biblioteca americana - revista de la universidad de méxico · leerse paralelamente con biografía...

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Por Ernesto MEJlA SANCHEZ BIBLIOTECA A ÑO DE ANIVERSARIOS el de 1958: La gloria de don Ramiro, de Enrique Rodríguez Larreta, es de 1908; Ta- haré, de Juan Zorrilla de San Martín, y Azul . .. , de Rubén Darío, aparecieron en 1888. Por la vida, la primera obra de Car- los Reyles, en noviembre del mismo año. La propia vida de Reyles oscila entre fe- chas terminadas en 8: nació en Montevi- deo el 30 de octubre de 1868 y murió en la misma ciudad el 24 de julio de 1938. Otros acontecimientos de su vida literaria incluyen dicha cifra: la tercera de sus "academias", El sueño de rapiña, se pu- blicó en 1898; los primeros Diálogos olím- picos, en 1918. Como para preparar la celebración de tantos aniversarios reyleanos, se ha im- preso recientemente la obra póstuma de Luis Alberto Menafra, bajo el título es- cueto de Carlos Reyles (Montevideo, Uni- versidad de la República, 1957, 344 pp. + índ.), estudio biográfico y crítico, a la vez. Es una de las Publicaciones del De- partamento de Literatura Iberoamericana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo, cuyo jefe, el profesor Al- fonso Llambias de Azevedo, presenta co- mo "la contribución más valiosa que hasta el momento se haya escrito sobre una de las figuras representativas de la litera- tura iberoamericana". El profesor Tabaré J. Freire tuvo a su cargo "el ordenamien- to de sus papeles [de Menafra] y el cuidado de la presente edición" ; esta labor consistió principalmente en distribuir una serie de notas autógrafas de Menafra al pie de las páginas correspondientes, y en formar apéndices con los textos descono- cidos de Reyles (I-V), que interrumpían la redacción de la obra, y con otras notas autógrafas (VI), de carácter más general. Por la vida (1888), narración panfle- taria y autobiográfica, eS una obra juve- nil, de los 20 años del autor. "Jamás la citó entre sus producciones -dice Mena- fra-, e hizo todo lo que estuvo a su al- cance para hacerla desaparecer. La pri- mera edición fue muy limitada; posible- mente unos quinientos ejemplares. Sus amigos sabían que le producía enorme sa- tisfacción el regalo de uno de esos volú- menes, para quemarlo inmediatamente. Sin embargo, algunos han quedado. He- mos visto dos o tres y suponemos que existan algunos más. Uno de ellos 10 tuvo siempre sobre la mesa de trabajo, pues le agradaba leer el Prólogo, escrito con empaque y soberbia, so pretexto de humil- y sencille,z ... Creemos que su repu- dIO se debía a razones de índole artística, y no.al afán de borrar ciertos pasajes de su vida... Del punto de vista .literario, no posee valor alguno ... En 1888 atra- vesaba un período lleno de dudas e in- quietudes, que no le permitieron acertar con su auténtica, expresión. Además, le el ejercicio de la expresión, única vla por donde destila la concentrada esen- cia del estilo original. Sin embarga", ya pesar de sus flaquezas, demuestra que posee .capacidad para decir las cosas sin recurtlr a las formas corrientes. Su ma- 'nera es áspera, pero está llena de sinceri- dad. Es .una fuerza poderosa, que desdeña hechos, procurando trazar su AMERICANA cauce original" (pp. 53-54). La. es buena muestra del método exposltIvo de Menafra: utilizó los datos de la vida la obra muy objetivamente, pero acerto a darnos una valoración de cada una de sus etapas. , No siempre usó Menafra las primeras ediciones de Reyles, a lo largo de su tra- bajo; por eso la bibliografía cronológica es más indispensable en este libro que no la registra. Se nota que el autor no tuvo tiempo de usar La conversación de Carlos Reyles, de Gervasio Guillot Muñoz tevideo, Instituto Nacional de InvestIga- ciones y Archivos Literarios, 1955, 55 pp.), N9 2 de la Serie II ("Estudios y Testimonios") de las publicaciones del Instituto dirigido por Roberto Ibáñez. Es- te simple "testimonio" es valiosísimo para conocer la personalidad, las ideas y lec- turas de Reyles, entre 1929 y 1933; debe leerse paralelamente con biografía y crí- Reyles- de ave solitaria" tica, de Menafra, las lagunas de este, en cuanto ara· información lite raria y las opiniones de su héroe. Las dos fotografías que acompañan al folleto y la descripción física de Reyles, tomada de La cruz del sur, de Alvaro Guillot Mufioz (Montevideo, 1930), nos presentan a un Reyles de cuerpo entero, no .e:cento de la hondura y complejidad espJrJtual que se percibe en sus obras: "Pequeño de e,statura, pálido y magro, li- viano y musculoso, Carlos Reyles tiene cierto parecido exterior con Amado Ner- vo y con aquel.gonfalonero florentino del siglo XIV, Niccolo Da Uzzano, que inmor- talizó Donatello, después de la guerra de los Médicis, en un busto policromado, 'ín- tegro de vida interior. El rostro enjuto, el ademán displicente, la mirada tajante como hoja toledana, la osatura y rasgos de .busto romano, la elevación castellana de la ceja derecha, los labios apenas hilva- nados, su empaque de ave solitaria, tal como lo estampó Zuloaga". Imagen te todavía en el apunte póstumo de Paul Valentin, de 1939, que ilustra esta pági- na, seguramente basado en fotografías, Un reclamo de Menafra a los críticos de la literatura americana hace pensar que UNIVERSIDAD DE MEXICO la redacción definitiva de su manuscrito es anterior a 1954 por lo menos, o sóle un poco posterior a sus artículos sobre Carlos Reyles y la generación del 98 Y la Génesis de "El embrujo de pu- blicados en "La Prensa" de Buenos Aires. 4 de febrero y 16 de marzo de 1941, y recopilados en su libro, pp. 205-208 Y 222- 236, respectivamente. Dice Menafra: "1':0 este sentido, mucho nos extraña que los críticos de la literatura americana pa;,rn por alto a Reyles, cuando se trata de ,,"s· tudiar el Modernismo. Presentan a Rodó, con su opúsculo El qu.e vendrá, como d estructurador del programa moderni3u. Olvidan que sólo comentaba a Reyk3, siendo mucho menos categórico que Recién en nuestros días, los críticos :oe han puesto más o menos de acuerdo sob:-e la verdadera naturaleza del Modernismo. y 10 más curioso es, que si comparamos sus conclusiones con las ideas de Reylcs en 1896, llegamos al convencimiento de que, habiéndole prestado la atención qU I : merece, hubieran llegado más pronto al mismo resultado" (p. 90). El reclamo ('S injusto después de la inclusión de Reyles en la Breve historia del 'modernismo, de Max Henríquez Ureña (México, Fondo de Cultura Económica, 1954, pp. 229- 234), donde se cita el prólogo a sus ':en- sayos de modernismo", las Academias de 1896 a 1898, y se hace justicia a Reyles, porque "ese afán de recoger los latidos del vivir contemporáneo, tan inquiet.) y complejo, es precisamente uno de los as- pectos qtf dieron carácter al movimiento modernista" (p. 230). A este respecto cabe señalar, a guisa de complemento de la bibliografía <ilites apuntada, las páginas que Alberto Zum Felde ha a Reyles en su bldice crítico de la literatura hispanoamericana. El ensayo y la crítica (México, Editorial Guarania, 1954, pp. 356-360), 110 lllUy halagüeñas al ensayista, metido a predi.:a- dor de La mu,erte del cisne (1910) . .Más ecuánime, Arturo Torres RíosC(;o, había estudiado la vida y la obra de Reyles, a propósito de su muerte en 1938 (Revi.>ttJ Iberoamericana, mayo y noviembre de 1939, N9 1, pp. 47-72; Y N9 2, pp. 339- 351). \ i ., Hora es ya de volver a las primeras narraciones y a las novelas que dieron firme prestigio a Reyles; a sus comenta- ristas de la primera hora: Rodó, Unamuno, etc., que justipreciaron la obra a la luz de su tiempo. Pueden releerse las críticas de Rodó a las Academias (La nt)- vela nueva, en El que vendrá, Barcelona, Editorial Cervantes, :MCMXXX, "'pp. 137. 158) y el prólogo a la edición retocada y definitiva de El terruño (Madrid, So- ciedad General Española de Librería, S. A., 1927, pp. IX-XXIX) ; las de Unamuno, sobre la "envidia hispánica" en La ruo de Caín (Obras completas, m, Madrid, Afrodisio Aguado, S. A., 1950, p. 852), Y sobre los temas hispánicos de El em· brujo de Sevilla, las de R. Cansinos-As- sens (Evolución de los tentas literarios, Santiago de Chile, Ediciones Ercilla, 1936, pp. 193-201). La revaloración de Reyles no debe des- cuidar, ciertamente, su primera filiación modernista; tampoco la influencia que tu- vieron sus temas hispánicos en la "gene- ración del noventaiocho". La personalidad literaria de Carlos Reyles, que ha estu- diado Martha E. Allen (Revista Ibero- americana, octubre de 1947, N9 25, pp. 91-115), es más rica de lo que a la simple vista parece.

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Page 1: BIBLIOTECA AMERICANA - Revista de la Universidad de México · leerse paralelamente con biografía y crí-Reyles-'~empa¡(JUt de ave solitaria" tica,de Menafra, par~.Jlenar las lagunas

Por Ernesto MEJlA SANCHEZ

BIBLIOTECA

AÑO DE ANIVERSARIOS el de 1958: Lagloria de don Ramiro, de EnriqueRodríguez Larreta, es de 1908; Ta­

haré, de Juan Zorrilla de San Martín, yAzul . .., de Rubén Darío, aparecieron en1888. Por la vida, la primera obra de Car­los Reyles, en noviembre del mismo año.La propia vida de Reyles oscila entre fe­chas terminadas en 8: nació en Montevi­deo el 30 de octubre de 1868 y murió enla misma ciudad el 24 de julio de 1938.Otros acontecimientos de su vida literariaincluyen dicha cifra: la tercera de sus"academias", El sueño de rapiña, se pu­blicó en 1898; los primeros Diálogos olím­picos, en 1918.

Como para preparar la celebración detantos aniversarios reyleanos, se ha im­preso recientemente la obra póstuma deLuis Alberto Menafra, bajo el título es­cueto de Carlos Reyles (Montevideo, Uni­versidad de la República, 1957, 344 pp.+ índ.), estudio biográfico y crítico, ala vez. Es una de las Publicaciones del De­partamento de Literatura Iberoamericanade la Facultad de Humanidades y Cienciasde Montevideo, cuyo jefe, el profesor Al­fonso Llambias de Azevedo, presenta co­mo "la contribución más valiosa que hastael momento se haya escrito sobre una delas figuras representativas de la litera­tura iberoamericana". El profesor TabaréJ. Freire tuvo a su cargo "el ordenamien­to de sus papeles [de Menafra] y elcuidado de la presente edición" ; esta laborconsistió principalmente en distribuir unaserie de notas autógrafas de Menafra alpie de las páginas correspondientes, y enformar apéndices con los textos descono­cidos de Reyles (I-V), que interrumpíanla redacción de la obra, y con otras notasautógrafas (VI), de carácter más general.

Por la vida (1888), narración panfle­taria y autobiográfica, eS una obra juve­nil, de los 20 años del autor. "Jamás lacitó entre sus producciones -dice Mena­fra-, e hizo todo lo que estuvo a su al­cance para hacerla desaparecer. La pri­mera edición fue muy limitada; posible­mente unos quinientos ejemplares. Susamigos sabían que le producía enorme sa­tisfacción el regalo de uno de esos volú­menes, para quemarlo inmediatamente.Sin embargo, algunos han quedado. He­mos visto dos o tres y suponemos queexistan algunos más. Uno de ellos 10 tuvosiempre sobre la mesa de trabajo, puesle agradaba leer el Prólogo, escrito conempaque y soberbia, so pretexto de humil­d~d y sencille,z ... Creemos que su repu­dIO se debía a razones de índole artística,y no.al afán de borrar ciertos pasajes desu vida... Del punto de vista .literario,no posee valor alguno ... En 1888 atra­vesaba un período lleno de dudas e in­quietudes, que no le permitieron acertarcon su auténtica, expresión. Además, lef~ltaba el ejercicio de la expresión, únicavla por donde destila la concentrada esen­cia del estilo original. Sin embarga", y apesar de sus flaquezas, demuestra queposee .capacidad para decir las cosas sinrecurtlr a las formas corrientes. Su ma­

'nera es áspera, pero está llena de sinceri­dad. Es .una fuerza poderosa, que desdeñall?~ cam~nos hechos, procurando trazar su

AMERICANA

cauce original" (pp. 53-54). La. ~ita esbuena muestra del método exposltIvo deMenafra: utilizó los datos de la vida ~ laobra muy objetivamente, pero acerto adarnos una valoración de cada una de susetapas., No siempre usó Menafra las primerasediciones de Reyles, a lo largo de su tra­bajo; por eso la bibliografía cronológicaes más indispensable en este libro que nola registra. Se nota que el autor no tuvotiempo de usar La conversación de CarlosReyles, de Gervasio Guillot Muñoz (~Oll­tevideo, Instituto Nacional de InvestIga­ciones y Archivos Literarios, 1955, 55pp.), N9 2 de la Serie II ("Estudios yTestimonios") de las publicaciones delInstituto dirigido por Roberto Ibáñez. Es­te simple "testimonio" es valiosísimo paraconocer la personalidad, las ideas y lec­turas de Reyles, entre 1929 y 1933; debeleerse paralelamente con biografía y crí-

Reyles- '~empa¡(JUt de ave solitaria"

tica, de Menafra, par~.Jlenar las lagunasde este, en cuanto ara· información literaria y las opiniones ~'~rbales de su héroe.Las dos fotografías que acompañan alfolleto y la descripción física de Reyles,tomada de La cruz del sur, de AlvaroGuillot Mufioz (Montevideo, 1930), nospresentan a un Reyles de cuerpo entero,no .e:cento de la hondura y complejidadespJrJtual que se percibe en sus obras:"Pequeño de e,statura, pálido y magro, li­viano y musculoso, Carlos Reyles tienecierto parecido exterior con Amado Ner­vo y con aquel. gonfalonero florentino delsiglo XIV, Niccolo Da Uzzano, que inmor­talizó Donatello, después de la guerra delos Médicis, en un busto policromado, 'ín­tegro de vida interior. El rostro enjuto,el ademán displicente, la mirada tajantecomo hoja toledana, la osatura y rasgosde .busto romano, la elevación castellanade la ceja derecha, los labios apenas hilva­nados, su empaque de ave solitaria, talcomo lo estampó Zuloaga". Imagen paten~

te todavía en el apunte póstumo de PaulValentin, de 1939, que ilustra esta pági­na, seguramente basado en fotografías,

Un reclamo de Menafra a los críticosde la literatura americana hace pensar que

UNIVERSIDAD DE MEXICO

la redacción definitiva de su manuscritoes anterior a 1954 por lo menos, o sóleun poco posterior a sus artículos sobreCarlos Reyles y la generación del 98 Y laGénesis de "El embrujo de S~¡}il/a", pu­blicados en "La Prensa" de Buenos Aires.4 de febrero y 16 de marzo de 1941, yrecopilados en su libro, pp. 205-208 Y 222­236, respectivamente. Dice Menafra: "1':0este sentido, mucho nos extraña que loscríticos de la literatura americana pa;,rnpor alto a Reyles, cuando se trata de ,,"s·tudiar el Modernismo. Presentan a Rodó,con su opúsculo El qu.e vendrá, como destructurador del programa moderni3u.Olvidan que sólo comentaba a Reyk3,siendo mucho menos categórico que éstl~.

Recién en nuestros días, los críticos :oehan puesto más o menos de acuerdo sob:-ela verdadera naturaleza del Modernismo.y 10 más curioso es, que si comparamossus conclusiones con las ideas de Reylcsen 1896, llegamos al convencimiento deque, habiéndole prestado la atención qUI :

merece, hubieran llegado más pronto almismo resultado" (p. 90). El reclamo ('S

injusto después de la inclusión de Reylesen la Breve historia del 'modernismo, deMax Henríquez Ureña (México, Fondode Cultura Económica, 1954, pp. 229­234), donde se cita el prólogo a sus ':en­sayos de modernismo", las Academias de1896 a 1898, y se hace justicia a Reyles,porque "ese afán de recoger los latidosdel vivir contemporáneo, tan inquiet.) ycomplejo, es precisamente uno de los as­pectos qtf dieron carácter al movimientomodernista" (p. 230).

A este respecto cabe señalar, a guisa decomplemento de la bibliografía <ilitesapuntada, las páginas que Alberto ZumFelde ha d~dicado a Reyles en su bldicecrítico de la literatura hispanoamericana.El ensayo y la crítica (México, EditorialGuarania, 1954, pp. 356-360), 110 lllUyhalagüeñas al ensayista, metido a predi.:a­dor de La mu,erte del cisne (1910) . .Másecuánime, Arturo Torres RíosC(;o, habíaestudiado la vida y la obra de Reyles, apropósito de su muerte en 1938 (Revi.>ttJIberoamericana, mayo y noviembre de1939, N9 1, pp. 47-72; Y N9 2, pp. 339-351). \ i .,

Hora es ya de volver a las primerasnarraciones y a las novelas que dieronfirme prestigio a Reyles; a sus comenta­ristas de la primera hora: Rodó, Va!l~ra,

Unamuno, etc., que justipreciaron la obraa la luz de su tiempo. Pueden releerse lascríticas de Rodó a las Academias (La nt)­vela nueva, en El que vendrá, Barcelona,Editorial Cervantes, :MCMXXX, "'pp. 137.158) y el prólogo a la edición retocaday definitiva de El terruño (Madrid, So­ciedad General Española de Librería, S.A., 1927, pp. IX-XXIX) ; las de Unamuno,sobre la "envidia hispánica" en La ruode Caín (Obras completas, m, Madrid,Afrodisio Aguado, S. A., 1950, p. 852),Y sobre los temas hispánicos de El em·brujo de Sevilla, las de R. Cansinos-As­sens (Evolución de los tentas literarios,Santiago de Chile, Ediciones Ercilla, 1936,pp. 193-201).

La revaloración de Reyles no debe des­cuidar, ciertamente, su primera filiaciónmodernista; tampoco la influencia que tu­vieron sus temas hispánicos en la "gene­ración del noventaiocho". La personalidadliteraria de Carlos Reyles, que ha estu­diado Martha E. Allen (Revista Ibero­americana, octubre de 1947, N9 25, pp.91-115), es más rica de lo que a la simplevista parece.