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    libros del

     Zorzal

    JEAN BAUDRILLARD

    ¿Por qué todo no hadesaparecido aún?

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    ¿Por qué todo no ha

    desaparecido aún?

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    Jean Baudrillard

    ¿Por qué todo no ha desaparecido aún?

    Traducciónde Gabriela Villalba

    libros del

     Zorza l 

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    Baudrillard, Jean¿Por qué todo no ha desaparecido aún? -1a. ed.- Buenos 

    Aires: Libros del Zorzal, 2009.64 pp .; 20x14 cms - (Mirada atenta)

    Traducido por: Gabriela Villalba ISBN 978-987-599-129-3

    1. Filosofía Francesa.  I. Villalba, Gabriela, trad.CDD 190

    Imagen de tapa: LU

    © Libros del Zorzal, 2009  

    Buenos Aires, Argentina Printed in Argent ina 

    Hecho el depósito que previene la ley 11.723

    Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de este libro, escríbanos a:< [email protected] >

    También puede visitar nuestra página w eb :

    índice

    Prefacio .................................................................. 9

    ¿Por qué todo no ha desaparecido aún?............ 11

    Carnaval y caníbal o el juego del antagonismo 

    mundial................................................................ 43

    mailto:[email protected]://www.deizorzai.com.ar/http://www.deizorzai.com.ar/mailto:[email protected]

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    Prefacio

     Al que no tiene nada, también se le quitará.Mateo, 25, 291

    “¿Por qué hay nada en lugar de algo?” Es la pregunta de Leibniz, pero exactamente a la inver-sa. También es una manera radical de rechazar lametafísica.

    Ya no el ser, sino la nada. Macedonio Fernández,escritor argentino amigo de Borges, ya había lle-vado muy lejos la exploración de la nada: “Todosobre e incluida la Nada, sólo sobre la Nada,

     pero no por completo, sobre la Nada hay más: al-gunos de sus intersticios, que son numerosos2”.

    Jean Baudrillard lleva sus límites aún más allá, sa-tura los intersticios. Se trata de ser consecuente.Habíamos imaginado que el Bien era resultado dela eliminación del Mal, lo Eterno de lo temporal y

    1 Citado por Jean Baudrillard en Baudrillard, Jean y Enrique Valiente Noailles (2005), Les exilés du dialogue, París, Galilée, p. 154 [trad. esp.: Los exiliados del diálogo,Buenos Aires, Debate, 2006].2Papiers de Nouveauvem et cmtinuation du Rien, París, Jos é Corti, 1992, p. 157 [trad. esp.: Papeles de recienvenido y continuación de lanada,Buenos Aires, Losada, 1944].

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    el Todo de la nada. Siempre esa tentación totalita-ria de unificar, de reducir la dualidad, de eliminarel Mal, de exterminar la nada. Nos hemos libradode la ambigüedad del mundo.

    Hay que aprender a bailar con la nada, es elgran juego y el gran estilo: “Es tan esencial para lavida como el aire y el viento para el vuelo de la pa-

    loma3”. La “ligera paloma” de Kant, que imaginaque su vuelo sería mucho mejor si pudiera vencertoda resistencia.

    ¿Nihilismo? No, el nihilismo es justamente elolvido de la nada. Lo que es nihilista es el sistema,

     por su poder para transformar todo en indiferen-cia. El sistema es “verdaderamente negacionista”,según la expresión de Jean Baudrillard, puesto quees negación de la nada, negación de toda ilusión.Quedan el desafío, el del pensamiento radical queapuesta a la ilusión del mundo, que plantea la hi-

     pótesis de que tal vez no hay nada en lugar de algoy que “va en busca de esa nada que corre bajo laaparente continuidad del sentido”.

     No es una metafísica contraria sino lo contrariode una metafísica.

    Frangois L’Yvonnet 

    3 Les Exilés du dialogue, op. cit.

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    ¿Por qué todo no ha desaparecido aún?

    Cuando hablo del tiempo, es porqueaún no es

    Cuando hablo de un lugar, es porque  ha desaparecido 

    Cuando hablo de un hombre, es porque ya ha muerto 

    Cuando hablo del tiempo, es porque ya no es

    Hablemos entonces del mundo de donde hadesaparecido el hombre.

    Se trata de desaparición, y no de agotamiento,extinción o exterminio. El agotamiento de los re-cursos y la extinción de las especies son procesos

    físicos o fenómenos naturales.Y allí radica toda la diferencia: es muy probable

    que la especie humana sea la única que haya inven-tado un modo específico de desaparición, que notiene nada que ver con la ley de la naturaleza. Talvez incluso untarte de la desaparición.

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    Comencemos por la desaparición de lo real.Mucho se ha hablado del asesinato de la realidaden la era de los medios, lo virtual y las redes (sin

     preguntamos demasiado cuándo comenzó a exis-tir lo real). Pero, si miramos de cerca, vemos queen la época moderna el mundo real comienza conla decisión de transformarlo, a través de la ciencia,

    el conocimiento analítico del mundo y la puesta enobra tecnológica, es decir, según ‘Hannah Arendt]con la invención de un punto de Arquímedes fueradel mundo (a partir de la invención del telescopio

     por parte de Galileo y el descubrimiento del cálculomatemático), por el cual se mantiene definitivamen-te a distancia el mundo natural. Es el momento enque el hombre, sin dejar de analizarlo y transfor-marlo, se aleja del mundo, sin dejar de darle fuerzade realidad. Así, pues, podemos decir que, paradóji-camente, el mundo real comienza a desaparecer enel momento mismo en que comienza a existir.

    Por su facultad excepcional para conocer, el

    hombre, al tiempo que da sentido, valor y reali-dad al mundo, inicia, paralelamente, un proce-so de disolución (“analizar” significa literalmente“disolver”).

    Pero sin dudas tenemos que remontarnos aúnmás lejos: hasta el concepto y el lenguaje. Al re-

     presentar las cosas, al nombrarlas, al conceptua

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    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a On ?

    fizarlas, el hombre hace que existan y al mismotiempo las precipita hacia su pérdida, las distinguesutilmente de su realidad bruta. Así, la lucha declases existe a partir del momento en que Marx lanombra. Pero muy probablemente no exista, en sumayor intensidad, sino hasta antes de ser nombra-da. Luego sólo decrece. El momento en que una

    cosa es nombrada, cuando la representación y elconcepto se apoderan de ella, es el momento enque comienza a perder su energía (a riesgo de con-vertirse en una verdad o de imponerse como ideo-logía). Podemos decir lo mismo del inconsciente y

    iel momento en que Freud lo descubre. £1conceptoaparece cuando una cosa comienza a desaparecer.

    La lechuza dice Hegel se levanta alatardecer.

    La globalización: si tanto se habla de ella, comode una evidencia, como de una realidad incues-tionable, tal vez sea porque ya no está en el apo-

    geo de su movimiento y nos enfrentamos a algodiferente.

    Así, lo real se desvanece en el concepto. Perolo que es aún más paradójico es el movimientoexactamente inverso, por el cual el concepto y laidea (pero también el fantasma, la utopía, el sueño,el deseo) se desvanecen en su propia realización.

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    Cuando todo desaparece por exceso de realidad,cuando, gracias al despliegue de una tecnología sinlímites, tan mental como material, el hombre estáen condiciones de ir hasta el límite de sus posibili-dades y por ello mismo desaparece, dejando lugara un mundo artificial, que lo expulsa, a una perfor-mance  integral que de alguna manera es el estadio

    supremo del materialismo (Marx: el estadio idea-lista de la interpretación y la transformación irre-sistible que lleva a un mundo sin nosotros). Ese  ]mundo es perfectamente objetivo, puesto que ya!,no hay nadie para verlo. Como se ha vuelto mera'mente operativo, ya no necesita de nuestra repre-sentación, es más, ya no hay una representación

     posible de ese mundo.Porque, si bien lo propio del hombre es no ir

    hasta el límite de sus posibilidades, al objeto técni-co le resulta esencial agotar las suyas, e incluso irmucho más allá, trazando así la línea de demarca-ción definitiva entre él y el ser humano, hasta des-

     plegar infinitas posibilidades de funcionamientocontra el hombre mismo e implicar a más o menoslargo plazo su desaparición.

    En consecuencia, el mundo moderno que en-treveía Marx, impulsado por el trabajo de lo nega-tivo, por el motor de la contradicción, se convirtió,gracias al exceso mismo de su cumplimiento, en

    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a ú n ?

    otro mundo donde, para existir, las cosas ni siquie-ra necesitan de su contrario, donde la luz ya nonecesita de la sombra, donde lo femenino ya nonecesita de lo masculino (¿o al contrario?), dondeel Bien ya no necesita del Mal: donde el mundo vano necesita de nosotros.

    Es allí donde vemos que el modo de desapari-

    ción de lo humano (y, por supuesto, de todo lo quese relaciona con él: la obsolescencia de GüntherAnders, la agonía de los valores, etc.) es resultado, precisamente, de una lógica interna, de una obso-lescencia integrada, de la efectuación, por parte dela especie, de su proyecto más grandioso, el pro;yecto prometeico de dominio del universo, de uniconocijmQntQ. exhaustÍYO y que es eso mismo loque lo precipita hacia su desaparición mucho másveloz que las especies animales, por la aceleraciónque imprime a una evolución que ya no tiene nadade natural. Y no según una pulsión de muerte cual-quiera, una disposición involutiva, regresiva, ha-

    cia formas indiferenciadas, sino, al contrario, me-diante una impulsión por ir lo más lejos posible,en la expresión de todo su poder, de todas sus fa-cultades, hasta soñar, precisamente, con abolir lamuerte.

    Ahora bien, lo más sorprendente es que estolleva a lo mismo. El intento extremo de la vida (del

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    Eros, si por ello entendemos el despliegue de todaslas facultades, la profundización de la ciencia, laconciencia y el goce) llega al mismo resultado dedesaparición virtual de la especie humana, comosi en alguna parte su destino estuviera programa-do y sólo fuéramos los ejecutores a largo plazo deese programa (lo cual hace irresistible pensar en la

    apoteosis, ese proceso por el que algunas célulasdesencadenan su autodestrucción).lodo esto puede dar la impresión o foijar la ilu-

    sión de una estrategia fatal, de una evolución al tér-mino de la cual habríamos franqueado ese punto,ese vanishingpoint  del que habla Canetti, donde, sindarse cuenta, el género humano habría salido de larealidad y de la historia, donde toda distinción de loverdadero y lo falso habría desaparecido, etc.

    En tal caso, estamos nosotros y nuestro cuer- po; ya sólo seríamos el miembro fantasma, el es-labón débil, la enfermedad infantil de un aparatotecnológico que nos domina de lejos (así como el,

     pensamiento sólo sería la enfermedad infantil de lainteligencia artificial o el ser humano, la enferme-dad infantil de la máquina, o lo real, la enfermedadinfantil de lo virtual).

    Todo esto sigue estando encerrado dentro deuna perspectiva evolucionista que concibe todo se-gún una trayectoria lineal, desde el origen hasta el

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    final, desde la causa hasta el efecto, desde el naci-miento hasta la muerte, desde la aparición hasta ladesaparición.  L_  ¿

    Pero la desaparición puede ser pensada de otramanera, como un acontecimiento singular y el ob- jeto de un deseo específico, el deseo de ya no es-tar allí, que no es para nada negativo, sino muy al

    contrario: puede ser el deseo de ver a qué se pare-ce el mundo en nuestra ausencia (fotografía) o dever más allá del fin, más allá del sujeto, más alláde toda significación, más allá del horizonte de ladesaparición, si es que aún hay un acontecimientodel mundo, una aparición no programada de lascosas, Un ámbito de la apariencia pura, del mundotal cual es (y no del mundo real, que nunca es sinoel de la representación) y que sólo puede surgir dela desaparición de todos los valores agregados.

    Ésas son las premisas de un arte de la desapari-ción, de otra estrategia. Disolución de los valores,de lo real, de las ideologías, de los fines últimos.

    Pero simultáneamente un juego, la posibilidadde un juego con todo esto, de un arte (pero paranada en el sentido cultural y estético) más cercanoa un arte marcial.

    El arte mismo, en la época moderna, sólo exis-te basado en su desaparición, no solamente el artede hacer que lo real desaparezca en provecho de

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    otra escena, sino también el de abolirse a sí mis-mo a lo largo de su ejercicio (Hegel). Era esto jus-tamente lo que resultaba sorprendente, lo que eraun desafío capital (digo bien: “era”, porque hoy elarte, aunque ha desaparecido, no lo sabe y, lo quees peor, prosigue su trayectoria en estado de comairreversible).

    Y el arte se convierte en el paradigma de todolo que sobrevive a su propia desaparición. 'Estánaquellos que juegan156n“sü"des^ánd6n,‘que jue-gan con él como con una forma viva, por exceso,y están aquellos que se encuentran en estado de’desaparición y la sobreviven por defecto. Es cla-ro que la escena política, por ejemplo, sólo reflejalas sombras de una caverna y de los seres que allíse mueven, desencamados, pero sin saberlo (la lis-ta de todo lo que ha desaparecido de esta manerainstituciones, valores, individuos sería demasia-do largade enumerar). Lamentablemente, es muy

     posible que en adelante nosotros mismos, como es-

     pecie, formemos parte p or ejemplo, en forma declonación, de informarización y de redes de estasupervivencia artificial, de esta prolongación a per-

     petuidad de algo que ha desaparecido pero que notermina de desaparecer. Mientras que todo el artees saber desaparecer antes de morir y en lugar demorir.

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    De todas maneras, nada se borra pura y simple-mente, y de todo lo que desaparece quedan rastros.El problema es qué queda cuando todo ha desapa-recido. Es un poco como el gato de Cheshire enLewis Carroll, cuya sonrisa flota aún después deque su forma se ha desvanecido. O como el juiciode Dios: Dios desaparece, pero deja detrás de sí su

     juicio. Pero si una sonrisa de gato ya es a terrado-ra, la sonrisa sin el gato lo es aún mucho más... El juicio de Dios es en sí aterrador, pero el juicio deDios sin Dios...

    Así, podemos pensar que todo lo que desapare-ce.las instituciones, los valores, las prohibiciones,las ideologías, las ideas mismas sigue llevando unavida clandestina y ejerciendo una influencia oculta,gomo se ha dicho de los dioses antiguos que en laera cristiana tomaron la forma de demonios. Todolo que desaparece infiltra nuestra vida en dosis in-finitesimales, a menudo más peligrosas que la ins-

    tancia visible que nos dominaba. En nuestra épocade tolerancia y transparencia, las prohibiciones, loscontroles, las desigualdades desaparecen uno poruno, pero sólo para interiorizarse mejor en la esfe-ra mental. Incluso podríamos imaginar que segui-mos las huellas de nuestras vidas anteriores, porno hablar del inconsciente. Nada desaparece nun-

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    ca. Pero no hagamos parapsicología y miremos un poco por el lado de la desaparición del sujeto, quees un poco la imagen en espejo de la de lo real.

    En efecto, el sujeto se pierde, el sujeto comoinstancia de voluntad, de libertad, de representa-ción, el sujeto del poder, del saber, de la historia,aquél desaparece, pero deja tras de sí a su espec-

    tro, su doble narcisista, un poco como el gato de- jaba flotar su sonrisa. El sujeto desaparece, peroen provecho de una subjetividad difusa, flotantey sin sustancia, ectoplasma que lo envuelve todoy lo transforma en una inmensa superficie de re-verberación de una conciencia vacía, desencama-da cosas todas que brillan con una subjetividadsin objeto, donde cada mónada, cada moléculaestá presa en las redes de un narcisismo definitivo,de un retomoimagen perpetuo. Ésta es la imagende una subjetividad de fin del mundo, de dondeha desaparecido el sujeto como tal, que ya no debeenfrentarse con nada. El sujeto es víctima de esta

     peripecia fatal, a la que, en un sentido, ya nada seopone, ni el objeto, ni lo real, ni el Otro.

     Nuestros más grandes adversarios ya sólo nosamenazan con su desaparición.

    [La Gran Desaparición] pues, no es simplemen-te la de la transmutación virtual de las cosas, la dela puesta en abismo de la realidad, sino la de la di-

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    visión al infinito del sujeto, la de la pulverizaciónen cadena de la conciencia en todos los intersticiosde la realidad. En última instancia, la conciencia (lavoluntad, la libertad) está en todas partes, se con-funde con el curso de las cosas y, a partir de allí, seconvierte en superflua. Es el análisis que tambiénhacía de la religión el propio cardenal Ratzinger:

    una religión que se asimila al mundo, que se ponea tono con el mundo (político social, etc.) se vuel«■rato«.-*,..........................- ................. .. .........  |—- ...................U ..........-■■■' . ... ....................................... •  r

    ve superfluaJPor esta misma razón, por haberseconfundido cada vez más con la banalidad objeti-va, el arte se volvió superfluo al dejar de diferen-ciarse de la vida.

    Por lo demás, podemos alegar que existe unadesaparición positiva, la de la violencia, la amena-za, la enfermedad o la muerte, pero sabemos quetodo lo que se reprime, lo que se elimina de estemodo, termina en una infiltración maligna, viral,del cuerpo social e individual.

    Es imposible, pues, asignar la desaparición,como forma, a tal o cual fin (no más que la apari-ción, por lo demás), ya sea en el orden del Bien oen el del Mal. Por fuera de todos los fantasmas quemantenemos alrededor de ella, y en la esperanzacompletamente justificada de ver que determinadonúmero de cosas desaparece definitivamente, hay

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    que dar a la desaparición su prestigio o, muy sim- plemente, su poder, su impacto, hay que volver ainvestirla no como dimensión final, sino como di-mensión inmanente, incluso diría como dimensiónvital de la existencia. Nada vive sino en base a sudesaparición y, si queremos interpretar las cosascon toda lucidez, hay que hacerlo en función de su

    desaparición. No hay mejor grilla de análisis.Como conclusión, insistiré en la ambigüedadtotal de nuestra relación con lo real y su desapari-ción. Detrás de cada imagen, algo ha desaparecido,

    1y esto es lo que la vuelve fascinante. Detrás de larealidad virtual, en todas sus formas (telemática,informática, digital, etc.), lo real ha desaparecido,y es esto lo que fascina a todo el mundo. Según laversión oficial, profesamos un culto a lo real y al principio de realidad, pero y allí está todo el sus- pense actual, ¿realmente profesamos un culto a loreal?, ¿o a su desaparición?

    Así, pues, podemos vivir la misma situación

    global, exactamente la misma, como una maldiciónsegún la versión crítica vulgar o como un gocerefugio, una fatalidad de alguna manera feliz.

    Doble postulado contradictorio, para el que nohay resolución.

    El mejor ejemplo de este desvanecimiento sis-temático de una realidad, cuyo crepúsculo de algu-

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    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c i d o   a ú n ?

    na manera saboreamos, sería el destino actual dela imagen, la desaparición de la imagen en el pasoinexorable de lo analógico a lo digital. El destinode la imagen es ejemplar, puesto que la invenciónde la imagen técnica en todas sus formas es nuestraúltima gran invención en la búsqueda encarnizadade una realidad “objetiva”, de una verdad objetiva,

    cuyo espejo nos habría sido dado por la técnica...Ahora bien, parecería que el espejo hubiera entra-do en el juego y hubiera transformado todo en una“realidad” virtual, numérica, informática, digital(puesto que el destino de la imagen sólo era el de-talle ínfimo de esta revolución antropológica).

    Sobre lo hegemónico y lo digital...

    Cuando todo desaparece por exceso de reali-dad, gracias al despliegue de una tecnología sin lí-mites, material o mental, cuando el hombre está encondiciones de ir hasta el límite de sus posibilida-des, entra por esta misma razón en un mundo que

    lo expulsa. Porque si lo propio del ser vivo es no irhasta el límite de sus posibilidades, es la esencia delobj'eto técmco agotar fas suyas y desplegarlas haciay contra todo, incluso contra el hombre mismo,lo cual implica, en un plazo más o menos largo,su desaparición. Al final de este proceso irresisti-

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     ble que lleva a un universo perfectamente objetivo,que es de alguna manera el estadio supremo de larealidad, ya no hay sujeto, ya no hay nadie paraverlo. Ese mundo ya no necesita de nosotros n idenuestra representación (de todas formas, ya no hayrepresentación posible).

     No hay mejor analogía para ilustrar este paso a

    lo hegemónico que la de la foto que se vuelve digital, liberada al mismo tiempo del negativo y delmundo real. Y las consecuencias, tanto de lo unocomo de lo otro, son incalculables (a diferentesescalas, claro está). Fin de una presencia singulardel objeto, puesto que puede ser construido digi-talmente. Fin del momento singular del acto foto-gráfico, puesto que la imagen puede ser inmediata-mente borrada o recompuesta. Fin del testimonioirrefutable del negativo. Al mismo tiempo desapa-recen lo diferido y la distancia, ese espacio en blan-co entre el objeto y la imagen que constituye elestadio del negativo. La foto argénteas una ima-

    gen producida por el mundo, que también implica,gracias al medio de la película, una dimensión dela representación. La imagen digital, por su parte,es una imagen directamente salida de la pantalla,que viene a sumergirse en la masa de todas las de-más imágenes salidas de la pantalla. Pertenece alorden del flujo y está cautiva del funcionamiento

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    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a ú n ?

    automático de la máquina. Cuando el cálculo y lodigital predominan sobre la forma, cuando el  soft-ware predomina sobre la mirada, ¿podemos seguirhablando de fotografía?

    Todo esto no es una simple peripecia técnica: coneste giro de lo digital, lo que se sacrifica, lo que defi-

    nitivamente se condena es toda la fotografía analógi-ca, toda la imagen, concebida como la convergenciade la luz que proviene del objeto y la que provie-ne de la mirada. En el camino de la digitalización,

     pronto ya no encontraremos la película, la superficiesensible donde las cosas venían a inscribirse negati-vamente. Sólo quedará un software de imágenes, unefecto digital en una milmillonésima de píxel y, almismo tiempo, una facilidad insospechada de tomade vista, de retomoimagen, de fotosíntesis de todo.Metafóricamente, lo que desaparece en el adveni-miento de lo digital es toda la riqueza del juego de la presencia y la ausencia, de la aparición y la desapari-

    ción (el acto fotográfico hace que, por un breve ins-tante, se desvanezca el objeto en su “realidad” nohay nada similar en la imagen virtual ni en la tomadigital, sin contar con la magia del surgimiento de laimagen en el revelado), lo que desaparece es todala riqueza del gesto fotográfico.

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    Lo que cambia con esto es el mundo, y la vi-sión del mundo.

    Sobre todo en estos últimos tiempos de progre-so tecnológico ultrarrápido, nació la idea absurdade “liberar” lo real por medio de la imagen y de “li-

     berar” la imagen por medio de lo digital. La “libe-

    ración” de lo real y la de la imagen pasarían por la profusión y la proliferación. Es olvidar el desafío,el riesgo que constituye el paso al acto fotográfico,la fragilidad y la ambivalencia de la relación con elobjeto; el “fracaso” de la mirada, podríamos decir:todo esto es esencial a la fotografía, ¡y es algo esca-so! ¡No liberamos a la fotografía!

    Una vez más, todo esto es sólo un ínfimo ejem- plo de lo que adviene masivamente, en todos losámbitos. En particular, en los del pensamiento, elconcepto, el lenguaje y la representación.  E l mismo destino de digitalización acosa al universo mental y a toda la extensión del pensamiento.

    Es el mismo libreto, palabra por palabra: con laconstrucción numérica del 0/1, que es una especiede cálculo integral, lo que desaparece es toda la ar-ticulación simbólica del lenguaje y el pensamiento.Pronto ya no habrá más superficie sensible de con-frontación, ni  suspense  del pensamiento entre la ilu-

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    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a ú n ?

    sión y la realidad, ni blanco, ni silencio, ni contra-dicción, sino un solo flujo continuo, un solo circuitointegrado. Y la inteligencia informática se presta, omejor, nos fuerza como lo digital para la imagen ala misma facilidad, a la misma versatilidad de pro-ducción y acumulación, de “fotosíntesis” de todo loreal posible. La ilusión gigantesca es confundir el

     pensamiento con una proliferación del cálculo o lafoto con una proliferación de las imágenes. Y cuan-to más lejos vayamos en este sentido, más nos aleja-remos del secreto y el placer de una y otra. Síntomade ello es el privilegio exorbitante que se otorgaal cerebro, no sólo en las neurociencias, sino tam-

     bién en todos los campos. Sin hablar de la recien-te propuesta de Le Lay sobre la gestión del tiempode cerebro humano disponible (para la publicidadde CocaCola), que el responsable de Cultura delAyuntamiento de París, Christophe Girard, pudosuperar en cinismo involuntario y ridiculez: “¡Loque nosotros queremos es hacer que el cerebro hu-

    mano esté disponible, no para la publicidad y el ca- pital, sino para la Cultura y la Creación!”.

    Como sea, el contrasentido total es convertir elcerebro en un receptor, en una terminal sináptica,en una pantalla de imaginería cerebral en tiemporeal (y, en este sentido, en última instancia es me-nos absurdo poner en correlación un cerebro “fun-

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    cional” y un mercado publicitario que convertirloen soporte de la “Creación”...). En suma, según elsupuesto aberrante de toda la teoría de la comuni-cación (“Somos todos receptores y emisores quese ignoran mutuamente”) y en la medida en quese convierte el cerebro en un modelo informático,en una súper máquina a imagen y semejanza de

    otras máquinas digitales, cerebro y realidad (vir-tual) ya no pueden sino funcionar en interfaz, en bucle o en espejo, según el mismo programa (y eltodo da como resultado lo que llamamos “inteli-gencia artificial”). En este marco, hemos privilegia-do definitivamente el cerebro como fuente estraté-gica del pensamiento, le aseguramos a expensasde toda otra forma de inteligencia, en particular ladel Mal, relegada a la zona de las funciones inúti-les la Hegemonía, el poder hegemónico, exacta-mente a imagen y semejanza de la que reina en laesfera geopolítica. Mismo monopolio, misma sínte-sis piramidal de los poderes.

    Todo esto caracteriza un proceso hegemónicoglobal, y es la razón por la cual nuestra excursión

     por la fotografía y lo digital vale como micromodelo de un análisis generalizado sobre la hegemonía,Porque ésta no es más que la resorción de toda negatividad en las cuestiones humanas, la reduccióna la fórmula más simple, unitaria, sin alternativa.

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    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a ú n ?

    del 0/1 (mera diferencia de potencial en la que nosgustaría ver cómo se desvanecen digitalmente to-dos los conflictos).

    La violencia contra la imagen

    La violencia última provocada a la imagen es lade la imagen de síntesis, surgida ex nikilo del cálculo

    digital y la computadora.Incluso se terminó la imaginación de la ima-

    gen, de su “ilusión” fundamental, pues, en la ope-ración de síntesis, la referencia ya no existe e inclu-so lo real mismo ya no tiene lugar para tener lugar,

     puesto que inmediatamente es producido comoRealidad Virtual.

    La producción numérica y digital borra la ima-gen como amlogon,  borra lo real como algo que

     puede ser “imaginado”. El acto fotográfico, esemomento de desaparición, del sujeto y del obje-to a la vez, en la misma confrontación instantáneael disparador que anula el mundo y la mirada

     por un instante, una síncopa, una pequeña muer-te que dispara la hazaña maquínica de la imagen,ese momento desaparece en el  processing digital  ynumérico.

    Todo esto lleva inevitablemente a la muerte dela fotografía como medio original. La esencia mis-

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    ma de la fotografía desaparece con la imagen ana-lógica. Esta última todavía daba testimonio de unaúltima presencia en directo del sujeto con el objeto.Aplazamiento último a la diseminación y la embes-tida digital que nos espera.

    El problema de la referencia ya era un proble-ma casi insoluble: ¿Qué es lo real? ¿Qué es la re

     presentación? Pero mientras que, con lo Virtual,desaparece el referente, se desvanece, en la progra-mación técnica de la imagenscuando ya no hay unmundo real frente a una película sensible (lo mis-mo para el lenguaje, que es como la película sensi-

     ble de las ideas), entonces ya no hay, en el fondo,ninguna representación posible.

    Hay algo aún más grave. Lo que distingue a laimagen analógica es que en ella se juega una for-ma de desaparición, de distancia, de detención enel mundo. Ésa nada en el centro de la imagen de laque hablaba Warhol.

    Mientras que, en lo digital o, de modo general,en la imagen de síntesis, ya no hay negativo, ya nohay algo “diferido”. Nada muere allí, nada desapa-rece. La imagen ya no es sino el resultado de unainstrucción y de un programa, agravado por la di-fusión automática de un soporte en otro: computa-dora, teléfono móvil, pantalla de televisión, etc., la

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    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a ú n ?

    automaticidad de la red, que responde a la automaticidad de la construcción de la imagen.

    Entonces, ¿hay que salvar la ausencia, el va-cío?, ¿hay que salvar esa nada en el centro de laimagen?

    Sustraer el sentido, en todo caso, hace que apa-rezca lo esencial, es decir: que la imagen es más im-

     portante que aquello de lo que habla (así como ellenguaje es más importante que lo que significa).

    Pero, de alguna manera, también debe perma-necer extraña a sí misma. No pensarse como me-dio, no tomarse por una imagen. Seguir siendo .una ficción, una fábula y, de este modo, hacerseeco de la ficción insoluble del acontecimiento. Noquedarse atrapada en su propia trampa ni dejarseencerrar en el retornoimagen.

    Para nosotros, justamente, lo peor es la imposi- bilidad de un mundo sin retornoimagen, sin quesea constantemente retomado, captado, filmado,fotografiado, incluso antes de ser visto. Peligromortal para el mundo “real”, pero también para laimagen, ya que, cuando se confunde con lo real ysólo se sumerge en lo real y lo recicla, ya no hayimagen, al menos como excepción, como ilusión,como universo paralelo. En el flujo visual que nos

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    sumerge, ni siquiera tiene tiempo de convertirse enimagen.

    Pienso en una imagen que sea la escritura auto-mática de la singularidad del mundo, tal como lasoñaron los Iconoclastas, en la famosa controversiade Bizancio. Estos sólo tomaban como auténtica la

    !imagen donde la divinidad estaba inmediatamente

    {presente, como en el velo de la Santa Faz, escrituraautomática del rostro divino, sin ninguna interven-ción de la mano humana (“aqueiropoiética”), enuna suerte de decalcomanía análoga al negativo dela película fotográfica. En cambio, discutían violen-tamente todos los iconos fabricados por la manodel hombre (“queirQpoiéticas”). que para ellos sóloeran simulacros de lo divino.

    El acto fotográfico, por el contrario, es en ciertaforma “aqueiropoiética”. Así, la fotografía escri-tura automática de la luz, sin pasar por lo real y laidea de real sería, mediante esta automaticidad, el

     prototipo de una literalidad del mundo franqueada po r la mano del hombre. Como el mundo se pro-duciría como ilusión radical, como traza pura, sinninguna simulación, sin intervención humana, ysobre todo no como verdad, porque si hay un pro-ducto por excelencia del espíritu humano, ésa es laverdad y la realidad objetiva.

    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c i d o   a ú n ?

    Hay una gran afectación en dar un sentido a laimagen fotográfica. Es hacer que los objetos posen.Y las cosas mismas comienzan a posar a la luz delsentido, desde el momento en que sienten sobre síla mirada de un sujeto.

    ¿No tenemos la fantasía profunda, desde siem-

     pre, de un mundo que funcione sin nosotros? ¿Latentación poética de ver el mundo en nuestra au-sencia, exento de toda voluntad humana, demasia-do humana? El placer intenso del lenguaje poéticoes ver que el lenguaje funciona por sí mismo, en sumaterialidad, en su literalidad, sin pasar por el sen-tido, esto es lo que nos fascina. Lo mismo sucedecon el anagrama, la anamorfosis, la “figura ocultaen el tapiz”. The vanishinz point ofthe language,

    ¿Acaso la fotografía no funcionaría tambiéncomo reveladora, en el doble sentido de la palabra(técnico y metafísico), de la “imagen oculta en el

    tapiz”? The vanishingpoint ofthepicture.

    Es casi una fatalidad para la foto que la serie,para la razón, que la cámara fotográfica (sobretodo la digital) tienda hacia la explotación infinitade sus posibilidades. A falta de una intuición so-

     bre el detalle del mundo, por no agotar el sentido

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    y la apariencia del mundo, la imagen serial y digi-tal llena el vacío mediante su propia desmultipli-cación. Llegamos, en un caso límite como el nues-tro actual, a una sucesión irresistible de la toma devistas.

    Pero ya no es una foto y, literalmente hablando,ni siquiera es una imagen. Éstas formarían parte

    más bien del homicidio de la imagen. Asesinatoque continuamente perpetran todas las imágenesque se acumulan en series, en secuencias “temáti-cas” que ilustran hasta el cansancio el mismo acontecimiento, que creen acumularse y que, de hecho,se anulan mutuamente, hasta el grado cero de lainformación.

    Así, se ejerce violencia contra el mundo, perotambién se ejerce violencia contra la imagen, con-tra la soberanía de las imágenes. Ahora bien, es

     preciso que una imagen sea soberana, que tengasu propio espacio simbólico. Si están vivas la ca-lidad “estética” no se pone en cuestión, asegu-ran este espacio simbólico eliminando una infini-dad de otras. Hay una rivalidad perpetua entrelas (verdaderas) imágenes. Pero hoy se da exac-tamente lo inverso con lo digital, donde el desfilede las imágenes se parece a la secuenciación delgenoma.

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    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a ú n ?

    La perspectiva inversa sería la fotografía en suabstracción pura cosa mentale,  la visión en la ca-

     beza de un mundo ya fotografiado sin que hayanecesidad de materializarlo mediante la toma foto-gráfica, imaginando el mundo tal como lo cambiael objetivo. De cierta forma, el éxtasis interior dela fotografía.

    Desregulación total de la imagen: la foto puede perderse en una fragmentación alucinante, en undelirio técnico de visibilidad a todo precio, dondetodo exige aparecer, en una escala fractal y micros-cópica. Ya no se trata de una desaparición en el

     juego de la forma¿ sino de una sustitución au tomá-tica, donde el mundo hace igpfiing  de sí mismo deuna imagen a otra exactamente, así como elindividuo puede disolverse en la diàspora mental de lasredes, y alcanzar de ese modo una espectralidaddefinitiva.

    El estadio último de esta desregulación es laimagen de síntesis. Desde las fotos trucadas de

    Diana agonizante hasta los reportajes fabricadosen estudio, se terminó la toma de imágenes en di-recto, en un instante irrevocable último resplandorde actualidad, en una dimensión virtual donde laimagen ya no tiene nada que ver con el tiempo.

    Ya no queda nada en la imagen virtual de esaexactitud puntual, de ese “ punctum” en el tiempo

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    de la imagen analógica. Antes, en el tiempo del“mundo real”, si puede decirse, la fotografía, segúnBarthes, daba testimonio de una ausencia inapela ble, de algo que había estado presente de una vez por todas. La foto digital, por su parte, ocurre en ;tiempo real y da testimonio de algo que no ha teni'do lugar pero cuya ausencia no significa nada.

    En esta liberalización digital del acto fotográfi-co, en ese proceso impersonal donde es el propiomedio el que genera las imágenes en cadena, sinotra intercesión que la técnica, podemos ver la for-ma acabada de la serialidad. De algún modo, en elcampo de la imagen, es el equivalente de la inteli-gencia artificial. Así, podemos considerar las imá-genes captadas por una cámara digital, de modoglobal, como una serie infinita, con todas las po-sibilidades de manipulación, de juego, de correc-ción, de retomoimagen, todas cosas impensablesen el mundo “analógico”.

    También es el fin de todo  suspense,  la imagen

    está allí al mismo tiempo que la escena: promiscui-dad ridicula (¡qué maravilla, en contraste, la lentay progresiva aparición de la imagen en el polaroidl). 

    [Esto es lo que le falta a lo digital: el tiempo de;aparición, a falta de lo cual sólo es un segmentoaleatorio de la pixelización universal, que ya no

     j/tiene nada que ver con la mirada, ni con el juego

    í 

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    ¿ P o r   q u é   t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a ú n ?

    del negativo y la distancia. Nueva visión del mun-do, la misma que la de la globalización, sumisiónde todas cosas a un mismo programa, sumisión detodas las imágenes a un mismo “genoma”. Es porello que hay un error en considerar el paso a lo di-gital como un simple progreso técnico, como unautomatismo superior, incluso una liberación defi

    nitiva de la imagen.Porque ése es el colmo: que, a través de lo di-gital, se quiso abrir el camino hacia la imagen in-tegral, libre de toda restricción proveniente de losconfines de lo real. Ahora bien, no creemos forzarla analogía si extendemos esta misma revolución alser humano en general, libre a partir de ahora, gra-cias a esta inteligencia digital, de moverse en una!individualidad integral, libre de toda historia y de¡toda restricción subjetiva...

    Al término del aumento de poder de esta má-quina en la que se resume toda la inteligencia hu-mana, y que por ende está asegurada por una auto-nomía total, es claro que el hombre no existe sinoal precio de su propia muerte. Sólo se vuelve in-mortal al precio de su propia muerte. Sólo se vuel-ve inmortal al precio de su desaparición tecnológi-ca, de su inscripción en el orden digital (la diásporamental de las redes).

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    Símbolo de una dispersión viva, la araña ideal, que teje su tela y que a su vez es tejida simultáneamente por su tela. O mejor aún: no soy la mosca que se ve atrapada en la tela ni la araña que teje su tela, soy la tela misma, que brilla en todas direcciones, sin nin-

    gún centro ni nada que se parezca a mi propio ser.

    Pero esto es la forma abierta de la inmortalidad

    y, en realidad, lo que concierne a la especie huma-na, la elección está hecha y se encarna en la supre-macía de la Inteligencia Artificial.

    De los confines de esta desaparición sistemáticadonde todo lleva a pensar que es umversalmen-te aceptada, pero cuya dinámica en el fondo siguesiendo misteriosa (“¿Con qué sueñan los corderosdigitales?” Dick), surgen algunas preguntas in-quietantes, paradójicas:

    1. ¿Todo está condenado a desaparecer? o, más precisamen te, ¿todavía no desapareció todo? (locual se une con la muy lejana paradoja provenien-

    te de una filosofía que nunca tuvo lugar: ¿p o r   q u é  NO HAY NADA EN LUGAR DE ALGO?).

    2. ¿Por qué todo no es universal?

    3. Estamos fascinados por la fantasía de unarealidad integral, por el comienzo y el fin de una programación digital. Lo real es el leitmotiv y la obsesión de todos los discursos. ¿Pero no estamos

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    ¿ P o r   q u é  t o d o   n o   h a   d e s a p a r e c id o   a ú n ?

    fascinados, más que por lo real, por el desvaneci-miento de lo real, por su ineluctable desaparición?

    4. De allí surge una pregunta verdaderamentemisteriosa: ¿cómo este irresistible poder mundiallogra indiferenciar el mundo, aniquilarlo en su ex-trema singularidad? ¿Y cómo el mundo puede sertan vulnerable a esta liquidación, a esta dictadura

    de la realidad integral y estar fascinado por esto,no exactamente por lo real, sino por la desapa-rición de la realidad? Pero hay un corolario: ¿dedónde proviene la fragilidad, la vulnerabilidad deeste poder mundial ante acontecimientos menores0 insignificantes en sí (rogue events, terrorismo, perotambién las imágenes de Abu Ghraib, etc.)?

    Muy probablemente, para no responder a estas| preguntas, hay que referirse a esta otra revolución¡antropológica, exactamente antitética de nuestra1“revolución” actual de lo digital, y de la que nun-ca se habla (incluso podríamos decir que nunca ha

    !sido verdaderamente un tema, salvo en herejías rá-

     bidamente sacrificadas).La d u a l i d a d . La regla de oro, inviolable, de la

    dualidad. Es inútil, además, remontarse a las raícesde la antropología para volver a encontrar lo radicaldel ser humano, está en todas partes, es aquél queno sólo deja eternamente en suspenso las pregun-tas planteadas más arriba, sino que eternamente

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    fracasa en las empresas humanas (fundadas todasen la síntesis, la integralidad y el olvido deliberadode todas las formas refractarias, de todo lo que no

     puede o quiere integrarse o reconciliarse...).El hombre n o r m a l   vive, fundamentalmente,

    siempre en dependencia, o contradependencia; desu modelo (cualquiera sea: modelo de acción, pro-

    yecto social o imaginario), pero al mismo tiempoen un desafío permanente con ese mismo modelo.Está motivado y contramotivado en el mismo mo-vimiento. No hay necesidad de psicología ni de psi-coanálisis, ni tampoco de ninguna ciencia humana

     para eso. Sólo existen para reconciliar lo irreconci-liable. Consecuencia: el ser humano siempre hacea la vez lo que es necesario para que su modelofuncione y todo lo que es necesario para que fracaise^ Allí tampoco hay necesidad de desfallecimien-to, o de perversión, o de pulsión de muerte. El ser¡humano saca esta energía antagonista, precisamen-te, de su dualidad primaria. Esto es así en el hom-

     bre normal, y todo lo que se esfuerce por reconci-liarlo consigo mismo y encontrar una solución alas preguntas planteadas más arriba da muestras

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    Así, pues, si su propia duplicidad abandona alhombre, entonces los roles se invierten: la que des-carrila, falla y se vuelve perversa, diabólica, ven-trílocua, es la máquina. La duplicidad pasa alegre-mente al otro lado.

    Si la ironía subjetiva desaparece y en el juegodigital lo hace, entonces la ironía se hace objetiva.

    O se hace silencio.

    Al principio era el Verbo. Sólo después vino elSilencio.

    El final mismo ha desaparecido...

    Enero de 2007

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    Carnaval y caníbal o el juego del 

    antagonismo mundial

    Podemos volver a comenzar por el famosodicho de Marx sobre la historia, que se produce

     primero como acontecimiento auténtico para re; petirse como farsa. Así, podemos concebir la m o-dernidad como la aventura inicial del Occidenteeuropeo, luego como una inmensa farsa que se re-

     pite a escala planetaria, en todas las latitudes don-de se exportan los valores occidentales, religiosos,!técnicos, económicos y políticos. Esta “carnavalización” pasa por los estadios, también históricos, dela evangelización, la colonización, la descoloniza-ción y la globalización. Lo que más nos cuesta ver

    es que esta hegemonía, esta influencia de un ordenmundial cuyos modelos no sólo técnicos y mili-tares, sino también culturales e ideológicos pare-cen irresistibles, viene acompañada de una rever-sión extraordinaria a través de la cual lentamenteeste poder es minado, devorado, “canibalizado”

     por aquellos mismos a quienes camavaliza. El pro-

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    totipo de esta canibalización silenciosa su escena primitiva en cierto mod o sería aquella misa so-lemne de Recife, en Brasil, en el siglo XVI, dondelos obispos que habían venido expresamente des-de Portugal para celebrar su conversión pasiva sondevorados por los indígenas, por exceso de amorevangélico (el canibalismo como forma extrema de

    la hospitalidad). Los indígenas, primeras víctimasde esta mascarada evangélica, van espontáneamen-te hasta el límite y más allá: absorben físicamente aaquellos que los absorbieron espiritualmente.

    Es esta doble forma carnavalesca y canibálicala que vemos en todas partes, transmitida a escala mundial, con la exportación de nuestros valores morales (derechos humanos, democracia), denuestros principios de racionalidad económica, decrecimiento, proeza y espectáculo. Son retomadosen todas partes con mayor o menor entusiasmo,

     pero en una total ambigüedad, por todos esos pue-

     blos “subdesarrollados”, que escaparon a la buena palabra de lo universal y por ende se vuelven terre-no para la misión y la conversión forzada a la mo-dernidad, pero mucho más aún que explotados yoprimidos: llevados al escarnio, transfigurados encaricatura de los blancos, como esos simios que so-lían mostrarse en las ferias en traje de almirante.

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    Sin embargo, imitan a los blancos que los to-man por simios. De una u otra manera, devuelvenel escarnio multiplicado a aquellos que se lo infli-gen, se convierten en el escarnio vivo de sus amos,como en un espejo deformante, que pone trampasa los blancos en su doble grotesco (una ilustraciónmagnífica de todo esto se encuentra en Les Maitres 

     Fous [“Los amos locos”], dejean Rouch, donde losobreros negros de la ciudad se reúnen a la nocheen el bosque para imitar y exorcizar, en una suertede transe, a sus amos occidentales: el patrón, el ge-neral, el conductor de autobús). No es un acto po-lítico, es un actingout  sacrificial: estigmatización dela dominación mediante sus propios signos.

    Pero podemos preguntarnos si esos blancos el patrón, el poli, el generalblancos “de origen”, noson ya figuras de mascarada, si no son ya una ca-ricatura de sí mismos, confundidos con sus más-caras. Así, los blancos se habrían camavalizado. y

     por lo tanto canibalizado, a sí mismos mucho antes

    de exportar todo esto al mundo entero. Es la granostentación de una cultura invadida por un exce-so de medios y que se ofrece a sí misma como ali-mento: se devora a sí misma (el rostro más actualde este fenómeno es el consumo de masas y de to-dos los bienes posibles). Agregando así a esta farsaaquella otra dimensión de la que hablaba Walter 

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    Benjamín, según la cual la humanidad logra hoyconvertir su peor alienación en un goce estético yespectacular.

    Éste es un gran  show  colectivo por el cualOccidente se atavía no sólo con los despojos detodas las demás culturas, en los museos, la moday el arte, sino también con los suyos propios.

    Además, el arte cumple plenamente su función enesta peripecia: Picasso es el que mejor se anexa aun arte “primitivo” y hoy el artista africano vuel-ve a copiar a Picasso en el marco de una estéticainternacional.

    Si sucede que todas las poblaciones ataviadascon los signos de la blancura y con todas las téc-nicas provenientes de otros lugares son al mismotiempo su parodia viva, si ellas son su escarnio, es

     porque ésta es simplemente irrisoria, si bien quenosotros  ya no podemos verlo. La superchería delos valores universales se revela en su extensión

    a escala mundial. Si bien hubo un acontecimiento primero, histórico y occidental, de la modernidad,hemos agotado sus consecuencias, y ella ha toma-do para nosotros mismos un giro fatal, un giro defarsa. Pero la lógica de la modernidad quería quela impusiéramos al mundo entero, que el fatum delos blancos fuera el de la raza de Caín, y que nada

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    escapara a esta homogenización, a esta mistifica-ción de la especie.

    Cuando los negros intentan blanquearse, sóloson el espejo deformado de la negrificación de los

     blancos, automistificados desde el mismo comien-zo por su propia dominación. En consecuencia,todo el decorado de la civilización moderna multi

    rracial no es sino un universo engañoso donde to-das las singularidades de raza, de sexo y de culturahabrán sido falsificadas hasta convertirse en una parodia de sí mismas.

    De modo que es la especie entera la que, a tra-vés de la colonización y la descolonización, se auto parodia y se autodestruye en un gigantesco dispo-sitivo devSimulacióñ̂ Xle i^olenc iarmmédca) dondese agotan tanto las culturas indígenas como la oc-cidental. Pues la occidental no triunfa de ningúnmodo: hace mucho tiempo que perdió su alma enesto (Hélé Béji).5Se camavalizó a  sí  misma, agre-gándole también lo ridículo de organizar sin repa-

    rar en gastos el museo mundial de los oropeles detodas las culturas.Si retomamos la profunda parábola de Borges

    sobre el Pueblo de lo Espejos, donde los vencidos,relegados al otro lado de los espejos, son reducidos

    5Escritora tunecina. [N. de T.]

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    a su parecido, a no ser más que la imagenreflejo desu vencedor... Pero, dice Borges, resulta que poco a poco empiezan a parecérseles cada vez menos y, undía, volverán a franquear el espejo en sentido in-verso y pondrán fin a la hegemonía del Imperio...Entonces, si observamos realmente lo que sucedeen esta confrontación planetaria, vemos que los

     pueblos sometidos, lejos desde el fondo de su es-clavitud de parecerse cada vez menos a sus amosy de vengarse liberadoramente, comenzaron, porel contrario, a parecerse cada vez más, a mimargrotescamente su modelo, construyendo sobre lossignos de su servidumbre lo cual es otra manerade vengarse una estrategia fatal, de la que no po-dríamos decir si es victoriosa, ya que es criminal

     para ambos.Toda la blancura entierra a la negritud bajo

    los rasgos del Carnaval. Y toda la negritud ab-sorbe la blancura bajo los rasgos de lo Caníbal.Canibalización contra carnavalización: parece que,

    mediante un inmenso desliz antropológico, toda laespecie se hubiera equivocado en esta mascarada.

    Es la paradoja de los valores universales. Todoslos movimientos sociales en la sociedad negra, todaesta caricatura de poder y contrapoder, todas estassecuelas de una burguesía occidental que, en sucoherencia “histórica”, tomaría casi valor de acon-

    ¿POR QUÉ TODO NO HA DESAPARECIDO AÚN?

    tecimiento original. Finalmente, la cultura moder-na occidental nunca tendría que haber salido desu orden, donde constituía una especie de singula-ridad. Pero no podía hacerlo, no podía escapar aesta extrapolación violenta, porque ya llevaba ensí misma su propia negación, al mismo tiempo quesu afirmación universal. La resaca de este inmenso

    movimiento está teniendo lugar, en forma de des-composición acelerada de lo universal. Y la globalización no es más que el teatro de esta descompo-sición, de esta farsa consecutiva a la historia.

    ** *

    La mascarada del estilo Schwarzenegger pue-de servir como ilustración de cualquier estructurade poder y del propio funcionamiento de lo políti-co. Podemos analizarlo como caricatura de la de-mocracia. Como parodia grotesca que dejaría la

    esperanza, desenmascarándola de un ejercicio ra-cional del poder. Pero si planteamos la hipótesis deque el poder sólo se sostiene gracias a esta simula-ción grotesca y de que en cierta forma es un desa-fío a la sociedad, y para nada su representación, en-tonces Bush es el equivalente de Schwarzenegger.O mejor: ambos cumplen perfectamente con su pa

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     peí y son “the right men in the right place” [el hombrecorrecto en el lugar adecuado]. No es que un país oun pueblo tenga, según el dicho, los dirigentes quese merece, sino que son la emanación del podermundial tal como es. La estructura política actualde Estados Unidos corresponde literalmente a sudominación a escala mundial: Bush dirige Estados

    Unidos de la misma manera en que este país ejercesu hegemonía sobre el resto del planeta. No hay,

     pues, ninguna razón para imaginar una alternativa(incluso podríamos sostener que la dominación deun poder mundial está calcada del privilegio abso-luto de la especie humana sobre todas las demás)., Ésta es toda la paradoja del poder. Y hay que¡ deshacerse de una vez por todas de la ilusión muyMayo del 68, pero en el fondo idea de las Lucesde la imaginación o de la inteligencia al poder (que

    ' dan por rever todas las utopías ingenuas de 1968:“La imaginación al poder”, pero también “Tomesus deseos por realidad”, “Goce sin limitaciones”;

    todo esto se realizó, se hiperrealizó “sin limitacio-nes”, por el puro y simple desarrollo del sistema).

    Todo depende de la idea que nos hacemos del poder. Si el presupuesto es la inteligencia al poder,entonces la persistencia, incluso la permanencia dela estupidez en el poder es inexplicable (sin embar-go, los escasos ejemplos históricos de inteligencia en

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    el poder muestran que lo más común es que entremuy rápido en los caminos de la estupidez). Sería,más bien la prueba de que, en algún lado, la estupi-dez forma parte de los atributos del poder, de quees el privilegio de su función. Tal vez esta función seremonta a aquélla, ancestral, de tener que asumir la

     parte maldita de lo social incluida la estupidez, locual haría que nos remontásemos a los “mannequins de poder” de las sociedades primitivas, y explicaría

     por qué los más obtusos, los menos imaginativos, semantienen allí por más tiempo.

    Lo que tal vez aclararía también la disposicióngeneral de las poblaciones a delegar su soberanía alos más inofensivos, a los más oligocéfalos de susconciudadanos. Es una suerte de genio maligno elque empuja a la gente a elegir a alguien más tontoque uno (por precaución hacia una responsabili-dad de la que siempre se desconfía en la medidaen que lo incumbe desde lo alto y por un júbilosecreto de asistir al espectáculo de la imbecilidad y

    de la corrupción de los hombres en el poder). Es através de un esfuerzo sobrehumano, contrariamen-te a las ilusiones democráticas de las Luces, que se

     puede resolver elegir lo mejor, y es por ello, sobretodo en período de turbulencias, que los ciudada-nos manifestarán por aquel que no les pide quereflexionen. Es una suerte de conjura silenciosa,

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    análoga, en la esfera política, al complot del arteen otro campo. Así es como, desde un ángulo muydiferente, Bush cumple con todos los papeles. Porun lado, Bin Laden declara que necesita de la estu- pidez del Señor Bush y que, por lo tanto, desea sureelección. Por el otro, la mayoría de los estadouni-denses desea la presencia en la Casa Blanca de al-

    guien cuya estupidez y banalidad sean una caución para su propio conformismo. Cuanto más estúpi-do, menos idiotas se sentirán en lo personal.

    En esta función “estúpida” y hereditaria, el po-der es una configuración virtual que absorbe y metaboliza en su favor todo tipo de elemento. Puedeestar conformado por innumerables partículas inte-ligentes, pero no cambia en nada su estructura opa-ca, es como un cuerpo que cambia de células sindejar de ser el mismo. De este modo, pronto cadamolécula de la nación norteamericana, como portransfusión sanguínea, habrá venido de otra parte.

     Norteamérica se habrá convertido en negra, indíge-

    na, puertorriqueña, sin dejar de ser Norteamérica.Incluso será mucho más místicamente norteameri-cana de lo que sería si lo fuera más “auténticamen-te”. Y mucho más fundamentalista en la medida enque no tendrá más fundamento (incluso si algu-na vez tuvo alguno, puesto que incluso los PadresFundadores habían venido de otra parte). Y mucho

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    más integrista en la medida en que se habrá vuelto,en los hechos, mult irradal y multicultural. Y muchomás imperialista en la medida en que será dirigida

     por los descendientes de los esclavos. Es así. Es una paradoja, pero una paradoja que desmiente la tesisde la imaginación al poder.

    Lo que debe ser abolido es el poder en sí yno sólo en lo que tiene que ver con la negación aser dominado lo cual constituye la esencia de to-das las luchas tradicionales, sino también, y demodo igualmente violento, en la negación a domi-nar. Porque la dominación implica a ambos, y si lanegación a dominar tuviera la misma violencia, lamisma energía que la de ser dominado, ya haríamucho tiempo que ni siquiera soñaríamos con larevolución. En consecuencia, se entiende por quéla inteligencia no puede, ni podrá nunca, estar enel poder: sucede que está conformada, justamente,

     por esta doble negación. “Si pudiera pensar que enel mundo hay algunos hombres sin ningún poder, en-

    tonces sabría que no todo está perdido” (Canetti).*

    * *

    Con la elección de Arnold Schwarzenegger para el puesto de gobernador de California, nos

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    hallamos en plena mascarada, allí donde la políticaya no es sino un juego de ídolos y fans. Es un in-menso paso hacia el fin del sistema representativo.Y ésta es la fatalidad del político actual: que, entodas partes, aquel que apuesta al espectáculo pe-recerá en manos del espectáculo. Y esto es válidotanto para los “ciudadanos” como para los políti-

    cos. Es la justicia inmanente de los medios. ¿Ustedquiere el poder a través de la imagen? Entonces

     perecerá en manos del retornoimagen. El carna-val de la imagen también es la autocanibalización através de la imagen.

    Dicho esto, no hay que llegar demasiado rá- pido a la conclusión de ver en la elección deSchwarzenegger la degradación de las costumbres

     políticas estadounidenses. Detrás de esta masca-rada hay una estrategia política de gran enverga-dura, ciertamente no deliberada (esto supondríauna inteligencia demasiado grande) y que, para-dójicamente, desmiente nuestros análisis críticos y

    nuestras eternas ilusiones democráticas. Al elegir aSchwarzenegger (o incluso en la elección trucadade Bush en 2000), en esta parodia alucinante de to-dos los sistemas de representación, Norteaméricase venga a su manera del desprecio simbólico quela tiene por objeto. De este modo, da muestras desu poder imaginario, pues en esta fuga hacia de-

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    lante en la mascarada democrática, en esta empre-sa nihilista de liquidación de los valores y de si-mulación total, más aun que en el terreno de lasfinanzas y de las armas, nada puede igualarla ydurante mucho tiempo tendrá varias brazadas deventaja. En esta forma extrema, empírica y técnica,de escarnio y profanación de los valores, esta obs-

    cenidad radical y esta impiedad total de un pueblo por lo demás “religioso”, allí está el secreto de suhegemonía mundial. Esto es lo que fascina a todoel mundo, de esto disfrutamos incluso a través delrechazo y el sarcasmo de esta vulgaridad fenome-nal, de un universo (político, televisivo) finalmen-te llevado al grado cero de la cultura. Lo digo sinironía, y con admiración: es así, a través de la si-mulación radical, como Norteamérica domina alresto del mundo_ a quien sirve como modelo yal hacerlo se venga del resto del mundo que, entérminos simbólicos, es infinitamente superior. Elchallenge de Estados Unidos es una simulación des-

    esperada, una mascarada que impone al resto delmundo, hasta en el simulacro desesperado del po-der militar. Carnavalización del poder. Y aquel de-safío no puede ser relevado: no tenemos ningunafinalidad ni contrafinalidad que oponerle.

    En este sentido, hay que rever las fases sucesi-vas de esta mascarada mundial del poder. Es ante

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    todo Occidente quien más generalmente aplasta almundo entero, en nombre de lo universal, con susmodelos políticos y económicos y su principio deracionalidad técnica. Pero no es esto lo más selectode la intoxicación y la dominación. Más allá de loeconómico y lo político, el poder mundial se afir-ma hoy en la influencia de la simulación, de una

    simulación operativa de todos los valores, de todaslas culturas. El poder ya no se afirma a través dela exportación de las técnicas, de los valores, de lasideologías, sino mediante la extrapolación univer-sal de una parodia de tales valores (la democraciase unlversaliza de forma caricaturesca, despectiva:los países “subdesarrollados” siguen el ejemplo desimulacro del desarrollo y del crecimiento, los pue-

     blos en vías de desaparición siguen el ejemplo de larestitución fantoche, disneyficada, de su cultura y to-dos están fascinados por un modelo universal delque Norteamérica, sin dejar de contar las ganan-cias, es la primera víctima).

    *

    * *

    Lo que los terroristas ponen enjuego es su viday su muerte, al precio más alto. Lo que nosotros(Occidente), por nuestra parte, sacrificamos delibe-

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    radamente es todo aquello por lo cual un ser hu-mano conserva algún valor ante su propia mirada.

    \ Nuestro potlatch es el de la indignidad, el impudor,, la obscenidad, el envilecimiento, la bajeza moral.Ése es el molimiento de nuestra cultura y allí esdonde apostamos todo. Nuestra verdad siempreestá del lado ctel develamiento, de la desublima-

    ción, del análisis, reductor es la verdad del repri-mido, de la exhibición, de la confesión, de la puestaen desnudo, nada es cierto si no está desacralizado, objetivado, despojado de su aura, arrastrado‘a escena. Nuestro potlatch cs  el de la indiferencia:lindiferenciación de los valores, pero también in-diferencia hacia nosotros mismos. Si no podemos

     poner en juego nuestra propia muerte, es porqueya estamos muertos. Y esta indiferencia y esta ba-

     jeza moral es lo que lanzamos a los demás comoun desafío: el desafío de envilecerse a cambio delo que les damos, de negar sus propios valores, de

     ponerse al desnudo, de confesarse, de confesar: en

     pocas palabras, el desafío de responder medianteun nihilismo igual al nuestro.Aunque intentamos arrancarles todo esto por

    la fuerza (el pudor en las prisiones de Abu Ghraib,el velo en las escuelas), no alcanza para consolar-nos por nuestra bajeza, es preciso que vengan porsí mismos, que se sacrifiquen a sí mismos en el al-

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    tar de la obscenidad, la transparencia, la pornogra-fía y la simulación mundial. Que pierdan sus de-fensas simbólicas y tomen por sí mismos el caminodel orden liberal, de la democracia integral y de loespectacular integrado.

    Todo el desafío de la confrontación mundialestá allí: en provocar el intercambio desenfrenado

    de todas las diferencias, en ese desafío por igualar-se a nosotros en la desculturización, en la degradación de los valores, en la adhesión a los modelosmás desencantados.

    Las estrategias petroleras sólo enmascaran unadesestructuración mucho más grave.

    [ El poder mundial es el del simulacro, el de una:camavalización universal que Occidente impone aliprecio de su propia humillación, de su propia mu

     j tilación simbólica. Desafío contra desafío.  ¿íbtlatch \ contra potlatch?

    ¿Acaso el desafío de la indiferencia y el desho-nor es igual al desafío de la muerte? ¿Tiene final

    esta confrontación? y ¿cuál puede ser el resultadofinal de la victoria de uno u otro?

    ** *

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    En este punto, estoy completamente de acuerdocon la hipótesis del doble potlatch de Boris Groys:6el potlatch occidental de la nulidad, del autoenvilecimiento, de la vergüenza, de la mortificación opues-ta al potlatch de la muerte. Pero, ¿se trata entoncesde una verdadera respuesta simbólica al desafío delos terroristas? No hablemos de la guerra, ni de

    la lucha “contra el Mal” que, por su parte, son laconfesión de una impotencia total para respondersimbólicamente al desafío de la muerte. Hablamosdel sacrificio deliberado que hace Occidente de to-dos sus valores, de todo aquello por lo cual un ser,o una cultura, tiene algún valor ante su propia mi-rada. U sacrifizio della dignitàfundaméntale, dell’pudore, dell’ honore... una aniquilación de sí, un desencanta-miento, una prostitución de sí lanzada a la cara delOtro como(fflna de~^TsuasiSñ~^Ssn^ seducciónvertiginosa del vacío, desafío al Òtro (el Islam, pero también el resto del mundo) de prostituirse acambio, de develarse, de escupir todos sus secretos

    y de perder toda soberanía, la seducción por exce-lencia, pues, de la muerte.Se trata de un inmenso auto de fe (en cuyo caso

     podemos tomarlo como una respuesta simbólica,

    6Véas e Groys, Boris (2004) , “Le corps de Abou Ghrai'd”, Cahiers del’Heme Baudrillard,n° 84, p. 268.

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    mediante un desafío recíproco).  Potlatch contra pot-latch:  ¿uno equilibra al otro? Podemos pensar queuno es un potlatch  por exceso (el de la muerte), elotro, un potlatch por defecto (el del autoescamio yla vergüenza). En ese caso, no se hacen frente exac-tamente y habría que hablar de un potlatch asimétri-co. O bien... ¿o bien hay que pensar (y, de alguna

    manera, darle la razón a Boris Groys) que, a fin decuentas, ninguna forma, ni siquiera la del desafíode la muerte, el sacrificio extremo, puede ser teni-da por superior, ni tampoco, entonces, el desafíoterrorista puede considerarse superior al desafíooccidental inverso? Parece, sin embargo, que esteúltimo no está en condiciones, como lo indica laregla áú potlatch, de responder de igual a igual, a lamuerte con la muerte, ni sobre todo de sobrevalorar, de responder más allá, porque ¿qué hay másallá de la muerte? Pero podemos pensar que en elnivel más alto, en la cumbre de la confrontación,opera una forma de reversibilidad más global, aún

    más radical, que hace que ninguna forma, ni si-quiera la más alta, escape a la reversión, a la susti-tución victoriosa de otra (como en el juego de pie-dra, papel o tijera). Incluso aquello que podemosconcebir como lo más extremo, como lo más subli-me, será retomado y superado por alguna otra for-

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    ma, tal vez incluso por su inverso, o su caricatura.Es así. Es el juego. La suerte nunca está echada.

    Dicho esto, considerar que un poder mundial,que de todas maneras es una forma de degrada-ción de sí y de degradación universal, pueda cons-tituir, no obstante, un poder de desafío, de respues-ta al desafío proveniente del otro mundo es decir,en definitiva, un poder simbólico, para mí signifi-ca una revisión desgarradora es hacer un balancede lo que siempre pensé (cuyo horizonte siemprefue la rebelión y la victoria final de los “Pueblos delEspejo”). Pero tal vez haya que aceptar que inclusola reversibilidad como ar m ar e, seducción masivano sea el arma absoluta, y que tal vez esté enfren-tada a algo que tiene que ver con lo irreversible,eri lo que ya desde hoy podemos entrever como la

     peor perspectiva final.

    (2004)

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    “Más allá de lo económico y lo político, el poder m undial se afir-ma hoy en la influencia de la simulación, de una simulación opc

    rativa de todos los valores, de todas las culturas. El poder ya no se

    afirma a través de la exportación de las técnicas, de los valores, de

    las ideologías, sino mediante la extrapolación universal de una parodia de tales valores; la democracia se unlversaliza de forma

    caricaturesca, despectiva: los países ‘subdesarrollados’ siguen el

    ejemplo de simulacro del desarrollo y del crecimiento, los pue-

     blos en vías de desaparición siguen el ejemplo de la restituciónfantoche, disneyficada, de su cultura y todos están fascinados por

    un modelo universal del que Norteamérica, sin dejar de contar

    las ganancias, es la primera víctima.”

    Jean Baudrillard (19292007), filósofo

    y sociólogo francés, crítico de la cultura

    francesa y, más generalmente, occidental, basada —según sus propuestas teóricas

    en el consumo y no ya en la producción

    (como sostenía Marx). Entre sus libros

    más conocidos figuran:  El sistema de los 

    objetos  (1968),  La sociedad de consumo 

    (1970) y El pensamiento radical  (1994). Libros del Zorzal ha pu-

     blicado en 2005  La violencia del mundo   (en colaboración conEdgar Morin).

    lib d l