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Texto de Arpini

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    Acerca de las condiciones de posibilidad para la integracin y el dilogo entre culturas diversas.

    Un aporte al debate sobre la interculturalidad.

    Adriana Arpini UNCuyo CONICET

    En las ltimas dcadas se registran interesantes progresos en cuanto al

    reconocimiento, a nivel constitucional y legislativo, del carcter multitnico, multicultural y plurilinge de los pases de Amrica Latina, llegando en algunos casos a reconocerse el Derecho Indgena como parte de la normativa positiva vigente1. Asimismo se han abierto espacios institucionales nacionales e internacionales de participacin intercultural. Particularmente en el campo educativo, el discurso de la interculturalidad ha ganado terreno como alternativa a la educacin oficial homogeneizante2. No obstante, las cifras proporcionadas por los informes sobre el desarrollo humano de la ONU muestran que los pueblos indgenas se encuentran sistemticamente por debajo de los promedios nacionales en materia de salud, educacin, vivienda, empleo y bienestar social. A ello se suma la progresiva destruccin de medio ambiente y del hbitat en aras de intereses econmicos privados trasnacionales en el marco de la globalizacin neoliberal. Podemos apreciar que el problema es complejo y poblado de conflictos y ambigedades. Por una parte los pueblos indgenas, apoyndose en el discurso de los Derechos Humanos han ganado espacios de poder en la esfera pblica; pero, por otra parte, la incorporacin de la interculturalidad en el discurso oficial ha significado una morigeracin y en muchos casos un abandono de su potencial crtico y una reduccin a su dimensin puramente instrumental, tcnico-funcional. Frente a esto cabe preguntarse, como lo hace Fidel Tubino al analizar el caso del Per, qu hacer para que el discurso y la praxis del interculturalismo ganen terreno en la agenda oficial sin perder su potencial crtico y liberador? (Cfr. Tubino, F., 2005).

    Ral Fornet-Betancourt ha sealado que por interculturalidad no debe entenderse una posicin terica en que las culturas se consideran entidades espirituales cerradas. Al contrario,

    interculturalidad quiere designar ms bien aquella postura o disposicin por la que el ser humano se capacita para y se habita a vivir sus referencias identitarias en relacin con los llamados otros, es decir, compartindolas en

    1 En el presente trabajo circunscribimos la problemtica de la interculturalidad a los pases de Amrica Latina, donde aparece vinculada a las luchas por el reconocimiento de los pueblos originarios. Otro es el caso europeo, donde la cuestin surge a propsito de los problemas de racismo, xenofobia y discriminacin de los inmigrantes. 2 Prueba de ello es el considerable aumento de la bibliografa que enfoca los problemas educativos con perspectiva intercultural. Como muestra de la amplia y tericamente variada produccin sobre el tema, valen los siguientes ttulos: Llomovatte, S. y Kaplan, C. (Coords.) Desigualdad educativa. La naturaleza como pretexto. Buenos Aires, Novedades Educativas, 2005; Sagastizabal, M. A., Perolo, C., San Martn, P. , Educacin intercultural: Formacin docente e intervencin didctica. Rosario, IRICE (CONICET UNR), 1997; Sagastizabal, M. A., (Directora), Diversidad cultural y fracaso escolar. Educacin intercultural de la teora a la prctica. Buenos Aires, Novedades Educativas, 2004; Sales, A. y Garca, R., Programas de educacin intercultural. Bilbao, Descle de Brouwer, 1997; Santos Rego, M. A., (Comp.), Teora y prctica de la educacin intercultural. Barcelona, PPU. Universidad de Santiago de Compostela, 1994; VVAA, Atencin a la diversidad. Barcelona, Editorial GRAO, 2000; Cuadernos interculturales, Revista del Centro de Estudios Interculturales y del Patrimonio (CEIP), Universidad de Valparaso, Chile (varios nmeros).

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    convivencia con ellos. De aqu que se trate de una actitud que abre al ser humano y lo impulsa a un proceso de reaprendizaje y de reubicacin cultural y contextual. Es una actitud que, por sacarnos de nuestras seguridades tericas y prcticas, nos permite percibir el analfabetismo cultural del que nos hacemos culpables cuando creemos que basta una cultura, la propia, para leer e interpretar el mundo. es la experiencia de que nuestras prcticas culturales deben ser tambin prcticas de traduccin. (Fornet-Betancourt, R., 2004: 14 15).

    A propsito de la traduccin cabe recordar que, segn Benjamn, ella es posible

    porque las lenguas no son completamente extraas entre s. Sin embargo esto no implica que sea posible la homogeneizacin, asimilacin o subsuncin de expresiones lingsticas o de formas culturales diversas. Siempre hay algo que se sustrae a la traduccin e impide establecer una equivalencia. Pero esto tampoco debe conducir a la tesis opuesta de la inconmensurabilidad o incomunicacin entre lenguas y culturas diferentes. Toda prctica de traduccin es un ejercicio de interpretacin que se juega en la tensin entre fidelidad y libertad, obligando a desactivar las trabas que fijan las estructuras de la lengua y la cultura. As se amplan y profundizan las posibilidades de interpretacin al mismo tiempo que se transforman las culturas. Es decir, se transforman los modos de organizar la produccin y reproduccin de la vida, tanto en la dimensin simblica como en la material. En efecto, la lengua, como todas las manifestaciones culturales, es una objetivacin. Las objetivaciones son creaciones que resultan de la accin de los hombres en sus variados intentos de comprender el mundo y adecuarlo a la satisfaccin de sus necesidades. Se trata de acciones llevadas adelante por sujetos histricos insertos en un mundo complejo y contradictorio, donde las relaciones materiales y simblicas son asimtricas y conflictivas. La misma actividad de producir, esto es el trabajo, en tanto actividad humana especfica, est inmerso en esas contradicciones y asimetras que dificultan y an impiden el dilogo intercultural. En este sentido Roig plantea

    una cuestin ciertamente difcil: cules son las relaciones de interculturalidad que se podran generar dentro de la heterogeneidad cultural de una sociedad capitalista, en la que nos encontramos con una sociedad de consumo que practica una cultura del consumo, y una sociedad marginal que ha desarrollado una cultura de la pobreza?, ser posible una autocrtica cultural que parta de las mismas culturas para alcanzar alguna forma de interculturalidad?, pero tendr sentido? (Roig, A., 2004: 163).

    Las preguntas formuladas por Roig ponen al descubierto que el problema de la interculturalidad en nuestras sociedades contemporneas reviste una complejidad mayor de la que puede ser abarcada en trminos de las capacidades y actitudes necesarias para la comprensin de otras formas de vida. Es decir, se trata de un problema cuyo planteamiento requiere un registro ms amplio que el de la educacin, dado que involucra las condiciones que hacen posible la subsistencia de las personas y de las culturas tanto en su dimensin simblica como material. Lo mismo que venimos diciendo respecto de la cuestin de la interculturalidad se puede afirmar de la problemtica de la integracin. Ambas cuestiones corren el riesgo de quedar reducidas a sus aspectos cultural-funcionalistas cuando se abandona la pregunta por las condiciones de posibilidad de la integracin y la interculturalidad. Las cuales exigen revisar cuestiones econmicas, sociales, polticas en las que se juegan relaciones de poder,

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    formas de reconocimiento y desconocimiento, de afirmacin y negacin de las diferencias.

    Ahora bien, cmo contribuir desde la filosofa a reflexionar crticamente acerca del lugar e importancia que tiene la consideracin de la diversidad y de la conflictividad en las propuestas de integracin y en las posibilidades de hacer efectivo el dilogo intercultural? No presenta mayores dificultades integrar lo mismo a lo mismo, pero cuando se trata de integrar a partir del reconocimiento de la diversidad, es necesario contar con herramientas tericas que hagan posible la comprensin de lo diverso y de la relacin conflictiva de la que emerge la posibilidad de la integracin y el dilogo. Es necesario superar el voluntarismo y el teoricismo en los planteos de la integracin. Mas ello requiere revisar crticamente la teora, disear nuevos paradigmas y categoras interpretativas.

    Una tarea de la filosofa como crtica de los saberes y las prcticas consiste en decodificar los contenidos ideolgicos y reformular categoras y criterios analticos con miras a la integracin y a la posibilidad de un dilogo intercultural en condiciones de simetra. En este marco, nuestro propsito mucho ms modesto es llamar la atencin sobre una problemtica que no puede ser olvidada al tratar sobre interculturalidad e integracin; nos referimos a la tensin entre el reconocimiento de la diversidad en la dimensin cultural y la el acceso a la distribucin o redistribucin de los bienes necesarios para la reproduccin de la vida y la cultura. Para trabajar sobre esta cuestin nos valemos de un texto de la tradicin de pensamiento latinoamericano publicado en 1928, que formula con toda claridad el problema y ofrece pistas para la reflexin que hoy necesitamos. Se trata de la obra de Jos Carlos Maritegui Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana. Tambin apelamos a desarrollos tericos contemporneos acerca del reconocimiento y la redistribucin, especialmente a los que resultan del debate entre Axel Honneth y Nacy Fraser (Cfr. Fraser, N. y Honneth, A., 2006). Formas de racionalidad, conflictividad y sujetivacin como supuestos del debate sobre la interculturalidad.

    Partimos de algunos supuestos que mencionamos de manera sinttica, pues han sido desarrollados ms extensamente en otros trabajos (Cfr., Arpini, A., 2006))

    1- Tanto los procesos de integracin como la interaccin entre grupos culturalmente diferentes pueden organizarse sobre distintas formas de racionalidad. O bien sobre una forma de racionalidad instrumental, exclusivamente interesada en la adecuacin de los procedimientos a fines que han sido ya aceptados, dando por descontado que estos son razonables en cuanto sirven a los intereses calculados de autoconservacin de ciertos individuos, sectores sociales o corporaciones internacionales. O bien se organizan sobre una forma de racionalidad dialgica, abierta a la percepcin de fines objetivos, a partir de los cuales deduce criterios para el ordenamiento social, poltico, econmico, ambiental y cultural, de modo que, sin excluir los intereses de la autoconservacin, se priorice con carcter normativo la existencia humana digna en todas sus manifestaciones3.

    3 La diferenciacin entre formas de racionalidad es un tema recurrente entre los representantes de la Teora Crtica. Cfr. Horkheimer, Max, Zur Kritik del instrumentellem Vernunft. Frankfurt am Main,

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    2- Los procesos de integracin y dilogo intercultural no estn exentos de

    conflictos y tensiones. En trminos polticos puede explicarse como la pugna entre prcticas diferentes. Por un lado, tendencias homogeneizadoras que, con procedimientos ms o menos violentos, buscan la asimilacin de lo otro en lo mismo, ignorando o borrando las diferencias; y por otro lado, prcticas heterogneas de afirmacin de la igualdad mediante la mostracin y reconocimiento de las diferencias. La expresin de estos conflictos, con diverso grado de conciencia critica, puede ser rastreada en la historia de las ideas latinoamericanas desde los tiempos de la Colonia y adquiere renovada presencia en nuestros das en que, frente a la uniforme globalidad, se hace necesario interrogarnos una y otra vez acerca del conflicto principal. El cual, segn parece, no estara signado nicamente por el deseo de imponerse unos individuos sobre otros la insociable sociabilidad del liberalismo moderno tan bien caracterizada por Kant; tampoco estara determinado exclusivamente por el antagonismo entre los Estados que, en tanto sujetos de la historia, luchan para obtener el reconocimiento imponindose unos sobre otros, como explica Hegel; ni siquiera podra afirmarse que el principal conflicto surge del antagonismo entre las clases sociales dentro del modo capitalista de produccin, tal como surge de los anlisis de Marx. No es que todos estos conflictos hayan desaparecido, que los sujetos hayan perdido el deseo de individuacin, que los Estados se hayan disuadido de sus intereses expansionistas e imperialistas, o que haya advenido el reino de la justicia y la sociedad sin clases. Al contrario, los espacios sociales se encuentran atravesados por relaciones de poder en las que los agentes luchan y negocian desde sus posiciones relativas para definir los lmites de campos especficos (Cfr. Bourdieu, P., 1997). Pero todos estos conflictos se han vuelto ms complejos en la medida que se encuentran atravesados y determinados por la forma que en nuestros das adquiere el conflicto principal entre lo local y lo global. Sobre todo si se tiene en cuenta que lo global no es el resultado de acuerdos alcanzados mediante el ejercicio de una racionalidad dialgica que atiende a fines objetivos, sino la consecuencia de la expansin a nivel global de un cierto localismo que procura satisfacer sus intereses de autoconservacin pretendidamente universales.

    3- La integracin y el dilogo intercultural requieren la construccin de casos de

    igualdad, no mediante la asimilacin, sino como resultante de procesos de sujetivacin. Es decir mediante la construccin de un nosotros que no es la mera suma de individuos, sino que emerge de la relacin de un yo con otros. El sujeto es, como ha sostenido Yamand Acosta, el lugar de la crtica radical, en cuanto trascendentalidad inmanente a estructuras, sistemas e instituciones a travs de los cuales se constituye y afirma, pero que libradas a su propia lgica, especialmente cuando se apuesta a ellas (todo al Estado, todo al mercado), terminan finalmente negndolo (Acosta, Y., 2005: 274). Es decir, el sujeto se define por un plus de exterioridad respecto del sistema al cual pertenece. En virtud de esa exterioridad fundante, el sujeto tiene la posibilidad de autodeterminarse frente al sistema y a sus leyes e interpelar las instituciones

    Fischer Verlag, 1967. (Crtica de la razn instrumental. Versin castellana de H. A. Murena y D. J. Vogelmann. Buenos Aires, Sur, 1973). Habermas, Jrgen, Theorie des kommunikativen Handelns. I - II. Frankfurt am Main, Suhrkamp Verlag, 1981. (Teora de la accin comunicativa. I II. Versin castellana de Manuel Jimnez Redondo. Madrid, Taurus, 1987)

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    vigentes desde su condicin de ser humano: sujeto corporal de necesidades. Al delegar en las instituciones la construccin del orden, stas se totalizan y los sujetos devienen objetos dentro de una lgica regida por el clculo de beneficios y la eficacia. El proceso de sujetivacin consiste precisamente en la posibilidad de autoafirmacin mediante la interpelacin del orden vigente, en perspectiva instituyente, para generar cambios basados en el reconocimiento de la propia subjetividad y en el pleno ejercicio de derechos individuales y colectivos, lo que implica la inclusin de los excluidos de tales derechos.

    La existencia de formas de racionalidad diferentes, la presencia de conflictos y

    tensiones entre prctica heterogneas de organizacin de la vida y la posibilidad de construir casos de igualdad mediante procesos de sujetivacin son cuestiones que han merecido la atencin de diferentes pensadores latinoamericanos; quienes, preocupados por la realidad poltica, social y cultural de sus pases, las han trabajado con diferentes registros epocales. Tal es el caso de Jos Carlos Maritegui, cuyos estudios sobre la realidad peruana tomamos como ejemplo y apoyo de nuestra argumentacin. Consideraciones sobre interculturalidad e integracin a partir de los ensayos de Jos Carlos Maritegui sobre la realidad peruana. Los Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana fueron publicados en 1928. Son considerados como la obra maestra del amauta, aunque l mismo los consideraba inacabados, precisamente por su carcter de ensayos. En sus pginas se pone al descubierto una problemtica terica y poltica peruana definida: el problema del indio. Para su anlisis aplica el modelo marxista como herramienta interpretativa, pero adaptndola a la realidad estudiada. Su distanciamiento de la ortodoxia marxista surge de la complejidad del asunto abordado, que le obliga a desmontar dicotomas establecidas. En efecto, en la realidad peruana, ms que proletarios y burgueses se encuentra con indios y gamonales. El problema nacional es, entonces, un problema de integracin de la diversidad; es decir, pasa por la incorporacin de las masas populares marginadas por sus caractersticas raciales, sus formas tradicionales de reproduccin de la existencia, su lengua, su cultura, su religin a la construccin de la nacionalidad. El planteo comienza por el reconocimiento de la heterogeneidad, que no es slo cultural, sino material e histrica.

    En sus ensayos sobre El problema del indio y El problema de la tierra, Maritegui sostiene que los estudios:

    que ignoran o eluden a este como problema econmico-social, son otros tantos estriles ejercicios teorticos, y a veces slo verbales, condenados a un absoluto descrdito. La cuestin indgena arranca de nuestra economa. Tiene sus races en el rgimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administracin o polica, con mtodos de enseanza o con obras de vialidad, constituyen un trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los gamonales (Maritegui, J., [1928] 1986: 35).

    Los diferentes criterios de interpretacin del problema administrativo, jurdico,

    tnico, moral, educacional, eclesistico, utilizados en forma unilateral y excluyente, carecen de concrecin histrica mientras se mantienen en un plano filosfico o cultural.

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    En su revisin histrica, Maritegui pone al descubierto que la conquista fue, ante todo, una tremenda carnicera La organizacin poltica y econmica de la Colonia, que sigui a la Conquista, no puso trmino al exterminio de la raza indgena (Ibdem: 44), a pesar de los esfuerzos realizados por el Padre Las Casas y de que las Leyes de Indias llegaron a reconocer la organizacin de stos en comunidades. La Colonia, impotente para organizar la explotacin feudal, injert en sta elementos de economa esclavista, subordinando la economa a los intereses del colonizador espaol, que careca radicalmente de aptitud para adaptarse a las condiciones ambientales o para transformarlas. Tena una idea, un poco fantstica, del valor econmico de los tesoros de la naturaleza, pero no tena casi idea alguna del valor econmico del hombre (Ibdem: 56) De esta manera se superponen dos formas de ejercicio de la violencia. Una es el menosprecio por la actividad agrcola como modo de relacionarse con la naturaleza para la produccin de riqueza humana; otra es el desconocimiento del valor del hombre y de su relacin con los otros hombres para la satisfaccin de las necesidades de la comunidad. El colonizador procede mediante la aplicacin de una racionalidad puramente instrumental que reduce los elementos de la realidad naturaleza y seres humanos a sus propios intereses. As valora econmicamente la actividad extractiva por sobre la actividad agrcola y antepone el valor econmico al valor humano, reduciendo a los hombres a meros medios con la implementacin de variadas formas de esclavitud y servilismo.

    La Revolucin de Independencia, aun cuando aprovech el apoyo de la masa indgena y algunos indios ilustrados participaron en su gestacin, no signific una transformacin de esa racionalidad instrumental. Si bien el programa liberal de la Revolucin comprenda la redencin del indio, no hubieron gobernantes capaces de actuar las disposiciones correspondientes, que quedaron como letra muerta.

    La Repblica dice Maritegui ha significado para los indios la ascensin de una nueva clase dominante que se ha apropiado sistemticamente de sus tierras. En una raza de costumbre y de alma agrarias, como la raza indgena, este despojo ha constituido una causa de disolucin material y moral. La tierra ha sido siempre toda la alegra del indio. El indio ha desposado la tierra. Siente que la vida viene de la tierra y vuelve a la tierra. Por ende, el indio puede ser indiferente a todo, menos a la posesin de la tierra que sus manos y su aliento labran y fecundan religiosamente. La feudalidad criolla se ha comportado, a este respecto, ms vida y ms duramente que la feudalidad espaola. (Ibdem: 47)

    Se trata de un conflicto de base material, econmica, vinculado a la apropiacin/despojo de la tierra; pero es ms que un problema de propiedad, pues involucra formas de representacin y valoracin de la tierra, del hombre y de la relacin entrambos. Es decir que tambin y al mismo tiempo es un conflicto cultural. Una modificacin del rgimen de distribucin de la tierra que no tuviera en cuenta el sistema de representaciones y valores, no resolvera el problema. Pero tampoco se resolvera modificando mediante la educacin (si acaso tal modificacin fuera exitosa, cosa de la que cabe dudar) el sistema de representaciones y valores a partir del cual los sujetos se reconocen mutuamente como tales.

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    El problema puede apreciarse tambin si se toma como eje el anlisis de El proceso de la instruccin pblica. En dicho proceso se suceden tres influencias:

    la influencia o, mejor, la herencia espaola, la influencia francesa y la influencia norteamericana. Pero solo la espaola logra en su tiempo un dominio completo. Las otras dos se insertan mediocremente en el cuadro espaol, sin alterar demasiado sus lneas fundamentales La educacin nacional, por consiguiente, no tiene un espritu nacional: tiene ms bien un espritu colonial y colonizador. Cuando en sus programa de instruccin pblica el Estado se refiere a los indios, no se refiere a ellos como a peruanos iguales a todos los dems. Los considera como una raza inferior. (Ibdem: 105 106).

    La Repblica, que busc en Francia los modelos de la reforma de la enseanza,

    no se diferencia en este terreno del Virreinato. Tampoco la importacin del mtodo norteamericano, durante el perodo de reorganizacin sobre bases civilistas pudo dar una direccin segura a la poltica educacional, ni superar el verbalismo, la erudicin y el academicismo estriles.

    El medio econmico social condiciona inexorablemente la labor del maestro. La escuela moderna es incompatible con el latifundio feudal. La mecnica de la servidumbre anulara totalmente la accin de la escuela, si esta misma, por un milagro inconcebible dentro de la realidad social, consiguiera conservar, en la atmsfera del feudo, su pura misin pedaggica. (Ibdem: 43). Cada da se comprueba ms que alfabetizar no es educar. La escuela elemental no redime moral y socialmente al indio. El primer paso real hacia su redencin, tiene que ser el de abolir su servidumbre. (Ibdem: 160).

    Lo cual no puede ser consecuencia de un movimiento filantrpico, sino una conquista social y poltica de los propios interesados, mediante un proceso agnico de sujetivacin, de luchas por el reconocimiento y la justicia. El recorrido por los textos mariateguianos nos permite apreciar que, desde la Conquista, la relacin con el indio y la comprensin de su forma habitual de organizar la reproduccin de la vida y la convivencia social han sido consideradas desde una perspectiva racional limitada e invasiva, que provoca el desconocimiento del otro en varios planos: en la relacin cara a cara, el indio no es un semejante con quien establecer vnculos de afecto, amistad y respeto, sino un brbaro a quien se teme y se somete; en la relacin jurdica, el indio no es un igual, est excluido del derecho a la ciudadana, reducido a servidumbre y esclavitud; consecuentemente tampoco es reconocido por sus cualidades, aptitudes y aportaciones para la reproduccin de la vida y la cultura. Queda claro, adems, que la superacin del problema no es una cuestin humanitaria, ni se reduce a un cambio de legislacin, ni basta con implementar campaas de alfabetizacin, extendiendo los beneficios de la educacin a los indios. La superacin ser resultado progresivo de un proceso histrico de luchas por el reconocimiento, llevadas adelante por los mismos indios. Proceso cuya condicin de posibilidad es para nuestro autor de base econmica, vinculada al rgimen de propiedad de la tierra y a la valoracin de sta en los procesos de construccin de identidades. Dicho en otras palabras, lo que est en juego es un proceso de sujetivacin, no libre

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    de conflictos, que permita la construccin progresiva de prcticas de igualdad en las dimensiones material, jurdica y social. Si bien la historia nos muestra avances y retrocesos en las construccin de esas prcticas, modeladas en cada momento de acuerdo con las condiciones y los saberes disponibles, cabe preguntarnos por las herramientas tericas que hoy permiten un anlisis crtico de la situacin con miras a su superacin. Esta cuestin es a nuestro juicio, ineludible a la hora de reflexionar sobre la interculturalidad y la integracin, especialmente si estamos interesados en llevar el planteo al terreno educativo.

    Una cuestin tico-filosfica no menor subyace a los planteos sobre

    interculturalidad e integracin. Se trata de la polarizacin entre, por un lado, el universalismo formalista, que garantiza la igualdad jurdica pero abstracta de los sujetos mediante procedimientos que se pretenden axiolgicamente neutros, y por otro lado, el particularismo contextualista, que busca hacer de la cultura una unidad carrada e intocable, donde el individuo queda subsumido en el todo como sucede en los fundamentalismos religiosos o en las ideologas culturalistas. Una consideracin de la cuestin en trminos de reconocimiento y redistribucin puede contribuir a su esclarecimiento.

    Reconocimiento y/o redistribucin. Es posible disponer de un criterio unificado para los planteos de integracin y dilogo intercultural?

    En los das que corren, el trmino reconocimiento ocupa un lugar central en los debates acerca de la identidad y la diferencia, de la integracin y la interculturalidad. Esto de debe a la capacidad de ese concepto para analizar las bases normativas de las reivindicaciones polticas y de justicia social, como lo ha demostrado Axel Honneth entre otros4. Por otra parte, el trmino redistribucin fue utilizado por las filosofas morales de la poca fordista por su capacidad para establecer un criterio normativo universalista adecuado a las reivindicaciones de justicia social equidad, relegando las cuestiones relativas a la diversidad. Si bien los conflictos del mundo contemporneo parecen poner en primer plano la cuestin del reconocimiento, el problema de la redistribucin no ha desaparecido. Las desigualdades econmicas aumentan al mismo ritmo que se consolida la globalizacin empresarial y se debilitan las estructuras de gobierno de los pases, las cuales podran garantizar cierta redistribucin. As las cosas, parece necesario problematizar el concepto de justicia teniendo en cuenta tanto las

    4 La problemtica es trabajada desde distintos ngulos y con diferente sustento terico, entre otros, por Haberlas, Jrgen, Die Einbeziehung des Anderen. Francfort, Suhrkamp Verlag, 1996, (La inclusin del otro. Estudios de teora poltica, Traduccin de Carlos Velasco Arroyo y Gerard Vilar Roca, Barcelona, Paids, 1999, especialmente el captulo: La lucha por el reconocimiento en el Estado democrtico de derecho). Honneth, Axel, Kampf um Anerkennung. Zur moralischen Grammatik sozialer Konflikte. Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1992, (La lucha por el reconocimiento. Por una gramtica social de los conflictos sociales, Traduccin de Manuel Ballesteros, Barcelona, Crtica, 1997); Fraser, Nancy y Axel Honneth, Umverteilung order Anerkennung?, Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 2003, (Redistribucin o reconocimiento? Un debate poltico filosfico, Traduccin de Pablo Manzano, Madrid, Ediciones Morata, 2006); Taylor, Charles, Multiculturalismo y la poltica del reconocimiento. Ensayo de Charles Taylor. Comentarios de Amy Gutmann, Steven C. Rckefeller, Michael Walter y Susan Wolf. Traduccin de Mnica Utrilla de Neira, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1993. Rocoeur, Paul, Caminos del reconocimiento. Tres estudios. Traduccin de Agustn Neira. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2006. Tambin el debate recogido por Castro-Lui, Milka (Editora), Los desafos de la interculturalidad. Identidad, poltica y derecho. Santiago, Vicerrectora de Investigacin y Desarrollo de la Universidad de Chile, LOM, 2004.

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    problemticas emergentes de la lucha por el reconocimiento como las proyectadas a partir de los reclamos por una redistribucin ms equitativa. Esto sin caer en la simplificacin de considerar al reconocimiento como mero epifenmeno de la redistribucin.

    Nancy Fraser y Axel Honneth asumen en un debate poltico filosfico la

    problemtica planteada entre redistribucin y reconocimiento, en el marco de una teora crtica que examina a la sociedad capitalista como una totalidad, considerando que la crtica se justifica y es eficaz cuando para la comprensin estructural de la sociedad se utilizan conceptos normativos que permiten diagnosticar sus tensiones y contextualizar sus luchas. La cuestin que subyace a la alternativa planteada entre reconocimiento y redistribucin est vinculada al manera de concebir la sociedad capitalista:

    Hay que entender el capitalismo, tal como existe en la actualidad, como un sistema social que distingue un orden econmico no regulado directamente por unos patrones institucionalizados de valor cultural de otros rdenes sociales que s lo estn, o acaso ha de entenderse el orden econmico capitalista como una consecuencia, ms bien, de un modo de valoracin cultural que est ligado, desde el primer momento a unas formas asimtricas de reconocimiento? (Fraser, N. y Honneth, A., 2006: 15). Fraser sostiene la tesis de que en la actualidad la justicia exige tanto la

    redistribucin como el reconocimiento, la tarea consiste en disear una concepcin bidimensional de justicia que pueda integrar tanto las reivindicaciones defendibles de igualdad social como las del reconocimiento de la diferencia (Ibdem, 19). Desde la perspectiva de la redistribucin, la injusticia social tiene sus races en la estructura econmica de la sociedad. El sujeto de tales injusticias es la clase o los grupos sociales definidos por su relacin con la produccin y el mercado. El remedio a la injusticia consiste en una reestructuracin econmica que anule las diferencias entre clases o grupos sociales. Desde la perspectiva del reconocimiento, en cambio, la injusticia est enraizada en patrones sociales de representacin, interpretacin y comunicacin que definen grupos de estatus. Estos son los sujetos sobre los que recae la injusticia, cuyo remedio consiste en un cambio cultural y simblico que conlleve una valoracin positiva de la diversidad y que a la postre modifique la identificacin social de todos, apelando a dos mecanismos diferentes, o bien la revaloracin de la diferencias preexistentes a la circunstancia que provoc la devaluacin del grupo, o bien la reconstruccin de los trminos en que se elaboran actualmente las diferencias. No obstante, segn Fraser, existen diferencias sociales, como la de gnero, que son bidimensionales, pues desde el punto de vista estructural est vinculada a una divisin fundamental en la estructura econmica de la sociedad capitalista, la divisin entre trabajo retributivo-productivo y trabajo no retributivo-reproductivo-domstico. Pero tambin es una diferencia de estatus por cuanto codifica patrones culturales de interpretacin y evaluacin del orden social. Ahora bien, esta bidimensionalidad relativa a la subordinacin de gnero no es una excepcin, sino que parece estar presente en todas las relaciones de injusticia basadas en las diferencias de raza, de clase, de sexualidad. La justicia, por tanto, exige acuerdos sociales que permitan que todos los miembros (adultos) de la sociedad interacten en pie de igualdad. La idea de paridad de participacin constituye el criterio normativo para garantizar la justicia en las interacciones sociales. Para ello deben cumplirse dos condiciones, una objetiva, consistente en que la distribucin de recursos materiales garantice la participacin y la

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    voz de todos los participantes, y otra intersubjetiva por la cual los patrones institucionalizados de valor cultural deben expresar el mismo respeto a todos los participantes y garantizar la igualdad de oportunidades para conseguir la estima social. El remedio a la injusticia consiste, por tanto, para Fraser, en la eliminacin de los impedimentos para la paridad participativa. Es decir que se apunta a una reestructuracin econmica que garanticen sus condiciones objetivas y a la institucin de normas que puedan satisfacer los requerimientos intersubjetivos mediante la desinstitucionalizacin de patrones de valor cultural que impiden la paridad participativa. Dicho en trminos polticos, la exclusin y la marginacin pueden remediarse removiendo los obstculos que dificultan la democratizacin.

    Una teora crtica de la sociedad contempornea sostiene Fraser debe incluir una explicacin de la relacin de subordinacin de estatus con la subordinacin de clase social, del reconocimiento errneo con la mala distribucin. Sobre todo debe clarificar las perspectivas de cambio emancipador para una poca en que las luchas por el reconocimiento estn cada vez ms separadas de las luchas por la redistribucin igualitaria, incluso cuando la justicia exige que ambas se unan (Ibdem, 61)

    Es difcil no acordar con Fraser si se atiende al empobrecimiento de grandes

    sectores de la poblacin, a la aparicin de una infraclase los excluidos que carece de acceso a los recursos econmicos y socioculturales, al rpido incremento de la riqueza de una minora, todas manifestaciones escandalosas de un capitalismo ilimitado. Sin embargo la distincin que ella introduce entre condiciones objetivas e intersubjetivas de la paridad de participacin, dificultan una explicacin que d cuenta de la gramtica de las luchas sociales frente a la injusticia como totalidad. Si se mantiene esa distincin sucede que, o bien el reconocimiento aparece como una derivacin de la redistribucin, o bien hay que interpretar que las diferentes formas de injusticia, aun cuando se las considere bidimensionales, se suceden en el tiempo, concentrndose en unos momentos en la mala distribucin y en otros en la falta de reconocimiento. Si bien es cierto que las luchas sociales se explican histricamente, stas presentan una estructura compleja en la que se anudan problemas de distribucin y reconocimiento. Como ya se vio al revisar los textos de Maritegui, las explicaciones monocausales son insuficientes, como tambin lo son las que apelan a causas histricamente fluctuantes sin atender a la complejidad de los procesos.

    Segn Honneth el argumento hay que situarlo en otro nivel a fin de plantear una

    cuestin filosfica previa: Cul de los lenguajes tericos relacionados con los respectivos trminos est mejor adaptado a la reconstruccin consistente y a la justificacin normativa de las demandas polticas actuales en el marco de una teora critica de la sociedad? (Ibdem, 91).

    En contra de la propuesta de Fraser de concebir los objetivos normativos de la

    teora social crtica como productos de una sntesis de consideraciones materiales y culturales de justicia, Honneth est convencido de que los trminos del reconocimiento deben representar el marco unificado de ese proyecto, a fin de no introducir un abismo entre los aspectos simblicos y materiales de la realidad social.

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    Abismo que impedira la superacin entre particularismo contextualista y universalismo formalista.

    Para Honneth, la experiencia de la injusticia social se produce ante la negacin de lo que se considera como un reconocimiento legtimo. En este sentido, la desventaja econmica y la degradacin cultural derivan de la diferente perspectiva desde la que los sujetos experimentan la falta de respeto o humillacin social. En el orden social capitalista liberal se diferencian tres esferas de reconocimiento, consecuentemente el contenido de lo que se considera justo se mide por los diferentes tipos de relaciones sociales entre los sujetos: si ello implica una relacin configurada en base al amor, el principio de necesidad tendr prioridad; en las relaciones configuradas segn el derecho, el principio de igualdad poseer la prioridad, y en las relaciones cooperativas entre sujetos que interactan socialmente, la tendr el principio del mrito. Sin embargo Honneth tiene reservas respecto del valor social del reconocimiento tal como surge de las morales procedimentales de la participacin discursiva. La legitimidad moral del orden social no depende solamente del grado de inclusin de discursos prcticos y de sus correspondientes resultados, sino del cumplimiento de expectativas de otra ndole en el reconocimiento social (Honneth, A., 1997: 104). En efecto, as como en la esfera del amor, el reconocimiento depende de la presencia corporal del otro ocasional padre, madre, amigo, hermano en la atencin de las necesidades, y en la esfera del derecho depende de cualidades generalizables que constituyen a los sujetos como personas capacitadas para obrar autnoma y responsablemente con referencia a un sistema axiolgico dentro del cual esas cualidades son valoradas, as tambin, en la esfera de la valoracin social, las cualidades y facultades concretas pueden ser referidas positivamente a los sujetos en el marco de valores compartidos en que adquieren significado las contribuciones de las cualidades personales para la vida de otros. Aqu el concepto rector es la solidaridad.

    Por solidaridad, en una primera anticipacin, puede entenderse un tipo de relacin de interaccin en que los sujetos recprocamente participan en sus vidas diferenciables, porque se valoran entre s en forma simtrica (Honneth, A, 1997: 157).

    En las experiencias de resistencia a la opresin poltica, el consenso respecto del

    objetivo prctico engendra un horizonte de valor intersubjetivo en que cada uno aprende a reconocer la significacin de las capacidades y cualidades del otro. De modo que la valoracin recproca no es una relacin de mera tolerancia pasiva. Es una relacin de solidaridad que implica la participacin activa, pues slo en la medida que yo activamente me preocupo que el otro pueda desarrollar cualidades que me son extraas, pueden realizarse los objetivos que nos son comunes. Tampoco es una relacin de mera simetra, a no ser que por simetra se entienda que todo sujeto, sin escalonamientos, tiene la oportunidad de sentirse en sus propias operaciones y capacidades como valioso para la sociedad (Ibdem: 159)

    En sntesis, el reconocimiento, en sus diversas manifestaciones de atencin afectiva, igualdad jurdica y estima social, precede temporal y lgicamente a toda praxis de fundamentacin discursiva y constituye el ncleo normativo de una concepcin de justicia social. Pueden preverse diferentes tipos de conflictos segn se ponga en discusin la aplicacin justa de alguno de los principios mencionados. Entre ellos, los conflictos de distribucin pueden ser interpretados como un tipo especfico de lucha por

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    el reconocimiento en que se discute la evaluacin adecuada de las contribuciones sociales de los individuos y los grupos. Ahora bien, la estructura de las condiciones de posibilidad del reconocimiento cambia de conformidad con el proceso histrico. Tanto el proceso de individuacin como el de inclusin social estn ntimamente relacionados en cuanto a las posibilidades de incrementar el reconocimiento social. Cada principio de reconocimiento tiene un exceso especfico de validez cuya significacin normativa se expresa mediante la lucha constante con respecto a su aplicacin e interpretacin adecuadas. Esta dialctica de lo general y lo particular permite esbozar una teora de la justicia que puede utilizar el exceso de validez de los principios de reconocimiento contra la cristalizacin de una cierta interpretacin social, provocando, as la expansin de las esferas de reconocimiento.

    En las sociedades modernas, las condiciones de autorrealizacin individual slo estn socialmente garantizadas cuando los sujetos no slo pueden experimentar el reconocimiento intersubjetivo de su autonoma personal, sino tambin el de sus necesidades especficas y de sus capacidades particulares. (Ibdem, 148).

    Integracin y dilogo intercultural como procesos de sujetivacin En suma, podemos afirmar que, para evitar simplificaciones en el momento de plantear cuestiones relativas a la integracin y al dilogo intercultural, es necesario tener en cuenta ciertas condiciones tericas y contextuales. Por una parte sealamos la necesidad de apelar a una forma de racionalidad compleja, no reduccionista, capaz de considerar los intereses de la autoconservacin desde el criterio normativo de la dignidad humana, superando el mero clculo de intereses. Ello implica aceptar la presencia de mltiples conflictos entre individuos, grupos y clases sociales, instituciones, Estados; todos ellos atravesados por la tensin dominante en la actualidad entre lo global y lo local, entre la tendencia a la homogeneizacin segn los parmetros del mercado y las prcticas heterogneas de resistencia y afirmacin de la igualdad mediante la mostracin y reconocimiento de las diferencias. Es decir, mediante procesos de sujetivacin a travs de los cuales los sujetos sociales se afirman como tales a partir de la definicin de sus necesidades y de la afirmacin de sus diferencias respecto del sistema. Por otra parte, a travs del seguimiento de los textos en que Maritegui acerca del problema del indio pudimos advertir la insuficiencia tanto de los planteos formalistas universalistas, como de los que insisten en adhesin a condiciones contextuales particulares. En efecto Maritegui seala que el problema tiene sus races en el vinculo del los hombres con la tierra; vnculo a partir del cual se resuelven las necesidades de la reproduccin material de la existencia y se genera todo el complejo sistema de representaciones, valoraciones y formas de identificacin. De modo que los medios que se instrumentan para la superacin de las injusticias cometidas contra los pueblos indgenas carecen de sentido si atienden a aspectos aislados, sean materiales, jurdico, educativos. Dicha superacin ser posible como resultado de un proceso histrico, llevado adelante por los mismos interesados, de luchas por el reconocimiento planteadas desde las exigencias de dignidad personal en tanto sujetos de necesidades, de igualdad en tanto sujetos de derecho autnomos y responsables, y de valoracin social en razn de sus contribuciones solidarias a la consecucin de fines compartidos.

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    Dado que las situaciones de injusticia existentes en las sociedades contemporneas se expresan como demandas por el reconocimiento tanto en la dimensin material v.gr. reclamos por redistribucin como en la dimensin simblica v. gr. reclamos basados en la aceptacin de identidades y prcticas socio-culturales diversas; es necesario apelar al anlisis de la tensin entre redistribucin y reconocimiento, a fin de obtener una comprensin actualizada de las mismas. La aproximacin al debate entre Nancy Fraser y Axel Honneth, acerca de la relacin entre reconocimiento y redistribucin en orden a la reparacin de situaciones de injusticia en las sociedades contemporneas, nos permite acceder a ciertas categoras, capaces de iluminar la complejidad de la prctica social. As, la categora de paridad de participacin, propuesta por Fraser, considera tanto las condiciones objetivas (referidas a la redistribucin de bienes que aseguran medios de vida digna), como a las condiciones intersubjetivas (que aseguran el derecho a tener voz en la discusin de los asuntos comunes). Si bien esta categora significa una ampliacin en la consideracin de las condiciones de posibilidad para participacin en la discusin pblica de los intereses comunes, planteando no slo condiciones formales, procedimentales, de la argumentacin, sino tambin condiciones materiales de la paridad de participacin, sin embargo, resulta insuficiente para comprender la gramtica de los conflictos sociales que surgen de la negacin o carencia de reconocimiento legtimo, ya sea en la dimensin persona, jurdica o social. La explicacin de Honneth, realizada desde la perspectiva de una teora crtica de la sociedad, tiene como punto de partida la afirmacin de que las injusticias sociales se producen por la negacin de alguna forma de reconocimiento legtimo, ya sea en la esfera de la relaciones interpersonales configuradas en base al amor y la satisfaccin de las necesidades, ya sea en la de las relaciones jurdicas dispuestas sobre el principio de igualdad formal, ya se en las relaciones sociales organizadas en base al principio rector de la solidaridad. De modo que el reconocimiento, en sus diversas manifestaciones, constituye, en cuanto ncleo normativo, la condicin de posibilidad de la interaccin social y de la justicia. Honneth nos provee herramientas para llevar adelante, segn la exigencia de Maritegui, un anlisis complejo de las luchas por el reconocimiento. Y nos permite dar un paso ms en orden a interpretar estas luchas como procesos de sujetivacin. En efecto, las posibilidades del dilogo intercultural, as como las peripecias de la integracin social y regional, implican llevar adelante acciones que amplen las condiciones de la justicia, presionando sobre los lmites de las formas instituidas de reconocimiento. En el plano legal, mediante la apelacin a los Derechos Humanos, como mbito interpersonal en que se plantea la exigencia de mutuo reconocimiento de la propia dignidad como sujetos corporales de necesidad. En las dimensiones social y poltica, mediante la exigencia de justicia social, a partir del reconocimiento de los aportes diversos a la consecucin de objetivos comunes, a travs de la cooperacin solidaria. En cuanto proceso de sujetivacin, el reconocimiento no es algo que se otorga, sino que se conquista, es el resultado de una lucha para ampliar los espacios sociales, polticos y culturales de integracin y dilogo, llevada adelante por los afectados por situaciones de minusvaloracin, invisibilizacin o desconocimiento. En cuanto proceso de sujetivacin, la lucha por el reconocimiento comienza por un acto de autovaloracin, de afirmacin de s y de las propias necesidades. Afirmacin capaz de liberar el potencial creador desde la diversidad.

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