ISSN 1668 4737

ArchivosDepartamento

de Antropología Cultural

XV - 2017

CIAFICediciones

Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Culturalde la Asociación Argentina de Cultura

Azul SagradoCuadernos del Sahara

Ruth Corcuera

Archivos, Vol. XV - 2017ISSN 1668 4737

Directora:Dra. Ruth Corcuera

Miembros del Consejo Editorial:Dr. Eduardo Crivelli - Universidad de Buenos Aires, ArgentinaDr. John Palmer - Brookes University, Oxford, InglaterraDr. Tadashi Yanai - Universidad de Tenri, Nara, JapónDra. María Cristina Dasso - Universidad de Buenos Aires, Argentina

Archivos es la publicación periódica del Departamento de AntropologíaCultural del Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica yCultural (CIAFIC), que por este medio busca servir a la tarea delconocimiento y la reflexión sobre las culturas. Con esta finalidad, tienecomo cometido difundir las investigaciones del Departamento, publicarcolaboraciones que versen sobre antropología cultural y rescatar trabajoscuyo valor se considera meritorio para la disciplina.

8 2017 CIAFIC EdicionesCentro de Investigaciones en Antropología Filosófica y CulturalAsociación Argentina de CulturaCONICETFederico Lacroze 2100 - (1426) Buenos Aireswww.ciafic.edu.are-mail: ciafic@fibertel.com.arDirección: Lila Blanca Archideo

Los dibujos son de la Autora.La mayoría de los dibujos coptos del cap. II han sido realizados a partir de ilustraciones dePierre Du Bourguet.

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I

RECREANDO UNA HISTORIA

Las fuentes de investigaciónEl Sahel, una ribera en expansiónEl Sahara de los lagosAntiguos saharianos

- Los hombres del lago Aouker- Pobladores de la meseta- Los pobladores de las riberas del lago- Imraguen y nemadíes- Características generales del viejo poblamiento

Pastores y guerreros

Las fuentes de investigación

Las fuentes para investigar los antecedentes del tejido en elÁfrica Occidental Central son escasas; nuestro conocimiento sobre eltema aún adolece de grandes lagunas. Es posible que estos vacíos sedeban a las dificultades que ha evidenciado nuestra cultura para com-prender a otros pueblos, cuyo pasado no se fundamenta en los docu-mentos escritos. Su carencia nos crea, de este modo, incertidumbrecon respecto a nuestros conceptos de la ciencia histórica. En el caso deltejido, material de por sí frágil, la ambición de profundizar los cono-cimientos acerca de ellos es una tarea ardua. Los lugares en los cualesvamos a intentar seguir estas facetas del quehacer humano son el ám-bito del desierto sahariano y el Sahel, en los que intentaremos seguirel ciclo textil unido, como todo hecho cultural, a una problemática quelo excede.

El desierto africano, en el cual floreció la cultura egipcia, y lafaja costera sudamericana del Pacífico, perteneciente a las actuales Re-pública del Perú y norte de Chile, son los únicos grandes reservoriosde tejidos de más de 3000 años que posee nuestro planeta. La falta delluvias, la consiguiente sequedad ambiental y la ausencia de microor-ganismos que deterioren este tipo de material arqueológico han permi-tido que lo conociéramos en su complejidad.

Asimismo, tanto el África (especialmente Egipto) como el An-tiguo Perú albergaron pueblos creyentes en una vida ultraterrena, en lacual el tejido iba a ser un nexo entre el mundo material y lo trascen-dente y una expresión, entre otras, de la presencia de lo sobrenaturalen la tierra.

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Las fuentes utilizadas para profundizar este tipo de investiga-ciones son variadas pero escasas. Hasta la llegada de los europeos, elÁfrica Occidental se nos presentaba como un área con un pasado casiinabordable. Fuera del Mediterráneo, sólo lejanas menciones hechaspor los historiadores clásicos (Herodoto, Plinio, etc.) o bien los viaje-ros de la Edad Media, fundamentalmente árabes, nos presentan el que-hacer cultural de grupos humanos negríticos o saharianos, acerca de loscuales mucho ignoramos.

La investigación textil, partiendo de su carácter multidiscipli-nario, se apoya actualmente en varios puntos: la arqueología, la etno-grafía y la historia. La tradición oral y los relatos de viajeros sonfuentes que ayudan a comprender con mayor vivacidad los avataresculturales de estos pueblos.

La historia del tejido egipcio constituye un caso excep-cionalmente documentado. Los egiptólogos disponen de piezastextiles, que constituyen datos directos, halladas en excavacionescientíficas, de documentos escritos que hacen referencia a laimportancia que daba ese pueblo a los tejidos y de una iconografíamuy rica, que nos permite observar sus técnicas, estilos y modas enpinturas, esculturas y arquitectura.

La sociología, la historia de las religiones y la historia del artenos ayudan a aproximarnos al fenómeno de la visualización, por mediodel tejido, de creencias y mitos, sean éstos volcados en sus claves na-turalistas o en sus diseños abstractos.

En cuanto a los textiles de la parte central del África Occidental,la falta de coincidencia entre el tiempo histórico y el tiempo culturalhace posible aún hoy recoger la tradición oral que conservan algunosgrupos étnicos con respecto a la función del tejido dentro de la socie-dad, de sus connotaciones simbólicas y de su capacidad nemotécnica.Más aún, ciertas etnías africanas, como la de los dogones, nos ofrecenla posibilidad de presenciar en la actualidad el nexo íntimo entre mitoy técnicas textiles. Esta asociación ha tenido una gran importancia enlas grandes culturas del pasado.

El grado de habilidad en las técnicas textiles africanas que so-breviven es muy diverso. Algunos grupos, como los tuareg, permane-cen en el tránsito entre el trabajo del cuero y el período pre-telar. Otros

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como los peuls, conservan la difícil técnica del tapiz. Los soninké, porsu parte, son los depositarios del manejo más hábil de las técnicas delteñido y del uso del color.

El tejido, excedido del hecho primario de servir de abrigo, cum-ple, como lo hizo en otras sociedades tradicionales, funciones deadorno prioritarias en la cultura africana; funciones que lo conviertenen un medio para diferenciar la jerarquía dentro del grupo. Tambiénadopta un papel claramente talismánico, como se advierte aún en elcaso de la preferencia del color. En el continente africano, el origen ét-nico o la pertenencia a un rango jerárquico tiene sus formas aparentes,su propio lenguaje dado por tatuajes, adornos corporales, peinados ovestimenta; en todos ellos, el color y el diseño juegan un rol de granimportancia. Valga como ejemplo que, habitando en Senegal, país si-tuado en la cintura de África, entre el Sahara y el África forestal plu-viosa, puedo definir culturalmente la relación hombre-tejidosencillamente con la frase: “vivo dentro de la gran zona del índigo”.

El Sahel, una ribera en expansión

El Sahel, la franja que separa el Sahara del África arbórea, com-prende actualmente unos cuatro millones de km2 de tierra semiárida.La aridez continúa avanzando hacia el sur: el Sahel sigue extendién-dose. Estas llanuras semidesérticas abarcan desde Mauritania y partede Senegal, al oeste, hasta los confines del Sudán, e involucran a lasactuales repúblicas de Mali, Níger y el Chad.

Del desolado aspecto sólo se exceptúan las márgenes de los ríos.El río Senegal, al norte, hace en ciertas partes de frontera con Mauri-tania y aparece como una estrecha banda con manchones verdes. Enel viejo Sudán occidental, las orillas del gran Níger serán el ansiado finde los transhumantes.

La presencia del Sahel en Dakar es fuerte. Para quien haya ha-bitado en esta ciudad durante la última década, las características dejardín que le otorgaba la literatura colonial desaparecieron tras elnuevo ciclo de sequías de los últimos años. Es así que jardines y huer-tos sólo son posibles con el privilegio de la irrigación artificial. Tanto

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el medio como el hombre marcan más la presencia del Sahara que ladel África pluvial. En la cercanía del desierto, el aspecto de esta granfranja es desolado: en sus llanuras sólo crecen arbustos espinosos,entre los que predomina el familiar cram-cram, Cenchrus biflorus, unagramínea anual que resiste incluso los meses en los que impera el har-mattan.

Es llamativo que en la franja del Sahel se dé la coexistencia delmayor número de lenguas africanas, agrupadas en un espacio relativa-mente limitado. Los investigadores ubican dentro de este espacio a ladenominada “zona de fragmentación lingüística”, fenómeno indicadorde migraciones antiguas y heterogéneas (Dalby 1984).

El Sahel

Esta banda culturalmente singular parecería testimoniar losdesplazamientos de diversos pueblos obligados a asegurar su subsis-tencia por medio de la búsqueda de zonas húmedas.

La denominación Sahel, dada a este perímetro meridional delgran Sahara, significa en lengua árabe ribera. Así es llamada por loshombres del desierto, los mismos que durante milenios surcaron estassoledades inmensas, que se les asemejó a un océano de arena, con susolas de dunas, sus puertos y sus costas.

La similitud que ofrece la vastedad oceánica y la del grandesierto ha creado en la gente que lo habita una psicología particular,en la que prima el sentimiento profundo de que la supervivencia es unhecho honroso en sí mismo, y ésta no es posible sin la ayuda de lotrascendente. Este sentimiento místico que impregna su vida cotidianaes el rasgo más fuerte, y el color del índigo nos va indicando supresencia.

Índigo, azul, es el color de la bóveda celeste, única compañíay presencia de lo sagrado en la soledad de ese mar.

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Formaciones lacustres holocenas (H. Faure 1969, en T. Monod 1975)

El Sahara de los lagos

El Sahara es el resultado geológico de fuertes erosiones eólicasy actualmente vive un proceso de gran desertificación de sus oasis, fe-nómeno que no es el primero de su historia, pero es al que asistimos.Este hecho nos enfrenta a la problemática del desarraigo de miles dehombres que se ven obligados a abandonar sus arcaicos hogares v, conellos, sus tradiciones.

Imaginarnos un Sahara verde en su mayor parte sólo es posiblegracias a los hallazgos paleontológicos y arqueológicos. Estos hallaz-gos han revelado la existencia de una fauna, actualmente casi extin-guida, que poblaba inmensas llanuras donde hoy sólo hay arena. Losrepresentantes de esa fauna se encuentran hoy arrinconados en unospocos lugares del África forestal.

La evidencia arqueológica nos dice que entre el octavo y hastael tercer milenio a.C., lo que hoy es el África del desierto fue el hábitatde pastores, inmortalizados por la pintura rupestre.

La pluviosidad entre el sexto y el cuarto milenio a.C. permitióuna época privilegiada para los habitantes saharianos, época de lagos,cuyos restos fósiles indican una intensa actividad económica a su al-rededor.

Pero el poblamiento del actual desierto llevaba ya varios mile-nios ...

Antiguos saharianos

La arqueóloga Nicole Lambert hace remontar la presencia hu-mana en el Sahara hacia alrededor de los 600.000 años. Para Lambert,el más lejano Paleolítico inferior ha dejado infinidad de útiles de piedraesparcidos en el norte de Mauritania. Los testimonios de esa arcaicaocupación estarían en el Adrar, Zenmour, Tiris y Mekteir.

La ausencia de datos paleontológicos asociados al material líticocrea dificultades para los arqueólogos, que han debido concentrarseen el estudio de piezas halladas en la superficie y en la búsqueda de lostalleres donde se confeccionaron los instrumentos. Estos datos permi-18 Ruth Corcuera

ten darles una cronología (a veces controvertida) similar a la corres-pondiente a otros sitios del norte de África, Asia o Europa.

No pueden dejarse de mencionar las dificultades que obstaculi-zan los trabajos arqueológicos en el desierto. La inclemencia del medioestá presente en forma permanente; los yacimientos a investigar son dedifícil acceso y constituyen un verdadero desafío. Las dunas, durantelos meses de diciembre a abril, sufren la fuerte acción del harmattan.La acción del viento cubre las aldeas neolíticas con remolinos que bo-rran trabajos afanosamente realizados. No pocas veces, una tormentade arena impide durante varias semanas cualquier movilidad. Pasadala época de vientos, el fuerte calor del día pone a prueba la resistenciafísica. Las grandes distancias, la necesidad de costosos equipos paramovilizarse y los tiempos de permanencia que suelen alargarse másallá de lo previsto, acrecientan las vallas que se oponen a los objetivoscientíficos.

Pese a todas estas dificultades, los hallazgos arqueológicos delos últimos decenios, enriquecidos con nuevas tecnologías, nos acercancon mayor precisión al pasado sahariano. A partir de la Segunda Gue-rra Mundial, la fotografía aérea ha permitido localizar en el desierto si-tios arqueológicos. Gracias a estos reconocimientos se puedereconstruir parte de las fronteras del imperio romano en el norte saha-riano. Ese limes marca la línea desde la cual el dominio hacia el inte-rior del desierto era imposible, debido a la hostilidad del medio y a lafiereza de las tribus.

En las últimas décadas el reconocimiento de las aldeas neolíticasdel actual territorio mauritano conforma una imagen impensada de unSahara que alguna vez estuvo lleno de vida.

La divulgación de los hallazgos de pintura rupestre en el sursahariano ha revelado al mundo esa imagen.

El trabajo arqueológico en Tichitt, en Mauritania, ofrece un pa-norama de la vida de esa zona en los últimos 9000 años. El paisaje eradiverso: Era el Sahara de los chads, de los lagos, y las raíces fósiles quese encuentran en sus alrededores evocan por su grosor bosques degrandes árboles, como también se pueden reconocer las huellas de nu-merosas especies de gramíneas que hoy están replegadas a la zona sa-hariana sudanesa.

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Antes de la regresión que lo hizo desaparecer, el lago Aoukerestaba poblado por una gran fauna de tipo etíope (hipopótamos, elefan-tes, cocodrilos, etc.). Las especies animales han podido ser identifica-das gracias a los numerosos restos osteológicos encontrados y a losgrabados y pinturas rupestres. Algunas de estas especies son precisosindicadores del clima en el cual vivieron; los hipopótamos y cocodrilosconfirman la existencia de los grandes espacios lacustres, que sólo po-dían mantenerse en función de precipitaciones no menores que los 500mm. anuales (Amblard 1984).

Los hombres del lago Aouker

En esa época, las actuales poblaciones de Tichitt y Oualata bor-deaban el lago Aouker. Esta zona era habitada por hombres que tran-sitaban los primeros pasos de la cultura.

Los instrumentos líticos hallados, guijarros o piedras desvas-tadas, se adscriben a períodos anteriores al neolítico. Una de las últi-mas misiones arqueológicas llevadas a cabo en las cercanías delAouker, en 1980, relevó importantes talleres de trabajo de piedra quetestimonian, según algunos investigadores, la presencia de un paleolí-tico inferior o medio. Entre estos yacimientos paleolíticos, cuya cro-nología actualmente se encuentra en estudio, se halla el de Tarf elGuettara situado entre Oualata y Aïoun el Hokol.

Los arqueólogos concentran actualmente gran parte de su in-terés en las viejas poblaciones que están asociadas a la vida de lo quefue este lago. Es gracias a la fotografía aérea que podemos conocersus límites, especialmente la ribera norte, que se abre como un gran he-miciclo a lo largo de 1000 kilómetros. Esta antigua planicie lacustreaún no ha podido ser totalmente investigada en sus límites meridiona-les.

De los grupos que poblaron el Sahara en la antigüedad, algu-nos se han extinguido. Entre ellos, se encuentran los que habitaban lasproximidades del lago Aouker.

Dentro de estas poblaciones se centraron los estudios en loshabitantes de las aldeas situadas en la meseta y en aquellos de las zonasbajas, cuyas aldeas se localizaban en las riberas del lago.

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El gran lago fósil de Aouker en Mauritania. (Toupet-Pitte-1977).

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Plano de la aldea de Akjinjeir mostrandomorteros (+) y tinajas (u) (Amblard, 1984).

Grabado denominado “el gran bovino”. (Amblard, Hugot y Vernet 1981).

Los pobladores de la meseta

Hace 4000 años, ciertos grupos humanos se instalaron entre Ti-chitt y Oualata, en las orillas de aquel viejo lago paleolítico. Eran pas-tores y pescadores y desarrollaron una agricultura incipiente. Porrazones que desconocemos, se vieron obligados a retirar de los sitiosbajos e ir hacia las mesetas, en donde construyeron poblaciones forti-ficadas. Los restos de 127 de estas poblaciones han sido encontrados,ubicados sobre farallones, en los bordes de ellos. Cada una de las po-blaciones debía contar entre 2500 y 3000 habitantes. El mejor ejemplode este núcleo poblacional corresponde a la aldea que hoy se conocecomo “sitio Monod”, por haber sido descubierta por el investigadorTheodore Monod.

Los hombres vivían en cabañas; su habilidad y sentido estéticoquedó fijado en el tallado de los pilares de piedra que las sostenían.Muros de piedra rodeaban las viviendas, que se abrían sobre calles,numerosas casas de la aldea contaban con corrales. Estos corrales eranmuy frecuentes: en una sola aldea se relevaron 600.

Las aldeas son adscriptas por numerosos investigadores al perí-odo neolítico, por sus elementos característicos: sedentarización, pie-dra pulida y hábil manejo de la cerámica. Pero el neolítico africano,como lo han expresado algunos científicos, es un neolítico que carecede uno de los rasgos característicos de este período: el de poseer unaverdadera agricultura.

En estas aldeas se encuentran restos arqueológicos que indicanla utilización de granos silvestres e, incluso, su almacenamiento. Losyacimientos arqueológicos están regados de restos de cerámica quepertenecieron a grandes vasijas en las que se conservaban agua o di-chos granos. Ello nos demuestra que tenían un fuerte sentido de pre-visión para ponerse al amparo de las penurias que acarrean las sequías,pero, hasta ahora, nada señala que hubieran conocido una auténticaagricultura.

Otro elemento característico del neolítico de esta zona del Sa-hara son los hallazgos arqueológicos de numerosos objetos de adorno.Todas las rocas, algunas de ellas semipreciosas, eran utilizadas para fa-bricar cuentas de collares o colgantes. En un principio fueron frecuen-

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tes las cuentas o perlas logradas a partir de las cáscaras de huevos deavestruz; luego se emplearán para el adorno huesos, minerales y cerá-micas.

El arte no estaba ausente entre los pueblos del lagoAouker. Hanaparecido pequeños utensilios de trabajo, reutilizados como colgantes,y estatuillas de terracota o de piedra que representan animales. Tam-bién hay índices de cultos funerarios; lo demuestran los restos de tú-mulos que se encuentran cerca de las aldeas.

La arqueóloga Nicole Lambert (1971) nos ha dado a conocer laaparición temprana del uso del cobre en puntas de flecha, hachas yotros instrumentos. Esta investigadora halló una mina de cobre enAk-jout, en Mauritania, y por ello sugirió la existencia de un viejo comer-cio sahariano, atraído por las posibilidades de manejo de este metal.

Los pobladores de las riberas del lago

Para los investigadores, las poblaciones de las zonas bajas com-ponían un grupo humano con algunas características propias. Vivíancerca de pantanos, se dedicaban especialmente a la pesca y, a deducirdel gran número de talleres líticos, eran artesanos de la piedra. Todoparece indicar que fueron contemporáneos de aquellos que vivían enla meseta, pero es en las zonas bajas donde se confeccionaban los mor-teros, las manos de moler y otros instrumentos que se utilizaban, in-cluso, en las zonas altas.

En cuanto a sus viviendas, eran similares a las cabañas de loshabitantes de la meseta.

Con esta síntesis de las viejas poblaciones de esta parte de la ac-tual Mauritania, abandonamos el lago Aouker. Mencionaremos algu-nos de los otros grupos que componen la antigua presencia neolíticadel Sahara sudoccidental.

Imraguen y nemadíes

Tanto en la zona costera de Mauritania como en la de Senegal,la arqueología nos hace suponer que allí se instalaron pueblos que de-

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bieron subsistir con una economía distinta a la que tenían los sitios delinterior.

Se han relevado aldeas asociadas al sistema de conchales, mon-tículos artificiales de conchillas, fundamentalmente de las llamadasArca senilis. Estos montículos, constituidos por desechos acumuladosa causa de una prolongada presencia humana, son típicos del neolíticoen las costas de todo el planeta.

Pero los procesos climáticos van a cambiar la vida de todos estoshombres. La sequía progresiva que fue sufriendo el Sahara los llevó aaglutinarse en los puntos cercanos al agua y, a medida que avanzabael proceso de desertificación, los viejos habitantes se van retirando alas zonas meridionales.

De este modo, quedaron abiertas las vías para el arribo de otrospueblos.

Es alrededor del 2500 a.C. que ocurre este fenómeno. Mientrastanto, los pescadores del actual litoral mauritano del grupo imraguen,como los nemadíes del interior, cercanos a la ciudad de Oualata, for-man poblaciones que han quedado como testimonio vivo de esas pri-meras épocas neolíticas. Es interesante señalar que el origen delprimitivo poblamiento costero mauritano parece haber sido diverso.Bastan como ejemplo los resultados de las excavaciones llevadas acabo en Tintan (costa norte de Mauritania) por Petit-Maire, que sugie-ren la presencia de grupos protomediterráneos, los que habrían llegadoallí entre el 5000 y el 2000 a.C.

En cuanto al movimiento poblacional, la arqueología señala unantiguo eje paralelo al Atlántico2.

Características generales del viejo poblamiento

No existe una respuesta cierta acerca de la génesis de las etniasque poblaron la región sahariana occidental. Según Hugot (1984), estepoblamiento parecería ser el resultado del mestizaje de dos polos, poruna parte, grupos negríticos, y por otra, blancos de origen meso-orien-

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2 La inmensa bibliografía acerca de esta temática nos exime de ahondarla, de-biéndonos ceñir a la conformación de un cuadro general.

tal, conocidos con el nombre de “mediterráneos”. Entre ellos estaríanlos pueblos cuyo material lítico se adscribe al complejo íbero-maru-siano, y que se situaría entre el 10.000 y 8.000 a.C., época que corres-ponde a una situación climática favorable en el Sahara, y que estimulóel nacimiento de las primeras civilizaciones agrícolas, cerca de losgrandes ríos como el Indus, el Eufrates y el Nilo. De acuerdo a la opi-nión de numerosos investigadores, otra corriente poblacional que seríade las más antiguas habría partido de los bordes del Nilo, a la altura deKartum, y de Es-Shakeinab, y habría seguido un desplazamiento endirección Este-Oeste, siguiendo los grandes lagos. Estos pueblos detradición sudanesa eran pescadores, cazadores y recolectores.

Subrayamos que no se encontró en las aldeas mauritanas, unaagricultura en el verdadero sentido; parecería que habrían llegado alograr solamente la adaptación de algunas cucurbitáceas.

Como adquisición cultural, entre las poblaciones de este neolí-tico, los corrales de las aldeas y la pintura rupestre señalan el comienzode un rasgo que persiste a través de milenios: la actividad pastoril.

Pastores y guerreros

En cuanto al poblamiento sahariano occidental, la pintura ru-pestre se constituye en una excelente guía para tener una idea de quié-nes habitaban aquel Sahara de sabana. La observación de la fauna queacompaña a los hombres concuerda con los restos hallados por la ar-queología; es así que podemos imaginar a aquellos pobladores en con-vivencia con jirafas y búfalos.

Es en el arte rupestre, en el cual se cree reconocer a los ancestrosde los actuales peuls, los pastores nómadas por excelencia de la franjadel Sahel.

Incluso, algunos investigadores consideran poder determinarque en esas imágenes se reproducen viejos ritos que aún son conser-vados por estos saharianos.

Su vestimenta aparece como sumaria o bien no existía. Si la hay,posiblemente fue conformada por pieles o fibras duras, y no por telas.

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Otras pinturas y grabados permiten suponer la aparición de pue-blos nuevos hacia el 2.000 a.C., puesto que vemos diferencias notablesentre ellos y los grupos anteriores. Las investigaciones deAndré Lohte,Theodore Monod y Raymond Mauny permitirán identificar luego aestos pueblos recientes como originarios del Egeo. Ellos habrían en-trado por Cirenaica, y serían los que se movieron con sus carros a ca-ballo, evidentemente por rutas saharianas más aptas que las modernas.Monod señala que estos carros le recuerdan a los plaustra de los gé-tulos, antiguos pueblos, que usaban este medio de locomoción, fabri-cado de tablas con cuatro ruedas, y que fue descripto por Estrabon yDiodoro de Sicilia.

Para Nicole Lambert, la ruta de los carros indica el intenso trá-fico que se hizo del cobre en la Antigüedad.

Podemos concluir que el primer milenio a.C. es un período deapogeo para el uso de este transporte. Mauny definió una ruta que ha-bría sido de esta época, y que partía del sur de Marruecos, atravesabaRío de Oro y Mauritania para llegar al delta del Níger.

Para M. y R. Cornevin, los conductores de los carros que apa-recen hacia el comienzo de nuestra era, pertenecían a grupos blancos,ancestros de los bereberes sanhaja (Cornevin y Cornevin 1967).

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Carros grabados.Aouineght (Mauritania) (A. Lhote, 1987)

29Azul Sagrado - Capítulo I

(Extraído de H. Lhote, 1982)

Personajes de los carros. Tassili (T. Gostinsky 1976)

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Carros grabados (Mauritania)

Carros pintados al estilo “galope volante”; diversos lugares de Tassili(Argelia). (A. Lothe, 1987)

31Azul Sagrado - Capítulo I

Carros pintados. Transporte con bueyes.(Lothe, 1987)

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Las pinturas rupestres de hombres que conducen carros a todogalope indicarían que se trataba de carros de guerra. No faltan, espe-cialmente en algunos grupos representados en Mauritania, los carrostirados por bueyes, cuya actividad, por supuesto, era de transporte.

La ropa de estos nuevos habitantes es completamente distinta ala del mundo pastoril de las primeras pinturas. Es una típica vestimentaegea, con faldas campaniformes, como muestran los vasos griegos quecorresponden a la época.

La desertificación del Sahara promovió la dominación bereberede ese espacio, ligándolo estrechamente al mundo mediterráneo. Eseproceso desencadena un verdadero cambio en el poblamiento, puestoque los grupos negríticos se repliegan hacia las zonas sudanesas, algu-nos oasis del Sahara y ciertos bolsones étnicos-culturales.

Los nómadas blancos mediterráneos que convivían con los ne-gros durante el neolítico húmedo, llegan a fin del primer milenio a.C.a una expansión similar a la actual.

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