benedict 1934 - la antropologia y el anormal

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  • 8/18/2019 BENEDICT 1934 - La Antropologia y El Anormal

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    HISTORIA DE LA TEORÍA ANTROPOLÓGICADepartamento de Ciencias Antropológicas

    Facultad de Filosofía y LetrasUniversidad de Buenos Aires

    L A ANTROPOLOGÍA Y EL ANORMAL * 

    RUTH BENEDICT  

    En: Margaret Mead (1959). An Anthropologist at Work: Writings of Ruth Benedict.

    Traducción: María Guadalupe García y Natalia Cler Pereira.

    Adscriptas

    La antropología social moderna se convierte cada vez más en el estudio de lasvariedades y de los elementos comunes del ambiente cultural y de sus efectos en elcomportamiento humano. Para tal estudio de órdenes sociales diversos, los pueblos primitivosproveen por fortuna de un laboratorio aún no enteramente viciado por la expansión de unacivilización mundial estandarizada. Dyaks y hopis, fidjianos y yakuts son significativos para elestudio psicológico y sociológico porque sólo entre estos pueblos más simples ha habidosuficiente aislamiento para dar oportunidad al desarrollo de formas sociales localizadas. En lasculturas más avanzadas, la estandarización de costumbres y creencias a lo largo de un par decontinentes ha brindado un falso sentido de la inevitabilidad de las formas particulares que se

    han convertido en habituales, y debemos efectuar una investigación más amplia paracorroborar las conclusiones que apresuradamente basamos en esta cuasi-universalidad de lascostumbres que nos son familiares. La mayoría de las culturas más simples no alcanza laamplia difusión de esta cultura que, sobre la base de nuestra experiencia, identificamos con lanaturaleza humana misma. Pero esto se ha dado por diversas razones históricas, y ciertamentepor ninguna que nos dé a nosotros, sus portadores, el monopolio del bien social o de la sanidadsocial. Desde este punto de vista, la civilización moderna se convierte no en la cima del logrohumano sino sólo en uno de una larga serie de ajustes sociales posibles.

    Estos ajustes, tanto sean de manierismos, como las formas de mostrar ira, o alegría o

    pena 

    en cualquier sociedad, o de las principales pulsiones humanas, como el sexo, resultanmucho más variables que lo que sugiere la experiencia de una cultura en particular. En ciertoscampos, como la religión o los arreglos matrimoniales formales, estos amplios límites devariabilidad son bien conocidos y pueden ser razonablemente descriptos. En otros, no es

    *  Journal of General Psychology (1934), 10(2), pp. 59-82. Recomendado en su publicación original por Franz Boas,aceptado para su publicación por Carl Murchison del Comité Editorial y recibido en la Oficina Editorial el 30 dediciembre de 1932.

    Traducción de la Cátedra de Historia de la Teoría Antropológica1

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    posible aún dar un informe generalizado, pero eso no nos absuelve de la tarea de indicar lasignificación del trabajo que ha sido realizado y de los problemas que han surgido.

    Uno de estos problemas se relaciona con las modernas y habituales categorías de

    normal/anormal y nuestras conclusiones con respecto a ellas. ¿Hasta qué punto estascategorías están culturalmente determinadas, o hasta qué punto podemos nosotros, conseguridad, considerarlas como absolutas? ¿Hasta qué punto podemos considerar la falta dehabilidad para operar socialmente como diagnóstico de anormalidad, o hasta qué punto esnecesario considerar esto como una función de la cultura?

    Uno de los hechos más sorprendentes que emergen del estudio de la amplia variedadde culturas lo constituye la facilidad con la que nuestros anormales funcionan en otras culturas.Cualquiera sea el tipo de “anormalidad” que elijamos como ilustración, aquellas que indicanextrema inestabilidad o aquellas vinculadas a la naturaleza de los rasgos de personalidad,

    como el sadismo o los delirios de grandeza o de persecución, lo cierto es que existen culturasbien descriptas en las cuales estos anormales funcionan cómodamente y con honor y,aparentemente, sin peligro ni dificultad para la sociedad.

    Las más notorias de estas “anormalidades” son el trance y la catalepsia. Aun un místicomuy leve es aberrante en nuestra cultura. Pero la mayoría de los pueblos han considerado quemanifestaciones psíquicas extremas resultan no sólo normales y deseables sino también propiasde individuos altamente valorados y dotados. Esto fue así aun en nuestro propio pasado cultural, en el período en que el catolicismo convirtió la experiencia del éxtasis en marca desantidad. Es difícil para nosotros, nacidos y educados en una cultura que no hace uso de talexperiencia, entender cuán importante puede ser su rol y cuántos individuos pueden sercapaces de ella toda vez que se le asigna un lugar honorable en la sociedad.

    Algunas de las tribus indias de California concedían prestigio principalmente a quienesatravesaban ciertas experiencias de trance. No todas estas tribus creían que eranexclusivamente las mujeres quienes que estaban así dotadas, pero entre los shasta (10), era éstala convención. Sus shamanes eran mujeres, y a ellas se les asignaba el mayor prestigio en lacomunidad. Eran elegidas a causa de su predisposición constitucional para el trance y susmanifestaciones asociadas. Un día, la mujer que estaba de tal manera destinada, caíarepentinamente al piso mientras realizaba sus tareas habituales, habiendo escuchado una vozque le hablaba en tonos de la más grande intensidad. Dándose vuelta, ella veía a un hombre

    con un arco tenso y una flecha. Él le ordenaba cantar so pena de atravesar su corazón con suflecha, pero bajo la presión de la experiencia ella caía inconsciente. Su familia se reunía. Ellayacía rígida, apenas respirando. Ellos sabían que por algún tiempo había tenido sueños de uncarácter especial, lo cual indicaba un llamado shamánico, sueños en los que huía de osospardos, caía de precipicios o de árboles o en los que era rodeada por enjambres de  abejas. Por

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    lo tanto la comunidad sabía qué esperar. Después de unas pocas horas, la mujer empezaba agemir suavemente y a rodar sobre el suelo, temblando violentamente. Se suponía que ellarepetiría la canción que le había sido indicado cantar, la cual le había sido enseñada por el

    espíritu en el momento del trance. En tanto ella volvía en sí, sus gemidos se convertían más ymás claramente en la canción del espíritu, hasta que al final gritaba el nombre del espíritumismo, de inmediato manando sangre de su boca.

    Cuando la mujer volvía en sí después del primer encuentro con su espíritu, bailabadurante la noche su primer danza shamanística iniciatoria, sostenida por una cuerda quecolgaba del techo. Bailaba durante tres noches y en la tercera noche debía recibir en su cuerpoel poder de su espíritu. Ella bailaba y, al percibir que el momento se acercaba, gritaba “Él medisparará, él me disparará”. Sus amigos permanecían cerca porque cuando ella se tambalearaen algún tipo de ataque cataléptico ellos tendrían que sujetarla antes de que cayera o muriera.A partir de este momento ella tendría en su cuerpo una visible materialización del poder de suespíritu, un objeto con forma de carámbano que ella exhibiría después en sus danzas,produciéndolo en una parte de su cuerpo y luego llevándolo hacia otra parte. Desde esemomento en adelante ella continuaría validando su poder sobrenatural con sucesivasmanifestaciones catalépticas y sería convocada en las grandes emergencias de la vida y de lamuerte, para curar, para adivinar y para aconsejar. En otras palabras, ella se convertiría através de este procedimiento en una mujer de gran poder e importancia1.

    Está claro que lejos de considerarse a las crisis catalépticas como manchas en el escudofamiliar o como evidencias de temibles enfermedades, aquí se ha volcado en ellas la aprobacióncultural y se las ha convertido en el camino hacia la autoridad sobre los congéneres. Se tornan

    las características sobresalientes del tipo social más respetado, el que opera con mayor honor ygratificación en la comunidad. Fueron precisamente los individuos catalépticos quienes, en estacultura, han sido escogidos para la autoridad y el liderazgo.

    En cada parte del mundo se encuentran ejemplos de la disponibilidad de tipos“anormales” en la estructura social, tipos que son culturalmente seleccionados por el grupo.Los shamanes de Siberia dominan sus comunidades. De acuerdo con las ideas de estos pueblos,ellos son individuos que han sido curados de graves enfermedades sometiéndose a la voluntadde los espíritus y han adquirido por este medio grandes poderes sobrenaturales y un vigor yuna salud incomparables. Durante el período del llamado, algunos están violentamente

    trastornados durante muchos años, otros son irresponsables al punto que deben ser vigiladosconstantemente para evitar que se pierdan en la nieve y se congelen hasta morir; otros,

    1 En todas las culturas, aquel comportamiento que se encuentra recompensado socialmente atrae a personas aquienes les resulta atractiva la posibilidad del liderazgo, y tales personas pueden simular el comportamientorequerido. Esto es válido tanto para sociedades que recompensan la prodigalidad como para aquellas querecompensan la catalepsia. Para este argumento no se considera el nivel de la simulación aunque tiene una obviaimportancia. Se trata de una cuestión que las culturas estandarizan tanto como estandarizan los tipos decomportamientos recompensados.

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    enfermos y esqueléticos al borde de la muerte, a veces sudan sangre. Es la práctica shamánicala que constituye su cura y –aseguran- el esfuerzo extenuante de una sesión de espiritismosiberiano los deja sin embargo descansados y aptos para entrar inmediatamente en una

    ejecución similar. Los ataques catalépticos son considerados una parte esencial de cualquieractuación shamanística (8).

    Encontramos una buena descripción de la condición neurótica del shamán y de laatención social que se le brinda en un viejo registro efectuado por Canon Callaway (6, pp. 259ff.), quien grabó las palabras de un viejo zulú de Sudáfrica:

    La condición de un hombre que está a punto de convertirse en adivino es ésta; al principio tiene una apariencia robusta, pero con el paso del tiempo se torna frágil, delicadoaunque sin una enfermedad real. Tiende a evitar ciertos tipos de alimentos, elige lo que le gusta y tampoco come mucho de esto; se queja continuamente de dolores en diferentes partes

    de su cuerpo. Y les dice a los demás que ha soñado que era llevado por un río. Sueña muchascosas, y su cuerpo es un revoltijo (como un río) y se convierte en una casa de sueños. Sueñasiempre sobre muchas cosas y al despertar les dice a sus amigos: ‘Hoy mi cuerpo estáconfuso; soñé que muchos hombres me mataban y yo escapaba no sé cómo. Al despertar una parte de mi cuerpo se sentía distinta de las otras partes; ya no era como el resto’.Finalmente el hombre enferma gravemente y van a consultar a los adivinos.

    Los adivinos no perciben de buenas a primeras que él está a punto de tener una ‘cabezadébil’ (es decir, la sensibilidad asociada al shamanismo). Es difícil para ellos ver la verdad;constantemente hablan incoherencias y hacen aseveraciones falsas, hasta que todo el ganadodel hombre es devorado siguiendo sus órdenes pues dicen que el espíritu de su gente

    demanda ganado, para tener comida. Finalmente se derrocha toda la propiedad del hombre,él sigue enfermo y los adivinos ya no saben más qué hacer, dado que él ya no posee ganado,y sus amigos le ayudan con las cosas que necesita.

    Finalmente un adivino llega y dice que todos los demás están equivocados. Dice: ‘Élestá poseído por los espíritus. No hay otra cosa. Se mueven dentro de él dividiéndolo en dos partes; algunos dicen: No, no deseamos ver a nuestro hijo lastimado. No lo deseamos. Es por esta razón que no mejora. Si tú obstruyes el camino de los espíritus, estarías matándolo.Él no será un adivino; tampoco volverá a ser un hombre’.

    Entonces el hombre puede permanecer enfermo por dos años sin mejora alguna; quizá

    lo esté por más tiempo aun. Se lo confina en su casa. Y esto continúa hasta que se le cae el pelo. Y su cuerpo se vuelve seco y con escaras; no le gusta untarse. Demuestra que está a punto de convertirse en adivino bostezando una y otra vez, y estornudando continuamente.Esto se hace patente también cuando toma gusto por inhalar tabaco, y lo hace de rato enrato. Y la gente empieza a ver que lo bueno le ha sido dado. 

    Después de la enfermedad, tiene convulsiones y, cuando le arrojan agua, cesan por untiempo. Es habitual que llore, levemente al principio, luego, al final, lo hace en voz alta, y la

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     gente mientras duerme lo escucha haciendo ruido y se despierta con su cantar, ha compuestouna canción, y hombres y mujeres despiertan y van a cantar en concierto con él. Todas las personas de la aldea están molestas por la falta de sueño pues un hombre que se está por

    convertir en adivino causa grandes problemas debido a que no duerme y su cerebro trabajaconstantemente, duerme sólo de a ratos y se despierta cantando muchas canciones; y las personas que viven cerca abandonan sus aldeas por la noche cuando lo escuchan cantar envoz muy alta y acuden para cantar en concierto. Quizás él cante hasta la mañana y nadiehaya dormido. Y luego brinca alrededor de la casa como una rana; y la casa resulta muy pequeña para él y entonces sale saltando y cantando, sacudiéndose como una caña en elagua y goteando de transpiración.

    En este estado de cosas a diario esperan su muerte; él ya no es más que piel y huesos y piensan que el sol del día siguiente no se irá con él vivo. En este momento se come grancantidad de ganado para alentarlo a convertirse en adivino. Finalmente (en un sueño) se le

    señala un anciano espíritu ancestral. Este espíritu le dice ‘vé hacia fulano de tal y él preparará para ti un emético (la medicina cuya ingesta es parte de la iniciaciónshamanística) y serás un adivino por completo’. Habiendo ido al adivino a tomar lamedicina preparada para él, permanece tranquilo por unos pocos días, y vuelve como otrohombre, purificado y convertido en efecto en un adivino.

    A partir de entonces y por toda la vida, cuando alcance la posesión, el hombrepredecirá eventos y encontrará cosas perdidas.

    Está claro que la cultura puede valorar y hacer socialmente disponibles los tiposhumanos más inestables. Si elige tratar sus peculiaridades como las variantes más valoradas

    del comportamiento humano, los individuos en cuestión surgirán y jugarán sus roles socialessin referencia alguna a nuestras usuales ideas acerca de tipos que pueden ajustarse socialmentey los que no.

    Los fenómenos de la catalepsia y el trance son sólo un ejemplo del hecho de quequienes consideramos como anormales pueden funcionar adecuadamente en otras culturas.Muchos de los rasgos desacreditados en nuestra cultura son seleccionados y elaborados endiferentes sociedades. La homosexualidad es un ejemplo excelente debido a que en este casono tenemos que atender a la interrupción de la actividad rutinaria como ocurre en laconsideración del trance. La homosexualidad plantea el problema de manera muy simple. En

    nuestra cultura, una tendencia hacia este rasgo expone al individuo a todos los conflictos a losque están expuestos los aberrantes, y tendemos a identificar las consecuencias de este conflictocon la homosexualidad. Pero estas consecuencias son obviamente locales y culturales. Enmuchas sociedades los homosexuales no son incompetentes, lo serán en cambio si la cultura lespone exigencias que afecten la vitalidad del hombre, sea cual fuere. En aquellas sociedades enlas que se le asigna un lugar honorable a la homosexualidad, quienes manifiestan talinclinación han jugado adecuadamente los roles honorables que les han sido asignados. La

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    República de Platón es, por supuesto, la más convincente afirmación de esta lectura acerca de lahomosexualidad. Allí la homosexualidad se presenta como uno de los recursos principales dela buena vida, y así solía ser considerada en la Grecia de esa época.

    No siempre la actitud cultural hacia los homosexuales los ha ubicado en un plano éticotan alto, pero sí ha sido muy variada. Entre muchas tribus indias norteamericanas existe lainstitución del berdache (12, 15), como los franceses la han llamado. Estos varones-mujeres eranvarones que en la pubertad o más tarde adoptaban la vestimenta y las tareas femeninas. Enocasiones se casaban con otros varones y vivían con ellos. A veces se trataba de varones sininversión sexual, personas con dotaciones sexuales débiles que elegían este rol para evitar lasburlas de las mujeres. Nunca se consideró que estos berdaches estuvieran dotados de poderessobrenaturales -cosa que sí sucedió con los hombres-mujeres de Siberia-, aunque sí se los tratócomo líderes en las ocupaciones femeninas, como buenos curadores de ciertas enfermedades o,entre ciertas tribus, como los geniales organizadores de asuntos sociales. Sea como fuere,estaban socialmente ubicados. No se les exponía a los conflictos que acometen al desviado quees excluido de la participación en los patrones reconocidos de su sociedad.

    El ejemplo más espectacular de la definición cultural de la normalidad lo brindanaquellas culturas en las que una anormalidad de nuestra cultura constituye la piedra de toquede su estructura social. No es posible hacer justicia a estas posibilidades en una discusiónbreve. Un estudio reciente realizado por Fortune (11) sobre una isla del noroeste de Melanesiadescribe una sociedad construida sobre rasgos que nosotros consideramos como sobrepasandoel límite de la paranoia. En esta tribu los grupos exogámicos se consideran mutuamente comolos mejores manipuladores de magia negra, de modo que cada uno contrae matrimonio con un

    miembro del grupo enemigo, quien a partir de entonces será de por vida un enemigo mortal eimplacable. Una buena cosecha constituye para ellos una confesión de robo, pues todos estánocupados en hacer magia para inducir en sus terrenos la productividad de sus vecinos; por lotanto no hay secreto mejor guardado en la isla que la cosecha de ñame de un hombre. Dirán,ante la aceptación de un regalo, “Y si tú ahora me envenenas, ¿cómo podré recompensarte poreste presente?” Su preocupación por el envenenamiento es constante; ninguna mujer dejanunca, ni por un instante, su olla de cocina. Incluso los grandes intercambios económicos entreafines, que son característicos de esta área cultural melanesia, se presentan de manera muyalterada entre los dobu, ya que son incompatibles con el miedo y el descreimiento queimpregna la cultura. Van aun más allá y consideran que las personas, el mundo entero fuerade sus propios territorios posee espíritus tan malignos que no realizan banquetes yceremonias nocturnos. Sus rigurosas costumbres, reforzadas religiosamente, prohíbencompartir semillas incluso dentro del grupo familiar. La comida de cualquier otra persona esveneno mortal para ti, de modo que la comunalidad de los acopios es un tema fuera dediscusión. Durante los meses previos a la cosecha, toda la sociedad está a punto de lainanición, pero si uno cae en la tentación y come sus semillas de ñame, se convierte en un paria

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    y un vagabundo de por vida. No hay vuelta atrás. Esto implica, automáticamente, el divorcio yla ruptura de todos los lazos sociales.

    Ahora bien, en esta sociedad donde nadie puede trabajar con otro y donde nadie puede

    compartir con nadie, Fortune describe al individuo que todos consideran un loco. Éste no erauno de aquellos que periódicamente se ponían frenéticos y, fuera de sí, echando espuma por laboca, se abalanzaban con su cuchillo sobre cualquiera que estuviera a su alcance. Talcomportamiento no es considerado inaceptable. Ni siquiera establecían controles sobre losindividuos conocidos propensos a estos ataques. Simplemente huían cuando veían venir elataque, alejándose de su camino. “Estará bien mañana.” Pero había un hombre alegre y deamable disposición a quien le gustaba trabajar y ayudar a los demás. Su compulsión a hacerloera demasiado fuerte para reprimirla en favor de las tendencias opuestas de su cultura. Loshombres y las mujeres nunca hablaban de él sin reírse; era tonto y simple y estabadefinitivamente loco. Sin embargo, al etnólogo acostumbrado a una cultura que, sobre la basedel cristianismo, ha hecho de su tipo el modelo de todas las virtudes, esta persona le parecíaagradable.

    Un ejemplo todavía más extremo, porque pertenece a una cultura que se ha construidoa sí misma a partir de una anormalidad aun más compleja, lo provee la costa del Pacífico nortede Norteamérica. La civilización de los kwakiutl (1-5) era una de las más vigorosas enAmérica del Norte en el momento en que fue registrada por primera vez en las últimasdécadas del siglo XIX. Estaba erigida sobre la base de una amplia disponibilidad económica debienes; el pescado, que constituía su alimento, era prácticamente inagotable y se obtenía conun trabajo comparativamente menor, y la madera que proveía el material para sus casas,

    muebles y artes, era también accesible, aunque con más trabajo. Vivían en aldeas costeras detamaño comparativamente mayor al de cualquier otro grupo de indios americanos ymantenían comunicación permanente por medio de canoas aptas para navegar en el mar.

    Era una de las más vigorosas e interesantes culturas aborígenes de Norteamérica, conalfarería y ceremonias complejas y artes sorprendentes y elaboradas. Ciertamente no poseíaninguna de las marcas de una civilización enferma. Las tribus de la costa noroeste eran ricas, ylo eran exactamente en nuestros términos. Esto es, no sólo tenían abundancia de bieneseconómicos sino que también hacían un juego de la manipulación de la riqueza. Dicho juegono era de ninguna manera una trascripción directa de necesidades económicas ni se realizaba

    para la satisfacción de esas necesidades. Involucraba la idea de capital, de interés y de gastoconspicuo. Era un juego con todas las reglas obligatorias de un juego y una persona entraba enél desde niño. Su padre distribuía riquezas por él, de acuerdo con su capacidad, en unapequeña prueba o potlach, y el receptor estaba obligado a aceptarlas y a devolverlas despuésde un corto intervalo, con intereses que sumaban alrededor de 100% por año. Cuando el niñocrecía, se encontraba bien provisto, se había celebrado un potlach más grande por él enocasiones diversas de proezas o iniciación, y poseía así riquezas merced a la usura o su propia

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    posesión. Nada en esta civilización podía ser disfrutado sin ser validado a través de estadistribución de riqueza. Todo lo que era valioso, nombres y canciones y también objetosmateriales, eran trasmitidos en la línea familiar, pero para validarlos públicamente debían

    siempre acompañarse de una adecuada distribución de propiedades. El interés superior de lacultura consistía en el juego de validación y ejercitación de todos los privilegios que unopudiera acumular a partir de sus antecesores, por regalo o por casamiento. Todos, en un gradou otro, participaban en el juego; muchos sobre todo como espectadores. En su forma máselaborada el juego se desarrollaba entre jefes rivales quienes representaban no sólo a sí mismosy a sus familias sino también a sus comunidades, y el objetivo de la contienda era adquirirgloria y humillar al oponente. En este nivel de grandeza, la propiedad involucrada ya no eranmantas, si bien muchas miles podían volcarse en un potlach, sino unidades de valor más altas.Éstas unidades más altas eran como nuestros billetes de banco. Eran tabletas de cobregrabadas, cada una con un nombre y con un valor que dependía de su ilustre historia. Este

    valor era tan alto como diez mil mantas, y poseer una de ellas, aun más, mejorar su valor en elgran potlach, era uno de los más grandes honores al alcance de los jefes de la costa noroeste.

    Los detalles de esta manipulación de riquezas son, en muchos sentidos, una parodia denuestros propios asuntos económicos, pero lo que nos interesa en esta discusión son lasmotivaciones reconocidas en la contienda. El impulso era aquel que en nuestra propia culturapodríamos llamar megalomaníaco. La auto glorificación sin límite y el ridículo del oponentedifícilmente se igualan en otras culturas, salvo en los monólogos del anormal. Cualquiercanción y discurso de los jefes en el potlach ilustran el tono usual:

    Wa, fuera del camino. Wa, fuera del camino. Den vuelta sus rostros que daré vía a mi

     furia golpeando a mis pares jefes.

    Wa, gran potlach, el más grande de los potlach2. Los pequeños3 sólo aparentan, losinsignificantes tercos, ellos sólo venden un cobre de vez en cuando y se lo regalan a los pequeños jefes de la tribu.

     Ah, no pidan piedad en vano. Ah, no pidan piedad en vano y levanten sus manos,

    ustedes, con sus lenguas colgantes. Yo voy a romper 4 , voy a hacer desaparecer el gran cobreque tiene el nombre de Kentsegum, la propiedad del gran tonto, el gran extravagante, el

     gran insuperable, el remotísimo del más allá, el gran bailarín caníbal entre los jefes5.

    Soy el gran jefe que hace a la gente avergonzarse.

    Soy el gran jefe que hace a la gente avergonzarse.

    2 La celebración que está dando.3 Sus oponentes.4 Romper una pieza de cobre constituía la marca final de grandeza, al demostrar cuán alejado se estaba incluso delos bienes más superlativamente valiosos.5 Él mismo.

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    Nuestro jefe produce vergüenza en las caras.

    Nuestro jefe produce envidia.

    Nuestro jefe hace a la gente cubrir sus caras por lo que está haciendo continuamente eneste mundo, desde el principio hasta el final del año.

    Dando una y otra vez fiestas a las tribus.

    Soy el gran jefe que derrota.

    Soy el gran jefe que derrota.

    Sólo de aquellos que continúan dando vueltas en este mundo, trabajando duro,

     perdiendo6  , me burlo de los jefes debajo del verdadero jefe7 .

    ¡Tengan piedad de ellos!8  ¡Unten aceite en sus secas cabezas con débil cabello, aquellos

    que no peinan su cabello! Me burlo de los jefes que están debajo del verdadero y real jefe. Soy el gran jefe que

    hace a la gente avergonzarse...

    Soy el único gran árbol, yo el jefe.

    Soy el único gran árbol, yo el jefe.

    Ustedes son mis subordinados, tribus. Ustedes se sientan en medio de la parte traserade la casa, tribus.

    Tráiganme la cuenta de sus propiedades, tribus, que en vano trate de contar lo que serádonado por el gran hacedor de cobre, el jefe.

    Oh, me río de ellos, me burlo de quienes vacían cajas9  en sus casas, sus casas de potlach, sus tentadoras casas que están llenas sólo de hambre. Ellos me siguen por detráscomo jóvenes patos pico de serrucho. Yo soy el único gran árbol, yo el jefe...

    He citado algunos de estos himnos de auto glorificación debido a que, por unaasociación que los psiquiatras reconocerán como fundamental, estos delirios de grandeza fueronesenciales en la visión paranoica de la vida tan llamativamente desarrollada en esta cultura.Toda la existencia era percibida en términos de insulto9a. No sólo los actos de desprecio de unvecino o un enemigo, sino todos los inconvenientes, como un corte al caer la propia hacha o unazambullida al darse vuelta la canoa, eran insultos. Todo amenazaba de la misma manera la

    6 Como lo hacen los salmones.7 Él mismo.8 Irónicamente, por supuesto.9 De tesoro.9a Insulto es utilizado aquí en referencia a la intensa susceptibilidad a la vergüenza que es tan conspicua en estacultura. Cualquier contingencia posible era interpretada como situación de competencia y la gama de emocionesoscilaba entre el triunfo y la vergüenza.

    Traducción de la Cátedra de Historia de la Teoría Antropológica9

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    seguridad del propio ego, y el primer pensamiento permitido era cómo hacer justicia, cómolimpiar el insulto. El duelo estaba apenas institucionalizado y el mal humor había tomado sulugar. Un indio de la costa noroccidental se retiraba a su jergón, con la cara contra la pared, y no

    hablaba ni comía hasta resolver cómo actuar para salvar el propio honor luego de cualquierdesgracia, sea el deslizamiento del hacha talando un árbol o la muerte de un hijo preferido. Selevantaba de allí para seguir algún curso de acción que, de acuerdo con las normastradicionales, lo rehabilitara ante sus propios ojos y ante los de la comunidad: distribuirpropiedades en suficiente cantidad para limpiar la mancha o ir a cazar cabezas para que otrapersona debiera hacer el duelo. Sus actividades no eran, en ningún caso, respuestas específicas ala pérdida que había sufrido, sino que estaban cuidadosamente dirigidas a obtenercompensación. Si no tenía el dinero para distribuir o si no lograba matar a alguien para humillara otro, podía incluso quitarse la vida. En su visión de la vida, había arriesgado todo a unadeterminada imagen de sí mismo  y, al pincharse la burbuja de su autoestima, no quedaba

    interés alguno ni ocupación en la cual respaldarse, por lo que quedaba derrotado tras el colapsode su inflado ego.

    Cada contingencia de la vida era tratada dentro de estas dos opciones tradicionales.Ambas eran equivalentes. Tanto si uno peleaba con armas como si “peleaba con propiedades”,como ellos dicen, la idea que subyacía era la misma. En los viejos tiempos, dicen, peleaban conlanzas, pero ahora pelean con propiedades. Uno derrota a sus oponentes de forma equivalenteen ambos casos: midiendo fuerzas y saliendo adelante, uno puede burlarse del vencido mássatisfactoriamente en el potlach que en el campo de batalla. Toda ocasión de la vida se percibe,no en sus propios términos, como una etapa de la vida sexual del individuo o como un punto

    máximo de goce o de tristeza, sino como un paso más de este drama dirigido a consolidar elpropio prestigio y avergonzar a los invitados. Tanto la ocasión del nacimiento de un hijo, comola adolescencia de una hija o el casamiento de un hijo varón, constituyen la materia prima de lacultura para este fin elegido tradicionalmente. Todos contribuyen a incrementar el statuspersonal y para consolidarse mediante la humillación de los pares. La adolescencia de una joven entre los nootka (16) era un evento para el cual su padre reunía propiedades desde queella comenzaba a deambular. Cuando ella alcanzara la adolescencia, el padre demostraría sugrandeza a través de una sorprendente distribución de bienes y del insulto a todos sus rivales.La adolescencia no era un hecho de la vida sexual de una joven sino que representaba laocasión para un movimiento importante en el gran juego de reivindicar la propia grandeza y

    humillar a los pares.Estas características de la cultura se mostraban más nítidamente en su comportamiento

    ante grandes pérdidas o duelos. Entre los kwakiutl no importaba si un pariente había muerto acausa de una enfermedad o en manos de un enemigo, en cualquier caso la muerte era unaofensa que debía ser saldada con la muerte de otra persona. El hecho de que uno hubiera sidollevado a lamentarse por algún evento era evidencia de que había sido puesto a prueba. La

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    impulsos y estándares de cualquiera de estas culturas fuese transportado a nuestra civilización,caería dentro de nuestras categorías de anormalidad. Debería enfrentarse a los dilemaspsíquicos de lo socialmente no disponible. Sin embargo, en su propia cultura, sería el pilar de la

    sociedad, el resultado final de las normas inculcadas de comportamiento, y en su caso no sesuscitaría el problema de la inestabilidad personal.

    Ninguna civilización puede utilizar en sus normas tradicionales todo el rango potencialde comportamiento humano. De la misma forma en que hay un gran número de posiblesarticulaciones fonéticas y la posibilidad de ser del lenguaje depende de la selección yestandarización de unas pocas de ellas para posibilitar la comunicación, también la factibilidaddel comportamiento organizado de cualquier tipo, desde los usos locales de vestimenta yvivienda hasta los principios de la ética y la religión, dependen de una selección similar entrecaracterísticas posibles del comportamiento. En el campo de las obligaciones económicasreconocidas o de los tabúes sexuales, esta selección es, igual que en el campo de la fonética, unproceso no racional y subconsciente. Este proceso sucede en el grupo durante largos períodosde tiempo y está históricamente condicionado por innumerables sucesos de aislamiento o decontacto social. En cualquier estudio comprehensivo de la psicología, esta selección que lasculturas realizan en el curso de la historia dentro de un gran arco de comportamiento potencial,resulta de la mayor importancia.

    Cada sociedad10, comenzando con una débil inclinación en una dirección u otra, llevasu preferencia cada vez más lejos, integrándose cada vez de forma más completa con la baseelegida y descartando aquellos tipos de comportamiento que son incongruentes. La mayoría deestas organizaciones de la personalidad, que nos parecen tan indiscutiblemente anormales, han

    sido utilizadas por diferentes civilizaciones en los fundamentos de su vida institucional. Por elcontrario, las características más valoradas de nuestros individuos normales han sidoconsideradas por otras culturas como aberrantes. En resumen, la normalidad, en su sentidomás general, se define culturalmente. Es, primordialmente, un término para el segmentosocialmente elaborado del comportamiento humano en cualquier cultura; en tanto laanormalidad es un término para el segmento que una civilización en particular no usa. Nuestramirada sobre el problema se encuentra condicionada por hábitos de larga tradición de nuestrapropia cultura.

    Esta es una cuestión que ha sido planteada más frecuentemente con relación a la ética

    que en relación con la psiquiatría. Ya no cometemos el error de derivar la moralidad propia denuestro espacio y tiempo de la inevitable constitución de la naturaleza humana. Ya no laelevamos a la dignidad de primer principio. Reconocemos que la moralidad difiere en todas las

    10 Este modo de referir el proceso es deliberadamente animístico. Se utiliza sin referencia alguna a la mente delgrupo o a lo superorgánico, sino en el mismo sentido en que se acostumbre decir, “Cada arte posee sus propioscánones”.

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    sociedades y que es un término conveniente para designar los hábitos socialmente aprobados.La humanidad siempre ha preferido decir “Esto es moralmente correcto” que “Esto es lohabitual”, y esta preferencia es ya un problema suficiente para una ciencia crítica de la ética.

    Pero históricamente ambas frases son sinónimos.El concepto de lo normal es, en realidad, una variante del concepto de “el bien”. Refiere

    a lo que la sociedad ha aprobado. Una acción normal es aquella que cae dentro de los límitesdel comportamiento esperado por una sociedad en particular. Su variabilidad entre pueblosdiversos es, esencialmente, una función de la variabilidad de los patrones de comportamientoque cada sociedad ha creado para sí misma, y nunca puede ser completamente divorciada de laconsideración de los tipos de comportamiento culturalmente institucionalizados.

    Cada cultura es un desarrollo más o menos elaborado de las potencialidades delsegmento que ha elegido. Mientras esté bien integrada y sea consistente en sí misma, una

    civilización tenderá a llevar cada vez más lejos, de acuerdo con su naturaleza, el impulso inicialhacia un tipo particular de acción, y estas elaboraciones incluirán características cada vez másextremas y más aberrantes, desde el punto de vista de otras culturas.

    Cada una de esas características, en la medida en que refuerzan los modos decomportamiento elegidos, es normal para esa cultura. Aquellos individuos que congenian conestos rasgos, ya sea por un motivo congénito o como resultado de características de su niñez,no sufren el desprecio o la desaprobación social que sus rasgos suscitarían en una sociedadorganizada de modo diferente. Por el otro lado, aquellos individuos cuyas características nocongenian con el tipo seleccionado de comportamiento en esa comunidad son los desviados, sinimportar cómo esos rasgos de su personalidad sean evaluados en otra civilización.

    El hombre que no es susceptible frente al miedo a la traición, que disfruta de trabajar yser solidario, es el neurótico de los dobu y es considerado un tonto. En la costa noroccidental lapersona que no puede leer la vida en términos de una competencia de insultos, será la personasobre quien caerán todas las dificultades de lo desautorizado culturalmente. La persona paraquien no resulta fácil humillar al vecino, ni ver la humillación en su propia experiencia, aquelque es amoroso y amigable, podrá, por supuesto, encontrar alguna forma no estandarizada desatisfacción en su propia sociedad, aunque no podrá hacerlo dentro de los patrones derespuestas que la cultura requiere de él. Si nació para jugar un rol importante en una familiacon muchos privilegios hereditarios, sólo podrá tener éxito reprimiendo su personalidad. Si no

    lograra triunfar, habrá traicionado a su cultura; esto es, será un anormal.

    He hablado de individuos que tienen inclinación hacia ciertos tipos de comportamientoy de inclinaciones que van contra los tipos de comportamiento institucionalizados en la culturaa la que pertenecen. A partir del conocimiento que tenemos de culturas distintas entre sí,parece claro que las diferencias de temperamento ocurren en todas las sociedades. El problema

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    no ha sido nunca objeto de investigación, pero sería posible decir, a partir del materialdisponible, que estos tipos de temperamento parecen tener recurrencia universal. Esto es, hayun rango discernible de comportamiento humano que se encuentra toda vez que se observa

    agrupamientos suficientemente numerosos de individuos. Sin embargo, la relación entre tiposde comportamiento en las diferentes sociedades no es universal. La vasta mayoría de losindividuos se forman con acuerdo a los usos y tradiciones de su cultura. En otras palabras, lamayor parte de los individuos son moldeables por la fuerza de la sociedad en la cual hannacido. En una sociedad que valoriza el trance, como en la India, los individuos han de tenerexperiencia supranormal. En una sociedad que institucionaliza la homosexualidad, seránhomosexuales. En una sociedad que establece la acumulación de propiedades como el principalobjetivo humano, acumularán propiedades. Los desviados, sea cual fuere el tipo decomportamiento que la cultura ha institucionalizado, serán pocos en número; y no habrámayor dificultad en moldear la vasta y maleable mayoría a la normalidad de lo que nosotros

    consideramos rasgos aberrantes, por ejemplo los delirios de referencia, como a la normalidadde modos de comportamiento tan aceptados por nosotros como el consumismo. La pequeñaproporción en número de los desviados en cualquier cultura no es función del instinto sobre labase del cual la sociedad ha construido su sanidad, sino que se explica por el hecho universalde que, afortunadamente, la mayoría de la humanidad adopta fácilmente las formas que se lepresentan.

    El relativismo de la normalidad no es un tema académico. En primer lugar, sugiere quela aparente debilidad del aberrante es las más de las veces y en gran medida ilusoria. Esto noproviene del hecho de que carece del vigor necesario, sino de que se trata de individuos sobre

    los cuales esa cultura ha ejercido más presión que la habitual. Su incapacidad para adaptarse esun reflejo del hecho de que para él la adaptación implica un conflicto interno que no se suscitaen los llamados normales.

    Terapéuticamente, el relativismo de la normalidad sugiere que, en cualquier sociedad,la inculcación de la tolerancia y la apreciación hacia los tipos menos usuales es de fundamentalimportancia para una higiene mental satisfactoria. Del lado del paciente, el complemento deesta tolerancia es una educación en la confianza personal y la honestidad consigo mismo. Sipuede ser llevado a darse cuenta de que lo que lo ha empujado a su situación miserable es ladesesperación por la falta de apoyo social, podrá lograr una actitud más independiente ymenos tortuosa, y encontrará los fundamentos para un adecuado funcionamiento en su modode existencia.

    Hay un corolario adicional. Desde el punto de vista de las categorías absolutas de unapsicología de lo anormal, debemos esperar encontrar en cualquier cultura una gran proporciónde los tipos anormales más extremos entre quienes, desde el punto de vista local, están maslejos de pertenecer a esta categoría. La cultura, de acuerdo con sus preocupaciones principales,incrementará e intensificará los síntomas histéricos, epilépticos y paranoides, al mismo tiempo

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    que dependerá socialmente en un grado cada vez mayor de estos individuos. La civilizaciónoccidental permite y honra culturalmente gratificaciones del ego que de acuerdo con cualquiercategoría absoluta serían consideradas como anormales. El retrato de arrogantes egoístas sin

    límites como hombres de familia, oficiales de la ley, hombres de negocios, ha sido un temafavorito de novelistas y son muy comunes en cualquier comunidad. Estos individuosprobablemente son más retorcidos mentalmente que cualquier paciente de nuestrasinstituciones mentales que, sin embargo, se encuentran recluidos. Son tipos extremos de esasconfiguraciones de personalidad que nuestra civilización alienta.

    Esta consideración pone en primer plano la confusión que produce, por un lado, el usode la inadecuación social como criterio de anormalidad y, por el otro, el uso de síntomas fijosdefinidos. Estas confusiones están presente en casi todas las discusiones de la psicología de loanormal y pueden ser aclaradas sobre todo mediante una consideración adecuada del carácterde la cultura, y no de la constitución del individuo anormal. Sin embargo, el peso que tiene laseguridad social en la situación total del anormal no puede ser exagerado, y la psiquiatríacomparativa deberá ocuparse de este aspecto del problema.

    Está claro que los métodos estadísticos que definen la normalidad, cuando se basan enestudios en una civilización seleccionada, sólo nos conducen a un provincianismo cada vezmás profundo, salvo en los casos en que se contrasta con la configuración cultural. Latendencia reciente en la psicología de lo anormal a utilizar el modo de laboratorio como normaly de definir anormalidades en función de este nivel promedio, sólo tiene valor en la medida enque señala que los aberrantes son aquellos individuos susceptibles a serias perturbacionesdebido a que sus hábitos no son sostenidos culturalmente. Por otra parte, desestima el hecho de

    que cada cultura, más allá de sus anormales conflictivos, probablemente tiene anormales que seajustan cabalmente al tipo cultural. Desde el punto de vista de una psicología de lo anormalválida universalmente, es probable que se encuentren en este mismo grupo tipos extremos deanormalidad, y que el grupo pase desapercibido en los estudios basados en una única cultura,excepto por sus formas institucionales extremas.

    La relatividad de la normalidad es importante para lo que algún día podrá ser unaverdadera ingeniería social. En esta generación, nuestro retrato de la propia civilización ya nose hace en los términos de imperativos categóricos inmutables y divinos. Debemos hacer frentea los problemas que nos plantea este cambio de perspectiva. En esta cuestión de los

    padecimientos mentales, debemos enfrentar el hecho de que incluso nuestra normalidad es unproducto humano y es resultado de nuestras propias búsquedas. Así como hemos tenidodificultades para abordar los problemas éticos mientras sostuvimos una definición absoluta dela moralidad, también será difícil abordar la anormalidad si identificamos nuestrasnormalidades locales con la sanidad universal. He tomado ejemplos de diferentes culturasporque las conclusiones son más evidentes si las contrastamos con grupos sociales diferentes.Pero el problema principal no deviene de la variabilidad de lo normal de cultura en cultura,

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    sino de su variabilidad de era en era. No podemos escapar a esta variabilidad en el tiempo yencarar este cambio con pleno entendimiento y racionalidad no es ajeno a nuestrasposibilidades (9). Ninguna sociedad ha logrado todavía un análisis auto consciente y crítico de

    sus propias normalidades, ni ha intentado lidiar racionalmente con su proceso social decreación de nuevas normalidades en la siguiente generación. Sin embargo, el hecho de que nose haya logrado no es prueba suficiente de su imposibilidad. Es una débil indicación de cuánimportantes serán sus consecuencias en la sociedad humana.

    Hay otro factor central en el condicionamiento cultural de la anormalidad. A juzgar porel material que está a nuestro alcance en el presente, parece un factor menos importante que elque hemos discutido. Sin embargo, desestimar su importancia ha llevado a numerosos malosentendidos. Las formas particulares de comportamiento a las que son susceptibles losindividuos inestables de cualquier grupo son, muchas de ellas, problemas de configuracióncultural, como ocurre con cualquier otro comportamiento. Es por esta obvia razón que losdesórdenes epidémicos de un continente o de una era suelen ser infrecuentes o son ignoradosen otras partes del mundo o en otros períodos históricos.

    Las evidencias más claras de la configuración cultural del comportamiento deindividuos inestables se encuentran en el fenómeno del trance. El uso que se le da a talproclividad, la forma que adoptan sus manifestaciones, las cosas que se ven y se sienten en eltrance, todo ello es controlado culturalmente. El individuo en trance puede regresar portandocomunicaciones de los muertos que describan en detalle la vida en el más allá, visitar el mundode los no-nacidos, traer información sobre objetos perdidos, experimentar la unidad cósmica,adquirir un espíritu guardián eterno, u obtener información de eventos futuros. Aun en el

    trance, el individuo se apega estrictamente a las reglas y expectativas de su cultura y suexperiencia responde a patrones locales, al igual que en un rito de casamiento o en unintercambio económico.

    Se ha reconocido la conformidad de la experiencia del trance con las expectativas de lavida consciente. Ahora que ya no nos confunden los intentos de adscribir validez supranormala una o a otra y nos damos cuenta de cómo en la experiencia del trance se encarnan laspreocupaciones experimentadas por el individuo, aceptamos también como principiofundamental la configuración cultural del éxtasis.

    Pero el problema no finaliza aquí. No es sólo la experiencia del trance la que tiene una

    clara distribución geográfica y temporal. Esto es verdad también para las formas decomportamiento de individuos inestables de cualquier grupo. Una de las principalesdificultades en el uso de una información tan imprecisa y casual como la que poseemos sobre elcomportamiento del inestable en diferentes culturas, es que el material no se corresponde condatos de nuestra propia sociedad. Se ha pensado que tipos de inestabilidad como la histeria delÁrtico (14) o los ataques frenéticos de los malayos eran enfermedades raciales. Pero por lo queconocemos, y a pesar de la carencia de buenos informes psiquiátricos, este fenómeno no

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    coincide con la distribución racial. Más aun, el mismo problema se destaca en casos donde esimposible la correlación racial. Los ataques frenéticos han sido descriptos con síntomas ytratamientos semejantes en partes del mundo tan diferentes como Melanesia (11, pp.54-55) y

    Tierra del Fuego (7).La explicación racial también se descarta en instancias de manía epidémica, que son

    características de nuestra propia herencia cultural. La manía del baile (13) que, en los tiemposmedievales, llenó las calles de Europa con bailarines compulsivos, hombres, mujeres y niños, esreconocida como una instancia extrema de sugestión en nuestro propio grupo racial.

    Estos comportamientos son pasibles de elaboración controlada en gran escala.  Losindividuos inestables en una cultura adquieren formas características que serán poco comunes,o estarán ausentes, en otra cultura; y esto es incluso más notorio cuando se ha asignado valorsocial a una forma u otra. De esta manera, cuando, en cualquier sociedad, un tipo de

    comportamiento límite ha sido asociado con el shamán y ésta es una persona de autoridad einfluencia, éste ha de sufrir este tipo de ataque preestablecido en cada demostración. Entre losshasta de California, como hemos visto, y entre muchas otras tribus de distintas partes delmundo, la posesión cataléptica, en alguna de sus formas, es el pasaporte al shamanismo y debeacompañar constantemente su práctica. En otras regiones es una visión o audición automática.En otras sociedades, el comportamiento es más cercano a lo que entendemos como epilepsiahistérica. En Siberia, se requiere para cualquier performance del shamán todas lascaracterísticas asignadas a nuestras sesiones espiritualistas. En todos estos casos, la experienciaparticular que se elige socialmente es objeto de considerable elaboración y es usualmentemodelada en detalle de acuerdo con los estándares locales. Esto es, cada cultura aunque

    selecciona un número pequeño del gran campo de experiencias límite, impone sin dificultad sutipo seleccionado sobre ciertos individuos. El particular comportamiento de un individuoinestable en esta instancia no es el modo único e inevitable en que su anormalidad puedeexpresarse. Él ha tomado un ejemplo de comportamiento condicionado por la tradición, tantoen éste como en cualquier otro campo. Por el contrario, en toda sociedad, la nuestra incluida,hay formas de inestabilidad que están fuera de uso. No se presentan, al menos en el presente,para su imitación por los individuos influenciables que constituyen, en cualquier sociedad, ungrupo considerable de los anormales. Parece claro que no es ésta una cuestión de la naturalezade la sanidad, o de una tendencia biológica heredada dentro de un grupo local, sino quesimplemente es una cuestión de configuración social.

    El problema de entender el comportamiento humano anormal en un sentido absoluto,independiente de los factores culturales, está lejos de ser resuelto. Las categorías decomportamiento límite que derivamos del estudio de las neurosis y psicosis de nuestracivilización son categorías de tipos locales de inestabilidad. Dan mucha información acerca delas presiones y exigencias de la civilización occidental, pero no proveen de un cuadro final delcomportamiento humano inevitable. Cualquier conclusión sobre tal comportamiento debe

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    esperar la recolección de datos psiquiátricos de otras culturas a cargo de observadoresentrenados. Debido a que hasta el presente no se ha producido trabajo de este tipo, esimposible establecer una definición de anormalidad que pueda ser considerada válida para

    todo el material comparativo. Ocurre lo mismo que en ética: todas nuestras convencioneslocales de comportamiento moral e inmoral carecen de validez absoluta y, sin embargo, esposible que pueda desentrañarse una porción pequeña de lo correcto e incorrecto compartidopor toda la raza humana. Cuando se disponga de los datos en psiquiatría, es probable que estadefinición mínima de las tendencias humanas anormales sea muy diferente de nuestra psicosisculturalmente condicionadas y altamente elaboradas, como las descriptas, por ejemplo, bajo lostérminos de esquizofrenia y maníaco-depresivo.

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    Departamento de Antropología

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