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LA ONDA MARGALIDA JIMÉNEZ A mediados de los años sesenta se inicia entre los jóvenes de México un movimiento que se conoce como La Onda y que se extiende hasta los años setenta. Dicho movimiento tuvo su origen en el culto por el rock and roll, música proveniente de los Estados Unidos, popularizada por el cantante Elvis Presley, y que había sido difundida ampliamente a través de la radio y la televisión; el rock desde sus inicios fue para los jóvenes una forma de liberar su energía, una descarga emocional. En México, el rock tuvo una gran acogida y se popularizó; algunos de sus seguidores se dejaban el pelo largo, vestían en forma estrafalaria y fumaban mariguana, lo cual motivó que fueran reprimidos y algunas veces encarcelados. El movimiento de La Onda, con el tiempo, fue más complejo pues llegó a contener en sí expresiones de tipo político, religioso, filosófico, económico, social y artístico; en éste último rubro se ubica la corriente literaria llamada La Onda, término que usaban los jóvenes para referirse a un plan, una fiesta o a un ambiente (aunque posteriormente “una onda” llegó a tener amplias significaciones). Los jóvenes autores que representaron en su inicio a este movimiento literario fueron José Agustín, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña, en quienes se puede percibir la rebelión a todo lo establecido, el gusto por la música rock y el jazz, con influencia de la filosofía existencialista y de los cineastas italianos de esa época. En un ambiente urbano, los “chavos” de la clase media de estos cuentos y novelas usan para comunicarse un lenguaje que ya predominaba en la ciudad y que constituye una rebelión contra las reglas establecidas, creado de lo efímero y para el momento. Es también un lenguaje propio de la frontera norte de México, las “pocherías”, así como el “argot” y el “albur” con que se expresaba el lumpen en las zonas marginadas. Los escritores de esta corriente literaria llevan un ritmo musical en su narrativa, un diálogo descriptivo y crean una atmósfera mediante el lenguaje, mismo que se convierte en el personaje 330

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LA ONDA

MARGALIDA JIMÉNEZ

A mediados de los años sesenta se inicia entre los jóvenes de México un movimiento que se

conoce como La Onda y que se extiende hasta los años setenta.

Dicho movimiento tuvo su origen en el culto por el rock and roll, música proveniente

de los Estados Unidos, popularizada por el cantante Elvis Presley, y que había sido difundida

ampliamente a través de la radio y la televisión; el rock desde sus inicios fue para los jóvenes

una forma de liberar su energía, una descarga emocional.

En México, el rock tuvo una gran acogida y se popularizó; algunos de sus seguidores se

dejaban el pelo largo, vestían en forma estrafalaria y fumaban mariguana, lo cual motivó que

fueran reprimidos y algunas veces encarcelados. El movimiento de La Onda, con el tiempo,

fue más complejo pues llegó a contener en sí expresiones de tipo político, religioso, filosófico,

económico, social y artístico; en éste último rubro se ubica la corriente literaria llamada La

Onda, término que usaban los jóvenes para referirse a un plan, una fiesta o a un ambiente

(aunque posteriormente “una onda” llegó a tener amplias significaciones).

Los jóvenes autores que representaron en su inicio a este movimiento literario fueron José

Agustín, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña, en quienes se puede percibir la rebelión

a todo lo establecido, el gusto por la música rock y el jazz, con influencia de la filosofía

existencialista y de los cineastas italianos de esa época.

En un ambiente urbano, los “chavos” de la clase media de estos cuentos y novelas usan

para comunicarse un lenguaje que ya predominaba en la ciudad y que constituye una rebelión

contra las reglas establecidas, creado de lo efímero y para el momento. Es también un lenguaje

propio de la frontera norte de México, las “pocherías”, así como el “argot” y el “albur” con

que se expresaba el lumpen en las zonas marginadas.

Los escritores de esta corriente literaria llevan un ritmo musical en su narrativa, un diálogo

descriptivo y crean una atmósfera mediante el lenguaje, mismo que se convierte en el personaje

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principal de la historia. Sus temas son apropiados a los personajes, y los de tipo sexual son

epidérmicos.

La generación de La Onda logró una apertura en las letras mexicanas; los escritores de las

siguientes generaciones la han reconocido por haber hecho posibles cambios significativos en

la literatura de nuestro país.

JOSÉ AGUSTÍN

MARGALIDA JIMÉNEZ

José Agustín nació en Guadalajara, Jalisco, el 19 de agosto de 1944, lugar en que su padre don

Augusto era piloto aviador del ejército mexicano; siguiendo la costumbre familiar, el niño fue

llevado al puerto de Acapulco, en el Estado de Guerrero, donde lo registraron con el nombre

de Agustín Ramírez Gómez.

Tiempo después la familia se instaló definitivamente en la ciudad de México; José Agustín

asistió al Colegio Simón Bolívar, destacando en los primeros años por su aplicación al estudio.

La vida del niño transcurría felizmente en compañía de sus padres y sus hermanos Augusto,

Alejandro, Hilda y Yolanda; don Augusto llevaba a sus hijos algunas ocasiones en sus viajes,

además de proporcionales agradables estancias en Acapulco en compañía de sus primos.

El año de 1955 fue significativo en la vida de José Agustín, pues, como recuerda, ya vivía en

casa propia en la colonia Narvarte, lugar donde pasó su adolescencia, asistiendo a sesiones de

teatro donde estudiaban y actuaban sus hermanos y más tarde él mismo en un pequeño papel;

jugaba béisbol y empezó a escribir obras cortas de teatro y cuentos que no obtuvieron ningún

premio. Por ese tiempo fue adquiriendo afición por el Rock and Roll: “Los intérpretes

favoritos de Agustín eran Bill Haley... y Elvis Presley. Estaba enterado de todo lo que sucedía

en materia de rocanrol, puesto que su papá le traía muchos discos y revistas de música de

Estados Unidos”706.

706 Ana Luisa Calvillo, José Agustín: una biografía de perfil, Blanco y negro, México, 1998, pág. 32.

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En la adolescencia, los hábitos de José Agustín fueron cambiando, y aunque estudiaba, ya

no le agradaba asistir a la escuela, en la que observaba pésima conducta, fumaba y se iba de

pinta707, motivos por los cuales fue expulsado, con gran disgusto de su padre.

Ya en otro plantel, al que asistía en forma irregular, organizó un grupo de teatro y publicó

un periódico: “Ya había dejado la etapa rebeca708 ⎯chamarra con calavera pintada en la

espalda y mirada torva y para entonces entraba en la etapa-de-la-dulce-incomprensión⎯...

suéter negro con cuello de tortuga y expresión melancólica”709. Como en las tardes no había

clases pudo ensayar y representar “El casamiento”, de Gogol, dirigido por Juan Ibáñez710.

Siempre había tenido José Agustín facilidad para aprender el inglés y lo practicaba con un

amigo: “Pero además de frases de otros idiomas, le gustaba reproducir las groserías que

escuchaba en la calle o en boca de sus amigos. A sus hermanos les molestaba esto”711.

En el año de 1960 José Agustín ingresó al Círculo Literario Mariano Azuela invitado por sus

hermanos y por Gerardo de la Torre712; en ese grupo, y aunque eran condescendientes con él

por su corta edad, se halló por primera vez ante la crítica y pudo publicar en el segundo y

último periódico del Círculo una pieza teatral: Lo negro; más tarde tuvo la oportunidad de

montar dos de sus obras en el canal 11 de televisión e inició un cuento, “Tedio”, y luego

“Tedio” 2 y 3, que fueron el inicio de su primera novela: La tumba.

En esa época ya había conocido a Margarita Dalton, maestra de inglés, de quien fue novio y

gracias a la cual entró a un colegio como maestro del mismo idioma con beneplácito de su

familia. Continuó sus estudios en la Preparatoria No. 7, donde con René Avilés Fabila713, a

quien ya conocía, formó parte de una planilla que triunfó.

Todos los planes de José Agustín se interrumpieron al encontrarse nuevamente a Margarita

en una fiesta, en la que ella le planteó la posibilidad de casarse con él e irse a Cuba para huir de

la penosa situación por la que pasaba en su casa. Pese a lo descabellado del proyecto, Agustín

aceptó y no sin dificultades contrajeron matrimonio.

A los 16 años y casado viajó a Cuba; en el trayecto escribió una obra teatral, La miel

derramada. Ya en la isla, fue alfabetizador y profesor de inglés, organizó un grupo de teatro y

707 pinta: faltar a la escuela e irse de paseo. 708 rebeca: rebelde. 709 José Agustín, El rock de la cárcel, Planeta, México, 1999, pág. 27. 710 Juan Ibáñez: director cinematográfico y teatral mexicano (1938- ) 711 Ana Luisa Calvillo, op. cit., pág. 29. 712 Gerardo de la Torre: escritor mexicano (1938- ) 713 René Avilés Fabila: escritor mexicano (1940- )

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montó su obra La almohada, visitó varios lugares de la isla donde aró la tierra y ordeñó vacas;

trabajaba y se divertía, pero ya había terminado y anulado su matrimonio. Su estancia en Cuba

terminó, ya que miembros de su familia se encontraban delicados de salud, aunque él siempre

pensó regresar a la isla como lo hizo después. “En La Habana dejé todos mis libros... porque

estaba seguro de regresar. Me habían ofrecido... becas en Berlín, Praga o en las universidades

cubanas”714.

Regresó a México en 1962, año en que murió su abuela y su hermana estaba enferma. Se

inscribió otra vez en la preparatoria donde presentó sus exámenes de primer año, y como

miembro de la planilla, le dio un lugar en ella a su compañera Margarita Bermúdez, joven

perteneciente a una familia conservadora, de quien se hizo novio con el consiguiente enojo del

padre de ella, que optó por vigilarlos.

La tragedia perseguía a la familia de José Agustín: doña Hilda, su madre, repentinamente

enfermó y murió en pocos días el mismo año. Este dolor se vio reflejado en la vida de Lucio,

protagonista de la novela Cerca del fuego, que escribiría años más tarde José Agustín. El padre de

Margarita, decidido a terminar la relación de su hija, la confinó en casa de un tío y los jóvenes

tuvieron que separarse.

José Agustín tuvo acceso al taller literario de Juan José Arreola, figura destacada de la

literatura mexicana, gracias a su hermana Hilda quien se lo presentó. En ese taller tuvo una

excelente formación como escritor junto con otros compañeros:

⎯¿Con quiénes estuviste en ese taller?

⎯Pues somos una generación que se llama Mester. Era una linda revista. Ahí estaba gente como

Parménides García Saldaña, Juan Tovar, René Avilés Fabila, Gerardo de la Torre, Jorge Arturo

Ojeda... Elsa Cross, Alejandro Aura...715

Después de la muerte de su madre y la disolución de su familia, José Agustín abandonó la

preparatoria e inició su preparación de forma autodidacta; asistió a “Los cafés literarios de la

Juventud”, montó obras en La Casa de la Asegurada del IMSS y ocupó varios empleos.

Margarita Bermúdez volvió a encontrarse con José Agustín y decidió salirse de su casa para irse

714 José Agustín, Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos, Empresas editoriales, México, 1969, pág. 45. 715 Reinhard Teichmann, De la Onda en adelante, Posada, México, 1987, pág. 40.

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a vivir a un departamento con él; sin embargo, a petición de la familia de ella, volvió a su hogar

y después de ocho meses se casaron, el 9 de septiembre de 1963.

En el taller de Juan José Arreola y a instancias de éste, José Agustín prosiguió haciendo

modificaciones a La tumba, pero debido a presiones económicas no asistía con regularidad al

taller; cuando regresó después de estar trabajando en Acapulco, Arreola apoyó su obra y fue

editada como primer título de Ediciones Mester con la firma de José Agustín; con anterioridad,

en revistas y periódicos y ahora con su primera novela, él omitió su apellido paterno para evitar

alguna confusión, ya que un tío paterno del mismo nombre era un reconocido compositor en

el estado de Guerrero.

La obra no estuvo lista para el mes de julio y José Agustín perdió en esa ocasión la

oportunidad de obtener una beca en el Centro Mexicano de Escritores.

Las presiones de tipo económico eran muy fuertes para el autor de La tumba, quien ya vivía

separado de su familia en un departamento, por lo que pidió una beca en El Centro Mexicano

de Estudios Cinematográficos, donde conoció a Gustavo Sainz, de quien se hizo amigo y a

quien recuerda por haberle prestado muchos libros que él no hubiera podido comprar.

Con Gustavo Sainz dejó El Centro y empezó a trabajar para la revista Claudia como

redactor, donde conoció a Vicente Leñero716 que hizo observaciones y críticas a la nueva

novela que había iniciado Agustín con el título De perfil. José Agustín hizo una segunda

solicitud para obtener la beca del Centro Mexicano de Escritores, pero la obtuvo René Avilés

Fabila.

Gustavo Sainz publicó en 1965 su primera novela, Gazapo, y obtuvo éxito; los editores

descubrieron un filón en las obras de los nuevos creadores y dieron importancia a la obra de

José Agustín. Éste, más adelante, tuvo que enfrentar serias dificultades con jefes de casas

editoriales hasta que La tumba inauguró la colección de Los Nuevos Valores y apareció su

novela De perfil.

En tres meses se publicaron más de treinta artículos, críticas, menciones, chismes y

entrevistas; hubo domingos en que todos los periódicos hablaban de La tumba o De perfil. “Esto

permitió que el libro... cayera en manos de gente, jóvenes en especial, que no sabían leer

literatura mexicana717.” Posteriormente, en una entrevista, la escritora Silvia Molina explicaría:

716 Vicente Leñero: dramaturgo mexicano (1933- ) 717 José Agustín, El rock de la cárcel, pág. 71.

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⎯Comencé a leer tardísimo: en la preparatoria.

⎯¿Cuáles eran tus autores preferidos?

⎯No encontré el placer de la lectura sino hasta la preparatoria, y no fue con los autores clásicos,

porque no supieron dárnoslos, sino en los escritores de La Onda, como José Agustín y Gustavo

Sainz.718

Esa fue una época feliz para el joven escritor al lado de su esposa que lo comprendía y a

quien él admiraba, en buenas relaciones con sus familiares y rodeado de amigos. Su fama crecía

y con ella las múltiples invitaciones a diversos eventos. El excesivo tiempo que dedicaba a su

trabajo en la revista Claudia lo hizo renunciar a ésta, siguió escribiendo y aceptó la invitación

para colaborar en la página cultural del periódico El Día sobre rock, espacio que José Agustín

aprovechó para escribir sobre José Revueltas.

En 1967 se inició el proyecto para publicar la obra literaria completa de Revueltas; José

Agustín fue encargado de la edición y de escribir un epílogo. Gracias a la amistad que lo unía

con el hijo del cineasta Carlos Velo, se relacionó con éste para llevar a la pantalla De perfil; en

casa de Velo conoció a su esposa, Angélica Ortiz, y a su famosa hija, la cantante del momento,

Angélica María, que lo cautivó con su belleza y talento. Los compromisos abundaban y José

Agustín tenía que pasar mucho tiempo al lado de Angélica Ortiz, quien no desaprovechó la

oportunidad para insinuar un noviazgo entre él y su hija Angélica María, como figuras del

momento. La relación, efectivamente, se dio, pero le trajo serias consecuencias al autor, pues

Margarita, su esposa, lo abandonó y se fue a Acapulco, donde tuvo experiencia con las drogas

para evadirse, sin poder olvidar a José Agustín. Debido a las presiones de la señora Ortiz para

que José Agustín escribiera un guión para su hija, una noche surgió, sin proponérselo, el

famoso cuento “Cuál es la onda”, famoso por su lenguaje y su tipografía.

El trabajo que desempeñaba José Agustín en ese tiempo era extenuante, pues ya había

obtenido, en un tercer intento, la beca del Centro Mexicano de Escritores, donde debía

terminar un libro además de entregar las notas para el diario El Día, al que renunció a finales

de 1967, año en que murió su hermana Yolanda, esposa de Gerardo de la Torre. En el Centro

conoció a grandes figuras de la literatura mexicana, como don Francisco Monterde, Juan Rulfo,

Salvador Elizondo y Amparo Dávila, además terminó su novela Inventando que sueño, con la que

inició la serie Nueva Narrativa Hispánica. 718 Reinhard Teichmann, op. cit., pág. 295.

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Su relación con Angélica María terminó y también su matrimonio con Margarita Bermúdez.

Trabajó entonces en publicidad sin éxito, haciendo guiones de rock, escribió su obra de teatro

Abolición de la Propiedad y la primera versión de su libro La nueva Música Clásica, y también

frecuentaba a intérpretes de música rock. “En esos momentos me hallaba en los peores niveles

de mi vida... desinterés, frivolidad, superficialidad, depresiones aplastantes, sentía un terrible

complejo de culpa... y la coexistencia de estados de inferioridad y de grandeza”719. Gracias al

escritor Paco Ignacio Taibo I, el cuento “La lluvia”, del libro Inventando que sueño, fue adaptado

y filmado en España; a José Agustín le pagaron muy bien los derechos de la obra.

Durante los acontecimientos sociales y estudiantiles que ocurrieron en México en 1968, José

Agustín simpatizó con los jóvenes estudiantes, participó en los mítines de la Universidad con

Gerardo de la Torre y René Avilés Fabila, y apoyó al movimiento en su programa

“Happenings” del canal 5 de televisión.

Margarita Bermúdez volvió a México y se unió ocasionalmente con José Agustín, él vivió un

tiempo la terrible pesadilla de las drogas; después, comprendió que su mundo era el de

Margarita, con la que volvió para no separarse.

En los años 70’ aparecieron dos libros, Narrativa joven de México y Onda y escritura en México,

en los que surgió el término “Literatura de la Onda” para los escritores René Avilés Fabila,

Parménides García Saldaña, Juan Tovar, Gerardo de la Torre, Gustavo Sainz y José Agustín,

teniendo como características de su estilo la antisolemnidad, la rebeldía, los coloquialismos, la

ironía, la influencia del rock, la falta de pericia en la redacción y una diagramación tipográfica

fuera de lo común. El libro desató una serie de polémicas, ya que los autores eran muy

distintos entre sí en cuanto a sus preferencias o su estilo; con el tiempo, los nombres de los

integrantes de “La Onda” fueron disminuyendo y sólo quedó José Agustín, quien siguió la

discusión hasta 1980. “En realidad nosotros nunca nos juntamos los tres para decir: ‘Somos de

La Onda’, ‘Vamos a escribir el manifiesto de La Onda’.”720 (Refiriéndose a él, a Gustavo Sainz

y a Parménides García Saldaña.)

Con las ganancias que obtuvo con la filmación de la película “Ya sé quién eres (te he estado

observando)”, José Agustín viajó con su esposa a Acapulco; a su regreso, fueron a visitar a su

amigo Salvador Rojo a Cuernavaca, Morelos, donde los sorprendió la policía judicial en

719 José Agustín, El rock de la cárcel, pág. 96. 720 Reinhard Teichmann, op. cit., pág. 61.

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posesión de mariguana. Pese a las gestiones de sus familiares, los dos amigos fueron

encarcelados en Lecumberri721 el año de 1970, cuando José Agustín cumplía 26 años.

Durante su permanencia en la cárcel, Agustín recibió diariamente la visita de su esposa

Margarita y, ocasionalmente, de parientes y amigos; para mitigar su pena, se dedicó a escribir,

así terminó la novela Se está haciendo tarde (final en laguna); al salir de Lecumberri un año

después, Agustín se ocupó de divulgar su novela en diversos recintos culturales. Al finalizar

estos compromisos, se retiró con su esposa a Cuautla, Morelos, donde recibió la más grata

noticia desde su confinamiento: su próxima paternidad. Continuó escribiendo y no sin

dificultad pudo presentar su obra teatral Círculo Vicioso; poco a poco recuperaba su fama, viajó

a Argentina con un grupo de artistas, apoyados por el gobierno mexicano; después se dedicó

por un largo tiempo a hacer adaptaciones para el cine, a las que siguieron la publicación de la

novela El Rey se acerca a su templo y el libro de cuentos La mirada en el centro.

Desde 1977, José Agustín y su familia vivieron en los Estados Unidos, gracias a las becas de

la fundación Guggenheim, para escribir una novela, y la fundación Fulbrith, para impartir

clases; después su estancia se alargó debido a múltiples invitaciones de varias instituciones,

hasta que la nostalgia por su patria lo hizo volver en 1980.

A su regreso, trabajó en televisión, talleres literarios, publicó una novela, Ciudades Desiertas, y

con mucho éxito su obra de teatro Abolición de la propiedad. En 1984, José Agustín y su esposa

Margarita sufren las pérdidas, con escasa diferencia de tiempo entre ambas, de don Augusto

Ramírez y don Luis G. Bermúdez, padres de ambos, respectivamente.

Un año después, La Casa de las Américas, prestigiada institución cubana, lo invitó como

jurado para una serie de premios; ahí convivió con Fidel Castro, a quien había conocido en su

primer viaje a la isla. A su regreso, realizó su primera antología personal con el nombre de

Furor Matutino, y un guión cinematográfico, “Ahí viene la plaga”; después se sucedieron una

serie de viajes a Guatemala, Colombia, Argentina y, más tarde, a países europeos.

El rock de la cárcel, su segunda autobiografía, y su novela Cerca del fuego, aparecieron en 1986;

la segunda, a la que había dedicado ocho años, alcanzó la nominación al premio internacional

Rómulo Gallegos. Entre sus últimas publicaciones se encuentran Tragicomedia mexicana, en dos

tomos, Contra la corriente, La panza del Tepozteco, Dos horas de sol y No pases esa puerta.

721 Lecumberri: antiguo penal de la ciudad de México, donde actualmente está el Archivo General de la Nación.

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Se le han hechos varios homenajes en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la

Universidad de Zacatecas y en la Universidad Veracruzana; ha sido profesor invitado en

Francia e Inglaterra, y su obras, pese a sus detractores, han sido traducidas al italiano, al inglés,

al alemán, al francés y al noruego. “De acuerdo al investigador de literatura Lauro Zavala, es

uno de los cuatro escritores cuyos cuentos han sido traducidos a más idiomas en toda la

historia del cuento mexicano”722.

José Agustín, figura central del movimiento de La Onda, consolida y ejerce una literatura

trascendente que se propone, muy concientemente, continuar su búsqueda de recursos y

formas de experimentación, con medios narrativos que le permitan proseguir, no sin énfasis,

sus preocupaciones medulares: los jóvenes, los conflictos de la gran metrópoli, las crisis

sociales y morales de sus habitantes, la confrontación del hombre consigo mismo. En

conjunto, la diversidad y riqueza de la obra imaginativa de Agustín dan cuenta de una vasta

reflexión sobre la cultura y la contracultura, la lengua y el habla mexicanas en continuo proceso

y las extraordinarios registros de una sociedad urbana de cambio723.

Cerca del fuego

José Agustín inició la más ambiciosa de sus novelas, Cerca del fuego, en 1978 y la concluyó ocho

años después. Para su realización tuvo varias dificultades.

⎯Qué fue lo que te llevó más tiempo, ¿la estructura?...

⎯La estructura fue un problema porque inicialmente la historia era lineal pero tenía demasiados

elementos... me di cuenta que lo que tenía que hacer era trabajar los textos en forma interna

como si fueran cuentos a crear.724

En la novela se narra la historia de Lucio, que ha olvidado los últimos seis años de su vida; la

obra es una búsqueda externa e interna sobre lo que ha ocurrido en ese tiempo. Cerca del fuego

se divide en 64 partes que corresponden en el índice a los títulos Blanco, Negro y Rojo.

722 Ana Luisa Calvillo, op. cit., pág. 207. 723 Ignacio Díaz Ruiz en Diccionario Enciclopédico de las letras de América Latina, Biblioteca Ayacucho, Monte Ávila, Caracas, 1995, pág. 2532. 724 La Jornada Semanal (nueva época), número 33, 28 de enero de 1990, págs. 15-18.

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YAUTEPEC

José Agustín

⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯AÑOS ANTES, Lucio y su mujer (digámosle Aurora) deciden pasar unos

días en un pueblo del Estado de Morelos. Victoria, una amiga, les ha prestado una casa, es

vieja, no vayas a creer que es la gran maravilla, no te vas a parar de pestañas725 al verla, las

paredes son de adobe726, ves, y hay que sacar agua del pozo, pero creo que ya tiene luz eléctrica

y el pueblo, eso sí, es algo lindo, habías de ver los alrededores tú, hay un río precioso, te va a

encantar. Gracias, suena bien, dice Aurora al recibir las llaves de la casa.

Suben en el auto, entusiasmados porque al fin podrán tomar unas vacaciones fuera del

esperpento727 esmogangoso728 que se ha vuelto la ciudad de Mexicalpán729 de los Tecos,

Detritus Defecal730. Creo que dijo Victoria que en la casa orita731 está tu hermano Julián con un

amigo que se llama Salvador, dijeron que iban a pasar unos días en esos rumbachos732. ¡Que se

vayan, que se vayan!, exclama Lucio, deseándolo en verdad, pues no tiene el menor deseo de

encontrar conocidos allí, ¡y menos al azotadísimo de su hermano! Pero si son re733 buenas

gentes, intercede Aurora. Buenas gentes mis arrugados cojones734, precisa Lucio. Aurora no

hace caso a los exabruptos735 de su marido, quien generalmente no es afín a ningún tipo de

violencia verbal, pero ahora piensa que en los ojos de Lucio hay una expresión que muy pocas

veces ha advertido: destellos que revelan tensiones monumentales, inabordables, fuerza

725 pararse de pestañas: enojarse, molestarse. 726 adobe: ladrillo elaborado con lodo y paja que se deja secar al sol. 727 esperpento: 728 esmogangoso: expresión compuesta de smog (gas producto de la contaminación) y gangoso (sonido nasal). 729 Mexicalpán: México. 730 Detritus Defecal: Distrito Federal; se compone de Detritus (residuos o restos orgánicos de vegetales y animales en descomposición) y Defecal (defecar: expulsión de heces fecales). 731 orita: ahorita, diminutivo de ahora. 732 rumbachos: rumbos. 733 re: muy. 734 cojones: testículos. 735 exabruptos:

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demoniaca. Lucio de veras das miedo cuando te pones así, involuntariamente acostumbra decir

Aurora en esos rarísimos casos. Cállate la boca y no estés chingando736. Eso era exactamente lo

que yo estaba diciendo.

Aurora empieza a contar, para no prestar atención a la velocidad vertiginosa con que Lucio

maneja, las historias de fantasmas de la casa de su amiga Victoria (¡qué nombre!).

Histerias fantasmales737 en la casa de la amiga Victoria. Dice Victoria (dice la Sigámosle Diciendo

Aurora) que en su familia, como en las viejas-viejas historias ad hoc738, en una época ocurrieron

crímenes, y que por eso ahora la casa es patrullada por varios fantasmas. Fantasmas, mis

cuasirredondas739 bolas740. Lucio no manejes tan rápido, por favor, nos vamos a matar. Sé

manejar, no jodas741. Bueno, parece que uno de los tíos abuelos de Victoria de las Tunas742, que

se llamaba Tachito743, odiaba a su madre, porque la señora en cuestión de minutos se quedó

viuda cuando era muy joven y profundamente enamorada de la vida en rosa, tralay lalay744. Su

viudez la amargó por completo, tú sabes. Su familia le dijo que se metiera de monja, cual debía

de ser, pero ella se apasionó con un galán y entonces sí le gustó mucho... ¿El galán? No, coger745.

Fue el escándalo del pueblo porque la ñora746 llegó a tener más amantes que fajas y corsés;

estaba enferma Lucio, agarraba ondas malísimas747. Dice Victoria que a su tíabuela primero le

dio por ponerse todo tipo de disfraces, exclusivamente para coger; le gustaba vestirse de

amazona, ¿tú crees? Yo creo, replicó Lucio, pero no creo que se haya rebanado una teta748,

¿verdad? Claro que no. Luego le dio por vestirse de Carlota Corday749 en su fase cuchilladora, y

más tarde le gustaron los trajes de militar: se agenciaba de esos uniformes estilo Chema

736 chingando: molestando. 737 Histerias fantasmales: se refiere a las “historias fantasmales” que ocurrieron a la familia de Victoria en la casa que les han prestado. Existe un juego de palabras (como ocurre con frecuencia en el cuento) entre “historias” e “histerias”. 738 ad hoc: que conviene a tal objeto. 739 cuasirredondas: casi redondas. 740 bolas: testículos. 741 joder: molestar. 742 Victoria de las Tunas: Lugar al Este de Cuba; sin embargo, en el texto tiene la función de nombrar a la amiga Victoria y hacer una especie de nombre compuesto. 743 Tachito: diminutivo de Anastasio. 744 tralay lalay: especie de tonada musical. 745 coger: en lenguaje popular, tener relaciones sexuales. 746 ñora: señora. 747 ondas malísimas: conductas extrañas. 748 teta: seno. 749 Carlota Corday:

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Morelos y Pavón Real750, con sable, faja y toalla La Josefina en la cabeza, y ese fue el escalón

previo de la Etapa Sádica. Esa pinche751 Victoria ha estado leyendo libros del Marqués de

Stekel752... Lucio, vas a ciento cuarenta, no exageres... Bueno/ Óyeme, si vuelves a decir bueno

te rebano una tetiux753. Bueno... ¡Pinche Aurora! Como tenía dinero y seguramente era una

belleza, o al menos estaba que se caía de buena, no le faltaban los huehuenches754

patarrajados755 que le daban lo que quería, ¿no?, y qué crees... Esta Devoradora Dhombres

acostumbraba despertar a su hijo Tachito, el tío abuelo victorioso756, para que el entonces niño

viera cómo ella latigueaba a sus pobres amatrostes757, y luego obligaba al pequeñín Tachete758 a

que la viera en el acto carnal también llamado coito. O paliacate759. Sí, como quieras. Tachito,

imagínatelo, entonces tenía seis años, era delgaducho y amariconado760, amaba a su mamá hasta

la masturbación, pero como el amor es odio no te quepa duda después la detestó, aunque dice

Victoria que más bien detestaba a los tipos que se tiroteaban a su sagrada jefecita761, y que,

claro, personificaban en realidad la misma debilidad y sumisión que el buen Tacho padecía,

¡Lucio, por Dios, no rebases en curva! Usted aguántese como las buenas. Como las buenas

suicidas, querrás decir, palabra que ora sí me espanté. ¿Y luego? Pues un buen día a la

Devoradora le entró la onda de flagelar a su hijo, ¿tú crees?, porque éste ya estaba más

crecidillo y además calzaba grande762... Pues fíjate que Tachito no pudo decir que no, como

buen masocas763 edipuspús764, y por supuesto después de los latigazos y las patadas en la panza

y en el culo sea la parte, el jovencito acabó copulando con su pinche madre/ ¡Pinche Aurora,

no te mediste con ese copulando! Lucio, ¿no te parece una chingadera que una madre haga

750 Chema Morelos y Pavón Real: José María Morelos y Pavón, caudillo de la Independencia de México; el último apellido del caudillo está con otra palabra, dando Pavón Real, que hace alusión al Pavo Real, ave grande que tiene un llamativo plumaje. 751 pinche: insulto. 752 Marqués de Stekel: 753 tetiux: teta, seno. 754 huehuenches: danzante indígena disfrazado de viejo. 755 patarrajada: pie con hendiduras; despectivo de los hombres descalzos, generalmente indígenas y gente muy pobre. 756 tío abuelo victorioso: tío abuelo de Victoria. 757 amatrostes: amantes. 758 Tachete: otra forma de aludir a Anastasio. 759 paliacate: pañuelo grande adornado con vivos colores; sin embargo, en el texto tiene otra significación: al acto sexual, en lenguaje popular, también se le llama “palo”; en el habla popular es fácil jugar con los sonidos y cargar del mismo significado semántico a palabras muy parecidas, “paliacate” en este caso. 760 amariconado: maricón, homosexual. 761 los tipos que se tiroteaban a su sagrada jefecita: los hombres que tenían relaciones sexuales con su madre. 762 calzaba grande: que tenía el órgano sexual grande. 763 masocas: masoquista, que obtiene placer recibiendo dolor. 764 edipupús: con complejo de Edipo.

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eso? Me parece que eres una vieja lépera765. El niño, más bien: el muchacho, no pudo resistir el

Terrible Impacto de transgredir el natural tabú llamado incesto, salió de la cámara o recámara y

se chupó cuatro botellas de anís del mono. Prestas766. Del mono Prestas. Ya entonces,

debidamente estupidizado por el alcohol, que como has de saber es muy malo, regresó a buscar a

su señora madre, tomó uno de los fierros o implementos que sirven para atizar el fuego de la

chimenea y ¡moles!767 se lo estrelló en la choya768 de su mamis, quien, con el cráneo abierto

como flor de huitlacoche, alcanzó a decir ¡más más! No, noscierto769, le dijo, severamente: vas a

ver cabrón770 Tacho de Carnitas771, todas las noches voy a venir a jalarte las patas... Carajo, esa

Victoria debería leer algunas historias de terror que cuando menos alcancen el gallardo nivel

místico de E.T.A. Hoffmann o de Gustav Meyrink y no se queden en vulgares refritos772 del

jefe Poe Poe. ¿Quieres que te siga contando o no? Síguele, al fin que siempre me deleita ser

testigo de la estupidez humana. Oye, qué te pasa, comiste gallo773 o qué. Tú síguele. Sígole,

pero maneja más despacio, vamos a quedar embarrados en la carretera. Aurora, confía en tu

charro774 y llegarás a vieja. Lucio, ¿todavía me necesitarás y me alimentarás cuando tenga

sesenta y cuatro años? ¡No ma-mes!775 Bueno, para seguir haciéndote el cuento largo, que por

lo demás es lo único largo que se te puede hacer, a Tacho le gustó eso de rajar cabezas y se

volvió el terror del pueblo, y no sé a cuántos se echó, hasta que un primo suyo, abochornado

por tal sarta de malvadeces o malvaviscosidades776, un buen día nomás tres tiros le dio al tío

abuelo de la Victoriadora de Hombres777. Fíjate que la gente del pueblo oyó los balazos y como

ya estaba hasta la coronilla de esa familia la multitud fue a la casa y lincharon al primo

765 vieja lépera: mujer grosera, mal hablada. 766 anís del mono. Prestas: el anís del mono es un licor, bebida embriagante; mas aquí tiene otra función la frase: “anís” significa “ano” y “mono” órgano sexual femenino (asociación que se hace debido al vello púbico). Al completar la frase con la palabra “prestas” se hace un albur, es decir, se le dice en doble sentido a la mujer que le “facilite” su órgano sexual, o sea, tener relaciones sexuales. 767 ¡Moles!: expresión que indica golpe, como “¡Zoc!” o “¡Pum!” 768 choya: cabeza. 769 noscierto: no es cierto. 770 cabrón: persona molesta. 771 Tacho de Carnitas: Tacho es tío abuelo de Victoria, pero al quitar la letra “h” al nombre queda “Taco”, que es una tortilla de harina (de maíz o de trigo) con algún alimento, en este caso “Carnitas”, o sea carne de cerdo frita en aceite. 772 refritos: versiones malas de alguna obra artística. 773 comer gallo: ser peleonero o agresivo. 774 charro: jinete que practica la equitación a la usanza nacional; aquí con el sentido de “hombre”. 775 ¡No ma-mes!: “no molestes” en forma despectiva del lenguaje popular. 776 malvadeces o malvaviscosidades: en ambos casos se refiere a “maldades”. 777 Victoriadora de Hombres: devoradora de hombres; el juego, esta ocasión, es con las palabras “Victoria” y “devoradora”.

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vengador. ¡Ah!, dijo Lucio, y desde entonces se dice que las ánimas rulfianas778 y en penuria de

la Devoradora, del Tachuelo y del Primo Vengador circulan por la casa, ¿no es así?

Exactamente, Lucio, ¡qué sagaz eres! ¡Qué inteligente! ¡Qué penetración! Calma Aurora, no te

me subleves. Fíjate que Victoria me contó esto ayer en la noche, cuando me dio las llaves de la

casa, y me dijo que si te aparecía el fantasma de la Devoradora no fueras a someterte a sus

encantos, porque resultaría fatal. ¿Y si a ti se te aparece el ánima de Tachito?, ¿qué? Victoria me

explicó que debo darle un poco de lechita, porque Tacho estuvo privado de amor maternal.

...Lucio ha vuelto a rebasar en curva (yo tengo un tobogán) y apenas logra meter su datsun

en la cuneta porque un enorme camión de Aurrerá viene en sentido contrario y casi llega a

estrellarse contra ellos. Aurora grita, histérica, pero Lucio, aún en la cuneta, acelera aún más

para salir de la curva. ¡Ay Lucio, qué cerquita la vimos! Pero salimos, Aurorita, es que tenemos

buen karma779. Buen karma mis ovarios, especifica Aurora, aún muy pálida.

Llegan al pueblo (¿por qué no Yautepec?) a las doce del día, cuando el sol está más fuerte

que nunca y hace que los filos de las hojas de los árboles aparezcan completamente blancos,

vibrando intensamente. En casa de Victoria, en efecto, encuentran a Julián y a Salvador. Lucio

se indigna al ver que su hermano se instaló en la recámara principal. Óyeme gran cabrón, te

sacas tus chivas780 de aquí y te largas a otra recámara, porque aquí nos vamos a quedar Aurora y

yo. No me grites, advierte Julián, quien no parece de buen humor (pero en escasas ocasiones

parece de buen humor). ¡Pues si no quieres que te grite!, grita Lucio, ¡saca tus porquerías de

aquí, pero ya! ¿Qué te parece?, vocifera Lucio a Aurora, ¡este cabroncornio781 llega con un

huevón782 y se apropia de la mejor recámara, qué falta de respeto! ¿Esta es la mejor recámara?

¡Cómo estarán las otras!, comenta Aurora, ¡sí, que se larguen!, añade luego, muy satisfecha

porque puede tratar mal, abiertamente, a su cuñado. Miren, interviene Salvador, muy serio; si

quieren Julián y yo nos vamos de la casa, para acabar pronto. Eso estaría perfecto, carajo, ya la

han engordado mucho en esta ratonera783, y además a nosotros nos prestaron la casa, ¡pírense a

778 ánimas rulfianas: las ánimas son espíritus que penan, sufren y pagan sus acciones en el mundo de los vivos para poder acceder al perdón y al descanso eterno, pero sin conseguirlo; esto es lo que les ocurre a varios de los personajes de Juan Rulfo, escritor mexicano, que sufren en vida y en la muerte, sin poder descansar de ninguna manera. 779 buen karma: buena suerte. 780 chivas: cosas, objetos. 781 cabroncornio: juego de palabra de “capricornio”, signo zodiacal, y “cabrón”, persona molesta. 782 huevón: holgazán. 783 ya la han engordado mucho en esta ratonera: ya la han disfrutado mucho en este lugar.

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este ritmo!784, indica Lucio chasqueando los dedos. Te vas a arrepentir de esto, gruñe Julián con

los ojos apagados. Te vas a arrepentir tú si me sigues amenazando; de niño me podías pegas

pero ahora te rompo el hocico. Vámonos Julián, no le hagas caso, pide Salvador el

conciliatorio deteniendo a Julián, quien ya estaba a punto de lanzarse contra su hermano.

Mientras Julián y Salvador hacen sus maletas, recogen sus enseres y enrollan sus sacos para

dormir, Aurora y Lucio revisan la casa. Óyeme, esta maldita Victoria no nos dijo que la casa

está pudriéndose de vieja, aquí ni los fantasmas podrían vivir. ¿Y ya viste la estufa?, señala

Aurora, es de carbón. Está bien, nomás no me digas patrón. ¿Hay luz eléctrica, tú? Pues yo no he

visto ningún foco ni ningún apagador. Revisan una vez más y comprueban que en toda la casa

no hay electricidad. Y todo está húmedo y lleno de tierra, ¿tú puedes creer que Victoria me

decía que esta casa era un palacio? Habrá sido un protopalacio785, anterior al Paleolítico,

comenta Lucio; un utopalacio786, continúa, indulgente; Ob-úgrico, un Ur-palacio... Todo

está muy oscuro, pues casi no hay ventanas, y las que hay son muy pequeñas. Y la indignación

de ambos no conoce límites al ver que los baños por supuesto consisten en unos cajones

maltrechos, sin agua corriente, con tablas agujeradas: en los hoyos redondos del retrete se

vislumbra la viscosidad de una fosa rudimentaria. ¡Qué horror! Aquí mero es donde

seguramente duermen los fantasmas familiares, considera Lucio. La casa es muy grande, de un

piso, con su riguroso patio teménico787 y con una fuente central, seca, sucia, agrietada. Todo es

muy viejo, los muebles crujen lastimosamente. Fíjate que la malvada Victoria me dijo que sí

había luz eléctrica: se ve que no se para por aquí desde hace siglos. Vamos a hablarle por

teléfono para mentarle la madre. ¿En qué teléfono, Lucio? Yo creo que ni siquiera los conocen

en el pueblo, ya no digamos aquí... Bueno, qué hacemos, ¿te quieres quedar en esta casa? Pues

cuando menos hoy sí, ¿no? Qué flojera salir a buscar hotel, además ya hasta corrimos a tu

hermano. Mira, vamos a pasar la noche en esta alacranera y mañana nos vamos a Cuernavaca,

al Casino de la Selva788, es preferible ver al fantasma del viejo Malcomio, chance hasta nos

invita un mezcalito.

Julián y Salvador se han ido ya, sin indicarles dónde están las lámparas. ¡Qué groseros!

Aurora y Lucio las buscan, para que nos los sorprenda el crepúsculo sin tener con qué

784 ¡pírense a este ritmo!: váyanse rápido. 785 protopalacio: prototipo o modelo de palacio, claro, sin terminar. 786 utopalacio: palacio utópico, ideal. 787 patio teménico: 788 Casino de la Selva: balneario en la ciudad de Cuernavaca.

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alumbrarse, e incluso para antes de que se haga de noche, pues sólo en la estancia hay

ventanas, y en algunos cuartos la oscuridad es casi total a esas horas de la tarde, mutatis

mutandis789, porque ya es la tarde, y es hora de comer.

Antes de subir en el datsun advierten que, en unas de las casas vecinas ⎯que están divididas

por tecorrales790 con milpas tristonas⎯ hay un hombre que los mira. Cuando están a punto de

arrancar éste se les acerca, haciendo señas. ¿Qué querrá este enano?, musita Lucio, impaciente.

Ay Dios, está vaciadísimo, parece Eduardo Mejía. El hombre es bajito de estatura y viste un

traje viejo, que le queda corto. Una canosa barba de candado enmarca la ausencia de incisivos

en su boca. Llega a ellos, jadeando. ¿Ustedes son familiares de la señora Victoria? ¿Por qué?,

contrapregunta Lucio, seco. Permítanme presentarme, soy el doctor Salvador Elisetas, siquiatra

retirado. El hombre se inclina y espera un poco para que ellos le digan sus nombres pero como

no lo hacen continúa: yo vivo allí enfrente. La señora Victoria me ha encargado que cuide su

casa. Pues no la cuida usted bien, ataja Aurora, está hecha un desastre. Bueno, señores, ignoro

cómo esté en el interior, yo sólo procuro que no se metan algunos indios a refocilarse791 o... a

hacer sus necesidades, especifica el doctor Elisetas con una risita apagada. El doctor entrecierra

los ojos al hablar y tartamudea ligeramente, inclinando un poco la cabeza hacia la derecha

como si con ese movimiento fuera a destrabar las palabras. Bueno, sólo quiero decirles que

estoy a su disposición en caso de que se les ofrezca algo. ¿Tiene teléfono?, inquiere Lucio, al

instante. Sí, pero está descompuesto, tengo ya varios días reportándolo a la Compañía de

Teléfonos para que lo arreglen, pero aún estoy esperando. Pues sígalos esperando, dice Lucio

al arrancar el auto. Joven, su comportamiento no es normal, si quiere puedo darle unas píldoras

tranquilizantes. Lucio responde con un arrancón que levanta nubes de polvo.

Cómo eres, ríe Aurora, lo bañaste de polvo. No merecía otra cosa, mira que ofrecerme

tranquilizantes. Ha de pensar que estás loco. Lo cual sería una obvia proyección, cualquiera

sabe que se necesita estar loco para ser siquiatra. Pero éste exagera, en todo caso; ¿te fijaste

cómo meneaba la cabecita al hablar? Sí es cierto, y qué ojos, recuerda Aurora, sonriendo;

parecería salido de la temblorosa película El pueblo cubano contra los demonios, de Gutiérrez

789 mutatis mutandis: 790 tecorral: cercado de piedra. 791 refocilarse: en el acto sexual, regocijarse.

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Alea Jacta792. Además, agrega Lucio, tenía babas en la barba. ¡No es cierto! ¡Sí es cierto!, y

mocos en el bigote.

En el zócalo del pueblo (sigámosle llamando Yautepec) encuentran un restorán, pero antes

de entrar en él Lucio averigua dónde está la Compañía de Teléfonos. En ella, pide una

conferencia (¡por cobrar!) con la amiga Victoria, y a ésta le grita, ante los oídos escandalizados

de los sombrerudos793 que aguardan turno para entrar en las casetas, que los mandó a un

basurero, la casa es una porquería, se necesita ser hija de puta y madre de mongólico para

prestar esa casa y, para acabar pronto, que chingue a su madre. Cuelga de golpe, satisfecho,

aunque un poco agitado. Aurora sonríe salomónicamente794. ¿Qué te dijo?, pregunta. Me dijo

¿bueno? y nada más, porque no la dejé abrir la boca. Nos va a odiar, dice Aurora. Uy qué

preocupación tan grande.

En el restorán les sirven caldo de pollo, cecina795 de Yecapixtla796 con crema y frijoles.

Señorita, dice Lucio a la mesera, ¿no tiene unos panes que sean de ayer? ¿Qué sean de ayer?,

pregunta la mesera, sorprendida. Sí, porque éstos que nos dio seguramente son de hace una

semana. Y la comida es pésima, niña: me gustaría saber de qué fosa séptica797 sacaron el caldo y

de qué huarache798 cortaron la carne, ¿no les da vergüenza servir estas atrocidades? ¡Ni crea que

le voy a dar propina, y con suerte tampoco le pague! Ya agarraste vuelo, dice Aurora cuando la

mesera, sonriendo nerviosamente, se ha ido.

Salen del restorán y deambulan por el zocalito. ¿Y ahora qué vas a hacer, estrangular a las

ardillas de los árboles? En vez de eso, en una esquina del parque compran los vasos más

grandes de nieve de leche, no sin antes protestar por lo caro de la nieve, y luego suben en el

quiosco799 donde se dedican a criticar, entre risas, a los campesinos morelenses que abajo

ocupan las bancas.

Regresan a la casa, después de comprar cajas de velas, comestibles y varias botellas de vino,

¿cómo es posible que nada más vendan vinos del país?, vocifera Lucio, ¿qué creen que somos

792 Gutiérrez Alea Jacta: 793 sombrerudos: hombres que utilizan sombrero; forma despectiva para referirse a los provincianos. 794 salomónicamente: referencia al rey bíblico Salomón, quien era muy justo para decidir sobre asuntos y pleitos. Cuando se dice que algo se resolvió salomónicamente, se alude a que se hizo de manera muy justa. 795 cecina: carne salada y seca. 796 Yecapixtla: municipio del estado de Morelos, al sur de la República Mexicana. 797 fosa séptica: sanitario rudimentario. 798 huarache: especie de sandalia con correas tejidas y suela gruesa de caucho. 799 quiosco: pequeño edificio con techo sostenido por columnas que adorna los parques.

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nacos800 oligarcas801 del rumbo? ¡Qué falta de respeto para el turismo nacional! Ustedes, pobres

malincheros802, se tiran al suelo como alfombra nomás ven a los gringos, pero a los pobres

paisanos se nos discrimina vilmente, por eso estamos como etcéteras. Mi amor, no te mediste

con la arenga que te echaste en la vinatería. ¿Y los fantasmas?, pregunta Lucio cuando

distribuyen velas en la recámara y en la sala. Pues deben estar esperando que oscurezca, ¿no?,

para seguir la tradición. ¡Fantasmas tradicionalistas, qué horror!, exclama Lucio; yo creo que los

de aquí deben estar más decrépitos y desdentados que el vecino siquiatra. Por cierto, pregunta

Aurora, ¿compraste la lechita de Tacho? La tachita de leche803, responde Lucio.

Hace calor, y se quitan toda la ropa. A Aurora parece gustarle mucho circular desnuda por

la casa. Enciende las velas, pues aunque el sol vespertino reverbera con violencia allá afuera,

dentro está casi a oscuras. Envueltos en oscuridad, parafrasea Lucio, oscuridad divino tesoro804.

A la luz de las velas, y después de beber dos botellas de vino, se disponen a hacer el amor.

Lucio está a punto de penetrarla cuando ella propone que en esa ocasión el acto carnal (o palo)

sea anal (o por chicuelinas)805. A Lucio le cuesta trabajo (y a Aurora varios gritos) entrar en ella

sin ninguna lubricación, y apenas se halla a punto de lograr la penetración total cuando tocan

en la puerta. ¡Carajo! ¿Quién podrá ser? Yo creo que los fantasmas no, sólo que las ánimas

morelenses salgan a trabajar en los maizales durante el día. Ha de ser el pendejo806 de mi

hermano, seguro se le olvidó algo, considera Lucio empujando un poco más. No les hagas caso

mi amor, ya me la metiste casi toda, dice Aurora. Pero los toquidos son insistentes, insolentes.

¡Me lleva el diablo!, exclama Lucio, fastidiado; sale de su mujer y se dirige a la puerta. Vístete,

¿no?, le recuerda Aurora mientras busca una camisa para cubrirse. A regañadientes807, Lucio se

pone un pantalón. Los toquidos continúan, cada vez más violentos, cimbrando la puerta, cuyo

marco deja caer repetidas capas de polvo.

800 naco: individuo burdo, vulgar. Indígena mal incorporado a la vida urbana. 801 oligarcas: de oligarquía; gobierno de unas cuantas personas que asumen el poder. 802 malincheros: malinchistas, que no quieren lo nacional, lo mexicano (referencia a la Malinche, mujer indígena que toma partido con los españoles en la conquista de México). 803 tachita de leche: tacita de leche; al agregar “h” intermedia en tacita el autor obtiene otra palabra, resultando el “femenino” del tío Tacho: tachita. La respuesta es un juego, también, con la frase anterior. 804 oscuridad divino tesoro: paráfrasis de “juventud divino tesoro”, frase de 805 chicuelinas: término taurino; sin embargo, en el texto no tiene esa significación: “chicuelinas” remite a “chico”, que en lenguaje de doble sentido se refiere al ano, esto con la intención de burlar al interlocutor e insinuarle la relación sexual. 806 pendejo: imbécil, idiota, insulto grave. 807 regañadientes: con desgana.

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Quien toca es nada menos que el doctor Elisetas. Antes de que Lucio pueda decir algo, el

siquiatra se mete en la casa, diciendo ¿qué no oían?, estuve tocando horas. ¡Claro que oíamos,

¿qué diablos quiere? Buenas tardes, señora, saluda el doctor al parecer sin inmutarse porque

Aurora se halle semidesnuda. Bueno, qué quiere, ¿nadie le ha dicho que tiene que esperar a que

lo inviten antes de meterse en las casas? Hombre, yo soy de confianza. Le traje sus

tranquilizantes, joven. Óigame, usted está orate, casi grita Lucio. Aurora ríe, repitiendo

quedamente: orate... Usted es el que debería tomarse esos chochos, viejo ídem. No tiene por

qué agradecérmelo, avisa el siquiatra con exagerada corrección mientras toma asiento y se

equilibra en una silla tambaleante. ¿No creen que es muy temprano para ponerse a beber?,

agrega después, mirando a Lucio con ojo clínico. Este ríe. Mire viejito, no lo corro a patadas

nada más porque me divierte su temeridad. Joven, advierte el doctor, modérese: debo

prevenirle que, aunque retirado, soy delegado honoris causa de Salud Pública del municipio y

puedo ordenar que lo encierren en el manicomio. A usted es al que hay que encerrar, viejito,

¡qué atrevimiento! ¡Delegado honoris causa! ¡No es posible! Señora, dice el doctor Elisetas

dirigiéndose a Aurora, ¿desde cuándo le dan estos ataques a su marido o concubino? Desde

que tenía seis años, bromea Aurora, fíjese que en casa siempre tengo a la mano una camisa de

fuerza para cuando se pone grave. Muy chistosa, comenta Lucio. Había de verlo, continúa

Aurora, hasta le sale espuma de las orejas y cerilla808 de la boca, y rompe todo, señor, así que en

mi casa los muebles son de hule. Muy interesante, juzga el siquiatra tomando el vino, del cual

bebe un largo trago, a pico de botella. ¡No se beba mi vino, viejo chilapastroso809!, grita Lucio,

¡espérese a que lo inviten! Mi vida es un calvario, prosigue Aurora, no tiene usted idea... Dígale

a su marido, o amasio810, que se tome las medicinas que le he traído. Lucio, por su parte, está

revisando los frasquitos. Mi amor, que dice el viejito pendejito que te tomes las medicinitas que

te trajo. ¿Sabes qué son, Aurora? ¡Anfetaminas! ¡Y este barbasconbabas cree que son

tranquilizantes! ¡No puede ser!, ¿de veras?, ríe Aurora mientras se levanta para leer las etiquetas

de los frascos. El doctor continúa bebiendo. Mire joven, dice, imperturbable si no fuera por el

meneo de la cabeza que se sincroniza con sus tartamudeos; cada vez más tengo la certeza de

que usted está enfermo y de que requiere hospitalización inmediata. En Cuernavaca hay una

clínica a la que podemos llevarlo en, digamos, veinte minutos. Deveras está loco, dice Lucio a

Aurora. Quien está loco es usted, afirma el doctor, lo supe desde el primer instante; bastaba 808 cerilla: cerumen de los oídos. 809 chilapastroso: desarreglado y sucio, mugroso. 810 amasio:

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con ver cómo corrió usted a las personas tan pacíficas que estaban en esta casa. Lucio y Aurora

se miran, atónitos. No me mire usted así joven, sus gritos se oían hasta mi casa. Más bien,

repone Lucio, usted estaba espiando en el jardín, con razón me pareció advertir que algo se

movía entre las plantas. ¿Considera normal lo que hizo?, pregunta el doctor, bebiendo de la

botella. Mire imbécil, yo hago lo que se me da la gana y ningún baboso me va a llegar a

molestar, ¡lárguese inmediatamente de aquí antes de que lo saque a rastras! No me voy, afirma

el siquiatra enfáticamente, y continúa: y después, cuando hablé con usted hace unas horas me

di cuenta de que me hallaba ante un caso peligroso. Yo no estoy dispuesto a que ningún loco

furioso, como su misma esposa lo cataloga, ponga en peligro a la comunidad, así es que es mi

melancólico deber avisarle que he mandado llamar a una ambulancia para que lo lleven a

Cuernavaca.

Lucio y Aurora vuelven a mirarse, considerando por primera vez que ese tipo está tan loco

que bien pudo haber hecho lo que dice. Estese usted en paz, no presente resistencia, tómese

los calmantes que le di y todo saldrá bien; si usted colabora le aseguro que con unos seis meses

de electrochoques diarios quedará usted curado, finaliza el doctor Elisetas y vuelve a beber más

vino; bebe tanto que se atraganta y el licor le escurre por la barba. Está de remate, sentencia

Aurora, ya sácatelo de aquí. ¡Y está fumando mariguana!, ¿ya te fijaste?, exclama Lucio al ver

que, en efecto, el doctor Elishongos811 sacó un cigarrillo delgadito cuyo humo delata la

presencia de una yerba petatesca812. En ese momento el doctor salta con una agilidad

insospechada, corre a la puerta y la cierra con llave. ¡De aquí no sale usted!, vocifera, ¡hasta que

venga la ambulancia! Lucio no puede concebir que sea posible lo que está ocurriendo, pero

finalmente su indignación es mayor que el azoro. Toma al viejo de las solapas y lo sujeta

firmemente. ¡Deme esa llave! ¡De dónde sacó esa llave, además! ¡No me toque! ¡Mientras más

violencia ejerza más tiempo se va a pudrir electrochocado en la casa de la risa813! Lucio trata de

meter su mano en el bolsillo del viejo, pero éste, con una fuerza inconcebible, le propina un

derechazo en la mandíbula. ¡Me has estado buscando todo el día!, chilla, ¡pues ya me

encontraste, ya me encontraste! Lucio se repone del golpe y, atrapado por la ira, se lanza contra

el doctor, le pega como puede, pero el viejo tiene un vigor insospechable y lucha rabiosamente,

811 Elishongos: palabra compuesta del apellido Elisetas (si se observa, la terminación “setas” remite a los hongos, aunque se escribe con diferente grafía) y hongos; así, se refiere al doctor como a un hombre que alucina con los hongos. 812 yerba petatesca: mariguana; el olor que despide la mariguana al quemarse es muy penetrante, como si se quemara un “petate”, que es una especie de tapete tejido con palmas. 813 casa de la risa: manicomio, lugar donde están los enfermos mentales.

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sus ojos destellan con un fuego que rebasa la irritación, y Lucio pronto se da cuenta de que el

viejo no sólo se defiende bien sino que puede llegar a dominarlo. Quiere abrazarlo con tal

fuerza que Lucio ya no se pueda mover. Como en un delirio (un relámpago, un resplandor)

Lucio comprende que la fuerza del viejo sólo es posible porque se trata de un loco

peligrosísimo, y que tendrá que luchar por su vida. Es increíble, alcanza a pensar, cómo en un

instante todo se vuelve decisivo. Logra colocar su antebrazo como una cuña sobre el cuello del

doctor y lo empuja contra la puerta, pero comprende que no va a poder continuar sujetándolo,

pues el siquiatra ahora lo golpea, con fuerza, en los costados, y en un instante, ya en el pánico

absoluto, Lucio ve que junto a la puerta carcomida hay un enorme clavo oxidado, doblado

como pico de buitre. Lo busca, lo encuentra, lo saca con facilidad de la pared de adobe porque

aún conserva un poco de fuerza ⎯los puñetazos del siquiatra están a punto de doblarlo⎯ y

también porque ve que Aurora, su mujer, ha tomado el atizador de la chimenea y con eso lo

asalta la idea aterradora de que ella va a intervenir, pero en contra de él. Lucio esgrime el clavo y

lo entierra repetidas veces, primero en los hombros y después en el cuello del siquiatra. La

sangre irrumpe en chorros, salpica por todas partes, pronto es un arroyo que fluye, hacia fuera,

por debajo de la puerta. El viejo se lleva las manos al cuello, como si quisiera tapar los

borbotones de sangre, y abre los ojos al máximo; en verdad sus ojos giran en redondo y las

pupilas se fijan dentro mientras afuera quedan las conjuntivas igualmente ensangrentadas.

Finalmente se desploma, yerto, porque en ese momento Aurora ha llegado con el atizador de

hierro y con él propina un golpe devastador en la cabeza del viejo.

¡Qué bueno que lo mataste!, ¡qué bueno que lo mataste!, chilla Aurora, y Lucio, al verla jadeante,

sudando, semidesnuda, blandiendo el atizador ensangrentado, comprende que ella también

enloqueció a causa de la excitación; ésa no puede ser Aurora, esa mujer es la imagen viviente de

la maldad...

Lucio se desploma, exhausto, junto al cadáver que aún sangra; siente un dolor lacerante,

intolerable, en las sienes, y un zumbido que llena todo y que sigue creciendo de volumen. En

ese momento grita, con toda su desesperación: ¡No puede ser, no puede ser! ¡Esto tiene que ser un

sueño, una pesadilla insoportable! ¡Dios mío, Dios mío, por favor, haz que despierte, haz que despierte por lo

que más quieras!

...Lucio despierta. Se halla en un cuarto blanco, donde la luz del sol vespertino entra a

través de un gran ventanal y rebota, se multiplica con fuerza en todos los rincones. Lucio, en

un catre, se halla hecho un nudo, con todos los músculos contraídos a causa de la tensión del

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sueño y respira profusamente; toda la sábana está empapada. Se da cuenta de que ha

despertado y abre los ojos. Ve que en el cuarto blanco no hay ningún mueble, a excepción del

catre donde yace aún contraído, fetal. Estira el cuerpo y todos sus músculos le duelen a causa

de la tensión tan tremenda a la que estuvieron sometidos durante el sueño. La sensación de

alivio porque logró despertar hace que no repare inmediatamente en el lugar donde se halla,

pero después, un tanto extrañado, piensa que el sitio parece Yautepec. ¿Yautepec?

Lucio está vestido de blanco, pantalón y camisa blancos, y cuando verifica que sus zapatos

también son blancos se da cuenta, con un estremecimiento que le devuelve cruda,

dolorosamente, el terror, que en el suelo de tierra también se halla el clavo torcido, oxidado,

goteando aún la sangre del siquiatra. Febril, mira todo el lugar. Durante unos segundos el

terror es insuperable, está a punto de hacer que la cabeza de Lucio se desintegre en astillas,

y en ese momento,

Lucio está en la puerta,

una puerta que antes no existía, o que no vio; Lucio está

viéndose a sí mismo sentado en el catre con el clavo torcido y ensangrentado en la mano; hay

una palidez mortal en ese rostro desencajado por el terror. Y enfrente se encuentra un espejo,

¡cómo no lo vio antes!, y allí ve su cuádruple imagen: Lucio está sentado en el catre, pálido por

el terror, y Lucio viéndose en el espejo, con el estupor máximo;

Lucio se levanta del catre y corre a la puerta; mira hacia fuera, se ve una parte del pueblo

(digámosle Yautepec): las calles sin pavimentar, algunas con casas de adobe, tecorrales con

yerbas crecidas, platanares, mangos y dos hules inmensos, ominosos814; un corral donde varios

cerdos duermen la siesta de la tarde,

y Lucio, que se ve a sí mismo mirando hacia afuera, ahora sabe que los crímenes van a

continuar; el otro saldrá de allí para asesinar a quien se le ponga enfrente, nada más porque sí,

porque ya agarró vuelo, porque el cerdo flaco ha engordado y hace destrozos, porque ese

impulso que lo hizo levantarse y correr a la puerta no se puede frenar,

y Lucio, que se ve a sí mismo viendo hacia fuera, tiene en la mano un puñal de plata,

con forma de cruz: lo ve, lo alza, y, con serenidad perfecta, con una resolución impecable, lo

tira con fuerza hacia el otro, que ha corrido hacia fuera;

Lucio apenas ha recorrido unos pasos cuando el puñal se clava en su espalda; el dolor

quema, el desgarramiento de la piel y la carne lo hacen emitir un alarido de sufrimiento; se lleva 814 ominosos:

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las manos a la espalda, para tratar de quitarse el puñal, sin dejar de correr, corriendo ahora con

más velocidad, trastabillando815 alcanza a tomar el mango del puñal pero, al tratar de sacarlo,

sólo hace más grande la herida en su espalda que ahora sangra profusamente, quizá con la

velocidad con que Lucio corre, pegando alaridos de dolor y desesperación.

Los gritos de Lucio han convocado la presencia de mucha gente que sale de sus casas,

campesinos muy morenos, quienes, al verlo, gritan: ¡ése es el chilango que nos mató al

doctorcito! ¡Doctorcito! ¡Pobres estúpidos, acaso no sabían que ese viejo estaba loco de

remate! Lucio corre con más fuerza. La gente de las casas ha empezado a perseguirlo; algunos

recogen piedras y se las tiran, ¡agarren al asesino, agárrenlo! De todas partes sale gente, todos

recogen piedras y las tiran, golpean los pies, las piernas, los brazos, la espalda de Lucio. Una

piedra se estrella en la nariz, y el dolor, las lágrimas y la sangre que explotan, simultáneos,

nublan la vista de Lucio que ya no sabe por dónde va, sólo sigue corriendo, zigzagueante816,

perdiendo la velocidad, ¡se va a caer, agárrenlo!, el torso inclinándose cada vez más hacia el

suelo, hacia el lodo formado por las lluvias de verano; de su boca penden hilillos de sangre,

pero Lucio ya no los ve, y si ve, no le importa; la lluvia de piedras continúa mientras advierte

que ha llegado a un árbol inmenso, otro hule, y algo le indica que ése es el sitio apropiado para

morir.

Llega al hule, y se desploma. Pero sigue vivo, y eso es algo que Lucio no puede creer. La

gente del pueblo, muchos niños también y perros flacos, excitados, que ladran, está exacerbada

y grita, se acerca a él. Igualmente llegan dos policías y Lucio sólo puede pensar cuán absurdo,

grotesco, es que los policías de Yautepec vistan uniformes color tamarindo, casi del color de su

piel...

Bueno, para no hacerte el cuento más largo, lo cual es lo único largo que se te puede hacer,

has de saber que Lucio es conducido a la cárcel del pueblo (Yautepec) y después es sujeto a un

juicio y se le condena a pasar muchos años en prisión, en una celda oscura, de paredes

pétreas817, en el centro del pueblo, y aunque hay una ventana Lucio no se atreve a ver hacia

fuera, porque el pobrecito pretende, durante todos esos años, volver su atención hacia dentro;

está convencido de que todo ha sido necesario para que se purifique, y pague. Con el tiempo

pierde la esperanza de salir, se acostumbra a la oscuridad, incluso llega a gustarle, y después de

mucho, mucho tiempo, le corresponde salir libre. 815 trastabillando: tropezando. 816 zigzagueante: de un lado a otro. 817 pétreas:

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El día en que sale de la cárcel es portentoso, una bóveda celeste llena de luz expansiva,

grandes nubes desplazándose con rapidez, cordilleras en incesante metamorfosis. La fuente del

zócalo se puede escuchar, no; más bien se trata de un arrollo cercano; y en el pueblo hay una

gran excitación, la banda municipal toca pasodobles818 a todo volumen, y una feria iluminada

por el sol exhibe sus monstruos amansados: la mujer tortuga, la niña que se volvió serpiente, tú

sabes. Pero Lucio se siente aún peor que cuando el puñal se hundió en su espalda; ni el

linchamiento, ni los años de cárcel mitigaron las grietas de su alma. Lo primero que ve es la

pared lateral de una iglesia que está enfrentada a la cárcel; es una pared de piedra vieja, con

yerbas que crecen entre las rendijas, golpeada con tanta fuerza por la luz solar que Lucio casi se

ciega, tiene que cerrar los ojos ante el impacto de esa luminosidad. Lucio piensa que toda su

vida estará condenado a ese tormento: el cuerpo entero corroído por un incendio interminable;

a veces, muy a menudo en realidad, ha percibido el olor de su propia carne chamuscada, y eso

siempre ahonda el vacío oscuro de su interior, la sensación de que está muerto, sin nada que lo

alegre, así toda la eternidad, aunque circule sin impedimentos por cualquier sitio, para siempre,

como caracol, en esa celda oscura que acaba de abandonar, sin miedo, sin dolor, pero con la

desolación que brota del abismo, por donde se cuelan ventarrones como latigazos, la casa de su

espíritu en ruinas, todo devastado, sin vestigios de vida, la tierra resquebrajada, arrasada por el

sol.

Lucio vuelve a alzar la vista. Allí está la pared de la iglesia, con sus millones de pequeñas

resquebrajaduras más claras que nunca a causa de la luz. Y en ese momento una voz se yergue,

con un brote de esperanza, y le susurra con vehemencia: ¡a la iglesia, a la iglesia! En un instante

(un relámpago, un resplandor) Lucio cree comprender por qué se encuentra allí, y una

esperanza pequeña pero tan viva que lo quema, lo hace correr por toda la extensión de la pared

de piedra hasta que, sin aliento ya, dobla la esquina y contempla el atrio de esa iglesia del siglo

XVI con su zaguán inmenso, de herrería oxidada. Lucio atraviesa el atrio, sin fijarse en los

tabachines819 que florean ni en las jacarandas ni en las parotas820 ni en los cedros ni en el jardín

descuidado, pero cuando llega al portón una fuerza le impide entrar, un poder colosal lo toma

de los hombros y lo sujeta, a pesar de que él, entre lágrimas desesperadas, hace un último

esfuerzo, lucha con todo su ser porque ésa es la batalla decisiva de su vida. Finalmente la

818 pasodobles: 819 tabachín: árbol 820 parotas: árbol de Morelos.

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fuerza cede y Lucio entra en la iglesia, y en ese momento, señoras y señores, todo es oscuridad,

un perfecto

BLACK OUT

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ACERCA DE “YAUTEPEC”

“Yautepec” es el primer cuento del título Negro. En él se narra el viaje de un matrimonio a

Yautepec821, donde va a descansar, encontrándose con una serie de situaciones imprevistas que

terminan por llevar a la cárcel al protagonista.

El título del cuento es sugerente pues evoca un lugar tranquilo y lleno de vegetación;

además (detalle perceptible para los amantes y conocedores de la literatura mexicana), es el

pueblo donde tienen lugar parte de los sucesos de la novela El zarco, de Ignacio Manuel

Altamirano.

El cuento inicia cuando Lucio y su mujer deciden emprender el viaje a la casa que les ha

prestado su amiga Victoria. Ya en el auto, el matrimonio está entusiasmado porque sufre del

stress propio de la ciudad y desea salir de ella: “al fin podrán descansar del esperpento

esmogangoso que se ha vuelto la ciudad de Mexicalpan de los Tecos, Detritus Defecal”822. Este

principio es un acierto de José Agustín en el arte del cuento, pues sigue uno de los preceptos

de Juan Boch: “El cuento debe iniciarse con el protagonista en acción física o psicológica pero

en acción...”823

La narración continúa y se refleja en la tensión de Aurora, debido a la velocidad con que

conduce su esposo, por lo que decide relatarle las historias fantasmales de la casa de su amiga

Victoria. Así, se intercalan, en el mismo cuento, historias de horror de los parientes de su

amiga; por ejemplo, Tachito da muerte a su madre con “uno de los fierros... que sirven para

atizar el fuego de la chimenea... se lo estrelló en la choya a su mamis... (que) alcanzó a decir

severamente vas a ver... todas las noches voy a venir a jalarte las patas”.

Ya en la casa de Victoria, el matrimonio se encuentra con el hermano de Lucio y su amigo

Salvador, se enfrascan en una disputa y éstos últimos se retiran; Lucio y Aurora deciden

821 Yautepec es un pueblo del estado de Morelos, al sur de la ciudad de México. 822 José Agustín, “Yautepec” en Jaula de Palabras, Grijalbo, México, 1980, pág. 44. 823 Juan Boch, “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos” en Teorías de los cuentistas, Lauro Zavala, compilador, textos de Difusión Cultural UNAM, serie El estudio, México, 1993, pág. 253.

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quedarse en la casa a pesar de las carencias y al salir a buscar velas descubren a un hombre que

se presenta como el psiquiatra retirado Salvador Elisetas.

Los elementos descriptivos en esta parte del cuento se ajustan a los del género fantástico: la

casa a la que llega el matrimonio carece de electricidad, “esta pudriéndose de vieja, aquí ni los

fantasmas podrían vivir... y todo está húmedo y lleno de tierra... todo está muy oscuro pues casi

no hay ventanas... todo es muy viejo, los muebles crujen lastimosamente”824. El único habitante

del pueblo con el que hablan, el doctor Elisetas, parece también personaje del mismo género:

“es bajito de estatura y viste un traje viejo... Una canosa barba de candado enmarca la ausencia

de incisivos en su boca... El doctor entrecierra los ojos al hablar y tartamudea ligeramente

inclinando un poco la cabeza... como si con ese movimiento fuera a destrabar las palabras”825.

En los cuentos de José Agustín podemos apreciar ciertas constantes: la violencia, que ya

hemos advertido, el erotismo, el humor y la muerte.

Para comprar velas, Lucio y su mujer van al pueblo, comen, pasean y hacen una llamada

telefónica a Victoria. Regresan a la casa donde “después de haber bebido dos botellas de vino

se disponen a hacer el amor”826, pero los interrumpe alguien que llama a la puerta; Lucio,

enfadado, abre y se encuentra con el doctor Elisetas.

El médico se introduce en la casa para llevarle a Lucio tranquilizantes, éste se enfurece y el

doctor pregunta a Aurora el origen de esos ataques, a lo que ella, bromeando, responde: “fíjese

que en casa siempre tengo a la mano una camisa de fuerza para cuando se pone grave... hasta le

sale espuma por la boca, y rompe todo, señor, así es que en mi casa los muebles son de

hule”827. El doctor la escucha y afirma que Lucio verdaderamente está loco, motivo por el que

ha llamado una ambulancia, cierra la puerta y se inicia una lucha entre los dos hombres, en la

que el médico demuestra una fuerza inusitada, capaz de someter a Lucio, quien se defiende

enterrándole un clavo de la muerta; “en ese momento Aurora llega con el atizador de hierro y

con él propina un golpe devastador en la cabeza del viejo”828. Tal como lo hizo Tachito con su

madre.

La historia continúa con sucesos en que fluctúa el elemento onírico, el delirio o la realidad.

824 José Agustín, “Yautepec”, op. cit., pág. 49. 825 Ibidem, pág. 50 y 51. 826 Loc. cit. 827 Ibidem, pág. 53. 828 Ibidem, pág. 55.

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Lucio, que cae junto al cadáver del doctor, exclama: “¡No puede ser, no puede ser! ¡Esto tiene que

ser un sueño, una pesadilla insoportable! ¡Dios mío, Dios mío, por favor, haz que despierte... Lucio

despierta”829, se halla en un cuarto blanco y él mismo vestido de blanco, con los músculos

adoloridos, pero sin saber exactamente dónde se encuentra, aunque el sitio puede ser

Yautepec. Al ver que sus zapatos también son blancos, descubre que en el suelo se encuentra

tirado el clavo ensangrentado con el que dio muerte al psiquiatra: “Lucio está en la puerta, una

puerta que antes no existía o que no vio... y enfrente se encuentra un espejo... allí ve su

cuádruple imagen. Lucio sentado en el catre, pálido por el terror, y Lucio viéndose en el espejo

con estupor máximo... corre a la puerta; mira hacia fuera, se ve una parte del pueblo (digámosle

Yautepec)”830.

Después se ve a sí mismo con un puñal de plata y siente que éste se le clava en su propia

espalda, corre y grita; sus gritos sacan a los indígenas de sus casas, lo acusan de haber matado al

doctor Elisetas, lo persiguen hasta que lo llevan a la cárcel. Su condena lo recluye en una celda;

un día queda libre y sale al pueblo que sigue su vida cotidiana, aunque él tiene su alma

adolorida.

Lucio ve la pared de una iglesia que lo ciega con su luminosidad, piensa que su tormento

será su cuerpo corroído por un incendio que no termina; todavía la sensación de estar muerto

no ha cesado y animado por una voz corre a la iglesia. “Lucio cree comprender por qué se

encuentra allí... pero cuando llega al portón una fuerza le impide entrar, un poder colosal lo

toma de los hombros y lo sujeta... hace un último esfuerzo, lucha con todo su ser porque esa es

la batalla decisiva de su vida”831.

Las dudas que asaltan al lector con respecto a esta última parte del cuento son disipadas

cuando “el autor señala que fue una trampa que puso a los lectores, ya que el cuento se inicia

con un relato que contiene cierta hilaridad, sin embargo, en un momento cambia. ‘Es un

experimento de hacer un cambio sin que se sienta’, aseguró José Agustín”832.

Al respecto, el crítico Ignacio Trejo Fuentes señala al referirse a la obra de Agustín: “Otras

constantes son los guiños al lector, las sugerencias para que descubra por sí mismo cosas, datos

829 Loc. cit. 830 Ibidem, pág. 56. 831 Ibidem, pág. 59. 832 José Agustín, “Soy escritor por vocación”, Excélsior, “La Cultura al día”, LXIX 24, 828 18-mayo-1985, pág. 2.

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y hechos no especificados en la narración: en ese sentido José Agustín desborda inteligencia y

quienes leen deben ejercer su capacidad si no quieren quedarse fuera de la jugada”833.

Como en sus narraciones de La Onda, José Agustín usa un lenguaje violento, procaz,

atrevido, con albures (palabras de doble sentido), palabras de su propia invención, así como

juegos tipográficos; un estilo indirecto que acelera el del cuento. “La de Agustín es una de las

prosas más veloces de aqueste fin de siglo... su lectura no solo fluye sino que puede adquirir un

ritmo desorbitado y salvaje como conviene a la vida desaforada de algunos de sus

protagonistas”834.

Su vasta cultura se proyecta al citar autores de la literatura universal como E.T.A. Hoffman

y Edgar Allan Poe; por último, se puede advertir la presencia de la corriente existencialista, de

la que no se habla por no ser la intención del presente trabajo.

FUENTES

AGUSTÍN, José, “Soy escritor por vocación”, en Excélsior, “La Cultura al día”, LXIX 24, 828 18-mayo-1985.

AGUSTÍN, José, “Yautepec” en Jaula de Palabras, Grijalbo, México, 1980.

AGUSTÍN, José, Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos, Empresas editoriales, México, 1969.

AGUSTÍN, José. El rock de la cárcel, Planeta, México, 1999.

BOCH, Juan, “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos” en Teorías de los cuentistas, Lauro Zavala, compilador,

textos de Difusión Cultural UNAM, serie El estudio, México, 1993

CALVILLO, Ana Luisa, José Agustín: una biografía de perfil, Blanco y negro, México, 1998.

DÍAZ Ruiz, Ignacio en Diccionario Enciclopédico de las letras de América Latina, Biblioteca Ayacucho, Monte Ávila,

Caracas, 1995.

ESCALANTE, Evodio, Las metáforas de la crítica, Joaquín Mortíz /Planeta , México, 1998.

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TEICHMANN, Reinhard, De la Onda en adelante, Posada, México, 1987.

TREJO Fuentes, Ignacio, en El Semanario, Novedades, 727, marzo 24, 1996.

833 Ignacio Trejo Fuentes, El Semanario, Novedades, 727, marzo 24, 1996, pág. 6. 834 Evodio Escalante, Las metáforas de la crítica, Joaquín Mortíz /Planeta , México, 1998, pág. 94.

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