuró Mist cabizbajo. —Dije que la
cuidaría. Más, el Mago no se movía, suspiraba acabado.
Empero, quién iba a imaginar, que la presencia iracunda y desequilibrada de William,
entraría en acción, aquel con suma fortaleza, tumbaba esa puerta a puñetazos, este por
demás, llamaba la atención de estos dos, quienes detenían su acción por unos segundos.
—¡Que cree que hace ese imbécil de William!. Gritó Bedah enfurecido, este
sacudía a su Mago de los hombros, le exigía que vaya a detener a su hijo, más Mist
estaba en blanco, sus pasos se acercaban a la puerta, no sabría qué hacer, más la gran
valentía de William serviría de algo. Y entonces, Mistora abría la puerta, chocándose
cara a cara con el otro.
—Démosle final a esto, William. Mencionó Mistora, entrecerrando sus ojos,
llevando lentamente su visión hacia el hombre que volvía a sus ocupaciones.
—Esto debe acabar, al igual que la vida de mi padre. Habló William con su
seria voz.
Y así, sin esperar más, estos se abalanzaron contra Bedah, el viejo que viendo de sus
propósitos, dejase a Sonick y con espada en mano, sin vergüenza de su cuerpo, se diese
espacio para enfrentarse. Era notable que iba a muerte, así, la pelea estaba muy critica,
intensa, dos contra uno. Sin embargo, no era problema para el rey Bedah, cuál lleno de
excitación y emoción, se arreglase para hacer comer polvo a su Mago y a su hijo.
—Es la fuerza que posee su demonio predigitador el que le hace una mole…
¡Cuanta energía de tantas mujeres no ha consumido este vampiro! Ahora vemos que él
conoce del secreto de un mago, esas energías son las que mueven al mundo y
transmutándolas, reavivan el cuerpo, llenan de poder y lo hacen inmortal, invencible.
Declaró Mistora, elevándose por los aires, echando patadas, cortando del aire con sus
cuchillas, no obstante, ni su magia era capaz de bajar a Bedah. Y es que William lo
notaba, la debilidad de un mago, estaba en sus sentimientos, en su corazón, la debilidad
de un mago era la mujer, su eterna tentación.
Así, Mist caía una y otra vez, hasta no poder levantarse, ya solo quedaba en pie,
William y su padre, cuál no tuvo piedad al momento de arrastrarlo de los cabellos, de
insultarlo y romperle la cara a zapatazos, una completa barbarie.
Más, William, severo guerrero, volvía a pararse, este miraba del rostro sereno de
Sonick, levemente recordaba de su rudeza. William no se podía dejar vencer, debía
demostrarle a Sonick que esta se confundía, que él no temía de su padre.
—No digas, hijo mío… que te has enamorado de esa monja asquerosa. —Ríe
Bedah. —Y dime, William, que vendrá después, ¿Te encariñarás de Germán?. Gritaba
el brutal que con su espada, lastimaba los brazos de William, este que sonría ante las
estupideces de su padre.
Bedah se sorprendía ligeramente. —De que demonios te ríes. Dijo el hombre.
Y William miraba al decadente Mistora, cuál no imaginaba el plan en el cual William,
estaba involucrado.
—Dile hola a la guerra, padre. —Soltó William. —Todo el mundo te espera
afuera… me digo a mi mismo, como vas a reaccionar… ¿Será que tus guardias podrán
con esto?. Determinó el guerrero fiero, quién junto a Bedah, sintiesen y viesen de los
cañones, estos que con gran fuego, desbarataban al Castillo y los expulsaban a un lado
de la habitación.
Mistora quedaba impactado, al asomarse, notaba a su gremio junto al de Germán, todos
peleaban como un solo ante la gran barrera de titanes que el Castillo poseía, estos que
sabían cómo defenderse ante los brujos, así que era una batalla sangrienta.
—Mis hermanos, sacrifican su vida por la justicia y el destino. Y Mistora se
llenaba de ese sentimiento, su corazón se prendía de energía, este no dudaba, no daría a
los cerdos, la sangre de sus discípulos. Así, Mist se dirigía hacia William, este debía
escapar junto con Sonick, todo mientras este combatía con Bedah, mismo que echó a
reírse.
Asimismo, William obedeció, aquel con astucia, sabía engancharse del cuerpo de esta,
mismo que cubrió con una seda. Y Sonick, entreabría sus ojos, veía la silueta heroica de
William, levemente sonreía, sabía que estaba alejada de todo peligro.
—La guerra ha comenzado, Sonick. Mencionó William adentrándose entre uno
de los pasadizos secretos del Castillo. —Mistora está peleando con Bedah… esperemos
que salga vivo de ello, tú, en cambio… debes marcharte con tu padre, él te sabrá
defender. Exclamó William.
Sonick se perdía en sus mieles ojos, esos que habían dejado de su tenebrosidad. Sonick
volvía a sonreír, ella le llamaba suavemente, no iría con su padre, quería estar con él. Y
por ello, esta lo retendría, levantando sus manos, acariciaba las mejillas del asombrado
William, quién se dejaba cautivar de la menor, esta que besaba su cuello y le soltaba las
más dulces palabras jamás oídas.
—Pero… ¿Qué estás haciendo?. Preguntó William confundido.
—Amándote, William. Mencionó ella y el hombre se sobresaltó de su respuesta.
—¿Amándome? Estás loca… no debes pagarme por ningún favor…
—¿Por qué me has salvado? —Sonick colocaba sus labios frente a los de él. —
Tú te has preocupado por mí. Murmuró ella y el hombre quedaba en silencio, recordaba
del porqué de sus actos, quería salvar a Celeste y aquel le habló, su tío iba a rescatarlo,
los Magos se habían reunido, todos junto a la iglesia, darían final a Bedah, no obstante
él debía salvar a Sonick. Y claro, William, admiraba mucho a la joven, pero nunca
hubiese imaginado la mente tan maquinaría de su amigo.
—¿Por qué te cuesta tanto trabajo decirme lo que tú sientes?. Susurró la joven
abrazándole de una manera romántica, Sonick, abría toda su confianza, su esperanza y
sentimiento hacia el frío hombre que se limitaba a callarse. —Después de todo, tú eres
así… y es así como te robaste mi atención, tal vez no quisiste hacerlo, tal vez ninguno…
ambos estamos encaprichados en odiarnos que este, cuál polo opuesto de la verdad,
nos trajo lo más repudiado, la semilla del amor. Dijo Sonick, William entrecerraba sus
ojos, con algo de vergüenza, suspira profundo.
—¿Y ahora qué?. Soltó William tirando su cabeza hacia atrás, viendo de la
húmeda loza, esta era una cueva no muy agradable.
La joven seguía la mirada de William, realmente era una locura, olvidarse de los demás
y concentrarse en ellos. ¿Algo egoísta? Ambos lo sabían, pero ya no habría más tiempo.
—No sabemos que nos depara el destino, William… pero si voy a morir, quiero
irme habiendo conocido el amor, contigo. Aclamó Sonick, cuál besaba con euforia de
los labios de William, este que no se contuvo, a pesar de sus represarías, a demostrarle
de su fuego y su deseo.
—Tú eres un karma para todo el que te rodea. Hablaba William con dificultad.
—Yo soy tu karma, William y tú, mi darma. Respondió esta, misma que sentía
como las manos del hombre, viajaban por todo su cuerpo y no hubo lugar que este no
mimase ni sofocase, William era muy preciso y apasionado. Y Sonick, la modelo de
suma inocencia y seducción.
Entonces, la sala empezaba a calentarse rápidamente, ella acogía con los desesperados
gemidos de Sonick, esta que no dejaba de impresionarse de las nuevas emociones, estas
que la arrastraban al cielo, a lo más excitante. Y Sonick rayaba la espalda de William,
este que la echaba sobre su pecho, cuál era desnudo ante ella.
—Creo que no me hubiese perdonado, si es que moría sin tocarte… monja-gata.
Habló Will, él con sarcástica y coqueta sonrisa, Sonick desviaba su mirar con algo de
pesar, más el otro acercaba sus manos, con delicadeza, despojaba la larga seda, dejando
a su chica, en la completa desnudes. Y William no demoró, él besaba con frenesí los
pechos y la cintura de la mujer, este se dejaba llevar del sonido de sus corazones, cuya
palpitación era el ritmo y la velocidad que le daba a sus actos, a sus leves mordidas,
galanteos y abrazos, todo junto a esa extraña mística, que nacía de ambos, esa energía
que electrizaba de sus cuerpos, que les paralizaba y les volvía alimentar de deseo.
Y Sonick se erizaba del atrevimiento concedido de William, esta parecía dedicarle una
de las más delirantes melodías, todo a medida que sus piernas se enlazaban, jugándose y
levantándose entre sí. Sonick no dejaba de perderse en la mirada de su amante y este en
todo su abdomen, cuál le acogía entre sus llamas blancas, cuál se contraía ante sus roces
y sus besuqueos. Más, ambos conocían que el tiempo aclamaba y que la guerra no les
daría de la eternidad deseada, así, con el asentimiento de ambos. William se dio espacio
para dar una octava a su pasión, darle de lo más misterioso y embriagante, de su unión,
cuya era como un acontecimiento impactante, llena de desespero y calma, de dolor y de
bienestar, de alegría y nostalgia.
—William… no te quiero perder. Mencionaba Sonick entre sus ahogos.
William le miraba, besaba sus mejillas. —Yo soy un guerrero, mi vida siempre está en
juego… pero en esta guerra, me he optado por vivir; pues, mi meta es ser Rey de
Mandrágora.
—Y lo serás… porque eso está en tu destino, pero para que él te dé lo que
mereces, debes de darle pelea y por ende de demostrarte triunfador ante ella. Y Sonick
sentía de los impulsos íntimos de William, este que con sus punzadas, sabia
complacerse y complacer a esta. Y él sonreía, no había quién le aparte de sus objetivos.
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Sin embargo, por otro lado, Mistora se veía seriamente lastimado, más este con su
magia y agilidad, volvía a enfrentarse, pero esto era un suicidio y era notable, porque no
lo que le pasaba al Rey, era transmitido al Mago.
—No seas tan masoquista, Mistora. Mencionaron los labios de Bedah, él le
amenazaba con su espalda, este que cortaba levemente del cuello. Más, los iracundos
ojos de Mist se hundían con arrogancia y rudeza. Bedah solo se carcajeaba de su
intolerancia. —Eres un idiota, Mago de pacotilla… tú conoces que yo te puedo matar,
pero tú no a mí… ¿Te olvidas del pacto que nosotros hicimos? ¡Bah! Te dejas llevar de
cosas mortales… ¿Amor?. Anunció Bedah.
Mist sacaba de su valiente pecho, obviamente ambos estaban demasiado cansados, sin
contar que sus heridas no habían sanado para nada, contrario, habían empeorado.
—El amor no es mortal ni tampoco humano… viene de lo sublime y de lo
infinito, por eso no tiene principio ni final, siempre crecerá en los corazón de los
nobles. Confesó Mistora, más de tal frase, no agradó Bedah, cuál pateando su corazón,
lo dejó fuera de combate, tirado en el piso, completamente adolorido y sollozo.
—Es ese “Corazón” el que les permite ser débiles… míseros microbios. Increpó
Bedah con su suma violencia, esta que aplacaba con toda la intrepidez de Mistora.
No obstante, antes de cualquier acto, antes de su último ataque, apareció enfrente de la
puerta, la presencia de Leticia, esta seductora y enigmática mujer, cuyas manos, que
rebosaban de retorcidos sentimientos, detenían los impulsos de Bedah, ella robaba de su
adusta atención.
—Señor Bedah… —Le quita la espada. —No matemos a este perdedor… más
bien, démosle un servicio a lo único importante en él… yo tengo la solución, señor,
para que usted gané la guerra. Dijo la mujer, ella que se arrodillaba ante el fracasado
Mistora, quién volvía a llenar sus ojos de la figura maldita de esta desconocida. —¿Qué
le parece tener la energía de Mistora?... Ya que no tiene la de Sonick… y tampoco la
tendrá; pues, ya le he de poner al tanto de todo lo que le han ocultado estos malos
fieles… Y Leticia veía a Bedah y viceversa.
—¿Cómo harás eso, mujer?. Mencionó el Rey con algo de interés, pisando del
pecho del irritado Mist, cuál ponía rechazo ante sus pedidos. La mujer, sonreía
maliciosa, este mencionaba ser conocedora de muchos artes, de varias tácticas y
habilidades.
Mistora, le veía, fruncía su ceño con intolerancia, más, el Rey estaba gustoso de ello;
pues era obvio que afuera, Magos, Iglesia y pueblo se habían unido para derrocarlo.
—¿Qué prefieres, Mistora? Tu manera, o la mía… —Leticia sonaba sus dedos.
—¡Como sea! Hazlo rápido… con tus procedimientos, porque yo no sería capaz
de tocar a este miserable hombre. Mencionó Bedah sentándose a descansar en su sillón,
cubriendo de sus partes íntimas, alzando una copa de vino y embriagándose en la idea
de triunfar.
Y Leticia, sacaba de bolsillo, un collar de muchas piedras brillantes y rojas, estas que
mencionaba ser del mismo Germán, era notable que ante esto, Mist se asombre en gran
manera. ¿Cómo pudo obtener esto la mujer? Mist conocía del artefacto, eran reliquias
de negra proceder, cosas prohibidas que Germán no dejaría jamás que sean saqueadas.
—¿Quién eres tú?. Preguntó Mistora pasmado ante sus movimientos.
—¿Qué, quién soy yo?... nadie, Mist… solo una simple bruja callejera.
Respondía la mujer de irritable carcajada, está a la que se unía el mareado Bedah.
Mistora, tragaba saliva, este le mencionaba la imprudencia que está a punto de cometer,
más la mujer era franca.
—No le sirves ni a uno ni a otro… en ese estado, lo único que importa es tu
energía y en alguien más capaz que la pueda utilizar, sin contar que yo ya he hablado
con mi Señor, quiero que su maldad y oscuridad nos abrigue en un mundo de rangos y
perjuicios; no de igual y mediocridad. Exclamó esta.
Entonces, Leticia no esperaría más, colocándose el collar encima de su cuello, empezó a
recitar de una pequeña oración, esta le pedía a las piedras mágicas que liberen de sus
poderes propios y los de ella, para que fundiéndose, le transformasen en aquel monstruo
capaz de robar todos sus poderes y valores, así, Mistora y Bedah, sintieron de un gran y
necrófago ambiente, este que rodeaba a Leticia y que con sumo dolor, se impregnaba en
todo su cuerpo, así, en poco tiempo, la castaña mujer mostró de sus grandes colmillos y
sus negros ojos, estos que parecían el mismo agujero de la angustia y el vacío.
—Despídete de tus poderes, Mistora… la justicia ya vino por ti. Exclamó la
mujer, Mist oía de sus frases, lentamente entrecerraba sus ojos con decepción. ¿La
justicia? Parecía como si se tratase de la misma vida que le hacía pagar por traicionar a
Germán, a su amable maestro, a su luz, a su propio Ser.
—Muévete, ¡Mujer estúpida!... puedo escuchar cómo están prontos a entrar. Y
Bedah, se daba espacio para asomarse nuevamente, muchos de sus guardias eran tirados
en el piso, en la derrota de la muerte, empero, también en la misma posición, estaban
muchos de los Magos. No obstante, aun luchaban, entre ellos, Oz, Mori y Tay, cuales
abrían camino para que Barbee, sus discípulos y Tawa peleasen juntos.
Y así, fue que entre su curiosa mirada, asomaron los ojos valerosos de Germán, aquel
que le miraba con el coraje de su alma y corazón. Este que empuñando su espada, le
gritase sobre su profundo fracaso. —Bedah, el de maldito nacimiento… hasta aquí, has
vivido, tus errores y crímenes han esperado de las circunstancias… la muerte tiene su
propia hora y ¡A ti ya te llegó!. Dijo Germán ante el ímpetu rabioso de Bedah, cuál solo
se burlaba de él, más aún, no quitaba de ojo a su único ticket de victoria, Mistora, cuál
era debilitado ante las mordidas de la vampira Leticia.
—Puedes jactarte de lo que sea. —Grita Bedah con furia, uniendo también su
mirada de asombro hacia Barbee, quién enfurecido, exigía de la presencia de su sobrino,
Celeste. Bedah, solo reía y culminaba su frase. —Todos van a acabar ante mi energía…
que les parece que yo tendré el poder de su líder, de Mistora… el Mago traidor que se
ha ofrecido a transmitírmelas, todo para vencerlos como perros. Bramó con venganza.
Y fue así, que tal noticia, dejó impactados a todos los presentes, más no a Germán,
quién siempre era instruido por Gracel, mujer que conocía del futuro.
—Llénate de la energía de cuantos quieras… dicho esta, que bajo la mano de
hijo, tú caerás. Y dicho esto, Germán continuó en la pelea, Bedah quedaba intrigado.
Más, Leticia se asomaba a la ventana, cada cosa era más sorprendente que la otra, cada
cosa dejaba más aturdido que la anterior. Así, la castaña que era conocida por la iglesia,
alzó su voz y del mágico collar, este que poseía de la magia de Mistora, aquella que era
mostrada como un líquido viscoso, como el alma o la sangre, misma que se derramaba
al romper con cada piedrecilla del pendiente mágico.
—Y aquí os he entrego todo el poder de Mistora. Habló la mujer, causando del
escándalo de los revoltosos y rebeldes magos.
Y esto era un frenesí para Bedah, quién con todo el gusto, saboreó de aquel dulce
plasma que le llenaba de un sobrehumano poder, de una energía diferente que quemaba
con sus venas, de una habilidad enrollante y perturbarte que enloquecía al Rey Bedah,
este que sintiéndose invencible, carcajeaba con orgullo.
No obstante, en estos tiempos de fin, el mal se valía de todas sus sucias mañas,
entonces, pasmando nuevamente al pueblo, detrás de Leticia, se presentaba la figura de
otro tipo, de otro cómplice, este rubio y de ojos claros, aquel que robase del aliento de
Barbee y de Tiwa, cuál luchaba en cubierto a su lado.
Ambos no podían soportar ver a su sobrino, alado de Bedah, sonriéndole y jurando de
su lealtad, este era hipnotizado por artefactos también extraños, esos que traía la misma
Leticia, la cual peinaba de su cabello.
Y el joven Celeste veía a todos, sacaba de su pecho, cuál inflamado, gritaba de su pronta
traición, de esta que mataba con el alma de muchos. —¡Hoy, ganará, Bedah!. Clamó
con total furor, cuál era acompañado de las risas malignas y terribles de Bedah y
Leticia.
Así, Barbee cayó de rodillas, este lloraba amargamente, en medio de la guerra, sufría de
su descuido y por qué no, Tiwa, quién cerca de él, abrazaba de su espalda. Y no hubo
ojo que no viese de tal escena mártir y cruel. Germán entrecerraba sus ojos, más aun
así, se veía con la seguridad y la tranquilidad de lo que le pintaba el destino. No
obstante, Mori perdía su mirada en Tawa, en ese que lloraba junto al gobernador. ¿Qué
estaba haciendo este hombre? ¿Desde cuándo tales vínculos se habían unido?.
Oz se acercaba a Mori, era mejor estar atentos ante cualquier movimiento, las cosas se
estaban poniendo difíciles y debían buscar de la victoria.
—Siempre supe que Tawa era extraño, siempre molestándome, siempre con sus
preguntas raras y sus costumbres singulares. —Hablaba Mori totalmente confundido.
—No diré que no me ha dado duro, saber que es un mago… pero dime, Oz… nos
ocultas muchas cosas, cosas que en medio de esta guerra, puedo ir descubriendo…
dime ¿Quién es Tawa?. Preguntó el peli-azul.
Y Oz entrecerrando sus ojos, señaló hacia la pareja. —Mírala con tus propios ojos.
Decretó.
Entonces, Mori volteó su mirada, atestiguando como el serio y siempre formal Tawa, se
des-transformaba en una hermosa mujer, aquella de iguales ojos, la esposa de Barbee, la
famosa Maga, Tiwa. —¿¡Por qué!?... una mujer entre nosotros. Mencionó Mori
congelado.
Oz sonreía. —Porque Tawa es Maga y los Magos se fían de su propia gente… con eso
te digo, que el “Mayor” es un Mago, ese que por amor a la vida, ha sabido defender de
nuestra iglesia por muchos años, por qué así es Germán… el mismo hombre que por
décadas y décadas ha vivido sobre nosotros, ese que fue el mismo que una vez, en el
pasado, acompañase al Rey Ludovico y coronase al Rey Britain, padre de Bedah.
Confesó Oz con su emblemática presencia, esta que abandonaba al alarmado Mori,
quién era sentado en el piso. —Y esto te digo para que mueras en paz, sí es que mueres.
Y Oz veía a Germán, este que clavaba sus ojos en Bedah y viceversa, estos que en sumo
silencio se retaban intensamente, que en sumo silencio, se debatían en la guerra de sus
almas.
—Hoy pagarás por lo que le hiciste sufrir a Gracel. Decía Germán.
—Hoy te mataré y te mandaré con tu amante. Murmuraba Bedah.
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Y Sonick abrazaba fuertemente a William, ella se estremeció mágicamente durante las
horas que duraba su vínculo amoroso. Más, William no se quedaba atrás, este disfrutaba
también, más su imagen era tal cuál como la de un niño mimado entre los fogosos
brazos de Sonick.
—William. —Llamó Sonick apaciguadamente. —Tú sabes los motivos de
porque toda la predestinación nos quería juntos. Susurró a su oído. William se detenía
de a poco, rozaba su mejilla entre la piel de su cuello, levemente movía su cabeza en
son de negación.
Sonick, sonreía. —Nada es coincidencia... en el mundo no existen las maldiciones, solo
existen los valerosos y cobardes, los sabios y los ignorantes… la vida es nuestra
primera madre, ella se prepara para darnos enseñanzas y llenarnos de dones, cuales en
nuestra rica o pobre condición, aceptamos o más bien, repudiamos… ¿Entiendes,
William?. —Sonick besaba los labios del hombre. —Tu maldición es la bendición que te
llevará a acabar con Bedah, la que te llevará a ser Rey de Mandrágora.
Y William suspiraba hondo, cuanto había luchado por negar de la magia y ahora estaba
acabado, casi que aceptándola y para colmo, compartiéndola y alimentándola junto con
la de Sonick.
—No quiero hablar de ello… Gracel me hizo mucho daño… además, en esta
historia, el que debe de acabar con Bedah, es la energía de Germán. Confesó William
algo entristecido.
Sonick tomaba sus manos con fortaleza. —Por lo mismo, William… Mencionó ella, más
el hombre no sabía entenderle. ¿Qué iba a imaginar?.
—William, yo no soy hija de Germán ni Gracel… no de sangre; pues yo fui
abandonada en las puertas del Monasterio, ellos me criaron, pero esto fue un gran
secreto entre nosotros, algo que ni mis amigas más cercanas, sabrían. Confesó la joven
y William quedó congelado, no podía creer que todo haya sido una mentira, que la
supuesta profecía quedase atrás, manchada de una vil entrecruzada. —¡Eso es mentira!
La historia dice que Germán sí tuvo una hija con Gracel, con mi madre, ella mismo me
lo dijo, la única persona que romperá con la maldición de Bedah. Gritó el incrédulo,
levantándose de su lecho, sentando a Sonick sobre sus piernas.
Ella acariciaba su rostro. —Y que romperá también la tuya. Dijo esta.
—Mi maldición no tiene cura, eso lo ha dicho mi madre. Señaló William
amargamente, más, Sonick abría de la confianza y compresión del hombre. —Eso es
imposible, porque uno siempre tiene el poder para bendecir su vida. Decretó esta.
Y William quedaba confundido. —Ok… pero yo que tengo que ver con eso.
Sonick agarraba de su rostro y con seriedad, confesaría la verdad. —Es que eres tú… tú
eres el que está en medio de todo, la suprema energía que hace lo posible, sin ti no
habría triunfo ni tampoco, derrota, porque no habría nada… —Ambos se ven. —Tu
eres William, el poseedor de ambos reinos, del humano y el mágico, de Gracel y
Germán… tu eres su hijo, el de ambos… el de la profecía. Dijo ella.
Y William quedaba pasmado ante las confesiones de Sonick, más aquel no tenía como
refutárselo; pues en sus turquesas ojos, se encontraba la veracidad del asunto. Así, este
pobre hombre, se lanzó al lodo del desconsuelo, sus mortíferas lágrimas corrían por sus
frías mejillas. —No podía ser, tanto tiempo en la ceguedad.— Sonick, le consolaba,
más no habría nada que le calmase este dolor, esta angustia y venganza; pues, William
podía recordar cuantas veces quiso matar a Germán, el hombre que creó la infidelidad
en su madre, el que la embarazó y luego dejó morir… —¡Vaya hijo! Sí era él mismo.—
—William… debes entender que la gente cubre la luz de los sucesos… Gracel
amaba a Germán, yo ya te lo he dicho, ellos eran inseparables… y tú eres el fruto de su
amor. Contó Sonick, empero, él no se veía alegre de cada frase suelta.
—Me siento imbécil… —Sollozaba con rabia. —Yo, hijo del hombre que más
odio… yo, cuál poseo la magia del hombre que quiero matar… negando la existencia
de su bastarda, aborreciéndote por ello, cuando yo soy el aborrecido. William se
encerraba en su mundo de desprecio, Sonick le agarraba de su quijada, él debía regresar,
debía levantarse y pelear.
—Por eso… yo también puedo hacer las llamas blancas de Germán. Murmuró
William.
—A mí también me cayó de sorpresa la noticia, aborrecí a mi padre, pero
¿Quién es uno para criticar o entender a los grandes?. —Sonick besa de su mejilla. —
Nosotros nos queremos y aun cuando pensábamos ser hermanos, nos abrazamos y
consumimos en uno… ¿Es prohibido? Sí lo es… pero, ya sabía que no éramos familia;
pues, yo no tengo la sangre de los Magos, de esos que conocen el futuro, de los que te
han dado la oportunidad de aplastar a Bedah y ser Rey.
—¡Cállate, Sonick!. —Más, William enfureció, levantaba exasperado por la
cólera, escaparía de las realidades, se marcharía para no volver. Sonick, no podía
detenerlo, este era como un mar agitado, valía quedarse como la madera que flota sobre
él, quieta y en suma reflexión. Y William se vestía con presura, sus manos temblaban,
su voluntad se desquebrajaba, su falsa moral, esa llamada orgullo, trabajaba a su contra,
nunca pensó ni pensaría aliarse con Germán, más valía dejar todo a un lado, empezar
otra vida, lejos de la mentira a la que el destino le envolviese.
No obstante, ante los pasos que le alejaban de la vieja sala, Sonick se levantaba, con su
ira de guerrera, se imponía para la guerra, ella no se dejaría opacar, así que sin quererle
detener, pero sí quererle llegar, le gritó fuertes palabras.
—Huye cobarde… huye de lo que el destino te tiene… —Lo señala. —Claro, tu
querías ser el Rey, pero que sucede cuando la vida nos pide de sacrificio, nos echamos
para atrás… ¿Qué esperabas? Que alguien derrotase a tu padre y te diga: <!Oh!
William, aquí está tu trono>. Aludía la joven.
Y William, acaba de su paciencia y serenidad, este como toro herido, se lanzaba encima
de la chica, la tomaba bruscamente de sus cabellos y su rostro, la encaraba con el suyo,
cuál era temible y peligroso, como el rayo.
—Yo no quiero verte jamás… no quiero que me enrollen en esto… ¡Claro!
¿Amor, dices que tu sientes por mí? O es que tú también querías lucrarte de mí
energía…
—Tenías que despertar, William… no podías seguir durmiendo, seguir
evadiéndote de todas tus responsabilidades…—Sonick posaba su mano sobre el pecho
de él. —Además…te quiero, Will… es por ello, que hago todo esto. Y así, dijo ella, con
esa suave voz, que siempre, aunque él no lo demostrase, lograse calmarle.
No obstante, William, estaba decidido a retirarse y dándole la espalda, caminaba unos
pasos más, este veía sus manos, ellas ardían con ese poder, con esas llamas blancas, que
le gritaban de guerra, más él suspiraba, veía su alrededor, todo era tallado en la mística
de su odiada magia.
—Me voy, Sonick. Murmuró él. Y así, finalmente, uniendo y concentrando de
toda su energía, comprimió su cuerpo en el hiperespacio, desapareciendo del mundo,
dejando nada más que su estela. Entonces, William había desaparecido, no sin antes,
haber oído de las serias palabras de su amante.
—Nadie, William… ¡Nadie! Puede vencer a Bedah, más que tu… y eso está en
la profecía.
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CAPITULO 10: AÍNWAR.
—Y esta es tu hija, Germán… una pobre desdichada que nada espera, que nada
anhela, una mujer en cuyos ojos habita la decepción y la tristeza. ¿Es responsable
acaso, vivir así?. —Y en medio de la sangrienta pelea, Bedah, el gran Rey majestuoso y
maldito de Mandrágora, regresaba a asomarse alrededor de su podio, este era
acompañado de una maliciosa sonrisa; pues, podía degustar y notar de esa deshonra y
baja moral que cada Mago sufría por separado, de eso que les quitaba poder y los
hundía en lodo de la falta y la melancolía. Bedah reía a carcajadas frente a ellos y frente
a Germán, cuál no podía sobrellevar el peso del decaimiento de sus hombres.
Más, Germán regresaba su vista hacia Bedah, este no bajaría su furia y su guardia, no
rompería su palabra; pues, de alguna manera, la muerte de Bedah estaba en el destino.
—Padre… Murmuraba Sonick al perderse en los ojos de Germán.
—Sonick… Respondía el Teúrgo, presenciando del despeado del Rey Bedah,
mismo que sujetando fuertemente los hombros de la chica, la jalase de lugar a otro,
humillándola en público.
—Esta es la mujer que un día fue monja… y no diré respetable, porque los que
conocieron bien a esta tipa, sabrán la clase de calaña que era… —Bedah reía con
exaspero. —Ella… una misionera que en las noches, deslumbraba los bares con su
magia y asquerosos trucos, esta bohemia que se deleitaba de hablar de Dios, cuando a
la vez, practicaba brujería. ¿Merece acaso la vida una bruja?. Gritaba Bedah, él no
paraba sus discursos, observaba de reojo a Leticia y a Celeste, cuales eran a su lado
como escoltas, estos agachaban de sus miradas; pues, de algún modo, ellos también
pertenecían a la brujería.
Y Bedah, veía a toda la gente de Mandrágora, que con temor, regresaban sus pasos. —Y
ustedes, pueblo mío… como se han dejado llevar… como en tiempos de confusión, los
nobles religiosos caen por sus debilidades, la iglesia se ha unido con magia, con la
maldita magia que solo de diablos es… —Bedah muestra el rostro de Sonick frente a las
masas, ciertamente Germán podía deslumbrar la tristeza de su hija y este sabía lo que
había acontecido, William había escapado de su vergüenza, de su destino.
Y así como Germán, muchos vieron el rostro de Sonick, ese lamentable que se perdía
entre la muchedumbre que se reprimía a hablar, estos eran momentos críticos en donde
el pueblo se juzgaba internamente en que hacer, en sí destruir al tan malvado Rey que
les oprimía y les esclavizaba, o en unirse a los Magos y a la manipuladora Iglesia, de la
cual nadie conocía el porqué de sus intenciones.
—Amiga mía… Sonick… no decaigas jamás. Más, los pocos y sinceros deseos
del alma, se clavaban en el ambiente, desde lejos, en las instalaciones del Monasterio,
afloraban las manos de Anabela, esta que con pesar, rezaba a Dios porque la oscuridad
que desde hace años les acogía, se terminase. —Y Anabela veía hacia sus espaldas, ahí
estaba, en la puerta, su amiga Esmeralda, este le ofrecía una capucha, mencionaba que
todo estaba listo, tal como ella se lo había mandado. —Sonick, nos necesita… Anabela.
Dijo la morena y la rubia, sin esperar más, tomó la sotana y cubrió su rostro, esta se
deslizaba con astucia por los corredores y las siluetas adultas de monjas y Sacerdotes,
ambas se mezclaban en los jardines y laberintos, ambas saldrían del Castillo, irían por
Sonick.
—Ya mucho tiempo, los que queremos a Sonick, hemos estado calmados y
silenciados. Expresó Anabela pisando de las calles, aledañas a la salida del Monasterio,
esta levantaba sus cafés ojos hacia el cielo y hacia ese joven misterioso que se acercaba
a ellas.
Y Esmeralda veía del muchacho, este casi de su tamaño, les mostraba de una alargada
sonrisa, misma que se escapaba de su capucha. —Usted saben cómo encontrar a
cualquiera si se lo proponen, después de todo, la Iglesia tiene información natal de casi
medio mundo... Afirmó aquel mientras desviaba su mirar hacia el Castillo, Anabela se
ponía a su frente, respira hondo.
—Solo hemos tenido que revisar de los apuntes de Sonick…
—Tú puedes ayudarla a despertar, está extraviada en sus sentimientos. Acotó
Esmeralda, más el joven chasqueó sus labios, este entre-movía sus hombros, como
quién calentase para una pelea. —Bueno, señoritas… agárrenseme de mí, porque vamos
a correr hacia dónde está esa distraída mujer… —Y el chico las llamaba con un
movimiento de cabeza, Anabela veía a la otra, ambas tomaban de sus brazos. —Bien,
han hecho en llamarme, en confiar en un Mago… Después de todo… mi doncella
necesita a su barón. Mencionó el extranjero, este que sin demorar más, lanzase de su
energía a sus piernas, están que se impulsaban veloces, pasando de calles y avenidas,
cruzando tras personas y casas, aumentando con la emoción y temor de las muchachas,
cuales se asombraban de su rapidez y agilidad.
No obstante, sus presencias aun no llegaban a la escena de la contravención, donde aún
espadas, palos, antorchas, magia y animales se debatían en eterna lucha, en medio de los
pocos que se detenían, sentados en el piso, confundidos y con sus corazones agitados.
—Mistora jamás sería capaz de haberle dado sus poderes, como tampoco, mi
sobrino Celeste, se hubiese ido del lado de este infeliz. Determinó Barbee, este que
curaba de sus heridas, que era asistido por Mori y Tawa, quién en realidad era Tiwa y
que mostraba su silueta fémina frente a todos. —Tiwa, no podemos dejarnos acabar…
por nuestro sobrino, debemos luchar. Dijo él.
Tiwa suspiraba hondo, acariciaba del rostro de su esposo, más ligeramente veía de Mori,
quién aun en asombro, no podía quitar la mirada de la mujer.
—Mistora es un traidor, que abandonó a Germán, su maestro… empero, Mist es
tan noble, que jamás traicionaría a Magia y a sus discípulos. —Tiwa entrelazaba sus
dedos. —Bedah ha hecho lo que quisiese con ellos… y esa mujer, que a su lado está, ha
hecho que las cosas que jamás imaginemos, se hagan realidad… la venganza debe
surgir, Barbee. Habló la seria mujer, aguantando sus penas, amarrándolas con su
fortaleza. Y la pareja alzaba su mirar, se chocaban con Leticia, cuál con una leve sonrisa
de satisfacción, miraba a Germán.
—Me pregunto… ¡Cuánto más! Dios va a permitir la sangre de inocentes.
Expresó Mori, este se ganaba de la atención de Tiwa, cuál tomando de sus manos,
perdía su mirada en la de él. Barbee los miraba, más no tenía cara para reclamar nada.
—Nadie es inocente en esta vida… porque nadie ha lanzado piedra de
perfección, todos tenemos lo que nos merecemos… solo pasa, que nos subestimamos
demasiado. Respondió Tiwa, a la vez que también tomaba la mano de Barbee, cuál
asentía sus dicho. —Más, es lógico que uno mismo pueda cambiar su destino… ¿Te
gustan las brujas, monje?. Y Barbee dejaba a Mori con la palabra en la boca, este
caminaba hacia su frente, se unía junto al valiente Oz, quién con puños se abría paso
hacia adelante, todos, querían llegar a las puertas del Castillo, ahí donde era el
indomable Germán, este que clavaba sus ojos en Leticia y en Bedah, quién no se
cansaba de humillar a Sonick.
—Así lo diré nuevamente… —Expresaba Bedah. —De nada le sirvió a esta
mujerzuela, revolcarse con mi hijo William, porque aquel, ha escapado como un
cobarde, aquel no puede enfrentarse a mí, sus huesos tiemblan al estar frente a mi
presencia. Gritaba el soberano. Y Sonick bajaba su cabeza, no podía quitar de su mente,
los recuerdos de esas palabras tiernas, las caricias calurosas y llenas de amor, de esos
latidos, de esas emociones. ¿Dónde estaba William?.
Y Germán entrecerraba sus ojos, levantaba su espada, cuál era como su propia varita.
—Acaso sabes, ¡Oh! Bedah… por qué William se fue. Gritó Germán entre los
demás.
—No es suficiente el temor, la deshonra y la vergüenza, para irse lloriqueando.
Dijo Bedah, la joven que entre sus garras estaba, giraba su rostro hacia Leticia, este que
le guiñaba de su ojo. Sonick estaba intrigada, pero no obviaría las futuras confesiones de
su padre.
—William huyó porque no soporta las represalias de la vida… pues, es tiempo
de decirte y de agradecerte por criar a mi hijo… —Germán hundía sus ojos con fiereza.
—William es hijo mío y de Gracel, él es quién lleva nuestra semilla y el único que
podría quitarte la maldición… ¿Y sabes cómo? quitándote la vida, Bedah. Aludió
Germán, Bedah no se sorprendía, este siempre rechazó la presencia de William, más
recordaba del porqué de su presencia; pues, era en tiempos pasados que Mistora le
hablase de la fortaleza de su hijo, más valía tenerlo cerca, siendo esclavo de lo terrible y
oscuro, para que fuera de la luz y la belleza, William jamás se le enfrente. Pues; ¿Qué
sería de Bedah ahora, sí hubiese abandonado al Príncipe desde hace un anterioridad?...
tal vez, ya estaría muerto y no participaría de esta guerra.
—Ahora entiendo, Germán… porqué este muchacho faltaba de linaje y espíritu
tanto de guerra, como violencia… era tu hijo, un bastardo cobarde. Aclamó Bedah con
venenosidad, Germán solo entrecerraba sus ojos con rabia, él continuaba. —Sonick, en
cambio, es mi hija… pero no es de sangre, ella vino a mí por la magia de la vida, ella
es adoptada… pero ella tenía su misión y créeme, gran Bedah, que lo hizo a la
perfección. Confesó el Teúrgo.
Y Bedah regresaba su mirar hacia la apagada Sonick, esta que era víctima de sus jalones
y desprecios. —¿Esta mujer?… yo no veo que haya hecho más que desvirgarse con
William. Criticó y así, con su suma ira, alzó el cuerpo de la joven y con cólera, la lanzó
del podio.
Esto fue sorpresa para todos, incluso para Leticia, quién se asomó, con inquietud, a ver
el infortunio de su compañera. Esta gritaba a viva voz, alguien debía salvarla.
No obstante, Sonick caía rápidamente hacia el piso, incluso rápidamente para Germán,
quién no se había movido de su lugar, este aun observaba a Bedah.
—Muere, maldita criatura. Exclamó Bedah con victoria. Todo, a medida que
desde la oscuridad, asomaban los celestes ojos del entristecido Mistora, este que
presentía de su debilidad, sus poderes ya no estaban con él, y nada podría hacer para
salvar a Sonick.
Lo único que quedaba a este pobre hombre, era desterrarse en su miseria.
Y Sonick sentía la adrenalina y el vértigo, más no tenía miedo de morir, aun cuando no
hubiese cumplido de lleno, sus sueños. Empero, no olvidemos que el destino estaba del
lado de Sonick y por ello, este le ayudaría con todas sus piezas.
Así, antes de quiera estar a unos metros del piso, la velocidad increíble e imperceptible
del misterioso Mago, cruzó con los ojos de todas las personas, este daba un grande salto
por los aires, todo para quedar en el área y sujetar a su doncella, a Sonick. Más, aquel
chico no estaba solo, los gritos de susto se escuchan, cuales ecos por todas partes, estas
eran Anabela y Esmeralda, quién ni en broma, se soltaban del muchacho, bien sujetadas
estaban, de sus brazos, de su cabeza y cabello.
Y este veía como Sonick caía, aquel se despojaba de las otras dos y estirando sus
brazos, como presionando sus piernas, se dio lugar a ser el héroe, robándose de la
atención y la euforia de los presentes, estos que con gritos, se armaban para la seria
señal de Germán, mismo que viendo a su hija en los brazos del extraño, gritase en
símbolo de lucha. Así, no hubo persona que se quedase quieta, estos corrían con sus
armas, aplastando de los cuerpos tristemente muertos, empuñando de sus deseos de
libertad, destruyendo de las murallas vivas, de esos que se oponían a la justicia del
pueblo y de Dios.
Asimismo, Sonick se veía segura, esta levantaba su vista hacia su salvador, quizás
quería ver a William, empero, se encontró con una sorpresa; pues, aquel joven, quitando
de su capa, mostró su rostro, aquel era un pelinegro de ojos azules, era Love, el
campesino Mago, el muy amigo de ella.
Y Sonick saltó del asombro. —¡Love! ¿!Qué haces aquí!?. Exclamó.
Love sonreía brillante, la dejaba tocar piso, ahí donde Sonick notase a sus amigas, a las
cuales, abrazó nuevamente con calidez. —Es mejor que nos vayamos a una esquina de
toda esta batalla. Más, asegurándose de su bienestar, Love jalaba de las jóvenes,
llevándolas hacia un escondite, ahí donde reposando sus cuerpos en tierra, se cubrían
con las plantas.
—Sonick… ¿Por qué te veo deprimida?. Soltó la voz de Love, Sonick suspiraba.
—Es por William, ¿Verdad?. Opinó Anabela, sin quitar la vista a Germán, cuál
de un solo salto, se abalanzaba contra el podio, ahí donde con espadas y magia, se
enfrentaba con Bedah, aquel sangriento que mandaba a sus servidores a atacar, Celeste a
Barbee y Tiwa; y Envy a Oz, Tay y Mori. —Anabela veía ahora a Sonick. —¿Me
equivoco?. Dijo ella.
Sonick entrecerraba sus ojos. —Nunca pensé que escaparía de la guerra… Murmuraba
con pesar, Love le abrazaba de lado, este le regalaba una sonrisa. —Uno no conoce que
cosas nos trae la fortuna y el futuro, siempre hay que estar preparados. Aconsejó él.
Y Esmeralda también abrazaba a Sonick, aquella sentía reponerse, al estar cerca de los
suyos, al sentirse querida y animada por otros.
—Sonick, la guerra nos espera… somos dos Magos y no podemos quitarnos la
responsabilidad de ayudar a los enfermos. Mencionó Love y Sonick sacudiendo la
tristeza de su semblante, se levantó e iluminando sus ojos de coraje, tomó la mano de
Love.
—Tienes razón, amigo… Expresó esta. Así, dejando a sus amigas veladas,
salieron y tomando de los heridos, les llevaban a un refugio, malos o buenos, no
importaban, ellos eran ayudados por ambos.
Más, por otro lugar, decaído y desahuciado, caminaba Mistora, este se alejaba de todo lo
que encerraba Mandrágora, sus cansados pasos buscaban de respuestas, de señales que
le permita morir en paz. Mistora se veía en su soledad, en esta que le reflejaba todos sus
errores, sus faltas, sus miedos. Así, Mist se veía frente a frente con su silueta de noble y
político, con esa naturaleza fingida que no era de él mismo, entonces, Mistora lloraba de
manera amarga, levantaba sus ojos al cielo, a este cuál atardecer, pintaba de sangre.
¡Cuanto pudo haber evitado! Más, aquel quería vivir y en su destino, con el pacto y con
Bedah, se encontró. No obstante, la vida le había enseñado mucho y tiempo de
redimirse era. Y Mistora se arrodillaba en medio del desierto, ensuciaba sus manos y su
cara con la caliente arenilla.
—Gracel… maestra mía… —Sollozaba.—Cuanto lo siento, te he traicionado a
ti y a Germán, he burlado la fortuna y lo que ella me trae… y es que tu sabias como
hacer las cosas, tu señora invencible, que ni la muerte borró con tu presencia… sé que
desde el más allá, nos cuidas y nos guías. Mistora daba un respiro ahogado, se dejaba
vencer de su cuerpo, así acostado en la arena veía de todo su alrededor, ahí donde vio a
alguien, cuál sentado entre las ruinas, le miraba fijo.
Y Mistora se daba la vuelta, con sus codos en la tierra, perdía sus delirantes ojos hacia
el frente, ahí donde esta persona se encaminaba hacia él.
—Gracel… —Mistora veía al tipo, aquel empuñaba un arma. ¿Tal vez, este sería
su final? Mist cierra sus ojos. —Cuida de todos… te lo pido, perdóname… soy culpable
de tantas cosas, pero sin embargo, te lo ruego… salva a Sonick, haz que Germán gane
a Bedah… así yo tenga que morir con él, a causa de este necrófago enlace. Exclamaba
Mistora ante el extraño, cuyos sonoros pasos se detenían a su lado, este lo miraba con
severidad, era la punta fría de su espada la que corría por sus mejillas y cuello.
Mistora solo se preparaba para marcharse al otro mundo.
—¿Qué haces aquí?. Más, de momento a otro, una voz conocida se marcaba
dentro de los oídos de Mistora, mismo que volvía a abrir sus ojos, este le miraba con
atención, con admiración de reconocer al hombre a su frente, este era William.
En cierto modo, ambos estaban solos, Mistora, se levantaba y se sentaba a su derecha,
William le miraba con curiosidad; pues este, al marcharse, no supo de nadie ni de nada,
así, el primero en hablar fue el Mago, aquel le contaba todo lo sucedido para con él,
todo lo que había pasado desde que este abandonase, junto con Sonick, el ritual.
—Una mujer, llamada Leticia me hechizó, esta me ha quitado todos mis poderes
y se los ha dado a Bedah, no obstante, hipnotizó a Celeste y este con su magia innata,
cuál ni siquiera podía utilizar bien, está luchando en contra de su familia… —Mistora
estiraba su cara. —Y Sonick, se encuentra muy mal, ha sido la burla de Bedah, este la
ha humillado en público… sé lo que ha pasado entre tú y ella… ¿Por qué, William?. —
Y el Mago golpeaba la espalda del callado William. —¿Por qué te escondes aquí?... tú
tienes tus poderes, tienes la voluntad con la cuál defender a todo tu pueblo, ¿O es que
acaso te olvidas que tú eres el Rey? No es lo que tú siempre quisiste… ¿Qué te detiene?.
—No sabes nada, Mist. Habló William dejando su espada en la arena,
perdiéndose en sus infinitos granillos.
—Es porque eres hijo de tu mayor enemigo… ¿Por qué reprochas a tu madre y
sus acciones? Ella siempre quiso tener un hijo hecho con amor, no con el odio que
sentía por Bedah. ¿Acaso ella no te crio con suma mística y delicadeza? ¿No hizo de ti,
un Príncipe?. Expresaba Mistora, William suspira, jugaba con sus nerviosos dedos,
estos que se entrecortaban con el filo de su arma.
—Siento que soy una pieza de ajedrez. Determinó el joven noble.
—Sí y eres el Rey, cuál ante su caída, caen todos. Respondió Mistora.
Y ambos se miraban, aun en su distancia, podían escuchar de los fuertes cañones, de las
espadas, de los gritos, las flechas, el fuego y la destrucción. William entrecerraba sus
ojos con tristeza. ¿Cómo estará la rebelde de Sonick? De seguro que en medio de todo
el peligro, esto le hacía soltar una pequeña sonrisa, cuanto se parecía esa mujer a él.
—William… solo tú puedes vencer a Bedah, no Germán… sí él lo quisiese, se
hubiese matado a él mismo y con tal pacto, hubiese muerte el rey, más… este Mago
siempre ha pensado en ti. ¿Entiendes? Sí el gana, tu reino se acabaría, la Iglesia
tomaría el mando del Castillo y la política de Mandrágora.
—Da igual… yo no soy parte de la familia Real. Criticó William, Mistora
sonreía.
—Germán es inmortal, único que puede quitarse la vida él mismo… el que ha
vivido por varias décadas y ha estado involucrado en la Iglesia y la política… ¿Qué
sabes tú, William? Germán es de la sangre del Rey Ludovico I, de los padres de sus
padres, este lo conoce todo y ha vivido así, por la energía de su sexo, cuál trabajada ha
conquistado de la vida. Confesó Mistora, William se admiraba de ello. —Entre todos
los bastos años, eres su único hijo… ese que engendró con la mujer que amaba.
William se quedaba en reflexión, podía ser verdad todo lo que el mago le confesaba, era
obvio que este, aun con sus poderes, también se hubiese sorprendido de los actos e ideas
de su maestro, este que en silencio, supo manejar de los hilos del destino.
—Yo no puedo contra Germán… no soy nadie ante él. Soltaron los labios de
William.
—Sí eres alguien para él… alguien importante, su hijo. Respondió Mistora, este
contaba de lo mucho que tuvo que hacer para enlazar las decisiones y los planes de
Germán, así con lo que averiguó en poco tiempo, no le quedaban palabras para expresar
su pasmo.
No obstante, en estos tiempos, había que dejar los rencores, Mistora le rogaba al otro,
que debiera defender a los demás, él debía vencer a su padre y recuperar el amor de su
Sonick. William respiraba hondo, debía matar a su orgullo.
—Este desierto ha recibido de tus lágrimas… y de mis gritos de angustia,
empero, en medio de este escambroso camino, he hallado paz, luego de tantas heridas y
dolor, hay consuelo, hay tranquilidad. Habló William y Mistora veía del desierto, era
real que este Príncipe tuviese razón.
—Nos hace ver tan pequeños… —Mistora sonríe. —Nos hace ver indefensos…
pero ¿No hay que darle la contraria al asunto?. Mencionó el brujo, viendo como el
castaño se levantaba, sus mieles ojos se unían al rojo sol, este le daba la mano, ambos
regresarían a su lucha.
—Ambos tenemos cosas que reconquistar… yo, mi puesto, mi gente y a Sonick;
tu, tus poderes, tu nombre, tus magos. Exclamó William.
—Somos Magos, William… somos parte de la magia, de esa vida oculta que
palpita en todo. Y Mistora unía sus puños, el Príncipe le observaba, levemente
entrecerraba sus ojos, veía de sus palmas, sentía de su corazón y sonreía, sonreía
dulcemente. —Sí, Mistora… somos dos Magos, dos hombres que regresaremos todo a
su lugar. Decretó el noble.
Entonces, aquellos vieron del horizonte, no detuvieron sus pasos sobre la arenilla, estos
corrían hacia su meta, regresaban hacia su destino, hacia lo que les hacía vivir, hacia su
propósito. —Te mataré, Bedah.
……………………………………………………………….
Ahora bien, en el campo de batalla, todo se decidía, verdades se soltaban y cuerpos se
desparramaban en un nunca volver, llantos añoraban a los héroes y campesinos, todos
sufrían y más aún, con cada derribe que Bedah le daba a Germán, este que sentía pelear
frente a Mistora.
—¿Qué sucede, brujito?. Aclamó el Rey mostrando de sus buenas habilidades
de aire y velocidad, desapareciendo y apareciendo, azotando y ahogando al cobrizo.
—No me sucede nada… ¿Qué puede pasar?. —Sonríe Germán. —Solo es
mucha la euforia que tengo de matarte, nada más. Habló el teúrgo. Aquel, se cubría de
las patadas del mayor, veía de sus movimientos y lograba bajarlo, Germán combatía con
sus espadas y con sus llamas blancas, las únicas que lograban alejarlo.
Más, ellos no eran los únicos que se desenvolvían en la escena; pues, Barbee junto con
Tiwa, intentaban a toda costa noquear a Celeste, aquel que les dejase sorprendido; pues,
sus habilidades eran tan iguales a la de sus padres, esos que desfallecieron en la
hoguera. Así, Celeste con sus mil volteretas y cuchillas, arrancaba las armas de sus
mayores y les enredaba entre ellos, como también, Barbee se unía con Tiwa, estos con
sus látigos, le daban de una lección al novato muchacho, no obstante, Celeste parecía no
despertar.
—Debes de recordar que somos tu familia, que te apreciamos y que siempre
hemos velado por ti, Celeste, tú no estás del lado de Bedah. Aclamó Tiwa, seguido por
Barbee. —Debes regresar con nosotros, a tu vida, a la normalidad. Dijo él, tomando
del rostro del joven Celeste, mismo que les miraba con severidad.
—¿A la normalidad?. —Repitió el joven, los adultos asintieron. —Sí estoy
normal, esta es mi realidad, lo que yo soy... solo que ustedes siempre me lo ocultaron.
Determinó Celeste.
Tiwa miraba a Barbee, cuál en poco tiempo fue derribado a metros, por un fuerte golpe
del chico, este que sacaba pecho frente a la Maga, misma que se guardaba distancia, sin
perder de vista a Mori, este que del otro lado, también peleaba.
Y es que Oz, Tay y Mori, contendían contra Leticia, quién con su magia, les hacía
comer polvo, más ellos con su gran inteligencia, demostraban que faltaba más que
poderes; que los puños, el físico y la mente también eran una gran habilidad.
—Así que los religiosos ya han aceptado la Magia, ¿Ah?. Comentaba la castaña
mujer.
—Solo a los Magos que hacen el bien… a los que utilizan tal don para construir
alegrías. Habló Tay, el fortachón que con sus grandes pechos y brazos hacían retroceder
a Leticia.
—La Magia siempre ha estado con nosotros, Germán siempre ha estado con
nosotros. Surgió la voz de Oz, este que con sus puños, acorralaba a la traidora. —No
creas que no te pegaré.
Así, Leticia veía de su alrededor sin salida, tragaba saliva, buscaba con ansias de algo
que le ayude a terminar con su papel, más aun no aparecía, solo era a su frente la espada
de Mori, quién también le decía de sus frases.
—Yo no acepto la magia, pero Dios da del libre albedrio para con todos,
después de todo… somos sus creaciones… además, yo estoy en deuda con mucho de los
magos. Y Mori levantaba la cara, veía hacia delante, ahí chocaba su vista con Tiwa, cuál
con una grata sonrisa, se llenaba de la fuerza para hacer también retroceder a Celeste.
—Y nosotros, debemos tanto a la Iglesia, ella crea buenos seres humanos…
Mencionó Tiwa.
Entonces, Celeste y Leticia retrocedían, estos tras sus pasos, se chocaban el uno al otro,
espalda con espalda, viéndose encerrado por los Magos y por los Sacerdotes, cuales le
determinaban de su derrota, era mejor rendirse. No obstante, se miraban, sus sonrisas
surcaban con misterio sus rostros, algo estaban planeando, un nuevo movimiento para
escaparse, sin embargo, Celeste y Leticia vigilaban del área, notaban como Sonick junto
con Love, habían detenido la rebeldía de los guardias, estos sin miedo alguno, entraban
por las grandes puertas del Castillo, y con ellos, todos los demás magos y todo el
pueblo.
Y Celeste agachaba su cabeza, esto encerraba un diminuto silencio, de un vacío, cuál de
repente, se vio interrumpido por una sonora voz, y no solo eso, sino por una conocida
figura, este era Mistora, quién apareció de un salto, incorporándose junto a su discípulo,
Mist no demoró en sacar su espada y apuntar a Leticia, con una larga sonrisa.
—Es mejor que se rindan… después de todo, yo ya rebelé su identidad y
secretos… ya no hay porque más finir, William está aquí. —Sonríe junto con Leticia. —
Además, que le han devuelto la fuerza a Sonick; pues, ella los ha visto y no concibiendo
de ello, se ha dado espacio para continuar… en verdad, que admiro mucho las
decisiones de Germán. Expresó Mistora.
Más, no hubo quién entendiese las palabras de este Mago, todos, le miraban con rareza.
¿A qué se refería? Leticia soltó una fuerte risa, esta contemplaba a Celeste, cuál
imitando sus actos, se arqueó quedando frente a los Sacerdotes y Leticia, frente a los
Magos.
—¿Me reconoces?. —Habló Leticia hacia Barbee. —Mira en mis ojos… no ves
a una bruja callejera, mi mirada nunca cambia… yo soy de hecho, Envy. Confesó la
mujer asombrando a todos los que estaban a su alrededor. No obstante, Celeste, le
continuaba, este sonreía con naturalidad. —¿Habéis de creer que yo estaba
hipnotizado?. Preguntó el joven con ironía.
Y ambos se reponían, regresaban su vista hacia Mistora, cuál acogiéndolos con bondad,
les agradeció y felicitó por sus actos. Aun, nadie comprendía lo sucedido.
—Germán entrenó a Envy para esto, ella sería la única con tal naturaleza que
pudiese engañar a Bedah, ya que la magia de esta chica consiste en ello, sin contar que
Bedah no la conocía, nadie sabe de dónde salió Envy, es como la brisa, está aquí un día
y luego, no. Mistora veía a los hombres, tal vez habrían llegado tarde; pues, el pueblo, la
iglesia y Magos habían derrotado al Castillo.
Envy se desconvertía, mostraba su verdadera identidad. —Yo me alié con Celeste, le
dije que deje todo en mis manos, que sí me hacía caso, saldría y vería a sus padres… —
Y Envy veía como el chico se abrazaba con sus familiares, estos que se sentían
orgullosos de él. —Empero, yo debía hacer algo, suficientemente malo para que Bedah
me crea y eso fue quitarte tus poderes. Dijo la pelinegra frente al gran Mago, Mistora,
este que solo le abrazo entre sonrisas.
—El Mago no reside en sus poderes, sino en su corazón y en su alma… no me
has quitado nada importante. Compartió Mistora, este que reía de las caras de todos los
presentes, cuales sin más faltar a sus responsabilidades, se unieron, estos entrarían al
Castillo, ayudarían a Sonick y a William, guerrero que con severo rostro, se cruzaba por
los pilares, corría a las escaleras, saltaba por sus ruinas y se adentraba a la habitación
real, esa en donde los grandes, Bedah y Germán, combatían brutalmente.
—Yo soy un Mago… soy un Guerrero, soy un Rey. Expresaba la mente de
William ante cada paso, ante cada acercamiento, ahí donde sus ojos se encerraban en la
presencia de Bedah, aquel que con insultos, aplastaba el pecho de Germán.
Y William no tardó, cerrando sus ojos, aumentaba sus pisadas, su concentración estaba
en otro lado, en su corazón, ahí donde podía escuchar de la dulce voz de su madre. —
Ayúdame… —Rogaba William. —Suelta de mí, toda mi energía, todas mis virtudes… tú
que conoces de mi alma, danos el fuego para vencer este mal, para vencer a Bedah. —
Y así, William abría sus ojos, aquel con un estrepito grito, alzó sus manos, en esas que
acogían con fuerza, su espada, misma que sin pudor alguno, atravesase del pecho
lastimado y maldito del Rey, aquel que cayó de rodillas al piso, este que miraba con
furor y cólera a William, aquel que ya no fuese ni su hijo.
—Bastardo… ¿Vienes a matarme?. Gritó Bedah, viendo como su sangre se
derramaba en el piso, no obstante, estaba aun con mucha fortaleza para seguir en pie y
así lo hizo, aquel dio cara a William y a Germán, cuales se miraban, se decidían a pelear
juntos.
—Él es mi padre, señor de la magia y la inmortalidad. Habló William.
—Él es mi hijo, sucesor de todo lo que tus ojos puedan ver, de lo visible e
invisible, es por él que todas las cosas se hacen y se crean. Decretó Germán. Así, dicho
esto, ambos se echaron contra Bedah, con sus espadas lastimaban de su cuerpo, con sus
golpes ajusticiaban y cobraban de sus faltas, Bedah se veía indefenso, empero no
callaba, su sangre maldita era como un ácido que hasta el piso repudiaba.
Y todos llegaban al hecho, los cinco Magos y los tres Sacerdotes, acorralaban a Bedah,
todos le castigaban con sus armas, más por el frente de ellos, estaba Sonick, esta que
dejaba a Love con los demás, ella que con sus ojos brillantes y llenos de fuerza, se
uniese a William, mismo que le sonrió de lado.
—Sabía que vendrías. Expresó la joven acariciando en disimulo su mano.
William apretaba sus dedos. —Tenía que venirte a ver, eres una suicida.
German sonreía por la pareja, más no quitaba de vista al amenazante Bedah, cuál aun al
ser azotado por Barbee y Tiwa, volvía a pararse, de nada servía los rayos de Envy, ni las
cortadas de Celeste, como tampoco las patadas de Love ni de Oz, Tay y Mori. Bedah se
había vuelto invencible y Mistora lo miraba con seriedad, con venganza.
Así, este castaño Mago, se acercaba a su maestro, hacia Germán, quién perdía su mirar
en él y viceversa. —Es mi fuerza, es mi poder… sabéis tu muy bien con que podrás
derrotarme… yo siempre he temido a tus blancas llamas… más he decirte que las tuyas
no bastarán, porque el poder del mismo diablo se ha unido al de Bedah. Aclamó
Mistora, este que dando reverencia, iría hacia una esquina; pues no tendría que más
hacer, no obstante, Germán tomó su mano, no debía irse, debía de recuperar su nombre.
—No hay como cortar con un pacto de sangre… Confesó Germán con
preocupación.
—Yo lo sé, Maestro… cuanto lo siento todo esto, pero ya es muy tarde. Y
Mistora veía de los serenos rasgos de Germán, lentamente lloraba ante su nobleza, más
Germán lo abrazaba como a un padre. —Tu siempre fuiste como un hijo para mi… eres
mi mano derecha, Mistora… y así, también lo consideraba Gracel… siempre velamos
por ti y a Dios pedimos porque sean ellos, los que le den final a tu maldición. …por qué
te perdonen todos esos crímenes que Bedah hizo que cometas por él.
Mistora sollozaba, no tenía palabras para expresar su tristeza, pero sobretodo, su amor
hacia Germán. Y Sonick junto con William veían de la escena, todos se entristecían de
la mala suerte, más no dejaban de lado al malvado hombre, este que se burlaba de Mist.
—Tú te vas a pudrir en el infierno junto a mi… nuestras almas están enlazadas
al sufrir. Gritó Bedah y con sus malditas carcajadas consumía de la paciencia del gran
Germán, este que estaba decidido a darle, después de tantos años, su final.
—Y así, como la profecía lo dice… los tres te vamos a vencer, no… los cuatro.
—Germán ve a Mistora y le da su espada. —Vais a sufrir por medio de nuestras
llamas… porque has de saber que todo demonio se acaba por el fuego. Y Germán
cerraba sus ojos, Sonick y William, le imitaban a la vez que todos los presentes tomaban
fuertemente a Bedah, no le dejarían escapar.
—Este es tu fin. Habló Mistora, aquel que empuñaba su arma, aquel que le
cortaría la cabeza, justo cuando el fuego consuma de su cuerpo.
Y así pasó, que estos Teúrgos, William, Sonick y Germán lanzaron de sus voraces
llamas blancas, de esas mitológicas, que los antiguos Magos, mencionasen ser traídas de
Dios, esas que corrían con la velocidad de un agila, esas que consumían de la piel de
Bedah, cuál en su angustia, maldecía a los cuatro vientos, este que se veía vencido por
todos los que a un día humilló y esclavizó. No obstante, entre todos los que se le
alejaban, estaba Mistora, este cuyas manos llenas de valentía, dejaban a un lado el dolor
transmitido por aquel pacto, él miraba con ira al hombre, tenía que lanzarse hacia él.
Entonces, con un victorioso grito, en frente de las miradas, se tiró por los aires, aquel
levantaba su espada, aquella filuda con la que cortase del cuello del hombre, de Bedah,
este que se convirtió en cenizas, este que desapareció de la vida e historia de
Mandrágora.
—Este ha sido el final… Murmuraron mis labios temblorosos, aun no podía
creerlo.
—El mal se ha extinguido de nuestras tierras. Exclamó Germán, mi padre, este
que me veía con sumo amor, me abrazaba a mí y a William. ¿Era cierto? Sí lo era, y yo
veía un sin número de veces el fuego que aun circulaba entre mis manos, ese que no me
quemaba, pero que sí fue capaz de derrotar a Bedah. —Gracias, Madre… Gracel mía.
Y todos cerrábamos nuestros ojos, estábamos muy cansados, la pelea había durado casi
un día completo, no, había durado muchos años… Días, semanas y meses en cuales toda
la gente del Reino, lamentaba angustiosamente.
Así, al asimilarlo, levantamos nuestras miradas, gritábamos al unísono, abrazábamos de
nuestros cuerpos y almas, todo había terminado, un nuevo comienzo nos esperaba, uno
en donde reinaría un nuevo Rey, William, este que presentando de su gallardía y honor,
estrechaba su mano hacia la Iglesia, hacia Oz, Mori y Tay, mismos que aceptaban de
todas sus disculpas y presentaban de sus servicios.
—Bueno… esperemos que no cambies de opinión y luego nos eches un balde de
agua encima. Dijo Oz con su habitual sarcasmo, Sonick le veía con ironía. ¡Qué
hombre!.
—Esperemos, por tu bien, que no. Respondió William dejando helado al Rector,
todos se reían de tales personalidades, todos aceptaban al Príncipe, después de todo, él
pudo derrotar a su padre.
No obstante, Sonick desviaba su mirar descuidadamente, chocándose con Mistora, cuál
algo debilitado, se sentaba en uno de los divanes, no hacía notarlo, pero su corazón era
agitado y desesperado. —Mist… —Murmuró la joven acercándosele, preocupada, se
daba espacio para arrodillarse, tomaba de sus manos. Y Mistora le veía, sonreía
melancólico, mientras colocaba su frente con la de ella.
—Me he liberado, Sonick… soy libre. Mencionó el Mago.
—Vas a estar bien con nosotros… tu volverás a ser la mano derecha de Germán.
Expresó ella ganándose la atención de todos, en principal del Teúrgo, cuál entrecerraba
sus ojos con aquel pesar que destruía a Barbee y a Tiwa.
Germán se acercaba, se arrodillaba a lado de su hija, unía también sus manos a las de él.
—Quiero que sepas que yo te he perdonado… que por nuestro gremio, tú vas
libre de culpas.
Mistora veía a Germán, sollozaba en disimulo. —Gracias, Maestro… creo que no me
podría dar marcha, sin su perdón. Expresó. Y Sonick entreabría sus ojos. ¿Qué
significaba esto?. Sí, era el precio que se tenía que pagar, Mist contemplaba el congelo
de la dama, tragaba saliva, le confesaba de su destino, Mistora debía morir.
—Pero no tengo miedo. —El castaño se levantaba frente a todos. —Es solo un
viaje, tal vez algo largo o tal vez, algo corto… ¡Quién sabe! Pero yo regresaré y
nuestras almas volverán a unirse, quizás para otra aventura. Habló el joven Mago con
su retadora y brillante sonrisa, con sus amables frases y sus sinceros ojos celestes.
Sonick se agarraba de su brazo, este que se llenaba de sus secretas lágrimas, Mistora le
veía, quedaba atónito ante ello, pero conocía que estas no eran de tristeza ni tampoco de
alegría, eran de eran por superior a todo sentimiento.
—Sonick… tú cambiaste mi manera de pensar y actuar… así como la de
William, nos diste de una cucharada de azúcar, nos abriste los ojos y nos alumbraste el
camino con luz. —Mistora la abrazaba fuertemente. —¡Nunca te voy a olvidar! Rogaré
a Dios porque cada alma penitente, al regresar a la vida, se encuentren con un ser
como tú… En verdad eres una alquimista. Habló el joven.
Y Germán le ayudaba a levantarse, ambos se regalaban una sonrisa triunfante. Más, no
podían quedarse, debían presentarse ante el curioso pueblo, cuál esperaba de la ansiada
respuesta. Más, antes de irse, todos dieron sus palabras hacia el fuerte Mistora.
—Maestro… sé que su alma se unirá con la de Gracel y desde el más allá… nos
va a cuidar. Yo le seré fiel a sus mandatos. Afirmó Barbee caminando junto al castaño,
este que golpeando de su hombro, se acercase a su oído. —Más bien, sele fiel a tu
esposa… aun puedes. Aconsejó Mist, esto sorprendió al rubio, cuál quedando tras de
Germán y Mistora, viese a su esposa, a la rubia cuál reía junto a Mori, mismos que se
unían a los demás. Y Tiwa veía a Barbee, más ambos bajaron sus miradas, debían
empezar nuevamente.
Así, el camino de Mistora seguía y William se acercaba con Sonick, el Príncipe guerrero
le estrechaba su mano, el Mago le correspondía.
—Te has ganado mi respeto y yo… el tuyo ¿Verdad?. Interrogó William con
cierta gracia.
—Más que eso… mi amistad y lealtad, William. Habló Mistora, guiñándoles del
ojo.
—Eres grande, Mistora… vamos a contar y a cantar al pueblo de tus obras,
para cuando vayas a marcharte, escuches de ellas, día a día y esa sea la fuerza para
que culmines tu castigo más rápido. Dijo William y Sonick apegándose a sus hombros,
les chocaba con sus cabezas, no había más tiempo para hablar, debían dirigirse al
pueblo, aquellos que al verlos sanos y salvos, se lanzasen con gloria hacia ellos.
Y un gran grito como nunca fue escuchado en Mandrágora, se alzó hasta las nubes, ahí
donde Dios nos regalaba de la luna y sus miles estrellas. Todo el pueblo, en esa noche,
festejó con danzas y alegrías, a esas a las que se unían niños y animales. —Así fue
como el pueblo, recuerda de esta historia, cantando las hazañas de estos doce valientes,
no, no eran doce, eran miles, eran mis amigas, Anabela y Esmeralda, era todo el pueblo,
todo el Reino junto a Gracel, nuestra eterna madre.
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¿Se acabó la historia? Pues, no… un cuento nunca se acaba, porque este continúa al
igual que la vida y el río que baja de las montañas… Más, esto es lo que les puedo
contar, mi nombre es Sonick, una mujer pequeña pero grande de espíritu, pocas de mi
historia, que volvió a ver la era de oro, esa en donde la Iglesia se unió a las enseñanzas
de la Magia y viceversa, donde Dios era Mago y el Mago era religioso… donde la
Magia y la Mística eran el verdadero camino a la redención… este era mi sueño y lo
supe conquistar.
No obstante, no soy la única que realizó sus sueños… Mistora, se nos fue al poco
tiempo, más en su entierro, nadie lloró, todos guardamos un gran respeto sobre su
memoria y su hermosa sonrisa, cuál siempre veo en mi sala, ahí donde hay un grande
cuadro de él.
—Que te vaya bien, amigo. —Más, Barbee, continuaba arreglando su matrimonio, creo
que les va mejor, aunque siempre hay resbalones, Tiwa es exigente… sin embargo, ella
es una gran Maga y continua ayudando a la Iglesia, tal vez Mori abogó mucho para ello.
¿Raro no? Bueno la gente cambia, así como Oz, quién dándose el valor, nombrase de
manera pública a Germán como “Mayor” gracias a Dios, le aceptaron con honores. Y…
bueno, Envy, ella, por alguna extraña razón, anda detrás de Oz, le ha empezado a caer
bien, está ahora ocupa el cargo de Anabela ya que mi amiga, se convirtió en una
misionera. ¡Bien por ella!. —Risas. —Haber… ¿Qué más? Sí, Love se unió al gremio
de Germán… ¡Qué mentiroso ese niño! Él nunca me dijo que era del grupo traidor, ¡Eh!
Disculpa Mistora.
—Ya cállate, Sonick. Y una voz se introducía entre los diálogos de la jovencilla,
esta de ronco y cansado tono, William.
—¡Ah! ¡William! Estoy terminando de contar como pasaron las cosas… ¿Quién
falta?. Dijo ella pensando una y otra vez, hasta que volvió a hablar. —¡Ah! Tay abrió
nuevamente de sus enseñanzas de pelea, muchos sacerdotes se apuntaron. Esmeralda le
ayuda mucho. Más, como olvidarse de Celeste, este empezó su camino de Mago,
ayudado por sus parientes, se echó a aventurarse dentro del Reino, la vida de caza-
recompensas, es buena.
—Sonick… no te parece que te falta alguien más, tal vez alguien más
importante. Interrumpe de nuevo William. Sonick se detiene, vuelve a pensar, William
suspira. —Falto yo, genio.
Y Sonick ríe y se disculpa. —Te estaba dejando para el final… pero ya llegó la hora.
Bueno… y ustedes se preguntarán que pasó con nosotros, ok, las cosas son siempre de
manera complicada con William, pero él también cumplió su sueño, luego de la victoria,
luego de unos días, él fue coronado como el Rey de todos los cuatro estados que hacen
nuestro reino de Mandrágora. Se hizo responsable de sus poderes y empezó a recibir de
las enseñanzas de Germán, este que volvió a darse la oportunidad de instruir a novatos.
—¿Me estás llamando novato?. Intervine William.
—No, William… hablo de los demás. Responde Sonick, quién continuaba
comentando de la trama, esta confesaba que lo del compromiso se hizo real, William y
Sonick sí se habían enamorado y querían unir sus vidas, dándole al pueblo de una vida
generosa y de pulcritud, honores y amor.
—Entonces… —Habla William. —Esto terminó como en los cuentos de hadas…
Sonick le mira, sonríe irónica. —Solo hasta que dure tu buen humor, William.
—Muy chistosa, Monja-gata. Replica William, más abrazándola, arrimaba su
barbilla a su hombro, Sonick giraba su rostro hacia él y ambos, consumiendo su amor,
se besaron frente a todo el pueblo, frente a esa gente de buen corazón, cuales unidas,
construirían de un buen futuro, ellas son buenas almas al servicio de los demás.
Y… ¿Cuánto durará esto? Esperemos que William y yo, nos volvamos inmortales y
conquistemos de nuestras energías como un día lo hizo Germán, el mayor Mago de toda
nuestra historia.
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CULMINACIÓN.-
……………AINWAR´S END……….