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1 DOMINGO ARCOMANO PERÓN: Guerra y Política-Las Fuentes Militares de Conducción Política(Fragmento) “Diversos amigos me avisan que muchos Políticos dejan de buscar esta Obra, porque le ven el solo título de Reflexiones Militares, y que algunos Hombres de guerra no continúan su lectura, porque en el primero y segundo Libro no encuentran casi más que Moral y Política...” “Reflexiones Militares” del Mariscal de Campo Vizconde de Puerto Tomo X, pág. V Turín, 1727 “En los ámbitos que nos incumben el conocimiento se da solo como un relámpago. El texto es como el trueno que resuena después largamente.” Walter Benjamin “Das Passagen-Werk”, N.I.I. “Era un escritor docto, y todos sus conocimientos incidían sobre su tarea; tenía, además, a su disposición, la justa medida de literatura anterior, y nada más”. T.S. Eliot “Qué es un clásico” “Imaginó las venas de los hombres como redes de los dioses donde nos atrapan como a fieras. Intentó romperlas. Era agrio y sus amigos eran pocos; y, un día, le despedazaron unos perros.” Yorgos Seferis “Eurípides, Ateniense”

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DOMINGO ARCOMANO

“PERÓN: Guerra y Política-Las Fuentes Militares de Conducción Política”

(Fragmento)

“Diversos amigos me avisan que muchos Políticos dejan de buscar esta

Obra, porque le ven el solo título de Reflexiones Militares, y que algunos

Hombres de guerra no continúan su lectura, porque en el primero y

segundo Libro no encuentran casi más que Moral y Política...”

“Reflexiones Militares”

del Mariscal de Campo Vizconde de Puerto Tomo X, pág. V Turín, 1727

“En los ámbitos que nos incumben el conocimiento se da solo como un

relámpago. El texto es como el trueno que resuena después largamente.”

Walter Benjamin “Das Passagen-Werk”, N.I.I.

“Era un escritor docto, y todos sus conocimientos incidían sobre su

tarea; tenía, además, a su disposición, la justa medida de literatura

anterior, y nada más”.

T.S. Eliot

“Qué es un clásico”

“Imaginó las venas de los hombres como redes de los dioses donde nos

atrapan como a fieras. Intentó romperlas. Era agrio y sus amigos eran

pocos; y, un día, le despedazaron unos perros.”

Yorgos Seferis

“Eurípides, Ateniense”

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INTRODUCCION Nos proponemos presentar en este libro el estudio de un aspecto que nos parece central en la biografía intelectual de Juan Domingo Perón (1895-1974): las fuentes militares de “Conducción política”.

Siempre mentadas en forma indirecta a partir de afirmaciones genéricas -a su vez dependientes del bagaje conceptual de la ideología antiperonista-, su deficiente abordaje es una de las derivaciones casi fatales del fundado divorcio –aún existente en tierras americanas- entre sociedad civil y corporación militar y de la desconfianza recíproca que condena al antagonista de ese drama a una supuesta incompetencia en cualquier materia que no se le supone específica. Determinadas por la proyección histórica del personaje –la máxima figura política del siglo XX argentino- las pasiones en torno suyo relegaron voluntaria, y a veces maliciosamente, toda consideración racional de su formación intelectual. Fueron relegadas prácticamente a la inexistencia el estudio de sus lecturas formativas, la instrumentación de las mismas y, en el camino, la consideración de las inevitables modificaciones de los aspectos dogmáticos de teorías y conceptos por parte de quien, ostensiblemente, guardaba con ellos una relación marcadamente instrumental. Aquí radican las causas –responsabilidad de propios y extraños- de ésta ausencia que hoy gravita como una deuda. Un aspecto de esa consideración lo constituirá inevitablemente el rastreo y ponderación de las fuentes utilizadas por el propio Perón, en forma explícita o no, en el génesis de su propia producción intelectual. La aceptación o rechazo en bloque de sus pensamientos juzgados a la luz de su accionar político es el trasunto de su relevancia crítica (es decir, de ruptura, apertura y... cierre?) en la historia del pensamiento político argentino. “Hijo de su siglo”, como cualquier líder político, será en las concretas determinantes biográficas, con más las históricas – nacionales e internacionales –, donde deberán buscarse los principios del conocimiento fundado de su pensar y de su obrar, con vistas a superar las interpretaciones de puro sesgo partidario; o, superando el escenario local, de toma de partido “histórico” a la que nos tienen acostumbrados más de una simplificación europea o de factura anglosajona. Las fuentes teóricas de las que se nutrió, básicamente militares en la primera mitad de su vida, en un contexto de positivismo tardío y de reacción contra éste tal como se daban en la Argentina de las primeras décadas del s. XX (1), constituyen el marco de referencia válido para abordar la faceta de su pensamiento que nos hemos propuesta como objeto de estudio. Estos tres aspectos –determinantes históricas, fuentes teóricas y contexto ideológico- nos han llevado a establecer referencias y comparaciones cuya finalidad es la

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de presentar en panorama y criticar aquellas generalizaciones sin fundamento que, debiendo estar superadas por la investigación histórica, aún se hallan prestigiadas como criterios de verdad de conocimientos que no acaban de constituirse. Vinculado al tema principal, hemos intentado establecer el metodo que preside la utilización que Perón hace de la teoría militar a través de los aportes, selectivos, de Clausewitz, Von der Goltz (parte del bagaje de aquel, mediatizado por la concepción de la guerra moderna de éste último) y del mariscal Ferdinand Foch. Esta metodología resultó coherente y funcional a la tarea didáctica de Perón en la década de los ’30, y será retomada dos décadas más tarde, ya como Presidente de la Nación, a través de un giro simple, pero original, de conceptos deslizados desde la teoría militar al campo de la política práctica, presentada a partir de reglas generales de acción. Centraremos entonces nuestro objetivo en el vínculo entre la Teoría de la Guerra

y la Teoría de la “Conducción Política” tal como la elabora y presenta Perón. En 1951 tuvieron lugar una serie de clases de Juan Domingo Perón, las que, recopiladas dieron origen a la obra “Conducción Política”. No obstante su origen docente – actividad para la que estaba particularmente entrenado su autor- devino en un pequeño tratado sobre la acción política, desde la perspectiva de la conducción política, entendida ésta por el propio autor como “capacitación para la conducción”. Si bien el resumen propuesto por Perón se articula en el seno de la sociedad civil (entendemos civil como el ámbito donde se desenvuelve la acción política, y lo diferenciado en tiempos de paz, de la función militar), resulta perceptible su orígen en los ámbitos de la Teoría y la Historia Militar. Por ello el problema a investigar lo hemos centrado en las fuentes y en el carácter de aquella vinculación; en el proceso de construcción de conceptos, en las derivaciones conceptuales, sus articulaciones y la construcción de la teoría de la conducción. Este camino nos ha llevado a establecer una correlación entre el rastreo de fuentes (enfoque histórico-genético) considerando el pensamiento de Perón en torno a la conducción como un pensamiento en desarrollo, y el análisis interno del pensamiento (enfoque sistemático) a través de su despliegue, atendiendo a su perceptible unidad latente o manifiesta. El vínculo entre la Teoría de la Guerra y la política tiene a su vez supuestos y derivaciones de no escasa envergadura, para la conformación de la teoría de la “conducción política”: 1) La misma asienta sobre un paradigma negativo de interpretación de la naturaleza humana (pesimismo, aunque matizado, no radical, “abierto” y “evolutivo”); 2) La teoría de la conducción opera sobre una determinada “situación”: la “era de las masas” que tenía su correlato teórico en las obras militares de la época y en la de

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pensadores tales como Ortega y Gasset y Gustave Le Bon, muy difundidos en el mundo de habla hispana de entreguerras (Ia. y IIa. Guerra Mundial); 3) La formulación tripartita (conductor, cuadros, masa) resulta el eje articulador de la obra principal de Perón en nuestro contexto de análisis (“Conducción Política”), cuyo origen es rastreable, entre otros, en Clausewitz; 4) La necesidad de “préstamos” conceptuales, desde el ámbito de la Teoría de la Guerra al de la teoría política para hacer comprensible el nuevo diseño político, dando lugar a “trasvasamientos”. Este es un concepto clave para comprender el pensamiento de Perón en este punto. Aquí entendemos el trasvasamiento como un proceso de adaptación teórica a partir de una resemantización, configurándose dicha adaptación, a través de:

a) La parcialización de conceptos originales (a partir de una pluralidad de fuentes: historiadores clásicos, teóricos de la guerra, filósofos, etc.); b) La reducción del campo semántico (que se subordina al caso práctico); c) La ampliación del campo semántico (para englobar situaciones nuevas); d) La incorporación de elementos nuevos al concepto original (tendientes a una nueva presentación o a su inclusión en otra elaboración o marco de referencia teóricos); 5) La política entendida en su concepto clásico, con sentido “agonal”, de lucha (pero no en un sentido extremo, schmittiano, de “amigo/enemigo”) desustancializada del sentido aniquilador, aunque sí desmovilizador, del adversario; la política entendida como una acción de riesgo existencial, diseñada sobre la matriz de la “teoría de la guerra “, pero sin las consecuencias disvaliosas de la guerra , aunque en “Conducción Política” existen exabruptos que inducen a pensar lo contrario y que creemos atribuible al carácter coloquial de su origen.

6) El rasgo absorbente de la actividad política, que apunta a una creciente uniformización del consenso.

7) Mientras la conceptualización de Clausewitz subordina la guerra a la política, en Perón la política (como fin) tiene un medio (la política): la concepción resulta circular, porque mientras en Clausewitz el objetivo de la guerra es la derrota del enemigo y la consecución de la paz, y la guerra no resulta en sí misma sino un medio – que impone en su expresión máxima, límites a la política-, en Perón la política es un medio, para un fin también político. En este punto encontramos un corolario de 6). El período y los avatares políticos considerados se proyectan sobre buena parte del s. XX en Argentina. Inevitablemente, el rastreo de fuentes nos ha llevado al relevamiento de autores de los siglos XIX y XX, con vínculos directos con el tema de investigación. Creemos que ésta es la primera identificación del tema dentro de los límites señalados, aunque reconoce su incentivo, entre otros, en los abordajes de las concepciones políticas de Perón, –tales como los de José Luis Romero y Tulio Halperín Donghi- que aparecen sesgados por un manifiesto encono hacia el objeto de estudio, inscripto

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canónicamente en la “doctrina de Estado Mayor” (a la que se le atribuye en forma directa o indirecta, y sin fundamento teórico ni empírico, una factura nazi-fascista). NOTA 1) Para la recepción del positivismo en la Argentina, su proceso, crítica y la reacción contra el mismo, ver: Farré, Luis: “Cincuenta años de Filosofía en Argentina”, Buenos Aires, Ed. Peuser, 1958, 362 págs.; Ricaurte Soler: “El Positivismo Argentino”, Panamá, Imp. Nacional, 1959, 305 págs.; y Biagini Hugo E. (Comp.): “El Movimiento Positivista Argentino”, Buenos Aires, Ed. de Belgrano, 1985, 590 págs. Originalmente concebido como Tesis para un doctorado en Ciencia Política este trabajo contó en esa etapa con el apoyo del director del trabajo Dr. Alberto Castells, quien resultó siempre un interlocutor dispuesto y una guía calificada a la que recurrir en todo momento. Una contribución importante fue la brindada por el Dr. Juan Manuel Casal quien me facilitó el acceso a la bibliografía de lengua inglesa citada. También estoy en deuda con el Dr. Carlos Rago cuyas prolijas observaciones me llevaron a reestructurar en parte los capítulos de este libro. El agradecimiento hacia ellos incluye el relevarlos de toda responsabilidad acerca de los defectos que pudiera contener esta obra, así como la relativa a las afirmaciones, respecto de las cuales me hago absolutamente responsable.(*) (*) La cita de Walter Benjamin está tomada de “Antígonas”de George Steiner, Barcelona, Gedisa, 2000; los versos de “Eurípides, ateniense” de “Mithistórima y otros poemas” de Yorgos Seferis, Madrid, Ed. Orbis, 1983; y la cita de T.S. Eliot de su conferencia ‘¿Qué es un clásico?’, incluída en el volumen “Sobre la poesía y los poetas”, Buenos Aires, Sur, 1959.

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El problema del Estado Mayor – Definición. Pero ¿qué es el Estado Mayor? Su definición lejos de ser una construcción que opere en el vacío está íntimamente vinculada al desarrollo histórico de la institución, la que ha sufrido distintos avatares en su conformación consolidándose en el período post-napoleónico y con el desarrollo de los Estados Nacionales. Cabanellas de Torres lo define como: “Núcleo asesor del mando en las Grandes Unidades, a diferencia de las pequeñas unidades, dotadas de plana mayor, y personal subalterno y elementos con que cumple su función // El mando superior de las fuerzas armadas // Generalato de una nación...” (1) En la guerra, hay una relación directa entre la decisión y la información del cuadro de situación previo a aquella. En ambas etapas existen elementos intermedios que colaboran estrechamente con el jefe en la consecución de los objetivos específicos de cada una: “...una vez que el jefe ha resuelto lo que debe hacerse, se necesita para llevar a cumplimiento tal decisión, dar órdenes a los ejecutantes, para que cada cual sepa su misión, y la de los otros cuando le convenga conocerla (...) por tanto, se requiere colocar, junto al jefe de toda Gran Unidad, otra persona que, auxiliada por oficiales competentes, colabore con el mando facilitándole datos para fundamentar sus decisiones y que se encargue de desarrollar tales medidas traduciéndolas en órdenes para cada una de las unidades ejecutantes subordinadas...”(2) Vemos aparecer, bajo otra forma, una nueva trinidad constituida por el jefe, la oficialidad intermedia auxiliar directa del jefe - que ejecutan las órdenes- y la masa “La misma universalidad de conocimientos exigidas al generalísimo o general en jefe, trae como consecuencia...que no pueda abarcar los detalles de ejecución, comprenderlo todo, ni dirigirlo todo. Es preciso que cuente con auxiliares, denominados su Estado Mayor ...que dan forma a las disposiciones que emanan de la superioridad, las transmiten y velan por su ejecución.(subrayado en el original)”(3) Las incumbencias esenciales de este Estado Mayor, con pequeñas variaciones epocales, serían: a) Estudiar la organización y preparación del ejército para la guerra; b) Fijar la doctrina de guerra, c) Proponer medidas para la defensa del territorio nacional d) Obtener información integral sobre los ejércitos extranjeros Don José Almirante, cita obligada en los diccionarios militares, aunque no excento de críticas, antes de considerar el desarrollo de la institución en España dice que:

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“...arrancando de los GRIEGOS, traeríamos al ESTRATEGO, al TAXIARCA, al POLEMARCA; de los ROMANOS tomaríamos al magister equitum, al Magister militiae...al METATOR; en la edad media ..(al) CONDE y DUQUE de los godos, EMIR y ADALID de moros y cristianos. Más adelante, desde el RENACIMIENTO, pueden ser tomados por JEFES Y SUBJEFES de ESTADO MAYOR el MAESTRE DE CAMPO GENERAL, el CUARTEL MAESTRE, el SARGENTO GENERAL DE BATALLA y por verdaderos oficiales, los llamados GENTILES HOMBRES Y ENTRETENIDOS.” (4) Amirante destaca, también el carácter de intermediación de la función del E.M. y su origen continental (europeo): “...en cuanto haya existido un ejército organizado, su caudillo o general en jefe indefectiblemente se habrá rodeado de un grupo más o menos numeroso de oficiales sueltos, sin puesto en las filas, a sus inmediatas ordenes (...) hasta las ordenanzas <españolas> de 1702 no entró en el tecnicismo castellano la locución francesa Estado Mayor, Etat-Major (subrayado en el original) , y que en la misma Francia, nuestro dechado entonces, ni la palabra ni la idea tienen mucha antigüedad (...) (5) La historia ambigua de la institución recién se consolida en pleno iluminismo europeo: “...sabido es que ni Federico II de Prusia, ni el mismo Napoleón tuvieron CUERPO de ESTADO MAYOR facultativo, especial o exclusivo. En las primeras guerras de la REVOLUCIÓN FRANCESA es donde aparece la primera e indecisa tendencia a “especializar”, como hoy decimos, este importante SERVICIO DE CAMPAÑA”. (6) En síntesis, el estado mayor constituye una de las articulaciones entre el Jefe, Comandante en Jefe o Caudillo Militar y la tropa: “Si los ayudantes de campo son los agentes más próximos a la persona del general, a cuyas ordenes sirven, el estado mayor es el grupo de oficiales más cercanos al mando, del cual es su más importante auxiliar: unas veces es el transmisor del pensamiento del general; en otras ocasiones sirve de conductor para que lleguen a noticia de éste las necesidades de las tropas; y siempre es el foco donde concurren todos los datos y antecedentes, y de donde irradian todas las disposiciones”. (7) A la inicial constitución del Estado Mayor derivado de las necesiades de la guerrra, siguió su ampliación a los tiempos de paz con funciones diferenciadas: En tiempos de paz “...el Estado Mayor General debe preparar la rápida utilización , para su eventual aprovechamiento, de todas las actividades y energías que posee la Nación, reuniendo, elaborando, sintetizando y transformando en elementos vitales y eficientes todos los factores morales y materiales que actúan e influyen dentro del país; estudiar y organizar la explotación más racional y eficaz de todos los medios de comunicación y transportes; recoger, seleccionar y preparar los datos fundamentales susceptibles de proporcionar una

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exacta idea de las fuerzas materiales y morales de los posibles adversarios; sacar del estudio crítico de la historia militar las enseñanzas necesarias para la formación de una doctrina de guerra; seguir atentamente la orientación política interna e internacional del propio país y de las naciones extranjeras y ejercer la alta dirección de todo lo que atañe a la preparación para la guerra. (8) y durante la guerra “...es misión del Estado Mayor General preparar, mediante sus trabajos y reconocimientos, las decisiones del Comandante en Jefe, en lo que concierne a las operaciones, al empleo de las tropas y de los materiales, a la organización de los transportes, de los reaprovisionamientos y de las evacuaciones; redactar las órdenes destinadas a poner en acción a las fuerzas y a los servicios; hacer ejecutar dichas órdenes y asegurar los enlaces entre el Comando y las tropas.”(9) Goerlitz-Ludendorff-Von der Goltz. La noción de Estado Mayor y lo que se atribuye como “concepción de Estado Mayor” que circuló en nuestro país favorecidos por las presentaciones superficiales de José Luis Romero encuentran su principal elemento de refutación en las fuentes citadas por el mismo, que al parecer no fueron leídas, o si leídas lo fueron en forma ligera, y aún de este modo, no comprendidas. Romero da por sentado, sin explicitar, cuales son los principios del Estado Mayor y los vincula sin transición con Clausewitz, Von der Goltz y Goerlitz. Mientras al primero hay que vincularlo con las guerras revolucionarias y el período napoleónico, Von der Goltz fue un lúcido representante del periodo de auge del Estado Mayor surgido al calor de las victorias de las guerras europeas de 1866 a 1870, y en las que recién se avizoraba el inicio de las “guerras de materiales” (para las cuales ese Estado Mayor no estaba preparado y tardó bastante en comprender). Goerlitz, en cambio, es un historiador contemporáneo que, con un estilo sorprendente, relata los avatares y la historia sinuosa del Estado Mayor alemán, en un libro que, en el fondo, constituye un alegato de defensa contra la imputaciones del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg en relación a las responsabilidades de ese Estado Mayor como uno de los principales causantes de la Guerra Mundial II. Citando una frase de Moltke, en el cual late la presencia de Clausewitz señalaba Goerlitz que “...la justa descripción histórica encierra al mismo tiempo los elementos de la crítica más severa” (10), y “Existe en esta actividad un método barato de falsa investigación histórica que envilece a la historia y la convierte en un campo de caza de criminales y de culpables. Los más acusados en tal caso son los judíos, los jesuitas, los masones o el estado Mayor

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prusiano, según el capricho, la religión, la raza, la susceptibilidad o la ideología de cada uno”. (11) A través de la obra de Goerlitz, no solamente se siguen las distintas peripecias del origen, formación y cambios – a veces brutales- del E.M. alemán, sino también la evolución de figuras consulares en la historia militar alemana cuyo ciclo vital suele estar rodeado de aparentes incongruencias, derivadas todas de la dimensión a la que nunca dejaron de subordinarse estructuralmente, aún en el desastre: el poder político. Por otra parte, los intentos aislados de levantamiento contra el poder tradicional (como el “putsch”de Kapp, en 1920 o el de Ludendorff/Hitler en 1923), no excedieron el límite de parecidos levantamientos fracasados en Sudamerica (“chirinada”). Se cumplía así en el plano del vínculo político-militar, la completa subordinación del segundo extremo de la ecuación al primero. A su modo, el adagio de Clausewitz de “la continuación de la política por otros medios” adquiría aquí otra aplicación : la primacía de lo político , expresada por la subordinación ,también completa, por parte de los altos mandos de la vieja guardia prusiana al poder Imperial primero y al constitucional después (en la República de Weimar). No existe tránsito sin sobresaltos de las concepciones de Clausewitz a las de Ludendorff pasando por Von der Goltz, como a primera vista pretendía Romero: Las concepciones del “filósofo de la guerra” como aparece denominado Clausewitz en reiterados textos –con una expresión que no engloba siempre un contenido laudatorio-, si bien a veces estudiadas no siempre fueron aceptadas por el Estado Mayor alemán, y en algunos casos, como en el de Ludendorff, abiertamente combatidas. Ludendorff, heredero de Schlieffen (12) en relación a la idea de aniquilamiento en la guerra, según Goerlitz, tenía una personalidad laboriosa, brutal y egolátrica (13): “Inmediatamente después del triunfo de Tannemberg, declaró ya en forma ostensible: ‘cuando YO gané la batalla de Tannemberg...’ lo que era un pecado mortal contra la tradición del Estado Mayor. En este medio ambiente espiritual de orden puramente militar, en el cual le faltó un contrapeso de orden político, surgió el lema de su vida: ‘La guerra es la política exterior, ejecutada con otros medios, pero la política en conjunto debe servir a la guerra’. Clausewitz había fundado su doctrina en sentido inverso. Ludendorff se convirtió así en el ‘Anti-Clausewitz’del Estado Mayor”. (14) Las críticas directas de Ludendorff a Clausewitz se encuentran en su obra “La guerra Total” (15): Enancado en la critica a la estrategia alemana desarrollada en el guerra de 1870 –en la que Alemania resultó vencedora- Ludendorff paradojalmente imputa a los vencedores atenerse todavía a las “concepciones clausewitzianas” (16) .Confundiendo el concepto de guerra absoluta (el momento en que la guerra alcanza tal dimensión que parece desligarse de la política), con la guerra de masas y la “guerra de materiales”(17) Esta derivación le hará decir:

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“La guerra total no apunta, pues solamente a las fuerzas armadas, sino también a los pueblos (...) Por su misma esencia, la guerra total no podrá ser realizada sino cuando la existencia misma del pueblo entero se vea amenazada y el pueblo se decida a asumir la responsabilidad”. (18) En este concepto determinado por la mezcla de cualidades de personalidad, interpretaciones esquemáticas de algunos caracteres de la guerra moderna y la presencia de la teoría –teñida de mala fe- de “la puñalada por la espalda”, que habrían asestado al ejército alemán los civiles que pactaron la rendición en l Guerra Mundial I, es el preludio natural de la descalificación de Clausewitz: “Al igual que desde Clausewitz, en que el carácter de la guerra, después de más de un siglo, se ha modificado, así se ha modificado la correspondencia entre la política y la guerra. La política misma, como consecuencia, tendrá que cambiar (...) A Clausewitz no le preocupaba ni por un instante que pudiera existir otra “política”. Según él, la política exterior era mucho más importante que la guerra y, aunque concedía algún interés al Estado Mayor, es decir, al General en Jefe, la guerra y la estrategia militar, a sus ojos, dependían estrechamente de la política exterior...”(19) De este modo, omitía Ludendorff, un hombre de cortas miras a largo plazo, que la política general de un estado es siempre política exterior. El corolario de su pensamiento es su teoría acerca del “General en Jefe”. En una asfixiante definición, corroborada al explayarse en sus notas distintivas y en su forma de operar, consignará: “El hombre que, con la fuerza de su cerebro, de su voluntad y de su corazón, conduzca la guerra total para la conservación de la vida de su pueblo, ése es el General en Jefe”. (20) Este militarismo solipsista no está exento de arrebatos místicos: “Sólo la guerra puede decidir si el jefe del ejército de tiempos de paz se mostrará a la altura de las tareas de un jefe militar en la guerra.Por fin, el pueblo no habrá merecido tal jefe si no se pone a su servicio, es decir, al servicio del jefe de la guerra total librada por su salvación. En tal caso el jefe y el pueblo se pertenecen mutuamente; sin ello un jefe es de un precio demasiado grande para un pueblo”. (21) Las ideas de Ludendorff encontraron su aplicación más estrecha en el “principio de conducción autoritaria” que aplicó la dictadura nacionalsocialista, provocando una ruptura entre la modalidad de la nueva conducción y la tradición reinante en el Estado Mayor antiguo basado en el “asesoramiento responsable al conductor”. (22) “...Hitler mismo se había encargado del mando directo y el Ministerio de Guerra en realidad había cesado en sus funciones, se produjo una situación orgánica completamente nueva en las autoridades supremas de las fuerzas armadas, al estilo de la

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que hubo a lo sumo en la prima época del absolutismo, volviendo a aparecer de este modo antiguas modalidades históricas”(23) Tres lustros después del “putsch” de Munich, Ludendorff y Hitler volvían a encontrarse. Como se percibe, son demasiados los matices distintivos entre estas figuras como para englobarlas bajo un denominador común que contenga sus ideas principales. Por su parte, Colmar Von der Goltz quien desarrolló su principal tarea durante la era de Moltke al frente del Estado Mayor (período 1857 a 1888) es conocido en la literatura militar y política por su obra “Das Volk in Wassen” (24). No es la única obra militar de su autoría útil a nuestro propósito. En forma practicamente simultánea a la primera tradución castellana de la obra mencionada circuló en español un opúsculo no sufientemente considerado, que ofrece, en compendio ideas similares a “La Nación en Armas”. (25) Si, como Rattenbach apuntara, Clausewitz está en Foch (y nosotros apuntamos: Foch está en Perón) el “fílósofo de la guerra” también se encuentra en lo esencial en von der Goltz. En la “Nación en Armas” aparece siempre citado como argumento de autoridad, aún relativizando el carácter temporal de sus ideas, pero rescando los aspectos filosóficos, en sentido amplio, de la misma y, fundamentalmente la vinculación que Clausewitz establece entre la guerra y la política: la primacía de ésta sobre aquella. Lo mismo sucede en “La dirección....”. Esta comienza, precisamente, con una cita de Clausewitz: “La guerra no pertenece al dominio de las artes ni al de las ciencias, sino que es uno de los problemas de la vida social. Es un conflicto de grandes intereses, que se resuelve de un modo sangriento, y solamente en esto se diferencia de los demás. Mejor que con las artes puede compararse con el Comercio, que es también un conflicto de humanos intereses y actividades, y muy cerca se halla igualmente de la Política, que a su vez puede mirarse como una especie de Comercio a gran escala. La Política es, además, el vástago que en la guerra se desarrolla; en esta se delinean las cualidades que antes permanecían ocultas; como en el ser viviente las que existian en su gérmen o semilla (Clausewitz-De la Guerra-Libro 2do, Cap, 3ero)” (26) Las consideraciones que von der Goltz expone sobre los rasgos del Comandante en Jefe, elaborando una suerte de tipo-ideal, en lo esencial son una ampliación de las expuestas por Clausewitz de “De la Guerra” sobre el “genio guerrero” (27). A su vez, estos rasgos, parcialmente habián sido expuestos por Von der Goltz al referirse a la oficialidad (28), y se encuentran mayormente implícitos en “La Dirección...”. En ambas obras interesan a nuestro propósito el lugar que se asigna a la política el concepto de ésta. Pues nos parece que allí encontramos el hilo conductor que vincula la errónea idea que se forjara Romero en relación a la “concepción de Estado Mayor” y la conducción política, estableciendo una asimilación inadecuada entre ambas, a partir del

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supuesto denominador común que consistiría en la libre disponibilidad de fuerzas materiales para la guerra. La política configura un elemento de tensión en la exposición de Von der Goltz: “Si pudieramos enumerar todas las condiciones necesarias para obtener el éxito en la guerra, haríamos con ello al arte <de la guerra> el mejor de todos los servicios. Mas desgraciadamente, esta enumeración nunca podrá ser completa. Sólo algunas de las más importantes nos será dable exponer. La primera, de ordinario muy antipática al soldado, es la política”. (29) Parafraseando a Clausewitz (“la guerra es la continuación de la política con las armas en la mano”) (30) ampliará el campo de la política, según la concepción de la época, a la política interna: “Al hablar de política no tomamos la palabra limitando su acepción a lo que comunmente se entiende por ‘política exterior’, pues la interior es igualmente digna de consideración; la usaremos, pues, con su más amplio significado” (31) Von der Goltz percibía claramente el significado de la era de las guerras nacionales y el de la presencia de las masas, y preveía el creciente rol de la técnica - la futura “guerra de materiales” – sin desestimar a las primeras. Valorizaba también, en su aspecto militar, los aspectos psicológicos de aquellas, que encontrarían en Le Bon y Ortega y Gasset sus principales teorizadores a principios del S.XX, en el momento que Von der Goltz, salía precisamente de escena: “...las leyes fundamentales del arte de la guerra deben buscarse en las grandes guerras nacionales. Si para ventilar un asunto recurren a las armas dos potencias europeas de primer orden, la masa total de sus fuerzas organizadas entran desde luego en juego(...) Las causas de la guerra son siempre de naturaleza política; ya hemos dicho que actualmente las guerras no son posibles si no median grandes intereses políticos contrarios (...) Nos aproximamos en cierto modo a un estado primitivo de naturaleza, mediante el cual únicamente el odio recíproco puede ser orígen de guerras entre pueblos vecinos.Mas existe una diferencia: este odio no es ya instintivo, sino producido por la colisión de intereses ideales, entre los cuales descuellan en primer término el poder y la preponderancia. Ambos son elementos políticos.”(32) La política decide en definitiva el momento de la rupura de hostilidades, crea la situación general en que la nación entra en la lucha, y tiene un papel preponderante en el establecimiento de la paz. Una y otra vez señalará literalmente: sólo consideraciones políticas pueden ocasionar la guerra, y establecerá un principio: “ ‘Sin una buena política no es probable que una guerra llegue a buen término’ (subrayado en el original) ”

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La guerra está al servicio de la política pero esta tiene carácter nacional, y nacionales también serán los aspectos militares de organización y ejecución en tiempos de paz y de guerra: “...una buena organización militar lleva el sello del carácter nacional. Lo mismo puede afirmarse con respecto a la acción del general en jefe y a la tropa. El que escribe de estrategia y de táctica no debería perder de vista que lo que importa es la estrategia y la táctica nacionales (subrayado en el original); solo esta enseñanza puede aprovechar a un pueblo” (33) Este carácter nacional se extiende a los esfuerzos del general en jefe de dirigir a las tropas colocándolas en el sentido de las circunstancias más favorables al sitema nacional de combate (doctrina de guerra), no exigiéndole combatir en forma desacostumbrada y contra obstáculos desconocidos. (34) Se destaca así la unidad relativa entre la tradición histórica y los elementos morales de la tropa. Pero a esos factores de carácter moral deben agregarse los de carácter materiales, resultando del equilibrio de ambos una de las garantías del éxito militar. La riqueza de combatientes y de medios de combates serán uno de los escalones del éxito militar, pero no agotan el cuadro de necesidades: “Hemos hablado ya de la riqueza en combatientes y en medios de combate, lo haremos ahora de la riqueza (subrayado en el original) en general como condición principal del éxito. Para hacer la guerra es necesario dinero, dinero y más dinero (subrayamos)” (35). La conferencia de La Plata. “Dinero, dinero y más dinero” es la cita que hace Perón de Von der Goltz, en su conocida conferencia del 10 de junio de 1944 en la inauguración de la Cátedra de Defensa. Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. (36). Es precisamente con base en esta conferencia que José Luis Romero fundará su aserto relativo a la “concepción de estado Mayor” de Perón. El estilo impresionista propio de Romero (37), se completa con un procedimiento donde opera un extraño proceso de derivación, en el cual, por carácter transitivo se va de Colmar von der Goltz a la concepción de Estado Mayor – de factura alemana- y de ésta al industrialismo y a “la guerra total”, los que, confluyendo en Perón, conformarían un nazismo difuso, una especie de “fascismo criollo”. (38) Una lectura atenta de la mencionada conferencia nos hará notar en seguida que la noción de “guerra total” según las categorías de Ludendorff está totalmente ausente en Perón, y sí presentes algunas de las utilizadas por von der Goltz en la “La Nación en Armas”; lo que nos hace suponer - por parte de José Luis Romero- o una cita genérica

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sacada de contexto, y por ello maliciosa, o bien, lisa y llanamente un conocimiento de oídas tanto de la obra de Ludendorff, como la de Colmar von der Goltz. Así, Romero hablará de “por una parte un planteo genérico adaptado a los principios de Estado Mayor, que a su vez se inspiraba en los teóricos alemanes, desde von der Golzt y von Clausewitz, hasta Goerlitz...” (39) Según Romero esta corriente “...fue revelada categóricamente por el entonces Ministro de Guerra en la conferencia que pronunció en La Plata el 10 de junio de 1944. Después de hablar de las exigencias que entraña la ‘guerra toral’ según los esquemas de Ludendorff, abordó el problema de la ‘Acción industrial’...”.(40) Romero realiza una lectura selectiva del texto de la conferencia puesto que si bien la industrialización es expuesta por Perón desde la perspectiva de la “Defensa Nacional” (de eso en definitiva trataba el curso de la Cátedra), éste no deja de percibir el peso en la economía de los términos desiguales de intercambio entre las sociedades industriales y las sociedades agro-exportadores. En dicha conferencia se hallan, “in nuce”, todos los elementos de un programa industrialista de sustitución de importaciones y el intento de generación de la “industria pesada”. Perón percibe un mundo beligerante (los países agrupados en las “Naciones Unidas” por una parte, y los países agrupados en el “Nuevo Orden”, por la otra), un mundo bipolar, en definitiva; anticipación en acto del mundo de “la guerra fría” y guerras de descolonización que inmediatamente le suceden (41) La importancia de este discurso, que ha sido magnificado como el “discurso de la guerra” de Perón se inscribe en realidad en magnitudes más sencillas: el propio Perón se remite a “una mención realista del problema de la Defensa Nacional” (42) inscripta en una lucha de lo viejo contra lo nuevo, en una “lucha de generaciones”. En el problema de la “Defensa Nacional” el rol militar es parcial, por cuanto en la solución de aquel entran todos los habitantes de la Nación. “...todas sus riquezas, todas sus instituciones y producciones más diversas, todos sus medios de transporte y vías de comunicación, etc., siendo las fuerzas armadas únicamente, (...) el instrumento de lucha de ese gran conjunto que constituye la ‘nación en armas’ ” (43) en una afirmación de factura conocida, pues no es otra cosa que una reiteración de conceptos de von der Goltz, seguidos inmediatamente por otros en los que se advierte la presencia de Clausewitz: la guerra es un fenómeno social inevitable. “Han existido en el mundo pensadores, que sin temor califico de utopistas, que en todos los tiempos y piases han expresado que la guerra podía ser evitada y siempre, a corto plazo, una nueva conflagración ha venido a imponer el mentís más rotundo a esta teoría” (44)

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La recepción de la conferencia tuvo resultados paradojales. Mientras en Washington hubo un “estallido de indignación” (45) en Argentina era bien recibido aún por los opositores al gobierno militar: “Este discurso modestamente titulado ‘Significado de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar’ ha hecho correr mucha tinta. Algunos han creído encontrar en él una profesión de fe fascista, imperialista incluso, cuando en realidad se trata simplemente de una reflexión sobre defensa nacional y política interna que incluye bastantes trivialidades. La Nación, insospechable portavoz del liberalismo, aplaudió en un editorial las sensatas palabras del coronel” (46) La conferencia no difiere, en consecuencia de nociones más o menos estables referidas al carácter de la guerra moderna, tal como se había desarrollado a la luz de las experiencias de 1914-1928 y 1939-1944. Su novedad radica en que fija el programa de desarrollo industrial y social (47), enfocados ambos desde la perspectiva -relativa como tal- de la Defensa Nacional. Hasta aquí el Perón de la Conferencia de 1944, en la que no se advierten, no obstantes los esfuerzos de sus críticos, atisbos de ninguna doctrina, principios o concepción de Estado Mayor, suponiendo que ésta signifique algo más que un modo, históricamente determinado y fluctuante, de organización de un sector de comando militar.(48) Lo que los críticos omiten considerar, es la relación conflictiva que tuvo el mismo Perón con los comandos estructurados pero sin finalidad propia, sin organización efectiva ni conducción específica, tal como surgen de sus “Apuntes” de 1931 y que constituye una de las articulaciones de su tránsito de las concepciones puramente militares al mundo de la acción política (49). ______________________

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NOTAS 1) Cabanellas de Torres, Guillermo: “Diccionario Militar, aeronáutico, naval y terrestre”, Buenos Aires, Bib. Omeba, 1962, Vols. I-IV, voz: ‘Estado Mayor’, Vol. II, pág. 608 2) Cabanellas de Torres, G.: Op. cit. loc. cit 3) Cabanellas de Torres: ibid. 4) ALMIRANTE, José (Cnel. de Ingenieros): “Diccionario Militar Etimológico, Histórico, Tecnológico.Con dos vocabularios francés y alemán”, Madrid, Imprenta y Litografía del depósito de la Guerra, 1869.Voz: “Estado Mayor”. 5) ALMIRANTE, José (Cnel. de Ingenieros): ibid. 6)ALMIRANTE, José (Cnel. de Ingenieros): ibid. También puede consultarse: CORVISIER, André (ed.): “A Dictionary of Military History” (English edition, edited, revised and expanded by John Childs) Trans. By Chris Turner <tit.orig.fra: ‘Dictionnaire d’art et d’histoire militaires>, París, P.U.F. 1988>, Blackwell Publishers Oxford/Cambridge, 1994, Voz: “General Staff” donde puede seguirse la evolución histórica sintética del Estado Mayor hasta nuestros días desde la perspectivas francesa e inglesa.Para una versión argentina, hasta 1929 ver: “Monografía Histórica del Estado Mayor del Ejército Argentino”, Estado Mayor General del Ejercito, VII División (Histórica),Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, Buenos Aires, Vol CXXXVII, XI-1929, 226 págs, Parte I: ‘Evolución orgánica del estado Mayor en la Historia de los Ejércitos’ págs 13-37. 7) SALINAS y ANGULO, Ignacio (Cnel. del Ej. Tte., Cnel. de E.M.): "Exposición de las funciones del estado Mayor en paz y en guerra”, Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de Guerra, Dirección de los Ejércitos, 2 Vols. (Vol. I , 376 págs., Vol. II 535 págs.), 1883;Vol .II, pag. 8 8) “Monografía Histórica del Estado Mayor del Ejército Argentino” cit. pág 31 9) “Monografía Histórica del Estado Mayor del Ejército Argentino” cit. ibid. 10) GOERLITZ, Walter: “El Estado Mayor alemán”, Editorial AHR, Barcelona, 502 págs.; pág. 7; 11) GOERLITZ, Walter: ibid. 12) En el prólogo a la 5ta. edición alemana de“Von Kriege” de Clausewitz, también vertido al castellano, se encuentra su apología del aniquilamiento (Vid.: CLAUSEWITZ, Karl von (Gral.): “ De la Guerra”, ed cit. pág. 13. 13) GOERLITZ, Walter: Op. cit. págs 176/178. 14) GOERLITZ, Walter:Op.cit.,pág.178.

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15) LUDENDORFF, Erik von (Gral.): “La Guerra Total”, Trad. del fra. de J.D. Iglesias Brikles,Buenos Aires, Pleamar, 172 págs. 16) LUDENDORFF, Erik von (Gral.): Op. cit. pág. 13. 17) LUDENDORFF, Erik von (Gral.): Op.cit. pág 14; Ver sobre este punto: JUNGER, Ernst: ‘La movilización total’y ‘Fuego y movimiento’, en: “Sobre el Dolor”, Trad. del alemán por Andrés Sánchez Pascual,Tusquets Editores, Barcelona, 1995, 142 págs. 18) LUDENDORFF, Erik von (Gral.): Op. cit. pág. 15 19) LUDENDORFF, Erik von (Gral.): Op. cit. pág. 16 20) LUDENDORFF, Erik von (Gral.): Op.cit. pág. 153 21) LUDENDORFF, Erik von (Gral.): Op.cit. págs.171/172 22) GOERLITZ, Walter: Op. cit. pág. 271 23) GOERLITZ, Walter: Op. cit. pág. 314 24) GOLTZ, Colmar Baron von der (Mcal.):”La Nación en Armas. Un libro sobre organización de ejércitos y conducción de guerra en nuestros tiempos. ‘Sexta edición de la obra antigua y simultáneamente primera edición de la nueva redacción, en base a las experiencias de la guerra mundial’ por Federico Barón Von der Goltz ,Buenos Aires, Trad. de la ‘Biblioteca del Oficial’, Buenos Aires, 1927-1930, 2 Vols (Vol. I, 303 págs. Vol. II, 323 págs).Efectivamente la obra es una ampliación de la originalmente publicada en 1883, utilizando su vieja estructura y con notables ampliaciones a la luz de la experiencia alemana de la derrota en la Guerra Mundial I y de las consecuencias de las mismas. El tono militarista de la crítica, obviamente no se encontraba en el original. Respecto de ésta utilizamos la que puede considerarse la versión definitiva: GOLTZ, Colmar von der: “La Nación en Armas.Libro que trata de la organización de los ejércitos y de la guerra de nuestro tiempo”, Trad. de la tercera edición alemana, s/t, Impr. y Libr. De la Viuda e Hijos de Juan Pelaez, Toledo, 1895, 466 págs.; citamos por ésta edición; 25) GOLTZ, Colmar, Baron de (Gral.):“La dirección de la guerra.Breve explicación de sus principios fundamentales y de sus formas”, Trad. (bastante defectuosa) de Mariano Rubió y Bellvé, Redacción y Administración de la Revista Científico Militar y Biblioteca Militar, Barcelona, 1897, 255 págs. 26) GOLTZ, Colmar, Barón de (Gral.):“La dirección...”cit. pág 5. Corresponde a la pág. 157 de la edición de 1922 del Circulo Militar 27) GOLTZ, Colmar Von der:“La Nación...” cit. ‘Cap.II-Dirección de los ejércitos’, págs 57/132 .Para Clausewitz ver: Op. cit. (ed. cit. de 1922) págs.67/92

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28) GOLTZ, Colmar Von der: “La Nación...” cit. ‘Cap.I-Los ejércitos de de la actualidad-5-Oficialidad-; ‘págs. 46/55 29) GOLTZ, Colmar Von der: “La Nación...”, cit. ‘Cap. III-Condiciones de éxito en la guerra’, pág.133; 30) Luego hará varias citas expresas del mismo: “La Nación...” cit. pág. 135, y remitirá al Libro 8vo. Cap. VI de “De la Guerra” (se corresponde con las págs. 167/181: A) ‘ La influencia del objetivo político sobre el objetivo militar’ y B)‘La guerra es un instrumento de la política’, del Tomo IV cit. de “De la Guerra” correspondiente a la edición del Círculo Militar). 31) GOLTZ, Colmar Von der: “La Nación...” cit. pág.133; 32) GOLTZ, Colmar Von der: “La Nación...” cit. págs. 67 y 136 33) GOLTZ, Colmar Von der: “La Nación...”, cit. pág 139, y “La Dirección...”, cit.pág. 18/19, 31, 39 y 251/252 34) GOLTZ, Colmar Von der:“La Nación...”, cit. pág. 140/141.Este carácter nacional, sumado a la idea de aniquilamiento total, y la presencia sofocante del Jefe son los elementos básicos de la teoría de Ludendorff, cuya aplicación extrema (en la Guerra Mundial II), condujeron al desastre alemán. 35) GOLTZ, Colmar Von der: “La Nación...”, cit. pág. 144 36) “Conferencia del Sr. Ministro de Guerra, Coronel Juan D. Perón, sobre el tema: ‘Significado de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar’ ”, in: “Inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional”, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1944, 61 págs. 37) Para la noción de ‘impresionismo’seguimos a: Alonso, Amado y Raimundo Lida: “El concepto lingüístico de impresionismo”, in, Bally, Ch. et. al.: “El impresionismo en el lenguaje”, Buenos Aires, Fac. de Fil. y Let. de la Univ. de Buenos Aires, Inst. de Filología, Col. Estudios estilísticos II, 1942, 293 págs, pág. 135; 38) Romero, José Luis: “Las ideas políticas en la Argentina”cit. pág. 250 39) Romero, José Luis: Op. cit. pág. 250. Apuntamos, más allá de la inversión cronológica de autores, que Clausewitz no se ocupó de una teoría del Estado Mayor, ni tampoco Goerlitz, que se limitó –como historiador - a estudiar y exponer su desarrollo en Alemania 40) Romero, José Luis: Op. cit. pág. 250 41) Perón, Juan D. (Cnel.): “Conferencia...” cit. pág.25.en sus propias palabras: “En efecto, alguien tendría que demostrar inobjetablemente que Estados Unidos de Norte América, Inglaterra, Rusia y China, en el caso de que las naciones unidas ganen la guerra, y lo mismo

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que Alemania y Japón en el caso inverso, no tendrán jamás en el futuro intereses encontrados que los lleven a iniciar un nuevo conflicto entre sí, y aun que los vencedores no pretenderán establecer en el mundo un imperialismo odioso, que obligue a la rebelión de los oprimidos, para recién creer que la palabra guerra queda definitivamente descartada de todos los léxicos” (Op.cit. págs. 25/26) 42) Perón, Juan D. (Cnel.): Op.cit. pág. 23 43) Perón, Juan D. (Cnel.): Op.cit. pág. 24 44) Perón, Juan D. (Cnel.): Op.cit.pág. 24 45) Page, Joseph A.: “Perón...”, cit. pág 92.Sobre este aspecto, ver: Potash.Robert A.:”El ejército y la política en la Argentina 1928-1945” pág. 353.Para el contexto internacional ver: Rapoport, Mario: “Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas: 1940-1945” Buenos Aires, Editorial de Belgrano, Col. ‘Conflictos y armonías en la Historia argentina’ 313 págs. esp. Págs. 203/209.Igualmente para el contexto internacional y para la recepción de la conferencia, en particular en Estados Unidos, ver: Escude Carlos: “Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación Argentina.l942-1949” , Buenos Aires, Editorial de Belgrano, Col. Conflictos y armonías en la Historia argentina’, 399 págs. esp. págs. 141/142. 46) Rouquié, Alain: “Poder militar..., cit. pag. 53; Id.: Potash, Robert A.: Op.cit. pág 354 47) Perón, Juan D. (Cnel.): Op. cit. pág. 47 48) Para otra interpretación que naufraga en el dato confuso, la afirmación errónea y la repetición canónica de los lugares comunes en torno a Clausewitz, Von del Goltz y la conferencia de Perón de 1944 que estamos considerando, ver: Puiggrós, Adriana (dir.): “Peronismo: Cultura política y educación (1945-1955)”, Bs. As. Ed. Galerna, 1993, 361 págs., Cap.: “De la guerra a la pedagogía (1943-1949)”. Un producto anodino de la Beca John Simon Guggenheim. 49) El título completo de lo que en realidad constituye un informe político- militar, es: “Algunos apuntes en borrador sobre: Lo que yo vi , de la preparación y realización de la revolución del 6 de seteimbre de 1930.Contribución personal a la historia de la Revolución (son sólo apuntes, falta redacción) CAP. PERON”, publicado por primera vez como ‘Apéndice único’ en: Sarobe, José María (Gral. de Brigada): “Memorias sobre la revolución del 6 de sptiembre de 1930”, Buenos Aires, Ediciones Gure, S.R.L., 324 págs.; págs. 281/310.

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LAS MEDIACIONES - II El informe de 1931: Agonía y crisis de la función del Estado Mayor

Fechado en “Buenos Aires, Enero de 1931”, a escasos cuatro meses del golpe militar que derrocara a Hipólito Yrigoyen, y de su ingreso a la Escuela Superior de Guerra como profesor de Historia Militar, Perón elabora un informe sobre los actos preparatorios del mismo, cuya secuencia revela el alto grado de improvisación que precedió a la primera ruptura constitucional en la Argentina del s. XX. Lejos de constituir un “manual de conspiradores” o un relevamiento de “técnicas del golpe de estado” resulta, por tramos, la expresión desesperada de un espíritu estructurado, ante la incompetencia en la que naufragan personas, hechos e intenciones. En la crisis terminal de este proceso aparecerá, como un descubrimiento para el autor del informe, la presencia del pueblo, garantizando en definitiva lo que los propios organizadores del golpe apenas habían consumado a medias. A lo largo del informe veremos deslizarse la figura del Estado Mayor –revolucionario en este caso- , al que se le confían las mayores virtudes operativas, en las figuras más comprimidas, menos militares y cualitativamente distantes, de la “plana mayor del Comando Revolucionario”, el “comando revolucionario”, la “Junta Revolucionaria” y el “comando de la Junta Militar Revolucionaria”. Cambio cualitativo que va respondiendo menos a la propia lógica interna de la evolución de los mandos revolucionarios, a medida que se precipitan los acontecimientos, cuanto a la ineptitud puesta de manifiesto por esos mandos en relación al desencadenamiento de los hechos. La larga agonía comienza desde el mismo inicio de la “acumulación de fuerzas” para el golpe de estado. En el mencionado informe, dice Perón: “Yo hice presente, que pensaba como indispensable que se viera y hablara a los Jefes más capacitados y conocidos por sus ideas, a fin de reunir a los elementos sanos y prestigiosos (...) nuestra tarea inicial era reunir bajo una misma tendencia y en una misma orientación a todos los que como nosotros pensaban. Hecho esto era el momento de comenzar el trabajo definitivo de la organización y preparación del movimiento. Se me contesto que no podía por el momento hacerse ello, debido a que existían otras agrupaciones ya formadas con distintas ideas y otras orientaciones y que si bien tendían como nosotros a derrocar el gobierno, tenían otras ideas sobre las finalidades ulteriores (...) Desde ese momento se me presentó el espectro de la divergencia de esfuerzos” (1). La dispersión de esfuerzos le hace percibir, desde una óptica militar que se contraría uno de los principios de la guerra:

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“...desde ese momento traté de convertirme, dentro de esta agrupación, en el encargado de unirlo con las otras que pudieran existir y tratar por todos los medios de evitar, que por intereses personales o divergencia en la elección de los medios, se apartara la revolución del “principio de la masa” tan elementalmente indispensable si se quería llevar a ella a buen término.”(2) A la constitución inicial del “Estado Mayor revolucionario” siguió su inactividad: “Más o menos para el 3 de julio me comunicó el teniente Coronel Alzogaray que había sido designado para formar parte del Estado Mayor revolucionario como auxiliar de la 1era. Sección <operaciones> (...)Cambiamos ideas individualmente con el Tcnel. Alzogaray pero no nos reunimos nunca para trabajar.”(3) “Para el 10 de julio (aproximadamente) recibí el siguiente tema del Jefe de la 1ª. Sección Tcnel. Alzogaray. Tema : Idea general sobre la forma en que Usted cree se puede llevar a la práctica el movimiento. Aclaraciones: 1) Conviene como medida previa, efectuar una concentración de las fuerzas adheridas,

de la Capital y Campo de Mayo? Ventajas y desventajas de un tal procedimiento. 2) Cuales son los objetivos tácticos que según su juicio prometen mayor éxito al

movimiento? Breves fundamentos. Para el desarrollo de este tema se me daba 20 horas de plazo. Lo desarrollé sin duda, por qué (sic) me había comprometido, pero su desarrollo podía tener la natural eficacia que me daban los conocimientos que yo tenía sobre las fuerzas adheridas, medios, etc....Este tema me dio la pauta, sobre la capacidad de la parte directiva.En que manos habíamos caído?” (4)

La creciente descomposición organizativa que le llevaron a pasar “momentos de verdadera angustia, ante la responsabilidad moral que pesaba sobre nosotros, desgraciadamente tan desvinculados de la parte directiva” (5) motivaron un segundo informe de entonces Capitán Perón: “...me senté y escribí un segundo trabajo que agrego como anexo 2, sobre la forma en que yo creía que debía trabajarse para dar forma orgánica al caos en que viv1iamos y trabajar sin descanso para orientar en forma racional nuestro trabajo, que hasta ese momento se había reducido a reuniones tipo soviet (...). Este Estado Mayor estaba irremisiblemente perdido... (subrayados en el original) (6) La figura del Estado Mayor, mientras tanto, va siendo relegada, en la práctica, y en las esperanzas que en ella se tenía cifradas a un plano insignificante:

"El 15 de julio aproximadamente, se me citó para una reunión a la que asistirían con el General Uriburu y los Jefes más allegados a él, para tratar diversos asuntos relacionados

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con el reclutamiento del personal. El Estado Mayor no tenía nada que ver con esta reunión... (7) En esa reunión “...dije en primer término, que apreciaba como elementalmente indispensable, antes de considerar ninguna otra cuestión, la necesidad de organizarse (...) Era, en mi concepto, necesario dar formas orgánicas a la agrupación a fin de que el trabajo tuviese un rendimiento útil, había llegado en mi concepto, el momento de formar un estado Mayor (...)Yo seguía pensando con tristeza, que había transcurrido ya casi un mes de la primera reunión y nada se había adelantado prácticamente.”(8) La preparación revolucionaria naufragaba en la improvisación, y las discusiones estériles y Perón aún fiaba un vuelco de aquella a partir de la estructura organizativa a la que estaba acostumbrado: “No había ninguna idea. La incertidumbre más espantosa rodeaba a este grupo de hombres, que se debatía entre numerosos pensamientos sin atinar a asirse a uno que lo llevara a buen puerto. Pero por lo menos se había llegado a la conclusión de formar el estado Mayor (...) En los días subsiguientes se organizó el estado Mayor (...) pero los que se atribuyeron las jefaturas de las secciones, mantenían al resto alejado y en la ignorancia más completa de los asuntos” (9) La seguridad que brindaban las instituciones de comando se había transformado en la derelicción en la que navegaba buena parte de los conspiradores: “...una reflexión profunda me llevaba siempre a la convicción de que sólo la suerte podía salvarnos. Triste argumento para el que está acostumbrado a considerar los problemas de la guerra, por el contrapeso de los factores (subrayamos nosotros).” (10) El grado de desorganización lo llevaría a rozar el arresto, de no mediar el conocimiento de superiores afines (como el Tte. Cnel. Descalzo), o a la falta de información, la que se obtenía por elementos marginales al núcleo organizativo del golpe militar. Perón, quien se sentía un “Oficial del Estado Mayor revolucionario” pudo exponer sus puntos de vista tres semanas antes del golpe de estado:

“Esta preparación fue memorable porque por primera vez, en todo el transcurso de la preparación, me di el placer de hablar claramente y de llegar a la conclusión que no sólo no estábamos preparados, sino que estábamos desorganizados y no contábamos aún con nada concreto” (11) En dicha reunión, a la que algunos de los golpistas no habían concurrido porque “nada le habían comunicado”, se habían despertado algunas esperanzas pronto desvanecidas.

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La lucha interna de facciones , el “Estado Mayor” por un lado y “los hombres que estaban como consejeros inmediatos del General <Uriburu>”, por el otro, culminó con la disolución del “Estado Mayor” original (12) y sustituido por un grupo al que Perón se empecina todavía en considerar “Estado Mayor”, aunque solo apto para el desastre: “Nos habíamos comprometido, es cierto, pero no podíamos entregarnos ciegamente a la dirección de incapaces e interesados (...) estábamos dirigidos por exaltados e inútiles”(13) “Nunca en mi vida veré una cosa más desorganizada, peor dirigida ni un caos tan espantoso como el que había producido entre su propia gente, el comando revolucionario en los últimos días del mes de agosto de 1930.”(14) La degradación de las funciones del “Estado Mayor” corre pareja de la reducción de su campo semántico: “La acción nuestra estaba indiscutiblemente destinada a terminar en uno de los calabozos de aquel instituto <la Escuela de Suboficiales>.Y para ello habían necesitado tanto tiempo los de la P.M.(sic) del Comando revolucionario!(subrayamos).”(15) El matiz despectivo es perceptible más allá de la interjección. “Plana Mayor” en el lenguaje militar tiene un significado preciso y acotado y con el alcance que le da Perón: “En general, la plana mayor viene a ser en las pequeñas unidades lo mismo que el Estado Mayor en las Grandes Unidades.Por esa razón, aunque en desuso hoy, se ha conocido como Estado Mayor particular.” (16) La experiencia militar, en términos militares, estaba terminada y el propio Perón, afectado por lo que el estimaba su “expulsión” del “Estado Mayor” –percibida como “una afrenta gratuita”, así lo creía: “...se sabía que la junta revolucionaria no contaba si no (sic) con un reducido número de Oficiales, casi todos subalternos.Se llegaba a la conclusión que las tropas difícilmente, saldrían a la calle. De manera que la única salvación era el pueblo y muy especialmente los estudiantes, así también como la Legión de Mayo. Si los dirigentes políticos negaban su apoyo, a la revolución, ésta estaría irremisiblemente perdida, eso era precisamente lo que no querían entender los de la junta revolucionaria (subrayamos)(17).” El “Estado Mayor” termina finalmente reducido a “comando de la Junta Militar revolucionaria” (18), sobreviviendo milagrosamente a la improvisación: “Solo un milagro pudo salvar la revolución. Ese milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de una avalancha humana se desbordó en las calles al grito de “viva la revolución”, que tomó la casa de Gobierno, que decidió a las tropas a favor del movimiento y cooperó en todas formas a decidir una victoria que de otro modo

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hubiera sido demasiado costosa sinó (sic) imposible. Por eso pienso hoy con profunda satisfacción que nuestro pueblo, no ha perdido aún el ‘fuego sagrado’que lo hizo grande en 120 años de historia (subrayados en el original)” (19) Lejos entonces de “las viñetas de un verdadero manual de conspiradores” (19) el informe de Perón constituye en definitiva una crónica de la preparación caótica de un golpe militar, en el que una gran cuota de azar inclinó la balanza a favor de los insurgentes. Azar que, en definitiva - y más allá de los manuales militares a los que solía recurrir, y que lo mentaban - vivía por primera vez en la práctica, y no lo abandonaría más en sus consideraciones políticas.

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NOTAS 1) Perón, Juan Domingo (Cap.): “Algunos apuntes en borrador...”, cit. pág. 282 2) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 283. El “principio de la masa”coincide con el principio de “economía de fuerzas” .Ver: Perón, Juan Domingo (Mayor): “Apuntes...”cit. pág 294. 3) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 285. 4) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. págs. 285/286. 5) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 286 6) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 286/287. 7) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 287. 8) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 288/289. 9) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit.pág 290/291. 10) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 291/292. 11) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 293. 12) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 295. 13) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 296 14) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 298 15) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 300. “P.M.” se refiere a “Plana Mayor” . 16) Cabanellas de Torres, Guillermo: Op. cit. T.IV, pág. 10 17) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 302 18) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 305 19) Perón, Juan Domingo (Cap.): Op. cit. pág. 305 20) González, Horacio: Op. cit. pág. 345. Para la consideración de las distintas perpectivas de quienes participaron activamente en el golpe, ver; Fraga, Rosendo: “Perón, el yrigoyenismo y la revolución de 1930”, en Revista “Todo es Historia”, Buenos Aires, Ago. 1999, nro. 385, págs. 24/32 (cartas de Perón a Sarobe).

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¿Por qué Clausewitz? Falta todavía un estudio amplio sobre la recepción del teórico prusiano de la guerra en nuestro país. En el año 1922 el Círculo Militar edita en un tomo los tres primeros Libros de “De la Guerra” -en una traducción por lo menos dudosa-, no escapando al comité editorial la importancia de la obra: “Al hacerlo se aparta de su norma de conducta de no publicar obras que estén en español; la excepción se justifica por estar casi agotada la edición española y por tratarse de una obra que, no obstante los años transcurridos, sigue siendo de actualidad y debe figurar en la biblioteca de todo oficial” (1) La influencia germana en el ejército seguía ominipresente (2), y manifiesta en materia de publicaciones militares, aunque esta vez la traducción de Clausewitz había sido hecha en España. En abril de 1955 aparece una obra de Benjamín Rattenbach en la que se aborda a Clausewitz, en forma cautelosa y sintética (2): “La lectura de la voluminosa obra (el original alemán, por ejemplo, comprende unas 800 páginas) requiere mucho esfuerzo. Quien deba recurrir con tal fin a la traducción española, editada por la Biblioteca del Oficial (3), tendrá que hacerlo con mucho cuidado, porque contiene algunas omisiones y varios errores. Asi, por ejemplo, en el prólogo del autor aparece intercalado en el texto una nota que, en realidad debe ir al pie de página, por lo cual queda interrumpida la unidad de exposición. Más adelante los traductores cometen varios errores y, sobre todo, confunden los términos de “fin” con “objetivo”, que Clausewitz emplea siempre en sentido distinto; el primero, en el orden político y el segundo, en el orden militar” (4) Lector atento, Rattenbach destaca la influencia de Clausewitz en los grandes conductores militares: “...algo debe haber en esa obra cuando hombres de mentalidades tan dispares como Moltke y Engels, Hitler y Lenin han tratado de deducir de ella los principios de su acción de lucha. Engels, el compañero de Carlos Marx, hizo un extenso comentario de la misma y Lenin, según cuenta Trotzky, la consideraba como su obra preferida y la tenía marcada con muchas notas marginales.”(6). “...es curiosa la evolución que hubo en los últimos años respecto a la valoración de esta obra. Los franceses supieron apreciarla desde un principio.”(7) Como veremos más adelante, esta es una afirmación errónea pero que no invalida las líneas siguientes: “Quien lee por ejemplo el libro de Foch ‘Los principios de la Guerra’ se encuentra con citas de Clausewitz desde el principio hasta el fin” (8)

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Una afirmación similar a esta podemos hacer en relación a los “Apuntes de Historia Militar” de Juan Domingo Perón, Mayor del Ejército, a la fecha de su redacción. Foch se encuentra en buena parte de esta obra; por tramos, de manera literal. Clausewitz en Foch y Foch, entre otros - pero principalmente - en Perón, es lo que intentaremos mostrar en los capítulos que siguen. En primer lugar realizando una suscinta exposición de los principios fundamentales de “De la Guerra” contenidos en sus dos primeros Libros, comenzando por destacar los núcleos temáticos de la teoría general de la guerra en Clausewitz, que volveremos a encontrar, adaptados, en la obra “Conducción Política” de Perón; un conjunto de clases que resultan inexplicables, a su vez, sin la consideración de los “Apuntes de Historia Militar”, deudores de los “Principios de la Guerra” de Foch en más de un sentido.

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NOTAS 1) Clausewitz, Carlos von (Gral.): “De la Guerra”, versión directa de la 5ta. edición alemana por Abilio Barbero y Juan Seguí; Buenos Aires, Círculo Militar, Biblioteca del oficial, Vol XLII ,1922, 288 págs. Esta edición será utilizada en este tramo del trabajo como fuente principal sin dejar de señalar otras traducciones de la obra, como indicaremos más adelante, por estimar que fue la utilizada por Perón. Las nuevas traducciones al castellano comienzan a circular a partir de la década del ’60, aunque existe una edición, en 1952, de los Libros I-IV de la obra por parte del Estado Mayor Naval del Uruguay, sin indicación de traductor, pero cuyos primeros tres Libros constituyen una revisión de la traducción de Barbero y Seguí, a la que se agregarob el Prólogo a la primera edición alemana, de la esposa de Clausewitz, y una nota de este. 2) Ver: Maligne, Augusto A. (Tte.Cnel.): “Historia militar de la República Argentina durante el siglo 1810-1910”, Buenos Aires, Ed. La Nación, 1910, 207 págs.; Mayo, Carlos: “El capital alemán y los orígenes del nacionalismo argentino”, en: Revista ‘Rincón’, Buenos Aires, may-jun., 1975, nro.5; Barret White, Elisabeth (Disertation):“German influence in the Argentine Army”, Corcoran Department of History, University of Virginia, 1986, 335 p 3) Rattenbach, Benjamín (Gral. de Div.): “Estudios y Reflexiones”, Buenos Aires, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, 1955, Vol 438ª. 128 págs. < “3.Estudio sobre Clausewitz”. Págs. 25/34> 4) Se refiere a la traducción de Barbero y Seguí. 5) Rattenbach, Benjamin (Gral. de Div.): Op. cit. pág 25 6) Rattenbach, Benjamín (Gral. de Div.): Op. cit. pág. 27. Si bien la fuente de esta última afirmación es el libro “Técnica del golpe de Estado” de Curzio Malaparte, un autor no siempre confiable, se encuentra no obstante corroborada en: V.V.A.A.: “Clausewitz en el pensamiento marxista”, México, Ediciones Pasado y Presente, 1979, 208 págs. (en particular “La Obra de Clausewitz ‘De la Guerra’.Extractos y acotaciones” por Vladimir I. Lenin, pp. 49/98). Sobre el vínculo positivo de Engels con Clausewitz, ver: Engels, Federico: “Temas militares.Selección de Trabajos (1848-1895)”, Buenos Aires, Ediciones Estudio 1966, 324 págs. (en particular “De la introducción al folleto de Borkheim ‘En memoria de los furibundos patriotas de 1806-1807’ ” págs. 258/260).En contra: Stalin, J.: ibid. “Respuesta del Mariscal Stalin <al Coronel E. Razin>” págs. 103/106 7) Rattenbach, Benjamin (Gral. de Div.): Op. cit. loc. cit. 8) Rattenbach, Benjamin (Gral. de Div.): Op. cit. loc. cit. A ello debemos agregar, como indicaremos más adelante, la presencia de Colmar von del Goltz en la obra de Foch; autores ambos fundamentales, en materia de fuentes, en lo que hace al objeto de este estudio

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Clausewitz – Los grandes temas. En la definición de la guerra, CLAUSEWITZ utiliza un procedimiento que podríamos denominar ficcional (“como si”) para introducir su concepto: “No queremos remontarnos aquí a una pesada definición de publicistas, sino detenernos en el elemento de la guerra, en el combate singular. La guerra no es otra cosa que un combate singular amplificado. Si queremos concebir como unidad el simulacro de combates singulares que la constituyen, nada mejor que representarnos dos luchadores.Cada uno pretende, por medio de la fuerza física, someter al otro al cumplimiento de su voluntad; su fin inmediato es derribar e incapacitarlo para ulterior resistencia. La guerra es, pues, un acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad.(...) La energía, es decir, la energía física (...) es el medio; someter el enemigo a nuestra voluntad, el fin político.”(1) El combate singular, el duelo (2) constituye una “figura” es decir “...una representación intelectual puramente provisoria y transicional en el camino de la investigación sobre la esencia de la guerra (...) Los dos luchadores o partes de ese gran duelo <la guerra> buscan lo mismo utilizando idéntico medio, lo que hace que su situación sea simétrica.” (3) En palabras de Clausewitz: “Cada uno pretende, por medio de la fuerza física, someter al otro al cumplimiento de su voluntad; su fin inmediato es derribarlo e incapacitarlo para ulterior resistencia” (4) En los libros I y II (demasiado filosóficos según un traductor francés de la obra), Clausewitz desarrolla elementos metodológicos enmarcados en la filosofía de la época, que no llegan a condicionar sus conclusiones sobre la naturaleza de la guerra. Entre las escuelas estratégicas dominantes en su época, la de von Bulow y la de Bernhorst –entre el racionalismo y el escepticismo-, la teoría de Clausewitz representa un compromiso teórico, donde los aspectos abstractos encontraban su ajuste en la realidad: “...Este espacio de reflexión recuerda tanto en su forma cuanto por su solución la encrucijada a la que se enfrentó Kant” (5) sostiene Fernández Vega, probablemente el mejor conocedor del pensamiento de Clausewitz en nuestro país. En Clausewitz, “El argumento dialéctico avanza de tesis a antítesis, pero sin perseguir una síntesis; más bien, se comparan la teoría y la realidad, y se mezclan solo hasta donde permite la realidad (...) <Clausewitz> combinó la explicación teórica del hecho evidente de que la guerra no consiste en un solo estallido o en un grupo de acciones simultáneas

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(... ) con discusiones (...) destinadas a exponer todo lo claramente posible la modificación que el concepto de la guerra verdadera, absoluta, sufre en la realidad (...) El poder analítico generado por esta relación dialéctica entre lo absoluto y lo real, entre la filosofía y la historia, era enorme.”(6)

El Libro II de la obra, por su parte, constituye al decir de Aron el equivalente de una epistemología, de una ‘teoría de la teoría’. (7). Escritos los Libros I y II en épocas diversas – el capitulo 1 del Libro I es, en realidad, su coronación de la obra. Hallaremos en ellos precisiones metodológicas, enunciados, y esbozos de teorías que, adaptados, resuenan como un eco lejano en el “corpus” principal de la obra escrita de Perón. En particular la “maravillosa trinidad”. (8) “No porque modifique algo su naturaleza en cada caso concreto podemos ver en la guerra simplemente un camaleón, sino que, según el conjunto de sus manifestaciones, y en relación con las tendencias dominantes, constituye una maravillosa trinidad, compuesta del poder primordial de sus elementos, del odio y la enemistad que pueden mirarse como un ciego impulso de la naturaleza, de la caprichosa influencia de la probabilidad y el azar, que la convierten en una libre actividad del alma, y de la secundaria naturaleza de un instrumento político, por la que recae puramente en el campo del raciocinio” (9) Esquemáticamente, tendremos: A) Odio y enemistad (ciego impulso de la naturaleza) B) Probabilidad y azar (posibilitan la libre actividad del alma) C) Naturaleza secundaria <subordinada> de la guerra (recae en el campo de la razón) “El primero de estos aspectos es mas bien propio de los pueblos, el segundo de los generales y sus ejércitos, y el tercero de los gobiernos.” (10) “Estas tres tendencias que aparecen como otras tantas constituciones distintas se basan en la íntima naturaleza de los asuntos y son de variable magnitud. La teoría que descuidara una de ellas o que las quisiera ligar por arbitrarias relaciones, se pondría instantáneamente en tal oposición con la realidad, que tal causa bastaría para anularla. El problema consiste en mantener estas tres tendencias como entre focos de atracción.”(11) Según Peter Paret: “De los tres elementos que para él formaban una guerra, relaciona ‘las fuerzas naturales ciegas’de la violencia, ante todo con la sociedad en su conjunto, con la gente, con el individuo. El ‘margen de que gozarán el juego y el valor en el reino de la probabilidad y la casualidad’ lo relaciona sobre todo con las fuerzas armadas. El elemento político de la guerra, el área que considera más sujeta al razonamiento deliberado, pertenece al gobierno.”(12)

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Fernández Vega sistematiza la “extraña trinidad” en relación a las facultades del conocimiento de la siguiente forma:

GUERRA

Elementos Sujetos sociales Facultades del conocimiento

Impulsos naturales. Odio, enemistad, violencia primitiva, pasiones: intenciones hostiles

Pueblo Pasión intuitiva

Virtudes morales y cálculo Azar y probabilidades, valor, fuerzas morales, juicio del genio militar

El jefe y su ejército Imaginación reflexiva y entendimiento

Inteligencia pura Política, causa original: intereses hostiles

El estado y su gabinete Razón

Sin embargo cabe matizar este esquema con las puntualizaciones de Paret al respecto: “Clausewitz no establece explícitamente divisiones discretas; al argumentar, emplea términos relativos y rechaza afinidades exclusivas.”(13) “...sus distinciones analíticas fundamentales coexisten con algunas suposiciones marcadamente subjetivas; las emociones brutas que dan energías para toda acción eficaz descansan en la sociedad. Es misión del liderazgo político abstraer esas energías sin sucumbir a su poder irracional.”(14) Con esta matización, cobra un sentido menos esquemático la labor mediadora del jefe militar: “Representa al gabinete del estado y a su política, pero también organiza e introduce un orden en la masa humana que compone su ejército. El jefe se enfrenta así a una tarea política moderna: gobernar grandes masas movilizadas, aunque con el sentido de utilizarlas en los enfrentamientos militares. Posee intuición, pero sus juicios son producto de una lógica racional que armoniza las difusas pasiones empíricas de las masas, por un lado, con los principios abstractos de la más elevada inteligencia política, por el otro.” (15) La formulación tripartita, que no se articula en la tríada tesis-antítesis-síntesis ni tiene parentescos con el esquema hegeliano, constituye un núcleo organizativo de la exposición de Clausewitz (recordemos la “teoría suspendida entre estas tres tendencias como entre focos de atracción”).

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Tambien encontraremos formulaciones tripartitas en la enunciación de las acciones recíprocas, las que sintéticamente pueden formularse así:

a) no existen límites en el empleo de la fuerza, b) la guerra es siempre el choque de dos fuerzas vivas y el objetivo es el desarme del enemigo (debe ser considerado en ambos bandos) y c) una vez cuantificados los recursos (objetivos) y apreciada la firmeza de voluntad del enemigo (que hace lo mismo con nosotros en ambos aspectos) surge una nueva puja que en el campo especulativo debe llevar el intento hasta el último extremo. (16)

La misma formulación triádica es empleada para deslizar el tránsito de una

formulación de la guerra en dos términos (el “duelo”) a otras de tres términos (la“extraña trinidad”):

“Pero todo se transforma al pasar de la abstracción a la realidad. Allí todo quedaba

subordinado al optimismo y debíamos concebir tanto unas cosas como otras, no solo tendiendo a la perfección, sino alcanzándola. Sucederá esto en la realidad?. Así sucedería cuando:

1) La guerra fuera un acto aislado que naciera de repente y sin relación alguna

con la vida anterior del Estado. 2) Cuando consistiera en una resolución o serie simultánea de resoluciones. 3) Cuando llevara en si la resolución definitiva y no influyera en esta, mediante

el calculo, la consecuente acción política.” (17) Pero aún nos movemos en el campo de lo abstracto. Como señala el mismo Clausewitz: a) La guerra nunca es un acto aislado, b) No consiste en un golpe aislado sin duración y c) El resultado de la guerra no es un “absoluto”. (18) Esta tripartición, y sus consideraciones negativas introducen las necesarias correcciones a una concepción (también tripartita) abstracta de la guerra. A partir de sucesivas incorporaciones de conceptos la teoría irá constituyéndose, mediante el método que Aron llama “de modificación”. Así aparecerán las leyes de probabilidad, el fin político de la guerra, la noción de duración y suspensión de hostilidades, el principio de polaridad, la fricción, etc. que dotarán de creciente consistencia a la teoría, a partir de la articulación de esquemas crecientemente complejos en constante confrontación con la realidad.

La formulación tripartita, que resume en sí un elemento metodológico clave de la obra de Clausewitz, la encontraremos en Perón resumida y modificada en la articulación Conductor-Cuadros-Masa. Una atención especial merecen los párrafos de Clausewitz sobre la teoría y el arte de la guerra, ya que articulan sus fundamentos gnoseologicos.

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Juzgado críticamente por Paret: “Su taxonomía sigue modelos convencionales (...) Dejando a un lado su percepción y su realismo, su taxonomía es fundamentalmente impresionista (...) el análisis general de Clausewitz de las fuerzas psicológicas se resiente debido a que con demasiada frecuencia estas fuerzas solo se tratan en el contexto del genio” (19) Esta afirmación es corroborada, al menos parcialmente por las propias palabras de Clausewitz: “La gran diversidad de la individualidad moral es principalmente la que con la probabilidad y el azar reparte de manera tan desigual los acontecimientos, y como su influencia es mayor en los puestos más altos y crece con estos, en ellos debe estudiarse de manera preferente.”(20) Sin embargo, no debe perderse de vista que esa supuesta limitación, en realidad es una remisión a un ámbito – el de la decisión- en un tipo particular de realidad –la guerra- donde la teoría, en palabras del propio Clausewitz - “es una antítesis de la realidad” (21), y donde las particularidades –dada su naturaleza- deberán ser resueltas en forma excepcional, por el sujeto de excepción: el genio guerrero. Pero que entiende Clausewitz por genio?. Su definición no remite a ninguna hipóstasis o formulación trascendente, sino que se encuentra anclada en la percepción común, pero orientada por el objeto de la guerra: “...entendemos por genio las excepcionales facultades del espíritu para ciertas actividades (...) debemos fijarnos principalmente en toda orientación común de las facultades del alma hacia la actividad guerrera, orientación que entonces podemos mirar como esencia del genio guerrero (subrayados en el original)”. (22) Como una paradoja más de las que cruzan -y sostienen- la obra no encontraremos en este punto crucial una doctrina elaborada, ni siquiera con fundamento en los conocimientos psicológicos de la época. La definición surgirá de una modificación del concepto vulgar, determinada por la adaptación creciente del campo semántico de ese concepto común, a la realidad configurada por el despliegue específico de la realidad de la guerra. Contra toda lógica humanitarista, en relación a la cual se manifiesta en forma reiterada de modo irónico y condescendiente, encontramos esta afirmación aparentemente paradojal: “...en pueblos salvajes nunca se encuentra o lo más raras veces, un gran caudillo, lo que podemos llamar un genio guerrero, pues para ello es necesario un desarrollo intelectual que no puede encontrarse en pueblos incivilizados”. (23)

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Instintos calificados como primitivos, presentes en cualquier guerra (una actividad arraigada en la vida social, en suma) no son la condición necesaria para el génesis del talento militar: este es un producto de la alta cultura:

El renombre de los pueblos que han brillado por sus guerras: “...han coincidido siempre con las épocas de mayor cultura. Esto ya nos deja adivinar cuan grande es la participación que las fuerzas intelectuales tienen en la magnitud del genio guerrero”. (24) La guerra, comarca del peligro, requiere del valor como la primera y más importante propiedad del guerrero. Pero también la guerra es la comarca de la incertidumbre y del azar: “En ramo alguno de la actividad humana ha de dejarse a ese advenedizo mayor espacio, porque ninguno está en diversos aspectos en más constante contacto con él. Aumenta la incertidumbre de todas las circunstancias y modifica la marcha de los acontecimientos...Si la inteligencia ha de mantener felizmente esa constante lucha con lo inesperado, le son indispensables dos propiedades: una el raciocinio, para que aun en esa oscuridad no carezca de algunos detalles de luz que la conduzcan a la verdad, y otra el valor necesario para seguir a esa luz tan tenue. La primera se designa gráficamente con la expresión francesa ‘coup d’oeil’, la otra es la resolución (subrayados en el original)”. (25) La articulación de estos procesos psicológicos y las facultades morales anejas que le son consustanciales, con la realidad específica de la guerra, se hace a través del proceso de la fricción. Pero que es la fricción? Lejos de ser un proceso de desgaste mecánico, pareciera significar otra aplicación practica del método de modificación utilizado por Clausewitz, que puede ser visto tanto desde del punto de vista teórico (corrección y resemantización de conceptos) como desde el punto de vista de la ejecución de la guerra y las particulares modificaciones que va produciendo en los individuos, en la masa, y en el propio conductor de la guerra. (26) Fricción entonces, es un elemento pavoroso capaz de consumir las mejores intenciones: “Fricción es el solo concepto que corresponde a la diferencia existente entre la guerra real y la guerra en el papel.(...) Los peligros que la guerra lleva consigo las fatigas corporales que exige aumentan tanto el mal, que pueden estimarse como las causas mas eficientes del mismo. Esta horrible fricción, que no se encuentra como en mecánica sobre pocos puntos, está por todas partes en contacto con el azar, provocando acontecimientos no calculables, pues en su mayor parte pertenecen a aquel (subrayado en el original)”. (27) “...la cosa ya no marcha de por sí como una máquina engrasada sino que empieza a ofrecer resistencias que toca vencer a la fuerza de voluntad del general(...) Al

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compás que se extinguen las energías individuales, a las que ya no incita ni arrastra la propia voluntad, la inercia de la masa toda va haciéndose sentir poco a poco sobre la voluntad del general; en el entusiasmo de su pecho y en la luz de su inteligencia deben encenderse de nuevo la intención decidida y con ella el faro de la esperanza de todos los demás; mientras posea tal capacidad podrá contar con las masas y mantener su dominio sobre ellas; mas tan pronto como esto cese y el propio valor no tenga la fuerza suficiente para reanimar el valor colectivo, se sentirá atraído por las masas a la baja región de la naturaleza animal, que retrocede ante el peligro y desconoce la vergüenza.”(28) Líneas arriba había señalado, con anticipación excesiva lo que en realidad constituía el corolario de su análisis de las condiciones del genio guerrero: “...esto no constituye, ni con mucho, la carga más pesada, pues al fin sólo tiene que luchar consigo mismo.”(29) Este escepticismo relativo que trasuntan el método expositivo y las conclusiones parciales de Clausewitz, constituyen el primer estadio para definir los contornos de la teoría de la guerra, que desarrollará más ampliamente en el Libro II de “Von Kriege”. “Guerra –dirá- , en su apropiada significación, es lucha, pues la lucha es el único factor eficaz en la variada actividad que en su acepción más amplia llamamos guerra. Lucha es la medida de las fuerzas morales y materiales por medio de esta últimas (subrayado en el original).” (30) Conviene que retengamos esta definición porque, modificada, y con el mismo eco de confrontación y de medida lo volveremos a encontrar en el Perón de “Conducción Política”. “Los inventos –agrega- (...) se organizarán según la naturaleza de la lucha, de la cual reciben la ley; pero la actividad que de ello se ocupe es claramente distinta de la lucha misma; es solamente la preparación la lucha, no la dirección de ésta.”(31) Retengamos otras definiciones, útiles para nuestro objeto:

-“La idea estricta del arte de la Guerra será (...) el arte de servirse en la lucha de los medios dados, y podemos designarla mejor con el nombre de Arte de la Dirección.”(32)

-“Es, pues, según nuestra división: Táctica, la enseñanza del empleo de tropas en el combate; y Estrategia, la enseñanza del uso de los combates para el fin de la guerra (subrayado en el original).” (33)

-“Plenamente convencidos de la verdad del resultado de nuestras consideraciones, dividiremos las actividades pertenecientes a la guerra en dos grupos principales: las que sólo son preparatorias de la guerra y en las de la guerra misma. Esta división debe ser aplicable asimismo a la teoría (subrayado en el original).” (34)

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Clausewitz se percibía como el auténtico teórico de la guerra, lo que provocó las previsibles reacciones entre sus contemporáneos (a los que no ahorró criticas mordaces) (35) reacciones que con distintos tonos, algunos virulentos, se desparramaron también entre quienes le sucedieron. En el intercambio de ‘gentilezas’, de amargo sentido crítico, uno de sus contemporáneos contendientes (el barón de Jomini), lo descalifica de la siguiente manera: “No se le puede negar al general de Clausewitz una gran instrucción y una pluma ágil, pero esta pluma, que a veces divaga un poco, es en principio demasiado pretenciosa para una discusión didáctica, cuyo primer mérito debe ser la simplicidad y la claridad. Por otra parte el autor se muestra demasiado escéptico en cuanto a la ciencia militar, y su primer volumen no es sino una diatriba contra toda la teoría de la guerra, mientras que los dos volúmenes siguientes, plagados de máximas teóricas, prueban que el autor cree en la eficacia de su doctrina, aunque no en las de las ajenas...”(36) Un dato paradojal es que Clausewitz cayó, en lo inmediato en el olvido, mientras Jomini pasó a ser uno de los autores más estudiados en el s. XIX...para constituirse en nada más que en una curiosidad histórica. Mientras, Clausewitz, fue rescatado paulatinamente hasta encontrar “...discípulos en casi todas las naciones, e incluso en cada una de las clases sociales, y continuadores suyos aparecen a derecha e izquierda, aún en nuestra época: Mc Arthur y Mao Tse-Tung”. (37) En el Capítulo II del libro II, formula un repaso de las teorías objeto de su crítica, para concluir ferozmente: “Todos se esfuerzan por hallar la solución dentro de una extensión limitada cuando en la guerra todo es indeterminado, y los cálculos deben hacerse con una aproximación claramente variable. Dirigen sus razonamientos solamente sobre factores materiales, mientras que el acto guerrero resulta de acciones y fuerzas de espíritu, Consideran la acción en un solo campo, mientras que la guerra consiste en una constante influencia recíproca de ambos contendientes.”(38) ¿En que se han traducido estas teorías? Cuál ha sido su resultado? “Todo lo que no pudo ser abarcado por tan mezquino saber quedó fuera del cercado científico, era el campo del genio al cual se elevó sobre las reglas (subrayado en el original).”(39) La introducción del tema del genio guerrero nuevamente, abre la puerta a la consideración de magnitudes cuyo análisis entorpece la formulación de una teoría de laguerra, sin dejar por ello de ser imprescindible su realización: las “magnitudes morales”, “lo espiritual”, que no aparecen explicitados más allá de una vaga percepción de sentido común. Ellos resultarán la vía para fijar una apotegma que reviste el carácter de principio

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epistemológico: La imposibilidad de la enseñanza positiva de la guerra del que se deriva un principio subordinado “la teoría es una antítesis de la realidad”. (40) “... ya que debemos confesarnos que es claramente imposible proveer al Arte de la Guerra de un cuerpo de doctrina que pudiera ofrecer en toda ocasión como punto de apoyo a los actores de la guerra”. (41) Esta aparente recaída en el escepticismo metodológico de tipo pirrónico, absoluto, es superada mediante dos vías de acceso…que conducen a un nuevo escepticismo- aunque esta vez matizado-; ámbito en el cual la teoría, como cuerpo abstracto es reducido a conjunto de saberes de articulación azarosa con la práctica, y la “ciencia” comienza a perfilarse como preludio del “arte”, reservando para tal fin un puesto esencial al “genio”, al Gran Capitán o Conductor. La primera vía alude a las personas y a las cosas. En relación a las personas, la actividad de la guerra no debe entenderse de la misma manera para los distintos puestos de los combatientes:

“El valor de la abnegación personal se pone más a prueba en los inferiores, pero las dificultades de concepción y juicio son infinitamente más escasas, el campo de lo imprevisto es más ceñido, fines y medios son en número más limitado; los datos más determinados; muchas veces se tienen de manera palapable. Pero cuando más ascendemos, tanto más crecen las dificultades hasta que alcanzan su grado más alto en el mando supremo, de tal modo que en él casi todo debe abandonarse al genio”. (42) El funcionamiento de la “maravillosa trinidad” tiene aquí una aplicación práctica, limitada por la “fricción”. Ya lo había señalado en el Libro I, a propósito del “genio guerrero”: “Existe una gran distancia entre un general en jefe, esto es, el general al que esté encomendada la dirección de toda una guerra o de las operaciones en uno de sus teatros y la jerarquía inferior bajo su mando, por la sencilla razón de que quien desempeñe este cargo está sometido a una dirección y vigilancia mucho más próxima, quedando para su actividad espiritual un círculo mucho menor.” (43) Considerando la cuestión desde la división de las cosas, tampoco son iguales las dificultades: “...sino que disminuyen a medida que las acciones se realizan más decididamente en el mundo material, y aumentan en tanto que las acciones pasan a ser de orden moral, y se convierten en motivos que determinan la voluntad. Por eso es más fácil determinar por reglas teóricas el orden interior, la disposición y dirección de un combate que el uso del mismo (...) En una palabra, la táctica ofrecerá muchas menos dificultades para una teoría que la Estrategia”. (44) La segunda vía o recurso para “la posibilidad de una teoría” es desligarla de la posibilidad de constituirla en regla para la acción. La eliminación de un correlato estricto

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entre teoría y realidad, la apropiación subjetiva (en forma creciente) de la teoría hace que esta vaya “...perdiendo su apariencia objetiva para tomar la subjetiva de conocimiento (...) Si la teoría existe, servirá para que cada uno no tenga necesidad de investigar y coordinar de nuevo la cuestión, sino que la encuentre clara y ordenada. Ella educará para la guerra el espíritu de los futuros jefes, o, mejor aún, los servirá de guía en la educación de si mismos, pero no los acompañará en el campo de batalla...” (45) Arriba así a un corolario: “Desde este punto de vista es posible dar una teoría de la dirección de la guerra que sea satisfactoria, esto es, últil y que nunca esté en contradicción con la realidad, y dependerá solo de su manejo inteligente (46) el ligarla íntimamente con el obrar, de tal modo, que la ilógica diferencia entre la teoría y la practica desaparezca por completo...” (47) Si la teoría debe considerarse como estudio, y no como doctrina, alejada de la enseñanza positiva capaz de proveer en el campo de la abstracción soluciones “hic et nunc” cabe preguntarse: ¿ como se materializa, como se objetiva este “saber” al que se arriba por vías tan dispares? El primer requisito es que se transforme el “saber”en una segunda naturaleza, como tal no instintiva, pero muy cercana al reflejo condicionado: “La reacción intelectual, el aspecto constantemente vario del asunto hace necesario que el actor lleve consigo todo el mecanismo de su saber, que sea capaz de dar por sí mismo en todas partes la decisión exigida en cada instante. Por consiguiente, el saber debe cambiarse en un verdadero poder (48) por su completa asimilación en la vida y el espíritu propios (subrayado en el original).” (49) Si “saber” es distinto que “poder” (o poseer la “habilidad real”, el dominio sobre la materia), no debe en consecuencia confundirse teoría con arte: “Estamos acostumbrados a compendiar bajo el nombre de teoría del arte, o, lo que es peor, sencillamente arte, los acontecimientos (que en sí pueden ser completamente científicos) necesarios para la práctica de uno cualquiera; por ello resulta que, generalizando este razonamiento, llamamos arte todo aquello en que se llega a un conocimiento absoluto, capaz de llevar a la práctica la cuestión conocida, por ejemplo, la Arquitectura; y ciencia cuando se trata sencillamente del conocimiento de la cuestión; por ejemplo las Matemáticas, la Astronomía. Es evidente, por lo tanto, que en la teoría de un arte pueden aparecer ciencias completas.” (50) En esta clasificación de los saberes, donde el saber propiamente dicho encuentra su objetivación (como “poder”) en el arte; la ciencia tiene el lugar correspondiente al “conocimiento”. Mediante un procedimiento dialéctico, de oposiciones, arriba a la conceptualización de la guerra como Arte:

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“Donde la lógica marca el límite, donde terminan las premisas, que son el resultado del conocimiento donde comienza el juicio, allí comienza el arte. Pero no solo esto: la comprensión por la inteligencia es ya un juicio, y, por consiguiente, arte, y, finalmente también lo es el conocimiento por los sentidos.” <TESIS> (51)

A estos fundamentos gnoseológicos, de creciente formalidad, agrega, mediante un procedimiento paradojal, la descripción de una figura abstracta que opera formalmente como ejemplo negativo: “En una palabra, si hacemos pensar un ser humano con la capacidad de conocer únicamente, sin juicio, y al contrario con este y sin aquella, aun no podríamos separar con completa claridad la ciencia del arte.” <ANTITESIS> (52) En los intersticios de la resolución o superación aparecen en apretada síntesis todos los elementos que hemos referenciado hasta aquí (desde el “genio guerrero”hasta el “poder”como facultad o habilidad positiva): “Cuanto más se materializan estos tenues destellos de la verdad, tanto más determinada se hace su esfera de acción; la parte de esta esfera en que se trate de crear y realizar el objeto de aquella, corresponde al arte; la ciencia reina donde el fin sean las investigaciones y conocimientos. De todo lo dicho se deduce que es más apropiado decir Arte que Ciencia de la guerra.”<RESOLUCION> (subrayados en el original) (53). Sin embargo ello no nos debe llevar a equívoco en cuanto a la naturaleza de la guerra, que no es una cuestión de gabinete o meramente libresca: “Diremos, pues, que la guerra no pertenece al campo de las ciencias y las artes, sino al de la vida social. Es un conflicto de grandes intereses que tiene sangrienta resolución, y en esto se diferencia de los otros.”(54) ¿Una nueva conceptualización de la guerra? No. Simplemente la reconducción de la misma a su articulación de medios y fines. Al decir de Aron: “Así como la ciencia difiere del arte por su finalidad propia (el conocimiento), la guerra difiere de la política por su medio específico, la violencia. La especificidad del medio – la violencia- y la indeterminación de los fines –solo fijados por la política- explican la dificultad de una teoría de la conducción de la guerra. Esta teoría, en efecto, se detiene en el fin (55) que resulta de la especificidad del medio y que permanece lógicamente subordinado al fin último, de orden político, impuesto al estratega e indeterminado en múltiples aspectos.”(56) En los Capítulos V (“CRITICA”) y VI (“ACERCA DE EJEMPLOS”) del Libro II, de resonancias kantianas el primero y no exento ambos de planteos historicistas,

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(57) o al menos de comprensión histórica, encontraremos claves en afirmaciones de este tipo: “...la crítica consiste en la aplicación de la verdad teórica sobre los hechos reales...” (58) Privilegiarán a aquella -en su relación con la vida práctica- por sobre la enseñanza de los ejemplos históricos. La historia –y el “exemplum”, en todo caso- serán siempre funcionales a la teoría, a su proceso de incorporación (nunca determinantes en su elaboración), y a la “habilidad real” de la ejecución.

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NOTAS 1) CLAUSEWITZ, (Gral.) Carlos von: Op. cit pág. 21/22.En 1968 se reeditó el volumen, completándose la obra conforme el siguiente plan: Libros IV-V, el el volumen II (Trad. del Tte. Cnel. Julio Roulier, 1968,390 págs.a partir de la edición francesa de 1886: “Théorie de la Grande Guerre”, Trad. du Lt.-Cnel. De Vatry, París, que no comprende los dos primeros libros “trop essentiellment philosophiques” ni los dos últimos de la obra original, por hallarse en estado de esbozo); Libro VI, en el volumen III (Trad. del Cnel. J.T. Goyret, 1969, 391 págs., a partir de la edición francesa de 1955 “De la Guerre”, Trad. de Denise Naville, Editions de Minuit, París, 1955); Libros VII-VIII cartografía y notas del trad.en el volumen IV (Trad. del Cnel. J.T. Goyret, 1970, 270 págs., de la misma edición francesa). 2) Así se encuentra traducido ‘Zweikampf’ al francés (“duel”), por D. Naville, y al castellano (“duelo”) por R.W. de Setaro.Utilizamos también la traducción de este último -impresa en varias oportunidades (Ver: Clausewitz, Karl, von: “De la Guerra”, introducción y epílogo de Pierre Naville, Barcelona, Ed. Mateu, 1972 (que reproduce parcialmente la argentina de Mar océano –1960-, a su vez reeditada por Solar S.A. –1983- , y Karl von Clausewitz :“De la Guerra”, Ed. De Ciencias Sociales, La Habana, 1975, 716 págs., reproducciones de las anteriores). 3) Fernández Vega, José: “Carl von Clausewitz.Guerra, política, filosofía”, Buenos Aires, Ed. Almagesto, 1993, 118 págs., p.25/26. Sobre el método filosófico de Clausewitz ver págs 24-28 y 47-51; y especialmente, PARET, Peter: “Clausewitz y el Estado”, Trad. de Ma. José Triviño Seoane, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1979, 630 págs; pags. 481-515. 4) Clausewitz, (Gral.) Carl von: Op. cit. <ed. del Círculo Militar> pág. 21 5) Fernández Vega, J.: Op. cit. pág. 61.Sobre los vínculos de Clausewitz con la filosofía de la época, en particular con la “dialéctica” de Kant y de Hegel, ver: Aron, Raymond: “Pensar la guerra, Clausewitz. –I La era Europea”, Trad. de Carlos Gardini, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1987 (Cap.IX: ‘De la teoría a la doctrina...4. La dialéctica de los conceptos: Kant y Hegel’-págs. 272-281). 6) Paret, Peter: Op. cit, pág. 496 7) Aron Raymond: Op. cit. loc. cit. pág. 115 8) ’wunderliche’ en el original, “étonnante”, en la versión de Naville y “extraña"en la versión de Setaro. 9) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op.cit. pág.47 10) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. loc.cit. 11) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op.cit. loc. cit.

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12) Paret, Peter: Op. cit. pág. 498 13) Paret, Peter: Op. cit. loc. cit. 14) Paret, Peter: Op. cit. pág. 499 15) Fernández Vega, J: Op. cit pág . 71 y Clausewitz, Carlos von (Gral. ): Op. cit. pág. 89. 16) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit pags. 24-26 17) Clausewitz , Carl von (Gral.): Op. cit. pág 27 18) Clausewitz , Carl von (Gral): Op. cit. pág .27-30 19) Paret, Peter: Op. cit. pág. 507 20) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. pág 139 21) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op.cit. pág 141 22) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. pág 67/68 23) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. pág. 69. 24) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. loc. cit. 25) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. págs.70/71. 26) Para una exposición moderna del concepto de fricción, ver: Watts, Barry D.: “Clausewitzian Friction and Future War”, Washington, INSS, McNair Papers 52, Oct. 1996, 133 págs. 27) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. pág. 104/105 28) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. pág. 76 29) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. loc.cit. 30) Clausewitz, Carlos von (Gral.): Op. cit. pág 115 31) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pág 115 32) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op.cit. pág. 116 33) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pág. 117 34) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op.cit. pág. 124

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35) En la “Nota” al “Prologo”, dice: “Quizá no sea imposible escribir una teoría de la guerra sistemática, sólida y razonada; pero las actuales están muy distantes de tal cosa. Su espíritu anticientífico, por completo inconsecuente, en su ansia de conseguir el enlace y conjunto del sistema, la llena de vulgaridades lugares comunes y palabrería de toda clase (el subrayado es nuestro)” <op. cit. pág. 16>. A continuación no se priva, citando a Lichtemberg, de plantar una temible ridiculización de la palabrería y las soluciones abstractas. 36) Aron, Raymond: Op. cit. T.I. pág.213 37) Naville, Pierre: “Introducción. Karl von Clausewitz y la teoría de la guerra”, in: Karl Von Clausewitz: De la guerra”, op. cit. pág. 9 de la ed. barcelonesa.Recordemos que esta introducción es traducción de la francesa, del mismo autor, correspondiente a la Edición des Minuits de la obra principal (1955). 38) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op.cit. pág 133 39) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op.cit. loc.cit. 40) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit . pag. 141 41) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pag. 141 42) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pág. 142 43) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pág. 88 44) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pág. 142 45) Clausewitz, Carl von (gral.): Op. cit. pág. 143 46) Aquí aparece otra vez la presencia del “genio”, pero no como figura solitaria sino vinculado al manejo (inteligente = modalidad que le está reservada) de la teoría. Así lo corroboran los párrafos XXXIX y XL del Libro II. Esta aparente circularidad del vínculo “genio guerrero”/teoría pareciera derivarse del sentido de la “fricción”, que estaría reservada a los escalones más bajos de la conducción y del escenario de la guerra. 47) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pag. 144 48) “habilidad real”en la traducción de Setaro. 49) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op.cit. pág. 154. 50) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. loc. Cit. 51) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pág . 156

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52) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. loc. cit. 53) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. págs. 156/157 54) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pág. 157 55) Aquí, siguiendo a Rattenbach, debiera interpretarse “fin” (Zweck) como sinónimo de objetivo (Ziel), y dentro del ámbito de la guerra. 56) Para una intepretación que constituye una “filosofía de la filosofía”, en particular de los dos primeros libros de “De la Guerra”, hemos consultado: Glucksmann, André: “El discurso de la guerra”, Trad. M. Martí Pol, Barcelona, Anagrama, 412 págs. especialmente págs. 11-72 57) Aron, Raymond: Op. cit. T. I. Pág. 221 58) Clausewitz, Carl von (Gral.): Op. cit. pág. 167

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EL METODO EXPOSITIVO DE PERÓN Hipótesis sobre las fuentes.

Una nota distintiva del método de conocimiento (de “comprensión” dirá Perón) que propone en las obras que consideraremos, es el carácter “compositivo”, donde laten oscuras reminiscencias kantianas. (1) Vorlander (2), exponiendo el “método trascendental” de la filosofía kantiana dice: “...si el método trascendental o crítico no debe ser ni dogmático ni escéptico, ni lógico, ni psicológico, ni metafísico, ni genético, que le queda aun para exponer <de> ‘la posibilidad de la experiencia’? Respuesta: un procedimiento formal y, sin embargo, distinto del de la Lógica “formal”, que se propone traer la experiencia entera, a una unificación total (durchgangiser Einhelligkeit) a una concordancia consigo misma, en resumen a unidad...” (3) En los “Apuntes de Historia Militar” (4) hará hincapié – (en las ‘Advertencias’de la segunda edición, del año 1934)- en las cuestiones metodológicas, con lejano pero análogo eco en relación a las condiciones de posibilidad del conocimiento: “El estudio de la estrategia, como toda disciplina científica, está sujeta al método, y por ello no puede ser ni absolutamente idealista ni exclusivamente empírico. Debe captarse también que el verdadero y único método para llegar a la verdad no puede ser tampoco ni la observación, ni la comparación, ni la inducción aisladas, sino que es la reunión de todas estas operaciones, ayudadas por los principios de la razón.”(5) En una cita sin referencia al origen de la misma, dice: “La aplicación ordenada (en relación de medio a fin) de todas nuestras fuentes y facultades intelectuales a la presencia de lo cognoscible constituye la ley objetivo-subjetiva del método correspondiente a la naturaleza del conocimiento como obra ideal-real.” (6) y continúa, esta vez con sus propias palabras: “Según esta ley, no es el método simple esfuerzo del sujeto activo, sino que consiste en la aplicación, de parte de él, de las leyes de la inteligencia y de las categorías a la presencia de lo cognoscible.Pone así el sujeto en acción los medios que en sí encuentra y los aplica (no los crea), aunque en conformidad con lo que exige el fin, o, en otros términos, el método es subjetivo-objetivo.” (7) alertando contra un excesivo empirismo y reduciendo la lógica aplicada a sus límites destaca la unidad del método:

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“...es necesario recordar que la filosofía y la lógica (subrayados en el original) indican que el método es uno y total en relación al fin de conocer la realidad y de poner en ejercicio las leyes de cumplirlo, y ellas no pueden ser olvidadas sin desmedro.”(8)

Más adelante afirmará apodícticamente: “...No puede haber método sin ser sintético-analítico; su ley general consiste en experimentar, razonar y verificar los resultados de la razón especulativa.

Con ambos medios perseguimos idéntico fin: afirmar la unidad del método, probar los hechos por las ideas y las ideas por los hechos y conocer la realidad.”(9)

corolario del programa metodológico afirmado previamente:

“...es necesario aunar los métodos indicados <analítico y sintético>, preparar el concierto del idealismo con el empirismo.”(10) Un antecedente local: Manuel Ortiz Pereya Esta “legislación” en materia gnoseológica formaba parte no solo del bagaje académico o escolástico, sino que constituía un espíritu de época extendida a otras actividades más militantes. Así, Manuel Ortiz Pereyra (11), con citas del krauso-positivista Pedro Dorado Montero y de De Roberty (12), articulaba un método de conocimiento con características similares, análogas tensiones internas e idéntico afán didáctico, y cuyo horizonte ineluctable era el relativismo:(13) “...para llegar al conocimiento de una verdad, el método consiste en considerar: 1) El sujeto. 2) Los diferentes puntos de vista del sujeto. 3) El objeto. 4) Las diversas circunstancias en que ese objeto pueda presentarse. De Roberty, uno de los puntales de su esquema, nos devuelve a la “ley objetivo-subjetiva del método correspondiente a la naturaleza del conocimiento como obra ideal-real” a la que se subordinaba Perón: “Que se reflexione toda realidad se puede constatar y obtener de dos maneras; la una llamada sensible y subjetiva, la otra conceptual y objetiva. Henos ahí en presencia de las dos grandes fases atravesadas por la evolución del saber humano que podemos, desde luego, definir como el pasaje de lo concreto, siempre particular (sensible), jamás el mismo (subjetivo) a lo abstracto, siempre general (conceptual) y constantemente el mismo (objetivo).” (14) Perón: Relativismo gnoseológico y método compositivo.

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Mientras que las matizaciones de Ortiz Pereyra (“...los distintos puntos del espacio y del tiempo en que el observador pueda colocarse con respecto al objeto, las diversas posiciones de ese objeto con respecto a aquel”.) (15) son los presupuestos de su relativismo gnoseológico, en Perón serán las clasificaciones didácticas del método las que en definitiva determinarán un resultado similar: “Estos dos procedimientos: análisis y síntesis, se suceden en el desenvolvimiento de la inteligencia y se compenetran en la complejidad de lo real y de la unidad de nuestra propiedad de conocer, base para distinguir (análisis) y asemejar (síntesis) (subrayados en el original) (...).(16)

El privilegio en la enseñanza del método sintético no debe llevar a confusión: “Para la enseñanza...es indispensable y no puede prescindirse de él, ya que es descendente, porque marcha de lo simple a lo compuesto; deductivo, porque va de lo general a lo particular; compositivo, por las funciones que en el predominan; racional porque parte de las verdades generales; sintético, porque condensa la complejidad de los objetos en la unidad de lo simple; y expositivo o de enseñanza, por la inflexibilidad con que conduce y afirma.”(los subrayados en el original)(17) “...es necesario proceder sintéticamente: dando al principiante las verdades generales susceptibles de fijar, y analíticamente: llevándolo a la ejercitación y comprobación de esas verdades en el caso particular.”(subrayados en el original) (18)

“...<el joven oficial> En posesión <de las verdades generales> deberá ir a los casos concretos que la historia de la guerra le presentará, y en ellos analizará causas y efectos y llegará a las conclusiones que su criterio pueda fijar” (el subrayado es nuestro) (19) Puesta entre paréntesis la tautología en la que incurre en la enumeración y definición de las notas distintivas del procedimiento sintético, serán las tensiones entre el sujeto y el objeto, el idealismo y el empirismo, lo general y lo particular, lo sintético y lo analítico las que recorrerán el proceso de conocimiento y condicionarán su resultado final: un resultado provisorio, relativo, anclado “a las comprobaciones que el criterio pueda fijar”. En definitiva, la maleabilidad de la materia a enseñar y las cambiantes condiciones del sujeto se vinculan, no en forma especular ni definitiva, sino de manera lineal y provisoriamente a un conocimiento calificado por la precariedad. Si la filiación de los vaivenes metodológicos en Perón -en el campo gnoseológico- no son fáciles de seguir y conllevan una faceta de conjetura, su modalidad expositiva, en cambio, se mantendrá dentro de cierta ortodoxia académica: el apego a la autoridad de la fuente y a la invocación del criterio de autoridad para cristalizar la necesidad del objeto de estudio.

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En los “Apuntes...” serán los “Principios de la Guerra” del Mariscal Foch (20) la guía -seguida casi al pie de la letra- para introducir ese objeto –la Historia Militar-, letra que se proyectará en forma inesperada dos décadas después, en “Conducción Política”. Como una caja china, a su vez el estudio de la Historia Militar tendrá un objeto: La conducción de la guerra, y apunta la definición de Balk: “...conducir la guerra con experiencia ajena, porque la propia es difícil poderla cosechar, cuesta cara y llega tarde.” (21)

Así como se negaba a practicar “el sistema de enseñar por el error” porque “...poner un tema de historia militar concreto a un principiante que nunca ha tratado y desconoce lo que es, por ejemplo, un plan de operaciones” y sobre su solución hacerle observaciones para que las aprenda, sería lo mismo que si a un aspirante a músico, en sus primeras lecciones, su maestro le dijera ‘siéntese y toque el Himno Nacional, que yo se lo voy a corregir’”. (22)

Ambas observaciones, con el estilo campechano incluido, las encontraremos casi a la letra en “Conducción Política” : “Yo recuerdo que cuando era alumno de esto, habían importado aquí, al país, un método que era el de trabajar sobre el error. Nos ponían un tema, por ejemplo, “Plan de operaciones, análisis de tal operación, juicio crítico” (...) Es lo mismo que si a uno que aprende música, el director le dijera: ‘Siéntese; toque el Himno Nacional, que yo voy a corregir’.” (23) “La experiencia propia en la conducción es difícil. Generalmente llega tarde y cuesta cara, porque se aprende sobre los errores, y la experiencia en carne propia es, en política, maestra de los tontos; hay que tratar de aprender en los errores que cometen los demás.” (24) Esta materia resistente que es el objeto de la Historia Militar, nos permitirá mediante su estudio: a) Buscar contacto con los acontecimientos mismos b) Llegar a cada caso concreto, y c) Sacar de él enseñanzas de todo orden

La Historia Militar es omnicomprensiva “...pudiendo considerarse que la guerra, en su concepto más integral, está abarcada por los estudios históricos militares. La estrategia recibe de ella las enseñanzas (...) La táctica recibe asimismo sus principios y formas de ejecución (...) La organización tiene en la historia militar las enseñanzas sucesivas que le han hecho evolucionar en servicio de una mejor conducción, que resumen su finalidad fundamental: servir a la estrategia y la táctica” (subrayados en el original). (25)

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Nos encontramos todavía en el campo estrictamente militar: la organización sirve a la estrategia y a la táctica, las que sirven a su vez a una mejor conducción. Por otra parte, en la delimitación de su objeto de enseñanza (bajo el acápite “Forma de su estudio”) reduce su intervención “hasta la batalla misma y dentro de ella lo que corresponda al Comando Superior”. (26) Estas sucesivas aperturas y cierres del objeto, impuestas por el reclamo académico, no lo inhiben de ratificar el prestigio de la materia. Así, Napoleón, Federico II, Clausewitz, Schlieffen, Balk, Jomini y Foch constituirán el auxilio que cierra toda posible discusión al respecto. (27) La referencia a los “grandes conductores” (de los que la Historia Militar extrae las virtudes “que es necesario desarrollar e imitar para preparar a los generales del futuro”) (28) no queda confinada en el argumento de autoridad, sino que es la clave que se articula naturalmente, con lo que Foch denomina “los factores morales”, y que será un tema recurrente y leit-motiv en “Conducción Política”de Perón.

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NOTAS 1) Sobre la recepción del kantismo en la Argentina, hasta la década de 1930, ver: DOTTI, Jorge: “La Letra Gótica.Recepción de Kant en la Argentina, desde el romanticismo hasta el treinta” , Buenos Aires, Fac. de Fil. y Letras-UBA, 1992, 247pp.-Constituye un casi completo panorama del período, aunque excluye el tratamiento de algunos manuales didácticos, de probable uso o acceso en las Academias Militares.(v.gr.: de Elías Martínez Buteler: “Filosofía General”, Buenos Aires, Valerio Abeledo Editor, 1908, 226 pp.; de Eduardo J.Newton: “Apuntes de Filosofía” (De acuerdo al programa de ingreso de Abogacía), Buenos Aires, 1927, 222 pp, o de Alfredo Coviello, los “Apuntes de Filosofía” ,Buenos Aires, 1929, 244 pp, recogidos para el mismo fin que el anterior – aunque de factura superior-, sobre la base de las clases de Coriolano Alberini. 2) El mismo Dotti destaca la importancia, no suficientemente reconocida, dice, de la “Historia de la Filosofía” de Karl Vorlander, que traducida por J.V.Viqueira, y editada en dos tomos en Madrid en 1922, con prólogo de Ortega y Gasset, circulaba en Argentina por las mencionadas fechas (op. cit.pág.152, n.nro.133). 3) Vorlander, Karl: op. cit. Vol. II , pág.160.- 4) Perón, (Mayor) Juan Domingo: “Apuntes de Historia Militar.Parte Teórica”, Buenos Aires, Circulo Militar, Biblioteca del Oficial, 2da. edición (aumentada y corregida), XI-1934, 323 págs. + 17 croquis. 5) Perón, (Mayor) Juan Domingo: op. cit., pág. 13 6) Perón, (Mayor) Juan Domingo: op. cit., loc. cit. 7) Perón, (mayor) Juan Domingo: op. cit., loc. cit. 8) Perón, (Mayor) Juan Domingo: op. cit., loc. cit. 9) Perón, (Mayor) Juan Domingo: op. cit., pág.15 10) Perón (Mayor) Juan Domingo: op. cit., loc. cit. 11) Ortiz Pereyra, Manuel: “La tercera Emancipación.Actualidad económica y social de la República Argentina”, Bs. As., J.Lajouane & Cia.Editores, 1926, 205 págs. 12) Sobre la filiación filosófica de Dorado Montero puede verse: Sánchez-Grangel Santander, Gerardo: “Pedro Dorado Montero.Un penalista salmantino”, Junta de Castilla y León, Col. Villalar, 1990, 169 pp. , especialmente pág 133. De Roberti (sic) era el autor de textos recomendados por el ¿kantiano? Rodolfo Rivarola como “obras de estudio y de consulta” en el ‘Programa del curso de ética y Metafísica de

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1904’ (Vid.: Rivarola, Rodolfo: “Escritos Filosóficos”, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Filosofía, UBA, 1945, pág.33). 13) Precisamente el capítulo donde expone su teoría se denomina: “Ciencias relativas y provisorias” (Ortiz Pereyra, M.: op.cit. Cap. I pp. 1-17). 14) De Roberty: “Les Concepts de la raison et les lois de l´universe en: Ortíz Pereyra, M.: op. cit. pág. 3. 15) Ortíz Pereyra, M.: op. cit., loc. cit. 16) Perón, (Mayor) Juan Domingo: op. cit. pág.14. 17) Perón, (Mayor) Juan Domingo: op. cit. pág.14. 18) Perón, (Mayor) Juan Domingo: op. cit. pág.15. 19) Perón, (Mayor) Juan Domingo: op. cit. pág.15. 20) Foch, (Mariscal) F.: “Los principios de la Guerra”, Buenos Aires, Circulo Militar, Biblioteca del oficial, Vol. 300, trad. Del Tte.Cnel. Eneas Colombo, 1943, 453 pp. Utilizamos esta edición –al parecer la primera edición argentina-, que solo registra pequeñas e insignificantes variantes de traducción en relación a las citas que de ella hace Perón en los “Apuntes...”. Existe una traducción anterior, en un volumen con idéntico titulo aparecida en Chile, en 1919, según consigna el “Catálogo de la Sección Materias Militares-Indice alfabético por materias y autores-”, Buenos Aires, Circulo Militar, Biblioteca Nacional Militar, 1940, 208 pp. Pág. 55. 21) Perón (Mayor) Juan Domingo: “Apuntes de historia militar” pág. 19. En este punto es manifiesta la distancia teórica con Clausewitz, en relación al valor de los ejemplos. Por otra parte, el ámbito y objetivo académicos del curso clausuraban la posibilidad de realizar indagaciones en busca de conclusiones teóricas más matizadas. Aquella valoración, sin embargo, será abandonada en forma terminante en “Conducción Política”. 22) Perón, (Mayor) Juan Domingo: Op. cit. pág.12. 23) Perón, Juan Domingo: Conducción Política, Buenos Aires, Escuela Superior peronista, 1951, 287pp., pág 13. 24) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 150. 25) Perón (Mayor), Juan Domingo: “Apuntes...” pág.19 y 20. 26) Perón, (Mayor) Juan Domingo: Op. cit. pág.21. 27) Perón, (Mayor) Juan Domingo: Op. cit. pág.21.

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28) Perón, (Mayor) Juan Domingo; Op. cit. pág.21.

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DE LOS “PRINCIPIOS DE LA GUERRA” DE FOCH A LOS “APUNTES DE HISTORIA MILITAR” DE PERON. Ferdinand Foch Ferdinand Foch (1851-1929) como teórico de la guerra tendrá una decisiva influencia en el Perón profesor militar. Si bien la recepción de Foch en la Argentina se halla mediada por su adaptación sin dificultad a las exigencias de la enseñanza militar de las primeras décadas del s.XX, no dejó de ser una figura controvertida en la propia Francia y su labor juzgada de manera contradictoria. Para Jean Guitton, Foch “...pensó con veinte años de anticipación lo que debía hacer, ilustrando en su vida ese extraño poder del pensamiento profundo que es el de profetizarse a sí mismo (...) Lo que es notable en el camino que sigue el espíritu de Foch es la facultad de abarcar los grandes conjuntos y elegir sus puntos de aplicación en función de los mismos, considerados en grande, tanto en el espacio como, sobre todo, en el tiempo...” (1) Esta exégesis laudatoria se halla completamente ausente en Raymond Aron y sustituida, a su vez, por una crítica negativa “Foch retoma ideas clausewitzianas sobre el valor de la historia y la enseñanza militar mediante la historia (...) aboga por la historia, pero demuestra una curiosa falta de sentido histórico (...) se limita a las guerras napoleónicas y la de 1870. Restringe, pues, la experiencia histórica a sus dimensiones más estrechas. ¿Por que? Foch parte de la convicción de que la guerra moderna, para la cual Francia debe prepararse, será nacional (...) Confunde el concepto de guerra absoluta con la realidad de las guerras nacionales (...) En todo caso, Foch, al igual que C. Von der Goltz, no distinguió entre guerra absoluta y guerra real, y aproximó el concepto de guerra absoluta al de guerra total o, si se prefiere, de movilización total de los recursos con miras a una decisión radical (subrayado en el original).” (2) Mas adelante agregará: “Las referencias a Clausewitz se multiplican a propósito de los jefes militares, de las fuerzas morales y de la acción decisiva (...) ¿Pertenece el pensamiento de Foch a la posteridad de Clausewitz? El futuro mariscal ha tomado de la traducción francesa del Tratado algunos temas y algunas palabras. Pero suponiendo que sea un alumno de Clausewitz, es un mal alumno.” (3) El juicio final sobre Foch es lapidario: “Es imposible encontrar en Principios de la guerra un método de pensamiento o una conceptualización (4) (...)el conjunto presenta un carácter sincrético más que sintético

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(...) El lector encuentra incluso en este libro, no sin asombro, ideas sobre “psicología de los pueblos” que circulan de siglo en siglo por la literatura militar.”(5) La distinta factura de “Vom Kriege”, un tratado sobre la guerra inconcluso, con un innegable peso del aspecto metodológico tanto en la elaboración como en la exposición en sus dos primeros libros, y de “Los principios de la guerra” (6)- una exposición para oficiales de una escuela militar - nos permitirían matizar el juicio de Aron al reconducir ambas obras a sus fines generales. Este militar de brillante trayectoria –Jefe de Estado Mayor General del Ejército en 1917, presidente del Comité Militar Ejecutivo de Versalles en 1918 y Comandante en jefe de los ejércitos aliados que emergían de la Guerra Mundial I- era suficientemente conocido en nuestro medio en los años 20 y los años 30, circulando algunas de sus obras en castellano.(7) Son precisamente “Los Principios de la Guerra” donde Clausewitz se torna omnipresente sin ser excluyente, junto con Colmar von der Goltz. La recepción de Clausewitz por Foch, y algunos de los aspectos de la estructura expositiva de “Los Principios...” los volveremos a encontrar en el Perón autor de los “Apuntes de Historia Militar”. Al igual que Foch, Perón pretendía ejercitar a sus alumnos en la solución de los problemas siempre variados de la guerra “mediante una gimnasia intelectual, basada en el estudio de la historia” (8) destacando las condiciones morales- determinadas por el carácter nacional de las masas involucradas - en particular a partir de las guerras napoleónicas. El factor o la variable moral es un leit-motiv recurrente en la teoría de Foch que tiene su argumento final en la batalla: Así, aludía a lo que consideraba la esencia de la guerra a fines del s. XIX:

“Guerra cada vez más nacional. Masas cada vez más considerables. Predominio cada vez mayor del factor humano. Necesidad en consecuencia, de volver a esta conducción de las tropas que establece la batalla como argumento, que emplea la maniobra para llegar a ella. Conducción caracterizada por: preparación, masa, impulsión (subrayado en el original).” (9) El tema moral, que poco tiene que ver con una concepción humanitaria de la guerra, contra la que el propio Foch advierte, se vincula sin embargo a un tema reiteradamente mal interpretado cual es el tema del aniquilamiento que no tiene como finalidad la supresión individual (aunque esta opere como medio y resultado inmediato en la mayoría de los casos) sino a la invasión del mundo moral del oponente:

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“ ‘La desmoralización, dice el General Cardot, es finalmente la causa y la explicación verdadera del éxito...La victoria decisiva, la victoria verdadera, es la victoria moral.’ Von de Goltz continúa: ‘No se trata de aniquilar a los combatientes enemigos como de aniquilar su coraje...’. Y, además, se reduce al enemigo no por aniquilamiento individual y completo, sino destruyendo sus esperanzas de victoria.”(10) Este contexto moral –centrado en la voluntad- y la decisión, es decir, la batalla serán los dos niveles principales que articularán la exposición de los “principios de la guerra”. En Foch encontramos, como encontramos en Perón, la crítica a la enseñanza de estos principios por el método racional, que tendía a hacer de la guerra una ciencia exacta, con prescindencia de sus actores principales, los hombres. Reivindica en cambio el rol del ejemplo histórico; la relatividad de los factores sobre el fondo de principios invariables en su función, aunque no en su aplicación. El ejemplo histórico como herramienta de conocimiento de los principios de la guerra adquieren su relevancia a partir del desastre de 1870, que enfrenta a Francia a “...espíritus formados por la enseñanza de la historia, por el estudio de casos concretos, pues, desde el comienzo del siglo, los comandos del Ejército prusiano fueron instruidos de esa manera por Scharnhorst, Willisen y Clausewitz.”(11) La enseñanza de los principios, a través del ejemplo histórico, resulta así de un tercer método alejado tanto de “una enseñanza positivista de una teoría científica” (racionalista) como de “una enseñanza experimentada en la guerra” (puramente práctica). Este método posibilitará la creación, no a partir de datos positivos (incompletos por naturaleza), ni morales (variables e indeterminados) sino a partir de hechos. Evidentemente hay en Foch una distinción entre “dato positivo” donde en peso recae en lo cuantitativo de la información involucrada, y “hecho” entendido éste como “drama histórico” “Renunciando a producir por el trabajo puro del espíritu, por el simple razonamiento, una teoría completa, se la ha creado partiendo de los hechos. Se ha dicho: Puesto que la guerra es un drama espantoso y apasionado, estudiemos el drama mismo. Veamos obrar a los actores en las diferentes escenas que la componen (subrayado en el original).” (12) La frase reintroduce el prestigio del “exemplum” histórico, una guía relativa para captar normas genéricas (los principios) que regulen la acción (la conducción) en una práctica azarosa (la guerra). La relatividad de la aplicación de los principios estará determinada por las exigencias de la práctica concreta y por la calidad de quien los ejecuta.

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Este carácter relativo es destacado doblemente en Foch a partir de la enunciación genérica de los mismos (y de su condicionamiento por la aplicación concreta, que no descarta): “Principio de la economía de fuerzas. Principio de la libertad de acción. Principio de la libre disposición de las fuerzas. Principio de la seguridad, etc.....” (13) Con reminiscencias de Clausewitz, introduce la distinción entre arte y teoría que veremos esencial en el Perón de “Conducción Política”: “...podemos establecer con razón que: el arte de la guerra, como todas las otras artes, tiene su teoría, sus principios, o bien no sería un arte (subrayado en el original)”. (14) De la mano de Napoleón (“La guerra es ante todo, un arte simple y todo de ejecución”) Foch reintroduce a Clausewitz, a través de la dialéctica de saber y poder: La finalidad de la enseñanza de los principios de la guerra, mediante el método de estudio del “drama histórico” no se confina en el resultado -doblemente criticado- “platónico de erudición”, al decir de Foch. La teoría, en sí misma, como orden conceptual cerrado sin aplicación es rechazada: “...más allá del saber, ella tiende al poder; por sobre el conocimiento de los principios, prosigue su aplicación constante, única capaz de desarrollar el juicio, el carácter, la facultad de obrar racionalmente (...) Para poder es necesario saber, esto es indiscutible... (subrayado en el original)”.(15) Aparece así, sintetizado en extremo, el Capítulo II de “De la Guerra”de Clausewitz, en especial el parágrafo XLVI (‘El saber debe convertirse en “poder” ’). Clausewitz reaparecerá en la definición de los caracteres de la guerra moderna que hace Foch (su carácter nacional de masas), en su apología de la batalla como elemento de decisión final en la guerra, en la articulación de otra trinidad guerrera: preparación, masa e impulsión, en la crítica a la errónea utilización de los principios de la guerra, y en la revalorización de los aspectos morales de la guerra. (16) Para Foch la guerra es equivalente a una rama de la fuerza moral; la victoria es igual a la superioridad moral del vencedor, a la depresión moral del vencido y la batalla una lucha de dos voluntades; ofreciendo una faceta esquemática (aparece el tema del duelo clausewitziano en el capítulo dedicado la batalla) fácil a la critica que impulsaba Aron. (17)

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Sin embargo “la destrucción de las fuerzas organizadas del enemigo” a través de la batalla “único argumento de la guerra” (18), encuentran su matización en una concreta definición del concepto de aniquilamiento, como objetivo de la guerra. (19) Foch en Perón: El esfuerzo por transformar a Perón en un epígono criollo del fascismo europeo, eludió sistemáticamente toda consideración de los “Apuntes de Historia Militar” –entre otras de sus obras- que lo colocan en realidad en el rol de un seguidor bastante fiel, adaptándolo a las necesidades de la cátedra, del Mariscal Foch. La recepción de este dato, no invierte el plano de filiación haciendo de Perón un francófilo, sino que sienta sobre sus bases reales las influencias intelectuales en Perón y los préstamos conceptuales que éste extraía de los manuales al uso en su época de profesor de Historia Militar. Si en los aspectos metodológicos Perón tributaba al ambiente intelectual vigente en la Argentina del primer tercio del s. XX; en auxilio de la calidad del profesor que pretendía adoctrinar sobre “la enseñanza de la guerra por la historia militar” -como señalábamos en el capítulo sobre el método expositivo de Perón-, devenía Foch su guía indispensable, – hasta la transcripción literal de larguísimos párrafos- para introducir a los jóvenes oficiales en esa enseñanza. Las finalidades y los aspectos metodológicos de la enseñanza de la historia militar, sobre cuyas virtudes y limitaciones se extendía Clausewitz en el capítulo VI (‘Acerca de ejemplos’) del Libro II de “De la Guerra”, y que Foch compactaba junto con otros aspectos teóricos de Clausewitz en el capítulo I de “Los Principios...” (‘De la Enseñanza de la guerra’) reaparecen en Perón como una manifestación vicaria de este último, en varios puntos. La enseñanza de la guerra, la crítica a los sistemas puramente especulativos o crasamente empiristas en las enseñanzas militares y el reclamo de la historia como base para una enseñanza racional tienen en Perón un origen directo en “Los Principios...”de Foch (20) “Es necesario crear apoyado en los hechos mismos. Es necesario ir entonces a los hechos recurriendo a la historia militar, para comprender el fenómeno complejo de la guerra.” (21) A su vez, los apartados: “D.-Teoría de guerra y doctrina de guerra”, “E-La teoría como base del estudio”, “F.-Método a seguir para la enseñanza de la guerra por la historia” del punto “3.-Metodologiá del estudio de la historia militar” y el punto “4.-Diferentes conducciones según los hombres y las épocas”, todos del Capítulo I (“La Historia militar”) de los “Apuntes...” constituyen una reproducción, y por tramos una glosa, de las págs.28-43 de “Los Principios...” de Foch, con una interpolación sobre la doctrina de guerra, de Juan Lucio Cernadas. (22)

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Este segmento teórico-metodólogico de los “Apuntes...”, estructurado con reiteración de citas, constituye no obstante el entramado de ideas básicas, que convenientemente adaptadas a su objeto volveremos a encontrar en “Conducción Política”. De la mano de Peucker y Dragomirow, traídos por Foch, aparece la dialéctica entre la historia de la guerra y su enseñanza, y entre teoría y arte, modulados ambos polos contradictorios por el azar y la figura del conductor. La enseñanza de la historia no puede reemplazar a la experiencia adquirida pero sí puede prepararla. La imposibilidad de una ciencia de la guerra, no impide alcanzar la formulación de una teoría, ya que “todo arte puede y debe tener su teoría”. Si bien la teoría no crea genios (23), la misma crea una técnica, sin la cual sería imposible elevarse hasta la cima del genio. (24) Aquí hallamos los primeros antecedentes de la tan zarandeada expresión –atribuida a Perón- de que el “conductor nace no se hace” que volveremos a encontrar en “Conducción Política” y cuyo recto sentido tal como se desprende del contexto es distinto: el genio nace, pero es dable alcanzar las alturas del genio mediante la potencia del estudio y del trabajo. (25) El abismo, por otra parte, existente entre teoría y práctica entre “la concepción científica del arte de mandar” (26) y la puesta en práctica de esa verdad solo se logra mediante la aplicación de esa verdad a casos particulares. El azar y la fricción clausewitzianos vuelven a aparecer bajo otra faz, esta vez bajo el anhelo de aprehender lo variable: “...una enseñanza práctica comporta la aplicación a casos particulares de los principios fijos sacados de la Historia, con el propósito de preparar la experiencia, de aprender el arte de mandar, de dar, por fin, el hábito de obrar correctamente sin tener que razonar. Hemos dicho casos particulares y no casos generales porque en la guerra sólo existen casos particulares; todo es asunto especial nada se reproduce. En primer lugar las premisas del problema raras veces son ciertas, jamás definitivas. Todo se encuentra en estado de constante modificación y deformación (subrayados en el original). (27) A la enseñanza le está destinada la pesada tarea de cubrir el hiato entre la teoría y la práctica, preparar para la experiencia, sin ser aún la experiencia “del arte simple y todo de ejecución” (Napoleón) que es la guerra y cuyo precio negativo es la falta de perdón ante el fracaso. Otra exigencia no menor de la enseñanza es la de inculcar “el hábito de obrar correctamente, sin tener que razonar”, incorporando el producto de la secuencia repetida como una segunda naturaleza. “Conducta racional, prolongación de un estudio objetivo, tal es el primer resultado cierto y común, garantizado a todos los que abordan el estudio en esta forma: ¿de qué se trata? En seguida, una vez adquirido el hábito de estudiar y obrar así en numerosos

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casos concretos, el trabajo se hace en cierto modo inconsciente, instintiva y automáticamente, y esto en razón del desarrollo dado en ese sentido a los reflejos cerebrales”. (28) Este tributo a la psicología de la época no se traduce en una reverencia servil a los contenidos de la enseñanza de la Historia Militar ni a los principios de la guerra, que pueden operar, en momentos de crisis extremas como un verdadero lastre: “Verdy du Vernois lo prueba. Da al diablo la historia y los principios, pero explota el conocimiento que tiene de ellos, porque sin posesión de su tema, sin la costumbre adquirida de reflexionar, de discutir de decidir, no hubiera podido hacerlo al afrontar una situación difícil.” (29)

Como señala Perón, glosando a Foch: “...la aplicación de la teoría aprendida y la solución de cada caso, encarado por su punto de vista puramente objetivo”. (30) La dialéctica de las dualidades. El aniquilamiento: El caso concreto, particular, será la piedra de toque que catalize –en medio del peligro- el sedimento de la enseñanza y las condiciones del conductor. Las dualidades introducidas: racionalismo / empirismo, historia de la guerra / experiencia, teoría / arte, genio “natural” / genio del trabajo (31), caso general / caso particular, teoría /práctica y enseñanza / hábito son el preludio de otras dos distinciones que consideramos fundamentales por su perpetuación en el tiempo en el pensamiento de Perón: La distinción entre lo inerte y lo vital en la teoría de la guerra y el elemento variable y el invariable en la misma. El conductor será el elemento vital mientras que la teoría (entendida como conjunto de preceptos, reglas y principios del arte) será el elemento inerte. El elemento inerte será incluido genéricamente dentro del “arte militar”, como su elemento invariable (cuyo “valor constante está en la verdad de un principio mecánico” (32), y constituyendo a aquel junto con los elementos variables, de naturaleza técnica y funcional En la estructuración del Capítulo II de los “Apuntes...” convergen, a través de Foch, nuevamente Clausewitz, Von der Goltz. Las clásicas definiciones de Clausewitz son reiteradas, destacando la primacía de la política sobre la guerra tanto en la preparación como en la conducción de las operaciones. De la mano de Von der Goltz y Foch, preconizará la decisión rápida mediante la batalla, con una crítica expresa a la escuela militar dieciochesca que hacía del privilegio de la maniobra sobre la batalla un mérito. (33)

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El tan debatido tema del aniquilamiento es presentado por Perón dentro de sus límites en este temprano trabajo de 1932, sin grandes pretensiones teóricas y al hilo de las disquisiciones de Clausewitz sobre fin y medios de la guerra. El carácter ficcional del duelo en Clausewitz no se le escapa: la imposición de nuestra voluntad al adversario a través de la figura del “duelo” es vista por Perón como una “comparación” y no como una construcción acabada en si misma. (34) El tema del aniquilamiento –la destrucción del poder del adversario-, concepto de contenido variable en el tiempo, se halla establecido según Perón en forma definitiva: “Debemos considerar que el fin propio de la acción guerrera es dejar indefenso al enemigo. Ello implica para la guerra misma: o bien la destrucción del poder del adversario (su aniquilamiento) o la conveniencia de ceder ante la perspectiva de males mayores en caso de seguir la acción (subrayado en el original).” (35) Las causas de la guerra, los factores morales y materiales son el preludio al Capítulo III: “La preparación para la guerra” cuyo primer apartado: “El concepto de la Nación en Armas” es un largo comentario con transcripciones y glosas del libro homónimo de Von der Goltz. La presentación de Perón sienta los núcleos principales que desarrollará doce años más tarde –en algunos puntos, a la letra- desde la perpectiva de la Defensa Nacional (“si vis pacem para bellum”). (36) Lo “orgánico”: Un aspecto de particular relevancia a considerar en Perón es su idea de “lo orgánico”. Este concepto que aparece originalmente en los “Apuntes...”, y será utilizado reiteradamente en “Conducción política” ha sido erróneamente interpretado (37) en términos organicistas, es decir, en el sentido de opuesto a lo mecánico. Sin embargo de su lectura se desprende que alude simplemente a la “organización”, y como tal, determina una articulación del todo y las partes, es decir una preeminencia de los aspectos “mecánicos” por sobre toda otra consideración. No se trata de la presencia de ninguna entelequia o principio vital que

otorgue sentido o funcionalidad a las partes, sino de su articulación con vistas a un fin.

Por eso Perón habla de “los factores orgánicos”, de la importancia que entrañan para la preparación y ejecución de la guerra. “No debe entenderse por organización el mero fraccionamiento de las fuerzas, sino la preparación de todas las actividades que conciernen al ejército mismo, en la más grande previsión de sus necesidades (...) ¿Quién da las bases para esa organización? Responderemos: el conductor, porque siendo él quien recibe las hipótesis de guerra del director de la política es él quien determina el plan de operaciones, que no es otra cosa que el establecimiento de cómo piensa “aniquilar al enemigo” (subrayado en el original). (38)

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Se establece de esta manera, en forma abstracta y sin mayores complejidades el principio que debe regir la organización de las fuerzas: deben ser en sus condiciones generales, adecuadas a las necesidades, tanto en su aspectos cuantitativos como en la calidad. Ambos son variables del plan de operaciones determinado por el conductor. El primero tiene por objetivo el cumplimiento del un axioma napoleónico reiterado obsesivamente por Foch: asegurar la cantidad en los lugares y tiempos previstos. La calidad, por su parte, apunta a las tareas a ejecutar por las tropas y las carácterísticas generales y particulares que esas tropas deben satisfacer. Perón desglosa sintéticamente la dimensión cualitativa del siguiente modo: 1) Organización: Comandos. Tropas. Servicios. 2) Doctrina: Leyes. Reglamentos. 3) Instrucción: Oficiales. Tropas. Servicios. (39) Se advierte en primer lugar la disociación existente entre el conductor y el “director de la guerra” (dimensión de la política), disociación que volveremos a encontrar reformulada en “Conducción Política” cuando Perón disocie a su vez la labor de gobierno de la labor de conducción política. Uno de los corolarios de la concepción de Clausewitz acerca de la guerra como continuación de la política, es el de la subordinación del poder militar al civil “ya sea en la paz como en la guerra” que genera a su vez una exigencia insoslayable: que la guerra sea preparada y sea conducida con la más absoluta unidad de acción. (40) Como reiterará más adelante: “...la unidad de preparación como la unidad de ejecución (...) Nada puede ser más importante para la condución acertada de un ejército que el empleo de las diferentes partes de éste sea hecho con la más absoluta unidad de concepción y acción.” (subrayados en el original). (41) Su propio corolario es que: “...la ejecución de un plan debe ser hecha por el mismo que lo ha combinado, nadie podrá hacerlo en su lugar en forma de que las operaciones salgan ganando”. (42)

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Sin embargo, todas estas previsiones tienen un límite objetivo e inapresable: el azar. Tomadas precisamente para acotar su ámbito de influencia no logran dominarlo. Esta conciencia es la que le hace decir a Perón: “...las previsiones y medidas del plan de operaciones pueden llegar hasta la primera batalla. Más allá entra en el campo de lo imprevisible y por lo tanto no es posible planear acción alguna (...) En la guerra, puede preverse que después de la concentración comenzará el imperio de la incertidumbre, que es la regla de la misma”. (43) Vemos perfilados así grandes núcleos conceptuales que serán permanentes en el pensamiento de Perón: la unidad de concepción (de la cual la preparación es un aspecto de su puesta en práctica) y de ejecución, y la incertidumbre –con base en el azar-, respecto a la cual la concepción y ejecución unificadas intentan operar como premisas limitantes. El conductor: En el Capítulo VIII de los “Apuntes...” dedicado a la conducción, ocupa un papel central la figura del conductor, la parte “viviente” del arte de la guerra. El conductor es según esta concepción, “el alma de la conducción”, “el artista”. La comprensión del hecho de la guerra tendría su condición de posibilidad en la interacción del creador y el aspecto “inerte”. Por una lado aparecen en un plano explicativo arte y artista, principios de la guerra y conductor, como pareja de opuestos. Por otro la interacción de ambos (en la guerra) otorga movilidad a lo puramente conceptual y abstracto. El plano de equivalencia se transforma en otro de subordinación: “El conductor es el destinado a dar vida y formas prácticas a esa teoría. De él depende pues, la totalidad de la obra que realice. De donde el conductor es, por antonomasia, el elemento promordial y fundamental de la comnducción. Así lo afirma el general Fortmüller: ‘En último, análisis las guerras han sido perdidas por los conductores’. El jefe lo es todo. Los mejores ejércitos, puestos en manos ineptas, van irremediablemente al fracaso.” (44) La importancia cuasi excluyente del conductor es reforzada circularmente, mediante un argumento de autoridad irrefutable, introduciendo el dramatismo de la repetición, el eterno retorno de lo igual bajo otras formas: “La Historia, que es verdad y es justicia, nos enseña la extraordinaria importancia del conductor de ejército.” (45) La afirmación tajante encuentra su aplicación práctica en el tratamiento del “Comando Superior”, a la vez que en el tratamiento exigüo brindado a los ‘Comandos subordinados’.Mientras que el ejército es un ‘instrumento’, los ‘Comandos subordinados’ son poco más que una polea de transmisión, aún en la práctica, del pensamiento del Comandante en Jefe.

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Un elemento relevante a destacar es el tratamiento marcadamente reticente del tema del Estado Mayor. Si bien remite a otros de sus escritos (46), nada encontramos allí sobre una consideración específica del concepto de Estado Mayor, limitándose esta parte de los “Apuntes...” a ser una transcripción, a veces resúmen, de secciones del libro mencionado. ¿Crisis en Perón de la importancia del Estado Mayor? Nos inclinamos a considerar que sí. Es de notar que los “Apuntes...”, cronológicamente, son posteriores al informe dirigido a Sarobe en 1931. Pero volvamos a la relación entre el ejército y el conductor: “<el ejército es> el ‘instrumento’ que, accionado por su voluntad <la del conductor>, debe realizar un esfuerzo determinado, que el conductor conoce o debe conocer; es entonces el único capaz o por lo menos el mejor capacitado para elegir el verdadero temple del ‘instrumento’ (...) Una verdadera conducción estratégica comienza por transmitir al ejército la idea del Comando. El conductor dirá: Esta es mi concepción. Ella se transforma en hecho. Desde ese momento la tarea principal del Comando consistirá en conseguir que mi solo pensamiento domine a todo el ejército. Ese pensamiento será el del Comandante en Jefe.” (47) La formulación triádica conductor-comandos subordinados- ejército, la volveremos a encontrar en “Conducción Política” tranformada en el esquema conductor-cuadros-masa, y uno de sus aspectos cualitativos (la doctrina) se apartará del ámbito normativo (Leyes y reglamentos) para ir en busca del consenso cada vez más amplio mediante el convencimiento. Los caracteres morales de los que deberá estar revestido aquel conductor político no diferirán en lo esencial de los del conductor militar, quien deberá tener capacidad para “soportar virilmente los golpes del destino” (Schlieffen), enfrentando las limitaciones con la mayor libertad posible en la elección de los medios y un esencial optimismo de cara al azar. Cualidades cuya sumatoria, junto con otras, constituye una síntesis de las enumeradas por Clausewitz y Von del Goltz. (48) La dialéctica de medios y fines, a su vez, será otras de las dimensiones esenciales de la conducción, en todos sus órdenes, estableciéndose un axioma: “En esto reside especialmente el arte del conductor: Asignar a cada objetivo principal los medios necesarios. Asegurar al objetivo principal los medios principales y tratar a los objetivos secundarios con medios secundarios. (subrayado en el original).”(49) Finalmente, Perón concluye los “Apuntes...” con la consideración del tema esencial en la concepción de Foch: la batalla. Destacando dos aspectos, la seguridad y la sorpresa; uno de los cuales retomará veinte años después, eliminando aquel que por su propia naturaleza, ausente la batalla de la política y con ella la idea de aniquilamiento, se tornaba irrelevante: la seguridad. (50)

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NOTAS 1) Guitton, Jean:”El pensamiento y la guerra”, trad. del fra. José María Cohen, Buenos Aires, Centro de Publicaciones Navales, 150, págs. pág.50. 2) Aron, Raymond: Op. cit. Vol II, págs. 20/21. 3) Aron, Raymond: Ibid. pág. 22. 4) En contra, Guitton, J.: Op. cit. págs. 24 y 72, sobre las posibles fuentes filosóficas de Foch. 5) Aron, Raymond: Ibid. pág 23 6) Además de las ya indicadas cabe agregar otra obra, de título “napoleónico”: Recouly, Raymond: “El Memorial de Foch.Mis platicas con el Mariscal”, Trad. de J. Miguel Ferreyra, Barcelona, Ed. Publicaciones Españolas, 1930, 320 págs. 7) Figuraban en la biblioteca de Perón: “La doctrina francesa de la guerra” (Madrid, Biblioteca Militar, 1920, 277 págs.) y “La conducción de la guerra: la maniobra para la batalla”, Buenos Aires, Círculo Militar, 1937; conf.: “Biblioteca de Juan D. Perón. Bibliografía sobre el peronismo”, Buenos Aires, Archivo General de la Nación, pág. 64. Como indicamos arriba, existía una edición chilena de 1919 de “Los principios de la guerra” de Foch probablemente utilizada por Perón para elaborar sus cursos en la E.S.G. 8) Foch, Ferdinand (Mcal.): “Los principios de la guerra”cit, pág. 7 9) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. pág.76/77. Las referencias a las variables morales también en págs. 23-24, 57 y 62. 10) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. pág. 363. 11) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. pág. 25. 12) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. pág. 27. 13) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. pág. 30. 14)Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. pág. 31. 15) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. pág. 32 16) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. págs. 52,55, 57, 62, 71, 73, 103 17) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit págs. 363/364 (Cap. X: ‘La Batalla: Ataque decisivo’)

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18) Foch, Ferdinand (Mcal.): Op. cit. págs. 358/359. 19) Ver texto de referencia de nota n.10). 20) Perón Juan Domingo (Mayor): “Apuntes de Historia Militar”, cit. págs. 22/27 21) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. pág. 27.Toda ésta página es una glosa de las páginas 27 y 28 de “Los principios...”. 22) Cernadas, Juan Lucio (Tte. Cnel.): “Táctica Integral. La conducción y sus principios en el combate”, Buenos Aires, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, 1928, 288 págs. (la cita de Perón corresponde a las págs. 52/53 de esta obra). 23) La noción de “genio”que manejan estos autores es equivalente a la del sujeto portador de originalidad, es decir no al imitador de modelos sino un modelo ellos mismos. En este sentido es una concepción que hunde sus raíces en el iluminismo del s. XVIII. Sin embargo es acompañada de un criterio eficientista: si el “deber de vencer” es que que se le exige a todo conductor, su fracaso es lo único que no se le tolera:“Para el general en jefe, solamente hay un crimen que la historia nunca le perdona, el de ser derrotado (subrayado en el original)” (Von de Goltz, Colmar: “La Nación...”cit. págs. 76/77).Para aquella noción y en particular las ideas de Alexander Gerard (‘An Essay on Genius’-1774-) ver :Ferrater Mora, José: “Diccionario de Filosofía”, Madrid, Alianza Editorial, 2da. ed., 1980. T. 2, págs.1339/1340. 24) Las citas de Peucker y Dragomirow, corresponden a las págs. 28/30 de Foch, reiteradas en las págs. 27 y 29 de los “Apuntes...” 25) En la pág. 236 de los “Apuntes...” luego de una defensa ‘gremial’ de la idoneidad en los ascensos, introduce una expresión de Schlieffen “...un conductor de ejército no se hace por decreto, sino que nace y es destinado con anterioridad...” donde parece inclinar el concepto hacia el caso paradigmático. Sin embargo poco más adelante, citando al Cnel. Fasola Castaño destacará el peso de la preparación de los “grandes jefes” en tiempos de paz 26) La expresión es de Foch, reiterada por Perón. Es de destacar la imprecisión terminológica. A la imposibilidad de una “ciencia de la guerra”, según Dragomirow, se contrapone la “concepción científica”, es decir la existencia de ciertas “verdades” que revestirían ese carácter en el marco de la teoría de la guerra, aunque nos inclinamos a pensar que en realidad aquellas quedan subsumidas en el concepto instrumental de técnica. 27) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. pág. 33, corresponde a Foch: “Los Principios...” cit. pág. 34. 28) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. pág. 36, corresponde a Foch: op. cit. pág. 37 29) Perón, Juan Domingo (Mayor): ibíd.; corresponde a Foch, ibíd. 30) Perón, Juan Domingo (Mayor): ibíd.

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31) “ Negar la posibilidad de formar conductores sería caer en la escuela decadente de los fatalistas del siglo XVIII, que afirmaban que si el conductor no se “hace” sino que “nace”, es inútil buscar en el perfeccionamiento y en el método lo que ha negado la naturaleza (...) en contraposición con la inmortal verdad moltkeana: ‘el genio es trabajo’” , la frase está en los “ Apuntes...” cit. pág. 39 y constituyen una glosa de “Los principios...” de Foch (pág. 43). 32) Perón, Juan Domingo (Mayor): op. cit. p á g. 39. 33) Perón, Juan Domingo (Mayor): op. cit. p á g.97/99. 34) La confusión de fin (político) y objetivo (guerrero) emanada de la traducción castellana de “De la Guerra” editada por el Círculo Militar, sin cuya distinción se diluye un tanto la subordinación de la guerra a la política, preconizada por Clausewitz, es reiterada en la transcripción que hace Perón .vid. op. cit. pág. 103. 35) Perón, Juan Domingo (Mayor): ibíd. 36) Ver el Capítulo “El problema del ‘Estado Mayor’. Definición”, última parte. 37) En ese sentido: Feinmann, José Pablo: op. cit. pág. 41 quien sostiene que Perón siguiendo a los teóricos prusianos consideraba a la Nación como un cuerpo vivo, orgánico. En un sentido más abstracto y de mayor elaboración filosófica, aunque en la misma dirección González, Horacio: op. cit. pág 347. 38) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. págs. 162/163. 39) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. págs.163/164. 40) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. pág. 167. 41) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit pags. 170 y 172. 42) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. págs. 188.En el mismo sentido, involucrando a la personalidad del conductor, págs. 241/242 y 247. 43) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op.cit. pág. 181 y 183. Detrás de estas afirmaciones, como resulta perceptible, están Clausewitz y Von der Goltz. 44) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. pág. 233. 45) Perón, Juan Domingo (Mayor): Ibíd. 46) Perón, Juan Domingo (Capitán): “El Frente Oriental de la Guerra Mundial en 1914”, Buenos Aires, Talleres Gráficos del Instituto Geográfico Militar, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, 1931, 381 págs. + 22 gráficos fuera de texto, “Capítulo E”, págs, 215/248.

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Si bien la edición es cronológicamente anterior a los “Apuntes…”, éstos aparecen como un esquema general, mientras que “El Frente Oriental…” se manifiesta como una aplicación particular; lo que nos hace presumir una redacción contemporánea de ambas cosas. 47) Perón, Juan Domingo (Mayor): “Apuntes...” cit. págs. 240/241. 48) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op. cit. págs. 244/246. 49) Perón, Juan Domingo (Mayor): Op.cit. pág. 251. 50) Perón, Juan Domingo (Mayor):Op.cit. págs. 319/322.

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"CONDUCCION POLITICA" Herencia militar y nueva formulación.

La influencia de los conceptos militares en el pensamiento político de Perón fueron destacados con distintos matices de aproximación por Peter Waldmann. Ausente el sesgo militante de sus críticos argentinos-, las afirmaciones de Waldmann constituyen, a nuestro juicio una marco aproximado de presentación de los aspectos generales de ese pensamiento político. Otro autor extranjero, Joseph A. Page, también realiza una presentación en extremo somera de esas características, aunque, inversamente, movido por una particular animadversión - como la de sus críticos argentinos- contra el objeto de su estudio. "Der Peronismus 1943-1955", de Waldmann fue publicado originalmente en Alemania en 1974, y elaborado en la conflictiva etapa inmediata anterior al retorno de Perón a la Argentina. La excesiva adscripción a sus condicionantes metodológicos, que lo llevan a una sobreestimación del valor de las fuentes (1) no privan a sus observaciones del carácter de aproximación general al tema que nos ocupa. Para Waldmann, quien recoge la influencia de Von der Goltz en Perón, las medidas de gobierno adoptadas por éste son una derivación de la aplicación de modelos militares.Perón habría adoptado conceptos militares en boga acerca de la superioridad de los estados autoritarios sobre los democráticos, comenzando la reforma del sistema político de acuerdo con el modelo militar. Más allá de las teorías en boga en ciertos círculos acerca de esa supuesta superioridad, Waldmann omite considerar adecuadamente en su balance, el peso del contexto interno (la creciente modernización) y el del internacional (en definitiva habían triunfado en la Guerra Mundial II los estados "democráticos", con una movilización de la población para la guerra que superó a la de los estados "totalitarios") y el significativo peso de las condiciones de postguerra en la política interna de la Argentina .(2) Más adecuada, en cambio, nos parece su afirmación acerca de la influencia del pensamiento militar en la terminología empleada por Perón: "...sobre todo en la acumulación de conceptos como "enemigo", "traidor", "estrategia", "táctica", "lucha", "batalla", "triunfo", "victoria", "retirada", "víctima", "bandera", etc. ..." (3) Aunque es adecuado reconocer que muchos de esos términos ya formaban parte, en la época, del repertorio político en uso en distintas facciones políticas. Un aspecto de esa influencia, además de las que venimos señalando, se manifestaría precisamente por 'la acumulación de conceptos' señalados por Waldmann y que éste omite considerar en esos términos.

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Creemos, en todo caso, que el trasvasamiento de conceptos del lenguaje militar a la terminología política operan en Perón con un sentido estructural más definido que en el resto del espectro político argentino. Waldmann pone en una perspectiva que nos parece adecuada la imbricación de los motivos militares y civiles en Perón: "Sería un error pretender buscar el origen de todas las medidas políticas de Perón en motivos y principios militares (...) Igualmente erróneo sería, sin embargo, permitir que el 'político' Perón nos hiciera olvidar al Perón 'estratega', cosa que ocurre con la mayoría de los autores que han tratado el tema."(4) Joseph Page, por su parte, articulando el discurso de Perón del 9 de abril de 1949 (clausura del 1er. Congreso Nacional de Filosofía, en Mendoza) -conocido posteriormente como "La Comunidad Organizada"- con la obra "Conducción Política", destaca: "Conducción Política (...) ofrece una perspectiva singular del proceso mental y los valores que guiaron a Perón durante su carrera política. De la plétora de material bibliográfico que él mismo produjo, o que apareció con su nombre, esta colección es sin lugar a dudas la más valiosa y la más demostrativa de hasta que punto recurrió al uso de los conceptos militares para su enfoque del liderazgo civil." (5) No obstante, su lectura apresurada le atribuye a Perón definiciones tajantes acerca proposiciones tales como "el líder nace, no se hace", la definición de liderazgo "aplicable por igual a la esfera política y a la esfera militar", proposiciones contradichas por la letra de la obra. Acierta sin embargo, cuando apunta una definición sintética del concepto de conducción en Perón, que aparece a primera vista ajustada al esquema general de su pensamiento: "coordinación y dirección hacia una meta común.” (6) Las conferencias de 1951 Mientras se fraguaba el intento de "golpe en miniatura" del General Benjamín Menéndez (7), que finalmente estalló el 28 de setiembre de 1951, fracasando estrepitosamente, Perón brindaba una serie de conferencias en la Escuela Superior Peronista -institución destinado a la formación de cuadros políticos- a la sazón presidida por el Dr. Raúl A. Mendé, Ministro de Asuntos Técnicos durante las dos presidencias de Perón (10/11/1949 al 22/7/1954). La conferencia inaugural de la escuela, el 1ero. de marzo de 1951, luego de las palabras de Mendé y Eva Perón estuvo a cargo de Perón. (8) La Escuela Superior Peronista, que tenía como finalidad la "formación intelectual y moral de los dirigentes del partido Peronista en sus dos ramas, femenina y

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masculina", postulaba en su Reglamento (que llevaba las firmas de Eva Perón y Alberto Tessaire) la enseñanza metódica de : a) El Movimiento Peronista en su historia, en sus principios básicos, en su organización y en sus realizaciones. b) El Justicialismo como doctrina política, económica y social del Movimiento Peronista c) Las normas de Conducción y de Etica que deberán servir de regla inviolable a los hombres y mujeres del Movimiento Peronista. Se requería el carácter de alumno "regular" y la calidad de afiliado al Partido Peronista "con un año de antigüedad posible" (sic), para asistir a los cursos que se desarrollarían conforme al siguiente Plan: a) Curso básico. b) Curso superior c) Cursos especiales de perfeccionamiento sobre materias relacionadas con los programas y fines de la Escuela (9) El Curso Básico se articulaba en diez unidades que iban desde la "Estructura general del Peronismo" (Unidad 1) hasta "El dirigente de la unidad básica (Unidad 10), pasando por la "Unidad Básica" (Unidades 6 a 8). El Curso Superior incluía el desarrollo de cinco grandes núcleos temáticos: "Justicialismo", "Política Social Peronista", "Política Económica Peronista", "Etica Justicialista" y "La Constitución Justicialista".(10) El conjunto de clases de Perón fueron brindadas conforme el siguiente cronograma: 1era. clase, el 15 de marzo de 1951; 2da. clase, el 29 de marzo de 1951; 3era. clase, el 5 de abril de 1951, 4ta. clase, el 12 de abril de 1951; 5ta. clase, el 19 de abril de 1951; 6ta. clase, el 10 de mayo de 1951; 7ma. clase el 31 de mayo de 1951; 8va. clase el 7 de junio de 1951; 9na. clase, el 14 de junio de 1951; 10ma. y última clase, el 12 de julio de 1951. Las clases-conferencias que Perón se proponía desarrollar incluían las siguientes "bolillas" conforme indicaba en la primera clase: 1) "Elementos de la conducción política", 2) "Características de la conducción moderna"; 3) "La conducción y la doctrina, la teoría y la forma de ejecución"; 4) "Método en la conducción"; 5) "Organismos de la conducción"; 6) "El conductor"; 7) "Parte aplicada de la conducción"; 8) "Estudios complementarios. De la mera correlación surge la desigual distribución temática en relación a las clases dictadas. A ello se agrega, como veremos que el plan original tampoco fue respetado. El discurso inaugural de Perón, incluía "in nuce" los puntos a desarrollar en sus clases (11): -Las doctrinas, las teorías y su cumplimiento; -Unidad de concepción y unidad de acción; -Desarrollar y mantener al día la doctrina; -Unificar e inculcar la doctrina en las masas; -Formación de los cuadros justicialistas;

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-La escuela debe capacitar la conducción; -La conducción política es un arte; -No hay recetas para conducir pueblos; -Las mujeres capacitadas pueden llegar a grandes destinos; -Hacer trabajar el criterio propio; -Trataremos de formar hombres de acción -Elevar la cultura cívica y social de la Nación; -Hombres capaces de decir y hombres capaces de hacer; -El sentido heroico de la vida. La doctrina, los principios y su "incorporación" A) La doctrina Para Perón "Las doctrinas son, generalmente, exposiciones sintéticas de grandes líneas de orientación, y representan en sí y en su propia síntesis, solamente el enunciado de innumerables problemas." (12) Las doctrinas aparecen así con carácter de afirmación general, como hipótesis enunciativas de problemas, enunciados que constituyen fundamento de otros, en su recto sentido. La doctrina operaría como núcleo, el momento sintético, a la vez que el interrogante. La solución (abstracta), que se obtiene analíticamente, no forma parte de esa doctrina, es externa y se constituye como la teoría de la doctrina. Del análisis surgen también las formas de ejecución de la teoría y de la doctrina: "Una doctrina sin teoría resulta incompleta; pero una doctrina y una teoría sin las formas de realizarla, resultan inútiles, de manera que uno no ha cumplido el ciclo real e integral mientras no haya conformado una doctrina, enseñado una teoría y establecido las formas de cumplir una y otra."(13) En esta epistemología (14), el momento teórico aparece desdoblado, con la jerarquización de una de sus fases (la doctrina) sobre la otra (la teoría); aunque el método que conforma la fase subordinada (el análisis) será el mismo que posibilitará el salto a la dimensión práctica. Probablemente esta concepción de Perón, que quedó en germen, sea uno de los aspectos de mayor originalidad en la obra, ya que en relación a sus antecedentes en la terminología militar, se produce una contracción impuesta por la naturaleza de la acción política.

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Conforme los "Apuntes...", la doctrina no puede salir sino del plan de operaciones y cristalizarse en un cuerpo de doctrina sintetizado en las directivas, instrucciones y reglamentos (estos solo pueden adaptarse de otros preexistentes o deben crearse conforme las necesidades). Para confeccionar el plan de guerra es imprescindible determinar previamente la hipótesis de guerra y el objetivo político que es su finalidad. La doctrina estratégica, en cada país, es (debe ser) nacional y está determinada por condicionantes históricas, etnográficas geográficas, políticas, económicas y morales. (15) La secuencia en el campo militar es Hipótesis (de guerra) Plan (de guerra) Doctrina (de guerra): las tres dimensiones constituyen el momento teórico, pero fuertemente determinados en su formulación por los condicionantes arriba señalados. Eliminada la dimensión del conflicto radical (la guerra) o la búsqueda de la decisión (la batalla) para el cumplimiento del objetivo militar (el aniquilamiento, con los matices que señaláramos para este concepto) y la imposibilidad de reducir, en la acción política, la doctrina a las directivas, instrucciones y reglamentos para la acción guerrera, la doctrina procederá a desplazar a la hipótesis y al plan de guerra para dominar por sí sola el momento teórico. La jerarquía que reposaba en la Hipótesis y en el Plan de guerra la devengará a su favor mediante la vía de albergar en su seno "principios eternos". "Las doctrinas no son eternas sino en sus grandes principios, pero es necesario ir adaptándolas a los tiempos, al progreso y a las necesidades. Y ello influye en la propia doctrina, porque una verdad que hoy nos parece incontrovertible, quizá dentro de pocos años resulte una cosa totalmente fuera de lugar, fuera de tiempo y fuera de circunstancias."(16) Ahora bien, ¿qué es un principio?. Aquí Perón introduce un grado más de abstracción, porque las doctrinas están sujetas al "veritas filia temporis" no así los principios cuya limitación no es temporal sino, como veremos, práctica: "Es un estudio filosófico de los hechos que cristalizan reglas, que en la mayor parte de los casos han dado buen resultado y han sido aparentes para la conducción. A eso llamamos principios". (17) El principio deviene así, en el momento abstracto de la experiencia (pasada y futura). "En la historia hay un sinnúmero de ejemplos, que en tales circunstancias, mediando tales causas, produjeron tales efectos. Y eso le da al hombre la experiencia, experiencia que no puede esperar de su propia persona, porque la experiencia llega tarde y cuesta muy caro, puesto que cuando uno la aprende, ya no le sirve para nada." (18) Esta formulación la volveremos a encontrar cuando Perón trata "el elemento vital del arte" (el conductor), agregando que "...la experiencia propia, es en política, maestra de los tontos; hay que tratar de aprender de los errores que cometen los demás."(19)

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La búsqueda de la creciente uniformización del consenso en torno a la doctrina es uno de los objetivos a obtener en forma progresiva y por la vía del acuerdo: "Ésa es la razón fundamental de la existencia de una escuela, porque eso ya no puede quedar librado a la heterogeneidad de las interpretaciones de los hombres ni al examen analítico de cada uno, sino que, para conformar esa doctrina es necesario elaborar un centro donde la dignificación paulatina de cada una de las concepciones doctrinarias vaya desarrollándose y presentando formas de ejecución práctica y racionales (subrayamos)."(20) La doctrina se constituirá de este modo en el aspecto espiritual de la organización. En el tratamiento -en la 2da. clase- de la "conducción moderna" (un título de factura goltziana), (21) Perón se pregunta didáctica y retóricamente: ¿Qué es lo más importante que hemos dicho para la conducción moderna?, y responde: "Es tener una masa orgánica, y en lo orgánico consideramos dos partes: la organización espiritual, que es la más importante (...) De nada sirva la organización material sin lo espiritual (...) ¿En que consiste la organización espiritual? En la doctrina. Ahí radica todo, porque mediante la doctrina todos pensamos de una manera similar y de lo que se trata aquí, al inculcar la doctrina, es precisamente llevar a los hombres a una concepción similar de la vida y de la acción en beneficio de la vida." (22) A partir de de la doctrina se elabora una trilogía en la que cada uno de sus términos es acompañado por una particular disposición del espíritu:

Se enseña Doctrina Se inculca

Momento sintético

Teoría Se enseña Momento analítico

Formas de ejecución Se domina Momento práctico

Aquí reaparece el tránsito clausewitziano, recogido por Foch, del saber al poder. (23) "La doctrina no solamente se enseña, la doctrina se inculca (...) La teoría, que nace en sí de la doctrina, es suficiente aprenderla, conocerla, comprenderla, porque va dirigida exclusivamente al conocimiento (...) De la doctrina se pasa a la teoría y de la teoría se pasa a las formas de ejecución." (24)

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La doctrina (momento sintético) conlleva elementos racionales e irracionales, constituyéndose como una "creencia racional" que permitiría a la vez inculcarse y enseñarse. Allí encuentran su lugar los principios -que son eternos- y posibilidad de respuesta a los problemas enunciados por la doctrina, respuesta a la que se arriba por vía analítica. El proceso, inescindible, se corona en la dimensión práctica: "Si nos quedamos en la doctrina somos predicadores (...) si solamente tenemos la teoría somos diletantes que decimos todo lo que hay que hacer pero no hacemos nada (...) Y si conocemos solamente las formas de ejecución, las hacemos rutinaria y mecánicamente y no dejamos disparate por hacer (...)." (25) Esta teoría de la acción, que parecería estar anclada en uno de sus extremos - el momento sintético-, tiene la suficiente flexibilidad impuesta por el carácter evolutivo de la doctrina, de modo de poder arribarse a "...una doctrina más sintética que la nuestra, más completa que la nuestra" (26). El contexto parecería referirse a una mayor profundidad ("desarrollo hasta el último detalle"). A éste carácter móvil, esencialmente abierto y dinámico, contribuirán, en el plano de la aplicación, los "principios". B) Los principios Los principios, la parte eterna de las doctrinas, han surgido del estudio filosófico de los hechos. La relatividad de la enunciación de los principios asedia a la política como antes había asediado a la teoría de la guerra: "Nadie puede decir cuáles son los principios del arte de la conducción, ni tampoco nadie se ha animado a decirlo. Unos han dicho mucho y otros poco. Que existen principios, es indiscutible, porque si no existieran, la conducción no sería un arte. Y es arte y tiene principios porque de lo contrario no sería arte." (27) En materia militar "Los principios de la guerra son conceptos fundamentales extraídos por inducción del estudio de la historia militar (subrayamos)." (28) Han variado en la forma de exposición y aun en el alcance de su contenido, según las diversas épocas y autores, pero nadie niega su existencia, siendo su aplicación variada o variable en el campo experimental. (29) En materia política "Los principios de la teoría del arte han surgido de las grandes obras maestras de la conducción política.De manera que siendo principios empíricos, no los podremos fabricar nosotros, sino que surgen de los hechos.Por eso la conducción no es una técnica, sino un arte, y de allí que el conductor no es un técnico, sino un artista." (30) Es decir, el conocimiento de los principios también se obtiene por inducción

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A partir del estudio de las "obras maestras de la conducción". (31) La utilización de los principios, en sentido objetivo (alejado del planteo racionalista y de lo puramente práctico sin teorización) opera como guía siempre variable en un campo gobernado por la indeterminación. Mientras en la guerra los principios -aún con esos condicionamientos- admiten cierta sistematización y la elaboración de una arquitectura conceptual (32), ese rasgo está ausente en la política: "La conducción es uno de los aspectos de la vida imposible de sistematizar; no puede haber sistematización. Esa es la enseñanza que surge de la teoría de la construcción de los éxitos. Por otra parte es necesario pensar que lo que el conductor enfrenta es una situación concreta y que lo que necesita es una solución, que no encontrará en ninguno de los ejemplos de la historia, ni sacará explícitamente de ninguno de los principios de la teoría del arte (Subrayamos)." (33) La relativización es mas radical que en la guerra. La realidad sobre la que se opera es más lábil, los actores menos propensos a la dirección. El reino del peligro, el terror y la indeterminación, es sustituido por un ámbito donde la acción es llevada a delante por hombres no sujetos a reglamentos ni a órdenes ni a directivas. La introducción del órden en el desorden es tarea del conductor, que debe operar como un artista de genio. Los conceptos de "arte" y "artista" serán recurrentes. El arte y la teoría son divergentes. El arte es inerte: lo vital es el artista. El conductor debe comportarse como un artista. Este símil ya lo había utilizado Perón en los "Apuntes...": "El artista que debe crear tiene ante sí un caso concreto; le encargan la obra, tiene lo necesario. El debe darle vida; esa es la solución que buscará si es escultor o pintor."(34) "Un pintor o escultor que domine la teoría y la técnica de su arte de una manera perfecta, pero que carezca de talento o de genio para concebir, podrá ejecutar una obra de mérito quizá, pero nunca conseguirá pintar o modelar algo que lo inmortalice. A su obra le faltará vida, le faltará algo que el no pudo ponerle porque no tenía 'algo del óleo sagrado de Samuel'."(35) C) La "incorporación" de los principios El proceso de conocimiento, según Perón, y que desarrollara en los "Apuntes..." se articula con dos procedimientos: análisis y síntesis, que se suceden en el desenvolvimiento de la inteligencia. (36) En "Conducción Política" el proceso sufre una apertura y una especificación, menos filosófica que en los "Apuntes...", poniendo el acento en una constatación práctica que establece un tercer polo del proceso de conocimiento. Perón, en lugar de la tríada

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hegeliana tesis-antítesis-síntesis hara uso de otra constituída por síntesis-análisis-nueva síntesis: "La inteligencia humana realiza siempre, cualquiera sea la actividad a la que se aplique, tres operaciones: la síntesis, o sea la premisa que es la síntesis perceptiva; lo que uno ve; el análisis, que la mira profundamente y va desmenuzando las cosas, las va haciendo ver hasta lo más hondo de esa acción de percepción; pero como el hombre sabe tanto como recuerda, y es difícil que recuerde el análisis para toda su vida, cristaliza esa percepción profundizada por ese análisis, y la cristaliza en una síntesis, que es la que el va a retener, que es la que va a recordar (Subrayados en el original)." (37) Este es el proceso que sirve para el estudio de la conducción, como recomienda el propio Perón, pero no resulta el más apto para "aprehender" los principios. En los "Apuntes...", como señaláramos arriba, propugnaba que el objetivo de la enseñanza era la de inculcar el hábito de obrar, sin tener que razonar. Una vez adquirido ese hábito el trabajo devenía casi inconsciente e instintivo merced al desarrollo dado en esa dirección a los "reflejos cerebrales". En "Conducción Política" la línea divisoria entre la incorporación de los principios, hasta el nivel casi inconsciente e instintivo y su aplicación, se diluye hasta desaparecer: "Hay que asimilar los principios, discernirlos y digerirlos. Van más bien dirigidos, en un conductor, casi a la subconsciencia; él debe asimilarlos de manera tal, que los aplique sin necesidad de mencionarlos, sin necesidad hasta de recordarlos (...) Hay algo así en todo esto de la conducción; algo verdaderamente inexplicable, como inexplicable son algunos de los fenómenos que radican en la conciencia y en la subconciencia del hombre."(38) El aprendizaje de los principios- operación intelectual- es una tarea distinta de la conducción. Ésta, es la aplicación de los principios en los hechos mismos: "Vale decir que no se puede deslindar en forma absoluta el campo de los principios con el de la aplicación; no se puede aislarlo (...) Yo tengo que decirles que hay principios y formas de ejecución. ¿Cuál es la línea divisoria? ¡No la hay!" (39) Mientras en el campo militar los principios tenían una existencia evidente, aunque una formulación y aplicación variables, en el ámbito político se produce un deslizamiento hacia una zona más ambigua e inasible. Los principios de la conducción política de notoria factura militar son "la economía de fuerzas", "la continuidad en el esfuerzo", y la "congruencia en la acción", entre otros a los que se refiere y trata expresamente. La enumeración de los "grandes principios de la conducción", volveran a a parecer más sistemáticamente cuando Perón trate la parte "inerte del arte": la Teoría.

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El principio de la economía de fuerzas será el fundamental, al cual los demás se le subordinan, así como la "teoría del centro de gravedad". La economía de fuerzas "...es un sistema que permite obtener un poder concentrado en un lugar y en un momento. La lucha política presupone una acción permanente en numerosos lugares y de regular intensidad, vale decir, una lucha distribuída en el espacio en que se actúa y en el tiempo. Tiempo y espacio: dos factores de toda acción de lucha". (40) Este principio exige una condición fundamental para resultar victorioso en la lucha política: "ser más fuerte en la acción en un momento y en un lugar, que es donde se produce la decisión" (41). Aquí, no es ocioso remarcarlo, estamos ante la decisión no como acto de la voluntad sino como resultado de la accion. En la guerra donde la decisión se obtiene -y confunde- con la batalla, también opera el mismo principio, pero con un objetivo distinto: destruir el poder del enemigo. Llevado al campo político, el concepto pierde su carácter virulento y específico de la óptica guerrera por resultar "..un principio casi universal y permanente en la vida (...) Este principio que trata de unificar el esfuerzo, establece que dentro de la lucha hay toda una técnica en acción, y es la misma técnica que existe en la vida para todas las cosas". (42) Este principio, como todos los otros, requerirá también de su asimilación inconciente y de su aplicación inductiva y natural. (43) No obstante resultar la política, al igual que la guerra, "un arte simple todo de ejecución" la explicación y la ubicación de los principios en el esquema teórico resulta más dificultosa que en aquella: "Teóricamente, estos principios de la conducción no se pueden a veces explicar bien. En este sentido deben considerarse dichosos los hombres que trabajan con la ciencia, porque ellos se basan en leyes y con un enunciado tienen suficiente, mientras que nosotros, que no trabajamos con nada concreto, sino con cuestiones puramente abstractas, debemos ir conformando toda una mentalidad para encarar, enfrentar y resolver los problemas de la conducción. Lo concreto, en esto, es la conducción misma. Todo lo demás es abstracto (Subrayado en el original)." (44) Al carecer la política del objetivo de la guerra, al no existir ésta como medio de la política, la política tendrá su finalidad en si misma. Consecuentemente, los principios cambian su sentido, al estar ordenados a una finalidad diversa. La mayor parte de los principios de la guerra serán inaplicables y los pocos subsistentes -como los enunciados- sufrirán una mutación radical impuesta por la diversidad del campo en donde ejecutarse. Este tembladeral, cambia el rol cualitativo de la masa (a la que es necesario darle un "encuadramiento orgánico") y jerarquiza la doctrina para la ejecución, buscando la unidad de concepción y la unidad de acción.

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En su discurso inaugural del 1ero. de marzo de 1951 Perón proponía como una de las funciones de la Escuela Superior "inculcar la doctrina en la masa", hasta llevarla a extremos místicos. Esta difusión, en extensión y profundidad, buscando la creciente uniformización del consenso, validaba a las doctrinas como tales: "Lo importante en las doctrinas es inculcarlas, vale decir, que no es suficiente conocer la doctrina: lo fundamental es sentirla, y lo más importante es amarla (...) Las doctrinas, sin esas condiciones en quienes las practican, no tienen absolutamente ningún valor." (45) Doctrina y Teoría La conducción, como la guerra, es un arte; y siendo de ejecución, como tal no puede aprenderse sino en sus elementos. Como arte, tiene su teoría y éste es el aspecto que puede enseñarse, junto con las formas de ejecución. Perón asigna la tercera "bolilla" al tratamiento de "La conducción y la doctrina, la teoría y la forma de ejecución". En la práctica la interrelación entre doctrina, teoría y formas de ejecución se desgranarán - como otros conceptos- a lo largo de toda la obra. La sexta "bolilla"a su vez será, en su esquema, la parte teórica (reverso de la "bolilla"siete: "Parte aplicada de la conducción") que tratará los siguientes puntos: a) El conductor, parte vital, sus condiciones morales, intelectuales y partidarias; b) La teoría, o sea la parte inerte del arte de la conducción. En este esquema la teoría tiene su orígen en la doctrina. Esta es la que da nacimiento a las teorías "…la doctrina da el principio. La teoría es el análisis de ese principio y su desarrollo."(46) Este carácter ex -post de la teoría se refuerza en el campo de la conducción por resultar ésta eminentemente empírica. La posibilidad de teorizar cualquier dimensión de la actividad humana tropieza en la conducción, como en cualquier arte, con el condicionante empírico: "...no se ha podido conformar una teoría previa para el arte de la conducción, como no se ha podido conformar una teoría previa para ninguna de las demás. La pintura comenzó pintando, no comenzó con una teoría sobre la pintura. Y lo mismo ocurrió con la escultura, las letras, etcétera, lo cual equivale a decir que el arte de la conducción ha nacido conduciendo (Subrayado en el original)." (47) La repetición de hechos, ha permitido, como vimos, inducir principios, los que han permitido conformar una teoría del arte. En una adaptación de una frase napoleónica ya utilizada en los "Apuntes...", vía Foch, dirá Perón que los principios resultan de la

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decantación de la enseñanza de los "grandes conductores" (políticos, religiosos o militares). (48) Los principios forman parte de la teoría del arte, y constituyen el fondo de la concepción de la conducción. Sin embargo la teoría no agota su virtualidad en el campo de la abstracción. Perón privilegia en todo momento la acción por sobre la concepción, por perfecta que ésta sea (descalificándola en tanto no se materialice en acción). El conductor, al igual que el artista, se realiza, tautológicamente, en la obra: "...la teoría debe conformar un método de accíon, además de un método de concepción, porque, por tratarse de una actividad creadora, de una actividad artística, el conductor no ha de conformarse sólo con una maravillosa concepción (...) el conductor se concibe como un gran hombre de acción." (49) De esta manera adviene una nueva secuencia en la articulación de la teoría y la práctica previa a la ejecución: La práctica estará por sobre la teoría, al igual que el conductor. La teoría, la parte inerte, no vale nada sin el conductor, ni éste en su sola concepción. Lo fundamental es ejecutar porque la "conducción es un arte ante todo de ejecución". (50) Perón le atribuye la frase a Napoleón, aún cuando éste no se refería a la conducción, sino a la guerra ("un arte simple y todo de ejecución"). Para el tratamiento de la "bolilla" sexta Perón enumeraba una serie de principios, que aquí destacaremos ya que algunos de ellos tienen su especificidad en la política y no provienen del lenguaje militar. El estilo coloquial de exposición no se ciñó, sin embargo a la explicación detallada de los mismos. Con ellos Perón daba contenido al aspecto "teórico", "abstracto" de su exposición, que aquí hemos antepuesto al tratamiento del conductor (la parte "viviente del arte"). En la práctica, las clases 6ta., 7ma. y 8va, tratan , entre otros, de los principios y de su ejecución. Perón organiza su enumeración de los principios en tres series, que no agotan la totalidad de los que se pueden inducir de la acción política y de alguna manera regulan la conducción política.

Doctrina: Principios Teoría

Como concepción

Conformando un método de acción

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La enumeración responde a su vez a una gradación que va de aquellos principios con orígen en el lenguaje militar, a otros donde coexisten algunos de la misma extracción con los definidamente originados en la acción política; concluyendo con principios cuyo génesis aparece como evidente en la propia acción política. Los designamos como A), B) y C) respectivamente, aunque esta clasificación no existe en el original. Son ellos: "(A)...la información, el secreto, la sorpresa, la unidad de concepción, la unidad de acción; (...) (B) disciplina partidaria, obediencia, iniciativa, la economía de las fuerzas, la continuidad del esfuerzo, dominio local o circunstancial, el dominio general y permanente, dominio de masa, popularidad, prestigio, libertad de acción, adoctrinamiento, acción solidaria, organización, (...) (C) Preparación, cultura cívica, seleción humana, acción electoral cuantitativa, acción de gobierno cualitativa. La acción política, la acción técnica, el sentido de ubicuidad de la política en la conducción. El sentido popular de la conducción, etcétera (...)."(51) Información, secreto, sorpresa. Estos tres principios, que Perón considera autoevidentes, traen a su núcleo para explicarse un elemento que ya hemos visto visto como constitutivo de la teoría de la guerra, de Clausewitz, en uno de sus momentos: el duelo. La información será la base de toda conducción racional ("se procede tan bien como bien informado se esté") y una de sus variables será el conocimiento y la vivencia de lo que denomina genéricamente "la situación" ("hay que dar a la epidermis esa sensibilidad que sólo se obtiene mediante la acción, la vida permanente dentro de la situación"). (52) El tema del duelo (el conflicto reducido a su versión simplificada, como lucha de voluntades contrapuestas) aparece en conducción política en reiteradas oportunidades: "La lucha política es lo mismo que la lucha militar, económica, etc. Las luchas son iguales. Varian los medios y las formas, pero la lucha es siempre la misma. Son dos voluntades contrapuestas a las que corresponden dos acciones contrapuestas. Las leyes que rigen la lucha son todas iguales porque las voluntades son iguales y las masas que luchan son siempre iguales. Siempre se trata de una voluntad que vence a otra, una voluntad que ha puesto en movimiento a una masa contra otra." (53), y "La acción política es una lucha de voluntades. ¿Cuáles obedecen a nuestra voluntad y cuáles a la voluntad contraria a la nuestra?" (54) En suma: La lucha de voluntades, empeñadas en llegar a un resultado ("una decisión") implicará el predominio de una sobre otra, porque la finalidad perseguida es distinta, y consecuentemente no puede obtenerse una satisfación de ambas.

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Mientras en la guerra la búsqueda de la decisión mediante la batalla tendía a destruir el poder del enemigo (a privarlo de su voluntad de seguir luchando), -el "aniquilamiento"- , en la política la decisión cambia cualitativamente de sentido. Eliminada la faz de conflicto radical, la decisión pasa a ser sinónimo de "asignación de éxito", cuyo telón de fondo es el conflicto de voluntades, acotado por una finalidad (objetivo, dice Perón) distinta. (55) "...si son voluntades contrapuestas, lo que hay que hacer es poner siempre delante de la voluntad adversaria un telón, para que no conozca nuestra voluntad, para que no sepa por dónde vamos, cómo vamos y hacia dónde vamos". (56) Ese es el secreto, que unido a la información permite alcanzar la sorpresa. Este último es un principio absoluto, que no presupone la ignorancia del adversario (quien en definitiva es una voluntad contrapuesta, resistente) siendo suficiente que, cuando conozca el momento de la decisión "ya no esté en tiempo de reaccionar convenientemente y neutralizar la acción de ésta sorpresa". (57) A estos principios extraídos de la teoría militar, y con contenidos recortados y adaptados a la acción política, se agregan otros, cuya aplicación se halla afectada, aún más que los anteriores, por el campo en extremo flexible de dicha acción política, resultando la organización de las masas requisito esencial para su ejecución.

Unidad de concepción y unidad de acción. Objetivo principal y objetivo secundario. La unidad de concepción y la unidad de acción, resulta un principio de límites difusos, que se confunde con la ejecución. No obstante ser éste un principio fundamental, resulta a menudo olvidado ("sobre todo por los hombres que proceden inorgánicamente"). (58) "¿Qué es la unidad de concepción? Es la congruencia en el sistema de análisis; es decir: no poner ideas antagónicas dentro de una misma concepción, porque una idea destruye a la otra idea...". (59) La unidad de concepción es una función de la teoría y de la doctrina, aunque en la conducción, la acción siempre estará por sobre la concepción ("la unidad de acción está en la buena conducción del conjunto de esta doctrina y de esta teoría”). (60) "...cuando hablo de la moderna conducción, hablo de la necesidad primaria de organizarse para actuar con unidad de concepción que nace de la doctrina y de la común unidad de acción, que nace de la unidad de concepción.

Sin esto, todas son dificultades para la conducción." (61) Esta conducción moderna es la conducción - facilitada por la técnica - de la era de las masas. La concentración que posibilita la técnica exluye la conducción anarquizada de las partes, ya que es posible mediante aquella realizar una conducción centralizada.

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La organización de las masas, requisito esencial para ejercer la conducción (otra vez: "no se conduce lo inorgánico") se logra a partir de "...llevar un cierto grado de cultura cívica, social y general a la masa."(62) Ese grado de cultura es reputado a la vez como sentido y como sentimiento, con la intención de saturar el grado de comprensión por parte de la masa, persiguiendo la creciente uniformización del consenso: "Cuando ese grado de cultura, que es a la vez de sentido y de sentimiento lo hayamos desarrollado nuestra conducción será sumamente fácil. Bastará difundir lo que sea conveniente para la Nación, y en eso estaremos todos de acuerdo." (63) La conducción moderna, por sobre la antigua -lenta y de sesgo caudillesco- permite: a) Elevar la cultura ciudadana de la población y b) agilizar y centralizar la conducción mediante el acto de "unificar la forma de concebir parea unificar la manera de accionar". (64) La complementación de doctrina, teoría y formas de ejecución (la que aparece aquí como técnica, susceptible de enseñarse, y como tal, momento teórico) permiten a la conducción inculcar una unidad de concepción, y de ahí pasar a una unidad de acción. (65) En los "Apuntes de Historia Militar" reclamaba escuetamente la "unidad de preparación como la unidad de ejecución" así como el empleo de las distintas partes del ejército "con la más absoluta unidad de concepción y de acción". Premonitoriamente, en el mismo lugar sostenía que el concepto del comando único para todas las fuerzas no debía entenderse limitado exclusivamente a la guerra. (66) La unidad en la preparación es un requisito primario que permite la unidad de la Nación: "No se prepara la Nación unilateralmente para un trabajo o para otro (...) se educa, se prepara, se forma, se organiza y se conduce en conjunto. Yo no entiendo la conducción de la Nación en compartimentos estancos por distintas materias. El hombre no vive por partes, sino integralmente. La Nación no vive por sectores, sino universalmente..." (67) El principio de congruencia en el esfuerzo se traduce en el establecimiento de objetivos que impiden la dispersión: el objetivo principal y los objetivos secundarios. La posesión del primero es el que posibilita la posesión de todos los últimos. "...al objetivo principal, con todo; a los secundarios, con nada, abandonándolos, que cuando cae aquel, caen todos los demás (Subrayado en el original)". (68) Esta concepción deriva de la teoría militar ya expuesta en los "Apuntes..." dentro de los objetivos de la conducción estratégica. Puesto que el arte del conductor reside especialmente en la asignación de los medios necesarios a cada objetivo se propondrá

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asegurar al objetivo principal los medios principales, y tratar los objetivos secundarios con medios secundarios. En el campo político asistimos a una radicalización de este concepto. La distribución equilibrada de los medios entre los distintintos objetivos militares, es sustiuída en la acción política por la atribución de todos los medios al objetivo principal. (69) Lo orgánico y lo inorgánico. "Se conduce sólo lo orgánico y lo disciplinado, lo que tiene una obediencia y una disciplina inteligente, y una iniciativa que permite actuar a cada hombre en su propia conducción." (70) El conductor sin los elementos de la conducción, es nada. La doctrina le da una dirección a la masa, luego la organización da la unidad de concepción y de acción. La conducción será el último tramo, el de ejecución, luego de haberse cumplido con la organización, la educación, la enseñanza y la capacitación. La correlación que podría establecerse entre esas etapas y los objetivos perseguidos por las mismas, es la siguiente: Etapas Objetivos

La organización Adoctrinamiento para la unidad de

concepción y de acción. La educación y la enseñanza Elevación cívica , social y general de la

masa La capacitación Incorporación de las formas (técnicas) de

ejecución "Es inútil dar a una masa inorgánica y anárquica un conductor. Lo van a colgar (...) No se conduce ni lo inorgánico ni lo anárquico" (71), dice Perón. Contra toda estimación esencialista o animista de lo orgánico, prima en este concepto el carácter constructivo. "En la organización política tambien hay que pensar en la construcción. Hay que contruir el andamiaje orgánico y rellenarlo bien, sin mirar mucho. ¿Por qué? Porque la acción política es cuantitativa. Si pensamos por el gobierno allí si hay que pensar de otra manera, porque la acción de gobierno es cualitativa." (72) El trabajo constructivo que se impone es de la periferia al centro para alcanzar la perfección en lo orgánico. Alcanzada la perfección orgánicase puede alcanzar la

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perfección humana ("...la perfección humana no se alcanza nunca en la imperfección orgánica."). (73) La correlación, a su vez, que podría establecerse entre estados y objetivos es la siguiente:

Estado Objetivo Periferia Centro Inorgánico Orgánico Perfección orgánica Perfección humana

La organización, en particular de la masa, es el carácter esencial de la conducción moderna. En "lo orgánico" se consideran dos partes: la organización espiritual y la material, primando el primero sobre el segundo. En la teoría de la guerra en cambio, interrogándose sobre cual aspecto tenía preeminencia, el material o el espiritual, la respuesta es genérica e indeterminada: "No es pues, un factor determinado es que asegura el éxito en la guerra, sino un cúmulo de ellos que concurrentemente trabajan y acumulan circunstancias favorables, elaborando lentamente la victoria." (74) Lo puramente cuantitativo, será matizado sin embargo mediante un nuevo giro conceptual que afecta a la naturaleza de la acción política. Mientras que en el campo militar lo cuantitativo tendía a "asegurar la cantidad en los lugares y tiempos previstos" y lo cualitativo ("la calidad") incluía la organización, la doctrina y la instrucción, en la acción política se producen desplazamientos que impone su propia naturaleza. Organización, doctrina e instrucción formarán parte del aspecto cuantitativo de la acción política (a diferencia de su función en el campo militar). La acción política no será entonces puramente cuantitativa, sino también cualitativa. Porque la política no es un fin sino un medio: "Ganar la elección es para nosotros un medio para servir al país. Para servirlo tenemos que organizarlo, porque si no no podríamos hacerlo. El primer acto es cuantitativo."(75) La acción política deviene así un medio (político) para un fin (político), a diferencia de la guerra, que perseguía un objetivo (militar = el aniquilamiento del enemigo), para la consecución de un fin (político): la paz y sus condiciones.

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La masa Junto con los conductores y los cuadros, la masa conforma la "trinidad" de los elementos de la conducción. El primer objetivo de la conducción política es despertar en la masa el sentido de la conducción, mediante la preparación moral y la preparación intelectual. Esta preparación moral, aunque en otro plano, no difiere de la "elevación cívica, social y general" de la masa con vistas a su organización, ya que apunta a que la masa sienta el deseo y la necesidad de ser conducida. La preparación intelectual tiene por objetivo "que la masa sepa ser conducida y ponga de su parte lo que necesite para que la conducción sea más perfecta". (76) Para ello es necesario cumplir con "los principios de toda organización" que operan como principios de segundo grado en relación a los princpios generales de la conducción política: a) La simplicidad: La organización debe ser simple; b) La objetividad: Cada cosa debe organizarse para su finalidad; c) La estabilidad orgánica: Que se organice, sin cambiar todos los días, pero actualizándose; d) La perfectibilidad: "La perfectibilidad es la evolución". (77) No está exento Perón de la utilización de metáforas, que deslizan el núcleo constructivo del concepto de organización hacia un dinamismo vitalista (dando pábulo a sus críticos) rápidamente desplazado por las dimensiones intelectuales y de ejecución de la acción política, aunque en ello se destaca la persecución de un consenso crecientemente uniforme, como señaláramos: "...toda organización - dice - presupone dos cosas: la formación de todas las almas creando un alma colectiva que piense congruentemente y actúe congruentemente. Después, el organismo, cuando tiene alma, marcha solo, pues el alma lo va llevando. Son las almas las que llevan los cuerpos y no los cuerpos los que llevan las almas (Subrayados en el original)". (78) La obtención del consenso creciente de la masa ("un instrumento de acción dentro de la política") se logra mediante el conocimiento, la preparación y la organización de la misma, considerando sus deseos y su voluntad y para ello se requiere vivir junto a la masa "...sentir sus reacciones, y entonces recién se podrá unir lo teórico a lo real, lo ideal a lo empírico, y de allí saldrá el conductor". (79) De nada sirven los tratados sobre psicología colectiva ("No hay teorías aplicables para todos los casos"). El destinatario de la crítica no es otro que José Ingenieros, quien es aludido expresamente:

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"Hay tratados de psicología colectiva. Ingenieros escribió un ensayo muy interesante, pero puramente teórico. Es el pensamientro de un hombre pero no la vida de las masas (...) Con el libro de Ingenieros no hacemos nada." (80) Así como en la guerra no hay casos generales, así también en la política; aunque el argumento es llevado a un particularismo extremado: "No hay teorías aplicables para todos los casos. Cada caso tiene su propia teoría. Si no la conducción sería muy fácil y no necesitaríamos nada para ser conductores."(81) En política no habría teoría -respuesta a un interrogante- sino de los particular, aplicable a un caso concreto. En política, como en la guerra, todo es asunto especial, nada se reproduce. (82) Esta fragilidad que acompaña al conocimiento y a la acción, como la incertidumbre a la guerra, se acrecienta en el ámbito de las masas, pues la organización por sí sola no garantiza la conducción. "Hay reacciones intuitivas y naturales, pero también las hay orgánicas, y uno completa los dos panoramas basándose en la interpretación de esa masa, a fin de que reaccione mediante la preparación que uno hace de esa masa, como uno desea (Subrayamos) (83) La descalificación de Ingenieros no alcanza a erradicar el "aire de familia" postivista en la concepción de las acciones de la masa. Esta, no tiene valor intrínseco sino que radica en el poder de reaccíon como masa misma, que a su vez dependerá de los dirigentes que la encuadran; de modo que lo cuantitativo (la masa) cede ante lo cualitativo (los hombres que la conducen). La acción y reacción de la masa son más o menos intuitivas u organizadas. El conductor es el excitante natural de la masa: "Siendo él el exitante natural de eso <la acción y la reacción>, ocurre como con el músculo: no vale el músculo, sino el centro cerebral que hace producir la reacción cerebral. Sin la exitación de la corriente eléctrica que acciona el nervio hacia el músculo, de nada vale éste por potente y fuerte que sea." (84) El estímulo de la acción de masa en la conducción política, no es externo a la masa , salvo en el sentido que no radicando en ella, se encuentra íntimamente unido a la acción del conductor, vinculado directamente a ella. Este planteo fisiologista tiene un marcado carácter ficcional ("ocurre como con el músculo"), y presupone una reaccíon con un cierto automatismo, desmentida en la realidad, ya que la propia acción de la masa no siempre sigue los designios del conductor (85); es decir, su campo de libertad excede el encuadramiento de un grupo militar.

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No desemboca la profundización de ese planteo -no obstante el positivismo difuso del mismo- en la concepción de Foch quien llegaba a comparar el equivalente militar de la masa- el grueso del ejército- con un cuerpo, con ojos, brazos, órganos y movimiento. (86) Finalmente, la masa, uno de los elementos de la conducción, requiere su abordaje desde distintas disciplinas, que confluirán en una aprehensión inductiva de los secretos del "arte de la conducción": "A estudir las masas, a estudiarlas con sentido social, con sentido psicológico y con sentido sociológico; a penetrarlas, a aprender a conocer los designios de la masa, de la masa misma, porque somos encargado de servirla y debemos primero interpretarla para poder servirla. (...) La conducción es una cuestíon más inductiva que de erudición." (87) Mientras en la guerra, la preparación de las grandes unidades humanas sirven al objetivo de la guerra, en la política se apunta a la conversión de esa masa inorgánica en masas orgánicas y organizadas para un fin específico: "convertir la masa en pueblo conciente de sus derechos y de sus deberes". (88)

Los conductores (o cuadros) auxiliares.- El "cuartel general" (o "estado mayor") como órgano técnico.

Con vistas a las elecciones generales de 1952, Perón explica, con lenguaje militar, la tarea de relevamiento de información, para determinar con precisión el conocimiento de la situación política: "He debido organizar junto a mi todo un cuartel general de acción donde he llamado a hombres especializados en planes para aislar perfectamente bien toda la situación, formando un estado mayor para armar perfectamente bien toda la situación, no sólo general sino particular, y no solo particular de cada provincia, sino de cada departamento y de cada localidad (Subrayamos)." (89) Esta es la única referencia que encontramos al estado mayor en la obra, y cuyo concepto, en el contexto de la exposición de Perón, responde a lo que en la actualidad conocemos como "comité de campaña". No es éste el concepto de Perón cuando estudia al otro elemento de la conducción, los cuadros auxiliares. Estos se encuentran en una relación asimétrica con el conductor. Las condiciones que debe reunir éste no son las del conductor auxiliar: Uno es el creador, otro es el ejecutor, y se encuentra en la escala intermedia de la conducción. (90) El conductor lo es del conjunto, mientras que los conductores auxiliares lo serán de las partes. En uno reposará la conducción estratégica, en los otros la conducción

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táctica. El conductor del conjunto requiera de los conductores tácticos, que representan su multiplicación, pues solo "no llegará muy lejos en la conducción". (91) En la "trinidad" formada por el conductor los cuadros intermedios y la masa, y en el vinculo entre los dos últimos, deviene, en algunos aspectos, más importante el cuadro auxiliar que el propio conductor, por lo que se requieren en aquel elevadas dotes morales, a riesgo de hacer incurrir en descomposición al partido político. Por eso es necesario que se capacite (...) que tenga los lineamientos de una ética sin la cual la política resulta un oficio obscuro e intrascendente y muchas veces perjudicial (...) Darle esos principios de la conducción que lo capaciten para que no pierda su prestigio (...) toda la organización depende de esos hombres. (92) Es fácil advertir la ninguna influencia del concepto de estado mayor en esta construcción, tal como se desprende de su definición y de su práctica histórica. En cambio se encuentra notoriamente cercana al concepto que el mismo Perón desarrollara en los "Apuntes..." al tratar dentro del Capítulo "La Conducción", a los 'comandos subordinados': "Ellos, dentro de la conducción estratégican representan un órden de ejecución inteligente, en quien se confía la verdadera conducción de las partes del articulado dispositivo estratégico." (93) El conductor . Representa el vértice de la pirámide la conducción y el tercer elemento de la conducción política (94). Un conductor lo es por nacimiento o por trabajo. La exclusividad del genio (cuya existencia no es negada) es limitada por la posibilidad de acceso a la calidad de conductor, mediante el trabajo. Decía en los "Apuntes..." "Negar la posibilidad de formar conductores sería caer en la escuela decadente de los fatalistas del siglo XVIII, que afirmaban que si el conductor no se 'hace' sino que 'nace', es inútil buscar en el perfeccionamiento y en el método lo que ha negado la naturaleza (...) en contraposición con la inmortal verdad moltkeana: 'el genio es trabajo'." (95) Esta concepción, en la que subsiste no obstante un rasgo de ambigüedad, es retomada por Perón en varias oportunidades en la obra (96). De todos modos, señala con precisión: "esa escuela negativa no es la de la conducción", la que, siendo un arte, lo es con carácterísticas particulares: se triunfa o se fracasa. (97)

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Sea que arribe a la conducción por la vía de la genialidad o del método no está exento el conductor de la fragilidad humana, y propenso a fraguar su propia pérdida. Con ecos que recuerdan al "Principe", de Maquiavelo, amonesta: "…los conductores son solamente hombres, con todas las miserias, aún cuando con todas las virtudes de los demás hombres. Cuando un conductor cree que ha llegado a ser un enviado de Dios, comienza a perderse. Abusa de su autoridad y de su poder; no respeta a los hombres y desprecia al pueblo. Allí comienza a firmar su sentencia de muerte." (98) La perfección moral de la que debiera estar dotado el conductor tiene factura napoleónica y método cartesiano: los valores morales son las coordenadas verticales y los intelectuales las coordenadas de la base (99). Si logra el equilibrio de ambas es el hombre de la conducción. Clausewitz relevaba en "De la Guerra" los valores del "genio guerrero", y lo mismo hacía (sintetizaba) von der Goltz al tratar de las cualidades del "general en jefe". Perón asimila la importancia de los valores morales en el conductor a los valores de la realización en la conducción política. Los valores morales están por sobre los intelectuales, de la misma manera que la ejecución está por encima de la concepción: "Puede tener carencias intelectuales, pero lo que no puede tener son carencias morales, porque sin valores morales no hay conductor." (100) ¿Cuáles son esos valores morales? Sintetizamos la enumeración de Perón: -Debe sentirse apoyado por una fe superior -Perspicacia en la selección de las acciones -Fuerza de voluntad -Optimismo -Ser arriesgado -Proponerse la obligación de vencer -Abnegación -Espíritu de sacrificio -Humildad -Desprendimiento -No autoritario -Transigente -Leal -Sincero -Amor al pueblo y a la Patria -Inspirar respeto -Desapasionado No se trata de los valores de la moral cotidiana, sino de los valores de la conducción política, más cercanos a la "raggione de stato". Se trata de una suerte de

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"tercera moral", que con fuente en la moral social apunta a la dirección de la Sociedad y del Estado. El reclamo del "deber de vencer" requiere las notas distintivas de fortaleza de carácter, energía y tenacidad, con las que se busca relativizar la "fortuna". El conductor para ser tal es un constructor de éxitos, y su medio es la lucha. "Si no vence, debe saber soportar virilmente los golpes del destino. Es lo único que le podemos dar como compensación al haber sido derrotado"."(101) En esta especie de corolario negativo del "deber de vencer" confluyen varias influencias: Napoleón ("la firme resolución de morir con gloria"), Schlieffen - de él es la expresión "soportar virilmente los golpes del Destino"-, hasta la anécdota atribuída al General Ney quien decía con fatalismo a un soldado agonizante: "eres una víctima de la guerra". (102) Mediatamente, también un concepto elevado por el mismo Perón a la categoría de apotegma, en 1949: "El hombre puede desafiar cualquier mudanza si se halla armado de una sólida verdad." (103) El "deber de vencer" presupone una interpenetración vital con la "situación", el para lo cual es esencial el conocimiento de los hombres, de la historia y de los hechos. Conocimiento afectado por una radical dificultad, agravada por los hechos, estos siempre por venir. La terminología, con rasgos existencialistas llega a las siguientes afirmaciones: "...cuando estudiamos los hechos para la conducción, lo hacemos como un encadenamiento, diremos, filosófico de la dinámica de la vida, de la dinámica de todos los hechos, hasta cierto punto, y para asomarnos al porvenir, para ver que puede producirse e ir ya previendo. Tan anhelante debe ser la conducción, que llega hasta el extremo de asomarse en los últimos hechos para entrever el futuro." (104) Todo ese "largo estudio", sin embargo no se resuelve como una incorporación escolar de conceptos: no se aprende, se comprende. Sólo comprendiendo se puede aprender o realizar. Ante el fenómeno de la conducción fracasan todos los métodos. El conductor, ejecutor del momento práctico debe someter al método, no someterse a él. "...no es ni la experiencia ni la comprensión absoluta; no es tampoco el estudio ni la preparación; es todo, es un conjunto de todo. No es un método; no es el método objetivo del proceso; no es elmétodo de la inducción, no es el método real, no es el método ideal. No hay método, es otra cosa. El método conduce al esquema, el esquema a la rutina; y la conducción es la antítesis del esquema y de la rutina. Pero se necesita método

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para la ejecución y también se necesita método para la concepción. Pero, si se somete uno al método, fracasa; hay que someter el método a uno. Hay que someter el método a la conducción". (105) Esta vocación totalizadora, aparece como el momento sintético -en la conducción y por vía del conductor- de los momentos de la concepción y de la ejecución. Esta formulación binaria con apertura a la resolución, ya se encontraba en ciernes en los "Apuntes...": "...será necesario dividir todo en dos períodos: 1) El de la resolución, el de la creación. (En ese momento hay que exclamar < como Verdy du Vernois>: '¡Al diablo los principios y la historia militar! ¿De qué se trata?', y resolverse. 2) El de la ejecución, donde será necesario tener a mano esa teoría del arte que ayudará a 'construir', pero que en manera alguna pudo ayudarnos a 'crear'." (106) Parte vital de la conducción, el conductor será el reverso del aspecto inerte (el arte de la conducción), al igual que postulaba en sus escritos militares (107). Otras distinciones fundamentales que introducirá Perón, con base en entecedentes de la teoría militar, pero que en su traspolación al campo político cambian su sentido, son las de conducción política y gobierno, y la de conducción política y conducción militar. Conducción política y gobierno. La conducción y el gobierno son dos artes bastantes diferentes la una de la otra: "Uno es la lucha y el otro la construcción." (108) En la interrelación de ambas, el carácter común de "arte" establece analogías pero no similitudes: "Nosotros hemos creado una organización que permite que la política esté conducida de acuerdo con el gobierno, porque no podemos dividirlas en forma absoluta, ya que el gobierno es parte de esa política y la política es parte de ese gobierno; pero cada uno en lo suyo. Cada uno en su conducción y todos de acuerdo." (109) La acción de gobierno será siempre cualitativa, mientras que en la conducción las acciones podrán ser tanto cualitativas como cuantitativas. Dentro de la acción política, a su vez, deberá distinguirse entre la conducción técnica y la conducción política. (110) Conducción política y gobierno: las nuevas trinidades Cuando aludíamos a la "santísima trinidad" de Clausewitz, señalábamos que la misma se constituía con el Pueblo, el Jefe (militar) y su ejército, el Estado y su gabinete.

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En Perón, veremos aparecer la trinidad conformada por la Masa, los Cuadros auxiliares, el Conductor (los "elementos" de la conducción). Pero, en é, el conductor aparece resumiendo en sí las funciones del Jefe militar y las del Estado, puesto que la masa y los cuadros auxiliares aparecen indiferenciados en una primera etapa (hay que "formar cuadros" para el "encuadramiento orgánico de la masa") con lo cual la trilogía de Clausewitz queda reducida a dos de sus miembros. La tríada se reconstituye, sin embargo, con la distinción impuesta por Perón entre conducción política y acción de gobierno. La diferencia esencial con Clausewitz, es que el rol del conductor político es el que satura el sentido otorgado a la articulación de las partes. Mientras en la teoría militar, la guerra aparece subordinada a la política (111), con cierta subordinación lineal, aún cuando puedan tocarse en algún extremo; en la concepción política predomina la circularidad. Los fines políticos se obtienen por medios igualmente políticos. En Clausewitz, la guerra operaba como medio de la política. Aquella tenía objetivos, ésta fines. En Perón, la política es el medio de la política. La finalidad es el gobierno de la Sociedad y del Estado (fin político). De esta manera en el condutor convergen los extremos masa-cuadros, por un lado, y política y gobierno por el otro, inaugurando una nueva trilogía con lejanos antecedentes militares pero con una novedosa articulación en el sistema de la democracia política. (112) Perón: Guerra y Política. El "lenguaje militar" no obstaculiza la "voluntad de diferencia" -constante en Perón- de la conducción política y la conducción militar.

CONDUCTOR

Gobierno y Política

Masa y cuadros auxiliares

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Conducción táctica, conducción estratégica, mando, conducción por órdenes (táctica) y por directivas (estratégica), -términos todos de la órbita militar- no reproducen especularmente sus contenidos en el campo político. "¿Qué hace la estrategia en la política? Prepara las mejores condiciones generales para obtener el éxito táctico en las acciones parciales (...) Y la lucha táctica, o sea la táctica política, es la acción puesta en movimiento en los sectores de acción política para vencer en la lucha dirigida contra los adversarios (subrayamos)."(113) La conducción no es el mando, de ahí que en general, no sirvan los militares para la conducción política. De nada sirven en ésta los grados, los reglamentos, y el mando de personas cuyo consenso no se ha ganado. "En la política el asunto es otra cosa (...) El grado no lo tiene, ni tampoco el código, y si manda una cosa sin sentido no le obedece nadie (...) Aquí hay que arreglárselas para que la gente haga caso (...)." (114) La política es lucha - y no se diferencia de otros antagonismos sociales - pero la voluntad de vencer no tiende al aniquilamiento del antagonista, quien no reviste ya el carácter de enemigo ("hostis") sino de adversario. Es decir, no será el centro de imputación de sentimientos hostiles, ni de intereses hostiles. Si se extremara el razonamiento tendiente a aniquilar al adversario, se terminaría con la política; cuando, en realidad, uno de sus objetivos explícitos, en este pensamiento, es la eliminación gradual de la contradicción, mediante la creciente uniformización del consenso. El método es el de la persuasión. (115) "...el movimiento político no se maneja como el ejército.Yo no soy el comandante en jefe del movimiento peronista (...) Esto no es un servicio militar obligatorio, ni tenemos código de justicia militar (...) aquí tenemos que persuadir y no mandar. Conducir es persuadir en política...". (116)

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NOTAS 1) Por ejemplo "El Libro Negro de la IIa. Tiranía", los escritos de H.Gambini, y de los intelectuales de "Contorno" (Viñas, Rozitchner, Sebreli), todos de un marcado anti-peronismo. 2) Ver: Escudé, Carlos y Rapoport, Mario; Ops. cits. 3) Waldmann, Peter: "El Peronismo.1943-1955", Trad. de Nélida Mendilaharzu de Machain, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1981, 257 págs. 143/144. 4) Waldmann, Peter: Op. cit. pág 144. 5) Page, Joseph A.: Op. cit. , Vol. I , pág. 262. 6) Page, Joseph A.: ibíd. 7) Para los preliminares de este golpe militar, su contexto y derivaciones, ver: Potasch, Robert A.: Op. cit. Vol. II págs. 178/194; Rouquié Alain:Op. cit. ,vol II, pags. 88/93; Page, Joseph A.: Op. Cit. págs.292/296 y Chávez, Fermín: "Perón y el peronismo", Buenos Aires, Editorial Oriente, 1984, Vol. II, págs. 253/256. 8) Las conferencias fueron editadas en forma de libro en varias oportunidades. Utilizaremos el folleto "Hablan Perón y Eva Perón en el acto inaugural de la Escuela Superior Peronista realizado el 1ero. de marzo de 1951", Buenos Aires, Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, s/f -aunque muy probable de 1951-, s/p ; y Perón, Juan: "Conducción Política" , Buenos Aires, Escuela Superior Peronista, 1951, 287 págs.Ambas obras completan lo expuesto por Perón en dicha ocasión.Como dato curioso a consignar, indicamos que la edición de la Escuela Superior Peronista no incluye la conferencia inaugural de Juan Perón y las posteriores que hemos consultado (1952 -Ed. "Mundo Peronista", y 1974 "Secretaría Política de la Presidencia de la Nación", que reitera la anterior) excluyen el nombre de Mendé, realizando algunos ajustes superficiales al texto, e incluyendo la mencionada conferencia inaugural. 9) "Hablan Perón y Eva Perón....", cit. ('Reglamento') 10) Hasta donde sabemos, fruto de esa labor la Escuela publicó con su sello, además de "Conducción Política"; Perón, Eva: "Historia del Peronismo", Buenos Aires, 1951, 119 págs.; y Gómez Morales, Alfredo: "Política Económica Peronista", Buenos Aires, s/f -aunque presumiblemente también en 1951-, 230 págs. 11) "Hablan Perón y Eva Perón...", cit. ('Discurso del General Juan Perón). 12) "Hablan Perón y Eva Perón...", cit. 13) "Hablan Perón y Eva Perón...", cit.

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14) Utilizamos "epistemología" en el sentido que le da Gustavo Bueno.Ver, de este autor: "Teoría del cierre categorial 5. El sistema de las doctrinas Gnoseológicas", Oviedo, Pentalfa Ed., 1993, 262 págs. ("Epistemología. Utilizamos este término, por oposición al término gnoseología (aún advirtiendo que muchas veces ambos términos se usan como intercambiables) refiriéndolo a la llamada 'teoría del conocimiento verdadero' (sea científico, sea precientífico, o simplemente 'mundano' praetercientífico (...) El campo de la epistemología estaría organizado en torno a la distinción entre sujeto cognoscente y objeto (conocido o de conocimiento) ( subrayados en el original" - Glosario, pág. 196). 15) Perón, Juan Domingo (Mayor): "Apuntes..." cit. págs.164, 175 y 248. 16) "Hablan Perón y Eva Perón...", cit. 17) Ibíd. 18) "Hablan Perón y Eva Perón..."cit. 19) Perón, Juan: "Conducción Política" págs. 149/151. Se trata de una glosa de una cita de Balk en los "Apuntes..." cit. pág. 19: 'conducir la guerra con experiencia ajena, porque la propia es difícil poderla cosechar, cuesta cara y llega tarde'. 20) "Hablan Perón y Eva Perón..." cit. 21) Von der Goltz insistirá en varios tramos de "La Nación en Armas" en que su atención se dirige "al arte de nuestro tiempo tan solo. Este libro está escrito para la actualidad únicamente". Uno de sus capítulos se titula precisamente "Los ejércitos de la actualidad".Ver op. cit págs. 1 y 7.Ver, también, Foch: "Los principios...", cit. pág.47. 22) Perón Juan: "Conducción Política", cit, pág. 54/55 23) "El saber debe convertirse en 'poder' ", dice Clausewitz. El traductor de la primera edición argentina de "Von Kriege" apunta en una nota al párrafo: 'La idea expresada en alemán por una sola palabra, können, que traducimos literalmente por poder, corresponde en castellano a la especial acepción del verbo dominar, cuando se refiere al conocimiento de una cuestión (Subrayado en el original). 'Clausewitz, Carlos von: Op. cit. pág. 153. Este es el alcance que le da Perón al término "dominio". 24) Perón, Juan: "Conducción Política", cit. pág 56. 25) Perón, Juan: "Conducción Política", ibíd. 26) "Hablan Perón y Eva Perón...", cit. 27) Perón, Juan: "Conducción Política", cit. pág 136. Dice Foch, citado por Perón: "El arte de la guerra, como todas las otras artes, tiene su teoría, sus principios, o bien no sería un arte", en "Los Principios...", cit., pág. 31. Corresponde a la pág. 287 de los "Apuntes...".

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28) Perón, Juan Domingo (Mayor):"Apuntes..."cit. pág 286. 29) Dice Perón: "...es necesario asentar como conclusión que: 1) La existencia de algunos principios de guerra es indiscutible. 2) Que su aplicación en la guerra misma es cuestión de adaptación al caso concreto. 3) Que en la guerra, y según el caso concreto, algunos principios se aplican y otros no. 4) Que en el estudio de la guerra, el caso concreto, como en la guerra misma, debe representar la verdadera disciplina científica. 5) Que los principios, por eso, deben considerarse que son de aplicación siempre variable, según las circunstancias, pero siempre con una orientación única, el sentido objetivo. 6) Que a pesar de la existencia de los principios no deben estos representar un lote de verdades intangibles fuera de las cuales no haya más que herejía, como dice Foch'(subrayado en el original)". En Los "Apuntes...", cit. pág. pág. 289. Foch: "Los principios..." pág. 29. 30) Perón, Juan: "Conducción Política", cit., pág 149. 31) El concepto es napoleónico, citado por Perón en los "Apuntes...", cit. pág. 287: 'Los principios de la guerra son los que han guiado a los grandes capitanes cuyos altos hechos nos ha trasmitido la Historia'. 32) Para la enumeración de "los principios de la guerra" ver:"Apuntes..."págs. 293/296. 33) Perón, Juan: "Conducción Política", cit. pág. 149. 34) Perón, Juan:"Conducción Política", ibíd. 35) Perón, Juan Domingo (Mayor):"Apuntes..."cit. pág. 297. La cita, reiterada, sobre el "óleo de Samuel" corresponde a Schlieffen (Ver: Perón, Juan (Cap.): "El Frente Oriental de la Guerra Mundial en 1914", cit., pág 216). El auxilio del arte como metáfora explicativa de la acción política, la encontramos tempranamente en Nicolás Maquiavelo.Ver: "El Príncipe", Trad. Guillermo Cabanellas, comentado por Cristina de Suecia y Napoleón Bonaparte, Buenos Aires, Ed. Claridad, 3era. ed., 1974, págs. 111/112. 36) Ver arriba: "El Método expositivo de Perón". 37) Perón, Juan: "Conducción Política", cit. pág. 256 38) Perón, Juan: "Conducción Política", cit. pág. 177. Dice Foch: "Se trata, finalmente, de aplicar las verdades automáticamente, inconscientemente. Para esto es necesario que ellas nos sean íntimas, que hayan penetrado en nuestra médula, que formen parte integrante de nosotros mismos", en "Los Principios..."cit. pág 45. 39) Perón, Juan: "Conducción Política", pág. 176. 40) Perón, Juan: Op. cit. pág 199. 'El centro de gravedad de la acción política' es "el lugar o el objetivo principal en el momento decisivo". Op. cit pág. 204 41) Perón, Juan: ibíd.

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42) Perón, Juan: "Conducción Política", cit. págs. 199/200 43) "...hay que disciplinar el propio espíritu de la conducción sobre un método de acción que lo lleva a uno en todos los casos y en todas las circunstancias a aplicar inconscientemente este gran principio.” (Subrayado en el original). Op. cit. págs. 208. 44) Perón, Juan: Op. cit. pág 207 45) "Hablan Perón y Eva Perón...", cit. 46) Perón, Juan: "Conducción Política", pág. 61. 47) Perón, Juan: "Conducción política", págs. 173/174. 48) Perón, Juan: "Conducción política", pág. 174. La frase de Napoleón es: "Los principios de la guerra son los que han guiado a los grandes capitanes cuyos altos hechos nos ha transmitido la Historia". "Apuntes...", cit. pág. 287."Los Principios...", cit. pág. 31. 49) Perón, Juan: "Conducción Política", pág. 175. Sobre la unidad de teoría y práctica, de los principios y de su aplicación ver pág. 176. 50) Perón, Juan: Op. cit. pág. 177 51) Perón, Juan Domingo: Op. cit. págs. 17/18. 52) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 181/182. 53) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 21/22. 54) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág 87.Ver también nota 42). 55) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág 182. Al igual que en la guerra, hasta allí -la decisión- y no más allá, llega la previsión. Ver Op. cit. pág. 90.Ver "Apuntes...", pág. 322. 56) Perón, Juan Domingo: Ibíd. 57) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág 183. 58) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 185. 59) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 185. 60) "Hablan perón y Eva Perón....", cit. 61) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", cit. pág. 40.

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62) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág 40. 63) Perón, Juan Domingo: ibíd. 64) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 42. 65) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 56. 66) Perón, Juan Domingo (Mayor):"Apuntes..."cit. págs. 170 y 172. 67) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág 144. 68) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág 187 69) Otra distinción que introduce Perón en la acción política es la de objetivos definitivos y objetivos transitorios, parciales o limitados.Ver: Op. cit. pág. 268. 70) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 25 71) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 25 72) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 24 73) Perón, Juan Domingo: Ibíd. 74) Perón, Juan Domingo (Mayor): "Apuntes...", cit. pág. 119. 75) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", cit. pág. 55. La organización tendrá a su vez un carácter sedimentario (la organización es sedimentaria), y su carácter estructural es el que permite sobrevivir al paso del tiempo (La organización vence, pues, al número y vence al tiempo). Ver: Op. cit. págs. 267 y pág 284. 76) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág 20. "Vale decir que el conductor moderno no debe tener solamente una masa para conducir. Debe tener una masa organizada, educada, elevada espiritualmente, porque entonces la conducción se facilita (Subrayado en el original). " Op. cit pág. 53. 77) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 22. 78) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 195. 79) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 242 80) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 242. Probablemente se refiera, o bien a los "Principios de psicología" ('Los Principios de psicología es la obra más importante del doctor Ingenieros. Fue publicada fraccionadamente por primera vez, en la revista Argentina Médica, en 1910; al año siguiente apareció en un volúmen de los Archivos de psiquiatría y

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criminología, con el título de Psicología genética; posteriromente fue editada por Jorro, de Madrid, y por Alcan, de Parín, con el título de Principios de Psicología biológica; por último se editó en Leipzig y en Buenos Aires, con el título definitivo de Principios de psicologia <1919>.' Conf. Mouchet, E. y Palcos, A.: "La obra psicológica de José Ingenieros", Buenos Aires, Ed. Coni, 31 págs. , pág 24.), o a la "Sociología Argentina" (Buenos Aires , Losada, 1946, 475, de la que existía un ejemplar en la Biblioteca de Perón). 81) Perón, Juan Domingo: Ibíd. "La conducción nunca se estudia en un caso general, porque la conducción no tiene casos generales. En la conducción las verdades absolutas suelen ser unas grandes mentiras.” (Subrayado en el original). Op. cit. Pag 271. 82) Perón, Juan Domingo: "Apuntes...", cit. pág. 33. 83) Perón, Juan Domingo: "Conducción política", cit. pág. 242. 84) Perón, Juan Domingo: "Conducción política", cit. pág. 243. 85) Perón, Juan Domingo: "Conducción política", cit. pág. 242. 86) Foch, Ferdinand (Mcal.): "Los principios...", cit. pág. 96. Sí aparece una concepción similar en los "Apuntes...", cit. pág. 238. 87) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", cit. pág. 285. 88) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", cit. pág. 275. 89) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 100. 90) Perón, Juan Domingo: Op. cit. págs. 26 y 27. 91) Perón, Juan Domingo: Op. cit. págs. 76 y 124. Foch dirá: "...uno realizando el arte de la estrategia (...) y todos los otros (...) la prosa.".Ver: "Los Principios..., cit. pág. 139. 92) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 277. 93) Perón, Juan Domingo: "Apuntes..."cit. pág. 251. 94) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", pág. 25. 95) Perón. Juan Domingo (Mayor): "Apuntes...cit. pág 38/39. 96) "Hablan Peron y Eva Perón..."cit. y "Conducción política", cit. pág. 137. 97) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", pag. 137. 98) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", pág. 28.

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99) Perón, Juan Domingo: Op. cit., pág. 156. Antes, había invertido la ubicación espacial de los valores y las coordenadas. Ver Op. cit pag. 28. 100) Perón, Juan Domingo: Op. cit. págs. 156/157. 101) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 158 102) Perón, Juan (Cap.): "El Frente Oriental...", cit. pág. 227. "Apuntes...", cit. págs. 244 y 301. 103) "Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía", Buenos Aires, Univ. Nac. de Cuyo, 1950, Tomo I: ' Conferencia del Excmo. Señor Presidente de la Nación, General Juan D. Perón', pág 136. 104) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", cit. pág. 169/170. 105) Perón, Juan Domingo: Op. cit. págs. 177/178 106) Perón, Juan Domingo (Cap): "Apuntes..."cit. págs. 297/298. 107) Perón, Juan Domingo: "Conducción Política", cit. págs. 136 y 143. "Apuntes..."cit. pág. 37. 108) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 29. 109) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág 122 110) Sobre los "cuatro aspectos" ver "Conducción Política", pág 120., sobre su interrelación, pág. 246. 111) "Si <Napoleón> enfrentó a ocho o diez coaliciones, no lo hizo nunca por una razón militar. Las enfrentó militarmente, pero por una razón política. Es que siempre la acción militar está subordinada a la política". Op. cit. pag. 147. 112) Cabe recordar el antecedente, próximo a estas clases, de la reforma constitucional de 1949, y la inminente elección presidencial de 1951, a la cual Perón hace refrencia reiterada en la obra. 113) Perón, Juan Domingo: Op. cit. págs. 109/110. 114) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pag. 115. 115) Perón, Juan Domingo: Op. cit. pág. 280.

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116) 'Entrevista del Coronel Francisco Cornicelli con el General Perón en la residencia de éste último, en Madrid, el 27 de abril de 1971, en: Revista "Las Bases", Buenos Aires, Nro. 17, julio de 1972, págs. 35-37.

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CONCLUSIONES “Era un escritor docto, y todos sus conocimientos incidian dobre su tarea; tenía, además, a su disposición, la justa medida de literatura anterior, y nada más”. T.S. Eliot (“¿Qué es un clásico?”) “Conducción Política” reviste en la cultura argentina el carácter de clásico. Probablemente el único que ha brindado en tal sentido la cultura política. Lo consideramos clásico no solamente como texto que al ser interrogado “siempre tiene algo que decir” sino que, como intentamos demostrar en estas páginas, permite ser abordado desde ángulos distintos a los intentos de cristalización canónica de propios y enemigos. La ingenuidad de los primeros ha sido irrelevante para su perpetuación. En cambio, aquellos que militaron y militan en el campo de sus más enconados adversarios permiten su supervivencia, siguiendo en este aspecto el destino de otros textos fundamentales del pensamiento político, al menos en la cultura occidental. La lectura de las obras de Perón, con la distancia que imprime un cuarto de siglo de su desaparición física de la escena política, debieran permitir un acceso a las mismas no mediado por adhesiones o rechazos espontáneos y previos a un abordaje con un mínimo de pasión posible. Contemporáneos y sobrevivientes a su curso vital no pudieron acceder a esa lectura sino a partir de la sentencia condenatoria o absolutoria, emitida con anticipación a la tarea crítica. Y esta, por supuesto, reducida a la tarea de convalidar lo que de antemano se tenía como cierto. Los “nobles odios” que prefirieron cultivarse con causa en la política, fueron cultivados, como en el pasado, por quienes, desechando la grave carga que impone la honestidad intelectual, abordaron el objeto de estudio para justificar o impugnar acciones políticas, y no para hacer claro lo oscuro, poner orden en el desorden, establecer filiaciones, continuidades o rupturas; para indicar, en suma, donde estábamos, cual era la proveniencia del objeto de estudio y cuáles eran las vías que se abrían o cerraban a partir de él. Muchos de quienes ejercieron este tipo de crítica provienen o se ubican, con matices que a veces rozan lo incomunicable, en el espectro liberal-democrático o de izquierda ,con las distintas presentaciones, corrimientos y gradaciones que ha tenido en la Argentina ésta fracción político- ideológica . Muchos, al calor de la contienda política gozaron también del calor académico (o desde la barricada en momentos de exaltación política) desde el cual prestigiaron sus producciones. Todos, contribuyendo a empañar la comprensión de procesos, ideas y personajes de por sí complejos en un proceso de cambio acelerado. La interpretación falseada por los a-priori ideológicos y partidistas, la lectura escasa, la ausencia de investigación debieron ser por sí solos, los argumentos inapelables de la desestimación de los resultados. Lejos de ello, ese producto acabado gozó de buena

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supervivencia, instalándose aún hoy en nuevas producciones y afirmaciones tenidas como “de sentido común”. La historia intelectual de Juan Domingo Perón nunca se ha escrito, asediada por las pasiones que negaban la posibilidad de obrar en el campo intelectual a aquellos que por su origen o profesión no resultarían portadores de calidades exigidas por los preceptos académicos. El resultado fue un muestrario de la impotencia acádemica en la que militaron no solamente los herederos del golpe militar de 1955 sino aquellos que en los años ’70, y previo “corrimiento a la izquierda”, lanzaron la consigna ‘la vida por Perón’; y que hoy, cargados de años, conviven como pueden sin alcanzar a explicar ni explicarse nada. La formación de Perón: sus lecturas, su labor en la cátedra y la reelaboración de todas esas variables en el campo de la acción política, aunadas a la producción intelectual de variado signo constituyen la desmentida a un juicio cargado de sujetividades negativas antes que de valoraciones críticas. El núcleo central del pensamiento de Perón no surge “ex - nihilo”, como no surge ninguna producción humana, ni es la aceptación pasiva de expresiones en boga. Este rasgo, lejos de ser uno negativo como lo imputa Halperín Donghi, resulta ser de originalidad, en el sentido de ponerse por la vía de la reestructuración y reelaboración de conceptos, como modelo de sí mismo. El profesionalismo del primer Perón, podría haber desembocado en una carrera simplemente militar y de trámite burocrático. Sin embargo su ruptura, encabalgada en los acontecimientos políticos –revolución de 1930- y la “fortuna” que lo acompaño en sus pasos posteriores resultaron una de las claves para presentar bajo una nueva faz a ciertas formulaciones teóricas prestigiadas por el paso del tiempo. Reacio a influencias definitivas, el vínculo de Perón con las ideas reviste un carácter marcadamente instrumental. Esta especial predisposición de ánimo tiene un probable origen en la asimilación profunda de conceptos militares: azar, incertidumbre, peligro, relatividad, particularidad, todas notas distintivas de la contienda bélica, que son denotadas también por conflictos de distinta naturaleza (los de la vida humana), y a ellos no escapa el conflicto político. Moviéndose siempre dentro del marco de acción impuesto por la legalidad democrática, Perón expuso en sus primeros mandatos, sobre todo en “Conducción Política”, una visión del poder, de su acceso al mismo y su finalidad, notoriamente divergente de las teorías sobre el funcionamiento de la democracia, que circulaban atravesadas por fórmulas jurídicas alejadas de un correlato objetivo con la práctica política (la “política criolla”que criticaba el mismo Perón). Es indudable la raigambre militar de su pensamiento político, acusada en fórmulas, estructuras, hasta teorías o fragmentos de ellas que - modificándose y hallando una nueva posición - cruzan “Conducción Política” , en una versión diluida que sirve para promover “el eje firme” que dota de sentido al conjunto: el conductor.

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“Conducción Política” resulta una obra “fácil pero difícil”. Su aparente estructura es constantemente desmontada por Perón a lo largo de su exposición; y sin remontarse a sus fuentes inmediatas y mediatas muchos de sus conceptos corren el riesgo de ser erróneamente comprendidos. Late en sus páginas el “Príncipe”, de Maquiavelo, heredero desnaturalizado de los “espejos de príncipes” que cruzaron la Edad Media hasta llegar al florentino. Perón, como aquel, presentó “las cosas” –para usar una frase cara a Isaiah Berlin- que “son lo que son”. He intentado destacar los ejes fundamentales de “Conducción Política” en relación a sus fuentes específicas. Otros abordajes, con otras metodologías son factibles, lo que da cuenta de su riqueza conceptual. El conjunto presentado por “Conducción Política”, no mecánico, cuya puesta en acto es algo más que el funcionamiento de las partes articuladas en un todo, tiene un sujeto rector (quien ejerce la conducción), una teleología (fin político) y un condicionante que informa el conjunto (los valores morales), desarrollando su proceso dentro de la legalidad institucional. La creciente uniformización del consenso que explícitamente persigue, configura uno de los elementos de tensión más destacado, pues esa pretensión, llevada a su extremo teórico desemboca en la estructura única y excluyente. Quizá ahí radique uno de los aspectos de su rechazo por parte del pensamiento liberal- democrático: El texto propone lo que dicho pensamiento no puede enunciar bajo pena de hacer estallar sus principios teóricos, aunque la práctica liberal-democrática se encamine en sentido absolutamente contrario. Idéntico rechazo se advierte en el pensamiento de izquierda, anque aquí la exigencia del partido único no es planteada como producto de la gradualidad, sino como una imposición violenta de la realidad. Si el trabajo que antecede posibilita de alguna forma la comprensión de aquellos núcleos temáticos y de estas tensiones, reactualizando el estudio desapasionado de un pensamiento político aún vigente, consideraremos cumplido el objetivo que nos llevó a escribirlo.

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