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Ashes & Ice Book One
Rochelle Maya Callen
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El presente documento tiene como finalidad impulsar la lectura hacia aquellas
regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las publicaciones,
cabe destacar que dicho documento fue elaborado sin fines de lucro, así que se
le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su esfuerzo, dedicación y
admiración para con el libro original para sacar adelante este proyecto.
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Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
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Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Epílogo
Sobre la autora
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Sinopsis
Ella está desesperada por recordar.
Él está afligido por olvidar.
Juntos, no se quiebran.
Pero juntos, uno no puede sobrevivir.
Jade se despierta sin memoria de su pasado y con sangre en sus manos.
Plagada de malos pensamientos, busca respuestas. En su lugar, se encuentra
con un chico que no ofrece respuestas, sino esperanza. Pero a veces, cuando las
pesadillas se convierten en realidad y la muerte te sigue a todas partes, la
esperanza no es suficiente.
LUJURIA. AMOR. PÉRDIDA. A veces, todo lo que queda son Cenizas y Hielo.
Libro 1 de la Serie Ashes and Ice
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Capítulo 1 Jade
Traducido por ingrid
Corregido por francatemartu
os ojos vidriosos y muertos de la chica miran dentro de mí, a
través de mí, me perforan con una feroz urgencia, con una
horrible acusación.
La sangre todavía está en mis manos.
Pelo rojo, ojos azules, una constelación de pecas sobre la piel pálida. Era
frágil e inocente, adorable. Eso es lo que pienso hasta que veo las heridas
en sus muñecas y en el cuello. Con su sangre derramándose, luce
deliciosa.
Ella es mía. La posesividad me sacude, me apuñala. Corro, escapando de
un ansia que no entiendo.
Sin aliento, aprieto los dientes y corro más duro, más rápido.
Mis pies golpean contra la tierra, lejos del cuerpo sin vida y hacia las
luces de la ciudad, deteniéndose en el horizonte. Putrefacción y muerte
persisten en mis fosas nasales. Piel sin cicatrizar se estira tensa sobre
mis huesos congelados. Ecos de una memoria vacía resuenan en mi
mente, burlándose de mí. El hielo me persigue, me aprieta y muerde en
mis talones, enviando escalofríos por mi columna vertebral. El hielo me
quiere de vuelta, pero corro hacia adelante, hacia las luces, hacia el calor,
hacia un mundo que me quema, porque no tengo otra opción.
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Las luces están tan cerca. Calor escalda mi piel.
Imágenes pasan veloces a través de mi mente, me paralizan. Patino
hasta detenerme, mis botas cavando en el barro. Los bordes borrosos de
la visión se materializan en formas sólidas.
Jadeo.
Un nuevo horror hurga en mis entrañas. La desesperación me impulsa
hacia adelante, las imágenes fastidiando mis costuras amenazan
desgarrarme.
Fuego abrasador lame sobre mi piel. En mi visión, me contorsiono como
una criatura vil, fea, con ojos tan negros como la corrupción. Mi cuerpo
encorvado sobre la pequeña chica muerta, como un demonio cerniéndose
sobre un niño indefenso. Su sangre gotea de mi boca.
Lamo mis labios y saboreo sólo sudor salado.
Corro, desesperada por pisotear la visión bajo mis pies, por aplastarla
profundamente en la tierra.
Me niego a creer en la imagen, me niego a reconocer el monstruo dentro
de mí, exigiendo ser liberado y la posibilidad de que ya haya sido
desatado. Una marea imparable de miedo se apodera de mí. Más allá de
la negación, el miedo y la esperanza, creo que todavía puedo saborearla.
La fría calma en mi interior se abre en una grieta mientras las luces de
la ciudad me golpean.
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Capítulo 2 Connor
Traducido por ingrid
Corregido por francatemartu
as lágrimas queman. Nunca me había dado cuenta antes, pero lo
hacen. Las lágrimas bajan hasta mi garganta y se asientan en mi
interior hasta que el dolor me paraliza. Agarro mi estómago
mientras miro hacia el ataúd. Su cara ni siquiera luce igual. Hinchado
como una carroza de Mardi Gras, descolorido como un maniquí. Este no
es mi padre.
Pero lo es.
Si algo he aprendido en mi corta vida, es lo siguiente: los funerales son
una mierda. La gente vestida cuidadosamente en planchados trajes
negros. Los parientes me ofrecen «significativos» asentimientos como si
eso pudiera aliviar el dolor. No lo hace.
Luego están los chicos de la escuela, los arrastrados por sus padres. La
gente arrastra a sus hijos, como si llenar la iglesia fuera algo necesario.
Como si de alguna manera los bancos llenos acelerasen el viaje del
difunto al cielo. Dudo que lo haga. Tal vez algunas de las chicas fueron de
compras solo para conseguir el atuendo adecuado para que la porción de
su respetable escote fuera justo, o la proporción de su culo y cintura
fueran correctamente ceñidos.
La gente se sienta en los bancos de la iglesia vestidos con sus mejores
vamos-a-presentar-nuestros-respetos-para-el-tipo-muerto-que-nunca
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supimos-soportar, mordisqueando la goma de mascar en sus bocas,
tomando los teléfonos celulares para que puedan escribir “LOL”
cualquier comentario que entre y tamborileando los dedos porque el
pastor está extendiéndose demasiado. Todo lo que quieren hacer es ir a
casa, meterse y esconderse a una sesión de manoseo con sus novias,
comer sus cenas y tal vez ver una película a las siete en punto.
Odio a esos chicos. Los que me miran fijamente, ponen los ojos en blanco
y bostezan. Los que me hacen la zancadilla en la escuela y me golpean en
los casilleros. Los que se sientan en un banco, contribuyendo al recuento
de cabezas, mientras yo estoy sentado aquí al frente, conteniendo las
lágrimas que luchan por hacer su aparición. Las trago. No voy a llorar.
No aquí. No con estas personas.
El funeral de papá debió ser en una iglesia vacía con mamá, sus tres
hermanos y yo. Debimos ser nosotros cinco teniendo un desordenado,
descuidado y sollozante duelo, donde nos aferramos el uno al otro porque
somos todo lo que tenemos. El piso de mármol debió estar resbaladizo con
nuestras lágrimas. No lo es. Nos sentamos aquí, con la espalda recta,
completamente serenos, como si la muerte fuera sólo una fecha de
caducidad pasajera y nuestro pequeño, insignificante mundo no hubiera
sido partido por la mitad y dejado abierto.
Estoy en mi habitación, mirando el techo. El funeral fue hace horas.
La casa se siente vacía y fría. Oigo un gemido ahogado pasillo abajo.
Mamá.
Probablemente llorando en una almohada para que la casa no pueda oír,
pero puede. Parece injusto que no pueda llorar en voz alta, tan alta que
los clavos de la casa de cien años de edad, se estremezcan.
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Ella no lo hace. Yo tampoco. Lloramos en nuestras propias habitaciones,
recordando a un hombre que nunca estará aquí de nuevo.
La casa cruje. Tal vez siente el peso de nuestro dolor, tal vez las tablas
del suelo se pandean debido a que la carga es demasiado pesada.
Me duele, desesperado por olvidar la larga batalla contra el cáncer,
escupiendo la sangre de su boca con sus últimas palabras, ¿cuáles
fueron? No puedo recordar porque el miedo en sus ojos eclipsó todo lo que
dijo. Ahora la pérdida. No quiero sentir esta pérdida. Alguna entidad
divina ha tomado unas aburridas tijeras y cortado un pedazo de mi vida y
ahora tengo cicatrices irregulares para recordarme que he perdido
demasiado. Demasiado.
Quiero olvidar, porque me duele recordar.
Entierro la cabeza en la almohada, con la esperanza de sofocar los
recuerdos, para ahogar el dolor.
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Capítulo 3 Jade
Traducido por ingrid
Corregido por francatemartu
e quedo sin aliento.
Caigo hacia adelante, mis palmas raspando el pavimento duro.
Las miro, rasguñadas y sangrientas. El dolor palpita en el
centro de mis manos. Entonces el palpitar se apaga y la sangre y la piel
cortada sana, dejando carne suave e impecable. Odio estas manos. No
grito, porque lo he visto antes y siempre se siente muy poco natural.
Una mezcla de ruido, luces y risas se arrastran a mi alrededor. Me
levanto, sintiendo una sensación claustrofóbica en medio del concreto, la
gente y el ruido.
—¿Estás bien?
Alzo mi cabeza hacia la tintineante voz. Una chica con el pelo muy rubio,
labios rojo rubí y aros de plata revistiendo los lóbulos de sus orejas y
cejas me mira fijamente, con el ceño fruncido.
Dando un paso atrás, la miro y deseo huir. Trago saliva fuertemente.
Parpadea ante mí, esperando.
¡BEEEEEEEEEEEP! Dos luces brillantes chirrían hacia mí. Me congelo,
con los ojos fijos en los globos brillantes gritando hacia mí. Mi boca se
abre justo cuando me alejo de un tirón del camino de la bestia. Mi
intensa inhalación se atasca en mi garganta y olvido dejarla salir.
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—¿Qué demonios estás pensando? ¡No puedes simplemente interponerte
en el camino y esperar que un auto te atropelle!
Auto. Las bestias con ruedas, veloces y de ojos brillantes son autos. Miro
hacia la calle donde los autos ruedan uno tras otro.
Ladeo mi cabeza, un recuerdo moviéndose dentro y fuera de lugar.
¿Vagones? ¿Caballos? ¿Ruedas?
—¿Hooolaaaaa?
Parpadeo, entonces cambio mi peso y miro de nuevo a la extrañamente
brillante, chica plateada.
Sus labios brillantes se inclinan en una sonrisa ladeada.
—Entonces, ¿qué aspecto buscas? ¿Pirata medieval? —Me recorre con la
mirada de la cabeza a los pies—. Porque diste en el clavo.
Confundida, abro la boca para hablar, mirándola vestida de negro del
cuello a los tobillos y el extraño collar de pinchos alrededor de su
garganta. Antes de que un sonido se me escape, ella se asoma, agarra mi
muñeca, y me arrastra de regreso a la oscuridad de la tienda detrás de
ella.
Su mano está caliente, muy caliente —no el calor abrasador que sentí
hace unos momentos y no el frío glacial que suelo sentir—, sólo tibia. Se
siente... reconfortante. Sin embargo, ser tocada me hace sentir incómoda,
y me siento aliviada cuando me suelta.
La música de la tienda resuena con gritos y tambores. Miro a los estantes
de ropa, cadenas y camisetas extrañamente decoradas.
—Estamos totalmente en tu estilo —dice—, pero déjame hacerte un poco
más atractiva.
Arrugo la nariz. Esto es un error. Feas, cosas muertas arañan en el fondo
de mi mente. Parpadeo alejándolas, respiración en las paredes, personas
vivas, sudor y energía. Tan diferente de los bosques en los que vagué por
tanto tiempo.
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El rostro de la chica, brillante, extraño, me mira con una sonrisa.
—Bueno, ¡vamos! —Me hace una seña para que entre más en la tienda.
Doy un paso hacia adelante, realmente insegura de qué más debo hacer.
—¡Eres tan hermosa! —dice mientras deja caer algunos trozos de tela
sobre mi hombro y en mis brazos.
—¡Oh, oh, oh! —Se inclina y recoge un par de botas de cuero altas—. Oh
sí, definitivamente. Tú. Tienes. Que. Usar. Estas.
Me sorprende cómo puede hacer que una oración se rompa en pedazos
individuales. Me quedo mirando las botas, elegantes, nuevas, y negras.
Entonces miro las mías: enlodadas, desgastadas y marrones.
—Yo… yo no lo sé. Tal vez debería irme... —Pero no tengo a dónde ir.
—Tonterías —dice—. Tú necesitas desesperadamente un cambio de
imagen, de lo contrario, algún festival renacentista te va a agarrar.
Ella no tiene mucho sentido para mí, pero no quiero discutir y demostrar
cuán ignorante soy. Cuán perdida e insegura estoy.
Cuando caminamos de regreso a una pequeña habitación con un espejo y
un gancho, me deja allí con un montón de ropa. Me paro en medio de la
habitación, mirando un pedazo de red en mi mano. Los orificios son
demasiado grandes y el tejido demasiado débil para atrapar cualquier
cosa. Deslizo mis dedos a través y frunzo el ceño cuando me doy cuenta
de que tirar de ellos sólo hace que las redes parezcan guantes.
—¿Casi terminas ahí?
Me sacudo entera, mis brazos se enredaron en las dos largas piezas de
malla.
—Yo... Yo. No. ¿Qué hago con esto?
Espero que la puerta se abra. Cuando entra, se ríe tan fuerte que un poco
de saliva me golpea en la mejilla. Retrocedo y limpio mi cara en mi
hombro, con las manos todavía ocupadas con la red.
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—¿Quéeeeeee estás haciendo? —dice y empieza a quitar poco a poco las
redes de mis brazos—. Estas son medias de red. ¿Cómo que no sabes qué
hacer con ellas? La mitad de las chicas por ahí las usan.
No quiero decirle que la única chica que he visto nunca a excepción de
ella estaba muerta en el lodo, sangrando por los cortes en todo su cuerpo.
No quiero decir que recuerdo el olor de su piel y la mirada ausente de sus
ojos.
—¿Me enseñarás? —pregunto.
Pone los ojos en blanco, pero sonríe.
—Bueno, antes de venir aquí y ayudar a ponerte las medias, bien
podemos presentarnos apropiadamente. Mi nombre es Clara. ¿Cuál es el
tuyo?
La pregunta me apuñala. ¿Cuál es mi nombre? Trato de remontame
hacia atrás, aferrarme a algo, cualquier cosa. Vuelvo a pensar en ese
primer día, el primer día de mi todo, el primer día que recuerdo. Desperté
en ruinas, adolorida, en carne viva y vacía. El sol ardía a través de mis
párpados. Mis dedos se aferraron a la suave hierba bajo mis pies. Era
familiar y reconfortante, anclarme a la tierra cuando el resto del mundo
me cegó con un cruel color amarillo.
Yací allí un rato y lentamente, muy lentamente, comencé a ver el mundo
—y a mí misma— por primera vez. Me apoyé sobre los codos, mirando mi
cuerpo tendido en el suelo de hierba del bosque. Me sentía como una cosa
nueva y vacía, sin ningún conocimiento más allá del momento antes de
que mis ojos se abrieran, pero ahí estaba yo: no desnuda y nueva, sino
vieja y sucia, con un largo abrigo de cuero, que se ajustaba
estrechamente a mi cintura y se ensanchaba sobre unos pantalones
ajustados de tela y botas de cuero.
Sabía lo que todas estas ropas eran, como si de alguna manera recordara
habérmelas puesto enfrente a un espejo. La sensación era vaga y fugaz
como lo fueron otras tantas, atadas precariamente en mi cabeza, a la
deriva muy lejos, en la marea de mi memoria, pero también
desesperadamente aguantando. Traté de atraerlas con un carrete, pero
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mientras más duro tiraba, mientras más duro me concentraba, los
pensamientos se alejaban flotando.
El único recuerdo cristalizado era el de un anciano. Me aferré a él,
repitiéndolo en mi mente una y otra vez, luchando por aferrarlo un
segundo más después de que la imagen se desvaneciera, pero no pude.
Este recuerdo se mantuvo exactamente igual.
—Miren a esta niña con ojos de jade.
El viejo me pellizcó el mentón con unos dedos callosos y arrugados. Miró
por debajo de su nariz con ojos arrugados por líneas de sonrisas y una
frente grabada por años de profunda contemplación.
—Los ojos de Jade son de ensueño.
Su edad era aún más evidente en el gruñido áspero de su voz, sin
embargo, me tranquilizaba como la cascada cuyo estrellarse contra las
rocas y rugido aún es sereno. Sus ojos seguían buscando los míos.
—Pero un alma hastiada caerá en oscuridad.
Cerró su mirada en mi cara, como si estuviera estudiando una criatura
desconocida.
—Mi pequeña Jade, guarda tu espíritu, susurró una advertencia. Abrió
los labios para hablar, pero negó y no dijo nada más. Se volvió de mala
gana y dio un paso hacia el callejón.
Me quedé detrás de él mirando. Sus palabras permanecen en mi mente.
Todavía sentía el frío de sus ancianas manos donde acariciaron mi
mejilla. Su recuerdo es la única imagen que me consuela en mi soledad.
Su tacto y la mirada son el último contacto físico que recuerdo. Sin
embargo, aun cuando cierro los ojos y me imagino su rostro marchito, sé
que él sabía algo que se negó a decirme. Era simplemente un alma
curiosa mirando dentro de los secretos de los sin alma. Y sin embargo,
todavía lo amaba. Él es todo lo que conozco para amar. Jade, como él me
llamó, es el único nombre que conozco.
Esta chica Clara sigue mirándome, esperando.
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—Jade —digo—. Mi nombre es Jade.
Clara me disfraza por más de una hora en la tienda y apila un montón de
ropa en el mostrador. Registra todo, sonríe, luego pasa una tarjeta a
través de una cosa que pita unida a otra cosa que pita. Empuja el montón
sobre el mostrador hacia mí.
—¡Tómalo! —Sonríe—. Debería ser ilegal que una chica con piernas como
las tuyas no luciera todas las faldas y botas que quiera. Además, todas
las cosas de aquí son de segunda mano —Tomó una de las faldas, negra y
esponjosa con un pequeño cráneo rosado en ella—. Esta falda es de tres
dólares. ¡TRES DÓLARES! —Niega—. Es increíble las cosas que los
niños ricos tiran. Randy, mi jefe, se lleva todas estas cosas usadas que
otras personas tiran y las vende.
—Yo... —Sé que me ha hecho un favor y me está dando este montón de
tela, pero no estoy segura exactamente de qué decir ni cómo aceptarlo.
Estoy nerviosa, nerviosa por hablar, moverme, pensar, sobre hacer algo
mal.
Clara levanta una ceja.
—Bueno...
—Gracias —Las palabras son delgadas, frágiles, pero las digo en serio.
—De nada. Escucha, tengo que cerrar. ¿Dónde vives?
Me doy cuenta, de que incluso conmigo semidesnuda en un cubículo
durante más de una hora, he hablado muy poco. Esta chica no sabe nada
de mí, pero con los ojos tan abiertos y honestos, me gustaría recordar
secretos que poder contarle, porque creo que una chica tan amable como
ella merece escucharlos.
La chica muerta de ojos vidriosos y pelo ardiente me susurra. Tengo un
secreto. Uno que nunca diré. Nunca.
—Yo… yo no...
—Espera un segundo... —Sus cejas bailan juntas en una línea arrugada.
Me pregunto cómo hace eso—. ¿Tienes un lugar para quedarte?
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—Bueno, no, pero...
—Eso lo concluye. Te quedas conmigo —Lo dice como un anuncio.
—No, no debería, yo… yo de verdad...
El argumento fue de corta duración. Durante la hora siguiente, Clara me
arrea alrededor de gente y autos y tranvías, de caminos brillantes con
bonitas casas blancas a pendientes pronunciadas donde se vislumbran
oscuras y deterioradas casas. Clara me jala hacia una de ellas y me hace
pasar a su apartamento.
El apartamento de Clara es una sola habitación con manchas de pintura
y fotografías de cientos de personas diferentes con maquillaje oscuro y
ropa tan extravagante como la suya... bueno, como la mía ahora. Estamos
en medio de ropas arrojadas en el suelo, la gente nos mira desde las
paredes y torres de pequeñas cajas delgadas se levantan de entre los
restos. También olí algo podrido de la zona de la cocina. Una cucaracha
corretea por encima de mi bota. Retrocedo y derribo una torre.
Clara se ríe.
—Dos minutos en mi casa y ya estás rompiendo cosas.
Caigo de rodillas, me inclino a recoger las cajas con más rostros e
imágenes extendidas en la parte superior de ellas.
—¡Lo siento!
—No te preocupes por los DVDs. ¿Has visto el resto de este lugar? Es
absolutamente atroz —Pasa un dedo sobre una de las delgadas cajas—.
¡Escojamos una! Es viernes… ¡Perfecta noche de cine!
Nuestra noche de cine se extiende a dos días consecutivos de cine. Clara
no tiene que trabajar el fin de semana y, bueno, no tengo donde estar y
me gusta la idea de no dejar la casa y no dejarla a ella porque es muy
alegre.
Cuando me pregunta mi apellido y vacilo, dice:
—Jade Smith entonces —y me hace un guiño.
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Inclino la cabeza hacia un lado y doy un asentimiento apreciativo.
—Sí, esa soy yo.
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Capítulo 4 Connor
Traducido por Puchurin Corregido por sttefanye
odría decir que soy uno de esos increíbles chicos de 17 años que
hacen sentir orgulloso a su padre, hace la anotación ganadora en
los juegos de fútbol americano en el Instituto de Madisonville,
conduce un Vette y sale con todas las animadoras. Podría decir que soy
tan jodidamente impresionante que todos quieren ser yo o quieren estar
conmigo. Podría decir eso pero por supuesto es una mentira total. No soy
impresionante. Soy totalmente opuesto a impresionante. De hecho, si mi
«mediocridad» tuviera una definición en el diccionario, mi rostro podría
ser ubicado al lado de ello como ejemplo A.
Connor Austin Devereaux. Hasta mi nombre suena como fracasado.
Suspiro, mirando el listado de mis «mediocridades» mientras estoy en la
cama, esperando que la alarma del reloj se calle.
Soy virgen y la última vez que besé a una chica, ella no era cuerda ni
bonita.
Corro hacia la escuela porque mi vieja camioneta Chevy ’56 esta oxidada
y apoyada sobre bloques en el patio trasero.
No juego fútbol americano ni ningún otro deporte. Probé la pista, hasta
llegué a ser parte del equipo pero eso fue hace mucho tiempo; en realidad
yo no he estado en una carrera porque… bueno, era mi primera carrera
cuando papá se enfermó. Estaba en la línea de salida cuando él se cayó
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en las gradas. Corrí hacia él ese día y nunca he usado un número en la
pista de nuevo.
Y finalmente, el pateador, la principal razón por la que soy lo que soy y
estoy satisfecho con mi apestosa vida: mi padre murió. Con este
pensamiento finalmente me inclino y golpeo la alarma.
El silencio es horrible. Antes, había música de jazz sonando alto desde la
planta baja. La casa nunca antes había estado en silencio, siempre
estaba ruidoso, a veces muy alto, lleno de gritos sarcásticos y música,
mucha música. Ahora, sólo voces suaves y aire muerto. Muerto, como mi
padre.
El silencio cayó sobre nuestra vieja casa estilo hacienda en el momento
en que la ambulancia vino por él; en el momento que todos contuvimos la
respiración mientras se iba para nunca volver a casa. Era como si la casa
tuviese corazón y mientras los paramédicos se iban con mi padre en
camilla, con las sirenas a todo volumen, el corazón dejó de latir y no ha
tomado ritmo otra vez.
Me siento en la cama, con el cabello sudoroso pegado a la frente.
Realmente necesito una ducha.
Lunes. ¿Por qué el instituto es una necesidad que los chicos deben
soportar? Con todo el papeleo, libros que leer, maestros aburridos y la
constante amenaza de la humillación social, para mí, estoy seguro que la
completa experiencia del instituto se sienta a horcajadas en el borde del
infierno.
—¿Connor? —susurra mamá detrás de la puerta, interrumpiendo mi
ritual de quejidos matinales.
—¿Si mamá?
Ella echa un vistazo.
—Bueno. Es sólo para asegurarme de que estás despierto.
Gimo. Por supuesto que estoy despierto. La ansiedad no es fácil de
ignorar. Mis entrañas se retuercen en nudos. No importa que yo sea un
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estudiante de último año. Nunca he ascendido del estado de estudiante
de primer año. Por suerte, la mayor parte del tiempo soy perfectamente
invisible. Para algunos, esto podría ser una tortura, entrar y salir como
un inexistente en un momento donde todo el valor está puesto en
aquellos que son el centro de atención.
Seguro, secretamente me imagino ser el centro de atención. Supongo que
vivo indirectamente a través de otros. Cuando el mariscal de campo hace
un touchdown, cuando un grupo de chicos va a la playa, cuando un chico
sonríe teniendo su brazo alrededor de su chica, los envidio a todos. Pero
si estaba destinado a ser invisible como producto de la privación social,
supongo que estoy jodido con eso. Me visto con unos vaqueros, una
camiseta y un par de tenis.
Cuando voy por mi mochila en la silla, me doy cuenta de que está vacía.
Al lado de la silla está mi vieja guitarra. Niego cuando la miro. Está llena
de polvo y sin usar.
La sigo colocando en la parte trasera de mi armario, pero mamá sigue
sacándola con la esperanza de escucharme tocar como lo hacía antes. La
maldita guitarra se sienta allí como una acusación, como una pila de
«Playboys» que podrían hacerme sentir culpable. Tomo la guitarra y la
coloco detrás de una pila de ropa en el armario.
—¿Connor? —Mamá llama otra vez, ahora desde del primer piso.
7:21 am.
Maldita sea, ¿dónde está mi tarea? Miro alrededor tratando de ver mi
mochila pero no tengo suerte. Dejo el cuarto, cierro la puerta y corro
escaleras abajo por los desvencijados escalones de roble. Evito alguno que
otro escalón. No estoy seguro de cuán vieja sea la casa pero sé que lo es.
Solía pensar que vivían fantasmas en el sótano debajo de las escaleras.
Me acostumbré a saltar escalones de dos en dos para estar fuera de su
alcance. El hábito se mantiene.
Mi tarea y mochila están en la barandilla junto a la puerta. Pongo mi
tarea dentro de mi mochila con mi libreta. No voy a llegar tarde al
instituto. La única cosa peor que tener que existir en un infierno
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tumultuoso, alias secundaria, es en el momento donde no puedes
hundirte en la silla durante el viaje en autobús; es tener que enfrentar
veinticinco pares de ojos virando para encontrar en silencio tu asiento.
Mamá está tomando café en la cocina. Sus rizos están desordenadamente
juntos en una cola de caballo que no puede contenerlos. Se asoman por
todas partes, pero de alguna manera funciona. Ella no se ve descuidada,
sólo sin preocupaciones. Pienso que de alguna manera, ella lo hace a
propósito. Ella solía atar meticulosamente su cabello para verlo lacio y
dócil. A papá le gustaban los domingos por la mañana cuando ella se
levantaba, salía de la cama y bebía su café en el pórtico en pijama.
Él anunciaría:
—¡Allí está ella!
Mamá frunciría las cejas y diría:
—¿Qué?
Y papá la alzaría en brazos y la besaría, ahí mismo frente a mí, ellos se
demostrarían su afecto y dirían:
—Aquí está la leona de la que me enamoré —Enredando sus dedos en los
rizos.
Al principio eso me molestaba pero cuando el cáncer llegó y mi padre
estaba muy débil para levantar cualquier soca, comencé a extrañar esos
incómodos momentos que ahora sé que eran preciosos. Ahora, el cabello
de mamá siempre está rizado, siempre libre como una melena salvaje
atrapada en el viento. Mirándola, ahora me doy cuenta que así me gusta
más.
Se despide de mí.
—Adiós cariño —Despeina mi cabello con su mano, se levanta en la
punta de sus pies para darme un beso en la mejilla.
—Nos vemos, mamá.
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Abro la puerta delantera, olas de calor y humedad se chocan contra mí.
¿Cómo puede mi madre estar tomando café? Un poco loca, ¿tal vez?
Louisiana no es para débiles de corazón. Entre los huracanes, calor y
caimanes creo que somos bastante versados para mantener a raya a los
flojos. Incluso yo, nacido y criado fuerte en Louisiana, no me molestaría
tomar un baño en agua de un glaciar de Alaska después de correr al
instituto. En contra de mi mejor juicio, doy un paso hacia fuera y cierro
la puerta detrás de mí. Ruge. Pongo mis ojos en blanco. Hasta la puerta
es perezosa en el calor. Sonrío a mi pesar.
Nunca he vivido en otro lugar y una parte de mí no quiere llamar a otra
casa mi hogar. Su familiaridad me reconforta. Escalones desvencijados,
pintura descascarada, barandilla tambaleante y todo. Es mi hogar.
Y siempre está el estudio de papá, el cual no ha sido tocado desde que
murió. Ritualmente, mama le saca el polvo, pero todo está como lo dejó.
De alguna manera, se siente como si todavía está allí, escribiendo en su
computadora portátil. Sé que no debo entrar porque él está trabajando,
pero realmente sé que no está allí. No es que esté tranquilo porque así le
gusta a mi padre. Está así porque ya no está. No está allí. No está en
ningún lugar. Ni viajes de negocios, ni reuniones o paseos en la tarde. Se
fue. Su estudio me anima. Cada vez que paso, olvido todo por un
momento.
Es un camino de dos kilómetros al instituto. Tal vez no soy un
inadaptado social. Tal vez es que simplemente apesto por sudar, por lo
que cualquiera que tenga nariz me evita por su propio bienestar. Quizá
debo invertir en alguna fórmula avanzada de desodorante. Traté con Axe,
pero no era como el comercial. En mi caso, funcionaba más como un
repelente contra cualquier contacto de una mujer. Está bien, sin
embargo.
Las chicas del instituto no son exactamente lo que estoy buscando. No es
que sea exigente. Quiero decir, si una chica me invita a salir, no la voy a
rechazar. Probablemente mamá se emocionaría si saliera un sábado en la
noche. Pero la verdad es que en Wayland High hay hermosas idiotas o
locas extrañas. Tal vez hay algunas que quieren incursionar en el medio,
pero están tan desesperadas en estar en lo in que cambian sus
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personalidades por unas mini faldas y control natal. Aunque parezca un
poco anticuado, yo prefiero respetar a la persona con la que salgo.
Supongo que un repelente para mujeres en Wayland High no está mal.
El viaje va rápido. Casi hago caso omiso de las pequeñas tiendas, la
panadería de la esquina y la gente caminando arriba y abajo en la acera.
Todo es un borrón en mi visión periférica. Mis ojos simplemente ven la
acera. Mis pies golpean contra el pavimento y se siente bien. Reduzco el
paso antes de llegar a escuchar el instituto. La multitud fuera del
instituto es un zumbido de interacción: quién está saliendo con quién,
quién regreso a casa, qué está pasando en New Orleans, cómo el Señor
O’Neal es tan pendejo, cuán borracho está quién y por supuesto el
próximo juego de fútbol americano.
Y en el centro de todo está Dominic, el mariscal de campo del equipo. Él
es el centro de cada gramo de envidia que puedo exhibir, voluntaria o
involuntariamente. Dominic es el sol que orbita alrededor del universo
del instituto. Nunca recibí el memo sobre su fuerza gravitacional, pero
aparentemente todos los demás sí. Fue transferido exactamente hace seis
semanas y en ese tiempo acumuló unos seguidores que harían temblar a
una celebridad. Eso no es normal. Él llegó aquí cercano al Mardi Grass,
comenzó a salir con la jefa de las animadoras y se convirtió en la estrella
del equipo de fútbol en menos de dos semanas. Antes de que su nombre
estuviese oficialmente en el registro escolar, ya tenía chicas usando la
camiseta «Yo amo a Dominic». Quiero decir, ¿qué demonios?
He estado aquí toda mi vida y no tengo nada con la letra capital «C», cero
personas «amándome». La atención que conseguí fue cuando Jared
Wilson me puso de cabeza en el basurero de la cafetería por sentarme en
su asiento. Nunca he vuelto a cometer ese error. Pero si en alguna
ocasión quiero salir de la sombra de ser socialmente invisible, siempre
puedo provocarlo. Puedo moverme en la mezcla de gente. No, la
invisibilidad está bien para mí.
Algunos chicos pasan por mi lado y me tropiezo y mi mochila cae al suelo.
Me agacho para recogerla y al levantarme, veo algunos chicos mirándome
y negando.
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Me pongo mi mochila en el hombro y suspiro. Aparentemente no soy lo
suficientemente invisible.
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Capítulo 5 Jade
Traducido por Puchurin
Corregido por Sttefanye
e despierto jadeando el lunes. Sé que es lunes porque Clara dijo
que ella trabajaría el lunes y ya se ha ido.
Ven a mí.
Es un susurro en mi oído. Al principio, pienso que todavía estoy soñando,
pero entonces mientras inhalo y exhalo, lo escucho otra vez.
Ven a mí.
Las nauseas suben por mi garganta. Estoy mareada. Aprieto los ojos,
recordando mi sueño.
Mis dedos se congelan y se vuelven azules, mis gritos ahogados por el
agua que entra a mis pulmones. Siempre me estoy ahogando en mis
sueños, siempre tan frio. Esta vez el sueño termina con una gran puerta
roja, un ojo grabado en la pintura descascarada. La puerta se cierra de
golpe y el agua corre, dejándome con frío y sin fuerzas en el umbral. Ven
a mí… alguien dice detrás de la puerta. Ven a mí.
La voz me tranquiliza, alivia el frío y el miedo.
Estoy en el apartamento de Clara. Estoy bien. Mi nombre es Jade Smith.
Ven a mí.
M
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Mis huesos responden a la voz. Ellos comienzan a moverse, escuchando
al susurro, obedeciendo. Siento que estoy siendo empujada, empujada
hacia la puerta de Clara para salir.
¿Salir? Yo no quiero ir. Me quiero quedar. Quiero pretender que soy Jade
Smith, una fugitiva, una chica complicada con un pasado complicado
como una de esas chicas de las películas que Clara y yo vemos. Me quiero
quedar y entender mi vida. Quiero saber cómo sabe el helado de menta.
Quiero ver la secuela de las dos primeras películas de Rocky… ¿Cuántas
dijo Clara que eran? Quiero encontrar a mi familia, quiero que me
quieran. Seguro, seguro que tengo una... acabo de olvidarlo.
Esto es cuando mi plan, mi más grande mentira, se deshace. Una chica
muerta en el bosque. Ella debe tener una familia y alguien que la haya
dejado allí, para morir como a una muñeca que no se quiere. La he visto,
quería… tenerla, saborear la energía que sale de ella en lazos escarlatas.
No puedo estar aquí.
Tengo que irme. Mi cuerpo sabe a dónde ir. La voz sabe a dónde
dirigirme.
Corro deprisa para buscar la mochila que Clara me había comprado.
Tenía botones en ella. Cada uno me hace sonreír.
—¿Clara? —digo, pero nadie contesta.
En el mostrador, vi unos bollos y una nota.
Hola chica, divertida noche. ¿Sabes que duermes como un muerto? Hice
mucho ruido esta mañana y tú continuaste durmiendo. Tengo que ir a
trabajar. Regreso al medio día. Si necesitas irte, entonces toma los 50
dólares y cuídate mucho.
P.D: Ponte las botas AHORA. ;)
Sonrío y pongo el billete y los bollos en mi nueva mochila. Tomo mi
tiempo, pasando la mano sobre el azulejo astillado del mostrador. El
tirón en mi vientre hacia la puerta se vuelve más violento. Trago
caminando hacia ella, giro la perilla. Verifico el apartamento, los
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remanentes absolutos de él y me doy cuenta de lo mucho que me gusta.
No me inmuto cuando una cucaracha corre sobre mi zapato.
—Gracias Clara —digo al aire—. Gracias.
De alguna manera sé que no la volveré a ver. De alguna manera, sé que
no debería hacerlo.
Dejo su apartamento y sigo el extraño tirón magnético que me lleva al
este. Todo está claro hasta que doy la vuelta en la esquina de la calle 23.
Despierto en el heno de una granja, un caballo está babeando en mi
cabello, una figura en sombras está en la puerta abierta del granero. No
recuerdo estar parada allí, nuevamente mi memoria se apaga.
La humedad me ahoga. Estoy acostada sobre una dura madera. Puedo
sentir los granos debajo de mis dedos. Poco a poco abro los ojos y jadeo.
Agua.
Está en todos lados. Estoy en un muelle justo al borde, cerca de caer. El
agua está cerca, demasiado cerca; me puede matar. No me puedo mover
aunque sé que tengo que deslizarme por el muelle hacia la orilla. Estoy
paralizada en el lugar, gritando: ¿Cuándo comenzaron los gritos? Pronto
el agua comienza a llegar y me traga entera. Siento el frío penetrando
mis huesos, congelándome hasta la médula. Mi garganta está cansada,
en carne viva. Los gritos son estridentes, sonidos horribles que perforan
el aire.
Unos tibios brazos me envuelven. No me retiro de ellos porque estoy muy
asustada para moverme.
—Shh, shhh, querida, vas a estar bien —Es un sonido cálido, apenas
audible debido a mis gritos—. Shh, shh, Nanan está aquí. Shh, shh. Una
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linda joven como tú no debería gritar como una banshee1. Vamos querida.
Estás segura. Estás bien. Nanan no dejará que nada te pase.
Su voz es una canción de cuna. Mis gritos disminuyen pero no se
detienen. El agua. Mis ojos están mirando esa agua. No quiero que me
lleve. No quiero ahogarme. No otra vez. Duele mucho.
Manos cálidas de color de chocolate caliente descansan en mis mejillas,
volteando suavemente mi rostro fuera del agua, hacia la voz, hacia sus
redondos ojos marrón.
—Escúchame querida. Estás bien.
Dejo de gritar, temblando por la secuela, débil. Quiero llorar. Quiero
llorar en el hombro de esta mujer. Quiero liberar este dolor detrás de mis
ojos, pero no lo hago. No puedo. Pero le creo a esta mujer, a esta mujer
con cálidas manos y no quiero encogerme o intentar apartarme porque
sus suaves ojos marrones me tienen. No son ojos mentirosos.
Por ahora, el agua no me llevará.
La mujer me levanta y mantiene su brazo alrededor de mi hombro
mientras me tropiezo con los tablones irregulares de madera.
—Vas a venir conmigo a mi casa, querida; vas a venir a mi casa y todo va
a estar bien. Ninguna joven se quedará sola en Madisonville, Lousiana.
No señor, no mientras Nanan esté aquí. Vas a estar bien.
Por ahora, el agua no me llevará pero esta mujer, esta Nanan, sí.
Me inclino hacia ella y dejo que su calor me llene.
1 Banshee: Hada anunciadora de la muerte.
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Capítulo 6 Connor
Traducido por Puchurin
Corregido por Sttefanye
l lunes se da paso al martes, el martes al miércoles. Es todo un
borrón. Pero hoy estamos afuera y cerca de comenzar educación
física, sé que es un día difícil. Me gustan los días difíciles.
—Bien chicos. Hoy vamos a correr y ver si pueden romper su último
record de un kilómetro —El entrenador Edmond planta los puños en sus
costados creando una abertura triangular entre sus codos y torso. Parece
que es Superman a punto de alzar vuelo. Sólo necesita la capa.
Un par de chicas protestan detrás de mí.
—Se nos va a dañar nuestro maquillaje —Ellas planificaban
tranquilamente cómo iban a fingir tener una hipertermia, pero luego
decidieron caminar juntas y hablar de lo que iban a vestir este fin de
semana.
La manta húmeda de calor intenta sufocarnos, pero está bien. Me gusta
correr. Después de todo, el día no será tan miserable. No me
malinterpretéis, si hay una pelota o un palo en la carrera, correría hacia
la otra dirección. Cualquier cosa que requiera equipo demandaría
demasiada coordinación. Pero hoy, sólo es la pista y unas zapatillas de
correr. Nadie de quien depender, nadie que me moleste. Todos nos
reunimos en el punto de partida. Los grupos usuales se apiñan juntos.
Jocks toma la delantera.
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Jared golpea a Dominic en el hombro.
—Tú podrás ser bueno con una pelota pero lo que estarás viendo en esta
pista es mi trasero.
—¿En serio? —Dominic arquea una ceja.
—Oh sí —Jared sonríe.
—Ya veremos —Dominic da un puño en el otro para agrandar la masa de
sus bíceps—. Voy a…
Ellos pueden estar así para siempre. No me importa. Uno ganará. El otro
estará molesto. Se intercambiarán algunas obscenidades. Entonces todo
volverá a comenzar mañana. Sólo quiero correr. Correr como si no
hubiese nadie aquí. Correr como si todo al frente y detrás de mí son
praderas y el único competidor que tengo es el oro Árabe en el granero.
Como lo hacía antes, como mi padre solía hacerlo. Mi respiración es
constante. Inhalo por la nariz y exhalo por la boca.
—Está bien. Listos. Preparados. Oye, oye. Julianne ven a la pista. No te
puedes sentar —El entrenador pone los ojos en blanco mientas ella
murmuraba algo sobre que injusta es la vida.
—De acuerdo. ¡Vamos! —Su silbato perfora el aire.
Mis pies ya se estaban moviendo. Mi respiración está sincronizada con el
movimiento. Uno-dos, uno-dos, uno-dos. Respira. Adentro-afuera. Me
imagino la verde loma de mi casa y los robles custodiándola. Le doy la
primera vuelta a la pista. El viento azota en mi rostro mientras tomo
velocidad, ofreciéndome un alivio del sol de Louisiana. Todo se siente
parejo y balanceado. Es constante y estable; el pavimento, el aire en mis
pulmones, el movimiento de mis piernas.
Vuelo más allá de la segunda curva, la tercera y cuarta. Tomo impulso
cuando voy por la segunda vuelta. Voy en la periferia del grupo. El
imaginario protector de pantalla que tengo de la pradera abierta me da
paso a la realidad y veo que estoy llegando al final del kilómetro, Dominic
y Jared están lado a lado con todo su esfuerzo a unos cuantos metros
frente a mí. No puedo evitar reír. Estos chicos están llenos de mierda. En
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serio, si el flaco de mí puede estar tan cerca de ellos, ¿qué tan increíbles
son? Me esfuerzo un poco más. Veo la meta, tan cerca, a una pequeña
parte de mí le gustaría que Jared y Dominic pudieran ver, para variar,
mi trasero.
Mis pasos son más deliberados y el ruido sordo de mis zapatillas en el
pavimento suena en intervalos fuertes y rápidos. La brecha entre
nosotros se está cerrando. Ellos están demasiado distraídos uno con el
otro y jadeando para darse cuenta de que vengo por la derecha. Si me
esfuerzo un poco más, lo puedo hacer. Sólo un poco más. Sólo un poco
más rápido. Con tres zancadas, estoy al lado de Jared. Al principio, él no
se da cuenta. Pero entonces él me mira con desprecio, sus cejas se unen,
con ojos entrecerrados. Casi puedo escuchar los engranajes de su cerebro:
¿Cuándo llegaste aquí?
La meta está a solo quince metros de distancia. Muy lentamente, voy
delante de ellos. Un paso y luego otro. ¿Realmente lo voy hacer?
¿Realmente voy a vencer a Jared Wilson y Dominic Xavier? ¿Yo? ¿Connor
Devereaux? Casi puedo sentir el cielo abrirse y derramar su gloria
cuando me golpea. Un objeto puntiagudo y desafilado golpea mi espinilla
y me siento caer hacia el frente, mi cabeza primero. El pavimento se
encuentra con mi frente en un espasmo de dolor que rebota de la cabeza
hacia abajo. El sol me ciega, pero levanto mi frente; veo a Jared
sonriéndome mientras cruza la meta.
Él se encoge de hombros y con un intento caricaturesco de inocencia:
—Ups. Lo siento.
Dominic suelta una carcajada y le choca los cinco.
Unas cuantas chicas se ríen, apuntando sus cámaras de teléfono en mi
dirección.
En vez de levantarme de inmediato, presiono la cabeza en la gravilla.
Esta caliente y no se detiene el latido, pero por un momento bloquea todo
lo demás. El entrenador Edmond me da un toque con su zapato.
—Chico, ¿estás bien?
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Suspiro, levantándome y asiento. Mi «mediocridad» observa fijamente los
susurros y risas mientras paso cojeando frente a ellos hacia los
vestidores.
La protuberancia en mi frente continúa pulsando en pequeñas ondas de
dolor. Mis audífonos ahogan los sonidos a mi alrededor. Para el almuerzo,
el incidente y mi pequeño rostro, en toda su gloria no gloriosa, estaba en
el internet. Aparentemente, yo tengo un par de miles de visitas, unos
pocos «me gusta» y una página de comentarios lleno de «¡es un perdedor!»
y «¡cuidado, no tropieces, papel higiénico!» y «¡Jared ataca de nuevo!
¡Divertido, chico! ». Mientras camino a mi mesa, unos chicos me señalan
y ponen sus teléfonos en mi rostro mientras sus caras se retuercen en
una risa silenciosa. Empujo y continúo caminando, sin querer ver la
repetición del video. Lo recuerdo muy bien. Distraídamente cepillo la
parte trasera de mi puño contra mi frente. Si, lo recuerdo muy bien.
Me siento y subo el volumen de mi IPod. Tengo a los muertos vivientes en
frente de mí y un chico con un casco respirando con dificultad a mi
izquierda. Sólo casi dos metros a mi derecha están vacios. Sé que nadie
va a venir a reclamar mi preciada expansión de espacio en la cafetería,
pero mantengo mi mochila y mi libreta de dibujo sobre la mesa en caso de
que alguien lo intente.
Siento a alguien detrás de mí. Escucho un débil «perdón» sobre el ritmo
de la música. Pretendo no escuchar. Sé lo que quieren. Necesitan un
lugar para sentarse, pero este sitio es todo mío. Maldición. Hay muchos
otros lugares para sentarse y ¿tienen que escoger este? Ellos deben ser
travestis con pata de palo para quererse sentar aquí, con el diente
torcido, ojos de gato, perdedores del instituto. Lo que significa que
definitivamente no quiero estar sentado al lado de ellos.
Ligeramente muevo la cabeza con la música como un gesto de que estoy
muy envuelto para atender a sus necesidades en este momento. Puedo
ver el brazo de la persona detrás de mí levantarse para tocar mi hombro.
Buen Dios, ¿ellos no pueden entender una indirecta? Pero antes de que el
intruso haga contacto, su mano baja a su lado y se va poco a poco.
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El chico pasa por mi izquierda. Echo una mirada a la derecha. Quizás
estoy tratando muy fuerte de ignorarlo. Quizás es muy obvio. Mientras
enderezo mi espalda, puedo ver la oscura silueta caminando más allá de
las columnas a la mesa más aislada y solitaria sin un ventilador a la
vista. ¿Realmente se va a sentar allá? Hay otros lugares para sentarse.
Allí morirá de una hipotermia. Una punzada de culpabilidad me golpea
la cara. ¿Por qué tengo que ser un idiota? Podía haber compartido mi
lugar. Obviamente es demasiado tímido para sentarse en otro lugar. Miro
a mi izquierda y veo a quien rechacé.
De espalda, puedo ver que rechacé a una chica no a un chico. Tiene
cabello negro colgando hasta la mitad de su espalda. Está usando manga
larga, por lo que es obvio, está loca. Se voltea y de repente me arrepiento
de mi actitud antisocial. Ella no es elegante ni un bombón, no para los
estándares de Hollywood. De cierto modo ella es hermosa, exigiendo
miradas. Su pie es como miel. Ella lleva una camisa ajustada que dice: A
las voces de mi cabeza tampoco le gustas, sobre una falda con medias de
red y botas altas hasta la rodilla. Su ligera forma muscular es bendecida
con unas caderas arrolladoras. Trago fuerte, guiando mis ojos de vuelta a
su rostro.
En ese momento, sus ojos se encuentran con los míos. Me ahogo con el
bocado de comida en mi boca. Sus ojos, un verde sorprendente, no están
contentos de verme. Giro la cabeza hacia delante, avergonzado de que me
pillara mirándola. Aguanto la respiración por un largo momento. Sus ojos
son tan bellos y tan duros. Son ojos fríos y crueles y ellos me están
mirando.
Una parte de mí piensa: ¡Idiota, idiota, idiota! Una chica hermosa y
totalmente sexy pone su mano en mi hombro y yo la ignoro. Me maldigo
por perder la oportunidad de tenerla sentada junto a mí. Mi otra mitad,
piensa que es un alivio. De alguna manera, sé que son ojos letales y
penetrantes que podrían rebanarme.
Me encorvo hacia delante, inclinando la cabeza en mi mano. Pienso en
escupir sangre, trajes negros, rosas, elogios y almohadas mojadas. Pienso
en guitarras solitarias, casas tranquilas, dedos apuntando y frentes
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raspadas. Pienso en caer y no quererme levantar. Sí, sus ojos pueden
cortarme, pero en muchas maneras, ya estoy sangrando.
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Capítulo 7 Jade
Traducido por Ingrid Corregido por Angeles Rangel
elo rubio, piercings de plata.
Sonrisas y miradas curiosas.
Luces brillantes parpadeando.
Calor.
Frío.
Frío, tan frío.
Sangre, tanta sangre.
Una señal de calle verde.
Agua ahogando, hielo congelándome.
Gritando nadie puede oír.
Las lágrimas no llegan nunca.
Me despierto, con los ojos parpadeando perezosamente. Fragmentos de
mi sueño me fastidian, siempre lo hacen. Intento llegar a las imágenes
revoloteantes, pero se evaporan en la nada. Suspiro, mirando al papel
floral pelado.
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Me siento en la cama, empujando la colcha fuera de mí. Mis dedos trazan
la costura a lo largo de la costura exterior. Nanan la hizo.
Ella burbujeó con orgullo cuando dije que era hermosa. Nanan. Es
probable que ya esté abajo, sentada en la mesa, periódico en mano,
noticias en la radio y café humeante listo y esperando al lado de sus
gachas de maíz. Ella es predecible, pero eso me gusta. Fue hace una
semana que me desperté en el muelle. No retrocedí cuando envolvió sus
brazos robustos y pastosos a mi alrededor. Me fundí en ella, feliz de dejar
el muelle, feliz de ahuyentar el frío con un cuerpo tibio que no soltaba. No
fue hasta que estuvimos fuera del muelle y el frío se había ido que me di
cuenta de que no la solté tampoco. No lo solté hasta que estuvimos en
casa.
Sólo he estado viviendo en esta habitación en el ático desde hace una
semana, pero he aprendido sus hábitos y encuentro todos sus pequeños
gestos peculiares, predecibles y extraños, como a veces son sólidos y
reconfortantes.
7:00 am. Ya está escuchando la radio, bebiendo café, escribiendo en un
crucigrama. No la veo, pero sé que lo está haciendo.
La radio alerta con un chasquido la trasmisión de la noticia.
«Otra víctima del Etcher fue identificada hoy en California...»
Golpeo la radio.
Las palabras del locutor escarban en mí. La chica pelirroja de mi bosque
fue declarada una víctima del Etcher. El nombre se arrastra bajo mi piel,
choca contra mis huesos.
Niego como si eso perturbara mis pensamientos lo suficiente como para
hacerlos caer de los estantes en mi mente y se rompieran en mil pedazos.
Respiro profundamente, saboreando la humedad.
Balanceando las piernas a un lado de mi cama, mi pie golpea sobre una
pila de DVDs. Me levanto de la cama y los apilo, sonriendo mientras miro
a los diversos títulos en mis manos y las docenas dispersos por toda la
habitación.
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Clara. Ella me dio sonrisas y recuerdos. Me dio un lugar para alojarme y
un montón de películas, porque pensó que era divertido cómo me parecía
que las imágenes en movimiento en la pantalla eran mágicas. Nanan dice
que debo ser una fanática del cine, pero en realidad, he estado usando el
regalo de Clara para la investigación. El comportamiento humano, la
interacción, las expresiones coloquiales del habla actual, la tecnología. Al
principio, era abrumador, pero ahora, se siente como una segunda
naturaleza.
Al final, me convertí en una fanática del cine.
Me pongo de pie, los DVD ahora pulcramente apilados. Tirando de una
de las camisetas que escogí con Clara, mis brazos permanecen en la
camiseta, abrazándola más cerca de mí. Apilo la ropa en mis brazos
hasta que apenas puedo ver por encima de ella.
En lo más alto de mi torre de ropa estaba el par de botas de cuero a la
altura de la rodilla que Clara insistió en que debía tener. Se burló de la
manera cautelosa en que hablé. Se rió de cuán perpleja y confundida
parezco con todo.
Meto los libros en mi mochila y miro por la ventana.
Frunzo el ceño. Ahí está. El chico, el que parpadea de vez en cuando con
colores vivos. Me costó aceptar ir al instituto cuando Nanan lo sugirió,
porque vi un destello de luz alrededor de él cuando se presentó en
nuestra casa ayer. Me inscribí en el instituto con el nombre de Jade
Smith y lo busqué. Cuando el color verde brillante estalló a su alrededor
en la pista jadeé, mi vientre cayendo, los latidos de mi corazón... bueno, si
tuviera un latido del corazón se habría acelerado porque, en ese corto
momento, el chico era la cosa más hermosa que había visto en mi vida.
Entonces, los otros chicos habían tropezado con él y su color brillante
chisporroteó lejos hasta que nada más que una opaca, gris neblina
susurró sobre él. No sé por qué intenté acercármele, ¿por qué su caída y
humillación me afectó tanto? ¿Por qué me dolió ver que la extraña luz
verde que lo envolvía se desvaneció en un gris sucio, parpadeando como
una llama extinguida?
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Por primera vez, me había acercado a una persona y fui rechazada
descaradamente. No estoy segura de por qué, pero su desaire envió ira
malvada disparando a través de mí. Violenta, fría y fea. Quise que la
neblina lo ahogara.
Fue sólo un instante.
Sólo un momento.
La amargura de ello permanece. Miro hacia él, todavía con el ceño
fruncido. Está corriendo otra vez. Un aleteo de marrón, rojo y gris pulsa a
su alrededor por un momento antes de disolverse. Exhalo ruidosamente.
Agarro mi mochila y corro escaleras abajo.
—¡Hey, dulzura! —grita desde la cocina.
—Hey Nanan —Echo un vistazo a la mesa. Está sosteniendo el diario.
—¿Has oído... —Apunta a la radio, luego a la televisión—. Otro muerto.
—Niega, obviamente deseando que la noticia no sea cierta, horrorizada
por la realidad de la misma.
—Oh no —digo actuando sorprendida a pesar de que acababa de
escuchar la transmisión yo misma. De repente quiero salir corriendo. No
me gusta oír hablar de los asesinatos, hormiguea en mi piel, hace que
mis dedos se crispen, y nubla mi mente.
—Mejor me voy, Nanan. No quiero llegar tarde en mi segundo día.
Nanan asiente, pero continúa.
—Alguna pobre alma de San Francisco...
Abro la puerta y, como una bofetada en la cara, el calor quema y lo veo.
El sueño retorciéndose a su lugar, las escenas cayendo en orden.
No tengo que mirar la pantalla del televisor para ver su rostro. La veo a
través de una caja registradora de la tienda, con una sonrisa socarrona
en sus labios rubí. Veo su risa fácil cuando retrocedió mientras encendía
las luces en su apartamento. La veo rota y con moretones, ojos vidriosos,
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junto a un basurero clandestino en una esquina con un letrero verde de
la calle 24.
Clara.
Me tropiezo hacia atrás, pegándome contra el marco de la puerta. Me
quedo mirando la TV, respirando profundamente, esperando estar
equivocada, pero su rostro parpadea en la pantalla. Vertiginosa debilidad
me corta en pedazos. Mi pecho convulsiona y me pregunto si el corazón se
puede romper, incluso si no tienes uno.
—¡Jade? Jade, cariño, ¿estás bien?
El aire cambia. Frío reconfortante me alivia y me paro derecha. Mi pecho
no duele, mi respiración es uniforme. Parpadeo dos veces lentamente,
tratando de reenfocarme.
Me quedo mirando la pantalla del televisor y, de alguna manera, no veo
recuerdos y angustia, pérdida y vergüenza. Veo a una niña, con cabello
demasiado rubio y piercings ridículos. Mis dedos tiemblan.
—Sí, Nanan. Estoy bien —Salgo por la puerta y no miro atrás.
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Capítulo 8 Connor
Traducido por Ingrid Corregido por Angeles Rangel
etrocedo ante la puerta. Sí, así es. Fallo en astucia y cualquier
cosa remotamente genial o socialmente aceptable. Me detengo en
el umbral de la puerta del aula está causando que los pocos
estudiantes detrás de mí se acumulen torpemente como un juego de
dominó mal ordenado.
Oigo murmullos poco amables salir de los labios de los estudiantes en
diferentes volúmenes y niveles de amenaza. Pero en serio no me importa.
No me importa porque ella está allí. De pie en la entrada, miro más allá
de la entrada del tercer círculo del Infierno de Dante, también conocido
como Composición en Inglés, en dirección a la joven inclinada sobre un
bloc de notas, una cascada negra de pelo cayendo sobre un hombro,
sentada en un escritorio grabado con una variedad de tatuajes a lápiz, un
escritorio directamente al lado del mío.
La chica que rechacé ayer en el almuerzo antes de maldecirme por la
totalidad de la tarde de ayer, las horas soñando y los miserables cuatro
mil ochenta y nueve pasos a la escuela de esta mañana está sentada a mi
lado. Gloria a los mapas de asientos y la expulsión de Katherine
McKenzie de Madisonville High por dejar esa silla desocupada y por la
colocación de esta diosa de pelo negro a mi lado. Composición en Inglés es
fantástica.
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Después de una larga oración de gratitud, marcada por mi estúpida
contemplación frente a la puerta, me dirijo a mi asiento, casi dando
saltitos, pero no del todo porque los tipos no dan saltitos. Me deslizo en
mi asiento, lo que raspa el linóleo haciendo un sonido lamentable,
vergonzoso. Me aclaro la garganta.
No hay respuesta.
Tamborileo los dedos índices sobre el escritorio, tratando de parecer
despreocupado, casual. Pero el rítmico sonido parece aumentar mis
nervios en lugar de calmarlos. Casi puedo sentir mi pecho golpeando
contra mi camiseta y temo que toda la clase pueda escuchar sus
inconfundibles y rápidos bum-bum.
La chica suspira.
¿Lo oyó? No puedo ver su cara, pero casi puedo ver sus ojos girando y su
«imbécil patético» pronunciado con sus perfectos carnosos y rosados
labios. Mi corazón late más rápido. Soy un imbécil patético. La campana
aún no ha sonado. Un valiente soldado rebelde dentro de mí juega con la
idea de pedir disculpas por lo de ayer, presentarme, entablar
conversación, e impresionarla con mi ingenio y encanto.
Cuando recuerdo que no tengo nada de eso, silencio al bastardo
mentiroso y sigo enfurruñado, deseando ser otra persona, alguien más
genial, alguien que no esté total y absolutamente aterrorizado de correr
riesgos, alguien que pudiera hablar con esta chica sin miedo al rechazo.
Como si fuera una señal, el rey del infierno «alias Dominic» entra al salón
de clases, flanqueado por sus fieles secuaces, Jared y Phil. Maldita sea.
Los esteroides y ETS Somos Nosotros tienen perfeccionado el paso
perezoso-atractivo-seguro que estoy intentando y ojalá pudiera vomitar
sobre ellos sólo para que parecieran un poco menos perfectos.
Jared se detiene abruptamente a mi lado y golpea sus palmas sobre mi
escritorio.
—¡Todo el mundo! Permítanme presentarles a nuestra propia celebridad
de Internet, ¡Connor Devereaux!
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Lo miro mientras Dom, vuelve y pone las manos sobre mis hombros.
—¿Qué? —Es todo lo que puedo manejar.
—¿Oh, no lo viste? —Phil saca su teléfono celular y lo sostiene en frente
de mí, su pulgar suspendido sobre el botón de play.
Antes de darme cuenta, veo el video de mi caída en la pista el martes. Al
final, la cámara hizo un acercamiento y captó mis ojos húmedos y
vidriosos. Tan pronto como el vídeo se detiene, los tres tipos se parten de
risa. Mis ojos no se apartan de la pantalla, pero bajan hasta la esquina:
14.234 visitas. Me acomodo en la silla y trago. Sé que parezco un
perdedor, pero no había comprendido muy bien cuán absolutamente
patético me veía.
—¿Viste su cara? ¡Quería llorar! —La voz de Jared brama de la risa. Los
dedos de Phil se mueven al botón de enviar y se enciende una pantalla
anunciando que el video ha sido enviado a todos los contactos. Dentro de
unos pocos segundos, ringtones y teléfonos celulares que vibran anuncian
un nuevo mensaje y, mientras mis compañeros de clase revisan sus
teléfonos, oigo un crescendo de risitas, gritos de risa, mientras ojos y
dedos apuntan hacia mí. Los tres chicos dan una palmada a mi espalda
mientras se mueven a la parte posterior de la clase. Me deslizo hacia
abajo en mi silla para que mi pecho esté apenas por encima de mi
escritorio. Quiero desaparecer.
Rápidamente miro a la chica nueva. Ha pasado tanto tiempo desde que
realmente quería algo. Y ahora, por primera vez en años, la vida parece
ofrecer un atisbo de emoción, algo nuevo y hermoso de ver y desear y
entonces, en lugar de tener una oportunidad de volar en el infierno, tengo
una fabulosamente organizada campaña de humillación lanzada en el
primer día que tenemos una clase juntos. Sé que es estúpido, pero creo
que es por eso que esta vez la vergüenza corta más profundo.
Ella no levanta la vista. Sus hombros no se sacuden de risa. ¿Tal vez no
lo vio? Me muevo en mi asiento y trato de ocuparme con algunas tareas
domésticas para distraerme de mis pensamientos en el límite de lo
obsesivo y las risitas y miradas sobrantes de los otros estudiantes. No
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funciona, pero por lo menos tengo una distracción. La miro, tan
jodidamente agradecido de estar un poco detrás de ella y de que mi
contemplación no sea completamente obvia. Su brazo bloquea sus
incesantes garabatos en su cuaderno. Me siento más derecho, así puedo
mirar por la pequeña ventana triangular que su brazo crea mientras
descansa su cabeza sobre él. Su pelo está por encima de su hombro
opuesto, así que tengo una vista directamente a la página.
Docenas de garabatos abarcan la página. Entornando los ojos, las líneas
borrosas comienzan a materializarse y veo que los garabatos son de la
misma imagen sólo que en diferentes tamaños. La imagen es una especie
de líneas de intersección como dos Ss perpendiculares o una cruz
curvada. No puedo entenderlo. Me inclino ligeramente.
Crujido. Maldita silla.
Su cabeza gira lentamente y cuando sus ojos finalmente se encuentran
con los míos, recuerdo. No tiene ojos dulces de chica.
Sus ojos son trozos de cristal que me cortan. Sus ojos son de color verde
pálido, como los pantanos y el hielo. Me siento con la espalda recta otra
vez.
Desde mi visión periférica, puedo decir que su mirada no se relaja o se
aleja. Parece rayar en el desprecio, en un silencioso «Jodete» y/o «Deja de
mirarme o patearé tu enclenque culo».
Me aclaro la garganta y trato de mirar por todas partes, excepto a ella.
Siento su mirada quemar como ácido rompiendo las partículas de metal.
Casi olía la corrosión. Pero finjo inocencia y sólo miro alrededor de la
habitación a todas las citas e ilustraciones aburridas que recubren el
perímetro. Pero mis ojos, los órganos desobedientes, retroceden a ella. Su
mirada acerada todavía está fija en mí. Es casi doloroso tener a alguien
que te detesta con tal intensidad, especialmente cuando realmente no
hice mucho para enfurecerla que no sea hacer totalmente caso omiso de
ella y luego mirarla descaradamente. Quiero decir, ¿es eso realmente tan
horrible?
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Intento una sonrisa para romper la incómoda mirada feroz. Ella
entrecierra los ojos. Para evitarlos, mi mirada se desliza de nuevo a su
cuaderno y a las decenas de imágenes replicadas allí. Sus dedos se
contraen y cierra la tapa de su cuaderno con un sonoro golpe. Un signo
evidente de que no me quiere mirando sus cosas. Más horripilante,
comienza arrastrando los pies en la silla recuperando sus lápices,
recogiendo su mochila, saliendo rápidamente de su asiento. ¿Qué está
pasando? ¿Está dejando el aula? No puede hacer eso. Pero en vez de ir
hacia adelante, gira sobre su eje hacia el fondo del aula, fuera de mi
campo de visión. No me atrevo a mirar hacia atrás.
Una realidad terrible encaja. Está al fondo de la clase. Hombres
musculosos de camiseta ajustada se encuentran en la parte posterior de
la habitación. La perfección se reunirá con la perfección. Y habrá algún
fabuloso, muy chismorreado y encantador cortejo y un adorable felices
para siempre al que no voy a ser invitado, o a una parte de él. La
apestosidad de la vida verdaderamente jode. Demasiado para soñar.
Nunca tuve mucha oportunidad de todos modos, así que no puedo estar
tan amargado.
Suena el timbre, me recuesto en mi silla y me encorvo hacia adelante.
Pero estoy amargado, muy amargado como viejos limones y agrios bolos.
Espero a que el Sr. Jeramiah entre por la puerta y empiece a barajar
papeles sobre su escritorio, preparando su conferencia. Otra cosa encaja
en su lugar mientras veo los papeles apilados en montones. Papá...
estaba escribiendo algo antes de que el ataque de tos llegara, antes de
que llamáramos al 911. Yo estaba sentado en la silla del estudio y él
estaba revolviendo papeles en pilas. Se estremeció cuando me vio.
Parecía salvaje, desesperado.
—Algo está llegando, Connor. Algo está... —Fue entonces cuando estalló
la tos con sangre y se robó sus palabras. Me hundo más profundamente
en mi silla. Un intenso frío me golpea en la cara y de repente me siento
muy solo.
El día avanza, pero después de observar unas pocas más miradas de hielo
de la chica nueva, dejo de mirarla, aunque la presencia de ella fastidia mi
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mente. También me abro paso a través de las palmadas en el hombro, los
dedos colocados en L en la frente de las personas mientras caminan, y las
risas que oigo en el pasillo mientras me dirijo a cada clase.
Todo me empuja hacia el interior la humillación, desear a la chica, el
deseo de ignorarla, de ignorar a todo el mundo y la incapacidad de
hacerlo me arrastra más en mí mismo a un lugar entumecido.
Se siente demasiado como antes, cuando él murió. Y eso me asusta.
Cuando murió, yo sabía que nunca sería el mismo. Siempre un poco ido y
fuera de alcance. Siempre un poco roto porque él ya no estaba allí. Papá
podía solucionarlo. Yo podía hablar con él al respecto. Él podía
arrastrarme de vuelta al mundo. Pero no puede. Porque él es el que me
trajo a este lugar para empezar y él es la razón por la que nunca voy a
ser capaz de renunciar a ello. Pienso en su sonrisa, su risa, su guitarra y
la intensidad de sus ojos mientras borraba al mundo y me escuchaba a
mí y a nada más.
Lo necesito ahora. Respiro profundamente. Y mientras dejo la charla de
la escuela detrás de mí, sé que no voy directamente a casa. Giro a la
derecha en la bifurcación del camino mientras el cielo se oscurece. Pero la
amenaza de lluvia no me asusta, porque sé a dónde necesito ir.
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Capítulo 9 Jade
Traducido por Ingrid Corregido por Angeles Rangel
l enojo endurece mis hombros mientras cierro mi libro de un
golpe y camino airada a la parte posterior del aula, reclamando
un escritorio libre al lado de dos tipos enormes que apenas caben
en el suyo. Me encorvo en mi nueva silla, feliz de estar lejos de la mirada
indiscreta del chico. Él se apartó de mí cuando pasé. Estoy satisfecha con
eso. Una imagen se apodera de mi mente: caminar a través de un campo
de flores, las flores encogiéndose lejos y marchitándose. Exhalo, la
satisfacción escapa de mí.
Saco mi cuaderno justo cuando el maestro entra. Un hombre demasiado
flaco para llenar la camisa abotonada que lleva. Miro a las delicadas
líneas de mis dibujos. Agarrando la pluma, empiezo otra. Las líneas, los
giros y las curvas de ellas me consuelan, alivian la ansiedad y el frío que
se cuela.
Mientras dibujo, miro mi mano sosteniendo la pluma. ¿Cómo no puedo
recordar? Miro mis uñas, mis nudillos, la piel estirada sobre los huesos
pequeños de mi mano. ¿Cómo no puedo recordar estas manos? Estas
manos creciendo, buscando a tientas, tocando algo que no sea corteza de
árbol, mi propia piel y...
Sangre.
Aprieto los dedos en mi pluma y profundizo en el papel, casi rasgándolo.
E
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Cosas muertas.
Me trago las lágrimas, apretando los ojos cerrados pero vacíos, muertos
de Clara, están pintados ahí, así que parpadeo y los abro.
Se ha ido. Ido, ido, ido. Y el Etcher la mató. Él acuchilla a sus víctimas
por separado y luego esculpe algo en su piel. Es la forma en que
conectaron los dos asesinatos. Tres. Clara fue la tercera.
Suelto la pluma y meto las manos en mis bolsillos. Miro a mi alrededor.
Escritorios, suelos, plástico, gente. Superficies resbaladizas y demasiadas
personas se agolpan a mi alrededor. Su charla y movimientos me hacen
estremecer. De vez en cuando oigo un latido del corazón, dos latidos del
corazón, tres latidos del corazón, tantos latidos como tambores,
golpeteando y me desanimo recordando que ningún latido es mío.
Me doy cuenta de que mi mano está arrastrando un dedo sobre mi pecho,
curioso ante el silencio allí. Aprieto mi puño y lo bajo al escritorio.
Lo odio. Odio estas paredes. Me siento claustrofóbica, acorralada.
Una garganta se aclara a mi lado y deslizo la mirada hacia él. Ojos
negros en un rostro pálido y sin afeitar. Uno de los enormes chicos
musculosos. Guiña un ojo. Me alejo.
Espero, espero a que suene el timbre y me libere de esta habitación. Pero
el maestro todavía está montando la clase, moviendo sus papeles
alrededor del escritorio. El primer timbre para iniciar la clase ni siquiera
ha sonado todavía. El tiempo se mueve tan lentamente.
Es entonces cuando lo veo. El chico. Lo gris se levanta de él como niebla
saliendo de la ciénaga. Sentada detrás de él, veo la masa de frío,
ceniciento aire envolverlo a su alrededor como una manta hasta que
apenas puedo distinguir la silueta de sus hombros encorvados. Me asusta
cómo el aire nítido y claro a su alrededor se transforma en algo tan sólido
y amenazador que puede sofocarlo, aplastarlo bajo su fuerza letal.
Durante todo el día se queda así, clase tras clase gris y agotado, en forma
de C encorvado bajo el peso de una ominosa nube gris.
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Cuando sale del instituto, no sé a dónde va, simplemente sé que tengo
que seguirlo. No me ve, nunca, ni siquiera levanta la vista de la acera.
Los hombros encorvados hacia delante, simplemente camina a través de
la lluvia, la cabeza hacia abajo como si estuviera demasiado asustado de
enfrentarse al mundo delante de él.
Trato de convencerme de que él es desagradable, tratar de mantener la
amargura me hace sentir más fuerte, pero me alejo porque no quiero que
me importe. La neblina alrededor de él, sin embargo tan triste, gris y
débil no deja de tirar de mí debajo del resentimiento, en algún lugar
desprotegido en lo profundo de mi pecho.
Entierro el pensamiento. Observo mientras abre la chirriante puerta de
hierro, las puertas de un cementerio. Observo mientras camina a través
de lápidas, nunca las mira, como si sus pies supieran exactamente a
dónde ir. Mantengo mi distancia, pero me lanzo a toda velocidad en
frente de él, encubierta por su falta de observancia y mi velocidad.
Se detiene.
No se mueve. No se inquieta. No habla. Sólo se queda parado ahí como
una estatua. Está tranquilo y solo aunque la constante nube gris se aleja
de él como si la lápida misma le estuviera robando su energía, su vida.
Trago. Un mantra llena mi cabeza, tratando de superar a otra emoción y
me llena: Mantente lejos de él. No necesitas preocuparte por él.
Luego lo oigo. Es un sonido bajo y sordo. La respiración pesada, brusca
inhala y exhala. Un apenas visible temblor de sus hombros, la capucha
cubriendo su expresión. Él «la estatua de un chico» se desmorona.
Cayendo de rodillas de la manera más rota y vulnerable, siento algo
dentro de mí caer con él. Empuja su capucha hacia abajo.
Ahora lo veo con claridad, incluso bajo la lluvia y la distancia, lo veo
perfectamente. Las lágrimas tratan de mezclarse con la lluvia, pero
fallan. Veo sus lágrimas. Sus preciosas y doloridas lágrimas. Y todo lo
que puedo hacer es mirar.
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Algo dentro de mí se mueve. Del enfado a la curiosidad. Impaciencia a la
simpatía. Reticencia al deseo, deseo por entender cómo y por qué puede
llorar como la lluvia. Me toco la mejilla. Resbaladiza. Húmeda. Pero mis
propias lágrimas no tocar estas mejillas. Y me pregunto si es porque
estoy demasiado vacía para producir las mías. Todo se siente tan...
desconectado, inconexo, como si piezas vitales mías faltan o están rotas.
No echo de menos esas partes, pero me pregunto si es sólo porque no sé lo
que he perdido. Connor es real. Yo no.
Clara era real... me pongo tensa, pensando en la forma de sus ojos, los
puntos de plata a lo largo de sus orejas. Trago saliva duramente.
Clara.
Clara. Está. Muerta. Mi pecho comienza a doler, extendiéndose,
desmoronarse. Miro de nuevo al chico.
Quiero correr hacia él y limpiarle las lágrimas. Quiero atrapar la energía
que flota lejos de él y regresarla.
No lo hago. Lo dejo allí, solo y llorando. En cuanto me doy la vuelta para
correr, un dolor más pesado me aprieta el pecho. De repente me doy
cuenta a lo que la expresión «tirar de tus fibras sensibles» se refiere, ya
que, en este momento incluso sin un corazón en mi pecho, siento que han
sido cortadas y estoy cayendo en el vacío.
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Capítulo 10 Connor
Traducido por savina
Corregido por Anaizher
o corro al instituto. Camino arrastrando los pies, levantando
piedras. Es la única energía que me queda.
El día toma el micrófono: clases, chateadores2, la nueva chica en
mi visión periférica, pero ella no me ve a pesar de que se mudó de nuevo
a un asiento frente a mí.
Viene el tercer período. El entrenador está en el campo y está a punto de
hacernos correr otra vez. Me duele la cara cuando recuerdo la última
sesión de educación física Tengo un par de días sintiéndola como si fuera
melaza supurando lentamente. La noche pasada, el recuento del video de
mi humillación ascendía a «visto 25.453 veces». Estoy parado en la fila
viendo como el Coach Edmund organiza los grupos para otra carrera.
Dom me presiona dando vueltas a mí alrededor.
—¿Listo para otra carrera campeón?
Yo no digo nada.
—Tú también —el Coach señala hacia la nueva chica sentada en las
gradas. Me enteré de su nombre. Jade. No miro hacia arriba, pero eso no
me impide ver su descenso y su pequeña forma metiéndose en la línea.
Por un breve instante pensé que se había detenido a mirarme. Eso es
2Chateadores: usuarios del Chat por internet.
N
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estúpido. No me había mirado. Fijé la vista en una pequeña mancha de
pintura en el pavimento. Era tiempo de concentrarse.
—En sus marcas… listos… fuera —El entrenador pita con su silbato
agudo en el aire húmedo.
Todos salimos disparados hacia adelante a distintas velocidades (algunos
más lentos que un caracol). Dejo que Jared y Dominic me adelanten. No
quiero repetir mi fiasco de cara-de-grava. Me conformo con un paso
relajado, rayando en el aburrimiento absoluto.
Las personas corren a mi lado, unos pocos se deslizan más allá de mí. Ah,
la piscina de la mediocridad. Me siento como si estuviera destinado a
nadar en esas aguas por toda la eternidad. Sin embargo, una parte de mí
está a la espera. Quizá Jade pueda sacarme a flote. El pensamiento me
hace querer frenar y acelerar al mismo tiempo. No quería estar tan
interesado en ella. Incluso trato de convencerme a mí mismo de que no
estaba interesado. Sin embargo, soy muy malo para mentir…
Una roca rueda hasta mis pies y me saca de balance propulsándome
hacia adelante. Puedo sentir la inminente cara-de-grava ¡Oh Dios, no
otra vez! Adelanto un pie golpeando el suelo y trato de equilibrar mi
velocidad, pero puedo ver el suelo cada vez más cerca de mi cara. Aquí
vamos...
Una mano alrededor del bíceps me tira con fuerza y me arrastra hacia
adelante, forzándome a encontrar y mantener el ritmo.
¡No me caí!
Miro a la izquierda cuando la persona libera mi brazo, el pelo negro
azotaba de un lado al otro mientras me adelantaba a buen paso.
Jade.
El corazón me da un vuelco. Estuve a punto de perder el equilibrio de
nuevo. Ella no me dejó caer. Ella me tocó. La miro fijamente mientras
sus pasos delicados marchan veloces y pasaba a los rezagados. Forma
perfecta, porte perfecto, paso perfecto.
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Perfecto, perfecto, perfecto. No puedo quitarle la vista de encima.
Con gracia y rapidez gana velocidad y llega, casi en calma, con los dos
seres humanos más monstruosos:
Jared y Dominic. ¿Realmente va a tratar de ganarles? Yo me impulso
hacia adelante para tener una buena vista de ellos tres y la línea de
meta. Ella se abre paso entre ellos. Jared la mira, un parpadeo de
tensión pone rígidos sus músculos haciendo que se vean más
pronunciados. Bombea los brazos con más fuerza y se adelanta un poco.
Dominic lo mira y sonríe ¿sonrisas? ¿De qué se ríe? Jade corre más
rápido y lo está adelantando. Él vuelve la cabeza hacia un lado mirando
su trasero con intención e interés, una onda de profundo enojo sacude
mis entrañas. Ese pervertido.
Jared está a la cabeza. Jade en el centro. Dominic permanece
ligeramente por detrás de forma deliberada. Jade aumenta el ritmo y
avanza sacando ventaja, pasándolo. Él la mira horrorizado.
—¡No dejes que gane, Dom! —grita Jared.
—No lo sé. Me gusta la vista —Apunta directamente a la parte trasera
de Jade.
Ella no mira a los lados, sigue mirando hacia delante, hacia la meta. Y
ocurre rápido. Levanta los brazos rectos hacia los lados con los puños
apretados y se detiene abruptamente. Jared y Dominic no se lo
esperaban. Los puños golpean en los estómagos y ellos dan un paso atrás,
tropezando y cayendo al suelo entre fuertes gruñidos.
—¡Maldita sea! —Jared no se controla cuando está molesto. Se pone de
pie y trata de alcanzar a Jade, pero ella navega más allá de la línea de
meta, sola y victoriosa.
Sonrío.
Ella mira hacia atrás. Sus ojos se mueven de Jared a Dominic y luego
hacia mí, ¿hacia mí? Su cara sigue siendo tan inexpresiva como una
piedra, mirándome de lejos.
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Me guiña un ojo y se mueve rápidamente hacia adelante para salir fuera
del campo.
Ninguna sonrisa la traiciona, pero ese guiño era para mí. El calor se
arremolina y me atraviesa en oleadas, me siento regocijado y... feliz.
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Capítulo 11 Jade
Traducido por savina
Corregido por Anaizher
Lo rodearon haces amarillos, rayos de luz que se expandieron a todo su
alrededor (brillantes, deslumbrantes y hermosos). Y algo en mi interior
explotó. ¿De felicidad? ¿De satisfacción? ¿De victoria? Sí, de victoria. La
victoria de ver desaparecer el susurrante gris pálido de Connor para
convertirse en un resplandor brillante, incandescente.
Amé la sensación cálida de su luz expandiéndose.
Él estaba sonriéndome.
Le hice un guiño, prometiéndome a mí misma que jamás sería la fuente
de esos grises amargos.
Voy a sacar su luz, es demasiado hermosa para estar sin ella.
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Capítulo 12 Connor
Traducido por savina
Corregido por Anaizher
is nervios vibran como alas de colibrí. Casi puedo oírlos silbar.
Sonrío para mis adentros cuando veo la repetición del glorioso
momento en que Jared y Dominic caen al suelo de forma
rápida, espectacular y poco glamorosa. Mi corazón bombea más rápido
cuando pienso en el guiño de Jade; tal vez sea el gesto más sexy que me
han dirigido en la vida. Sin dejar de sonreír tomo un bocado de comida.
Mientras como, alguien tira de mis audífonos.
—¿Qué co…
—¿Has dejado que la fama se te suba a la cabeza? —volteo hacia arriba a
la voz baja y suave a mi derecha—. ¿O eres humilde, normal y,
permitirás que la gente non-youtube-able3 se siente a tu lado?
Mi corazón se detiene y me quedo mudo. La voz se atora en algún lugar
de la garganta. Sus largas piernas se extienden cruzadas por los tobillos.
Apoya los codos en la mesa de la cafetería con los ojos fijos en el lápiz
que trae en la mano. Jade.
—Yo, eh, eh... —¡Habla, idiota!—. Umm… digo...
Ella levantó una ceja.
3Non-Youtube-able: palabra original (inventada por la autora) que representa a las personas
que no ven videos de YouTube.
M
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—Um, quiero decir, por supuesto que puedes sentarte aquí —me
avergüenzo de mi voz que se parece más a la de un pollo que a la mía.
—Gracias —pero no me mira. Se contornea y recoge las botas de cuero
bajo la mesa. Lanzando la bolsa de libros sobre ella, la abre, hurga en su
interior y saca una manzana y su bloc de notas. Se da la vuelta con el
libro abierto y da un mordisco a la manzana haciendo girar el lápiz entre
sus dedos como si éste fuera un mini acróbata. No sé si la estoy mirando
de lleno o simplemente de reojo.
—Así que dime Connor —Mi nombre saliendo de sus labios no suena a
pescado muerto—, ¿qué pasa con tu excusa lame-culos cuando corres?
Yo me desinflé.
¿Qué demonios? ¿Vino hasta acá para insultarme? Puedo correr. Corro
muy bien. Si ella supiera. Pero seguramente había visto el video y yo no
quería discutir por el momento. Me encogí de hombros y empecé a hurgar
en mi plato de arroz.
—No estoy tratando de insultarte —lo dijo sin levantar la vista de su
cuaderno—, pero puedes correr más rápido de lo que dejas ver.
—¿Qué? —dije sorprendido.
—Tú corres —dijo Jade encogiéndose de hombros—, y corres rápido —
Inclina la cabeza hacia mí para continuar—, pero cuando corres, pareces
una combinación de la Rubia-tetona y el Wheezer4.
—¿Quién? ¿Qué? —Frunzo las cejas totalmente confuso.
—No sé el nombre de muchos así que les pongo apodos —Señala hacia
Courtney, bien escondida bajo el brazo de Dominic—. Conoce a Señorita.
Rubia-tetona y… —ella se inclina ligeramente hacia atrás señalando a
Matt que está sin aliento—. Wheezer.
4Wheezers: (Jadeantes en español) son un tipo de necromorfos que envenenan el aire y
representan un importante objetivo en el juego llamado DeadSpace. Tienen forma humana, son
bastante lentos y torpes.
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Me reí. En voz alta. Estoy sorprendido por el sonido poco familiar que no
reconozco en mi boca.
—¿Y…? —Jade se sostiene la quijada con la palma de la mano—, ¿cuál es
tu problema?
—Puedo correr —le dije en un arranque.
—Lo sé —Suena exasperada—, pero ¿por qué no desarrollas ese potencial
cuando corres?
Me quedo estático. ¿Cómo explicar mi estupidez, decirle que no quiero
terminar con la cara plasmada en la pista o de cabeza en un basurero o
en Internet?
—¿Te gusta ser invisible? —lo dice sentada muy recta, dando otro
mordisco a su manzana.
¡Auch! Simplemente porque sea verdad no significa que la gente deba ir
por ahí diciendo eso en voz alta. No lo dice con dureza, así que hago una
pausa antes de responder.
—Yo… Umm... bueno...
—Oh, mira lo que tenemos aquí —la voz de Dominic se cuela entre
nosotros. Su cuerpo proyecta otras sombras: Jared y Phil. La nausea
anida en mis entrañas. Dom me golpea un hombro—. Nuestra pequeña
celebridad tiene novia.
Con la otra mano, Dom se dispone a darle unas palmaditas a Jade en la
espalda. Pero ella dispara la mano, toma la muñeca y la tuerce de
manera antinatural. Sorprendido por un segundo, la ojos de Dom
expresan un tic adolorido antes de cambiar a una ligera sonrisa.
—Tranquila chica —dice quitando la mano—, eres un poco agresiva ¿no?
—Dom… —la voz nasal de Courtney arrastra la «o». Se para junto a él y
lo toma del brazo—. Vámonos. Pensé que íbamos a, ya sabes… —Deja la
frase sin concluir mientras le acaricia con los dedos el abdomen y sube
hasta el pecho. Cuando alza la vista se da cuenta del montón de gente
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pasmada que ha oído su intervención. Mira a Jade y luego tira de él
exasperada.
—Oh Dios mío, Dom ¿realmente tenemos que invertir nuestro tiempo en
el perdedor y...? —Su mirada se desliza desde las botas de Jade a su
rostro y arruga la nariz con disgusto—. ¿La nueva pueblerina friki?
Mis músculos se tensan de rabia. No sé por qué me siento tan protector
con Jade, especialmente cuando ella está sentada, relajada, con la
manzana en la mano y masticando, mientras le devuelve la mirada a
Courtney.
—Ya, ya, Court. No seas mala —le pide Sam.
—¿Por qué no? Ella hizo que hoy todos parecierais idiotas en la pista. ¡Y
mírala! —La señala excitada—. Es como… justo así, ya sabes...
—Eres muy elocuente —Todos los ojos se disparan hacia Jade que
mastica la manzana.
—¿Qué has dicho?
—ELOCUENTE. ¿Te gustaría buscarlo en un diccionario?
—Como sea —dice Jared sonriendo—. Muestras el tipo de chica que eres
cuando pasas el rato con este estúpido perdedor.
Courtney se inclina en mi dirección.
Siento que mi vida no es más que un globo desinflado.
—Y es aún más patético. Su padre se dejó caer hasta morir.
Mis nudillos se blanquean cuando aprieto los dientes y clavo los dedos en
la bandeja del almuerzo.
—Si tuvieras algo de sentido común —dice Courtney cepillándose el
pelo—, estarías tratando de pasar el rato con nosotros.
—Lo siento —la voz de Jade es tranquila, casi monótona—, no sabía que
era bienvenida a sentarme con las putas y los bastardos pervertidos del
instituto. Queda anotada la invitación.
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Jadeo sin aire. Jadeo tan fuerte que parece que se está vaciando un
neumático. Algunas personas notan la tensión entre nosotros. La Rubia
tetona —sonrío por dentro pensando en el apodo que Jade le puso—
inhala bruscamente.
—¿Disculpa?
Yo me preparo, levanto la vista hacia los ojos negros de Dominic que
miran a Jade. Espero una mirada furiosa, pero en cambio, parece
completamente divertido.
—Bien. Verás —Jade se voltea y apoya ligeramente la espalda en el
borde de la mesa mientras da un mordisco a su manzana—. Prefiero
pasar mi tiempo con seres humanos decentes e inteligentes.
Las manos de Jade me señalan y me ruborizo mientras continúa.
—No con tontas que le abren las piernas a cualquier hombre que camina
por ahí.
—¡Zorra!
Jade le dedica una sonrisa taimada y ¡ah! Se ve tan sexy.
—O… —los ojos de Jade repasan a Dominic de la cabeza a los pies con la
boca entreabierta y la expresión aburrida—. Lamentables excusas de
hombres que solo saben pensar con una cabeza. Y no precisamente la que
está sobre sus hombros.
Courtney se lanza para agarrar el cabello de Jade y ésta, con un
movimiento rápido, la toma del cuello y le estampa la cara contra la
mesa. Parece al mismo tiempo aburrida y disgustada, como si acabara de
matar a un mosquito y tuvieran que limpiar los restos de su parabrisas.
Courtney da gritos tratando de escaparse. Todos a nuestro alrededor
aguantan la respiración pasmados y unos pocos están de pie observando.
Jade ya no era toda suavidad y curvas. Ahora se ve cortante, feroz y no
suelta el cuello de Courtney.
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Capítulo 13 Jade
Traducido por Luisa
Corregido por Vickyra
río cubre las puntas de mis dedos, subiendo a mis muñecas. Me
causaba dolor, pero me gusta, me gusta sentir el hielo en mis
venas avivando mi adrenalina, moviéndose más hondo, profundo.
Aprieto más fuerte.
El pulso de Courtney palpita en mi palma. Martillea en un frenético
ritmo de uno-dos. Intensifico mi agarre, apretando su garganta entre mis
manos y sonrío. Sus ojos se abren de par en par, su boca se abre en un
exagerado «O», pero ella está en silencio. Sólo un poco más y sus ojos
retrocederían en su cabeza, su patético latido dejaría de palpitar en la
palma de mi mano. Sólo un poco más, un poco más fuerte....
—¡Jade! —Una mano me coge del bíceps, cálida y urgente, sacándome de
mis pensamientos. El frío se aleja reptando como una serpiente,
desenrollándose. Exhalo y dejo caer las manos a mi lado. Courtney jadea
y tose, aferrando su garganta, como si quisiera confirmar que aún seguía
ahí. Mis ojos miran rápidamente mis manos, mis pequeñas manos, y
aprieto los dientes. ¿Qué estaba haciendo?
Destellos de Clara, la pelirroja en el bosque y la morena en el establo
arañan mi cerebro, espera, ¿Qué morena? Veo su cara, lo veo tan nítido,
una silueta contra un cielo resplandeciente en la enorme puerta del
cobertizo y entonces y entonces, oh Dios....
F
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3
Más sangre.
La vista me pone los pelos de punta, mis dedos hormiguean. Cierro el
puño.
—¿Jade? —Es una suave voz, una voz de chico, la voz llena de luz de
Connor.
Los pensamientos oscuros se dispersaron. Los ahuyento con mi
vergüenza. Antes de poder enfrentarme a las miradas de todos, cojo mi
bolso. Courtney retrocede mientras me inclino hacía ella.
—No me provoques —Es casi un gruñido. Es una advertencia para
ambas, ya que no estoy segura hasta qué punto me puede presionar
antes de quebrar y que la oscuridad me envuelva e inunde el resto de mí.
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Capítulo 14 Connor
Traducido por Luisa Corregido por Vickyra
uena la campana y me percato que he retenido mi respiración
durante mucho tiempo. Empiezo a sentirme mareado. Jade recoge
su bolso y sale furiosa de la cafetería, mientras el resto de nosotros
nos quedamos ahí aturdidos y en silencio durante unos minutos antes de
que Courtney arrastre a los chicos afuera, soltando todas las
obscenidades que existen.
Empiezo a recoger mis cosas, cuando siento que alguien me tira de la
manga. Miro para atrás y veo a Matt mirándome.
—Wow. Ella es especial, ¿eh?
Miro hacía las puertas de la cafetería por donde salían los estudiantes.
—Sí, sí que lo es.
S
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Capítulo 15 Jade
Traducido por Luisa Corregido por Vickyra
palear. Brazos me sostienen debajo de la fría corriente. Agua me
invade los pulmones. Estoy gritando. Tengo miedo. Oigo encima
de mí una amortiguada voz, un bajo gruñido de indescifrables
sonidos. Me duelen los brazos. Ya no puedo luchar más. Todo me duele.
Todo está en carne viva.
Sólo me quiero rendir... rendirme… dejarme ir. Así lo hago. La oscuridad
empieza a bloquear mi visión. El agua, las burbujas, la luz que brilla por
encima de mí se desvanece.
Me arrastran fuera de la oscuridad, del frío, del temor y entumecimiento.
El aire me invade. Yo jadeo y toso. Apenas viva.
El hielo me aprieta en su agarre y no me puedo liberar.
Quiero llorar, pero no llegan las lágrimas. Cierro los ojos fuertemente,
jadeando, gritando.
—Shhhh, mi niña Jade, shhhh —Siento sobre mis mejillas, las yemas de
dedos marchitas, curtidas. Pestañeo. El hombre viejo, mi querido anciano
me mira profundamente a los ojos—. Ven y encuéntrame... —Sus
palabras son absorbidas por el viento y el agua y las sombras y esa vieja
puerta roja se cierra de golpe.
—¡Espera! —El hielo se rompe, ahogándome para que nadie pueda oír
mis gritos.
A
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Todo mi cuerpo se sacude de pronto, el sueño se disuelve. Jadeando,
intento concentrarme en estabilizar mi respiración, no porque necesite
regular mi oxígeno, sino porque el agudo, desesperado sonido me asusta.
Mientras mi respiración se acompasa, mis hombros se relajan, paso mi
mirada alrededor de mi desordenado cuarto.
BEEP. BEEP. BEEP. Mi cabeza se gira a un lado y mi cuerpo se tensa.
La alarma sigue sonando. Suspiro, sacudo la cabeza, totalmente
convencida que las alarmas son objetos muy traicioneros y molestos.
Saliendo de la cama, comienzo a ponerme la ropa y a recoger mis cosas
cuando de pronto me acuerdo que ayer me suspendieron. Me dejo caer
sobre el colchón.
Sentí alivio cuando el Rector me envió a casa. Las paredes de la escuela
me hacían sentir claustrofóbica e irascible.
En cuanto abandoné el edificio, tuve un presentimiento, un tintineo como
la electricidad estática, inundándome en ondas. Fui caminando a casa,
inquieta y curiosa por las pequeñas punzadas atravesando mi cuerpo y
cada pocos minutos miraba por encima de mi hombro. Era un extraño,
sutil presentimiento, pero podía sentir a alguien —o algo— siguiéndome.
Cada vez que miraba furtivamente, no había nada o nadie detrás de mí y
decidí no volver a mirar atrás, hasta que me encontré dando un vistazo
sobre mi hombro y me maldije. Aunque, una vez que anduve unas
cuantas manzanas, el presentimiento se evaporó y me sentí otra vez sola
y vacía.
Sola y vacía como ahora.
Me estiré sobre el colchón.
Entonces me alcanzó: una ola brutal de náuseas y un tirón, muy dentro
de mi tripa, en mis huesos, mi cuerpo entero desesperado por poder
moverse.
Mi sueño. Ven y encuéntrame. ¡El hombre viejo!
Voy, embutí mis pies en las botas, dando traspiés salí por mi puerta. Baje
corriendo la escalera.
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—¡Eh, cariño! ¡Ten un buen día en el colegio, oyes! Y regresa con buen
apetito ya que Nanan va a cocinar quimbombó —Me apoyé contra el
marco de la puerta que llevaba al salón, mientras estaba ahí de pie, las
náuseas incrementaban. No le conté a Nanan sobre la suspensión.
Todavía no. Cuando llegué ayer a casa se le veía tan feliz. La ayudé a
cortar las verduras y ella me llamó una buena chica sureña con un par de
botas de motociclista.
—Lo haré Nanan. No puedo esperar.
Dejé de cortar las verduras cuando noté el frío retorciendo mis entrañas y
cosquilleando las puntas de mis dedos, obligándome a agarrar más fuerte
el cuchillo, disfrutando la manera que la cuchilla podía cortar tan
fácilmente.
Entonces paré. Le dije a Nanan que estaba cansada y necesitaba irme a
la cama. Me fui a mi habitación, cerré con llave la puerta y me senté en
una esquina hasta que el frío decayó, hasta que mis dedos dejaron de
crisparse.
Salí por la puerta de entrada, bajé por la acera y me paré en la calle.
Cerré los ojos y sentí la energía pulsando en mí ser. Se arremolinaba
dentro de mí y entonces me enderezo. No lo cuestiono, simplemente lo
sigo.
Alivio invade mis miembros mientras lo dejo fluir y permito a mis pies
caminar a dondequiera que el tirón me lleve. A la izquierda en Bonifant,
sigue caminando, a la derecha en Dodge, a la izquierda por la calle que
no tiene la placa con el nombre, pero que está al lado de la enorme
magnolia, sigue caminando.
No, para.
El ardor me invade, fuego ardiente pero dulce como la miel. Miro a mi
alrededor.
Unos cuantos pasos más allá del inmenso árbol, capto el olor de flores
dulces, el verde, caliente olor. Por un momento, algo más compite con el
tirón de mi cuerpo, otro presentimiento, un impulso de resguardarme
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bajo la sombra de la magnolia, encogerme, y descansar, pero no solo
descansar, de estar en paz, de ser consolada, de ser....
Muevo la cabeza, de pronto me siento ridícula por haber parado, por
permitir que la ansiedad en mis miembros se desarrolle en un temblor.
Prosigo, izquierdas y derechas, carreteras señalizadas y sin señalizar
hasta que llego a un embarcadero.
Me detengo antes de pisar las tablas de madera. Mi pecho se encoge. Mi
respiración trabajosa, mientras miro a través de la extensión de agua. Es
inmenso y terrorífico. Retrocedo, moviendo la cabeza, apartándome,
ignorando la energía fluyendo por mis venas ordenando estarme quieta.
No me gustan los embarcaderos.
Se cernían sobre las masas de agua, atrayendo, intentando convencerme
que estaré a salvo. No me puedo sentir segura sobre unas tablas de
madera sobre cenagosa y turbia agua, sobre algo tan poderoso e
impredecible. Algo que mata.
Me quedo quieta y sigo mirando fijamente más allá del embarcadero,
inhalando y expirando. Encorvo mi cabeza y me protejo los ojos contra la
luz solar. No soy capaz de ver el otro lado. Puedo ver una pequeñísima
chispa de un resplandor. Titila y se apaga, pero sé lo que he visto... una
luz, una energía que me reclama en ir. Nueva Orleans. Una vez que el
nombre se registra en mi mente, la tensión en mi cuerpo se desvanece y
me derrumbo sobre el suelo. Nueva Orleans. ¡Nueva Orleans! ¡Ahí es
donde debo ir!
Me levanto y me voy corriendo de vuelta a casa, casi saltando entro cada
zancada.
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Capítulo16 Connor
Traducido por C_Kary Corregido por lsgab38
ade no está en ninguna parte. No está en clase, ni en el pasillo,
tampoco en las calles alrededor del instituto. En ninguna parte.
Estoy tan nervioso que ni siquiera me alteraban las burlas de Dom
o las miradas de otros estudiantes o comentarios. Busco en la cafetería,
mirando a todos y a toda persona en cada mesa y no la encuentro.
—Ella no está aquí —dice una voz entrecortada. Matt, el voluminoso,
está mirándome a través de sus gafas de montura negra que parecen
distorsionar sus ojos.
—¿Qué?
—Ya sabes, la chica nueva. Ella no está aquí hoy.
—¿Por qué no está aquí? —Me tenso por la respuesta.
—Fue suspendida, amigo. ¿No lo has oído?
—¿Por qué iba a ser suspendida?
—Um, ¿no viste todo ese asunto de estrellar la cara de Courtney contra la
mesa ayer? Fue atrapada completamente y suspendida por el resto de la
semana.
—Estás bromeando —Fruncí el ceño—. ¿Quién la habría delatado?
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—¡Duh! Courtney, obviamente. Está totalmente pendiente de ella.
—¿Qué quieres decir?
—En primer lugar, la nueva chica la humilló delante de todo el comedor
y segundo, oí que Dom estaba echándole un vistazo a la chica nueva y
Courtney se volvió totalmente loca.
Él negó, su respiración ronca salió en un sonido como descuidado,
húmedo.
—Odiaría ser la chica nueva. Cualquier persona que sea receptora de la
maldad extrema de Courtney está perdida.
Odiaba tener que pensar en ello, pero Matt tiene razón.
—Entonces, ¿estará de vuelta el lunes?
—Sí, eso es lo que he oído.
Asiento y vuelvo a comer.
Entonces me doy cuenta de algo.
—Um, ey, Matt.
—¿Sí?
—Sé que sabes mi nombre, pero eh, nunca nos hemos presentado en
realidad. Ya sabes, oficialmente.
—Sí, lo sé —Parece incómodo por un segundo y luego me extiende su
mano—. Hola, Connor, soy Matt.
Sonrío y estrecho su mano.
—Ok. Es oficial. Lamento que me tomase tanto tiempo para ya sabes...
—No, lo entiendo, sobre todo porque... —Su voz se apaga—. Um, bueno,
ya sabes. Um, siento mucho lo de tu padre.
Su declaración me sorprende.
—Oh, yo...
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—Era de verdad un tipo grandioso.
No me había dado cuenta que Matt lo había conocido.
—Gracias —Entonces asentí—. Realmente lo era.
—Sí, quiero decir, ¡era brillante! Cuando trabajamos juntos...
—Espera, ¿qué? — ¿Trabajaron juntos?
—Sí, ya sabes, como no sé, seis o siete meses... ¿ese gran proyecto en el
que estaba trabajando?
Fijo la mirada en él. Papá se había encerrado en su estudio cada vez más
y más antes de morir. Era una especie de frenético, desesperado modo de
trabajar. Fue chocante verlo.
Siempre estaba tan feliz y despreocupado, tan relajado, luego empezó a
trabajar temprano por la mañana y tarde por la noche, escribiendo
frenéticamente. Mamá y yo habíamos tratado de interrumpirle de vez en
cuando, pero al final, él nos miraba de manera poco familiar con unos
ojos tan enojados, que nos detuvimos. Salimos, la puerta se cerró y lo
dejamos trabajar.
A veces, parecía que el trabajo fue lo que lo mató, aceleró su enfermedad.
Se veía pálido y harapiento al final.
—¿Cuál era el proyecto exactamente?
Matt me mira alzando las cejas.
—¿Las traducciones? —Lo dice como si eso pudiera refrescar mi
memoria, pero yo no sabía nada sobre el último proyecto de mi padre.
Matt continúa:
—¿Las traducciones del texto antiguo que encontró? —Cuando ve mi
expresión en blanco, parece exasperado.
—Tengo un don para los idiomas. Un aprendizaje erudito, de veras. Tomo
clases de fin de semana en la universidad para los idiomas ancestrales.
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¿Cómo no sé esto acerca de mi compañero de clase? ¿Un erudito? ¿Este
ruidoso, jadeante y desastroso chico?
—Es genial.
—Sí, bueno, tu padre pensó que yo era realmente dotado en lenguas
antiguas y me dejaba ayudar a traducir cosas de vez en cuando, como
una pasantía.
Asiento lentamente, asimilando.
Parece como si estuviera esperando que diese mi opinión, pero no tengo
nada que decir.
—Él encontró este texto, muy viejo, que estaba en un idioma que nunca
había visto antes. Tenía piezas de diferentes idiomas combinados,
mezclados juntos así que empezamos a descifrarlo —Sus ojos están
perdidos en la lejanía, recordando.
—Pero entonces, después de que habíamos comenzado avanzar
verdaderamente y hombre, era impresionante, una cosa totalmente
extraña, bueno, no sé si yo hice algo mal o si sólo quería continuar por su
cuenta, pero no quería tenerme más como parte de las traducciones.
La campana suena y me sacude. Es hora de ir a clase. ¿Entonces esto es
en lo que mi padre había estado trabajando? ¿Traduciendo este texto
antiguo?
Matt comienza a juntar sus cosas, jadeando mientras lanza lejos su
basura. Me toma un momento para comenzar a moverme.
—¡Ey, Matt!
Se asoma por encima de su hombro.
—¿Sí?
—¿De qué se trataba el texto?
Se encoge de hombros.
—¡Oh ya sabes, el usual viejo y loco, mumbo jumbo religioso!
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Me reúno con él dando pasos largos.
—¿Sobre qué?
Él se inclina y alza sus cejas.
—Oh, ya sabes, el Apocalipsis.
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Capítulo 17 Jade
Traducido por C_Kary Corregido por lsgab38
o intento. Lo intento por horas. El ferry, un taxi, lo que sea.
Cada vez que me acerco al puente que cruza el lago
Pontchartrain, me congelo. Escaparme corriendo del barco o
suplicar que el taxi se detenga antes de arrojar el precio del pasaje al
conductor.
Es patético. Siento un tirón en el fondo de mi vientre, tengo un brillo de
esperanza la puerta roja está al otro lado de esta masa de agua, pero mi
cuerpo se niega a cruzar. Estoy demasiado asustada, demasiado
temerosa de que, de algún modo, el lago se levantará y me tragará,
dejándome ahogada, gritando en busca de aire, rogando morir porque el
dolor es intenso, al igual que en mis sueños.
Sé que es irracional y cada vez que llamo un taxi nuevo, refuerzo mi
confianza para entrar en el taxi e ir. Cada vez que pasamos el semáforo
para cruzar el lago, exijo al conductor detenerse y dejarme ir. La última
vez que llamo al servicio de taxis se niega a enviarme alguien.
Tomo mi camino a casa donde Nanan desata su furia sobre mí. Nunca
hubiera pensado que una mujer tan bajita, podría parecer diez veces su
tamaño y hacerme sentir tan pequeña.
Se enteró de la suspensión.
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—¿No has estado aquí más de un par de semanas y obtienes que te echen
del instituto? ¿Qué estás pensando? Lastimando a alguna pobrecita... no
jovencita en mi casa no vas a estar haciendo ese tipo de tonterías. Tú
tienes una cabeza bonita, mejor asegúrate de mantener algo en ella. ¡Vas
a volver al instituto el lunes y quiero ver nada más que alabanzas en tus
papeles y pruebas o voy a azotar tú trasero con mi escoba allí, no importa
si tú tienes mi sangre o no!
Sus diatribas no se detienen hasta que todo el aire se ha ido de sus
pulmones, y hombre, que tiene un par de ellas. Ella deja escapar un gran
suspiro, se desploma hacia abajo en la silla y me mira.
—El punto es, querida, que no sé dónde has estado, pero estás aquí en mi
casa ahora y quiero que confíes en mí. De veras, sé que los chicos vais y
hacéis travesuras, pero tienes que ser sincera conmigo. Tienes que
decirme lo que sucede. ¿Entiendes?
Me doy cuenta de que Nanan no está loca por mi suspensión, sino porque
le mentí. No debería tener... no debería haberle mentido a esta mujer que
me abrió sus brazos y me dejó entrar en su casa.
—Lo siento, Nanan —La vergüenza es una sensación de dolor, en algún
lugar detrás de mis costillas. Inclino mi cabeza, no quería mirarla a los
ojos.
Ella se acerca y toma con sus manos mi barbilla.
—Lo sé, cariño. Lo sé.
Entonces se pone de pie y camina hacia el fregadero de la cocina,
secándose las manos en el delantal antes de sacar las verduras picadas
de ayer.
—Esa chica que tiraste al suelo... ¿se lo merecía? —Sus ojos brillan.
Le sonrío.
—Bueno, yo de seguro lo creo.
Ella asiente, da la vuelta y empieza a silbar. Mientras Nanan cocina,
trato de concentrarme en su conversación, pero mantengo mis
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pensamientos a la deriva, de lo patética que soy, lo idiota que es tener
miedo a una masa de agua.
Entonces, me siento culpable por ignorar a Nanan cuando dice:
—¿Qué te parece? —Y tengo que luchar por alguna respuesta genérica.
Se merece mi atención. Lavo los platos y mirando el agua, que parece tan
inocente brotando de un grifo.
Subo las escaleras y me acuesto en el colchón enfadada conmigo misma.
La rabia creciendo dentro de mí, retorciéndome y agitándome.
Susurros fríos contra mi piel y, cuando llega el frío, los pensamientos le
siguen. Agarro mi lápiz y profundizo líneas en el papel a medida que
dibujo los círculos, líneas y ondas delicadas con destellos, con mi muñeca.
Al volver sobre la imagen y dibujarla una y otra vez, con el tiempo las
líneas se vuelven más ligeras y más graciosas y estoy aliviada por la
apariencia y la sensación de ellas. Inspiro mientras dirijo mi dedo por las
curvas y barras, hermosas y fuertes. Cuando me levanto, no me siento
enfadada. Me siento centrada y enfocada.
Voy a cruzar el lago. Eso sí, no todavía. Voy a estar lista pronto.
Me siento en el silencio tocando mi pecho, pero no siento nada golpeando
en su interior. Vacío, vacío, vacío.
Pasan las horas antes de levantarme e ir a mi ventana.
Son las 2:56 pm. Como todo en esta pequeña ciudad, hay una
previsibilidad en la cual puedo confiar. Antes de que el pensamiento
complete mi mente, lo veo corriendo rápido por la calle. Es diferente de
cuando está en la escuela, en el que, donde él se contiene a sí mismo y
sus pies golpean el pavimento sin propósito. Ahora corre y todo acerca de
él es suave y confiado mientras hace su camino bajando la calle,
acortando la distancia a mi casa.
Agarro mi bolsa y salto a la parte inferior de las escaleras.
—¿Querida? —La cara de Nanan con preocupación y confusión—. No te
he oído bajar.
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Arrugo la nariz. Por supuesto que no lo hizo. Me salté todas las escaleras
y aterricé con un fuerte golpe.
—¿Oh, en serio? Bueno, estoy apurada. ¡Te veo luego!
Al cerrar la puerta, oigo a Nanan decir:
—¡Oh, mira! Es ese chico Devereaux. Su padre era el tal… —La puerta
se cierra interrumpiéndola.
—Hola, extraño —grito detrás de él justo cuando pasa por delante de mi
casa, a toda velocidad.
Él levanta la mirada y ensancha sus ojos.
Yo saludo con la mano.
Se estrella contra el bote de basura de Nanan. Él hace una mueca,
arrugando la nariz antes de que finalmente diga:
—Hola.
—¡Lo siento!
—Está bien. Al parecer tengo un extraño fetiche para la humillación.
Mis labios se elevan hacia un lado de manera distintiva. Él es curioso,
algo inquieto, muy agradable. No se parece a mí y, por un una fracción de
segundo, me pregunto si mis sueños se pueden reproducir en mis ojos y él
no quiere verlos, pero luego recuerdo la curva de su cuerpo, su cabeza
siempre hacia abajo, y me doy cuenta de que en realidad él no mira a
nadie.
—¿Cómo estuvo el instituto?
—¿Estás de verdad haciendo esa pregunta?
—¿Sí?
—Bueno, es una mierda.
—Me alegro de habérmelo perdido, entonces.
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—Ah, sí —Él asiente lentamente—. Escucha, si yo fuera tú, me cuidaría
de Courtney. Puede hacer de tu vida un infierno viviente.
Él no tiene idea de lo infernal que mi vida ya es o qué tan cerca la Rubia
boba-tetona estuvo de ser pulverizada bajo mis palmas. El pensamiento
me aterra y cautiva. Aparto la mirada.
—Tomo nota.
—Y, eh, gracias por tratar de, ya sabes, dar la cara por mí —Él mira al
suelo—. Realmente no deberías hacer eso.
—¿Por qué no?
—Si quieres tener algún tipo de vida social en el instituto Madisonville,
el contacto conmigo debe ser evitado. Soy contagioso. Tú tocas y yo
contamino, serás rechazada en todos los círculos sociales. Es como la
lepra. Toco y destruyo.
Camino por la senda y me paro delante de él.
—No estoy buscando entrar en ningún círculo social de élite.
Estoy esperando que el frío y las pesadillas se alejen, estoy en busca de
recuerdos, estoy buscando... ni siquiera lo sé.
No le digo nada de esto, porque, ahora mismo, no quiero que se aleje.
—Entonces creo que voy a estar bien.
El silencio arrastra sus pies entre nosotros.
Se aclara la garganta.
—Así que, mmm, ¿qué hiciste hoy?
—Pasear. Estaba pensando en ir a Nueva Orleans, pero... —Hago una
pausa por un momento tratando de elegir las palabras—. Tuve
problemas de transporte.
—¿En serio?
—Sí.
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—Bueno, si quieres podría conducir la próxima semana —Se encoge de
hombros—. Quiero decir que si necesitas que te lleven.
Pienso en ello por un momento.
—Mmm, ya veremos. Te lo dejaré saber. Gracias.
De ninguna manera voy a dejar que me vea desmoronarme de esa
manera.
—¿Qué vas a hacer ahora?
—No lo sé. Tal vez alquilar una película.
Él se anima.
—¿En serio?
—Sip. ¿Quieres elegir una conmigo?
Se ve aturdido por un minuto.
—Uh, sí.
—¡Oh, espera! —El predecible ajetreo de la casa viene a mi mente—.
Nanan tiene amigos que vienen esta noche... así que no tengo lugar para
ver una.
—Oh, bueno, eh, ¿quieres verla en mi casa?
—Claro, suena bien —Empiezo a caminar hacia el video club. Pienso en
su luz, la belleza y la inmensidad de ello. Agarro un puñado de su camisa
y lo arrastro hacia adelante—. Vámonos, perezoso —Salto en un trote.
Antes de darme cuenta, estamos en una carrera. Al principio, él juega
seguro, pero después de sacarle yo la lengua un par de veces, acelera el
paso y lo veo correr como cuando está en la calle solo, realmente correr,
disfrutar de ello. Él no se adelanta hasta que estamos cerca de la tienda.
Cuando llegamos allí, ambos derrapamos hasta parar.
Él resplandece en tonos dorados y verdes.
—Buen trabajo.
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—Gracias —Él jadea un poco. Cuando mira hacia arriba, se pone
nervioso por un momento.
—¿Qué está mal?
Él mueve sus ojos lejos de mí y escarba con las manos en sus bolsillos.
—Yo, uh, nunca te había visto sonreír antes.
¿Estaba sonriendo?
—Me has visto sonreír.
—No, sonreír de verdad.
—Está bien... —La palabra permanece allí por un minuto. Pienso en el
brillo pulsante que le rodeaba sólo unos segundos antes, pero ya no
existe—. Bueno, gracias por darme una razón.
Se ve confundido por un segundo y está a punto de decir algo cuando lo
interrumpí.
—Muy bien, señor. Es hora de la película.
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Capítulo 18
Connor
Traducido por C_Kary Corregido por lsgab38
lgo cambia, algo fundamental cuando Jade sonríe. Su sonrisa es
amplia, casi demasiado extensa para su cara. Sus ojos verdes
cambian de distantes a intensos, o aún divertidos a vulnerables y
dulces. Ella no es sólo una chica caliente, es hermosa y me sonríe como si
yo fuera el que hizo estallar algo dentro de ella y se desbordara en su
rostro. Quiero hacerla sonreír así de nuevo. Solo desearía saber cómo.
—Pregunta —le digo después de volver a poner en su sitio la película por
enésima vez en la estantería—. ¿Hay alguna película que no hayas visto?
Jade se encoge de hombros evasivamente y saca otro DVD.
—He visto un montón de películas. Solo elige una.
—Bueno, ¿qué te gusta? Acción, comedia, romance, terror.
—Horror no. No quiero ver de horror —dice ella bruscamente.
Definitivamente no es lo que esperaba.
—De acuerdo, horror está fuera.
Arrastrando un dedo sobre el dorso de las películas, sonríe y saca una,
agarrándola con ambas manos.
—¡Esta es la elegida!
A
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Yo la observo nuevamente. De algún modo no veo cómo la cubierta de
tipo romántica un tipo y una chica ensimismados el uno con el otro podía
atraer a esta sensata, endurecida muñeca en botas de cuero, pero hemos
estado aquí por casi una hora y por fin parecía interesada en algo.
—Grandioso. Comedia romántica será, entonces.
—Oh, espera. Lo siento, como muy femenino, ¿no? Podemos tener una
película de acción en su lugar. Me gustan esas también.
—No, está bien —Incluso podría aprender algo del romance en pantalla.
Ella enlaza su brazo con el mío y me arrastra a la caja.
No puedo evitar sonreír. Si no la conociese, se sentiría como lo más
cercano de tener una novia.
Pero yo lo sé, así que no lo hago. Deja caer la película sobre el mostrador
y saluda con la mano al vendedor que está en la esquina más alejada.
—Stephen —dice él casi tropieza tratando de llegar a nosotros demasiado
rápido.
—Hola Jade —Su voz se quiebra. Él mira nerviosamente a Jade, a mí,
luego nuestros brazos enlazados y frunce los labios.
—Hola Steph, estoy aquí para ver otra. Tienes que estar cansado de mí.
Ella se ríe y saca su brazo del mío tamborileando con los dedos sobre el
mostrador. El simple movimiento hace que me sienta excluido.
Stephen le devuelve la sonrisa.
—Nah, nos encanta tenerte cerca. Sólo deberías mudarte al apartamento
de arriba. Eso te ahorraría un viaje de ida y vuelta.
¡Ja! ¡Eso desearías tú! El baboso, tipo de la tienda de películas. No
menciona que él vive en ese apartamento. Una punzada de celos me
sacude, pero siento como Jade toca mi brazo y el retorcijón de mi
estómago se disipa.
—Connor, ¿conoces a Stephen?
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Asiento.
—Sí —Le miro—. Te graduaste el año pasado, ¿verdad?
—Ahm…ajá —Su voz se afila con fastidio, como si le molestase que esté
incluido en la conversación.
Comienza a poner la película en una bolsa.
—¡Oh! No necesitamos una bolsa —Jade extiende la mano hacia la
película, pero él la sostiene protectoramente, fuera de su alcance.
—Oh, de acuerdo —Vacila y luego poco a poco la entrega.
—¡Gracias! —Jade la arranca de su mano y gira a la puerta, tirando de la
manga de mi camisa para seguirle.
—Nos volveremos a ver pronto de nuevo —Él nos dice. A ella.
—Por supuesto —digo feliz de ver la mirada de fastidio en su rostro
cuando salimos.
Después de oír la campanilla de la puerta cerrándose, me dirijo a Jade.
—Ese tipo está completamente loco por ti.
—¿Qué? Stephen. De ninguna manera.
—Sí. Es tan obvio. ¿No te ha invitado a salir?
Mi pecho se tensa en espera de la respuesta.
—No, lo interpretaste todo mal —Ella niega, saltando sobre el pavimento
para que sus pies no toquen las grietas—. Sólo me ve todo el tiempo
entonces, ya sabes, a veces charlamos.
—¿Acerca de qué?
—Películas, en su mayoría.
Sí, pero estoy seguro de que las películas no son lo que él está pensando
cuando está con ella.
—Genial.
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Caminamos en silencio durante un rato. Hace calor afuera, como
siempre, me doy cuenta de cómo el sudor se adhiere a su cabello y hace
que su piel brille.
—Entonces, ¿tu familia sabe que yo voy para allá? ¿O es que tus amigos
siempre pasan por allí?
No sé si decirle que mi madre estaba aturdida cuando le llamé para
hacerle saber que estaba trayendo alguien a casa o decirle que no tengo
otros amigos que alguna vez tan sólo pasen por allí.
—Sí, mi madre está esperándote.
Se endurece ligeramente.
—¿Estás bien?
—Por supuesto —Ella sonríe, pero todavía se ve un poco preocupada.
¿Podría estar nerviosa acerca de conocer a mi familia? Yo sé cómo estoy,
sobre todo porque seis de las siete noches de la semana, mis tíos están
por allí... y nada es alguna vez predecible cuando mis tíos están.
—Hola chicos —digo mientras caminamos por la puerta—. Estamos en
casa —Los chicos saludan con una inclinación de cabeza, mirando
fijamente a sus cartas de póker.
—Hola Connor —Gruñidos y «holas» siguen, pero toda su atención está
en el juego.
Jesse se recuesta en su silla, balanceándose sobre las patas traseras de la
misma.
—Entonces os tengo, chicos —dice sonriendo y lanzando algunas fichas
más en el centro de la mesa.
—Eso es lo que crees, sabelotodo —dice Wade, igualando su apuesta.
—Connor, llegas tarde a casa.
Está tan concentrado que tiene el ceño fruncido.
Una señal de que está mintiendo.
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—¿Tú de hecho tienes una vida o qué?
Me estremezco. Tenía razón para estar nervioso. Esto va a ser un
infierno. Antes de darme cuenta, Jade estará mirando fotos mías de bebé
desnudo.
—Uh, de hecho, Jade y yo elegimos una película, iremos arrib…
—¿Quién? —Wade alza la mirada, sus ojos como platos y se sienta de
nuevo en su asiento—. ¡Oh, hola!
—Hola —Jesse da un vistazo hacia nosotros para ser cortés y
rápidamente regresa su mano. Casi puedo ver las botas de cuero y
medias de red grabarse en su mente mientras admira boquiabierto y
tropieza hacia atrás con silla y todo.
Él salta levantándose, nos mira nervioso, y luego vuelve a la mesa.
—Maldita silla —Traga saliva y se vuelve a sentar.
Jade mira hacia otro lado, presionando sus labios en una línea apretada
como si estuviera ahogando la risa.
—Entonces, ¿vas a presentarnos a tu amiga, Connor? —dice Harry de
manera cálida.
—Soy Jade —dice sonriendo, caminando hacia ellos. —Soy nueva en el
instituto. Connor me está enseñando los alrededores —Va a la mesa y
pone una mano sobre el respaldo de la silla de Jesse—. Póker, ¿eh?
—Sí —Jesse se sienta erguido, con torpeza.
—Sip, ¿tú juegas? —pregunta Wade.
—Por supuesto —Sonríe Jade.
Jesse mira hacia arriba. Sus ojos se abren y luego traga.
Sí, tuve la misma reacción cuando ella me sonrió la primera vez. Doy un
paso entre ellos para crear una seña invisible de está fuera de sus
límites. Jesse, seis años mayor que yo, a veces me parece viejo, pero
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ahora mismo, la diferencia de edad no parece existir. Y eso me vuelve
desconfiado.
—Connor, ¿has jugado alguna vez?
Niego.
—Humm, otra cosa que voy a tener que enseñarte.
—Sí, así que vámonos y dejemos que estos chicos vuelvan a su juego —
Trato de guiarla lejos de la mesa.
—Soy Jesse —Él no mueve la mirada de sus cartas. Casi parece como si
estuviera sonrojándose.
—Wade —Wade se quita el sombrero hacia adelante y sonríe a Jade.
—Soy Harry, cariño —dice—. Ahora, si nuestro chico se porta mal nos lo
haces saber, ¿oyes?
—Oh, lo haré —dice ella golpeando mi hombro.
—¡Muy bien, hora de la película! —digo. El comedor de repente parece
asfixiante.
La llevo de prisa al piso de arriba, antes de detenerme en el escalón
chirriante.
—Ey, Harry, ¿dónde está mamá?
—Oh, se fue a Nueva Orleans. Volverá tarde. ¿Sabe que tienes compañía?
—Deja tranquilo al chico, Harry. Si su madre no lo sabe, entonces se trae
entre manos algo nada bueno. Y si es así, estoy orgulloso como el
infierno.
Wade me guiña el ojo.
Me siento como si hubiera sido atropellado por un tractor.
—Cállate, Wade. Y sí, Harry. Lo sabe.
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Me precipito hacia arriba, agradecido de que Jade parece absorta con
todas las fotos que cuelgan en el pasillo.
—Este eres tú, ¿no? —Ella traza con sus dedos los bordes color ocre de la
fotografía.
—Uh, no. Ese es mi padre cuando tenía, no sé, siete.
Conozco todos los detalles sobre el momento en que se tomó la fotografía.
Recuerdo cuando la abuela encorvada riendo con el gumbo5 en la cocina
mientras contaba la historia.
Y como todo lo que tuviera algo que ver con papá, era precioso para mí.
Ella me mira, repentinamente seria.
—Te ves igual que él, ya sabes. La gente dice eso.
Estamos en silencio durante un minuto.
—Lo siento.
—¿Por qué?
—Lamento que no esté ya contigo.
Estoy de vuelta.
—Yo eh, bueno, ya sabes, era un tiempo…
—No hagas eso.
—¿Qué?
—Mentir —Ella da un paso más cerca de la imagen, estudiándola, luego
me mira—. La gente siempre dice cosas para encubrir cómo se siente
realmente. Como si ellos no quisieran agobiar a alguien por ser
demasiado feliz, demasiado sorprendido, demasiado estresado, también...
triste.
5Gumbo: dialecto criollo de Luisiana, sopa o guisado hecho con quingombó.
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Sus ojos son gentiles. No estoy seguro si es debido a la suavidad de sus
ojos o porque siento que ella puede sacar lágrimas de mí.
El corazón me da un vuelco. Trago saliva en mi árida garganta.
—Sí, supongo que tienes razón —Toco la foto—. Lo extraño. Todavía es
difícil. Por sobre todo… ya sabes.
Ella asiente y apoya su mano en mi hombro.
Silencio, pero es un silencio rico. Como si los dos estuviéramos llorando o
riendo o tarareando, pero no lo estamos.
—¿Cuál es tu habitación? —Su voz se revuelve dentro de mí.
¿Mi habitación? ¡Oh sí! Empiezo a abrir la puerta y luego me pregunto:
¿esta desordenada? ¿Tendría mal olor? Debo haber vacilado mucho
tiempo suficiente para que ella se dé cuenta.
—Ya sabes, podríamos pasar el rato en la planta baja.
JESSE-JADE-WADE-HARRY. No, gracias. Abro la puerta y grito cuando
está prácticamente brillante... recogida, barrida, fregada. ¿Qué
demonios? Y entonces destellos brillantes de la cara de mi madre vienen
a mi mente. Seguro, fue ella tratando de hacer una buena primera
impresión.
—Wow, eres un loco de la limpieza.
—No. Es una ocasión especial.
—¿En serio? ¿Qué celebramos?
—Compañía.
—Mmmm, me gusta. Soy la ocasión especial. Agradable.
Ella entra y me congelo en la puerta por un segundo.
Chica hermosa en mi habitación. Toma un momento para hacer clic y,
cuando lo hace, se me pone piel de gallina, caliente-nervioso y excitado al
mismo tiempo.
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—¿Alguna vez has estado enamorado?
Se me caen las palomitas en el regazo.
—Yo, uh, ¿qué? —le digo, tirándome las palomitas de maíz. La pregunta
me pilla con la guardia baja.
—Ya sabes, enamorado.
—No. No, no lo he estado —Moviéndome en el sofá, necesitando más
espacio entre nosotros—. ¿Qué hay de ti?
—Nah —Ella hace un gesto con la mano hacia mí como si estuviera
espantando una tontería, pero la mirada dura en sus ojos dice algo
diferente.
—¿Por qué?
Ella señala a la pantalla del televisor y la pareja besándose allí.
—Supuse que si lo hubieras estado, entonces podrías explicármelo a mí.
El tipo arrastra a la chica y se la lleva a la cama antes de que... ya sepas.
—Uh, ¿el sexo?
Ella se echa a reír.
—Eso también. Pero estaba hablando de lo que se siente al estar, ya
sabes, enamorada. Totalmente, sin lugar a dudas. Como, eso —señala a
la pantalla de nuevo—, ¿existe?
—Sí, creo que existe —Pienso en mamá y papá, la forma en que se
besaron cada mañana, se abrazaron unos pocos momentos más que
cualquiera, se rieron tan fuerte, lloraron y abrazaron, dejando fuera el
mundo, buscando más contenido que estos farsantes en la pantalla—.
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Existe. Y en la vida real es mejor que esa basura —digo de repente
incómodo por el gemido procedente de la TV.
—¿Pensé que habías dicho que nunca has estado enamorado?
—No lo estado. Pero lo he visto. Y no he visto nunca nada tan cercano a
ello en las películas.
Ella abre la boca como si fuera a hacer una pregunta, pero luego la cierra
y sonríe, aceptando mi respuesta.
—Bien, es bueno que pueda haber en la vida algo por lo que esperar —
Ella deja caer un grano de palomita de maíz en su boca.
—¿Puede ser?
—Bueno, nada está garantizado. Quién sabe, puedo morir como una vieja
solterona —Ella está sonriendo, pero sus ojos no lo están.
Pienso en los ojos posesivos del chico de la tienda de películas, el desastre
de Jesse con la silla y la lascivia de Dominic, mi corazón.
—Yo lo dudo.
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Capítulo 19 Jade
Traducido por kristel98 Corregido por Sarii
espués de casi quince minutos de discutir, Connor me deja
caminar a casa sola. Necesito tranquilidad, aire fresco y las
estrellas. Las estrellas son brillantes y encantadoras. Con
Connor, consigo destellos sutiles de ese resplandor brillante de vez en
cuando. El brillo es tan esporádico, sin embargo, me parece que a veces
echo un vistazo a su alrededor y no a él, porque estoy buscando la luz. No
sé si él me ve mirándolo fijamente.
Me tomo mi tiempo caminando a casa, pateando intencionalmente rocas
y polvo.
Lo huelo antes de verlo, el gran árbol de magnolia de pie firme en la
esquina. Hago una pausa por un momento. El olor es rico, delicado, dulce
y terroso. Me acerco a él y deslizo mis dedos por las hojas coriáceas. Son
tan perfectamente lisas y frías al tacto, es refrescante contra el aire
húmedo. Cierro los ojos y consigo un flash de la risa y la luz solar.
Parpadeando, mis ojos se abren y miran fijamente a las sombras. ¿De
dónde viene eso?
Tomo una flor de la rama y lo acuno en mi mano como algo precioso.
Mientras me vuelvo para seguir caminando, siento una electricidad
pinchando mi piel. Es un hormigueo por todo el cuerpo. Me doy la vuelta
y miro la oscuridad, tirando de izquierda a derecha, girando hacia
adelante en busca de cualquier cosa que pueda esconderse, pero no veo
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nada, e incluso antes de girar todo el camino alrededor, el sentimiento se
ha ido.
Camino a casa y escucho los amigos de Nanan riendo en el comedor. Me
asomo dentro
Ey, Nanan. Ya estoy de vuelta.
¡Oh mi querida! ¿Te divertiste? ¿Dónde fuiste?
Vi una película con un muchacho en la calle.
Eso está bien, cariño. Me gusta ese chico. Buena sangre en su familia.
No sé lo que eso significa, pero sonrío.
Bueno, si me necesitas, voy a estar arriba.
Kay, cariño. No somos ancianas Las cinco señoras mayores se apiñan
alrededor de una mesa, con cartas en la mano. Pero a medida que las
miro, me doy cuenta de que las cartas no son como los tíos de Connor
utilizan. Tienen extraños símbolos y las imágenes coloridas tendidas a
través de ellos. ¿Necesitas algo, cariño? La voz de Nanan me aleja de
las cartas.
Uh, no, Nanan Le sonrío. Camino arriba y agarro una toalla y me
doy cuenta de algo, una buena cosa: no han habido ningún nuevo
asesinato reportado. Suspiro fuertemente con alivio.
Tomo una ducha caliente, dejando que el agua me vigorice así que me
siento limpia y viva.
Al salir, me seco y me pongo a limpiar el espejo, pero me encuentro
pasando los dedos sobre el cristal abriendo un camino en la condensación.
Trazo mi símbolo, amando la manera en que se tuerce y remolinea y está
marcado por líneas y barras. Lo trazo una y otra vez hasta que las líneas
comienzan a gotear y mezclarse juntas.
Sonrío. A Connor parece gustarle cuando sonrío. Me gusta cuando él lo
hace, me hace sentir cálida y... y algo más. Algo que hace cosquillas en mi
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vientre, algo que me hace sentir completa y sin peso. Me froto la cara con
jabón, chapoteo el agua en mi cara y luego toco el espejo para limpiarlo.
Los cambios de temperatura. Calor, calor infernal, el calor del agua
hirviendo se derrama sobre mí y me estremezco de dolor. Me atraganto
con el aire demasiado caliente como para tragar.
Parpadeo los ojos abiertos y grito, un grito que confunde el hueso que
rasga mi garganta.
En el espejo, de pie detrás de mí hay una chica.
Clara.
Una muy, muy muerta Clara. Tiene la piel azulada y magullada.
Levanta un dedo hacia mí y yo grito, girando alrededor hacia ella.
Se ha ido. Tomo en un gran aliento y giro lentamente, con los ojos fijos en
el lugar que me pareció ver a la chica. Giro hacia adelante y aspiro tan
bruscamente que duele. El espejo está empañado de nuevo, pero esta vez,
grabado en letras irregulares, son las palabras «IMPROBUSES» a través
del cristal.
BANG. BANG. BANG.
Grito, cabeceando hacia atrás y me acurruco en el suelo. Me apresuro por
una toalla cuando me doy cuenta de que es sólo un golpe en la puerta del
baño.
¿Estás bien, cariño? La Voz de Nanan suena tensa por la
preocupación.
Uh… Mi voz tiembla. Sí. Yo, yo sólo me resbalé.
Oh, está bien. Ten cuidado, ¿escuchaste?
Miro abajo al espejo y veo una pizca de polvo de color gris con un destello
de luz roja. Llego a él y quema mi dedo índice. Cenizas y brasas. Trago
saliva y luego miro hacia atrás hasta las letras.
Sí. Sí, Nanan. Seré cuidadosa.
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Limpio el espejo con una toalla y me pongo mi ropa.
Mi garganta está apretada, mi mente vacila.
Necesito respuestas. Ahora.
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Capítulo 20 Connor
Traducido por kristel98 Corregido por Sarii
LUNK. CLUNK. CLUNK.
Me muevo en la cama y busco qué diablos está haciendo el ruido.
Me froto los ojos y echo un vistazo al reloj. 1:23 am.
CLUNK. CLUNK. CLUNK.
¿La ventana? Me pongo una camisa, voy a la ventana, y la abro.
CLUNK.
Una piedra justo en mi cara.
¿Qué demonios?
Oh, ¡lo siento!
Miro hacia abajo en el patio.
¿Jade?
Sí.
Um, ¿qué estás haciendo?
Yo, lo siento, pero ¿puedo aceptar que me lleves a Nueva Orleans?
Sí, claro —Ella está allí y cruza los brazos sobre su pecho. ¿Ahora?
C
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Ella asiente en un gesto, un movimiento terriblemente desigual y
mientras mis ojos se acostumbran me doy cuenta de que ella se ve...
asustada.
Bueno, quiero decir, no puedo ahora.
Ella mira a su alrededor y se frota los brazos. Nerviosa, ella alza su
mirada hacia mí.
Um, ¿cuándo puedes?
Uh Pienso en mi carro en los bloques de cemento. ¿Tal vez la
semana que viene?
Ella se desanima y niega antes de comenzar a dar la espalda
Oh, está bien. Quizás. Gracias Se sacude volviéndose hacia mí. Lo
siento mucho por despertarte.
Jade, espera Sé que algo está mal. Corro hacia la puerta de mi
habitación antes de darme cuenta de que estoy en camiseta y boxers. Me
deslizo en pantalones de chándal y luego hago mi camino en voz baja por
las escaleras.
En el momento en que salgo de la puerta, ella ya se ha ido.
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Capítulo 21 Jade
Traducido por kristel98 Corregido por Seri
e siento en la parte trasera del taxi con los ojos cerrados, mi
cuerpo vibrando de ansiedad. Esta vez, voy a quedarme, no voy
a volver atrás. No puedo. Necesito respuestas ahora. Soñé con
la puerta y cuando me desperté, supe que esto es lo que ese débil
resplandor de la ciudad era... una señal. Respiro profundamente,
aspirando el aliento y escupirlo.
Uh, ¿cuánto tiempo más?
No se preocupe, señorita. A esta hora de la noche, no hay tráfico en el
puente. Tenemos unos diez minutos más.
Está bien Mantengo los ojos cerrados.
Sabe, New Orleans no es el mejor lugar para una señorita en la noche.
No se preocupe por mí digo. Tengo algunos asuntos que atender.
Eso lo calla, pero sólo puede imaginar qué tipo de negocio piensa que
quiero decir.
Mi cuerpo se pone tirante por la tensión hasta que siento el cambio de
camino y sé que estamos a punto de salir del puente.
Muy bien, señorita. ¿Dónde quiere ir?
M
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Cierro los ojos, comprendiendo mis sueños.
El barrio francés. Bourbon Street.
Unos minutos más tarde, el taxi se detiene y el conductor me da la tarifa.
Después de pagarle, doy un paso al aire fresco y, para mi sorpresa, veo
las calles brillantes y llenas de gente y las señales y vendedores a las
3:00 am. No tengo ni idea de por dónde empezar. Cierro los ojos y
concentro todos mis pensamientos en la puerta roja. Nada. No siento la
fuerza. Al abrir mis ojos, no veo ningún matiz de la luz, excepto las luces
de neón. Cierro mis ojos de nuevo, profundizando, pidiendo algo para
despertar a la vida.
Grito cuando un brazo me cubre sobre mis hombros. Sacudo hacia
adelante y mantengo mis ojos abiertos.
Hola, preciosa. ¿Qué hace una chica como tú en este lado del lago a
estas horas? Dominic. La Repugnancia estropea mi interior.
No es asunto tuyo digo y trato de empujarlo más allá.
Ey, ey, ey Da un paso en mi camino y abre los brazos, indignado, una
botella de cerveza en una mano. Si estás buscando pasar un buen rato,
yo puedo darte uno.
Ve a preguntarle a la rubia con grandes tetas sobre un buen rato, estoy
ocupada.
¿Rubia con grandes tetas? La confusión cruza su rostro justo antes
de que nade en risas. ¿Courtney? Oh sí, ella y yo no somos nada.
Parece angustiante. Ahora, si te sales de mi camino...
Oh, no, en realidad no. Ella sabía que tenía echado el ojo a alguien
más... Su mirada pasa por encima de mí. Casi puedo sentir sus ojos en
mi piel y me repugna.
Eso es algo malo.
Ay, realmente necesitas trabajar en tus habilidades sociales.
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Lo tendré en cuenta. Y ahora, por favor, sal de mi camino.
No.
Oye, estoy buscando... algo digo. Me tengo que ir.
¿Qué estás buscando?
Exasperada, tiro mi cabeza hacia adelante y la acuno entre mis manos.
Jeeeez, por favor, simplemente desaparece Antes de que lo fulmine
con la mirada, veo algo en sus pies. Me abro camino y lo empujo a un
lado.
Él busca a tientas hacia atrás y deja caer su cerveza en la acera.
¡Maldita sea!
Lo ignoro y miro hacia abajo la imagen de tiza en el suelo. Rojo. Una
vieja puerta de color rojo con el número grabado en el revestimiento de
madera de la misma. ¡Mi puerta! Caigo de rodillas y extiendo mis dedos
en la tiza, con la esperanza de que algo suceda, una atracción, un
hormigueo, una apertura, un rayo, ¡cualquier cosa! Pero no pasa nada.
¿Qué demonios te pasa? Dom agarra mis brazos y empieza a jalarme
hacia arriba.
Estoy tan decepcionada que no me resisto, pero mis ojos siguen
recorriendo la imagen de tiza hasta que veo el nombre del artista:
Alathea Bordeaux de Crescent City Books. Cuando veo la etiqueta,
también me doy cuenta que los libros están volando pintados alrededor
de la puerta. Yo no lo veo así por mucho tiempo, porque Dominic da un
paso atrás frente a mí, sus enormes manos agarrando mis hombros.
¿Hola? ¿Estás borracha o algo así?
No, no estoy borracha La librería no estará abierta a esta hora.
Tengo que volver. Trago saliva. Voy a tener que cruzar el lago de nuevo.
Me reprendo a mí misma. ¡A quién le importa! ¡Encontré una pista! Mi
primera pista desde que empecé la búsqueda. Voy a cruzar miles de
puentes, si tengo que hacerlo. Volveré.
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Me encojo de hombros alejándome de las manos de Dominic y silbo
cuando un taxi conduce por aquí. No se detiene. Doy un paso a la acera y
giro en busca de otro.
¿Buscando un aventón?
No contesto.
Tú no vas a encontrar algún taxi a esta hora.
Me parece ver el amarillo de un taxi y corro un poco más lejos por la calle
hasta que me doy cuenta de que es sólo un viejo y feo auto amarillo.
Oye, deja que te lleve a casa.
Por supuesto que no.
¿Por qué no?
Porque no me gustas y estas borracho.
No estoy borracho dice. ¿Y por qué no te gusto?
Pongo los ojos.
Escucha, déjame en paz, ¿de acuerdo?
Está bien, déjame dejarlo perfectamente claro: yo voy a llevarte a casa
ahora, o voy a molestarte y esperar contigo hasta que llegue un taxi.
Lo ignoro y empiezo por una calle lateral para ver si puedo encontrar
taxis allí. Se vuelve más oscuro rápidamente sin las luces. Oigo los pasos
de Dom detrás de mí y me lanzo de nuevo en el barrio sintiéndome menos
vulnerable a la luz de la calle.
Dominic me atrapa y envuelve sus brazos alrededor de mí, apretados y
demasiado cerca.
¿Qué demonios estás haciendo? le digo, pero no lo empujo lejos. Lo
miro y veo la barba en su mentón, el arco suave de su nariz, y la curva de
su boca sonriéndome.
¿Sabes lo vulnerable que estás aquí sola?
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Sus brazos están fríos contra mi piel, se siente como una lluvia
refrescante en un día caliente. Pero al igual que la lluvia, está unida a ti,
expone demasiado. Me alejo, avergonzada necesitando mucho esfuerzo.
Así que voy a seguir molestándote hasta que dejes de ser estúpida y
simplemente me dejes llevarte a casa.
Exasperada, le digo:
Está bien. Sólo cállate y llévame a casa No lo miro. Estoy tan
sorprendida por decirlo como él. Saca sus llaves y abre un Corvette rojo a
una manzana.
Dame tu teléfono le digo.
¿Qué? Se ve sorprendido.
Quiero tener una manera de llamar al 911 si decides violarme y
asesinarme en el camino a casa.
Se ríe y lanza su teléfono a mí.
Por supuesto.
Cavo los dedos en mi muslo y agarro mi frente en mi otra mano mientras
nos acercamos al puente.
Así que, Jade, estaba pensando que tal vez deberíamos... El puente
se extiende ante nosotros, mis músculos se tensan. Cierro los ojos.
Lo siento, Dominic. Tengo un dolor de cabeza asesino y preferiría que
simplemente condujeras Apretar mi frente debe ser lo suficientemente
convincente porque no hablamos en todo el camino excepto para darle
instrucciones una vez que llegamos más cerca de mi casa. Le pido que se
detenga a un par de manzanas por la calle. Simplemente se sentirá muy
extraño si me lleva a mi puerta. No quiero que él sepa dónde vivo, a
pesar de que estoy segura que en un pueblo tan pequeño como éste,
podría averiguar cuando quiera.
¿Vives aquí?
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Sí, vivo a la vuelta de aquí.
Él está en silencio durante un segundo.
Simplemente no quieres que sepa exactamente dónde vives, ¿no?
Algo parecido.
Él asiente después de unos momentos y detiene el coche.
Salto hacia fuera, feliz de estar en tierra firme y fuera de su coche.
Muy bien. Gracias por el paseo De pie allí y espero a que él se aparte.
Él sólo se sienta allí dilatando las cosas un minuto antes de sonreír y
cambiar de marcha.
Muy bien, Jade. Voy a dejar que te vayas a casa Él acelera el
motor, pero quiero algo más de ti.
¿Y qué?, ¿qué es eso? Pienso en chicos exigiendo besos en las
películas y mi mirada cae en sus labios antes de alejarlos de inmediato.
La repulsión y... la bramante tentación en mi mente.
Mi teléfono.
Oh Estoy decepcionada y no sé por qué. Toma.
Él me guiña el ojo y se aleja.
Frunzo la nariz.
Entro en la casa en silencio y me acuesto en la cama. Cierro los ojos y
mantengo firmemente la imagen de la puerta de tiza. Usaré el internet
mañana para ver dónde se encuentra la tienda de libros y cuándo está
abierta. Me acomodo y antes de darme cuenta, Me quedo dormida.
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Capítulo 22 Connor
Traducido por maka.mayi Corregido por Gabymart
orro escaleras abajo tan pronto escucho el zumbido de la cafetera.
Los chicos están aquí. Sábado y domingo es cuando la casa está
más ruidosa. Creo que por eso me gustan más los fines de
semana.
—¿Oye, Wade?
—¿Sí?
—¿Puedes ayudarme a arreglar la camioneta este fin de semana?
—¿Desde cuándo te importa un comino conducir?
—¿Vas a ayudarme o no?
Él levanta una ceja.
—Sí, uno de los chicos o yo podemos ayudar. ¿Necesitas que busque
alguna pieza, mientras estoy en la tienda?
—Uh, sí —Saco la lista que hice en medio de la noche de mi bolsillo. No
podía dormir y, aunque quería ir a la casa de Nanan, no tenía idea de qué
ventana era la de Jade y no quería despertar a Nanan. En su lugar, tomé
una linterna, fui hacía la camioneta y traté de recordar todo lo que mi
padre dijo que necesitaba. Después de un par de horas estaba bastante
seguro de que tenía todo. Le entregué la lista y algo de dinero—. Si
cuesta más, dímelo y te lo pagaré.
C
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—Claro hijo.
Me dirijo a la puerta.
—Oye, ¿adónde vas?
—Um, fuera por un rato. No volverás hasta la tarde ¿no?
—Sí —Mantiene una ceja levantada—, pero ¿desde cuándo sales?
Pongo los ojos en blanco antes de cerrar la puerta detrás de mí.
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Capítulo 23 Jade
Traducido por maka.mayi Corregido por Gabymart
ueño con ahogarme, puertas rojas y cosas muertas. No es una
noche de descanso, pero a pesar de mis pesadillas, mantengo una
diminuta esperanza de que estoy más cerca de las respuestas.
Tengo un nombre y un lugar, espero que con ambos esté por lo menos
dirigiéndome en la dirección correcta.
Son casi las ocho de la mañana y sé que la biblioteca no abre hasta las
8:30 am Puedo tomarme mi tiempo. Mientras me siento, pienso en la
chica en el espejo. La vi antes en un sueño, es una de las chicas
asesinadas en el último mes. Clara. Una de las víctimas de Etcher. Un
escalofrío me recorre la espalda. Ella se estaba descomponiendo,
pudriéndose justo detrás de mí en el baño. Trato de sacar su imagen de
mi mente. No puedo concentrarme en eso... tengo que concentrarme en
las respuestas. Tal vez una vez que las tenga, entenderé todos los sueños,
visiones y sentimientos.
Toc, toc. Es un sonido suave.
—¿Sí, Nanan? Entra.
La figura completa de Nanan aparece en la puerta.
—¡Qué bien! Estás despierta. Tienes visita —dice sonriendo.
Gimo. Moriré si es Dominic vigilándome.
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—Gracias —Sé que sonó duro. Mientras paso a un lado de Nanan, le doy
un beso en la mejilla antes de ir abajo. No es su culpa que los idiotas
habiten en el mundo. El ceño se fija en mi rostro cuando abro la puerta.
—¡Oh, Connor!
Al principio luce sorprendido, actué como si estuviera esperando a
alguien más, casi preocupada y luego se ve contento al notarme aliviada
de verlo.
—Hola, Jade ¿Puedo hablar contigo?
—Oh, sí, claro —Salgo y cierro la puerta tras de mí.
—Sólo quería decir que lo siento…
— ¿Qué? ¿Por qué pides perdón? Yo soy la que te ha despertado en mitad
de la noche, exigiendo un aventón. —Me siento muy mal por haber
causado su culpa. La veo sobre él completamente. Él se deja caer hacia
adelante aún más que de costumbre, con los ojos bajos como si estuviera
avergonzado.
—No, pero yo…
—No, no, no —Niego—. Tengo que pedir disculpas. Lo siento mucho.
Quiero decir, te golpeé en la cara con una roca, joder.
Eso hizo que en sus labios se posara una pequeña sonrisa.
—Sí, tienes buen brazo. Me sorprende que no rompieras mi ventana.
Pongo mi mano en su mejilla para poder ver su rostro. Se pone rígido y
siento que crucé alguna frontera que se supone no debería pasar por lo
que dejo caer la mano a mi lado. No puedo leer su expresión mientras sus
hombros se relajan de nuevo a su encorvar típico.
—Parece que vas a sobrevivir —Camino a los escalones del porche—.
Estoy realmente de camino a la biblioteca.
—¿La biblioteca? ¿En un sábado? ¿No estás suspendida?
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—Sí, sí y sí. No voy a ir por la escuela, tengo algunas cosas que buscar en
el Internet.
—Oh, ya veo —Se queda allí, incómodo.
—¿Quieres venir conmigo?
Se ilumina su rostro transformándose en algo abierto y honesto.
—Sí, claro.
—Bueno, suenas emocionado acerca de la biblioteca.
Se revuelve.
—Bueno, yo...
—¿Aburrido?
—Uh, sí, algo así.
—Está bien, vamos.
—Ah y venía a hacerte saber que puedo darte un aventón a Nueva
Orleans la semana que viene, probablemente incluso el lunes.
Asiento lentamente.
—Súper, te lo agradezco. Te dejaré saber si necesito un aventón —No
tengo ni idea de cuándo estará abierta la tienda de libros. También creo
que es mejor que me vaya sola, pero no quiero cortar ninguna opción.
Connor se ve confundido.
—Parecía bastante urgente anoche...
—Oh, sí, bueno... —No quiero decirle que fui a Nueva Orleans ayer.
Tampoco quiero decirle que Dominic me llevó a casa. No estoy muy
segura de por qué, pero siento que estaría decepcionado de mí y no quiero
que se sienta de esa manera.
Miro hacía él. Está tan desplomado sobre sí que casi parece una C. Me
quedo con calma a su lado, repentinamente consciente de su
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concentración. Me fijo en los detalles de su cuerpo por primera vez. Es
completamente tonos tierra: marrón y dorado. No los extremos, sin
embargo, una mezcla de los dos colores de manera gradual, de manera
combinada, apenas puedo ver el brillo dorado en su cabello y las manchas
del sol en sus ojos. Pongo dos dedos en el lugar justo bajo sus omóplatos.
Se endereza, arqueando el pecho y con la espalda recta. Me da una
mirada acusadora.
—¿Qué demonios?
—¡Oh! ¡Eres alto! No podía saberlo cuando estas todo encorvado como un
anciano decrépito. Pregunta uno: ¿Por qué tienes esa postura?
—¿En serio criticas mi postura?
—Por supuesto que no. ¿Por qué habría de hacerlo? Viendo cuán sexys los
octogenarios lucen hoy en día —Sonrío.
Empieza a decir algo luego se lo traga.
—Yo… no sé —Finalmente, dice.
—Sí, lo sabes.
—No, uh, me gusta...
—¿Ser notado?
Está callado. Es como si la verdad fuera demasiado vergonzosa para
admitirla en voz alta, pero su silencio lo confirma.
—Sabes, nunca me dijiste por qué viniste aquí. ¿Y qué haces viviendo con
Nanan? —dice de pronto cambiando de tema. Lo veo comenzar a
encorvarse de nuevo, pero lo dejo pasar.
La historia se desarrolla en mi cabeza. Se reproduce rápido y en viñetas
resumidas.
Desperté en el bosque sin recuerdo de mi pasado. Viví allí sola y
asustada. Vi a una chica muerta en mi bosque. Tuve este deseo
traicionero de saborear su sangre, de romperla y destruirla. Me asustó.
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Me escapé. Llegué a la ciudad y las luces se estrellaron contra mí antes
de pulverizarse. Fui llevada por todo el país por una fuerza magnética
extraña. Me arrastró a todas partes. El camino se detuvo en este pequeño
pueblo pantanoso. Me derrumbé en un muelle del río, desesperada y sola,
entonces un ángel, de los viejos, se dejó caer junto a mí sonriendo más
cálido que el mismísimo sol y me ofreció un lugar para quedarme. Nanan.
Ahora estoy buscando una puerta roja y un hombre mayor tal vez real,
probablemente imaginario, que me ayude a reconstruir mi mundo.
No voy a repetir esta historia.
—Versión corta. Mis padres están muertos y mis padres adoptivos son
horribles. Escapé, me cansé de viajar y aunque estaba pensando en
simplemente seguir mi camino a Nueva Orleans, Nanan me vio, conversó
conmigo y demandó que una buena chica como yo debe tener un lugar
decente para alojarse por lo que me ofreció una habitación en su casa y la
tomé.
—Buena chica, ¿eh?
—Por supuesto.
Torpemente lleva su brazo detrás de su espalda, tratando de frotar un
lugar inalcanzable.
—Voy a recordar eso cuando esté explicando la contusión en mi espalda a
mi mamá.
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Capítulo 24 Connor
Traducido por maka.mayi
Corregido por Gabymart
a biblioteca, por supuesto, está vacía. Nadie en el pueblo
realmente visitaría la biblioteca a primera hora en la mañana de
un sábado, sobre todo, no dos chicos de escuela secundaria. Jade
no parece notarlo. Ella sólo pide un número de equipo, se sienta en una
mesa y se conecta.
—¿Así que qué estás mirando? ¿O tienes una idea de lo que estás
buscando?
—Sé exactamente lo que estoy buscando —Su voz tiene un ligero borde.
Al mirarla, veo determinación en el surco de su frente.
Sus dedos tocan las teclas mientras escribe en el motor de búsqueda.
Miro la pantalla.
—¿Oh, libros de la Ciudad Creciente? Mi padre lo mencionó una vez.
Jade de repente se sienta con la espalda recta y me mira.
— ¿Tú has estado allí?
—No. Papá sí. Dijo que esta, no sé, una excéntrica mujer que la maneja.
¿Alathea, creo?
L
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Jade reflexiona sobre ello, mirando fijamente la pantalla, con las cejas
aún apretadas.
—¿Así que sabes acerca de esta mujer? ¿Ésa Alathea?
—En realidad no. Sólo sé que es propietaria de la tienda.
—Ahí es donde tengo que ir. Tengo que conocerla —dice Jade con voz
grave.
—Uh, está bien. ¿Para qué? —Tan pronto como lo digo, la veo achicar
ligeramente los ojos y arrugar la nariz. No le gusta mi indiscreción—.
Bueno, vamos a ver el sitio web. Ella tiene un horario raro, creo — ¿Por
qué papá había ido a verla? ¿Por una investigación para un artículo? No
podía recordar.
Me inclino sobre el teclado y escribo la dirección en el navegador. Música
oscura y espeluznante suena suavemente en los altavoces mientras fotos
de la tienda destellaban en la pantalla. Apenas puedo creer que el lugar
tenga un sitio web. Las fotos parecen un cruce entre un vudú y una
tienda hippie. Hago clic en las horas y, efectivamente, allí son los
siguientes: sábados, domingos, lunes y martes: cerrado. Miércoles: 6-8
pm. Jueves: 1:00 pm-12:00 am. Viernes: 5:00-7:30 pm.
—Vaya, tenías razón. Son horas extrañas —Jade mira la pantalla—. No
puedo creer que no abra hasta el miércoles —Se reclina en la silla,
decepcionada.
—Sí, creo que ella sale y hace sesiones de espiritismo o lecturas del tarot
o algo así.
Jade asiente mientras anota la hora y la dirección en un pedazo de papel.
Empieza a levantarse antes de detenerse y preguntarme:
—¿Connor, si ves algo escrito en otro idioma y no sabes qué idioma es,
puedes, no sé, todavía encontrar una manera de traducirlo?
—Oh sí, eso es fácil —Me inclino otra vez y escribo otra dirección en el
navegador—. Puedes escribirlo aquí y debería darte una respuesta. Si
hay más de una opción, entonces por lo general sólo te permite elegir.
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Ella asiente lentamente y pone los dedos en el teclado. Por un segundo,
me parece ver la misma expresión vulnerable en su rostro que vi anoche
cuando estaba de pie debajo de mi ventana. Cuando miro una vez más, se
ha ido y me pregunto si me lo había imaginado.
—¿Improbus es? —le pregunto, viendo las palabras en el cuadro de
búsqueda. Tan pronto como hace clic en «enviar», la respuesta aparece y
Jade respira profundo.
—Jade, ¿estás bien?
Al principio, ella no responde. Entonces se relaja y me sonríe.
—Está bien. Está todo hecho. Vámonos de aquí.
Levanto una ceja antes de empezar a ponerme en pie.
—Latín, ¿eh? —Veo los resultados de búsqueda traducidos del latín al
inglés—. ¿Eres malvada? Eso es morboso. ¿Dónde has visto eso?
—Oh, acabo de leerlo en alguna parte. —Se pone de pie y está casi fuera
de la puerta principal en el momento en que hago clic para apagar el
ordenador.
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Capítulo 25 Jade
Traducido por Lady_Eithne
Corregido por Juli_Arg
eo el mensaje en el espejo gritándome.
ERES MALVADA. ERES MALVADA. ERES MALVADA.
Me apuñala repetidamente, clavándose hondo. ¿Malvada? La frase
palpita dentro de mi cabeza hasta que la oigo rebotar a mi alrededor
burlándose de mí. Después de que Connor tratase de hablarme un par de
veces y yo realmente no respondiera, dejó de intentarlo.
Caminamos hacia su casa en silencio. Sentí el frío acercarse
sigilosamente a mis dedos, una sombra siguiendo el rastro tras de mí.
Mientras Connor trabaja en su camioneta, la cual, aparentemente, es en
lo que vamos a montar para ir a Nueva Orleans la próxima semana, me
siento en la hierba, con la cara hacia el sol. Me gusta como me ciega, me
caliente, casi me quema.
—Espero que haga sol en mi funeral —Y si realmente soy malvada,
espero que ese día llegue más pronto que tarde.
La llave inglesa de Connor hace un ruido estrepitoso en el camino de
entrada.
—Uh, qué morboso, ¿no?
—¿Qué?
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—La mayoría de las chicas planean sus bodas, no sus funerales.
—Bueno, no soy como la mayoría de chicas, ¿verdad? Tampoco tengo
madera de novia, mucho menos de matrimonio.
—¿Por qué no?
Me encojo de hombros, se sienten pesados por el peso de las preguntas.
—Demasiado rara. Demasiado bagaje —Hago una mueca—. Demasiado
morbosa.
—Eso no significa que tú... —hace una pausa—. Que no tengas madera
de novia.
—Tan sólo créeme en esto —digo—. No la tengo. —No intento sonar
amargada, pero un indicio de dolor afila mis palabras y me pregunto si
Connor se da cuenta.
—Si tú lo dices —dice—. Pero creo que a un montón de chicos les
gustaría salir contigo.
—¿Cómo quiénes?
—Como... —Balancea su peso mientras permanece de pie delante del
motor. Siento mi cuerpo tensarse por su respuesta. No estoy segura de
por qué—. Yo —dice finalmente—. Eres divertida. Eres lista. Eres gu...
guapa —Veo su rostro sonrojarse mientras dice eso y mantiene los ojos a
propósito sobre el motor—. Y no aceptas mierdas de nadie.
Se limpia parte del aceite de sus manos en sus vaqueros.
—Eso no quiere decir nada —digo—. Más bien eso sólo significa que eres
un buen mentiroso.
Empieza a protestar, pero sólo sigo adelante.
—Así que, ¿cuánto tiempo crees que llevará conseguir que esta camioneta
arranque y ande?
—Creo que con algo de trabajo hoy y mañana, debería estar lista para ir.
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—Excelente —digo—. ¿Así que crees que podremos ir el miércoles?
—Sí, no veo por qué no.
—Perfecto —Sonrío ampliamente. Más respuestas no están muy lejos. Al
menos, espero que no.
—¿Así que, humm, Jade?
—¿Sí?
—¿Quieres quedarte a cenar?
—Claro, ¿estará tu familia?
Connor se frota la ceja.
—Desafortunadamente.
—¿De qué estás hablando? Parecen geniales.
—No, mi madre es genial. Mis tíos... —Sacude la cabeza—. Son otra cosa.
Sonrío.
—Me encantará ser parte de tu cena familiar.
Me mira con una sonrisa avergonzada en su cara y asiente.
—Genial.
Oigo un auto acercándose y miró hacia la entrada para ver un viejo
Honda azul haciendo su camino hacia nosotros.
—Oh, esa es mi madre.
Me levanto de la hierba.
Mientras aparca, Connor se encamina hacia el auto y abre la puerta para
ella.
Es bonita. Rizos dorados, piel cálida y una sonrisa preciosa. Podría ser un
rayo de sol por sí sola.
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—Hola, cariño —Besa la frente de Connor y él se inclina hacia abajo para
darle un abrazo.
Se abrazan por un momento, un largo momento, como si estuvieran
aferrando el uno al otro, como si cada momento fuera precioso. Eso
enciende algo dentro de mí, calentándome desde el interior y siento mi
aliento trabarse.
La madre de Connor se aparta de él y me ofrece una sonrisa.
—Bien, Connor, ¿quién es esta adorable chica? —No puedo evitar
sonreírle por llamarme «adorable». Casi parece verdad cuando lo dice.
Connor me señala.
—Esta es Jade. Es nueva en el instituto. Y Jade, esta es mi madre.
Doy un paso hacia delante y estiro el brazo para estrecharle la mano.
—Es maravilloso conocerla, Señora Devereaux.
Ella aparta mi mano y me envuelve en un abrazo.
—Oh, cariño. Tan sólo llámame Desi. ¿Así que he oído que tienes a mi
chico empezando a trabajar en esta vieja camioneta? —dice colocando
una mano en la pintura desconchada—. Estoy impresionada, pensé que
esta cosa se iba a convertir en decoración de la fachada principal.
—Gracias, mamá.
—No hay problema, amor —Besa su frente de nuevo. Mirándome otra
vez a mí pregunta—: Mi chico te ha pedido que te quedes a cenar,
¿verdad?
—Oh, sí. ¿Está bien eso?
—Absolutamente. Rara vez llegamos a conocer a amigos de Connor.
Estoy muy feliz de que te quedes —Desi mira a Connor—. Y no te
preocupes. Les diré a los chicos que se comporten.
—Eso no garantiza nada.
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Ella se ríe.
—Seguro que no. Pero vale la pena intentarlo.
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Capítulo 26 Connor
Traducido por Lady_Eithne Corregido por Juli_Arg
ade y yo nos estamos lavando las manos cuando oigo abrirse la
puerta con rejilla metálica. Normalmente me gusta lo alto que
hablan, cómo les oigo desde cualquier lugar de la casa cuando
entran para cenar. Pero hoy, me pone de los nervios y me preparo a mí
mismo. Jade me toca el brazo, con preocupación en su rostro.
—¿Estás bien?
Me apartó de un tirón sin pensar. Su mano es tan cálida y suave. Quiero
que me toque otra vez, pero ahora sería embarazoso.
—Oh, sí. Estoy bien.
Miro hacia arriba justo cuando Jesse entra a la cocina. Está bebiendo
una cerveza, pero en cuanto inclina la cabeza hacia delante y capta la
visión de Jade, termina babeando algo de cerveza por su barbilla y
camisa. Reprimo una carcajada. Jesse parece como si nunca se fuera a
acostumbrar a que Jade esté alrededor y eso me hace sonreír porque al
menos haya otra persona que se vuelva tonto delante de ella.
—Oh, ah, hola —balbucea.
—Hola —Sonríe Jade.
—Eh, Jesse, tienes algo de cerveza en la barbilla.
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Jesse me mira mientras se limpia la boca. Harry y Wade vienen en fila
detrás de él. Ambos miran a Jade, a mí y luego de nuevo a Jade.
—Compañía otra vez, ¿eh, Connor? —dice Wade sonriendo con
superioridad. Él es por el que estoy más preocupado, por una buena
razón.
—Encantado de nuevo, querida. Jade, ¿verdad? —No me preocupo en
absoluto por Harry. También por una buena razón.
—¡Yo también estoy encantada de verlos! —Jade se acerca para darles la
mano.
—¿Te quedas para cenar? —pregunta Harry.
—Sí, Desi y Connor me invitaron —dice ella—. Espero que esté bien con
ustedes. No quiero ser una intrusa en su cena familiar.
—Tonterías. Es agradable tenerte aquí —dice Harry—. ¿Verdad, chicos?
Ambos sonríen y asienten y murmuran:
—«Ajá».
—Gracias —Jade sonríe y vuelve para terminar de lavarse las manos.
—¡La cena está en la mesa! —llama mamá desde el comedor y todos
vamos en fila. Respiro hondo antes de mostrarle un asiento a Jade. Allá
vamos.
La cena va bien. De hecho, estoy sorprendido de lo tranquila que
prosigue. Todo lo que queda es el postre y no me puedo imaginar que la
pasada hora sea arruinada en quince minutos.
—Pásame algunos de esos dulces, cariño —Wade golpea su tenedor en el
plato. Quizás estoy equivocado. Estoy rodeado de salvajes.
—Claro, querido —Mamá saca una espátula y empieza a trocear una
rebanada de pastel de manzana—. No hay nada más dulce que el pastel
de manzana —Hace una pausa mientras deposita una porción de pastel
en el plato de Wade—, pastel de manzana y besos de esquimal.
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Sonríe. Mamá y papá siempre se daban el uno al otro besos de esquimal
cuando hacían las paces después de una pelea. Entonces parecía ridículo,
ahora es un preciado recuerdo.
—¿Besos de esquimal? —Levanto la vista ante la pregunta de Jade.
Parece confusa.
—Besos de esquimal —declara mamá felizmente.
Jade aprieta las cejas.
—¿Qué diferencia hay en cómo besan los esquimales?
—¿No sabes lo que son? —La sorpresa de mamá parece como si la
ausencia de conocimiento acerca de los besos de esquimal fuera un
pequeño pecado que requiera penitencia.
Jade niega. Se inclina hacia delante, con las cejas levantadas y espera a
que mamá divulgue el misterio. Sonrío con suficiencia para mí mismo.
Esto es ridículo.
—Bueno —sonríe mamá—, chocas tu nariz con otra persona...
Los ojos de Jade se abren de golpe.
—¡Oh! Así... —Agarra mi barbilla y tira de mí hacia ella. Choca la punta
de mi nariz con la suya en un corto, abrupto y ligeramente doloroso,
movimiento. Me agarro la nariz como defensa.
Mi madre se ríe. Harry deja escapar una sonora carcajada.
—Nadie estaría ansioso por eso.
Jade frunce ligeramente el labio, sus ojos todavía abiertos de par en par,
toda su cara inundada con una pizca de vergüenza. Es uno de sus raros
momentos vulnerables y me encanta. Parece como si necesitara que la
tomaran de la mano mientras descubre el mundo... y yo quiero ser su
guía.
—No, no, no —acierta a decir mi madre entre risitas—. Connor,
enséñale.
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Estoy paralizado, los ojos como platos. ¿Iniciar el acercamiento? Apenas
puedo mirar a Jade a los ojos. La habitación se vuelve silenciosa,
incómoda. Jade me mira de cerca, esperando.
Silencio.
—Ah —digo finalmente, pero esa única sílaba se quiebra.
—Vamos, Connor —gime Wade.
—Sí. Enséñame —canturrea Jade.
Asiento obedientemente como debe hacer un buen chico del sur. Me
inclino hacia delante más cerca de su cara, nuestras narices una frente a
la otra, nuestros labios separados por un ínfimo espacio los unos de los
otros. Rápida, pero suavemente, froto mi nariz a cada lado de la suya y
me reacomodo en el asiento, nunca antes habiendo exhibido una postura
tan perfecta.
—Sí. Así —dice mamá—. Quizás un poco más amablemente, con una
pizca más de delicadeza, pero sí, así.
—¿Así que es así? —Jade ahueca con las manos mi barbilla otra vez, pero
se inclina hacia delante despacio, atentamente. Todo en lo que puedo
pensar es como sus labios parecen descender sobre los míos, pero
entonces ella vuelve su cabeza ligeramente y frota su nariz contra la mía
con suavidad. Una, dos, tres, cuatro veces.
Es prolongado. Y dulce. Contengo el aliento, así que cuando me libera,
dejo escapar un pequeño jadeo, lo suficiente y horriblemente alto para ser
oído por todos. Ya puedo oír las risas antes de que finalmente colisiones
con el aire y quiero desaparecer bajo el suelo de madera.
—Muy bien —reprende Wade—. Bueno, es lo más lejos que llegará
Connor para perder su virginidad. No estoy seguro de que pudiera
sobrevivir a que la preciosa Jade aquí presente le pregunte cómo hacer
un beso de mariposa6. Quizás en unos pocos años, nuestro chico será un
hombre —Me da una palmada en el hombro. Le desprecio. Desearía
6 Besos de mariposa: rozar la cara de otra persona con las pestañas causando cosquilleo.
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poder convertir su pastel de manzana en una torta de fresas para que
pudiera brotarle urticaria con la reacción alérgica.
Los ojos de Jade se disparan inquisitivos y casi puedo ver sus labios
preguntando: «¿Qué son besos de maripo...?»
Mamá interrumpe para regañar a Wade.
—Wade, cállate ya. Ninguna de esas tonterías maleducadas en la mesa
de la cena —Sacude la cabeza y vuelve a su plato—. Y delante de una
invitada, nada menos.
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Capítulo 27 Jade
Traducido por Lady_Eithne
Corregido por Juli_Arg
a negrura del cielo está moteada con estrellas. Muchas estrellas.
Los mechones de luz de Connor también compiten por mi
atención.
Sonrío. Connor insistió en acompañarme a casa, como también lo hizo su
madre, así que tomamos la calle y caminamos en silencio a través de la
ciudad hacia la casa de Nanan.
—Siento que mi camioneta todavía esté descompuesta —dice él
finalmente—. Me siento mal de no poder conducir para llevarte a casa —
No levanta la vista hacia mí; simplemente mira el pavimento, sus
hombros encorvados hacia delante en su posición casi permanente.
—No, no te preocupes por eso —digo—. Prefiero caminar. —Miro hacia
las casas lanzando sus luces amarillas hacia el césped. Algunas personas
tienen las persianas levantadas, así que realmente puedo mirar hacia el
interior y ver sus momentos íntimos y privados: una pareja sentada
frente a la TV se apiñan juntos como si el calor no les tocara, una familia
de cinco miembros se toman de las manos en oración en la mesa de la
cena antes de comer, un hombre mayor arrastrando los pies y moviendo
cosas en su cocina. Me sentiría culpable por espiarles, pero es todo
demasiado bonito como para sentirse culpable por ello.
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—Lo siento por lo de mi familia —La voz de Connor me saca de mi
ensoñación, mi constante curiosidad por todo. Casi me olvido de que
camina a mi lado, está muy silencioso.
—¿De qué estás hablando? —digo—. ¡Tu familia es genial!
Se encoge de hombros. Su presencia parece introducirse sobre mí
mientras me vuelvo más consciente de su masa: su altura, la anchura de
sus hombros, sus zancadas que parecen un poco lentas pero son elegantes
cuando lo ves en pleno movimiento, el pelo que cuelga sobre sus ojos,
cómo se balancean sus brazos casi rozando los míos. Patea una piedra y
lleva hacia arriba sus brazos, cruzándolos sobre el pecho.
Todo él está muy cerca, pero aun así se siente muy lejos. Como si
estuviera a un mundo de distancia y hubiera algo perdido en él, algo
triste persistiendo en él. Me recuerda a su madre, tan viva y maravillosa,
pero con algo muy diferente hirviendo en la superficie que sólo la
ocasional mirada llorosa de sus ojos podría revelar justo antes de que
parpadee llevándose la humedad.
—Tu madre es preciosa —Recuerdo cómo la luz captaba su cabello pero
cómo esa luz no se acercaba en absoluto a la elegancia y brillo de su
sonrisa.
—Tú... —Apenas le oigo hablar y vuelvo mi cabeza hacia él. Pero sólo
sacude la cabeza y no termina lo que quiera que estuviera a punto de
decir. Se aclara la garganta—. Creo que a Jesse le gustas.
Me río nerviosamente. La sensación de los fríos brazos de Dominic a mi
alrededor me viene a la mente. Arrugo la nariz. La idea de alguien siendo
atraído hacia mí ilumina mis entrañas de un modo extraño, desconocido,
pero se disipa rápidamente. Nadie puede estar atraído por mí. No por
nadie tan mezquino, no, tan malvado como yo.
—Lo dudo.
Se vuelve a encoger de hombros.
—Escucha Jade. Siento lo de anoche. Viniste a mí y necesitabas ayuda y
no te la di.
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—No te preocupes —Sonrío—. Quiero decir, ni siquiera tenías una
camioneta con ruedas anoche. ¿Cómo te puedes sentir mal por eso?
—Sí, pero, tú parecías tan, no sé... preocupada.
Las luces de Nanan están encendidas. Los pasos de Connor aminoran
ligeramente. Caminamos por el sendero de entrada y siento un extraño
tirón hacia atrás, como si Connor fuera una fuerza magnética que
quisiera que aminorara, para que la noche no terminase todavía. Pero no
sé por qué. Alcanzamos la puerta y levanto mi mano para meter la llave
por debajo de la manilla.
—Um —dice Connor y se aclara la garganta. Parece torpe, ensayado.
Le miro. Desplaza el peso de su cuerpo con cansancio, la cabeza gacha,
sus manos metidas en sus bolsillos.
—¿Ibas a decir algo?
—Yo... eh, no. —Sacude la cabeza. Exhala ruidosamente, sonando
derrotado. ¿Acerca de qué? No lo sé.
—Gracias por acompañarme a casa —digo girando la llave.
—No hay problema —dice—. Gracias por soportar a mi familia.
—No, Connor. Gracias por invitarme —No sé cómo sonar más sincera—.
Realmente disfruté con tu familia —Realmente quiero una propia.
Me sonríe antes de bajar corriendo las escaleras y decirme adiós con la
mano.
Abro la puerta y lo siento: electricidad hormigueando en el aire. Me giro
observando la calle, la acera, las sombras, pero no veo nada. Sacudo la
cabeza. Quizás la electricidad está en mi mente. Vuelvo la espalda a la
carretera vacía y entro en la casa pensando en cosas bonitas y feas.
—¿Cómo te fue, querida? —La voz de Nanan viene desde la cocina. Entro
y me siento junto a ella.
—Fue agradable. Son una familia muy dulce.
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—Oh, sí, esa mamá suya es un ángel. Lástima de su marido. También
era un buen hombre. Ese desastre de hombre siempre está causando
alboroto. Aunque nunca oí hablar demasiado de ese chico, Connor.
—Sí, es bastante callado —Pienso en las pequeñas cosas que dice que me
hacen sonreír—. Aunque divertido.
—Nada mejor que encontrar un novio que te haga reír —Nanan vierte
otro montón de azúcar. Le gusta que su café negro esté dulce.
—¿Un... novio?
—Un chico que sea dulce contigo, ya sabes, un novio —Nanan sorbe su
café y me guiña un ojo.
—Oh, no, él, él no es mi novio —La proclamación tensa mis hombros—.
Sólo somos amigos.
—Ajá —Sus labios se curvan en un extremo por encima de su taza.
Tiene ojos centelleantes. Pienso en la forma en que Desi mira a Connor.
Espero que alguien me mire así algún día, como alguien que pudiera
envolverme en un abrazo y protegerme ferozmente. Me pregunto... si
Nanan podía alguna vez mirarme así.
Cuando llego a mi habitación y me estiro en mi cama, mis dedos rozan
algo suave. Miro hacia abajo en la cama y veo una magnolia abierta en
flor en la punta de mis dedos. Es bonita, delicada. Toco un frágil pétalo y
siento una sacudida de electricidad que me golpea. Aparto mi mano de un
tirón.
Jade...
Es una voz fuerte, masculina y cantarina. Y, lo juro, la he oído antes.
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Capítulo 28 Connor
Traducido por Felin28 Corregido por Angeles Rangel
ade me odiaba anoche.
No le permite irse hasta que no hubiéramos terminado con la
reparación de la camioneta y no fue sino hasta casi las 2:00
am. Durante toda la noche utilizó un sinnúmero de groserías y algunas
quejas sobre que Jade no era mi novia. Hubiera deseado que Harry
estuviera allí para ayudarme, pero en lugar de eso fue a pescar a alguna
parte, así que estaba atascado con Wade.
Valió la pena la noche de quejas, porque a pesar de eso terminamos con
la camioneta antes de regrese Jade a su casa el domingo por la mañana.
Quería tenerla lista por si ella la necesitaba dar un paseo o para
cualquier cosa, y así ella no tendría que estar pidiendo ayuda en otra
parte...
Me quedé dormido con la ropa manchada puesta. Cuando me levanté, me
estaba cambiando, cuando alguien toca la puerta de mi dormitorio.
—¿Sí, mamá?
—Um, no. En realidad, soy Jade —Hago una pausa mientras estoy medio
desnudo en medio de mi cuarto viendo montones de ropa por todos lados.
Y eso que mi habitación está limpia—. Tu mamá me dejó entrar y me dijo
que tocara a tu puerta.
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—Oh, sí, eh, espera solo un segundo —Me pongo el resto de la ropa e
inmediatamente arrojo la ropa sucia a un rincón.
Al abrir la puerta, un golpe de adrenalina llega a mí. Jade se encuentra
en la puerta con un sexy top rojo y una falda de tela escocesa con
pequeñas hebillas negras que muestran sus muslos. Sin las mangas
largas y las medias de red que acostumbra usar, esta es la vez que más
piel le he visto a ella. Trago saliva con un nudo en la garganta y dirijo los
ojos al suelo.
—Uh, ¿quieres salir o entrar?
En respuesta, ella entra a la habitación.
—Traje películas para después cuando hayas terminado con la
camioneta.
—Oh sí, ya está terminada.
—¿En serio? —Ella se ve sorprendida—. ¿Cómo lograste hacerlo tan
rápido?
—Sólo trabajamos en ella hasta la madrugada.
Ella sonríe.
—Así que el viejo tiene habilidades —Me guiña un ojo—. ¡Fantástico!
Entonces, ¿qué es lo que quieres ver: comedia, romance o acción?
—Acción —digo rápidamente. Estoy desesperado por encontrar algo que
libere un poco de mi adrenalina, algo que no tenga que ver con la curva
de sus hombros desnudos, la línea de la clavícula, o sus... Oh, Dios mío,
estoy tan mal como esos pervertidos en el colegio. Niego tratando de
centrar mis pensamientos.
Ella se acerca y me hace jadear mientras toca el dobladillo de mi camisa,
rozando la piel de mi estómago.
Tira el dobladillo hacia abajo.
—Tratando de presumir los abdominales, ¿eh?
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—¿Qué?
—Baja tu camisa.
—Oh, yo… —Ella se sienta en el sofá. Ok: enfócate, enfócate, enfócate—.
Y entonces, ¿qué película de acción trajiste?
Apago la TV cuando termina la película y me estiro un poco.
—Entonces, ¿te gustó la película?
—Estuvo bien —dice—. Un poco fantasiosa. Pero ya sabes, pasable.
—Sí, creo que la mayoría de películas de acción son así.
—Oh, ¿es lo que tocas? —Ella ya no estaba mirando más la TV.
Alzo las cejas y veo su dedo señalando. A la guitarra. Mamá no se la ha
llevado. Suspiro.
—Sí, la tocaba.
—Ya no más.
—No —le digo rápidamente. Jade se ve sorprendida por mi respuesta
abrupta—. No he tocado en mucho tiempo.
—¿Por qué? —Ella se levanta y se dibuja una curva sobre la guitarra.
—Yo… simplemente ya no lo hago.
—¿Me podrías enseñar?
—Yo… no lo sé —Mi cuerpo se tensa.
—¿Por favor? —Ella lo dice en voz baja, con los ojos abiertos y brillantes.
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—Uh, yo —En lugar de decir algo más, estiro las manos como respuesta.
Me la entrega rápidamente y la pongo en mi regazo. La siento allí por un
momento, rozando mi mano sobre el cuello y el cuerpo, sintiendo ese
toque familiar sobre las cuerdas de acero. Los recuerdos llegan a mí de
prisa. Fogatas llenas de canto y risas con la guitarra. Papá me enseñó
cómo debo deslizar mi mano arriba y abajo del cuello y cómo tomar las
cuerdas para cantar una melodía con madera y cuerdas.
Recuerdo el cuaderno que está entre mis colchones de canciones que
escribí sobre la vida y el amor a pesar de que tengo poca experiencia en
cualquiera de las dos. Recuerdo que mamá se acostada en el sofá y me
pedía que volviera a tocar. Y lo hacía. Tenía una canción para ella. Casi
nunca le canté la letra, pero ella atesoraba cada nota.
Colocó mis dedos sobre las cuerdas y la agarro firmemente con mi otra
mano para tomarla. Hago una respiración profunda mientras dejo que
mis dedos recuerden tocar después de meses de intentar olvidar.
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Capítulo 29 Jade
Traducido por Felin28
Corregido por Angeles Rangel
a luz tiembla a mí alrededor: gris y verde, el amarillo
asomándose. Los colores bailan, creciendo en cada reflejo que cae
mientras giran, llegando como un susurro el resplandor.
Luego está la música, hermosa música, una música que inicia con notas
lentas y tristes, en la construcción de la esperanza y el amor. Me le quedo
mirando. Sus ojos están cerrados, su cabello oro y marrón le cae sobre la
cara. Se ve tranquilo, fuerte y hermoso. Me siento en la cama junto a él,
sintiendo su calor.
El repiqueteo de la guitarra suena y envuelve mi entorno. Apoyo la
cabeza en su hombro. Él se pone rígido por un momento antes de
relajarse. De vez en cuando, escucho un zumbido en la combinación con
los acordes de la guitarra y mi respiración, la vibración, el calor, el sonido
brillante.
Forma la canción y crece hasta que es algo más que notas, se instala
dentro de mí y siento el pulso de energía que está alrededor de él y llega
a mí.
Apenas noto cuando la música se detiene. Puedo mantener mi cabeza en
su hombro un momento más antes de que finalmente me mire. Es
brillante, dorada y verde. No hay más gris. Miro profundamente el ámbar
de sus ojos y me doy cuenta de lo hermosos que son. Mi mirada se posa
en la curva de su boca y me sorprende por lo suave que se ve, como una
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invitación, como... una oleada cálida desconocida que pulsa
calurosamente dentro de mí.
Me siento de nuevo rápidamente.
—Eso fue tan, tan hermoso Connor —No le quiero decir que no solo estoy
hablando de su música.
Su voz es apenas un susurro.
—Gracias.
Al bajar las escaleras, la madre de Connor está en la cocina.
—Hola, mamá.
—¡Hola, Desi!
Ella se ve sorprendida y se aleja rápidamente por un segundo,
limpiándose la cara antes de volverse hacia nosotros.
—Es tarde, chicos —Coge un poco de fruta de una cesta y empieza a
cortarla—. ¿Disfrutaron la película?
Escuchó ligereza en su voz, pero sus ojos brillan... ellos, están húmedos.
¿Había estado llorando?
—Sí, fue genial.
—Sí, pero será mejor que me vaya —digo.
Connor se ve sorprendido por un segundo antes de correr escaleras arriba
para agarrar su billetera y parar en la tienda antes de conducir de
regreso a casa.
—Te espero en la cocina con Desi.
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No dice nada al principio, lo que parece fuera de lugar en ella. Al oír a
Connor cerrar la puerta de su dormitorio, Desi se inclina y coloca una
mano sobre mi brazo.
—Gracias —susurra.
Se me arruga la nariz y frunzo la frente, confusa.
—Yo, eh...
—Gracias por conseguir que tocara —Sus ojos están vulnerables y
abiertos. Veo más lágrimas juntándose.
—Yo... — ¿Qué puedo decir?
—Muy bien, vamos a salir —A lo lejos se escucha la voz de Connor voz
junto a sus pasos bajando.
Hago una pausa antes de Desi me envuelva en un abrazo y gire a mi
alrededor.
—Está bien, conseguir que se sienta seguro en su hogar, lo escuchaste —
Antes lo sabía, la oigo salir de la habitación y va rápidamente por las
escaleras.
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Capítulo 30 Connor
Traducido por Felin28 Corregido por Angeles Rangel
ade y yo entramos al bullicio de la escuela. No eran los típicos
comentarios dirigidos hacia a mí, pero como yo lo veo Jade
simplemente sacude la cabeza mientras hablan, me siento a gusto y
soy capaz de ignorarlos. Al menos hasta que llego al casillero donde con
en el marcador, alguien escribió «Freak».
Trato de limpiarlo con mi mano sobre él, pero la palabra no se va a
ninguna parte.
—Lo siento, Jade —digo, la ira reflejándose en mi voz.
—¿Por qué? No lo hiciste, ¿verdad?
—No, claro que no, pero, ya sabes, la gente es estúpida.
Ella me sonríe.
—Sí, lo sé —Saca un lápiz labial rojo brillante de una bolsa de su
casillero y escribe «Naturalmente» debajo de «Freak».
Me río.
—Bueno, bueno, hola —Dominic golpea en los casilleros de al lado y se
inclina hacia nosotros.
J
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—Vamos Dom, te puedes ir muy, muy lejos —Estoy sorprendido por las
palabras antes de que salgan totalmente fuera de mi boca.
Él me mira.
—No estoy aquí por ti —Vuelve a dirigir su atención a Jade y eso hace
que mi estómago se amargue más. ¿Estaba en el casillero de Jade uno de
los amigos idiotas que escribieron en el casillero? La ira hierve dentro de
mí, pero justo antes de decir algo más a Dom, él dice—: Fue un placer
estar contigo el viernes —Mi estómago se contrae. ¿Qué? ¿Cuándo es que
salieron?
—Nosotros no salimos —bromea Jade—. Tú me molestabas. Hay una
gran diferencia en eso.
—Oh, vamos. Así que el viaje a casa a las casi 4:00 am no me da puntos.
¿Dónde diablos estaba Jade a las 4:00 am? Las preguntas caen sobre mí y
mi cuerpo se tensa tanto que siento cada vez más náuseas. ¿Por qué no
me lo dijo?
—Si lo recuerdas, yo no quería viajar.
—Claro que sí —Él le guiña un ojo.
Ug, ¿puedo vomitar?
Jade sólo niega.
—Olvídalo, Dominic.
—Oh, tú no lo harás.
¿Qué?
Jade mueve los ojos.
Dominic capta mi rostro con su mirada y sonríe.
—¡Oh, no te lo dijo? Estábamos en el Barrio Francés el viernes por la
noche. Ella se ve bien cuando sale.
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—Cállate, Dom —presiona Jade—. No fue una noche en la ciudad, tenía
algo que hacer y sólo estaba ahí.
Jade apoya una mano en mi hombro.
—Por suerte, nunca tendrás un paseo conmigo de nuevo.
La campana suena. Es la hora de la clase. Jade se vuelve hacia mí.
—Te veré más tarde, ¿vale?
Dominic me sonríe cómplice mientras camina hacia su clase.
Asiento, todavía confuso con todo en mi cabeza.
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Capítulo 31 Jade
Traducido por kristel98
Corregido por francatemartu
ntonces, ¿sobre qué estaba hablando Dominic? —me
pregunta Connor tan pronto como la clase ha
terminado y vuelvo a mi casillero.
Sé que Connor odia a Dominic. También yo. Pensando en ello me pone
nerviosa y cuando hablo, mi voz es débil y, para mi sorpresa, a la
defensiva.
—Él sólo me dio un paseo —Me tenso, siento que he traicionado a Connor
por confraternizar con el enemigo.
Connor no dice nada. Simplemente arrastra los pies a lo largo de la grava
suelta y golpea una roca sobre el que nos vamos a sentar en la mesa de
picnic fuera. Hace un gesto inquisitivo con las manos, antes de que
realmente hable.
—¿Así que después de que viniste a mi casa fuiste a verlo para un paseo?
—¡Oh no! ¡Por supuesto que no! Tomé un taxi allí —Hay un silencio
incómodo y doy vueltas en ello, escupiendo mis palabras rápidamente
para llenar el vacío—. Tuve que ir allí de inmediato y luego me encontré
con él, en realidad se encontró conmigo —Avanzo con dificultad por el
resto en una respiración—. Le dije que me dejara en paz, pero él era tan
insistente. No iba a irse, él no dejaría mi lado en todo hasta que accedí a
dejar que me llevara a mi casa. Y no pude encontrar un taxi de todos
—E
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modos, por lo que, al final, estuve de acuerdo en dejar que me llevara a
casa —Siento que sólo he declarado mi caso a un jurado y estoy
esperando el veredicto.
Connor asintió lentamente.
—Ya veo.
Nos sentamos en la mesa de picnic y respiro la humedad.
—Bueno, al menos mi camioneta está arreglada. Voy a estar listo la
próxima vez que necesites un paseo —La tranquilidad, dibujado hacia
fuera el sonido de la voz de Connor está de vuelta. Como si la tensión
entre nosotros se ha liberado, perdido y olvidado en el camino de grava.
Exhalo en silencio, aliviada.
El vello de mis brazos se levanta. Un escalofrío se arrastra por mi
columna vertebral, pero ignoro las espinas corriendo a través de mi piel.
Cuanto más lo ignoro, más fuertes son sus picaduras estáticas. Sigo
haciendo caso omiso de él sin embargo. Es sólo en mi cabeza, sólo en mi
cabeza.
—Eh. Nunca he visto a ese chico antes —dice Connor.
Mis ojos se ajustan a él.
—¿Qué chico?
Connor devuelve mi mirada.
—Uh, ese chico —Hace un gesto a la carretera en frente del instituto,
pero luego mira nervioso.
La carretera está vacía.
—Extraño, él estaba ahí hace un segundo. Nunca lo he visto antes —
Frunce el entrecejo—. Él estaba allí.
Me quedo mirando el camino, de repente me doy cuenta de que la
sensación de hormigueo también se ha ido.
—Sí, extraño.
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Cuando me doy la vuelta a la carretera, veo un rayo de luz del sol, un
choque de espadas, un apretón de manos y un grito. Mi grito. Y entonces
se desvanece la visión.
—¡Ey, Jade! ¿Estás bien? —Connor me sostiene.
Asiento y utilizo todo mi esfuerzo para curvar mis labios en una sonrisa.
Cuando lo hago, huelo algo dulce en el aire, ¿una flor?
Una magnolia. Miro a mi alrededor en los árboles y no veo un árbol de
magnolia en la vista.
El martes por la noche, no puedo dormir. Los sueños de estar sumergida
en el agua y falta de aire y la oscuridad me golpean despierta cada pocas
horas. Cada vez, me despierto jadeando y con miedo hasta que veo el
papel tapiz floral despegado sólidamente poniéndome de nuevo en la casa
de Nanan, sana y salva. Voy a la deriva volviendo a dormir sólo para ser
despertada por otro sueño, y luego por mi despertador. Estoy muy
agradecida por la luz del día, Estoy muy agradecida por el miércoles y la
camioneta reparada. Tengo la esperanza de que encontraré más pistas,
más respuestas. Estoy desesperada por ellos.
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Capítulo 32 Connor
Traducido por kristel98
Corregido por francatemartu
ade mantiene la cabeza baja, quejándose de un dolor de cabeza al
cruzar el puente.
—¿Es necesario que me detenga por una aspirina o cualquier cosa?
—Oh, no. Lo obtengo de vez en cuando. Lo cual debe desaparecer por sí
solo.
—Está bien —Sostengo el volante y siento el rugido del motor. No puedo
creer que me tomó tanto tiempo para arreglar la camioneta.
Debería haberlo hecho hace mucho tiempo. Si lo hubiera hecho, entonces
Jade nunca habría tenido que viajar con Dominic. Él no ha tratado de
hablar con ella en la escuela desde el lunes por la mañana, pero lo veo
mirándola y me irrita. Estoy feliz porque la fase final ha comenzado y el
año escolar está por terminar.
También es bueno ser un Junior, debido a que las últimas semanas de la
escuela está a sólo finales y una vez que haya terminado, tú has
terminado con las clases. Tuve tres exámenes esta mañana. Sólo algunos
más y soy libre. Las pruebas no me molestan. Siempre estudio y sé que
los exámenes parciales y finales fueron una señal de que iba a conseguir
un descanso breve.
J
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Lo único que queda para la escuela es el baile, que la Comisión de
Asuntos Sociales ha decidido el tema como Winter Wonderland.
Al parecer, Sue Tobin viajó a Nueva York durante las vacaciones y quería
volver a crear la «magia» de la misma para nosotros la temporada menor
de Louisiana folk. Quiero hablar con Jade de ello, pero sus ojos están
cerrados con fuerza.
Salgo del puente y giro a la derecha para ir hacia la librería. Jade
levanta la cabeza y mira a su alrededor.
—¿Qué tan lejos está?
—Hmm, unos quince minutos —Me dirijo a una calle pequeña—. No es
tan lejos.
Ella asiente, alerta.
—¿Cómo está tu cabeza? —le pregunto.
—Oh, está mejor ahora. Gracias.
En un semáforo de la calle de St. Ann, me estaciono en un lugar de
estacionamiento y salgo.
Jade se encuentra en la acera mirando las tiendas, mirando las máscaras
del carnaval y las perlas del carnaval.
—Son tan hermosos.
—Sí, lo son. Deberías haber visto hace un par de meses. Este lugar
estaba aún más lleno con cosas de Mardi Gras.
—¿Te gusta el Mardi Gras?
—Yo, eh, por lo general no voy.
—¿Por qué no?
—Un poco demasiado loco para mí —Demasiado loco, demasiadas chicas
borrachas, demasiado poco para mí. Miro a Jade—. Pero, si quieres ir el
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año que viene, podemos. Puede gustarte. Sólo prométeme que no le
contarás a nadie.
Jade me mira.
—¡Por supuesto, no voy a contárselo a nadie!
—Está bien, entonces, tenemos un trato. Mardi Gras será honrado con
vuestra presencia el próximo año.
Ella me mira, ceja arqueada.
—Va a ser honrado con el tuyo también.
Resoplo una risa.
—Uh, sí, claro.
—Dilo.
—¿Decir qué?
—Decir «Yo soy Connor Devereaux y voy a honrar Mardi Gras con mi
presencia el próximo año».
Niego, sonriendo.
—¿Cuál es la dirección de la tienda?
Jade mete el papel en su bolsillo y luego cruza sus brazos sobre su pecho.
—Dilo.
Obligado, murmurando las palabras, sintiéndome absolutamente
ridículo.
Ella niega.
—Patético.
—Vaya, gracias.
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Coge mi mano y me arrastra por la vereda hacia algunos bancos y una
plaza de artistas, turistas y gente reflexionando. La mano en la mía, ella
me detiene en un banco.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—Ayudándote a crecer un par.
—Sabes, no siempre eres tan agradable.
—No me quedaré contigo murmurando y encogiendo a un viejecito
invisible —Ella empuja mi espalda tan recta que chasqueo.
—Ahora dilo.
—¿Qué? ¿Aquí? ¿Estás loca?
—Sí, absolutamente. Ahora dilo.
—Mi nombre es...
—¡Más fuerte!
—Jade esto es ridículo.
—Más fuerte o diré que eres un chico dulce buscando al hombre perfecto.
—MI NOMBRE ES CONNOR DEVEREAUX Y HONRARÉ EL
CARNAVAL CON MI PRESENCIA EL PRÓXIMO AÑO —grito solo unos
pocos rostro sorprendidos miran hacia mí. Uno de los cuales era un
hombre pintado de plata quien robóticamente se vuelve hacia mí y hace
un sonido de aplauso mecánico.
Jade me tira hacia abajo desde el banquillo.
—Ves, ¡eso no estuvo tan mal!
—Si no fueras una chica, te pegaría.
—Dudo eso —Mi pecho se tensa. Levanto la vista para ver a Dom de pie
detrás de Jade.
—Connor, apenas puedes alejar las moscas de ti.
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—Retrocede, Dominic —dice Jade.
—Ves, también tienes una pequeña mascota que hable por ti.
Me sonrojo.
—Yo no soy un animal doméstico.
—Oh por mí deberías ser un poco más que eso —Él lame sus labios.
Pruebo la bilis subiendo en mi garganta.
Una gran multitud de personas bajan de un trolebús y empiezan a
empujar por nosotros.
Miro hacia arriba cuando todo el mundo se ríe mientras el hombre
robótico se enfrenta a besos a una chica posando para una foto con él.
—Ey Jade... —La miro y ella se ha ido. Así es Dom.
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Capítulo 33 Jade
Traducido por kristel98
Corregido por francatemartu
uéltame —Trato de girar mi brazo fuera de las manos
de Dom—. ¿Cuál es tu problema?
—¿Qué? ¿No quieres mi compañía?
—No, pensé que anteriormente había dejado eso en claro.
—Eso dices ahora...
Piso mi pie sobre el suyo. Él no grita, pero se detiene arrastrándome
entre la multitud. Me tira delante y tiene mis muñecas en sus manos.
Traza círculos pequeños en los interiores de mis muñecas y envía un
aleteo a través de mi piel. El toque, un pincel sobre mi piel delicada, llega
más profundo haciendo mis pensamientos difusos, mareada, con un
destello de deseo.
—¡Deja de hacer eso! —Me estremezco lejos.
—¿Por qué? —Él me mira lascivamente y lo odio.
—Jade —Connor es empujado a través de la multitud hacia mí.
Dominic se inclina y cepilla su nariz contra mi cuello todo el camino
hasta mi mejilla. Su aliento es frío y fresco en mi oído.
—Yo soy exactamente lo tú necesitas, princesa. Ya verás.
—S
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Con eso, me libera y me empuja contra el pecho de Connor. Connor vacila
un ligero momento antes de envolver sus brazos alrededor de mí
protectoramente.
—Adiós, Adiós, princesa.
—No me llames así —espeto a pesar o tal vez precisamente, porque me
gusta la forma en que suena «princesa» cuando lo dice.
Se ha ido y yo de pie, tirando a Connor lejos de la acera.
—¿Estás bien?
—Sí, yo… yo solo… ¿Disfrutamos de haber sido afectados por un
completo bastardo? Vamos.
—¿Estás segura?
—¿Me veo insegura? —Incluso mientras lo digo, siento que mis
pensamientos son como el agua turbia de la ciénaga. Sé que necesitamos
llegar a la tienda, pero pienso en los labios húmedos, la punta de los
dedos sobre mi piel y un aliento en mi oreja.
Saco el papel con la dirección y nos dispusimos a buscarlo. No es hasta
que caminamos varias cuadras cuando empiezo a escuchar voces de
charlas en mi cabeza.
Miro a aquel. Ella parece oportuna para la cata...
Su sangre sabe cómo el néctar...
Ellos son tuyos para tomarlos...
Suspiro y preparándome contra un pilar de hierro forjado adornado. El
frío aprieta mi espalda y mis sentidos se enfocan brutales. Las voces se
agitan en mi cabeza, y mientras la gente pasa, huelo sal y sudor, oigo los
latidos y veo movimiento de piel carnosa unido a los huesos frágiles. Miro
una camarera limpiando las mesas en el patio.
Una chica bonita con trenzas largas y sinuosas con piel de cobre oscuro,
me sonríe y asiente con la mirada. El frío adormece mi centro. Veo un
pulso golpeando en su cuello y me pregunto lo que la sangre sería si
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rebano una pequeña abertura allí. Me arrastro a mí misma en posición
vertical y agarro a Connor y le digo:
—Tenemos que ir a casa —El frío se arrastra hasta mi garganta y está
haciendo mis dedos entumecidos.
—¿Qué? ¿Pero no tenemos que encontrar la tienda de Alathea?
—Yo… yo no me siento bien. ¿No podemos volver?
—Uh, sí seguro.
Miro a la camarera cuando ella vuelve a entrar en el restaurante.
—Déjame ir al baño muy rápido, ¿de acuerdo? Yo ya vuelvo.
—Claro, voy a esperar aquí afuera.
Entro en el restaurante y siento el frío tragar mis piernas y marchando
hacia la muchacha. Se necesita todo mi esfuerzo para aferrarme a la
barra y no seguir a la cocina. Trago saliva. Ella está sola allí. Con el
bombeo de la sangre por sus venas. Sangre que podría extenderse fuera
de ella y decorar su piel con bonitas tiras rojas.
Aguanto la respiración y doy un paso más.
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Capítulo 34 Connor
Traducido por Maddy Corregido por sttefanye
arece que has tomado una ducha en el baño.
—Sí, necesitaba... lavarme.
Me encojo de hombros y tomo la salida del puente. Jade se recuesta de
nuevo contra el asiento de la camioneta y cierra los ojos.
—Jade, yo, bueno, quería preguntarte...
No abre los ojos. Tal vez eso haría esto más fácil. No tenía que ser una
gran cosa, pero pedírselo era una gran cosa.
—¿Quieres ir al baile conmigo?
Le echo un vistazo. Ella arruga la nariz. Trago.
—Sí.
—¿Sí, iras conmigo?
—¿Por qué no?
Estoy tan agradecido de que sus ojos estén cerrados porque la sonrisa
ahora esta clavada permanentemente en mi rostro.
El auto delante de mí derrapa hasta detenerse y me atasco sobre las
grietas para evitar chocar. La parte trasera de la camioneta vira
—P
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bruscamente antes de que lograra enderezarla y detenerla,
afortunadamente a un metro de distancia del parachoques del otro auto.
—Oh, Dios mío, eso estuvo cerca, ¿eh?
Miro a Jade. Sus ojos estaban abiertos, enormes y fijos en el lago al lado
del puente.
—Jade, ¿estás bien? ¿Te golpeaste algo?
Niega con la cabeza. Sin embargo, sus manos están temblando y su
respiración comienza a salir en acelerados jadeos.
—Jade, Jade, que está mal.
Estaba al borde de la hiperventilación.
—Jade, dime qué pasa.
Levanta una temblorosa mano para señalar el agua.
—¿Qué? —Estoy empezando a asustarme por ella.
—No. Quiero. Ahogarme —Su respiración es irregular.
Frunzo el ceño no entendiendo hasta que me golpea.
—¿Jade, le tienes miedo al agua?
Vuelve sus ojos hacia mi rápidamente, desesperada. Oh guau, está
aterrorizada. Debe tener fobia al agua, probablemente por eso antes
había dicho que tenía un dolor de cabeza.
—Escúchame, Jade. Está bien. Mírame. Solo mírame. Mira mis ojos.
Sus ojos iban nerviosamente de mí hacia el agua.
—No, no mires al agua. Sólo mírame —Agarro su mano y la aprieto—.
Estarás bien. Nada va a suceder. Ven, acércate más a mí.
Temblando, cierra el espacio entre nosotros.
—Pon tu cabeza en mi hombro y cierra los ojos —Lo hace, pero la siento
temblar—. Está bien Jade, los autos se están moviendo de nuevo. Vamos
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a empezar a conducir. No estamos lejos de la salida. Solo inhala y exhala,
¿de acuerdo? Estás a salvo. No voy a dejar que nada te pase.
Entierra su cabeza en el hueco de mi cuello. Al principio, sus rápidos
jadeos soplaban cortas ráfagas de aire caliente que siento en mi piel, pero
su respiración se hizo más lenta y entre sus respiraciones controladas,
hipo. Tiro de ella más fuerte.
Una vez que cruzamos el puente, me estaciono en el bordillo de la
carretera y solo espero hasta que sea capaz de mirarme de nuevo. Sus
ojos están secos, pero su rostro se retuerce con tristeza y vergüenza.
—Yo, yo siento mucho no habértelo dicho —dice—. Yo, yo, yo solo… —
Nunca he oído su voz tan ligera y débil.
—Shh, no te preocupes. Estas a salvo. Siempre te mantendré a salvo. Te
lo prometo —Ese es el momento en el que me doy cuenta de que tal vez
está tan rota como yo y necesita a alguien que la sostenga para
permanecer en una sola pieza, para permanecer completa. A medida que
volvemos a la carretera, sostengo su mano y no la dejo ir.
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Capítulo 35 Jade
Traducido por Maddy Corregido por Sttefanye
La mano de Connor, áspera con callos, sostiene la mía. Si yo tuviera un
corazón, estaría en mi mano; una ofrenda solemne sostenida en la palma
de la suya, desesperada por ser consolada y sostenida como algo suave y
delicado. Esa es la forma en que me sostiene, nuestros dedos
entrelazados, mi mano entretejida en la suya como si compartiéramos
más que dedos y palmas y el sudor entre ellos. Como si fuera pequeña e
inocente y digna de sostener.
No lo soy. Pero se aferra y su calor ahuyenta el frío que muerde mis
dedos. Su ternura, su deseo de protegerme de mis miedos se envuelve
alrededor de mí. No sé qué significa el roce de su pulgar sobre la mía, si
significa enviar un aleteo de calor y dulzura sobre mi piel, pero lo hace.
No quiero que se detenga. Presiono mi mejilla contra su hombro, cierro
los ojos y dejo fuera al mundo.
Cuando la camioneta se queja en una parada y Connor apaga el motor,
no dice nada. Inclina su mejilla sobre mi cabeza y envuelve su otro brazo
a mí alrededor.
No hay frío deslizándose dentro de mí ahora.
Pongo mi brazo alrededor de su cintura y tiro de él más fuerte. Contiene
el aliento y tira de mi más cerca todavía. Tan cerca que puedo escuchar
los latidos de su corazón.
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El latido de su corazón es el sonido más hermoso del mundo.
Me siento en la mesa de la cocina en la oscuridad tratando de recordar
los momentos en el que entré en el restaurante y cuando salí. Estaba
decidida a alejarme de la camarera, pero todo se oscureció hasta que salí
del restaurante y Connor me miró alzando las cejas. Mi cabello, camisa y
rostro estaban empapados, pero no recordaba por qué.
Aprieto mi puño, golpeándolo contra mi frente, apretando los dientes tan
fuerte que dolía. ¿Por qué no puedo recordar?
—¿Cariño? —Me sobresalto enderezándome. Miro hacia el pasillo hacia
la voz en la oscuridad—. ¿Cariño, estás bien? —La voz de Nanan suena
como si se acercara a un animal asustado, suave y reconfortante, como si
no quisiera asustarme.
Asiento, pero luego pienso en la forma en que sus ojos perdieron su brillo
y cayeron bajo un pesado ceño cuando le mentí la última vez. No
enciende la luz.
—No —Mi voz tiembla.
Nanan entra a la habitación arrastrando los pies y se sienta a mi lado.
Apoya una mano sobre la mía y ahueca la otra sobre mi mejilla.
—¿Qué sucede?
La miro a los ojos. La preocupación luchando en su rostro y sus ojos sobre
mí, rompiéndome el corazón. Me mira como si fuera el único ser en el
universo, como si le doliera verme sola en la oscuridad. Esta es la forma
en que Connor miró la foto de su padre. Así es como Desi miró a Connor.
Y quiero derrumbarme y llorar en los brazos de esta mujer que me mira
así... como un ser querido consumido por amarme. Me pregunto si
alguien me ha mirado así antes, si he tenido una madre que me toma de
la mano y trato de aliviar el dolor en mi pecho.
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—Me siento, mal. Mal y pérdida.
Nanan deja escapar un suspiro.
—Jade, querida, todos estamos perdidos y un poco mal.
—No, no yo… —No tengo un corazón que late, no puedo llorar, estoy
aterrorizada del agua, y pienso en feas, horribles cosas—. Todo en mi
está mal. Estoy mal y no sé cómo solucionarlo.
—Si tú tuvieras algo mal, lo sabría.
—No quiero hacerle daño a nadie. No quiero ser... como soy.
Nanan mueve su peso en la silla y suspira.
—Te conocí mientras estabas gritando, luciendo como una cosa hueca en
un muelle hace apenas unas semanas. ¿Imagínate lo que pensaba? Esta
chica tiene que estar loca, una completa lunática. Entonces me acerqué a
ti y por una fracción de segundo, simplemente vi a una chica asustada
con miedo de ahogarse, con miedo de caer. Supe entonces que no te
dejaría.
Apoya ambas manos en la mía y voltea mi mano con la palma hacia
arriba. Traza las líneas de la palma de mi mano.
—Sabes, mi abuela solía pensar todas esas cosas supersticiosas sobre la
gente, sobre las cosas. Pensé que era una vieja loca, pero hubo algo que
me dijo a lo que siempre me aferré. La gente puede cambiar... no importa
de dónde vienen, no importa dónde piensan que deberían ir, las personas
pueden hacer su propio camino.
Golpea suavemente mi barbilla.
—Sé que hay algo diferente en ti.
Trago el nudo en mi garganta seca.
—No puedo decir lo que es y dudo que me lo digas, pero sé que estas
soportando demasiado por ti misma, más de lo que cualquier chica
debería cargar —Sonríe—. También sé que veo pedacitos de ti que caen
en su lugar. Ese chico Devereaux... hace que sonrías.
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Miro nuestras manos y espero que no pueda ver mi rostro sonrojándose
en la oscuridad.
—Sí, Nanan. Me hace sonreír. Me hace sentir menos... vacía.
Nanan asiente.
—Eso es todo lo que necesitas, cher. Unas pocas personas que llenen tu
vida y te den buenos recuerdos a los que aferrarte.
Nanan inclina su frente contra la mía.
—No más sufrimiento en la oscuridad, cher. Pocas personas van a
encontrarte en la oscuridad.
Pero ella lo hizo. Me encontró, me sostuvo en la oscuridad y me dio una
pequeña astilla de esperanza de que tal vez este malvado frío no va a
ganar, que el vacío no me va a comer. Tal vez, es por eso que esta
oscuridad no me está cegando, porque me ofrece un rayo de luz para ver.
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Capítulo 36 Connor
Traducido por Maddy Corregido por Sttefanye
e sintió tan bien sostener a Jade en la camioneta. Encajaba
perfectamente bajo mi brazo, se apretó contra mi lado.
Aferrándose a mí. No sé si he sentido esto antes. Alguien
apoyándose en mí, necesitándome.
Había una fiera desesperación en sus ojos, un miedo que desdibujaba las
definidas líneas de su confianza convirtiéndolas en algo muy frágil.
Estaba aterrorizada del agua, a diferencia de cualquier cosa que hubiera
visto antes. ¿Una fobia? Era extraño. ¿Qué pudo haber hecho que le
temiera tanto al agua?
Enciendo la cafetera y miro distraídamente el café negro que gotea en el
tarro.
—Hola, cariño —dice mamá, entrando en la cocina. Se arrastra en la
habitación, el cabello en un nudo desordenado, el sueño aún luchando en
sus párpados, pero sonriéndome. Mamá. ¿Por qué nunca me necesita? En
el primer par de meses después de que papá muriera, lloraba
suavemente en su habitación, pero todas las mañanas salía con el
susurro de una sonrisa en su rostro para mí. Nunca puso el peso de su
dolor sobre mí, porque sabía que tenía mi propio peso para soportar.
¿O tal vez la dejé fuera? ¿Cerré mi puerta? ¿Le respondí con monosílabos
y expresiones en blanco? ¿Me necesitaba y yo simplemente no lo vi
S
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porque no lo quise ver? Todo el mundo debería tener al menos a una
persona en la que apoyarse y sin embargo allí está en el mostrador
entrecerrando los ojos contra la luz que entraba por la ventana.
Me mira.
—¿Estás bien? —De repente parece consiente de sí misma y se palmea
los rizos—. ¿Luzco como Medusa, no? —Sonríe.
Niego. Caminando hacia ella, tomo su mano y aprieto.
—Papá tenía razón. Se ve mejor así.
Se pone rígida, sorprendida. Por un momento, creo que tiene los ojos más
brillantes, luego parpadea rápidamente y traga. Abre la boca para decir
algo, pero la cierra y asiente.
—Tu padre siempre sabía lo que era mejor.
—Lo… lo siento mamá.
—¿Por qué?
—Por no estar ahí para ti.
Niega lentamente, pequeñas arrugas formándose en las comisuras de sus
ojos cuando me mira.
—Oh, Connor. Estuviste aquí. Así que, has estado exactamente donde te
necesitaba.
Carcajadas retumban en la puerta principal, rompiendo efectivamente
nuestro momento de tranquilidad. Se aleja y agarra una taza del
armario.
—Chicos, podríais despertar a los muertos con su griterío.
—¡Bueno, ese es el punto! —dice Jesse mientras se desploma en una
silla. Harry se acerca y planta un beso en la mejilla de mamá y Wade,
bueno, no sé dónde está Wade, lo que me sorprende porque se siente raro
no ver a mis tíos juntos en grupo.
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Mamá también lo nota.
—Oigan, chicos, ¿dónde está Wade?
Harry toma una respiración profunda.
—El pobre chico descubrió que una joven de la que estaba enamorado en
la ciudad fue asesinada anoche. Está en su casa ahogándose en algo de
Ezra Brooks7.
—¡Oh, Dios mío! ¿Qué chica? ¿Qué pasó? —Los ojos de mamá se alzan
con preocupación.
Jesse niega.
—No sé el nombre de la chica. Dudo que Wade lo sepa tampoco. Era sólo
una camarera del Café Rouxque al que le gustaba mirar cuando íbamos a
la ciudad. Ya conoces al chico, a pesar de su charla, en realidad nunca la
saludó.
—Espera, ¿en la ciudad? ¿En el Café Roux?
—Sí, está en todas las noticias. Aparentemente ese Etcher llegó a ella —
Harry se estremece.
—Justo ayer estuve ahí. Jade y yo estábamos en la ciudad —Enciendo el
televisor. Efectivamente, las noticias hablaban sobre el horrible crimen y
etiquetaban a la mujer como la cuarta víctima del Etcher.
El rostro de la chica aparece en la pantalla. No recuerdo haberla visto,
pero eso no significaba mucho. Mis ojos estaban centrados en Jade.
—No puedo creerlo. Jade y yo estábamos frente a ese restaurante ayer.
Ella quizás estaba ahí —Mis pensamientos cambiaron de curso—. ¿Cómo
lo lleva Wade?
Jesse se encoge de hombros.
7 Ezra Brooks: Es un Bourbon Whiskey fabricado en Kentucky, Estados Unidos.
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—Creo que está mal. Apenas hablamos con él esta mañana y supimos
que algo estaba mal. Ese hombre apenas puede soportar más de 45
segundos de presión antes de abrir su trampa.
Sí, Wade no lo estaba llevando bien en absoluto. Estoy en la puerta antes
de que la cafetera incluso pitara.
—¿Wade?
Hay un breve silencio.
—¿Qué quieres, chico?
—Jesse y Harry nos dijeron... ya sabes, lo de tu amiga del restaurante.
Wade aparece en la puerta de la sala de estar. Es lento, obviamente
borracho.
—Nah, no era mi amiga —dice en voz baja—. Sólo una cosita linda de
mirar —Toma otro trago de la botella de licor.
Lo miro. Sé cómo bebe Wade, pero esto es diferente. De alguna forma
parece más delgado o más pequeño inclinado contra el marco de la
puerta. Puedo decir que le gustaba esa chica.
—De cualquier manera, lo siento —Doy un paso hacia él y levanta la
mano para decirme que me detenga.
—No lo sientas —Suspira—. Debería lamentarlo. Yo nunca… incluso
cuando estuve ahí, la saludé. Ni siquiera comimos en el restaurante. Es
ridículo. Sólo un chico, con un flechazo, pero, pero es una pena que algo
tan delicado tuviera que irse de esa manera, ¿sabes? No es correcto. No
es justo en absoluto.
Wade hablando en serio me hace sentir incómodo, como si el mundo
estuviera de cabeza. Inclinado hacia un punto donde Wade Devereaux no
es intocable y libre de preocupaciones. Su rostro no se ve bien sin una
sonrisa. Pero que puedo decirle a una persona que me importa cuando
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pierde a alguien; no un amigo, o un amante, o un miembro de la familia,
sólo alguien... alguien que era importante aunque ocupaba muy poco
espacio en su vida.
Eso gira mis pensamientos de vuelta a mí. Papá se ha ido, él no ocupa
nada en mi vida ahora, pero de alguna manera él ocupa todo de la
misma. ¿Cómo podría alguien muerto, desaparecido, e invisible hacer
eso?
La voz de Wade irrumpe en mis pensamientos.
—¿Eh?
Incluso con el licor haciendo caer sus párpados, su mirada se fija en mí.
—Te gusta esa chica Jade, ¿no?
—Yo no… quiero decir que no es así.
—No te mientas a ti mismo chico. Perder el tiempo es una estupidez en
este viejo y feo mundo.
Me muevo con incomoda comprensión. Wade esperó demasiado tiempo
para hablar con la camarera y ahora se había ido.
Jade me viene a la mente entonces, dañada, desesperada y aterrorizada
del agua. Ella no debería tener que vivir de esa manera. Asustada.
Recuerdo tener miedo del agua, miedo de ahogarme. Recuerdo tener siete
años, convencido de que había tiburones en la parte profunda de la
piscina. O que de alguna manera el lago donde mis amigos nadaban
podría succionarme hasta el fondo.
No fue hasta que mi padre me tomó de la mano y me llevó al agua que
entré sin miedo. Porque tenía a alguien para cuidar de que no me
ahogara, alguien que me mantuviera por encima del agua en caso de que
ésta amenazara con tragarme. Recuerdo el sol y el cielo, los árboles y la
sensación de no tener miedo. Me había olvidado de ese recuerdo. Es
liberador no sentirte asustado, paralizado por el miedo. Y quiero que
Jade sienta esa libertad.
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Capítulo 37 Jade
Traducido por PatmeliL Corregido por Anaizher
olía venir aquí todo el tiempo con mi papá —Connor
sostiene mi mano mientras se abre camino sobre
troncos y ramas maltratadas en el bosque. Escucho el
sonido del agua moviéndose más delante. Aprieto con fuerza la mano, no
estoy segura de querer ir donde me está llevando. En el momento en que
siente el apretón, se detiene y espera a que llegue a su lado. Sonrío. Debe
pensar que lo necesito para sostenerme a través esta «jungla». Quiero
reír, pero me aguanto.
Antes de que me dé cuenta, estamos ahí. Contra un fondo de árboles, el
agua del cristalino lago brilla con el sol danzando en las crestas de las
pequeñas olas. Hermoso sí, pero aterrador. Retrocedo sigilosamente,
distanciándome del lago. Sería demasiado fácil caer, demasiado fácil
perderse.
Connor me suelta la mano y camina hacia la orilla. Mira de izquierda a
derecha como si el lago fuera una obra maestra.
—Esto es hermoso —digo. Aún con lo asustada que estoy, sé que lo es.
Se sobresalta, como si hubiera olvidado que estoy aquí.
El anhelo permanece en sus ojos.
—S
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Observa el agua como si buscara algo que echa en falta, algo que en estas
olas claras aparece y rápidamente se desvanece… Para siempre.
—Sí, lo es —Sonríe con una extraña nostalgia, casi oculta en la tierna
expresión de su rostro. Comienza a levantarse la camiseta y sacarla por
la cabeza.
Inhalo.
El torso está formado por dorados y excelentes músculos. Ya no hay
camiseta holgada que disfrace la anchura y fuerza de sus hombros o la
curva de su torso. Brilla con el calor de Louisiana. Luce como alguien
completamente nuevo.
—¿Quieres nadar? —extiende una mano hacia mí con el ceño fruncido e
interrogante.
—Umm, no, gracias —Mi cuerpo se pone rígido. No quiero entrar, nunca.
—Oh, vamos —Camina con fuerza a través del agua, entonces se
sumerge. Su risa es débil, amortiguada por las salpicaduras. Ese
chapoteo invade mis oídos. Connor me hace señas para entrar, pero todo
lo que veo es agua. Y la oscuridad ondulando debajo. Los músculos
duelen, como si se prepararan para una paliza, la garganta se cierra por
el ahogamiento, el cuerpo se paraliza, asustado de caer, de hundirse, de
morir.
Parte de mí sabe que todo esto es irracional, pero la otra parte está tan
asustada que por primera vez quiero correr lejos. Lejos de Connor, su
calor, su mundo. Volver al Redwoods solitario y seguro. Connor se acerca
a la orilla, hasta donde estoy. Agarra mis manos y lentamente retrocede
llevándome con él.
—Mi papá solía traerme aquí cuando era pequeño. Estaba aterrado. Ni
siquiera sabía flotar. Pero él me mantuvo a salvo. Voy a mantenerte a
salvo, Jade. Siempre. Solo mírame. No mires a ningún otro lugar.
El agua se arremolina en mis tobillos. Se siente fresca y viva contra el
calor de mi cuerpo. Pero no confío.
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—No estoy segura que esta sea una buena idea —Decido retroceder.
—Jade, no te preocupes. No te soltaré.
Descansamos en el agua. Los brazos de Connor se envolvían alrededor de
mis hombros estabilizando mi camino cuando comencé a tropezar en el
agua, luchando para no sumergirme.
—Lo estás haciendo magnífico, Jade —dijo— Está muy bien.
Me aferro a él, sabiendo que le estoy enterrando las uñas en la piel. Pero
no me puedo relajar, no puedo fluir. El agua está por todos lados
empapando desde mi pecho todo hacia abajo y haciéndome sentir más
pesada.
Él se detiene.
Me levanta poco a poco.
Inhalo ásperamente.
—No…
—Shhh… no te preocupes —Me levanta de forma que sus dos brazos me
rodean completamente y me incrusto en su pecho como una niña.
Siento leves tirones en la cabeza, sacudidas involuntarias. El agua tira
de mí, intentando jalarme y arrastrarme lejos.
—Por favor, llévame de regreso —le digo con la garganta cerrada. Siento
los primeros espasmos en el pecho.
—Jade, cierra los ojos —me dice Connor al oído. Su aliento cálido contra
mi rostro—, solo cierra los ojos.
Lo hago. Jadeo al sentirme rodeada de humedad. Las imágenes llegan, la
opresión, el miedo golpeando, uno… dos… tres… luces cegadoras, la
visión borrosa. Entierro la cabeza en la curva de su cuello.
Lo siento antes de escucharlo.
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Suaves, melódicos tarareos. Un sonido suave, combinado con el débil
sonido del viento y el agua. El calor del sonido de Connor me llena,
vibrando contra mi cuerpo.
Me lleva más profundo en el lago, susurrando todo el camino. El sonido
aleja las imágenes que flotan en mi mente. Noto cuán fría y fresca se
siente el agua, cuán suave, cuán calmante es el sonido de las olas como
fondo para la voz de Connor.
Sosteniéndome fuerte, me guía hasta el agua profunda. Siento como el
mundo oscila debajo de mí, bailando sin gravedad. Saco los brazos, así
puedo deslizarlos sobre el agua y dentro de ella. Levanto la cabeza,
relajándome, dejando que mis brazos se liberen completamente,
extendiéndolos hacia atrás, sintiendo el agua fría a lo largo de ellos y
entre los dedos.
Suspiro, ligera y libre.
Abro los ojos. Agua y cielo. Por primera vez, veo solamente la belleza.
Un dolor tierno, poco familiar, se levanta en mi interior, rompiendo
partes de mí, haciendo algo con el frío, lavando las capas. Las punzantes
heridas sangran y se las lleva el agua, se filtran en el pantano hacia la
tierra y se alejan, mientras siento la reconfortante calidez de su canción
de cuna. Sé que es la oscuridad sangrando, la luz filtrándose. Sé que así
es como se siente la esperanza.
Todos los días me siento en el muelle colgante del Lago Pontchartrain,
mirando fijamente sus profundidades.
—No me llevarás —susurro—, ahora ya no me asustas.
Miro meterse el sol y el agua se llena de destellos amarillos. Cada día me
quito los zapatos y sumerjo los pies en el agua fría. Una explosión de
ansiedad palpita por un momento, hasta que noto que no estoy jadeando
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por aire, no me arrastran bajo la superficie. Pese a mi creciente coraje,
donde sea que el agua gira un poco más fuerte, o un pez, un trozo de
basura o algo roza mis pies, los saco y los dejo escurrir en el muelle. Eso
está bien… lo lograré, llegara el día en que pueda reír, reír tontamente y
sumergirme de cabeza en el agua. Pero por ahora, esto es suficiente.
Ha pasado una semana desde que intentamos ir a la tienda de Alathea.
Al principio la muerte de la camarera me había asustado. No podía
regresar, no todavía. Pero no había voces, ni visiones, o frío. Era solo una
chica normal pasando mis días con un amigo, mi mejor amigo, y mis
noches, con un ruidoso grupo de hombres y una dulce mujer, o con mi
tranquila, sólida Nanan, la que yo sentía que podría descubrir cada uno
de mis secretos y aun así preocuparse por mí.
Me gusta fingir, pero cada día cuando vengo a este muelle, recuerdo lo
que hay al otro lado de esta extensión de agua. Respuestas. Tendré que
esperar hasta el próximo miércoles para ir. Eso me da unos pocos días
más para cerrar los ojos y fingir. Yo soy Jade Smith, una chica llena de
problemas con un difícil pasado, con una mejor amiga y una vieja mujer
que se preocupa por ella. Sonrío a eso.
El sol se esconde fundiendo el cielo con naranjas y rosas. Es sábado.
Sábado... ¿sábado? Salto y noto que estoy atrasada. Necesito estar en lo
de Connor preparándome para el baile en quince minutos.
Comienzo a correr a la casa de Connor. Baile. Sí, al menos por una noche
más, seré normal.
Desi está ocupada peinándome y aplicándome maquillaje. Su sonrisa es
más brillante que nunca.
—No tienes idea de lo divertido que es esto para mí, quiero decir, siempre
estoy con esos chicos sucios todo el tiempo —Va a su armario y saca un
vestido. Miro los complejos adornos, la suave y blanca tela. La espalda y
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la cintura están descubiertas y bordadas con lo que parecen ser
diminutos cristales
—¡Oh Dios mío, qué hermoso! —Paso los dedos sobre la suave tela—. Ah,
Desi, no puedo usar esto.
—Sí, sí puedes. Y lo harás. Este vestido es muy especial para mí y quiero
que una señorita tan especial como tú lo use. Creo que es justo de tu
talla.
Abro la boca para protestar, pero ella solo mueve la cabeza y pone una
mano en mi hombro.
—Por favor, por mí. Significaría tanto para mí.
Miro las bellas líneas y curvas del vestido.
—Está bien. Gracias, muchísimas gracias.
Desi saca una elaborada horquilla para el cabello, salpicada de pequeños
cristales entretejidos con flores.
—Mi esposo me lo regaló en nuestro primer aniversario —Introduce el
hermoso adorno en mi cabello y parpadea, disimulando el brillo en sus
ojos. Y con una cálida sonrisa, besa mi mejilla y murmura—, perfecto.
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Capítulo 38 Connor
Traducido por PatmeliL Corregido por Anaizher
esse y Wade gritan de alegría cuando bajo las escaleras en mi
esmoquin.
—¡Oh Dios hombre! ¡Luces ridículo! ¡Como un pingüino!
—Jaja, muy gracioso.
Ambos se revuelcan de risa mientras muevo la cabeza. ¿Cómo seguir
siendo una persona normal con estos dos alrededor?
La sonrisa en la cara de Jesse desaparece, los ojos ampliándose cada vez
más mientras fija la mirada en la escalera.
—Tranquilícense. Echen un vistazo a nuestro ángel celestial —dice
mamá detrás de mí. Volteo, la veo y, me congelo. Algo sacude
profundamente mi interior, desplazando todo lo demás fuera de lugar. Y
aunque he visto a Jade cientos de veces hasta ahora, es como si la
estuviera viendo por primera vez, pero… no. Cuando la vi por primera
vez, estaba atolondrado de emoción porque era algo extraño, hermoso y
nuevo. Ahora es Jade y la burbujeante sensación que tengo mientras la
veo, se complementa con algo más sólido.
El cabello de Jade cae suelto en suaves ondas. El encandilante vestido
resplandece con las lentejuelas, abrazando las curvas de su cuerpo y
dejando la piel de su cintura expuesta. Tengo una repentina urgencia por
J
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recorrer con los dedos esos pequeños espacios de piel desnuda. Me trago
la sensación, avergonzado y miro sus ojos verdes que me devuelven la
mirada.
Y en este preciso momento, en esta poderosa fracción de segundo, miles
de imágenes parpadean y se mezclan juntas en mi mente. La primera vez
que la vi. La manera en que me guiñó el ojo en la pista el primer día que
hablamos. El sentimiento angustioso e increíble de estar cerca de ella.
Sus dedos golpeando mi espalda obligándome a estar a la altura. Su
mirada perdida cuando sé que no está escuchando.
La forma en que se aferró a mí en la presa, en el agua. La forma en que
golpeó a Courtney en la mesa de la cafetería. La curva de su ceja cuando
siente desconfianza. La arruga de la nariz cuando no entiende. Sus ocho
tipos de sonrisa que reconozco instantáneamente y sé lo que significan.
Todas tan reales, tan brillantes, tan ricas. Su aroma. Pero sobre todo, es
la sensación de estar feliz y completo lo que me estremece. De repente
noto que nunca me he sentido tan fuerte y vivo en mi vida. Y ahora,
mirándola, sus ojos tocados por la más sutil vulnerabilidad, lo sé: estoy
completamente enamorado de ella.
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Capítulo 39 Jade
Traducido por PatmeliL Corregido por Anaizher
n resplandor rojo vibra alrededor de Connor. Lo envuelve y se
acerca a mí jalándome hacia él. Incluso cuando sus ojos se alejan
de mí, la conexión no se ha roto. Algo real y tangible se extiende
a través nosotros, alcanzándonos. Ha pasado tanto tiempo desde que él
irradiara luz. Le sonrío y bajo las escaleras, sintiendo calor y electricidad
en el aire. Pero sus ojos son tímidos y él no me mira otra vez. De hecho,
mira a todas partes excepto a mí. Por un momento, me siento herida.
Pero entonces, sigo mirando el resplandor a su alrededor y nada más
importa.
—¿Está todo bien? —le pregunto a Connor mientras aliso la seda de mi
vestido. Connor casi no me ha hablado y ya estamos cerca del Plaza.
—Sí —dice y sus labios vuelven a sellarse otra vez como si tuviera miedo
de que algo se le escape entre ellos, algo que no quiere decir. Me siento
cohibida.
—No… no tenías que llevarme esta noche, Connor. Hubiera entendido si
querías ir con alguien más.
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—Por supuesto que quería ir contigo —su aguda y rápida respuesta me
toma por sorpresa, porque no estoy acostumbrada a nada que él haga
rápido y agudo, como una navaja al cortar. No le creo. Miro hacia fuera
de la ventana y trago fuerte. ¿Por qué esto se siente mal? ¿Por qué el
espacio para los pies o tanta distancia entre nosotros se siente como un
abismo dividiéndonos en dos y separándonos? Connor está en un mundo
lejano, pero está aquí, mirando por el parabrisas.
—Llévame a casa, Connor
Voltea a mirarme.
—¿Qué?
—Escucha, no sé qué está pasando, pero algo no está bien —le digo
insegura de cómo describir la soledad que estoy sintiendo, incluso cuando
no estoy sola en lo absoluto. Pero lo sigo intentando—. No pareces feliz. Y
quiero que estés feliz. Preferiría quedarme en casa y dejarte disfrutar por
tu cuenta, que ir y tenerte… —me vuelvo hacia él e intento pensar qué
decir, cómo describir la afilada distancia que no entiendo—… así.
Connor aprieta la mandíbula y afirma su agarre sobre el volante. Es
entonces cuando noto que lo estuvo apretando todo el camino. Se desvía
hacia la cuneta y apaga el motor. La calma sin el motor me carcome.
Connor suelta el volante y coloca su frente en él, traza las líneas de cuero
a lo largo del borde.
No digo nada porque tengo el presentimiento de que él lo hará, así que
espero.
Suspira y se sienta derecho. Se mesa el pelo con una mano, se echa hacia
atrás en el asiento y recarga la cabeza, levanta la mirada al rasgado
tapiz del techo.
No puedo soportarlo más.
—¿Aquí es cuando me dices que tengo que salir del auto y caminar a
casa?
Connor cierra sus ojos.
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—No, Jade —su voz es suave, familiar—. Aquí es cuando digo que siento
ser tan estúpido—Se sienta y pone sus manos de nuevo en el volante
para continuar—. Yo… yo solo, no lo sé.
—Qué esclarecedor.
—Lo sé, ¿de acuerdo? —Una débil sonrisa juega en sus labios, pero estoy
agradecida, es mejor que el ceño fruncido pegado a su cara—. Sólo que
tengo el presentimiento de que esto —me apunta a mí y luego a él—, está
por cambiar y o no durará, o lo joderé de algún modo y yo, en serio,
realmente no quiero que eso pase.
Arrugo la frente un poco confundida. Pero antes de que pueda abrir la
boca, me mira y sonríe de nuevo, más ampliamente esta vez.
—Confundida, ¿huh?
—Mucho.
—Sí, siempre te ves así así cuando estás confundida.
—¿Así cómo?
—Siempre arrugas la frente y la nariz —Comienza a jugar con las llaves
que siguen en el arranque y suspira mirando lejos.
Las llaves tintinean. Somos él y yo en el silencio.
Siento como si estuviera tratando de decir algo importante, pero no
termino de entender.
—Es bueno saber que soy predecible.
—¡Ja! ¡Ojalá! —Se sienta contra su puerta para quedar frente a mí y
continúa hablando —Jade, si alguna vez hiciera algo estúpido, por favor
dímelo, te prometo que intentaré hacer lo correcto. No quiero arruinar
nuestra…—suelta un enorme suspiro—, no quiero perderte porque, y–yo
realmente me preocupo por ti y nunca antes me he sentido tan cercano a
nadie.
—Tampoco yo Connor —Me acerco para tocar su brazo y él se estremece
y se aleja.
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Quito la mano y miro hacia fuera, lejos de él, muy lejos de él. No tiene
sentido. Me está diciendo que no quiere perderme y aun así siento que
me está echando fuera, como si no me quisiera en absoluto.
—Jade, lo siento. Lo que pasa… siento que al final… terminarás
pensando que soy un perdedor y te irás con las personas que realmente
deberías estar…
—¿Qué personas?
—No sé… personas atractivas y populares.
—Tú eres atractivo.
—N–no es lo mismo.
—¿Por qué no?
—Porque claro que dirías eso, ya que eres mi amiga y muy tierna y no
vas a decirme que soy un ogro.
—¿De qué estás hablando? Te digo viejo decrépito todo el tiempo.
—¿Lo soy?
—¿Qué?
—Un viejo decrépito.
Lo miro y noto que no se ve como el chico que conocí. No parece vacío y
hundido, no tiene los ojos cansados y tristes. Me enfrenta sin pestañear,
y espera.
—No —le contesto—, tú eres mi Connor… y nunca te dejaré ir.
Exhala otra ruidosa respiración y se inclina hacia mí. Me inclino hacia él
también. Nos abrazamos; esmoquin contra seda. Siento sus manos
inseguras envolverme fuerte. Ahora parece tan grande, sus anchos
hombros son una almohada para mi cabeza, sus brazos son cálidos y
protectores y siento un revoloteo de algo en mi pecho.
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—Gracias, Jade. No te dejaré ir tampoco. Te a… —se corta bruscamente,
tropezando con las palabras.
Me alejo de él y lo miro a los ojos. Son pardos y hermosos.
—¿Tú qué?
Se aleja completamente y arranca el motor.
—Estaba a punto de hacer el tonto yo solito —sonríe—, así que vamos a
ver si esta fiesta es tan buena.
—Muy bien —Nos marchamos, pero ahora siento su calor junto a mí y
cuando extiendo los dedos a través del asiento, extiende los suyos y los
enreda con los míos.
El salón de baile está decorado como un mundo fantástico invernal.
Luces en forma de carámbanos cuelgan del techo. Relucientes telas
azules y blancas caen en cascada por las paredes y a través de las mesas.
Un polvo blanco brillante cubre casi todo el piso, parece como si
estuviéramos caminando por la nieve cuando entramos por la puerta
principal.
La belleza me hace tambalear, pero una tranquila voz dentro de mí dice
que esto me es familiar, muy familiar. Se me eriza la piel mientras
observo todo a mi alrededor, intentando calmar mis excitados nervios.
Me siento helada, como si los carámbanos fueran reales. Agarro la cálida
mano de Connor y lo acerco mí, arrastrándolo hacia la multitud en la
pista de baile.
—Vamos a bailar.
—Uh, está bien —me dice—, pero tengo que decirte que no soy muy buen
bailarín.
Pongo mis dedos en sus labios.
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—Shhh.
Lo quiero cerca de mí, quiero su calor para apagar el frío que se está
apoderando de mí. Subo los brazos para rodear su cuello y pego mi cuerpo
contra el suyo, mi mejilla descansa en su pecho. Sus latidos golpean en
mi oreja y cierro los ojos, los escucho. Los escucho hasta que es la única
cosa que puedo oír.
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Capítulo 40 Connor
Traducido por Ascen Corregido por Angeles Rangel
a seda es demasiado fina y ella está demasiado cerca. Siento cada
curva de su cuerpo contra mí y es demasiado para poder
controlarme. Su piel desnuda bajo las yemas de mis dedos envía
una nerviosa excitación a través de mí y juro que el latido de mi corazón
está golpeando mis costillas tan fuerte que se romperán. Estoy seguro
que ella puede oírlo, pero sólo espero que no se dé cuenta de que estoy
oliendo su pelo, siguiendo la longitud de su cuello con mi mirada.
Acallo mis pensamientos, intento apartarlos. No puedo estropear esto. No
puedo. Ella es mi mejor amiga y no puedo espantarla con estos
sentimientos que me hacen querer tocarla más, que me hacen querer
inclinarme y sentir sus suaves labios con los míos, que me hacen querer
tenerla entre mis brazos para siempre.
Me pongo derecho, dándome cuenta que me estoy inclinando contra ella
así que estamos casi completamente juntos. Me enderezo y aparto mis
pensamientos de ella. Ella es mi amiga. Mi amiga. Mi amiga. Eso es lo
que es. Eso es lo que ella quiere de mí. Pero... no es todo lo que yo quiero
de ella.
Ella delinea mi nuca y uso toda mi fuerza de voluntad para no suspirar
en voz alta.
Lamo mis labios y la aprieto más cerca, muy cerca, pero ella no me
empuja y por ahora, es suficiente.
L
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Capítulo 41 Jade
Traducido por Ascen Corregido por Angeles Rangel
adera con cadera, siento sus manos descansando en mi espalda
desnuda, sus dedos casi reacios a tocarme allí. Su piel apenas
roza la mía. Mis brazos rodean su cuello y curvo mis dedos en el
pelo de la base de su nuca, moviendo en círculos las yemas de mis dedos
desde allí hasta lo alto de su columna, dibujando mi signo en su piel. Ello
me relaja. De cuando en cuando, él traga saliva. O no le gusta que yo le
toque así o le incomoda mucho, así que paro. Cuando lo hago, la
inquietud me desborda.
Sus ojos parpadean hacia mí al notar la falta del toque. Tensando
suavemente su mandíbula, aprieta sus labios formando una fina línea y
después se relaja. Separa sus labios un par de veces para hablar, pero en
realidad se detiene antes de decir nada. Nuestros ojos contemplan la
pista de baile. Hay un sinnúmero de colores y luces.
Entonces, lo veo. Un hombre con agresivos ojos azules, piel pálida y pelo
castaño, de pie detrás de la multitud mirándome fijamente. Mueve sus
labios y oigo el sonido de su voz como un tenue susurro en mi oído.
Jade...
Con eso, la electricidad pincha mi piel, y cierro los ojos cuando los
pinchazos se vuelven dolorosos. Cuando abro los ojos, él se ha ido. Pero
Dominic está de pie junto a nosotros en la pista de baile.
C
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—Hola, ¿puedo interrumpir?
—No —dice Connor bruscamente.
Chasqueando la lengua dice:
—¿No debería decidir la dama? —Dominic coloca una mano en mi
hombro y su respiración es fría en mi mejilla. Un escalofrío se desliza
rápidamente por mi columna y siento como que estoy siendo vaciada,
cómo mi cuerpo está ansioso por llegar hasta él.
—Sí, ella decide —sigo yo—. No, gracias.
—De acuerdo —dice simplemente. Espero que él no pueda ver la
desilusión en mi cara cuando quita la mano de mi hombro.
Inclinándose susurra algo en el oído de Connor. Connor palidece y
después se pone rojo. Sucede tan rápido: en un momento, Connor me
suelta, gira en redondo hacia Dominic y lanza un puñetazo cruzado
directo a su mandíbula. Obviamente sorprendido, Dominic pierde el
equilibrio y cae al suelo. Connor le vigila, con el pecho agitado, los puños
apretados. Mi propia mandíbula cae abierta y no puedo evitar una risita
de orgullo.
El director viene directo hacia nosotros
—Señor Deveraux, no toleramos este tipo de violencia aquí. Usted y la
Señorita Smith van a tener que marcharse.
—No hay problema —digo arrastrando a Connor conmigo.
Cuando nos vamos, vuelvo la mirada al auditorio para ver a Dominic
sonriendo detrás de nosotros.
En el aparcamiento, me giro de frente a Connor y le choco esos cinco.
—¡Impresionante trabajo!
Connor me sonríe en respuesta aunque veo que aún está enfadado con
Dominic y que lamenta que nos hayan echado del baile.
—Así que, ¿tendremos nuestra propia fiesta?
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—¿Qué tenías pensado?
—Palomitas y películas, por supuesto —Me sonríe y me ayuda a subir al
auto.
Cuando empezamos a movernos, sin embargo, oigo susurros
arremolinándose entorno a mí, atacando mis oídos, arañando mi piel.
Trato de bloquearlos, pero continúo oyendo las voces atosigándome:
Improbus es, improbus es. Me arrulla, dentro y fuera de un estado
borroso y muchas veces juro que puedo ver ojos azules o chicas muertas
mirando desde el lado de la calle. Cierro los ojos para no verlos,
queriendo que todos desaparezcan.
Connor me deja en su casa para coger las películas, porque no puedo
seguir más en el coche. Lo sentía agobiante, aplastándome, incluso las
puertas de metal parecían demasiado finas para lo que sea que está
acechando fuera.
Giro el pomo y siento un golpe retumbar bajo mis pies. Jadeo, pero
entonces me doy cuenta que es el ritmo de la música. Música muy alta.
Empujo la puerta abierta.
La música sale muy fuerte de un aparato estéreo desde el estudio de
atrás.
Odio el mundo de hoy. Tú eres muy bueno para mí, pero no sé qué puedo
cambiar...
He oído antes la canción, pero difícilmente puedo imaginar por qué algo
del angustioso rock femenino estaría bombardeando las vigas del piso en
casa de Connor. Una voz tapa la de la cantante. Fuera de tono,
ligeramente más agudo. Paso a través del recibidor y de la cocina. La
puerta del estudio está entornada.
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Dudo antes de echar un vistazo dentro. En mi reducida vista al interior,
veo a Desi balanceándose una y otra vez, sus brazos rodeaban algo
presionado contra su pecho. Doy un paso al frente, evitando la chirriante
tabla del suelo, rápidamente me doy cuenta que la tabla podría romperse
y nadie la oiría con la guitarra sonando tan alto.
¿Desi está cantando? Su voz intenta seguir el tenso ritmo, pero aún
suena con su clara dulzura. La canción no se ajusta. Se mece y gira, sube
y baja y canta a lo lejos, obviamente a su público. Sofoco la carcajada que
burbujea en mi pecho. Casi me atraganta. Se gira hacia mí, los ojos
cerrados, los labios separados en la canción. Y entonces las veo.
Lágrimas. Las lágrimas grabadas en su maquillaje dejando una gruesa
línea vertical debajo de cada ojo con una clara, más pálida, base de piel
libre. La negrura de sus pestañas mancha sobre y bajo sus párpados. La
totalidad de su aspecto sonrojado, exhausta, rosada y manchada.
Deshecha. En mal estado. Sin un halo de luz, sin chispa, nada. Algo cae
dentro de mí. Su tristeza se filtra a través de su piel, perdura en el aire, e
invade mi cuerpo con dura precisión.
—Desi...
Cae al suelo, el objeto cuadrado en sus brazos. Se rompe. El cristal se
astilla. Esquirlas de cristal cubren el suelo alrededor de sus pies.
—Oh, Jade… —Me mira, sus ojos rojos—. Me has asustado.
—Lo siento mucho —Me apresuro hacia delante para ayudarla a recoger
los trozos.
—No, no te preocupes —Cae de rodillas y coge el marco de la foto y lo
aprieta en su regazo. Deja a sus dedos descansar sobre la imagen, antes
de levantar la vista hacia mí, después se mantiene ocupada recogiendo
todos los vidrios rotos.
Doy un paso adelante y me arrodillo enfrente de ella, cogiendo los trozos
de cristal.
—Fue la última canción que él me oyó cantar… —dice en voz baja.
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—¿Qué?
Vuelve el cuello e indica al estéreo, aún a todo volumen.
—David y yo... íbamos siempre al Quarter y tomábamos algunos tragos.
—Parpadea, más lágrimas cayendo por su cara—. Esta canción estaba en
la radio y él me retó a cantarla.
—Y, ¿lo hiciste?
—Por supuesto. Me puse de pies encima de la barra y canté a pleno
pulmón —Sonríe, limpiando su nariz—. David y yo reímos tan fuerte.
Deberías habernos visto. Como dos adolescentes en una cita. Pero fuimos
siempre así, ya sabes. Enamorados. Felices. Incluso cuando ese hombre
me volvía loca me hacía reír.
No sé qué decir. Ella sentada allí, la foto de su marido mecida entre sus
manos como si fuese demasiado frágil para soltarle. Echa una ojeada a la
foto, sus dedos trazando las líneas de su cabello y torso.
—Él fue mi mejor amigo —Su labio inferior tiembla. En el suelo, parece
tan rota como el destrozado marco. Sus ojos están apagados, exhaustos, y
algo más. ¿Tristes? Por supuesto. Pero hay algo tan transformador en sus
ojos, sus sólidos ojos marrones parecen un tumulto de emociones todas
ancladas por algo muy pesado, pero no puedo entenderlo—. Siento como
que le perdí antes de que muriese. Siempre trabajando en esa maldita
oficina con esos malditos papeles. Fue un hombre diferente aquellos
últimos pocos meses.
Pongo una mano en su hombro. Demasiado asustada para decir algo, algo
equivocado, algo frío, algo que pudiese empujarla más lejos. Levanta el
brazo y toca mi mano, después pone su mejilla sobre ella.
—Aunque todo ello valió la pena. No hay nada como amar a tu mejor
amigo.
Su mejilla caliente sobre mi mano. Juega con el dobladillo de mi vestido.
Su vestido.
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—Es como alguien que entra en tu vida y la sacude en pedazos y
después... él está allí y es el pegamento que lo mantiene unido, que lo
arregla. Fue mi amanecer, ya sabes. Hizo brillar mi mundo, me hizo
saber que el día siempre prometía algo hermoso y extraordinario —
Cierra los ojos—. No he visto un amanecer desde hace mucho, mucho
tiempo.
La miro fijamente. Vulnerable. Sus ojos aislándose del mundo. Debía
estar oscuro allí en su interior. Parecía tan diferente de la mujer que
conocí aquel primer día, toda brillante y luminiscente. Me siento junto a
ella con cuidado.
—Desi —susurro—. Cuando te vi la primera vez, pensé que parecías un
amanecer.
Abre sus ojos y deja la mirada fija.
—¿Como el amanecer?
Asiento.
—Hacías brillar la habitación, la hacías de algún modo más cálida. Y sólo
recuerdo pensar, que podría beber del amanecer de esta mujer. Y supe
que quería ser como ella. Quería que la gente se perdiese en mi luz.
Quería ser un amanecer… como tú.
Una tímida sonrisa asoma a sus labios.
—Oh querida, ya eres el amanecer de alguien —Ella se levanta, y la sigo.
¿Soy un amanecer? ¿Para alguien? abro mi boca para hablar—. Pero
hablando de borrachera, creo que voy a necesitar un trago. Sólo déjame...
tirar estos cristales.
Sale de la habitación con un errático y titubeante movimiento.
Me levanto y miro alrededor. Tantos libros, tantos papeles. Una jarra y
algunos vasos están dispuestos sobre una mesita. Me sirvo un vaso. Me
inclino para olerlo. Amargo y apetitoso, fresco y salado.
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Tomo un sorbito. Extendiéndose el sabor por toda mi boca noto un
repentino pellizco ardiente en mi lengua y trago rápidamente. Mi cara
debe estar torcida por la impresión.
Risas.
—Hay tequila en ese té, querida. Un poco fuerte.
Lo miro y me preparo para otro sorbito. Tomo un sorbo y lo trago
suavemente, permitiendo que el sabor del té y del tequila se mezclen en
mi boca. Cierro los ojos y siento el ardor, pero también el gusto de la sutil
mezcla de sabores. Otro sorbito, después otro.
—Oh no, ahora Nanan me va a matar —Desi arranca la taza de mi mano.
Puedo sentir oleadas de calor viniendo sobre mí. Casi puedo oír el
cargado té rebotando en las esquinas de mi mente, empapando y
emborronando todo. Siento todo mi cuerpo pesado y relajado. Puedo
sentir pequeños pedazos de mí flotando fuera, bajo la corriente del
tequila, la preocupación, la desilusión, la torpeza. Lamo mis labios,
permitiendo que el sentimiento me llene.
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Capítulo 42 Connor
Traducido por Ascen Corregido por Angeles Rangel
l sonido estridente sale a través de la puerta principal. ¿Qué
demonios? El eco de voces de mujeres por encima de la voz de la
cantante. Entro, tengo cuidado de no ser dejado fuera de combate
por el sonido de estruendosas chicas y sus angustias. No hay nadie en el
salón. No hay nadie en la cocina. Miro en el estudio de Papá. Jade y
mamá están bailando, cantando, actuando extravagantemente para una
gran variedad de fotos enmarcadas de papá.
Todas las fotos que habían sido guardadas están cuidadosamente
colocadas y alineadas alrededor como un público en el estudio. El pelo de
mama está suelto, lacio. El brazo de Jade está enredado sobre los
hombros de mamá. Las observo boquiabierto. Mamá tiene un vaso de
margarita desbordando un líquido verde claro y Jade tiene otro en su
mano, agitándolo cuando baila.
—Hola, ¿puedo interrumpir la fiesta?
Agitan las cabezas hacia mí. Después se miran mutuamente. Una
explosión de risas mientras se desploman en el suelo, sus respectivos
vasos cargados de tequila equilibrados en sus manos.
—Hola, ¿querido? —Mamá está borracha.
E
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—¡Sí, hola, querido! —También lo está Jade. Su voz es extraña, lenta,
forzada—. Mi Connor ¡Tomate un marga-marga-deliciosa!
Arranco el vaso de su mano.
—Ay Dios mío, señoras, ¿habéis bebido mucho?
Otra explosión de risas.
—Lo necesitábamos, querido.
—Sí, necesitábamos relajarnos —Jade se levanta, tambaleante—. Connor
—Se deja caer contra mí y echa los brazos alrededor de mi cuello,
poniendo sus labios muy cerca de mi oído—. Estoy muy, muy borracha.
—Lo veo
—¿De verdad?
—Sí, no tienes que ser un genio o tener poderes sobrenaturales para eso.
—Silencio.
Ella inclina su cabeza a un lado y mira mi cara, examinando cada parte
de ella.
—¿Qué?
—¿Sabes qué?
—¿Qué?
—Eres muy atractivo —Ella sonríe y sus entrecerrados ojos son cálidos y
preciosos.
—Yo- esto- sí, estás realmente borracha.
—¡Sí! Y... y estoy cansada —Pone la cabeza sobre mi hombro,
perfectamente bajo mi barbilla y bosteza.
—Podría llevarte a casa —No puedo llevarla a su casa así. Nanan me
mataría. Comienzo a entrar en el vestíbulo y el cuerpo de Jade cede y se
deja caer en el suelo. Ella ríe, todo su cuerpo temblando por el mareo.
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—Connor, déjala quedarse aquí esta noche —dice mamá—. Puede
necesitar arreglarse el pelo por la mañana.
—Encantadora.
Mamá sonríe mientras agarra la pared para sujetarse.
—Y tampoco queremos que Nanan te despelleje.
—¡Pero yo ni siquiera es culpa mía! —Cojo el cuerpo de Jade en mis
brazos como si fuese un bebe. La llevo a mi habitación y la tumbo
cuidadosamente en mi cama, metiéndola bajo la colcha. Se acurruca. Cojo
una almohada y la manta extra del borde de la cama y comienzo a
colocarlas en el suelo.
—¿Qué haces?
—Hago mi cama.
—¿Por qué?
Estoy perplejo. Estupendo, la chica de mis sueños en mi cama y, ¿quiero
dormir en el suelo?
—Yo-Yo creía que debería ser ya sabes lo que debe hacer un caballero.
Sacude la cabeza
—No —dice ella alargando la «o»—. Un caballero debería mantenerme
calentita y segura —Palmea el espacio junto a ella.
Miro el vacío junto a ella. Parece tan lejano. Tan perfecto, sin embargo
tan inalcanzable.
Ella me observa detenidamente.
—No te haré daño —dice finalmente.
—¡No! Lo sé. ¿Estás segura de que estás bien conmigo… ya sabes,
durmiendo junto a ti?
—¡Claro! No es como tener sexo. Sólo mantenme calentita.
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No tiene ningún sentido para mí, incluso con el aire acondicionado
encendido, hace calorcito aquí, pero eso apenas parece relevante cuando
una preciosa chica me está pidiendo dormir junto a ella. Dejo de respirar
y después me obligo a mí mismo a continuar otra vez.
—Bueno, de acuerdo —Lentamente me siento en mi cama, súper
consciente de cada chirrido que hace. Se siente como la cama de algún
otro y es frágil y no quiero romperla. Me tumbo y contengo la respiración
otra vez cuando siento a Jade moviéndose junto a mí.
Jade se acurruca junto a mí y pone su cabeza en el hueco de mi cuello,
oliendo como a tequila y a madreselva.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —Sus palabras arrastradas juntas como
miel caliente. Ella casi podría ser de la misma Louisiana.
—Por supuesto.
Lentamente delinea mi cuello con las puntas de sus dedos.
—¿Te gusto?
—Claro que me gustas. Eres mi mejor amiga.
—No —Levanta la cabeza así el calor de su aliento cosquillea mi oreja.
Baja la voz—. ¿Te gusto?
Estoy callado. Sé lo que pregunta, pero no sé cómo responder.
—¿Te gusto como le gusto a Dominic?
—No —dejo escapar, las palabras duras y frías como regañando a un
niño rebelde. Qué horrible comparación. Dominic sólo quiere dormir con
ella y mientras, sí, eso sería increíble, pero no es lo que yo quiero. Yo
quiero amarla y que ella me ame. Quiero que bailemos, besarnos, y
tirarnos el paño de cocina el uno al otro después de cenar cada noche
como solían hacer mamá y papá. Quiero… Espera... ¿qué le dije a ella?
¿Sólo no? Mierda. Yo quería decir no a la comparación, no a su gusto—.
Jade, quiero decir...
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Pero ya está durmiendo. Y sé que ya he fastidiado otra oportunidad.
Estoy amargado. Rememoro los pocos segundos una y otra vez en mi
mente. ¿Por qué no dije sí? Estoy enfadado conmigo mismo por mi
estupidez. Casi quiero despertarla y explicar. Pero ahora parece tan
tranquila, tan cansada y serena.
La miro. Sus ojos están cerrados, su brazo cubierto encima de mi pecho.
Lo veo subir y bajar cuando inhalo y exhalo, lento y controlado. Todo mi
cuerpo vibra por el roce de ella, por la calidez, por la manera en que ella
se aferra a mí en estos momentos de inconsciencia. Deseo que soñase
conmigo como yo sueño con ella.
No lo hace, estoy seguro. Pero me envuelvo en el pensamiento,
sintiéndome completo y feliz. Se empieza a mover y siento que su calor
me abandona. Suspiro cuando acerca sus brazos a su pecho y se aparta,
curvando sus piernas suavemente. Su proximidad todavía alcanza, pero
me da la espalda. Como siempre había sido, como siempre será. Su
respiración es regular y constante. Comienza a contornearse bajo las
sábanas, quizá tratando de alejarse más.
—Connor —susurra, su voz perezosa por el sueño, pero tan cálida y
hermosa como una canción, con una ligera inflexión al final como
cuestionando si yo estoy todavía allí.
—Si, ¿Jade? —Mi voz es suave, animándola a responder.
Pero todo lo que ella dice es:
—Connor —Se desliza de su lengua. Suena elegante viniendo de ella. Se
contornea, acercándose más de vuelta a mí. Su voz suena como
confirmación. Estoy aquí. Está segura. Espero que eso sea lo que quiere
decir la suave inflexión. Me giro hacia ella y curvo mis piernas así se
juntan en el hueco de las suyas. La rodeo con mi brazo. Me siento tan
bien allí. Desearía haberla tenido así hace mucho tiempo. Fingiendo que
ella es mía y yo soy suyo y que nadie más existe en este mundo. Me
centro en sentirla y olvidar todo lo demás; cada parte de mí que está fría
y protegida se derrite. Al final, su calor me adormece.
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Jade está encima de mí cuando abro los ojos por la mañana, una
juguetona sonrisa separando sus labios, su oscura silueta bañada por la
brillante luz de la mañana lanzando una variedad dorada sobre ella como
si fuera una princesa divina.
Continúa sonriendo. Es una leve, dulce sonrisa de satisfacción. Sus labios
se fruncen, apretados en una línea, y sus ojos parpadean alegremente.
Conozco esta sonrisa. Es como ella sonríe cuando esta más o menos
tramando tonterías.
Levanta las palmas, moviendo sus dedos como las patas de las arañas. Lo
he hecho tantas veces así que sé qué está tratando de hacer. Con una
rápida sacudida se impulsa hacia delante y sus uñas arañan mi piel
violentamente a pesar de la tela, mientras ríe a carcajadas.
—¡Cosquillas, cosquillas, cosquillas!
—¡Ay! —El dolor se propaga sobre mí. Aparto sus manos en defensa de
mi pobre piel hecha jirones. Me arrepiento inmediatamente.
Su sonrisa se desvanece y los ojos se ensanchan mientras se recuesta.
Parece casi como que quiere llorar.
—No hago nada bien, ¿no?
—No, no, no —digo frotando las marcas en carne viva de mi pecho—. Solo
necesitas practicar —Sonrío.
Se encoge de hombros y aparta la mirada.
—Hacer cosquillas, mi querida amiga, es un arte que requiere mucha
práctica.
Asiente. Aprieta los labios en una tensa línea, en una sonrisa. No es una
sonrisa auténtica, sino la sonrisa que pone cuando sabe que ella supone
sonreír, una sonrisa infeliz, una sonrisa por obligación. Odio verla,
porque odio saber que no es verdaderamente feliz. Quiero cambiarla por
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una de verdad, una que ilumine su cara, una que no pueda contener,
porque es tan verdadera y honesta que no puede ser contenida.
—Como decía… —Levanto un dedo índice como un profesor dando una
lección—, hacer cosquillas requiere mucha práctica y observación —
Sonrío ampliamente. Antes de que me mire, sujeto sus brazos con mis
dedos y le doy un tirón, inmovilizándola a la cama. Mis dedos encuentran
sus costillas y hago cosquillas. Encoge las piernas como defensa y estalla
en una incontrolable carcajada, una sonrisa extendiéndose tan grande
que separa sus labios e ilumina su cara. Es tan hermosa de este modo. Es
mi sonrisa favorita. Ahora yo también me estoy riendo.
Su atolondrada risa continúa. Articula:
—Para —Pero las palabras no salen completamente así que las ignoro y
le hago cosquillas sin compasión, disfrutando de su descontrolada,
imparable sonrisa porque sé que soy el causante de ella.
Antes de que sepa qué está haciendo, siento que me envuelven sus
piernas y después me aprieta contra ella, nuestros cuerpos perfectamente
juntos uno encima del otro. Un subidón de adrenalina fluye a través de
mí. Dejo de reír. Ella todavía tiembla con la carcajada que la domina.
Aquí estamos, yo arriba, sus piernas rodeándome. Me siento vacío,
excitado, feliz, nervioso. Nunca antes hemos estado así, en esta posición
prohibida y no puedo guardar dentro los pensamientos con el deseo
nublando mi mente.
Todavía se ríe. Es tan inocente. El remordimiento por sentirme así me
atosiga. Pero la adrenalina todavía manda ondas a través de mí,
burlándose algo del alma valiente dentro de mí y quiero besarla. Quiero
besarla y retractarme de la estupidez de ayer. Quiero besarla y decirle
que me gusta, pero no como a Dominic, me gusta mucho más que eso. La
amo. Y quiero que me elija. Comienzo a apoyarme más cerca de ella, la
fuerza dentro de mí toma el mando.
Un hombre aclara su garganta en la puerta.
Estoy azorado y mi cabeza agotada. Es Wade. Caramba.
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Está apoyado en la puerta, mirándonos con pereza, pero con ojos
divertidos.
—Bravo, Connor —Guiña el ojo—. No sabía que la tenías contigo —
Quiero sentarme, pero las piernas de Jade todavía me rodean y es
demasiado fuerte. Debería apartarme y eso sería obvio—. Pero de
acuerdo al orden general de los acontecimientos —dice— primero cierra
la puerta —Señala hacia la puerta— y segundo...
Ya sé lo que va a decir. Cierro los ojos para prepararme e intentar pedirle
que se calle.
—Que...
Él no espera que yo acabe.
—… y segundo, tienes que quitarte la ropa alguna vez o todo esto no
funcionará demasiado bien.
Agacho la cabeza avergonzado y abochornado. ¿De verdad estoy
emparentado con este tío? ¿Es genéticamente posible? Miro a Jade.
Está confusa, su entrecejo está arrugado, los labios fruncidos, sus ojos
casi parpadean brillando interrogantes. Y yo estoy aliviado. Pero
entonces un parpadeo de entendimiento ilumina sus ojos y su toda su
cara se pone seria. Sus piernas me sueltan y se sienta, sacudiendo la
cabeza.
—Oh no, tío Wade —Me mira de reojo rápidamente—. A Connor no le
gusto de ese modo —Sus labios apretados y aparta su mirada de mí
cuando se levanta.
Wade levanta una ceja. Ahora está confuso.
—Yo-yo mejor me voy —Mira nerviosa y camina arrastrando los pies
rodeando a Wade como si le diese miedo tocarle.
—Buen trabajo, Wade —digo y encoge los hombros y sonríe con
satisfacción.
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Capítulo43 Jade
Traducido por luisa Corregido por IngridShaik
e quedo helada cuando escucho el sonido de la mandíbula de
Wade desencajarse, romperse sus huesos, su sangre gotear,
gotear, chorreando al suelo. Mucho peor, me gusta el sonido.
Sólo fue una fracción de segundo, pero el terrible temor de ello se cierne
sobre mí. Wade está bien. Él está muy lejos y no le puedo dañar. El papel
pintado floreado me asegura. El frío penetra más hondo. Aprieto los
dientes y cerrando los ojos apretándolos.
¡NO-NO-NO! ¡No quiero este frío! No quiero estos malvados
pensamientos.
Mis fosas nasales se ensanchan mientras inspiro algo humeante, algo
quemado. Un calor tan pesado, que siento como si un camión Mac me
golpease, jadeo mientras abro los ojos. Sombras se remolinan en
imágenes nebulosas, como calor elevándose del asfalto, haciendo
espirales convirtiéndose en una violenta caída de niebla.
Toma lentamente forma, colores llenando la masa y aclarándolo en algo
real... he inimaginable. Cabello negro. Piel marrón cenicienta. Ojos
blancos. Cuello rajado. Cabeza encorvada sobre su hombro. Antinatural y
en descomposición. La chica del restaurante. Jadeo mientras escucho el
débil sonido de los dedos sus pies arañando el suelo de madera que viene
hacía mí.
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—¿Qu…Qué es lo que quieres?
Los labios azules de la chica se abren y después se cierran.
—Imppprrroooobess es.
—¿Qué? —Ella es demasiado fea para mirarla, quiero vomitar. Mis
pulmones hacen un gran esfuerzo, intentando aguantar la bilis. Las
palabras extranjeras barbotean de sus labios en un sonido gutural, vacío.
Su boca se abría y se cerraba mecánicamente. Pero alarga la «es» Me
aprieto en contra de la pared. Ella extiende una blanca, temblorosa mano
hacía mí.
—¿Qué quieres?
—Improbus es.
—¿Qué?
—Improbuses- Improbuses- Improbuses- Improbuses- Improbuses... Los
dedos sangrientos de sus pies arañan la madera, su lengua negra golpea
dentro de su boca. ¿Es esto? ¿Esto es la muerte? ¿Estoy preparada?
Aprieto los dientes, preparándome. Su mano choca contra mi pecho,
quemándome. Penetra en mi piel como un cuchillo. Le agarro el brazo,
pero no se mueve. Los dedos separados, la palma sobre mi pecho, me
levantan, mi espalda deslizándose por la pared. El dolor se dispersa
desde mi pecho a mi espalda, desde la base de garganta a mi barriga.
—Improbuses - Improbuses - Improbuses - Improbuses - Improbuses...
—Por favor —digo sin aliento—. Por favor, para. —Debido al dolor, mi
cabeza me da vueltas. Voy perdiendo el conocimiento y mientras lo
pierdo, ella se desvanece. En cuanto caigo sobre la cama, la niebla y la
chica han desaparecido. En el lugar donde se encontraba de pie, hay una
pila de cenizas apilada sobre el suelo. Mi piel arde. Me toco el pecho y
noto gruesos, abiertos cortes a través de mi pecho. Voy corriendo al
espejo. Los cortes formados en palabras son profundos y feos.
Improbus es.
Deseo que aparezcan las lágrimas, pero no lo hacen.
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La oscuridad me envuelve y me arrastra.
Cuando me despierto, voy deprisa al espejo. Las palabras han
desaparecido. Tengo que encontrar la puerta roja. Se está acabando el
tiempo.
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Capítulo 44 Connor
Traducido por luisa Corregido por IngridShaik
legando cerca de la tienda, aparco en el callejón y saltó fuera de la
camioneta. Jade se baja despacio.
—Aquí estamos —digo señalando la tienda. Es una calle poco
transitada. Velas alumbran las ventanas. Jade se acerca y abre la
puerta. El humo del incienso flota en el aire y llena mis fosas nasales—.
Bien ¿necesitas echar un vistazo a tu alrededor o necesitas hablar con
Alathea?
—Probablemente ambos.
—¿He escuchado a alguien decir mi nombre? —Una voz, áspera y
familiar habla desde unos cuantos pasillos más allá.
—Hm, sí. ¿Señorita Alathea? Quería formularle una cuantas preguntas.
Alathea aparece delante de nosotros. Una mujer negra, esquelética con
montones de telas entrecruzadas alrededor de ella.
—Ah, ya veo.
—¿Fue usted quien hizo la pintura de carboncillo en el distrito? ¿El de la
puerta roja?
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—Ah, sí. ¿La puerta hacia el intermedio? Sí, yo lo dibujé —Ella ladea la
cabeza, demasiado hacía un lado y mira atentamente a Jade—. ¿Joven,
que buscas con la puerta roja?
—Yo, hm ¿Dónde está la puerta roja? Quiero decir, ¿Ha visto una puerta
como esa?
Jade parece estar nerviosa y no sé por qué.
—Ah, entonces la estás buscando —Mira a Jade estrechando los ojos—.
¿Por qué?
—Yo, bien, solo tenía curiosidad... — Que Jade esté indecisa me hace
cambiar de postura, me pone nervioso y quiero salir de ahí.
—Ven aquí —dice Alathea abruptamente. Se gira y desaparece detrás de
una estantería de libros, velas y calaveras de caimanes.
Jade me lanza una mirada, antes de seguirla, arqueó sus cejas.
Quiero gritarle, quiero sacarla de la tienda, pero sin embargo la sigo
arrastrando los pies sobre el suelo de madera, viendo como se levanta el
polvo, dejando mis pisadas. A la vuelta de la esquina, vemos a la señora
sentada junto a una mesa baja, velas brillando a su alrededor, arrojando
sus marcadas, angulosas facciones entre sombras y luz. Ella mira al
suelo cerca de los pies de Jade.
—¿Que carta habéis escogido?
—¿Qué?—pregunta Jade.
La dama señala con la cabeza al suelo y con gestos de pájaro ladea su
cabeza a un lado y observa a Jade mientras que se agacha y recoge una
carta del suelo.
—Hm, no sé. Está en blanco.
Los ojos de Alathea se abren de par en par y doblando un dedo llama a
Jade.
—Ven aquí.
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Escudriño por encima del hombro de Jade y veo la blancura de la carta.
¿Qué demonios hacía a sus pies? Durante un segundo Jade no se mueve.
Despacio, se acerca a ella.
—Ah, sí. Eres la pequeña niña-ojos-de-Jade, ¿Lo eres, verdad? —La
anciana sonríe, los dientes negros, algunos de ellos faltan—. Él te ha
estado esperando.
—¿Qué? ¿Quién la está esperando? —digo confuso.
La mirada de la vieja bruja recae en sí misma, cae sobre mí, y
rápidamente se convierte en una mirada feroz, como si hubiese notado,
en ese mismo instante, mi intromisión. Vuelve a dirigir su mirada a Jade
y ésta se suaviza, sin responder a mi pregunta.
—Pequeña, has estado vacía durante mucho tiempo, ¿a qué si?
Jade jadea.
—Yo...
—Una chica que no tiene nada de qué agarrarse, nada a qué echar mano,
sin corazón para amar, ni alma para proteger.
Jade reprime un sonido. Miro hacia ella y veo una dolorosa expresión en
su cara. No me gusta.
—Alathea —digo decir antes de que ella me cortase.
—Joven, eres mucho más de lo que pareces. Debes de ir a él ahora,
porque todos vienen a por ti —Se inclina más cerca—. La oscuridad no
debe ganar.
—¿De qué demonios estás hablando? —Jade está temblando y yo la rodeo
con un brazo—. Déjela en paz. ¿No puede ver que la está asustando?
—Sh, Sh, Sh —Su atención cae sobre mí—. Oh, sí, tú también jovencito,
juegas una parte. Ven aquí. —Ella indica que dé un paso adelante, yo
niego pero Jade se aparta de mi brazo y me empuja. Me siento como si
me hubiesen tirado a los lobos, o en este caso, tirado a una rara vidente,
da la impresión que podría convertirme en el anzuelo de un caimán. No
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me puedo creer que mis pies se moviesen en su dirección. Mientras que
llego a ella renuentemente, me ordena que coja tres cartas. Cuando lo
hago, las toma de mí y lentamente las coloca sobre su mesa.
—Tan radiante alma —Por un momento mira a Jade—. Pero por
supuesto tú lo sabes, ¿Verdad niña? —Ella vuelve a posar la vista sobre
las cartas—. Oh, joven, como va a doler tu corazón. Tantos caminos
llevaran a tu fin —La tristeza atraviesa su cara mientras me mira.
—¿Fin? —le digo.
Empuja una carta hacía adelante. Tiene una espada penetrando un
corazón y mucha sangre.
—Muerte —Deja la palabra suspendida en el aire.
Mierda. O alguien me puso una pastilla en la comida o esta vieja señora
está como una regadera. En serio, cuando una persona tiene una
colección de calaveras y ha dominado una mirada de, «te arranco la piel»,
no es alguien con quiero bailar el tango.
—Jade, vayámonos —Le tiro del brazo.
—Espera.
Jade se desembraza de mi brazo y se acerca más a la arrugada, mujer de
ojos salvajes. ¿Se me acababa de desencajar la mandíbula?
—Jade, yo…
—Tengo que escuchar lo que tiene que decir...
—¿No lo dirás en serio? Sabes, que pagaré en otro lugar por una videncia
de mano, en otro lugar que no sea, deja-que-te-atrape-en-mi-sotano-y-
esperar-a-que-tu-piel-se-pudra-para-que-pueda-exhibirte-en-mi-colección-
de-huesos. ¿Ya sabes, algo como en la calle, en público, con testigos?
En vez de responder, Jade arrastra los pies más cerca de Alathea. La
vieja dama se precipita hacia adelante y coloca sus palmas a ambos lados
de la cara de Jade.
—Hay muy poca esperanza para ti. Pero debes de encontrarle. Ahora.
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—¿Encontrar a quién? —digo no encuentro ninguna respuesta.
—No pruebes. No los pruebes. Echaría a perder todo. Sé fuerte y no creas
en todo lo que veas y no te doblegues ante el frío. El hielo te quiere de
vuelta, pero no te puede tener. Tú eres nuestra.
De nuevo Jade está temblando, sus manos palidecen bajo el apretón de
Alathea. A Alathea se le ve desesperada, hambrienta, sin dejar de mirar
fijamente a Jade.
—Vámonos, Jade —La arrancó de Alathea. Su piel esta caliente y
resbaladiza de sudor.
—Ahora vete —Alathea nos guía a la puerta y tras salir la cierra con un
portazo. Rastrea la calle con los ojos antes de darle la vuelta a la señal a
CERRADO.
—Wow. ¿De qué demonios iba eso?
Jade pestañea hacía mí, antes de mirar al infinito.
—Yo… no lo sé.
Los ojos distantes de Jade y su pestañeo me preocupan. Quiero decir, yo
mismo estoy un poco nervioso. Una vieja bruja ha dicho que me voy a
morir. Eso no tiene gracia. Pero a Jade se le ve perdida y quiero
distraerla de cualquier pensamiento que la esté atormentando. Estamos
fregando la vajilla en la cocina y un pensamiento pasajero me invade la
cabeza. Mamá y papá solían fregar juntos la vajilla. También solían...
Sonreí con suficiencia y sujetaba la manguera de le la pila en la mano.
—¿Oye, Jade?
Sus tristes ojos me miran, y con un rápido movimiento, la empapo con la
manguera. La mirada de total conmoción —ojos de par en par y
boquiabierta— merece la pena la olla de agua que me tira encima de la
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cabeza. Sin perder ni un minuto, la persigo por el vestíbulo, sus risas son
como notas musicales en el aire. La persigo y terminamos en el cuarto de
baño. Con un fuerte empujón, me lanza dentro del cubículo de la ducha,
baja la ducha y me rocía hasta que nada en mi permanece seco. Agarro
sus muñecas y la arrastro hacía mí y ahora ambos nos encontramos bajo
el chorro del agua. Le hago cosquillas sin miramiento y ella se deja caer
sobre mí, ambos nos caemos al suelo de la ducha. Me duele la barriga de
tanto reír. No creo que se dé cuenta de que cuando dejo de hacerle
cosquillas, pongo mis abrazos alrededor de ella y la arrimo más cerca de
mí.
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Capítulo 45 Jade
Traducido por luisa Corregido por IngridShaik
os acertijos de Alathea me penetran y la idea de que Connor
pueda ser herido es demasiado para soportar. Su risa apacigua el
dolor afianzado en mi pecho y las bromas de Connor suavizan la
severidad de las palabras dichas por la mujer. Quizá no supiese, quizás
ella..., pero ya no nos estamos riendo. Estamos en silencio, calientes y
juntos. Me acurruco contra él. Su respiración se acelera, siento un hipo
en el latido de su corazón. Sonrío. Él es tan sólido y real, a pesar de todo,
es él quien me sujeta. Un pensamiento se me cruza.
No te estaría abrazando si supiese...
Rat, tat, tat.
El golpe en la puerta es un sonido suave, comedido. Connor y yo
estiramos el cuello para mirarnos.
—Qué extraño. No sé quién podría venir ahora.
Voces amortiguadas. Desi y el «llamador» suenan desde abajo. Nos
quedamos quietos para escuchar atentamente, pero Desi ya está
llamando antes de poder escuchar nada.
—Jade, cariño. Hay alguien en la puerta preguntando por ti —Connor y
yo intercambiamos miradas confusas. Entonces un recuerdo me viene.
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—Oh. ¡Nanan!
Me giro hacía la puerta y Connor me atrapa la mano. Su toque es suave y
dulce, como una promesa. Estoy sobresaltada por ello, porque por un
momento no me dice nada. Una sonrisa tironea de sus labios. Bajo a las
escaleras. Ahí está Desi, de pie en la semi-abierta puerta, hablando bajito
con la persona que está detrás de la puerta. Sería tan feliz si Nanan y
Desi se convirtiesen en amigas. Desi me mira y me otorga una educada
sonrisa. ¿Educada sonrisa? Eso me hace perder pie. Una sonrisa educada
no es una verdadera sonrisa.
—Bien, aquí está.
Abre más la puerta y de pie en el umbral de la puerta se encuentra el
corpulento Dominic. Me quedo helada. ¿Qué esta...?
—¿Por qué diablos estás aquí? —La voz de Connor chilla a mis espaldas.
—Connor, no hables así a una visita.
Connor expira fuertemente.
—¿Un visitante?
—Para Jade —dice Desi.
Connor se envara detrás de mí.
—Pero....
Desi se aleja de la puerta.
—Vamos Connor, démosles algo de privacidad.
¿Privacidad? No quiero privacidad con este baboso chico.
Un toque en mi codo. Lo miro a la mano y a la cara.
—Quieres...
—Lo tengo controlado, Connor —le digo deseando aligerar la tensión.
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—Bien, pero estaré en la habitación de al lado por si me necesitas. ¿De
acuerdo?
Asiento, sabiendo que no le pediré ayuda. No siempre puedo estar
apoyándome en él. Soy más fuerte de lo que él cree, más fuerte de lo que
yo misma quiero pensar. Connor miró fijamente durante un largo rato a
Dominic.
Dominic se apoya contra el marco de la puerta y se cruza de brazos.
—Con, no te preocupes. No voy a escabullirme con ella… —Me guiña el
ojo, indolentemente arrastrando su mirada de mis pies a mi cara—. Aún.
—Escucha, tú…
Apoyo mis palmas sobre el pecho de Connor, empujándolo suavemente.
Estaba tenso, sus músculos dispuestos a la acción. Como un león. Eso me
hace sonreír. ¿Cuándo se convirtió este decrepito viejito, en un león?
—He dicho que lo tengo controlado.
Connor sacó la barbilla y asintió.
—Ok.
Le sigo con la mirada salir de la habitación. No quiero darme la vuelta.
No quiero ver los pares de ojos negros recorriendo mi cuerpo.
—De espaldas te ves igual de guapa.
Eso me impulsa a darme la vuelta.
—¿Qué demonios quieres?
El sostiene una cosa centelleante entre el pulgar y el dedo índice.
—Susceptible, susceptible. Sólo he venido para devolverte esto. Se te
olvidó en el baile la semana pasada.
Lo miro fijamente, de pronto viendo el diseño decorado y las
centelleantes gemas. El broche de Desi.
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—Oh, yo… pensé que lo había perdido —Me inclino hacía adelante para
agarrarlo de su mano. Algo tan delicado no debería estar sujeto por su
mano. Él lo sube más alto para que no pueda alcanzarlo.
—Bueno, se cayó de tu pelo cuando Connor y tú os fuisteis enojados. —
Recorrió con su pulgar la joya—. Bonita chuchería. Me imaginé que lo
querrías de vuelta.
—Lo quiero. Gracias —De nuevo me propongo a agarrarlo pero él lo
retira de nuevo y de esta forma tengo que acercarme más a él. No lo
hago. En lugar de eso, me mantengo erguida y espero, mi palma abierta
enfrente de él esperando a recibirlo—. ¿Me lo vas a devolver o no?
—¿Cómo? ¿Sin recompensa? —sonríe con satisfacción.
—No. Ninguna recompensa.
El suspira.
—Bien, Eso me da muy pocas razones para devolverlo, ¿no crees?
—Dominic, deja de ser un gilipollas y dame el broche o márchate.
—Demasiado genio para una cosa tan pequeña —Se lame el labio
superior.
Lo dice en modo de halago, pero un vil halago. Sus ojos se desplazan a
mis pechos y a la tela que se moldea sobre ellos. Me invade un escalofrío
y cruzo las manos sobre mi pecho. Su sonrisa se hace más ancha y
extiende la mano con el broche.
En el momento que voy a agarrarlo, jala con una mano mi muñeca y mi
espalda con la otra y me aprieta contra su pecho. Su agarre es fuerte
demasiado fuerte… duele, su locura se cierne sobre mí, inclinándose.
Intento quitármelo de encima, pero él no me suelta. Me retuerzo al sentir
su pulgar dibujando círculos sobre el interior de mi muñeca.
El tacto envía una ola de sensaciones sobre mí. Algo matiza el aire; una
dulce y fresca sensación me recorre mi piel, haciendo que mis rodillas se
tambaleen. Huele a menta, su respiración me hace cosquillas en la cara.
Me echo hacia atrás, odiando la sensación que agrada en mi piel y corta
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mis entrañas. Bilis sube a mi garganta. Me aparto de él, mirándolo de
manera penetrante...
—¿Qué? —dice con frialdad, como si no hubiese magullado mis brazos
con sus aferrados dedos.
—Eso. Duele —le digo. No le digo que su olor es dulce o que su
respiración se siente refrescante sobre mi piel o que su toque envía
escalofríos por mi espina dorsal, deliciosos escalofríos. Doy un paso atrás.
Su sonrisa es inquietante.
—No te preocupes, Jade —Me guiña un ojo. ¡Maldito ese guiño suyo!—.
Llegará el día que te guste.
Cojo el broche, lo empujo afuera al porche.
—Adiós —Le digo bruscamente y cierro la puerta con un portazo en su
cara. Cavilo sobre la promesa de sus palabras. Me separó de la puerta,
enfadada, porque no puedo prometerme a mí misma que no lo hará.
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Capítulo 46 Connor
Traducido por luisa Corregido por Angeles Rangel
ué demonios está haciendo eso bastardo en mi casa?
¿Preguntando por Jade? Hace unos minutos estuvo entre
mis brazos. Quería fundirme con ella y entonces es gran
chico mamut viene a interrumpir y a arruinar todo.
Cuando Jade regresa al salón se le ve perturbada. Durante un tiempo
nos encontramos incómodos sentados en el sofá, hasta que mamá sale
para ir a la tienda. Da la sensación que poco a poco se queda más callada
replegándose en sí misma. ¿Qué le ha dicho ese fanfarrón? Pensar en lo
que me dijo en la pista de baile —lo que deseaba hacer con el cuerpo de
Jade— me retumba en los oídos. Sólo pensar que quizá la hubiese tocado,
provoca que me suden las manos, me agite y me ponga nervioso.
Pero ahora está aquí. Conmigo. Y en la forma que cerró la puerta de un
portazo da a entender que no quiere que vuelva. Sonríe mientras pone el
broche de mamá sobre la mesa de café. La casa está en silencio y estamos
completamente a solas.
Me siento mareado, abrumado por este deseo desesperado por besar a
Jade. Ahora o nunca. Nervios, aprensión, excitación y miedo se
arremolinaban como un menjunje en mis tripas, padeciendo algo de
nauseas. ¿Y si ella no quiere que le bese? La miro desalentado. Sus
piernas están encogidas fuertemente contra su pecho. Ella utiliza las
rodillas como almohada para su cabeza, dejando su nuca expuesta y
¿Q
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fantástica. Pero aparenta estar interesada. Pero también podría ser sólo
dulce por naturaleza, cariñosa, mi mente da vueltas: suave, para
acariciar, huele increíblemente bien, perfecta. Los pensamientos me
marean mucho más. No puedo dejar pasar esta oportunidad. Si no lo
hago ahora, quizá no vuelva a tener el coraje suficiente. Y mi coraje esta
flaqueando muy seriamente, ahora.
Bien. Primero, tengo que cerrar la enorme brecha entre nosotros que en
realidad, está a menos de diez centímetros, pero para mis intenciones,
podría ser más bien el Gran Canyon el que nos separa. ¿Cómo puedo
hacerlo de una manera sutil? A los casi dieciocho años, me doy cuenta
que mi falta de experiencia es atroz, humillante. No por poco decido
lanzarme y besarle con todo la finura de un San Bernardo engullendo la
comida para acabar rápidamente y enfrentarme a su respuesta:
reaccionando con un beso o con un tortazo.
Miro fijamente la televisión. Tener un punto de enfoque me serena los
nervios y me distrae de un posible y total bochorno, que seguramente me
espera, después de mi no-tan-delicado avance. Me inclinó hacia adelante
para coger un puñado de palomitas y mientras me echó para atrás, me
posicionó unos cuantos centímetros más cerca de Jade. Finjo ponerme
más cómodo, moviéndome, desplazándome, estirándome, cada
movimiento me acerca un poco más.
Ella no se mueve, ni siguiera levanta la vista. Después de lo que parece
una eternidad, me encuentro junto a ella. Está a mi alcance. Tan cerca.
Sólo es cuestión de no acobardarse. Extiendo el brazo, tal como siempre
hacen los tontos en las películas y lo relajo sobre sus hombros. Una
descarga de adrenalina me recorre.
Tengo que hacerlo ahora. Tengo que besarla.
Me inclino más cerca de ella. Cuando lo hago, veo que sus ojos están
cerrados, sus cejas ceñidas como si estuviese dolorida. Oh, mierda. Ya se
está preparando para lo peor, y por pena no se quiere apartar. Dios. Soy
un gran idiota. Le aprieto el hombro.
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—Jade —Es hora de abortar el plan besar-Jade. Siento una descarga de
decepción que me trena por completo. Su cara sigue estando tensa.
—¿Jade?
No responde.
—¿Jade? —La miro a la cara, dándome cuenta que mis dedos están
tocando carne fría, helada—. ¿Jade, estás bien? —En mi voz escucho una
renovada urgencia. Me levanto y me planto delante de ella. Mis manos se
posan sobre sus hombros y la sacuden con fuerza. Ella apenas se mueve,
su cuerpo paralizado—. ¿Jade?
Una ligera mueca se dibuja sobre sus labios. Dios. Ella está bromeando.
Se ha acabado la broma.
—Bien Jade. Jajaja —Me siento sobre la mesita de café. Su sonrisa se
desvanece y se queda quieta; su cabeza sigue inclinada de lado sobre sus
rodillas, sus brazos aún abrazando fuertemente sus piernas contra su
cuerpo. Es una imagen inquietante. Sólo un momento antes, su expuesta
nuca desencadenaba admiración y deseo, pero ahora no da un aspecto
adecuado. Antinatural. Como si su cuello se hubiese partido y
contorsionado. Un escalofrió me recorre la espina dorsal, enviando una
inquietud dentro de mí—. ¿Jade?
Sus ojos se abren de golpe, mirándome con una mirada ominosa sin
esmeralda, sino ojos negros tan estériles y terroríficos como la muerte.
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Capítulo 47 Jade
Traducido por luisa Corregido por Angeles Rangel
n agudo dolor atraviesa mi estómago. Las imágenes atravesando
mi mente se diluyen rápidamente en una lluvia dorada y
desaparecen en el aire. El frío recorre mi espina dorsal,
paralizándome, libera mi agarre y siento cascadas de calor
envolviéndome. El dolor en mi estómago desaparece renuentemente a un
sutil malestar. Se siente como si mi interior se desplaza de sitio. Las
puntas de mis dedos hormiguean y aprieto los puños.
Un jadeo. ¿Dónde estoy? Mis ojos se abren abruptamente. ¿Connor? Me
cierno sobre su cuerpo encorvado en el sillón naranja de neón. Su
respiración es fuerte, su corazón martilleando bajo su camiseta. ¿Qué he
hecho? Le examino. ¿Le he hecho daño? El miedo me golpea la cara.
No. No hay sangre. No hay heridas. No le he dañado. Mi mirada se posa
sobre su mano extendida. Sus dedos temblorosos se enrollan alrededor de
mango de plástico que sobresale de mi estómago. ¿Me había... apuñalado?
El bastardo. Traición y rabia destellan en mis ojos, mi cuerpo preparado
para arrancarse en un movimiento agresivo, despiadado movimiento.
Pero mi furia momentánea se convierte en piedad. Él está absolutamente
aterrorizado. La humedad se acumula en sus ojos, su labio inferior
temblando. Su respiración es tan irregular que suena como si estuviese
hiperventilando.
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—Connor —Intento moderar mi voz para que sepa que no estoy
enfadada. Él no tiene por qué estar temeroso. Extiendo mi mano.
—Para —Él mueve la cabeza en rápidas, pequeñas sacudidas.
—No tengas miedo —lentamente envuelvo mi dedos alrededor de su
mano y el mango del cuchillo. Con cautela lo saco. Punzadas de dolor se
deslizan por la cuchilla mientras sale de mi cuerpo. Su parte reflectante
manchada de sangre carmesí. Mi sangre. El color se vuelve traslúcido y
se evapora, dejando la cuchilla limpia, toda evidencia de su ira, invisible.
—¡Qué demonios! —La voz de Connor se rompe.
—No tengas miedo —le digo desesperadamente—, no te voy a hacer
daño.
—Maldita sea, aléjate de mí —Tropieza sobre la tela de neón al dar un
paso atrás, cuando sin fuerzas me quiere dar un puntapié. Aterriza con
un sordo sonido sobre el suelo de madera y se arrastra hacía atrás, sus
ojos nunca abandonando mi silueta. Ésto no va a ser fácil. Por supuesto
que tiene miedo. Tiene motivos para tenerlo.
—Connor, no te voy a hacer daño. Lo siento mucho —Las palabras salen
incómodamente. ¿Que se supone debo decir? Obviamente ya le he hecho
cagarse de miedo. ¿Pero qué es lo que hice?
—¿Qué demonios eres? —exige con decidida ferocidad.
—No lo sé —Al menos puedo ser sincera, pero mi voz se quiebra.
—No me salgas con cuentos —Se levanta y me apunta con un dedo
acusador.
—Lo digo en serio…
—¡Éstas, malditamente, poseída!
No encuentro las palabras para responderle. ¿Qué había hecho?
—¿De qué estás hablando?
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—Tú… —Ahora era él que tenía problemas en encontrar las palabras
adecuadas—, tuviste esos malditos ojos negros y te deslizaste.... —Se
cuestionaba a sí mismo como si se arrepintiese al decirlo, como si fuese
alguna prueba de su falta de cordura, pero continuó—, volaste sobre el
suelo y entonces... —Sus manos temblaron delante de su cara—,
¡agarraste mi cuello y me tiraste contra la pared!
Oh no, oh no, oh no.
—Connor, yo…. yo nunca te haría daño.
—Si, bueno —gritó, sus ojos tan abiertos como un ciervo que está a punto
de estrellarse contra el parachoques de un camión. Su cara drenada de su
color natural y se le ve un pálido resplandecientemente blanco—. ¡Creo
que te has perdido la abolladura de la pared!
Elevo la vista y lo veo; el pladur aplastado y una mancha roja.
—¿Estás sangrando? —pregunto, el apremio quiebra mi voz. Le hice
sangrar...
Se toca la parte posterior de su cabeza y aparta sus dedos llenos de
sangre.
—Connor, tienes que creerme. No sé lo que sucedió. Caí en esos… —
¿Cómo lo puedo explicar?—… momentos en que perdí la conciencia o algo
parecido.
—¿Perder la conciencia? Jade, estabas totalmente consciente. Aquí no
estamos hablando de narcolepsia —Sigue retrocediendo hasta que se
encuentra pegado contra la pared. Una mirada de sorpresa cruza su cara,
reflejando la seguridad de poder haber retrocedido dentro de la oscuridad
de la noche y desaparecer, en vez de chocar contra el librero, bloqueando
su camino.
—Por favor, Connor, calm...
—Estamos hablando de malditos-muertos-vivientes, película-de-horror,
mejor-amigo-intenta-matarme y ese tipo de cosas —dice él, mirándome
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con una expresión empañada con traición y temor—. ¡Por lo tanto no me
digas que me calme!
—Lo siento —No tengo ni idea qué decir. Pero no ha echado a correr,
gritando. ¿No es eso una buena señal?
—Por favor... cuéntame.
Su cuerpo tenso esta apoyado contra el librero. Levanta la vista al techo
como si las actividades de la noche estuviesen escritas ahí para
recordarlas, pero sé que simplemente está evitando mis ojos, temeroso
del monstruo delante de él.
—Estabas sentada en el sofá. Parecía que estabas teniendo algún tipo de
ataque. Tus ojos se pusieron vidriosos y no parecía que me oyeras —Se
mete las manos en sus bolsillos, los ojos se desplazan al cuchillo en el
suelo. El cuchillo que debería de estar cubierto de sangre y no lo está—.
Intenté sacudirte para sacarte de ello, pero entonces te levantaste de
golpe y… —se queda callado.
—¿Y qué?
—Estabas diciendo cosas... algo en otro maldito idioma, pero no era tu
voz.
Mis cejas se arquean. ¿Qué estaba diciendo?
Mueve los pies y revisa la habitación, aún esquivándome.
—Cuando me tiraste contra la pared, te inclinaste sobre mí y era como si
el viento se arremolinase alrededor tuyo, y tú, tú…
—¿Y entonces que pasó?
—Tú dijiste, «Tu sangre es mía» y estas garras crecían de tus dedos y me
atacaste. Pude esquivarte a tiempo, pero entonces te acercaste y yo...
Sus ojos se encontraron con los míos.
—Entonces… Entonces... —Expira ruidosamente—. No sabía qué hacer.
Seguías acercándote más y más y vi el cuchillo y... —Él baja la cabeza.
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No hacía falta que terminase la frase.
—¿Te hice daño? —pregunté.
—Si cuenta el tremendo trauma psicológico que me ha cambiado la vida,
sí. Me has dado una buena paliza —El miedo persiste en su voz, pero su
helada punzada es reemplazada con algo afable y tierno. Sus ojos pardos
cambian y entonces sé que en su fuero interno, no me odia del todo. Y en
este punto es igual de precioso y hermoso que el perdón.
—Jade —Connor aparta la mirada lejos de mí.
—¿Sí?
Se muerde el labio inferior y mete las manos en sus bolsillos, sus
hombros se inclinan hacia adelante y toma de nuevo su antigua posición,
siendo unos cuantos centímetros más bajo. El mero cambio en su postura
le sitúa en una diferente luz y ajusta sus facciones de una forma que le
hace verse pequeño y roto. Y duele verle así. De alguna manera, de
pronto me doy cuenta que siempre ha estado un poco roto y sólo
recientemente ha comenzado a recomponerse y aquí estoy, rompiéndole
en pedazos.
—Tienes que irte —Las palabras salen en voz baja, susurrando. Sus ojos
se enfrascan en algún punto lejos de mí.
No puedo discutir con él. No tengo derecho a discutir. Pero duele, duele
más que la herida infligida por el cuchillo, duele en alguna parte mucho
más profundo que eso pero no puedo captarlo ni entenderlo. Y en estos
instantes necesito liberarme, liberarme de un dolor que se extiende desde
mi estómago hasta mi cabeza, de la presión detrás de mis ojos, de un
dolor que ligeramente comprime mi respiración.
Quiero llorar. Pero no puedo.
Le miro fijamente, esperando que cambie de opinión, que rompa en una
sonrisa y olvidarlo todo. Pero no lo hace. Me ignora completamente como
si pretendiera que yo no existiera. Y eso es lo que más duele. Porque no
me siento real sin él.
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—Bien. Me iré —Mis piernas se sienten pesadas y necesito toda mi
fuerza para poder moverme. Miro atrás para mirarle desde la puerta—.
Connor — le digo dispuesta a rogar por su perdón, pero cuando por fin
nuestras miradas se encuentran, puedo ver en sus ojos dolor, un dolor
que al parecer estaba al borde de ambos, tristeza y enfado, anhelo y
rechazo. Mis palabras no encuentran el camino a mis labios. Así qué
simplemente rompo su mirada, tan definitivo como puede ser, abro la
puerta y me introduzco en la noche.
Ahora el mundo verá lo que soy. Vulnerable. Fea. Maléfica. Pérdida.
Triste. Rabiosa. Insensible.
Y muerta.
Odio al mundo por exponerme. Porque por un breve momento me sentí
viva.
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Capítulo 48 Connor
Traducido por luisa Corregido por Angeles Rangel
iene sentido. Chico conoce a chica. Chico se enamora
perdidamente de la chica. La chica resulta ser un monstruo
poseído, homicida. Menuda suerte la mía. Añádele el hecho que
intentó matarme y salimos triunfantes.
Intento apartar su imagen, todo sobre ella. Pero no importa lo que haga,
no importa a dónde miro, todo lo que puedo ver es a Jade. Punteando la
guitarra sobre mi cama. Girando bajo los árboles de robles. Abrazándome
y aferrándome durante un poco más. Bajando las escaleras y sintiendo la
vertiginosa sensación que estaba yendo a alguna parte conmigo. Y la
sensación que era el final, esa sensación sobre lo que la gente siempre
sueña, lo que mi madre y padre vivían cada día. Jade es mi todo; mis
alas, mis raíces, mi cielo. Estoy enamorado de ella.
Y ella intentó matarme.
Ahora sí que todo esto es un maldito desastre.
Sueño con sus negros, vacíos ojos. Me penetran quemando, ardiendo,
amenazando en romperse, introduciéndose y matándome. Esos vacíos
ojos negros, en realidad no están vacíos. Rezuman de odio, violencia, con
deseo, pero principalmente, con un extraño y mortal hambre. Esos ojos
me vieron y a pesar de gritarle y rogarle a Jade que se despertara, no lo
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hizo. Aún puedo oír los arañazos, el fino y chirriante sonido que la punta
de los tacones hacían, mientras se deslizaban a través del suelo hacía mí.
Chirrido. Chirrido. Chirrido.
La tela se arremolinaba alrededor de ella como si estuviese atrapada en
la tormenta. Palmas extendidas hacía mí. Ojos oscuros apuntándome. Su
boca abierta en una gran «O» como si estuviese gritando, pero no había
grito. No, un tumulto de sonidos manaban de ella —un grito, una
amenaza, una fina y profunda voz, oscura, poseída— todas salían de su
boca en confusas, compuestas palabras extranjeras. El chirrido. Las
voces. Los ojos. El…. monstruo. Mi vida cambia en un minuto y destruye
todo.
Mi cama se siente fría sin ella. ¡Deja de pensar mierdas como esas! Ah.
Cuento las vigas de madera del techo, echando fuera el frío de mis
mantas, echando fuera las razones por que se siente tan vacío aquí.
1... 2... 3... 4... 5
Chirrido. Mientras me encojo mantengo la respiración, apartando las
mantas. Miro a la ventana. La rama del árbol araña la ventana.
Chirrido. Hay mucho viento. Me vuelvo a tumbar, mis músculos siguen
estando tensos. 1... 2... 3... 4... 5... 6 chirrido. Es sólo la rama del árbol.
7... 8... 9... 10 chirrido. Olvídalo. De todas formas el maldito techo es
aburrido.
Meto las orejas entre la sábana y mi almohada, ojos sobre la ventana.
Las sombras bailan y permanecen sobre el alfeizar y el cuadro sesgado
por la luz de la luna en el suelo. Mis ojos se sienten pesados. Todo pesa
demasiado. Me sumerjo en el sueño. No, el sueño se apodera de mí. Pero
justo antes de quedarme dormido, creo ver una cara en la ventana…
pálida… intento mantener los ojos abiertos… un hombre… mis párpados
se cierran, les fuerzo a abrirse... no muy naturales ojos azules... la
oscuridad se cierne y mientras que lo hace, quienquiera que fuese que vi
en la ventana ya no está ahí.
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Capítulo 49 Jade
Traducido por Ingrid Corregido por Vickyra
e siento en la parte posterior del taxi, con los ojos abiertos y la
mirada fija en la oscuridad del lago mientras lo pasábamos. No
tengo miedo de ti, pienso. Sueños de ahogo me golpean cada
noche, pero cuando estoy dispuesta a renunciar, desesperada y sin
aliento, saco mi lógica y fuerza juntos y digo al suave vaivén de las olas
que soy más fuerte que ellos.
Los miro y los desafío a desbordarse sobre el puente.
Estoy esperando por ti.
Me encuentro a mí misma sonriendo y luego, lentamente, siento la
sonrisa que se desvanece mientras la realidad de todo lo demás irrumpe:
casi maté a mi Connor. No, él ya no es mío. ¿Fue alguna vez mío, para
empezar? No, soy un monstruo.
—Gire aquí —Señalo hacia la librería. Alathea sabía algo. Tenía
respuestas. La última vez yo sólo estaba demasiado abrumada,
demasiado cortada en pedazos para escucharlas. Demasiado asustada de
lo que Connor podría escuchar, de lo que Connor podría hacer. Cuando
giramos a la calle, sé que algo está mal. «Cinta de Precaución» envuelta
alrededor de un área de la acera y mientras nos dirigimos al lado de la
dirección, jadeo ante el enorme agujero negro en la franja de tiendas.
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—Whoa, ¿es aquí donde quiere llegar? Parece que este lugar se quemó.
¿Nadie se lo dijo?
—Yo… yo… ¿puede esperar aquí un momento?
—Por supuesto. Sin embargo el taxímetro sigue marcando.
Salgo del taxi aferrando el libro que Alathea me había dado en mi última
visita y levanto la cinta, mirando dentro. Negro cubre todo. En el
interior, muebles, libros, todo está quemado más allá del reconocimiento.
Miro a mi alrededor y no veo a nadie, paso por debajo de la cinta hacia el
lugar que una vez fue Libros Crescent City.
Todo se ha ido. El olor de la ceniza me ahoga. Mirando alrededor, veo
algo en la pared del fondo, que no había notado antes. Está negro del
fuego y cenizas, pero la hendidura de ello está ahí en la pared. Líneas,
círculos, ondas y barras. Me quedo mirando el símbolo y de repente me
doy cuenta que me estoy mirando a mí misma. Mi símbolo. Mi ancla, mi
comodidad.
Me acerco a la pared y meto el dedo en las crestas. Entonces, cierro los
ojos y coloco la palma en el centro.
FUEGO.
Se inició en la puerta de entrada, cortando el escape.
Alathea se levantó sobre sus pies, un hermoso puñal en sus manos.
—¡Sé quién eres! —gritó—. ¡No nos tendrás a todos nosotros!
Rápidamente, empezó a dibujar mi símbolo en la pared, mirando hacia
atrás a cada momento mientras el fuego avanzaba hacia ella. Su mano se
mueve rápido, pero hay desesperación, determinación salvaje en sus ojos.
Tan pronto como termina el símbolo, se da la vuelta para enfrentar a las
llamas y sonríe.
Es una sonrisa aterradora. Su boca se abre mientras vocales y
consonantes se vierten de sus labios en un susurro ronco, sus brazos
abiertos como si estuviera esperando abrazar las llamas. Tan pronto
como el fuego lame sus zapatos y el calor comienza a quemar su piel, el
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conjuro se detiene y toma el cuchillo y se lo clava en el pecho. Mientras
las llamas salen a su encuentro, su cuerpo hace combustión en violenta
energía azul y luego es absorbido por el amarillo y naranja de la llama.
Mi palma arde. Aullando, retrocedo. Miro alrededor. Estoy asustada.
Todo se está cayendo a pedazos. ¿Qué le pasó a Alathea? La negrura de
las paredes quemadas presionan sobre mí y me tambaleo, liberando mi
mano mientras el dolor y la carne con ampollas desaparecen.
—Lléveme a la calle St. Ann —digo, mi voz frágil.
Me paro sobre la pintura de carbón de la puerta. Luce igual, incluso más
brillante, como si hubiera sido vuelta a trazar. Necesito encontrarlo, pero
¿cómo? Miro a la escritura en la puerta y paso un dedo por encima de
ella. Nada.
Pongo la mano sobre el dibujo y no siento nada. Ni tirón, ni energía.
Me siento sobre mis talones y sacudo la cabeza.
Entonces, pienso en ello. Apoyando más, pongo mi dedo índice en el rojo y
empiezo a dibujar. Tan pronto como dibujo mi símbolo en la puerta, el
tiempo se detiene. Jadeo. Todo el mundo se congela a medio movimiento.
Miro al dibujo.
Está brillando. Eléctrico, llameando en azul y naranja. Me acerco a ver si
quemará mi mano. No es así. Con eso, pongo la mano, con la palma hacia
abajo sobre mi símbolo y siento la energía parpadeando, temblando bajo
mi tacto. Se acerca y tira y baila sobre mi piel.
Cuando abro los ojos, una claridad aterradora se establece. El mundo
vuelve a caer en el tiempo. El mundo sin embargo, está en sombras y el
resplandor de luz más débil. La gente pasa y, en el centro de ellos, veo
unas brasas encendidas pulsando dentro. Algunas chisporroteaban,
algunas laten fuerte, otras llamean brillantes.
Me quedo mirando. ¿Qué está pasando? Luego, en un silbido, la claridad
se ha ido. Mirando hacia abajo a mi mano, el símbolo es una cosa plana,
anodina. Aparto mi mano y mientras estoy de pie, despeinada y
desesperada, siento un tirón. Estoy a punto de reír de alegría. Un tirón
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profundo de mi corazón, algo arrastrándome hacia adelante. Me aferro a
él, me centro en él.
Por favor, por favor, por favor, llévame contigo, imploro.
Giro a la izquierda y derecha, hasta callejones, calles bajas.
Como una cuenca de agua bendita en medio del desierto árido, lo veo. La
puerta —metal rojo, oxidado y con símbolos extendidos en la pintura
diagonalmente a través de la puerta— sola en un callejón oscuro. El
hedor me estrangula, arrugo la nariz y me obliga a contener la
respiración. El corredor delgado y sin salida parece vivo con respiraciones
leves y susurros apagados que rebotan contra las paredes de ladrillo
pelado y me rodean, haciéndome sentir pequeña en este espacio
confinado.
Llego y llamo a la puerta.
Se abre antes de que mis nudillos rocen el exterior metálico.
—¿Hola? —grito hacia la habitación, entrando con cautela.
La habitación es pequeña. Mantos gruesos de oscuro terciopelo rojo caen
en cascada de las paredes. Cráneos de animales limitan el perímetro de
la habitación, junto con frascos llenos con líquido y lo que parece ser
diferentes órganos.
Ornamentales copas de oro, vasos, platos, y cadenas se encuentran
desordenados sobre las superficies planas de la habitación, junto con
pinturas folclóricas, mitología y la Biblia. No estoy segura exactamente
de cómo puedo colocar estas escenas, pero parecen clasificarse en mi
cerebro como si las hubiera visto antes.
La puerta se cierra de golpe detrás de mí.
—Jade —Sin previo aviso, brazos enjutos se envuelven alrededor de mí.
Me pongo rígida, abarcando el pelo blanco que me hace cosquillas en la
nariz. No regreso el abrazo.
El viejo se aleja y mira con atención sobre sus anteojos. Ojos grises,
arrugas y completamente familiares.
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Caigo de rodillas, mi aliento de repente perdido en la garganta, reacia a
soltarlo.
Él cae a mi lado y me aprieta más.
Siento sus lágrimas humedecer mi mejilla.
Mi viejo querido llora en silencio a mi lado y entre mis respiraciones
irregulares le oigo susurrar en su áspera voz ronca,
—Lo siento, Jade. Lo siento mucho.
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Capítulo 50 Connor
Traducido por Ingrid Corregido por Vickyra
i padre está sentado en su escritorio. Parece una locura.
—¿Papá?
No levanta la vista. Ojos inyectados de sangre centrados en su escritorio,
movimientos bruscos, moviendo con desesperación.
Clava su pluma en una página, escribe algo y luego la tira a un lado,
luego escribe de nuevo.
—Papá, ¿qué pasa? —digo más fuerte tragándome el miedo.
Me acerco a su escritorio y aún así no levanta la vista. Está
balanceándose en su silla, con las manos escribiendo salvajemente luego
arrojando a un lado el papel, sus ojos no parpadean.
Me quedo mirando sus manos. Las puntas de sus dedos están sangrando,
sangrando sobre las páginas. Está escribiendo con sus dedos en carne
viva.
—Papá, ¡para! —Corro alrededor del escritorio y trato de quitarle la
pluma, pero su mano es fuerte y no la suelta, ni siquiera detiene su
ferviente movimiento.
Uso mis dos manos para tratar de detener la suya.
M
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Todavía está balanceándose, estoy respirando con dificultad por el
esfuerzo.
Miro a la página.
Ella viene está escrito a través de la página, sangre salpicada,
mezclándose con la tinta.
—Papá... —Miro a su cara.
Ojos inyectados en sangre me golpean.
—Ella viene por ti.
Suelto la mano de mi padre y camino hacia atrás, alejándome de él,
alejándome, muy lejos de esos ojos inhumanos.
Me despierto ahogándome en lágrimas. Cuando las enjugo, veo negro en
la punta de mis dedos.
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Capítulo 51 Jade
Traducido por Ingrid Corregido por Vickyra
os sentamos en el suelo abrazados, mi viejo llorando, mi cuerpo
doliendo, pero aún así sin poder llorar.
—¿Dónde, dónde has estado? —susurro.
—Oh, mi querida Jade. Me he preguntado exactamente lo mismo de ti. —
Toma mis mejillas entre sus palmas y me vuelve hacia él. Veo un destello
de luz en sus ojos. Entonces lo veo: Este hombre viejo, como alguna vez lo
fue, viejo, despeinado y reconfortante, veo los edificios marrones
extrañamente pintorescos la calle revestida con lámparas de gas
encendidas iluminándolos.
Crepúsculo. Hostil, caras sucias se precipitan sobre mí, moviéndose a lo
largo con barriles, cestas y carros y allí estamos, —este hombre y yo— en
el centro de todo. Mi solo y único recuerdo, se desarrolla con una claridad
prístina en sus ojos. Mi respiración atrapada en mi garganta.
—¿Qué eres? —Mi aliento finalmente sale precipitadamente.
Él ladea la cabeza hacia un lado y se inclina más cerca,
—Esa no es tu verdadera pregunta, ¿verdad? Tu pregunta real, Jade, es:
¿qué eres tú?
Siento que el mundo se viene encima, aplastándome. Asiento lentamente.
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Poniéndose de pie, camina detrás de un gran escritorio y me mira.
Aunque mis piernas se sienten débiles, me pongo de pie y me apoyo al
lado de una enorme silla de respaldo alto. Me mira y se frota la barba de
su mentón tan intensamente que me pregunto si el pelo y la piel se
rasgarán.
—Esa es una pregunta muy complicada, Jade. No tenemos tiempo para
hablar de eso ahora, pero te prometo, lo juro, lo haremos. Te contaré todo.
Empiezo a protestar.
—Ellos te están buscando, Jade —Sus ojos cambian, un cambio curioso y
triste de sus párpados y la inclinación de sus ojos. Parpadea, una vez, dos
veces.
—Todos ellos están llegando. Y no sé cómo detenerlos.
El silencio tira entre nosotros, tira hacia atrás y adelante mientras
nuestros alientos entran y salen. Puedo ver la preocupación y el amor en
sus ojos. Quiere protegerme. Pero ¿de qué? ¿De quién?
—Yo-yo no te recuerdo —digo finalmente, el silencio pesa demasiado—.
No realmente.
Asiente lentamente, tan lentamente y me gustaría haber mentido. Me
gustaría poder decirle que lo recuerdo como obviamente él me recuerda.
—Mi nombre es Lynx. Y sé que no me recuerdas.
—¿Lo sabes? Pero… pero, ¿cómo sabes eso?
Su voz se hace más suave, la tristeza en sus ojos manifestada en la
inclinación de su barbilla y las comisuras de su boca hacia abajo.
—Debido a que yo fui el que te robó tus recuerdos, Jade.
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Capítulo 52 Connor
Traducido por zyan11 Corregido por Sarii
e despierto por la mañana, temblando. El aire pesa demasiado,
los recuerdos pesan demasiado, cada maldita cosa pesa
demasiado y todo está devastándome. Me siento despacio, la
cabeza martilleando contra mi cráneo. Aunque dolería menos, no cierro
mis ojos, porque cada vez que los cierro veo sus ojos negros y dedos
desgarradores.
Me levanto, frotando mi cuello y tambaleando de la cama. Cuando mi
baúl de madera me da en la espinilla, lo pateo hasta que la madera se
rompe. Me hace sentir mejor ver algo romperse fuera de mí, en vez de
dentro.
Con ojos estrechados, contemplo el baúl. Hay algo diferente en él además
de la pequeña rotura en la madera donde mi pie lo golpeo. Me arrodillo y
trato de levantar la tapa.
Cerrado con llave.
Golpeo mi pulgar sobre el ojo de cobre de la cerradura. Nunca presté
atención a ello antes, ni siquiera me había dado cuenta que podría
cerrarlo. Papá lo tenía en su escritorio y, cuando murió, quise guardarlo
cerca de mí. Pensaba que la madera y el tallado intrincado serían
tranquilizantes. Pero después de un tiempo, me recordaba demasiado a
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papá y decidí empujarlo bajo mi cama. Por tanto el hecho de que esté
justo aquí expuesto… es, bueno… raro.
Sacudo el baúl. Solía tener mantas de repuesto en él, pero ahora oigo
cosas revolviéndose dentro, como libros o papeles o pequeñas cajas. Trato
de forzar la tapa. No cede.
El ojo de la cerradura esta rayado. Paso las yemas de los dedos sobre los
surcos despacio.
La cara de papá destella en mi cabeza.
Me tambaleo hacia atrás.
¿Qué demonios?
—¿Oye mamá? —Me asomo por la puerta y llamo. Toma un momento
para responder, sé que son sólo unos cuantos segundos, pero parecen
años.
—¿Sí, cariño?
—¿Tienes la llave del viejo baúl de papá?
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Capítulo 53 Jade
Traducido por zyan11 Corregido por Sarii
ué? —Caigo de regreso en mi asiento, la
enormidad de él prácticamente tragándome
entera—. ¿Tú qué?
—Tuve que hacerlo Jade, yo… Yo tenía que
hacerlo. Era la única manera…
Me levanto de la silla.
—¿La única manera para qué? —Arremeto contra él, la cólera
extendiéndose a través de mis músculos, en la boca de mi estómago, en
mis dedos retorciéndose.
—¡Jade, detente! —Avienta sus palmas hacia delante, cada mano
marcada con un ojo.
Mi impulso se vuelve contra mí, vuelo hacia atrás contra una pared. Los
ojos, queman, queman, queman. Viento y fuego arremeten contra mí. El
anciano baja las manos y así quedamos: Él a través del cuarto apenas
capaz de encontrar mis ojos. Yo tumbada en el suelo incapaz de mirar
lejos de los suyos.
—Yo… lo siento, Jade. Lo siento tanto —su voz temblando. Apretando
sus puños, se vuelve a sentar en su silla—. Yo tomé tus recuerdos, así
—¿Q
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ellos no podrían encontrarte. Así nadie te podría encontrar. Ni siquiera
yo.
—¿Qué quieres decir?
—Tus recuerdos… hay modos de entrar en la mente de una persona y
rastrear sus recuerdos para dirigir el lector mental directamente a donde
está, porque todo lo que somos… donde estamos, en lo que nos
convertimos… está basado en los miles de recuerdos que nos forman.
Se inclina adelante y golpetea el escritorio antes de traer sus dedos a sus
sienes y masajear pequeños círculos como para aliviar el dolor.
—Y… y nos habían encontrado, Giovanni y yo sabíamos que la única
manera de protegerte un tiempo más sería tomando tus recuerdos y
hacerte comenzar de nuevo. Nuevos recuerdos con ningún hilo del que
pudieran agarrarse, seguir o desenmarañar. Quisimos protegerte.
Estuve viva alguna vez, llena de recuerdos, recuerdos con este anciano,
recuerdos que me hacían detectable. Miles de preguntas sustituían los
miles de recuerdos perdidos.
—¿Quién me busca? ¿Por qué? ¿Qué es lo que ellos quieren? ¿Quién es
usted? ¿Quién soy yo? Cuando…
—No tenemos el tiempo para tantas preguntas.
—¿Por qué no?
—¿Viste la tienda de Alathea?
—Yo… sí, la vi —Aspiro, recordando la ceniza en el aire, el calor
presionando dentro.
—Saben que estás aquí. Pueden sentirte.
—Pero… Alathea…
—Está muerta. Y me condenaré si todo nuestro trabajo, las vidas
interrumpidas y la pérdida de todo lo que conocías fuese por nada —Se
levanta repentinamente—. Tienes que irte. Ahora.
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Su desesperación mueve algo dentro de mí.
—¿Le harán daño?
No contesta al principio. No cambio mi peso. Le contemplo, esperando.
—Si lo hicieran, Jade y debido a ello, tú te mantienes a salvo, me sentiré
honrado de soportar el dolor.
—Usted no puede…
—Si lo hiciera y te hacen daño también, entonces todo esto no valdría
para nada.
Me siento tan confundida y frustrada.
—Pero ni siquiera sé por qué es todo esto y no lo sabré si algo le pasa a
usted.
—Conseguirás las respuestas que necesitas. Ahora no es momento de ser
imprudente.
No seré imprudente. No puedo. ¿Pero y esa otra parte de mí? La oscura
frialdad que se extiende dentro de mí y saca a alguien más, que cubre
mis pensamientos con maldad.
—Tengo pensamientos malos a veces. Yo creo, creo que he hecho cosas
malas.
—Lo sé —Me mira—. Tienes que luchar contra el frío dentro de ti,
bloquea el hielo. Si no lo haces, no puedo salvarte. Si no lo haces, habré
fallado.
—¡No sé cómo! Lo intento, pero viene tan rápidamente.
—Lo descubriste una vez, Jade. Lo descubrirás de nuevo.
—Pero…
—Vete.
—Pero yo…
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—Vete. Ahora.
Siento el viento soplando de las esquinas del cuarto, empujándome hacia
atrás, sacándome, apartándome.
—¿Qué soy? —grito sobre el aire aullador.
—Podrías o matarnos a todos o salvarnos. Pero la fría oscuridad dentro
de ti se hace más fuerte. La veo en tus ojos. Y eso… me asusta.
Otro zumbido de aire me aporrea y choco contra la puerta. La puerta se
abre y caigo fuera.
—Pero todavía te amo, mi niña de los ojos de jade —Y con esto, el viento
se va y me siento en un charco en un callejón húmedo, aislado
contemplando una pared de ladrillo sin puerta en absoluto.
Me siento mareada. Todo se siente tan irreal, como si todo fuera un trozo
fino de hilo que se podría romper tan fácilmente.
El callejón me ahoga. Dejo caer mis pies, sosteniéndome contra la pared.
Empujo el ladrillo, golpeándolo, gritando para que vuelva mi puerta y
para que se abra.
Pero no lo hace. Arrastro los pies tropezando por el callejón. Mientras lo
hago, huelo putrefacción en el aire y cuando miro detrás de mí hacia el
callejón sin salida, veo un cuerpo tendido en el suelo.
Al principio, quiero correr, correr lejos. Pero oigo que el cuerpo gime,
quejándose de dolor.
Corro hacia este y caigo de rodillas al lado de ella.
Jadea, la sangre goteando de la base de su cuello. Trago la bilis que sube
por mi garganta.
—Sh, sh, sh… —susurro a ella, agarrando sus manos con cuidado—. Por
favor, le conseguiremos ayuda. Le conseguiré ayuda.
Comienzo a tambalearme sobre mis pies para llamar, pero las manos de
la muchacha agonizante me arrastran de nuevo abajo. Cascadas de calor
hierven sobre mí y sólo estoy a unos centímetros del rostro de la chica.
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No se ahoga más. Está inmóvil y con la mirada perdida. Puedo oler la
sangre en su piel.
—Improbus essssss —las palabras se filtran por su boca y me estremezco
alejándome. Tropiezo hacia atrás y sacudo la cabeza, violentamente.
No hice esto. No lo hice. No pude hacerlo.
Quiero gritar de la angustia. Quiero vomitar. Quiero poder sanar esta
chica de nuevo.
Pero cuando miro la sangre en mis manos, el frío se desliza dentro de mí.
Y la sangre es encantadora. Me levanto más alto y contemplo a la chica
muerta.
Un hambre gruñe en mi vientre, lujuria goteando por mis venas. Quiero
inclinarme y lamer mis yemas de los dedos, saborear la sangre salada en
mi lengua.
No permitas que el oscuro frío triunfe.
La voz del anciano susurrando. Sacudo mi mano lejos de mi cara y uso la
pared para ponerme de pie.
Una parte de mí quiere quedarse en este callejón y otra parte de mí
quiere correr. Cada paso toma todo mi esfuerzo, a cada paso mi hambre
crece, pero sigo alejándome, esperando tener la fuerza para no volver
atrás.
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Capítulo 54 Connor
Traducido por zyan11 Corregido por Sarii
amá no tenía la llave. El cofre está sobre mi cama mientras
busco algo romo y puntiagudo para forzar la tapa.
Mamá escucha las noticias.
—Últimas noticias: Otra víctima posible del Etcher se ha encontrado en
Nueva Orleans. Cortada con el mismo símbolo que los demás, nos ha
llamado la atención que todas las víctimas tienen una segunda marca.
Otro símbolo debajo de la línea del cabello. Los detectives tienen una
teoría de que el asesino podría estar involucrado en alguna religión
demoniaca y está haciendo sacrificios humanos.
Contemplo la pantalla de la TV. Un artista con pintura salpicada en su
rostro llega a la pantalla con un micrófono apuntado hacia él de algún
otro reportero.
—¿Señor, cómo se encontró con el cuerpo?
—Bien, caminaba por un callejón para tratar de instalar otro soporte
para mis obras y vi este montón de algo abajo, al fondo. Cuando llegué a
ella, vi una huella de mano sangrienta en la pared a su lado. Estaba
muerta cuando la encontré. Pobre jovencita…
—¿Vio alguna actividad sospechosa antes de que descubriera el cuerpo?
M
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—Oh sí, no pensé mucho en ello al momento. Pero alrededor del alba
cuando me puse aquí para comenzar a descargar mis pinturas, me
acuerdo de alzar la vista y ver a alguna mujer andar por el callejón con
los brazos todos en rojo. Yo sólo pensé que era pintura, verás, por tanto
no pensé nada en ello. Pero, puedo apostar a que era sangre.
—¿Cómo se veía esta mujer?
—No la vi de frente. Se alejaba caminando.
—¿Caminando?
—Sí, se alejaba caminando… de una manera lenta incluso. Llevaba una
camisa de franela, pantalones deportivos grises y tenía el cabello negro.
—Entonces pareció frustrado—. Esto es todo lo que sé, Señora.
La TV parpadeo apagada.
—¿Puedes creer que la gente pueda ser tan terrible? —dice mamá.
No le contesto.
—¿Así que, dónde está Jade? Se fue temprano la noche pasada.
—Mamá, no quiero hablar de ello.
Me mira.
—¿Qué pasó?
—Nada, mamá. Jade y yo no vamos a… andar más.
—¿Qué hiciste?
—¿Yo? —Me mofo—. ¡No hice nada!
—¿Bien, qué pasó? ¿Te pusiste todo celoso sobre ese muchacho que vino?
—Dije que no quiero hablar de ello.
—Vas a arreglar esto, Connor. Esa chica es lo mejor que te ha pasado
alguna vez y lo sabes. Ahora ve a su casa. Si quieres una excusa sólo
pídele que te regrese la camisa de tu papá.
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—Mamá, yo… —Me detengo, ¿la camisa de papá? Recuerdo la tela
azotando de repente en aleteos violentos. Una resolución se asienta en
mí.
—Sí, mamá. Iré por la camisa de papá.
Nanan abre la puerta. Su vestido está manchado con harina. Ella me
sonríe. Nanan es una de esas mujeres que no esconde sus emociones. Si
te odia, sacará su escoba y te ahuyentará de su jardín. Si te ama —aún si
no le has conocido mucho tiempo— hará lo que necesites para que
permanezcas. Ha acogido fugitivos antes, pero Nanan por lo general los
coloca en la iglesia en poco tiempo.
Nanan parece cómoda con Jade aquí y no muestra ninguna urgencia por
verla marcharse. Me pregunto lo que haría si le contara que la chica que
vive en su desván es un monstruo. Quiero decirle, quiero advertirla. Pero
con la forma en que Nanan mira a Jade y la forma en que me mira
siempre que me ve con Jade, dudo que algo que diga corrompa el afecto
de Nanan a su nueva hija.
—¿Vienes a visitar a mi Jade? —Nanan me deja entrar. Asiento—. Ya
sabes muchacho, un día no muy lejano voy a preguntarte acerca de tus
intenciones con mi muchacha —Golpea mi hombro y me dice que llame a
la puerta de Jade.
—Ha estado fuera, como una luz toda la mañana. Tal vez la puedas
despertar —Hago mi camino hasta el cuarto de Jade. No toco y su puerta
se abre.
Jade está hecho un ovillo en la cama bajo una pila de mantas.
Camino hacia ella y quito las mantas en un movimiento rápido. Jade se
despierta sobre saltada y se encorva en una posición fetal.
Agarro su muñeca.
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—Tenemos que hablar, Jade.
—¡Ow, para!
Me quedo mirándola.
Los ojos perezosos parpadean en mí.
—Oh, Connor, Connor… yo…
La suelto, todavía contemplando su camisa.
Sus propios ojos cambian hacia abajo y ella voltea bruscamente su cabeza
de regreso a mí, sus ojos amplios.
—No Connor… No. Connor, ¡esto no es lo que piensas!
Estoy en la puerta antes de que se pueda levantar, corriendo fuera de la
casa.
Su camisa, la camisa de franela de papá, estaba manchada con sangre.
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Capítulo 55 Jade
Traducido por Puchurin Corregido por Anaizher
l calor se estrella en oleadas sobre mí, me golpea y me deja sin
aliento. IMPROBUS ESSS. La voz se desliza hasta los oídos y me
araña el cráneo. Me rodean los gritos y llantos de chicas muertas.
Pongo las manos sobre las orejas pero las voces están encerradas dentro
de mí. Aprieto los dientes. Por favor, por favor, por favor ¡váyanse!
Sollozo. Nanan viene a la puerta. No puede entrar. No puede. Soy un
monstruo.
—¿Sí? —me estremezco al oír mi propia voz entrecortada.
—Cari ¿estás bien?
—Sí, sí Nanan, estoy bien… sólo necesito descansar.
Una pausa.
—Cari, avísame si necesitas algo ¿está bien?
—Lo haré —No lo haré.
Las gotas de sudor queman como fuego.
—No lo harás ¿verdad? —Nanan no se ha movido de la puerta. Me
conoce muy bien—. Alguien está aquí buscándote.
Me levanto y miro la puerta. Connor. Ha vuelto. ¡Ha vuelto!
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—¿Debo decirle que no puedes hablar con él?
Me lanzo a la puerta, lejos de los rincones oscuros del cuarto y las
sombras que aparecían. Las voces vienen a mí, golpeando más y más
fuerte. Abro la puerta y veo la expresión de asombro de Nanan mientras
bajo por las escaleras. Connor…
Me dirijo a la sala y me freno sin aliento dando un patinazo. No es
Connor. La ola de energía muere y me siento débil y marchita.
—Hola princesa —Sonríe Dominic y me mira de arriba abajo—. Te ves
como la mierda.
—Yo… yo no pedí tu opinión —Me cuesta decir cada palabra mientras
respiro el sofocante calor y me lo trago de nuevo.
Immmmppprrroooobussssessssssssss. Las voces dentro del cerebro
golpean. Me siento como si estuviera derritiéndome por el calor.
Jadeando, caigo de rodillas.
—¡Jade! —Dom entra a la casa y el aire cambia. Estoy demasiado
aturdida para reconocerlo. El delirio me está desgarrando por dentro.
Nanan grita algo pero no puedo entender las palabras. Sus palabras no
pueden competir con las de mi cabeza. Unos brazos me levantan antes de
caer inconsciente.
—Se está despertando.
—Sí chico, lo veo. Soy vieja pero no ciega.
Me acurruco contra algo fuerte y frío. Acomodo mi cuerpo contra eso,
metiendo la frente en un hueco. No más golpes de calor. No más voces
que me atormenten. Suspiro de alivio. Una risa baja vibra bajo mi
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mejilla. Un sonido muy familiar. Me pongo tiesa y cierro los dedos
agarrando la camiseta que está debajo de ellos.
—Ves princesa. Sabía que te ibas a alentar encima de mí.
Me estremezco
Nanan se sienta en la silla frente al sofá donde está Dominic… y también
yo, estoy en el regazo de Dominic. Me deslizo para apartarme.
—¿Qué… que ha pasado? ¿Qué haces aquí?
—Sé amable, Jade. Este chico entró y me ayudó a cargarte. Parece que te
dio un acaloramiento, lo que no tiene sentido ya que has estado en tu
cuarto día y medio.
—¿Estuve enferma?
—Sí, estabas hirviendo. Sólo necesitabas refrescarte un poco —sonríe
Dom.
Sonríe en exceso.
Veo la huella que quedó en el sofá donde estaba sentada. Muy, muy cerca
de él.
—¿Cuánto tiempo estuve desmayada?
—Oh cariño, solo fueron unos minutos.
¿Unos pocos minutos? ¿Cómo pude pasar de estar colapsando por las
voces y el calor, a estar completamente cómoda, fría y en silencio?
—Pero continuamos preocupados por ti.
Miro a Dom y me quedo sorprendida de ver en su rostro algo parecido a
la preocupación, muy cerca de la vulnerabilidad.
—Absolutamente. Pero entre Dominic y yo hemos conseguido que te
mejoraras —Nanan me entrega un vaso de agua—. Como este chico vino
a verte, me retiro y os dejo hablar. Jade, asegúrate de darle las gracias.
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Dios sabe que no hubiese podido arrastrarte hasta el sofá con estos viejos
huesos.
Nanan comienza a salir, pero yo quiero que se quede.
Siento a Dom mirarme y se levanta para acercarse a mí. Pongo la mano
sobre su pecho para evitar que se acerque demasiado.
—Gracias por ayudar a Nanan —digo sintiendo el movimiento de su
pecho debajo de mi mano—, pero creo que es mejor que te vayas.
—Sabes, te he ayudado unas cuantas veces y nunca he recibido un
agradecimiento real —inclina la cabeza a un lado—, ¿no crees que
merezco uno?
—Yo…
Me quedo callada mientras él toma mi mano entre las suyas suavemente
y traza las líneas. Hace movimientos circulares con su dedo y lo desliza
por mi muñeca. El toque es tan suave, tan ligero como un aleteo contra
mi piel pero en mi interior despierta algo extraño y primitivo, una
necesidad, un deseo que no puedo entender.
—Jade no estás maldita.
Inhalo con fuerza.
—¿Qué?
Él me mira con esos ojos negros. Ojos en los que me puedo perder.
—Tú no estás maldita. Decías eso mientras estabas inconsciente.
Sus dedos se deslizan desde mi mano siguen por la muñeca y llegan a la
suave piel de mi antebrazo. Una pequeña parte de mí decía que retirara
el brazo. Pero no lo hago. Estoy escuchando su voz y mirando esos
profundos ojos de infinita negrura.
—Eres hermosa.
Dice eso mirándome a los ojos, no al pecho o a las piernas.
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—Tú fuerte.
Levanta mi mano hacia los labios.
—Y tú intensa —besa mi mano—, y por eso te quiero.
Me estremezco ante su toque, la sensación fresca y suave de su boca. Sus
palabras se sienten como seda y terciopelo en mi mente.
—Vístete.
—¿Qué?
—Es tiempo de que me des un agradecimiento real.
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Capítulo 56 Connor
Traducido por Puchurin Corregido por Anaizher
omo la barra y con todo mi peso hago palanca para abrir el baúl.
Dentro hay un viejo libro encuadernado en piel. Los símbolos se
desplazaban a través de la parte superior. Desato el nudo que lo
mantiene cerrado. Dentro hay cientos de páginas… cada página está
llena de una escritura que no entiendo. Mientras paso los dedos por las
letras, siento un ligero zumbido bajo de la punta de los dedos. Vivas. Las
páginas están vivas. Retiro la mano. Y un pensamiento se desliza.
Levanto el teléfono, busco el directorio de la escuela y marco.
—Hola, estoy tramando dominar al mundo o terminando mi tarea. Deja
un mensaje después de la señal.
Los jadeos no eran tan evidentes en su voz.
—Hola, hombre. Necesito tu ayuda…
Matt se sienta en el escritorio de mi padre y respira en jadeos
descuidados y ruidosos.
—Um, Matt ¿necesitas alguna medicina para las alergias o algo?
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—¡Já! No. Soy alérgico. Tendrías que oír la sinfonía de ruidos cuando me
congestiono.
Wow. Eso es asqueroso. Y me pregunto de nuevo, ¿cómo ha conseguido
una cita para el baile? Seguramente, no era por su sexy encanto.
—Está bien. —Señalo a las páginas—, ¿sabes algo de lo que dice?
—Sí, tu padre trabajaba en eso —Mira de reojo la página—, increíble
¿verdad?
Miro las casi transparentes páginas color crema, tan finas que se sienten
como pergamino.
—Sí. Sí lo es… —digo mientras crece mi impaciencia—, entonces ¿qué
significa?
—Bueno, no puedo leerlo completo. Sólo conozco algunas palabras —dice
señalando los diferentes grupos de glifos—. Como fuego, infierno, secreto,
serafines, demonios, hombre…
—¿Qué? ¿No puedes decirme lo que dice? ¿Lo que está escrito?
—Pues no, lo que quiero decir es que es una gran hazaña averiguar qué
significan todos estos símbolos extraños.
—Oh, ya veo… —Me desplomo en la silla al otro lado del escritorio,
sintiéndome desinflado.
—Aunque tu padre podría leerlo.
Pongo los ojos en blanco y me alegro de que Matt estuviera mirando las
páginas y no hacia mí.
—Matt, realmente eso no ayuda —No podía mostrar amargura en mi voz.
Matt no la notó.
—Es increíble. Parece que tu padre también se encontró con cartas y
notas…. Un grupo de páginas que no están en este texto. Pero es el
mismo lenguaje.
—¿Cómo sabes que no son parte del mismo texto?
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—Mira —él levanta unas páginas y me las enseña. Ve mi cara de
asombro antes de continuar explicando—. Éstas no parecen pertenecer al
libro, el papel… es diferente y la escritura está hecha a mano.
Observo el libro y luego las páginas y veo que tiene razón. Pero eso sigue
sin ayudarme. Matt se levanta y camina hacia la biblioteca de mi papá.
—Entonces no has visto las traducciones de tu padre, ¿mmm?
—¿Qué?
—Tu padre estaba escribiendo la traducción. La guardaba en un baúl
igual a este, ¿sabes? —Y luego señala al librero—. En el compartimiento
secreto de la biblioteca.
—¿Qué? —Salto asombrado.
Matt saca una pila de libros de uno de los estantes de la biblioteca y hace
presión en una parte específica. Se abre y revela un boquete cuadrado. Y
ahí esta el baúl. Lo saco despacio aguantando la respiración y lo coloco
sobre el escritorio. Hay una gran diferencia entre los dos baúles. Me toma
un momento darme cuenta. Este no tiene cerradura. Levanto la parte
superior y dejo escapar el aliento. Esta vacío.
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Capítulo 57 Jade
Traducido por Puchurin Corregido por Anaizher
is padres están fuera —Dominic me lleva a una
casa inmaculada de ladrillos en un área bien
cuidada.
Las casas están distantes unas de otras, la calle zigzaguea entre ellas y
el rio serpentea por detrás. El aliento de Dominic contra mi mejilla es frío
y dulce.
—Nadie nos va a interrumpir.
Escucho la sonrisa en su voz y mi rostro se ruboriza. Me separo de él.
—No va a haber mucho que interrumpir.
Las habitaciones son abiertas y el techo está cortado en distintos
ángulos. La casa es grande, pero con Dominic tan cerca de mí, se siente
tan pequeña como un armario. Esta casa no va conmigo. ¿Por qué estoy
aquí todavía?
—Sé que no es la típica cita, pero quería llevarte de paseo en mi bote.
—¿Qué? —Mi interior se retuerce ¿bote? ¿Agua? ¿Sin Connor para
mantenerme a salvo?—. No me gustan los botes.
—¿Por qué no? —me dice riéndose.
—M
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—No soy amiga del agua —Se me escapa y me arrepiento de inmediato.
No quiero que él conozca alguna de mis debilidades. No puedo ser
vulnerable. No con él.
—Bueno, qué interesante.
—No es la gran cosa —Ya no le tengo miedo al agua, pero me da una
sensación de desasosiego.
—Suena como una debilidad —dice muy-casual—, una restricción.
¿Qué se supone que significa eso?
—No es una debilidad.
—Entonces no hay ninguna razón para que no vayas.
Dejo escapar un suspiro.
—Tal vez no quiero ir en un bote contigo.
—¿Qué, piensas que el gran lobo malo te va a comer?
—No pienses que soy vulnerable. Puede que sea pequeña, pero te partiré
en dos si es necesario —digo. El tono de mi voz va de juguetón a malvado.
Trago fuerte.
Levanta las cejas.
—Oh, apuesto a que podrías.
Me guiña el ojo y con un movimiento rápido, mi mano está en la suya y
me está llevando hacia el pequeño bote blanco apoyado en el muelle
detrás de la casa.
El rocío enfría mis mejillas. Me siento bien recta en el centro del bote. El
estrecho canal se abre a un pantano y me siento vulnerable en el ancho
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espacio abierto. Dominic se mueve de la parte posterior al centro del bote
y se sienta a horcajadas frente a mí.
—Bueno, ahora te tengo toda para mí.
Él toca mi hombro desnudo y se inclina para besarme. No le hago caso.
—¿Sabes Jade? No somos tan diferentes. Ambos somos incomprendidos.
—No tengo idea de lo que estás hablando…
—Oh, vamos. Ese primer día cuando estrellaste a Courtney contra la
mesa, vi la expresión de tu cara. Lo disfrutaste.
—Se estaba poniendo intolerable. Se lo merecía… —me interrumpo.
Dominic sonríe.
—¿Se lo merecía?
—Bueno, yo…
—Mira —Dominic señala algo en el agua—, caimanes. Podría tirarte —
Hace una pausa—. ¿Debería hacerlo? —Se me desorbitan los ojos
mientras se ríe a carcajadas—. No, no. Nunca lo haría. Incluso si me
insultas, odias y me mandas lejos de ti. Te protegeré.
Me acaricia el cuello y lo noto en medio de la confusión. Nunca imaginé a
Dominic diciendo algo así.
Se mueve rápido pero también mi cuerpo responde instantáneamente.
Estoy envuelta en una neblina de aturdimiento. Sus dedos hacen círculos
desde mi muñeca hasta el interior de mi codo y se siente como si mi piel
estuviera viva y esperando, esperando por algo más, algo más profundo,
algo que pueda ponerme como un cañón pero no estoy segura de qué es.
Él se inclina más cerca y siento la suavidad de su mejilla contra la mía.
No me separo aunque sé que debería. Sus dedos se mueven en mi espalda
y me atraen hacia él. Tan cerca que podríamos compartir nuestra piel,
nuestros huesos. Lo siento susurrando en mi oído.
—Quiero probarte.
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—Yo… —la reprimenda muere en mis labios, cuando quiero decir las
palabras, nada sale.
Una pequeña y desconocida parte de mí quiere ser probada. Trago fuerte,
aterrada y mareada, mi resolución de que no me toque se está
destrozando fácilmente. Siento un cosquilleo, como el batir de alas de
mariposas a mi alrededor llenando todo el espacio entre nosotros. Me
siento débil y fuerte, viva y temblorosa.
Dominic se ríe contra mi oído y escucho su risa, baja y estable. Cuando se
retira creando un espacio entre nosotros, suspiro y para mi sorpresa y
horror, en voz alta. Estoy desesperada por crear un espacio negativo
entre nosotros para que tenga que enderezarse, pero tiemblo de ansiedad
cuando pone esa distancia entre nuestros cuerpos. Cuando se aleja, me
siento más fría, más vacía que antes. Una sensación fuerte duele dentro
de mí, quiere más, mucho más.
Cuando salimos a cenar, me siento inquieta e intranquila. Miro el menú
pero las palabras son confusas. Las alarmas suenan en mis oídos pero no
sé qué significan. Me estremezco, como si algo estuviera deslizándose
sobre mi piel y estuviera desesperada por alejarlo. Mis ojos bajan a las
piernas de la mesera.
Una cosa tan frágil: huesos cubiertos de piel. Miro las piernas y mis
dedos se ponen inquietos. Me pregunto si podría romper los huesos con la
mano y si estos se rompen como astillas de madera. ¿Seré capaz de
sostener los pedazos? ¿Puedo hacer que se rompa algo que una vez fue un
todo?
Igual que esa otra camarera…
Inhalo bruscamente y bajo la cabeza hasta mi servilleta.
Trago fuerte.
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Los pensamientos, los miserables y viles pensamientos ahora regresan
con más frecuencia. Cierro los ojos e imagino la construcción de una
fortaleza de hierro para bloquear la oscuridad y mantener dentro la luz.
—Hey Jade ¿Qué vas a ordenar?
Cuando abro los ojos la imagen se va y comprendo que la fortaleza que
construí en mi mente no mantendrá afuera la oscuridad y adentro la luz,
pero mantendrá a la oscuridad que ennegrece el día fuera de las puertas
de hierro. Tiemblo. Tiemblo como nunca en mucho tiempo. Me enderezo
justo cuando los temblores se detienen. Mis dedos dejan de retorcerse y
los pensamientos de cosas espantosamente bellas rebotan en mi cabeza y
emocionan mi mente con sus posibilidades.
Los días se confunden. No sé cuántos han pasado desde el día en el bote.
Toques, caricias dulces y fríos pensamientos mantienen mi día ocupado.
De vez en cuando, otro sentimiento se levanta con pánico hasta la
superficie, una melindrosa voz que susurra persistente en mi oído. Pero
la callo. Arruina el delicioso sueño. Voy al instituto porque Nanan haría
muchas preguntas. Tengo un examen más que hacer.
En lugar de contestar preguntas, hago dibujos en las esquinas, imágenes
de rostros que no reconozco. En el corredor, veo a los chicos y todos ellos
se me atoran. Podría darles una lección, que todos se acobardaran. Le
sonrío a alguien que me mira mucho rato y retira su mirada.
Y luego está Dominic. Que alivia cualquier ansiedad con sus toques y
besos.
Jade. Jade… ¡Jade!
Ven a mi pequeña… ven a mí.
Dos voces me llaman. Cuando las escucho, me siento intranquila y débil.
Siento como si algún ridículo elemento extraño tratara de controlarme y
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no quiero ser controlada. Pero… hay algo tan familiar en esas voces.
Algo tan necesario, urgente y reconfortante… Aprieto los ojos. El miedo
se está afianzando. ¿Qué estoy olvidando? La niebla se despeja por un
instante. Pero entonces….
Un movimiento detrás de mí me envuelve, dos grandes y musculosos
brazos.
La fiebre me perturba, serpenteando a través de la piel, las venas, mi
centro. Evito abrir los ojos, insegura de lo que puede ver, insegura de lo
que quiero que vea. Sus dedos coquetean con mi piel como plumas,
ligeros y dulces como un suspiro. El maratón de sentimientos no es un
soplo, en lo absoluto, es un torbellino de querer, desear, de algo nuevo y
extraño para mí y quiero resistir y ceder, volar dentro de esta
turbulencia.
Mis ojos, aún cerrados se agitan. Quiero que este sentimiento se vaya.
Piel con piel. Labio con labio. Lengua con lengua. Las imágenes destellan
en mi mente así que abro los ojos. Ese chico que me mira parece un
espectáculo menos peligroso.
Estoy equivocada, lo sé. Se inclina más cerca de mí. Me echo hacia atrás,
con un considerable esfuerzo. Solo un lado de su boca se mueve hacia
arriba. Raro. Maldita sea esa boca. Ese simple y sutil movimiento atrae
mi mirada y no puedo evitar preguntarme como se siente.
—No te deberías resistir tanto —Su boca se mueve.
Me toma un momento registrar sus palabras y lo miro. Su mirada
divertida es penetrante.
—¿Por qué no? —digo. Las palabras tan finas como mi resistencia.
—Creo que sé por qué —Sujeta mi muñeca y vuelve a arrastrar sus
dedos, girándolos en pequeños círculos por mi brazo.
Deseo. Lo deseo y eso me avergüenza.
Me alejo de él.
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—¿Has escuchado alguna vez que no debes tocar a una chica sin su
consentimiento?
—Oh sí —dice inclinando el cuerpo sobre mí, su frío aliento contra mi
rostro—, el permiso está escrito en todo rostro que toco. Y tú, Jade, no
eres la excepción.
Me sonrojo y me doy la vuelta. Él me voltea de nuevo y me incrusta
contra el casillero.
—Y viene lo peor, tomo lo que quiero —su voz es un gruñido sobre mi
piel.
Su boca baja con fuerza sobre mis labios. Jadeo y me arranco de su beso.
Sus labios me recorren la mandíbula y el cuello. Mi cuerpo quiere
responder, quiere devolver. Pero yo no quiero. Abro los ojos y varios
casilleros más allá veo un par de ojos color ámbar que me miran. Su
rostro es honesto, abierto y está herido.
Por un momento, trato de empujar a Dominic.
Connor. Necesito ir con Connor.
Pero el rostro de Connor está en guardia así que en un parpadeo me
enfrío y me siento traviesa y cruel. Mantengo la mirada sobre Connor y
pellizco la oreja de Dominic para que vuelva la cabeza hacia la mía y lo
beso de nuevo con fuerza. Cuando vuelvo mis ojos hacia Connor, veo su
resplandor decolorarse a gris y ralo. Sonrío. Una voz dentro de mí
susurra: Casi es hora.
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Capítulo 58 Connor
Traducido por marlene Corregido por Angeles Rangel
o debería doler tanto, no debería romper mi pecho y hacer mi
piel tensarse con ira o celos.
No debería querer ser quien la bese. Pero soy yo y lo hago, a
pesar de que trato de mentirme a mí mismo. Cuando veo a Jade y
Dominic besarse me siento como si un cuchillo se deslizara cortando un
trozo de mí. Esto es lo que me impulsa hacia adelante en la pista.
Ni siquiera debería estar en esta ruta maldita. Jade había metido el
volante de la ruta Tryout en mi mochila hacía semanas. Pero correr es lo
único que se siente bien. Ignoro a los rezagados, a los golpes de los
deportistas, a todos.
Los borro y corro, corro tan rápido que nadie está ni siquiera cerca de mí.
Todos están detrás de mí, lejos detrás de mí.
Cuando cruzo la línea de meta, sigo corriendo, me encuentro fuera de la
propiedad de la escuela, corro y corro hasta que estoy jadeando sobre mis
pasos y cierro de un golpe la puerta de mi dormitorio detrás de mí.
Entro en mi habitación y grito algo indiscernible, ni siquiera sé si se
suponía ser palabras o un gruñido.
Golpeo la cabeza contra la pared dos o tres veces antes de deslizarme en
el suelo.
N
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¿Por qué sus ojos tienen que ser tan verdes y familiares? ¿Por qué mamá
siente la pérdida también? ¿Por qué las pesadillas se repiten todas las
noches? ¿Me estoy volviendo loco?
Me froto las sienes. Sí, debo estar volviéndome loco.
—Ejem.
En mi cabeza estalla el sonido de una voz extraña. Un anciano con el pelo
blanco se sienta en silencio en mi silla de escritorio. Piernas cruzadas, un
lujoso bastón en equilibrio sobre su regazo. Me pongo de pie.
—¿Quién diablos es usted? —le digo—. Fuera de mi habitación.
—¿Bebé? ¿Todo bien ahí dentro? —Llama mamá.
El hombre pone su dedo índice a la boca. Lo miro estrechando los ojos.
Usted tiene preguntas, joven. Yo tengo respuestas.
Oigo una voz murmurar en mi cabeza y me tropiezo contra la pared. Miro
hacia él. Su boca no se movió en absoluto.
Trago saliva. Abro la boca para gritar, pero el hombre se transforma,
volviéndose un enorme gato de orejas puntiagudas, se abalanza y bloquea
el umbral. El gato lentamente sacude su cabeza gris. Reprimo un grito.
—¿Querido? —Oigo a mi madre dando un paso hacia las escaleras.
—Sí, sí, mamá. Todo está bien. Yo sólo… me golpeé un dedo.
La cabeza del gato se menea de un lado a otro. Pongo los ojos en blanco y
encojo los hombros, las manos arriba como si expresara: ¿Y qué se supone
que le dijera?
Él asiente.
—Está bien, cariño. Déjame saber si necesitas algo.
—Claro que sí mamá.
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En un instante, el gato es de nuevo un anciano sentado en la silla. Lo
miro y doy unos pasos hacia atrás. ¿Qué está pasando en mi normal y
deprimente vida?
—Tu madre te quiere mucho.
—No hable de mi madre —digo en un susurro furioso—. Hable de qué
demonios hace en mi habitación. Y, y... —Las palabras son un revoltijo
en mi garganta. ¿Qué le dices a un anciano que se convierte en un animal
en tu habitación?
—Tu preocupación es comprensible. Como ves, nosotros tenemos un
interés muy similar y estoy aquí para ofrecerte respuestas y, a su vez,
pedirte un favor.
—No tengo idea de quién es usted. No haré ningún trato con usted.
—Soy Lynx —dice él.
Pongo los ojos en blanco y golpeo mi frente con la palma.
—Por supuesto que lo es. Cuán original —Un anciano que se vuelve un
gran gato llamado Lynx.
—Y conocí a tu padre —dice Lynx.
Okey, ahora estoy prestando atención.
—¿Conoció a mi padre?
—Sí. Y sé que te dejó un mensaje. Un muy importante mensaje.
—¿Cómo sabe eso?
—Porque soy quien le dijo que lo escribiera.
—¿Ella viene por ti? ¿Le dijo que escribiera eso? ¿Sabía de Jade?
—Él no estaba hablando de Jade —dice él—. Jade es una persona que
tanto a ti como a mí nos importa. Él te estaba previniendo contra la
maldad.
Resoplo. Esto es una locura.
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—¿Qué? Jade es diabólica o está poseída, o lo que sea. ¿No ha visto los
ojos negros, tratando de matar gente? ¿Cómo puede preocuparse por algo
que hace cosas tan terribles? ¿Cosas malvadas?
—Es una buena pregunta, Connor —Apoya los codos en las rodillas—.
¿Cómo amas a alguien así?
—No tengo idea —Me encojo de hombros, fingiendo indiferencia.
El anciano frunce los labios.
—Ambos sabemos que no es cierto. Ella dejó su marca en ti, no importa
cuánto te esfuerces no puedes borrarla. Hay una parte de ti que todavía
ama a Jade, así como hay una parte profunda de ella que te ama.
—Eso es ridículo. Primero, nunca amaría a una potencial asesina.
Segundo, ella está con Dominic ahora. Él puede lidiar con su locura.
—Así que, cuando ves que Dominic la besa, ¿no sientes nada?
—No —estallo.
—¿No? —Levanta las cejas y espera. El silencio se hace pesado.
—Es… es… eso es irrelevante.
—¿Lo es? —Golpea con tres dedos en sus labios.
—Sí que lo es. Ahora, ¿va a decirme algo importante? ¿O debería seguir
su camino?
—Tengo muchas cosas importantes que decirte —Se reclina en la silla.
Espero, impaciente.
—¿Bien?
—¿Cuáles son tu preguntas?
—No sé… ¿Qué trataba de decirme mi padre? ¿Qué infiernos está
pasando? ¿Por qué infiernos…? —Me detengo, incapaz de decirlo en voz
alta. ¿Por qué me enamoré de un monstruo?
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—Todas preguntas muy válidas. Tu padre quería decirte que algo iba a
venir. Dejanira ha venido.
¿Qué?
—Espere, ¿quién demonios es Dejanira?
—Dejanira significa la Destructora del Hombre. Tras el séptimo
sacrificio, bajo la sombra sangrienta de la luna, la elección será hecha.
Dejanira se fortalecerá y crecerá. Las legiones de demonios se levantarán
bajo su mando. Y desde su…
Levanté la mano. No tenía idea de lo que decía este hombre.
—Espere un momento, Hombre Gato. Recuerde que yo soy sólo un chico
del Bayou. No tengo una maldita idea de lo que está hablando. ¿Quién
demonios es Dejanira? Y, bien… —Mis ojos pestañean y se abren muy
anchos, con énfasis, mis manos gesticulaban en movimientos salvajes—.
¿Legiones de demonios? ¿Como demonios, demonios de verdad, haciendo
cabriolas pasando un buen rato?
—Los demonios no hacen cabriolas —dice Lynx suavemente—.
Destruyen.
—Okay, bien, no estaba siendo literal…
—Y Dejanira es el nombre que Lilith, la Reina de los Demonios, dio a su
hija antes de congelarla en el lago del infierno.
Pongo los ojos en blanco.
—Suena como graves problemas familiares.
Lynx asiente.
—Dejanira fue liberada del lago del infierno hace años, cuando Lilith
primero quiso usarla como un arma contra la humanidad. Eso fue cuando
yo la conocí. Eso fue cuando me escondí de ella.
Lynx me mira fijamente y espera. Miro hacia atrás.
—Entonces, ¿esto qué tiene que ver conmigo?
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—Dejanira es Jade, Connor. Sólo que ella no lo recuerda.
Sus palabras me golpean en el rostro. ¿Jade? ¿Jade? Pienso en medias de
red y sexys sonrisas, ojos negros y fuego infernal. ¿Jade es la hija de
Lilith? ¿La hija de una reina de los demonios?
—¿Quéeeee? —Salto sobre mis pies y golpeo la cabeza contra una tabla y
vuelvo a caer en la silla—. ¿Jade es Dejanira? ¿La hija de la Reina de los
Demonios? ¿La maldita arma del arsenal del infierno? ¿La Destructora
del Hombre?
—No —dice él secamente—. Es Jade y dentro de Jade hay un ser distinto
que es malvado. Jade es Quimera, dos entidades, las dos forjadas juntas,
divididas en dos, luchando entre sí. Jade casi vence una vez, hace mucho
tiempo, pero ahora la batalla ha recomenzado. Ahora Dejanira está
ganando. Y si Dejanira gana, Jade y el mundo estarán en peligro.
—Espera, ¿qué quiere decir con el mundo?
Lynx sacude la cabeza.
—No tenemos tiempo para eso ahora. Te he dado algunas respuestas, y
ahora tengo un pedido para ti.
Levanto las cejas.
—Dile a Jade que venga a mí. Tenemos muy poco tiempo y temo que el
Cambio ya esté en movimiento. Ella está bloqueando mi voz. No está
escuchando.
Pienso en Jade y Dominic besándose cerca de los casilleros.
—Ella ha estado distraída.
Lynx ladea la cabeza.
—Ella… ella conoció a alguien.
—¿Un chico?
—No, un duende —digo sin expresión.
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—¿Lo ama?
—Maldita sea, no lo sé. Seguro que les gusta chuparse la cara, sin
embargo.
—Hmm, bien. El amor sería algo que podría hacer volver a ella su
corazón. Sin embargo, la lujuria…
—Espere, ¿qué quieres decir respecto a su corazón?
Lynx luce sorprendido.
—Su corazón. Ella no tiene. No uno que esté vivo y latiendo.
—¿De qué está hablando —le digo—. Por supuesto que tiene un corazón.
—Pero cuando trato de recordar haber oído al menos un latido de él, no
puedo.
La mirada comprensiva de Lynx me inquieta.
—Bueno, de cualquier manera, ¿qué pasa con la lujuria?
—La lujuria no asociada con el amor es pecado y fortalecerá a Dejanira.
Si se entrega totalmente a ella, podría fácilmente… —Justo entonces,
Lynx vuelve su cabeza a un lado, escuchando algo que yo no puedo oír—.
Tengo que partir —dice poniéndose en pie—. Tu padre encontró textos
sagrados, que no solo hablaban de la Profecía Final, sino que también
incluían secretos vitales. Él no era consciente de su presencia, de su don
celestial, hasta que enfermó.
Lynx saca un libro encuadernado en cuero, con páginas salientes.
—Las traducciones te pertenecen. Tú eres su sangre. Debes tener dones
propios. Aún si no es así, esto responderá la mayoría de tus preguntas y
te ayudará a prepararte para lo que vendrá.
—Yo… yo realmente no sé lo que esto significa. Yo… yo nunca quise nada
de esto.
—Nadie lo quiso, Connor. Nadie lo quiso. Pero el destino es el destino —
Me mira—. Jade quiere ser buena, Connor. Ella quiere el corazón que se
le niega. La chica que tú amas está dentro del cuerpo que se pudre y
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cambia. Tenemos que traerla de vuelta, porque la estamos perdiendo y
pronto estará perdida para siempre.
—Yo… yo no puedo amarla más.
—Tú no quieres amarla, pero lo haces. Sólo tu luz puede salvarla ahora.
Por favor, por favor, no la dejes ir. No todavía. Porque yo la amo también,
pero ella me ha olvidado. Pero ella no te ha olvidado a ti. No todavía.
Con esto, su imagen se tambalea y rompe en mil pedazos que repican
como campanas. Docenas de canicas doradas rozan el suelo. Cuando tomo
una, una vertiginosa calidez me envuelve y estoy sentado en un sofá
viendo una película con Jade riendo a mi lado. Dejo caer la canica y el
recuerdo se aleja.
Tomo otra y nos veo en la cantera, su cuerpo en mis brazos. Cada esfera
es un recuerdo. Caigo en medio de ellas, pasando mis dedos sobre ellas,
viendo flashes de risas, de sonrisas, de su nariz fruncida, de todo aquello
que la hacía real y mía.
Tantas canicas. Tantos recuerdos.
Cierro los ojos con fuerza. ¿Por qué amar a alguien tiene que doler tanto?
Ella me dijo una vez que nunca me dejaría ir. Si la Jade que yo amaba
está aún viva, entonces yo tampoco la dejaré ir. Al menos, no todavía.
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Capítulo 59 Jade
Traducido por marlene Corregido por Angeles Rangel
us dedos recorren mis costillas, girando suavemente sobre la piel
haciendo que mi cuerpo se sofoque de deseo. Le empujo sobre mí.
Mordisqueo sus labio y arqueo la espalda en el asiento del coche.
El deseo es una droga y soy adicta. Quiero que crezca dentro de mí, que
penetre en cada poro hasta que desfallezca de placer.
Somos una maraña de extremidades y todo lo que quiero es que no haya
espacio entre nosotros, para que compartamos piel y sudor y deseo.
Puedo sentir el deseo de Dominic pulsando en mí. Paso mis piernas por
debajo de él para que mis rodillas puedan doblarse a sus costados.
Estoy abierta para él, lista para recibirlo. Para que me llene y para que el
placer crezca y explote dentro de mí.
Quiero perderme en él.
BAM. BAM. BAM.
Alguien golpea la ventanilla del coche. Miro hacia arriba, Dominic
todavía enredado en mis brazos y piernas. Mi respiración se agita.
Dominic ignora los golpes y presiona sus caderas entre mis piernas y se
mece adelante y atrás.
S
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Mis ojos se agitan cerrados. Tampoco me preocupo por los golpes. Sé lo
que quiero. Muerdo la oreja de Dominic y saboreo el sonido de su gemido.
Podría torturarlo con burla, pero no creo que lo haga. Creo que voy a
dejarlo tener todo de mí… y luego tal vez encontrar a alguien nuevo. El
pensamiento trae una sonrisa a mis labios.
Con un fuerte sonido, la puerta del coche se abre y siento el cuerpo de
Dominic arrastrado fuera de mí. Abro los ojos de golpe, desesperada por
su contacto.
—Cuánta clase, Dominic —dice una voz fuera del coche —No es como si
no pudieras costearte una habitación de hotel.
—Algunas cosas son más divertidas en público. —Me adelanto en el
asiento, saco mis piernas fuera de la puerta y veo a Connor agitando los
brazos hacia Dominic.
—Como sea, Dom. Necesito hablar con Jade.
—Por si no lo notaste, Jade está ocupada por el momento —Dominic le
sonríe y yo sonrío también.
Connor me mira, sus ojos se agrandan y su boca se abre. Me miro a mí
misma y veo mi camisa totalmente desabotonada y nada sino mi
sujetador negro sobre mi pecho expuesto al aire húmedo.
Le sonrío.
—¿Te gusta lo que ves?
Connor se estremece y se acerca a mí, tirando los lados de mi camisa
hasta cerrarla. Sus mejillas se colorean de rosa.
—Déjanos, Connor —Miro lascivamente a Dominic—. Tengo asuntos
pendientes que atender.
—¡Jade, ésta no eres tú —dice Connor—. Él sólo te está usando para
sexo, debes saberlo.
—¿De veras? —digo a Connor, divertida—. ¿Se te ha ocurrido pensar que
tal vez sea al revés?
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Connor se ruboriza. Me rio de su expresión de sorpresa. Dominic se ve
tan divertido como yo.
Connor tartamudea antes de que las palabras cobren sentido.
—Ja-Jade, tengo que hablar contigo en privado. Ahora. Por favor.
—Hmmm, no.
—Ahí tienes, Connor. La dama sabe lo que quiere —Dominic se mueve
para cerrar la puerta y levanto los pies dentro del coche—. Te lo dije,
Connor. Te dije que iba a estar dentro de ella antes que tú y que ella lo
querría.
Connor aferra a Dominic y lo da la vuelta. Su puñetazo suena en la
mandíbula de Dominic con un fuerte chasquido. Dominic se dobla antes
de que Connor lo levante de nuevo y lo golpee otra vez.
Salgo del coche. El calor del deseo juega conmigo. La violencia y la fuerza
son deliciosas.
Connor da un rodillazo a Dominic en la ingle. Dominic deja escapar un
gemido.
Mientras Dom está caído, Connor dirige su atención a mí. Con un rápido
movimiento, me tironea y aferra de un hombro y comienza a dar
zancadas por la acera.
—¿Qué estás haciendo? —gruño.
—Llevándote lejos de embarazos no deseados y ETS —dice Connor—. Y
llevarte a casa de Nanan. Ella te mantendrá derecha.
La irritación hace rechinar mis nervios. ¿Por qué no está Dominic
siguiéndonos? Quiero terminar lo que hemos comenzado. Estamos sólo a
una calle de la casa, así que tomará nada más que un par de minutos
llegar al portón de Nanan.
—Jade, escucha. Lynx ha estado tratando de contactar contigo.
—¿Lynx? —Me intereso vagamente antes de fijarme en un grupo de
niños del otro lado de la calle.
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Están tomados de la mano cantando Ring Around the Rosie. Alrededor de
la rosa, un bolsillo lleno de ramilletes. Cenizas, cenizas. Todos caemos.
—Maldita sea, Jade, escúchame —Connor agita las manos delante de mi
cara—. Lynx dice que has estado ignorándolo y que debe ser porque te
estás volviendo otra persona.
—¿Quién? —le pregunto—. ¿Alguien sin miedo de pesadillas, del agua,
del deseo? ¿Alguien más fuerte? Tal vez me guste este cambio. Tal vez lo
quiera.
—Pero Jade, mírate. No se trata de ti.
—¿Y cómo sabes cómo soy?
—Porque—dice él—, éramos amigos, Jade.
Estallo en una carcajada.
—¿Lo éramos? —No puedo imaginar ser amiga de este muchacho débil y
nervioso, con jirones de luz flotando a su alrededor. No hay nada en él de
lo que pueda alimentarme. Nada hirviendo a fuego lento para que yo
beba.
Lo empujo para entrar en la casa.
—Jade, por favor. Jade, espera.
Hiervo de agitación.
—¡Deja de llamarme así!
—Pero —Connor me mira—, ese es tu nombre.
Por un momento la confusión ronda mi bruma.
¿Mi nombre? Jade es mi nombre, ¿no es así? Pero no se siente bien. Se
siente como algo pegajoso sobre mi piel o como una concha que yo esté
rompiendo.
—Vete, Connor.
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—No —dice él subiendo por el sendero—. No me iré hasta que me digas
que vas a ver Lynx. Él vino a mí y yo sé que hay muchas cosas que tú
necesitas saber. Me dijo… —baja la voz—, que hay algo malvado dentro
de ti tomando el control, que si eso pasa algo terrible va a suceder y la
Jade que yo conozco se irá para siempre. Dice que la lujuria puede
acelerar el proceso… Y sé que tú y Dominic…
—Como si supieras algo, patético, estúpido muchacho —estallo—. Nadie
me dirá qué hacer. Especialmente tú y un viejo ridículo.
Connor trata de decir algo más y me imagino sus labios cosidos con hilo
negro. La imagen me hace reír.
—Jade Smith —Reconozco esa voz y me abaten las emociones que se
apoderan de mí. Me siento atrapada y avergonzada como si un
sentimiento de desprecio se precipitara. No tengo que avergonzarme.
Miro a Nanan en la puerta. Incluso sin vergüenza, algo más arrebata mi
calma y los nervios retuercen mis entrañas. Algo no está bien y no sé lo
que es.
—¿Cómo te atreves a hablarle a Connor así? Es tu amigo y no lo merece.
Míralo. Obviamente, está molesto.
—Nanan, no te preocupes por él. No es mi amigo. Yo no necesito amigos.
Nanan parpadea.
—¿Qué dices? Por supuesto que los necesitas. Y solías pasar cada
momento con este chico… prácticamente eran como un viejo matrimonio.
Connor se mueve y mira al suelo.
—Bueno, entonces. Los papeles del divorcio han sido entregados.
Mantente alejado de mí.
Me marcho hacia la casa. Nanan toma mi brazo y me mantiene en la
puerta.
—Discúlpate, Jade. Estás siendo cruel.
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La miro estrechando los ojos y sonriendo. Giro la muñeca, por lo que su
mano pierde el agarre y tomo la muñeca de ella y la inclino.
—No —le digo—. No lo haré.
Sus ojos cambian. ¿Sobresalto? ¿Miedo? Sacude su brazo y se frota la
muñeca. La tristeza se apodera de su cara, la impotencia. No me gusta
que ella me mire de esa manera. Extiendo la mano y ella se estremece de
nuevo.
—No sé lo que le está sucediendo. Estás cambiando —dice y vuelve a
entrar en la cocina.
Miro de nuevo a Connor desde el interior y cierro de golpe la puerta.
En el baño, me lavo la cara. El hielo se retuerce dentro de mí, volviendo
amigas a las sombras. Miro el espejo, viendo el agua gotear por mi cara
en riachuelos. Nadie me controla. Nadie. Mis dedos se contraen,
inquietos. Mis labios caprichosamente se tuercen a un lado.
—Cenizas, cenizas, todos caeremos —me dicen con voz cantarina. En el
espejo, mi reflejo cambia. Los pómulos se afirman en aristas más duras,
la forma de mi barbilla se vuelve una mandíbula definida, los ojos
cambian de verde a gris cristalino. Parezco mayor, más fuerte, seductora
y poderosa. Sí. Esto es lo que quiero. Poder.
Creeaak. Creeaak. Algo cruje en la puerta, que se mueve atrás y
adelante. Mi mirada confiada se desplaza lentamente hasta la esquina
del espejo.
Una mujer grande, envuelta en un aburrido vestido gris, se columpia
adelante y atrás de un nudo corredizo en el dintel.
Sonrío, mi cabeza se balancea adelante y atrás con el crujido.
Cenizas, cenizas, todos caeremos.
Miro otra vez a mi reflejo. El frío silencio en mi pecho se está
estabilizando.
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—Es hora —dice mi reflejo. Inclino la cabeza hacia un lado—. Ha llegado
la hora, hija mía, Dejanira. —Cuando mi reflejo sonríe, dientes
puntiagudos asoman tras mis labios.
No, no... ¿Los labios de mi madre? Parpadeo rápido. Espera...
Mi trance es roto por el crujido. Vuelvo mi mirada hacia la esquina del
espejo. Veo el rostro de Nanan mirándome, mientras su cuerpo inerte se
balancea sobre el umbral. Sus ojos muertos, indefensos.
La lucidez me grita.
¿Nanan? ¡Nanan! Me envuelvo alrededor jadeando, me lanzo hacia la
puerta, pero no hay nada allí. Me giro hacia el espejo.
La mujer con ojos de hielo y dientes puntiagudos sigue ahí, mirándome.
—Es hora, hija. Es hora de volver a casa. Es hora de reclamar tu poder.
Es hora de…
No dejo que la bruja termine. Grito y golpeo los puños contra el cristal.
Las astillas me cortan, pero no me importa. Sigo rompiendo hasta que no
quede ni una franja a salvo en el marco.
Mis brazos sangrientos, ya curándose y la respiración jadeante, me
tambaleo hacia atrás y me apoyo contra la pared. Miro los trozos en el
suelo y grito otra vez. Cada trozo tiene una imagen de la cara de la
mujer. Todas me miran, sacudiendo lentamente la cabeza y
susurrándome.
—No me niegues, hija. La Luna de Sangre está esperando. Tú eres mía.
Caigo de rodillas y me apresuro a poner todos los fragmentos de vidrio en
una bolsa de basura. Desde los trozos susurran risitas.
Cenizas, cenizas, todos caeremos.
Agarro la bolsa y me precipito por las escaleras.
Nanan grita detrás de mí.
— ¡Jade! ¡Jade, espera!
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Me detengo en los escalones. Me vuelvo lentamente hacia la puerta
principal. Nanan está allí, con su vestido gris, sus cejas alzadas con
preocupación. Está viva. ¡Viva! Y me aseguraré de que siga así.
Subo los escalones, mis pies son de plomo. Sé que será la última vez que
suba estos escalones, será la última vez que vea la cara de esta mujer, y
eso duele. Duele mucho. Dejo la bolsa de vidrios en el escalón y corro
hacia ella, envolviéndola en mis brazos. Quiero llorar en su hombro. Una
persona con corazón lloraría. Escondo mi cabeza en su cuello y susurro:
—Nanan, lo siento mucho —Con eso, me desprendo de sus brazos, tomo
la bolsa y corro.
Lynx está esperando.
Corro, el aliento apretado en la garganta. ¿En qué casi me he convertido?
¿Qué le he dicho a Connor?
La traición se esconde en mis venas y quiero desangrarme. Si pudiera
llorar, ahogaría al mundo en lágrimas.
El callejón de Lynx es un túnel de aire helado. Mis pasos fallan cuando
una sombra sale de la pared de ladrillos. Entorno los ojos y veo a Lynx
caminar hacia mí. Hace una pausa y entonces, a último momento, abre
los brazos para recibirme.
—Jade, has venido —Su voz es como terciopelo.
—¡Por supuesto! Por supuesto, he venido. Yo…
Empiezo a caminar hacia él y sus brazos abiertos cuando la electricidad
se apodera del aire y veo un rayo azul que golpea el suelo entre los dos.
Miro hacia arriba. Y ahí está, el mismo joven de fuera de la escuela, los
mismos ojos azules penetrantes y la piel de porcelana, situado detrás de
Lynx volando.
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Mi boca se abre.
El joven lleva las manos hacia atrás y saca dos relucientes espadas con
una delgada escritura grabada en las hojas que brillan intensamente.
Los ojos de Lynx se ensanchan antes de volverse al sonido chirriante. Su
voz tiembla.
—No...
Las palabras callan cuando las hojas del joven cruzan delante de él,
estrechando la delgada brecha entre los bordes afilados y el cuello del
anciano.
—¡No! —grito tapándome la boca con la mano mientras las hojas
desprenden de su cuerpo la cabeza de Lynx, que rueda a un trozo de
hierba cercano.
Su cuerpo se desploma al suelo.
Los ojos del joven, parpadeantes, me miran y luego a la cabeza sangrando
sobre el pavimento. Guarda las espadas, toma la cabeza por los cabellos y
camina hacia mí, sus ojos ardiendo con fiera intensidad.
Me vuelvo para correr, pero me detengo cuando mis ojos se fijan en el
cuerpo sin la cabeza, con los ojos vidriosos en su mano. Mi pecho se
desinfla, el aire sale de golpe. Mis músculos se tensan como si algo —algo
pegajoso y negro como el alquitrán— burbujeara y rezumara en mis
venas. Se desenrolla, alcanza cada vez más y más profundamente dentro
de mí, me consume.
Entonces el mundo parpadea en rojo antes de que se distorsionen las
formas y la luz. El hombre frente a mí da un paso atrás y cuando lo hace,
veo un pulsante latido azul en su interior, al igual que sus venas son una
llama azul y su centro, donde debería estar el corazón, es una esfera
cobalto de violenta energía que flamea.
La rabia —aterradora, violenta y desconocida— me detiene. Me repliego
en mi interior y luego siento que estalla dentro y me veo a mí misma
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desde muy lejos. Estoy ida, desconectada. Pero mi cuerpo está
hambriento y es vicioso. Me lanzo adelante, hacia el hombre.
—¡No, detente! —Su voz es desesperada. Sus manos se agitan
preparándose para el golpe. No me rindo, no lo dudo. Ignoro el ruego en
la voz del hombre y lo hago caer de espaldas mientras me apodero de la
espada. Arde en mi mano.
El peso se siente bien. Agarro la empuñadura y hago girar la hoja en un
amplio arco en el aire antes de ir por su cuello. Él cambia su posición y
maniobro a su alrededor e inclino la hoja para otro golpe.
Él no se defiende, simplemente evita el golpe. A continuación, se pone
delante de mí, con los brazos en alto, las palmas hacia delante en señal
de rendición. Jadeo y lanzo una estocada hacia delante. ¿Por qué sigo
atacando? Porque… debe morir.
—¡Jade! ¡No! —Las palabras llegan demasiado tarde, mi aliento se
detiene, sorprendida al oír mi nombre. La hoja penetra en la carne, pero
cuando lo hace el joven desaparece en una bola de luz azul.
La hoja quema mi mano y la dejo caer. Veo que el cuerpo sin cabeza
rezuma sangre como alquitrán negro. Suspiro, esperando que disminuya
el dolor de mi mano. No lo hace.
Llamaradas calientes me rodean y me transporto al bosque, lejos de la
ciudad, en un solo aliento. Me detengo desesperada y sacudiendo las
extremidades retorcidas de los árboles que se elevan e inclinan hacia mí.
Hace frío. Demasiado frío. Mi aliento deja bocanadas blancas en el aire.
No hay viento, ni el suave arrullo de las palomas, ni el susurro de las
hojas.
Nada. Me trago el miedo y miro alrededor. Me siento en el centro de un
claro cubierto de hierba. Veo sombras sutiles entre los árboles delante de
mí. Me vuelvo lentamente. Más sombras inmóviles, solemnes y humanas,
a mi derecha a mi izquierda, y detrás de mí. Estoy rodeada.
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Me quedo quieta, esperando despertar y que este lugar misterioso sea
removido y sustituido por aire húmedo estancado y papel de flores
despegándose. No ocurre.
En su lugar, en aterradora unión, como si una sombra estuviera
conectada a las otras, todos dan un paso adelante y se detienen. Una vez
más, caminan juntos, cada vez más cerca. Aún no puedo ver sus caras,
pero justo cuando entrecierro los ojos para verlos más claramente, un
terrible silbido sale de ellos. Una canción ahora familiar, un terrible
recordatorio, y ahora aún más peligroso, porque es un coro que me golpea
de todas direcciones: Eres malvada. Eres malvada. Eres malvada…
El frío llega muy dentro de mí y me aprieta estrechamente. Son ellas.
Todas ellas. Cada chica que el Etcher ha matado, está aquí. Y todas
están aquí por mí. Miro cada una de sus caras. Una joven morena de
rostro ovalado, la pelirroja pecosa, la rubia alta y seductora, la mayor, la
camarera de pelo negro, la chica negra con el dulce vestido hasta las
rodillas, y luego, en el centro de todas ellas, se destaca Clara.
Trago saliva en el aire helado y siento una dolorosa presión detrás de los
ojos. Mis ojos se sienten demasiado secos, como si el mismo aire los
arañara. Aparto la mirada de todas ellas, avergonzada de que su fealdad
sea para mí demasiado difícil de soportar.
Su piel es de un extraño matiz casi azulado, sus ojos desvanecidos, con
sólo un toque de color en las cuencas. Los cuellos torcidos, rotos,
alcanzando los brazos. Las bocas demasiado abiertas, con dientes
puntiagudos y cariados revelados por labios agrietados.
De pronto se detienen. Dejan de moverse, dejan de chirriar. Están a unos
metros, me rodean como los buitres cuando se acercan a los muertos.
Estrecho los ojos. Las chicas no están usando ropas normales. En su
lugar, llevan largas capas rojas que arrastran por el suelo. Por un
momento, esto me consuela.
No estoy segura de por qué, pero me avergüenzo de ello. Sin embargo, las
capas son como velos sobre las mujeres con las que soñaba, como si de
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alguna manera, despojadas de sus corsés, monos, medias, botas y
divertidas camisetas, no fueran reales.
En el segundo en que se alivia la tensión, las chicas giran, dándome la
espalda. Silencio. Luego, en un rápido movimiento, sus capas caen al
suelo. Retengo el aliento. Las espaldas de cada una de las chicas portan
líneas irregulares, pudriéndose. Grito. Mi símbolo, mi garabato, el que he
dibujado una y otra vez, mi pequeña ráfaga de líneas y formas cuyo
trazado me da paz y estabilidad, está marcado en sus espaldas.
—Oh, no… —Era yo. Todo el tiempo. Soy el monstruo; la maldad capaz
de muchas cosas más desagradables que sus azuladas y retorcidas caras.
Yo las maté. Yo las maté a todas. Las imágenes estallan en mi mente y
no estoy segura de qué es real y qué no lo es, qué es mi recuerdo, qué es
mi imaginación.
Había pensado que era mi imaginación, pero ahora lo sé. Estaba
equivocada. No era una pesadilla en absoluto. Era yo. Yo soy la pesadilla.
Y ahora no hay salvación para mí. Ninguna cantidad de bien puede lavar
estos pecados, esta sangre. Y ya no puede haber más sangre. No más.
Clara se adelanta. Resisto la tentación de echarme hacia atrás, porque sé
que merezco cada dolor que ella pueda causarme.
Ella pone su mano en mi frente. La hoja todavía arde en mi mano.
Cuando sus dedos presionan mi piel, una ráfaga de imágenes me ciega.
Símbolos, runas… rituales. La comprensión se hace nítida en mi mente.
Respiro lenta, inestablemente y Clara retira su mano. La visión se ha ido
tan rápido como vino.
Estoy sobre mis manos y rodillas en el callejón, respirando el aire
húmedo, temblando. Sé lo que tengo que hacer.
Me incorporo lentamente, cada movimiento es doloroso y estremecedor.
Tomo la espada, sosteniéndola con fuerza a pesar de que escalda mi
mano. Estoy vacía y desesperada y quiero correr, pero no puedo. No
puedo escapar de mí misma. Las emociones me llenan y siento un
cosquilleo detrás de los ojos.
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Comienzo a caminar… hacia dónde, no estoy segura. Ignoro el oscuro
zumbido que acaricia mi mente. Mis pies siguen un curso deliberado. De
algún modo saben a dónde ir; de alguna manera saben dónde terminará
esto. Y con un aleteo de claridad y memoria, yo también lo sé.
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Capítulo 60 Connor
Traducido por marlene Corregido por Angeles Rangel
ade ya se ha ido.
No puedo ni imaginar a la Jade que yo conocía encerrada en ese
cuerpo de ojos fríos y calculadores. Un vacío se expande en mi
pecho y revolotea un extraño pensamiento. Jade se ha ido y ni siquiera
puedo enterrarla, ni siquiera puedo marcar su pérdida. Ella dijo una vez
que esperaba que su funeral fuera un día soleado. Bueno, nunca tendrá
un funeral.
Examino las páginas que Lynx me dio. A medias, ya que todo parece
irrelevante ahora. Hay símbolos marcando las páginas y debajo está la
traducción. Hay anotaciones en las páginas de notas. Es la escritura de
mi padre. Recorro las letras con mis dedos. Una página dice: EL AJUSTE
DE CUENTAS y LA PROFECÍA FINAL.
En la esquina, él escribió con letras temblorosas e irregulares: Ella se
acerca.
Leo… y
¡Santa Madre de Dios! Pongo mis manos en la frente. Frotando en lentos
círculos, trato de depurar todo lo que he aprendido hoy:
Jade es esencialmente hija de un DEMONIO.
J
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Jade se está volviendo cada día más como el demonio.
Habrá un momento de ajuste de cuentas y si Jade se transforma, será un
arma contra la humanidad.
Una vez que ella haga su elección, comenzará el Apocalipsis.
Me reclino en mi silla oyendo el crujido de las semillas con las que esta
relleno el asiento. Bueno, eso haría estallar la noche de sábado de
cualquiera.
El ajuste de cuentas se caracterizará por el eclipse de la Luna de Sangre,
y el comienzo del Apocalipsis por doce estrellas fugaces y el temblor de la
tierra.
Luna de Sangre, eclipse, doce estrellas fugaces. Luego, bang. Comienza.
En mi cabeza rebotan las películas apocalípticas. Lava, inundaciones,
terremotos, legiones de demonios sacrificando al mundo. Me estremezco.
Esos ojos verdes ennegrecidos, esa sonrisa maliciosa. La Jade que
sostuve podría ser un monstruo… el monstruo del que ya había tenido un
vistazo, un monstruo al que yo podría ver tomando el control.
Tamborileo con los dedos sobre la página. Pero, espera… releo el pasaje.
El eclipse de la Luna de Sangre es la noche del Juicio… la noche en que
el Demonio Mayor, Dejanira, podría surgir.
Lo que quiere decir… lo que sea que está envenenando a Jade en este
momento aún podría ser derrotado, aún podría ser negado. Aún hay
tiempo. Aún estamos a tiempo de traer a Jade de vuelta.
—Connor. ¡Connor!
— ¿Sí, mamá?
—Ven a ver esto.
Camino abajo y veo las noticias en la TV.
—¿Qué pasa?
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—Sólo escucha.
—El símbolo del Etcher sólo se ha filtrado a la prensa —dice un
periodista enjuto en traje marrón, un micrófono preparado en la mano.
Dos símbolos parpadean en la pantalla.
Los miro fijamente.
Las líneas, barras y curvas, tan familiares. El primero de ellos es similar
al de Jade pero las marcas son ligeramente diferentes. Curvas más
intrincadas alrededor de los bordes y cortes por el centro. El otro, nunca
lo he visto antes. ¿O sí? Corro escaleras arriba.
—¿Estás bien, Connor?
Ignoro la llamada de mamá. Desparramo los papeles con la extraña
escritura encima de mi cama, buscando. Encuentro ambas imágenes
inmediatamente, como si me estuvieran buscando a mí también. El que
está en las espaldas de las chicas: Sacrificio para criar a un Demonio
Mayor.
Las chicas… eran sacrificios. Los siete sacrificios. Vuelvo a pensar en las
noticias. Seis. Han sido seis víctimas. Si la profecía es correcta, debería
haber una más. La marca en sus cuellos: una Marca para Animar a los
Muertos. Frunzo las cejas. ¿Qué significa? Sigo leyendo, agradecido de
que este símbolo tenga una explicación más larga.
Este símbolo está marcado en los muertos con el propósito de torturar o
perseguir un alma viviente. Es generalmente utilizado para persuadir al
viviente a seguir una línea de acción específica o utilizado para llevarlo a
la locura.
Me siento otra vez. ¿Perseguir? ¿Se han utilizado estos sacrificios para
perseguir y atormentar a Jade? Mis ojos se posan en otra imagen, una
muy familiar. El símbolo de Jade. Tomo una profunda respiración antes
de recogerlo.
No sé si quiero saber lo que significa su símbolo. El símbolo que ella
dibujaba en todo.
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Tomo aliento antes de leer la traducción:
Un símbolo de lucha contra el mal interior.
Me deshago. Ella estaba luchando, aún si no lo sabía. Ella estaba
luchando. Luchando contra Dejanira.
El dolor apuñala mi vientre. Me doblo y me apoyo en la pared.
—Ella se acerca —La voz es apenas un susurro en mis oídos. Trato de
abrir los ojos, pero mi visión es borrosa—. Ella se acerca. No puedes
dejarla ganar. Ella no puede alzarse.
—¿Papá? —Me tiembla la voz. ¿Podría ser él realmente? Reúno mis
fuerzas y me pongo de pie, el hombro aún apoyado contra la pared—.
¿Papá? ¿Eres tú?
Las lágrimas queman detrás de mis ojos. Se derramarán en cualquier
momento. No a causa del dolor. Porque yo lo escucho. Su voz no es
frenética ni desesperada, es familiar y… real. Él está aquí.
—Soy yo, Connor. —Su voz es un sonido bajo, constante en mis oídos—.
Pero no me puedo quedar…
—Pero papá, yo… —Quiero decirle que necesito que esté, que no puede
abandonarme de nuevo.
Levanto un brazo para alcanzar su cuerpo, pero mis dedos sólo
encuentran aire.
—Connor, no tienes mucho tiempo. Tienes que impedir que Dejanira se
levante. De lo contrario, todo está perdido. Intenté salvarte de esto, pero
yo… —Su voz tiembla—, yo era muy débil. Tú eres fuerte, Connor. Y el
recipiente que contiene a Dejanira…
—Jade —No puedo evitar el filo de mi voz. Jade no es un recipiente.
Dejanira es una sanguijuela.
—Sí, Jade. Todavía hay tiempo para salvar a la chica que amas, Connor.
Tienes que buscarla donde viste por primera vez verdadera esperanza en
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sus ojos. Allí es donde Dejanira querrá levantarse. Es una destructora de
esperanza.
—Yo pensé… pensé que era destructora de los hombres.
—Sí, pero el hombre no puede vivir sin esperanza, Connor —Una cálida
presencia está junto a mí ahora. Casi puedo sentir su brazo sobre mis
hombros—. Tú eres su esperanza —Con eso, el calor comienza a
desaparecer.
—¡No, papá! ¡Espera! —Tropiezo hacia delante, buscando y termino con
manos y rodillas en el suelo. Trago saliva. Se ha ido. Me siento sobre los
talones. Ido. El dolor se ha ido también.
—Debes buscar donde viste por primera vez la verdadera esperanza en
sus ojos.
Miro en mi escritorio la taza de canicas de oro que reuní allí para
tenerlas a salvo. Si perdía a Jade, todavía tendría los recuerdos. Pero yo
no quería recuerdos. Quería a la chica real entre mis brazos.
Me acerco, rozando mi mano sobre ellas y levanto una sola canica. Cierro
los ojos y vuelvo a vivirlo. Los ojos de Jade estaban abiertos, mirando el
cielo, su cuerpo entre mis brazos, en el agua. Sus ojos estaban vivos y
claros, brillando con asombro y paz. Sé lo que tengo en mi mano. Estoy
sosteniendo la esperanza.
Corro escaleras abajo para salir a la noche.
Abro la puerta y jadeo.
Una roja y ardiente luna llena en el cielo, y arrastrándose a lo largo de su
borde, una media luna negra cada vez mayor.
El eclipse de la Luna de Sangre. Esta noche es el Juicio.
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Capítulo 61 Jade
Traducido por PatmeliL Corregido por Maniarbl
iene sentido que debiera suceder aquí. Miro a través del hermoso
paisaje. Los árboles alcanzan el cielo, el lago es una mancha de
tinta brillante bajo la luna roja. Una vez estuve en los brazos de
Connor dentro de este lago. Lo sostuve fuerte hasta que estuve feliz,
completa y valiente. Estoy casi temblando de miedo ahora. Estoy
inquieta porque siento que mi interior se está separando.
Un lado está aquí y respira en la escena, sosteniéndolo tiernamente. La
otra parte de mí se siente desconectada y engreída, como si dejar este
lugar me fortalecería de alguna forma… que amar este sitio es una
debilidad que necesita ser aplastada. Aparto la vista del lago y miro los
símbolos debajo de mí.
Me estremezco con cada línea que dibujé en el barro. La flama comienza
en mi mano en la empuñadura de la espada y arde todo el camino por mi
brazo. Rechino los dientes. No me puedo detener. Debo terminar el
círculo. Lo miro. Esta colección de líneas irradia poder. Es electrizante y
crepitante. En el momento en que termino una runa, brilla.
Escucho un crujido de hojas justo mientras dibujaba la línea final. El
Círculo está completo.
Una titubeante voz llama:
—¿Jade?
T
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Giro alrededor.
—¿Connor? —Tiemblo esperando que sea realmente su voz llamándome
desde la oscuridad.
—¿E-eres tú? —Se acerca y me mira cautelosamente.
Mientras derrapo para detenerme frente a él, veo cómo me mira. Hay
algo tangible a la deriva entre nosotros en el aire. Es apremiante,
abundante y nos empuja más cerca. Pero nos quedamos quietos, mirando.
—Eres tú —dice finalmente. Sus ojos permanecen fijos en los míos y
dentro de ellos parecen algo tan audaz y nuevo: deseo. He visto rastros de
esa mirada antes, pero entonces estaba mezclado con timidez, una
precavida expresión y una sonrisa irónica luciendo parcialmente real. No
lo creía entonces. Ahora lo hago. Podría ser suya; él podría ser mío—.
Pensé que te habías ido.
—Lo hice —Doy un paso adelante, sonriendo y mirando mientras
lentamente me devuelve la sonrisa.
Titubeo. No, yo estaba aquí por una razón. Mientras miro en sus ojos, sin
embargo, no puedo recordar. Entonces recuerdo el espejo, los vidrios
rotos, y la hoja en el centro del círculo.
—Tienes que irte, Connor —digo—. Tengo algo que debo hacer. —Mi
cuerpo entero se sacude, desesperado por sollozar, pero incapaz de
hacerlo.
—Jade, ¿hablaste con Lynx?
Sacudo la cabeza.
—Lynx está muerto —Aparto la vista hacia el resplandor rojo en el cielo—
. Llegué demasiado tarde. Demasiado tarde para todo.
—Eso no es verdad, Jade.
—Mantente alejado, Connor. He hecho cosas terribles, cosas
imperdonables. Nunca quise herirte y nunca quise arrastrarte a esto. —
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¿Cómo podía decirle que yo fui el Etcher todo el tiempo? La malvada que
acuchillaba niñas y las dejaba muertas—. El Etcher…
—No eres tú.
Muevo mi mirada rápidamente a él.
—No sabes eso.
—Si lo sé…
—Connor, debes irte —digo—. Ahora.
—No, no te dejaré. No permitiré que hagas esto sola. Puedo ayudarte a
luchar contra ello. Sé que puedo. Puedo ayudarte a recordar quién eres…
—Connor, no puedes quedarte conmigo. Soy peligrosa. No soy buena para
ti…
—¡Maldita sea, Jade! ¡No me importa! —Él es feroz, letalmente potente.
Me deja sin aliento. Él es todo fuego, como si algo se encendiera en su
interior y sus rizos están encendiéndose y saliendo de él hasta que está
en llamas. No hay nada roto en él ahora. Está vivo, brillante,
deslumbrante y hermoso. Mirándolo, siento un ahora familiar dolor en mi
pecho. Un dolor estrechando mi aliento y llegando a lo profundo de mi
vientre, un dolor que solidifica la realidad de que lo amo, sincera y
completamente. Y no podré tenerlo nunca. Él no lo ve.
Camina hacia mí con los hombros cuadrados. Mientras acorta la
distancia entre nosotros, se extiende y agarra mis hombros, viéndome
con una incesante mirada. La evito, apartando los ojos. Baja su frente a
la mía y se inclina.
—Jade, no me importa —Relaja un brazo y apunta con su índice a mi
pecho, justo encima de donde debería haber un corazón, pero no lo está—.
No me importa —dice otra vez, más suave ahora—. Porque sé que estás
equivocada. Conozco lo que está dentro de ti… Sé que eres real, bella,
buena y correcta. —Su voz me atrapa. Se inclina hacia atrás.
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Mis ojos revolotean para encontrar los suyos. Ellos buscan los míos,
desesperadamente. Como si estuviera peleando por oxígeno, pero
sosteniendo su respiración. Cuando habla, es un susurro.
—Tú eres la correcta para mí porque te amo —y en el momento en que lo
dice, mi pecho tiene espasmos, como si mi invisible, no existente corazón
creciera, abriéndose, floreciendo a algo hermoso, lleno y tierno.
Y entonces mi frío, no existente corazón… comienza a latir. Un corazón
en mi pecho late. Es un constante tambor en mis oídos. Sus palabras
callan la maldad en mí, el miedo y los gritos. El centro de mí, mi corazón,
tan andrajoso y crudo, e intocable, golpea salvajemente, expuesta y
vulnerable. Me asusta. Y aun así, lo amo. Ese es el por qué, cuando se
acerca hacia mí, abrazándome cerca, no lo alejo. Roza sus labios contra
los míos suavemente. Inhalo contra él, porque se siente tan bien, y lo
beso devuelta. Todo su cuerpo se desinfla en un suspiro. Sus manos
corren por mis brazos y acarician mi rostro y me besa otra vez, y otra vez,
más y más urgentemente. Jadeo contra sus labios. Noto entonces, que soy
yo quien está conteniendo el aliento, soy quién estaba tan desesperada
por respirar, por inhalar el aire, por jadear por vida. Y aquí está él, este
muchacho de cálida luz, dándomela, dándome esta oportunidad para
estar viva. Quiero fundirme con él, besarlo por siempre, porque con él no
me siento cruda e insuficiente, me siento completa y feliz, real y viva. Me
encanta. Lo amo.
—Connor, te am…
El calor ataca mi interior y me roba el aliento. Me doblo sosteniendo mi
estómago. Había olvidado cómo quemaba el calor, que se sentía como si
pudiera quemarme hasta las cenizas.
—¡Jade! ¡Jade! ¡Jade!
Su voz está perdida en una caída de oscuridad que se extiende y oculta
todo. Soy sólo yo en este oscuro y vacío espacio.
No puedo gritar. No me puedo mover.
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Lo veo: Connor. Sangrando. Las chicas muertas arañan junto a él, un
violento, duro sonido seco sale de sus azules y podridos labios:
Improbus es, improbus es. Improbus es. Improbus es.
Detente.
El pensamiento dentro de mí resuena en la oscuridad.
Por favor, detente.
Vienen más y más cerca, sus pies arrastrándose en el suelo hasta que
están a mi lado, deslizando sus espantosas palabras en mi oído:
Improbus es. Improbus es…
Algo comienza a materializarse en la oscuridad, nuevas formas. Se
transforma en una persona… en mí. Una reflexión de mí misma aparece
detrás de Connor. Ojos negros. Sangre cubriendo mi rostro. Me veo
hambrienta. Mi yo oscuro contorsiona y comienza a llegar salvajemente a
Connor, mientras algo me detiene. Estoy arañándolo. Estoy intentando
devorarlo. Estoy intentando matarlo.
Sus ojos abiertos, se atraganta con mi nombre. J-a-d-e. Mi yo escuro
arremete hacia adelante y luego la oscuridad. Todo se ha ido. Una sola
carta de tarot revolotea en el suelo negro.
—Muerte —La muerte de Connor.
Alathea lo predijo. Abro los ojos y los fuertes brazos de Connor aún están
a mi alrededor.
Sacudo la cabeza, temblando completamente. Moriré por ahogamiento,
ahogándome en mi propia oscuridad. No puedo traer a Connor conmigo.
Él es el sol. Yo soy la lluvia, lluvia tan violenta como los huracanes que
en agosto hunden y destruyen.
Mientras la oscuridad se disipa, veo el rostro de Connor cerca del mío.
Sus brazos están envueltos a mí alrededor.
—Jade, Jade, ¿estás bien?
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Jadeo.
No. Nadie más sufrirá por mi culpa. Nadie más. Siento mi sangre
fluyendo con algo venenoso, algo que quiere ser liberado. Un monstruo.
No dejaré que el monstruo gane. Tropiezo alejándome de él.
Él está iluminado como un faro. Es hermoso y lo amo. Pero no puede
saberlo nunca, porque no quiero que llore por mí. Quiero que me odie,
que me desprecie, que maldiga mi nombre porque me lo merezco. Un
monstruo, un demonio, merece ser odiado.
Lo beso suavemente, saboreándolo. Mantengo mis labios sobre los suyos
sólo por un momento, como una delicada promesa. Los monstruos no
cumplen sus promesas.
Reúno mi determinación, mis palmas en su pecho y lo empujo. Con cada
centímetro que se inclina lejos, siento como si estoy más y más
desconectada del mundo, como la vitalidad que lo atraviesa se filtra fuera
de mí y el único punto de contacto son mis palmas, que mientras se
alejan de su pecho y caen a mis lados están adormecidas y frías.
—No soy la correcta para ti —pronuncio cada palabra así que sé que me
escucha, me entiende, porque no creo que pueda lograr decirlo otra vez.
—Pero Jade, tú…
—No —Me siento mecánica, estéril, y distante mientras saco mi corazón
lejos de él y lo meto devuelta en su sombra, su oscuro lugar, sigue
latiendo, latiendo rápido porque está asustado, tan asustado como lo
estoy yo. Doy un paso atrás; me sigue.
—Por favor —mi voz tiembla—. Por favor, déjame ser. Yo… —Aquí es
cuando la más brutal mentira viene, aquí es cuando mi corazón se rompe
y se pierde, aquí es cuando, porque lo amo tanto, tengo que dejarlo vivir
sin mí. —No te amo, Connor.
Sus ojos cambian, confundidos, y comienza a sacudir la cabeza. No puedo
soportar mirarlo más, sus inquisitivos ojos.
—Yo… no te creo, Jade.
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—Lo siento, Connor —Me alejo de él y, cuando no me deja ir, lo empujo
fuerte—. Lo siento tanto —Me giro para irme, giro para huir.
— ¡Jade! Jade, espera —No me volteo.
Su luz no flaquea. Se expande, me alcanza, me ciega.
—Jade, yo…
Es la hora. Las runas han sido dibujadas. Me paro en el centro de ellas.
—Lo siento, Connor —susurro.
Veo la luz a su alrededor cambiar de colores y resplandecer y estoy
agradecida de que él, mi Connor, mi hombre lleno de luz, será la última
cosa que veré mientras mi corazón, —que desesperadamente busqué—,
deje de latir.
Sus ojos se amplían y se lanza sobre mí mientras levanto la hoja afilada a
mi garganta y la arrastro a través de mi piel.
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Capítulo 62 Connor
Traducido por PatmeliL Corregido por Maniarbl
rito su nombre, lanzándome sobre ella. Nunca conocí el terror
hasta ahora. Terror no es lo que siento cuando veo una película
que asusta, o cuando escucho las desquiciadas profecías sobre el
fin del mundo, o incluso ver poseídos ojos negros mirándome de reojo. Es
ver a alguien que amo, a dos pasos, demasiado lejos, goteando sangre de
una cuchillada alargándose a través de su garganta.
No puedo perderla. No puedo.
Avanzo hacia adelante y una pizca de alivio se apodera de mí, porque
creo que puedo quitar la cuchilla fuera de su mano, pero cuando choco
con ella, colisiono con una muralla de electricidad y caigo tres metros
hacia atrás, con la cabeza golpeándoseme contra un árbol. El dolor
palpita en mi cabeza. Todo es tan borroso, pero mientras mi visión
comienza a ennegrecerse al borde suceden dos cosas: Una voz susurra en
mi oído:
—Ella es nuestra —y una ligera figura oscura atraviesa el claro y golpea
en la esfera de energía con Jade.
G
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Capítulo 63 Jade
Traducido por PatmeliL Corregido por Maniarbl
omienzo a sentir la sangre derramarse en mis pulmones,
borboteando hasta mi garganta. Antes de que pueda caer de
rodillas, una abrasadora masa ara en mí y me golpea fuera del
círculo, fuera de la esfera de energía
¡No, no, no, no! Escupo la sangre, mi pecho se dobla sobre sí mismo,
araño mi camino de vuelta a los símbolos. Tengo que terminar esto.
Tengo que morir. Revolviéndome hacia atrás, siento mi cuerpo oscilar con
debilidad, inestable.
—¡Jade! ¡Jade, detente! —alguien me arrastra por los pies, la primera
runa apenas fuera del alcance de mis dedos. Gimo, desesperada.
El calor se derrama sobre mí mientras la figura me voltea y jadeo.
—¿Qué has hecho?
Toso, escupiendo sangre y saliva. Vislumbro al hombre de pie junto a mí.
El hombre de ojos azules. El asesino de Lynx. Me estremezco, pero lo
detengo. Tal vez él terminará lo que no logré. Yacía débil, esperando que
desenfunde su espada y propine el golpe fatal.
Desenvaina su espada y aprieto mis dientes. Aquí viene. El hombre
desliza los dedos por el filo de la hoja y los acerca sangrando. Se inclina
hacia mí y desliza la hábil sangre sobre la herida en mi cuello. Justo
C
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mientras lo hace, mi pecho se detiene agitado y siento mi piel tejiéndose,
juntándose.
La furia tiembla dentro de mí y mientras arremeto contra el hombre,
agarro sus muñecas extendidas y las aprieto. Aprieto hasta que veo que
está reprimiendo un grito, aprieto hasta que los huesos comienzan a
quebrarse en mis manos, aprieto hasta sentir el frío susurro atravesar mi
piel, cavando dentro de mí, echa raíces y comienza a envenenarlo. Su piel
empieza a volverse azul, las finas venas bajo su piel cada vez más
pronunciadas. Estoy congelándolo de afuera hacia adentro.
—Jade, Jade. Soy yo —grazna él—. Giovanni.
El nombre atrapa algo, algo que Lynx dijo. ¿Qué fue?
—Jade, detente. Tenemos que irnos. ¡Ahora!
—No iré jamás a algún lugar contigo —siseé—. Tú mataste a Lynx y
ahora voy a matarte.
La venganza es una amarga especie de dulzura.
—Nunca he herido a Lynx —Su voz presionada, haciéndose más frágil
con cada palabra, pero hay un cálido y, de alguna manera, familiar
acento que no puedo ubicar—. La cosa que me viste matar era un
impostor. Esos eran los demonios de Lilith jugando con una ilusión para
atraerte hacia ellos. Ellos iban a llevarte de regreso al Infierno—. El gris
azulado del frío calándose por sus brazos, y alcanzando su garganta—.
Los demonios tienen a Lynx, Jade. Tenemos que correr, ahora. Entonces
podremos salvarlo.
Con el melodioso acento de su voz, el reconocimiento revolotea y el frío
tambalea.
—¿Quién eres tú?
Incluso con el frío arrastrándose hacia su mandíbula, puedo ver un
extraño cambio de emoción en sus ojos cuando dice:
—Soy yo…. Giovanni.
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Me tambaleo. Giovanni y yo te protegimos, Lynx había dicho. Giovanni
tosió. Los cortes en sus dedos se han ido.
Nos miramos fijamente el uno al otro, en silencio.
—Bueno, bueno, bueno. Una pequeña reunión —la voz es suave, un
murmullo detrás de mí.
—Demasiado tarde, demasiado tarde, Giovanni. Siempre sólo un poco
demasiado tarde.
Una vaga, fría voz se hace eco entre los árboles. Me pongo rígida.
Dominic aparece detrás de dos grandes robles. ¿Qué… qué está haciendo
él aquí?
—Él piensa que eres un monstruo, Jade. Quiere cambiarte en algo que no
eres. Impotente y trivial —dice Dominic—. Pero no lo eres. No tienes
límites, eres fuerte y poderosa —las palabras cuelgan en el aire,
perforándome—. Eres igual a nosotros.
—Soy un monstruo —susurro—. Seré…
—¡No, no lo eres! —Giovanni dice—. No lo eres. No aún.
—¡Lo ves! Él conoce tus dos lados y quiere cambiarte, moldearte lejos de
nosotros así no puedes heredar lo que es por derecho tuyo…
Las palabras se filtran en mí, aplastándome. ¿Qué quiere decir? ¿Igual a
ellos? ¿Quiénes?
—¡Tú no eres como ellos! Ellos son monstruos. ¡Ellos son los que han
estado matando a las chicas, no tú! —grita Giovanni.
Puedo oír un gruñido retumbando en lo profundo del pecho de Dominic.
Es una advertencia.
—Sacrificios dignos para nuestra princesa.
La voz de Giovanni es un rugido.
—¡Mira, él lo admitió!
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—Y tú y los de tu tipo han estado provocándola, reanimando a los
muertos así pueden torturarla hasta la locura. ¿Ves cuán lejos la han
empujado? Ella iba a abandonarse a sí misma con el Círculo de Ejecución
de Ángeles —grita Dominic—: ¿Quién es el verdadero monstruo?
—¡Nunca hice eso! ¡No era el único atormentándola! ¡Nunca quise
herirla! —grita Giovanni de vuelta y entonces me mira, suplicante y
arrepentido. ¿Por qué?
Dominic se para entre nosotros.
—No importa. La marca ha sido hecha —Sus palabras envían un
escalofrío de dolor sobre mi columna vertebral.
—¿La marca?
—¿Recuerdas mis dedos trazando círculos en tu piel? —dice Dominic
sonriéndole a Giovanni—. ¿Sobre toda tu piel? Esa era la marca. La
marca para elevar a Dejanira, nuestra Princesa de Hielo. Para hacerte
nuestra.
—Pero ella no ha consumido vida, ¿no? El ritual no está completo. Y la
sombra sobre la Luna de Sangre no ha pasado. Todavía tiene tiempo para
elegir.
—Estás en lo correcto, pequeño Serafín —Dominic luce relajado, incluso
seguro de sí mismo. Y no entiendo por qué—. Pero ahora lo hará. —Y
desaparece entre los árboles. Escucho sonidos de golpes mientras lanza
dardos a una increíble velocidad, todos sobre nosotros. Incluso los ojos de
Giovanni parecen no encontrarlos. La voz de Dominic es un eco, pero es
diferente. Como un coro de demonios rasguñando el aire con viciosa
crueldad, abre sus labios y sus ásperas voces sisean y gimen como si les
doliera. Algo cuelga de los árboles. Entrecierro los ojos para ver.
Una exhalación rápida se me escapa.
—¡Oh no! —mi cuerpo está cosquilleando y perdiendo sensibilidad, todo a
la vez. Mi corazón golpea mis costillas. Dominic se cierne sobre el cuerpo
atado entre las ramas. Las piernas del chico colgando, su cuerpo flácido e
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indefenso. Es su rubio sucio cabello lo que reconozco, porque su cara está
demasiado ensangrentada para verla. Connor.
—¡Aléjate de él! —mi voz finalmente sale quemando con una apariencia
de fuerza, fuerza que está temblando.
—Sangre para el poder —las voces reptan en mis oídos como serpientes
enroscándose sobre mí—. El Séptimo Sacrificio.
Dominic se mueve rápidamente. Sus garras rastrillando las
extremidades de Connor, su garganta, su pecho. Connor grita. Su voz
parece distante, como un niño gritando por ayuda bajo un largo, estrecho
y oscuro túnel y estoy demasiado asustada para encontrarlo, ayudarlo.
Su sangre gotea. No me puedo mover. Un letal deseo tira desde mi pecho,
un ser bestial al que no le importa que ésta es la sangre de su amigo. Es
simplemente sangre… deliciosa sangre. Levanto la cabeza, la traición me
agarra. Ya no se siente como traición, excepto correcto. Natural. El deseo
burbujea dentro, amenazando con desbordarse y ahogarme.
En ruinas, me retuerce y parece envolver sus tentáculos alrededor de mi
centro y aprieta, estrangulando cualquier otra emoción.
Estoy congelada y se siente bien.
Se me olvida el nombre del chico, la extraña y distante criatura colgando
de los árboles. Todo lo que puedo ver y lo único que me importa es el
embriagante líquido rojo oscuro fluyendo de él, que está para que sea
mío. Todo, hasta la última gota es mía. Su dulzor es persistente y estoy
lista para consumirlo, probarlo, perderme en su prohibida delicia.
Me paro más cerca, levanto la cabeza y abro la boca, lista para probar…
Una larga y pesada masa me derriba y me sujeta al suelo del bosque. La
furia explota. Un gruñido animal se me escapa y clavo mis uñas en el
hombre en lo alto y lo lanzo en el aire. Me apresuro devuelta al dulce rojo
atrayéndome. Una demoniaca risa crepita en la noche lejos sobre mí. No
me importa. Sólo necesito sangre. Toda.
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El pálido hombre se tambalea hacia adelante y bloquea el constante
goteo de sangre cayendo del cielo y el suelo del bosque se tiñe carmesí con
la lluvia.
—Quítate del camino —ruge mi voz, casi sacudiendo el mundo.
Mi pecho está llenándose de fuerza y soy lanzada de vuelta y caigo dentro
de lo negro, reflejado en la superficie del lago.
Una risa estalla.
—Buen trabajo, serafín. Ahora ella encontrará su camino a casa.
—¡Jade! Jade pelea…
¿Pelear qué?
Golpeo el agua y la siento succionándome.
Brazos, magullados y azules, pálidos y con cicatrices, me agarran. Bilis y
miedo suben por mi garganta, mientras quito los huesos, sangrientos
dedos fuera de mis brazos. Mientras quito un par de manos, otro y otro
me toman apretando firme y me arrastran hacia abajo, empujándome a
las profundidades de las aguas, las sombras y frialdad. Grito, pero mi
sonido se pierde en insignificantes burbujas subiendo a la superficie a la
que tan desesperadamente quiero aferrarme.
Me retuerzo, doblando y girando y sacudiendo contra los brazos y el frío.
Pero no puedo escapar. Cayendo profundamente en la oscuridad, siento
el hielo instalándose dentro de mí. Como la escarcha, es delicada, blancos
zarcillos arrastrándose desde mis pies y las yemas de los dedos para
enrollarse alrededor de mí, dentro de mí. Primero, estoy aterrada. Me
olvido de los brazos arrastrándome hacia abajo y aprieto mis propias
manos, hormigueando y entumeciéndose. Mientras pierdo la vista de la
superficie, intento recordar por qué estaba tan desesperada por
aferrarme a ella. El frío se abre paso más profundo, sobre mis miembros,
en mi torso, lentamente haciendo su camino a mi corazón.
Siento pedazos de mí rompiéndose, como carámbanos destrozando,
astillando en vidrios rotos, cortando profundo. Una sonrisa tira de mis
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labios. Me gusta el dolor. Estoy vacía. No necesito nada. A nadie. Y, noto
mientras dejo mis brazos flotar a los lados, que tengo hambre. Voraz. Mis
dedos se retuercen, ansiosos.
Matar. Matar. Matar. Matar. Matar.
Sombras, densas como alquitrán, me sofocan y me llenan.
Soy Sombra.
Soy Hielo.
Soy Muerte.
Soy Fuerte.
Soy Libre.
Y estoy hambrienta por ver algo romperse y quemar, por marchitarse y
decaer, por tumbarse boca abajo en la tierra y tomarlo como mío. Quiero
destruir. Sangre metálica, lágrimas saladas, delicados huesos. Quiero
probar y romper. Quiero el sacrificio para que me fortalezca y consolide.
Un pensamiento, tan distante y tenue, parpadea en mi pecho. No lo
reconozco. ¿Renuencia? Lo trago. Me estoy hundiendo, hundiendo,
hundiendo y sé que voy a casa.
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Capítulo 64 Connor
Traducido por Ivi04
Corregido por Sttefanye
i conciencia se tambalea. Sangre y dolor nublan mi visión. Las
garras de Dominic han dejado profundas marcas a través de mi
piel. Puedo sentir la sangre drenándose a través de mi
garganta. Mi pecho se estremece y comienzo a ahogarme con mi propia
sangre. Veo los ojos de Jade cambiar. Veo al monstruo tomar el control.
Esperanza. Ella necesita mi esperanza. Me aferro a ello. Tomo una
bocanada de aire, ligera y la dejo ir. Se cae, las criaturas que luchan por
debajo, ajenos a su tranquilo y silencioso descenso. Les observo rodar,
casi se quedan atascados. Pero como si fuera por propia voluntad, se
adelantan, hasta desaparecer bajo el agua.
Con eso, tomo un último aliento, cierro los ojos y susurro:
—Adiós Jade.
M
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Capítulo 65 Jade
Traducido por Ivi04 Corregido por Sttefanye
ntrecierro los ojos mientras un brillante rayo de luz desciende
lentamente hacia mí. No me esfuerzo en llegar hacia él, pero lo
dejó caer en la palma abierta de mi mano.
El calor me adormece y oigo a mi cuerpo gritar. El calor es demasiado
para aquel frío que me aferraba. Pero no lo dejo ir, porque puedo ver algo.
Una chica abrazada a un chico en un lago, en un día soleado. Miro más
cerca. La chica luce feliz, está viva, esa chica es libre, esa chica es la luz,
esa chica es la esperanza. Esa chica soy yo.
Mis ojos se abren de golpe.
El chico sangra en medio de los árboles. Recuérdalo, recuérdalo,
recuerda…
Mi mente capta en imágenes fugaces y borrosas, imágenes que habían
estado encerradas. Veo al chico colgando del árbol. Veo su rostro. Pero su
piel está limpia y es hermosa.
Su rostro me es familiar. Lleva puestas ropas que son demasiado grandes
para él, pero sé que debajo de esa tela se ocultan fuertes músculos.
Me mira y luego da vuelta la cara. Su corazón martillea dentro de su
pecho. Luego lo veo tendido en la grava, llorando en silencio, solo.
E
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Lo veo tomar una guitarra bajo sus brazos y tocar una melodía que me
transporta, mi cabeza sobre su hombro.
Veo sus hombros encorvados, disfrazando su altura.
Oigo palabras que lo rompen en pedazos y recuerdo cuánto quise probarle
que estaba equivocado.
Veo su renuncia, su fe, su perdón, su ira, su arrepentimiento y su miedo.
Lo veo. Veo a Connor. Connor. Su realidad toma forma en mi mente. Mi
amigo Connor.
Pelea.
Eso es lo que dice Giovanni. Pelea.
Miro hacia arriba. La superficie está muy lejos. Observo mi brazo y veo
un tatuaje en el antebrazo. Sus curvas y cortes en las líneas son feas,
brutales.
No, ese símbolo no es mío. Ese frío no me pertenece.
Siento fuego como lava liquida. Eso hace que el tatuaje brille de color
rojo, y luego se transforma en algo nuevo, algo más pequeño, algo
curvado y familiar en el interior de mi muñeca. Mi marca.
Ecos de gritos, distorsionándose en el agua mientras las manos que me
sujetaban se queman y carbonizan. Lucho.
Intento llegar hasta la superficie y pateo las manos que intentan
aferrarme para arrastrarme hacia lo profundo.
Pateo, agarro y me estiro; cuando rompo en la superficie, jadeando en
busca de aire, oigo el aullido de rabia de Dominic.
Camino laboriosamente fuera del agua y observo a Dominic, el cuerpo de
Connor colgado detrás de él. Con un rugido, desgarra la piel del cuello de
Connor, hasta casi decapitarlo. Entonces las cuerdas que sostienen su
cuerpo se cortan, y Connor cae al suelo con un ruido sordo, sin pena ni
gloria. Dominic se inclina junto al destrozado cuerpo de mi amigo. Una
sonrisa maliciosa se forma en sus labios.
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—¡No! —grito y siento que Giovanni me retiene—. ¿Por qué? —mi voz se
rompe mientras mis piernas ceden bajo mi peso, la tristeza me paraliza.
Giovanni me sostiene.
—Fui enviado para ti —La voz de Dominic ahora es suya—. Me puedes
negar ahora, pero algún día serás nuestra.
—¿Qué? —Mi mente se llena de preguntas—. ¿Quién te ha enviado?
¿Quién eres?
Dominic se aleja. La sonrisa se transforma en una sonrisa diabólica.
—¿Quién…?
—Oh, mi princesa, soy la lujuria —Lame lentamente sus labios, sus ojos
me escrutan—. Lo sabes. —Me hace un guiño.
Con aquel movimiento sutil, su encanto desaparece trasformando su cara
y el cuerpo cubierto de llagas, lesiones y terribles ampollas. Discusiones
de amantes. Enfermedades de transmisión sexual. Marcas de lujuria.
Retrocedo y lucho contra el impulso de vomitar. Su sonrisa se ensancha y
su bonita cara vuelve a su lugar.
Algo va mal. Los bordes del cuerpo de Dominic parecen cristalizarse y
brillar, disipándose con la nieve. Disolviéndose por completo. Su imagen
se desvanece y reaparece. Antes de que pueda desaparecer, susurra:
—Tu madre me envió, Princesa —La nieve revolotea a su alrededor.
Al mirar los copos, me doy cuenta dentro de ellas, su corazón son
pequeñas esferas de color negro —negro verdadero— y puedo sentir su
vacío, su necesidad de consumir, su vil deseo. Esa masa pequeña negra,
es la verdadera esencia de Dominic.
—Ven con nosotros, dulzura. Eres fuerte y nosotros te haremos más
fuerte aún.
—No necesito tu fuerza. —Las sombras vacilan, como si las hubiese
golpeado. Doy un paso adelante y vuelven a retroceder—. No. Soy.
Vuestra.
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Con eso, estiro las manos hacia adelante y las esferas negras se adhieren
a ellas. Las siento latir entre mis dedos, esperándome para reclamarlo.
Se mueven suaves como un murmullo de risas, como si supieran que
aceptaré, se aferran a ello, consumidos por su poder.
En cambio, siento que mi fuerza se hincha dentro de mí, mi voluntad y
mi enojo vibran bajo mi piel. Con un tirón, los arranco de las sombras.
Los gritos y gemidos se marchitan, doblándose sobre sí mismos. Siento
que la bola de hielo se derrite y gotea en mis manos. Una succión
repentina, jadeos, un sonido surge de entre las sombras antes de una
explosión de aire y negro, batiendo las alas. Golpeo hacia atrás contra
Giovanni, la fuerza del viento y aleteos me vuelcan hacia abajo.
Luego el silencio.
Me seco las manos contra mis vaqueros y gateo hasta Connor, consciente
de que no poseo suficiente fuerza como para ponerme de pie. Y allí esta.
Mi Connor, roto.
Los altos árboles que una vez ofrecían consuelo, ahora se estremecen
como un mundo frágil a punto de caer.
Tomo entre mis brazos, el cuerpo inerte de Connor. Manchado de sangre,
Los latidos del corazón se han marchado. Y el mío aún sigue latiendo. No
es justo. Las suaves líneas de su rostro están marcadas por oscuras
contusiones; sus miembros apenas mantienen unidos por los azotes de las
garras de Dominic. Su sangre se derrama sobre mí en oleadas de un
salado y dulce aroma.
Una parte de mi está temblando, reconozco con terrible y aterradora
certeza, que se ha ido. La idea se hunde bajo mi pecho, dejando mi
corazón roto en andrajos y en carne viva. Una abrumadora presión
desciende, aplastando la vida de mis venas.
Fragmentos de vidrio parecen haber abierto heridas —heridas cuyas
cicatrices nunca se desvanecerán—, cuyo dolor nunca se curará. Heridas
que me rompen el alma y me destrozan. Me siento ceder, como si todas
las fuerzas del universo están a punto de incendiarse e implorar,
abarcando el mundo y mi pequeño lugar dentro de él. Y me deja sola, sin
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nadie ni nada. Finalmente, la mecha se enciende. Ni siquiera puedo
sentir el grito que se acerca. Atravesándome y estalla en el aire. Esto me
deja temblando, sacudiéndome violentamente.
Filosas lágrimas desgarran las delicadas fibras de mi garganta; me
siento arder. Un desconocido velo líquido y luminoso, nubla mi visión.
Huelo la dulce sangre de Connor, que fluye de los agujeros en su carne y
se filtra en la tierra estancada, burlándose del monstruo que aún llevo
dentro. Pero la criatura al acecho debajo de mi piel, que rogó por tomar el
control está en silencio. No voy a ceder ante él. Dagas se deslizan por mi
garganta, el líquido caliente me limpia, eliminando la neblina
transparente que corre hacia los bordes de mis párpados.
Una lágrima solitaria cae lentamente, trazando su camino en mi mejilla,
dejando un caliente surco de humedad a su paso. Mi primera lagrima.
Yace sobre mis labios, su pureza salada se ubica sobre una grieta. Y por
primera vez, el dolor de lágrimas que he tratado desesperadamente de
ocultar, fluye libremente. Conozco un nuevo dolor. Otra lágrima. Se
desliza por mi mejilla y gotea de mi cara, cayendo sobre la piel de
Connor. Se aferra a mis dedos y aprieta con fuerza. Su mano ya está fría.
—Quédate quieta —La voz de Giovanni es calma, pero cautelosa.
—¿Qué?
—Quédate quieta —Sus palabras son lentas y deliberadas.
Quiero preguntar por qué, pero las palabras no salen. Giovanni
permanece en el borde de las sombras. Observando y contemplando. Mis
ojos se abren al máximo. Otra oleada de lágrimas cae, derramándose por
todas partes. Sus ojos buscan alguna respuesta en los míos, pero no poseo
nada para ofrecerle.
Observo el mundo y me pregunto cómo puede ser tan cruel y despiadado.
Una parte de mi desea ver a Connor a los ojos, sus ojos ámbar y oro
enfocados en los míos. Sé que por ahora, toda la vida dentro de ellos se ha
desvanecido. No es así como quiero recordarlo. Un anhelo que todo lo
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abarca me ata mientras envuelvo mi brazos completamente alrededor del
cuerpo de Connor, nunca lo dejo ir.
—Por favor —Mi voz es suave, pero decidida como las alas de los ángeles
elevados al cielo en su gloria y gracia, pero con un propósito santo,
formidable—. Llévame en su lugar —Las palabras dichas sin aliento—.
Connor, Te amo —Mis lágrimas, desconocidas y saladas, gotean sobre la
pálida piel de Connor y oigo al hombre en entre las sombras.
La tierra se inclina hacia adelante y de repente, siento un torbellino de
energía y calor al momento de alzar el cuerpo inerte de Connor. Una
bruma de oro se filtra más allá de su cuerpo como una niebla entrando y
saliendo de los elementos. La humedad de mis lágrimas, todavía mojando
la longitud de su cuello, se seca y comienza a revolotear como polvo de
oro en el viento, girando alrededor de su cuerpo en un remolino
vertiginoso. Un inmenso dolor desgarra mi garganta, se posa sobre mi
pecho, y me aleja de Connor con un golpe.
Mi cuerpo se retuerce en un dolor que emana hacia afuera, lo que me
obliga a encogerme y colocarme en posición fetal. Me preparo para recibir
otro golpe invisible. La niebla me ahoga mientras reúno mis fuerzas para
arrastrarme y llegar de nuevo a Connor. No puedo perderlo ahora.
Giovanni emerge del polvo, y permanece sobre Connor, firme como una
roca. Su cabello juega con el viento. Sus labios forman una dura línea, su
presencia es un elemento omnipresente y amenazante en la atmosfera.
—¡Aléjate de él! —Mi voz rompe el viento.
Sus ojos se fijan en mí.
—¿Qué has hecho?
Respira y, por un momento el tiempo se detiene. El polvo, el viento, las
hojas de magnolia están congelados en el lugar, desafiando la gravedad,
flotando en el aire. Y entonces el tiempo se detiene, revirtiéndose a sí
mismo.
Todo el cuerpo de Connor se encuentra envuelto por una línea brillante y
parece respirar. Miro a Giovanni. ¿Qué está sucediendo? Se estremece
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como si hubiera oído mis pensamientos y rápidamente mira hacia otro
lado. Sus ojos se inclinan hacia mí en un extraño ángulo. Mientras se
destaca en la oscuridad, veo destellos de fuego rojo bailar en torno a su
cuerpo y desaparecen.
—¿Qué…?
Una respiración áspera, una inhalación y exhalación distinta resuenan
desde el precioso niño en mis brazos.
—¿Connor…? —Observo su rostro, el brillo ha desaparecido.
Continua respirando, el sube y baja de su pecho revela la presencia de la
vida.
—¿Connor?
—No puede oírte —Giovanni da un paso hacia adelante, evitando
mirarme a los ojos.
—¿Qué?
—Está vivo, pero no puede oírte —Hace una pausa—. Está emergiendo
del Reino de la Muerte.
—Pero, ¿vivirá? —Me arden los ojos, mis entrañas se retuercen sin
piedad, sollozando, por rabia, por amor.
Giovanni permanece en silencio por un momento.
—Sí.
Y con esa simple palabra, el mundo sigue su curso de nuevo.
Bajo la cabeza, enterrando mi cara en el cuerpo, ahora curado, de Connor
y susurro su nombre. Mi corazón late en mi pecho junto al suyo. Ahora sé
lo que es el amor. El amor es un haz de la luz del sol asomándose a través
de la oscuridad, un susurro de esperanza cuando todo está perdido.
Me encanta. Le beso la mejilla ensangrentada.
—Tú eres mi sol y nunca te dejaré ir.
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Epílogo Giovanni
Traducido por Ivi04 Corregido por Sttefanye
bservo por la ventana del hospital. El cuchicheo de las
enfermeras, los doctores y los pacientes quejándose, la pureza, se
escabullen y resuenan aferrándose a mis nervios. Pero la
actividad no desplaza mi mirada firme de aquella habitación un poco
sosa, un chico poco especial y una chica demasiado extraordinaria.
No, no una chica. Una Quimera. No, no posee cuerpo de un animal y
cabeza de una mujer o unas extremidades animales. Un cuerpo con dos
identidades distintas arañando para alcanzar la superficie. Dos brutales
opuestos, terriblemente poderosos, sumamente impredecibles. El único
puente entre el cielo y el infierno. Jade.
Jade se aferra al cuerpo del chico, susurrando algo a su oído. Hay ternura
en la manera en que lo toca, en la manera en que lo mira a los ojos —ojos
no del todo abiertos—, como si ella supiera los secretos que hay entre
ellos. Siento un arañazo debajo de mis costillas, un fuego quema
acercándose a la superficie y me dan ganas de quemar algo.
Debajo de su fachada de compasión, sin embargo, existe una frágil y
oscura tendencia tan mortal que ninguna cantidad de humanidad puede
salvarla ni siquiera ese miserable corazón. Al ver la negrura de sus ojos,
su desesperada necesidad de consumir, la próxima finalización de su
Ritual, sé que es malvada, tal vez peor de lo que recuerdo. Esos
pensamientos que utilizo para acomodar mi mente mientras intento
O
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luchar contra otros pensamientos, porque no soy capaz de soportar la
verdad. No puedo, especialmente mientras la observo aferrarse a alguien
más tan desesperadamente.
La odio, me digo a mí mismo. Otra emoción amenaza con salir a la
superficie, pero la silencio. Prefiero que se propague en la ira, la mentira,
en lugar de una verdad que me deja vulnerable. Soy un Serafín. Soy
fuego y la luz. Y esa chica ha cavado en el hielo pero no me hará caer
sobre mis rodillas. Al menos, no de nuevo. Cuadro los hombros, giro el
pomo y entro en la habitación.
—Debemos irnos. Reúne tus cosas y nos vemos afuera.
Asiente, besando al chico en la mejilla y depositando una nota entre sus
manos. Contengo la respiración.
Espero a que se vaya antes de quitar la nota del chico, patético como es,
todo pálido y gris. Debería estar muerto. Pero no lo está. Quién sabría del
poder que posee una lágrima de la hija bastarda de la Reina del Infierno,
y al parecer, si Lynx dijo la verdad, una Serafina, un ángel. Sé que es
cierto.
Abro la nota, reconozco la letra de Jade y leo cada palabra.
Lo siento…
Por favor, perdóname…
Regresaré…
Pero esa no es la última frase que escribió Jade, la línea que subrayó dos
veces se expande por todo mi cuerpo y tira de mis músculos.
Porque por ti, ahora sé lo que es el amor. Te amo. Siempre y por siempre.
El aire se queda atrapado en mi garganta. Miro al chico en la cama,
aferrándose a la vida, recuperándose. Sé que el también ama a Jade. Eso
me enfurece aún más. Ella no debe amar. Trago saliva, entonces yo
tampoco.
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Me quedo mirando la nota. Tengo la carta, sintiendo el peso de lo
imposible en mis manos. Se siente peligrosa, como si su veneno pudiera
filtrarse dentro de mí, me paralizaría, me matará. Me está matando.
Niego. Esto es una tontería. Tenemos que encontrar a Lynx y
prepararnos porque dentro de poco, alas y pesadillas estallarán en los
cielos de nuestro mundo y lo destrozarán, hasta que todo lo que quede
sea cenizas y hielo.
¿Podremos detenerlo alguna vez? ¿Jade, Lynx y yo? Lynx, por supuesto,
tiene su propio plan para la paz. Pero yo, soy un ángel y no dejaré que
nuestra legión caiga. La guerra se acerca. Todo depende de hacia dónde
se incline la lealtad de Jade. Si no acepta su vida como Serafín, si no
podemos demostrar su valía y obediencia a los Serafines, entonces...
entonces, tendré que llevar a cabo la misión que me dejó el cielo para
terminar.
Deslizo la nota de Jade en mi bolsillo. Este mundo no le pertenece. Mis
dedos rozan un pequeño orbe en el bolsillo y cierro los ojos. La ceniza en
las yemas de mis dedos se desliza sobre el pequeño mármol dorado.
Espero que Jade lo deje ir de este mundo. Porque yo —no, nosotros— no
puedo perderla de nuevo. No voy a dejarla vivir en este mundo. Y si se
resiste, yo...
Empujo a un lado ese pensamiento, siento el suave cristal bajo mis dedos,
y recuerdo un tiempo cuando tuve a Jade debajo de los árboles de
magnolia, soñando que nuestro futuro podría ser polvo de estrellas y
milagros.
Fin
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Acerca de la autora
Rochelle Maya Callen creció soñando
con cuentos. Cuando entró en la escuela
secundaria escondió su lado creativo y saltó
de cabeza en el trabajo académico y
proyectos de servicio. Se graduó Summa
Cum Laude con una licenciatura en
Ciencias Políticas y de la Comunicación,
cuando tenía veinte años. Después de años
de distancia de su escritura, Rochelle cogió
una pluma y comenzó a dar contenido a un
boceto de un personaje llamado Jade que
inició cuando tenía doce años. Eso croquis
fue el comienzo de la historia de Cenizas y
Hielo, el cual es una trilogía y lleva
adelantado el trabajo de escritura, además
de otros tres proyectos. Rochelle vive en el
área metropolitana de Washington DC con su
esposo y su hija. Durante el día trabaja como terapeuta de conducta. Por
la noche, es una soñadora y está ocupada escribiendo nuevas historias en
su teclado.
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Créditos Moderadora de traducción
Dara
Staff de traducción
Ingrid
Puchurin
savina
luisa
C_Kary
kristel98
maka.mayi
Lady_Eithne
felin28
Maddy
PatmeliL
ascen
zyan11
marlene
Ivi04
Moderadora de corrección Angeles Rangel
Staff de corrección
Francamartu
Steffanye
Angeles Rangel
Anaizher
Vickyra
Isgab38
Sarii
Gabymart
Juli_Arg
Ingridshaik
Maniarbl
Revisión
Ivio4
Diseño
Francatemartu
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Traducido, corregido y diseñado en…
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¡Esperamos nos visites!