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1 CÉLULAS MADRE Y ALOPECIA: UN POCO MÁS CERCA Aurora Guerra Profesora Titular de Dermatología de la UCM Jefa de Sección de Dermatología del Hospital Universitario 12 de octubre Madrid Si usted es de los que poseen una hermosa cabellera, es muy difícil que sintonice con ésta afirmación: La pérdida de cabello se asocia con baja autoestima, disminución de la calidad de vida y altos niveles de ansiedad y depresión. Pero si es –hombre o mujer- de los que padece algún grado de alopecia, asentirá mientras lee, convencido. Que el pelo forma parte trascendente de la imagen corporal es evidente. Hace años, preparando un artículo sobre la alopecia areata universal en adolescentes, comprobé al clasificar las fotos de mis pacientes, que todos se parecían. Sin el cabello, las cejas o las pestañas, la identidad física se difuminaba. El cabello es responsable, más que cualquier otra característica física, de ese prejuicio que predispone a favor o en contra antes del verdadero conocimiento de la persona. Tal vez por eso, la mayoría de los presidentes de gobierno votados democráticamente no padecían alopecia, aunque por su edad y sexo, les correspondiese al menos en un 50%. Pero además de los datos anecdóticos la evidencia científica ha demostrado en numerosos estudios la intensa repercusión psicológica de la alopecia. Desde la androgenética o calvicie

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CÉLULAS MADRE Y ALOPECIA: UN POCO MÁS CERCA

Aurora Guerra

Profesora Titular de Dermatología de la UCM

Jefa de Sección de Dermatología del Hospital Universitario 12 de octubre

Madrid

Si usted es de los que poseen una hermosa cabellera, es muy difícil que sintonice con ésta

afirmación:

La pérdida de cabello se asocia con baja autoestima, disminución de la calidad de vida y

altos niveles de ansiedad y depresión.

Pero si es –hombre o mujer- de los que padece algún grado de alopecia, asentirá mientras

lee, convencido.

Que el pelo forma parte trascendente de la imagen corporal es evidente. Hace años,

preparando un artículo sobre la alopecia areata universal en adolescentes, comprobé al clasificar

las fotos de mis pacientes, que todos se parecían. Sin el cabello, las cejas o las pestañas, la

identidad física se difuminaba.

El cabello es responsable, más que cualquier otra característica física, de ese prejuicio que

predispone a favor o en contra antes del verdadero conocimiento de la persona. Tal vez por eso,

la mayoría de los presidentes de gobierno votados democráticamente no padecían alopecia,

aunque por su edad y sexo, les correspondiese al menos en un 50%.

Pero además de los datos anecdóticos la evidencia científica ha demostrado en numerosos

estudios la intensa repercusión psicológica de la alopecia. Desde la androgenética o calvicie

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común de índole hereditaria y hormonal, pasando por la areata de causa inmunológica, o la del

cáncer por quimioterápicos, hasta la de los síndromes decalvantes englobados en enfermedades

sistémicas como el lupus eritematoso, todas ellas, de forma consistente, crean un cierto grado de

morbilidad psicológica.

En un estudio que presentamos en el congreso de Tricología del 2013 sobre la repercusión

psicológica que producía la alopecia de patrón femenino encontramos, determinado por la

Hospital Anxiety and Depression Scale (HADS), que el 83,33% de las mujeres presentaban

diferentes niveles de ansiedad (37,50% leve; 37,50% media; 8,33% alta), y que el 66,67%

mostraba signos de depresión (29,17% leve; 33,33% media; 4,17% alta),.

Buena prueba de la importancia del cabello, es que la humanidad ha empleado desde los

comienzos de la historia, tiempo y dinero sin límites buscando encontrar una solución definitiva.

Hablar del tratamiento de la alopecia obliga a discriminar. No es lo mismo curar un efluvio

telógeno que una alopecia femenina en una joven con síndrome de ovario poliquístico, o una

foliculitis disecante en un varón de raza negra. Un producto tópico como minoxidil, un

antiandrógeno oral como finasterida o acetato de ciproterona, un corticoide infiltrado, una

sensibilización con difenciprona, o un microinjerto FUE, por ejemplo, son tan dispares como el

territorio sobre el que han de actuar.

Pero el sueño dorado del tratamiento de la alopecia de cualquier tipo lo constituyen las

células madre. Raro es el paciente que acudiendo a mi consulta por primera vez, no acabe la

entrevista con la gran pregunta: Doctora, y de las células madre, ¿qué?

Sabemos que las células madre son células indiferenciadas capaces originar células

diferenciadas de uno o varios linajes. Las investigaciones sobre la alopecia en este sentido se

basan en el conocimiento de que las células madre epidérmicas se encuentran en nichos de la

epidermis entre los folículos, en las glándulas sebáceas, y en el bulge o protuberancia de los

propios folículos pilosos, permitiendo su existencia y estimulando su crecimiento a lo largo de la

vida.

Existen ya estudios in vitro con células madre de los folículos pilosos de roedores, perros y

humanos, que han demostrado una alta capacidad proliferativa in vitro, y multipotencialidad para

repoblar folículos pilosos, glándulas sebáceas y epidermis. Esto es, para reproducirse y crear

nuevos pelos. Y en cultivo, ya se ha conseguido.

Además experimentalmente se han obtenido también neuronas, células gliales, de músculo

liso y melanocitos, que indican que el folículo piloso contiene células madre de origen

ectodérmico y mesodérmico. Un gran potencial.

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Potencial que a veces se traduce en nuevas realidades como el resultado de la investigación

en ratones, publicado recientemente en PLOS Biology por un grupo del Centro Nacional de

Investigaciones Oncológicas (CNIO) que desvela que los macrófagos activan el crecimiento de

las células madre de la piel, permitiendo la regeneración del pelo. Este hallazgo ha sido, como

ocurre a menudo en medicina, un efecto colateral de una investigación sobre el cáncer en

ratones. Detectaron que en una fase concreta del crecimiento cíclico del pelo, una parte de los

macrófagos muere -por el proceso de muerte celular autoinducida o apoptosis-, y es entonces

cuando el pelo empieza a crecer de nuevo. Es decir, la muerte de una parte de los macrófagos

estimula a otros que quedan vivos, para que secreten factores que activan las células madre de la

piel, como las proteínas Wnt, promoviendo al folículo piloso a entrar en la siguiente etapa.

Cultivos y ratones. Hasta ahí hemos llegado. No es poco. El futuro es prometedor y las

relaciones entre alopecia y células madre se irán incrementando a medida que el conocimiento

avance. Estamos en ello.