barth, karl. ensayos teológicos

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  • 8/2/2019 Barth, Karl. Ensayos Teolgicos

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    KARL BARTH

    ENSAYOS TEOLOGICOS

    BARCELONA

    EDITORIAL HERDER1978

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    Versin castellana de Claudio Gancho de una seleccin de ensayos deKARL BARTH publicados en Theologische Studien

    Evangelischer Verlag U.G. Zollikon, Zurich de 1948 a 1956

    C Evangelischer Verlag U.G. Zollikon, ZurichC 1978 Editorial Herder S.a., Provenza, 388, Barcelona (Espaa)

    ISBN 84-254-0703-6

    Es Propiedad depsito legal: B. 48.041-1977 Printed in SpainGRAFESA NPOLES, 240 BARCELONA

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    NOTA EDITORIAL

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    El clima ecumnico suscitado muy especialmente por el concilio Vaticano n ha prestadogran actualidad en medios catlicos a los trabajos y estudios poco conocidos de nuestroshermanos separados que aportan a menudo lo especficamente cristiano al acervo comn de lafe.

    Tales trabajos, en el caso del gran telogo Karl Barth (que presentamos bajo el ttulogenrico de Ensayos teolgicos) se hallan unidos por un vnculo invisible que les presta unaunidad esencial. Los grandes temas en torno a Dios, al hombre, a la fe y a la libertad son tratadospor nuestro telogo con penetracin y casi cabra decir con evidente inspiracin.

    Este hecho justifica plenamente el que se hayan unido en un tomo los ensayos quepublicamos traducidos al castellano y ofrecemos a la atencin de los estudiosos.

    Si el conjunto de estos ensayos puede aportar mucha luz a problemas que son comunes yse debaten en todas las iglesias cristianas, fuerza es reconocer que dos de ellos (El mensaje de lalibre gracia de Dios y La Sagrada Escritura y la Iglesia) se alejan de la lnea ecumnica y encierto modo convergente con la teologa catlica, y ms bien marcan una posicin muy alejada delos puntos de vista tradicionales aceptados dogmticamente. El lector catlico sabr interpretarcon la debida cautela los puntos de vista del telogo Barth sin que por ello desmerezca en nada laaportacin realmente gigantesca que supone su obra.

    1 P. 5 en el texto original.

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    LA HUMANIDAD DE DIOS2

    La humanidad de Dios, bien entendida, ha de significar la relacin y donacin de Dios alhombre; Dios que le habla con promesas y preceptos; el ser, la presencia y la accin de Dios enfavor del hombre; la comunin que Dios mantiene con l; la libre gracia de Dios, por la cual noquiere ser ni es otra cosa que el Dios del hombre.

    No me engao ciertamente al suponer que el tema que hoy se nos propone podraconstituir en todo caso una referencia al cambio de pensamiento que ha experimentado la teologaprotestante, cambio en el que hoy estamos metidos, o deberamos estarlo, a diferencia ya queno en contradiccin de un cambio anterior. Lo que hace aproximadamente cuarenta aosempez a presionarnos de una manera violenta, no era tanto la humanidad como la divinidad deDios: lo especfico sin ms ni ms de Dios en sus relaciones con el hombre y con el mundo, loextremadamente alto y lejano, lo extrao, lo absolutamente Otro, con que el hombre ha dehabrselas cuando toma el nombre de Dios en sus labios, cuando Dios le sale al encuentro,cuando entra en contacto con Dios. Un misterio slo comparable con la oscuridad impenetrablede la muerte y en el que Dios se oculta cuando se descubre, se manifiesta y se revela al hombre;el juicio que ha de recaer sobre ste, precisamente porque Dios es clemente con l, porque quiereser y es su Dios.

    Lo que descubrimos en aquel cambio fue la luminosa majestad del Crucificado en su totaloscurecimiento, tal como la haba visto y representado Grnewald y como seala el vigorosodedo de Juan Bautista, en la obra del mismo artista, apuntando hacia aquel santuario de ladivinidad: Illum oportet crescere, me autem minui (= es necesario que l crezca y que yomenge). Indiscutiblemente la humanidad de Dios retroceda entonces para nosotros del centro ala periferia, de ser el motivo principal a convertirse en algo secundario y de menor relieve. Si am, por ejemplo, en el ao 1920 el ao en que me encontr en esta misma sala cara a cara conmi gran maestro Adolf von Harnack se me hubiese pedido que hablara sobre la humanidad deDios, habra experimentado, sin duda, una cierta perplejidad. El tema nos habra causado enojo y,en cualquier caso, no nos preocupaba. El hecho de que hoy nos lo hayamos propuesto y que yono haya podido negarme a decir algo sobre el mismo, es un sntoma de que aquel primer cambiono era la ltima palabra. No poda serlo. Tampoco podr serlo el nuevo cambio en que hoy noshallamos metidos. Pero esto ser tema que corresponda a una generacin venidera. Nuestra tareaes el reconocimiento de la humanidad de Dios, a partir precisamente del reconocimiento de sudivinidad.

    2 Conferencia pronunciada en el Congreso de la Asociacin de Prrocos Reformados Suizos, que se celebr en Aarauel 25 de septiembre de 1956. PP. 9 34.

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    Permtaseme, ante todo, dar a mi exposicin del tema la forma de un relato, con la vistapuesta en el cambio que entonces se dio y que, desde ese momento, se abri por s mismo a lapanormica de la nueva tarea que hoy nos espolea.

    El cambio de entonces tuvo un marcado carcter crtico-polmico. Se realiz de unmodo paulatino respecto al tiempo, aunque respecto del hecho mismo ocurriese sbitaconversione con un brusco movimiento de rechazo frente a la teologa entonces dominante,ms o menos liberal o positiva, la cual slo representaba el perodo de madurez de un procesoque, al parecer, vena imponindose de un modo fatal desde haca dos o tres siglos.

    Hoy parece indicado y tambin resulta ms fcil conceder a aquella teologaanterior y a todo el proceso que culmin con ella una justificacin histrica mayor de lo queentonces nos pareca posible y hacedero, dada la violencia de su primera aparicin y choque. Peroni en la valoracin ms imparcial de sus legtimas aspiraciones e innegables mritos, ni con lamirada retrospectiva ms conciliadora, se podr ocultar que ya no era posible continuar as, que elestrangulamiento de la concepcin teolgica entonces prevalente por obra de una ciencia ylenguaje cristianos nuevos, y al mismo tiempo antiguos y primitivos, apareca entonces comoinevitable. La teologa protestante se haba convertido casi en toda la lnea y desde luego, entodas sus figuras y tendencias ms representativas en una teologa comparativista dentro delmarco de las religiones y, por lo mismo, en una teologa antropocntrica, y en ese sentidohumanstica.

    Con otras palabras, era una disposicin interna y externa, una emocin del hombre, yconcretamente su piedad que, desde luego, tambin poda ser una piedad cristiana la que sehaba convertido en el fenmeno y tema en torno al cual giraba la teologa y pareca condenada aseguir girando fatalmente, tanto en su doctrina fundamental como en la presentacin del pasadocristiano y en la interpretacin prctica de la realidad cristiana presente; lo mismo en su tica queen su pretendida dogmtica; lo mismo en la predicacin y enseanza eclesisticas, determinadaspor dicha teologa, como ante todo y sobre todo en su exposicin de la Biblia.

    Qu saba an y qu deca aquella teologa sobre la divinidad de Dios? Para ella pensaren Dios era apenas una forma encubierta de pensar en el hombre, y ms concretamente, en elhombre religioso y cristiano. Hablar de Dios equivala a hacerlo, en un tono elevado, del hombre;siempre del hombre, de sus revelaciones y milagros, de su fe y de sus obras. Indiscutiblemente, elhombre se haba engrandecido a costa de Dios. Y con Dios que sale al encuentro del hombrecomo el otro y soberano, que est frente al hombre como su Seor, su creador y su redentorinsustituible e inmutable, como libre compaero del hombre en una historia que l mismo (Dios)puso en marcha y en un dilogo dirigido por l; con este Dios divino, esa misma historia, esedilogo, amenazaban con trocarse en una representacin piadosa, en expresin y smbolo mticosde un impulso oscilante entre el hombre y su propia altura o profundidad, cuya verdad slo podaser la de un monlogo y la de sus temas, en todo caso palpables.

    Aqu nos horrorizamos algunos de nosotros, tras haber apurado como los dems hasta lasltimas gotas los distintos clices de esa teologa. Mediada aproximadamente la segunda dcadade nuestro siglo, no se pensaba en poder llegar ms lejos. Se nos haban hecho problemticos en

    3 Pp. 10 17.

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    nuestra propia persona el hombre piadoso, la religin de cuya historia y de cuyo presentehabamos escuchado tantas cosas maravillosas en la universidad y de los que nosotros mismoshabamos intentado seguir hablando despus? Se estaba dando el encuentro con el socialismosegn la interpretacin de Kutter y Ragaz, que nos abra los ojos en el sentido de que Dios podaser tambin algo muy distinto de como aparece en la caja cerrada de la conciencia cristiano-

    religiosa, y del que se poda tratar y hablar como tal? Se nos haba entenebrecido precisamenteentonces, y de manera repentina, nuestra visin del mundo, con respecto al precedente y largoperodo de paz de nuestra juventud; aquella visin que llamaba nuestra atencin en el sentido deque las necesidades del hombre podan ser demasiado grandes como para que la demostracin desus posibilidades religiosas pudiera ser para l una palabra de consuelo y de enseanza? Era larecusacin cosa que tuvo para m personalmente un peso decisivo de la tica de la entoncesmoderna teologa, al estallar la primera guerra mundial, la que hizo que tambin nosequivocsemos en su exgesis, su interpretacin histrica y su dogmtica? O fue positivamenteel Mensaje de Blumhardt acerca del reino de Dios, que entonces por primera vez cobrabaautntica actualidad, fueron Kierkegaard, Dostoyewski, Overbeck, ledos como comentarios a esemensaje, por los que nosotros nos hallamos embarcados en la bsqueda anhelante de nuevoshorizontes?

    O ms bien, y por debajo de todo eso, fue el descubrimiento de que el tema de la Biblia en contra de la exgesis crtica y de la exgesis creyente, de la que nosotros procedamos nopoda ser ciertamente una religin del hombre ni su moral religiosa, no poda ser ciertamente supropia divinidad secreta, sino y ste era el rocher de brome en que empezamos por chocar la divinidad de Dios. Esa divinidad de Dios era su aseidad, no slo frente al cosmos natural, sinotambin frente al cosmos espiritual; la existencia, poder e iniciativa nicos de Dios, sobre todo ensus relaciones con el hombre. As, y slo as, creamos nosotros entender la voz del AntiguoTestamento y del Nuevo; a partir de ah, y slo de ah, creamos continuar siendo telogos, yconcretamente predicadores, ministri Verbi divini.

    Llevbamos razn o estbamos equivocados? Sin duda que llevbamos razn. Lanselas Doctrinas de fe de Troeltsch y Stephan! Lase tambin alguna de las dogmticas, tan slidasa su modo, de un Ldeman o de un Seeberg! Si es que no eran callejones sin salida! No slo ibade vencida cualquier ulterior desviacin dentro del planteamiento tradicional, como las ltimasque intentaron, por ejemplo, von Wobbermin, von Schaeder y von Otto; era precisamente esecambio radical el que sin duda se impona entonces absolutamente. La nave amenazaba conembarrancar; haba llegado el momento de dar un viraje de 180 grados al timn. Y teniendo estoen cuenta se puede ya anticipar lo que habr que decir ms tarde: Lo pasado ya no vuelve. Porello, no se pudo despus, ni se puede tampoco hoy, pretender negar aquel cambio o anularlo.Ciertamente que ms tarde se trat y hoy se trata de una retractacin. Pero una verdaderaretractacin no consiste de ningn modo en un repliegue ulterior, sino en un nuevo ataque yembestida encaminado a decir mejor lo que ya antes se haba dicho bien. Aun en el caso de que loque entonces creamos haber descubierto y puesto sobre el tapete no fuese una palabra definitivasino necesitada de retractacin, sera sin embargo una palabra verdadera, que por el hecho deserlo debe permanecer, y ante la cual tampoco hoy se puede pasar de largo, sino que ms bienconstituye la premisa de lo que hoy debemos seguir pensando.

    Quien no haya hecho suyo aquel primer cambio, quien, por ejemplo, no se sigaimpresionando ante la realidad de que Dios sea Dios, ciertamente que tampoco comprender loque an queda por decir, como palabra verdadera, acerca de su humanidad.

    Mas, incluso con la atencin puesta en el cambio de entonces; sin duda que se hubierapodido cantar: Ves la luna que ah se levanta? Slo est ah para que la veamos a medias.

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    Ahora es preciso reconocer abiertamente que nosotros incluso frente a la teologa de la queprocedamos y de la que habramos de separarnos nos hallbamos entonces evidentementelimitados. Limitados ya en el sentido en que lo estn todos los movimientos, actitudes yposturas crtico-polmicas que logran imponerse, por razonables que puedan ser. Cuntasfrmulas hay all, en parte copiadas y en parte de nuevo cuo! Y ante todo y mientras ella

    alegre cantaba, mil voces resonaban en el campo el famoso vertical desde arribairrumpiendo totaliter aliter y la no menos famosa infinita diferencia cualitativa entre Dios y elhombre, el vaco, el punto matemtico y la tangente a la que nicamente puede rozarse; la audazseguridad de que en la Biblia slo haba un inters teolgico, el que se centraba en Dios; que allslo apareca un camino, el que se extiende de arriba abajo; slo un mensaje perceptible, el delinesperado perdn de los pecados pasados y futuros, mientras que el problema de la ticapropiamente dicha se identifica con la enfermedad mortal del hombre; el concepto de liberacin,que consistira en que la criatura perdiera su condicin de criatura, en que la realidad mundanadesapareciera devorada por el ms all; y, en consecuencia, que la invitacin a la fe era como unsalto en el vaco. Y as tantas cosas ms. Y todo ello, por comn y corriente que pudiera ser,dicho con un poquito de dureza inhumana, y siempre con un tono aunque slo fuese para laparte contraria un poco hertico.

    Cmo se arrumbaba todo, aunque apenas se hiciera otra cosa que despejar el campo!Todo lo que ola, aunque slo fuera de lejos, a mstica o a moral, a pietismo o a romanticismo yhasta a idealismo, resultaba sospechoso y se colocaba bajo severas prohibiciones o entre -parntesis que equivalan de hecho a reservas prohibitivas! Con qu irona se rea all donde slohubiera habido que sonrer con tristeza y sentimientos de amistad! El alcance de la noticia queproclambamos, no se pareca ms a una enorme ejecucin que a la buena noticia del mensajede la resurreccin al que, en definitiva, tendamos? La impresin de muchos de nuestroscontemporneos estaba por completo falta de fundamento en cuanto crean que todo iba aterminar cambiando a Schleiermacher de pies a cabeza; lo que equivale a decir, con cambiar aDios engrandecindole a costa del hombre. No poda ser, en el fondo, que el movimientohubiera crecido demasiado y que, en definitiva, tal vez slo se tratara de un nuevo gigantismo?Era simple obstinacin el que, al lado de muchos que con un mnimo de libertad escuchabanatentamente y asentan, tantsimos otros prefiriesen sacudir la cabeza, desconcertados e inclusoirritados como en los tiempos de Harnack! ante semejantes novedades? Acaso no seanunciaba ya el.oscuro presentimiento de que en el comparativismo religioso, en la concepcinantropocntrica, en el dudoso humanismo de aquella teologa del pasado, pudiera estar en juegoalgo que no se poda perder? Pese al carcter evidentemente impugnable y hasta absurdo de suconcepcin y al modo con que nosotros sumergidos como estbamos en la contemplacin dela marcha incontenible de Leviatn y Bejemot, mencionados en el libro de Job ponamos sudivinidad sobre el candelera no estaba ya precisamente la humanidad de Dios sentada a sudiestra?

    Por nuestra parte hasta dnde nos habamos desviado realmente? Dnde haba y hayque encuadrar el nuevo cambio? El amigo inteligente de la otra orilla haba sealado con el dedo,como es bien sabido, que hasta entonces se haba trabajado casi exclusivamente con el conceptode distasis (= separacin tajante) y slo rara vez y ocasionalmente con el conceptocomplementario de analoga. Esto podr sonar bien; pero ese aspecto formal no era simplementeel sntoma de una lesin ms profunda y objetiva de nuestro pensamiento y lenguaje de entonces?Personalmente, creo que esa lesin consista en el hecho de que justamente estbamosequivocados all donde llevbamos razn y en que fuimos nosotros precisamente quienes no

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    supimos realizar de un modo lo bastante cuidadoso y completo la nueva profesin de la divinidadde Dios, que tanto nos haba conmovido primero a nosotros y luego a los dems.

    Era til y oportuno volver a ella y darle vigencia a toda costa. Pero concretamente elmaestro Calvino no nos haba dado muy buenas consignas en ese sentido. Que nosotroshubiramos aprendido que Dios lo era todo y el hombre nada, era ciertamente una invencin

    caprichosa de quienes por aquellas calendas se hallaban desconcertados o irritados. Ciertamente,el panorama no era tan terrible. Ya entonces se dejaron or incluso, ocasionalmente, ciertosditirambos al humanismo, y ms en concreto al humanismo platnico, del que proceda el propioCalvino. Mas tambin es cierto que a nosotros nos fascinaban entonces sobre todo la imagen y elconcepto de un Dios completamente otro, que ahora no podramos identificar sin ms ni mscon la divinidad de quien en la Biblia se llama Yahveh-Kyrios en el aislamiento, abstraccin yabsolutizacin con que por aquellas fechas le considerbamos enfrentndole a ese pobre diabloque es el hombre, para no decir que le abofetebamos, y que siempre haba tenido o que ya em-pezaba a tener una mayor semejanza con la divinidad del Dios de los filsofos que con el Dios deAbraham, de Isaac y de Jacob.

    No se corra una vez ms el peligro de producir un dolo de fundicin? Cmo y saera por entonces la preocupacin y objecin de Leonhard Ragaz poda ser que el final delhimno a la majestad divina se trocase en una nueva confirmacin de la desesperanza de todaaccin humana, y con ello en una nueva justificacin de la autonoma del hombre y, por lomismo, de la secularizacin en el sentido de la doctrina luterana sobre los dos reinos? Pordescontado que nosotros no pensbamos ni queramos eso! Pero acaso no nos pareca quellegbamos demasiado lejos siendo as que la divinidad del Dios vivo y con l pretendamoshabrnoslas alcanzaba su sentido y fuerza nicamente en el contexto de la historia y de sudilogo con el hombre, y por tanto, en su convivencia con ste? Ciertamente que s. Y es ste unpunto en el que ya no cabe marcha atrs. Se trata de la convivencia del Dios soberano con elhombre, convivencia fundada en Dios mismo y decidida, determinada y ordenada por l. As, yslo as, se hace acontecimiento dentro de ese contexto y es posible reconocerlo. Pero se trata deuna convivencia de Dios con el hombre.

    Quin es Dios y qu es su divinidad lo manifiesta y revela, no en el marco vaco de unser-para-s divino, sino que lo hace de una manera autntica precisamente en el hecho de queexiste, habla y acta como compaero del hombre, aunque sin duda por encima de l. Quien haceeso es el Dios vivo. Y la libertad con que hace eso es su divinidad. La divinidad que por s mismatiene tambin carcter de humanidad. De esta forma, y slo de esta forma, haba y hay queoponer la tesis de la divinidad de Dios a la teologa de antao: con una aceptacin positiva, nocon el rechazo atolondrado de la partcula veri que es imposible negarle, aun penetrandontimamente en su debilidad. La divinidad de Dios debidamente entendida incluye tambin suhumanidad.

    II4

    De dnde sabemos nosotros eso? Qu es lo que autoriza y justifica semejante tesis? Esuna tesis cristolgica o, mejor dicho, una tesis que se funda y se desprende de la cristologa. No

    4 Pp. 17 22.

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    habra sido necesario un segundo cambio despus de aquel primero, si ya entonces hubisemostenido la presencia de espritu para intentar el contragolpe total que se haba hecho inevitable y,por lo mismo, partiendo de una premisa mejor y ms exacta del testimonio central y total de laSagrada Escritura. Es precisamente en Jesucristo, segn nos lo testifica la misma SagradaEscritura, en quien hemos de encontrarnos con el hombre, y ciertamente que no de un modo

    abstracto. No con el hombre que con su poquito de religin y de moral religiosa sin Dios, podrabastarse a s mismo y hasta intentar convertirse en Dios. Mas tampoco con Dios de una maneraabstracta: no con un Dios que en su divinidad no hara ms que diferenciarse, alejarse y alienarsedel hombre, un Dios des-humanizado cuando no in-humano. En Jesucristo, as como no hay uncierre que impida a Dios bajar, tampoco hay un cierre que impida al hombre subir. Por elcontrario, en l se trata precisamente de la historia, del dilogo, en el que Dios y el hombre seencuentran y conviven. Se trata de la realidad de la alianza, concluida, mantenida y completadapor ambas partes. En su propia persona, Jesucristo es el pactante leal por ser tanto el verdaderoDios del hombre; tanto el Seor humillado para la comunin con el hombre como el Siervoelevado a la comunin con Dios; tanto la palabra pronunciada desde el altsimo y fulgurante msall, como la palabra acogida en el ms profundo y oscuro ms ac; uno y otro sin mezclarse,pero inseparables, siendo totalmente lo uno y lo otro.

    As, en esta unidad, Jesucristo es el mediador, el reconciliador entre Dios y el hombre. Asse presenta ante los hombres reclamando y suscitando la fe, la caridad y la esperanza, en favor deDios, y sustituyendo, satisfaciendo e intercediendo delante de Dios en favor de los hombres. As,testifica y sale fiador ante el hombre de la gracia libre de Dios; pero tambin testifica y salefiador ante Dios de la gratitud libre del hombre. As, establece en su persona el derecho de Diosfrente al hombre, mas tambin el derecho del hombre delante de Dios. As, en su persona es laalianza en toda su plenitud, el reino de Dios que ya llega, en el que Dios habla y el hombreescucha, Dios da y el hombre recibe, Dios manda y el hombre obedece, resplandece la gloria deDios en las alturas pero llegando desde las alturas hasta lo profundo y la paz se haceacontecimiento entre los hombres que son de su agrado. Y es tambin as, en cuanto mediador yreconciliador entre Dios y el hombre, cmo Jesucristo es el revelador de uno y otro. Quin y qusea realmente Dios, quin y qu sea el hombre, no hemos de investigarlo dando rienda suelta anuestra fantasa, sino que hemos de recogerlo all donde habita la verdad de ambos: en la plenitudde su convivencia, de su alianza, que se manifiesta en Jesucristo. Quin y qu sea Dios, eso esprecisamente lo que nosotros tenemos que conocer mejor y con ms precisin con el nuevo ynecesario cambio del pensamiento y lenguaje evanglico-teolgico y con la vista puesta enaquel primer cambio. Pero la pregunta debe formularse Quin y que es Dios en Jesucristo? si esque queremos intentar hoy una respuesta mejor.

    Ahora bien, la divinidad de Dios es lo primero y fundamental que salta a los ojos cuandocontemplamos la existencia de Jesucristo tal como nos la testifica la Sagrada Escritura. Y ladivinidad de Dios en Jesucristo consiste en que Dios mismo habla y acta en l como sujetosoberano: l es el ser libre en quien toda libertad tiene su fundamento, su sentido y modelo. l esquien tiene la iniciativa, el fundador, mantenedor y perfeccionador de la alianza, el Seorsoberano de la sorprendente situacin, en la que no slo no se separa del hombre, sino que sehace y es uno con l: el Dios, que es tambin el creador de su socio, l, cuya fidelidad despierta yconvierte en acontecimiento la correspondiente fidelidad de ese su socio. La antigua Cristologareformada elabor este punto de un modo singularmente claro con su doctrina de una uninhiposttica en que Dios tiene la primaca. Si habla, da y manda, esto ocurre en la existencia deJesucristo conservando sin ms ni ms la iniciativa; si el hombre escucha, recibe y obedece, slopuede y debe hacerlo siguiendo a quien es el primero.

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    En Jesucristo la libertad del hombre queda incluida por completo en la libertad de Dios.Sin la condescendencia de Dios no habra elevacin del hombre. Como hijo de Dios, y no de otromodo, Jesucristo es tambin hijo del hombre. Este orden es irreversible. La independencia,omnipotecia y eternidad de Dios, su santidad y justicia, y por tanto su divinidad, son en su formaoriginal y propia la fuerza de este ordenamiento, autoridad y subordinacin 5 reales y patentes en

    la existencia de Jesucristo. La divinidad no hay que buscarla, por consiguiente, de una nocingeneral y que haya de valorarse de una manera abstracta; se trata de esta divinidad concreta,existente y reconocible en la realidad de la existencia de Jesucristo, fundada en ese ordenamiento.Mas aqu queda an por ver algo ms concreto. La soberana libertad de Dios es en Jesucristo sulibertad para amar. Hasta el poder divino, que repercute y se manifiesta en su existencia dentro deaquella supremaca y subordinacin, es tambin evidentemente un poder de Dios para inclinarse,para darse por compaero a otro y darse a s mismo un compaero, para convivir con l, puedeque en aquella sucesin irreversible, pero que en s misma es absolutamente real. Justo en esasucesin nace y consiste la suprema comunin de Dios con el hombre en Jesucristo. As pues, ladivinidad de Dios no es una crcel en la que nicamente podra existir en s y para s. Es ms biensu libertad para ser y afirmarse en s y para s, pero tambin con nosotros y para nosotros; lalibertad para darse, para ser tan excelso como pequeo, no slo omnipotente, sino tambintodopoderosa misericordia, Seor y siervo tambin, juez y hombre juzgado, rey eterno delhombre y a la vez su hermano en el tiempo. Todo esto desaparecera por completo sin sudivinidad! Todo esto se convierte, por el contrario, en reafirmacin y manifestacin de sudivinidad! Quien hace todo eso, y en consecuencia puede revelarlo, se y ningn otro es el Diosvivo. As es su divinidad: la divinidad del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. As es comoacta y se da a conocer en Jesucristo. Si l es la palabra de la verdad, entonces la verdad de Dioses sa y ninguna otra.

    Con la mirada puesta en Jesucristo es indiscutible que la divinidad de Dios, lejos deexcluir, exige su humanidad. Ah, si Calvino hubiera dado ms beligerancia a esta idea en sucristologa, en su teologa, en su doctrina sobre la predestinacin y, consiguientemente, tambinen su tica! Entonces, su ciudad de Ginebra no se habra convertido en un asunto tan sombro.Sus cartas no contendran tanta amargura. Y es mucho menos probable que un HeinrichPestalozzi y, entre sus contemporneos, un Sebastin Castellio hubiesen terminadocombatindole. Cmo podra la divinidad de Dios excluir su humanidad, cuando la libertad deDios y su capacidad para el amor no slo se da en las alturas sino tambin en lo profundo, no sloes grande sino tambin pequea, no slo est en s y para s sino tambin con alguien que esdistinto de l y para darse a ese otro, y que en s misma tiene cabida suficiente para la comunincon el hombre? Ms an: en sus relaciones con ese otro que es obra suya! Dios tiene yconserva la prioridad absoluta; suya es y se mantiene la primera y decisiva palabra, suya lainiciativa, suya la direccin.

    Cmo podramos nosotros verlo y proclamarlo de otro modo, con la vista puesta enJesucristo, en quien hallamos al hombre admitido a la comunin de Dios? No, Dios no necesitaninguna exclusin del hombre, ninguna deshumanizacin o postura antihumana para serverdadero Dios.

    Pero nosotros podemos y debemos llegar ms lejos afirmando que, por el contrario, sudivinidad incluye en s la humanidad. No es la fatalista doctrina luterana de las dos naturalezascon sus idiomas o propiedades sino su esencial proximidad lo que hay que aceptar aqu. Sera ladivinidad falsa de un falso Dios, si en ella no encontrsemos inmediatamente su humanidad. Esas

    5 En el sentido de obediencia al Padre. Barth no piensa en categoras subordinacionistas.

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    falsas divinidades han sido ridiculizadas en Jesucristo de una vez para siempre. En l se hadecidido de una vez para siempre que Dios no est sin el hombre. No que Dios necesite de otro, yconcretamente del hombre, como de su socio para ser verdadero Dios. Qu es el hombre paraque te acuerdes de l, y el hijo del hombre para que le acojas? Cmo Dios no iba a poderbastarse a s mismo, incluso como el amor eterno? En su vida como Padre, Hijo y Espritu Santo

    no sera realmente un solitario ni un Dios egosta, aun sin el hombre y aun sin todo el cosmoscreado. Y en justicia no debe estar en favor del hombre, sino que podra, y hasta cabe pensar quedebera ms bien estar contra l.

    Pero ste es el misterio con que nos sale al encuentro en la existencia de Jesucristo: en sulibertad no quiere de hecho estar sin el hombre, sino con l, y en esa misma libertad no quiere es-tar contra sino a favor de l, ello aun en contra de su propio beneficio; quiere de hecho ser elcompaero del hombre, su salvador omnipotente y misericordioso. Prefiere que su poder, queabraza la altura y la lejana pero tambin la bajeza y la cercana, redunde precisamente en favordel hombre, dentro del marco que su divinidad asegura para mantener la comunin con l. Sedecide precisamente a amalle, a ser precisamente su Dios, su Seor, su perdonador, su sostenedory salvador para la vida eterna, se decide precisamente a solicitar su alabanza y servicio.

    En esta libre voluntad y eleccin divina, en esta decisin soberana los antiguos decan:en este decreto suyo Dios es humano. Su libre afirmacin del hombre, su libre participacin enl, su libre intervencin en favor de l, eso es lo que constituye la humanidad de Dios. Y nosotrosla conocemos precisamente all donde conocemos su divinidad. No es acaso en Jesucristo, talcomo la Sagrada Escritura nos le testifica, en quien la verdadera divinidad incluye tambin lahumanidad verdadera? All es ciertamente el Padre que se apiada de su hijo perdido, el rey que secompadece del deudor incapaz de pagarle, el samaritano que siente compasin del que cay enmanos de los salteadores, que se cuida de los suyos con la accin de su misericordia, taninesperada como magnnima y radical.

    Y sta es la accin de misericordia a la que apuntan todas esas parbolas en cuantoparbolas del reino de Dios: aqu hay alguien precisamente el que habla en parbolas! cuyo corazn se conmueve por la debilidad y perversin, la desorientacin y la miseria delpueblo humano que le rodea; alguien que no desprecia a ese pueblo tal como es, sino que de unamanera incomprensible le tiene en gran estima, se lo mete en el corazn, ocupa personalmente supuesto y da a conocer la suprema voluntad de Dios, a la que se somete sin reservas, en el hechode que se entrega a s mismo en favor de ese pueblo y busca la gloria divina haciendoprecisamente eso. En el espejo de esta humanidad de Jesucristo se nos revela la humanidad deDios inherente a su divinidad. Pues Dios es as. As es como l afirma al hombre. As es como lllega a participar de su porcin. As llega l mismo a ponerse en su lugar. El Dios deSchleiermacher no puede compadecerse. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob s que puede, ylo hace. Jesucristo es la palabra de la verdad, el espejo del corazn paternal de Dios. Por ello,la frase de Nietzsche el hombre es algo que debe superarse es una insolente mentira. Por ello,con Tit 3,4, hay que proclamar que la verdad de Dios es sta y no otra: su amor al hombre.

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    III6

    Mas no habramos completado debidamente este conocimiento, ni en todo caso estaramosseguros del mismo, si no se nos apareciera su contenido dentro de las lneas que despus ha

    tenido que seguir todo el pensamiento y lenguaje cristiano. La tesis sobre la humanidad de Diosel Emmanuel!, a la que hemos llegado partiendo del centro de la cristologa, no puede darse sinunas consecuencias del mayor alcance. El resultado es que nosotros nos hayamos preguntado porla correspondencia aqu debera entrar con pleno derecho el concepto de analoga de nuestropensamiento y lenguaje con la humanidad de Dios. Si no la totalidad de esas consecuencias, almenos deberemos poner ahora de relieve las ms fundamentales e importantes.

    Del hecho de que Dios sea humano en el sentido que acabamos de describir, se sigue antetodo una distincin honrosa del hombre como tal perfectamente definida. De cada ser que tieneun rostro humano, de toda la realidad de aquellas facultades y posibilidades, que en parte tiene elhombre en comn con otras criaturas y en parte le son propias y distintivas, y, finalmente, de lasobras y creaciones del hombre. El reconocimiento de estos valores humanos nada tiene que vercon una concepcin optimista. Esos valores le llegan al hombre porque es el ser que Dios haquerido elevar a socio de su alianza; no por ningn otro motivo. Pero, justamente porque Dios eshumano en tal sentido, le llegan de hecho al hombre esos valores, de los que no se le debe privara causa de ningn criterio pesimista, por fundado que sea.

    Hemos de contemplar a cada ser humano, por ms extrao, perverso y miserable que nosresulte, y hemos de tratarle sobre la premisa de que en razn de la eterna decisin divina,Jesucristo es tambin su hermano y Dios es tambin Padre suyo. Si el otro lo sabe ya, hemos deconfirmarle en esa conviccin. Si todava no lo sabe o ya lo ha olvidado, entonces es nuestrodeber transmitirle ese conocimiento. De la aceptacin de la humanidad de Dios no se deduceninguna otra actitud respecto de cualquiera de nuestros semejantes. Se identifica con elreconocimiento prctico de su derecho y dignidad de hombre. Si le negamos ese reconocimiento,renunciamos por nuestra parte a tener a Jesucristo por hermano y a Dios por padre.

    La distincin que le llega al hombre, procedente de la humanidad de Dios, se extiende atodo aquello con que el hombre ha sido dotado y equipado por Dios, su creador. Ese don, suhumanidad, no se ha extinguido con el pecado original del hombre, ni ha menguado en subondad. Mas no fue en virtud de su humanidad que el hombre mereci el privilegio de ser elegidopara entrar en relaciones con Dios. Lo ha sido exclusivamente por gracia de Dios. Ahora, sinembargo, lo es tal como est dotado por Dios: con su corporeidad en la que an tiene bastanteen comn con las plantas y los animales , como ser racional que piensa, quiere y habla, comoun ser destinado a su propia responsabilidad y decisin espontnea y, sobre todo, como un sernaturalmente constituido, ligado y comprometido con sus iguales. Dios le piensa, quiere y llamacomo tal ser en su totalidad singular. Y el hombre, como tal ser, poniendo en movimiento esa supeculiar naturaleza, puede y debe alabarle, colocndose agradecido al servicio de su gracia. No sepuede despreciar, ni siquiera parcialmente, su humanidad, el don de Dios que le caracteriza comotal ser; no se la puede subestimar y menos an desprestigiar. Slo podemos encontrar a Dios enlas fronteras de lo humano que l mismo ha marcado; pero en esas fronteras no hay ms remedioque encontrarle. Nada ms lejos de l que rechazar lo humano!

    Y aqu tenemos que detenernos.

    6 Pp. 22 34.

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    La honrosa distincin del hombre va an ms all. Se extiende ciertamente a la peculiaractividad humana fundada en aquella dotacin, a la que se suele llamar la cultura humana, tantoen sus aspectos ms elevados como en los ms humildes. Todos tenemos parte en ella comocreadores o como beneficiarios y, en todo caso, como responsables de la misma. No podemospracticar frente a la cultura un abstencionismo, aunque lo quisiramos. Mas eso tampoco

    debemos quererlo. Cada uno de nosotros tiene su lugar y su funcin en la historia de la cultura.Es necesario pensar aqu que el uso del buen don de Dios y, en consecuencia, la obra humana consus grandes y pequeos resultados, se ve gravsimamente comprometido por la perversa actituddel hombre frente a Dios, a su prjimo y a s mismo.

    En la historia pasada y en la hora presente la cultura dice de un modo bastante claro que elhombre no es bueno, sino que a la larga es realmente un monstruo. Mas, aun quien se muestreprofundamente escptico en ese sentido, no podr probar, vista la humanidad de Dios vueltaincluso hacia ese hombre que no es bueno y que hasta resulta monstruoso, no podr probar,decimos, que la cultura exprese solamente este aspecto monstruoso del hombre. En s misma,qu otra cosa es la cultura sino el intento del hombre por ser hombre y, por tanto, el intento dehonrar el buen don de su humanidad y ponerlo por obra? Que en ese intento fracase una y otravez y que incluso llegue a resultados contrarios, es asunto suyo que no cambia para nada por elhecho de que tal intento sea inevitable y, menos an, por el hecho de que sea el hombre que,como creador o beneficiario participa de algn modo en ese intento el ser que interesa a Dios;ni, finalmente, porque Dios como creador y Seor del hombre, sea siempre muy dueo deconvertir la obra del hombre y sus resultados, pese a su problemtica, en parbolas de su eterna ybuena voluntad y accin, frente a las cuales no debera desde luego darse ningn aislamientoorgulloso, sino el temor reverencial, la alegra y la gratitud.

    Como segunda consecuencia debemos establecer que la humanidad de Dios ha brindadoun tema decisivo especialmente a la cultura teolgica, cosa que se da al lado de la construccinde las pirmides, la filosofa anterior y posterior a Kant, la poesa clsica, el socialismo y la fsicanuclear, terica y aplicada! Porque Dios es humano en su divinidad, la cultura teolgica no tieneque estudiar a Dios en s mismo ni al hombre en s mismo, sino a Dios que sale al encuentro delhombre y al hombre que se encuentra con Dios. Ha de entendrselas con su dilogo y su historia,en la que su comunin se hace acontecimiento y logra su objetivo. Justo, por eso, la culturateolgica slo puede pensar y hablar de Jesucristo y con la vista puesta, en l. Ella no puedetraerle al primer plano; ni puede tampoco completar aquel dilogo, historia y comunin. Nodispone de ningn medio para ello. Necesita de la Sagrada Escritura, de acuerdo con la cual laalianza est en plena consumacin y en la que Jesucristo da testimonio de s mismo. La culturateolgica escucha ese testimonio, confa en l y se basta con l.

    As acogi a lo largo de todos los siglos y as acoge todava hoy su contenido, su tema y,al mismo tiempo, la orientacin hacia la objetividad cientfica y prctica que le corresponde. Laobjetividad que la teologa ha de mantener en su exgesis, en su investigacin, exposicin yexplicacin de la historia y del presente cristianos, en su dogmtica, en su tica, en supredicacin, catequesis y cura de almas; esa objetividad, digo, consiste en que sin dejarse seducirpor los errores de derecha y de izquierda, intente ver, comprender y expresar ese intercambio deDios con el hombre, por el cual se llega al intercambio del hambre con Dios; la Palabra y laaccin de la gracia de Dios, as como la palabra y la accin de la gratitud humana que aqullaprovoca, suscita y alimenta. Ni lo primero sin lo segundo, ni lo segundo sin lo primero, sinoambas cosas y justamente en el orden, diferencia y unidad que les proporcionan la divinidad y lahumanidad de Dios. Mientras se mantiene en ese tema es una teologa buena y, digmoslo de unavez para siempre, una teologa culta.

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    Si el existencialismo teolgico de Bultmann y los suyos, en cuya proximidad noshallamos ciertamente, va ms lejos que nosotros en la indispensable objetividad de una buenateologa, es algo que hay antes que demostrar. Todava no est claro si es posible y en qusentido que un dilogo, una historia y una comunin autnticos y concretos entre Dios y elhombre estn tambin all dentro del campo visual de este existencialismo teolgico, o si, por el

    contrario, no se tratar simplemente de una repristinacin de la teologa del creyente solitario yaislado que reflexiona sobre s mismo esta vez sobre lo que es y no es su caractersticapeculiar y se afirma y explica. Alarma pensar que ni el pueblo de Israel ni la Comunidadcristiana parezcan haber tenido hasta ahora una importancia decisiva para esa teologa. Qusignifica, por ejemplo, la recientemente proclamada con singular fervor, por ciertosuperacin del esquema sujeto-objeto, sin que se aclare ni precise que tal empresa no ha dellevar de nuevo en la prctica al mito antropocntrico poniendo una vez ms en entredichojustamente ese intercambio entre Dios y el hombre? Cierto que el existencialismo, a fuerza deinculcarnos una y otra vez que no se puede hablar de Dios sin hablar del hombre, puede hacernosrecordar la partcula veri de la vieja escuela. Pero ojal que no nos lleve al viejo error de pensarque se puede hablar del hombre sin antes haber hablado del Dios vivo, y esto de una manera muyconcreta.

    Tercera consecuencia: La humanidad de Dios y su conocimiento reclaman unadeterminada actitud y orientacin del pensamiento y lenguaje cristiano-teolgico. Jams podrocuparse de su objeto en el vaco, en la pura teora. La teologa no puede establecer, pensar niexpresar unas verdades que descansan en s mismas ni unas verdades movedizas: ni una verdadabstracta acerca de Dios, ni una verdad abstracta acerca del hombre, ni una verdad de ese tiposobre el intercambio entre Dios y el hombre. Nunca est en condiciones de comprobar,reflexionar ni resear un dato en forma de monlogo. Digamos de paso que no existe unaimaginera teolgica. La humanidad de Dios, precisamente, no se deja fijar de un modo plsticopor ser un acontecimiento. En correspondencia con su objeto, la forma fundamental de la teologaes la oracin y la predicacin. De por s slo puede ser dialogal. Su condicionamiento ymotivacin externos se apoyan en el hecho de que el intercambio entre Dios y el hombre afectaciertamente a todos los hombres, por cuanto en l, es decir, en Jesucristo, se ventila el asunto mspersonal de todos y cada uno de ellos, y se decide sobre la vida y la muerte de todos ellos; en quetodos deberan conocerle para tomar posiciones y participar en l; en que son muchos,muchsimos, los que todava no le conocen o lo han olvidado ya o no lo conocen debidamente de algn modo esto puede aplicarse a cada hombre! ; que, por ello, es necesario y convenienteanuncirselo, llamarles y explicrselo, pues tua res agitur!, se trata de un asunto tuyo!

    El pensamiento cristiano gira tanto en torno a la palabra de Dios sobre la alianza de pazcomo en torno al hombre que ha recibido esa palabra o no la ha recibido, o no la ha recibidodebidamente, y al que hay que decrsela de una manera absoluta. Y el lenguaje cristiano es tantooracin a Dios como alocucin a ese hombre. Conforme nos lo ha demostrado la exgesis de lahistoria de las formas (Formgeschichte) ya en el Nuevo Testamento y en l de un modoejemplar por lo que respecta a todo el tiempo que sigue a la resurreccin de Jesucristo y queprecede a su revelacin patente, universal y definitiva es un kerygma, un grito de pregonero,un mensaje, que invita y exhorta no a especulaciones caprichosas y vagas, sino a la reflexinpeculiar de la fe y de la obediencia, con que el hombre pasa del simple inters del espectador alautntico interesse. Y es ah donde, al igual que en la divinidad de Jesucristo, reconoce a su Dios;as como se reconoce a s mismo en la humanidad de aqul. Y se reconoce a s mismo bajo eljuicio y gracia de Dios, como destinatario de su promesa y de su mandamiento, entrando

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    personalmente con su inteligencia, voluntad y sentimientos en la realizacin de ese intercambio.El pensamiento y lenguaje teolgico no puede ciertamente hacer que le ocurra esto; por la mismarazn no puede tener slo carcter de alocucin sino que debe tener tambin carcter de oracin!Mas s que puede serle provechoso en ese sentido, y a tal provecho debe orientarse, de acuerdocon la propia humanidad de Dios. De faltarle esa orientacin prctica, vendra a significar que,

    adems de su funcin, haba perdido su carcter especfico, se haba prostituido y que, porcristiano que pudiera ser su contenido, se haba convertido en un pensamiento y lenguajeprofano.

    El problema del lenguaje que debera emplearse con la vista puesta sobre todo en los defuera, no es en realidad tan acuciante como hoy se afirma desde distintas partes. Y no lo es, loprimero, porque al pensar aqu una vez ms en la humanidad de Dios, no se puede contar en seriocon quienes estn fuera realmente, con un mundo emancipado, sino con un mundo que seconsidera emancipado, y que a diario demuestra que no lo est de hecho. Porque, mirndolodesde ese punto de vista, slo puede haber quienes todava no se estiman ni tienen como dedentro; y, porque en este ltimo sentido, hasta el cristiano ms convencido siempre puede ydebe reconocerse como alguien que est fuera. Por ello, no debera ser necesario un lenguajeespecial para los de dentro y otro para los de fuera. Unos y otros son hombres de nuestro mundoy de nuestro tiempo; lo somos todos nosotros.

    Cuando se trata, pues, de dirigirse a los dems, bien puede emplearse ocasionalmentecierto lenguaje un tanto no religioso de la calle, de los peridicos, de la literatura y hasta de lafilosofa en el peor de los casos. Pero, por nada del mundo debera convertirse en objeto deespecial preocupacin. Un poco del lenguaje de Canan, un poquito de positivismo revelado,puede ser tambin una buena cosa para todos nosotros, concretamente en nuestras alocuciones; y,segn mi experiencia, en la que ciertamente no estoy solo, seremos entendidos si no siempre sque con frecuencia, por los ms extraos y solitarios, mejor que si nos creyramos en el deber el jesuta en Gtterli no es ciertamente una figura simptica! de salir a su encuentro conalguna jerigonza de apariencia moderna. En todo caso, lo que tenemos que decirles y lo quehemos de empezar por decirnos a nosotros mismos es ya una novedad sorprendente. Sitenemos en cuenta que la gran novedad el mensaje del amor eterno de Dios, dirigido anosotros los hombres, tal como hemos sido, somos y seremos en todos los tiempos es algobien real, entonces ciertamente que nos entendern muy bien acerca de si deben empezar o nodeben empezar a gustarla. Quien tiene realmente el corazn en Dios, y por lo mismo en loshombres, debe confiar en que la palabra de Dios, que l intenta testificar, no volver de, vaco.

    Una cuarta consecuencia: el sentido y el tono de nuestra palabra debern serfundamentalmente positivos. El anuncio de la alianza de Dios con el hombre, la sealizacin dellugar que de una vez para siempre se le ha abierto y asignado al hombre en esa alianza, elmensaje del Emmanuel, del Cristo, tal es la tarea. En ese dilogo y encuentro, que constituyenuestro tema teolgico, se trata de la gracia de Dios y de la gratitud del hombre. Nuestra tarea nopuede ser la de volver a abrir el abismo que se cerr en Jesucristo. Es verdad, y repitmoslo unavez ms, que el hombre no es bueno. Dios no se vuelve hacia l sin decir un no inflexible ytajante a su transgresin. De ah que la teologa no pueda por menos de pronunciar ese no en elmarco de su tema; mas ese no no puede ser otro que el que Jesucristo tom sobre s en favor denosotros los hombres, para que no recayera ms sobre nosotros ni hubiramos de seguirsometidos al mismo. Al asumir ese no, ocurre que la humanidad de Dios se convierte en laafirmacin del hombre.

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    Con ello, est dada la orientacin de nuestra palabra. El hombre, con que hemos dehabrnoslas en nosotros mismos y en los otros, incluso como el rebelde, corrompido e hipcritaque es, no deja de ser la criatura hacia la cual su creador se muestra siempre fiel y leal; ms an:es el ser que Dios ha amado, ama y amar pronuncindose en favor del mismo y hacindose sufiador en Jesucristo. Jess es el vencedor! y Vosotros sois hombres de Dios!, ambas

    soluciones de Blumhardt conserva su valor. Y en esta exposicin, tambin lo conserva, comoanuncio alegre y consolador, la frase del Anima humana naturaliter christiana! Esto es lo quenosotros debemos testificar ante los hombres con la vista puesta en el humanismo de Dios y sintener para nada en cuenta la incredulidad ms o menos obtusa del humanismo de los hombres.Todo lo dems slo cuenta en el marco de esa afirmacin y promesa.

    Al igual que las acusaciones ms amargas de los profetas del Antiguo Testamento y susms sombras amenazas de juicio slo alcanzan todo su valor en el contexto de la historia delIsrael creado por Yahveh y de la alianza a la que Dios se mantuvo fiel, pese a todas lasinfidelidades de su pueblo. Al igual que la predicacin penitencial del Bautista slo cobr valor ysentido en la proximidad inminente del reino de Dios. Al igual que ciertos pasajes terribles alfinal del Apocalipsis de Juan tienen su marco, y por lo mismo su lmite en sus palabras postreras:Amn. Ven, Seor Jess! La gracia del Seor Jess sea con todos!

    El alegre mensaje anuncia la palabra de Dios a los pobres, liberacin a los prisioneros,vista a los ciegos, justificacin y santificacin y hasta llamamiento al ministerio a los pecadosgroseros o delicados. Pinsese en lo que de ah se sigue: descubrir y ridiculizar los errores es unacosa, y otra muy distinta comprender y elevar a la comprensin. Y as, la seriedad moral es algoque merece alabanza: y as, el don de un anlisis penetrante y tal vez ingenioso de la poca, de lassituaciones y del alma, ciertamente es un precioso don; pero la misin de colocar el Evangeliosobre el candelero es ms urgente que la de poner de manifiesto aquella seriedad y la de poner enmarcha ese don. Aquel para quien esta misin positiva no es simplemente la tarea primordial,aquel que ante todo y sobre todo quiere gritar, aturdir y ridiculizar a los hombres a causa de sunecedad o malicia, ese tal hara mucho mejor callando. En ese sentido, a la humanidad de Diosslo conviene una analoga: el mensaje alentador y por ello, y slo as, el mensaje realmenteordenador de la gran alegra que Dios tiene preparada al hombre y que ste, por su parte, ha deponer en Dios: Todas mis fuentes estn en ti! (Sal 87,7).

    Tambin la reconciliacin total? Slo querra hacer aqu tres breves observaciones, conlas que no quisiera tomar posicin ni en favor ni en contra de lo que entre nosotros sueleentenderse bajo tal denominacin.

    1. En cualquier caso, no habra que abandonarse al terror pnico que la sola pronunciacinde sta parece suscitar en derredor antes de haber entendido exactamente todo su complejo sentido o sin sentido.

    2. A travs de Col 1,19, donde se establece perentoriamente que Dios tuvo a bien, pormedio de su Hijo, como imagen suya y primognito de toda la creacin, reconciliar todas lascosas consigo, y a travs de los textos paralelos, convendra estimularse constantemente areflexionar si el concepto no podra quiz tener un sentido bueno; y...

    3. Frente al peligro de que siempre se rodea ese concepto, convendra preguntarse porun momento si, en resumidas cuentas, el peligro del telogo eternamente escptico y crtico,siempre inquieto y receloso, porque en el fondo sigue siendo legalista y por lo mismo lgubre ymelanclico figura que entre nosotros no es rara no es siempre ms amenazador que elpeligro de un indiferentismo descaradamente satisfecho y hasta de un antinomismo, al quecualquiera podra entregarse de hecho partiendo de una determinada interpretacin de dichoconcepto. Lo cierto es que no existe ningn derecho teolgico por el que nosotros podamos poner

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    lmite alguno a la filantropa de Dios que apareci en Jesucristo. Nuestro deber teolgico es el deverla y entenderla siempre ms grande de como lo hemos hecho hasta ahora.

    Y ahora, como conclusin, una quinta consecuencia: es en el reconocimiento de lahumanidad de Dios donde se empiezan a aceptar y afirmar el cristianismo, la Iglesia y donde hay

    que mostrarle nuestra gratitud. Cada uno en nuestro puesto, hemos de participar en su vida yalistarnos en su servicio. Entre las exageraciones, de las que nos hicimos culpables hacia 1920, secuenta el que slo supiramos ver la importancia teolgica de la Iglesia en su carcter decontrafigura del reino de Dios tan felizmente redescubierto entonces por nosotros; el que sloquisiramos aceptar la forma de su doctrina, de su servicio divino, de su ordenamiento jurdico,como algo humano, demasiado humano y, por lo mismo no tan importante; el quedeclarsemos intiles y hasta vergonzosos la importancia y el celo que se les dedicaba; y elhabernos acercado, en el mejor de los casos, terica y prcticamente, a una postura defrancotiradores espirituales y a una gnosis esotrica.

    Frente a la tentacin romana siempre actual, y tambin frente a la restauracin y reaccineclesistica, confesionales y, sobre todo, tradicionalistas, aunque tambin clericales y litrgicas,que merodean la Alemania actual y que tal vez algn da penetrarn en nuestras regiones, no seraciertamente oportuno reducir hoy a silencio o poner simplemente sordina al clamor que resuenaen toda la Biblia anunciando el juicio que se abre en la casa de Dios. En todo caso, trastornar lasecuencia vnement-institution, que la Biblia afirma, ciertamente que ni fue ni es una empresa.Lo que debamos y debemos ver y comprender es que, con el mantenimiento de esa secuencia yel recuerdo de aquel juicio, no hay por qu llegar en ningn caso al abandono y menos an alrompimiento de nuestra solidaridad con la Iglesia; que la palabra crtica a la Iglesia slo puedetener sentido y ser fructfera cuando procede de la reflexin y no digo demasiado sobre lanecesidad de salvar la existencia y funcin de la Iglesia y cuando se pronuncia con vistas a servira su convocatoria, edificacin y misin.

    La humanidad de Dios vale para el Israel antiguo y para el nuevo, para el hombreparticular que existe en su propio entorno y no en un espacio vaco. Jesucristo es la cabeza de sucuerpo, y slo as lo es de sus miembros. La profesin de fe en la obra de Dios que en l se harealizado, proclama que la realiz pro nobis, y slo as tambin pro me. El padrenuestro es unaoracin en primera persona de plural, y slo as lo es tambin en primera persona de singular.Nosotros somos la Iglesia. La Iglesia es el peculiar pueblo del hombre, la comunidad, lacompaa en expresin de Calvino, constituida por una confesin de fe ingenua, peroinvencible por cuanto sostenida por el Espritu Santo en el Dios clemente que se revela enJesucristo, destinada y llamada a ser su testigo en el mundo. Y qu otra cosa es la existencia deeste pueblo singular, sino el reflejo de la humanidad de Dios ciertamente que borroso yoscurecido en todas partes y a menudo interrumpido en su continuidad, y cuya generosidadhacia los hombres llega tan lejos que llama y suscita a algunos, a muchos, de ellos enrepresentacin preliminar de los dems a quienes los enva como sus mensajeros que les inviten asu oracin, alabanza y servicio?

    Seramos inhumanos donde Dios es humano y nos avergonzaramos del propio Jesucristo,si nos avergonzsemos de la Iglesia. Pues todo cuanto Jesucristo es para Dios y para nosotrossobre la tierra y en el tiempo, lo es como Seor de esa comunidad, como rey de ese pueblo, comocabeza de ese cuerpo y de todos sus miembros. Y lo es en y con esta cristiandad insignificante,tan dolorosamente desgarrada y, por lo dems, tan problemtica; lo es con, entre y en loscristianos, cuya admiracin y simple afecto producen tan serias dificultades. Lo es comoreconciliador y salvador de todo el mundo; pero lo es en la extraa comunin de estos extraos

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    santos. Esa comunin no es para l algo despreciable, sino que con toda su finura y grosera le estan cara y preciosa como para confiarle su testimonio y, con l, su causa en el mundo, y hastapara confiarse a s mismo. Tan grande es la benevolencia de Dios con los hombres!

    Justamente por eso, no existe una cristiandad privada. Justamente por eso, no cabe sinoque tomemos en serio esa comunin con sus peculiaridades, la afirmemos y queramos; que

    aceptemos crticamente, pero con verdadera seriedad, sus esfuerzos ciertamente humanos,demasiado humanos, por un mejor conocimiento y confesin, por sus asambleas, por suordenamiento interno y por su proyeccin exterior en todos sus detalles. Justamente por eso,tampoco la teologa puede ser empujada hacia los arrecifes privados de cualesquieradescubrimiento y opiniones meramente personales; la teologa slo puede ser eclesistica, o loque es lo mismo, slo puede llevarse a cabo situando todos sus elementos en el contexto de laspreguntas y respuestas de dicha comunin y en estrecho servicio de su misin entre todos loshombres. Tal vez hay que haber vivido alguna poca difcil de la Iglesia para saber que tiene sushoras de trabajo, de lucha y de sufrimientos en los que todo puede arriesgarse, tanto en susdecisiones como en su pensamiento y lenguaje, por cualquier vrgula o pice humano, muyhumano.

    Se adoptar, pues, una actitud, ms precavida al no pretender ver en todas partes ms queadiphora o indiferenciacin. En una Iglesia realmente viva tal vez no se d adiphora alguna.Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que nuestro credo in Spirilum Sanctum estara vaco de noincluir tambin de una manera concreta, prctica y comprometida el credo in unam, sanctam,catholicam et apostolicam Ecclesiam. Creemos en la Iglesia como el lugar donde, en fraternidadcristocrtica, debe ponerse de manifiesto lo mejor de la humanidad, a saber: el valor de prjimodel hombre. Ms an: como el lugar en que la gloria de Dios quiere habitar sobre la tierra, esdecir, en que la benevolencia, la humanidad de Dios, quiere adoptar un forma sensible ya ahoraen el tiempo y aqu, sobre la tierra. Es ah donde se reconoce la humanidad de Dios; donde segoza de ella. Ah donde se la celebra y testifica. Ah donde nos consolamos con el Emmanuel,quien con la mirada puesta en el mundo no rechaz la carga de la Iglesia, sino que quiso tomarlasobre s, llevndola en nombre de todos sus miembros para que se cumpliera, Rom 8,31: Si Diosest por nosotros quin estar contra nosotros?

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    PREDICACIN SOBRE LEV 26, 127

    Oracin preparatoria8

    Seor, Dios nuestro! T sabes quines somos: hombres de buena y de mala conciencia;hombres satisfechos e insatisfechos, seguros e inseguros; cristianos por conviccin y cristianospor tradicin; creyentes, creyentes a medias e incrdulos.

    Y sabes de dnde venimos: del crculo de los parientes, conocidos y amigos, o de unagran soledad; de un tranquilo bienestar o de apuros y estrecheces de toda clase; de una situacinfamiliar ordenada o tensa o destrozada; de un crculo estrecho o de la amplia asamblea cristiana.

    Mas ahora estamos todos delante de ti y, pese a todas esas diferencias, somos igualesporque hemos obrado el mal ante ti y unos con otros; porque todos debemos morir algn da;porque todos estaramos perdidos sin tu gracia; mas tambin porque tu gracia se nos ha prometidoy otorgado a todos nosotros en tu amado Hijo, nuestro Seor Jesucristo.

    Estamos aqu reunidos para alabarte porque podemos hablarte de nosotros. Porque estoocurre en esta hora en que dejamos atrs el domingo y tenemos ante nosotros el trabajo de lasemana; por eso te rogamos en nombre y con las palabras de tu Hijo, nuestro Seor, invocndotePadre nuestro...!

    Caminar en medio de vosotros y ser vuestro Diosy vosotros seris mi pueblo (Lev 26, 12)

    Querida comunidad, queridos hermanos y hermanas: Segn el testimonio del AntiguoTestamento, Dios ha dicho a su pueblo de Israel Caminar en medio de vosotros y ser vuestroDios y vosotros seris mi pueblo. Mucho habra que decir sobre lo que esto signific y todavahoy significa para ese pueblo del que naci nuestro Seor Jesucristo. Es evidente que la historiade Israel alcanz su meta precisamente en Jesucristo y que tambin en l se ha cumplido estapalabra. Mas por haberse cumplido en l se ha trocado en un toque de trompetas que se ha dejadoor en todo el mundo. Por ello, debemos tener en cuenta que tambin nos interesa a nosotros,precisamente a nosotros. Intentar explicarlo brevemente.

    Primer punto: Caminar en medio de vosotros. Caminar significa moverse en unadeterminada direccin, alejndose de un punto para acercarse a otro. Como lo hacen, porejemplo, el lechero, el cartero o el hombre que inspecciona los contadores, que van de una casa a

    7 Tuvo lugar en el culto vespertino de la Bruderbolzkapelle de Basilea el 7 de octubre de 1956. Pp. 35 42.8 Pp. 35.

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    otra recorriendo nuestras calles de un lado para otro. De hecho, la Biblia suele utilizar estapalabra cuando trata de describir la conducta de los hombres, de los que se puede decir que sucaminar agrada o desagrada a Dios, segn que sea bueno o malo. Pero es de notar que,ocasionalmente, se aplica tambin a Dios. As, caminaba por aquel jardn con la fresca de latarde. Y as se dice tambin aqu: Caminar en medio de vosotros. Sabemos por ello que Dios

    no est inmvil, que no es un ser rgido. No es algo as como el prisionero de su eternidad. No.Dios est de camino; viene y va. Dios es el protagonista de una historia. Dios camina; es el Diosvivo.

    En medio de vosotros, dice el texto. Por consiguiente, los lugares por donde l camina,por donde viene y va y en los que es el Dios vivo, son las calles por las que nosotros caminamos,nuestras calles por las que circulan los automviles y los tranvas lnea 15, lnea 16 y por lasque nosotros hacemos nuestro camino. Sus lugares son nuestras casas con sus comedores ycuartos de estar, con sus dormitorios y cocinas; son nuestros jardines, nuestros talleres, nuestroslugares de esparcimiento, y ciertamente que la casa de Zwinglio y por qu no? tambin estacapilla de Bruderholz. Dios no est ausente, se encuentra en los mismos lugares que nosotros.Cierto que vive en el cielo, mas tambin en la tierra, tambin en Basilea y en Bruderholz, tambinentre nosotros y con nosotros. l es en todo tiempo y lugar un Dios cercano.

    Caminar en medio de vosotros..., tambin esto merece subrayarse. Dios camina comoel centro de todas las historias de nuestra vida, como la fuente y origen. stas ocurren porque ensu centro ms ntimo, en su fondo, ocurre su historia, la historia de Dios, porque l vive. Somosobra de sus manos. Esto nos ata a l y ata tambin nuestra vida, por dispersa que est, a unaunidad; esto nos vincula unos a otros, por cuanto que l camina en medio de nosotros y nosotrossomos como puntos de una circunferencia cuyo centro es l. As pues, Dios no est al margen; nies slo, como hoy suelen decir muchos sabios, la frontera. El que nosotros seamos piadosos ycreamos en l puede ser algo que quede muy al margen de nuestra vida mientras que nuestrocentro est en un sitio completamente distinto. Que en Basilea exista una Iglesia reformada puedeser algo que para quienes charlan en las cerveceras y en otros lugares y para nuestros peridicosquede muy al margen de su inters. Mas ahora no hablamos de nuestra piedad ni tampoco de laIglesia; hablamos del mismo Dios. l no est al margen, est ms cerca de nosotros que nosotrosmismos. Nos conoce mejor de lo que nosotros nos conocemos, obra con nosotros mucho mejor delo que pudiramos obrar nosotros con nuestra mejor inteligencia y voluntad. Por eso, y pese atoda la diversidad de los hombres y de las situaciones humanas, es el nico y mismo Dios aqu yall, para ste y para aqul, ahora de este modo y luego del otro. Por eso, su caminar nos interesaa todos.

    Porque es ese Dios vivo, cercano y nico, por eso camina realmente en medio de nosotros,tanto si lo sabemos y advertimos como si no, quermoslo o no lo queramos: camina entre losancianos y entre los jvenes, entre los enfermos y entre los sanos, entre los atareados y entre loscontemplativos, entre los buenos y entre los malos. Porque es el Dios todopoderoso, no se cansani se fatiga; por eso no se deja detener ni volver otras. Que nadie piense que puede detenerle ohacerle retroceder! Porque es el Dios santo, no se deja engaar en modo alguno ni permite que ledespreciemos como acostumbramos a despreciarnos unos a otros; por ello, no se termina con l,como podemos terminar con determinados hombres, con determinadas ideas y hasta con nuestropropio destino. Y porque es un Dios clemente, no se deja irritar ni amargar ni desviar en su amor.Recuerdo una estrofa del cntico No cantar a mi Dios? que, no s realmente por qu razn, hasido eliminado de nuestro nuevo cantoral. La estrofa dice as: Como un Padre a su hijo jams leretira su corazn, aunque peque de momento, y se aparte del camino; as mi Dios piadoso,convierte en bien mi crimen, y castiga mis faltas con vara, no con espada. As es realmente. As

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    acta el Dios clemente que camina en medio de nosotros, ya trabajemos y descansemos, estemoscontentos o tristes, velemos o durmamos, en este ao de 1956 y en el que viene, en el tiempo ytambin en la eternidad, donde le veremos cara a cara a l, el Dios vivo, el Dios cercano y nico.

    Y paso al segundo punto que dice: Y ser vuestro Dios. O lo que viene a ser lo mismo:como el Dios vivo, cercano y nico, como el Dios todopoderoso, santo y clemente que soy, ser

    el que piensa precisamente en vosotros, el que os lleva en su pensamiento eterno, el que os amaprecisamente a vosotros; pero tambin el que os exige obediencia y servicio, el que puede yquiere necesitaros a vosotros justamente y el que, bien entendido, habla precisamente convosotros, y precisamente hoy, ahora, en este momento.

    Ms an: como creador del cielo y de la tierra, como Seor de todos los hombres, comorey eterno y victorioso, como quien tiene la primera y la ltima palabra, ser precisamente el queos pertenece o vosotros, de tal modo que podis decirme Padre nuestro! Dios nuestro!, y cadauno para s Padre mo! Dios mo! Justamente por vosotros me he entregado a m mismo en mipropio Hijo. De este modo, ser un Dios para vosotros... y, por tanto, para vuestra existencia, paravuestras angustias, inquietudes y penalidades, para vuestros pecados y para vuestra muerte; mastambin para vuestra vida temporal y eterna.

    Ms an: ser el que trata simplemente con vosotros, el que es solidario con vosotros encualquier circunstancia y contra todo, el que os castiga cuando es necesario, frente al mundoentero, frente a todos los hombres, pero, sobre todo, frente a vosotros mismos! Pues no es elpropio hombre su peor enemigo? Y no es verdad que ningn correligionario y valedor nos esms necesario que el que realmente lo es?; que por estar precisamente en favor nuestro tambinintervienen con energa contra nosotros mismos? Dios es ese correligionario y valedor nico yverdadero.

    Tambin se podra expresar de este modo: Dios ser quien con seriedad y plenitud divinasnos diga s. Mas el s de Dios es un s santo y salvador que encierra tambin un no a todo aquelloconcretamente que en nosotros debe l negar por razn de s mismo y de nosotros. Nos sucedecon l como con el mdico que a veces puede y debe recetar medicamentos y pldoras que no setoman con gusto. Nunca olvidar que siendo un rapazuelo tuve que beber cada maana y duranteun ao un vasito de hgado de bacalao. Era horrible, pero evidentemente me sent bien. Elmdico puede tambin enviarnos al hospital, lo que tampoco resulta divertido. O la cosa puedellevar a una operacin pequea o grande, lo que es muy desagradable, pero muy necesario yconveniente. As ocurre con el s de Dios y con el no que lleva implcito, que no nos gustar. Massigue siendo cierto que Dios hasta con su no nos dice s, un s pleno, rotundo, sin ningninterrogante, un s rebosante de voluntad y fuerza, para salvarnos, para sostenernos, para afianzarnuestros pies, para hacernos libres y dichosos. Eso quiere decir: Yo ser vuestro Dios. Lo queresumido en dos palabras equivale a: ser vuestro bien, vuestro bien frente a todo mal, vuestrasalvacin frente a toda desgracia, vuestra paz frente a toda desavenencia. As ser vuestro Dios encuanto que camino en medio de vosotros.

    Y paso al punto tercero y ltimo: Y vosotros seris mi pueblo. Porque camino en mediode vosotros, porque yo voy a ser vuestro Dios, vosotros seris el pueblo, mi pueblo. Tal vez seaesto lo ms incomprensible y sublime de todo, y justamente porque se dice de nosotros de unamanera tan directa: vosotros, mi pueblo! Pues es evidente que por nosotros mismos jamshubiramos podido pretenderlo, ni en modo alguno habramos merecido y logrado ser su pueblo,el pueblo de Dios. Mas eso es precisamente lo que all se dice y lo que podemos y debemosaceptar y decirnos a nosotros mismos: Vosotros seris mi pueblo! Vamos a meditarlo palabrapor palabra.

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    Vosotros: s, vosotros seris realmente mi pueblo; vosotros en persona, tal como sois, nocomo futuros santos o ngeles. Vosotros, con vuestra vida y actividad perecedera, a la que al-guna vez, ms pronto o ms tarde, la guadaa pondr punto final! Vosotros, con vuestrospensamientos tan alicortos que revolotean de un lado para otro como gallinas asustadas!Vosotros, con vuestras torpes palabras con las que nunca atinis a decir lo que realmente pensis

    y lo que deberais expresar! Vosotros, con vuestras muchas mentiras, grandes y pequeas, convuestras durezas abiertas o disimuladas, con vuestras debilidades y a veces con vuestras infamias;vosotros, con vuestras exaltaciones y depresiones! Vosotros, destinados a la muerte y que sin mestis completamente perdidos, vosotros seris mi pueblo!

    Mi pueblo; Quiere decir: vosotros seris una gente que deber tenerme por su Seor yjuez pero tambin por su Padre compasivo; vosotros seris una gente que deber temerme,amarme, invocarme, que cada maana deber volverse a m y buscar mi rostro. Y an ms: lagente que es mi testigo ante los dems que an no saben nada de m, que ni pueden ni quierensaberlo. Vosotros sois la luz del mundo! Vosotros sois la raza que debe permanecer en miescolta y a mi servicio! Como tales seris mi pueblo.

    Mi pueblo: tampoco este dato hemos de pasarlo por alto. En consecuencia, no como unmontn de arena formado por granos separados: aqu uno en su casa y all otro en su balcn, aquuno con su mujer y all otro con sus hijos, aqu uno con lo que le parece til y all otro con lo quele divierte. No ha de ser as, sino que por cuanto convocados y reunidos por m debe valer paranosotros aquello de Mantengmonos como un hombre ya que procedemos del mismo tronco;hemos de ser un pueblo de hermanos y hermanas, que deben permanecer unidos y ayudarse unosa otros, tal vez poco, tal vez mucho, y que deben tambin de ese modo quiz con palabras,quiz sin ellas ser testigos unos para con otros de que Yo vivo, camino en medio de vosotros ysoy el Dios de todos vosotros. Vosotros que sois mi pueblo!

    No es esto realmente lo ms incomprensible y sublime que jams hemos escuchado, quenosotros debemos ser el pueblo de Dios? Me alegro de no ser yo quien lo haya descubierto y, portanto, que no tenga necesidad de fundamentarlo y probarlo. Me basta simplemente llamar vuestraatencin sobre el hecho de que ha sido Dios mismo quien lo ha dicho as de nosotros! y elpropio Dios quien lo sigue diciendo de nosotros! hasta el da de hoy. Por ello, slo puedoy debo deciros: S, vosotros seris mi pueblo. Nosotros lo queremos, queremos antes que nadaescuchar la palabra de Dios, dejar que nos sea dicha llevrnosla con nosotros a casa y, tal vezantes de acostarnos, meditar an un poquito esto de que: Caminar en medio de vosotros. Yoser vuestro Dios y vosotros seris mi pueblo.

    Y voy a concluir. He intentado exponeros esa palabra como una palabra de Dios que se hacumplido en Jesucristo. Leda y escuchada a la luz de su verdad, y as entendida y meditada, esapalabra tiene una fuerza infinita. De ese modo ya no dice simplemente caminar en medio devosotros, sino camino en medio de vosotros. Ni dice slo: ser vuestro Dios, sino soy vuestroDios. Ni slo que seris mi pueblo sino que vosotros sois mi pueblo. Sents la fuerza de esapalabra, la fuerza de aquel en quien se cumple y en quien se hace presencia actual? Sea comofuere, por el hecho de ser la palabra de Dios que se ha cumplido en Jesucristo, por ello debo yo, ydebis tambin vosotros estar seguros, sin inquietudes ni dudas, de que todo ocurre exactamentecomo ahora he intentado decroslo. Amn.

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    Oracin para despus de la predicacin9

    Seor, nuestro pastor! Te damos gracias por tu palabra eternamente nueva, verdadera ypoderosa. Nos duele no escucharla con la debida frecuencia o que cuando la omos la

    tergiversemos por nuestro embrutecimiento o petulancia. Te rogamos que la mantengas ennosotros y a nosotros en ella. Vivimos por tu palabra. Sin luz nuestros pies no encontraranapoyo. Por ello necesitamos que nos hables una y otra vez; y por ello confiamos en que querrsseguir hacindolo como lo has hecho hasta ahora.

    Entregados con confianza a ti, nos iremos a descansar y maana emprenderemos de nuevonuestra tarea cotidiana. Y abandonados a ti, pensamos tambin en todos los otros hombres de estebarrio, de esta ciudad, de nuestro pas y de los dems pases. T eres tambin su Dios. No tardesni ceses de mostrarte tambin a ellos como Dios suyo; en especial a los pobres, a los enfermos decuerpo y de alma, a los encarcelados, a los afligidos y engaados; a todos aquellos que en elEstado, en la administracin, en la escuela, en la magistratura, tienen especialesresponsabilidades que cumplir en servicio de la comunidad; y a los prrocos de esta comunidad yde las dems comunidades aqu y en todas partes.

    Seor, ten piedad de nosotros! T has obrado generosamente cmo podramosdudarlo? y generosamente seguirs obrando. Amn.

    9 Pp. 42.

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    ACTUALIDAD DEL MENSAJE CRISTIANO10

    En la reunin de estos das nos estamos preguntando por un nuevo humanismo. Somosuna asamblea de intelectuales de la formacin y tendencias ms diversas. Esta misma tardetomarn la palabra dos telogos para hablar de la actualidad del mensaje cristiano con la miradapuesta en nuestro tema: El padre Maydieu desde el ngulo de la teologa catlica y yo desde lateologa protestante.

    La situacin no es nada frecuente. Por cierto que hace cincuenta y aun cuarenta aos nadiehabra pensado en dar una oportunidad semejante a los telogos; tal vez s a un representante dela llamada filosofa religiosa, pero no seguramente a un telogo que proclamase la fe de suIglesia, y no digamos a dos! Dejo abierto el interrogante de cmo es posible que hoy suceda loque entonces no sucedi. Pero quisiera llamar vuestra atencin sobre el hecho de que nuestrapresencia y colaboracin entraa todava hoy un cierto riesgo.

    Por qu nosotros, los telogos, no bamos a abrirnos a todos los puntos de vista desde losque debe desarrollarse y discutirse en nuestros das el tema del nuevo humanismo? Mas tambinaqu debemos defender nuestra causa; es decir, la causa de la Iglesia cristiana o, mejor an, lacausa de Aquel a quien la Iglesia cristiana debe su existencia y al que quiere servir.

    Los dems asistentes a estos encuentros no esperarn seguramente de nosotros quevayamos a avergonzarnos aqu de la teologa. Ms bien deberan estar dispuestos a aplicarnostambin a nosotros el Sin ut sunt aut non sint (= que sean lo que son o que no sean!). Pero aquprecisamente empieza para ellos un cierto riesgo. Cuando el mensaje cristiano no se oculta nidesvirta, sino que se pone sobre el tapete en su tenor literal, y cuando se habla de suactualidad tal como le corresponde, entonces y en un crculo como el nuestro puede tal vezprovocar inquietudes y hasta molestias. Ni el telogo catlico ni el protestante podrn ocultarosque, hoy como siempre, el mensaje cristiano sera mal interpretado de entenderse como uno detantos principios o sistemas tericos, morales o estticos, como un ismo ms, en concurrencia,armona o conflicto con otros ismos; sino que, hoy como siempre, tiene la finalidad detestificar la voluntad, la obra y la revelacin de Dios frente al hombre, a todos los hombres yfrente a todos los pensamiento y anhelos de la humanidad.

    No podemos ocultar que en el mensaje cristiano no se trata del humanismo clsico, ni deun humanismo que est por descubrir, sino del humanismo de Dios. Tampoco podemos ocultarque este humanismo de Dios slo ha existido y puede concebirse en una figura histrica biendeterminada, que en esa figura histrica es hoy el mismo que ayer y que, por consiguiente, tieneuna vigencia eterna y no slo temporal. Y, sobre todo, no podemos ocultar que esa pregunta sobrela actualidad del mensaje cristiano y el humanismo de Dios, es sin duda una pregunta de sabor

    10 Conferencia pronunciada en las Rencontres Internationales de Ginebra (1 de septiembre de 1949). El textooriginal francs ha sido publicado en ti volumen Pour un nouvel humanisme, que contiene las ponencias ydiscusiones de las Rencontres Internationales de Genve 1949, publicado por Editions de la Baconnire, Neuchtel.Reservados todos los derechos. Captulo en pp. 43 52.

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    agridulce, que slo puede responderse en forma positiva o negativa de una decisin total,personal y responsable.

    As las cosas, no me es posible prever el efecto que vaya a producirnos el hecho de querealmente no ocultemos aqu nada de eso, sino que lo expongamos abiertamente. Podra imaginarque la presencia y colaboracin aqu de unos telogos cristianos resulte a muchos ms incmoda

    de lo que podra resultarles la presencia y colaboracin de los comunistas, por ejemplo. Y hastapodra imaginar en la misma lnea que comunistas y no comunistas se identificasen, ante lasimple aparicin de la teologa cristiana en este crculo, para descubrir el serio trastorno quesupondra discutir con ventaja el problema del nuevo humanismo. Tal vez tuviera buenas razonesquien hace cincuenta o cuarenta aos en circunstancias parecidas prefera desde el principiomantenerse alejado del peligro negro. Yo no he querido empezar sin haberos advertidoexpresamente del riesgo que ahora corris.

    Al entrar en materia, quisiera an aclarar que el tiempo de que dispongo es demasiadobreve como para intentar otra cosa que exponer un aspecto muy reducido y sa es aqu mitarea especfica de lo que la teologa protestante dice sobre el particular.

    Acabo de decir que el mensaje cristiano es el mensaje del humanismo de Dios. Elijo estafrmula teniendo en cuenta el tema de nuestros encuentros. El contenido del mensaje cristianotambin podra expresarse con otras palabras. Es un mensaje polifactico y su lenguaje esmltiple; mas puede tambin enunciarse con estas dos palabras: el mensaje cristiano trata delhumanismo de Dios. En efecto, estas dos palabras describen un concepto decisivo para lainteligencia cristiana del hombre: el concepto de encarnacin. La palabra se hizo carne y habitentre nosotros. Tal es la obra y revelacin de Dios presupuesto ontolgico gnoseolgico, acuya luz hay que ver al hombre desde la interpretacin cristiana. Pues el mensaje cristiano es elmensaje de Jesucristo. Y Jesucristo es la palabra que se hizo carne. Pero, por ello precisamente,es tambin la palabra que define al hombre. Desde la comprensin cristiana, el hombre no es unser mayor ni menor ni distinto, es lo que su esencia y nombre exigen: Es el ser que se refleja en elespejo de Jesucristo. Intentar precisarlo en seguida. Pero antes permitidme detenerme unmomento en el punto de partida.

    1. El conocimiento cristiano acerca del humanismo de Dios, la Encarnacin o Jesucristoimplica un conocimiento bien preciso de Dios. La palabra Dios no puede aqu identificarse conla suma de la razn, la vida o la fuerza; tampoco con los conceptos hoy ms de moda de lafrontera, la trascendencia o el porvenir. Dios no es lo que definido de un modo gnstico oagnstico desde nuestro punto de mira podra ser o no ser, tal vez lo que debera o no deberaser. Dios es el que, frente a nosotros se quiere a s mismo, obra y se revela. Es el Seortodopoderoso que vive plenamente en s, por s y para s, en su libertad y en su amor. No puedoahorraros la frmula soberana, aunque dura: Es el Dios trinitario que en su naturaleza nica ydivina es el Padre, el Hijo y el Espritu Santo. ste es el Dios benevolente con el hombre, el Diosdel mensaje cristiano. En su autorrevelacin pensamos cuando hablamos cristianamente delhumanismo de Dios y de Jesucristo para pasar de ste al hombre.

    2. La condescendencia de Dios hacia el hombre, es decir, la relacin fundamental quetiene lugar entre Dios y el hombre conforme al mensaje cristiano acerca del humanismo de Dioso de Jesucristo y que corresponde a ese conocimiento de Dios, es la condescendencia de lagracia que escoge libremente. Quiere decir que si Dios se manifiesta en Jesucristo como el Diosdel hombre, no por exigencia de su propia naturaleza divina ni por una necesidad que le haya sidoimpuesta, sino que se debe a su voluntad y accin soberana, creadoras y misericordiosas. No esttampoco en la naturaleza del hombre, no entra en sus posibilidades, ni es l quien con suexistencia y por ella hace realidad el poder relacionarse directamente con Dios entre todas las

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    criaturas. El que as sea es siempre algo que l no ha merecido, un don inalcanzable por suspropias fuerzas e incomprensible para l. Realmente slo puede permitir que Dios le otorgue supalabra y su don. En esta accin soberana de Dios, en este hablar y dar divinos y, por lo mismo,en la gracia de Dios que elige libremente, Dios y el hombre se unen en Jesucristo; y Jesucristo esverdadero Dios y verdadero hombre. Desde aqu vemos nosotros al hombre. Cualquier idea

    acerca de Dios y del hombre que intentase explicar sus mutuas relaciones como algo evidente ynecesario a partir del anlisis del concepto de Dios o del hombre, sera insostenible pues lofalseara todo. Es la gracia de Dios que elige libremente la que debemos tener ante los ojoscuando queremos hablar como cristianos de Dios y tambin del hombre.

    3. Cuando el mensaje cristiano habla del humanismo de Dios y, por consiguiente, deJesucristo, lo hace pensando porque se trata de la gracia de Dios que elige libremente en unacontecimiento cumplido de una vez para siempre: se cumpli dentro del pueblo y del pasjudos, en tiempos de los emperadores Augusto y Tiberio, y se cumpli para todos los tiempos ypara los hombres de todas las latitudes. Quien habla de Jesucristo o habla de una autnticarepresentacin eficaz o no habla de l. Nosotros, los dems, ni fuimos ni somos lo que l es.Jesucristo no es una imagen o un smbolo de la realidad universal del hombre, de su vida y de sumuerte, de sus padecimientos y sus triunfos. Que la palabra se hiciera carne no es una historia quepueda repetirse, sino una historia eterna justamente en su unicidad temporal. Lo que Jesucristo es,sufre y hace, lo es, sufre y hace por nosotros. As es el Emmanuel, es decir, Dios con nosotros,el Dios vivo que con su gracia soberana nos sale al encuentro para decirnos y darnos la nuevanoticia de que le pertenecemos. Por consiguiente, no es desde una nocin universal como seraevidentemente la realidad humana desde la que se debe ver y enjuiciar a ese hombre singularque es Jesucristo. Al contrario, es desde este hombre singular y nico desde donde hay que ver yenjuiciar lo que es cada hombre y el hombre en general.

    Qu es el hombre? Intentar compendiar en cuatro puntos lo que puede decirse sobre elparticular desde una fidelidad al mensaje cristiano.

    1. El hombre viene de Dios y va a Dios: puro objeto salido de Dios y, por lo mismo, purosujeto en camino hacia Dios; su criatura, pero criatura libre para l. Esto es la descripcin de unmovimiento, de una historia. Acontece en el tiempo que se le ha dado y fijado a cada hombre y ala humanidad en conjunto. Del lado de Dios, su creador, es la historia de las manifestaciones desu misericordia. Del lado del hombre, slo debera ser la historia de su agradecimiento, de suobediencia, de su adoracin. Se da el hombre autntico cuando esa historia se realiza. Es lapalabra que se ha pronunciado para l en Jesucristo. Las explicaciones que el hombre da de s noson por ello necesariamente falsas. La antigua y la nueva ciencia de la naturaleza, o mejor, lafilosofa natural ensea, por lo dems que es preciso entender al hombre como un elemento muysingular y notable dentro del proceso csmico, terrestre, fsico-qumico y orgnico-biolgico delser (Dasein) universal. El idealismo de todas las pocas ensea que el hombre se da porque, encuanto ser racional, capaz de conocer y de someterse a una tica, posee la libertad para afianzarsee imponerse al proceso de la naturaleza en el que se halla inmerso. El existencialismo de nuestrosdas ensea que el hombre existe porque, pese a estar en su totalidad fsico-espiritual limitado,amenazado y preso por una prepotencia desconocida, a travs de su existencia siempre puede dehecho transcenderse; es decir, romper su futuro que le est cerrado.

    Todo esto puede decirse que tambin es verdad desde el punto de vista del mensajecristiano. Mas, desde esa perspectiva, slo lo ser si tal limitacin y sometimiento se entiende enel sentido de que el hombre viene de Dios y va hacia Dios, es su criatura, corre a su encuentro ycon l a la vida eterna. Todo lo dems se reduce a meras posibilidades. El conocimiento que elhombre tiene de s abarca sus posibilidades humanas; pero no a s mismo, no al hombre

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    verdadero. El hombre como tal, el hombre autntico, existe porque el Dios vivo es para l y estcon l, es su principio y su fin. El hombre verdadero se da, pues, en esa historia. Tal es la basedesde la que el mensaje cristiano puede ponerse de acuerdo con el humanismo clsico y concualquier otro, pero con los que quiz tambin deber entrar en conflicto.

    2. El hombre se da en el libre encuentro con el hombre, en la relacin viva entre el

    individuo y su prjimo, entre el yo y el t, entre el varn y la mujer. Un hombre aislado en smismo no es un hombre. El yo sin el t no es un hombre. El varn no lo es sin la mujer, ni lo es lamujer sin el varn. Humanidad equivale a cohumanidad. Lo que no es co-humanidad esinhumanidad. Somos hombres porque convivimos, porque nos vemos como hombres, nos omoscomo hombres, nos hablamos unos a otros como hombres, como hombres nos ayudamos y, bienentendido, porque lo hacemos voluntaria y libremente. En el espejo de Jesucristo el nico quees para todos los dems el ser humano que, visto verticalmente slo se da de hecho en lahistoria entre Dios y el hombre, en su dimensin horizontal, aparece necesariamente como unahistoria entre hombre y hombre.

    Nos enfrentamos aqu con el problema que es preciso plantear desde el mensaje cristianoa todo tipo de humanismo individualista o colectivista, antiguo o moderno. No excluye elindividualismo ni tampoco el colectivismo, apunta tanto al individuo como a la comunidad; peropiensa siempre en el individuo en su relacin concreta frente a otro individuo y piensa siempre enla comunidad que se fundamenta en la mutua y libre responsabilidad por ambas partes. Enconsecuencia, protege la relacin contra Nietzsche y la libertad contra Marx. Y hoy defiende laverdad socialista frente ni Occidente y la verdad personalista frente al Oriente. Es la inflexibleprotesta contra los hombres dominadores y contra los hombres-masa. Ve y reconoce la dignidadhumana, los deberes y derechos humanos slo en el marco de la comprensin de que el ser delhombre autntico consiste en la libre convivencia con sus iguales.

    3. Pero el hombre siempre visto desde el mensaje cristiano no vive realmente lasrelaciones con Dios y con su prjimo como debera hacerlo. No vive en la libertad en que fuecreado. Hablamos de un hecho que no tiene explicacin porque es absurdo. Pero es un hechoinnegable: el hombre se ha salido de su propio camino yndose adonde no puede sostenerse ni ca-minar, sino slo tropezar y caer. No quiso dar gracias, obedecer e invocar a Dios como deba.Quiso ser hombre sin sus iguales. Despreci la gracia, quiso ser como Dios. Y al querer estopec. Al quererlo qued en deuda con Dios, su principio y su fin, pero tambin en deuda, engrave deuda, con su prjimo. Al quererlo, cort la corriente que le comunicaba con Dios y consus hermanos. La doble historia de su vida qued interrumpida. De ah que la existencia humanasea una existencia rota, condenada a la vanidad y a la muerte eterna. No se trata de un destinofatal del hombre. Es l quien lo quiso y sigue querindolo.

    Por eso, en la muerte de Jesucristo se alza la acusacin contra el hombre y en la muerte deJesucristo se pronuncia la