campo afectivo: notas personales

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¿Puedo jugar mi propia vida y al mismo tiempo ser consciente del juego? Es la pregunta que detona la posibilidad del uso del concepto de la razón estética. Percibirse en el mundo en primera persona y tercera persona implica una conciencia: la ficción el reino de lo posible. Y esto se debe a que la razón está en crisis. La razón no puede describir la totalidad de lo que acontece. El lenguaje fuerza al universo a convertirse en realidad, es decir la metáfora que se cosifica. La razón estética va más allá de la razón porque no interpreta mundos sino que construye mundos. Es una postura que participa en el suceso como voluntad de integración. Consiste en lograr que nada coagule en conceptos para que la palabra siga siendo líquida, afirma Maillard[5]. Además el mismo autor sugiere la liberación por descubrir al sujeto integrándose al mundo: la cotidianeidad ofreciéndose como posibilidad al espíritu-cuerpo. Al contrario, a las posturas hegemónicas de teorías les pertenece suponer y proponer las condiciones para que lo posible o habido se constituya en determinada realidad. Naturalmente que esto implica, a su vez, la necesidad de poner condiciones a la teoría para que sea, en rigor, constituyente de la realidad. Por consiguiente, el hombre, en cuanto pensante, es un ser que condiciona “todo lo habido y por haber”, para que exista ante él de una manera definida. La teoría entraña la idea de fundar, construir, crear, y que

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Arte contemporáneo.

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Page 1: Campo afectivo: notas personales

¿Puedo jugar mi propia vida y al mismo tiempo ser consciente del juego? Es la

pregunta que detona la posibilidad del uso del concepto de la razón estética.

Percibirse en el mundo en primera persona y tercera persona implica una conciencia:

la ficción el reino de lo posible. Y esto se debe a que la razón está en crisis. La razón no

puede describir la totalidad de lo que acontece. El lenguaje fuerza al universo a

convertirse en realidad, es decir la metáfora que se cosifica.

La razón estética va más allá de la razón porque no interpreta mundos sino que

construye mundos. Es una postura que participa en el suceso como voluntad de

integración. Consiste en lograr que nada coagule en conceptos para que la palabra siga

siendo líquida, afirma Maillard[5]. Además el mismo autor sugiere la liberación por

descubrir al sujeto integrándose al mundo: la cotidianeidad ofreciéndose como

posibilidad al espíritu-cuerpo.

Al contrario, a las posturas hegemónicas de teorías les pertenece suponer y proponer

las condiciones para que lo posible o habido se constituya en determinada realidad.

Naturalmente que esto implica, a su vez, la necesidad de poner condiciones a la teoría

para que sea, en rigor, constituyente de la realidad. Por consiguiente, el hombre, en

cuanto pensante, es un ser que condiciona “todo lo habido y por haber”, para que

exista ante él de una manera definida. La teoría entraña la idea de fundar, construir,

crear, y que nuestra capacidad de condicionar representa la condición humana.

¿Acaso no es del hombre eso de hallarse a sus anchas, cómodo o a su modo en aquello

que ha reducido y limitado previamente, convirtiéndolo en artificialidad? Y si ese es

efectivamente el problema de la filosofía occidental: cómo puede ser el mundo objeto

de conocimiento y al mismo tiempo lugar de prueba para el sujeto, cómo puede haber

un sujeto de conocimiento que se de al mundo como objeto a través de la techne y un

sujeto de experiencia de sí totalmente diferente del lugar de prueba. Si es ese el

problema de la filosofía occidental: La fenomenología del espíritu es la cumbre de esa

filosofía.

Las prácticas artísticas asisten con más arrojo y menos conservadurismo que la

filosofía en muchas de sus formas de entender el fenómeno de la generación de

conocimiento: procedimientos de realidad virtual, realidad aumentada, inteligencia

artificial, sistemas de algoritmos genéticos, bioarte, son apenas designaciones

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semánticas de un horizonte de mutaciones en cuyo centro está un sujeto ya no de

simples percepciones, sino de emociones vividas que estructuran de forma colectiva la

propia experiencia.

El mundo es entonces perpetuo ofrecimiento, un intenso torbellino de posibilidades.

El conocimiento alejado de las formas explicativas de la realidad significa la

comprensión creadora de un mundo estetizado: la creación continúa de metáforas. La

verdadera naturaleza de las cosas trasciende al conocimiento racional. La realidad

sólo puede expresarse mediante metáforas.

Una parte medular de la investigación consiste en abordar al cuerpo como una

interfase generadora de señales, es decir un cuerpo que deviene en pura pantalla, un

centro de distribución para todas las redes de su influencia social. Por un lado, el

cuerpo como interfase hace necesario el diseño de un sistema electrónico que permita

la generación de enlaces cuerpo-maquina.

El cuerpo entendido desde la concepción de la señal puede ser abordado desde la

lógica de la posibilidad tecnológica como generador de señales inserto en un modelo

de pensamiento de tres dimensiones: pantalla cuya superficie despliega las

operaciones formales a través del procesamiento de imágenes.

En efecto, una señal trata de una función en una dimensión (X): cualquier cantidad

que cambia con respecto al tiempo y/o con respecto al espacio es potencialmente una

señal. Así que la velocidad de un automóvil en movimiento representa una señal, la

presión que aplico en el acelerador del coche es una señal, los latidos del corazón son

una señal.

En consecuencia, las señales de dos dimensiones (X, Y) consisten en situar una señal

con función de una dimensión en un sistema de relaciones: la velocidad de un

automóvil en relación a la distancia que recorre, la presión que se aplica al acelerador

en relación a la presión sanguínea o los latidos del corazón en relación a determinadas

prácticas sociales. Luego, las señales en tres dimensiones (X, Y, Z) son aquellas

relaciones que pueden estar vinculadas a las relaciones del cuerpo y sociedad tanto

más de sus bifurcaciones con la ciencia y la filosofía.

Puesto que, el cuerpo se encuentra inserto en la era de las redes, de las conexiones,

contactos, contiguidad, feedback; una especie de conexión ininterrumpida derivada

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del entorno social en el que se encuentra sea por los medios de comunicación o por la

presencia de un sujeto en perpetua relación con sus propios objetos algo ha cambiado:

el cuerpo deviene en la multiplicidad y complejidad de la significación.

Laclette afirma: “actualmente nos encontramos con un fuerte avance tecnológico

surgido a partir de un intenso desarrollo del conocimiento de la naturaleza y del

organismo humano”[6]. Esto ha dado a lugar a un fuerte dominio sobre los

mecanismos técnicos que permiten intensificar las sensaciones, y paralelamente, se

hace necesario la reflexión sobre los medios que nos rodean.

En efecto, las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para articular

narrativas sobre el cuerpo consisten en vaciarse a través del otro: de intercambio, de

conectividad, de interfaz, un cuerpo sin órganos, y por lo tanto un cuerpo red; orden

orgánico de la realidad que apuesta y entiende lo relacional-hibrido como forma

fundamental de nuestra identidad. En efecto, las prácticas artísticas abren la

posibilidad de pensar un nuevo co-estar más allá de las construcciones lingüísticas

que sirven para definir las diferencias.

Pensar de modos distintos a la sociedad en el contexto contemporáneo: la

presentación del cuerpo como arquitectura evolutiva y como interfaz comunicativa, el

ser humano en tanto que ser hibrido dónde la interacción con la diferentes tecnologías

y los conocimientos nos ofrecen marcos relacionales de interacción social, las

prácticas artísticas que posibiliten experimentar como lo vivo se extiende pero no se

trata de una extensión que identifique lo vivo como ser cartesiano, sino como la

multiplicidad de fragmentos extendidos poblando una multiplicidad de

especialidades; se convierten en actos de resistencia.

Las prácticas artísticas son capaces de generar su propias condiciones de discurso:

desorganizar el cuerpo, desorganizar lo códigos, las narrativas, las taxonomías;

supone la composición de un paisaje fractal, un collage que posibilita nuevas

construcciones desde el extrañamiento, nuevas preguntas, sobre el cuerpo, la vida, lo

ético y lo político. Una estética que nos permite huir de una organización unificante y

jerarquizante, un espacio de resistencia, un lugar perpetuo de desplazamiento.